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“Mi pueblo amaneció muerto” rezaba en alguna columna de la revista semana que

expresaba el incansable clamor de quiene han tratado por miles de caminos y trechos
inabarcables de habitar la región del Catatumbo históricamente. El Catatumbo es y ha sido
el perfecto reflejo del estado colombiano y sus políticas rurales, donde la acción pública se
remite a pensar las ciudadades, los grandes centros urbanos donde se concentra el capital,
rezagando y condenando a la muerte en el silencio a territorios rurales, donde ser
colombiano carece de valor social y simbolico para la centralidad administrativa, la que
concibe el territorio como extensión de Bogotá. La política del silencio que perpetua la
acción publica y la maquinaria del conveniente olvido.

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