Está en la página 1de 3

LA VIDA BUSCA MANIFESTARSE Y FLUIR; NO HAY NECESIDAD DE FRUSTRAR SU CAMINO

En nuestra época es más o menos común escuchar que una persona se siente
“estancada” en su vida, una expresión coloquial que posee sus variaciones (hay
quien se considera “atorado”, “hundido”, “en un bache”, etc.) pero que, en todos
los casos, da cuenta de ese sentimiento de frustración, de cierta parálisis
indeseada y, a fin de cuentas, de la impresión de permanecer en un mismo lugar
existencial, del que parece no haber salida y al respecto del cual no se mira en el
horizonte ningún cambio.

Cada persona, por otro lado, puede referir dicho “estancamiento” a distintos
ámbitos. Habrá quien lo relacione más con su trabajo, por ejemplo, que acaso ya no
le satisface; otros con su vida profesional, en sentido amplio; algunos con la
relación de pareja que viven, o acaso con su familia, etcétera.

En cierto sentido, la sensación no es extraña al ser humano, y hasta podría decirse


que forma parte de su condición. Más allá de las explicaciones históricas,
sociológicas o filosóficas que pueden ofrecerse (Byung-Chul Han ha escrito
lúcidamente al respecto, explicando la “sociedad del cansancio” y ese estado
permanente de fatiga en que se vive ahora), es posible argüir también un elemento
propio de la naturaleza humana: la dificultad del sujeto para manifestar su propio
impulso de vida.

En la medida en que el ser humano pasa buena parte de su formación al cuidado de


otros, sin darse cuenta “aprende” a reprimir sus propios impulsos, su deseo, su
espontaneidad, sus ganas de hacer algo, etc. Y si bien este mecanismo es hasta
cierto punto necesario para la vida en común con los demás, cuando se le permite
operar sin control puede devenir justamente en el fenómeno del cual estamos
hablando. La vida, que está hecha para correr libremente, para florecer, para dar
lugar a más vida, pero es cierto que a veces ese flujo se frustra, su curso se
interrumpe, no tiene más hacia dónde manar.

¿Cómo salir de ese estancamiento?

A continuación presentamos algunos puntos que pueden ser útiles a este respecto. No
se trata de una guía definitiva ni infalible, pero nos parece que puede motivar a
la reflexión personal necesaria para resolver dicha situación.

Acepta tus circunstancias

Por principio de cuentas, acepta el momento en que te encuentras. A veces, por una
inclinación hasta cierto punto “natural” o comprensible, evadimos las sensaciones y
pensamientos de frustración que tenemos, por distintos motivos.

Sin embargo, si quieres salir de ahí, antes es necesario que aceptes la realidad en
la que vives y, sobre todo, el malestar en tu vida. Intenta mirarlo de frente, sin
temor pero también sin juicios. Pondera tu trabajo, tu pareja, tu situación
económica, la adicción que está perturbando tu vida, tu situación profesional, etc.
¿Qué encuentras ahí? ¿Qué te molesta? ¿Piensas con frecuencia que te parece
insatisfactoria? ¿Es para ti fuente de infelicidad? ¿No te gusta pero “te
aguantas”? ¿No te gusta pero piensas que “es lo que hay”? ¿Es justo para ti que te
conformes con eso?

Prepárate para decidir

“Locura es hacer lo mismo siempre y esperar cada vez resultados distintos”. Más
allá del autor de esta frase (que algunos atribuyen a Albert Einstein, al parecer
equivocadamente), el mensaje es preciso: si quieres un cambio en tu vida, necesitas
emprender las acciones necesarias para generarlo.

Sabemos, en efecto, que no siempre es sencillo tomar una decisión. Cuando tus
ingresos económicos dependen de un trabajo, no parece fácil renunciar a éste de un
día a otro. Si en tu interior tienes un miedo profundo (y acaso todavía
desconocido) a la sensación de soledad, quizá no te sea sencillo terminar una
relación de pareja, no importa lo mal que te sientas en ella. Quieres mudarte pero
no tienes el dinero suficiente para afrontar ese gasto, etcétera.

Sin embargo, sí es posible desde ahora ponerte en el camino de dicho cambio. En


otras palabras: tomar otras decisiones preparatorias o paralelas que, en su
momento, habrán servido para dar el salto mayor.

Examina tus circunstancias y reflexiona sobre aquello que sí puedes hacer ahora
para salir de esa frustración en la que te sientes. ¿Ahorrar? ¿Preguntar entre tus
amigos si alguien sabe de algún trabajo? ¿Hablar francamente con tu pareja? Salvo
situaciones muy extremas, siempre habrá algo que puedas hacer, una decisión que
puedas tomar.

Haz consciente tu miedo

El miedo es una emoción inscrita en nuestra naturaleza más profunda. En cierto


modo, es consustancial a la vida, pues en buena medida es la respuesta frente a
aquello que la amenaza. No obstante, en el ser humano el miedo tiene también un
cariz existencial, pues además del miedo que podemos sentir ante situaciones de
verdadero peligro (una caída potencial, un ataque físico, etc.), a veces
desarrollamos también miedo a otras que aunque son en ese sentido inofensivas, nos
atemorizan. Miedo a fallar, por ejemplo; a la incertidumbre, al rechazo, quizá
incluso al triunfo, etcétera.

En todo caso, haz el esfuerzo de experimentar conscientemente tu miedo. No te


decimos que lo evites, sino justo lo contrario. Vívelo tal y como llega. Estas
preguntas pueden ayudarte a hacer consciente dicha emoción:

¿Qué pasa con tu cuerpo? ¿Sudas? ¿Tiemblas? ¿Comienza a dolerte la cabeza?


¿Qué pensamientos se presentan en tu mente?
¿Qué te dan ganas de hacer cuando tienes miedo? ¿Salir corriendo? ¿Comer? ¿Fumar?
¿Beber alcohol?
¿Qué sientes cuando tienes miedo?

Conforme tengas más clara tu propia manera de experimentar el miedo, puedes tomar
un momento de más calma para examinar tu historia personal y preguntarte a qué se
deben dichas sensaciones, por qué en ciertas situaciones experimentas ese miedo y
en otras no, qué de tu formación subjetiva puede explicar los pensamientos que
cruzan por tu cabeza cuando tienes miedo, etcétera.

Conócete y valora lo que posees

En ocasiones, la frustración en la vida surge cuando una persona ha dejado que


otros conduzcan su vida durante mucho tiempo, lo cual da como resultado, por un
lado, que uno llegue a lugares donde en realidad no deseaba estar y, por otro, que
el sujeto sea definido por el exterior y no por un proceso de definición interior
consciente. Dicho de otro modo: el sujeto piensa lo que es en función de lo que
otros piensan de él (o de ella), de modo tal que se vuelve un desconocido de sí
mismo, que no sabe lo que posee, que no conoce su valor como persona, el valor de
sus habilidades, sus conocimientos y sus recursos, etcétera.

Si sientes que este es tu caso, intenta mirarte desde otra perspectiva. Aquí
algunas preguntas para comenzar esa reflexión:

¿Qué sabes hacer? Hasta ahora, ¿qué de lo que haces te genera algún tipo de pago
económico? ¿Qué tan bueno te consideras en tu trabajo? ¿Y con respecto a tus
compañeros (presentes o anteriores)? ¿Y con respecto a otros colegas de profesión?
¿Tienes otras habilidades? ¿Quién valora lo que haces? ¿Quién esperas que valore lo
que haces? ¿Qué formas del reconocimiento estás habituado a buscar? ¿Recibes otros
reconocimientos de los que no te das cuenta?

Sé espontáneo

En El miedo a la libertad, Erich Fromm dedica varios párrafos a definir y elogiar


la espontaneidad del ser humano como reflejo de su impulso de vida, esa fuerza que
muchos de nosotros experimentamos en la niñez, en la cual intención y acción se
encuentran fundidas: pensamos en hacer algo y lo hacemos, sin titubeos ni retrasos.
No obstante, con el tiempo dicha espontaneidad se hace cada vez menos espontánea,
por así decirlo, pues las reglas, los códigos sociales, la educación y otros
factores interrumpen su libre curso.

Sin embargo, no desaparece. De hecho, todos somos capaces de reconocerla. Cuando se


nos “antoja” hacer algo, cuando nace de nuestro interior un comentario ingenioso,
cuando sentimos ganas de cantar o de bailar, de sonreír, de escribir, en suma,
cuando un deseo auténtico se presenta, éste es fruto de dicho impulso de vida.
Tanto como sea posible, escucha ese deseo y realízalo, sin ningún otro propósito
más que satisfacerlo.

De esa manera, poco a poco te darás cuenta de que la vida busca manifestarse
siempre.

También podría gustarte