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La Constitución de Cádiz es la primera Constitución española, promulgada en Cádiz el 19 de

marzo de 1812, lo que determinó que popularmente se conociese como La Pepa.


En el contexto de la Guerra de la Independencia y estando cautivo Fernando VII, la Regencia
del reino sancionó la Constitución. El texto constitucional consta de un total de 384 artículos,
distribuidos en diez títulos. Reiteradamente se ha destacado de la Constitución de Cádiz su
equilibrio entre tradición y modernidad. Engarzan con la tradición española las cuestiones
relacionadas con la nacionalidad española, la confesionalidad del Estado, la Diputación
permanente de Cortes, la reunión extraordinaria de Cortes y el Consejo de Estado. Además,
se reconoce a Fernando VII como monarca legítimo y el texto se aprueba en su nombre.

Entre las ediciones que se conservan de la Constitución de Cádiz llama particularmente la


atención la realizada en 1820 por José María de Santiago, grabador de Cámara y Real
Estampilla de S. M. Se trata de una edición de lujo, la primera edición grabada de la
Constitución de Cádiz, del tamaño de una guía y que cuenta con 110 páginas. Cada uno de
los diez títulos en que se divide el texto constitucional está ornamentado a comienzo con un
pequeño grabado. Además, al comienzo del texto se recogen otros dos grabados: uno en el
que se representa el juramento de la Constitución por Fernando VII el 9 de julio de 1820, y
otro que representa alegóricamente la revolución, en cuyo pie aparece la frase: “la
Revolución vuelve la Ley fundamental a España”. El texto se imprimió en Madrid en 1822.
El antecedente inmediato de la Constitución de Cádiz fue la Constitución de Bayona, jurada

por José Bonaparte el 6 de julio de 1808. Tanto el texto constitucional de


Bayona como otros texto franceses, en concreto la Constitución francesa de 1791 o la
Declaración de derechos del ciudadano de 1799, fueron utilizados como fuente en la
elaboración de la Constitución de Cádiz de 1812.Este hecho se explica especialmente porque
el autor del texto fue Antonio Ranz Romanillos, un afrancesado, técnico en la redacción de
textos constitucionales, que también se había encargado de la redacción de la Constitución
de Bayona.
Es de interés hacer una breve referencia al contenido del texto constitucional, que comienza
con el nombre del rey Fernando séptimo, aludiendo a su ausencia y cautividad, razón por la
que la Regencia del reino nombrada por las Cortes generales y extraordinarias, han
decretado y sancionado la Constitución de 1812.
El texto constitucional comienza con la invocación a la Santísima Trinidad,
como los textos tradicionales, dando cuenta, a continuación, de que tras el examen de las
antiguas leyes fundamentales, acompañadas de las providencias y precauciones oportunas,
las Cortes generales y extraordinarias de la Nación española han decretado “la siguiente
Constitución política para el buen gobierno y recta administración del Estado”.
El titulo primero se dedica a la Nación española y a los españoles, aclarando ya el primero de
los artículos que conforman la Nación “todos los españoles de ambos hemisferios”.

Uno de los principios característicos del constitucionalismo, el principio de soberanía nacional


aparece expresado en el artículo 3, refiriéndose el siguiente (artículo 4) a la obligación de la
Nación de proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás
derechos legítimos de los individuos que la componen.
En este mismo título se hace referencia a la nacionalidad o condición de español, así como a
la obligación de los españoles de amar a la patria, ser fiel a la Constitución, obedecer las
leyes, respetar las autoridades establecidas, contribuir a los gastos del Estado en proporción
a su haber y defender la patria con las armas cuando fuese llamado por la ley.
El título segundo se dedica al territorio de las Españas de ambos hemisferios, citando
expresamente las provincias que lo integran, aunque se prevé una “división más
conveniente” del territorio español por una ley constitucional cuando las circunstancias

políticas lo permiten.
Conforme a la Constitución de 1812 el Estado es confesional, al declarar como religión oficial
la católica.La forma de gobierno es la “Monarquía moderada hereditaria”. De forma implícita
se recoge el principio de separación de poderes al aludir por separado al legislativo, que
reside en las Cortes con el Rey; el ejecutivo, que corresponde a Rey; y el judicial, residiendo
la potestad de aplicar la leyes en las causas civiles y criminales en los tribunales establecidos
por la ley.
El titulo tercero trata todo lo relacionado con las Cortes, que se definen como la reunión de
todos los diputados que representan a la Nación. La proporción que se determina es un
diputado por cada setenta mil almas, tomándose como base para el cómputo el censo de
1797. La gran novedad, respecto a las tradicionales Cortes españolas, es que éstas ya no
son estamentales.

Las Cortes descritas en la Constitución de 1812 son unicamerales. Las elecciones son
indirectas, estableciéndose que para la elección de los diputados se celebrarán juntas
electorales de parroquia, de partido y de provincia. Compondrán las juntas electorales de
parroquia todos los ciudadanos avecindados y residentes en e territorio de la respectiva
parroquia, incluidos los eclesiásticos seculares. Dispone la Constitución que en estas juntas
se nombrará un elector parroquial por cada doscientos vecinos, requiriéndose para ser
nombrado elector ser ciudadano mayor de 25 años, vecino y residente en la parroquia. Los
electores parroquiales compondrán las juntas electorales de partido judicial. Estas juntas
electorales de partido se congregarán en la cabeza de partido con el fin de designar al elector
o electores que deben concurrir a la capital de la provincia para elegir los diputados de
Cortes.
El número de electores de partido debe ser triple al de diputados que se debe elegir. Los
requisitos para se elector de partido son los mismos que para ser elector de parroquia.
Finalmente, las juntas electorales de provincia se componen de los electores de todos los
partidos que la integran. Quedará elegido como diputado el que haya reunido por lo menos la
mitad más uno de los votos. Si ninguno obtiene mayoría absoluta se hará un segundo
escrutinio en el que participarán los dos que hayan obtenido mayor número de votos. Si
empatan, decidirá la suerte. Para ser diputado en Cortes se requiere lo mismo que para ser
elector de parroquia y de partido, esto es, ser ciudadano en ejercicio de sus derechos, mayor
de 25 años y nacido en la provincia o avecindado en ella con residencia de al menos siete
años, bien del estado seglar o del eclesiástico secular. Pero, además, se requiere tener “una
renta anual proporcionada, procedente de bienes propios”.
La totalidad de los diputados será renovada cada dos años.
Establece la Constitución que las Cortes se reunirán anualmente durante tres meses
consecutivos, desde el primero de marzo, nombrando antes de separarse una “Diputación
permanente de Cortes”. Esta Diputación estará compuesta por siete individuos, tres de ellos
de las provincias de Europa, otros tres de las de Ultramar, y el séptimo será sorteado entre
un diputado de Europa y otro de Ultramar. La Diputación actuará entre unas Cortes
ordinarias u otras, enlazando también esta institución con la tradición española.
De entre los diputados se elegirá un presidente, un vicepresidente y cuatro secretarios.

Son facultades de las Cortes proponer y decretar las leyes,


así como interpretarlas y derogarlas en caso necesario; recibir el juramento del Rey, del
Príncipe de Asturias y de la Regencia, así como reconocer al Príncipe de Asturias o elegir a la
Regencia; resolver cualquier duda en relación con la sucesión a la Corona; aprobar, antes de
su ratificación, los tratados de alianza, subsidios y especiales de comercio; conceder o negar
la admisión de tropas extranjeras; decretar a creación y suspensión de plazas en los
tribunales, así como de oficios públicos; fijar anualmente, a propuesta del Rey, las tropas de
tierra y mar, así como dar ordenanzas al ejército, la armada y la milicia nacional; fijar los
gastos de la administración pública y establecer anualmente las contribuciones e impuestos,
aprobando su distribución entre las provincias; tomar préstamos en caso de necesidad sobre
el crédito de la Nación y examinar y aprobar las cuestas de la inversión de los caudales
públicos; establecer las aduanas y aranceles; determinar el valor, peso, ley, tipo y
denominación de las monedas, así como adoptar el sistema de pesos y medidas; promover y
fomentar la industria, establecer el plan general de enseñanza pública; aprobar los
reglamentos generales para la policía y sanidad; proteger la libertad política de imprenta;
hacer efectiva la responsabilidad de los secretarios del despacho y demás empleados
públicos; y dar o negar su consentimiento en todos los casos que prevé la Constitución.

Corresponde al Rey la sanción y promulgación de las leyes. Se reconoce al


rey la capacidad de negar la sanción a un proyecto aprobado por las Cortes, lo que supondrá
que el mismo asunto no volverá a tratarse hasta las Cortes del año siguiente. Puede negarla
por segunda vez, pero no ya la tercera vez que se propone el proyecto.
El título cuarto de la Constitución atiende al Rey, cuya persona se declara sagrada, inviolable
y no sujeta a responsabilidad. Su tratamiento será el de “Magestad Católica”. Reside
exclusivamente en él la potestad de hacer ejecutar las leyes. Además de la sanción y
promulgación de leyes, le compete: expedir los decretos, reglamentos e instrucciones
precisas para la ejecución de las leyes; cuidar de que en el reino se administre pronta y
cumplidamente la justicia; declarar la guerra y hacer la paz, dando después cuenta
documentada a las Cortes; nombrar a los magistrados a propuesta del Consejo de Estado;
proveer los empleos civiles y militares; el derecho de presentación para las dignidades y
beneficios eclesiásticos, a propuesta del Consejo de Estado; conceder honores y distinciones
con arreglo a las leyes; mandar a los ejércitos y nombrar a los generales; dirigir las
relaciones diplomáticas y comerciales y nombrar a los embajadores; cuidar de a fabricación
de moneda, en la que figurarán su busto y nombre; decretar a inversión de los fondos
destinados a los ramos de la administración publica; el indulto, con arreglo a las leyes; hacer
a las Cortes propuestas de leyes o de reformas; conceder el pase o retener los decretos
conciliares y bulas papales; y nombrar y separar libremente a los Secretarios de Estado y del
Despacho.
Continúan la tradición anterior las instituciones de los Secretarios de Estado y del Despacho,
así como el Consejo de Estado. Los Secretarios serán siete: el de Estado, Gobernación para
la Península e islas adyacentes, Gobernación para Ultramar, Gracia y Justicia, Hacienda,
Guerra y Marina.
Compondrán el Consejo de Estado cuarenta individuos, que deben ser ciudadanos en el
ejercicio de sus derechos. Éste será el único Consejo del Rey, que oirá su dictamen para los
asuntos graves de gobierno, para dar o negar la sanción a las leyes, declarar la guerra y
hacer los tratados. Además le corresponderá presentar ternas al Rey para la presentación de
los beneficios eclesiásticos y para la provisión de plazas de judicatura.

El poder judicial se trata en el título quinto de la Constitución, en el que se aclara que ni las
Cortes ni el Rey podrán ejercer en ningún caso las funciones judiciales, como tampoco
podrán avocar causas pendientes ni mandar abrir juicios concluidos. No obstante, la justicia
se administra en nombre del Rey.
Por su parte, los tribunales sólo podrán ejercer la función de juzgar y de hacer ejecutar lo
juzgado. Se mantienen como fueros especiales el militar y el eclesiástico.
Frente a la diversidad de normas que habían estado vigentes hasta el siglo XIX, la
Constitución prevé la elaboración de unos Códigos unitarios para toda la Nación, aludiendo
expresamente a los códigos civil, criminal y de comercio, que “serán unos mismos para toda
la Monarquía”.
Se determina que habrá en la Corte un supremo tribunal de justicia. Se hace referencia a las
audiencias, cuyo número y territorio correspondiente se determinará cuando se haga la
correspondiente división del territorio español. Además, se establecerán partidos
proporcionalmente iguales, con un juzgado en cada cabeza de partido. En todo caso, ningún
español será privado de su derecho a acudir a jueces árbitros.
Quedan expresamente eliminados el tormento, el apremio y la pena de confiscación de
bienes.
El título sexto se centra en el gobierno interior de las provincias y los pueblos. Del gobierno
interior de los pueblos se encargarán los ayuntamientos, compuestos por el alcalde o
alcaldes, los regidores y el procurador síndico. Los cargos se renovarán anualmente, también
mediante un sistema de elección indirecto: todos los años, en diciembre, se reunirán los
ciudadanos de cada pueblo para elegir electores en proporción a su número; estos electores
serán los que nombren el mismo mes al alcalde, regidores y procurador síndico, que entrarán
a ejercer sus cargos el primero de enero. Los alcaldes se renovarán cada año y los regidores

y procuradores por mitades.


Es competencia de los ayuntamientos la policía de salubridad y comodidad; el orden público;
la administración de los bienes de propios y arbitrios; la recaudación y distribución de las
contribuciones; el cuidado de los establecimientos educativos, sanitarios y de beneficencia;
la construcción y reparación de caminos, calzadas, puentes, cárceles, montes y plantíos del
común, y todas las obras públicas; la elaboración de las ordenanzas municipales, que se
presentarán para su aprobación a la Diputación provincial y a las Cortes; así como promover
la agricultura, industria y comercio.
Por lo que respecta a las provincias, se establece que al frente de cada una de ellas habrá
una Diputación provincial, presidida por un Jefe político. Compondrán la Diputación el
presidente, el intendente y siete individuos, renovándose cada dos años por mitades.
Elegirán a sus miembros los electores de partido al día siguiente de haber nombrado a los
diputados de Cortes.
La Diputación intervendrá y aprobará el repartimiento hecho a los pueblos de las
contribuciones; velará por la inversión de los fondos públicos y examinará sus cuentas;
cuidará que se establezcan ayuntamientos donde corresponda; propondrá al Gobierno los
fondos que crea necesarios para la ejecución de obras nuevas de utilidad común de la
provincia; promoverá la educación, agricultura, industria y comercio, protegiendo a los
inventores; dará parte al Gobierno de los abusos que se produzcan en la administración de
las rentas públicas, formará el censo y estadística de las provincias; cuidará de los
establecimientos piadosos y de beneficencia; y dará parte a las Cortes de las infracciones de
la Constitución que se den en la provincia.

Un título completo, el séptimo, se dedica a las contribuciones, que serán establecidas


anualmente por las Cortes, sean directas, indirectas, provinciales o municipales. Éstas se
repartirán, proporcionalmente a su capacidad, entre todos los españoles, sin excepciones ni
privilegios. Habrá una tesorería general para toda la Nación y una en cada provincia, en la
que entrarán los caudales que se recauden en ella para el erario público. Examinará las
cuentas una Contaduría Mayor de Cuentas, que se organizará por una ley especial.
Sólo habrá aduanas en los puertos de mar y en las fronteras.

El título octavo lleva por epígrafe, “De la fuerza militar nacional”. Se dispone que haya una
fuerza militar nacional permanente, de tierra y mar, para la defensa exterior del Estado y
para conservar el orden interior. Se establece además el servicio militar obligatorio para
todos los españoles.

La instrucción pública es objeto del título noveno. Se dispone que en todos


los pueblos de la Monarquía se establezcan escuelas de primeras letras. También se creará el
número conveniente de Universidades y de otros establecimientos de instrucción para la
enseñanza de las ciencias, literatura y bellas artes. A nivel nacional, habrá un plan general
de enseñanza uniforme y una Dirección general de estudios, a cuyo cargo estará la
inspección de la enseñanza pública.
Se declara que todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas
políticas sin necesidad de licencia o aprobación, aunque bajo las restricciones y
responsabilidad que establezcan las leyes.

El último título de la Constitución de 1812, el décimo, trata de la observancia de la


Constitución y de su reforma. Respecto a la observancia, todo español tiene derecho a
reclamarla ante las Cortes o el Rey. Todos los cargos públicos jurarán guardar la
constitución, ser fieles al Rey y desempeñar debidamente su encargo.
En cuanto a su reforma, la Constitución de 1812 es rígida al ser complejo el procedimiento
de reforma. No podrá proponerse modificación alguna en tanto no hayan pasado ocho años
de su entrada en vigor.
El texto se fecha en Cádiz el 18 de marzo de 1812 y figuran a continuación los nombres de
los 184 diputados que suscriben el texto. Sigue la promulgación, del 19 de marzo de 1812,
que ordena a todos los españoles de cualquier clase y condición guardar y hacer guardar la
Constitución como ley fundamental de la Monarquía. También a todas las autoridades civiles,
militares y eclesiásticas, que deberán guardarla y hacerla guardar, cumplir y ejecutar.
Ha quedado claro que la Constitución de Cádiz enlaza con la tradición española, pero
también rompe con ella y es un símbolo de modernidad en muchos aspectos. Como
novedades, pueden citarse por ejemplo el que recoge los principios constitucionales de
soberanía nacional, legalidad y separación de poderes. Rompe con la sociedad estamental de
la etapa anterior, lo que puede entenderse representado en unas Cortes que ya no son
estamentales, así como en la sujeción de todos a un mismo fuero o régimen jurídico y a un
mismo sistema contributivo. Además, se prevé la elaboración de unos códigos generales para
toda la nación, dentro de una tendencia claramente centralista.

Enlazan con la tradición jurídica española lo relativo a la nacionalidad española,


confesionalidad del Estado, Diputación permanente de Cortes, reunión extraordinaria de
Cortes y el Consejo de Estado.

Fueron periodos de vigencia de este texto constitucional el intervalo 1812-1814, el Trienio


Liberal (1820-1823) y 1836-1837.
En esta exposición de los fondos que se conservan en la Biblioteca de la Universidad de
Navarra se presenta el material dividido en siete secciones.
La primera sección se dedica a una presentación general del texto constitucional,
exponiéndose algunos ejemplares de la época, acompañados de dos grabados que
representan una alegoría de la Constitución de 1812 y el juramento que hizo de este texto
Fernando VII en 1820.
La segunda sección se dedica a los Decretos, procedimiento.
La sociedad de la época y una aproximación a su consideración en el texto constitucional es
objeto de la tercera sección.
La cuarta sección se dedica a lo militar, aspecto realmente presente en una España tomada
por los franceses, de forma que la tarea de las Cortes de Cádiz y la elaboración del texto
constitucional se enmarcan en plena Guerra de la Independencia. Además, como se ha
indicado, el título octavo de la Constitución se dedica a la “fuerza militar nacional”.

Una quinta sección representa el principio de separación de


poderes, atendiendo específicamente al poder judicial, que se declara absolutamente
independiente de los otros dos en el texto constitucional.
En el contexto del siglo XIX se hizo una importante tarea de difusión del texto constitucional
a través de los catecismos elaborados especialmente al efecto. También circularon diferentes
opúsculos o panfletos que recogían opiniones de los autores de la época, muchas veces de
forma anónima, a favor o en contra del nuevo régimen liberal. Por esta razón, un apartado
de la exposición, el sexto, se dedica a la opinión pública.
Dado el carácter confesional de la Constitución de 1812, una de las características que
enlazan claramente con la tradición española, otra sección, la séptima, hace referencia a la
cuestión religiosa.
Al proclamar el texto constitucional que se consideran ciudadanos españoles los que “traen
su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios”, el último apartado de la
exposición se dedica al mundo americano, en el que la Constitución de Cádiz influyó de
forma relevante, abriendo realmente el proceso de independencia de los territorios
americanos.
En definitiva, el objeto de la exposición titulada La Constitución de Cádiz: una España
reformada es intentar acercar, si bien, muy someramente, al público en general y al
alumnado universitario en particular, al fenómeno del primer constitucionalism

o moderno

onstitución de la Pepa. Cádiz, 1812


1810 - Reunión de las Cortes Extraordinarias en la Isla de León. Se forma una
comisión para preparar el proyecto de Constitución.

1811 - Las cortes se trasladan a Cádiz desde la Isla de León. El 6 de agosto se aprueba
el decreto por el que es abolido el régimen señorial.

1812 - El 19 de marzo se promulga la Constitución. Se aprueba el decreto sobre la


formación de ayuntamientos y diputaciones provinciales.

1813- Se publica el decreto por el que el Tribunal de la Inquisición es


declarado incompatible con la constitución aprobada en el año 1812.

1814- Traslado de las Cortes a Madrid. Fernando VII regresa a España y decreta
la supresión de todo lo aprobado por las Cortes, que son disueltas.

Con casi toda la Península ocupada por Napoleón, y


bajo las bombas de los franceses, se celebraron en
Cádiz unas Cortes destinadas a cambiar el rumbo de la
historia de España
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Constitución de la Pepa. Cádiz, 1812

1810 - Reunión de las Cortes Extraordinarias en la Isla de León. Se forma una


comisión para preparar el proyecto de Constitución.
1811 - Las cortes se trasladan a Cádiz desde la Isla de León. El 6 de agosto se aprueba
el decreto por el que es abolido el régimen señorial.

1812 - El 19 de marzo se promulga la Constitución. Se aprueba el decreto sobre la


formación de ayuntamientos y diputaciones provinciales.

1813- Se publica el decreto por el que el Tribunal de la Inquisición es


declarado incompatible con la constitución aprobada en el año 1812.

1814- Traslado de las Cortes a Madrid. Fernando VII regresa a España y decreta
la supresión de todo lo aprobado por las Cortes, que son disueltas.

FOTO: GTRES

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Constitución de la Pepa. Cádiz, 1812

Aunque algunos diputados de Cádiz afirmaban que la constitución de Cádiz era un


retorno a las libertades de la España medieval, aplastadas por el absolutismo desde el
siglo XVI, en realidad su principal fuente de inspiración fue la Constitución francesa de
1791. Los postulados de la Constitución de 1812 fueron, por ello, muy radicales para la
época, en particular el de atribuir el poder legislativo a una asamblea nacional,
excluyendo todo senado aristocrático y limitando el poder real de veto.

FOTO: GTRES

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¡Viva la Pepa!

«¡Viva la Pepa!» Este óleo de Salvador Viniegra, pintado en 1912, recrea el momento
en que las Cortes de Cádiz promulgan la Constitución de 1812. Museo Histórico
Municipal, Cádiz.
FOTO: GTRES

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Monumento a las Cortes de Cádiz

Fruto del Arquitecto Modesto López Otero y del escultor Aniceto Marinas, en la plaza
de España de la capital gaditana se encuentra este monumento conmemorativo de la
Constitución de 1812 y el sitio francés a la ciudad de Cádiz. En representación de la
ausencia del monarca, gobierna el centro de la plaza un sillón presidencial
vacío, circundado por un hemiciclo jalonado de diversas inscripciones. En bronce,
custodiando ambos flancos se encuentran las figuras ecuestres de la guerra y la paz.
En la cúspide, sobre un pilar de 32 metros, cuatro figuras alegóricas sostienen el código
de la Constitución, representada como un libro abierto. A sus pies, símbolo de la
Constitución, una matrona vestida con larga túnica, en cuya diestra sostiene la ley
escrita y a siniestra una espada. A sus costados, respectivamente a derecha e izquierda 2
grupos escultóricos representan a la ciudadanía y a la España agrícola, así como, con
igual correspondencia los autorrelieves conmemoran La Junta de Cádiz en 1810 y la
Jura de la Constitución.

FOTO: GTRES

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Promulgación de la Constitución de 1812 en Cádiz

Azulejos en la plaza de España en Sevilla.

FOTO: GTRES
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Constitución de 1812
Edición del texto en discos de papel. Museo Histórico Municipal de Cadiz

FOTO: GTRES

17 de marzo de 2016

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Con casi toda la Península ocupada por Napoleón, y


bajo las bombas de los franceses, se celebraron en
Cádiz unas Cortes destinadas a cambiar el rumbo de la
historia de España
A las nueve de la mañana del 24 de septiembre de 1810, un centenar de
diputados, en representación de todas las ciudades y provincias de España, se
congregaron en el ayuntamiento de la Isla de León (la actual ciudad de San
Fernando, adyacente a Cádiz). Salieron en comitiva hasta la iglesia parroquial,
donde el cardenal arzobispo de Toledo, Luis de Borbón, celebró una misa.
Acto seguido, se preguntó a cada uno de los diputados: «¿Juráis la santa
religión católica apostólica romana sin admitir otra alguna en estos reinos?
¿Juráis conservar en su integridad la nación española y no omitir medio alguno
para libertarla de sus injustos opresores? ¿Juráis desempeñar fiel y legalmente
el encargo que la nación ha puesto a vuestro cuidado, guardando las leyes de
España, sin perjuicio de alterar, moderar y variar aquellas que exigiese el bien
de la nación? Si así lo hiciereis, Dios os lo premie, y si no, os lo demande».

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El Empecinado, guerrillero y mártir contra la invasión de Napoleón

Todos los diputados presentes juraron afirmativamente, a pesar de algún tímido


reparo planteado previamente a la ceremonia. Acabados los actos religiosos,
los regentes y los diputados se trasladaron al salón de Cortes, situado en el
teatro Cómico de la Isla de León. El presidente del Consejo de Regencia
pronunció un breve discurso; así quedaban inauguradas las Cortes
generales y extraordinarias, la asamblea que pasaría a la historia con el
nombre de Cortes de Cádiz.

El mismo 24 de septiembre, las Cortes aprobaron su primer decreto, en el que


los diputados se proclamaban representantes de la nación española y
afirmaban que en ellos residía la soberanía nacional, reservándose el poder
legislativo en toda su extensión. Era una decisión revolucionaria, con la que
las Cortes despojaban al monarca de su poder absoluto y sentaban las
bases de un régimen constitucional, el primero de la historia de
España. Todo había comenzado dos años antes, en 1808, con la entrada en la
Península de los ejércitos de Napoleón, emperador de Francia. La invasión
inesperada provocó un verdadero colapso de las estructuras del régimen
absolutista; todo el entramado político de la monarquía borbónica se vino
abajo, empezando por el rey, Fernando VII, que se encontraba retenido
en Francia por Bonaparte.

En esta situación de vacío de poder, mientras se producían los primeros


enfrentamientos entre los soldados franceses y la gente del país, se
formaron de manera casi inmediata juntas de gobierno, locales y
provinciales, que se organizaron, a su vez, en juntas
supremas (regionales). En septiembre de 1808 se creó la Junta Central,
integrada por treinta y seis vocales de las juntas provinciales. Se instaló en
Aranjuez, pero, en diciembre de aquel año, ante el avance de las tropas de
Napoleón, se retiró a Sevilla.

Se constituyen las Cortes

Ante la ausencia de Fernando VII, los españoles, a través de todo este sistema
de juntas, se habían dado un gobierno con la misión de coordinar la resistencia
contra los franceses. Para algunos se trataba de una situación de
emergenciay todas las juntas tenían carácter provisional mientras el rey no
pudiera volver a España y recuperar su pleno poder. Pero otros pensaban
que aquella era una oportunidad para crear un nuevo sistema de
gobierno, más justo y más representativo que el régimen absolutista de
los reyes borbónicos. Soñaban con aprovechar la guerra contra Napoleón
para hacer en España una revolución política como la francesa de 1789. Fue
así como surgió la reivindicación de convocar las Cortes.

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Napoleón Bonaparte, el emperador de España

La institución de las Cortes se remontaba a la Edad Media, cuando en cada


uno de los reinos de la Península existían asambleas en las que estaban
representados los tres estamentos de la sociedad: el clero, la nobleza y las
ciudades. Las Cortes aprobaban leyes y a veces se enfrentaban al poder
de rey. Sin embargo, desde el siglo XVI habían entrado en franco declive como
consecuencia del afianzamiento del poder absoluto de los monarcas, y en el
siglo XVIII o habían desaparecido o se convocaban en ocasiones muy
contadas. Ahora, muchas voces se alzaban para exigir que se
restablecieran aquellas Cortes con todas sus prerrogativas. Aunque, en
realidad, más que resucitar una institución medieval lo que querían era crear
una asamblea nacional que asumiera toda la soberanía, como había sucedido
en Francia en 1789.

En abril de 1809, un miembro de la Junta Central, Lorenzo Calvo de


Rozas, propuso formalmente convocar las Cortes,con el objetivo de establecer
una «Constitución bien ordenada». Los defensores del absolutismo
recelaban de la iniciativa, dado que se pretendía convocar unas Cortes en
ausencia del monarca, algo sin precedentes, mientras que los liberales
esperaban que la asamblea sirviera para introducir las reformas que
necesitaba el país y cambiar así el rumbo de la historia de España. El 22
de mayo de 1809, la Junta Central aprobó la propuesta de Calvo de Rozas y
durante los meses siguientes debatió cuál debía ser el sistema de elección de
los diputados.

Liberales y absolutistas

En enero de 1810, los acontecimientos se precipitaron. Invadida Andalucía


por los franceses y con el ejército español disperso y en retirada, la Junta
Central abandonó Sevilla y se trasladó a la Isla de León, que enseguida se
convertiría en baluarte de la resistencia española contra el invasor. Allí,
los poderes de la Junta fueron traspasados a un Consejo de Regencia, que
asumió, no sin reticencias, la convocatoria de Cortes tal y como estaba
planteada. La apertura de la asamblea tuvo lugar finalmente en septiembre de
1810, en el teatro Cómico de la Isla de León. En esos
momentos, Cádiz padecía una epidemia, quizá de tifus, que no fue a mayores;
pasado el peligro, desde enero de 1811, las Cortes se trasladaron a Cádiz y se
instalaron en la iglesia de San Felipe Neri.

El número de diputados que asistieron a las Cortes de Cádiz fue variable: en la


sesión inaugural hubo unos cien, 185 firmaron la Constitución y 223 se
encontraban en la sesión de clausura de las Cortes Extraordinarias. Procedían
de toda España y hasta de América, pues las Cortes pretendieron dar los
mismos derechos a los españoles del Nuevo Mundo; eso sí, ante las
dificultades para la elección o el traslado de los elegidos a Andalucía, muchos
fueron sustituidos por naturales de sus provincias que en aquellos momentos
se encontraban en Cádiz. La mayoría eran eclesiásticos, abogados y
funcionarios.

En 1810, las Cortes decretaron la libertad de imprenta, y el final de la censura dio


paso a acaloradas discusiones en cafés y tertulias
Entre los diputados se formaron enseguida dos grandes grupos
ideológicos: los partidarios del absolutismo y del viejo orden
tradicional, llamados por sus enemigos «serviles» –diputados como Blas de
Estolaza y Lázaro de Dou– y los liberales, partidarios de reformar la
sociedad del Antiguo Régimen, representados por políticos brillantes como
Agustín Argüelles, Diego Muñoz Torrero, el conde de Toreno y José María
Calatrava. En realidad fueron estos últimos, los liberales, quienes llevaron la
voz cantante, ayudados por el ambiente que se vivía en Cádiz, que se había
convertido en un auténtico hervidero de liberales. Incluso la mayoría del clero
regular de Cádiz fue liberal porque estuvo próximo a planteamientos
igualitaristas, de apoyo a los débiles y de lucha contra los privilegios.

Adiós a la Inquisición, viva la libertad

La prensa jugó también a favor de los liberales. El 10 de noviembre de 1810,


las Cortes decretaron la libertad de imprenta, suprimiendo la censura previa de
las obras políticas. Después de años de censura y prohibición existía la
posibilidad de opinar libremente. Los debates se hicieron públicos, surgieron
tertulias, y se multiplicaron los periódicos y las publicaciones; entre los liberales
destacaron el Conciso, el Semanario Patriótico o El Robespierre Español. La
oposición absolutista, que también contaba con sus medios, se encontraba en
clara desventaja frente a los defensores de la transformación liberal del Estado.

Los cafés se convirtieron en nuevos espacios de sociabilidad y debate de


ideas. Los asistentes al café de Cadenas o al León de Oro, entre otros, se
enzarzaban en apasionadas polémicas a partir de la lectura de las crónicas de
las sesiones de Cortes que publicaba el Semanario Patriótico. Mientras, la
juventud gaditana, enardecida por los discursos y las soflamas, se alistaba en
los diversos batallones de voluntarios que se formaron, como el de los
«lechuguinos», llamado así por emplear el color verde en su indumentaria,
aunque también se atribuyó a que la mayoría pertenecían a los barrios de
Puerta de Tierra y Extramuros, donde se cultivaban lechugas.

La labor legislativa de las Cortes de Cádiz fue enorme. Muchos decretos


tuvieron por objetivo abolir las instituciones del Antiguo Régimen, como el
régimen señorial de propiedad de la tierra (liquidado el 6 de agosto de 1811), la
Inquisición o las pruebas de nobleza. También suprimieron las instituciones de
control económico o social o que coartaran la libertad individual, como los
gremios.

En 1813, tras apasionados debates, las Cortes acordaron suprimir el tribunal de la


Inquisición, en el que se veía un enemigo de la libertad

El debate en torno a la Inquisición levantó auténticas pasiones. Los liberales,


imbuidos por las ideas de ilustrados y enciclopedistas del siglo veían en el
tribunal un enemigo de la tolerancia y la libertad. Se publicaron numerosos
escritos para demandar la abolición del Santo Oficio, como el del liberal
catalán Antonio Puigblanch, que bajo el seudónimo de Natanael Jomtob
publicó La Inquisición sin máscara, o Disertación en que se prueban hasta la
evidencia los vicios de este tribunal y la necesidad de que se suprima (1811).
Puigblanch era partidario de acabar totalmente con la Inquisición: «Cuando
trato de destruir la Inquisición por sus cimientos, entiendo cumplir con uno de
los principales deberes, que imponen a todo ciudadano la humanidad y religión
juntas ofendidas atrozmente, y por una serie dilatada de siglos en este
tribunal».

MÁS INFORMACIÓN

El día en que Napoleón secuestró al papa de Roma

La Inquisición también tuvo sus apologistas, como el padre Francisco Alvarado,


«el Filósofo Rancio». Sin embargo, fueron los liberales los que impusieron sus
tesis. El 22 de febrero de 1813, la Inquisición fue declarada «incompatible
con la constitución política de la monarquía» y, al día siguiente, la Regencia
del reino suprimía el Tribunal, que era sustituido por los tribunales de la fe. El
conde de Toreno consideraría que la abolición del Santo Oficio fue uno de los
grandes logros de las Cortes de Cádiz: «Inmarcesible gloria adquirieron por
haber derribado a éste las Cortes extraordinarias congregadas en Cádiz. Paso
previo era su abolición a toda reforma fundamental en España, resultando, si
no, infructuosos cuantos esfuerzos se hiciesen para difundir las luces y
adelantar en la civilización moderna».

Todo el poder para las Cortes

La ley de mayor trascendencia que aprobaron las Cortes de Cádiz fue la


Constitución, base de la reforma de todo el entramado jurídico y político
absolutista. El texto establecía un modelo liberal de Estado, basado en
la división de poderes: el monarca se encargaba del gobierno y la
administración; la potestad de hacer las leyes residía en las Cortes, aunque el
rey debía sancionarlas y podía vetarlas durante dos años; mientras que los
tribunales de justicia eran los responsables de aplicar la ley. Se trataba de un
sistema muy avanzado para la época y de hecho se convertiría en modelo
de otras revoluciones liberales.

Tras su regreso a España, el rey Fernando VII declaró nula la Constitución y todos
los decretos promulgados por las Cortes

El texto definitivo de la Constitución fue promulgado el 19 de marzo de 1812,


día de San José; de ahí el nombre popular de «la Pepa» que más tarde se le
daría. A pesar de la lluvia y de la proximidad del ejército francés, ese día las
muestras de júbilo fueron generales y los cronistas cuentan que se oían vítores
y aplausos por toda la ciudad.

Los diputados marcharon en una comitiva, entre las aclamaciones y las


canciones patrióticas de la población. Para perpetuar el recuerdo de la jornada
se acuñaron medallas y se improvisaron composiciones poéticas. La noticia
corrió como un reguero de pólvora por toda España y las provincias se fueron
sumando a la celebración en la medida en que lo permitía la ocupación
francesa.

El desquite de los reaccionarios

En 1814, la retirada de los franceses llenó de esperanzas a los patriotas de


Cádiz. Los diputados se trasladaron a Madrid, con la esperanza de que el
régimen que habían fraguado en Cádiz se consolidaría en un país liberado y
pacificado. Pero el triunfo se convirtió para todos ellos en una pesadilla. Al
volver a España, el rey Fernando VII firmó en Valencia un decreto en el
que comunicaba que no solamente no juraba ni aceptaba la Constitución
ni ningún decreto de las Cortes, sino que declaraba aquella Constitución
y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, «como si no
hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo». El
11 de mayo, los diputados recibieron la orden de disolución, mientras los
partidarios del rey recorrían las calles de Madrid al grito de «¡Viva la Religión!,
¡abajo las Cortes!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la Inquisición!» Empezaba la
reacción absolutista.
Constitucion De Apatzingan
La Constitución de Apatzingán fue promulgada el 22 de octubre de 1814, por el
Congreso de México, reunido en la ciudad de Apatzingán a causa de la persecución
de las tropas de Calleja, siendo esta la primera Constitución de México, titulada
oficialmente Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana.

Características [editar]Se basaba en los mismos principios que la Constitución de


Cádiz pero de una manera un tanto modificada, pues a diferencia de la constitución
española, la de Apatzingán preveía la instauración del régimen republicano de
gobierno.

No sólo defendía el principio de la soberanía popular, sino también el derecho del


pueblo a cambiar al gobierno según su voluntad.

Se proclamó la división de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial,


considerando como órgano supremo al Congreso, compuesto por 17 diputados de las
provincias, con facultades legislativas, políticas y administrativas, entre las cuales
estaba la de nombrar a los miembros del Gobierno (ejecutivo), que debía estar
formado por tres personas, alternándose éstas en la Presidencia cada cuatro meses, y
del Supremo Tribunal de Justicia (judicial) constituido por cinco personas.

Se decretaba a la religión católica como única y proclamaba la igualdad de todos los


ciudadanos ante la ley, la libertad de palabra y de prensa y la inviolabilidad del
domicilio.

La Constitución de Apatzingán se inspiró más en el modelo liberal-democrático de las


constituciones francesa y española que en las ideas sociales y políticas de José María
Morelos formuladas en el documento Sentimientos de la Nación.

Además de no proponer medidas para moderar la opulencia de los ricos y la indigencia


de los pobres, punto central del pensamiento de Morelos, al depositar el poder
ejecutivo en tres personas en vez de una, la Constitución de 1814 propiciaba la
anarquía del movimiento insurgente que Morelos había tratado de evitar, y limitaba su
papel como líder revolucionario, entorpeciendo su acción militar y política.

Constitución de Apatzingán
Decreto Constitucional para la Libertad de la
América Mexicana del 22 de octubre de 1814

Portada original de la Constitución de Apatzingán

Función Constitución para controlar los territorios


independizados.

Creación 1814

Ratificación 22 de octubre de 1814

Autor(es) Congreso de Anáhuac

Signatarios Congreso de Anáhuac

Ubicación Archivo General de la Nación

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La Constitución de Apatzingán (formalmente: Decreto Constitucional para la Libertad de


la América Mexicana) fue promulgada el 22 de octubre de 1814, por el Congreso de
Chilpancingo reunido en la ciudad de Apatzingán a causa de la persecución de las tropas
de Félix María Calleja.1 La Constitución fue válida para las fuerzas de los insurgentes y los
territorios que lograron controlar efímeramente durante el transcurso de la guerra de
la Independencia.
Índice
[ocultar]

 1Antecedentes
 2Contenido
 3Redactores y firmantes
 4Véase también
 5Referencias
 6Enlaces externos

Antecedentes[editar]
Después de la muerte de Miguel Hidalgo y Costilla, el 30 de julio de 1811, José María
Morelos desde Acapulco hizo un llamado para crear en el mes de septiembre un Congreso
en la ciudad de Chilpancingo (actualmente estado de Guerrero), cuyo propósito fue crear
un gobierno independiente. Proclamado como el Supremo Congreso Mexicano, fue
instalado el 14 de septiembre de 1813; el mismo día Morelos anunció a la Asamblea un
documento con carácter de programa llamado Sentimientos de la Nación,2 en el cual
declaraba la independencia total de la América Mexicana y establecía un gobierno popular
representativo con división de poderes, prohibía la esclavitud y la división de la población
en castas.3 El 6 de noviembre del mismo año, el Congreso firmó el primer documento
oficial de declaración de independencia conocido como el Acta Solemne de la Declaración
de Independencia de la América Septentrional.4

Contenido[editar]
La Constitución de Apatzingán de 1814 se componía de 2 títulos y 242 artículos, se
basó principalmente en la Constitución de Cádiz pero de manera un tanto modificada, pues
en oposición a la Constitución Española, preveía la instauración de un régimen
Republicano de Gobierno. Los artículos más relevantes fueron:5
1. La religión católica, apostólica y romana es la única que se debe profesar en el
Estado.
2. La facultad de dictar leyes y establecer la forma de gobierno que más convenga
á los intereses de la sociedad, constituye la soberanía.
3. Por consiguiente, la soberanía reside originariamente en el pueblo, y su ejercicio
en la representación nacional compuesta de diputados elegidos por los ciudadanos
bajo la forma que prescriba la constitución.
4. Estos tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, no deben ejercerse ni por una
sola persona, ni por una sola corporación.
5. Se reputan ciudadanos de esta América todos los nacidos en ella.
6. La ley debe ser igual para todos...
7. Todo ciudadano se reputa inocente, mientras no se declare culpado.
8. (Las provincias de la América Mexicana): México, Puebla, Tlaxcala, Veracruz,
Yucatán, Oaxaca, Técpam, Michoacán, Querétaro, Guadalajara, Guanajuato,
Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora, Coahuila y el Nuevo Reino de León.
El Gobierno Supremo, (Poder Ejecutivo), se componía de
3 personas que tenían igualdad de autoridad y
responsabilidades; el gobierno se ejercería en una
alternancia de cada cuatro meses. Su autoridad más
directa, además de la naturaleza ejecutiva y
administrativa, era garantizar la protección de los
derechos de los ciudadanos: la libertad, la propiedad, la
igualdad y la seguridad. El Supremo Gobierno fue
ejercido por José María Cos, José María Liceaga y José
María Morelos.
La constitución realmente nunca tuvo validez ni fue
aplicada. Casi un año después de su promulgación, su
inspirador, José María Morelos y Pavón fue capturado y
fusilado finalmente el 22 de diciembre de 1815 y así
temporalmente las tropas realistas tomaron nuevamente
el control de prácticamente todo el país, pero al final no
pudieron impedir que la América Mexicana consumara su
independencia, primero bajo el nombre de Imperio
Mexicano que finalmente se convertiría en los Estados
Unidos Mexicanos.

Redactores y firmantes[editar]
“En la población de Apatzingán, los diputados insurgentes
José María Liceaga, por Guanajuato; José Sixto
Berdusco, por Michoacán; José María Morelos, por Nuevo
León; José Manuel Herrera, por Tecpan; José María Cos,
por Zacatecas; José Sotero Castañeda por Durango;
Cornelio Ortiz de Zarate, por Tlaxcala; Manuel de Aldrete
y Soria, por Querétaro; Antonio José Moctezuma, por
Coahuila; José María Ponce de León, por Sonora; y
Francisco Argandar, por San Luis Potosí, todos
nombrados por Morelos con excepción de Herrera de
Técpan que fue electo mediante votación, firman el
presente decreto bajo la inspiración de Morelos, con el
propósito de que sirva a México como constitución para
consolidar la independencia definitiva de España y
organizar adecuadamente al país. Fungen
como presidente del cuerpo constituyente Liceaga y
secretarios Remigio de Yarza y Pedro José Bermeo. Será
publicado para su observancia el próximo 24 de octubre.
“Las personas mencionadas, junto con Brandon Lopez
,Manuel Sabino del Año, Andrés Quintana Roo, Carlos
María de Bustamante y Antonio de Sesma, debatieron y
aprobaron el presente decreto, que fue redactado por
Quintana Roo, Bustamante y Herrera.” 6

Véase también[editar]
 Constituciones de México
 Suprema Junta Gubernativa de América o Junta de
Zitácuaro (1811)
 Congreso de Anáhuac o Congreso de Chilpancingo
(1813)
 Acta Solemne de la Declaración de Independencia de
la América Septentrional (1813)
 Plan de Independencia de la América Septentrional o
Plan de Iguala (1821)
 Constitución Federal de los Estados Unidos
Mexicanos de 1824
 Constitución Federal de los Estados Unidos
Mexicanos de 1857
 Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos de 1917 (La que rige actualmente)
 Independencia de México
 Supremo Tribunal de Justicia para la América
Mexicana

Referencias[editar]
1. Volver arriba↑ Carrillo Prieto, Ignacio (1981). U.N.A.M.,
ed. La ideología jurídica en la constitución del estado
mexicano 1812-1824.
2. Volver arriba↑ «Sentimientos de la nación, de José
María Morelos.».
3. Volver arriba↑ «Historia de México: legado histórico y
pasado reciente».
4. Volver arriba↑ «Declaración de Independencia de
México».
5. Volver arriba↑ «Declaración Decreto constitucional
para la libertad de la América mexicana, sancionado
en Apatzingán á 22 de octubre de 1814.».
6. Volver arriba↑ Decreto Constitucional para la
Libertad de la América Mexicana 22 de Octubre de
1814 [1]

Constitución española de 1812


Constitución española de 1812

Tipo de texto Constitución

Formato Ver lista[mostrar]


Texto Preámbulo y diez títulos con 384 artículos

Creación 18 de marzo de 1812

Promulgación 19 de marzo de 1812

Derogación 4 de mayo de 1814

Autor(es) Cortes Generales constituidas el 24 de septiembre de


1810 en Cádiz

Signatarios Ver lista[mostrar]

Ubicación Congreso de los Diputados

[editar datos en Wikidata]

Juramento de las Cortes de Cádiz en la Iglesia Mayor Parroquial de San Fernando el 24 de


septiembre de 1810, óleo sobre lienzo de José Casado del Alisal (1863), Congreso de los Diputados
de Madrid.

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de


Cádiz).

La Constitución Política de la Monarquía Española, más conocida como Constitución


española de 1812 o Constitución de Cádiz,2 conocida popularmente como la Pepa,3nota 1
fue promulgada por las Cortes Generales españolas reunidas extraordinariamente
en Cádiz el 19 de marzo de 1812. Se le ha otorgado una gran importancia histórica por
tratarse de la primera Constitución promulgada en España,nota 2 además de ser una de las
más liberales de su tiempo.
Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación
en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España del borbón Fernando VII.5
Posteriormente se volvió a aplicar desde el 8 de marzo de 1820, cuando en Madrid
(España), Fernando VII es obligado a jurar la Constitución española de 1812, estando
vigente durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en
1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. Sin
embargo, apenas sí entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena
parte de España se encontraba en manos del gobierno afrancesado de José I Bonaparte,
otra en mano de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el
resto de los territorios de la Corona española, los virreinatos, se hallaban en un estado de
confusión y vacío de poder causado por la guerra de Independencia.
La Constitución establecía la soberanía en la Nación —ya no en el rey—, la monarquía
constitucional, la separación de poderes,67 la limitación de los poderes del rey, el sufragio
universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de
propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones, por lo que
«no incorporó una tabla de derechos y libertades, pero sí recogió algunos derechos
dispersos en su articulado». Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los
nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias
americanas.8
Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico,
prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión,9 y el rey lo
seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución».10 Del mismo modo, este texto
constitucional no contempló el reconocimiento de ningún derecho para las mujeres, ni
siquiera el de ciudadanía11 (la palabra «mujer» misma aparece escrita una sola vez, en
una cita accesoria dentro del artículo veintidós), aunque con ello estaban en plena sintonía
con la mayoría de la sociedad hispana y europea del momento. Con todo, se le reconoce,
en gran estima, su carácter liberal, su afán en la defensa de los derechos individuales, su
posicionamiento en querer modificar caducas instituciones propias del Antiguo Régimen, y
en general, de recoger medidas regeneradoras enfocadas, con espíritu idealista, en
mejorar la sociedad.12

Índice
[ocultar]

 1Historia
o 1.1Un mismo estado para ambos hemisferios en el siglo XIX.
o 1.2Código hispano
o 1.3Derechos y colonias
 2Consecuencias de su abolición
 3La Constitución de Cádiz en el Reino de las Dos Sicilias
 4Véase también
 5Notas
 6Referencias
 7Bibliografía
 8Enlaces externos
Historia[editar]

Alegoría de la Constitución de 1812, Francisco de Goya, Museo de Estocolmo(conocido así, aunque


el cuadro, La Verdad, el Tiempo y la Historia, fue pintado en 1800).

La Constitución de 1812 se publicó hasta tres veces en España —1812, 1820 y 1836—, se
convirtió en el hito democrático en la primera mitad el siglo XIX, transcendió a varias
constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la
mayor parte de los estados americanos durante y tras su independencia. La Constitución
de Cádiz de 1812 provocó limitar el poder de la monarquía, la abolición del feudalismo, la
igualdad entre peninsulares y americanos y finalizó la inquisición.
Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones dedicadas a su estudio omiten o
minusvaloran la influencia que la revolución liberal y burguesa española tuvo al transformar
el imperio colonial español en provincias de un nuevo Estado, y convertir en nuevos
ciudadanos a los antiguos súbditos del absolutismo, y que incluía en su definición de
ciudadanos españoles no solo a los europeos, o sus descendientes americanos, sino
también a las castas y a los indígenas de los territorios de América, lo que se tradujo, en
tercer lugar, en su trascendencia para las nacientes legislaciones americanas.13
Las Cortes abrieron sus puertas el 24 de septiembre de 1810 en el teatro de la Isla de
León para, posteriormente, trasladarse al oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad
de Cádiz. Allí se reunían los diputados electos por el decreto de febrero de 1810, que
había convocado elecciones tanto en la Península como en los territorios americanos y
asiáticos. A estos se les unieron los suplentes elegidos en el mismo Cádiz para cubrir la
representación de aquellas provincias de la monarquía ocupadas por las tropas francesas
o por los movimientos insurgentes americanos. Las Cortes, por tanto, estuvieron
compuestas por algo más de trescientos diputados, de los cuales cerca de sesenta fueron
americanos.
Un mismo estado para ambos hemisferios en el siglo XIX.[editar]
En los primeros días hubo propuestas americanas encaminadas a abolir el entramado
colonial y poner las bases de un mercado nacional con dimensiones hispánicas que
abarcaran también a los territorios de América, con disminución de aranceles a los
productos americanos, apertura de más puertos coloniales para el comercio, etc. Un
proyecto anterior en un siglo a la Commonwealth de Gran Bretaña. Los decretos gaditanos
tuvieron una amplia repercusión y trascendencia durante las décadas posteriores, tanto en
la península como en América.
La Constitución fue jurada en América, y su legado es notorio en la mayor parte de las
repúblicas que se independizaron entre 1820 y 1830. Y no sólo porque les sirvió como
modelo constitucional sino, también, porque esta Constitución estaba pensada, ideada y
redactada por representantes americanos como un proyecto global hispánico y
revolucionario. Parlamentarios como el mexicano Miguel Ramos Arizpe, el
chileno Fernández de Leiva, el peruano Vicente Morales Duárez, el ecuatoriano José Mejía
Lequerica, entre otros, en los años posteriores se convirtieron en influyentes forjadores de
las constituciones nacionales de sus respectivas repúblicas.
Sin duda, a ello contribuyó la fluida comunicación entre América y la península, y
viceversa: cartas privadas, decretos, diarios, periódicos, el propio Diario de Sesiones de
Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de teatro,
canciones patrióticas, etc., que a bordo de navíos españoles, ingleses o neutrales
informaban sobre los acontecimientos ocurridos en uno y otro continente. Hubo ideas, pero
también hubo acción, dado que se convocaron procesos electorales municipales,
provinciales y a Cortes, y se verificaron las elecciones, lo cual provocó una intensa
politización en ambos espacios.
Asimismo, el envío de numerario por parte de consulados de comercio, dueños de minas,
hacendados, recaudaciones patrióticas, etc., al Gobierno peninsular fue constante, e
imprescindible para pagar la intervención de los ingleses, así como el armamento de las
partidas guerrilleras tras la derrota del ejército español en la batalla de Ocaña, el 19 de
noviembre de 1809.
Es importante insistir en que estas medidas contaban con el respaldo de las mayor parte
de la burguesía criolla americana, partidaria de los cambios autonomistas y no
necesariamente de una independencia que implicase la ruptura completa con
la Monarquía.
Código hispano[editar]
El producto de este intento de revolución fue una constitución con caracteres nítidamente
hispanos. Los debates constitucionales comenzaron el 25 de agosto de 1811 y terminaron
a finales de enero de 1812. La discusión se desarrolló en pleno asedio de Cádiz por las
tropas francesas, una ciudad bombardeada, superpoblada con refugiados de toda España
y con una epidemia de fiebre amarilla. El heroísmo de sus habitantes queda para la
historia.
La redacción del artículo 1 constituye un claro ejemplo de la importancia que para el
progreso español tuvo América. Fue el primero, y por ello, el más importante. Este es su
famoso texto:
La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios
La construcción queda definida desde parámetros hispanos. La revolución iniciada
en 1808 adquiría, en 1812, otros caracteres especiales que los puramente peninsulares.
Aludía a unas dimensiones geográficas que compondrían España, la americana, la asiática
y la peninsular. La Nación española quedaba constitucionalmente definida.
Derechos y colonias[editar]
La cuestión americana estaba planteada, por tanto, desde el primer artículo. El
Estado liberal tenía parámetros ultraoceánicos. La problemática de su realización se
evidenció en la discusión de la redacción de los artículos 10 y 11. Por el primero se
estableció entre americanos y peninsulares un primer acuerdo para organizar en
provincias el nuevo Estado. Es notorio que esta primera redacción contó con el rechazo de
los americanos, disconformes con la manifiesta diferencia numérica a favor de las
provincias peninsulares frente a las americanas (que equivalían aproximadamente a
cada Virreinato o Capitanía General, mientras que las provincias peninsulares se
identificaban con los reinos históricos de España).
Esto se convertiría en una cuestión política, ya que los americanos reclamaban un mayor
número de provincias y una organización del Estado que se aproximase al federalismo. El
artículo 11 solventó coyunturalmente el problema: tras un intenso debate, se decidió
retrasar la estructura definitiva del Estado para una posterior ley, cuando las
«circunstancias de la nación» —la urgencia en la metrópoli de combatir la invasión
francesa, la urgencia americana de luchar con la insurgencia— garantizaran una discusión
sosegada. La Cámara reconocía en la práctica su incapacidad para definir los territorios de
su Estado. Y este problema sobrevenía, insistamos, por la incorporación de América como
un conjunto de provincias en igualdad de derechos y de representación en el Estado
nacional hispano.
Otros artículos fueron especialmente significativos, como el 18 y el 29. En el primero se
decía que «Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de
los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo
de los mismos dominios», y en el segundo, al explicitar el art. 28 («La base para la
representación nacional es la misma en ambos hemisferios»), se dice que «Esta base es
la población compuesta de los naturales que por ambas líneas sean originarios de los
dominios españoles, y de aquellos que hayan obtenido de las Cortes carta de ciudadano,
como también de los comprendidos en el art. 21».

Nación española en ambos hemisferios según la Constitución de 1812.

De especial trascendencia fueron los artículos constitucionales referidos a ayuntamientos y


diputaciones provinciales, en cuya redacción la comisión adoptó la Memoria presentada
por Miguel Ramos de Arizpe, diputado por Coahuila, para la organización y gobierno
político de las Provincias Internas del Oriente de Nueva España. Fue de vital importancia
para desentrañar un aspecto importante del proceso revolucionario de la península y
América, como fue, a partir de sanción constitucional, la creación de ayuntamientos en
todas las poblaciones que tuvieran al menos 1000 habitantes. La propuesta provino del
propio Miguel Ramos de Arizpe. Esto provocó una explosión de ayuntamientos en la
península y, especialmente, en América, al procederse, tras la aprobación de la
Constitución, a convocar elecciones municipales mediante sufragio universal indirecto y
masculino. Eso constituiría un aspecto clave para la consolidación de un poder local criollo
y un ataque directo a los derechos jurisdiccionales, privilegiados, de la aristocracia,
aspecto fundamental para acabar con el régimen señorial en la península y con el colonial
en América. Ese respaldo americano a la Constitución se articuló a través de su
promulgación por autoridades locales y vecinos en cabildos abiertos, en cuya
conmemoración proliferaron plazas y monumentos dedicados a la Constitución por todo el
continente americano. Sin embargo, tras el vuelco absolutista de Fernando VII en 1814,
fueron destruidos la mayoría de ellos, y con los procesos de independencia en
Iberoamérica tan sólo han quedado algunas plazas caso de Montevideo y el Zócalo de
la Ciudad de México y un par de monumentos documentados: el de Ciudad de San
Agustín de la Florida Oriental, y Comayagua en Honduras.14
Consecuencias de su abolición[editar]

Monumento construido en 1912 en Cádiz para conmemorar el primer centenario de la Constitución

La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de


mayo de 1814 el recién restaurado rey Fernando VII decretó la disolución de las Cortes, la
derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales, entre los que se
encontraba el diputado Ramón Olaguer Feliú. Comenzaba el regreso del absolutismo. El
día 10 el general Eguía tomó Madrid militarmente proclamando a Fernando como rey
absoluto. Previamente, se había gestado todo un clima de bienvenida popular.
Fernando VII se opone a los decretos y a la constitución de las Cortes de Cádiz porque
significan el paso de un Estado absolutista a uno constitucional. Es obvio, pero también
hay que subrayarlo con énfasis, porque tras los decretos de igualdad de derechos y de
representación, tras una constitución para «ambos hemisferios», y tras decretar la
constitución de un Estado nacional en el cual los territorios americanos se integraban
como provincias, la Corona perdía no sólo su privilegio absoluto sobre el resto de
individuos, sino las rentas de todo el continente americano que pasaban directamente a
poder del aparato administrativo estatal y no del monarca, al establecer el nuevo Estado
nacional una sustancial diferencia entre la «hacienda de la nación» y la hacienda real. No
podría consentirlo Fernando VII.
Por otra parte, la representación política y la igualdad de derechos de los americanos se
tradujo en una reivindicación de soberanía que colisionaba con la nacional, al estar ésta
concebida por los liberales peninsulares como única, central y soberana. El conflicto se
estableció no solo entre un rey absoluto y la soberanía nacional y sus instituciones y
representantes sino también entre una concepción centralista del Estado (basada en el
gobierno de Madrid) y una descentralizada. Nada nuevo en el universo de las revoluciones
burguesas, podría concluirse, pero la cuestión es que no era, estrictamente, sólo una
revolución española, si se precisan no sólo la nacionalidad sino también los territorios del
Estado en cuestión.
Hasta la década de 1820, la mayor parte del criollismo era autonomista, no
independentista. Podía asumir una condición nacional española, pero a cambio de un
autonomismo en América para todas las cuestiones de política interna, lo que implicaba
la descentralización política y las libertades económicas. Para lograr sus pretensiones, los
americanos planteaban una división de la soberanía a tres niveles: la nacional,
representada en las Cortes; la provincial, depositada en las diputaciones; y la municipal,
que residía en los ayuntamientos. Esta triple división de la soberanía, combatida por los
liberales peninsulares, se legitimaba en los procesos electorales. Con estas propuestas, el
autonomismo americano estaba planteando un Estado nacional no sólo con caracteres
hispanos, sino también desde concepciones federales.
Los americanos depositaron toda la organización del Estado en la capacidad
representativa y administrativa de las diputaciones provinciales como instituciones capaces
de canalizar, administrar y recaudar las pretensiones y necesidades del criollismo de cada
provincia. Esto provocó una doble reacción: por una parte el rey se opuso al federalismo,
dado que los Estados que eran federales o confederales tenían la república como forma de
Estado: los Estados Unidos de América y Suiza. Pero además, federalismo era sinónimo,
en aquellos momentos, de democracia, asociada a elementos de disolución del Estado
absolutista, y por ende tachados de «anárquicos». En segundo lugar, la propuesta federal
de los americanos provocó una reacción cada vez más centralista entre los liberales
peninsulares, que insistían en que la soberanía nacional (al ser indivisible) no podía
delegarse en modo alguno en diputaciones provinciales y la maquinaria administrativa
debería ser manejada sólo desde la Península.
Tras la década absolutista, frustrada la opción autonomista gaditana, el nacionalismo
ultramarino optó por la insurrección armada, lo que condicionó la situación final
revolucionaria española hasta el triunfo de las independencias continentales
americanas en 1825.

La Constitución de Cádiz en el Reino de las Dos


Sicilias[editar]
La Constitución de Cádiz, traducida al italiano y con algunas pequeñas modificaciones, fue
puesta en vigencia como primera Constitución del Reino de Sicilia el 12 de julio de 1812
por decisión del parlamento siciliano y, despues, con la Constitución del Reino de las Dos
Sicilias por decisión del parlamento de ese país el 9 de diciembre de 1820 y sancionada
por el rey Fernando I, con el siguiente preámbulo:
«En consecuencia de los actos del 7 y el 22 de julio de 1820, con los cuales fue adoptada la
Constitución Política de la Monarquía Española con las modificaciones... que la representación
nacional constitucionalmente convocada juzgó proponer para adaptarla a las circunstancias
particulares del reino de las dos Sicilias, el parlamento nacional habiéndose ocupado de ello con el
más maduro y escrupuloso examen; y habiendo indagado todo aquello que es necesario para
satisfacer al gran objeto de promover la gloria, la prosperidad y el bien de toda la nación; decreta
modificada, como sigue, la Constitución política para el buen gobierno y la recta administración del
estado.»
Constitución del Reino de las Dos Sicilias de 1820

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