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FUENTES PARA UN ESTUDIO SOBRE PABLO

1. Pablo, ¿fundador del cristianismo?


De todas las figuras del cristianismo primitivo, no hay ninguna que se nos
presente a nuestro estudio con más claridad de datos que Pablo. De la mayoría de los
seguidores de Jesús, incluso de los pertenecientes al círculo más íntimo, sólo
conocemos unos cuantos datos; a veces solamente sus nombres, y poco más. Tenemos
incluso dificultades para reconstruir la vida de Jesús: hay grandes períodos de su vida
que permanecen en la sombra, datos oscuros, y los que nos llegan lo hacen mediatizados
por la lectura que hicieron de ellos los evangelistas y las comunidades. Es de todos
conocido que la finalidad de los evangelios no es dar pistas sobre una “vida de Jesús”,
sino dar un testimonio de fe sobre Jesús. Además, a diferencia de Pablo, Jesús no
escribió nada, por lo que carecemos de un testimonio directo proveniente de él.
De los 27 escritos del Nuevo Testamento, 14 aparecen con su rúbrica. Gran parte
de la obra conocida como Hechos de los Apóstoles lo tiene por protagonista. Su
frenética y audaz actividad apostólica, y la fuerza de sus escritos han suscitado la
admiración del lector de todos los tiempos ante este gigante del cristianismo primitivo.
Tanto destaca Pablo sobre el trasfondo de la primera era cristiana, que algunos han
pensado que ha sido Pablo y no Jesús, el verdadero fundador del cristianismo.

F. NIETZSCHE dirá: “Pero ¿quién sabe, a no ser algunos sabios, que ella (la Biblia) contiene
también la historia de un alma de las más ambiciosas e impacientes, de un espíritu tan lleno
de superstición como de astucia, la historia del apóstol san Pablo? Y con todo, sin esa
historia singular, sin las turbaciones y tempestades de ese espíritu, de un alma semejante, el
mundo cristiano no existiría; apenas habríamos oído hablar de una oscura secta judía cuyo
maestro murió en la cruz” Y después de una larga digresión sobre el conflicto interior de
Pablo, entre la conciencia del pecado y los imperativos éticos de la ley –conflicto resuelto
en la experiencia de Damasco -, concluye: “¡Así fue el primer cristiano, el inventor del
cristianismo! Antes que él no hubo más que algunos sectarios judíos”1

Ciertamente, Jesús dio inicio a un movimiento de discípulos y creyentes que se


remitían a su predicación y actividad histórica. Pero Pablo, sin la referencia esencial a
Jesús, el Cristo y el Señor, no tendría consistencia “cristiana” propia. Su obra se remite
a su verdadero fundador. De todas formas, es cierto que Pablo, con su vigorosa

1
F. NIETZSCHE, Aurora (ed. de J.J. DE OLAÑETA; Barcelona 1981) pp. 42, 44. Citado en R. FABRIS, Pablo, el
apóstol de las gentes, 5.
1
personalidad dio un fuerte impulso a la expansión de la experiencia cristiana más allá
del judaísmo en los dos primeros decenios que siguieron a la muerte de Jesús.

2. Las cartas

Las cartas auténticamente paulinas


Las fuentes más ricas sobre Pablo son sin lugar a dudas sus cartas. De los 27
escritos del NT, 14 llevan su nombre. Sin embargo, gran parte de los estudiosos
recientes han llegado a la conclusión de que al menos 7 de ellas no son de su puño y
letra; sólo más tarde, y tomando como modelo sus cartas auténticas, con el fin de
conservan su herencia o participar de su autoridad apostólica, fueron compuestas y
situadas bajo su autoría.
Las cartas consideradas auténticas de Pablo son:
a) Durante su primera estancia en Corinto (primavera del 50 ó 51): Primera a
los Tesalonicenses.
b) Durante el período de su actividad en Éfeso y alrededores:
- Gálatas, probablemente año 54 ó 55.
- La mayor parte de la correspondencia con Corinto: 1 Cor y 2 Cor
2,14-7,4 y 2 Cor 10-13. Año 54/55 ó 56/57
- Las cartas de la cautividad: Filipenses y Filemón. Estas dos cartas
suponen un frecuente intercambio de noticias entre el lugar en que
Pablo está en cautiverio y donde viven sus destinatarios, lo que hace
suponer un lugar más cercano que Roma o Cesarea, los lugares en los
que Pablo está prisionero según el relato de Hechos de los Apóstoles.
Se ha propuesto una prisión de Pablo en Éfeso porque, aunque ni
Hechos informan sobre este dato ni las cartas tampoco dan noticia
sobre el lugar de su detención, en 1 Cor 15,32 y 2 Cor 1,8 se habla de
una persecución y un peligro de muerte que ha sufrido en Éfeso
(Asia). Sobre los años 54/55 ó 56
c) Durante la última estancia de Pablo en Macedonia y Grecia (Corinto): la
última parte de la correspondencia con Corinto, los fragmentos que
corresponden a 2 Cor 1,1-2,13; 7,5-16 y los capítulos 8 y 9, y la carta a
los Romanos. Otoño del 57.

Las cartas de la tradición paulina


Desde muy pronto comenzaron a circular cartas inauténticas, escritas con el
nombre de Pablo, incluso extracanónicas (Laodicea, la tercera a los Corintios). Se trata
del conocido fenómeno de la pseudoepigrafía, en un mundo en el que la propiedad
intelectual y los derechos de autor no estaban definidos como en nuestra cultura. Los

2
autores fingidos “son, en la literatura eclesiástica, portadores primarios de una
tradición doctrinal cualificada, sobre todo en la lucha contra la herejía y en el esfuerzo
por confirmar la fe y el orden en la comunidad”2.
Sin entrar en profundizaciones, que dejamos para el momento del estudio
pormenorizado de estos escritos, se consideran cartas inauténticas de Pablo:
a) Las cartas pastorales (1 y 2 Tm, Tt): los datos biográficos,
inverificables por el libro de los Hechos de los Apóstoles o por las otras
cartas consideradas auténticas; las estructuras de la comunidad que
reflejan una situación postapostólica (aunque anterior a la situación que
presentan las cartas de Ignacio de Antioquia y Policarpo); la
característica de la herejía a la que hacen frente; el vocabulario propio, y
ciertos indicios de carácter teológico. Es difícil concretar el lugar y fecha
de composición: probablemente finales del siglo I o principios del siglo
II; en todo caso anteriores a Ignacio y Policarpo.
b) Carta los Efesios: el nombre de la localidad en Ef 1,1 es omitido en los
testigos textuales más autorizados; la ausencia total de saludos y
referencias personales, tan frecuentes en Pablo, y que extrañan si el
escrito fuera dirigido realmente a Éfeso, un lugar tan ligado a la actividad
de Pablo; el estilo del escrito es más una exposición teológica que una
carta; el estilo literario no es paulino; existen ciertas diferencias con la
teología de Pablo (están casi ausentes temas centrales como la cruz, la
salvación por la fe; y se introducen temas nuevos, como la Iglesia como
cuerpo “cósmico” del que Cristo es el jefe); una cierta cosmología, que
algunos emparentan con un tipo incipiente de “gnosis”, una cierta
dependencia de los pensamientos de Colosenses.
c) Carta los Colosenses: tiene contactos estrechos de tipo estilístico y
teológico con la carta a los Efesios: cristología, eclesiología, bautismo,
función apostólica, escatología. El autor utiliza ciertamente pensamientos
auténticos de Pablo, y parece estar al corriente de lo que ha sido su
detención y el desenlace de su vida, pero estamos sin duda ante un
ejemplo de pseudoepigrafía.
d) La Segunda a los Tesalonicenses: escrita en estrecha dependencia de 1
Ts, hasta en los más insignificantes giros. En caso de ser auténtica, debía
haber sido escrita inmediatamente después de 1 Ts, pero en este caso es
difícil admitir un cambio tan radical en los temas fundamentales con
respecto a 1 Ts: el fin del mundo y la venida de Cristo, el planteamiento
más “apocalíptico”. El autor polemiza ya contra unas pretendidas
“cartas paulinas” (¿cuáles?) que anuncian la venida inmediata del día
del Señor (2,2).
e) La carta a los Hebreos: a pesar de los últimos versículos (Hb 13,22-25),
colocados únicamente con el fin de dar apariencia paulina al escrito,
indudablemente, ni el vocabulario, ni la teología, ni la expresión, son
paulinos.

2
G. BORNKAMM, 304
3
Valor de las cartas
Para la recomposición de la vida y la obra de Pablo, las cartas son la fuente de
información principal. Toda otra información que venga de otro origen debe ser
calibrada en función de ellas. Las cartas no constituyen una autobiografía, sino que son
escritos compuestos circunstancialmente, en un periodo corto de su vida (sus últimos
años). En algunas Pablo debe salir en su defensa, y por ello no están exentas de un tono
polémico y apologético. No cabe esperar de ellas datos regulares sobre todas las etapas
de su vida. Largos periodos de su historia no pueden ser iluminados a base de sus cartas.

3. Hechos de los Apóstoles

¿Una fuente fiable para reconstruir la vida de Pablo?


Esta parcial deficiencia que tienen las cartas auténticas de Pablo para reconstruir
ciertos detalles de su vida parece compensarse por lo que se presenta a simple vista
como otra fuente paulina: el libro de los Hechos de los Apóstoles. En He 8,1 el
narrador de este libro introduce a un joven llamado Saulo, que aprueba la muerte de
Esteban. Saulo – Pablo, desde el acontecimiento del camino de Damasco (9,1-30), pero
sobre todo a partir del capítulo 13, irá copando todo el protagonismo de la historia. No
es de extrañar que, poco a poco, se haya arraigado la costumbre de atenerse
fundamentalmente a los Hechos de los Apóstoles para reconstruir la vida de Pablo, y a
sus cartas para reconstruir su enseñanza.
Hoy día ya no es sostenible esta forma de proceder. La obra histórica de Lucas
(es decir, el evangelio según Lucas y los Hechos de los Apóstoles) debe ser considerada
sobre todo como un producto de su propia época, la era postapostólica. En esa época y
para esa época escribe Lucas3, hacia finales del siglo I , y por tanto casi treinta o
cuarenta años después de la composición de las cartas paulinas.
La época en la que se redacta He tiene otras preocupaciones de la época en la
que las cartas paulinas ven la luz. Quizá sea exagerado decir, como dice BORNKAMM,
que “en el momento de la composición de los Hechos, las cartas habían quedado
completamente superadas, arrumbadas y olvidadas; de muchos de sus pasajes quedaba
un vago recuerdo, otros habían quedado ahogados bajo el peso de la tradición”4.
Pablo, aunque sea discutido, no es tan fácil de olvidar. Pero ciertamente el paso de los
años ha dado lugar a problemas nuevos, ha solucionado problemas anteriores, y la
forma de concebir la salvación, la Iglesia y su misión han evolucionado.
Pablo había abierto en los años ’50 de la era cristiana el camino de la entrada de
los gentiles en la Iglesia. Sin su obra hubiera sido impensable la situación que reflejan el

3
Llamaremos Lucas al autor de las dos obras (evangelio según san Lucas y Hechos de los Apóstoles),
tomando el nombre que le ha dado la tradición desde el siglo II, sin que esto sea una opción sobre quién es el
auténtico autor de estos escritos. Para ver la discusión sobre este asunto, se puede consultar R AGUIRRE
MONASTERIO – A. RODRÍGUEZ CARMONA, Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, 351 – 354.
4
G. BORNKAMM, Pablo de Tarso, 15.
4
autor de Hechos y su obra. Lucas es de procedencia gentil, y cuando él escribe la Iglesia
se ha extendido por una ancha geografía más allá de las estrechas fronteras de Palestina.
En su libro se rezuma la convicción de que el proceso laborioso e intrincado que llevó a
los gentiles al centro de la Iglesia es ya cosa del pasado. Lo “paulino” es todavía
reconocible, en Hechos. Pero cuando Pablo y Hechos coinciden, se cumple aquello de
que “cuando dos dicen lo mismo, no es lo mismo lo que dicen”. La historia con visión
retrospectiva (Hechos) y la historia abierta al futuro y todavía por decidir (Pablo) no son
sin más idénticas.

¿Qué fiabilidad histórica tiene Hechos de los Apóstoles?


A estas objeciones tradicionalmente se ha hecho frente diciendo que en el fondo
Lucas es un historiador, que durante largo tiempo colaboró con Pablo y fue su
compañero de viaje, y que al ser un testigo ocular de los hechos, garantiza la
credibilidad de sus informaciones.

Los testimonios más explícitos sobre el autor de Lc-He son de la segunda mitad del siglo
II, en concreto, Marción, el Canon Muratoriano e Ireneo:
MARCIÓN, de mediados del siglo II, conoce la atribución del tercer evangelio a Lucas,
compañero de Pablo, y por eso lo acepta como único evangelio.
El CANON MURATORIANO afirma que Lucas, el médico y compañero de Pablo,
escribió ambas obras.
Para IRENEO (Adv. haer, III, 1,1), a finales del siglo II, el tercer evangelio lo escribió
igualmente Lucas, médico y compañero de Pablo.
Los demás testimonios (Prólogo Antimarcionita, Tertuliano, Clemente de Alejandría,
Orígenes, Eusebio) dependen de éstos,
¿Cuál es el origen de estos datos antiguos? ¿Proceden de una tradición antigua
independiente que ha llegado hasta estos primeros testigos del siglo II, o éstos son sus
creadores, deduciéndola de la lectura del Nuevo Testamento, sobre todo de la mención de
Lucas en Col 4,14; Flm 24; 2 Tm 4,11?
Para unos (Dibelius, Fitzmyer, Munk, Rengstorf, Schmid / Wikenhauser y otros), no se
puede excluir que los datos básicos provengan de viejas tradiciones recogidas por los
primeros testigos, pues por una parte la identificación del autor con el Lucas compañero de
viaje explicaría la coincidencia de fondo entre la doctrina y viajes que presenta He y las
cartas; Lc sería en este caso el que habla en los “trozos-nos” de He5. Los datos tradicionales
no son incompatibles con los datos ciertos que tenemos: no se puede excluir sin más que
este Lucas, que escribe hacia el año 80, sea el compañero de Pablo, pues no sabemos qué
edad tenía cuando escribió; pudo conocer a Pablo en su juventud, en los años 50, y escribir
después, 30 años más tarde. Ni obsta tampoco la diferencia de doctrina con Pablo, pues un
discípulo no tiene por qué profesar hasta los últimos detalles la doctrina de su maestro.

5
Pasajes He en los que el narrador habla en primera persona del plural: He 16, 10-17; 20,5-
8.13-15; 21,1-18; 27,1-28,16. Según la opinión tradicional, serían apuntes tomados por el
mismo Lucas en los viajes realizados como acompañante de Pablo. Otros opinan que
pertenecen a un diario de viaje redactado por algún compañero de Pablo y utilizado después
por Lucas. Otros, finalmente, afirman que se trata de un mero recurso literario utilizado por
el mismo Lucas para dar viveza a la narración. De hecho no hay tanta diferencia de estilo ni
de contenido entre estos pasajes y su inmediato contexto literario.

5
Para otros (Caldbury, Haenchen, Conzelmann, Marxsen, Roloff y otros) los datos de la
tradición son una creación del siglo II, pues Orígenes y Marción los aducen en contexto
polémico, al estar ambos interesados, aunque por diferentes motivos, en subrayar la
relación del tercer evangelio con Pablo, apóstol. Por ello, puesto que el autor habla a veces
en primera persona del plural, le identifican con Lucas, que es colaborador de Pablo (Flm
24; 2 Tm 4,11), y médico (Col 4,41). Pero de hecho, el autor no conoce a Pablo, pues
desconoce sus cartas y tiene una doctrina diferente, protocatólica, y por otra parte,
desconoce acontecimientos decisivos de su vida, no recoge prácticamente nada de su
teología específica y no le presenta como apóstol, cosa impensable en un discípulo suyo.
Finalmente, no se puede argumentar con los “trozos-nos”.
En todo caso, podemos aceptar como verosímil la propuesta de A. RODRÍGUEZ
CARMONA: “Prevalece la idea de que el autor se llamaba Lucas, nombre nunca discutido en
la tradición y que no puede ser pseudoepigráfico, pues de haberse inventado, se habría
atribuido a la obra de un personaje más relevante, como hacen 1 y 2 Pe y St; se acepta
además que no fue testigo inmediato de Jesús (cf. Lc1,1-4), sino un cristiano de la segunda
generación cristiana (70-100), persona culta, familiarizada con la cultura helenística y
veterotestamentaria, posiblemente nacido fuera de Palestina y de origen gentil, relacionado
con las iglesias paulinas, para las que escribe en los años 80”6
Pero aun admitido el dato de la tradición sobre el autor Lucas, hay que reconocer
que Lucas escribe como historiador, pero no como historiador a la manera moderna,
sino conforme a la antigua usanza. La antigüedad dejaba un amplio margen al arte
literario del autor, el cual se sirve de determinados modelos de expresión que hoy no
serían lícitos en un historiador. “Su contribución consiste en la manera como no sólo
transmite, sino también reproduce la tradición; en la forma como, para sensibilizar los
hechos, traza escenas y cuadros modélicos, reagrupando así en un todo la multiplicidad
de elementos y mostrando el “sentido unitario” de los acontecimientos (M. Dibelius)”7
Así, al lado de datos breves y escuetos sobre fechas, nombres de personas y
topónimos (que al final son los que gozan de más credibilidad), encontramos:
• Sumarios y descripciones estereotipadas sobre la situación de la
comunidad en su vida o su desarrollo, que sirven de transición o nexo.
Presentan una imagen modélica de la comunidad, guiada por el Espíritu,
bajo la tutela de los apóstoles, en la que se cumple el mandato fiel de Jesús
del anuncio del evangelio.
• Narraciones a modo de grandes murales con representaciones plásticas de
los temas dominantes, que describen:
a) Los poderes taumatúrgicos de los testigos cristianos (curaciones,
conversiones espectaculares, milagros)
b) La superioridad del mensaje sobre los ídolos y la superstición pagana.
c) La firmeza de los testigos cristianos ante los tribunales y cómo los
sostiene el poder divino.
Según J. FITZMYER “las narraciones no deben ser tomadas como historias edificantes
contadas por Lucas (como Haenchen quiere hacernos creer), sino que están relacionadas
con la amplia tradición de la historiografía helenística y han sido transformadas por Lucas

6
R AGUIRRE MONASTERIO – A. RODRÍGUEZ CARMONA, Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles, 352.
7
G. BORNKAMM, Pablo de Tarso, 17
6
‘en una nueva forma de kerigmática de historiografía’”8. Reconoce, sin embargo, que “la
narración en los Hechos es, sobre todo, la forma que Lucas tiene de presentar su
teología”.

• Discursos, numerosos y algunos de ellos extensos, que desarrollan las


verdades fundamentales del mensaje cristiano ante judíos o paganos, ante
las masas o las autoridades. Hoy, gracias a los ricos materiales procedentes
de la historiografía antigua, en la que se advierte una predilección por estos
medios de expresión, queda fuera de duda que estos discursos - unos 24 en
total, casi una tercera parte de libro -, “no son reproducciones
estenográficas y ni siquiera resúmenes de discursos realmente
pronunciados, sino piezas compuestas por el autor de los Hechos e
insertadas en los momentos culminantes o en las transiciones de su obra,
sin que aparezca el más mínimo interés por diferenciar la personalidad de
los respectivos oradores, llámese Pablo o Pedro o de cualquier otra
forma”9

La historiografía antigua conserva testimonios de discursos insertos en historias. Tucídides,


en sus Historias, admite que “En cuanto a los discursos, fueron hechos por diferentes
gentes... ha sido difícil recordar con precisión exacta lo que en realidad se dijo”.
FITZMYER , “de esto no se puede concluir que la fecunda imaginación de Lucas fuera
completamente responsable de los discursos, o que estos hayan sido enteramente falsos o
imaginarios”10. “Ni las narraciones ni los discursos pueden considerarse, por parte de
Lucas,, como meramente ‘creatio ex nihilo’.... En la tradición prelucana había historias
sobre los hechos y dichos de los apóstoles que eran más o menos similares a las relativas a
Jesús”11. De todas formas, reconoce que “Teniendo en cuenta la fraseología, estilo y
vocabulario lucanos, comunes a los discursos y a las narraciones (y al tercer evangelio) y
también el paralelismo literario con el que, a veces, hay que vérselas, no es fácil
determinar qué es auténtico en los discursos de los Hechos y qué es composición lucana.
Sin embargo, en su forma final los discursos son composiciones lucanas”12

¿Qué imagen de Pablo nos presentan Hechos de los Apóstoles?

Si tenemos en cuenta la finalidad que sigue Lucas al escribir su obra, y su forma


de expresarse, no nos tiene que extrañar que la imagen de Pablo y de su historia haya
sido modificada con respecto a lo que nos ofrecen sus cartas.
El marco teológico en el que Lucas presenta a la Iglesia en su obra es la
siguiente:
1. Aparece como una comunidad de creyentes que vive en perfecto acuerdo
y está siempre orientada a la humanidad entera.
2. Dirigida por la Iglesia madre de Jerusalén, representada por los doce
apóstoles.
3. Guiada por el Espíritu de Dios de una forma poderosa y homogénea.

8
J. FITZMYER, Los Hechos de los Apóstoles. Hch 1,1-8,40 (Vol. I) (Salamanca, 2003) 152
9
G. BORNKAMM, Pablo de Tarso, 18
10
J. FITZMYER¸ Hechos, 164.
11
J. FITZMYER¸ Hechos, 166.
12
J. FITZMYER¸ Hechos, 165.
7
4. En ella se han cumplido las promesas del Antiguo Testamento, y a ella ha
sido traspasada la herencia de la historia de la salvación, de la que los
judíos incrédulos no se han hecho merecedores.
5. De acuerdo con la promesa del Señor, se ha extendido por todo el mundo a
partir de Jerusalén, a pesar de las contrariedades y de las persecuciones.
El autor intenta introducir a Pablo en este marco. La herencia paulina es
ciertamente reconocible dentro de él, pero no obstante es claramente modificada, y esto
en cuestiones no sólo accidentales o anecdócticas, sino también fundamentales:
1. Lucas pinta con insistencia al cristiano y al misionero que es Pablo todavía
como un fariseo convencido, que permanece fiel a la fe de sus padres y a la
creencia en la resurrección de los muertos, representada por el fariseísmo y
ahora confirmada por la resurrección de Jesús (cf. He 26,2-8). Este dato entra
en conflicto con el facilitado por Flp 3,5-11, según el cual Pablo abandonó el
celo fariseo a causa de la justicia que nacía de las obras de la ley, y que todo
eso lo consideró “pérdida” y “basura” comparado con el conocimiento de
Cristo Jesús.
2. En He nunca se da a Pablo el título de apóstol, que Lucas, de acuerdo con
su teología de la Iglesia, reserva únicamente para los Doce. En las cartas de
Pablo, sin embargo, es este tema precisamente el que pasa a un primer plano
cuando Pablo tiene que hacer su autodefensa. Se le acusa de ser un intruso,
un falso apóstol, y él tiene que defenderse argumentando que es apóstol por
Cristo Jesús, que lo llamó personalmente (cf. Ga 1,1). En He, a diferencia de
lo que encontramos en Pablo, el apostolado es una institución que, ligada a
Jerusalén se remonta al Jesús terreno y queda restringida a los Doce; Pablo,
según Hechos, sin ser apóstol, es el gran misionero de las naciones
legitimado por la autoridad apostólica.
3. Las mismas relaciones entre Pablo y Jerusalén son presentadas de modo
diverso en Hechos y en las cartas, sobre todo en Ga y Rm.
4. Hechos silencia algunos temas que en Pablo son centrales: los conflictos
entre Pablo y los judaizantes, o la importancia del mensaje de la cruz,
escatología, etc.
Todo lo anterior no cuestionan de modo absoluto el valor histórico de Hechos.
Sin duda, Lucas utiliza fuentes dignas de crédito. Sin duda, bajo el ropaje literario de los
relatos lucanos todavía se puede entrever la figura de Pablo, su persona y su obra.
Ninguna presentación de Pablo puede prescindir de esta fuente. Encontraremos las
noticias más dignas de crédito “justamente donde menos aparezca el revestimiento
legendario de los relatos, las tendencias del libro o el arte literario del autor. Se trata
en muchos casos precisamente de las partes que menos llaman la atención y que se
pasan más de corrido”13.
Por todo esto, no es lícito componer la historia de Pablo a partir de Hechos de
los Apóstoles, completándola o ilustrándola ocasionalmente con las cartas. Tampoco se
pueden llenar las lagunas que dejan las cartas con las abundantes noticias que
proporcionan Hechos. No se puede conceder la palabra sin crítica alguna a una fuente
simplemente por el hecho de que la otra permanece en silencio.

13
Id. 20.
8
Fuentes de Hechos
Lucas no nos dice cuáles fueron sus fuentes. Aquí avanzamos una vez más en el
terreno de la hipótesis. Es posible que visitase las comunidades fundadas por Pablo, o
que llegara a conocer por medio de otros las historias que sobre él funcionaban. Por
ciertos indicios de estilo y de contenido es posible que echase mano de notas
redactadas por un autor desconocido.
Llama la atención que ni siquiera en un pasaje Lucas da señales de conocer las
cartas paulinas. Esto nos hace pensar que todavía no existía una colección
autorizada de las cartas paulinas que se hubiese difundido en la mayor parte de la
Iglesia.

4.Pablo, nacido a tiempo

¿Por qué sólo escribe cartas?


La mayoría de los lectores de Pablo, que leemos sus cartas como textos sagrados
destinados a la oración o a la celebración litúrgica, quizá no seamos conscientes que los
escritos de Pablo son “cartas”. Pablo no tuvo intención de escribir un “evangelio de
Jesús”, como hicieran Marcos y los demás, ni tampoco comentarios a libros del Antiguo
Testamento (como Flavio Josefo, Filón y otros), ni reglas de comunidad, ni escritos
dogmáticos.
Las cartas salen al paso de problemas determinados y circunstanciales. A
veces da largas a los asuntos, son salidas de emergencia, a la espera de un contacto
personal con sus interlocutores, en el que pueda dar una respuesta más concreta.
A diferencia de otros documentos epistolares de la antigüedad, en las cartas
paulinas el contenido y la persona del autor forman una unidad indisoluble. Su
respiración se puede notar en muchos pasajes llenos de carga emotiva. Su temple y su fe
hayan expresión en un lenguaje que a menudo resulta duro, impenetrable y
sobrecargado. Continuamente interpela al lector, le invita a tomar partido. Por eso el
lector de Pablo tiene la impresión ambigua cuando lee las cartas: por un lado, su
inmediatez (fruto de su carácter circunstancial y de la viveza del lenguaje), y por otro
lado, la distancia que nos separa de ellas (vivimos en un contexto distinto, y a veces no
sabemos muy bien qué quería decir Pablo).

Un hábil maestro de estilos


Junto con las formas convencionales del formulario epistolar helenístico
(salutaciones, acciones de gracias, etc.), que modifica adaptándolas a su mensaje, usa
también la predicación, la prueba teológica, la exhortación, fórmulas litúrgicas
(confesión de fe, himno, doxología, bendición y maldición, etc.). Demuestra conocer los
recursos propios de la argumentación retórica (estudiados por J-N ALETTI), y a pesar
de que reniega de exponer el mensaje con “humana sabiduría” (cf. 1 Cor 2,1-5), sin

9
embargo sabe presentar los argumentos de forma convincente. Es un maestro en el
manejo del Antiguo Testamento, que usa para dar fuerza a sus argumentos, según las
formas propias de la exégesis rabínica.

Hombre de contrastes
El investigador de Pablo se tiene que rendir ante la riqueza de su personalidad.
De judío de estricta observancia y enemigo de Cristo, se convirtió en siervo de este
Señor y anunciador de la salvación que Dios otorga gratuitamente por medio de él. Se
considera un “nacido fuera de tiempo” (1 Cor 15,8), que sin embargo podrá afirmar:
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha quedado en mí baldía” (1
Cor 15,10). Incansable buscador, corredor infatigable, al final tuvo que reconocer que
“yo mismo fui conquistado por Cristo” (Flp 3,12).
Causa admiración cómo un hombre aquejado por la enfermedad (el “ángel de
Satanás” del que habla en 2 Cor 12,7-10), que tuvo que soportar pruebas indecibles (cf.
2 Cor 11,23-27), fuera capaz de recorrerse en un decenio la mitad oriental del imperio
romano, la mayoría de las veces en condiciones precarias. Fundó comunidades capaces
de vivir por sí solas en Asia Menor, Macedonia y Grecia, y llegó a incluir en sus
proyectos Roma y el occidente cristiano hasta España.
Pero no solamente su actividad misionera, sino que también impresiona la
profundidad de su pensamiento. El carácter circunstancial de sus escritos no resta
nada a la profundidad y la fuerza de convicción de sus palabras. No siempre es fácil
seguir el hilo de su argumentación; a veces los pensamientos se agolpan y son de pesada
digestión. Pero a través de ellos la exposición del misterio de Cristo llega a límites
difícilmente franqueables.

5. Datos para una cronología de la


vida de Pablo
Nacimiento de Pablo
La fecha del nacimiento de Pablo se deduce aproximadamente a partir de dos
datos:
1. El dato referido por el autor de He cuando presenta por primera vez a
Saulo en el momento de la muerte de Esteban, acaecida a mediados de
los años 30 d.C., habla de “un joven (νεανίας) llamado Saulo” (He7,58).
El apelatívo νεανίας “joven” se reserva en los escritores griegos y
helenistas de la época para personas de una edad comprendida entre
los 24 y los 40 años14.
2. En Flm 9, escrita a mediados de los años ’50, se presenta como
πρεσβύτης, “viejo”se presenta como πρεσβύτης, “viejo”. Para el médico
Hipócrates, un πρεσβύτης puede tener entre 50 y 60 años.

14
Así, Diógenes Laercio (s. III a.C.); Filón de Alejandría (s. I a.C.), y otros. He 9,23; 17,18.
10
Por tanto, si Pablo en los años 30 d.C. tiene 25 /30 años, y 55/60 hacia mediados
de los años ’50 d.C., se puede considerar que nació en la primera década de la era
cristiana, aproximadamente entre los años 5 y 10 d.C.

El rey Aretas y la “conversión” de Pablo


En el relato autobiográfico de la carta a los Gálatas Pablo refiere su actividad
misionera llevada a cabo inmediatamente tras su conversión tras su “conversión”:

Cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por pura
benevolencia, tuvo a bien revelarme a su Hijo y hacerme su mensajero entre
los paganos, inmediatamente, sin consultar a hombre alguno y sin subir a
Jerusalén para ver a quienes eran apóstoles antes que yo, me dirigí a Arabia
y después otra vez a Damasco (Ga 1,15-17)

Por tanto, Pablo pasa un cierto tiempo en “Arabia”, la zona transjordánica que
se extiende al norte y al sur más allá de la Arabá, desde el mar Muerto hasta el mar
Rojo, y que podría abarcar incluso la región colindante con Damasco. Podemos suponer
que allí realiza una actividad misionera. Después de un tiempo, que no podemos
determinar con exactitiud, Pablo vuelve a Damasco.
La ida de Pablo a la Arabia no es mencionada en el relato de Hechos de los
Apóstoles, pero sí se dan algunos detalles de su estancia en Damasco, la oposición que
encuentra de parte de los judíos, y cómo tiene que huir por los pelos:

Después de pasar algunos días con los discípulos que había en Damasco,
Pablo empezó a predicar en las sinagogas, proclamando que Jesús es el Hijo
de Dios. Todos los que lo oían quedaban asombrados y decían:
-¿No es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocan este nombre?
¿No ha venido aquí para llevarlos encadenados ante los jefes de los
sacerdotes?
Pero Saulo cobraba cada vez más ánimo y refutaba a los judíos de Damasco,
demostrando que Jesús es el Mesías.
Algún tiempo después, los judíos acordaron en consejo acabar con él. Saulo
se enteró de la conjuración y, aunque vigilaban día y noche las puertas de la
ciudad para darle muerte, sus discípulos lo descolgaron de noche por el
muro, metido en una espuerta” (He 9,19b-25)
A este mismo episodio se refiere Pablo en 2 Cor 11,32-33: “Estando yo en
Damasco, el gobernador del rey Aretas puso guardias en la ciudad de los damascenos
con orden de prenderme, y por una ventana me descolgaron muro abajo en una
espuerta, escapando así de sus manos”. Aretas IV, rey nabateo, muere en 39 d.C.
Antes de esa fecha hubo de tener lugar la huida de Pablo de Damasco. Dándole tiempo a
Pablo para su estancia en la “Arabia”, podemos situar su conversión a mediados de
los años 30 d.C. (años 34/36 d.C.)
La estancia de Pablo en Corinto y la inscripción de Galión
Según el relato de Hechos de los Apóstoles, Pablo permanece en Corinto “un
año y seis meses” (He 18,11). Allí es llevado por los judíos de la ciudad ante el
procónsul Galión:
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Bajo el proconsulado de Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra
Pablo y lo llevaron ante el tribunal con esta acusación:
- Este trata de persuadir a los hombres para que den culto a Dios en contra
de la ley.
Pablo se disponía a hablar, cuando Galión dijo a los judíos:
- Si se tratase de un delito o de un crimen grave, ya os escucharía como es
debido, pero tratándose de cuestiones referentes a vuestra propia ley, allá
vosotros. Yo no quiero ser juez de estas cosas.
Y los echó del tribunal. Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de
la sinagoga, y se pusieron a golpearlo delante del tribunal. Pero Galión no
hacía caso de lo que ocurría. (He 18,12-17)
El nombre del procónsul Galión constituye uno de los puntos de referencia más
seguros para reconstruir la cronología de la actividad de Pablo en el ambiente
grecorromano. El nombre de este procónsul se conserva en un fragmento de losa de
piedra encontrada en el templo de Apolo en Delfos. La losa reproduce el texto de una
carta de Claudio a Galión o a su sucesor, para que devuelva a Delfos su antiguo
esplendor. Esta carta se puede fechar entre los meses de abril y julio del 52 d.C. Por
tanto, el proconsulado de Galión en Acaya, que tenían una duración de un año, se
situaría entre la primavera del 51 y primavera-verano del 52 d.C.
Teniendo esto en cuenta, se puede concluir que la estancia de Pablo en
Corinto, que se prolonga durante un año y medio, va desde finales del 50, o los
primeros meses del 51 d.C., hasta la primavera o el verano del 52 d.C., fecha en que
se embarca para Siria, según el relato lucano.

El edicto de Claudio
Esta datación de la actividad misionera de Pablo en Corinto se debe armonizar
con un segundo dato mencionado por Lucas: “Allí [en Corinto] encontró a un judío
llamado Aquila, originario del Ponto, el cual acababa de llegar de Italia con su mujer
Priscila, a raíz del decreto por el que Claudio había expulsado de Roma a todos los
judíos” (He 18,2).
De esta medida represiva de Claudio nos hablan:
- SUETONIO (75-160 d.C.), en su Vita Claudii declara: “Iudaeos impulsore
Chresto assidue tumultantes Roma expulit”15 . No precisa la fecha.
- PABLO OSORIO, historiador cristiano del siglo V, en su Adversus
paganos recoge este acontecimiento tomado de Flavio Josefo: “Flavio
Josefo refiere que los judíos fueron expulsados por Claudio de la ciudad el
año noveno de su reinado”16. Este dato sitúa el edicto de Claudio hacia el 49
ó 50 d.C.

15
SUETONIO, Vita Claudii 25,4. Cf. C. KIRCH, Enchiridion Fontium Historiae Ecclesiasticae Antiquae, 39.
16
PABLO OSORIO, Adversus paganos, 7,6,15. Esta precisión cronológica de Osorio no encuentra confirmación
en las obras conocidas de Flavio Josefo. Es posible que Osorio tenga en sus manos un texto de F. Josefo
distinto del que conocemos. DIÓN CASIO refiere medidas tomadas por Claudio en el año primero de su
reinado: “Por lo que respecta a los judíos, que se habían multiplicado tanto que, por su gran número,
12
Por tanto, podemos colocar la misión de Pablo en Corinto a comienzos de los
años 50 d.C.

La muerte de Pablo en Roma


El primer testimonio sobre la muerte de Pablo en Roma lo debemos a CLEMENTE
ROMANO a finales del siglo I:

Mas dejemos los ejemplos antiguos y vengamos a los luchadores que han
vivido más próximos a nosotros: tomemos los nobles ejemplos de nuestra
generación. Por celos y envidia [Dia zhlon kai fqonon] fueron perseguidos
los que eran máximas y justísimas columnas de la Iglesia y sostuvieron
combate hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos
apóstoles. A Pedro, a quien, por inicua emulación, hubo de soportar no uno
ni dos, sino muchos más trabajos. Y después de dar así su testimonio,
marchó al lugar de la gloria que le era debido. Por la envidia y la rivalidad
mostró Pablo el galardón de la paciencia. Por seis veces fue cargado de
cadenas; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y
Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de haber enseñado a
todo el mundo la justicia y de haber llegado hasta el límite de Occidente y
dado su testimonio ante los príncipes [marturhsav epi twn hgoumenwn],
salió así de este mundo y marchó al lugar santo, dejándonos así el más alto
dechado de paciencia (1 Clem 5,1-7)
TERTULIANO (siglo III) habla del martirio de Pablo en Roma, y la obra apócrifa
Hechos de Pablo, compuesta a finales del siglo II por un presbítero de Frigia, relata la
defensa de Pablo ante Nerón y su muerte decapitado. Es posible que su muerte acaeciera
en Roma, a principios de los años ’60, algo antes del incendio de Roma por Nerón (19
de julio del 64) y la posterior persecución de los cristianos de Roma (primavera del 65).

Posible reconstrucción de la cronología paulina


Crucifixión de Jesús alrededor del 30
Nacimiento de Pablo Fecha incierta (comienzos del siglo I)
Conversión-vocación Alrededor del 34/35
Asamblea de Jerusalén Sobre 48-49
Estancia en Corinto 18 meses: del invierno del 50 al verano del 52 (?)
Estancia en Éfeso Unos dos años y medio: del 52/53 al 55/56
Última estancia en Macedonia y Acaya: invierno del 5/56 o 56/57

difícilmente se los podía echar de la ciudad sin provocar un tumulto, [Claudio] no los expulsó, sino que les
mandó no celebrar reuniones, aunque podían seguir manteniendo su modo de vida tradicional. Disolvió
además las asociaciones restablecidas por Gayo” (Hist. 60,6,6). Algunos interpretan este texto de Dión
como una corrección intencionada del de Suetonio citado anteriormente, sobre el decreto de Claudio de
expulsión de los judíos. En tal caso, la orden de Claudio habría de situarse en el 41 d.C., el primer año de su
reinado. Pero en contra de esta hipótesis está la línea política seguida por Claudio en relación con los judíos, y
en particular con la comunidad judía de Alejandría, como resulta de una Carta de Claudio a los alejandrinos,
del año 41 d.C. Es poco probable que Claudio tomara medidas tajantes contra los judíos en su primer año. Es
posible que el texto de Dión refiera medidas menos severas tomadas en esa fecha, y que adelantaban la
expulsión del 49 ó 50 d.C.
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Viaje a Jerusalén y arresto Primavera del 56 /57
Traslado del detenido a Roma 58/59 (?)
Cautividad de 2 años en Roma 58/59 a 60/61
Martirio de Pablo bajo Nerón Comienzos de los años ’60.

LA INSCRIPCIÓN DE GALIÓN
La losa fue encontrada durante unas excavaciones realizadas en Delfos en la última década del
siglo XIX, y publicada por primera vez en 1905. En última
reconstrucción de los años ’70 se unió a otros fragmentos.
El texto dice:
“Tiberio Claudio César Augusto Germánico en la [XII]
tribunicia potestad, aclamado imperator 26 veces, padre
de la patria [saluda]. Ya antes con respeto a la ciudad de
Delfos estaba no sólo [bien dispuesto, sino que me
preocupaba] de [su] destino y observaba el culto a Apolo
[Pitio; y dado que] ahora se dice que carece incluso de
ciudadanos, como [hace poco me refirió L.] Junio Galión, L
IOUNIOS GALLIWN , mi amigo y procónsul, O FILOS
MOU KAI ANTUPAQOS, [los habitantes de Delfos]
mantendrán [intancto] su pasado [decoro, ordeno] llamar a otras ciudades [a Delfos a ‘ingenui’
como nuevos residentes y] asignarles a ellos y [a sus descendientes] los mismos derechos que
tienen los ciudadanos [de Delfos]; si alguno [...] se ha trasladado como ciudadano a estos
lugares, con el fin de que [...], como es debido, ninguna de las disposiciones escritas en ella sea
objeto de contestacion”.
La carta fue enviada el año en que se le concedió al emperador la “potestad tribunicia”
por duodécima vez. Como tal potestad se renovaba anualmente a partir del primer año de
reinado –en el caso de Claudio, del 25 de enero del 41 al 24 de enero del 42-, la duodécima
potestad tribunicia de Claudio se inicia el 25 de enero del 52 d.C. Se hace referencia también a
la 26ª aclamación de Claudio. Basándose en una inscripción dedicatoria del acueducto de Aqua
Claudia en la Porta Maggiore de Roma, se puede establecer que esta aclamación tuvo lugar
antes del mes de agosto del 52 d.C., fecha en que tuvo lugar la 27ª aclamación. Por
consiguiente, la carta de Claudio fue escrita después del 25 de enero y antes de comienzos de
agosto del 52 d.C. Si la carta fue dirigida a Galión, su cargo anual como procónsul de la
provincia senatorial de Acaya se sitúa entre el 51 y 52 d.C.
EL REY ARETAS IV
Tomó el nombre de Aretas, (su nombre originario era Eneas) cuando en el 9 a.C., a la muerte
de Obodas III, se convierte en rey e los nabateos.
Desempeña un papel importante en el equilibrio del límite sudoriental del Imperio
romano. Aretas IV, después de alguna incertidumbre inicial, es reonocido también por
Augusto. Se muestra fiel aliado de Roma y apoya la causa de los sucesores de Herodes el
Grande, rex socius de Roma. Aretas da en matrimonio a una hija suya –mencionada en una
inscripción con el nombre de Sa’udat- a Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y de Perea. Pero
éste la repudia para casarse con su sobrina Herodías, que ya estaba casada con Felipe, hijo de
Herodes el Grande y Mariamme de Jerusalén.
Como respuesta, y sin consular a Roma, Aretas invade Perea el 36 d.C. y derrota a las
tropas de Herodes Antipas. La reacción de Roma no se hace esperar. L Vitellio, el legado de
Siria con plenos poderes para oriente, organiza una expedición militar contra el rey de los
nabateos. Pero la muerte del emperador Tiberio en marzo del 37 d.C. pone fin a las acciones de
guerra de Vitellio. El nuevo emperador, Calígula (37-41 d.C.) favorece la posición de Aretas
concediéndole el control de la región y de la ciudad de Damasco.

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