El budismo es una de las principales religiones del mundo en
términos de adeptos, distribución geográfica e influencia
socio-cultural. Mientras que por mucho tiempo ha sido una religión “oriental,” ha estado cobrando una creciente popularidad e influencia también sobre el mundo occidental. Es una religión única en el mundo por derecho propio, aunque tiene mucho en común con el hinduismo en que las dos pueden ser llamadas religiones “orientales,” que creen en el karma (causa y efecto éticos), māyā (la ilusoria naturaleza del mundo) y samsara (el ciclo de la reencarnación) entre otras cosas. Los budistas creen que la última meta en la vida es alcanzar la “iluminación” como ellos perciben su existencia.
Su fundador, Siddhārtha Gautama, nació dentro de la realeza
en la India cerca de 600 años antes de Cristo. Según la historia, él vivió una vida de lujos, se casó y tuvo hijos, teniendo muy poco contacto con el mundo exterior.
Sus padres intentaron alejarlo de la influencia de la religión y
de cualquier exposición al dolor y al sufrimiento. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes que su frágil refugio fuera penetrado, pudiendo entrever a un hombre viejo, uno enfermo y un cadáver. Su cuarta visión fue la de un pacífico monje ascético (quien se negaba al lujo y la comodidad).
Viendo su apacible carácter, decidió convertirse él mismo en
asceta. Abandonó su vida de riqueza e influencia y buscó la iluminación a través de la austeridad. Estatua del Gran Buda en Kamakura, Japón./PD EL BUDA Él era muy hábil en esta suerte de auto-mortificación e intensa meditación. Fue un líder entre sus semejantes. Eventualmente dejó que sus esfuerzos culminaran en un gesto final. Él se “consintió” a sí mismo con un plato de arroz y luego se sentó bajo una higuera (también llamada el árbol bodhi) para meditar hasta que alcanzara la “iluminación” o muriera en el intento. A pesar de su congoja y tentaciones, para la mañana siguiente, él ya había alcanzado la iluminación, por lo que fue conocido como “el iluminado” o el “Buda”; tenía 35 años de edad. Durante los restantes 45 años de su vida viajó por gran parte del norte de la India, diseminando su enseñanza del sendero hacia la Iluminación. Su enseñanza se conoce en el Oriente como el Buddha-Dharma – «la Enseñanza del Iluminado».
Viajando de lugar a lugar, el Buda enseñó a numerosos
discípulos, muchos de los cuales lograron también este estado de Iluminación. Ellos, a su vez, enseñaron a otros y de este modo una cadena ininterrumpida de enseñanza que continúa hasta el día de hoy.
El Buda no era un Dios ni profeta de Dios, tampoco se
declaró como un Ser divino. En el Budismo no existe el concepto de un Dios creador. El Buda vivió y murió mucho antes del tiempo de Jesús. Sus viajes nunca lo llevaron más allá de doscientos kilómetros de su hogar. La Biblia y su mensaje parecen no haber sido conocidos por Buda y de hecho, él nunca habló de Dios o Jesús; consecuentemente, los budistas generalmente no hablan de Dios como lo hacen los cristianos. En su forma clásica, el budismo no habla de ningún Dios personal o Ser Divino, creador de todo lo que se conoce.
Cuando se le preguntó ¿cómo comenzó el mundo, qué o
quién creó el universo?, se dice que el Buda guardó silencio porque en el budismo no hay principio ni fin. En vez de ello, hay círculos interminables de nacimiento y muerte.
El Buda fue un ser humano quien, a través de esfuerzos
tremendos, se transformó y trascendió su limitación humana creándose en él un nuevo orden de Ser: Un ser Iluminado.
El estado de Iluminación que alcanzó tiene tres facetas. 1) Es
un estado de «Sabiduría», de ver las cosas como realmente son. 2) Es una fuente de «Compasión» o Amor que se manifiesta en una actividad constante para el beneficio de todos los seres. 3) Y es la liberación total de las energías de la mente y cuerpo para que estén al servicio de la mente plenamente consciente.
Este concepto de la Iluminación no se conoce en Occidente
donde tenemos limitados entendimientos de la capacidad espiritual que la vida ofrece.