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Bautismo de Fuego1
Bautismo de Fuego1
Bautismo de
fuego
Geralt de Rivia Libro V
ePub r1.12
libra 10.10.14
Título original: Chrzest Ognia
Andrzej Sapkowski, 1996
Traducción: José María Faraldo
Dire Straits
Capítulo primero
Entonces le dijo la
profetisa al brujo:
«Este consejo te doy:
ponte botas de yerro,
toma en la mano un
bastón de yerro. Ve
con tus botas de yerro
hasta el fin del mundo
y por el camino agita
el bastón y riega todo
con lágrimas. Ve a
través de la agua y el
fuego, no te detengas
ni mires a tu alredor.
Y cuando las
almadreñas se te
desgasten, cuando el
bastón de yerro se
deshaga, cuando el
viento y el calor te
sequen los ojos de tal
forma que de ellos ni
una lágrima acierte a
escapar, entonces, en
el fin del mundo,
hallarás lo que buscas
y lo que amas.
Pudiera ser».
Y el brujo cruzó la
agua y el fuego, sin
mirar a su alredor.
Pero no se puso botas
de yerro ni tomó
bastón. Sólo llevó su
espada de brujo. No
escuchó las palabras
de la profetisa. Y bien
que hizo, porque era
una mala profetisa.
Flourens Delannoy,
Cuentos y leyendas
He conocido en mi
vida a muchos
militares. He
conocido a
mariscales, generales,
voievodas y atamanes,
triunfadores en
numerosas campañas
y batallas. He
escuchado sus
narraciones y
recuerdos. Los he
visto inclinados sobre
mapas, dibujando en
ellos líneas de
diversos colores,
haciendo planes,
pensando estrategias.
En estas guerras de
papel todo rodaba,
todo funcionaba, todo
estaba claro y en un
orden ejemplar. Así
debe ser, explicaban
los militares. El
ejército es sobre todo
orden y reglamento.
El ejército no puede
existir sin orden ni
reglamento.
Por ello resulta
todavía más extraño
el que la guerra de
verdad —y he visto
unas cuantas guerras
de verdad—, en lo que
se refiere a orden y
reglamento, recuerde
hasta el aburrimiento
a un burdel en llamas.
Mandrágora a.
rareza, especie de
planta de la familia
de las solanáceas, que
comprende las plantas
herbáceas, sin tallo,
con raíces de
tubérculo, en las que
se pueden encontrar
parecidos con figuras
humanas. Las hojas
están unidas en
rosetón. Las m.
autumnalis y
officinalis son
cultivadas a pequeña
escala en Vicovaro,
Rowan e Ymlac, casi
nunca crecen
silvestres. Las bayas
son verdes, luego
amarillentas, se
comen con vinagre y
pimienta, las hojas se
usan crudas. La raíz
de la m., hoy día
apreciada en
medicina y farmacia,
tenía antaño una gran
importancia en
determinadas
creencias
supersticiosas,
especialmente en las
de los pueblos del
norte; se tallaba en
ellas figuras humanas
(alruniki, alraune) y
se las guardaba en las
casas como talismán
venerado. Se las
consideraba como
protectoras ante las
enfermedades, daban
suerte en los pleitos, a
las mujeres les
aseguraban la
fertilidad y un parto
fácil. Se las vestía con
trajes y durante la
luna nueva se les
ponía, ropa nueva.
Las raíces de la m. se
comenzaron a
mercadear y su precio
llegó a alcanzar
sesenta florines. Para
ello se utilizaban
raíces franqueadas
(vid.). Según las
creencias, la raíz de
la m. se usaba para
encantamientos y
filtros mágicos, así
como venenos. Este
prejuicio volvió
durante la época de la
persecución a las
hechiceras. La
acusación de uso
criminal de la m. se
oyó entre otros
durante el proceso de
Lucrecia Vigo (vid.).
Se supone que la
legendaria Filippa
Alhard (vid.) usó
también de la m. en
calidad de veneno.
Effenberg y Talbot,
Encyclopaedia Máxima Mundi,
vol. IX
—O —repitió Zoltan.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó
Jaskier, al tiempo que se ponía de pie
sobre los estribos y miraba al barranco
en la dirección señalada por el enano—.
¡No veo nada!
—O.
—¡No hables como el loro! ¿Qué o?
—Un riachuelo —explicó
serenamente Zoltan—. Desemboca en el
Jotla por la derecha. Se llama O.
—Aaah…
—¡Pero qué dices! —se rio Percival
Schuttenbach—. El río A desemboca en
el Jotla en el curso alto del río, bien
lejos de aquí. Éste es el O, no el A.
El barranco, por cuyo fondo corría
el río de nombre nada complicado,
estaba cubierto de ortigas que
alcanzaban por encima de las cabezas de
los enanos, olía penetrantemente a menta
y a árboles podridos y lo animaba el
incansable croar de las ranas. Tenía
también paredes abruptas y fue esto,
precisamente, lo que resultó fatal. El
carro de Vera Loewenhaupt, que desde
el principio del viaje había resistido
valientemente las contrariedades del
destino y había vencido todos los
obstáculos, perdió en el encuentro con el
río O. Se escapó de las manos de los
enanos que lo conducían hacia abajo, se
lanzó traqueteando hasta el mismo fondo
de la garganta y se destrozó
minuciosamente.
—¡Uuuu… ta madre! —gritó el
Mariscal de Campo Duda, haciendo un
contrapunto coral a los gritos de Zoltan
y de su compaña.
—Hablando claramente —Jaskier
valoró la situación, mirando los restos
del vehículo y al equipaje desparramado
—, puede que haya sido mejor así. Este
vuestro carro perdido sólo hacía la
marcha más lenta, todo el tiempo había
problemas con él. Míralo racionalmente,
Zoltan. Hasta podemos decir que
tuvimos suerte de que nadie nos atacara
o persiguiera. Si hubiéramos tenido que
huir a toda prisa, tendríamos que haber
dejado el furgón junto con todos
vuestros bienes, mientras que ahora se
pueden salvar.
El enano se indignó y se rascó con
rabia la barba, pero Percival
Schuttenbach apoyó inesperadamente al
trovador. El apoyo, como advirtió el
brujo, fue acompañado por unos cuantos
guiños muy significativos. Se suponía
que los guiños tenían que ser a
hurtadillas, pero la exagerada mímica
del pequeño rostro del gnomo excluía
todo secreto.
—El poeta tiene razón —repitió
Percival, frunciendo el ceño y guiñando
los ojos—. Hasta el Jotla y el Ina
estaremos calados hasta los huesos.
Ante nosotros está Fen Carn, nada más
que malos caminos. Pasarlo sería difícil
con el carro. Y si en el Ina nos
encontramos con el ejército temerio, con
nuestra carga… podríamos tener
problemas.
Zoltan reflexionó, sorbió la nariz.
—Bueno, vale —dijo por fin,
mientras miraba los restos del carro,
lavados por la perezosa corriente del río
O—. Nos separaremos. Munro, Figgis,
Yazon y Caleb se quedan. Los demás
seguiremos el camino. Nos veremos
obligados a sobrecargar los caballos
con los víveres y utensilios de primera
necesidad. Munro, ¿sabéis qué hacer?
¿Tenéis palas?
—Tenemos.
—¡No me dejéis huellas a la vista!
¡Y señalad bien el lugar y recordadlo!
—Estate tranquilo.
—Nos alcanzaréis sin esfuerzo. —
Zoltan se echó al hombro mochila y
sihill, se arregló el hacha que llevaba al
cinto—. Iremos siguiendo el curso del
O, luego a lo largo del Jotla hasta el Ina.
Adiós.
—Harto interesante —le murmuró
Milva a Geralt cuando el disminuido
pelotón se puso en camino, despedido
por los adioses de los enanos que se
quedaban atrás—. Harto interesante qué
cuernos tenían en aquellos cajones que
hasta enterrarlo hay y que marcar el
sitio. ¿Y de forma que en verlo no
hubiéramos ninguno de nosotros?
—No es asunto nuestro.
—No creo —dijo Jaskier a media
voz, mientras guiaba a Pegaso con
cuidado por entre los troncos caídos—
que en esos cofres haya calzoncillos
limpios. Ellos albergan grandes
esperanzas para con ese cargamento.
Hemos hablado lo suficiente para darme
cuenta de dónde pintan bastos y de lo
que en esas cajas puede hallarse
escondido.
—¿Y qué es lo que puede hallarse
escondido, en tu opinión?
—Su futuro. —El poeta miró si
nadie escuchaba—. Percival es de
profesión tallador de piedra, quiere
montar su propio taller. Figgis y Yazon
son herreros, hablaban de una forja.
Caleb Stratton quiere casarse y los
padres de la novia ya lo expulsaron una
vez por pobretón. Y Zoltan…
—Déjalo ya, Jaskier. Cotilleas como
una hembra. Perdona, Milva.
—No hay por qué.
Al otro lado del río, cruzando una
oscura y húmeda faja de antiguos
árboles, el bosque se hacía más ralo,
salieron a una llanura de abedules bajos
y prados secos. Pese a ello, caminaban
despacio. Siguiendo el ejemplo de
Milva, quien nada más emprender la
marcha tomó sobre su arzón a la
muchacha pecosa de las trenzas, Jaskier
también sentó a un niño sobre Pegaso, y
Zoltan puso sobre el caballo castaño a
dos y se sentó junto a ellos, llevando las
riendas. Pero la velocidad no se
acrecentó, las mujeres de Kernow no
estaban en situación de ir más deprisa.
Vampiro a. espectro,
muerto es, revivido
por el Caos. Habiendo
perdido su primera
vida, el v. usa de una
segunda en la noche.
Sale de la tumba, a la
luz de la luna y sólo
bajo los sus rayos
puede actuar. Ataca a
las mozas que
duermen o a los
mozos de labranza, a
los cuales, sin
despertarlos, su dulce
sangre bebe.
Physiologus
Los aldeanos
comieron ajo en
grandes cantidades, y,
para más seguridad,
colocáronse collares
de ajos en el cuello.
Algunos, en especial
las hembras,
pusiéronse ajo en la
cabeza por todos
lados. Toda la aldea a
ajo horrendamente
apestaba, los villanos
entonces pensaron
que estaban seguros y
que el espectro nada
podría hacerles.
Grande fue entonces
su asombro cuando el
espectro, volando a la
media noche, no
vaciló ante la
protección, sino que
se rio como loco,
haciendo chirriar los
dientes de regocijo y
de mofa. «Bueno es»,
dijo, «que os hayáis
sazonado, puesto que
voy a comeros y la
carne bien sazonada
me es de más gusto.
Echaos además sal y
pimienta también y
sin olvidar la
mostaza».
Silvester Bugiardo,
Liber Tenebrarum o
Libro de los Sucesos
Terribles pero
Ciertos, nunca
Explicados por la
Ciencia
La luna brilla, el
muerto vuela,
El vestidito ondea,
ondea…
¿Señorita, no tienes
miedo?
Canción popular
La brigada se dispuso
a la operación
Centauro como
destacamento
separado del IV
Ejército de
Caballería. Recibimos
apoyo en forma de
tres compañías de
caballería ligera, de
Verden, que repartí en
el Grupo de Ataque
Vreemde. El resto de
la brigada, como en la
campaña de Aedim, lo
dividí en los Grupos
de Ataque Sievers y
Morteisen, cada uno
compuesto de cuatro
escuadrones.
Salimos del punto de
concentración en
Drieschot la noche
del cuatro al cinco de
agosto. La orden para
el grupo era la
siguiente: alcanzar la
frontera de Vidort-
Carcano-Armeria,
capturar el paso del
Ina, destruyendo al
enemigo que se
encontrara, pero
evitar los principales
puntos de resistencia.
Iniciando incendios,
sobre todo de noche,
iluminar el camino
para las divisiones
del IV Ejército,
sembrar el pánico
entre la población
civil y conseguir que
todas las arterias de
comunicación en la
retaguardia del
enemigo se bloqueen
con los huidos.
Fingiendo estar
rodeándolos, empujar
a los destacamentos
enemigos en retirada
hacia trampas
verdaderas.
Eliminando grupos
escogidos de
población civil y
prisioneros, despertar
el miedo, profundizar
el pánico y quebrar la
moral del enemigo.
Las tareas aquí
descritas fueron
ejecutadas por la
brigada con excelente
dedicación digna del
mejor militar.
La reina respondió:
«No a mí me pidas
piedad, sino a
aquéllos que con tus
hechizos hicieras
daño. Tuviste coraje
para hacer malas
obras, ten ahora
coraje, cuando la
hoguera y la justicia
están próximas. No en
mi poder se encuentra
el perdonar tus
pecados». En aquel
momento la bruja
resopló como gato,
brillaron sus
malvados ojos. «Mi
final está cerca»,
gritó, «pero y también
el tuyo no es lejano,
reina. Habrás todavía
de recordar en la hora
de tu horrible muerte
a Lara Dorren y su
maldición. Y habrás
de saber que mi
maldición y aun a tus
descendientes
alcanzará hasta la
décima generación».
Mas notando que el
pecho de la reina
albergaba un corazón
que no conocía el
miedo, la malvada
hechicera élfica dejó
de mentir y amenazar,
de engendrar el miedo
con sus maldiciones, y
comenzó como perra a
gemir pidiendo piedad
y ayuda…
Cuento de Lara Dorren,
versión humana
Itlina, en realidad
Ithlinne Aegli hija de
Aevenien, legendaria
sanadora élfica,
astróloga y vidente,
famosa por sus
visiones, augurios y
profecías de las que la
más conocida es Aen
Ithlinnespeath, La
predicción de Itlina.
Multitud de veces
copiada y editada en
muchas formas, la
Predicción gozó de
gran popularidad en
distintos momentos, y
los comentarios,
claves y explicaciones
a ella añadidos
adaptaron el texto a
los acontecimientos
en curso, lo que
reforzó la convicción
del gran don de
profecía de I. En
concreto, se piensa
que predijo las
Guerras del Norte
(1239-1268), las
Grandes Epidemias
(1268, 1272 y 1294),
la sangrienta guerra
de los Dos Unicornios
(1309-1318) y el
ataque de los haakos
(1350). Profetizó
también los cambios
climáticos («el Frío
Blanco») que se
observaron desde
finales del siglo XIII.
Estos cambios fueron
siempre considerados
por la superstición
como el principio del
fin del mundo y ella
los unió a la
profetizada venida de
la Destructora (vid.)
Cierta estrofa de la
Predicción dio origen
a la tristemente
célebre caza de brujas
(1272-1276) y fue
causa de la muerte de
muchas infelices
mujeres y muchachas,
tenidas por la
encarnación de la
Destructora. Hoy
muchos
investigadores tienen
a I. por una figura
legendaria y a sus
«profecías» por un
apócrifo
completamente
moderno y una astuta
falsificación literaria.
Effenberg y Talbot,
Encyclopaedia Maxima Mundi,
tomo X