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Contra el colapso, para un pensamiento radical de los mundos posibles

<https://www.contretemps.eu/effondrement-mondes-possibles/>

Elisabeth Lagasse*

En respuesta a la entrevista con Pablo Servigne, aparecida en Contretemps, publicamos dos


contribuciones sobre "Collapsologie", es decir, teorías ecologistas fundadas sobre la idea de un
colapso de las sociedades humanas. Esta «ciencia de la catástrofe» tiene implicaciones políticas que
se tratan de discutir, en particular desde un punto de vista ecosocialista. La segunda de estas
contribuciones se extiende y responde a la primera contribución de Daniel Tanuro.

Me gustaría sacar provecho del último artículo de Daniel Tanuro sobre el colapso ecológico para
reaccionar y ahondar la crítica a la idea misma de colapso. Le agradezco por sus múltiples posturas
y críticas con relación a la “colapsología” que permiten abrir el debate, en particular con relación a
los libros muy mediatizados de Pablo Servigne. En su último artículo, Daniel Tanuro reconoce la
amenaza del hundimiento, pero afirma que el discurso que le rodea oculta o deforma su verdadera
causa: el capitalismo. Tanuro subraya el derrotismo peligroso que lo acompaña, ya que afirma que
este colpaso llevará a la desaparición de una gran parte de la población. Daniel Tanuro se distancia
pues de los “colapsólogos” afirmando que el colapso no es inevitable, aunque su amenaza sea real.
Por mi parte, me gustaría interrogar esta idea de colapso, acoplando a esta crítica "anticapitalista",
una crítica epistémica, es decir sobre la visión del mundo que acompaña este pensamiento del
colapso.

« Ser catastrofista, no es ser pesimista u optimista, es ser lúcido», nos dice Servigne [1]. Parece
afirmar que no se puede más que ser catastrofista o estar en negación. Quiero subrayar primero
que la radicalidad del discurso no está en la exageración retórica de la catástrofe, en la apuesta de
quien tiene la predicción más terrible de futuro, lo que a menudo se encuentra en el
posicionamiento de los colapsólogos. Ser radical implica más bien ir a la raíz de los fenómenos
sociales, sin naturalizarlos [2]. Más que anticipar el futuro según una realidad implacable,
comprender lo impensado de nuestras visiones del mundo, poner en duda lo que nos parece
evidente, dado, natural, me parece un paso crítico mucho más pertinente y radical.

Coincido con Daniel Tanuro sobre la necesidad de proporcionar una crítica anticapitalista del
colapso. Pero ésta no es suficiente según yo. En efecto, hay que poder romper con una visión radical
que se apoya únicamente sobre las cifras y universaliza desde ahí la realidad de modo abstracto.
Hay efectivamente una realidad objetivable, que es útil para pensar en la realidad social, pero
aquella no es determinante en nada de ésta última. La crítica anticapitalista sólo es radical si
interroga las relaciones sociales en la base del capitalismo, y cómo éste las transforma. Si la ciencia
es capaz de objetivar una parte de la realidad, no se sitúa por fuera de las relaciones de dominación.
La ciencia misma está inscrita en el proyecto de modernidad occidental, que se colocó como una
relación de dominación de otros saberes y técnicas. Para mí, el objetivo es demostrar de qué manera
el pensamiento del colapso reproduce una visión eurocéntrica y colonial de la ecología y de la
transformación social.
La importancia de los conceptos para la lucha social

Los conceptos son esenciales para la capacidad de pensar el mundo.

« Las palabras llevan, se lleva en ellas una visión del mundo, una lógica política, marcas de
delimitación». [3] Boaventura de Sousa Santos ha señalado la dificultad de pensar hoy en la
transformación social emancipadora, particularmente por la pérdida de términos críticos [4], que
permiten distinguirse del campo hegemónico del poder. No podemos minimizar la importancia de
las palabras y las relaciones de poder en las cuales son objeto de la lucha por la hegemonía. El
concepto de "colapso" parece por una parte poco pertinente para expresar el análisis que implica y
sobre todo, es particularmente pobre en términos críticos. Mientras éste formula la idea de una
caída brutal, los que reivindican el término afirman que tomará años, incluso décadas. ¿Además, de
qué colapso hablamos? Parece que los colapsólogos hablan de un hundimiento de la sociedad,
incluso de un hundimiento civilizacional. La noción de colapso parece poco adecuada para expresar
la idea de la larga duración que los autores quieren plantear. Si se estudia de cerca a las sociedades
del pasado presuntamente "colapsadas", no podemos hablar de un hundimiento total, sino más
bien de continuidades, en términos de supervivencia, de resistencias y de cambios [5].

Detrás de esta idea del colapso de la sociedad reside una visión del mundo que pone por delante el
sistema más que a los actores y actrices y las relaciones sociales de poder. El hundimiento vendría
primero de los "límites” de un sistema que ya no funciona, más que de injusticias sociales. Así se
pretende nombrar un hecho considerado como real, más o menos próximo pero determinado. Para
probar este colapso, los colapsólogos se refieren generalmente a datos cuantitativos, nacidos de las
ciencias naturales. Haciéndolo, efectúan un deslizamiento entre las ciencias naturales y las ciencias
sociales, estudiando la sociedad como el "ecosistema", y deduciendo de datos "físicos", un colapso
social. Esta forma de pensar que existen determinismos sociales que se derivan de leyes de la
naturaleza lleva un nombre: positivismo. Esta epistemología ha sido criticada ampliamente por
corrientes teóricas que afirman que la sociedad no es un objeto observable desde el exterior, y que
no es posible pues estudiar la sociedad de modo neutro, sin juicios de valores.

Entonces, se trata de dejar esta visión positivista, fetichizante (reificante) y funcionalista de la


sociedad, para reintroducir allí a los actores/actrices, relaciones sociales, relaciones complejas de
poder y de dominación que dejan el futuro siempre abierto, sin leyes determinadas. Así, la diferencia
entre los conceptos de resistencia y de resilencia, cada vez más utilizado, me parece importante
para tomar partido en esta discusión. La idea de resistencia incluye la idea de una relación de fuerza
que es la acción de actores/actrices concretos, contraria a la idea de resiliencia, que implica la
sobrevivencia a un choque exterior, sobre el que no se tuvo mayor responsabilidad y los
responsables finalmente importan poco. La resiliencia se interesa por el resultado como tal, en la
noción de resistencia se enfocan los procesos de cambio.

Asumiendo la flexibilidad del lenguaje, las palabras se vuelven herramientas de lucha, que abren el
futuro más que cerrarlo, que devuelven el poder a las luchas de abajo más que a los expertos, que
permiten mantener la esperanza más que matarla [6]. Esto es fundamental cuando se habla desde
un punto de vista privilegiado sobre el "colapso" que no nos concierne hoy, y que no seríamos las
primeras víctimas mañana. ¿Cómo podemos defender la idea de un colapso cerca de poblaciones
para las que lo cotidiano ya es sinónimo de supervivencia? ¿Esperamos verdaderamente poder
dirigirnos a ellas con tal concepto?
Volver a poner a los actores y a actrices en juego: abrir las posibilidades

Contra la idea del colapso, entonces la apuesta es volver a poner a los actores/actrices y las
relaciones de poder en el centro de la crítica, y pensar en lo posible a partir de las luchas sociales.
Para hacerlo, me parece que las críticas feministas y decoloniales son indispensables para
complementar la crítica al capitalismo. Éstas permiten salir de una racionalidad utilitarista fría de
pensar el mundo, y de una visión del mundo unívoca, que es la del sujeto moderno europeo. Sin
ahondar estas dimensiones aquí, deseo brevemente evocarlos como pistas que hay que ahondar.

Sobre una crítica feminista al colapso y al imaginario apocalíptico que lo acompaña, Bénédikte
Zitouni y Emilie Hache proporcionaron un ejemplo de lucha feminista que nos parece
particularmente pertinente para repensar en el contexto actual. En una época de alta amenaza
nuclear, al principio de los años ochenta, los campos ecofeministas en Estados Unidos de América[7]
salieron a la luz. Sobre estos campos, las mujeres luchaban por recuperar una capacidad de acción
y la oportunidad de creer en ésta, dándose otro espacio y otro tiempo de acción. Bénédikte Zitouni
subraya cómo la oportunidad de pensarse en un tiempo de larga duración constituía una fuerza de
resistencia para estas mujeres. Lejos de los discursos racionales, ellas utilizaban el lenguaje y
posturas en escenas teatrales para poner en escena su alegría y su esperanza para con el futuro,
permitiendo así hacerle existir. Oponiéndose de modo físico a las centrales nucleares, ellas creaban
nuevos discursos e imaginarios que permitían luchar contra el apocalipsis.

Podemos también apoyarnos en las aproximaciones decoloniales para criticar la idea de colapso.
Éstas nos llevan a concebir la existencia de las otras visiones del mundo radicalmente diferentes de
la visión de la modernidad racional occidental, y cómo ésta establece una relación de dominación
que invisibiliza a los otros(as). Es decir, el proceso de colonización es también de orden epistémico
[8]. Cuando Pablo Servigne afirma “Dentro de veinte años, la agricultura industrial se habrá
desmoronado y todo el mundo estará en la tracción animal” [9], él borra completamente a los
actores/actrices de su discurso. Entonces, la agricultura industrial "no se" "desmorona" totalmente
sola. Nada se dice sobre cómo pasará este cambio radical que concernirá a "todo el mundo", ni
sobre quiénes serán los perdedores o los ganadores. Así, esta visión de colapso (a)conflictiva parece
acompañarse por una idea de «terra nullius», unas tierras sin actores/actrices, un territorio donde
se empezará de nuevo a partir de cero. Sin embargo, no es posible pensar en las sociedades
humanas a partir de una tabla rasa. Guillermo Kozlowski mostró bien, en un artículo publicado en
La Revue Nouvelle [10] cómo la idea de la conquista del desierto, todavía presente hoy, contribuye
a reproducir el colonialismo. Kozlowski explica que el desierto - en sentido literal y figurado - no
existe en sí, es una construcción que borra a las poblaciones que viven sobre esos territorios, en
provecho de un proyecto novedoso, positivo, que se edifica sin pasado. Es esta idea la que permite
la colonización, que está presente en el colapso, en lo que implica un mundo "post-apocalíptico"
que no toma en cuenta a los actores/actrices de hoy, y se emparenta a “la visión de un mundo en
el cual la vida se desarrollaría bajo una forma perfeccionada a partir del desierto, al vacío, al
homogéneo, sin historia (…).” [11]

Si se está de acuerdo en que los conceptos son esenciales para el combate ideológico, estos puntos
nos llevan a afirmar que este colapso aparece como peligroso y vanal para llevar una lucha social
emancipadora. Si su fin es "despertar" a los dormidos, suscitar la indignación y la acción, parece
necesario utilizar otros conceptos que afirmen otra visión política. La tarea es más bien la de
repolitizar la ecología, marcando el origen capitalista, patriarcal y (neo)colonial del cambio climático
y del agotamiento de los recursos naturales, de mostrar cómo la crisis ecológica está marcada
profundamente por el racismo y la historia de la modernidad colonial [12], y de mantener la
oportunidad de otros actores/actrices, en particular que vienen de los países del Sur, de llevar esta
lucha que les concierne primero, proponiendo otros discursos y visiones del mundo diferentes a la
modernidad/colonialidad racional occidental. Más que ver el presente y el futuro de modos
determinados, vayamos hacia las luchas que abren lo posible y nos llevan hacia " un mundo donde
quepan muchos mundos " [13].

Trad. G. Rayo

*Elisabeth Lagasse es doctorante en Sociología en la Universidad Católica de Louvain (CriDIS /


SMAG).

Notas

[1] http://www.lemonde.fr/idees/article/2018/01/04/etre-catastrophiste-c-est-etre-
lucide_5237562_3232.html#FsiPA52CESQ5zigz.

[2] Marx lo formuló bien en la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel: “Ser radical, esto es tomar
las cosas por la raíz. Y la raíz del hombre, es el hombre mismo.”

[3] Olivier Starquit, « Les mots importent », Agir par la culture, 2018 (53).
https://issuu.com/pacg/docs/apc_53_hd/12

[4] De Sousa Santos, B. (2016), Epistémologies du Sud. Mouvements citoyens et polémique sur la
science, Desclée de Brouwer : 48.

[5] McAnany, p. A., y Yoffee, N. (Eds).. (2009). Questioning collapse: human resilience, ecological
vulnerability, and the aftermath of emire. Cambridge University Press.

[7] Zitouni, B. (2014). Planetary destruction, ecofeminists and transformative politics in the early
1980s. Interfaz, 6 (2), 244-70.

Hache, E. (2016), « Pour les écoféministes, destruction de la nature et oppression des femmes sont
liées. », Entretien https://reporterre.net/Emilie-Hache-Pour-les-ecofeministes-destruction-de-la-
nature-et-oppression-des

[8] Grosfoguel, R. (2010). 8. Vers une décolonisation des «uni-versalismes» occidentaux: le «pluri-
versalisme décolonial», d’Aimé Césaire aux zapatistes. In Ruptures postcoloniales (pp. 119-138). La
Découverte.

[9] https://reporterre.net/Tout-va-s-effondrer-Alors-preparons-la-suite

[10] Koslowski, G. « Conquérir le désert. De l’actualité du colonialisme », La Revue Nouvelle,


01/2018, 36-44.

[11] Ibid, 44.


[12] Françoise Vergès señala que hay que hablar de capitaloceno racial más que de antropoceno,
recuperando por ejemplo la historia imperialista y capitalista a partir del tráfico internacional de
esclavos, que permite relacionar el trabajo barato a la naturaleza barata, pero que también
constituyó la primera gran transferencia de plantas, animales, enfermedades (entre otros) desde
Europa, y por tanto modificó considerablemente los paisajes y el medio ambiente. Vergès, F. (2017),
«Racial Capitalocene. ¿Is the Anthropocène Racial?», Reverso Blog,
https://www.versobooks.com/blogs/3376-racial-capitalocene

[13] Cita del subcomandante Marcos de Ejercito Zapatista de Liberación Nacional.

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