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EL SIGNIFICADO SOCIAL DE LOS PRECIOS

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EL SIGNIFICADO SOCIAL
DE LOS PRECIOS

Daniela Griselda López y Lionel Lewkow

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El significado social de los precios / Daniela Griselda López … [et
al.]; compilado por Daniela Griselda López; Lionel Lewkow. – 1a
ed. compendiada. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Daniela
Griselda López, 2018. 282 p.; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-42-9502-6
1. Sociología Económica. I. López, Daniela Griselda II. López,
Daniela Griselda, comp. III. Lewkow, Lionel, comp.
CDD 306.3

Diseño de portada de Inés Heredia


ISBN: 9789874295026
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
El significado social de los precios

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Índice

Agradecimientos..............................................................................9
Introducción .................................................................................. 11
Daniela Griselda López y Lionel Lewkow
1. Aspectos conceptuales del enfoque sociológico de los
precios.............................................................................................. 21
Daniela Griselda López
2. Lenguaje, dinero y precio. La economía à la Luhmann 79
Lionel Lewkow
3. Análisis de redes y toma de decisiones económicas.
Elementos conceptuales para su abordaje........................... 119
Jorge Miceli
4. Dinero y precio. Aportes para una mirada histórica ... 161
Hernán Gabriel Borisonik
5. El precio como elemento de resistencia en las
comercializadoras solidarias ................................................... 191
Valeria Laborda

Textos clásicos ..................................................................... 225


6. Introducción del traductor.................................................. 227
Lionel Lewkow
7. La Filosofía del dinero de Simmel......................................... 233
Gustav Schmoller
8. Sobre la psicología del dinero ............................................ 257
Georg Simmel

Colaboradores ............................................................................. 277

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Agradecimientos

Este libro es fruto del apoyo de personas e instituciones que


contribuyeron de diversos modos a impulsar y estimular
nuestras ideas y puntos de vista respecto de un fenómeno
económico de tanta actualidad como es el de la forma-
ción de precios. Deseamos agradecer, en primer lugar, a
la Universidad Nacional de Tres de Febrero que, a través
de su Secretaría de Investigación y Desarrollo dirigida por el
Dr. Pablo Jacovkis, hizo posible la conformación del equipo
de investigación en el seno del cual se gestaron los artícu-
los que aquí se compilan. Sin el apoyo económico de la
UNTREF el proyecto “El significado social de los precios.
Aportes de la sociología fenomenológica” no hubiese sido
posible.
A la Maestría en Metodología de la Investigación Social de
la misma universidad que puso a nuestro alcance toda la
infraestructura necesaria para llevar adelante los encuen-
tros grupales.
Merecen nuestro agradecimiento, asimismo, Urs
Urban y Alexandros Ioannis Guekos, por su inestimable
ayuda en la corrección de las traducciones incluidas en
este volumen, e Inés Heredia, por el esmerado diseño de
la portada.
Un agradecimiento especial a Juan Primosich y a
Cecilia Vázquez por el acompañamiento, la confianza y el
aliento.

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Introducción
DANIELA GRISELDA LÓPEZ Y LIONEL LEWKOW

El propósito de este libro es realizar un aporte a la crítica


actual a los postulados de la economía neoclásica. Este obje-
tivo se gesta en un contexto que, a primera vista, puede
parecer contradictorio. Se inserta en el marco de la cre-
ciente influencia de la economía en el discurso público, y,
al mismo tiempo, en un momento histórico en el que esas
ideas están siendo profundamente cuestionadas tanto desde
dentro como desde fuera de la disciplina.
Por un lado, es notable el rol protagónico que han
adoptado los economistas del establishment en los medios de
comunicación argentinos, pero también en la prensa inter-
nacional. Este grupo de “economistas mediáticos” mantie-
nen, como sus predecesores necolásicos, un discurso en el
que la economía se presenta como un lenguaje cerrado y
encriptado, completamente inaccesible para las mayorías.
En sus apariciones televisivas utilizan modelos económicos
y esquemas a través de ecuaciones y variables cuantitativas,
lenguaje matemático que excluye a los sujetos sociales o, en
cualquier caso, presenta a los sujetos como subordinados
al orden “natural” del mercado. Se parte del supuesto que
ese orden “natural” existe y puede ser matematizado. En
consecuencia, la economía se concibe más como una cien-
cia exacta que como una ciencia social y, en este sentido,
como una disciplina ahistórica y acrítica, escindida de los
problemas más importantes de la sociedad. Para cerrar el
círculo, dado que los economistas se presentan a sí mismos
como los portadores de un conocimiento técnico econó-
mico en manos de unos pocos, desde el punto de vista del
conocimiento de sentido común, la disciplina económica
se convierte en una ciencia inaccesible y aún “el ciudadano

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12 • El significado social de los precios

bien informado” descrito por Alfred Schutz (Schutz, 2003


[1964]) pierde su habilidad para alcanzar una comprensión
profunda de los procesos económicos y su capacidad para
arribar a opiniones fundamentadas de modo razonable.
Por otra parte, y paralelamente a la profunda influencia
del denominado discurso económico mainstream en la agen-
da mediática, se hace también evidente el cuestionamien-
to que el abordaje neoclásico está atravesando. El 12 de
diciembre de 2017 se produjo un hecho que pasó desaper-
cibido para muchos, pero que representa la condensación
de movimientos políticos e intelectuales que se han gestado
durante los últimos años en todo el mundo al calor de las
crisis económicas internacionales. Un grupo de economis-
tas pertenecientes al movimiento Rethinking Economics “cla-
vó” simbólicamente sus “33 Tesis para la Reforma de la Eco-
nomía” (Rethinking Economics, 2017) frente a las puertas
de la London School of Economics. Inspirados en el gesto
que Martín Lutero llevó a cabo 500 años antes clavando sus
96 tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg,
acción que desencadenó la reforma protestante, el gesto
expresa un profundo cuestionamiento de las ideas econó-
micas dominantes en la actualidad. Entre otras cosas, se dis-
cute el “monopolio intelectual insalubre” del conocimiento
económico que se enseña en las universidades y que orienta
gran parte de las políticas contemporáneas. Se sostiene que
ningún objetivo económico puede separarse de la políti-
ca, que la esfera económica no está libre de valores y que
no existe como entidad independiente de la sociedad. Su
manuscrito propositivo afirma que la economía tradicional
necesita una comprensión más amplia del comportamiento
humano, la que debe incluir una pluralidad de enfoques
teóricos. Lo que a primera vista se evidencia como una
crisis educativa es, de hecho, un cuestionamiento del cono-
cimiento económico con relación a su (des)conexión con los
fenómenos concretos y con la vida económica real.

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El significado social de los precios • 13

En el contexto de esta crisis el fenómeno de los precios


resulta de una relevancia única y un punto de acceso pri-
vilegiado de la crítica. En primer lugar, porque es uno de
los conceptos centrales del análisis económico. Como afir-
ma Niklas Luhmann (Luhmann, 2017 [1988]), la economía
no podría describirse con otro lenguaje que no sea aquel
que espontáneamente surge de ella, es decir, el de los pre-
cios. Pero, además, porque es a través de su estudio que se
hace clara la separación tajante que el paradigma económi-
co dominante establece entre la vida económica y la vida
social. Se afirma, en términos generales, que los precios son
el resultado de un ajuste automático de la oferta y la deman-
da, dejándose de lado la riqueza de la investigación en torno
al valor de las mercancías, los procesos sociales, cultura-
les y políticos, de valuación y evaluación que dan forma a
los precios. Lo interesante del caso es que el pensamiento
filosófico y sociológico ha tenido en consideración la vida
social en el análisis de los procesos económicos y, espe-
cialmente, de los procesos de valuación. Desde Aristóteles,
pasando por la escolástica, hasta Karl Marx, la indagación
en torno al valor estuvo atravesada por el análisis social
y por un intento de lograr la justicia en los intercambios.
Gradualmente la moral se mueve del centro de la escena,
primero con Adam Smith, luego con la escuela marginalista,
en lo que puede denominarse, en términos husserlianos,
como una verdadera “crisis de las ciencias” en la que se
pierde el mundo de la vida, sustrato y fundamento de todo
conocimiento científico.
Este libro se ubica en el centro de esta crítica. Desde
una mirada sociológica, los textos que aquí reunimos se
proponen dar forma a un campo que puede denominar-
se “sociología de los precios”. Recuperando los aportes de
distintas perspectivas y enfoques, desde el trabajo teórico-
filosófico, pasando por la investigación histórica y empírica,
los distintos escritos que aquí compilamos apuntan a mos-
trar que lejos de derivarse de las leyes abstractas de la oferta
y la demanda, de un mercado escindido de la esfera social

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14 • El significado social de los precios

y cultural, los precios son resultado de fuerzas sociales y


políticas operantes en el mercado. Nuestro propósito más
amplio es el de contribuir a la constitución de un pensa-
miento sociológico sobre los problemas económicos que
sea crítico de las corrientes convencionales neoclásicas que
conciben los procesos de formación de precios como el
resultado automático del movimiento de las curvas de ofer-
ta y demanda. Pretendemos sostener una interpretación
alternativa que incluya a los sujetos sociales, quienes en las
perspectivas mencionadas quedan fuera de toda indagación
científica y de toda reflexión conceptual.
En sintonía con ello, en el capítulo inaugural de este
libro, Daniela Griselda López señala que los precios son
el emergente de fuerzas políticas y sociales en tensión,
situadas en contextos socioculturales. En su recorrido pasa
revista de perspectivas filosóficas y económicas en torno a
la distinción entre el valor y el precio, arrancando por Aris-
tóteles y la escolástica, pasando por los planteos clásicos,
hasta llegar a la óptica neoclásica. Luego posa su mirada
en perspectivas contemporáneas de la sociología económi-
ca, críticas al enfoque hegemónico de los precios. Se evi-
dencia en estas páginas que, a través de la larga historia
de las reflexiones sobre la economía, el tema del precio
se va independizando paulatinamente de los interrogantes
morales, para volver a conectarse con estos en las últimas
décadas, tanto en términos teóricos como a partir de nue-
vas prácticas económicas, v.gr. el comercio justo. Tras esta
reconstrucción del estado de la cuestión de los enfoques
sobre el precio, López recupera el planteo fenomenológi-
co de Schutz, mostrando su fertilidad para dar cuenta del
significado subjetivo e intersubjetivo de las prácticas eco-
nómicas, en otros términos, las perspectivas ortodoxas de
la economía “olvidan” que todo quehacer científico tiene su
basamento último en el mundo de la vida.
Por su parte, en el segundo capítulo, Lionel Lewkow
enfoca la relación entre las nociones de dinero, lenguaje
y precio en la obra de Luhmann. De este modo, muestra

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El significado social de los precios • 15

en qué puntos la Systemtheorie adopta la “metafórica de la


moneda”, figura del pensamiento que cruza a la sociología,
la filosofía, la literatura y la semiología, y en qué aspectos
se aparta de ella, brevemente, se explicita aquí qué posición
toma el sociólogo alemán de cara a las habituales com-
paraciones del lenguaje con el circulante económico. Tras
precisar los conceptos de lenguaje y dinero como medios
de comunicación, destacando sus afinidades y contrastes,
Lewkow expone en qué sentido los precios constituyen un
lenguaje, perspectiva apenas insinuada en la sociología de
Luhmann y no explotada en todas sus derivaciones por la
teoría de sistemas. De tal modo, se lee en este capítulo, en
primer lugar, que, así como en el lenguaje hay fenómenos
metalingüísticos, los precios son reflexivos, puesto que el
dinero mismo tiene un precio que se expresa en el crédito
y la paridad de divisas; en segundo lugar, que los precios
poseen una validez generalizada, se apoyan en procesos de
abstracción similares a los de las palabras; y, por último,
que, como estas, tienen un carácter visual inevitable, o sea,
si el dinero es cada vez más invisible e intangible, los precios
buscan siempre llamar la atención.
El capítulo tercero, a su vez, propone un enfoque de
redes sociales sobre la formación de precios. De tal mane-
ra, Jorge Miceli presenta en este capítulo distintas mane-
ras de emplear el análisis de redes sociales para modelar e
interpretar las decisiones de los agentes económicos indi-
viduales en tres casos distintos. En primer lugar, examina
el enfoque relacional clásico, a través de un breve repa-
so de su aplicación a una red de adoptadores tempranos
de tecnología entre laboratorios australianos. En segunda
instancia, analiza, a través de un ejemplo, una experiencia
de Network Based Marketing, centrada en un caso de teleco-
municaciones. Finalmente, describe la crítica al “modelo de
influenciadores de dos pasos” de Elihu Katz y Paul Lazars-
feld, reformulado por Duncan Watts y Sheridan Dodds en
base al resultado de simulaciones computacionales. Más allá
de los elementos específicos de cada escenario presentado,

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16 • El significado social de los precios

lo que interesa en el abordaje reticular de las decisiones


económicas es poner en foco la idea de que procesos como
la viralización de una publicidad o la adopción de un pro-
ducto no dependen exclusivamente de las características de
aquello que se oferta o de los agentes interactuantes en el
proceso de compra y venta sino, en una medida importante,
de la topología de las redes en las cuales esa propaganda
o producto circula.
A continuación, en el capítulo cuarto, Hernán Boriso-
nik elabora una reconstrucción histórico-filosófica de las
metamorfosis materiales del dinero, las conceptualizacio-
nes que las acompañaron y las transformaciones de la rela-
ción entre el valor y el precio con el objeto de dar cuenta
de los procesos de virtualización y digitalización del dinero
en el capitalismo actual. Así, arranca Borisonik por precisar
la noción de chreia que utilizaban los antinguos griegos y,
sobre todo, Aristóteles, donde el precio y el valor conservan
un estrecho vínculo. Luego se ocupa de los planteos esco-
lásticos, su conexión con las perspectivas fundacionales del
liberalismo y la consiguiente naturalización del valor del
dinero. La perspectiva marxista es presentada aquí como un
contrapunto crítico a visiones fetichizadas del dinero y el
precio, fetichización que, acto seguido, se ocupa Borisonik
de mostrar a la luz de la financiarización y digitalización
presente de la sociedad que hace al signo monetario irre-
ferente a toda valoración extraeconómica. Para evidenciar
esta asbtracción de la moneda encuentra el autor recursos
fértiles en las perspectivas de Jean Baudrilliard y Georg
Simmel. El texto de Borisonik cierra con una reflexión en
torno al significado social y político de las criptomonedas,
particularmente, de aquella que más popularidad adquirió
en los últimos años, a saber: bitcoin.
En contraste con las perspectivas presentadas en los
capítulos anteriores, el quinto capítulo da cuenta del pro-
blema del precio desde una óptica empírica. Aquí Valeria
Laborda expone cómo se construye la valoración econó-
mica en el ámbito de las comercializadoras solidarias y

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El significado social de los precios • 17

pone en el centro de su análisis al caso de la coopera-


tiva Colectivo Solidario. Frente a la perspectiva instalada
de que los precios son un resultado del equilibrio auto-
mático entre fuerzas anónimas de un mercado ajeno a los
conflictos sociales, Laborda muestra que en estos espacios
valoraciones morales y políticas, tales como la lucha contra
la desigualdad y la búsqueda del bien común, están en la
base de la formación de los precios. La autora se apoya en
diferentes miradas sobre el concepto de reciprocidad para
definir el tipo de vínculo social que caracteriza a la “Otra
Economía”, destacando el carácter simétrico de estos lazos.
Seguidamente, muestra el capítulo la forma que adopta el
consumo a partir de esta dinámica de reciprocidad y señala
que el hilo conductor de estas prácticas es la recupera-
ción de la dimensión humana de la economía. Hecho esto,
Laborda marca un contraste entre comercio justo y comer-
cio transformador, para adentrarse, con posterioridad, en
diferentes aspectos que caracterizan al caso particular del
proyecto cooperativo Colectivo Solidario, poniendo énfasis
en la problemática de la construcción del precio.
Tras las diversas discusiones que se ofrecen en este
libro, se incluyen dos traducciones del alemán al castellano
de textos que tienen una relevancia fundante para la socio-
logía económica y, de tal modo, para el enfoque del signifi-
cado social de los precios. Precedido por una introducción
de Lewkow, traductor de estas contribuciones, el primero
de los escritos, inédito hasta ahora en nuestro idioma, es
la reseña de Gustav Schmoller a la Filosofía del dinero de
Simmel. En estas líneas, Schmoller, referente central para
una perspectiva moral y social de la economía contraria al
canon neoclásico, muestra los puntos principales de cada
uno de los capítulos de este opus magnum de la trayectoria
simmeliana. Desfilan en estas páginas exposiciones sobre el
problema del valor económico y la crítica a la teoría del
valor-trabajo; el desarrollo histórico que va del valor mate-
rial al simbólico; la inversión de los medios y los fines, pro-
ducto del afán del lucro; la relación entre libertad y dinero;

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18 • El significado social de los precios

el contraste entre el circulante monetario y la individuali-


dad en la modernidad; finalmente, el impacto cultural de
la expansión de la economía monetaria. Y gran parte de
estos temas son desarrollados también por el propio Sim-
mel en la segunda traducción que incluye este volumen. Se
trata de “Sobre la psicología del dinero”, ensayo donde se
encuentran en estado germinal las ideas que este clásico
de la sociología alemana delinea en su Filosofía del dinero.
Algunos puntos de interés para una perspectiva sociológica
sobre la valoración económica que Simmel aborda en este
texto son, entre otros, la génesis del valor a partir de ele-
mentos psicológicos y sociales; el dilema ético de equiparar
el dinero con la persona; y la relación entre los precios y la
apreciación social de las mercancías. A propósito, si bien ya
existía una versión castellana de este escrito, la presentada
ahora constituye una traducción realizada íntegramente en
base al original alemán.
Esta apretada síntesis de los diferentes trabajos que
constituyen este libro permite sostener que los lectores y
las lectoras se encontrarán aquí con un variado mosaico
de ópticas cuya preocupación central es el tema del precio:
un enfoque fenomenológico como el de López, es seguido
por un abordaje sistémico como el de Lewkow, tras el que
Miceli propone una reflexión anclada en el análisis de redes
sociales. Al mismo tiempo, Borisonik ofrece un planteo his-
tórico, mientras que Laborda dedica sus análisis a un caso
empírico. Y todas estas perspectivas son coronadas por la
propuesta de Simmel, acompañada del comentario de un
intérprete de la talla de Schmoller.
La colección de textos que aquí presentamos pretende,
en suma, abrir un espacio de diálogo en torno al significa-
do social de los precios, en el que múltiples perspectivas y
abordajes confluyen en un análisis que desmonta los esque-
mas argumentativos neoclásicos, recuperando la dimen-
sión social, histórica, política y cultural de los procesos de
formación de valor y ubicando en el centro de la escena
a los actores económicos reales. La problematización del

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El significado social de los precios • 19

lenguaje encriptado y excluyente del saber neoclásico en


dirección a una democratización del conocimiento econó-
mico define el alcance de nuestro libro e inaugura, al mismo
tiempo, un campo de estudio para la formulación de inte-
rrogantes desde un nuevo punto de vista.

Referencias

Luhmann, N. (2017 [1988]). La economía de la sociedad. Ciu-


dad de México: Herder.
Rethinking Economics. (2017). 33 Theses for an Economics
Reformation. Recuperado de https://bit.ly/2OfawBQ.
Schutz, A. (2003 [1964]). El ciudadano bien informado.
Ensayo sobre la distribución social del conocimiento
Estudios sobre teoría social. Escritos II (pp. 120-132). Bue-
nos Aires: Amorrortu.

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1

Aspectos conceptuales del enfoque


sociológico de los precios
DANIELA GRISELDA LÓPEZ

Introducción

No cabe duda de que en la actualidad el fenómeno de


los precios ocupa un lugar central en la agenda política y
mediática y es el foco de discusiones y encendidos deba-
tes en la arena pública en Argentina. Sin embargo, llama
la atención que en esas discusiones se “olvidan”, por así
decirlo, las acciones sociales concretas de los actores en el
mercado. Titulares periodísticos como “El precio de la leche
subió” (Sticco, 2016), “Sin regulación oficial, aumentan los
precios” (Sainz, 2015) o “Un aumento de precios escanda-
loso” (Suplemento Economía, 2017) son prueba suficiente
no solo de la visión instalada acerca de que los precios son
moldeados por las fuerzas anónimas del mercado, sino tam-
bién del menosprecio de un análisis en el que los actores
económicos jueguen un rol activo en su proceso de forma-
ción. Los que aumentan son los precios y, en consecuencia,
los agentes del mercado que producen concretamente ese
aumento son desplazados del centro de la escena.
Más allá de la relevancia de la cuestión de la formación
de precios en la vida económica de una sociedad, también es
importante señalar la centralidad que la temática ha tenido
a lo largo de la historia de la reflexión económica. Desde el
punto de vista teórico, el precio aparece como uno de los

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22 • El significado social de los precios

conceptos centrales del análisis económico (Ebeling, 1990)


y su proceso de formación ha sido uno de los principales
problemas a los que este pensamiento intentó darle solu-
ción (Valdebenito González, 2016: 61). Y esto, principal-
mente, porque no existe ninguna proposición económica
que no pueda ser expresada en términos de precios (Kli-
movsky, 2000: 81).
La importancia vital del fenómeno tanto en la realidad
económica de una sociedad como en la esfera de la refle-
xión científica sugiere la necesidad de elaborar los linea-
mientos para una comprensión sociológica de la formación
de precios que, a grandes rasgos, pueda servir como base
para demarcar un campo de investigación: la sociología
de los precios. ¿Cómo abordar el estudio sociológico de
la formación de precios? ¿Qué dimensiones del fenómeno
deben considerarse relevantes? ¿Cómo posicionarse frente
a los abordajes convencionales? ¿Desde qué ángulo debe
emprenderse la crítica a la economía neoclásica? Estas son
algunas de las preguntas que intentaremos responder a lo
largo de nuestro artículo.
Para comenzar es preciso mencionar que el estudio de
los precios ha sido abordado desde una amplia variedad de
perspectivas sociológicas (Beckert, 2011a; Dore, 1992; Ebe-
ling, 1986; Fillieule, 2010; Uzzi y Lancaster, 2004; Wherry,
2008; Yakubovich, Granovetter y McGuire, 2005; Zelizer,
1981). En términos generales, la principal contribución del
abordaje sociológico de los precios es que su proceso de
formación no se entiende como el producto de preferencias
individuales, sino que se comprende como el resultado de
fuerzas sociales y políticas que operan en el mercado. En sus
rasgos más centrales, la perspectiva sociológica sobre los
precios se posiciona de modo crítico frente a la economía
neoclásica, la que ha interpretado que en el marco de las
economías de mercado los precios son el resultado de la
oferta y la demanda. Sin embargo, el análisis sociológico no
niega que la oferta y la demanda jueguen un rol importante
en la formación de precios, sino que propone que la oferta

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El significado social de los precios • 23

y la demanda son moldeadas por fuerzas sociales y políticas


así como por contextos sociales y culturales que orientan
las preferencias de los actores.
En un sentido amplio, el fenómeno de los precios
atañe al establecimiento de intercambios en el mercado y
se enmarca en la sociología de los mercados. Los inter-
cambios involucran la formación de precios de los bienes
generándose, de este modo, un tipo de medida cuantitativa.
Dado que los precios determinan el valor de mercado de los
productos y servicios, su fijación está vinculada a un proce-
so de reparto. Los precios crean “ganadores y perdedores”
al estipular cuánto deben recibir los vendedores y cuánto
deben pagar los compradores con el objeto de realizar la
transacción. En consecuencia, la investigación sociológica
de los precios conlleva un abordaje de las instituciones bási-
cas de la economía moderna y dos ejes fundamentales como
son el poder y la desigualdad, temas de relevancia polí-
tica indiscutida y locus de sentidos y significados sociales
(Carruthers, 2005: 371).
La idea de comprender los precios desde el punto de
vista de las fuerzas sociales que los constituyen posee una
larga tradición en el pensamiento sociológico. Ya en Émile
Durkheim es posible encontrar una reflexión en torno a
los precios, los que se definen, por un lado, como rasgos
externos que confrontan a los actores del mercado “desde
afuera”. Y, por el otro, como reflejo, bajo circunstancias
“normales”, de la opinión pública sobre el valor de los bienes
(Durkheim, 1993: 179). Desde su perspectiva, la importan-
cia de considerar a los precios como hechos sociales radica
en que su análisis solo puede ser realizado con referencia a
las instituciones sociales. El mismo Max Weber afirmó que
“[…] los precios en dinero son producto de lucha y com-
promiso; por tanto, resultados de constelación de poder.”
(Weber, 2002: 82). Teniendo en mente estos análisis, queda
desde el comienzo derribada la idea neoclásica de que los
precios son el resultado de un ajuste automático de la oferta
y la demanda. Por el contrario, derivan de fuerzas sociales

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24 • El significado social de los precios

y políticas operantes en el mercado. En esta línea, puede


rescatarse la propuesta de Pierre Bourdieu para quien la
noción de campo rompe con la lógica abstracta de una
determinación automática, mecánica e instantánea de los
precios en un mercado en la cual prevalece una competen-
cia sin trabas. Es la estructura del campo, es decir, la estruc-
tura de las relaciones de fuerza o relaciones de poder entre
las empresas, la que determina las condiciones bajo las cua-
les los agentes deciden o negocian los precios de compra (de
materiales, trabajo, etc.) y los precios de venta. La estructura
de las relaciones de fuerza entre empresas contribuye en
muchos aspectos esenciales a la determinación de los pre-
cios al dar forma, a través de la posición que se ocupa en
esa estructura, a oportunidades diferenciales de ejercer una
influencia sobre la formación de precios. En este sentido,
“[…] no son los precios los que determinan todo, sino que
todo determina los precios.” (Bourdieu, 2005: 77). También
Niklas Luhmann (1988) ha realizado un aporte al abor-
daje sociológico de los precios al sostener que los precios
proveen puntos de orientación, es decir, funcionan como
estructuras de expectativas que sirven a la coordinación de
ego y alter ego, haciendo posible que se conecte un pago
con otro pago, en otros términos, haciendo posible la “auto-
poiesis” del subsistema social de la economía. Sin embar-
go, el significado social de los precios desborda la función
de coordinación y su comprensión como resultado de las
disputas entre los actores en el mercado ofrece también un
punto de vista estratégico desde el cual la sociología puede
realizar un aporte al análisis de su proceso de formación.
En el marco de estas discusiones, y con el trasfondo
de las preguntas planteadas más arriba, el capítulo busca
recuperar los aportes conceptuales que desde diversas pers-
pectivas se han realizado a la investigación sociológica de
los precios. Para ello se abordan, en primer lugar, las refle-
xiones preexistentes, tanto filosóficas como económicas
sobre la distinción entre valor y precio, buscando ampliar
el horizonte interpretativo al aportar nuevas preguntas e

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El significado social de los precios • 25

interrogantes. En segundo lugar, se revisan las investiga-


ciones empíricas realizadas en el campo de la sociología
económica de los precios con el objeto de relevar elemen-
tos teóricos y metodológicos de utilidad para la indagación
de problemas concretos. Se sostiene que la historia de la
reflexión sobre las nociones de valor y precio ha atravesado
un proceso en el que la esfera económica se autonomiza
conceptualmente de la moral y de las preocupaciones vin-
culadas a la cuestión de la justicia en los intercambios. Y
que ambas dimensiones han vuelto a vincularse en las últi-
mas décadas no solo desde el punto de vista de la mirada
científica, sino también desde diversas prácticas económi-
cas concretas como las del comercio justo donde se ponen
en juego nuevamente nociones como la equidad y la justicia,
entre otras. En el marco de este “estado de la cuestión crí-
tico”, nos proponemos fomentar la apertura de la sociología
fenomenológica a los estudios en el campo de la sociolo-
gía económica. Mostraremos que, en línea con la intención
husserliana de crítica a las ciencias, Alfred Schutz propone
desde su sociología de orientación fenomenológica resituar
al mundo de la vida como fundamento olvidado de las cien-
cias sociales, en general, y de la ciencia económica, en par-
ticular. Esto es, una reivindicación del significado subjetivo
que, en oposición a la visión idealizada y a priori dominante,
enfatiza la estrecha conexión de la vida económica con la
realidad intersubjetiva del mundo de la vida.
Nuestro propósito más amplio es el de contribuir a
la constitución de un pensamiento sociológico sobre los
problemas económicos que sea crítico de las corrientes con-
vencionales neoclásicas las que, como mencionamos, con-
ciben los procesos de formación de precios como el resul-
tado automático del movimiento de las curvas de oferta
y demanda. Proponemos una interpretación alternativa de
los fenómenos económicos que incluya a los sujetos socia-
les, quienes en las perspectivas mencionadas quedan fuera
de toda indagación científica y de toda reflexión conceptual.
Pretendemos, en síntesis, relevar los rasgos más salientes de

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26 • El significado social de los precios

lo que podría denominarse como campo de la sociología de


los precios para explicar su significado social en el sentido
más profundo de su expresión.

I. La posición neoclásica en el marco de las reflexiones


sobre el valor y el precio

I.1. Aristóteles y la noción de “precio justo”


Las primeras reflexiones sobre el significado de las nocio-
nes de valor y precio se produjeron en el marco de la
filosofía moral. Lo que preocupaba a los pensadores que
abordaron la temática en sus inicios era precisamente la
moral y la justicia, y, en este sentido, trataron de contes-
tar preguntas tales como ¿cuál es el precio justo?, ¿es jus-
to cobrar interés por un crédito? o ¿es lícito el comercio?
Más concretamente, el tema económico por excelencia era
la justicia en los intercambios (Cachanosky, 1994). Como
consecuencia de este planteo, la indagación en torno a qué
era un precio o cómo se determinaba un precio quedaba
subsumida a los ejes centrales alrededor de los cuales giraba
la filosofía moral de la época: la resolución de criterios de
justicia. La formación de precios, entonces, no se inscribía
solo en el campo de la economía, sino también en el de la
ética1 y la política. Como mostraremos más adelante, esta
ligazón entre economía, ética y política se rompe con la
autonomización de la economía como disciplina científica
–suele señalarse The Wealth of Nations de Adam Smith (1977
[1776]) como el hito en el que se produce la separación

1 Entendemos la moral como una dimensión perteneciente al mundo de la


vida y al acervo de conocimiento de los actores sociales. La diferenciamos
de la ética por ser esta la ciencia o la filosofía, es decir, la reflexión acerca de
la moral. Para una discusión sobre la historia de estas nociones véase Julio
De Zan (2004). No obstante, es importante señalar que desde la tradición de
la sociología económica las nociones de ética y moral se utilizan como sinó-
nimos.

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El significado social de los precios • 27

más importante entre economía y moral– para volver a


interpelarse en la actualidad, en interpretaciones recientes
que describen el proceso de inclusión de la cuestión de la
equidad en los intercambios de mercado en prácticas como
las del comercio justo y el denominado consumo ético.
El pensamiento filosófico griego, especialmente el de
Aristóteles, representa un buen punto de acceso para inda-
gar los antecedentes de la reflexión sobre el valor y el precio
dado que es posible encontrar en él una primera formula-
ción tanto del problema del valor de los bienes económicos
como del establecimiento de los precios. En sus escritos se
hace clara la múltiple intersección entre economía, ética y
política, la que se ve cristalizada en la idea de “precio justo”.
Aristóteles se preocupaba por la manera de lograr una
sociedad más justa tratando de resolver los problemas de
justicia en los intercambios. En el marco de esa intención, el
filósofo presentó lo que algunos autores mencionan como
los rudimentos de la distinción entre valor de uso y valor de
cambio o, desde nuestro punto de vista, entre valor y pre-
cio: “[…] toda propiedad tiene un doble uso […] por ejem-
plo, un zapato puede usarse como calzado y como objeto
de intercambio” (Arist. Plt, I, 9, 1257a5-10). Como señalan
especialistas en la temática “[…] es Aristóteles quien hace
las primeras reflexiones sobre el valor y el precio desde la
perspectiva del valor de uso y el valor de cambio, desde
su preocupación por la manera de alcanzar una sociedad
justa.” (Sánchez-Serna y Arias-Bello, 2012: 437). Debemos
señalar que no está hablando aquí Aristóteles de valor y
precio desde una óptica económica, sino de las distintas
maneras que tienen las personas de adquirir bienes, esto es,
del intercambio desde una perspectiva ética.
Para que haya justicia en el intercambio lo que se
entrega debe ser “igual” a lo que se recibe, una “retribución
proporcional”. El criterio para administrar justicia es el de
“reciprocidad proporcional” (Arist. EN, V, 4, 1133a5-10)
entendida como una característica del lazo social. Si bien no
se indica qué es lo que hay que igualar, Aristóteles refería

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28 • El significado social de los precios

los asuntos de justicia en el intercambio a la regulación de


los precios a partir de la equivalencia, o valor de cambio,
entre valores de uso desiguales. Su concepción de precio
justo apelaba a una equivalencia encerrada en el objeto, en
su valor equivalente, no en la subjetividad del comprador.
Esto significa que se recurría a una equivalencia práctica
objetiva de cambio de acuerdo a un principio de justicia
que tenía que ver con el bien común. Desde su punto de
vista, la justicia posee la virtud de regular las desigualda-
des que todo tipo de relación mercantil lleva en su seno.
Es la justicia conmutativa la que actúa como base para el
establecimiento de los precios y la que mantiene el princi-
pio igualitario en el que debe enmarcarse toda transacción
económica. Ante un acto injusto según el cual una de las
partes está apropiándose de un excedente, y a fin de pre-
servar la armonía de la sociedad cívica, es necesaria una
ley que defina el intermedio, lo justo entre los extremos, a
los que tiende todo tipo de relación comercial (Valdebeni-
to González, 2016: 62-63). La equivalencia no puede darse
entre las utilidades de bienes desiguales, entre los valores
particulares de estos. Para que la igualdad logre efectuarse
entre objetos de utilidades diferentes se precisa que dichas
utilidades sean llevadas a una cualidad común, a una forma
general de proporción. Las mercancías al intercambiarse
deben ser llevadas a su forma convenida de equivalencia,
por medio de un valor general que permita que las cosas
puedan tornarse igualables, por ende, intercambiables. Ese
valor general se expresará mediante el precio de las mer-
cancías, siendo la moneda la responsable de manifestarlo
en su forma más concreta. La condensación de “lo justo”
en relación al intercambio resulta ser el precio justo, cuyo
rol consiste en corregir las desigualdades derivadas de las
relaciones injustas que toman lugar en el espacio donde
transcurre el intercambio comercial. Si bien Aristóteles no
desarrolló una teoría del valor ni detalló los aspectos del
valor de cambio, logró instalar la necesidad de contar con

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El significado social de los precios • 29

un valor objetivo de los bienes económicos, independiente


de las circunstancias del mercado y de la estimación subje-
tiva de los participantes en el proceso de cambio.
Creemos importante aquí comenzar a delinear algunos
ejes por los que discurrirá la reflexión sobre valor y precio
que serán de utilidad para nuestro recorrido. En primer
lugar, la filosofía de Aristóteles y la escolástica que le sigue
se plantean dos modos distintos de acceder a las nociones
de valor y precio: la perspectiva objetiva que, como men-
cionamos, sostiene que la equivalencia está encerrada en el
objeto, en su valor equivalente,2 y la perspectiva subjetiva,
para quien el valor reside en la subjetividad del comprador.
En segundo lugar, el otro eje importante es el del lugar
que se le otorga al mercado en el proceso de formación de
precios. Como vimos, para Aristóteles el precio justo era
independiente de este. Son los escolásticos quienes abri-
rán la posibilidad de que el precio sea fijado tanto por
el gobernante como por el mercado inaugurando, de este
modo, la reflexión acerca de las fluctuaciones de la oferta
y la demanda. La escolástica realizará una de las primeras
reinterpretaciones de la teoría aristotélica del precio justo
y, como sostendremos, se convertirá en el antecedente de
los postulados de la teoría subjetiva moderna del valor.3

I.2. La escolástica: precio justo, subjetivismo y mercado


Puede afirmarse que fue Francisco de Vitoria, fundador de
lo que posteriormente se denominó como escuela de Sala-
manca, quien en el siglo XVI sentó las bases de las modernas
teorías del valor y del precio (Cachanosky, 1994) al enunciar

2 Este abordaje será retomado más adelante por los economistas clásicos y,
luego, por Karl Marx, quien planteó desde una perspectiva objetiva que el
valor estaba encerrado en las mercancías, lo que lo llevó a desarrollar la teo-
ría del valor de cambio como expresión objetiva del trabajo humano.
3 Esta visión se opone a la de Emil Kauder (1953) quien afirma que Aristóteles
tenía una teoría subjetiva del valor viendo en el filósofo a un precursor de la
escuela austríaca de economía. No es el objetivo de este artículo profundizar
en esta discusión.

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30 • El significado social de los precios

que los costos no deben tenerse en cuenta para determinar


el precio justo, sino la común estimación de lo que vale un
bien. Dos características recorren su obra así como el pen-
samiento escolástico de la época. En primer lugar, una apro-
ximación a todas las cuestiones prácticas desde el punto de
vista ético. En segundo lugar, una concepción de persona
“[…] no como individuo desligado, sino como constitutiva-
mente religada a los demás en una sociedad política articu-
lada.” (González Fabre, 1999: 84). De ahí la centralidad de
la noción de “común estimación de los hombres”. Además,
en el contexto de un Estado crecientemente endeudado por
las guerras europeas y mediterráneas, las ideas de Vitoria
derivan en recomendaciones de política económica al rey
y a sus consejos (ibíd.: 110). De eso se desprende que el
precio justo no es el precio de mercado, sino que deben
buscarse otros parámetros a fin de que el rey pueda elaborar
su determinación. Para ello el autor realiza una distinción
entre bienes de primera necesidad y de lujo, y considera
que los costos deben tenerse en cuenta para determinar el
precio justo de los segundos, mientras que en el caso de
los bienes de primera necesidad deberían tenerse en cuenta
las necesidades de la gente o la estimación común. Esto lo
llevó a estar a favor de un control de precios de bienes de
primera necesidad.
Así como Vitoria, muchos pensadores de la escuela de
Salamanca entendían que son las necesidades las que dan
origen al valor de las cosas4 y que la oferta y la deman-
da “[…] son algunos de los factores que reyes y príncipes
deben tener en cuenta para fijar los precios.” (Cachanosky,
1994: 28). En este sentido, vale la pena mencionar el tra-
bajo de Luis Saravia de la Calle quien se ha identificado
con un “subjetivismo extremo” y con la culminación de un

4 Uno de los trabajos que puede mencionarse como antecedente es el del


escolástico Johannes Buridanus quien en el siglo XIV se acercó mucho al
concepto de marginalidad, pero no logró precisarlo, poniendo el acento, por
un lado, en la necesidad humana como determinante del valor y, por otro, en
la escasez de mercancías. Véase Grice-Hutchinson (1982).

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El significado social de los precios • 31

movimiento gradual al interior de la escolástica dado su


rechazo a los costos de producción en cualquier estimación
de los valores y los precios de los bienes (Grice-Hutchinson,
1952). En el análisis de Saravia los precios se determinan
por la oferta y la demanda, y los costos de producción no
tienen influencia alguna en su establecimiento. No obstan-
te, la ley de la oferta y la demanda de los escolásticos era
rudimentaria, en el sentido de que se hablaba de una can-
tidad específica de compradores y vendedores, de urgen-
cia por comprar y vender y de la escasez o abundancia de
mercancías y dinero.
En suma, para la corriente escolástica, la apreciación
que las personas tienen de los bienes, y no la dimensión
objetiva, como los factores productivos, los costos de pro-
ducción, la tierra o el trabajo de estos, pasa a ser el fun-
damento de la fijación del valor de cambio. No obstan-
te, ese subjetivismo escolástico es distinto del que será el
moderno subjetivismo de la escuela económica neoclási-
ca. Para la escolástica la estimación de los bienes guarda
relación directa con la justicia, la que asegura que toda
transacción comercial no tenga como consecuencia el enri-
quecimiento de ciertas partes a costa del empobrecimiento
de otras. Más adelante desarrollaremos el cambio radical
que experimenta el subjetivismo con la corriente subjeti-
vista moderna.

I.3. Los clásicos y la teoría objetiva del valor


Los antecedentes presentados más arriba permiten revelar
un interés por lograr la armonía en las relaciones de inter-
cambio que podrían ser, potencialmente, desiguales e injus-
tas. Planteándose, de ese modo, los rudimentos del proble-
ma de la coordinación. Ese problema se formuló claramente
a principios del siglo XVIII y marca el “acta de nacimiento”
(Klimovsky, 2000: 79) de la economía como disciplina autó-
noma. Esto puede verse claramente en la obra de Smith para
quien la coordinación de las acciones económicas parte del

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32 • El significado social de los precios

supuesto de individuos egoístas, concepción que hace evi-


dente el desprendimiento de la moral de la esfera económi-
ca. Con la escuela clásica, la ciencia económica empieza a
identificarse como una ciencia independiente de la ética y
la política, pasando los juicios morales a un segundo plano
(Cachanosky, 1994: 52).
Los precursores de la teoría objetiva del valor asigna-
ban a las mercancías un valor objetivo que se fundamentaba
en el trabajo. Esa teoría nace con la economía moderna en
la obra de Smith (1977 [1776]), fue desarrollada por David
Ricardo (1973 [1817]), y recuperada críticamente por Marx
(2000 [1867]) en su teoría del plusvalor. Smith partió de la
distinción entre valor de uso y valor de cambio que había
iniciado Aristóteles y planteó lo que se conoce como la
famosa paradoja del valor, paradoja sobre la cual se edifi-
cará la crítica de la escuela de la utilidad marginal. Smith
daba por sentado, como todos los clásicos, que para que
una cosa tenga valor de cambio tiene que tener valor de
uso. Sin embargo, cosas de mucha utilidad pueden tener un
precio bajo o nulo y cosas de poca utilidad pueden tener
un alto precio. Más adelante veremos el impacto que ten-
drá esta paradoja en el surgimiento del pensamiento eco-
nómico neoclásico.
Todos los clásicos coincidían en que la mejor medida
del valor de cambio era la cantidad de horas de trabajo
que insumía producir un producto. Smith sostiene que el
trabajo es la medida del valor de cambio de todos los bie-
nes porque lo considera la moneda original: “El trabajo fue
el primer precio. La moneda de compra originaria que se
pagaba por todas las cosas.” (Smith, 1977 [1776]: 51).5 Smith
dirá que solamente el trabajo, que nunca varía su propio
valor, es el patrón último y real a través del cual se puede
estimar y comparar, en todo tiempo y lugar, el valor de
todas las mercancías. Es su precio real; el dinero es solo
su precio nominal.

5 Todas las citas del inglés son nuestra traducción.

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El significado social de los precios • 33

En este marco, estableció una distinción entre el precio


de largo plazo o precio natural de los bienes y precio de
corto plazo o precio de mercado.6 El precio de mercado
puede estar por encima, por debajo o coincidir exactamente
con su precio natural. El precio de mercado de toda mer-
cancía está regulado por la proporción entre la cantidad
que efectivamente fue traída al mercado y la demanda de
aquellos que están deseosos de pagar el precio natural de
la mercancía. Smith explica la formación de los precios de
mercado por cambios en la oferta y la demanda. De modo
que el precio de mercado puede separarse del natural por
sus movimientos.
Por su parte, Ricardo sostiene, al igual que Smith, que
la palabra valor tiene dos significados: valor de uso y valor
de cambio, retoma la paradoja del valor y concluye que la
utilidad no es la medida del valor de cambio, pero sí una
condición necesaria para su existencia, esto es, la utilidad
como fundamento del valor de uso o precio de las mercan-
cías. A diferencia de Smith, Ricardo sostendrá que “[…] no
es el trabajo el patrón efectivo de valor de una cosa, sino
la cantidad relativa de trabajo cristalizado en dicha cosa.”
(Valdebenito González, 2016: 74).
En esta línea, Marx comienza sosteniendo como todos
los clásicos que para que las cosas tengan valor de cambio
tienen que ser útiles o tener valor de uso. La utilidad de
una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad
“no flota por los aires”, sino que es “[…] el cuerpo mismo
de la mercancía.” (Marx, 2000 [1867]: 44). En este sentido,
es el sí-mismo de las cosas el que posee la capacidad para

6 Puede resultar interesante aquí mencionar los antecedentes de esta distin-


ción en el trabajo de Richard Cantillon (2010 [1755]). A su juicio las cosas
tienen un doble precio, o valor de cambio, uno intrínseco (que puede aso-
ciarse con el precio justo de Aristóteles y los escolásticos) y otro determina-
do por la necesidad de los individuos al que llama “precio de mercado”. Los
clásicos harán la misma distinción. Así como los escolásticos se preocupa-
ban por el precio justo, Cantillon se preocupa por el valor real o de largo
plazo, el cual identifica con la cantidad de tierra y trabajo empleados para
producir el bien.

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34 • El significado social de los precios

satisfacer necesidades y no la mente humana la que percibe


la utilidad. La capacidad de una mercancía para satisfacer
necesidades sería algo objetivo, un rasgo de las cosas mis-
mas. Luego de eso, Marx deja de lado el análisis del valor de
uso y desarrolla la teoría del valor trabajo. Sostiene que el
valor de cambio se presenta como una relación cuantitativa,
es decir, la proporción en la que se intercambian valores
de uso. Y define, luego, el valor de cambio en términos
abstractos como el tiempo de trabajo socialmente necesario
para producir una mercancía.
Los clásicos, con su teoría objetiva del valor, dieron
nacimiento a la teoría clásica de los precios de producción.
La crítica posterior de la escuela neoclásica a esa teoría
abrirá el camino para la formulación de la teoría del equili-
brio general, abordaje dominante en la actualidad. Estas dos
grandes visiones acerca de la formación de precios son las
que monopolizan la discusión económica actual.

I.4. La escuela neoclásica: individuo, oferta y demanda


en la formación de precios
A finales del siglo XIX surge la escuela neoclásica. Sus fun-
dadores son William Jevons, quien junto a Alfred Marshall
dará origen a la escuela de Cambridge; Carl Menger, fun-
dador de la escuela austríaca de economía; y León Walras,
autor de la teoría del equilibrio general, ampliada posterior-
mente por Vilfredo Pareto. En 1871 se produce la mayor
revolución de las teorías del valor y del precio con el descu-
brimiento de la teoría de la utilidad marginal que se dio en
el marco de la llamada “revolución subjetivista”. La corrien-
te subjetivista moderna se opone enfáticamente a la base
objetiva de la teoría del valor trabajo desarrollada desde
Smith hasta Marx. La paradoja del valor en la que caen los
clásicos será el disparador de la teoría de los economistas
neoclásicos. El valor de cambio pasa a depender enteramen-
te de la utilidad, y el valor final del bien se funda únicamente
en sus cantidades y escasez en el marco de un mercado que

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El significado social de los precios • 35

se interpreta como compuesto por individuos atomizados.


El precio justo, de esa manera, se somete al punto de vista
de cada individuo, al examen que este lleva a cabo en virtud
de su interés individual.
En términos generales es posible afirmar que los tres
autores coinciden en que la utilidad es la capacidad que
tiene un objeto de producir placer o evitar malestar. La ley
de la utilidad marginal decreciente enuncia que a medida
que un individuo posee más unidades de un mismo bien, la
utilidad que este le brinda es cada vez menor. Desarrollare-
mos brevemente la ley de utilidad marginal en base a uno
de los trabajos más representativos de esta tradición, el de
Menger. Nos inclinamos por su obra dado que es el autor
que utilizó un lenguaje menos matemático y puso el acento
en la escala de preferencias para explicar por qué decrece la
utilidad de un bien a medida que se tienen más unidades de
él. Las obras a las que nos referimos, y que marcan el sur-
gimiento de la escuela austríaca de economía son Principios
de Economía (Menger, 2007 [1871]) e Investigaciones sobre el
método de las ciencias sociales y de la economía política (Menger,
2009 [1882]). En su primer libro, Menger propondrá su
versión del principio de utilidad marginal mientras que, en
el segundo, sentará posición en la Disputa Metodológica [Met-
hodenstreit] contra el economista alemán afiliado a la escue-
la histórica alemana, Gustav Schmoller (Prendergast, 1986:
10). En su primer trabajo Menger inició lo que se denomi-
nó la “revolución subjetivista” en economía. Esa revolución
reemplazó a la teoría clásica del valor de Smith, Ricardo y
Marx, por una teoría del valor entendido “en sentido sub-
jetivo”. Según esta perspectiva el valor de las mercancías y
servicios no depende del costo de su producción, sino de
la utilidad que los consumidores les asignan. A juicio de
Menger, y tomando la paradoja del valor como punto de
partida, la teoría del valor con relación a la cantidad de
trabajo para producir un bien se revelaba insuficiente, pues
muchas cosas, a pesar del trabajo que se emplea en pro-
ducirlas y los altos costes de producción, alcanzan precios

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36 • El significado social de los precios

muy bajos y a veces ni siguiera obtienen precio alguno. En


oposición a la teoría del valor trabajo, Menger sostenía que
el valor de un bien depende de la utilidad que de él obtiene
un individuo. Esa utilidad consiste en la satisfacción que
el individuo recibe por el hecho de poseerlo. No obstante,
para un mismo individuo, un bien puede tener más o menos
valor según la cantidad en que está disponible. A medida
que un individuo adquiere nuevas cantidades de una mer-
cancía, aumenta la satisfacción y la utilidad que obtiene,
pero no en una medida proporcional. La ley de la utilidad
decreciente o ley de la utilidad marginal sostiene que:

[E]n la medida en que el consumo de una mercancía por parte


de un individuo aumenta respecto del consumo de otras mer-
cancías, la utilidad marginal de la mercancía en cuestión ten-
derá a disminuir respecto de la utilidad marginal de las demás
mercancías que consume. (citado en Antiseri, 2006: 19).

Luego del retiro de Menger, su sucesor Eugen Böhm-


Bawerk, continuó la tradición, y la tercera generación cen-
trada en Ludwig von Mises, Schutz, Felix Kaufmann, Fritz
Machlup y Friedrich von Hayek, conducirán a la escuela a
través de la mitad del siglo XX (Wilson, 2005: 22).
Mises desarrolló la teoría de la utilidad marginal de
Menger en su praxeología a partir de la noción de elección,
el acto de preferencia o de aplazamiento. Desde su perspec-
tiva la acción no solo es preferir, sino que también supone
elegir, determinar e intentar alcanzar un fin. Tomar una
decisión es siempre un proceso racional el cual involucra
la búsqueda de los medios más adecuados con el objeto de
alcanzar los propios fines. Los fines últimos, por los que se
esfuerzan los actores, se basan en sus valores subjetivos. De
dos cosas que no puede tener simultáneamente un agen-
te, elige una y deja de lado a la otra. Cuando se elige, las
opciones aplazadas siempre hacen que se prefieran otras.
Esto se denomina “costos de oportunidad”, lo que no es más
que otra formulación del principio de utilidad marginal.

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El significado social de los precios • 37

Es importante mencionar que en términos epistemológicos


estas son verdades a priori, universales, se aplican a cual-
quier actor y son siempre verdaderas en todas las situacio-
nes históricas: “[…] aunque el hombre de la Edad Media no
hubiese conocido la ley de la utilidad marginal, no podría
haber actuado de otra forma que lo que describe la ley de
la utilidad marginal.” (Mises, 2003 [1933]: 103). Es posible
mencionar aquí, los graves problemas de fundamentación
epistemológica que atravesó esa tradición (López, 2016),
dada la versión de subjetividad que proponía la que, funda-
da en supuestos a priori, quedaba desconectada de cualquier
realidad económica concreta. Si bien las acciones subjetivas
estaban en el centro de su interés, la metodología de cons-
trucción de categorías objetivas acorde a ese objeto, consis-
tía en una intuición intelectual que implicaba un olvido o
una desconexión respecto del sujeto actuante, es decir, del
sujeto entendido como persona real. De este modo, se susti-
tuía al sujeto concreto por idealidades y abstracciones crea-
das por la ciencia. En la formulación de esta crítica mucho
tuvo que ver Schutz quien, desde su fenomenología social,
elaboró los fundamentos epistemológicos para un abordaje
de los fenómenos económicos desde el punto de vista del
actor social. Desarrollaremos este punto más adelante.
Algunas características generales de la escuela neoclá-
sica de economía que pueden mencionarse son, por un lado,
que el mercado se concibe como un proceso neutro que
permite el logro de la eficiencia y que, en ese contexto, los
precios son precios de equilibrio que permiten alcanzar un
uso eficiente de recursos en un espacio económico que no
incorpora en absoluto ningún criterio de justicia. Por otra
parte, el orden económico es concebido como una sociedad
simétrica. La sociedad de mercado de competencia perfecta
está conformada por agentes cuyas decisiones y acciones
se basan en un criterio general de racionalidad instrumen-
tal que consiste en la maximización de utilidad. Todos los
agentes poseen la misma información y sus decisiones no
influyen sobre los precios, diferenciándose por su carácter

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38 • El significado social de los precios

de consumidores o productores. El único principio para la


determinación de los precios de los bienes y servicios es el
de la oferta y la demanda. Y, dado que los precios de todos
los factores se establecen sobre la base este único principio,
“[…] no existe una diferencia substancial entre el servicio
de un capital y el de un tipo particular de trabajo o de tie-
rra. En este contexto, no hay lugar para las clases sociales.”
(Klimovsky, 2000: 85).
Como síntesis del recorrido que presentamos en esta
sección es posible sostener que la escolástica se revela como
el primer antecedente de los postulados de la teoría subje-
tiva moderna del valor, la que, enfrentada al pensamiento
económico clásico, intenta explicar el valor de cambio de
las mercancías a partir de un único criterio como es la per-
cepción individual de las personas con relación a la utilidad
de las mercancías que consumen y a la satisfacción de sus
necesidades. En el marco de este proceso, que se ha deno-
minado “revolución subjetivista en economía”, se produce
lo que el economista Fernando Azcurra entiende como una
“confusión empírica entre valor y precio: el precio es el
valor” (citado en Valdebenito González, 2016: 61) o, dicho
de otro modo, el valor de uso se convierte en el fundamento
del valor de cambio. Pero no solo eso, el subjetivismo de la
economía neoclásica también deja atrás “[…] todo aspecto
de justicia vinculado a la formación y al comportamiento de
los precios en el mercado.” (ibíd.: 61). Por otra parte, entre el
subjetivismo escolástico y el subjetivismo moderno radica
una gran diferencia. Para el subjetivismo escolástico la esti-
mación del precio de los bienes estaba íntimamente ligada
a la justicia que, como mencionamos, aseguraba que toda
transacción comercial no tenga como consecuencia el enri-
quecimiento de ciertas partes a costa del empobrecimiento
de otras, en suma, tenía en cuenta la estimación común
y el acto moral. El subjetivismo moderno, con su versión
idealizada de sujeto, desplazará el concepto de justicia en

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El significado social de los precios • 39

los intercambios por la idea de un precio en el que la valora-


ción individual y los movimientos de la oferta y la demanda
juegan un rol fundamental.
En este breve y esquemático recorrido filosófico y con-
ceptual de la reflexión sobre las nociones de valor y precio
que culmina con la escuela neoclásica es posible visualizar
dos procesos que vale la pena destacar: en primer lugar, una
reificación progresiva del conocimiento económico respec-
to del fenómeno de la formación de precios a partir de su
explicación por las leyes abstractas de la oferta y la demanda
y de su concepción de individuo atomizado. Esta ideali-
zación intelectual, como mostramos, se desconecta de la
vida económica y de las prácticas concretas e históricas de
los actores en situación de mercado. En segundo lugar, un
desplazamiento del concepto de justicia de la esfera econó-
mica junto con la pérdida de la reflexión sobre la equidad
y el bien común en los intercambios. Como mostraremos
a continuación, desde hace unos años se está producien-
do un proceso opuesto. Por un lado, la nueva sociología
económica pone en el centro de la escena la indagación en
torno a los rasgos de la estructura social como elemento
ineludible para la explicación del fenómeno de la formación
de precios. La crítica a la economía neoclásica por parte de
este abordaje hace foco en la imposibilidad de pensar a los
actores atomizados y muestra que la dinámica de la oferta
y la demanda, lejos de ser anónima, posee una estructura
social específica. Por el otro, se multiplican nuevas visiones
y prácticas económicas que restituyen el concepto de justi-
cia a la esfera del mercado superando la escisión entre eco-
nomía y moral planteada por el pensamiento neoclásico.
Para ordenar los aportes de la nueva sociología eco-
nómica de los precios resulta de utilidad la clasificación
que realiza Jens Beckert (2011a), el primer investigador que
intentó sistematizar los avances conceptuales en el nuevo
campo de la sociología económica de los precios. Con ese
objetivo en mente demuestra que la discusión sociológica
en torno a la formación de precios puede organizarse a

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40 • El significado social de los precios

partir de tres abordajes dominantes en sociología econó-


mica: las redes sociales, las instituciones y los significados
culturales.7 A continuación se presentan los antecedentes de
la investigación empírica más representativos de cada una
de estas líneas de indagación.

II. La nueva sociología económica: la desnaturalización


del fenómeno de la formación de precios

II.1. Entramados sociales: la estructura social


de la oferta y la demanda
Como mostramos, el análisis de los fenómenos económicos
ha sido un interés siempre presente en la reflexión socio-
lógica que, luego de declinar en los años 20, se ha visto
revitalizado en los años 80 por la nueva sociología econó-
mica cuyo exponente, Mark Granovetter, elaboró la teoría
de la incrustación [embededness]. Desde esta perspectiva se
afirma que las acciones económicas están incrustadas en
sistemas concretos de relaciones sociales, argumento que
ha sido ampliamente discutido y algunas veces criticado
por ignorar sus aspectos cognitivos, políticos y culturales
(Zukin y DiMaggio, 1990). Más allá de las críticas internas,
la nueva sociología económica constituyó un impulso para
el desarrollo de multiplicidad de investigaciones sociológi-
cas sobre procesos y objetos económicos, entre ellos, el de
la formación precios.

7 Vale la pena señalar que el fenómeno de la formación precios desde la socio-


logía económica ha sido poco estudiado en Argentina. El trabajo más
importante sobre la temática es el de Federico Lorenc Valcarce (2010) quien,
en su estudio sobre los mercados de la seguridad privada en el país, aborda la
manera en la que los precios son producidos, percibidos, interpretados y
manipulados en el curso de las acciones económicas de diversos agentes, así
como las estrategias que se despliegan para controlar la competencia y el
intercambio.

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El significado social de los precios • 41

La teoría de la incrustación desarrollada por Granovet-


ter (1985) afirma que las acciones económicas están inte-
gradas en sistemas concretos de relaciones sociales en lugar
de ser llevadas a cabo por actores atomizados. Desde este
punto de vista, los precios dependen de la estructura de
las relaciones sociales en el mercado. En consecuencia, los
estudios de redes sobre los precios se proponen explicar
su formación y establecimiento en base a una morfología del
campo del mercado. Esto permite una desnaturalización de
los procesos de formación de precios fundada en el análisis
exhaustivo de la estructura social de la oferta y la deman-
da. Mientras que algunos estudios sobre redes enfatizan la
existencia de mecanismos vinculados a la confianza entre el
cliente y el proveedor (Dore, 1992), otros, resaltan la noción
de status (Uzzi y Lancaster, 2004) en las relaciones socia-
les y su influencia en la formación de precios. Este último
abordaje puede verse claramente en un estudio realizado en
el campo del derecho corporativo, investigación que cons-
tituye uno de los primeros antecedentes de la sociología
económica de los precios.
Brian Uzzi y Ryon Lancaster estudiaron la formación
de precios que las grandes firmas de abogados cargan a
las compañías de sus clientes por los servicios legales, y,
fundamentalmente, el impacto de la “incrustación” en esos
precios. Los autores examinaron el modo en el que las rela-
ciones sociales de intercambio entre productores y consu-
midores afectan los precios que los productores cargan a
sus clientes y construyeron su trabajo en base a la idea de
incrustación de Granovetter. Los mercados son pensados
como estructuras sociales y la incrustación en esa estruc-
tura tiene incidencia en la formación de precios y agrega
un valor único a los intercambios. En diferentes grados, los
actores económicos están incrustados en relaciones sociales
y en redes de afiliación que dan forma y generan oportuni-
dades para la creación de valor.

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42 • El significado social de los precios

Con la intención de explicar los mecanismos por los


cuales la incrustación afecta la formación de precios el tra-
bajo respalda su hipótesis en datos empíricos basados en
casos. Su relevamiento estadístico parte de una muestra de
133 bufetes de abogados seleccionados entre las 500 fir-
mas más grandes de Estados Unidos durante el período
1989-1995. Su variable dependiente son los precios (tarifa
por horas) de dos tipos de servicios legales que proveen esas
firmas: los ofrecidos por los denominados “socios” [partners]
y aquellos que realizan los “asociados” [associates]. Los socios
son abogados que poseen acciones de la firma y reciben
una parte de las ganancias de la empresa, son responsables
de realizar el trabajo legal complejo como la redacción de
contratos de fusiones y adquisiciones corporativas. Los aso-
ciados, por su parte, son empleados asalariados que llevan
adelante el trabajo legal rutinario, sus tarifas por hora son
más bajas. Para medir la variable independiente “incrusta-
ción” los autores toman en cuenta un indicador que ponde-
ra la relación entre las firmas de abogados y la compañía del
cliente, la que debe haber tenido una duración de, al menos,
dos años. Se asume que si la relación ha perdurado por un
período tan largo de tiempo, los actores han podido cono-
cerse y desarrollar expectativas y valores compartidos, en
suma, han forjado vínculos incrustados. Los datos sobre los
precios y sobre la incrustación son tomados de una encues-
ta anual llevada adelante por el National Law Journal. Uzzi
y Lancaster muestran que existe una correlación estadística
entre la incrustación y la disminución del precio de los ser-
vicios legales. Esta correlación es significativa para el precio
de los servicios de los socios, pero no para el de los asocia-
dos. Más específicamente, los autores muestran que cuanto
más incrustados son los vínculos entre las grandes firmas
de abogados y sus clientes, más bajo será el precio por hora
de sus servicios legales. Esto se explica porque las relaciones
incrustadas entre ambas partes tienden a dar origen a una
confianza mutua y a normas compartidas entre los acto-
res, lo que a su vez facilita el intercambio de información

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El significado social de los precios • 43

privada y limita los riesgos de oportunismo. De esto resulta


una reducción en los costos de la transacción, esto es, la
reducción de los costes horarios de la producción del servi-
cio legal, lo que tiende a bajar los precios sustancialmente.
En otro estudio ya clásico del área, Valery Yakubovich,
Granovetter y Patrick McGuire (2005) resaltan la impor-
tancia de las relaciones de poder para analizar el caso del
sistema de precios en la industria de la electricidad en Esta-
dos Unidos. Al abordar ese estudio los autores señalan la
relevancia de analizar la construcción social y política del
proceso de fijación del precio de un producto tan particular
como es la electricidad.
En su investigación los autores toman como objeto de
estudio los primeros sistemas de formación de precios para
la electricidad utilizados en Estados Unidos entre los años
1882 y 1910. Y, en base a un análisis de los debates que
tuvieron lugar en aquel momento, analizan los motivos por
los cuales el “sistema Wright”, notablemente inferior a las
otras alternativas en términos de eficiencia productiva, fue
ampliamente adoptado en el año 1900. Veamos cómo se
dio el proceso. En el período anterior a la fijación de un
sistema de precios a la electricidad por parte de la comisión
reguladora, se produjo un debate entre dos alternativas de
fijación de precios [pricing]: los sistemas Wright y Barstow.
El primero no penalizaba el uso de la energía eléctrica en
las horas pico, en parte, porque sus defensores perseguían
lo que puede denominarse como una “dinámica de creci-
miento” que incluía una maximización de la recaudación
y la construcción de monopolios. Por su parte, el sistema
Barstow, proponía precios basados en las horas del día, más
consistente con la eficiencia productiva y la maximización
del beneficio a corto plazo. El trabajo de investigación pro-
pone que, a pesar de la importancia obvia de los aspec-
tos técnicos y económicos en la emergencia de la indus-
tria de la electricidad, los resultados generales no pueden
ser explicados en toda su complejidad sin una compren-
sión del modo en el que los “actores claves” involucrados

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44 • El significado social de los precios

movilizaron recursos a través de sus relaciones sociales,


políticas, financieras, industriales y extraindustriales (Yaku-
bovich et al., 2005: 580).
Hacia principios del siglo XX el sistema Wright se
volvió dominante en la industria de electricidad norteame-
ricana mientras que el sistema Barstow desapareció vir-
tualmente del discurso. Si la maximización de la ganancia
hubiese sido el objetivo último, entonces el sistema Barstow
habría prevalecido. Por otra parte, es cierto lo que argu-
mentan los teóricos de la organización industrial acerca
de que el aumento de la recaudación puede, bajo ciertas
circunstancias, conducir a la maximización de la ganancia
a largo plazo, y en ese sentido el sistema Wright podría
también haber sido económicamente sólido. Varios años
después, a pesar de esas ambigüedades, un número promi-
nente de economistas argumentan (con el beneficio de la
mirada retrospectiva) que los sistemas de precios basados
en las horas del día fueron superiores no solo en térmi-
nos de eficiencia productiva, sino también distributiva. De
hecho, algunos autores atribuyen al sistema Wright la crisis
que atravesó la industria de la electricidad en ese país en
la primera mitad del mencionado siglo. Dadas las ambigüe-
dades involucradas es interesante preguntarse por qué el
sistema Wright se volvió dominante. Para responder a esta
pregunta, los autores proponen un abordaje que le asigna
un rol central en los resultados a las posiciones en redes
de los principales actores involucrados y a sus filiaciones
institucionales.
Lo interesante de esta perspectiva es que ilumina la
historia de las luchas que se dieron por el sistema de fija-
ción de precios a la electricidad en Estados Unidos. En ese
marco, los precios se presentan como un campo de disputa
entre el lado de la oferta y el de la demanda en contra
de sistemas diferenciales de precios. En una primera eta-
pa, los autores muestran cómo se da una presión crecien-
te por parte de los consumidores hacia la estandarización
de los métodos de formación de precios [pricing methods].

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El significado social de los precios • 45

Desde este punto de vista, el movimiento de la demanda es


abordado poniendo el foco en su organización social: los
clientes dejan de ser pensados como átomos y comienzan a
verse como conectados mediante relaciones sociales entre
ellos. Esa recuperación de la estructura social de la demanda
representa un cambio significativo y decisivo respecto de
la abstracta demanda de la economía neoclásica desconec-
tada de cualquier realidad histórica concreta. Los autores
realizan un análisis del entramado social que constituye esa
demanda y de la capacidad de esas redes para la acción
colectiva. También las presiones institucionales son toma-
das en cuenta para la investigación dado que estas jugaron
un rol central, fundamentalmente, las presiones legislativas
en torno a la imposición de un sistema de precios. Pero
también la oferta es abordada desde su estructura social y,
en este sentido, la investigación sostiene que fue Samuel
Insull, el primer secretario privado de Thomas Edison, así
como el círculo creado por él luego de la partida de Edison
de la industria de la electricidad, quien tuvo el éxito político
de controlar las asociaciones comerciales (Yakubovich et al.,
2005: 581) y de incidir en la imposición de uno de los méto-
dos de formación de precios. La consolidación del poder de
Insull en el marco de las asociaciones comerciales coincidió
con el debate sobre los precios, lo que le permite a estos
autores tomar una fotografía instantánea de la distribución
de poder al interior de la industria. Esa fotografía represen-
ta una oportunidad única para comprender el proceso de
institucionalización del sistema de precios y, en particular,
del rol de las redes sociales concretas en el mismo.
Se sugiere que la adopción del sistema Wright no fue
el resultado de argumentos persuasivos, sino de complejas
manipulaciones y ejercicios de poder llevados a cabo por
los principales actores de la industria, quienes moviliza-
ron apoyos a través de sus redes personales en base al rol
dominante en las asociaciones de comercio e industria. Para
demostrar este punto se analizan las actas de los encuentros
anuales de las dos principales asociaciones de comercio en

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46 • El significado social de los precios

la joven industria de la electricidad, desde fines del siglo


XIX hasta principios del siglo XX, y se argumenta que el
resultado a favor del sistema Wright se debe, en parte, a
la influencia política y organizacional de sus partidarios,
así como a sus particulares concepciones sobre los límites
y el futuro de esa industria. El sistema Wright respondía
mejor a la estrategia de “crecimiento dinámico” promovi-
da por los gerentes de las grandes estaciones centrales en
su feroz competencia con las instalaciones más pequeñas
y descentralizadas. De este modo, aún en este escenario
en apariencia técnico y económico sobre cómo formar el
precio de un producto, existía un amplio margen para la
construcción social y la manipulación política. En el texto se
señala la importancia de la dimensión social aún en las prác-
ticas económicas más convencionales. Y se concluye que un
grupo particular de ejecutivos de la industria de la electri-
cidad fue capaz de institucionalizar su sistema elegido de
formación de precios a través de su posición dominante
en la estructura de poder de la industria, especialmente a
través del control de las asociaciones de comercio. Esto nos
abre el camino para la presentación del segundo abordaje
crítico de la corriente neoclásica de la formación de precios,
la perspectiva institucional.

II.2. Los procesos de institucionalización de los


mecanismos de formación de precios
La perspectiva institucional para la explicación de la for-
mación de precios es mucho más antigua que los abordajes
de redes y “[…] excede los límites de la sociología económi-
ca […]” (Beckert, 2011a: 767), puesto que tanto la economía
institucional como la economía política han estudiado la
influencia de las regulaciones institucionales sobre la esfe-
ra económica. Desde la sociología económica ha sido Karl
Polanyi (1992) quien se dedicó a su estudio, fundamental-
mente para demostrar que los mecanismos de formación
de precios no emergen espontáneamente, sino que poseen

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El significado social de los precios • 47

un sustento institucional. Sin embargo, la sociología eco-


nómica ha prestado poca atención a la influencia de las
regulaciones institucionales sobre los precios. Beckert hace
referencia a seis mecanismos o instrumentos a través de los
cuales las reglas institucionales impactan en los precios: 1.
las influencias institucionales sobre la competencia (regu-
laciones sobre la movilidad de los productos y los facto-
res de producción tales como retenciones o subsidios a las
importaciones, leyes antimonopólicas, estándares de cali-
dad, salarios básicos y regulaciones sindicales, entre otras);
2. las regulaciones institucionales que limitan las oportu-
nidades de externalizar los costos (normas ambientales o
leyes de seguridad laboral), las que modifican los costos de
producción y, en consecuencia, el precio de mercado de los
productos; 3. la reducción de la incertidumbre del merca-
do (mediante distintas formas de políticas de protección
al consumidor); 4. los impuestos y normas contables; 5. la
regulación del precio del dinero (políticas monetarias); y,
por último, 6. la determinación o fijación directa de los
precios por el Estado.
En este contexto, los mecanismos de oferta y demanda
están al final de una larga cadena de factores que deter-
minan los precios, demostrándose que su movimiento es
moldeado profundamente por influencias políticas, estruc-
turas de mercado y, como veremos más adelante, marcos
culturales que constituyen el valor de los productos y servi-
cios. En este sentido, la sociología económica de los precios
no solo presta atención a las disputas en el mercado que se
vinculan a las regulaciones institucionales, sino también a
los procesos de institucionalización de formas organizacio-
nales y rutinas. Esa institucionalización de los mecanismos
es frecuentemente sutil e implícita y, por ello, difícil de
capturar en la investigación empírica. Es raro encontrar la
arena dónde los temas importantes sean discutidos abierta
y francamente (Yakubovich et al., 2005: 592). Por lo que la
investigación empírica en torno a procesos de instituciona-
lización es muchas veces opaca para el investigador.

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48 • El significado social de los precios

Un abordaje de la dimensión institucional de los proce-


sos de formación de precios es elaborado por Granovetter
(1992) quien sostiene que los precios pueden ser pensa-
dos como un “resultado” que surge de la agregación de
transacciones. Lo “institucional” no son los precios en sí
mismos, sino las reglas, normas, hábitos y convenciones
subyacentes que los sustentan. Afines a la tradición feno-
menológica, Peter Berger y Thomas Luckmann (2003) son
releídos por la nueva sociología económica para pensar los
procesos de institucionalización. Según Granovetter, Ber-
ger y Luckmann vieron los orígenes de los hábitos y de las
instituciones en las interacciones sociales más básicas. Sus
afirmaciones sobre los orígenes de la institucionalización
emergiendo de los procesos de transición de una relación
diádica a una triádica, su resultado en procesos de habitua-
ción y tipificación, y el surgimiento de instituciones his-
tóricas (Berger y Luckmann, 2003: 76-78), es retraducida
por Granovetter en la afirmación de que las instituciones
económicas son el resultado de acciones emprendidas por
individuos situados socialmente e integrados [embedded] en
redes de relaciones personales con propósitos tanto econó-
micos, como no económicos (Granovetter, 1992: 47).
Por otra parte, la perspectiva de los estudios institu-
cionales involucra el estudio de las presiones contextuales
hacia la racionalización y la estandarización de estructuras
y prácticas (DiMaggio y Powell, 1983). Para el caso de los
precios de la electricidad que analizamos en el apartado
anterior, los autores identifican las presiones contextuales
que forzaron a los ejecutivos de la industria a buscar uni-
formidad en las políticas de formación de precios. Estas
incluían las expectativas culturales de equidad entre los
clientes de las estaciones centrales, la incertidumbre cau-
sada por un conocimiento insuficiente de los mecanismos
de formación de los precios de la electricidad, y la rápi-
da profesionalización del negocio de las estaciones cen-
trales. En vistas de tales presiones, la teoría institucional
de las organizaciones sugiere que los procesos coercitivos

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El significado social de los precios • 49

y normativos producen un isomorfismo en las rutinas y


estructuras organizacionales (DiMaggio y Powell, 1983). Y,
de hecho, los autores muestran cómo las redes informa-
les de clientes, las compañías de inspección y los cuerpos
legislativos negaron legitimidad a las estaciones centrales
en lo que atañe a lo que consideraron una formación de
precios injusta. Sin embargo, por sí solo ese argumento es
insuficiente y no explica cómo una forma organizacional o
rutina se vuelve ampliamente aceptada en lugar de otra.
Es por este motivo que una combinación del viejo
y el nuevo institucionalismo es propuesta en este estudio
clásico de la formación de precios. Por el lado del nuevo
institucionalismo representado por Paul DiMaggio (1988)
se argumenta que la institucionalización es producto de los
esfuerzos políticos de los actores para alcanzar sus propó-
sitos y que el éxito de un proyecto de institucionalización
y la forma que adquiere la institución resultante depende
del poder relativo de los actores que la sostienen, se oponen
a ella o luchan por influenciarla. Sin embargo, también se
señala que el nuevo institucionalismo en la teoría sociológi-
ca de las organizaciones no ha prestado suficiente atención
a los intereses y a la agencia. Y esa agenda vacante puede ser
desarrollada con la ayuda del viejo institucionalismo, tanto
en economía como en sociología, el que pone el foco en
los procesos causales de influencia institucional, en gene-
ral, y en las temáticas del poder y la política, en particu-
lar. Por ejemplo, los trabajos empíricos sobre la formación
de precios por los economistas del viejo institucionalismo
encuentran coerción en los juegos de poder de vendedores
y compradores que, en etapas subsecuentes, se convierten
en convenciones de fijación de precios. El estudio empírico
de mayor alcance de los procesos de fijación de precios des-
de esta perspectiva es el de Walton Hamilton (1938) quien
estudió productos tan diversos como automóviles, neumá-
ticos, gasolina, leche, whisky, semillas de algodón y ropa.
Hamilton encontró que las prácticas de fijación de precios
estaban moldeadas por lo que denomina “políticas de la

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50 • El significado social de los precios

industria” facilitadas por el carácter intrínsecamente evasi-


vo de los estándares de fijación de precios. En particular, los
costos y las ganancias no son un fenómeno objetivo, sino
resultado de los criterios gerenciales fundados en prácticas
contables apoyadas por “[…] la retórica convincente de la
empresa comercial.” (Hamilton, 1938: 538). El viejo institu-
cionalismo, según estos autores, no presta mucha atención
a la formación de precios, sino que explora en profundidad
el rol del poder en la formación de las instituciones. En
este sentido, la disputa en torno a qué sistema de formación
de precios adoptar fue el resultado de una lucha a fines
del siglo XIX en la industria de la electricidad. La incer-
tidumbre sobre la eficiencia y la equidad en las políticas
específicas de formación de precios limitó la habilidad de
actores claves para elegir racionalmente el mejor esquema.
Se argumenta que un grupo particular de intereses utilizó
esta oportunidad para promover una agenda más amplia
y utilizó las estructuras formales de las asociaciones de
comercio para implementarlas. Es aquí donde el poder de
las redes sociales concretas entra en juego. Un grupo de
ejecutivos de la industria de la electricidad pudo institucio-
nalizar su sistema de formación de precios a través de su
posición dominante en la estructura de poder de la indus-
tria (Yakubovich et al., 2005: 585).

II.3. El significado cultural de los precios


Finalmente, el último tipo de abordaje que puede mencio-
narse, y que se articula como parte de la crítica a la eco-
nomía neoclásica, estudia la formación de los precios desde
el punto de vista del significado. Los enfoques culturales
sobre los precios abordan cuatro preguntas o ejes funda-
mentales. En primer lugar, en aquellas investigaciones que
toman como objeto de indagación los mercados financieros,
se investigan las herramientas de cálculo [pricing technolo-
gies] que los actores utilizan para evaluar los productos que
se intercambian en el mercado (Preda, 2006). En segundo

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El significado social de los precios • 51

lugar, puede mencionarse el abordaje de la formación de


expectativas con relación a los eventos económicos. En este
marco, Koray Caliskan (2007) mostró en un detallado tra-
bajo etnográfico, la secuencia de tres sistemas de formación
de precios que surgían en el curso de un día de intercambio
comercial entre comerciantes del mercado de algodón en
Esmirna, Turquía. El principal problema con el que trabaja
el autor es el de las expectativas. En el mercado del algodón
el precio está vinculado fundamentalmente a las expectati-
vas de los actores económicos con relación al abastecimien-
to futuro y eso depende de la cosecha. Dado que la cantidad
y la calidad de los productos solo puede conocerse luego de
la cosecha, los comerciantes deben basar sus decisiones en
estimaciones de abastecimiento futuro. En este sentido, se
propone que en los mercados en los que la justificación del
valor actual de los productos depende de eventos futuros
desconocidos, los precios se basan en expectativas contin-
gentes que son formadas a partir de procesos políticos.
Otro de los ejes que aparece en los enfoques culturales
sobre los precios refiere a las precondiciones normativas
necesarias para que productos y servicios se conviertan en
objetos legítimos de intercambio en el mercado. Mientras
que el acuerdo de precios no plantea problemas morales
para la mayoría de los intercambios, hay ciertos objetos
en las sociedades modernas que se consideran altamente
problemáticos con relación a su valoración en términos
monetarios. En esta línea, Viviana Zelizer (1981) investi-
gó las tensiones culturales entre el dinero y los valores
humanos en diversos estudios históricos sobre el desarro-
llo de los mercados de seguros. En su investigación sobre
los seguros de vida infantiles de principios del siglo XX
en Estados Unidos, la autora muestra la existencia de una
justificación moral subyacente que concebía a los seguros
de vida como una “compensación” que los padres recibían
por la pérdida económica sufrida tras la muerte de su hijo.
Desde este punto de vista, la legitimidad de establecer un
precio a la vida de los niños se expresaba en términos de

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52 • El significado social de los precios

su contribución económica al bienestar de la familia. En


otro trabajo publicado sobre la misma temática (Zelizer,
1985), la autora pone al descubierto la dimensión moral que
encierran los procesos de valuación describiendo el proceso
cultural de “sacralización” de la vida de los niños que hizo
posible dar forma a su precio económico. Con este estudio
Zelizer mostró, no solo los vínculos entre “[…] factores eco-
nómicos y no económicos en la vida social, esto es, entre
precio y valor […]” (Zelizer, 1985: 15) o, en otras palabras,
las relaciones entre la formación de precios de mercado y
los valores morales, sino también el tema más general de las
interrelaciones entre esferas que hasta el momento habían
sido pensadas como autónomas desde el punto de vista de la
disciplina económica y que ahora eran analizadas bajo una
nueva luz: la vida económica y la vida moral.
En esta misma dirección, estudios recientes recuperan
la dimensión moral y política que atraviesa los procesos de
formación de precios en objetos de consumo como son los
productos provenientes del comercio justo. Estas investiga-
ciones muestran que cada vez más se incrementa el número
de consumidores que están dispuestos a pagar un precio
más alto por productos socialmente responsables o ami-
gables con el medio ambiente. El fenómeno del “consumo
ético” (Zick Varul, 2009) ha crecido en los últimos años no
solo en Argentina, sino en el resto del mundo, y pone al
descubierto la idea de que los consumidores, en algunos
casos, utilizan su poder de compra para promover causas
políticas o morales. El caso del comercio justo es parti-
cularmente ilustrativo al respecto dado que “[…] no solo
trata de alcanzar objetivos morales utilizando los mecanis-
mos de mercado sino que intenta re-moralizar esos mismos
mecanismos.” (ibíd.: 2). En este sentido, el comercio justo
parecería estar desafiando la “amoralidad” de los mercados
desde dentro. No obstante, a juicio del autor, el consumo
ético debe ser entendido no solo instrumentalmente, como
un medio de ejercer cierta influencia política a través del
poder de compra, sino también como la búsqueda de una

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El significado social de los precios • 53

auténtica expresión, una autoconstrucción del consumidor


como persona moral. En ese marco, los consumidores de
productos de comercio justo plantean una relación com-
pleja entre el sentido de la obligación moral y la auto-
construcción moral de la propia imagen.
El aspecto simbólico del consumo se revela claramente
en este tipo de intercambio. Los productos de comercio jus-
to se convierten en significantes que refieren a significados,
es decir, símbolos que refieren a ideas de “justicia”, “equi-
dad” y “virtud”. Así, el consumo ético representa simbóli-
camente un objetivo político que no puede ser plenamente
logrado en la realidad. También significa para un grupo de
consumidores una “objetivación material” de sus produc-
tores, en muchos casos localizados en el llamado “Tercer
mundo”. Esos “otros distantes”, frecuentemente caracteriza-
dos por la pobreza y el trabajo duro, productores rurales
pertenecientes a comunidades étnicas, expresan la pérdida
de una autenticidad inaccesible para los consumidores del
“Primer mundo”. El trabajo muestra que el interés de los
consumidores por la procedencia está vinculado a un ideal
en el que la autenticidad del productor se convierte en un
valor de uso simbólico. En esta línea resulta interesante el
análisis que hace el autor de las estrategias de marketing
de los productores de un chocolate, cuyo slogan sobre el
“trato igualitario” intenta recubrir al producto de conceptos
morales y políticos como la “solidaridad” y la “justicia”.8 Se
sostiene que la noción de equidad que se activa en las prác-
ticas de comercio justo tiene sus raíces en las prácticas coti-
dianas de las sociedades de mercado contemporáneas. Por
lo que puede afirmarse que aún hoy el consumo cotidiano
opera sobre supuestos morales y políticos. Por otra parte, la
“activación” de una noción de igualdad en el intercambio y
en las prácticas de consumo también da forma al precio que
el consumidor ético está dispuesto a pagar.

8 Véase http://www.divinechocolate.com/uk/about-us

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54 • El significado social de los precios

En esta misma perspectiva se sitúa el trabajo de Beckert


(2011b), su propuesta se centra en el valor de uso simbólico
de los productos de consumo y en las fantasías que ellos
evocan. La “performance imaginativa” de las mercancías,
como él la denomina, entra en juego cuando el consumi-
dor proyecta ideales simbólicamente representados en las
mercancías (Beckert, 2011b: 110) y es una parte esencial
de los procesos de valuación y de formación de precios.
Esos significados simbólicos reflejan los valores morales y
las orientaciones socialmente compartidas, lo que explica
el poder transcendente de las mercancías. En primer lugar,
aquello que las mercancías simbolizan trasciende el tiem-
po, el ahora. Un ejemplo de esto es el valor simbólico de
un vino Chambertin de 1811, cuyo consumo se vincula al
hecho de que este posee la fuerza evocativa para conec-
tar al consumidor con un tiempo distante y con eventos
que se desarrollaron en momentos históricos pasados. Pero
también se puede hablar de una trascendencia del espacio,
del aquí, donde el valor imaginativo de los productos está
representado por aquellos productos marcados por su ori-
gen regional o por los métodos tradicionales empleados en
su producción. Esos productos son valorados porque car-
gan significados vinculados a los lugares. Una muestra de
esto son las etiquetas que distinguen la producción regio-
nal, los productos de comercio justo o las certificaciones
éticas, entre otros. Esos elementos simbólicos dan forma al
precio de venta y al precio que está dispuesto a pagar el
consumidor. También puede mencionarse la trascendencia
de lo social en el caso de los productos que crean imágenes
de proximidad a personas idealizadas o a representaciones
simbólicas de estilos de vida o de clase. La performance
imaginativa de los productos “[…] posee la cualidad de ofre-
cer acceso a eventos históricos pasados, regiones distantes,
valores morales o estéticos, o posiciones sociales inalcanza-
bles, al convertir al objeto en una representación simbólica
de lo que de otra manera sería intangible.” (Beckert, 2011b:
117). Lo interesante de la perspectiva de Beckert es que no

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El significado social de los precios • 55

enfoca primariamente, como lo hacen otras investigaciones,


en la dimensión de la “oferta” de los mercados, sino en las
motivaciones de los consumidores para comprar productos
o pagar un precio más alto.
Redirigiendo la mirada a la esfera de la producción
de los productos Peter Gourevitch (2011) se pregunta por
la forma en que los consumidores deciden si vale la pena
pagar un precio más alto para obtener mercancías produci-
das bajo consideraciones éticas. Siguiendo la perspectiva del
consumo ético, el autor sostiene que este tiene que ver con
el modo en el que se produce una mercancía: si no conta-
mina, no explota niños, hombres y mujeres trabajadores, no
daña a los animales o no consume demasiada energía. Estas
son todas características del proceso de producción y no del
valor de uso del producto. No obstante, los consumidores
deben buscan asistencia para determinar esos rasgos claves
de los procesos de producción puesto que no pueden ser
observados a partir de la simple inspección directa de los
productos. Es por ese motivo que se inclinan por las ONGs
que monitorean y evalúan tanto a productores como a los
procesos de producción. Las etiquetas de certificación de
comercio justo cumplen esta función. Cuestiones como la
eficiencia impactan, además, en la construcción del precio:
si cuesta más alcanzar esas metas, muchos consumidores
pagarán el precio extra si están seguros de que el producto
se ajusta a los estándares de producción. En consecuencia,
la verificación por expertos se encuentra en el corazón de
muchos procesos de valuación. En la medida que los con-
sumidores estén dispuestos a pagar precios altos por mer-
cancías producidas éticamente, buscarán una confirmación
de que esos productos han sido producidos bajo las condi-
ciones éticas deseadas.

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56 • El significado social de los precios

En ausencia de órganos estatales o ante la posibilidad de con-


flictos de intereses privados, las ONGs proveen información
para que el consumidor pueda fiarse del producto y, de ese
modo, el precio pagado está mediado por la confianza del
consumidor. (Gourevitch, 2011: 91).

El último ámbito en el que los estudios en sociología


económica han realizado una conexión entre la formación
de precios y los significados culturales es el de las prefe-
rencias. Desde el punto de vista sociológico las preferencias
no son consideradas como una expresión de gustos indivi-
duales, sino concebidas como reflejo de configuraciones de
significado culturalmente construidas. Según esta perspec-
tiva, los productos son enmarcados intersubjetivamente y
es desde esos contextos intersubjetivos que los actores esta-
blecen aquello que “tiene valor” (Stark, 2009). En muchos
casos, las investigaciones se concentran en el rol de los
expertos en la explicación del establecimiento del valor y
de los precios en mercados como el del vino o el del arte
contemporáneo (Beckert y Rössel, 2004; Velthuis, 2005). En
estos estudios se muestra el modo en el que las opiniones
de los expertos proveen un terreno común de orientación
para la determinación de la calidad de un producto y, en
consecuencia, de su valor. La importancia de la investiga-
ción sociológica de los marcos de sentido culturales rele-
vantes para el establecimiento de los precios resalta el hecho
de que su formación no sigue leyes universales, sino que
depende de culturas locales y de acciones colectivas en el
campo del mercado. Por otra parte, el hecho de trazar las
preferencias sociales en lugar de verlas como gustos indivi-
duales no cuestiona el mecanismo de la oferta y la demanda
en la fijación de precios, por el contrario, ayuda a expli-
car por qué ciertos productos están en demanda y cómo
cambia esa demanda.

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El significado social de los precios • 57

Nos detendremos, para finalizar, en la reflexión acerca


de la cuestión de la moral en los procesos de formación
de precios. Fundamentalmente porque observamos en ese
pensamiento una intención de restituir las nociones de jus-
ticia y equidad en la esfera de los intercambios económicos.

III. La interpelación de la economía y la moral

La referencia ineludible respecto de la relación entre eco-


nomía y moral es el mencionado trabajo de Zelizer, quien,
como señalamos fue una de las primeras investigadoras en
describir los modos en los que las consideraciones morales
se encuentran en el centro de la formación de los precios
de ciertos objetos económicos. Desde una mirada crítica a
la escuela neoclásica, Zelizer señala las limitaciones de las
dicotomías entre la esfera económica y la esfera del com-
portamiento normativo. Especialmente la dicotomía plan-
teada por los economistas neoclásicos quienes ven de un
lado, un mundo autónomo caracterizado por una rígida
racionalidad y, enfrentado a este, otro mundo autónomo
caracterizado por los sentimientos y las obligaciones mora-
les. Como consecuencia de eso el análisis económico exclu-
ye sencillamente las preguntas normativas y éticas de su
agenda de investigación. El presupuesto subyacente es que
la moral y la actividad económica no entran en contacto y
que esta última debe, por el contrario, eliminar cualquier
consideración de ese tipo (Zelizer, 2011: 357). Como men-
cionamos, la autora demuestra, a partir de su investigación
sobre los seguros de vida para niños, que “[…] las visio-
nes de la economía como una esfera autónoma de la vida
humana organizada alrededor de la racionalidad y la efi-
ciencia han impedido una consideración seria del rol que
ocupa la moral en la vida económica.” (Zelizer, 2011: 443).
En lugar de ver al mercado como inevitablemente vacío de
moralidad, su trabajo muestra cómo y hasta qué punto esos

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58 • El significado social de los precios

mercados están constituidos y atravesados por considera-


ciones morales y políticas. Como sostienen Marion Four-
cade y Kieran Healy existen nuevas evidencias que abren
la “caja negra de la moralidad” y que proveen nuevos pun-
tos de vista sobre la construcción de las categorías morales
del mercado (Fourcade y Healy, 2007: 305). Los mercados
mismos se transforman en entidades moralizantes en tanto
las personas aplican y emiten esquemas morales a través de
varios tipos de transacciones económicas.
Afín a esta perspectiva es el trabajo de Nico Stehr
Mercados Morales (2008), libro que enfoca la proliferación
del conocimiento en la sociedad occidental moderna en los
últimos 50 años, la que provocó una transformación de
las estructuras de mercado y resultó en la inclusión de la
dimensión moral en los intercambios además de, y a veces
en lugar de, el cálculo racional de la utilidad presupues-
to por la economía neoclásica. Stehr demuestra cómo ese
modelo estándar de mercado generalmente pasa por alto
la consideración de los intercambios como integrados en
prácticas sociales que se intersecan con un rango diverso
de actividades e identidades que van más allá del mero
interés individual. En este sentido, el autor puntualiza el
aumento en años recientes de la demanda de los consumi-
dores de productos y servicios producidos ética y sosteni-
blemente así como la creciente influencia de organizaciones
no gubernamentales y otras entidades que promueven las
consideraciones éticas. Por otra parte, señala la creciente
atención que se da por parte de los productores y principal-
mente de las corporaciones a los programas de responsabi-
lidad social. Quizás el factor más grande es la expansión del
conocimiento económico en sí mismo, el que ha alterado
profundamente las relaciones intersubjetivas resultando en
una diferenciación de roles y en la puesta a disposición
de tipos sociales como el del consumidor-ciudadano, un
tipo social que, al estar fácilmente disponible, permite la
auto-construcción del consumidor como persona política.
El autor analiza los casos de la biotecnología y del medio

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El significado social de los precios • 59

ambiente, en ambos las consideraciones que la economía


neoclásica concibe como externas se muestran como una
preocupación central a la hora del desarrollo de la actividad
económica. La acción de mercado desde esta perspectiva
no es, estrictamente hablando, moral, sino, con más exacti-
tud, entendida como política, esto es, operante en la esfera
cívica. Un ejemplo que puede mencionarse a este respec-
to es la discusión actual sobre el cálculo del PBI que, en
términos generales, define el crecimiento económico de un
país. Diversas críticas se han realizado a su medición desde
distintos movimientos políticos.9 Se sostiene, por ejemplo,
que un bosque solamente influye en el PBI si se tala y
se vende su madera. Si se deja vivo, no tiene valor para
el PBI y, por lo tanto, no mejora la economía. Dejar las
luces encendidas sube el PBI. Tener mala salud hace subir
el PBI porque genera gastos en cuidado y medicinas. Un
país enfermo con dinero para pagar sus medicinas tendrá
mejor PBI que un país sano. El excesivo tráfico de vehículos
genera más accidentes, mayor consumo de combustible y
enfermedades respiratorias, todo lo cual aumenta el PBI.
Teniendo en cuenta estas ideas, se han desarrollado en los
últimos años medidas alternativas e indicadores que inclu-
yen otra serie de variables que son relevantes y que el PBI
no contempla como son los recursos naturales, la contami-
nación, la calidad de vida o la igualdad en la distribución
de la renta del país, entre otros. Como consecuencia surgen
nuevos indicadores como el PIB ambientalmente ajustado,
el Índice de Mejor Vida, el Índice de Progreso Genuino o
la Huella Ecológica, entre otros, lo que muestra los vínculos
profundos que existen entre la esfera económica, la moral
y la política.
En el contexto de estas discusiones, las reflexiones de la
fenomenología no han perdido actualidad. Y es que el prin-
cipal aporte epistemológico de Schutz dirigido no solo a las
ciencias sociales en general, sino también a la economía en

9 Fuente: https://goo.gl/p847VZ

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60 • El significado social de los precios

particular (Embree, 2009), parece corresponderse con las


inquietudes de la sociología económica en su actitud crítica
respecto de los supuestos neoclásicos. Buscando superar los
aspectos problemáticos de la concepción apriorística y ato-
mista de la tradición austríaca representada por su maestro
Mises, Schutz afirmó que, como científicos sociales, tanto
el sociólogo como el economista deben tratar de explicar
los fenómenos económicos valiéndose del postulado de la
interpretación subjetiva. En oposición a la teoría pura a
priori de la acción económica aislada de las realidades his-
tóricas, Schutz enfatizaba la necesidad de referir al actor
en el mundo social y a sus interpretaciones en términos
de sistema de proyectos, medios disponibles, motivos, rele-
vancias, planes, preferencias y expectativas. Esto, por un
lado, va en la línea planteada por Zelizer en su crítica al
modo en que la ciencia económica se ha vuelto una disci-
plina abstracta vacía de cualquier contexto cultural (Zeli-
zer, 1985). Para Schutz este tipo de ciencia no es más que
una especie de “taquigrafía intelectual”, donde los elementos
subjetivos subyacentes de las acciones humanas en cues-
tión son presupuestos o considerados ajenos al propósito
científico o, simplemente, pasados por alto. Reconducir los
objetos económicos a las actividades de los sujetos en el
mundo social y a sus marcos interpretativos implica, desde
su perspectiva, indagar en la estructura del acervo social de
conocimiento, el que remite, entre otras cosas, a la cuestión
moral. Y esto porque el sentido que tiene para un grupo
social particular la noción de igualdad de sentido común
es un elemento del sistema de tipificaciones y relevancias
aprobado por dicho grupo y, por lo tanto, de la situación
sociocultural que este presupone en cualquier momento de
su historia (Schutz, 2003 [1957]). En esta línea, explicar los
fenómenos económicos a partir del postulado de la inter-
pretación subjetiva significa referirlos al conocimiento de
los actores sociales en situación de mercado, conocimien-
to atravesado por nociones morales como la igualdad, la
justicia y la equidad.

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El significado social de los precios • 61

La intención schutziana de referir los fenómenos eco-


nómicos a los actores en el mercado y a sus marcos de
sentido no ha pasado desapercibida para muchos econo-
mistas.10 A fines de los años 80 y principios de los 90 se
produce un “giro interpretativo” en las ciencias económicas.
Estos economistas, interesados por recobrar la relevancia
de la hermenéutica para la economía, se ocuparon de for-
mular lo que se denominó como “economía del significado”
[economics of meaning] (Boettke, Lavoie y Storr, 2001) o “eco-
nomía interpretativa” [interpretive Economics] (Boettke, 1990;
Prychitko, 1990). Los dos economistas que provocaron el
debate sobre el uso de la hermenéutica para revisar la eco-
nomía austríaca fueron Richard Ebeling (1985, 1986), quien
ha retomado principalmente los trabajos de Schutz y de
Paul Ricoeur, y Dan Lavoie (1986) quien, por su parte, se ha
valido de las reflexiones de Hans-Georg Gadamer. La eco-
nomía interpretativa, en línea con la intención de la teoría
de la incrustación, se propone develar la estructura social
de la oferta y la demanda. Toman como punto de partida el
interrogante acerca de la coordinación económica que, en
términos generales, se pregunta:

¿Cómo pueden los actores, mutuamente dependientes entre


sí en un sistema de división del trabajo, coordinar exitosa-
mente sus actividades de forma tal de asegurar un balance
entre las múltiples demandas y ofertas de distintos tipos de
mercancías y servicios en un orden de mercado complejo y
desarrollado? (Ebeling, 1999: 120).

10 Aquí también vale la pena mencionar que en la clásica “Introducción” de


Neil Smelser y Richard Swedberg (2005) se presenta un detalle de la varie-
dad de estudios que constituyen la “[…] larga y rica tradición en sociología
económica.” Allí los autores reconocen que si bien es este primariamente un
fenómeno centrado en Estados Unidos, no deben dejarse de lado las contri-
buciones que, desde Europa, se han realizado al campo de estudio, entre las
que puede mencionarse la tradición fenomenológica. Véase también Knorr
Cetina & Bruegger (2004).

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62 • El significado social de los precios

Si el proceso de producción requiere distintos períodos


de tiempo para ser completado, la inversión debe realizarse
“hoy” para que las mercancías terminadas estén disponibles
en algún punto del futuro. Si la oferta futura debe coincidir
con las demandas de “mañana”, las expectativas que deben
formarse aquellos que dirigen el proceso de producción
deben orientarse hacia las demandas futuras del público
consumidor (López, 2008: 74). Por mencionar solo un tra-
bajo, Roger Koppl (1997) retoma la metodología schutzia-
na de los tipos ideales y su concepción de anonimato. La
noción de tipo ideal, sostiene Koppl, distingue claramen-
te entre significado objetivo y significado subjetivo. Desde
este punto de vista, la comprensión del significado detrás
de cada acción descansa en un continuo entre significado
objetivo y significado subjetivo. Este continuo se corres-
ponde con un continuo similar de abstracciones de tipos
ideales, cuanto más objetivo sea el tipo ideal, mayor el grado
de anonimato. Es decir, los individuos utilizan un rango
de tipos ideales en su vida cotidiana y es a partir de ese
continuo de tipos ideales que puede construirse una teoría
de las expectativas y que puede resolverse el problema de la
coordinación. Con estas investigaciones se intenta mostrar
que los mercados se encuentran profundamente atravesa-
dos por la cultura y por las configuraciones de significado
de los actores sociales. Conexión que se hace palpable a
partir de las ideas de Schutz.
Desde la perspectiva de la “sociología de la valuación y
la evaluación” también se afirma que la sociología económi-
ca ha desarrollado en los últimos años un enorme corpus de
investigación que ha producido una renovación en los estu-
dios sobre la experiencia económica la que se mira, ahora, a
través del lente de la moral (Cefaï, Zimmermann, Nicolae y
Endress, 2015). En esta línea se afirma que “[…] el mercado
no se sostiene a sí mismo únicamente por la fuerza de sus
propios mecanismos o por su coherencia lógica” como afir-
maría el paradigma neoclásico, sino que, por el contrario,
“[e]stá sumergido en un vasto y resplandeciente universo

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El significado social de los precios • 63

de valores sociales constantemente bajo construcción y dis-


cusión.” (Vatin, 2013: 35). Por esta razón, la sociología de
la valuación y la evaluación pone el foco en el modo en
el que los actores dotan de significado a sus acciones y a
sus vínculos con los objetos y las personas. La pregunta
que debe formularse desde este punto de vista es: “¿Cómo
organizan los actores sus configuraciones de significado y
cómo, desde el comienzo, experimentan el ‘valor’? Y, ¿de
qué modos ellos definen, categorizan, miden, comparan,
valoran y evalúan las situaciones?” (Cefaï et al., 2015: 2).
Estas preguntas, enfocadas desde el punto de vista de la
sociología schutziana, requieren una indagación en torno a
los procesos de tipificación:

¿Cómo se construyen los tipos en su proceso de génesis


y cómo son experimentados en las relaciones cara a cara?
¿Cómo se activan esos tipos ideales en los juicios de valor,
por ejemplo sobre la ‘igualdad’, en los diferentes dominios
de relevancia? (ibíd.: 2).

Nos gustaría desarrollar en la última sección un breve


análisis del aporte de la mirada fenomenológica al abordaje
de los fenómenos económicos, en general, y a la investi-
gación en torno a la formación de precios, en particular.
Sostendremos, como se sugirió en este apartado, que la
sociología de orientación fenomenológica de Schutz pro-
vee un fundamento epistemológico desde el cual efectuar
la crítica al conocimiento económico neoclásico, específica-
mente a las idealizaciones y formalizaciones desconectadas
del mundo de la vida que proponen los teóricos pertene-
cientes a esta tradición.

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64 • El significado social de los precios

IV. El valor de la mirada fenomenológica:


el fundamento del mundo de la vida y el postulado
de la interpretación subjetiva

La fenomenología de Edmund Husserl resulta muy perti-


nente para analizar el proceso que hemos presentado en
este texto. La crisis de las ciencias europeas de la que habla-
ba el filósofo moravo (Husserl, 2008 [1936]) cobra un senti-
do iluminador si la vinculamos con el pensamiento econó-
mico de fines del siglo XIX, un abordaje específico sobre la
vida económica que ha logrado imponerse como dominan-
te a pesar de la multiplicidad de voces críticas que, como
fue enfatizado en este trabajo, han surgido tanto desde el
ámbito científico como desde el político en décadas recien-
tes. Esa crisis de las ciencias, que afecta tanto a las ciencias
de la naturaleza como a las ciencias del espíritu, refiere al
hecho de que “[…] ellas han perdido el significado humano.”
(San Martín, 2008: 130 Nuestro énfasis). Como sostiene
Javier San Martín, una ciencia determinada por las ciencias
positivas significó una abandono de las preguntas decisivas
para la humanidad: “Meras ciencias de hechos hacen meros
seres humanos de hechos.” (Husserl, 2008 [1936]: 50). Y una
ciencia de hechos nada puede decir a los seres humanos
sobre lo que es importante para ellos. Esto resulta válido no
solo en lo concerniente a las ciencias de la naturaleza, sino
también a las ciencias sociales y humanas, las cuales parecen
esforzarse por excluir toda pregunta por el sentido racional
humano inherente a la historia, como excluyendo, por lo
tanto, “[…] toda toma de postura valorativa, toda pregunta
por la razón o sin razón de la humanidad estudiada y de sus
productos culturales.” (San Martín, 2008).
Para Husserl “[…] el mundo de la vida es el fundamento
último de todas las ciencias.” (Husserl, 2008 [1936]: 37). Este
nos es siempre pre-dado como horizonte, no una vez acci-
dentalmente, sino siempre y necesariamente como campo
universal de toda práctica efectiva y posible. Vivir es siem-
pre vivir con la certeza del mundo, pues, como sostiene

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El significado social de los precios • 65

Husserl, “[m]undo de la vida hubo siempre para la humani-


dad antes de la ciencia, por lo tanto, precisamente, como tal
continúa su modo de ser en la época de la ciencia.” (citado
en Iribarne, 2008: 38). No obstante, como indica Husserl, la
ciencia ha perdido su base de sentido: “La crisis de la cien-
cia, sin embargo, significa nada menos que lo siguiente: su
auténtico carácter científico, la forma toda en que plantea
su tarea y el método que construye para ella se han vuelto
cuestionables.” (Husserl, 2008 [1936]: 47).
En el año 1940 Schutz trabaja en el texto “La fenome-
nología y las ciencias sociales” (Schutz, 2003 [1940]). Allí
enfatiza, retomando a Husserl, la necesidad de una funda-
mentación fenomenológica de las ciencias sociales. En ese
texto se argumenta que en toda ciencia la base de sentido
es el mundo de la vida [Lebenswelt] pre-científico, el mundo
de todos nosotros. Y alerta sobre la pérdida de la percep-
ción del nexo fundacional entre el mundo de la vida y la
ciencia en el curso del desarrollo del conocimiento cien-
tífico a lo largo de los siglos. Como consecuencia de esto,
Schutz afirma que se produce una “[…] división dualista
entre un mundo corpóreo real y autónomo y un mundo
mental.” (Schutz, 2003 [1962]: 135). En principio, debe ser
posible aclarar nuevamente ese nexo haciendo evidente la
transformación de sentido que este mismo mundo de la
vida ha sufrido durante el proceso constante de idealización
y formalización que resume la esencia de toda adquisición
científica. Si esta clarificación no se produce, o se hace de
manera insuficiente, y “[…] si las idealidades creadas por
la ciencia sustituyen directa o ingenuamente el mundo de
la vida, luego, en una etapa posterior del desarrollo de la
ciencia, aparecen problemas de fundamentación.” (Schutz,
2003 [1940]: 127).
En este punto, el aporte de Schutz se basa en un
intento de radicalizar la revolución subjetivista protagoni-
zada por los economistas neoclásicos de su contexto inte-
lectual poniendo en el centro la noción de mundo de la
vida y la de significado subjetivo. Esto fue señalado por

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66 • El significado social de los precios

el autor en el marco de las discusiones del seminario de


Mises. En un manuscrito de 1936, Schutz (1996 [1936])
sostiene que si bien el “giro copernicano” de la escuela de
la utilidad marginal tuvo como resultado una compresión
más radical de la vida económica, esta revolución se queda
a medio camino al dejar al sujeto, y con este al mundo
de la vida, fuera del análisis. Lo que está siendo criticado
aquí es “[…] el sí-mismo [self] económico solipsista del que
gustan hablar los exponentes de la praxeología general o
de la economía pura.” (ibíd.: 99). Schutz pone en tela de
juicio la noción abstracta e idealizada de sujeto atomizado
que fundamenta las conclusiones de la escuela marginalista.
Desde su punto de vista, los economistas consideran que
los sujetos de la vida económica no son humanos en la
plenitud de su existencia, sino tipos ideales. Esto es, son
seres ficticios a los que se imagina dotados de experiencias
conscientes (metas de acción, motivos, acciones, etc.) y a
los que se considera lo suficientemente válidos como para
“escenificar” aquellos eventos económicos relevantes para
el problema científico a mano. En este sentido dice Schutz
que se origina un “mundo ficticio” paralelo al mundo real.
El peligro está en las reglas de la construcción de tipos y
en su falta de correspondencia respecto de las realidades
empíricas. En consecuencia los economistas deben, a su jui-
cio, evitar el destino de Pigmalión quien se enamoró de la
escultura que el mismo había creado. Los economistas “[…]
no deben trasponer sus modelos al mundo y tratarlos como
humanos con conocimiento, experiencia, errores y liber-
tad.” (Schutz, 1996 [1936]: 99-100). Hacer esto tiene como
resultado la imposibilidad de dar cuenta de la experiencia
subjetiva la que es reemplazada por modelos construidos
por el propio investigador.
Como claramente explica Lester Embree, la reflexión
de Schutz sobre la economía como ciencia social “[…] es
expuesta con relación a [su propia] teoría de la ciencia, espe-
cialmente con referencia a lo que denomina ‘postulados’”
(Embree, 2009: 165). Estos postulados de amplia aplicación,

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El significado social de los precios • 67

también denominados “reglas procedimentales” o “reglas


del procedimiento científico”, son los postulados del signifi-
cado subjetivo y de la adecuación. Desde la mirada schutziana,
y en marcado contraste con la tradición austríaca de Men-
ger y Mises, el concepto de acción debe referir a los suje-
tos en el mundo social y a la interpretación de los actores
en términos de sistemas de proyectos, medios disponibles,
motivos, relevancias, planes, etc.
Con relación al tema que nos convoca, es importante
recuperar sus ideas acerca de las curvas de la oferta y la
demanda. Para Schutz, el economista neoclásico estudia “el
comportamiento de los precios” y no el comportamiento
de las personas en situación de mercado, “las formas de la
curva de la demanda” y no las anticipaciones de los sujetos
económicos simbolizados por tales curvas. El economista
investiga los fenómenos económicos como si estos estuvie-
ran completamente escindidos de cualquier actividad de los
actores y deja de lado la estructura significativa que tales
actividades poseen para estos. Una investigación más atenta
revela que ese esquema conceptual abstracto no es más que
una “taquigrafía intelectual” en la que los elementos subjeti-
vos subyacentes de la acción humana se dan por sentados o
se consideran irrelevantes para el problema bajo escrutinio
y, como consecuencia, son menospreciados:

Correctamente entendido, el postulado de la interpretación


subjetiva aplicado a la economía, así como a todas las otras
ciencias sociales, solo significa que siempre podemos –y para
ciertos fines debemos– referirnos a las actividades de los suje-
tos del mundo social y a su interpretación por los actores
en términos de sistemas de proyectos, medios disponibles,
motivos, relevancias, etc. (Schutz, 2003 [1962]: 61. Énfasis
en el original).

Como cualquier otro problema de las ciencias sociales,


en principio, los fenómenos de la economía pueden ser
vistos de dos modos: en primer lugar, “[…] el científico
puede confinarse a la descripción del curso externo de los

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68 • El significado social de los precios

fenómenos que se hacen visibles y que son de una estruc-


tura altamente compleja.” Por ejemplo, puede “[…] diseñar
curvas de oferta y demanda; ocuparse de la observación
de las fluctuaciones de los precios y establecer la relación
entre los precios y los productos finales y sus costos.” No
obstante, también es posible desde el punto de vista cientí-
fico “tematizar estratos adicionales más profundos.” El tema
de cuál estrato se tematiza es decidido de una vez con la
selección del problema científico. Y se produce en virtud de
que todos los fenómenos sociales pueden ser reconducidos
a las acciones de los actores en el mundo social, quienes a
su vez, pueden ser observados por el científico social. Por
consiguiente, es plausible en cualquier momento, plantear
preguntas adicionales: “¿Qué posibles significado asigna el
actor a estas acciones que se nos presentas a nosotros, los
observadores, como cursos de los fenómenos sociales?” Al
plantear esta pregunta ya no estaremos satisfechos con esta-
blecer ciertas formas de las curvas de oferta y demanda.
Más allá de esto debemos preguntarnos, “[…] ¿qué conside-
raciones habrán ocasionado que vendedores y compradores
se comportaran de tal modo en el mercado, de modo que
las curvas resultantes de oferta y demanda han adquirido
esta o aquella forma?” Ya no estaremos satisfechos con los
precios de los productos finales y con el establecimiento
estadístico de los productores en el momento de estructu-
rar sus planes de producción. “Esta perspectiva puede ser
correctamente denominada dirección subjetiva o mejor aún
la pregunta acerca del significado subjetivo del fenómeno
social.” (Schutz, 1996 [1936]: 94-95).
Por otra parte, el postulado de la adecuación establece
que la formación de construcciones típico-ideales requiere
que “[…] el tipo sea suficiente para explicar la acción sin contra-
decir la experiencia previa.” (Schutz, 1932 [1967]: 236. Énfasis
en el original). Cada término de un modelo científico de
la acción humana debe ser construido de manera que un
acto humano efectuado dentro del mundo de la vida por
un actor individual de la forma que indica la construcción

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El significado social de los precios • 69

típica sea comprensible tanto para el actor mismo como


para sus semejantes en términos de interpretaciones de sen-
tido común de la vida cotidiana. El cumplimiento de este
postulado garantiza la compatibilidad de las construcciones
del científico social con las experiencias de sentido común
de la realidad social (Schutz, 2003 [1962]: 68). Ambos postu-
lados “[…] sirven para anclar las construcciones de segundo
orden de los científicos culturales a las construcciones de
primer orden a través de las cuales los actores comprenden
el mundo social.” (Embree, 2009: 171).
En suma, como científicos sociales, tanto los econo-
mistas como los sociólogos tratan de explicar los fenóme-
nos económicos utilizando el postulado de la interpretación
subjetiva y el postulado de la adecuación. Ambos deben
referir al actor en el mundo social. La noción de mundo de
la vida se convierte en la piedra de toque de la teoría de la
ciencia schutziana. El mundo de la vida es concebido como
una formación subjetiva resultante de las actividades de la
experiencia subjetiva pre-científica. En este marco,

[e]l gran logro de Schutz […] es el ‘análisis descriptivo de la


economía’ […], el que elucida lo que hacen los economistas.
La mayoría de ellos, incluyendo a Mises, pasa por alto el
fundamento mundano de la teoría económica. (Eberle, 2009:
505. Énfasis en el original).

V. Consideraciones finales

Es muy difícil hacer justicia en unas pocas páginas a una


temática tan compleja que reside en el centro de la histo-
ria económica. Esperamos, no obstante, que al resaltar las
discusiones y las ideas claves asociadas a cada período, este
artículo haya producido una lectura coherente del desa-
rrollo de las teorías del valor y el precio y de los aportes
de Schutz en el marco de tal desarrollo. Este tratamiento
relativamente corto del tópico puede quizás haber expuesto

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70 • El significado social de los precios

los temas de modo excesivamente simplificado al exagerar


las diferencias entre los períodos minimizando las relacio-
nes entre ideas contrapuestas. Su propósito, no obstante, ha
sido demostrar que las ideas económicas de Schutz estaban
directamente apuntadas a criticar al pensamiento neoclási-
co, no solo con relación a las limitaciones del conocimiento
económico y su desinterés por la realidad concreta, sino
también respecto de las abstractas leyes de oferta y deman-
da y de la formación de precios. A pesar de haber caído en
el olvido, vale la pena recobrar sus ideas fenomenológicas
sobre la economía porque ellas, por un lado, proveen una
muestra de la visión crítica de Schutz desde el corazón de la
tradición económica neoclásica, cuestionando las ideas de
pensadores liberales de la talla de Mises y Hayek, lo que le
concede un lugar en la historia del pensamiento económico.
En segundo lugar, porque su perspectiva va en el mismo
sentido que la crítica actual a la ciencia económica domi-
nante. Con este telón de fondo, la fenomenología schutzia-
na no ha perdido actualidad. Zelizer, por caso, pone sobre
la mesa el interrogante que está en el centro de nuestra
indagación: “[…] una de las más interesantes de las pregun-
tas nunca formuladas de la historia intelectual es cómo la
ciencia económica […] [se ha] convertido en una disciplina
abstracta carente casi por completo de cualquier contexto
cultural.” (Zelizer, 1985: 17). Como se ha mostrado en este
artículo, Schutz planteó esa pregunta en 1936.
Más recientemente, en el contexto de movimientos
políticos en Inglaterra en contra de la economía neoclásica,
Steve Keen, autor del libro Debunking Economics (2002),
argumenta que “[…] la economía necesita una revolución
copernicana” (Keen, 2014). Como se mostró en este trabajo,
fue Schutz quien impulsó ese giro copernicano tomando
como punto de arranque las ideas económicas de su tiempo:

En tanto ciencia social, la economía política es una ciencia


de la acción humana […] Al preguntarnos explícitamente si
un evento observado fue en realidad producto de la conducta

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El significado social de los precios • 71

humana, estamos efectuando el giro al examen del punto de


vista subjetivo. Con ese giro se adopta un cambio metodoló-
gico decisivo. (Schutz, 1996 [1936]: 100).

Su propuesta de reconducir los fenómenos económicos


al mundo de la vida y a los sujetos sociales muestra no solo
la solidez de su razonamiento, sino también el potencial
de la mirada fenomenológica en el contexto de los deba-
tes actuales.

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Lenguaje, dinero y precio

La economía à la Luhmann

LIONEL LEWKOW

No me parece que haya que confundir la correspondencia


con una deuda bancaria, si bien es cierto que en algo están ligadas:
las cartas son como letras que se reciben y se deben
Ricardo Piglia, Respiración artificial

Introducción

En los más diversos campos de reflexión encontramos ana-


logías entre el dinero y el lenguaje. Sin ofrecer una nómina
exhaustiva y, mucho menos, sistemática de los autores que
han equiparado la palabra con la moneda, bastará aquí con
mencionar algunos ejemplos de diversas disciplinas para
evidenciar la recurrencia de este tópico del pensamiento.
En efecto, entre los fundadores de la sociología, Fer-
dinand Tönnies (2016 [1887]: 105)1 contrasta los términos
científicos con la moneda y afirma que “[e]l concepto cien-
tífico superior, que ya no contiene el nombre para algo
real, es igual al dinero”. Por su parte, Georg Simmel, quien

1 Todas las citas de textos en alemán que en la bibliografía final aparecen


mencionados con su título original son de mi traducción.

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80 • El significado social de los precios

comparte la apreciación de Tönnies sobre el isomorfismo


entre la abstracción monetaria y la de las categorías de la
ciencia, señala que:

Así como mis pensamientos tienen que adoptar la forma del


lenguaje generalmente comprendido para, por medio de este
rodeo, promover mis fines prácticos, mi hacer y tener tienen
que entrar en la forma del valor monetario para servir a mi
continuo querer. (Simmel, 1989a [1889]: 51).

Sintéticamente: el lenguaje y la moneda son superficies


de contacto de lo individual con lo social.
Al respecto, en el ámbito de la filosofía, por ejemplo,
Salomon Maimon considera que, en tanto que el dinero es
un medio para el intercambio económico, el lenguaje es un
medio para el “comercio de pensamientos” [Gedankenkom-
merz]. De esta forma, propone un enfoque que se adelanta
a los planteos de Simmel y Tönnies sobre las abstracciones
modernas: de idéntica manera que el papel moneda, “[…]
como formas del pensamiento, los conceptos más generales
remiten a todos los objetos, pero no son objetos reales.”
(Maimon, 2016 [1791]: 74). Otro ejemplo que podría men-
cionarse aquí es el de Bruno Liebrucks (1972: 288-290),
quien, haciéndose eco de la perspectiva simmeliana, sostie-
ne que, mientras en el lenguaje cristalizan los pensamientos
y se socializan, el dinero da objetividad y norma a la can-
tidad de sacrificio [Opfer] que ha de ponerse en juego por
los objetos en el intercambio económico. Entonces, Lie-
brucks, como Simmel, considera que ambas instituciones
cumplen una función equivalente, mediando lo individual
con lo social.
Y en otras coordenadas teóricas, el padre de la semiolo-
gía, Ferdinand de Saussure (2015 [1916]), traza una analogía
entre el valor lingüístico del signo —esto es, su carácter
diferencial— y el valor económico del dinero, consistente
en el contraste entre unidades monetarias. A su vez, des-
de una perspectiva semiótica, recientemente, Franco “Bifo”

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El significado social de los precios • 81

Berardi (2017 [2016]) propuso un diagnóstico del capi-


talismo actual en base al paralelo entre la moneda y la
palabra. De este modo, retoma el tema ya mencionado de
las abstracciones económicas y lingüísticas, y utilizando el
término “semiocapitalismo”, muestra la intensificación de
esta tendencia bajo el capital financiero: la desconexión del
dinero y las cosas sería análoga para Berardi a la liberación
de la palabra respecto al referente, impulsada por la poesía
simbolista. Extremando esta idea, agrego yo que el dinero
en el capitalismo de nuestros días –la creciente popularidad
de las “criptomonedas” es testimonio de ello– ha cortado
a tal punto los lazos con toda realidad exterior, que es tan
irreferente como la conocida poesía del dadaísta Hugo Ball:
gadji beri bimba glandridi laula lonni cadori…
Por su parte, Marshall McLuhan (1996 [1964]:
147-158), teórico de la comunicación en el que se apoya la
interpretación semiótica del capitalismo que ofrece Berardi,
entiende al dinero como medio comunicativo y sostiene,
entre otras cosas, que el establecimiento de un “sistema de
precios” uniforme, objetivo y abstracto, contrario, por tan-
to, al regateo, depende de la difusión de la palabra escrita en
Occidente con la cual comparte su carácter visual.
Finalmente, por mencionar un ejemplo del ámbito de
las letras, Johann W. Goethe se refiere de este modo a la
segunda parte de su Faust, parte que compone décadas des-
pués que la primera:

Me encuentro como quien en su juventud tiene muchas


monedas pequeñas de plata y cobre, que durante el transcurso
de su vida las va cambiando por otras más importantes, de
modo que al final ve ante sí su posesión de juventud conver-
tida en piezas de oro puro. (Goethe, 1976 [1829]: 276).

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82 • El significado social de los precios

Para el poeta alemán es su propia obra la que va ganan-


do complejidad con el tiempo, de manera que, al cabo, se
convierte en monedas de “oro puro”.2
Resumidamente, se podría decir que, en primer lugar,
en Simmel y Liebrucks, se equipara el dinero y el lenguaje
en cuanto a su función mediadora de lo social y lo indi-
vidual; en segundo lugar, en Simmel, Tönnies, Maimon y
Berardi, se pone en contrapunto el carácter abstracto de la
moneda con el de las categorías científicas o la estética sim-
bolista; en tercer lugar, en Saussure y Berardi, se reflexiona
sobre la dimensión sígnica de los fenómenos dinerarios y
lingüísticos; en cuarto lugar, en McLuhan se compara la
escritura y los precios en su soporte óptico; y por último, en
Goethe, la creciente riqueza de la palabra bajo su pluma se
pone en paralelo con los frutos que puede rendir un activo
económico a largo plazo.
Este pequeño inventario de ideas y autores, que, desde
luego, podría extenderse largamente, da cuenta de un hilo
conductor de diversas disciplinas y referentes intelectuales:
la “metafórica de la moneda” [Münz-Metaphorik] (Weinrich,
1976: 276-290) como insumo conceptual para enfocar las
propiedades del lenguaje.
Es con este telón de fondo que advierten los editores
de la compilación Texte zur Theorie des Geldes (Asmuth, Non-
nenmacher y Schneidereit, 2016: 13) que “[e]l dinero puede
pensarse como un signo [Zeichen] y a la inversa los con-
ceptos como divisa [Währung][…]”. A lo cual agregan: “Este
aspecto de filosofía del lenguaje remite también a teorías,
como la teoría de sistemas (Luhmann), que entienden al
dinero como medio de comunicación […].” (ibíd.).
Sin duda, se trata de una lectura sugerente en tanto
enmarca al sociólogo alemán en una vasta y rica tradi-
ción intelectual de Occidente, tradición que, una y otra vez,
sin embargo, Niklas Luhmann desmonta y rechaza como

2 Ciertamente, las analogías entre economía y lenguaje no son infrecuentes en


Faust. Al respecto, véase, por ejemplo, Shell (2014 [1982]: 148-227).

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El significado social de los precios • 83

pensamiento de la “vieja Europa”. Incluso así, los editores


de la compilación mencionada no profundizan en tal inter-
pretación, de hecho, solo aluden a ella de pasada.
Objeto de este capítulo será, por tanto, considerar en
qué medida la Systemtheorie hace suya la “metafórica de
la moneda” y en qué punto se distancia de esta. En este
respecto, afirmaré que a pesar de que Luhmann rechace
explícitamente una analogía entre el dinero y el lengua-
je, puede encontrarse un conjunto de semejanzas entre los
dos términos.
Tratado en su sociología como un medio comunicativo,
por un lado, el dinero procesa la información de otra forma
que el lenguaje: la comunicación monetariamente mediada
implica que una parte se despoje de lo que la otra paga,
mientras que aquella en que interceden las palabras condu-
ce a la multiplicación de la información, sin pérdida para
nadie. Por otra parte, el cariz funcional de uno y otro medio
es diverso. En concreto, frente a la comunicación mera-
mente gestual, el lenguaje facilita la comprensión, en tanto
que el dinero tiene por tarea hacer plausible que, vía pago,
se acepte la apropiación de bienes considerados escasos. De
todos modos, la moneda y la palabra son definidas por Luh-
mann utilizando el mismo contraste entre medio y forma,
y el mismo concepto de símbolo, aún cuando aquí hay un
matiz de no menor importancia: en vez de una metáfora lin-
güística recurre el sociólogo a imágenes religiosas –“Dios”
y el “Demonio”– para dar cuenta del circulante dinerario.
Por otro lado, los dos dispositivos comunicativos presentan
fenómenos reflexivos, así como “inflaciones” y “deflaciones”
de su valor, y suponen una conexión entre lo social y lo psi-
cológico. En este marco, Luhmann refiere a un “lenguaje de
los precios” que comparte con las palabras la reflexividad,
la generalización de sentido y el carácter óptico.
A efectos de desarrollar este planteo, voy a comen-
zar por dar cuenta del concepto de lenguaje de la teoría
de sistemas (I), para luego enfocar la noción de dinero
que formula Luhmann (II). Seguidamente, me detendré en

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84 • El significado social de los precios

su interpretación de la economía monetaria en base a la


metáfora teológica mencionada (III) y continuaré con una
reflexión sobre la perspectiva de Luhmann en torno a los
precios (IV). Cierro el capítulo con una síntesis del análisis
desarrollado. En suma, en estas páginas busco presentar
algunos de los lineamientos de la comprensión de la eco-
nomía à la Luhmann.

I. Lenguaje

Como han señalado algunos críticos de la teoría de sistemas


(Habermas, 1993 [1985]: 434-453; Künzler, 1987), Luh-
mann no dedicó reflexiones demasiado extensas ni profun-
das a los fenómenos lingüísticos. Sintomático de ello es que,
aún formulando una sociología centrada en la comunica-
ción, no escribió ningún artículo ni libro orientado a desen-
trañar problemas de este ámbito investigativo. De tal modo,
el concepto de lenguaje de Luhmann tiene que rastrearse
a partir de diferentes referencias a lo largo de sus obras.
A continuación haré el ejercicio de reconstruir y compen-
diar algunos elementos que definen la noción de lenguaje
del autor. Para ello intentaré dar cuenta de las funciones
que cumple el lenguaje (I.1), sus características como medio
de comunicación (I.2), las propiedades de su código (I.3) y,
finalmente, el posicionamiento de la teoría de sistemas res-
pecto a los enfoques del lenguaje que la anteceden (I.4).

I.1. Las funciones del lenguaje


Si se pasa revista de los escritos de Luhmann, se pueden
detectar al menos cuatro servicios que presta el lenguaje
a la vida social. En primer lugar, facilita la comprensión
de la comunicación (I.1.1); en segundo lugar, es un stock
de términos que pueden reutilizarse (I.1.2); en tercer lugar,

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El significado social de los precios • 85

hace posible que se den procesos comunicativos reflexivos


(I.1.3); y, por último, actúa como bisagra entre lo social y lo
psíquico (I.1.4). Detallaré cada una de estas funciones.

I.1.1. El lenguaje como condición de posibilidad de la comprensión


Un elemento medular del planteo de Luhmann consiste en
la tesis de que la comunicación es improbable. Para que esta
pueda concretarse tiene que sortear la incertidumbre carac-
terística de toda situación social. Tomando en préstamo
un instrumental teórico de su maestro en Harvard, Talcott
Parsons, mas no su óptica normativa, Luhmann utiliza la
noción de “doble contingencia” para referir a este punto
de arranque de los sistemas sociales.3 Cualquier encuentro
social ha de vérselas con esta dificultad: para determinarse,
alter depende de aquello que haga ego, pero, a su vez, la
determinación de ego depende de lo que haga alter. Luh-
mann (1984: 166) define la constelación ego/alter ego como
un nexo circular: “[…] hago lo que tú quieras, si tú haces lo
que yo quiero”. En este sentido, por un lado, “contingencia”
quiere decir, de acuerdo con su acepción inglesa, “conti-
gent upon”, “dependiente de”. Pero, por otro, remite al azar:
“Contingente es todo lo que no es necesario, ni imposible.”
(Luhmann, 1992 [1991]: 96). En breve: ego y alter son polos
abiertos, indeterminados, que refieren uno al otro. Obsér-
vese, por lo demás, que la doble contingencia, a primera vis-
ta un planteo sumamente especulativo, es una experiencia
habitual de nuestra vida cotidiana. Se puede considerar el
siguiente ejemplo: coquetean y se conocen dos personas en
un bar, intercambian sus números de celular ¿quién llama
o “mensajea” al otro primero? La situación está abierta y
cada uno queda a la espera de que el otro haga algo. Alcanza
con un error, un mensaje disparado casualmente, para que
el círculo se rompa y se eche a andar la comunicación. Otro

3 En referencia al contrapunto con Parsons, cfr. Luhmann (2002: 31-54) y


García Ruiz (1997).

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86 • El significado social de los precios

ejemplo: vamos caminando por la vereda de un lugar de


la ciudad atestado de peatones. Uno de ellos se topa en
nuestro camino, estamos a punto de chocar, nos dirigimos a
la derecha y el otro también, la situación es indeterminada.
De repente, seguimos nuestro camino por la izquierda y,
en una fracción de segundo, el otro siguió su rumbo por la
derecha. En pocas palabras, surgió un orden.
Ahora bien, en rigor, considera Luhmann que la comu-
nicación enfrenta tres tipos de improbabilidades: por un
lado, es improbable la comprensión de la comunicación;
por otro, que la comunicación alcance a quienes no están
presentes en el contexto interactivo del aquí y ahora;
finalmente, es improbable que sea aceptada una propuesta
comunicativa como premisa de la propia conducta. En este
marco, sostiene el autor que en la marcha evolutiva de la
sociedad surgen una serie de medios comunicativos que
se ocupan de estas improbabilidades.4 El lenguaje, medio
que surge tempranamente en el discurrir de la evolución,
tiene por función enfrentar el primer tipo de contingencia.
Del tercer tipo de improbabilidad me ocuparé más ade-
lante, mientras que la segunda, vinculada a los medios de
difusión, no será tratada en estas páginas por no ser sus-
tantiva para mi argumento.5 Realizada esta aclaración, hay

4 Para tratar problemas históricos desarrolla Luhmann una teoría de la evolu-


ción que se apoya en tres mecanismos: variación, selección y estabilización.
El primero refiere al surgimiento de lo nuevo, contrario a las expectativas, el
segundo a la incorporación de lo distinto en una estructura de expectativas,
mientras que el tercero supone la diferenciación de un sistema. Se podría
pensar, por ejemplo, en la invención del papel moneda, la generalización de
su uso como algo esperado y el surgimiento del subsistema social de la eco-
nomía como esfera definida por un código particular, pagar/no-pagar, codi-
ficación que solo rige en este ámbito de la sociedad. Por lo demás, Luhmann
no entiende la evolución en sentido teleológico, sino solo como una clave
interpretativa del surgimiento y aceptación de las innovaciones sociales.
Para un tratamiento de este concepto en la teoría de sistemas, cfr. Luhmann
(2007 [1997]: 325-469).
5 Se trata del surgimiento de la escritura, la imprenta y la teletransmisión, a lo
que se podría agregar, hoy en día, internet. Respecto a los medios de difu-
sión, véase Luhmann (2007 [1997]: 193-245).

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El significado social de los precios • 87

que decir que “comprender”, en términos de Luhmann, no


significa empatizar con el otro, de acuerdo con el dictum de
la sociología comprensiva, “ponerse en sus zapatos”, sino,
simplemente, diferenciar una información y una notifica-
ción [Mitteilung]. O sea: si alter alza su mano, ego, al obser-
varlo, podría captar una información (se trata de un saludo)
y una forma de notificarla (con un gesto corporal). Esto y
nada más quiere decir “comprender”. Una vez que se dan
estos tres elementos –información, notificación, compren-
sión–, surge, entonces, una realidad sui generis, a saber: la
comunicación. Y el proceso es autorregenerativo o, como
dice Luhmann, “autopoiético”: a una realización lograda de
la síntesis información/notificación/comprensión, siempre
anteceden y suceden otras efectuaciones de esta misma sín-
tesis. Una comunicación sigue a otra comunicación y a esta,
otra y otra más…
De todas maneras, con los gestos nunca se puede estar
seguro de poder imputar a alter una notificación informa-
tiva. Tal vez, por ejemplo, el otro alzó su mano para aco-
modarse el pelo y no para saludar. Precisamente, el lenguaje
es el medio comunicativo que hace plausible la compren-
sión. De esta forma, se lee en Sistemas sociales que “[…] en la
comunicación lingüística la intención de la comunicación
es indiscutible.” (1984: 209). Si alter hace uso del lenguaje
y, en vez de alzar su mano, dice “buenas tardes”, no puede
negar haber querido notificar una información. Facilitar la
comprensión es, entonces, la misión del lenguaje en el peri-
plo de la evolución de la sociedad. Pero, como ya anticipé,
el lenguaje no realiza solo esta tarea.

I.1.2. Las palabras como generalizaciones simbólicas


Coherentemente con el constructivismo epistemológico
que propone Luhmann, el concepto de lenguaje que delinea
es contrario a todo referencialismo. De acuerdo con el
sociólogo, “[e]l lenguaje […] no puede […] ser concebido
como un mero entrelazamiento de signos [Zeichen], pues

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88 • El significado social de los precios

de ningún modo tiene solo y principalmente la función de


referir a algo existente.” (Luhmann, 1984: 137). En contra-
punto, afirma que la “[…] auténtica función [del lenguaje]
radica en la generalización de sentido con ayuda de sím-
bolos […]” (ibíd.). De este modo, por ejemplo, Luhmann no
compartiría el punto de vista de Harold Garfinkel (2006
[1968]) de que las palabras contienen un significado contex-
tual, esto es, “indexical”. Al contrario, el lenguaje consiste en
un stock de identidades cuya validez va más allá del cara a
cara interactivo, es decir, un sentido generalizado y siempre
disponible. Como advierte el autor en La sociedad de la socie-
dad (Luhmann, 2007 [1997]: 164), el lenguaje se compone de
“[…] palabras que puede utilizarse repetidamente […]”. Por
otra parte, el aspecto simbólico de los fenómenos lingüís-
ticos radica en la coordinación de la constelación ego/alter
ego, pues “[e]l concepto de símbolo/simbólico ha de desig-
nar el medio de formación de la unidad […].” (Luhmann,
1984: 135). En breve: el lenguaje consiste en identidades
que están a disposición para facilitar la comprensión en
situaciones diversas, en diversos momentos y para diver-
sos interlocutores. Incluso así, hay aún otras funciones que
desempeña el lenguaje.

I.1.3. El metalenguaje
Además de facilitar la comprensión, la generalización y
reutilización del sentido, y la coordinación de ego y alter
ego, el lenguaje hace factible la reflexividad de los procesos
comunicativos. Sin el lenguaje la reflexividad

[…] es casi imposible porque lo meramente percibido no es lo


suficientemente unívoco como comunicación para un trata-
miento comunicativo posterior. […] Solo el lenguaje asegura
la reflexividad en el sentido de una posibilidad de remitir el
proceso de comunicación a sí mismo, una posibilidad exis-
tente en todo momento, disponible relativamente sin dificul-
tades y sin sorpresas. (Luhmann, 1984: 210-211).

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El significado social de los precios • 89

Por mencionar otra perspectiva importante en los estu-


dios del lenguaje, puede afirmarse que el sociólogo sería
afín al planteo de Roman Jakobson (1981 [1960]) quien sos-
tiene que una de las funciones del lenguaje es metalingüísti-
ca. De modo semejante al teórico ruso, considera Luhmann
que esta función juega un rol central en la comprensión de
la comunicación. Al surgir problemas interpretativos, even-
tualmente, la comunicación se puede referir a sí misma con
preguntas como “¿lo comprendí a usted correctamente?”,
“¿Puede repetir lo que dijo?”, etcétera. En otros términos:
mediante el lenguaje es posible enfocar el lenguaje mismo.
Y esto conduce a un aumento de la complejidad de las posi-
bilidades comunicativas, o sea, “[u]no puede arriesgarse a
notificaciones inesperadas, inhabituales […] cuando, ante la
duda o ante dificultades de comprensión, está la posibilidad
de la repregunta.” (Luhmann, 1984: 211).

I.1.4. El acople estructural: carácter visual y auditivo de la palabra


Una última función que cumple el lenguaje en la perspectiva
luhmanniana consiste en oficiar de bisagra entre los siste-
mas sociales y los sistemas psíquicos, permitiendo el “acople
estructural”6 entre ellos. En este punto desempeña un papel
medular el carácter óptico y acústico de las palabras. Así,
sostiene el autor en el ensayo titulado “Wie ist Bewußtsein
an Kommunikation beteiligt?” que

6 Este concepto es empleado por Luhmann para evidenciar cómo se vinculan


instancias sistémicas que están en una relación de sistemas y entorno. Que el
nexo entre lo social y lo psicológico consista en un “acople estructural” quie-
re decir que estos sistemas forman sus estructuras a partir de las “irritacio-
nes” que un sistema produce sobre el otro. Por tanto, la continua participa-
ción de las conciencias en acontecimientos comunicativos contribuye a
formar las estructuras psíquicas, a la vez que el comportamiento de los indi-
viduos configura las estructuras de la comunicación, es decir, las expectati-
vas que en contextos sociales se tienen sobre ellos. Respecto a este concepto,
puede consultarse Luhmann (1996: 277-299).

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90 • El significado social de los precios

[…] es decisivo [para el acople estructural] la diferenciación


de objetos perceptibles especiales, que llaman la atención o
producen fascinación porque no tienen ninguna semejanza
con lo perceptible habitualmente […]. El lenguaje y la escritu-
ra fascinan y ocupan de antemano a la conciencia […]. (Luh-
mann, 2008a [1988]: 42).

Entonces, la palabra escrita o hablada capta la atención


de los sistemas psíquicos y los invita a ser parte de la comu-
nicación, y aún cuando Luhmann no expone acabadamente
en qué consiste el aspecto visual y auditivo de las unidades
del lenguaje, se trata de un elemento que también será mate-
ria de análisis respecto a su enfoque de los precios. Volveré,
por tanto, sobre ello, no sin antes agregar un matiz que se
vincula a la distinción sistémica entre el medio y la forma.

I.2. Medio y forma lingüística


En lo anterior he detallado y reconstruido el enfoque fun-
cional del lenguaje que propone la teoría de sistemas, no
obstante, como sugiere Mario Grizelj (2012), desde media-
dos de los 80, Luhmann empieza a enfocar los medios,
no solo en términos funcionalistas, sino también a partir
de la distinción medio/forma que incorpora al recoger el
planteo del psicólogo austríaco Fritz Heider. Los medios
se caracterizan por un “acoplamiento laxo” [lose Kopplung]
entre elementos y las formas por un “acoplamiento firme”
[feste Kopplung] entre ellos. A su vez, el medio está definido
por la invisibilidad, mientras que las formas son aquello
que puede ser percibido. De tal modo, “[n]o vemos la luz
(medio) o el lenguaje (medio), sino los objetos (formas) o las
oraciones (formas).” (Grizelj, 2012: 100). El lenguaje en sí
no es perceptible, solo lo son las palabras, las oraciones, los
párrafos, los textos. Volveré sobre este punto a partir de la
problemática de los precios.

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El significado social de los precios • 91

I.3. Un código de reduplicación


Todavía resta mencionar aquí otro elemento del concepto
de lenguaje que propone la teoría de sistemas, a saber: el
código. Los fenómenos lingüísticos se articulan a través de
una codificación binaria, el lenguaje duplica la realidad. De
hecho, toda oferta de sentido puede aceptarse o negarse, y
esta prestación es obra del medio lingüístico, ya que, como
afirma Luhmann (1984: 513): “El lenguaje crea la posibili-
dad del no […]”. En este respecto, si habitualmente se con-
sidera que este es una institución social codificada, sostiene
Jan Künzler (1987: 329) que en el planteo de la teoría de
sistemas “[…] precisamente mediante la forma de la dupli-
cación [esta codificación] contradice una de las principales
exigencias que tienen que ser planteadas a un código, es
decir, la aptitud para ser decodificado de manera inequí-
voca”. Para Luhmann, el código lingüístico –noción que,
por cierto, no toma de las teorías del lenguaje, sino de la
biogenética– en vez de permitir que los interlocutores se
pongan de acuerdo sobre diferentes cuestiones de la vida
social, abre la puerta a discrepancias, conflictos, desacuer-
dos. Por tanto, así como la reflexividad aumenta la comple-
jidad comunicativa, la negación incrementa la contingencia
y hace necesario el surgimiento de otros medios comunica-
tivos, los “medios de comunicación simbólicamente gene-
ralizados”, entre ellos, el dinero.
No obstante, antes de pasar a este tema quisiera pro-
poner unas breves reflexiones sobre el posicionamiento de
Luhmann respecto a la semiótica y la semiología.

I.4. La interpretación sistémica de las teorías del signo


Aunque más arriba se trazaron algunos vínculos entre la
teoría de sistemas y otras teorías del lenguaje, un contraste
con las disciplinas que se ocupan del signo servirá para dar
más precisión al enfoque de Luhmann en este ámbito de
trabajo. De tal modo, siguiendo a Frank Habermann (2012:

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92 • El significado social de los precios

313), “Luhmann […] incluye la semiótica [y la semiología]


solo de manera marginal en el diseño teórico de la teoría
de sistemas”. De todas maneras, en sus últimos escritos pro-
pone una exégesis de Saussure y Charles S. Peirce, exégesis
que comentaré aquí.
Respecto al padre de la semiología, Luhmann no coin-
cide en la caracterización del lenguaje como un sistema.
Como ya se vio, el lenguaje permite la conexión entre lo
social y lo psíquico, pero no es en sí mismo un sistema en
tanto que, para ser tal, en los términos de la Systemtheorie,
debería disponer de un tipo de operación que lo defina. De
tal manera, se lee en Introducción a la teoría de sistemas que:

[E]l lenguaje no constituye un sistema propio […] [E]l con-


cepto de sistema del que [Saussure] arranca no está referido
a la operación, sino que está construido en referencia a las
estructuras gramaticales, a la diferencia de elementos que
están referidos mutuamente en el lenguaje, sin que quede
especificado con claridad cuál es la operación por la que se
reproduce el sistema. (Luhmann, 1996: 291).

Incluso así, Luhmann (ibíd.: 295) ve en la célebre dis-


tinción de Saussure entre “signifié” y “signifiant” la cristali-
zación de tendencias epistemológicas constructivistas. Así,
está en sintonía con la semiología en el rechazo al referen-
cialismo, en concreto, la distinción de los dos aspectos que
componen el signo lingüístico es “[…] una distinción inter-
na [al lenguaje] que no presupone la existencia de lo signifi-
cado en el mundo exterior”. (Luhmann, 2007 [1997]: 160).
Por otra parte, ha de decirse que Luhmann no acepta el
contrapunto de Saussure entre “langue” y “parole”, i.e., entre
una estructura estática y las prácticas de uso de la lengua.
Como señala Armin Nassehi (2004), la sociología de Luh-
mann es una “teoría operativa”: las estructuras se reprodu-
cen en el presente efímero y puntual de los acontecimientos
comunicativos. La estabilidad de las estructuras es dinámi-
ca, operativa, está siempre puesta en tela de juicio.

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El significado social de los precios • 93

Finalmente, Luhmann (2007 [1997]: 160, n.p. 32) objeta


a Saussure uno de los principios del signo, esto es, la “arbi-
trariedad del signo”. Así, considera el sociólogo que ese
planteo “[…] lleva a malentendidos.” En concreto: “[…] los
signos […] dependen de la tradición y tienen una alta redun-
dancia en su capacidad de empalmarse. Si tuvieran que
reinventarse de momento a momento no podrían aprehen-
derse ni utilizarse. Arbitrariedad y tradición no se excluyen
entre sí […].” (ibíd.). No obstante, en este punto las críticas
de Luhmann no hacen justicia a la perspectiva de Saussure
ya que, en la óptica de este último, “arbitrario” y “conven-
cional” son sinónimos. Por tanto, la teoría de sistemas y
la semiología, más que oponerse, coinciden en torno a la
“arbitrariedad del signo”.
En cuanto a Peirce, en vez de definir el signo en la tóni-
ca de Saussure, distinguiendo dos componentes, es decir,
“signifié” y “signifiant”, Luhmann prefiere un modelo tríadi-
co que en cierto modo recupera la definición del proceso
de la semiosis que propone el filósofo norteamericano con
los términos “representamen”, “objeto” e “interpretante”. A
partir de ahí señala el sociólogo que “[…] en la teoría del
lenguaje tendríamos […] que se trata de una tríada entre
signo/significante/significado.” (Luhmann, 1996: 296-297),
siendo el signo la unidad de la diferencia del significante y
el significado. En este marco, sostiene Habermann (2012:
315) que el sociólogo “[…] sustituye el interpretante por el
observador […]”. Sin embargo, Luhmann no muestra de qué
modo los otros términos de su tríada serían equivalentes a
los de Peirce ya que, si bien, por ejemplo, el “significante”
podría ser un sucedáneo del “representamen”, el objeto de
la semiosis estaría excluido de un planteo constructivista
como el del teórico alemán. En este sentido, podría con-
cluirse recurriendo nuevamente a Habermann que:

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94 • El significado social de los precios

Ya que la unidad de la diferencia ni representa un auténtico


tercer elemento de una tríada […], ni integra Luhmann las
premisas lógicas, epistemológicas y pansemióticas de Peirce
[…], su referencia a Peirce tiene que ser valorada como algo
muy limitado. (Habermann, 2012: 315).

Habiendo mostrado algunas aristas del concepto de


lenguaje de Luhmann, paso a presentar su enfoque del cir-
culante monetario.

II. Dinero

La teoría de sistemas tiene por finalidad dar cuenta de la


configuración moderna de un mega sistema, es decir, la
sociedad, entendida como el conjunto de todas las comu-
nicaciones posibles.7 En la modernidad –sostiene el autor–
la sociedad se diferencia de modo funcional en un conjunto
de subsistemas relativamente autónomos, cada uno de las
cuales tiene por objeto resolver un problema particular. Por
ejemplo, la economía se ocupa de la distribución de bienes
vistos socialmente como escasos y la política de la toma de
decisiones colectivamente vinculantes. Se trata de las gran-
des esferas de la vida social actual: Derecho, Ciencia, Eco-
nomía, Educación, Política, Intimidad, entre otras. La teoría
de los “medios de comunicación simbólicamente genera-
lizados” da cuenta de los dispositivos comunicativos con
los que cuentan estos subsistemas para el desarrollo de sus
operaciones: la verdad, en el caso de la ciencia, el amor, en
el de la intimidad, el dinero, para la economía, etcétera.
El problema a tener en cuenta ahora es en qué consiste
la relación entre el lenguaje y los medios simbólicos, parti-
cularmente, el dinero. En este marco, las posiciones de los
intérpretes son opuestas. De tal manera, Daniel Chernilo

7 Además de la sociedad, analiza el sociólogo otros dos tipos de sistemas: las


interacciones y las organizaciones. Al respecto, cfr. Luhmann (2009a [1975]).

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El significado social de los precios • 95

(2006) sostiene que el contraste entre Parsons y Luhmann


consiste en que el discípulo le da mayor peso al lengua-
je como modelo de los medios simbólicos, mientras que
el maestro le concede este lugar al dinero: “El paso de la
idea de intercambio a la de comunicación es la señal de
que el lenguaje va ganando espacio al interior de la teo-
ría.” (ibíd.: 251). Por el contrario, Jan Künzler (1987) es de
la idea de que en Luhmann el concepto de lenguaje tiene
una relación conflictiva con la teoría de los medios simbó-
licos, mientras que en Parsons estos son enfocados como
lenguajes especiales y diferenciados. Así, en contraste con
Chernilo, afirma Künzler que, mientras Parsons apoya su
concepto de los medios simbólicos en la noción de len-
guaje, Luhmann distingue tajantemente los dos conceptos:
“[…] Parsons había interpretado […] esta relación […] como
diferenciación del lenguaje en medios especializados […].
Luhmann, por el contrario, diferencia de modo tajante los
medios comunicativos frente al lenguaje.” (ibíd.: 322-323).
Estimo que el desempate entre estas dos posiciones solo
puede resultar de una recuperación de la letra del propio
Luhmann. A propósito, en La sociedad de la sociedad (Luh-
mann, 2007 [1997]: 247) señala explícitamente que con los
medios simbólicos “[…] no se trata de lenguajes particulares
[…]”. Y esta misma posición defiende en La economía de la
sociedad (Luhmann, 2017 [1988]) respecto a la equiparación
del lenguaje con el dinero, respecto, entonces, a la “metafó-
rica de la moneda”. En efecto, Luhmann (ibíd.:348, n.p. 28)
considera que esta analogía resulta superficial, carente de
sustento teórico: “[C]ompleto acuerdo con consideraciones
que se oponen a la rápida analogía de dinero y lenguaje”.
Ahora bien, ¿en qué consiste específicamente el diferendo
entre la palabra y la moneda en la teoría de sistemas? A paso
seguido expondré los puntos de contraste entre estas dos
instancias comunicativas.

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96 • El significado social de los precios

II.1. Luhmann como crítico de la “metafórica


de la moneda”
La discrepancia entre el dinero y el lenguaje en la teoría de
sistemas tiene que ver, en primer término, con el manejo de
la información (II.1.1) y, en segundo lugar, con el carácter
funcional y la codificación de ambos medios (II.1.2).

II.1.1. Transmisión vs. redundancia informativa


Como suele señalarse, en la teoría de sistemas la comuni-
cación no supone transmisión de información alguna. En
la mirada de Luhmann, esta forma de entender la realidad
comunicativa implicaría un sustancialismo: como si alter
entregase una cosa que recibe ego de modo incólume. Al
contrario, la comunicación es redundante, la información
se multiplica, alter no pierde nada al notificar una informa-
ción a ego. De todos modos, esto es así en la comunicación
lingüística, mas no en la monetariamente mediada. “El dine-
ro […] debe imponerse frente a ese modo particular de uso
normal de la comunicación; debe garantizar transmisibili-
dad […]”, afirma Luhmann y aclara: “De modo distinto a
la comunicación normal [es decir, lingüística], se debe ase-
gurar que, en un pago, lo pagado lo pierda el que paga y
lo adquiera el receptor.” (2017 [1988]: 348). A este matiz
refiere el sociólogo cuando, en La economía de la sociedad,
descarta la rápida equiparación de los fenómenos lingüísti-
cos con los monetarios. Incluso así, hay otro aspecto en que
esta analogía resultaría superficial para Luhmann.

II.1.2. La función del dinero y la codificación de preferencias


En la obra que mencioné en el apartado anterior se lee que
“[…] el dinero […] de modo similar al lenguaje, regula ope-
raciones por medio de un código determinado.” (Luhmann,
2017 [1988]: 145). El lenguaje está estructurado por el códi-
go sí/no y el dinero por el código pagar/no-pagar. Pero,

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El significado social de los precios • 97

más allá de tratarse en los dos casos de códigos binarios,


ambos códigos son muy diversos puesto que responden a
funciones comunicativas heterogéneas. Si evolutivamente
el lenguaje surge para facilitar la comprensión comunica-
tiva, la misión del dinero en el transcurso de la evolución
apunta a otra de las improbabilidades de la comunicación: la
improbabilidad de la aceptación de la comunicación en un
ámbito social específico, el de la economía. Como advier-
te Luhmann, el dinero hace que aceptemos que otros se
apropien de bienes percibidos como escasos que nosotros
también deseamos y lo permitimos por el simple hecho de
que han pagado por ellos, en vez de tomarlos violentamen-
te. Como se comentará luego, en este enfoque, la cuestión
de la escasez es central para dar cuenta del tema de los pre-
cios, pero, interesa destacar ahora que los medios simbóli-
cos surgieron evolutivamente para ofrecer una respuesta al
problema que crea el lenguaje con la bifurcación entre el sí
y el no. En este sentido, los códigos de los medios simbóli-
cos se distinguen del código lingüístico de reduplicación en
que “[…] codifican preferencias. Los medios-códigos son códi-
gos de preferencias.” (Luhmann, 2009b [1974]: 219. Énfasis
en el original). Para mencionar un ejemplo de otra órbita
funcional, en la política es probable que aceptemos lo que
proponen los gobernantes ya que en el horizonte está una
opción aún peor: la coacción física.
Resumiendo, por ahora hay que señalar que la “meta-
fórica de la moneda” oscurece la forma en que los dos tipos
de medios procesan la información y qué funciones sociales
cumplen, a lo cual se suma, por otra parte, que concebir
al dinero como artefacto comunicativo, no es en Luhmann
una simple metáfora mencionada al pasar. Por el contrario,
en su sociología el dinero forma parte de una pieza teó-
rica central del análisis de la sociedad moderna, es decir,
la teoría de los medios simbólicos, pieza conceptual que
sirve al sociólogo para practicar la gimnasia analítica de
las comparaciones entre ámbitos de la diferenciación fun-
cional. De tal modo, un irónico disclaimer podría declarar:

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98 • El significado social de los precios

cualquier parecido entre la palabra y la moneda es “mera


coincidencia”. Sin embargo, esta sería una conclusión apre-
surada ya que, como mostraré ahora, entre los dos medios
comunicativos pueden detectarse algunas similitudes.

II.2. Paralelos entre el dinero y el lenguaje


Las semejanzas que la teoría de sistemas presenta entre
el circulante monetario y el medio lingüístico, yendo por
debajo de la letra explícita de Luhmann, es decir, más allá de
su rechazo a aceptar una afinidad entre ellos, se observan,
por un lado, en algunas notas de la definición del dinero
como símbolo (II.2.1) y, por otro, en la caracterización del
dinero a partir del contraste entre medio y forma (II.2.2).
También el problema de la reflexividad es un denominador
común del análisis que hace Luhmann de los dos medios
(II.2.3). Asimismo, el dinero y el lenguaje conllevan articu-
laciones entre lo social y lo psíquico (II.2.4). Por último, el
tema de la inflación/deflación cruza a los fenómenos mone-
tarios con algunos tipos de discursos de la sociedad moder-
na, específicamente, con la palabra de los políticos (II.2.5).

II.2.1. El dinero como símbolo


Al igual que con el carácter simbólico del lenguaje, Luh-
mann enfoca la moneda evitando todo referencialismo. De
tal modo, señala en La economía de la sociedad que “[l]os
símbolos […] no son signos. El dinero no es signo de otra
cosa, por ejemplo, de algún valor intrínseco.” (Luhmann,
2017 [1988]: 359). En contraste con el planteo de Karl Marx
(2000 [1867]) y también, en otras coordenadas del espectro
teórico, el de Simmel (1989b [1900]), en la teoría de siste-
mas el circulante monetario no es expresión de ningún tipo
de valoración previa que lo fundamente. Asimismo, agrega
Luhmann (2017 [1988]: 359) que “[l]os símbolos son formas
de sentido que posibilitan la unidad de lo diverso […]”, la
coordinación de los polos ego y alter. Pero, a contrapelo de

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El significado social de los precios • 99

la comunicación lingüística, donde se trata de hacer posible


la comprensión, en este caso, como ya se vio, la coordina-
ción social tiene por objeto dar factibilidad a la aceptación
del hecho de que otros se apropien de bienes socialmente
percibidos como escasos. No obstante, estamos ante la mis-
ma definición de lo simbólico que utiliza el sociólogo para
dar cuenta del lenguaje, aplicada también al ámbito de lo
económico. Así, si el lenguaje consiste en generalizaciones
de sentido, el dinero, por su parte, es un medio generali-
zado, pero solo al interior del subsistema funcional de la
economía, o sea, generalizado de modo más limitado que el
lenguaje. Volveré luego sobre el tratamiento luhmanniano
del símbolo económico para mostrar otras facetas del aná-
lisis que el sociólogo realiza en este ámbito.

II.2.2. Medio y forma monetaria


Junto a la teoría de los medios simbólicos de Parsons, que
Luhmann se apropia críticamente, la distinción medio/for-
ma es otro insumo conceptual que utiliza para dar cuenta
del dinero. El circulante económico supone un “acopla-
miento laxo” entre elementos que se acoplan “estrechamen-
te” a partir de las formas que se imprimen al medio. Así, en
La sociedad de la sociedad sostiene Luhmann:

Los medios de comunicación simbólicamente generalizados


coordinan […] selecciones que no se dejan unir fácilmente
y que por ello al principio están dados como una canti-
dad de elementos acoplados de manera floja –selecciones
de información, de notificaciones, de comprensión. Alcan-
zan un acoplamiento firme solo mediante la forma específica

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100 • El significado social de los precios

del respectivo médium: digamos teorías, pruebas de amor,


leyes del derecho, precios (Luhmann, 2007 [1997]: 248. Nues-
tro énfasis). 8

Por tanto, el lenguaje y el dinero son medios “laxamen-


te acoplados”, que adquieren especificidad y concreción a
través de formas: en el caso del lenguaje, estas son pala-
bras, oraciones, etc., en el del dinero, de acuerdo con el
párrafo citado, son precios y, como suele observar Luh-
mann (ibíd.: 272), pagos. De ahí se desprende un paralelo
entre el dinero y el lenguaje que surge de su condición
de medios, a saber: así como el lenguaje es inobservable
y lo único perceptible son las palabras con sus diferentes
grados de articulación, siguiendo a Cornelia Bohn y Claus
Volkenandt (2013), el dinero es un “medio inobservable”
[unsichtbares Medium] (ibíd.: 94). Esta característica del circu-
lante económico, compartida con el medio lingüístico, pone
de manifiesto una de las tendencias que definen al dine-
ro en su derrotero histórico, esto es: la transición de una
moneda material a otra cada vez más nominal. De hecho,
arrancando, v.gr., por las ballenas en Fiji y la ratas en la
isla de Pascua (McLuhan, 1996 [1964]: 147), animales que,
como cualquier otro recurso natural en otras comunidades,
funcionan como dinero, pasando por el metalismo y lue-
go el fin del patrón oro, el auge de las tarjetas de crédito
y, en la actualidad, las “criptomonedas” (Bitcoin, Litecoin,
Ether, etc.), en breve, a través de un largo devenir histórico,
el circulante económico se hace cada vez más intangible,
es decir, más invisible. Dejaré pendiente por un momento
esta problemática para retomarla a partir del tema de los
precios y tratar ahora otros aspectos del concepto luhman-
niano de dinero.

8 Modifico aquí la traducción para mantener la coherencia de la terminología


empleada en este capítulo. Así, en lugar de “actos de darlas-a-conocer” y
“entendimientos”, como traducciones de “Mitteilungen” y “Verstehen” utilizo
“notificaciones” y “comprensión”, respectivamente.

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El significado social de los precios • 101

II.2.3. Reflexividad de la moneda


Un punto en común entre el dinero y el lenguaje es la posi-
bilidad de orientar el medio hacia el medio mismo. Como
sostiene Luhmann (2009b [1974]: 228. Énfasis en el origi-
nal) en “Einführende Bemerkungen zu einer Theorie sym-
bolisch generalisierter Kommunikationsmedien”, “[t]odos
los procesos comunicativos exitosos vinculados a un medio
específico, se hacen reflexivos en el transcurso de la evolu-
ción, es decir, se hacen aplicables a sí mismos.” Se trata de
una característica central de los medios simbólicos que per-
mite que estos se diferencien. Por ejemplo, “[n]o es posible
invalidar verdades mediante pagos, sino mediante inves-
tigación.” (Luhmann, 2007 [1997]: 291). Otro ejemplo que
menciona Luhmann (2009b [1974]: 228) es el del crédito
que hace que “[…] uno […] pueda tener algo que tiene y
no tiene.” El dinero se hace reflexivo en cuanto el crédito
implica ponerle un precio al medio monetario mismo y
esto, como en el reino del lenguaje, conduce a un aumento
de la complejidad de los vínculos sociales: las comunica-
ciones económicas no se limitan al intercambio de bienes
tangibles, sino que puede desarrollarse un mercado del cré-
dito, los futuros, etc., en otras palabras, un mercado finan-
ciero. Nuevamente, aquí el tema de los precios juega un
rol fundamental. Por tanto, volveré sobre este aspecto con
posterioridad.

II.2.4. Dinero y entorno humano


Más arriba se mencionó que una de las funciones del len-
guaje consiste en oficiar de bisagra entre lo social y lo psi-
cológico. En este respecto, las comunicaciones articuladas
por los medios simbólicos también están acopladas estruc-
turalmente con el entorno humano y, desde luego, el dinero
no es la excepción.

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102 • El significado social de los precios

Ciertamente, en el planteo luhmanniano sobre los


medios simbólicos, se le presta mayor atención a la vincu-
lación con los “sistemas orgánicos”, en otras palabras, los
cuerpos humanos, y no tanto, como hace el autor al tratar
el tema del lenguaje, a la relación de la comunicación con
la conciencia. De tal modo, con el concepto de “mecanismo
simbiótico” (Luhmann, 2009b [1974]) o también “símbolos
simbióticos” (Luhmann, 2007 [1997]: 395-399) el sociólo-
go da cuenta de la relevancia de la corporalidad para los
sistemas sociales. No me extenderé aquí demasiado sobre
el particular, pero se trata de disposiciones de cada medio
simbólico para regular su relación con este elemento de
su entorno. Por ejemplo, en el caso del amor, la sexuali-
dad cumple este rol (Luhmann, 2008b [1989]), mientras que
en el del poder, la violencia física (Luhmann, 2012 [1975]:
69-78) constituye el nexo con los cuerpos.
No obstante, el autor realiza algunos señalamientos
sobre el vínculo de los medios simbólicos con las concien-
cias. De acuerdo con Luhmann,

En la relación con los sistemas psíquicos todos los medios de


comunicación dependen de que los motivos de selección no
se formen solo en la conciencia, haciendo cortocircuito, sino
que se realicen a través del rodeo de la comunicación social”.
(Luhmann, 2009b [1974]: 227).

Los medios simbólicos fomentan esta canalización


social de la motivación a través de “prohibiciones de
la autosatisfacción [Selbstbefriedigungsverbote].” (ibíd.). Por
ejemplo, en el ámbito de la intimidad se trata de una con-
dena de la masturbación y en el de la economía, que es el
que interesa en estas páginas, de una “[d]esvalorización y
un perjuicio para el ascetismo económico y la autosuficien-
cia [Selbstgenügsamkeit].” En suma, de diversas maneras, la
comunicación lingüística y la monetaria implican una “aco-
plamiento” con el entorno humano.

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El significado social de los precios • 103

En cierto modo, entonces, Luhmann coincide con Sim-


mel y Liebrucks en que tanto el lenguaje como el dinero
suponen mediaciones de lo social con lo individual, pero
aquí hay un contraste que no ha de descuidarse: a diferencia
de estas teorías, el pensador de Bielefeld establece un corte
tajante entre lo que corresponde al individuo, emplazado en
el entorno extrasocial, y aquello que define a los sistemas
sociales, como sistemas que operan comunicativamente. De
tal modo, sostiene Luhmann (2009c [1980]: 87. Énfasis en
el original) que “[…] Simmel toma al individuo como sujeto.
Simultáneamente lo concibe como aquel elemento del que
consisten las sociedades. […] La sociedad está formada por
sujetos.” En concreto: la crítica consiste en que Simmel no
distinguiría con la precisión del bisturí luhmanniano entre
lo social y su entorno humano.

II.2.5. Inflación/deflación
Un último punto en que la palabra y la moneda muestran
rasgos análogos consiste en el aumento o disminución de
valor del medio. Con la distinción inflación/deflación Luh-
mann da cuenta de un denominador común de los diversos
medios simbólicos: habitualmente se utiliza esta distinción
para describir alzas y bajas del circulante económico, pero
también el poder, como medio de la política, el amor, como
medio de la intimidad, la verdad, como medio de la ciencia
y cualquier otro medio simbólico pueden padecer inflacio-
nes o deflaciones. De acuerdo con Luhmann, hay inflación
cuando se deposita una confianza excesiva en la utilización
posterior del medio que después no se puede concretar,
mientras que hay deflación cuando esta confianza es muy
reducida. En el terreno de la economía, desde luego, se trata
una vez más de los precios, de aumentos y disminuciones
de precios: “[e]n el caso de la inflación el médium reacciona
devaluando los símbolos; en la economía, medida por el
aumento de precios. En el caso de la deflación, el médium
[…] reacciona reduciendo la circulación.” (Luhmann, 2007

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104 • El significado social de los precios

[1997]: 299-300). Aquí el sociólogo no compara el dinero


con el lenguaje cotidiano, sino con el discurso político. Así,
sostiene Luhmann (ibíd.: 301) que este tipo de discurso es
inflacionario en cuanto difunde solo “buenas intenciones”
que luego no se concretan, con lo que defrauda la confianza
depositada en él, mientras que, por otro, es deflacionario
porque “[…] a las palabras de los políticos se les hace un
descuento de antemano […]”, en otros términos, se trata de
un discurso rodeado siempre de sospechas. En este sentido,
podría aplicarse a las palabras del político lo mismo que
Goethe señaló respecto a su obra, pero en contraste con
el poeta alemán no se trataría necesariamente de una “ten-
dencia alcista”, sino también “a la baja”: igual que el dinero,
las unidades lingüísticas padecen una alteración de su valor
con el decurso temporal, algunas palabras se convierten en
“oro puro”, pero otras en “moneda corriente” o “palabras
gastadas”, como suele expresarse en el habla cotidiana.
Dicho esto, volveré ahora al problema del símbolo
monetario para enfocar desde otro ángulo el problema tra-
tado en este capítulo. Esto me permitirá, a su vez, contex-
tualizar la perspectiva sistémica en las discusiones clásicas y
actuales de la sociología económica y, por otro lado, enfocar
el tema de la abstracción del dinero, uno de los ejes en
que se apoya la “metafórica de la moneda” al comparar el
circulante económico con las categorías de la ciencia.

III. Entre “Dios” y el “Demonio”

En La economía de la sociedad, Luhmann (2017 [1988]) intro-


duce una distinción más que sugerente: el dinero no es solo
simbólico, también es “diabólico”. Esta es la “otra cara de la
moneda”. De tal modo, en lugar de recurrir a una metáfora
lingüística, las analogías tienen que ver con lo teológico.
Luego, en La sociedad de la sociedad (Luhmann, 2007 [1997]:
248), la metáfora religiosa se hace extensiva a todos los

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El significado social de los precios • 105

medios simbólicos, pero, en primer término, recurre Luh-


mann a esta analogía para dar cuenta de algunos aspec-
tos del dinero. En todo caso, este punto de vista confirma
que para enfocar lo simbólico en la comunicación, como
tuve oportunidad de mostrar al analizar el concepto de len-
guaje, el sociólogo no presta mucha atención a las teorías
semióticas o semiológicas del signo. A propósito, un lugar
común de la bibliografía sobre el dinero es la comparación
entre economía y religión. Pero si, por ejemplo, Marx (1997
[1844]: 183) y Simmel (1989a [1889]: 64-65) coinciden en
tratar al dinero como símil de Dios, siguiendo el acertado
comentario de Aldo Mascareño (2017: 27), hay que decir
que “[e]l dinero no es solo sustituto técnico de Dios […], sino
también del Demonio.” El dinero tiene un rostro bifronte:
coordina divergencias, unifica polaridades, pero también
produce escisiones, diferencias.
A la luz del carácter “diabólico” del dinero, Luhmann
analiza, por ejemplo, el problema de la exclusión social.
Mientras el tráfico económico sigue su marcha, una impor-
tante masa poblacional se ve limitada a observar cómo esto
sucede sin poder ser parte del juego. Así, afirma de modo
lapidario: “La economía son siempre los otros.” (Luhmann,
2017 [1988]: 364). Es la dimensión “diabólica” del dinero,
sus efectos disgregantes, la que explica el carácter exclu-
yente de la economía.
Pero la doble faz del circulante monetario no concierne
solo a la problemática de la desigualdad social, atañe tam-
bién a un elemento persistente en las comparaciones del
dinero y el lenguaje, esto es, el tono –Simmel dixit– “incolo-
ro”, “falto de carácter”, de la moneda y su semejanza con las
categorías de la ciencia, o sea, la moneda como abstracción,
cuestión a la que, como señalé en la introducción de este
texto, también refieren Maimon y Tönnies, por un lado, y
Berardi, por otro, pero en el caso de este filósofo italiano no
en relación a la ciencia, sino a la poesía simbolista. Enton-
ces, volviendo a un problema ya tratado, pero ahora bajo
otra luz, Luhmann concibe al dinero como un mediador

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106 • El significado social de los precios

social, simultáneamente, general y específico. Así advierte


que “[…] en la temprana modernidad domina el posicio-
namiento en el universalismo del medio […]”, pero “[…] la
universalización produce siempre un mundo en el que la
especificación también tiene que estar presente.” (Luhmann,
2017 [1988]: 340). El dinero es válido para toda situación
que pueda designarse como económica, por eso es un medio
general o abstracto, sin embargo, solo es válido para este
tipo de situaciones y ninguna otra, de ahí su especificidad,
su tonalidad cualitativa, su particular coloración. Por tanto,
si en la comparación del dinero y los conceptos científicos,
a los clásicos de la sociología les parecía estar en presencia
de abstracciones imparables que despojan de significado a
la realidad completa, para Luhmann se trata de abstrac-
ciones limitadas. Al mismo tiempo, en su óptica, el dinero
no es más abstracto que cualquier otro medio simbólico.
Incluso el amor, por mencionar un tipo de vínculo social
que parecería el más radical antagonista del “vil” y “frío”
dinero, consiste en una combinación de universalismo y
especificidad: abarca toda situación social que refiera a la
intimidad, pero ninguna otra.
Tomando un breve desvío, aprovecho para señalar aquí
que, así como Luhmann discute las teorías sociológicas clá-
sicas del dinero, también, desde mi punto de vista, se aleja
de las actuales. Pues una tendencia central de la sociología
económica de las últimas décadas consiste en dar cuenta de
los fenómenos económicos en contextos sociales concretos,
perspectiva que inaugura Mark Granovetter (1985) con su
noción de “incrustación” [embeddedness], insignia de la “New
Economic Sociology” (Smelser y Swedberg, 2005: 15). Por su
parte, criticando este enfoque, Viviana Zelizer (1997) señala
que no se trata simplemente de entender lo social como
un contexto para la economía, sino que hay que observar
las prácticas económicas en su auténtica socialidad. Desde
esta perspectiva, discute el enfoque sociológico clásico ya
mencionado: el dinero sería un mediador social universal,
cualitativamente neutro. En contrapunto, Zelizer propone

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El significado social de los precios • 107

dar cuenta de las prácticas específicas de “marcado” [ear-


marking] de la moneda, es decir, la diferenciación cualitativa
que le imprimen sus múltiples usos cotidianos.
Ahora bien, más allá de las divergencias, puede sos-
tenerse que un problema que comparten estos planteos de
la sociología económica es que dejan indefinido lo propia-
mente social de la economía que se proponen subrayar: la
mirada se pierde en la descripción de una multiplicidad de
contextos de “incrustación” o prácticas de “marcado”. Por
tanto, si los clásicos caen en el sesgo de la sobregeneraliza-
ción, la sociología más reciente incurre en el sesgo opuesto,
es decir, la subgeneralización en su abordaje del dinero.
Falta, entonces, a los enfoques mainstream de la sociología
económica actual, pero también a las perspectivas funda-
cionales, una teoría de la sociedad moderna, diferenciada
por funciones –paraguas teórico en el que se inserta la pers-
pectiva de Luhmann–, que permita comprender cuál es el
perímetro exacto de los fenómenos económicos. En tanto
simbólico, el dinero unifica el radio completo del subsis-
tema social de la economía; en tanto “diabólico”, marca el
corte con la vida social extraeconómica. Siguiendo al autor:
“[…] lo diabólico reside […] en la especificación necesaria
para la universalización.” (ibíd.: 342. Énfasis en el original).
Tras estas consideraciones, resulta evidente que Luh-
mann nunca describiría la sociedad presente, como hace
Berardi, agregándole el prefijo “semio”, en todo caso, utili-
zaría para ello la partícula lingüística “teo”: el símbolo dine-
rario (y todo medio simbólico) se encuentra entre el “cielo”
y el “infierno”, entre “Dios” y el “Demonio”.

IV. El lenguaje de los precios

En los análisis anteriores señalé que Luhmann rechaza


explícitamente una analogía entre el medio monetario y
el medio lingüístico. De hecho, los paralelos que evidencié

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108 • El significado social de los precios

entre ambos son resultado de una reconstrucción e inter-


pretación de sus conceptos de dinero y lenguaje. En este
sentido, el sociólogo no utiliza el término “lenguaje del
dinero”. Sin embargo, en algunos pasajes de La economía de la
sociedad (Luhmann, 2017 [1988]), refiere al “lenguaje de los
precios”. Pero ¿en qué consiste la dimensión lingüística de
los precios? La respuesta no resulta sencilla ya que el autor
no emplea esta expresión en sentido técnico y riguroso,
antes bien, la utiliza al pasar, sin extraer todas las conse-
cuencias que se desprenden de esta idea. De modo mani-
fiesto y evidente, Luhmann utiliza el término “lenguaje de
los precios” en un doble sentido. En primer lugar, considera
que hay formas más apropiadas que otras de interpretar los
fenómenos económicos. Así afirma que:

[H]ay otras posibilidades –más bien de carácter literario– de


describir al sistema económico. Se le puede describir como
capitalista o socialista, como sistema industrial, se puede par-
tir del homo oeconomicus o de caracteres de rol como la incli-
nación a la ganancia o cosas parecidas. No obstante, estas
siguen siendo descripciones externas con escaso significado
para los procesos de comunicación del sistema económico.
Si se trata, en sentido estricto, de autodescripciones que pro-
ducen y usan al sistema descrito en sus propios procesos de
comunicación, no hay otra posibilidad comparable en térmi-
nos de eficiencia más que partir desde los datos de precios.
(Luhmann, 2017 [1988]: 105).

Por tanto, “[u]no no puede apartarse del lenguaje de los


precios.” (ibíd.). Ciertamente, se trata de un posicionamien-
to teórico que presenta diversos problemas. Por un lado,
estamos ante un enfoque epistemológico del tipo adaequatio
intellectus et rei, posición incompatible con el constructivis-
mo que postula el autor: la economía no podría describirse
con otro lenguaje que no sea aquel que espontáneamen-
te surge de ella, es decir, el de los precios. No obstante,
por otro lado, y aún más significativo es que este plan-
teo limitaría las posibilidades de una crítica sociológica del

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El significado social de los precios • 109

sistema económico. Conceptos como “capitalismo” y “siste-


ma industrial” serían ficciones literarias y la única auténtica
descripción de la economía consistiría en reflejar datos de
precios. En este sentido, ¿cómo bucear por debajo de la
superficie de la realidad económica? ¿Acaso el mismo Luh-
mann no atraviesa esta superficie con la teoría de sistemas
autopoiéticos?
En segundo lugar, al referir al “lenguaje de los precios”
alude el autor a un elemento compartido con las pala-
bras, esto es, la reflexividad, tema que ya mencioné páginas
atrás. Siguiendo a Luhmann, “[e]n los precios […] es posible
encontrar mecanismos reflexivos, como por ejemplo bajo la
forma de precio por el dinero prestado […].” (ibíd.), cuestión
que, por señalarlo una vez más, resulta central para el desa-
rrollo del mercado financiero.
Aún así, si se toma en cuenta la sugerencia de Luhmann
de que los precios constituyen una suerte de lenguaje, se
pueden alumbrar otros aspectos del planteo de la teoría de
sistemas que no resultan tan evidentes: por un lado, la gene-
ralización de sentido que implica la valoración económica
(IV.1) y, por otro, el carácter visual de los precios como
formas que se imprimen al medio monetario invisible (IV.2).
Para dar claridad a algunas nociones que en Luhmann ape-
nas están insinuadas, recurriré a la perspectiva de McLuhan
comentada al comienzo de este texto.

IV.1. El precio como generalización de sentido


En el enfoque de la economía que delinea Luhmann la pro-
blemática de los precios ocupa un lugar central. En tanto
la autopoiesis de este subsistema de la sociedad moderna se
realiza a través de un encadenamiento recursivo de pagos,
su estructura son los precios. Por otro lado, la importan-
cia de este tema en el planteo sistémico se advierte en el
hecho de que el capítulo que abre La economía de la socie-
dad (Luhmann, 2017 [1988]: 81-115) esté consagrado a la
cuestión del precio. El carácter estructural de la valoración

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110 • El significado social de los precios

económica de los bienes y servicios, así como del circulante


monetario mismo, consiste en que los precios son expecta-
tivas que permiten tomar decisiones de pago o no-pago.
Volviendo a un tema que quedó pendiente páginas más
atrás, para Luhmann el determinante de los precios es la
escasez. Si bien enfocar este concepto implicaría una refle-
xión más extensa que no puedo desarrollar aquí, me permi-
tiré hacer al menos una breve observación para enmarcar
al autor en el espectro más amplio de la historia de las
reflexiones económicas a propósito del tema de la escasez.
En efecto, para recapitular esta historia, como señala Gui-
llermo Maya-Muñoz (1990), David Ricardo distingue dos
fuentes del valor de cambio: por un lado, la escasez, y por
otro, la cantidad de trabajo, a la que otorga una relevancia
económica mayor que a la primera. Al contrario, en la eco-
nomía neoclásica, siguiendo a este mismo intérprete, “[l]as
mercancías escasas fueron tomadas como representativas
de todos bienes […]” (ibíd.: 105). En cierto sentido, entonces,
Luhmann, aunque sin declararse como tal, es un heredero
de los neoclásicos, de hecho, en concordancia con este pun-
to de vista, critica la teoría del valor-trabajo. No obstante,
en su óptica, la escasez no es un límite natural, dado per se
con las cosas, sino socialmente construido y percibido: es
el acceso de unos a los bienes y servicios el que los sustrae
para el acceso de otros. Hecha esta aclaración retomo el
tema principal de mi escrito.
En este sentido, ha de decirse que los precios com-
parten con los fenómenos lingüísticos la generalización de
sentido: “[…] los precios se generalizan para su empleo en
contextos de comunicación y […] ahí puede apreciarse su
función económica.” (ibíd.: 87). A propósito, Luhmann no
profundiza en este planteo, pero retomando la óptica de
McLuhan se puede echar algo de luz en este terreno. Pues
el teórico canadiense de la comunicación contrapone el
“sistema de precios” occidental al regateo que se practica
corrientemente en otras latitudes del mundo: “La abstrac-
ción y la objetividad extremas que supone nuestro sistema

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El significado social de los precios • 111

de precios resultan del todo inconcebibles e imposibles de


usar en la práctica a los pueblos que practican el emo-
cionante drama del regateo.” (McLuhan, 1996 [1964]: 152).
En otras palabras, esta “abstracción” y “objetividad” de los
precios conlleva una “uniformidad” y posibilidad de “repeti-
ción” (ibíd.), cualidades que, por su parte, Luhmann atribuye
a toda forma de generalización de sentido, la del lenguaje y
la de cualquier medio simbólico también.

IV.2. Precios visibles, dinero invisible


Continuando con el contrapunto con McLuhan, en la obra
que recién cité, Luhmann menciona, aunque sin desarro-
llarlo, que en los precios hay un elemento óptico. En sus
palabras, la valoración económica consiste en una estruc-
tura de expectativas basada en “[…] diferencias visibles en
precios […]” (ibíd.: 97). De tal modo, los precios comparten
con las unidades del lenguaje una dimensión ocular. En este
sentido, para McLuhan el “sistema de precios” occidental
depende de la difusión de la palabra escrita:

La uniformidad de los bienes de consumo, junto con un


sistema de precios fijos como el que damos por supuesto,
no serían posibles si la imprenta no hubiese preparado el
terreno. […] Occidente es muy poco consciente del modo en
que el mundo de los precios y de la numeración es sostenido
por la generalización de la cultura visual de la alfabetización.
(McLuhan, 1996 [1964]: 152).

No obstante, señala el autor que, en virtud de la infor-


matización de la vida social y de la economía en parti-
cular, el factor visual está en retroceso. Aquí habría que
distinguir dos aspectos que en las reflexiones fragmentarias
de Luhmann son diferentes, pero que McLuhan confunde.
Recuperando lo planteado páginas atrás se puede decir que
el lenguaje y el dinero, en su condición de medios, son
invisibles, pero las palabras y los precios, como formas que
asumen estos medios, tienen un carácter visual. De hecho,

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112 • El significado social de los precios

escritos en grandes letreros, en colores estridentes, amari-


llos, verdes, rojos… con luces que encandilan, acompañados
de la palabra “oferta” y rebajados a 0.99, los precios buscan
llamar la atención de los potenciales compradores y moti-
varlos a participar del encadenamiento infinito de pagos de
la autopoiesis de la economía.

V. Palabras finales

En las páginas previas se ha presentado un conjunto de


afinidades y contrastes entre el lenguaje y el dinero. Dada
la multiplicidad de aspectos tratados, para aportar a la cla-
ridad y comprensión, resumiré en dos cuadros los núcleos
más importantes de mis interpretaciones. El primero mues-
tra los contrastes entre los dos medios comunicativos:

Cuadro 1. Diferencias entre el medio lingüístico y el monetario

Lenguaje Dinero

Función evolutiva Facilitar la compren- Hacer que se acepte


sión la comunicación en el
subsistema económico

Codificación De reduplicación De preferencias

Resultado del procesa- Redundancia Transmisión


miento de información

Fuente: elaboración propia.

El segundo cuadro da cuenta de los aspectos en común


más significativos entre ambos medios y cómo se concretan
en cada uno de ellos. En este sentido, la primera columna
presenta características que se dan en los dos medios, mien-

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El significado social de los precios • 113

tras que la comparación entre la palabra y la moneda que se


observa en las otras dos columnas muestra la manera en que
estos elementos convergentes se especifican en cada caso:

Cuadro 2. Semejanzas entre el medio lingüístico y el monetario

Lenguaje Dinero

Concepto no- El símbolo no expresa El símbolo no es expre-


referencial de símbolo el mundo exterior sión de un valor que lo
anteceda

Generalización de sen- Disponibilidad de las Disponibilidad del dine-


tido palabras más allá del ro y los precios más allá
contexto interactivo del contexto interacti-
vo

Reflexividad Prestación metalingüís- Precio del dinero


tica

Invisibilidad del medio/ Invisibilidad del len- Invisibilidad del dine-


visibilidad de la forma guaje/visibilidad de las ro/visibilidad de los
palabras, oraciones, precios y pagos
etc.

Acoplamiento de lo Atractivo óptico y Condena de la autosu-


social y lo psíquico auditivo del símbolo ficiencia y el ascetismo
lingüístico

Inflación/deflación del Incumplimiento de las Aumento de precios/


medio promesas en el discur- reducción de la circula-
so político/desconfian- ción económica
za a priori en este dis-
curso

Fuente: elaboración propia.

Como resultado de lo anterior, por tanto, se puede


concluir que no hay una respuesta lineal a la pregunta por
el lugar de la “metafórica de la moneda” en Luhmann. En
ese sentido, aquí se mostró que, paradójicamente, la teoría
de sistemas es y no es continuadora de esta larga y rica

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114 • El significado social de los precios

tradición de la “vieja Europa” que establece una paridad


entre el circulante dinerario y la palabra. Entonces, un exa-
men de la intuición de Asmuth (et al. 2016) que se planteó en
la introducción de este capítulo requería del trabajo minu-
cioso, punto por punto, concepto por concepto, de la exége-
sis teórica. A propósito, recurriendo a la analogía moneda-
palabra por última vez: si estas páginas, al fin y al cabo,
“papeles”, como los billetes, tienen suficiente “respaldo”, en
otros términos, si se pueden aceptar o “comprar”, como
se suele decir, estas interpretaciones, ya no depende de su
“propietario”, quien estas líneas firma, sino de sus lectores.

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3

Análisis de redes
y toma de decisiones económicas

Elementos conceptuales para su abordaje

JORGE MICELI

Introducción

El reconocimiento del papel de las redes sociales1 en la


formación de precios tiene larga trayectoria en la teoría
económica desde el momento en que los carteles y otras
formas de asociación de los agentes de mercado, como los
monopolios y las economías de escala, han sido descriptos
como estructuras reticulares específicas. Sin embargo, más
allá de la pertinencia de estos enfoques para dar cuenta de
acciones sociales de gran envergadura, podríamos decir que
la toma de decisiones en situaciones individuales o grupa-
les no ha escapado de las determinaciones de los abordajes
económicos neoclásicos centrados en la idea de que, básica-
mente, las personas tienen preferencias racionales, maximi-
zan sus utilidades y actúan independientemente utilizando
información completa y relevante (Granovetter 1985: 235).

1 En el contexto de este texto, denominaremos “redes sociales” a las redes que


conectan individuos o grupos a través de lazos de orden económico, social,
comunicacional, etc. En ningún momento consideraremos pertinente la
acepción contemporánea que homologa redes sociales a las redes sociales
electrónicas (Twitter, Facebook, etc.).

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120 • El significado social de los precios

En tiempos un poco más próximos, si bien estos presupues-


tos han sido fuertemente criticados por su ahistoricismo,
normativismo y reduccionismo matemático y formal, las
alternativas explicativas del comportamiento de los agentes
económicos en situaciones de mercado no han contempla-
do la existencia de las topologías de red como parte de sus
modelos. Distintas cuestiones teóricas se vinculan con esta
problemática y las cuentas pendientes que deja tal vacío
metodológico, pero las que revisten una importancia crí-
tica tienen que ver, sin duda alguna, con la omnipresente
relación entre agencia y estructura en la explicación del
comportamiento social.
Concebidas desde época muy temprana de manera
lineal, las relaciones entre individuos y unidades más com-
plejas fueron entendidas, por los neoclásicos, en térmi-
nos de arribar siempre a un punto de equilibrio que de
algún modo opacó la relevancia de las mesoestructuras que
median entre el accionar personal y sus efectos emergentes.
En un intento por revertir este camino, perspectivas como
la de la “economía de la complejidad”, por ejemplo, han
llegado a conformar el escenario que permite cuestionar
estos supuestos no solo desde el ángulo de la teoría, sino a
partir de modelos de fuerte carga empírica y una apertura
al contexto y a las contingencias que alejan cualquier mode-
lización de las nociones de orden, estasis y determinación
vislumbradas en términos ortodoxos (Arthur, 2013: 19).
Para comenzar a saldar cuentas respecto de este sesgo,
y considerando que la utilización de abordajes reticulares
aún no conforma en la actualidad una perspectiva unificada
en la modelización de la economía, en este artículo pre-
sentaremos distintos modos de apelar al análisis de redes
sociales (de aquí en adelante ARS) para modelar y explicar
las decisiones de los agentes económicos individuales en
tres escenarios diferentes. En primer lugar, abordaremos lo
que denominamos el enfoque relacional clásico, a través de
un breve repaso de su aplicación a una red de adoptadores
tempranos de tecnología entre laboratorios australianos.

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El significado social de los precios • 121

En segunda instancia, analizaremos, a través de un ejem-


plo, una experiencia de Network Based Marketing (Marketing
basado en redes), centrada en un caso de telecomunica-
ciones. Finalmente, describiremos la crítica al “modelo de
influenciadores de dos pasos” de Paul Lazarsfeld y Elihu
Katz, reformulado por Duncan Watts y Peter Dodds en base
al resultado de simulaciones computacionales. Más allá de
los elementos específicos de cada situación presentada, lo
que interesa en el abordaje reticular de las decisiones eco-
nómicas es poner en foco la idea de que procesos como
la viralización de una publicidad o la adopción de un pro-
ducto no dependen exclusivamente de las características de
aquello que se oferta o de los agentes interactuantes en el
proceso de compra y venta sino, en una medida importante,
de la topología de las redes en las cuales esa propaganda
o producto circula.

I. El problema de la incrustación como respuesta a los


determinismos en curso

En los debates académicos contemporáneos, podemos afir-


mar que los modelos explicativos del comportamiento eco-
nómico han pendulado entre la aplicación de una perspecti-
va utilitaria, vinculada a una noción de racionalidad bastan-
te estrecha de los actores involucrados, y aquellas corrientes
que proponen la profunda inserción de la economía en la
totalidad de la vida social (Granovetter, 1985: 232).
Respecto de la primera posición, comenta Mark Gra-
novetter:

Esta idea ve a la economía como una esfera de la sociedad


moderna cada vez más separada y diferenciada, en la que las
transacciones económicas ya no se definen por las obligacio-
nes sociales o de parentesco de los que intercambian, sino por
los cálculos racionales orientados a la ganancia individual.
(Granovetter, 1985: 232).

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122 • El significado social de los precios

Este punto de vista ha gozado de una amplia aceptación


entre los economistas neoclásicos y entre los antropólogos,
cientistas políticos e historiadores llamados “formalistas”
(Schneider, 1974; North y Thomas, 1973; Popkin, 1979),
mientras que la segunda postura se ha construido alrede-
dor del concepto central de “incrustación” o embededness,
retomado por Granovetter y con estrechos vínculos con
la teoría sustantivista de Karl Polanyi (1944; Arensberg y
Pearson, 1957). Una problemática clave de este planteo es
llegar a determinar si esta incrustación desaparece comple-
tamente en las sociedades modernas a partir de la existencia
autónoma del comportamiento económico, o más bien per-
vive de distintas maneras.
En opinión de Granovetter, el nivel de incrustación es
menor que lo que se creía en las sociedades que no son
de mercado, pero es más importante que el que los for-
malistas y los teóricos de la racionalidad predican. En el
trasfondo inmediato de estas discusiones, se desenvuelve
la puja explicativa entre una concepción sobresocializada
y otra infrasocializada de los fenómenos económicos. La
cuestión central de la reputación de los agentes de todo
proceso económico no resulta secundaria para explicar el
desempeño específico de cada uno de ellos en cada opera-
ción de la que forman parte. Si no existiesen expectativas
de mantención de una imagen confiable, de orientación
de la conducta hacia la profundización de vínculos, serían
inexplicables, por ejemplo, muchas actitudes de reducción
del margen inmediato de ganancia con el fin de fidelizar o
generar relaciones comerciales durables.
En este escenario, uno de los aportes interesantes de
Granovetter es el de destacar, a pesar de su aparente con-
traposición, el efecto epistemológicamente atomizador de
ambas perspectivas de análisis. En definitiva, tanto el agen-
te racional de los formalistas como el agente económico
sobredeterminado por su pertenencia religiosa o estatus,
actúan dejando de lado las relaciones sociales de las que
forman parte (Granovetter, 1985: 236).

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El significado social de los precios • 123

Como ejemplo de la concepción sobresocializada, está


la idea de que si se conoce la clase social del agente eco-
nómico, toda su conducta habrá quedado automáticamente
prevista (Bowles y Gintis, 1975: 132). En el mismo sentido,
la segmentación educativa explicaría, hasta en los menores
detalles, la actuación específica en el mercado laboral aten-
diendo a diferentes lógicas de desempeño (Piore, 1972).
Lo característico de este determinismo es que opera
a partir de constreñimientos existentes en la mente de los
involucrados y no en las relaciones que establecen con sus
pares. Sin embargo, como agudamente señala Granovetter,
la sobresocialización actúa no solo a nivel de la acción indi-
vidual, sino también en el nivel de la conformación de día-
das o relaciones básicas de las personas. Lo que se atomiza
aquí no es el actor, sino sus relaciones mínimas, abstrayén-
dolas del resto de los vínculos (Granovetter, 1985: 238).
Como sostiene este autor:

Un análisis correcto de la acción humana requiere que evi-


temos la atomización implícita de los extremos teóricos de
las concepciones infra y sobresocializada. Los actores no se
conducen ni deciden como átomos fuera del contexto social,
tampoco se adhieren como esclavos a un guión escrito para
ellos por la intersección concreta de las categorías sociales
que ocupan. Sus esfuerzos por conseguir una acción inten-
cional están, no obstante, incrustados en los sistemas de rela-
ciones sociales existentes. (Granovetter, 1985: 239).

Dándole la razón, parece ser que las redes son muy


importantes en la determinación de la conducta económica,
aunque el mero reconocimiento de su relevancia no dice
demasiado respecto al modo en que ellas inciden diferen-
cialmente en la actitud de los agentes.
El pasaje hacia un modelo que evite los extremos
señalados, demanda tener en cuenta la manera específica
en que la dinámica de las redes es capaz de “procesar”
tanto las determinaciones estructurales de alto nivel del

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124 • El significado social de los precios

comportamiento (educación, economía, preferencias, aspi-


raciones de estatus) como las decisiones que cada individuo
toma obedeciendo a reglas de corto alcance.2
El modo en que ambos tipos de determinaciones con-
fluyen en la conducta representa no solo una “solución”
relativa al problema de la incrustación tal como lo plantea
Granovetter en la economía, sino una puerta de entrada
al modelado de procesos complejos tal como lo presentan
autores como William Arthur:

Una de las primeras ideas de la economía, que sin duda se


remonta a Adam Smith, es que los patrones agregados se
forman a partir del comportamiento individual y el com-
portamiento individual a su vez responde a estos patrones
agregados: hay un ciclo recursivo. Es este ciclo recursivo el
que se conecta con la complejidad. La complejidad no es, por
lo tanto, una teoría, sino un movimiento en las ciencias que
estudia cómo los elementos que interactúan en un sistema
crean patrones generales y cómo estos patrones generales, a
su vez, hacen que los elementos que interactúan cambien o se
adapten. Podría estudiar, dado el caso, cómo los automóviles
individuales actúan juntos para formar patrones en el tráfico,
y cómo estos patrones a su vez causan que los automóviles
alteren su posición. La complejidad se trata de la formación
de estructuras, y de cómo esta formación afecta a los objetos
que la causan. (Arthur, 2013: 2).3

2 Como observación adicional de este escenario, no podemos dejar de señalar


el fuerte paralelismo conceptual que también existe entre el papel articula-
dor de lo micro y lo macro que cumple el Análisis de Redes Sociales en la
explicación de cualquier conducta social, y otras perspectivas en las que aquí
no haremos foco, como la de la fenomenología de Alfred Schutz en el abor-
daje de un fenómeno como el de la coordinación económica espontánea
entre agentes que no se conocen (Foss, 1996; López, 2008). En efecto, al
establecer un vínculo epistemológico no reduccionista entre las expectati-
vas individuales y lo que genéricamente podemos llamar el orden social, la
perspectiva reticular es capaz de delegar en las conexiones de red una acción
influenciadora que no se ejerce ni de una vez y para siempre ni de un modo
único y apriorístico.
3 Todas las citas del inglés son nuestra traducción.

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El significado social de los precios • 125

II. Redes y marketing: convergencia de enfoques


y objetos

En este espacio de discusión ligado a las conductas micro-


económicas, podemos concebir al marketing4 o “mercadeo”
como un intento por influir en el comportamiento de los
agentes desde una posición central. Además de la determi-
nación estructural de las decisiones y de las acciones racio-
nales que cada agente despliega, las políticas de marketing de
una firma intentan incidir sobre el catálogo de comporta-
mientos de estos agentes de un modo más o menos regular:

Ya sea de empresa a empresa, de empresa a consumidor o


de consumidor a consumidor, gran parte del marketing gira
en torno a las relaciones. Crear y fomentar relaciones con
proveedores y clientes, coordinar enlaces interfuncionales
dentro de una organización, conocer cómo se posicionan los
competidores dentro de una industria, y comprender cuán-
do y hasta qué punto los consumidores utilizan sus contac-
tos personales y profesionales son cuestiones fundamentales
en el campo. Cuestiones complejas como la colaboración, la
confianza, el poder y la elección implican más que simples
relaciones diádicas, la mayoría están integradas en redes de
relaciones. (Webster y Morrison, 2004: 8).

La problemática de la toma de decisiones económicas,


que el marketing intenta condicionar y sesgar, puede ser
reconceptualizada como el intento de incidir regularmente
en un entramado de relaciones que merecen un aborda-
je sistemático y no las consideraciones atomizantes seña-
ladas por Granovetter y otros. Es aquí en donde lo que
contemporáneamente conocemos como ARS muestra una
utilidad reafirmada no solo en la historia ya extendida de
su contacto con las ciencias sociales (Lozares, 1996; Rivoir,

4 Aunque, como aquí señalamos, la traducción al español de marketing es


“mercadeo”, en este artículo se mantendrá el término en inglés para preser-
var su expresividad original.

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126 • El significado social de los precios

1999, Miceli, Orsi y Rodríguez García, 2017), sino en sus


aplicaciones más específicas en el análisis de las dinámicas
microeconómicas.
Sin embargo, aunque la potencialidad de unir ARS y
marketing es clara, ni siquiera la tremenda popularidad del
modelo de difusión de Everett Rogers (2003), que distingue
entre adoptadores tempranos, innovadores y resistentes a
la difusión de un producto, servicio o mensaje, fue capaz de
allanar el camino para una alianza formal temprana entre
ambas perspectivas.
Evolucionando independientemente, y hoy en día
transformados en una perspectiva transdisciplinaria de
amplia aplicación profesional, los métodos del Análisis de
Redes Sociales proveen conocimientos y métodos de infe-
rencia formales acerca de propiedades y procesos sociales,
e implican una visión y un conjunto de supuestos densa-
mente articulados respecto de cada configuración relacio-
nal (Wellman, 1983).
Varias especificidades conforman este modo de abor-
dar los fenómenos sociales, pero las centrales son: a) la
interdependencia estructural de los actores y acciones, con-
cibiéndolos no como unidades autónomas, sino determina-
das por su comportamiento relacional; b) el carácter múl-
tiple de los lazos o vínculos que se establecen entre estos
actores (canales de transferencia de información, flujo de
recursos, etc.); y c) los modelos de análisis de redes, cuando
se centran en los individuos, conciben a la estructura de la
red como proveedora o restrictiva respecto de las oportu-
nidades de acción individual (Miceli et al., 2017: 27).
En función de la fertilidad de este cruce, abordaremos
tres modos posibles de aplicación del ARS al marketing o a la
toma de decisiones económicas en sentido amplio. En pri-
mera instancia, exploraremos el abordaje exclusivamente
relacional del marketing, prescindiendo de la incorporación
de los atributos de los actores al análisis. Seguidamente,
extenderemos nuestro análisis al estudio combinado del
ARS y el rastreo de correlaciones basadas en atributos de los

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El significado social de los precios • 127

agentes [Network based marketing]. Finalmente, abordaremos


la crítica de Watts y Dodds a la muy difundida “influential
hypothesis”, que sostiene que los medios condicionan a las
redes de consumo de información o productos a través dos
tipos de relaciones: la primera vincula el contenido a difun-
dir con los influenciadores o líderes de opinión de la red, y
la segunda vincula a los influyentes con sus seguidores.

III. La vía exclusivamente relacional y la capacidad


autoexplicativa del ARS

III.1. Generación de la red


Desde el punto de vista exclusivamente relacional, sin con-
siderar los atributos de los actores involucrados, la com-
prensión de la relevancia de las redes ha sido invocada en
diferentes ámbitos de análisis empírico, como la comunica-
ción boca a boca (Duhan, Johnson, Wilcox y Harrell, 1997;
Goldenberg, Libai y Muller, 2001), el marketing de relacio-
nes (Achrol 1997; Brodie, Coviello, Brookes y Little, 1997;
Iacobucci y Ostrom, 1996; Mattisson, 1997), la adquisición
de información (Moorman y Matulich, 1993; Rindfleisch
y Moorman, 2001) y la difusión y adopción de productos
(Midgley, Morrison y Roberts, 1992; Morrison, Roberts y
Midgley, 2000; Rogers, 2003). A pesar de estos antecedentes
de uso más o menos laxo de la idea de red, autores como
Cynthia Webster y Pamela Morrison (2004), señalan el esca-
so número de usos sistemáticos de la analítica del ARS al
marketing, entre ellos se destacan el análisis de cambio de
marca (Iacobucci et al., 1996), las discusiones sobre modelos
de redes en marketing (Iacobucci y Hopkins, 1992) y el com-
portamiento organizacional de compra (Ronchetto, Hutt y
Reingen, 1989). Como en otros contextos de utilización del
ARS, es importante destacar la distancia que separa a los
usos “inspiradores” o “generalistas” de la teoría de redes
del uso específico de este enfoque (Rivoir, 1999). Siguiendo

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128 • El significado social de los precios

también a Webster y Morrison, podemos afirmar que para


desarrollar una investigación de redes, tres tipos de facto-
res deben ser tenidos en cuenta de manera especial: a) los
requerimientos de datos, ya que los datos reticulares son de
una índole distinta a los utilizados por la estadística clásica
y deben ser recolectados de otro modo; b) la terminología
utilizada, ya que la analítica de redes requiere de nuevas
palabras dotadas de una significación técnica específica; y c)
el uso de software especializado, ya que la precisión, reusa-
bilidad y alcance de los análisis practicados depende de los
programas existentes (Miceli et al., 2017: 10).
El gráfico 1 es un ejemplo de una matriz de datos basa-
da en el flujo de comunicación entre 27 laboratorios austra-
lianos que son los primeros en adoptar una tecnología en
particular (Webster y Morrison, 2004: 10). Lo que aquí se
busca es verificar en qué grado la adopción de una tecno-
logía específica, por ejemplo, está condicionada o influida
por el conocimiento previo entre los involucrados. En este
caso, podemos presuponer que una relación reportada con-
currentemente (ambos actores coinciden en la apreciación
del vínculo, como en el caso de los actores 4 y 6), resulta
más confiable como indicadora del nexo que una informada
asimétricamente, como en el ejemplo anterior.

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El significado social de los precios • 129

Gráfico 1. Red de comunicaciones para 27 laboratorios pioneros

Fuente: elaboración propia a partir de Webster y Morrison (2004: 10).

Más allá de las particularidades de cada abordaje, es


relevante considerar que cada diseño de investigación se
ajusta, tanto en la investigación del marketing desde el pun-
to de vista relacional como en el ARS en general, a una
recolección de datos caracterizada por su elevado nivel de
especificidad.
Respecto de las técnicas aptas para generar las redes
investigadas, dos métodos de recopilación de datos ayudan
a recordar los vínculos de la red: los generadores de nom-
bres y los generadores de posición (Burt, 1984; Killworth,
McCarty, Bernard, Johnsen, Domini y Shelley, 2003; McCa-
llister y Fischer, 1978; Van der Poel, 1993). Con los genera-
dores de nombres, se pide a los informantes que recuerden
a los actores (por ejemplo, personas, organizaciones, depar-
tamentos o lo que sea que sea la unidad de análisis) con

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130 • El significado social de los precios

quienes tienen una relación particular, como por ejemplo,


“discute problemas importantes con”. Mediante el uso de
generadores de posición, roles o cargos, las respuestas pro-
ducidas se utilizan como estímulos y, en pasos subsiguien-
tes, se interroga a los informantes si tienen alguna conexión
con alguien o alguna organización en ese rol.
La misma red representada en la matriz anterior puede
visualizarse en el Grafico 2:

Gráfico 2. Red de comunicación para 27 laboratorios australianos

Fuente: elaboración propia a partir de Webster y Morrison (2004: 12).

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El significado social de los precios • 131

III.2. Medidas de red aplicadas al marketing de firma


Distintas medidas o indicadores son utilizados para anali-
zar las redes generadas por estos medios en el estudio del
marketing. Sin ser exhaustivos, mencionaremos algunos de
ellos para dar una idea de su alcance y potencialidad. Todos
ellos tienen la particularidad de que analizan las caracte-
rísticas de las redes implicadas en función de los atributos
estrictamente relacionales de los datos, sin involucrarse con
las características de los actores considerados.
1. Densidad: es la medida más común de cohesión de
red, y mide qué proporción de lazos están presentes res-
pecto a todos los lazos posibles en la red. En el estudio
de Webster y Morrison se utiliza la densidad local, que es
el recuento de vínculos existentes respecto de los víncu-
los posibles en la red local de cada actor. Las redes densas
implican una alta cooperación entre los actores involucra-
dos. Jack Cadeaux (1997) ha establecido que, por el contra-
rio, las redes con baja densidad tienden a producir estruc-
turas de decisión rígidas en las cuales solo los actores con
estatus elevados son capaces de negociar ventajosamente
sus relaciones de intercambio.
2. Medición de subgrupos: estos indicadores han gene-
rado un importante interés en los estudiosos del marketing.
Ian Wilkinson (1976) comparó dos métodos para identificar
subgrupos y explorar relaciones de poder e influencia en
distribución de canales. Peter Reingen, Brian Foster, Jac-
queline Brown y Stephen Seidman (1984) encontraron que
los cliqués5 de amistad tienen un impacto significativo en
el comportamiento de elección de marca. El cliqué (Luce y
Perry, 1949) es una robusta medida de subgrupos de red, ya
que es un subconjunto de actores cuyos integrantes tienen,
todos, conexiones directas entre sí. La aplicación de este

5 La traducción al español sería “camarilla”, pero mantendremos el término


original por su expresividad.

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132 • El significado social de los precios

concepto a un red produce, por ser excesivamente estricta,


un conjunto numeroso de subgrupos aunque pequeños en
tamaño y con superposición de algunos de sus miembros.
Una estructura de clustering (agrupamiento) jerárquica
se conforma como producto de este análisis (Freeman,
1996), en la cual, como muestra el Gráfico 3, mientras más
a la izquierda del gráfico y con un valor más alto aparez-
ca la unión de dos laboratorios –listados en 2 columnas
a la izquierda– más elevado es el valor de comembresía
entre ambos.

Gráfico 3. Agrupamientos jerárquicos para cliqués de comembresías

Fuente: elaboración propia a partir de Webster y Morrison (2004: 13).

3. Lazos débiles e influencia: además de las comentadas


incursiones en la teoría de la incrustación, Granovetter ha
desarrollado la denominada “Teoría de los lazos débiles”
(1973; 1983), que tiene fuertes implicancias en marketing
y combina las nociones de cohesión y clustering. Esta teo-
ría propone que los actores individuales tienden a obtener

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El significado social de los precios • 133

innovación mucho más de relaciones menos íntimas que de


lazos más cercanos. El razonamiento detrás de este argu-
mento es que los actores fuertemente conectados tienden
a compartir información con otros que poseen un similar
conocimiento. Debido a que la información del grupo de
pertenencia es relativamente homogénea, la información
nueva proviene siempre de conexiones externas.
Distintos investigadores chequearon las implicancias
de esta teoría en fenómenos de marketing (Brown y Reingen,
1987; Reingen y Kerman, 1986; Frenzen y Nakamoto,
1993). Además de corroborar la función vinculante de los
lazos débiles como puentes, estos investigadores compro-
baron que los lazos fuertes, también más numerosos, tien-
den a funcionar como influyentes fuentes de información,
pero en la interacción cotidiana y sin ser objeto de bús-
quedas particularmente activas y dirigidas. A medida que la
información se vuelve “barata” y los beneficios se vuelven
comunes, los lazos débiles se desarrollan.
4. Posición o rol: la posición que los actores ocupan en
la red tiene un gran impacto en su performance como con-
sumidor o recomendador de un producto. Por este motivo,
la noción de centralidad ha atraído por algún tiempo las
investigaciones en marketing. La centralidad ha sido igua-
lada con otras medidas como popularidad, independencia,
influencia, preeminencia y poder (Bonacich, 1987; Free-
man, 1979; Katz, 1953; Taylor, 1969), que ya tienen una
tradición extendida en el análisis reticular. Se sabe que los
actores con posiciones centrales controlan el flujo de infor-
mación y aquellos periféricos son más vulnerables porque
dependen de unos pocos lazos.
El grado de centralidad es la medida más simple e indi-
ca el nivel de actividad o popularidad. Puede ser calculada
para lazos entrantes y salientes. John Czepiel (1974; 1975),
por ejemplo, utilizó el concepto de centralidad, medido
como el conjunto de lazos recibidos y salientes, para inves-

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134 • El significado social de los precios

tigar la difusión de innovaciones y encontró que esta medi-


da está asociada con el tipo de adopción de innovaciones y
el tamaño de las firmas.
5. Equivalencia estructural: la equivalencia estructural
es un tipo de medida que identifica actores con una posi-
ción estructural equivalente. Los actores estructuralmente
equivalentes son sustituibles porque ocupan la misma posi-
ción en la red. En los casos de equivalencia estructural, el
intercambio de recursos no se produce directamente, sino a
través de terceras partes. Un ejemplo en el que sería espera-
ble encontrar estos patrones es en las situaciones competi-
tivas en las cuales la información se obtiene no de los com-
petidores directos, sino de terceras partes (Burt, 1987).
James Ward y Reingen (1990) usaron el algoritmo
CONCOR (Breiger, Boorman y Arabie, 1975) para medir a
actores estructuralmente equivalentes en su estudio de la
toma de decisiones grupales. Este algoritmo correlaciona
las filas o las columnas o ambos componentes de la matriz
repetidamente hasta que se produzca una convergencia en
cada entrada como 1 0 –1. El resultado es usado para divi-
dir a la red de actores en dos conjuntos equivalentes tales
que los miembros del mismo conjunto están positivamente
correlacionados y los de conjuntos distintos lo están nega-
tivamente. Con el mismo criterio, subsecuentes divisiones
son aplicadas a los conjuntos que ya fueron generados, pro-
duciendo un diagrama como el mostrado en el Gráfico 4.

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El significado social de los precios • 135

Gráfico 4. Resultados de equivalencia estructural de CONCOR para


lazos entrantes

Fuente: elaboración propia a partir de Webster y Morrison (2004: 15).

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136 • El significado social de los precios

Aún cuando en este caso hay dos innovadores en la red


(10 y 202), estructuralmente no son intercambiables porque
están conectados a diferentes grupos.

IV. La combinación del abordaje relacional y el rastreo


de correlaciones. Un caso de marketing tradicional
combinado con la perspectiva de red o Netwtwork
ork based
mark
markeeting

IV.1. Modelos estadísticos de marketing de redes


La segunda estrategia de investigación que revisaremos
aquí implica no solo la obtención de indicadores relaciona-
les que resultan ya clásicos en el ARS, sino el análisis del
modo en que los mismos se pueden articular con conductas
de compra y de acuerdo a una consideración explícita de
algunos atributos de los agentes.
Según Shawndra Hill, Foster Provost y Chris Volinsky
(2006), existen tres modos complementarios de marketing
basado en redes. En ellos, la dinámica de la red es apro-
vechada para influir en las conductas de compra y en las
elecciones de los consumidores. En primer lugar, contamos
con los abogados explícitos de la marca, que son aque-
llos individuos que se vuelven defensores y promotores de
un producto o servicio, recomendándolo a sus amigos o
conocidos. Respecto de esta categoría, un supuesto clave
del marketing basado en redes es que los consumidores que
propagan información “positiva” acerca de un producto por
los mecanismos del marketing tradicional, lo hacen solo des-
pués de que han experimentado con el uso del producto
por sí mismos (Gladwell, 2002). Las firmas deben encon-
trar a estos influenciadores y promover su comportamiento
útil. Una segunda categoría relevante es la de los abogados
implícitos, que son aquellos que no hablan acerca del pro-
ducto, pero pueden promocionarlo implícitamente a tra-
vés de sus acciones, especialmente a partir de su propia

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El significado social de los precios • 137

adopción. Recientemente, las firmas han tratado de inducir


el mismo efecto convenciendo a miembros particularmente
“abiertos” de pequeñas comunidades para que adopten pro-
ductos (Gladwell, 1997; Hightower, Brady y Baker, 2002).
Finalmente, una tercera forma de marketing basado en redes
es la de los “objetivos de red” [Network targeting], en la cual el
propósito es hacer marketing respecto de los vecinos de red
de los compradores previos, aunque ellos no tengan, como
en los casos anteriores, ninguna actitud de “abogados” de la
marca respecto de los clientes.
Siguiendo la clasificación de modelos de marketing
orientado a redes de Hill et al. (2006), distinguiremos y
caracterizaremos muy brevemente entre estas 6 modalida-
des de investigación estadística: (1) modelos econométri-
cos; (2) modelado de clasificación de red; (3) encuestas; (4)
experimentos diseñados con muestras convenidas; (5) teo-
ría de la difusión y (6) sistemas colaborativos de filtrado
y recomendación.
(1) Los modelos econométricos se sustentan en la apli-
cación de métodos estadísticos que tienen como finalidad
la estimación empírica de relaciones económicas. Así como
en otros ámbitos, en marketing, esto implica la estimación
de dos ecuaciones simultáneas: una para la firma y otra
para el mercado. La regresión y el análisis de series de
tiempo están en el corazón de la modelización economé-
trica, y estos modelos han sido usados, por ejemplo, para
estimar el impacto de las preferencias interdependientes en
el consumo de arroz (Case, 1991), la compra de automó-
viles (Yang y Allenby, 2003) y hasta las elecciones (Linden
Smith y York, 2003).
(2) Los modelos de clasificación de redes usan el cono-
cimiento de los lazos entre entidades en una red para esti-
mar la cantidad de interés que generan (Hill et al., 2006: 4).
Típicamente, en estos modelos una entidad (un grupo de
personas o una persona) es influenciada más por aquellas
con las cuales tiene una conexión directa, pero es afectada
en menor intensidad por aquellas más lejanas. El principio

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138 • El significado social de los precios

de homofilia, que establece que tendemos a vincularnos más


con aquellos más afines o “parecidos” a nosotros, confor-
ma el intento de explicación más directo de este fenómeno
(McPherson, Smith-Lovin y Cook, 2001).
(3) La mayoría de las investigaciones en el área de las
encuestas no obtienen información respecto a si los consu-
midores realmente se comunican entre ellos. Para abordar
este problema, algunos estudios han utilizado un muestreo
para recopilar datos completos sobre el comportamiento
del boca a boca de los consumidores. En una investiga-
ción de Dowglas Bowman y Das Narayandas (2001) fueron
encuestados más de 1700 compradores de 60 productos
distintos que previamente habían contactado al fabricante
del producto. Los compradores fueron consultados respec-
to de su interacción con el fabricante y su impacto en el
subsiguiente comportamiento boca a boca. Los autores fue-
ron capaces de saber si los clientes le hablaron a otros sobre
su experiencia y a cuánta gente contactaron. Curiosamente,
encontraron que los clientes “leales” fueron más propensos
a hablar con otros respecto de productos cuando estaban
insatisfechos, pero tenían la actitud contraria cuando esta-
ban a gusto. En un escenario como el descrito, este com-
portamiento dispara una pregunta interesante: ¿qué sucede
con la propagación de visiones negativas en la red respecto
de un producto? ¿No puede ser este tipo de marketing un
arma de doble filo?
(4) Otra vía complementaria para obtener conclusiones
son los estudios experimentales, de importante trayectoria
en otras ciencias sociales como la psicología o los estudios
de sociología de grupos. Los experimentos diseñados les
permiten a los investigadores estudiar el marketing basado
en redes en un conjunto controlado.
Jonathan Frenzen y Kent Nakamoto (1993) estudiaron
los factores que influencian las decisiones individuales para
diseminar información a través del mercado vía el boca a
boca. Los sujetos fueron presentados ante escenarios que
representan diferentes productos y estrategias de marketing,

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El significado social de los precios • 139

y fueron consultados sobre si debían preguntarles a sus


conocidos confiables y menos confiables respecto de la ven-
ta o producto. Ellos encontraron que cuanto más fuerte es
el “riesgo moral” presentado por la información (el riesgo
de un comportamiento problemático o “peligroso”), más
fuertes tienen que ser los lazos a través de los cuales se
propaga información.
(5) La teoría de la difusión proporciona herramientas,
tanto cuantitativas como cualitativas, para evaluar la tasa
probable de difusión de una tecnología o producto. Cuali-
tativamente, los investigadores han identificado numerosos
factores que facilitan u obstaculizan la adopción de nue-
vas tecnologías (Fichman, 2004), así como existen factores
sociales que influyen genéricamente en la adopción de cual-
quier producto (Rogers, 2003). La investigación de difusión
cuantitativa implica pruebas empíricas de predicciones a
partir de modelos de difusión, a menudo informados por
la teoría económica.
(6) Los sistemas de recomendadores o de filtrado cola-
borativo hacen recomendaciones personalizadas a los con-
sumidores individuales basadas en contenidos demográfi-
cos e información de vínculos. El filtrado colaborativo se
focaliza en los lazos entre consumidores, aunque sin consi-
derar vínculos directos, ya que se asocian unos a otros en
base a compras compartidas o tasas de adopción de produc-
tos similares. Esta metodología, por ejemplo, es utilizada
por los sistemas web, que proponen productos asociados al
perfil y a las decisiones de compra ya reportadas.
El modelo más notable e influyente de difusión es el de
Frank Bass (1969). Este modelo predice la difusión de un
número de usuarios que adoptarán una innovación en un

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140 • El significado social de los precios

momento (t). Este autor hipotetiza que el ritmo de adopción


es función solo de la proporción de la población que ya ha
adoptado el producto.6
Más allá de las particularidades de estos enfoques,
según Hill et al. (2006), para desarrollar una visión completa
de la influencia de red en un producto particular, el conjun-
to de datos ideal debería tener las siguientes propiedades:
1) conformar una muestra grande y no sesgada; 2) contener
información amplia sobre las personas; 3) contener medi-
das de la comunicación directa; y 4) reportar información
precisa sobre las compras realizadas. A su vez, distintos
factores deben ser considerados para no interferir en los
diseños de investigación adecuados a estos requerimientos.
Entre ellos, los más relevantes son el volumen óptimo de
datos a procesar para obtener conclusiones generalizables,
una tasa adecuada de respuesta de parte de los entrevista-
dos, la simulación realista de efectos de influencia reticu-
lar (Domingos y Richardson, 2001), y, ya en un plano de
exigencia de consistencia más elevado, tanto la puesta en
marcha de distintos mecanismos de inferencia que compen-
sen la pérdida de datos (Liben-Nowell y Kleinberg, 2003)
como la necesidad de separar el efecto de la homofilia de
la simple transmisión “boca en boca” (Agarwal y Pregibon,
2004; Liben-Nowell y Kleinberg, 2003).

IV.2. Análisis de un caso de telecomunicaciones


Lo dicho hasta aquí sirve como marco para analizar un caso
ocurrido en el año 2004, en el cual una firma de teleco-
municaciones realizó una campaña importante dirigida a

6 Específicamente, P(t) es la proporción acumulada de adoptadores en la


población en un punto del tiempo. La ecuación de difusión, en su forma más
simple, establece el modelo F(t) como una función de p, que es el intrínseco
ritmo de adopción, y q, que es una medida del contagio social. Cuando q > p
esta función describe a una curva con forma de campana, en donde la adop-
ción crece lentamente al comienzo, exponencialmente luego y disminuye
hacia el final.

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El significado social de los precios • 141

potenciales clientes de un nuevo servicio de este rubro. Este


servicio implicaba el uso de una nueva tecnología, por lo
cual se pensaba que el marketing sería más exitoso si estaba
dirigido hacia el grupo de consumidores que habían sido
clasificados previamente como high tech y compradores de
este producto.
Para analizar su comportamiento, se definieron 21 seg-
mentos de marketing que combinaban distintas característi-
cas de la población de clientes tales como: a) la lealtad de
acuerdo a mantención de servicios previamente ofertados;
b) el manejo previo y acreditado de tecnología; c) atributos
demográficos varios; d) propensión a la adopción de acuer-
do a conductas previas; e) ofertas recibidas previamente; y
f) la indicación de si ese segmento se ha comunicado con
algún consumidor del servicio en un momento previo al
inicio de la campaña (Hill et al., 2006: 8).
La primera hipótesis planteada por los investigadores
fue que aquellos que tenían contacto directo con quienes
ya habían consumido esa tecnología anteriormente (sus-
criptor), eran más propensos a adoptarla ellos mismos.
El proceso de investigación dividió entonces el universo
de consumidores contactados en distintos targets, que son
aquellos consumidores identificados por el modelo de mar-
keting como merecedores de atención, y vecinos de red,
que son aquellos que tienen comunicación directa con un
suscriptor. Adicionalmente, se creó un segmento extra que
se conformó como una especie de grupo de control y que
fue integrado por vecinos de suscriptores que no fueron
considerados en la lista de targets. En definitiva, el análisis
mostró una contundente evidencia estadística de que los
consumidores que tienen comunicación con clientes pre-
vios son más propensos a volverse clientes en sí mismos.
El marketing basado en redes mejoró, evidentemente,
la respuesta obtenida por las empresas interesadas. La tasa
de adopción, que se definió como la variable adecuada para
medir la respuesta, consistió en la proporción de consu-
midores que adoptaron el servicio en el específico periodo

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142 • El significado social de los precios

que siguió a la oferta. Para cada segmento, se realizó una


regresión logística simple que conectó los atributos inde-
pendientes de vecindad de red con la variable dependiente,
que es la respuesta de venta. En este caso, para 17 de los
21 segmentos, el valor de significatividad de su comporta-
miento resultó muy superior a 0.05, que se definió como el
valor porcentual correspondiente a la hipótesis nula.

Gráfico 5. Tasas de adopción para segmentos de mark


markeeting

Fuente: elaboración propia a partir de Hill, Provost y Volinsky (2006:13).

Saber si un consumidor es vecino de un suscriptor


parece ser, por lo tanto, una de las formas más simples de
considerar la perspectiva de redes en el análisis, aunque hay
otros modos más sofisticados de incluir medidas de redes
en el análisis de significatividad.7

7 Ver Hill et al. (2006: 17-18).

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El significado social de los precios • 143

V. Algunos límites teóricos y prácticos del “Modelo


de influenciadores” en los procesos de innovación. El
caso de las simulaciones de influencia social
en la generación de opinión pública

La tercera y última perspectiva a revisar, a diferencia de


las anteriores, no se focaliza en el repaso de los recursos
metodológicos y las herramientas a considerar en casos o
configuraciones específicas, sino que conlleva, básicamente,
una reflexión sistemática, apoyada por la simulación, res-
pecto de la naturaleza de los modelos de influencia que has-
ta ahora se han considerado válidos para explicar la difusión
en términos más globales.
Una idea central del marketing y la investigación de
difusión es que los influyentes (una minoría de indivi-
duos que influencian a un excepcional número de pares)
son importantes en la formación de la opinión pública. En
su artículo llamado “Influential Network and Public Opi-
nion Formation”, Watts y Dodds examinan la aplicabilidad
de esta perspectiva, que se denomina la “hipótesis de los
influyentes” [Influential hypothesis] usando como contexto
de prueba una serie de simulaciones de influencia inter-
personal.
En las décadas de 1940 y 1950, Lazarsfeld, Katz y otros
formularon la teoría de que los individuos pueden ser más
influenciados por la exposición a otros que a los medios de
comunicación. De acuerdo con esta teoría, y como muestra
el gráfico 6, una pequeña minoría de “líderes de opinión”,
actúan como intermediarios entre los medios de comuni-
cación y la mayoría de la sociedad. Considerando este tipo
de “flujo de la información” de dos etapas, Katz y Lazarsfeld
denominaron a este modelo de dos pasos [two step model], en
contraste con el modelo tradicional de difusión mediática,
conocido como “hipodérmico” que considera a los suje-
tos como homogéneamente influenciables por los medios
(Bineham, 1988).

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144 • El significado social de los precios

Gráfico 6. Esquema de influencia de modelo de dos pasos

Fuente: elaboración propia a partir de Watts y Dodds (2007: 441).

Durante décadas, los modelos derivados del modelo


de dos pasos, ocuparon el centro de las discusiones sobre
difusión de innovaciones. Según Ronald Burt (1999) este
modelo se convirtió en una “guía de temas” para las investi-
gaciones de difusión y marketing. Más recientemente, Chris-
tine Roch ha concluido que “[…] en negocios y marketing, la
idea de que un pequeño grupo de influyentes líderes de opi-
nión puede acelerar o bloquear la adopción de un producto
es central para un gran número de estudios.” (Roch, 2005:
110). Watts y Dodds argumentan que, a pesar de que los
conceptos de influencia y liderazgo han sido extensamente

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El significado social de los precios • 145

documentados, no ha quedado en claro de qué manera los


influyentes son, en el modelo de dos pasos, responsables
de la adopción de tecnologías o de los procesos de cam-
bio social.
Los modelos de simulación indican que bajo ciertas
condiciones que apoyan la intuición, los influenciadores
son responsables de disparar, en una medida desproporcio-
nada, las llamadas “cascadas de influencia”.8 Sin embargo,
esas condiciones parecen ser la excepción más que la regla,
y en la mayoría de las situaciones, los influyentes parecen
ser “modestamente” más influyentes que el resto.
En los modelos que Watts y Dodds han estudiado, la
mayoría de las veces el cambio es disparado no por influ-
yentes que diseminan las novedades, sino por individuos
fácilmente influenciables que a su vez influencian a otros
individuos del mismo tipo. Katz y Lazarsfeld (1955) origi-
nalmente definieron a los “líderes de opinión” como “[…]
individuos que son propensos a influenciar a las otras per-
sonas en su entorno inmediato.” (ibíd.: 3). Respecto de este
punto, la controversia principal es que mientras Rogers
(2003) postula que los líderes de opinión son centrales en
la adopción de innovaciones, otros modelos, como el de
Bass –que comentamos anteriormente–, producen la mis-
ma curva de adopción, pero trabajan con una población
totalmente homogénea.

V.1. El modelo de influencia interpersonal simple


En lo que podemos llamar “modelo de influencia interper-
sonal simple”, Watts y Dodds asumen que se debe tomar
alguna decisión (d) respecto a algún tema (x). Siguiendo la
extensa bibliografía sobre la cuestión, se focalizan en las
decisiones binarias que exhiben “externalidades positivas”,
y que significan que la probabilidad de que un individuo

8 Podemos equiparar esta noción de “cascadas de influencia” a lo que más


contemporáneamente se denomina “viralización”.

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146 • El significado social de los precios

(i) elija una alternativa (B) por sobre otra (A) incrementa el
número de otros individuos eligiendo (B). Si bien las deci-
siones binarias no cubren todos los aspectos de la vida coti-
diana, como la elección simultánea entre más de una opción
o los comportamientos snob, los autores consideran que es
un caso lo suficientemente general como para merecer un
lugar privilegiado en el análisis.

V.2. La regla del umbral


La llamada “regla del umbral” [Threshold rule], base de este
modelo, especifica que aquellos individuos que cambien de
A a B solo lo harán cuando haya una cantidad suficiente
de otros que hayan adoptado B en la medida en que el
beneficio percibido de adoptar una innovación sobrepase a
su costo percibido (López-Pintado y Watts, 2008; Morris,
2000; Schelling, 1973).
Ahora bien, en ausencia de una clara evidencia empíri-
ca respecto a cómo se desempeñan las redes de influencia,
estos investigadores asumen que cada individuo i en una
población de un tamaño N influencia a n otros eligiéndolos
al azar. Aunque el objetivo de Watts y Dodds es la simu-
lación de conductas, es importante comprender que una
representación realista no puede considerar al azar como
un buen mecanismo de asignación de un área de influencia.

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El significado social de los precios • 147

Gráfico 7. Esquema de influencia de modelo de red

Fuente: elaboración propia a partir de Watts y Dodds (2007: 444).

El modelo generado por estos criterios difiere del


modelo de influencia de dos pasos en varios aspectos fun-
damentales. En el gráfico 6, la influencia va desde los líderes
de opinión hacia los seguidores, pero en el 7 puede orien-
tarse en cualquier dirección. En este último caso, la influen-
cia puede propagarse en uno o varios pasos, mientras que
en el anterior puede hacerlo solo en 2 etapas. Los autores
hacen notar que, a pesar de que el modelo planteado en el
gráfico 6 responde a una considerable masa de evidencia
empírica (Watts y Dodds, 2007: 444), numerosos estudios,
como los de Katz y Lazarsfeld (1955), sugieren que tanto
los líderes de opinión como sus seguidores están expuestos
a la influencia interpersonal y de los medios, y esas dife-
rencias de influencia se organizan en un contínuum más

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148 • El significado social de los precios

que de manera dicotómica (Lin, 1973). Brown y Reingen


(1987), investigando el modelo de influencia de multitud de
pasos, han logrado establecer que el 90% de las cadenas de
recomendación se extienden a más de un paso, y el 38%
involucra al menos a 4 individuos.

V.3. ¿Cómo se definen los “influenciadores”?


Además de las especificaciones sobre la naturaleza aleatoria
del área de efectos de un influenciador, el modelo de Watts
y Dodds define más precisamente quién es considerado
“influyente”. Los estudios empíricos previos habían suge-
rido, a partir de Robert Merton (1968) que un individuo
era considerado influyente cuando directamente influen-
ciaba a más de 3 o 4 personas, pero los recientes estudios
de marketing establecieron que ese número era mayor que
14 (Burston-Marsteller, 2001). Otros estudios, sin embargo,
determinan la influencia en términos relativos. Ed Keller y
Jon Berry (2003) definen a los influenciadores como aque-
llos que se ubican en el 10% superior en los test de liderazgo,
mientras que Robin Coulter, Lawrence Feick y Linda Price
(2002) consideran al 32% más influyente como influencia-
dores. Watts y Dodds siguen esta última perspectiva, y defi-
nen como influenciadores a un porcentaje (q) de los que más
influencia ejercen. Desde un punto de vista teórico, cada
valor especificado de (q) es necesariamente arbitrario, pero
para estos investigadores esto no es problema porque se tra-
ta de establecer, simplemente, si el papel de los influencia-
dores es un componente importante del proceso de difusión
de innovaciones. El valor que Watts y Dodds eligen es de q=
10%, lo cual es consistente con muchos hallazgos reales.

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El significado social de los precios • 149

V.4. Dinámica de la influencia (cascadas locales


y globales)
El modelo actúa a partir de un estado inicial en que todos
los componentes están inactivos (estado = 0) con la excep-
ción de un randomizado iniciador i, que tiene un estado 1
y que es activado exógenamente. Dependiendo de los pará-
metros definidos (valores de variable) y de las propiedades
del vecindario de i, la activación inicial producirá o no una
cadena de transformaciones endógenas. Subsecuentemente,
los vecinos activados podrán o no activar a sus vecinos,
produciendo, por un efecto acumulativo, una “cascada” de
cambios (Watts, 2002). Una distinción importante es la que
diferencia a las cascadas locales de las globales. Según Watts
y Dodds, el tamaño de las cascadas locales está determinado,
en una medida elevada, por la inmediata vecindad de un
iniciador. Las cascadas globales, por el contrario, pueden
afectar a muchos individuos, propagarse en varios pasos, y
son, en última instancia, afectadas solo por la medida de la
población a través de la cual se produce.
Básicamente, Watts y Dodds demuestran aquí dos cosas
fundamentales:
a) En una primera aproximación, la habilidad de cual-
quier individuo de producir un efecto en cascada depende
mucho más de la estructura global de la red de influen-
cia que del grado personal de influencia. Si la red permite
cascadas globales, estas ocurrirán, pero si esto no es así,
aunque el influenciador esté muy bien conectado, no podrá
iniciarlas.
b) Cuando estas cascadas globales ocurren, los influ-
yentes tienden, en promedio, a producir cascadas más gran-
des que los no influyentes.
Si las redes de influencia están “esparcidas” o menos
concentradas, los adoptadores tempranos tienden a ser más
influyentes que el promedio, pero si las redes de influencia
se vuelven densas, los adoptadores tempranos son incluso
menos influyentes que el promedio. Este último resultado

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150 • El significado social de los precios

es particularmente sorprendente, pero parece derivar de


la observación de que los individuos influyentes tienden a
pertenecer a grupos que también lo son; por lo tanto, inter-
actúan preferentemente con otros influyentes que resultan,
en general, más difíciles de influenciar.

VI. Algunas conclusiones preliminares

El proceso de formación de precios en el mercado, de cara


a estas reflexiones, parece estar fuertemente influenciado
por dinámicas reticulares que contienen y exceden tanto
las decisiones de los actores considerados individualmente
como los determinismos más estructurales de la conduc-
ta macroeconómica. En este sentido, si bien los escenarios
hasta aquí recorridos pueden (y demandan) ser múltiple-
mente profundizados, creemos que al menos ofrecen la
posibilidad de estudiar la problemática de la incrustación
a través de articulaciones metodológicas tanto afines teó-
ricamente como empíricamente productivas. En todo caso,
queda claro que en todas estas vías de análisis una doble
sujeción, la de los agentes económicos tanto a su cultura
como a sus redes de contactos, podría analizarse, con algu-
nas adaptaciones específicas, recurriendo a las herramien-
tas del ARS aplicadas al marketing:
a) El abordaje que aquí designamos como estrictamente
relacional, presente en investigaciones como la de Webster
y Morrison, despliega no solo las herramientas básicas del
relevamiento y la generación de la red, sino también las per-
tinentes para producir indicadores reticulares válidos tanto
a nivel de la red total (densidad) como a nivel de los grupos
involucrados (subgrupos) o de los individuos (rol, influencia
y equivalencia estructural).
Desde esta perspectiva, los atributos de los actores no
son considerados en el análisis, y las conclusiones a obtener
dependen estrictamente de las mediciones de red llevadas a

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El significado social de los precios • 151

cabo. A pesar de que esta es la línea de trabajo que menos


innova respecto al ARS clásico, ha hecho aportes relevantes
distinguiendo entre actores mejor o peor conectados, sub-
grupos relevantes y configuraciones de red más o menos
propensas a procesos de innovación o flexibilizaciones de
su estructura. En términos del debate entre posiciones infra
o sobresocializantes del comportamiento económico, no
hay prácticamente ningún elemento explicativo que este
abordaje pueda extraer de ambas posiciones.
b) El punto de vista del marketing de red nos ha servido
para sostener que, si bien las teorías de redes han sido
extensamente usadas en este terreno, se impone una com-
plementariedad entre las metodologías tradicionales y las
estrategias de análisis impuestas por la perspectiva reticu-
lar. Al no contraponer el enfoque de marketing con el llama-
do “efecto de red” y buscar combinarlos, este abordaje difie-
re bastante del punto de vista estrictamente relacional.
En definitiva, esta perspectiva provee fuertes eviden-
cias de que el tipo de conexión con la red de algún suscrip-
tor existente es un poderoso factor en base al cual tomar
decisiones de marketing ya que estos resultados predicen,
por ejemplo, en qué medida una firma puede beneficiarse
del uso de redes sociales para estimar las posibilidades de
compra. Sin embargo, las conclusiones no son unívocas y
hay varias maneras de aprovechar esta información.
Como primera solución a este problema, se podrían
reforzar las técnicas de mercadeo apuntando a las redes de
influenciadores, con lo cual deberían ahondarse las diferen-
cias de propensión entre vecinos de red y no vecinos de red.
Sin embargo, otra consecuencia del análisis podría implicar
el intento de promover el surgimiento de más influenciado-
res en base a técnicas que utilicen la homofilia (similaridad
de características) entre influenciadores e influenciados no
recomendados. Una pregunta acecha a esta estrategia: ¿Se
pueden “fabricar” influenciadores utilizando información
parcial aportada por el marketing de red? Debido a su espe-
cificidad, el marketing de red parece incorporar aspectos de

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152 • El significado social de los precios

la perspectiva sobresocializada de la economía, ya que los


comportamientos de los agentes, empezando por su misma
categorización previa por clase, segmento etario o poder
adquisitivo, implican suposiciones causales de un orden
más general sobre su conducta.
c) En tercer lugar, y tomados en conjunto, los resulta-
dos generados por Watts y Dodds proveen un soporte “mix-
to” respecto de la hipótesis de los influyentes sobre el resto
de la población de consumidores en el modelo de influencia
interpersonal simple. La versión “fuerte” de esta hipótesis
–que los influyentes son de algún modo esenciales para la
difusión– claramente no está apoyada por las simulaciones,
ya que estos no son ni necesarios ni suficientes para des-
encadenar grandes cascadas. Específicamente, los hallazgos
de estos autores establecen que, más allá de las redes de
influencia, el efecto del promedio del 10% más influyente
claramente excede al de los adoptadores tempranos de un
producto cualquiera, pero para el caso de las cascadas glo-
bales, no se puede postular que los más influyentes condi-
cionan decisivamente al resto, sino que es más probable que
la gente fácilmente influenciable condicione a otra gente
influenciable en una medida modesta.
En las cascadas informacionales [information cascades],
pequeñas fluctuaciones desencadenan reacciones críticas en
las cuales grandes grupos parecen participar de una opción
colectiva, y para ello se requiere que un pequeño número
de individuos arriben al mismo tiempo a ese sector de la
estructura. Esto no implica que, aunque situacionalmente
sean influyentes, lo sean con carácter permanente. Respec-
to de la relación de estos modelos con las concepciones
infra y sobresocializada del comportamiento económico, es
razonable afirmar que estrictamente ellos no se ubican en
ninguno de los polos de este contínuum, sino que más bien
caen en la zona intermedia caracterizada por el espacio de
influencia reticular.

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El significado social de los precios • 153

Tabla 1. Propiedades generales de los 3 enfoques de ARS y mark


markeeting
analizados

Tipo de enfoque Determinismo Sesgo explicati- Temporalidad


vo

Enfoque relacio- De red Propiedades de Estática


nal puro la red, de los
subgrupos y de
los agentes

Enfoque mixto De red y de Propiedades de Estática


sobresocializa- la red y atributos
ción (demogra- de los agentes
fía, edad, etc.)

Enfoque de De red Propiedades de Dinámica (simu-


influencia la red lación temporal)

Fuente: elaboración propia.

Retornando a la problemática de la incrustación, con-


sideramos que la visión reticular y el paradigma del ARS
contribuyen a pensar la toma de decisiones económicas no
solo en relación a las instituciones, la cultura o el sistema
de valores de una sociedad determinada, sino respecto al
modo concreto en que las constricciones emanadas de ellas
se plasman en cualquier red empírica. Pensar abstractamen-
te en este concepto, si bien rompe con la idea de acción
racional, no evita el problema de considerar la sobredeter-
minación social como causa última del desempeño de los
agentes económicos. Alternativamente, considerar lo que
en la Tabla 1 podemos llamar “determinismos de red”, a la
par que pone en foco la interdependencia de las unidades
de análisis consideradas, que son en el caso del marketing
los consumidores, también rompe con los reduccionismos
infra y sobresocializadores en la explicación de la acción
económica.

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154 • El significado social de los precios

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Dinero y precio

Aportes para una mirada histórica

HERNÁN GABRIEL BORISONIK

Si los hechos demuestran, pues, que una moneda sin valor específi-
co presta los mismos servicios que nuestra moneda de oro, debería-
mos preguntarnos si no existe un error en nuestra idea tradicional
del dinero.
Friedrich Bendixen

Introducción: del valor entre el precio y el soporte

Todas las sociedades se han sustentado (y se sustentan)


a través del intercambio de bienes, ya sea que este se dé
mediante el regalo, la guerra, el robo, el mercado o algu-
na otra forma de articulación. Para ello, han necesitado
disponer de mediaciones que les permitieron hacer efec-
tivo, visible y controlable el tipo de equivalencia estable-
cida entre los bienes adquiridos. Tomando como modelo
los mecanismos de retribución a la naturaleza o las divi-
nidades, las diferentes culturas desarrollaron esa función
medial bajo la forma del dinero. Con él, la contabilización
de los intercambios pudo ser más clara e incluso prolongada
en el tiempo, adeudada y pasible de ser enmendada por
vías jurídicas. Asimismo, el uso de dinero abrió las puertas
para la identificación de una diferencia entre valor y precio

teseopress.com 161
162 • El significado social de los precios

de los bienes intercambiados. Si las formas más primitivas


estaban siempre ligadas a la utilidad de lo obtenido en las
relaciones de cambio (es decir, el intercambio se daba en
relación al valor), a medida que el uso de diferentes mone-
das fue cobrando mayor importancia, se dio también lugar
al desarrollo del comercio especulativo (aquel que se realiza
con el objetivo de obtener más dinero y no de conseguir un
bien consumible), lo cual implicó una primera divergencia
conceptual entre la necesidad vinculada a la suficiencia y la
posibilidad de obtener una cantidad de dinero por un bien
que pasaba a percibirse como desligado de las condiciones
por las cuales llegaba al intercambio.
Como se puede observar, entonces, a partir de la nor-
malización del uso de la moneda (y su capacidad de con-
servar valor) se abrió la posibilidad de la abstracción y la
especulación en los intercambios, cuestión que fue volvién-
dose más sofisticada en la misma medida en la que los
soportes que le daban cuerpo fueron, a su vez, adoptando
formas más sutiles y portátiles. En ese sentido, la historia
de la materialidad del dinero no puede ser separada de las
formas políticas que dieron lugar a las transformaciones en
los usos, elementos y tecnologías que rodean a las monedas.
Este capítulo tiene como intención última llegar a delinear
algunas particularidades específicas que constituyen uno de
los aspectos cardinales del dinero contemporáneo: el paso
hacia la virtualidad y la digitalidad. Sin embargo (y dado
que el estudio de tal carácter se encuentra aún en proce-
so, así como las formas que las monedas digitales están
adoptando), sería imposible comprender la actualidad del
fenómeno dinerario sin hacer referencia a algunas expe-
riencias anteriores a ella, que han servido como ejemplo e
impulso de las monedas que acompañaron al desenvolvi-
miento del capitalismo. Por eso, se repasarán brevemente
algunos puntos clave del pensamiento y las circunstancias
alrededor de las metamorfosis materiales del dinero y las
conceptualizaciones que las han acompañado. De ese modo,

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El significado social de los precios • 163

las aproximaciones finales sobre los aspectos específicos del


dinero actual podrán ser vistas como parte de un sinuoso y
discontinuo derrotero que vale la pena reconstruir.
Las reflexiones teóricas alrededor del dinero existen
por lo menos desde hace dos mil quinientos años, y se han
preocupado tanto por su definición stricto sensu (medio de
intercambio acuñado y aceptado en un espacio y tiempo
determinados) como por una descripción laxa (todo aquello
que sirve como medida cuantitativa de valor, para comparar
cosas cualitativamente diversas).
Existen, además, dos posturas generales frente a la his-
toria monetaria. Por un lado, suponer que la economía por-
ta constantemente necesidades análogas o equiparables, que
de algún modo siempre existió mercado y que los proble-
mas económicos actuales reflejan cuestiones similares a las
antiguas más desarrollada o sofisticadamente. Así, el dinero
puede fácilmente definirse en términos funcionales,1 pen-
sando que siempre que existe intercambio hay una función
que se llama dinero y que consiste en ser medio acepta-
do para los cambios (ser medio de pago), poder atesorar
valor y ser la unidad para calcular el precio de las cosas
(lo cual implica también ser divisible en unidades con el
mismo valor). Esta noción funcional del dinero se piensa
como ahistórica, lo cual, entre otras cosas, se ha debido a
la búsqueda de una esencia, una naturaleza, que pudiera
condensar conceptualmente a cualquiera de sus usos, tal y
como lo han hecho, de algún modo, Platón2 en el siglo IV

1 El dinero es precisado en los manuales como “Medio de pago o de cambio: el


dinero se usa para realizar transacciones (comprar bienes y servicios, pagar
salarios, pagar facturas, etc.). Unidad de medida o numerario: todos los pre-
cios se fijan en unidades monetarias; de esta forma, se sabe el valor de cada
bien o servicio en función de un elemento único: la cantidad de unidades
monetarias que se debe pagar por él. Reserva de valor: el dinero se usa tam-
bién para mantener un poder de compra, con el objetivo de comprar bienes
y servicios en el futuro.” (Tansini, 2003: 173).
2 Aunque no es la única manera en la que piensa al dinero, hay en Platón una
tendencia general a concebir las ideas como inmutables y trascendentes a
toda experiencia. Cfr. Platón (R.: § 509d–511e).

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164 • El significado social de los precios

a.C. o Kant (2008 [1797]: 110-114) en 1785. Este primer


modo ha sido también una constante en muchos economis-
tas del siglo XX quienes han naturalizado al mercado y al
dinero funcional de manera tan abrumadora que han acha-
tado incluso a sus mentores (la unidimensional versión de
Adam Smith que satura hoy las universidades de economía
es una muestra de ello).
Del otro lado, es posible pensar el dinero como una
categoría histórica que representa el valor y, por lo tanto,
está en permanente mutación, no solo material, sino tam-
bién conceptualmente. Ya en Jenofonte (Socráticas) y Aristó-
teles (EN; Plt.) se pueden rastrear ciertos impulsos hacia esta
explicación de las monedas desde sus usos y no abstracta-
mente. Y no fue otro que el estagirita quien vislumbró en el
uso acumulativo del dinero el peligro de la inequidad y la
destrucción de los lazos sociales. Por fuera de la definición
funcional, se hacen visibles otras características que el dine-
ro fue adquiriendo y perdiendo a lo largo del tiempo.
Desde su nacimiento, las monedas se han mostrado
como reemplazo, común denominador y lazo entre las per-
sonas y con el mundo. Por su plenipotencialidad, el dinero
se ha convertido en algo deseado con la ilusión de aplazar
el momento de la experiencia, acrecentando el placer por su
posesión, como metáfora y abstracción de la mera materiali-
dad. Así, el dinero se ha convertido en un valor en sí mismo,
digno de ser atesorado y tomado como fin.
Al mismo tiempo, desde la década de 1970, la globali-
zación y la extrema especulación financiera han propiciado
la evaporación de la moneda. Desde hace un tiempo, se habla
de un proceso de “desmaterialización”3 del dinero, aunque
conviene matizar dicho término, en tanto que la materiali-
dad del dinero no es lo que está en juego, sino, más bien, los
soportes que le dan sostén y capacidad de existencia social.
Este proceso ha facilitado en grado superlativo su circu-
lación y aceleración. El inmenso proceso de bancarización

3 El término aparece, por ejemplo, en Altvater y Mahnkopf (2002).

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El significado social de los precios • 165

y digitalización de las economías trajo una virtualización


del dinero y permitió a actores privados crearlo y multipli-
carlo.4 No obstante, conviene siempre recordar que eso no
“desmaterializa” las monedas, pues el hecho de que circulen
a través de vías virtuales (del mismo modo que la informa-
ción) no debe impedir advertir que no se ha inventado aún
ninguna forma dineraria que pueda superar la materialidad.
Si bien es cierto que los canales se han hecho mucho más
leves, los cables de fibra óptica, y los servidores en los que
se alojan los datos pertenecen al orden físico tanto como
cualquier expresión anterior del valor. Sin embargo, la iné-
dita acumulación que se da en este período tardocapitalista
no podría pensarse por fuera de las formas concretas que
han adoptado el dinero y su circulación.
En relación con lo anterior, una hipótesis que recorre
de modo latente este capítulo es que la distancia entre
precio y valor se ha vuelto cada vez más difusa y menos
aprehensible en la medida en que el dinero se fue convir-
tiendo en un elemento progresivamente más y más por-
table y menos atado a elementos con valor de cambio y
valor de uso. Es decir, que el progresivo paso hacia formas
monetarias tendientes a la pura representación abstracta del
valor (los billetes de papel, las tarjetas de crédito, el dinero
digital), habría acompañado procesos sociales y políticos
que conllevaron la aceptación de una correspondencia de
menor intensidad entre valor y precio.
Así, en los sistemas cuyos portadores aceptados de
valor son medidos en reses, granos de cacao, sal o brazaletes
de caracoles, la relación con la utilidad de los bienes inter-
cambiados se encuentra en el centro de la escena. El ejemplo
más clásico en ese sentido es el trueque, donde cada elemen-
to intercambiado es tomado de manera simultánea como

4 Desde la ruptura definitiva entre el valor del dólar estadounidense y el


patrón oro, en 1971, se ha dado un muy acelerado proceso de abstracción y
aceleración del dinero, ayudado por las tecnologías digitales y por la deslo-
calización y el enorme crecimiento del mercado financiero internacional.

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166 • El significado social de los precios

medio de cambio y objeto de consumo. En esos casos, la


oferta y la demanda se hallan muy por debajo de la utilidad
en tanto que medidas para la valoración de una mercancía.
Del otro lado, el triunfo del mercado como asignador imper-
sonal y eficiente de los recursos entre las personas impuso,
junto con su lógica basada en las leyes de la oferta y la deman-
da, una descomposición material del dinero hacia elementos
cada vez menos pasibles de uso y más concentrados en la
función cambiaria, lo cual, adicionalmente, no hizo más que
reforzar las posibilidades (y las ansias) acumulativas.
El dinero es una creación convencional que refleja
o cristaliza modulaciones de las relaciones sociales. Es, al
igual que Internet, una entidad conceptual que no puede
existir sin soportes materiales y controla, como aquélla,
la forma de vida actual de la humanidad. Pero mientras
que cada movimiento (y cada clic) humano es captado y
analizado, la circulación monetaria permanece invisible a
la inmensa mayoría de las personas. Hoy, solo el diez por
ciento del dinero del mundo está conformado por bille-
tes y monedas.5 El resto tiene una existencia más etérea,
que lo aleja de las calles y permite a sus dueños manejarlo
con mayor discrecionalidad. En estas páginas, de carácter
teórico, se espera realizar un aporte hacia una reflexión
acerca de las transformaciones contemporáneas del dinero,
a través de una apelación permanente a su historia y sus
formas concretas. Asimismo, procura hacer visibles algunas
concepciones acerca del precio, subrayando la vinculación
que estas poseen con los diferentes soportes materiales que
han expresado a las monedas.

5 Si bien no existen datos oficiales, hay cálculos que arrojan esos porcentajes.
Remito a la información disponible en https://goo.gl/794TTc. [Fecha de
citado: 28/nov/2017].

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El significado social de los precios • 167

I. Del valor a partir de la chr


chreia
eia

Históricamente, fue en el siglo VII a.C. cuando aparecieron


las primeras monedas acuñadas de la historia occidental.
Si bien podría decirse que, en general, la filosofía griega
tuvo algún sitio –marginal– para albergar algunas pregun-
tas acerca de su esencia y sus usos, es claro que fue Aris-
tóteles (EN; Plt.), en el siglo IV a.C., quien realizó el primer
intento sistemático de pensar el dinero y la economía.6 En
sus textos “económicos”,7 el dinero es analizado desde una
perspectiva ético-política. El problema al que se enfrenta-
ba el estagirita era, brevemente, cómo usar dinero en los
intercambios sin que este se vuelva soberano de las decisio-
nes políticas, es decir, que no represente un impedimento
para la autodeterminación de las sociedades. Aristóteles nos
legó algunas reflexiones generales sobre el dinero que a su
vez se insertaban en el horizonte de su propia contempo-
raneidad, en la que un tipo de uso sacralizante del dinero
representaba un gran peligro: la búsqueda permanente de
beneficios económicos hacía que los ciudadanos se dejaran
de preocupar los unos por los otros, quebrando tanto la
moral clásica de la polis –obteniendo ganancias a costa de
otros– como su característica politicidad –persiguiendo al
dinero, los ciudadanos dejaban de cumplir con sus obli-
gaciones civiles–. Como sea, en Aristóteles hallamos una
primera definición general de dinero, como todo aquello
que posee valor económico, pues siempre que existe inter-
cambio (así sea en forma de trueque) hay una cierta medida
(una cierta conmensurabilidad), que puede ser interpretada
y aceptada por ambas partes.

6 Remito, sobre esta cuestión, a la lectura de algunas fuentes secundarias:


Polanyi (1976); Finley (1970); Borisonik (2013).
7 El entrecomillado responde a que la economía, tal y como es definida en la
actualidad, no formaba parte del universo conceptual aristotélico.

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168 • El significado social de los precios

Sobre esta cuestión puede ser de gran utilidad revisar


la categoría chreia, utilizada por los antiguos griegos (y muy
particularmente por Aristóteles) como respaldo del valor
de cualquier elemento a intercambiar y, en última instan-
cia, como magnitud cualitativa que el dinero cuantificaba
numéricamente a través del precio. El significado asignado
a este término, si bien problemático, se daba en el encuentro
entre la necesidad y la utilidad que de un bien se tuviera en
la comunidad.8 El Estagirita enunciaba que el dinero era la
magnitud que expresaba cuantitativamente la chreia y esta,
la necesidad mutua que los individuos tienen unos de otros
(EN: 1133a-b). Desde esa perspectiva, las ideas aristotélicas
acerca del valor y el precio se encontraban ligadas de mane-
ra muy cercana. Es por ello que la utilidad de un elemento
para la comunidad era pensada como un factor mucho más
relevante que su abundancia u oferta:

Es menester, por tanto, que todo se mida en una sola cosa,


como se dijo antes. En realidad, esta cosa es la chreia que todo
lo mantiene unido; porque si los hombres no necesitaran
nada o no lo necesitaran por igual, no habría cambio o no tal
cambio. Pero la moneda ha venido a ser como una especie de
sustituto de la necesidad/utilidad en virtud de una conven-
ción, y por eso se llama así, porque no es por naturaleza, sino
por ley, y está en nuestras manos cambiarla o utilizarla. […]
[L]a moneda ha venido a ser como una especie de sustituto de
la chreia en virtud de una convención. (EN: 1133a).9

8 Si bien los economistas modernos han traducido al término “chreia” como


“demanda”, esta es una elección que tiende a confundir su verdadero signifi-
cado, asimilando formas sociales y valorativas muy diversas. La traducción
por “necesidad”, propuesta por Finley –quien expresa que: “El campo
semántico de chreia, en los autores griegos, dentro de los cuales se encuentra
Aristóteles, incluye ‘uso’, ‘ventaja’, ‘servicio’ […].” (Finley, 1984: 270)– y Mei-
kle (1995: 23), recupera de modo mucho más fiel el sentido original del
vocablo. En otra ocasión (Borisonik, 2013: 189), propuse expresarla como
“necesidad/utilidad” para dar cuenta de la riqueza semántica que la chreia
implica.
9 Si bien aquí sigo la traducción de Pallí Bonet, he realizado algunas modifica-
ciones que facilitan la comprensión en este contexto.

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El significado social de los precios • 169

La moneda es, así, presentada como una institución


social, pasible de ser modificada en sus formas y usos a
través de la acción política.10 De manera ideal, Aristóteles
espera que el valor surja de la necesidad y que el precio en
dinero refleje numéricamente ese hecho. No obstante, su
insistencia en ese punto da prueba de que ya en sus tiempos
otras concepciones competían con la suya. En ese sentido,
es fundamental la lectura de Karl Polanyi, quien explica
cómo en el siglo V a.C. se dio un sistema mercantil simi-
lar en características (aunque no en tamaño) al moderno,
hecho por el cual

[L]a economía, cuando comenzó a atraer la atención cons-


ciente del filósofo [Aristóteles] bajo las formas de transaccio-
nes comerciales y diferencias de precios, ya estaba destinada
a realizar su matizada trayectoria hasta su culminación unos
veinte siglos más tarde. En su germen, Aristóteles intuyó al
espécimen completamente desarrollado. (Polanyi 1976: 114).

Al respecto, Aristóteles abogaba por la idea de que,


en última instancia, los precios deberían ser puestos por el
comprador, dado que es él quien realmente les dará uti-
lidad. Pero, en su Ética nicomaquea cuenta el ejemplo de
Protágoras, quien

[C]uando enseñaba cualquier materia pedía a su discípulo que


calculara él mismo lo que creía que valía el conocimiento
adquirido y aceptaba tal cantidad, a diferencia de los sofistas
que cobraban por adelantado sus clases porque nadie daría
dinero por lo que ellos saben. (EN: 1164a).

10 Es importante recordar esto para comparar la mentalidad antigua con la


moderna, en la cual el dinero y el mercado se han ido asumiendo cada vez
más como elementos “naturales” o insoslayables en sus modos de mediar el
intercambio humano.

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170 • El significado social de los precios

No es la avidez de los estudiantes, sino el valor (en


términos de utilidad) lo que, como se observa, debía supe-
ditar y definir el precio, en el imaginario aristotélico (y, en
general, antiguo e incluso medieval).
En los estudios de Aristóteles se encuentra una tem-
prana crítica a la acumulación, centrada en la idea de uso
y ponderando al dinero como medio y no como fin de las
acciones humanas y la vida en común. De sus lecciones
puede extraerse una postura que se opone con fuerza a lo
que hoy podríamos denominar como una concepción feti-
chizante del dinero, es decir, aquella que deja en riesgo de
extinción la subsistencia de las sociedades debido a la sacra-
lización del dinero como cara complementaria del afán por
su acumulación. Pero precisamente el hecho de que Aristó-
teles tomara partido en contra de una actitud determinada,
que trataba al dinero como fin, habla de que ya en la Grecia
antigua existía este punto de vista. Para constatarlo, basta
con observar un discurso pronunciado por Lisias en el año
386 a.C., llamado “Contra los vendedores de trigo”:

Porque ante la máxima necesidad que tienen de trigo, ellos lo


arrancan por doquier y no quieren venderlo, a fin de que no
regateemos su precio, sino que quedemos conformes en ir a
comprárselos al que quieran ponerle; de manera que aun en
la paz seamos por ellos asediados. La ciudad conoce su male-
volencia desde hace mucho tiempo. (Disc. II: XXII, 15).11

La crítica de Lisias (similar a la sorpresa aristotélica)


deja en claro la aparición de actitudes que hoy podríamos
calificar de mercantiles (o mercadofílicas) en un entorno que
durante algunos siglos había sido ajeno a ellas. Tal vez por
ello, Moses Finley sostuvo que aún no existían vínculos
directos entre la producción y los precios, en el sentido de
un espacio mercantil que pudiera alejar de manera desme-
surada el precio del valor:

11 Se han realizado mínimas modificaciones a la traducción de José Luís Calvo


Martínez para hacer más claro el sentido de la frase.

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El significado social de los precios • 171

Los productores y los exportadores intentaban también


influir sobre los precios de las ventas locales por medio del
acaparamiento, retirando mercancías del mercado durante
períodos, y otras iniciativas similares. Sin embargo, ninguna
de esas maniobras conducía a nada que no fuese la creación
de un desequilibrio temporario entre la oferta y la demanda;
en sí mismos no tenían efectos estructurales en la producción
de cereales, ni siquiera tampoco necesariamente en los lucros
de los productores. (Finley, 1985: 178).

Según Aristóteles, finalmente, el precio debía expresar


en mayor o menor medida al valor, por lo que las actitudes
monopólicas o las estrategias comerciales tendientes a acu-
mular dinero (es decir, verlo como un fin en sí mismo) le
parecían censurables. Para él, “no hay diferencia, en efecto,
entre cinco camas por una casa y el precio de cinco camas.”
(EN: 1133b). Como se observa, hay en el estagirita una
continuidad entre el trueque y el intercambio mediado por
dinero, en tanto que formas destinadas a mitigar las nece-
sidades de aquellos bienes útiles para la vida. De ese modo,
no tenía razones para dislocar al precio del valor, cuestión
que sí se desarrollaría en los sistemas en los que el dinero
fue desapegándose de soportes con valor en sí mismos para
ser reemplazados por formas cada vez más funcionales.

II. Del valor a partir del trabajo

El influjo de las doctrinas aristotélicas fue enorme durante


varios siglos, muy especialmente en la Europa tardomedie-
val y tempranomoderna, tras su redescubrimiento y a causa
de la disputa que la Iglesia católica abrió frente a las inter-
pretaciones islámicas, mucho más avanzadas entre los siglos
XI a XIII. Específicamente respecto de las temáticas econó-
micas, la escolástica cristiana llevó adelante una recepción
de las ideas del estagirita que tuvo importante desarrollo,
sobre todo encarnado en la escuela de Salamanca, la cual

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172 • El significado social de los precios

articuló, entre otras cosas, su doctrina del precio justo. Esta


doctrina, que tomaba algunos elementos de los textos aris-
totélicos, pero también escritos apócrifos y posturas políti-
cas, se preocupaba por la libertad de los actores a la hora de
definir un precio, sobre todo en términos de independencia
de los gobernantes. Era, así, un pensamiento que se oponía
con fuerza a cualquier control político de los precios, que
resultó fundamental para el advenimiento de una nueva
racionalidad en la que el mercado (junto con sus leyes) pasó
a ser una instancia necesaria para el intercambio.
A través de los escritos de pensadores como Juan
de Mariana (un escolástico tardío español influido por la
escuela de Salamanca), las ideas sobre la ley natural y la
transformación conceptual del dinero y el mercado de bie-
nes contingentes en necesarios se difundieron por todo el
mundo moderno. Particularmente, la obra De Rege et Regis
Institutione del mencionado de Mariana tuvo una enorme
difusión en la Inglaterra del siglo XVII. Comparando sus
conceptos sobre el origen de la sociedad, la soberanía o
la propiedad privada con las sostenidas por John Locke
puede hallarse un grado de similitud muy elevado (Fer-
nández Álvarez, 2016: 189-208) y se ha comprobado que
Locke tenía copias de los libros De Ponderibus et Mensuris (de
1599) e Historia general de España (de 1601) de de Mariana
en su biblioteca personal. La célebre obra Two Treaties on
Civil Government, escrita por Locke en 1690, presenta claras
influencias de las obras de de Mariana, de Francisco Suárez
y de los llamados escolásticos protestantes (como Samuel
Pufendort o Hugo Grocio). Además, había una copia del De
Rege et Regis Institutione en la biblioteca personal de John
Adams, segundo presidente de los Estados Unidos y segui-
dor de las opiniones de Locke (Diggins, 1986).
Es sabido que las ideas de Locke en el siglo XVII repre-
sentaron un insoslayable impulso para el nacimiento del
liberalismo económico. Este filósofo británico planteó en
varios de sus ensayos breves que el dinero, si bien adminis-
trado en algún sentido a través de las leyes humanas, poseía

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El significado social de los precios • 173

un valor intrínseco que ningún soberano podía rechazar.


En pocas palabras, pensaba al dinero como un bien natural
cuyo precio no podía ser regulado políticamente (Locke,
1691; 1695). En su Segundo tratado sobre el gobierno civil afir-
mó además el innatismo de la propiedad privada, conside-
rando que todo elemento natural sobre el que alguien aplica
su trabajo pasa a pertenecerle (Locke, 2010). Para Locke, el
precio del oro no es convencional ni social, sino natural e
invariable, totalmente atado a la materialidad. Sin embar-
go, la utilización como moneda de un material que es más
apreciado por su belleza y su inercia que por su utilidad,
dio lugar a un pensamiento en el que la competencia y la
acumulación son actividades deseables para la vida huma-
na. La consecuencia de esta teoría consiste en establecer
un vínculo entre las formas imperecederas del oro como
dinero natural y la posibilidad de enriquecerse a través del
comercio, lo cual le permite a Locke plantear que quien
accede al intercambio a través de dinero consiente una dis-
tribución desigual de las tierras y los bienes (Locke, 2010).
De hecho, un siglo y medio más tarde que Locke, pero
apoyado en sus textos, Adam Smith (1904: § I.4.1-I.4.18)
sostendría asimismo la existencia de leyes naturales que
regulan la economía con independencia de los Estados.
Retomando en algún sentido el razonamiento aristo-
télico, fue Karl Marx quien realizó, hacia el final del siglo
XIX, la crítica más acabada a la economía política liberal.
Para ello, entre otras cosas, diferenció entre las categorías
de dinero y capital. Según Marx, mientras que el primero es
un mediador temporal entre dos mercancías y, por lo tanto,
forma parte del circuito del uso y la satisfacción de las nece-
sidades, el segundo es producto de una inversión engañosa
entre medio y fin, que exige un permanente incremento
y alimenta el ilimitado deseo de acumular (Marx, 2008:
I,2,IV). Esta cuestión se agrava geométricamente cuanto
más se abstrae el dinero de la producción. Una de las formas
en las que Marx abordó el estudio del dinero fue a través de
la figura del fetiche, haciendo de esta un modelo perfecto

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174 • El significado social de los precios

de la mercantilización capitalista (Marx, 2008: I,1,I). Las


mercancías, explica Marx, son contempladas por quienes
las usan como entidades independientes y autoevidentes
que ocultan el carácter real de las relaciones sociales y del
modo de producción del que son frutos. Además, desde
ese punto de vista individual, el dinero, señala Marx, se
presenta como un medio alrededor del cual los vínculos
son horizontales, no jerárquicos. En el capitalismo las rela-
ciones de producción son divididas en múltiples “trabajos
individuales” obteniendo como resultado la objetivación de
las cosas y la mercantilización de la mano de obra, pudiendo
las personas y los artículos producidos ser intercambiados
a través de relaciones.
La forma más acabada de la mercancía es el dinero
–conversor universal, puro valor de cambio, reemplazo de
los reemplazos, fetiche de los fetiches–, que encubre mejor
que nada, por su forma impersonal y homogénea, el carác-
ter social de la producción. Resulta, pues, que toda mer-
cancía, para obtener un reconocimiento social (es decir, un
valor), debe poder ser equiparada a otra mercancía, por
ejemplo, el oro, con el que se pueda intercambiar en una
determinada proporción. De acuerdo con Marx, quienes
producen las mercancías ven dicha materialización de las
relaciones de producción como la misteriosa e indepen-
diente facultad que posee una cosa de cambiarse por otras
en un mercado. Esta facultad parece una propiedad natural
de la mercancía, como el peso, la densidad o la medida.
El dinero habilita una relación directa entre mercancías
y favorece la separación y sumisión de las personas a las
cosas. El fetichismo del dinero es una consecuencia nece-
saria del fetichismo de las mercancías, dado que la moneda
es presentada en el capitalismo como un medio objetivo.
Todas las categorías económicas modernas se hallan reves-
tidas y fetichizadas, por eso la “ciencia económica” se ha
limitado a estudiar el aspecto externo de los procesos.

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El significado social de los precios • 175

El mismo proceso de fetichización que ha sido tan


profundamente analizado respecto de las mercancías (o su
sacralización, en tanto comprendidas como elementos que
quedan por fuera del libre uso o control humano),12 pue-
de también ser pensado en relación a los precios. En la
sociedad actual, suele afirmarse que “los precios aumentan”
(o bajan o están estables), como si fueran sujetos activos
de mecanismos regulatorios. Frente a ello, existen algunas
fuentes bibliográficas que han prestado atención al fenó-
meno de formación de precios por fuera de las ideas de
la economía neoclásica (Beckert, 2010; Beckert y Aspers,
2011; Caliskan, 2007; Zbaracki, 2004), a las que habría que
complementar con estudios que encaren desde el mismo
punto de vista la cuestión del precio del dinero, es decir, la
relación entre las diversas monedas, tanto a nivel interna-
cional como en virtud de sus soportes, formatos y maneras
de representar el valor.
Marx ha puesto de manifiesto una forma objetiva de
fetichismo que se da a través de la mercantilización de la
vida en el sistema capitalista como reemplazo, enmasca-
ramiento, disfraz, al punto en que las personas terminan
asumiendo que es natural la equivalencia entre “una tone-
lada de hierro y dos onzas de oro” (Marx, 2008: 126), más
allá de que posean características físicas que habilitarían
otras relaciones. Marx presenta, así, una clave para pensar
el dinero y el precio como instituciones sociales no dadas,
que podrían ser utilizadas en función de las sociedades.
Ahora bien, a contrapelo de las ideas marxistas, las
condiciones históricas y las luchas políticas determinaron
un patrón más o menos constante que hizo que las mone-
das fueran gradualmente adoptando formas cada vez más
abstractas y desapegadas del uso y, por ende, más y más feti-
chizadas. De ese modo, los diferentes soportes materiales
del dinero fueron variando hacia formas cada vez menos

12 Los vínculos entre fetichismo y sacralización pueden ser divisados, por


ejemplo, en Benveniste (1983) y Agamben (2003; 2005).

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176 • El significado social de los precios

corpóreas, cuestión que fue fundamental para la aceleración


y la conquista mundial del mercado tal y como lo conoce-
mos en nuestros días. Pese a ser siempre una convención
basada en la confianza, el dinero, hasta hace muy poco tiem-
po, tenía un respaldo físico representado por un material
noble, en una cantidad concreta. Así, aunque toda moneda
siempre se basara en una creencia, la garantía material pare-
cía darle cierto respaldo al pacto monetario. La necesidad
de realizar transacciones de cada vez mayor volumen, la
voluntad de transportar mucho dinero corriendo el menor
riesgo posible y las ansias acumulativas de gran parte de
la humanidad se dieron en simultáneo con el crecimiento
de lo que se llamó doctrina nominalista del dinero, que
separa a las monedas de su valor “intrínseco” (el respaldo,
generalmente, en metal, que dio el nombre a la perspectiva
opuesta: el metalismo).
Así, en simultáneo con el desarrollo digital en todos
los ámbitos de la vida humana, el fortalecimiento del siste-
ma financiero se hizo evidente. En 1987, Paul Henderson
señalaba que:

Este nuevo dinero es como una sombra. Su forma fría y gris


puede ser vista, pero no tocada; no tiene una dimensión táctil
ni peso. La moneda es un fantasma del pasado, un anacro-
nismo. En su lugar, viajando por el mundo incesantemente,
sin descanso y casi a la velocidad de la luz, hay una forma
de dinero completamente nueva, no basada en el metal o el
papel, sino en la tecnología. (Henderson, 1987:15).

Pocos años más tarde ya se trataba al dinero mis-


mo como un tipo de información, y se decían cosas como
que “[…] el dinero ha sido transmogrificado. Ya no es una
cosa; es un sistema. Es una red que comprende cientos de
miles de computadoras.” (Kurtzman, 1993:1). El fin de la
Guerra Fría implicó el armado de un nuevo orden mun-
dial que fue acompañado por una gran democratización de
las posibilidades técnicas, así como de la aceleración del

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El significado social de los precios • 177

capital financiero, la movilidad territorial de la producción


y la digitalización monetaria. El dinero viviría, a partir de
entonces una nueva etapa.

III. Del valor emancipado

Ya algunos años antes de la caída del socialismo como fuer-


za mundial, Jean Baudrillard en su libro de 1976, L’échange
symbolique et la mort, había dado un importante paso para
el análisis conceptual de los intercambios simbólicos. Bajo
la categoría de emancipación, este pensador daría cuenta
de un proceso a través del cual los signos se liberan de
aquello que venían a simbolizar. La autonomización del
signo supone su irreferencialidad, es decir, su indiferencia
respecto de los “significados” y la preponderancia del prin-
cipio de simulación sobre el principio de realidad. Como
resultado, la ley mercantil del valor (la economía política
clásica) se asume como una existencia segunda o principio
fantasma y, por lo tanto, la política se subsume a la técnica
administrativa.
En un mundo de signos emancipados de sus referentes,
la pretensión de poder hallar un respaldo sólido e inapelable
de la valoración social se vuelve prácticamente informu-
lable. La economía digital de la era financiera provee, en
ese sentido, una nueva encarnación para la teoría marxiana
sobre el fetichismo. La decadencia de la era de la indus-
tria ha implicado en casi todos los órdenes de la vida un
aumento del nivel de abstracción, en términos de las formas
de interacción y de la autonomización del valor frente a la
producción. Eso ha conllevado un quiebre fundamental con
la referencialidad, tanto en el campo lingüístico como en
el monetario. Adicionalmente, la intensa mercantilización
de la vida humana ha llevado hasta su paroxismo la idea
de que todo tiene un precio medible en dinero. Hoy puede
parecer trivial declarar que cualquier cosa puede ser objeto

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178 • El significado social de los precios

de compra-venta o desnudar el imperativo capitalista de


sacar el mayor provecho invirtiendo lo menos posible y
ganando lo más posible.13
A medida que las monedas se fueron sofisticando, el
hiato entre materia y valor se fue haciendo cada vez mayor,
hasta el punto en el cual los bancos pueden hoy crear dinero
casi sin esfuerzos físicos.14 Del mismo modo, las necesi-
dades humanas concretas han sido separadas del trabajo
asalariado (se trabaja por el dinero, por la abstracción pura,
y se produce por la demanda, no por la utilidad). En estas
condiciones, se da una clara subjetivación de los elementos
emancipados y una uniformización de las subjetividades,
manipuladas desde el bombardeo informacional y la auto-
matización de los dispositivos móviles. De ese modo, la
acumulación de dinero se ha transformado en una suerte de
adicción colectiva normalizada que, habiendo hoy mucho
más dinero que mundo (más representación que respaldo) deja
a las sociedades a merced de formas de control que redun-
dan en inequidad y menoscabo de las democracias.
La economía financiera se ha apoderado de la esce-
na contemporánea al punto de ser tenida como oráculo
que moldea al mundo y ya no como su cifra matemáti-
ca. El grotesco salvataje a los bancos privados realizado
por los países centrales en 2008 mostró el poder creati-
vo, performativo, de la doctrina neoliberal. Eso nos exige
observar que el dinero nunca fue simplemente un medio

13 Sobre el supuesto carácter “verdadero” o “autoevidente” del neoliberalismo,


ver: Fisher (2009).
14 En la actualidad, se observan diferentes niveles de existencia monetaria.
Tomando en general las regulaciones anglosajonas, hay un valor M0 que
representa el dinero en metal y papel circulando –sin contar las reservas
bancarias– y una base monetaria, que es el total de billetes y monedas en
posesión de los privados y en las reservas de los bancos. El M1 añade depósi-
tos bancarios “a la vista”, como las cajas de ahorros; el M2 adiciona los ins-
trumentos a plazos más largos; M3 incorpora también instrumentos menos
líquidos (con vencimientos a más de un año, gubernamentales, etcétera). A
medida que nos alejamos de las bases, nos encontramos cada vez más con
tipos de dinero que son creados, almacenados o puestos en circulación
como pura información digital.

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El significado social de los precios • 179

para el intercambio o una representación cuantitativa de la


calidad, sino que desde sus orígenes ha portado una carga
sacralizante que lo convierte en potencial objeto de deseo y
que, con la afirmación del individuo, acabó por consagrarse
como un fin en sí mismo.
Además de la referencia a Ferdinand Saussure,15 las
palabras de Baudrillard parecen también haberse inspirado
en otro importante testigo del paso hacia el siglo XX: Georg
Simmel. Apelando a sus análisis, puede mentarse al dinero
como indiferenciación total, como aquello que mide solo
cuantitativamente, no distingue entre calidades, como algo
que nunca posee un valor absoluto, pues representa una
característica comparativa que funciona en la medida en
que sea útil. Es un puro medio que se diferencia de (pero
también se transfigura en) cualquier fin. En su Filosofía del
dinero Simmel habría de afirmar que la separación y abstrac-
ción de las ideas de medios y fines ocurre de modo caracte-
rístico en las sociedades complejas y desarrolladas:

El incremento de la cultura no solamente hace aumentar los


deseos y aspiraciones de los seres humanos, sino que aumen-
ta, también, la cantidad de los medios para cada uno de estos
fines y a menudo exige, para cada medio aislado, un mecanis-
mo escalonado de precondiciones entremezcladas. Debido a
esta situación, es en una cultura superior donde aparece la
idea abstracta de fin y medio. (Simmel, 1977: 444).

Y, a continuación, explicaría también que en ese tipo


de sociedades, los medios adquieren tal centralidad en la
vida y los fines últimos se hallan tan alejados de las posibi-
lidades concretas de cada individuo que los primeros tien-
den a convertirse en los segundos. De ese modo, el dinero
pasa a ser uno de los núcleos fundamentales a través de
los cuales la vida moderna puede ser comprendida, ya que
es una suerte de medio universal que permite vincular a

15 Cfr. de Saussure (1985).

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180 • El significado social de los precios

cualquier aspecto con cualquier otro y, en lugar de ser un


“mero” representante del valor de las cosas, acaba por fun-
cionar como un fin en sí mismo, que se autonomiza de los
sujetos individuales.
En su Filosofía del dinero, Simmel reconstruye una posi-
ble historia del dinero desde el ganado hasta los billetes,
haciendo hincapié en los materiales que fueron utilizados
como prenda de cambio en diferentes épocas. Es un camino
hacia la abstracción (según Simmel, hacia la sofisticación y
la civilidad), que podría equipararse al sentido que va del
metalismo al nominalismo,16 es decir, que hay una marcada
declinación de los aspectos más concretos del dinero en
beneficio de sus características más abstractas,17 que coinci-
dirá con el triunfo de las llamadas leyes del mercado frente a
la utilidad de los objetos intercambiados mediante moneda.
El recién mencionado es precisamente el atributo
impersonal y cuantitativo que constituye al dinero
moderno: su ser abstracto, es decir, la comprobación de
que cada billete o moneda vale por su respaldo político
o social y no por la cantidad o calidad de materia de la
que está hecho. Ese paso es fundamental para el argumento
simmeliano y es un punto que da sentido a toda su refle-
xión sobre la moneda. Es cierto que algunos sociólogos y
antropólogos han prestado especial atención a los vínculos
que las personas pueden entablar con determinadas piezas
(por ejemplo, “mi primer dólar” o “mi moneda de la suerte”),

16 La teoría metalista del dinero (así hubo de llamarse a la doctrina recibida por
la Europa tardo-feudal) determina que el valor de la moneda se define por su
contenido físico. El metalismo fue sucesivamente contestado por posiciones
nominalistas (que postulaban que el valor del dinero no depende del conte-
nido material de cada pieza, sino de convenciones sociales y políticas).
17 En efecto, gran parte de los debates centrales de la economía del siglo XIX
(aunque también pueden rastrearse mucho antes) giraron en torno de la
disputa entre el valor material de cada moneda o pieza utilizada como dine-
ro y su valor convencional, respaldado en casi todos los casos por los Esta-
dos nacionales. El último escalón de tal transformación podría ubicarse en
la aparición, en 2008 (en paralelo con una profunda crisis que azotó a los
países centrales), del bitcoin, sobre el que retornaremos en seguida.

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El significado social de los precios • 181

como en el caso de Viviana Zelizer (1997) o algunos de


sus lectores, pero esto no debilita el argumento de Simmel,
que presta atención a una forma cultural general (siempre
vinculada al carácter relacional del dinero) y no al apego
específico entre personas y objetos determinados. Tratar a
un billete como un objeto irreemplazable en la Modernidad
es una posición estrictamente individual, que nunca podría
elevarse a forma social, dado que, en última instancia, los
bancos y los Estados (que son quienes regulan el mercado
monetario) son ciegos a tales apegos –y, sumado a ello, hoy
el 90% del dinero existente es digital, es decir, imposible
de personalizar–.
Retomando, entonces, lo que hace a la calidad cuanti-
tativa de las monedas modernas es haber despejado o evi-
denciado su esencia funcional, su carácter nominal. Es a
partir de eso que puede comprenderse con claridad al dine-
ro como pura indiferenciación, como desligado de cual-
quier determinación que pueda volverlo un elemento con
personalidad. El impulso hacia la racionalización y la exi-
gencia de traducir todo a su forma numérica (en tanto que
abstracta) son las tendencias más claras de la racionalidad
moderna, aspecto que el dinero nominal cumple de manera
ejemplar, evitando la reflexión sobre la necesidad concreta
de los bienes intercambiados y permitiendo, así, mayores
niveles de especulación sobre los precios.
Dado que actualmente el dinero estatal no se apoya en
ningún sustento externo a sí mismo, su creación responde
a la necesidad de los gobiernos, que siempre crece, puesto
que la arquitectura del capitalismo implica la permanente
emisión de deuda, obligando a la creación permanente de
dinero. Hoy su aspecto físico se ha reducido al mínimo (el
peso y volumen de la información digital es significativa-
mente menor que el del oro o el papel, además de ser más
seguro) y el especulativo al máximo.
Simmel describió los peligros de la autonomización
de la moneda y demostró que el contacto permanente
con el dinero deja importantes huellas en la subjetividad

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182 • El significado social de los precios

contemporánea. Semejante a la relación entre los ricos y


los pobres, el dinero posee una gran libertad frente a las
demás mercancías (Simmel, 1977: 239-242), en tanto y en
cuanto no precisa confrontarse con la experiencia más que
cuando así lo desea. El dinero puede adoptar cualquier for-
ma, pero siempre está relacionado a determinadas prácticas
desplegadas históricamente y siempre vinculadas a la divi-
sión del trabajo, la estratificación social y la distribución de
las riquezas. En la actualidad, las monedas estatales juegan
en el mercado junto con expresiones alternativas que mani-
fiestan nuevas configuraciones políticas. El dinero creado
(por los supermercados, las aerolíneas o las tarjetas de cré-
dito) es una forma rudimentaria de nuevos formatos que
no tardarán en llegar. De hecho, sin ir más lejos, empresas
como Google y Facebook ya están desarrollando formas
monetarias que, sin duda, competirán con el dinero estatal
en muy poco tiempo. Del mismo modo, el impulso del bit-
coin (moneda metalista, finita, pero absolutamente anónima
que sirve tanto a emprendimientos altamente ilegales como
a visionarios anticapitalistas)18 cristaliza la búsqueda de un
dinero fuera del control de los gobiernos.

IV. Del valor como algoritmo

Dos preguntas que cada vez resuenan con más fuerza entre
las clases medias occidentales son qué es el bitcoin y qué
lo diferencia de otras expresiones monetarias. Para respon-
derlas es preciso recordar, una vez más, que desde el auge
de la bancarización de la economía y el rápido crecimiento

18 Frente a la actual soberanía del nominalismo (que sostiene que el dinero no


obtiene su valor en relación al material del que está hecho), y aunque en últi-
ma instancia también depende de la confianza de los usuarios, el bitcoin
retoma un modelo metalista, pues remite a una sustancia finita (veintiún
millones de bloques de información), por lo que cada fracción obtiene valor
en relación con la proporción de bits que contiene.

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El significado social de los precios • 183

de las formas digitales de dinero, el proceso del metalismo


al nominalismo parecía haberse clausurado, con un triunfo
casi absoluto del elemento virtual. Sin embargo, en el año
2008 se dieron prácticamente de manera simultánea la gran
crisis financiera y el nacimiento de una moneda que pro-
metía ser revolucionaria.
A partir de la “cadena de bloques” (o “blockchain”, en
inglés), que consiste en un libro contable distribuido y un
modo de registrar de manera inmutable información digital
y digitalizada, el bitcoin llamó enormemente la atención
de un mundo golpeado por la impresionante caída de los
activos financieros. El artículo que lo presentó al mundo
definía al bitcoin como “[u]na versión de efectivo electró-
nico puramente punto-a-punto que podría permitir que
los pagos en línea se envíen directamente de una parte a
otra sin pasar por una institución financiera.” (Nakamoto,
2008: 1).
En ese mismo texto, se describía al bitcoin como una
cripto-moneda descentralizada y disruptiva. Respecto de la
primera característica, el ser encriptada, cabe decir que cada
bit se encuentra codificado a través de un software específico
que responde a algoritmos desconocidos a priori. De modo
que cada bitcoin contiene un código criptográfico úni-
co que nadie conoce de antemano (Capitán López, 2015).
Sumado a eso, la dificultad matemática de los algoritmos
se intensifica a medida que quedan menos por descubrir o
desencriptar (en la jerga de quienes los utilizan, se considera
que el trabajo es similar al de un minero en una gruta de
oro o plata), lo cual tiene como consecuencia la tendencia
hacia la concentración de más recursos en menos actores.19
En segundo lugar, si bien no fue la primera experiencia de
encriptado, sí fue la primera en términos de descentraliza-
ción. El bitcoin es una moneda que permite realizar pagos

19 Por ejemplo, en manos de empresas que desarrollan hardware o software, o


de quienes pueden invertir más tiempo y recursos en la “minería” bitcoin.
Sobre esa cuestión, puede ser de interés el texto de Pel (2015: 10).

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184 • El significado social de los precios

sin la presencia de autoridades, intermediarios o terceras


partes que deban observar y dar fe de las transacciones.
Por eso, y pese a que brinda una serie de nuevas posibili-
dades, la tercera característica asignada a esta moneda (ser
disruptiva), puede ser puesta en cuestión. Si bien podría
pensarse que existe una relación de coimplicación entre la
descentralización, la disminución del poder de los bancos y
Estados y el retorno de cierta autonomía a las sociedades,
¿es el bitcoin verdaderamente una herramienta de resisten-
cia contra el avance del neoliberalismo o más bien mantiene
un tipo de relación en la que el capital financiero tiene más
poder que cualquier forma política, en términos operativos,
normativos, de soberanía y autarquía? ¿Es un arma para
la emancipación de las personas o de las monedas? ¿Es un
camino de regreso hacia la medialidad del dinero (hoy con-
vertido en fin) o el grado último del fetiche? En definitiva,
¿el bitcoin enfrenta o refuerza al capitalismo actual?
Dada su naturaleza digital, el bitcoin está construido
desde principios similares a los del capital financiero, pues
habilita una enorme fluidez en transacciones económicas
y tiene la potencia de hacer entrar al juego del capital
(es decir, mercantilizar) elementos que quedan incluso por
fuera de las leyes nacionales (al ser anónimo y paraesta-
tal, permite en teoría comprar y vender bienes prohibidos
como drogas o armas). Por eso, puede ser visto como una
mera sofisticación del juego capitalista en el que el mercado
siempre es más importante y dominante que los Estados.
El bitcoin, en ese sentido, podría interpretarse como una
adaptación o nueva fase del capitalismo a la era postestatal.
Sin embargo, hay una característica que lo coloca en otro
lugar respecto del sistema capitalista: al estar basado en
un bien finito (recuperar cierto metalismo que caracteriza-
ba a las monedas del patrón oro o al comercio de la era
premoderna), su acumulación desigual al extremo (que es
exactamente lo que caracteriza al neoliberalismo financie-
ro) se torna imposible (no tendría sentido, en un sistema
cerrado, que existan grandes monopolios, pues impedirían

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El significado social de los precios • 185

cualquier tipo de intercambio). Ese factor aleja al bitcoin de


las posibilidades y perspectivas del sistema actual. Y si bien
es innegable que su complejidad y sofisticación lo vuelven
una moneda inaccesible para grandes porciones poblacio-
nales,20 existen algunas hipótesis que lo desligan de la diná-
mica capitalista en la que está inserto.21
Según autores como Robert Herian, luego de unos
pocos años críticos, hoy en día numerosas corporaciones
se encuentran en mejores condiciones que en 2008 y están
aprovechando la descentralización del bitcoin, en un con-
texto de normas y expectativas capitalistas, para conquis-
tar nuevos mercados y reforzar relaciones de producción
desiguales (Herian, 2016). De ese modo, uno de los efectos
del bitcoin sería propiciar una nueva forma de cercamien-
to (comprendido como retiro de lo público, avance de lo
privado y asignación de derechos de exclusividad), similar
a la ocurrida a partir del siglo XV en Gran Bretaña, que
fuera citada por Marx como antecedente directo de la lla-
mada “acumulación originaria” (Marx, 2008: XXIV-XXV).22
El proceso, en este caso, transferiría partes libres o comunes
del ciberespacio a manos corporativas (como podrían ser
IBM o Microsoft), a través de mecanismos privatizadores.
Herian afirma, también, que fueron los mismos actores los
que en 2008 aceleraron el pánico económico y a la vez el
nacimiento de las criptomonedas, con el fin de tomar con-
trol de aspectos que estaban bajo la égida de los Estados. De

20 Según el Banco Mundial, el 56% de los individuos del mundo carecen de


acceso a Internet, por lo que se encuentran ya de antemano impedidos de
siquiera acceder al soporte tecnológico que habilita la compra e intercambio
en bitcoins, en lugar de en las diferentes monedas nacionales (Banco Mun-
dial, 2016).
21 Cfr., por ejemplo, Kosten (2015), quien ve en el bitcoin una posible salida del
capitalismo. También son de interés Scott (2016); Yansen (2016).
22 Sobre los cercamientos, en su célebre Utopía, Tomás Moro diría que “los
nobles y los ricos”, en su afán por obtener más ganancias, permitían que las
ovejas gozaran de mayores beneficios que los hombres, los cuales eran
corridos de sus tierras en beneficio de estas, creando así ladrones y pordio-
seros a los que no será útil castigar si no se remedian las causas de su pobre-
za (Moro, 1996).

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186 • El significado social de los precios

ese modo, el bitcoin podría ser potencialmente un apoyo


para la cooperación intersubjetiva tanto como un sostén
para una nueva ola de desregulación de los mercados.
Varias veces en la historia, aunque nunca con tanto
vigor como en las últimas décadas, el dinero se ha salido
del control de las sociedades que lo han creado amenazan-
do incluso a la soberanía de los Estados y a la democra-
cia moderna. La digitalización que acompañó al desarrollo
de la economía financiera ha permitido un nivel de acu-
mulación que pone en riesgo los lazos sociales y genera
una enorme inequidad. Hoy la relación entre el monto de
dinero existente y mercancías pasibles de ser compradas se
encuentra en su momento de mayor dislocación. El carác-
ter infinito del dinero virtual se da de bruces contra un
mundo finito, del mismo modo que los precios que surgen
de la pura especulación ponen en serio peligro la vida de
millones de personas. El dinero solo tiene sentido si circu-
la entre los miembros de la sociedad, no si es producido
para ser acumulado.
Siguiendo las ideas de Polanyi (1976), lo económico no
puede circunscribirse a sus supuestos formales, sino que, al
contrario, debe poder pensar los vínculos entre los indivi-
duos, sus entornos y los medios para satisfacer las necesi-
dades materiales. Solo este sentido sustantivo permite a las
ciencias sociales analizar cualquier economía empírica. Por
ello, sostiene que comercio, moneda y mercado merecen ser
estudiados independientemente unos de otros.
En la actualidad el dinero se encuentra en una etapa en
la que puede comprar dignidad, trabajo y creatividad, desde
la coacción y la explotación. La forma que ha asumido en
la actualidad se ha naturalizado. Sin embargo, si existieron
sociedades sin mercado y sin dinero, existen también posi-
bilidades para la moneda que no están siendo exploradas.
Los diferentes soportes que históricamente expresaron
al dinero (desde el ganado vivo hasta los bits de información
virtual) siempre se han encontrado fuertemente vincula-
dos con las formas en las que las sociedades vivían y se

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El significado social de los precios • 187

concebían. Hoy es un hecho que el dinero en su forma de


billetes y monedas esté en un claro proceso de declinación.
Frente a ello, las monedas virtuales y encriptadas pueden
ser la puerta de entrada hacia dos situaciones (no contra-
dictorias entre sí): una dislocación absoluta entre el precio
y el valor y una configuración posthumanista de la economía,
es decir, estructurada por fuera de las personas y sus insti-
tuciones (Estados, incluso bancos), en un entramado infor-
mático. La historia que comenzó con las leyes naturales del
mercado y continuó con la sacralidad de la propiedad priva-
da y la mano invisible, se expresa en estos tiempos a partir
de la objetivación del intercambio basado en información,
software y protocolos. Recuperar el sentido político de la
economía y la necesaria relación entre los individuos y sus
ambientes podría, tal vez, ser una clave para tomar nuevos
rumbos, menos automáticos y resignados.

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5

El precio como elemento de resistencia


en las comercializadoras solidarias
VALERIA LABORDA

Introducción

En su estudio sobre el orden social de los mercados Jens


Beckert (2009) sostiene que las economías capitalistas se
caracterizan regularmente por la expansión sistemática y la
renovación continua de la incertidumbre, lo cual constituye
para los agentes una de las mayores dificultades a la hora de
evaluar, entre otras cosas, el valor de las mercancías.
Esta incertidumbre a su vez entra en diálogo con las
preferencias de los individuos cuya base es estructuralmen-
te social, cultural y normativa,1 y se activa en los procesos
de interacción social. Como resultado, los consumidores
tienen problemas para determinar claramente los valores
subjetivos de los bienes y servicios en el mercado.
En el contexto de estas reflexiones resulta interesante
pensar cómo se resuelve el problema del valor cuando apa-
recen casos como el de la Cooperativa Colectivo Solidario
(ColSol) que echa por tierra la incertidumbre a través de la
circulación total de la información y recupera la figura del
“comerciante honesto” que no busca las ventajas oportunis-
tas basadas en su interés individual.

1 En el sentido bourdieano de disposicionalidad según el contexto de origen o


la estratificación social y de valoración basada en el capital cultural.

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192 • El significado social de los precios

El presente capítulo describe el complejo proceso que


atraviesan las comercializadoras solidarias a la hora de
construir el objeto económico precio y pretende reflejar
por qué es visto como un elemento atravesado por luchas
concretas contra la desigualdad. En este sentido, el esfuerzo
por demostrar que la reducción de redes de interacciones
sociales y significados (inter)subjetivos a un número (el pre-
cio) no es arbitraria, los ha llevado a dinamizar tanto el
ejercicio de la reflexión como el de la militancia frente a los
motivos y expectativas construidas en común.
En estos espacios, donde el lucro no es una finalidad y
donde se busca la intermediación solidaria entre producto-
res y consumidores, los grupos cooperativos tienen además
que poner en valor su propio trabajo, que es el que los aglu-
tina. Todos estos matices son asumidos políticamente por
los actores que, al hacerlo de manera colectiva y autogestio-
nada, abren el juego a una descripción que nos acerca más a
la idea de cadena integrada que a la de mero intercambio.
Allí entonces se recuperan también otras nociones
como la temporalidad (pensemos, por ejemplo, en la espe-
culación en los tiempos de la cosecha), las tipificaciones
y las relevancias (por ejemplo, los criterios de selección
de productores y el proceso de negociación) y los marcos
regulatorios e institucionales (no solo los del cooperativis-
mo, sino también los de las políticas públicas vinculadas
a los diferentes sectores que guardan relación con el caso
de estudio).
Todas estas prácticas y dinámicas que priorizan a las
personas frente al capital en la búsqueda del bien común,
han logrado demostrar que uno de los caminos para acce-
der a este es la construcción solidaria de los precios,
en las distintas instancias de la cadena de producción-
comercialización. De nuestra investigación se desprende
que una vez que esto es visualizado por los actores, se toma
como bandera resignificando constantemente su quehacer
desde una mirada de resistencia frente al capital.

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El significado social de los precios • 193

A continuación se analizarán estas prácticas partiendo


de la noción de reciprocidad que es la que delimita el campo
en el que nuestros agentes desarrollan sus acciones. Luego,
procederemos a identificar a esas personas y lo que hacen,
aplicando el concepto de reciprocidad en las prácticas de
consumo para comprender posteriormente las dimensiones
inmateriales que entran en juego en este complejo proceso.
Un caso concreto, el de la Cooperativa Colectivo Solidario
(ColSol), nos ayudará a visualizar el problema de los precios
en la comercialización solidaria y cuáles fueron sus estra-
tegias de construcción y comunicación en función de los
sentidos comunes compartidos. La desnaturalización de la
acción económica, los mitos y tabúes de la comercializa-
ción alternativa, y el análisis del discurso publicitario serán
algunas claves para acceder a la idea de consumo como acto
político y colectivo, que se verá en los últimos apartados.

I. La reciprocidad de la acción y las prácticas


en una economía que no concentra

Una empresaria pedaleando hasta el Mercado de Bonpland,


un químico manejando el auto de reparto, una contadora
descargando pallets de yerba en un depósito del Gran Bue-
nos Aires, un apicultor envasando miel orgánica en Paraná
y un grupo de docentes sacando cuentas sobre productos de
limpieza en Recoleta: ¿Qué es lo que agrupa a estas personas
ejerciendo tareas tan disímiles y poco esperadas para su
formación y sus recorridos personales? La respuesta, que
podría ser sencilla en primera instancia, esconde un largo
recorrido por los sentidos circundantes a la alteridad en la
era del poscapitalismo:2 la reciprocidad.

2 Para hablar de la época actual preferimos hablar de “era del poscapitalismo”


no para subrayar de manera optimista el fin del neoliberalismo en el sentido
propuesto por Paul Mason, sino más bien para recuperar la incorporación a
este contexto de la variable referida a la irrupción de las nuevas tecnologías

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194 • El significado social de los precios

Comenzar a describir el fenómeno de las comercializa-


doras solidarias mediante la introducción del concepto de
reciprocidad es una forma de marcar el terreno desde lo
propositivo y no desde lo residual, como tradicionalmente
se hacía a la hora de definir a aquellos actores y prácticas
pertenecientes a una zona gris de la organización económi-
ca de la sociedad moderna.
A los ojos de muchos, esta suerte de zona gris que es la
“Otra Economía” (Cattani, 2004) ha madurado en su auto-
percepción gracias a la producción académica en torno a la
resignificación de los modos de hacer (Zibechi, 2013) a par-
tir de las experiencias concretas, relatadas por sus propios
protagonistas. “Otra Economía” respecto de la economía
hegemónica y globalizada que es la capitalista, generadora
de desigualdades a través de la ficción de las libertades y de
la naturalización de las ideas mercantilistas que aíslan a las
personas en un individualismo exacerbado.
Así las cosas, según se ajustara el foco en determinados
aspectos, se podía hablar de economía social (Defourny,
2003), solidaria (Laville, 2004; Gaiger, 2004), comunitaria
(Mutuberría, 2008), popular, del trabajo (Coraggio, 2009),
de comunión, colaborativa, plural (Laville, 2004), moral
(Lechat, 2003) y para la vida (Hinkelammert, 2008). Sin
embargo, lo que aquí se destaca es que su denominador
común siempre ha sido la reciprocidad.

de la información en la forma de relacionarnos: a las consecuencias catas-


tróficas del capitalismo (desigualdad, desempleo, violencia y degradación
medioambiental) se le agregarían ahora transformaciones en el mundo del
trabajo (automatización, reducción y/o flexibilización de las jornadas labo-
rales, viraje al sector de servicios, vinculaciones desde puntos de acceso
remoto), en los intercambios mercantiles (nuevas estrategias de formación
de precios por mayor circulación de información y por el fortalecimiento
de los mercados digitales, institucionalización de sistemas colaborativos)
y en la construcción del conocimiento (mayor circulación de contenidos
“libres”, empoderamiento de movimientos colaborativos, mayor segmenta-
ción y formación de nichos, convergencia tecnológica). En resumen, elegi-
mos hablar de poscapitalismo para ponderar las relaciones entre las per-
sonas en un marco de abundancia de información que se monta sobre un
sistema basado en la escasez.

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El significado social de los precios • 195

Ese factor aglutinante de las manifestaciones alternati-


vas a los otros dos sistemas como la economía de mercado o
la economía centralizada redistributiva, es el hilo conductor
de todas estas prácticas y es el concepto central al que siem-
pre se hace referencia cuando se emprende el camino de la
definición de cualquiera de estas otras economías. Ya sea de
manera evolutiva, para hallarla en las prácticas ancestrales,
de forma instituyente, para ubicarla en una tercera posición
delimitada en la sociedad actual o bien para humanizar las
relaciones asociativas en el poscapitalismo, la reciprocidad
es lo que subyace.
Comenzando por Marcel Mauss (1979; 2009) y Karl
Polanyi (2007), la idea de la reciprocidad da cuenta de la
pluralidad: en las formas de propiedad, en los modos de
organización y en los hechos sociales. Para ambos, que han
trabajado la reciprocidad desde sus respectivos campos de
estudio, este concepto habla de lo colectivo y de lo rela-
cional, abriendo la mirada existente sobre los hechos eco-
nómicos para comprenderlos en su complejidad, es decir,
poniendo en juego a la totalidad de la sociedad y de sus
instituciones.
Poner en el centro de la escena a las personas y a la
vida, mediante la revalorización de la reciprocidad fue sin
dudas el aporte de Jean Louis Laville (2004) que ofició como
puente entre aquellas teorías más clásicas y los incipientes
estudios sobre las otras formas de hacer economía. Orga-
nizar sus aportes en tanto crítica común al reduccionismo
que explica las acciones económicas por el interés material
individual, fue la base necesaria para avanzar en la sistema-
tización de experiencias que hoy confluyen en la madurez
de conceptos arriba mencionada.
Y esa madurez es muy clara cuando hablan autores
que han vivido y conectado con la realidad latinoamericana,
como es el caso de Dominique Temple (2003) quien asegura
que la reciprocidad es la base de los lazos sociales entre las
personas y con la naturaleza, sobre la que se estructuran
las comunidades. Estructura que, además de evidenciar una

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196 • El significado social de los precios

crítica al intercambio y a la mirada evolucionista, pone de


manifiesto su carácter productivo, tanto desde lo material,
por exceder la autosubsistencia, como desde lo simbólico,
por la construcción de valores que se origina a partir del
vínculo con los otros (Michaux, 2005).
En breve, Dania López Córdova (2014) dirá que la con-
fianza es su elemento constitutivo y la cooperación es su
manifestación práctica. Lo cual no solo queda relegado para
las sociedades andinas ancestrales, sino que logra calar en
el mundo urbano capitalista, siempre en tensión, como res-
puesta creativa a una necesidad de sentido histórico colec-
tivo (Quijano, 2008) mediante la organización de la pro-
ducción, el intercambio, la distribución y la reproducción,
priorizando el valor de uso por sobre el valor de cambio. La
reciprocidad, a su vez, está asociada a la comunidad como
estructura de autoridad colectiva, a partir de la cual surgen
las normas, instituciones y valores.
Como consecuencia, introducir el concepto de recipro-
cidad en el proceso de transformación de la materia y de los
sujetos para la reproducción ampliada de la vida de todos y
todas (Coraggio, 2007), habilita el análisis acerca del grado o
simetría que tienen las personas allí intervinientes. Siempre
sobre la base de las motivaciones que exceden la búsqueda
de un beneficio económico en donde las relaciones de cola-
boración redundan en el aumento del bienestar colectivo.
Allí Jorgelina Flury (2017) despliega la noción de reci-
procidad en una progresión de matices, que comienza en la
gratuidad, pasando por la comensalidad, la mutualidad, la
cooperación y culmina con el intercambio solidario. Todos
estos matices (que iluminan el equilibrio entre las partes del
conjunto o comunidad) tienen su correlato en las manifes-
taciones prácticas de la “Otra Economía” ya que no gene-
ran desigualdad o sometimiento frente a quien realiza la
prestación, pues está claro el objetivo común del grupo
(que siempre es el bien común) y sus dispositivos poseen
mecanismos que garantizan relaciones democráticas y la no
concentración de poder.

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El significado social de los precios • 197

II. Identificando actores y estrategias

¿Cómo se manifiesta entonces la reciprocidad en el con-


sumo? En la Argentina rápidamente se la puede identificar
mediante las experiencias asociativas (que no necesaria-
mente requieren un grado de formalización institucional)
y las figuras específicas (formalizadas institucionalmente
para tales fines). En el caso de las primeras pueden encon-
trarse las compras colectivas o grupos de consumo, las
ferias, los intercambios solidarios al estilo nodos de true-
que, las monedas sociales o complementarias, las “mingas”3
y las plataformas colaborativas. En el segundo caso, la ley
contempla a las cooperativas de consumo, las cooperativas
de trabajo que se dedican a la comercialización solidaria, las
cooperativas de usuarios/as de servicios esenciales y a las
mutuales con sección proveeduría.
Como se puede observar, la reciprocidad en el consu-
mo es una compleja trama de relaciones y expresiones prác-
ticas tan dinámicas que no se agota en una enumeración de
experiencias. Sin embargo, sí es posible identificar ciertas
tendencias en los modos de producir y consumir que giran
en torno a esta concepción de una economía para la vida,
que denuncia la inequidad de los sistemas hegemónicos,

3 En la construcción conceptual de la “economía del trabajo”, José Luis Corag-


gio define a las “mingas” (del quechua mink’a) como instituciones de produc-
ción e intercambio indígenas, principalmente andinas. El origen del término
nace en el trabajo colectivo agrícola realizado para el beneficio común de las
tribus. La minga, de carácter público, era el pilar del ayllu (la forma de comu-
nidad familiar extensa originaria de la región andina) porque le permitía
conseguir a través de la organización social beneficios para toda la comuni-
dad. En la actualidad, esta figura es utilizada para designar aquel tipo de tra-
bajo comunitario (no necesariamente agrícola) que se realiza de manera
organizada y simultánea para alcanzar objetivos específicos, por ejemplo, la
limpieza de un terreno para su posterior utilización. “Lo importante de la
minga es que nada se recibe gratis, todo es en base a un esfuerzo comunita-
rio”, dice Ariruma Kowii, de la Universidad Andina Simón Bolívar, cuando
explica cómo se mantiene vigente esta práctica ancestral en nuestras socie-
dades a pesar de la tecnologización, la modernización y la globalización.

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198 • El significado social de los precios

pero también propone alternativas viables y éticas confor-


me a determinadas formas de organización, racionalidades
y lógicas operacionales.
En este sentido, el proceso de consumo es visto como
un proceso de transformación y un modo de alcanzar el
bienestar a partir de la satisfacción de las necesidades, aspi-
raciones y deseos de las personas (Razeto, 1994).4 Inter-
pretado como el momento final que termina otorgándole
sentido a todo el circuito económico, su carácter es pro-
cesual porque se verifican movimientos y transformacio-
nes en una secuencia temporal y una articulación espacial
y, claro está, también tiene la potencialidad de iniciar el
ciclo nuevamente.
Pero lo importante en tal caso es la recuperación de
su dimensión humana (social y subjetiva) para comprender
cómo, mediante las lógicas recíprocas, el acceso a determi-
nados bienes y servicios puede dar lugar a transformacio-
nes en los sujetos, tanto en niveles micro (concomitantes e
interrelacionadas por el intercambio de energías e informa-
ciones) como en niveles más globales, esto es, como impacto
objetivo en el resto del circuito.
Allí, entonces, el consumo se convierte a su vez en
un proceso transformador que interpela a la ciudadanía
en la búsqueda de equidad y de justicia distributiva, como
contraposición a las posturas totalitaristas mercantiles que
promueven los intereses individuales y priorizan el ámbito

4 Para Luis Razeto la visión sobre las necesidades es tan amplia como la de
Max Neef y, del mismo modo, rupturista respecto de la teoría económica
clásica. En ambos casos, los autores se refieren a una trama de necesidades
que no solo son finitas, sino que también son altamente complejas, pues
abarcan diferentes dimensiones de la vida (hay necesidades sociales, colecti-
vas, espirituales, políticas, etc.) y sus satisfactores pueden variar en términos
culturales como también las estrategias para alcanzarlos. Se trata de un con-
junto de motivaciones y fuerzas que llevan al consumo. En breve, esta con-
ceptualización disputa la definición misma de la economía y abre la vía
comunitaria para pensarlas en clave de reciprocidad.

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El significado social de los precios • 199

privado por encima del bien común. En dicho marco con-


ceptual el consumo es una herramienta para la transforma-
ción social y política (Fernández Miranda, 2016).
Más adelante veremos también qué sucede con la
dimensión moral y política que atraviesa a los objetos de
consumo, un aspecto que se encuentra en el centro de la
discusión internacional sobre ciertas estrategias alternati-
vas, como es el caso del comercio justo. Esta dimensión es
indisociable de la idea de dimensión humana arriba citada
y del amplio concepto sobre necesidades, aspiraciones y
deseos de las personas sobre el que tanto insisten autores
pluralistas, como Razeto y Max Neef.
En este punto vale aclarar que poner el foco en el con-
sumo, ignorando el resto de la cadena, suele convertirse en
un sesgo habitual. El acto de consumo es una parte impor-
tante, pero no debe olvidarse el proceso de producción y
distribución que lo antecede, como tampoco el proceso de
disposición final que lo sucede. La reciprocidad en acción,
bien entendida, debiera contemplar todos estos tramos que
hacen a la circularidad de una economía alternativa. Y la
búsqueda del bien común atraviesa todos los estadios del
proceso, si bien aquí apenas se esboza un breve estudio
enfocado en la comercialización solidaria.
Euclides Mance (2006; 2008), por ejemplo, habla de
las cadenas productivas solidarias y de las redes de cola-
boración solidarias, dos formas de visualizar la integración
de estas prácticas multirecíprocas y autogestionarias, exis-
ta o no un ámbito de institucionalización. Bajo su mira-
da, a la cual adscribe este trabajo, existe una potenciali-
dad transformadora en este tipo de lazos que potencian la
sinergia colectiva, en tanto estrategia superadora, susten-
table, ecológica y justa que respeta las libertades públicas
y personales, y promueve además de otros modos de pro-
ducción y comercialización, la apropiación y el desarrollo
tecnológico.

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200 • El significado social de los precios

III. La dimensión moral y política de las estrategias


alternativas al consumo tradicional

La experiencia del comercio justo y, actualmente, la del con-


sumo transformador emergieron a partir de este contexto
de acentuada desigualdad social y económica que represen-
ta el sistema de comercialización capitalista. El comercio
justo, como sistema de intercambio ético5 entre consumi-
dores de los países del norte y productores de los países
del sur, fue el puntapié inicial para repensar las lógicas de
comercialización en clave de reciprocidad (Cotera Fretell y
Ortiz Roca, 2009; Montagut, 1997; Palma Torres y Gomes,
2009; Coscione, 2008; Bucolo, 2004).
Esto queda claro cuando Matthias Zick Varul (2009)
estudia el caso del comercio justo ponderando la dimensión
valorativa (moral y política) que se activa en este fenómeno
de “consumo ético”. Aquí lo interesante es la dinámica de
“re-moralización” de los mercados en la que confían los
consumidores quienes, a través del fomento de causas éti-
cas, construyen también su propia imagen (individual) y
moralidad en torno a valores como justicia y equidad que
representan aquello que, de facto, no pueden alcanzar en
términos reales.
Incluso, esta activación de valores o performance imagi-
nativa (Beckert, 2011) y la objetivación material de los pro-
ductores (alejados temporal y territorialmente de los consu-
midores) tienen mucho que ver con las prácticas cotidianas
de las sociedades de mercado contemporáneas, otorgando
ciertos criterios acerca de lo que el consumidor estará dis-
puesto a pagar por un producto ético.
Ahora bien, visto el fenómeno desde el extremo de la
producción, Peter Gourevitch (2011) advierte que la cons-
trucción del precio de los productos del comercio justo no
está dada por su valor de uso, sino por las consideraciones

5 Utilizamos las nociones de ética y moral como sinónimos.

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El significado social de los precios • 201

éticas respecto del proceso y las condiciones de producción.


Estos productores o bien sus intermediarios que certifi-
can el origen son los depositarios de la confianza de los
consumidores.
Desde una perspectiva más integradora, Pablo Guerra
(2009) entiende al fenómeno más allá del altruismo, reivin-
dicando la perspectiva de reciprocidad y ayuda mutua que
se genera cuando los actores se reconocen como parte de
un mismo movimiento en el que todas y todos tienen igual
grado de responsabilidad a la hora de producir, consumir,
invertir, ahorrar, distribuir y comercializar. Asegura tam-
bién (en línea con la idea de cadenas solidarias de Mance)
que el comercio justo es precisamente la fase de comercia-
lización de toda economía social y solidaria, pues establece
los precios conforme a motivaciones y bilateralidad guia-
das por una racionalidad solidaria. Perspectiva con la que
coincidimos, dejando de lado el debate acerca de “la justicia”
en el plano comercial.
Sin embargo, la actual perspectiva de consumo trans-
formador, que se enfoca también en el desarrollo territo-
rial y el fortalecimiento de toda la cadena productiva (por
ende los intercambios son sur-sur), es superadora del pri-
mero, pues propende a una construcción colectiva que bus-
ca transformar en términos reales el sistema económico
operando por fuera del mercado tradicional y trabajando
políticamente por un cambio cultural (Fernández Miran-
da, 2016).
Esta síntesis que argumenta el carácter superador del
consumo transformador respecto del sistema de comer-
cio justo, se basa en las críticas realizadas intrasectorial-
mente (que surgen en debates de las mesas de comercia-
lización solidaria donde se cruzan la reflexión académica
con la realidad de los emprendimientos) cuando se advirtió
que aquel primer modelo de consumo ético o responsa-
ble terminaba operando como un paliativo o minimizador
de los impactos del capitalismo (pero no lo cuestionaba

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202 • El significado social de los precios

radicalmente), por lo tanto, complementario con el mode-


lo consumista y pasible de ser ejercido individualmente y
dentro del mercado tradicional.

IV. No podíamos comer salamines y chocolate


por siempre

Cuando Razeto describe el proceso de consumo, asegura


que las personas y las comunidades no están motivadas
exclusivamente por sus carencias, sino también por las
potencialidades y capacidades que desean actualizar para
poder hacer nuevas y mayores obras que expresen lo que
son. Comprender esta fuerza es comenzar a adentrarse en
el origen del caso6 que aquí se reseña.

Algunos compañeros articulaban las compras para el resto


y, cuando esta tarea empezó a demandar más tiempo, vimos
que podía ser una opción de trabajo real y decidimos consti-
tuirnos de manera legal como una cooperativa […] Lo único
que teníamos era la confianza de las empresas recuperadas
en nosotros y la nuestra en ellos. (Andrea, asociada de la
cooperativa, 31 años).

Con más o menos detalles este es el relato en boca de


todos los asociados y las asociadas de la cooperativa Colec-
tivo Solidario (ColSol), un emprendimiento autogestivo que
cooperativiza su trabajo de intermediación entre producto-
res de la economía social y solidaria y sus consumidores, en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde el año 2010.
ColSol es, en sus propios términos, una comerciali-
zadora solidaria que nació bajo la estrategia de un grupo
de consumo, alcanzó la figura cooperativa para tal fin y se
enfrentó a la decisión que le impuso la escala para terminar

6 Acerca de las características y el alcance de esta investigación, véase el


Anexo Metodológico al final de este capítulo.

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El significado social de los precios • 203

reconvirtiéndose en una cooperativa de trabajo. Este sin-


gular recorrido por las diversas estrategias que giran en
torno a la reciprocidad en el consumo es lo que hace tan
valioso al caso.
Andrés (asociado de la cooperativa, 30 años) recuerda
que en el año 2010, mientras estudiaban en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, él y
unos compañeros decidieron reemplazar algunos produc-
tos que compraban en bocas de expendio tradicionales por
alimentos que se elaboraban en fábricas recuperadas (sala-
mines de Torgelón y chocolates de Arrufat). A partir de
ahí, un mundo se abrió ante ellos mediante la organización
del consumo, el involucramiento con estos productores y el
conocimiento de primera mano del circuito de los produc-
tos alimenticios que llegan a los hogares.
Sería muy difícil explicar la madurez alcanzada por
ColSol de manera escindida del proyecto político que lo
sostiene. En ocho años de trayectoria, este colectivo atrave-
só diferentes etapas en su organización que se fueron cris-
talizando a partir del proceso de institucionalización que
el propio campo de la economía social y solidaria requiere.
Estos se constituyeron en hitos de la biografía común y al
mismo tiempo colaboraron en la construcción de su identi-
dad y de los significados culturales que comparten.
Cabe recordar que en Argentina una de las principales
expresiones de la dimensión empírica de la economía social
y solidaria (Pastore, 2006) son las cooperativas, definidas
por su organismo internacional como “[…] una asociación
autónoma de personas que se han unido voluntariamen-
te para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones eco-
nómicas, sociales y culturales comunes por medio de una
empresa de propiedad conjunta y democráticamente con-
trolada.” (ACI, 1995).
Al hablar de la naturaleza del fenómeno cooperativo,
Henri Desroche (1977) las define como “empresas asocia-
das”, remarcando esta idea de que quienes se asocian son
las personas (no sus capitales) con distintas aspiraciones o

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204 • El significado social de los precios

necesidades como, por ejemplo, consumir o trabajar. En


tanto, Enrique Ballestero (1983), sobre la misma base de
organización centrada en los sujetos, distingue a las coope-
rativas por las actividades que desempeñan sus asociados
y asociadas (objeto social): en este caso adquirir o trabajar
personalmente.
ColSol toma entonces esta figura asociativa y la
demanda, a su vez, a los productores con los que interac-
túa. El requisito elemental del origen de los productos que
comercializan es su procedencia de proyectos genuinamen-
te asociativos y autogestivos porque consideran “[…] que
la alternativa debe ser colectiva y no individual.” (Andrea,
asociada de la cooperativa, 31 años). De modo que activa
esta sinergia colectiva de la que hablaba Mance, prestando
especial atención a la mayor cantidad posible de eslabones
que conforman la cadena productiva.
Dada la función de intermediario, ColSol se encuentra
atento a las necesidades y demandas tanto de los produc-
tores como de los consumidores y, además de acortar las
distancias en términos reales, también se preocupa por
desempeñar una función a caballo entre la pedagogía y el
llamado a la acción.
Las relaciones que se establecen son generalmente de
tipo cara a cara y resultan de procesos de coexistencia y
simultaneidad de los extremos de la cadena acortando no
solo las distancias físicas (del campo a su mesa), sino tam-
bién las temporales (de la semilla de la fruta a la mermelada
envasada), construyendo, así, un otro vívido con el cual
interactuar. Esta relación-nosotros es recíproca (Schutz y
Luckmann, 2009) y ColSol pivota alternadamente con sus
interlocutores construyendo un flujo de conciencia mutua
donde el otro es un semejante que experimenta de manera
simultánea el carácter transformador de la economía social
y solidaria, en general, y del proyecto político de comercia-
lización solidaria, en particular.

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El significado social de los precios • 205

En un extremo se encuentran los consumidores, pre-


ferentemente visualizados como sujetos colectivos (los gru-
pos de consumo), que se acercan a ColSol porque propen-
den a un consumo crítico que cuestiona qué productos se
comercializan, cómo son producidos, por quiénes y bajo
qué condiciones llegan hoy a sus manos: “Es consumir
pensando en el productor porque comprando apoyás a los
pequeños productores y además es una forma de bancar las
iniciativas autogestivas que justamente se crean a partir de
la no explotación y eliminan la intermediación lucrativa.”
(Roxana, integrante de un grupo de consumo, 29 años).
En el otro extremo se encuentran los productores que
también son sujetos colectivos que organizan su trabajo de
manera asociativa y democrática para producir de manera
sustentable (en términos medioambientales), sostenible (en
términos de perdurabilidad de proyecto humano) y colocar
su producción en dispositivos que pongan en valor dichas
estrategias mediante una consideración respetuosa de su
trabajo.
Y en el medio de ambos, Colectivo Solidario, que tam-
bién cooperativiza su trabajo y construye de manera crítica
una mirada sobre los procesos de producción, distribución
y consumo, e introduce, al mismo tiempo, la problematiza-
ción de los objetos económicos, como es el caso del proceso
de construcción de los precios y su modo de informarlo.

V. Las estrategias de construcción del precio

Hace más de 150 años Karl Marx reflexionó sobre lo que se


había discutido en torno al concepto del valor y se preguntó
qué es el valor de la mercancía y cómo se determina. Expli-
caba que los valores de cambio de las mercancías no son
más que funciones sociales (y nada tienen que ver con sus

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206 • El significado social de los precios

propiedades naturales) y, por eso, su discurso se orientaba


hacia la sustancia social común a todas las mercancías que
es el “tiempo de trabajo socialmente necesario”.
De esta manera, la expresión homogénea e indepen-
diente del valor en dinero es el precio y el valor de una
mercancía se determina por la cantidad total de trabajo
que encierra: el trabajo retribuido (salario) y el trabajo no
retribuido (ganancia).

La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones


pasajeras de los precios en el mercado […] Supongamos que
la oferta y la demanda se equilibren o se cubran mutua-
mente, como dicen los economistas. En el mismo instante
en que estas dos fuerzas contrarias se nivelan, se paralizan
mutuamente y dejan de actuar en uno u otro sentido. En el
instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran
y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en
el mercado coincide con su valor real, con el precio normal
en torno al cual oscilan sus precios en el mercado. Por tanto,
si queremos investigar el carácter de este valor, no tenemos
que preocuparnos de los efectos transitorios que la oferta y la
demanda ejercen sobre los precios del mercado. Y otro tanto
cabría decir de los salarios y de los precios de todas las demás
mercancías. (Marx, (2010 [1865]): 32).

A grandes rasgos esta es la tesis marxista sobre la


relación entre salarios, precios y ganancias, aunque huelga
aclarar que no es la perspectiva hegemónica que se imparte
en las escuelas de economía (según la cual el ajuste entre
oferta y demanda es automático). Esta relación se observa
hasta nuestros días en el marco de una economía capitalista,
donde conviven en un contexto de relaciones de conflicto
y disputa ideológica experiencias propias del ámbito de la
reciprocidad, como la de ColSol, que suprimen esa búsque-
da de la ganancia (originada en la explotación del trabajo),
pero no abandonan la lucha por la eficiencia económica y
las sostenibilidad de su proyecto.

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El significado social de los precios • 207

Atendiendo a esta advertencia y, entendiendo que los


mercados son espacios de encuentro socialmente construi-
dos donde, entre otras cosas, se establecen los precios, se
recupera la idea marxista de sustancia social para volver
a poner a las personas y a sus acciones en el centro de
la escena, por encima de las explicaciones tecnicistas de la
construcción de los objetos económicos.

VI. Sentidos comunes compartidos acerca de los


precios

Cuando al presidente de ColSol le preguntan por el tema


precios en el área metropolitana, siempre lo ilustra con una
anécdota: él se encontraba en una verdulería de un recono-
cido barrio porteño de alto poder adquisitivo cuando obser-
va que una clienta se queja por el aumento del kilo de papas,
aduciendo que el vendedor se estaba aprovechando de sus
clientes por encontrarse en una zona “acomodada”.
El señor, lejos de tomarlo como algo personal, le pre-
gunta a su clienta si sabía cuánto estaba pagando el kilo
de papas que estaba comiendo su hijo en ese momento
(un paquete de papas fritas de 60 gramos). La mujer, des-
orientada, replicó que ese producto hacía semanas que no
aumentaba mientras que él había subido el precio de 5 a
6 pesos en muy poco tiempo. El verdulero, clausurando la
conversación, sentenció que mientras ella se quejaba por el
aumento de 1 peso, estaba pagando, sin quejarse, el kilo de
esos snacks entre 500 y 600 pesos.
El imaginario que circula en torno a las fluctuaciones
de los precios, el desconocimiento acerca de la especula-
ción, del origen de los productos y de sus respectivos cir-
cuitos de comercialización, el desentendimiento del impac-
to económico y social que genera el acto de compra, la
desruralización y los cambios en las rutinas laborales de

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208 • El significado social de los precios

hombres y mujeres, han generado una matriz permeable a


la ideología consumista, alejando a las personas de su rol de
ciudadanos (García Canclini, 1995).
En breve, si se desnaturaliza la acción económica y el
orden de los mercados, es posible reconocer la dimensión
simbólica no solo del dinero (Zelizer, 2011), sino de los
procesos totales que tienen lugar en instancias de encuen-
tro entre productores, intermediarios y consumidores. Y
así se advierte la circulación de información diversa que
activa dispositivos de categorización por parte de los acto-
res intervinientes.
“Que los productores ganen lo que tienen que ganar y
que nosotros [los consumidores] sepamos lo que tenemos
que saber”, dice Marta (consumidora, 66 años) con brutal
sencillez cuando la entrevistaron para realizar un video ins-
titucional de ColSol bajo el lema “Hacé justicia por compra
propia”. Encerrada en esa contundencia se encuentra no
solo la síntesis del proyecto de la cooperativa, sino tam-
bién la explicación práctica de la estructura transparente de
construcción de sus precios: 100% de precio justo al pro-
ductor + 26% de trabajo + 14% logística + 5% desperdicios
+ 10% gastos fijos = Precio de venta.7

7 El precio justo (más allá de los debates teóricos al respecto) es definido por la
cooperativa como el precio que establece el propio productor, evitando
cualquier tipo de negociación o estrategia tendiente a la depreciación. El tra-
bajo se refiere al aporte de trabajo que realizan todos los asociados a la
cooperativa y en función del cual ellos retirarán sus excedentes al finalizar
cada ejercicio. Incluye todas la tareas necesarias para sostener el proyecto:
comercial, gestión, logística y comunicación. La logística específicamente da
cuenta del punto más sensible en los procesos de intermediación, por eso la
cooperativa lo identifica como un rubro en particular. Tiene que ver con el
gasto de flete y traslados similares. Desperdicios es un margen que se contem-
pla para cubrir inconvenientes con los productos que se comercializan, tales
como la rotura. En ciertas ocasiones hay consumidores que pueden presen-
tar quejas por el estado de un producto o bien que se hayan confundido a la
hora de comprar y buscan que se les reconozca un cambio; en todos estos
casos, en lugar de asumir individualmente el conflicto, se lo hace de manera
colectiva a través de este porcentaje. Gastos fijos es el porcentaje que se desti-
na a cubrir el pago de alquileres de puestos, mantenimiento y limpieza de
lugares comunes, etc.

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El significado social de los precios • 209

Así es como se calcula, de manera fija, pública y trans-


parente, el precio de las mercancías que se comercializan en
ColSol, quienes además pagan al contado a los productores
aquel precio consensuado como “justo” y visibilizado en
una cadena donde se remuneran los valores de todos sus
eslabones de manera transparente y pública.8
La consecuencia directa de la circulación del dinero en
estos términos es el fortalecimiento de la trama de valor
(Caracciolo, 2013) lo que permite un abanico de agregación
de valor en diferentes dimensiones para los actores de los
emprendimientos: económica (por trabajadores/as en pos
del desarrollo local), social (fortaleciendo su identidad), cul-
tural o simbólico (creando nuevos valores) y medioambien-
tal (reforzando la sustentabilidad).
A partir de esta forma de comunicar tanto sus procesos
como la construcción de los precios, se advierte además
un hecho interesante y poco visto en aquellos trabajos que
hacen foco en la dimensión valorativa del comercio justo:
la desmitificación acerca de la percepción de los productos
como “algo caro”.
En dicho sentido, existe una vasta bibliografía, espe-
cialmente la que estudia los intercambios norte-sur, que da
por sentado que este tipo de productos son comparativa-
mente más caros respecto de aquellos que pueden comprar-
se en circuitos comerciales tradicionales y hegemónicos
(Bucolo, 2004; Gourevitch, 2011). Este acervo de conoci-
mientos genera además toda una carga valorativa en los
“consumidores éticos” que ponderan sus acciones como un
sacrificio económico, político y social.
Sin embargo, al estudiar los fenómenos locales, de
intercambio sur-sur, la percepción de sacrificio persiste aún
cuando se ha demostrado (como se verá más adelante en el

8 A diferencia de otros actores (no solidarios) que pagan a los productores a


los 30-90 días, tendiendo a una depresión hacia los productores (llegando
incluso a la imposición unilateral o las llamadas estrategias de dumping) y
aumento hacia los consumidores (al máximo precio dispuesto a pagar), en
una estructura poco transparente o tabú.

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210 • El significado social de los precios

ejemplo de ColSol) que no siempre los productos proceden-


tes de la Economía Social y Solidaria son más caros que los
de producción tradicional.
En entrevistas con consumidores pudimos relevar que
además del sacrificio en clave económica, también circulan
sentidos acerca de la inversión excesiva de tiempo para pla-
nificar y ejecutar las compras, la lejanía o falta de acceso a
puntos de venta y hasta la incertidumbre respecto de la cali-
dad de los productos. Todos estos mitos, tienen un fuerte
componente de inercia ideológica y política, aún cuando se
haya experimentado en carne propia su falta de veracidad.
Esto representa un salto simbólico que no muchos han
dado por el poder de fuego que tienen esos mitos, prin-
cipalmente cuando se trata de interpelar las acciones de
consumo propias, dejando en evidencia que los motivos ya
no son exclusivamente monetarios.
Este hecho, revelador para muchos, aún no ha sido
totalmente capitalizado desde lo simbólico por la cooperati-
va aunque se han evidenciado acciones concretas de comu-
nicación en la que se demostraba explícitamente cómo una
canasta de alimentos básica de la cooperativa resultaba ser
más barata que la de un supermercado (ver Figura Nº1).

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El significado social de los precios • 211

Figura Nº1. Comunicación difundida por Colectivo Solidario en agosto


de 2017

Fuente: redes sociales de Colectivo Solidario.

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212 • El significado social de los precios

Hay algo aún en esta dimensión que no se puede com-


prender si no es a través de su interrelación con el resto de
las motivaciones que circulan en la organización y hacen
al proyecto general. Mientras que otros intermediarios o
incluso, hasta las cooperativas de consumidores, utilizarían
este dato (de la “cualidad” positiva del precio) para explotar
en sus estrategias de marketing y publicidad, ColSol eviden-
cia una moderación que se encuentra lejos de la ingenuidad.
Andrés (asociado de la cooperativa, 30 años) cuenta que
no quieren caer en la masividad de las grandes superficies
(supermercados) y en sus estrategias características, crista-
lizadas en la publicidad:

Ese sería el camino más fácil porque [lo que hacemos, es


decir,] estar llamando a la gente representa mucho más tiem-
po y es más oneroso en términos de dinero […] Lo hace-
mos porque creemos y estamos convencidos de que esa es la
manera de socializar el trabajo de los productores y el trabajo
nuestro también que es cooperativo.

VII. El mercado solidario como trinchera

En los últimos años se ha hablado que el modelo de bienes-


tar moderno, al que es asociado el consumo, está sufriendo
algunas mutaciones en cuanto a las “especies de bienestar”.
Si bien persisten el hedonismo, el antropocentrismo y el
individualismo, el materialismo (que era característico de
la primera sociedad de consumo)9 se fue diversificando en

9 Basta con recordar la famosa frase de Noam Chomsky: “Los mercados inhe-
rentemente restringen las opciones; si quiero ir a trabajar elijo entre Ford o
Toyota, no siempre entre coche y metro, lo que sería preferible para la socie-
dad. Dirigen el consumo individual lejos de lo que necesitamos y comparti-
mos en común [...] Con constricciones así dudo que las elecciones de los
consumidores tengan más que un impacto marginal, aunque lo que ocurra
aún es incierto.” (Citado en Chávez, 2017: 31).

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El significado social de los precios • 213

otras especies que apuntan a la inmaterialidad del sostén de


la autoestima, el equilibrio y la búsqueda del placer, también
llamado “mercado del alma” (Lipovetsky, 2007: 11).
De modo que el consumismo está adoptando nuevas
máscaras que, si bien proponen una relación más “sensible”
con el mundo (Mejía Giraldo, 2016), se encuentran muy
lejos de problematizar las estructuras económicas que lo
sostienen. De ello resulta una paradoja interesante: mien-
tras los consumidores priorizan los bienes relacionales por
sobre los bienes de consumo, no abandonan el individualis-
mo y su atomización para disfrutar, cada uno, a su manera,
de la vida.
El incremento de este público, por su parte, ya ha sido
advertido por los actores de mayor preponderancia en la
esfera mercantil y se convirtió en un nuevo nicho sobre el
cual desplegar estrategias más sofisticadas. Brenda Chávez
(2017) reseñó que los consumidores “conscientes”, guiados
por nuevos criterios que unen libertad, estilo, estatus y res-
ponsabilidad social representan un tercio de la población
global. En esta red de valores también se rastrean las com-
pras libres de culpa [guilty free] y con tendencias sociales
y medioambientales.
A pesar de ello, la construcción de la compra como
“acto político” no es exclusiva del terreno de la recipro-
cidad, sino que también ha sido apropiada por diversos
actores de la sociedad del hiperconsumo (agencias publici-
tarias, consultoras, corporaciones, fundaciones, gobiernos).
Entonces, en ese orden, la rueda se volvería a reinventar
imponiendo verticalmente nuevos modelos de consumo y
estilos de vida, paliativos ideológicamente, pero comple-
mentarios al mismo sistema, en el marco de la aspiración
por el bienestar total.
En este orden de ideas, la verdadera transformación
política solo es posible si se asume colectivamente, tras-
cendiendo las iniciativas individuales e impactando en lo
simbólico mediante la creación genuina de nuevos valores
y normas que refuercen los lazos sociales. Chávez destaca,

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214 • El significado social de los precios

por ejemplo, la concepción Latinoamericana del Buen Vivir


como un discurso que entra en sintonía con estas prácti-
cas recíprocas y al mismo tiempo tiende a la disputa del
modelo cultural dominante y los patrones de producción
y de consumo.
Entonces, vale preguntarse qué tiene de novedoso o
revolucionario el proyecto de comercialización solidaria en
un contexto donde los consumidores ya se encuentran sen-
sibilizados o en vías de sensibilización, sea por el camino
hacia el bienestar personal, la reducción de la huella ecoló-
gica u otro sistema de valores similar que apela a la justicia,
la equidad y la sustentabilidad.
Precisamente, la reivindicación del eslabón más denos-
tado en la cadena productiva, que es la intermediación, da
cuenta de la novedad del caso ya que es un modelo que
no acude al chantaje emocional de las personas, sino que
se plantea como un espacio de construcción crítica de toda
la cadena productiva, que busca ser solidaria de un extre-
mo al otro.
Ampliar la mirada del acto de consumo aislado e indi-
vidual a todo el circuito productivo, habilita la construcción
genuina de una relación-nosotros que comparte un pro-
yecto político singular en el que los actores intervinientes
comparten significados subjetivos que refuerzan sus moti-
vaciones y expectativas, recuperando la dimensión comuni-
taria de la reciprocidad.
Este proyecto común en el que cada persona deposita
cierta carga simbólica para generar en la interacción cara a
cara un sistema de normas y valores exclusivo del colectivo,
apunta al objetivo de transformar los modelos de comer-
cialización de la Economía Social y Solidaria (en adelante
ESS), pues entiende que es el camino más coherente y justo
para dicho sistema.
En virtud de ello, la intermediación solidaria, lejos de
ser un momento en el devenir económico, se erige como
una instancia en la que pueden confluir las dificultades de
los productores de la ESS para combinar producción con

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El significado social de los precios • 215

comercialización, la necesidad de contribuir al cambio cul-


tural para otro consumo y sistematizar sus propuestas, la
necesidad de recuperar la comercialización con transparen-
cia, la demanda de productos de la ESS, la necesidad de inte-
grar un proyecto político solidario y sustentable, y, desde
ya, la necesidad de la reproducción ampliada de la vida.10
Todo esto es lo que se visibiliza en la construcción y
comunicación transparente de los precios, mediante la cual
denuncia las relaciones desiguales que el mercado tradi-
cional ofrece a los pequeños productores cooperativizados,
problematiza el obstáculo que representa la logística dando
a conocer los costos reales que ello implica, revaloriza el
trabajo realizado en la intermediación e interpela a los con-
sumidores y las consumidoras a integrarse a este proyecto
como sujetos colectivos.

Cuando comprás en un supermercado terminás adicionando


un montón de bienes que no tenías pensado y termina siendo
mucho más cara la compra que venir a comprar al mercado
donde ocurren un montón de cuestiones más subjetivas: el
tema del no engaño, no al chantaje emocional, no generar
necesidades irreales. Vos venís a buscar lo que necesitás. Es
una lógica más centrada en la persona [….] no es que quiera
cargar contra los supermercados todo el tiempo, pero me
parece un buen ejemplo de la construcción del precio no
desde el punto de vista económico, sino desde el punto de
vista social y subjetivo. (Andrés, asociado de la cooperati-
va, 30 años).

La resistencia a la negociación tradicional del precio


con los productores, a las estrategias tradicionales de mar-
keting y publicidad, al establecimiento del precio final con
base en la especulación y no en los costos reales, al tabú
del dinero, a la construcción tradicional del interlocutor

10 Estos conceptos fueron recuperados del documento “Contribuciones para


una comercialización solidaria” elaborado por la cooperativa en el año 2015
y relevado en la presente investigación.

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216 • El significado social de los precios

como mero agente económico; todo ello es resistencia al


modelo capitalista y al sistema de valores que ha generado
para legitimarse.
El mercado solidario, por todo lo dicho anteriormente,
se convierte en un espacio contrahegemónico que se sos-
tiene, no solo por la eficiencia en su gestión, sino por la
base de sustentación ideológica compartida por todos los
integrantes del proyecto. Es decir, por las personas que
interactúan a lo largo de toda la cadena y que, además, tie-
nen posibilidades reales de conocerse personalmente en las
instancias creadas a tal fin.
Productores y consumidores dejan de ser imaginarios
alejados que cada persona construye conforme a sus propias
expectativas individuales. Son personas concretas, cercanas
territorial y culturalmente, son compañeros y compañeras
que, desde sus respectivas unidades productivas, confor-
man una red en la que comparten una identidad y hacen
sus aportes, préstamos y retribuciones en clave solidaria.
Precisamente, como afirma Andrés, en el mercado solidario
pasan muchas otras cosas.

VIII. Conclusiones

Si bien se ha demostrado que los procesos sociales que


subyacen a la constitución del valor se basan en los mode-
los culturales convirtiendo al mercado en una proyección
moral, hay aún algo más en el caso de los mercados solida-
rios donde interactúan cooperativamente actores como los
que aquí se han descripto.
Como demostramos, hay un proyecto político contra-
hegemónico que pulsa constantemente por modificar las
macroestructuras de la comercialización, incluso a pesar
de las contradicciones que pudieran surgir de los intereses
particulares, producto de esta convivencia tensa con el mer-
cado tradicional y las lógicas redistributivas.

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El significado social de los precios • 217

A partir de nuestro trabajo de investigación también


se hace evidente la existencia de una conciencia de una
relación-nosotros que fluye en el tiempo, en oposición a
una relación-ellos que especula, explota y manipula, y hasta
circula como una amenaza constante que intenta penetrar
las propias estructuras. Este nosotros, colectivo e inclusi-
vo, es abierto y expansivo, pero al mismo tiempo riguroso
en el respeto de sus normas que aseguran la autenticidad
del grupo.
Hay en las comercializadoras solidarias ciertas cadenas
motivacionales que resuenan fuertemente en la afirmación
por la vida y problematizan el consumo como algo que
trasciende lo económico y avanza hacia los horizontes del
buen vivir, priorizando la sustentabilidad y la reciprocidad
(Coviello y Pryluka, 2016).
En síntesis, en el ámbito de la reciprocidad conformado
por distintas experiencias autogestivas, el precio no es sola-
mente un objeto económico que se ajusta invariablemente
según las reglas de un mercado anónimo; es el bastión desde
el cual se defiende en las relaciones-nosotros cotidianas un
modo de vivir y de construir justicia.

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Anexo metodológico

Los datos presentados en este artículo tienen su origen en


una investigación que se ha realizado en el proceso de ela-
boración de tesis en el marco de la Maestría en Metodología
de la Investigación Social (UNTREF). Esta investigación es
dirigida por la Dra. Daniela G. López y a su vez se inscribe
en un marco general más amplio, constituido por el proyec-
to de investigación denominado “El significado social de los
precios. Aportes de la sociología fenomenológica”, también
a cargo de la misma directora. Desde el año 2016 se está
estudiando este tema en el Mercado Solidario de Bonpland,
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, vinculándolo al
significado social de los precios en las comercializadoras
solidarias, tomando el caso de la Cooperativa de trabajo
Colectivo Solidario que se dedica a la comercialización de
bienes de consumo cotidiano.
Con el objetivo de abordar la dimensión subjetiva del
precio y su relación con las redes sociales y las instituciones
en este tipo de organizaciones que normativamente no se
orientan hacia una finalidad de lucro, la tesis se propu-
so indagar en aquellos aspectos culturales y políticos que
intuitivamente parecían ser la base de sustentación de un
proyecto económicamente exitoso.
Para ello se realizó un relevamiento documental de
todos los manifiestos y actas en los que la cooperativa no
solo declaraba el origen y horizonte institucional, sino que
también publicaba información que para otros actores pue-
de ser sensible, como es el caso de la estructura de los
precios o su contabilidad. El relevamiento documental se

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El significado social de los precios • 223

complementó con un registro y sistematización de su apa-


rición en los medios de comunicación el que fue analizado
discursivamente.
También se hicieron cuatro entrevistas cortas a exper-
tos en la temática y a ex funcionarios de los órganos de
contralor, acerca de la actualidad del sector cooperativo y
del devenir de otras experiencias similares a las de Colec-
tivo Solidario. Por último, se entrevistó en profundidad a
todos los integrantes de la organización para tratar de com-
prender cuáles son sus motivaciones y expectativas y dónde
reside esa fuerza que a priori se observa como elemento
subyacente a todo lo que hacen.
Estas entrevistas se realizaron en los puestos que
Colectivo Solidario tiene en el Mercado Solidario de Bon-
pland y en la Feria del Productor al Consumidor (orga-
nizada por la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de
la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de
Buenos Aires), espacios en los que también se realizaron
observaciones etnográficas y se tomaron fotografías.
También se observaron diversas jornadas abiertas de
sensibilización que organizó la cooperativa en el mercado
y se los acompañó a actividades propias del sector como
reuniones sectoriales y exposiciones en congresos, espacios
en los que interactuaban con pares, organizaciones afines y
otros actores estratégicos para su desarrollo.
Por último, es importante destacar las variaciones
del contexto político y económico que acompañaron esta
investigación a partir del cambio de Gobierno, que no solo
aparecen recursivamente en los discursos, sino que tam-
bién están representadas de una manera clara por un marco
inflacionario general, de aumento del precio de los servi-
cios, de disminución del consumo masivo, de revisión de
políticas tributarias para el sector cooperativo y de reor-
ganización de programas que se venían desarrollando por
parte de actores gubernamentales clave.

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224 • El significado social de los precios

Tal es el caso del Observatorio de Precios (creado a


instancias de la Ley 26.992 del año 2015) y demás ámbi-
tos de la Economía Social dependientes de los Ministe-
rios de Trabajo y Desarrollo, en donde esta reorganización
podría ser definida como una “desaceleración de progra-
mas” (por ejemplo, “Precios cuidados”, “Precios claros” y
“Marca Colectiva”, entre otros) que si bien no dejaron de
existir de manera oficial, se convirtieron en proyectos que
ya no son promocionados y, por lo tanto, se desarticularon
ciertas redes entre funcionarios y agentes locales que gene-
raban apoyo económico.
En su reemplazo, durante la elaboración del presente
artículo, los asociados de la cooperativa se encontraban en
la búsqueda de generación de nuevas redes, destinándole
muchas horas de trabajo a la postulación para un nuevo
programa de financiamiento.

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Textos clásicos

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6

Introducción del traductor


LIONEL LEWKOW

El primer texto que se ofrece aquí, titulado “La Filosofía


del dinero de Simmel”, compuesto por Gustav Schmoller
y publicado en 1901 en el número 25 de su Jahrbuch für
Gesetzgebung, Verwaltung und Volkswirtschaft, pasa revista por
los diversos capítulos de esta obra del berlinés y da algunos
indicios de la recepción que tuvo en su época. Por su parte,
“Sobre la psicología del dinero”, segundo escrito que tra-
duzco para este volumen, constituye una conferencia que
ofrece Georg Simmel el 20 de mayo de 1889 en el seminario
de ciencia política de Schmoller y publica en el número 13
del Jahrbuch. Se trata de una pieza conceptual que anticipa y
resume los temas y nociones de una de las mayores obras de
Simmel (2013 [1900]), es decir, Filosofía del dinero. Delinea
en estas páginas el autor puntos claves para un abordaje
moral y cultural del dinero, campo de investigación en el
que sus trabajos tienen un carácter fundacional, y cuyas
intuiciones en gran parte siguen vigentes.
Dicho esto, ¿por qué incluir estos escritos en un libro
dedicado a la sociología de los precios?
En primer lugar, uno de los hilos conductores de la
obra simmeliana son los valores en el más amplio senti-
do del término: morales, estéticos, económicos, religiosos.
De hecho, puede caracterizarse a la perspectiva de Simmel
como una Wertphilosophie. Así, en su conferencia el autor
comienza a reflexionar sobre el fundamento de los procesos
de valoración económica. Se lee en estas páginas que “[n]i

teseopress.com 227
228 • El significado social de los precios

el alimento, ni el refugio, ni la vestimenta, ni los metales


nobles son valores en y por sí. Solo se convierten en tales
en el proceso psicológico de su valoración […].” (vid. infra,
capítulo 8). No obstante, como confiesa el propio Simmel,
el tema del valor será uno de los que mayores dificultades le
ocasionen a la hora de dar cuenta de la economía monetaria
moderna. De tal manera, en una carta dirigida a Heinrich
Rickert señala que “[…] estoy detenido en un punto muerto
en mi trabajo –¡en la teoría del valor!– y no puedo ir ni
para atrás ni para adelante.” (Simmel, 2008 [1898]: 292. Mi
traducción). Dejando de lado el sesgo psicologista inicial,
por una parte, y discutiendo la teoría marxista del valor-
trabajo, por otra, con posterioridad, en Filosofía del dinero,
Simmel (2013 [1900]: 486-507) se esforzará por posicionar
al valor económico como un tercer reino entre el subjetivis-
mo y el objetivismo (Fitzi, 2003: 229-233; Papilloud, 2003:
168; Türcke, 2015: 13). Como señala Schmoller en su reseña
a esta obra de Simmel, el valor económico “[…] tiene una
doble posición […]”, en concreto: “[…] el valor económico
[no] puede ser algo meramente subjetivo en el individuo.
[…] El valor de una cosa se objetiva de tal forma que por
él se sacrifica otra cosa.” (vid. infra, capítulo 8). Pero no
solo comienza Simmel en su conferencia a teorizar sobre
la raíz de la valoración económica, también muestra ciertas
tendencias históricas que lo definen, como, por ejemplo, la
incongruencia entre el valor de la persona y el valor mone-
tario. Tenemos aquí, entonces, una aproximación temprana
de Simmel a este difícil problema que es el del valor eco-
nómico, noción que, según su abordaje posterior, es equi-
valente a la de precio, en palabras del autor: “De acuerdo
con su esencia conceptual, el precio coincide con los valores
económicos objetivos […].” (Simmel, 2013 [1900]: 85). Pero
ya en “Sobre la psicología del dinero” señala, por ejem-
plo, qué significado tiene para nuestra apreciación de los
objetos del intercambio el hecho de que tengan un pre-
cio bajo, elevado o equivalente. Por mencionar solo una
de estas situaciones, cabe referir a aquellos comercios en

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El significado social de los precios • 229

los que todas las mercancías cuestan lo mismo, a propósito


de lo cual dice Simmel (vid. infra, capítulo 8): “Lo decisivo
aquí […] no son las mercancías en su particularidad, sino la
determinación del precio que hay que pagar por ellas. Cada
vez se retrae más la cualidad específica ante la cantidad,
lo único que importa.” En suma, aporta el teórico alemán
en estas páginas algunas indicaciones para un tratamiento
sociológico del valor y los precios. Y agrega a ello la reseña
de Schmoller un resumen de la crítica simmeliana a la teoría
del valor-trabajo, cuestión que no está presente en “Sobre la
psicología del dinero” y a la que dedica Simmel una porción
sustantiva de su Hauptwerk, Filosofía del dinero.
En segundo lugar, la razón para recuperar estos dos
textos radica en el diálogo crítico que establece Viviana
Zelizer (2011 [1994]: 13-53) con la obra de Simmel. En
efecto, la teoría del “dinero marcado”, uno de los enfoques
centrales de la sociología económica de nuestros días, se
perfila a contraluz del planteo simmeliano, caracterizado
como una perspectiva que deja de lado los procesos cua-
litativos de atribución de significado al dinero y enfoca el
circulante monetario como un medidor de valor generali-
zado, puramente cuantitativo, neutral. Más allá de la justicia
que puedan hacer estas interpretaciones a la teoría del clá-
sico de la sociología, lo cual dejo a juicio de los lectores,
las observaciones de Zelizer muestran que leer y releer a
Simmel aún puede ser una fuente de inspiración para las
reflexiones sociológicas de la economía actual.
Sin embargo, cabe preguntarse también en esta breve
introducción, por una parte, por qué es necesario hacer una
nueva traducción de la conferencia de Simmel y, por otra,
cuál es el aporte de la reseña de Schmoller a las discusiones
de su sociología económica.
Respecto a “Sobre la psicología del dinero”, sin duda,
la traducción hasta ahora existente, de Celso Sánchez Cap-
dequi (Simmel, 2010 [1889]), constituye un trabajo de ines-
timable mérito ya que hizo accesible a los lectores hispa-
noparlantes un importante ensayo de Simmel largamente

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230 • El significado social de los precios

esperado, teniendo en cuenta que el original data de 1889.


Incluso así, en cuanto no es una traducción del original, sino
de su versión al inglés, presenta algunos errores y desliza-
mientos de sentido que, en algunas ocasiones, dificultan la
comprensión del escrito. Por su parte, “La Filosofía del dine-
ro de Simmel”, consiste en un escrito inédito en castellano
y muestra las apreciaciones sobre esta obra de una de las
voces más autorizadas de la época en lo que toca a los temas
de la economía política.
Dicho esto, quisiera hacer algunas aclaraciones a pro-
pósito del trabajo de traducción. La traducción de “Sobre
la psicología del dinero” que presento ahora, realizada ínte-
gramente a partir de la versión alemana, está concebida para
todos los posibles lectores de Simmel, ya sean estudiantes
de sociología o docentes e investigadores especializados o
no en la obra del clásico alemán. Pensando sobre todo en los
estudiantes, ofrezco una traducción en pie de página de los
términos en latín y griego antiguo que aparecen en el texto.
Al respecto, también introduzco unas pocas remisiones a
otros escritos que permiten entender el planteo de Simmel.
Por otra parte, pensando en los docentes e investigadores
simmelianos, discuto, por ejemplo, la traducción de Bla-
siertheit, noción de raíz francesa, central en el planteo de
Simmel. No obstante, intenté evitar un abuso del recurso
de las notas del traductor para no romper la fluidez de
la lectura. Por su parte, para la traducción de “La Filosofía
del dinero de Simmel”, en algunos puntos clave que indico
oportunamente, me referencié en la terminología adoptada
por Ramón García Cotarello en su versión castellana del
escrito simmeliano de 1900. Finalmente, introduje en este
escrito las referencias detalladas a fragmentos específicos
del texto de Simmel que cita Schmoller y faltaban en la
versión original.
Tras estas precisiones sobre el contenido de los textos
y las características de la traducción, cedo la palabra a Sch-
moller y Simmel…

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El significado social de los precios • 231

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Aires: FCE.

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7

La Filoso
ilosofía
fía del diner
dineroo de Simmel1
GUSTAV SCHMOLLER

El 20 de mayo de 1889, el Dr. Simmel sostuvo en mi semi-


nario de ciencia política una conferencia sobre la “psicolo-
gía del dinero” que luego también apareció en este anuario
(1889: 1251 y ss.).2 Era el germen del significativo libro que,
tras haber publicado uno de sus fragmentos aquí (813 y ss.),
ahora está disponible para nosotros como Filosofía del dine-
ro. Tengo, así, en cierto modo, una relación personal con el
libro y, por eso, quisiera exhibir sucintamente su contenido,
caracterizar su punto de vista y sus objetivos.
Simmel no busca, por ejemplo, exponer una nueva teo-
ría del dinero en el sentido de la economía política. Toma
como materia prima lo que sabemos sobre el dinero en
términos históricos y a partir de la economía política para
utilizarlo de manera sociológica y filosófica, para extraer
conclusiones psicológicas, sociológicas y culturales. Pero,
naturalmente, las preguntas más generales de la teoría del
dinero y de la economía política se ven enriquecidas en
la misma medida que la sociología y la historia cultural.
Las cuestiones fundamentales del valor, de la división del
trabajo y del crédito se destacan en todas partes en la inves-
tigación y obtienen una nueva iluminación mediante el tra-
tamiento psicológico y filosófico del dinero. Pero se podría

1 Traducción de Gustav Schmoller (1901). Para las referencias bibliográficas


agregadas al texto original véase la Introducción del traductor.
2 N. del T.: Refiere el autor al mismo anuario donde se publicó su reseña.

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234 • El significado social de los precios

decir que la finalidad verdadera del libro es averiguar que


ha hecho la economía monetaria, especialmente la moderna
del siglo XIX, de los seres humanos y la sociedad, de sus
relaciones e instituciones. En cierto modo, el dinero apare-
ce como el centro, la clave, la quintaesencia de la vida y la
ambición económica moderna. Esto ha de ser explicado y
expuesto en su esencia.
Intentaré, antes que nada, hacer un análisis del conte-
nido fundamental del libro.
Un primer capítulo trata el tema “Valor y dinero”.
Parte de la contraposición entre el mundo de las realida-
des naturales y el de los valores: el primero obedece a sus
propias leyes, mientras que, en el caso del último, nuestra
alma [Seele]3 realiza sus inferencias de manera por completo
independiente de aquel, ordenando los objetos, pensamien-
tos y sucesos de manera autónoma. En primer término, la
constitución de valores es un proceso subjetivo. El valor
no se adhiere a las cosas, es el resultado de la estimación
individual. Pero todo valor, una vez que surge, sin embargo,
se enfrenta de nuevo al yo como algo autónomo. No es nada
más que un producto de nuestro sentimiento subjetivo y
momentáneo, pero tiene una doble posición.
Atribuimos a un fenómeno un valor teórico, religioso,
estético o moral en cuanto vive en nuestra alma un orden
objetivo que corresponde a estos ámbitos. Existen exigen-
cias, ideales y normas en nosotros que actúan en cualquier
constitución de valores y le imprimen el sello de la objeti-
vidad al juicio de valor consumado. Creemos que la natu-
raleza y la estructura de las cosas determinan estos valores,
sentimos los valores como estables, por el contrario, nues-
tra estimación subjetiva como inestable. Colocamos estos
valores a una distancia de nosotros, en cierto modo, fuera
de nosotros a partir de nosotros, y, con esto, los despojamos
de su subjetividad. Los vemos como una propiedad de las

3 N. del T.: Utiliza Schmoller este término en la acepción habitual de la filoso-


fía alemana de la época, por tanto, sin ninguna connotación religiosa.

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El significado social de los precios • 235

cosas. De esta forma podemos equivocarnos, pero vemos


algo objetivo en todo valor que se subordina a una norma.
La causa es que nos podemos objetivar a nosotros mismos,
podemos aparecernos nosotros mismos como algo que está
frente a nosotros, y esto sucede a partir de elementos que
otorgan normas y que acogen normas. “Lo objetivo en la
práctica es la subordinación de la totalidad de los subjetivo
a normas o garantías.” (Simmel, 1989 [1900]: 15).4
Tampoco el valor económico puede ser algo puramente
subjetivo en el individuo. El ser humano no sigue mera-
mente sus instintos subjetivos, sino que los domina como
medios, dificultades, sacrificios. Así, se produce una distan-
cia entre sus deseos y sus objetos a través de la que recibe
una imagen objetiva de ellos. El sujeto autoconsciente valo-
ra una cantidad de objetos, los compara, juzga los obstácu-
los y a partir de ahí también surge una apreciación obje-
tiva de los valores económicos. La representación sensible,
meramente subjetiva, del valor deseado recibe su medida a
través de la consideración de las dificultades, las renuncias,
los sacrificios. Lo que es intercambiado de modo recíproco
aparece como si tuviera un valor intrínseco. El valor de
una cosa se objetiva de tal forma que por él se sacrifica
otra cosa. El intercambio es la forma de vida y la condición
del valor económico. “Lo decisivo para la objetividad del
valor económico, que delimita el ámbito económico como
autónomo, es la trascendencia de los principios de su vali-
dez por encima del sujeto individual.” (Simmel, 1898 [1900]:
58-59). El sacrificio y el provecho están frente a frente.
Todo trabajo es un sacrificio. Lo económico es lo que cuesta
sacrificio. La utilidad y la escasez no son los fundamentos

4 N. del T.: El pasaje que cita Schmoller no existe como tal en Philosophie des
Geldes, pero puede hallarse una formulación similar en el índice del libro
donde Simmel (1989 [1900]: 15) refiere a “[l]o objetivo en la praxis como
norma o garantía para la totalidad de lo subjetivo”.

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236 • El significado social de los precios

últimos del valor, sino la deseabilidad, por tanto, la relación


de los deseos. Solo el intercambio hace de la escasez un
aspecto del valor.
El primer capítulo contiene, entonces, los lineamientos
fundamentales de una teoría del valor que está caracteri-
zada mediante descripciones del proceso de objetivación
psicológica de las representaciones de valor. Con esta carac-
terización se alude a la forma en que el proceso de la cons-
titución del valor es acompañado constantemente por ele-
mentos ideales o normativos y es regulado por ideales.
El segundo capítulo, “El valor sustancial del dinero”, es
aquel que de forma más vasta se introduce en lo específico
de la economía política. Ofrece la perspectiva monetaria
del autor en términos de economía política. Una teoría del
desarrollo histórico-filosófico del dinero constituye el tras-
fondo de toda la investigación. Simmel quiere evidenciar
que el dinero, esencialmente, solo en el comienzo de la cul-
tura ha tenido y se vio obligado a tener valor sustancial, que,
no obstante, el desarrollo económico superior tiende a des-
pojarse del valor sustancial y hace del dinero cada vez más
un mero símbolo del valor. “[E]l concepto puro del dinero
[…]” (Simmel, 1989 [1900]: 197) solo se alcanza donde se ha
convertido en mera expresión pura de todo valor intrínseco
del valor de las cosas que se miden entre sí.
La verdad de esta demostración está condicionada por
la comprensión que se tenga del dinero. El argumento, por
cierto, está guiado por medio de disquisiciones penetran-
tes, matemáticas, y mediante ingeniosas analogías con otros
ámbitos de la vida. No puedo compartir estos argumentos,
no puedo adoptar estos resultados. O más bien: admito que
existe una tendencia de ese tipo, pero no puedo adoptar
la nomenclatura bajo la cual Simmel sitúa los fenómenos
del dinero, es decir, la historia de la moneda así como el
desarrollo del crédito. Quisiera designar lo que Simmel lla-
ma dinero simbólico como fenómenos crediticios. Por otra
parte, en los detalles me parece que Simmel se expresa de
una forma muy brusca. Un ejemplo: Simmel dice que la

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El significado social de los precios • 237

utilización del oro y la plata para fines técnicos y estéticos


ya no puede realizarse en cuanto circulan como dinero.
Una función tiene que desplazar a la otra. Aquí, según mi
opinión y conocimiento, es verdad que la moneda acuñada,
el dinero propiamente, surgió cuando se diferenciaron los
anillos, las joyas, los dados y discos de metales preciosos que
antaño fueron utilizados al mismo tiempo como ornamento
y medio de pago. Los cilindros de metal precioso acuñados
como moneda no dejaron por completo de ser joyas, pero sí
en lo fundamental, es decir, los objetos de metal producidos
como joyas dejaron de ser dinero. Las joyas tomaron formas
más distinguidas, nobles, satisfaciendo el sentido estético.
Pero incluso hoy en día, por ejemplo, la mitad de los meta-
les preciosos se utilizan como moneda y la otra para otros
fines. Y no solo en el caso de las joyas constituye la sustan-
cia un presupuesto para el valor de la pieza singular, sino
también en lo que respecta a la moneda. Una pieza de veinte
marcos tiene su valor a causa de los 7,1685 gramos de oro
fino que contiene y esta cantidad de gramos dependen en
su valor del hecho de que el oro es deseado para produ-
cir cosas ornamentales superfluas. La utilidad marginal que
surge de esta manera actúa de modo retroactivo sobre el
valor de toda pieza de oro. Dice Simmel (1989 [1900]: 177):
“El valor de la sustancia monetaria como tal yace en que
tienen que sacrificarse todas sus posibilidades de uso para
que sea dinero”. Eso no me parece muy atinado para la pieza
de oro singular. El orfebre la puede convertir en una pieza
ornamental en cualquier momento.
En todo caso, esto no es cierto para el oro y la plata que,
hoy en día, de un modo muy extenso, aún pueden utilizarse
para otros fines distintos a los monetarios.
Sin embargo, también Simmel da cuenta del desarro-
llo que va del dinero sustancial al simbólico solo como
una tendencia que no puede alcanzar su objetivo de modo
completo. Muestra explícitamente todas las razones que
contradicen esa tendencia, principalmente, los abusos de
la economía del papel moneda. Admite que, por eso, la

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238 • El significado social de los precios

sustancia monetaria debe conservar valor de escasez, que la


transición completa al ideal del dinero simbólico le quita su
sustento al medio de pago. Respecto a esta consideración
limitante, se consuela con la indicación de que la mayoría
de las tendencias del desarrollo, por ejemplo, aquellas que
se hacen visibles en el individualismo o en el socialismo, no
podrían imponerse por completo, sino que en la práctica se
desvían de sus objetivos. Quisiera dudar de la contundencia
de este paralelo: el socialismo es un complejo de representa-
ciones ideales simplistas que está constituido desestimando
otras que tienen los mismos derechos. El ideal de Simmel
del dinero simbólico es una propuesta práctica singular que
es irrealizable porque el dinero simbólico del gobierno que
mayor confianza merece no representa un valor con tanta
seguridad como el oro y la plata.
En la historia del dinero y la moneda, que es una con-
tinuación del fragmento publicado en el anuario de 1899,
Simmel se atiene a los hechos reales, pero presenta con
predilección el enfoque sobre el dinero simbólico. En este
contexto, hace visibles muchas sutilezas y verdades, pero,
probablemente, no se satisface por completo el punto de
vista contrario. Lo que dice sobre el acuerdo de pago vía
crédito es indiscutible, pero todo eso no es tanto una vic-
toria del dinero simbólico, como una configuración más
delicada del crédito. Cualquiera de tales configuraciones del
crédito supone dinero en metal. Los más ricos del mundo
y las ciudades comerciales más florecientes de los distin-
tos periodos de la economía monetaria basaron todos los
pagos de sus créditos en un buen dinero en metal, con
valor sustancial.
El tercer capítulo, “El dinero en las series teleológicas”,
parte del hecho de que la acción humana, con una cultura
cada vez mayor, solo alcanza sus objetivos al introducir
entre el propósito y su consecución series de medios cada
vez más extensas y complicadas. La herramienta es el medio
más importante, el dinero la herramienta más importante
que hace posible por primera vez la división del trabajo

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El significado social de los precios • 239

y la circulación. El ser humano es el animal que fabrica


herramientas y se propone fines. Con el establecimiento de
fines surgió la memoria, con el dinero, el medio de todos los
medios que puede servir a todos los fines pensables. Con el
dinero su dueño puede desarrollar todos los fines económi-
cos, mientras que el trabajador cualificado solo puede ocu-
parse en su especialidad, las materias primas y las máquinas
solo pueden servir a fines determinados. Por eso, el dinero
siempre es superior a las mercancías y el comprador que
posee dinero lo es frente a las personas que venden traba-
jo o mercancías. Las personas adineradas son las que, en
coyunturas de crisis y bonanza, siempre ganan. Por eso, se
enfrentan siempre con la sospecha de la ganancia injusta, la
desconfianza y el reproche de la falta de carácter.
Simmel describe luego los privilegios de la riqueza,
su poder, la forma en que gasta dinero el rico y el pobre,
el afán de ganar dinero como lo encontramos a menudo
entre ciertas clases oprimidas, por ejemplo, los judíos y
otras que viven en una tierra extranjera, para luego arribar
al importante hecho de que el dinero de una manera muy
fácil se transforma de medio en fin en sí mismo. Delinea
las situaciones económicas y las atmósferas espirituales que
producen estas consecuencias y, así, llega a una discusión
sutil de la codicia y la avaricia, del abuso de poder del adi-
nerado, del derroche y la pobreza.
Se trata aquí de la psicología de la economía monetaria
en todos sus aspectos. Concluye Simmel con investigacio-
nes sobre los efectos de la cantidad de dinero, es decir,
muestra la diversidad de sentimientos de los seres huma-
nos frente a sumas monetarias grandes y pequeñas, cómo
surgen diferencias cualitativas a partir de diferencias cuan-
titativas, cómo de esta manera se forma un umbral de la
conciencia económica que deja caer muchas cosas por deba-
jo de su línea de demarcación, mientras otras las eleva por
encima de ella. No podemos agotar las numerosas observa-
ciones que Simmel presenta en este contexto y que espían
la vida. Mencionamos solo lo siguiente: el materialismo de

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240 • El significado social de los precios

nuestra época tiene una raíz común a la economía mone-


taria. Quien reduce todos los intereses al dinero es indife-
rente a las formas de tipo estético y moral. La orientación
cognitiva de nuestra época, que busca reconducir todas las
diferencias cualitativas a diferencias cuantitativas, se pre-
senta en paralelo a la economía monetaria: en el dinero una
de las tendencias más importantes de la vida –la reducción
de la cualidad a la cantidad– alcanza su representación más
externa y completa.
Así cierra la primera mitad, la parte analítica. Sigue la
sintética, que también se divide en tres capítulos. El cuarto
trata la forma en que surge “la libertad individual” con la
economía monetaria. Es una investigación de las institu-
ciones jurídicas y económicas, en la medida en que están
influenciadas por el dinero, y de sus efectos psíquicos para
el individuo.
Simmel comienza su consideración sobre la “libertad
individual” con la indicación de que el desarrollo histórico
transcurre en una alternancia ininterrumpida de vincula-
ción y desvinculación, obligación y libertad. La libertad es
sentida cuando antiguos apremios ceden en puntos parti-
culares. La nueva obligación que surge al mismo tiempo,
es sentida solo con posterioridad como un apremio. Lue-
go acentúa Simmel la diferencia de la obligación personal
de uno frente al otro en tanto el derecho del beneficia-
rio se extienda inmediatamente sobre la personalidad del
trabajador o solo al producto de su trabajo o, finalmen-
te, al producto, en y por sí, más allá del tipo de trabajo y
de si es el trabajo propio de quien está obligado frente al
derechohabiente. Con estas diferencias crece el margen de
maniobra de la libertad. A partir de ahí, llega el autor a la
discusión de la esclavitud, la servidumbre y el trabajo libre, es
decir, al rol del dinero en estas transformaciones, al avan-
ce de la libertad personal. Sitúa a la par el desarrollo que
va de la transferencia de bienes en la forma del robo y el
regalo hacia el intercambio, de la circulación natural hacia
la monetaria. Lo último se impone a partir de la posibilidad

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El significado social de los precios • 241

de fraccionar y utilizar de forma ilimitada el dinero: la cir-


culación monetaria no facilita simplemente el intercambio
necesario de propiedad, sino que a través de él incrementa
la cantidad posible de valor para los partícipes y, a pesar
de la nueva dependencia entre ellos, hace, no obstante, más
libres e independientes a todos. Las relaciones y obligacio-
nes, antaño limitadas a personas singulares, se expanden
hacia miles de personas, pero, en cuanto el ser humano se
vuelve dependiente de un número cada vez mayor de otros,
al mismo tiempo, se hace independiente de la personalidad
de ellos. Crece la independencia interior, el sentimiento de
recogimiento individual, porque en las numerosas relacio-
nes económicas actuales se eluden las relaciones singulares,
un vínculo puede cambiarse por otro. La libre elección del
patrón, del cliente, del vecino, del conviviente, engendra
la independencia de los modernos habitantes de las gran-
des urbes. “Cada vez es más dependiente de la totalidad,
cada vez es más independiente de lo particular.”5 Así, en
cierto sentido, crece tanto la obligación como la libertad,
pero la primera es cada vez más soportable y la segunda
produce más felicidad. Y todo esto sucede mediante la eco-
nomía monetaria.
De modo análogo, luego, son discutidas las cuestio-
nes de la posesión y la propiedad, los sistemas de negocio
y los contratos laborales en su relación con la economía
monetaria. Son presentadas de forma psicológica la relación
entre tener y ser, es decir, las consecuencias de la pose-
sión, de las formas de posesión, de la posesión monetaria,
y de las formas de pago. Son discutidas la autonomización
del proceso económico completo, la explotación de toda
propiedad en la forma de una renta monetaria, la relación
entre economía monetaria y derecho privado, las formas
que resultan históricamente de las relaciones de trabajo.

5 N. del T.: Si bien la idea a la que refiere Schmoller es completamente cohe-


rente con el planteo simmeliano sobre la libertad, la formulación a la que
refiere no existe como tal en Philosophie des Geldes.

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242 • El significado social de los precios

A la creciente subordinación exterior del individuo en las


grandes empresas de la economía monetaria se contrapone
la libertad del trabajador y el funcionario a pesar de esta
atadura. La subordinación no es personal, ya no abarca toda
la vida, sino que se trata de una subordinación que resulta
de motivos técnicos y, por eso, es soportable. Por último,
se muestra cómo las diferentes formas de pago en las rela-
ciones laborales y en otras transacciones se modificaron a
causa de la economía monetaria, cómo toda formación de
asociaciones y corporaciones se hace compatible con una
mayor independencia del individuo y cómo la economía
monetaria, el aumento de la individualización y la expan-
sión de los círculos sociales son correlatos necesarios.
El quinto capítulo, “El equivalente monetario de los
valores personales”, nos conduce al núcleo íntimo de la
historia de la cultura y las costumbres. Ha de responderse
la pregunta de cómo y cuándo llegan los seres humanos
a someter a la personalidad a una medida monetaria y al
pago. Simmel nos expone el surgimiento y la esencia del
rescate de sangre [Wergeld]6 y la esclavitud, la compra de muje-
res y la pena monetaria. Contrapone la psique y la totalidad
de la cultura de épocas primitivas a las de la época actual.
En una descripción ingeniosa y muy certera del surgimiento
del Cristianismo encuentra la clave para mostrar cómo los
seres humanos llegaron a concebir al alma humana como
un valor absoluto, más allá de toda medida monetaria: en
el aumento infinito de los fines culturales y los medios cul-
turales secundarios, en la distracción y el desconcierto de
los seres humanos a causa de ello, que caracteriza a la época
del hundimiento de la cultura grecorromana, ve él la nece-
sidad histórico-psicológica de aquel entonces de encontrar

6 N. del T.: Sigo la traducción de este término que propone Ramón García
Cotarelo en la versión castellana de Filosofía del dinero (Simmel, 2013 [1900]:
419 y ss). Como aclara allí el traductor: “El rescate de sangre fue una forma
de compensación, normalmente el pago como reparación exigido a una per-
sona culpable de homicidio u otro tipo de muerte ilegal, aunque también
podía ser exigido por cualquier otro crimen serio” (ibíd.: 419).

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El significado social de los precios • 243

un fin superior, que, por encima de todos estos peque-


ños medios y fines, los reúna: “[…] la salvación del alma
y la riqueza de Dios.” (Simmel, 1989 [1900]: 491). Muestra
cómo, a partir de ahí, surgieron nuevas valoraciones para
todo lo restante, cómo, sin embargo, los seres humanos
modernos, con la debilitación del sentimiento religioso, de
diversas formas, perdieron este fin último y este concepto
superior de valor, cómo, sin embargo, hay algo que no se
perdió, o sea, la valoración de la personalidad como inmen-
samente inconmensurable frente a todos los otros valores.
De ahí deriva Simmel los movimientos espirituales más
importantes de la nueva historia y sus ideales, como, por
ejemplo, los derechos humanos y la dignidad humana, y
vuelve sobre una discusión especial de los problemas que,
con la estimación valorativa monetaria, resultan para las
instituciones sociales.
Ofrece una teoría del derecho penal y la pena monetaria,
discute las situaciones de derecho privado donde el dinero
reemplaza a otras mercancías o servicios. Luego busca ofre-
cer una historia y una explicación de la compra de mujeres.
Para él se trata de un avance en una época primitiva que
conduce a considerar a la mujer como valiosa, anuncia un
mejor trato de las mujeres y una valoración individual de
ellas, un avance que, con el pasaje del dinero a la dote, alcan-
zó su fin. Cree él que este último avance estuvo relacionado
con la economía monetaria. Junto a ello, plantea que la
prostitución, que observa en su propia esencia, su extensión
y su naturaleza actual como un producto de la economía
monetaria, y el matrimonio por compra, común en tiempos
primitivos, en la época de la alta cultura son considerados
como la peor ofensa tanto a la descendencia y la sociedad,
como a la moral y las costumbres. El anuncio, como medio
para el matrimonio, lo consideraría útil cuando sirve para
evitar la principal dificultad del matrimonio en la actuali-
dad, es decir, facilitar el encuentro de los que congenian.
Pero como solo sirve al afán de dinero, le parece reprobable.
También la corrupción, en su forma y extensión actuales,

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244 • El significado social de los precios

para Simmel es una consecuencia de la economía moneta-


ria. Analiza la corrupción según sus diversos aspectos has-
ta llegar a la corrupción parlamentaria, político-electoral.
Luego busca definir el concepto de elegancia como un tipo
de valor sui generis. Busca en la elegancia, que no es accesible
a ninguna suma de dinero, un contrapeso a los pecados de la
economía monetaria, que con su nivelación hace descender
más lo elevado que elevar lo bajo, que con su desinterés y
frivolidad sirve con mucha facilidad a este achatamiento y
desindividualización.
A estas consideraciones agrega Simmel el reverso de
la economía monetaria. Así, completa su elogio anterior
de la independencia y dignidad personal que da o puede
dar. Muestra que cuando en la vida estatal la prestación
monetaria reemplaza a la personal, cuando, por ejemplo,
los caballeros en vez de ofrecer su servicio, dan dinero,
entonces fácilmente pierden su significado político, su esti-
ma social. A la inversa, el servicio militar obligatorio eleva
al tercer estado, las clases inferiores, en tanto reemplaza
a los mercenarios remunerados. Con esto conecta Simmel
una discusión muy significativa del concepto de libertad. “La
libertad […]”, dice él, “[…] en sí, es una forma vacía, que solo
con un incremento de otros contenidos vitales, se convier-
te en algo actuante, vivo y valioso.” (Simmel, 1989 [1900]:
551). El campesino liberado ganó “[…] solo la libertad de
algo, no la libertad para algo.” (Simmel, 1989 [1900]: 550).
Se pregunta Simmel qué series de desarrollos se presentan
en esos casos. En todos lados, donde la economía mone-
taria da libertades, sucede algo parecido. Engendra con la
misma frecuencia inestabilidad, confusión e insatisfacción.
Los seres humanos deben recordar que el valor moneta-
rio de las cosas no reemplaza totalmente lo que poseemos
con las cosas y las relaciones. Todas las relaciones tienen
valores que están más allá de todo valor monetario. Casi
en ninguna parte el ser humano está satisfecho solo con
dinero: el concertista, junto al dinero, quiere el aplauso,
el comerciante no quiere meramente el pago, sino clientes

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El significado social de los precios • 245

fieles, satisfechos, elogiosos, el ministro no quiere solo su


sueldo, sino el agradecimiento del monarca y la nación. Sin
duda, estos valores personales se proyectan de diferentes
formas más allá del valor monetario correspondiente. Sin
embargo, en todas partes la sociedad descansa sobre los
primeros. Donde vence el tráfico monetario en soledad, se
presenta una pérdida de sustancia de la vida individual, un
aflojamiento y desintegración de la sociedad.
El capítulo cierra con una investigación de la conocida
pregunta escolar [Schulfrage] de si todos los valores se pue-
den disolver en el trabajo, si es posible en sentido socialista
un dinero del trabajo [Arbeitsgeld].7 La “teoría del trabajo”
tiene para Simmel una fuerza de atracción especial. “En el
trabajo […]”, dice él,

[…] la corporalidad y la espiritualidad del ser humano, su


intelecto y su voluntad ganan una unidad que permanece
vedada a estas potencias en tanto se las contemple, en cierto
modo, en una simultaneidad estática; el trabajo es la corriente
unitaria en la que se mezclan como manantiales, borrando el
divorcio de su esencia en la unidad de su producto. (Simmel,
1989 [1900]: 564).

¿Por qué no ha de hallarse, entonces, un medidor


común para todos los valores? ¿Por qué no ha de lograrse
reducir el trabajo espiritual a trabajo muscular como inten-
tan los socialistas? Simmel inventa una serie de teorías para
lograr el objetivo, llega a consideraciones que van mucho
más lejos que las teorías socialistas actuales, teorías que, en
cierto sentido, le parecen plausibles, pero que, bajo una crí-
tica más aguda, no las considera fundadas de manera sólida.
Para empezar pregunta: ¿es tal vez verdad que el trabajo
espiritual no cuesta nada en absoluto porque hace uso de
resultados que fueron transmitidos? Cuando el carpintero
imita un modelo ancestral, sin duda, solo se adueña de algo

7 N. del T.: Utilizo aquí la traducción del término propuesta por Ramón Gar-
cía Cotarelo en Simmel (2013 [1900]: 486 y ss.).

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246 • El significado social de los precios

que no hizo, de algo que en cierto sentido no le cuesta


nada. Pero el inventor del modelo, no obstante, lo creó y el
carpintero que lo imita ahora tiene que encontrar el mode-
lo, tiene que poder imitarlo con habilidad. Entonces, tiene
características espirituales de las que otros trabajadores no
formados carecen.
Pero tal vez hay que considerar todo trabajo superior
como condensación del trabajo anterior y actual, y así
encontrar el denominador común. El don innato, el talento
heredado es el resultado del trabajo de generaciones. Tal
vez, incluso se puede observar al genio como una acumula-
ción especialmente afortunada de diferentes generaciones.
Tal vez, el sentimiento estimativo parte de esos puntos de
vista y le atribuye a diferentes trabajos, correspondiente-
mente, un estatus diferente. Tal vez, se puede

[…] disponer la prestación de los trabajos de las culturas


superiores en una serie de niveles desde el punto de vista de
cuál es la cantidad de trabajo ya acumulado en las condiciones
objetivas, técnicas, sobre la base de las cuales es posible un
trabajo en particular. (Simmel, 1989 [1900]: 573).

A Simmel esta teoría le parece irrefutable en términos


generales, pero agrega que descansa sobre una abstracción
muy artificial. Habría que añadir que esta teoría intenta
componer una medida a partir de imponderables puramen-
te inmensurables.
Simmel recurre, pues, a una teoría sólida y realista:
el trabajo manual común se basa en una alimentación más
tosca, simple, en comparación con todo trabajo superior,
distinguido, espiritual que se basa en una alimentación más
compleja, cara, refinada, en efecto, requiere de un modo
de vida estético, un ambiente que tiene que ser infinita-
mente más costoso. Pero, dice Simmel mismo, esta teoría
no es reversible: una alimentación distinguida no engendra
un trabajo superior y para el individuo particular que tra-
baja en tareas espirituales el requisito de tener una mejor

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El significado social de los precios • 247

alimentación y conducción de la vida vale en diversos gra-


dos. Solo para clases, épocas y pueblos completos pueden
compararse los niveles relativos de las condiciones de vida
y los rendimientos psicológicos. Existe esta relación, pero
no puede ofrecer un medidor de valor certero.
Finalmente, Simmel ensaya otra teoría: pregunta si no
es todo trabajo, también el trabajo muscular, en último tér-
mino “esfuerzo”, si no requiere todo trabajo la superación
de la pereza y, entonces, si no podríamos también redu-
cir el trabajo manual, despojándolo de su carácter tosco y
plebeyo, a un gasto de energía psíquica. Todo valor radica
al final en sentimientos, son estos los que medimos. Pero
contra este argumento surge de nuevo una objeción: no
todo trabajo es útil y, por tanto, valioso. Medir el valor de
todo trabajo según el gasto psíquico de energía, solo podría
resultar si todo trabajo fuese igualmente útil, lo cual busca
producir artificialmente Marx en el tercer tomo,8 donde da
por sentada una regulación de la asignación de trabajo en la
que todo su empleo corresponde a la necesidad.
Así, se desmoronan estas teorías y con ellas se hace
inaplicable la esperanza de un dinero del trabajo que, no
obstante, solo sería posible si el trabajo pudiera medirse
en el mismo sentido que el dinero, si el trabajo pudiera
convertirse a tal punto en algo fungible como el oro o la
plata acuñados. El valor del trabajo, el valor personal, no
puede convertirse en medida de todos los valores como el
dinero uniformemente fungible, que no deja de funcionar
en ninguna parte, dinero que, por medio de sus caracterís-
ticas particulares, a menudo sirve para disminuir o poten-
ciar la diversidad personal. El sexto y último capítulo, “El
estilo de vida”, extrae los resultados finales: busca describir
la esencia interna de la economía monetaria y, con esto,
de la cultura moderna. En cuanto disuelve toda actividad

8 N. del T.: No aclara aquí Schmoller de qué obra se trata, cabe suponer que
refiere a El Capital, cuyo tercer tomo fue publicado pocos años antes que
esta reseña.

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248 • El significado social de los precios

humana en complejas series de medios y fines, la econo-


mía monetaria supera la emotividad inmediata de los fines
humanos primordiales, arrincona las funciones sensibles
que están asociadas a ello, racionaliza toda la vida, propor-
ciona mayor peso a las funciones intelectuales. Todo se trata
de manera racional, lo que a menudo parece cruel, falto
de carácter. Los círculos liberales son los portadores de la
intelectualidad y la economía monetaria. La concepción del
mundo racionalista, al igual que la economía monetaria, se
ha convertido en la escuela del egoísmo moderno y de la
imposición despiadada del individuo.

El Derecho, la intelectualidad y el dinero se caracterizan por


la indiferencia frente a la peculiaridad individual. Los tres
extraen de la totalidad concreta de los movimientos vitales
un factor abstracto y general que se desarrolla de acuerdo
a sus propias normas y de manera autónoma, e interviene
desde ellas en aquella totalidad de intereses de la existencia,
determinándola. (Simmel, 1989 [1900]: 609).

Los tres se despojan de las normas de tipo disciplinar


[fachlich] o ético. La igualdad jurídica y la economía mone-
taria le entregan en sus manos a los inteligentes las armas
para engendrar la mayor desigualdad. El dinero se acumu-
la como los conocimientos y la formación, la práctica del
egoísmo crea cada vez mayores contrastes y durezas. Todo
se concierta mediante el cálculo: en la política, median-
te las mayorías, en la conducción de la vida, mediante el
cálculo astuto, en los negocios, mediante el asiento y el
balance contable.

Por medio del carácter calculador del dinero se logró una


precisión en la relación de los elementos vitales, una seguri-
dad en la determinación de las equivalencias y las diferencias,
una certeza en los compromisos y negociaciones, como la
que resulta en el ámbito de la exterioridad con la generali-
zada expansión del uso del reloj de bolsillo. (Simmel, 1989
[1900]: 615).

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El significado social de los precios • 249

Ciertas fuerzas de la vida se intensifican mucho de


esta forma, pero las fuerzas contrarias al cálculo y a la
intelectualidad, fuerzas que atribuimos a Goethe, Carlyle
y Nietzsche, se concentran en el trasfondo. De otro modo
ilustra Simmel los resultados de la economía monetaria
mediante una investigación de la esencia de la cultura y la
división del trabajo. La cultura es despliegue de energía,
incremento de valor. Se expresa en la creación de bienes
culturales exteriores como muebles, obras de arte, máqui-
nas y libros e instituciones sociales como el lenguaje, las
costumbres, la Religión y el Derecho. Pero lo que produce
objetivamente de esta forma tiene que retornar al sujeto,
formar y transformar su interioridad, elevar los valores
humanos interiores.
Simmel caracteriza nuestra época a partir de la gran
distancia que se abre entre la cultura objetiva y la subjetiva.
La cultura objetiva se potencia como nunca antes, pero la
cultura subjetiva interior aún no está a la par. La ciencia, la
técnica, el arte y los medios de transporte se han perfeccio-
nado de una manera indescriptible, pero los individuos no
saben más, ni son mejores y ni más armónicos que hace cien
años, por el contrario, son más básicos. Los seres humanos
no se apoderan de los tesoros culturales objetivos. El estilo
de vida está condicionado por esta discrepancia entre la
cultura objetiva y la subjetiva. La división del trabajo es la
causa. Con su especialización, su separación del trabajador
y los medios de trabajo, y con su necesidad de componer
toda aquella grandeza a partir de miles de detalles y pres-
taciones singulares, incrementa el stock objetivo de nuestra
cultura así como dificulta la conservación y avance de la
cultura subjetiva. Esto se explica en todas sus dimensio-
nes para la familia, la vida femenina, el consumo y la vida
política. Se originan “los mecanismos diferenciados de los
que carece el alma.”9 El estilo de vida actual se encuentra

9 N. del T.: Nuevamente, se trata de una expresión que podría atribuirse a


Simmel, pero que no forma parte de Philosophie des Geldes.

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250 • El significado social de los precios

bajo el señorío de este hecho. Y el dinero es lo que hace


posible la división del trabajo, produce la discrepancia. Este
antagonismo es más visible en aquellas partes de nuestra
vida donde el dinero ejerce su mayor acción. Ahí la cul-
tura objetiva tiene la mayor preponderancia sobre la cul-
tura subjetiva. Pero cuanto mayor es la mecanización de
ciertos contenidos vitales por el dinero y la división del
trabajo, en mayor medida pueden permanecer otros como
algo interior y subjetivo. El prerrequisito es que los seres
humanos, siendo íntegros, se apropien de la cultura objeti-
va. La pregunta es, sin duda, cuántos están en condiciones
de apoderarse de esa cultura, si no se trata meramente de
una pequeña fracción, mientras que la masa se hunde en un
materialismo práctico.
Sin embargo, Simmel no concluye con este pesimismo.
Así, hace aún un último intento de describir la quintaesen-
cia de nuestra vida moderna, su estilo vital, bajo el influjo
de la economía monetaria, en cuanto muestra sus conte-
nidos bajo el punto de vista de la distancia espiritual, el
ritmo y la velocidad.
Todas las representaciones y su contenido influyen a
los seres humanos de diversas maneras de acuerdo a su
cercanía o lejanía espiritual, de acuerdo al aumento o dis-
minución de la distancia entre el centro de sus almas y ellas.
Simmel busca reconducir todas las diferencias de los estilos
artísticos, de las orientaciones científicas y de las institu-
ciones sociales a este hecho. En este último respecto, por
ejemplo, explica que actualmente el ser humano moderno
coloca sus círculos próximos a distancia para acercar los
lejanos. Una individualidad intensificada, el aflojamiento de
los lazos familiares, la construcción de comunidades más
vastas con académicos, con economías y con Estados leja-
nos, son el signo de la época. El dinero ocasiona y facilita
esto, pero más lo hace la economía crediticia. Con esto
se relaciona la sobreestimación de los medios por sobre
los fines, la dependencia de los seres humanos del aparato

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El significado social de los precios • 251

técnico, cuyo avance se enaltece sin cuestionar si logra-


mos nuestros fines últimos de esta manera. Olvidamos los
fines superiores.

La carencia de algo definitivo en el centro del alma motiva a


buscar una satisfacción momentánea en estímulos, sensacio-
nes y actividades exteriores siempre nuevas, así, por su parte,
nos lleva esta carencia a una inestabilidad y un desasosiego
confusos, que se pone de manifiesto ya sea como tumulto
de la gran ciudad, ya sea como manía de viajar, ya sea como
la salvaje cacería de la competencia, ya sea como la falta de
lealtad en el ámbito del gusto, el estilo, las convicciones, las
relaciones. (Simmel, 1989 [1900]: 675).

Las consideraciones en torno a en qué medida trans-


curre la vida sexual, económica, política y cualquier otra
en segmentos y oposiciones rítmicas o de una forma con-
tinuamente homogénea, y cómo interviene aquí el dine-
ro, dejando su impronta sobre estos fenómenos, igual que
aquellas consideraciones sobre la velocidad de la vida y la
circulación económica sobre el efecto de concentración de
la economía monetaria, sobre la bolsa y cosas similares,
son cuestiones de detalle muy atractivas y faros muy ilu-
minadores. Finalmente, la persistencia y el movimiento se
presentan como categorías últimas de la comprensión del
mundo que encuentran su síntesis en el carácter relativo del
ser. El dinero aparece como su símbolo.

Cuanto más se transforma la vida de la sociedad en una


vida económico-monetaria, de una manera más efectiva y
clara se marca el carácter relativista del ser en la vida cons-
ciente, puesto que el dinero no es ninguna otra cosa que la
relatividad de los objetos económicos corporizada en una
figura especial, relatividad que significa su valor. (Simmel,
1989 [1900]: 716).

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252 • El significado social de los precios

Cierro con esta oración de Simmel mi análisis del con-


tenido para dar igualmente una imagen de su dicción y
modo de presentación, ya que muy a menudo detallé ver-
balmente argumentos concisos.
Para concluir buscaremos dar una explicación sobre el
significado del libro. Si se quiere indicar el lugar de una
obra científica en la bibliografía, entonces se tiene que res-
ponder a la pregunta sobre su actitud respecto a los escritos
anteriores sobre el mismo objeto.
Todas la monografías e investigaciones anteriores
sobre el dinero no trataron en absoluto las preguntas esen-
ciales que Simmel responde o solo las rozan, como, por
ejemplo, el sobresaliente libro de Knies (1873/76 y 1885)10
sobre el dinero que, a lo mejor, insinúa algunas cuestiones
particulares, pero no las observa en detalle. Previamente
tiene Simmel algunos antecesores en la economía políti-
ca que tratan sobre la economía monetaria, la división del
trabajo, el crédito y sus consecuencias, pero él desarrolla
mucho más los lineamientos que resultan de ahí, sobre todo,
en relación al ámbito sociológico, psicológico y filosófico.
Cuanto más pobre es la formación filosófica de la mayo-
ría de los teóricos de la economía política, más encomia-
ble es aquel hombre que del material científico particu-
lar deriva resultados científico-sociales más generales. Así
como Durkheim busca ofrecer un tratamiento sociológico-
filosófico de la división del trabajo, Simmel busca hacerlo
en relación con el dinero, o casi podríamos decir en rela-
ción con las formas económicas modernas en general. Pues
va mucho más allá del dinero, agrupa todo lo que tiene
que decir sobre la economía política moderna en torno al
dinero como el centro de estos fenómenos. El problema al
que quiere dar respuesta es, como ya advertimos, precisa-
mente, la pregunta respecto a qué ha hecho el dinero y la
economía monetaria del pensamiento, el sentir y el querer

10 N. del T.: Refiere Schmoller a Geld und Kredit, obra de Karl Knies publicada
en tres tomos, entre 1873 y 1876, y reeditada en 1885.

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El significado social de los precios • 253

de los individuos, qué ha hecho de las relaciones sociales, de


las instituciones sociales, jurídicas y económicas. La reac-
ción de las instituciones más importantes de la economía
moderna y del dinero sobre todos los aspectos de la cul-
tura, ese es su tema.
El tema es tan amplio, está relacionado a tal punto con
todos los ámbitos del conocimiento –la respuesta depen-
de de las últimas decisiones no solo del intelecto, sino del
ánimo y del carácter de la individualidad implicada–, que
no son posibles ni un agotamiento del tema, ni respuestas
con las que se pueda estar de acuerdo en todos sus aspectos.
He de señalar que un fuerte asomo de pesimismo se deja
entrever aquí y allí. Podría hacer objeciones en relación
a muchos aspectos, así como los hice más arriba para los
puntos más importantes de mi disenso. Tendría ganas de
preguntar por qué aquí y allí no se profundiza esta y aquella
insinuación. En todos los lugares donde Simmel acentúa
el reverso de la economía monetaria, mi forma más opti-
mista de ver las cosas hubiera tendido a preguntar si eso
que exhibe Simmel es una cuestión permanente o solo el
resultado de su primera realización en el sistema econó-
mico, ¿no existen en la moral, las costumbres y el derecho
los más omnicomprensivos medios para corregir estas con-
secuencias? Sin embargo, no parecen oportunas todas esas
objeciones frente a un autor que abre nuevos caminos por
una selva virgen, hasta ahora inexplorada, y que, con esto,
nos ofrece una abundancia de los más considerables frutos,
las más ricas enseñanzas.
Las ideas fundamentales de Simmel, como las resumí
más arriba, las considero correctas y un avance científico
significativo. Quienquiera que busque discutir el significa-
do general de la economía monetaria, tendrá que remitir-
se en el futuro a estas ideas. Solo un pensador instruido
de modo filosófico y dialéctico, que, igualmente, domine
ampliamente la economía política y la historia jurídica y
económica, solo un erudito que se maneje soberanamente
y con una fantasía productiva en este ámbito, que detecte

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254 • El significado social de los precios

y desarrolle con su observación nuevas relaciones, puede


abrir esos frutos que igualmente enriquecen a la ciencia
política y social, en tanto aclaran las grandes cuestiones
vitales y morales de nuestro tiempo y nuestra cultura.
Si se intenta pronunciar un juicio valorativo completa-
mente general, falta aún darle algo de color a este comenta-
rio caracterizando la individualidad científica.
En primer lugar, Simmel es un hombre ingenioso y
un pensador serio. Una abundancia de puntos de vista, una
riqueza prácticamente enorme de pensamientos se agitan
en su cabeza. Es tan equitativo que no toma partido fácil-
mente. Ve las luces y sombras de cada fenómeno. Una serie
de pensamientos evolucionistas ocupan un puesto destaca-
do para él, nos presenta el juego eterno de la montaña rusa,
de la elevación y la decadencia de los procesos históricos.
Por eso, no es muy fácil comprender sus propósitos,
tampoco su estilo y su forma de presentación es fácil de
leer. Quien previamente no conozca de manera detallada
el lenguaje filosófico erudito y las conexiones de econo-
mía política que él trata, luchará por seguir por todas par-
tes la marcha de las observaciones e investigaciones sin
un esfuerzo especial, luchará por dominar con claridad las
conexiones. Su estilo es animado, interesante, excitante.
Sobre todo, Simmel evita ser banal, decir lo obvio. Busca
ofrecer más caviar que pan negro, antes bien aclarar con
fuegos artificiales que con una lámpara de escritorio. Uno
podría preguntarse si pensó en sí mismo cuando escribió:
“El refinamiento externo de nuestro estilo literario evita la
designación directa de los objetos, roza con las palabras solo
un ángulo distante de ellos, en vez de las cosas, práctica-
mente, solo los velos que están alrededor de las cosas.”11
Mientras trata él las transformaciones psíquicas e
histórico-culturales de la sociedad a través de la econo-
mía monetaria, una y otra vez son enfocadas de modo

11 N. del T.: La expresión que cita Schmoller probablemente es parte de otro


escrito de Simmel ya que estas líneas no pertenecen a Philosophie des Geldes.

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El significado social de los precios • 255

sumario, y comparadas las grandes etapas de desarrollo de


la religión, de la ciencia, del arte, de la vida estatal. Las
inferencias de analogías sobre las mismas series de desa-
rrollos de los ámbitos más diversos son un medio princi-
pal de su procedimiento de argumentación. En la demos-
tración de las transformaciones económico-psicológicas y
económico-institucionales se hace necesario una y otra vez
comprimir en tres o cuatro páginas la quintaesencia de
siglos y milenios. Allí tienen que alcanzar sugerencias que
solo el conocedor entiende. Allí a menudo el lector atento
tiene la impresión de estar ante un opulento juego de som-
bras chinescas que pasan muy rápidamente, cuyas líneas y
colores quiere atrapar sin lograrlo.
Simmel no construye, ni escribe sus textos de manera
tendenciosa, sino que se presenta tal como piensa. Por tan-
to, no siempre, pero sí a veces nos encontramos ante un
non liquet.12 Cuanto más inmaduro e inculto sea el lector,
con mayor facilidad y frecuencia apartará el libro movien-
do la cabeza y dirá “esto no lo entiendo, esto es demasia-
do agudo para mí, demasiado artificial, con esto no puedo
hacer nada”. También los incultos de la economía política
actuarán así. Los socialistas de siempre olerán en él a un
aristócrata.
Pero tanto más agradecido estará con él el verdadero
mundo científico constituido por los eruditos distinguidos.
Quienes son capaces de leer cada capítulo difícil dos o tres
veces lo harán con gusto y aprendiendo cada vez más.
Me complace aún poder modificar y completar según
los resultados de Simmel algunos aspectos de los capítulos
de mi bosquejo sobre el dinero y el valor, capítulos que
terminé hace largo tiempo. Me emociono en muchos sen-
tidos con sus razonamientos. Mi objetivo en la doctrina
de la economía política teórica es, sobre todo, junto a la
fundamentación histórica, ofrecer una fundamentación psi-
cológica más vasta y profunda. En la misma dirección se

12 N. del T.: “[…] un ‘no está claro’”.

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256 • El significado social de los precios

mueve la Filosofía del dinero de Simmel y tiene la ventaja de


la formación especializada en filosofía, que a mí, a pesar de
haber hecho alguno que otro estudio filosófico, me falta.

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8

Sobre la psicología del dinero1


GEORG SIMMEL

En el contenido del conocer como del actuar, la mirada


atenta descubre la separación entre un elemento relativa-
mente fijo y uno relativamente fluido, separación que se
presenta en todas partes. El primero está formado por los
hechos sensibles y singulares de nuestra experiencia, y por
los fines últimos de nuestra voluntad; el segundo por las
conexiones causales que, disolviendo o enlazándolas, nos
llevan por debajo del lado fenoménico de esos hechos. Por
otra parte, está formado por los medios con los cuales bus-
camos alcanzar los fines que nos hemos propuesto en algún
momento, cada vez de manera más minuciosa, pero, sin
duda, de modo más indirecto. Un hecho, como aparece ante
nuestros ojos, puede haber surgido de una infinidad de cau-
sas, y mientras el espíritu las identifica, la representación de
sus causas y de las causas de sus causas fluye y se profundiza
constantemente. Y así la transformación de nuestros fines
más elevados resulta muy lenta, parecen estar paralizados
frente al movimiento inevitable de alcanzar los medios, es
decir, el continuo trabajo de la fundamentación y expansión
de la estructura teleológica.
Está claro que los movimientos teórico y práctico, des-
pués de todo, son uno solo y únicamente según la diversidad
de los intereses y los puntos de vista asumen direcciones

1 Traducción de Georg Simmel (1989 [1889]). Para las referencias bibliográfi-


cas agregadas al texto original véase la Introducción del traductor.

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258 • El significado social de los precios

opuestas. Reconozco los medios para un fin cuando reco-


nozco qué causas crean este fin. La profundización de la
conciencia teleológica de la humanidad, por tanto, va codo
a codo con su conciencia causal. Y precisamente en esta
profundización descansa lo que llamamos avance cultural,
tal vez en el mismo grado que el descubrimiento de nue-
vos hechos o la transformación de los fines últimos de la
voluntad.
La diferencia entre estados primitivos y cultivados se
mide en el número de eslabones que hay entre la acción
inmediata y su fin ulterior. Cuando la cadena de las causas y
efectos para la realización de un fin es corta y conocida solo
de manera fragmentaria, debe ocasionarse precisamente ese
suceso que lo realiza de manera inmediata. Sin embargo,
resulta evidente que este suceso a menudo no puede alcan-
zarse de manera directa y mientras el ser humano [Mensch]2
menos cultivado, en este caso, debe renunciar a su fin, el
más elevado desencadenará un proceso que, en verdad, no
ocasionará el fin mismo, sino cualquier otro que, por su
parte, conduce a aquel. El avance del espíritu público mues-
tra, por tanto, la multiplicación de instituciones mediante
las cuales el individuo al menos puede alcanzar indirecta-
mente esos fines, cuya obtención es difícil o improbable
para él. Toda herramienta que, mediante rodeos y trans-
formaciones, permite a la mano humana lograr un efec-
to que permanecería negado a ella mediante la influencia
inmediata sobre el objeto que se tiene que configurar; toda
institución jurídica que le asegura un efecto a la voluntad
manifiesta de una persona, efecto que nunca podría alcan-
zar nada más que con su propia fuerza; toda comunidad
religiosa que abre al sentir religioso un camino hacia el
interior y hacia lo alto mediante la unidad de la multi-
tud, camino que el individuo por sí solo no cree poder

2 N. del T.: Cuando Simmel utilice la palabra Mensch o el plural Menschen, para
evitar una identificación con el género masculino, emplearé el término neu-
tro de “ser humano” o “seres humanos”, respectivamente.

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El significado social de los precios • 259

encontrar; todos estos son casos de la caracterizada profun-


dización del proceso teleológico, es decir, del modo en que
el espíritu público crea instituciones cuando la disparidad
entre lo que el individuo quiere y lo que puede como indi-
viduo requiere de desvíos que únicamente la generalidad
puede hacer transitables para él.
Todo medio de intercambio uniforme y generalmente
reconocido ofrece un ejemplo para esta expansión de la
cadena teleológica. Si toda circulación económica consiste
en que yo quiera tener algo que, por el momento, se encuen-
tra en posesión de otro y que él me cederá si para eso yo le
cedo algo que poseo y él quiere tener, entonces, es evidente
que el último eslabón mencionado de este proceso bilateral
no siempre aparecerá cuando el primero aparece. Infinitas
veces desearé el objeto a, que se encuentra en posesión de A,
mientras que el objeto o la prestación b, que entregaría con
gusto por ella, son completamente insípidos para A. Otro
caso es cuando, a lo mejor, los bienes ofrecidos de modo
recíproco son deseados por las dos partes, pero a partir de
la comparación inmediata no se puede lograr un acuerdo
sobre la cantidad en que son equivalentes. Por eso, para
que la probabilidad de consecución de nuestros fines sea la
máxima, es de una gran importancia que se introduzca un
eslabón intermedio en la cadena de los fines, eslabón en el
cual yo pueda convertir b en todo momento y que, por su
parte, igualmente pueda convertir en a, aproximadamente
de la misma manera que cualquier tipo de energía, del agua
que cae, del gas caliente, del aspa del molino, que mediante
un dínamo puede transformarse en cualquier otra forma
de energía deseada. El medio de intercambio reconocido
de manera general se transforma en punto de tránsito de
todo tráfico bilateral que sea dificultoso y se revela, del
mismo modo que los ejemplos mencionados más arriba,
como una expansión de la acción teleológica en tanto es un
medio para conseguir objetos deseados de forma indirecta
y mediante una institución pública, objetos que serían inal-
canzables para mi esfuerzo inmediato orientado hacia ellos.

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260 • El significado social de los precios

Así como mis pensamientos tienen que adoptar la forma


del lenguaje generalmente comprendido para, por medio de
este rodeo, promover mis fines prácticos, mi hacer y tener,
tienen que entrar en la forma del valor monetario para ser-
vir a mi continuo querer.
Este carácter del dinero hace que el siguiente rasgo
psicológico surta efecto en él. Es una de las peculiaridades
del espíritu humano con las mayores consecuencias que los
medios indiferentes en sí mismos se transformen en un
fin cuando han permanecido ante la conciencia el tiempo
suficiente o cuando los fines que se tienen que alcanzar
con ellos estén a una gran distancia que, finalmente, los
conviertan a estos mismos en un fin definitivo. El valor
que los medios, originariamente, solo recibían del fin que
se podía conseguir a través de ellos, se independiza y, en
vez de adherirse este valor de forma mediada a ellos, lo
hace en una inmediatez psicológica. Por ejemplo, nada más
a través de este proceso la costumbre exterior gana la fuer-
za, en y para sí, para presentarse como regulación moral,
puesto que, originalmente, solo era el medio o la condición
para alcanzar fines sociales más distantes. Muchos filólogos
quedan atrapados toda su vida en la investigación de las
nimiedades más insignificantes, mientras que el fin auténti-
co de este esfuerzo mediador, es decir, el conocimiento de
la esencia espiritual de una época o de un individuo, no apa-
rece en absoluto ante la conciencia. Para una infinidad de
seres humanos, a tal punto se transformó la perfección de
la técnica en un fin en sí mismo, que los fines más elevados
a los que tiene que servir toda técnica son completamente
olvidados. Esta es una de las instituciones más convenientes
del organismo espiritual. Si en cada instante tuviéramos
que tener ante los ojos la serie teleológica completa que
justifica determinada acción, la conciencia se fragmentaría
de una manera insoportable. Tal vez el principio del ahorro

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El significado social de los precios • 261

de energía [Kraftersparnis]3 conlleva que la conciencia teleo-


lógica se concentre precisamente en el escalón presente
del proceso teleológico, mientras que aquellos fines últimos
que han quedado muy atrás se hunden para la conciencia. A
efectos de que la consecución del medio necesario en pri-
mer lugar cuente con energía almacenada, en primer lugar,
este tiene que dominar por sí solo la conciencia.
En el tejido [Gewebe] completo de la acción humana
teleológica, tal vez no haya ningún eslabón intermedio en el
que este rasgo psicológico de la degeneración del medio en
un fin se presente de manera tan pura como en el dinero.
Nunca un valor que un objeto solamente tiene mediante su
transformación en otro definitivamente valioso se transfi-
rió de manera tan completa a este mismo objeto.
Entretanto es interesante el modo en que esta ruptura
psicológica de la serie teleológica no se presenta nada más
en la codicia directa y la avaricia, sino también en su apa-
rente opuesto, el placer en el mero gasto de dinero como
tal y, finalmente, en la alegría por la posesión de la mayor
cantidad de objetos posible, de cuya utilidad específica, para
la cual fueron producidos, uno no se beneficia en absolu-
to, sino que precisamente solo quiere “tenerlas”. El pueblo
compara este tipo de naturalezas con los hámsteres. Tene-
mos aquí los escalones del proceso teleológico: el fin último
razonable únicamente es el disfrute en el uso del objeto.
Los medios para ellos son: 1. que uno tenga dinero; 2. que
uno lo gaste; 3. que uno posea el objeto. En cada una de
estas tres estaciones la conciencia teleológica puede dete-
nerse y constituirlas en un fin en sí mismo, en efecto, de
una manera tan enérgica, que cada uno de estos tres con-
tenidos puede degenerar en una patología. El nivel en que
el dinero degenera en un fin en sí mismo puede ostentar
diferentes grados de independencia psicológica. Mediante
la necesidad que existe a lo largo de toda la vida de tener

3 N. del T.: Respecto al concepto de “ahorro de energía”, cfr. G. Simmel (2017


[1890]: 217-266).

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262 • El significado social de los precios

ante los ojos la ganancia de dinero como el fin más próximo


al que se aspira, probablemente, puede surgir la creencia de
que toda felicidad y toda satisfacción definitiva de la vida
estarían asociadas a la posesión de una suma determinada
de dinero. Solamente cuando el carácter instrumental del
dinero ha adquirido suficiente firmeza, demuestra su efi-
cacia esta creencia y persiste el sentimiento trascendente
que ocasiona la gran posesión monetaria. Si ha permaneci-
do por debajo de este punto de cristalización, entonces, se
presenta el fenómeno del aburrimiento mortal y la decep-
ción que tan a menudo ha de observarse en los empresarios
cuando, tras ahorrar una suma determinada, se han jubila-
do. Ahora no saben qué hacer con esta abundante posesión
monetaria y, tras la desaparición de las circunstancias que
hacen que la conciencia valorativa se concentre en el dine-
ro, este se revela en su verdadero carácter de puro medio
que se convierte en algo inútil y generador de insatisfacción
apenas la vida se vea orientada exclusivamente hacia él. Así
como en medio del calvario y los tormentos del mundo,
a menudo, se nos presenta como un ideal un estado de
mera tranquilidad, así como olvidamos que no se trata de
la tranquilidad, en y por sí, sino de la tranquilidad frente
a determinadas cosas y para determinadas cosas, y nada
más como precondición para satisfacciones positivas de las
que carecemos y como, por tanto, la mayoría de los seres
humanos, cuando han alcanzado este aparente fin último,
muy pronto sienten un vacío y una inutilidad insoporta-
bles de la existencia, exactamente de la misma forma toma
revancha el desconocimiento del carácter meramente rela-
tivo y condicional del dinero, el equívoco que el sistema
mercantilista ostenta, en cierto modo, “escrito con mayús-
culas”. Pero donde la metamorfosis psicológica, mediante
la que el dinero se transforma en un fin en sí mismo, se
realizó de manera suficiente para alcanzar la vida completa,
están dadas las condiciones para una felicidad consumada.
Pues al avaro le están ahorradas las decepciones que siem-
pre siguen al disfrute real, las inconveniencias con las que

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El significado social de los precios • 263

nos topamos de inmediato cuando hemos superado las eta-


pas preparatorias de la consecución de las cosas. Su placer
debe ser psicológicamente similar al placer estético que se
detiene ante la forma puramente significativa de las cosas
y es independiente de la ofuscación y las imperfecciones de
su realidad accidental. Entretanto, hay una diferencia sutil
entre aquel avaro que, a pesar de lo atractivas que puedan
ser las posibilidades de ganancia, no se separa a ningún pre-
cio de lo adquirido una vez, y aquel que derrocha a manos
llenas cuando tiene la esperanza de lograr de esta manera
una ganancia usuraria. En el primero el proceso teleológi-
co se petrificó antes que en este. El fenómeno psicológico
opuesto se observa en aquellos seres humanos extraños,
pero no demasiado infrecuentes, que, sin reparos, le regalan
a cualquiera 100 marcos, pero únicamente venciéndose a
sí mismos verdaderamente, logran hacer lo mismo con una
hoja de papel de sus provisiones de escritura o con otra cosa
parecida. Mientras el avaro, a través del medio para adquirir
las cosas, es decir, el dinero, se abstiene de adquirirlas y
permanece indiferente frente a su valor, aquí, por el contra-
rio, se agudiza la conciencia de las cosas en sí mismas, sin
pensar en el medio con el cual, a cada instante, uno puede
conseguirlas de nuevo. Para este es importante únicamente
el valor de la cosa, para el adicto al dinero [Geldsüchtige]
solo el valor de la cosa.
A partir del desarrollo histórico del dinero se deriva
que, originariamente, este tiene que haber sido un valor
existente por sí mismo. Pues, mientras la acuñación esta-
tal todavía no pudo garantizar al individuo la reutilización
del pago recibido por una mercancía, nadie habría sido tan
necio para entregar la última sin recibir un valor real por
ella. El medio de intercambio podrá ser en menor medida
mero medio de intercambio, cuanto más insegura sea su
función como tal, en este caso, por el contrario, más se le
exigirá un valor inmediato. El valor existente por sí mismo
del medio de intercambio puede reducirse en la misma pro-
porción en que crece su fuerza de intercambio. Si, entonces,

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264 • El significado social de los precios

el último alcanza un máximo en virtud de la legitimación


mediante el poder público, el primero puede minimizarse.
En contraposición, se ha enfatizado que el dinero sería un
patrón de medida para valores y solo como tal podría ser
un medio de intercambio para ellos, pero los objetos que
pueden definirse de modo cuantitativo únicamente podrían
ser medidos por objetos del mismo tipo: solamente magni-
tudes espaciales mediante magnitudes espaciales, pesos solo
mediante pesos, etcétera. Por eso, el dinero mismo habría
de ser, bajo toda circunstancia, un valor para medir valores
y nunca podría, por tanto, rebajarse a un patrón de valor
solamente ficticio, a un mero “dinero simbólico” que estu-
viese separado de la relación con un bien real.
Toda la controversia —si el dinero mismo sería un
valor o solo el símbolo de un valor, un puro punto de tránsi-
to para bienes, sin ser este mismo un bien, y si todavía sién-
dolo, debería permanecer como tal—, en tanto se sostiene
de manera principista y dogmática, me parece que muestra
una sorprendente negligencia frente a aspectos psicológicos
decisivos. Pues los adversarios del dinero simbólico —para
resumir la totalidad de esta orientación de pensamiento en
una palabra— olvidan que los valores para los cuales el
dinero ha de servir como medida de valor, sin embargo,
son valiosos nada más en términos psicológicos, que no hay
ningún valor objetivo en sentido absoluto, sino por inter-
medio de la voluntad de los seres humanos que desea el
objeto en cuestión, al cual no se adhiere el valor como una
característica objetiva, del mismo modo que no lo hace la
sensación de bienestar al rayo del sol, bienestar que este
ocasiona en los nervios organizados de determinada forma.
Entonces, cada objeto tiene el valor que se le atribuye, y si
únicamente se pudiese aspirar a una coincidencia mínima
en la atribución del valor, no hay que pasar por alto que
esta es la razón por la cual una pieza de papel acuñado, no
respaldado por ningún valor tangible, no ha de tener un
valor de cambio definido en todo tiempo. Como si, de este
modo, alguna característica le concediera un valor objetivo

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El significado social de los precios • 265

que lo equipararía con otros objetos con la misma cualidad,


ya que también estos objetos se han transformado en valo-
res por el proceso de la voluntad humana. Ni el alimento, ni
el refugio, ni la vestimenta, ni los metales nobles son valores
en y por sí. Solo se convierten en tales en el proceso psi-
cológico de su valoración, como prueban los casos en que
el ascetismo u otras constituciones anímicas generan una
completa indiferencia frente a ellos. Si no se quiere reco-
nocer como valor monetario al dinero simbólico cuando
su valor de cambio es aceptado universalmente, se comete
el mismo error de aquel idealismo económico que única-
mente quiere reconocer como “bien” a aquello que obedece
a una necesidad verdadera, pero no a lo que produce una
satisfacción superflua o despreciable. De todos modos, este
idealismo ignora que toda atribución de valor es nada más
que un hecho psicológico y ninguna otra cosa, y, por eso,
donde esta atribución tiene lugar, tiene que ser reconocida
sin dificultad. Existen suficientes razones que hacen que sea
deseable e indispensable la unión del valor monetario a los
metales preciosos, causas suficientes que hacen irrealizables
las condiciones para un dinero simbólico. Pero, en princi-
pio, no existe la más mínima razón por la cual un símbolo
arbitrario para el dinero no pueda ofrecer exactamente los
mismos servicios que el oro y la plata como medida de valor
y medio de cambio, cuando la transferencia de la conciencia
de valor a aquel ha tenido lugar por completo, lo cual es
altamente factible a través del proceso de encumbramiento
del medio a la dignidad de fin último, proceso que en otros
ámbitos ha sucedido cientos de veces.
Es evidente que aquel proceso tuvo que realizarse de
manera más rápida y fundamental en un medio como el
dinero que es el punto de tránsito necesario para un gran
número de fines. Pues, en la misma medida en que muchos
fines necesitan precisamente de este medio, se acentuará en
su necesidad para nuestra conciencia, de tal modo que su
valor parecerá crecer por encima del de un mero medio. Y
este resultado aparecerá de manera más rápida toda vez que

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266 • El significado social de los precios

los fines que tienen que alcanzarse de esta forma sean muy
diversos y apartados entre sí, porque, entonces, la diver-
sidad entre ellos se paraliza y solamente lo que tienen en
común, el medio para todos ellos, se presenta en una ilumi-
nación tanto más clara. Esto tiene múltiples consecuencias
para la psicología del dinero. La avaricia de la edad avan-
zada, por ejemplo, se explica precisamente por el hecho de
que el medio que es común a muchos fines buscados en la
vida, en proporción con la longitud mayor de la vida, tiene
que recibir una mayor acentuación y señorío en la concien-
cia. De donde se deriva que muchos fines y estímulos de la
vida mueren para la vejez, mientras el valor con el cual su
anterior fuerza de atracción también reviste al medio de su
realización consigue una autonomía que hace que perdure
incluso tras la desaparición de aquella.
Además, si el dinero es la intersección de diversas series
teleológicas, con la abundancia y divergencia de estas, tiene
que hacerse cada vez más incoloro. Y este, de hecho, es
su destino, puesto que con una cultura cada vez más ele-
vada, cada vez más cosas muy diversas pueden comprarse
por su intermedio. Así como seres humanos muy versátiles,
que desarrollan sus actividades según las orientaciones más
diversas, presentan fácilmente la apariencia de cierta falta
de carácter, la carencia de una coloración definida, que, más
bien, corresponde a un ser unilateralmente pronunciado, de
la misma manera también en el dinero, en cierto modo, se
presenta un fenómeno psicológico de interferencia [psycho-
logische Interferenzerscheinung], en cuanto la abundancia cua-
litativa de los fines que colisionan en él, por así decirlo, lo
ubican entre las cualidades y le quitan toda coloración psi-
cológica definida, la que siempre habría de tener algo unila-
teral. Y mediante un proceso fácil de entender, esto actúa de
modo retroactivo sobre los objetos del tráfico monetario.

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El significado social de los precios • 267

La apatía arrogante [Blasiertheit]4 de nuestros estamentos


acomodados está relacionada con eso. Si el dinero se con-
vierte en denominador general para todos los valores vitales
posibles, cuando ya la cuestión no es qué valen, sino cuánto
valen, se disminuye su individualidad. Mediante la posibi-
lidad de comparación a través de un medidor indiferente y
accesible a todos por igual, pierden el interés que se asocia
con lo específico e incomparable. Para el apático arrogan-
te no hay nada que le parezca imposible de pagar, y a la
inversa, quien cree poder pagar todo con dinero, necesa-
riamente tiene que volverse un apático arrogante. Cuando
ese carácter de universalidad del fin psicológico último, en
diversos sentidos, hace que parezca valioso únicamente el
objeto que cuesta mucho dinero, se entiende, sin embargo,
que para ciertas naturalezas nada más tiene valor lo que
no puede conseguirse con dinero. Esto no es una inversión,
sino un incremento de aquella consecuencia psicológica del
tráfico monetario.
La nulidad del dinero, en esencia, probablemente tiene
también como consecuencia el fenómeno de que el trato
de las mujeres en los pueblos incultos es peor cuando son
compradas y únicamente mejora un poco donde, en lugar
de ser compradas mediante el pago de una suma, lo son
mediante servicios personales del solicitante a los padres
de la novia. Por eso, además, un obsequio monetario es lo
más innoble, aquello que con mayor profundidad rebaja
la personalidad. Así y todo, continúa siendo un fenómeno
sorprendente que se pueda aceptar sin daño para el honor
el mayor sacrificio de otro, la vida, el sufrimiento, el honor
y cualquier otra cosa, pero en ningún caso un obsequio

4 N. del T.: En las traducciones castellanas de escritos de Simmel se ha popu-


larizado la expresión “actitud blasé” como equivalente de Blasiertheit. Esta
traducción, de todas maneras, no resulta transparente para el lector no
familiarizado con el francés. Este término refiere en alemán a cierta arro-
gancia, pero en Simmel no se trata simplemente de esto, sino, como en el
francés blasé, del hastío, la indiferencia o la apatía. Por estas razones, elegí
dos palabras (“apatía arrogante”) para expresar Blasiertheit en castellano.

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268 • El significado social de los precios

monetario. Aquí puede estar cooperando aquella función


espiritual que, reorientándose positivamente, transforma la
necesidad en virtud: bajo todas las circunstancias, a causa de
su carencia de cualidades, el dinero puede devolverse, lo que
en el caso de otras cosas, por ejemplo, el sacrificio de tiempo
y energía personal, es simplemente imposible. El sentimien-
to del honor se adaptó en tal medida a circunstancias que
no van a cambiar, circunstancias que nos permiten recibir
tranquilamente y sin ninguna obligación de devolver de
inmediato precisamente aquello que no se puede devolver
de inmediato. Porque el valor del dinero consiste exclusiva-
mente en la cantidad, solo puede asumir un carácter especí-
fico mediante aquella magnitud que nada más pueden tener
unos pocos. Por eso, según el sentir general, aceptar dinero
afecta en tanto menor medida al honor, cuanto mayor es la
cantidad. Y también el fraude por dinero —particularmente
cuando se trata de sumas bajas— será visto como un delito
especialmente innoble, que desprestigia socialmente a sus
autores con mayor profundidad que delitos que certifican
una bajeza moral mucho más grave.
El dinero es “innoble” porque es el equivalente para
todo. Únicamente lo individual es distinguido. Lo que es
igual a muchas cosas, es lo más bajo de estas y, por eso,
arrastra hacia el nivel de lo más bajo también a lo más ele-
vado. El azar, sin duda, puede hacer que aquella nivelación
de lo más elevado por medio de dinero, en algunas ocasio-
nes, sea provechosa para el todo. Por ejemplo, la compra
de cargos de los Borbones abrió al estamento intermedio el
camino hacia la administración pública. También, en senti-
do inverso, el sueldo es lo único que posibilita el aprovecha-
miento en el puesto correcto del talento carente de medios.
Si el mundo clásico, hasta los sofistas y la Era Imperial, no
conoció o quiso conocer el pago por las funciones espiri-
tuales y estatales, de este modo, obstruyó a infinitos talentos
el camino de su aprovechamiento.

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El significado social de los precios • 269

La impersonalidad del dinero también posibilita una


amplia expansión de la beneficencia. Se duda mucho menos
sobre quién es el otro en las donaciones monetarias que
cuando la beneficencia consiste en servicios personales.
Hacia esta dirección apunta también la anonimia de la
donación benéfica. De esta manera, sin embargo, por otro
lado, puede tener lugar un efecto retroactivo, asociativo y
conciliador sobre los donantes. Los logros de la Asocia-
ción Gustav Adolf hubiesen sido imposibles si el carácter
objetivo de las aportaciones monetarias no hubiera borrado
las diferencias confesionales de los contribuyentes, pero,
en tanto así se hizo posible esta obra común de luteranos,
reformados y unionistas, sirvió como un medio ideal de
conexión y tuvo que fortalecer el sentimiento entre todos
aquellos que, a pesar de sus diferencias, estaban vinculados.
Es interesante el modo en que el carácter tentador del
dinero, que se puede transformar a cada momento en cual-
quier otra cosa posible, es decir, su impersonalidad, entra
en conflicto con sus consecuencias para la beneficencia. San
Francisco de Asís dejó que su orden mendigara alimen-
tos y vestimenta, pero, bajo ninguna circunstancia, dinero,
incluso cuando se trataba de ayudar a los enfermos y los
necesitados. Santo Tomás, por el contrario, de una manera
bastante sintomática para el hombre de mundo que era,
extrae de la misma esencia del dinero consecuencias opues-
tas. Considera que la usura es despreciable, sin embargo,
agrega que el dinero que otro ya ganó mediante la usura,
de todos modos, sería un capital útil que se puede utilizar
legítimamente para los fines de ayudar a los pobres y hacer
beneficencia. Pues, dice él, de este modo podemos imitar a
Dios que, de forma similar, hace que los pecados de los seres
humanos sirvan a sus fines bondadosos.
Finalmente, el carácter impersonal del dinero tiene aún
otra consecuencia psicológica, que contribuye a facilitar la
infinita expansión y crecimiento del tráfico a causa de la
reducción de todos los valores a dinero. La carencia de
cualidades del dinero conlleva la carencia de cualidades del

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270 • El significado social de los precios

ser humano como comprador y vendedor. Lo que se con-


sigue por dinero pertenece a aquel que más da por ello,
más allá de qué y quién sea. Donde están en juego otros
equivalentes, donde se entrega una posesión a cambio del
honor, un servicio, la gratitud, se ve el talante de la per-
sona a la cual se la entrega y a la inversa, cuando compro
por dinero, es indiferente para mí a quién le compro lo
que se me presenta como deseable y costando ese precio.
Donde, sin embargo, compro algo al precio de un servicio,
al precio de la obligación personal, en sentido interior y
exterior, solamente ahí veo con precisión con quién estoy
relacionado, porque a un desconocido nada más le daría
dinero y ninguna otra cosa. La indicación en los billetes
bancarios [Kassenscheinen] de que su valor se paga a quien
lo entregue, “sin verificación de legitimidad”, es sintomática
del carácter del dinero en general. El hecho de que en el
tráfico monetario una persona valga exactamente lo mismo
que la otra, tiene su razón en que ninguna vale nada, sino
solo el dinero. Por eso, es muy acertado afirmar que en
las cuestiones de dinero cesa la socialidad. El dinero es lo
objetivo absoluto donde termina todo lo personal. Por eso
el dinero no tiene ninguna historia en el sentido en que esta
le otorga a cualquier otra posesión el valor más diverso para
nuestro sentimiento, valor ya sea positivo o negativo, que
a menudo no puede equipararse con ninguna otra cosa. La
representación de que determinado dinero “está mancha-
do con sangre” o “tiene una maldición” es una proyección
sentimental sin justificación y que con un tráfico monetario
creciente, necesariamente, se hace cada vez más inusual.
En gran medida se aplica al dinero el non olet.5 No hace
falta discutir la cantidad de obstáculos psicológicos para la
circulación económica que pone en el camino precisamente
este carácter del medio de circulación general.

5 N. del T.: “No huele”.

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El significado social de los precios • 271

Aquella indiferencia del dinero, tan incrementada en


nuestra época, cuya consecuencia es también la indiferencia
de los objetos, está retratada por aquellas tiendas que se
caracterizan por vender mercancías que tienen, todas, el
mismo precio. Lo decisivo aquí es que lo que ha de deter-
minar de antemano al comprador y la finalidad del negocio
no son las mercancías en su particularidad, sino la determi-
nación del precio que hay que pagar por ellas. Cada vez se
retrae más la cualidad específica ante la cantidad, lo único
que importa. De donde, luego, se desprende la consecuencia
problemática de que cada vez más cosas, más allá de su cali-
dad, sean compradas porque son baratas. Precisamente la
misma esencia psicológica del dinero produce, sin embargo,
también el fenómeno opuesto de que muchas cosas sean
valoradas y buscadas porque cuestan mucho dinero. El sim-
ple hecho de que la cosa solamente pueda tenerse a costa
de determinado precio, le da su valor a los ojos de muchos.
De esta manera surge, en diversos sentidos, un círculo en
la determinación del valor: si el oferente reduce el precio,
entonces, se reduce la valoración de la mercancía y esto
hace que descienda aún más el precio.
Sin embargo, ya tempranamente, este carácter del dine-
ro tuvo como consecuencia el fenómeno particular de que
aquellas clases que, a causa de su posición social, tenían
cerrados muchos objetivos del anhelo personal, se lanza-
ran exitosamente a ganar dinero: los liberados en Roma,
los hugonotes en Francia y los judíos en todo el mundo.
El dinero es el ámbito neutral que menos que cualquier
otro puede cerrárseles con éxito, porque es, precisamente,
a causa de su carácter inespecífico, que aún puede afluir
siempre hacia estas clases por múltiples canales, cuando
aquellos canales para otros logros están cerrados para ellas.
Y, por otro lado, es comprensible que precisamente aquellas
clases oprimidas concentren toda la fuerza en ganar dinero,
porque, precisamente, en virtud de la posición indiferente

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272 • El significado social de los precios

del dinero frente a los contenidos de la vida, pueden lograr


con él una influencia y conseguir un disfrute para los cuales
les están negados los medios directos y específicos.
Sin duda, en un sentido, la omnipotencia del dinero se
debilitó en comparación con el pasado: la pena monetaria
ya no tiene un ámbito de aplicación tan extenso. Es cono-
cido cómo el derecho germánico antiguo permitía expiar
los peores delitos por medio de dinero y cómo ya en el
siglo VII la pena religiosa del ayuno podía ser reemplazada
por dinero. La separación del dinero se sentía como algo
tan esencial que de esta forma cualquier cosa posible podía
compensarse, tal vez, incluso en cumplimiento con el méri-
to moral que ya le había atribuido el Evangelio a la entrega
de la riqueza. En ambos respectos, como expiación de las
infracciones tanto frente al orden humano como al divino,
su valor se ha reducido. Pero esta aparente excepción con-
firma la regla. Precisamente porque paulatinamente cada
vez se pueden tener más cosas por dinero, porque se alza
como equivalente para la mayoría de los contenidos de la
vida, precisamente por eso deja de ser equivalente en rela-
ciones muy excepcionales y especiales. No es a pesar de que
se puede tener prácticamente todo por dinero que ya no
se podían compensar aquellas exigencias religiosas y mora-
les, sino precisamente porque se puede tener prácticamente
todo por dinero. La degradación de la dignidad del dinero,
por un lado, y la elevación de la conciencia moral, por otro,
actuaron conjuntamente para disipar ese fenómeno. Por
otra parte, la circunstancia de que tantos valores de la vida
puedan ser expresados en dinero, ha posibilitado fijar, al
menos para los fines del derecho penal, el concepto general
del fraude –el daño a otro fingiendo hechos falsos–, en el
sentido de que solo se castiga como embaucador a quien
daña la propiedad de otro. Sin duda, esto muestra con mucha
nitidez que aún cuando el dinero es la expresión equivalen-
cial para muchas cosas, sin embargo, no lo es para todas.
El peor fraude, que destruye completamente la dicha vital
de un ser humano y, de acuerdo a su carácter, requeriría,

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El significado social de los precios • 273

incondicionalmente, medidas penales, permanece impune


(con excepción del § 179 del código penal alemán), cuando
el daño ocasionado concierne a la situación puramente per-
sonal e individual, daño que se sustrae a la valoración por
medio de la escala monetaria impersonal. El sentimiento de
la impersonalidad del dinero es también una de las razones
que hace que nos parezca tan especialmente desdeñosa la
entrega del honor femenino por dinero. Pues se trata de
algo tan personal que nada más puede ser correspondido
equivalentemente con una entrega idéntica de la personali-
dad completa y en ningún sentido por aquel valor que, de
todos los existentes, es el más impersonal, el más alejado
del contenido específico de la personalidad. De modo que
quienes entregan aquel por este, ocasionan y muestran el
mayor demérito pensable del valor de su persona.
En general, podrá decirse que la coloración o, más bien,
decoloración peculiarmente psicológica de la que se hace
parte a las cosas a través de su equivalencia con un medio
de cambio totalmente incoloro y que, por decirlo de alguna
manera, conlleva cierta tersura [Glätte], un esmerilado de
sus ángulos filosos, en cuanto de esta forma se facilita y
acelera su circulación, es una parte del gran proceso cul-
tural que transforma la realidad y el ideal, a partir de la
forma de la estabilidad, de lo inconmoviblemente fijo, por
siempre existente, en la forma del movimiento, de la eter-
na fluidez de las cosas, de la evolución constante. Cuando,
en vez del conocimiento incondicionado y apriorístico al
que aspiraban las épocas anteriores, se subraya cada vez
más la experiencia como único medio del conocimiento,
esto significa la transformación de un contenido del pen-
samiento considerado como válido para todos los tiempos,
en otro que puede modificarse, aumentarse y corregirse
constantemente. Cuando las especies de organismos, en vez
de ser reconocidas como actos eternos de la creación de
Dios, lo son únicamente como puntos de cruce de una evo-
lución que avanza sin límite y, con esto, simultáneamente,
en vez de formas de nuestro comportamiento uniformes

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274 • El significado social de los precios

e inmutables, se presenta como ideal la adaptación a con-


diciones evolutivas cambiantes; cuando la creencia metafí-
sica en ciertas representaciones superiores, a cuya eterni-
dad subjetiva y objetiva uno se aferra, es reconocida como
resultado modificable de procesos puramente psicológicos;
cuando las demarcaciones fijas dentro de los grupos socia-
les se hacen cada vez más fluidas y se rompen las rigideces
del sistema de castas, de las obligaciones corporativas, del
lazo con la tradición en cada ámbito, de tal modo que la
personalidad, por así decirlo, pueda circular fácilmente por
una multiplicidad de situaciones vitales; todos estos son
síntomas del mismo cambio psicológico de los pueblos al
que sirve también el dinero en virtud de la facilitación del
dar y recibir que se deriva de él.
De la misma manera en que, sin embargo, en el πάντα
ρεῖ6 de los fenómenos algo persiste, es decir, la ley; de la mis-
ma manera en que en el cambio constante de los factores,
sin embargo, la relación entre ellos permanece constante;
de este mismo modo se podría abordar el dinero en tanto
polo estático en la fugacidad de los fenómenos económicos,
como el valor constante de una fracción, en la cual el nume-
rador y denominador cambian continuamente a partir del
mismo múltiplo. De la misma manera en que, precisamente,
la multiplicidad de fenómenos hacen aparecer la ley del
modo más claro, así el dinero se destaca en la persistencia
de su valor con mayor claridad cuanto mayor es la cantidad
y diversidad de las cosas entre las que articula la igualación,
tanto más se despoja de lo material y sus transformaciones
y se alza como ἀκίνητον κινοῦν7 sobre todo lo singular. Esto
sucede de una manera por completo comparable en senti-
do epistemológico con la ley que está ahí de manera más
pura y fija cuanto más coloridos y cambiantes son los casos
singulares que domina.

6 N. del T.: “Todo fluye”.


7 N. del T.: “Motor inmóvil”.

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El significado social de los precios • 275

Si, tanto con un tono elegiaco como sarcástico, se ha


expresado que el dinero sería el Dios de nuestra época,
se pueden hallar, de hecho, relaciones significativas entre
ambas representaciones, aparentemente tan opuestas. La
esencia más profunda de la idea de Dios yace en que toda
la multiplicidad del mundo logra su unidad en ella, que esta
idea, según las bellas palabras de Nicolás de Cusa, es la
coincidentia oppositorum.8 De esta idea de que toda oposición
y contradicción del mundo encuentra su igualación y unifi-
cación en él, procede la paz y seguridad, pero, simultánea-
mente, también la densa abundancia de representaciones
que flotan conjuntamente y se encuentran en la representa-
ción de Dios. La semejanza psicológica de la representación
de Dios con la del dinero resulta clara a partir de lo anterior.
El tertium comparationis9 es el sentimiento de tranquilidad y
seguridad que confiere la posesión de dinero en contraste
con cualquier otra posesión y que psicológicamente corres-
ponde a aquel que encuentra el devoto en su Dios. En ambos
casos se trata de la elevación por encima de lo singular que
encontramos en el objeto anhelado, la confianza en la omni-
potencia del principio superior, que nos garantiza en todo
momento, por así decirlo, la posibilidad de convertir esto
singular e innoble en aquel. Precisamente como Dios en la
forma de la fe, en la forma de lo concreto, el dinero es la abs-
tracción más elevada a la que la razón práctica se eleva.

8 N. del T.: “Coincidencia de los opuestos”. Al respecto, cfr. N. de Cusa (2003).


9 N. del T.: “Término de comparación”.

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Colaboradores

BORISONIK, HERNÁN. Doctor en ciencias sociales por la


Universidad de Buenos Aires, donde dicta clases de teoría
política en grado y posgrado. Fue becario doctoral y post-
doctoral del CONICET. Actualmente es investigador del
CONICET y del Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni, espacio en el que ha formado parte de diversos proyectos
de investigación vinculados a la teoría y la filosofía política.
Se ha ocupado del problema de la política, la economía y la
sacralidad en la Antigüedad y actualmente se dedica al estu-
dio del dinero como problema teórico-político. Realizó una
estancia de investigación en la Universidad de São Paulo y
fue invitado a dar conferencias en la Ciudad de México, en
San Luís Potosí, Río de Janeiro, China y Madrid. Además
de numerosas publicaciones en revistas académicas, ha edi-
tado, entre otros libros, Pecunia. Diez escritos políticos sobre
economía (Teseo, Buenos Aires, 2016) y ha escrito Dinero
sagrado. Política, economía y sacralidad en Aristóteles (Miño y
Dávila, Buenos Aires, 2013) y $oporte (Miño y Dávila, Bue-
nos Aires, 2017).

LABORDA, VALERIA. Lic. en Comunicación Social


(UNLaM). Posgraduada en Economía Social y Dirección
de Entidades sin Fines de Lucro (UNTREF). Maestranda
en Metodología de la Investigación Social (UNTREF). Es
docente e investigadora inscripta en el Centro de Estu-
dios de la Economía Social de la Universidad Nacional de
Tres de Febrero, desde donde trabaja temáticas vinculada
al consumo de bienes y servicios del sector sin fines de
lucro y también su comunicación. También es Coordina-
dora de la edición local del Festival Latinoamericano de
Instalación de Software Libre (FLISoL-Caseros) y miembro
de su Comisión Nacional de Comunicaciones. Integrante

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278 • El significado social de los precios

de equipos promotores de campañas masivas de comuni-


cación y visibilización de la Economía Social, Comunitaria
y Solidaria.

LEWKOW, LIONEL. Doctor en Ciencias Sociales y licen-


ciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires.
Se desempeña como investigador del Instituto de Investiga-
ciones Gino Germani, donde desarrolla el tema de trabajo
“Más allá del dualismo entre desigualdad y diferenciación:
el problema de las clases sociales en Simmel, Durkheim,
Parsons y Luhmann”. Es profesor adjunto con dedicación
exclusiva de la Carrera de Sociología de la Universidad
de Buenos Aires. Fue becario doctoral y postdoctoral del
CONICET, con sede de trabajo en el Instituto de Inves-
tigaciones Gino Germani. Realizó estancias de investiga-
ción en las universidades de Konstanz (Alemania), Lucerna
y Basilea (Suiza). Fue profesor invitado en la Universidad
Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco (México) y la Uni-
versidad Adolfo Ibáñez (Chile). Publicó recientemente el
libro Luhmann, intérprete de Husserl. El observador observado
(Miño y Dávila, Buenos Aires, 2017) y tradujo del alemán
al castellano la obra de Simmel titulada Sobre la diferencia-
ción social. Investigaciones sociológicas y psicológicas (Gedisa,
Barcelona, 2017).

LÓPEZ, DANIELA GRISELDA. Doctora en Ciencias


Sociales y docente de la Universidad de Buenos Aires. Se
desempeña también como docente en la Maestría en Meto-
dología de la Investigación Social de la Universidad Nacio-
nal de Tres de Febrero, donde dirige el proyecto de inves-
tigación “Precios, ética y desigualdad”. Se especializó en el
área de sociología fenomenológica, sociología del conoci-
miento, teoría de la acción social y sociología económica.
Su interés se centra en el denominado “paradigma inter-
pretativo” en ciencias sociales, en la tradición de Alfred
Schutz, Thomas Luckmann y Harold Garfinkel, entre otros.
Fue becaria CONICET (2007-2014) y becaria del DAAD

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El significado social de los precios • 279

(2009-2010). Entre sus últimas publicaciones puede men-


cionarse el artículo “The epistemic claim to the life-world:
Alfred Schutz and the debates of the austrian school of
economics” (2016) en la revista The Review of Austrian Eco-
nomics y el libro El ‘olvido’ del mundo de la vida. La corres-
pondencia entre Alfred Schutz y Talcott Parsons (Teseo, Buenos
Aires, 2018).

MICELI, JORGE EDUARDO. Doctor en Antropología


Social y Magister en Análisis del Discurso por la Universi-
dad de Buenos Aires. Se desempeña, además, como docente
en la misma casa de estudios, es coautor de los libros “Explo-
raciones en Antropología y Complejidad” (San Benito, Buenos
Aires, 2007) y “Análisis de Redes Sociales y Sistema Penal”
(Tirant lo Blanch, Madrid, 2017), autor del libro “Modelos de
Simulación y Etnografía: Dossier Introductorio” (Editorial Aca-
démica Española, Riga, 2011) y de varios artículos en revis-
tas académicas de Argentina, Chile, España y Colombia.
Fue becario doctoral por la Universidad de Buenos Aires
(2008-2013), integró distintos proyectos de investigación
en la misma institución, y como parte de su labor pedagó-
gica, ha dictado varios seminarios de grado y posgrado en
Argentina y Colombia. Además de haber sido programador
de software durante varios años, es un especialista en el
área del Análisis de Redes Sociales y Análisis del Discurso,
y cuenta con una importante producción de investigación,
docencia y divulgación centrada en las teorías sistémicas y
de la complejidad, semiótica, sistemas simbólicos y simu-
lación computacional.

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