Está en la página 1de 3

El ciclo del carbono

El carbono es el elemento químico clave en los compuestos de naturaleza orgánica, elemento que
circula entre los océanos, la atmósfera, el suelo y el subsuelo, instancias que conforman los
depósitos, reservorios o almacenes de carbono. El paso entre los depósitos ocurre mediante
procesos de orden químico, físico y biológico. El intercambio de carbono entre el reservorio
terrestre y el atmosférico es el resultado de procesos naturales como la fotosíntesis y la
respiración, así como de la emisión de gases de origen antrópico (Rügnitz et al., 2009)

El ciclo del carbono se inicia con la fijación del dió- xido de carbono atmosférico mediante la
fotosíntesis que realizan las plantas y algunos microorganismos. En la fotosíntesis, el dióxido de
carbono y el agua reaccionan para formar carbohidratos y a la vez, liberar oxígeno, que va a la
atmósfera. Parte de los carbohidratos se consumen directamentepara suministrar energía a la
planta y el dióxido de carbono que así se forma, se libera a través de sus hojas o de sus raíces. Otra
parte la consumen los animales, que también liberan dióxido de carbono en sus procesos
metabólicos. Las plantas y los animales muertos, en últimas, son descompuestos por los
microorganismos del suelo y por ello el carbono de sus tejidos se oxida, forma dióxido de carbono
y retorna a la atmósfera (Orellana et al. 2012).

En correlación con lo anterior hay que mencionar que en el suelo ocurre respiración, que consiste
en la producción de CO2 resultante de dos procesos: la ruptura u oxidación de la MOS realizada
por los microorganismos del suelo, y la respiración de las células de las raíces de las plantas. La
tasa de producción de CO2 es importante porque es indicativa de la tasa de descomposición de la
MOS y en consecuencia, de la cantidad de carbono que se pierde del sistema suelo. Las medidas
de la respiración del suelo, en consecuencia, ayudan a determinar la contribución del suelo al
balance del CO2 en la atmósfera (Lessard et al., 2006).

Se considera que el ciclo global del carbono consiste de dos ciclos. Uno bioquímico a corto plazo y
otro geoquímico a largo plazo. Las mediciones muestran que, anualmente, las actividades
antropogénicas afectan los dos ciclos con la emisión de 8,6Pg de carbono, siendo que el
petagramo es igual a 1015 gramos o 1 billón de kilogramos. Se estima que del carbono emitido,
3.3Pg los absorbe la atmósfera y 2.2Pg los absorben los océanos. De estas cifras se colige que en
los últimos 150 años hubo un incremento en las emisiones de CO2 a la atmósfera de un 31 %. Vale
señalar el rol que cumple el suelo en este contexto, a partir de dos reservas, una, la de carbono
orgánico del suelo (COS) y, otra, la de carbono inorgá- nico del suelo (CIS) (Verhulst et al., 2015).
Globalmente, el equilibrio del carbono en la Tierra está en función de tres reservorios, los océanos
con una cantidad estimada de carbono de 38.000Pg, la atmósfera con 750Pg, y el sistema terrestre
con 550Pg como biomasa-vegetación y 1.550Pg como COS. Los tres reservorios se hallan en un
equilibrio dinámico, con interacciones entre unos y otros. Surge un cuarto reservorio, el geológico,
que se estima tiene 65,5 x 106 Pg C y sólo una pequeña porción de éste que se podría aproximar a
4000Pg correspondería a combustible fósil. En el ecosistema terrestre, el mayor componente es el
COS con 1.550Pg C, seguido por el CIS con 750-950Pg C. Se advierte que en las estimaciones
globales del contenido de carbono en el suelo hay dificultades derivadas de alta variabilidad
espacial del contenido de carbono en los suelos; una estimación relativa de las áreas ocupadas por
distintos tipos de suelos; insuficientes datos de densidad aparente, necesaria para cuantificar la
composición volumétrica y los complejos efectos de la vegetación y de los cambios en el uso del
suelo (Sandoval et al., 2003; Martínez et al., 2008).

Es interesante saber que en el intercambio de CO2 entre la vegetación y la atmósfera ocurren


cambios en los balances netos entre el secuestro -mejor llamado almacenamiento o fijación- y la
liberación en diferentes periodos de tiempo, así: minuto a minuto, como cuando las nubes
interceptan la luz solar; patrón día-noche, a lo largo de un ciclo estacional de predominancia del
crecimiento y la descomposición; las etapas del ciclo de vida de la vegetación o del sistema de uso
de la tierra (Kurniatun et al., 2011). En la biosfera se debe diferenciar entre el carbono almacenado
en el ecosistema -árboles, vegetación complementaria, suelo y productos obtenidosexpresado en
toneladas o gigatoneladas por hectárea y el flujo de carbono, que es la corriente de carbono entre
las existencias de carbono -contenido- en el ecosistema y la atmósfera. También, la expresión
sumidero de carbono alude a la existencia de un flujo neto de carbono desde la atmósfera al
sistema, en tanto que la expresión fuente de carbono se refiere a un flujo en sentido inverso, es
decir, del sistema a la atmósfera. Se subraya que su diferencia algebraica se refleja en el balance
de carbono (Pardos, 2010).

También es de interés considerar que, en una escala de tiempo estacional, la reserva de carbono
en los ecosistemas y en los agroecosistemas se puede entender por los cambios en la biomasa
vegetal o “variable rápida” aunque después de algunos años la reserva de carbono en el suelo o
“variable lenta” resulta ser un indicador más importante acerca del funcionamiento del sistema,
ligado a su capacidad de adaptación y resiliencia frente a efectos perturbadores y en
consecuencia, a su capacidad a largo plazo para abastecer con bienes y servicios al ecosistema
(UNCCD, 2015). En el carbono puede circular por diferentes vías. En la mayoría de los años, el
efecto anual neto de la fotosíntesis, la respiración y la descomposición da lugar a un incremento
más bien pequeño del carbono que puede almacenarse. No obstante, las ganancias acumuladas en
ciertas ocasiones se pierden, bien cuando hay años de inundaciones o ya cuando la materia
orgánica se consume por acción del fuego. El carbono también puede ir a otros lugares. La
madera, resinas, semillas, tubérculos, todos productos orgánicos, se mueven fuera de la zona
donde se producen y se integran a los flujos de comercio, concentrándose principalmente en los
sistemas urbanos y en sus vertederos de residuos. Unas pequeñas proporciones de las reservas de
carbono alcanzan a filtrarse a través de la tierra e integrarse a sumideros de largo plazo como los
cuerpos de agua dulce o el mar, también pueden aportar a la formación de turba (Kurniatun et al.,
2011). No es lo mismo verificar el cambio final en el total de carbono global, que contabilizar de
manera sistemática todas las entradas y salidas de carbono, lo cual es un proceso más complejo. Al
contabilizar las reservas de carbono de esta forma, se ha podido determinar que entre otros, el
uso de la tierra, el cambio de uso de ésta y la silvicultura responden por el 15-20% de las emisiones
totales de GEI. También se sabe que en la zona templada ocurre secuestro neto de carbono, que
los trópicos son responsables de las grandes emisiones netas, y que las zonas de turberas
tropicales son fuentes pequeñas aunque con altos valores de emisión (Kurniatun et al., 2011). El
carbono del suelo está muy relacionado con el proceso de descomposición de la biomasa por la
acción microbiana. Una parte del carbono del suelo vuelve a la atmósfera mediante la
mineralización del carbono orgánico. Otra parte es conducida por las corrientes de los ríos hasta
llegar al mar, donde se deposita en forma de carbonatos, proceso que es incentivado por la acción
humana. El intercambio de carbono entre el reservorio marino y el atmosférico se da por procesos
químicos que determinan “un equilibrio entre las camadas superficiales de los océanos y las
concentraciones en el aire sobre la superficie”. Ahora, la cantidad de CO2 que el mar absorbe, está
en función de su temperatura y de la concentración de partida, por lo que temperaturas más altas
del agua pueden generar la emisión de CO2 (Rügnitz et al., 2009). La investigación y divulgación
acerca del ciclo del carbono, en los últimos tiempos, se ha venido insertando en el ámbito del
deterioro ambiental, donde el suelo resulta clave por su papel dual en el secuestro de carbono a
corto y largo plazo y en la emisión en forma de CO2 a la atmósfera. También se valora que el COS
determina la calidad del suelo en la medida en que participa en procesos bioquímicos y físicos que
posibilitan la presencia de biomasa aérea y subterránea, que también actúa como reservorio de
carbono en los ecosistemas terrestres (Fuentes et al., 2012).

También podría gustarte