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LOS PIES DEL MENSAJERO QUE ANUNCIA LA

PAZ
7 de julio de 2011 a las 23:32
Pero ¿por qué son hermosos estos pies? , ¿qué tipo de hermosura es la poseen?, ¿dónde está su belleza?,
¿qué hermosura es esta de la que nos habla el profeta?
Los pies del mensajero son unos pies cansados, hinchados y heridos por un largo camino que atraviesa
montes...; polvorientos, gastados, cansinos, deshechos... ¿Son estos pies hermosos?, ¿estos son los pies
cuya belleza hay que contemplar? Pies recios, encallecidos, llagados por el calor y el sudor... abiertos y
agrietados por el frío... golpeados por las piedras, arañados por espinos... Entonces ¿por qué son
hermosos...? O tal vez la pregunta que debamos hacer sea mejor: ¿Cuál es la belleza de estos pies?
Son hermosos... porque llegan, son hermosos... porque traen la paz, son hermosos porque incansables no
se han detenido... No son los pies de quien pisotea al pequeño... No son los pies del que impone su
voluntad con violencia, no son los pies del guerrero... No son los pies del que oprime.
Son los pies del mensajero, del Enviado... Son los pies del Esperado... que funda esperanzas, que
sustenta esperas, que abre el futuro a posibilidades nuevas.
Son los pies de quien se sabe instrumento y portador de un mensaje de Paz... de consuelo, de justicia, de
liberación... de una salvación que humaniza desde dentro, que personaliza y recrea.
Son hermosos porque son “figura” de otros pies... También desnudos... también descalzos... Los de un
Niño recién nacido... entre pajas... “en un hermoso portal” –decimos-, que posiblemente nada tenía de
hermoso... Son los pies del Príncipe de la Paz... Aunque sólo los pobres parecen darse cuenta... ¡y se
acercan a besar sus pies mientras se canta su Gloria en el cielo y se anuncia su Paz en la tierra. Son los
pies frágiles , pequeños, vulnerables... de un Dios hecho debilidad... barro y carne en nuestra tierra.
¡Cómo no gritar que son hermosos los pies de este Príncipe de la Paz!
Os invito a seguir el rastro de estos pies... a otear sus huellas. Unos pies que crecen y corren -como uno
de tantos- entre los pies de los hombres y mujeres de nuestro mundo... Los pies del “Príncipe de la Paz”
que comparten la vida cotidiana de millones de pies: corren, caminan, se cansan... se ensucian, se lavan...
¿por qué entonces son hermosos estos pies? Son hermosos porque son los pies de quien sale al encuentro
del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, de la soledad y de la angustia... Porque son los pies de
quien lleva vida, salud, consuelo y verdad... Porque son los pies del defensor del débil, de quien acoge al
pequeño y dignifica al excluido.
Son hermosos porque llevan sobre sí el perdón que hace posible la paz. Porque se agachan y se curvan
para lavar los pies de los hermanos... Son hermosos... porque se desgastan incansables, servidores
incondicionales de la paz...
Son hermosos porque saben “calzarse” en ellos otros pies... Los pies destrozados de millones de
desplazados... Los pies encarcelados... Los pies amputados por la guerra... Los pies errantes y
desarraigados de los que han sido forzados a huir de su tierra y de su patria... Los pies desorientados de
quienes deambulan –sin saber a dónde ir- por las calles de nuestras ciudades... Los pies solitarios, de
quienes nunca han encontrado alguien que quiera caminar a su lado... Los pies angustiados y
desesperados... que arrastran el peso de la desilusión de quien día tras día busca sin conseguir un trabajo.
Son hermosos porque asumen en su paso, todos estos pies, porque los calza en los suyos, porque camina
en ellos y con ellos... Son hermosos porque “por ellos” y para nuestra salvación, aceptaron
pacíficamente, mansamente... sin violencia ser clavados en una cruz... Son los pies del Esperado, del
Enviado... ahora ya quietos... atados a un madero... incrustados en una cruz... ¡aguardándonos a
nosotros! ¡Qué hermosos son estos pies... crucificados! atravesados por los clavos de nuestra violencia y
nuestras injusticias... Los pies ya sin sangre, de tan ensangrentados... Los pies del Mensajero de la Paz
que deja desgarrar su corazón y que muere disculpando, ofreciendo perdón, derramando reconciliación.
Los pies transfigurados del Resucitado que nos regala su paz: “¡Paz a ustedes!”, “La paz les dejo, mi paz
les doy” la paz que lleva el sello de la justicia y el amor. La paz que expone “sus marcas”, las marcas de
una vida expropiada hasta el fondo. De un amor que se dio hasta el extremo de asumir la muerte para dar
vida.
Parémonos un instante y contemplemos nuestros pies... ¿Dónde van?, ¿hacia dónde corren?, ¿qué
mensaje llevan?, ¿hacia quién se acercan?, ¿con quién caminan?, ¿dónde se desgastan?, ¿qué pies “se
calzan”? Parémonos un instante y miremos nuestros pies... Parémonos un instante y preguntémonos si
nuestros pies son los pies de un mensajero de paz, de buenas noticias, de perdón, de justicia, de amor...
Preguntémonos si nuestros pies son los pies de un hombre o una mujer que anuncia la paz, que con todo
su corazón, con todo su cuerpo, con su entera existencia, -también con sus pies- ama, perdona, acoge,
entrega su vida, para construir una civilización de la paz.

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