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Vocación es un término que proviene del latín “vocare” = llamar.

Es el llamado que Dios hace a todos los


hombres y mujeres para que respondan y cumplan con una misión en la construcción del Reino de Dios en
medio de nuestra realidad concreta.

Para una mayor comprensión de los elementos y dimensiones de la vocación es necesario basarse en el
siguiente texto bíblico: Ex. 3,1-11 (Vocación de Moisés).

(Ex. 3,4)
El llamado es la iniciativa amorosa y gratuita que Dios nos hace para construir su Reino.

(Ex. 3,5)
Es la aceptación del llamado que nos mueve a actuar. Debe ser consciente, libre, generosa, alegre y dinámica. Es
la disponibilidad ante Dios que llama, comprometiendo toda nuestra persona en el seguimiento de Jesucristo.

(Ex. 3,10)
Consiste en colaborar en la construcción del Reino de Dios, desarrollando la propia persona y sirviendo a la
comunidad, en un estado de vida concreto y de acuerdo a las circunstancias históricas en las que nos
encontremos.

Un llamado gratuito de Dios


Dios llama a personas concretas para una misión determinada, siempre en beneficio de un pueblo.
Dios habla y llama por las necesidades y acontecimientos. Toda vocación es una respuesta a la necesidad
de una comunidad.
El objeto de toda vocación es realizar el plan salvífico de Dios para todo su pueblo.
Dios espera siempre la respuesta al llamado, por una adhesión consiente de fe y obediencia.
En el nuevo testamento, la vocación es una invitación a compartir la amistad con Jesús, sino hay
amistad con Él, se frustra la vocación, la persona no se desarrolla paro lo que está llamada

¿
En un sentido amplio se puede definir a la vocación como la inclinación, preferencia o
tendencia que siente una persona hacia una profesión o estado de vida. El término se enriquece
desde el ámbito teológico, pues la vocación sería la inspiración con la cual Dios llama a alguien
para una misión particular. De este modo, la vocación implica alteridad: es necesario alguien que
llame y alguien que sea llamado (= vocacionado)

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La vocación, entonces, es el contacto entre la voz del Señor y el corazón humano. Es un conjunto de hechos
interiores y exteriores puestos por Dios en nosotros y en torno a nosotros que, cristianamente inspirados, nos
muestran la voluntad de Dios sobre nosotros.

Podemos dividir a las vocaciones en tres grandes grupos


Vocaciones generales (para todos los hombres y mujeres): a la vida, a la fe y a la santidad.
Vocaciones profesionales.
Vocaciones para un servicio a la Iglesia: Vida sacerdotal, consagrada y matrimonial.

“¿Señor, que quieres de mi?” la respuesta a esta pregunta que brota de lo profundo del corazón,
la descubre el hombre escuchando la voz de Dios.
Dios manifiesta su voluntad de diversas maneras; y en la lectura de los acontecimientos
providenciales es fundamental el aporte de un tercero, que me ayudará a
discernir el plan que el Señor proyectó para mi. Si yo indago al Señor
sobre mi. Si yo indago al Señor sobre mi vocación profesional, es de gran
ayuda acudir, por ejemplo, a un buen psicólogo. En los últimos años son
muchos los estudios que se han creado en la psicología para ayudar a los jóvenes
en su discernimiento vocacional, sobre todo a la hora de culminar sus estudios secundarios.
Sin embargo, cuando se trata de la vocación eclesial, además de los aporte de las ciencias humanas, prima el
aporte del director espiritual, que intenta discernir no ya con la mera luz de la razón sino también con el auxilio
poderoso del Espíritu Santo.
La confirmación definitiva de mi vocación eclesial llegará el día en el que la correspondiente autoridad jerárquica
la corrobore por medio de la ordenación, de la recepción de los votos perpetuos o de la celebración del
matrimonio.

“¿Qué otra cosa significa vocación, si no llamada? Y, por lo tanto, anuncio, diálogo, inicio de conversación,
invitación a coincidir en la verdad, provocación para una comunión, para un amor” (Pablo VI)

“Quisiera preguntar a cada uno de ustedes jóvenes: “¿Qué vas a hacer de tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos?
¿Has pensado alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees que pueda algo más grande que
llevar a Jesús a los hombres y los hombres a Jesús? Rezar por las vocaciones... significa comprometer
directamente la propia persona, ofrecer la propia disponibilidad a Cristo. Ya saben que Él tiene necesidad de
ustedes para continuar la obra de salvación. ¿Permanecéis, entonces, indiferentes e inertes? Hoy muchas voces
intentan invadir sus consecuencias, ¿cómo distinguir la Voz que da el verdadero sentido a tu vida? Jesús se hace
sentir en el silencio y en la oración. En este clima de intimidad con Él, cada uno de ustedes podrá percibir la
invitación, dulce y al mismo tiempo firme, del Buen Pastor que le dice: ¡Sigueme!” (Juan Pablo II)

“Toda vocación especifica nace de la iniciativa de Dios, es don de la caridad de Dios. Él es quien da el primer
paso y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de su amor
libre y gratuito” (Benedicto XVI).

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Gusto por lo espiritual
Aprecio por la eternidad y un gran deseo de salvarse
No sentirse plenamente satisfecho con lo temporal y material
Inclinación a trabajar por la salvación de los hombres
Ciertas cualidades como la laboriosidad, humildad, servicialidad, piedad, etc.

Algunas ó
ó é:
:

llamadas ó :
ó í :
divinas en la ó í :
Sagrada ó :

Escritura ó :

Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda adhesión a la Iglesia; y
que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial, el discernimiento y la
paternidad y maternidad espirituales:

Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos
sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades
cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que
despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.
Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis
vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario
discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor
misericordioso.
Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades
cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas
vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.

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Todos tenemos en nuestra vida un llamado a ser “alguien”, a ocupar un lugar que sólo nosotros podemos
ocupar, a escribir una página en la historia que sólo nosotros podemos escribir. Y la vida nos llama de muchas
maneras. Esto es lo que se llama “Vocación”.
Invitar a los participantes a que compartan qué querían ser de chicos cuando crecieran, cómo o por qué lo
sintieron, y cómo están llevando o no adelante eso que sintieron. Si hay adolescentes en el grupo, la pregunta
para ellos será qué quieren ser cuando sean mayores. Todos invariablemente, en algún momento de nuestras
vidas, nos sentimos “llamados” a “ser
alguien” en la vida.
Esos llamados pueden ser claros o confusos y pueden haber más de uno. Pero hay un llamado particular en
nuestras vidas, un llamado que es el único verdadero, el único que nos hará plenamente felices. Es un llamado
que va más allá que nuestra profesión, nuestro oficio, lo que “hacemos” para vivir. No es un llamado a “hacer”,
sino un llamado a “ser”, a darle un sentido profundo a nuestra vida, a aportar algo al mundo, a transformar el
mundo. Este es el llamado que nos hace Dios. Para ello se compartirá el llamado que sintió Samuel:

Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver. La
lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde
se encontraba el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: “Aquí estoy”. Samuel fue
corriendo donde estaba Elí y le dijo. “Aquí estoy, porque me has llamado”. Pero Elí le dijo: “Yo no te
llamé; vuelve a acostarte”. Y él se fue a acostar. El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó,
fue adonde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Elí le respondió: “Yo no te
llamé, hijo mío; vuelve a acostarte”. Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor, todavía
no le había sido revelada. El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue a donde estaba
Elí y le dijo: “aquí estoy, porque me has llamado”. Entonces Elí comprendió que era el Señor el que
llamaba al joven, y dijo a Samuel: “Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla Señor,
porque tu servidor escucha”. Y Samuel fue a acostarse en su sitio. Entonces vino el Señor, se detuvo,
y llamó como las otras veces: “¡Samuel, Samuel!”. El respondió: “Habla, porque tu servidor escucha”.
(1 Sam 3,1-10)

Al igual que le ocurrió a Samuel, entre tantas voces que nos llaman en el mundo, hay una voz que nos hace la
llamada más profunda, la única llamada que nos conducirá a la felicidad plena, a descubrir realmente quiénes
somos, para qué estamos en este mundo. Esa es la voz de Dios.

Veamos cuáles son las características de la vocación cristiana:


Dios nos llama: Al igual que en el juego había que buscar una campanita, en nuestras vidas tenemos
que buscar nuestra vocación. En el juego nos llamaba el sonido de la campanita. En la vida, quien nos llama a la
vocación es Dios, como lo hizo con Samuel.
No somos nosotros los que elegimos nuestra vocación, sino que es Él quien nos elige a nosotros:
“No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den
fruto, y ese fruto sea duradero” (Jn 15,16).
La búsqueda de la vocación no es algo fácil, puesto que no se muestra así de una forma tangible. No
se nos aparece Dios y nos dice “quiero tal cosa de vos”, sino que se deja mostrar a través de las cosas cotidianas
de la vida.
Escuchar la voz de Dios: La vocación es como la campanita: No hace mucho ruido, así hay que hacer
un esfuerzo para escuchar con atención y seguir el sonido.

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Dejarse guiar por Dios: Cuando comenzó el juego, la campanita simplemente se conocía de oído y de
haberla escuchado de lejos. Había que seguir el sonido y buscarla, sin saber muy bien qué se iba a encontrar.
Con la vocación misionera ocurre lo mismo. Aún no sabemos muy bien de qué se trata, pero vamos a empezar a
escuchar su sonido y a buscarla. Será preciso entonces estar atentos para ir conociendo y aprendiendo de a poco
en qué consiste, para recién poder saber si es para nosotros o no. Lo mismo ocurrió con María cuando el Ángel
le anunció que iba a ser la Madre de Dios. Ella no entendía muy bien qué es lo que le pedía Dios, pero sin
embargo dijo que sí valientemente.

Hay quien dice que mejor que dar un pez a un pobre hay
que enseñarle a pescar, que no basta con ayudar a un pobre
sino que hay que cambiar el mundo; esto es verdad pero no
basta con hablar, hay que actuar...
Un día le dijo un señor a la Madre Teresa de Calcuta: - El
trabajo que tú haces, yo no lo haría ni por todo el oro del
mundo. A lo que Teresa de Calcuta le respondió: -Yo tampoco:
tomamos fuerza de la adoración a Jesús Sacramentado. Esta
anécdota se cuenta tanto de la Madre como de alguna de sus
hijas, y expresa un hecho: la entrega por amor, sin condiciones, que da felicidad.

El mes de octubre tiene un sabor a solidaridad: el día del Domund, la beatificación de Teresa de
Calcuta nos lo recuerda. Hay quien dice que mejor que dar un pez a un pobre hay que enseñarle a
pescar, que no basta con ayudar a un pobre, sino que hay que cambiar el mundo; esto es verdad, pero
no basta con hablar, hay que actuar, ¿yo qué hago por los demás?

Hay mucho que hacer, pero atender las necesidades del necesitado es el primer paso para construir
una civilización del amor, y esto es lo que ha hecho la madre Teresa. Ese mandamiento nuevo del que
habló Jesús y que sigue siendo nuevo y que distingue a sus seguidores. Ante un mundo de la eficacia,
¿qué decir de una vida gastada en servicio a los demás? Dios sólo exige que le sea fiel, decía la Madre
Teresa. A los ojos de Dios no son los resultados lo que cuenta. Lo importante para él es la fidelidad. Y
esto significa tener la humildad de sentirse instrumentos: yo soy un lápiz en las manos de Dios. Un
trozo de lápiz con el cual Él escribe lo que quiere.

Fue una persona fiel, en el servicio a Cristo presente en los pobres. Es muy fácil hablar, pero amar
significa llorar con los que lloran. Decía así: antes mucha gente hablaba sobre los pobres, pero ahora
cada vez más gente está hablando con los pobres. Esta es la gran diferencia... los pobres deben sentirse
queridos y aceptados. Son Jesús para mí. Son 53 años de vida de las Misioneras de la Caridad, que así
se llama la congregación fundada por la Madre Teresa de Calcuta, con ya miles de religiosas y
centenares de sacerdotes que siguen esta espiritualidad al servicio de los pobres. El 7 de octubre de

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1950 la Madre Teresa, de origen albanés, nacida en Skopje, Macedonia, comenzó esta aventura
espiritual.

En sólo 6 años de su muerte Teresa de Calcuta ha sido beatificada, después de que se probara el
milagro de la curación inexplicable y repentina de una mujer de Raiganj (Bengal, India) que tenía un
tumor en el abdomen. Hay también otras dos curaciones: una mujer francesa en los Estados Unidos se
rompió numerosas costillas en un accidente de tránsito, pero quedó curada milagrosamente por llevar
en su cuello una medalla de la Madre Teresa. Y una joven palestina que sufría de cáncer afirmó que
quedó curada luego de que la Madre Teresa se le apareció en sueños y le dijo: "Niña, estás curada". La
nueva beata, esa mujer pequeñita y llena de arrugas, con una sonrisa que lo llenaba todo y una fuerza
de amor inmensa, queda como intercesora de caridad y amor. "El cristiano es alguien que se dona; que
se da a sí mismo" decía la madre; así, la vida es darse. "Dios se dona en su Hijo decía-, María nos dona a
su Hijo, y Jesús, el Hijo, se nos dona en la Eucaristía. Esta donación de sí es el amor y hay que amar
hasta que duela, porque si no, no es amor". Amar hasta que duela, así hay que dar y preguntarse ¿yo
qué doy? ¿Doy hasta que me duele, especialmente a los más necesitados? ¿En qué colaboro para
construir un mundo mejor? Y para esto no hay que ir a la India, ahí donde estoy, en mi casa: hijos,
cónyuge, vecino, compañero de trabajo, amigo... No dejes que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se
sienta mejor y más feliz. Sé la expresión viviente de la bondad de Dios; bondad en tu rostro, bondad en
tus ojos, bondad en tu sonrisa, bondad en tu cálido saludo, decía también. Recordaban estos días en
alguna publicación el famoso cuestionario de la Madre:

¿Cuál es el día más bello? Hoy


¿Cuál es la cosa más fácil? Equivocarse
¿Cuál es el obstáculo más grande? El miedo
¿Cuál es el mayor error? Abandonarse
¿Cuál es la raíz de todos los males? El egoísmo
¿Cuál es la distracción más bella? El trabajo
¿Cuál es la peor derrota? El desaliento
¿Quiénes son los mejores profesores? Los niños
¿Cuál es la primera necesidad? Comunicarse
¿Qué es lo que hace más feliz? Ser útil a los demás
¿Cuál es el misterio más grande? La muerte
¿Cuál es el peor defecto? El mal humor
¿Cuál es la persona más peligrosa? La mentirosa
¿Cuál es el sentimiento más ruin? El rencor
¿Cuál es el regalo más bello? El perdón
¿Qué es lo más imprescindible? El hogar
¿Cuál es la sensación más grata? La paz interior
¿Cuál es el resguardo más eficaz? El optimismo
¿Cuál es el mayor satisfacción? El deber cumplido
¿Cuál es la fuerza más potente del mundo? La fe
¿Quiénes son las personas más necesarias? Los padres
¿Cuál es la cosa más bella de todas? El amor.

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