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Lectura crítica del modo de leer de David Viñas y Nicolás Rosa, teóricos literarios argentinos, en relación al contexto represivo latinoamericano y las luchas feministas.
Lectura crítica del modo de leer de David Viñas y Nicolás Rosa, teóricos literarios argentinos, en relación al contexto represivo latinoamericano y las luchas feministas.
Lectura crítica del modo de leer de David Viñas y Nicolás Rosa, teóricos literarios argentinos, en relación al contexto represivo latinoamericano y las luchas feministas.
Escribir contra-cultura: la crítica argentina en clave feminista descolonial
Con cloro han intentado lavar la sangre,
y se olvidan que esas huellas son imborrables, aunque intenten blanquear nuestra memoria, la historia verdadera está escrita en tinta roja. Ciudad de color, Rebeca Lane. “No estamos asustadas, no tenemos miedo, solo mucha indignación y digna rabia” exclamó la integrante del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, Moira Millán, en la toma pacífica del Ministerio de Interior en reclamo por la protección de sus tierras, en los primeros días de octubre.1 A la par, el movimiento feminista realizaba el 34º Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en La Plata; encuentro en disputa entre lo nacional y lo plurinacional: sectores reaccionarios del feminismo clase media blanco apuntan contra las compañeras indígenas al clamor de que la patria cobija a todas las naciones, mientras que, por otro lado, el feminismo indígena, comunitario y disidente teje la lucha por la plurinacionalidad del evento al condensar los reclamos como heterogéneos y diversos en lugar de proclamar un sujeto Mujer Único, una falsa realidad homogénea/universal. Asimismo, a nivel regional en Ecuador el Movimiento Indígena apuntó contra el presidente Lenín Moreno al cuestionar la estructura del sistema económico ligado al Fondo Monetario Internacional; en una lucha contra las políticas neoliberales y los derechos territoriales de las comunidades así como la protección de la vida y de los ríos, de los recursos naturales. Estos reclamos desde la lucha encarnada, marcada por el signo de la alteridad respecto a la construcción del Estado-Nación en América Latina, es parte de un sismo irreversible: de Ecuador a Haití, Chile y, más tarde, Bolivia, primer país en la que se consuma un golpe de estado en alianza con el poder religioso. La respuesta represiva –con tinte imperialista– de las estructuras de poder apela a lo más oscuro de nuestra memoria colectiva: en primer lugar, las dictaduras del siglo XX que, mediante la represión, la tortura, la violación y la desaparición del pueblo por parte del Estado, paradójicamente, dejó un vacío en nuestra historia a la vez que imprimió una marca imborrable en ella, como señala el crítico literario Nicolás Rosa en la Encuesta sobre la década del ‘70 en la revista Tramas para leer la literatura argentina. Por otro lado, el reclamo de las mujeres indígenas así como la coyuntura golpista en Bolivia con un enemigo interno delimitado, los pueblos originarios, por las Fuerzas Armadas en complicidad con el poder político-religioso, nos lleva a re-pensar tanto la metáfora del Libro/Biblia y la metáfora de la violación de David Viñas: la violencia colonial ya no como un proceso caduco sino en constante re-significación, re- producción y asentamiento hace más de 500 años. Leer desde y cerca del cuerpo: en contra del mito liberal-colonial-patriarcal de la letra Oh, limpiaron el terreno y alguien repobló ¿quién es el pueblo? ¿y dónde están mis rasgos que no los veo? Un cambio, Sara Hebe Nicolás Rosa parte de un axioma particular: “el crimen funda la cultura” (1995: 6) puesto que aquello que podemos llamar civilización –representado en 2001, Odisea en el espacio– parte de la creación del arma fabricando al unísono la cultura y la criminalidad. El concepto de desaparición para el catedrático –de amigxs, de una biblioteca incendiada, militantes o lugares públicos– está ligado a este origen criminal de la cultura ya que implica el borramiento de los trazos, de las huellas que esas presencias marcaron en la historia. Sin embargo, esta desaparición deviene imborrable como “reivindicación de los cuerpos insepultos” (Rosa, 1996: 130). Por su parte, David Viñas propone leer la literatura argentina mediante una metáfora que remite a otro crimen como fundante: la violación.² Una violencia ejercida desde afuera hacia adentro, de un cuerpo como materia infecta –la masa, el pueblo– sobre el espíritu, es decir, las ideas – proyectadas en los escritores/poetas como programa político–. En este sentido, desde la generación de escritores románticos del ´37, entre ellos Echeverría o Mármol, en adelante, se desarrolló una literatura que tenía por objetivo nuclear al espíritu en su proyecto de país, en tanto estas ideas encuentran su seno en la cultura occidental europea; al impugnar contra el cuerpo en tanto éste representa una materia bárbara, es decir, americana. Por lo tanto, como afirma Rosa, argentino no se nace sino que se construye en un hacer desgarrado, escindido. No obstante, como señala Viñas, esta escisión devela que el universal abstracto de lo humano es falso en tanto tropieza con los límites de la división de clases: sociales, étnicas y de género. En este sentido, Rosa delimita la función de escribir como leer lo negado por la literatura como institución: ver qué es lo escribible en determinada época, nos enfrenta al Desierto de la Historia; desierto, sin embargo, producto no de la naturaleza sino del desalojo, el exterminio: como señala el teórico político peruano, Aníbal Quijano, la represión cultural y la colonización del imaginario sobre los indígenas fue acompañado de un genocidio que arrasó con 35 millones de vidas en menos de 50 años provocando una catástrofe demográfica a la par de la destrucción de la sociedad y la cultura. En el prólogo a la obra de Frantz Fanon, Jean-Paul Sartre, contornea las estrategias de la violencia colonial europea como un juego de oposiciones –indio/europeo, mujer/varón, cuerpo/espíritu– al fabricar en las tierras ocupadas una “burguesía de colonizados” (Sartre, 1968: 126) asegurándose la estratificación de estas sociedades y suprimiendo la voluntad de rebelión al oponer a integrantes del mismo pueblo en su contra. De este modo, deshumanizan al colonizado al arrancarles las tradiciones, los idiomas, es decir, en un doble gesto, destruir sus culturas y colonizar el campo epistémico indígena. En este sentido, el ataque contra las cholas en Bolivia se lee como un avance de la violencia colonial: como señala Eugenia Figueroa, feminista indígena mendocina, en sintonía con la feminista del Abya Yala, Adriana Guzmán, la quema de la Whipala así como la persecusión a las mujeres, ahorcadas con sus propias trenzas, o mismo el gesto simbólico de cortárselas a la fuerza, y, luego, violadas, representa un avance profundamente colonial y patriarcal sobre los territorios.3 Por lo tanto, cuando Rosa remite a la tierra baldía del interior del país en contraste con la ciudad letrada –dicotomía puerto/interior– en la semiótica sarmientina en tanto espacio no- engendrado, éste lo es en tanto no fue escrito por la palabra liberal y se niega su anterioridad histórica. De este modo, desvela que la operación del progreso del humanismo liberal que impone la ley absoluta de la letra sobre la tierra latinoamericana, implicó desalojar el cuerpo de la barbarie de su materialidad para “arrinconarlo en el registro de lo imaginario” (Rosa, 2004: 112). En este sentido, como señala Rita Segato, el sistema, primero colonial y luego nacional – puesto que los ubica en continuidad–, crea no solo una elite dominante sino “sus otros significativos en su interior” (Segato, 2007: 138), es decir, identidades arrinconadas, periféricas: el Estado se entroniza a partir de sus Otros, del cuerpo residual del indígena y del gaucho periférico. A éste último le arrebatan su corporalidad y su voz puesto que, según Viñas, José Hernández sintetiza el afán romántico de fundir el espíritu del autor con el cuerpo comunitario: el gaucho como mito en oposición al indio y reconciliado en el seno de la ideología dominante. Por lo tanto, para que haya un espíritu debe haber un cuerpo otrificado y, por ende, silenciado, puesto que el proyecto colonizador no solo fabrica una elite dirigente sino que lo hace mediante el “secuestro y apropiación simbólica” (2007: 138) de lxs habitantes en las tierras ocupadas. Por lo tanto, sobre ese cuerpo desterrado al silencio se inscriben las voces/ideas de los escritores románticos en tanto burguesía de colonizados: el otro es creado inferior en tanto cuerpo infecto marcado simbólicamente por las elites y sólo existen en la gramática social como alteridad. El juego de los signos: la Historia como horizonte abierto a otro-s futuro-s posible-s La asimetría de los razonamientos “objetivos” o no objetivos es propio de la Colonia y por eso la nombramos. Nosotrxs sentí-pensamos con los cuerpos todos en el territorio. No somos ni queremos ser objetivas. Tejido de Profesionales Indígenas Al leer lo oculto en la historia mitificada, Viñas exhuma al pueblo silenciado por las elites dominantes en sus lecturas oficiales. En consecuencia, en un doble gesto, permite leer las fronteras tanto del cuerpo como del Estado: al devolverle el cuerpo a las letras, en una Historia mitificada en el espíritu en tanto cultura europea por sobre la materialidad americana, da cuenta, a la vez, de un lugar de enunciación del pueblo que fue arrebatado, por ende, también lo fue su movilidad social. Por lo tanto, el Pueblo –racializado, indígena, inmigrante– no es más que una invocación retórica del Libro del Poeta como plataforma bíblica, es decir, pedagógica. A su vez, el Libro, según el crítico argentino, servía para poblar allí donde las tierras estaban desiertas. En este sentido, el libro no sólo se inscribía en el silencio del cuerpo de las masas sino sobre la mudez de las mujeres recluidas por la violencia colonial al espacio de la vida privada, la casa, morada del escritor romántico, por su rol re-productor de la sociedad. Sin embargo, cuando Sartre lee a Fanon desvela un cuerpo insurrecto, en lucha, dispuesto a entrar en la Historia para que ésta sea verdaderamente universal, es decir, poseer, por fín, la condiciones de enunciabilidad que permiten al hombre mismo recomponerse y pronunciar su verdad: la modernidad como producto de la colonización y el progreso de las “viejas” metrópolis europeas a costa del oro, los metales, el petróleo, los recursos naturales de América y la matanza de sus raíces culturales. En este sentido, Rosa propone leer la teoría ya no como un objeto cerrado sino en constante apertura: la teoría no es sino un conjunto de ficciones en igualdad de condiciones con el hecho literario; un trazo posible para imaginar aquello que acontece en lo Real, el olvido. Con este gesto político, de considerar la producción de conocimiento como un simulacro, permite arrancar del paisaje inerte e inapelable de las posiciones estructurales naturalizadas en lecturas unívocas de la Historia haciendo estallar las posibilidades del signo, transformarlo en heterogéneo. De este modo, podríamos pensar, en sintonía con Segato, en que una introducción tanto del rasgo étnico como de género en el sistema productivo de clases permitiría la modificación de las expectativas de la sociedad. En otras palabras, desnaturalizar los rasgos que componen la estratificación de lo social produciría un desajuste del sistema al decretar la movilidad de los signos. Por ende, allí donde no circulaba el significante étnico, de género, de clase, comienza a hacerlo de modo reflexivo: con la formulación de categorías y conceptos que, en una circulación simbólica subversiva, iniciaría un proceso inclusivo y redistributivo puesto que, como sostiene la antropóloga, sistema de signos y económico se entrelazan y superponen. Por lo tanto, dar cuenta de una permanente apertura del signo es pensar la Historia como un horizonte abierto; decretar la movilidad social y evitar el desarraigo epistémico de aquellas subjetividades alternas al Estado-Nación. En términos de Segato, “agitar los signos” (2007: 144) para anarquizar con una performance defectuosa la vitrina con la que el sistema se nos presenta. En este sentido, el lenguaje inclusivo como bandera de los movimientos feministas adquiere un nuevo valor político: una circulación subversiva de las identidades donde se desnaturaliza el binomio masculino/femenino en la flexión morfológica del signo y permite jugar con el uso de las vocales; incluso la introducción de la “x” como rasgo no-binario. Asimismo, la publicación de la primera novela histórica El tren del olvido escrita por la militante mapuche, Moira Millán; que denuncia la mafia latifundista en la Patagonia y rescata su pasado del olvido a la vez que se apropia de la plataforma pedagógica-pobladora del varón blanco colono: el Libro. Incluso, dentro de las perfomances deficientes del sistema se podría considerar el hecho de la elección de un presidente indígena en Bolivia como lo fue Evo Morales y un congreso compuesto por cholas y dirigido por una mujer racializada, Adriana Salvatierra; todas paradojas, oxímoron por excelencia del proyecto político (neo)liberal-colonial-patriarcal-empresarial-religioso. De este modo, la crítica literaria en conjunción con el pensamiento descolonial y feminista permite jugar con los campos de la significación al considerarlos en permanente acto y, así, con la escritura sembrar a contra-cultura un mundo diverso, heterogéneo que apunte en contra del epistemicidio de lo local/particular en el afán imperialista de un saber universal y, por lo tanto, exclusivo.4 Notas 1- Recuperadoen:https://emergentes.com.ar/mujeres-indígenas-ocuparon-pacíficamente-el- ministerio-del-interior-en-defensa-de-sus-territorios-74b1a43e31f6 ²-En una lectura desde el presente sobre el imaginario de la violación, entendemos que éste crimen posee un fuerte arraigo a los crímenes sexuales y de género. Como señala Rita Segato en La guerra contra las mujeres la violación es un hecho criminal disciplinador y de poder: impreso como un enunciado masculino sobre la corporalidad de una mujer con fines, por un lado, verticales, para demostrar su poder sobre la víctima y, por otro lado, horizontales, en tanto establece una comunicación con sus pares varones demostrándoles así, cuánto poder posee. 3- Recuperado en: https://unidiversidad.com.ar/el-golpe-de-estado-es-una-segunda-colonizacion51 4- El epistemicidio como un dispositivo de poder de las elites y el poder eclesiástico sobre las culturas locales es un concepto elaborado y trabajado por Sirin Adlbi, teórica y feminista siria, en La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento feminista decolonial (2016). Bibliografía Quijano, Aníbal. “Colonialidad y Modernidad-Racionalidad” en Aníbal Quijano: textos de fundación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Del Signo, 2014. Panesi, Jorge. “El cuerpo de la crítica: David Viñas” en La seducción de los relatos: crítica literaria y política en la Argentina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2018. Rosa, Nicolás. El arte del olvido, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2004. –––––––––––. “Lengua y Estado: hacia una gramática de los cuerpos” en Tramas para leer la literatura argentina VºI NºII, pp 2-11, 1995. –––––––––––. “Un hacer desgarrado” en Tramas para leer la literatura argentina VªII NªIV, pp 129-131, 1996. Sartre, Jean-Paul. “Los condenados de la tierra” en Colonialismo y neocolonialismo. Situaciones V, Buenos Aires, Losada, 1968. Segato, Rita Laura. “Raza es signo” en La Nación y sus Otros: Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Política de la Identidad, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007. Viñas, David. “Itinerario del escritor argentino” en Literatura argentina y política, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Santiago Arcos editor, 2017.
Marcela Ceballos Medina, Claudia Girón Ortiz & Francisco Bustamante Díaz - Reflexiones Críticas en Torno A La Creación de Una Comisión de La Verdad en Colombia