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Escribir contra-cultura: la crítica argentina en clave feminista descolonial

Con cloro han intentado lavar la sangre,


y se olvidan que esas huellas son imborrables,
aunque intenten blanquear nuestra memoria,
la historia verdadera está escrita en tinta roja.
Ciudad de color, Rebeca Lane.
“No estamos asustadas, no tenemos miedo, solo mucha indignación y digna rabia” exclamó la
integrante del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, Moira Millán, en la toma
pacífica del Ministerio de Interior en reclamo por la protección de sus tierras, en los primeros
días de octubre.1 A la par, el movimiento feminista realizaba el 34º Encuentro de Mujeres,
Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en La Plata; encuentro en disputa entre lo nacional y lo
plurinacional: sectores reaccionarios del feminismo clase media blanco apuntan contra las
compañeras indígenas al clamor de que la patria cobija a todas las naciones, mientras que, por
otro lado, el feminismo indígena, comunitario y disidente teje la lucha por la plurinacionalidad
del evento al condensar los reclamos como heterogéneos y diversos en lugar de proclamar un
sujeto Mujer Único, una falsa realidad homogénea/universal. Asimismo, a nivel regional en
Ecuador el Movimiento Indígena apuntó contra el presidente Lenín Moreno al cuestionar la
estructura del sistema económico ligado al Fondo Monetario Internacional; en una lucha contra
las políticas neoliberales y los derechos territoriales de las comunidades así como la protección
de la vida y de los ríos, de los recursos naturales. Estos reclamos desde la lucha encarnada,
marcada por el signo de la alteridad respecto a la construcción del Estado-Nación en América
Latina, es parte de un sismo irreversible: de Ecuador a Haití, Chile y, más tarde, Bolivia, primer
país en la que se consuma un golpe de estado en alianza con el poder religioso.
La respuesta represiva –con tinte imperialista– de las estructuras de poder apela a lo más
oscuro de nuestra memoria colectiva: en primer lugar, las dictaduras del siglo XX que, mediante
la represión, la tortura, la violación y la desaparición del pueblo por parte del Estado,
paradójicamente, dejó un vacío en nuestra historia a la vez que imprimió una marca imborrable
en ella, como señala el crítico literario Nicolás Rosa en la Encuesta sobre la década del ‘70 en la
revista Tramas para leer la literatura argentina. Por otro lado, el reclamo de las mujeres
indígenas así como la coyuntura golpista en Bolivia con un enemigo interno delimitado, los
pueblos originarios, por las Fuerzas Armadas en complicidad con el poder político-religioso, nos
lleva a re-pensar tanto la metáfora del Libro/Biblia y la metáfora de la violación de David Viñas:
la violencia colonial ya no como un proceso caduco sino en constante re-significación, re-
producción y asentamiento hace más de 500 años.
Leer desde y cerca del cuerpo: en contra del mito liberal-colonial-patriarcal de la letra
Oh, limpiaron el terreno
y alguien repobló
¿quién es el pueblo? ¿y dónde están mis rasgos que no los veo?
Un cambio, Sara Hebe
Nicolás Rosa parte de un axioma particular: “el crimen funda la cultura” (1995: 6) puesto que
aquello que podemos llamar civilización –representado en 2001, Odisea en el espacio– parte de
la creación del arma fabricando al unísono la cultura y la criminalidad. El concepto de
desaparición para el catedrático –de amigxs, de una biblioteca incendiada, militantes o lugares
públicos– está ligado a este origen criminal de la cultura ya que implica el borramiento de los
trazos, de las huellas que esas presencias marcaron en la historia. Sin embargo, esta desaparición
deviene imborrable como “reivindicación de los cuerpos insepultos” (Rosa, 1996: 130). Por su
parte, David Viñas propone leer la literatura argentina mediante una metáfora que remite a otro
crimen como fundante: la violación.² Una violencia ejercida desde afuera hacia adentro, de un
cuerpo como materia infecta –la masa, el pueblo– sobre el espíritu, es decir, las ideas –
proyectadas en los escritores/poetas como programa político–. En este sentido, desde la
generación de escritores románticos del ´37, entre ellos Echeverría o Mármol, en adelante, se
desarrolló una literatura que tenía por objetivo nuclear al espíritu en su proyecto de país, en tanto
estas ideas encuentran su seno en la cultura occidental europea; al impugnar contra el cuerpo en
tanto éste representa una materia bárbara, es decir, americana. Por lo tanto, como afirma Rosa,
argentino no se nace sino que se construye en un hacer desgarrado, escindido. No obstante, como
señala Viñas, esta escisión devela que el universal abstracto de lo humano es falso en tanto
tropieza con los límites de la división de clases: sociales, étnicas y de género.
En este sentido, Rosa delimita la función de escribir como leer lo negado por la literatura
como institución: ver qué es lo escribible en determinada época, nos enfrenta al Desierto de la
Historia; desierto, sin embargo, producto no de la naturaleza sino del desalojo, el exterminio:
como señala el teórico político peruano, Aníbal Quijano, la represión cultural y la colonización
del imaginario sobre los indígenas fue acompañado de un genocidio que arrasó con 35 millones
de vidas en menos de 50 años provocando una catástrofe demográfica a la par de la destrucción
de la sociedad y la cultura. En el prólogo a la obra de Frantz Fanon, Jean-Paul Sartre, contornea
las estrategias de la violencia colonial europea como un juego de oposiciones –indio/europeo,
mujer/varón, cuerpo/espíritu– al fabricar en las tierras ocupadas una “burguesía de colonizados”
(Sartre, 1968: 126) asegurándose la estratificación de estas sociedades y suprimiendo la voluntad
de rebelión al oponer a integrantes del mismo pueblo en su contra. De este modo, deshumanizan
al colonizado al arrancarles las tradiciones, los idiomas, es decir, en un doble gesto, destruir sus
culturas y colonizar el campo epistémico indígena. En este sentido, el ataque contra las cholas en
Bolivia se lee como un avance de la violencia colonial: como señala Eugenia Figueroa, feminista
indígena mendocina, en sintonía con la feminista del Abya Yala, Adriana Guzmán, la quema de
la Whipala así como la persecusión a las mujeres, ahorcadas con sus propias trenzas, o mismo el
gesto simbólico de cortárselas a la fuerza, y, luego, violadas, representa un avance
profundamente colonial y patriarcal sobre los territorios.3
Por lo tanto, cuando Rosa remite a la tierra baldía del interior del país en contraste con la
ciudad letrada –dicotomía puerto/interior– en la semiótica sarmientina en tanto espacio no-
engendrado, éste lo es en tanto no fue escrito por la palabra liberal y se niega su anterioridad
histórica. De este modo, desvela que la operación del progreso del humanismo liberal que
impone la ley absoluta de la letra sobre la tierra latinoamericana, implicó desalojar el cuerpo de
la barbarie de su materialidad para “arrinconarlo en el registro de lo imaginario” (Rosa, 2004:
112). En este sentido, como señala Rita Segato, el sistema, primero colonial y luego nacional –
puesto que los ubica en continuidad–, crea no solo una elite dominante sino “sus otros
significativos en su interior” (Segato, 2007: 138), es decir, identidades arrinconadas, periféricas:
el Estado se entroniza a partir de sus Otros, del cuerpo residual del indígena y del gaucho
periférico. A éste último le arrebatan su corporalidad y su voz puesto que, según Viñas, José
Hernández sintetiza el afán romántico de fundir el espíritu del autor con el cuerpo comunitario:
el gaucho como mito en oposición al indio y reconciliado en el seno de la ideología dominante.
Por lo tanto, para que haya un espíritu debe haber un cuerpo otrificado y, por ende, silenciado,
puesto que el proyecto colonizador no solo fabrica una elite dirigente sino que lo hace mediante
el “secuestro y apropiación simbólica” (2007: 138) de lxs habitantes en las tierras ocupadas. Por
lo tanto, sobre ese cuerpo desterrado al silencio se inscriben las voces/ideas de los escritores
románticos en tanto burguesía de colonizados: el otro es creado inferior en tanto cuerpo infecto
marcado simbólicamente por las elites y sólo existen en la gramática social como alteridad.
El juego de los signos: la Historia como horizonte abierto a otro-s futuro-s posible-s
La asimetría de los razonamientos “objetivos” o no objetivos es propio de la Colonia y por eso la nombramos.
Nosotrxs sentí-pensamos con los cuerpos todos en el territorio. No somos ni queremos ser objetivas.
Tejido de Profesionales Indígenas
Al leer lo oculto en la historia mitificada, Viñas exhuma al pueblo silenciado por las elites
dominantes en sus lecturas oficiales. En consecuencia, en un doble gesto, permite leer las
fronteras tanto del cuerpo como del Estado: al devolverle el cuerpo a las letras, en una Historia
mitificada en el espíritu en tanto cultura europea por sobre la materialidad americana, da cuenta,
a la vez, de un lugar de enunciación del pueblo que fue arrebatado, por ende, también lo fue su
movilidad social. Por lo tanto, el Pueblo –racializado, indígena, inmigrante– no es más que una
invocación retórica del Libro del Poeta como plataforma bíblica, es decir, pedagógica. A su vez,
el Libro, según el crítico argentino, servía para poblar allí donde las tierras estaban desiertas. En
este sentido, el libro no sólo se inscribía en el silencio del cuerpo de las masas sino sobre la
mudez de las mujeres recluidas por la violencia colonial al espacio de la vida privada, la casa,
morada del escritor romántico, por su rol re-productor de la sociedad. Sin embargo, cuando
Sartre lee a Fanon desvela un cuerpo insurrecto, en lucha, dispuesto a entrar en la Historia para
que ésta sea verdaderamente universal, es decir, poseer, por fín, la condiciones de enunciabilidad
que permiten al hombre mismo recomponerse y pronunciar su verdad: la modernidad como
producto de la colonización y el progreso de las “viejas” metrópolis europeas a costa del oro, los
metales, el petróleo, los recursos naturales de América y la matanza de sus raíces culturales.
En este sentido, Rosa propone leer la teoría ya no como un objeto cerrado sino en
constante apertura: la teoría no es sino un conjunto de ficciones en igualdad de condiciones con
el hecho literario; un trazo posible para imaginar aquello que acontece en lo Real, el olvido. Con
este gesto político, de considerar la producción de conocimiento como un simulacro, permite
arrancar del paisaje inerte e inapelable de las posiciones estructurales naturalizadas en lecturas
unívocas de la Historia haciendo estallar las posibilidades del signo, transformarlo en
heterogéneo. De este modo, podríamos pensar, en sintonía con Segato, en que una introducción
tanto del rasgo étnico como de género en el sistema productivo de clases permitiría la
modificación de las expectativas de la sociedad. En otras palabras, desnaturalizar los rasgos que
componen la estratificación de lo social produciría un desajuste del sistema al decretar la
movilidad de los signos. Por ende, allí donde no circulaba el significante étnico, de género, de
clase, comienza a hacerlo de modo reflexivo: con la formulación de categorías y conceptos que,
en una circulación simbólica subversiva, iniciaría un proceso inclusivo y redistributivo puesto
que, como sostiene la antropóloga, sistema de signos y económico se entrelazan y superponen.
Por lo tanto, dar cuenta de una permanente apertura del signo es pensar la Historia como
un horizonte abierto; decretar la movilidad social y evitar el desarraigo epistémico de aquellas
subjetividades alternas al Estado-Nación. En términos de Segato, “agitar los signos” (2007: 144)
para anarquizar con una performance defectuosa la vitrina con la que el sistema se nos presenta.
En este sentido, el lenguaje inclusivo como bandera de los movimientos feministas adquiere un
nuevo valor político: una circulación subversiva de las identidades donde se desnaturaliza el
binomio masculino/femenino en la flexión morfológica del signo y permite jugar con el uso de
las vocales; incluso la introducción de la “x” como rasgo no-binario. Asimismo, la publicación
de la primera novela histórica El tren del olvido escrita por la militante mapuche, Moira Millán;
que denuncia la mafia latifundista en la Patagonia y rescata su pasado del olvido a la vez que se
apropia de la plataforma pedagógica-pobladora del varón blanco colono: el Libro. Incluso,
dentro de las perfomances deficientes del sistema se podría considerar el hecho de la elección de
un presidente indígena en Bolivia como lo fue Evo Morales y un congreso compuesto por cholas
y dirigido por una mujer racializada, Adriana Salvatierra; todas paradojas, oxímoron por
excelencia del proyecto político (neo)liberal-colonial-patriarcal-empresarial-religioso. De este
modo, la crítica literaria en conjunción con el pensamiento descolonial y feminista permite jugar
con los campos de la significación al considerarlos en permanente acto y, así, con la escritura
sembrar a contra-cultura un mundo diverso, heterogéneo que apunte en contra del epistemicidio
de lo local/particular en el afán imperialista de un saber universal y, por lo tanto, exclusivo.4
Notas
1-
Recuperadoen:https://emergentes.com.ar/mujeres-indígenas-ocuparon-pacíficamente-el-
ministerio-del-interior-en-defensa-de-sus-territorios-74b1a43e31f6
²-En una lectura desde el presente sobre el imaginario de la violación, entendemos que éste
crimen posee un fuerte arraigo a los crímenes sexuales y de género. Como señala Rita Segato en
La guerra contra las mujeres la violación es un hecho criminal disciplinador y de poder: impreso
como un enunciado masculino sobre la corporalidad de una mujer con fines, por un lado,
verticales, para demostrar su poder sobre la víctima y, por otro lado, horizontales, en tanto
establece una comunicación con sus pares varones demostrándoles así, cuánto poder posee.
3-
Recuperado en: https://unidiversidad.com.ar/el-golpe-de-estado-es-una-segunda-colonizacion51
4-
El epistemicidio como un dispositivo de poder de las elites y el poder eclesiástico sobre las
culturas locales es un concepto elaborado y trabajado por Sirin Adlbi, teórica y feminista siria, en
La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento feminista decolonial (2016).
Bibliografía
Quijano, Aníbal. “Colonialidad y Modernidad-Racionalidad” en Aníbal Quijano: textos de
fundación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Del Signo, 2014.
Panesi, Jorge. “El cuerpo de la crítica: David Viñas” en La seducción de los relatos: crítica
literaria y política en la Argentina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2018.
Rosa, Nicolás. El arte del olvido, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2004.
–––––––––––. “Lengua y Estado: hacia una gramática de los cuerpos” en Tramas para leer la
literatura argentina VºI NºII, pp 2-11, 1995.
–––––––––––. “Un hacer desgarrado” en Tramas para leer la literatura argentina VªII NªIV, pp
129-131, 1996.
Sartre, Jean-Paul. “Los condenados de la tierra” en Colonialismo y neocolonialismo. Situaciones
V, Buenos Aires, Losada, 1968.
Segato, Rita Laura. “Raza es signo” en La Nación y sus Otros: Raza, etnicidad y diversidad
religiosa en tiempos de Política de la Identidad, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.
Viñas, David. “Itinerario del escritor argentino” en Literatura argentina y política, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Santiago Arcos editor, 2017.

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