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El despliegue del habitus en el enfrentamiento entre encapuchados y

Fuerzas Especiales en las afueras del Campus de la Universidad de


Concepción, durante las movilizaciones estudiantiles del 2011.

Carlos González Aburto


Sociólogo
Magíster (c) en Investigación Social y Desarrollo
Universidad de Concepción

Abstract: Esta investigación etnográfica estudia los enfrentamientos entre


encapuchados y Fuerzas Especiales de Carabineros en el campus central de la
Universidad de Concepción, sucedidos durante las movilizaciones estudiantiles del
2011, con miras a entenderlo no como un fenómeno explosivo y demostración de
violencia irracional, sino como una práctica ordenada que posee pautas, límites
implícitos y etapas identificables. Para ello, este trabajo se apoya en la
conceptualización del habitus según Pierre Bourdieu. Los resultados sugieren que sí
existen regularidades que se presentaron a lo largo de estos enfrentamientos, que pueden
dividirse en cuatro etapas: pre-enfrentamiento o “la llamada”; llegada de Fuerzas
Especiales y primera redada; el “ir y venir”, o el vals violento; y la arremetida final.
Cada etapa está descrita en concordancia con lo visto en terreno. Además, la consulta
con un informante clave ayudó a entregar profundidad a varias observaciones.

Palabras Clave: protestas, estudiantes, encapuchados, Fuerzas Especiales, habitus.


1. Introducción
Las movilizaciones estudiantiles del año 2011 no sólo levantaron serios
cuestionamientos a la forma en que se provee y administra la educación básica, media y
superior en Chile, sino también llevaron a la discusión sobre la legitimidad de diversas
formas de protesta y movilización política, concentrándose la mayor parte de esta
polémica específica en la lucha callejera y en las acciones violentas de grupos
encapuchados, que a ratos pareció dividir incluso al mismo movimiento estudiantil. Sin
embargo, la naturaleza de la cobertura mediática y el debate político, motivados por los
sesgos periodísticos típicos -el sensacionalismo y la imposición de agendas políticas-,
pocas veces permitió que el tema se tratase, públicamente al menos, con la profundidad
que puede otorgar una mirada sociológica.
En ese sentido, esta pequeña investigación se propone abordar la protesta
callejera no como un fenómeno de impulsividad y violencia irracional, sino como un
hecho social guiado por pautas y la reproducción de un sentido donde varios actores
escenifican ciertos roles. Para ello, se realizó un trabajo de observación etnográfica que
consistió en la asistencia a todas las marchas estudiantiles realizadas el año 2011 en
Concepción centro, pero poniendo especial atención en las etapas posteriores a ellas,
que es cuando se producen los enfrentamientos entre encapuchados y Fuerzas
Especiales. Se contó, además, con la colaboración de un informante clave ligado al
grupo de estudiantes encapuchados, quien ayudó a resaltar la importancia de detalles a
primera vista irrelevantes, a profundizar en las observaciones hechas y, en general, a
entregar información complementaria que ayudó a contextualizar las observaciones.

2. Marco Teórico
Para esta investigación, de particular utilidad resultan el concepto de habitus
Pierre Bourdieu: como lo expone en El Sentido Práctico (2007), se entiende el habitus
como “el sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas
predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios
generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser
objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines
ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente
“reguladas” y “regulares” sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas
reglas, y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción
organizadora de un director de orquestas.”
Esta investigación considera que el enfrentamiento entre encapuchados y
Fuerzas Especiales en las afueras del campo de la Universidad de Concepción (UdeC)
está definido precisamente por el conjunto de disposiciones que conforman el habitus
bourdieusiano. Esto permite concebir las refriegas no como demostraciones explosivas
de descontento, de la cual la violencia sería una manifestación de rabia contenida y
expresión más visible de acciones irreflexivas, sino como un evento que reitera y recoge
elementos de protestas anteriores: "es el habitus el que asegura la presencia activa de las
experiencias pasadas que, registradas en cada organismo bajo la forma de esquemas de
percepción, de pensamientos y de acción, tienden (…) a garantizar la conformidad de
las prácticas y su constancia a través del tiempo" (Bourdieu, 2007). En ese sentido, es
importante destacar el aspecto histórico que posee el habitus, además del papel que
juega la memoria. El habitus se despliega en un contexto o ambiente, que Bourdieu
llama campo.
El enfrentamiento entre encapuchados y policías se trata, desde este
acercamiento, de un fenómeno más ordenado del que sugiere a primera vista, orden que
puede vislumbrarse precisamente en la reiteración de las acciones a lo largo de
diferentes enfrentamientos, vale decir, en la presencia del habitus que guía a los
participantes, que les permite "habitar las instituciones" que conforman el
enfrentamiento, "apropiárselas de manera práctica (…), "reviviendo el sentido que se
encuentra depositadas en ellas, pero imponiéndoles revisiones" (Bourdieu, 2007). Cabe
destacar que no centro mi atención en los aspectos más subjetivos del habitus, de cómo
los individuos piensan, sienten o son inculcados en estas predisposiciones, sino más
bien en el cómo los sujetos, en especial los protestantes y encapuchados participan -con
sorpresiva experticia- del juego, "despliegan" el habitus en el campo que es la ciudad de
Concepción, específicamente el campus de la Universidad de Concepción.

3. Delimitando el Objeto de Estudio


Barriga y Henríquez (2003) sugieren que la mejor primera aproximación es en
forma de pregunta, la que en este caso, queda así: ¿Cómo es el despliegue del habitus en
el enfrentamiento entre encapuchados y Fuerzas Especiales en las afueras del Campus
de la Universidad de Concepción durante las movilizaciones estudiantiles del 2011?
Según los autores, esta pregunta incorpora las nociones casos (los enfrentamientos entre
encapuchados y Fuerzas Especiales), de característica a observar (el despliegue del
habitus en el enfrentamiento), de lo que queremos hacer (conocer y luego poder
describir el enfrentamiento como habitus) y del contexto (durante el conflicto
estudiantil del año 2011, en las afueras del campus central de la Universidad de
Concepción); además, reformulada como afirmación, se convierte en el objeto de
estudio a construir: “el despliegue del habitus en el enfrentamiento entre encapuchados
y Fuerzas Especiales en las afueras del Campus de la Universidad de Concepción,
durante las movilizaciones estudiantiles del 2011.”

4. Metodología
Esta investigación se basa principalmente en el uso del concepto etnográfico de
“extrañamiento” o “descotidianización”, en dónde el investigador trata de sumergirse en
la conciencia práctica de los investigados, manteniendo sin embargo la distancia propia
de ser un extraño u outsider a la situación. Es esta misma posición la que le permite ver
lo que los actores, inmersos en su sentido cotidiano, pasan por alto, o se les aparece
como obvio.
En ese sentido, la investigación consistirá en la observación no-participante de
los enfrentamientos entre encapuchados y fuerzas especiales en las afueras de la
Universidad de Concepción durante el período de las movilizaciones estudiantiles del
2011. Además, la investigación contará con el apoyo de un informante clave, quien
apoyó la investigación en terreno con comentarios, consultas y entrevistas.
Por último, quisiera aclarar que mi atención estará centrado en el enfrentamiento
en sí, no tanto en la narración de los actores sobre la protesta ni la exploración de las
dimensiones subjetivas de su experiencia (si bien recurriré secundariamente a estos
elementos como apoyo).

5. Resultados de la Observación Etnográfica

¡Paco conchetumadre yo soy de la UdeC,


paco conchetumadre yo soy de la UdeC,
saca tu perro y échate a correr,
en Chacabuco te queremos ver!
(Cántico de la marcha estudiantil)

Las primeras distinciones relevantes que emergen desde las observaciones en


terreno es que, en concordancia con lo expuesto en la introducción, el enfrentamiento
entre encapuchados y Fuerzas Especiales (FF.EE.) en la Universidad de Concepción sí
está marcado por etapas diferenciables, que se reiteran en la mayoría de los
enfrentamientos registrados, etapas cuya sucesión está además marcada por eventos
específicos. Es precisamente esta sucesión temporal la que ofrece un orden esquemático
adecuado para presentar los principales hallazgos de esta investigación, que en este caso
divide el enfrentamiento en cuatro etapas, desarrolladas cada una a continuación.

5.1. Primera Etapa: Pre-enfrentamiento y "La Llamada”


Como la investigación se llevo a cabo en el espacio del campus de la
Universidad de Concepción, las observaciones comienzan con los preparativos de los
encapuchados para atraer la atención e incitar a FF.EE. al enfrentamiento. Ahora, antes
de comenzar alguna descripción de aquella previa, hay un conjunto de elementos
importantes a describir que ayudan a contextualizar el enfrentamiento.
Primero, estas refriegas callejeras suceden en días en que hay convocada paro
nacional de estudiantes, generalmente los días jueves al mediodía, una o dos veces al
mes. Una vez realizada la marcha correspondiente, los participantes vuelven del centro
de Concepción por la Diagonal Pedro Aguirre Cerda hasta Plaza Perú y la Pinacoteca de
la Universidad. Congregada ahí la masa estudiantil, comienza un breve período que
podría calificarse como “de esparcimiento”: los asistentes compran cosas para comer en
los locales aledaños, otros tantos encienden cigarrillos, todos conversan en grupo. De
esta aglomeración, una proporción considerable se ubica en medio de la calle
Chacabuco, bloqueando la pasada de tránsito. Los autos que llegan e intentan son
pifiados y abucheados, y algunos jóvenes les bloquean intencionalmente la pasada, por
lo que deben dar la vuelta y volver en busca de otro camino. Este acto abre el
reconocimiento explícito del grupo reunido de la posibilidad del enfrentamiento que
viene. El mismo acto de obstruir el tránsito puede considerarse como el primer acto
explícito que interrumpe el flujo normal de la ciudad (la marcha misma también puede
ser considerada como tal, pero tal evento cuenta con autorización oficial).
Ahora, esta proyección hacia el enfrentamiento que viene puede parecer ser
una interpretación sin mayor validez, algo antojadiza quizás, guiada más por
suposiciones o experiencias previas que por algo concreto. Sin embargo, Pierre
Bourdieu observa un fenómeno parecido. En un pasaje de “El Sentido Práctico” señala:
“la pertenencia nativa a un campo implica el sentido del juego como arte de anticipar
prácticamente el por-venir incluido en el presente, todo lo que ocurre en él parece
sensato, es decir, dotado de sentido y objetivamente orientado en una dirección juiciosa”
(Bourdieu, 2007). El juicio de proyección debe comprenderse no como un aventureo o
divagación del observador externo, sino como parte del sentido que se desprende del
desenvolvimiento histórico del campo, mediante el cual ciertas acciones se han
impuesto como necesarias y/u obvias -se han objetivado-, y que ahora ejercen influencia
sobre los actores participantes. Así, lo que parecieran ser meros actos de bloqueo de
tránsito y gritos varios, en realidad contienen el "sentido del juego" de lo que constituirá
el enfrentamiento. El sentido del juego, dice Bourdieu, "es lo que hace que el juego
tenga sentido subjetivo, es decir una significación y una razón de ser, pero también una
dirección, una orientación, un por-venir, para aquellos que participan en él" (2007). Las
acciones de bloqueo de calle por parte del grupo no sólo implican el comienzo del
desborde de los límites habituales por donde discurren los cuerpos, sino también señalan
la disposición de los actores a entrar en el "sentido del juego", anunciando en aquel acto
lo que está por venir, de acuerdo al desarrollo histórico del habitus. Por cierto que no se
trata de : en cada instancia u ocurrencia del juego, los habitus guían pero no definen con
una lógica implacabale ni inevitable, sino que pueden ser re-evaluadas
Luego de transcurrido un lapso en este período de esparcimiento, aparecen
esporádicamente un conjunto de jóvenes de estrato bajo, que contrastan por su
apariencia juvenil (son adolescentes, en comparación con los universitarios, en su
mayoría veinteañeros): ropa y zapatillas de marca, jerga característica, etc. Estos
jóvenes integran grupos de entre 4 a 6 jóvenes de ambos sexos, que se pasean con
comodidad entre los estudiantes universitarios que vienen de la marcha. Su presencia
pareciera ser normal y esperada, ya que nunca suscita interés especial en los jóvenes
universitarios que han llegado de la marcha. Tras otro breve lapso variable, comienzan a
aparecer con aleatoridad algunos jóvenes encapuchados, que se pasean e interactúan con
la masa. La mayoría corresponde a los mismos jóvenes de estrato bajo que han
aparecido recientemente, lo que puede inferirse a partir de su ropa y con quienes
conversan, aunque también, en menor medida, corresponden a estudiantes universitarios
(de acuerdo al informante).
Cabe destacar que la cantidad de adolescentes de estrato bajo que aparecen varía
de semana a semana, de (pos)marcha en (pos)marcha, pero generalmente dicha
variación guarda una relación proporcional con la masividad de los asistentes a la
marcha recién acabada. En las tres marchas más masivas a las que se asistió (4 de
agosto, 22 de septiembre, 20 de octubre), lo normal es que estos jóvenes representaran
una proporción considerable de quienes se ubicaban en la Plaza Perú y las afueras de la
Pinacoteca. En las demás, hubo desde una aparición mínima. Lo que también varía en
proporción a estos jóvenes son la cantidad de encapuchados que aparecen al final del
período de esparcimiento, y que vienen a confirmar visualmente la proyección descrita
más arriba. Es el comienzo verificable del enfrentamiento, su primera materialización
tangible.
Ahora suceden dos hechos, separados por una cantidad variable de tiempo, que
dan fin a nuestra denominada primera etapa. El primero es la construcción de barricadas
que, dependiendo de la cantidad de encapuchados y de material disponible en la calle,
varían en cuánto a tamaño y naturaleza. Las primeras son construidas generalmente por
los jóvenes de estrato bajo encapuchados, utilizando materiales como pedazos de
madera o cholguán de construcciones cercanas, bolsas de basura encontradas en las
residencias colindantes y la universidad, incluso pedazos de infraestructura pública
(letreros, rejillas de alcantarilla, etc.) Su rol funcional es mínimo -después de todo, el
tránsito ya está cortado y una vez llegadas FF.EE. estos bloquean las calles alrededor de
la Universidad-, por lo que no parece insensato concluir que se trata de una acción
ritualista, parte del habitus del enfrentamiento, amparado en el significado simbólico de
la barricada como símbolo de la lucha social, o como señaló mi informante, una
demostración de "rebeldía activa".
El segundo hecho es la llegada de más encapuchados, pero ya no los jóvenes de
clase baja. Emergiendo casi siempre en medio de vítores y aplausos, un grupo de
encapuchados llegan corriendo por Edmundo Larenas hacia Chacabuco. Estos no son
jóvenes adolescentes de estrato bajo: son jóvenes estudiantes universitarios.
Generalmente arriban llevando vigas de madera, varios neumáticos, mochilas con
piedras, botellas de vidrio con pintura y mechas (molotovs). Llegan gritando, con una
presencia que emana agenciamiento, actuando como si quisieran ponerle fin al tiempo
de esparcimiento, declamando: “se acabó el hueveo, mierda”, “los mirones se puede ir,
ahora se lucha”, y otras frases afines. Generalmente arrojan pequeños volantes al aire,
con declaraciones desafiantes sobre educación, el movimiento estudiantil y el estado de
la política nacional.
Conviene detenernos aquí y profundizar brevemente en la tipología de
encapuchados. Esta nomenclatura se construye sobre las entrevistas y conversaciones
con el informante clave, encapuchado ligado a las movilizaciones universitarias. Un
primer tipo de encapuchado es conformado por los jóvenes de estrato bajo que habían
sido descritos anteriormente. Contrariamente a cierta interpretación apresurada, no por
esta condición se les considera no-representantes del “verdadero espíritu” de la protesta
callejera o una impertinencia que perjudica más de lo que apoya. Nuestro entrevistado
señala que estos jóvenes son los que “comienzan la cuestión”, "hacen masa", y que
luego aportan en número en el enfrentamiento con FF.EE.
El segundo grupo es el que acaba de llegar, los oficiales, con más experiencia y
prestigio, vistos incluso como portadores de experticia en el enfrentamiento callejero,
incluso con cierto status de veteranos. El entrevistado comenta que los que acarrean
piedras y material para barricada son los más nuevos, recién ingresados al grupo, y se
les asignan las tareas más pesadas. También destaca varias funciones: los que llevan
guantes son los que en general, pero no únicamente, arrojan las bombas molotovs. Dice
que es porque no pueden dejar huellas en la botella en caso de no quebrarse, ni ser
sorprendidos con bencina o parafina en las manos –para ello Carabineros usa la prueba
de hidrocarburos a los detenidos-, y también, más adelante, recogerán y lanzarán de
vuelta las bombas lacrimógenas, que cuando están activas se calientan (además del
chorro de gas caliente que expulsa).
Por último, un tercer grupo está conformado por los estudiantes universitarios en
general, personas de o cercanos a la toma y/o las movilizaciones, que se suman con
relativa flexibilidad al enfrentamiento (en el sentido de ser una opción abierta que no
necesariamente será tomada en cada oportunidad). La proporción entre cada grupo varía
de acuerdo a muchos factores, algunos fácilmente identificables (tamaño/masividad de
la marcha, momento de algidez del conflicto a nivel nacional, el clima –los días de
lluvia los enfrentamientos son pequeños, si es que los hay-, etc.), y otros que parecen ser
absolutamente contingentes (dos marchas iguales en tamaño pueden resultar en
enfrentamientos de distinta intensidad).
Una vez llegados los encapuchados, comienza una curiosa etapa en dónde la
violencia contra la propiedad comienza a escalar hasta la llegada de FF.EE. Es más,
puede plantearse que, en parte, el propósito de la escalada de violencia es precisamente
incitar a la llegada de las fuerzas policiales. Esta es una primera observación en la
extraña relación de mutua dependencia entre los encapuchados y FF.EE. Pero antes de
profundizar en este punto, veamos en qué consiste este pequeño escalamiento de
violencia.
Generalmente, con la llegada de los encapuchados oficiales, las improvisadas
barricadas construidas anteriormente se ven reforzadas con neumáticos y más madera,
rociado todo con bencina o parafina (incluso a veces son encendidas con bombas
molotov). Esto genera grandes cantidades de humo que cubre todo el sector de la Plaza
Perú. A estas alturas, una considerable porción de los estudiantes que llegaron de la
marcha ha desaparecido. Una vez encendidas las barricadas con neumáticos, existe una
diversidad de técnicas destinadas a llamar la atención y atraer a FF.EE. a la zona. La que
se reiteró con más frecuencia fue atacar la farmacia Salcobrand ubicada en Plaza Perú.
Esta farmacia generalmente cierra los días de protesta (precisamente porque ahí
conocen la inclinación de los encapuchados a atacar el local). Los ataques varían en
carácter e intensidad, y van desde patadas voladoras a la cortina de metal que protege al
local (en una ocasión llegaron a romper el vidrio detrás de la cortina). También le
arrojan molotovs a la cortina y rompen el letrero luminoso con el nombre y logo de la
farmacia. Otras formas de violencia incluyen el destrozo de infraestructura pública
(señaléticas, semáforos, etc.), cortes de luz o “cadenazos” (literalmente arrojar cadenas
al tendido eléctrico), incluso ataque a varios locales colindantes, en particular los bares
y pubs de Chacabuco (notorios, en parte, por su público de estrato medio-alto).
La reacción del público -los estudiantes no encapuchados que no se han ido- a
esta escalada de violencia –escalada porque parte con actos insignificantes, como la
construcción de barricadas en la calle Chacabuco, ya cortada por la presencia de
manifestantes y estudiantes, y termina con actos de vandalismo y daño a la propiedad-
es variada. Podría decirse que, aunque todos están pendientes de las acciones de los
encapuchados, existe un grupo que aprueba de estos actos –generalmente con aplausos-,
y otro grupo, -que por ningún motivo sumado al grupo anterior conforman la totalidad
de asistentes, hay muchos que se mantienen neutros-, que abiertamente reprueba esas
acciones mediante pifias, gritos de indignación e insultos. Por un breve momento,
ambos grupos de espectadores se enfrentan en intercambios verbales (“hippies de
mierda” les gritan, entre otras cosas, a los jóvenes que se demuestran en contra de estas
acciones; “delincuentes culiaos”, responden éstos últimos), incluso con amenazas
directa de violencia física, generalmente por parte del grupo que rechaza dichas
acciones, que se interpone entre los capuchas y la propiedad atacada. Esta división
revela las diferencias de opinión entre los estudiantes movilizados sobre el uso de estas
acciones de violencia contra la propiedad: las barricadas no suscitan este intercambio,
pero cuando son atacados los semáforos, los basureros o los locales, entonces comienza
a hacerse verbal esta diferencia.
Eventualmente, tras varios minutos de esta violencia, eventualmente hace su
aparición FF.EE. Lo que llama la atención es que los destrozos realizados por
encapuchados hasta ese momento no representan expresiones de violencia irracional o
pasiones fuera de control (aunque ciertamente eso no descarta que estas tengan un papel
que jugar), sino violencia calculada y orientada hacia un objetivo, que busca gatillar la
llegada de las fuerzas policiales. Y aquí se puede resaltar la importancia del habitus en
la investigación. Bourdieu señala que en la práctica presente del habitus los sujetos
establecen una relación con el porvenir, más bien, "el habitus se determina en función
de un porvenir probable que él anticipa" (2007). Esta violencia, entonces, como práctica
del habitus, anuncia la disposición para (y, consecuentemente, el porvenir de) el
combate callejero. Este anuncio es, a la vez, un espectáculo sin objetivo, dirigido hacia
la sociedad en general, a quienes se comunica la severidad de las acciones a tomar; y es
también un espectáculo con objetivo, dirigido hacia los rivales, de quien se espera su
respuesta histórica: las fuerzas policiales, específicamente Fuerzas Especiales. Por eso
es que hablo de "La Llamada": esta violencia constituye una especie de reto, una
invitación al enfrentamiento.

5.2. Segunda Etapa: Llegada de Fuerzas Especiales y Primera Redada


La llegada de FF.EE. da inicio a lo que se considera es la segunda etapa del
enfrentamiento. Los encapuchados y estudiantes se percatan de la llegada de vehículos
policiales a una o dos cuadras de Plaza Perú. Comienzan los gritos “¡Pacos
conchatumadres!”, “¡pacos culiaos!” y otros insultos, inundados de garabatos y
desprecio hacia las fuerzas de orden público (un tema recurrente que informa los
insultos es la falta de educación que tendrían los policías: "¡no tení ni cuarto medio paco
culiao!"). Este desprecio y desaprobación de la presencia policial no deja de percibirse
como expresión paradójica, porque el objetivo buscado en "La Llamada" era que
eventualmente llegasen. Seguidamente, con la detección de la presencia policial, casi
todos los que están en Plaza Perú corren en diferentes direcciones, una gran masa que se
despliega hacia los límites de la plaza, algunos para no volver, y otros se quedan de
observadores. Una buena porción corre hacia dentro de la Universidad por el
estacionamiento de Humanidades, o por la entrada al costado de la Casa del Arte.
Generalmente el primer vehículo en llegar es el carro lanza-aguas, el “guanaco”,
que aparece a gran velocidad arrojando agua hacia las masas que ahora corren. El
primer chorro siempre anuncia el inicio definitivo del enfrentamiento, ya que a veces
llega y se estaciona unos minutos en el área, sin moverse, como evaluando el escenario.
El carro es recibido con algunos piedrazas arrojados por encapuchados y estudiantes.
Rápidamente arriban algunas máquinas llenas de escuadrones de FF.EE., las llamadas
“kukas”, donde también se suben a los detenidos. Bajan varios funcionarios que
persiguen y atrapan a estudiantes que van huyendo, esto desde Plaza Perú hasta dentro
del mismo Campus. Varios de los funcionarios de FF.EE. llevan cámaras de video
digitales, y graban a los encapuchados para reconocerlos después sin capucha por su
ropa, calzados o formas físicas (o, al menos, esa es la creencia que tienen los estudiantes
y nuestro informante encapuchado, y no parece ser una explicación irrazonable). No
deja de extrañar, sin embargo, que precisamente porque los estudiantes corren es que
son perseguidos por FF.EE., situación incluso reconocida por varios de los mismos
estudiantes. Sin embargo, mi informante señala que si bien muchas veces los policías
parecieran detener arbitrariamente a algunas personas -con variados grados de
violencia-, otras veces van directamente detrás de algunos estudiantes connotados, sean
líderes o dirigentes del alumnado o alumnos que siempre están presentes en los
enfrentamientos. También hay ciertas actitudes paranoicas que emergen desde la
creencia que algunos alumnos o transeúntes son "sapos" o policías encubiertos, que les
señalan a Fuerzas Especiales a quienes hay que detener. No se trata de negar o afirmar
aquella sospecha, sino de dar cuenta de su existencia y de su efecto sobre los estudiantes
y encapuchados.
Con la llegada de FF.EE. al terreno comienza lentamente a negociarse un
conjunto de límites que decidirán en dónde se desarrollará la etapa siguiente, que
constituye el momento principal del enfrentamiento. Sin embargo, la misma
negociación parece estar pauteada, porque el límite siempre es el mismo: los
encapuchados y estudiantes se ubican en el estacionamiento de Humanidades y frente a
la casa del Rector, mientras que FF.EE. se ubica en Chacabuco, frente a la Plaza Perú,
donde antes estaban los estudiantes cortando el tránsito, y por la calle Edmundo
Larenas, perpendicular a Chacabuco y que también bordea uno de los costados del
campus universitario. El límite es, claramente, la línea en donde termina la vía pública y
comienzan los terrenos de la Universidad.
FF.EE. generalmente ocupa primero el estacionamiento de Humanidades con
varios carros policiales (kukas, guanacos y zorrillos -camionetas que lanzan gas
lacrimógeno-), y los estudiantes y encapuchados se repliegan hasta el foro o frente a la
Facultad de Derecho, desde dónde arrojan piedras o pedazos de cemento. Algunas veces
FF.EE. no alcanza a hacer ingreso por la presión de los encapuchados, y la frontera
temporal la forma la intersección de Chacabuco con Edmundo Larenas, con FF.EE.
ocupando la Plaza Perú y los encapuchados ubicados en dos pelotones: uno, entre la
Casa del Arte y el Arco de Medicina, desde donde se enfrentan con piedras, sean
arrojadas con la mano o con hondas, y mechas (molotovs), y lanzan burlas verbales y
gesticulan obscenamente hacia FF.EE; el otro grupo se ubica en el mismo
estacionamiento de Humanidades, generalmente haciendo lo mismo que el otro grupo,
sólo que enfrentándose a un guanaco enviado desde Víctor Lamas. De cualquier
manera, la formación de los bandos en esta parte va a depender, por una parte, de la
fuerza y asertividad de FF.EE. para hacer replegar a los capuchas y, por otra, de la
capacidad de resistencia de los encapuchados para retener dicho avance.

5.3. Tercera Etapa: Ir y Venir


Esta etapa es la de mayor duración. Hasta ahora se había hecho mención de la
curiosa y paradójica relación entre los encapuchados y FF.EE., esto porque lo que ha
primera vista parece ser una rivalidad encarnizada revela ser eventualmente una relación
casi de dependencia mutua, en tanto ambos bandos existen en la medida que exista
reconocimiento de su existencia por parte del otro, y se acomoden las acciones o roles
correspondientemente. De forma sucinta, podría decirse que los encapuchados se quejan
y combaten a la presencia generada por sus propias acciones, mientras que las FF.EE.
están ahí para detener la violencia y el desorden público que su misma presencia
produce. Corresponde ver, entonces, qué formas asume esta dependencia mutua.
El llamado “ir y venir” comienza luego de que FF.EE. se ubica en Plaza Perú y
los encapuchados ocupen el sector del estacionamiento de Humanidades y el frontis de
Rectoría. Como casi durante todo el enfrentamiento, ambos bandos se arrojan objetos
contundentes: los capuchas lanzan piedras, palos, bombas de pintura y molotovs, y
FF.EE. utiliza escopetas de gas lacrimógeno que disparan cartuchos de tres bombas a la
vez sobre el sector de los encapuchados, y de vez en cuando el guanaco o el zorrillo
hacen alguna pasada por el sector. Luego de un tiempo el aire del sector comienza a
poblarse con una densa nube del irritante gas, haciendo dificultoso permanecer en ese
ambiente.
Ahora resulta pertinente describir cierta división del trabajo que existe en el lado
de los encapuchados. La principal dificultad que deben sortear es el arrojo constante de
lacrimógenas en la zona dónde están, frente a lo cual existen varias técnicas. Las menos
complejas consisten en patear las bombas encendidas hasta que estén lejos del sector, o
tomarlas con ayuda de guantes u otro material -una vez activadas las lacrimógenas se
calientan, y el chorro de gas está ardiendo-, y arrojarlas de vuelta a FF.EE. o incluso a
los tejados de las casas colindantes (recordemos que entre los encapuchados oficiales
hay algunos que van con guantes, y que precisamente cumplen esta función). Otra
técnica popular y efectiva es ubicar en medio de la calle o el estacionamiento uno o
varios baldes con agua, en donde luego se arrojan las lacrimógenas para controlar y
mesurar el esparcimiento de su gas. Aún así, a veces el aire puede resultar sumamente
irritante, por lo que no es extraño ver a varios estudiantes, generalmente mujeres, que
reparten y aplican limón (conocido agente que en teoría disminuye los efectos del gas) y
aloe vera, que sacan de los jardines de la Universidad, entre los que están más
visiblemente afectados por el gas.
Ahora, como esta etapa puede prolongarse por más de tres horas, es necesario
que los encapuchados tengan una provisión constante de piedras y otros objetos. Las
molotovs y las bombas de pintura (botellas de vidrio llenas con pintura y agua) vienen
preparadas de antemano, y son de stock limitado, por lo que las piedras se transforman
la base del arsenal de los encapuchados. Como un sector sólo tienen determinada
cantidad de piedras, existen algunos capuchas que se dedican a hacer “canteras”, esto es,
romper el cemento o el pavimento en los alrededores del estacionamiento con un mazo
u otra herramienta semejante, de manera de generar una producción constante de
material para arrojar. También puede demolerse algunos asientos de piedra de la
Universidad utilizando la misma técnica.
Otra forma de provisión de piedras consiste en irlas a buscar dónde fueron
dejadas las del enfrentamiento anterior, generalmente entre el edificio de Odontología
de la Universidad y la Casa del Deporte. Una vez terminado el enfrentamiento, el
personal de aseo de la Universidad debe encargarse de despejar el terreno para hacerlo
transitable nuevamente, y terminan dejando las piedras en dicho espacio. Algunos
encapuchados portan mochilas llenas de piedras muchas veces abastecidas en aquél
intersticio, y en los enfrentamientos más prolongados, algunos estudiantes, no en pocas
ocasiones mujeres, organizan idas y vueltas a dichos lugares.
Con esta segunda mención de una división del trabajo basado en género puede
vislumbrarse un fenómeno de distribución de roles durante el enfrentamiento. Si bien es
cierto que hay encapuchadas mujeres que participan directamente en los aspectos más
violentos de la escaramuza, numéricamente dicha proporción no parece significativa,
constituyendo mejor casos de desviación u outliers, si vale en algo la analogía. Las
mujeres que participan de la lucha callejera cumplen más bien funciones de apoyo,
trayendo piedras y tratando a los más afectados por el gas lacrimógeno o el agua
irritante del guanaco.
Volviendo al tema de la organización de los encapuchados, estos puntos recién
expuestos revelan una pequeña economía bastante lejos de una mera provisión
oportunista -digamos, se toma y ocupa sólo lo que se encuentra contingentemente en el
terreno- por lo que esta observación pareciera apoyar la tesis inicial de que estos
enfrentamientos están bastante lejos de representar explosiones irracionales de violencia
y descontrol. Más bien, el sólo hecho de que el enfrentamiento se prolongue por varias
horas indica necesariamente un trabajo de constancia y de distribución eficiente, o al
menos su búsqueda, de energías y recursos.
Ahora bien, aún falta hacer frente a lo que habíamos planteado al iniciar esta
parte: a saber, qué es el ir y venir y de qué forma encarna el extrañamiento más notorio
de esta investigación. Para entender cabalmente esta parte del fenómeno, debemos
recordar que FF.EE. está ubicado en frente de Plaza Perú, dónde Edmundo Larenas
desemboca en Chacabuco. Los encapuchados están en su mayoría en el estacionamiento
de Humanidades y la calle frente a Rectoría. Generalmente, a un cuarto del camino
desde capuchas hasta FF.EE. hay ubicada una barricada, que hace de barrera para el
límite implícito que las partes han acordado, si hacemos caso, por supuesto, a sus
acciones y cómo se desarrollan.
El ir y venir representa la negociación permanente de este límite, negociación
que por cierto está estructurada en la historia del campo dónde se ejecuta, vale decir,
esta negociación encarna un despliegue ejemplar de habitus bourdieusianos. Funciona
más o menos así: FF.EE. se acerca en algunos de los carros (sea una kuka, un guanaco o
un zorrillo) a la barricada, si es un zorrillo arroja gas lacrimógeno, si es un guanaco
arroja agua irritante, y si es una kuka, he aquí lo sorprendente, generalmente no hace
nada (sólo transcurrido un par de horas de este vaivén se bajan de la kuka algunos
piquetes de FF.EE.) Los vehículos generalmente se acercan hasta tocar a la barricada,
reciben una lluvia de piedras, toscas, palos, bombas de pintura y molotovs durante unos
segundos, y luego retroceden de vuelta a la Plaza Perú entre los vítores de los
encapuchados, quienes celebran haber detenido el avance de los vehículos policiales.
Ya debe notarse por qué el ir y venir representa, quizás como una sinécdoque, al
enfrentamiento como ritual, como reproducción del campo social, la puesta en práctica
de una serie de habitus. Sin embargo, en una ocasión particular se registró un suceso
que lleva al límite esta interpretación: en una de las numerosas embestidas de FF.EE.,
un guanaco pasó por arriba de la barricada, el límite implícito, e ingresó directamente al
estacionamiento, arrojando un chorro a los encapuchados y estudiantes que estaban ahí.
No queda claro cuál fue el objetivo -mirado, claro está, desde un punto de vista
funcional ingenuo-, de aquella maniobra, si el guanaco, con su chorro de agua rígido y
con poca maniobrabilidad, decidió enfrentarse con cerca de 150 jóvenes en un terreno
abierto. El daño sufrido producto de los objetos arrojados al guanaco, desde piedras
hasta molotovs, incluso algunos jóvenes que intentaban trancar las ruedas con varas de
madera, fue tal que la máquina, tras unos dos o tres minutos de intenso bombardeo, se
retiró hasta Plaza Perú, y tras algunos minutos, llegaron mecánicos de Carabineros a
arreglar la máquina.
La pregunta que surge resulta entonces evidente: ¿por qué tal arrojo de los
conductores del guanaco, sabiendo que se verían superados en número, ofreciendo un
ejercicio inútil desde el punto de vista del enforzamiento del control, con el
correspondiente peligro físico que tal situación conlleva? La respuesta puede parecer
algo obvia: porque es emocionante, porque, como dicen los mismos estudiantes, “en el
fondo igual les gusta”. El problema es que, en general, el goce como considerado como
factor explicativo de fenómenos sociales no ha sido tomado en cuenta, al menos no
seriamente, en el sentido que sea portador de cierto prestigio como explicación. Sin
embargo, se pueden ofrecer ciertos atisbos a partir de la obra de Slavoj Zizek, cuya
lectura de Lacan se complementa bastante bien, a mi entender, con las herramientas
conceptuales de Bourdieu.
Para esto me permito una breve digresión teórica. Para Zizek (2008), toda ley (él
entiende ley como los imperativos que guían el actuar de la sociedad, no tan sólo desde
el punto de vista del derecho jurídico) cuentan con dos dimensiones: el mandato
propiamente tal (no robes, consume, ejercítate, etc.), y el modo de disfrute, goce o
jouissance que facilita la perpetuación de la regla. Así, puede interpretarse, con el
correspondiente grado de falibilidad que una deducción de esta naturaleza conlleva, que
los habitus bourdieusianos, que en este caso ejemplifican la ley, deben ser sostenidos
por formas específicas de jouissance zizekianos, vale decir, no es tan sólo que los
habitus deben hacer sentido a los actores, sino que además, para que exista el sentido
práctico propiamente tal, los actores sociales deben ser capaces de disfrutar en la propia
reproducción de dichas estructuras. Dicho goce, dice Zizek, no necesariamente tiene que
asociarse con la transgresión a las reglas implícitas, sino que su propio acatamiento o
enforzamiento puede producir disfrute: pensemos en la figura estereotípica del burócrata
que obtiene placer ciñéndose rígidamente y enforzando las pautas oficiales.
Entonces, esto que en algún momento nos pareció un exceso inexplicable, la del
guanaco intentando controlar a una muchedumbre que claramente lo sobrepasaba, cobra
nueva luz. Sí, se trata del despliegue del habitus de los actores (en este caso FF.EE.), se
reproduce con éxito las estructuras objetivadas del campo de enfrentamiento, pero es
precisamente el exceso en esa reproducción, el arrojo temerario del guanaco al
estacionamiento, en dónde se visibiliza claramente, a mi entender, las formas de goce
que sostienen y ayudan a reproducir dichas estructuras objetivadas.
De hecho, esta interpretación del goce como garante de la reproducción de los
habitus también ofrece interpretaciones interesantes respecto a otro fenómeno, esta vez
del lado de los encapuchados. Para ellos, existen una serie de triunfos simbólicos que
pueden lograrse durante esta etapa del ir y venir: hacer estallar una molotov
correctamente contra un vehículo policial o piquete, lograr que a un guanaco se le acabe
el agua, etc. Por supuesto que el habitus bourdieusiano puede explicar este
comportamiento, pero deja afuera el hecho de que para que se reproduzcan estos
objetivos deben ir acompañados de una forma específica de goce: la espectacularidad de
un guanaco en llamas también otorga una gratificación a quien arrojó la molotov y a las
espectadores que miran (generalmente aplauden y vitorean).
A media que transcurre el tiempo, gradualmente se van acercando varios
piquetes de FF.EE., generalmente grupos de entre 5 y 7 oficiales, al estacionamiento de
Humanidades. Con la ayuda de la arremetida de los vehículos, buscan el momento
preciso para entrar corriendo, sorprendiendo y sobrepasando a los encapuchados y
obligándolos a refugiarse dentro del campus. Es en este momento en que la negociación
deja de ser una mere repetición de acciones, y pasa a haber algo realmente en juego.
Tras algunos intentos fallidos o malos cálculos por parte de FF.EE., eventualmente
logran coordinarse con éxito y entran, entre piedras, palos y molotovs, al campus.

5.4. Cuarta Etapa: Arremetida Final


Como se exponía, la negociación del ir y venir eventualmente desemboca en la
siguiente fase, la arremetida final, aunque la incorporación de la palabra final no quiere
sugerir que esta etapa sea de corta duración. Esta etapa es de difícil registro por dos
motivos: la primera es que FF.EE. y encapuchados ocupan bastante violencia, ya no
desde lejos con piedras y lacrimógenas, sino cuerpo a cuerpo, e involucra palos de
madera, objetos contundentes y las respectivas armas policiales (luma, batón, etc.), por
lo que no sólo se corre el riesgo, como observador, de exponerse a violencia, sino que
FF.EE. pone especial énfasis en que no haya personas registrando lo que sucede adentro,
por lo que bloquea los accesos al público (los que ya no estaban cerrados de antemano).
La segunda es que, al contrario de las etapas anteriores, esta no se desarrolla en un área
física bien localizada, sino que la acción se extiende desde el estacionamiento de
Humanidades hasta las facultades de Educación, Ciencias Sociales, e incluso más atrás,
vale decir, a lo largo del campus completo.
Lo que sucede en esta etapa, expresado con algo de precariedad y a partir de las
pinceladas gruesas en las notas de campo, es que FF.EE. ingresa al campus y se dedica a
llevar detenidos, mientras que los encapuchados y estudiantes o se dedican a “dar cara”
(enfrentar a FF.EE. de frente) o a ocultarse en sus respectivas tomas. También es cierto
que la violencia, que se venía anunciando en la primeras dos etapas, que estaba sujeta a
ciertas reglas específicas (aunque no exenta de excesos) en la tercera etapa, encuentra
ahora una posibilidad de ser excesiva, de ya no estar contenida, y esto corre tanto la para
la ejercida por encapuchados como por FF.EE. Facilitando la expresión de esta
violencia, entre otras cosas, está la discreción otorgada por la estructura física y
extensión del campus: los espacios intersticiales entre edificios, muros, estatus y
escaleras hacen difícil un panorama general de la violencia y las acciones.
Una buena parte de los sucesos que ocurren en esta etapa llega de boca de los
estudiantes y encapuchados, y casi siempre consisten en descripciones de excesos de la
fuerza policial: golpizas, lumazos desmedidos e injustificados, disparos de balines y
lacrimógenas al cuerpo (incluso rostro) de los encapuchados/estudiantes, etc. Lo
importante no es tanto la veracidad del contenido de estos relatos (aunque ciertamente
pude comprobar que ocurren hechos de esta naturaleza), sino el relato como parte de la
veracidad del campo: estos relatos forman parte de la economía simbólica de los
estudiantes y encapuchados (sería interesante ver si existe alguna contraparte a este
fenómeno en FF.EE.), funcionando como elemento unificador de las experiencias de
este grupo, reforzando los lazos de solidaridad y escenificando los valores compartidos
por este grupo, como señaló alguna vez Erving Goffman.1
Así, FF.EE logra llevarse a algunos detenidos. Los encapuchados y estudiantes
se ocultan en sus facultades tomadas, dónde, según ellos, FF.EE. no puede entrar sin
autorización. Algunos funcionarios policiales golpean bruscamente puertas y ventanas
con afán de provocación y amedrentamiento, e incluso lanzan lacrimógenas adentro o
alrededor de los edificios. También varios estudiantes se suben a los techos de las
facultades, burlándose de FF.EE. y arrojándoles objetos. Eventualmente los efectivos
policiales desisten (aunque no queda claro si de verdad pretendían llevarse a los
estudiantes en toma o simplemente amedrentarlos). Otros estudiantes corren hacia los
cerros que rodean el campus, donde a veces son eventualmente capturados y detenidos.
En algunos casos FF.EE. hace ingresar algunos de sus vehículos al campus,
ocupándolos como apoyo en las acciones descritas anteriormente.
Eventualmente los alumnos en las tomas dejan las burlas y FF.EE. ya tiene a
varios detenidos, por lo que comienzan lentamente a agruparse en torno a los vehículos
en Plaza Perú, llevando muchos de ellos a detenidos durante esta etapa. Eventualmente
se retiran, aunque muchas veces dejando un piquete y algún vehículo estacionado en
Plaza Perú.

6. Conclusiones
El trabajo etnográfico realizado a los enfrentamientos entre FF.EE. y
estudiantes/encapuchados en las afueras del campus Concepción de la Universidad de
Concepción, esto durante las movilizaciones estudiantiles entre agosto y noviembre de
2011, revela que no se tratan de explosiones de violencia irracional e irreflexiva, de
descontento, rabia o impotencia expresada en forma de arrebatos iracundos y
descontrolados, sino que responde a un ritual con etapas distinguibles, que se repiten,
con mayor o menor flexibilidad, a través de los varios enfrentamientos que hubo en el
período estudiado.
Se distinguen cuatro etapas en todo enfrentamiento: la preparación del terreno,
en dónde aparecen las primera barricadas y actos de violencia buscan llamar la atención
y provocar la llegada de FF.EE. La segunda se inicia con la llegada de FF.EE., que
escenifica su llegada con carros lanza-aguas y llevándose a los primeros detenidos. La

1
Goffman, Erving (2009). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu
Eds.
tercera, el ir y venir, se caracteriza por una puesta en escena de una violencia pauteada,
un gran ejemplo de lo que Bourdieu llamó alguna vez la relación entre campo y habitus.
La cuarta y última etapa, la arremetida final, se caracteriza por llevar la violencia
anunciada en las etapas anteriores a una realización final, ya no sujeta a ciertos
parámetros de juego como en la etapa anterior, sino que amparada bajo la
discrecionalidad ofrecida por el campus universitario.
Con este modesto trabajo espero haber dado cuenta, aunque sea precariamente,
de los objetivos iniciales propuestos, y también haber ayudado a hacer un poco más
comprensible un fenómeno complejo y no pocas veces engañoso.

7. Bibliografía

Barriga, Omar & Henríquez, Guillermo (2003). "La presentación del objeto de studio.
Reflexiones desde la práctica docente". En: Cinta de Moebio. Revista de Epistemología
de Ciencias Sociales, No. 17.

Bourdieu, Pierre (2008). El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Goffman, Erving (2009). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos


Aires: Amorrortu Eds.

Zizek, Slavoj (2008). For they know not what they do: enjoyment as a political factor.
Londres: Verso.

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