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Es evidente, con solo leer el título de ambos libros, que nos referimos a autores
completamente diferentes, a polos opuestos, a extremos (y no de derecha).
Por un lado tenemos a Enrique Santos Calderón, primogénito de una de las familias más
influyentes del país con un escrito elocuente, fácil de entender e interpretar, evocando en
sus memorias a quienes formaron su pensamiento y personalidad, y reflexionando sobre
acontecimientos políticos históricos ocurridos en Colombia, país a veces caótico y violento
pero también maravilloso en muchas formas.
Por otro lado, y no menos importante ni interesante, esta Fernando Vallejo, defensor de los
derechos de los animales, crítico acérrimo de la religión, la falsa moral, los formalismos y la
política en Colombia. Su escrito es mucho más acido, agresivo e imponente, relata
escuetamente sus memorias, personajes, opiniones y anécdotas ocurridas a lo largo de su
vida. Un libro que probablemente escandalice a muchos pero que también de alguna
manera se vuelve divertido y apócrifo, por la forma irreverente de expresarse del autor.
Ambos autores, a su manera y dentro de sus posibilidades durante su vida, han sido
personas muy estudiadas y lectores consagrados, lo cual les ha creado un criterio propio
bastante firme, “no tragan entero”, tiene una opinión muy fuerte frente a diferentes temas
especialmente la política. Desafortunadamente, hoy en día en esta sociedad, la lectura
enriquecedora está en extinción, preferimos colapsar nuestra mente con información no
redundante que aporta poco o nada al intelecto personal. Un ejemplo claro de esto son las
marchas que hubo por estos días en nuestro país, la gran mayoría de jóvenes ni siquiera
sabían bien porque marchaban.
La idoneidad que tenemos gran parte de los colombianos para salir hacia un futuro
desconocido es grande, pero es más potente nuestra lucha por el vivir diario, por conseguir
un estatus y un ranquin social, no nos hemos apropiado de nuestras variadas culturas que
en sí es lo importante de estar en una sociedad o de pertenecer a una, nos paralizamos
cuando alguien opina diferente así no tenga razón, cuestionamos y hasta ofendemos, ¿Qué
tan importante se convierte la opinión de los demás?, por estos dictámenes cambiamos
nuestros principios, nuestros valores y hasta para algunos la moral, ¿Es posible?. El
colombiano se ha acostumbrado a escuchar y agradecer por diminuta opinión, pero solo se
debería escuchar la clara verdad y como indica Fernando vallejo “Los agradecimientos a
mí me sobran, hago el bien porque me lo dictan las palabras”.
Libros que tocan temas muy complejos y que siempre van generar disputas por diferentes
opiniones pero que nos ayuda a incrementar nuestro sentido crítico y analítico, frente la
situación del país, nuestras creencias, la ética y una moral creada por la sociedad.
Dos autores con bastantes contrastes pero también con similitudes, rebeldes, fieles consigo
mismos, a sus ideales y nadando contracorriente. Ambos narran memorias con anécdotas
que registran el proceso vital de personajes que defienden la libertad en todas sus formas
y que fueron testigos de historias frenéticas y fascinantes de este país, Colombia. Al leerlos
logramos abrir en una proporción pequeña pero bastante importante, (y escribimos pequeña
porque aún nos falta muchísimo por saber, por leer y comprender) nuestra mente y nuestros
ojos ante la situación e historia del país, si queremos generar cambios empecemos por
nosotros mismos, informémonos, salgamos de nuestra burbuja, fomentemos nuestro propio
criterio sin buscar esa aprobación y estatus social que tanto nos preocupa, y dejemos de
seguir a un grupo de personas sin saber realmente a donde vamos.