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Cuestiones de Familia a través de las fuentes.

(2006)
Mónica Ghirardi compiladora
ISBN 987-9357-60-4

IGLESIA, SEXUALIDADES Y ESTRATEGIAS


FAMILIARES DE SELECCIÓN MATRIMONIAL EN
CÓRDOBA EN EL SIGLO XVIII

M. Mónica Ghirardi

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Resulta ya casi un lugar común afirmar que en la actualidad el


matrimonio en tanto institución o sacramento está en crisis y que, en
contrapartida se multiplica, el número de parejas que cohabitan sin estar
casadas. Nuestro país no constituye una excepción en ese sentido. A la
disminución del número de matrimonios religiosos y también de uniones
civiles se suma su postergación por la generalización de la convivencia a
prueba. Susana Torrado interpreta este fenómeno como una manifestación de
la búsqueda de ampliación de la libertad individual, de la “emergencia de
una moral de la autonomía individual que rechaza la injerencia pública en el
ámbito privado”1.
Así, trabajos especializados -cuyos resultados son retomados,
difundidos y popularizados a través de los medios de comunicación masiva-
dan cuenta de una iniciación sexual en los jóvenes a edades cada vez más
tempranas, de la generalización de la convivencia previa o independiente de
la unión matrimonial; del nacimiento de hijos fuera del vínculo formalizado;
de la prolongación de la permanencia de los hijos solteros en el hogar
paterno, de donde se resisten a irse entre otros motivos, porque algunos
padres aceptan hoy que sus hijos (varones o mujeres) tengan relaciones
sexuales con sus parejas en la casa familiar, eliminando alguna de las fuerzas
que les compelía en otras épocas a tomar estado matrimonial (especialmente
a las mujeres) la satisfacción de la libido.

1
TORRADO, S. (2003:319) Historia de la familia en la Argentina moderna 1870-
2000, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
La autora agradece los enriquecedores comentarios y sugerencias recibidas de los
profesores que evaluaron este trabajo.
MÓNICA GHIRARDI

Si bien éstos constituyen fenómenos de actualidad, no pocos de


ciertos rasgos de estas y otras conductas humanas pueden rastrearse en
nuestras sociedades varios siglos atrás. Una consulta documental de archivo
puntillosa y sistemática pone en evidencia que, aunque en contextos muy
diferentes, algunos comportamientos de antaño no ofrecen contrastes tan
marcados con los que presentan algunos de los de hoy, como suele
suponerse.
En ese sentido, en la obra de reciente aparición La familia europea,
el antropólogo e historiador inglés Jack Goody enfatiza los aspectos más
relevantes de su interpretación en torno a la presunta influencia del
fenómeno de “la modernización” en la familia. Rechaza las visiones
idealizadas y esquemáticas acerca de las sociedades del pasado y un
evolucionismo simplista, niega que el afecto y el individualismo constituyan
novedades de la modernidad y que las familias complejas constituyan rasgos
exclusivos de la contemporaneidad. Afirma que en las sociedades de antaño
existían también situaciones de separaciones conyugales como resultado del
abandono de las esposas por los maridos, y que entonces también, como hoy,
algunos varones se negaban a contribuir al mantenimiento de los hijos.
Desmistifica la idea de que las denominadas familias ensambladas -en las
cuales cohabitan hijos de matrimonios anteriores con los de uniones más
recientes- constituyan una invención exclusiva de la contemporaneidad, ya
que en el pasado una esperanza de vida más baja hacía que la vida conyugal
durase períodos más cortos y que no pocas viudas y viudos volvieran a
casarse, constituyendo formas familiares complejas que se asemejaban
bastante a los hogares de parejas divorciadas y nuevamente unidas de hoy.
Por otra parte, muestra que algunos fenómenos como la violencia y los
abusos en el seno de la vida doméstica -los cuales suelen ser presentados
como propios de nuestros días- eran antaño también frecuentes en el
territorio familiar aunque menos publicita- dos que en la actualidad. En un
enfoque profundo y contrario a entender los cambios históricos como
transformaciones revolucionarias sino mas bien como un encadenamiento de
actitudes y comportamientos de largo alcance, Goody rechaza de plano la
apocalíptica visión acerca del fin de la familia, del matrimonio o del
parentesco prefiriendo el análisis empírico al enfoque teoricista en relación a
la familia moderna2.

2
Tomado de GOODY, J. (2001:162- 4) “La familia europea” en La construcción de
Europa dirigida por LE GOFF, J. Barcelona, Crítica.

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Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

Concordantes con estas ideas son los resultados de los estudios de


Joan Bestard, los cuales, en consonancia con la contundencia alcanzada por
los trabajos de Laslett y su grupo -que mostraron que la familia nuclear había
existido desde épocas mucho más lejanas de las que se creía- obligaron a
replantear la tesis que asociaba en Occidente la pérdida de fuerza de los
lazos de parentesco; la nuclearidad del hogar; la explosión de los
sentimientos y del amor en las relaciones conyugales; el reconocimiento de
la infancia entre otros, con el advenimiento de la modernidad. Bestard
concluyó que la pérdida de fuerza de las parentelas compactas se remontaría
ya al establecimiento por la Iglesia del “matrimonio voluntario” - basado en
el mutuo consentimiento de la pareja- allá por los orígenes del matrimonio
canónico, lo cual no constituiría por lo tanto un fenómeno originado en la
modernidad3.

OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN

Este trabajo no tiene como objetivo desnudar intimidades de familias


cordobesas ni destacar la nota escandalosa de ciertos hechos, la anécdota ni
la extravagancia, tampoco sacar a la luz la “verdadera historia” oculta por
abordajes más tradicionales, sino generar una contribución al conocimiento y
consiguiente comprensión de aspectos de la historia socio-cultural de
Córdoba relacionados con la formación de la pareja y del grupo familiar en
el ayer, contribuyendo a la articulación de ciertos comportamientos fami-
liares del pasado con algunos modos de vivir en familia en el presente,
superando la idea de total ruptura.
Algunos aspectos que han constituido el punto de partida de la
reflexión en este trabajo se relacionan con el interés por bucear en el sentido
e importancia del matrimonio en Córdoba durante el período colonial, en
comprender la acción desplegada y el poder de la Iglesia en relación al
casamiento; en evaluar el choque de fuerzas entre estrategias familiares de
búsqueda o preservación de ascenso social por vía del matrimonio y las
pulsiones pasionales de algunos de sus jóvenes; en sopesar las
particularidades de incidencia del factor socio-racial de pertenencia en la
formación de la unión matrimonial; en reflexionar sobre el margen de libre
juego autónomo en la selección de la pareja; en la importancia de la
preservación del honor familiar en cada nueva unión, entre las principales.

3
BESTARD, J. (1992) Parentesco y Modernidad, Barcelona, Paidós. Los conceptos
del texto están tomados de los capítulos I y II. La obra a la que se alude en el texto
corresponde, en la edición consultada de LASLETT, P. (1987) El mundo que hemos
perdido explorado de nuevo, Madrid, Alianza Universidad.

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MÓNICA GHIRARDI

Dos casos seleccionados constituyen el eje en torno del cual se


realiza el análisis. Nos hemos planteado: ¿qué criterios justifican la pre-
sentación de estos casos conjuntamente y por qué seleccionamos éstos y no
otros? pensamos que ambos testimonios, extraídos de un grueso corpus
documental de varios cientos de causas matrimoniales4 consultadas

4
En el trabajo de tesis doctoral de la autora correspondiente al libro GHIRARDI, M.
M. (2004) Matrimonios y familias en Córdoba. Prácticas y representaciones,
Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Ferreyra Editor, se analizaron series
documentales completas de causas vinculadas a la cuestión matrimonial y familiar
correspondientes a la jurisdicción de la Audiencia Episcopal del antiguo Tucumán
en el siglo XVIII y primera mitad del XIX, existentes en el Archivo del Arzobispado
de Córdoba y en los repositorios del Archivo Histórico de la Provincia. Entre las
principales: pleitos de esponsales, causas de nulidad matrimonial, juicios de
divorcio, causas de disenso; a través de las cuales hemos procurado aproximarnos a
la comprensión del sentido, la importancia y las características que tenían la
institución matrimonial y familiar en la sociedad analizada pretendido además
recorrer la distancia entre el ideal modélico construido según el mandato establecido
por la religión, la moral y las leyes, y las prácticas sociales de hombres y mujeres de
carne y hueso. En trabajos posteriores, y como derivación del compromiso asumido
con tan valiosas fuentes -la mayoría de ellas inexploradas analíticamente en Córdoba
hasta el momento desde un abordaje histórico-social- y utilizando como camino el
estudio de casos seleccionados, procuramos rescatar parte de la inmensa riqueza que
ofrece dicha documentación para el conocimiento de múltiples aspectos de la
sociedad cordobesa de la época. Historiográficamente resulta muy significativa la
producción europea y norteamericana sobre el matrimonio y la familia. En
Latinoamérica los dos países pioneros sobre los que se realizaron estudios de
Historia de la familia fueron México y Brasil. Hoy las investigaciones se han
multiplicado destacándose también Chile, Argentina y Perú por sus producciones.
Para el caso del Río de la Plata los trabajos sobre matrimonio y familia han
alcanzado importancia creciente en las últimas décadas, entre ellos pueden
mencionarse entre los que marcaron rumbos definiendo líneas de investigación:
César GARCÍA BELSUNCE (dir.) (1976) Buenos Aires 1800 - 1830, tomo I, Su gente,
Buenos Aires; Daisy REPODAS ARDANAZ (1977) El matrimonio en indias. Realidad
social y regulación jurídica, Susan SOCOLOW (1978) The Merchants of Buenos Aires,
1778 - 1810. Family and Commerce, Cambridge University Press, Cambridge;
SZCHUMAN, Mark (1988) Order, Family, and Communiiy in Buenos Aires, 1810-1860,
CICERCHIA, Ricardo (1995) La vida maridable: Ordinary Families, Buenos Aires, 1776-
1850, Tesis doctoral, Columbia University; MORENO, J. L. (2004) Historia de la
Familia en el Río de la Plata, Dentro de los estudios cordobeses centrados en cuestiones
relacionadas con la familia desde un enfoque histórico-demográfico, del fenómeno
del mestizaje y la consanguinidad pueden mencionarse los trabajos de: Alfredo
PUEY- RREDÓN (1962) Aporte documental al estudio del Mestizaje en el Río de la Plata;
Emiliano ENDREK. (1966) El mestizaje en Córdoba, siglo XVIII y principios del XIX, del
mismo autor (1967) El mestizaje en el Tucumán. Siglo XVIII Demografía comparada;
Aníbal ARCONDO, (1992) El ocaso de una sociedad estamental. Córdoba entre 1700 y
1760; Dora CELTON (1993) La población de la provincia de Córdoba a fines del siglo

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Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

presentan algunos rasgos de excepcionalidad que los hace singulares y al


mismo tiempo entendemos que los mismos reúnen características comunes a
otras tantas causas estudiadas. Esto les convierte de algún modo en únicos y
a la vez representativos del conjunto, sirviendo a los objetivos que nos
planteamos.

IGLESIA, FAMILIA Y MATRIMONIO5

Goody ha relacionado el interés eclesiástico en el control sobre los


matrimonios y su penetración en la familia, con la necesidad de lograr una
mayor distribución del poder en la sociedad, y con la búsqueda por parte de
la Iglesia, de incremento de su patrimonio material a expensas de las familias
y de los grupos de parentesco; de allí el origen según el mencionado autor,
de prohibiciones que alentaría contra los casamientos entre parientes
próximos -tanto entre consanguíneos como entre afines y más tarde también
entre parientes espirituales- contra la adopción y contra el divorcio, pues
sucesivos matrimonios de las parejas proporcionaban nuevos herederos en
las familias, cuyos derechos patrimoniales habrían entrado en colisión con
los intereses eclesiásticos de acumulación de bienes hereditarios familiares6.

XVIII (1997) Selección matrimonial y mestizaje en Córdoba; María del Carmen


FERREYRA, (1989) Nupcialidad y fecundidad en Córdoba - siglo XVII, (1997) El
matrimonio de las castas en Córdoba 1700-1779, (1998) La ilegitimidad en la ciudad y en el
campo a finales del siglo XVIII en Córdoba; Sonia COLANTONIO (1998) Evolución de las
pautas de filiación en una zona rural de la provincia de Córdoba; de estas últimas dos
autoras también (1999) Características matrimoniales en el Valle de Traslasierra durante el
siglo XVIII; M. Mónica GHIRARDI (1998) Impacto do proceso independentista nos
comportamentos matrimoniais de espanois en Córdoba; de la misma autora (2001)
Formación de la familia española en América. Cambios y pervivencias. El caso de Córdoba.
5
En materia eclesiástica Córdoba comprendía la jurisdicción del Obispado del
Tucumán, el cual abarcaba un amplio territorio. El mismo había sido creado en el
año 1570 por el papa Pío V a solicitud del rey Felipe II. Comprendía
aproximadamente los territorios de Tarija (actual Bolivia), Jujuy, Salta, Tucumán,
Santiago del Estero, La Rioja. La sede original de dicho Obispado, sufragáneo de la
Arquidiócesis de Lima estaba ubicada en Santiago del Estero. Fue en el año 1699
que la misma fue trasladada a Córdoba a instancias de Fray Manuel Mercadillo.
Recién en el año 1806 nacería el Obispado de Córdoba propiamente dicho por Bula
del Papa Pío Vil, DELLAFERRERA, N. (1980:3,4) “El Sínodo del Obispo
Mercadillo. Córdoba, 1700” en Revista Teología Buenos Aires, Universidad
Católica Argentina, tomo XVI, n° 34.
6
GOODY, J. (2001:25) Op. cit. Dicha tesis ya había sido enunciada en anteriores
producciones del autor como La evolución de la familia y del matrimonio en Europa

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MÓNICA GHIRARDI

Tanto la Iglesia como el Estado encontrarían sin embargo en la


institución familiar, un instrumento de ordenamiento y disciplina de la
sociedad, de significativa importancia, lo cual constituiría motivo de la
atención y protección que buscaron prodigar a dicha organización. Ello no
implicaría no obstante ausencia de situaciones de fricción entre el poder
eclesiástico y las familias, en circunstancias puntuales, como se verá en un
ejemplo.
Desde un punto de vista estrictamente jurídico el matrimonio era -y
es aún- una institución mixta regulada por el derecho canónico y el secular.
Las fuentes históricas más importantes del derecho matrimonial canónico
consisten en las Decretales del Papa Gregorio IX -que datan del siglo XIII- y
los Cánones del Concilio de Trento, correspondientes al siglo XVI. Las
normas sobre matrimonio establecidas en Trento regirían en España, no
solamente como derecho eclesiástico sino como leyes generales del Reino,
habiendo sido promulgadas como tales por el rey Felipe II en 1564. En
efecto, un año antes, en 1563 en su sesión del 11 de noviembre, el Concilio
de Trento había abordado frontalmente la cuestión matrimonial confirmando
la doctrina clásica de la Iglesia en dicha materia, realizando algunas
aclaraciones y profundizaciones, dejando claramente establecido entre otras
cuestiones, que el matrimonio era un sacramento de institución divina, de
carácter monogámico, indisoluble, de jurisdicción exclusiva de la Iglesia. A
través de una exaltación del estado de virginidad y castidad quedó
confirmado el celibato eclesiástico, y se dejó claramente definida la posición
de la Iglesia respecto a la diferencia entre los casamientos clandestinos y
aquéllos celebrados sin el consentimiento de los padres -si bien ambos
estaban prohibidos, los segundos no fueron declarados nulos, como los
primeros-. Entre las fuentes seculares del derecho matrimonial en la época
tratada destacan las Partidas, especialmente la Partida IV que se ocupa
específicamente de la cuestión matrimonial. Corresponde remarcar que las
Leyes de Partidas -correspondientes al siglo XIII- en su elaboración
abrevaron en las Decretales, nutriéndose de la legislación eclesiástica y
contribuyendo por ende al fenómeno de identificación de ambos derechos en
la justicia de la época. Otras fuentes seculares constituyen las recopilaciones
castellanas y legislación indiana sobre el matrimonio7. Hasta fines del siglo

(1986:cap. I y II) Op. cit. Su opinión fue refutada en parte por BRUNDAGE, J.
(2000:598) La ley, el sexo y la sociedad cristiana en la Europa medieval, México,
Fondo de Cultura Económica; este último autor contradice la idea de Goody
respecto de que un 40 % de familias de cualquier generación se quedaron sin
herederos varones legítimos por efecto de la política matrimonial encarada por la
Iglesia en la Edad Media, si bien acepta la incidenda de la normativa sobre las
herencias, no concuerda con los altos porcentajes propuestos por aquel autor.
7
En la preparación de dicha síntesis se consultó: LEVAGGI, A (1987) Manual del

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Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

XVIII el casamiento correspondía como se ha dicho a la jurisdicción


eclesiástica, operándose desde fines de la centuria una progresiva injerencia
del poder civil en las cuestiones relacionadas con el matrimonio por causas
fundamentalmente de orden político, lo cual aparejó no pocos roces y
conflictos entre ambos sectores de poder; sin embargo y en líneas generales,
y pese a las rivalidades de competencia suscitadas a fines del siglo citado,
puede decirse que ambos derechos, espiritual y secular actuaban
mancomunadamente en la prosecución de objetivos comunes, entre ellos: el
mantenimiento del orden en la sociedad. Entendiendo al Derecho como una
construcción social y teniendo presente las raíces comunes de la legislación
secular y eclesiástica vigente en la época tratada corresponde resaltar la
identificación existente entre “delito” y “pecado”, en las sociedades del
Antiguo Régimen.
El valor social asignado a la familia contribuye a explicar que cada
aspecto que regía las relaciones de las parejas legítimas estuviera en el
marco legal estrictamente controlado y prescripto tanto por la Iglesia como
por el Estado. En efecto, desde la óptica del poder, el grupo familiar
aseguraba el crecimiento demográfico del reino y constituía un instrumento
importantísimo de control del orden social, fundamento de la dominación
colonial en el Nuevo Mundo. El modelo de matrimonio monógamo e
indisoluble consagrado en Trento, y la familia de él resultante, constituía una
construcción que debía ser custodiada y preservada. La importancia asignada
a la familia como remedio a la concupiscencia se asociaba a la concepción
moral del catolicismo que limitaba la procreación y por ende la sexualidad, a
las relaciones entre esposos. El matrimonio religioso constituía, tanto para la
Iglesia como para el Estado el único espacio aceptado para la reproducción.
Engendrar hijos legítimos, criarlos y educarlos en el santo temor de Dios era
el mandato asignado a los cónyuges. De acuerdo a esta interpretación, la
sexualidad sólo era posible en el ámbito específico de la relación conyugal.
Así, la sexualidad extramatrimonial resultaba peligrosa y pecaminosa, y por
lo tanto estaba censurada. El ejercicio de una sexualidad no regulada era
interpretada como una distracción a los roles sociales que se esperaba
desempeñasen el hombre y la mujer, el varón como sostén material de la
familia, la esposa en su papel de madre y factor estabilizador del hogar.

Derecho Argentino, Buenos Aires, Depalma, t. II. Se consultó también TAU


ANZOÁTEGUI, V. (1999) “Órdenes normativos y prácticas socio-jurídicas. La
justicia” en: Academia Nacional de la Historia Nueva Historia de la Nación Argentina 2.
Período Español (1600-810 ), Buenos Aires, Planeta.

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MÓNICA GHIRARDI

TRABAJO CON FUENTES - ANÁLISIS DE CASOS


TESTIMONIALES

A. Primer caso: Enfrentamiento suscitado entre las familias Deza


y Arrascaeta por las derivaciones de la relación pasional entre sus
jóvenes doña Ana y el capitán don José8.

El casamiento de doña Ana de Deza y Carranza con don Bartolomé de


Echavarría y Sosa, celebrado el 21 de junio de 17439 cerraba un escandaloso
episodio en el cual se vieron involucrados dos jóvenes solteros hijos de
familias distinguidas de la ciudad, la mencionada Ana y José de Arrascaeta.
Los hechos y sus derivaciones habían constituido la comidilla en
los corrillos de la ciudad por varios años. Ana se casaba desflorada,
habiendo parido de soltera una hija del mencionado José, dada a luz durante
el largo pleito por incumplimiento de esponsales, resultante de la negativa
del presunto padre a contraer matrimonio con ella10.

8
Variadas fuentes documentales fueron utilizadas para el análisis de este caso. El
documento principal fue un pleito de esponsales que se halla en el Archivo del
Arzobispado de Córdoba (en adelante AAC) en cuya carátula se lee: “Expediente
sobre esponsales que demanda Doña Ana Deza vecina de Cordova contra don José
Arrascaeta en el año de 1739”; AAC, Leg. 193 (1702 -1765) tomo I, exp. 7; 198
fojas, algunas sin follar, escritas casi Integramente de ambas carillas. Se consultaron
además: AAC, Libro I de bautismos de españoles; Libros I y II de matrimonios de
españoles; Libro I de defunciones de españoles. Todos los citados correspondientes
a la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora (catedral). Otra fuente documental
consultada en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (en adelante AHPC)
fue el Registro I, Año 1789, Leg. 171, f. 199. De especial utilidad resultó el estudio
genealógico de MO- YANO ALIAGA, A. (2003) Don Jerónimo Luis de Cabrera
1528-1574. Origen y descendencia, Córdoba, Alción Editora.
9
MOYANO ALIAGA, (2003:337) Op. cit.
10
Los esponsales -de spondere, prometer- o “prometimiento que hacen de palabra
hombre y mujer cuando quieren casarse” constituían un paso previo a la celebración
del casamiento, aunque no eran un requisito indispensable para su realización.
Consistían en una promesa de futuro matrimonio cuya importancia se fundamentaba
en la necesidad de una adecuada planificación de alianzas beneficiosas por la
familia. Los esponsales podían ser calificados -cuando existía juramento o si a
continuación la pareja se unía carnalmente, con lo cual quedaba reforzado el com-
promiso- o simples, si se limitaban a la promesa. Cuando se celebraban entre
ausentes debían realizarse por medio de un procurador o de carta. La violación del

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Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

La dote para contribución a las cargas del matrimonio introducida


por la novia al casamiento con Echavarría ascendió a mil pesos en plata
sellada11, suma que, aunque modesta comparada con las que acostumbraban

juramento configuraba el delito de perjurio y convertía a su autor en reo de ambos


derechos. La edad requerida para la celebración de los esponsales era de siete años.
En teoría, según rezaban las Partidas, el padre no podía prometer a las hijas sin su
consentimiento y sin estar ellas presentes. Los esponsales contraídos creaban un
impedimento de unión legítima con otras personas para los contrayentes. Su
incumplimiento era considerado un delito y un pecado mortal. El Derecho castellano
posterior a las Partidas prohibió los esponsales “de presente” admitidos por el
mencionado Código ya que éste los equiparaba con el matrimonio llevando a la
confusión a las parejas, las cuales, al creerse casadas iniciaban la convivencia y por
ende, la vida íntima. Sólo los compromisos “de futuro” matrimonio fueron
permitidos. Cfr. LEVAGGI, A (1987:116 - 19) Ob. Cit.; se consultó además OTS
CAPDEQUI, J. M., (1945:90 -91) Manual de Historia del Derecho Español en las
Indias y del derecho propiamente indiano, Buenos Aires; Losada; ZORRAQUÍN
BECÚ, R. (1978:184) Historia del Derecho Artentino, t. I, Perrot, Buenos Aires.
Cfr. además LAS SIETE PARTIDAS DEL REY DON ALFONSO EL SABIO,
cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia y glosadas
por el Lic. Gregorio López (1861) Librería de Rosa y Bouret, París, L1, tít. 1, P. 4.
11
AHPC, Registro I Tomo 126, f. 77.
Si bien la Ley canónica no contemplaba la dote, la legislación civil obligaba a quien
detentase la patria potestad, a dotar -dentro de sus posibilidades- a las jovencitas
casaderas menores de edad si aprobaba el matrimonio y aun si lo desaprobare siendo
la novia mayor de edad. Así, los padres que contaban con medios suficientes
procuraron en ciertos casos atraer un candidato interesante como marido de sus hijas
utilizando la dote como señuelo. Del mismo modo, los candidatos a casarse
destacaban sus virtudes a fin de mostrar los méritos suficientes para hacerse
acreedores de una buena dote. Resulta evidente que la posibilidad de dotar a una hija
y la importancia del monto dotal se relacionaba estrechamente con el grupo social de
pertenencia. Desde el punto de vista legal, la dote consistía en un adelanto de
herencia que a la muerte de los padres era descontado de la hijuela hereditaria. Sólo
las hijas del sector de élite estaban en condiciones de ser favorecidas con una dote
significativa. Las familias distinguidas venidas a menos y que no disponían de
bienes suficientes tenían la posibilidad de conseguir matrimonios ventajosos a través
de los capitales simbólicos con los que contaba la familia, como una impecable tra-
dición de pureza de sangre. Desde la perspectiva patrimonial, la dote constituía un
mecanismo que contribuía a evitar la dispersión de los bienes familiares y era un
dispositivo de protección para la mujer viuda o divorciada ya que al interrumpirse la
convivencia por efecto de la muerte del marido, de una disolución matrimonial o de
una separación de cuerpos, la legislación establecía que la misma debía volver
íntegramente a su poder permitiéndole enfrentar la vida, habiendo perdido ya la
protección de la pareja. En España la dote fue introducida en la legislación de
familia en las Leyes de Toro. Cuando la dote era estimada, el marido o sus herederos
quedaban obligados a devolver el valor de lo recibido; cuando era inestimada: ello
implicaba la devolución de los mismos efectos que se habían recibido. Para la

149
MÓNICA GHIRARDI

a recibir algunas jovencitas de familias encumbradas en otras regiones del


territorio colonial español12, no era desdeñable en la pequeña ciudad
cordobesa, y quizás constituyera una satisfactoría compensación para su
novio foráneo, como para que éste obviase mayores consideraciones acerca
de los antecedentes de la vida íntima de doña Ana, y de ciertas
murmuraciones que tendían un manto de sospecha sobre los orígenes nobles
y la decencia de su familia.

anterior síntesis se ha consultado, RIZO PATRON (2000:130) Linaje, dote y poder. La


nobleza de Lima de 1700 a 1850. Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo
Editorial.
12
En relación con el monto de las dotes pudo advertirse que en Córdoba eran muy
variables y dependían, como es de suponer, del nivel de solvencia de la familia. La
decisión de la cantidad asignada a una hija debía contemplar la situación de los otros
vástagos solteros, ya que favorecer demasiado a uno suponía restar posibilidades de
lograr un buen matrimonio a otro. En ese sentido, la ley 29 de Toro declaró
inoficiosas a las dotes superiores a la mejora del tercio y quinto de los bienes del
padre, cfr. Leyes de Toro, ley XXIX: “... tomar a los otros herederos del Testador aquello
en que son inoficiosas, para que lo partan entre si, y para se decir la tal dote inoficiosa, se mire
a lo que excede de su legitima, y tercio y quinto de mejoría...”
El monto promedio de las dotes de miembros de la elite limeña -pertenecientes a
familias nobles o ennoblecidas- ha sido calculado en $38.765; resulta notable que en
algunos casos, aunque no frecuentes, las sumas se hayan elevado a cifras superiores
a los $200.000 Cfr. RIZO PATRÓN, P. (2000:149) lo cual es indicativo del
volumen alcanzado por algunas fortunas familiares en áreas de colonización central
de la Hispanoamérica colonial, como constituye el caso de la capital virreinal
limeña. Para el caso de la nobleza mexicana, el promedio calculado era aún superior,
ascendiendo a $83.845 y de $28.120 para las esposas e hijas de los mercaderes más
exitosos de la ciudad de México. Si bien se considera que en no pocos casos los
montos dotales presentados podían estar “inflados” por los padres con la intención
de asegurar casa mientos ventajosos para las hijas. Para el caso del Río de la Plata,
región periférica del imperio colonial español hasta bien avanzado el siglo XVIII, el
valor de las dotes era significativamente menor, alcanzando un promedio de $12.591
en esposas e hijas de mercaderes porteños, en datos de SOCOLOW, S., consultados
en RIZO PATRÓN, P. Op. cit. Según Carlos Birocco el monto promedio de dotes
matrimoniales en Buenos Aires para el período 1700 - 1709 fue de $6.211, cfr.
BIROCCO, C (1996:125) “Sociedad y política en Buenos Aires durante la guerra de
Sucesión Española, 1700 -1714”, tesis de licenciatura, Universidad Nacional de
Luján,. Hubo mujeres en Córdoba con dotes matrimoniales que superaron los
$10.000; otras rondaron los $5.000 o $4.000, otras que recibieron contribuciones
muchísimo más modestas; y no pocas que aportaron sólo algunos pequeños efectos o
nada, cfr. GHIRARDI, M. M. (2004) Matrimonios y familias en Córdoba, 1700 -1850.
Prácticas y representaciones, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Ferreyra Editor,
Primera parte, sub-capítulo “Contribución a las cargas del matrimonio”.

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Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

La querella criminal de matrimonio por estupro13, cópula e


incumplimiento de esponsales contra José de Arrascaeta que precedió al
casamiento mencionado había sido interpuesta el 23 de julio de 1739 por
doña Rosa de Carranza y Luna, madre de la damnificada, quien actuó en
representación de su hija con licencia para comparecer en juicio otorgada por
el obispo, en ausencia de su marido14. El escrito inicial de la demanda
requería se obligase y compeliese al estuprador a ofrecer satisfacción por el
daño ocasionado a la integridad virginal de la muchacha15.
En la iniciación del juicio, el demandado don José de Arrascaeta
propuso llevar adelante su propia defensa alegando mayoría de edad y
aptitud para dicho cometido16 en virtud de lo que parecía una manifiesta
carencia de abogados de profesión existente en la ciudad de Córdoba en la
época17. Desconociendo sus pretensiones de idoneidad, la autoridad

13
Según la definición proporcionada por el Diccionario de Autoridades de 1732, el
estupro consistía en “...ayuntamiento ilícito y forzado con virgen doncella” cfr. Tomo
II, Madrid, 1732, p. 660, citado en HERNÁNDEZ FRANCO J. y MERIÑAN
SORIANO E. (1997: 133) “Notas sobre sexualidad no permitida y honor en Lorca
(1575 -1615) Historia de la mujer e historia del matrimonio, Universidad de Murcia,
Murcia.
14
El derecho castellano limitó a la mujer en su capacidad jurídica asignándole la
categoría de un menor de edad. Desde el siglo XVI en Hispanoamérica se adoptaron
las costumbres españolas quedando la esposa bajo la autoridad del marido, quien
además era considerado el administrador natural de sus bienes. Así lo expresa en su
trabajo MURIEL, J. (1992:305) Las mujeres de Hispanoamérica: época colonial.
Mapire, Madrid, pp. 303 - 317.
A la mujer le estaba vedado ocupar cargos públicos, no podía actuar como fiadora ni
tutora -excepto la abuela viuda-. Sólo con licencia otorgada por su consorte podía
comparecer en juicio, contratar, repudiar herencias. Tomado de ZORRAQUÍN
BECÚ, R. (1978:186) Op. cit.
15
El casamiento o la dote eran las alternativas exigidas por las justicias -eclesiástica
y secular- a quien hubiese faltado a la palabra de matrimonio. Como institución
atinente al matrimonio, las cuestiones relacionadas con los esponsales pertenecía al
ámbito jurisdiccional exclusivo de acción de la Iglesia en dicha materia en la época
en que se desarrolló este pleito, con auxilio de la Real justicia, cuando éste le era
requerido.
16
Del expediente surge la instrucción del demandado don José de Arrascaeta, de
quien se afirmaba había sido “criado en colegio, cursando Escuela”, cfr. f. 12, en el
escrito de la defensa de Doña Ana. A los veintiséis años, José afirmaba carecer de
oficio y vivir “...de lo que su Madre le da, en cuia compañía y servicio está...” cfr. f.
40, confesión del reo.
17
Debe recordarse que en la fecha tratada aún no había sido fundada la Cátedra de
Instituta en la Universidad de Córdoba.

151
MÓNICA GHIRARDI

episcopal le intimaría a seleccionar procurador entre “los hombres de letras y


experimentados en artes, teología y negocios forenses”18 recayendo en su
hermano mayor, el sargento don Gregorio de Arrascaeta, su representación
como procurador en juicio ante el juzgado eclesiástico. Sería éste quien con
denodado empeño personificaría la defensa de los intereses de su familia
contra los Deza -defendidos a su vez por el procurador de la Audiencia
Episcopal, el capitán don Pedro de Villafañe- en un pleito reñidísimo que
habría de prolongarse en el tiempo.
¿Cómo, en qué circunstancias había perdido Ana, jovencita de sangre
española, hija de familia principal de la ciudad su doncellez, debiendo ser
llevada a la estancia familiar en la campaña para ocultar el descrédito de su
preñez?19 ¿Por qué la madre y el hermano mayor de José de Arrascaeta se
negaron rotundamente a que éste se casase con ella siendo como parecía, el
autor del embarazo?
Según la información que recoge el expediente analizado, los Deza y
los Arrascaeta, eran vecinos del mismo barrio20, y sus viviendas se ubicaban
a una cuadra de distancia sobre la calle Real en la ciudad21. Ambas familias
estaban vinculadas al comercio de mulas. Los Arrascaeta tenían ascendencia
vasca y como se verá, algunos de sus miembros alcanzarían importantes
vinculaciones políticas y sociales a través de la celebración de alianzas
matrimoniales, logrando concentrar singular cuota de poder en Córdoba.
Declaraciones de testigos de ambas partes concordaban en que Ana
frecuentaba con cierta asiduidad el hogar de José –“casa de mucho
exemplo”22- para visitar a la madre de éste, doña Micaela Ferreyra, y a sus

18
AAC, Pleito de Esponsales analizado, f. 10.
19
Cfr. f. 31 vto. Del mencionado pleito.
20
Es frecuente en el expediente la utilización de este vocablo refiriéndose a vecinos que ha-
bitaban en las proximidades de un sector de la ciudad.
21
Varones de ambas familias estaban vinculados al comercio de muías, ello les llevaba a em-
prender largos viajes para atender el giro mercantil. Así, Melchor de Deza, padre de Ana llegó
hasta el Cuzco como consecuencia del desarrollo de esta actividad. Gregorio de Arrascaeta y su
hermano José, el acusado en el pleito tratado, también se ocupaban del trato de mulas. En el
expediente Gregorio declaraba, varios meses después de iniciado el juicio, que como
consecuencia de la defensa de su hermano en el pleito se veía obstaculizada dicha empresa
mercantil con la cual mantenía a su madre viuda, a cuatro hermanas huérfanas “y demas
crecida familia”, ello le llevaría a solicitar permiso al obispo para ausentarse de la ciudad
provocando de la contraparte acusaciones de dilación voluntaria de la causa, cfr. f. 144 y 144
vto. En la hijuela hereditaria correspondiente a la herencia paterna de José de Arrascaeta parte de
los montos en bienes corresponden a ganado mular, cfr. f. 150.
22
Así identifica por ejemplo en su declaración don Thomás de Allende, vecino de

152
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

hermanas. La intimidad de la comunicación con estas mujeres le habrían


valido a la joven Deza un trato de cierta familiaridad que las mismas le
prodigaban. La madre de Ana, doña Rosa Carranza, afirmaba en los escritos
de su parte que consideraba la casa de las Arrascaeta como de intachable
moral y “tan segura como un convento de monjas”23. Esa confianza le habría
llevado, según los dichos de su defensa, a autorizar a su hija a acompañar a
las nombradas de visita unos días a la estancia del maestre de campo general
Villamonte en el tiempo de las frutas, al final del verano de 1739. Habría
sido allí donde un atardecer, llegado José a dicha propiedad movido por
noticias de enemigos que asolaban el lugar -según su declaración- que
conseguiría apartar a la jovencita de la gente a la hora del rosario echándola
por tierra detrás de la capilla. Rasgándole las ropas, presumiblemente habría
intentado vencer su voluntad para ejecutar el acceso carnal ofreciéndole
matrimonio. La imprevista llegada de Mariana, una hermana del joven, y su
manifiesto desagrado ante la escena, habría impedido la consumación del
acto carnal en la pareja. Ya de regreso a la ciudad -según las declaraciones
testimoniales de la parte damnificada- el joven continuaría rondando el
hogar de Ana tanto de día como de noche, frecuentándola en la sala, en su
ventana, y finalmente en su habitación, de donde la habría trasladado una
noche hasta su morada, disfrutándola en su lecho de soltero.
Resultado de estas relaciones sería el embarazo y posterior parto de
la muchacha, ante la pertinaz negativa de José a reparar el daño causado en
el honor de la joven y su familia a través del casamiento, incurriendo por
ende en el pecado/delito de perjurio, ante el incumplimiento de los
esponsales.
Abierto el período de prueba, una verdadera “muchedumbre de
testigos”24 fueron citados por las partes a testificar, respondiendo a la
nómina de preguntas preparadas por las respectivas defensas a fin de
esclarecer los hechos. Por la delicadeza de las cuestiones tratadas en las que
se ventilaban intimidades de miembros de familias conocidas de la ciudad,
más de un testigo se mostró renuente a concurrir, debiéndose en ciertos casos
reiterar las notificaciones de citación en más de una oportunidad para que
comparecieran.
La estrategia de la defensa de Ana se orientó a citar a declaratorias a
personas de su entera confianza y reconocida honorabilidad, varios entre
ellos hombres de la Iglesia, integrantes de su círculo de parientes,

Córdoba de 35 años, al hogar de los Arrascaeta, f. 102.


23
F. 68 vto. en declaración del español don Juan Álvarez Palomo.
24
Dicha expresión se utiliza a fojas 116 del expediente de esponsales tratado.

153
MÓNICA GHIRARDI

funcionarios importantes de la ciudad, amistades y vecinos del barrio25. La


inquisitoria apuntó a que en sus respuestas los testigos recalcaran la
reputación de familia principal de los Deza; la impecable filiación de Ana en
tanto hija legítima, nacida de santo matrimonio; confirmasen su fama y
crédito público de joven doncella íntegra de entre dieciséis y diecisiete años,
“siempre estimada, tenida y reputada en opinion de integridad y
virginidad”26, recogida en su cuarto, ocupada en las labores del hilado y el
tejido; sin salir a las visitas de la sala; sentada al lado de su madre en el es-
trado en la sala de recibo27. También se puso énfasis en que los testigos
aseverasen como habituales en las niñas doncellas de la ciudad, ciertos usos
y costumbres de Ana, como por ejemplo la salidas sin compañía de sus
progenitores a misas, novenarios y visitas a casas cercanas acompañada sólo
de criadas. Y que también era costumbre corriente que al salir los padres a
sus quehaceres quedasen las niñas solas en la casa en compañía de

25
La contraparte argüirá “tacha” y por ende nulidad de la declaración de no pocos
testigos por alegar eran parientes, paniaguados, amigos íntimos, comensales y
allegados de Doña Rosa Deza, “brotados de afecto y pasión”, -cfr. f. 140 del pleito de
esponsales- y enemigos a la vez, de los Arrascaeta, cfr. f. 136. Por su parte, también
la defensa de Ana tachará más de un testigo citado por su contraparte por
considerarlos sus comensales y allegados. Ejemplos de algunos individuos llamados
a testificar a favor de Ana Deza constituyen: don Femando de Luna y Carranza,
hermano de la progenitora y tío carnal de Ana, de treinta y cinco años; el clérigo
presbítero don Damián de Herrera, pariente en segundo grado de Rosa Carranza,
madre de Ana (eran primos hermanos). Otros ejemplos de hombres de la Iglesia
citados a declarar a favor de los Deza fueron el cura rector de la Santa Iglesia
Catedral de la ciudad, Dr. Don Juan de Molina y Don Roque de Texeda y Guzmán,
clérigo presbítero de sesenta años. Otro pariente citado fue doña Margarita Amado,
de cincuenta y cuatro años, parienta en tercer grado de la madre de Ana, quien de-
claró no firmar por no saber. Vecinos del barrio fueron por ejemplo: don Juan José
Aranguren, comerciante español de Bilbao, de veintitrés años de edad, con cuatro
años de residencia en la ciudad, quien declaró vivir “pegado” a la casa de los Deza.
Ejemplo de funcionario importante citado a declarar constituye el regidor y fiel
ejecutor, maestre de campo don Thomás Pizarro, de cuarenta y seis años, vecino del
mismo barrio de los Deza.
26
Pregunta dos del interrogatorio de la defensa de Ana, cita a fojas 18 del citado pleito de
esponsales.
27
Pleito de esponsales citado, f. 32 vto.
El desempeño de las citadas actividades eran las esperables que practicase una mujer
según el modelo femenino de educación que debía recibir en la época una joven de
familia decente. Se ha consultado sobre el tema a GONZALBO AIZPURU, P.
(1999) “La familia educadora en Nueva España: un espacio para las
contradicciones”, en Familia y Educación en Iberoamérica Pilar Gonzalbo Aizpuru,
(comp.) El Colegio de México, México, pp. 43 - 57.

154
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

domésticas28. Por supuesto, el argumento central de la defensa de la


accionante del pleito radicaba en que el acceso carnal a la jovencita se había
producido en estado de virginidad anterior, y en que el mismo había tenido
lugar bajo palabra de matrimonio otorgada por José Arrascaeta.
Cumplida la primera ronda de declaraciones de la defensa de la parte
damnificada, casi a un mes de iniciado el pleito, el obispo efectuaría
mandamiento de prisión del reo en la cárcel real de las casas del Cabildo, el
14 de agosto de 1739, ordenando al fiscal de la Audiencia Episcopal, don
Lorenzo Félix de Gigena Santisteban, librase orden de prenderlo con ayuda
del brazo seglar de la justicia. Ya encarcelado, se procedió a tomarle
puntillosa confesión, que se extenderió durante varios días -entre el 17 y el
20 del mismo mes-29. Casi dos meses después de su captura las presunciones
de fuga de la contraparte se cumplieron. En efecto, José escapó con destino a
la ciudad puerto de Buenos Aires con la intención manifiesta de embarcarse
para Europa, lo cual estuvo a punto de conseguir en dos oportunidades en
distintos momentos, habiendo sido arrestado ya a bordo de una nave por
zarpar, en una ocasión.
En la confesión que le fue tomada -previa a la fuga- todos los
argumentos del acusado se centraron en su declaración en las dudosas
cualidades morales de la familia Deza. Respecto a las mujeres, la crítica
apuntó en primer lugar a pretendidos comportamientos escandalosos que se
sucedían en dicha casa en ausencia de don Melchor, marido de doña Rosa y
padre de Ana. Se expresaba que numerosos sujetos concurrían de visita
dando música de cítara y guitarra en ciertas ocasiones. En el listado de
presuntos visitantes se mencionaba a varios individuos oriundos de España,
entre ellos a Alonso Fernández de Lozada30 -al momento del pleito ausente

28
Pleito de esponsales citado, pregunta 3 del interrogatorio f. 18.
29
Durante el tiempo en que estuvo preso el acusado, la parte demandante reclamó en
varias oportunidades por la escasa seguridad que gozaba el reo en la real cárcel de la
ciudad presumiendo la posibilidad de una fuga ya que según se afirmaba, el reo
actuaba con excesiva libertad entrando y saliendo de ésta a voluntad.
30
El nombrado era originarlo de “Galicia o Extremadura”, según un testigo, y
prófugo de los navios en donde servia, y tenia costumbre de introducirse en todas
partes por necesidad buscando caridad, asi entraría en la casa de doña Rosa
Carranza, cuya servidumbre le socorría con comida y lavado de ropa, cfr. f. 83 del
pleito de esponsales citado en la declaración del comerciante de veinticinco años
Balthazar de Nieva y Castilla, del mismo barrio de los Deza. El cuestionado
Fernández moraba en Córdoba en casa de una parienta de la madre de Ana, doña
Margarita Amado, quien era su principal benefactora durante su estancia en la
ciudad. Refiriéndose a él declaró “que lo recogió por ver que el dicho Alonso, no
tenía quien le diese un bocado de comer, ni quien le cuidase la ropa, y que el dicho
Fernández era tan pobre que no tenía mas que lo que traía en el cuerpo, y eso

155
MÓNICA GHIRARDI

en Chile-. Según el defensor del demandado, el mencionado Fernández de


Lozada había pretendido casarse con Ana alrededor de un año y medio antes
del pleito. En ese sentido, se buscó hacer recaer en esa relación, las
sospechas de la autoría de la pérdida de la integridad moral de la jovencita.
Si bien el interrogatorio de su Ilustrísima durante la confesión de
José, tendió a promover que éste reconociese que dichos hombres habían
entrado al hogar de los Deza de su misma mano, por la familiaridad de trato
que él les dispensaba, y que era costumbre que en casas honradas de la
ciudad se recogiese, diese de comer y se lavase la ropa de hombres pobres de
España, como se hacia con los individuos que mencionaba31, el acusado no
cejó en el intento de atribuir malicia a los protagonistas de dichas visitas ex-
presando que “...muchas veces que sus padres no estaban en casa entraban
al quarto de la dicha Doña Ana así de noche como de día”32. Llegó a
afirmarse incluso que el español de referencia había dormido algunas noches
dentro de la casa de las mujeres “aunque no sabía en qué cuarto”, y que un
año antes, en confidencia durante un viaje, dicho sujeto le había referido a
José que “lograba cariños de la dicha Doña Ana”.
Estas aseveraciones desafiaban la paciencia de la defensa de Ana.
Según ésta, era indecoroso argüir que un individuo de la “clase de gente”
que era Fernández de Lozada, “por todos lados pobre, ajado, despreciable y
menesteroso” pudiese pretender casamiento con una joven hija de familia
acomodada, y constituirse en competidor como futuro consorte de José de
Arrascaeta “porque lo abatido de la fortuna corta el aliento a todo deceo”33.
En sus dichos José nunca negó el acceso carnal que había existido en
la pareja, el cual calificó como producto de la “fragilidad humana”, y si bien
en algunos momentos llegó a afirmar no haber dado palabra de casamiento a
Ana, en otros reconoció haberle prometido matrimonio, pero condicionado a

deshecho y que como tienen dicho vivía a expensas de esta declarante...” f. 77 vto,
pleito de esponsales tratado.
31
F. 52 vto. del mismo pleito.
32
Cfr. f. 92: Entre los sujetos “de poco recato o libiandad” en su comportamiento de
diferentes estados y calidades que según la parte demandada, concurrían de visita a la casa de la
familia Deza, además de Fernández de Lozada se citaba a don Gerónimo Durán, Domingo Cler,
Juan José de Aranguren de Bilbao, de veintitrés años de edad; también a don Simón Mardones,
Justo Quijano, Agustín Navarro, don Miguel Antonio Cariaga y otros, ver f. 41; aparecen
mencionados también Juan Álbares Palomo, natural de Villa de Antequera en el Reino de Gra-
nada, de treinta años, Domingo Palacios, Agustín Navarro, Juan Luis Tárelo, Vicente Piñero,
Baltasar de Nieva.
33
Cfr. f. 53 del pleito analizado. Otra testigo, doña Cathalina de Cabrera, calificaba al referido
Fernández como “pobre sin aliento” ver f. 123.

156
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

su “perfecta integridad y virginidad”34 pretendiendo ser eximido así de su


obligación, dado que arguyó “no la había conocido íntegra desde que se le
entregó”35.
Pero las dudas sembradas acerca de la reputación moral de Ana
constituían sólo una parte de la embestida de sus contrarios. El argumento
posiblemente más infamatorio esgrimido por Gregorio de Arrascaeta,
hermano y procurador del demandado, consistía en poner en duda la nobleza
de nacimiento de su familia. Como el padre de Ana era nacido en Jujuy y
conocido como hijo natural, astutamente Gregorio preguntaba en uno de sus
escritos: ¿Quién es Melchor Deza?36 y argüía que los testigos mal podían
afirmar que los Deza eran una familia noble y principal de las primeras de la
ciudad37 siendo que no se tenía certeza en Córdoba sobre quiénes eran los
padres del jefe de la familia fundada en estas tierras. Hacía extensivo a
continuación al resto de su familia el oprobio de posibles oscuros orígenes
del progenitor, argumentando además acerca de la esposa que “la mujer
noble no goza del privilegio de la nobleza mientras estuviese casada con el
innoble”38 y cubría además a los hijos del matrimonio con un manto de
sospechas por un doble motivo. El primero fundamentado en que la calidad
de los hijos dimanan del padre; y el siguiente como resultado de la que
consideraba una dudosa filiación paterna, como resultado de lo que
consideraba la “escasas fidelidad y lealtad” con que doña Rosa había
transcurrido su vida conyugal. Así afirmaba:

34
Cfr. f. 25 del citado expediente.
35
Cfr. f. 46 del citado expediente.
36
Don Melchor de Deza y Tovar, nacido en Jujuy en 1686 tenía cincuenta y tres
años al iniciarse el juicio, según estudios genealógicos existentes, era hijo natural del
capitán don Antonio Rodríguez de Deza y de doña Luisa de Tovar. Cumplió la
función de Alcalde de Aguas en el año 1725, su grado de sargento mayor y su
fortuna, un patrimonio de $11.169, 6 reales fueron declarados en escritura en 1720 -
capital al que se agregaba la dote introducida al matrimonio por doña Carranza,
estimada en 2.521 pesos. La mujer tendría treinta y cinco años al iniciarse el pleito,
por lo que la diferencia de edad con su marido rondaría los dieciocho años. Ya viuda
de su primer matrimonio doña Rosa volvería a casarse a los cincuenta y siete años
con don Juan Coll, cfr. MOYANO ALIAGA, A. (2003:337) Ob. Cit.
37
Todos los testigos le reconocían dicha calidad, afirmando que la familia Deza
estaba reputada de “las más principales de esta ciudad por ser, y estar
emparentada, con los hombres mas nobles de ella”, así se afirmaba entre otras en la
declaración del presbítero don Roque de Texeda y Guzman, a fojas 39 del
expediente.
38
Cfr. f. 136 vto. en escrito del sargento mayor don Gregorio Arrascaeta.

157
MÓNICA GHIRARDI

“...como de publico y notorio es visto, cierto y sabido


en esta ciudad lo que Don Melchor Deza marido de dicha Doña
Rosa [...] ia otra ves públicamente por la calle real de esta ciudad,
viviendo en la casa donde hoy reside el Sr. Provisor, y vicario
General cura rector de esta ciudad con espada desnuda le siguió, de
que años ha, han resultado en lo publico indicios ciertos y juicios
prudentes que aún la dicha Doña Ana fue habida faltando a aquella
legal resiproca lealtad, y mutua voluntad que en el serio y santo
sacramento del matrimonio se les previene a quien le
contrahen...”39.

Como “calumniosa y terrible infamatoria”40 era interpretada por la


parte demandante la afirmación que el sargento mayor Gregorio de
Arrascaeta realizaba contra doña Rosa Carrranza y Luna, a quien adjudicaba
un comportamiento licencioso que se habría eslabonado conformando “una
cadena de desórdenes continuos” practicados hasta ese momento, recibiendo
la hija un pésimo ejemplo del “delictis carnis” de la madre, desde la niñez41.
Señalaba ausencia de “pudor mujeril inculcado a Ana durante su crianza,
también achacaba descuido y excesiva “soltura” en la educación impartida,
recalcando la falta de una :

“...continua vigilancia que las madres deben tener en


el recogimiento de sus hijas no librándolas y exponiéndolas al
manifiesto peligro de natural sensualidad dexandolas en libertad y
soledad en casas barias de el pueblo...”42.

Una presunta falta de honestidad y todo decoro en el comportamiento


de doña Carranza fueron recalcados más de una vez en los escritos de
Arrascaeta, afirmando ser tan notorio como escandaloso que un individuo
apellidado Mardones -según lo confirmaban varios de los testigos
presentados por su parte- concurriese a visitar la casa por interés en la señora
de la casa, y se quedase a dormir en ella. Adjudicaba además a Ana escasas
convicciones morales como consecuencia del que consideraba “el nefasto

39
Cfr. F. 57 vto y 58 del pleito por incumplimiento de palabra de matrimonio
tratado.
40
F. 61 vto. del mismo expediente.
41
F. 58 del pleito.
42
F. 5 del mismo expediente.

158
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

ejemplo” recibido de la madre, concluyendo que la conveniente carencia de


consejo y educación, podía haber derivado en la pérdida oculta de la
doncellez de la jovencita, sobre todo porque para ello, con “menos de una
hora”43, era suficiente.
En las argumentaciones de Gregorio resulta llamativa la utilización
de la “célebre fábula de los cangrejos”44 según la cual por más que
enseñaban los animalitos a sus hijos que anduviesen para adelante, no lo
podían conseguir por ver lo contrario en sus padres.
La sentencia del obispo, fechada el 8 de enero de 174045, emitida
algo menos de seis meses después de iniciado el pleito, fue rotundamente
contraria a Arrascaeta. Se le condenó a lo que podría considerarse una doble,
y aun una triple pena. Por una parte, se lo sentenció a la verificación del
casamiento con doña Ana de Deza, por considerarse probados los esponsales
que tenía celebrados con ella. Tampoco se le consideró exento de la culpa de
estupro y preñez infamatoria y peligro inminente de vida padecido por Ana
de la mano de su padre, como consecuencia de la deshonra que había
provocado la jovencita en su familia con su conducta indecorosa46. Se le
sentenció por ello a proveer a la damnificada de una dote compensatoria,
cuya suma se elevó a la cantidad de tres mil pesos en plata corriente,
debiendo además cubrir los gastos de alimentos, sustento, vestuario y otras
necesidades derivadas de la crianza de la niña nacida, cuya paternidad se
consideraba comprobada.
Habiendo sido el reo objeto de excomunión mayor como
consecuencia de su fuga, el obispo le asignó un plazo de seis días para que se
presentase en la cárcel a verificar el cumplimiento de lo que establecía la
sentencia, mandando colocar su nombre en tablillas en las puertas de las
iglesias de la ciudad y ordenando se continuase denunciándolo
“continuamente” en la catedral durante el ofertorio de la misa mayor,
estableciendo que si transcurrido el plazo asignado no compareciese, se
despachase mandamiento contra sus bienes, derechos o acciones que fueren
por la cantidad de $3.000, monto de la suma que había sido condenado a
entregar. Pero la familia Arrascaeta se vería afectada además por tener que

43
F. 137 del pleito citado.
44
Ibidem.
45
F. 155 y 156 del expediente de esponsales analizado.
46
Acerca de la identificación entre honra y conducta moral de las mujeres de la
familia puede consultarse: CICERCHIA, R. (1998) (Compilador) “Sensatez y
sentimiento: La historia cultural de la familia y la construcción social del género” en
Formas Familiares, procesos históricos y cambio social en América Latina,
Biblioteca Abya-Yala, Quito-Ecuador.

159
MÓNICA GHIRARDI

asumir el pago de las costas del pleito, como consecuencia de la escasa


contención moral en la que José había supuestamente incurrido. En efecto, la
máxima autoridad episcopal ordenó que don Gregorio, su hermano y
procurador, se hiciese cargo de hacer efectivo el pago de todas las costas del
proceso -las mismas ascendían a $ 255,2 reales, suma por demás apreciable
para la estancada economía cordobesa de la primera mitad del siglo XVIII47.
Aquéllas eran épocas de plena jurisdicción de la Iglesia católica en
temas relacionados con el santo matrimonio, ya que su potestad no se
limitaba a cuestiones de naturaleza simplemente espiritual, como sucedería a
partir del último tercio del siglo XVIII cuando la autoridad regia comenzase
a recortar jurisdicciones. Cómo venía sucediendo desde hacía siglos, su
poder de decisión alcanzaba entonces también a los aspectos materiales de
las sagradas nupcias. La amplísima capacidad resolutiva del obispo en dichas
cuestiones, único juez en su diócesis48, se trasuntaba en la pompa con que el
español don José Antonio Gutiérrez de Zevallos49 -obispo y por ende,
máxima autoridad de la Audiencia Episcopal de Córdoba del antiguo
Tucumán desde 1731, y a partir de 1740 arzobispo de Lima- encabezaba
cada una de sus resoluciones acompañando su nombre y apellido con la
leyenda: “Cavallero de la Orden de Santiago por la Gracia de Dios y de la
Santa Sede Apostólica, Obispo de esta Santa Iglesia del Consejo de su
Majestad”.
La causa no tuvo pronto fin tras el dictado de la sentencia, y se
prolongó durante bastante tiempo más50. Durante ese lapso, sucesivos y
reiterados pedidos de clemencia de la parte afectada por la sentencia fueron
interpuestos ante una pena que consideraba demasiado estricta. Sin
resignarse al resultado que había tenido el pleito en primera instancia, el
defensor del excomulgado José pretendía conseguir la nulidad del veredicto

47
Cfr.f. 15 y 155 vto. A fojas 179 del mismo expediente de esponsales consta el
recibo de pago efectuado cancelando los gastos procesales firmado por el Promotor
fiscal del Obispado, don Pedro José Benítez, el 26 de marzo de 1740.
48
Sobre el tema de la autoridad episcopal consultar: DELLAFERRERA, N. (2000)
“El Obispo, único Juez en la diócesis” en Academia Nacional de Derecho y Ciencias
Sociales de Córdoba, Separata de Cuadernos de Historia, Córdoba, N° 9, pp. 137 -
148.
49
El obispo de la Audiencia episcopal con sede en Córdoba y luego arzobispo de
Lima, José Antonio Gutiérrez de Zevallos había nacido en España y fue el único
obispo canonista que tuvo Córdoba. Fue además fundador de la reducción de los
indios vilelas de Córdoba, sita en las proximidades de la actual Villa Allende.
Agradecemos al Lic. Alejandro MOYANO ALIAGA habernos brindado dicha
información.
50
Aún continuaban las actuaciones a fines de enero del año 1741, cfr. f. 192 vto. del
pleito de esponsales analizado.

160
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

y suspender la ejecución de la sentencia con el argumento de que era


excesivo aplicar más de un castigo por un solo delito. Arrascaeta procuraba
ensayar el camino de la vía recursiva de apelación ante el juez metropolitano
de La Plata, así como lograr el amparo del real auxilio de la justicia secular.
Habiendo parido Ana una hija durante el transcurso del juicio, los
reclamos de su defensa insistían en exigir la pronta ejecución de la sentencia
para enfrentar los gastos de crianza, mientras José permanecía aún prófugo.
De la hijuela patrimonial de la división y partimiento de la herencia del
maestre de campo don Antonio de Arrascaeta -padre de ambos hermanos-
que Gregorio fue obligado a exhibir, surgió que el monto correspondiente a
José por legítima paterna alcanzaba a $2.649,7 reales, compuestos por
prendas de vestir, un esclavo, muebles, ganado mular y montos de acreencia
de deudas entre las principales51. Ante el argumento de Gregorio relativo a la
insolvencia de su hermano menor para afrontar la entrega de la suma que se
le exigía, la defensa de Ana propuso la venta del esclavo Basilio, para que
con el producto de la misma pudiese mantenerse a la criatura. Y hasta que
dicha venta se verificase, se sugirió la alternativa de poner a trabajar al
esclavo a fin de obtener los fondos necesarios para afrontar la crianza de la
pequeña52.
Durante un tiempo considerable Gregorio de Arrascaeta no resignó
sus intentos de alcanzar la nulidad del fallo, postergando tanto la
efectivización del pago de las costas del pleito como negándose a la entrega
de los originales del escrito de súplica y apelación a la sentencia que le
fueron requeridos por el obispo. Dicha actitud le valió al renombrado vecino
de Córdoba padecer, como su hermano, la humillación pública de ver
castigada su desobediencia con excomunión mayor, sufriendo también el
escarnio de la exhibición pública de su nombre clavado en tablillas en las
puertas de las iglesias de la ciudad de Córdoba53.
Alrededor de un mes permaneció en dicha situación hasta que, tras
deponer su actitud y cumplir los superiores mandatos, solicitó rendidamente
perdón, ante lo cual fue absuelto por el promotor fiscal de la Audiencia
Episcopal, quien, vestido de gala con estola y sobrepelliz en ceremonia
pública ante las puertas de la catedral, le levantó la excomunión por mandato
del obispo, ausente de la ciudad, el 27 de marzo de 1740. En dicho acto Don
Gregorio debió permanecer largo rato de rodillas ante la autoridad
eclesiástica en señal de sumisión y obediencia en presencia del nutrido

51
AAC, pleito de esponsales analizado, f. 150.
52
Ibidem f. 181 vto.
53
El decreto de excomunión mayor contra don Gregorio de Arrascaeta se libró desde
el Pueblo de Nono donde se hallaba el obispo de gira, el 19 de febrero de 1740.

161
MÓNICA GHIRARDI

público que asistiría a observar la escena:


“con manifiesta humilde submision como obediente
hijo de nuestra Santa Madre iglesia y habiendo rezado el dicho Dr.
el salmo del miserere y otras [¿preces?] absolvió al referido
Sargento Mayor Don Gregorio de Arrascaeta según la forma preve-
nida en el ritual romano...”54.

En julio del mismo año también se decretó la suspensión de la


excomunión de José, a ruego de su hermano, a fin de que pudiese
comparecer ante el tribunal de la Iglesia de Córdoba, ya que el joven se
encontraba todavía prófugo en Buenos Aires55. En noviembre aún no había
regresado, ello le valdría la acusación de intento de engaño a la justicia de su
Ilustrísima por la parte contraria. La defensa de Ana pretendía que
nuevamente intentaba embarcarse desde aquélla ciudad con destino a Europa
en el navio de Avisso, (sic) y solicitaba se librase carta de justicia
requisitoria para que jueces seculares y eclesiásticos le impidieran,
detuviesen, encarcelasen y remitiesen su persona a buen recaudo56. Para
enero de 1741 el reo ya había sido restituido a la cárcel de Córdoba57.
José nunca se casó con Ana Deza y llegó a ostentar el grado de
maestre de campo y los cargos de teniente tesorero y juez oficial Real. Sólo
contrajo matrimonio alrededor de dieciséis años después del inicio del pleito
esponsalicio en el que se viera involucrado de joven, tomando estado
matrimonial ¿en un arreglo por conveniencia? cuando ya contaba alrededor
de cuarenta y tres años. La esposa elegida fue doña Segunda Roldán y
Allende, hijastra de su hermano Gregorio, quien se hallaba por entonces
casado con la madre de ésta, doña María de Allende, viuda de Roldán,
deviniendo de este modo en yerno de su cuñada. Moriría sólo dos años
después de casarse, sin alcanzar a conocer al hijo legítimo que había
concebido, de nombre José Manuel58.

54
AAC Pleito de esponsales analizado, f. 180 y 180 vto.
55
F. 182 vto. Del pleito de esponsales analizado.
56
F. 184 del expediente tratado.
57
F. 186 del expediente tratado.
58
José de Arrascaeta había nacido el veintiséis de octubre de 1712 y moriría siendo
sepultado en Córdoba el 27 de junio de 1757. Se casó el 29 de junio de 1755 y la
fecha de nacimiento del hijo póstumo fue el 23 de diciembre de 1757. Los datos
fueron proporcionados por el genealogista cordobés Lic. MOYANO ALIAGA, a
quien nuevamente la autora agradece la gentileza de proporcionárselos.

162
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

Transcripción de fragmento documental:


El testimonio de Carlos, “negro angola. natural de su tierra de
Guinea” -ex esclavo de la Compañía, adquirido por don Melchor Deza años
antes del inicio del pleito de esponsales analizado, y doméstico de la
confianza del hogar de los Deza- resulta quizás el más ilustrativo acerca de
la versión de la parte demandante -independientemente de la certeza o
falsedad de los dichos- sobre cómo accedía José a la casa de Ana a
escondidas introduciéndose en su habitación, y cómo fue que tiempo después
comenzaría a negar el otorgamiento de la palabra matrimonial ante la
negativa de su madre Micaela Ferreyra y de su hermano Gregorio de
Arrascaeta, a concederle el permiso para casarse. Así, el esclavo de la
familia Deza, de veintiocho años aproximadamente, testificaba que:
“... una noche, estando en su fragua en el patio de su
casa, que esta sin puerta, vio a un hombre, que quitándose los
sapatos, y ocultándose de la luna, fue poco a poco, y se arrimó a la
ventana del dormitorio de la dicha Doña Ana, y este con disfras de ir
á encender un sigarro, y haciéndose como que de repente lo veía le
preguntó quien era, y que buscaba, a que respondió yo soy, y aunque
le había conocido le replicó, quién era y bolbió a responder yo soy,
Carlos, con que este se dio por satisfecho de conocerle que era Don
Joseph de Arrascaeta, y preguntándole que buscaba, respondió que
á Anuca, y este le dijo, que cómo había de buscar a la señorita, que
era una niña sin malicia y que nunca hablaba con hombre ninguno,
lo qual le respondió, que le tenía dada palabra de casamiento, y se
había de casar con ella, a que este le dijo, que eso se vería el día
siguiente, y luego por la mañana le preguntó a dicha Doña Ana qué
buscaba aquél hombre, que por la noche había estado en la ventana,
a que ella respondio que no lo sabia, ni quien era, y diciéndole que
Don Joseph de Arrascaeta dijo ella, que el dicho Don Joseph le tenía
dada palabra de casamiento, con lo qual este fue a su casa, y le dijo
que ya la señorita le había confesado la palabra, pero que hablase a
su madre y lo dispusiese presto, porque su amo Don Melchor Deza
le había dejado por guarda y espía de su casa, y particularmente de
la dicha Doña Ana y le había de dar quenta de todo, y a tres o
quatro días fue y habló a la señora su madre pidiéndola, que se que-
ría casar con dicha Doña Ana, y asi el como ella se lo dijeron a este,
y poco despues otra noche, asegurándole éste [José] que andaba por
casarse quanto antes, volvió a la dicha casa por la parte de la puerta
principal porque aunque por otra puerta de la otra calle parece, que
el tenía llave maestra, dijo, que no se atrevia por un perro brabo,
que tiene allí Cosme, y le pidió y rogó a éste le a[y]udase a subir

163
MÓNICA GHIRARDI

una barda o pared para caer á un corralito, y diciéndole éste que la


señorita estaba cerrada con llave, y no había de poder verla, dijo
que no importaba, con lo qual, y mirándolo ya como su marido le
a[y]udó a subir y echó un lazo para que cayese a la parte de
adentro; y después en otra ocasión en su casa del dicho Don Joseph
por la mañana, fue [...] y le dijo, que si trataba de casarse, que de
otra suerte no había de permitir, que andubiese hablando con la
niña, y siempre le dijo que si, hasta poco tiempo ha que parece lo ha
negado, porque el Sargento Mayor Don Gregorio de Arrascaeta, su
hermano no quiere que se haga dicho casamiento, como es publico y
notorio y que por esta causa maltrató y castigó mucho a una negra
esclava de la casa liamada María, porque fue a buscar al dicho Don
Joseph con algún recado, no sabe si de Doña Ana o de su
Madre...”59
AAC, Pleito de esponsales, Leg. 193 (1702 - 1765) tomo 1, exp. 7; f.
33 vto, 34 y 34 vto.

B. Segundo caso testimonial: Isabel Agüero, “mujer pública en-


tregada al vicio iniquo de la lujuria de la que se mantiene”60, y el
pardo José María Saavedra61
Cuando el pardo Manuel Saavedra tomó conocimiento de que su hijo
José María62 manifestaba intenciones de contraer matrimonio con Isabel

59
AAC, Pleito de esponsales, Leg. 193 (1702 - 1765) tomo 1, exp. 7; f. 33 vto, 34 y
34 vto.
60
Tal expresión aparece en el expediente atribuida al padre del demandado, cfr. f. 12
pleito de esponsales entre Isabel Agüero y José María Saavedra, (ver ubicación
documental en nota 60).
61
Fuentes documentales principales consultadas en el tratamiento del caso
testimonial tratado: AAC, Pleito de esponsales entre Isabel Agúero y José María
Saavedra, Leg. 193 Años 1798 - 1807, t. VI, exp. 4, 37 fojas escritas casi siempre de
ambas carillas; Juicio de disenso matrimonial entre Manuel Saavedra y José María
Saavedra, AHPC Escribaníia 2, Año 1799, Legajo 98, exp. 8. AHPC, Registro III,
Año 1820-29, f. 129 vto. Se consultó también AHPC Registro IV, Año 1820, tomo
8, f. 68. Se consultaron además: Libro 14 de bautismos de naturales; Libro 3 de
matrimonios de naturales y Libro 3 de defunciones de naturales, todos en AAC
parroquia de la Asunción de Nuestra Señora (catedral).
62
En la documentación eclesiástica consultada los litigantes están identificados
como pardos, confrontar por ejemplo f. 15 vto. y f. 35; en la civil, como mulatos, cfr.
en datos del padrón de 1778 en CELTON, D. (1996: 89) “Censo de Población de la
Ciudad de Córdoba 1778 - 1779. Transcripción documental” en Colección

164
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

Agüero -también parda y conocida por “pública prostituta”63 en la ciudad de


Córdoba- se opuso terminantemente.
La negativa del padre a la concesión del consentimiento al
casamiento del hijo menor de edad, sería motivo del enfrentamiento entre
padre e hijo en los estrados de la justicia secular a comienzos del año 1799,
dando lugar a un pleito de disenso matrimonial. Un dictamen judicial
favorable a José, autorizándole a unirse matrimonialmente no intimidaría al
progenitor, quien llegaría en segunda instancia ante la Real Audiencia de
Buenos Aires en su voluntad de impedir el casamiento. El fallo confirmativo
de la sentencia en primera instancia declarando irracional el disenso paterno
fue conocido en Córdoba el 7 de mayo de ese año. Ya allanado el camino pa-
ra efectuar el casamiento, imprevistamente, José María expresó no tener ya
intenciones de realizarlo, manifestando:”
“que no se hallaba ya en animo de contraher el
matrimonio que ha solicitado con Isabel Agüero porque habiendo
meditado con su posible refleccion sobre este asunto, halla no serle
combeniente tal estado...”64.
El cambio de opinión del joven -resultado muy posiblemente de la
presión familiar, ya que el padre seguía oponiéndose aún al casamiento una
vez finalizado el juicio de disenso en ambas instancias65- llevaría a Isabel
Agüero a concurrir ante la Audiencia Episcopal de Córdoba para interponer
demanda judicial por incumplimiento de promesa matrimonial el 29 de mayo
de ese mismo año, iniciando un pleito que finalizaría seis meses después, y
cuyo resultado serla favorable a la mujer.
De dicha resolución resultaría que la pareja tomase estado
matrimonial al mes siguiente de su finalización, el 4 de diciembre de 1799.
La joven habríase casado ya embarazada, habiendo parido un hijo llamado
Manuel Modesto quien nacería seis meses después del casamiento, el 14 de
junio de 1800, estando ya santificada por la Iglesia la unión de la pareja. El
niñito tuvo una muerte muy temprana a los dos años y cuatro meses más o
menos, y fue sepultado el 7 de octubre de 1802. El mencionado matrimonio
no alcanzó cuatro años de duración ya que José María falleció el 16 de mayo

Documentos N° 1. Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de


Córdoba, Córdoba.
63
F. 16 vto. expediente de esponsales tratado.
64
Corresponde a la afirmación que José María Saavedra al momento de ser
notificado del Auto y Acordada emitido por la Real Audiencia, cfr AHPC,
Escríbanla 2. Año 1799, Leg. 98, 65
65
Cfr. f. 2 vto. pleito por esponsales.

165
MÓNICA GHIRARDI

de 180366.
Los Saavedra no habrían sido unos pardos cualquiera entre los
miembros de su clase.
En efecto, al momento de casarse la madre del joven incriminado en
los pleitos mencionados, de nombre Beatriz Suárez67, había introducido a su
matrimonio una dote de mas de $1.000 y el caudal aportado en ese momento
por su progenitor, Manuel Saavedra ascendió a $411 pesos68. El mismo era
presumiblemente hijo natural ya que llevaba el apellido de su madre, Luisa
Saavedra, natural y vecina de Córdoba.
En el padrón de 1778 se encuentra al hogar de dicha familia
presidido por la abuela paterna de José María, la mencionada Luisa
Saavedra, quien aparece de estado viuda, la mujer contaba entonces según el
recuento con alrededor de cuarenta y siete años, y su hijo Manuel tenía
entonces veinte, habiéndose al parecer casado muy joven con Beatriz, de tan
sólo dieciséis años en el padrón, y ya con dos hijos de la pareja: José María
de dos años, protagonista de los pleitos tratados en este trabajo y otro
hermanito, Pedro Martín, de seis meses. Con ellos convivían también dos
tíos del joven, hermanos de su padre, José Gabriel de dieciocho años y
Theresa Luisa de ocho. Toda la familia está identificada en el recuento de
población como mulata de condición libre, y declaraba poseer cuatro
esclavos negros. La vivienda familiar estaba ubicada en la calle del
Calicanto que corría de sur a norte, en el límite oeste de la ciudad de
Córdoba, una ubicación periférica no demasiado favorecida, en las
proximidades del arroyo de la Cañada69.

66
Agradecemos a la Biol. María del Carmen FERREYRA habernos proporcionado
los datos genealógicos de las familias tratadas.
67
Del testamento de Beatriz Suárez surge que años después del pleito de referencia,
ya fallecidos su esposo Manuel y su hijo José María la mujer contaba con acreencias
por valor de más de $716 procedentes de préstamos otorgados a diferentes sujetos
siendo propietaria además de la casa en la que habitaba en la ciudad, habiendo
anticipado -posiblemente en calidad de dote- más de $914 entre sus dos hijas, cfr.
AHPC, Registro III, Año 1820-29, f. 129 vto.
68
Los datos están tomados del testamento de Manuel Saavedra “vecino de esta
ciudad y Beatriz Suárez mi legitima esposa” en el cual declaraba además de lo
mencionado en el texto: “no debemos a nadie cosa alguna y a nosotros nos debe
Juana María Suárez viuda del finado Santiago Argüello $50 cuya obligación está en
mi poder...” Cfr. AHPC Registro IV, Año 1820, tomo 8, f. 68.
69
Cfr. CELTON, D.(1996) Censo de población de la ciudad de Córdoba, 1778-
1779, Transcripción documental. Colección de documentos N° I. Córdoba, Copiar,
p. 89.

166
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

Tanto Manuel como su hijo José María tenían cierto nivel de


instrucción, ya que ambos firmaban al momento del mencionado pleito de
esponsales; en ese entonces Manuel tenía una barbería en los cuartos de la
recova, sobre la plaza y era reconocido como “maestro” en su oficio70.
Isabel Agüero, la demandante en el pleito esponsalicio que finalizaría
con el casamiento de la pareja en cuestión, era hija de Benito Agüero y de
Estefanía Gorvaran. Al momento de levantarse el censo de 1778 vivía, -
según esa constancia documental- a la edad de alrededor de cuatro años con
sus padres, en una casa en la calle de la Visaría de la ciudad de Córdoba.
Como en el caso de los Saavedra, todos los miembros del hogar de los
Agüero - trece personas que convivían conjuntamente, presumiblemente
como estategia de subsistencia-están identificados en el recuento como
“mulatos libres”71.
Isabel era, al momento del pleito, madre soltera de un hijo que ella
reconocía haber criado públicamente a su lado, resultante de una relación
anterior con otra persona72. A pesar de la férrea oposición de quienes serían
sus futuros suegros, la joven - alrededor de dos años mayor que José
María73- estaba empecinada en casarse con el muchacho. Ya liberado de la
cárcel mediante pago de la fianza de carcelería ofrecida por su padre74, el
demandado fue citado a comparecer ante el provisor del obispado en varias
oportunidades a solicitud de la demandante, a fin de que respondiese a los
interrogatorios que ofreció su parte.
La defensa de la accionante lo acusaba, no solamente de haber tenido
trato ilícito con ella bajo palabra de matrimonio, sino de haberse mantenido a
sus expensas mientras había permanecido como huésped en su casa durante
el pleito de disenso que mantuvo contra su padre, afirmando Isabel que José
María había vivido “a costa de su menguada industria”75. Por mandato del

70
Cír. AAC Pleito de Esponsales citado, f. 1 y 5.
71
Su padre tenía veintiocho años y la madre veinte, el hogar en el que vivía era
“múltiple”, según la categoría taxonómica de Laslett para el análisis de la tipología
de los hogares, cfr. LASLETT, P. (1993:55) “La Historia de la Familia” en
GONZALBO, P. (comp.) Historia de la Familia, Antologías Universitarias, Instituto
Mora Universidad Autónoma Metropolitana, México. El mencionado hogar reunía a
varios núcleos familiares, Cfr. CELTON, D. (1996:145) Op. cit.
72
Expediente de esponsales analizado, f. 11.
73
A fojas 10 del pleito de esponsales el muchacho declaraba tener cerca de veintiún
años.
74
F. 8 del pleito de esponsales tratado.
75
F. 15 del pleito de esponsales tratado.

167
MÓNICA GHIRARDI

provisor, el cobro de pesos correspondiente a la deuda en dinero que la


mujer reclamaba a su novio -la cual ascendía a cerca de $46,58 reales.- fue
derivada al juzgado civil por no ser ya competencia de la jurisdicción
eclesiástica en aquellos años decidir sobre los temas materiales derivados de
la cuestión matrimonial76.
En los escritos, la muchacha aparecía reconociéndose como “una
pobre parda”77 y afirmaba haberse privado de sus exiguas comodidas para
vestir al varón. Ante los argumentos de éste en relación a que cuando le
había realizado el prometimiento esponsalicio la ponderaba ya como iniciada
en el conocimiento carnal, pero ignoraba en aquel entonces la magnitud del
grado de su corrupción, la defensa de la mujer rebatía:

“...es notoriamente falso que ignorase Savedra mi


conducta quando es constante que me trató por largo tiempo con
extrechez, y después de haver comunicado con varios que me
visitaban: aquel trato intimo conmigo por dilatado termino, y la
amistad con otros que disfrutavan de mi conversacion y trato, son
dos motivos que hacen ver que Savedra supo y se halló plenamente
informado del grado de corrupción en que me halló porque esas
nociones no pueden ocultarsele a nadie...”78 [...] Luego es constante
que aun suponiéndome en aquel ínfimo y miserabilisimo grado de
corrupcion, ratifico otras tantas veces su expuesta palabra
matrimonial; luego siempre me jusgo Savedra en el mas superior
grado de corrupción, pues no puede darse mayor en una mujer...”79.

La defensa de José María encaró en varios frentes; por una parte


procuró atribuir a una confusión fundada en su falta de experiencia, la
situación producida, presentándolo como un joven incauto e inocente que
había caído en aquel lamentable engaño en el ardor de sus juveniles años,
habiendo resultado seducido como consecuencia de los artificios, alagos,
caricias y lisonjas propios de la condición meretricia de la mujer. Se

76
F. 14 del mencionado pleito. El detalle de la deuda reclamada por Isabel se exhibe
a fojas 11 del expediente de esponsales y el monto de lo adeudado se originaba en
gastos ocasionados por el varón, que la mujer habría solventado consistentes en:
ropa de vestir, calzado, maletas, gastos de viaje, pólvora, importes por escritos
judiciales y “continuamente plata en el volsico”.
77
F. 15 vto. del pleito de esponsales tratado.
78
F. 15 vto. y 16 del pleito de esponsales tratado
79
F. 17 del pleito citado.

168
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

pretendía que los efectos de estas caricias eran “tan fuertes en el pecho
humano”80 y difíciles de evadir, que el mismo “bíblico Moisés” debió en su
tierna infancia rechazar la leche de las gitanas por no participar del contagio
de sus lisonjas. Se justificó que el muchacho hubiese consentido a que ella
aceptase presentes de la mano de otros hombres, -según la contraparte
demostró81- en la ceguera que podía llegar a afectar “aun a los prudentes y
savios,82” y se acusó a la mujer de continuar el comercio ilícito con dichos
sujetos, aun después de la celebración de los esponsales -prueba de ello era
el fausto con el que había continuado vistiéndose83- considerando que era
esto motivo suficiente para liberar al joven, por fin “despierto de su
letargo”, de la palabra dada sin caer en la indignidad.
Se recurrió a la estrategia de ampararse en el derecho real, invocando
la Real Pragmática de 1778, que exigía el consentimiento paterno para el
casamiento de los hijos de familia; también se buscó probar la nulidad de los
esponsales contraídos fundándose en disposiciones emitidas por el papa
Gregorio VII en casos semejantes. Como se ha dicho, el pleito finalizó con el
desestimiento del pardo José María, quien el 22 de noviembre de 1799 con
“el debido acatamiento y sumisión” manifestó hallarse “con el animo
deliberado, de contraer matrimonio”84.
A la afrenta provocada a la familia Saavedra como consecuencia de
la efectivización del matrimonio -mandado efectuar por mandato eclesiástico
aun en contra de la voluntad de los padres del contrayente- se uniría el costo
material de tener que soportar los gastos derivados de las costas judiciales, lo
cual se entiende resultaría por demás gravoso para la familia Saavedra85.

80
Los argumentos presentados en el texto pueden consultarse en el escrito de la
defensa de José María que se inicia a fojas 21 del pleito de esponsales.
81
Del expediente surge que Isabel habría recibido algunos presentes de un sobrino
de, un tal García Pose, cuando su tío estaba ausente de la ciudad; de regreso, habría
advertido “el desfalco” provocado por su pariente, f. 26.
82
Ibídem.
83
Acerca de los atuendos de Isabel se menciona por ejemplo que habría adquirido al
fiado una pollera de angaripola, seis hilos de perlas más media vara de tela rosada,
cfr. f. 31. A fojas 32 se menciona un rebosillo rosado con su cinta. Entre los lugares
que frecuentaba la mujer aparecen mencionados: la fiesta de toros, bailes y juegos de
naipes, cfr. f. 34 vto. expediente de esponsales tratado.
84
f. 36 expediente de esponsales analizado.
85
Considérese que en el pleito del disenso padre e hijo fueron condenados a afrontar
las costas por mitades, las mismas importaron $34. A ello debe sumarse las
derivadas del juicio por esponsales -cuyo importe fue de $174 más la fianza de
carcelería que afrontó el padre.

169
MÓNICA GHIRARDI

REFLEXIONES ANALÍTICAS SOBRE LOS CASOS


TESTIMONIALES

Numerosos interrogantes y reflexiones surgen del análisis de la


documentación presentada. Así nos preguntamos por ejemplo: ¿qué fuerzas
movilizaron a las familias en disputa en los casos estudiados a promover o
rechazar un casamiento?
¿Por qué los Arrascaeta resistieron tan tenazmente el matrimonio de
José con Ana de Deza? ¿Cómo entender -desde el “deber ser” de los
comportamientos esperados, especialmente exigentes en el sector social
privilegiado86 que una joven blanca hija de familia sucumbiera al llamado de
la pasión carnal87 violando los preceptos más elementales de la moral sexual
en la católica sociedad cordobesa colonial?
¿Cómo explicar que el pardo Manuel Saavedra se atreviese -en la
jerárquica sociedad colonial- a intentar desafiar el dictamen de la justicia
secular cordobesa en primera instancia llegando hasta la Real Audiencia para
impedir el casamiento de su hijo con una mujer de su mismo color, aunque
reputada de prostituta? ¿cómo interpretar la firme decisión con que ésta
última, Isabel Argüello, consciente de la pública vida licenciosa que confesó
llevaba, se animase a concurrir -en el contexto de la mentalidad de una
sociedad androcéntrica, patriarcal y católica como la tratada- ante la autori-
dad, y nada menos que ante el tribunal eclesiástico para exigir cumplimiento
de palabra de matrimonio?
Cabe resaltar que los dos casos investigados tienen algunos rasgos en
común y también varias disimilitudes destacables. Si bien los dos episodios
transcurrieron durante el siglo XVIII y ambos correspondieron a la ciudad de
Córdoba, el primer conflicto tuvo lugar en la primera y el otro en la segunda

86
Al menos en teoría, era esperable un acatamiento más estricto de las normas
morales en los blancos, de quienes se habría pretendido un comportamiento
modélico que pudiera ser imitado por los otros grupos. En éstos, la pobreza, una
deficiente Instrucción cristiana, la mezcla de sangre asociada al origen servil, podían
interpretarse como factores atenuantes de eventuales transgresiones.
87
Según San Pablo existían cinco categorías de pecados, entre ellos “los pecados de
la carne” que se cometían contra el cuerpo, entendido éste como templo del Espíritu
de Dios, que se ubicaban en el tercer grado en la escala de gravedad. Para San Pablo
los pecados sexuales ocupaban una posición destacada, después del homicidio y
antes que los pecados contra la propiedad, cfr. ARIES, Ph. (1987:68) “San Pablo y
los pecados de la carne” en Sexualidades occidentales, Buenos Aires, Paidós, pp.65-
9.

170
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

mitad de la referida centuria. Uno tuvo como protagonistas a individuos


blancos y el otro involucró a familias de pardos, en ambos casos la cuestión
de la controversia tuvo que ver con episodios referidos a prácticas camales y
embarazo como derivación de las mismas, y en ambos también la cuestión
matrimonial se planteó como nudo del conflicto.
Según relatos de viajeros e investigaciones existentes, hacia
mediados del siglo, la situación material de los habitantes de la ciudad
parecía haber mejorado en relación al estancamiento económico y aspecto de
general abandono que ofrecía Córdoba en la primera mitad del siglo XVIII88.
Concordante con el espíritu ilustrado que caracterizó a dicha centuria, para el
último tercio del siglo se dispusieron desde la monarquía española algunas
reformas en materia político-institucional y comercial cuyos efectos, aunque
modestos, también se habían hecho sentir en los australes territorios del im-
perio colonial español. Como resultado de la política de centralización del
poder regio y con miras a evitar el descontrol que podía resultar de la
generalización de los casamientos entre miembros de distintos grupos de la
sociedad89, la Corona había comenzado a inmiscuirse en cuestiones atinentes
al matrimonio, recortando competencias a la potestad eclesiástica e
interviniendo en una materia tradicionalmente de jurisdicción de la Iglesia.
Entre las similitudes observadas en los conflictos puede señalarse por
ejemplo que en los dos casos la accionante del pleito era una mujer. Ello
guarda relación con la presencia predominantemente femenina observada en
las demandas que se presentaban ante la Iglesia denunciando situaciones de
abandono, sevicia y maltrato de las que eran víctimas algunas mujeres y sus
hijos en los ámbitos de la vida conyugal y familiar90. La concurrencia a la

88
Sobre el aspecto que ofrecía la ciudad de Córdoba a lo largo del siglo XVIII según
relatos de viajeros y otros testimonios pueden consultarse BISCHOF, E. (1979)
Historia de Córdoba, Buenos Aires, Plus Ultra; también CELTON, D. (1993) “La
población de la provincia de Córdoba a fines del siglo XVIII” en Academia
Nacional de la Historia, Buenos Aires; para la primera mitad del siglo puede
consultarse ARCONDO, A. (1992) El ocaso de una sociedad estamental, Córdoba
entre 1700 y 1760, Córdoba, Dirección general de publicaciones de la Universidad
Nacional de Córdoba, Córdoba.
89
En el caso mexicano por ejemplo Seed ha señalado como la expansión económica
producida desde la segunda década de 1720 había coincidido con un significativo
incremento de los matrimonios interétnicos, cfr.SEED, P. (1991) Amar, honrar y
obedecer en el México colonial, Alianza, México.
90
Ello ha podido comprobarse tanto para la sociedad cordobesa como para otras
latinoamericanas o europeas, cfr. por ejemplo: PERROT, M.(1989:283) “Dramas y
conflictos familiares” en Historia de la vida privad. La Revolución Francesa y el
asentamiento de la sociedad burguesa en ARIÈS Ph. y DUBY, G. (directores),
Taurus, Madrid, vol. 7, pp.269 - 291. Silvia Mallo destaca también que en el Río de

171
MÓNICA GHIRARDI

justicia eclesiástica se vincula con la jurisdicción exclusiva que durante si-


glos había tenido la Iglesia en cuestiones vinculadas al matrimonio como se

la Plata los hombres accionantes de demandas de divorcio eran exactamente la mitad


de las mujeres que lo hacían, cfr. MALLO, Silvia (1992:377) “Justicia, divorcio,
alimentos y malos tratos en el Río de la Plata 1766 -1857” en Academia Nacional de
la Historia, Buenos Aires, separata de investigaciones y ensayos, N° 42. Según
Cicerchia de cada diez demandas al menos seis eran presentadas por mujeres, cfr.
CICERCHIA, R. (1998:66) Historia de la vida privada en la Argentina, Troquel,
Buenos Aires, 1.1. En el caso peruano Lavallé expresa que todo a lo largo de la
segunda mitad del siglo XVIII el número de mujeres demandantes era
incomparablemente superior al de los hombres al punto de considerar al divorcio un
asunto exclusivamente femenino, así de 927 expedientes que analiza sólo 35 fueron
presentados por hombres, cfr. LAVALLÉ, B. (1986:434) “Divorcio y nulidad de
matrimonio en Lima (1650 -1700)” en Revista Andina Cuzco, Año 4, N°2, dic. Por
su parte, Flores - Chocano afirman que si las curvas de juicios interpuestos por
hombres y mujeres hablan marchado casi paralelas en una parte del siglo XVIII,
desde 1790 se separaron sin perder preponderancia en años posteriores, cfr.:
FLORES GAUNDO, A. CHOCANO, M. (1984:409) “Las cargas del Sacramento”
en Revista Andina, Cuzco, N° 2, diciembre, pp. 403 - 422. Para el mismo caso
peruano el predominio de las acciones femeninas se confirma también en el trabajo
de GONZÁLEZ del RIEGO ESPINOSA, D. (1999:132) “El divorcio en la sociedad
colonial limeña” en Mujeres y género en la historia del Perú, Cendoc, Mujer,
Centro de Documentación sobre la mujer, Margarita Zegarra editora pp. 131 -139,
en el 98% de los casos revisados por la autora la accionante pertenecía al sexo
femenino. En el análisis de 622 casos de divorcio en Chile para los siglos XVIII y
XIX, las mujeres fueron autoras de las demandas de divorcio en un 75%, frente a un
14% representado por los hombres según el estudio realizado por CAVIERES E,
SALINAS, R. (1991:86) Amor, sexo y matrimonio en Chile tradicional, Universidad
Católica de Valparaíso, Valparaíso. Al igual que en otras sociedades como el Río de
la Plata, Perú, Chile, México, Francia, eran las mujeres en Córdoba las principales
accionantes de los pleitos para obtener la separación de cuerpos -86% de las
demandas de separación fueron iniciadas por representantes del sexo femenino-; del
mismo modo, y excluyendo las denuncias efectuadas por sacerdotes, a ellas
correspondió también la mayor niciativa en las solicitudes de nulidad matrimonial -
54% de las acciones de nulidad fueron iniciadas por esposas-. Estos resultados
proponen una revisión acerca del papel desempeñado por las mujeres en las
sociedades tradicionales desmistificando desde el análisis de las prácticas sociales la
imagen de pasividad, obediencia, sumisión y silencio que se les ha atribuido desde el
modelo femenino esperado. Los modestos logros obtenidos en sus demandas en el
caso cordobés -que se deducen de los resultados de las causas- relativizan sin
embargo una visión demasiado optimista acerca de su situación en la sociedad
coincidiendo el interés de los maridos por reiniciar la convivencia y asegurar la
continuidad de la unión -recuperando a las esposas del depósito en que eran
ubicadas- con los de la Iglesia y el Estado, quienes interpretaban el divorcio como
un claro atentado al orden social terrenal y divino. Cfr. lo expuesto para Córdoba en
GHIRARDI, M. M. (2004:366) Op. cit.

172
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

lleva señalado, pero también entendemos que el fenómeno podría hallar


relación con el reconocimiento social de una vocación de protección y
amparo a los desvalidos y sufrientes, ello explicaría al menos en parte que
individuos en situaciones límite continuaran concurriendo a solicitar su
ayuda a pesar de la modesta proporción de causas matrimoniales que se
resolvían y que alcanzaban además resolución efectivamente favorable a las
demandas91. En ese sentido una particularidad destacable de los pleitos de
esponsales analizados en este trabajo consiste en que ambos están completos
y tuvieron resultado favorable a las demandas femeninas.
En ambos casos la moral de las accionantes del pleito ocupó un lugar
central en el cuestionamiento explícito al matrimonio sostenido por la parte
demandada, en ambos las parejas integradas por individuos solteros habían
incurrido en el pecado de fornicación y en ambos habría sido engendrado un
hijo durante la relación. En los dos, la promesa matrimonial había, según
pretendían las accionantes del pleito, precedido a la unión carnal avasallando
voluntades.
La inmoralidad de la conducta de Isabel Agüero era reconocida por
su propia defensa. A pesar de su comportamiento licencioso logró salir
airosa de la instancia que atravesó. Posiblemente su pertenencia a los
considerados sectores “bajos y viles” de la sociedad y la consiguiente
proclividad al pecado con el que se identificaba a su nacimiento inferior,
unido a la situación de pobreza, sirvieron como atenuantes de su conducta
escandalosa, y contribuyeron a justificar la clemencia con la que la mirada
de la autoridad eclesiástica la juzgó, entendiendo quizás por otra parte que la
vida matrimonial podría poner freno a sus reprochables hábitos morales.
La extracción social de las familias involucradas en los pleitos ofrece
significativas disimilitudes. En el primer caso los jóvenes en conflicto

91
Alrededor del 62% de las acciones de nulidad iniciadas en Córdoba quedaron
paralizadas en alguna de las etapas procesales. El alto porcentaje de causas
inconclusas en los juicios de separación de cuerpos -70.34%- del cual un 30.35%
correspondían a casos de la ciudad y un 69.64% a la campaña cordobesa, revela la
situación de indefinición legal en la que quedaba tan alta proporción de parejas
desavenidas que concurrieron a la justicia De los expedientes de esponsales
analizados sólo en un 46.7 % de los casos de esponsales fue emitida sentencia en la
Audiencia Episcopal de Córdoba. Si bien en los distintos tipos de pleitos analizados
los resultados de las sentencias fueron, en términos porcentuales,
predominantemente favorables a las accionantes, si consideramos el alto porcentaje
de causas que, como se ha dicho no se resolvían, más aquéllas que concluyeron en el
desestimiento por parte de las demandantes, más los fallos que fueron contrarios a
las mujeres, podemos suponer que el panorama no resultaba demasiado alentador en
cuanto a la eficacia que lograban éstas al acudir a la justicia, en la jurisdicción de la
Audiencia Episcopal de Córdoba.

173
MÓNICA GHIRARDI

aparecen identificados como blancos, naturales y vecinos de Córdoba.


Ambos eran reconocidos como miembros de las familias distinguidas de la
ciudad. La importancia cuantitativa y cualitativa de las personas movilizadas
para testificar, la resonancia que alcanzó el pleito de esponsales y la
capacidad material para resistir su prolongación en el tiempo constituye
evidencia de la magnitud de los intereses que se disputaban pero también de
la solvencia económica necesaria para asumir los costos derivados del
proceso, todo ello en consonancia con la posición social destacada aludida92.
Si bien los orígenes de los Deza fueron cuestionados por su
contraparte durante el juicio, al denunciarse la falta de conducta moral de la
madre de la accionante y el origen foráneo y nacimiento extra-matrimonial
del padre, nada se logró demostrar en concreto en el pleito que pudiera
enturbiar la ascendencia legítima y pureza de sangre con que se había
identificado a los hijos de esa familia hasta ese momento. Ello, entendemos,
constituye síntoma de la importancia social atribuida al nacimiento en la
conceptuación social de la persona en la pequeña comunidad cordobesa. Si
la ilegitimidad de nacimiento podría no constituir motivo suficiente como
para descartar un marido en la primera mitad del siglo XVIII, si ostentaba
éste una acomodada posición material -como en el caso del casamiento de
doña Rosa de Carranza y Luna y el jujeño Melchor Deza, padres de Ana (él,
como se dijo, era hijo natural)- sí entrañaría este antecedente una mácula en
la reputación de la persona derivada de supuestas sospechas relacionadas con
una pretendida filiación ignorada, que en este caso sería utilizada como arma
en la disputa de intereses entre ambas familias.

92
A partir de 1720 comenzaría a evidenciarse un recambio en los sectores dirigentes
de la ciudad. Como consecuencia, en parte, de la política de la Corona tendiente a
recuperar para sí los derechos cedidos en las encomiendas, comenzaría a ser cada
vez más difícil obtenerlas, ello redundaría en un desmembramiento de las mismas y
en una disminución del número de los titulares, a ello se sumaría además a la
pérdida de importancia de la producción basada en la economía indígena, unido a las
transformaciones operadas en el tráfico de mulas con lo cual de a poco se produciría
un fenómeno de reemplazo de unas familias por otras en el control de la política de
la ciudad decayendo la posición de algunas tradicionales y ante la emergencia de
otras. Los Arrascaeta, junto a los de Echenique y Cabrera y los de Las Casas
Zeballos integrarían el grupo que iría sustituyendo en la época tratada a las antiguas
familias en el gobierno de la ciudad, cfr. ARCONDO, (1992:264,5). La alternancia
de individuos miembros de familias cordobesas distinguidas de la ciudad con
jóvenes españoles pobres recién llegados que trataban de insertarse en la sociedad
local y recibían la ayuda y asistencia de las familias acomodadas, en forma de
alojamiento y alimento gratuito se refleja en la documentación analizada por
ejemplo en la familiaridad del trato que el entonces capitán José de Arrascaeta
prodigaba a los peninsulares pobres que frecuentaban el hogar de la accionante del
pleito, como Fernández de Lozada -el otro presunto pretendiente de Ana Deza-.

174
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

Reflexionar sobre si fue o no, el motivo moral la causa determinante


de la recia oposición de los Arrascaeta al casamiento de José con la joven
Deza como explícitamente se pretendió, pone sobre el tapete la cuestión
acerca de las fuerzas que sellaban una alianza matrimonial, en este caso,
entre representantes de grupos distinguidos de la sociedad93. ¿Factor moral?
¿Factor económico? ¿Factor racial? ¿Factor social? ¿Preferencias de los
contrayentes? ¿Varios de estos factores a la vez? ¿Cuál de entre ellos
aparecería como predominante a los ojos de las familias del caso que
estamos analizando -para rechazar una y promover la otra- la unión de José y
Ana?.
“Lo abatido de la fortuna corta el aliento a todo deceo” había dicho
como vimos, la defensa de Ana al achacársele una posible inclinación de la
muchacha a aceptar una propuesta matrimonial del español pobre Fernández
de Lozada, quien había frecuentado la casa. En consonancia con dicha
interpretación, nos inclinamos a pensar que el motivo decisivo de los

93
Algunos especialistas como Lawrence Stone y Eduard Shorter han puesto énfasis
en que los criterios en la selección de la pareja han cambiado a través del tiempo. En
la opinión de dichos autores se sigue aquí a ANDERSON, M. (1998:51-55)
Aproximaciones a la historia de la familia occidental 1500 - 1914, Siglo XXI
editores, México, 2°edidón. Según Stone, el afecto mutuo -entendido como amistad
y compañerismo- el romance y la atracción fueron elementos cuya importancia
relativa varió a través del tiempo, aunque sin desaparecer ninguno de estos factores
totalmente. Asimismo dicho autor destacó que habrían existido cambios temporales
respecto a la mayor o menor influencia de los padres en las decisiones matrimoniales
de los hijos, la cual habría variado también en función del grupo social de
pertenencia, asi los terratenientes habrían tenido mayor peso en las decisiones de sus
vástagos y su autoridad se habría hecho sentir hasta bien avanzado el siglo XIX,
mientras que en sectores más bajos esta influencia habría sido menor que en la de los
grupos en los que los progenitores controlaban los medios económicos que decidían
el nivel de vida de los hijos y habría menguado siglos antes. Shorter por su parte -
según señala Anderson- se indinó por suponer que, por efecto del resquebrajamiento
de la instituciones reguladoras del noviazgo a fines del siglo XVIII se habría
producido una “evolución romántica” en los sectores trabajadores, en la que los
sentimientos habrían reemplazado a consideraciones utilitaristas en la selección del
cónyuge.
La idea de que el matrimonio concertado y socialmente conveniente debia constituir
necesariamente el opuesto del casamiento “por amor” ha sido cuestionada por
diversos especialistas; autores como Goody siguiendo a Hufton, han explicado
como, sentimientos e interés no tenían por qué presentarse en términos
contrapuestos y que tanto padres como jóvenes atendían mutuamente sus
preferencias. A través del concepto de “habitus” Bourdieu explicó el mecanismo por
el cual un individuo consentía en someterse espontáneamente al propio destino
social, ya que la decisión matrimonial estaba subordinada a los intereses del linaje,
cfr. Pierre BOURDIEU (1991:264) El sentido práctico, Taurus, Madrid.

175
MÓNICA GHIRARDI

Arrascaeta para oponerse al matrimonio que cuestionaban -aunque quizás no


el único- estaba fundado en la búsqueda de ascenso socio-económico de la
familia. En efecto, las alianzas matrimoniales que concretarían ambos
hermanos con representantes de la casa de Allende parece apuntalar tal
hipótesis94. Así, Gregorio casaría con María de Allende, mujer en sólida
posición material, quien había heredado los caudales de dos maridos
anteriores ya fallecidos al momento de contraer terceras nupcias con él. Ya
anciana, en su testamento la mujer declaró que su tercer esposo, don
Gregorio Arrascaeta, sólo había introducido al matrimonio un negro llamado
Francisco, y que sin embargo recibió y se hizo cargo de la administración de
su crecida dote y de las hijuelas de las tres hijas que ella tenía de los
matrimonios anteriores. En efecto, cuando se casó en primeras nupcias con
don Francisco de Armesto, María afirmaba haber introducido una dote que
ascendía a $4.469, suma a la cual se agregaron $1.500 entregados en arras
por su primer marido en premio a su “honestidad”; al fallecer a los pocos
meses de casado el caudal del marido ascendía a $15.000. Al casarse con
otro español oriundo de las Canarias, don Bernardo Roldán, volvió la mujer
a presentar en dote una suma semejante a la aportada en el primer
matrimonio aunque algo menor, $4.613 más unas alhajas; el nuevo esposo
aportaría el significativo patrimonio de $29.426 a la unión. María sería
heredera además de otros dineros, como los $4.000 recibidos de su hermano
canónigo Pedro Pablo95.
Para Gregorio, quien según quedó expresado, sólo habría aportado
un esclavo en contribución a las cargas del matrimonio, casarse con María de
Allende habría significado una excelente oportunidad de ascenso económico
y socio-político que beneficiaría a su clan, dada la importancia de las
vinculaciones de dicha familia con el poder en Córdoba. Pero la estrategia de

94
Según señala Pierre Bourdieu, en las sociedades del Antiguo Régimen el
matrimonio de cada uno de los hijos constituía un momento de interés fundamental
para la sociedad conyugal, ya que equivalía a constituir una nuevo vínculo o alianza
e implicaba un intercambio en el cual se jugaban distintos valores: sociales,
económicos, culturales. En esa interpretación, las relaciones entre las unidades
conyugales tendientes a generar mecanismos que contribuyesen a garantizar el
camino hacia la preeminencia social y supusiesen una reducción de su
vulnerabilidad aparecían como esenciales. Sobra precisar que, mientras más
significativos fueran los bienes a preservar, mayores eran los riesgos que se corrían
y más necesarios los recaudos a tomar. En cada casamiento se ponía en juego la
preservación del status del grupo familiar. La nueva unión podía constituir un
motivo de medro o bien una amenaza para el grupo de parientes. La concertación de
cada una de las uniones afectaba el destino de los demás hijos y del grupo parental
en su conjunto, cfr. BOURDIEU, P. (199l: 245 y sig.) Op. cit.
95
Cfr. testamento de María de Allende AHPC, Registro I, Año 1789, Leg. 171, f.
199.

176
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

ascenso abarcaría además los casamientos de sus hermanos. Así por ejemplo,
el matrimonio de José con su entenada, una hija nacida de la unión en
segundas nupcias de su mujer, de nombre Segunda Roldán y Allende, que
tendría lugar el 19 de junio de 1755, apuntaría a afianzar dicha alianza. José
recibiría de su esposa en dote $12.09896, suma material más de diez veces
superior a la que estuvo en condiciones de ofrecer Ana de Deza a su marido
Echevarría poco tiempo después del pleito analizado, cuando se casó,
llevando además la carga de una hija engendrada de soltera, resultado de su
presunta relación con José de Arrascaeta.
Por su parte, la joven Ana “de especial hermosura”, como la
describió un testigo en el expediente, como otras doncellas blancas del siglo
XVIII cordobés, parece haber protagonizado una vida social activa que
trascendía el cumplimiento de las solas obligaciones religiosas, ello le
permitiría relacionarse con varones y mujeres de su vecindad pertenecientes
a diversos niveles sociales, y serviría de argumento a sus detractores para
oponerse a la santificación de su relación con José -individuo casi diez años
mayor que ella, y perteneciente a una familia con la que alternaba con
regularidad y que supuestamente merecía la confianza de su progenitora-. En
efecto, su “caída” con él, no pudo remediarse con el santo matrimonio, a pe-
sar de la pertinaz voluntad de su madre doña Rosa para promover y sostener
en el tiempo la larga causa judicial, buscando mitigar el daño causado por el
comportamiento de José de Arrascaeta a la honra de su núcleo familiar. La
ausencia prolongada de su marido del hogar conyugal -frecuente en la época
entre los representantes del sexo masculino que se dedicaban a la actividad
mercantil y militar- entendemos que no contribuyó a resguardar la imagen de
honorabilidad de su casa, constituyéndola en el centro de murmuraciones
contra su moral -ciertas o no- de singular agudeza, aunque contrabalanceadas
por el apoyo brindado por el círculo de parientes y allegados de la familia97.
La Iglesia constituyó en este primer caso -y también en el segundo-
un baluarte protector de la institución matrimonial fallando en consecuencia,
buscando proporcionar un castigo suficientemente ejemplificador para el
prófugo que se resistía a someterse a su obediencia. Una singular tensión

96
Según consta en el mencionado testamento de la suegra de José de Arrascaeta,
doña María de Allende, cfr. doc. Cit.
97
Ello Introduce al importante tema acerca de la “reversibilidad de la deshonra,
tratado por Ann TWINAM (1998) “The negotiation of honor, Elites, Sexuality, and
Illegitimacy in Eighteenth-Century Spanish America” publicado en JOHNSON L. y
LIPSET RIVERA S. (comp.) The faces of honor. Sex, shame and violence in
Colonial Latin America, 1998 Albuquerque, University of New México Press, allí,
la autora sostiene la tesis de que el honor no exigía absoluta coherencia entre los
actos privados y la imagen pública ya que las faltas cometidas privadamente no
afectaban necesariamente la honra pública.

177
MÓNICA GHIRARDI

entre dos fuerzas caracterizó a la relación entre los Arrascaeta -vecinos


distinguidos de la ciudad- y el entonces ilustrado obispo de Córdoba
Gutiérrez de Zeballos, canonista y futuro arzobispo de Lima, como se ha
dicho, tensión que se mantuvo durante todo el proceso y finalizó en lo que
podría considerarse de algún modo un empate, con el reconocimiento de una
dote por la parte demandada aunque sin verificación de casamiento y visibles
muestras de sumisión a la Santa Madre Iglesia, matizadas con francos
episodios de rebeldía.
Estudios existentes sobre la historia de Córdoba, señalan que los
Allende, junto a los Arrascaeta figuraron entre las familias cordobesas
emparentadas entre sí que contaban con el apoyo de las autoridades
coloniales, y que manejaron la política local hasta casi finalizar el siglo
XVIII. Estas familias parecen haber tenido el respaldo de la Audiencia de la
Plata, lo que les habría permitido a miembros de su grupo continuar en
funciones políticas de relevancia en el Cabildo a pesar del parentesco que
ostentaban entre sí por tiempo indefinido98.
En contraste con el primero, en el segundo caso testimonial
presentado, los actores pertenecían al sector de castas libres y fueron
identificados como pardos o mulatos en las distintas fuentes consultadas,
individuos de sangre mezclada tachados según la concepción de la época,
con la nota infamante derivada del origen servil con el que se identificaba a
la raza negra en la jerárquica sociedad.
No resulta extraño que familias de alto rango -como las protagonistas
del primer caso testimonial- hayan disputado encarnizadamente por cuestión
del matrimonio si se tiene en cuenta la importancia que dicha institución
tenía en la organización de la sociedad como mecanismo garante del orden
social y generador de redes por donde circulaban importantísimos capitales
materiales y simbólicos. Ello explica la activa participación de familiares en

98
Cfr. PUNTA, A. I. (1997: 245,6) Córdoba borbónica. Persistencias coloniales en
tiempo de reformas (1750 - 1800), Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
La casa de don Gregorio de Arrascaeta reunía al momento de realizarse el censo de
1778 a varios miembros de su parentela, entre ellos un José Manuel quien podría
tratarse del hijo póstumo de José, y sumaba más de catorce esclavos, lo cual
constituye testimonio del poder económico alcanzado en la época y de la holgura
material con la que transitaba sus días la familia, cfr. CELTON, D. (19%: 35,6) Ob.
Cit. El hijo contaba con bienes recibidos de su padre difunto que ascendían a $240
en 1789 y al fallecer también la madre cuando el pequeño contaba sólo con tres años
de edad, el caudal del huérfano sumó $13.800 una vez deducidos los gastos del
funeral. Este hijo de José quedó a cargo de su abuela María de Allende y de su tío-
abuelo Gregorio de Arrascaeta, quienes lo habrían hecho estudiar en el Colegio
Monserrat hasta los dieciocho años, Cfr. testamento de doña María de Allende, doc.
Cit.

178
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

el primer conflicto tratado. Que familias pertenecientes a parejas integradas


por individuos de modesta extracción socio-racial hayan originado reyertas
semejantes -como en el segundo caso- especialmente teniendo en cuenta los
costos en inversión de tiempo y dinero que entrañaba la gestión de una causa
judicial, resulta en cambio más sorprendente y otorga a la documentación
consultada un valor inapreciable porque permite ver que también familias
cordobesas pertenecientes a grupos de rango inferior desde el aspecto socio-
racial, en un contexto económico favorable, fueron capaces de librar batallas
y concebir estrategias vinculadas a aquello que consideraban o no de su
conveniencia, en materia matrimonial. Los casos tratados ponen así de
manifiesto que, en definitiva, familias blancas y pardas demostraron tener
una concepción semejante del matrimonio.
Una participación cada vez más activa en el comercio con el puerto
de Buenos Aires a fines del siglo XVIII implicaría una mayor fluidez en la
entrada de productos de ultramar y salida de frutos de la tierra. Como
resultado de las reformas borbónicas se operaría, si no una reactivación
económica, al menos un incremento de las recaudaciones fiscales que
redundaría en un mejoramiento de las condiciones generales de vida de los
vecinos de Córdoba99. Un aumento de la circulación de bienes de consumo
importados y una mejora en los niveles de ingreso permitiría a individuos de
grupos no españoles la adopción de algunas ropas o costumbres
europeizantes, cuyo costo había disminuido como resultado de la
liberalización del tráfico mercantil. Reglamentaciones que trataron de poner
freno al fenómeno así lo evidencian para la ciudad de Córdoba100. Era una
época de oportunidades para espíritus emprendedores, y el matrimonio
constituía una potencial vía para que familias de sangre mezclada que
hubieran conseguido reunir algún capital, sellasen oportunas alianzas
matrimoniales con sectores de linaje español a fin de procurar trasponer la
valla que un nacimiento impuro imponía a su promoción social.
Hemos afirmado que los Saavedra no eran una familia de mulatos del
montón ya que tanto Manuel, el padre, como el hijo, José María tenían cierto
nivel de instrucción, al menos elemental; eran además propietarios de bienes
en la ciudad habiendo la madre del demandado introducido una dote al
matrimonio de mas de $1000 equivalente a la que en el caso anteriormente
tratado ofreció a su marido la joven blanca Ana de Deza al momento de su
casamiento.
El empeño con el que Manuel Saavedra, padre del joven demandado,
trató de impedir el casamiento de su hijo con una conocida prostituta de la

99
Tomado de PUNTA, A. I. (1997:259,60) Op. cit.
100
Ver, ARCONDO, A. (1992:225,6) Op. Cit.

179
MÓNICA GHIRARDI

ciudad, expresando su disentimiento ante la justicia local primero, y llegando


hasta la Real Audiencia en grado de apelación como consecuencia de una
sentencia desfavorable, parecería confirmar que los planes de casamiento
para sus jóvenes eran bien diferentes de lo que su hijo proponía. La inversión
de tiempo y dinero que empleó el progenitor en ello, así lo atestiguaría. El
matrimonio con una mujer pública, lejos de promover un ascenso social,
significaría para la familia una deshonra, que se sumaba al origen vil con el
que eran identificados. En contraste para Isabel, madre soltera y reconocida
mujer pública, la alianza con el ¿desprevenido? José María habría
constituido una verdadera oportunidad para intentar una promoción, dada su
situación no favorecida en la católica y jerárquica sociedad.
En la sentencia favorable a Isabel Saavedra que la Iglesia emitió
posiblemente influyeron, la legitimación del embarazo de la joven y su
voluntad de prevenir situaciones de pecado en la vida de los fieles, evitando
los amancebamientos y allanando las uniones sacramentadas. Por otra parte
es de presumir también incidirían a su favor los resultados del pleito civil en
ambas instancias que se siguió -fallo considerando irracional el disenso y
correspondiente ratificación de la sentencia en la instancia de apelación ante
la Real Audiencia de Buenos Aires-. Ambas resoluciones consideraron que
no existía desigualdad notable entre los miembros de la pareja. En efecto, a
pesar de que la novia era tenida por pública prostituta ninguno de los brazos
de la justicia -eclesiástica ni secular- consideraron que la unión implicaría
una situación de indignidad para la familia Saavedra, posiblemente por
entender que el origen servil “igualaba” la situación de ambos jóvenes.
Cuando la querella por incumplimiento de esponsales fue in-
terpuesta, hacía ya más de veinte años que habíase hecho extensiva a
América la aplicación de la Pragmática sobre matrimonios de hijos de
familia que exigía el consentimiento paterno -del que en este caso se carecía-
para lograr la consagración de la validez de la unión. Si bien la misma fue
invocada por la defensa del muchacho, la legislación no alcanzó como
argumento suficiente para proteger al joven del casamiento que la mujer
exigía. Principalmente porque en 1799 todavía no se había hecho extensiva
su aplicación a los individuos pertenecientes a las castas -recién lo sería en
1803101- estrato al cual pertenecían los Saavedra. Interpretamos que la
pretensión de verse incluidos en la letra de dicha ley constituye expresión de
las aspiraciones de mejoramiento social que tenía dicha familia en la época.
Por otra parte, la defensa del demandado careció de eficacia para probar la
ingenuidad del muchacho frente al comportamiento licencioso de Isabel,

101
Sobre el tema consúltese SOCOLOW, S. (1990) “Parejas bien constituidas: la
elección matrimonial en la Argentina colonial, 1778 - 1810” en Anuario del Instituto
de Estudios Históricos y Sociales de Tandil, Tandil, V.

180
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

como se pretendía. Por último y como se adelantara, las erogaciones


provenientes de los pleitos en los que la familia del demandado se vio
involucrado: costas derivadas del juicio de disenso en primera instancia,
apelación a la sentencia, esponsales, es de suponer impactarían negati-
vamente en las finanzas familiares, lo cual, unido a la concreción del
repugnado matrimonio, implicaría un duro revés para la promoción social
que se pretendía.

A MODO DE CIERRE

A través del análisis de las fuentes documentales presentadas


pudimos observar la importancia que el matrimonio tenía para las familias
como posible vehículo de ascenso o descenso social; el sentido de las
estrategias matrimoniales en grupos socio-raciales distintos y en contextos
socio-políticos de diferente competencia religiosa en materia matrimonial.
Se ha visto en estos casos que el llamado de la carne alcanzaba a
representantes de diferentes extracciones sociales, y que tanto parejas de
blancos distinguidos como de jóvenes mulatos podían mantener uniones
sexuales sin haber pasado por la Iglesia. En ese sentido se advirtió que la
promesa de matrimonio habría contribuido a generar situaciones equívocas
en relación al grado de intimidad física que era lícito alcanzasen las parejas
tras la celebración de los esponsales y la relativa tolerancia, con la que
algunos testigos se refirieron a posibles encuentros furtivos de Ana Deza con
José de Arrascaeta por “mirarlo ya como su marido”, en la medida en que se
mantuviese respecto de los mismos conveniente discreción.
Se ha podido apreciar además una voluntad de la Iglesia destinada a
allanar los obstáculos que pudiesen atentar contra la efectivización de la
unión matrimonial en los dos casos analizados.También una inmensa
paciencia en las diferentes instancias procesales de los juicios para conceder
ampliaciones en los plazos de prueba, reiterar citaciones a declaratorias,
receptar las declaraciones de la “muchedumbre” de testigos que las partes
presentaron -especialmente en el primer caso, aunque en cantidad no
desdeñable en el segundo- y en la minuciosidad y puntillosidad que
caracterizó a las indagatorias con la finalidad de esclarecer los hechos. En
ese sentido, los pleitos permitieron apreciar aspectos de la importancia os-
tentada por la Iglesia en la sociedad analizada, relacionada en parte con el
inmenso poder que concentraba en las cuestiones referidas a una institución
tan significativa como era el matrimonio. También pudo percibirse la
omnipresencia del ingrediente religioso impregnando no pocas de las formas
de sociabilidad descriptas en las acciones de los distintos actores,

181
MÓNICA GHIRARDI

especialmente en el caso inicial, en la primera mitad del siglo, aunque


alternándose con otras prácticas de sentido más profano. Fue posible ver que
miembros de familias principales se atrevieron a enfrentar a la magna
autoridad episcopal -aun en la época de su jurisdicción plena en materia ma-
trimonial- cuando entendieron que sus intereses familiares se veían
amenazados, y que en respuesta a estas actitudes la Iglesia tuvo una conducta
firme, aunque oscilante por momentos entre el máximo rigor y el perdón.
Aunque en contextos muy diferentes a los de hoy, los casos tratados
permitieron observar algunas situaciones que no son ajenas al universo
familiar del presente. Así por ejemplo, se advirtió que ciertas prácticas
sexuales externas al matrimonio que a veces se han considerado como
fenómenos exclusivos de la contemporaneidad, pudieron ser también propias
de las personas en el pasado, y comunes a individuos de diferentes
extracciones sociales, aún en épocas de fuerte presencia de la Iglesia en la
sociedad, como en las tratadas. Pudo verse a familias asumiendo embarazos
de sus hijas, resultantes de uniones no formalizadas; a varones y mujeres que
al momento de casarse hacía ya años que habían abandonado una vida de
castidad; a familiares dispuestos a enfrentar los costos materiales derivados
de ciertos comportamientos de sus hijos; a menores enfrentando a sus padres
en procura de alcanzar la aceptación de decisiones autónomas; a padres que
no dudaban en presentar batalla en defensa de los intereses de los suyos.

182
Iglesia sexualidades y estrategias familiares de selección…

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