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Eduardo Aliverti:

Cucuzza, para empezar, ¿cuándo diría que puede ser marcado el inicio de lo que se llamaría
un “sistema educativo” en la Argentina? ¿Desde dónde arranca uno, desde la generación del
37, con Echeverría, con Alberdi, con Sarmiento y con sus ideas? Más allá de que esas ideas
estaban inmersas en un Estado en debate y en guerra. ¿O hay que arrancar después?

Rubén Cucuzza:
Y… lo de “sistema educativo” sería, para el caso argentino, inclusive un poco mucho…

Eduardo Aliverti:
¿Por qué?

Rubén Cucuzza:
Y, porque solamente tiene ley fundante, la Ley 1420, lo que es la escuela primaria.

Eduardo Aliverti:
¿Ajá?

Rubén Cucuzza:
Es decir, el énfasis está puesto en la escuela primaria obligatoria, común, gratuita, graduada,
laica. Con una ley muy extensa, que llega casi hasta los límites de la reglamentación. No hay
ley para la enseñanza media. Es decir, toda la enseñanza media, en esa época, era
simplemente los colegios secundarios, es más, dos colegios secundarios. El Monserrat, el de
Córdoba, y el Nacional Buenos Aires, no había…

Eduardo Aliverti:
Y nada más.

Rubén Cucuzza:
Nada más. Pero no tiene ley. Es decir, en el gobierno, la enseñanza media se manejó… y digo
enseñanza media y vuelvo a restringir solamente la formación de lo que aquí se denominó,
desde Mitre, como “Colegio Nacional”.

Eduardo Aliverti:
¿Ajá?

Rubén Cucuzza:
Es decir, el bachillerato o lo que históricamente eran los estudios preparatorios para la
universidad. Y eso no tiene ley, se manejó por resoluciones ministeriales. Dependieron
directamente del Poder Ejecutivo Central a través del ministro de Educación. Y sí hay una ley
para la enseñanza universitaria, que es la conocida como “Ley Avellaneda”, que es apenas
una ley de 4 o 5 artículos. Tampoco dice muchas cosas acerca de la enseñanza universitaria;
simplemente, lo que hace es fijar lo que después llamaríamos “autonomía”.
Eduardo Aliverti:
¿Ajá?

Rubén Cucuzza:
Es decir, cada universidad, que también eran muy pocas, eran dos: Buenos Aires y Córdoba.

Eduardo Aliverti:
Dos universidades, Buenos Aires y Córdoba.

Rubén Cucuzza:
Esas Universidades, la ley lo único que hace es facultarlas a que pudieran dictarse sus propios
reglamentos.

Eduardo Aliverti:
Pero nada más.

Rubén Cucuzza:
Pero nada más. Es decir, lo único que hace es autorizar a la universidad a que se den sus
propias constituciones, diríamos si tomamos una denominación que viene de la época
medieval, respecto de las Constituciones del Real Colegio San Carlos, las Constituciones de la
Universidad de Córdoba. Su propio reglamento interno. Eso, de alguna manera, también
facilitó o permitió que la Reforma Universitaria tampoco fuera una ley.

Eduardo Aliverti:
¿La del 18?

Rubén Cucuzza:
La Reforma del 18, el movimiento que inicia la Universidad de Córdoba, tampoco los
principios de la Reforma –“principios” entre comillas (la autonomía, el cogobierno, etcétera)–
tampoco salen por ley. Son modificaciones que se dan en el interior de cada universidad. Es
decir, paradójicamente, la misma Ley Avellaneda estaba permitiendo el surgimiento de una
reforma que apuntaba a liquidar la universidad elitista.

Eduardo Aliverti:
O sea que para hablar de sistema educativo en Argentina, en todo caso de Roca para adelante,
o a partir de Roca (que viene a ser lo mismo, pero digo como punto de inflexión eso que
citaba antes), podría hablarse del sistema de la educación primaria. Pero no más que eso.

Rubén Cucuzza:
Podríamos pensar que eso, implícita o explícitamente, también constituye un cierto sistema,
pero no un sistema desde el punto de vista legal. Yo podría decir que, a lo largo de todo el
siglo XX, lo que es claramente visible es la falta, la carencia, de ese sistema educativo, de una
ley orgánica. De una ley que organice los tres niveles originarios (después tenemos que hablar
del surgimiento de los jardines, los terciarios), pero una ley organizada, una ley orgánica para
los tres niveles. Durante todo el siglo XX no hubo.

Eduardo Aliverti:
O sea, no hubo una política de Estado, concretamente.

Rubén Cucuzza:
Hubo lo que en algún lugar nosotros hemos llamado una “lucha de hegemonías
contrastantes”. Es decir, el hecho de que no haya habido una ley, no quiere decir que no
hubiera habido tentativas de armar o de dictar una ley que organizara todo el sistema. Es
decir, tempranamente la misma oligarquía advierte este problema, y ya la Reforma Bagnasco
era una propuesta de ley orgánica.

Eduardo Aliverti:
¿De qué año hablamos ahí?

Rubén Cucuzza:
Y, 1899, más menos. Fines de siglo, es decir, muy tempranamente ya surge la idea de una ley
que organice el conjunto del sistema. Es decir, una de las más conocidas es producto también
de la misma oligarquía, es decir, antes de Yrigoyen…

Eduardo Aliverti:
¿Sí…?

Rubén Cucuzza:
Es la conocida como la ley de la Reforma Saavedra Lamas, que sí, esa sí era una ley orgánica.

Eduardo Aliverti:
¿Ajá?

Rubén Cucuzza:
Y si yo hago una seguidilla durante el transcurso del siglo XX, vamos a ver que hubo tentativas
de dictar leyes orgánicas y fracasaron todas.

Eduardo Aliverti:
Dígame, Héctor…

Rubén Cucuzza:
Es decir, fracasaron la ley orgánica de Saavedra Lamas, no hubo una tentativa por parte del…
En general, hubo tentativas que provinieron del Poder Ejecutivo. En la época del peronismo o
en la época de gobiernos militares, la Reforma de Onganía-Astigueta. Se podría decir que,
paradójicamente, la primera ley orgánica es la del menemismo. Es la primera oportunidad que
en el transcurso de esos cien años de luchas; y decimos “luchas de hegemonías contrastantes”
porque, de alguna manera, si tratamos de interpretar qué fue lo que ocurrió, es porque
podríamos suponer que ni los sectores dominantes lograban imponer una ley orgánica, una ley
que organizara y diera finalidades políticas generales a todo el sistema educativo. Pero
tampoco los sectores que estaban fuera del poder, o impugnando, tampoco lograban imponer
un proyecto propio. Al punto que buena parte del siglo XX también ha sido una lucha que se
guió por la consigna esta de defender la Ley 1420. Es decir, defender la Ley 1420 implicaba
quedarse en ese sistema fundacional y no promover ninguna reforma superadora. Eso hasta
avanzado el siglo XX. Ni siquiera los sectores de izquierda, liberales más progresistas, etcétera,
etcétera, anclados en esa consigna de defensa de la Ley 1420 (que, de alguna manera, era
simplemente una consigna defensiva frente a poderes mucho –valga la redundancia– más
poderosos) tampoco lograban imponer otro proyecto. Y se quedaban en una postura
simplemente de defensa de un sistema que venía de un siglo atrás.

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