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En dicho trabajo, Ribera ya separa el asunto de los contactados —no le presta la menor atención ni credibilidad— de la ufología que examina con seriedad el fenómeno OVNI con objeto de hallar una respuesta a tan fascinante enigma. Se centra, entre otras cuestiones, en la importancia de los avistamientos protagonizados por pilotos militares y en las detecciones por radar. Asimismo, Ribera reconocía la gran labor efectuada por el ufólogo francés Aimé Michel, que estudió a fondo la oleada de 1954.
En dicho trabajo, Ribera ya separa el asunto de los contactados —no le presta la menor atención ni credibilidad— de la ufología que examina con seriedad el fenómeno OVNI con objeto de hallar una respuesta a tan fascinante enigma. Se centra, entre otras cuestiones, en la importancia de los avistamientos protagonizados por pilotos militares y en las detecciones por radar. Asimismo, Ribera reconocía la gran labor efectuada por el ufólogo francés Aimé Michel, que estudió a fondo la oleada de 1954.
En dicho trabajo, Ribera ya separa el asunto de los contactados —no le presta la menor atención ni credibilidad— de la ufología que examina con seriedad el fenómeno OVNI con objeto de hallar una respuesta a tan fascinante enigma. Se centra, entre otras cuestiones, en la importancia de los avistamientos protagonizados por pilotos militares y en las detecciones por radar. Asimismo, Ribera reconocía la gran labor efectuada por el ufólogo francés Aimé Michel, que estudió a fondo la oleada de 1954.
Objetos desconocidos en el cielo
de Espafia
No bay acaso tema que posea mayor desprestigio entre
determinados circulos cultos que el de los mal lamados
«platillos volantes». Pero no hay tampoco tema que se resista
mds a morir. La bibliografia que ha suscitado es ya muy copio-
sa. En ella, al lado de elucubraciones seudo-metafisicas y rela-
tos de pretendidos contacts, hay obras serias, sinceras, que se
proponen dilucidar el enigma de los elusivos unidentified flying
objects 0 ufos para abreviar, como los denominan los aviadores
norteamericanos en su argot. Incluso hombres de la falla espi-
rifual de un Jung! echaron su cuarto a espadas en el asunto, y
Hermann Oberth, el «padre de la Astrondutica», no se recata
en proclamar abiertamente su origen extraterrestre.
El asunto me afraia ya casi desde 1947, fecha en que la
mayoria de estudiosos siftian el inicio del perfodo de explora-
cién «contempordneo». Entré en relacién con Eduardo Buelta *,
investigador privado que habia compilado unos graficos de
frecuencia y unas estadisticas muy interesantes, que sefialaban
un ritmo de unos dos afios y dos meses de promedio para las
«oleadas», haciéndolas coincidir de manera muy curiosa con
las oposiciones del planeta Marte, y empecé a comprender
enfonces que, si queriamos ganarnos a los cientificos, tan afe-
rrados por lo general a sus ideas preconcebidas, habia que ela-
borar un método de estudio inatacable desde su punto de vista,
y que se basara en las premisas indispensables que exige la
ciencia: objetividad, honradez y empirismo. Los hombres de
ciencia no crefan en los «platillos volantes» porque todavia
no se habian podido Ievar ninguno al laboratorio para pesarlo,
medirlo y analizarlo. Pero ello, en mi opinién, no negaba la
posibilidad de su existencia. Habia pruebas, a mi entender
C. G. Jung: Ein moderner Mythus. Von Dinger, die am Himmel geschen
werde. Rascher & Cie. Ag., Ziirich, 1958. Trad. espaiiola: Sobre cosas que se
ven en el cielo, Editorial Sur, S. A., Buenos Aires, 1961.
2 Eduardo Buelta: dstronaves sobre la Tierra, Ediciones Oromi, Barce-
lona, 1955.considerables, de orden indirecto si se quiere, pero no por ello
menos convincentes. Dejando aparte la indudable sinceridad
del relato de muchos testigos presenciales, habia las observa-
ciones simultaneas de radar y visuales, efectuadas por muchos
expertos pilotos militares, y citadas por el capitan Edward
J. Ruppelt, jefe que fue de la «Comisién Platillo» de la USAF,
0, para decirlo con el nombre oficial, del «Proyecto Bluebook».
(La USAF, dicho sea de paso, lleva invertidos mas de 200 millo-
nes de délares en la creacién y mantenimiento de diversas comi-
siones de encuesta en el seno del «Aerospace Technical Intel-
ligence Centers, radicado en Dayton, Ohio, lo cual viene a
ser una prueba indirecta mas.) Habia también unas fotografias
convincentes, no amaiiadas, como las cinco placas que tiré el
periodista brasileio Jodo Martins en Barra da Tijuca y cuyos
negativos fueron adquiridos por el ATIC mediante la suma nada
despreciable de 20.000 délares. Y, last but no least, habia la
sospecha creciente de la Ciencia de que el Hombre no esta
solo en el Cosmos, y de que otras inteligencias le acompafian
en el misterioso viaje por el Tiempo y el Espacio. De nuestros
dias es el descubrimiento incuestionable de células fosilizadas
en el meteorito de Orgueil, realizada por el Premio Nébel
de Quimica Nagy y sus colaboradores, y los cdlculos de Fred
Hoyle acerca del ntimero de planetas habitados en nuestra
Galaxia, que segin el ilustre investigador britanico ascienden
a cien mil.
Asi las cosas, habia de caer en mis manos un libro que, al
parecer, aportaba la herramienta definitiva que nosotros ansid-
bamos para atacar el problema por el lado cientifico®, Era su
autor un ingeniero francés, Aimé Michel, que durante muchos
meses estudié los centenares de casos de «platillos» registrados
en Francia en el alucinante otoiio de 1954, y que, segiin el profe-
sor Heuyer, autor de una sonada comunicacién a la Academia
de Medicina de Francia, eran un ejemplo de psicopatologia
colectiva. Habia que admitir, pues, que Francia estaba poblada
de psicépatas y alucinados.
Sin embargo, el paciente Michel no acepté este veredicto
de la ciencia oficial (no se olvide que, antes de Copérnico,
Tolomeo era también ciencia oficial), y empezd por trasladar
sobre un mapa de Francia las observaciones de aquel otoiio
1 Cap. Edward J. Ruppelt: Zhe Report on Unidentified Flying Objects,
Doubleday & Co. Inc., Nueva York. (Trad. francesa en Editions France-
Empire, Paris, 1956.)
2 Aimé Michel: Mfistérieux Objets Célestes, Arthaud, Paris, 1958.demencial. Como dando la razén al profesor Heuyer, el gali-
matias mas espantoso aparecié sobre el mapa. Hasta que un
dia Jean Cocteau dijo a Michel: «Habria que ver si tras ese
desorden aparente, se oculta un orden que no alcanzamos a
discernir.» Y el licido, cartesiano y frio Aimé Michel tuvo
enfonces una idea genial: dispuso sobre el mapa las observa-
ciones «de un solo dia». Algo fue evidente de inmediato: varias
observaciones se colocaban sobre una linea recta imaginaria.
jCasualidad? Michel repitié la operacién con las observaciones
de otros dias. Aparecieron nuevas lineas rectas... nuevas
«ortotenias», que éste es el nombre que les aplicé Michel, del
griego dpdozevd:, tendido en linea recta. En realidad, eran
Iineas ortodrémicas, de maxima curvatura terrestre, pero que
excluian de golpe la posibilidad de la alucinacién y de la psico-
patologia colectiva. De lo contrario, habria que admitir que las
alucinaciones se propagan en linea recta, a veces sobre distan-
cias de centenares de kilémetros... Quedaban asi excluidos el
posible fraude y la casualidad. Algunas de estas alineaciones se
hacian sobre seis puntos, como la que iba de Bayona a Vichy,
de la que mAs tarde nos ocuparemos. (Segiin el estudioso norte-
americano Lex Mebane, para que de nueve puntos determinados
sobre una superficie, seis se dispongan sobre una linea recta,
esta probabilidad debe cifrarse en 1 contra 500.000 al menos,
y acaso en 1 contra 40.000.000.) Esta observacién de impor-
tancia capital, como veremos, no podia, pues, ser fortuita.
Como fampoco la del 15 de octubre, por ejemplo. Este dia
hubo ocho observaciones (todas ellas publicadas por la prensa):
los puntos fueron Southend (Inglaterra), Calais, Aire-sur-la-Lys,
la carretera nacional 68 entre Niffer y Kembs (frontera franco-
alemana), la desembocadura del Po, un lugar al este de Paris, un
punto de la carretera nacional 7 al sur de Montargis, y por ulti-
mo otro en Fouesnant, cerca de Quimper. Pues bien: frazando
una linea recta desde la observacién italiana a Southend, ésta
pasa sucesivamente sobre todos los puntos sefialados. {Qué
ocurrié? {Se pusieron de acuerdo ocho personas que no se co-
nocian previamente, para referir sus extraiias observaciones,
disponiéndolas ademas sobre una rigurosa linea ortodrémica de
1.100 km de longitud? Irrisorio.
Pero esto no era todo: varias de las ortotenias halladas por
Michel partian de un «centro de dispersién», disponiéndose en
forma radial, a veces sobre todo el ferritorio francés. Invaria-
blemente, en los «centros de dispersién» se habia sefialado siem-
pre la presencia de un objeto de grandes dimensiones, fusi-
8forme, que a veces era un «cilindro de nubes». Sobre los radios,
siempre, objetos de pequefias dimensiones, «discos» y luces.
La hipétesis de una «nave nodriza» lanzando las «navecillas
de exploracién» es muy tentadora...
Fue entonces cuando yo publiqué mi libro, en el que exponia
el estado actual de la cuestién, junto con sus antecedentes
miticos y protohistéricos, sin olvidar los recientes trabajos de
Michel, Buelta, Keyhoe® y otros. Pero antes ya habia tenido
la idea de aplicar el mismo método ortoténico descubierto por
Michel a las observaciones espaiiolas, que yo habia recopilado
hojeando viejas colecciones de periddicos nacionales. Cuando
aparecié mi libro, s6lo habia podido descubrir dos cosas: que
Espaiia habia tenido su flap u oleada, en la primavera de 1950
y coincidiendo también con una oposicién de Marte, y varias
ortotenias indudables, que publiqué en mi obra. Pero més
tarde, un articulo de Jacques Vallée *, colaborador de Michel,
me dio una nueva pista. En su articulo, Vallée decia que,
segtin recientes trabajos suyos y de Aimé Michel, el dia de
24 horas no era la tinica base para la formacién de ortotenias.
Existian algunas de estas lineas que mostraban un cardcter
mas permanente. Las redes ortoténicas no se deshacian al filo
de la medianoche (la hora de los trasgos y los aparecidos),
para rehacerse sobre una nueva disposicién, sino que, al parecer,
se podian alinear observaciones de diferentes dias. Ello me
permitié frazar un nuevo mapa ortoténico de la Peninsula
Ibérica, harto revelador, pues en él los «centros de dispersién»
no son principalmente centrales, sino costeros, atendiendo a la
configuracién «peninsular» (valga la redundancia) de la Penin-
sula. Incluso la concavidad que forma la costa entre Barcelona
y Gandia quedaba cubierta por la «nave portadora» estacionada
durante varios dias entre Ibiza y Mallorca, vista por cente-
nares de personas y objeto de un articulo en La Vanguardia
Expaiola* por parte de don Federico Armenter de Monasterio,
presidente que fue de la Sociedad Astronémica de Espaiia
y América.
Pero no habian de quedar las cosas ahi, ni mucho menos.
1 Antonio Ribera: Objetos Desconocidos en el Cielo, Col. Docvmenta,
Libreria-Editorial Argos, Barcelona, 1961.
2 Donald E. Keyhoe: Flying Saucers from Outer Space, Hutchinson & Co.,
Londres, 1954.
3 Jacques Vallée: «Towards a generalisation of Orthoteny and its appli-
cations to the North African sightings», arffculo publicado en el nimero de
marzo-abril, 1962, de la Fly Saucer Review, Londres.
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