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C a p í t u l o IV
El Bien. La Luz. La Hermosura. El Amor. El Éxtasis. El Celo. El
Mal: no es ser, ni procede del ser, ni está en los seres
causa de todos los males, tanto para ellos mismos como para
los otros que decimos que hacen mal? Y ¿cómo, en una pala-
bra, los demonios que proceden del Bien carecen de todo
bien o cómo se ha pervertido el bien que produjo el Bien? Y
¿qué es en sí el pervertir, en suma, qué es el mal, dónde tiene
su origen, en cuál de los seres está? ¿Cómo quiso el mismo
Bien que exista y cómo pudo hacerlo queriendo? Y si es otra
la causa del mal, ¿qué otra causa tienen los seres fuera del
Bien? Y ¿cómo, si existe la providencia, existe el mal, por qué
surge o por qué lo permite, y cómo algunos seres se dejan cau-
tivar por él en lugar del Bien? n .
19. Sin duda, alguien podría expresar así su perplejidad,
pero nosotros le rogaríamos que considere la verdad de los
hechos y con toda franqueza le diríamos esto en primer lugar:
El mal no procede del Bien, y si procede del Bien no es mal, al
igual que no es propio del fuego el enfriar, tampoco lo es del
Bien el no producir bienes.
Y si todos los seres proceden del Bien, ya que la naturaleza
le dio al Bien el producirlos y conservarlos, en cambio al mal
le dio el corromperlos y destruirlos, ningún ser procede del
mal. Ni incluso el mal mismo podría existir si fuera realmente
un mal para sí mismo. Y si no es así, el mal no es malo del
todo, sino que tiene alguna parte del Bien, por lo cual en algu-
na manera existe. Y si los seres todos tienden al Bien-Hermo-
sura, y todo cuanto hacen lo hacen porque les parece un bien
y todo su afán tiene como principio y fin al Bien, y nada de
cuanto hacen lo hacen con la perspectiva del mal, ¿cómo es-
tará el mal en los seres, o cómo puede existir estando total-
mente privado de ese deseo de Bien?
11 Hasta aquí el capítulo está dedicado al Bien. La segunda parte versa sobre el
Mal, desde el n. 19 al 35. Reiteradamente se sirve el Areopagita de obras de Proclo, lo
cual ayuda a fijar la fecha del Corpus Dionysiacum hacia el año 500, teniendo en cuen-
ta que el «querido maestro» del Pseudo Dionisio murió el año 485. Cf. H. Kocn,
«Der pseudo-epigraphische Character der dionysischen Schrifte»: Theologische Quar-
talschrijt 11 (1895) 352-421; J. S t i g l m a y r , «Der Neuplatoniker Proclus ais Vorlage
des sogen. Dionysius Areopagiten in der Lehre vom Ubel»: Historisches Jahrbuch 16
(1985) 253-273 y 721-748. Prácticamente, todo este tratado sobre el Mal está to-
mado de P r o c l o , libro que hoy se conoce con el título De malorum subsistentia.
46 Los nombres de Dios
Ca pít u l o V
Del ser y los arquetipos