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U N I M E S O

ARQUITECTURA.

HISTORIA DE LA ARQUITECTURA II

ARQUITECTURA ROMÁNICA

ARQ. HUGO ENRIQUE GARCÍA LÓPEZ.

ABRIL ANETT HERNÁNDEZ VALLEJO

San Cristóbal de las Casas, Chiapas


a 20 de Octubre de 2019.
Arquitectura Románica

La Arquitectura Románica es el estilo europeo de construcción que floreció durante la Edad Media. Era una época
en la cual la vida y en general todas las áreas de la sociedad, estaba dominada por la Iglesia y el arte era una de
esas áreas.

Los edificios románicos se ven ampliamente influenciados por la arquitectura romana y también se aprecian
elementos del arte bizantino e islámico. La arquitectura románica se caracteriza por la grandiosidad de sus
catedrales, monasterios y castillos.

Las principales características de la arquitectura románica son las siguientes:

 Edificios austeros, sencillos y sólidos.

 Planta en forma de cruz latina con un número impar de naves siendo la central más amplia que las laterales.

 El arco de medio punto es el elemento principal en el que se sustenta la nave, se encuentran sostenidos
por columnas o pilares decorados con escenas o personajes bíblicos.

 Las bóvedas de cañón son las más comúnmente empleadas, están constituidas por una sucesión de arcos
de medio punto.

 La decoración se concentra en los pilares, las portadas o las cornisas, siendo el resto de elementos de
elevada sobriedad.

Los arquitectos del arte románico construyeron una amplia variedad de edificios entre los cuales, los más comunes
eran: iglesias, monasterios, catedrales y castillos. Las edificaciones más importantes eran las iglesias de las grandes
abadías muchas de las cuales todavía están en uso. De entre los elementos a destacar se encuentran:

 Arcos de medio punto. Este era el método más empleado para generar grandes aberturas y para sostener
el tejado. En algunas iglesias se pueden encontrar arcos de punto pero son menos habituales.

 Paredes gruesas. Se empleaban paredes de gran grosor para de este modo evitar el la necesidad de
contrafuertes. Las aperturas eran pequeñas y casi inexistentes. Lo que hace parecer a los edificios
románicos muy sólidos y compactos.

 Arcadas. Conjuntos de arcos de medio punto alineados sostenidos por pilares o columnas, que eran de
batería o de núcleo duro dependiendo de si eran pequeñas o grandes respectivamente. Los pilares eran
generalmente construidos de mampostería y tenían una sección generalmente cuadrada o rectangular, los
capiteles eran generalmente decorados con estilo corintio.

 Techos. Primero construidos de madera y más tarde de piedra. Generalmente abovedados con bóvedas de
cañón. Con el tiempo, estos se convirtieron en un elemento típico de la arquitectura gótica.

 Torres. Característica habitual de las iglesias románicas.


 Planta. La cruz latina era la planta preferida, con una o varias naves longitudinales que llegaban a una
cabecera con ábsides y se encontraban en ocasiones cruzadas por una nave transversal denominada
crucero.

La arquitectura románica es básicamente religiosa y crea un tipo de templo abovedado, bastante uniforme, de
interiores oscuros que mueven al recogimiento. No se aprovechan elementos constructivos ni decorativos de
monumentos anteriores y la proporción clásica desaparece por completo

En la arquitectura románica, que ya no aprovecha elementos constructivos ni decorativos de los monumentos


romanos, el sentido de la proporción clásica desaparece, y donde esa ruptura con el pasado se hace más patente
es en la columna, cuyo fuste deja de ser troncocónico y se hace cilíndrico. La proporción entre el diámetro y la altura
de la columna se olvida y el arquitecto románico no tiene inconveniente en dar el mismo grueso a la baja columna
de un claustro que a la altísima que, adosada a un pilar del templo, se eleva hasta la bóveda de la nave mayor.
Perdido también el recuerdo de los órdenes clásicos, todas las columnas tienen basa con plinto y el fuste, o bien se
conserva liso, que es lo más frecuente, o se estría, incluso en zigzag, o se recubre de ornamentación vegetal. El
collarino, que en la columna romana se labraba en la parte superior del fuste, pasa ahora a formar parte del capitel,
del que desaparece ahora todo recuerdo del dórico y el jónico. Se emplea, en cambio, el tipo de capitel cubierto de
hojas que deriva del corintio, aunque, salvo determinados momentos y escuelas, el recuerdo del acanto desaparece
y el follaje es distinto.
Los escultores románicos no se contentan, sin embargo, con esos capiteles de abolengo clásico más o menos
desfigurados. Con ese ritmo insistente y tortuoso que caracteriza su decoración vegetal, alargan esos tallos vegetales
y los entrelazan una y otra vez hasta crear un caprichoso enrejado de formas vegetales, ya sin parentesco con el
diáfano orden de las hojas de acanto clásico.
A veces, quizá por influencia de los marfiles hispanoárabes, de las telas y las decoraciones orientales, se entretejían
junto a los elementos vegetales figuras de animales o humanas, bien reales, aunque muy estilizadas, bien
monstruosos o fantásticas. Son figuras animadas que se retuercen, estiran o abultan caprichosamente, se muerden
o forcejean entre sí, revelando una tensión espiritual que representa el extremo opuesto del reposo y la diafanidad
clásicos.
Si la sensibilidad anticlásica crea estos dramáticos capiteles cargados de monstruos, el sentido didáctico y
evangelizador de la Iglesia convierte a su vez el capitel en un relieve corrido en que se recuerdan las historias del
Antiguo y el Nuevo Testamento. Una vez creado este tipo de capitel historiado, netamente cristiano, los artistas
introducen a veces temas tomados de la fábula, como el apólogo, y escenas de oficios relacionados con la
construcción.
Respecto a las cubiertas, al reemplazar el arquitecto románico la techumbre de madera por la bóveda con arcos de
refuerzo fajones, y hacerla cabalgar sobre arquerías, le fue necesario recibir no solo los arcos de estas, formeros,
sino también los transversales o perpiaños.
Como para recibir bien ese doble juego de arcos son insuficientes la columna y el pilar rectangular, nace un nuevo
tipo de pilar, bastante más rico, de sección cruciforme: con un cuerpo resaltado por cada uno de sus frentes para
recibir los cuatro arcos. Dado este paso, la evolución y el enriquecimiento del pilar románico es un camino natural.
Al no tratarse de arcos sencillos, sino con un resaltado más estrecho en su intradós, cada uno de los frentes recibe
también un nuevo resalte central que no hay inconveniente en transformar en una columna adosada. El empleo de
la bóveda de arista, que, junto a la de cañón, es la preferida del románico, introduce a su vez una columna de menor
grosor en el ángulo entrante del pilar.
Dada la tendencia al recargamiento de toda evolución estilística, el primitivo pilar cruciforme llegó a convertirse en
un haz de columnas y molduras verticales que lleva en sí el germen del futuro pilar gótico.
Si el sistema abovedado con arcos de refuerzo transforma en el interior el pilar de esta forma, exteriormente da lugar
a un gran número de estribos que contribuyen a la decoración de las fachadas laterales.
Dada la tendencia al recargamiento de toda evolución estilística, el primitivo pilar cruciforme llegó a convertirse en
un haz de columnas y molduras verticales que lleva en sí el germen del futuro pilar gótico
En cuanto a los arcos, el preferido es el de medio punto de sección rectangular. Impulsado por el deseo natural de
enriquecerlo, pronto se dobla, es decir, se resalta en su intradós otro más estrecho, y se decoran sus ángulos con
dos toros o molduras de sección semicircular.
El proceso evolutivo continuaría multiplicando molduras cóncavas y salientes, rectilíneas y quebradas, aligerándolo
de masa.
Como hemos dicho, las bóvedas más frecuentes en la arquitectura románica son las de cañón semicircular con arcos
de refuerzo y la de aristas. En cuanto a las de tipo esférico, se emplea tanto la bóveda sobre trompas como la cúpula
y la de cuarto de esfera, esta última en los ábsides. Tampoco es rara la esquifada.
Aunque el estribo sirve para contrarrestar el empuje de la bóveda de cañón concentrado en los arcos fajones y los
muros son gruesos, la multiplicidad de las naves y la doble planta que a veces existe en las laterales crean
numerosos problemas de equilibrio que el arquitecto románico procura resolver contraponiendo unas bóvedas a
otras para que contrarresten sus mutuos empujes.
Las puertas de templos y monasterios suelen ser abocinadas, aspecto que persistirá en el gótico. El arco de la puerta
suele tener tímpano y, si la puerta es ancha, se refuerza el dintel sobre el que descansa ese tímpano con un parteluz
o soporte central.
BIBLIOGRAFÍA.

http://masdearte.com/especiales/arquitectura-romanica-apuntes-basicos/
https://www.arteguias.com/arquitectura.htm
http://www.historiayarte.net/a-arquitectura-romanica.html

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