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de Alejandra Pizarnik
(…) afirmo que haber nacido mujer es una desgracia, como lo es ser judío, ser
pobre, ser negro, ser homosexual, ser poeta, ser argentino... Claro es que lo
importante es aquello que hacemos con nuestras desgracias.1
Claro que hay que contextualizar las palabras de Alejandra para entender ese
calificativo: “desgracias”. Pensemos en Argentina entre 1955 y 1972, desde momento
vital en el que comienza su andadura literaria oficial hasta el momento de su suicidio: el
peronismo supuso la puesta en circulación de un antisemitismo de altísima intensidad
combinado con una homofobia ya bastante acusada en la sociedad argentina de su
momento –gracias, en parte, a la consideración de enfermedad mental que aún tenía la
relación entre personas de un mismo sexo para la psiquiatría de su momento2-, hasta el
punto de llegar a debatirse abiertamente sobre el exterminio como posible solución final
para los homosexuales3. Ello ha de ser aderezado con el pertinente conservadurismo en
los roles que una mujer debía tener en la sociedad en su época (pensemos, por un
momento, en lo enclaustrante de estos roles en el contexto judaico del que Alejandra
provenía, aún más estrangulador que en el resto de la sociedad4), y con el planteamiento
de que esta sociedad pertenecía a un contexto fuera del “mundo desarrollado”, de ese
“Occidente” no geográfico donde supuestamente cualquier país con ambiciones ha de
mirarse. Añadamos el fuerte clasismo de una sociedad en vías de desarrollo, plena de
desigualdades económicas y sociales, y tendremos el paraíso perfecto de la
discriminación y el prejuicio, un lugar donde casi todo es “estigma” que ha de ser
ocultado, so pena de detención, maltrato, encierro, exclusión, violencia e, incluso,
muerte.
II
El hechizo de D. inflama mis anhelos. (…) Todo en ella es tan voluptuoso que un
solo gesto de sus turbias manos basta para ahogar mi alma (…) D. es el perfecto
exponente de la tentación carnal. Terrible modelo que un día envió su imán a mi
cuerpo dejándome delirante, frenética por su posesión.8
Noche de insomnio a pesar de que tomé diez pastillas. Lloré. Me odio más que
nunca y odio mi cara y mi cuerpo pues los miro a través de sus ojos. Odio mi cara
que no supo fascinarla.11
Para Pizarnik supone un paso doloroso en sus difíciles relaciones con su imagen
en el espejo (“Me dolía la memoria, me dolían los ojos, me dolía el espejo en que me
miré”12). En este mismo cuaderno de diario de 1961 encontramos una composición
inédita ubicada en el final de la libreta que recoge poéticamente su dolor por la
respuesta de M.: la figura de la leprosa es empleada en su largo lamento escritural, y
emerge como símbolo de quien es rechazada por su parte física. En su obra pública,
podemos leer, en 1965, el poema “Invocaciones”, perteneciente a Los trabajos y las
noches que participa de esta incorporación a su universo particular:
Invocaciones
Insiste en tu abrazo,
redobla tu furia,
crea un espacio de injurias
entre yo y el espejo,
crea un canto de leprosa
entre yo y la que me creo.13
III
Desde el comienzo de su texto, Pizarnik hace “evidente”, por así decir, para
cualquiera lo que quizás no resulte tan llamativo, atractivo o importante para el lector de
Penrose a través, además, de conceptos profundamente vinculados al ámbito de la
psiquiatría y la psicología: “perversión sexual” y “demencia”. Penrose nunca habla, en
su texto de “perversión”, y jamás trata como tal su supuesta “demencia”. La
presuposición pizarnikiana de su evidencia parece aclararnos, en este punto, hacia
dónde dirigió probablemente Alejandra su mirada en la lectura y, lo que podría ser más
importante, hacia dónde entiende que se dirige la mirada –o el prejuicio- del lector ante
el texto de Penrose y, consecuentemente, vista la exposición realizada del personaje
durante su desarrollo, ante el suyo propio.
Ciertamente, Alejandra escribe su ensayo acerca de la Condesa Báthory en un
período de profunda reflexión y nostalgia sobre su vida en París, un ambiente en el que
se sentía muchísimo más libre con respecto a su sexualidad:
Y París? Qué es ahora París? No es el lugar del amor y del sexo. Y sí es el lugar del
permiso del amor y del sexo.17
A juzgar por estos testimonios, Alejandra, a una aún no del todo aceptada
“homosexualidad” –su testimonio en la última cita deja translucir el forzado imperativo
heterosexual tremendamente interiorizado-, aúna un deseo masoquista no sólo no
asimilado, sino que produce incluso rechazo y “horror” (ser judía y tener una fantasía
erótica siendo castigada por un nazi -como si de una escena de Portero de noche se
tratase- no debe de ser muy sencillo de digerir). ¿Qué sensaciones le generaría,
entonces, un personaje como la Condesa Báthory? La mezcla de fascinación y horror
iría más allá, posiblemente, de cualquier valor estético o afectación de la sensibilidad y
se convertiría, con seguridad, en una confrontación consigo misma y con ese “otro lado”
del espejo que escondía y, quizás, en el motivo de que el texto se adentre en un
emplazamiento donde quedaría reflejado, a un tiempo, su más perfecto objeto de deseo
–una dómina implacable de suntuosa belleza-22 y su tormento más aterrador.
Llegados a este punto, es preciso preguntarse por ciertos aspectos del texto de
Alejandra. La conciencia ya señalada de la posible mirada y juicio del lector están
presentes, por lo que cabría interrogarse: ¿hasta qué punto Alejandra es posible afirmar
que Alejandra ha interiorizado el discurso homófobo de autores como Murena? ¿Hasta
qué punto se vio imbuida en los prejuicios ante la homosexualidad presentes en su
época? ¿Utilizó Alejandra este tipo de discurso para “disfrazarse”, “enmascarase”, y
escapar así de cualquier mirada reprobatoria? ¿O bien comparte con Murena cierto
rechazo a la homosexualidad en tanto que “cultura de la homosexualidad”, aunque no al
homoerotismo? Sus opiniones acerca del personaje de Báthory, ¿son del todo francas, o
están hechas para contentar al lector y escapar a una posible censura de cualquier
naturaleza? Por otra parte, ¿hasta qué punto habla de sí misma cuando retrata y explica a
la Condesa Báthory? ¿Las adiciones y los cambios introducidos por Pizarnik en el relato
de la Condesa son una huella de una mirada sobre sí misma? Cuando Alejandra se veía
en el espejo, ante el que también pasaba interminables horas, ¿veía a la otra que ella era,
a una criatura hambrienta de “sexualidad feroz” lésbica y masoquista?
IV
Pero no hay muchas criaturas que hayan recibido el don del sexo del modo en que
yo, del modo que te comprendo. No te amo pero me calentás, y esto, a vós que me
amás, te hace sentir Angela de Foligno. Mi concha húmeda se humedece más y
luego de nuevo y así horas y horas. Me gusta echarte de espaldas y meterte dos o
tres dedos en tanto tu culo –merecedor de uno de los dedos- da cuentas, por tu
dolor, de mi identidad: soy la que conduce las posturas de un juego sexual
interpretado por dos niñas monstruos. Y como el dolor de tu culo me excita,
también te excitás y vas cediendo, princesita del castillo de la más alta torre de los
sueños más depravados y candorosos, más místicos, más peligrosos.32
todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí orgullo por mi
virtuosismo - la mahtma gandhi del lengüeteo, la Einstein de la mineta, la Reich del
lengüetazo, la Reik del abrirse camino entre pelos como de rabinos desaseados - ¡oh
el goce de la roña!
(…)
Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente en una sala llena de carne de
prisión donde las mujeres vienen y van hablando de la mejoría.33
A la hora de enfocar la lectura de este texto, sin embargo, existen varias maneras
muy distintas de contemplarlo, siempre dependientes de la mirada de quien recorre sus
líneas. Pizarnik ha dejado el texto absolutamente abierto a múltiples posibilidades de
lectura no siempre excluyentes. Si seguimos, por ejemplo, una lectura literal del texto,
seremos incapaces de asegurar qué produce el terror o la risa, y si se hallan vinculadas o
no a ese “adulterado decadentismo” escandalizador. Sólo hallamos el abrazo de la
anciana: ¿es su condición de mujer? ¿Es la condición lésbica que nos sugiere el
penúltimo párrafo –las referencias a Safo, Clifford Barney, etc. son bastante
significativas en este sentido? ¿Es el acto de la violación? ¿Es el escenario en que tal
acto está teniendo lugar? ¿Son las flores? El juego de sugerencias, no obstante, en el que
Pizarnik se adentra parece señalarnos, de forma falaz, hacia la violación cometida por
una anciana lesbiana. Pero, nuevamente, la pregunta surge: ¿Es la violación,
independientemente del sexo del violador? ¿Es el lesbianismo de la anciana? En este
sentido, el penúltimo párrafo podría resultar aclaratorio, y, sin embargo, nuevamente lo
hallamos tan abierto como los anteriores: ¿Qué escandaliza a Alejandra? Una lectura
literal nos habla de su “decadentismo”, es decir, de sexualidad en un entorno
embellecidamente mortuorio que pretende vincular ambos conceptos, sexo y muerte. El
juego de sugerencias y ls falta de cierre textual sobre una única opción, nuevamente, nos
deja ante otras lecturas posibles, existiendo ligazones abiertas con el ridículo
preciosismo de la actitud de la anciana, con su lesbianismo, etc. Sea como sea, la única
y lacónica respuesta de la autora, aunque nuevamente ambigua, es el destierro floral.
La lectura en clave homofóbica parece la lectura más sencilla para el texto, muy
acorde con los valores de la época y los lugares en que este texto fue escrito y vio la luz.
Esta fue, probablemente, la clave de lectura en que fue interpretado por la mayoría de
sus receptores, como no se le escaparía a una autora plenamente consciente de la mirada
lectora, necesitada de un control absoluto sobre el texto y sus posibles interpretaciones
para poder mantener a salvo de cualquier mirada sus estigmas. Sin embargo, Alejandra
nos deja –seguramente a conciencia- un texto indeciblemente abierto en su significado,
que queda abierto a otras probables claves de interpretación: por ejemplo, como una
simple crítica de ciertos modos de entender lo lésbico o, simplemente, la sexualidad, -
sin tener por qué hacer una lectura como “texto homofóbico”- desde una autora
lesbiana. O un simple retrato del choque entre dos generaciones de lesbianas
(ancianidad frente a juventud) que han pasado a entender su deseo y el modo de
expresarlo de formas completamente distintas. O como una crítica a cierta mirada
“lésbica” que ha penetrado y generado determinados modos de entender el
homoerotismo femenino en torno a ciertas autoras y tradiciones. Las lecturas pueden ser
numerosas y muy distintas –desde lo homofóbico hasta lo puramente lésbico- para un
texto deliberadamente ambiguo. Esta ambigüedad es la clave para mantener la clausura
de su armario literario.
En público, sin embargo tuvo que cuidarse de los peligros que amenazaban a
un ser tan “incorrecto” en todos los sentidos. Expuso y se expuso cuanto pudo, jugando
constantemente con máscaras y dobleces, buscando pequeños huecos por donde mostrar
y mostrarse sin ser vista. Su sutileza a la hora de hacerlo fue exquisita. La censura nunca
pudo juzgarla. Y es que el resumen perfecto de lo que fue la relación vida-obra en su
escritura quizás se halle en estas líneas de La bucanera de Pernambuco o Hilda la
Polígrafa, su obra más demoledora:
(Nota de Concha: Lo de Garo es por los chicos de la censura. ¡Iujú! ¡Vean lo que
me estoy tocando sin que se den cuenta! ¡Iujú!
¡………………………………………………………………………………………
……………………...…..……………………………………………………………
………………...………………………………………………………………….!)36
1
Pizarnik, Alejandra, Prosa Completa, Lumen, Barcelona, 2001, pág. 310
2
Homosexualidad es un término que, si bien aparece por primera vez en 1868-9 por creación de Karl
Maria Kertbeny –activo luchador contra la persecución de la sodomía en Prusia- (Véase Bech, Henning,
“A Dung Beetle in Distress: Hans Christian Andersen Meets Karl Maria Kertbeny, Geneva, 1860: Some
notes on the Archaeology of Homosexuality and the Importance on Tuning”, en Löfström, Jan (Ed.),
Scandinavian Homosexualities, Essays on Gay and Lesbian Studies, Haworth Press, New York, 1998,
Pág. 144 y Pág. 154 [nota al pie]) se encuentra ya en 1870 de la mano del psiquiatra germano Carl
Friedrich Otto Westphal en el ámbito de una psicopatología sexual en formación (Foucault, Michel,
Historia de la Sexualidad I: La Voluntad de Saber, Siglo XXI, Madrid, 2006, Pág. 44). Este concepto
continuaría siendo ampliamente aceptado en el mundo de la psiquiatría e incluyéndose en sus manuales
hasta que, en 1973, la APA (Asociación de Psiquiatras Americanos) decide eliminarla de su manual de
diagnóstico, el DSM.
3
De hecho, aunque no se llegase a tomar tal medida, la homosexualidad no será despenalizada en
Argentina hasta 1986. Para más información, véase Sebreli, Juan José, “Historia secreta de los
homosexuales en Buenos Aires”, en Escritos sobre escritos y ciudades bajo ciudades 1950-1997,
Sudamericana, Buenos Aires, 1997, págs. 275-370.
4
A pesar de que el judaísmo ha atendido tradicionalmente más a la censura del homoerotismo masculino,
el lesbianismo no se ha librado del juicio desfavorable de las autoridades religiosas, alegando la censura
en las Escrituras de la “simonía” (Información extraída de De Lange, Nicholas, El judaísmo, Cambridge
University Press, Madrid, 2003)
5
Suárez Urtubey, Pola, “Bomarzo: de Italia a la calle Florida”, en La Nación, Buenos Aires, 13 de Junio
de 2003, visto en http://www.lanacion.com.ar/503275-bomarzo-de-italia-a-la-calle-florida, consultado el
10 de Septiembre de 2011
6
Entrada de Diario del 27 de Junio de 1955 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 2; Department
of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
7
Entrada de Diario del 23 de Julio de 1955 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 3; Department of
Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
8
Entrada de Diario del 1 de Agosto de 1955 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 4; Department
of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
9
Entrada de Diario del 5 de Agosto de 1955 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 4; Department
of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
10
Venti, Patricia, La escritura invisible. El discurso autobiográfico en Alejandra Pizarnik., Anthropos,
Barcelona, 2008
11
Entrada de Diario del 9 de Enero de 1961 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 8; Department
of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
12
Entrada de Diario del 9 de Enero de 1961 en Pizarnik, Alejandra, Diarios, Lumen, Barcelona, 2003,
pág. 190
13
Pizarnik, Alejandra, Poesía Completa, Lumen, Barcelona, 2001, pág. 196
14
Entrada de Diario del 26 de Agosto de 1963 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 2, Folder 4;
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
15
En este sentido, imágenes como “Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las
delicias.”, del poema “La palabra del deseo”, en El infierno musical (1971), resultan muy significativas
(Pizarnik, Poesía Completa, op. cit., pág. 271)
16
Pizarnik, Prosa Completa, op. cit., pág. 282
17
Entrada de Diario del 25 de Febrero de 1965 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 2, Folder 6;
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
18
Entrada de Diario del 12 de Marzo de 1965 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 2, Folder 6; Department
of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
19
Entrada de Diario del 21 de Noviembre de 1959 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 7;
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
20
Entrada de Diario del 30 de Diciembre de 1959 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 7;
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
21
Entrada de Diario del 25 de Diciembre de 1961 en Alejandra Pizarnik Papers, Box 1, Folder 8;
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library
22
Sobre la representación del deseo masoquista, podría arrojar algo de luz Gilles Deleuze. En su
Presentación de Sacher Masoch (Amorrortu, Buenos Aires, 2008), nos habla del estatismo de los retratos
masoquistas frente al dinamismo de la representación sádica. Si observamos, en efecto, la construcción de
episodios como “La Virgen de Hierro”, “Muerte por agua” o “La jaula mortal”, encontraremos
descripciones que rozan el retrato estático, en las que, lejos de ver una escena en movimiento,
contemplamos cómo pincelada a pincelada dibuja progresivamente la escena hasta completar una suerte
de cuadro descriptivo.
23
Pizarnik, Poesía Completa, op. cit., pág. 264
24
Pizarnik, Prosa Completa, op. cit., pág. 290. Obsérvese, en la cita, la frialdad del espacio especular
donde habita el yo melancólico y sádico de Báthory. Los espacios que Báthory transita siempre están, en
Alejandra, rodeados de una atmósfera donde impera el frío, lo que, si atendemos a Deleuze (op. cit., Págs.
54-56), es propio de una mirada masoquista.
25
Pizarnik, ibidem, pág. 290
26
Venti, op. cit., pág. 178
27
Murena, Héctor A., “La erótica del espejo”, Sur, Nº 256, Buenos Aires, 1959, Págs. 18-30
28
Hay que hacer notar, con respecto a este ensayo probablemente conocido por Pizarnik, que Murena
defiende, entre otras, la idea –quizás importante, según la recepción que en ella tuviese, para comprender
el “armario” biográfico y literario de Alejandra, así como su resistencia a aceptar su propio deseo- de que
el sujeto “armarizado” no es homosexual, sino un sujeto heterosexual obligado a tomar partido en una
oposición de género ante la existencia de una “cultura de la homosexualidad” que fuerza la división en
categorías.
29
No deja de resultar llamativa la tendencia de Alejandra a vincular deseo y genitalidad, señal de que
Alejandra no entendía la posible ausencia de genitalidad que, en potencia y en acto en la mayoría de sus
practicantes, posee el sadomasoquismo.
30
En una versión no definitiva de un texto inédito suyo, Diana, bajo el título Diana de Lesbos, Alejandra
nos regala este fragmento cuyas concomitancias, tanto en el “travestismo femenino” como en la
penetración con vela son más que evidentes:
“A veces te rompo el culo. Poco importa si con mis manos, si con un palo, si con una vela –una vez se
rompió la vela, era negra30, y te dolió y te salió sangre y me juraste amor eterno y yo sí, sí, sí, porque era
tan vasto el mar del orgasmo que me ahogaba. Pero a veces te me aparecés como un muchachito que me
perturba30, o sea, que se me moja la concha con solo verte30. Te tiendo los brazos por amor de la otra
orilla30, vós me cubrís como el irresistible mancebo que de repente sós, me hundís la lengua en las orejas
hasta que siento que me decís un poema muy puro.”
En Alejandra Pizarnik Papers, Box 7, Folder 10; Department of Rare Books and Special Collections,
Princeton University Library
31
Pizarnik, ibidem, págs. 295 y 296
32
Alejandra Pizarnik Papers, Box 7, Folder 10; Department of Rare Books and Special Collections,
Princeton University Library
33
Pizarnik, Poesía Completa, op. cit., págs. 412 y 413
34
Pizarnik, Prosa Completa, op. cit., pág. 33
35
Pizarnik,, ibidem, pág. 33
36
Pizarnik, ibidem, pág. 130