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ruidos del
silencio Deimar Diaz Iglesias
Cada palabra escrita en estos trozos de papel está dedicada a ti, gracias
por elegir a un ogro en vez de a un príncipe, Lo que estas apunto de
leer jamás describirá el rastro cósmico de tus labios sobre los míos. lo
que produces en mi va más allá de cualquier descripción.
Lagrimas del cielo cayendo sobre mi tumba.
Sí que ha sonado algo trágico, lo que realmente pasa es que la
Madre Naturaleza ha estado demasiado sensible, los elfos, hadas, y
uno que otro fauno han sido muertos por aquellos a quienes han
llamado en otros libros como humanos.
Tanto tu como yo sabemos algo, quien escribe vive en una utopía,
todo de lo que habla es utópico, cuando escapar de lo real difícil
es, transcribe tu mente al papel y crea así lo que deseas vivir. El
desea vivir en un mundo no tan envidioso, no tan desgraciado, un
mundo en donde se lloren ideas y se desayune flores, y porque no
pedir un planeta donde las fronteras solo sean de labios a labios y
quien reine sobre todos sea un León.
No sobra decir que un mundo en donde los tales humanos sean
tan trabajadores como las hormigas y menos perezosos que el
mismísimo perezoso, el cual desea la agilidad de la pantera y esta
negra la fuerza del elefante, ahora el elefante desea el vestido de
baño no tan pequeño como el de la hormiga y la hormiga los
zapatos grandes del humano. Un mundo en donde todos estemos
felices con lo que tenemos y así no codiciar la mujer de nuestro
semejante, un mundo donde la sobrepoblación sea un tema del
siglo anterior y se hable entonces de la sobreproducción de
bondad, de recursos, de juguetes, de amor.
Estamos cerca de fastidiarle la vida al universo, intentar escapar
de este planeta para qué, la culpa no fue del mar, ni mucho
menos del avestruz que proteger sus huevos ha intentado.
¿Acaso este mundo los mejores paisajes nos negó? ¿Qué clase de
locura han curado? nacemos, crecemos y morimos, no hay más de
donde aferrarse, la muerte solo triunfa cuando en nuestro
crecimiento olvidamos lo que verdaderamente significa Nacer.
Que nazca el amor en salas de parto por todo este planeta y
adoptemos a esos huérfanos para que juntos ayudemos a que
puedan crecer y en la madurez de sus años no digan “yo” sino
“Nosotros”.
Cierro el paréntesis que olvide abrir para continuar escribiendo de
aquello que me recuerda que la vida es efímera al igual que una
partida de ajedrez mal jugada.
Ya saben porque mamá Naturaleza a estado sensible y os
comento que en los días de sol ella toma una actitud nada
reprochable, se llena de tantos sentimientos y emociones
encontradas que de noche algunas de sus colegas suelen citarse en
aquellos cielos de mala muerte para formar una maratón de
suicidios. Hay estoy yo viéndolas morir una a una. lo malo no es la
cantidad de restos húmedos que yacen sobre mí, sino lo
empapado que suelo quedar para dirigirme a mi alcoba.
Los tejados no son buen lugar para invocar al Amor y menos en
tiempos de invierno.