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EL COMPUESTO HUMANO

“No bastan los libros que hayamos leído, ni las teorías


ajenas que hayamos querido incorporar a nuestras vidas, ni
haber recorrido los caminos polvorientos y gastados que
otros hayan caminado antes que nosotros. Ninguna,
absolutamente ninguna de esas verdades (o mentiras, eso
ya lo veremos) serán propias, si no las incorporamos a
través de la propia experiencia, que es, en definitiva, el
significado de la acción y es, como dije antes, poner en
contacto lo que se sabe con lo que uno Es. Cuando
logramos esto, llegaremos también a otro estado: el de la
comprensión de la acción, no sólo su mero conocimiento.
Esto nos pasa en la vida de diferente manera, pues la
mayoría conoce, pero son muy pocos los que "
comprenden".

El ser humano es un compuesto de varios elementos


autónomos que en su interacción dan forma tanto a la mente
como al mismo ser biológico y su manifestación o
comportamiento externo.

Existen diferentes campos de manifestación humanos, cada


uno de los cuales tiene, como decimos, una dinámica propia que
a su vez interactúa con los otros niveles o esferas del ser:
- La mente material es la máquina ordenadora práctica que
cuadra las ideas y las encasilla;
- Los sentimientos del nivel humano y los deseos se hallan
vinculados con el cuerpo astral;
- El cuerpo energético, que es la carga vital;
- El cuerpo físico.

La mente material recoge a lo largo de la vida multitud de


conceptos aprendidos de padres, amigos, colegio, estudios,
experiencias personales y lecciones recogidas a lo largo de la
vida... Muchas veces en el transcurrir de los años hemos ido
adoptando conceptos erróneos que nos hacen equivocar los
pasos. Entonces, si tenemos la suficiente integridad, un
resorte de la mente nos avisará de que algo no va bien,
surgiendo conflictos interiores, complejos, sensaciones
caóticas... Son crisis personales que muchos seres humanos
pasan a lo largo de su vida. Hoy día la psicología y la
psiquiatría moderna “solucionan” esto con filosofías
decadentes con las que tratan de calmar al paciente, anular su
espíritu de rebeldía y desdibujarle la realidad de que es un
esclavo que vive en una cárcel... Finalmente lo drogarán con
pastillas narcotizantes que literalmente matan y destruyen la
persona convirtiéndola en un zombi, un “buen ciudadano”, un
demócrata.

Yo creo que, cuando se nos plantea una de estas crisis hay que
saber atender esa voz que surge de los más tenebrosos
abismos y tener la valentía de conocerse a sí mismo hasta las
últimas consecuencias. Sólo de esta forma podemos destruir
el Nudo Gordiano que nos ata a la caverna y nos impide salir
de ella.
El espíritu es el centro inexistente que en la intimidad de uno
mismo se percibe a “sí mismo” como INMUTABLE; es un ser
que siempre ha estado AQUÍ, un presente atemporal:
desde que eras un crío hasta hoy mismo sigues siendo ese
mismo ser que un día vino aquí desde más allá de las estrellas.
Es “inexistente” porque no es de este mundo, no es de esta
materia ni de este tiempo-espacio, pero es más real que todo
lo que pueda haber sobre este universo.
Al entrar en la manifestación espacio-temporal el espíritu
refleja inmediatamente dos cuerpos o campos de
manifestación: la consciencia y la mente abstracta, lugar
donde se proyectan El Mito y el anhelo de los reinos
superiores.

El sentimentalismo humano y los deseos del ser animal ligan al


hombre al devenir mientras El Mito llama al hombre hacia lo
superior.

Un cuerpo físico-energético enfermo y con sensaciones


viciadas y morbosas es una carga para el espíritu que lucha
por liberarse. Por esto vemos la importancia que dan Esparta,
la Grecia olímpica o el Tercer Reich a la vida sana y al cuerpo
fuerte y vigoroso, favoreciendo el deporte, atletismo,
alpinismo... (No así en el catolicismo con sus formas
amaneradas y sus discursos de reivindicación y exaltación de
la enfermedad y la degeneración físico-mental).

Adolf Hitler dice en MI LUCHA:


“Debido a que la condición esencial para la capacidad de
realizaciones espirituales es la virtud racial, la educación
debe tener en mira, en primer lugar el perfeccionamiento
físico, porque es en los individuos sanos y fuertes donde se
encuentra la mayor capacidad intelectual. No desmiente nada
esa verdad el hecho de que muchos genios son físicamente
malformados y hasta, incluso, enfermos. Se trata, en estos
casos, de excepciones, que apenas confirman la regla general.
Si la masa de un pueblo está compuesta de degenerados
físicos, muy raramente surgirá de ese pantano un espíritu
realmente grande. De su comportamiento no es lícito, en
ningún caso, esperar gran cosa. Esa masa inferior, o no lo
entenderá en absoluto, o será tan débil de voluntad que no
logrará acompañar al genio en sus altos vuelos.
Fundándose en esta convicción, el estado racista no limita su
misión educadora a la mera tarea de insuflar conocimientos
del saber humano. No, su objetivo consiste en primer
término, en formar hombres físicamente sanos. En segundo
plano está el desarrollo de las facultades mentales y aquí, a su
vez en lugar preferente, la educación del carácter y,
sobre todo, el fomento de la fuerza de la voluntad y de
decisión, habituando al educado a asumir gustoso la
responsabilidad de sus actos. Sólo después de todo esto
viene la instrucción científica.
El estado racista debe partir del punto de vista de que un
hombre si bien de instrucción modesta, pero de cuerpo
sano y de carácter firme, rebosante de voluntad y de
espíritu de acción, vale más para la comunidad del pueblo
que un superintelectual enclenque.
Un pueblo de sabios, físicamente degenerados, se vuelve débil
de voluntad y se transforma en un hato de pacifistas
cobardes que nunca realizará grandes hazañas y ni incluso
podrá asegurarse la existencia en la tierra. (...)
Lo que hizo imperecedero el ideal de la belleza griega fue la
armonía entre la perfección física, espiritual y moral.
El refrán popular, según el cual “la felicidad, a fin de cuentas,
se reserva siempre a los más capaces”, también se puede
aplicar a la armonía que debe existir entre el cuerpo y el
espíritu. El espíritu sano generalmente coincide con el cuerpo
sano”.

Además de los cuerpos o compuestos que forman el ser


humano a nivel individual y que por sí mismo actúan de forma
autónoma si bien siguiendo entre sí ritmos paralelos, existen
además numerosos campos de fuerza globales
interconectados que actúan continuamente sobre y en cada
ser humano incluyéndolo en una gran red colectiva que le
condiciona de forma inconsciente pero casi definitiva. Son los
“ríos que fluyen al mar... que es el morir”. Es la rueda del
tiempo del mundo.

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