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Poemas de Nadie - Franco Cornaló PDF
Poemas de Nadie - Franco Cornaló PDF
Franco Cornaló
Poemas de nadie
I En lo silente.
1. Cavidad.
Carretera embarrada, empañada de almas involuntarias,
charcos mordaces y estruendosos,
sombras en busca de refugios superfluos,
refugios del amor y del contacto.
2. Presiento.
Camino,
absorto,
aireado,
inútil.
Camino e ignoro el atardecer,
el encendido autónomo de los faros,
la caída y el alzar del tiempo.
Presiento finitamente a la ciudad,
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Poemas de nadie
3. Éter.
Es inevitable ser invisible.
Un auto,
despilfarrado entre múltiples autos,
se dirige hacia mí
como si anhelara envestirme,
pero es una calle en contramano.
El inquieto perro de la esquina
se funde
en amarronados sueños de raza.
Unos niños boquiabiertos esperan
a que las pesadas máquinas de muerte y suicidio
crucen, con sus hijos de aplanados rostros de cristal,
aburridos de diversión.
Otro joven realiza majestuosamente malabares
a escaparates ostentosos
sin ser advertido.
Juraría que se le han caído las piezas
o quizá
nunca despegaron de sus manos fatigadas.
Nadie vale mucho la pena,
pienso.
Mientras suspiran
mis cordones desatados,
la bragueta abierta
y la remera al revés,
con la comisura destripada.
De vez en cuando suelo levantar los párpados,
sólo para advertir el tropiezo,
el contacto,
pero todos están reunidos
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en sus auriculares,
sus canciones,
sus prisiones
de mundos felices.
Se acerca un repartidor de volantes.
Lo miro con súplica.
Pero se adelanta un hombre de traje azulado,
interesado en sus ofertas,
y descuentos.
4. Sudor.
Intento consolarme
en el antiguo desdén,
en la mirada etérea,
en el insondable estupor,
e intento desde las sombras,
con arrugas de juventud
y un corazón herido,
estrechar la mano amiga
o apoyarla en hombros afligidos.
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Poemas de nadie
5. Nimiedades.
Son las dos de la tarde,
y en este preciso instante,
aquí y allá,
es el mismo sol de otoño,
agradable para las terrazas,
tortuoso para el transeúnte,
y siempre es la misma historia.
Son las seis de la tarde,
la acera es danza zumbante e
infatigable arpegio de vaivenes.
Son las diez de la noche,
el tiempo se carcome a sí mismo,
siento el polvo en mis huesos,
aguardando la única salida.
Es medianoche
y torpemente he dejado
que la cerveza pierda su encanto.
Son las cuatro de la madrugada,
¿Qué se puede decir que sea
verdaderamente importante o trascendente?
He gastado hojas, no he dicho nada,
y no me queda nada por decir.
Son las siete y catorce minutos de la mañana,
poco importa.
6. Sustento.
Y el agua hirvió por tercera vez,
el mate ya tiene gusto agrio,
mi gata exige su alimento
a la misma hora,
la pequeña biblioteca y el cuadro,
y la máquina de escribir nueva,
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7. Conjetura.
Supongamos que esto es un poema,
y tal vez contenga una mota de valor.
Supongamos que repentinamente eres libre,
no te apartarías de tu silla caliente.
Supongamos que eres millonario,
seguirías reclamando el vuelto barato.
Supongamos que posees los mejores trajes,
aún usarías la misma corbata arrugada.
Supongamos que eres inmortal,
tal vez, de seguro te aburrirías mortalmente,
aunque seguirías siendo inmortal.
Supongamos que conozcas a Dios en persona,
seguirías teniendo la misma imagen en tu mente.
Supongamos que puedes volar,
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8. Huidiza.
He respirado el aire más puro que destila el mundo
y sigo opaco, abatido por sombras.
He contemplado un perfecto amanecer acrisolado
y un pesar me abate con sus nubarrones.
De sólo pensar que nuestra poesía está limitada,
a lectores desconocidos,
a fortuitos y entrañables lectores venideros;
pero excluida de todo contacto con sombras de ruinosos ayeres,
me llena de conmoción.
Incertidumbre y contradicción continúa.
¿Es eso acaso el sepulcral pórtico a la huidiza felicidad?
9. A H. Cormery.
Olvidado,
al igual que su libro sin final,
ante un caos natural,
la inerte tumba floreada,
y el apacible viajero en busca
de rebeldía aciaga.
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Un hombre al fin,
sangre desconocida
en tierra desconocida.
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Ahora se ha nublado
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12. Intento.
Rigurosa obsesión.
He comenzado a anotar,
ignorando el fin,
todo, en todas partes.
Dictámenes unánimes,
despertando a cualquier hora,
destruyendo el sueño y el deseo,
atropellando humilladas palabras
agazapadas en tinta,
arañando aterido las paredes,
tiñendo cada poro,
destrozando baldosas,
cosechando la decepción
en tinta y más tinta,
y cada reducto no será más
que un piadoso intento
de obsesión.
La obsesión es necesidad.
Es otro síntoma involuntario,
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de aplastamiento individual,
de castigo y hojas rotas,
inocentes victimas en este genocidio,
acribilladas de verborrea inútil,
de búsqueda, de búsqueda,
de búsqueda repetitiva, repetitiva,
repetitiva hasta el punto final,
pero ¿cuándo muere una obsesión?
En la finitud.
Si me lees como un mensaje cifrado,
tíralo con cuidado,
deshazte de él en silencio.
Hay una parte de mí en cada línea,
la única sensible.
Así que ódiame, o abúrrete.
Ámame, o llora.
Pero no me arrugues indiferente,
trata de no herirme.
13. Solo.
Solo.
Con jazz nunca se está solo.
Solo.
Con una pequeña luz,
en la habitación más pequeña que imagines,
en un mundo aún más pequeño.
En un estrecho sumario de fracasos,
la soledad no hace más que confirmarlos.
Frecuento personas que mueren solitarias,
sujetos de manos cerveceras,
lacras que refuerzan el sentimiento de soledad,
que hacen sentirte
como si fueses un condenado,
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un despreciable idiota,
un tipo que no logra expresarse
o hacerse entender,
y quizá tengan razón,
y en ese crisol de insultos y monosílabos aullidos,
se escupe la nada,
se señala lo inútil
y se designa el siguiente encuentro
de estas alienadas razones
que sostienen al infinito
bajo censuras graves.
Solo.
No se está solo con siete onzas,
un anotador arrugado de congraciadas ideas
y una miserable birome que destila sangre.
Solo.
Solitario, en una soledad designada,
derrochadora e inocente.
Déjenme solo en esta soledad asfixiante,
la única soledad que existe,
que prevalece a pesar de nuestras decisiones.
Solitario.
Déjenme solo,
hasta que la palabra se exprese incansable
y pierda por completo
su significado,
y el término se confunda en compañía.
Y si me alzo intentando ahuyentarla
acribíllenme solemnemente:
No sabes nada.
No conoces lo que es la soledad.
No sabes nada.
Eres sólo un cobarde,
vives de ilusiones,
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Entonces sustituimos
la forma del encuentro
por un todo,
y entonces
el fin de la comedia
se parece a una pared,
a un televisor resonante en una habitación vacía,
a libros aún tibios de amistad,
a un adiós,
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16. Desecho.
Es una maldición.
Una completa estupidez.
Gritas, gritas
y ni siquiera logras escucharte.
Plasmas palabras sangrantes
de pseudo-poesía
¿Y para qué? ¿Para quién?
Es una maldición,
tiene que serlo,
y si no lo es
lo será por pensarlo,
por sentirlo,
por expresarlo y
ser desechado.
Afrontar la piedra,
la realidad ficcional,
la maldición,
la maldición de la furia,
la espera,
a los ojos que no presienten
las historias pequeñas
de miserias y soledades.
¿No va a suceder algo?
Es una maldición
y como idiotas la padecemos
para sentirnos vivos;
y que como idiota
optaríamos una y otra vez
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sufrirla en silencio.
Una y otra vez.
II En lo ruinoso.
17. Mientras.
Hoy, labios sentenciosos dictaminan
el cese de la presión,
maquillados de altruismo,
maquinan y discuten,
rimbombantes,
vomitando por doquier el bienestar de otros,
y a nadie parece importarle la muerte de los sueños.
Hoy, el baile y la escena son la lágrima pasajera
de funcionarios y niños,
de doñas y vejestorios,
de perros y sujetos exclusivos.
Hoy, nuestros ancianos
obnubilados por las noticias y el canal religioso,
azotan al pasado y la infancia perdida.
Hoy, el infierno de las selfies y máscaras vacías,
el engañoso mensaje positivo
en pantallas y carteles,
en rótulos y silogismos
en trúhanes serpentinas,
en etiquetas y postales,
en globos y arcoíris,
en epitomes amarillistas
sobre majestuosas obras empolvadas,
e impulsados por la moda, la libertad, la felicidad,
el olvido, la satisfacción, la mentira y las ofrendas
acusan al tiempo libre y la ficción,
someten la doctrina del trabajo,
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humanos,
distraídos,
gritándose,
ladrándose,
oliéndose, insultándose.
Humanos,
perros,
pero también escucho,
con los ojos obstaculizados,
algunos sujetos lejanos,
debatiéndose en silencio entre las sábanas,
sujetos que, al igual que yo,
se niegan a atravesar la luz
y hacer algo de sus vidas.
Es tranquilizador sentirlos.
Creo que son los verdaderos héroes,
quienes le brindan un equilibrio al asunto,
son los condenados elegidos
para negarse a la impiedad del día,
aún con la cobardía en sus huesos
y el ímpetu devastado.
En ellos descansa el presente sinuoso
y su poesía.
Pero, lamentablemente
he pisado el inerte frío,
encendido la lastimera luz,
posado mis gruesos anteojos,
y me dirijo al baño,
a la cocina,
a la calle,
al mercado,
a la angustia,
al pormenor,
al desequilibrio.
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20. No me quedaré.
Todos anhelamos conocer
la razón de nuestros escritos,
no son más que construcciones
atusadas como la obra misma.
Creo escribir como pago de mi estancia
a ésta estadía de la que estoy enamorado.
Algún día,
quién lea esto,
lo hará con una insondable voz de muerte,
pues no me quedaré,
no viviré en mis escritos.
Ésta tinta enardecida
será la súplica de mi vértigo,
y ésta será la conversación con un muerto,
de la misma manera que ahora,
protegido por la inocencia
propia de quien está vivo,
estoy manteniendo una conversación con alguien
que aún no ha existido.
La sombra unamuniana no conforma
al débil detractor de estas letras.
21. Desconectar.
No estoy.
Tanteo en la penumbra
escucho una respiración sorda
y estoy muy ebrio como para llorar.
Se enciende una pantalla
de sólida presencia,
de esquiva reunión,
doble velo de identidad.
¿No lo escuchas?
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Se ha apagado.
Era un sórdido despliegue
de labios electrónicos.
Desaparecer, romper,
separar, desdoblar,
engañar, distanciar,
ignorar, superar, reemplazar.
El corazón dejó de latir.
Me he perdido de algo.
Iniciar nueva...
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o ser virtual,
almacenar, expulsar, formatear,
intentar desfragmentar,
error.
Copiar, cortar,
cerrar, vaciar,
sobrescribir,
deshacer, desactivar.
La aplicación dejó de funcionar.
¿Está seguro que desea reemplazar?
Eliminar de forma permanente.
Mismos códigos,
mismo origen,
misma relación de seres.
Desconectado.
22. Raíz.
La angustia es vida
¿Por qué sino es el espectro de la naturaleza?
¿Por qué es tan habitual
como el respirar o el roncar?
¿Por qué?
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23. Pierdo.
No he dormido esta noche
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24. Suspiro.
Hoy he soñado con mi muerte.
¡Oh, anticipo malicioso!
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Vienes a mí y me visitas
como a muchos otros,
perdidos en la polvareda
de una vida pasada,
en el ápice vertiginoso del tiempo,
confundidos.
Pero fue sólo un sueño,
¿no?
Un sueño repetido en sí mismo,
como una cortesía malsana,
un toque de puerta respetuoso
de un puñal
que se yergue
como un espasmo involuntario.
¿Cómo conformar el anodino solaz
en su terrible intento de olvido
si he de morir?
¿Cómo atenuar la amarga rebeldía
de un alarido huracanado,
ante ti, ante todo,
si he de morir?
¿Cómo pasear por las calles agrestes
de mi amada Chajarí
sin vértigo o pesar
si he de, al fin,
sucumbir?
El presente ya es trágico;
como la víspera de un amor,
ansiosa y apacible;
como la expresión culminante
de un deseo cohibido;
como un simple trámite.
Pero fue sólo un sueño,
¿no?
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27. Peldaño.
Existe una cicatriz.
Veo palomas posarse
en ramas pasajeras.
Estoy posado en la vida.
Examino mis recuerdos.
Ya no están.
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De la misma manera
han volado en pequeños engranajes.
Creo que ésta vida no me pertenece.
Existe una cicatriz,
la cicatriz de olvidar el recuerdo de algo
que irremediablemente ya no es.
Tengo frío.
Ocurren frases
que surcan por mi mente,
completas y vacías de sentido.
Dios es poesía lastimosa;
¿Qué es la fortuna sino
el conocimiento de la desgracia?;
Un lector es bruma
en movimiento.
Una incontenible ola de aburrimiento
las azota con rapidez.
Allí,
surge nuevamente la cicatriz.
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28. Tarde.
La poesía no puede ser hija
del tiempo y la pasión,
sino de su mortal desencuentro.
Pero ¿qué sucede cuando
los poetas sangran
y las risas abundan?
Están desapareciendo las mentes condenadas,
las aniquila un pulso
de aburridora perfección,
las acorralan y obligan
a asimilar la sentencia del mundo
y a esquivar la sentencia del hombre.
La poesía también es condena,
sucede mientras,
detrás de la puerta,
muere la tarde.
29. Lo gris.
Un duro colchón,
una estructura burda
un recostar de cabeza,
tristes párpados
que al cerrarse
figuran lo apagado.
El resquicio de luz,
la suave almidonada
lucha de pájaros.
El despertar es ominoso.
Atrás quedan las fantasías
y los débiles miedos
en un mundo,
en una dimensión
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a la vuelta de la nada.
Te visitas a ti mismo,
sin siquiera verte,
y todos carecen de sentido.
Ojos vertiginosos
vuelven a ocultarse
en su propia visión,
leyes y estamentos.
Ahora, nuevamente,
el gris inundándolo todo
y gracias a eso
los objetos posan
como en una pintura.
¿Cuál sería su rostro
sin esa energía?
Y despiertas
otra vez,
con o sin alarma,
con o sin fe,
con o sin dudas;
y aquí ya viene,
como un túnel
corto y fragmentado,
lo obscuro
lo gris
el indiferente blanco
vertiginoso despliegue,
hasta que percatas
el estrago que
ha ocasionado.
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y atabales aplastantes
de resonante vibración,
oculto del mundo
apilado de libros,
resuelto a huir
del terror encarnado en personas,
en seres
que han dejado atrás su humanidad;
reducido el pensamiento
bajo aspas danzantes de visiones,
de momentos
que nunca surgieron
en lejanas distancias;
de otros ladridos,
muy parecidos a los escuchados
en soledad,
entonces cierras la puerta,
tomas tus escritos
que están completamente en blanco,
áridos,
sin resonancia,
en donde presientes que allí
hay otros ladridos parecidos,
que acompañan a quien está solo,
sólo que esta vez abres la puerta,
tomas tus escritos
desbordados en novelas,
donde describes algo
que parece tu rostro,
una figura inhumana,
y algo oscuro que no logras descifrar
parece sonreírte desde la portada,
y un hilo o comisura
desprendida
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III En la fatiga
32. A ese dolor.
Usted encierra una desdicha
entre yerba y polvo amargo
desdicha y pena
despilfarrada en zapping
de medianoche
en los escombros de
una ignorante esperanza
aún más dolorosa que
la desdicha misma.
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A ese dolor
le preguntas tu desvelo.
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Me aburro enormemente.
Ésta semana cumplo veinticinco.
Podría hacer tantas cosas,
y pienso que quizá
éstas sean
mis últimas líneas de inconformismo.
No quiero hablar
de lo que me sucede,
ni
de lo que no me sucede.
La autocompasión
murió a los quince.
El deseo,
el mes pasado.
el libre albedrio,
a los dieciocho.
(¿El inconformismo
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35. El amparo.
Heráclito
proclamando el devenir del universo
y su eterno retorno,
mientras oscuros perros roen
su cuerpo excrementado;
Esquilo,
aguerrido guerrero,
halló
en el fatídico golpe final
que el absurdo
es aún más trágico
que el drama mismo;
Molière,
de verde o amarillo,
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fundiendo su pasión
con la de sus personajes,
mientras sufría
algo más
que una enfermedad imaginaria;
Twain
describiendo el Misisipi
bajo la órbita celeste,
mientras esperaba impaciente
el cometa que lo vio nacer;
Quiroga
escribiendo sobre muerte,
mientras bebía cianuro
escapando del dolor,
abrazado por
las deformidades que imaginó;
Voltaire
eludiendo el insulto
blandiendo la tolerancia
mientras sus restos
eran ultrajados;
Gógol
quemando sus obras
mientras moría de hambre
aun temiendo
un entierro prematuro;
Nadie sabe
qué fue de
Poe,
funesto conglomerado;
El amargo Bierce
desaparecido por su pluma
o inválido en el paredón
cual gringo en México.
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Cioran
orgulloso desempleado
reflexionando insomnemente
la nada,
mientras se abandonaba
con su bicicleta
al Alzheimer y la vejez.
Camus
luchando
rebelde ante toda injusticia,
mientras un árbol perenne
se cruza en su camino;
Borges
en el umbral de la noche
anhelando el negro perpetuo
lejos del paraíso;
Bukowski
golpeando
en soledad con Bach
la máquina de escribir
mientras aun bebe
y sigue apostando;
El cosmos
y la tragedia del ser humano,
caos y amparo
de la misma naturaleza.
36. Éxodo.
Huyo.
Huyo de la gente.
Huyo de mi familia.
Huyo de mí.
Huyo de mis amigos.
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37. Ruina.
Compré un sillón hoy,
de casi dos metros,
entré a la mueblería
y me atendió una mujer
cansada y ociosa,
preciosa mujer,
un catálogo,
varios colores,
medidas
y precios interminables,
me decidí por el primero
que mi índice señaló.
Luego moví algunos muebles
y tiré cosas viejas,
la pared se cae a pedazos.
Compré un sillón hoy,
entre tanto,
en alguna parte,
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la maquinaria seguía
y rebanaba cabezas,
y los hospitales no dan abasto,
y los cementerios no dan abasto,
y las tiendas no dan abasto,
esos nuevos paredones de fusilamiento,
y mientras compraba un sillón hoy,
los ideales iban muriendo,
la rebeldía por las leyes naturales,
los sueños atardecidos,
los amores embaucados,
los próceres incinerados,
y la sangre derramada
a favor de la libertad,
desvanecida,
enjuagada su mancha molesta y apestosa
por trapos insulsos.
Todos muertos,
rotos por las garras del conformismo,
mientras compraba un sillón hoy,
el neoliberalismo cerraba escuelas,
puestos de trabajo
y más pobres
sin dinero,
sin sustento, sin dignidad,
roban
y llegado a ese punto
a todos parece disgustarle,
cuando dejaron que
una marejada de desinterés
les acribille el rostro,
y la pirámide parece invertirse,
y mientras compraba ese sillón negro,
abultado y cómodo,
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38. Quizá I.
Dudo de nuevo.
Quizá no exista.
¿Éste es el precipicio de la vida?
39. Símbolos.
Me siento como si me arrojaran
un botellazo en la cabeza
y perforaran mi existencia.
Todo es confuso.
Detrás de ese ardor
hay algo maravilloso.
Si, ayuda pensar que las letras
pueden salvarnos,
que su combinación y perspicacia
sean el detonante de una eternidad.
¡Oh! eternidad
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40. Adiós.
Esto es todo.
Un día como hoy
y así en todas partes.
La agradable sensación
de ver las sombras
de hojas ensombrecidas
que carcomen la pared,
filtradas bajo un sol triste y ameno,
y presentir con escalofríos
una realidad subyacente,
otro mundo tridimensional,
filtrado
igual de triste,
igual de ameno.
Encontrarse en éste,
nuestro mundo,
es poesía en sí misma.
Y el aferrarse
a un ínfimo pedacito de él
es recitar un verso
de la lírica toda.
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42. Ahora.
En 2018
mi actual yo se resquebraja,
en millones de tristes moléculas,
en un otoño
que parece no llegar.
Qué lástima.
Cuán lejos está ahora
ese yo intacto
de 1993
entre carcajadas de talco,
abrigado por un mundo
que también está lejos.
Incluso ahora,
ese ahora furtivo e inexistente,
ésta misiva será
un débil espejo de sinceridad
entre mis constantes yo
que suelen cambiar
sin avisar.
Qué lejos está ese 2018.
Resquebrajado
en ese otoño
que ya pasó.
43. Brindis.
En esa última
desgarradora noche,
el viento temblaba las latas
descansadas en el cemento
bajo césped azaroso y tormentoso.
Repentinamente,
todo es rendido
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46. Desierto.
Y cerrar los ojos
y aplastar el crisol en densa lágrima
entornada a la luz,
como un rosetón gótico
que proyecta el haz
de tal forma
que puedas introducirte en él,
y entonces ver
la aniquilación de los presentes
sorteados con un vigor repugnante.
Tu yo no es más
que la acumulación total
de pasados superpuestos.
Sientes los pulmones aprisionados,
la espalda recta de un simio insurrecto,
una visión de mil demonios,
un latir severo y constante,
un sorbo,
algún movimiento involuntario,
otro sorbo,
personas insistentes que a lo lejos
dicen ser tus amigos,
y la pesada pero fiel bebida
sobre tu regazo.
Estás tirado,
simplemente tirado
sobre ti mismo;
y afuera,
distante y extraño,
fragmentado y universal,
tal como el llanto natural
sobre hojas de verano,
bajo el encanto de fuegos artificiales
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y sidra barata,
es año nuevo.
48. Pulsación.
Bulto exiguo de mortalidad.
Sombra inerte de mortalidad.
Mis dedos taladran
un intento absurdo
en esta máquina muerta,
un aullido desesperado,
y no consigo más que
un tierno abrazo de tregua,
palabras tambaleantes
y tinta reseca.
49. No seremos.
Somos un sensible acto
de rostros incomprendidos,
de sensibles encuentros casuales,
de sórdidas asunciones del mañana.
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50. Olvidarás.
Éstos
son poemas sin dueño.
Tú.
Tú debes ser alguien,
alguien que duerme y respira,
alguien que revive inútilmente
éste trozo desprendido de mí,
y me pregunto:
¿Quién eres?
¿Cómo luces bajo el faro del firmamento?
¿Qué piensas cuando hay silencio?
¿Qué sientes al no retornar jamás?
Ya olvidarás todo lo que has leído aquí,
esa es una verdad,
me hubiera gustado verte llorar,
o por qué no, reír,
saber qué te emociona,
qué te entristece.
¿Qué color traslucen tus ojos
al moverse
de arriba
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hacia abajo?
¿Qué haces un miércoles por la noche,
cuando todo el mundo se busca?
Qué curiosas son las preguntas
anónimas.
No hay posibilidades.
¿Existes acaso?
Todo se va,
cuesta abajo,
y pronto olvidarás todo esto.
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