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tomarle distancia.
La muerte siempre es un “aún no”, si alguien se pregunta ¿Cuánto falta para su muerte?
La respuesta siempre es: mucho. Siempre se proyecta para delante.
La muerte siempre se tiende a escenificar como un lugar, donde se cumplen las categorías
del tiempo y del espacio con dimensiones distintas a estas.
Una pregunta que es “¿Por qué vine hecho así, para morir?” pero que no viene como
petición de respuesta, sino en tono de clamor o de ruego. Que si bien no tiene respuesta
habilita reflexiones.
Nuestra sociedad esta pensada, esta institucionalizada en función de una medida etaria
promedio de muerte. (Educaciòn, matrimonio, pensiones). No hay espacio para
inmortales, en caso de que existiesen.
Todas las prácticas humanas tienen un único objetivo: postergar mientras se encuentra
sentido al sinsentido. La cotidianeidad es el gran invento del ser humano para escapar de
la angustia de muerte, reemplazar la fijación por la muerte, por el sin sentido. Generar
distancia a la muerte.
La muerte es nuestra posibilidad más propia, pero a la vez, esa posibilidad es in-
experimentable. Es lo único que se puede experimentar en cuanto cercana, en tanto su
angustia, porque nadie la puede llegar a saber ni a vivir. La experiencia de muerte no se
vive, ni se experimenta. La muerte no se puede vivir. La muerte no duele pero tampoco es
agradable. El pasaje a la muerte es dejar de tener experiencia ni saberes ni sensaciones.
(hasta donde sabemos). El saber intimo de la muerte siempre se nos queda a deber.