Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ahora bien, no es un cómo estético general, una "postura" o una "actitud" estética.
Es un cómo estético de la personalidad humana. Su objeto de valoración es aquello
que podría sinterizarse en la tríada bueno-bello-verdadero antropológica,
reencarnada en la conducta y en la lógica de la persona humana. Recorre el camino
hacia el sentir refinado y elaborado: esto es, el de la dignidad espiritual. ¿Qué necesita
la persona humana para conquistar esta dignidad espiritual? Hay, sí, una respuesta
implícita y fundadora de su pensamiento. Rodó apuesta a la inteligencia; y, en su
concepción, la inteligencia debe cultivarse y aplicase en función de un trabajo propio
que liba en las culturas ática, latina y cristiana, pero que se ufana en estampar una
coloración propia.
Sea como fuere, la búsqueda de un camino propio llega más allá del escritor y
del pensador, más allá del Uruguay y también de América Latina y del modernismo.
Es connatural a esta clase de proyecto ideológico y lógico, e incluye una concepción
del hombre de su tiempo, una concepción de la cultura, una concepción, por cierto,
del arte y de la literatura. Por eso ha dicho Arturo Ardao que hay una conciencia
filosófica en Rodó. Una conciencia, parecería, para decirlo de otra manera, que se
desgrana en un arco, en una tensión y en una saeta que tiene un agudo aguijón
filosófico. Para Rodó, en resumen, la idea es conversión; si no hay conversión no hay
idea propiamente dicha. Es un obstáculo para el pensar, para el desarrollo de la
conciencia. Un fantasma o gesto de máscara, si representa lo que ya no somos y si
vulnera nuestra evolución intelectual.
La idea esclaviza al hombre cuando obra como voz que reclama fidelidad pero
oblitera la historia del espíritu, el camino al ser libre. No dejará, empero, de cohabitar
nuestro pensamiento, junto a las ideas nuevas, si ha concordado verdaderamente con
nuestra vida. Representa la seguridad del puerto sin la cual se corre el riesgo de no
encontrar el nuevo rumbo. No tener rumbo es cuestión decisiva para el hombre.
Podemos quedar inmóviles, sin ideas y sin iniciativa para encontrarlas. No sólo debe
despejar el espíritu en busca de una idea, cuando no se tiene ninguna que pueda
satisfacer las ansias del pensamiento auténtico, sino que debe también someterlas a
renovación permanente, esto es, a bombardeo de ideas, como si fuesen electrones.
No sería idea, de lo contrario.
Rodó, en Motivos de Proteo, CXXXVII:" La idea que no ocupa nuestra mente, y
la domina, y cumple allí su desenvolvimiento dialéctico, sin dejar señales de su paso
en la manera como obramos y sentimos, es cosa que atañe a la historia de nuestra
inteligencia, a la historia de nuestra sabiduría, mas no a la historia de nuestra
personalidad".