Está en la página 1de 30

INDICE

Contenido
1. INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 2
2. EL PAPEL DEL ESTADO EN ECUADOR HASTA LA ETAPA DEMOCRÁTICA ............................... 3
3. EL ESTADO ECUATORIANO DURANTE LA ETAPA DEMOCRÁTICA ......................................... 5
4. EL NEOLIBERALISMO EN ECUADOR ....................................................................................... 7
5. EL PAPEL DEL ESTADO EN EL GOBIERNO DE RAFAEL CORREA ............................................ 10
6. BOOM BANANERO Y RENEGOCIACIÓN DE LA DEUDA EXTERNA ........................................ 14
7. EL MODELO DE INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES .................. 17
8. UN PRIMER INTENTO SERIO DE INDUSTRIALIZACIÓN ......................................................... 17
9. POBRETÓN BANANERO A NUEVO RICO PETROLERO .......................................................... 22
10. EL FIN DE LA EUFORIA PETROLERA.................................................................................. 24
11. CONCLUSIONES ..................................................................................................................... 29
12. BIBLIOGRAFIA ........................................................................................................................ 30

1
HISTORIA ECONOMICA DE ECUADOR

1. INTRODUCCIÓN
Hoy nadie pone en duda que el mercado es un mecanismo que puede ser
eficiente en la asignación de recursos escasos entre la población, aunque
también es cierto que presenta múltiples inconvenientes, como aquellos que
tienden a la concentración de la producción en unas pocas empresas y que,
por lo tanto, fortalecen el poder de la oferta en desmedro de los
consumidores. Otro problema no resuelto por el mercado es la inequidad,
situación que se da incluso con mercados eficientes. Todo ello justifica la
intervención del Estado en la actividad económica con el fin de minimizar
las fallas de mercado y garantizar una distribución equitativa en pos de un
desarrollo social sostenible1.
La crisis económica internacional ha puesto de manifiesto el peligro de dejar
que los mercados se autorregulen. La irresponsable actuación del sistema
financiero en la concesión de préstamos de alto riesgo en un sector inflado
como el inmobiliario, junto con la libre circulación de capital que permitió
colocar esos activos camuflados en fondos de inversión para satisfacer la
vorágine especulativa, originaron la mayor crisis financiera desde
el crash de 1929.
Ecuador, a pesar de ser una economía pequeña y poco vinculada al mercado
internacional, con un sistema financiero conservador y bastante saneado y
un mercado de capitales poco desarrollado, ya siente los efectos de la crisis.
El gobierno se ha visto obligado a tomar medidas de ajuste luego del alto
crecimiento económico registrado el año pasado. Ecuador sigue siendo uno
de los países más pobres de la región, con elevados niveles de desigualdad y
graves problemas productivos e institucionales. A lo largo de la historia
reciente se han sucedido gobiernos de diversas ideologías, con visiones
diferentes respecto al papel que debe jugar el Estado en el desarrollo
económico y social, con resultados en general poco alentadores. El gobierno
de Rafael Correa ha priorizado la lucha contra la desigualdad, limitando el
poder del mercado y reconstruyendo un Estado fuerte e involucrado en el
desarrollo del país.

2
2. EL PAPEL DEL ESTADO EN ECUADOR HASTA LA ETAPA
DEMOCRÁTICA
A partir de 1948, durante la presidencia de Galo Plaza Lasso (1948-1952),
Ecuador experimentó un profundo cambio económico a partir de un nuevo
modelo agroexportador sustentado en la producción de banano, que
aprovechó la ventaja comparativa proporcionada por la mala situación
climática y las plagas en Centroamérica2. En aquellos años, el país consiguió
superar la larga crisis provocada por la caída de la actividad cacaotera y logró
integrarse a los mercados internacionales. Se fortaleció así una economía
capitalista dependiente y se registró un paulatino proceso de urbanización 3.
El ingreso de divisas por las exportaciones de banano, junto con una
estrategia de progresivo endeudamiento externo4, permitió comenzar un
modelo de desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de
importaciones (ISI), tal como era promovido por la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (Cepal)5.
Esta estrategia requería una participación activa del Estado en el desarrollo
económico, principalmente en la promoción y planificación de las
inversiones en sectores estratégicos. Sin embargo, el Estado ecuatoriano aún
no estaba preparado para liderar un proceso de fuerte intervención en la
actividad económica debido a la precariedad de sus instituciones y a la
debilidad del sistema económico-empresarial, tal como señaló un informe
sobre Ecuador presentado por la Cepal en 1954. Fue necesario entonces un
cambio institucional profundo, iniciado tímidamente por el liberal
progresista Galo Plaza Lasso (1948-1952) y continuado por el conservador
José María Velasco Ibarra (1952-1956), al que sucedería el también
conservador Camilo Ponce Enríquez (1956-1960). En esta etapa se crearon
organismos de control, como la Junta de Planificación, inaugurada en 1954
y encargada de promover tres planes de desarrollo6, el Centro de Desarrollo
Industrial del Ecuador (Cendes), el Instituto Ecuatoriano de Electrificación
(Inecel) y la Comisión Nacional de Valores. Estas instituciones permitieron
un fuerte crecimiento de la inversión industrial, que pasó de 15,6 millones
de sucres promedio entre 1953 y 1957 a 867 millones entre 1969 y 1972 7.
Los ingresos obtenidos por el Estado le permitieron realizar considerables
inversiones en infraestructura de transporte, que incluyeron la creación del
eje de desarrollo Quito-Guayaquil. Sin embargo, esto también produjo una
creciente dependencia de las importaciones de bienes de capital, lo que
generó un elevado déficit de la balanza de pagos.
La Junta Militar (1963-1966), que llegó al poder luego de que Velasco Ibarra
(1960-1961) fuera derrocado por su vicepresidente, Carlos Julio Arosemena,
3
le dio al Estado un papel aún más protagónico, en el marco de la visión
modernizante del capitalismo impulsada desde Estados Unidos por la
Alianza para el Progreso. Se instrumentó el Plan Quinquenal Vial 1964-
1968, con el objetivo de mejorar la infraestructura terrestre en las áreas de
mayor actividad económica. Los programas sociales fueron más discretos.
El más importante fue quizás la reforma agraria, la primera en la historia de
Ecuador, iniciada en 1964, que combinó objetivos económicos de
modernización agrícola con objetivos sociales de colonización de terrenos
baldíos por parte de la población campesina8. La Junta Militar impulsó
también una reforma tributaria con el fin de aumentar los recursos del
Estado9. Así, los ingresos tributarios aumentaron de 1.409 millones de sucres
en 1963 a 1.849 millones en 196610. Sin embargo, la presión fiscal11 se
mantuvo prácticamente constante, en torno de 8% del PIB, lo que confirmaba
la debilidad del sistema tributario ecuatoriano. Durante este periodo se inició
también un discreto proceso de liberalización comercial y se alentó la entrada
de capitales extranjeros.
Los siguientes gobiernos democráticos12, a los que siguieron dos dictaduras
militares (el Gobierno Nacionalista y Revolucionario del general Guillermo
Rodríguez Lara, 1972-1976, y el triunvirato militar, 1976-1979)
profundizaron el modelo de intervención del Estado inaugurado por la Junta
Militar en los 60. En esos años, además, el Estado se vio fortalecido por la
explotación del petróleo y, desde 1972, por su exportación. El incremento
del precio internacional del petróleo –que pasó de 2,5 dólares el barril en
1972 a 35,2 dólares en 1980– permitió un aumento sin parangón de los
ingresos públicos, que le otorgó por primera vez al Estado una clara
autonomía respecto de los grupos de poder, principalmente las empresas
agroexportadoras13. La renegociación de los contratos petroleros con las
multinacionales Texaco y Gulf, la creación de la Corporación Estatal
Petrolera Ecuatoriana (CEPE) y la sanción de la Ley de Hidrocarburos le
garantizaron al Estado un mayor control sobre los recursos energéticos. En
aquellos años se inició una segunda reforma agraria y colonización, en línea
con la anterior, con un mayor énfasis en los problemas de la costa14.
Desde 1976, el triunvirato militar comenzó a alejarse de los principios
fundamentales de la «Revolución Nacionalista»: aplicó políticas de
reducción de la intervención estatal, impulsó una mayor apertura comercial
y priorizó el control de la inflación, que se redujo de 23% en 1974 a 10% en
197915. No obstante estos cambios, el gobierno siguió controlando la
explotación y comercialización de petróleo pese a la presión de las empresas
multinacionales. En 1978 se reformó la Ley de Hidrocarburos; un año antes

4
había comenzado a funcionar la Refinería Estatal de Esmeraldas, que
aseguró, al menos temporariamente, la autosuficiencia en productos
derivados. Los ingresos petroleros fueron utilizados para sostener las
importantes y, según algunos analistas, sobredimensionadas inversiones en
educación, vivienda popular, armamento e infraestructura de transporte y
energía. A pesar de estas medidas, se le critica el excesivo apoyo a las elites
serranas y costeñas, como lo demuestra la modificación de la Ley de
Reforma Agraria para favorecer a los latifundistas o la concesión de
exenciones fiscales a la exportación de productos primarios16.
El creciente gasto público, en un ambiente de sobreoferta de recursos
financieros a escala internacional por el reciclaje de los petrodólares, llevó
al gobierno militar a recurrir al financiamiento externo. Fue el comienzo de
un agresivo proceso de endeudamiento, propiciado por los organismos
internacionales y multilaterales de crédito para canalizar el exceso de
liquidez de los países desarrollados17. El fuerte déficit de balanza comercial
no petrolera continuó debido a la elevada dependencia manufacturera del
país. El gobierno siguió apoyando el desarrollo industrial bajo el enfoque de
ISI, aunque sin una clara estrategia de promoción sectorial y menos aún de
consolidación de un verdadero mercado interno. Tras disturbios populares y
varias revueltas provocadas por los abusos de poder, el gobierno militar
comenzó a registrar un creciente desgaste que anticipó el regreso de la
democracia. En 1979, luego de un largo y complejo proceso, terminaba la
etapa dictatorial más larga de la historia republicana de Ecuador.

3. EL ESTADO ECUATORIANO DURANTE LA ETAPA


DEMOCRÁTICA
La etapa democrática se inicia el 10 de agosto de 1979. El triunfo de Jaime
Roldós (1979-1981) no solo inauguró una nueva fase en la vida
constitucional de Ecuador, sino que sentó las bases para un largo y complejo
proceso de reordenamiento, caracterizado por una fuerte inestabilidad
política. Entre 1979 y 2009 se sucedieron 13 presidentes. Las pugnas entre
los diferentes poderes del Estado fueron constantes –entre el Ejecutivo y el
Legislativo y entre el gobierno nacional y los gobiernos locales–, lo que
generó serias dificultades de gobernabilidad. La escasa continuidad, no solo
de los gobiernos sino también de las autoridades económicas, llevó a la
aplicación de medidas de ajuste poco consistentes.
En general, los gobiernos democráticos son cuestionados por las dificultades
para comunicarse con amplios sectores de la población, la indolencia frente

5
a los problemas sociales, la falta de prevención ante los desastres naturales
(como el fenómeno de El Niño) y los frecuentes escándalos por corrupción 18.
Durante esta etapa, la estructura de propiedad agraria fue escasamente
modificada y se mantuvo una elevada concentración de la tierra 19. A este
hecho se suma la fuerte presión demográfica desde el sector rural serrano,
debido principalmente a la eliminación del «huasipungo» (pequeñas parcelas
de tierra entregadas a los indígenas) a raíz de la Ley de Reforma Agraria de
1964. Esto produjo una atomización de las propiedades pequeñas y una
reducción de los ingresos de los campesinos, lo que los forzó incluso a
emigrar transitoriamente a las plantaciones azucareras de la Costa20. La
tercera reforma agraria (Ley de Fomento y Desarrollo Agropecuario de julio
de 1979) no solo no solucionó el problema de la concentración de la
propiedad, sino que reforzó el sistema de explotación capitalista y
profundizó las desigualdades sociales21. Este modelo se afianzó en 1994 con
la Ley de Desarrollo Agrario, que limitó considerablemente el papel del
Estado. La concentración de la tierra continuó22, lo que confirma el fracaso
del Estado en la redistribución de la propiedad agraria entre los sectores
sociales más necesitados.
Durante este periodo, el conflicto bélico con Perú23 –reactivado en 1981 y
1995 y sin solución hasta 1998– generó enormes pérdidas materiales y
humanas. Los gastos en defensa fueron enormes y absorbieron fondos que
de otro modo se podrían haber destinado al gasto social. A ello debe sumarse
la merma del comercio con el país vecino y la disminución de las inversiones
extranjeras.
Junto con las dificultades para avanzar en una redistribución de la tierra y
con los costos del enfrentamiento con Perú, el Estado ecuatoriano sufrió el
impacto de las crisis internacionales de los 80, cuyos efectos se extendieron
hasta la siguiente década. En aquellos años, el deterioro económico de los
países desarrollados los llevó a aplicar políticas macroeconómicas
contractivas que tuvieron al menos dos efectos negativos sobre los ingresos
de los países en desarrollo: la disminución del flujo de capitales (y la
consiguiente alza en las tasas de interés) y la caída de las exportaciones (que
afectó negativamente el precio de los productos básicos). En 1982, el precio
del petróleo se desplomó, lo cual afectó considerablemente los ingresos de
Ecuador y le impidió al gobierno realizar a tiempo los pagos de la deuda. No
fue un hecho aislado, otros países latinoamericanos también se vieron
duramente afectados. La recesión económica que afectó a la región no fue
resultado solo de factores exógenos. Las políticas económicas aplicadas

6
generaron un incremento del endeudamiento externo para financiar un gasto
interno excesivamente expansivo. Las políticas monetarias mantuvieron
elevadas tasas de interés, con el consiguiente perjuicio sobre la inversión y
el consumo. Las políticas de estabilización de precios, centradas en
actuaciones sobre el tipo de cambio, afectaron negativamente a la inversión,
la balanza comercial y la deuda externa adquirida en moneda extranjera.
Finalmente, los mercados, excesivamente cerrados y poco profundos,
derivaron, según autores como Edgard Moncayo 24, en una baja
productividad y fuertes desequilibrios.
En este entorno, la tesis del agotamiento de los modelos de desarrollo
basados en la ISI se fue afianzando. En noviembre de 1989, el Instituto de
Economía Internacional reunió a los ministros de Economía de los países
latinoamericanos junto a especialistas de los organismos financieros
internacionales y del gobierno de EEUU, en lo que John Williamson
denominó «un conjunto deseable de reformas de política económica»25,
sintetizadas en el Consenso de Washington.

4. EL NEOLIBERALISMO EN ECUADOR
Desde inicios de la década de 1980, Ecuador inició un proceso de mayor
inserción en la economía global mediante políticas económicas de
«estabilización» y luego, paulatinamente, a través de políticas de «ajuste»,
enmarcadas en la corriente neoliberal, cuya finalidad principal fue readecuar
la economía a las demandas del capital transnacional. Estas políticas fueron
aplicadas a partir de la presidencia de Osvaldo Hurtado (1981-1984), quien
sucedió a Roldós luego de que este falleciera en un accidente de aviación, y
luego profundizadas por León Febres Cordero (1984-1988) y posteriormente
por Sixto Durán Ballén (1992-1996), sobre la base de un modelo empresarial
y de privatizaciones26.Los primeros ajustes priorizaron la obtención de
recursos para cubrir los compromisos internacionales de balanza comercial
y, especialmente, el servicio de la deuda. Para ello debieron reducir el gasto
en el resto de las partidas presupuestarias, incluidas las sociales, junto con
otras medidas macroeconómicas de tipo monetario y cambiario. La
consecuencia fue un incremento de la inflación y la inestabilidad cambiaria
que provocó un impacto en el aparato productivo del país.
La política económica estuvo orientada a favorecer los intereses económicos
de sectores privados privilegiados representados por la oligarquía. La
política cambiaria, a través de sucesivas devaluaciones del sucre, buscó
recuperar la competitividad perdida a causa de la elevada inflación. Pero al
mismo tiempo el permanente déficit comercial27, resultado de una excesiva

7
dependencia de las importaciones, generaba presiones alcistas en los precios.
Esto creaba un círculo vicioso entre devaluación e inflación. En definitiva,
las devaluaciones no sirvieron para mejorar la situación del sector exportador
ni tampoco lograron resolver la crisis del sector manufacturero. De hecho,
las exportaciones se mantuvieron en niveles similares y, lo que es aún peor,
apenas se diversificaron los productos exportables.
En 1983, las empresas privadas, con el apoyo de los organismos
multilaterales de crédito, presionaron al gobierno de Hurtado para que el
Banco Central asumiera sus deudas externas. Así, la deuda contraída en
dólares por el sector privado se transformó en deuda en sucres, mientras que
el Estado asumió los compromisos en dólares con el exterior. La
«sucretización» de la deuda y las ventajas concedidas posteriormente por
León Febres Cordero se convirtieron en un subsidio directo al sector privado,
otorgado con la excusa de proteger el empleo en empresas estranguladas por
sus compromisos externos28. Este «subsidio» profundizó el déficit fiscal, que
fue financiado con una política monetaria expansiva, a través del señoreaje
(emisión de moneda para cubrir déficits), lo que contribuyó a su vez a
aumentar la inflación. Las tasas de interés nominales fueran altas y volátiles
(entre 12% y 70%), lo cual frenó la inversión y consolidó el rentismo y la
especulación en desmedro del consumo.
La política fiscal estuvo marcada por un constante aumento del gasto,
mientras que los ingresos públicos quedaban sometidos a la volatilidad de
los precios del petróleo, principal ingreso de un Estado con un sistema
tributario pobre e incipiente. De hecho, la política tributaria fue errática, tal
como demuestra la supresión del impuesto a la renta en 1998 y su reemplazo
por el impuesto a la circulación de capitales29. La consecuencia fue una fuga
de capitales y una reducción de los depósitos bancarios, lo que debilitó a la
banca privada. A los cambios impositivos se sumaron los altos niveles de
evasión. Finalmente, los problemas para obtener ingresos fiscales se
combinaron con un gasto público inflexible, 80% del cual se destinaba a
gasto corriente (servicio de la deuda y pago de sueldos).
En cuanto al gasto social, la población había experimentado avances en sus
condiciones de vida durante la década de los 70 y primera mitad de los 80,
como resultado del efecto inercial de la bonanza petrolera. Sin embargo,
desde fines de los 80 y principios de los 90, coincidiendo con el aumento del
endeudamiento externo y las dificultades fiscales, la inversión social del
Estado se redujo30. Dicho de otro modo, el Estado gastó más, pero generó
menos servicios públicos31. Como señala Alberto Acosta, «el Estado se

8
convirtió en el instrumento repartidor de los cuantiosos ingresos percibidos
–divisas del petróleo y del endeudamiento externo–, para fortalecer, sobre
todo, el proceso de reproducción y acumulación del capital»32. La prioridad
era el servicio de la deuda externa.
En 1999, durante la presidencia de Jamil Mahuad (1998-2000), se produjo la
mayor crisis financiera de la historia del país. Su origen se remonta al
gobierno de Durán Ballén y la promulgación de la Ley General de
Instituciones del Sistema Financiero. Impulsada por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), esta ley disminuyó el control de la Superintendencia de
Bancos sobre las entidades financieras. Las elevadas tasas de interés nominal
promovidas por la Junta Monetaria para motivar el ahorro nacional y
compensar la galopante inflación, la liberalización del flujo de capitales, la
falta de control a los banqueros y la constante devaluación del sucre fueron,
según diversos autores, las principales causas que llevaron a la quiebra del
sistema financiero33. El Estado, una vez más, salió al rescate del sector
privado, en esta oportunidad haciéndose cargo de 72% de las entidades
crediticias a un costo de 4.000 millones de dólares, equivalentes a 20% del
PIB de 1998 (el costo total del salvataje bancario superaría los 8.000
millones de dólares). El déficit público aumentó y, con él, la deuda pública,
que en 1999 superaba 100% del PIB.
El Estado se vio obligado a realizar profundas reformas económicas para
sanear el maltrecho sector público: eliminó subsidios (gas, combustibles y
electricidad) y comenzó un proceso de privatización de empresas públicas,
especialmente del sector petrolero, electricidad y telecomunicaciones. El 11
de enero de 2000 se impuso la dolarización a 25.000 sucres por dólar. Sin
embargo, el aumento de la inflación ese mismo año demostró que el tipo de
cambio adoptado no se ajustaba a la realidad económica del país, aunque sí
logró licuar la deuda de los bancos con los particulares.
Así, como señala Alberto Acosta, Ecuador concluyó el siglo XX sumido en
una de las mayores crisis de su historia. En 1999 se registró la mayor caída
del PIB, 30,1%: pasó de 19.710 millones de dólares a 13.769 millones. El
PIB por habitante se redujo 32%, de 1.619 a 1.109 dólares, 43% del
promedio de América Latina. El país experimentó uno de los procesos de
empobrecimiento más acelerados de la historia de la región y una acelerada
concentración de la riqueza: mientras en 1990 el 20% más pobre recibía
4,6% de los ingresos, en 2000 captaba menos de 2,5%; en el mismo periodo,
el 20% más rico incrementó su participación de 52% a más de 61%.

9
El periodo posdolarización (2000-2006) estuvo protagonizado por una
continua inestabilidad política y por frecuentes cambios de gobierno. Desde
un punto de vista macroeconómico, sin embargo, se consiguió, luego de
cinco años, la esperada estabilidad de precios. Entre 2000 y 2005, el país
creció a tasas reales superiores a 4% (excepto en 2003), por encima de las
observadas en la década precedente y superiores también a las de la media
de América Latina. Las tasas de interés activas y pasivas se redujeron,
aunque con niveles todavía lejanos a las tasas de los países desarrollados y
con un elevado spread34, lo cual confirmaba la debilidad e ineficiencia del
sistema financiero ecuatoriano. La balanza de cuenta corriente se recuperó y
a partir de 2004 comenzó a ser superavitaria debido a un aumento de las
exportaciones, principalmente de petróleo, beneficiadas por los altos precios
internacionales. No obstante, la balanza comercial no petrolera continuó
siendo deficitaria, lo que evidenciaba un problema endémico del país: la
fuerte dependencia de las importaciones por falta de competitividad. Los
ingresos fiscales aumentaron como consecuencia de una mejora en la
recaudación de impuestos, sobre todo del impuesto al valor agregado (IVA),
aunque la evasión siguió siendo elevada. La deuda externa se redujo de 82%
del PIB en 1999 a 32% en 2006. Sin embargo, casi 40% del presupuesto
general del Estado de 2006 se destinó al servicio a la deuda, frente a 22%
destinado a inversión social. Aun así, la pobreza disminuyó, gracias sobre
todo a las remesas enviadas por los emigrantes35.

5. EL PAPEL DEL ESTADO EN EL GOBIERNO DE RAFAEL CORREA


Los aparentemente buenos resultados macroeconómicos de la etapa
precedente camuflaron los problemas endémicos del país. Rafael Correa,
cuando se desempeñaba como ministro de Economía de Alfredo Palacio
(2005-2007), había criticado la excesiva libertad de un mercado ineficiente
y controlado por la oligarquía, la debilidad estructural del Estado y sus
instituciones y la fuerte dependencia de los organismos internacionales. Su
discurso produjo tal impacto sobre la ciudadanía que el 15 de enero de 2007
logró alcanzar la Presidencia. Correa defiende una mayor intervención del
Estado y de la sociedad en la actividad política y económica del país como
base para favorecer a las clases sociales más necesitadas.
Para realizar las transformaciones enmarcadas en lo que denomina la
«revolución ciudadana», Correa convocó a una consulta popular con el
objetivo de formar una Asamblea Constituyente. La nueva Constitución,
refrendada por el referéndum del 28 de septiembre de 2008, ha otorgado
mayores poderes al Ejecutivo, sobre todo en materia económica. Numerosas
voces críticas consideran que se produjo una excesiva concentración de
10
poder en el gobierno36, aunque también es cierto que se articulan nuevos
mecanismos de control, como la revocatoria del mandato del presidente o la
muerte cruzada, por la que un poder puede destituir al otro, dirimiendo el
conflicto mediante elecciones. Asimismo, se crearon dos nuevos poderes que
fortalecen la institucionalidad del Estado a través de la corresponsabilidad:
el Electoral, encargado de organizar y hacer respetar las normas en los
procesos electorales y, el de Participación Ciudadana y Control Social, que
incorpora a la ciudadanía en los distintos niveles de decisión del Estado.
Otro de los aspectos interesantes de la nueva Constitución es su visión del
ser humano basada en el concepto del «buen vivir» (sumak kawsay en
quichua), que apunta a una mayor armonía y respeto hacia la naturaleza. Con
ello, se trata de contrarrestar el modelo individualista propio de las corrientes
neoliberales y favorecer las antiguas formas de colaboración comunitaria,
como la minga.
Pero quizás la característica más importante del actual gobierno es su
prioridad por la inversión social, que en 2008, por primera vez en las últimas
décadas, superó el monto asignado al servicio a la deuda (20% al servicio a
la deuda y 31% a inversión social). El principal programa social del gobierno
es el Bono de Desarrollo Humano (BDH), cofinanciado por el Banco
Mundial (BM) y destinado a las familias de menores recursos, con el objetivo
de reducir la pobreza por consumo y aumentar la inversión en capital
humano37. También se ha incrementado considerablemente el Bono de la
Vivienda, tratando de atender el importante déficit inmobiliario del país.
Como resultado, se ha registrado una reducción de la pobreza, tanto en las
áreas urbanas como en las rurales38, mientras que los salarios reales se han
incrementado a niveles históricos.
Además de fortalecer su rol social, el Estado se ha involucrado en el
desarrollo económico mediante un aumento de las inversiones públicas. La
formación bruta de capital pasó de 4,6% del PIB a 8,6% entre 2007 y 2008,
y se focalizó en sectores estratégicos como la infraestructura de transporte,
comunicaciones y energía, vivienda, educación, salud y sector agropecuario.
Adicionalmente, el Estado ha asumido un mayor control sobre los recursos
energéticos y mineros del país: la reforma a la Ley de Hidrocarburos de
octubre de 2008, en la que se establecieron nuevas condiciones para la
explotación y exportación del petróleo39, es una prueba de ello.
Para llevar a cabo estas políticas, que en muchos casos implicaron una
expansión fiscal vía gasto, el gobierno debió aumentar los ingresos públicos.
Estos han provenido de los ingresos por exportación de crudo propiciados

11
por el alza de los precios internacionales durante 2008 y de la mejora en los
ingresos tributarios gracias a la buena gestión del Servicio de Rentas
Internas40. También contribuyó positivamente la eliminación de los fondos
extraordinarios, como el Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros
(Feirep), la Cuenta Especial de Reactivación Económica, Productiva y Social
(Cereps) y el Fondo Ecuatoriano de Inversión en los Sectores Energético e
Hidrocarburífero (Feiseh). Los recursos que antes se destinaban a estos
fondos ahora ingresan en la cuenta única del Tesoro.
En este marco, Correa ha resistido la intromisión de los organismos
internacionales en las decisiones del país. Ha sido muy crítico respecto de la
legitimidad de la deuda externa e incluso ha declarado la mora técnica en los
bonos Global 2012 y 203041. Estas acciones elevaron el riesgo país a niveles
históricos, lo cual limitó las inversiones extranjeras y los préstamos para
financiar el déficit fiscal. Esto obligó al gobierno a buscar fuentes de
financiación alternativas en países como Venezuela, Irán o China, y en
organismos internacionales de crédito, como el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF) o el Fondo
Latinoamericano de Reservas (FLAR).
Correa rechazó la posibilidad de firmar un tratado de libre comercio con
EEUU, como hicieron otros países vecinos, debido a sus posibles efectos en
temas agrarios y de propiedad intelectual. Al mismo tiempo, se manifestó a
favor de una profundización de la integración latinoamericana, para lo cual
impulsó la creación del Banco del Sur y el Fondo del Sur como alternativas
al BM y el FMI42, y respaldó la creación de una moneda regional virtual: el
Sistema Unificado de Compensación Regional (Sucre)43. Sin embargo, se
trata en general de proyectos que están lejos de ser una realidad debido a la
falta de entusiasmo de algunos gobiernos de la región.
Finalmente, hay que señalar que en su momento Correa criticó la
dolarización, con el argumento de que implicaba privar al Estado de su
política cambiaria, frecuentemente utilizada para recuperar competitividad,
con el consiguiente impacto negativo sobre el sector externo. La dolarización
es además una camisa de fuerza para la política monetaria, al imposibilitar
la emisión y condicionar la liquidez del sistema al ingreso de divisas por
comercio, remesas o préstamos e inversiones del exterior. Pero la crisis
financiera internacional iniciada en 2008 ha puesto en peligro la propia
supervivencia del sistema monetario por falta de liquidez. Sus efectos se
transmitieron a la economía ecuatoriana a través de cuatro canales: la caída
del precio internacional del petróleo, que supuso una considerable pérdida

12
de ingresos para el sector público; la disminución del ingreso de divisas, que
ocasionó un déficit comercial a partir de septiembre de 2008; la reducción
de las remesas por la pérdida de trabajo de los emigrantes ecuatorianos en
EEUU y Europa, con la posibilidad de que muchos de ellos vuelvan al país;
y la disminución del flujo de ingreso de capitales. La dolarización, a pesar
de haber generado estabilidad macroeconómica, puede convertirse en un
lastre para el desarrollo económico del país en la medida en que priva al
Estado de herramientas claves. Aun así, Correa reconoce que salir en este
momento sería aún más perjudicial.
Desde la década de 1950, Ecuador experimentó un cambio económico
profundo a partir de un modelo sustentado en la producción y exportación
del banano. En 1972, el descubrimiento de yacimientos de petróleo catapultó
al país hacia los mercados internacionales. Ambas actividades le permitieron
al Estado obtener grandes cantidades de recursos para financiar los ansiados
procesos de desarrollo económico y social. Sin embargo, no se sentaron las
bases para un desarrollo endógeno, lo que abrió las puertas para las políticas
de ajuste neoliberal que priorizaron el mercado en detrimento del Estado y
terminaron generando un resultado social negativo. El gobierno de Correa
representa un giro radical en la política económica sobre la base de un papel
más protagónico del Estado.
La economía ecuatoriana todavía presenta graves falencias y vive expuesta
a shocks externos e internos, políticos, económicos, sociales y naturales.
Como señala el BID, Ecuador debe buscar una mayor diversificación de su
actividad económica y de su oferta exportable, una mejora de la
competitividad de sus empresas y un aumento de la productividad mediante
inversiones en capital físico y humano44. Esto incluye inversiones en
infraestructura de transporte, comunicaciones y energía. Acosta añade otras
carencias del sistema económico ecuatoriano, como la debilidad y fragilidad
del mercado interno, el alto desempleo, los marcados polos de desarrollo
(Quito-Guayaquil-Cuenca), la escasa vinculación entre sectores económicos,
la separación entre sectores externos e internos de la economía, la elevada
dependencia de las importaciones de productos terciarios y secundarios, el
desmantelamiento de los organismos administrativos del Estado, la aversión
al riesgo de los empresarios, la corrupción en los organismos de control,
especialmente en aquellos vinculados a la banca y a la producción, y la baja
tributación45.
La excesiva dependencia del petróleo es otra de las causas de los desajustes
y desequilibrios de las décadas de 1980 y 1990. El rápido ingreso de divisas

13
al país y la elevada volatilidad de los precios internacionales del crudo han
causado constantes problemas en la instrumentación de políticas económicas
consistentes, y a menudo han generado síntomas de «enfermedad
holandesa»46.
La crisis económica internacional es una crisis global que requiere de la
actuación conjunta de todos los países. Como señaló el ministro de Finanzas
británico, Alistair Darling, en marzo de 2009, «debemos trabajar juntos, no
como un pequeño grupo de economías avanzadas, sino globalmente». Los
esfuerzos de países como Ecuador para profundizar la cooperación con otras
naciones latinoamericanas, no solo económica sino también financiera,
deben ser reforzados. Tratar de salvar con inyecciones de liquidez al sistema
capitalista de libre mercado, como propone EEUU, tal vez no sea la mejor
opción. Es necesario fortalecer al Estado de modo que pueda regular
activamente y evitar las ineficiencias del mercado.

6. BOOM BANANERO Y RENEGOCIACIÓN DE LA DEUDA


EXTERNA
Contando con recursos relativamente abundantes que provenían de las
exportaciones de banano, el Ecuador pudo dar paso a un proceso de
renegociación de la deuda externa en 1953. Al concluir los años cincuenta,
la deuda externa había crecido a 68,3 millones de dólares -poco más de 16
dólares por habitante- un incremento todavía moderado, que seguía
ajustado a la limitada capacidad dc pago del país y al todavía escaso
atractivo que tenía la economía ecuatoriana para el capital transnacional.
Por ese entonces ya habían comenzado a aparecer los créditos de
proveedores, en particular de los países "europeos que se habían
recuperado de los efectos de la guerra y que buscaban la colocación de sus
bienes y servicios, garantizando líneas de financiamiento a los países de
América Latina. Y también arribaron algunas inversiones extranjeras en el
sector financiero: en J959 el Banco Holandés Unido y el First National City
Bank: veinte y tres años antes ya se había autorizado cl funcionamiento del
Banco de Londres y América del Sud Lirnited. Al finalizar los años cincuenta,
en la estructura de los acreedores, el Eximbank y el gobierno de los Estados
Unidos mantenían el grueso de la deuda, con un notorio aumento de los
créditos del Banco Mundial y luego del BID, a partir de su creación cn 1960.
Posteriormente entró en la escena, y con gran vigor, la Agencia

14
Internacional de Desarrollo (USA ID), dependencia del Departamento de
Estado de los Estados Unidos. Las deudas antiguas todavía pesaban, pero
con una participación decreciente. En el mes de agosto de 1955 el Ecuador
suscribi6 un 107 convenio con los Estados Unidos, por el cual el país le
compraba excedentes de productos agrícolas cuya producción nacional era
insuficiente para satisfacer la demanda. El valor de estas importaciones
debía ser depositado en sucres, en una "cuenta dc los Estados Unidos en el
Banco Central del Ecuador", y serviría, a más de apoyar la promoción del
desarrollo nacional, "para ayudar al desarrollo de nuevos mercados de
productos agrícolas de los Estados Unidos, para financiar actividades
internacionales de intercambio educacional en el Ecuador y para otros
gastos de los Estados Unidos en el Ecuador". O, dicho de otra manera, "para
gastos de la Embajada Norteamericana en el Ecuador". Con este Convenio
de Excedentes Agrícolas, que se fue renovando en los años subsiguientes,
se estableció el canal para que el Ecuador comprara algodón, tabaco, aceite
de semilla de algodón, aceite de soja y. sobre todo, trigo. Años después, la
importación de estos productos ya comenzó a cobrarse en divisas y a
términos comerciales normales, pero el Ecuador, entre tanto, aumentó su
dependencia de la importación de trigo, al tiempo que fue dejando de lado
posíbles productos sustitutivos o alternativos, y no desarrolló su producción
triguera, que no resultaba competitiva frente al producto importado.
Finalmente, a raíz del nuevo empuje Iondomonctarista impulsado desde
1982, en 1988 se suprimíó definitivamente el subsidio al trigo y, por lo
tanto, a la harina y sus derivados. Una situación similar se vive con las
ayudas alimentarías al inicio del tercer milenio, cuando en el Ecuador con
el ingreso de una soja transgénica, que con el argumento de satisfacer
necesidades alimenticias de los sectores más desprotegidos, se debilita aún
más a los pequeños y medianos propietarios del agro, al tiempo que se
afecta la seguridad alimentaria del país. En los años cincuenta, la
contratación de los créditos seguía dominada por el gobierno central y otras
entidades pú- 108 blicas, y era aún relativamente bajo el endeudamiento
externo del sector privado. En esos años se priorizaron las inversiones en
infraestructura que suelen tener un período de recuperación más lento y
que fueron generando posteriores problemas para el repago de la deuda.
Los requerimientos de un país como el Ecuador, volvían necesarias estas
inversiones en obras básicas que, directa o indirectamente, también
beneficiaban el modelo de acumulación y concentración existente, en
cuanto fomentaban efectos externos en favor de la rentabilidad privada.
15
A inicio de la década de los sesenta, una vez más, el Ecuador sintió los
efectos de su dependencia del mercado mundial. Muestra de ello es el
descenso en las cotizaciones internacionales del cacao y el café, con una
pérdida estimada en 40,7 millones de dólares en 1961, que alcanzó los 28
millones en 1962, ci Iras muy superiores a los ingresos de crédito externo.
A lo cual se sumó la declinación de la bonanza bananera. El empeoramiento
de la situación económica trajo también el agudizarnicnto de los problemas
sociales. Los sectores populares fueron los primeros en sufrir el impacto de
la crisis, produciéndose huelgas y reclamos, que culminarían en una
masacre en Guayaquil, en junio de 1959, durante el primer gobierno Social
Cristiano. El mismo que se empeñaba en mantener la fachada del progreso
y de la democracia formal, con los mismos argumentos que tantas veces se
han esgrimido a la hora de justificar la aplicación de medidas económicas
aruipopulares. En estas circunstancias y para poder equilibrar los déficit
externos y, como se afirmaba en ese entonces, para consolidar el sistema
constitucional, se solicitaba préstamos internacionales. En realidad se
quería aprovechar las crecientes disponibilidades financieras
internacionales para enfrentar los retos planteados por las demandas de la
sociedad sin aplicar medidas correctivas, que habrían tenido
necesariamente que afectar la estructura de la tenencia de la propiedad en
la agricultura y de la todavía incipiente industria, así como de otras áreas de
la economía. En \958, el país se vio obligado a acercarse al FMI. Desde
entonces, en la medida en que se agudizaba la crisis económica, con la
consiguiente inestabilidad política, el Ecuador recurrió una y otra vez al
apoyo financiero del FM 1, contratando nueve créditos contingentes o
stand by, en junio de 1961, junio de 1962, julio de 1963, julio de 1964, julio
de 1965, julio de 1966, abril de 1969, septiembre de 1970 y julio de 1972.
El último de esta serie en julio de 1972, pocos días antes de que se iniciaran
las exportaciones de petróleo. Solo diez años después, cuando el país
estaba atrapado en una nueva crisis externa, en 1982, se retomó al FMI. No
está por demás señalar que tras largos años de estabilidad cambiaría, que
coincidieron con un período relativamente extenso de respeto al orden
constitucional, la devaluación del sucre -que según el FMI debió haber sido
realizada por el gobierno poncista- contribuyó a la desestabilización del
gobierno velasquista, que fue derrocado. Desde entonces se viviría una
prolongada etapa de inestabilidad política.

16
7. EL MODELO DE INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCIÓN DE
IMPORTACIONES
La larga crisis del cacao, a la que se sumó la Gran Depresión, fue superada
en el Ecuador con un nuevo período de auge exportador: el bananero, que
abrió la puerta a una serie de cambios largamente esperados en la sociedad
ecuatoriana. Tanto 135 alianzas sociales y los conflictos de poder, como el
papel del Estado y el tipo de la política económica se modificaron,
precisamente para favorecer a las nuevas fracciones dominantes que veían
con preocupación cómo el Ecuador estaba postergado en su desarrollo
industrial y atrasado en la aplicación de políticas, cuya instrumentación
prometía la solución de los problemas del subdesarrollo.

8. UN PRIMER INTENTO SERIO DE INDUSTRIALIZACIÓN


Los crecientes ingresos externos ayudaron a configurar paulatinamente un
Estado desarrollista, que empezó a planificar sus acciones desde 1954, con
la creación de la Junta Nacional de Planificación, que en 1979 cambiaría su
nombre por el del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE). Este Estado,
sin embargo, no articuló las crecientes 112 demandas sociales y tampoco
potenció un desarrollo más autónomo. No podía hacerlo, pues en el fondo
se convirtió en el soporte para una nueva forma de alianza de los antiguos
grupos dominantes con una burguesía modernizante, con alguna
participación de algunos sectores medios, en especial tecnocráticos. Con el
intento de impulsar otro tipo de modalidad de acumulación,
particularmente después de que comenzó a debilitarse el auge bananero,
el peso político del Estado fue decisivo para manipular los precios relativos
básicos de la economía e impulsar la actividad industrial. Con precios bajos
de los productos agrícolas, se trató de favorecer sistemáticamente a una
nueva alianza dominante, especialmente a la burguesía industrial. Aunque
también sacaron su tajada los "empresarios rentistas" del sector
manufacturero, que en el caso ecuatoriano jamás rompieron abruptamente
con los grupos exportadores y tampoco con los sectores hacendatarios.
Estos grupos tuvieron suficiente capacidad para acomodarse y diversificar
sus intereses en el campo industrial y por supuesto en el campo financiero,
sin descuidar las actividades comerciales. Y otros grupos que emergieron
desde actividades manufactureras o comerciales supieron asegurar su base
de acumulación y por cierto su status con inversiones agrícolas. Además,
durante la bonanza bananera, el Estado ya había aumentado el gasto e

17
inversión. Una de sus características fue la creación de puestos de trabajo
en el aparato estatal. Por igual comenzaron a aparecer algunas empresas
públicas en diversos ámbitos económicos, tanto por los requerimientos dc
la modalidad de acumulación, como por la ausencia de una masa crítica de
empresarios capitalistas innovadores que pudiera llevar a cabo el proceso
en marcha. Otras intervenciones estatales se registraron más tarde en áreas
consideradas estratégicas del sector primario-exportador: el petróleo, en
especial. ll3 A través de estos mecanismos, explícitos o implícitos, el Estado
transfirió en estos años masivamente excedentes a las burguesías urbano
oligopólicas. Importantes transferencias fueron del campo a la ciudad, del
agro a la industria, de los exportadores a los importadores industriales, de
los ahorristas a los acreedores industriales, de los que pagan impuestos
indirectos respecto a los que deberían cancelar impuestos a la renta y las
ganancias, etc. Los ejes para esta transferencia fueron sobre todo un Lipa
de cambio sobrevaluado (y elevados aranceles a los bienes finales), los
controles de precios agrícolas y los subsidios a su consumo, los sistemas
tributarios regresivos, las bajas tarifas públicas, las tasas de interés reales
negativas y la emisión primaria sin respaldo (que la población cancelaba a
través del "impuesto inflacionario"). Aun la insuficiente reforma agraria
puede entenderse corno un mecanismo para abaratar los precios de las
materias primas para la agroindustria y los alimentos para las capas
urbanas. Todo con el fin de inducir el proceso de industrialización. En medio
de la crisis del banano, el Ecuador expcri mentó una nueva fase de
inestabilidad política y nuevas propuestas de modernización. La sucesión
de tres gobiemos constitucionales -Galo Plaza Lasso, José María Velasco
[barra y Camilo Ponce Enríquez- se interrumpió en noviembre de 1961, a
poco más del año de llegado por cuarta ocasión a la Presidencia el doctor
Velasco Ibarra. Luego de un par de años de continuidad constitucional
presididos por el doctor Carlos Julio Arosemcna Monroy, vicepresidente del
caudillo populista, en 1963 volvieron a sonar los sables. La Junta Militar, que
duró hasta 1966. casi como una "vanguardia de la burguesía industrial"
(Velasco 1981: 208), quiso modernizar el sistema capitalista imperante. La
lucha norteamericana contra la revolución cubana abrió la puerta a la
denominada "Alianza para el Progreso", a cuya sombra se introdujeron
algunas propuestas modcmizantes, 114 que alentaron un tibio ejercicio de
cambio estructural. Para ese entonces afloraron con claridad los límites de
la reproducción ampliada en las haciendas tradicionales. Lo cual fortaleció
la necesidad de la reforma agraria para introducir innovaciones
18
tecnológicas y aumentar la productividad, disminuyendo simultáneamente
la demanda de mano de obra, lo cual facilitó el proceso por el relativo apoyo
recibido de los hacendados y la Iglesia Católica, que se adelantó dividiendo
algunas de las haciendas que aún tenía. La desaparición del huasipungo
(1964) no obedecía a un real proceso de redistribución productiva que
buscara ampliar y dinarnizar el mercado interno, sino a la presión dcri vada
del propio proceso dcrcordenamiento del capital haccndario que quería
concentrarse en actividades más lucrativas, la industria láctea por ejemplo.
y que buscaba una mayor movilidad para reubicarse en otros sectores de la
economía: el comercio, la construcción y aun en la misma industria. La
reforma agraria de los años sesenta (1964) fue complementada con una
nueva reforma en los años setenta (1973), ambas durante dictaduras
militares. Adicionalmente, durante el quinto gobierno velasquista, en 1970,
se dio paso a la abolición del trabajo precario en la agricultura -decretos 373
y 1001-, que beneficiaron inmediatamente a la producción agrícola,
especialmente en la relacionada con el cultivo de arroz. . , Este proceso
(complejo y sinuoso, NdA) no fue, como se dice con ligereza, el siniestro
diseño de yanquis, comunistas. burócratas o demagogos; fue el resultado
necesario de la presión que tenía el Ecuador por modernizarse y romper las
ataduras del sistema semifeudal en que vivía. Con rodas las fallas que tuvo,
ese proceso tíene un mérito mayor que lo redime: convirtió en personas, es
decir en individuos independientes. a los indígenas, que hasta entonces
eran, para todos los efec- 115 tos prácticos. propiedad irrebatible de los
hacendados (Ortiz 2000: 74-75). En la década de los sesenta se procesó, por
igual, una profunda reforma tributaria, que elimin6 1.215 impuestos
provinciales y cantonales. Los gobiernos secciona les, en un proceso de
central ización tributaria, perdieron la potestad de establecer tributos, que
formaban una nube muy compleja de impuestos y tasas en todo el país.
Valga recordar que 807 de estos tributos se cobraban en la Costa, 352 en la
Sierra y 54 en la Amazonia. Las provincias con mayor número de impuestos
fueron Manabí con 412, Guayas con 138 y Loja con 106. Desde 1963,
cuando se aprobó un nuevo régimen para el impuesto a la renta. empezó
un largo camino de reformas hasta 1971, cuando se instauró el Impuesto a
las Transacciones Mercantiles en sustitución del Impuesto a las Ventas. En
este lapso se unificaron una serie de tributos nacionales y locales, corno los
existentes al consumo de la cerveza. gaseosos yaguas minerales. sobre
exportaciones e importaciones (Vega y Mancero 2001). Era la época en la
cual se pretendía centralizar y modernizar el funcionamiento del Estado,
19
corno un actor importante del proceso de desarrollo. En este contexto, la
política de sustitución de importaciones que dominaba el escenario
latinoamericano y que permitió forzar la industrialización nacional y aun
paliar los efectos de la crisis bananera, no tuvo los resultados esperados. En
primer lugar por la incapacidad de las elites para crear las condiciones
propicias para su cristalización. No se transformó dinámicamente el
mercado interno, no se dio una redistribución productiva, no se garantizó
el flujo adecuado de capitales para la readecuaci6n del aparato productivo
superando su heterogeneidad estructural, no hubo una real concentración
de esfuerzos privados y estatales para crear la infraestructura necesaria y
tampoco se diseñó mucho menos aplicó- una verdadera política arancelaria
que hubiera protegido activamente a la naciente industria hasta que ésta
alcanzara niveles prudentes de competitividad internacional. Este intento
de industrialización no alteró el parrón tradicional de la acumulación
primario-exportadora. Fue un esfuerzo asociado y subordinado a la lógica
del capital externo. lo cual delineó la orientación de 1:.1 producción para
satisfacer las necesidades de grupos minoritarios de la población,
fortaleciendo la producción de bienes de consumo para satisfacer la
demanda de dichos grupos, por sobre la de productos intermedios y de
bienes de capital. Una de las baITeras para el cambio representó el patrón
de consumo de los estratos altos y también medios, propio de realidades
regionalmente diferentes y concentradoras, lo que influyó en la producción
industrial local yen las importaciones. En este escenario surgió un creciente
número de empresas vinculadas a los servicios públicos: teléfonos y
electricidad, con los que se apuntaló el esfuerzo manufacturero. La
industria en Guayaquil superó a la actividad industrial en la Sierra. El aporte
externo de capitales en todo este período, tal corno ha sucedido a lo largo
de casi toda la historia nacional, fue inferior al aporte nacional. Su
penetración dominante es, sin embargo, comprensible por la fragilidad y la
dependencia tecnológica del aparato productivo, así como por la
mediocridad de amplios grupos empresariales, sumisos económica y
culturalmente a los centros del poder mundial. Con lo cual la lógica de la
industrialización tenía un componente externo determinante y, por lo
tanto, limitarne a cualquier propuesta nacional. En 1969 el Ecuador,
conjuntamente con los orros países andinos (Bolivia, Colombia, Chile, Perú
y Venezuela) suscribió el Acuerdo de Canagena, conocido más tarde
simplemente como Pacto Andino, y que se transformó a fines del 117
milenio en la Comunidad Andina de Naciones. Este fue un esfuerzo de
20
integración que buscaba, mediante la conformación paulatina de un
mercado común de los países miembros, la recuperación de los niveles de
crecimiento, extendiendo al marco subregional andino las políticas
nacionales proteccionistas propias del modelo basado en la sustitución de
importaciones y en la promoción selectiva de ex portaciones. En el
transcurso de los años, este proyecto perdió interés político y fracasó por
su rigidez. Pero más que eso por no contar con una participación social
amplia y por haber limitado su interés especialmente a ternas económicos,
sobre todo comerciales y en menor medida industriales, a cargo de los
representantes dc los propios sectores interesados. Dos décadas más tarde
se revitalizaría este Pacto Andino, aunque con una concepción muy
diferente a la inicial. En la mira aparecería una integración transnacional
mucho más que andina, en concordancia con la corriente que buscaba una
reprimarización modernizada de nuestras economías. Al finalizar la década
de los sesenta y cuando se avizoraban las exportaciones petroleras, ya se
anticipó el crecimiento desproporcionado de los pagos de la deuda, como
un factor que limitaría la economía y la propia capacidad de
endeudamiento. Caída de las exportaciones, crisis económica, créditos
contingentes del FMT y sus recetas de política económica, comenzaron a
caracterizar la vida del país en una forma recurrente, desestabilizando
continuamente el precario esquema constitucional. Para conseguir nuevos
créditos el país tuvo que aceptar las recomendaciones fondornonetaristas
y adecuarlas a su política económica, procurando enfrentar los
desequilibrios externos, mientras se buscaba una reintegración del país al
mercado mundial. Las diversas políticas económicas aplicadas en estos años
no permitieron superar la situación de crisis, hasta que el petróleo apareció
en escena. 118 Desde 1964 a 1972, la balanza comercial presentó un déficit
crónico debido, sobre todo, al acelerado incremento de las importaciones
y al permanente deterioro de las exportaciones bananeras. Las compras
externas pasaron de 100 millones en 1954 a cerca de 250 millones al
finalizar los años sesenta, lo que equi valía a un aumento del 150%
(consultar en cuadro 1). En la década de los sesenta, sobre todo en los
últimos años, a causa de las actividades petroleras, la inversión extranjera
directa experimentó un crecimiento acelerado. Para 1971 este valor superó
los 162 millones, alcanzando la mayor relación de toda la historia
comparada con el PIB: 10,12% (Véase el cuadro 19). Hasta 1969, el capital
externo había llegado sobre todo bajo la forma de créditos. A pesar de
todos los problemas registrados desde mediados de los años sesenta hasta
21
principios de los setenta, de 1950 a 1973, el país creció a un ritmo anual de
2,9%, superior al promedio de un grupo de países latinoamericanos:
Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Venezuela. que crecieron al
2.5%. De los países latinoamericanos mencionados, solo Brasil y México
tuvieron tasas más altas, de 3,9 y 3,2% respectivamente. El ritmo de
crecimiento también fue más alto que el de los Estados Unidos, de 2,2%. En
estos años, caracterizados por los de mayor dinamismo de las economías
centrales y naturalmente del mercado mundial -conocidos como los años
del boom "Kennedy-Johnson"-, los países asiáticos (Corea, Taiwán y
Tailandia) ya habían empezado su marcha ascendente con un 4,8%, los
ibéricos (España y Portugal) con un 5,3% y los otros países avanzados
(Francia, Alemania, Japón, Países Bajos, Reino Unido y Estados Unidos) con
un 4,7% (véase cuadros 26 y 27). . Otro dato interesante es el hecho de que
el ingreso per cápita de América Latina en 1950 triplicaba a los países
asiáticos y aun superaba al de los países ibéricos, no así el 119 ecuatoriano
que estaba en un nivel muy inferior al latinoamericano. Comparado con los
Estados Unidos, el ingreso per cápita en el Ecuador representaba un 16% y
el de los países asiáticos apenas un 9% (Hofman 1992).

9. POBRETÓN BANANERO A NUEVO RICO PETROLERO


En los años sesenta, el potencial hidrocarburífero del Ecuador volvió a ser
interesante para los consorcios transnacionales que empezaron a buscar
otras alternativas de suministro a nivel mundial, eon miras a diversificar las
zonas producti vas y a aumentar la oferta, que ya presentaba señales de
que, en pocos años más, sería insuficiente para satisfacer los
requerimientos internacionales, en caso de no descubrirse nuevas reservas
y de mantenerse los altos ritmos de crecimiento del consumo. Una vez más,
la explotación de los recursos naturales del Ecuador, en este caso el
petróleo, se decidiría por las necesidades externas y no solo por razones
nacionales. Es interesante destacar que a inicios de los años setenta, se
registraron los montos más altos de inversión extranjera, con un pico de
162,1 millenes en 1971; desde entonces, la inversión extranjera no volvió a
superar el promedio de los cien millones de dólares. De 1968 a 1971, a más
del año 1975, el aporte neto de divisas de la inversión extranjera fue
positivo. Esto es que el saldo de la inversión realizada menos la remesa de
utilidades no fuera negativo, como ha sucedido en todos los otros años
desde 1950 hasta inicios del tercer milenio. En todo este largo período, se
puede establecer un promedio de aproximadamente tres dólares como
22
remesa de utilidades por cada dólar invertido. Dicho en buen romance, ha
sido más lo que se han Ile- L20 vado los inversionistas extranjeros que lo
que han aportado para la capitalización del país. Para poder evaluar su
aporte real se debería considerar también su potencial contribución a las
exportaciones nacionales, la generación de puestos de trabajo y la
transferencia de tecnología. A pesar de que estos factores no han sido
estudiados en profundidad. es posible afirmar que la contribución de estas
inversiones en dichos campos tampoco ha sido realmente significativa.
Desde 1970 hasta 1976, las inversiones extranjeras superaron al monto del
endeudamiento, situación que no se volvería a repetir, en especial debido.
Sea como fuere, se vivieron años de bonanza, de enormes ganancias para
los dueños del país. de relativa mejoría para amplios grupos medios de la
población, de obras públicas de envergadura y de ciertas ventajas para
algunos scctores mayoritarios. Aunque estos últimos apenas recibían
migajas del banquete petrolero, en el Ecuador había una sensación
generalizada en los medios de comunicación 130 de que se había alcanzado
la puerta del paraíso y que pronto se superarían los graves problemas del
subdesarrollo, Es preciso rclievar esta percepción que llevó, como
acertadamente afirman Francisco Thoumi y Merilce Grindle (1992: 23), "a
que el público en general y las elites económicas en particular esperaran y
exigieran (un) tratamiento especial favorable del gobierno". Muchos
compatriotas creían que el desarrollo se encontraba a la vuelta de la
esquina y algunos hasta soñaban con El Dorado petrolero. Esto explicará,
más adelante, las razones por las que quizás los mismos grupos de presión
no hayan podido ponerse de acuerdo para apoyar desde un inicio la
estrategia de ajuste neoliberal. que la mayoría de las veces les otorgó una
serie de beneficios, aunque les exigía ciertos esfuerzos acordes con las
transformaciones internacionales. Sin embargo. muchos ecuatorianos, por
ejemplo la población indígena y campesina, percibían la bonanza petrolera
a través del polvo que dejaban los cientos de vehículos recién importados.
Por otro lado, la creciente riqueza de unos pocos, entre los que se pueden
mencionar también a determinados sectores medios, resultaba chocante y
hasta insultante en relación a las necesidades insatisfechas del resto. en
medio de un consumismo que exacerbaba las di ferencias económicas y que
invitaba a participar de un festín que en realidad favorecía a un grupo
relativamente reducido de elegidos. Esto, sumado a la creciente
organización de grupos sindicalizados y de algunos sectores populares,

23
condujo a plantear reclamos reivindicativos que no podían ser siempre
satisfechos por el Estado y que tampoco iban a ser otorgados por las elites,
a las cuales les iba muy bien, pero esperaban y exigían más... Esta pugna
por la riqueza petrolera, que no solo se dio entre los grupos hegemónicos,
condujo al incremento de la represión a partir de 1976, que fuera desatada
para frenar y controlar al movimiento social, y que encontró su mayor 131
expresión en la masacre de los obreros de Aztra el 18 de octubre de 1977.
Todo esto en la medida cn que, además, perdieron fuerza los
planteamientos iniciales del movimiento militar de 1972 y cuando los
sectores oligárquicos presionaban para obtener una mayor participación en
la renta petrolera.

10. EL FIN DE LA EUFORIA PETROLERA


El Ecuador, gracias a sus ventajas comparativas naturales y al bajo costo de
su mano de obra, no perdió terreno en el mercado mundial en los años del
boom petrolero. Basta ver las cifras de las exportaciones no petroleras que
crecieron en forma significativa: el banano pasó de 88,2 millones de dólares
en 197J a 212,8 millones en 1981; el café se incrementó de 36,1 millones a
102,4 millones en el mismo período (en 1978, este producto alcanzó su
punto más alto en el período: 265,7 millones); el cacao saltó de 24,3
millones a 39,5 millones (el punto más alto fue en 1974, con 106,6 millones)
y los camarones aumentaron de 4,4 millones a 92,8 millones (Véase la
composición relativa de las exportaciones en el cuadro 4). Vale destacar, en
este orden de cosas, que a fines de los años setenta y principios de los
ochenta adquirieron un creciente dinamismo las exportaciones de
camarones, hasta convertirse en uno de los cinco productos más
importantes de la oferta exportable del país. Con esta actividad económica,
también motivada por las condiciones del mercado mundial y favorecida
por las características naturales del Ecuador, aparecerían posteriormente
insospechados problemas ecológicos por la masiva destrucción de los
manglares. Problemas ambientales que han adquirido una peligrosa
magnitud, entre los cuales se destacan los registrados en la Amazonia y que
fueron provocados por la irresponsable acción de las empresas petroleras,
empezando por Tcxaco y Gul f, en cuya senda continuaría
CEPElPetroecuador; acción que abrió la puerta a un masivo e incontrolable
flujo de colonos provenientes de otras zonas del país, debido a la 138
presión demográfica y sobre lodo a la carencia de una respuesta a la
demanda de tierra. El deterioro ambiental, tal como se expuso
24
anteriormente, ha sido una de las causas de reiteradas y graves crisis que
han afectado al Ecuador. La incorporación del reto ecológico resulta
urgente si realmente se quiere dar paso a soluciones sustentables a una
serie de retos cada vez más agudos y que han comenzado a recibir diversas
respuestas desde la sociedad (Véase Varea 1997). Por otro lado, la
existencia de una política económica expansiva claramente orientada a
fortalecer el proceso de acumulación privada y sustentada en múltiples
subsidios, apoyaba las actividades exportadoras, en las que se debe
destacar el rubro de productos manufacturados, que subieron de 28,7
millones a 500,5 millones en el período. Aunque aquí cabe dejar constancia
de que el año de ingresos más altos por este concepto fue el de 1980, con
626 millones: 25% de las exportaciones totales; a partir de esa fecha sería
notoria la caída de las exportaciones industriales. Sin embargo, la mayoría
de estas exportaciones estaba compuesta por productos tecnológicamente
simples y cuyos encadenamientos con otrossectores de la economía eran
incipientes. Estos bienes incluían un elevado porcentaje de recursos
naturales o agrícolas: madera, tabaco, alimentos, entre otros. A partir de
1982, a raíz del deterioro que se produjo por la caída de los precios del
petróleo y la reversión del flujo de los préstamos a los países del "tercer
mundo", se interrumpió la orgía petrolera. Ya el año anterior se habían
presentado los primeros dolores de cabeza en la economía, a raíz del
cxtrangulamicnto fiscal que se agudizó con el conflicto fronterizo con el
Perú. El precio del crudo Oriente que se había incrementado de 2,4 dólares
por barril en 1972 a más de 30 dólares por barril a principios de los años
ochenta: 35,2 dólares por ba- 139 rriI en 1980 y a 34,4 en 1981, para caer a
32,5 en 1982, empezó a experimentar un deterioro sostenido. En marzo de
1983. por primera vez la OPEP redujo oficialmente en 5 dólares el valor del
crudo marcador. Ese fue un período crítico. Desde entonces el precio del
cruclo mantuvo una tendencia descendente, hasta precipitarse
vertiginosamente a menos de 9 dólares por barril en julio de 1986. (Véase
el cuadro 19) Como parte de la estrategia de reordenamiento del poder
mundial. los precios del petróleo y de otras materias primas empezaron a
debilitarse en los mercados internacionales, a 10 cual se sumaron las
tendencias neoproteccionistas que afectaban al resto de exportaciones. Las
acciones de la Agencia Internacional de la Energía (AlE) -creada en 1974
como una respuesta política a la OPEP- conjuntamente con el concurso de
las transnacionales petroleras. se integraron en un gran esfuerzo para
disminuir la dependencia energética, particularmente la petrolera, que
25
tenían los países capitalistas industrializados. Concretamente se procuraba
reducir el costo de las importaciones hidrocarburíferas provenientes del Sur
para contribuir a paliar los déficit de los centros. Entonces impactó con
fuerza el efecto de la nueva política económica de los Estados Unidos -
dreganomics"-, que provocó un encarecimiento y una notable disminución
de los préstamos para los países latinoamericanos. Esta estrategia, en
definitiva, apuntó al fortalecimiento del sistema capitalista a nivel mundial,
imponiendo cambios en las políticas de los países pobres para que se
reajustaran a los nuevos requerimientos de las naciones del Norte, en
especial de los Estados Unidos. Así las cosas, esta concepción, al rebasar las
fronteras de lo económico, se introdujo con la fuerza de una ideología
totalizante, apta para garantizar la proyección del poder global de dicho
país en América Latina. 140 El anterior proceso de crecimiento económico,
cubierto por una burbuja financiera y especulativa, terminó en forma
abrupta y con él el tiempo para la formulación relativamente fácil de
correctivos en la política económica, que hubieran sido indispensables para
un aprovechamiento estructural de la enorme disponibilidad de divisas
existente en dichos años. En este escenario, no debe sorprender que los
primeros esfuerzos por ajustar la economía hayan sido complejos y
confusos en extremo. L.1 sociedad no tenía conciencia del problema que se
avecinaba, mientras todavía mantenía las expectativas de la época
petrolera. Además, como se desprendía de los mensajes que enviaban los
organismos financieros internacionales, repetidos casi como un eco por los
gobernantes, la crisis que se avizoraba aparecía como producida por una
pasajera iliquidez financiera. En consecuencia, se presentaba como
coyuntural y de fácil resolución, mientras se esperaba una pronta
recuperación de la economía norteamericana: la gran locomotora que
debía arrastrar nuevamente a sus vagones de cola, las economías
latinoamericanas. Sin embargo, esto no sucedió. Así que, producida la
interrupción del sueño petrolero a principios de los años ochenta, la
economía ecuatoriana se afcrró cada vez más al mercado mundial. En
donde, por lo demás, se había desatado un movimiento de reordenamiento
global del poder político mundial: los grandes países industrializados, a la
cabeza los Estados Unidos, y sus empresas transnacionales, estaban
empeñados en reorganizar el mundo para adecuarlo a los cambios que
requería la nueva revolución tecnológica en marcha y, por supuesto, para
su beneficio. En síntesis, los años petroleros fueron de inusitado
crecimiento económico, que transformaron especialmente en términos
26
cuantitativos la economía nacional. Pero luego de lo descrito
anteriormente, es fácil comprender por qué la 14J sociedad ecuatoriana no
logró sentar las bases para su desarrollo. El sistema rentístico se profundizó
de una manera compleja, al tiempo que aumentó la capacidad de consumo
internacional y nacional de los grupos más acomodados, pero no en la
misma proporción la capacidad productiva nacional para satisfacer la
demanda de las masas. Esto condujo a una mayor demanda de recursos
financieros que fueron conseguidos por las ventas del petróleo y por el
endeudamiento externo; de esta manera, cuando este ingreso de origen
externo comenzó a debilitarse, la economía nacional hizo agua por los
cuatro costados. Casi se podría afirmar, que la crisis se había programado
con el manejo económico anterior y que su aparecimiento solo dependía
de la duración de los flujos externos de recursos. El "agotamiento" de esta
industrialización "tardía y erecientemente subordinada" (Bácz 1980: 32),
que encontró su base estratégica en la vía de la sustitución de
importaciones para el consumo de los sectores altos y medios, sin la
paralela creación y consolidación del mercado interno para una producción
de masas, provino de varios factores: [a concentración oligopólica de los
mercados industriales; la estructura segmentada de la demanda de
mercancías: el denominado "desborde popular" (no solo como
consecuencia de la masiva migración del campo a la ciudad, sino sobre todo
por la organización sindical y de los movimientos populares) frente a la
limitada capacidad del Estado para motivar y procesar cambios más
profundos; y, las marchas y contramarchas en materia de política
económica, como consecuencia de las sucesivas y complejas alianzas entre
industriales y exportadores, que condujeron a la pérdida de eficiencia y
volatili- 142 dad política; paralelamente surgieron nuevos intereses,
aglutinados en el capital financiero, que pretendieron beneficiarse de una
nueva modalidad dc acumulación más aperturista. Por otro lado, en los
años de abundancia financiera, las fuerzas políticas nacionales
experimentaron una serie de transformaciones y reajustes, en medio de
una notoria pugna de los diversos sectores hegemónicos interesados en
captar una fracción cada vez mayor de la renta petrolera y, de ser posible,
directamente su manejo y distribución. En este proceso surgieron fisuras al
interior de las Fuerzas Armadas que fueron las que debilitaron su presencia
en el Poder y que, como se manifestó antes, conjuntamente con el efecto
hipnótico de esa enorme masa de recursos financieros disponibles,
terminaron con los deseos iniciales de instaurar un cambio "revolucionario
27
y nacionalista" en la sociedad ecuatoriana. Y, a partir de agosto de 1979,
con la constitución de un nuevo régimen político y del inicio de una nueva
etapa constitucional, el modelo económico no registró una variación
sustantiva. Apenas hubo ciertas variaciones en el manejo político y en la
dinámica de la conducción gubernamental. Las demandas sociales
represadas en los años de la dictadura y las posibilidades de organización y
movilización que se dieron desde agosto de dicho año, estrecharon los
márgenes de maniobra en el nivel político, pero estos no se agudizaron
mientras el Ecuador disponía de las fuentes de financiamiento para
sostener la expansión económica. Hasta que un par de años más tarde, con
el agravamiento de la crisis, las contradicciones heredadas por el gobierno
civil se agravaron con una serie de elementos propios de una
administración plagada de diferencias en su conformación y su concepción
política. Por un lado, se hizo presente el tronco vigoroso de un populismo
político (no confundible con lo que alegremente 143 se define como
"populismo" en el manejo económico) -presente desde varias décadas
antes en la escena política nacional- que abría la puerta a una serie de
reivindicaciones que buscaban una mayor participación popular en la
riqueza nacional, sin afectar realmente las estructuras de poder, mientras
permitía la adaptación de las elites a las cambiantes situaciones externas.
Por otro, comenzó a emerger la renovada fuerza de grupos relativamente
pequeños pero influyentes, interesados en establecer concepciones
"modernizantes" y aparentemente más racionales para el manejo del
sistema, asediado por los tradicionales grupos dominantes de la sociedad
que buscaban recuperar el control político del Estado y, lógicamente, una
mayor injerencia en las actividades asumidas por éste. En estas condiciones,
paulatinamente, aparecieron los límites del sistema constitucional y de la
administración civil-populista. Había problemas antiguos no resueltos y, a
su vez, una serie de nuevas esperanzas gestadas en medio de la euforia
petrolera. La economía no solo que se enfrentó a dichas limitaciones,
originadas en su rigidez y en sus desequilibrios estructurales, sino que,
paralelamente, se agudizó la pugna de las diversas fuerzas políticas y
sociales por asegurarse una mayor tajada en la distribución de la renta
petrolera y luego para no cargar con el peso de la crisis.

28
11. CONCLUSIONES
Estado y mercado han desempeñado diferentes roles en la
historia de Ecuador. Desde los 50, gracias a los recursos obtenidos
por las exportaciones de banano y luego de petróleo, los
gobiernos defendieron el liderazgo del Estado en el proceso de
desarrollo económico y social. Sin embargo, la alta inflación, la
fuerte inestabilidad económica y las dificultades para sostener el
elevado gasto público provocaron un cambio en el modelo de
desarrollo. Desde los 80, Ecuador comenzó a aplicar políticas
neoliberales que le otorgaron al mercado un papel
preponderante. La llegada de Rafael Correa a la Presidencia en
enero de 2007 supuso un nuevo cambio de orientación, basado
en la recuperación del Estado como eje para un desarrollo más
armónico y equitativo.
La evolución de los indicadores de comercio exterior en los
últimos años destaca un importante crecimiento de las
exportaciones en el período que va desde el 2002 hasta el 2006,
en términos constantes, permitiendo así, una reducción del déficit
de la balanza comercial. Sin embargo, este crecimiento no logró
superar las importaciones y por lo tanto tener una balanza
positiva. A precios corrientes, el crecimiento de las exportaciones
se da en el período 2002 al 2007 y en porcentajes menores que a
precios constantes y, tampoco logra superar a las importaciones
en términos corrientes. En general, los indicadores de comercio
exterior presentados en este trabajo contribuyen por lo tanto, a
un mejor entendimiento de los cambios que se están planteando
en economía política de la protección y la sensibilidad de las
industrias y productos ecuatorianos a la evolución de su sector
externo.

29
12. BIBLIOGRAFIA

https://biblio.flacsoandes.edu.ec/catalog/resGet.php?resId=42391

https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Revistas/Analitika/volum-
multimedia/ANAlitica2/files/assets/downloads/page0024.pdf

https://www.gestiopolis.com/resumen-de-la-historia-economica/

30

También podría gustarte