Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A Germán, estudioso de la
formación del espa ñol en América
PlANTEAMIENTO
1. Muy poco a poco se va abriendo paso, aú n lejos de salvar el círculo de
especialistas, el conocimiento de que la espa ñolizació n ling üística de America
no se produjo durante la é poca virreinal . Incluso hay motivos para creer que ,
con ocasió n del reciente centenario del descubrimiento, al insistirse, contra
toda verdad 1, en el aniquilamiento de las lenguas ind ígenas, esta falsa impu -
tació n haya contribuido a reforzar, por complementarla desde otra perspecti-
va , la idea rutinaria y generalizada de que la implantaci ó n de la lengua espa-
ñ ola se debió a una pronta sustitució n violenta. De otros procesos
colonizadores pueden aducirse casos paralelos al imaginado, los cuales habrá n
contribuido a sustentar la falsa hipó tesis sobre América. Ante tal estado de
cosas, estimo oportuno volver sobre el asunto , con viejos y nuevos datos,
sobre todo noticias y testimonios de época.
Los descubridores llevaron al Nuevo Continente su lengua y ésta, tras un
—
largo desarrollo natural compatible con leyes, dificultades, resistencias, ten-
siones, etc.— , arraigó de modo estable y definitivo, suplantando a las nativas.
Afirmació n obvia, pero necesitada de precisiones.
2. Resulta erró neo suponer que la espa ñ olizació n idiom á tica tanto si se
cree espont á nea como si se estima imposici ó n m ás o menos forzada siguió
——
un proceso uniforme de incremento 2. Antes bien , experimentó poderosos
rechazos a favor de las lenguas vernáculas. Con m ínima atenció n específica al
tema , sobre todo en los comienzos, salta la sorpresa: la conducta de los espa-
UN CASO ILUSTRATIVO
4. Cf. § 13. Recué rdese el medieval { moro) ladino. Para el uso americano, M. Alvar, El
español de las dos orillas. Madrid, 1991, 122-5.
F. GON / Á I EZ OLL É A. L. H ., XII ( 1996-97)
330
La difusión del espa ñol sólo avanzado el siglo XIX, a causa de la guerra
independentista y otras posteriores, superó la barrera del quechua . « Este no
retard ó sin embargo la europeización del indio, porque el quichua de espa ño-
les misioneros y criollos , que fue a la postre el trasmitido a los indios , hubo
5
por fuerza de adaptarse a las formas del pensamiento europeo para trasmitir a
los indios la religi ó n y formas de vida sentimenta l y aun material de esos euro -
peos a quienes ellos admiraban y a quienes , consciente o inconscientemente,
imitaban . La rapidez de la difusi ó n del espa ñ ol en el siglo XIX fue posible gra-
cias a esa europeizació n en quichua [...] El cambio del quichua al espa ñol só lo
fue un superficial cambio de lengua y no ya un radical cambio de cultura ».
5. Esta historia regional (válida, segú n Mor í nigo, para otras zonas), ilustra
ejemplarmente, con las diferencias propias de cada una , la complejidad del
proceso operado6, que ahora apunto a grandes rasgos para detallarlo luego: el
curso de la vida actuó que los espa ñ oles favoreciesen natural y aun legalmen -
te, junto a su lengua , las amerindias. la extensi ón social y geográfica de éstas
supuso una amenaza no sólo para otras abor ígenes, sino para el propio espa-
ñ ol. A fines del siglo XVIII comienza a invertirse el proceso , para llegar a unos
tres millones de hispanohablantes con la independencia.
POLíTICA Y SOCIEDAD
6. Al margen de valoraciones sobre la actuación, se ha suscitado varias
veces la pregunta de si existi ó una pol í tica ling üística. Pese a respuestas anta-
gó nicas, para m í no ofrece dificultad contestar afirmativamente, puesto que
gener ó una abundant ísima documentaci ó n oficial (cé dulas, instrucciones,
etc.) sobre la materia.
Respecto a quienes aventuran una respuesta negativa , su actitud se debe a
no concebir sino un modelo propio de tiempos posteriores, valga decir, de
regí menes coloniales de é poca actual. Para cuantos la admiten con la tacha de
fluctuante, contradictoria, etc., cabe oponer la imposibilidad de mantenerla
inconmovible durante tres siglos, sobre territorio dilatado, con diferencias
5. Valga apostillar con la noticia que a fines del siglo XVI trasmite J. de Mendicta
,
[. ..]
Historia eclesiástica indiana. Ed . de F. Solano. Madrid , 1973, II , 120 a\ La lengua mexicana
se va corrompiendo. Porque los espa ñoles la hablamos como los negros y otros extranjeros
bozales la
nuestra. Y de nuestro modo de hablar toman los mesmos indios y olvidan el que usaron
sus padres.
6. Valiosas s í ntesis recientes en R. Eberenz, «L’ espagnol et les langues indigentes dans
l Amérique coloniale: les discours de la politique linguistique». Études de lettres, 1989 97-117
'
, . -
El
A. Gimcno Gómez, « Notas sobre la implantació n de la lengua castellana en Am é rica en
»,
—
7. Los misioneros desatienden la directriz legal l ógica y aun espontá ne-
amente —
favorable a la lengua espa ñ ola en la medida que impide su labor
evangelizadora. Para realizarla, reflexió n y experiencia les aconsejaron erigir las
lenguas americanas en su medio de trato con los indios. De este modo, impul-
saron la conservació n y fomento de las lenguas ind ígenas, a la vez que frena-
ron la difusió n de la espa ñ ola , seg ú n iré dilucidando (§§ 10-20).
Los anteriores asertos no obstan a que esa desobediencia fuera , en parte ,
material. Aun sólo el aislamiento en que, necesariamente, muchos se encon -
traban , constitu ía motivo suficiente para desconocer las indicaciones guber-
nativas.
LA DIFICULTAD COMUNICATIVA
7. Apud B. Garza Cuarón , «Pol í ticas ling üísticas hacia la Nueva Espa ñ a en el siglo
XVIII». NRFH , 1991 , 39 , 689-706; 698, n. 16.
8. C. Coló n , Los cuatro viajes. Ed . de C. Varela . Madrid , 1986, 5 -
9. B. de Las Casas, Historia de las Indias. Ed . de J . Pé rez de Tudela. Madrid , 1957, I ,
145 b. Sobre la comunicación no verbal , E. Martinell, Aspectos lingüísticos del descubrimiento y de
la conquista. Madrid , 1988, y La comunicación entre españoles e indios: palabras y gestos. Madrid ,
1992.
332 F. GONZÁ LEZ OLL É A.L.H ., XII ( 1996-97)
te y equ ívoca relaci ó n , escojo, simplificada, una, con precisa intenció n. Al per-
cibir, en el tercer viaje, que los ind ígenas vacilan en allegarse a su navio 10,
Mandó el Almirante subir en el castillo de popa un tamborino, y a los mancebos
de la nao que bailasen, creyendo agradalles; pero no lo sintieron asi, antes, como
vieron tañer y bailar, lomáronlo por señal de guerra, y como si fuera desafiallos.
Dexaron todos los remos, y echaron manos a los arcos y flechas; y embragó cada uno
su tablachina, y comentaron a tiralles una buena nttvada de flechas. Visto esto,
mando el Almirante cessar la fiesta del tañer y bailar, y sacar sobre cubierta algu -
nas ballestas, y tiralles con dos ballestas, no más de para asombrados.
Una nueva estrategia , el ofrecimiento de varios objetos vistosos, tampoco
consigue sino la huida.
Compá rese el precedente episodio con la noticia inserta 11 , casi quinientos
a ños después, 18.1.1984, en un diario de Lima: Una expedici ó n de la marina
peruana es cercada por grupos de nativos de etnia desconocida. Pese a brotar el
diá logo mediante inté rpretes, pese a ofrecer regalos, los salvajes en canoas y
armados de flechas venenosas empezaron a rodear las barcazas de los marinos,
hasta que éstos decidieron emplear sus armas de fuego, evitando herirlos pero si
asustarlos, a fin de que los dejaran tranquilos.
EL IMPERATIVO LEGAL
9. Ni a Coló n y menos a quienes luego le siguieron de forma m ás organi-
zada, les servía para su fin proceder por señas. M ú ltiples motivos se alzan para
admitirlo así. Pero se impone dejar constancia muy precisa de un m óvil de
máxima relevancia. Desconocerlo o, sencillamente, relegarlo, impide la verda-
dera comprensió n global de la empresa americana, como asimismo de infini-
tos acontecimientos particulares de ella .
Huelga entrar en los debatidos m óviles de Coló n . El hecho es que los terri -
torios descubiertos quedaron a t ítulo de la Corona de Castilla, para su legiti-
maci ó n , seg ú n la praxis pol ítica de la Europa cristiana, por el Sumo Pont í fice.
Pronto, la bula Inter coetera (3.V. 1493) , de Alejandro VI , otorga a los Reyes
la posesi ó n de las Indias, condicionada a adoctrinar a los dichos indígenas en la
fe católica. Tal finalidad, vivida con extraordinaria fidelidad y constancia,
informará la actuació n real en los siglos siguientes. No será fó rmula cancille-
resca repetida en miles de documentos de todo rango, sino principio inspira-
.
10. C. Col ó n , i.os cuatro ... 258.
11. Apud ] . L. Ri va rola , La formación lingüistica de Hispanoamérica. Lima, 1990, 116.
A.L.H., XII ( 1996-97) LA PRECARIA INSTALACIÓ N DE LA LENGUA.. . 333
dor de su pol í tica 12. Entre tantos que aduciré (§ 21 ) , me parece ejemplar-
mente representativa 13 la R. C., 17.XI. 1526:
Mandamos que de agora y de aquí adelante cualesquier capitanes e oficiales e otros
cttalesquier de nuestros súbditos e naturales o de fuera de nuestros Reinos que [...J
fueren a descubrir o poblar o rescatar en alguna de las islas o tierra firme [...] sean
tenidos e obligados antes que salgan destos nuestros Reinos [... ] de llevar a lo menos
dos religiosos o clérigos de misa en su compañía [...] para la instrucción e enseña -
miento de los dichos indios, epredicación e conversión dellos conforme a la bula de
concesión de las dichas Indias a la Corona Real [...] Otrossí mandamos que la pri-
mera e principal cosa que, después de salidos en tierra los dichos capitanes [...] , sea
procurar que por lenguas de intérpretes que entiendan los indios [...], les digan e
declaren cómo los enviamos para los enseñar buenas costumbres e apartarlos de
vicios e de comer carne humana e a instruirles de nuestra santa fe.
Principio participado por las autoridades inferiores, bien en Espa ña , bien
entre las que pasan a Am é rica , hasta los jefes de los viajes exploratorios (§ 14
y passbn) . Su adopció n se revela en los cronistas, por cuanto parece reflejo sin-
cero , ajeno a sospecha de rutina o a é nfasis apologé tico, pues con igual sim-
plicidad declaran otros intereses, no en todo conformes con aquél . Para Ló pez
de Gomara (en boca de Cortés) 14, la causa principal a que venirnos a estas par-
tes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos
sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un mismo saco. Seg ú n D íaz del
Castillo15, los móviles son servir a Dios y a Su Majestad y dar luz a los que esta-
ban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres común-
mente venimos a buscar.
La suma de declaraciones an á logas permitió concluir a Rosenblat16, exper-
to en la aculturació n , ajeno a toda loa , que « misioneros, sacerdotes y soldados
hablan desde el primer momento de catequizació n , de cristianizació n, de
evangelizació n , de adoctrinamiento, nunca de hispanizació n o de castellani-
zació n ». Avanzado el tiempo, las Leyes de Indias ( 1681 ) insertar á n: El fin prin-
cipal que nos mueve a hacer nuevos descubrimientos es la predicación y dilatación
de la Santa Fe Católica, y que los indios sean enseñados.
dor de su pol í tica 12. Entre tantos que aducir é (§ 21 ) , me parece ejemplar -
mente representativa 13 la R.C., 17.XI.1526:
Mandamos que de agora y de aquí adelante cualesquier capitanes e oficiales e otros
cualesquier de nuestros súbditos e naturales o defuera de nuestros Reinos que |...J
fueren a descubrir o poblar o rescatar en alguna de las islas o tierra firme [...] sean
tenidos e obligados antes que salgan destos nuestros Reinos [...] de llevar a lo menos
dos religiosos o clérigos de misa en su compañía [...] para la instrucción e enseña -
miento de los dichos indios, epredicación e conversión dellos conforme a la bula de
concesión de las dichas Indias a la Corona Real [ ... ] Otrossí mandamos que la pri-
mera e principal cosa que, después de salidos en tierra los dichos capitanes [...], sea
procurar que por lenguas de intérpretes que entiendan los indios [...], les digan e
declaren cómo los enviamos para los ense ñar buenas costumbres e apartarlos de
vicios e de comer carne humana e a instruirles de nuestra santa fe.
Principio participado por las autoridades inferiores , bien en Espa ña , bien
entre las que pasan a Am é rica , hasta los jefes de los viajes exploratorios (§ 14
.
y passim) Su adopció n se revela en los cronistas, por cuanto parece reflejo sin-
cero, ajeno a sospecha de rutina o a é nfasis apologé tico, pues con igual sim-
plicidad declaran otros intereses, no en todo conformes con aquél. Para López
de Gomara (en boca de Cortés) 14 , la causa principal a que venimos a estas par-
tes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos
sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un mismo saco. Seg ú n D íaz del
Castillo15, los m óviles son servir á Dios y a Su Majestad y dar luz a los que esta-
ban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres común-
mente venimos a buscar .
La suma de declaraciones an á logas permitió concluir a Rosenblat 16, exper-
to en la aculturación , ajeno a toda loa, que « misioneros, sacerdotes y soldados
hablan desde el primer momento de catequizació n , de cristianizació n , de
evangelizació n , de adoctrinamiento, nunca de hispanizació n o de castellani-
zaci ón ». Avanzado el tiempo , las Leyes de indias ( 1681 ) insertará n: El fin prin-
cipal que nos mueve a hacer nuevos descubrimientos es la predicación y dilatación
de la Santa Fe Católica, y que los indios sean enseñados.
12. El aspecto jur ídico, en A. de la Hera , Iglesia y Corona en la América española. Madrid,
1992, 51-61.
.
13. R Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispanoamérica. Madrid , 1953, I, 91 3. -
14. F. López de Gomara, Historia de ¡a conquista de México. Ed. de J . Gurría. Caracas,
,
1979, 189.
15. B. D ía -/ del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Españ a. Ed . de C.
,
10. Los ejecutores inmediatos será n , claro, los misioneros, que pronto se
despliegan por todo el continente, anticipá ndose a cualquier otra penetració n ,
al igual que tiempo después. En su labor necesitaban como nadie una capaci-
tació n verbal de suma precisió n para adoctrinar con exactitud . Y, junto a la
dificultad de obtenerla, se sent ían impelidos, seg ú n sus reiteradas manifesta-
ciones , a actuar con urgencia . No pod ían esperar a que sus destinatarios se
espa ñolizasen .
Resulta, pues, indispensable conocer la raíz religiosa, decisiva desde el des-
cubrimiento, si no anterior a él , clave de numerosas y variadas actuaciones ,
entre ellas , como dije, la ejercida en el á mbito de la lengua. As í se expresaba
Coló n 17 en su primera informació n , texto vá lido tambi én para entender el
sentido medieval 18 atribuido a la empresa y su enlace con la Reconquista
peninsular:
Vuestras Altezas, como cathólicos cristianos y príncipes amadores de la sancta fe
cristiana y acregentadores d 'ella y enemigos de la secta de Mahoma [...], pensaron
de embiarme a mí, Cristóval Colón, a las dichas partidas de India para ver los
dichos príncipes y los pueblos y las tierras [...] para la conversión d’ ellas a. nuestra
santa fe.
Este fin sigue presente para el regalista Parras en 1783 (§ 31) . Al forjar su
imperio , Roma no atendió el aspecto ling üístico. Espa ñ a hubo de atenderlo ,
casi siempre en funció n del m óvil espiritual. « Más profundamente a ú n que la
lengua conquistadora se ha impuesto la religió n del conquistador » 19.
.
17. C. Colón , Los cuatro ... 44.
.
18. Baste recordar A. Tovar, Lo medieval en la Conquista y otros ensayos americanos
Madrid, 1970, y extraer una sola cita: «Si es un honor , quizá el m ás grande, que Espa ña llevara
a la conquista como un remordimiento, esc honor es medieval» (19) . Tambié n , A. de la Hera,
Iglesia y Corona 37- 41 .
19. A. Roscnblat, La población indígena y el mestizaje en América. Buenos Aires, 1954, 32.
20. C. Colón , Los cuatro ..., 94.
-
A.L.H ., XII (1996 97) LA PRECARIA INSTALACIÓN DE LA LENGUA.. . 335
25 . P. Boyd- Bowman , Léxico hispanoamericano del siglo XVI. Londres, 1972, s.v.
26. .
B. de Las Casas, Historia ... I , 471a.
27. H . Cortés, Cartas de relación. Ed . de A. Delgado. Madrid, 1993, 124.
28. B. de Las Casas, Historia ..., 11, 134 b.
29. J . de Mcndieta, Historia ..., I , 137 b.
-
A L.II., XII ( 1996 97) I A PRECARIA INSTALACIÓ N DE LA LENGUA... 337
Bernardo Boil y otros religiosos. En carta a los Reyes reconoce Boil 31 que, con
miras humanas, su actuació n constitu ía un fracaso por la imposibilidad de ser
entendido.
LOS MISIONEROS
14. Pero la Corona no cejaba. Fernando el Católico32, en busca de asis-
tencia , se dirige, 1 508, al Capítulo de los franciscanos en Barcelona: Yo vos
ruego e encargo deis forma y proveáis cómo se envíen algunos religiosos a la dicha
Isla [ no se precisa ] y [...] sean en el más que serpudiéredes. En exceso optimis-
ta, el Rey33, 1513, cree contar con suficientes espa ñoles que sepan las lenguas
ind ígenas. Tras exigir que no se les haga guerra a los indios si ellos no atacan,
entre otras providencias pací ficas, continua: Y pues allá habrá e con vos irán
algunos cristianos que sabrán la lengua, con ellos les daréis a entender Seg ú n
R.C. de 1526 (§ 9) toda expedició n deb ía llevar al menos dos misioneros.
Pronto empezaron a llegar, anticipá ndose a la legislació n , las primeras olea-
das de frailes, aunque al principio apenas alcanzasen sino el martirio. De su
acogida entre los conquistadores proporciona una viva imagen 34 la dispensa-
da por Cortés, 1524, a los franciscanos arribados a Veracruz.
En apretado resumen: Mandó a indios y espa ñ oles que les barriesen los
caminos, saliesen a recibir y les repicasen las campanas e hiciesen mucho acato
[ ... ] , aqu é llos con candelas y cruces, mientras los españoles se hincasen de rodi-
30. Según sus coetá neos, parece más milagro que industria humana.- IJegó a ser gran len-
.
gua -. Etc.
31 . Con un inté rprete lo presenta J . de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias.
BAL, 33 b: Y el Padre Buil, como debía,! dijo las excelencias del bautismo / por un indio ladino que
traía / con aquella razón de catecismo,/ que tan alto negocio requería.
-
32. Real Carta , 14.IV. 1508, en CodoinAm, 1883, XXXIX , 168 70; 169.
33. Instrucción a Pedrarias D á vila, 2.VIII. 1513, en M. Fern á ndez Navarrcte, Cokcáóndehs
¿
f 3 3 ... Ed. de C. Serrano. Madrid , 1964 , II , 210 b.
*
34 . B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Ed. de C.
Sáenz de Santa Mar ía . Madrid , 1982, 501 a.
338 F. GONZÁLEZ OLLÉ .
A.LH . XI 1 ( 1996-97)
lias. El propio Cortés, destocado, se apeó del caballo, como sus capitanes, sin
consentir que le besasen las manos; arrodillado, fue él quien lo hizo a frailes
descalzos y flacos y de hábitos rotos, asombrados los indios ante la reverencia del
caudillo triunfante, tenido por ídolo o cosa como sus dioses, a hombres de mise-
rable aspecto.
Escenas como ésta, repetidas en varios lugares y momentos, contribuyeron
al respeto hacia los misioneros y, de este modo, facilitaron su labor espiritual.
Quienes sostienen que hay que obligar a los indios con leyes severas a que apren -
dan nuestro idioma [...] son liberales de lo ajeno, y ruines de lo suyo; y, a seme-
janza de la Repú blica de Platón, fabrican leyes que son sólo palabras, cosa fácil;
mas que, si se llevan a la práctica, son pura fábula. Porque si unos pocos españo-
les, en tierra extraña, no pueden olvidar su lengua y aprender la ajena, siendo de
excelentes ingenios y viéndose constreñidos con la necesidad de entenderse, ¿en qué
cerebro cabe que gentes innumerables olviden su lengua en su tierra y usen sólo la
extraña, que no la oyen sino raras veces y muy a disgusto? Cuando dentro de sus
casas tratan de sus asuntos en su lengua materna [. . .], ¿cómo les obligarán a usar
el castellano?
17. El disgusto, seg ú n Acosta , de los indios desvela un motivo m ás para eli-
minar el espa ñol en la catcquesis. No es testimonio ú nico. El Inca Garcilaso40,
mestizo, recordará de su etapa escolar que, salvo dos condiscí pulos,
En todos los demás indios había tan poca curiosidad en aprender la lengua espa-
ñola, y en los españoles tanto descuido en enseñarla, que nunca jamás se pensó en
enseñarla ni aprenderla, sino que cada uno de ellos, por la comunicación y el uso,
aprendiese del otro lo que le conviniese [. . . ] Aun los muchachos indios que conmi-
go se criaron [. . .], me obligaban a que se lo dijese en indio.
Seg ú n Soló rzano Pereira41, residente en Per ú ( 1610- 1627), sólo el oí rla les
suele ser muy odioso.
En fecha avanzada, 1688, el Obispo de Puebla de los Angeles informa al
Rey de que los nativos de su diócesis no sólo son desenclinados del uso de la
lengua española, sino que la aborrecer.z42, situació n participada en diversas
regiones.
Por el contrario, al igual que otros misioneros, ilustra Acosta 45:
Vemos a los indios que, cuando oyen a un predicador que les habla en su lengua
nativa, le siguen con grandísima atención , y se deleitan grandemente en su elo-
cuencia, y son arrebatados por el afecto, y con la boca abierta y clavados los ojos,
están colgados de su palabra.
40. Carcilaso de la Vega, Historia general del Perú. Ed. de C. Sáenz de Santa Mar ía.
Madrid, 1960, 49^
41. J. Solórzano y Pereyra , Política indiana. Ed. de M . A. Ochoa. Madrid , 1972, I, 397.
42. R. Konetzke, Colección ..., II, 817-8.
43. J. de Acosta , Obras , 313b.
.
A. L- H. XII (1996-97) LA PRECARIA INSTALACIÓ N DE LA LENGUA ... 341
Así lo refleja una carta44 de Lima , 15.11.1377. Un tal Padre Barzana, en Juli
( Per ú ) , ante una multitud de hasta diez mil indios,
Les predicó como una hora en la lengua amara, con grande atención y admira-
ción de los indios de ver que les predicaba en su propia lengua y con espí ritu del
Cielo [ . ..] Fuimos en procesión, diciendo las oraciones en su lengua y, vueltos a la
iglesia, el Padre Barzana se puso en una parte y el hermano Bizarro a otra, y el
uno haciendo preguntas y el otro diciendo las respuestas, se les dijo el catecismo en
su lengua.
47. Estad ísticas elevadas sobre poseedores de lina o m ás, en P. Borges, Historia de la
Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas. Madrid , 1992, I , 519.
48. A veces la preparaci ó n misional comenzaba en Espa ña mediante rales textos, cf. F.
-
Mateos, «Primera expedición de misioneros jesu í tas ai Per ú ( 1565 1568 ) », Missionalia
Hispánica, 1945, 2, 41 - 108. San Mart í n de la Ascensi ó n , Relación I de las cosas del Japón [ 1596] .
Fxl . de J . L. Á Ivarez-Taladriz. Osaka, 1973, 54, expone la dificultad de misionar en este pa ís por
no tener vocabulario ni arte, a diferencia de lo que ocurr ía en todos los rincones de America.
49. Había escrito bien conocida, pero mejor sería muy ignorada. De otro modo, bastaría
por sí sola, sin necesidad de argumentos, para mostrar la inconsistente imputación de genocidio
ling üístico.
50. Sobre este copioso material (impresiona el inventario, só lo de autores franciscanos,
que cita Mendieta a fines del siglo XVI) acaban de aparecer dos obras de gran alcance: L.
Resines, Catecismos americanos del siglo XVI. Valladolid , 1992, 2 v., y J. I ,. Su á rez Roca,
Lingüistica misionera española. Oviedo, 1992.
51. Incrementado en la edició n de 1571 con una segunda parte mexicana y castellana.
Simplificado para su uso manual por Pedro Arenas en 1611, conoci ó 13 ediciones hasta 1887.
342 F. GONZÁ LEZ OLL É
-97,
A.L. H., X!I 0996
52. Carta a Carlos I , 1550. AptulM . Cuevas, Documentos inéditos del siglo XVI para la his-
^
toria de México. México, 1975 , 155-61; 159.
53. J. de Mendieta , Historia 119 /;.
,\.L H .. XII ( 1996-97) LA PRECARIA INSTALACIÓ N DE IA LENGUA... 343
En esta lengua quiché, [las palabras] son como signos naturales, con tal orden
y correspondencia que no hallo otra lengua más ordenada ni aun tanto, de tal
,t¡odo que me he llegado a persuadir que esta lengua es la principal que hubo en
dMundo ( Fray Francisco Jiménez54).
El maya es tan fecundo, que casi no padece equivocación en sus voces propia-
mente pronunciadas; tan profuso, que no mendiga de otra alguna [lengua] las
propiedades; tan propio, que aun sus voces explican la naturaleza y propiedades de
los objetos, que parece fue el más semejante al que en los labios de nuestro primer
padre dio a cada cosa su esencial y nativo nombre (Fray Gabriel de San
Buenaventura 55).
De la lengua índica (quechua) aseguraba Acosta56: Tiene unos modos de
decir tan bellos y elegantes y unas expresiones que, en concisión admirable, encie-
rran muchas cosas, que da gran deleite. Y quien quisiere expresar en latí n o caste-
llano toda la fuerza de una palabra, gastará muchas y apenas podrá.
Algunos de los citados son autores de artes. Atribuyo a su celo apostó-
—
lico los encomios tó picos similares a los vertidos por tratadistas europe-
—
os sobre las lenguas vulgares , nuevo indicio del empe ño por hacer pro-
pias las bá rbaras.
En efecto, las lenguas generales fueron las más favorecidas por los m¡s¡
ñeros60 . La autoridad civil las fomentó mediante cá tedras61 y exigió saberlas^al
clero (§§ 22-23). As í ampliaron su á rea prehispá nica (§ 4). La presencia espa
-
ñola prosiguió de hecho la unificación, afianzando las numerosas a costa
de
las minoritarias, difundiendo cierras palabras , etc. Valga recordar las antilla
-
nas, que , llevadas a tierra firme, sustituyen en algunas regiones a las autócto
-
nas y aun se generalizan ( cacicua, deformació n de cacique, remplaza en Per ú a
curaca ‘señor’; maíz a zara ‘pan ; etc.).
La precedente exposició n confirma que la catcquesis jugó un decisivo
papel en la conservación de las lenguas aborígenes y, por tanto, negativo en la
difusión del espa ñol. Me permito creer que, a continuación, tras examinar la
actuació n pol í tica, se concluirá que no fue factor muy influyente, sino el más
influyente.
60. Para catecismos, § 18. Para el paso de lengua general a minoritaria, § 13.
61. Felipe II , 1580 , las creó en las Universidades de M é jico y Lima, pero ven ían funcio-
nando desde antes, inicialmente en conventos y colegios de diversos lugares, donde prosiguie-
ron su docencia.
..
62. R. Konetzke, Colección .. I , 1 -2.
XII ( 1996-97) LA PRECARIA INSTALACI Ó N DE LA LENGUA... 345
En 13. IX.1516, Carlos I ordena65 a los jeró nimos destinados a Indias que
tomen algunos dominicos y franciscanos pasados antes a Ultramar, para que
estén como intérpretes. El documento menciona por vez primera la ense ñ anza
del castellano:
Aya un sacristán, si se hallare suficiente, de los yndios; si no, de los otros que ser -
bían en la yglesia, y muestre los niños a leer y escrivir hasta que son de edad de
nueve años, especialmente a los hijos de los caciques e de los otros principales del
pueblo, e así mismo les muestren a hablar rromanqe castellano. Y ase de trabajar
con todos los caciques e yndios, quanto fuere posible, que hablen castellano.
La ley de Indias I , XXIII ,XI recoge varias cédulas desde la de 8.XII . 1535
sobre la fundaci ó n de colegios en Per ú , para recomendar su conservación y
aumento y que
63. Ih .,9-13.
64. Ib., 38-57.
65. CodoinUitr, 1895, IX, 53-74.
346 F. GONZÁ LEZ OLLÉ A.L.H., XII ( 1996
-97)
En las ciudades principales del Peni y Nueva España se funden otros, donde sean
llevados los hijos de Caciques de pequeña edad, y encargados a personas religiosas
y diligentes, que los enseñen y doctrinen en Christiandad, buenas costumbres, poli ,
22. Pasados unos a ños, la metró poli imprime otro radical cambio de
orientació n para volver con más Firmeza a la situación anterior a 1536. En
R.C., 7.VI .1550, al Virrey de M é jico ( un mes despu és al del Per ú ) y a los pro-
vinciales de los religiosos67, es decir, a toda autoridad , Carlos 1 manifiesta:
Nos deseamos en todo lo que es posible procurar de traer a los indios naturales desas
partes al conocimiento de nuestro Dios, y dar orden en su instrucción [ ] ...
Habiendo muchas veces platicado en ello, uno de los medios principales que ha
parecido que se debría tomar [...], es procurar que esas gentes sean enseñados en
nuestra lengua castellana, y que tomen nuestra policía y buenas costumbres, por-
que por esa vía con más facilidad podrían entender y ser doctrinados [...] Y como
los religiosos de vuestra Orden [...] tratan más ordinariamente con esas gentes y
conversan más con ellos [... ], podrían más buenamente entender en enseñar a los
dichos indios la dicha lengua castellana que otras personas, y que lo tomarían
dellos con más voluntad y se sujetarían a la deprender con mayor amor por el afi-
ción que les tienen a causa de las buenas obras que dedos reciben. Por ende yo os
ruego y encargo que procuréis cómo todos los religiosos de vuestra Orden [ . . .] pro-
curen por todas las vías a ellos posibles de enseñar a los indios desa tierra nuestra
lengua castellana.
Su cumplimiento apremia:
Porque esto se haga con más recaudo, nombréis personas de vuestra Orden que par-
-
ticularmente se ocupen y entiendan en esta obra, sin se ocupar en otra [ . .. ] y seña
len horas ordinarias para ello, a las cuales los indios vengan. Que yo escribo al
nuestro Visorrey que para ello os dé todo el favor y calor necesario.
La nueva directriz no pod ía ser más opuesta a la adoptada por los misio-
neros para alcanzar el mismo fin . Unanimidad de miras, discrepancia en los
medios, aquéllos mantuvieron su criterio. Es representativa la ya citada carta,
4. IV. 1350, del franciscano Rodrigo de la Cruz (§ 19) . Por descargo de mi con-
ciencia, expone al Rey cu á n nociva es su orden68 y propone que todos depren-
dan la lengua mexicana, la cual pocos indios ignoran y muy muchos se confie-
san en ella.
La comentada cédula parece buscar justificació n en otra de 17.VII de ese
a ño69:
Habiendo hecho particular examen sobre si en la más perfecta lengua de los indios
se pueden explicar bien y con propriedad los Misterios de nuestra Santa Fe
Católica, se ha reconocido que no es posible sin cometer grandes disonancias e
imperfecciones [. .. ] Que sean enseñados los sacerdotes que hubieren de doctrinar a
los indios, no es remedio bastante, por ser mucha la variedad de lenguas.
Ante tales inconvenientes, convendrá introducir la castellana, es decir, vol -
.
ver a la norma habitual Con este fin , a los indios se les pongan maestros, que
ense ñen a los que voluntariamente la quisieren aprender, como les sea de menos
molestia, labor ahora encargada a los sacristanes como en las aldeas de estos Reinos
[de España]. Este último punto lleva a suponer que se respeta el criterio de los
misioneros, exentos de un ejercicio tan contrario a su proceder.
68. La fecha revela que no alude a R.C., 7.VI. 1550, pues se anticipa dos meses a ella.
69. Recopilación, vi ,i , xvill .
348 F. GONZÁLEZ OLL É A. LH.. XII 1996-97
( )
25. Para evitar, por enga ñ osos a veces, caminos trillados, he rehuido hasta
aqu í datos fehacientes sobre esta cuestió n . Es imprescindible aportarlos para
corregir la imagen alcanzada tras el examen de la pastoral , las leyes y la acti -
tud de los indios.
Estimo natural , desde su perspectiva , que quienes narran las experiencias
propias o las ajenas, presten parva atenci ó n a la lengua espa ñ ola . La aluden ,
26. Aun con muchas dudas sobre su eficacia (§§ 17 y 24) , no debe olvi -
.
darse la actividad escolar a favor del español 92 Cabe conjeturar con funda-
mento que, diverso seg ú n las regiones, desempe ñó un papel m í nimo, pese al
interés oficial dispensado desde el principio (sabido es que en 1512 pasó a
Amé rica la considerable cantidad de 2.000 abecedarios; los envíos prosiguie-
ron y, entre ellos, destaca el de 12.000 pasados en 1533 por Juan de
Zum á rraga ) por los textos legales, que encarecen reiteradamente la escolariza-
ció n .
Con tino apuntan hacia los ni ñ os, por su edad id ó nea para recibir educa-
ció n religiosa y profana. En particular, los hijos de los caciques, por su
influencia p ú blica. Es el caso de Enriquillo, educado hacia 1500 por los fran -
ciscanos, bautizado, que sabía leer y serébir y era muy ladino e hablaba bien la
lengua castellana. Penuria econó mica, obstáculos geogr á ficos, escasez de
maestros y escuelas, resistencia de los indios, etc., motivos ya examinados,
hacen poco creí ble que las buenas intenciones legislativas diesen abundante
fruto. Ni siquiera hoy la alfabetizació n cubre el mismo espacio.
Esta situación, unida al uso catequé tico de las lenguas indígenas, lleva con -
cluir que el aprendizaje se debió sobre todo al trato cotidiano con españ oles:
el mismo medio por el que éstos aprend ían aquellas lenguas (§ 28). Por la
comunicación, sin escuela, como observó Garcilaso (§ 17) .
LA REFLEXI Ó N POLÍTICA
27. Desde comienzos del siglo XVII , ante la faz ling üística de la empresa
americana, algunos tratadistas declaran su desagrado por la vitalidad de las
lenguas abor ígenes y la precariedad de la propia. La lecció n de otros imperios ,
el sentido patriótico, la conveniencia pol í tica y, también, la elevació n cultural
de los indios, los mov ía a propugnar la generalizació n de la lengua española.
La anterior menció n de Aldrete (§ 25) merece esta adició n 94:
De parte de los nuestros no a anido diligencia para la introducida de la lengua,
porque si la uniera anido, como la pusieron los Romanos o Guainacapa, sin duda
en todas ellas se hablara [.. .] Pero no dudo que, continuándose [. . . ] elgouiemo de
España, que en mui breve tiempo an de hablar la Castellana todos, sin que de
parte de los nuestros aia diligencia.
.
92. Para una primera informació n, P Gonzalbo Aizpuru , Historia de la educación en la
época colonial: el mundo indígena. M éxico, 1990.
...
93. G. Fern á ndez de Oviedo, Historia . I, 124 rf.
94 . B. J . de Aldrctc, Del origen ...,146.
354 F. GONZÁ LEZ OLLÉ .
A.LH. XII ( 1996-97)
EL SIGLO XVIII
28. Salvo inevitable menci ó n , de propósito he omitido toda referencia a
este siglo, por su peculiar cará cter. A mediados de la centuria , experimenta la
sociedad americana diversos cambios que, ajenos a mi competencia, debo, sin
embargo, notificar, por cuanto afectan a la lengua . Anticipo que le corres-
ponde el auge de la espa ñ olizaci ó n idiom á tica , tanto en el ideario como en la
actuació n.
Disminuye la exploraci ó n y colonizació n de nuevos territorios, mas crece
el n ú mero de n ú cleos urbanos y su extensió n. La doble razó n vuelve menos
necesaria la posesió n de lenguas ind ígenas, pues en las ciudades moran indios,
vecindad —
I trato, antes aducido que les facilita aprender espa ñ ol.
Algunos datos apuntan el efecto contrario, sin duda por sorprendente. Si en
Quito , 1635, los espa ñ oles usaban con sus criados lengua quechua (§ 24 ) y en
Tucum á n m á s que la suya (§ 4) , en Cuzco, 1780, el Obispo lamenta:
Si consideramos que el idioma permanece en los indios sin ninguna alteración y en
algunas partes tan íntegro [...1 , es otro asunto digno de lástima a la nación españo-
la. Yo bien veo que se fatigan las prensas en darnos ordenanzas y establecimientos
para quitar a los indios el lenguaje [...] Pero, ¿qué aprovecha este conato quando
siguen los naturales en su idioma y, por la mayor parte tan tenazes\ ...] Nuestros
españoles en nada más parece que han pensado que en mantenerles en el suyo, y aun
en acomodare con él, pues vemos le usan con más frecuencia que el propio
Y a ú n en 1795 se denuncia96:
Como es tan numerosa la clase de los indios, de modo que todo el comercio se haze
con ellos o por ellos, se haze indispensable que la lengua de estos indios sea casi la
universal de la ciudad. Todos los nacidos en el país hablan esta lengua, que se les
ha hecho necesaria para entender y ser entendidos, de modo que aun las señoras de
primera calidad hablan con los españoles en español, y con los domésticos, criados
y gente del pueblo precisamente en la lengua í ndica. En verdad, con igual destre-
za en ambas.
All í se predica en quechua, lengua conocida de todos y ú nica de los indios,
pero los espa ñ oles —sigue Castro- no gustan de estos sermones, por no pare-
cer que desconocen la suya . Si bien algunos -ironiza con gravedad - los enten -
der ían mejor.
Sin restar interes a estas noticias , surgen serias dudas. Segú n otra anterior
(§ 25) , los más indios de la ciudad hablaban espa ñ ol en 1699. Es extra ño que
un siglo despu és los espa ñ oles necesitasen saber quechua. Gusto de lo chocan -
te u otro motivo particular deben de magnificar el cuadro; contra él , la simu-
lació n de ignorar el quechua. Con todo , admito alguna parte de verdad , expli-
cable por la convivencia, sin olvidar, por ejemplo, que en 1536 la Corona
aconsejaba iniciar a los ni ñ os espa ñ oles en las lenguas locales (§ 21 ) .
29. El siglo XV111 registra el ascenso de los mestizos , cada vez más nume-
rosos e influyentes, en principio potenciales biling ües, pero , por lógica reac-
ció n ante la estructura social , partidarios como nadie de la lengua espa ñ ola —
—
de todo lo espa ñ ol y adversos a las nativas. Aunque algunos historiadores
dudan hoy de si la revuelta de Tupac Amaru (1780-1 ) tuvo sello indigenista,
lo cierto es que se subleva contra las autoridades virreinales. Pero es significa -
tivo que su propaganda se redacte en espa ñ ol . Ésta será la lengua de los gru -
pos raciales m ás característicos, criollos y mestizos, que reivindiquen la inde-
pendencia. Y, alcanzada , quienes impulsen su expansió n con más empe ñ o y
efectividad que la Administraci ó n espa ñ ola (§ 31 ) .
30. Con las ideas de Soló rzano (§ 27) concuerdan en lo esencial los ilus -
trados. No puede hablarse de continuidad , pues estos ú ltimos parten de pos-
tulados ideológicos diferentes, pero coinciden en la aplicació n . Entre ellos
figuran altas jerarqu ías eclesi á sticas, con directa experiencia americana.
Es el caso de Francisco Antonio de Lorenzana Buitró n , Arzobispo de
M é jico, luego Primado de Espa ñ a, quien un ía al celo pastoral una vasta eru-
dició n . Con ocasió n de editar, 1769, los concilios mejicanos, expone el aspec-
to ling üístico de su programa diocesano. Para percibir su radicalidad , basta
este pasaje97:
CONCLUSI ó N
32. La pol ítica lingüística americana ( plasmada en multitud de leyes) está
en función de la tarea evangelizadora , imperativo legal de la conquista. Entre
lengua espa ñola o aborigen elige ad casum la que tenga por m ás apta para faci-
litarla. En un primer momento, de modo espontá neo, prevalece la espa ñola,
mediante intérpretes. La dificultad y variedad de las amerindias , el achaque de
su incapacidad para la correcta catcquesis y la educació n civil , el sentido impe-
rialista, etc., en continuidad temporal , siempre presente la fase previa, pro-
longan dicho apoyo, cuya ú ltima etapa culmina con Carlos III . A favor de
—
aqu éllas , el ser m ás asequible aprender uno el misionero la lengua de —
todos que el proceso inverso , y el respeto al indio. Así lo practica en particu -
lar Felipe II .
Pero la espa ñolizació n no es obra sólo ni siquiera principal de la pol í tica,
sino de los espa ñoles emigrados, que, obviamente, conservan su lengua y la
propagan con el trato (algunos aprenden así las nativas ), sin haberse plantea -
do, al parecer, ning ún problema hondo. Salvo un grupo caracterizado y de
intensa incidencia personal sobre los indios , los misioneros, para quienes
revestía radical importancia. Urgidos a predicar, enseguida perciben la inelu -
dible necesidad de ser ellos quienes cambien de lengua para lograrlo. La eje
cució n de este criterio provoca la pervivencia de las ind ígenas y el refrenado
-
106. Só lo bien entrado el siglo actual se reconoce el derecho a ense ñ ar en lenguas aut ócto -
nas, pese al fervor indigenista, impresiona la coincidencia de sus postulados con el memorial
examinado en § 30.
A.L.H., XII ( 1996 -97) LA PRECARIA INSTALACI Ó N DE IA LENGUA... 359
avance del espa ñ ol. Mientras que los misioneros act úan , la Corona sólo legis-
— —
la, con serios indicios repeticiones durante toda la época de ineficacia.
Las autoridades civiles, a una y otra orilla, casi siempre se muestran adictas
a la implantació n de la lengua espa ñola . Las eclesiásticas, en teor ía y ejercicio,
casi siempre adeptas a la vern ácula de cada regió n. El segundo casi huelga res-
pecto a las Ó rdenes religiosas, que, en el á mbito presente, equivale a decir, una
vez m ás, misioneros. Ellos son, como anticipé , no factor muy influyente, sino el
más infiuyente.cn el proceso estudiado. Bien que en las postrimer ías virreina-
les se intime el acatamiento del criterio pol ítico, al menos tolerante hasta
entonces.
FERNANDO GONZá LEZ OLLé
Universidad de Navarra