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Hoy en día es muy común que cuando planteamos la cuestión de

la juventud, lo primero que escuchemos sea, la juventud está

perdida, esta generación no tiene perspectiva de futuro, etc.

Paradójicamente, dichas afirmaciones provienen –muchas veces-

de esos mismos adultos que han criado y educado a aquellos

jóvenes, a los que de cierto modo, etiquetan como, faltos de

motivación, vagos, ociosos, conformistas, poco aspirantes,

entre otras cosas.

Si hoy en día, siguiendo a Zigmund Bauman nos encontramos

dentro de la llamada modernidad líquida, donde todo es para

ayer, donde la espera o postergación de los deseos inmediatos

no son una opción, donde según una cierta mirada, el esfuerzo

que solo rendirá frutos luego de una paciente espera no existe

¿Quiénes son los responsables de ello?

Cuando concebimos al joven como ese ser diferente, que a simple

vista destaca por desviado, imperfecto, incompleto, se nos

viene a la mente de manera inmediata lo que se concibe como un

individuo estigmatizado Goofman “…los griegos, que

aparentemente sabían mucho de medios visuales, crearon el

estigma para referirse a signos corporales con los cuales se

intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral

de quien los presentaba…” pag. 11 Estigma la identidad

deteriorada Erving Goffman Amorrortu Editoriales. Estigma Signo o


signos corporales, mentales o de otra índole con los cuales se intenta exacerbar algo

considerado poco habitual como malo, desde un estatus moral, en quien lo presenta

(Goffman, 2003:11-12). En el caso de la juventud, nos encontramos con

lo que Goffman llama un desacreditado, es decir, aquel sujeto,

al que la sociedad ha estigmatizado con el aditamento de que

este hecho es notorio a simple vista, en consecuencia, no nos

hace falta una investigación para concluir que un sujeto, por

el simple hecho de pertenecer al grupo social de los jóvenes,

es un individuo estigmatizado. Lo definitorio desde esta perspectiva, es que el

estigma tiene el poder de descalificar socialmente a alguien tornándolo ignominioso y dando

lugar al paso siguiente, su ostracismo. Se trata de la patologización del disidente (Foucault,

2005) mediante dispositivos de poder/saber, emergentes de disciplinas tales como la

medicina, la psiquiatría, que adjudican dicho status a todo aquel que no responda a los

cánones de lo standard, esto es, de lo heteronormativo.

Sostenemos que si concebimos al joven como un diferente, en

condiciones de inferioridad, nos estaremos perdiendo una parte

de lo que es y significa ser joven hoy, en pocas palabras,

estaremos simplificando la cuestión.

Si bien se refiere a la vinculación juventud, escuela y

política, nos dice Dussell en referencia al libro del Dr. Nuñez

“La política en la escuela. Jovenes, justicia y derechos en el

espacio escolar” prologo Dussel la política en la escuela pag.

12, “…es conveniente salirse de las dicotomías de lo viejo y


lo nuevo, lo institucionalizado y lo alternativo, para percibir

la complejidad de préstamos y rearticulaciones que tienen

lugar…”.

En nuestro caso particular, ejercemos nuestra labor diaria en

un juzgado de Violencia Familiar, Penal Juvenil, Niñez y

Adolescencia de la ciudad de Río Cuarto, cabecera de la Segunda

Circunscripción Judicial de la Provincia de Córdoba. Más allá

de las creencias sociales generalizadas, son numerosas las

historias de vida como la de Camila, en las que aunque

invisibilizadas –en gran parte por formar parte de ese especial

grupo social triplemente vulnerado y estigmatizado; pobre,

joven y mujer- encontramos como un joven, nos muestra la

contracara de lo que socialmente se espera de ellas, es decir,

ni apatía, ni irresponsabilidad, ni desgano, sino todo lo

contrario.

Camila es una joven de 19 años, toda su vida sufrió los malos

tratos tanto psíquicos como físicos de parte de su padre, el

cual padece problemas de dependencia al alcohol, tiene 3

hermanas menores. Cuando la más pequeña tenía tres años, su

madre abandono el hogar, luego de esa fecha, nunca más tuvieron

noticias de su paradero. En el año 2017, quedo embarazada de

una relación estable -si bien su pareja decidió solo darle el

apellido al niño y no hacerse cargo de su crianza- sumado a


esto el pequeño nació con síndrome de Weis; Luego de un

episodio, en el cual su padre golpea de manera brutal a sus

hermanas más pequeñas, se dirige a la Comisaría. El Juzgado de

Violencia Familiar, Penal Juvenil, Niñez y Adolescencia cuando

se aboca a la causa, comunica los hechos a la Secretaría de

Niñez, Adolescencia y Familia –en adelante Se.N.A.F.- quienes

luego de un exhaustivo abordaje plantean la presente disyuntiva

a Camila, la exclusión del hogar de su progenitor, dejándola a

cargo de sus tres hermanas y un niño que requiere múltiples y

especiales cuidados, contando la joven con el único ingreso

que percibe, su sueldo como empleada de una conocida pizzería

de la ciudad, la pensión que cobra por la discapacidad del

pequeño y la posibilidad de que desde Se.N.A.F. se gestionen

las Asignaciones Universales de sus hermanas para que pueda

cobrarlas ella, o desligarse de sus hermanas y que estas

terminen siendo reubicadas en familias de acogimiento. Camila

no lo piensa dos veces, queda a cargo de sus hermanas y junto

con este compromiso, deja de asistir al colegio nocturno, a

donde –si bien su asistencia era irregular- no dejaba de ir

todas las semanas y en consideración a su especial situación y

la buena relación que había establecido con los docentes,

quienes contemplaban su esfuerzo, venía aprobando sin problemas

las materias. Ante este caso –que no es solo el caso de Camila-

, ya que a diario en el Juzgado nos encontramos con casos


similares- ¿es posible hablar de jóvenes, como un solo grupo

social? ¿podemos plantearnos que existe un tipo de joven,

totalmente estigmatizado como apático, desmotivado, etc., o

siquiera que la gran mayoría de jóvenes lo son?

En nuestro trabajo, día a día nos encontramos con muchas

Camilas, jóvenes a las que la sociedad coloco en un lugar de

vulnerabilidad total y luego estigmatiza como jóvenes sin

futuro.

Creemos que en vez de colocarnos en un lugar, desde el cual

juzguemos a la juventud, deberíamos plantearnos otras

cuestiones, como sociedad –y esto aún más desde el Estado-

atento a que este grupo social conformado por mujeres jóvenes

y humildes muchas veces buscan –entre otras tantas cosas-

superarse y visualizan claramente al estudio como un medio para

dicho fin, no obstante, en reiteradas oportunidades, no

encuentran una respuesta acorde a su especial situación de

parte de los institutos educativos.

En la República Argentina, el 84.5% de la población entre 13 a

17 años estudia en la escuela secundaria (Datos 2010), sin

embargo, el Abandono escolar: es del 9,6% en la Secundaria

básica y del 15,8% en la Secundaria Orientada, en tanto que

Tasas de egreso son 69,6% en la Secundaria básica y 56,3% en

la Secundaria Orientada datos sacados del power subido a la


página moodle de la facu. Es decir, la ley 26.206 del año 2006,

que establece la obligatoriedad de la escuela secundaria en

todo el país, no tiene en cuenta los casos como el de Camila,

si a los datos nos remitimos, entonces ¿de que vale declarar

la obligatoriedad de algo en una ley, si como Estado no ponemos

al alcance de la población los medios que permitan a los sujetos

cumplimentar la misma? En este caso, jóvenes como Camila, las

que sienten el peso del estigma social con más fuerza, podrían

luchar para liberarse de este, si tuvieran a su alcance los

medios – entre otras posibilidades se nos acurren; más

guarderías para jóvenes estudiantes, ayudas económicas, etc.-

Siguiendo a Carles Feixa “…a pesar de las sucesivas reformas

educativas, la escuela de posguerra, la de transición y la

actual parecen guardar entre ellas más elementos de continuidad

que de ruptura…” pag. 9 texto feixa. Consideramos que se

dictamina sobre ese supuesto grupo social homogéneo que sería

la juventud, sin sentarse a pensar, distinguir y razonar, ya

que esto último sería mucho más difícil. Que el Estado tiene

mucho por hacer en este camino, ya que por el solo hecho de

dictar una ley –si bien es importante- esto no convertirá en

realidad lo que la misma dispone, si no logramos comprender

que esa ley abstacta, se aplicara a individuos que se

encuentran quieran o no dentro de una determinada sociedad y

con su realidad personal dentro de ella.

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