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En torno al cine de atracciones y elpostcinema.
2.1. El cine de atracciones
La noción de cine de atracciones (“cinema of attractions”), que se
debe a las historias de Tom Gunning y André Gaudreault, es una
concepción del hecho cinematográfico que invierte las ideas
tradicionales del cine como género narrativo.
El proyecto de las prácticas culturales surge a la vez de la
tradición de las imágenes proyectadas y de las imágenes móviles;
las dos, y a mucha distancia, anteriores a 1895, fecha oficial de la
primera “sesión cinemafotográfica” de los hermanos Lumière.
Como Tom Gunning escribió:
“André Gaudreault y yo hemos calificado la principal fuerza motora
de la primera cinematografía con el nombre de cine de
atracciones. Este término indica que los primeros cinematógrafos
como Méliès o el pionero británico G. A. Smith se fascinaron por
otras posibilidades del cine fuera de su potencial narrador.
Aproximaciones aparentemente tan distintas como el truco fílmico
y la cinematografía real coinciden en el uso del cine para
presentar una serie de imágenes al público, imágenes fascinantes
por su poder ilusorio (desde la ilusión realista del movimiento
ofrecida a las primeras audiencias por Lumière, a las mágicas
ilusiones creadas por Méliès) y por su exotismo. El cine de
atracciones, antes que contar historias, se basa en la habilidad
fílmica para mostrar algo. Opuesto al carácter “voyeurista” del cine
narrativo posterior analizado por Metz, éste es un cine
exhibicionista, un cine que expone su visibilidad, deseando romper
con un mundo ficcional encerrado en sí mismo para solicitar la
atención del espectador.
Como la anterior cita de Méliès indica, el truco fílmico, quizás el
género dominante de cine no real anterior a 1906, funciona como
una serie de muestras –de mágicas atracciones más que un
primitivo “sketch” de continuidad narrativa. Muchos trucos fílmicos
carecen, en efecto, de argumento. Se reducen a una serie de
transformaciones ensartadas juntas, casi sin conexión y
prácticamente sin caracterización. Pero incluso para aproximarse
al argumento de las películas de truco, como el Viaje a la luna,
precursor de las más tardías estructuras narrativas, se suele
obviar este hecho. La historia de Méliès sólo es una muestra de
las posibilidades mágicas del cine.
Los modos de exhibición en los primeros momentos del cine
también reflejan esa falta de interés por crear un mundo narrativo
autosuficiente en la pantalla. Como Musser ha mostrado, los
primeros exhibidores ejercieron bastante control en las funciones
que presentaban, reeditando las películas que habían adquirido y
proporcionando una serie de elementos externos a la pantalla
como efectos de sonido y comentarios hablados. Quizás la
estrategia de exhibición más extrema fue la de Hale´s Tours, la
mayor cadena de teatros que emitía películas de manera
exclusiva antes de 1906. Las películas no sólo consistían en
secuencias no narrativas en movimiento tomadas desde vehículos
en marcha (normalmente trenes), sino que el propio teatro fue
también dispuesto como un vagón: un conductor cogía los tickets
mientras los efectos sonoros simulaban el traqueteo de las ruedas
y el silbido del humo. Tales experiencias tienen más que ver con
atracciones de feria que con la tradición del teatro legítimo.”
(Gunning 1991: 4142)
El cine de atracciones, que tiende a vincularse al mundo de las
atracciones de feria, podría entonces definirse por los siguientes
aspectos:
insistencia en la función de entretenimiento (incluso de
maravilla ante las proezas de la cámara: el público se interesaba
tanto por la cámara y el aparato de proyección como por las
imágenes grabadas y luego proyectadas)
discontinuidad en cuanto a las formas y a los géneros (las
sesiones mezclaban toda la variedad de películas en la tradición
del musichall; de hecho, algún tiempo atrás, sobre todo antes del
establecimiento de salas especializadas, la proyección
cinematográfica formaba sólo parte de espectáculos de feria)
un régimen representativo muy singular, que se refiere
exactamente a las dimensiones esenciales del lenguaje
cinematográfico, como lo resume Abel:
“En primer lugar, el primerizo era un cine representativo, igualando
cámara y espectador en lo que JeanLouis Baudry y Christian
Metz han llamado ‘la mirada que ve’. Esto es, más que narrar o,
con mayor precisión, más que tratarse de un foco de narración y
caracterización, tendía a mostrar o exhibir –como una ‘atracción’
bien las posibilidades técnicas del nuevo medio, bien el
espectáculo de figuras humanas, paisajes naturales y decorados
(...). Como corolario, a menudo se apelaba al espectador
directamente, no sólo a través de escenas frontales sino también
a través de las miradas que los actores dirigían a la cámara,
quizás para buscar la colaboración del público.
En segundo lugar, el cuadro vivo se consideró generalmente
autónomo en el primer cine, porque asumía, en palabras de
Burch, la ‘unidad de la estructura’ –‘cualquier cuadro vivo dado
permanece sin alterar su estructura en su paso por la pantalla y
forma una sola apariencia hasta el siguiente.’ El objetivo, para
citar a Gaudreault, era ‘presentar no cortos segmentos de acción
sino más bien la totalidad de una acción plegada en un espacio
homogéneo’.
En tercer lugar, este único y unificado punto de vista asumía una
distancia de la cámara que a menudo describía el espacio
enmarcado en un largo fotograma, una de cuyas consecuencias
fue crear figuras humanas que principalmente representaban
acción física, más que “caracteres” con motivaciones psicológicas.
Y en cuarto lugar, las primeras películas fueron vendidas como
‘productos semiacabados’, en palabras de Thomas Elsaesser, que
podían ser terminados durante su exhibición, de formas muy
diversas.” (Abel 1994: 6061)
2.2. Una historia del cine de los primeros tiempos
Se dice que, desde el punto de vista de la película como forma
cultural, no es posible escribir una historia unificada, esto es,
reducida a un modelo (reconstruido teleológicamente) del cine de
los primeros tiempos. Y esto, no en razón de diferencias
profundas entre las tradiciones nacionales (el cine francés no es
obviamente el cine alemán, etc.), sino a causa del hecho de que,
grosso modo, entre 1895 y 1908, el medio cinematográfico, se
encuentra acuartelado entre diferentes formas culturales cuya
coexistencia no es siempre apacible. A grandes rasgos, existen en
esta época dos “grandes relatos”: la versión americana, que tiende
a anteponer el “relato de devenir” y que nace a partir de Edison (el
cual no concebía ya el cine como fenómeno de proyección); y la
versión europea, generalmente francesa, que prefiere el cine de
atracciones y que parte de los hermanos Lumière (los cuales, y
esto es a menudo desconocido, habían avanzado más en el
dominio de la proyección, pero se mostraron menos competitivos
en el dominio de la producción de nuevos filmes, que reclamaba,
no sólo el público, sino la evolución misma del cine como forma
cultural).
En lo que sigue, tomamos esencialmente en consideración los
trabajos de Richard Abel, que ha distinguido cuatro etapas en el
desarrollo de la forma cultural cinematográfica.
18961904: DE LAS “NOVEDADES” A LA “PELÍCULA
DRAMÁTICA Y REALISTA”
Este período podría caracterizarse por la diversificación de los
productos: desde las primeras películas de Lumière (desde las
fotografías móviles a las de carácter documental, que no duran
más de un minuto) hasta todo un amplio abanico de géneros y
formas.
la distinción entre documental “auténtico” y documental
“reconstruido” no es todavía nítida (¡Méliès filma por ejemplo la
coronación de Eduardo VII antes de que suceda!) y ocurre lo
mismo con la distinción entre ficción y documental;
poco a poco, la atención se desplaza de la máquina a las
imágenes;
el “cuadro”constituye la unidad de base, incluso en las películas
más largas (los exhibidores compran los cuadros, sobre los cuales
ellos mismos construyen sus propios montajes);
influencias muy fuertes de los géneros visuales (la pintura, el
teatro) y didácticas (la enseñanza, la moral), pero presencia
todavía de los modelos literarios: se comienzan a hacer “pinturas
históricas”, que imitan sobre la escena los acontecimientos
históricos en un estilo que recuerda a las ilustraciones de los libros
de historia (las leyendas y pies de texto eran remplazadas por
encabezamientos, entre otros).
Poco a poco se desarrolla un nuevo tipo de cine: la película
dramática y realista, que se inspira en los mass media de la época
(el melodrama, a menudo en su formas más dramáticas: se
aprecia mucho la representación de la pena capital practicada a
los criminales, por ejemplo; pese al uso de material literario, como
por ejemplo Zola, estas películas no son verdaderas
adaptaciones). Este cine se caracteriza por:
un carácter narrativo más desarrollado
una diégesis más creíble
decorados más detallados y verdaderos accesorios
encabezamientos más trabajados
un inicio de la introspección psicológica
19041907: PRIMERAS TENTATIVAS DEL CINE NARRATIVO
Este período se caracteriza por el tránsito a la producción
industrial, a la naciente estandarización e internacionalización.
el género dominante no es ya el de actualidades, sino el cine
narrativo, es decir, cada vez más ficcional (story film); las
inversiones cada vez mayores que son el efecto de la
competencia internacional, imponen un control mayor tanto de la
producción como de la recepción: producir una película de ficción
es más controlable y programable que producir una película
documental (que implica una salida al exterior, frecuentemente al
extranjero, dependiendo de factores externos al productor)
la narrativización gradual del cine se corresponde con los
problemas que enfrenta el medio en los primeros tiempos: a)
Cómo representar el espacio y el tiempo en las películas más
largas: la solución encontrada será la de un cierto tipo de montaje
(“continuity ending”): este montaje permite reunir los cuadros
independientes en un todo homogéneo; b) Cómo retener la
atención del espectador: la solución pasará por sumergir al
espectador en un universo ficticio que le absorbe (y lo evade de
las circunstancias sociales circundantes);
se crea una nueva concepción del tiempo y del espacio fílmicos:
en lugar del cuadro, ahora vienen las películas que encadenan
cuadros (las películas de persecución o “chasefilm” son el mejor
ejemplo de esta transición); en estas películas, el espacio
representado ya no está elaborado sólo en función del cuadro,
sino en función del espacio diegético, así que la organización
temporal deja de ser la del desarrollo del cuadro para incluir
nociones tales como simultaneidad, sucesión y causalidad.
ciertas técnicas que habían funcionado como “gadgets” (juego
truco) en el cine de atracciones están ahora motivadas por
aspectos del tiempo y espacio fílmicos, por ejemplo, los grandes
planos; pero, en general, el paso a la narración no se ha
consumado todavía totalmente: hay una suerte de equilibrio
inestable entre la fotografía (en tanto que “reproduction of reality”)
y narración (en tanto que “the sense of that reality”) (Steven
Heath).
Todos estos cambios tienen consecuencias muy radicales, sin que
sea posible siempre distinguir entre causa y efecto:
nuevo rol de aquél que monta la película: el papel del exhibidor
que distribuía la película es poco a poco reemplazado por el papel
de un narrador que se inscribe ya en el seno mismo del objeto
fílmico; este cambio tiene relación con los nuevos modos de
producción industrial, ya que a diferencia del exhibidor, el narrador
es fácilmente controlable por las sociedades de producción;
nuevo rol del espectador: su papel se hace más activo, ya que
ahora debe realizar los “enlaces” entre una escena y otra, y más
solitario ya que le incumbe a su imaginación construir un universo
diferente de aquél que mostraba una puesta en escena; aquí,
todavía, los vínculos con las condiciones de producción son
innegables puesto que el exhibidor, que renuncia a los espejismos
de las atracciones, precisa de un espectador más activo y absorto.
Nota: esta evolución sigue siendo aún hoy muy controvertida: para
unos, el paso a un cine narrativo es “lógico”; para otros, es el
principio de la “comercialización”.
19071911: EL PERÍODO DE LA “PREFEATURE”, “SINGLE
REEL STORY FILM” (DEL FILM NARRATIVO AL DE UNA
BOBINA: CORTOMETRAJES)
Este período se distingue ante todo por la introducción de nuevas
formas de proyección: el cine comienza a ser mostrado en un
nuevo lugar de ocio: la sala de cine (los Nickelodeons de los
Estados Unidos, donde se abandonan ya las modas de
visualización individual; después, las salas de Europa, donde es
un poco más arduo instalar el movimiento, ya que allí el cine había
optado siempre por la proyección). Se trata de hecho del mismo
procedimiento capitalista que caracterizará ya plenamente al
período siguiente: después de apoderarse de la función narrativa
(en detrimento de la intervención de los exhibidores) y de estar
asegurados por un tipo de espectador capaz de ver películas
ahora más extensas (y por tanto más caras), las sociedades de
producción van a tender hacia la estandarización de la proyección
y la consumación de sus filmes. Por su parte, el exhibidor,
perdiendo la posibilidad de comprar las películas (que ahora están
situadas en un lugar fijo), pierde también el derecho a manejar y
alterar las películas proyectadas, mientras que el espectador, al
descubrir las salas oscuras, se encuentra ahora cara a cara con
todo un mundo nuevo...
En suma, el cine se aburguesa: abandona el universo del
espectáculo para llegar a ser un espectáculo autónomo. Más
exactamente, llega a ser una forma de espectáculo que entra a
competir con el teatro, lo cual significa que el cine debe a la vez
intentar seducir a una nueva clientela, más acomodada (capaz de
rentabilizar las nuevas inversiones), y legitimar una práctica
cultural que había sido hasta el momento juzgada como vulgar
(con el fin de seducir a ese nuevo público). El confort de las salas
toma parte en esta estrategia, pero también el deseo de hacer al
cine más prestigioso socialmente, haciéndolo beber de las fuentes
de teatro: es el cine artístico.
La elección del teatro como modelo no tiene en un primer
momento nada que ver con el prestigio de la literatura (si ése
hubiera sido el caso, habrían encontrado ventaja las adaptaciones
propiamente literarias, pero no fue así en absoluto), sino con el
contexto social y jurídico del mundo de los espectáculos: las salas
de cine se establecían en la proximidad de teatros y éstos,
contrariamente a los divertimentos de los feriantes, escapaban
más fácilmente a la censura; además, las adaptaciones teatrales
eran jurídica y financieramente más ventajosas que las
adaptaciones literarias (que no eran consideradas además como
creaciones originales).
Dicho de otro modo el cine no aspira en absoluto a ser
considerado como la literatura, más bien aspira a ser visto
como el teatro.
Algunas características fundamentales:
Las estructuras narrativas en la prolongación de las tendencias
que habían emergido en el período precedente; las películas se
presentan ya como piezas de un solo acto, (divididas en dos
partes) o como relatos en cinco tiempos (del mismo modo que las
grandes piezas del repertorio teatral)
La adopción del modelo teatral significa en cambio un retroceso
paradójico pero bastante nítido del llamado cine de atracciones: a)
de la independencia respecto de los cuadros se pasa a nuevos
cuadros más estáticos; b) importancia del juego de los actores y
debut de la figura de la estrella de cine; c) papel preponderante de
la puesta en escena, en detrimento del marco y del montaje; d)
marcada preferencia por las materias clásicas (lo cual rompe con
el cine documental y/o realista de los primeros años)
19111914: “FEATURE FILMS” (LARGOMETRAJES)
Poco a poco, se va determinando el dominio del cine americano
(durante unos diez años, la producción había sido controlada por
el cine francés, incluso en suelo americano). La Primera Guerra
quiebra secamente la producción europea, ya en crisis en razón
de la fuerte competencia con los productores americanos. El
fenómeno más relevante es sin duda el nacimiento del
largometraje:
se producen más películas, pero más especializadas
el largometraje es considerado como una opción comercial,
destinado a contraatacar los cortometrajes americanos que ya se
despliegan en todos los mercados europeos, después de haberse
invertido y el predominio europeo en los Estados Unidos
duración mediana del largometraje: de 4 a 6 bobinas (de diez
minutos aproximadamente cada uno)
En el plano narrativo, se observa la llegada de nuevas formas de
relato:
la estructura de la pieza en un acto (y en dos tiempos) se
mantiene, si bien aumenta su duración
la estructura de la pieza en cinco actos se generaliza
una forma inédita en el cine será el feuilleton, construido en
torno a algunas escenas cohesionadas por un protagonista: es
una manera de insertar el cortometraje (se trata de películas de
una bobina) en un régimen de mayor envergadura que constituye
ahora la norma.
Finalmente, las salas comienzan también a estratificarse
sociológicamente: después de haber absorbido los lugares de
proyección ajenos, las salas de cine se irán distinguiendo unas de
otras (las novedades estarán reservadas para las salas mejor
situadas; los precios serán diferentes en función del lugar y de la
distancia respecto de la pantalla o en función de las horas de
proyección).
2.3. Actualidad del cine de atracciones : en torno al postcine
Después de que hayamos pasado del cine al “postcine”, el
paradigma dominante en los media parece que ha pasado del
relato (el régimen típico del cine clásico) a los efectos especiales
(no confundir con los “trucajes”). De pronto, esta nueva situación
parece que ha puesto en el centro de todas las miradas la noción
de “shock” y de pérdida de toda referencia temporal. Como
escribe Beatriz Sarlo en una meditación personal sobre las ideas
de W. Benjamin acerca del cine (cf. el ensayo de 1936 sobre "La
obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica"):
"El cine era tiempo y presentaba el tiempo como su material
narrativo”.
Esto era el cine, cuya naturaleza temporal y compleja Benjamin no
fue capaz de ver en su totalidad. Sus observaciones son
proféticamente aplicables al postcine, donde las cosas son
distintas. La vision ha sido modificada, porque el tiempo deja de
contar como componente fundamental y elemento sintáctico.
Naturalmente el postcine usa el tiempo como un soporte y un
medio, pero ha abandonado la problemática estética y filosófica
del tiempo que caracteriza el cine. El postcine no se interesa por
la duración de las secuencias, sino por su acumulación, porque la
duración de la secuencia está decidida casi antes de que
comience el rodaje. Las secuencias deben ser entre cortas y
realmente cortas. El postcine es un discurso muy impactante,
basado en la velocidad con que una imagen reemplaza otra. Cada
imagen nueva debe sustituir a la que le precede.
Por esta razón, los mejores trabajos del postcine son anuncios y
videoclips. Los dos géneros fundamentan su estética en el
borramiento: la imagen A debe ser borrada cuando la imagen B
aparece, que debe ser borrada cuando la imagen C aparece, y así
sucesivamente. Por un lado, sin borramiento, las imagenes
mostrarían de manera demasiado evidente su naturaleza de
acumulación de secuencias. Por otro, si no hubiera un
borramiento inmediato de la imagen A con la aparición de la
imagen B, no habría posibilidad de leer, ya que la velocidad de la
sucesión de imágenes es mayor que cualquier construcción
mental del significado. Sólo un ordenador puede leer un videoclip
en el manera en que los espectadores solían leer una película de
Chaplin." (Sarlo 2003: 304305)
Podríamos caer en la tentación de pensar , siguiendo este cambio
fundamental, que el “postcine” "vuelve” al cine de atracciones.
Semejante interpretación comporta sin embargo un doble error:
primero, tiende a considerar la problemática del cine de
entretenimiento en términos cronológicos (se darían así períodos
"de atracciones" y otros "de no atracciones"); segundo, deja
entender que existiría en el seno del corpus de imágenes una
ruptura entre dos clases (desde esta perspectiva habría pues
imágenes “de atracción” y otras “de no atracción”).
(Por poner un ejemplo muy práctico, ver infra, módulo "Enfoques
contemporáneos de la adaptación": el debate sobre "narración” y
"lógica de los bancos de datos" (L. Manovich) en la obra de
Greenaway y de otros autores postmodernos).
Un libro reciente de Livio Belloï (2002) ayuda a replantear (o a
pensar de otra manera) las relaciones entre clases y periodos de
imágenes. He aquí un resumen de esta obra fundamental
(Baetens 2003):
El libro de Livio Belloï sobre algunos "aspectos del cine de los
primeros tiempos", como reza modestamente el subtítulo, es una
contribución capital a la teoría del cine, es decir, según la
propuesta de Charles Musser, de las imágenes proyectadas. Al
mismo tiempo, La mirada devuelta concierne también a la teoría
de la imagen, especialmente a través del diálogo con el
pensamiento de Georges DidiHuberman. Por fin, el estudio de
Livio Belloï es una espléndida ilustración de la necesidad de
articular enfoque teórico y microlectura de un corpus. En suma, el
vaivén entre los dos procesos está tan logrado que dejamos
rápidamente de preguntarnos cuál de ellos inspira o determina al
otro. La mirada devuelta es una gran lección de lectura y, por lo
tanto, de escritura, porque el pensamiento de Livio Belloï se
presenta siempre con un estilo limpio, sutil, elegante y nervioso a
la vez, lo que convierte este libro en una demostración
asombrosa.
Dos ejes teóricos vertebran este volumen. Por un lado, el deseo
de releer críticamente la noción a partir de ahora sólidamente
establecida de "cine de atracciones”, es decir el cine de los
primeros tiempos de antes de la revolución narrativa introducida
por Porter, y después por Griffith. Rindiendo homenaje a los
principales forjadores del concepto, Tom Gunning y André
Gaudreault, Livio Belloï basa su reflexión sobre una doble
carencia: la que consiste en utilizar la noción de cine de
atracciones como término que designa un periodo determinado del
cine, con un principio y un final claramente marcados; y luego la
que deduce del concepto la idea de que el cine de atracciones
sirve sobre todo para esclarecer el medio cinematográfico. O,
evidentemente, el cine de atracciones no ha muerto con la llegada
del relato, mientras que la eficacia de este tipo de imágenes
excede el ámbito del (puro) cine. Para tener las herramientas para
pensar mejor estas observaciones empíricas, Livio Belloï no
rechaza el concepto de cine de atracciones, pero propone un
desplazamiento, más exactamente una apertura. En lugar de
quedarse en el concepto de cine de atracciones (con la limitación
que implica en términos cronológicos y mediológicos, introduce la
noción de imagenatracción (que salta a la cara o que salta a los
ojos, para citar algunos de los numerosos escorzos figurados que
jalonan muy acertadamente el libro). Al contrario que el cine de
atracciones, la imagenatracción tiene la ventaja fundamental de
permitir un complejo replanteamiento del contexto de las visiones
del cine de los primeros tiempos. La imagenatracción desborda
en efecto el marco temporal que era hasta entonces el del cine de
atracciones, a la vez que acerca el cine a otras formas de
imágenes proyectadas: Livio Belloï demuestra de manera
definitiva que ciertas imágenesatracción no cinematográficas
persisten en la imagenatracción del cine, que se mantiene a su
vez, aunque con otras funciones y según otras modalidades, más
allá de la extinción del cine de atracciones propiamente dicho.
Por otro lado, encontramos también, fundamentalmente en la
estela de Georges DidiHuberman, la insistencia en la dialéctica
infinita entre “lo que miramos” y “lo que nos mira” (en todos los
sentidos, pero también y sobre todo literalmente). De este
segundo eje teórico, que señala grosso modo la renovación del
análisis iconológico, Livio Belloï saca ante todo un método de la
mirada, incluso si este método es también una auténtica moral de
la imagen. El método en cuestión consiste en ubicarse “delante de
la imagen” (aquí encontramos todavía la influencia de Didi
Huberman), con el fin de captar la manera en la que la imagen nos
devuelve la mirada. Su propósito no es excluir de la imagen lo
que no participa de esta mirada, sino utilizar esta mirada devuelta
como incentivo, imán, centro de gravedad (gravitación) y servirse
de este topos para construir en la imagen una red de
correspondencias lo más nueva y densa posible.
El propósito del libro de Livio Belloï es sobreponer (combinar)
estos dos ejes de lectura, la lectura de la imagen como
manifestación de la mirada devuelta y la lectura de la imagen
como imagenatracción. Programa lógico y coherente. Programa
perfectamente mantenido también y que tendrá efectos duraderos
sobre nuestra manera de pensar el cine.
Pero, ¿qué encontramos concretamente en estas páginas? Livio
Belloï ha tenido en primer lugar la valentía de ceñir su corpus de
una manera muy rigurosa. Sin ceder a las mil y una seducciones a
las que pudiera dar lugar de entrada la magia de los primeros
tiempos del cine, La mirada devuelta se atiene a un análisis de
cuatro tipos de visiones: la escena de calle, la visión atentatoria, la
visión panorámica, el plano emblemático (mediante este último
concepto un poco ambiguo, Livio Belloï entiende las imágenes
umbral en las que un “personaje” mira al espectador y de las que
se sirven los “adaptadores” para introducir o terminar secuencias
ya más o menos narrativas). Cada vez, el autor hace una serie de
microlecturas cuyos resultados son tanto más espectaculares en
cuanto demuestran perfectamente los conocimientos más
actualizados sobre el tema. Esto nos vale, entre otros ejemplos,
un análisis muy fino del mirón en Lumière (el mirón, que no es
todavía el actor, es el primero en devolver la mirada de la cámara
y del operador, siendo el cine de los primeros tiempos en primer
lugar una negociación de y con esta mirada) y una relectura
absolutamente fabulosa de la mítica película La llegada del tren a
la estación de La Ciotat (cuyas particularidades destacan mejor,
ya que Livio Belloï la compara con otros elementos, tanto
europeos como americanos, del mismo paradigma).
Estas microlecturas no son sin embargo puramente descriptivas
(aunque Livio Belloï demuestra con éxito que nos equivocamos
siempre a la hora de rechazar la fase de la descripción
cuidadosa), pero orientadas a la luz de tomas de posición teóricas.
Por un lado, el autor consigue mostrar que los cuatro tipos de
visión que analiza son todos basados fundamentalmente en la
estructura de la mirada devuelta. Por otro, indica no menos
claramente que la mirada devuelta no es nunca separada de otras
formas de imagenatracción y que su papel no desaparece en
absoluto una vez que el cine llamado narrativo haya tomado el
relevo del cine de atracciones (en la concepción teleológica del
cine que prevalece en muchos). Semejante perspectiva nos
proporciona relecturas sorprendentes de determinados tipos de
imágenes anteriores, como las diversas categorías de panoramas,
y también análisis muy perspicaces, pero invariablemente
certeras, de muchas películas de Hollywood (un lugar de honor se
les resrva evidentemente a autores como Hitchcock o Sirk).
Además, Livio Belloï libera (pone de relieve) con claridad el
descubrimiento progresivo, en y por la misma imagenatracción,
de lo que se considera como las llaves de bóveda del sistema
narrativo: la dirección del actor (que emerge de la dirección del
mirón en las escenas de la calle), el fuera de campo (que hace
surgir el trabajo sobre la visión atentatoria), la subjetividad del
espectador (que prolonga la aparición de una subjetividad sin
sujeto en las visiones panorámicas) y la estructura sintagmática
del relato (que comienza a reemplazar el recurso a los planos
emblemáticos), entre otros. En fin, y creo que es un avance
todavía más capital, Livio Belloï hace que el lector acceda a un
segundo nivel de lectura,que atañe, mediante las modulaciones de
la imagenatracción, a la producción de un nuevo tipo de
espectador: el espectador de cine. Es una conclusión lógica, ya
que la imagenatracción en tanto que imagenestímulo no se
puede pensar por sí sola. Ella crea su espectador, que es también
un espectador nuevo, diferente del espectador de las imágenes
atracción no cinematográficas. Pero al mismo tiempo este
espectador no es nunca pasivo: el no es sólo el que, mirándola, la
transforma, sino que también es transformado por ella. El gran
mérito de Livio Belloï es de haber actualizado esta nueva
dialéctica, que es de esperar que será leída y utilizada igualmente
más allá del ámbito de los investigadores del cine. Estudios
importantes sobre el “postcine” han sido llevados a cabo por
Sean Cubitt (2004) y Angela Ndalianis (2003); ambos abordan el
cine como “forma cultural”. Ndalianis se opone además a los
adeptos del “cine” (sobreentendido: del cine hollywoodiense
“clásico”) que intentan reducir las rupturas entre el cine y el
postcine (como Thompson 1999).
MÓDULO 2.4. El cine expandido.
El cine de ficción narrativo que conocemos no es el único cine
posible. Junto a él, tenemos el cine de atracciones, el cine
documental o el cine nooccidental, entre otros.
Estas tres formas cinematográficas ( y hay otras, por supuesto)
tienen en común que han sido dominadas:
a) el cine de atracciones ha sido hecho retroceder por el cine
narrativo y es asociado generalmente con el cine primitivo;
b) el cine documental es también más antiguo que el cine de
ficción, y encuentra refugio principalmente en el universo televisivo
o bien en sectores especializados (el cine de empresa, cine
científico, por dar algunos ejemplos);
c) El cine no occidental es tributario de modos de narración que no
emanan de Hollywood, y trata de conservar su especificidad, para
bien o para mal.
En cualquier caso, una forma que está siendo dominada no tiene
por qué ser necesariamente una forma débil; el cine de
atracciones gana en importancia (hasta tal punto que hay quien
está tentado de pensar que extraerá toda la sustancia del cine
narrativo); mientras, el cine documental saca ventaja del gusto
postmodern por las mezclas de todo tipo y encuentra una segunda
juventud (por ej., la mezcla entre la ficción y la noficción) y el cine
ha convertido en objeto de verdadero culto (ciertamente con
numerosos malentendidos y concesiones a los gustos
occidentales actuales) .
Por otro lado, además de estos tres "otros" cines, siempre ha
habido el llamado "cine experimental" o cine "de vanguardia", una
de cuyas características es que toca la base material del cine
mismo: la cámara, el almacenaje de la película y el proyector.
Generalmente, el objetivo de este tipo de experiencia era la
búsqueda de una cierta idea de cine, (especificidad, pureza) y
como consecuencia de ello, la eliminación de todo lo que no fuera
relevante para dicha idea (del modo en que la narración había
sido considerada como no específica, no "pura"). A finales de los
60´s esta especificidad, cuyo principio no puede separarse de la
ideología modernista del arte, fue concebida siguiendo la senda
del "modo de conjunción" de los diferentes aspectos del aparato
cinematográfico, una conjunción que acentuaba un cierto
parámetro fílmico (a expensas de todos los otros; como en el
siguiente ejemplo, el zoom está en cuestión):
"Now, the rich satisfactions of thinking about film's specificity at
that juncture derived from the medium's aggregate condition, one
that led a later generation of theorists to define its support with the
compound idea of the "apparatus" the medium or support for film
being neither the celluloid strip of the images, nor the camera that
films them, nor the projector that brings them to life in motion, nor
the beam of light that relays them to the screen, nor that screen
itself, but all of these taken together, including the audience's
position caught between the source of the light behind it and the
image projected before its eyes. Structuralist film set itself the
project of producing the unity of this diversified support in a single,
sustained experience in which the utter interdependence of all
these things would itself be revealed as a model of how the viewer
is intentionally connected to his or her world. The parts of the
apparatus would be like things that cannot touch each other
without themselves being touched themselves, and this
interdependence would figure forth the mutual emergence of a
viewer and a field of vision as a trajectory through which the sense
of sight touches on what touches back. Michael Snow's
Wavelength, a 45minute, single, almost uninterrupted zoom,
captures the intensity of this research into how to forge the union
of such a trajectory into something both immediate and obvious."
(Krauss, 1999: 2425).
Esta versión modernista intentaba dominar la heterogeneidad del
cine, sobre el que ciertos teóricos clásicos (como Bazin) dijeron
que era exactamente esto, y no una pureza real o abstracta, lo
que constituía la esencia del cine. No obstante, el desarrollo de las
nuevas tecnologías han provocado una doble transformación:
Por un lado, permitía a la vanguardia entender la imposibilidad de
una reducción unificadora del hecho cinematográfico. Por el otro,
creaba la posibilidad de contestar al cine con medios de otro lado.
Justo como señala Peter Weibel, uno de los principales
artesanos y teóricos de esta mutación (el cine "extendido" como
una contestación al cine de las nuevas vanguardias): "This
transformation took place in three phases. In the 1960s, the
cinematic code was extended with analogous means, with the
means of cinema itself. Shortly afterwards, new elements and
apparatuses like the video recorder were introduced, and the
cinematic code was expanded electromagnetically. Artists' videos
from Bruce Nauman to Bill Viola, from Nam June Paik to Steina
and Woody Vasulka were initially successful in the 1970s, but
were halted in the 1980 by the retrooriented painterly Neo
Expressionism. In the 1990s video art became the dominant form
of media avantgarde, and dominated major exhibitions like the
Kassel Documenta and Venice Biennale. In the same decade, film
entered the field of digitally expanded cinema." (Weibel 2003:
111) .
Un ejemplo agradable de cine expandido es el CDROM
IMMEMORY (1997) de Chris Marker, cuya obra entera podría en
realidad ilustrar lo dicho anteriormente.
2. Electronic Literature The progressive expansion of cinema (first
analogical, then electromagnetic, then digital) has not been without
effect as far as the distinction between text and image is
concerned. In the film art of the avantgarde, crossbreeding
becomes the norm, notably extending the definition of what cinema
is: instead of being an impure mix of sounds and images, cinema
now becomes a mix of sounds, images and texts…
But at the side of the text as well, a comparable metamorphosis
takes place. Electronic writing, that at the beginning has been
purely textual, has slowly but steadily acquired a number of
parameters that traditionally were not part of it: first of all, the
image (with the introduction of graphical interfaces on the World
Wide Web); then sounds, and finally even movement (made
possible for all thanks to Flash software). The result of this has not
only been the emergence of new forms of writing, but of forms of
writing which categorically overcome the difference between text
and image, between literature and cinema. Not only are the signs
being mixed up to the degree of losing all specificity, also new
ensembles of signs are being created, of which it is no longer
possible to tell whether they belong to literature, or to cinema.
On a very general level, this remark has been made at times in
the field of the video game. Some say that it is cinema as well,
others say it is literature: that is the point Janet Muray defends as
well in Hamlet on the Holodeck (Muray 1997). But identical
remarks have been made by Katherine Hayles in respect to
electronic poetry (Hayles 2003)