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PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

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PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

LEGADOS DE LORIEN
LOS ARCHIVOS PERDIDOS #5
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LORIEN
PITTACUS LORE 2
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

SINOPSIS
Descubre qué pasó realmente en los últimos días del planeta condenado a través de
los ojos de Sandor, quien luego se convertiría en el cêpan reluctante de Número
Nueve.
Antes de que Número Cuatro y los otros llegaran a la Tierra, vivían en un planeta
llamado Lorien; un planeta poblado de otros que también poseían habilidades
extraordinarias. Un planeta pacífico… hasta el día en que atacaron los mogadorianos,
y casi aniquilaron a los lorienses. Solo un puñado de lorienses sobrevivió a la batalla.

Esta es la historia de Sandor.


Sandor estaba cansado de ser adolescente, cansado de ir a la escuela, de obedecer a
sus profesores y de seguir las reglas de sus padres. Disfrutaba más quebrantar las
reglas que seguirlas. Pero luego de cometer demasiados errores, la vida de Sandor da
un giro inesperado que lo obliga a unirse a la Academia de Defensa de Lorien.
Sandor nunca había creído en la idea disparatada de que Lorien necesitaba
defenderse; Lorien era un planeta pacífico, aparentemente sin enemigos. Pero cuando
los mogadorianos atacan repentinamente, Sandor entiende lo real que es la amenaza.
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Ahora Sandor es uno de los pocos lorienses sobrevivientes, y el destino de Lorien está
en sus manos.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 1
Traducido por Jackiejt

Este es Lorien. Es «perfecto», o al menos eso es lo que dicen; tal vez tengan razón. A
lo largo de los años, la Oficina de Lorien para la Exploración Interplanetaria ha
enviado misiones de reconocimiento a casi cada planeta habitable allí fuera, y todos
parecen terribles.
Tomen como ejemplo ese lugar llamado Tierra: está contaminado, sobrepoblado,
demasiado caliente y cada vez se calienta más. Por como lo describen los exploradores,
allí todos son miserables. Todos los terrícolas pasan gran parte de su tiempo
intentando matarse unos a otros por nada, y el resto de su tiempo lo pasan intentando
que no los maten.
Al revisar uno de sus libros de historia (tenemos un montón de esos libros a nuestra
disposición en el Gran Depósito de Información de Lorien) nos encontramos con una
guerra sin sentido tras otra. Dan ganas de decirles, ¡terrícolas idiotas, únanse!
La cosa es que además de Lorien, la Tierra es el mejor lugar que hay allí fuera. Ni
siquiera me voy a molestar en mencionar a Mogadore. Hablando de basureros.
4
Aquí en Lorien no hay guerra. Nunca. El clima siempre es perfecto, y hay gran
variedad de ecosistemas como para encontrar un lugar que encaje con tus propios
estándares de «clima perfecto».
La mayor parte del lugar son bosques vírgenes, playas perfectas y montañas con
vistas increíbles. Incluso en las pocas ciudades que tenemos, hay un montón de
espacio para moverse y no hay delito alguno.
La gente ni siquiera discute tanto.
¿Qué hay que discutir? El lugar es perfecto, así que por supuesto todo el mundo es
feliz. Siempre. Paseas por la calle en Ciudad Capital y ves a todos sonriendo como un
montón de zombis felices.
Pero en realidad, no existe lo perfecto, ¿cierto? E incluso si existe, entonces tengo
que decir: «perfecto» es bastante aburrido.
Odio lo aburrido. Siempre hago mi mejor esfuerzo para encontrar las
imperfecciones.
Ahí es donde suele estar la diversión.
Aunque, ahora que lo pienso, la mayoría de las personas piensa (mis padres entre
ellos) que yo soy la más grande imperfección de todas.
Definitivamente no loriense.
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El Chimæra estaba lleno la noche en que todo finalmente se me hizo claro. La


música estaba a todo volumen, el aire estaba lleno de sudor y (¡sorpresa!), todo el
mundo estaba feliz y sonriente mientras rebotaban, giraban y chocaban unos contra
otros.
Esa noche, yo también estaba feliz. Había estado bailando durante horas, sobre todo
solo, pero de vez en cuando me encontraba con una chica y terminábamos bailando
juntos durante unos minutos, los dos sonreíamos y reíamos, pero sin tomar nada de
eso demasiado en serio, hasta que a uno de los dos lo atrapaba la música y se alejaba
bailando. No era gran cosa.
Bueno, estaba resultando ser una noche genial.
Casi había amanecido antes de que estuviera sin aliento y listo para un descanso, y
después de horas de movimiento sin parar, finalmente me dirigí hacia un grupo de
pilares cerca del borde de la pista de baile. Cuando levanté la vista me vi de pie junto a
Paxton y Teev. No los conocía muy bien, pero eran asiduos al Chimæra, y como yo
había venido aquí lo suficiente, nos habían presentado unas cuantas veces.
―Hola ―les dije, asintiendo con la cabeza, sin saber si me iban a recordar.
―Sandor, amigo ―contestó Paxton, dándome un golpe en el hombro―. ¿No
pasaste ya tu hora de dormir? 5
Me debería haber molestado que se burlara de mí, pero en cambio, me sentía feliz
de que me reconocieran. Paxton pensaba que era cómico como siempre lograra
colarme allí a pesar de que, técnicamente, era muy joven.
No veía cuál era el gran problema de ser menor de edad, después de todo, el
Chimæra era solo un lugar para bailar y escuchar música. Pero en Lorien, las reglas
eran las reglas.
Paxton era unos pocos años mayor que yo y estudiaba en la Universidad de Lorien.
Su novia, Teev, trabajaba en una tienda de moda situada en Creciente Este. Por lo que
veía, los dos llevaban el tipo de vida que no me importaría tener algún día: pasaban el
rato en cafés durante el día, bailaban toda la noche en lugares como el Chimæra, y
nadie les hacía pasar un mal rato por algo de eso.
Ya no tenía que esperar tanto, pero sentía que había estado esperando por siempre.
Estaba cansado de ser adolescente, cansado de ir a la escuela y obedecer a mis
maestros y de seguir las reglas de mis padres. Pronto ya no tendría que fingir ser un
adulto; simplemente sería uno, y sería capaz de vivir mi vida de la manera que yo
quisiera.
Por ahora, el Chimæra era el único lugar en que podía ser yo mismo de verdad.
Todo el mundo aquí era como yo en algo: vestían ropa loca, tenían peinados raros,
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cada cual hacía lo suyo. Incluso en un planeta como Lorien, hay personas que no
encajan completamente. Esa gente venía aquí.
A veces (no a menudo, solo a veces), incluso podías ver a alguien con el ceño
fruncido. No porque fueran infelices o algo, solo por diversión, solo para ver cómo se
sentía, supongo.
Teev me miraba con una expresión divertida, Paxton señaló la pulsera de identidad
en mi muñeca.
―¿No se supone que esas cosas son a prueba de tontos? ―preguntó con una
sonrisa―. Cada vez que te veo, has encontrado otra forma de entrar.
Las puertas del Chimæra escanean a todos los clientes a la entrada, sobre todo para
evitar que ingresen lorienses menores de edad como yo. En el pasado, a veces me
había colado por la entrada trasera o pasado inadvertido por las puertas con una gran
multitud. Sin embargo, esta noche había dado un paso más adelante: había modificado
el registro de edad de mi pulsera de identificación para que las máquinas pensaran
que era mayor de lo que soy. En realidad estaba muy orgulloso de mí mismo, pero no
estaba dispuesto a compartir todos mis secretos. Solo le di un encogimiento de
hombros como respuesta a Paxton.
―Ese soy yo: Sandor, Mago Tecnológico y hombre de Misterio. 6
―Paxton, olvídate del escáner de la puerta ―le dijo Teev―. ¿Qué pasa con el
registro de asistencia de su escuela? Todavía vas a la escuela, ¿no? Mejor te das prisa o
te van a arrestar. Se está haciendo tarde.
―Querrás decir que se está haciendo temprano ―le corregí. El sol iba a salir en
cualquier momento, pero ella tenía razón. O, la tendría.
Teev tenía un lunar sobre el labio y una marca de nacimiento de color escarlata en
lo alto de la mejilla, que desaparecía hacia la línea del cabello. Una delgada línea de
tatuaje rodeaba el lunar y luego se curvaba en una flecha, apuntando a la marca de
nacimiento. Era bajita y linda y tenía algo fuera de lo común. Era quien era y no lo iba
a ocultar. Le admiraba eso.
Estuve tentado de decirle cómo había solucionado el problema del registro de
asistencia. En realidad, había sido una solución más fácil que la del problema del
escáner en la puerta, o tal vez yo era así de bueno. Todo lo que había hecho había sido
tomar prestada la pulsera de identificación de mi amigo Rax, e insertarle una copia de
mi propia bio-firma digital. Ahora cada vez que no asistía a clase, en el registro
aparecía como «presente», siempre y cuando Rax estuviera ahí.
Ideé el truco hace unos meses, después de haberme metido en problemas y de que
me obligaran a trabajar unas horas en la oficina principal de la escuela. Allí, había
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descubierto el defecto en el sistema del registro de asistencia: no registra duplicados.


Así que cuando asistimos Rax y yo, no salta la alarma. Es perfecto.
―No puedo revelar mis secretos ―les digo, con una pequeña sonrisa.
―Genial, chico ―exclamó Paxton, con sutil admiración por la rebeldía. Me sonrojé.
―Gracias ―le dije, tratando de actuar como si en realidad no me importara. Pero
antes de que pudiera pensar en algo más que decir, me quedé congelado, porque a la
entrada del club, vi a alguien que conocía, y no alguien de quien quisiera saber.
Era Endym, mi profesor de cultura interplanetaria en la Academia de Lorien.
Sí, Endym por lo general era un buen tipo, probablemente el único profesor que
realmente me agradaba. Pero bueno o no, si me veía en el club, menor de edad y sin
esperanza alguna de llegar a la escuela a tiempo, no tendría más remedio que
informarlo.
Sonreí a la pareja con la que había estado hablando.
―Teev, Paxton, ha sido un placer ―les dije, salí de la línea de visión de Endym y
me dirigí a una masa de personas que bailaban a un ritmo suave. Oculto entre la
muchedumbre, miré hacia la entrada y vi que a Endym lo abordaba uno de los
proveedores del club. Tomó uno de los tragos que le ofrecían y se lo bebió, exploró el
club con los ojos, y luego avanzó a la pista de baile. Estaba bastante seguro de que él 7
no me había visto, aún, pero se dirigía justo en mi dirección.
Mierda. Me escondí detrás de un pilar.
El Chimæra era un lugar grande, pero no lo suficiente. Si me quedaba donde estaba,
iba a pasar todo el tiempo tratando de evitarlo; prefería no arriesgarme a que me
descubriera.
Tenía que salir y aprovechar mi oportunidad de inmediato, mientras Endym estaba
distraído: acababa de entablar conversación con una mujer en medio de la pista de
baile y le coqueteaba descaradamente mientras ella bailaba. Puse los ojos en blanco. El
hecho de que mi profesor estuviera en el Chimæra había logrado que, de repente, el
lugar no me pareciera tan interesante.
La única forma de salir era adentrarme más. Nunca había estado en el vestidor bajo
el escenario, pero los artistas debían venir de alguna parte. El único problema era que,
de alguna manera, Endym se había ubicado en el peor lugar posible para mis
propósitos: para llegar a la entrada tendría que pasar por su lado, y si decidía ir por la
escalera de atrás, él tendía vista directa.
Miré alrededor con la esperanza de encontrar una solución a mi dilema, intentando
no llamar la atención por parecer frenético. La encontré en cuanto los vi, todavía de pie
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a unos pocos pasos: Teev y Paxton. Ellos me ayudarían; al menos, esperaba que lo
hicieran.
―¿Qué dirían… ―les dije, al volver junto a ellos con una sonrisa cómplice
estampada en la cara―… si les digo que el tipo de allí es un profesor mío?
La pareja miró a Endym y luego a mí.
―Supongo que diría que este lugar va cuesta abajo ―dijo Teev―. ¿Ahora dejan
entrar a maestros?
―Mala suerte, amigo ―se rió Paxton―. Todo ese trabajo para entrar aquí y ahora te
van a atrapar.
―Vamos, hombre. No te rías. ¿Por qué no me ayudan a salir de aquí? ―Cuando
simplemente se miraron con escepticismo, me encogí de hombros avergonzado―.
¿Por favor?
Teev sacudió el cabello y puso los ojos en blanco, amistosa.
―Está bien. Lo haremos, amiguito ―me dijo, acariciándome el rostro. Era un poco
humillante, pero ¿qué podía hacer?―. Vamos a cuidar de ti ―prometió―. Saca tu
trasero de aquí.
Observé por un momento mientras Teev y Paxton se acercaban a Endym y la mujer
que bailaba con él y se ubicaban entre la pareja. Teev comenzó a bailar con Endym, 8
mientras Paxton bailaba con la pareja de Endym.
Cuando estuve seguro de que distraían a Endym, aproveché la oportunidad y me
escabullí entre la multitud, con la cabeza baja para evitar que me vieran.
Ya estaba a punto de lograrlo, cuando alguien me gritó.
―¡Oye!
Miré hacia atrás sorprendido, y vi el rostro furioso de un chico que empujaba a la
gente para llegar hasta mí. Había tirado por accidente su trago al pasar junto a él, y el
tipo no estaba feliz.
Lo último que necesitaba era comenzar una pelea en la pista de baile. Avancé más
rápido y corrí hacia el borde del escenario, hacia un rincón oscuro y encontré una
puerta pequeña.
Por supuesto, estaba cerrada.
―¡Oye! ¡Tú! ―gritó el dueño de la bebida que había derramado; cada vez estaba
más cerca―. ¡Vas a comprarme otra!
Moví la manilla con furia. Cuando no cedió, dejé de intentar estar tranquilo y
empecé a lanzarme contra la puerta, con la esperanza de que con suficiente fuerza y un
poco de suerte, se abriera.
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El tipo estaba cada vez más cerca, y seguía gritando. ¡Qué tipo tan idiota! ¿Hacía
una escena así por una bebida derramada? Las cabezas comenzaron a girarse hacia mí
por todo el lugar. Me iban a atrapar en cualquier momento.
Un último intento. Me lancé contra la puerta con toda mi fuerza.
Esta vez, cedió.

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PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 2
Traducido por Lauraef

La fuerza de mi peso provocó que cayera a ciegas al cuarto al otro lado de la puerta.
Me tambaleé por el suelo, y choqué contra capas y capas de tela. Tropecé, caí y me
golpeé la cabeza contra el suelo.
Después escuché una voz. Una voz de chica.
―Vaya, eso fue divertido.
Mientras estaba allí tumbado, me di cuenta de que había chocado contra un estante
lleno de ropa, ropa de mujer, y que ahora estaba tumbado en una pila de esa ropa en el
suelo. Parecía que hubiera estado en una explosión de diamantes falsos y lentejuelas.
De pie frente a mí un chico con pantalones de un negro metálico y una camisa con
cuello estilo mao, se esforzaba por cerrar la puerta que acababa de destrozar.
―Sí, gracioso ―decía con sarcasmo―. Me encanta cuando menores de edad
psicópatas irrumpen en el vestidor.
Me levanté tímidamente en intenté recoger el montón de vestidos que había tirado.
La verdad no era así como me había imaginado que sería mi noche.
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―Tan. Tan. Gracioso.
Me giré y vi a una chica de cabello blanco eléctrico, sentada en un taburete bajo en
la esquina de la habitación. Llevaba unos pantalones diminutos y estaba en cuclillas.
Con algún tipo de lápiz de maquillaje, se dibujaba en las pantorrillas desnudas un
elaborado diseño de remolinos y florituras.
―No ―dije.
Probablemente debería haberme disculpado, o al menos haber dado una
explicación. Pero no pude, estaba demasiado deslumbrado. Todo lo que podía decir
era no.
―Oh, sí ―dijo ella, todavía dibujándose en la pierna. Se inclinó hacia delante para
acercarse a las marcas serpenteantes, frunció los labios, y se sopló la pantorrilla para
secar la tinta.
No podía ser, pero sí era.
Era Devektra.
La mayoría de las personas en Lorien probablemente no tendría ni idea de quién
era, pero yo no era como la mayoría de las personas; había estado escuchando la
música de Devektra durante meses. Para la gente que la conocía, era la intérprete
garde más comentada en Lorien. Con su belleza sorprendente, sus letras sabias a pesar
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de su edad (porque era prácticamente una niña, solo un poco mayor que yo), y su
inusual legado garde de crear deslumbrantes e hipnóticas exhibiciones de luz durante
sus actuaciones, era seguro que iba a ser una gran estrella dentro de poco. Ya estaba
bien encaminada.
―¿Qué? ¿Nunca antes has visto a una chica ponerse maquillaje en las piernas?
―preguntó con los ojos brillantes.
Intenté recomponerme.
―Debes de ser la artista secreta ―me las arreglé para decir, y prácticamente me
enredé con todas las palabras―. Soy, eh, un gran admirador. ―Me encogí al decirlo;
soné como un completo perdedor.
Devektra se evaluó las piernas, después se levantó y me miró como si no supiera si
estar furiosa o reírse. Al final, decidió no hacer ninguna de las dos cosas.
―Gracias ―dijo―. Pero sabes, cierran esas puertas por una razón: para mantener
afuera a los grandes admiradores.
Dio unos pasos hacia delante, me rodeó los hombros teatralmente con los brazos y
me dijo al oído:
―¿Vas a decirme lo que estás haciendo en mi vestidor? ―susurró―. No tengo que
llamar a seguridad, ¿verdad? 11
―Hm ―tartamudeé―. Bueno, mira, esto… ―Busqué una explicación en mi
cerebro, pero no pude pensar en ninguna. Supongo que soy mucho mejor hackeando
software que hablando con chicas, especialmente con las sexys y famosas.
Devektra se alejó y me miró de arriba abajo con un brillo malicioso en los ojos.
―¿Sabes lo que creo, Mirkl? ―preguntó.
―¿Qué? ―preguntó con voz aburrida el chico que casi había olvidado.
Honestamente, sonaba como si estuviera un poco harto de Devektra.
―Creo ―dijo ella lentamente― que este amiguito es demasiado joven para estar
aquí. Me parece que estaba a punto de echarlo por ser menor, y entró aquí para
esconderse. Tenemos a un delincuente en nuestras manos, y sabes lo que pienso de los
delincuentes…
Miré al suelo. Ahora me habían pillado definitivamente. No sería la primera vez que
me metía en problemas por algo así. O la segunda. Sin embargo, esta vez las
consecuencias serían más serias, sin duda.
Pero Devektra me sorprendió.
Una sonrisa se extendió por su rostro y soltó una risilla. Estaba empezando a pensar
que esta chica era algo loca.
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―¡Me encanta! ―exclamó. Abrió los ojos y movió un dedo hacia mí para
regañarme. Sus uñas brillaban con cada uno de los colores del arco iris―. Qué
pequeño cêpan más travieso.
Por segunda vez en tan solo unos cuantos segundos, me había cogido por sorpresa.
―¿Cómo sabes que soy cêpan? ―pregunté.
Como la mayoría de figuras públicas de Lorien (atletas, artistas, soldados),
Devektra era garde; yo era cêpan. Un selecto grupo de cêpan eran cêpan mentores,
mentores de los garde, pero la mayoría éramos burócratas, maestros, empresarios,
dependientes de tiendas, granjeros. No estaba seguro de en qué me convertiría
después de acabar el colegio, pero no creía que alguna mis opciones pareciera
demasiado buena. ¿Por qué no podía haber nacido como un garde y haber hecho algo
realmente divertido con mi tiempo?
Devektra me dio una sonrisa afectada.
―Mi tercer legado, el aburrido que no me gusta mencionar. Siempre puedo
diferenciar entre los garde y los cêpan.
Como todos los garde, Devektra tenía el poder de la telequinesis. También tenía la
habilidad de doblar y manipular las ondas de luz y sonido, habilidad que usaba en sus
actuaciones y que la había hecho la estrella en potencia que era. Ese ya era un poder 12
raro, pero el tercer legado que acababa de mencionar, ser capaz de sentir la diferencia
entre garde y cêpan, era uno del que nunca antes había escuchado hablar.
Por alguna razón, me sentí cohibido. No sabía realmente por qué, no había nada
malo en ser cêpan, y aunque a menudo había pensado que parecía ser más divertido ser
garde, nunca me había sentido inseguro de lo que era antes.
Por un lado, normalmente no era una persona insegura. Por el otro, esa
simplemente no era la forma en la que las cosas funcionan por aquí. Aunque los garde
eran venerados como colectivo, un «regalo preciado» para nuestro planeta, había una
convicción general, compartida por garde y cêpan, de que las increíbles habilidades de
los garde no les pertenecían a ellos, sino a todos nosotros.
Pero de pie allí, mientras miraba a la chica más bonita que había visto, una chica
que estaba a punto de subir al escenario y demostrar sus increíbles talentos a todo el
mundo en el Chimæra, me sentí tan común. Y ella podía verlo. Era Devektra, la
Devektra, y yo solo era un estúpido cêpan menor de edad sin nada a su favor. Ni
siquiera sabía por qué perdía el tiempo conmigo.
Me giré para irme. Esto era inútil. Pero Devektra me cogió del codo.
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―Oh, anímate ―dijo―. No me importa si eres cêpan. De todas maneras, solo estoy
bromeando, gracias a los Ancianos. Qué tercer legado más aburrido sería. Mi verdadero
tercer legado es mucho más emocionante.
―¿Qué es? ―pregunté desconfiado. Comenzaba a sentir que Devektra estaba
jugando con mi mente.
Los ojos le brillaron.
―¿No es obvio? Hago que los hombres se enamoren de mí.
Esa vez, sabía que se estaba quedando conmigo. Me sonrojé y me di cuenta de la
verdad de repente.
―Lees la mente ―dije.
Devektra sonrió, impresionada, mientras se inclinaba hacia atrás hacia Mirkl, quien
parecía menos que entretenido.
―Mirkl ―dijo―, creo que está empezando a pillarlo.

Media hora después, me encontraba en el balcón de la segunda planta con vista a


todo el club, viendo la actuación de Devektra. Era mejor de lo que pude haber
imaginado. Me dejó sin respiración.
Cantaba apasionada y melódicamente, pero incluso aunque Devektra era conocida 13
por sus letras, casi no podía escuchar las palabras que decía. Bailaba también, y bailaba
bien, pero esa no era la atracción principal tampoco. Y aunque era por mucho la chica
más hermosa que había visto alguna vez, tampoco era eso.
Todo aquello palidecía en comparación con lo que hacía con sus legados.
Movía las manos y modulaba la textura de su voz, y cambiaba el tono de manera
escalofriante. Podía girar las muñecas e incrementar el volumen de la voz
dramáticamente; podía incluso dirigir y dar forma al volumen de tal manera que el
sonido golpeara a los oyentes al fondo del club, mientras que a los que estaban en las
primeras filas solo les hacía cosquillas. Con la otra mano, manipulaba el ya sofisticado
sistema de luces del club y curvaba los haces de luces multicolores, dándole un
habilidoso y deslumbrante contrapunto a los sonidos que salían de su boca.
Estaba paralizado. Había oído hablar de sus actuaciones, pero nada podía haber
descrito lo que estaba haciendo. Hay algunas cosas que tienes que ver con tus propios
ojos.
Estaba a punto de terminar. Había estado tan absorto mirando a Devektra desde mi
sitio exclusivo en el balcón VIP, que la hora había pasado volando como si fueran
minutos, y cuando la música se volvió más lenta y tomó un tono siniestro, y las luces
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cambiaron de explosiones de rosa y naranja a largas y ondulantes ondas de púrpura y


verde, supe que estaba terminando.
Mantuvo las últimas notas de la canción en un volumen delicado. Movió la mano
izquierda suavemente, acarició el aire y giró el sonido a la multitud.
Después su voz se volvió un rugido. El sonido me aporreó el pecho, tan fuerte que
sentí como si me perforara. Después, repentinamente, Devektra golpeó los puños y las
luces del club se volvieron una explosión abrumadora y el sonido desapareció, como si
una aspiradora lo hubiera succionado.
Me tambaleé contra la baranda, cegado.
Mientras mi visión volvía lentamente, vi que las personas en el público se mecían,
mareadas. Al igual que yo, estaban aturdidos pero satisfechos.
―Eso fue increíble ―dije, capaz de hablar finalmente. Pero cuando me giré, Mirkl,
que había estado viendo el espectáculo conmigo sin decir una palabra, ya no estaba.
Me volví hacía el escenario y la pista de baile, y vi a Devektra ya a medio camino de
la puerta principal, con Mirkl y el resto de su séquito silencioso detrás. Se iban.
Había mencionado que iban a ir a otro club, llamado Kora, para una fiesta post-
espectáculo. Cuando lo mencionó había parecido una invitación, pero parecía que
Devektra se iba sin acordarse de mí. 14
Salí disparado escaleras abajo, pasé el recibidor, y atravesé la multitud, desesperado
por no perderla. Me abrí camino entre la gente, escuché que algunas personas
protestaban cuando chocaba contra ellas, pero solo me importaba encontrar a
Devektra.
Por fin la vi mientras llegaba a la entrada. Estaba fuera del Chimæra con su séquito;
se giró hacia el club, me vio y me dio una sonrisa misteriosa. No sabía lo que
significaba, pero sabía que tenía que averiguarlo.
―Perdonen ―dije, al empujar a una pareja para pasar, haciendo la última evasión
hacia la puerta.
―¿Sandor?
El corazón me dio un vuelco cuando sentí que alguien me agarraba el brazo.
Conocía esa voz. Correr no tenía sentido. Era Endym.
―Creí verte antes ―dijo.
―Vaya espectáculo, ¿no? ―dije, rezando para que Endym me dejara pasar.
Después de todo, él estaba aquí también, y sonaba como si hubiera bebido más que
unos pocos tragos desde la última vez que lo había visto.
―Increíble ―contestó Endym―. El mejor que le he visto.
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―Entonces ―dije esperanzado―. ¿Hay alguna posibilidad de que olvide que hoy
me vio aquí?
Endym me devolvió la sonrisa.
―Ninguna.

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CAPÍTULO 3
Traducido por AOMontero

―Si no estuviera tan decepcionada, estaría impresionada. ―La directora Osaria


hojeaba unos documentos que esbozaban mis faltas sobre su escritorio, y leía los
cargos mientras los pasaba―. Cargo: Alteración del registro de asistencia. Castigo
sugerido: expulsión. Cargo: más de diez inasistencias por semestre. Castigo sugerido:
expulsión. ―Levantó la vista hacia mí―. Diez es una cifra provisional, por supuesto.
Aún tenemos que ordenar la información del registro para obtener una estimación
precisa de a cuántas clases has faltado.
―Diez es aproximadamente lo correcto ―admití.
―Más vale que eso no sea sarcasmo ―intervino mi padre con voz cansada desde el
monitor en la pared de la oficina de Osaria, donde su rostro crepitaba por la
transmisión remota; mi madre estaba sentada en silencio junto a él. Se encontraban en
la casa de vacaciones, en las playas de Deloon, y no podían haberse molestado en
hacer el viaje de dos horas a la capital para presenciar en persona mi expulsión.
―¿Qué significa esto, exactamente? ―preguntó mi madre, como si no supiera. Me
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habían advertido anteriormente. Faltar a la escuela y escabullirme en el Chimæra era
una cosa, pero esto iba mucho más allá.
Osaria giró la silla para hacer frente a la pantalla.
―Significa que mis manos están atadas. Si solo fuera uno u otro de estos cargos,
estaría en condiciones de usar mi criterio para imponer un castigo. ―Frunció el ceño
profundamente―. Pero además de las reglas que rompió en la escuela, también
manipuló los escáneres de identidad en el club Chimæra. No tengo alternativa.
―Oh no ―exclamó mamá. Parecía a punto de llorar.
―¡¿Es una sorpresa para ti?! ―Mi papá se estaba volviendo rojo, casi tan enfadado
con mi madre como lo estaba conmigo―. Siempre ha sido así.
Era verdad. Siempre había sido un quebrantador de reglas, siempre había
encontrado una forma de meterme en problemas. No me avergonzaba de ello; me
gustaba eso de mí mismo, pero tendía a desconcertar a la gente a mi alrededor.
Lorien era un planeta alegre, próspero y respetuoso de la ley. El hecho de que
siempre me metiera en problemas me hacía, prácticamente, una rareza de la
naturaleza.
La directora Osario se movió en el asiento, incómoda e intimidada por la pelea de
mis padres, pero intervino rápidamente antes de que pudieran continuar.
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―Debo decir que voy a lamentar perder a Sandor. ―Se volvió hacia mí―. Dejando
los problemas de asistencia a un lado, eres uno de nuestros mejores estudiantes. Tengo
que admitir que tu manipulación del sistema de seguridad, aunque ilegal y peligrosa,
muestra una cierta cantidad de… ―hizo una pausa― inventiva. Ahora, como yo lo
veo, hay dos opciones disponibles para él. Si es que elige permanecer en la capital…
―Sí ―interrumpí―. No voy a dejar la ciudad.
―Entonces podemos hacer arreglos para que lo ubiquen como aprendiz con los
munis.
El corazón me dio un vuelco. ¿Los munis? Los munis eran los cuerpos de custodia
de la fuerza de trabajo de la ciudad. Trabajos de mantenimiento. A la mayoría de los
ciudadanos de la capital los reclutaban para servicio de munis por medio de la lotería,
por periodos de un año, no más de dos veces en su vida. Realizar un servicio de munis
no era algo de lo que avergonzarse en la cultura loriense, pero estaba lejos de mi idea
de un buen rato. Y entrar a los munis como un aprendiz, era básicamente inscribirme
para acarrear la basura por el resto de mi vida. Para mí, eso era un destino peor que la
muerte.
Sentí que comenzaba a entrar en pánico.
―Debe haber algo más en la ciudad. ¿Puedo conseguir alguna clase de trabajo en el 17
Kora, o en el Chimæra? ―Sabía que era pasarme de la raya pedir trabajo en uno de los
lugares con los que acababa de meterme en problemas por entrar a escondidas, pero
estaba abierto a tomar cualquier trabajo en ese lugar, no importaba qué tan baja
categoría tuviera. Fregaría los suelos, si tenía que hacerlo.
―Sí, ¿de seguro debe haber mejores opciones? ―Mi madre tomó la palabra. Me
sorprendió escucharla salir en mi defensa.
Osaria sacudió la cabeza con pesar.
―Desafortunadamente, todas las asignaciones de trabajo distintas a las de aprendiz
están reservadas para adultos. Son los munis o una relocalización Kabarak.
Pensé que el corazón ya me había llegado al fondo del pecho, pero sentí que se
hundía aún más y me quedaba en la boca del estómago. ¿Un Kabarak? Trabajar fuera
de la ciudad en uno de los Kabaraks comunales era parte importante de la cultura
loriense, sin mencionar lo esencial que resultaba para mantener funcionando sin
problemas al planeta, pero definitivamente no era una experiencia muy atractiva:
minería de loralita, cría de chimæras, agricultura. Y todo eso a las afueras, en el
campo, a kilómetros de cualquier emoción. A menos que sacar maleza y cavar la tierra
todo el día sea tu idea de pasar un buen rato.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Tenía un mal presentimiento. En la pantalla, mi padre asentía, en apariencia casi


satisfecho, y supe que mi destino ya estaba prácticamente sellado. El haber pasado un
tiempo en un Kabarak se consideraba una credencial noble, y era un prerrequisito para
trabajar en el gobierno o en el Consejo de Defensa de Lorien, ayudando a proteger al
planeta de un ataque de uno de nuestros enemigos inexistentes.
Entre un montón de opciones igualmente terribles, el Kabarak parecía haber
logrado obtener la aprobación de mis padres.
―Osaria, creo que unos cuantos años en un Kabarak es justo lo que mi hijo necesita.
―Mi papá sonrió al decirlo, realmente complacido con el resultado de la conversación.
Miré hacia la pantalla, pero él evitó mi mirada; tenía que saber exactamente cuán atroz
sonaba a mis oídos.
Ni siquiera mi madre me iba a salvar esta vez.
―Estoy de acuerdo ―dijo, lanzándome una mirada furtiva de disculpa―. De
verdad es la mejor opción.
―Bueno, entonces está arreglado ―dijo Osaria.
Justo en ese momento deseé (otra vez) haber nacido garde y tener el legado de
retroceder en el tiempo y deshacer todos mis errores de la noche anterior.
Por supuesto, si deshiciera la noche anterior, eso significaría no haber conocido 18
nunca a Devektra. Lo que casi hubiera valido la pena. Bueno, casi.

Salí de la academia y comencé la larga caminata de regreso a casa, al apartamento


vacío de mis padres. El transporte de la escuela al centro de la ciudad pasaría en unas
horas más, así que tuve que caminar solo por las calles desoladas. Mis padres
regresarían de Deloon en unas cuantas semanas más, y no habían hecho ninguna
mención de regresar a la capital para verme marchar. Probablemente, pasaría mis
últimos días en la ciudad solo en el apartamento, esperando mi asignación Kabarak y
los detalles de transporte, y también era probable que los detalles de transporte
llegaran primero y me ofrecieran alguna pista sobre mi destino: si el estado disponía
de una nave terrestre, significaría que me habían asignado a una colonia Kabarak
cercana, como Malka. Si me apuntaban en un transporte aéreo, entonces me enviarían
lejos, muy lejos, a un Kabarak en los territorios exteriores, al otro lado del planeta.
No es que supusiera alguna diferencia; exilio era exilio. E incluso después de ello,
mi futuro estaría cambiado para siempre. Si bien siempre me había visto en un trabajo
fácil y de bajo perfil, como el de Teev y Paxton, o incluso trabajando en un lugar como
la Chimæra, la mayoría de las personas de los Kabaraks terminaba con un cargo en el
gobierno loriense.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Me estremecí ante la idea de pasar mis últimos días moviendo papeles como un
burócrata en una oficina aburrida como las del Consejo de Defensa de Lorien, y de
desperdiciar mi vida intentando evitar una invasión, un ataque extra planetario que
todos sabían que nunca llegaría, mientras trataba de animarme fingiendo que
realmente hacía algo importante.
Era inútil. Por ahora, todo lo que podía hacer era tratar de no pensar en ello, y
seguir caminando.
La escuela desapareció a mi espalda, y las Torres de Elkin aparecieron al frente,
atrayéndome hacia el centro de la ciudad
Había considerado quedarme un rato y esperar el transporte; eso me daría la
oportunidad de despedirme de mis amigos cuando salieran de clases, pero el pensar
en ello me deprimió demasiado como para molestarme. No podía soportar la idea de
que se enteraran de cuánto había metido las patas.
De todos modos, Adar y Rax y unos cuantos otros chicos de la academia me
agradaban lo suficiente, pero no los consideraba mi verdadera gente.
Siempre había sido diferente, incluso para ellos. Todos los demás en Lorien
parecían estar contentos con lo que tenían. Estaban felices de vivir en el planetita más
perfecto de todo el maldito universo. ¿Por qué no podía ser más como ellos? 19
Continuaba revolcándome en mi piscina de autocompasión anti-loriense, cuando
escuché mi nombre.
―¿Sandor? ―Me detuve en seco, me di la vuelta y vi a un hombre desconocido,
unos cuantos años mayor que yo, que se encontraba junto a un aerodeslizador muni
estacionado a pocos pasos detrás de mí―. ¿Eres Sandor?
Vestía la túnica azul distintiva de un cêpan mentor, de los cêpan especiales que
trabajan para la ADL y están a cargo del entrenamiento de los garde y el seguimiento
de sus legados mientras se desarrollan. No tenía idea de cómo sabía mi nombre, y
realmente no lo quería averiguar. Había tenido suficientes problemas por el día, y por
lo que sabía, este tipo estaba a punto de decirme que había cometido alguna nueva
infracción sin siquiera darme cuenta.
―Sí ―contesté―, ése es mi nombre. ―Sin esperar una respuesta, me di la vuelta y
reanudé mi caminar.
Sin pedir permiso, comenzó a caminar a mi lado.
―Mis disculpas. Quise encontrarte en tu reunión con Osaria, pero llegué
demasiado tarde.
Continué en silencio.
―Soy Brandon. Soy un cêpan mentor en la Academia de Defensa de Lorien…
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Lo siento, amigo ―lo interrumpí―. No soy un garde, solo tú típico y aburrido
cêpan sin necesidad de un mentor. Y suspendí el examen de aptitudes de la ADL hace
años.
―Sí ―dijo Brandon―. Vi tus calificaciones. ―Movió las cejas sugestivamente,
como si supiera que había fallado el examen a propósito para evitar que me enviaran a
la prestigiosa academia.
Por supuesto que, comparado con un Kabarak, el entrenamiento para mentor
sonaba bastante bien a este punto. Si hubiera sabido lo que me esperaba, quizá hubiera
pensado dos veces antes de fracasar en ese examen todos esos años atrás.
―En la academia nos enteramos de tus pequeñas travesuras ―continuó Brandon.
Lo miré con sorpresa. ¿Cómo demonios habían oído las desventuras de un cêpan
menor de edad en el Chimæra? Pero Brandon hablaba como si fuese lo más normal del
mundo.
―Estamos impresionados ―dijo―. Esa clase de trabajo tecnológico es bastante
inusual para alguien de tu edad; especialmente alguien sin entrenamiento académico.
Si pusieras tus talentos a trabajar de una forma más seria, podrías hacer una diferencia
en los esfuerzos de seguridad de Lorien.
Me recordó por qué no me agradaban los tipos de la ADL: se tomaban muy en serio. 20
Lorien nunca había tenido guerra, nunca nos habían atacado. Y aun, así esta gente
actuaba como si viviéramos en constante conflicto. Era como si se lo dijeran a sí
mismos para poder sentirse importantes.
Me despedí de Brandon con la mano.
―Sí, bueno ―le dije―, me voy a un Kabarak. Esperemos que aprecien mis
habilidades allí.
―No lo harán ―respondió, encogiéndose de hombros―. Escucha, la ADL podría
necesitar sangre fresca y manos nuevas. Tenemos algunos ingenieros y técnicos
decentes, pero ni uno con tu don para resolver problemas.
Rodé los ojos. ¿Un ingeniero en la ADL? Eso era casi tan malo como unirse a los
munis.
―Lo siento, hombre. No estoy interesado. ―Continúe caminando.
―Nuestra reputación no es lo que solía ser, ya veo. ―Brandon me dio una sonrisa
irónica; era obvio que le divertía mi esnobismo―. Y es cierto que muchos lorienses
han puesto en tela de juicio la necesidad de tener una defensa permanente durante un
periodo de paz tan largo. Su error. Pero tenemos recursos, Sandor. Tendrías completo
acceso a nuestros laboratorios de ingeniería y de computación. Además, después de
seis meses tendrías privilegios de fin de semana. Y se me ha dado autoridad para que
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

te invite a unirte a la academia a pesar de tu, eh, desempeño inusualmente pobre en el


examen de aptitud.
Me detuve en seco.
―Estarías cerca de la ciudad ―agregó―. ¿Quién sabe? Quizá eventualmente,
cuando seas un poco mayor, seas capaz de obtener algún tiempo libre para visitar el
Chimæra.
Evidentemente, Brandon tenía más información sobre mí de lo que se podía extraer
de los boletines de seguridad sobre mi proeza en el Chimæra. Estaba presionando los
botones con demasiada precisión.
―¿Tienen un perfil sicológico de mí, Brandon?
El solo sonrió.
―Solo decide si prefieres pasar los últimos años de tu adolescencia jugando con la
tecnología defensiva cerca de la ciudad, utilizando tus habilidades verdaderas, o en los
territorios exteriores, paleando mierda de chimæra.
―¿Territorios exteriores? ―Sentí como se me secaba la boca. ¿Por qué lo dijo?
¿Acaso había escuchado algo sobre mi probable designación?―. ¿Qué sabes?
―pregunté.
―No es lo que sé, Sandor. Es lo que puedo hacer. 21
Y con eso, se dio la vuelta y se alejó.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 4
Traducido por AOMontero

Al salir de la furgoneta de transporte unas semanas más tarde, me acerqué a la


entrada de la Academia de Defensa de Lorien con cautela y el bolso al hombro. La
escuela era un cubo gris sin ventanas en una franja de tierra cubierta de césped al
borde de Ciudad Capital. De alguna manera, para un lugar tan prestigioso, había
esperado algo un poco más lujoso. En vez de eso, lo único que lo diferenciaba de
cualquier otro edificio gubernamental de Lorien, era una solitaria estatua del anciano
Pittacus.
Cerca de la entrada, a pocos metros de la estatua, unos jóvenes cêpan mentores
vestidos con unas amorfas túnicas azules y unos pantalones sueltos de color negro,
hablaban en voz baja con un miembro del consejo loriense, a quien identifiqué
inmediatamente por su túnica marrón. Tenían tanto estilo como el edificio. Mientras
pasaba, el concejal y los cêpan alzaron la vista con reconocimiento neutral. Los saludé
con la mano y de inmediato me sentí estúpido.
Fue casi un alivio entrar al edificio. El vestíbulo estaba tan escasamente decorado
22
como el exterior, pero al menos estaba ocupado: mentores jóvenes en entrenamiento,
aproximadamente de mi edad, marchaban en filas a clases. Había algunos mentores
adultos, e incluso un par de niños garde que reían y se perseguían el uno al otro,
vestidos con sus trajecitos azules.
―¡Kloutus! ―gritó un mentor. Con una mirada tímida en el rostro, uno de los
jóvenes garde desaceleró.
Tras reconocer al mentor como Brandon, caminé hacia él. Había sido amable
conmigo cuando me había reclutado en la calle, y la visión de un rostro familiar de
pronto era bienvenida.
Pero si estaba esperando que fuera un nuevo amigo, no debí hacerlo.
Brandon me dio una rápida mirada de arriba hacia abajo, como si apenas me
conociera y luego fue todo negocios.
―¿Qué es esto? ―Sin una palabra de bienvenida, Brandon cogió el bolso de mis
hombros.
―Son mis cosas de casa ―contesté, tratando de aferrarme a ellas.
―Tendremos que confiscarlas ―dijo―. Recibirás todo lo necesario en el
procesamiento.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―¡Esa es mi ropa! ―No sé por qué me importaba; obviamente ahora tenía que usar
el uniforme de la ADL, así que no sé de qué me serviría mi ropa. Aun así, la idea de
que la confiscaran me deprimió. Mi ropa era parte de lo que me hacía ser yo. Ahora
solo me vería como todos los demás.
Brandon sacudió la cabeza ante mi estupidez.
―Puedes arreglar que te la envíen de vuelta donde tus padres. Estarán esperándote
cuando te gradúes. ―Con un gesto brusco, señaló hacia la oficina de procesamiento y
desapareció por un pasillo.
Me arrastré hasta el procesamiento sintiéndome peor que nunca, y un
administrador de la ADL me entregó tres túnicas verdes idénticas, envueltas en papel.
Después de entregármelas, permaneció ahí expectante, y me di cuenta de que esperaba
que me cambiara justo en frente de él para que así pudiera coger la ropa que llevaba
puesta, probablemente para poder llevarla a un armario de almacenamiento o un
incinerador al que el resto de mi ropa ya estaba destinada.
―¿Un poco de privacidad? ―pregunté.
Se dio la vuelta y aproveché la oportunidad para desvestirme y ponerme la túnica
rápidamente y así esconder mi camiseta Kalvaka preferida dentro de los pliegues de
mi áspera ropa nueva. Una sola prenda real era mejor que ninguna. 23
―Todo listo ―dije y empujé el resto de prendas en las manos del administrador;
esperaba que si se las pasaba montón, el tipo no notara que faltaba una.
Funcionó. Me dio la asignación de mi dormitorio y me dijo que fuera allí y esperara
instrucciones para el resto de mi orientación.
Después de haber sido despojado de casi todas mis posesiones mundanas, me
adentré más en el edificio, intentando hacerme una idea. Pasé por las salas de
seminario, las oficinas administrativas, gimnasios, laboratorios, incluso un
observatorio de chimæras con paredes de cristal donde unas cuantas de las
legendarias bestias de Lorien se perseguían en círculos, gruñendo y resoplando,
mientras cambiaban de una forma a otra tan fácilmente como si sus cuerpos fueran
líquidos.
Por lo menos a ellas se les permitía lucir de la forma que querían. Me detuve a mirar
unos minutos antes de continuar.
Finalmente, encontré el largo corredor de la sección de dormitorios y arribé al mío,
219. Ese era mi dormitorio.
No me habían dado ninguna llave, así que respire profundo, golpee y esperé.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Un momento después, la puerta se abrió y un chico con ojos pequeños y nerviosos,


boca ancha y una nariz protuberante me saludó. Su túnica verde era idéntica a la mía,
y estúpidamente me pregunté cómo lo haríamos para recordar de quién era cada cual.
―Debes ser Sandor ―dijo el chico con rigidez―. Yo soy Rapp. Adelante.
Entré a la habitación e hice mi mejor esfuerzo por ocultar mi horror al apreciar las
literas espartanas, el piso de piedra y la ventana sin cortinas que daba a un patio
pequeño y mal iluminado.
―Qué minimalista ―comenté.
―Sí ―replicó Rapp―. La ADL mantiene las cosas bastante simples. Estamos aquí
para defender a Lorien, no para dormir cómodamente, supongo.
Al menos no sonaba más feliz que yo al respecto.
Me dejé caer en la cama de abajo, el colchón era fino y duro.
―Así que somos compañeros, ¿eh? ―le pregunté―. ¿También entrenas para el
departamento tecnológico?
―Síp. Nos veremos mucho, supongo. Entre los dos, tienes el programa completo.
―¿Qué?
―Somos todo. Hay un cuerpo de una veintena de ingenieros y unos quince técnicos
activos en todo el planeta, pero solo dos aprendices a la vez. 24
Oh, demonios. Este chico parecía bastante agradable, supongo, pero si éramos solo
nosotros, él podría ser el chico más genial de Lorien y aun así nos hartaríamos el uno
del otro.
―No es tan malo ―continuó, sin registrar mi decepción―. Aunque solo somos
aprendices, el cuerpo está tan corto de personal últimamente que nos envían fuera
para estudios de redes, trabajos de reparación en los perímetros electrónicos, cosas por
el estilo.
―Emocionante. ―No quise sonar tan sarcástico, pero no pude evitarlo. Esta sería
mi nueva vida por al menos dos años y ya era un total aburrimiento.
Afortunadamente, Rapp era inmune a la ironía.
―Lo es. Saber que estoy jugando un papel pequeño pero significativo en mantener
a Lorien a salvo… me hace sentir realmente bendecido.
No pude soportarlo. Me levanté de la cama.
―¿A salvo de qué? ―pregunté
Rapp me quedó mirando, aturdido.
―¿A qué te refieres?
―¿Mantener a Lorien a salvo de qué? No ha habido un ataque en este planeta desde
eones. Por todas nuestras exploraciones y misiones de reconocimiento, no hemos
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

tenido ni una comunicación directa de ni una clase con otro planeta por cientos de
años. ¿De qué tienes miedo? ¿De una guerra civil? Los lorienses somos todos pacifistas,
desde las partes más inseguras del centro de la ciudad hasta las partes más atrasadas
de los territorios exteriores. Nada malo sucede. Quiero decir, a mí me consideran un
criminal por aquí, ¡y solo me atraparon en un show de Devektra! ―Rapp parecía
desilusionado, pero no me importaba―. ¿De verdad crees estar haciendo una
diferencia? ―espeté―. Por favor. Todas esas cosas sobre antiguas profecías y ataques
que probablemente nunca pasarán: son supersticiones.
Rapp no mordió el anzuelo; en vez de responder, caminó solemne hasta la puerta.
―Volveré en un rato para darte un paseo por los jardines. Pero tengo que decir que,
si esa es tu actitud en el primer día, vas a tener una estadía bastante miserable por
aquí.
Sí, pensé. Una mierda.

25
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 5
Traducido por Niyara

Habría sido estupendo si hubiera podido decir que mi primera semana en la ADL
pasó como un borrón. En realidad, se prolongó mucho más de lo que había previsto.
Resultó que Rapp aún estaba aprendiendo cosas en clase que yo había aprendido
por mi cuenta hacía años, así que ni siquiera podía contar con mi trabajo escolar me
mantuviera interesado. Claro que podría haberle dicho a la profesora Orkun que sabía
todo eso, pero me lo callé. En cambio, mantuve la cabeza baja en las clases de tres
personas, mientras asentía y trataba de fingir que todo eso era nuevo para mí.
Sabía que me comportaba como estúpido, después de todo, si tenía que estar aquí,
tal vez debería intentar aprender algo. Pero, de un modo extraño, creía que sería como
dejarles ganar. Si perdía mi tiempo, aún iba a salirme con la mía con algo, ¿no?
Las cosas no eran mucho más interesantes en la cafetería de lo que lo eran en clase.
Me encerré en mí mismo, igual que hacían los demás estudiantes en la academia. En
cuanto a los cêpan mentores que tenían un garde asignado al que entrenar, eran
bastante escasos por el campus, y los que comían en la cafetería normalmente tenían
26
las manos demasiado ocupadas con sus propios garde como para mezclarse con
alumnos de ingeniería como Rapp y yo.
Las únicas personas de la academia que me interesaba eran los niños garde, que
estaban descubriendo sus poderes y daban a la escuela el poco sentido que tenía la
vida. En Lorien, los abuelos crían a los niños garde hasta los once años, cuando se les
envía a un lugar como la ADL para entrenar con su cêpan mentor asignado. Había
academias de entrenamiento por todo Lorien, pero la ADL era considerada unas de las
mejores; los garde que terminan aquí son de los que se espera se vuelvan muy
poderosos.
Algunos de esos niños que corrían por los pasillos del ADL solo estaban
empezando a manifestar los inicios de sus dones, mientras que otros iban ya por su
segundo y tercer legado, pero casi todos estaban encendidos, cargados por la emoción
de alcanzar sus poderes, sin contar con vivir fuera de casa por primera vez. Tenían
todo un futuro por delante.
Prácticamente lo único interesante que pasó en mi primera semana fue que uno de
los garde más jóvenes, uno de pelo oscuro, un chico travieso llamado Samil, casi
destruyó toda la escuela. Fue bastante divertido; supongo que Samil estaba mostrando
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

su legado pirotécnico a algunos chicos mayores en un aula vacía, cuando la cosa se le


escapó de las manos.
En poco tiempo, el fuego estaba en su apogeo, los pasillos de la escuela llenos de
humo, las sirenas sonaban y los cêpan corrían para evacuar a los estudiantes y al
personal, mientras los mayores, los garde más experimentados, se dirigían hacia el
fuego para intentar contenerlo.
El resto nos reunimos en el césped, mientras esperábamos que todo se reorganizara.
Durante unos minutos, mientras el humo negro se elevaba desde el edificio hasta el
cielo, pareció que tal vez mi estadía en la Academia de Defensa de Lorien sería corta.
―Así que si este sitio se quema desde los cimientos me enviarán a casa, ¿no?
―pregunté a Rapp.
―No pareces decepcionado ni nada ―replicó con desdén. Cuando no respondí,
soltó un bufido―. Amigo, ¿crees que esto no sucede siempre? Aquí las paredes son a
prueba de fuego, sin mencionar que son a prueba de todo. Esta escuela está construida
para soportar casi todo. Debería preocuparte lo que pasa dentro de esa habitación. Ese
pobre niño acaba de descubrir que hacer bolas de fuego gigantes no es tan genial como
parece.
Me sentí culpable al instante por no haberlo considerado siquiera. Cada año, en 27
Lorien se escuchaban historias sobre jóvenes garde que perecían en accidentes
espantosos, asesinados por poderes que no sabían cómo controlar o, en algunos casos,
que no sabían que poseían. Una chica que controlaba la temperatura había muerto
congelada en la bañera por accidente y un niño con vuelo sónico había traspasado la
atracción gravitacional de Lorien y quedó atrapado en la atmósfera irrespirable,
muchos kilómetros por encima del suelo. El propósito de los cêpan mentores era evitar
esos accidentes, pero los accidentes aun ocurrían.
―Lo siento ―le murmuré a Rapp―. Supongo que no estaba pensando.
Se encogió de hombros y suavizó la expresión.
―Sí ―dijo―. Lo sé, no te preocupes.
Miré a Vatan, el cêpan del niño que había iniciado el fuego. Tenía el rostro pálido y
angustiado, y supe que si algo le había pasado a su protegido, nunca sería capaz de
perdonarse a sí mismo. Pero unos minutos más tarde, una figura pequeña salió de
entre el humo y las llamas: era Samil, completamente ileso. Tenía una expresión en su
rostro de vergüenza, terror y orgullo eufórico en partes iguales.
Todo el mundo gritó de alegría y alivio, y, en la primera demostración de emoción
real que había visto desde que había llegado a la academia, Vatan corrió a por el
césped y envolvió a Samil en un fuerte abrazo. La piel del chico, que resultó ser tan
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ignífuga como las paredes de la escuela, aún ardía, pero Vatan ni siquiera lo soltó
cuando la tela azul de su túnica se chamuscó.
Yo también me sentí aliviado, o sea, por supuesto que me sentí aliviado. No quería
que nadie muriera, mucho menos un crío de once años. Pero al menos el fuego había
sido algo. Una vez que todo terminó, volvimos a la normalidad, y a esas alturas, ya
había tenido suficiente normalidad para el resto de mi vida.
Las noches en la ADL no eran demasiado diferentes de los días. Al menos tenía a
Rapp para hacerme compañía. Sí, él se lo tomaba demasiado en serio, pero era alguien
con quien hablar, y no era tan aburrido como había pensado en un principio, aunque
no tenía ni idea de quién era Devektra, pero desde que le había contado mi historia
sobre cómo la conocí, había querido escucharlo todo. No solo sobre Devektra, sino
también del Chimæra y cómo había logrado entrar a hurtadillas, y si de verdad era un
cliente habitual allí.
Además, me dejaba copiar su tarea, lo que estaba bien porque, a pesar de que la
mayoría era fácil, nos daban un montón. Tal vez si hubiera pensado que hacer la tarea
tenía utilidad, habría estado más interesado. En casa, había aprendido yo solo a
reparar mecanismos y aparatos electrónicos como un medio para un fin. Era una
manera de salir de clase y llegar a lugares como el Chimæra, de ser quien quería ser. 28
Era una forma de engañar al sistema.
La academia era el sistema, y era un sistema en el que no tenía fe.
Según la leyenda (o la historia, según de quién lo hayas escuchado) los nueve
ancianos originales habían creado la Gran Edad Loriense, hacía eones, cuando
descubrieron las Piedras Fénix. Fue ese antiguo acontecimiento el que, supuestamente,
había despertado los legados de los garde y había llamado a las chimæras cambia
formas para que salieran de su escondite, haciendo de Lorien un lugar de prosperidad
y paz sin precedentes en todo el universo conocido.
A partir de entonces, el ecosistema de Lorien floreció. Una vez los alimentos y los
recursos habían escaseado; ahora eran más que suficientes para todos. Lo que el
planeta no ofrecía en exceso fácilmente, los poderes variados, extraños, sorprendentes
e interminables de los garde lo podían proporcionar. En otros planetas, la gente
luchaba con uñas y dientes por cosas como éstas. No aquí. Aquí en Lorien, nosotros
solo podíamos vivir.
Pero los ancianos también habían anunciado una profecía: un día, cuando
estuviéramos menos preparados, llegaría una amenaza para ponernos a prueba… y
destruirnos. No sabíamos cuándo se avecinaría esa amenaza, pero podría llegar, y
cuando lo hiciera, tendríamos que estar preparados para ello.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Esa era la razón por la que existía la ADL. Por eso estaba aprendiendo a crear y
mantener sistemas de defensa cada vez más complejos contra enemigos de los que
estaba seguro, eran una fantasía, por si mañana fuera el día en que despertáramos y
nos encontráramos bajo ataque.
En casa, todo el mundo sabía del asunto, pero nadie le prestaba demasiada
atención. El descubrimiento de las Piedras Fénix solo era una historia, algo que había
sucedido hacía tanto tiempo que apenas parecía real. Y la profecía de los ancianos…
bien, incluso si se cumplía algún día, no parecía que fuera a suceder a corto plazo. A
pesar de que la mayoría de los buenos lorienses comentaba sobre el buen trabajo que
realizaba la gente en lugares como la ADL asegurando que Lorien «se mantuviera a
salvo durante generaciones», la mayoría de los lorienses en ese grupo no se lo tomaba
demasiado en serio.
Las cosas eran perfectas, después de todo. ¿Por qué preocuparse por lo que podría
suceder algún día?
Aquí en la academia era un cuento totalmente diferente. Todo el mundo se paseaba
como si la profecía fuera a ocurrir en cinco minutos, como si fueran a atacarnos en
unos minutos. Cuando le había dicho a Rapp que la verdad no creía que importara
demasiado si la red (el vasto sistema de defensa que escaneaba la línea aérea de 29
Ciudad Capital en busca de posibles intrusos), estaba siempre en perfecto estado de
mantenimiento, fue como si lo hubiera insultado.
―A algunos de verdad nos importa lo que hacemos aquí ―dijo. Habló despacio y
con cuidado, pero le temblaba la voz. Podría decir que realmente le afectó―. Mientras
todos los demás en Lorien viven en su pequeña utopía, dándose palmaditas en la
espalda por lo perfecto que es el lugar, es la gente como yo es la que se revienta el culo
porque así sea. Sin la red, seríamos un blanco fácil, y la gente solo se ríe de nosotros.
―Cálmate ―le dije, sorprendido por lo enojado que estaba―. Actúas como si
hubiera dicho que Pittacus Lore es un idiota, o algo parecido.
Él frunció el ceño.
―Sí, bueno ―dijo―. Probablemente pienses eso también, ¿no?
Hice una pausa.
―No ―contesté―. Quiero decir, no exactamente.
En realidad, no tenía ni idea de cómo era el famoso Pittacus Lore. Nunca lo había
visto; ni siquiera la estatua de Pittacus fuera del colegio era la del Pittacus actual, sino
de uno de los antiguos, probablemente de hacía mil años o algo así.
Los ancianos actuales tenían los mismos nombres que los nueve originales que
supuestamente habían descubierto las Piedras Fénix hacía todos esos años, pero por lo
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

demás muchas veces los quitaban de aquellos ancianos de leyenda. Los nombres de
los ancianos se traspasaban como títulos, junto con las habilidades especiales, a
sucesores especialmente escogidos, que asumían el papel de sus antepasados de velar
por Lorien, salvaguardar nuestro medio ambiente y proteger nuestras tradiciones y
forma de vida. Sabía que hacían viajes ocasiones a la ADL para consultar a los cêpan
mentores y a los instructores, pero nunca los había visto.
Aparte de estas breves interacciones con el mundo, los ancianos se habían alejado
hacía mucho tiempo de las actividades del día a día en Lorien. Incluso su paradero era
desconocido: algunos lorienses decían que vivían en las montañas de Feldsmore,
mientras que otros decían que vivían en una fortaleza gigante de cristal en lo más
profundo del interior del Océano Terrax. Esas eran algunas de las teorías más
plausibles.
Lo único que sabía era que no parecía que los ancianos hicieran demasiado, y la
mayoría de las personas de la ADL, junto con el resto de la operación de defensa de
Lorien, se contaban historias sobre profecías que nunca se cumplirían.

30
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 6
Traducido por Niyara

En mi undécimo día en la ADL, me despertó Rapp tirándome del brazo.


―Vamos, Sandor ―dijo―. Llegaremos tarde.
―Tu mamá es fea como un culo de chimæra ―mascullé irritado, lo empujé a un
lado y me tapé la cabeza con la sábana.
Se había convertido en un pequeño ritual mañanero: él intentaba despertarme
recordándome que era mi Solemne Deber Loriense levantarme y brillar, y yo le
contestaba de formas cada vez más coloridas para decirle que se fuera al demonio y
me dejara tranquilo. Ambos estábamos cansados de la rutina.
―Está bien ―dijo Rapp, y se giró para marcharse―. Iré al centro de la ciudad yo
solo.
Abrí los ojos y me senté en la cama.
―¿Centro de la ciudad?
―Sí ―contestó―. Vi a Orkun en la cafetería y me dijo que las clases se habían
cancelado y que debemos presentarnos en transporte de inmediato. Quiere que
31
ocupemos el tiempo haciéndole mantenimiento a la red.
―¿Por qué no me lo dijiste? ―Salí de la cama, y me puse la túnica con rapidez,
emocionado por la oportunidad de ir a la ciudad. Rapp resopló cuando me observé en
el espejo pequeño y opaco sobre la cómoda, y traté en vano de aplastar con saliva el
remolino en mi pelo.
―Oye ―dijo―, ¿acaso crees que porque te acicales un poco habrá diferencia?
Todas las chicas de la ciudad miran a través de nosotros. Nuestras túnicas bien
podrían ser capas de invisibilidad.
Sabía que tenía razón, pero gemí de todos modos. Le di la espalda a mi reflejo y salí
por la puerta; él me siguió. Era difícil estar demasiado molesto. No, hacerle
mantenimiento a la red no era tan emocionante ni nada, pero de todas formas íbamos
a la ciudad.
Llegamos al hangar y tomamos el único transporte de dos asientos disponible de la
academia, un vehículo con forma de lágrima al que algunos de los otros estudiantes
llamaban el huevo. Observé a Rapp desde el asiento del pasajero mientras hablaba con
un receptor en el salpicadero, y programaba nuestro viaje al centro de la ciudad, de
acuerdo con la asignación que Orkun le había dado.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Sector Tres veintinueve, nódulo de Seguridad H, Parcela Tres. ―Hojeó un


cuaderno y agregó algunas coordenadas más―. Sector Dos noventa y siete, nódulo J,
Parcela Siete. ―Esbozó una sonrisa arrogante al decirlo, como si eso le hiciera sentir
importante o algo parecido.
No entendía a Rapp para nada. ¿Cómo podía entusiasmarse con el mantenimiento
de la red? Era como si te emocionaras por cepillarte los dientes, salvo que cepillarte los
dientes solo te lleva dos minutos y eso es si solo haces un gran trabajo.
Al mismo tiempo, me sentí un poco mal porque siempre se lo estaba poniendo
difícil. Rapp era como yo, a su manera extraña. Yo estaba en el programa de ingeniería
de la ADL porque me había visto obligado, pero él realmente quería estar aquí. Y el
que en la clase fuéramos solo nosotros dos, lo hacía aún más raro que yo. Y a él no le
importaba; la mayor parte del tiempo no parecía darse cuenta de que se burlaban de
él. Casi tenía que admirar al chico.
Obviamente, nunca se lo diría, pero por lo menos, pensé, podría decirle que no creía
que su madre fuera fea como el culo de una chimæra y que seguramente era bastante
sexy. Pero antes de que pudiera formular mi disculpa, introdujo nuestras últimas
coordenadas y el huevo despegó y nos alejó del hangar; pasamos el edificio cúbico de
la academia y luego atravesamos pastos, chozas de barro y corrales de chimæras del 32
Kabarak Alwon.
Alwon era el único Kabarak en Lorien situado dentro de los límites de la ciudad; si
me hubieran asignado a uno, ése hubiera sido mi primera elección. Observé a los
kabarakianos madrugadores que cuidaban de su tierra vestidos con sus sedas rojas y
amuletos ceremoniales, mientras nuestro huevo los pasaba zumbando, sin que ellos se
inmutaran por otra intrusión rutinaria de la ADL.
Era curioso pensar que hacía solo unas semanas estuve depresivo y atemorizado
por la idea de trabajar en un Kabarak. Después de mi paso por la academia, no parecía
una mala forma de vivir. Por otra parte, tal vez estaba celoso de sus ropas: me veía
mejor con rojo que con verde.
El huevo cruzó el margen occidental de Alwon y ganó velocidad al pasar por las
zonas industriales despobladas del lado este de la ciudad, en su curso hacia el centro,
kilómetros por delante. Las Torres de Elkin brillaban intensamente con los soles de la
mañana. Me di cuenta de que nunca había visto el centro de la ciudad desde esta
distancia y ángulo en particular. Tal vez era nostalgia, o añoranza, pero se veía más
hermosa que nunca. Entonces, más allá de las torres, vi algo extraño.
A lo lejos, entre las torres en el horizonte, vi una enorme columna de luz violeta que
salía proyectada hasta las nubes. Era una mañana brillante y, sin embargo, los rayos de
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los soles no podían hacer nada para disminuir la densidad de borde sólido y casi
tangible de la luz. Era asombroso.
―El Cuarto de Luna es en tres días ―dijo Rapp, sin apenas mirar la luz.
De acuerdo con nuestra leyenda, el día que los primeros ancianos encontraron las
Piedras Fénix había un cuarto de luna en el cielo y, a lo largo de los años, se había
desarrollado una festividad ante la aparición del cuarto de luna en el cielo. En la
ciudad, en los asentamientos a las afueras y en los Kabaraks, la gente festejaba hasta la
madrugada, bailaba, se reunía en torno a fogatas y encendía fuegos artificiales,
celebrando el milagro de la regeneración de nuestro planeta. El gobierno de la ciudad
o el Consejo de Ancianos a menudo disponían monumentos temporales y exhibiciones
de luz, llamadas Heraldos, para conmemorar nuestra historia y para celebrar el
advenimiento del Cuarto de Luna.
Este era el Heraldo más grande y más elaborado que jamás había visto, tan alto y
majestuoso que probablemente se veía desde muy lejos en la ciudad… si es
resplandecía desde la ciudad. Era un poco raro, pero le quité importancia. Si había
algo en que los lorienses (sin mencionar a nuestros ancianos) éramos buenos, era en
pensar nuevas formas de celebrar lo grandiosos que somos.
Personalmente, me parecía que los ancianos debían ocupar su tiempo y sus poderes 33
en cosas mejores, pero, ¿quién era yo para cuestionar su sabiduría ancestral?

Cuando el huevo finalmente se detuvo en una esquina de los límites del Parque
Eilon, sentí una punzada de sorpresa.
―Espera un minuto ―dije, girándome lentamente hacia Rapp―. ¿Aquí es donde
haremos el mantenimiento de la red?
Rapp me miró como si estuviera loco.
―Sí, claro ―respondió―. Te dije que íbamos al centro de la ciudad. ¿Por qué?
―Porque ―dije―, ahí está Kora. ―Señalé hacia una puerta mediocre en el lateral
de un edificio grande―. Ésa es la entrada trasera.
―¿Ése es el club del que has estado hablando todo este tiempo? ―Rapp abrió la
puerta y se bajó del huevo―. Tengo que decirlo, amigo, me había imaginado algo
como, no sé, más elegante o lo que sea. Eso parece un almacén grande y sucio.
Fruncí el ceño mientras le seguía.
―Es la puerta trasera ―le dije―. De todos modos, se supone que no tiene que
parecer especial desde el exterior, eso hace que sea único cuando ves el interior.
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Rapp ladeó la cabeza, me miró con curiosidad y se encogió de hombros, como si


dijera «si tú lo dices», y se dirigió hacia un poste que se alzaba por sobre la pendiente
del fondo de la colina Eilon.
Antes de haber aprendido a manipular mi pulsera de identificación, Kora era el
único lugar al que había podido ir a bailar y a pasar el rato por la noche, cuando mis
padres estaban fuera de la ciudad. No era tan genial como el Chimæra, y la música, en
realidad, era mala la mayor parte del tiempo, además siempre apestaba un poco. Pero
debido a que no servían tragos, no había restricción de edad para entrar. Aceptaba lo
que podía.
Sin embargo, ahora habría dado lo que fuera por regresar a Kora, incluso con la
música mala y el olor apestoso. De pronto, eché de menos ese olor.
Ahora me encontraba afuera con una túnica verde, fea y arrugada y, bueno, no
había nada que pudiera hacer al respecto. Arrastré los pies hacia Rapp, que ya había
usado un arnés para elevarse un tercio del poste hasta el panel de control de la red, y
me preparé para izarme junto a él. Al menos allí nadie podría reconocerme con mi
túnica.
Antes de que pudiera comenzar mi ascenso, Rapp me llamó.
―Esta no está demasiado mal, parece trabajo para uno. Le dije a Orkun que podría 34
arreglármelas solo, pero todavía no confía en mí.
Me molestó. No es que me gustara la idea de subir con un arnés para jugar con un
montón de cables durante horas, pero al menos era hacer algo.
―Entonces ¿qué? ¿Se supone que tengo que quedarme aquí y verte trabajar?
Rapp, ya enfrascado en la ejecución de los diagnósticos del panel de control, suspiró
y me miró.
―Si quieres ayudar, ve a revisar la siguiente parcela de nuestra lista. Al Sector Dos
noventa y siente se puede ir caminando, pero si te da pereza, puedes programar el
huevo y nos veremos allí. ―Rapp volvió a su trabajo.
Era como si Rapp estuviera intentando burlarse de mí. Él sabía que nunca antes
había realizado el mantenimiento y que no tenía ni idea de cómo comenzar. Me estaba
forzando a pedirle ayuda. Tal vez me conocía mejor de lo que había creído, pues si hay
algo que odio, es pedir ayuda.
―Rapp, sabes que nunca antes he hecho esto.
―Orkun trató cada paso a seguir hace apenas dos días en clase.
¿En serio? Sinceramente, no me acordaba de eso.
―Supongo que me lo perdí ―admití.
―Estaba en las tareas también. Oh, espera… nunca haces las tareas.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Por un segundo, pensé que de verdad estaba molesto, pero luego comenzó a reír y
me lanzó la llave del huevo.
―El kit de repuesto están detrás del asiento del pasajero. El equipo es
comprensible, pero si te confundes puedes presionar el botón de ayuda para que te lo
explique. ―Volvió a su trabajo―. Confía en mí, no es tan difícil. Si pudiste engañar al
escáner de la puerta del Chimæra, lo entenderás todo en poco tiempo.
Subí la colina Eilon con el kit a la espalda y el dispositivo de información en la
mano, que era un pequeño dispositivo cuadrado que podía determinar mi localización
exacta en la ciudad y también me permitía comunicarme con Rapp, o incluso con
algún otro cêpan de la academia, si fuera necesario.
Aunque conocía esta zona como la palma de mi mano, nunca me había preocupado
por aprender las coordenadas oficiales de la ciudad. Al cruzar la colina y entrar al
distrito comercial del Parque Eilon, el dispositivo de información me indicó que había
llegado al Sector 302, al que la mayoría de la gente llamaba la Medialuna, debido a la
forma curva que tenía la calle principal.
Miré el dispositivo con una extraña fascinación, mientas todos los barrios que solía
frecuentar (el Pozo, Arcadia), se convertían en números munis en mi pantalla: 282, 309,
299. 35
Por fin llegué al 297. Al levantar la vista del localizador, me di cuenta con un
sobresalto de que estaba fuera del Chimæra. Suspiré y traté de no pensar demasiado
en ello. No importaba fuera de qué edificio estuviera, no estaba aquí para entrar; no
podía entrar.
Estaba aquí para subir a un poste.
Así que me puse el arnés y comencé a subir. Cuando llegué arriba, miré hacia el
horizonte. Desde aquí la columna de luz que Rapp y yo habíamos visto parecía aún
más impresionante. Bien, tal vez impresionante no era la palabra más adecuada. En
realidad, era espeluznante. Vibraba y pulsaba de una forma que no parecía de este
mundo. Y era difícil decir de dónde provenía; podría ser desde el bloque de al lado o a
cien kilómetros. No era como nada que hubiera visto antes en la celebración del
Cuarto de Luna.
No era asunto mío, estaba aquí para trabajar en la red, así que abrí la parte frontal
del panel de control y encontré un teclado escondido dentro de un denso nido de
cables de colores superpuestos.
Suspiré de nuevo, un suspiro mucho más largo que el anterior.
Esto iba a llevarme tiempo.
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Estaba terminando la mañana, probablemente la única vez del día en que el club no
estaba lleno a reventar. La entrada al Chimæra todavía estaba tranquila, pero sabía
que en unas horas habría una multitud.
Me pregunté por un segundo qué pensarían mis viejos amigos si se tropezaran
conmigo, y entonces me di cuenta de que probablemente ni siquiera me reconocerían.
Para ellos, ahora, era solo un chico vestido con una túnica verde.
El trabajo era sorprendentemente absorbente. Comencé a ejecutar diagnósticos
automatizados en cables individuales para comprobar si debía reemplazarlos. El único
problema era averiguar cuál cable era cuál. Todos estaban numerados y los cables
dañados tenían que ser retirados y reemplazados dentro de una secuencia correcta
para no dañar la pieza entera de la red; pero como había dicho Rapp, el sistema de
ayuda que venía con el kit me proporcionaba instrucciones muy útiles cuando estaba
confundido o cuando tenía problemas para identificar con la vista los cables dañados.
Había pasado semanas desde que había jugueteado con la tecnología de mi pulsera
de identificación, y había olvidado lo mucho que extrañaba este tipo de arreglos, y
también había olvidado lo bueno que era en esto, en mi breve estadía en la ADL. Me
gustaba que se pudiera dar un paso a la vez, que todas las piezas encajaran como un
rompecabezas, que incluso aunque no tuvieras ni idea de qué estabas haciendo, 36
pudieras entenderlo, siempre y cuando te las arreglaras con los principios básicos.
En poco tiempo, dejé de utilizar el sistema de ayuda; identificaba las conexiones de
los cables sin ningún problema y los ajustaba fácilmente, más que nada por instinto.
Nunca le había dado demasiada importancia a la red o a la función vital que daba a
la ciudad. Además de usar sensores sofisticados para monitorear y registrar las ideas y
venidas de Ciudad Capital, recopilar información para los munis sobre el flujo de
personas y productos (para que todo funcionara sin problemas, perfectamente), la
función menos conocida de la red era la de proteger. Los postes simples, tan
omnipresentes que ahora apenas los notaba, en realidad extendían un entramado
invisible de escudos defensivos y de sistemas de contraataque por sobre la línea del
horizonte. La razón de la instalación de la red cientos de años atrás, fue que la ciudad
tenía la mayor densidad de población de nuestro planeta y era el hogar de la mayor
parte de los miembros importantes de Lorien, además de ser el eje central de la
información valiosa y los sistemas de comunicación. Cualquier enemigo que planeara
atacar Lorien, probablemente haría de la ciudad su primer objetivo.
Seguía sin creer que eso fuera a ocurrir, pero también tenía que admitir a
regañadientes que la red era bastante genial. Qué lástima que fuera básicamente inútil.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Mientras trabajaba con una facilidad casi inconsciente, contemplé la red con interés
renovado. Uno de cada cuatro cables necesitaba reemplazo, lo cual me pareció extraño.
Revisé mi kit para comprobar la fecha de mantenimiento anterior de este poste y me
sorprendió descubrir que había sido solo hacía un par de semanas. Estos cables se
estaban gastando a un ritmo acelerado.
De todos los cables que estaba utilizando había muy pocos repuestos (cada cable
servía para una única función) y una gran parte de ellos estaba en mal estado, lo que
significaba que este poste probablemente estaba averiado. Si entendía bien la
naturaleza del escudo defensivo de la red, eso significaba que toda la zona de los
alrededores era vulnerable a los ataques. Pero ¿por qué, si acababan de repararla? Me
pregunté si el panel de control tenía un problema técnico especial que les provocaba
cortocircuito a los cables a mayor rapidez.
Avivado por la curiosidad, me apresuré con el trabajo, deseoso de volver junto a
Rapp y preguntarle si había visto algo similar en los postes que había reparado. Quería
saber si esto era una casualidad o si el problema era mayor.
No es que me importara.
―¿Qué es eso? ¿Un hombre con vestido?
Estaba tan absorto en mi trabajo, que la voz inesperada hizo que el corazón se me 37
saliera por la boca. Sabía exactamente quién era sin necesidad de mirar hacia abajo.
Miré hacia abajo de todos modos.
Había reemplazado la peluca de blanco eléctrico por una morena estilo pageboy y
llevaba un sencillo vestido rojo, de falda corta y acampanada. El vestido y el cabello
los tenía cubiertos de lunares blancos e irregulares.
No sabía cómo era posible ponerse lunares blancos en el pelo. ¿Era otro de los
legados de Devektra? Honestamente, con ella nada podía sorprenderme.
―Hola ―la saludé. La palabra salió de mi boca como un graznido.
Ella me miró con una sonrisa de labios fruncidos, mientras se protegía los ojos del
sol.
―Nunca se me ocurrió que fueras del tipo de aprendiz de munis.
―ADL, en realidad ―aclaré, decidido a ocultar mi vergüenza―. Aprendiz de
ingeniería. ―Entonces, al darme cuenta de lo idiota que sonaba, añadí―: Solo entré
por la túnica.
Ella soltó una genuina risa cantarina.
―En realidad, no te ves demasiado mal ―admitió―. Simplemente no entiendo por
qué los chicos usan esos pantalones de pijama debajo. ¿Para qué usan vestido si no van
a mostrar las piernas?
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―No dirías eso si hubieras visto mis piernas ―dije y regresé al trabajo. Hoy no
estaba de humor para que la chica más sexy del mundo se burlara de mí.
Sin embargo, para mi sorpresa, Devektra no se fue.
―¿Qué estás haciendo ahí arriba, exactamente? ―preguntó―. Siempre me he
preguntado para qué son los postes.
―Es la red. ―No quería seguirle la corriente a su actitud boba. Todos sabían lo que
era la red, aunque a la mayoría no le importara.
―La red ―repitió―. Así que ¿supongo que eres de los que creen en todo eso?
―¿Qué quieres decir con «todo eso»?
―La profecía de los grandes ancianos, la amenaza a Lorien, la eterna vigilancia, bla,
bla, bla. ¡Los alienígenas van a visitarnos mañana y nos llevarán a todos a su planeta
para limpiar sus baños a menos que arregles esa caja en este mismo instante!
Lo pensé por un segundo. No, no era de esas personas. Obviamente. A pesar de que
era lo que le había estado diciendo a Rapp toda la semana, me sorprendí al oponerme
a su interpretación. En lugar de reírme con ella, me mordí la lengua, reemplacé el
último cable defectuoso y cerré el panel de control antes de prepararme para el
descenso hacia el suelo.
Devektra no hizo ademán de marcharse. 38
―¿No tienes ningún espectáculo para el que prepararte? ―pregunté.
―No ―contestó ella; se apoyó contra la puerta y me miró con una sonrisa tenaz y
misteriosa―. Vine aquí para una prueba. No voy a volver a tocar hasta el Cuarto de
Luna.
―Ah ―dije, lanzándome el kit al hombro.
―Deberías venir.
Levanté la vista, sorprendido por la oferta y preguntándome si estaba tomándome el
pelo. Se había estado burlando de mi todo este tiempo, ¿no?
Su sonrisa se ensanchó. Era como si supiera el efecto que me provocaba. «Por
supuesto que sabe ―recordé, dándome patadas mentales―. Me puede leer la mente».
Ella me guiñó un ojo, se volvió y se alejó sin decir palabra, y yo me quedé colgado
torpemente de mi poste.
Incluso si Devektra hablaba en serio, cosa de la que no estaba seguro (leer las
mentes debe tener sus ventajas), no había manera de que pudiera aceptar su
invitación. Por una parte, porque no se me permitía salir del campus de la ADL por la
noche, y también porque no sería capaz de entrar al Chimæra después del desastre de
la última vez.
Por supuesto, Devektra sabía todas esas cosas. Casi creí que hablaba en serio.
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Capítulo 7
Traducido por Ximena30
Corregido por Pamee

Cuando llegué a la base de la colina Eilon, encontré a Rapp hablando muy


seriamente con un cêpan mentor que no había visto antes.
―Este es Daxin. ―Me lo presentó Rapp cuando me acerqué. Aunque el tipo no
parecía muy interesado en conocerme, extendí la mano para saludarlo de todas
formas. Él la ignoró.
―Necesito usar su transporte lo que queda del día ―dijo Daxin―. Me ha surgido
algo y no tengo tiempo para volver a la ADL.
―Claro, llévatelo ―le dije, encogiéndome de hombros―. Terminaremos el
mantenimiento de la red a pie y luego caminaremos de regreso. ―Me molestaba la
idea de una larga caminata a la academia, pero no iba a dejar que lo vieran.
―No puede llevarse el huevo sin uno de nosotros ―explicó Rapp―. Somos los
programados en el manifiesto de hoy, por lo que no andará a menos que uno de los
dos esté al volante. 39
Al parecer, Daxin sintió que la situación estaba lo suficientemente explicada,
porque se dirigió al huevo y se subió al asiento del pasajero. Rapp pareció darse
cuenta de mi confusión.
―Te ofrecí como voluntario para acompañarlo.
―¿Por qué yo y no tú? ―No lo admitiría ante Rapp, pero estaba fastidiado; de
verdad había empezado a disfrutar de mi trabajo reparando la red.
―Porque todavía tenemos cinco sectores y ocho parcelas que cubrir, y mi promedio
de finalización es más rápido que el tuyo.
―No, yo hice uno y tu hiciste uno… ―negué.
Rapp me interrumpió.
―He hecho tres. Solo volví a buscar el huevo y fue entonces cuando vi a Daxin.
¿Había terminado tres? ¿De verdad era tan lento? Tendría que empezar a prestar
atención en clases si no quería parecer un idiota.
―De esta forma aún tendremos posibilidades de terminar la lista al final del día.
―Está bien ―dije, sintiéndome extrañamente decepcionado.
―Habrá otros días para hacerle mantenimiento a la red ―me consoló Rapp.
―Sí ―le dije―. Lo sé. La próxima vez seré más rápido.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Lo dejé y subí al huevo. Ya lo había conducido por el campus de la ADL, pero esta
era la primera vez que lo manejaba en realidad, y sentí una curiosa oleada de emoción.
Quiero decir, pilotearlo no es la gran cosa, dado que hace casi todo el trabajo por su
cuenta, pero de todas formas es emocionante. Es un gran huevo volador, por supuesto
que es divertido.
Las puertas se cerraron con un silbido. Solo cuando estuve sentado me di cuenta de
la actitud extraña de Daxin; se veía desesperado e inquieto, y estoy bastante seguro de
que tenía la frente perlada de sudor.
―¿A dónde? ―le pregunté.
―Vamos al oeste del Kabarak malkano ―contestó―. Le puedes indicar al huevo
que se detenga allí, luego caminaremos.
Le dije nuestras coordenadas al receptor y el huevo despegó. Aceleró una vez que
llegó a los límites de la ciudad.
Desconcertado por la forma en Daxin se golpeaba la pierna y miraba de reojo a su
alrededor con nerviosismo, me quedé mirando fijamente el paisaje que pasaba
zumbando, sin hablar. Las polvorientas llanuras que circundaban la ciudad dieron
paso a la vegetación cada vez más exuberante del resto de Lorien. Había pasado tan
poco tiempo fuera de la ciudad que fue un shock recordar lo verde que era la gran 40
mayoría de nuestro planeta. La columna de luz violeta se seguía viendo sobre las
copas de los árboles.
―Los ancianos lo dieron todo este año ―comenté, tratando inútilmente de hacer
conversación con Daxin. Él no respondió―. ¿El Heraldo? ―pregunté, señalando por la
ventana―. Prepararlo debió haberles tomado por lo menos un mes.
Daxin se removió inquieto en su asiento, evitando mi mirada.
―Sí ―contestó.
―¿Qué? ―le pregunté. No me gustaba la vibra que transmitía, y ni siquiera lo
conocía, pero Rapp sabía quién era, así que no tenía ninguna razón para no confiar en
este tipo.
―Nada ―respondió―. Simplemente no sabemos si es un Heraldo.
Misterioso y ominoso. Genial.
―¿Qué dices? ―presioné.
―Los ancianos han estado fuera del planeta por un tiempo, y no se han
comunicado en los últimos días.
No entendía qué quería decir.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Sí, pero eso no es nada, ¿verdad? Creía que estaban fuera del planeta mucho
tiempo. ¿Acaso no pasan mucho tiempo haciendo cosas de ancianos que nosotros
nunca podríamos entender?
―Seguro ―replicó, pero parecía escéptico. Entonces se me ocurrió algo.
―¿Esto tiene algo que ver con que hoy cancelaran mi clase de ingeniería?
Daxin me miró de nuevo. Había adivinado bien.
―Orkun y unos pocos miembros del consejo viajaron a la columna ―admitió―.
Para investigar. Probablemente no sea nada.
―¿Por qué estás tan preocupado? Si la luz no es un Heraldo, ¿qué crees que sea?
―Mira, no te preocupes por eso, ¿de acuerdo? Es solo que ha sido un largo día.
Me hundí de nuevo en el asiento, un poco molesto. Hacía apenas unos días no me
habían importado las idas y venidas de los miembros del consejo, de los cêpan
mentores y de las otras figuras de la ADL, pero ahora que realmente mostraba algo de
curiosidad me decían que me ocupara de mis asuntos. Era frustrante.
El huevo despejó un terreno particularmente denso de bosque, y se detuvo al borde
del Kabarak malkano. Daxin bajó inmediatamente y se alejó de la cerca perimetral y
del asentamiento.
Troté para mantener el ritmo. 41
―¿Por qué caminamos? ¿Por qué no introdujimos las coordenadas desde un
principio, si sabías a dónde íbamos?
Daxin respondió sin detenerse.
―Estoy aquí para conocer a un garde. Mi garde.
Ah. Si a Daxin lo acababan de ascender a cêpan mentor, entonces tal vez su
comportamiento se podía interpretar como meros nervios. La primera reunión de un
cêpan mentor con su garde es importante. El vínculo entre el cêpan mentor y su
aprendiz garde se considera casi sagrado, casi tan fuerte como la unión entre un padre
y su hijo. Y ese vínculo dura toda la vida, incluso después de que el garde haya
crecido y ya no esté bajo el cuidado directo de su cêpan. Sin duda podía volver casi
loco a una persona conocer a alguien con quien vas a tener ese tipo de relación.
Daxin siguió hablando mientras caminábamos por un sendero.
―Al garde lo crio su abuelo y el abuelo vive tan lejos de la ciudad por una razón.
Odia la tecnología, las naves con súper velocidades. Ya sabes, todavía le gusta hacer
las cosas a la antigua. No quería tomarlo desprevenido con el sonido del motor.
Poco a poco, apareció pequeña choza más adelante, seguida de una forma que se
aproximaba corriendo rápidamente hacia nosotros.
Una chimæra.
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Antes de que supiera lo que estaba pasando, la chimæra saltó sobre mí y me hizo
caer de espaldas.
La chimæra había tomado la forma de una especie de perro sonriente, bastante
grande. Sacó su enorme y áspera lengua de perro y me lamió todo el rostro. En
cuestión de segundos, estaba empapado.
Las chimæras son bastante comunes en Lorien, pero la mayoría se encuentran fuera
de la ciudad. Una de esas criaturas no me había lengüeteado desde que era pequeño, y
no lo había disfrutado ni siquiera entonces.
―¡Byscoe! ¡Byscoe! ¡Abajo! ―El animal respondió inmediatamente al sonido de la
voz de su dueño, se bajó obedientemente y luego corrió por el camino, hacia donde
venía la voz.
Daxin me dirigió una mirada irónica mientras me ponía de pie y me sacudía la
ropa. Un momento después, Byscoe volvió a nosotros con su amo, un niñito muy
sonriente, vestido con el característico traje ajustado de los garde.
El niño tenía la piel y el cabello sucios, cubiertos de polvo rojo, por lo que el blanco
de sus ojos y dientes resplandecían contra la máscara sucia de su cara. Agarró un
mechón de las greñas de Byscoe y se subió sobre la chimæra, sin mostrar temor
alguno. Un montón de gente en el campo era así con los animales, al haberse criado 42
con ellos, pero yo seguía pensando que era raro. Incluso cuando asumían formas
lindas y adorables, era difícil olvidar exactamente lo poderosos que eran en realidad.
―Hola ―saludó el chico.
―Hola ―contestó Daxin con torpeza. Me di cuenta de que no sabía qué hacer.
En ese momento, un hombre fornido salió de la cabaña y se dirigió hacia nosotros,
sin ninguna prisa. No estaba tan sucio como el muchacho, llevaba pantalones sueltos
de tela, y algunos collares ceremoniales. Tenía la piel curtida, seca y agrietada por el
viento.
―Hola ―nos gritó a unos pocos pasos de distancia―. ¿Puedo ayudarlos en algo?
Daxin habló.
―Sí. Somos del Consejo de Defensa de Lorien. He sido seleccionado como mentor
de su nieto.
El hombre ladeó la cabeza.
―Un poco precipitado. El chico tiene unos pocos años para el servicio en la ADL.
―¿Abuelo? ―preguntó el muchacho, aún sobre la chimæra. El abuelo mantuvo los
ojos en Daxin e ignoró al niño.
Daxin parecía nervioso mientras buscaba a tientas algo dentro de los pliegues de su
túnica.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―No necesitamos nada de usted por el momento, salvo su consentimiento para


darle esto al niño. ―Sacó una pulsera de su túnica, muy parecida a la pulsera de
identificación del gobierno que había hackeado hace unas semanas, pero más
grande―. Un nuevo protocolo de seguridad, nada más.
No tenía ni idea de qué hablaba, pues los protocolos entre los garde y sus mentores
eran algo que no había estudiado, pero me imaginé que el CDL le estaba haciendo
algún tipo de seguimiento al joven garde.
El abuelo del muchacho parecía reacio, pero el chico se lanzó al ataque aún sobre
Byscoe y le arrebató la pulsera a Daxin de la mano derecha; gritó triunfante desde
encima de su chimæra, se deslizó la pulsera hasta el codo, y luego salió despedido por
el camino, levantando una nube de polvo rojo a su paso.
―Es un chico de espíritu ―dijo el abuelo del niño. Lo dijo con un poco de tristeza,
pero no sabría decir por qué.
―Debe llevar puesta la pulsera en todo momento. ―Daxin parecía ansioso por ello
y pude ver su preocupación. Para el niño una cosa era usar la pulsera por diversión,
como parte de un juego, otra cosa muy distinta era asegurarse de que la siguiera
usando. Daxin necesitaba al abuelo para esto―. Es urgente.
―Entiendo ―dijo el hombre, pero por como sonaba, parecía que no. 43
Unos minutos más tarde, estábamos de regreso en el huevo, de vuelta en nuestros
asientos. Esperé a que Daxin me diera nuestra siguiente serie de coordenadas. El día
había sido demasiado largo ya, sin mencionar extraño, y de verdad quería regresar a la
academia.
Pero por el momento, Daxin estaba silencioso.
―¿Y bien? ―pregunté al fin―. ¿Vamos a casa o qué?
Antes de que pudiera contestar, el dispositivo de Daxin sonó, y miró hacia abajo
para leer lo que decía. Hizo una mueca y se volvió hacia mí.
―Hazme un favor―pidió, extendiendo la muñeca―. El último paso: tengo que
sincronizar mi pulsera con la que le acabo de dar al niño.
Tomé la muñeca de Daxin y miré la pulsera metálica que se la envolvía. La mayoría
de las pulseras de identificación eran solo eso: simples pulseras con circuitos por
dentro, por lo que casi parecía una joya corriente. La de Daxin era diferente. Tenía una
pequeña interfaz digital con un par de botones.
―Solo tienes que mantener pulsado el botón negro mientras yo inicio la
sincronización.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Mientras yo mantenía pulsado el botón, él empezó a introducir comandos en su


dispositivo de comunicación, los cuales seguramente se retransmitían a la pulsera de
identificación.
―Cómo pesa ―comenté.
―Ni que lo digas ―dijo Daxin, mientras continuaba tecleando―. Desde que tengo
esta pulsera de identificación y localización actualizada, tengo que quitármela todas
las noches porque es demasiado grande y pesada para dormir con ella.
Miré la pulsera en la muñeca de Daxin desde una nueva perspectiva. No era solo un
identificador, o un localizador. Era una llave

Esa noche me tumbé en mi litera antes de la cena para procesar los eventos del día.
No podía negar que el lugar empezaba a meterse bajo mi piel. Un mes antes, no me
hubiera importado que la red estuviera en mal estado. Ya que estamos, hace un mes a
duras penas sabía lo que era la red.
Pero esta mañana, cuando Devektra me llamó una de «esas personas», yo no la
había corregido. De hecho, me había sentido casi insultado. Supongo que este lugar
me estaba contagiando.
No puedo decir que me gustara. Se suponía que era el tipo de persona que hacía 44
mis cosas y tenía mis opiniones, no era de los que me unía al montón. No se suponía
que las cosas tuvieran que contagiarme.
―Buen trabajo hoy ―me felicitó Rapp al aparecer por la habitación para tomar un
par de libros de su escritorio antes de la cena.
―Estuve lento ―le dije―. La próxima vez lo haré mejor.
Rapp sacudió la cabeza como si no pudiera creerme.
―Oh, como sea ―exclamó―. Actúas como si no te importara, y luego vas y te
pones todo competitivo. ¿Cómo fueron las cosas con Daxin?
―Bien ―contesté. Una parte de mí quería descargarse con Rapp, contarle lo extraña
que había sido la tarde, pero algo hizo que me contuviera―. ¿Cómo estuvo el resto de
mantenimiento?
―Uno de cada tres parcelas en las que trabajé, estaba dañada. Nunca antes la había
visto tan mal.
Eso me hizo reaccionar. Él también notado el evidente porcentaje de averías.
―¿Vas a hacer algo al respecto? ―le pregunté, tratando de sonar más neutral de lo
que me sentía.
―¿Cómo qué? Lo puse en mi informe de trabajo. La academia lo sabe, el consejo lo
sabe. Es el resto del planeta el que está decidido a no hacer nada. Los kabarakianos no
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

ven el valor en un sistema de defensa que solo cubre la ciudad y deja a los demás
expuestos, y la mitad de la ciudad piensa que todos estamos haciendo esto para
divertirnos. Me parece recordar que tú eres una de esas personas, ¿cierto?
Le resté importancia.
―Si vamos a hacerlo, podríamos hacerlo bien, ¿verdad? De lo contrario, todo esto
de verdad es un desperdicio.
Rapp salió de la habitación para cenar, pero yo me quedé pensando en el concierto
del Cuarto de Luna, en el Chimæra, y en la pulsera de identificación de Daxin junto a
su cama, lista para que cualquiera la tomara.
Pensé en Devektra, y supe lo que necesitaba para ordenar mis ideas: una fiesta.

45
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 8
Traducido por Ann Dawn

Conforme se iba acercando el Cuarto de Luna, casi comenzaba a disfrutar mi


estadía en la academia. Seguía sin haber sido mi primera opción, pero por lo menos ya
me estaba acostumbrando. Una vez que dejé de hacerme el tonto en las clases de
ingeniería, en realidad eran algo divertidas. Y aunque no estaba seguro de cuándo
había sucedido, me estaba dando cuenta de que Rapp y yo éramos algo como amigos.
Seguía odiando las túnicas y la seriedad con la que todos se tomaban lo que hacían
por aquí, pero ahora lo entendía: tienes que creer en algo.
Todavía me sentía atrapado, pero no como si fuera a ser para siempre y eso era
porque finalmente tenía algo que esperar: el concierto de Devektra en el Chimæra. Iba
a deshacerme de la túnica horrible, saldría de la academia y entraría al club a
escondidas.
Sí, sabía que si me atrapaban ninguna de mis habilidades técnicas y ninguna
cantidad de humillación me salvaría de un destino peor que el Kabarak. También
sabía que, en realidad, Devektra no me había invitado.
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Nada de esto importaba, en primer lugar porque no me iban a atrapar y segundo,
porque no importaba si Devektra había sido completamente sincera, porque me había
invitado sabiendo que no había forma de que pudiera ir. Me imaginé que si lograba lo
imposible, Devektra estaría impresionada.
Era una gran misión, pero estaba a la altura. Planear todo había sido mi principal
entretenimiento desde que regresé del viaje con Daxin. Incluso había logrado apagar la
constante preocupación de que había algo no veía por aquí, de que algo no estaba del
todo bien.
Lo primero que había hecho era investigar qué tal era la seguridad nocturna en la
academia. No fue difícil, porque resultó que básicamente no había. Los estudiantes no
tenían permitido abandonar los terrenos una vez que hubiera oscurecido, pero todos
los estudiantes de aquí eran tan aburridos y comprometidos, que nadie se preocupaba
de hacer cumplir la regla.
No había guardias de seguridad, cámaras, sensores de movimiento, ni nada. No lo
anuncian exactamente, pero técnicamente todo era un sistema de honor.
La parte más complicada de mi plan sería Daxin. Lo había espiado por un tiempo, y
había descubierto que tenía un dormitorio individual al final del pasillo, y el hábito de
irse a la cama temprano. Me preocupaba levemente que Daxin, como cêpan mentor,
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pudiera tener el privilegio de una cerradura en su dormitorio. Pero la noche anterior al


Cuarto de Luna, me escapé de mi habitación, me deslicé por el pasillo, y en silencio
traté de girar la perilla de su habitación, que lo hizo sin ninguna resistencia.
Después de escuchar sus ronquidos, entré a la habitación y me acerqué a la cama de
Daxin. Ahí estaba su pulsera de identificación, junto a su almohada, y él estaba
acurrucado a su lado, ajeno a mi presencia. Esto iba a ser demasiado fácil.
La noche siguiente, entraría a escondidas para tomar la pulsera de identificación,
requisaría el huevo desde el hangar de transporte (ya había programado el tiempo y
las coordenadas de mi partida) y me dirigiría al Chimæra para la presentación de
Devektra. Luego volvería, regresaría el huevo al hangar, regresaría la pulsera de
identificación de Daxin a su almohada, y nadie sabría de mi ausencia.
Entrar a escondidas, conspirar, crear intrigas: sería igual que en los viejos tiempos.
El sábado de Cuarto de Luna fue el mejor día, medio día de clases seguido por un
rápido entrenamiento en el gimnasio y una cena temprana en la cafetería. Un profesor
había autorizado que a la hora de la comida se proyectara una transmisión de
entretenimiento del planeta Tierra, interceptada vía satélite.
En general podía ser un lugar horrible en el que vivir, pero de seguro sabían hacer
un buen entretenimiento visual. Aunque la transmisión era solo un video, ya había 47
visto unas cuantas intercepciones de la Tierra, y no tuve ningún problema en seguir la
historia. En realidad no era tan complicada. Para nada. Un hombre bien vestido que
viajaba por el mundo, salía con mujeres hermosas, recuperaba objetos valiosos,
mientras perseguía, o lo perseguían, los tipos malos.
Mientras veía la película pensé «algún día quiero ser como él.»
Pero luego, al dar otro bocado de mi postre, me di cuenta de que ya lo era.

El huevo era como un sueño.


A pesar de su nombre tonto, era una máquina elegante y sexy, especialmente detrás
del volante, no tan diferente a los transportes de la película terrícola que había visto
antes ese mismo día.
Había pre-programado mi viaje para que comenzara a mi orden, pero una vez que
estuve dentro del vehículo, se me ocurrió que podría crear un registro potencialmente
incriminatorio de mi ruta, así que una vez que hube arrancado el motor, borré la ruta
pre-programada, y comencé mi viaje a la capital manualmente.
Luego de salir zumbando del hangar y atravesar el Kabarak Alwon, me sentí
agradecido agradecido por esa decisión: manejar el huevo era mucho más divertido
que quedarse sentado y dejar que el vehículo hiciera todo el trabajo.
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Mientras que el campus de la ADL era silencioso a esa hora (como en cualquier otra
hora, en realidad) el Kabarak estaba en pleno apogeo de las festividades del Cuarto de
Luna al pasar por ahí. Habían soltado a las chimæras de los corrales y retozaban en
libertad, mientras los kabarakianos, reunidos entorno a las fogatas en medio de la
oscuridad, bailaban, reían y lanzaban fuegos artificiales y bengalas.
Sabía que a mis espaldas, desde Alwon a Tarakas, desde Deloon a los territorios
exteriores, la gente estaría celebrando hasta el amanecer. Pero las imágenes y los
sonidos de las celebraciones disminuyeron cuando crucé la frontera de la ciudad,
donde la festividad del Cuarto de Luna se observaba con menos entusiasmo.
Con una mano en el volante, me quité la túnica y la dejé en el asiento del copiloto,
revelando mi camiseta de contrabando de Kalvaka que llevaba de bajo. Seguía usando
lo que Devektra había llamado pantalones de pijama, pero sin la túnica no estaban tan
mal. El bulto en mi muñeca de la pulsera de identificación de Daxin era un notable
contrapunto a mi conjunto.
Con todo y todo, me veía bastante bien. No es que importara realmente cómo me
viera, lo que importaba era que había salido. Mi escape había salido tan bien que casi
me sentía culpable. Había engañado a todos los de la ADL, ninguno tenía ni una sola
razón para sospechar que mi cambio de actitud se debía en gran parte a la 48
planificación y ejecución de este gran truco. Pero antes de que pudiera sucumbir a la
culpa o a los remordimientos, me distraje con las Torres de Elkin en el horizonte, que
estaban iluminados de rosa por la misteriosa columna de luz que tenían detrás. Esta
vez no les presté mucha atención, ya casi llegaba.

En el Chimæra la pulsera de identificación funcionó a las mil maravillas. Nadie me


miró de reojo al entrar. Casi me sentí ofendido, ¿me habían olvidado tan rápido? Tal
vez ya no me reconocían. Me sentía más seguro que nunca, como una persona
completamente diferente a la de solo hace unas semanas que, a la primer señal de
problemas, hubiera tratado de abrirse paso entre la multitud empujando como un niño
asustado. No había pasado mucho tiempo, pero sentía como si hubiera madurado
desde ese entonces.
El club estaba lleno esta noche, casi el doble que la última vez que estuve ahí, lo que
significaba que la presentación de Devektra de hace unas semanas había sido una
sorpresa, pero que el espectáculo del Cuarto de Luna había sido bien anunciado, y
había atraído a una mayor audiencia. Gran parte de los clientes llevaban camisetas
caseras de Devektra. El Chimæra era por mucho el club más grande de todo Lorien, y
ella había lo llenado. Sentí una oleada de orgullo. Había sabido que Devektra era algo
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grande, pero no sabía qué tan grande hasta ahora. Y la conocía, casi podía decir que
éramos amigos.
―Vaya, vaya, vaya. ―Giré y vi a Paxton y Teev; sostenían tragos a medio terminar
y me miraban fijamente con sonrisas divertidas.
―Miren quién no se rinde ―dijo Teev, rodeándome con un brazo como saludo―.
Después de que te atraparon la última vez, pensamos que era la última vez que te
veíamos.
Me encogí de hombros y esbocé mi sonrisa más reservada, y por primera vez, ellos
me miraron como si en realidad estuvieran algo impresionados.
Estaba a darme unas palmaditas en la espalda, cuando oí una voz familiar.
―Alguien me dijo que podrías haber encontrado una forma de entrar.
Me di la vuelta y a mi espalda, con un trago en cada mano estaba Mirkl, la mano
derecha perpetuamente irritada de Devektra. Me miró de arriba abajo con unos ojos
previsiblemente molestos.
―Hola Mirkl ―saludé en el tono más casual que pude pronunciar. Mi corazón me
brincaba en el pecho, sabiendo que si Mirkl me estaba hablando, solo estaba a un paso
de ver a Devektra de nuevo, pero me mantuve calmado por Paxton y Teev. Quería que
pensaran que para mí no era gran cosa dirigirme por el nombre de pila a un miembro 49
principal del séquito de la artista. Los vi de reojo y vi que me miraban atónitos. Misión
cumplida.
―Devektra quiere verte ―dijo.
A pesar de lo bien que habían salido las cosas esta noche, no esperaba que fuera así
de fácil. ¿Cómo había sabido Devektra que estaba aquí siquiera?
Mirkl debió de haber visto la sorpresa en mi rostro.
―Telepatía, ¿recuerdas? Un truco bastante útil. Creo que sabes dónde está el
vestidor. Toma, dáselos a ella ―dijo, me pasó los tragos y comenzó a alejarse.
―¿No vienes? ―le pregunte, de repente nervioso de entrar en el vestidor de
Devektra sin un acompañante. Parecía demasiado bueno para ser verdad, con
Devektra nunca sabías en qué te estabas metiendo.
Mirkl se giró, me miró por encima del hombro y se despidió.
―Estoy en un descanso, esos tragos eran mi último encargo hasta la hora de show.
―Sonrió con ironía―. Es toda tuya.
Y luego desapareció entre la multitud.

Devektra estaba frente a su reflejo, de espaldas de la puerta. Llevaba unos ceñidos


pantalones rojo metálico, y un top de un material de aspecto líquido que nunca antes
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había visto. Su blusa caía en ondulantes cascadas que resaltaban las curvas de su
cuerpo mientras ella de pie y se masajeaba las sienes con los dedos. No reconoció mi
presencia, pero sabía que estaba ahí.
La última vez que había estado en este cuarto había tenido que irrumpir con toda
mi fuerza; esta vez ni siquiera había tenido que golpear la puerta, porque se abrió al
acercarme con los tragos que Mirkl me había dado. De repente, se me ocurrió que tal
vez Devektra había usado su telequinesis para ayudarme a entrar o abrir la puerta la
vez pasada.
Era irónico que me hubiera sentido más cómodo al haber entrado a la fuerza y
estrellarme con un estante de ropa, que ahora que entraba por las buenas. Me quede
ahí a unos pasos de Devektra sintiéndome muy torpe, mientras ella se miraba al espejo
y se masajeaba la frente.
―¿Los trajiste? ―me pregunto sin voltear.
―Sí ―contesté y me acerqué para entregarle una de las bebidas; ella la tomó y la
vació de un trago, extendió la mano por la segunda y la vació de la misma forma.
Seguía sin mirarme.
Cuando arrojó la segunda copa al suelo, entendí cuál era su problema y tuve que
contener la risa. Por una vez, era yo el que sabía lo que ella estaba pensando y no al 50
revés. O por lo menos sabía lo que sentía, no necesitaba ser un telépata para saberlo.
―Vaya, de verdad estás nerviosa ―dije.
―¿Y? ―Por fin desvió su atención del espejo y fijó su mirada en la mía. Me dio una
mirada dura, pero bajo el acero pude ver una pizca de miedo, de vulnerabilidad―.
¿Quién no lo estaría?
―No estabas nerviosa la vez pasada ―señalé―. No sabía que te pusieras nerviosa;
pensaba que era tu especialidad, o algo así.
―La otra vez fue diferente.
―¿Por qué?
―Simplemente lo fue ―contestó―. Era menos gente, no era Cuarto de Luna, solo
fue diferente. Además, hay algo sobre esta noche. No sé. Tengo un mal
presentimiento, creo, eso es todo.
―Solo son los nervios.
―Lo sé, estaré bien.
Entonces fue como si ya no estuviera ahí. Devektra volvió a concentrar en sí misma
mientras se pasaba los dedos por el cabello y con cuidado lo comenzaba a amontonar
de un rizo a la vez en lo alto de la cabeza. Arregló cada uno para que se quedaran
perfectamente en su lugar. Se veía más asustada que nunca.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

No sabía que decir, así que decidí no decir nada, al menos en voz alta.
¿Cómo funciona? ―Pensé―. ¿Puedes oír todo lo que pienso? Qué pasa con la gente de
afuera, ¿puedes oírlos? ¿Puedes oír a todo el planeta?
Los labios de Devektra no se movieron, pero me contestó de todas formas con una
voz que oí en mi cabeza que al mismo tiempo era suya y no lo era.
―Es como estar de pie en medio de un río caudaloso e intentar atrapar miles de
hojas diminutas mientras pasan a gran velocidad junto a ti; puedes atrapar algunas,
pero no la mayoría.
Me invitaste aquí esta noche y me llamaste a este cuarto pero, ¿por qué yo? ―Quise
saber―. ¿Quién soy yo para ti? Tú eres Devektra, yo soy un don nadie con una túnica verde.
―No, eres como yo, eres diferente. Ninguno de los dos encaja en este mundo. Lo
supe tan pronto te conocí; antes de conocerte lo supe. Te sentí la primera noche en la
multitud. Todos los pensamientos de las personas pasaban zumbando junto a mí,
menos los tuyos; tus pensamientos brotaban y yo distinguirlos todos, como si cada
miedo y esperanza fueran para mí. Era como si estuvieras cantando.
Pero ¿qué sobre esta noche? ―Tenía que saber―. ¿Por qué estoy aquí ahora?
―Sabía que me harías sentir menos sola, especialmente esta noche. Siento que va a
suceder algo terrible. 51
Levanté la mirada y vi que Devektra me miraba fijamente a través del espejo. Tenía
una mirada muy extraña: al mismo tiempo se mostraba sorprendida y tranquila. Algo
me decía que nunca había hecho esto antes, que nunca había usado su legado para
hablar con alguien sin necesidad de palabra alguna como ahora.
Supe entonces, sin entender por qué, que ésta podría ser la única oportunidad que
tendría jamás, así que me incline, cerré los ojos y la besé. Sus labios eran suaves y olía
a algo que reconocía, pero que no podía describir, ni siquiera para mí mismo. Sus
labios sabían a algo que hubiera probado en un sueño, en uno de esos sueños que se
olvidan al despertar. Cuando abrí los ojos, ella ya no estaba.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 9
Traducido por Talylak

―Deloon en esta época del año es horrible ―comentó el chico―. No iría ni aunque
me pagaran todo el dinero del mundo.
―No te lo discutiré, hermano ―repliqué, aunque nunca había estado en Deloon;
de verdad no quería discutir.
Estaba en el balcón frente al escenario con Mirkl y el resto de los acompañantes de
Devektra, esperando a que comenzara la presentación. Se había retrasado, pero la
mayor parte del público estaba borracho y no parecían estar impacientes, mucho
menos yo. En lugar de eso, me sentía extraño. Estaba mareado y eufórico. No sabía a
dónde se había ido Devektra después de que me dejara, pero aún después de su
advertencia («va a suceder algo terrible»), no estaba preocupado por ella. Mi cerebro
seguía zumbando, dando brincos y volteretas.
Nuestro beso había sido increíble, pero seguía conmocionado por el entendimiento
telepático que. Al hablar solo con nuestras mentes, nos habíamos comunicado a un
nivel más puro, más real, de lo que hubiera experimentado antes. Ningún beso se
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podría comparar con eso.
Las luces se apagaron finalmente en el club, y al mismo tiempo, apareció una luz en
el escenario que fue tomando forma hasta formar un óvalo de luz cegadora. Cada
persona en el lugar miraba la luz, conteniendo la respiración en anticipación a lo que
pasaría en unos instantes. Luego se produjo un sonido, un sonido finísimo y
desgarradoramente frágil. Parecía venir del centro de la luz. Mientras el sonido crecía
en intensidad y volumen, sin perder su hermosa fragilidad, el disco de luz empezó a
doblarse y girar, como si se quisiera romperse.
¿Dónde estaba Devektra? Sonaba como si estuviera dentro del orbe de luz.
La luz seguía alzándose sobre el escenario, y la voz que estaba en el interior empezó
a elevarse. El orbe detuvo y quedó flotando en el centro exacto del club, a unos metros
de distancia de donde yo estaba al borde del balcón. Era tan brillante que dolía al
mirarlo, pero no podía dejar de hacerlo. El volumen siguió subiendo y subiendo.
Algunas personas de entre el público se taparon los oídos con las manos para cubrirse
de la perforación sónica de Devektra. Pero aun así, nadie se atrevió a alejar la vista del
disco de luz.
Y entonces explotó.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

De repente había luz en todos lados, no había una sola sombra en el club por lo
general sombrío. La gente se dio vuelta, aturdida, y miró a sus compañeros de
concierto con nuevos ojos, cada poro de cada rostro quedó al descubierto, iluminado.
El sonido de la voz de Devektra también explotó, se rompió en cascadas sonidos
tintineantes que se escucharon a igual volumen en cualquier punto del club.
―Ahí está ―dijo una voz en la multitud.
Devektra estaba por encima del público, su público. No en el escenario, si no sobre
la barra cercana a la entrada. Los sonidos tintineantes desaparecieron como el humo.
Había estado dirigiendo la voz para formar ese orbe de luz todo el tiempo, nadie se
había dado cuenta de que estaba en otro lugar.
Era increíble, y apenas estaba comenzando.
Devektra empezó a alejarse de la barra y atravesó la multitud de camino al
escenario. En circunstancias normales, las personas habrían estado gritando, dando
codazos y corriendo para acercársele, pero dieron un paso atrás para dejarla pasar,
aún estupefactos por lo que acababa de suceder.
Comenzó a cantar, sin micrófono, sin amplificador y sin la manipulación de su
legado; simplemente cantó. Nadie en la audiencia se atrevió a emitir sonido
alguno. Su voz era tan clara como una campana. No era uno de sus espectáculos 53
usuales de baile. Era una canción simple, triste. Apenas podía entender sus palabras,
pero sabía que era una canción de amor y pérdida. Devektra llegó al escenario y subió
sin dejar de cantar y sin desafinar. Cuando se giró hacia la audiencia, en sus ojos
brillaban las lágrimas.
Yo estaba absorto. Me preguntaba sobre qué estaba cantando, no pude evitar
preguntarme si cantaba sobre mí.
En realidad, no tenía que preguntármelo: lo sabía. Era sobre mí, pero tampoco lo
era. Cantaba para mí. La tristeza de la canción era más grande que uno o dos lorienses,
era tan grande como el planeta. Era una canción para Lorien.
Estaba tan inmerso, que di un salto cuando algo comenzó a vibrarme en la muñeca.
Miré hacia abajo sorprendido, pues había olvidado que llevaba la pulsera de
identificación de Daxin, que sonaba y vibraba con urgencia. La silencié y regresé la
atención al escenario.
Devektra seguía cantando, con los ojos cerrados.
La pulsera comenzó a vibrar de nuevo, así que me la quité para inspeccionar por
qué sonaba con tanta insistencia. Mientras sostenía la pulsera entre las dos manos, que
vibraba contra los huesos de mis dedos, inspeccioné la interfaz digital. La pequeña
pantalla rectangular parpadeaba, mostrando una sola palabra: «ALERTA».
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

El pánico me inundó el pecho. A lo mejor Daxin se había despertado, y al ver que su


pulsera no estaba, encendió una clase de alarma. Quizá me habían atrapado.
No, sabía que la alerta señalaba algo mucho peor que eso. Pensé en el panel de
control fuera del club apenas unas semanas atrás, sobre el lamentable estado de la red.
Pensé en el comportamiento extraño de Daxin cuando estábamos en el huevo, como si
estuviera sucediendo algo muy malo. Pensé en la inexplicable columna de luz y
también en la profecía de los ancianos, la que ignoré toda mi vida: «Un día, una gran
amenaza vendrá…»
Y pensé en Devektra: «Va a suceder algo terrible». Empezaron a flaquearme las
rodillas. Alcé la vista y oí el final de su hermosa canción.
Devektra cerró la boca, la canción terminó. El público se contuvo de aplaudir,
temerosos de romper el hechizo.
Y entonces, el techo se vino abajo.

54
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 10
Traducido por Lauraef

Al recuperar la conciencia, hice inventario.


Oscuridad.
Silencio.
Y, ahí estaba: dolor.
Me alcé en la oscuridad y comencé a palpar a ciegas frente a mí. Sentí piedra
triturada, la humedad de mi propia sangre en las palmas y el penetrante olor acre del
humo me escocía los ojos, aún ciegos.
El sonido volvió más rápido que la visión; era un zumbido perturbador y
ensordecedor, todo lo contrario a la hipnótica emoción sin ataduras de la música de
Devektra.
Me agarré la cabeza para detener el dolor, pero siguió aumentando.
Habían bombardeado el club.
Comenzaron a emerger más sonidos de entre el zumbido.
Gemidos. Gritos. Llantos.
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Miré a derecha e izquierda, intentando encontrar algo de luz, cualquier cosa que me
ayudara a averiguar lo que acababa de pasar.
Fue entonces cuando vi el fuego la pared de la entrada; era pequeño, pero se hacía
más grande.
No fue hasta que intenté ponerme de pie cuando me di cuenta de que estaba en la
planta baja del club, no en el balcón. Me giré y vi que el balcón completo se había
soltado de los puntales, y estaba destrozado como un plato en el suelo del club.
«No ―pensé―. No».
No estaba solo en el suelo del club; estaba encima de una masa de asistentes al
concierto, ya muertos.
El escenario estaba intacto, al igual que la otra mitad de la pista de baile que no
había quedado enterrada bajo el balcón, pero la gente allí no se había salvado. La mera
fuerza de la explosión, combinada con la metralla del tejado hecho pedazos, había
matado a la mayor parte del público que no había quedado aplastado. Los cuerpos
estaban esparcidos por el suelo, mientras que los sobrevivientes, aturdidos y
ensangrentados, se esforzaban por salir del mar de cadáveres.
Tenía la pierna atascada, encajada entre dos trozos de piedra. Temí que estuviera
rota, o peor, pero necesitaba levantarme.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

«Devektra» pensé. Necesitaba saber si estaba bien.


Empujé los escombros, pero no cedieron. Busqué a mi alrededor algo que pudiera
usar para salir de ahí y entonces vi al chico con el que había estado hablando hacía tan
solo unos minutos, al que no le gustaba Deloon en esta época del año. Estaba tirado en
el suelo, el balcón un rompecabezas bajo él. Tenía los ojos muy abiertos y el cuerpo
extrañamente intacto, a excepción de la mandíbula, que la metralla le había arrancado
por completo.
Alejé la vista de esa espeluznante escena y sentí una mano en el hombro. Mirkl
estaba de pie frente a mí, con expresión sorprendida; estaba lleno de polvo, pero
aparentemente no había resultado herido por la explosión.
―¿Ayuda? ―dijo.
En mi estado de confusión me quedé congelado, incapaz de decidir si estaba
pidiendo ayuda u ofreciéndola.
Mirkl no esperó a que lo averiguara. Se agachó a mi lado y miró alrededor,
decidiendo qué roca levantar para liberarme. Sus brazos delgados parecían débiles,
pero cuando cogió el trozo de escombros que aprisionaba mi pierna, lo quitó como si
no fuera nada.
Me miré la rodilla; la tenía ensangrentada y magullada, pero no quebrada. Iba a 56
estar bien.
Aunque no sé de dónde saqué la fuerza, me puse de pie. Primero apoyé mi pierna
fuerte y después la débil, y me tambaleé por los escombros desiguales que cubrían el
suelo. Me giré para darle las gracias a Mirkl, pero ya había desaparecido entre la masa
de supervivientes conmocionados que gemían y gritaban.
Miré hacia la entrada. Ya no había entrada. Las puertas y toda la fachada del club
ahora no eran nada más que un infierno naranja y violento. Tenía la frente perlada
sudor.
La salida de incendios era la única manera de salir… o lo había sido, ya que solo se
podía acceder a la salida de incendios por el balcón.
Sentí que la esperanza se disolvía como el vapor, pero luego vi que unos cuantos
supervivientes se apiñaban en la base de la pared bajo la salida. A pesar del derrumbe
del balcón todavía quedaban los puntales, unos cuantos trozos de hormigón y unas
vigas en la base de la salida. Era suficiente. Apenas. Los supervivientes trepaban
arrastrándose por la pared, se agarraban a cualquier asidero que pudieran y se alzaban
para salir del club en llamas.
Estaba indeciso. Sabía que tenía que correr, salvarme y aun así, no podía. Quería
encontrar a Devektra.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Todavía estaba intentando decidirme cuando vi que sus brillantes pantalones rojos
subían por la pared y escapaban por la salida. Después de todo, no se lo había pensado
dos veces cuando tuvo la oportunidad de ponerse a salvo. ¿Se le había ocurrido
buscarme siquiera?
Ya no había nada que me retuviera aquí, así que corrí hacia la multitud en la base
de la pared. Intenté resistirme a echar un vistazo al humeante club en ruinas lleno de
sangre. No mires atrás.
Pero miré atrás y mis ojos fueron directos a él.
Era Paxton. Estaba vivo, pero estaba agazapado en el suelo, desesperado,
meciéndose adelante y atrás.
Sabía que estaba siendo un idiota, pero no me importaba: sin pensármelo dos veces,
dejé mi sitio al final de la cola y me apresuré a ayudarle. Al acercarme, entendí por qué
se había rendido. A sus pies, aplastada por el hormigón, estaba Teev.
Lo cogí de la mano e intenté de llevarlo hacia la salida, pero no se movía.
Sus ojos encontraron los míos.
―Está atrapada ―dijo―. Teev. Tenemos que sacarla.
No tenía que mirar para saber que Teev estaba muerta. Sin embargo, Paxton no lo
entendía. 57
―Lo siento ―dije―, pero no hay tiempo. Tenemos que irnos ahora.
Lentamente, comenzó a alejarse del cadáver de la chica que una vez me había
gustado y a la que él había amado. Lo empujé hacia adelante a través de los escombros
del balcón, intentando no imaginarme todos los cuerpo lorienses mutilados y
ensangrentados bajo las piedras.
Fuimos los últimos en subir la pared. Mientras empujaba a Paxton para que saliera,
vislumbré la pulsera de Daxin entre los escombros, a unos metros de distancia. Debí
haberla dejado caer cuando el tejado se derrumbó y se cayó el balcón. El humo era
apabullante, y las llamas casi habían alcanzado la salida, pero tomé un último riesgo
de todas maneras.
Fui a buscarla.
Me volvía a poner la pulsera en la muñeca, subí la pared y salí a la noche.

En la calle, una mujer ensangrentada con ropa hecha jirones deambulaba entre los
supervivientes.
―¡Devektra intentó matarnos! ―gritaba―. ¡Devektra lo hizo!
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Claramente estaba histérica, y la mayoría de la gente reunida a su alrededor estaba


demasiado sorprendida por la explosión para hacerle mucho caso, pero unas pocas
personas parecían estar asintiendo de acuerdo.
Solo recién estaba entrando en shock. Algo en la tranquilidad y la normalidad de la
calle fuera del club, hizo comprender de verdad el horror del que acababa de escapar.
La pulsera comenzó a vibrar en mi muñeca otra vez. ALERTA, ALERTA, ALERTA.
No veía a Devektra entre los supervivientes. No había dudado ni un segundo, ni
tampoco había parado a ayudar a alguien, solo había sacado a su brillante trasero rojo
de allí.
Sin embargo, a pesar de la mujer que gritaba y los murmullos bajos de la multitud,
sabía que Devektra no había sido la causa de la explosión. Ella incluso había intentado
advertirme sobre ello, o algo así. A su manera, había intentado advertirnos a todos con
aquella canción. Aunque no creo que supiera lo que estaba haciendo.
No había sido ella. «Tuvieron razón todo el tiempo» pensé.
Todo lo que había aprendido en la ADL: la red, la profecía, nuestro deber sagrado
de mantener a salvo a nuestro perfecto planeta; todo se había hecho realidad. Después
de todo sí había una fuerza capaz y dispuesta de acabar con nuestro planeta. Este era
el primer golpe. 58
Un vehículo munis estaba aparcado en doble fila fuera del club y su conductor se
apresuraba a atender a las víctimas. Me subí sobre el camión para tener una mejor
vista.
Era como me había temido.
A donde fuera que mirara en el horizonte podía distinguir otro lugar destruido: la
arena norte, mi antiguo colegio; todos estaban ardiendo.
Me di la vuelta. No había humo, pero las Torres de Elkin, las estructuras más
grandes de Lorien y hogar de casi una tercera parte de la población de la ciudad,
habían desaparecido también, dejando un vacío desgarrador en el horizonte. Sin
ningún obstáculo, miré la columna de luz violeta que parpadeaba malévola en el
horizonte.
No era un «Heraldo».
Repentinamente lo entendí, lo vi todo con claridad. Si tan solo no hubiera estado
tan convencido de que todos en la ADL eran unos tontos engreídos, lo habría visto
mucho antes. Era obvio ahora: la columna de luz era la responsable del desgaste de la
red. Quienesquiera que fueran los que nos había atacado, debían haber sabido sobre la
debilidad en la red, y enviaron esa luz para distorsionar nuestra única forma mecánica
de defensa. Había estado acabando con nuestras defensas todo el tiempo.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Me agarré la cabeza, mi corazón parecía que iba a estallar en mi pecho. Los


atacantes habían enviado misiles por los agujeros de la red, teniendo como objetivos
estructuras grandes como el Chimæra y las torres. Acababa de reemplazar el cableado
en este sector hace unos días, pero las parcelas de seguridad eran independientes y
sabía que había cortes por toda la ciudad. Habíamos estado desprotegidos.
Era una noche clara como no había visto en bastante tiempo; no había ni una sola
nube, solo humo, llamas y la brillante luz azul del Cuarto de Luna.
No lo pude soportar más. Salté del vehículo munis y corrí al huevo, que encontré
aparcado justo donde lo había dejado. Sorprendentemente, estaba de una pieza.
Tenía que volver a la academia, o lo que fuera que quedara de ella. Tenía que
explicar mi teoría a quién fuera que me escuchara. De seguro se había notificado al
consejo y al profesorado de la academia de los ataques en la ciudad, y Daxin estaría
despierto, preguntándose dónde estaba su pulsera de identificación.
Mientras abría la puerta del huevo, escuché una voz:
―Sandor.
Me giré. Devektra y Mirkl estaban de pie entre las sombras. Nunca antes había visto
a Devektra tan perdida, ni siquiera durante su pequeño ataque de pánico antes del
espectáculo. Toda la furia y el sentimiento de traición que había sentido hacia ella 59
hacía tan solo unos minutos desaparecieron tan pronto nos estrellamos el uno en los
brazos de la otra.
Solo un segundo después me alejó, y negó tristemente con la cabeza.
―Solo vine a decir adiós, sé que no nos veremos nunca más. Lo que sea esta cosa,
Sandor, es mala. Es de lo que nos han advertido. Voy a encontrar a algunos de mis
amigos garde y vamos a hacer lo que podamos para detener esto.
Mirkl había estado allí de pie todo el tiempo, pero miraba fijamente hacia delante
con la mirada muerta. Cualquier espíritu de lucha que hubiera tenido en su interior,
parecía haberlo abandonado.
―Déjame ir contigo ―le pedí―. Puedo ayudar.
Devektra negó con la cabeza.
―No. Tenemos que hacerlo nosotros. ―Miró la pulsera en mi muñeca―. Hay gente
que te necesita más que yo justo ahora.
Tenía razón, pero no estaba preparado, todavía no. Las lágrimas corrían por mi
cara, pero contenerlas; no había tiempo para llorar.
―¿Por qué me dejaste allí? ―Sabía la respuesta. No importaba, tenía que preguntar
de todas maneras.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Devektra me puso un dedo en los labios, como si estuviera diciendo «escucha


atentamente».
―Te dejé porque estaba asustada, Sandor ―contestó. Al menos, creo que dijo
eso―. Nunca fuimos perfectos. No hay nada perfecto. Pero no es demasiado tarde
para nosotros, aún podemos ser buenos.

60
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Capítulo 11
Traducido por Shiiro

Programé el huevo para que me llevase a la ADL en modo automático. En el asiento


del conductor, me crucé de brazos y miré hacia delante. No quería ver la devastación
mientras pasaba mi escuela carbonizada, o cualquiera de los otros puntos de interés,
ahora en ruinas, de mi ciudad natal. Pero incluso con esta trabajada visión túnel, no
pude dejar de notar el humo procedente de los Jardines Elder.
«Cientos de personas deben de estar muertas», pensé.
Cerré los ojos. No quería pensar sobre eso, solo quería regresar a la ADL, hacer
algo.
Abrí los ojos cuando el huevo pasaba por Alwon. Las chimæras seguían retozando
a la luz de las fogatas, y los kabarakianos seguían agrupados en el regocijo. Eran
inconscientes de la destrucción a su oeste. No pasaría mucho tiempo antes de que lo
vieran.
Lo primero que tenía que hacer era asegurarme de que los oficiales de la academia y
los miembros del consejo estaban al tanto del ataque a la ciudad. Estaba bastante
61
seguro de que lo sabían, pero incluso si eso era cierto, era muy posible que tuviese
información de primera mano que podría ser importante para alguien. Tendría que
confesar el haber salido a hurtadillas y hablarles de mi experiencia del ataque. Tendría
que compartir mi teoría de que la columna era algún tipo de ataque dirigido a
desarmar la red en anticipación a la ola de ataques con misiles que había diezmado
nuestra ciudad.
Tras cumplir con esto, localizaría a Daxin, me disculparía por tomar su pulsera de
identificación, y se la devolvería. Luego tenía que encontrar a Rapp, tenía que
asegurarme de que estaba bien.
Lo olí antes de verlo: un olor cobrizo y polvoriento en el aire, y tan fuerte como para
llegar hasta mí incluso a través de los avanzados filtros de aire del huevo.
Lo primero que vi en realidad fue la ausencia: el edificio de la ADL, el hangar, y la
cámara del consejo detrás de éste normalmente estaban bañados en luces de
seguridad, pero mientras el huevo se acercaba a las coordenadas de la academia, no vi
nada excepto oscuridad.
La academia había sido bombardeada.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

El huevo se detuvo zumbando en la oscuridad. VIAJE FINALIZADO se leía en la


pantalla del monitor. Aturdido, salí a la densa oscuridad de la noche. Mientras mis
ojos se ajustaban, empecé a distinguir diminutos fragmentos de luz en el suelo.
No había nada, habían arrasado con todo. Habían derrumbado la estructura entera
con un arma como las que nunca había imaginado. El campus entero había sido
destrozado y fundido a la vez. Los fragmentos de luz teñidos de verdes que veía, eran
los bordes fundidos de este panqueque negro y tóxico en la superficie de Lorien.
«Cientos más», pensé, mientras me tambaleaba por la negra corteza buscando
alguna pieza del campus que no estuviera en ruinas, sin encontrar nada. Mis
profesores, los estudiantes de tecnología, los aprendices de mentores y los mentores
residentes… todos esos niños garde.
Orkun. Daxin.
Rapp.
Caí de rodillas al suelo, que estaba caliente y lleno de cenizas negras, pero
sorprendentemente suave. Por esa vez, me permití llorar.
«¿Cómo pude dejar que pasara esto?» pensé.
Me ardían la garganta y los ojos por las humaredas ascendentes desde la corteza,
que probablemente eran químicos de la bomba mezclados con los escombros que 62
había generado la destrucción de la academia. No me moví.
«Que me maten», pensé.
No tenía ningún plan, ningún hogar al que regresar.
Podría volver con mis padres. Deloon, una pequeña ciudad en el confín del planeta,
probablemente era segura. Pero, ¿por cuánto tiempo? E incuso si permaneciese intacta,
me enfermaba la idea de programar el huevo para que me llevase allí, de pasar el resto
de mi vida con mis padres en su chalé de dos dormitorios en aislamiento burgués.
Habían desaparecido las únicas cosas que me habían importado y la peor parte era
que nunca había sabido que me importaban.
Con la cabeza apoyada contra las rodillas (seguía confusa y me palpitaba por los
vapores ascendentes), agudicé el oído: escuchaba que algo se aproximaba, un vehículo.
«Los atacantes ―pensé―. Ha comenzado la invasión por tierra».
No tenía armas, y tampoco medios de defensa. Los atacantes, quienesquiera que
fueran, probablemente veían a asegurarse de que no habían dejado supervivientes en
su objetivo. Cuando me encontraran, me matarían.
Este había sido mi hogar; no solo la escuela, sino todo el planeta. Había estado tan
ocupado queriendo que fuese algo que no era, que nunca me había dado cuenta de
todas las maneras en que era mío. Quizá no había nada que pudiera hacer; era tan solo
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

una cêpan con una pierna herida, sin legados y sin tan siquiera un arma. Me puse de
pie de todas formas, giré para enfrentar a quienquiera que fuera y me preparé para
luchar.
Los pasos que se me aproximaban eran pesados y decididos, y a medida que
cobraban intensidad, la melodía de la canción final de Devektra volvió a mí. Comencé
a tararear, pero antes de poder ver a mi enemigo, colapsé.

63
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 12
Traducido por Shiiro

Sentí que me levantaban del suelo y me llevaban a un vehículo. Me lanzaron al


interior y aterricé de espalda con un golpe seco. Oí el zumbido de la puerta al cerrarse,
y sentí las sacudidas del transporte cuando reanudó con rapidez el curso en piloto
automático, tirándome con fuerza contra el fondo. Las luces se encendieron, y el
mundo a mi alrededor empezó a aclararse. Intenté distinguir la forma de mi captor.
Brandon me devolvió la mirada.
―¿Tú? ―pregunté, conmocionado al no ver ninguna horrible cara alienígena, y
aturdido por ver a Brandon con vida.
Brandon cayó de rodillas.
―No ―exclamó―. No es posible. ―Lucía tan desolado y perdido como yo.
Entonces, se me abalanzó encima y tiró de mi muñeca. Inspeccionó con desconfianza
la pulsera de identificación, me agarró de los hombros y empezó a sacudirme con tal
fuerza, que pensé que iba a vomitar―. ¿Cómo conseguiste esto? ¡¿Cómo conseguiste
esto?!
64
Intenté responder, pero no me dejó; simplemente siguió zarandeándome. Cuando
no pude aguantarlo más, finalmente me incliné y vomité sobre el acero corrugado del
suelo del vehículo.
Brandon reculó, alejándose de mis arcadas. Para cuando me detuve, me miraba
como disculpándose.
―Lo siento.
―No es culpa tuya ―dije―. Bueno, no creo que hayas sido tú. Las humaredas de la
explosión me dieron náuseas. Me hicieron perder el conocimiento, supongo.
Me fui al otro lado del vehículo aún en movimiento, me senté y expliqué cómo
había llegado aquí. Le conté que había robado la pulsera de identificación de Daxin
para entrar en el Chimæra, y que había vuelto al campus solo para encontrar una masa
de alquitrán en el suelo. Cuando acabé, miré a Brandon tímidamente. Él se quedó en
silencio durante un minuto, con una expresión ilegible.
Finalmente, habló:
―Nunca habría vuelto a la ADL de haber sabido que solo eras tú. Fue un riesgo
inútil.
Auch.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Vine por Daxin. Malgasté horas expuesto en la ciudad, intentando localizar a


Daxin, ¿y solo te encuentro a ti?
Sentí cómo se me retorcían las entrañas de vergüenza.
―Él podría haber salido. Si hubiese tenido su pulsera de identificación, podría
haber sobrevivido ―continuó Brandon, con creciente ira―. Cuando el primer misil
mogadoriano impactó en la red, nos enviaron un aviso, a los nueve cêpan mentores de
la academia. Tuvimos que evacuar de inmediato cualquier estructura en la que
estuviéramos, dirigirnos hasta nuestros garde asignados por medio de sus pulseras de
localización, rescatarlos y traerlos de vuelta a la base secreta. Ocho de nosotros lo
logramos, pero Daxin debía de estar durmiendo cuando atacaron.
Era el plan de evacuación al que Daxin había aludido crípticamente. Había asumido
que era solo la paranoica sobre la defensa de Lorien, pero él sabía que esto iba a pasar.
―Lo siento ―dije con voz ronca. Las palabras sonaban tan lamentables y tan
insignificantes a la luz de la destrucción y la muerte que había creado, todo para poder
ir a un concierto y perder el tiempo con Devektra. Ahora mi ciudad yacía en ruinas, y
Daxin había muerto; nunca completaría la misión para la que se había estado
preparando toda la vida.
―El anciano Pittacus diseñó el protocolo de evacuación hace muchos años, pero a 65
los cêpan mentores nos dieron muy poca información más allá de nuestra inscripción.
Hace semanas, los ancianos se marcharon a una misión diplomática secreta de la que
aún no han regresado. Enviaron el protocolo para que fuese activado a modo de
prevención si el consejo perdía el contacto con ellos en el transcurso de su ausencia.
―Brandon se agarró la cabeza―. Estaban preocupados. Por lo poco que me he
enterado, sé que viene una raza de alienígenas llamados mogadorianos. Ya llegó. La
profecía de los ancianos se ha cumplido. Sabíamos de la existencia de los
mogadorianos, incluso tuvimos trato con ellos hace mucho tiempo, pero nunca
imaginamos que se volverían hostiles contra nosotros.
Asentí mientras hablaba, intentando absorber la mayor cantidad posible de lo que
decía.
―Lorien tal y como lo conocíamos ya no existe ―dijo―. Y ya fallamos el plan de
evacuación ―añadió, recalcando con una amarga carcajada―. Nueve cêpan mentores,
nueve jóvenes garde. Al igual que ahora hay nueve ancianos. El número debe ser
importante, tiene que ser por una razón. Con Daxin muerto… ―Su voz se apagó. Se
volvió hacia la consola en la parte delantera del transporte y suspiró―. Estamos casi
en la pista. Tendremos que conformarnos con ocho.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

El vehículo se detuvo, y Brandon salió. Lo seguí al exterior. Estábamos aparcados a


casi cincuenta metros de una pequeña pista de aterrizaje, en lo profundo de los
territorios exteriores. Una aeronave mediana estaba aparcada en la distancia y
distinguí personas congregadas a su alrededor. Sin dirigirme la palabra, Brandon
comenzó a dirigirse hacia ellos.
―Espera ―lo llamé. Él se volvió, con expresión de impaciencia―. El niño. ¿Qué
pasa con el niño?
Ya era responsable en parte (posiblemente del todo responsable) de la muerte de
Daxin, pero el niño estaba destinado a sobrevivir y él seguía ahí fuera. Hasta donde yo
sabía, los Kabaraks malkanos todavía no habían sido atacados.
―Su mentor cêpan está muerto ―dijo Brandon―. E incluso si no lo estuviera, el
viaje de ida y vuelta hasta allí nos llevaría dos horas. Necesitamos salir de este planeta
tan pronto como sea posible. Es un gran riesgo, y es un riesgo que ninguno de
nosotros, que tenemos nuestros propios garde que proteger, puede arriesgarse a
correr.
Entonces, ¿el niño estaba condenado?
―No puedo vivir con eso ―dije.
―No tendrás que hacerlo ―replicó Brandon―. No por mucho tiempo, de cualquier 66
modo.
El miedo atenazó mi corazón y de repente, lo entendí: no había sitio para mí en la
nave de evacuación. Perecería junto al resto del planeta en la siguiente oleada del
ataque.
―Así que yo, el niño, y todos los demás en este planeta… Estamos sencillamente
jodidos, ¿no? ―Sabía que sonaba patético, pero no podía evitarlo―. ¿Estamos
condenados a morir cuando comience la invasión?
Brandon no se inmutó.
―Sí ―contestó―. Esto no es sobre salvar vidas individuales, Sandor. Es sobre
salvar una raza entera.
Así que eso era todo.
―Lo siento, Sandor ―dijo Brandon, suavizándose un poco―. No tengo razones
para creer que los mogadorianos dejarán un alma viva en Lorien cuando vengan, pero
por tu bien espero…
Brandon se calló y dejó la frase sin acabar. No lo necesitaba, lo había entendido a la
perfección. La muerte sería mejor que la alternativa.
Ya no había más que decir.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Muy bien, pues ―dije, con sarcasmo lastimero. Le dije adiós a Brandon con la
mano―. ¡Supongo que veré por ahí!

Estaba solo otra vez.


Caí de rodillas en la tierra junto al vehículo de Brandon. La única iluminación
procedía de sus luces interiores, ya que no se había molestado en cerrar la puerta
cuando se fue. Supuse que no hacía falta cuando el planeta entero estaba sumido en la
destrucción.
Retorcí la pulsera de identificación de Daxin alrededor de mi muñeca. Era increíble
cuántos problemas había causado este pequeño dispositivo, y qué desastre tan trágico
y trivial había creado con ella. Disgustado conmigo mismo y mi dilema, me quité la
pulsera y la alcé por sobre la cabeza, preparado para arrojarla a la oscuridad.
Vacilé y pensé en Devektra. Me pregunté dónde estaría, si habría hallado algún otro
garde que la ayudara. Me pregunté si seguía viva, sabiendo que aunque así fuera, sus
posibilidades de sobrevivir, incluso con sus legados, eran casi nulas.
Realmente, morir era probablemente lo mejor que podía sucederle, no le importaría
una mierda. Éramos muy parecidos en ese sentido. Ella no creía en la perfección, eso
sería su fortaleza. Decidí que también sería la mía. Si iba a caer, pensaba hacerlo con 67
tanto lío como me fuera posible.
«―Nueve jóvenes garde ―había dicho Brandon―. Tiene que ser por alguna
razón».
«Sí», pensé, mirando la pulsera de identificación que aún aferraba en mi puño con
nudillos blancos. Algo se había puesto en marcha hacía tiempo, algo que me había
llevado a este punto, de rodillas en los territorios exteriores, con esta pulsera de
identificación y localización en las manos.
«Todo es por una razón». Tenían que ser nueve. Nueve cêpan, nueve garde. La
había jodido bastante, pero no era demasiado tarde.
Aún podía ser bueno.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 13
Traducido por CairAndross

El vehículo retumbaba y anadeaba sobre la tierra sin pavimentar, con el curso fijado
hacia el Kabarak malkano. Con la cosa en piloto automático, estaba libre para excavar
en la parte trasera en busca de armas. No tenía idea de si la segunda avanzada de los
mogadorianos sería otra ronda de misiles o una invasión terrestre, pero pensé que no
estaría de más armarme. Desafortunadamente, lo único que logré encontrar fue un
cuchillo largo y afilado. No era especialmente poderoso, pero era algo. También agarré
un dispositivo de información de repuesto, esperando que, de alguna forma, me diera
noticias de otro ataque.
Lo puse en funcionamiento sin esperar demasiado, pero aún captaba transmisiones
dispersas, irregulares. Las que llegaban, estaban principalmente dedicadas a las
comunicaciones munis sobre los efectivos de rescate en la ciudad.
Nos habían tomado por sorpresa, como predijeron los ancianos. Incluso ahora, la
gente no parecía entenderlo. Ni una sola de las transmisiones que fui capaz de captar,
había hecho referencia alguna al hecho que nos habían atacado… o al hecho de que el
68
ataque aún no había terminado.
Tal vez, el resto de Lorien estaba aún ajeno. Sin embargo, yo sabía la verdad. Sabía
lo que tenía que hacer.
Iba a salvar al niño o a morir en el intento.
El vehículo se detuvo en el borde del Malka y me abrí camino por el sendero de
tierra, en la oscuridad. No podía ver mucho, pero dejé que mi memoria me guiara
hacia la cabaña que el muchacho compartía con su abuelo. Cuanto más me acercaba,
más vibraba la pulsera localizadora, señal de que iba en la dirección correcta.
En la distancia, podía oír el murmullo de la fiesta malkana del Cuarto de Luna. Aún
no lo sabían. Por un breve instante, consideré correr hacia el Kabarak y advertirles de
la próxima invasión, decirles que se armasen, pero no tenía tiempo para ello y, de
todos modos, no haría ninguna diferencia. Tenía que mantener mi enfoque, esto era
sobre la supervivencia de toda nuestra raza. Brandon había dicho que tenían que ser
nueve.
Cuando llegué a la cabaña, el niño, su abuelo y la chimæra juguetona no se veían
por ninguna parte, pero la pulsera continuaba vibrando en mi mano. Al moverme en
un par de direcciones diferentes y medir la frecuencia de las vibraciones, fui capaz de
obtener la señal: estaba más lejos, por el camino.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Rodeé una elevación que daba a un campo estrecho entre otras colinas. Una gran
hoguera ardía cerca y, mientras me acercaba, vi al abuelo del niño acuclillado junto a
ésta; levantó la mirada hacia mí.
El niño y su chimæra no estaban a la vista.
El hombre hizo un gesto hacia el asiento junto a él. Nervioso, avancé y ocupé mi
lugar junto a la hoguera del campamento. Lo que fuera que estaba cocinando, olía
delicioso. Casi amanecía y no había comido desde el postre de la noche anterior.
Espoleado por el aroma, se me hizo agua la boca.
El hombre hizo un gesto hacia la olla.
―Come ―ordenó.
Hice lo que me dijo; utilicé la cuchara de piedra que sobresalía del recipiente para
llenar un pequeño cuenco de arcilla con el sabroso estofado.
―Está delicioso ―dije, asintiendo con gratitud.
―Viniste por mi muchacho ―dijo el abuelo.
―Sí ―afirmé, al darme cuenta de que él supo todo el tiempo por qué estaba allí.
―Es todo lo que tengo ―dijo―. Cualquiera puede ver que tiene algo especial. Mi
don me permite vislumbrar raros destellos de los hilos del destino, y siempre supe que
este día llegaría. El día en que te conocí, me di cuenta de que no faltaba mucho tiempo. 69
La pulsera de identificación de Daxin no había dejado de vibrar como loca, desde
que me había sentado, y ahora el dispositivo estaba enloqueciendo. Aquí, en una
fogata, con este hombre fuerte y simple observándome, me sentí como si fuera un
idiota cegado por la tecnología.
―Un segundo ―le dije, sintiéndome como un completo imbécil―. Disculpe.
Me puse de pie, saqué el dispositivo de mi bolsillo, lo miré y leí la última
actualización: APROXIMACIÓN DE LA SEGUNDA OLA CONFIRMADA. ATAQUE DE MISILES,
SEGUIDO POR FUERZAS TERRESTRES. Algún guerrero superviviente de las FDL 1, o tal vez
algún empleado munis, se las había arreglado para llegar a la red de comunicación y
hacer sonar la alarma real.
Aún me estaba preguntando qué significaba todo eso, cuando sentí que las piernas
ya no soportaban mi peso. El dispositivo salió volando de mis manos y aterrizó en el
suelo con un ruido sordo. Pero solo era el niño, que se había abalanzado sobre mis
piernas y me había derribado al suelo. Era más fuerte de lo que parecía y él lo sabía. Se
dejó caer de espalda sobre la hierba y rió con orgullo salvaje; la pulsera metálica en su
muñeca brillaba bajo la luz del fuego.

1 Fuerzas Defensivas de Lorien.


PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―¡Te atrapé! ―exclamó el niño. Me pregunté si recordaría esta noche y, si lo hacía,


si la recordaría con tristeza por lo que estaba a punto de perder, o con alegría por lo
que, por unos pocos instantes al menos, aún tenía.
Le mostré una sonrisa como respuesta.
―Aún no, amigo. ―Recuperé mi dispositivo de donde había aterrizado en el pasto
y me enderecé hasta quedar de rodillas en la tierra, con el fuego a mi espalda. Abrí los
brazos y el chico corrió a ellos sin dudar. Lo alcé y me puse de pie, y al hacerlo, miré a
su abuelo solo por un momento. Él me devolvió la mirada con gran tristeza.
Sabía que tenía que irme. Pero tuve que preguntarle una cosa más.
―Dijo que su legado le permitía ver el destino de las personas―dije―. ¿Puede ver
algo ahora?
―Él será importante ―respondió el hombre, con tristeza―. Es todo lo que sé.
―¿Y qué hay conmigo? ―pregunté.
El hombre sonrió con tristeza.
―Tú también serás importante ―contestó―. Pero morirás.
Sabía que él tenía razón. Sin embargo, estaba bien, todos íbamos a morir. Al menos
haría una diferencia.
Mientras me alejaba de regreso al vehículo, el niño me rodeó el cuello con los 70
brazos. Miré por encima del hombro por última vez al hombre que lo había criado. Las
lágrimas le caían formando profundos surcos en el polvo apelmazado de las mejillas y
de la barba.
Y entonces, cayó la segunda ola de misiles y explotaron en la distancia.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 14
Traducido por CairAndross

El suelo del camino era irregular mientras corría sendero abajo; las ramas y las
zarzas me arañaban mi rostro en la oscuridad. Maldecía en voz baja y tropezaba cada
tres pasos. El niño en mis brazos había comenzado a llorar tan pronto como su abuelo
desapareció de la vista, pero lo hacía en silencio.
―Está bien ―le dije, frotándole la espalda―. Está bien, pequeño.
No estaba bien, pero quizás las cosas serían mejores algún día para el niño en mis
brazos, si no para mí. Sin embargo, primero tenía que llevarlo al sitio de evacuación, y
lograr que no nos mataran a ambos por el camino. Eso iba a ser más fácil decirlo que
hacerlo.
Jadeé cuando surgí de entre los árboles, en el claro cerca de la cabaña, y vi el cielo.
Estaba tan brillante como si fuera de día, de un azul brillante salpicado de ráfagas de
color rosa pastel y púrpura, por encima y por debajo del horizonte. Era como si todo el
mundo estuviera en llamas. Quizá lo estaba. Las explosiones se producían más rápido
de lo que podía contarlas. No podía detenerme a pensar en ello. El pánico no me haría
71
ningún bien y, más tarde habría tiempo de sobra para el luto. Brandon y la nave de
evacuación partirían pronto, si ya no se habían ido. Tenía que haber nueve garde.
Brandon lo había dicho y, de alguna manera, yo lo sabía en mi interior. Tenía que
llevarlo a la nave antes del despegue.
El vehículo estaba justo allí. Un paso a la vez.
Cuando aseguré el niño a mi lado y puse en marcha el piloto automático, la pantalla
de la consola se iluminó con un mar de rojo. El sistema aún estaba enlazado a un
satélite de las FDL que leía las condiciones por todo el planeta, y la devastación que ya
se extendía sobre la superficie de Lorien (traducida en manchas rojas parpadeantes en
la pantalla), ya ocupaba la mayoría de las rutas de regreso a la pista de evacuación,
tornándolas riesgosas en el mejor de los casos. La ruta que había seguido para llegar
aquí estaba completamente obstruida.
Como ésa ya no era una opción, parecía que mi mejor baza era pasar a través de
Malka y, luego, reincorporarme a la ruta original en algún punto intermedio. Encendí
el piloto automático, lo puse a la velocidad más alta posible e inspiré hondo.
Funcionaría o no. El motor comenzó a zumbar y luego partimos a toda velocidad hacia
la noche ardiente.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Solo entonces me volví hacia el niño, que seguía llorando. No tenía ninguna
experiencia con niños, ni siquiera era un aprendiz de cêpan mentor. Una vez que lo
depositara en la pista, partiría al gran destino fuera, y dejaría de ser mi problema.
Pero odiaba oírlo llorar. Lo miré a los ojos y él sorbió un poco, mientras sus sollozos
se hacían más débiles. Era como si no quisiera que yo lo viera así, como si estuviera
intentando ser valiente.
―Escucha, niño ―le dije. Cuando hablé, sus sollozos se hicieron aún menos
audibles―. Las cosas van a ponerse un poquito riesgosas. Tienes que ser valiente. Eres
un garde, ¿sabes? Algún día, vas a tener un montón de poder. Serás capaz de ser quien
quieras ser. Pero primero, necesitas mantener la cabeza en alto. Después de todo, eres
el futuro de toda la maldita raza de Lorien, ¿no?
El niño me miraba fijo ahora, y ya no lloraba. Estaba pendiente de cada una de mis
palabras, con los ojos abiertos y su pequeña boca formando una pequeña o.
―¿Lo captas, compañero? ―pregunté―. Te necesitamos.
Él me dirigió una mirada seria y agitó su puño frente a mi rostro.
―Tiendo, tiendo ―dijo.
―Sí ―dije sonriendo―. Tiendo, tiendo es correcto.
WONNNNKKK. WONNNNK. 72
Instintivamente, alcé las manos para cubrirme los oídos. El niño chilló. Era el sonido
de una especie de cuerno, profundo y resonante. Retumbó por las ruedas de la van
hasta mis huesos.
Tenía la sensación de saber qué era: el sonido de una nave mogadoriana. No podía
ser nada más. Esto no era bueno. Revisé la consola. Estábamos por llegar, pero aún nos
quedaba camino por recorrer.
El camino por delante de nosotros estaba cubierto de escombros, árboles caídos y
cadáveres aquí y allá. Traté de no mirarlos. A la derecha había un vacío en el cielo,
donde una vez estuvieron las Torres de Elkin. En la distancia, las ruinas humeantes de
Ciudad Capital se estaban acercando.
Acabábamos de llegar a Parque Eilon, en las afueras de la ciudad, cuando nos
golpeó.
No estoy seguro de qué nos golpeó. No era un misil o, de lo contrario, estaríamos
muertos. Podrían ser los restos voladores de una bomba, podría ser otra cosa. En
realidad, no importaba. Fuera lo que fuese, algo enorme chocó contra la van y nos
envió volando. Todo quedó a oscuras.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Volví en mí de espaldas. Me sangraba la cabeza y tenía la visión borrosa. Había un


chirrido por encima de mi cabeza. El niño estaba de rodillas sobre mí, mirándome a los
ojos con expresión preocupada.
―¿Tiendo, tiendo? ―preguntó.
Miré a su espalda y vi el fondo de la van, los asientos y la consola encima. Yacía de
espalda contra el techo interior. Estábamos al revés.
Adolorido, moví la cabeza y vi la hierba del parque por una ventana recién
quebrada.
No sabía qué íbamos a hacer. No había forma de que lográramos enderezar la van
de nuevo y, mucho menos hacerla funcionar. Salí a rastras por la ventana quebrada,
ignorando el vidrio que me rasguñaba los brazos. Cuando ya había salido, me di la
vuelta, extendí los brazos y jalé del niño hacia mí. Rodamos juntos sobre la hierba, sin
aliento.
WONNNKKK. WONNNKKK. Otra vez ese sonido. De repente, junto a mí, el niño
abrió mucho los ojos y también la boca. Me di la vuelta y vi al monstruo de pie justo
encima de nosotros, tan cerca que podía oler su aliento pestilente.
Era la cosa más fea que había visto jamás, probablemente me sacaba dos cabezas en
altura, tenía piel blanca muy pálida y una boca llena de dientes pequeños y retorcidos, 73
que eran más puntiagudos y afilados que cuchillos. Sabía cómo eran sus dientes
porque estaba sonriendo. A su costado, colgaba una espada curva gigantesca.
Eso, supe, era un mogadoriano.
Nos gruñó con los ojos entrecerrados. El sonido fue bajo y amenazante, ronco y
gutural.
La bestia alzó la espada sobre la cabeza.
Lo había intentado. Lo había intentado y casi lo habíamos logrado. Ahora, todo
terminaba. No tenía sentido fingir que mi cuerpo sería un verdadero escudo para el
niño. Ambos moriríamos del mismo golpe.
Entonces oí la cosa más extraña. Era como música y la reconocí. Antes de que
pudiera reaccionar, hubo un gigantesco destello de luz y la música se hizo más fuerte,
tan fuerte que sonaba como si proviniera del interior de mi cráneo.
Era la canción de Devektra. Era hermosa.
El mogadoriano se tambaleó hacia atrás y dejó caer su espada. Su rostro se contrajo
en una horrorosa máscara de dolor. Soltó otro gruñido (en realidad, era más un
rugido) y cayó de rodillas.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Ni siquiera lo pensé, sabía lo que tenía que hacer. Me puse de pie, aferré la espada
y, con deslumbrantes luces blancas intermitentes a mi alrededor, la agité con toda la
fuerza que tenía. Un géiser de sangre brotó en el aire cuando su cabeza salió volando.
Nunca la vi. No sé cómo nos encontró, o por qué no se reveló, probablemente no
era el momento. Pero era ella. Devektra me había salvado. Más importante aún, había
salvado al niño.
Él se levantó, me miró con curiosidad, aparentemente imperturbable por lo que
acababa de suceder, y señaló algo que yacía en la hierba, a pocos metros de distancia.
―¿Motocicleta? ―preguntó.

74
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 15
Traducido por CairAndross

Llegamos a la pista de aterrizaje a tiempo.


Aparqué la moto, corrí hacia la nave con el niño en brazos para buscar a Brandon y
pasé a un grupo de kabarakianos y de garde de las FDL, que creaban caóticamente en
un perímetro alrededor de la pista.
Los mogadorianos estarían pronto aquí. Estos lorienses serían lo único que
protegería la nave cuando despegara. Como yo, ellos iban a quedarse atrás, íbamos a
morir, no había manera de evitarlo. Pero, con un poco de suerte, los nueve niños y sus
mentores vivirían y, con ellos, sobreviviría la gente de Lorien.
Los ocho cêpan mentores permanecían de pie fuera de la nave, esperando la hora
de marcharse, mientras ocho niños pequeños, cuyas edades iban desde la más tierna
infancia a los seis años, estaban dispuestos en un círculo en el suelo. Otro hombre se
inclinaba sobre cada uno de los niños y les tocaba la cabeza.
Era el anciano Loridas. Parecía que los estuviera bendiciendo o algo así. Bueno, si
iba a morir, al menos podría decir que, por fin, había visto a uno de los ancianos.
75
Cuando Brandon me vio aproximarme, una expresión de asco comenzó a formarse
en su rostro, hasta que divisó al niño.
―Éste es el noveno ―dije. Sabía que se marcharían en cualquier momento y,
ansioso por establecer mi argumento, las palabras surgieron a borbotones―. No es
demasiado tarde. Tienes que…
―Silencio ―ordenó Brandon y tomó al niño. Corrió hacia Loridas, que acababa de
finalizar lo que estaba haciendo con los niños. Los observé nervioso, mientras
deliberaban, preguntándome cómo había llegado Loridas al planeta.
―Él es el último. ―Me di la vuelta y vi a una mujer con largo cabello oscuro, a
principios de la treintena. Ella leyó mi mirada de confusión―. Los otros ancianos se
fueron, se sacrificaron por nosotros.
―¿También Pittacus? ―pregunté, sorprendido. En realidad, nunca había pensado
mucho en Pittacus Lore, nunca reaccioné a su nombre con la reverencia incondicional
de tantos otros lorienses, pero aun así, fue un sobresalto. A pesar de todo lo que había
ocurrido esta noche, nunca se me ocurrió que él podría haberse ido. Era casi
inimaginable.
Un ceño de incertidumbre cruzó el rostro de la mujer.
―Pittacus está… desaparecido ―dijo―. Aún podría estar vivo. No lo sabemos.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

No respondí. ¿Qué podía decir?


―Te ves muy joven para ser un cêpan mentor ―comentó.
―Solo soy un aprendiz ―aclaré, con los ojos clavados en Brandon, Loridas y el
niño―. De ingeniero. No de Mentor.
―Podrías haberme engañado ―dijo ella, mirando al niño. Loridas lo tomó de la
mano y lo condujo al único lugar libre en el círculo. Los otros niños miraban, mientras
Loridas comenzaba a realizar algún tipo de ritual.
―¿Por qué son todos tan jóvenes? ―le pregunté a la mujer―. Son demasiado
pequeños para haber sido alumnos de la academia.
―Esos niños fueron identificados por los ancianos como los más poderosos de su
generación ―me explicó. Sonaba melancólica mientras hablaba―. Tienen un largo
camino por delante. Tendrán que aprender a adaptarse a un nuevo hogar y una nueva
forma de vida, que no se parecen a nada de lo que conocemos aquí. Será mejor si
tienen tan pocos recuerdos de Lorien como sea posible. Será más fácil para ellos.
Asentí con tristeza y volví a mirar el ritual. Estaba ansioso por contemplarlo al
completo, pero Brandon me sacó a la orilla de la pista.
―Ha sido admitido. Los ocho ahora son nueve ―dijo―. Lo curioso es que el
anciano Loridas no se inmutó en absoluto. Cuando le dije que el noveno había llegado, 76
se giró hacia mí y me miró como si hubiera sabido que venía en camino durante todo
el tiempo.
Me volví hacia los cêpan mentores congregados, a los garde dispuestos en el suelo,
y a la nave que los sacaría de este planeta. Temía lo que mi propio destino me
deparaba, pero estaba decidido a no permitir que Brandon viera mi miedo. Quería
hacer una salida noble y elegante.
―Vete ―le dije―. Yo me uniré a la guardia perimetral.
Los soles estaban comenzando a aparecer, el amanecer estaba coloreado por las
llamas y el humo de la destrucción del planeta.
―Buena suerte allí arriba ―dije.
―Detente ―dijo Brandon. Me di la vuelta―. Vendrás con nosotros.
―¿Yo? No hay espacio. ―Sentí que mi corazón se elevaba en mi pecho, pero no
podía aceptarlo―. ¿Qué hay con el resto de las personas de este lugar? ¿Los que han
estado luchando todo este tiempo? ¿Los que creyeron de verdad?
―El chico necesita un mentor. Tú lo trajiste aquí, él confía en ti. Y el vínculo ya se
ha formado… puedo sentirlo. Tienes que ser tú.
―Pero no tengo entrenamiento.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Lo único que cualquiera de nosotros saber en realidad, es poner siempre la


supervivencia de nuestro garde por sobre la nuestra. ―Brandon echó un vistazo al
muchacho―. Y parece que ya pasaste por esa parte.
Otra explosión retumbó a un kilómetro de distancia, y atrajo nuestras miradas al
cielo por donde se aproximaba una enorme nave mogadoriana. Algo parecido a
briznas se lanzaban de la nave en paracaídas y aterrizaban, suave y silenciosamente
sobre el sueño.
Pero, por supuesto, eso era un truco de la distancia y la perspectiva. No eran
briznas: eran tropas terrestres mogadorianas, y no había nada suave en ellas.
Mi destino estaba decidido. Nos apresuramos a unirnos al resto del grupo a bordo
de la nave y salimos de nuestro amado Lorien, antes de que fuera demasiado tarde.

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PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

CAPÍTULO 16
Traducido por CairAndross

―Uf ―apenas despierto y ya estaba en agonía.


El niño acababa de patearme con fuerza las piernas, y ahora saltaba sobre el resto de
mi cuerpo, aplastándome el estómago y las costillas.
―Despierta ―dijo, sin dejar de brincar dolorosamente sobre mí. Era una forma
infernal de despertar por la mañana, pero estaba empezando a acostumbrarme.
―Despierta ―repitió el niño, a quien todos habíamos empezado a llamar «Nueve».
Tenía los ojos brillantes, juguetones, y tan lleno de energía que cinco minutos en su
compañía eran suficientes para hacerme rezar por que llegara su hora de acostarse.
Nueve y los otros jóvenes garde se habían recuperado rápidamente de los horrores
de esa noche espantosa, apenas un mes atrás, cuando Lorien había caído ante los
mogadorianos. Los otros cêpan mentores no podían creer la adaptación de los niños.
Los envidiábamos. Ninguno de nosotros superaría alguna vez lo que habíamos visto.
―Me estoy levantando ―le dije, bajé las piernas de la cama y saqué mi camiseta
Kalvaka del gancho en la pared. Todos los demás cêpan mentores se habían quedado
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con sus túnicas de la ADL, pero yo solo tenía mis ropas de calle de aquella última
noche en Lorien.
―Eres demasiado lento ―se quejó Nueve, jalando mi brazo mientras yo intentaba
terminar de vestirme.
―Lo siento, compañero ―dije―. Me acosté tarde anoche.
―¿Qué hay de nuevo?
Levanté la mirada para ver a Brandon, sonriendo desde el muro que separaba mi
dormitorio del resto de la nave. Brandon siempre se metía conmigo por levantarme
tarde, por ser siempre el último cêpan que socializaba a las tantas de la madrugada en
la cantina de la nave. Si Brandon se había ido a dormir, siempre estaba Kentra, o
cualquiera de los otros.
―Hoy es el primer día de entrenamiento en pre-combate ―dijo―. Me llevaré a
Nueve, si no es problema.
―¿Pre-combate? ¿Ya? ―Tenía dificultades para comprender que ya comenzaran a
preparar a parte de los garde como guerreros. Brandon y Kentra habían explicado que
eran simples ejercicios de calistenia y fortalecimiento en este punto, pero aun así, los
niños eran demasiado pequeños.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Vi a Cuatro, el garde de Brandon, que asomaba la cabeza por detrás de la espalda


de Brandon. Estiró la mano tímidamente hacia Nueve, invitándolo a ir juntos a pre-
combate.
Al verlo esperaba que Nueve tomara la mano de Cuatro. Era un gesto muy dulce.
―¡Prucawbat! ¡Rawr! ―chilló Nueve y volvió a saltar sobre la cama, ya fuera
inconsciente por el gesto de Cuatro, o demasiado excitado para notarlo.
Sonreí exhausto y orgulloso al mismo tiempo por la hiperactividad de mi garde.
Saqué a Nueve de la cama y lo puse en el suelo.
―Vas a ir con Brandon y Cuatro, ¿de acuerdo? Después te veré en Uno-a-uno.
―Uno-a-uno eran sesiones de entrenamiento y desarrollo entre los cêpan mentores y
sus garde. Se había decidido que mi Uno-a-Uno con Nueve estaría supervisado por
otro cêpan mentor, debido a mi inexperiencia y falta de entrenamiento. Pero, aún con
Brandon o Kater respirando sobre mi nuca, Uno-a-uno era mi momento favorito del
día: solo yo y el niño.
La gran nave era un espacio abierto, sin paredes, pero atendiendo a nuestra
privacidad y cordura, muros holográficos programables separaban las áreas de la
cabina en «habitaciones».
La cantina era uno de esos espacios, localizada cerca de la cabina de pilotaje de la 79
nave. Estaba casi vacía cuando por fin llegué allí, y las opciones de comida eran
escasas: un paquete de fruta karo liofilizada y un plato de grano flurrah blando y tibio.
«Ah ―pensé―. Los peligros de dormir demasiado».
Me conformé con el karo y me senté junto a Hessu, la único cêpan que se
encontraba allí. Hessu era la cêpan de mayor edad y tímida para conversar. Nunca
sabía qué decirle, así que solo la saludé con la cabeza y me comí el desayuno en
silencio.
Como tendía a suceder cada vez que tenía un instante para mí, mis pensamientos
vagaron de regreso a lo que había sucedido en Lorien, tanto las cosas que había
presenciado (la destrucción de la capital, esas desgarradoras lágrimas lodosas en las
mejillas del abuelo de Nueve), como las que solo imaginaba: el chalet de mis padres en
Deloon destruido por los misiles de los mogs; Devektra sucumbiendo finalmente a las
tropas terrestres mogadorianas, mientras defendía su adorada ciudad con valentía.
También recordé el despegue de la nave, y observar por las ventanillas mientras nos
elevábamos sobre la pista. El anciano Loridas, quien había insistido en no subir a
bordo, se fue difuminando hasta solo ser un punto en el suelo cuando atravesamos la
atmósfera del planeta, con las Fuerzas Defensivas de Lorien y los kabarakianos aún allí
abajo, conteniendo el avance de las hordas mogs.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Los primeros días en el espacio habían sido los peores. Los cêpan mentores nos
habíamos agrupado en la cantina, con nuestros traumatizados pupilos en el regazo,
esperando noticias del piloto de la nave sobre el destino de Lorien. Brandon había
explicado que la gran mayoría del consejo, la academia y las FDL habían sido
exterminados en la primera ola, pero tendrían que quedar supervivientes, héroes como
Devektra, quienes lucharían contra las fuerzas invasoras sin importar las
probabilidades en contra. Se había decidido por votación que una vez que
alcanzáramos una distancia relativamente segura, la nave se detendría a observar y
esperar. Si había alguna señal que la derrota de Lorien no era completa, de que se
hubiera formado algún movimiento de resistencia que aún sostuviera la mínima
posibilidad de supervivencia, regresaríamos y ayudaríamos en lo que fuera posible.
Pero después de muchos días y noches sin dormir, el piloto salió a la cantina desde
la parte frontal de la nave y negó con la cabeza.
―A partir de los escáneres de la nave… ―dijo, luchando contra las lágrimas―. No
hay nada. No queda nada.
De todos los horrores que había sufrido, ése fue el peor, el más devastador.
Las cosas fueron mejorando, lento, pero seguro. Y aún con mis pensamientos más
oscuros, era difícil deprimirse con cuando teníamos nueve niños enérgicos e 80
incontrolables a nuestro alrededor, cada segundo del día.
―Está enferma ―anunció Hessu. Casi di un respingo: Hessu nunca hablaba si no le
hablaban primero.
Me tomó un segundo darme cuenta que estaba hablando de su garde, la niña a la
que llamábamos «Uno».
―Me desperté en mitad de la noche con un mal presentimiento, así que fui a la
habitación de los niños para comprobarla y claro, cuando le toqué la frente, la tenía
caliente. Una fiebre fuerte. ―La aversión de Hessu al contacto visual era solo una
parte de su personalidad, pero la intensidad con la que evitó mi mirada me hizo temer
lo peor.
―¿Dónde está? ―pregunté―. ¿Se encuentra bien?
―Está en el Autodoc. ―Debido a que nadie a bordo tenía conocimientos médicos,
la nave había sido equipada con una pequeña área de clima controlado, llamada
Autodoc. Ésta supervisaba los signos vitales del paciente y administraba la medicina
necesaria a través de las rejillas de ventilación―. La máquina dice que estará bien.
―Pues bien ―dije, aliviado―. Eso es bueno.
Hessu simplemente se encogió de hombros. Tenía la boca fruncida y parecía
amargada, como si hubiera estado chupando algo ácido.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

―Va a morir ―dijo.


Me quedé paralizado en mi asiento, sin habla. Parecía que las palabras de Hessu
hubieran succionado todo el oxígeno de la habitación.
―Va a morir, tengo la certeza.
―Hessu, estoy seguro de que ella va a estar bien…
Se volvió hacia mí, con una mirada de rabia y desprecio ardiendo en el rostro.
―¡No quise decir ahora, idiota! ―Comenzó a reír con amargura―. ¿No te das
cuenta de que todos vamos a morir?
Mi sangre se congeló. ¿A dónde quería llegar esta mujer?
―Cierto, cierto ―continuó―. Aún no has sido plenamente informado, ¿cómo ibas a
saberlo? Ésta es una misión suicida. Viajamos a un planeta distante para escondernos
de los mogadorianos, para escapar de ellos, para hacer cualquier tipo de esfuerzo
patético que podamos hacer para sobrevivir, antes de que ellos nos cacen y maten. Es
inútil. No sé por qué nos molestamos siquiera.
Sus palabras se filtraron en mi cerebro como veneno, pero traté de concentrarme en
el tema que nos ocupaba: su histeria.
―Tienes que calmarte.
―Es fácil, para ti, decirlo. Tú eres el último. ¡Tú y tu niño fueron bendecidos 81
últimos por mera suerte, porque llegaron retrasados! ―La risa amarga regresó―.
Mientras que mi niña y yo… fuimos las primeras. Primeras en ser bendecidas,
primeras en morir.
La risa dio lugar a las lágrimas, y Hessu hundió el rostro en las manos. Luché
contra mi propio horror y la abracé.
Permanecimos allí por un tiempo, yo la mecía en mis brazos, mientras la terrible
verdad de nuestra situación me atravesaba el corazón.
Más tarde, me dirigí por el pasillo virtual hacia la barraca vacía donde se llevaba a
cabo mi Uno-a-uno con Nueve. Me sentía un tonto por mantenerme optimista sobre el
plan que los ancianos habían desarrollado para nosotros, por creer que el camino ante
nosotros sería más brillante que el que dejábamos atrás. Por lo que había oído de
Hessu, éste solo se volvería más sombrío cuando alcanzáramos nuestro destino.
Y me sentía como un tonto por no indagar con más profundidad en la naturaleza
del ritual que Loridas había realizado sobre Nueve. Había asumido neciamente que
era solo algún tipo de bendición de carácter pagano. Pero, de acuerdo a Hessu, era
mucho más que eso. Era un hechizo de protección que concedía inmunidad total a los
niños. A todos, excepto a Uno.
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

Su bendición solo era un enlace a los demás, ella no era invulnerable. Cuando
muriera, Dos sería vulnerable. Cuando Dos muriera, Tres sería vulnerable. Una y otra
vez en la cadena de sus preciosos jóvenes garde.
Puesto en esos términos, ya no se sentía como una bendición, para nada. Parecía
una maldición y me hizo sentir enfermo solo el pensar en ello.
Hice una pausa ante la puerta de la barraca y miré por la ventana de la nave. Lo
único que veía eran estrellas. Aún quedaban muchas galaxias por recorrer, antes de
llegar a nuestro destino. Nos dirigíamos a la Tierra, un planeta que estaba lejos de ser
perfecto. No se parecía en nada a lo que había sido Lorien.
Pero, aún con todas las terribles historias que había oído sobre la miseria de la
Tierra (las guerras, la hambruna, la contaminación), lo esperaba con ansias, al menos
un poco. Aún recordaba que la transmisión que había visto la noche del Cuarto de
Luna, antes de tomar la fatídica decisión de coger la pulsera de Daxin y dejar la
academia, y supe que la Tierra no podía ser tan mala.
Entré a la barraca y encontré a Nueve esperando sobre el suelo, de espalda a la
puerta virtual. Adel, la cêpan mentora de Siete, estaba sentada en una silla en la
esquina, cumpliendo su deber como supervisora asignada de ese día.
―Hola, Adel ―la saludé, dándole una sonrisa y un breve saludo. Ella me los 82
regresó.
Ante el sonido de mi voz, Nueve se levantó de un salto, se dio la vuelta y corrió
hacia mí, aferrándose a mis rodillas. Levantó la vista, con los ojos brillantes.
―¿Sandor? ―preguntó, alargando mi nombre y moviendo la cabeza de atrás hacia
delante―. ¿Vamos a jugar hoy?
Bajé la mirada hacia él y sonreí.
―Seguro, compañero ―contesté―. Vamos a jugar.

fin
PITTACUS LORE DARK GUARDIANS

AGRADECIMIENTOS

Moderadora a Cargo
• Pamee

Traductores
• Jackiejt
• Lauraef
• AOMontero
• Niyara
• Ximena30
• Ann Dawn
• Talylak
• Shiiro
• CairAndross

Diseño y revisión general


83
• Pamee

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