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Miguel Ángel
Sáez Gutiérrez
Zori
1ª Parte
Por
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez
(Novela Autobiográfica)
ISBN: 978-14-486-7404-6
Para mi familia
Página
Prólogo_.................................................................................................................................____1
1._Chico nuevo en la ciudad_.............................................____9
2._Mis primeros amigos_..............................................................___22
3._Mi entorno_.................................................................................................___35
4._Torremolinos_........................................................................................___48
5._Anjoros_.............................................................................................................___61
6._Teide_.....................................................................................................................___74
7._In the army_................................................................................................___87
8._Las franciscanas_.................................................................................__100
9._La comunión_...........................................................................................__113
10.Guadarrama_...............................................................................................__126
11.Beso, morreo o revolcón_..................................................__139
12.¡Hasta siempre abuelo!_..........................................................__152
13.El tío playeras_.........................................................................................__165
14.A por uvas_....................................................................................................__178
15.¡Qué sólo estás!_...................................................................................__191
16.Sonia_........................................................................................................................__204
17.Nuria_.......................................................................................................................__217
18.Esther_....................................................................................................................__230
19.Disco_.......................................................................................................................__243
20.¡Vaya lío!_............................................................................................................__256
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Prólogo
¿Quién es Zori?
Zori fue la mujer que cambió el rumbo de mi vida, en realidad no solo ella,
sino la sucesión de una serie de acontecimientos producidos en la época en
que conocí a Zori, los que provocaron que mi vida cambiara de rumbo.
El día que la conocí, se presentó como Zornitza, me dijo que su nombre era
el de una estrella, la estrella Zornitza. Yo no había oído hablar de aquella
estrella, con los años supe que Zornitza venía de Zoria Outrenniaia que
significa estrella de la mañana y además es el nombre de una diosa.
Para entender este cambio, creo que es adecuado hacer un retrato de ese
acontecimiento en mi vida, del instante en que conocí a Zori. El objetivo que
quiero lograr con este prólogo es que el lector sepa el significado de Zori, mi
biografía y el modo que he elegido para estructurarla. Cada capítulo lo
compone un año de mi vida, comenzando desde mis primeros recuerdos de
infancia hasta cumplir los treinta y nueve, cuando inicié su escritura.
Abro los ojos, estoy en una habitación de hotel de no sé de qué lugar, ni tan
siquiera sé quién soy yo, siento que las ideas salen de mi cabeza con torpeza,
como si tuviera que ir apartando nubes para despejarlas. A pesar de estar
algo aturdido y confuso, me siento bien, permanezco tumbado en la cama
disfrutando de este estado en el que mi mente permanece vacía, me siento
cómodo y no tengo ninguna prisa por espabilarme.
-1-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mientras buceo, pasa como un rayo por mi cabeza una anécdota vivida en la
isla de la Palma, recordé cómo, mientras buceaba, divisé una masa de roca
volcánica, al acercarme pude comprobar que eran unos pececillos que
permanecían inmóviles, como si estuvieran dormidos.
Me acerqué y cuando estaba justo debajo de ellos, pude verlos bien, eran
tiburones de unos treinta centímetros de largo. Resultaba simpático verlos
desde abajo porque parecían sonreírme mientras les observaba.
En ese momento pensé que quizá pudiera haber cerca otros hermanitos de
mayor tamaño o tal vez mamá o papá tiburón, este temor, unido a que ya
empezaba a quedarme sin aíre, me llevó a salir de inmediato del agua.
Además, mientras recogía, pensé en que los tiburones no son mamíferos, son
peces y no había motivo alguno para pensar que la mama tiburón pudiera
encontrarse cerca.
Como dije antes, la anécdota de los tiburoncillos pasó por mi cabeza muy
rápido, es lo bueno que tiene nuestra mente, somos capaces de pensar más
rápido que escribimos, de no ser así, es indudable que me hubiera ahogado.
-2-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Las peores vacaciones que recuerdo fueron las de Canadá y las de Noruega,
fueron en compañía de gente con la que era imposible cualquier tipo de
convivencia, de caracteres totalmente incompatibles al mío, por suerte,
desde las vacaciones de Noruega, no he vuelto a saber de ellos.
Pasa a menudo, que cuando crees que eres único entre un millón, el único de
piel morena y pelo negro a muchas millas a la redonda, aparece lo que
menos te esperas, una mujer de piel morena con el pelo teñido de rojo.
Llenábamos la playa los cangrejos de pelo rubio, el pequeño general, la
morena, sus padres y yo.
-3-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Caminé desde la Playa de los Cristianos hasta la Playa de las Américas, pasé
el resto del día paseando y parando de vez en cuando para nadar y
refrescarme. Al llegar al hotel cené sobre las cinco de la tarde y me fui a la
habitación, me encontraba algo cansado, me duché y me eché una buena
siesta.
El día que vi por primera vez a este cantante en televisión pensé que tenía
posibilidades de tener éxito, combinaba su buena voz con mucha energía y
desenvoltura encima del escenario, era de los que se dejan la piel.
-4-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La segunda vez que actué también fue en el colegio por navidad, esta vez
solo para mi clase presentando mi primera composición que decía algo así:
k B
MI PRIMERA DB
COMPOSICIÓN
B
4
:4 B BL B B B
B L
B B B B
B L
B B B
1
B L L L
JESUS MUY PRONTO VA A LLEGAR LA NAVIDAD
$ ! #
$ $ " " $ $
c ! ! ! ! # #
l
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B B
$
k HB HB H B H
B B B
$
BL LB BBB BB
H
BBB BB B
B L B
4
B
SE ACERCA RAZON DE MÁS PARA SER FELIZ AYUDANDO A LOS
$ !
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# $
k $
HB H
BBB BB
8
DEMAS
$
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l
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#
-5-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La tercera vez que actué ya era el yupie rumbero (persona entre 20 y 35 años
con un nivel adquisitivo alto al que le gusta tocar la rumba), actué en la
ceremonia de jubilación de mi madre, en esta ocasión lo preparé bastante y
debió gustar aunque mi me pareció que lo podía haber hecho mejor si no me
hubiera entrado el miedo escénico.
Uno de estos amigos, José Monje (que se llama como el Camarón), fue una
de las personas que me he conocido que me gustaría volver a encontrarme,
amigos de los que para contarlos me sobran los dedos de una mano, al igual
que Luis, aquel con quien nadaba mientras nos sorprendió una morena por
aguas de Mazarrón. Muy especial mi gratitud a la señora Sole, madre de
José, que nos invitó a cenar una noche a María Cristina y a mí.
-6-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Son muchas las veces que había oído describir lo desgarrador que puede
llegar a ser la marcha de un familiar. Escritores como Jorge Manrique en las
coplas por la muerte de su padre o Miguel Hernández en su elegía a Ramón
Sijé quisieron inmortalizar un sentimiento tan difícil de expresar.
Años antes de que mi padre nos diera su “hasta pronto”, había hablado de la
muerte con un buen amigo, mi profesor de música, el que me enseñó todo lo
que se de flamenco. El me describía su experiencia tras la muerte de un
hermano suyo, al que tenía devoción, me contaba que sintió un enorme
vacío, era como si le hubieran quitado una parte de su ser.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El momento en que yo marche, será un día de tristeza para los que quedan y
un día de júbilo y gozo para los que me esperan. Que este milagro sea
debido a la existencia de Dios no es un tema que me inquiete, imagino que
habrá una fuerza sobrenatural o que simplemente ignoremos a día de hoy los
humanos.
¿Creo en Dios?, sí, creo en alguien al que yo llamo Dios desde que era un
niño, acostumbro a hablar con él cuando estoy solo, cuando reflexiono y
repaso mis inquietudes diarias o cuando me levanto.
Aquel Dios con el que hablo no tiene etiquetas ni apariencia, ya que nunca
me ha preocupado su imagen, no la necesita, al menos yo no nunca he
necesitado ponerle cara.
Cuando tienes fe ciega en un hombre justo y bueno que deja esta vida, sabes
que su alma sigue viva. Aquel héroe desconocido que trajo al mundo con sus
manos tantas vidas, con los escasos medios en esos pueblos de España de
los años cincuenta. Sé que su alma está bien y en paz, mi fe ciega en él me lo
dice, me considero un gran afortunado de haber tenido un gran padre, si he
de tomar un ejemplo de alguien, sin duda, siempre lo encontraré en el mejor
maestro que he tenido, mi padre.
-8-
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hombre en la luna
Fue un día del frio invierno, era a mediados de Febrero del año sesenta y
nueve cuando vine al mundo. Como era ya tradición familiar, nací en casa
como todos mis hermanos y pronto me acostumbré al bullicio y el jaleo,
quién sabe si de ahí viene mi afición al flamenco.
El comentario jocoso puede surgir cuando menos te los esperas, como fue el
día que llegué tarde a ese beneficio social que permite optar por la compra
de una vivienda a precio razonable:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Relacionado con esto, acabo de recordar que a los tres días de fallecer mi
padre, vinieron dos sabuesos sin escrúpulos a ver si podían vendernos algún
que otro seguro aprovechando el estado de trance en el que te quedas
cuando has sufrido un duro golpe.
Bueno, en realidad, solo habían venido a hacer unos trámites que cubría el
seguro, pero era muy tentadora la circunstancia de ver a una mujer y a unos
hijos destrozados, éramos carne de cañón, ¡qué oportunidad!, he aquí un
fragmento de aquella conversación:
Hay quien dice que los que hemos nacido el mismo año, incluso en la
misma época del año, somos parecidos, yo conocí a dos mujeres de mi edad,
una era escritora y la otra fue mi novia por unos meses, tal vez los peores
meses que he vivido en toda mi vida.
De mi amiga escritora tengo muy buenos recuerdos, pero decir que por
haber nacido ambos en el sesenta y nueve pudiéramos ser parecidos, es
demasiado osado.
De la novia efímera debo decir que a pesar de que era tan solo una semana
mayor que yo, ya que nacimos el mismo año y el mismo mes, éramos de
forma de pensar muy diferentes.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue una suerte haber tenido el placer de haber crecido escuchando esas
canciones tan bellas y otras tan divertidas como “Chinita de Amol”, pegados
a la tele aprendiendo a recoger la mesa como lo hacía Pippi Calzaslargas.
Desde el mismo instante en que nacemos, alguien nos etiqueta, nos ponen
en el pié una etiqueta de identidad, es esa es la primera y luego vendrán
todas las demás.
La pregunta número uno, la más frecuente y que se lleva la palma es, ¿cómo
te definirías? En este punto de la entrevista siempre tenemos un problema,
fundamentalmente porque soy incapaz de definirme y eso suele irritar al
psicólogo de turno.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tras haber oído tantas veces esta misma sandez, la última vez que la oí solté
una carcajada que el psicólogo tomó como un insulto y me invitó a
abandonar la entrevista. Ya no solo me echan de los trabajos sino que
también me echan de las entrevistas, quizá debería comenzar a investigar las
artes interpretativas porque así no vamos a ninguna parte.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando eres un bebé, eres ajeno a todo aquello que te rodea, eres feliz,
tienes comida y el cobijo asegurado. En el mes de julio de mi nacimiento, al
hombre le dio por subir a la luna, ¡con todo lo que hay que hacer aquí en la
tierra!, ¿quién sabe si algún encontrarán agua?, como tenemos tan poca.
Nuestra historia está llena de despistes, uno de los que recuerdo con humor
fue en una ocasión en que un invitado de la casa real inglesa cometió el
tremendo despiste de equivocarse de copa quitando a la reina madre su Gin
Tonic. En esta ocasión la reina madre, a pesar de su avanzada edad, anduvo
bien espabilada y enseguida le advirtió, ¡Eh tú!, ¡que esa copa es mía!
Debe ser que en la luna no se vive del todo mal, sin apenas esfuerzo alguno
puedes moverte de aquí para allá. Incluso puedes conseguir lo improbable
de que una bandera ondee en la escasa gravidez de la plataforma lunar.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mi casa
La casa donde nací tiene muchas aventuras y desventuras que contar,
ubicada sobre el mismo suelo que antaño ocupaba la casa de mis abuelos en
la actualidad la habitamos mi madre, dos de mis hermanos y yo.
Hace unos días oí relatar a mi prima Carmen con entusiasmo y con todo lujo
de detalle cómo era la casa de mis abuelos, al ser ella mayor que mis
hermanos mayores conocía mucho mejor cada rincón de aquella casa.
El plan que tenía y que le contó a su madre, era que primero se montaría ella
solita en el tren de Vallecas hasta Atocha y cuando llegara allí, se montaría
en un taxi y le diría al taxista, ¡a cada de la abuela Paca!
Al tener tan solo once años cuando se marchó mi abuelo Tomás, no pude ir a
despedirme muy a mi pesar de él aunque pude ir días después al cementerio,
entonces pude ver cerca la tumba de Fofo, me alegró saber que mi abuelo
descansaba cerca de aquel que me hizo pasar momentos tan divertidos.
He podido ver aquella casa alguna vez que he pasado con mi madre por la
zona, tiene reformada la fachada de manera que nadie diría que se trata de
una casa con más de setenta años, de antes de la guerra civil española.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Con los años mis abuelos decidieron vender la casa debido a la presión
urbanística de la zona, llegó un momento en que se encontraron rodeados de
edificios altos lo que les llevó a decidirse por su venta.
En la clínica, que así llamábamos a esta habitación, había una vitrina con
medicinas y material para curas, inyecciones, etc. Aunque podíamos pasar
por la clínica, teníamos bien aprendido que ahí no se tocaba, el resto del
mobiliario lo formaban un escritorio con cajones que tampoco podíamos
tocar donde mi padre guardaba documentos y sellos para las recetas.
Enfrente del escritorio había una mesa muy temida por todos, era donde
había que tumbarse para recibir un pinchazo en el culo cuando caíamos
enfermos. A un lado de la mesa, había una báscula para bebés y enfrente de
la báscula el objeto que más nos llamaba la atención, el aparato de rayos X.
Una casa grande para una gran familia, la casa que me vio nacer y en la que
pasé mi niñez y juventud. Había una puerta desde la cual uno podía
esconderse y dar un buen susto al que pasara despistado en ese momento.
En ese momento pensé ¡tierra, trágame!, pero no fue así y vi como entraba
una niña de mi edad y se sentaba justo a mi lado mientras mi cara enrojecía
porque mi única ropa eran unos calzoncillos, dudé si se había dado cuenta
de que estaba en paños menores porque comenzó a hablar conmigo con
total naturalidad mientras yo permanecía paralizado sin saber qué hacer.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mi barrio
El barrio en que nací ya no es el mismo que era. Pasear por la calle
Caramuel, mi calle, es como pasear por cualquier país de Latinoamérica, no
creo que sea una exageración afirmar que en mi barrio actualmente es mayor
la población de inmigrantes que la de españoles.
Parece que a los mismos que vinieron del pueblo a Madrid es a los que ahora
les molesta la inmigración. Cuando yo nací, pasear por mi barrio era como
pasear por Sevilla, o Almería, la mayoría de sus gentes eran andaluces.
Mi afición por el flamenco tuvo mucho que ver con las influencias del barrio,
en una ocasión pude ver al rey del cante en mi barrio, iba andando con mi
hermano por el puente Segovia y al llegar a los mesones gallegos, allí estaba,
oí una voz que decía, ¡toma Camarón! ofreciendo una copa al maestro.
Mi barrio tenía sus propios maestros de guitarra, uno de ellos el vecino del
piso de arriba, el señor Ángel, al que no recuerdo haberle visto tocar aunque
me contaron que dominaba con gran destreza la guitarra, el estilo musical
que dominaba era el folklore español, como el gran Sabicas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando años más tarde visitamos las casas colgadas de Cuenca en la que
había muchos pichones, al descubrir que esos pajarracos pequeños eran los
aterradores pichones, me dio la risa y dejé de temer a “el chulito pichón”.
Mi barrio era un lugar tranquilo, casi siempre, una vez miré por la ventana y
pude ver una nube de humo gris, era una manifestación, en aquella época
cualquier tipo de manifestación era considerada como una agresión al
régimen franquista, el humo era provocado por las bombas de humo que
echaba la policía para disolver a los manifestantes.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La Latina fue una mujer española de nombre Beatriz Galindo, amiga íntima
de Isabel la Católica, fue una de las mujeres más cultas de la época, estudió
en la misma universidad que Cervantes, la misma que me acogió siglos más
tarde, tomó su apodo debido a sus amplios conocimientos de latín. Fue tan
famosa por esta circunstancia que llegó a oídos de la reina y la reclamó para
recibir sus clases de latín tras los cual hicieron una muy buena amistad.
Al igual que la reina, yo tuve un maestro con el que hice muy buena amistad
en mi barrio, este no era maestro de latín, sino de guitarra flamenca.
Miembro de una familia de artistas de Granada, se estableció con su familia
cuando aún era un adolescente en el centro de Madrid, cuando de mayor se
independizó, vino a vivir al barrio.
Hace unos años conocí a un buen amigo que se llamaba como Camarón,
José Monje, su madre nos invitó a cenar con mucho cariño a mi amiga
colombiana María Cristina y a mí sin apenas conocernos, la señora Sole.
Goya decoró las paredes de su casa con las que se denominaron las “pinturas
negras”, pinturas que en ocasiones habían sido repintadas por Goya sobre
otras ya existentes. Estas fueron trasladadas posteriormente a lienzo y en la
actualidad se encuentran expuestas en el Museo del Prado de Madrid.
Hecha esta aclaración, puedo entenderse que el barrio Goya, aún siendo un
barrio diferente, para mi es parte del barrio, he de decir de sus gentes que
tienen buen gusto, pues en sus pasadas fiestas eligieron Miss a mi sobrina
María. La quinta del sordo, cercana al barrio Goya, se ubicó en la actual calle
Pablo Casals, donde más tarde estuvo la estación de ferrocarril de Goya que
fue sustituida por lo que es en la actualidad una zona residencial.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El haber tenido tan ilustre pintor de vecino, hizo que se diera su nombre a
uno de los colegios del barrio, del que conocí tanto sus antiguas como sus
nuevas instalaciones, aunque no como alumno sino como visitante.
Al entrar por la puerta y ver la anarquía con la que campaban a sus anchas
mis futuros compañeros y oír comentarios del estilo de, ¡mira el nuevo!,
¡anda que no le van a caer hostias!, pensé que aunque continuar en los
salesianos tal vez me trajera algún que otro problema, sería conveniente
optar por quedarme, al menos para preservar mi integridad física.
Mi madre fue maestra del colegio Goya hasta su jubilación, estoy convencido
que las generaciones que pasaron por la clase de mi madre salieron más
dóciles que los salvajes que ansiaban mi incorporación para darme candela.
El cine estaba abierto a todos los chicos del barrio sin necesidad de tener
que ser alumno del colegio, en él se proyectaban películas de diversos
géneros a un precio asequible a nuestro escuálido bolsillo.
Aunque para todos los chicos era nuestro cine de barrio, a los padres
salesianos no les gustaba que lo llamáramos así siendo frecuentes las veces
en las que mandaban callar a todos los presentes con una frase que se hizo
popular ¡A ver si os habéis creído que esto es un cine de barrio!
Pues claro que nos lo habíamos creído, como que era nuestro cine de barrio
y a mucha honra, como son los curas, para un servicio bueno que hacían a la
comunidad y les daba vergüenza.
¿Donde quedaban aquellas enseñanzas que tanto nos predicaban con las
proyecciones en el aparato de filminas de San Juan Bosco haciendo sus
buenas obras con los niños pobres y con su pupilo Santo Domingo Sabio?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Una de las escenas más divertidas del cine de barrio fue cuando, debido a un
despiste de los padres salesianos, no se procedió a revisar previamente el
celuloide para ser validado y en caso necesario, debidamente censurado.
Veíamos una película del oeste de la que no recuerdo su título, cuando nos
sorprendieron unas imágenes prohibidas de una escena de cama entre un
vaquero y su mujer, novia, amante o vaya a usted a saber.
Dado que la media de edad de los espectadores del cine de barrio era de
chicos y chicas de unos once años, las risas y los gritos se oyeron hasta en la
china, realmente nos produjo mayor gozo ver las caras de desesperación de
los curas por su tremendo despiste que la escena erótica en sí.
Una de las ventajas que hacía más atractivo aún a nuestro cine de barrio era
que se permitía también el acceso a las chicas, de este modo, si la película
resultaba un poco aburrida, podías deleitarte mirando a tu alrededor.
Tras el alboroto que se formó tras este fatídico despiste de los curas, se
procedió a la cancelación de la proyección de la película y creo recordar que
como castigo, pasamos varios meses sin nuestro querido cine de barrio.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mientras siga siendo testigo del abuso de poder en nuestros días que no me
vengan a mí con memorias históricas ni demás gaitas, mientras vea al jefe de
recursos humanos de una empresa capaz de defenestrar a un empleado por
el puro placer de hacerlo, pensaré en lo fácil que le resultaría apretar el
gatillo y arrebatarle la vida por el mero placer de hacerlo.
Siendo mí abuela una mujer muy creyente, le llevó los demonios cuando
unos sacerdotes llegaron a mi barrio en la posguerra diciendo que el pecado
y la perdición se encontraban sobre todo en los suburbios de la ciudad, como
aquel en que el que ella vivía. ¡Qué cosas tienen los curas, decir que mi
barrio era un suburbio de pecado y perdición!
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Haciendo amigos
En mi primer año de vida, allá por el año setenta, pude dar mis primeros
paseos en mi cochecito de bebé y así conocer a mis primeros amigos. En el
barrio vivía una familia de asturianos que había vivido en Cuba, los
llamábamos los Alipios porque era el nombre del padre y de un hijo.
La madre de los Alipios pronto hizo amistad con mi madre, una mujer muy
amable y cariñosa, algo que pude constatar en los sucesivos cumpleaños a
los que me invitó su hijo, mi primer amigo de mi edad, Julito.
El cómo nos conocimos Julito y yo con apenas un año de edad lo supe por
boca de Julito hace un par de años. No recordaba cómo sucedió pero Julito
me lo contó una noche que salí a comprar tabaco. Era ya algo tarde y no
quedaba ningún bar abierto, así es que me fui a por tabaco al pub del barrio
situado en la calle Guadarrama.
Cuando iba camino del pub, mi intención era sacar el tabaco de la máquina
y volverme a casa, pensaba en fumar tan solo un par de cigarros antes de
dormir pero no me imaginaba que la noche iba a ser más larga de lo que
podía sospechar en un primer momento.
Entré en el pub y la máquina escupió todas y cada una de las monedas que
había introducido, me dijo el dueño del pub que las tirase contra el sueño a
mala leche y que entonces vería como sí las admitía.
Es este uno de los fenómenos de los que he sido testigo a lo largo de mi vida,
que sin explicación lógica ni fundamento científico, inexplicablemente
funcionan, lo metí en mi saco particular de fenómenos extraños UFO.
Nos dimos un fuerte abrazo y pedimos una copa, en ese instante pude ver
otro fenómeno UFO, vi cómo Julito se quitó unos hielos de sobra de su vaso
lanzándolos a una cubitera que portaba el dueño del pub que estaba situado
a unos diez metros de nosotros, sorprendentemente los coló todos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Otra vez bajando por el Paseo de Extremadura con una moto que le dejaron,
pegó tal frenazo al llegar al semáforo que salió volando media moto por los
aires por la acción de la fuerza centrífuga, sin embargo, nosotros quedamos
anclados en el semáforo en rojo, observando absortos cómo dicha fuerza de
la madre naturaleza nos despojaba de nuestro medio de transporte.
El día siguiente era laborable y por ello me pareció algo extraño que hubiera
tanta gente en el pub, hasta llegué a pensar si en algún momento se
convertirían los presentes en vampiros como en la película “Abierto Hasta El
Amanecer”. Cuando hablé con la otra gente, me di cuenta que eran unos
trasnochados como yo, que tal vez necesitaban una noche de desahogo
aunque al día siguiente tuvieran que ir a trabajar.
Fue en plena noche cuando Julito me reveló algo que yo ignoraba, algo que
le reveló su madre un día. Luego pude verificar con mi madre que era cierto
lo que me contó Julito, no era otra cosa que el día en que nos conocimos tan
solo teníamos un año de edad.
Hace muy pocos días soñé con ese instante, quizá este sueño pueda reflejar
una realidad un poco distinta a lo que realmente pasó aquel día, pero no
cabe duda que percibí este sueño con una sensación de realidad tal que
desperté sobresaltado, ¿qué parecen reales, los sueños o la realidad?, lo
cierto es que mi mente lo fabricó en base al sorprendente relato de Julito.
Cuando oigo mi voz tan aguda hablando en una lengua tan primitiva me da
la risa, soy consciente de que soy un bebé de un año y me dispongo a
disfrutar de este momento de felicidad, mi madre me lleva en brazos por las
escaleras y me deposita en un carrito situado en el portal de mi casa.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Todo tiene un tamaño descomunal, los árboles, las casas, la gente y los
coches. Nada más salir a la calle se mezcla en mi nariz una variedad
pintoresca de olores.
Mi carrito tiene una barrita con la que me ayudo para incorporarme cuando
quiero ver mejor, al incorporarme reconozco el antiguo portal de mi casa, la
carretera sin asfaltar y me sorprende la ausencia de coches aparcados, pasa
un coche cada quince minutos, se oye rugir su motor a lo lejos hasta que su
sonido se torna ensordecedor según se va aproximando.
Soy testigo de uno de mis primeros fenómenos UFO, escucho una voz más
aguda aún que la mía, entonces me incorporo y puedo ver una bolita de pelo
negro y del mismo tamaño que yo que se ríe y me dice:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Yo solo conocía a Julito y al dueño del pub de alguna que otra vez que me
había dejado caer por ahí, hablé un buen rato con aquel amigo de Julito que
aseguraba conocerme de algo, luego jugamos un billar y fui testigo una vez
más de la destreza de Julito, tiene una habilidad fuera de lo normal.
Sin embargo he de reconocer que yo no soy bueno para los juegos, aunque
siempre que no haya dinero de por medio, me apunto. Desde niño fui muy
patoso con el deporte más importante en mi país, el fútbol, si lo dominabas,
eras candidato a ser delegado de clase y muy admirado por todos tus
compañeros, el pichichi de mi clase se llamaba Pipi.
Sin embargo yo era del grupo de los que en el recreo buscaba actividades
alternativas como ir a ver a las niñas de las Franciscanas ya que su colegio
estaba próximo al mío.
Hablando de chicas, entre bola y bola me percaté de que había una chica en
el pub y dada mi torpeza jugando al billar, decidí que era mejor darle
conversación a la única mujer que pernoctaba en aquel sombrío lugar.
Salí del pub alrededor de las once de la mañana y la sensación de ver la luz
de sol de repente fue bastante desagradable, pasas en milésimas de segundo
de estar confundido por la noche a estar aturdido por el día.
Me despedí de mis amigos y regresé a casa, por el camino pensé que tal vez
mis padres estarían preocupados por mis escapada nocturna, por ello abrí la
puerta y me dirigí a mi habitación sin hacer ruido, entré en un profundo
sueño y nadie supo que aquella noche mi sueño tan real como la vida misma.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Han sido muchas las aventuras que hemos pasado Julito y yo juntos, no
recuerdo muy bien cuando dejamos de vernos, de lo que estoy seguro es de
que nunca hemos tenido enfrentamientos, lo único que ha podido
separarnos han sido circunstancias de la vida, nos fuimos distanciando
desde el momento en que me fui a un instituto que estaba fuera del barrio.
Siempre que nos volvemos a ver tras largos periodos de tiempo, los saludos
son efusivos y es mucho el rato que nos pasamos charlando. Durante la vida
de una persona, se pueden tener muchos amigos y distintos grados de
amistad, Julito es uno de los amigos de los de verdad, alguien que sabes que
jamás de traicionará, una persona de palabra, un tipo auténtico.
La experiencia nos sirve para tratar de no cometer los mismos errores que un
día cometimos. Uno de los mayores errores cometidos en mi vida fue el
juntarme con falsas amistades, en la actualidad carezco de amigos, ¿quién
quiere falsos amigos?, mejor no tenerlos, ¿mi peor experiencia?, la traición.
La amistad es buena pero el amor es mejor. No quiero decir con ello que sea
malo tener amigos, aunque von el tipo de amistades que he frecuentado mis
últimos veinticinco años, prefiero seguir estando sin amigos. La amistad
auténtica es realmente buena, el hecho de que a lo largo de mi vida casi
siempre la amistad fuera una utopía me hizo seguir buscando.
Encontrar buenos amigos es tan difícil como encontrar una buena pareja o
un buen trabajo, encontrarlo todo sería un cuento de hadas. Los amigos he
dejado de buscarlos, no es que no quiera tenerlos pero perdí mi interés. La
pareja la encontré, eso que vi en mis padres y que tanto admiraba, el amor
verdadero, lo hallé cuando ya casi no albergaba esperanzas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hace pocos años pregunté a una jefa de recursos humanos que cuántas
entrevistas eran necesarias para llegar cubrir el puesto al que optaba, llevaba
cinco y me iba pareciendo algo excesivo, me contestó que todas las
necesarias para asegurar la calidad de satisfacción del cliente.
¡Ay que ver las reflexiones que se planteaba este hombre con tan solo un
añito de edad! pensarán ustedes, entonces no tenía problemas para ser
aceptado por la sociedad, todos me miraban embobados y me hablaban
como si fuera estúpido, a pesar de ello, era un bebé muy feliz.
Tal vez el afán de encontrar seguridad sea una enfermedad más fácil de curar
de lo que pudiéramos imaginar. ¿Qué tal si dejamos de buscarla?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Primer manjar
Tuve que soportar, como cualquier bebé, las dietas a base de leche, purés y
potitos hasta conseguir degustar mi primer manjar, el jamón serrano. El que
mejor me preparaba el jamón serrano con pan cortado en trocitos pequeños
era sin duda mi abuelo Tomás.
¡Qué gran persona fue mi abuelo!, tras haber soportado estoicamente a sus
cinco primeros nietos, se portó con el sexto de sus nietos como si fuera un
padre. Siendo un bebé se percibe con mayor detalle lo que te rodea, no tardé
demasiado en darme cuenta de lo gran persona que era mi abuelo Tomás, el
mejor amigo que tuve durante mi infancia.
Una de las preguntas más comunes que me han formulado en las entrevistas
de trabajo que he realizado recientemente es, ¿crees que con un currículum
tan extenso te queda algún aspecto en el que puedas mejorar, y por otro
lado, consideras que hay algo que aún te quede por aprender?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Debemos aprender a respetar que haya personas que puedan tener opiniones
diferentes a las nuestras, ni ellos, ni yo, ni nadie estaremos en posesión de la
verdad absoluta, es precisamente la diversidad lo que enriquece.
¡Qué poco aprendí en mis ocho años de colegio en los salesianos, con aquel
lema de, la letra con sangre entra! No cabe duda que por obligación se
aprende, pero tampoco albergo la menor duda de que si se disfruta del
aprendizaje, el resultado va a ser bastante más efectivo y duradero.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En el colegio era tal el empeño de algunos niños por imitar a sus mayores
que a veces incluso se podía llegar a hablar como ellos. Algunos llegaban a
tal perfección imitándolos que si por un momento cerrabas los ojos, creías
estar ante una persona mayor.
Llevo grabada una imagen de dos niños “mayores”, niños que hablaban
como sus padres y resultaba gracioso escucharles, parecían dos señores a los
que un mago malintencionado los había transformado en niños a un toque
de su barita mágica.
Era un bebé feliz con los ojos muy abiertos, observaba y absorbía todo lo que
pasaba por delante de mí, tenía muchas ganas de aprenderlo todo, la
curiosidad me embriagaba y me hacía sentir interés por casi todo.
Fueron muchos los años en los que mi abuelo siguió preparándome el mejor
jamón serrano con pan cortado en trocitos del mundo, años en los que pude
disfrutar de una gran amistad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Son estas actividades y otras como el baile con las que más disfruto
desarrollándome aprendiendo. Profundizo en el aprendizaje sin apenas
esfuerzo porque lo hago por amor al arte, me encanta aprender.
Estar en constante crecimiento hace que la vida sea más divertida, teniendo
la certeza de que si mañana tenemos suerte de despertar aprenderemos algo
nuevo, tendremos la posibilidad de disfrutar de un nuevo placer y seremos
algo diferentes a lo que fuimos el día anterior.
Otro de los motivos por los que no me defino o etiqueto, es porque nunca me
gustaron las etiquetas, que me pongan un “tú eres”, de cualquier modo, si
en ciertos momentos pudiera llegar a definirme, considero que es algo muy
personal con derecho a guardar en mi baúl de mis intimidades.
Desde que probé aquel jamón serrano cortadito y mezclado con trocitos de
pan con tan solo un año de edad, han sido muchos los manjares exquisitos
que he probado y mientras Dios quiera, continuaré probando.
Hay diferentes escuelas para ejercer el placer, unas se rigen por los excesos,
como las llevadas a la práctica por nuestros ancestros romanos, yo sin
embargo soy partidario de la escuela de los sibaritas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Potitos
Después de los biberones de leche, comencé a tomar potitos y purés. Era
mejor este tipo de alimento que lo que había probado hasta entonces,
aunque imaginaba que aún me faltarían unos meses para probar mi primer
manjar exquisito, seguro que sospecharán ustedes de qué se trata.
No tardé pues mucho en conseguir mi meta, por fin pude caminar y alcanzar
a aquellos sitios a los que antes no podía llegar.
Pude entonces observar algo horrible, era la portada de un disco single que
tenía mi hermana, en su portada se veía la cara de una mujer de melena muy
larga y embarullada, lo más horroroso que jamás había visto.
Mi estado de pánico fue tal que comencé a bracear con todas mis fuerzas
volando por el pasillo a una velocidad supersónica, llegué a perder casi de
vista a la bruja y comencé a tranquilizarme un poco.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En el lado izquierdo del pasillo había unas puertas grandes cada veinte
metros, presumiblemente de unas aulas y en el lado derecho del pasillo unos
ventanales grandes tras los que se podía contemplar un bello jardín.
Me había olvidado por completo del fatal encuentro con la bruja del single,
cuando muy a lo lejos volví a oír su aterradora carcajada, aunque imaginaba
que aún se encontraría lejos de mí, alcé el vuelo a lo largo del pasillo a
velocidad de crucero.
Era evidente que la bruja iba mucho más rápido que yo, su carcajada cada
vez se oía mejor y mis brazos ya comenzaban a resentirse del esfuerzo, al
echar la vista atrás pude ver un puntito en la lejanía con una colita ondeando,
deduje que sería la capa de la bruja.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Aquel disco pude verlo en mi casa muchos años, incluso siendo algo más
mayor lo buscaba y al encontrarlo no me extrañaba en absoluto el terror que
me producía cuando tan apenas era un bebé.
Más que buscar una teoría sobre que algún posible hecho traumático de mi
niñez pudiera haber causado que transformase en mi mente a una cantante
famosa en bruja, me inclinaría por otra teoría menos rebuscada.
Si a esto le unimos mi teoría de que tal vez los potitos me pudieran causar
malas digestiones y por ello tuviera pesadillas, solo podía elegir de carne o
pescado, igual que en el menú de los vuelos Madrid - Nueva York en los que
te ofrecen: fish or meat, please? (carne o pescado, elija por favor).
¡Ten hermanos para esto!, ahora que lo recuerdo, teniendo diecisiete años mi
padre trajo unos potitos para un sobrino mío, me picó la curiosidad y probé
uno de los de fruta, no era de extrañar que mis hermanos me los birlasen.
Tras probar los de frutas quise probar de nuevo el sabor de los potitos de
carne y de pescado, en esta ocasión me parecieron deliciosos. Ciertamente
podría sobrevivir en una isla desierta tranquilamente a base de potitos, a
decir verdad no los compro porque están muy caros de precio.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
3. Mi entorno
Gran familia
No vayan a creer que son todo ventajas por el hecho de ser el menor de seis
hermanos, casi nada de lo que poseías era completamente nuevo, si era de
segunda mano ya podías considerarlo un lujo, porque normalmente todo
solía ser de tercera o cuarta mano, incluso llegué a tener un libro sin tapas
que se caía a trozos que no me extrañaría que fuera de sexta mano.
Era de un color blanco perla y algo diferente a los modelos más comunes, tal
vez por ser de los primeros que hubo, tenía los intermitentes encima de los
faros en lugar de tenerlos en los lados como era más habitual en modelos
posteriores.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue mi primer maestro y amigo, por aquella época en la que los enanos
como yo abundábamos y siendo la especialidad de mi padre pediatría, no le
faltaba trabajo, sobre todo en la estación invernal en que la gripe sacudía con
fuerza los hogares de Madrid.
Su servicio militar fue muy largo, estuvo cuatro años en la guerra de África
realizando allí el servicio militar. Por suerte no estuvo en el frente, sino
realizando tareas de oficina. Tenía una caligrafía magnífica, era tal su
perfección trazando líneas que el resultado de sus escritos parecía haber
salido de una imprenta.
El recuerdo que tengo de mi abuelo es muy grato, los primeros años que
pasaron desde que él nos dejó fueron duros para mí, muy tristes, cada
mañana despertaba con el deseo de haber sufrido una terrible pesadilla y que
al despertar él estuviera allí.
Con el paso de los años, esa tristeza de tornó en alegría, recuerdos de los
momentos tan buenos que pasé con ese amigo que tanto sabía y tanto me
enseñó de la vida. Aprendí que cuando se pierde a alguien que quieres, ya no
hay vuelta atrás y desde el día que se fue, vivo con la esperanza de volverle a
ver un día, sospecho que triste para los que queden y alegre para mí.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El abuelo Tomás, buen aficionado a los toros, tuvo que lidiar con seis nietos
y lo hizo con mucho temple y destreza. No pasó más allá de la afición, pues
aunque admiraba mucho el arte de los toreros, decía que le fallaba el
izquierdo y prefirió ver los toros desde la barrera.
Su aspecto era diferente al mío, mi padre era más moreno que yo, también
calvo pero menos que yo, tenía patillas de Curro Jiménez, en verano solía
vestir de sport con pantalones de pinzas de colores claros, unos zapatos que
me llamaban mucho la atención por ser transpirables, aunque nunca he
tenido unos zapatos de este tipo sospecho que serán bastante cómodos.
Tenía muchos lunares, como mi hermana Paloma, de todos ellos el que más
llamaba la atención, aunque no sabría decir si era lunar o mancha en la piel,
era el que tenía en su brazo derecho.
Cuando le vi por última vez con vida, recuerdo haber fijado mi mirada en
aquel lunar tan característico y único. Gracias a la fe que él me inculcó y a
mis convicciones, sé que me escucha y que algún día nos reencontraremos.
Si vas con mi madre paseando por la calle, no tengas prisa alguna por llegar
a casa, pues va a parar numerosas veces para hablar con alguien. Hace
escasos días, nos dio una muestra valor ante la adversidad en una habitación
de hospital en la que estuvo ingresada.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
No puedo olvidar aquel día en el que me llevó a su clase del Pan Bendito, fui
con miedo y sin embargo salí encantado de aquellas aulas en las que las
gitanillas me dieron todo su afecto por el mero hecho de ser hijo de su
querida maestra Mari Carmen.
Puedo llegar a entender que si alguien ha tenido unos padres que no se han
portado bien, pueda optar por el abandono, pero en caso contrario, si tus
padres han luchado día a día por ti como hicieron los míos, considero que
abandonarlos cuando se hacen mayores es la peor de las traiciones que un
ser humano pueda llevar a cabo.
De bien nacido es ser agradecido, si tus padres fueron de los que trabajaron
duro para sacarte adelante, la peor puñalada que les puedes dar es el
abandono, ¿qué clase de hijo puede hacer eso?, canallas que irónicamente
creen que ellos nunca van a ser abandonados.
He tenido una gran suerte de tener estos padres, nada que pudieran
ofrecerme igualaría la inmersa fortuna que encierra el amor de unos padres
por sus hijos. Unos padres que fueron justos y no hicieron diferencia alguna
entre cada uno de sus hijos, todos recibimos la misma educación, el mismo
afecto y el mismo cariño.
Mis hermanos son Javi, Paloma, Fernando, Santi y Carmen. Javi es que
quinto de los hermanos, el más cercano a mí. Nuestras peleas eran el pan
nuestro de cada día, al igual que ocurría entre Fernando y Santi. Paloma y
Carmen fueron las únicas que no peleaban con ninguno de nosotros.
Algo que nos caracteriza a todos los hermanos y por lo que cualquiera podría
adivinar que somos hermanos, es la forma de gesticular y hablar. Hay
determinados gestos que son innatos, no son aprendidos, vienen de fábrica
con nuestros genes.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En muchas ocasiones he tenido que convencer al que estaba al otro lado del
teléfono de que yo no era mi hermano Fernando, incluso se trataba de mi
hermano tomándoles el pelo. También en diversos lugares me han
reconocido como hermano de Fernando sin tan siquiera conocerme, tan solo
observando los gestos y la voz.
Aquel que lea esta biografía puede intuir que mi vocación nunca fue la
informática y no se equivoca. Es una de las preguntas incómodas que suelen
hacerme en las entrevistas, ¿por qué eres informático?, a lo que me cuesta no
responder, ¿dónde he de firmar para poder ganarme la vida de otro modo, tal
vez como escritor, actor, músico o bibliotecario?
Puedo contar con los dedos de una mano y me sobran dedos, las obras de
arte que han nacido de mi ingenio, sin embargo tal vez sean miles los
programas de ordenador que he creado, eso sí, previo anexo de contrato en
el que cual he de ceder los derechos de mis creaciones a una empresa.
Si cobrara derechos de autor por todos los programas que he realizado, muy
probablemente podría jubilarme hoy mismo, entonces podría dedicarme a
escribir libros, ¿con qué motivación?, por gusto o por amor al arte.
En dicha caja podrán encontrar una etiqueta que puede ser de color verde,
amarillo o tal vez blanco, dicha etiqueta porta su número de teléfono, un
número de Imei (identificador de terminal) y un código de barras. Si pasan
este código de barras por un lector, podrán ver su número de teléfono y se
preguntarán ustedes, ¿cómo sabrá tanto al respecto?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Creo que mis hermanos han heredado los valores de mis padres y eso les
hace ser tan especiales. Un valor añadido que nos han inculcado es la
solidaridad, somos un ejemplo a seguir por las comunidades autónomas que
conforman mi país, somos independientes pero a la par unidos y si alguno
necesita ayuda, sabe que puede contar con el resto.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pitipeque
A mediados del año setenta y uno, campaba a mis anchas por toda la casa,
tenía acceso a todos los lugares y el hecho de no ir aún al colegio me
convertía en el rey de la casa, todos los juguetes y muñecos de la casa eran
míos, aunque solo fuera por unas horas.
Hace unos días, recordando momentos del pasado con mi hermana Paloma,
me trajo a la memoria un amigo que me eché cuando era niño, un muñeco
pelirrojo que le perteneció a ella.
El Pitipeque era un muñeco muy gracioso, tenía el pelo rojo, sus cejas
estaban pintadas a su frente, de pestañas puntiagudas, nariz chata y ojos
azules. Podría pasar horas describiéndole, pero no hay nada hay mejor que
una imagen para que se hagan una idea, mi amigo era tal que así:
Tras mucho ir de aquí para allá por toda la casa y participar con su amigo
Miguel en mil y una aventuras, se quedó calvo y perdió parte de su ropa o
casi toda, creo recordar que sus pestañas estaban algo menos tiesas y
además se le cayó el único diente que tenía.
Son los riesgos que ha de correr un muñeco que decide ser el amigo
inseparable de un niño de dos años, ha de saber que algún cambio seguro
que va a experimentar, la aventura es la aventura.
Hubo dos motivos de burla de mis hermanos mayores durante mi niñez, uno
era que siendo un niño, en lugar de jugar a las guerras con los Madelman,
me pasaba el día jugando con un muñeco, mi amigo el Pitipeque.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El otro motivo de burla de mis hermanos mayores, fue cuando con solo ocho
años tuve mi primer amor, Maite, tal vez se burlaban de sí mismos por no
haberse atrevido a correr ese riesgo, el caso es que a pesar de las burlas,
disfruté como un enano con esas dos experiencias.
A veces pasamos por la vida sin darnos cuenta de esos pequeños detalles que
pueden causar que alguien sea feliz, un simple gesto de amabilidad hacia
una persona mayor, como cederle el asiento, aunque no lo acepte, pero
seguramente les agrade que al menos alguien les tiene en cuenta.
¿Qué nos está pasando, cuando preferimos ver a un anciano caerse al suelo
que levantar nuestro culo del asiento para cederle el sitio? ¿Dónde
aparcamos esos valores, como son el respeto y la educación o el civismo?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Si eres un lector del metro, por favor, recapacita y muestra tu ejemplo a tus
compañeros de trabajo, cuando te vean tal vez te imiten, porque eres inusual,
piensa que si no respetas al resto de las personas que te rodean, es porque tal
vez no sientas respeto ni siquiera por ti mismo.
Podríamos incluso llegar a temer que algún conocido nos vea permanecer
sentados mientras un anciano suplica que le cedan el sitio, tal vez nos da
vergüenza que nos puedan llamar maleducados, ¿que mas da el motivo?, lo
que importa es que el señor mayor que lo necesita, pueda sentarse.
Pero aún hay más, de acuerdo que habéis hecho la obra del día, pero, ¿al
llegar al trabajo ejercéis abuso de poder contra vuestros subordinados?,
¿sometéis al que está en desventaja a acoso laboral?, ¿tal vez te has creído
que eres mejor que cualquiera de tus compañeros?
Prestad atención, siempre que creamos tener más derechos que los demás,
como pueda ser el ejemplo de no esperar a que salgan todos los pasajeros
que lo deseen de un vagón de metro entrando a toda prisa para tirarnos en el
primer sitio libre que veamos, no son más que muestras de inseguridad, la
sociedad nos dice que la seguridad está en el triunfo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
No es que con esto nos ganemos el cielo, el jubileo, ni que por ello nos vaya
a tocar la lotería, pero tal vez ganemos algo más valioso que el dinero,
confianza en nosotros mismos.
Podemos llegar a ser tan absurdos que preferimos no correr el riesgo, ¡antes
muerto que sencillo!, ¿qué van a pensar de mí los muchachos del bar si me
ven dar la vuelta a la esquina con un ramo de flores en la mano?
Pero no olvides que aquel que regale un amigo como el Pitipeque no lo debe
hacer esperando algo a cambio, simplemente, pretendiendo que a la persona
a la que se le hace el regalo se le proporcione felicidad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mostaza
En mi segundo cumpleaños, mientras el resto comía tarta y soplaba mis dos
velitas, yo observaba desde mi sillita a cada uno de los miembros de mi
familia comiendo, riendo y disfrutando de la fiesta.
Aunque todos comían y bebían de todo lo que había sobre la mesa, yo estaba
sentado delante de mi platito rebosante de trocitos de jamón serrano y pan,
en ese momento uno de mis hermanos me acercó una cucharada de algo
parecido a un puré.
Las bromas de mis hermanos en las fiestas de cumpleaños eran como una
tradición, el año anterior tuve el privilegio de chupar una rodaja de limón, la
cara que puse debió causarles gracia y repitieron broma en mi segundo
cumpleaños.
Pero de todas las bromas, la que peor me sentó fue aquella en la que mi
madre con todo su cariño me preparó una tarta de chocolate y me pidió que
la oliera, cuando me acerqué para hacerlo, uno de mis hermanos, muy
posiblemente movido por los celos de que la tarta no había sido hecha para
él, me restregó la cabeza contra la tarta que aún estaba caliente.
Tal vez no fue consciente de que su acción era más grave de que pudiera
quemarme la cara con el chocolate aún caliente, sino que sus celos
incontrolados provocaron que se echara a perder el regalo que mi madre
había tardado horas en preparar y que el disgusto no solo me lo dio a mí,
sino también a mi madre.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Los actos que Marga realiza, bien sea ceder el asiento a un anciano o una
mujer embarazada, los hace de un modo espontáneo, sin que acarree ningún
esfuerzo físico o mental, ella lo convierte en un hábito normal como pueda
ser lavarse los dientes.
Fíjate en quien realice un acto de este tipo, verás que lo hace de una manera
objetiva, porque sabe que con independencia de la condición social, o del
entorno que pueda rodear a alguien, merece el mismo trato que cualquier
otro, esta persona conoce el significado de la palabra respeto.
Seguro que son muchas las veces que me habéis visto escribir esta palabra,
respeto, tiene mucho valor para mí, imagino dónde puede llegar una
sociedad que llegue a olvidar el significado de esta palabra y el valor que
conlleva.
¿Sirve de algo que llame al maltratador por su nombre?, lo dudo, puede que
incluso le haga sentirse importante, como si se tratara de una estrella de
cine, fíjate que hasta sale su cara por la televisión tras su ejecución.
Meses antes de ser despedido de mi empresa, allá por el año dos mil tres,
vino a buscarme un amigo a Torrejón de Ardoz donde trabajaba, para irnos a
Los Pirineos a pasar unos días, era un puente de tres días del mes de
diciembre.
Los Pirineos estaban blancos, a los lados de la calzada se podía ver una capa
de nieve retirada de la carretera por la máquina quita nieves de medio metro
de espesor, los días pasados había nevado bastante.
El paisaje que se podía ver en Los Pirineos franceses era si cabe más bonito
aún, pasar por debajo de árboles que sujetaban la nieve a punto de
desplomarse, era una sensación muy excitante.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Habló varias veces por su teléfono móvil y pudimos enterarnos todos los
presentes que hablaba con su novia y le contaba que estaba con unas
amiguitas tomando algo, era totalmente falso, porque su única compañía
eran sus dos amigos.
En su afán por continuar siendo el centro de atención, tal vez ayudado por el
exceso de alcohol que estaba ingiriendo, comenzó a hablar con una mujer de
unos cuarenta años que se encontraba sola en el local.
Con ese don que me caracteriza de atraer todo aquel al que detesto, me dijo:
Cuando pronuncié ¡Respeto!, lo dije en un tono tan alto que retumbó en todo
el local, el chico se fue algo aturdido por mi contestación, se quedó pensativo
y se sentó en una silla como si le fallaran las fuerzas en las piernas.
Ahora reflexiono sobre la actitud que tomé y creo que cometí un error, el
respeto como cualquier otra lección jamás se enseña a gritos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
4. Torremolinos
El treinta y uno de julio del año setenta y dos, día antes de mis primeras
vacaciones, me fui con mi hermano Santi a comprar unas chucherías para
hacer más ameno el viaje, mentalmente ya había hecho mi particular lista de
lo que podríamos llegar a necesitar.
Cuando llegamos a la tienda, Santi pidió lo que lo que creyó que sería
suficiente para un viaje tan largo teniendo en cuenta que se trataba de
entretener seis bocas. Cuando terminó de pedir, yo le chivé al oído que se
había olvidado de pedir la imprescindible ristra de caramelos de sabor a cola.
Aprovecho ahora que ya soy mayor para protestar, tener tres años de edad no
significa tener mermado el entendimiento, todo lo contrario, ojalá yo tuviera
ahora la capacidad de aprendizaje de entonces, lo único que le falta a un
niño de esa edad es estatura, no está de más que alguien te alcance algo
cuando se lo pides, pero no se equivoquen, la cabeza está perfectamente
amueblada a pesar de su corta estatura.
Sin embargo, si vas a Londres y preguntas por una calle, a pesar de que se te
queda cara de chino mandarín porque no has entendido nada, te repiten lo
que te han dicho a idéntica velocidad, pensarán que si no les has entendido
la primera vez, aunque te lo repitan cien veces, no acabarás por entenderlos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Eran muchas las dudas que mi cabecita trataba de entender sobre aquellos
inventos del ser humano como la electricidad, algo que no se podía ver pero
capaz de causarte un temblor por todo el cuerpo si tenías la feliz idea de
meter los dedos en el enchufe.
Al ser mi padre muy dicharachero, a veces podía pasar horas hablando, creyó
que la mujer del servicio estaba muy atenta a su explicación, puesto que le
miraba muy atenta y en silencio. Comenzó a sospechar algo extraño cuando
comprobó que la mujer comenzaba a tener convulsiones.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Rondaría entonces los once años, me fui asustado a casa de mi amigo Julito
y llamé a mi casa para decir que me quedaba a merendar en su casa. Pude
comprobar que mi madre no estaba nada alterada, entonces le pregunté que
si ya se había marchado el médico bromista, me respondió que sí, se había
indispuesto y había decidido marcharse a su casa.
Informé a Julito de que todo había quedado en un susto y salimos a dar una
vuelta, fue aquella la última vez que vi al médico bromista, no se le debió
quedar el cuerpo al buen señor para más bromitas.
Otro invento que lograba desconcertar mis pequeñas neuronas era lo enanos
que debían ser los habitantes de nuestro tocadiscos para vivir ahí dentro y lo
a gusto que debían estar qué no salían ni siquiera para comer, eso sí, se lo
debían de pasar de maravilla porque se pasaban el día cantando.
Partimos hacia la playa el día uno de agosto a la seis de la mañana, creo que
era aquel mi primer madrugón y me levanté mareado y dando tumbos,
incluso después de tomarme mi cacao con leche, aún seguía algo aturdido.
Al salir de mi casa aún no estaban puestas las aceras, así es que esperamos a
que vinieran a ponerlas y después nos fuimos a la playa.
Era la primera vez que veía la fábrica de cerveza tan de cerca, desde casa no
se podía apreciar con tanto detalle. Al ser de noche, la iluminación de las
farolas provocaba que el humo blanco se viera muy espeso, llegué a pensar
que allí era donde se fabricaban las nubes, ¿qué sería la cerveza?
El Seat 600, tras largos años de servicio a la familia se jubiló, el nuevo coche
que nos llevaba ahora de viaje era un Seat 124 de color amarillo. Era un
coche tremendamente escandaloso, debimos despertar a medio vecindario
cuando nos pusimos en marcha.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pude ver por lo menos quince toros gigantes a lo largo del camino, eran de
color negro y tenían un nombre extranjero que jamás había oído antes. Se
situaban en los montes más altos, debían ser muy coquetos porque posaban
en los sitios donde mejor se les podía ver.
Según pasaban las horas, empezaba a molestar algo más a mis hermanos
para que me dieran agua, debí beber al menos dos litros y sin embargo no
tenía ganar de orinar, tenía todo el cuerpo empapado en sudor.
Imagino que mis padres pensarían, lo que no cabe duda es que son unos
magníficos actores, porque cuando llegan a casa se les olvida la formalidad
y las que lían son de aúpa.
No se sabe por qué razón éramos tan formales en lugares públicos, pero lo
cierto es que ninguno levantaba la voz durante la comida y pedíamos con
mucha corrección, algo digno de ser imitado por muchos niños de ahora.
Desde la primera vez que vi el mar quedé prendado por su belleza, a lo largo
de los años han sido numerosas las veces que he me he reencontrado con
este medio, siendo en la costa almeriense una mañana de agosto, a mis
veinticinco años, cuando intentó llevarme a sus profundidades para siempre.
Llegamos a nuestra casa de vacaciones, era la primera vez que habitaba otra
casa que no fuera la mía y tenía una sensación era de extrañeza, todo era
diferente a mi casa, no había nada en su sitio y se respiraba mucha humedad
en el ambiente, pero al mirar la cara de alegría de todos por estar de
vacaciones, me alegré contagiado por el resto de la familia.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El agua tenía sabor salado y esto provocaba que me picaran mucho los ojos,
pero ya sabía de sobra cuando tenía que cerrar los ojos o aguantar la
respiración, ya que afortunadamente no era aquel el primer baño que me
daba, aunque sí era el primero en un medio tan hostil para el hombre.
Cuando salí del agua tenía los ojos cerrados y aún aguantaba la respiración,
abrí la boca y tomé una gran bocanada de aire, nunca antes había
permanecido tanto tiempo sin respirar.
Salió mi padre casi asfixiado, casi necesitaba más aire él que yo, lo
importante es que todo quedó en un susto. Me sorprendió que mi padre no
se enfadase ni conmigo, ni con mi hermano, tal vez pensó que lo ocurrido no
había sido culpa de nadie.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Su hermano llevaba a los niños en brazos por la playa cuando por sorpresa se
metió en una fosa y dejó de hacer pie, reaccionó como un valiente, era su
vida o la de sus sobrinos, aguantó bajo el agua para mantenerlos en la
superficie con la esperanza de que alguien se percatase de lo ocurrido y
acudiera a auxiliarle.
Fue entonces cuando mi maestro pudo ver a los dos niños sentados sobre
dos manos sobresaliendo del agua, enseguida se lanzó al agua y pudo llegar
a tiempo para salvar a su hermano y a sus dos sobrinos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ferdinando
No podía faltar en mis primeras vacaciones, mi primera película en un cine
de verano, “el toro Ferdinando”, me fascinaba ver como siendo de mi misma
edad, era un toro de una fuerza descomunal capaz de pulverizar un árbol con
sus potentes cuernos.
En aquella época sólo había visto toros por televisión, puesto que mi abuelo
era un gran aficionado, pero a mis tres años yo no entendía en qué consistía
aquel juego, me resultaba aburrido ver a un toro corriendo en un círculo del
cual no tenía posibilidad de escapar.
En una visita que hice a este pueblo, del que son naturales tres de mis
hermanos, tuve ocasión de conocer al hermano de la novia de Manolete, un
hombre muy amable que me enseñó la casa donde vivieron mis padres.
Después de ver aquella corrida en las Ventas, puedo asegurar que nunca me
dedicaría al toreo, no porque me falle el izquierdo como sabiamente
argumentaba mi abuelo, la razón con perdón del aficionado, es me parece
una salvajada más propia del apogeo del imperio romano, me recordó
mucho a aquellas películas en las que el respetable de Roma pedía las dos
orejas y el rabo de un pobre cristiano.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ojalá hubiera más gente como Ferdinando en este mundo, el poder es una
tentación muy grande, cuando se tiene es casi inevitable arrojarlo sin piedad
contra el primero que se nos ponga por delante.
A cada instante de nuestra vida percibimos nuevos estímulos, ¿tal vez entre
ellos esté la manipulación?, manipular al que es sensible es muy fácil, no
tiene mérito alguno. Me aventuraría a afirmar que una persona incluso por
medio del olor podría deducir el estado de ánimo de otra, el manipulador
tiene un punto débil, es que se cree infalible, precisamente su flaqueza
radica en creerse más listo de los demás.
Me encontraba allá por el año dos mil uno trabajando en una compañía
dirigiendo un equipo de trabajo. De cada una de las personas que formaban
el grupo, al haber trabajado con ellos durante un tiempo, ya tenía formada
mi propia opinión, ya fuera correcta o equivocada, era evidente que tenía mis
preferencias entre los miembros del equipo.
Una persona del grupo, de la que sabía muy bien que utilizaba mecanismos
psicológicos para conseguir sus propósitos, es decir, sabía del arte de
manipular, trató de manipularme con todo tipo de artimañas para conseguir
sus propósitos, quería que ejerciera mi poder negando el derecho a otro
compañero a tomarse unos días de vacaciones que me pidió para ir a ver a su
familia fuera de Madrid.
Debo reconocer que aquella persona era toda una profesional en el arte de la
manipulación, estoy convencido de que incluso entre sus artimañas hubo
alguna poción mágica que me dio a oler sabiendo que soy un ser
tremendamente sensible incluso a los olores.
Pero tuve buenos maestros en el arte del engaño, los trileros de la Plaza de
Callao, observaba con mis ojos de ocho años todos sus movimientos, las
estrategias que usaban para ganarse el pan, de entre todos aquellos
timadores hice amistad con uno de ellos.
Por descontado que mi compañero, que era natural de Zamora, tuvo sus días
de vacaciones para ir a ver a su familia, o para lo que él quisiera. Sentí un
gran alivio, pues debo confesar que aquella hechicera estuvo a punto de
hacerme cometer algún error imperdonable.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Son muchas las excusas que podemos inventarnos para avalar nuestro abuso
de poder, ninguna de ellas es válida. Abusar de alguien te convierte en un ser
insignificante, en un cero a la izquierda, en un ser ruin y despreciable que
carece de algo tremendamente importante, amor propio.
Aquel que tiene amor propio, no se deja engatusar por ninfómanas del
averno y es justo con todos por igual con independencia de sus preferencias.
Una vez hube terminado mi jornada laboral me dispuse a salir por la puerta
cuando la hechicera se despidió de mí llamándome insensible.
Todo lo que ocurrió en aquel trabajo no era nuevo para mí, había visto
situaciones similares en el colegio, luego en el instituto y por último en la
universidad.
Yo que he probado las mieles del “éxito”, puedo asegurar que se vive mejor
con pocas posesiones, en una casa que carezca de lujos, sin tener que poseer
un coche ultra potente último modelo, sin un trabajo ganado a fuerza de
años arrastrándose por el fango y sin todo aquello que parece hacer felices a
la mayoría, al menos poseo algo que no se puede comprar con dinero, unos
valores heredados de quienes tanto me han enseñado de la vida, mis padres.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ahora que estás relajado, comienza a vivir y a gozar. Eres libre, al menos por
unos minutos lo has sido porque has dejado de hacer lo que la sociedad, tu
país, o cualquier agente externo espera de ti, has hecho lo que te ha dado la
real gana y eso te ha gustado.
Aquel que se pasa la vida culpando a los demás es como el perro del
hortelano, sustituyendo el comer por el vivir, “ni vive, ni deja vivir”.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Primeras lecciones
Mis primeras lecciones no las recibí en la escuela, me las dio un buen amigo
que estuvo presente durante once años de mi vida, persona a la que quería,
admiraba y respetaba muchísimo, les hablo de un gran hombre, el padre de
mi madre, mi abuelo Tomás.
Había un trayecto que hacíamos a diario mi abuelo y yo, era desde mi casa
hasta una muralla tras la cual se hallaba el cementerio de San Isidro, nos
dirigíamos allí todos los días para esperar a que llegara mi madre que venía
en autobús, entonces daba clase a los niños gitanos del Pan Bendito, a
quienes pude conocer una ocasión en que mi madre me llevó con ella.
Hace pocos años asistí a un curso para emprendedores en el que cada grupo
de trabajo desarrollaba y presentaba un proyecto o plan de empresa que
teóricamente llevaría a cabo en un futuro.
Mi plan de empresa era de una escuela infantil que además tuviera área
recreativa. Un proyecto que causó furor entre todos fue el de un compañero
que basaba su proyecto en la gestión de intangibles, trata de la gestión de los
valores, pero en lugar de una persona, de una empresa.
Pero el que más me gustó de todos, era aquel proyecto en el que participaba
una persona que después fue un gran amigo, José Monje. Consistía en
montar una academia o escuela en la que sus profesores fueran jubilados.
Todo aquel que haya tenido el privilegio como yo de haber contado con una
persona mayor en su formación, a buen seguro puede afirmar lo mismo que
yo, recibieron lecciones de la vida, las lecciones de un hombre que cuenta
con la ventaja de haber vivido muchos años, con gran experiencia.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Una vez llegaba mi madre, bajaba del autobús y se ponía muy contenta de
ver cómo su padre y el menor de sus hijos eran quienes la acompañarían de
regreso a su casa.
El regreso era aprovechado al igual que la ida, pero esta vez la maestra era
mi madre y ahora las preguntas iban dirigidas a ella.
Eran tantos los edificios que podía ver desde mi casa, que me faltaban dedos
para preguntar lo que era cada uno de ellos. Lo que caracterizaba a casi
todos los edificios por aquella época era su color gris oscuro.
Una vez que habíamos visto aquella bonita panorámica del centro de
Madrid, cruzábamos el puente del tren, aún podían verse las vías por el que
pasaba antaño el ferrocarril con destino a la estación de Goya.
Lo siguiente que se veía era el parque de los pinos, aquel parque que se
encontraba enfrente de mi casa y al cual acudían los señores mayores para
echar sus partidas de mus y de dominó.
Vivía en una casa en la que a ciertas horas del día acudía mucha gente del
barrio para que mi padre les curase, así en el barrio éramos muy conocidos,
esto podía ser en ocasiones un inconveniente, te conocía más gente de la que
tú conocías, tal y como les pasa a los famosos de la tele.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
A los primeros famosos que vi fue en la calle Gran Vía, era el trío de
humoristas “Martes y Trece”, salían de un taxi haciendo mímica, tal vez
ensayaban el número que interpretarían más tarde en el teatro.
Pero lo que más dejó sorprendido a mi amigo Anxo, fue que los dos artistas
permanecieran atentos observando cómo yo probaba un nuevo invento en
aquella época, que se llamaba entrenador musical.
Para entender fácilmente para qué servía este entrenador, sería algo así como
un karaoke que en lugar de entrenar tu voz, entrena tu habilidad para tocar
un instrumento musical, de este modo puedes oír un tema musical y sobre
él, puedes tocar libremente con tu instrumento.
Dudo que aquella pareja de famosos recuerde aquel joven soñador que
interpretaba una melodía de Carlos Santana, tal vez tomándose excesivas
libertades de improvisación, de hecho, solo se podía deducir que se trataba
de un tema de Santana gracias a aquel invento divino, el entrenador.
Años más tarde me aficioné a los karaokes, invento japonés que significa
vacío en la orquesta, no exagero afirmando fui durante seis años de mi vida
cada fin de semana a un karaoke del barrio de Huertas de Madrid.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
5. Anjoros
Parvulitos
Era mi primer día de colegio, un mes de septiembre del año setenta y tres.
Vino a buscarme el que ya era mi amigo, que además tuve la suerte que
fuera mi compañero de clase los dos años de parvulitos, Julito.
Tras este análisis a la vida del santo Job regresamos a mi primer día de
colegio, opinaba que los vecinos próximos a mi colegio debían tener mucha
paciencia para poder soportar el griterío de los niños a todas horas, sobre
todo a la hora del recreo, ahora que lo pienso, ¿por qué dirían la hora del
recreo si los recreos nunca llegaban a durar una hora?
Alguien podría pensar que no es para tanto que te despierten a las once de la
mañana, pero la situación sería comparable a que despertaran a las tres de la
mañana a quien habitualmente se despierta a las siete, una faena.
Lo que recuerdo de mi primer día de colegio es más bien poco, tal vez de los
días previos a este día sí que recuerde algo, como ir con mi madre a comprar
material, como por ejemplo el cuaderno de caligrafía, sin embargo la cartera
era heredada y a juzgar por su aspecto, yo diría que de sexta mano.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mi clase era de lo más corriente, con sus pupitres, el encerado y la mesa del
profesor, por aquella época en lo alto de la pared frontal había una foto de
Franco y un crucifijo debajo.
La luz que teníamos en mi clase era siempre artificial, las únicas ventanas de
la clase estaban situadas a mano izquierda a la altura del techo y eran tan
pequeñas que apenas entraba luz solar por ellas.
Recuerdo muy bien a la psicóloga, era muy estricta, parecía mucho más
interesada en que no se echara a perder ninguna hoja de los test por haber
rellenado algún dato mal, que el resultado del test en sí.
Había perdido una libertad que tan solo recuperaba al regresar a mi casa o
cuando por fin llegaban las vacaciones, comprendí el auténtico valor de
aquello de lo que me habían despojado y desde aquel momento aprendí a
amar la libertad con verdadera pasión.
Menos mal que como todo trabajo, tenía su final de jornada, la verdad es que
no nos podíamos quejar con el horario, era muy cómodo, nos permitía poder
ir a comer a casa y a las cinco de la tarde éramos libres de nuevo.
El jaleo que se organizaba antes de salir era notable, tan solo íbamos a pasar
un día en la sierra, pero cada uno se aprovisionaba de enseres como si de
una expedición al polo norte se tratara.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La sierra era uno de mis lugares preferidos, lo fue entonces y lo sigue siendo
ahora, cuando paso demasiados días sin ir, se enciende una alarma en mi
cabeza que me avisa, ¡Miguel, ya es hora que te vayas a la sierra a respirar un
poco de aire puro!
Las veces que iba mi prima mayor, llevaba su coche, un Seat 850 Sport de
doble carburador de color azul, era un coche que me fascinaba por el rugido
de su motor, parecía un bólido.
Según llegábamos nos recibía Linda, una perrita de raza Fox Terrier, ya era
bastante mayor, apenas unos años más tarde perdió la vista y caminaba con
mucho esfuerzo.
La hermana de mi tío Alejandro tenía un perro que creo recordar que era hijo
de Linda, se llamaba Chimbo, se notaba su juventud porque no paraba
quieto ni un solo instante, aquel perro era puro nervio, todo lo contrario de lo
que era su madre, Linda.
Linda era la perrita de mi tía Carmen, que era la única hermana de mi abuela
Paca y madre de mi tía Rosario. Tal vez por este motivo la perrita tenía
mucha paciencia con nosotros y por ello nunca nos arreó un mordisco
cuando tal vez lo merecíamos, intuía que éramos familiares de su dueña.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La tía Carmen era muy buena con nosotros, a su hermana, mi abuela Paca,
no pude conocerla porque apenas era un bebé cuando emprendió el viaje sin
retorno, pero al menos pude conocer a su hermana. Según me contaron, mi
abuela Paca me quiso mucho siendo bebé, un sentimiento que pude ver
reflejado en su hermana la tía Carmen.
Tenía cuatro años cuando trajeron a mi casa una nueva televisión, era de las
primeras que hubo en color. En aquella época había únicamente dos canales
de televisión, recuerdo ver los telediarios como algo muy aburrido, sin
embargo me pegaba frente al televisor si echaban “los payasos de la tele”.
En una de las sesiones bajo la mesa del comedor, pude ver “La noche de
Valpurgis”. Vi la película desde el principio hasta el final, esta película toma
su nombre de una fiesta tradicional del centro y norte de Europa en la que el
primer mes de mayo se celebra el tránsito del invierno a la primavera, en
algunos lugares también es denominada “La noche de brujas”.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Escuché cuando tenía alrededor de once años, que todo aquel que había
visitado aquel sanatorio, había notado fenómenos extraños y dada mi
curiosidad innata por este tipo de fenómenos, me apunté con los mayores a
hacer una visita al sanatorio de Valpurgis.
Parece ser que nuestro amigo el gato, animal doméstico muy independiente,
además suele ser también muy curioso, circunstancia que le hace caer
siempre en las trampas mortales, ahora entiendo porqué a Tom de “Tom y
Jerry” le daban unos papeles tan sufridos. Se utiliza este dicho para criticar o
advertir a alguien que peca de curioso.
Yo creo que pensar que fue un espíritu el que derrumbó el suelo para que
cayéramos es como buscar agua donde no hay más que desierto, no creo que
se derrumbara el suelo por alguna fuerza oculta, simplemente el suelo estaba
en mal estado por ser un lugar abandonado, pensar otra cosa es buscarle tres
pies al gato.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
¿Por qué tres pies y no cinco si un gato tiene cuatro patas?, antaño se decía
buscar cinco pies al gato y como es costumbre del género humano
simplificarlo todo, con el tiempo se quedó en tres pies.
Se puede deducir por lo que he hablado en esta sección del libro, que no
fueron mis clases de parvulitos lo más interesante cuando tenía cuatro años
de edad, mi paso por las aulas lo considero como una vivencia más que
podría haber sido mucho más dinámica y grata.
Todas las enseñanzas que recibí el año anterior con mi abuelo, con aquellos
señores mayores que me contaban sus vivencias, habían quedado en mi
mente y fueron para mí mucho más valiosas que todos los años de estudios
aburridos que he debido cargar a mis espaldas durante muchos años de mi
vida, ¿por qué se daba tan poco valor a la experiencia de los mayores?
Creo que la última vez que pasé por allí, habían arreglado el roto con un gran
parche, me hizo sentir melancolía por aquel trozo de pared roto, con tanto
significado y tan buenos recuerdos para mi.
Tenía solo cuatro años y ya añoraba aquellos días en que los señores
mayores me contaban sus experiencias de la vida, no necesitaba leer ningún
libro. Cuantas veces me he preguntado qué sentido podía tener saberme
todos los ríos de Europa o los lagos de Norte América, solo he retenido sus
nombres cuando años más tarde los vi con mis propios ojos.
Sé que el lago Ontario está en Canadá o el Danubio pasa por Viena por
haber estado allí y tal vez nunca lo olvide. Quizá sea útil el estudio para
ejercitar la memoria, pero, ¿no podía haberse hecho un poco más ameno?
Añoraba a mis cuatro años mi año de libertad con mi abuelo, al igual que
Heidi añoraba sus montañas, a Pedro, a niebla y como no, a copito de nieve,
pero pronto la separaron de él para ir a la ciudad con Clara y la despiadada
de la señorita Rotenmeyer.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Destape
Por fin llegaron las tan esperadas vacaciones del año a últimos del mes de
julio del año setenta y tres, me preparé mi propia maleta con mis cosas para
el verano, en mi pequeña maleta puse la ropa que me dio mi madre, cepillo y
pasta de dientes, mi cremita para el sol y la baraja de cartas que me endosó
alguno de mis hermanos porque ya no le quedaba sitio en su maleta.
Allí yace Don Pelayo, que según me contaba un amigo asturiano, tal vez
exagerando un poco, se defendían lanzando piedras a los musulmanes que
desde abajo trataban de avanzar como podían, finalmente dieron por
imposible el ataque y se rindieron.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
De un salto levanté mi culo de tan noble asiento y pedí disculpas al cura que
asintió percatándose de inmediato que ignoraba dónde me había sentado.
Me disculpé en silencio también de Don Pelayo por haber apoyado mis
posaderas sobre el lugar donde yacían sus restos.
Con cuatro años era bastante selectivo con los alimentos, no había
demasiada comida que me gustara, odiaba a muerte las acelgas y tampoco
me gustaban los macarrones, algo que me distinguía del resto de los niños a
los casi siempre suele gustarles la pasta.
Estuve varios días con unos manguitos sobre los brazos pero pronto empecé
a quitármelos porque me resultaban molestos, eso sí, con cuidado de estar
siempre en la zona donde no cubría y así, casi sin darme cuenta, había
aprendido a mantenerme sobre el agua sin hacer pie.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al parecer este dicho se utiliza para censurar a alguien que ante un peligro
inminente actúa con indiferencia, capaz de bailar al compás de la orquesta
mientras el barco se está hundiendo.
Empleando esta táctica, al cabo de una hora llegué a la orilla, cuando hube
pisado tierra me desplome derrotado en la playa, creo que permanecí otra
hora tumbado, aunque notaba que los rayos de sol me quemaban, estaba tan
agotado que no pude moverme en busca de una sombra.
Mi respeto por este medio hostil es cada día mayor, más aún tras estas dos
experiencias traumáticas. Pocas veces se me puede ver nadar lejos de la
orilla, me gusta mucho nadar y bucear, pero siempre lo hago
manteniéndome en posición horizontal a la playa.
Vi a una mujer francesa tumbada con las tetas al aire junto a su marido, pude
observar como había un señor mirando aquellas tetas poniendo cara como
de enfado, como si estuviera enojado con aquella mujer que tomaba el sol
ajena a que tenía al menos dos admiradores (el señor enfadado y yo).
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pues aquel señor que parecía estar tan enfadado también debía creer en el
amor libre, de repente emitió un gruñido y se lanzó sobre las tetas de nuestra
admiradora comiéndolas cual náufrago de una isla desierta se lanzaría a
comer un montón de peras.
La reacción del marido francés, al contrario de lo que cabía esperar, fue salir
corriendo por si aquel náufrago devorador de mujeres se animaba a comer
algo más, tal vez algún boniato.
Fue a los gritos de la francesa a los que acudieron horrorizados los presentes
al comprobar que se había quedado pegado a aquella mujer como un sello
de correos a una carta de felicitación navideña.
Los gritos de la mujer francesa eran cada vez más fuertes y a su marido ya no
se le veía por la zona, fue impresionante el gritó de aquel hombre ante el
ataque de la fiera a su amada esposa y la velocidad con la que se esfumó.
Al fin quedó liberada la mujer francesa, la taparon con una toalla ya que
dados los tiempos que corrían, era considerado una inmoralidad que una
mujer descubriera sus pechos al sol.
También imagino que la taparían como medida preventiva y así evitar que se
volviera a repetir el suceso. Finalmente llevaron a la mujer a un puesto de
socorro para ser atendida de sus mordeduras.
Al que no volví a ver fue al marido de la mujer francesa, que presa del miedo,
huyó como alma que lleva el diablo temiendo ser también devorado, era el
primer caso de canibalismo del que era testigo y por suerte, fue el último.
Quedé algo confuso con lo acaecido, entre el tumulto pude ver a mi padre y
desaparecí corriendo ya que sin saber muy bien por qué, no quería que
supiera que yo había sido testigo de primera de aquel suceso, no llegaba a
comprender por qué reaccionó con esa agresividad semejante energúmeno.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al ataque
Los cumpleaños siempre han sido mis fiestas preferidas, entonces eran los
más destacados los de mis amigos los hermanos Alipio, Toni, Julito, el de mi
hermano Javi, que es el quinto de la familia y mi cumpleaños.
En la casa de mis amigos había un patio muy grande donde poder jugar y en
verano ponían una piscina desmontable para darnos buenos chapuzones
siempre que nos apeteciera.
Era lógico que tuviésemos tan buen apetito estando en plena etapa de
crecimiento, pero si a esto le añadíamos que lo que nos ponían estaba
francamente delicioso y que además nos echábamos unas risas, la comida
era devorada prácticamente antes de llegar a la mesa, ciertamente
parecíamos auténticos bárbaros comiendo.
Fueron muchas las fiestas de cumpleaños, siempre que nos veíamos por el
barrio recordábamos con añoranza aquella época de nuestras vidas. Las
culturas más antiguas de oriente consideran que la felicidad y la satisfacción
alimentaria están muy relacionadas.
Yo soy de la misma opinión, para ser feliz hay que estar bien alimentado, en
nuestra cultura es muy común salir a tomar un aperitivo antes de comer, es
un placer charlar con los amigos acompañando la tertulia con una buena
ración y un buen vino, ¿quién puede negarse a tomarse unas tapitas antes de
comer y así ir abriendo apetito?
Aunque algunos hay a los que les encanta comer de gorra, como antaño
nuestros bisabuelos estudiantes asistían a bodas, bautizos o comuniones
reverenciando gorra en mano a todo aquel con el que se cruzaban con el
pretexto de pasar desapercibido mientras saboreaban los ricos y selectos
manjares del banquete.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
¡Qué nombre más acertado para un plato!, sopa de ajo costrada, solamente el
hecho de nombrarlo despierta apetito y curiosidad, comencé a leer los
ingredientes y la preparación de aquel plato tan llamativo.
El toque especial consiste en batir muy bien unos huevos, verterlos sobre la
sopa muy despacio tratando que el huevo batido quede en la superficie y
seguidamente meterla en el horno. El resultado es uno de los platos más
exquisitos que jamás haya probado.
Se pone la mesa y como el comer y el rascar todo es empezar, una vez que
has probado la primera cucharada te resulta difícil encontrar el final y como
andes un poco distraído, te pones las botas.
La única vez que hice un conjuro con la comida fue un día que una amiga
búlgara me enseñó una costumbre argentina, consistía en comer gnocchis
los días veintinueve de cada mes, para que funcionara el conjuro había que
depositar algo de dinero bajo del plato. Esta costumbre asegura que al
menos no va a faltarte comida durante el mes venidero, algo recomendable
en estos tiempos de crisis en que vivimos.
A mis cuatro años, era muy delgado y solo comía como los romanos en
cumpleaños y demás celebraciones, aunque si acostumbraba a reír siempre,
algo que conservo, mantengo la que considero una de las mejores
características que conservamos de nuestros predecesores, los primates.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pienso que si alguien ríe, a no ser que se sufra de alguna patología, por lo
general siempre habrá un motivo que provoque su risa, tras lo cual deduzco
que el único ganso es el que inventó semejante dicho para tratar de hacer
sentir culpable al que ríe, tratando de ponerle en ridículo por ejercer su
derecho a reírse cuando le plazca.
Mientras que el fin que busca quien da una puñalada por la espalda es hacer
daño, infringir dolor, traicionar a quien más confiaba en ti y nunca te
traicionaría, a tu mejor amigo.
Puedo asegurar que no concibo la vida sin este don tan preciado que nos ha
brindado la naturaleza, la risa, al igual que la diversión, es una cualidad que
nos permite continuar nuestra vida de un modo sano.
Hace pocos días mi madre me dio uno de sus sabios consejos, me dijo que
hay que procurar divertirse siempre que sea posible y mientras que con tu
diversión no hagas sufrir a nadie.
Estoy convencido que una persona que ha sabido divertirse de una manera
sana a lo largo de su vida, cuando se enfrenta a un momento duro como es
por ejemplo la pérdida de un familiar, lo afronta con mayor valentía.
Sirva como ejemplo el día que me llamó mi hermana para decirme que
habían ingresado a mi padre, mi intuición me advirtió que iba a pasar por
una experiencia muy dura poco después y por desgracia acerté.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
6. Teide
Parvulitos 2
Con cinco años, el mes de septiembre del año setenta y cuatro, tras mis
segundas vacaciones de verano en las que los mosquitos se pusieron las
botas conmigo, me preparé la cartera y los libros para ir al primer día de
colegio de mi segundo año de parvulitos.
Los primeros días de clase coincidí con Toni y Julito, aunque los dos se
llevaban un año, habían metido a Toni a primero de Parvulitos con nosotros
pero al ser un año mayor, le hicieron unos exámenes y pasó al siguiente
curso de inmediato.
Aquellos primeros días de clase estuve encantado de compartir aula con mis
dos amigos Toni y Julito, me gustaba mucho más la clase de este año, de
grandes ventanales que le proporcionaban una magnífica iluminación
natural, que la clase enclaustrada en la que pasamos año anterior.
Al pasar a Toni al curso siguiente hizo nuevas amistades, eso nos otorgaba
ciertos privilegios ya que los mayores se convertían por tanto también en
nuestros amigos, entre ellos estaba Rebollo, un amigo del que hablaré en el
capítulo 15, con el que junto a Julito, tuvimos el gusto de intimar con las
modistillas de San Antonio de la Florida a la edad de catorce años.
Los cristales de las ventanas de la clase eran traslúcidos, dejaban pasar la luz
exterior pero no permitían ver lo que había en la calle. Era una clase bastante
amplia y no tenía el aspecto de oficina vieja de la clase del año anterior de la
tan tristes recuerdos tenía.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Dado que nuestro nivel era más alto que el del resto de la clase,
terminábamos muy pronto las tareas que nos encomendaba la señorita y era
entonces cuando se avivaba nuestro ingenio, pronto hallaban nuestras
pequeñas cabezas una actividad para poder entretenernos.
Una de nuestras actividades preferidas era recoger los papeles que había
tirados por el suelo, entonces nos ofrecíamos Julito y yo para recogerlos, lo
que ignoraba la señorita es que los papeles habían sido colocados antes de
modo estratégico por nosotros para así poder ver las bragas de alguna que
otra chica y como no, las de la señorita.
Entonces dejé el papel sin recoger y le conté a Julito lo que mis inocentes
ojos acababan de presenciar, con los años aprendí que hay ocasiones en las
que es mejor callar y guardar tus secretos en el baúl de los recuerdos.
Esto provocó en todos los presentes una carcajada tremenda que sorprendió
a la señorita que ignoraba cuál era el motivo de la risa, pero al ver que
algunos de los niños señalaban en dirección a Julito, le pilló infraganti
boquiabierto mientras su pequeño dedito señalaba sus partes íntimas
agitando la otra mano.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue un año muy divertido por el ambiente alegre que reinaba en la clase,
además de divertido, fue mucho más productivo que el año anterior, ese año
tuvimos la gran suerte de aprender sin temor, ya no éramos castigados si
algo no lo hacíamos del todo bien sino que se nos enseñaba la manera de
hacerlo correctamente.
Aunque casi todo el día estaba nublado, no consiguiendo ver el sol ni un solo
instante, la temperatura era agradable. Pude bucear y nadar en los lagos
Martianez, me gustó la sensación que producía poder nadar y bucear en
agua salada sin la molestia de las olas, beneficiándome de igual modo de sus
propiedades relajantes y curativas.
Fui a unos cines a ver una película norteamericana titulaba “Dante’s Peak”,
dado que soy un despistado reconocido, no me percaté de que la película se
centraba en un volcán que tras años dormido entra en erupción, una película
que no recomiendo que se vaya a ver si se está a las faldas de uno de los
volcanes más impresionantes del mundo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue entonces cuando cada uno de los presentes contó una anécdota que se
guardaba en el bolsillo, había entre ellos un técnico del teleférico que
alcanza la cima del Teide, había apreciado un aumento de las fumarolas y
dijo literalmente que por la noche el Teide se tiraba muchos pedos.
Un fontanero cuenta que tras hacer la instalación de una casa, salió agua
caliente del grifo del agua fría, al contarlo se rieron todos a coro
argumentando que ello no era motivado por el calentamiento del volcán, sino
que siendo tan chapuzas seguramente lo habría instalado al revés.
La gota que colmó el vaso para que nuestro buen amigo argentino se echara
a temblar, fue que entre los presentes se encontraba un sismólogo jubilado
que aseguró haberse registrado en un solo año veintinueve seísmos en el
archipiélago, también argumentó que no había nada que temer pues en el
año noventa y ocho tan solo se localizaron dieciocho seísmos en las islas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tras las palabras del docto sismólogo, nuestro contertulio argentino tomó de
un trago su bebida y se despidió emitiendo un ruido ininteligible. Se fue con
aire apresurado, visiblemente afectado por el tema de conversación tan
interesante que se acababa de desmenuzar en aquel bar.
Siempre supe, desde que con cinco años a la entrada de mi colegio una
fotografía del majestuoso volcán, que era uno de los lugares que visitaría, el
mismo sentimiento tuve cuando en un libro del colegio vi las cataratas del
Niágara y efectivamente tuve ocasión de visitarlas a finales de los noventa.
Fueron muy frecuentes mis viajes entre las islas y la península en esa etapa
de mi vida en la que residí en la isla de Tenerife, cada vez que llegaba y en el
avión me había tocado ventanilla, contemplaba el Teide y le abrazaba con la
mirada como si de un viejo amigo se tratara.
Hay que estar algo loco para hablar con un volcán, nunca dije que estuviera
del todo cuerdo, en este momento en el que me encuentro lejos del Teide y
con pocas expectativas de volverlo a ver, lo echo mucho de menos, recuerdo
con cariño las ocasiones en las que le conté mis penas.
Mi compañero había vivido varios meses en las islas como yo, con la
peculiaridad de que él se alojaba en el interior de un barco el cual además de
ser su casa, era su lugar de trabajo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Todas las mañanas que, llegando a clase, veía la gran foto del Teide, intuía
que en aquel escenario, bajo la atenta mirada del volcán, se produciría un
hecho importante en mi vida. Así fue, lo que no imaginaba ni mucho menos
lo que me depararía el futuro.
Con cinco años imaginas que tu vida va a ser mucho más ordenada de lo que
realmente es en un futuro, crees que seguramente seguirás el modelo de tus
padres, que entre los veinte años y los treinta años contraerás matrimonio,
tendrás muchos hijos y les transmitirás la buena educación que tú recibiste.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Gitanillos
En aquella época mi desconfianza hacia el resto de niños no era cuestión de
raza o vestimenta, sino de comportamiento. Aunque la mayoría de los niños
de mi edad y los mayores, desconfiaban de los gitanos por su raza, tuve
ocasión de conocer dos años atrás a los alumnos de mi madre, eran gitanos
del barrio de Pan Bendito y me parecieron personas muy nobles.
Ello no significaba que tuviera que fiarme por fuerza de los gitanos, del
mismo modo que no me fiaba de nadie, aprendí a juzgar a las personas por
sus actos y no por su aspecto, cualquiera podía contar con mi beneplácito de
la duda, bien fuera gitano o payo.
Ni los gitanos son malos por serlo, ni los payos somos buenos por no ser
gitanos, ni viceversa.
Bien sea payo o gitano el que peque de racista, para mí, en ese preciso
instante se convierte en un animal de bellota, ni siquiera eso, en todo caso en
uno de recebo.
Tras mi dura crítica al racismo, como no podía ser de otro modo, paso a
relatar mi encuentro con los gitanillos en mi barrio con la cara pintada de
guerreros en son de paz:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Los gitanillos se pusieron tan contentos de que les pintaran con las mismas
pinturas que para los indios simbolizan la guerra, en nuestro caso era todo lo
contrario, sin firmar ningún papel, tan solo con un par de brochazos,
estábamos firmando la paz entre gitanos y payos. Vinieron los hermanos
mayores algo preocupados por su tardanza y se alegraron de verlos tan
felices con las caras pintadas jugando con unos payos.
Mis padres me llevaban a la iglesia de aquel colegio, que años más tarde se
convertiría en mi condena particular de ochos años y un día, los Salesianos
de San Miguel Arcángel, era precisamente el nombre lo mejor del colegio.
Cuando empezó la misa, todos los presentes con gesto serio y semblante
triste, comenzaron a emitir unos sonidos muy extraños por la boca, algo
parecido al zumbido que deja un abejorro cuando pasa rozando tu oreja, sin
embargo aquel zumbido no cesaba.
Dado que parecía lo adecuado, puse mis manitas de tres añitos en cruz,
incliné mi cabecita y puse la cara más triste que supe poner, entonces
comencé a mover los labios y a emitir un sonido parecido al escuchado:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Creo en el hijo de Dios, que bajó al mundo para recordarnos unas normas
básicas de respeto hacia nuestros semejantes que habíamos olvidado, como
no podía ser de otro modo, no le escuchamos y le clavamos de pies y manos
a una cruz para dejarle morir agonizando.
Creo en Dios, padre de Jesús, ese señor con el que hablo a diario y al que le
cuento mis inquietudes, al que expongo mi análisis de lo acaecido durante el
día y le cuento aquello en lo que creo que podría mejorar.
Creo en la madre de Jesús, María, con la cual, al igual que con Dios, hablo a
diario y le cuento como me va por aquí abajo, suelo rogarle a menudo que
ponga su vista en los lugares más pobres de la tierra.
Creo en muy pocas personas de este mundo, ¿Cómo se podría creer en mis
semejantes después de todas las barbaridades que han hecho a lo largo de la
historia?, sería como tratar de obtener agua de un río seco.
Hace unos años por estas fechas navideñas, fui invitado a una cena
multicultural en la que participaban países de todo el mundo, en aquella
ocasión tuve ocasión de hablar con una mujer brasileña.
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Entonces añadió:
Ahora mismo puedo tener más o menos, recientemente partió hacia el cielo
mi padre, le amaba y le sigo amando, aunque se ha ido, soy de la creencia de
que cuando yo ya no esté aquí, me reencontraré con él, como él se ha
reencontrado ahora con su padre, entonces le abrazaré y podré oír de nuevo
sus sabias palabras.
Es por este motivo que considero que debemos hacer de nuestra persona,
nuestro primer valor. Es peligroso entregar tu testigo a otro, ¿qué pasa si
quien guarda tu testigo se va?
Dios nos dio la vida para que la conservemos, para que hagamos el mejor
uso posible de ella y disfrutemos de todo lo que podamos sabiendo que
siempre nos quedaremos cortos.
Hace escasos días, casi a punto de finalizar el año dos mil ocho, nos ha
dejado Tanis, el padre de mi cuñado Paco. Hace apenas unos meses pude
leer un artículo de mi cuñado Paco dedicado a la memoria de mi padre que
nos dejó a primeros de Marzo del mismo año.
Tanis siempre fue de buen comer al igual que yo, pude leer en un artículo
suyo su receta de sopa de ajo costrada, receta que guardo como oro en paño
en la memoria y que de vez en cuando me doy el gusto de preparar.
Si bien es cierto que no nos veíamos muy a menudo, siempre que sucedía
me envolvía una sensación de bienestar. Me alegraba de verle de nuevo,
escuchaba atento sus sabias palabras y disfrutaba de su buen sentido del
humor. Hoy sus hijos Paco, Jesús y Pili, sienten la pérdida de un padre, pero
sus obras permanecen en ellos, las obras de un gran maestro.
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Regreso al roto
Un día primaveral del año setenta y cinco, mi abuelo Tomás me dijo que me
llevaba a ver a mis antiguos amigos del roto de la casa de campo, aquellos
que me narraban sus vidas como si me estuvieran contando un cuento.
Me dio mucha alegría poder volver a ver a aquellos mayores que me hacían
regalos cuando tan solo tenía tres añitos, regalos de mucho valor para mí,
como por ejemplo, los piñones recogidos durante la mañana.
Ahora habían cambiado las tornas porque era mi turno de contar historias,
había pasado mucho tiempo y eran muchas las historias que tenía que
contarles. Alguno de ellos bromeó diciendo que hablaba tanto que ya hasta
parecía un abuelillo más.
Cuando me quedé sin aliento, fue cuando comenzó a hablar uno de los más
mayores, un señor más mayor que mi abuelo y todos los presentes, era el
señor Antonio. Fue entonces cuando agudicé el oído y pude conocer muchos
detalles que ignoraba de mi barrio, ¿qué mejor recibimiento podrían darme
mis amigos mayores que contándome una de sus historias?
Nos dijo haber nacido en el barrio en los años sesenta, pero del siglo XIX. Se
crió en un barrio aislado de la ciudad, se componía de algunas pequeñas
casitas ubicadas en lo que se consideraba entonces las afueras, una vez
cruzado el Puente de Segovia.
Era una zona poco poblada porque aunque se encontraba muy cerca de la
ciudad, estaba separaba por el río Manzanares y algunos arroyuelos, su
mayor vivienda era la Quinta de Goya, una gran casa con terrenos que
compró el pintor, de tal extensión que ocupaba la mayor parte del barrio.
El barrio era terreno de huertas que también acogía alguna que otra
industria aunque el progreso lo trajo el ferrocarril, contaba nuestro longevo
narrador que sus ojos atestiguaron el derribó la Quinta de Goya y la posterior
construcción de la estación de ferrocarril de mismo nombre que el pintor,
rindiéndole así homenaje póstumo.
Se inauguró un hospicio para niños sin familia cerca de la Puerta del Ángel y
poco después, se expropiaron terrenos para construir viviendas en las calles
paralelas a lo que entonces era la carretera de Extremadura, bien conocidas
por las gentes del barrio por haberlas pisado bastante a menudo.
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Las calles que se cruzan con las citadas calles paralelas a la carretera de
Extremadura son: Saavedra Fajardo, Laín Calvo, Caramuel (que es mi calle),
Antillón, Jaime Vera y Santa Úrsula.
Contaba mi amigo centenario que con el nuevo siglo (hablaba del siglo XX),
se puso al barrio de nombre Colmenares haciendo honor al dueño de los
terrenos, pero siendo éste un barrio obrero, no tardó en cambiarse el nombre
por el de su puerta de entrada a Madrid, barrio de la Puerta del Ángel.
Fue construida por Enrique María Repullés y Vargas a comienzos del siglo
XX, es una de las iglesias más bellas de Madrid y como merecido homenaje,
se bautizó con el nombre del arquitecto a una de sus calles.
A mediados de los años treinta del siglo XX, el tranvía llega al barrio desde la
plaza mayor en la línea treinta y cinco, una vez comunicado el barrio con el
centro, se construyen los hotelitos para ferroviarios siguiendo el modelo del
arquitecto Arturo Soria y a la par, el nuevo mercado de Tirso de Molina.
Sus gentes huyen al centro de Madrid, mis abuelos con mi madre recién
nacida ubican su vivienda provisional en la calle Alcalde Sainz de Baranda
esquina con Maiquez, barrio al que también se fueron a vivir algunos
hermanos de mi abuelo.
En los años sesenta llegan al barrio las líneas de autobús 31, 36 y 39. Diez
años después deja de funcionar la estación de Goya y en el lugar que fue
estación y antaño casa del pintor Goya, se construye la urbanización Quinta
de Goya, la calle es bautizada con el nombre del compositor Pablo Casals.
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Más tarde se construyen las dos torres de militares en la glorieta del Puente
de Segovia, el resto de la historia del barrio voy a contarla yo porque hasta
aquí llegó nuestro amigo centenario don Antonio en la última visita que hice
a mis amigos del roto de la casa de campo, gracias a su extensa narración
pude conocer detalles del barrio que de otro modo no hubiera averiguado.
Poco me queda por añadir a tan extensa explicación, el metro llegó tarde,
pero aún así fue bienvenido, en los años noventa justo al finalizar mis
estudios universitarios, vino la línea seis de metro al barrio.
En estos últimos años han realizaron obras para soterrar la vía rápida de
acceso a la ciudad por la avenida de Portugal, al mismo tiempo que se han
llevado a cabo las obras de soterramiento de la calle treinta, M-30 hasta que
los políticos decidieran renombrarla, espero que no se traslade esta moda al
resto de calles, ¿imaginan que la calle Gran Vía se convirtiera en calle 777?
¡Tanto nos quejamos que nos quejamos tanto!, sin embargo para muchos es
en España donde mejor se vive, aunque no todos pensamos igual, en mi
estancia en Berlín conocí a varios españoles que establecieron allí su hogar y
no parecían tener demasiadas ganas de regresar.
Una prima de mi madre también decidió un buen día partir a tierras lejanas
y es ahora ciudadana norteamericana, se trata de Mari Nieves, hija de Pedro,
el menor de los hermanos de mi abuelo Tomás.
Tenía gran ilusión por conocer a mis primos lejanos de rasgos hawaianos y
también poder conversar con mi tía y con su marido. Pero a mi compañero
no le pareció buena idea el cambio de planes y no me parecía justo realizar
este cambio de última hora sin su beneplácito.
Desde muy niño, cuando me enteré que tenía unos primos, aunque fueran
muy lejanos, de origen hawaiano, me sentí orgulloso por ello. No han sido
pocas las ocasiones en que he comentado a mis compañeros de colegio, de
trabajo o a mis amigos, que tengo primos hawaianos.
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7. ln the army
Los Salesianos
Un día del mes de septiembre del año setenta y cinco, comencé mis estudios
en mi nuevo colegio, este era mucho más grande que los de parvulitos a los
que había ido antes, se llamaba los Salesianos de San Miguel Arcángel,
colegio del que ya eran alumnos mis cuatro hermanos varones, mientras que
mis hermanas iban a las Franciscanas, colegio próximo a los Salesianos.
Aunque el curso que se iniciaba era primero de Egb, para mí era tercero
porque ya había asistido antes a dos años de parvulitos. Por este motivo,
apenas tuve problemas en adaptarme a mi primer día de clase, la experiencia
de mi primer curso en parvulitos fue mucho menos grata.
Mis ojitos de seis años no daban crédito a lo que veían aquel primer día de
clase, el material de la clase era de primera calidad y me preguntaba cuando
podríamos comenzar a utilizarlo, me apetecía comenzar cuanto antes a usar
todo aquellos bolígrafos, cuadernos, lápices y gomas.
Dentro de las aulas se dio una larga tregua a mis compañeros, pero fuera de
clase era otro tema. Antes de entrar a clase, cuando el cura tocó la campana,
observé muy atento como los compañeros de otros cursos formaban filas
ordenadamente, del más bajo ocupando el primer lugar, al más alto
ocupando siempre el último lugar de la fila.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Creo que nunca llegué a ser víctima de los brutales capones con la
campanilla, tal vez porque de imaginar el dolor que debía causar, no perdía
atención a aquella actividad tan importante para los curas, la formación en
fila para entrar a las aulas.
Ricardo era, como yo, de familia numerosa, aunque él sí que tenía hermanos
pequeños, fuimos buenos amigos de recreo porque a ninguno de los dos se
nos daba bien el fútbol, de la media hora que teníamos de recreo pasábamos
cinco minutos comiendo el bocadillo y el resto del tiempo riendo.
El que nos dejó a toda la clase con la boca abierta fue José Antonio cuando
en una fiesta del colegio, antes de que yo actuara con mi guitarra, nos diera
muestras de su sensibilidad y de una habilidad interpretativa excepcional,
tocando el metalófono, todos descubrimos su habilidad oculta aquel día.
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Subiendo por nuestra entrada nos dábamos de bruces con los vestuarios y las
instalaciones donde se encontraban los urinarios. A la izquierda se accedía a
un largo pasillo en forma de L y al final de este, se encontraba mi clase.
A mano derecha del pasillo estaba la librería del colegio. Al entrar debíamos
seguir de frente para salir al patio del colegio y así poder formar en fila para
entrar en las aulas ordenadamente. El patio tenía a mano derecha un campo
de fútbol de arena de tamaño reglamentario y a mano izquierda un jardín
muy bien cuidado.
El jardín era cuadrado y limitaba con el pasillo en forma de L por dos de sus
lados, por el tercero de sus lados limitaba con el patio y por el cuarto daba a
las canchas de baloncesto. A mano izquierda de las canchas había varias
puertas grandes de entrada a la iglesia para alumnos y al fondo, estaba la
entrada a las aulas de secundaria, bachillerato y COU, entrada donde se
despachaban los bocadillos a la hora del recreo.
A mano derecha de las canchas de baloncesto, había otra parte del campo de
fútbol y como todavía quedaba espacio, aunque ya había un campo de fútbol
reglamentario, se había aprovechado dicho espacio sobrante para construir
un campo de fulbito.
Los primeros años hubo una actividad que me gustó mucho, pero que como
todo lo bueno se suprimió enseguida, se trataba de mini cars con guardia de
tráfico del ayuntamiento incluido.
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Me alegré de verle vivito y coleando, me caía bien aquel tipo con acento
extraño y que cantaba canciones tan graciosas. Fuimos de inmediato a
pedirle que nos firmase autógrafos cuando vinos un profesor que nos llevó a
todos, Torrebruno incluido, a empujones hacia la atracción de los mini cars.
Detrás de mi venía el orejas, que me perdone por llamarle así, pero es que no
logro recordar su verdadero nombre, de lo que no había duda es de que era el
primer coche que había pilotado en toda su vida, sin previo aviso dio media
vuelta y se puso en dirección contraria a la nuestra, el piloto suicida sobre
ruedas sembró el terror entre la mayoría de pilotos, yo disfruté esquivándole.
Pero había una persona que vivía ajena al mundo, el portero de los
Salesianos. Un día decidimos algunos amigos bajar a las profundidades del
cine, hecho totalmente prohibido por los curas.
Nos informó de que habíamos cometido una falta muy grave, habíamos
desobedecido la prohibición de los curas de bajar al cine a excepción de en
eventos que ellos considerasen oportunos. Debíamos decirle uno a uno
nuestros nombres para informar debidamente a los curas, el primero en ser
anotado fue mi amigo Pedrito.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El último que faltaba era José Antonio, cometió un terrible error, pero
gracias a Dios, el portero no se percató de ello.
En ese momento pensamos todos, ¡tierra, trágame!, por suerte el bueno del
portero no se percató del detalle de que el primer y segundo apellidos de los
supuestos hermanos Alfonsito y Felipito no eran los mismos. Una vez
anotados todos los nombres, al fin fuimos liberados de las garras del lince
ibérico.
La diferencia es que en ésta ocasión los dos niños decían la verdad, era
verdad que esos eran sus nombres y también era cierto que el padre de uno y
la madre del otro eran quienes había adivinado el incrédulo portero.
¡Qué buenos son los padres Salesianos, qué buenos son que nos llevan de
excursión!, efectivamente, una vez al año nos llevaban de excursión los
padres Salesianos, a primeros del mes de junio, era uno de los momentos
más esperados por todos los alumnos durante todo el año.
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El butano solía retar a sus alumnos con apuestas imposibles de ganar, pero
un día cometió un tremendo error, sacó un tapete con tres barrilitos y una
bolita, retó a cualquiera de la clase a jugarse el pito a cambio de diez vueltas
al patio, quien le ganara conseguiría su potente pito.
Fue así como el butano cambió la bola de sitio con tanta torpeza, que todos
pudieron verle hacer trampas aunque callaron. Lo que ninguno pudo ver es
como, a la velocidad del rayo, volví a dejar la bola en la posición que le
correspondía.
Gané el pito al más chulo del colegio, desde aquel momento no me separaba
de aquel trofeo, llevaba colgado del cuello el pito del butano, cuando don
Anselmo me dio la oportunidad de usarlo, no pude resistir la tentación.
Toqué el pito con todas mis fuerzas y acudieron todos a la llamada de lo que
creían era la advertencia de don Anselmo para recogernos y continuar la
excursión por otros parajes.
El cura no podía explicarse cómo alguien podía portar un pito más potente
que el suyo, como no, los últimos en llegar a la llamada de don Anselmo
fueron Miguelito y sus amigos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Caminando
Ante cualquier trauma ya sea físico o psíquico, la mejor acción que puede
llevarse a cabo es no parar, continuar el camino. Está claro que ninguno de
nosotros puede afirmar que jamás ha tenido alguna que otra dificultad en su
vida, ni que haya pasado por la vida sin probar algún que otro dulce.
Una buena lección que aprendí de mi abuelo, con tan solo tres años, fue tras
caerme al suelo con mis pantaloncitos cortos y hacerme una pupa. Me llevó a
una fuente a lavarme la herida y luego me dijo: ¡No pasa nada, a seguir
jugando!
Cuando el conductor advirtió que íbamos por mal camino al recibir unas
contraindicaciones que le dio otro lugareño algo más avispado, realizó una
maniobra para dar media vuelta bastante temeraria, entonces comenzamos a
sospechar si nuestro conductor pudiera llegar a ser pariente lejano del
guardia de tráfico del pueblo.
Al fin encontramos las piscinas, pero como habíamos perdido tanto tiempo
en llegar, se nos pasó la estancia muy rápida bañándonos todo el rato a pesar
de que el agua estaba muy realmente fría.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue entonces cuando vino uno de la clase a avisarnos que saliéramos a toda
prisa, que todos estaban esperándonos para marcharnos y que el cura, don
Justiniano, tenía un buen cabreo.
Con las prisas, salimos en bañador a toda prisa y con la ropa en mano, tal fue
la velocidad con la que salimos que tropecé y me di de bruces contra el
suelo. Me levanté y seguí caminando, al llegar al autocar me vestí y ya
apenas me dolía la rozadura que me había hecho tras la caída.
Uno de los peores golpes, que suelo recordar siempre que paso por ese
punto, lo tuve yendo en coche por la carretera de la Coruña, a la altura del
casino de Torrelodones. Cuando se pierde el control del coche, parece que
descarrilara de un tren, al igual que cuando se va en moto y empieza a
culear, intuyes que pronto vas a golpearte y te va a doler.
Mientras sigamos con vida, hay que caminar, aunque los obstáculos
parezcas insalvables, porque tras esos obstáculos hay nuevas sensaciones por
vivir y siempre encontraremos momentos agradables, siempre habrá un
motivo para continuar creciendo y desarrollándose.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Toparnos con este tipo de personas es motivo suficiente para luchar y seguir
desarrollándose, que se paren ellos si quieren, cualquier intento de anular
nuestra voluntad será en vano, porque a los únicos dueños que reconocemos
de nuestros actos somos a nosotros mismos.
Hace poco vi una propaganda de un vidente, decía algo así como que si no
puedes leer la mente de tu pareja (es obvio que nadie puede leer la mente de
nadie) y si quieres saber lo que piensa de ti en todo momento, acudieras a él,
tras su visita lograrías ver más allá, allá donde tu mente no alcanza.
¿Tan necios llegamos a ser que deseamos entrar en la mente de los demás a
cotillear?, ni aquel vidente ni todas las fuerzas ocultas podrán saber jamás lo
que esconde tras nuestra mente, porque los únicos dueños de nuestros
pensamientos somos nosotros mismos, aunque a muchos ya les gustaría
poder hurgar a su antojo por nuestros pensamientos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Había elegido mi propio camino, aunque es cierto que con los años fui
dejándome influenciar por todo aquello que me rodeaba, tanto en el terreno
laboral como en el social, me dejaba llevar, veía con resignación cómo se
comenzaba a difuminar mi propia identidad.
Poco antes de llegar al año en que rompí con esta trayectoria, antes del año
dos mil tres, me había convertido en una marioneta cuyos hilos movía todo
aquel al que se le antojaba, había dejado de ser Miguel.
Si bien el año dos mil tres, el año de Zori, el punto que tomo como referencia
para describir el momento en que volví a ser dueño de mi voluntad, no es
esto del todo exacto pues este proceso llevó su tiempo.
Años antes ya era consciente de que mi vida era manejada por otros, tuvieron
que pasar algunos años más para que la ruptura con todo aquello que me
había atado fuera efectiva cien por cien.
Tal vez haya personas que sean capaces de redirigir su vida de un día para
otro, no fue así en mi caso. Lo que si tuve claro es que ansiaba cambiar mi
estilo de vida, no me gustaba en absoluto moverme al antojo de nadie y tenía
clara una meta, un objetivo que alcanzar, romper con todas mis ataduras.
El proceso fue lento y tal vez el camino no fue el más adecuado, aunque el
resultado final ha sido satisfactorio, hoy puedo decir que soy dueño de mi
vida, nadie maneja mi barca y no voy a la deriva. El hecho de haberlo
logrado me hace alcanzar un alto grado de satisfacción.
Sirva de ejemplo el riesgo que asumió Cristóbal Colón de viajar hacia el oeste
por mar con el objetivo de alcanzar las indias en busca de las preciadas
especies, es este el tipo de pensamiento efectivo, asumir cierto riesgo para
lograr un objetivo deseado.
No se encontró con las indias como esperaba, sino con América. No fueron
las especias el tesoro preciado que encontró, pero fueron muchos otros que
proporcionaron a España grandes riquezas, aunque los piratas comandados
por la reina de Inglaterra con frecuencia se hicieran con parte del botín.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El pasillo
Mi primer día de colegio en los Salesianos me di de bruces con un escenario
muy familiar, era aquel que recorría mientras me dirigía con el resto de
compañeros a nuestra clase, yo conocía esos ventanales y ese jardín que
había tras ellos.
Luego miraba las puertas altas del pasillo, yo había estado antes allí y fue
cuando miré hacia el techo del pasillo cuando caí en la cuenta de dónde me
encontraba, era el pasillo de una pesadilla repetitiva que me estuvo
atormentando años atrás, no había duda, estaba en el pasillo de la bruja de
single de mi hermana.
Aunque solo tenía seis años, me sentí un poco más mayor, porque ese sueño
había desaparecido y ya no tenía ningún miedo. Esto me hizo sentirme muy
bien y entré en la clase tan contento.
Lo cierto es que era un escenario ideal para volar, puesto que el pasillo era de
gran altura, tal vez podía tener unos seis metros, el escenario perfecto para
ser perseguido por una bruja despiadada.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El miedo a cruzar la calle sin mirar porque es muy posible que un coche te
lleve por delante, es decir, miedo racional o precaución, es muy útil.
Aprender lo que realmente se debe temer es un ejercicio de inteligencia, la
oscuridad nunca hace daño, pero los lobos con piel de cordero sí.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tal fue su rabia e indignación que vino tras de mí todo el camino imagino
con la intención de romperme la crisma, el cenizo se calmó cuando se
percató que mi destino era urgencias del hospital del Escorial y se dio media
vuelta.
Quizá no nos hemos parado a pensar que el motivo que hace que nos
importe tanto la opinión de otros, es que nosotros carecemos de una opinión
propia. El día que valoremos nuestra persona, dejaremos estar obsesionados
con la opinión de los demás, ya no necesitaremos más esos halagos
enfermizos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
8. Las franciscanas
Corría el año setenta y seis y ya era todo un muchachote de siete años, había
comenzado mi segundo curso en los Salesianos y en un año ya había tenido
tiempo de reconocer todo el terreno de mi colegio y del colegio de la chicas,
que estaba situado muy próximo, el de las Franciscanas.
Tanto era así, que un buen día nos armamos de linternas mis amigos y yo,
mis amigos eran Pedrito, Ricardo, José Antonio, Rafael y que me perdone el
orejas, pero cuando pienso en él, solo me sale el sobrenombre que le
pusimos, no logro recordar su verdadero nombre, os prometo que no es con
mala intención, dicho esto, el último era el orejas, con perdón.
Don Severino era un sacerdote del que sabíamos había fallecido ahogado
nadando en algún pantano, no llegamos a conocerle físicamente porque su
muerte se produjo antes de que entráramos nosotros al colegio.
Al fin llegamos a la puerta del final del pasillo, entonces pensé en la mala
suerte que tendríamos si la dichosa puerta estuviera cerrada, después de la
paliza que nos habíamos pegado a andar, da muchísima rabia cuando te
aventuras a hacer algo arriesgado y al final te vas con las manos vacías, pero
esta vez hubo suerte, la puerta estaba abierta.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era el momento de abrir la puerta, todos queríamos saber lo que había tras
ella, pero hubo un momento de indecisión de quien iba a ser el primero en
abrirla.
Ricardo conocía esa iglesia porque su hermana pequeña iba a las monjas y
la iba a recoger todos los días, yo la conocía porque entraba en el patio de las
monjas, también a diario, para esperar a que saliera de clase la hermana de
José Manuel e irnos juntos a casa.
Muchas veces, mientras esperábamos a que salieran las niñas, estaba abierta
la puerta de la iglesia y dado que a esa edad se fija uno en todo, nos
conocíamos cada rincón de aquella iglesia.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Analizando con mente de adulto el hallazgo que hicimos, creo que es muy
probable que dicho pasadizo fuera utilizado por los curas para impartir misa
en el colegio de las monjas sin tener que ir cargado con las hostias y el vino
por la calle cual repartidor de pizzas.
Hablando del vino, recuerdo que en aquella época en cada misa asistíamos
atónitos al lingotazo de sangre de Cristo que se pegaba el cura mientras el
resto teníamos que conformarnos con una hostia.
Antes de la misa, nos encargó el cura ir a por vino a la caseta del cuidador de
la ermita, que residía allí mismo. El cuidador resultó ser un tipo
simpatiquísimo, no sabemos si porque además de cuidar la ermita, era el
que custodiaba el vino.
Fueron ocho largos años de mi vida los que pasé yendo a los Salesianos, no
es de extrañar que hallándonos rodeados de tanta santidad, se nos ocurriera
de vez en cuando alguna que otra diablura, alguna de ellas pudo llegar a
tener incluso algún matiz de película de terror, pero nada comparado a
alguna de las historias que me contaba mi abuelo.
La historia que mi abuelo me relató con bastante detalle, fue una que me
dejó sin habla, tal vez este tipo de historias me las contaba porque reconozco
que era algo travieso y con siete años podía llegar a ser algo molesto, estas
historias conseguían inmovilizarme y así podía evitar que hiciera alguna de
las mías durante días.
Voy a titular esta historia como “La pequeña novia”, es tan real que el
cuerpo momificado de la difunta se encuentra, según dicen algunas malas
lenguas, tras una pizarra de la facultad de medicina de la Universidad
Complutense de Madrid, al parecer el estado de conservación del cuerpo es
asombrosamente bueno a pesar de los años transcurridos desde su muerte.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Los restos del Doctor Velasco permanecieron en el museo hasta que por
reformas decidieron trasladarlos junto a los de su esposa. La difunta hija del
matrimonio y protagonista de esta historia se llamaba Conchita.
La joven Conchita era una niña muy delicada que requería de especiales
cuidados, pero la enfermedad le sobrevino y los médicos aconsejaron un
tratamiento que no parecía surtir el efecto esperado.
Cuentan también las malas lenguas que muchos habían podido ver el
carruaje del doctor Velasco por las calles de Madrid, apartaban la vista
horrorizados por las habladurías, pero los más curiosos que se atrevían a
ojear dentro del carruaje podían ver a la difunta hija y resultaba muy difícil
distinguir el blanco del vestido con el pálido de su cara.
La que no podía soportar más esta situación, como pueden imaginar, era la
pobre mujer del doctor Velasco, que no solo debía soportar horrorizada la
imagen de su difunta hija a diario, sino la locura de su marido, que por no
aceptar la muerte de su hija, había caído en un estado de locura tal, que
hablaba con su hija aunque no recibía respuesta y ordenaba al servicio que la
peinaran y asearan debidamente.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pueden imaginar que la cara del pequeño Miguelito tras oír semejante
historia, no recuerdo que clase de sueños tendría, pero seguro que los sueños
con la bruja de mi infancia eran la verbena de la Paloma comparado con los
sueños que podría tener tras el relato que acababa de escuchar sin perder
detalle.
Aun así, por muchas preguntas que haga un niño, seguro que se soportan
mejor que los gritos y gamberradas que son su quehacer diario. Creo
sinceramente que mi abuelo descansó bastante cuando el último de los seis
hermanos, un servidor, comenzó a ir al colegio.
Pero a mis siete años, la única diferencia que encontraba entre las chicas de
las monjas y nosotros era la manera de vestir, la voz más aguda en su
mayoría salvo excepciones y su pelo largo.
Me resultaba por tanto aquel colegio poco atractivo, era muchísimo más
pequeño que el nuestro, las chicas saltaban a la comba o jugaban al
baloncesto. En el patio que era bastante pequeño, se repartían las que
saltaban a la comba y las que las que esquivaban a las pequeñas con su
balón tratando de causar el menor daño posible.
Fue entonces cuando una de las chicas mayores que jugaba al baloncesto
cayó, pero en lugar de caer al suelo, como hubiera sido deseable para todos,
se estampó contra el pequeño Miguelito que de repente se encontró con una
mole humana encima de su delgadito y pequeño cuerpo.
La sensación fue idéntica a la que más adelante pude probar, a las caídas de
la bici cuando iba a toda velocidad, te estampas contra el suelo, y quedas
inmovilizado en espera de que te den la triste noticia de que te has roto algo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era menos arriesgado estar cerca de las niñas que saltaban a la comba,
aunque podías ser víctima de algún que otro pisotón, pronto Ricardo, José
Manuel, David y yo comprobamos que el lugar de espera más apropiado era
la valla del patio, el lugar con menos riesgo de sufrir accidentes.
No conocí nada más de este colegio, excepto la iglesia que la pude ver de
muy cerca, acompañado de la expedición del pasillo que comunicaba el
colegio de los curas con el de las monjas.
Bueno, si había otro escondrijo secreto que había olvidado, era la entrada
principal del colegio de las monjas que por no estar muy transitada,
realmente casi nunca había nadie, era el sitio perfecto para ligar o dar
palique a alguna de las niñas de las Franciscanas.
Pero por aquel entonces, aún no había aprendido a ligar, y esa entrada
principal me parecía un lugar muy bonito pero infrautilizado. Siendo una
entrada con un jardín precioso lleno de árboles y flores, prácticamente nadie
pasaba por allí.
Yo que he sido fumador, debo confesar que es la mayor estupidez que jamás
he cometido, ¿por qué lo hice?, por rebeldía y en busca de libertad, ¿qué
libertad?, si la pierdes desde el momento en que te conviertes en adicto,
logré dejar de fumar y fue gracias a mi incondicional amor por la libertad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
In Itinere
Hace unos meses me encontré por la calle con la hermana de José Manuel,
compañero con el que hacía el itinerario entre mi casa y el colegio, por el
camino, pasábamos a recoger a mi otro compañero David y dejábamos a la
hermana de José Manuel en su colegio, muy próximo al nuestro.
Cuando la vi hace pocos meses, habían desaparecido estos dos rasgos que la
caracterizaron en su niñez, aunque no hablamos, la sonrisa y expresión de su
cara al saludarme, me dieron la sensación de encontrarme ante una mujer
agradable, extrovertida y muy simpática.
Aunque dicen que las personas pierden cualidades con los años, vi en la
hermana de José Manuel la excepción que confirma la regla, era guapa y
atractiva. Esos rasgos de la cara, que en su niñez se veían excesivamente
marcados, se habían suavizado al crecer y la hacían una mujer atractiva.
Algo bueno que tenía mi colegio es que no nos hacían madrugar demasiado,
entrábamos a las diez de la mañana. De niño no tenía despertador, me
despertaba mi padre y me preparaba mi buen cacao con leche para
desayunar, sin galletas ni nada parecido, solo cacao con leche.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Dentro del colegio David, José Manuel y yo tan solo nos saludábamos
cuando nos cruzábamos en el recreo, no compartíamos las mismas
amistades pero guardábamos una relación muy cordial y nunca salió una
palabra fea de ninguno de nosotros hacia otro, sino todo lo contrario.
Tuve la suerte de tener cerca a una buena compañera, Laura, que me ayudó
a atenderle lo mejor posible, ya que en mi primer día estaba un poco verde.
Hace apenas unos días, mi sobrino mayor y ahijado Víctor, que el pasado
verano finalizó sus estudios como Terapeuta Ocupacional, me dijo que le
habían seleccionado para su primer trabajo en un hospital de Pozuelo.
El viernes cayó en Madrid una de las peores nevadas que yo recuerdo desde
que nací, y a pesar de todos los problemas de transporte que hubo, consiguió
llevar los papeles a la empresa a tiempo para firmar el contrato.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Desde luego que, con sucesos como este, ya puede ganar la selección
española de fútbol un millón de veces la copa del mundo, me da igual, ni
siquiera llego a sentirme avergonzado por ser español, algo peor, me es
totalmente indiferente esta nacionalidad que me ha tocado en suerte.
Son muy buenos recuerdos que tengo de Gaby, Fofó, Miliki y Fofito. Sentí
tristeza cuando marchó al cielo Fofó y cuando años más tarde fui a ver la
tumba de mi primer amigo, mi abuelo, cerca estaba la tumba de Fofó, el
hecho de que esas dos personas tan importantes en mi vida descansaran
cerca, me hizo sentir una inmensa paz interior.
Por fortuna sacó un brazo de Dios sabe donde, como si se tratara del
inspector Gadget y evitó la tragedia, tras el susto, todo volvió a la
normalidad, aquí no ha pasado nada y todos continuamos riendo y cantando,
bueno yo por si acaso, me tapaba la boca de vez en cuando por si se
escapaba otro plato.
No creo necesario tener que esperar a que llegue carnaval o la noche de San
Juan para quitarnos el disfraz de adulto y convertirnos en niños por un rato,
cualquier día es bueno para hacerlo, ¿por qué no ahora mismo?.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tenemos tanto que aprender los adultos de los niños, pasamos el tiempo tan
metidos en la burbuja de lo cotidiano y en el mundo de los adultos, el cual
nos parece más importante, que apenas nos queda un solo minuto para
dedicarlo en observar a los niños, pronto olvidamos que fue una etapa de
vital importancia en nuestras vidas pudiendo llegar incluso a creer que
nunca fuimos niños.
Soy de la idea de que para aprender hay que observar, a diario tenemos
delante de nuestras narices a los personajes más inteligentes y felices del
planeta, los niños, y sin embargo, aunque ansiamos la utópica felicidad, no
nos paramos a observar a quien es feliz realmente.
Einstein tenía la misma tara que tenemos tú, yo y cualquier ser vivo de este
planeta, a pesar de su mente brillante y de sus logros científicos, le faltó
tiempo para terminar su obra, le traicionó la parca que vino a buscarle antes
de que terminara sus últimos proyectos.
Amigo lector, si analizas tu vida y te das cuenta de que buscas lo mismo que
buscaba el gran científico del siglo pasado, objetivos, metas, en definitiva
complacer al resto de planeta llegando hasta olvidar lo más importante de tu
vida, tú mismo, tómate un respiro, para y observa a los niños.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mi amiga mayor
Normalmente regresaba del colegio acompañado de José Manuel, de su
hermana y de David, pero un día regresé solo a casa porque David se había
puesto malo y José Manuel tuvo que quedarse esperando a su hermana que
aquel día iba a salir algo más tarde.
De camino a mi casa fui asaltado por unos bandidos que tendrían unos cinco
años más que yo, en primer lugar me quitaron la cartera y luego los zapatos.
Voy a dirigir una petición a todo aquel bandolero que tenga ocasión de
leerme, mi petición no consiste en que dejen de serlo, faltaría más, es un
título que se han ganado a pulso y del que imagino no será muy fácil lograr
desprenderse.
Yo les pediría que tengan a bien suprimir la paliza de después del robo,
parece que necesariamente después de dejar en calzoncillos a la víctima, es
obligatorio darle una paliza.
Al saludarle pude observar que sus ojos estaban inyectados en sangre y por
la expresión de alegría de sus ojos, adiviné al instante que llevaba una
cogorza del trece (expresión que en mi país significa muy ebrio).
Mi compañero era bilbaíno y vivía con unos cuantos amigos en una casa
compartida. Me explicó que cuando llegó a casa tras una noche movidita del
recién estrenado viernes, se metió con sus compañeros de piso a la piscina
comunitaria.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En la máquina de café me contó que había leído una noticia de una mujer
que se había metido en el cuarto de baño a hacer sus necesidades y no
pudiendo aguantar el placer que supone evacuar mientras se fuma, se
dispuso a encenderse un cigarrillo.
Con la chispa del mechero y debido a la enorme cantidad de gases que había
expelido la señora, se produjo una explosión tal que hizo reventar la taza del
váter.
La primera noche de juerga conoció a unos buenos amigos rusos con los que
al comienzo de la noche se comunicó por señas y tras unos cuantos vodkas
en el cuerpo, misteriosamente, comenzó a entender y hablar perfectamente
el idioma como si de un nativo se tratara.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Años más tarde, coincidí con otra compañera bilbaína, le dije que había
tenido un compañero bilbaíno y me puse a contar la anécdota del día en que
vino ebrio al trabajo y para darle un toque de humor, añadí la anécdota del
malogrado viajero explorador por tierras rusas.
Regresando a mis siete años, a punto de ser apaleado y de acabar con la cara
demacrada, apareció mi heroína que no solo evitó que me partieran la cara,
sino que hizo que los bandoleros corrieran horrorizados y dejaran todas mis
pertenencias esparcidas por el suelo.
Vestía la ropa hippie de la época, tenía el pelo negro muy largo y liso y una
sonrisa difícil de olvidar, mientras me ayudaba a recoger mi ropa y mis
pertenencias, me sentí ruborizado de que una chica me viera en paños
menores y me puse colorado como un tomate.
Más adelante pude ver el arma tan poderosa que utilizó mi heroína para
salvarme, no se trataba de ninguna fuerza descomunal capaz de acabar con
los bandoleros más viles de la tierra.
El arma de Cecilia era su cálida voz, los niños huían avergonzados por temor
a que ella les reconociera como bandoleros, todos la admiraban al igual que
yo quedé encandilado cuando la vi en esas viviendas de familias pobres que
debía cruzar a diario para ir a mi colegio, cantaba y acariciaba las cuerdas de
su guitarra con la suavidad con las que se acaricia las cuerdas de un arpa.
Pude ver a mi amiga Cecilia pocas veces más, lo que no puedo olvidar de
ella, fue con la dulzura que me acariciaba la cara y me decía:
Creo que fue de las primeras veces que dije mi nombre completo sin
avergonzarme de ello y desde entonces, lo digo con orgullo. Cecilia me
enseñó una lección, el arma más poderosa contra la violencia, es la paz, el
amor, la comprensión y el respeto.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
9. La comunión
Yo vivía ajeno a todo ello, en mi casa no habían cambiado las cosas y los
curas parecían reticentes a cambiar el icono de Franco por el del nuevo jefe
del estado español, el rey.
Las historias a las que no era ajeno, eran las que me contaba de vez en
cuando mi abuelo, que no es que fueran horribles y terroríficas por su
contenido, pues se trataban de las anécdotas típicas de cualquier noticiario,
pero el modo de contarlas helaba la sangre del más valiente del reino.
Otro caso que conocí pasados los años, fue el de una amiga de la familia,
que tras un accidente de tráfico fue dada por muerta, incluso pasó un tiempo
en el depósito de cadáveres. Cuando el forense se disponía a efectuar la
autopsia se percató de que estaba viva, de hecho, sigue viva en la actualidad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Un buen día entró el cadáver de una chica muy joven y bella, cuando se
marcharon todos, repitió su modus operandi, sacó el cadáver de la muchacha
de la cámara frigorífica, la depositó en una camilla y comenzó a abusar del
cuerpo inerte.
El joven caucásico salió disparado del lugar horrorizado por el suceso, una
vez detenido, se encontraba en su celda aún temblando por la escena vivida
cuando tuvo una visita inesperada, se trataba de los padres de la víctima que
venían a agradecerle que hubiera logrado resucitar a su hija aunque para ello
se hubiera valido de un método tan miserable, lo importante es que su hija
había regresado a la vida.
Tras esta breve introducción paso a relatar una historia que conocí a mis
ocho años por labios de mi abuelo, fue la historia del tiovivo. Siempre que he
montado en uno de ellos he recordado este singular relato, gracias al cual
supe lo que originó que tan popular atracción tomara dicho nombre.
Pero pronto me percaté que ese compañero había confundido el tiovivo con
la noria, este muchacho no tuvo la suerte de que alguien le contara la historia
del tiovivo, de lo contrario, no hubiera confundido estas atracciones de feria.
Voy a hacer un inciso para explicar la diferencia, la noria en origen fue una
máquina para extraer agua. Se componía de una rueda grande provista de
unas aletas que, sumergiéndose parcialmente en el curso de un rio,
provocaba un movimiento continuo por el roce de las aletas con el agua. En
su perímetro tenía unos cubos que se iban llenando según se sumergía.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La historia del tiovivo, como casi todas las que me contó mi abuelo, estaban
ambientadas en el pueblo de Madrid, fue por los años treinta del siglo diez y
nueve cuando se tomó este nombre para designar a esta atracción de feria.
Mi abuelo nació a finales del siglo diez y nueve, así es que podría ser que
esta historia la oyera de su padre o de su abuelo, lo cierto, en que en los años
treinta azotaba a la ciudad de Madrid la enfermedad del cólera y muchos
fueron los que murieron de esta enfermedad, llegando a contarse por cientos
los muertos diarios en la capital.
Una de las víctimas fue un señor que se ganaba el pan humildemente con
una atracción de caballitos situada en el Paseo de las Delicias, se llamaba
Esteban Fernández y una vez certificada debidamente su defunción, se
ordenó que se procediera a su inmediato enterramiento.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El silencio roto por algún llanto, el velo negro que marcaba la delgada silueta
del muerto y el quejido de algún amigo a causa del dolor por la pérdida o tal
vez debido al peso soportado, era la estampa que podían ver los ciudadanos
que se cruzaban con el cortejo fúnebre, quitándose la gorra e inclinando la
cabeza en señal de duelo.
Fue entonces cuando sucedió lo que nadie podía esperar, el fallecido levantó
la cabeza no fruto del rigor mortis, sino porque estaba vivo, arrojó con furia
el velo negro que le cubría yendo a parar al rostro de una pobre mujer que se
inclinaba en ese momento en señal de duelo mientras gritaba:
No se sabe muy bien debido al tremendo golpe, o bien porque aunque vivo,
aún no estaba recuperado del cólera, Esteban hubo de estar bastante tiempo
convaleciente guardando reposo, pero tal era su fama en la ciudad que
cuando se reincorporó a su trabajo, todo el mundo quería verle y montar en
sus caballitos, circunstancia por la cual hizo una gran fortuna.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Aún recuerdo los sueños que tuve como consecuencia de la historia que me
había relatado mi abuelo, me imaginaba al tiovivo detrás de mí con su velo
negro. Pero el objetivo principal de mi abuelo, que era que le dejara de
molestar por unos días, se alcanzó satisfactoriamente.
Se comentaba entre los compañeros de clase que ese año tocaba hacer la
comunión, y efectivamente, un buen día, comenzamos a ir a catequesis. Al
principio era un poco reticente a ir, porque la tenía los sábados por la
mañana, pero pronto me empecé a sentir cómodo, no era lo mismo que ir a
clase.
La que nos daba catequesis era una chica infinitamente más simpática que
los profesores de mi colegio, en la clase había chicas, pude reconocer entre
mis compañeras, a algunas de las que tuve en el colegio Teide, una de ellas
era la Marilyn, la llamábamos así porque su manera de darte los buenos días,
era levantándose la falda.
Incluso Marilyn, que en parvulario era para mí una amiga más con la que
tirarse por los suelos a recoger papeles, me inquietaba cuando me decía, ¡hay
que ver cómo has cambiado guapo! , entonces me ocurría lo que nunca antes
me había pasado, se me ponía la cara colorada como un tomate, esto me
incomodaba, pero deseaba que llegaran los sábados para ir a catequesis.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Algo que puedo agradecer a mi colegio es que, aún siendo de curas, no era
obligatorio vestir de uniforme, por aquella época yo tenía mi propio estilo de
vistiendo y no estaba en mis planes cambiarlo en absoluto, aunque hubiera
numerosos intentos de hacerlo por parte de mi madre.
Cualquier intento que hacía mi madre por cambiar esto era en vano, era
incapaz de calzar zapatos, recuerdo que me compraron unos zapatos de una
marca cara y permanecieron durante años en el armario hasta que por suerte
me creció el pie y se me quedaron pequeños.
Lo más parecido a unos zapatos que calzaba por aquella época eran las botas
camperas, era curioso que aunque eran muy duras por fuera, me resultaban
cómodas, aguantaban muy bien las inclemencias del tiempo y se podía dar
patadas a las piedras sin hacerte ningún daño.
En mis veinte años de vida laboral he tenido suerte, no he tenido que llevar
traje en ninguno de los trabajos que he tenido. Digo que es una suerte,
porque es muy común en mi sector que las empresas obliguen a sus
empleados a vestir con traje, dicen que para dar imagen, pero tal vez se
olviden de un hecho importante, la comodidad de sus empleados.
No por ello voy a criticar a quien guste vestir de traje, muy cerca he tenido a
una persona que siempre le ha gustado ir vestido de traje, una de las
personas más respetadas y admiradas por mí, mi padre.
Hace menos de un año que mi padre se marchó a vivir más allá de las
estrellas y hoy me parece que ha pasado tanto tiempo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El traje
Se acercaba el día de mi primera comunión allá por el mes de mayo, los
sentimientos de alegría con los de desánimo se entremezclaban en mi
cabeza, alegría por la celebración, la fiesta que le seguía y los regalos, pero lo
que me menos me apetecía era tener que vestir aquel traje que mi madre me
había comprado para tan señalado día.
Para colmo de libertades, ese año hacíamos la comunión las chicas y los
chicos juntos y cogidos de la mano, caminando hacia el altar como si de una
boda de tratara, con la salvedad de que en lugar de anillos, lo que llevábamos
en las manos era cirios.
El estado totalitario del que veníamos mataba toda expresión de libertad, era
el estado quien dictaba lo que era correcto o incorrecto y cualquiera que
tratara de discutirlo era debidamente acallado.
Sirva desde aquí mi sencillo homenaje a ese gran músico y cantautor chileno
Víctor Lidio Jara Martínez, y nos sirva a todos nosotros de escarmiento para
que nunca jamás se repita semejante atrocidad.
¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal?, el yin y el yang, filosofía
dualista, la misma que mueve nuestros ordenadores mediante el código
binario, pregunte a su ordenador, ¿qué prefiere usted, el uno o el cero?, no
contesta, simplemente lo interpreta.
Esta filosofía no dicta lo que es bueno y lo que es malo, sino que defiende el
valor de la flexibilidad frente a la rigidez, la vida frente a la muerte, nunca
podremos asegurar que la opinión que tratemos de acallar sea falsa y si
tuviéramos esa seguridad, también sería un error tratar de acallarla.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era evidente que aquella psicóloga era una persona autoritaria que no
aceptaba que los demás tuviéramos una forma de pensar diferente a la suya,
cuando quiso terminar de hablar, pues consideré que era inútil tratar de
intervenir de nuevo, me enseñó el camino hacia la calle el cual tomé con
mucho gusto.
En ese aspecto no he cambiado desde que tenía ocho años, ahora me gusta
la sencillez y entonces me gustaba, prefería la comodidad y flexibilidad de
unas deportivas y de unos vaqueros que la rigidez de un traje y unos zapatos.
No era tan mala la idea del traje de marinerito, pues ese traje solo se usaba
una vez y se quedaba en el armario o se regalaba a algún familiar para otra
comunión, pero no se veía a nadie vestido de marinerito por la calle excepto
a los infantes de marina y a los niños vestidos de primera comunión.
Sin embargo mi traje era útil tanto para el día de mi primera comunión como
para cualquier otro día del año, esto me hacía odiar más aún si cabe aquel
traje de tergal de color verde claro.
Quise ir a jugar con mis amigos al colegio para saborear mi libertad, sabía
que en tan solo una semana esa libertad iba a ser truncada y me iba a ver
metido en un traje rígido, incómodo y ridículo. Además de llevar unos
zapatos con los que solo se podía caminar, nada de correr a riesgo de salir
disparado como si lo que calzaras fueran unos patines.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Un buen día que regresando del colegio a casa, mi madre me dijo que quería
hablar conmigo, al parecer la modista del barrio, que era una chivata,
aseguraba que me había visto echando un pitillo con los amigotes del barrio
y ligando con unas niñas.
Traté de salir del aprieto argumentando que aquella señora sufría de una
tremenda miopía y no era de extrañar que me hubiera confundido con otro, a
lo que mi madre respondió que la modista había hecho una descripción de la
ropa que llevaba y coincidía con la que yo solía vestir habitualmente.
Yo le dije que todos los chicos de mi edad vestían como yo, que no hiciera
mucho caso de esa señora que era una chismosa y una metomentodo
(recientemente he podido oír un calificativo equivalente que me resulta
gracioso y muy apropiado para la ocasión, huele pedos).
Sonó el timbre y apareció una de las mujeres más horrendas del planeta,
también a mi parecer, la modista del barrio y lo peor es que traía mi peor
pesadilla sobre su horondo brazo, el traje de mi primera comunión.
Una vez que pasé todas las torturas imaginables, incluyendo los pinchazos
con los alfileres que había olvidado adrede la modista de la familia monster
en los bajos de mi pantalón, vino el que faltaba, el peluquero del barrio.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cantaban una canción en la que decían unas palabras muy apropiadas para
el momento, la canción se titulaba días de escuela, y terminaban diciendo
“enseña a tu hijo a amar la libertad”, juré que si algún día tuviera hijos,
jamás les haría despojarse de su tesoro más preciado, su libertad.
Hoy recuerdo pocos detalles de ella, tal vez su traje impecable de novia, que
era muy guapa y de piel morena, tal vez una piel mimada por el sol del patio
de su colegio, pero lo que más llamaba la atención, era su blanca sonrisa que
asomaba unos dientes perfectos.
Dicho jardín lo cuidaba con gran esmero el oso, era un cura que había sido
boxeador y cambió el rin por la paz interior, un hombre solitario que no
hablaba con nadie, tan solo dedicaba su tiempo a las flores de su jardín.
Al salir del jardín, vi la valla en la que posaba el fin de semana anterior con
mis amigos, cuando vestía vaqueros con deportivas y camisa a rayas.
Entonces recordé de nuevo que estaba metido en mi traje de comunión
como si de una camisa de fuerza se tratara.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La fiesta
Después de mi primera comunión vino la fiesta en la que no faltó de nada, ni
siquiera la lluvia y aunque no estaba todo lo cómodo que yo quisiera, a nadie
le molestó que me sacara la camisa por fuera y que de vez en cuando me
quitara los zapatos.
Así pues, los únicos que no teníamos intención de tomar nada de alcohol en
la fiesta éramos Werner y yo, si bien es cierto que no me hubiera importado
probarlo ya que era visible que los que habían bebido estaban mucho más
simpáticos de lo habitual, Werner tomó cóctel de zumo de tomate y yo una
mezcla de varios refrescos.
Pero el más divertido de todos con diferencia, era de los presentes, el que en
un principio parecía más serio, Werner. Resultó tener escondido un
humorista en su interior, nadie podía imaginar lo divertido que podía llegar a
ser, fue el alma de la fiesta y todo gracias al vodka camuflado en el cóctel de
zumo de tomate.
Por aquel entonces las únicas fiestas a las que había asistido eran las de los
cumpleaños, también muy divertidas, pero no tanto como esta, esta fiesta
quedó en mi recuerdo y tomé buena nota de los detalles por si alguna vez
tuviera que organizar alguna otra fiesta, en la que no nunca faltará el cóctel.
Esta fue tal vez la primera fiesta grande que tuve, pero luego vinieron otras
muchas, si en algún lugar suena la palabra fiesta, raro es que yo no esté
cerca, he de confesar que me encantan las fiestas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue entonces cuando mi hermano Javi le dijo, anda trae la botella, no bebas
más que te va a sentar mal, ¿acaso no ves que no es un cuadro?, que es un
espejo, ¡hombre!, después del comentario creo que no quedó ninguno
encima del sillón, todos estábamos caídos por los suelos desternillados.
Entre los presentes había un ilustre musicólogo de talante serio y cuyo tema
de conversación se centraba fundamentalmente en los orígenes del
flamenco, en anécdotas vividas y contadas por músicos de los siglos pasados
y demás temas relacionados.
Le pregunté a mi maestro por otro tema menos profundo, por las playeras
tan chulas que llevaba, le dije que dónde se las había comprado para
agenciarme yo unas iguales. Resultó que todos estábamos deseando
escuchar algo distinto a las cada vez más aburrida temática del musicólogo.
Las risas eran tan fuertes que hicieron que bailara hasta la Sagrada Familia.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
A mi buen amigo abulense Juan Ángel, como él solía decir, se le fue la pinza
(perdió los papeles) y cuando le llevaba camino a la casa a dormir la mona,
no se percató de que me paré en la entrada para abrir la puerta y siguió
caminando con los ojos cerrados, se metió tal leñazo contra la puerta que
rompió el cristal. Gracias a Dios, fueron estos los únicos daños, al día
siguiente confesó tener un terrible dolor de cabeza, pero no creo que fuera
motivado por el golpe que se dio contra la puerta, sino por la resaca.
Me disfracé de zíngaro con veinticinco años por carnaval y fuimos por las
calles cantando y bailando, fueron sin duda los más divertidos de mi vida.
No concibo una fiesta de carnaval en la que todo se centre en los vestidos,
carnaval sin fiesta, es lo mismo que un pozo sin agua, nada.
Hace pocos años, me llamó una amiga que nos invitaba a una fiesta, fui con
un amigo y apenas conocíamos a nadie. Muchas veces me ha contado mi
amigo como terminé la fiesta, y si no es porque le conozco bien y sé que no
me mentiría, no lo hubiera creído, bailando con dos chicas sujetándoles los
culos con mis manos y con los dedos metidos entre sus piernas, asombroso.
Una de las fiestas que recuerdo con más afecto y en las que más me he
divertido fue también hace pocos años, la fiesta de navidad de Maria
Cristina, esta amiga colombiana junto con gente de diversas nacionalidades
organizaron una cena de navidad en la que pudimos degustar platos de
todos los países y cócteles variados.
Después de la cena, cada país era representado por una actuación musical,
hubo danzas africanas, capoeira brasileña, danzas folclóricas de Colombia y
gran cantidad de estilos musicales.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
10. Guadarrama
Doy fin con ésta, a una serie de historias hijas del pueblo de Madrid y
alrededores, son historias que me contó mi abuelo Tomás en mi infancia,
finalizo esta serie con el mismo cariño y especial cuidado que puse al
comenzarlas, dando así homenaje a mi abuelo, tan importante en mi vida.
Se trata de la historia del tío mata pobres, quisiera pedir permiso antes al
lector para rendir homenaje a dos personas muy importantes en mi vida a las
que dedico esta historia, una de ellas al que me la contó, mi abuelo Tomás y
otra a su hija, mi madre.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tras este inciso explicativo del origen del nombre de la iglesia del pueblo de
Vallecas, cuya torre puede verse desde la carretera de Valencia o desde el
barrio de Santa Eugenia, seguimos con la historia de don Amancio, el tío
mata pobres.
Don Amancio era un hombre de buen yantar, como un servidor, y sufría por
aquellos que no tenían la suerte de ser de su linaje y que no tenían un plato
de comida que llevarse a la boca.
Don Amancio era una gran persona que compartía mis sentimientos, daba
de comer al hambriento y de beber al sediento como bien rezan las
escrituras, pero tal vez se excedía en su trato amable, y esto acarreaba
consecuencias fatales para sus infortunados invitados.
Don Amancio era un hombre solitario pero por el contrario muy alegre y
jovial, aunque no tenía obligaciones, le gustaba atender las cuentas de sus
negocios, lo que le hacía mantenerse distraído y a su vez le permitía
controlar cualquier posible irregularidad o injusticia hacia sus empleados.
Otra afición que compartía conmigo don Amancio era la tertulia, y qué
mejor combinación de aficiones que deleitarse con una exquisita comida
acompañado de un tertuliano con el que compartir deliciosos manjares y
buenas palabras.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue así como una mañana se dirigió hacia las casas cercanas a la ciudad de
Madrid y se encontró en una taberna con un muchacho de buenos modales y
cultura refinada de nombre Alejandro.
Llevaban en sus manos prendas nuevas de vestir y utensilios para aseo, corte
de pelo, manicura, pedicura y navaja de afeitar. El traje lo portaba una bella
joven que sin duda destacaba del resto, Marcelina, era una joven vallecana
de pelo rubio dorado, ojos claros, coloretes en la cara y unas proporciones
poco comunes, muy parecidas a las de la escultura de Afrodita, la diosa
griega del amor.
Pero tal vez, lo que más le gusto de Marcelina, era la cara con la que le
miraba, daba la impresión de que ella sentía casi tanta admiración por
Alejandro como Alejandro por ella, a pesar de su aspecto andrajoso y de que
donde antes había se alojaban unos poderosos músculos, ahora tan solo se
podía encontrar aire.
Debían ser las once de la mañana cuando llegaron a la casa y fue a las dos y
media cuando hizo su aparición en el salón el dios griego de los poetas,
Hermes, casi nadie podía adivinar que tras horas de exhaustiva limpieza y
vestido adecuadamente, aquel joven se transformaría de aquel modo,
aunque, hubo alguien que si lo advirtió antes, la joven Marcelina.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pudo entonces advertir Don Amancio que Hermes, quiero decir, Alejandro, a
pesar de su mala vida, conservaba su dentadura casi intacta y los dientes
eran tan blancos que había que apartar la mirada para no deslumbrarse.
Mientras hablaba de estos temas tan interesantes con Don Amancio, cruzaba
miradas de complicidad con la porteadora de los manjares, la bella
Marcelina cuyos colores se avivaban cuando se aproximaba a aquel poeta
enviado del cielo, que con sus bellas palabras adornaba el salón.
Fue entonces, estando muy cerca de su diosa del amor, cuando pronunció el
nombre de Safo, poetisa que supo valorar tanto el amor y lo buscó
incesantemente y entonces fue cuando recordó las palabras que cantaba a las
bellas jóvenes de Lesbos acompañadas del sonido mágico de su arpa, recitó
a la bella Marcelina unos versos que la dejaron sin respiración:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando arrancó pensé que tal vez me había sentado demasiado atrás aunque
imagine que aquel señor mayor apenas me daría conversación, me
equivoqué, estuvimos charlando, no, que digo yo, gritando todo el trayecto
desde el sur al norte de la isla de Tenerife.
Aquel señor me dijo que ese mismo año se jubilaría, había comprado una
auto caravana y tenía la intención de viajar a conocer la península, me
preguntó por los sitios que le recomendaba ir a visitar, hablamos tanto que
apenas me había subido a la limusina cuando ya habíamos llegado al
aeropuerto, fueron unos setenta kilómetros, pero se me pasaron rapidísimo
en tan grata compañía.
Apenas se dio cuenta que pasaba el tiempo y debieron pasar horas, puesto
que Don Amancio hacía mucho rato que había terminado su postre y
Alejandro estaba terminándose lo último que le quedaba en la mitad de la
mesa que le correspondía.
También se percató que tal vez se había excedido con la cantidad de comida
y la bebida ingeridas, porque había terminado con toda la comida de su
mitad de la mesa mientras que Don Amancio no había comido más que dos
platos y bebido tan solo dos o tres copas de vino.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era evidente que Don Amancio había comido y bebido mucho menos, pues
seguía hablando con mucha soltura como al empezar la comida, tras
terminarse las copas y los puros, dados los evidentes efectos de somnolencia
que estaba provocando la inmensa comilona en Alejandro y como ya
comenzaba a anochecer, Don Amancio le ofreció quedarse a pasar la noche
en casa, invitación que Alejandro aceptó de buena gana.
Se fundieron Hermes y Afrodita en un abrazo tan largo que duró tal vez más
tiempo que la gran comida, entonces Alejandro era consciente de que le
había tocado la musa a la que tanto había escrito poemas de amor, ella le
había enviado un emisario a buscarle, Don Amancio, que le había
proporcionado todo aquello de lo que carecía, aquello que no tenía por haber
sacrificado toda su vida a la poesía.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La urba
Se acercaba la primavera del año setenta y ocho del siglo pasado cuando un
sábado nos despertó mi padre un poco antes de lo habitual para ir a una
nueva casa que habían comprado en la sierra de Guadarrama.
Lo primero que quisiera aclarar es que mis padres no tenían dinero porque
les hubiera caído del cielo, tal vez algunos tenga esa suerte, pero lo que
quiero que quede clarísimo es que mis padres tuvieron que trabajar duro
para conseguir dinero, del mismo modo que me ha ocurrido a mí.
Aquellos invitados, cegados por ese mal común que merece todo mi
desprecio llamado envidia, trataron tergiversar la realidad con su palabras
con el único propósito de herirme, no lo lograron porque me di cuenta de su
propósito de causar daño desde un primer momento, incluso se las agradecí,
porque me hicieron recordar que mis padres han sido mi modelo, mi mejor
ejemplo en muchos aspectos y como no, también en el trabajo, han sido de
las personas más trabajadoras que he conocido.
Espero haber aclarado la primera duda, si mis padres obtuvieron dinero para
pagarse una casa de veraneo, fue trabajando muy duro para conseguir pagar
ladrillo a ladrillo con el sudor de su frente.
Decir que aquel que menos dinero gana por su trabajo es el que más se
esfuerza y que el que más dinero gana por su trabajo es el que se lo lleva sin
dificultad es un error que conviene aclarar.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Puedo asegurar que aquella nueva casa que estaba a punto de conocer a mis
nueve años de edad, se adquirió por el esfuerzo de un pediatra y una maestra
que vieron la recompensa de su esfuerzo en aquel maravilloso lugar donde
hemos pasado una parte muy feliz de nuestra vida.
De regreso a mis nueve años, nos subimos toda la tropa en el Renault doce
verde familiar, ganado también con mucho esfuerzo y pusimos rumbo a la
sierra de Madrid. No habíamos hecho más que salir cuando nos adelantó un
mercedes azul marino justo antes de incorporarnos a la carretera de la
Coruña.
Aquel coche lo conducía un hombre con el pelo rubio y rizado, a su lado iba
mujer bella y elegante con un gesto dulce en su mirada, en la parte trasera
del coche iban tres niños de cabellos dorados con los que cruzamos nuestras
miradas al poco rato cuando dijo mi hermano Fernando, anda mira, pero si
son los reyes.
Poco después pude saber que aquella casa que habían comprado mis padres,
estaba muy cerca de la casa que mis tíos tenían en Cercedilla, aquella casa
que había visitado muchos fines de semana durante mi niñez antes de que
tuviéramos la casa de Guadarrama.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
De este modo, los nuevos amigos que estaba a punto de conocer, llevaban
asociados el número de bloque en el que vivían, tenía amigos en los bloques
1, 3, 4, 9, etcétera.
Tras las cien primeras veces, nos fuimos acostumbrando a aquel mensaje tan
gracioso que se convirtió en algo identificativo de nuestra urba, como una
bandera, hasta que años más tarde fuera derribada la caseta para construir
bloques nuevos de viviendas en el centro, los que comenzamos a llamar los
bloques del centro.
Justo antes de dar nuestro segundo giro de noventa grados (la urba tiene
forma de cuadrado), nos encontramos de frente la piscina, si la primera
atracción (el fútbol) y la segunda (el tenis) no llegaron a calar en mí, sin
embargo la natación siempre me ha gustado, aún hoy en día no es difícil ir a
la piscina de la urba y encontrarme nadando en ella.
Tras este segundo giro de noventa grados, a mano derecha pudimos ver más
bloques de viviendas entre los que se encontraba el nuestro, por ello mi
padre giró el coche hacia las marquesinas de la izquierda para aparcar,
bajamos toda la tropa a conocer nuestra nueva casa. Cada uno portando
nuestro pequeño equipaje nos dirigimos hacia la entrada.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Esto no debió gustarle demasiado al pino porque creció y creció tanto, que a
día de hoy deberíamos medir cerca de quince metros para poder saltar por
encima de él.
Al ser una familia tan grande, quedaba el problema de donde ubicar a mis
dos hermanos mayores, pero enseguida uno tomó el salón con su sillón
plegable como habitación y el otro el trastero, que era una habitación aún
más grande que el salón y más alta, por encontrarse en el tejado del bloque.
Los mayores de la urba eran todos los que tenían la edad de mis hermanos
mayores, yo pertenecía al grupo de los enanos. Recuerdo que siempre que
podíamos, nos colábamos en las fiestas de los mayores que hacían sus Jam
Session cantando canciones de Bob Dylan. Los enanos tocábamos canciones
de Asfalto, de Los Secretos o de Silvio Rodríguez detrás de las canchas de
tenis.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Maite
Mi afición por la música comenzó en aquel año del setenta y ocho, no era un
chico común, no me apasionaba el fútbol, nunca he seguido la liga de fútbol
aunque puedo ver un partido de la selección española o del Real Madrid, eso
sí, lejos de sentir orgullo por ser español o madrileño, a día de hoy no me
considero ciudadano de ninguna parte, una partícula en el universo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pero como todas las historias de amor que he vivido hasta el momento, tenía
su principio y su fin, aunque mis deseos siempre fueron otros, siendo de la
creencia de que existe un amor que no conoce fin, el que por fin he
encontrado y vivo en la actualidad con mi mujer.
El fin de aquella historia de amor llegó ese mismo verano, vino y se fue con
la misma rapidez con la que entró en mi vida, fue un amor fugaz pero
realmente bello e intenso mientras duró.
Esta historia comienza cuando un sacristán intenta robar en una casa pero es
sorprendido por su dueño que le reconoce, el sacristán le asesina para evitar
que el dueño pueda denunciarle. Tras el suceso, el sacristán acude a la
iglesia y confiesa a un sacerdote el asesinato que acaba de cometer.
Para la policía el móvil del asesinato está muy claro, el sacerdote movido por
el temor a que se descubra su escarceo amoroso, decide acabar con el
chantajista. Lo que no sabe la policía, es que el asesino es el sacristán. Así
pues, esta historia puede servir como explicación, por fe puedes llegar a
guardar un secreto incluso a riesgo de ser acusado de asesinato.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mi juramento era distinto, una historia diferente con un mismo fondo, querer
guardar un secreto movido por unas convicciones. Tuve que distanciarme de
Maite por un juramento que hice a una persona que me lo pidió con unos
argumentos razonables, lo más duro de este juramento fue tener que lidiar
con la incomprensión por parte de Maite.
Así pues, la misma tarde que hablé con aquella persona, sellé mi juramento
de dejar de ver a Maite y de no desvelar la identidad de la persona que me
pidió que lo jurase, esa misma tarde fue la última vez que hablé con Maite, la
tarde de mi despedida.
Lo que hubiera dado por leer lo que pasaba por su pequeña mente, tan solo
deseaba que no sufriera tanto como yo, con los años supe por un tío suyo,
que se casó y tuvo hijos, imagino que debe ser muy feliz.
Hoy no tiene ningún sentido hacerlo, ella tiene su vida y yo tengo la mía, no
cambio por nada lo que me rodea, tengo una mujer maravillosa y es con ella
con la que deseo estar, deseo pasar toda la eternidad con mi mujer, lo mismo
que deseaba cuando tenía nueve años con Maite.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Trovador de asfalto
Hoy es veintisiete de enero, un día como hoy del año veintinueve del siglo
pasado nació mi padre. El pasado mes de marzo nos dejó para reunirse con
la parte de mi familia que está en el cielo y se me ocurre como mejor regalo
de cumpleaños dedicarle este día de trabajo, regalarle mi esfuerzo y con ello
demostrar que sus enseñanzas fueron escuchadas, parte de él está en mi.
El pasado sábado me pasé por el cementerio con mi mujer y dejé unas flores
donde se encuentran sus cenizas, esto fue a título conmemorativo pues se
que allí tan solo está el polvo, él mismo me lo dijo muchas veces, en polvo
eres y en polvo te convertirás, pero también me enseñó que el alma continúa
y es a ella a la que le dedico mi esfuerzo diario.
Tuve que ser yo quien le preguntara sin dar más rodeos, ¿cuál es resultado
de la prueba del sida?, a lo que respondió, negativo. Fue un gran alivio oír
salir aquella palabra de los labios del médico, el mejor negativo que jamás
haya escuchado, pero a su vez me preguntaba, ¿acaso no comprendía el
doctor que tal vez podría llevar días sin dormir en espera de aquel resultado
decisivo que tal vez me dijera que mi vida iba a truncarse?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era semana santa y mi madre al ser maestra tenía vacaciones como nosotros,
esto nos permitía ir a la urba de Guadarrama a pasar la semana santa entera,
sin embargo mi padre vendría más tarde, ya para los días festivos, desde el
jueves al domingo.
El grupo de los enanos éramos unos quince, durante muchos años guardé en
mi cartera una foto que nos hicieron para un libro, estábamos haciendo una
torre como la de la serie de televisión “Con ocho basta”.
Éramos los mismos de la foto, los que una tarde nos compramos un litro de
cerveza cada uno y nos fuimos a un parque a bebérnoslo, nos gustó tanto la
idea que también lo hicimos alguna vez por Madrid, fue nuestra idea
posiblemente uno de los focos donde se originó la que más adelante se dio
por llamar la moda de la “Litrona”.
Pero como con diez años no bebíamos nada más que en contadas ocasiones,
algo había que hacer para entretenerse, aunque en ocasiones nos
relacionábamos con chicas, ignoro por qué circunstancia, en nuestro grupo
de amigos solo había chicos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
No sabría decir quién era el que mejor se lo pasaba, si los perseguidores (los
enanos) o las perseguidas (las enanas), el caso es que al final acabábamos
todos tirados por los suelos muertos de risa.
Pero entre todos aquellos juegos, había otra afición que había calado en mí
profundamente, era la de tocar la guitarra y cantar canciones. Hace unos
días pude escuchar una grabación de entonces y me llamó la atención en
tono de canción protesta que le daba, podría haberse confundido con alguno
de los cantantes de la época a no ser por mi agudo tono de voz.
Fue así como dejamos de perseguir a las enanas para cantar canciones detrás
de las canchas de tenis y así surgió un nuevo trovador de asfalto, este juego
perduró con los años, incluso veinte años más tarde, algunos de los enanos
ya algo más creciditos, rememoramos una de aquellas Jam Sessions pero
esta vez dentro de mi casa.
Bueno, a casi todos, yo no solía ver películas los sábados por la tarde, porque
me gustaba más escuchar música e interpretar canciones, una ocupación
que me resultó de enorme utilidad años más tarde, cuando recibí clases del
guitarra flamenca, la costumbre que había adquirido con los años de
escuchar e interpretar fue la causa de que haya recogido un material de un
valor incalculable, el cual estoy dando forma para exponerlo al público.
Son muchos los sobrenombres que me he llevado por esta afición que
comenzó un buen día cuando apenas sabía a andar y me subí a una silla para
tocar con mis diminutos dedos la guitarra de mi hermana, el sobrenombre
que recuerdo como más llamativo fue el de yuppie rumbero, aunque es cierto
que me sigue gustando la rumba, de yuppie no tengo nada, al menos ahora.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Han sido numerosas las ocasiones en que hemos sacado las guitarras del
maletero del coche y hemos cantando nuestras canciones, recuerdo con
especial cariño una vez que tocamos en la plaza del pueblo de los Molinos en
la sierra de Madrid.
Otro lugar maravilloso en el que toqué que tiene una acústica buenísima y
en donde se respira una paz y tranquilidad de siglos, es en el teatro romano
de Mérida, un espacio mágico en el que interpretar una obra o escuchar con
total claridad cada nota que emite un instrumento.
Un paraje natural que haría las delicias de cualquier músico que guste de los
placeres del eco y la mezcla de sonidos llegando a creer que es mágico algo
tan real como la vida misma, es en las hoces del río Duratón, cuyo público es
de lo más curioso, los buitres leonados que allí habitan.
Guitarra: Ta Ca Tá - Ru Ca Tá.
Hurraca: Ta Ca Tá Ru - Ta Ca Tá - Ta Ca Tá
La hurraca necesitó varias horas de práctica, pero al final me sorprendió con
un Ta Ca Tá - Ru Ca Tá, a lo que añadí el correspondiente ¡Olé!
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Llegué a pensar esto porque había oído que las brujas de la sierra en las
noches de luna llena, se untaban ungüentos fabricados a base de cierto
hongos alucinógenos que les provocaba tales efectos que les hacía volar
sobre sus escobas, danzar y realizar actos lascivos hasta el amanecer.
Por suerte para las vacas, los efectos de los hongos no fueron tan exagerados
como para llegar al extremo de la lascivia, tan solo me abrí paso entre el
ganado, me metí en el coche y pensé ¡pero qué público más serio tengo que
no dice ni mu!
Cuando eres un niño de diez años, aunque para el resto del mundo, eres un
cero a la izquierda, no solo no lo eres, sino que además eres una persona que
tiene un don del que carecen la mayoría de los mayores, la observación.
Muchas tardes eran en las que se me podía ver, bueno, siempre que se fuera
un poco observador, por la plaza del Callao en cuyos aledaños trabajaba
mucha gente por la calle, entre otros los trileros.
Había trileros de todos los niveles, podías encontrarte con el típico trilero de
timo fácil, aquel que esperaba a que el incauto tuviera el mínimo descuido
para darle el cambiazo sigilosamente y así sacarse un dinerillo.
Este tipo de trileros fijaban la mirada en ti, advirtiéndote con ella de que
como se te ocurriera abrir la boca y chivarte de la posición correcta de la bola
o de la carta, te iba a caer una buena zurra.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Desde muy pequeño fui inflexible en ese aspecto, todo el que acaba siendo
timado pretendiendo sacar provecho de un supuesto infeliz que finalmente
es más inteligente que él sacando beneficio, se merece pagar el timo del que
está siendo víctima por tratar de aprovecharse, cumpliéndose así el refrán
español que dice que quien roba a un ladrón mil años tiene de perdón.
Entre todos aquellos trileros se podía distinguir a uno del resto, este no
timaba a nadie, era un jugador de cartas profesional venido a menos, Jacinto,
aquel hombre era un libro abierto, podías pasar horas escuchando sus
relatos, las persecuciones de las que había sido víctima cuando el juego
quedó terminantemente prohibido en España.
Tuvo que marchar a otra ciudad porque recibió amenazas y dejé de ver a mi
buen amigo Jacinto, la cantidad de cosas que podría haber aprendido de él y
no tuve tiempo, un día me confesó que a nadie que apreciara le enseñaría
todo lo que sabía, porque sabía por experiencia que más que beneficios, le
reportaría numerosos problemas y quebraderos de cabeza.
Debió confiar mucho en mí o debí caerle muy bien, para desvelarme uno de
sus secretos, la manera de ganarse la vida honradamente, tal vez de las pocas
personas honradas de los alrededores.
Confieso que, tan solo una vez hice uso de mi secreto, le gané el pito al
butano, el profesor de gimnasia de mi colegio, la tentación era demasiado
grande, que el personaje más chulo y sobradillo del colegio me retara a ese
juego era algo muy difícil de resistir, así durante meses, fui aparte de los
profesores del gimnasia el único que portaba un pito reglamentario.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ligando
Tras mi primer fracaso amoroso experimentado el pasado año con Maite,
tuve una necesidad casi obsesiva de relacionarme con otras chicas, tal vez
para tratar del olvidar aquel trago amargo que aunque presentía que era
misión imposible, al menos así podía aliviar el dolor de sentirme solo.
Fue pues como sin saber muy bien ni cómo ni por qué, un día primaveral
casi a las puertas del verano, estábamos unos niños del colegio con unas
niñas del colegio de las monjas tonteando en lo alto de las escaleras de la
entrada principal, en un lugar en el que pudiéramos pasar desapercibido
camuflados entre el follaje y la maleza.
Entonces ocurrió algo inesperado, una madre que debió vernos dándonos
besitos con las niñas desde alguna ventana, salió por la puerta a toda
velocidad, el último en percatarse fui yo que estaba tumbado sobre la hierba
embobado con los ojos de mi amiga, cuando de pronto oí la exclamación:
Sabía que algo le pasaba a mi pié, pero no sentía dolor alguno, estaba
aterrorizado por lo que me esperaba agudizados más aún, por los gritos de
mi novia fugaz que temía al igual que yo, el triste desenlace para tan joven
estampa.
Fue entonces cuando sentí una mano sobre mi espalda y una voz que dijo:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al ver a la madre la reconocí, era la que cuidaba con tanto cariño el jardín,
noté en aquella madre tan piadosa un acento diferente, no era española o tal
vez había pasado años en las misiones de algún país de América Latina. Me
ayudó a levantar pero no podía posar el pie sobre el suelo porque un terrible
dolor me lo impedía, me había hecho un esguince de tobillo.
El portero no podía olvidar que años antes, tras la muerte de franco, nos pilló
haciendo alguna diablura y le dimos las identidades de los políticos de la
época en lugar de nuestros nombres verdaderos.
Aunque muchos eran los que decían que Don Paco estaba loco, bajo mi
punto de vista, era de los pocos curas que realmente estaban bien de la
azotea, él y Don Paquito, que era un salesiano muy anciano que repartía
estampitas a los niños, pero no vayan a creer que era un timador (por eso del
timo de la estampita), lo que repartía eran estampitas de la virgen María.
Don Paco me regañó amistosamente, me dijo que a ver qué iban a echar
ahora al cocido (comida típica española) con la pierna echada a perder,
aunque dijo entre dientes, bueno, con lo escuálido que estas, casi que mejor
buscamos a otro más rellenito.
Consiguió que es esbozara una sonrisa, aunque cada vez me dolía más el
tobillo, Don Paco echó un vistazo a mi tobillo y dijo, nada, esto es coser y
cantar, ordenó al portero que buscara al administrador del colegio.
Cuando cualquier chico del cole tenía alguna torcedura o algún problema de
huesos, siempre le echaba antes una ojeada el administrador. Don Paco le
preguntó que a ver qué se podía hacer con esa pierna, miró mi tobillo y lo
aparto casi al instante, no tardó ni medio segundo en establecer un
diagnóstico, realmente era toda una eminencia en osteopatía.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Esto lo intuyo porque la traumatóloga que me vio horas más tarde le indicó a
mi padre que era imposible que hubiera tenido el hueso fuera de su sitio, que
únicamente me había hecho un esguince, pero que el hueso estaba colocado
perfectamente, no di mi opinión por no liarla, pero me dieron ganas de
decirle a la doctora, ¿ah sí, y qué me dice de el Crack - Crack?
Nunca había llevado escayola, pero los meses que anduve con ella, hice caso
omiso de las indicaciones de andar con el pié a la pata coja, yo caminaba
como si no llevara una escayola en el pie, de este modo no era de extrañar
que el primer mes la escayola estuviera totalmente desgastada.
Por fortuna, había por allí un médico que al oír mis gritos, acudió con un
nuevo invento, se componía de un aro metálico que giraba a gran velocidad
con la particularidad de que solo cortaba la escayola, pero no la carne.
Una vez que comprobé que era verdad lo que decía el médico instándole a
probarlo antes sobre su mano, me aplicaron aquel invento teniendo la
escayola fuera casi al instante sin producirme dolor alguno. Cuando me sentí
liberado de la escayola, no monté una fiesta para celebrarlo, pero cumplí la
promesa de raparme el pelo al cero al día siguiente de quitármela.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al sentirme libre de la escayola, llamé a mi amigo Pedro para salir a dar una
vuelta y estrenar mi pierna libre de ataduras, desde mi casa a la suya no
había ni tan siquiera cinco minutos andando, subiendo por la calle de la
Industria hasta el Paseo de los Jesuitas y luego subiendo por la calle
Guadarrama hasta la calle Barrafón.
Nos dirigimos sin rumbo caminando los dos por la calle Guadarrama abajo,
luego por el Paseo de los Jesuitas a la derecha hasta que llegamos a la
entrada del colegio Cerro Bermejo, donde mi madre ejerció de maestra
durante varios años.
Allí había dos niñas muy guapas que empezaron a hablar con nosotros, una
me dijo que si me habían cortado el pelo por los piojos, le dije que no, que
fue por una promesa.
Me dijo que a pesar de tener el pelo rapado, era un chico muy guapo, la
verdad es que ni siquiera me daba cuenta de que llevaba el pelo rapado al
cero de no ser porque me lo recordara aquella chica.
Estuvimos dando una vuelta por el barrio y al pasar poco más adelante por el
colegio Teide al que había ido yo en parvulitos, ellas me dijeron que también
habían ido allí aunque no habíamos coincido en el mismo curso.
Nos lo pasamos muy bien los cuatro, era mucho más divertido ir cuatro que
dos, aquellas niñas no se diferenciaban en la forma de pensar, eran como
nosotros, si había que hacer alguna travesura, siempre estaban de acuerdo.
Quedamos para el cine de barrio de los Salesianos del sábado, pero aquellas
dos nuevas amigas, que eran hermanas, tenían caras tristes porque se
mudaban a vivir a Barcelona y eso inevitablemente suponía que ya no nos
volveríamos a ver más.
En verano, con mi pelo aún a medio crecer, conocí a una chica en la urba
que decía que yo le gustaba y sus amigas idearon algo un tanto extraño para
comprobar si yo era el candidato adecuado para ella, una entrevista, eso ya
no me pareció una idea tan atractiva, que cruz tengo yo con las entrevistas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Atasco
No pasé el test de afinidad y por tanto me tocó pasar el verano sin novia,
pero me lo pasé en grande de igual modo, exceptuando los momentos en los
que me encontraba con mi ex Maite pidiéndome explicaciones por huir de
ella en todo momento.
En aquel verano pude ver una película en la que decían una frase que me
venía muy a propósito para aquella situación, decía:
Solo Dios y los ángeles podían saber por aquel entonces cuánto la amaba,
pero cargado de una madurez prematura que aún hoy en día me sorprende
que pudiera tener con tan corta edad, callaba y daba la vuelta.
El verano terminó y tocaba regreso a las aulas, con diez años había pocos
rincones del colegio por descubrir, prácticamente conocíamos todos los
lugares, incluso los pasadizos secretos de comunicación con el colegio de las
monjas o los que iban a parar al exterior del colegio.
Así pues, aunque no sea muy amigo de la doctrina salesiana, no veo que
tampoco hubiera que considerar buena la idea de quemar sus iglesias. Son
muchas las ocasiones que me he encontrado con ciertos personajes a lo largo
de mi vida en las que he pensado, ¿qué hubiera hecho semejante salvaje si en
sus manos tuviera la vida de aquellos que no comparten sus ideas?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En definitiva, que de los diez a los dieciséis años, fue una etapa de nuestra
vida en que las hormonas se divertían jugando a gigantes y cabezudos.
Sin pensar en que tal vez algo había cambiado en nuestro físico, nos
metimos por uno de nuestros pasadizos preferidos, el desagüe para la lluvia
que había detrás del campo del fulbito.
Pasó delante de mi Pedro sin problemas, luego pasé yo que tampoco tuve
dificultades para pasar por el desagüe, pero detrás vino Rafael y ocurrió algo
que nos dejó boquiabiertos.
Primero metió Rafael su cuerpo, que entró sin problemas por el desagüe de
cemento, pero se quedó atascado cuando intentaba meter la cabeza, a causa
de un capricho de unas hormonas juguetonas.
Su cabeza había crecido una barbaridad en apenas un año y por donde antes
pasaba sin problemas, ahora había quedado atascado e inmovilizado, con la
cabeza dentro del desagüe y el resto del cuerpo fuera.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando nos preguntó más detalles, le dijimos que viniera corriendo a ver,
que estábamos jugando al fútbol mientras oímos los gritos de auxilio de un
niño, al asomarnos pudimos a ver que estaba atascado.
Para un cura, aquella excusa era más que suficiente, aunque cualquier niño
de nuestra clase hubiera averiguado que estábamos mintiendo, porque de
todos era sabido que casi nunca jugábamos al fútbol.
Los albañiles se pusieron manos a la obra, optaron por taladrar el muro con
un martillo percutor, cuando terminaron y sacaron a Rafael un poco
aturdido, nos hubiéramos reído de no ser que el pobre tenía mala cara,
porque tenía un aro de cemento por collar que recordaba al retrato que
Velázquez hizo a Felipe III a caballo.
Trasladaron a Rafael a un hospital con su collar puesto, nos contó que vino
un señor con un aparato y le liberó del collar de cemento que llevaba puesto
que, según nos explicaba con detalle, debía ser muy pesado y llegó a temer
tener que pasar el resto de sus días con semejante castigo.
Menos mal que el atasco pasó a ser una anécdota más que contar, llegué a
oír rumores de lo ocurrido hasta en el colegio de las monjas, pero todo quedó
en un susto que nos sirvió para no volver a intentar meternos por donde no
tuviéramos la certeza de que pudiéramos a entrar sin problemas.
Se trataba del chico que vendía los bocadillos en el cole, y movido por la
emoción de la exhibición y con el afán de demostrar que su moto no era
menos, se montó en su derbi diablo súper especial, cuyo mérito no quita
nadie por haber sido campeona del mundo, pero tal vez en una categoría
diferente.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La movida
Al comenzar los años ochenta cumplía once años, quería poder entrar ya a la
discoteca y tímidamente pude pasar a la Ragazza (la niña) de Guadarrama a
una hora temprana, alrededor de las siete de la tarde.
Pablo era el que parecía más mayor y entró el primero, yo pasé detrás
simulando su sombra, de ese modo pude pasar inadvertido consiguiendo
que el portero de la discoteca no me viera o tal vez creyera realmente que mi
figura era la sombra de Pablo.
La música la ponía un chico que estaba en una sala pequeña con cristales
oscuros a un lado de la pista, el pinchadiscos (disc jockey) que nos ponía la
música que comenzaba a entrar con fuerza en aquellos años por todos los
rincones del mundo, aunque los más sonados eran unos jóvenes ingleses
afincados en Australia, que según mi humilde opinión, fueron los reyes de la
música disco.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue una de las descargas de adrenalina más fuertes que recuerdo, tan solo
recuerdo algo parecido, lo que experimenté años más tarde cuando entré en
el pasaje del terror del parque de atracciones de Madrid.
Mis gustos musicales iban desde Los Secretos, grupo al que le debo mucho y
al que le quiero dedicar un rato con permiso del lector, a otros como Deep
Purple, Asfalto, Leño, Barón Rojo, en fin, todo un batiburrillo de estilos
musicales muy distintos.
No era el único que sufría del mal de amores en este mundo, eso para mí era
suficiente, y si además quien lo había sufrido era capaz de crear una canción
tan bonita como Déjame, me hacía sentir muy reconfortado.
Cuántas veces tuve que decir a Maite esa palabra, incluso antes de escuchar
aquella canción, Déjame, aunque en realidad lo que mi corazón quería decir
era abrázame.
Tantos son los artistas que con sus canciones demostraron conocer muy bien
lo que me tocó vivir siento tan solo un niño, el desamor, cómo olvidar a estos
grandes, con los que me sentí identificado y que canté sus canciones al
viento, como no tener un espacio en el libro de mi vida dedicado a Hilario
Camacho y a Enrique Urquijo, va por ustedes, maestros.
Era una película inocente, pero en la que en alguna secuencia salía algún
pequeño desnudo, la muchacha de las bragas de oro, película que pudimos
ver gracias a la abuela de un amigo que nos coló en los cines Quevedo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
A mis once años, en una época en la que los españoles empezaban a gozar
de ciertas libertades vetadas durante cuarenta años, las ganas que tenía de
vivir nuevas experiencias y descubrir nuevos lugares eran asombrosas.
Estuvimos correteando por los pasillos del edificio, subimos por el ascensor
a cada una de las plantas y así en lugar de caminar escaleras arriba, pudimos
ver cada planta sin llegar a cansarnos.
Había una idea que comenzaba a rondar en mi cabeza, cuando ves que a
algunos de tus amigos les crece la cabeza, o al alguna niña de las monjas le
salen tetas, comienzas a pensar cuándo te tocará a ti que el culo se te ponga
como un zambombo.
Algo que me inquietaba desde niño era que con el transcurso de los años
cambiaría mi cuerpo, mi voz, mi forma de pensar y por tanto el pequeño
Miguelito pasaría a mejor vida.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hoy no puedo pensar que después de que mi corazón deje de latir y con ello
llegue el final de mi actividad corporal, esto toque a su fin, creo que el
pequeño Miguelito, el joven, el viejo y el divino son el mismo y lo seguirán
siendo por siempre.
En este instante pienso que hoy, en Diciembre del año dos mil ocho, nueve
meses tras marchar mi padre en su viaje a explorar otros universos, el no solo
sigue vivo en mi memoria, al igual vivió con nosotros, hoy vive en algún
lugar desconocido por el ser humano.
Espero y deseo que los cirujanos que hablaron con mi padre fueran más
diplomáticos dando noticias de este calibre que nuestro interlocutor, aunque
imagino que en realidad cuando te dicen que te estás muriendo, poco te
importa las formas, sino más bien, el contenido del mensaje.
Volví a hablar con Santi y le conté lo que me acababan de decir, que esperase
en casa y les iríamos llamando según nos fueran dando más noticias.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando regresamos nos llevaron a una sala de espera, fue entonces cuando
tuve la ocasión de ver a mi padre y despedirme de él. Nos dijimos más con
los ojos que hablando, los dos sabíamos la situación, me dio su alianza de
casado y me dijo que se la entregara a mi madre.
Fue mi último diálogo con mi padre, hoy en día sigo hablando, ahora es un
monólogo pero sé que él me escucha. Ese último abrazo significaba un
hasta pronto, lo que aún ignorábamos es si la próxima vez sería en el cielo.
Pasaron dos semanas y llegó el lunes tres de Marzo, salí del trabajo animado
porque al parecer mi madre había conseguido hablar con él y estaba
consciente. Iba camino al hospital con la idea de poder hablar con él, pero
cuando llegué, sufrió una recaída y falleció a las veintiuna horas.
- 156 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tengo total seguridad de que desde que mi padre se fue, ha estado dentro de
los corazones de todos aquellos que le hemos querido, anestesiando el dolor,
aplicándonos dosis de morfina para que el dolor se convierta en alegría.
No tengo hijos, pero si algún día tuviera una niña, la llamaría Leticia.
Elegiría ese nombre porque alguien llamado así me dijo un día que significa
alegría, así es la vida, alegría, valentía, es reírse de la maldad de la gente.
La vida es corta, muy corta y es para vivirla lo mejor posible, es sano vivir la
vida riéndose de todo, riéndonos hasta de nosotros mismos, de esa cara al
levantarnos por la mañana, dejando a un lado las penas y siendo feliz.
Llevaba pantalón vaquero y una camisa de cuadros, hay que ver cómo me
gustaba oír la canción que le dedicaba una frase a mi manera de vestir, me
sentía muy identificado, incluso hoy en día es una combinación de ropa que
me gusta llevar por su comodidad.
Con estas pintas se nos podía ver por la sierra de Madrid cuando el frío del
invierno iba dejando paso al tímido sol de la primavera, de todas las
estaciones, la que más me gustaba era el verano, en el que podías ir casi
desnudo durante todo el día.
Allá por el mes de Julio del año ochenta, nos encontrábamos subiendo al
montón de paja que había próximo a la urba, el propietario era un viejo
cascarrabias que había olvidado con creces que alguna vez él también fue
niño, algo que muy a menudo solemos olvidar los mayores.
- 157 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Leo era un tipo exageradamente sincero, había una conexión directa entre su
cerebro y su lengua y soltaba todo lo que le venía a la cabeza sin pasar por
filtro alguno.
Por aquel entonces todos íbamos a cualquier sitio con nuestra peculiar
indumentaria, bañador y zapatillas, excepto Leo, que sustituía el bañador
por unos calzones de la época en la que aún eran cómodos, además llevaba
un gorro de la nieve, a falta de una gorra para el sol.
Con once años, éramos como esos cachorros de perro que van caminando y
mientras van haciendo pis, parecía que cuando a uno le entraban ganas a
todos los demás también y cualquier pared podía servir para hacer aquella
necesidad fisiológica que tanto alivio nos producía.
Si alguien quería hacer blanco entre todos nosotros, lo tenía fácil, tenía que
tirar a dar o bien a los calzoncillos o a la gorra de nieve, el contraste entre su
piel negra con su escasa ropa era perfecto para hacer blanco, incluso si nos
encontrábamos orinando, se podía hacer blanco en otra parte de Leo, pero
esta vez no por el contraste, sino por el volumen.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En la época en la que yo era niño y mi madre iba a dar clases a los gitanos
del pan bendito, la imagen de la raza gitana no era muy buena, de hecho
sigue sin tener buena fama en la actualidad.
Ella rompió este cliché y supo ganarse el cariño de todos los gitanos a los
que dio clase, un día me llevó a su clase y pude ver que aquellos que creía
que eran seres malos y perversos querían a mi madre y a mí me respetaban
por ser su hijo.
Era una de las primeras lecciones que me enseñó mi madre, que a las
personas no se les mira por su raza o condición, si no por su corazón, pocos
meses después de haber estado jugando con los gitanos de la clase de mi
madre, me encontré con unos gitanos de mi barrio.
Los niños gitanos se fueron tan contentos de que ese niño payo no saliera
corriendo al verles, sino que además, les llevara a un local de payos a que les
pintaran la cara de indios. No sé si continuarían pensando igual de bien de
aquel niño payo cuando, más tarde, llegaran a casa y les viera su madre con
las pintas que llevaban, a buen seguro que les cayó una buena bronca.
Gracias a esta lección, pude conocer años después a uno de los mejores
amigos que he tenido, mi maestro de guitarra flamenca, un gitano, orgulloso
de serlo con el mismo orgullo que yo llevo mis apellidos. Gracias a aquella
amistad, pude recibir lecciones tanto musicales como de la vida.
Ahora que mi madre está hospitalizada, recuerdo todas esas canciones que
tantos artistas han dedicado a sus madres, ahora siento el temor que estos
artistas sintieron al componer estas canciones, comprendo el desgarro que
produjo al corazón de Don Antonio Flores, maestro del siglo veinte, la
pérdida de su madre.
Pero como bien decía el bueno de Antonio, arriba los corazones, hay que
tener el corazón bien alto en todo momento. Ella merece sentir por sus venas
que sus hijos están preparados para la vida, que nos ha enseñado
perfectamente todas las lecciones que debemos saber.
Madre, del mismo modo que he ido llamándote a diario desde que papá se
marchó, seguiré dándote todo mi amor hasta que uno de los dos marche
junto a él. Luchando siempre, como bien nos habéis enseñado, nada tienes
que temer mientras desde aquella cama de hospital tu corazón siente el
latido del mío, porque aquí estoy para todo lo que necesites.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
No puedo saber lo que ocurrirá estas cercanas navidades, sin duda las hubo
mejores, pero como bien decía en mi primera composición, son fechas en las
que hay que procurar mantenernos a la altura de las circunstancias, aunque
en esta ocasión no sea nada fácil, vamos a superar lo que Dios nos traiga
manteniéndonos unidos como nos enseñó mi gran maestro, trataremos de
ser fuertes como solía decirnos mi padre.
El mes de agosto de año ochenta del siglo pasado, apenas días después de
haber estado jugando con mi amigo Leo y todos los demás en el montón de
paja, sufrí el primer golpe duro de mi vida, el peor hasta que recientemente
sufriera la pérdida de mi padre, ocurrió hace ya casi treinta años y esa
terrible herida por fortuna está completamente cicatrizada.
El día que me toque marchar, quisiera encontrarme con todos aquellos que
se fueron un día y a los que tanto quise, si bien es cierto que el paso de los
años pone una tela entre aquellos momento que vivimos y hoy, imagino lo
bello que debe ser apartar esa tela y encontrarnos con vuestra alma o tal vez
comenzar a conocerla tal y como es, pues el único alma que conozco hasta el
momento en su totalidad no es otra que la mía propia.
Seguramente ellos, los que están ahí arriba, comenzaron realmente la novela
de su vida cuando aparecieron a las puertas del cielo, San Pedro les diría
¡bienvenidos a vuestro primer capítulo!, lo que habéis vivido hasta ahora no
era más que un prólogo.
Ese prólogo del que tanto hablé con mi padre, mi biografía, podría parecer
una vida llena de vivencias y hasta podría atreverme a decir, ¡confieso que he
vivido!, pero hay algo que me hace sospechar que tras nuestro paso por la
tierra no habremos hecho más que empezar, mis sospechas se fundamentan
en lo efímero de nuestra existencia.
Quién me iba a decir que era prácticamente ayer cuando conversaba con mi
padre de la rapidez con la que pasa el tiempo y de repente, me encuentro que
casi sin advertirlo hasta el mismo se ha marchado.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Imaginar que estás volando ajeno al mundanal ruido, con el único susurro
del viento, sintiendo una enorme paz y tranquilidad, aprovechando la
circunstancia de que viajamos en la mente de un pájaro para trasladarle
nuestros sentimientos, le permitimos que navegue por los valles de nuestro
interior y pueda ver todo aquello que anhelamos.
Aquel pájaro cuya vista lo abarca todo, se encuentra con una persona que
pide a gritos amor, anhela alguien de quien poder sentirse dichoso, que le de
cobijo y que le haga disipar todo tipo de temores. Tal vez el ave que todo lo
ve, puede indicarte el camino hacia la persona que deseas encontrarte.
Dando rienda suelta a la imaginación, el ave que volaba ociosa por el cielo
azul, se pone manos a la obra en la nueva misión que le han encomendado,
en busca de ese alma que esperas, no temas, el ave amiga pronto te va a
indicar el camino hacia tu amor.
Sobrevolaste con el ave mares y montañas sin rumbo fijo, cuando más
desorientado parecías estar, el ave fue acercándose a una casa, no
reconociste esa casa porque no habías estado allí antes, al posarse en una
rama de un árbol se quedó mirando fijamente a una persona que ahí estaba,
era tu amor, en sus ojos se podía ver el reflejo de la luna, de sus labios
manaban la miel que tanto habías ansiando, estaba allí en soledad, sin saber
que tú le observabas con ojos de pájaro.
Es ahora cuando desde la rama de este árbol no puedes esperar más, rompes
a cantar esta canción de amor, que es Para ti, tú el cometa y yo su estela.
Para ti, mi amor, que hasta las estrellas quisieran poder besarte y estar cerca
para oír tu dulce voz. Para ti, que la luna siempre estará velándote, al menos,
siempre que no esté yo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cacofonía
Cómo no dedicar la canción Para ti a quien tanto me enseñó y que hoy está
cerca de los que partieron un 11 de Marzo, dedico esta canción a mi padre y
mi abuelo, os quiero.
Con once años di mis primeros pasos de baile, me los enseñó mi amigo Leo
en las fiestas de la urba donde me enseñó a hacer ese juego tan enmarañado
con los pies, pero lo que no lograba de ningún modo es bailar con la gracia y
el salero que Leo llevaba en su venas africanas.
La última vez que estuve con Julito me relató el día en que nos conocimos,
siendo bebes nuestras madres nos paseaban a cada uno en nuestro carrito,
imagino las caras de los dos bebés maquinando con sus Gugus y Tatas las
barrabasadas que años más tarde irían a llevar a cabo, quién sabe, pudiera
ser que la próxima vez que nos veamos Julito y yo, sea bailando salsa.
Esta misma noche he asistido a una clase de salsa y tras varios meses de
clase, noto que son muchas mis carencias, por este motivo he decidido llevar
a la práctica algo que funcionó muy bien cuando comencé con mis clases de
guitarra, anotar lo realizado en la clase una vez que llegue a casa.
Recuerdo con añoranza mis primeras clases de guitarra, tras la clase podía
posponer su estudio varios días porque había tomado anotaciones además
de grabar la clase en una cinta de casete.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pensarás que exagero al asegurar que si realizas este simple paso al son de la
música estas bailando salsa, en absoluto, cuando lo aprendas y te dejes llevar
por la música, ya estarán bailando salsa.
Que cierto es ese dicho popular que reza que la curiosidad mata al gato, y
siendo gato por ser madrileño, me da más gato, dicho originario de la manía
de los gatos de caer en todo tipo de trampas debido a su inevitable
curiosidad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ejemplo de cacofonía:
¡Qué horrible tortura debe ser estar cagándose de miedo y no poder entrar al
cuarto de baño porque es precisamente donde se encuentra el origen de tus
miedos!, siendo como soy una persona muy sensible y susceptible a la
lágrima fácil y sabiendo que el miedo sin fundamento es un sentimiento del
todo inútil, tranquilicé a mi amigo, pero a la vez que le tranquilizaba yo iba
recordando aquellas historias que había oído en televisión sobre el origen de
las psicofonías y comencé a sentir algo de miedo.
Como amante de la libertad que soy, creo que el dueño de la voluntad debe
ser uno mismo y por tanto la hipnosis o sugestión dejan de tener interés.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tiempos difíciles
Comencé a escuchar con doce años, allá por el año ochenta y uno, aquello
que desde entonces he escuchado a menudo, “Vivimos tiempos difíciles”,
aunque algún osado ha llegado a decir “España va bien”, pero estoy
convencido que quien lo dijo era ajeno a la realidad, lo que no podía llegar a
imaginarme ni por asomo era lo que me esperaba, llegando a pasarlo
francamente mal en el año dos mil uno, recién estrenado el nuevo milenio.
En el dos mil uno tuve una relación que resultó ser un fracaso, surgió como
resultado de mi búsqueda desesperada por escapar de un entorno poco
adecuado, pero el remedio resultó peor que la enfermedad, ninguna de las
muestras de afecto hacia aquella persona fueron correspondidas.
Qué pocas palabras y cuánta verdad encierra cada palabra. En absoluto estoy
a favor de esas canciones que ponen la autoestima de la personas por los
suelos, pero he de reconocer que oír aquella canción justo en aquel
momento, me abrió los ojos.
Era el retrato de Miguel en ese momento, yo era un “Sin ti”, un don nadie,
había derrochado tanto esfuerzo y amor en los demás que me olvidé de
guardar algo para mí.
Esta frase pudo despertar en mí el rebelde que llevaba dentro, una alarma
que se disparó y me dijo, mira en lo que te están convirtiendo, en un “Sin ti”
que carece de amor propio.
Pero al rato despertaba muy alterado, triste, invadido por una sensación de
vacío y soledad, un sudor frío recorría mi frente. Entonces fue cuando me
empleé en cuerpo y alma para salir de aquella crisis sentimental.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando caes enamorado tiendes a entregarlo todo, mimas a esa persona por
la que darías todo tu ser olvidándote a veces de tu propia existencia, he aquí
el error, porque si esa persona tiene una pizca de maldad, al darse cuenta de
tu estado de hipnosis aprovecha para robártelo todo, lo peor es que eres
consciente de que te está robando, pero miras hacia otro lado simulando que
no te das cuenta de lo que ocurre.
Tu final está en el cuarto de los juguetes olvidados, pero con una buena
dosis de amor propio podemos conocer gente nueva, apuntarnos a esas
actividades a las que nunca nos atrevimos y empezamos a vivir la vida.
Cuando compuse la canción “Para ti”, el mensaje que quise dar fue de
esperanza, o mejor dicho, de fe, porque no hay porqué pasar la vida
esperando que llegue el amor o la felicidad, basta con creer que llegará.
Si idealizamos tanto a una persona que podemos llegar a pensar que somos
insignificantes a su lado, no vamos por buen camino. En una relación de
pareja siempre se debería partir del principio de igualdad, los dos tienen el
mismo valor, si se cree lo contrario, algo falla en esa relación.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Desearía que aquella canción que compuse, “Para ti”, que considero que
carece de estos sentimientos de dependencia y necesidad obsesiva hacia otra
persona, algún día pudiera ser tan útil como lo fue para mí aquella frase que
pude oír de una canción que me hizo comprender que peligrosamente
comenzaba a restar valor a mi persona.
Lo mejor que se puede hacer cuando vienen tiempos difíciles es poner buena
cara, capear el temporal y esperar a que vengan tiempos mejores para
disfrutarlos al máximo, así, cuando regresen de nuevo los malos tiempos,
tener las suficientes fuerzas.
Tal vez alguna vez hayamos podido asociar los peores momentos de nuestra
vida a un número, comúnmente se suele echar la culpa al trece, en mi caso
particular, el número fatídico es el veintiuno.
No vayan a pensar que el conflicto del que voy a hablar es algo trascendente,
todo lo contrario, una nimiedad, la vecina de mi planta es una mujer mayor
discapacitada, es por ello que su hija que vive en una planta superior, le
prepara la comida a diario y la baja por el ascensor en una olla, dejando un
olor a comida molesto tanto en el ascensor como en el descansillo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Durante estos siete años tuvimos de vecina en nuestra planta a Milena, una
mujer colombiana a la que habían alquilado el piso, una excelente vecina
que no solo no dio ningún problema, sino que resultaba agradable
encontrarse con ella pues siempre tenía unas palabras agradables y una
sonrisa.
Un buen día, la hija de nuestra vecina decidió que tras siete años con la
puerta de acceso a la escalera abierta, ahora que su madre había regresado,
había llegado el momento de volver a cerrarla.
Esto nos ha fastidiado un poco, puesto que los olores de la comida que
transporta diariamente por el ascensor se van acumulando día a día y se hace
difícil respirar el rato que se tarda en abrir la puerta de acceso a nuestra casa.
Este pequeño conflicto ha durado varios meses, hasta que un buen día
hemos dejado de colocar el felpudo para atrancar la puerta de acceso a la
escalera y así liberar de aires nocivos el descansillo.
Dieciséis días más tarde de dar por finalizado nuestro conflicto, cuál fue
nuestra sorpresa cuando nos encontramos que alguien había atrancado la
puerta para liberarla de olores, ¿será que en pocos días nuestro enemigo se
ha convertido en nuestro aliado?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ahora, por decisión propia, es la hija de nuestra vecina, la que comenzó este
peculiar conflicto, la que se encarga de liberar de olores nuestro descansillo,
una tarea que le agradecemos haya añadido a sus quehaceres diarios.
De regreso a mis doce años, el día veintitrés de Febrero del año ochenta y
uno dieron un avance informativo con una noticia que pareció alarmar a mi
padre y a mi abuelo, tras oírla, nos dirigimos sin demora en el Renault 12 a
buscar a mi madre al colegio donde impartía clases.
Las reflexiones en voz alta de mi padre junto con la noticia de que los
tanques habían tomado las calles de Valencia, muy al contrario de
asustarme, me hicieron pensar que tal vez al día siguiente no hubiera cole, al
igual que ocurrió años antes cuando un señor salió visiblemente
compungido por la tele anunciando que alguien se había muerto.
Por suerte, el golpe de estado quedó en un susto y la vida del país volvió a
una relativa normalidad, pues fue en primavera cuando presencié en primera
persona una intervención policial propia de dos tontos en apuros.
Del interior de un coche salen dos policías, uno era el listo e imaginamos
que sería del jefe y el otro el tonto, el que obedecía las órdenes pero el más
gallito, tal vez para suplir su carencia de autoridad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era este tipo de preguntas las que te hacían reflexionar si tal vez el reciente
golpe de estado había dejado a alguno más tocado del ala de lo normal, pero
lejos de que se llegara a sospechar lo que estaba pensando, respondí:
Pudimos ver que conducía el poli tonto y cómo el poli listo le golpeaba
recriminándole el tremendo golpe que se acababa de darse con su lechera,
pero tranquilos, no pasa nada, ya se hace cargo el contribuyente.
Corrimos meados de la risa hacia la casa de Julito con temor a que los
policías torpes la emprendieran a cachiporrazos con nosotros por el cabreo
que tenían, subiendo por las escalerillas que había junto al colegio Teide,
nos plantamos en su casa en un santiamén.
Quisiera que esta anécdota que critica a dos sujetos del cuerpo no se
generalice, ya que defiendo la labor meritoria de las fuerzas de seguridad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La zapatilla
Estando ya a las puertas del verano del ochenta y uno me gané con creces el
apodo de tío playeras, a pesar de que pueda sonar ridículo o a chiste, es un
apodo que siempre me ha gustado y que lo he llevado y defendido con
orgullo por donde quiera que vaya.
Ahora que lo recuerdo con más claridad, jugábamos con una pelota de papel
que nos habíamos fabricado con cinta de embalar o pudiera ser que fuera
una pelota imaginaria, el caso es que lancé una patada al aire para dar a la
pelota y mi zapatilla salió volando yendo a parar al patio de la vecina de
Julito.
Las risas por lo ocurrido se oyeron hasta en la china, lo peor es que la vecina
estaba de vacaciones y no había nadie en la casa, con el inconveniente de
que la valla estaba repleta de cristales a prueba de pillos y maleantes.
Me quedé pues sin zapatilla y tuve que regresar a mi casa a la pata coja
aguantando las correspondientes risotadas de mis amigos, fue así como
decidieron que desde entonces mi apodo sería el tío playeras.
El lanzamiento de la zapatilla fue una anécdota graciosa, pero que sin saber
muy bien porqué, he asociado siempre a un cambio de rumbo en mi vida.
Siempre que mi vida toma un rumbo diferente, como el día que comencé a
tomarme en serio la música, mi entrada en la universidad, mi incorporación
a mi primer trabajo o mi dedicación a la escritura, ha aparecido en mi mente
la zapatilla volando y colándose en el patio de la vecina de Julito.
Esta reflexión tiene mayor valor aún, si el origen de tus críticas viene de unos
compañeros de trabajo que te odian por tener criterio propio, por pensar
diferente a ellos, por defender por ejemplo, el arte frente a la tecnología.
Mientras llegue ese día, no nos quedará otro remedio que reconocer el valor
del lutier, artista que al igual que el pintor imprime sus detalles en su obra,
aplica sus conocimientos para obtener un acabado y un sonido satisfactorios,
imprimiendo su propio sello a sus creaciones.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
¿Qué misterio habrá para que el sonido de cada instrumento sea diferente al
igual que lo son las voces de la gente?, probablemente tenga algo que ver
con el tipo del material y sus proporciones, si bien es cierto que el lugar en el
que se encuentra el instrumento da un aire diferente a su sonido, siempre
sonará mucho mejor en una habitación vacía que en una con muebles.
Ahora me encuentro con que extraño mis propias guitarras, ¿dónde están
esos sonidos limpios y claros?, aunque ahora que lo pienso, ¿no seré yo
quien haya perdido facultades?, eso es indudable, perdonadme guitarras,
amigas mías, aquí estoy de nuevo otra vez, con ganas de recuperar el tiempo
perdido, de llevar a cabo todos esos proyectos que albergaba mi mente, tal
vez esperaba el momento adecuado para emprenderlos, ¿por qué no hoy?
El camino de la música no es fácil, aunque creo coincidir con todos los que
tenemos la suerte de gozar tocando un instrumento, en que es mucho el
esfuerzo y la dedicación que se requieren, pero logras tu recompensa.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Con mi otro amigo, Pedrito, dejé de verme porque llegó un momento en que
parecíamos no estar de acuerdo en absolutamente nada. Años más tarde, con
dieciocho años, acompañando a mi hermana Paloma a un dentista de la
zona de Huertas, yendo por la plaza de Santa Ana, oí una voz que gritó, ¡Eh,
Miguel!
Era Pedrito, con mi recién estrenada mayoría de edad solía llevar barba de
dos semanas y había ganado algo de peso, sin embargo a Pedrito le habían
sentado bien los años, estaba mucho más simpático y agradable que cuando
era niño, físicamente había logrado que todas las partes de su cuerpo se
pusieran por fin en equilibrio, se había convertido en un muchacho bien
proporcionado y aparente.
Pedrito ya había sufrido años atrás un accidente de tráfico del que habían
salido airoso, ocurrió cuando su padre se distrajo echando mano a los
papeles del coche mientras la guardia civil le hacía señales de que detuviera
el coche, era un control rutinario de la guardia civil camino de su casa de su
pueblo en la provincia de Ávila.
Recuerdo bien a sus padres, más jóvenes que los míos, su aspecto era muy
jovial y eran muy agradables los dos, de la madre recuerdo su sensibilidad y
cariño y de su padre su enorme vitalidad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue Jesús quién me dijo la fatal noticia que me dejó horrorizado y sin
aliento:
Ocurrió en las fiestas del pueblo, estaba Rubén con sus amigos armando
jaleo en las cercanías de la casa de un viejo, de esos que han olvidado que un
día fueron también jóvenes.
Comprender lo que pasa por la mente del que abusa de su poder, del
violador, del asesino, es algo que me interesa poco, posiblemente no piensa
las consecuencias y solo le importe satisfacer su ego.
Hay otra solución tal vez mejor, entender que cada persona es dueña de sí
misma y respetar esta realidad, no tenemos derecho a disponer de la libertad
de nadie, no nos pertenece la vida de nadie y cada uno es libre de elegir su
propio camino, cuanto más amemos la libertad, mas gozaremos de ser libres.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Golpe de suerte
Pasado el verano del ochenta, en un lluvioso mes de septiembre, bajábamos
de la urba al pueblo dando una vuelta el Gnomo, Augusto y yo. El Gnomo
era el hermano del Hudu, del primero si conozco a procedencia de su mote
porque se lo puso el que fue autor del noventa y nueve por ciento de los
motes de la urba, mi hermano Javi.
Otro de los chicos de la urba con mote fue Número Siete, se llamaba así
porque siempre portaba una camiseta con el número siete y la gracia estaba
en que en aquella época echaban una serie en televisión en la que su
protagonista era un burro que se llamaba precisamente así, Número Siete.
Un señor que frecuentaba sus paseos serranos montado en una moto Sanglas
cuatrocientos de dos cilindros y que respetaba escrupulosamente la señal de
diez por hora a la entrada de la urba, cuya pose y mirada chulesca
permanece intacta en mi mente, aunque se me hace harto difícil de explicar,
era el Mucha Moto.
Y así una larga lista de motes, pero en este caso no se cumplía el dicho de
que en casa del herrero cuchara de palo, el creador de casi todos los motes
de la urba y su hermano, es decir, yo, teníamos reservado un mote con
mucho mérito, pues es el único que no salió de la imaginación de mi
hermano Javi.
Descubrí no hace mucho, yendo con algún amigo de la urba ya pasados los
treinta años, que aún seguían llamándome a escondidas pivot, lo que no
entiendo es porque lo empezaron a ocultar con los años, nunca me importó,
si me recuerda a los jugadores más altos y fuertes de baloncesto.
Cuando llegamos los tres amigos al pueblo, nos encontramos con tres chicas
de nuestra edad y nos fuimos a pasear por los prados de las vacas, mientras
ellas (las chicas), se rifaban quién era el que más le gustaba a cada una.
Miro con cierta nostalgia la espontaneidad que se tiene a esa edad, en la que
poco importan las apariencias y lo superfluo, es la edad en la que algo o
alguien simplemente te gusta o no te gusta, creo que tal vez sea la etapa de
nuestra vida en la que tenemos las cosas más claras, todo se ve tal y como es,
nos encontramos en ese momento en el que sabemos lo que queremos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Una vez muerta, la agarró y la tiró hacia donde yo estaba con la mala fortuna
que se me enredó en mi cuello, la sensación que me produjo enredándose
aún estando ya muerta fue bastante desagradable.
Pero no todos los trayectos fueron tan espeluznantes, los de regreso a la urba
solían ser los mejores, en uno de los regresos caminábamos el Gnomo y yo
especulando sobre si lo que veíamos a lo lejos era una lata oxidada o una
chaqueta abandonada.
El Gnomo sacó los dos billetes diciendo, uno para ti y otro para mí. Nos
fuimos corriendo, pero nos quedó la duda de si hubiera habido más,
entonces regresamos y vimos varios billetes de mil y de quinientas pesetas
metidos en un monedero de tela.
Creemos que el total de sesenta mil pesetas que nos encontramos, por la
manera en la que estaba guardado el dinero y sin identificación alguna,
pudiera ser el resultado de un robo a algún banco y al verse perseguidos los
delincuentes por la policía, decidieron deshacerse del botín antes de que les
trincaran.
El caso es que con doce años era muy golosa la cantidad y decidimos que lo
mejor que podíamos hacer es guardarnos cada uno nuestra parte y no decir
nada a nadie.
Aunque tenía dinero suficiente hasta para comprarme una guitarra eléctrica,
me fabriqué una e iba comprando las piezas muy de vez en cuando, lo que
no llegué a comprar por parecerme muy caro fueron las pastillas o
micrófonos que amplifican el sonido de las cuerdas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mis amigos de Madrid nunca supieron que era un adolescente con sesenta
mil pesetas en el bolsillo, fue un secreto que supe guardar
convenientemente, aunque cuando se acababa el dinero y queríamos
comprar más, siempre había algún billetillo de cien que salía de la manga de
Miguel.
Hudu tendría por entonces dieciocho años, era diferente a casi todos los
mayores, porque no nos trataba como enanos, sino como personas, tenía un
aspecto peculiar, el pelo muy rizado y largo como Carlos Santana, de quien
en una ocasión tuve el placer de poder interpretar uno de sus temas y uno de
mis preferidos, Europe.
A parte de ser una gran persona, Hudu tenía una excepcional voz y gusto
musical, uno de mis referentes por aquella época, un amigo entre los
mayores, imagino que aún conservará un cuadro que le regaló mi hermano
Santi de un mono con un fondo de rascacielos, todo un clásico de mi
hermano, decoró durante años el trastero de mi casa antes de regalárselo.
Hay una frase que he podido escuchar alguna vez de boca del gran músico y
actor Rubén Blades, que dice, si tú no usas la cabeza, otro por ti la va a usar,
así es, la cantidad de problemas que podemos evitarnos con utilizar tan solo
un diminuto trocito de nuestro cerebro.
La mejor suerte que puede tener una persona está dentro de su cabeza,
podemos pasar la vida buscando la suerte en cualquier lugar del mundo o
incluso del universo, cuando en realidad la suerte está dentro de nosotros, la
verdadera suerte consiste precisamente en darse cuenta de esto a tiempo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Adiós Salesianos
De Barón he de decir que no solo me sentía identificado con las letras de sus
canciones, sino que su música me acompañó a lo largo de la década de los
ochenta, ellos cantaban a gente que como yo había sufrido capones con el
pivote de la campanilla, hostias pero de las que no han sido previamente
consagradas o el típico reglazo de madera con la mano extendida.
También debo decir de Barón Rojo que son unos excepcionales músicos,
cuando en otros países como en Alemania llevaban con orgullo tener grupos
como Scorpions, o en Australia a AC/DC, nosotros, en este país del que,
como saben, actualmente no me siento partícipe aunque por aquel entonces
sí, llevábamos con orgullo a nuestro Barón Rojo.
Tan solo me faltaban unos meses más para decir “Adiós a los Salesianos” y
dar la bienvenida al instituto, a ese instituto en el que conocí a Marta
Sánchez, el Ortega y Gasset junto al puente de los franceses.
Sin conocer a Marta Sánchez, por fuerza me tiene que caer bien, pues fue
amiga de una de las personas que más admiro, una mujer de la cabeza a los
pies, Laura, mi primera compañera de trabajo, melómana como yo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Aquel último año en los Salesianos tuve que esforzarme más en mis estudios
porque el año anterior los curas me hicieron una faena, que personalmente
mi padre jamás les perdonó, aunque esto no alteró sus creencias católicas.
El año anterior tuve que pasar el verano encerrado estudiando porque los
curas me habían suspendido cinco asignaturas, digo bien que me las
suspendieron, porque ellos mismos lo reconocieron.
- 179 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era evidente que los Salesianos habían advertido que no estaba matriculado
para el siguiente curso, ya me había matriculado en el instituto días antes y
al hacerlo, comencé a respirar aires de libertad.
No hay dinero suficiente para pagar tal daño, pero no es el tema del que
quiero hablar ahora, ya haré referencia a ello en ¡el el corazón, capítulo 15
titulado Zori de la segunda parte de mi novela, no se lo vayan a perder!
Esta compañera, que con gran sensibilidad fue la única persona del último
proyecto en que trabajé, que se preocupó por mí cuando le llegaron noticias
de que la empresa tenía intención de ponerme de patitas en la calle.
- 180 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Llegué un día a una nueva empresa (nada extraño en mí, creo que ya he
estado en cientos de ellas), me presentan a todos los nuevos compañeros y
doy dos besos a la última persona que me presentan, esa sonrisa la
reconozco, la he visto antes en otro lugar, pero quizá algo menos alegre.
Era María José, la misma con la que no paraba de reír en el primer trabajo en
el que coincidimos, solía decirle que jamás perdiera esa sonrisa, que la risa
sería su mejor aliada, pero no le estaba diciendo nada nuevo, ella ya sabía
que la risa es el mejor amigo del alma.
Ahora que veía a María José de nuevo las circunstancias eran distintas, ella
trataba de ser la chica alegre de años atrás y yo trataba ser aquel que reía con
ella, pero el entorno no acompañaba y me invadió cierto aire de nostalgia.
Tras este vaivén por mi vida, ya lo sé, que soy muy pesado y me muevo más
que una peonza, ya me centro, regresamos a la época que corresponde a este
capítulo de mi vida, a mis trece años.
Nos fuimos a tomar algo a un pub de la zona que se llamaba Blanco y Negro
y estuvimos escuchando música de la época, música de los ochenta con la
que pasamos un buen rato hablando largo y tendido en compañía de dos
chicas muy simpáticas.
Se advertía desde un primer momento que entre José Manuel y una de las
chicas había surgido la química, se nos pasó el tiempo volando y llegó el la
hora de tener que marcharse a casa, las acompañamos a sus respectivas
casas y las dijimos que si nos pasábamos a recogerlas al día siguiente, nos
dijeron que no esperaban menos de nosotros, lo que significaba que sí.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Dimos un paseo romántico, más para unos que para otros y de regreso de la
casa de campo en un paseo rodeado de pinos, se desató el amor que hasta
ese momento no había pasado de cómplices miradas y caras sonrojadas.
Cuando le dije que no, ella reaccionó con tristeza pero con nobleza, este
detalle incluso me hacía advertir que me estaba equivocando diciendo que
no, aquella chica merecía la pena, la sensación de tristeza, vacío y de
culpabilidad solo eran mitigados por la cara de felicidad de la otra pareja, me
alegraba mucho verles tan felices.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pasamos la tarde comiendo uvas y luego cruzamos por el paso a nivel que va
a parar a la ermita de San Antonio de la Florida, tras un buen rato comiendo
uvas, pensamos que tal vez nos excedimos cogiendo racimos.
Entramos en Mingo y nos pedimos una caña de sidra cada uno, la excusa
perfecta para dejar las uvas que nos sobraban en un hueco para dejar cosas
que había debajo de la barra.
Otra pregunta que me hice sobre el mobiliario urbano años después cuando
fui al instituto Covadonga, era sobre una edificación próxima:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Espontáneo
En muchas ocasiones de mi vida tomé el camino de la espontaneidad, puedo
asegurar sin temor a equivocarme y de haber sido así, asumo el riesgo, que
he tomado el mejor camino, pues me ha permitido conocer siempre algo
nuevo, siempre despertó mi inquietud descubrir y explorar lo desconocido
para mí, estoy seguro de que corre sangre de conquistador por mis venas.
Por ello, tras mi propuesta de viaje a Berlín, debidamente pisoteada por mis
compañeros de andanzas Don Quijote y Rocinante, callé y respeté su
decisión, aunque realmente deseaba conocer aquella ciudad que siempre
había despertado mi interés.
Sabía que mis objetivos no eran fáciles, pero estaba lejos de mí la idea de
que fueran imposibles de lograr, comenzaba a encauzar mi camino, como
solía decir la suegra de mi maestro de guitarra, estaba centrado.
¿Podemos llegar a ser tan necios de continuar creyendo que la madurez solo
se obtiene con los años?, la experiencia sí que requiere del paso del tiempo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
He tenido ocasión estos años de observar más y mejor a los niños debido a la
profesión de mi mujer, ella es educadora infantil y alguna vez he podido
observarlos cuando la he ido a buscar a la salida del trabajo.
Pero sería un grave error que el doctor confiara su criterio a una máquina, la
respuesta final para elaborar un diagnóstico adecuado la debe tener el
médico, pues el sistema experto carece de algo imposible de emular, la
inteligencia, aunque el sistema experto sea una rama de la mal denominada
inteligencia artificial.
Aquí existe cierta confusión, ¿creer que una máquina puede llegar a resolver
nuestros problemas?, no, la máquina es una utilidad con un valor
incalculable, pero jamás emulará la inteligencia humana.
Voy a ser espontáneo y voy a mojarme asegurando que jamás algo fabricado
por el hombre emulará a la máquina que es a su vez la más perfecta e
imperfecta, el ser humano, a no ser que el modo de fabricarlo sea por el
método tradicional, conocido por todos como chiqui-chiqui.
Una prueba de lo que se puede lograr siendo espontáneo, la tuve con trece
años cuando entramos mis doce amigos y yo a la discoteca el mono de
Cercedilla, no teníamos nada de dinero, ni siquiera para pagar un tercio de
cerveza al que hubiéramos tocado a un trago corto por imberbe.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Que te inviten a una copa, aún sabiendo que no tienes dinero para pagar las
siguientes, es extraordinario, pero que además inviten a tus doce amigos, es
de tener un corazón que no le cabe, no sé si me gustó más la copa que me
tomé o la belleza interior de esa camarera, ¡qué tía más enrollada!
Aunque no toda muestra de espontaneidad acaba con final feliz, ese mismo
verano fue la última vez que corrí las vaquillas en mi vida, desde los once
años me había permitido sentir la descarga de adrenalina que supone burlar
a un toro dando muestras de un valor y reflejos propios de la edad.
La plaza de toros de Guadarrama por aquel entonces tenía como barrera una
pared y unas cuerdas de acero para sujetarse, querer entrar en los burladeros
era misión imposible porque estaban abarrotados de mirones de los que
quieren verlo todo más cerca pero sin salir a la plaza.
Ese mismo año me convertiría en uno de los mirones para siempre, pero de
los que se sientan en la butaca por si acaso, tras presenciar un trágico suceso
en el que una chica no advirtió la llegada del toro y tras la embestida, acabó
por los suelos con su ojo sobre la arena de la plaza, lo recogió y envolvió un
mozo en su pañuelo.
Fue tal el impacto que me causó la escena que fue mi última tarde de toros,
al menos desde la arena, era curiosa la sensación de bienestar y comodidad
que me envolvía al pisar la arena de la plaza.
Eran estas vivencias las que me indicaban que mi paso por la tierra no iba a
ser blanco o negro, habría ocasiones para optar por la espontaneidad y otros
para optar por la precaución, pudiendo llegar a mezclar pequeñas dosis de
ambas en diversas situaciones, no han de estar reñidas la una con la otra, tan
solo debía elegir la más adecuada para cada momento.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Con trece años era consciente de lo que es la vida, había vivido la muerte de
algún compañero de colegio y sabía que la vida es efímera y corta para
derrocharla, cosecharía logros y también fracasos (personalmente me gusta
denominarlos pequeños logros), pero mientras siguiera con vida, mi
actividad no pararía y escribiría otra página más en el libro de mi vida.
El guión de nuestra vida está escrito, tan solo hay que vivirlo, improvisar,
cambiar el guión a tu antojo cuando lo desees, ir en busca de amores y
toparte con desamores, incentivar tu estudio basándote en una meta, algo
que deseas que llegue algún día, tu primer empleo, ese que me permitirá
poder comprar lo que quieras o viajar por lugares en los que experimentarás
vivencias que despertarán cada uno de tus sentidos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Mus
Si años antes había empezado a experimentar un especial interés por las
chicas, fue tras ocho años de abstinencia en el instituto donde comencé a
relacionarme con las chicas de mi clase, como olvidar a mi compañera de
pupitre a la que tanto le gustaba el deporte y que siempre iba vestida de
chándal.
Aquello era nuevo para mí, por mi cabeza rondaba el temor de volverme a
enamorar, era carne de cañón y lo sabía, no estaba acostumbrado a pasar
tanto tiempo rodeado de chicas y era inevitable que fijase la mirada fija en
las tetas, culos o piernas de mis compañeras y que me sonrojase cada vez me
que me dirigían la palabra.
Había pasado ocho años metido en una burbuja y el cambio era demasiado
brusco, fue entonces cuando convencí a unos amigos para ir a ver una
película clasificada X, se titulaba Doce Sueños Húmedos.
Los protagonistas eran dos jóvenes, uno era un muchacho que estaba
haciendo una obra de albañilería en una casa señorial, la otra protagonista
era la señora de la casa, una mujer bellísima y mucho más joven que su
marido.
Las sospechas del marido cada vez eran mayores, era muy reticente a
abandonar la casa y el deseo de los amantes hacía que saliera humo de sus
cabezas y también de sus partes nobles.
- 188 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Las mujeres, el vino y como no, el juego eran las aficiones que tímidamente
iba adquiriendo, uno de los juegos más practicados en esos años era el Mus,
si bien desde muy niño me había llamado la atención los juegos de azar, no
era ajeno de su peligro, sobre todo si se pretendía obtener de él otro
provecho que no fuera el de divertirse, el juego puede llegar a ser un arma de
doble filo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era pues en aquella época cuando día sí y otro también nos pasábamos las
tardes en el chiringuito del río Guadarrama comiendo un buen bocadillo de
tortilla de patata acompañado de un tercio de cerveza, cuando un buen día
de tanto jugar vino el camarero a ver lo que queríamos tomar:
Es un juego en el que es más importante saber lo que hacer con las cartas
que el hecho de que sean buenas, aunque sean una ful (malas), si eres capaz
de advertir lo que piensa el contrario por sus gestos y comentarios sin que te
engañe, puedes tirarte faroles (envite falso hecho para despistar o asustar al
contrario) y jugar al despiste, creciendo así tu probabilidad de ganar, aunque
siempre hay riesgo.
Se llama Mus porque hay posibilidad de hacer descarte de las cartas que no
te interesen y pedir otras, para informar al resto que quieres un descarte
dices que quieres Mus.
Las risas vinieron cuando de tantos días y tantas horas jugando al mus, mi
hermano Javi llegó a tal trance que en lugar de pedirle al camarero que
trajera una cerveza, le pidió Mus.
Señores de los bares de este país, el Mus es un juego para divertirse, el que
quiera demostrar su inteligencia, tal vez debiera comenzar por leer un libro.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El tránsito del cole al instituto fue tan rápido como el paso de una estrella
fugaz, con su correspondiente deseo, que no era otro que el de encontrar en
él una mujer que me amara y me quisiera, ir preparándome para encontrar
un buen trabajo, tener muchos churumbeles y de ese modo seguir los pasos
de mis padres, siempre admiré el modelo que ellos me enseñaron.
¿Qué mejor lugar para encontrar pareja que en el barrio en el que estaba
ubicado el instituto, San Antonio de la Florida?, no recuerdo ya las veces que
a San Antonio, por ser un santo casamentero, le pedí que me concediera mis
deseos. Todos los trece de Junio se celebraba la tradición de las modistillas y
al enterarme no pestañeé en ir a ver lo que por allí se cocía con mis amigos
Julito y Rebollo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Una vez que nos hartamos de beber agua, Julito se fue a buscar la toalla de
lavar a su perro Fiel, que así se llamaba, mientras fui metiendo la cabeza de
Rebollo a remojo a ver si lograba despertarle de una vez de su borrachera.
Menos mal que regresó Julito a tiempo porque de haber tardado un minuto
más nuestro amigo Rebollo se hubiera ahogado, lo sacamos de la fuente y le
secamos bien la cabeza con la toalla de Fiel, no sé si esa toalla tenía algún
efecto estimulante oculto, el caso es que le reanimó y llamamos al portero
automático de su casa, dijimos que Rebollo se había puesto malo y salimos
corriendo de allí antes de que se produjera el típico interrogatorio molesto de
unos padres que se encuentran con su hijo totalmente borracho.
Ahora me paro a analizar aquellos días en los que aún era demasiado joven
para beber, hace más de veinte años, y me pregunto la suerte que tuve de no
haber tomado querencia a la barra, tal vez el suceso pudo ser decisivo para
que esto no ocurriera, también fue importante el hecho de que en mi casa no
había costumbre de beber alcohol, lo único que se bebía y solo en ocasiones
especiales como en algún cumpleaños, eran refrescos.
Cuando fuimos a levantar el culo del césped, nos percatamos que la cantidad
de vino ingerida era mayor de la que podía soportar nuestro cuerpo. En el
autobús de regreso a casa, uno de mis compañeros me repetía una y otra vez
que había quedado con su padre para ir a jugar al baloncesto, me imagino
que en su estado el partido quedaría pospuesto para mejor ocasión.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tantas son las ideas que se agolpan en mi mente en este preciso momento,
agradezco a las fuerzas de seguridad del mismo modo que les doy un tirón
de orejas por haberme sometido poco antes a un registro policial como si
fuera un delincuente, como supondrán mi opinión de la policía hasta el
momento no era demasiado buena, pero al día siguiente al despertar pensé
en aquellas palabras, ¡qué pena tan joven!
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
La tercera etapa musical de mi vida fue hace relativamente poco tiempo, fue
mi época de yuppie rumbero, siempre llevaba en el maletero de mi Ford
Escort una mi guitarra para poder cantar con mis amigos de la urba aquellas
viejas canciones, “Días de escuela”, “Rocinante”, “Canción del elegido”,
éramos los mismos de antaño aunque con diferente aspecto, tamaño y voz.
Hice amistad con unos chicos del instituto que conocían mi pasión por la
música, ellos me brindaron la oportunidad de formar parte del grupo de
cantores para la iglesia de San Antonio de la Florida, algo que acepté sin
dudarlo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tras esta interpretación, vinieron otras como “Simpatía por el diablo” de los
Rolling Stones o “Desearía que estuvieras aquí” de Pink Floyd, era
impresionante el resultado, lo bien que se adaptaban estas piezas musicales
a la liturgia, como si el diablo estuviera deseando entrar en la casa de Dios
pero nadie le hubiera invitado nunca a hacerlo.
Fueron dos años los que estuve compaginando los cantos de salmos cuyo
objetivo era animar y entretener a los fieles, con las interpretaciones de
piezas supuestamente relacionadas con el diablo en el momento de la
consagración del cuerpo y la sangre de Cristo.
Era consciente del riesgo, pero me atreví con una pieza bastante conocida en
aquella época, a pesar de que sabía que tal vez pudiera ser reconocida por
alguno de los fieles, se trataba de una de las obras maestras del panorama
musical, “Escaleras al cielo” de Led Zeppelin.
Fue sin duda la mejor de las interpretaciones, la estudié tan a fondo, con
tanto detalle, que tal vez este fue el primer momento en que sentí una
facilidad casi divina para interpretar una pieza de cierta complejidad, aunque
sin llegar a la calidad interpretativa del maestro Jimmy Page.
Hace relativamente tiempo, hacia el año noventa y ocho del pasado siglo, mi
maestro de música me echó un piropo que siempre llevaré conmigo, lo mejor
que un maestro puede decirle a su pupilo, bienvenido artista.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Del igual modo, a mis catorce años recibí la felicitación de los feligreses que
dijeron sentirse en la gloria mientras escuchaban aquella melodía antes de
recibir el cuerpo y la sangre de Cristo.
No creo que aquellos que asistan a misa sean mejores ni peores por hacerlo,
ni que los que no somos practicantes seamos perversos y despiadados, pero
sí creo que todo aquel que juzga, o lo que es peor, prejuzga, tiene un margen
de error bastante holgado.
Cuando mi padre le llamó al día siguiente para preguntarle por qué no había
venido a casa a realizar el trabajo y el señor muy indignado finalizó la
discusión alegando:
- 196 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Los Secretos
En el año ochenta y tres tenía catorce años y algún que otro secreto, algunos
podían ser sobre mis amigos o la gente que me rodeaba, pero la mayoría de
los secretos que guardaban era sobre mí mismo.
¿Nada?, somos todo, tenemos una capacidad infinita para ser autosuficientes
al igual que somos dueños de una inteligencia que nos llegaría a asustar si la
viéramos funcionar a pleno rendimiento, pero el ser humano es perezoso por
naturaleza.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Era evidente que los dos muchachos tenían un trastorno alimenticio que no
había sido tratado, la madre consideraba que lo más importante era
complacer a sus pequeños de quince años sin pararse a pensar que tal vez
tanta complacencia les estaba causando un daño irreparable.
Quizá este ejemplo sea una exageración, pero cuando confiamos toda
nuestra mente a otra persona sin guardar para nosotros un poco de criterio
propio, aunque tal vez físicamente nuestro aspecto no sea como el de los dos
hermanos de color, si se pudiera ver nuestra mente, probablemente tendría
un aspecto muy parecido.
Volviendo a mis catorce años, era muy importante para mí guardar secretos y
lo sigue siendo actualmente, por aquel entonces cualquiera que pretendiera
averiguar aquello que yo no quería desvelar, por lo general no lo conseguía.
Con el verano comenzaban los conciertos del parque de atracciones, para los
que no teníamos dinero era una oportunidad ideal para ver a nuestro grupo
preferido pagando tan solo la entrada al parque que era muy barata.
Escuché en la radio que el sábado actuaban Los Secretos, sabía que nadie de
mis amigos querría venir a ver a Los Secretos, ya que era un grupo de los
clasificados “solo para chicas”, del mismo modo que lo eran los Pecos,
Alejandro Sanz, Hombres G o Miguel Bosé.
Sin embargo era un grupo que me gustaba, aquel que se acordó de cantar
mis penas de amor cuando tan solo tenía ocho años, además de gustarme las
letras, la música me resultaba bastante agradable de escuchar.
Años más tarde, el día cuatro de Julio salimos mi hermano Javi y yo después
de días de encierro por los exámenes y fuimos a ver a un guitarrista
norteamericano que actuaba en las ventas, Pat Metheny, para mi sorpresa
pude cruzarme con uno de los hermanos Urquijo, cruzamos las miradas sin
decir nada, pues a decir verdad, yo si le conocía a él, pero él no me conocía a
mí.
- 198 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Relacionado con esto, recuerdo un rap de moda en aquella época que decía:
Rap: ¡Eh tú, tú que me miras!, ¿es que quieres darme de comida?
Qué grupo este, Los Secretos, que con sus canciones daba siempre en el
clavo, la primera fue “Déjame”, en un momento de mi vida en que aunque
mis sentimientos se contraponían con mi honor.
- 199 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Una pregunta que suele formularse con frecuencia a aquellos que se les
considera triunfadores es ¿cuál es el secreto del éxito?, entonces ellos
exponen cada uno de los pasos que les llevaron al éxito, como por ejemplo
conseguir la presidencia de los Estados Unidos, o la dirección de Microsoft.
Se tiende a magnificar la palabra éxito, sin embargo mi visión del éxito está
en cada día que me levanto, medio aturdido y tambaleándome, con la mente
dispersa tratando de ubicarme, mi éxito está en despertar un nuevo día y
tener la posibilidad de crear algo nuevo.
Mi nirvana particular llegará, quién sabe cuándo o dónde, tal vez mi lector si
lo sepa pero yo aún no, ese día en que mi alma se desprenda de mi cuerpo y
vaya a reunirse con los que ya marcharon, ese día seré un ganador.
- 200 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Michel y Javi
A quien le dijera que me encuentro en casa escribiendo mi biografía en
medio de una crisis económica mundial, no le extrañaría, pues es difícil
encontrar algo mejor que hacer cuando no hay mejores opciones puesto que
el mercado laboral está prácticamente paralizado.
Pero lo que nunca podría llegar a imaginar es que escribiendo las líneas de la
página anterior, mientras mi mente se encontraba ocupada tratando de
describiros un episodio de mi vida, recibiera una llamada en la que me
ofrecieran trabajar como extra en una serie de televisión.
Así sucedió, pero al ver por televisión el episodio en el que yo salía, mi papel
se redujo a un par de miradas rápidas a los lados y al periódico, ahora ese
fugaz policía continúa escribiendo su biografía, un simple figurante pega el
enorme salto a protagonista, no de una serie de televisión, sino de su propia
obra, de cuyo nombre si quiero acordarme, Zori.
Ahora si imaginamos que se está rodando una nueva película llamada Zori,
en la que su protagonista se convierte en extra de una serie de televisión de
la que ni tan siquiera había oído hablar, estaremos imaginando lo correcto,
pues es esa la realidad de mi vida, en la que hay un protagonista principal
indiscutible, yo.
- 201 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El primer año del instituto conocí a unos amigos diferentes a los que había
tenido hasta el momento, eran dos amigos que ya se afeitaban porque
misteriosamente les crecía la barba y aparentaban tener al menos cinco años
más de los que realmente tenían, se trataba de Michel y Javi.
Michel de piel morena, ojos oscuros, complexión atlética y Javi de tez clara,
rubio con ojos azules, algo más alto que Michel y bastante delgado. Eran dos
chicos bastante atractivos y con mucho éxito entre las chicas del instituto.
Una afición muy común entre Ponte y Michel era la de meterse cada uno con
la madre del otro, pudiendo llegar a ocurrírseles auténticas barbaridades
pero sin pasarse de la raya, siempre dentro de un orden razonable.
Era difícil competir con ellos ligando, todas las chicas del instituto
suspiraban por ellos dos y el resto parecíamos no existir, recuerdo casi como
si fuera ayer lo que ocurrió cuando un día regresábamos del instituto a casa.
Era una chica de otro curso a la que conocía de vista, al ser invierno
anochecía pronto y me pidió que le acompañara cruzando el río, el hecho de
que una chica del instituto me pidiera que fuera su guardaespaldas hasta
llegar a su casa al otro lado del río, hizo que sintiera algo desconocido,
nunca antes me había visto en el papel de protector.
Estando en una discoteca, prometió llevar una canción de Alaska que sonaba
en ese momento siempre en la memoria, así cuando la escuchara recordaría
la amistad que nos unía a Juan Luis, Michel, ella y yo, estoy convencido que
dondequiera que estéis, recordareis ese bello momento como yo lo estoy
recordando ahora mismo, un instante muy corto pero intenso y de gran valor.
- 202 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Me gustaba una chica del instituto, me enamoré desde que el primer día que
la vi, era Sonia, un día organizamos una fiesta en casa Michel, pero ella no
pudo venir y eso me hizo entristeció un poco, pero no hay pena que no la
cure un par de tragos, al menos de modo provisional.
Miguel: No.
Aprendes con el paso de los años la causa por la que tus deseos más íntimos
no siempre son satisfechos, no comprendía entonces porqué Sonia, aquella
mujer por la que suspiraba, no podría convertirse en mi novia siendo este mi
deseo ferviente, más tarde supe la razón, la respuesta mi amigo, está flotando
en el viento.
- 203 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
16. Sonia
Qué lejos de mi mente quedaba lo que por desgracia llegué a conocer años
más tarde, el corporativismo empresarial que siempre rechacé sin saber muy
bien por qué, tal vez por las sobredosis de noches estrelladas que tuve aquel
verano del mil novecientos ochenta y cuatro.
Sabía que aquellos secretos estaban guardados bajo la llave más segura, la de
mi propia mente, era completamente imposible que nadie pudiera abrir mi
cerebro para sacar lo que guardaba como un tesoro muy preciado.
Maite: ¿Hablamos?
- 204 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
De ocho a quince, siete, esos eran los años que había permanecido llevando
mi secreto a cuestas, bien sabe el cielo que lo hubiera guardado hasta la
muerte, pero de repente se me brindaba la oportunidad de desvelarlo, de
hacerlo, ¿me haría sentir más libre aún de lo que me sentía momento antes?
Habían pasado siete años desde la última vez que hablé con Maite, me
pareció tan distinta que por un momento se me pasó por la cabeza un
fragmento de una canción del maestro Serrat:
En este caso no fue difícil salvar la barrera, tan solo había que poner un poco
de cuidado saltando por encima de la caseta donde el socorrista guardaba los
utensilios para el mantenimiento de la piscina.
Fue una partida muy sosa porque el miedo a ser descubiertos nos hacía dar a
la bola con mucha suavidad, creo que ni tan siquiera terminamos la partida y
fuimos a tumbarnos al césped teniendo por testigos la luna, las estrellas y los
grillos impertinentes que nunca paran de grillar.
- 205 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ya casi había olvidado lo impaciente y directa que era Maite, nunca pestañeó
a la hora de pedir lo que quería, con total naturalidad se me declaró el verano
del setenta y ocho, en el cual compartí mi corazón y mi vida con ella.
- 206 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Asintió con la cabeza, ahora su mano y mi mano eran una, la luna y las
estrellas se unían con nosotros en uno solo ser, entonces me quité mi
chaqueta y la rodeé con ella para que no se enfriase con la húmeda hierba.
Le continué diciendo, el cuento del que te hablé es sobre la osa mayor, como
puedes ver es como una cometa que vuela en libertad, se aleja y la osa menor
ajena a ello, sigue volando sin alterarse, consciente de que la osa mayor se
va, lo que no puede imaginar es que se va para siempre.
Un día mamá osa dijo a su hija que se subiera a un árbol, ella pensó que era
un juego más, pero su mamá sin volver la vista atrás, se fue para siempre.
No podía adivinar lo que pensaba Maite en aquel momento, tal vez pensó
que me dejase de cuentos chinos y fue tan directa como siempre, al grano:
¿Crees que la mamá osa no amaba a su hija?, entonces, ¿por qué iba a
enseñarle a protegerse de los peligros, a ser independiente, o porque no, tal y
como te enseñé, a montar en bicicleta?
- 207 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hablamos hasta que quedar dormidos, al día siguiente el sol nos devolvió a
la realidad, saltamos la caseta de la piscina y regresamos caminando
abrazados por detrás de los bloques de viviendas de la urba.
Con quince años, tras haber recibido aquel regalo del cielo que me permitió
dar una explicación a Maite, tras años de angustia impedido por mantener
mi honor sin poder desvelar mi secreto, me sentí libre, me había quitado un
pesado lastre de encima, respiraba mucho mejor.
Aquel fue un día clave en mi vida, Maite sospechaba que pude romper la
relación porque no la quería, yo también sospeché que ella lo pensaría, pero
aclarar aquella duda nos satisfizo a ambos.
Cuando hay amor entre dos personas y este se rompe, es recomendable dar
una explicación razonable para evitar dañar los sentimientos, produce
angustia tanto desconocer los motivos de la ruptura como no poder expresar
el porqué de la situación.
Era una chica alta que andaba con las rodillas juntas y los pies separados, no
sé muy bien si debido a alguna ausencia vitamínica de la niñez o
simplemente a que aún no había terminado su etapa de crecimiento, pero lo
cierto es que lejos de considerarlo defecto, me resultaba muy atractiva.
- 208 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
De cintura para arriba estaba generosamente dotada, tenía los ojos marrones
y sus labios carnosos eran bastante sensuales, en cuanto al aspecto personal
recuerdo más bien poco de ella, no por carecer de encanto personal, sino
porque desconocía casi por completo como era aquella persona.
La idea de que Sonia algún día llegue a leer mis palabras suena algo utópica,
pero de ser así, estoy convencido de que se sorprendería de saber que yo
estaba enamorado de ella, hasta es muy posible que llegara a preguntarse
quién demonios era ese Miguel que suspiraba por sus huesos.
Cuando ese verano me sinceré con Maite, fue gracias a que ella me vio detrás
de su bloque mirando las estrellas y vino a hablar conmigo, de no haber sido
así, yo no me hubiera atrevido a dar aquel paso, incluso ahora reflexiono si
tal vez aquel reencuentro no fue más que un sueño que quedó en mi mente.
Sonia siempre estará en mi corazón como era, tal y como fue cuando la
conocí porque hace la friolera de veinticinco años que no sé absolutamente
nada de ella, pero el recuerdo que permanece es muy agradable.
Creo que es una idea equivocada el pensar que todo me hubiera ido mejor de
haber sido menos tímido y si me hubiera mostrado con mayor naturalidad, si
hubiera roto la barrera que me hacía tan difícil el acercamiento, que solo era
posible mientras soñaba con ella.
Creo que es inútil pensar en lo que pudo haber sido y no fue, no hay marcha
atrás, y por otro lado, de haber llegado a ser un gran conquistador, como el
bueno de Napoleón, ciertamente hubiera podido llegar a entablar relación
con ella, quien sabe si incluso habernos casado y tenido hijos, pero, ¿qué
sería entonces del mundo que ahora vivo en la actualidad?
- 209 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Club de Suboficiales
Por fortuna no me enamoraba de todas las chicas que veía, en realidad me
resultaba muy difícil comunicarme con aquella de la que me había
enamorado, sin embargo, irónicamente, el resto de chicas podían disfrutar
con mi amistad y de mi peculiar sentido del humor.
Y para que entre bien el bocadillo hay que tomarse algo, nos bastaba con
unas litronas de cerveza para brindar con los compañeros de clase por los
presentes, y porque no, también por los ausentes, en particular por la difunta
sardina que acabábamos de enterrar.
- 210 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Qué tendrán los uniformes que tanto se liga con ellos, bueno al menos eso es
lo que se dice, no lo puedo decir por experiencia ya que nunca me he puesto
ninguno y tampoco soy experto en conquistas, ahora que lo pienso tal vez
no ligaba por no llevar uniforme, quien sabe.
Fuimos a buscar a Javi, nos abrió la puerta su perra, era tan lista que había
aprendido a abrir la puerta ella solita, lo que no sé muy bien es si se la abría a
todo el mundo, de ser así podría llegar a ser un tanto peligroso en
determinadas ocasiones.
Javi era tan exagerado acicalándose como Michel, cuando salió, estuvimos
viendo en la televisión los cuatro (Michel, Javi, su perra y yo) un episodio un
tanto curioso de un caminante que erraba por esos caminos de Dios, de
repente se encaramó a unas zarzas para recoger unas moras, el alimento
gracias al que había sobrevivido los días pasados.
- 211 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Con el que tal vez hice más amistad de la familia de Javi fue con el menor de
ellos, por compartir conmigo su afición por la música y por ser el benjamín
de la casa como yo, no era extraño vernos aporreando las guitarras cantando
canciones de los rolling.
La última vez que me había dado un morreo fue con las chicas de San
Antonio, pero había una sutil diferencia, ya que en aquella ocasión eran ellas
las que voluntariamente se ofrecían a comerme los morros a mí, pero ahora
tenía que tomar yo la iniciativa y eso es harina de otro costal.
Resulta que Felipe era el travesti del club, pero inexplicablemente tenía unas
tetas empitonadas, pelusilla de mujer en la cara, un tacto y un aspecto tan
femenino que no solo se confundía con una mujer, sino que era capaz de
excitar a cualquier chico.
- 212 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Años más tarde, aunque le explicaba una y mil veces esta regla básica a
Rocinante (descrito junto a Don Quijote en la página 184), siempre que él se
quedaba solo se entrometía en la misión del compañero, con el consiguiente
fracaso, mirándolo por el lado positivo, al menos no había que lamentar
bajas (no solía darte tiempo a emprender un ataque que pudiera provocar
que te ganaras el correspondiente bofetón).
Mi amiga resultó ser una chica majísima que iba a un curso superior al mío,
cuando salimos a la calle, mis amigos se metieron entre los arbustos con sus
presas mientras que yo le pregunté a mi amiga:
Miguel: ¿Paseamos?
Amiga: (sonriendo) Vale, me parece buena idea.
Los dos sabíamos dónde iban nuestros amigos, pero realmente estaba
disfrutando tanto hablando con mi amiga que olvidé por completo lo que me
habían explicado mis amigos que se debía hacer una vez que había ligado, o
tal vez no me lo contaron porque dieron por supuesto que sabría qué hacer.
Nos dimos los teléfonos y me fui muy contento a casa, parecía que tocaba a
su fin la que ya parecía una eterna búsqueda del amor verdadero, había
sentido el amor en los besos de una mujer y presentía que aquello iba a ser el
principio de un gran amor.
- 213 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Un día en la nieve
No es que en mi ciudad suela nevar frecuentemente, pero las veces que nieva
es a lo bestia, de igual forma que actúa nuestro ilustre ayuntamiento, el cual
hace poco tiempo agujereó la ciudad de tal forma que la caída de zanja se
convirtió en el primer deporte regional de la villa y corte de Madrid.
Qué tío más majo este Danny, prefiero no pronunciarme sobre el estado del
asfalto de la ciudad de Nueva York cuando la visité, mejor que no lo toquen
porque resulta muy divertido visitar la ciudad dando botes.
La nevada que cayó en Madrid aquel año nada tuvo que envidiar a las de la
ciudad de Nueva York, por no faltarnos, teníamos en mi ciudad hasta al
presidente norteamericano que antaño fue actor disfrutando del frío invierno
madrileño.
Ese día, como no podía ser de otro modo, todos los de la clase hicimos
pellas y nos fuimos a jugar con la nieve, hacía años que no nevaba tanto en
Madrid y había que aprovechar la ocasión.
La excusa que pusimos para faltar a clase fue que teníamos que visitar una
exposición que nuestro profesor de dibujo nos había recomendado en la
facultad de bellas artes, de hecho, en un principio esa era la idea, pero como
era de prever, nos quedamos de camino a la exposición jugando con la nieve.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Un buen día vimos un coche muy pequeño, creo recordar que un mini, y de
él salió uno de los jugadores de Real Madrid de baloncesto. Para conseguir
salir, no sin dificultad, primero sacó una pierna y luego la otra, se agachó
hasta las rodillas y al fin consiguió salir de la lata de sardinas.
Los sueldos de los jugadores debían ser tan bajos que uno de los jugadores
de baloncesto más emblemáticos de la selección rusa, se vino a vivir a mi
barrio, creo que es el hombre más alto que he visto en mi vida. Cuando iba
con su mujer parecía que llevaba de paseo a su nietecita.
Sacarino: Negado.
Creíamos que el jugador le partiría la cara, pero por suerte para Sacarino, se
dio media vuelta y se fue, entonces Sacarino que todavía estaba pálido del
susto que se había llevado, añadió con una vocecita que casi ni se oyó:
Finalmente hicimos amistad con los jugadores y nos hicimos fotos con ellos,
recuerdo la foto que se hizo el jugador del mini con la más baja de la clase.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando una semana más tarde vimos aquella foto, se podía comprobar que
el jugador del mini era exactamente el doble que mi compañera, nos
quedamos a ver como se metía de nuevo en su coche, primero metió una
pierna, luego agachó la cabeza hasta sus rodillas y luego metió la otra pierna,
cuando se fue se podía apreciar que su cara estaba pegada al cristal
delantero.
Lo que no imaginamos es que tal vez esos precios tan económicos podrían
contrarrestarse con unas condiciones higiénicas no demasiado buenas,
precisamente pude constatarlo con una de las experiencias más
desagradables que he vivido, en cuanto a gastronomía se refiere.
Ni que decir tiene que fue la última vez que fuimos a comer bocadillos de
tortilla a ese colegio mayor e imagino que mi compañera se pasaría una larga
temporada sin probar la tortilla de patata española, ese manjar por el que
suspiran los turistas los turistas que vienen de visita a nuestro país.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
17. Nuria
Relaciones públicas
Pero hay otra dimensión, se trata de una película que aún no se ha estrenado
que narra la historia de un escritor catalán que gustaba disfrutar de la noche
barcelonesa y en un local de la ciudad condal se reúne con unos amigos, al
fondo del local, pueden verse dos ligones que tratan de llevarse al catre a una
vampiresa de la noche, que por cierto, no les hace ni puñetero caso.
Parece que lo propio es que optemos por la segunda dimensión, pues ahora
nos encontramos dentro de Zori, pero, cuál de estas dos dimensiones es la
verdaderamente real, la respuesta, amigo mío, esta flotando en el aire.
Un día soñé que era un pájaro que volaba libre por el cielo ignorando que
realmente era Miguel y que me encontraba soñando. Al despertarme
bruscamente pude advertir que se trataba de un sueño y que no era un pájaro
sino Miguel.
Aunque en este momento me invade la duda de si soy Miguel que soñé con
ser un pájaro o soy un pájaro que sueña con ser Miguel, de lo que no albergo
duda alguna es de que Miguel y el pájaro son diferentes.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pero aún así era todo un reto para mí, estaba comenzando a descubrir una
faceta que hasta ahora desconocía de mi persona, o tal vez la tenía pero no
ha había utilizado, tenía una enorme para relacionarme, lo que se suele
decir, era un tipo con don de gentes.
Dos de las chicas, sin duda las más llamativas, eran las que hablaban con
Michel y Javi, la más discreta de todas fue la que me tocó a mí, pero me
parecía una chica bien agradable, así es que todos parecíamos conformes
con la parte que nos tocaba.
Por la cara que puso Michel deduje que no era esa la respuesta que esperaba
de mi, así es que rápidamente me puse a pensar qué otro instrumento podría
habérsele ocurrido decirle a su amiga que sabía tocar.
Javi ya no hablaba apenas porque estaba con sus morros pegados al escote
despampanante de su chica, la verdad, es que era una auténtica sex bomb.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando me quise dar cuenta, Michel y Javi habían desaparecido como por
arte de magia, me había quedado solo con mi amiga a la que dije, vaya, ya
nos han abandonado, le propuse ir a dar una vuelta antes de que Óscar me
pidiera explicaciones de dónde demonios se habían metido los otros dos
relaciones públicas.
De este modo sabía que si estaba conmigo era porque le resultaba agradable
mi compañía, entonces pasé al plan b, que no era otro que pasarlo bien sin
más, ya no tenía que estrujarme la cabeza maquinando cómo ligar.
Pude ver a lo lejos meterse entre unos arbustos a Michel y a Javi con sus
respectivas chicas, sentí algo de pena por ellos, comencé a pensar si
realmente mis amigos habían llegado a tener una conversación de amigos
con alguna de las chicas con las que iban, dudé que hubieran llegado a ver a
alguna de las chicas que habían conocido hasta el momento como amigas.
Era una de las mayores la que tocaba un Charleston con su guitarra, era una
pieza instrumental, no cantada, que me pareció idónea para incluir en mi
repertorio, para aquellos momentos en los que mis amigos me acosaban a
peticiones y mi voz necesitaba un respiro.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Salió Michel como alma que lleva el diablo de entre los arbustos, entonces
mi amiga se echó a reír y le pregunté que si ella sabía lo que estaba pasando,
entre risas me explicó que su amiga era en realidad un amigo, era travesti y
había estado en un casting para una película, ellas dos eran las responsables
de que estuviera tan bien maquillado que pareciera realmente una chica.
Después de reírme todo lo que quise y más, me enteré que ella y su otra
amiga (la que era chica de verdad), estudiaban en una escuela de
maquilladores y que su amigo travesti estudiaba arte dramático.
Tal vez por el susto que se llevó Michel o tal vez debido a que Javi y yo
desaparecimos con dos clientas potenciales de la discoteca, nuestra carrera
profesional como relaciones públicas acabó casi antes de empezar.
Tampoco hace falta trabajar como relaciones públicas para conocer gente,
motivo principal por el cual me presenté con mis amigos a la discoteca, de
hecho, a la semana siguiente conocí a una chica muy simpática paseando
por la calle.
Uno de los chistes que me contó no lo había oído antes y me pareció muy
divertido, era de un señor extranjero que paró su coche a las afueras de
Sevilla y preguntó a un aceitunero:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Extranjero: ¿Pardon?
Pero tal vez no todos aquellos que nacieron con el don de la facilidad de
palabra sean tan escrupulosos como yo, tal vez puedan utilizar su don en
negocios sucios, en obtener su propio beneficio o en tirar lo que les sobre.
Las relaciones públicas son tan necesarias que cuesta creer que exista como
profesión, aquel que cree que por tener facilidad de palabra ya se está
relacionando públicamente tal vez se equivoque.
Aquel que cede el asiento en el metro a otra persona que lo necesita más, ya
sea anciano, niño, enfermo o mujer embarazada, sin pronunciar ni una sola
palabra, se está relacionando públicamente del modo correcto.
Quizá no esté bien puesto el nombre a este oficio ya que, por lo general, lo
que suele requerir para ser considerado un buen relaciones públicas es que
se sepa cómo regalar los oídos al cliente con el objeto de sacarle todo el
dinero posible, dejando a un lado los escrúpulos, tal vez debería llamarse a
este oficio regala oídos sin escrúpulos.
Las relaciones públicas no son un oficio, sino una actividad que realizamos
desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, incluso a veces hasta
en sueños se ejerce de relaciones públicas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Volamos desde el parque del oeste hasta la sierra madrileña, visitamos todos
aquellos lugares que yo conocía, pero a vista de pájaro, todo se apreciaba
con mayor nitidez, incluso fuimos detrás de las pistas de tenis de mi urba,
así le pude enseñarle el lugar donde años antes había sido trovador de
ciudad y había jugado a beso, morreo y revolcón.
De regreso hacia el parque del oeste jugamos a subir todo lo alto que nuestro
cuerpo pudiera soportar y a dejarnos caer en picado, la sensación que se
producía cortar el aire como si de un cuchillo se tratara era impresionante,
así llegamos rapidísimo a nuestro lugar de partida.
Despertamos ya de día, mi amiga me dio las gracias, tal vez pensaba que
había sido yo quien le había regalado aquel maravilloso sueño, nos
despedimos y enseguida empecé a pensar en la excusa que podría poner en
casa por haberme ausentando toda la noche.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
De blanco
A mis dieciséis años tenía el convencimiento de que años más tarde me
casaría por la iglesia, mi novia se vestiría de blanco para convertirse en mi
esposa, tal y como hicieron mis padres.
Tal vez lo menos importante en la unión entre dos personas sea la boda, el
vestido de la novia, los invitados o un papel que certifique que legalmente
dos personas son esposos, aunque realmente, para ciertas personas es algo
muy importante.
“De Blanco”
¿Penas?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al escribir estas letras pensé en lo bello que debe ser ese momento, en el
romanticismo del instante en el que se dice, si quiero, en la salud y en la
enfermedad, todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe,
incluso, por toda la eternidad.
El romanticismo nos resulta agradable, la poesía, unas letras que cuando las
escribí me parecían triviales pero que según las leo la hago más mías y me
alegra más que hayan salido de mi corazón, aunque además la poesía, debe
haber algo más que palabras, lo verdadero, la real, el día a día.
Si alguien me pregunta ¿qué tiene más valor para ti, la más bella de entre
todas las poesías jamás escritas o el respeto diario, es decir, la auténtica
poesía?, esta respuesta amigo mío, no está flotando en el aire, es evidente
que lo realmente válido es el respeto diario.
No hay que olvidarse de que el día de la boda es uno, uno entre muchos
días, con el tiempo este día tan solo llega a tener un valor simbólico, un
recuerdo bello, pero donde radica el valor del matrimonio es en el amor y
respeto diario, en la convivencia, de nada sirve la más bella de las bodas si al
poco tiempo todo se torna en tempestad.
Hoy estoy escribiendo mi biografía, a veinticinco de marzo del año dos mil
nueve, afirmo categóricamente que ninguna persona pertenece a otra, ni
hoy, ni hace un millón de años, ni dentro de un millón de años. El único
dueño de una persona es uno mismo, lo es hoy, lo fue hace un millón de
años y lo será dentro de un millón de años.
Quisiera advertiros que ignoro cuál será vuestro castigo, pero intuyo que os
pasaréis probablemente un millón de años suplicando que cese el dolor, una
pena horrible, ¿quién puede soportar una pena de un millón de años?, tal vez
mejor sería que incluyerais la libertad entre vuestros valores.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Regresando a mediados de los años ochenta, por aquel entonces podía verse
la serie de televisión “El Gran Héroe Americano”, su protagonista es un
profesor al que le entregan un traje que le otorga poderes sobrenaturales, fue
de gran éxito, tal vez debido a que el profesor pierde el manual de
instrucciones del libro y al probárselo pronto se da cuenta que no sabe
utilizarlo.
La serie era realmente divertida, sobre todo por los terribles golpes que se
llevaba el profesor de los que salía indemne gracias a los poderes del traje,
por desgracia no ocurre así en la vida real, en ella los héroes no llevan un
traje que les proteja y su valor les hace llegar a poner en riesgo su propia vida
para salvar a otra persona.
Con dieciséis años había conocido varias chicas, algunas de las que me
había enamorado, pero es indudable que para que arda el amor es necesario
que haya dos componentes, combustible y comburente, aún no había
conocido el amor verdadero y sospechaba que la cosa iba para largo.
En todas las bodas a las que he asistido he oído mensajes de todo tipo,
incluso leí una parte de la biblia en la boda de mi hermana mayor pero
estaba tan nervioso que apenas capté aquel mensaje.
Un mensaje que recuerdo fue el que dijo don Julio en la boda de mi hermano
Javi, es don Julio el cura que más admiro por su buen hacer en las relaciones
comunitarias, por su trato indistinto de clases o condiciones sociales,
mirando tan solo la necesidad de la persona, en definitiva un buen hombre.
Las palabras de don Julio fueron de amor y respeto mutuo, dijo, ¡lo tenéis
fácil, tan solo debéis tomar como ejemplo el de vuestros padres!
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Soy afortunado por tener una buena mujer y por haber tenido unos buenos
padres, estoy convencido de que si he logrado mi objetivo de hallar la mujer
con la que compartir mi vida ha sido gracias a las enseñanzas de mis padres,
una herencia incombustible, la sabiduría de los grandes maestros.
Pero creer que esta celebración es la que une a dos personas, en tan absurdo
como creer que quien no se casa no está unido. Tal vez debiéramos vestir de
blanco nuestra mente cada mañana amando y respetando a nuestra pareja
como el primer día que la conocimos.
Es el amor que tenemos desde que nacemos, ese que no está bien visto por
determinados círculos de la sociedad que tratan de taparlo confundiendo y
disfrazándolo con el nombre de egoísmo, se trata del amor propio, en mi
opinión, el amor más importante que nos acompañará en nuestra vida.
De no ponerles unos límites, ambos sufrirán las consecuencias con los años.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
El Escorial
En aquel verano del ochenta y cinco asistí a unas convivencias que se
celebraban en el Escorial, monasterio desde el cual hubo un tiempo en que
el rey Felipe II gobernó el mundo, es a mi parecer la primera maravilla del
mundo, de haber estado en el lugar de su majestad, no hubiera dudado en
elegir también aquel bello lugar para construir mi palacio.
El año en que conocí a mi mujer hice una visita al monasterio, lo que más
tiempo llamó mi atención fue la sala de las batallas, sin embargo no tardé en
abandonar el panteón de reyes e infantes donde se hallan los sepulcros de
veintiséis monarcas españoles.
No hay cosa en este mundo que me dé más pereza que ponerme a criticar a
alguien, ahora no recuerdo haberlo hecho alguna vez pero estoy seguro que
si lo hice debió aburrirme mucho, no creo haber obtenido ningún beneficio
de la crítica que no sea el de apartarme de este grupo de la especie humana
pero algo que sí me gusta es observar.
Los monumentos que más me gusta contemplar son los itinerantes, produce
una gran satisfacción contemplar una bella mujer más aún si te responde con
un gesto o una mirada de complicidad.
Al igual que Roma es la ciudad con más ruinas por metro cuadrado, doy fe
que Copenhague es la que más monumentos itinerantes tiene, precisamente
los que con dieciséis años más me gustaba contemplar, tres eran los
monumentos que me hacían palpitar, por orden de aparición Sonia, Nuria y
Esther, cada una tenía algo que las distinguía del resto, Sonia pasión, Nuria
gracia y Esther fuego.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Todo era dulce en aquellos días, ¿qué podía haber más excitante que correr
en pijama por los pasillos junto a Sonia, Nuria o Esther con el temor de ser
pillados por los catequistas?
No podía haber mejor regalo, tras un día entero de rezos y reflexiones que
aunque se supone debían ser espirituales, no iban más allá de, ¡qué rico el
culito de Sonia cuando ayer se sentó encima de mí!
Tal vez por ello oculté mucho tiempo mis sentimientos, tan solo se los
confesé a Michel, pero tampoco me ayudó demasiado, porque me confesó
que tiempo atrás a él también le gustó Nuria.
Nuria era menor que nosotros, tan solo dos años, pero con esa edad, de los
catorce años a los dieciséis había un abismo, en un principio la sensación
que ella producía en mí era grata, pero con el tiempo, al comprobar que me
ponía nervioso y me inquietaba cuando ella estaba cerca, pensé que había
que terminar con aquella situación de inmediato.
Pero no resultaba tan fácil tomar la iniciativa, aunque día a día trataba de
mentalizarme de que ella no sentía nada por mí, de algún rincón de mi
mente brotaba un halo de esperanza.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Descubrí que a veces puede ser bueno ponerse en el lado de la otra persona,
me puse en el caso de que una chica de instituto, por la que no sintiera
nada, viniera a declararme su amor por mí, tal vez esto me hiciera sentirme
algo incómodo pero le aclararía que lamentaba no poder corresponderle y
lejos de hacerme ningún daño, ella obtendría el beneficio de quedar libre.
Así mis sentimientos quedaron libres, no tardé en poner el ojo en otra chica
que siempre había considerado muy buena amiga, creo que alguien me
insinuó alguna vez que yo le gustaba pero mis sentimientos miraban al lugar
equivocado.
Había llegado a otro cruce de caminos en mi vida, sin saber muy bien por
qué, veía otra vez una zapatilla sobrevolando mi cabeza, ahora escribiendo
mi biografía he buscado en el baúl de los recuerdos y he hallado una
zapatilla que un día colé en el patio de una casa.
La zapatilla del tío playeras volvía a volar sobre mí cabeza, aunque en aquel
momento no recordaba de dónde provenía esa zapatilla, conocía
perfectamente su significado.
Pronto supe que lo que me ocurría es que estaba agotado, había pasado
demasiadas horas de mi vida pensando en Nuria, tenía muy reciente mi
anterior desamor.
Decidí hacer lo que nunca antes había hecho, lo contrario de hacer, es decir,
no hacer nada, me dejé llevar por la corriente porque era lo que tocaba.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
18. Esther
San Pol
A punto de cumplir los diecisiete años tiré la toalla por primera vez en mi
vida y esperaba que se produjera un milagro, que bajara un ángel del cielo
que hiciera el trabajo por mí, pensé muchas veces en Esther, qué hubiera
ocurrido de haberle confesado que había estado ciego y que ahora lo veía
claro, estaba enamorado de ella.
Nada hubiera perdido, imagino que alguien que escala el Everest y a punto
de llegar a la cima le traicionan las fuerzas, esperará que llegue un angelito y
le levante de las piernas para ayudarle a dar el último paso para llegar a la tan
ansiada cima, así podrá contemplar el paisaje que se ve desde la cima del
mundo.
Tantos podrían haber sido los caminos a tomar a lo largo de mi vida, pero lo
cierto es que he seguido un único camino, debo confesar que no me disgusta
en absoluto los resultados que he ido obteniendo, que no han sido otros que
disfrutar de cada momento, de cada parada, de un buen pan, un buen queso
y un buen vino.
Volví a ser el Miguel que años atrás conoció tímidamente el barrio de San
Pol y a sus chicas yendo con Julito y Rebollo, aunque Rebollo fue el que más
y mejor intimó, probablemente sea de los tres, el que guarde los mejores y
peores recuerdos, lo que estoy seguro es de que no ha vuelto a probar el anís.
Los amigos de San Pol que mi hermano Javi me presentó eran Arcadio, Toni
Gil y Dani Spencer, Miguel (el hermano de Dani), Pi (de Piraña porque
comía mucho), Tanque (por su descomunal fuerza), Arturo y La Gorda (la
perrita de Arturo).
¿Quien más?, ¡ah sí!, El Verbenas (cuyo nombre real era José Luis
Rodríguez, pero que no tenía nada que ver con El Puma), El Gomas (porque
parecía de chicle), La Misteriosa (una chica que venía con nosotros que de
cuyo nombre no es que no quiera acordarme, es que no lo sé) y yo.
Los vehículos con los que contábamos para los desplazamientos eran el
Simca 1200 amarillo de Dani, la vespino de El Verbenas, la vespino de
Miguel y el Seat 127 de El Gomas.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Aquel lugar era mágico, fui testigo de un hecho de los que suelo englobar
dentro de los fenómenos UFO acaecidos en mi vida, cuando disfrutaba
tranquilamente de mi merienda, repentinamente apareció subiendo por un
barranco inaccesible para cualquier persona normal o cabra venida a menos,
lo que menos podría imaginar en ese momento, un hombre de Harrelson.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Para quien no lo sepa, los hombres de Harrelson fue una serie televisiva del
año setenta y cinco inspirada en el cuerpo de élite policial S.W.A.T (Special
Weapons and Tactics Unit), para entendernos, ¡ojo, ojito a los malos con lo
que vayan a hacer!, que estos hacen pupa, es el grupo de la policía encargado
de operaciones especiales en cuanto a táctica y armamento.
Del mismo modo que apareció desapareció, de modo que no vimos por
donde se marchó, como si de un ser de otro planeta se tratara, tampoco
dimos demasiada importancia al hecho y seguimos disfrutando del bocata
acompañado de una rica cervecita.
Era un perro de un carácter afable, pero como tarde o temprano todos nos
topamos alguna vez en nuestra vida, tenía un enemigo, Pinkie (que significa
dedo meñique), ni tan siquiera podemos darlo el calificativo de rata, porque
las ratas tienen más pelo, están más gordas, tienen los dientes más grandes y
por supuesto, tienen más rabo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Fue duro ver al perro que se había convertido en mi amigo, el perro que
nunca tuve, tan alegre como era y ahora muerto de dolor con su pequeño
cuerpo desencajado y para colmo tener que oír a un señor mayor gritando:
Llevaron a Paul al leñero del garaje porque no se le podía subir a casa de los
dolores que tenía, cuando se le trataba de mover emitía un chillido de dolor
que nos partía el alma a todos los que le queríamos.
Se fueron Pablo y Sergio a la playa y se llevaron a Paul con ellos, pensé que
era mi último adiós a aquel perro tan simpático que había conocido apenas
hacía unos meses antes y que tanto quería, era uno más de nosotros.
El caso de Paul es único, salía a pasear solo, tanto se había esmerado Pablo
en educarlo que no era necesario llevarle a pasear para hacer sus necesidades
o a ligar, iba solo y así fue como le vi pasar de largo por mi lado.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Otro día más llegaron los de San Pol a rescatarnos de una clase de historia
que aunque resultaban entretenidas, cada clase era como un cuento, de
hecho pude advertir con el paso de los años que muchos de los detalles que
nos contaba aquel profesor habían salido de su propia imaginación, se me
puso una sonrisa de oreja a oreja cuando uno de mi amigos me dijo que nos
íbamos a las fiestas del Barrio Del Pilar a ver al grupo musical Medina
Azahara ()ءارهزلا ةنيدم.
Entre estar en una larga clase de historia que se amenizaba con sus tintes
novelescos y ver a uno de mis grupos preferidos, la balanza se inclinaba por
la actuación del mítico grupo, más si cabe por sus influencias flamencas,
estilo musical al que me aficioné de niño, lo que podía ni imaginar es que
unos años más tarde llegaría a profundizar en sus conocimientos.
Un Viernes nos plantamos en clase con las mochilas para irnos al pantano
del Burguillo a pasar el fin de semana, con la tranquilidad que caracterizaba
a Dani Spencer conduciendo y dado que el coche tampoco daba más de sí,
casi empleamos todo el fin de semana en el viaje de ida y vuelta, pero el caso
era salir de este Madrid y echarnos unas risas.
Eran las fiestas del Tiemblo y las pasamos bailando sevillanas con las
lugareñas, trato de recordar qué demonios hacíamos bailando sevillanas en
un pueblo de Ávila, imagino que a causa de que en esa época se pusieron de
moda los bailes de sevillanas en todo el país.
- 234 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tenía vista y agilidad felina, si al otro lado del local veía uno a punto de
estrellar la copa, se lanzaba al suelo como el mejor portero de fútbol nacido
en nuestro planeta, Casillas, evitando que se rompiera, aunque para lograrlo
hubiera roto la crisma a otros tantos clientes.
También especulamos que debía cobrar un plus bastante generoso por copas
salvadas a lo largo del día.
El camarero rumano era muy bueno, pero tampoco era Iker, no contó con
que uno de mis amigos ostentaba el título de campeón del mundo
estrellando copas cuando lleva encima algunas de más, el camarero lloraba
desconsolado por no haber sido capaz de salvar aquella copa.
Días más tarde me vi en el pellejo de Paul, iba con Miguel (el hermano de
Dani Spencer) montado atrás en su vespino por la zona de Arguelles cuando
nos embistió un deportivo descapotable rojo.
La moto quedó destrozada, los dos Migueles salimos volando por los aires,
yo llegué más lejos porque era más pequeño. Quiero aprovechar para pedir a
aquellos que tengan un deportivo que no se salten los semáforos y se den a la
fuga en lugar de parar a auxiliar, so pena de quedarnos sin escritores.
- 235 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Víctor
Cuando emprendes el camino de la escritura te salen críticos hasta de las
piedras, en la vida siempre que emprendes algo, lo que sea, tendrás al menos
una crítica, la del envidioso, la del que no se atreve a hacerlo, hoy puedo
afirmar que soy escritor y a mi favor les diré que por nombre llevo Miguel,
pero que no me apellido Cervantes.
Tal vez esta indiferencia que siento por el hecho de no ser padre tenga
relación con que el día cinco de Febrero del mil novecientos ochenta y seis
nació mi primer sobrino, Víctor, del que tengo el orgullo de ser su padrino.
Hace pocos días me pillé uno de mis peores enfados de mi vida por un
hecho que me recuerda que en mi país hay alimañas de muy mala sangre,
fue, como no, en recursos humanos de una empresa donde le ofrecen a
Víctor su primer empleo, cuando se presenta le dan con la puerta en las
narices argumentando que ya ha sido ocupado el puesto.
- 236 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Al presentar mis credenciales para trabajar como becario tenía bien asumido
el no por respuesta pero aun así me presenté, tuve la inmensa suerte de que
uno de los recomendados rechazó el trabajo porque le parecía el salario muy
bajo, así comencé en mi primer empleo en el cual permanecí ocho años, tras
seis meses pasamos a cobrar el doble y renovamos contrato, para entonces el
recomendado ya no podía optar al puesto.
¿Cómo era Víctor sus primeros días, meses y años de vida?, era un bebé muy
inteligente y gracioso, es difícil de olvidar los paseos en los que vestía un
abrigo de color burdeos, apuntaba con su dedo a cualquier parte para que le
informaras del nombre de aquello con lo que se reflejaban sus azules ojos.
- 237 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Pensé en mi interior, ¡menos mal que dejé de ir con ellos a tiempo!, los
embarazos son contagiosos, no busquen un fundamento científico que lo
abale, pero se lo digo yo, lo son, cuando en un grupo de amigos o en un
trabajo se queda una mujer embarazada, tras ella, viene una guardería.
El hijo de Michel actualmente rondará los veinticinco años, hace poco traté
de contactar por correo electrónico con Alfonso (hermano de Javi) que se
casó con Teresa, también compañera de clase, recibí respuesta, pero no de
Alfonso, sino del hijo de ambos que se llama como su padre, le pedí
disculpas por la equivocación y de paso que saludase a sus padres de mi
parte.
Una de las ventajas de ser bebé es que no se paga el autobús, así se podía
llevar a Víctor de paseo o irle a buscar a la guardería sin que ello conllevara
ningún gasto, una de las pasiones de Víctor ha sido la de los coches, aún
conservo alguno de sus prototipos en papel, recuerdo una conversación de
coches que tuvo Víctor conmigo y con su tío Javi de regreso de la guardería:
Víctor señalaba cada coche que veía preguntando ¿Ete?, no concebía que sus
tíos no tuvieran coche para irle a buscar, cuando por fin vino el autobús y le
dijimos, este es, se ponía tan contento de que sus tíos le llevaran en el más
grande de todos.
Víctor ha sido un niño fuerte y sano, aunque siempre llevaba una buena
colección de chichones en su frente, pero pronto se convirtieron en una
magnífica almohadilla para amortiguar golpes, con los años se convirtió en
un chaval muy guapo y simpático, el terror de las nenas de su clase.
- 238 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Tuvo la gran suerte que no hemos tenido ninguno de sus tíos, la de ser
alumno de mi madre desde la temprana edad de tres años, en un principio se
creó cierta confusión entre el resto de alumnos de la clase porque todos
empezaron a llamar a la señorita abuela.
No creo que seamos una familia perfecta ni quiero que se le de ese nombre,
lo que puedo asegurar es que si algo nos caracteriza es la unidad entre sus
miembros, cuando uno tiene un problema, salen los demás para echar una
mano, un valor que hemos heredado de mis padres y que deseo se propague
de padres a hijos en las generaciones venideras.
Este año ha sido especialmente duro para la familia por la pérdida de una de
nuestras referencias, el padre, que siempre nos daba la opinión más
acertada, que mantenía la serenidad y transmitía calma a nuestro
temperamento inquieto por naturaleza, también por fuerza, ha tenido que ser
el año para la madurez.
Ahora nos enfrentamos con la realidad tal y como es, a veces cruda, a veces
más grata, es nuestro criterio el que impera, nos queda la referencia del valor
y del ímpetu, el de nuestra madre, pero nos falta el de la clama y la serenidad
del padre, ahora debemos hallarla en nuestra propia conciencia
Como no recordar con añoranza y agrado las palabras premonitorias que nos
lanzaba mi padre estos últimos años:
Papá: ¿Pero es que os habéis creído que voy a estar aquí siempre?
Víctor, una de las últimas conversaciones que recuerdo haber tenido con el
abuelo fue sobre cómo afrontar la pérdida de un ser querido y de cómo el
tiempo torna este inmenso dolor y vacío que nos deja su ausencia en un
tesoro, sus momentos, su sabiduría y su peculiar sentido del humor.
- 239 -
Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ballet Holandés
De todos mis amigos de San Pol solo estaban trabajando tres de ellos,
Miguel, Pi y El Verbenas, pero cuando salía alguna chapuza para poder
sacar algún dinerillo el resto nos apuntábamos, así el hermano de El Gomas
nos ofreció la posibilidad de trabajar un par de días para un ballet holandés
que actuaba en el Teatro Monumental de Madrid.
Nuestro trabajo consistía en descargar del camión el material del ballet el día
antes del debut y volverlo a cargar la semana siguiente, el día que el ballet
daba su última función.
Desde entonces comencé a tomarme más en serio los estudios, no cabe duda
que probar el trabajo duro es el mejor incentivo para ir pensando en otro
modo de ganarse la vida que requiera un esfuerzo físico menor, como por
ejemplo, programar aplicaciones informáticas.
En aquel momento aún no tenía muy claro la profesión que escoger, por
empatía y viendo lo que disfrutaba mi padre ejerciendo la medicina, era una
de mis profesiones a tener en cuenta, pero era precisamente mi padre el
primero que me lo desaconsejaba teniendo en cuenta que era una de las
profesiones con mayor número de desempleados en mi país.
Puedo asegurar sin temor a equivocarme que mi padre fue médico por
vocación, sin embargo he podido constatar que muchos médicos lo son por
el simple hecho de que se considera una profesión de élite, a estos es a los
que yo denomino, médicos de pacotilla.
Qué grado de infelicidad debe causar ejercer la medicina por el mero hecho
de que algunos sectores de la sociedad les da mayor importancia que a otras
profesiones, médicos que buscan el aplauso y la admiración sin importarles
demasiado el resultado de su trabajo, solo les importan las apariencias.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hace pocos días, con motivo de que han transcurrido de quinientos años
desde que se escribió el Quijote, alguien ha considerado oportuno realizar
una práctica similar, se han leído fragmentos de la obra y se podía percibir
en las caras de los lectores la misma expresión que tenían nuestras caras
cuando leíamos en clase de literatura, de aburrimiento.
Yo rogaría a los profesores de los institutos, que si han tenido la feliz idea de
obligar a sus alumnos a leer mi novela, los libere de inmediato de dicha
obligación, por favor, señores profesores, no sean ustedes crueles, ¡hombre!
Creo que obligar a leer en tan absurdo como lo sería obligar a ver una
película, la obligación, al menos en mi caso, me lleva a la rebeldía y a que
aborrezca el hecho de tener que tragarme algo que no quiero ni probar.
Confieso ser uno de los rebeldes que no se ha leído la obra más famosa de
nuestra literatura, no creo que sea por rebeldía, simplemente aún no me ha
llamado la atención, tal vez su universalidad la convierta en poco interesante
para mí, como imaginarán les estoy hablando de la obra que encumbró a mi
colega y tocayo Don Miguel de Cervantes, Don Quijote De La Mancha.
El otro día una señorita muy llamativa me hizo una encuesta en el metro de
Madrid, aunque yo iba con prisa, sentí curiosidad y accedí a su propuesta.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Me contó todo lo que adoraba a los niños, que desearía tener tantos o más
que yo, su sueño era llegar a tener al menos catorce niños, un buen marido
cuya descripción era exacta a la mía, verlos crecer y convertirse en
ingenieros, médicos o en su defecto, notarios.
La verdad que no hice uso de nada lo que me regaló, por un momento dudé
si desvelar que todo lo que le había dicho no era más que una broma, pero
con el entusiasmo que tenía y el pastón que se dejó previo uso de su tarjeta
de crédito, creí más conveniente llevarme conmigo el secreto.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
19. Disco
El Humorista
El doce de Febrero de mil novecientos ochenta y siete por fin cumplí los tan
esperados dieciocho años, mi primera noche de mayoría de edad la pasé en
la otra dimensión, en un sueño casi tan real como la vida misma.
Todo transcurre con rapidez, me acompaña una señorita muy guapa hacia
mi camerino, bebo agua, aclaro la voz y salgo a escena, mi mente se queda
completamente en blanco, prácticamente he olvidado por completo la vida
del humorista que acaba de relatarme el representante, opto por lo único que
se me ocurre en ese momento, contar toda la verdad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Lo cierto es que en “La Gran Fruta” lo primero que nos llama la atención
son las peras, las de comicios, las de conferencia, las de agua, las de la
frutera, no lo puedo evitar y me lanzo hacia las que más cerca me pillan y me
meto una en la boca.
¡Cómo cambian los tiempos!, cuando era niño la frutera me daba a probar la
pieza de fruta que yo quisiera sin tener que pedírsela, ahora por poco te
meten en la cárcel por comerte una perita de nada, veo que una mujer del
público ríe tanto que, por temor a que se muera de la risa, bajo en su auxilio:
Dejé por imposible la misión, en vista de que lejos de calmar su risa, sin
saber por qué, la mujer cada vez se reía más, regresé a mi puesto en el
escenario y proseguí, ¿se han parado ustedes a pensar por qué gritan tanto
los extranjeros?
Ya decía yo que había notado a mis paisanos con andares sospechosos, para
pedirte paso te daban un culazo con una posturilla un tanto insinuante en
lugar de darte una colleja, el saludo más habitual en mi pueblo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Me los pongo y me lio a culazos, patadas y puntapiés con todos los paisanos
que me encuentro mientras trato de localizar las peras, me encuentro con mi
vecina y me enseña una bolsita de plástico sonriéndome, no comprendo,
¿querrá algo conmigo?, me dice cantando, ¡tienes que coger una bolsita, para
guardar la fruta!, vaya hombre, que bajón me ha dado.
Voy en busca de la bolsita que intuyo deben estar cerca de los guantes, pues
no, al llegar a donde están los guantes, el marido de la frutera me señala a la
otra punta de la tienda en dirección a la calle.
Pasados unos días, estamos en nuestra casa y nos disponemos a hacer una
macedonia de frutas, sacamos las manzanas y al contrario de lo que hicimos
en la frutería, ahora seleccionamos las manzanas más maduras.
El otro día me fui a ligar, cuando comenzó la noche me puse a hablar con las
más fresquitas, no ligaba y me puse a hablar con las más maduritas, como
tampoco ligaba me emborraché y abrazado a mi amigo me fui cantando:
“Pobre de mí, pobre de mí, que ya no quedan más mujeres por aquí”
Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, ambos igual de válidos,
lo mismo ocurre en mi caso, a pesar de mi aspecto de hombre maduro, mi
mente es la de un joven que acaba de cumplir dieciocho años.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Voy a hablarles un poco de mí, me han contado algo de este humorista, pero
ahora que nos hemos sincerado no encuentro interés alguno en repetir lo que
probablemente ya conozcan ustedes, mejor hablemos de mí.
¿Qué cómo soy?, de buen comer, no quiero decir con ello que sea un tragón,
sino que me gusta probar de todo en su justa medida, algún antepasado mío
dijo que era saludable dejar de comer justo antes de saciar el hambre, la
verdad es que no sigo su consejo y me va muy bien.
Las morenas, aparte de las de Copacabana, son unos bichos marinos muy
feos que ponen muy mala cara cuando te aproximas a su territorio, para los
que ignoramos la manera que tienen de marcar su territorio y osamos
cruzarlo, hay un remedio infalible, nadar hacia el primer cangrejo de pelo
rubio que te encuentres, ya que son unos de sus manjares preferidos.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Aquella noche dos chicas nos asaltaron a mi hermano y a mí, entre que yo un
soy un poco distraído y que mi hermano no se entera, permanecimos ajenos
al mundo bailando con la charanga de las fiestas del pueblo, al parecer dos
jóvenes habían agotado todas sus armas de seducción con nosotros sin éxito,
optaron finalmente por un método infalible, nos dieron un beso en los
morros y así nos dimos cuenta de sus intenciones, mientras, habían logrado
atraer a un grupo de moros que sí se habían fijado en ellas.
Mi falta de autonomía dentro de este medio hostil, nos trajo algún que otro
disgusto llegando incluso a poner en riesgo mi vida, mi sirena era tan
distraída como bella y en numerosas ocasiones se olvidaba de que yo no
tenía branquias como ella y no era capaz de respirar bajo el agua.
Eran cada vez más frecuentes las veces en que mi cara se quedaba del
mismo color que la de los pulpos debido a sus distracciones, entonces
descubrí que los pulpos hacen honor a su nombre pues aprovechan cualquier
despiste para meter mano, o en su ausencia, tentáculo.
Para evitar males mayores, mi chica creyó conveniente pedir mi mano, pues
en el preciso instante en que nos casáramos, el cangrejo ermitaño que oficia
la ceremonia, me daría a beber del vino que transforma el cuerpo
proporcionándole las aletas y las branquias que tantas veces eché en falta,
accedí de buena gana a su proposición de matrimonio y de este modo al fin
pude comenzar a respirar tranquilo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Nos fuimos de luna de miel al Caribe, donde las aguas son más cálidas
posiblemente debido a lo ardientes que son sus habitantes, ¿o tal vez sea que
sus habitantes sean ardientes a causa de las altas temperaturas de sus
aguas?, no sé, el caso es que nuestra luna de miel fue de lo más excitante.
Nació una preciosa niña que en recuerdo a aquella luna de miel tan fogosa
en tierras caribeñas quisimos llamar Bachata, tuvimos que corregir su
manera de menear el culo cuando comenzó a caminar porque los demás
bebés de la guardería babeaban tanto que el suelo resbalaba convirtiéndose
en una pista improvisada de patinaje artístico.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Yo Quiero Bailar
Uno de los mayores deseos de alguien que acaba de cumplir dieciocho años
es poder entrar libremente a la discoteca, ya tenía mayoría de edad y por
consiguiente permiso para hacerlo, confieso que ya había entrado infinidad
de veces pero el hecho de tener permiso me hacía ilusión.
Tal vez dicho deseo tan solo era motivado por haberlo tenido prohibido
durante dieciocho largos años de mi vida, ahora podía pasar por la puerta sin
que la edad fuera impedimento, eso sí, sin calcetines blancos.
Tal vez necesitaría un libro entero para contar cada una de las aventuras que
he vivido en las discotecas a lo largo de mi vida, han sido muchas, unas muy
divertidas, otras muy placenteras y como no, también alguna que otra
desagradable, pero he seleccionado entre todas, una anécdota que combina
un poco de todo.
Era un día de verano en el que quedé con mis amigos para comer en mi
casa, mis padres pasaban en verano en la sierra y disponíamos de la casa con
total libertad sin molestar a nadie, después de comer guitarra en mano
tocamos un repertorio de viejas canciones.
Pronto se hizo de noche, uno de mis amigos había quedado con su novia y
su hermana, salimos por Huertas, primero cenamos algo, luego fuimos al
karaoke en el cantamos hasta hartarnos porque éramos los únicos clientes.
Si una de las cosas que más me gustaba hacer con mis amigos era cantar, la
otra era salir a bailar, llegaba el momento de menear el esqueleto y tras haber
cantado al menos diez canciones, alrededor de las cinco de la mañana nos
metíamos a la discoteca.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Parecía que aquel banco estaba ahí puesto para la ocasión, lo extraño es que
estuviera libre en una discoteca abarrotada de gente, justo para que llegar y
sentarnos, pasamos bastante rato sentados en nuestro banco dejando volar
nuestra pasión, besándonos, sintiéndonos y hablando más bien poco,
diciéndonos todo con la mirada.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Volvimos a quedar alguna que otra vez mi amigo y yo con las dos hermanas,
pero ya nada era igual, tal solo quedaban las cenizas del fuego de la pasión
que se había desatado aquella noche en que los sentimientos volaron
libremente.
Sabía a ciencia cierta que todo aquello de la superstición no eran más que
patrañas, había visto algunos incautos dejarse leer la mano a cambio de
obtener un beneficio o en su defecto, de evitar males mayores, es por ello
que la mayoría de los viandantes llevábamos el culo lleno de velas negras.
La idea era descabellada, pero aún así, comenzaba a pesar sobre mi cabeza
Y como no me gusta llevar peso rápidamente deshice la idea como si de una
nube coloreada se tratara y comencé a aceptar que mi realidad, mientras así
fuera, trataría de disfrutar de lo bueno de la vida.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Ignoro si Merche leerá estas letras, pero confío en que de algún modo le
llegue mi mensaje, a ella y a todo aquel que se encuentre en el duro trance de
la pérdida de un familiar, aquello de lo que hablé con mi padre son unas
palabras de un valor incalculable que siempre llevaré conmigo.
Cuando uno emprende su último viaje, aunque los que se quedan no pueden
percibirlo, el alma de quien se ha ido queda dentro de nosotros, viaja a un
lugar que desconocemos y a su vez permanece en nosotros, ¿cómo puede
permanecer a su vez dentro de nosotros y en un lugar desconocido?, del
mismo modo que abandonamos nuestro cuerpo cuando nos adentramos en
el mundo de los sueños.
Una pregunta que hice a mi padre cuando era niño, a la que me respondió
que no hay fundamento científico conocido, de ahí que se denomine
misterio, tenemos plena libertad para creerlo o no, pero si buscamos una
explicación razonada jamás la encontraremos, la única respuesta que nos
puede satisfacer es recurrir a la fe.
Podemos pasar la vida como Doña Juana Primera de Castilla, tercera hija de
los reyes católicos y buena amiga, como su madre Doña Isabel, de la mujer
que estudió en mi misma universidad y que pone nombre a mi distrito, doña
Beatriz Galindo, La Latina.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Café Solo
En la Venta de las Angustias nos dejó el autobús para comenzar mi hermano
y yo nuestra aventura por las Alpujarras, bajamos del autobús que nos traía
desde Almuñecar, donde nos despedimos de Pilar, una buena amiga natural
de Donostia a la que habíamos conocido días antes.
El día que conocimos a Pilar, le pregunté, ¿de dónde eres?, me dijo, soy de
Donostia, puse cara de besugo, creyó que mi cara la motivada desconocer el
nombre vasco de aquella ciudad, entonces me digo su nombre en castellano,
San Sebastián.
Pasamos unos días divertidos con nuestra nueva amiga a la que conocimos
en Maro, pueblo malagueño cercano a Nerja, donde se rodó verano azul y
donde habitaba por aquel entonces el loro con mayor vocabulario que jamás
haya conocido, era capaz incluso de imitar el llanto de un niño.
Pasó un coche a gran velocidad, sin esperárnoslo frenó dejando las huellas a
lo largo de cincuenta metros de asfalto, al detenerse Pilar le informó de que
llevaba la carga adicional de dos hermanos, los primeros conductores que
pararon aceleraban bruscamente cuando Pilar nos presentaba, no sabemos si
porque les estorbábamos para poder intimar con nuestra amiga o debido a
nuestro aspecto de bandoleros de Curro Jiménez.
Llevamos rapidísimo a Almuñecar, pude comprobar que los asideros para las
manos estaban arrancados por lo que deduje que nuestro piloto debía ser un
piloto temerario y así fue, me hice el dormido para no mirar los precipicios
de la costa malagueña camino a Granada, tierra de sol, playa y montaña.
Nos preguntó Pilar varias veces porqué no nos bañábamos, le pedí que por
favor me acompañara a la orilla con mi toalla enroscada a mi cintura.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Recordamos las palabras que el día anterior vimos escritas en una fuente de
Lanjarón de mano del novelista granadino Pedro Antonio de Alarcón que
provocaron nuestra risa al encontrar que encerraban un doble significado:
Una mente menos calenturienta que la nuestra hubiera entendido que lo que
quería decir el novelista es que hasta el momento había estado escribiendo
pero llegado a este punto donde el paisaje era tan bello, lo propio era guardar
la pluma de escritor y sacar un pincel para comenzar a pintar.
La belleza de los paisajes y de las mujeres era cada vez más evidente, al igual
que la cuesta cada vez más acentuada, dado el cansancio acumulado
paramos a comernos una buena lata de fabada y de postre, los higos que
habíamos ido recogiendo por el camino.
Cuanto más alto subíamos más rica sabía la comida y mayor era nuestro
apetito, un paisano nos preguntó que si éramos extranjeros, le respondí que
no, que éramos de Madrid, me dijo, pues eso extranjeros.
Por fin nuestra vista alcanzó el pico alto de la península ibérica pero subir a
la cima no era tarea fácil, el atajo que tomamos era cada vez más escabroso y
mirábamos cada vez con mayor temor el abismo bajo nuestros pies, cuando
nos encontrábamos en más apuros vimos un pastor a lo lejos al que lancé un
potente silbido, al vernos vino al rescate acompañado de su rebaño y su
perro Felipín.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
En la Universidad
Para poner en situación al lector, hablamos del año mil novecientos ochenta
y ocho, año en que el público aún no estaña muy familiarizado con las
nuevas tecnologías, muy pocos tenían ordenador en casa salvo algunos a los
que les gustaba jugar a los marcianitos o similares que tenían un Spectrum.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hay una actitud que imagino será común existirá a todas las profesiones,
pero puedo asegurar que existe en la informática, es la de querer demostrar
que se sabe más que nadie y si se tienen más conocimientos que el resto
jamás se comparten sino que se guardan como oro en paño.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Imagino que si es usted un lector del tercer milenio, deberá soportar a diario
a personas que les gusta alardear de sus atributos tanto físicos como
intelectuales, yo le preguntaría a estas personas, ¿a quién demonios crees
que le importa lo listo o guapo que tú seas?
Fue un placer compartir una clase con las futuras doctoras, hablo del género
femenino pues más del noventa por ciento de la clase eran mujeres,
asistimos mi hermano y yo a nuestra primera y última clase de medicina
encantados por tan grata compañía, era imposible que no te tocara sentarte
con una chica y difícil que la que se sentara a tu lado fuera fea.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Oigo una voz aterradora, como de ultratumba, resuena en medio del bosque:
¿Habría entendido mal?, tal vez lo que la voz quiso decir “el tuno negro”,
¿qué sabía yo de aquella leyenda de la que vagamente había oído en mi
universidad, acaso la voz me pedía ir a Salamanca a detener a un tarado que
se había creído la leyenda y se dedicaba a cargarse estudiantes?
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Leo el titular que informa que el tuno negro amenaza con atacar a un
estudiante de la ciudad de Salamanca, me subo a mi coche (lo bueno de los
sueños es que de repente tienes coche aunque ni siquiera sepas conducir),
me dirijo a toda prisa a Salamanca y una vez allí, comienzo mis pesquisas en
las tabernas frecuentadas por mis compañeros de universidad sitos en
Salamanca, tenían ganas yo de interrogarles en temas como, por ejemplo,
¿por qué narices tenéis menos asignaturas que nosotros, eh?
Me cago en las muelas del que ha escrito el titular del periódico que adquirí
en el puesto de periódicos que hay a las puertas de la universidad, de repente
oigo una voz interior que me repite otra vez que busque al dichoso Pruno
Negro.
Me despido de mis amigas que andas desperdigas por los suelos entre
guitarras y bandurrias, me responden dos o tres con un gruñido inteligible,
antes de marcharme saco unas mantas de un armario y abrigo con ellas a
tres o cuatro tunas que reposan en el suelo tal y como vinieron al mundo.
Como hay mucho estudiante por las calles, le pregunto a uno al azar si
conoce el significado de Pruno, me dice que es un árbol frutal de la familia
de las rosáceas, de unos siete metros, con hojas aovadas y dentadas de ramos
mochos y flor blanca, de cuyo fruto se obtiene la ciruela.
Doy al ciruelo las gracias por su información, ojalá fueran así mis
compañeros de Madrid, me dirijo a una librería y adquiero un libro de
botánica por el mismo método que adquirí el periódico el día anterior, leo en
él que el Pruno Negro, también llamado Prunus Pisardi Nigra tiene hojas
rojas caducas y flor blanca, me congratulo de que el libro me haya salido
gratis ya que el estudiante me había dado más y mejor información.
En medio del bosque resuena la misma aterradora voz de ayer que me dice:
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Sistema Binario
Aunque a lo largo de mi vida he contemplado la dualidad dimensional, no
necesariamente me he regido por la filosofía taoísta del yin y el yang, sin
embargo, si se rige por esta filosofía el sistema por el cual los ordenadores
interpretan la información que le transmitimos, llamado sistema binario, el
ordenador tan solo interpreta uno o cero, en función de si recibe o no
electricidad.
Somos así de crueles con nuestros ordenadores, a estos amigos que nos
facilitan tanto nuestras tareas diarias los tratamos a latigazos, es decir, a base
de calambrazos, lejos de quejarse, cada día son capaces de almacenar mayor
cantidad de información y de alcanzar velocidades de vértigo.
0 0 0 0
0 0 0 1
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Jamás confesó su truco, así somos los informáticos, pero pronto lo averigüé.
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0 1
1 0
1 1
Como en el circo, vamos a utilizar la típica frase del “más difícil todavía”
para obtener las combinaciones posibles de tres dígitos, si utilizamos un
método deductivo nuestra cabeza empieza a resentirse, mejor utilizamos
nuestro truco, partiendo de la base que queremos obtener las combinaciones
de tres dígitos, vamos a escribir en vertical una primera columna con cuatro
ceros seguidos de cuatro unos, una segunda columna con dos ceros seguidos
de dos unos y una tercera columna alternando ceros y unos:
0 0 0
0 0 1
0 1 0
0 1 1
1 0 0
1 0 1
1 1 0
1 1 1
Así el listillo del profesor, por medio de nuestro truco, escribió en aquella
primera clase universitaria todas las combinaciones posibles para cuatro
dígitos.
Si para dos dígitos escribimos en vertical una primera columna con dos ceros
seguidos de dos unos, para tres dígitos escribimos en vertical una primera
columna con cuatro ceros seguidos de cuatro unos, para cuatro dígitos,
deberemos escribir en vertical una primera columna con ocho ceros seguidos
de ocho unos. De este modo consiguió desconcertarme en mi primera clase.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Cuando años más tarde llegué a mi primer trabajo, los trabajadores más
curtidos comentaban lo bien que vivían cuando eran estudiantes, de aquel
comentario se deducía que ellos no habían pasado por la universidad.
¿Cómo alguien puede decir que cualquier tiempo pasado fue mejor?, ignoro
cuál será mi futuro, si será mejor o peor, lo que cada día voy teniendo más
claro día es que final está más cerca, no hay duda de ello, no es algo que me
inquiete, pero sí lo que me hace valorar cada vez más el día a día.
Hoy, en este instante soy, ¿pero mañana seré o no seré?, es esta la realidad,
un buen motivo para valorar cada día y tratar de mejorar cada despertar.
Hay días en los que nos despertamos y todo va bien, sobre ruedas, esos días
son buenos, hay otros en los que llegas a pensar que hubiera sido preferible
quedarte en la cama durmiendo y según avanza el día, vas encontrando
menor resistencia al cúmulo de problemas que se acumulan a tus espaldas,
solucionas unos cuantos y no te preocupa dejar otros cuantos por resolver, lo
que más te importa es que encuentras satisfactorio lo resuelto cada día.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Si despertamos con el día alegre lo primero que hacemos es dar los buenos
días a los problemas, no es que nos gusten pero los enfrentamos mejor,
sabemos que los problemas existen y tratamos de resolverlos con la mejor de
nuestras sonrisas y pronunciamos la frase “al mal tiempo buena cara”.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Divide y Vencerás
No todo fueron adversidades en mi primer año de universidad, no sé si fue
mi buen amigo Julito o tal vez su tocayo romano Cesar, pero alguno de ellos
dijo “Divide et vinces”, volví a escuchar esta frase de boca de uno de los
profesores de la universidad.
Utilizó dicha frase para explicar la recursividad, una de las muchas palabras
que jamás antes había oído y descubrí en la universidad, la primera vez que
la oí provocó mi risa por resultarme una palabra doblemente cursi.
Es una de las cosas buenas que tiene la informática, cuando no sabes cómo
demonios solucionar un problema, sacas un mensaje de error y listo, uno de
los mensajes de error que dio mucho que hablar en mi primer trabajo fue
cuando un usuario de una de nuestras aplicaciones llamó a nuestro
departamento de informática para decirnos el mensaje de error que le salía:
¡Error!
Quería acabar la primera parte de mi novela con esta frase, no con ¡Error
inesperado, avise a alguien!, pues aunque fui informático me he reconvertido
a las humanidades, me refiero a la frase de, “Divide y Vencerás”, la que da
título a esta sección.
Por varios motivos le tomado la decisión de acabar así mi primera obra, uno
de ellos, en recuerdo a ese profesor que en aquellos años dijo la primera y tal
vez última frase inteligente que escuché en mi primer año de universidad.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
¿Porqué escribo así?, tal vez mi excesivo amor por la libertad me haga ser
consciente de la importancia que tiene poner freno a las emociones por el
bien común, no deja de resultar irónico que un anárquico como yo crea en la
importancia del orden, el público no tiene por qué sufrir mi carácter
anárquico, soy a su vez de sociable y consciente de que es de vital
importancia para un escritor facilitar en la medida de lo posible la
asimilación de sus lectores.
He padecido la lectura de libros en los que deseabas que llegara el final del
capítulo eternizándose, sin embargo usted puede leer mi libro de un modo
sencillo y ordenado, sabe de antemano la duración de mis relatos y esto le
permite calcular cuándo terminará de leer cada capítulo.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Como les expresé unos párrafos atrás, he decidido incluir obras musicales y
vídeos en mi biografía, la primera obra musical y única de esta primera parte
de mi biografía se puede ver y escuchar en la página cinco, una sencilla
melodía de gran importancia para mí pues fue mi primera composición.
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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez / Zori
Hoy en día ya se dividen hasta los balones de fútbol, algún día tendré que
preguntar a un entendido en fútbol que me explique el significado de que
salga el balón dividido, no creo que sea por la acción de una patada.
Fin
Próximas publicaciones
La siguiente publicación será la segunda y quién sabe si última parte de Zori, en ella
se continuará narrando la vida del autor con la peculiaridad de que el título de la
obra, lo que pudiéramos decir que es el corazón de la obra se encuentra en la
siguiente publicación.
Aunque bien diferenciadas, las dos partes de Zori están unidas por fuerza, puesto
que sin el corazón que se encuentra en el capítulo quince de la segunda parte, nunca
hubiera dado a luz la obra.
Deseo que tanto si está entre los que deciden que con la primera parte de Zori es
suficiente, como si decide continuar leyendo la segunda parte, lo leído hasta el
momento haya sido cuanto menos entretenido, quedando así mi objetivo cumplido.
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