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CARTA DE DIOS A UN ALCOHOLICO ANONIMO:

Me llamo Dios y quiero llegar a ti por medio de esta carta. Después de saludarte te quiero felicitar por
tu plan de las 24 horas y pasar a hacerte algunas confesiones.
Ante todo quiero decirte que me alegro inmensamente verte como todo un hombre, poder
contemplarte como un hijo, como a una obra de mis manos.
Ahora si me gusta entrar a tu hogar y verte rodeado de cariño de tu esposa y de tus hijos. Yo he sido el
testigo del drama tan terrible de tu vida de alcohólico activo. Yo he visto en el silencio de la noche
llorar amargamente a tu esposa al ver tronchadas sus ilusiones de mujer porque cambias su amor por
una botella de alcohol. Yo he sido testigo de los sufrimientos, de las angustias de tu esposa que no
tenía dónde le fiaran y tus hijos le pedían pan y zapatos. Yo sí sé cómo engendraste hace varios años a
tus hijos. Yo si sé que hiciste de la obra grandiosa de tu cuerpo, yo he sido testigo de las lágrimas de tu
madre, cuando llegabas al hogar y de un empujón la mandabas lejos y a veces hasta levantaste la mano
para pegarle. Yo he visto el rostro lleno de horror de tus hijos cuando te veían llegar borracho, cuando
te pedían de comer, cuando querían besar con sus labios puros la frente de su padre, cuando querían
contemplar con sus ojos candorosos el rostro de su padre y obtenían como respuesta, una palabrota,
un empujón o una patada. Yo conozco a tus padres ya viejos, llenos de enfermedad y pobreza porque
el alcohol les quitó lo que tú les debías dar. Yo he visto a los niños desnutridos y también a los que
murieron de hambre por tu culpa y hoy están aquí en mi casa. Yo vi tu terrible insensibilidad ante el
dolor, la enfermedad y el sufrimiento de los tuyos. Yo te he visto como un miserable, como una
caricatura de hombre, lleno de mugre… repleto de amargura y suciedad.
Pero qué sorpresa tan grande me has dado. Ahora te encuentro como un hombre nuevo, que alegría
entrar ahora a tu hogar, saludarte y estrecharte la mano. Sobre el horizonte de tu vida brilla UN
NUEVO AMANECER, el de un hombre que quiere ser dueño de sí mismo, deseoso de entregar ese
caudal inmenso de amar, de cariño y comprensión que negó a su hogar mientras estuvo bajo la
enfermedad del alcohol.
Qué alegría para mí verte dispuesto a construir con tu vida la imagen del hombre que tu arrastraste
por las calles, por las cantinas, los prostíbulos y los puentes.
Ahora contemplo la sonrisa de tu esposa que nuevamente vuelve a encontrar en ti al hombre que amó
y al que entregó su vida, su juventud, su belleza y su amor. Comparto los gritos y alboroto de los niños
que salen corriendo a saludarte porque ahora si encuentran en ti un padre y no un ser desfigurado que
les había mostrado el alcohol.
Cuando en tu casa se sienten a la mesa ya abunda el pan, hay cariño y un clima de paz, han huido la
zozobra de la cuentas de la tierra y la angustia de no tener qué comer. Todo porque ahora no trabajas
para el alcohol, sino para el hogar.
Por ello, yo tu Dios, me siento feliz porque has vuelto a ser un hombre. Te ofrezco mi compañía y mi
colaboración para que construyas un mundo nuevo de amor allá en tu hogar y en medio de la sociedad
en la que despilfarraste tu dignidad, tu salud, tu dinero, tu cuerpo y tu vida. Recibe un abrazo de
aliento de tu Dios. Mi mano siempre tendida para estrechar la tuya y ayudarte a escalar el camino de
tu propia recuperación. Te deseo muchas 24 horas de sobriedad e impaciente te espero para reunión
cerrada del cielo donde celebraremos tu eterno cumpleaños. Un saludo para tus familiares y
compañeros alcohólicos de tu grupo.
TU AMIGO DIOS

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