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Para algunos autores, la escritura ordinaria suele ser secuencial porque el habla es
secuencial y porque los libros se leen de forma secuencial, pero creen que la estructura de
las ideas no es secuencial, sino que nuestra mente funciona por asociación. El hipertexto
vendría, entonces, a corroborar esa idea. Wittgenstein, Foucault, Barthes, Derrida y
otros se presentan como ejemplo de autores que defienden este tipo de organización del
pensamiento lógico que ahora se podría expresar de forma no secuencial gracias al
hipertexto.
La definición que dio Nelson de hipertexto como escritura no secuencial ha dado muchos
quebraderos de cabeza. Los seguidores de la narrativa hipertextual, con George Landow
a la cabeza, han defendido que la narrativa lineal ha sido así por razones históricas y,
sobre todo, por influencia de la imprenta, y no por por ninguna otra razón lógica. Según
ellos, las formas narrativas hipertextuales vendrían a sustituir a las formas de narrar
tradicionalmente lineales y de esta forma, la forma de expresión del pensamiento se
ajustaría más al proceso de pensar.
Sin embargo, como irónicamente nos dice Lluis Codina, "Landow es autor de diversas
páginas web que se supone que deberían ilustrar sus teorías. En cambio,
¿paradójicamente?, sus páginas web constituyen buenos ejemplos de hipertextos
entendidos como estructuras organizativas y brilla por su ausencia cualquier intento de
narrativa no lineal".
Como se puede comprobar, existen tanto los hipertextófilos como los hipertextófobos
extremos. De cualquier forma, no vamos a centrarnos aquí en sí existen o no formas
distintas de narrar, ni vamos a dilucidar cuál responde a la forma real de funcionamiento
del pensamiento, si al razonamiento lógico tradicional o al razonamiento por asociación,
lo cierto es que las dos son constitutivas del pensamiento y que lo bueno del hipertexto es
que permite ambas. Lo que nos importa realmente es saber qué aporta la estructura
hipertextual y, sobre todo, destacar que el hipertexto introduce nuevas formas de
organizar la información y nuevas formas de acceso a ésta. La Clasificación Decimal
Universal no nos cuadriculó el cerebro ni coartó la creatividad de los autores, se convirtió
únicamente en una forma de ordenar la información para poder recuperarla de una forma
más rápida y efectiva. El hipertexto ofrece una nueva forma de presentar, acceder y
recuperar dicha información, una cuestión bien distinta es cómo se estructura el
contenido argumental de un documento y si sigue una determinada línea narrativa o
argumentativa, varias o incluso ninguna. Lo cierto es que el hipertexto permite todas y
cada una de estas líneas narrativas gracias a enlaces de muy distinto tipo: jerárquicos,
asociativos, formales, conceptuales, referenciales, explicativos, etc., y que permite
diferentes formas de representación de las ideas, la información y el conocimiento, desde
una línea estrictamente secuencial hasta una combinación de relaciones secuenciales,
jerárquicas de distinto tipo y asociativas de diferente signo.
Los primeros hipertextos eran una maraña de bloques de texto que se estructuraban
únicamente por lo que Landow y seguidores llamaban "relaciones de asociación", el
resultado fue que los lectores y navegantes se sentían náufragos y a la deriva en medio de
un mar -incluso en un pequeño río- de información. Rápidamente, los autores y lectores
de hipertextos sintieron la necesidad de establecer algún tipo de estructura más allá de la
simple asociación indeterminada de términos a la deriva. ¿Qué es lo que el autor quería
contar y de qué forma lo debía organizar? ¿Cómo guiar al lector por esa ruta concreta o
cómo dejar abierta la puerta para que el usuario pudiera escoger su propio itinerario sin
tener que navegar a ciegas? Al principio, hasta la autora de esta tesis se perdía entre los
nodos de información. Fue necesaria una estructura de composición formal y jerárquica
que respondiera a una estructura conceptual. Y también era necesario diseñar
herramientas de ayuda y navegación, índices, buscadores y visitas guiadas para que los
lectores pudieran elegir su propia ruta o se dejaran arrastrar por el camino trazado por el
autor, un camino sin pérdidas. Se precisaban brújulas formales y temáticas, tanto para los
caminos secuenciales como para los no secuenciales y miguitas de pan conceptual para
que los usuarios se hicieran una idea mental de por dónde se movían, por dónde se podían
mover y con qué finalidad. La estructura y organización de los nodos y las conexiones
asociativas debía venir, pues, determinada por la propia estructura semántica del
hiperdocumento. La simple conexión por asociación era útil, pero no bastaba si no tenía
un sentido y una luz para alumbrar el camino.
Como sucede con el libro impreso, existen buenos y malos hipertextos, al igual que
existen buenos y malos libros. La estructura de un hipertexto es arbitraria, puede ser
definida de forma más o menos descentralizada o jerárquica, ya que el establecimiento de
las unidades hipertextuales se debe a una -o varias- estructuras lógicas que tendrán su
reflejo en la estructura navegacional. El hipertexto, al igual que el libro tradicional, exige
un lector activo y reflexivo y que esté familiarizado con el nuevo medio y, al igual que se
exige que un lector de libros deba estar acostumbrado a la lectura libraria, el usuario de
un hipertexto deberá conocer las claves para usar, navegar y explorar un hipertexto.