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Intervención familiar para mejorar la

adhesión al tratamiento en
drogodependencias

Francisco Bonet Benet

RESUMEN

En este trabajo, a través de una revisión bibliográfica, se pretende


encontrar que factores o variables, en el marco de una intervención
familiar en drogodependencias, estarían interviniendo en facilitar la
adhesión al tratamiento.

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INDICE

INTERVENCION FAMILIAR PARA MEJORAR LA ADHESION AL


TRATAMIENTO EN DROGODEPENDENCIAS …………………….. 1

INTRODUCCION……………………………………………………………………. 4

EL IMPACTO DEL ABUSO DE DROGAS Y LA CONDUCTA ADICTIVA

EN LA FAMILIA …………………………………………………………………… 4

- Efectos en la salud psicológica…………………………………………..7


- Efectos en la salud física ………………………………………………...7
- Efectos en las relaciones familiares …………………………………….7
- Efectos en el ámbito financiero ………………………………………….8
- Efectos en la esfera social ……………………………………………….9

NECESIDADES PERCIBIDAS EN EL AMBITO DE LA INTERVENCION


FAMILIAR …………………………………………………………………………….10

- Manejo apropiado de sentimientos: estigma, discriminación……….10


- Acceso adecuado a los recursos de tratamiento e implicación en el
mismo……………………………………………………………………. 11
- Apoyo en el modo de manejar al adicto……………………………... 12
- Acceso a información adecuada sobre las drogas …………………..12
- Apoyo emocional ………………………………………………………..13
- Apoyo practico………………………………………………………….. 14

INDICADORES DE EFECTIVIDAD EN LAS INTERVENCIONES FAMILIARES


………………………………………………………………………………………….16

- Mejora de los niveles de información ………………………………….18


- Reducción de los síntomas de ansiedad/depresión………………….22
- Mejora de las habilidades de afrontamiento y comunicación ………22
- Mejora de la cohesión intrafamiliar …………………………………… 23
- Aumento de la autoestima …………………………………………….. 24
- Recuperación de actividades gratificantes y de la red social …….. 24

PAPEL DE LA FAMILIA EN LA REHABILITACION E INTEGRACION SOCIAL


DEL PACIENTE ADICTO …………………………………………………………. 25

- Codependencia ………………………………………………………… 25
- Intervención en padres para disminuir la tasa de recaídas ……….. 26

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- Presencia de familiares consumidores de drogas …………………. 26
- Aceptación de la viabilidad del plan de rehabilitación ……………. 27
- Desconfianza hacia la autonomía del paciente …………………… 27
- Falsas expectativas ……………………………………………………. 27

CONCLUSIONES …………………………………………………………………. 27

BIBLIOGRAFIA …………………………………………………………………… 28

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INTRODUCCION

Mi interés en profundizar en el conocimiento de que variables y en que medida


pudieran estar interviniendo, en el ámbito familiar, en la mejora de la adhesión
al tratamiento viene determinado por ser, el campo de las drogodependencias,
la parcela de la psicología clínica en la que me inicie como psicoterapeuta. Mi
labor como psicoterapeuta se desarrolla, en el marco de la empresa privada y
dentro de un equipo multidisciplinar al cual pertenezco, en la conducción de un
grupo terapéutico para el tratamiento de la adicción a sustancias.

En mi corta vida profesional no deja de sorprenderme la alta tasa de


abandonos que se producen en la terapia de grupo, este fenómeno ha sido
ampliamente investigado (Kaplan, Sadock, 1996), & (Yalom, Vinogradov, 1996)
y son tantas las variables que influyen que excedería el objetivo de este trabajo
querer abarcarlos todos. Es por eso que me concentrare en las variables que
se dan en el ámbito familiar y que puedan estar incidiendo en la adherencia al
tratamiento.

En mi búsqueda de bibliografía relacionada con el tema, he de decir que, el


haber topado con un excelente artículo Redes de apoyo para la integración
social: la familia de Helena Calvo Botella (2007) me ayudo mucho en la
estructuración del presente trabajo.

EL IMPACTO DEL ABUSO DE DROGAS Y LA CONDUCTA ADICTIVA EN


LA FAMILIA

La familia, según expone Claude Lévi-Straus, tiene su origen en el


establecimiento de una alianza entre dos o más grupos de descendencia a
través del enlace matrimonial entre dos de sus miembros. La familia está
constituida por los parientes, es decir, aquellas personas que por cuestiones de
consanguinidad, afinidad, adopción u otras razones diversas, hayan sido
acogidas como miembros de la colectividad.

Las familias suelen estar constituidas por unos pocos miembros que suelen
compartir la misma residencia. Dependiendo de la naturaleza de las relaciones
de parentesco entre sus miembros, una familia puede ser catalogada como
familia nuclear o familia extensa. El nacimiento de una familia generalmente
ocurre como resultado de la fractura de una anterior o de la unión de miembros
procedentes de dos o más familias por medio del establecimiento de alianzas
matrimoniales o por otro tipo de acuerdos sancionados por la costumbre o por
la ley. La integración de los miembros de la familia, como en el caso de los
grupos de parentesco más amplios (linajes), se realiza a través de mecanismos
de reproducción sexual o de reclutamiento socialmente aceptables (adopción).

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¿Pero qué significa familia en la actualidad? Para poder concebir una
respuesta lo más completa de lo que es y qué significa una familia en la
sociedad actual, se debe integrar este concepto de manera evolutiva para así
poder entender progresivamente lo que hoy consideramos al referirnos a una
familia.

La familia en sí, debe cumplir funciones como grupo social. De esta manera
cumple funciones de ámbito biológico, educativo, económico, solidario y
además de protección. Estas funciones otorgadas a la familia se han intentado
dar de diferentes formas y magnitudes a lo largo de la historia. Iniciándose con
un periodo de horda (hombre y mujer se unen con un único fin, el de
procreación) siguiendo con el matriarcado (mujer-madre, centro de la vida),
después, hablamos de un patriarcado (donde la autoridad se traspasa de
madre a padre), posteriormente, se entendía una familia extensa (todos
aquellos que poseen vinculo sanguíneo habitan en la misma vivienda) y
finalmente la familia nuclear o también llamada conyugal (compuesta por
padre, madre e hijos), siendo esta la que más se asemeja a lo que se entiende
actualmente por familia.

Al entender este proceso, que seguirá evolucionando con el paso de los años,
vemos distintas formas de comprender o llevar a la práctica el concepto familia.
Y claramente, en la sociedad actual se nos presenta un descenso en el número
de matrimonios, lo cual antes era prácticamente sinónimo de familia, y que hoy
podemos ver, que poco a poco, mas personas van desligándose de esa
tradición, considerando una familia sin la existencia necesaria de un matrimonio
Esto se respalda con el aumento significativo de convivientes, los cuales
consideran esta forma de vivir una familia.

Hoy, muchos rescatan aquello afectivo, para la conformidad de una familia, sin
mayores requisitos como lo serian: un matrimonio, hijos o la necesidad de dos
padres presentes. Además en las generaciones de hoy, surge este
desligamiento con la creación de una familia nuclear, por las mismas
experiencias relatadas o vivenciadas con sus padres, optando por crear nuevas
formas de familia que no sigue necesariamente algún patrón, como
antiguamente lo hacían o estaban obligados a hacer.

En esta línea Calvo (2007) nos dice “Se ha sugerido como núcleo de la idea de
familia la existencia de una implicación duradera a nivel emocional, de modo
que a efectos prácticos, la familia podría definirse en base a los lazos afectivos
más importantes de cada paciente (Center of substance Abuse Treatment,
2004).” El consumo de drogas, por uno o varios miembros de una familia,
provoca en la familia una seria alteración en todos los aspectos y en especial
en el afectivo es por ello que “ Esta aproximación permite considerar la
intervención familiar desde una óptica más amplia, lo que resulta de especial
interés en el ámbito de las conductas aditivas, ya que no es infrecuente

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encontrar individuos con contactos nulos o escasos con los miembros de la
familia tradicional (propia o de origen, nuclear o extensa) encontrándose
incluso vínculos que resultan altamente perjudiciales…” (Calvo, 2007). Es en
estos vínculos perjudiciales donde seguramente se encuentren la fuente de
algunas de las variables que podrían estar influyendo en la adherencia al
tratamiento.

En toda relación, y aquí la interacción del adicto con su familia se puede


considerar una relación, la dependencia, de variables, es bidireccional. Es en
este punto donde el concepto de interdependencia vinculante nos puede ser útil
(sunyer, 2008). Todos los seres humanos cuando nacemos lo hacemos en el
seno de un grupo (familia). El hecho de que un par de personas comiencen a
concebir la posibilidad de tener un hijo, de imaginárselo, de pensarse como
padres es el responsable de ubicarlo en el grupo al que los padres pertenecen.
A partir de ese mismo momento en el que es concebido mentalmente, incluso
antes de que esa concepción sea biológicamente un hecho, ese ser entra
dentro de una red de significados en el que se va a ir desarrollando. Nacemos
en un el seno de un mundo ya imaginado, ya repleto de significaciones, y al
que vamos añadiendo las provenientes de nuestra propia experiencia de vida.
Pero la pareja de padres no existen en el vacio relacional sino que entre ellos
se ha ido estableciendo toda una matriz de relaciones conscientes e
inconscientes, que determinan y marcan la forma de vivir cada uno en pareja.
En realidad esa matriz de relaciones es la que caracteriza la vida de los grupos.
Dicho de otra forma, esa pareja si funciona como tal, es un grupo (familia); un
grupo de dos. Evidentemente podrían no funcionar como grupo. Podrían ser un
par de personas que viven juntas, que se toleran mal que bien, que se
coordinan como pueden; pero esto no es un grupo sino un par de personas
juntas. Ya no sería una familia, y aunque lo fuera a efectos legales y sociales,
estaríamos hablando, mas bien, de una familia desestructurada.

Los humanos desde el mismo momento en que existimos interaccionamos con


nuestro entorno. Nuestro entorno inmediato es la familia, y como hemos dicho,
la relación, que se da entre cada uno de sus miembros con el resto de la
familia, es una relación de interdependencia. Centrándonos ahora en una parte
de esa relación, es inevitable no ver que la familia se verá afectada por la
relación con el miembro de dicha familia que sufra un Trastorno de
Dependencia a Sustancias (codificado en el DSM-IV como F19.sx), y utilizo
este término, y no otro, por considerar que detrás de un trastorno por
dependencia a cualquier sustancia en particular, se halla un trastorno por
dependencia en general a todo tipo sustancias o conductas potencialmente
adictivas (juego patológico, internet, compras compulsivas, etc.…). Ahí
estaríamos hablando de sustitución, concepto que desarrollare más adelante.

La problemática en la familia, en cuyo seno vive un miembro que este


consumiendo drogas, ha suscitado, – en el ámbito de las drogodependencias –

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un creciente interés en el estudio de las áreas mas directamente afectadas por
el abuso de drogas por parte de un familiar (Washton, 1995). Estas áreas son:

Efectos en la salud psicológica

La situación en un hogar, en el que el consumo de la droga hace acto de


presencia, va variando con el tiempo y por descontado no es homogénea en
todas las familias. La familia empieza a verse afectada mucho antes de
detectarse el consumo de drogas por parte de un miembro de la misma. El
comportamiento del adicto va a empeorar a medida que los efectos perniciosos
de la droga vayan en aumento, y este hecho, provocara la correspondiente
reacción del resto de la familia, por supuesto aquí el estilo de afrontamiento de
cada individuo actuara o no como factor de protección. No todas las familias
están preparadas para detectar un problema de drogas y cuando se detecta no
todas tienen acceso a la información de que es lo que se tiene que hacer en
estos casos. Es aquí donde se hace más patente la importancia de la
aplicación de los programas preventivos en escuelas y otros espacios socio-
comunitarios. La cronicidad del trastorno y sobre todo el no buscar ayuda, no
hace más que empeorar las cosas. La consecuencia lógica es que aparezcan
en la familia (no necesariamente en todos sus miembros) algunos de los
siguientes efectos en la salud psicológica: cambios de humor, irritabilidad,
ansiedad, culpa, preocupación, miedo y confusión.

Efectos en la salud física

Los efectos en la salud psicológica, como no podía ser de otra manera, van a
tener su correlato con efectos en la salud física: enfermedades relacionadas
con el estrés, hipertensión, ulceras, cefaleas, perdidas de apetito o compulsión
por la comida etc.

Los efectos en la salud tanto física como psicológica de los familiares van a ir
en detrimento de poder ofrecer la ayuda que precisa el drogodependiente. Esta
ayuda solo va a ser posible en el momento que él lo solicite, es por esto que,
en mi práctica clínica, los familiares de los integrantes del grupo
psicoterapéutico para tratar la drogodependencia disponen de un espacio en el
que además de proporcionarles un psicoeducativo, se hace especial hincapié
en la cronicidad de la enfermedad y por este motivo la “curación” pasa por ser
un proceso largo y costoso emocionalmente para la familia, siendo una de sus
tareas principales cuidar de su propia salud para cuando el adicto pida ayuda
poder ofrecérsela. Pero también para poner límites adecuados a las conductas
disruptivas del adicto, pues este ya no posee el control sobre su propia
conducta. En la flaqueza de poner esos límites se intuyen otras posibles
variables que podrían influir en la no adhesión al tratamiento.

Efectos en las relaciones familiares

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Entre los efectos en las relaciones familiares cabe destacar:

a) -reorganización de roles; especialmente cuando los abuelos


asumen el cuidado del hijo de padre/madre drogodependiente. Pero
igual de preocupantes son el caso de hijo/hija mayor que asume el rol
de cabeza de familia, o el cuidado de hermanos menores que el.
b) –incremento de las tensiones familiares debido, no solo a la
problemática que acompaña la aparición de un problema de drogas,
sino al desconocimiento de la enfermedad. Desconocimiento que
muchas veces lleva a uno de los padres, cuando no son los dos, a
entender la drogodependencia como un vicio. En este caso deja muy
sola a la otra parte de la pareja. Esta actitud, además de provocar
más tensión intrafamiliar, puede tener su efecto negativo en la
adhesión al tratamiento.
c) –alteraciones en la comunicación; el drogodependiente en su relación
con la droga, se va a volver más reservado, esquivo y metido en ese
caparazón que le aísla del mundo. Ese mundo se va a ver reducido al
consumo de la droga, a las conductas para conseguirla, a conseguir
el dinero cuando ya no se dispone de él o no le alcanza para
consumir, a mentir, a robar a su propia familia, a manipular. En un
intento de preservar ese mundo (cuando se consume para el adicto
no hay mas mundo que ese), al interés de los padres (familiares) por
saber que le pasa o como esta, el drogodependiente responderá con
evasivas, silencios, irritación y discusiones fuertes, que normalmente
acaban en consumo. Todo ello va a provocar toda una gama de
efectos, ya comentados anteriormente, en la salud de los familiares.
d) –si a todo lo anterior, le añadimos un incremento de la frecuencia de
esas discusiones y que se sobrepase la capacidad de los familiares,
a al menos en uno de ellos, de aguantar esa situación puede, en
casos extremos llevar a la rotura del núcleo familiar.

Efectos en el ámbito financiero

Si todas las señales del consumo pueden pasar desapercibidas, tampoco son
una excepción las finanzas de la familia, ya se ha comentado la habilidad (si se
le puede llamar así) para mentir y esconder las cosas que tiene el adicto.
Muchas veces, sobre todo para familias humildes y con pocos recursos (pero
también en el seno de familias de la clase media), el descalabro financiero va a
ser un golpe fatal para la economía familiar (llegándose en algunos casos a la
perdida de la vivienda).

Tampoco son raros los robos dentro del propio domicilio familiar (o en la caja
del negocio familiar si es el caso). En un principio pueden ser pequeñas
cantidades, luego, con el tiempo y el aumento del consumo (acompañado
probablemente de la pérdida de empleo en el caso de disponer de él), puede

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hacer emerger con toda su crudeza, lo que realmente se esconde detrás, el
consumo de drogas. Por desgracia, a veces en algunas familias, no se detiene
ahí la necesidad de dinero para el consumo y después de la ruina económica,
si no estaba ya presente, aparece la violencia domestica. Y en casos extremos,
por desgracia no tan infrecuentes, se puede llegar al homicidio.

Las deudas contraídas, también es una variable a tener en cuenta. El


sentimiento de culpa en el drogodependiente puede provocar que no revele, en
un principio, la magnitud de lo adeudado y/o la cantidad de pequeñas, o no tan
pequeñas, deudas, de las cuales, puede incluso habérsele olvidado alguna de
ellas.

Como se maneje esa situación, tendrá mucho que ver, la información que
posea la familia sobre la enfermedad, y si son capaces de aplicar
rigurosamente un control estricto en el manejo del dinero por parte del adicto.
De no ser así, el adicto, en un momento de debilidad, acabara gastando el
dinero, destinado a pagar una deuda, en consumir. Esta situación se repetirá
tantas veces como la familia permita verse atrapada en ese juego, en el que el
adicto es un experto, de mentiras, manipulaciones y promesas. Las
consecuencias, la afectación, ya mencionada, de las otras áreas en la familia, y
un más que probable abandono prematuro del tratamiento por la sensación,
quizás no por primera vez, de que el tratamiento no es efectivo. En algunos
casos se llega a tratamiento después de un largo peregrinaje de tratamiento en
tratamiento, incluyendo ingresos en hospitales y/o comunidad terapéutica.

Otro aspecto a tener en cuenta en este apartado, como nos señala Calvo
(2007), seria que: en el ámbito laboral de los propios familiares, del paciente
drogodependiente, estos pueden mostrar disminución del rendimiento laboral,
dificultades de concentración, necesidad de hacer horas extras o pedir
permisos para realizar acompañamientos, entre otras. Como vemos pueden ser
muchas las variables que podrían estar influyendo directa o indirectamente en
la adhesión al tratamiento del drogodependiente y por la escasa información
encontrada, en mi búsqueda bibliográfica, un campo de investigación en el que
se puede seguir profundizando.

Efectos en la esfera social

La familia del drogodependiente se va a ver involucrada en la tendencia, del


adicto, al aislamiento del resto de la familia y amigos. Aquí vuelven a ser la falta
de información y la estigmatización social, del que es objeto el
drogodependiente, las variables que podrían estar actuando.

La concepción de la drogadicción como un vicio y no como una enfermedad es


difícil de desterrar. No es difícil escuchar, a familiares del adicto, frases como:
“si yo he dejado de fumar con fuerza de voluntad, él tendría que poder dejar las
drogas”, o “no tiene fuerza de voluntad, es un vicioso”; sin entender que la

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drogodependencia es una enfermedad en la que se pierde el control de la
voluntad.

La propia afectación de la salud (estado de ánimo), va a contribuir también a la


reducción de las actividades de ocio, reuniones familiares, y a salidas o cenas
con amigos; producido todo ello, probablemente, por miedo al rechazo por
parte del entorno habitual. La ocultación de la problemática a conocidos y
familiares va a provocar ansiedad (preocupación por el “que dirán”);
produciéndose la paradoja, que a veces es el entorno el que se entera antes
que la propia familia. Pero como he dicho anteriormente, vivir la enfermedad
como un estigma, no va a ayudar al drogodependiente, y menos cuando esa
misma vivencia la siguen teniendo, tanto el drogodependiente como los
familiares, a la hora de asistir a tratamiento ya sea en un grupo ambulatorio o
en una comunidad terapéutica.

Como bien nos señala Calvo (2007), hallazgos similares se han encontrado en
el ámbito de las conductas adictivas no tóxicas, caso del juego patológico
(Fernández-Montalvo y Castillo, 2004).

NECESIDADES PERCIBIDAS EN EL AMBITO DE LA INTERVENCION


FAMILIAR

Las necesidades percibidas en el ámbito de la intervención familiar (scottish


Executive, 2002) hacen referencia a varios aspectos que se han ido pudiendo
intuir cuando, en el apartado anterior, hemos hablado del impacto del abuso de
drogas y la conducta adictiva en la familia.

Manejo apropiado de sentimientos: estigma y discriminación

El estigma y la discriminación están interrelacionados, de modo que se


refuerzan y legitiman mutuamente. El estigma constituye la raíz de los actos
discriminatorios al inducir a las personas a realizar acciones u omisiones que
dañan o niegan servicios o derechos a los demás. La discriminación puede
describirse como la “puesta en escena” del estigma. Al mismo tiempo, la
discriminación fomenta y refuerza el estigma.

Difícilmente se podrán trabajar esos sentimientos con los familiares si no


disponen de un espacio para ello. Por desgracia, muchos familiares no hacen
uso de este recurso aun disponiendo de él. Las causas probables de este
fenómeno las podríamos buscar en:

a) El acompañante habitual, cuando el adicto es el hijo/ la hija, suele ser la


madre. La explicación que se da es en estos casos es la de que el padre
tiene trabajo, alguien tiene que ganar dinero o actitudes como “yo no
tengo nada que hacer allí, a mi no me pasa nada”.

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b) La pareja del adicto, o los padres estén muy quemados y defraudados
por tantas mentiras. Quizás por repetidos y fracasados intentos de dejar
las drogas.
c) El mismo sentimiento de estigmatización en el familiar, puede provocar
el rechazo a asistir a terapias de familiares.

Que no asistan a terapias familiares no quiere decir que no tengan las mismas
necesidades que las familias que si asisten. Por eso, va ser labor del terapeuta,
si es posible, facilitar la implicación familiar en el tratamiento. En algunos casos
es el propio adicto el que dificulta esa implicación familiar.

Desmontar ese sentimiento de estigmatización tanto en el adicto como en los


familiares; así como el aprendizaje de estrategias para afrontar situaciones
sociales en las que se dé trato discriminatorio puede ser la base para prevenir
el abandono del tratamiento.

Acceso adecuado a los recursos de tratamiento e implicación en el mismo

Los recursos asistenciales de tratamiento de las drogodependencias tanto


públicas como privadas existen. Decir esto podría parecer una tontería, pero no
lo es tanto, si consideramos la cantidad de familias que no saben qué hacer y a
dónde acudir ante la eclosión del problema.

En la sanidad pública la puerta de entrada al circuito terapéutico se hace través


de tratamiento ambulatorio, siendo por tanto el canal de acceso al resto de los
recursos y programas disponibles en la red asistencial, como son las Unidades
de Desintoxicación Hospitalaria, Comunidades terapéuticas, Viviendas de
Apoyo al Tratamiento, Viviendas de Apoyo a la Reinserción, Centros de Día y
Centros de Encuentro y Acogida.

La queja referida, por adictos y familiares, a estos recursos públicos es la de


que están masificados, la atención es muy superficial, la lista de espera, y
aunque parezca sorprendente, el no sentirse identificados en el colectivo de
afectados por la drogodependencia, “mi hijo no esta tan mal”. Aquí, el papel del
sentimiento de estigmatización experimentado por la propia familia estaría
actuando en contra de la adhesión al tratamiento.

La llegada a consulta de estos casos, precisa de una labor psicopedagógica


fundamental para que se entienda la recuperación del drogodependiente como
un proceso en el que la recaída, si se da, no es necesariamente el fracaso del
tratamiento. Es en este sentido, que las urgencias en busca de un tratamiento
eficaz, no nos permite ver que todos los tratamientos podrían ser eficaces si el
drogodependiente se halla en condiciones de dejarse ayudar. Por otra parte la
oferta privada, de centros de desintoxicación y rehabilitación de
drogodependientes, no está al alcance de todas las familias. Y aun así, muchas
hacen el esfuerzo de que su familiar adicto entre en uno de ellos. Pero aquí no

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acaba el papel de la familia, sin una implicación en el tratamiento por parte de
ella, difícilmente podrá entender que el paso por la Comunidad Terapéutica es
un paso más para la recuperación del drogodependiente y no el final del
tratamiento. La drogodependencia es una enfermedad crónica y si no se tiene
en cuenta eso, una vez más una posible recaída o simplemente un consumo
puntual, puede echar por tierra todo el trabajo hecho en comunidad.

Apoyo en el modo de manejar al adicto

Otra de las necesidades percibidas en la familia, es que no saben qué hacer


con el adicto. Lo han probado todo y es fácil que aparezca la impotencia y la
desesperación. Aquí se hace patente, lo importante que va a ser para ellos,
poder disponer de un espacio en el cual se pueda detectar aquellas estrategias
empleadas por la familia que puedan tanto ayudar como obstaculizar la
rehabilitación del paciente. Del mismo modo que la familia se ve afectada por la
presencia del trastorno adictivo, a su vez la familia influye en este; por lo que
puede convertirse en una fuente importante de apoyo para rehabilitación e
integración o, por el contrario, obstaculizar el proceso.

Algunas de las estrategias empleadas por la familia para intentar “solucionar el


problema” pueden haberlo, incluso, agravado, en la medida que refuerzan
disfuncionalmente el consumo de drogas. Por supuesto, esto se da por el
desconocimiento de la enfermedad. Llegados a este punto, es de vital
importancia, la forma en que llega esa información a la familia. De ninguna
manera se trata de culpabilizar a la familia, sino todo lo contrario, apoyarla
reforzando las estrategias que si van a ayudar en el proceso y proporcionando
la información de las que no ayudan haciendo especial hincapié en no entrar en
el terreno de la culpa, pues es en esa dinámica en la que se mueve el adicto
para no dejar el consumo.

Acceso a información adecuada sobre las drogas

A menudo las familias han tenido acceso restringido o sesgado a la información


sobre drogas, basando sus ideas en lo oído en la calle o a través de los medios
de comunicación (que es la droga, en qué consiste “abusar”, que es “estar
enganchado”).

Como bien consideran (Calvo, de Lucas, 2007), es importante que la familia


tenga un conocimiento amplio de las drogas de abuso: conceptos básicos en
adicciones, efectos y riesgos, relación actual ocio-consumo, percepción social
con respecto al consumo de la sustancia, problemática común que conlleva un
problema adictivo dependiendo del tipo de adicción de que se trate,
problemática colateral en los miembros del núcleo de convivencia…y además
información específica desde el punto de vista de los recursos especializados y
expertos en adicciones.

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Pero una cosa es disponer de información adecuada sobre las drogas, y otra,
digerir esa información. Si bien, esa información, en un principio, encaminada a
proporcionar tranquilidad y guía para la familia que acompaña al adicto, es
acogida por esta con interés y hasta con ansiedad –para poder poner cuanto
antes remedio al “problema”- también es la fuente de la cual surjan nuevos
temores ante la complejidad de la enfermedad.

Lo más difícil para la familia es, muchas veces, saber donde se ponen los
limites. Esos límites que tantas veces ha eludido el adicto para consumir. El
que la familia sepa, que es ella quien debe disponer esos límites hasta que el
adicto disponga de autocontrol, no implica que esté, en un primer momento, en
condiciones de poder llevar a cabo esa tarea. Por eso es importante que se
sienta respaldada y acompañada, porque salir de la drogadicción va a ser un
proceso, y lo que puede parecer un paso atrás, no es más que la oportunidad
de seguir aprendiendo para tener mayores garantías de éxito.

Apoyo emocional

El tener identificado el problema, en el adicto, hace olvidar al resto de la familia


sus propias necesidades. La adicción implica un deterioro progresivo no solo
del adicto sino también en la familia.

Si el papel de cuidador lo asume un solo familiar, va a provocar en el, que poco


a poco vaya integrando ese papel en su vida diaria. Si se prolonga la situación
de cuidado, las personas implicadas experimentan cambios en roles y
responsabilidades que hasta ese momento no habían tenido. El ajuste a la
nueva situación suele llevar asociadas tensiones y dificultades que harán
necesario el empleo de adecuadas habilidades de afrontamiento.

Al hablar de apoyo emocional nos referimos a entrar en contacto con las


emociones básicas que nos definen como individuos y como miembros de la
especie humana; es decir, aquel tipo de relaciones más simples que se
originan en el interior de las familias. Contrariamente a lo que debería ser la
evolución de nuestra especie, no se ha llegado a consolidar la base emocional
del desarrollo de las relaciones humanas; hoy es más común poner más
atención a las necesidades creadas por el sistema socio-económico que
atender a las necesidades emocionales fundamentales. Se ha deteriorado la
habilidad de comunicarse emocionalmente de una manera efectiva en el
interior de la familia, se han desnaturalizado las maneras de relacionarnos,
dando lugar a la angustia, el dolor y el vacío existencial de uno o más
miembros de la familia.

Esta necesidad solo puede ser percibida en la medida que, los familiares del
adicto, puedan permitirse expresarla. En este sentido cobra importancia la
existencia de espacios para la terapia de las familias (multifamiliares). Y
enfoques como el sistémico.

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La terapia familiar sistémica es un cuerpo de teorías y técnicas que estudian al
individuo en su contexto social; intenta modificar la organización de la familia,
pues se parte de la idea de que cuando se transforma la estructura de la
familia, se modifican consecuentemente las posiciones de sus miembros en
ese grupo y como resultado se modifican experiencias de cada individuo parte
del sistema, pues se considera que el hombre no es un ser aislado, sino que es
miembro activo y reactivo de los grupos sociales.

Apoyo practico

Las familias lo que demandan son soluciones, y si bien, emplear estrategias


adecuadas de afrontamiento es lo indicado no siempre dan el resultado
esperado a corto plazo. Ya sea por que intervienen multitud de variables que
no se han tenido en cuenta o por que no es el momento de aplicarlas.

En este aspecto, la Terapia Familiar Breve Centrada en las Soluciones (de


Shazer, 1992) podría responder a esta demanda. Algunos de los supuestos
básicos con los cuales opera esta propuesta son los siguientes:

- El cambio es inevitable.
- Solo se necesita un pequeño cambio.
- Todas las personas cuentan con recursos necesarios para hacerlo.
- Los problemas son intentos fallidos de resolver de resolver las
dificultades.
- No se necesita saber mucho sobre el problema para resolverlo.
- Hay muchas maneras de considerar una situación, ninguna es menos
correcta que la otra.

En relación con la primera aseveración, “el cambio es inevitable”, consideramos


que la idea de permanencia es mera ilusión, todo está en continuo cambio y
movimiento. Si el terapeuta está convencido de ello, tal expectativa influirá en
su conducta y en el resultado del tratamiento. En este contexto resulta más útil
pensar ¿Cuándo ocurrirá el cambio?, en vez de preguntarse si este se
producirá.

Una estrategia para estimular el cambio es fomentar conversaciones que traten


sobre la solución y no tanto sobre el problema. Las preguntas sobre logros
aislados incitan a los miembros de la familia a discernir acciones que
contradicen la descripción saturada de problemas de la vida de la familia.
Enfrascarnos en narraciones sobre conflictos pasados o presentes producen
poco cambio y a veces empeora la situación. Además de lo anterior,
necesitamos escuchar y observar cuidadosamente para hallar pistas que
ayuden a identificar las pautas peculiares de cooperación en cada familia; una
vez descubiertas, el terapeuta debe adecuar las tares e intervenciones a ese
modo especifico y no al revés. Las técnicas para estimular la cooperación son
el uso de la connotación positiva, la normalización de conductas, la

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desdramatización, el uso del humor, la explicitación de las diferencias en la
construcción del género, la contextualización cultural o el ciclo vital y sus
necesarias crisis.

El segundo supuesto “solo se necesita un pequeño cambio” se basa en el


concepto sistémico de que cualquier cambio en una parte del sistema repercute
y produce modificaciones en el resto de los componentes. Esta noción teórica
se encontró experimentalmente en dos estudios realizados por NIDA (National
Institute on Drug Abuse) con jóvenes usuarios de drogas y sus familias.
Aplicando el método de terapia familiar breve llegaron a las conclusiones
siguientes:

1. Es posible cambiar el sistema familiar entero a través del cambio de


uno solo de sus miembros.
2. No es necesario incorporar a todos los miembros de la familia para
conseguir cambios en la conducta adictiva del adolescente.

Del tercer supuesto, “los pacientes cuentan con la fuerza y los recursos
necesarios para cambiar”, consideramos que cualquier logro que haya tenido
en el pasado servirá de modelo para obtenerlos en el presente y el futuro. Hay
mayor probabilidad de que un paciente coopere en un modelo basado en sus
éxitos que en sus errores o en sus conductas denominadas por otros como
enfermas. El modelo de la enfermedad es el lenguaje de los manuales
estadísticos de los trastornos mentales que clasifican a las personas
focalizando solo la psicopatología y excluyendo los recursos.

En el caso de adolescentes con adicción a sustancias, resulta muy útil


colocarlos en la situación de expertos en drogas formulando preguntas como
“¿Qué me aconsejarías que hiciera para ayudar a otros jóvenes como tú?,
¿Qué debería preguntarles?, ¿Qué me aconsejarías que no hiciera? ¿Cómo
has hecho para no meterte en más problemas? Estas preguntas ponen de
manifiesto recursos del paciente, dando oportunidad de dejar en manos del
mismo la conducción de su tratamiento.

El cuarto supuesto “los problemas son intentos fallidos de resolver los


conflictos”, parte de la idea de que la solución intentada por el paciente
constituye el problema. Los miembros de la familia se estancan en una
determinada visión del conflicto y se enganchan en pautas repetitivas de
interacción moviéndose en circuitos sin salida.

Cuanto más limitada sea la visión de la familia respecto de la situación


problemática, mas difícil resulta introducir nueva información en el sistema. En
casos de adicción a sustancias las familias no advierten las excepciones o
pautas donde no está incluido el uso de drogas debido a que no se adecuan a
la “historia dominante” que han elaborado de sus vidas; en su versión, el joven
es un adicto y en consecuencia todo lo que dice o hace se tamiza a través de

15
ese tema. Les es difícil mirarlo como una persona que presenta esa conducta
en determinadas circunstancias y en determinados momentos.

Con estos pacientes, el terapeuta debe estar alerta a no hacer “mas de lo


mismo”. El hecho de que se sienta empantanado puede indicar que las
preguntas y tareas que se asignan son parecidas a las que los padres hicieron
ineficazmente en el pasado, como por ejemplo señalar que deje las drogas o
hablar sobre los daños que estas causan.

El quinto supuesto “no es necesario saber mucho sobre el problema para


resolverlo” parte de la idea de que hay mucho más que el problema en la vida
de cualquier persona. Hay horas, días e incluso semanas en las cuales ni el
paciente ni su familia son fastidiados por aquel. El terapeuta debe investigar
cuidadosamente que sucede en esos periodos. Cuando se revisan esas
excepciones o pautas de conducta no problemática, también es importante
indagar por las cosas positivas o útiles que están haciendo y diciendo entre sí.

Una vez se identifican las secuencias de conducta excepcional y eventos


positivos, otra tarea consiste en amplificar este material subrayando las
diferencias y trasladarlas al futuro mediante preguntas de presuposición.
Pensar en avances a futuro, va creándolos en el presente.

El sexto supuesto “existen muchas maneras de enfocar una situación, ninguna


es más correcta que la otra”, se basa en la afirmación de que para cada
acontecimiento en el mundo existen por lo menos dos o más explicaciones. No
hay tal cosa como una descripción ultima de la realidad; nada es más peligroso
que una idea cuando es la única que se tiene. Esto es válido para esta misma
propuesta, la terapia familiar con un enfoque de solución de problemas no es
“la respuesta” para todos los casos de consumo de drogas, es solo una
alternativa más.

INDICADORES DE EFECTIVIDAD EN LAS INTERVENCIONES FAMILIARES

En sus orígenes, el concepto de Terapia Familiar resultaba ser un sinónimo de


Terapia Sistémica. Con el tiempo, las intervenciones psicoterapéuticas que han
contado con los familiares del adicto han ido diversificando su metodología,
despegándose de la ortodoxia sistémica e incorporando estrategias cognitivo-
conductuales o de otras procedencias, conduciendo a un cambio terminológico,
que ha permitido que en el momento actual se hable de “Tratamientos Basados
en la Familia”. De hecho, este cambio de denominación está justificado por la
generalización de métodos cognitivo-conductuales aplicados en un contexto
familiar, lo que en realidad supone una renuncia a los principios sistémicos de
la terapia familiar, al menos en lo relativo a la explicación practica, aunque
persista como guía general del modelo de intervención (Becoña, Cortes, 2010).

16
Girón, Martínez Delgado y González Saiz (2002) revisaron los trabajos
publicados en los 15 años precedentes en torno a las intervenciones basadas
en la intervención familiar en adolescentes consumidores de drogas.

De los tres estudios recopilatorios de trabajos y los dos metaanálisis, extrajeron


las siguientes conclusiones:

1. La evaluación de la eficacia de las terapias basadas en la familia resulta


especialmente difícil por dos razones: (a) dentro de lo que se han
denominado abordajes sistémicos relacionales se incluyen diferentes
técnicas de intervención que, aunque basados en un paradigma teórico
común, enfatizan distintos aspectos del modelo; y (b) en muchas
patologías, se utilizan los tratamientos basados en la familia junto a otros
recursos terapéuticos, como los farmacológicos, o las terapias
individuales, grupales o los grupos de familiares.
2. Aun contando con estas dificultades, los ensayos clínicos efectuados
hasta este momento, comparando los abordajes basados en la familia
frente a otros tipos de intervención terapéutica, han demostrado su
eficacia al igualar al menos los resultados conseguidos con otros tipos
de técnicas. Además, confirman su superioridad al añadirlos a otros
tratamientos en drogodependencias.
3. En drogodependencias, las terapias basadas en la familia han mostrado
su eficacia para conseguir aumentar el compromiso de los pacientes y
sus familias con los programas de tratamiento, así como para aumentar
la adherencia al tratamiento (incrementar la retención) y disminuir el uso
de sustancias postratamiento, mejorar el funcionamiento familiar y
facilitar la normalización de los pacientes en cuanto a su incorporación
social.
4. Quedan algunas cuestiones pendientes por aclarar dentro de los
abordajes familiares: (a) si hay algún tipo de técnica más eficaz que otro;
(b) cuando se combinan con otros tipos de intervenciones, cual es la
fracción de mejoría atribuible directamente al abordaje familiar; y (c)
sobre qué aspectos de la disfunción que supone el trastorno (la
conflictividad familiar, estructura o dinámica familiar, la integración socio-
escolar-laboral, los trastornos de comportamiento asociados, etc.) ejerce
más influencia la intervención familiar.
5. Es importante considerar algunos aspectos relacionados con la forma
como se implementan las terapias basadas en la familia (por ejemplo, la
cantidad y frecuencia de sesiones familiares; la realización de sesiones
de seguimiento; los aspectos concretos en los que se centran, etc.) y
con el papel que juega el terapeuta para lograr los objetivos terapéuticos
marcados. A este respecto es preciso recordar que la relación
terapéutica (la calidad del trato entre terapeuta y sus clientes), por cierto
escasamente evaluada en todos los trabajos realizados, parece tener

17
gran importancia en determinar la adherencia de los pacientes a los
programas terapéuticos, factor este asociado a los resultados a medio-
largo plazo cuando hablamos de trastornos o patologías con tendencia a
la cronicidad.

En las intervenciones familiares se consideran indicadores de efectividad


aspectos tales como: la mejora de los niveles de información sobre drogas y
recursos, la reducción en los síntomas de ansiedad/depresión, mejora en las
habilidades de afrontamiento y comunicación, mejora en la cohesión
intrafamiliar, aumento de la autoestima y recuperación de actividades
gratificantes y de la red social (Scotish Executive, 2002).

Mejora de los niveles de información

En muchas ocasiones las familias demandan información acerca de los tipos


de tratamientos disponibles y en qué medida se adecuan a sus necesidades;
en otras ocasiones, mantienen ideas erróneas sobre las mismas que deben ser
reconducidas (Calvo, de Lucas, 2007). Unas expectativas realistas acerca de
lo que constituye un tratamiento garantiza:

- Que la familia valore hasta qué punto está dispuesta a implicarse en


el tratamiento.
- Que la familia distribuya sus esfuerzos tanto materiales como físicos
y afectivos de manera que no produzca un agotamiento precoz.

El que la familia vaya pudiendo ir asimilando, los conceptos básicos de lo que


significa el proceso de la enfermedad y el de la recuperación en
drogodependencias, solo puede redundar en beneficio del paciente y de ellos
mismos. En este punto cabe reseñar la aportación hecha por Prochaska y
DiClemente en 1982, estos autores describieron una serie de etapas por las
que cruza una persona en el proceso de cambio ante una conducta las
personas que consiguen una mejora en los estilos de vida pasan a través de
una serie de estadios en la rueda del cambio. Cada estadio registra una actitud
mental diferente y una actuación profesional diferente.

Existen diferencias características entre adolescentes y adultos al entrar en


programas de tratamiento para el abuso de sustancias. En primer lugar un
90 % de los adultos que ingresan a tratamiento reconocen en algún nivel que
su uso de sustancias es problemático y están dispuestos a considerar hacer
algo para mejorar su condición. Son participantes voluntarios en su tratamiento
y comparten patrones de comportamiento clasificables como abuso o
dependencia de sustancias químicas.

Los adolescentes, en cambio, son traídos a tratamiento por su guardián legal.


Por lo tanto, la participación de los adolescentes en el tratamiento no es

18
necesariamente voluntaria, existiendo aspectos clínicos relacionados con el
tratamiento de quienes acuden voluntariamente a terapia y quiénes no.

Un aspecto importante es que el criterio para determinar si un adolescente está


abusando de alguna sustancia es generalmente determinado por los adultos
que están a su alrededor. Debido a que no existe un criterio especifico al
respecto, hay mayor heterogeneidad en el tipo, frecuencia y uso de sustancias
entre los adolescentes sometidos a tratamiento. Por ejemplo, en adolescentes
que han experimentado con alguna sustancia toxica por primera vez,
dependiendo de los adultos a su alrededor, aquellos serán llevados a
tratamiento en diferentes etapas de uso. Por eso algunos adolescentes acuden
a terapia más temprano que otros que son llevados después que tienen un
serio problema con el abuso de ciertas sustancias.

El logro de un sentido claro de la propia identidad es una tarea del desarrollo


normal de los adolescentes, que en algunos casos les va a permitir decidir si
continúan o no con el uso de ciertas sustancias. Por ejemplo, una investigación
(Kinnier, Metha, Okey, Keim, 1994) demuestra que los adolescentes que han
experimentado con algunas sustancias y deciden dejarlas por si mismos son
más fuertes psicológicamente en comparación con aquellos adolescentes que
continúan con su consumo o inclusive con aquellos que nunca han
experimentado con ningún tipo de sustancias.

Así el consumo adolescente de sustancias y su abuso, presenta características


propias que se inscriben en esta etapa del ciclo vital. El tratamiento de drogas y
alcohol en jóvenes es complejo, entre otros aspectos porque el adolescente en
plena etapa de independización, tiene que comprometerse en un programa
terapéutico estructurado. La búsqueda de autonomía y autoafirmación por parte
del adolescente, puede atentar contra la posibilidad de pedir ayuda a tiempo,
cuando el joven ve como algo negativo el someterse a tratamiento.

En este sentido, también es necesario considerar las consecuencias positivas


que tiene la conducta adictiva para el adolescente, analizando beneficios y
costos, ya que cuando la conducta de riesgo sirve al joven a un propósito (por
Ej. pertenecer al grupo), este no la percibe como un problema, sino como una
solución.

Las investigaciones recientes referidas al tratamiento de adolescentes indican


algunos aspectos que han demostrado ser efectivos:

1. Siempre es preferible iniciar algún tipo de tratamiento que no iniciar


ninguno.
2. Los programas más efectivos incorporan diversos niveles de
tratamiento, tales como, individual, grupal, actividades comunitarias y
extracurriculares.

19
2.1. Al hablar de tratamiento individual, las investigaciones
demuestran que es más efectivo un enfoque orientado hacia el
problema en si mismo que hacia la personalidad del paciente.
2.2. Al hablar de tratamiento familiar un enfoque efectivo debe
incluir acuerdos entre el paciente y su familia acerca de futuros
comportamientos, como también psicoeducación. Resulta
además fundamental el involucramiento precoz de la familia.
2.3. En la terapia grupal, no es recomendable incluir miembros que
tengan la misma edad, es más efectivo trabajar con
adolescentes cuyas edades difieran por lo menos 2 ó 3 años,
ya que los grupos con miembros de la misma edad tienen la
tendencia a terminar temprano por falta de participación.
2.4. Es importante la participación en actividades extracurriculares,
pues las investigaciones han demostrado que, generalmente,
los adolescentes están más expuestos a mayores riesgos en
el uso de drogas en las horas libres.

Las investigaciones con adultos muestran que cerca del 45% de los pacientes
que llegan a terapia abandonan el tratamiento luego de algunas sesiones,
generalmente por resistencia, falta de motivación o no sentirse listos para
afrontar la terapia (Prochasca, DiClemente, 1993). Estos investigadores
especularon sobre los motivos de tan alto porcentaje de abandono en la
terapia, y llegaron a la conclusión de que las personas entran a tratamiento con
diversos niveles de disponibilidad para el cambio. En base a esto, plantearon
diferentes pasos en el proceso de cambiar intencionadamente el
comportamiento, y propusieron que el impacto potencial de cualquier
intervención terapéutica depende del paciente y sus niveles de disponibilidad
para el cambio. El modelo así propuesto tuvo su efectividad en la predicción de
porque las personas abandonan la terapia en un 93%.

Con este enfoque, se pasa desde un modelo informativo a otro motivacional,


siendo el paciente quien toma la iniciativa para recuperarse, ofreciéndole el
terapeuta estrategias de acuerdo a la etapa del proceso en el que el paciente
se encuentra y a los acuerdos alcanzados entre ambos.

A continuación revisaremos cada una de estas etapas, las cuales pueden


aplicarse a muchos tipos de comportamientos:

1. Precontemplación: Las personas en esta fase no tiene la intención


real de cambiar y generalmente niegan tener algún problema. La
mayoría de ellos solo quiere que las personas a su alrededor
cambien. Los pros del cambio de conducta no supera los contra. Si
hay tratamiento seria por presión del entorno y al desaparecer esta,
se volvería a la conducta de riesgo.

20
2. Contemplación: Las personas en esta etapa reconocen que tienen
un problema y comienzan a pensar seriamente en resolverlo. Se
caracteriza por la ambivalencia.
3. Preparación: La mayoría de las personas en esta etapa están
planeando tomar alguna acción determinada a corto plazo, y hacen
ajustes finales antes de comenzar a cambiar su comportamiento.
Usualmente han comenzado a hacer pequeños cambios, tales como
reducir la cantidad de cigarrillos que fuman diariamente. Planean sus
acciones y tratan de reforzarlas. Estos pequeños cambios derivan en
un aumento de la ansiedad y esto da la oportunidad al psicoterapeuta
de tratarla cuando está comenzando y es fácilmente manejable.
4. Acción: En este estadio las personas ejecutan acciones que han
preparado, con el fin de superar su problema. El peligro para los
psicoterapeutas trabajando con este tipo de personas es pensar que
estas acciones abiertas implican de hecho un cambio real. Cambios
en el nivel de conciencia, emociones, autoimagen, pensamiento y así
sucesivamente, ocurren en etapas anteriores a la acción.
5. Mantenimiento: Etapa que tiene lugar cuando se estabiliza el
cambio y su desafío es prevenir la recaída. Comúnmente esta es la
etapa más ignorada durante el tratamiento. Una tarea del
psicoterapeuta es reconocer situaciones de peligro para una recaída
y proveer al paciente de alternativas. Un ejemplo de estrategia para
el buen mantenimiento para un adicto es proveer conscientemente
distracciones para disminuir su tendencia a consumir cuando se
sienten angustiados.

El aporte más práctico del trabajo de Prochaska y DiClemente es que lograron


identificar los enfoques terapéuticos que son más efectivos en cada etapa.
Para el estadio precontemplación y contemplación, la terapia puede ser
psicodinamica, experimental y cognitiva. En cambio para las fases de
preparación y acción sugieren terapia de comportamiento o existencial.

Las etapas son típicamente consideradas como una progresión lineal, sin
embargo, el modelo permite cambios dentro y fuera de las distintas etapas en
un formato no lineal. Cada etapa está determinada abiertamente lo que permite
realizar determinaciones consistentes de progreso en la terapia y hacer una
prognosis exacta acerca del estado del paciente. Esto es útil para
entrenamiento profesional al trabajar en drogodependencias. El modelo
enfatiza los beneficios de cambios positivos e incentiva la participación
voluntaria.

La mejora de los niveles de información, en la familia, siendo como es un


indicador de efectividad en las intervenciones familiares, debe ser tenida muy
en cuenta por el psicoterapeuta a la hora de ir acompañando a la familia en el
proceso de recuperación del drogodependiente.

21
Reducción de los síntomas de ansiedad/depresión

La reducción de los síntomas de ansiedad/depresión es un indicador de que la


familia se está cuidando. El sistema familiar estará en condiciones de poder
ayudar mejor al drogodependiente en un ambiente más relajado y positivo. El
proceso de recuperación va ha ser largo y conviene dosificar las fuerzas. El
que la familia disponga de la información de cuál es la etapa del proceso en el
que se encuentra, en comparación con la incertidumbre, da mayor tranquilidad.
Recuperar la confianza y la comunicación con el drogodependiente va a ser
básico en este camino hacia la recuperación.

Los familiares, que puedan ir valorando los pequeños cambios que se están
produciendo y tolerando la ansiedad de que el tratamiento pasa por el
drogodependiente y su labor es estar a su lado proporcionando una estructura
(limites), estarán contribuyendo a la efectividad de dicho tratamiento.

Mejora de las habilidades de afrontamiento y comunicación

En el modelo bioconductual, las contingencias asociadas a las conductas de


uso o abstinencia a las drogas juegan un papel determinante en la explicación
de las mismas. Existe una amplia evidencia empírica de que las drogas pueden
funcionar eficazmente como reforzadores positivos de las conductas de
búsqueda y auto-administración y de que los principios que gobiernan otras
conductas controladas por reforzamiento positivo son aplicables a la auto-
administración de drogas.

La dependencia física puede ser importante a la hora de explicar el consumo


de drogas, pero no es un factor necesario para las conductas de auto-
administración y tampoco es suficiente por sí misma para explicar el uso y
abuso de drogas. Es decir, que las drogas son reforzadores positivos,
independientemente del síndrome de abstinencia y de la dependencia física.

Una implicación importante desde una formulación bio-psicosocial y


multifactorial (en donde el consumo de sustancias se inicia y se mantiene por
unas complejas interacciones entre susceptibilidad, el ambiente, la conducta y
sus consecuencias) es que los trastornos por abuso de sustancias pueden
afectar a muchas áreas del funcionamiento del individuo y que, por tanto,
requieren con frecuencia un abordaje de igual modo multimodal, que incluya
aspectos biológicos, conductuales y sociales.

Algunos componentes del tratamiento de la drogadicción pueden ir orientados


directamente a los efectos del uso de la sustancia, mientras que otros se deben
centrar en las condiciones que han contribuido o que han sido el resultado del
consumo de drogas. Las investigaciones sobre los resultados de los
tratamientos psicológicos (en particular, de los programas de Manejo de
Contingencias) muestran como los principios de reforzamiento pueden

22
incrementar significativamente las tasas de abstinencia a las drogas. En este
sentido, las técnicas de Manejo de Contingencias (incluyendo aquí, las
estrategias de entrenamiento en habilidades, que pretenden fundamentalmente
incrementar la disponibilidad de reforzadores alternativos al consumo de
drogas) se proponen como los procedimientos más eficaces para el tratamiento
de los problemas de abuso de drogas.

El Manejo de Contingencias implica la aplicación sistemática de reforzadores o


castigos contingentes a la ocurrencia de la conducta objetivo o a la ausencia de
la misma. Las intervenciones basadas en el Manejo de Contingencias pueden
entenderse como intervenciones que de forma directa y sistemática
incrementan el coste de oportunidad (reforzadores alternativos) del uso de
drogas.

La terapia cognitivo-conductual familiar y de pareja se centran en el


entrenamiento en habilidades de comunicación y en el incremento de la tasa de
reforzamiento positivo en las relaciones familiares. En realidad se trata de
programas multicomponentes que incluyen técnicas como el análisis funcional,
la identificación de relaciones conflictivas que provoquen el consumo, la
asignación de tareas, el control estimular, el contrato conductual, el manejo de
contingencias o el entrenamiento en habilidades de comunicación y solución de
problemas.

La mejora de las habilidades de afrontamiento y de comunicación por ambas


partes, tanto por la familia como por el drogodependiente, es un indicador de
que se está en el camino, les permite observar la evidencia de estar avanzando
en el proceso de recuperación y repercute en el resto de aspectos a considerar.

Mejora de la cohesión intrafamiliar

El ambiente familiar ejerce una gran influencia sobre el consumo de drogas que
no se agota en el efecto de modelaje por parte de los padres. Por ejemplo, la
percepción de que puedan encontrar apoyo en los padres se relaciona con
menores consumos de drogas por parte de los hijos (Wills y Vaugham, 1989).
Igualmente la cohesión familiar, entendida como los lazos que unos miembros
de la familia tienen entre sí, tienen una clara relación con el consumo de drogas
(Alonso y del Barrio, 1994) de forma que las familias altamente cohesionadas
reducen el riesgo de consumo de drogas por parte de los hijos.

La mejora de la cohesión intrafamiliar es, por tanto, otro indicador de la


efectividad en las intervenciones familiares. El que el drogodependiente pueda
contar con la familia como un espacio seguro, va a facilitar que pueda pedir
ayuda y evitar posibles recaídas. También la sensación de funcionar como un
equipo va a permitir repartir las responsabilidades en beneficio de aquellos
miembros de la familia que no estén en condiciones para ayudar en ese
momento.

23
Aumento de la autoestima

Las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos, aquellas cualidades,


capacidades, modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman
nuestra imagen personal o autoimagen. La autoestima es la valoración que
hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias
que hemos ido incorporando a lo largo de la vida. Nos sentimos listos o tontos,
capaces o incapaces, nos gustamos o no. Esta autovaloración es muy
importante, dado que de ella depende en gran parte la realización de nuestro
potencial personal y nuestros logros en la vida. De este modo, las personas
que se sienten bien consigo mismas, que tienen una buena autoestima, son
capaces de enfrentarse y resolver los retos y las responsabilidades que la vida
plantea. Por el contrario, los que tienen una autoestima baja suelen
autolimitarse y fracasar.

Durante la adolescencia, una de las fases mas criticas en el desarrollo de la


autoestima, el joven necesita forjarse una identidad firme y conocer a fondo sus
posibilidades como individuo; también precisa apoyo social por parte de otros
cuyos valores coincidan con los propios, así como hacerse valioso para
avanzar con confianza hacia el futuro. Es la época en que el adolescente pasa
de la dependencia de las personas a las que ama (la familia) a la
independencia, a confiar en sus propios recursos. Si durante la infancia ha
desarrollado una fuerte autoestima, le será relativamente fácil superar la crisis y
alcanzar la madurez. Si se siente poco valioso corre el peligro de buscar la
seguridad que le falta por caminos aparentemente fáciles y gratificantes, pero a
la larga destructivos como la drogadicción.

Una mejora de la autoestima en el drogodependiente y en su familia va a


facilitar por tanto el proceso de recuperación.

Recuperación de actividades gratificantes y de la red social

El indicador de efectividad en las intervenciones familiares, quizás más visible,


sea el de la recuperación de actividades gratificantes y de la red social tanto del
drogodependiente como de su familia

El drogodependiente no es solo eso, es primero que todo una persona, que en


la medida que pueda ir llenando el vacío que queda en su interior, al dejar de
consumir, con actividades gratificantes y relaciones placenteras, van a ir
ganando enteros los pros de dejar de consumir frente a los contra.

Que la familia pueda permitirse normalizar su vida y trasladar la


responsabilidad del tratamiento al drogodependiente es un paso más para que
este continúe con el proceso de dejar las drogas. En algunos casos, el cortar
con el consumo, significa también un cambio en los ambientes en los que se

24
mueve el drogodependiente. Esto va a permitir, nuevas relaciones en
ambientes más sanos y rodearse de una red social más gratificante.

PAPEL DE LA FAMILIA EN LA REHABILITACION E INTEGRACIÓN SOCIAL


DEL PACIENTE ADICTO

Del mismo modo que la familia se ve afectada por la presencia de un trastorno


adictivo, a su vez la familia influye en este; se ha señalado, en este sentido,
que para muchos individuos las interacciones con la familia de origen así como
con la familia actual provocó una dinámica para el uso de sustancias, de modo
que las interacciones con miembros de la familia pueden agravar o perpetuar el
problema o ayudar a resolverlo (Hervas y Gradolí, 2001).

Vamos ahora a detenernos en algunos de los aspectos que podrían estar


incidiendo en este sentido.

Codependencia

La codependencia es una condición psicológica en la cual alguien manifiesta


una excesiva, y a menudo inapropiada, preocupación por las dificultades de
alguien más.

El codependiente suele olvidarse de sí mismo para centrarse en los problemas


del otro (su pareja, un familiar, un amigo, etc.) es por eso que es muy común
que se relacione con gente “problemática”, justamente para poder rescatarla y
crear de este modo un lazo que los una. Así es como el codependiente, al
preocuparse por el otro, olvida sus propias necesidades y cuando la otra
persona no responde como el codependiente espera, este se frustra, se
deprime e intenta controlarlo aun más. Con su constante ayuda, el
codependiente busca generar, en el otro, la necesidad de su presencia, y al
sentirse necesitado cree que de este modo nunca lo va a abandonar.

Es muy común que en una relación que en una relación, el codependiente no


puede poner límites y sencillamente todo lo perdone, a pesar de que la otra
persona llegue a herirlo de manera deliberada, esto es simplemente porque el
codependiente confunde la obsesión y adicción que siente por el otro con un
inmenso amor que todo lo puede.

El codependiente es incapaz de alejarse por sí mismo de una relación


enfermiza por mas insana que esta esa, y es muy común que lleguen a pensar
que mas allá de esa persona se acaba el mundo. La persona codependiente
convierte al consumidor en su principal prioridad y vive en función de él (ella),
aplicando una serie de reglas que no son eficaces para “curar” al adicto y que
se repiten una y otra vez, entre las cuales se hallan a menudo la
hiperprotección y la justificación (Calvo, 2007). Las motivaciones pueden ser
varias (Delgado y Pérez, 2004): ganancias secundarias, la consecución
ocasional de pequeños cambios prometedores, el temor a consecuencias

25
peores sise abandona al consumidor, el sentirse responsable de lo que ocurre;
la ocurrencia intermitente de periodos de abstinencia que el codependiente
asocia a su propia conducta, etc.

Aunque existe controversia al respecto del propio concepto y de si constituye


una entidad diagnostica clara o no, es frecuente encontrar al menos actitudes
codependientes que pueden entorpecer el proceso de rehabilitación del
paciente y/o la familia y que deben ser abordados a fin de maximizar los
resultados de este. Así, paradójicamente, en ocasiones la familia no se adapta
adecuadamente a la recuperación de la persona con problemática adictiva.

Intervención en padres para disminuir las tasas de recaída

El constructo Emoción Expresada ha surgido de modo pragmático para


designar algunos aspectos de la conducta emocional que dentro de un núcleo
familiar se manifiestan hacia alguno de sus miembros (Becerra, 2009). Cuando
la Emoción Expresada es alta se considera como un estresor crónico.

Distintos trabajos han puesto en relación de forma específica el constructo


Emoción Expresada y sus componentes con la drogodependencia. En ellos se
resalta la importancia de esta medida en la recaída y abandono del tratamiento.
En un estudio de García (1999) con toxicómanos consumidores de heroína y
sus familiares, encuentra que en hogares con alta Emoción Expresada las
recaídas son más frecuentes que en los de baja Emoción Expresada. Si se
reduce la tasa de Emoción Expresada en los padres las recaídas del
drogodependiente disminuyen. Observa que los padres con alta Emoción
Expresada provocan en mayor medida las recaídas y que es más difícil implicar
al padre que a la madre en las terapias.

Se intuye pues, que este punto es esencial que el terapeuta lo tenga en cuenta
a la hora de mejorar la adherencia al tratamiento del paciente.

Presencia de familiares consumidores de drogas

La presencia de otros familiares consumidores de drogas en el mismo núcleo


familiar o no del drogodependiente va a representar una dificultad añadida en el
proceso de rehabilitación. Aquí, las posibles variaciones (hermanos adictos o
no, rehabilitados o no; padre o madre alcohólica en activo o rehabilitados, etc.)
no hacen más que multiplicar las variables a tener en cuenta. En este punto no
sería descabellado sacar al paciente del núcleo familiar.

Una mención especial, hace referencia al consumo de alcohol. Al encontrarnos


ante una droga legal y altamente implantado el consumo en nuestra sociedad,
a muchas familias les cuesta entender que sea un factor de riesgo la existencia
de alcohol en el hogar. Un consumo responsable al menos y tener en cuenta al
drogodependiente ayudaría sin duda a que el adicto no utilizara el consumo de
sus familiares como escusa para dejar el tratamiento.

26
Aceptación de la viabilidad del plan de rehabilitación

La duración de la abstinencia depende en gran parte de que la familia acepte la


viabilidad del plan de rehabilitación (García, 1999). Esta afirmación fácilmente
ratificable por los profesionales que trabajan en la intervención directa con
pacientes y familias, puede extenderse al ámbito más global de la integración
social del drogodependiente. Dejando de lado que en determinados momentos
temporales se haga mayor énfasis en unos aspectos que en otros, el objetivo
último del abordaje de todas las conductas adictivas es la consecución de un
grado razonable de normalización psicosocial del paciente, lo que va mas allá
del mantenimiento de la abstinencia e incluye una vida afectiva, lúdica, social y
laboral satisfactoria. Todos estos aspectos se hallan íntimamente ligados,
siendo a menudo la existencia de déficits en las etapas finales del proceso las
que precipitan recaídas y el retorno a la conducta problema. Estos déficits
pueden venir asociados a actitudes familiares disfuncionales; así, la
incertidumbre, el miedo exacerbado a la recaída y el deseo de mantener el
“status quo” en fases intermedias del tratamiento pueden ocasionar que la
familia se resista a que el paciente siga avanzando.

Desconfianza hacia la autonomía del paciente

La búsqueda de empleo, la disminución progresiva del control familiar sobre la


nomina y otros ingresos, la iniciación o recuperación de actividades de ocio, la
asunción de responsabilidades de la vida cotidiana y la recuperación de roles
dentro de la familia son todos ellos aspectos que deben producirse
paulatinamente y que no siempre son bien vistos por el entorno familiar. A
menudo contar con la familia puede convertirse en una necesidad, no solo por
su papel facilitador, sino también obstaculizador del proceso.

Falsas expectativas

La familia, no debe albergar falsas expectativas en lo que se refiere a la pronta


recuperación del adicto. La rehabilitación va a ser un proceso en la que caben
pasos atrás, que deben ser tomados como una oportunidad para aprender. La
psicoeducación (de la familia) tiene que tener como objetivo una concepción
realista de lo que va a significar el tratamiento, solo así, podrán entender que
tras un periodo de no consumo y una mejoría que, partiendo de donde se
partía, es más que evidente que esta la mayor parte del trabajo psicológico por
realizar.

CONCLUSIONES

Me ha sido difícil encontrar bibliografía que haga referencia explícita a estudios


sobre las variables que pudieran estar influyendo en la adherencia al
tratamiento por parte del drogodependiente. Por lo que puede interpretarse
como un indicador de que es un campo en el que profundizar en la

27
investigación. Si he podido constatar que la familia va a ser un soporte
fundamental en el tratamiento de las adicciones.

Algunos de los aspectos que resaltaría son:

1. Se hace necesario realizar una exhaustiva evaluación de la familia


para conocer con que recursos contamos y con qué dificultades nos
vamos a encontrar.
2. Es importante realizar psicoeducación con la familia de los
drogodependientes. Solo si la familia entiende el proceso de
rehabilitación en drogodependencias, esta, estará capacitada para
ayudar en el tratamiento.
3. Otro aspecto importante es poder disponer de un espacio donde la
familia, a la par que el drogodependiente, pueda sentirse
acompañada y cuidada durante el proceso de recuperación. El que la
familia se cuide también significa un cuidado para el
drogodependiente. El abandono de tratamiento no es más que otra
forma de no cuidarse.
4. Y por ultimo no olvidar el papel del terapeuta a la hora de que exista
una buena relación terapéutica con el paciente y su familia, pues,
este factor tiene gran importancia en determinar la adherencia de los
pacientes a los programas terapéuticos.

BIBLIOGRAFIA

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