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Quemaduras

Las quemaduras consisten en lesiones traumáticas consecuencias de diversos


factores tales como agentes físicos: temperaturas altas (fuego, líquidos
calientes, vapor caliente y en sentido general cualquier objeto a alta temperatura
que entre en contacto con el cuerpo), también las temperaturas extremas bajas
pueden provocar lesiones similares (lesiones por congelamiento). De igual
manera, agentes químicos pueden provocar este tipo de lesiones como
sustancias ácidas, álcalis, derivados del petróleo, o cualquier otra sustancia
que pueda provocar daño tisular de esta naturaleza por su contacto con el cuerpo.
Así mismo, la electricidad puede producir quemaduras de extensión y
profundidad diversas, igualmente las radiaciones solares o de otra naturaleza.

Las quemaduras más comunes son las producidas por la exposición a altas
temperaturas, de manera particular en la piel que es la capa de cobertura de la
economía. En nuestro medio son también bastante frecuentes las quemaduras
eléctricas y por sustancias químicas.

Unas y otras pueden producir su efecto sobre la piel determinando distintos grados
de lesión por su profundidad como por su extensión. Obviamente, que
dependiendo de ambos factores, así como otros de carácter general (edad,
enfermedades intercurrentes, estado nutricional, estado inmunitario, etc.), el
organismo puede participar en la reacción frente al trauma térmico..

De acuerdo a la profundidad de afección de la piel, las quemaduras se clasifican


en:

Primer grado: Cuando se afecta exclusivamente la epidermis. Desde el punto de


vista clínico se caracterizan por ser lesiones muy dolorosas, secas, eritematosas
que no tienden a formar ampollas. Un ejemplo típico de ellas son las quemaduras
por exposición a los rayos solares.

Segundo grado: Afecta tanto la epidermis como niveles diversos de la dermis.


Son generalmente intensamente dolorosas, con extrema hipersensibilidad local,
muy edematizadas, moteadas, con ampollas y superficies húmedas.

Tercer grado: Están incluidas todas las capas de la piel, aún, las faneras o
apéndices de la misma, vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas.
Clínicamente son indoloras, insensibles, edematizadas, secas, moteadas o
blanquecinas y áreas chamuscadas.

Pero como se señaló, además de la profundidad la gravedad o intensidad de una


quemadura está determinada por la extensión de la misma, fundamentada en el
área del cuerpo implicada o lo que es lo mismo la superficie corporal que está
quemada. Para conocer la misma, es decir, el área de superficie corporal
quemada, se recurre a la llamada “regla de los nueve”, aplicable a los adultos,
donde a cada extremidad superior se le asigna un 9% de la superficie corporal
total, a cada extremidad inferior un 18%, 36% al tronco (18% el torso y 18% el
dorso), 9% a la cabeza y el cuello y 1% al periné y los genitales. La suma de todo
esto constituye el 100% de la superficie corporal. La palma de la mano da una
aproximación de lo que es el 1% de la superficie corporal. En el caso de los niños
por la desproporcionalidad de la relación de la cabeza y el resto del cuerpo, no se
puede aplicar esta regla por lo que debe recurrirse al esquema de Lund-Browder
que es un gráfico donde se especifica el porcentaje de superficie corporal por cada
área del cuerpo y por edad.

La importancia del conocimiento de la extensión de la quemadura con relación a la


superficie corporal radica, particularmente, en el manejo del suministro de líquidos
a los pacientes con este tipo de trauma.

Las quemaduras en sentido general, como se dijo, dependiendo de su profundidad


y su extensión acarrean trastornos reologísticos (es decir, de la mecánica de los
fluidos corporales), metabólicos e infecciosos y de complicaciones cosméticas y
funcionales que generan una gran morbilidad y mortalidad, siendo por ello, uno de
los peores traumatismos del ser humano.

El diagnóstico de las quemaduras es generalmente evidente por la clínica


(interrogatorio y examen físico), en algunas circunstancias especiales donde hay
complicaciones añadidas a las mismas se imponen recursos paraclínicos
especiales para su investigación, como en el caso de quemaduras con inhalación
o la presencia de otros traumatismos adicionales, etc.

El manejo de las quemaduras va a depender de lo que ya varias veces se ha


expresado, su profundidad, su extensión e incluso de la naturaleza de la
quemadura. El tratamiento es tanto de la lesión per se, es decir, de la quemadura
en si, como de sus consecuencias, especialmente, en las quemaduras extensas.

Las quemaduras de primer grado se tratan con limpieza de la lesión con solución
salina al 0.9% a temperatura fresca y la aplicación con fines protectores de furacin
o sulfadiacina argéntica, además de analgésicos-antiinflamatorios.

Las de segundo grado, dependiendo de la extensión, se tratan con irrigación y


limpieza con solución salina al 0.9% a temperatura fresca, remoción de las
ampollas y cobertura de las lesiones con apósitos impregnados de furacin o
sulfadiacina argéntica. Estas quemaduras deben ser vistas por el especialista.
A las de tercer grado se les puede aplicar un manejo primario similar al anterior
pero deben ser siempre vistas y tratadas por el especialista porque van a requerir
desbridamiento e incluso injerto o amputación. Igualmente deben ser vista por el
especialista y atendidas por él, las quemaduras eléctricas (que tienen
complicaciones muy graves), las de la cara, el periné y genitales, las manos,
además las producidas por sustancias químicas o similares.

El paciente con quemaduras de segundo grado o que impliquen los otros grados
combinados con ella que sobrepasen el 20% de superficie corporal quemada debe
ameritar ingreso en una institución especializada o que maneje este tipo de
trauma. Uno de los principales problemas al que se ve expuesto el paciente
quemado extenso de manera primaria es el déficit volumétrico por grandes
pérdidas de líquidos y electrólitos en las zonas quemadas. Uno de los métodos de
manejar esta situación en forma de primeros auxilios a este tipo de paciente es
proporcionarle lactato de Ringer por vía endovenosa, a razón de 4 ml por
kilogramo de peso por % de superficie corporal quemada (fórmula de Parkland) y
remitirlo a la institución requerida. En la aproximación al paciente quemado de
envergadura no debe olvidarse la aplicación de los principios del trauma en
general con las prioridades del mismo (vía aérea, respiración, circulación, etc.).

Dr. José D. Alvarez Cepeda

Cirujano General

Profesor de Cirugía

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