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Ponencia UNAP - Camilo Marca
Ponencia UNAP - Camilo Marca
1. Introducción
Presentar una ponencia, hoy en día, que tenga la pretensión de ser lo suficientemente
crítica resulta cada vez más complicado. Por un lado, debido a la exclusión consciente
de la praxis política por parte de la academia; por otro, debido a la actitud de búsqueda
de “ideologías” y estructuras categóricas que le den a uno las respuestas finales de un
proceder cotidiano. En ninguno de estos ámbitos se encuentra quien pretenda una
construcción solida no solo de su actitud reflexiva y de los procesos abstracción de la
realidad, sino de la validación y constante sometimiento a retroalimentación a través de
la praxis.
Esta actitud además implica la ruptura de las lógicas dicotómicas, tan presentes en la
actualidad. Impera la necesidad de generar procesos de construcción creativos que no
impliquen un sentido de ruptura con el pasado para crear “la nueva solución”, sino de un
reencuentro critico con la historia de nuestros pueblos. La configuración presente hace
cada vez mas urgente este reencuentro. Es un contexto de importantes determinaciones
y consolidaciones de los proyectos políticos en disputa.
Las tensiones que se presentan a nivel nacional, cobran sentido en el marco de una
disputa global. De la misma manera, la disputa regional latinoamericana, que en cierto
momento resulto esperanzadora, no es sino el resultado de una interrelación entre lo
particular y lo general. Así es que la condición actual latinoamericana se presenta como
una tensión entre, al menos, dos diferentes proyectos políticos. Por un lado, aquellos
procesos que, en su momento, se afirmaron como alternativas a la implementación de
las políticas neoliberales; proyecto que cobró diferentes denominativos: desde los
gobiernos progresistas, socialismo del s. XXI y revoluciones con diferentes
denominativos1. Por otro lado, con el desgaste de estos proyectos y el continuo
debilitamiento desde las presiones externas, comienza a surgir una ola conservadora
que, ya sea por las políticas económicas y sociales aplicadas o por las declaraciones, se
las puede considerar como un retorno del neoliberalismo. Así lo demuestran los
gobiernos de Bolsonaro en Brasil y Macri en Argentina principalmente.
Hoy en día es otra la disputa del sentido común: una defensa, en algunos casos
lastimosamente desde una posición acrítica de lo que se está reproduciendo o de los
errores que no se desea observar, de aquel “otro mundo es posible”. Por otro lado, el
intentar demostrar que “las alternativas no son viables” y demostrar un fracaso
sistemático de estos gobiernos que marcaron la primera década del siglo XXI.
Desde esta doble evaluación es que cualquier lectura del pensamiento, realizado en otro
espacio y en otro tiempo, son invitaciones a analizar las problemáticas presentes. El
estudio del pensamiento no se vuelve entonces un fin en sí mismo, sino el medio para
comprender mejor nuestra realidad y sus trasformaciones, nuestro rol en estas.
En este sentido, se podría considerar la condición actual como una fuerte ruptura en la
sociedad boliviana a lo acontecido desde febrero de 2003. Desde entonces se dio paso a
la creación del Estado Plurinacional que se vive desde, al menos formalmente, el año
2009. Tanto el proceso de la Revolución Nacional, que motivo las reflexiones de
Zabaleta, como el del Estado Plurinacional se podrían considerar como los dos procesos
más importantes de la historia contemporánea de Bolivia (Nicolas & Quisbert, 2014).
Ambos como momentos históricos cruciales en la construcción de un sentido de nación
o, si se considera como otro proyecto, el de lo plurinacional.
Para comprender también con quien discutía Zabaleta, cuando contrapone la concepción
de Poder Dual desarrollada en cierto marxismo hegemónico, es que se vuelve necesario
hacer una revisión histórica de lo que se consideraría como marxismo ortodoxo.
Surge desde el inicio posiciones como la de Rosa Luxemburgo quien discutiría con
Lenin sobre el carácter de la revolución en Alemania; surgiría al interior de la URSS
una clara diferencia entre quien se quedaría en la dirigencia del proceso soviético, Iósif
Stalin, y León Trotsky, este último fundador de la IV internacional y mandado a asesinar
por el primero. Surgen pensadores como Lukács o Gramsci que en algún momento
escribirían alguna crítica sobre el proceso soviético, sin desligarse de la corriente
marxista. Desde territorio latinoamericano surgen posiciones críticas como la de
Mariátegui quien no acataría “militantemente” las resoluciones de algunos congresos de
la III Internacional y quien más bien plantearía posiciones diferentes desde su lectura
latinoamericana. Entre varios otros ejemplos, quizás es importante mencionar la
experiencia China bajo el liderazgo de Mao Tse Tung quien también abriría una nueva
posibilidad de considerar diversos factores al momento de pensar una construcción
socialista.
Entonces, lejos de existir un pensamiento marxista ortodoxo más bien existe lo que se
denominaría los marxismos. En este punto cabe la pena preguntarse: siendo Zavaleta, al
momento de escribir “El poder dual”, un pensador marxista ortodoxo ¿A qué corriente
o qué tipo de marxismo ortodoxo es que reproduce desde su pensamiento?
Se puede observar que Zavaleta trasciende estas limitaciones, pero sin desligarse
totalmente de una nomenclatura marxista y que más bien refleja la profundidad de la
revisión que realizo para la elaboración de la obra “El poder dual en América Latina”.
Lejos de cerrarse en prejuicios, como quizás procedemos en la actualidad o como suele
caracterizarse a quienes tienen alguna relación con el dogmatismo que generaron los
Partidos Comunistas de diferentes países, Zabaleta analiza la teoría general sobre la
dualidad de poderes rescatando la discusión que existe entre Lenin y Trotski como la
vertebra principal de su formulación teórica. No por esto dejara de lado la revisión de
otros autores para considerar una posición final entorno a la cuestión; es decir, se puede
notar claramente la lectura de Gramsci, de Lukács, de Althusser o la crítica al foquismo
que surge posteriormente a los 60, etc.
Con la revolución del 52 llegan al poder a la vez dos fuerzas, resalta Zavaleta, el MNR
y la clase obrera. Sin embargo, será con el MNR que los obreros ingresan en masa a la
política, pero este partido no contenía ni en práctica ni en su teoría la ideología del
proletariado (Zavaleta; 2011: 415). Sucedió entonces que una clase realiza los ideales y
objetivos históricos de otra clase, el de la burguesía en este caso ya que se crearía el
Estado burgués boliviano a falta de la fusión de un partido obrero que contenga dentro
de su pensamiento el socialismo científico con las masas proletarias. Entonces lo que
predominaba era la ideología burguesa aun dentro de la clase obrera y más bien seria
Lechín quien encarne, pero solo como individuo, el radicalismo de las masas siendo la
voluntad omnímoda e indiscutida que no contradice el nuevo carácter del Estado, sino
que incluso llega a ser instrumento fundamental para que ese Estado existiera.
De esta manera, Zabaleta concluye que no existió tal poder dual, la coexistencia de dos
tipos de Estado, en 1952. Debido a la inexistencia de un partido de características
proletarias y la ausencia de la conciencia proletaria políticamente organizada es que más
bien lo que se presento es un cogobierno MNR – COB, siendo esta la primera
experiencia de posibilidad de existencia de un poder dual en Bolivia pero que ni cercana
a consolidarse como tal; esto hasta la experiencia de 1971 de la Asamblea Popular.
La Asamblea Popular nace a partir del Comando Político, supera la experiencia del 52 al
ser una organización obrera y que dada la “memoria de masas” la clase obrera se
organiza fácilmente alrededor de la Asamblea Popular. Al tratar de imponer su programa
se tropieza con el poder del Estado burgués manifestado a través del ejercito como su
brazo armado. Para Zavaleta por eso la situación de 1971 fue un embrión avanzado del
poder dual, aunque no propiamente el poder dual, un esbozo y no la figura misma.
(Zavaleta, 2011, 429). Se entiende esto a partir de que la Asamblea no haya tenido la
capacidad material suficiente para plantear esta situación.
Esto porque en Bolivia aún no se habían cumplido ciertos requisitos para la existencia
de una situación revolucionaria in pleno: la burguesía aun actuaba en cierta coherencia
con el sector obrero. Además, que el programa tenía un carácter gradualista y no
extremista para la construcción de un Capitalismo de Estado; por lo que para al autor
aún se hacía presente una lucha al interior de la clase, entre los sectores avanzados y los
rezagados. (Zavaleta, 2011, 430)
Para todo esto juegan un rol importante las figuras del entonces presidente Torres como
la de un primer Ovando. Al permitir la existencia de la Asamblea Popular, pero resalta
que no por esto la estuviera recreando sino simplemente para contrarrestar la presión
derechista de la burguesía. Existía la inter-necesidad entre Torres y la Asamblea, aunque
la segunda respondía exclusivamente a la organización obrera. Así dentro de cada polo
cada uno significaba un tipo de Estado: “el ejército, el estado burgués real; aunque solo
en la medida del limitado desarrollo capitalista logrado por la Revolución del 52; la
Asamblea, el Estado proletario potencial, meramente embrionario porque vivía aun en
las precarias condiciones emergentes de la contradicción interna en el seno del ejército y
no de sí misma, porque no atinaba a lograr una plena autonomía” (Zavaleta, 2011, 433).
Para 1971 entonces los sectores avanzados ya demostraban el carácter de ser una clase
para sí, pero sin tener el mismo aparato represivo que en 1952 (masas obreras armadas).
Aun cuando ya se había planteado la existencia de programas avanzados como la Tesis
de Pulacayo aun no existía carnalmente en las masas. Por eso Torres represento el
renacimiento de la revolución democrático – burguesa en combinación con la estrategia
socialista de la Asamblea Popular. Por eso afirma que las tareas burguesas no han
concluido en Bolivia.
Antes de pasar al análisis del proceso que se constituyó como “proceso de cambio”, es
necesario incorporar algunas categorías analíticas para comprender de una manera
mucho más compleja el carácter de la “plurinacionalidad”. Desde la concepción que
realiza Enrique Dussel de modernidad y post – modernidad dentro de un sentido
dialectico y de totalidad.
5. Conclusiones
6. Bibliografía