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Desarrollo mamario
El crecimiento mamario depende de-una serie de factores hormonales que actúan en dos
momentos fundamentales de la vida femenina: la pubertad y el embarazo (1).
Los estrógenos son los responsables del aumento de producción de prolactina que tiene
lugar durante la gestación. A partir de las ocho semanas la prolactina comienza a aumentar
y pasa de 12-24 a 200-400 ng/mL al término de la gestación. Se ha argumentado que los
estrógenos, a su vez, inhiben la acción de la prolactina sobre los receptores alveolares
mamarios. Pero más probablemente es la progesterona la que se opone a la acción de la
prolactina sobre sus receptores alveolares. Ello hace que sólo la brusca caída de
estrógenos y de progesterona que determina la expulsión de la placenta permita la
secreción láctea, pero explica también el fenómeno aparentemente sorprendente de que,
como veremos enseguida, se reduzcan los niveles de prolactina, que serán eficaces
circulando en una cantidad mucho menor que en el embarazo (1).
Lactogénesis y lactopoyesis
Como acabamos de decir, tanto las mujeres que lactan como las que no presentan una
disminución gradual de los mieles básales de prolactina durante las 3 ó 4 semanas
siguientes al parto, aunque se mantienen en una cantidad superior a la habitual del
embarazo. Los niveles elevados de prolactina presentes inmediatamente después del parto
retornan a los valores previos al embarazo hacia la 4a
semana del puerperio. Sin embargo, se observa una
oleada en la producción y liberación de prolactina
cuando el lactante inicia la succión, si bien su
intensidad disminuye a medida que transcurre el
tiempo desde el momento del parto. La respuesta de
la prolactina a la succión sirve para mantener la
lactancia (1).
La leche es segregada en el interior de la luz del alvéolo por acción de la prolactina, con
la colaboración de hormonas tiroideas y suprarrenales. Estas hormonas, in vitro, provocan
la formación de un ARNm específico para la síntesis de caseína. La progesterona, por el
contrario, inhibe este fenómeno en un grado que depende de la dosis. Los estrógenos, si
se administran inmediatamente después del parto, pueden inhibir transitoriamente la
lactancia. La prolactina se une de forma específica a la membrana de las células alveolares
y parece que se produce una translocación en el interior de la membrana sin sobrepasarla.
Desde aquí provocaría la concentración enzima tica necesaria para la actividad secretora
del citoplasma. La prolactina produce un aumento de la biosíntesis y secreción de a-
lactoalbúmina, grasas lácteas y lactosa. En realidad, la secreción de la leche requiere
varias horas. Las proteínas lácteas se sintetizan en los ribosomas del retículo
endoplásmico y, a continuación, son transportadas hasta el aparato de Golgi, donde se
concentran dentro de vacuolas que posteriormente se desprenden, se trasladan y se funden
con la membrana plasmática, para verter su contenido en la luz alveolar. La síntesis de
lactosa requiere dos proteínas, la galactosil-transferasa y la a-lactoalbúmina, que
interactúan con la uridín-fosfogalactosa y la glucosa para formar un complejo que se
disocia antes de que se secrete el producto. La grasa llega al tejido mamario a partir de
quilomicríle séricos de origen digestivo y de lipoproteínas ^ dógenas de baja densidad. El
agua es el principal componente de la leche materna y su cantidad parece estar regulada
por la lactosa, principal compuesto activo desde el punto de vista osmótico de la leche
(Sauer) (1).
Eyección láctea
La eyección láctea ocurre como resultado de la presión negativa generada por la succión.
La succión además estimula la liberación de oxitocina por medio de un reflejo nervioso
que actúa sobre la hipófisis posterior. La oxitocina actúa por vía hemática sobre las células
mioepiteliales, tanto de los alvéolos como de los conductos galactóforos, lo que provoca
el vaciamiento alveolar y la salida de la leche. La liberación de oxitocina puede obedecer
al estímulo táctil en el momento de la succión, pero también a un estímulo psíquico
(presencia del niño, su llanto, etc.). En realidad se requiere muy poca fuerza de succión
por parte del lactante para el amamantamiento. Para la secreción continua de la leche, que
sustituye a la expelida, debe disponerse de prolactina en cantidad suficiente (1).
Hay diferencias en la composición de la leche según el país, la raza y otros factores, aun
cuan do no se cree que ello esté relacionado con la dieta. La composición de la leche en
ambas mamas es similar, salvo que exista una mastitis en una mastitis en una de ellas.
Durante la lactancia establecida, se cree que sólo hay pequeñas variaciones en la
composición de la leche, cuya producción es de 700 a 1100 mL en 24 horas (1).
La madre debe aprender a amamantar a su hijo junto con las demás madres de la unidad
de puérperas (Benson), debe conocer la posición más cómoda para realizar la tetada y
debe iniciar la lactancia antes de que hayan pasado 24 horas del parto. Hoy en día se
recomienda que comience inmediatamente después del parto. Ello es beneficioso para el
establecimiento de la secreción láctea y también para la relación psicológica madre-hijo.
De todas formas, la «subida de la leche» no tendrá lugar hasta el tercer día después del
parto, pero el calostro es útil al lactante por sus propiedades energéticas y desintoxicantes
(1).
El recién nacido normal debe ser colocado al pecho materno cada 3 o 4 horas (o a
demanda) durante tres minutos por mama, tiempo que se irá incrementando en un minuto
cada día hasta un máximo de 7 minutos por mama, pero siempre administrando leche de
ambas mamas en cada tetada. La prolongación de la mamada puede macerar la piel y
favorecer la aparición de grietas en el pezón. Hay que evitar la ingurgitación mamaria que
se produce (sobre todo al comienzo de la subida de la leche) si el niño no vacía bien el
pecho, exprimiendo la mama o incluso por vaciamiento con sacaleches; puede recurrirse
a la administración de oxitocina, por ejemplo, mediante una nebulización nasal de 10
unidades de oxitocina en suero salino antes de iniciar la puesta al pecho del niño (1).
Dado el gran número de medicamentos que la mujer puede ingerir durante la lactancia,
conviene conocer sus efectos sobre el lactante. Casi todos los medicamentos se
encuentran en la leche en concentraciones inferiores al 1 % de los valores hallados en la
circulación materna, y el paso al lactante depende de su peso molecular, la cantidad de
fármaco ligado a proteínas, el pH, la hidrosolubílidad y liposolubilidad (1).
Bibliografía
1. usabdizaga beguiristain ja. obstetricia y ginecologia marban , editor.: españa.