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¡Lily estás viva!

Por: Hermaire
Prefacio

Una mujer despierta de un larguísimo letargo, aterrada y


confundida.

¿Qué pasará cuando se dé cuenta de que han pasado muchos


años y que se perdió toda la infancia de su hijo?.

El mundo parece haber dado un giro de 180 grados en el


mundo mágico y muchas de las causas que se creían pérdidas darán
una enorme y grata sorpresa pues muchos de los mortífagos más
temibles se han arrepentido y redimido de corazón pero ¿serán
aceptados tan fácilmente en la sociedad?.

Por su parte Hogwarts se prepara para el torneo de padres e


hijos en donde todas las personas.

Incluso los muggles tendrán la oportunidad de departir.

Conocerse y entenderse mejor.

Se trata de una segunda oportunidad para todos, pero sobre


todo para Severus.

¿Logrará conquistar a Lily esta vez?.

¿Aprovechará esta segunda oportunidad que la vida le ofrece?.

Capitulo 1. El Despertar

En el hospital San Mungo.

De enfermedades y heridas mágicas, en la cuarta planta, en la


sala de daños provocados por hechizos, todos los sanadores estaban
contentos con el último acontecimiento.

Muchos años de tratamientos con hechizos sanadores, al fin


había surtido efecto en una pareja de hechiceros que había llegado
hace mucho tiempo con un grave trastorno mental producido por la
terrible maldición cruciatos.

Un adolecente de cada redonda junto a una anciana de


aspecto severo pero de gestos afables conversaba alegremente con
los pacientes.

—No puedo creer que estés bien, hijo mío—.

—Estoy tan contenta—.

Expresó la anciana al tiempo que besaba a Frank Longbottom.

—Ven aquí mi niño—.

Pidió amablemente Alice a Neville.

Quién lloraba de felicidad.

—Sí que estás grande muchacho—. Dijo su padre.

El sanador a cargo de la sala llegó en ese momento a hacerles


algunos análisis protocolares, y al encontrarlos en perfectas
condiciones decidió darles de alta aquella misma mañana.

La familia Longbottom pensó que podrían comenzar de una


vez a recuperar todo el tiempo perdido antes de comenzar las clases
al final de aquel verano.

Frank y Alice echaron una última ojeada al lugar pero sin un


ápice de nostalgia en la mirada. Observaron a un hombre en la cama
próxima cuya cabeza era enorme y desproporcional a su diminuto
cuerpo.

(Al parecer intentó hechizar sus plantas para que crecieran


más rápido y el hechizo revotó en su cabeza).

En otras de las camas estaba una mujer cubierta de pelos y


una apariencia felina, en otra estaba un chico cubierto de
furúnculos, y al final de la habitación solo pudieron advertir a una
persona que estaba acostada en su cama, no podían ver ni su
cuerpo ni su rostro porque la cama estaba cubierta por cortinas, sin
embargo el sanador corrió las cortinas para tomarle el pulso, pero al
hacerlo ocultó con su cuerpo el rostro del paciente, así que los
Longbottom solo pudieron corroborar que aquella mano pertenecía a
una mujer y que llevaba un brazalete en su muñeca.

Después de llenar un formulario, abandonaron al fin las


instalaciones de San Mungo, y se fueron contentos a su casa.

Mientras tanto, en el hospital, se armaba un gran revuelo en


ese momento. Todos los sanadores corrían de un lado a otro, pues al
parecer uno de los pacientes estaba despertando de un profundo y
prolongado letargo.

—¿Ha despertado?—.

Preguntó con estupefacción un miembro del grupo de


sanadores en práctica, que estaban en la sala.

La mujer que estaba inconsciente en la cama cubierta de


cortinas estaba despertando. Al pie de su cama había un rollo de
pergamino que contenía un último informe de su estado de salud,
pero no tenían ningún dato de identificación de la paciente, ya que
cuando había ingresado no pudo siquiera revelar su identificación.

—Creo que hoy hemos sido bendecidos por Dios con estás
recuperaciones milagrosas—. Comentó una de las sanadoras que
rodeaba la cama de la mujer.

Ella se veía bastante desconcertada, se frotaba los ojos verdes


y miraba en todas direcciones, a los rostros de los sanadores en
práctica y el sanador a cargo de la sala como si esperara reconocer a
alguien familiar.

El director del hospital, un sanador de edad muy avanzada


acababa de unirse al grupo en ese momento, miraba un pisapapeles
que tenía en las manos y que sujetaba un pergamino que contenía
información sobre el diagnóstico de la mujer. Él miró el pergamino y
luego a sus colegas.

—Entonces es cierto, ha despertado—.

Dijo el director del hospital con alegría.

Todos asintieron.

—Ya no tiene ni rastros de catalepsia—.

Dijo una sanadora en práctica.

—Parece que el tratamiento que se le ha estado aplicando todo


este tiempo, todas esas sesiones de fuertes hechizos reanimadores al
fin surtieron efecto, como surtieron efecto los hechizos que se
aplicaron a la pareja que se acaba de ir, pero también lo mandamos
a llamar a usted porque tenemos entendido que usted mismo fue
quien la trajo aquí—.

—Su informe solo revela su diagnóstico—.

Dijo la mujer mientras pasaba su dedo índice sobre el


pergamino leyendo lo que decía “catalepsia por hechizo”.

Luego levantó la vista nuevamente para posarla en el anciano.

—Así que pensamos que tal vez usted podría proporcionarnos


más detalles—.

—Bien—. Dijo este colocándose una mano en la barbilla. —Así


es, yo puedo contarles para que así hagan sus propias hipótesis al
respecto—.

Todos se apresuraron a prestarle atención, incluso el sanador


a cargo de la sala.

—Ella fue encontrada en el valle de Godric—.


Comenzó a narrar el anciano.

—Bueno, yo la encontré caminando con dificultad—.

—Desorientada, cubierta de tierra—.

—Estaba a punto de desvanecerse y al final lo hizo en mis


brazos. Cuando la traje aquí ella no respiraba y su piel estaba pálida
pero nos dimos cuenta de que aún estaba viva y que sufría de
Catalepsia (una extraña enfermedad que se manifiesta brindándole
al paciente todos los signos de la muerte—.

—Ejemplo: Rigidez, palidez y respiración casi imperceptible),


luego le aplicamos el hechizo que se utiliza para revelar si la persona
ha sido atacada por una maldición y cuál es—.

El hombre fijo su vista en el pergamino que tenía en las manos


y miró a sus colegas nuevamente.

—Créanme que quedamos anonadados con lo que


descubrimos—.

—Le habían arrojado la maldición “Avada Kedabra”—.

—Pues cuando posamos nuestras varitas sobre su cuerpo un


destello de luz verde salió de él. Eso fue por los tiempos en que “el –
que – no – debe – ser – nombrado” infundía terror matando a todo el
que no estuviese de su lado, y nos enteramos de que solo una
persona había sobrevivido a la terrible maldición mortal, apenas un
bebé, el pequeño Harry Potter, ustedes lo saben, pero solo él había
sido sobreviviente, nadie más, el resto de la familia Potter, es decir,
sus padres, fueron asesinados—.

La mujer que hasta ahora no prestaba atención a lo que el


anciano decía, al oír aquel nombre pareció reaccionar y miró al
sanador ya no con la mirada perdida sino con atención mientras él
continuaba su relato, ella parecía asimilar todo dentro de su
cerebro.
—Después—. Continuó el hombre. —Llegamos a la conclusión
de que tal vez el mago que le arrojó la maldición no era muy diestro
ejecutando la magia oscura y por eso le había salido mal, sin
embargo la había dejado muerta en vida, no despertó más hasta
ahora y nadie vino a visitarla, ¡pobrecita!. Parece que no tiene
familia—.

La mujer reaccionó nuevamente al oír esta palabra y por


primera vez la escucharon hablar.

—Familia—. Pronunció casi en un susurro. —Mi… familia,


¿dónde está mi familia?—.

—Tranquilícese, señora…—. Dijo uno de los sanadores


mirando interrogativamente al que acababa de hacer el relato, como
esperando que le proporcionara el nombre de su paciente, pero este
solo se encogió de hombros.

—Potter—. Agregó ella en un susurro —Lily Potter—.

Los que la rodeaban la miraron con cara de asombro.

—¿Cómo ha dicho?—. Inquirió el anciano.

—Mi nombre es Lily Potter—. Repitió la mujer.

—Eso es imposible—.

Respondió el hombre como para convencerse a sí mismo.

—Los Potter murieron, a excepción de Harry—.

—¡Harry!—. Repitió ella.

—¿Dónde está mi bebé?—. Preguntó con preocupación.

—Quizás los Potter no murieron después de todo—.

Dijo otro sanador.

—Bueno, a lo mejor alguien más sobrevivió—. Señaló a Lily.


El anciano tomó la mano de la mujer y le pidió que relatase lo
que sabía de aquella noche.

—No recuerdo mucho—.

Dijo ella con lágrimas en los ojos y la respiración un poco


agitada, luego entrecerró los ojos y fijó la mirada en un solo punto,
la almohada que apretaba entre sus temblorosas manos.

Todos notaron que estaba haciendo un gran esfuerzo por


recordar y de pronto comenzó a narrar.

—Mi esposo y yo estábamos con nuestro hijo en la sala de


estar, él jugaba con el bebé profiriendo colores con la varita…—.

Ella empezó a sollozar y el anciano le acarició la cabeza para


tranquilizarla.

—Tome aire, no se preocupe, ya usted está a salvo, ¿cree que


puede continuar?—.

Ella asintió.

—De pronto—. Continuó ella.

—Mi esposo me dijo que él había llegado, el – que – no – debe –


ser – nombrado. Mi esposo me dijo que lo distraería, yo corrí con mi
bebé hacia su habitación, me encerré con él pero en menos de lo que
imaginé, él entró en la habitación, me dijo que quería matar a mi
hijo y yo no se lo iba a permitir por supuesto, pero él me ordenó que
me apartase, yo no cedí, no iba a apartarme, así que me arrojó la
maldición mortal y ya no recuerdo más—.

Dijo la mujer rompiendo en llanto y haciendo un gesto de


impotencia con la mano.

—Por lo que veo la maldición no hizo efecto o no me impactó,


pero ¿qué paso con mi familia?, ¿dónde están?, ¿dónde está mi
bebé?—.
Preguntó con desesperación mirando a las demás camas de la
habitación.

El grupo de sanadores que la rodeaban también tenían los


ojos inundados debido a que Lily los había conmovido con su relato
y con desesperación. Uno de ellos le pidió que se calmara, sabían
que había pasado con el resto de su familia pero no querían
soltárselo así tan de repente pues al parecer ella había perdido la
noción del tiempo, algo muy normal para alguien que ha
permanecido inconsciente durante quince años, de modo que el
hombre pidió a Lily que le nombrara a alguna persona que ella
conociera y que pudiera ir a verla.

—Mi esposo—. Respondió ella secándose las lágrimas y con un


brillo esperanzador en la mirada —James Potter, díganle que venga
por mí y que traiga a mi pequeño—.

Todos se miraron entre sí.

—¿Alguien más, señora Potter?—. Preguntó el sanador con un


dejo de preocupación. —¿Podría usted nombrarnos a alguien más
que pueda venir por usted en caso de que el señor Potter no
pueda?—.

—Claro que podrá—.

Respondió ella con el ceño un poco fruncido, como si la


pregunta del sanador le hubiese resultado insultante, sin embargo le
respondió.

—Bueno, quizás Albus Dumbledore o Sirius Black—.

—¿Sirius Black?, ¿el asesino?—. Preguntó un sanador, y el


anciano le dio un codazo para que se callara.

—Asesino—. Repitió Lily. —¿Qué asesino?—.

—Nadie, señora Potter—.


—Es solo que mi colega se ha confundido de nombre—.

El anciano trató de excusar a su colega.

—Trate de tranquilizarse que ahora mismo avisaremos que


usted se encuentra aquí—. Le dijo con una sonrisa en los labios.

—Gracias—. Murmuro ella.

—Pero solo quiero saber si todos están bien—.

—El – que – no – debe – ser nombrado ha desaparecido, solo


puedo decirle eso, señora Potter, el peligro ha pasado—.

Y el anciano se retiró de la sala junto a sus colegas, Lily se


recostó en la cama y abrazó su almohada, esperando con ansias
volver a reunirse con su familia.

No sabía cuánto tiempo había estado allí pero eso no le


importaba, únicamente se encontraba en las últimas palabras del
sanador, “El peligro ha pasado”.

En Hogwarts, Albus Dumbledore se encontraba en su


despacho. Pese a las vacaciones, él como muchos otros profesores
no habían querido viajar, así que allí estaba, en su oficina tomando
el té mientras conversaba con la profesora McGonagall.

De pronto dos lechuzas entraron por la ventana con sendas


cartas en el pico, ambas formaron un alboroto y las plumas volaron
por todos lados cuando forcejeaban por entregar sus encargos.

McGonagall se asustó con el alboroto y se llevó una mano al


pecho.

Dumbledore se dio cuenta de que una de las aves venía de


San Mungo porque tenía una cofia en la cabeza con el emblema del
hospital (un fémur y una varita entrelazados).
Tomó las dos cartas, les colocó un pedacito de pastel a cada
una de las lechuzas en el pico y ambas se marcharon de nuevo.

McGonagall miró con enfado a las dos aves hasta que se


perdieron de vista y Dumbledore observó los sobres.

Uno de ellos tenía el mismo emblema que la cofia de la lechuza


y temiendo que algún amigo o conocido suyo estuviese enfermo y
recluido en el hospital quiso abrir ese primero pero luego el nombre
del remitente del otro sobre le sorprendió muchísimo.

—Debe ser una broma de muy mal gusto—. Se dijo a sí


mismo.

—¿Por qué lo dices Albus?—. Quiso saber McGonagall.

—Porque, supuestamente esta carta la envía nada más y nada


menos que Frank Longbottom—.

La mujer frunció los labios en señal de desaprobación.

Mientras Dumbledore se apresuraba a abrir el sobre.

Ella le dijo que se retiraría para darle privacidad.

Pero él le respondió que no le importaba que ella estuviese


presente, leyó la carta, que era bastante corta.

Frank le comentaba que él y su esposa habían sido curados al


fin y que se encontraban en el cuartel general de la Orden del Fénix
junto a sus amigos para celebrar y que esperaban que él y la
profesora McGonagall también se unieran a la celebración.

—¡Fantástico!—. Exclamó.

—¿Es una buena noticia?—. Preguntó ella intrigada al ver la


sonrisa que él tenía en los labios.

—Excelente, diría yo—. Contestó el anciano.


—No se trata de ninguna broma pesada—.

—Alice y Frank Longbottom han recuperado la cordura—.

—¡Eso es maravilloso!—.

Expresó la mujer con una enorme sonrisa mientras aplaudía.

—Están en el cuartel general y esperan que vayamos allá—.

—Será un placer—. Contestó ella levantándose de su asiento.

—Pero espera un momento—.

La detuvo levantando una mano para invitarla a que tomara


asiento nuevamente.

—Todavía no he leído esta carta que no debe tener buenas


noticias, tomando en cuenta de donde viene—.

—¡San Mungo!—.

Expresó McGonagall al ver el emblema en el sobre.

Dumbledore se acomodó nuevamente en el sillón y abrió el


sobre.

Al principio de la lectura su expresión era bastante tensa.

Entrecerraba los ojos como tratando de entender lo que leía.

Su colega estaba allí frente a él, atenta a todas sus


expresiones.

De pronto, los ojos azules del anciano se iluminaron y casi se


saltan de sus órbitas, negaba con la cabeza, trataba de asimilar la
información que estaba recibiendo.

—Esto no puede ser—. Dijo casi en un susurro.

—¿Sucedió algo malo?—. Preguntó preocupada.


Él volvió a levantar la palma de la mano para pedirle que lo
dejara continuar leyendo.

Ella observó atenta como los ojos azules de él se movían


compulsivamente detrás de sus gafas de media luna recorriendo con
avidez cada palabra, cada frase y hasta cada centímetro del
pergamino que sostenían sus temblorosos dedos.

Cuando al fin terminó la lectura una sonrisa aún más grande


que la anterior se dibujaba en su rostro lo que desconcertó aún más
a su colega y amiga.

—¿Sabes qué es esto?—. Le preguntó.

Ella negó con la cabeza.

—Pues es un informe detallado de los sanadores de San


Mungo, donde revelan algo maravilloso—.

Él se levantó del asiento y comenzó a recorrer su oficina


mientras Minerva lo seguía con la mirada.

—Alguien que creíamos muerto está en sus instalaciones y


gozando de una excelente salud—.

—¿A quién te refieres?—. Preguntó ella más contrariada.

El anciano tardo unos segundos en responder como si aún


tratara de digerir la asombrosa noticia, pero tan inverosímil.

—A Lily, Minerva. Lily Potter, está viva—. Respondió al fin


mientras sendas lágrimas de alegría resbalaban por su rostro.

—No… no juegues así conmigo, Albus—. Expresó McGonagall


con los ojos húmedos. —Eso es imposible—.

El viejo tomó la carta y se la entregó para que ella también la


leyese.
En las mazmorras, específicamente en su despacho, se
encontraba Severus Snape.

Tampoco había querido salir de viaje de placer, no le


encontraba ninguna gracia, y luego de haber pasado tres semanas
en su casa en la calle de la Hilandera, decidió retornar al colegio
para ayudar a Dumbledore con los preparativos de un evento que se
celebraba cada dos años en varios colegios de magia y hechicería del
mundo y que por primera vez se realizaría en Hogwarts.

Allí estaba el profesor de pociones leyendo y llenando


formularios, luego firmó al final de las hojas y solo faltaba la firma
del director. Pensó que una vez que Dumbledore firmara dichos
formularios los llevaría a la lechucería para enviarlos al ministerio.

Así que tomó todos los documentos, los metió en un sobre y se


encaminó hacia el despacho del director.

—Esto es una maravilla—. Exclamó Minerva saltando de


alegría. —¡Dios mío!, hoy debe ser el día más hermoso de todas
nuestras vidas—.

—Desde luego—. Confirmó Dumbledore.

—Mira que recibir dos noticias tan maravillosas en un solo


día—.

Severus, después de decirle la contraseña a las gárgolas que


custodiaban la entrada, subió con pasos lentos las escaleras de
caracol.

—¿Pero cómo pudo ser posible?—.

Preguntaba McGonagall todavía con lágrimas en los ojos.

Snape había llegado al fin a la puerta del despacho, la cual


encontró entreabierta lo que le permitía escuchar perfectamente a
Dumbledore que sostenía una eufórica y alegre conversación con
McGonagall, a pesar de que sus voces se quebraban.

Severus estuvo a punto de tocar la puerta para anunciarse


cuando escuchó a Dumbledore pronunciar aquellas palabras que le
hicieron dar un vuelco a su corazón y casi lo hacen rodar escaleras
abajo.

—¿Eso qué importancia tiene, Minerva? Lo importante es que


está viva, ¡Lily Potter está viva! Y me piden que vaya a verla—.

Un ruido llamó la atención de los dos que conversaban, ambos


se voltearon y vieron a Severus que se había recargado de la puerta
para no caer al piso, pues sus piernas parecían no querer
sostenerlo.

El sobre que llevaba se le había caído.

Sus manos sudaban y temblaban, sintió que le faltaba el aire,


pero aun así hizo acopio de todo su aliento para poder hablar.

—¿Qué… que has… dicho, Albus?—. Preguntó con voz


entrecortada.

—¡Severus!—. Exclamó Dumbledore con sorpresa.

Luego se encaminó hacia él y le dio un brazo tan fuerte que


casi le retira el poco aliento que le quedaba. —Lo que escuchaste,
hijo, ¡Lily está viva!—.

Luego le mostró la carta, la cual leyó tres veces para


cerciorarse de que todo era cierto, que no iba a despertar como
tantas otras veces comprobando así con decepción que todo había
sido un sueño.

Capitulo 2. El Reencuentro

Severus sonreía, el corazón le latía a mil por hora y se aferraba


a aquella carta como si fuese un tesoro.
Pese a su atípica pero inevitable sonrisa, su rostro estaba
cubierto de lágrimas, Dumbledore entendía perfectamente por qué y
McGonagall lo atribuyó al hecho de que hace muchos años cuando
Severus y Lily eran adolescentes habían sido buenos amigos, bueno
hasta que se enojaron y cada uno tomó su camino.

—¿Se dan cuenta de lo que esto significa?—.

Preguntó McGonagall. —Harry se pondrá feliz cuando lo sepa.

—Eso es cierto—. Afirmó Dumbledore.

—Pero ahora no perderé más tiempo—.

—Debo irme a San Mungo—.

—Yo voy contigo Albus—. Dijo Severus apresuradamente.

—Yo también—. Agregó McGonagall.

Dumbledore asintió abrió una gaveta de su escritorio y sacó


un pequeño saco hecho de piel de dragón de donde extrajo un poco
de polvos flu colocando una pequeña cantidad en las manos de sus
compañeros, luego se metió a la chimenea y lo arrojó mientras
exclamaba: ¡Al hospital San Mungo!.

Fue envuelto por unas llamas de color esmeralda que no le


hicieron daño.

Severus y minerva hicieron lo mismo, cada uno en su turno.

A los pocos segundos los tres se encontraban en la recepción


del hospital, miraron a todas direcciones y divisaron una ventanilla
y arriba de esta estaba un letrero que rezaba: “Información”.

Severus se dirigió hacia allí dando grandes zancadas con las


cuales dejó a sus compañeros atrás.

McGonagall y Dumbledore tuvieron que trotar para alcanzarlo.


Al llegar allí los atendió una bruja rubia y regordeta que escribía en
un pedazo de pergamino y que ni siquiera miraba a las personas
para responder a sus preguntas.

Severus golpeó levemente el cristal de la ventanilla para llamar


su atención.

—¡Disculpe!—.

Ella subió la vista y enarcó una ceja.

—¿Qué le sucede?—. Preguntó con voz nasal. —Dependiendo


de su padecimiento encontrará el lugar al que debe ir en el tablero
que está allí—. Dijo y señaló el letrero que contenía la información
de las diversas plantas y salas especializadas que tenía el hospital.

—No, no estoy enfermo—.

Respondió él todavía con el pulso acelerado.

—Pues entonces no moleste—.

Respondió la bruja groseramente.

Severus frunció el entrecejo y se disponía a responderle


cuando Dumbledore lo interrumpió.

—Hemos venido a visitar a la señora Lily Potter—. Expresó con


voz solemne.

La bruja alzó la vista de nuevo y al ver a Dumbledore se puso


nerviosa y se apresuró a disculparse, no quería ser grosera con
quién había sido su profesor en Hogwarts.

—¡Ah!, disculpe profesor Dumbledore, ella está en la cuarta


planta, ya no está en la sala de daños provocados por hechizos, sino
en una habitación aparte, al llegar a la cuarta planta es la tercera
puerta a la derecha—.

Salieron en tropel hacia donde indicó la bruja, escucharon a lo


lejos como los cuadros que colgaban de las paredes les decían cosas
como: “Esto es un hospital, no un hipódromo, dejen de correr”. No le
prestaron atención y siguieron su camino.

Al llegar a la puerta de la habitación, los corazones de los tres


parecían querer salirse de su pecho, todos querían entrar pero al
mismo tiempo parecían negarse a abrir la puerta.

No dijeron ni una palabra y en cambio se quedaron mirando el


pomo de la puerta.

Al fin Dumbledore habló:

—Escuchen—. Les dijo. —Como ya saben según el informe que


leímos, ella no tiene ni idea de que ha pasado el tiempo, es tarea de
nosotros ponerla al tanto de todo lo que ha pasado y en qué época
vivimos, por lo tanto debemos brindarle todo nuestro apoyo y
comprensión—.

Severus y Minerva asintieron y finalmente Dumbledore golpeó


la puerta.

Lily caminaba de un lado a otro por toda la habitación donde


la habían ubicado, estaba confundida, asustada, pero tenía una sola
idea fija en su mente, reunirse nuevamente con su familia, nada la
haría más feliz en ese momento que sentirse estrechada por los
brazos de James y a su vez estrechar a su bebé, darle su amor y
decirle que no debía temer porque el hombre malo al fin se había ido
y todos estaban a salvo.

No veía la hora de que la puerta se abriera y James entrara en


aquella habitación con su mejor sonrisa mientras cargaba al
pequeño Harry.

Cansada de mirar el pomo de la puerta, Lily se levantó de la


cama y caminó hacia la única ventana de la habitación, su cabello
rojo ondeó con el viento, lo mismo que la bata que tenía puesta
sobre el pijama, de pronto un ruido la hizo sobresaltarse, ¿alguien
llamaba a la puerta?.

Su corazón comenzó a latir con fuerza y los ojos verdes se le


iluminaron expectantes.

Una sonrisa se dibujó en su rostro sin siquiera proponérselo,


lentamente giró sobre sus pies y exclamó con voz trémula:

—¡Adelante!—.

Un haz de luz de felicidad pareció inundar el corazón de


Snape. Era su voz, sin duda alguna era su voz, algo en su interior le
gritaba que aquello no era un sueño, sabía que aquella carta que
había leído una y otra vez era cierta, que a Dumbledore no le habían
mentido, pero escuchar aquella voz después de tanto tiempo…
siempre, SIEMPRE sería un placer.

McGonagall y Dumbledore se miraron mutuamente esbozando


una sonrisa y posteriormente la bruja le hizo una seña con la cabeza
invitándolo a tomar el pomo y abrir.

La puerta se abrió lentamente, había demasiada emoción pero


también demasiado miedo a que todo se tratara de una terrible
confusión o en el peor de los casos de una broma cruel y terrible,
pero no, no era así.

Cuando la puerta estuvo completamente abierta pudieron ver


su sonrisa y su rostro iluminado, el cual fue perdiendo un poco el
entusiasmo al verlos entrar, no porque no le agradara su visita, sino
porque parecía estar esperando a alguien más.

Alguien que al parecer no llegaría nunca.

Severus sintió que las fuerzas lo abandonaron.

Era ella, indudablemente era ella.

Sus ojos, sus cabellos, su sonrisa.


Aunque ya no denotara tanta emoción como al principio.

Por un momento casi le gana el impulso de correr a abrazarla


con desesperación, con alegría, con alivio de saberla viva, sana y
salva después de tantos años de dolor y esa lucha con su conciencia
y su sentimiento de culpa, pero posteriormente se sintió paralizado,
incapaz de realizar cualquier movimiento que no fuera el de sus ojos
recorriéndola para cerciorarse una vez más de que aquella imagen
era real.

Dumbledore le sonrió a la mujer y le extendió los brazos, ella


corrió hacia él y lo estrechó con alegría.

—¡Profesor Dumbledore!. ¡Qué alegría verlos aquí!—.

Luego abrazó a McGonagall y la besó en las mejillas, y la


profesora la estrechó maternalmente, cuando Lily se separó de la
mujer giró su rostro y entonces vio a Severus, le sonrió, se acercó
tímidamente hacía él y le extendió su mano derecha para que él se la
estrechara, no se atrevió a ser menos informal con él luego de tantos
años de distancia, pues desde aquel día cuando eran adolescentes y
él la ofendió llamándola “Sangre sucia” habían dejado de hablarse,
después de haber sido tan amigos en la infancia.

No comprendió el por qué de su presencia en ese lugar, no


después de los rumores que había escuchado acerca de que él se
había unido a Voldemort, ¿quizá no era cierto?, sea como fuere, su
presencia le hizo mucho bien y la invadió un sentimiento de felicidad
al darse cuenta de que él a pesar de los años de distanciamiento tras
sus diferencias en la adolescencia aún la consideraba su amiga, se
preocupaba por ella y había decidido ir a verla, dedujo que al igual
que el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall, también él
había sido avisado de que Voldemort trató de asesinarla a ella y a su
familia sin éxito y que había perecido en el intento, la presencia de
Severus allí hablaba muy bien de él.
Demostraba que realmente siempre fue su amigo.

Él al fin pudo reaccionar a su instinto e ignoró la mano que


Lily le ofreció para en cambio tomarla de los hombros y estrecharla
fuertemente entre sus brazos, no lo soportó más y sin ningún
reparo, sin importarle nada ni nadie rompió en llanto, la profesora
McGonagall se secaba sus lágrimas y el profesor Dumbledore le dio
un pañuelo.

—¡Tranquilo Sev!—.

Exclamó Lily con dulzura mientras se separaba de él para


secarle las lágrimas. —Estoy bien—.

Él volvió a estrecharla, no quería que terminara ese momento.

—Sí, Lily, estás bien, perdóname, yo nunca quise separarme


de ti, nunca quise perder tu amistad—.

—No hay nada que perdonar tontito—.

Le dijo ella dándole unas palmaditas cariñosas en el brazo. —


Ya todo está olvidado, estando aquí me estás demostrando que eres
un verdadero amigo—.

Luego McGonagall la condujo hasta la cama.

—¡Siéntate querida!—.

Los demás se sentaron en sendas sillas que Dumbledore hizo


aparecer con su varita.

La emoción la embargaba y tenía montones de preguntas


agolpándose en su cabeza y pugnando por salir de su boca hasta
que no lo resistió y comenzó a indagar.

—¿Dónde están James y mi Harry?, ya muero por ver a mi


bebé—.
Severus bajó el rostro y McGonagall trató de mirar hacia otro
lado.

—Bueno, verás Lily—. Dijo Dumbledore con tono vacilante. —


Hay muchas cosas que no sabes, Harry ya no es un bebé, ha pasado
mucho tiempo, llevas aquí mucho tiempo—.

A ella se le borró la sonrisa del rostro y la suplantó por un


gesto de contrariedad.

—¿Cuánto tiempo ha pasado exactamente?—.

Preguntó con temor.

—Bueno, quince años—. Respondió el anciano.

Lily se levantó violentamente de la cama con una expresión de


horror.

—No puede ser, eso quiere decir que me perdí toda la infancia
de mi hijo, nunca vi sus primeros pasos ni tampoco escuché que me
llamara mamá cuando aprendió a hablar—. Dijo con voz llorosa.

Dumbledore le puso una mano en el hombro para transmitirle


fuerzas.

—Él no sabe que estás viva, bueno en realidad nadie excepto


nosotros lo sabe, imagínate lo felices que se van a poner todos,
especialmente Harry cuando se entere—.

Dijo el anciano para animarla.

Ella sonrió débilmente, le emocionaba pensar en ese momento


que se reuniría con su familia y amigos, pero de pronto la imagen de
alguien más se le vino a la mente.

—¡James!, ¿dónde está James?, yo lo mandé a buscar, ¿por


qué no vino con ustedes?—.
McGonagall no lo pudo soportar y rompió en llanto, se levantó
de su asiento y se dirigió a la ventana tapándose en el rostro con las
manos.

—¡Por Dios!—. Murmuró la profesora entre sollozos.

Dumbledore tomó a Lily por los hombros y la miró fijamente.

—Lily, aquella noche que Voldemort entró en tu casa sólo


Harry y tú sobrevivieron, lamento decirte que… que James… James
no pudo lograrlo—.

La expresión de horror en el rostro de Lily se evidenció más


aún, una daga invisible se fue enterrando poco a poco dentro de su
corazón lacerándolo cruelmente, hubiera preferido una y mil veces
haberse quedado sorda en ese momento o haberle arrojado un
hechizo silenciador al profesor para callar sus horribles palabra, si
tan solo tuviera su varita, eso no podía ser cierto.

—¿Usted me está queriendo decir que James murió?—.

Dumbledore asintió tristemente.

—No puede ser—. Susurro ella, luego se llevó las manos a la


cabeza y comenzó a llorar desconsoladamente. —Él no puede estar
muerto, no por favor, esto tiene que ser una pesadilla.

Dumbledore la estrechó fuertemente.

—¿Y cómo sucedió?—. Preguntó con amargura entre sollozos.


—¿Cómo es que yo sobreviví y él no?, el director del hospital me dijo
que me encontró vagando en el valle pero no había nadie más
conmigo, ¿quién encontró a Harry y a James?—.

—Yo estuve en tu casa esa noche—. Dijo la voz de Severus. —


Yo los encontré—.

—Yo estuve en tu casa esa noche—. Dijo la voz de Severus. —


Yo los encontré—.
Dumbledore tomó a McGonagall por un brazo y la condujo a la
puerta.

—¡Ven Minerva!, será mejor que los dejemos un momento


solos, tienen mucho de qué hablar—.

Lily continuaba llorando, se levantó de la cama, se recostó de


la pared y se dejó caer al suelo.

Su rostro estaba cubierto de lágrimas que le producían el


doloroso recuerdo de James, recordó el día en que se hicieron novios
en las tres escobas, cuando se lo presentó a sus padres que se
quedaron encantados al conocerlos pese a las muecas de rabia de
Petunia.

Recordó el día de su boda y uno de los días más felices, el día


del nacimiento de su hijo Harry.

No podía ser cierto que James estuviera muerto, que hubiese


dado su vida para proteger la suya y la de su hijo, se suponía que
ellos estarían a salvo allí, pero ¿quién los había delatado entonces?,
¿cómo es que ella había logrado sobrevivir si también había sido
impactada por la maldición asesina?

Severus estaba conmovido, sintió que su corazón se encogía al


ver a Lily sufrir de esa manera aunque no sabía que le producía más
dolor, si el hecho de que ella estuviera sufriendo, o que sufriera por
James, pero la respuesta le llegó enseguida, definitivamente hubiese
dado lo que fuera para evitar ese sufrimiento, incluso hubiese
preferido verla de nuevo junto a James con tal de que ella fuera feliz
y así contemplar de nuevo su sonrisa.

Se acercó a ella y se sentó en el piso, él le tomó la mano y ella


giró su rostro triste hacia él.
—¡Oh, Sev!, me duele tanto—. Expresó mientras se arrojaba a
los brazos de su amigo sollozando. —Mi James murió y Harry… no
lo vi crecer—.

—No estuve junto a él en sus mejores y peores momentos—.

—Lo sé Lily—. Respondió él abrazándola después de darle un


beso en la cabeza.

—Te necesito, no quiero que te separes nuevamente de mí—.


Dijo la pelirroja entre sollozos. —Ahora te necesito más que nunca—.

—Yo jamás me aparté de ti Lily—. Contestó Snape. —Y jamás


lo haré, incluso desde ese día en que nos disgustamos porque te
llamé… bueno ya sabes, siempre continué a tu lado, aunque no me
vieras, permanecí muy cerca para cuidarte, por eso estuve en tu
casa el día en que ocurrió todo aquello—.

—Entonces, ¿sabes lo que ocurrió exactamente?, ¿podrías


contarme lo que pasó?—. Le preguntó ella que se había separado de
él para poder mirarlo al rostro.

—Sí, bueno, lo que te voy a contar de ese día te va a resultar


desconcertante, a mí también me resultó desconcertante saber que
estabas viva después de lo que yo vi esa noche, pero con lo que nos
reveló el sanador, Dumbledore creó un teoría bastante razonable, la
cual nos contó antes de venir aquí—.

—Cuéntame, por favor—. Pidió ella ahora más calmada, pues


había dejado de llorar.

—De acuerdo—. Comenzó a narrar Severus. —Yo por


desgracia me había vuelto mortífago por esos tiempos, estaba
molesto con el mundo, con mis padres y con esa vida que me había
tocado vivir—.

Lily, al escuchar aquello se tapó la boca que tenía abierta en


señal de sorpresa.
Era cierto, después de todos los rumores eran ciertos.

—Pero luego me arrepentí—. Se apresuró a explicar Severus.


—En realidad, nunca estuve seguro de querer servir al señor
tenebroso, yo no me sentía a gusto trabajando para él, de modo que
me sinceré con Dumbledore y él con su sabiduría me hizo entender
que lamentablemente ya no podría apartarme del señor tenebroso,
pues sin duda me mataría sin embargo afortunadamente aún podría
sacar mucho provecho de esa situación—.

—¿De qué forma?—.

Inquirió Lily intrigada mientras hipaba por el exceso de llanto.

—Verás—. Continuó su amigo.

—Yo debía continuar al lado del señor tenebroso fingiendo ser


su más fiel servidor—.

—Así podría servirle de espía a la orden, enterándome de los


planes de él, ¿recuerdas que ustedes habían escogido a Pettigrew
como guardián del secreto, es decir, de donde se encontraban en ese
momento?—.

Lily asintió con la cabeza deduciendo que tal vez Dumbledore


le había proporcionado aquella información a Severus.

—Pues el muy bastardo era un traidor y fue quien los delató a


ustedes—.

—No puede ser, Colagusano no pudo habernos hecho eso, él


era uno de los amigos de James—. Dijo Lily horrorizada.

Severus hizo un gesto de impotencia con la mano.

—Pues, sí, fue él, posteriormente le hizo creer a todos que


había sido Black, Sirius Black, el traidor, el muy bastardo asesinó a
un montón de muggles—.
—Se cortó un dedo y escapó tomando su habitual forma de
rata, así fingió su muerte pero antes había gritado lo más fuerte que
pudo que Black era un traidor y que temía por su vida, de modo que
Black fue a parar a Azkaban en lugar de Pettigrew, nunca pensé que
diría esto, pero sentí pena por él porque tuvo que pasar allí recluido
por doce años hasta que se escapó, ahora está en la casa de sus
padres, que actualmente es la sede de la orden—.

—¡Dios mío!—. Exclamó ella con horror.

—Esa noche—. Snape continuó relatando. —Esa noche en que


ocurrió todo—.

—Yo llegue allí cuando escuché una predicción de Trelawney


donde decía que el señor oscuro los iba a matar a ustedes—. A este
punto Snape tragó saliva con dificultad y decidió ser cuidadoso con
lo que iba a revelar, Lily se encontraba muy afectada y no creía que
ese fuera el mejor momento para revelarle que si bien Pettigrew
había revelado su posición—.

—Él también los había traicionado revelando nada más y nada


menos que la profecía que activó la alarma en Voldemort—.

—Él lo supo, y yo aprovechándome de su confianza en mí traté


de persuadirlo, pero él estaba muy decidido, así que me fui a ver a
Dumbledore para contarle lo que el señor tenebroso pensaba hacer,
él me dijo donde vivías, así que me fui para allá lo más rápido que
pude, pero llegué demasiado tarde, ya todo había ocurrido, el señor
tenebroso no estaba—.

—Encontré a Potter tirado en el piso de la sala, le tomé el


pulso y no se lo encontré, temiéndome lo peor subí las escaleras tan
rápido como me lo permitieron mis piernas temblorosas piernas,
revisé en casi todas las habitaciones y no te encontré, hasta que al
fin abrí la última puerta que me quedaba—.

En este punto del relato Severus se detuvo para tomar aire.


Sus ojos se humedecieron de nuevo y una lágrima solitaria
cayó al suelo.

—Lo que encontré fue horrible Lily, tu bebé estaba llorando en


su cuna con una herida en forma de rayo en su frente y tú… bueno,
tú no estabas… allí… tirada en el piso, inerte—.

—Te tomé entre mis brazos, estaba fría, pálida—.

—Y no tenías pulso, fue lo más horrible para mí verte así—.

—Después, cuando al fin asimile que estabas… muerta—.

—Me levanté del suelo dispuesto a irme, luego escuché la voz


de Hagrid llamándote a ti y a Potter desde la planta baja, así que
decidí desaparecerme—.

—¿Y entonces como es que yo…?—.

—Dumbledore dice—. La interrumpió Severus. —Que el


momento en que te interpusiste voluntariamente entre el hechizo
asesino y Harry se creó una protección de magia muy antigua con lo
cual el efecto de dicho hechizo perdió fuerza y no te quitó la vida
realmente sino que te dejó cataléptica, es decir, con los signos de la
muerte, pero viva—.

—Al ser Potter alcanzado por la protección de esa magia,


tampoco pudo ser dañado por la maldición asesina que el señor
tenebroso le lanzó, así que solo le quedó una herida en la cabeza y
quien – tú – sabes desapareció perdiendo sus poderes, bueno hasta
que reapareció de nuevo, pero esa es otra historia—.

—Ahora todo tiene sentido pero… aun hay algo que no encaja,
¿cómo me encontraron?, el director del hospital dice que él me
encontró vagando por ahí, pero luego escuché decir a una enfermera
que incluso hay una tumba donde supuestamente descansaban mis
restos y una estatua… no entiendo—.
—Dumbledore dice que tal vez el ministerio de ese entonces
pudiera haber deducido que Voldemort habría destruido tu cuerpo
al intentar proteger al bebé—.

—Y que tal vez por eso habías desaparecido—.

—Pero por no causar más dolor fingieron que estabas dentro


de ese ataúd—.

—El cual jamás abrieron durante el funeral con la excusa de


que el cuerpo no había quedado en las mejores condiciones—.

—Sin embargo Hagrid había afirmado que te había enterrado


momentáneamente a ti y a Potter por temor a que los mortífagos
regresaran a destruir los cuerpos, Dumbledore supone que has
debido salirte de esa improvisada tumba al sentirte asfixiada, pero
que tal vez no estabas del todo consciente—.

—El sanador nos contó cómo te encontró—.

—Suponemos que al salir de la tierra, te desmayaste, o mejor


dicho, entraste en catalepsia—.

Lily se levantó del suelo y Severus imitó el gesto, después este


último abrió la puerta y les hizo saber a los otros que ya había
hablado con Lily y que ella ya estaba al tanto de todo, de modo que
McGonagall entró a la habitación y les pidió a los otros que
esperaran un momento afuera mientras ella ayudaba a Lily a
cambiarse de ropa para regresar a Hogwarts.

Una vez que llegaron al castillo y contaron lo que había


sucedido a todos los profesores, estos la recibieron con los brazos
abiertos y gran alegría, Lily estaba impaciente por ver a Harry y a
sus amigos los miembros de la orden, pero Dumbledore le pidió que
espera hasta el día siguiente cuando él enviaría lechuzas para dar la
maravillosa noticia.

Como ya era de noche, él le pidió que fuera a dormir.


—Por ahora ve a descansar muchacha—.

Le pidió amablemente el viejo.

Pero ella alegó que ya había permanecido dormida durante


muchos años y que lo menos que iba a hacer era conciliar el sueño
aquella noche.

De modo que McGonagall, muy comprensiva.

Se ofreció a llevarla a la habitación que Dumbledore le había


asignado, para ponerla al tanto de otros detalles que le hacía falta
conocer.

Así lo hizo, la simpática mujer se llevó a Lily.

Y cuando estuvieron dentro de las habitaciones le contó


muchas cosas.

Entre ellas la enfermedad y recuperación de los Longbottom,


la regeneración de varios mortífagos.

Entre ellos Bellatrix y Rodolphus Lestrange, quienes habían


sido los atacantes de los Longbottom.

Y también le contó del arrepentimiento de la familia Malfoy


que también habían sido mortífagos.

—¿Usted se refiere a Lucius y a Narcisa Malfoy?—. Inquirió


Lily.

—Sí, querida—. Respondió su interlocutora. —Pero ya están


arrepentidos y hasta fueron perdonados por el ministerio de magia—
.

—Pues han ayudado mucho con la información que han


proporcionado—.

McGonagall también le contó que ahora Severus trabajaba en


Hogwarts enseñando pociones y que también le contó de su hijo
Harry, de su parecido con James, aunque no en el temperamento,
de sus amigos y que él había sido criado en el número cuatro de
Private Drive por su hermana Petunia.

Esto no le agradó mucho a Lily pero decidió pasarlo por alto,


pues la emoción que sentía de tan sólo imaginar que volvería a ver a
su hijo, la embargaba por completo.

Las dos mujeres conversaron hasta tarde hasta que Lily se


quedó dormida y McGonagall que estaba muy cansada y bostezaba a
cada rato, la arropó, la besó en la frente y se dirigió a su habitación.

Al día siguiente, muy temprano Lily se dirigió al despacho de


Dumbledore muy impaciente porque ese sería para ella el gran día
del reencuentro con los demás.

Especialmente con Harry, Dumbledore le contó que ya había


enviado una muy extensa carta a Harry.

Donde le contaba detalladamente todo lo sucedido y otra a la


sede de la orden, donde también explicaba todo y que al llegar allí
enviarían a alguien a buscar a Harry.

Después de haber desayunado, Dumbledore, McGonagall,


Severus y Lily, con ayuda nuevamente de los polvos flu, se fueron al
número 12 de Grimmauld Place, donde ya habían leído la carta del
profesor.

Al llegar, Tonks los recibió uno a uno frente a la chimenea y al


ver a la única persona que no conocía y que además se ajustaba a la
descripción que le habían dado se puso muy contenta.

—¿Es ella?—. Preguntó con el rostro iluminado.

—Sí, es ella Tonks—. Confirmó Dumbledore. —Pero ahora


déjanos seguir, por favor—.
Severus puso los ojos en blanco y McGonagall sonrió. Tonks
se hizo a un lado para que todos siguieran, pero cuando le tocó el
turno a Lily, la muchacha la abrazó fuertemente, lo que sorprendió
muchísimo a la mujer que jamás había visto a Tonks, pero al ver el
entusiasmo de la chica se conmovió y le correspondió el abrazo.

—Es un placer conocerla señora Potter—.

—Yo soy Tonks, Nymphadora Tonks—.

—Pero prefiero que me llamen por mi apellido, es que odio mi


nombre—. Se presentó la chica con una sonrisa. —Soy amiga de su
hijo Harry y estoy realmente muy feliz por él—.

Lily le sonrió, aquella muchacha le pareció muy simpática y


sobre todo le encantó que apreciara tanto a su hijo, de modo que fue
ella esta vez la que abrazó a la chica.

—El gusto es mío—. Contestó. —Pero a diferencia de ti, yo


prefiero que me llamen por mi nombre, sin formalidades—.

Inmediatamente se escuchó un tropel que corría en dirección


al vestíbulo, era el resto de la orden, encabezados por Sirius, que
venían a comprobar la maravillosa noticia con sus propios ojos.

—¡Dios!—.

Exclamó Sirius pasmado y los ojos llenos de lágrimas.

—Entonces es verdad, ¡estás viva!—.

—Sí, aquí estoy—. Confirmó Lily con los brazos abiertos.

Sirius la estrechó.

Y después les cedió el turno a todos los demás.

A Molly, Arthur, Alastor y Remus.

Que también estaban muy emocionados.


Después entraron Frank y Alice Longbottom, seguidos por su
hijo Neville.

Lily los abrazó también y lloraron de felicidad, y cuando los


Longbottom le presentaron a su hijo, ella exclamó:

—Pero si es igualito a ti Alice—.

De pronto Molly llamó a todos sus hijos y también se los


presentó, Lily quedó encantada.

—¡Vaya!, todos son muy hermosos—. Exclamó.

—Gracias—. Contestó Fred. —Sobre todo nosotros dos—. Dijo


señalando a George.

Todos, excepto Severus, que tenía una expresión de fastidio,


rieron con el comentario.

—Y no son todos—. Agregó Molly. —Todavía no conoces a


nuestros tres hijos mayores, Bill, Percy y Charlie—.

De pronto Molly reaccionó.

—¡Creo que ya es hora!—. Exclamó con los ojos muy abiertos.


—Ya deberían ir a buscar a Harry—.

—Es cierto—. Respondió Alastor. —Yo iré por él—.

—Yo te acompaño Alastor—. Agregó Remus.

—No quiero perderme la cara de Harry por nada del mundo—.

—Yo también los acompaño, cariño—. Se apresuró a añadir


Tonks.

—¿Cariño?—. Repitió Lily extrañada.

—¡Ah!, bueno… sí, había olvidado decirte algo tan importante,


Nymphadora y yo…—.
La aludida soltó un gruñido lo bastante fuerte para hacerlo
reaccionar.

—Es decir, Tonks y yo nos casamos el año pasado, ella es mi


flamante esposa—. Expresó con alegría.

Lily sonrió alegremente.

—¡Vaya!, pues, ¡felicidades entonces!—.

—Gracias!—. Respondió Tonks. —Pero ahora marchémonos a


buscar a Harry—. Dijo mientras tomaba una tetera que Dumbledore
había hechizado, convirtiéndola en un traslador.

Capitulo 3. Juntos otra vez

En el número 4 de Private Drive, sentado en la acera de la


calle, Harry leía y releía la carta, como lo había hecho Severus
anteriormente, su corazón estaba a punto de salírsele por la boca,
no entendía el significado de todo aquello, Dumbledore no se
atrevería a bromear así con él (pensó Harry) entonces… ¿sería
verdad?, de ser así, su vida cambiaría maravillosamente.

De pronto sintió una presencia tras él y al voltearse sólo vio


unas piernas, de modo que subió la mirada y allí estaba su enorme y
despreciado primo Duddley, Harry se incorporó rápidamente para
quedar a su altura, bueno, casi, porque Duddley era mucho más
alto que él.

—¿Por qué lloras Potter?—.

Preguntó el muchacho con voz melosa, imitando la voz de un


niño pequeño.

Harry se quitó las gafas y se apresuró a secarse las lágrimas


con el dorso de la mano.

—Eso no es tu problema Duddley—.


Respondió con brusquedad.

—Quizás tenga algo que ver con esa carta, ¿qué dice?, ¿es de
tu novia?, seguro te dejó y por eso lloras, ¿verdad?—. Se burló el
muchacho mientras trataba de arrebatarle la carta a Harry.

Harry sacó entonces su varita y la levantó a la altura del


pecho de Duddley, no estaba dispuesto a hacer magia, sabía que
estaba prohibido pero si quería asustar a su primo tanto como
pudiera, ya no le importaba que sus tío se pusieran furiosos con él,
al fin y al cabo, si Dumbledore estaba en sus cabales y todo lo que le
había explicado en la carta era verdad, entonces ya él no tendría que
seguir viviendo con los Dursley.

—No… no te atre… no te atreverías, lo tienes prohibido, te


expulsarían de ese colegio de bichos raros al que vas—. Le espetó
Duddley con nerviosismo.

—¿Ah no?—. Respondió Harry sonriendo con arrogancia. —


Pues ponme a prueba, valdrá la pena ser expulsado si antes te lanzo
un maleficio—.

—Pero soy tu primo, tu… tu sangre, no lo hag…—.

En ese momento las suplicas de Duddley fueron


interrumpidas por un grito de terror que soltó su madre.

Harry pensó que tal vez lo habría visto por la ventana y se


había espantado al ver que apuntaba a su hijo con la varita, pero
luego comprendió que debía ser otra cosa, pues casi inmediatamente
después escuchó la voz de tío Vernon.

—¿PERO QUÉ DEMONIOS ES ESTO?—. Gritó el hombre más


bien aterrorizado. —¿Quiénes son y cómo rayos llegaron aquí?—.

—Nos aparecimos—. Dijo la voz de una mujer que a Harry le


sonaba muy familiar.
Harry y Duddley se apresuraron a entrar a la casa y allí
estaban tío Vernon y tía Petunia abrazados y pegados a la pared lo
más que podían, al otro lado estaban Alastor Moody, Remus Lupin y
Nymphadora Tonks, cuando tía Petunia vio entrar a Harry y a
Duddley, se apresuró a llamar a este último.

—¡Ven aquí tesorito!, ¡aléjate de ellos!—.

Harry en cambio miró a los visitantes con entusiasmo.

—¿Pero entonces es cierto?—. Preguntó con alegría, asociando


el contenido de la carta con la presencia de los recién llegados.

Tonks lo abrazó con ternura.

—Sí, Harry, es cierto, Dumbledore no se ha vuelto loco, ni


nada parecido—.

Tío Vernon se puso por delante de su familia con los brazos


extendidos a cada lado.

—No se atrevan a acercarse a mi familia o no respondo—.

Amenazó alzando los puños.

El grupo de magos rió.

—Supongo que nos lanzará un poderoso hechizo, ¿no es así?—


.

Bromeó Alastor Moody mirándolos fijamente con su ojo mágico


mientras con el otro miraba a sus compañeros.

—Harry, ve por tus cosas, nosotros te esperamos aquí—. Le


ordenó Remus.

Harry se apresuró a cumplir con la orden.

—¿Se… se lo llevan?—.
Inquirió Tía Petunia con nerviosismo. —¿Y por qué?, el verano
aún no termina—.

—Nos lo llevamos porque alguien a quien Harry quiere mucho


y no ve desde hace tiempo, lo está esperando—.

Respondió Tonks con suficiencia.

—¿Y quién es?—. Preguntó tío Vernon con curiosidad.

—Pues eso no es su problema, supongo que más tarde se


enterará, ahora no nos da la gana de revelarles nada de quien se
trata, además no creo que les dé mucho gusto—. Contestó Tonks.

En ese momento Harry bajó con su maleta y con Hedwig en su


jaula.

—Pues bien, pueden llevárselo, si así lo desean, a nosotros no


nos hará falta—. Espetó tío Vernon con maldad.

—Pues escúcheme bien—. Dijo Alastor mientras se acercaba


un poco al aterrorizado hombre, este y su familia retrocedieron unos
pasos con caras aterrorizadas.

—No le estamos pidiendo permiso, por supuesto que nos lo


vamos a llevar, ¿o qué?, ¿acaso lo pensaba impedir?, ¿cómo?, ¿a
golpes?—.

—Jajaja, así es como un MUGGLE como usted se puede


defender—.

Todos los magos rieron excepto Lupin, que negaba con la


cabeza y les lanzaba a los Dursley miradas asesinas.

Después tomó el baúl de Harry y la jaula de Hedwig y los


acercó al grupo, posteriormente se tomaron todos de la mano y los
Dursley escucharon cuando Tonks comenzó a contar.

—Uno, doy y tres—.


Al final de la cuenta Harry sintió que una fuerza tremenda lo
halaba por debajo del ombligo, vio que todo se tornaba borroso a su
alrededor.

Y escuchó a lo lejos a los Dursley que gritaban espantados.

En el número Doce de Grimmauld Place, todos los presentes


escucharon un fuerte “Crack” procedente de la sala de estar.

—¡Llegaron!—. Exclamó el señor Weasley. —Ya están aquí—.

Lily sintió una gran emoción e intentó salir corriendo para


encontrarse con su hijo, pero una mano cariñosa la detuvo, era
Dumbledore que le sonreía.

—Será mejor que esperes aquí Lily, le dará más suspenso al


asunto—.

Expresó divertido mientras frotaba sus manos y le guiñaba un


ojo a la mujer.

Lily se sonrió y asintió, estaba nerviosa y expectante pero al


mismo tiempo dichosa y muy emocionada, le habían hablado tanto
de Harry, de su parecido con James.

Excepto en los ojos, de su nobleza y su valentía. Lo único de lo


que no le habían hablado era de lo infeliz que había sido el pobre en
casa de sus tíos.

Lily aún lamentaba no haber podido criar a su pequeño,


apenas y alcanzó una vez a escucharlo balbucear escuetamente la
palabra “Mamá” y en aquella ocasión su alegría fue tal que no pudo
contenerse y lo alzó de la cuna en medio de una alharaca.

Lamentaba no haber estado junto a él en sus momentos de


alegría y tristeza, no haberlo aconsejado cuando lo necesitaba, ahora
el tiempo había pasado inexorablemente para los dos, robándoles los
mejores momentos, pero como bien le había dicho el buen y sabio
Dumbledore, no debía malgastar el tiempo que les restaba de vida
lamentándose por el pasado.

Sino aprovechar el presente y disfrutarlo junto con el futuro


que ambos tenían por delante.

—¡Oh Albus!—.

Exclamó McGonagall saliendo de la cocina donde se habían


encontrado todos hasta ese momento.

Sirius salió a la cabeza nuevamente para recibir a su ahijado.

Cuando este lo vio, se arrojó inmediatamente a sus brazos,


ambos lloraron de la felicidad.

Harry miró en todas direcciones en busca de su madre, en su


fuero interno no creería en la noticia hasta que la viera con sus
propios ojos, pero ellos solo advertían distintos rostros, muy
conocidos y apreciados, pero ninguno era el de su madre.

De pronto sintió que lo abrazaban fuertemente, era Molly


Weasley que lo recibía.

—Es maravilloso cariño—. Expresaba ella con gran emoción.


—No sabes cuánto me alegro por ti—.

—¡Bienvenido Harry!—.

Exclamó el señor Weasley. —¡Bienvenido a tu nueva vida!—.

—¿Cómo estás amigo?—.

—Hoy debe ser el día más feliz de tu vida?—.

Comentó Ron después de abrazarlo.

—Lo es Ron, lo es—.

Confirmó Harry en medio de aquel alboroto de gente que lo


abrazaba y lo felicitaba.
—¡Esto es genial!—. Dijo la voz de Neville.

—¿Cómo estás Neville?—. Preguntó Harry sin dejar de mirar a


todos lados.

—Igual de feliz que tú, Harry—. Respondió con una sonrisa,


luego extendió un brazo y señaló a su derecha. —¡Mira!, mis padres
han sido curados—.

Harry sonrió y vio cuando los padres de Neville se acercaban


alegremente.

—Es un placer conocerlos señores Longbottom—.

Expresó Harry obviando el detalle de que en realidad ya las


había conocido con su estado lamentable mientras permanecían en
San Mungo.

—El gusto es nuestro—. Respondió el señor Longbottom.

Pero inmediatamente una fuerte mano lo haló y lo sacó del


grupo.

—Ya déjenlo en paz, ven aquí, Potter—. Expresó la fría voz de


Severus Snape, que ya se había impacientado.

—¡Profesor Snape!—. Exclamó Harry con sorpresa. —¿A dónde


me lleva?—. Preguntó al ver que el hombre lo arrastraba lejos de los
demás hacia una habitación.

—¡Tú cállate Potter!, sólo te rescaté de esa banda de urracas


para que pudieras finalmente dedicarte a lo que has venido—.

Espetó con su voz grave y pausada.

Harry no se lo dijo.

Pero en el fondo se lo agradeció enormemente, pues él también


se había impacientado.
Ambos bajaron por unas escaleras.

Y llegaron frente a una puerta.

Snape dio dos sutiles golpes que hicieron eco entre las paredes
de la escalera.

Y casi al instante una sutil voz que Harry creyó identificar al


menos en sus sueños y visiones se dejó escuchar…

—Pasen adelante—.

La voz de Lily sonó un poco ronca y trémula.

Denotaba claramente la expectación y el nerviosismo que le


causaba aquel encuentro con su hijo.

Severus colocó la mano derecha en el pomo de la puerta. No lo


demostraba, pero en el fondo también soñaba con ese momento,
quería ver la reacción de Lily al ver a su hijo.

Amaba esa sonrisa cándida, esos ojos verdes y expresivos que


se iluminaban cuando estaba feliz.

Decidió no perder más tiempo y abrió de un empujón certero.

Entonces Harry vio a la mujer pelirrojo que estaba de espaldas


a él sin pensarlo dos veces y con la voz quebrada por la emoción
exclamó por primera vez en su vida (al menos desde que tenía uso
de razón).

—¡Mamá!—.

Lily se giró lentamente como si temiera darse vuelta de un


tirón y entonces lo vio… una copia exacta de James en sus años de
adolescencia la miraba con aquellos ojos verdes tan parecidos a los
suyos.
—¡Harry, mi niño!—. Exclamó con ternura y la voz quebrada,
sus ojos verdes comenzaron a recorrer a su hijo de pies a cabeza,
examinándolo con detalle.

Todos tenían razón, había dejado de ser un bebé. Ahora era


casi un hombre, muy parecido a su padre.

Hasta su voz se le parecía.

Para los dos el tiempo se detuvo, sólo se dedicaron a mirarse


el uno al otro sin siquiera prestar atención al hecho de que alguien
más los miraba desde el umbral de la puerta.

Alguien que permanecía callado mirándolos por el rabillo del


ojo hasta que el silencio fue roto por la voz temblorosa de la mujer.

—Ven con mamá mi cielo, ya estoy aquí—.

Expresó Lily mientras extendía los brazos en cruz.

Harry no lo pensó dos veces y corrió a los brazos de su madre,


llorando, pero de felicidad, sus corazones latían con fuerza mientras
se aferraban tanto el uno al otro que parecían fusionados.

No querían soltarse, no ahora que se habían encontrado de


nuevo.

—Mamá, me hiciste tanta falta—.

Dijo el niño que vivió, separándose un poco para poder mirarla


a los ojos.

—Pero ya estoy aquí cariño, y esta vez no me voy a ir a ningún


lado—. Respondió su madre.

Severus no lo admitiría nunca.

Pero tenía un nudo en la garganta.


Y también los ojos humedecidos, pensó que tal vez madre e
hijo necesitaban privacidad, así que decidió dejarlos solos.

Y se marchó junto a los demás, ellos estaban tomando el té y


comiendo torta de crema, que la señora Weasley había preparado
para todos.

Severus tomó asiento al lado de Sirius.

Y este al verlo a los ojos se acercó a su oído y le preguntó con


sarcasmo: —¿Estuviste llorando Quejicus?—.

—¡Imbécil!—. Respondió secamente. —¿Acaso te parezco una


persona que suela llorar a menudo?—.

—Pero antes solías hacerlo a cada rato, por eso te ganaste el


nombrecito—. Espetó Sirius con burla.

—¡YA BASTA BLACK!—. Gritó Severus, y todos se voltearon a


mirarlo.

—¿Qué sucede con ustedes?—. Preguntó McGonagall un poco


irritada.

Ambos se señalaron mutuamente.

—Ya estoy harta de ustedes dos—.

Expresó la mujer con severidad.

—¿Qué acaso no pueden estar en el mismo lugar dos


segundos sin pelearse?—.

—Nunca pensé que viviría para ver algo así—. Musitó George
dirigiéndose a su hermano, al tiempo que ahogaba la risa.

—Yo tampoco—. Contestó éste.

Ginny los fulminó con la mirada, les hizo señas para que se
callaran y le dio un codazo a Ron, que también reía.
—Es este idiota de Black que todo el tiempo me importuna con
sus estúpidos comentarios—. Soltó Severus. —Estoy harto—.

—No importa quien haya empezado, el caso es que deberían


dar un buen ejemplo a esos niños—.

Dijo McGonagall mientras señalaba a los Weasley y a Neville.

—Pero es Quejicus que no aguanta una broma—. Alegó Sirius.

Severus lo fulminó con la mirada, pero decidió no contestar.

—¡Ya basta Sirius!, ya veo que tu no cambias, deberías darle


un buen ejemplo a tu ahijado—. Espetó McGonagall furiosa.

—Minerva tiene razón—.

Ratificó Dumbledore con una sonrisa. —Además hoy es un día


de felicidad, vamos todos a brindar con té—. Dijo mientras alzaba su
taza y los demás lo imitaron.

—¡Vamos Severus!—.

Lo exhorto el viejo, ya que estaba del otro lado junto a él. —


Únete al brindis y sonríe—.

Severus tomó su taza y la alzó en el aire escuetamente, ya se


sentía incómodo cuando llegó, pero estar rodeado de toda esa gente
por más de un minuto era una sensación insoportable.

—Ahora solo falta que nos dediques una pequeña sonrisa—.


Pidió Dumbledore.

Mientras Sirius, Ron, Fred, George y Neville ahogaban la risa.

—Eso sería pedir demasiado Albus—. Expresó Severus con


aire arrogante aunque por dentro su alma no solo sonreía, sino que
saltaba de felicidad desde el mismo momento en que desde el
umbral de la puerta de la oficina del director escuchó a este
pronunciar las tres palabras más hermosas y benditas que hubiese
oído jamás: “¡Lily está viva!”.

Capitulo 4. La primera salida de Lily y Harry al callejón Diagon

Al día siguiente, una agradable sorpresa había llegado al


número 12 de Grimmauld Place.

Era Hermione que también había recibido una lechuza donde


le informaban acerca de las dos últimas y gratas noticias.

La chica llegó a eso de las 10 de la mañana acompañada de


Crookshanks y su baúl del colegio, fue recibida calurosamente por la
señora Weasley, que inmediatamente la condujo a la sala, donde se
encontraba Lily conversando con Tonks.

La chica la reconoció al instante, porque la había visto en fotos


en numerosas ocasiones anteriores.

Al principio se acercó tímidamente, pero después se sintió más


segura cuando escuchó a Lily hablar.

—¡Hola querida!—. Saludó la pelirroja.

—Tú debes ser Hermione Granger, ¿no es así?, la mejor amiga


de mi hijo—. La chica sonrió y le extendió su mano para que Lily la
estrechara.

—Sí, así es—. Confirmó.

—Es un placer conocerla, señora Potter—.

Pero Lily después de estrechar su mano la abrazó de forma


maternal.

—¡Oh, querida!—. Expresó entre risas. —Puedes llamarme Lily


si lo deseas, es que tanta formalidad me hace sentir vieja, y bueno,
ya que he perdido algunos años de mi vida—.
—Quisiera continuar sintiéndome joven, además, ya sé que tú
y Ron han ayudado mucho a Harry—.

—Les estaré eternamente agradecida—.

—No es nada—. Expresó Hermione ruborizándose. —¡Ah!, y a


ver si me acostumbro a llamarla por su nombre de pila—.

—Lo harás—. Vaticinó Lily. —Así me llaman los otros chicos.


—Por cierto, ¿dónde están?—. Preguntó dirigiéndose a Molly.

—Están arriba, en la habitación de Buckbeak—. Contestó esta


última señalando la escalera con el dedo índice.

—Yo te acompaño—. Se ofreció Tonks tomando a Hermione


por la mano para guiarla.

La señora Weasley y Lily se quedaron conversando en la sala y


de pronto se estremecieron cuando escucharon que algo cayó al
suelo y unos gritos histéricos.

Molly colocó los ojos en blanco y preguntó:

—¿Estás bien, Tonks?—.

—Sí, no te preocupes—. Respondió esta desde el suelo, pues


se había tropezado con un paragüero con forma de pata de troll que
había junto a la escalera y con el ruido había despertado a la madre
de Sirius.

Hermione también había caído al suelo, pues Tonks la llevaba


sujeta por la mano, así que se levantó rápidamente y cubrió sus
oídos para no escuchar los gritos de la madre de Sirius que
provenían del cuadro de la escalera.

—¡Ya cállese!—. Le dijo la metamorfomaga con una sonrisa en


los labios.
Hermione sonrió también, pues ya estaba acostumbrada a la
torpeza de la Auror.

Ambas subieron la escalera y llegaron a la habitación donde se


encontraban los chicos. Harry, al ver a su mejor amiga se le iluminó
el rostro de felicidad y le comentó lo feliz que estaba y la agradable
sorpresa que se llevó al recibir su carta mientras estaba pasando
sus acostumbradas aburridas y fatídicas vacaciones en el número
cuatro de Private Drive.

Hermione quiso saber la reacción de sus tíos y primo al


enterarse del regreso de su madre y este le contestó que ni Tonks, ni
Lupin, ni Moody quisieron revelarles nada al respecto a los Dursley.

—Es cierto, que se enteren después—. Confirmó Tonks.

—¿Y tu mamá ya sabe del trato que te dieron los Dursley


mientras viviste en su casa?—.

Preguntó Hermione con preocupación.

Harry negó con la cabeza, Ron parecía indignado.

—El muy tonto no le ha querido decir nada al respecto—.

Espetó Ron con enfado.

—Pues Harry tendrá sus razones—. Bufó Hermione.

—Si yo fuese Harry desde hace mucho les habría dado a esas
ratas su merecido—. Dijo George golpeándose la palma de la mano
con el puño.

—Pero eso no va a ser necesario ahora—. Espetó Ginny.

Así fue transcurriendo lo que quedaba de mañana en el


número 12 de Grimmauld place, los chico conversaron, alimentaron
al hipogrifo y bromearon hasta que una dulce voz los sacó de su
conversación.
Era Lily que los llamaba a comer.

Todos bajaron en tropel, pues estaban muy hambrientos, pero


el ruido de los chicos al correr por las escaleras, provocó otra rabieta
en la madre de Sirius, y este, que ya se encontraba en el comedor,
ayudando a poner la mesa junto a Lupin, le gritó que se callara.

Lo que provocó que se enfureciera todavía más, de modo que


él se vio obligado a correr las cortinas que cubrían el retrato para
ahogar sus gritos.

De pronto alguien llamó a la puerta.

—¿Alguien puede abrir la puerta mientras sirvo la ensalada?—


. Pidió la señora Weasley amablemente.

—¡Yo voy Molly!—. Gritó Sirius desde la escalera.

—Canuto, podría ser peligroso si es un enemigo el que toca la


campanilla—. Dijo Lupin desde el umbral de la puerta del comedor.
—Nunca se sabe si un encantamiento fidelio fue roto, no debemos
confiarnos—.

La campañilla de la puerta continuaba sonando.

—¡Bah!, hombre, yo sé cuidarme muy bien—.

—¿Quién podría tocar a la puerta?, ninguno de los enemigos


sabe dónde está la sede de la orden, y no creo que Dumbledore, que
es el guardián, revele la ubicación—.

—Lo sé—. Respondió Lupin cansinamente enarcando una ceja


y luego agregó en tono irónico. —Pero aun así debemos tener mucho
cuidado, no vaya a ser que un mortífago o un dementor…—.

Sirius hizo un gesto de fastidio con la mano y se encaminó


hacia la puerta, pero manteniendo la varita en ristre (por si acaso) y
lentamente giró la perilla, cuando la hubo girado por completo, su
rostro pasó de tenso a tener una expresión burlona.
Era Severus el que estaba al otro lado de la puerta.

Él sin saludar a Sirius siquiera, intentó ingresar a la vivienda,


pero este colocó el brazo en el umbral para impedirle el paso.

—¿Qué haces?—. Preguntó Snape taladrándolo con la mirada.

Sirius ignoró su pregunta, sin embargo le sostuvo la mirada


mientras dirigía un sarcástico comentario a Lupin al tiempo que
reía.

—Tenías razón Lunático, es un enemigo, pero el problema es


que no logro distinguir si se trata de un mortífago o un dementor, es
decir, es un mortífago pero parece un dementor—.

Severus ignoró la risa y el comentario de Sirius y se encaminó


hacia el comedor.

Que era de donde provenían las voces de los demás.

Cuando lo vieron entrar, Lupin instintivamente esbozo una


sonrisa.

—Ya me lo imaginaba yo—. Dijo.

—Ese Canuto no va a cambiar nunca—.

Al ver que todos almorzaban.

Snape se sintió un poco incómodo y trató de excusarse


mientras Sirius le pasaba por un lado y tomaba su lugar en la mesa.

—Disculpen que me haya presentado aquí sin avisar, pero es


que… quería… bueno pasé un momento a verte Lily—.

Esta, que estaba sentada junto a su hijo.

Se levantó de su asiento dedicándole una sonrisa afable al


recién llegado.
Él le correspondió el gesto para sorpresa de todos, aunque lo
hizo de manera muy escueta.

—No te preocupes, Sev—. Expresó Lily con un tono amistoso.


—Sólo tenemos que agregar un lugar más a la mesa, ¿me ayudan
chicas?—. Dijo dirigiéndose a Ginny y Hermione, que se apresuraron
a ayudarla.

—¿Sev?—. Preguntó Fred a su hermano gemelo con un tono de


extrañeza. —¿Por qué lo llamó así?—.

—No lo sé—. Respondió George en un susurro. —Jamás había


escuchado a nadie llamarlo de esa manera.

Snape tomó entonces con resignación su correspondiente


lugar en la mesa y se dispuso a almorzar junto a los demás.

Después del almuerzo se quedó conversando con Lily hasta la


tarde, a hora que había recuperado a su amiga y su amor de toda la
vida no quería separarse de ella, se sentía vivo de nuevo, que su vida
tenía sentido.

Cuando el crepúsculo cayó sobre la bella ciudad de Londres,


Arthur Weasley llegó de su ardua pero satisfactoria jornada de
trabajo y Severus se dispuso a marcharse, pues ya era tarde, pero
antes se dirigió a los señores Weasley.

—¡Ah!, casi lo olvido, Dumbledore les manda a decir que


espera verlos muy pronto en el castillo para el evento—.

Dijo con tono cortante, luego se dirigió a Lily, suavizando el


tono de su voz. —Y también te manda a decir que será un enorme
honor tenerte con nosotros también—.

Todos asintieron y él se marchó dejando a los chicos con la


boca abierta.
Los gemelos se acercaron a sus padres y los bombardearon de
preguntas con lo que por supuesto se formó una confusión.

—¡Alto!—. Exclamó el señor Weasley, colocando una mano en


alto. —Que hable uno a la vez, o si no, no podremos entenderlos—.

—Yo primero, porque soy el mayor—.

Dijo Fred alzando su dedo índice en alto.

—Sólo haber nacido diez minutos antes te convierten en el


mayor—. Expresó George con tedio.

—Pero lo soy—. Continuó Fred. —¿A qué se refería Snape?—.

—El profesor Snape—. Lo corrigió su madre.

—Como sea, ¿a qué se refería el profesor Snape con que el


profesor Dumbledore los espera en Hogwarts?, el curso todavía no
ha empezado, por lo tanto, no hemos hecho nada malo—.

—Por supuesto que no han hecho nada malo—.

—Todavía—. Aclaró el señor Weasley.

—El caso es que este año habrá un evento…—.

—¡Arthur!—. Lo reprendió su esposa.

—Se supone que los chicos no deben saber nada al respecto,


deja que el profesor Dumbledore se los explique al comienzo del
curso—.

—¿Tú también sabes de qué se trata mamá?—. Inquirió Harry


con emoción y regodeo al mismo tiempo, al poder usar ese adjetivo
que en el pasado no había podido usar.

—Sí, mi cielo, yo lo sé—.

Respondió su madre mientras le acariciaba el rebelde cabello.


—Pero Molly tiene razón, es mejor que esperen a que el curso
comience—.

—Es cierto, aunque debo confesar que hasta yo me muero de


la curiosidad—. Comentó Hermione, también emocionada.

—¡Ah!—.

—Será un placer hablar de nuevo con tus padres, Hermione—.

—Porque de seguro ya habrán recibido también el llamado de


Dumbledore, tienen que ir todos los padres, incluso los muggles…—.

—¡Basta Arthur!—. Volvió a increpar Molly.

Más tarde, todos se fueron a dormir.

Sólo Harry conversaba con Ron en su habitación.

Cavilando acerca del nuevo y emocionante misterio que los


aguardaba en Hogwarts y que al parecer también involucraba a los
padres.

Después de tanto conversar, un fuerte ronquido de Ron le


indicó a Harry que ya se había dormido, así que como él aun no
tenía sueño quiso bajar a la cocina por un vaso de leche, pero al
salir de la habitación se topó con Kreacher que maldecía por lo bajo.

—Otra miembro más de la orden, no sé por qué tenía que


volver—. Murmuraba.

—¡Oh!, y mi pobre ama está sufriendo al ver su casa llena de


traidores a la sangre y ahora una sangre sucia más—.

—¿Qué rayos estás diciendo?—.

Preguntó Harry furioso, tomando al elfo por los harapos que le


servían de ropa, levantándolo del suelo mientras este pataleaba
asustado.
—Nada, Harry Potter, Kreacher sólo estaba murmurando, no
quería ofender a su madre la sangre sucia—.

Harry alzó una mano para golpearlo, pero luego se dio cuenta
de que no valía la pena, y entonces lo dejó caer al suelo.

El muchacho siguió su camino rumbo a la cocina y el elfo se


quedó allí murmurando todavía mientras se acariciaba el magullado
trasero.

Conforme Harry se acercaba a la cocina, escuchaba cada vez


con más nitidez unos sollozos que provenían de esta, el chico estaba
cada vez más intrigado, ¿Quién podría estar llorando?, se preguntó a
sí mismo.

Pero al llegar a la habitación encontró a su madre con el rostro


anegado en lágrimas, sentada en la mesa con un libro en la mano.

Ella levantó el rostro al sentir la presencia frente a ella, y al


percatarse de que era su hijo, se limpió el rostro rápidamente con la
manga de su pijama al tiempo que esbozaba una sonrisa fingida.

—¿Qué te ocurre mamá?—.

Preguntó Harry preocupado mientras se acercaba a ella y la


abrazaba.

—Seguro fue el idiota de Kreacher, ¿qué te hizo ese apestoso


elfo?, le voy a dar su merecido—.

Harry sin esperar respuesta de su madre se había encaminado


de regreso, dispuesto a castigar a Kreacher por lo que fuera que le
hubiese hecho a su madre, pero ella lo tomó por el brazo y lo hizo
retroceder.

—¡Harry!, él no me hizo nada—. Lo detuvo mientras sollozaba.

—Entonces, ¿qué te pasa?, ¿por qué lloras?—.


Ella intentó sonreír, pero no lo logró, se encaminó de nuevo a
la mesa e invitó a su hijo a tomar asiento junto a ella.

Al hacerlo Harry se dio cuenta de que lo que había sobre la


mesa y en un principio le pareció un libro, en realidad era un álbum
de fotos, estaba abierto y en esas páginas se mostraban escenas del
día la boda de James y Lily, pero una foto en particular llamó la
atención del niño que vivió…

Como todas las fotos mágicas, esta también se movía, sus


padres saludaban y se veían radiantes, James lucía muy apuesto,
pese a su cabello rebelde e indomable que se resistía a los cepillos,
llevaba puesto un traje muy elegante y un clavel en el ojal de la
chaqueta.

Lily se veía bellísima con su vestido de novia.

Su ramo de flores y su rojo cabello, adornado de hermosas


mariposas vivas.

Los padres de ambos esposos también aparecían en la foto, y


Sirius estaba junto a ellos.

También saludando y sonriendo, su cabello estaba peinado y


recogido en una coleta y también lucía muy apuesto con su traje
elegante.

—Extraño a tu padre, Harry, es sólo eso—.

Dijo Lily con un hilo de voz tratando de no romper en llanto


nuevamente.

Harry comprendió enseguida el porqué de su llanto.

Aunque habían pasado muchos años de la muerte de James,


para ella había sido como perderlo recientemente.
—Yo también lo extraño, aunque no lo recuerde, no compartí
mi vida con él, pero lo he extrañado cada día, al igual que a ti—.
Confesó Harry también con voz quebrada.

—Yo lo estoy superando, pero es que los veo a todos reunidos


de nuevo en esta casa donde compartimos tantos momentos, y no
puedo evitar pensar en él, no puedo creer que Voldemort haya
acabado así con su vida y haya destruido la mía así como así,
separándome de ti—.

Una lágrima resbaló por la mejilla de Harry mientras su madre


hablaba y entonces se aclaró la garganta y le contó cómo había
luchado con Voldemort en reiteradas oportunidades desde que lo vio
en la parte posterior de la cabeza de Quirrel.

Ella le dijo que ya Dumbledore y los demás le habían contado


sobre eso y que a ella le había parecido muy valiente de su parte
pero que temía por él, no quería que le pasara nada malo.

—Gracias a Dios que el profesor Dumbledore te dejó en la casa


de petunia—. Dijo Lily.

—Él me contó que te dejó allí porque el hecho de que ella fuera
mi hermana te protegía, aunque debo confesarte que me sorprendió
mucho que ella te recibiera, es decir, ella me odiaba cuando éramos
niñas, pero le agradezco que te haya cuidado y recibido en su casa.
¡A propósito!, ¿cómo fueron todos estos años junto a ellos?, ¿cómo lo
tomaron cuando cumpliste los once y tuviste que ir a Hogwarts?—.

Harry tragó saliva y desvió la conversación hábilmente.

—Mamá, lo importante es que ahora estamos juntos de nuevo,


y esta vez para siempre, quiero que seas feliz, como lo soy yo al
tenerte conmigo, ya verás que muy pronto todo ese dolor que sientes
se va a esfumar, estás rodeada de tus amigos, y ellos te alludaran
mucho—.
Lily sonrió, ambos se abrazaron y después de terminar de ver
las fotos se fueron a dormir.

El día siguiente fue un día maravilloso para todos, en especial


para Sirius, muy temprano se levantaron porque irían al callejón
Diagon en busca de los libros que le harían falta para el siguiente
curso, esta vez fue Lily la que preparó el desayuno mientras Tonks,
Arthur y Lupin ponían la mesa.

Sirius por su parte preparaba el café, más tarde bajaron los


chicos para desayunar y mientras lo hacían alguien llamó a la
puerta.

Y esta vez Hermione se ofreció a abrirla.

Al hacerlo, una lechuza entró volando y se posó sobre el


hombro de Sirius, este le quitó el sobre de la pata y observó que
llevaba el sello de Hogwarts en el dorso y en la parte del frente decía:

Señor: Sirius Black

Londres

Número Doce de Grimmauld Place

Comedor

—¡Vaya!, es de Hogwarts, pero no entiendo porque me llega


carta de Dumbledore si yo no tengo hijos—. Bromeó Sirius.

—Ya déjate de tonterías y lee Canuto—. Dijo Lupin.

Harry tenía una amplia sonrisa de satisfacción en el rostro.

En el sobre había dos cartas y una de ellas efectivamente era


de Dumbledore, la otra tenía el sello de Azkaban impreso.

Sirius se apresuró a leer la primera muy nervioso.


Pero conforme sus ojos recorrían las letras, en su rostro se fue
dibujando una sonrisa, después leyó la segunda carta y se incorporó
de un saltó.

—¡Por las barbas de Merlín!—. Exclamó con emoción.

—¿Pero qué sucede?—. Preguntó Tonks.

—Sí, ¿qué pasa Canuto?—. Quiso saber Lupin.

—Al fin soy un hombre libre—. Dijo con lágrimas de felicidad,


Dumbledore me lo explica todo en esta carta, dice que le llegó esta
otra de Azkaban, y que él me la hizo llegar porque ellos no conocían
mi dirección—.

—¡Felicidades!—. Exclamó Harry muy contento.

—¿Y qué dice la carta de Azkaban?—.

Preguntó Ron con curiosidad, pero un tanto confundido por la


alegría que irradiaba Sirius.

—Es una carta oficial de excarcelación, es decir, mi libertad—.

Todos estaban felices por su amigo.

Y quisieron saber los detalles.

—Aquí dice que cuando mi prima Bellatrix se resarció con el


ministerio ofreciéndoles información acerca de Voldemort, también
contó la historia que todos sabemos sobre Petegrew—.

—Debo admitir que al principio yo no estaba seguro de su


arrepentimiento, pero, honestamente ya no sé qué pensar—.

Comentó Sirius. —Es que ella siempre fue tan… no lo sé—.

—Yo tampoco sé que pensar, esa mujer era una de los más
fieles servidores de quien ustedes saben—. Agregó el señor Weasley
después de tomar un sorbo de jugo de calabaza helado.
—Bueno, Dumbledore me dijo que como miembro y jefe del
Wzengamont tuvo la oportunidad de interrogarla a ella, a su esposo
y a Lucius Malfoy el día de su vista, y que hasta se valió del uso de
la legeremancia para corroborar la veracidad de lo que decía—.

Comentó Lupin mirando directamente a Harry, que parecía


encontrar muy interesante su plato de cereales.

—¿Y a qué conclusión llegó?—. Preguntó Hermione.

—Ya ven—. Dijo Lupin encogiéndose de hombros.

—Ella, Lucius y Rodolphus fueron absueltos de los cargos que


se le imputaban, es decir, dijeron la verdad, había verdad en cada
palabra que soltaron—.

—Incluso cuando dijeron que estaban arrepentidos de haber


trabajado para Voldemort—.

—Además alguien fue testigo de su arrepentimiento el día del


ataque en el ministerio, y esa persona atestiguó a favor de ellos ante
el Wizengamont—.

—¿Y quién fue ese testigo?—. Preguntó el señor Weasley.

Lupin pareció dudar por un momento, pero luego habló.

—¿Quién sabe?—.

—¡Vaya!—. Exclamó Lily.

—¿Y dónde están Bellatrix, Rodolphus y Lucius Malfoy ahora?


—.

—Viven juntos en la casa de los Malfoy, por lo visto este año


hemos tenido una lluvia de bendiciones—. Contestó Lupin.

—Curaciones milagrosas—.

—Arrepentimiento de malvados y hasta resurrecciones—.


—¡Viva!—. Exclamó Arthur.

—No sé por qué han decidido arrepentirse, pero lo importante


es que lo han hecho, ahora levanten sus vasos de jugo de calabaza y
brinden conmigo a la salud de Sirius Black, ¡felicidades amigo!—.

Todos imitaron el gesto de Arthur.

Y chocaron sus vasos mientras Sirius tenía el rostro anegado


en lágrimas de alegría.

Cuando terminaron de desayunar se subieron al auto que le


había asignado el ministerio a Arthur que como era su día libre los
acompañaría, por supuesto hechizaron el auto apara que pudieran
caber todos en él.

Así se encaminaron hacía “El Caldero Chorreante”, donde se


quedaron Lupi, Arthur y Sirius para continuar celebrando la libertad
oficial de este último.

Allí los esperaba Rubeus Hagrid, que se ofreció a acompañar a


la señora Weasley, Lily y Tonks que llevarían a los chicos al callejón
Diagon a comprar sus utensilios.

—No puedo creer que tengamos que cerrar nuestra tienda por
regresar a Hogwarts—. Se quejó George con un dejo de tristeza.

—Hijo no seas dramático—.

—Sólo la tendrán que cerrar temporalmente—. Lo tranquilizó


su madre dándole una palmadita en el hombro.

—Pero aun así no entiendo porque tenemos que regresar a


Hogwarts—. Apuntó Fred. —El pasado fue nuestro último curso—.

—¿Y acaso se te olvida que ustedes no lo terminaron?—.

Replicó nuevamente la señora Weasley con el ceño fruncido. —


Si no se hubiesen marchado no tendrían que ir—.
—Pero es que esa Umbridge era terrible y no la soportábamos,
era una…—.

—¡George!—. Lo reprendió su madre. —Mucho cuidado con lo


que vas a decir, jovencito, acaso creen que soy tonta—.

—Por mucho que intentaron esconder la carta que les llegó de


Hogwarts—.

—No consideraron la posibilidad de que Dumbledore también


me escribiría a mí—.

—Se los dije—. Saltó Ron con una sonrisa en los labios.

—¡Ya cállate!—. Le dijo Fred azotándole la cabeza.

Luego se dirigió a su madre.

—Al menos no tendremos que cursar las asignaturas—. Luego


agregó en tono tímido. —¿O sí?—.

—Pues según el informe de Dumbledore, me temo que sí, pues


al parecer ustedes estaban tan ocupados creando los surtidos de
sortilegios Weasley que no tuvieron tiempo de estudiar—.

Los gemelos hicieron un gesto de fastidio.

—Pero no se preocupen tesoros míos, por otra parte, debo


confesar, que ni Dumbledore, ni McGonagall—. La mujer respiró
profundo y siguió.

—Ni yo, les reprochamos demasiado, pues le dieron bastante


trabajo a esa Umbridge—.

—¡Vaya!—. Exclamó George sorprendido. —Jamás pensé que


dirías algo así—.

Todos estaban anonadados mientras entraban a Flourish y


Blotts.
—Por otra parte, no deben preocuparse por la tienda, miren,
yo puedo hacerme cargo, si no les molesta, y así ni siquiera tendrán
que cerrarla, ¿qué dicen?—. Preguntó la señora Weasley guiñándoles
un ojo.

—¿Es en serio?—.

Preguntó Fred más sorprendido aún y con los ojos iluminados


por la alegría. —Por supuesto que sí—.

Pronunció al mismo tiempo que su hermano gemelo.

Y ambos se arrojaron a los brazos de su madre y la cubrieron


de besos.

—Bueno, ¡ya basta!—. Dijo esta mientras reía. —Pero tendrán


que prometerme que serán buenos chicos—.

—Y que no harán demasiadas travesuras, ¿de acuerdo? —.

—De acuerdo—. Afirmaron ambos al unísono.

—No demasiadas travesuras—.

—Solo algunas—. Agregó Fred en voz muy baja.

Harry, Ron, Ginny, Tonks, Lily y Hermione, rieron.

Como los gemelos no tenían que comprar nada más que tinta
y pergamino.

Pues ya tenían los libros que necesitaban, se marcharon a su


tienda.

Lily y Harry, junto a Tonks, se fueron a Gringotts.

Harry quería hacer los trámites de traspaso de su cuenta a su


madre, una vez que tramitaron la transacción, se encontraron a las
afueras del banco con los Weasley, Hagrid y Hermione.
También notaron que además se les habían unido Lupin,
Arthur y Sirius.

—¿Y a dónde vamos a hora?—. Preguntó Tonks.

—¿Qué tal si vamos al boticario?—. Sugirió Ginny.

—No olviden que tenemos que comprar los ingredientes para


pociones—.

—Ron y yo solo los acompañaremos porque ni él ni yo vamos a


cursar esa asignatura este año—. Dijo Harry. —Sólo obtuvimos un
“Supera las expectativas” en nuestros Timos—.

—Pero esa es una buena nota cariño—.

Agregó Lily acariciándole el cabello a su hijo mientras se


encaminaban a la fachada del boticario.

—Pero no es suficiente para el profesor Snape—.

Dijo Hermione. —Verá señora Potter…—.

Lily soltó un gruñido y la miró con un falso gesto de molestia


que divirtió a la chica.

—Está bien, Lily, lo que pasa es que el profesor Snape sólo


acepta a los alumnos que hayan obtenido un “Extraordinario” en
sus Timos—.

—¡Vaya!—. Exclamó Sirius cuando ya entraban en la tienda.


—Hablamos del rey de Roma y él que se asoma, ¡miren!—. Señaló al
frente. —Allí está Quejicus—.

—¡Sirius!—. Lo reprendió la señora Weasley.

Este sólo rió.

Severus efectivamente estaba frente a ellos.


También se encontraba allí comprando ingredientes para sus
pociones.

Lily soltó la mano de Harry, que tenía sujeta, y se dirigió con


una sonrisa hasta donde estaba su amigo y les pidió a Harry y a los
demás que la esperaran un momento.

—¡Sev!, ¡qué alegría verte por aquí!—. Lo saludó abrazándolo.

Él se sonrojó un poco, pero tímidamente correspondió el gesto


aprovechando además de aspirar el perfume de su mejor amiga.

—Está hasta en la sopa—. Contestó Harry molesto. —Además,


no sabía que eran tan amigos—.

—Por supuesto que sí—. Dijo Lupin. —De hecho son amigos
desde la infancia—.

—¿Queeeeé?—. Soltaron Harry, Ron, Ginny y Hermione al


unísono.

—Sí, como lo oyeron—.

Confirmó de nuevo Lupin mientras caminaban por la tienda.

Y Hermione y Ginny iban consultando su lista.

Y al mismo tiempo escuchando su relato.

—Por si no lo sabían, Severus es mestizo, y vivía muy cerca de


Lily, eran vecinos y muy amigos, ella lo consideraba un hermano,
fueron juntos a Hogwarts y continuaron siendo amigos pese a que él
quedó en Slytherin y ella en Gryffindor, pero un día ella se molestó
muchísimo con él y dejaron de hablarse por muchos años, después
todos creíamos que ella había muerto, y bueno, ahora parece que
Lily lo ha perdonado—.

Harry y los demás chicos parecían sorprendidos.

—Bueno—.
—Yo sé que ellos tuvieron una discusión cuando estudiaban
en Hogwarts, pero no sabía que habían sido tan amigos antes,
incluso desde la infancia—. Dijo Harry.

—¿Y cómo sabes lo de esa discusión?—.

—¿Ella te lo contó?—. Preguntó Ron curioso.

—No, yo vi los recuerdos de Snape en su pensadero—.

—¿No recuerdas que te lo conté a ti y a Hermione?—.

Ron asintió.

—Sí—. Saltó Hermione muy indignada. —Y yo te recuerdo que


te dije que eso fue una insolencia de tu parte, Harry—.

—¿Pero porque se enojó ella exactamente?—. Preguntó Ginny,


que no pido controlar su curiosidad.

—Bueno—. Continuó Lupin.

—Como Harry sabe muy bien—.

—Cuando estudiábamos en Hogwarts, James, Petegrew, Sirius


y yo formábamos una pandilla—.

—Y nos hacíamos llamar “Los merodeadores” —.

—¡Ahhh!—. Exclamó Sirius con una expresión soñadora. —Ya


recuerdo esos gloriosos días—.

—Siempre vivían castigados, según sé—.

Añadió la señora Weasley.

—Pero nos divertíamos—. Terció de nuevo Sirius.

—¡Ya basta!, dejen que Lupin continué su relato, ¿quieren?—.


Saltó el señor Weasley, que había estado muy atento, tan curioso
como sus hijos.
—Sí, por favor—. Añadió Tonk—. —Continua, cariño—.

—Bien—. Siguió este.

—El caso es que un día—.

—James, Sirius, y Petegrew estaban molestando a Severus—.

—Lily quiso ayudarlo—.

—Y supongo que él se sintió más humillado, al ver que una


niña lo estaba defendiendo—.

—Y entonces, la ofendió llamándola… bueno, fue muy feo de


su parte—.

—¿Pero cómo la llamó?—. Preguntó Tonks.

—Él la llamo… la llamó… “Sangre sucia”—.

—Como si su sangre fuese muy limpia—.

Terció Sirius con rabia. —Todavía no sé cómo pudo atreverse a


lastimar así a quien lo consideraba un hermano, además después
ese idiota del Quejicus se unió a una pandilla de Slytherins que al
salir del colegio siguió los pasos de Voldemort y se decidió a ignorar
por completo a su amiga—.

—Es cierto—. Intervino Hermione tratando de ignorar el último


comentario de Sirius. —Malfoy siempre me llama así, y a mí no me
importa, pero sí me dolería mucho que lo hicieran Harry o Ron—.

Estos últimos la abrazaron cariñosamente.

—Eso jamás—. Dijo Ron acariciándole el cabello a su amiga.

—Nunca podríamos llamarte así—.

Cuando terminaron de comprar los ingredientes, salieron de la


tienda y Lily se despidió de Severus para seguir junto a los demás.
—Yo no sé cómo has decidido perdonar a Quejicus, Lily, él
sigue siendo tan arrogante y creído como siempre—. Dijo Sirius.

Harry y Ron rieron.

—Eso no es cierto, Sirius, me he dado cuenta de que él ha


cambiado bastante, después de que abandonó a los mortífagos ha
aprendido de sus propios errores y ahora ha vuelto a ser como
antes, él es el hermano que nunca tuve, así que ni se te ocurra
llamarlo de esa forma, al menos en mi presencia—. Increpó Lily.

Cuando entraron nuevamente a la librería Florish y Blotts


para comprar los libros de Harry, se encontraron allí dentro a la
familia Longbottom, entonces conversaron alegramente junto a ellos,
después se dirigieron juntos a la tienda de madame Malkin, para
comprar las túnicas del colegio que ya les quedaban un poco
pequeñas, y también algunas túnicas de gala para el baile anual de
navidad, y finalmente se dirigieron a “Sortilegios Weasley”, la tienda
de bromas de los gemelos.

Al entrar allí.

Todos se maravillaron con las cosas que encontraron.

Lily le comentó a la señora Weasley que no sabía que los


gemelos fueran tan hábiles para los negocios, y a ella no le quedó
más remedio que admitir que nunca se imaginó que las travesuras
de sus hijos iban a generar tantas ganancias.

Harry se interesó por unos polvos de oscuridad instantánea


provenientes de Perú que había en uno de los aparadores, pero
cuando su madre quiso pagarle a los gemelos por el producto que su
hijo quería, ellos no se lo permitieron.

—No te preocupes Lily—. Le dijo Fred. —Harry puede tomar lo


que quiera y tú no tienes que pagarnos ni un knut—.
—No, no, yo insisto—. Dijo ella con la mano donde tenía el
dinero estirada hacía Fred. —Tómalo—.

Él le cerró cariñosamente la palma de la mano y negó con la


cabeza.

—De ninguna manera, ya te dije que no tienes que pagar—.

Lily esbozo un gesto de contrariedad, pues tenía entendido que


los gemelos eran un tanto avaros o al menos eso parecía, ya que le
cobraban los productos a su propia familia, pero pronto le llegó la
explicación.

—Es que todavía hay algo que tú no sabes—.

Agregó George mientras Harry bajaba la cabeza con timidez. —


Ya que incluso mamá lo sabe, supongo que Harry no tendrá ningún
problema en que te lo cuente a ti, ¿o sí, Harry?—.

Él negó con la cabeza, pero miraba al suelo.

—Es que Fred y yo tenemos esta tienda gracias a él, pues nos
ayudó muchísimo—.

—¿Ah, sí?, ¿y cómo los ayudó?—.

Preguntó Lily con una sonrisa.

—Pues nos dio todo el dinero que ganó en el torneo de los tres
magos—. Agregó Fred. —Todo el dinero, no se quedó con nada—.

Lily lo miró pasmada.

Pero también con una expresión de admiración.

—Es que yo no lo quería, mamá—.

Terció Harry mirándola a los ojos.

—Verás, fue allí donde Voldemort recuperó su poder y mató a


Cedric Diggory, ye te lo dije—.
Lily esbozó una triste sonrisa y besó la frente de su hijo.

—Ahora mamá está aquí para protegerte—. Le dijo.

Los gemelos se miraron y suspiraron, Lily les sonrió y se unió


a los demás, luego Fred abrazó a George e hizo la parodia de que lo
acunaba mientras le tarareaba una canción de cuna.

Harry rió.

—Son un par de bebés—. Dijo entre risas.

Capitulo 5. Llegaron a Hogwarts

Ese día, los chicos se levantaron temprano porque irían a la


estación de Kink’s Cross para tomar el tren de Hogwarts.

El señor Weasley se despidió de ellos allí mismo en la casa, ya


que tenía que ir a trabajar.

La señora Weasley, Sirius y Lily los llevarían a la estación, y


como eran tiempos difíciles debido al regreso de Voldemort, ellos y
los muchachos debían ir acompañados de Aurores.

Por lo tanto Tonks y Lupin fueron con ellos y al llegar a la


estación, se encontraron con Moody.

Uno a uno, con cuidado para que no los vieran los Muggles,
cruzaron la barrera que conducía al andén nueve y tres cuartos y
despidieron a sus hijos.

Harry y Lily no querían separarse el uno del otro, estaban


abrazados y con lágrimas en los ojos, era la primera vez que Harry
sentía nostalgia de dejar Londres. Al final, después de muchos besos
y abrazos, al fin se separaron y el niño que vivió se subió al tren,
pensando en lo último que le había dicho su madre antes de subir.

“Tal vez nos veamos antes de navidad”.

Eso lo llenaba de emoción.


Ginny se unió a unos amigos de su curso y se fue al
compartimiento donde estaban, los gemelos al no encontrar a su
amigo Lee Jordan, pues él había terminado sus estudios el curso
pasado, se unieron a Harry, Ron y Hermione.

Y se metieron en el único compartimiento que encontraron


vacío, bueno, tal vez no tanto, porque al sentarse en los asientos.

Ron sintió algo blandito, lo que lo hizo incorporarse


rápidamente y al voltearse vio a Trevor, el sapo de Neville.

Los muchachos rieron al ver la mueca de terror de Ron


cuando se sentó en el asiento, un momento después la puerta
corrediza del compartimiento se abrió y el dueño de aquella mascota
apareció con una mirada triste, iba acompañado de Luna Lovegood.

—¿Han visto a mi sa…?—. Preguntó Neville congojado.

—Aquí está—.

Lo interrumpió Ron mostrándole al animal

Luna les preguntó si ella y Neville podían unirse a ellos ya que


no habían encontrado ningún compartimiento vacío, los chicos
accedieron.

El viaje fue transcurriendo tranquilamente.

Rieron, bromearon y conversaron.

Harry le contó a Luna lo de su madre y ella se puso muy


contenta al igual que cuando recibió la noticia de la sanación de los
padres de Neville.

Cuando ya llevaban como tres horas de recorrido, al no tener


ya temas de conversación, todos se dedicaron a lo suyo.

Los gemelos y Ron se quedaron dormidos unos encima de


otros, Luna estaba leyendo El Quisquilloso junto a Neville, y Harry y
Hermione leían El Profeta. De repente la puerta del compartimiento
se abrió violentamente.

Con lo que Ron y los gemelos se sobresaltaron y junto a los


demás alzaron la vista para ver qué pasaba.

Frente a ellos estaba Draco Malfoy, acompañado como siempre


de Crabbe y Goyle.

El trío, como siempre, tenían cara de pocos amigos.

Pero de pronto Draco hizo algo que dejó anonadados a los


demás, se acercó a Harry y se paró frente a él.

Los otros dos lo esperaron afuera.

—Potter—.

—Solo quería darte las gracias por haber atestiguado a favor


de mi padre—.

—La tía Bellatrix y Rodolphus—.

—Ante los miembros del Wizengamont—.

—Sin duda fuiste de mucha ayuda—.

Dijo Draco extendiendo su mano derecha para que Harry se la


estrechara.

Ninguno de los amigos de Harry entendía nada.

Pero decidieron guardar silencio y escuchar atentos.

Harry le estrechó la mano.

Pero al igual que Draco tenía la misma expresión sobria en el


rostro.

—No fue nada—. Dijo.


—Yo solo hice lo que tenía que hacer, ellos demostraron estar
arrepentidos realmente—.

—Bien, espero que entiendas que aunque ahora nos hayamos


apartados del señor tenebroso—.

—Y estamos muy agradecidos por tu ayuda—.

—Me será muy difícil tratarte amablemente—.

—Sin embargo te prometo no molestarte más—.

Dijo Draco sin mirarlo a los ojos.

En cambio posó sus ojos grises en el paisaje campestre que se


mostraba a través de la ventanilla.

—Con respecto a tus amigos, no prometo nada—.

—Para mi seguirán siendo unos locos, tontos, sangre sucias, y


pobretones—.

Esta vez paseó su desdeñosa mirada por sobre Luna, Neville,


Hermione y los Weasley.

—No esperábamos menos de ti, Malfoy—.

Agregó Hermione con aire de suficiencia.

Draco la ignoró y siguió su camino junto a sus amigos.

Dejando tras de sí a unos confundidos muchachos.

—Ahora si nos vas a decir qué significó eso—. Saltó Ron.

—¿Cómo es que Lucius Malfoy y Rodolphus Lestrange nos


persiguieron por todo el ministerio para matarnos—.

—Bellatrix casi mata a tu padrino y tú en cambio los defiendes


ante los miembros del consejo?, no entiendo—.

Dijo Ron un tanto indignado.


—El caso es que no lo mató, Ron—. Respondió Harry.

—No lo logró porque gracias a los excelentes reflejos de Sirius


él logró apartarse y la maldición sólo impactó en el velo que estaba
detrás de él—. Explicó Ron.

—Es cierto, no entendemos nada Harry—. Agregó Neville.

—¿No recuerdan lo que pasó exactamente después?—.

Preguntó Harry.

—Sí—. Terció Hermione.

—Te fuiste corriendo como un loco detrás de ella—.

—Así es—. Afirmó Harry.

—Yo me fui detrás de ella mientras Kingsley sujetaba a Sirius


para que no me siguiera, pues se había salvado por los pelos—.

—Yo corrí y corrí tras ella y logré acorralarla en el recibidor del


ministerio, pero me quedé pasmado—.

—Allí estaba Lucius Malfoy—.

—Y ella se arrojó a sus brazos llorando y murmurando una y


otra vez que no lo había querido hacer, que Sirius era su sangre y no
sabía por qué lo había hecho—.

—Al parecer la había perturbado mucho el hecho de haber


estado a punto de asesinar a su propio primo—.

—El señor Malfoy también lloraba—.

—Dijeron que estaban condenados ya que habían perdido la


profecía—.

—Un minuto después también llegó Rodolphus—.

—Y lanzó su varita a mis pies—.


—Los demás lo imitaron y me dijeron que estaban hartos de
todo aquello, que nunca había sido su deseo acabar conmigo sino el
de Voldemort—.

—En ese momento apareció él y los torturó frente a mí—.

—Pues había escuchado todo lo que ellos dijeron—.

—Después llegó Dumbledore, se enfrentó a él, llegaron los del


ministerio, y lo demás ya lo saben—.

—Los arrestaron—. Agregó Luna.

—Fudge y sus Aurores arrestaron a Malfoy y a los Lestrange—.

—¡Aja!—. Confirmó Harry ante la mirada atónita de todos los


demás. —Luego hablé con Dumbledore y le conté todo lo sucedido—.

—Él fue a Azkaban acompañado de Lupin y haciendo uso de la


legeremancia habló con Malfoy y los Lestrange—.

—Y llegó a la conclusión de que su arrepentimiento era


totalmente cierto, ellos estaban hartos de recibir órdenes de alguien
que nunca estaba conforme y que siempre los maltrataba—.

—¿Y qué pasó después?—. Preguntó Fred con curiosidad.

—Dumbledore—. Continuó Harry.

—Al ser miembro del Wizengamont, no pudo atestiguar el día


de la vista, por lo tanto me pidió que narrara lo que yo vi ese día,
ellos además accedieron a dar mucha información acerca de los
planes que tenía Voldemort preparados y así fue como obtuvieron su
libertad—.

—¡Vaya!, eso es sorprendente—. Dijo Ron.

—Es lindo—. Agregó Luna con su típica mirada soñadora.

—Sí, es maravilloso—. Dijo Hermione.


—Pero a pesar de haberse apartado de las artes oscuras—.

—Malfoy sigue siendo el mismo de siempre y me imagino que


su familia también—.

—¿Pero eso qué importa?—. Apuntó George. —Si se mete con


alguno de nosotros igual le daremos su merecido—.

Habían estado tan absortos en la conversación que no se


percataron de que habían llegado. El tren se detuvo y ya casi no
había nadie en él, sólo reaccionaron cuando el comportamiento se
abrió de nuevo y Ginny se asomó para decirles que debían bajar.

Afuera estaba Hagrid recibiendo a los de primer curso como


siempre y notaron que había cientos de Aurores.

Hagrid las dijo que era por su seguridad. Los muchachos se


subieron a las carretas y llegaron al castillo.

En el gran comedor, todos esperaron la ceremonia de selección


de los alumnos de primer curso y cuando ésta terminó, Harry estaba
esperando las típicas palabras de bienvenida de Dumbledore pero
éste sonrió y les pidió a él, Ron, Hermione, Neville, Ginny y Luna qu
se levantaran de sus asientos, cuando ellos obedecieron, el resto de
los alumnos junto a los profesores los aplaudieron y vitorearon.

—Debemos agradecerles—. Dijo Dumbledore.

—Porque gracias a su heroica acción nos previnieron a todos


de la presencia de Voldemort—.

Muchos se estremecieron al oír aquel nombre.

—Lucharon valientemente—.

Luego les hizo señas para que tomaran asiento de nuevo.

—Por otra parte, pese a que el ambiente está un poco pesado


frente a la incertidumbre de que algo malo pueda pasar y que en
vista de ello hemos tenido que tomar mayores precauciones como se
habrán dado cuenta al llegar aquí—.

—Este verano ha estado lleno de bendiciones para muchos de


los estudiantes que están frente a mí, lo cual interpreto como una
señal del buen Dios para exhortarnos a que permanezcamos juntos
y unamos nuestras fuerzas para vencer—.

Todo el recinto se llenó de aplausos que se fueron apagando


cuando vieron que Dumbledore todavía tenía más que decir.

—También quería informarles que este año habrá un evento


maravilloso que tiene lugar cada dos años en todos los colegios de
magia del mundo, menos en Hogwarts, pero este año el ministerio
ha decidido incluirnos, se trata del torneo entre padres e hijos—.

Todos los chicos se miraban las caras.

—Se trata de una serie de competencias que tendrán que


realizar varios equipos, los cuales estarán conformados por los
estudiantes en compañía de uno de sus padres y tendrán que
enfrentarse entre las casa—. Explicó Dumbledore.

—Este evento tendrá lugar a mediados de octubre—.

—¡Que maravilloso!—. Exclamó Neville. —Y lo mejor de todo es


que yo podré participar con mis padres y tú también Harry—.

Harry lucía feliz.

Después de todo, su madre tenía razón.

Volverían a estar juntos antes de navidad.

—Y ahora a comer—. Dijo Dumbledore.

Todos obedecieron y el gran comedor se llenó de ruidos de


cubiertos y la vajilla que chocaba además de las voces emocionadas
de estudiantes.
Después de un largo y reparador sueño, Harry despertó a la
mañana siguiente, salió de su habitación y bajó a la sala común.

Allí estaba Hermione.

Mirando atentamente el tablero de anuncios en compañía de


Neville, cuando Harry se hubo acercado lo suficiente, vio que era lo
que mantenía tan entretenidos a esos dos.

Era un pedazo de pergamino firmado por la profesora


McGonagall donde anunciaba que ese día no tendrían clases, pues
se entrevistaría con los alumnos del sexto curso para discutir las
asignaturas que iban a cursar.

El anuncio además indicaba que la bruja los entrevistaría por


parejas y apuntaba además la hora que les tocaba a la primera
pareja su turno, las demás debían seguir el orden en que aparecían
apuntadas y permanecer fuera del despacho.

Hermione le señaló a Harry con un dedo la línea donde


aparecía su nombre.

—¡Mira Harry!, nos toca ir juntos—. Dijo la chica.

Luego consultó su reloj y agregó.

—Ya deberíamos estar desayunando—.

—¡Qué bien!—. Observó Harry, luego se dirigió a Neville. —Y tú


y Ron son los primeros y les toca asistir dentro de una hora, así que
será mejor que lo despiertes porque aún duerme—.

—Sí, en eso estaba pensando ahora, y será mejor que me dé


prisa porque nos toca dentro de una hora—. Dijo el chico nervioso
antes de correr escaleras arriba, pero para su alivio ya Ron venía
bajando.

Bajaron al gran comedor y cuando Harry, Ron y Hermione


terminaros de comer, la chica observó su reloj de bolsillo y exclamó:
—Ronald, Neville, dense prisa—.

—La profesora McGonagall los debe de estar esperando—.

Los dos muchachos salieron corriendo rumbo al despacho de


la profesora y Harry y Hermione los siguieron, pero con pasos más
calmados.

Al llegar allí, esperaron su turno pacientemente, sentados en


unas banquetas de maderas que estaban fuera del despacho.

Allí también estaban sentadas Parvati y Lavender conversando


amenamente. Después de veinte minutos.

Las puertas del despacho se abrieron y Ron y Neville salieron


de él con sendos rollos de pergaminos en las manos y haciendo el
comentario de que la entrevista duraba mucho menos de lo que se
imaginaron ambos.

Ron se dispuso a hablarle a Harry y a Hermione, pero apenas


hubo despegado los labios, cuando la castaña tomó a Harry y lo
arrastró hasta la oficina.

—No hay tiempo, Ron—. Dijo mientras tocaba la puerta.

—Pases, chicos—. Se escuchó desde adentro.

La pareja entró y tomó asiento frente a la bruja que los miraba


con ojos cariñosos detrás de sus gafas cuadradas.

—Ante todo quería felicitarlos a ambos por el resultado de sus


Timos—. Dijo la profesora. —Como les dije el curso pasado, de ellos
depende en gran manera la carrera que van a escoger en sus vidas—
.

—Bueno, yo aún no logro decidirme—.

Soltó Hermione con algo de timidez.

—¡Oh querida!—. Expresó la profesora McGonagall.


—Eso no importa, con los resultados que has obtenido podrás
escoger lo que desees—.

—En cambio no puede decir lo mismo de mí, ¿verdad?—.

Apuntó Harry también con timidez.

—¿Por qué lo dices?—. Preguntó Minerva con extrañeza.

—Pues, usted ya sabes, yo quería ser Auror—.

—Y no podré lograrlo ya que he obtenido un simple Supera las


expectativas en Pociones—.

—Es una buena nota, lo sé—.

—Pero no lo suficiente para el profesor Snape, por supuesto él


no me dejará cursar la asignatura este año—.

—Por lo tanto no podré presentar el Éxtasis y por consiguiente


mis aspiraciones de ser Auror quedaron hechas polvo—.

Concluyó Harry con tristeza.

—No te precipites, Potter—.

Espetó la mujer sin dejar de sonreír, Harry no entendía el por


qué de esa sonrisa, pero cuando ella terminó de hablar, lo entendió
todo.

—Verás, este año—.

—El profesor Snape se ha puesto menos exigente—.

—Y ha decidido aceptar a los alumnos que han obtenido hasta


un simple Aceptable—.

—Porque al fin y al cabo, esa es una nota de aprobación, nadie


sabe a qué se debe ese cambio—.

—Pero yo intuyo que tal vez se encuentra contento—.


—Es que desde el regreso de Lily, su gran amiga, se lo ve muy
distinto, le ha sentado muy bien—.

Harry cambió de ánimo, la profesora McGonagall había dicho


que tendría oportunidad después de todo, aún tenía posibilidad de
ser Auror, eso lo ponía muy feliz.

—¿Y bien?—. Preguntó la mujer sacándolo de sus cavilaciones


mientras desenrollaba un tozo de pergamino, luego mojó la punta de
su pluma y agregó. —Supongo que querrás incluir pociones dentro
de tu horario de clases, ¿no es así?—.

—Desde luego—. Respondió Harry contento.

—¿Y usted, señorita Granger?—. Volvió a preguntar.

—Sí, por supuesto—. Respondió ésta, estaba contenta por su


amigo.

La mujer marcó una “x” al lado de la palabra Pociones en la


hoja de pergamino que había desenrollado y luego hizo lo mismo
sobre otro rollo de pergamino que le correspondía a Hermione.

—¿También supongo que incluirán Cuidados de Criaturas


Mágicas?—. Preguntó la mujer.

Ambos negaron con la cabeza tímidamente así que ella ignoró


la casilla correspondiente a esa asignatura.

—No nos lo tome a mal profesora—. Terció Hermione. —Hagrid


es una buena persona y muy buen profesor, sólo que…—.

—Esos animales del buen Hagrid asustan a cualquiera, ¿no es


así?—. Agregó Minerva.

Los muchachos asintieron.

—¿Adivinación?—. Continuó la profesora.

—No—. Contestaron ellos al unísono.


—Defensa Contra las Artes Oscuras, ¡mmmm!—.

—Tendrán que cursar esta asignatura obligatoriamente—.

—Al igual que la mía—.

Comentó la mujer más para sí misma que para los chicos,


marcando la casilla correspondiente en cada pergamino.

—¿Aritmancia?—.

Harry negó.

—Yo sí—. Saltó Hermione. La bruja continuó marcando con


una “x” en la casilla correspondiente a cada asignatura.

Posteriormente firmó al pie de las hojas.

Las enrolló nuevamente y se las entregó a ambos.

—Sólo me queda darles la bienvenida nuevamente y desearles


muy buena suerte—.

Ellos salieron del despacho muy satisfechos.

Y afuera se encontraron nuevamente a Neville y a Ron, al ver


que cursarían casi las mismas asignaturas se emocionaron mucho y
se fueron a pasar el resto del día junto a Luna, Ginny y los gemelos,
que esperaban junto al haya plantado frente al lago, mirando con
admiración los enormes saltos que daba el calamar gigante para
divertirlos.

Así fueron transcurriendo los días, en Hogwarts.

Bajo un ambiente de emoción y expectativas con respecto al


gran evento que tendría lugar en octubre y que ya se acercaba.

Los alumnos no hablaban de otra cosa.

Todo lo demás seguía como siempre, al igual que las personas.


Dumbledore y Hagrid igual de simpáticos.

McGonagall y Hermione igual de estrictas y metódicas, Snape


y Draco igual de pesados, los gemelos igual de traviesos, y Harry y
Ron igual de aventureros.

En ese momento el inseparable trío se hallaba en compañía de


los gemelos, Neville, Ginny y Luna, estaban todos muy emocionados
porque partirían a su primera excursión a Hogsmeade del curso.

Cuando llegaron al pueblo.

Los gemelos se fueron a Honey Dukes a surtirse de golosinas,


y los demás se fueron a Las tres escobas.

Allí se encontraban muy tranquilos conversando como siempre


del próximo torneo y bebiendo cerveza de mantequilla cuando Malfoy
y su séquito apareció como siempre a arrojar su veneno.

—Yo también estoy muy contento con el torneo—.

Dijo arrastrando las palabras. —Lo que me tiene disgustado, o


mejor dicho, asqueado, es la futura presencia de los padres de los
sangres sucias—. Dijo esto mirando directamente a Hermione. —Si
soportarlos a ellos es una agonía, imagínense tener que aguantar en
nuestro mundo a sus progenitores, esas pestes sin magia—. Esbozó
un gesto de asco y añadió con tono de desdén. —Muggles—.

Pansy, Crave y Goyle reían a carcajadas mientras Hermione


estaba roja de ira.

Respiraba agitadamente y miraba con odio a Malfoy.

—¡Ya basta Malfoy!—. Riñó Harry.

—No me estoy metiendo contigo Potter—.

—Ya te dije que no pienso ofenderte—. Soltó Draco.

—Pues lo haces cuando te metes con mi amiga—.


Dijo con rabia.

—¿Amiga?—. Inquirió Draco con duda.

—¿No querrás decir, novia?—. Se colocó una mano en el pecho


y agregó en tono burlón. —Digo, como la defiendes tanto, ¿cómo se
te ocurre juntarte con una sangre sucia?—.

—Sus asquerosos padres infectaran nuestro castillo—.

Hermione nunca había estado tan enojada, todo sucedió tan


rápido que ni a Ron ni a Harry, que estaban sentados a cada lado de
la castaña les dio tiempo de sujetarla. Ella se abalanzó con ira sobre
Malfoy, tan fuertemente que lo derribó al piso.

Ginny ahogó un grito, Luna sólo se limitó a levantar las cejas,


el sequito de Draco se echó atrás horrorizado, y Harry, Ron y Neville
no sabían qué hacer, jamás habían visto a su amiga así.

Ella estaba sobres Draco que trataba de protegerse el rostro


con las manos y la chica le propinaba furiosos golpes en los brazos
al tiempo que gritaba histérica.

—ESTOY HARTA MALFOY, YA ME CANSÉ DE TI Y DE TUS


ESTÚPIDOS COMENTARIOS—.

—¡AUXILIOOOOO!—. Gritaba Malfoy.

—QUÍTENMELA DE ENCIMA—.

Pero cuando Crabbe y Goyle intentaron sujetarla y recibieron


un par de puñetazos cada uno.

Así que volvieron a retroceder, Crabbe salió corriendo hacia


afuera de la taberna y al fin Harry y Ron lograron levantar a la chica
del piso.
Harry la sujetaba con dificultad mientras ella trataba de
zafarse para lanzarse nuevamente contra Malfoy y así continuar
golpeándolo.

El rubio por su parte trataba de peinar su revuelto cabello


mientras Pansy lo ayudaba.

—¿Te has vuelto loca Granger?—.

Preguntó mientras se frotaba la frente que le dolía después de


un golpe que Hermione había logrado atinarle.

—¡Cállate imbécil!—. Espetó Hermione.

—Te prohíbo que te vuelvas a expresar así de mis padres, a mí


puedes decirme lo que quieras, no me importa—.

—Ni siquiera te hago caso—.

—Pero no te voy a permitir que ofendas a mis padres—.

—Cálmate Hermione—. Le decía Neville al verla tan furiosa.

—La próxima vez que quieras hablar de ellos—.

Continuó la chica. —Vas a tener que lavar tu asquerosa boca


elitista con jabón—.

—¿Qué está pasando aquí?—. Inquirió Rosmerta, la dueña del


establecimiento al ver las sillas por el suelo.

A Draco desgreñado y Hermione furibunda, mientras Harry la


sujetaba fuertemente.

—No es nada—.

Se apresuró a responder Ron con nerviosismo.

La mujer puso los brazos en jarras y les lanzó una mirada


inquisidora.
—Ella casi me mata—. Saltó Draco.

La mujer miró a Hermione que miraba al suelo con el seño


fruncido y los labios apretados, ya Harry la había liberado.

—Él empezó—. Añadió Ginny señalando a Draco.

Luna al fin se levantó de su asiento y con su típica mirada


perdida se dirigió a Rosmerta.

—Él ofendió a sus padres—. Dijo. Justo en ese momento entró


corriendo McGonagall acompañada de Snape, ella tenía una cara de
terror y una mano en el pecho, Rosmerta al ver a los profesores dejó
a los chicos y se fue a atender a los demás clientes, Crabbe por
supuesto entró corriendo detrás de Snape.

—¿Dónde están?—.

Preguntó McGonagall, estaba muy agitada.

Snape señaló hacia ellos y posteriormente se encaminaron allí.


Hermione no se atrevió a mirar a nadie, sólo permaneció allí con la
mirada en el suelo y el ceño fruncido. Snape se colocó junto a ella y
McGonagall junto a Draco.

Harry les narró lo que acababa de ocurrir.

—Sí—. Confirmó Draco.

—Se puso histérica y me atacó—.

—Sólo porque nombre a sus repugnantes padres Muggles—.


Él se atrevió a dar este último comentario por estar en presencia de
los profesores pues pensó que Hermione no se atrevería a hacerle
nada, pero se equivocó porque ella se encaminó nuevamente hacia él
con los puños en ristre.
Snape logró sujetarla y neutralizarla pero ella trató con todas
sus fuerzas de soltarse para darle nuevamente su merecido al rubio,
que, temblando, cubría su rostro con las manos.

—Ya te lo dije Malfoy, no te atrevas a ofender a mis padres—.


Lo advirtió furiosa.

—¡Ya basta señorita Granger!—. Espetó Snape sorprendido y


zarandeándola para hacerla reaccionar.

—Ustedes dos—. Expresó McGonagall mientras los señalaba


con su dedo índice.

—Deberán regresar al castillo con el profesor Snape—.

—Y conmigo—.

—Iremos directo al despacho del profesor Dumbledore—.

—Pero si ella…—. Draco trató de intervenir inútilmente.

—Ya escuchó a la profesora McGonagall señor Malfoy, y usted


señorita Granger sólo la soltaré si me promete que no intentará
asesinar de nuevo al señor Malfoy—.

—Yo no iba a asesi…—. Trató de hablar la castaña.

—Sólo responda sí o no ¿de acuerdo?—. Bufó Snape.

—Sí—. Respondió la castaña con voz cansina.

Snape la soltó y ella trató de arreglarse el cabello revuelto.

—Debe entender señorita Granger, que eso le restará puntos a


Gryffindor—. Soltó McGonagall mirándola severamente. —Cincuenta
puntos menos—.

Ella no dijo nada, se imaginó que eso iba a pasar pero no le


importaba demasiado, sólo le preocupaba lo que pasaría cuando
estuvieran en el despacho de Dumbledore, ¿qué pasaría allí?, ¿la
expulsarían?, al fin y al cabo nadie tomaría en cuenta la ofensa de
Draco y menos de Snape.

Pero se equivocaba, porque en ese momento escuchó algo que


la hizo girar la cabeza.

Y ver al profesor con una expresión de extrañeza.

Todos los demás, incluyendo McGonagall, hicieron lo mismo.

—Con todo mi pesar—. Soltó Severus con voz pausada.

—También tendré que restarle cincuenta puntos a Slytherin


por su culpa, señor Malfoy, por haber comenzado el pleito—.

—Pero… pero…—.

Titubeó Malfoy con la boca desmesuradamente abierta.

—Ahora, caminen los dos, nos vamos—. Dijo Snape mientras


tomaba por el brazo a Hermione.

Y McGonagall tomó a Draco y se encaminaban hacia la puerta.

Parecía que ambos profesores se habían puesto de acuerdo


encargarse cada uno del estudiante perteneciente a la casa del otro,
pero no fue así, en lo absoluto, sin embargo había resultado ya que
se obtuvo mayor imparcialidad.

Cuando llegaron a la puerta, McGonagall se dirigió al resto de


los chicos.

—Ustedes regresarán dentro de una hora—.

—Hagrid está aquí afuera, junto a tres Aurores, no quiero que


se separen de ellos—.

Y después de decir esto se fue llevando consigo a Draco, los


demás se quedaron murmurando entre sí, estaban pasmados.

—¡Madre mía!—. Expresó Ron.


—Yo nunca había visto a Hermione así—.

—En tercero también lo atacó—. Recordó Harry.

—Sí, pero aquella vez sólo le dio una bofetada, esta vez casi lo
mata—. Añadió entre risas.

—No creo que eso sea motivo de risa Ronald—. Riñó Ginny.

—¿Acaso no has pensado en la posibilidad de que la pueden


expulsar?—.

—Esperemos que eso no suceda—. Aportó Harry esperanzado.

—No creo que la expulsen—. Añadió una dulce voz soñadora.


—Quizá sólo los castiguen—.

—Querrás decir a Hermione—. La corrigió Ron. —Draco, con


la ayuda de Snape, quizá logre que no lo castiguen, pero a diferencia
de él, McGonagall es muy estricta con los miembros de su propia
casa—.

—Bueno, tal vez Draco, sí reciba un castigo después de todo—.


Dijo Neville. —¿No vieron como le bajo puntos a Slytherin?—.

Todos asintieron mirándose entre sí.

—Quizá se está volviendo más justo—.

Terció Luna sabiamente.

—Eso sería un milagro más—. Comentó Neville.

—Ojala que tengas razón—.

Pero allí no acabaron las sorpresas.

Cuando los profesores y los chicos llegaron al despacho de


Dumbledore, éste los recibió con una sonrisa, como siempre.
McGonagall narró lo sucedido según lo que había escuchado,
Draco pidió ver a su padre antes de que el director tomara cualquier
decisión.

Pero este rechazó su petición, alegando que también tendría


que traer al padre de Hermione y al ser Muggle tendría que realizar
muchos trámites, pero ella le dijo que no importaba, que él podía
llamar al padre de Draco si quería, que ella en cambio no necesitaba
representación.

Dumbledore se maravilló ante tanta valentía de la chica y


accedió a llamar a Lucius por medio de una lechuza.

El mago apareció sólo unos diez minutos después a través de


la chimenea, Dumbledore le contó lo sucedido y entonces Lucius, se
acercó a Draco, lo tomó por el brazo, le pidió permiso a Dumbledore
para hablar con su hijo y lo sacó del despacho para hablar con él en
privado.

Cuando estaban afuera lo miró fijamente y le preguntó: —¿Es


cierto lo que Dumbledore me contó?, ¿tú ofendiste a sus padres?—.

Draco sonrió satisfecho, como recordando ese momento.

—Sí—. Respondió riendo.

—Cada palabra fue cierta, esa sangre sucia me atacó, pero


antes yo ofendí a las bestias Muggles de sus padres, imagínate papá,
vamos a tener que aguantarlos aquí en el castillo andando entre
nosotros—.

—Es todo lo que necesitaba saber—.

Dijo el señor Malfoy tomando a Draco por la mano y llevándolo


de nuevo al despacho.

Draco tenía una sonrisa triunfal y Hermione se temió lo peor,


sin embargo no dijo nada, se quedó pensativa.
No le importaba lo que dijera Harry sobre los Malfoy, para ella
seguían siendo los mismos magos altaneros y arrogantes.

Y se dio por perdida.

—¿Y bien?, ¿a qué conclusión llegaron, señor Malfoy?—.

Preguntó Dumbledore dirigiéndose a Lucius.

—Pues que este comportamiento es inaceptable—. Contestó el


rubio con la misma arrogancia de siempre.

—Es una completa insolencia—.

—Estoy de acuerdo con usted—.

Dijo Dumbledore con impavidez.

A Hermione se le escapó un par de lágrimas que se apresuró a


limpiar para que no las advirtieran, pero el señor Malfoy ya las había
visto, luego haciendo acopio de su valor se levantó de su asiento,

—Si tengo que pedir disculpas, pues lo haré—. Dijo con


decisión y tratando de que su voz no se quebrara. vPero lo haré ante
usted, profesor Dumbledore, pues sé que mi conducta fue
inaceptable y yo no debí…—.

—Si alguien tiene que disculparse aquí—. La interrumpió el


señor Malfoy con la vista fija en el paisaje que se apreciaba por una
ventana. —Es mi hijo Draco—.

Draco lo miró con asombro, no podía dar crédito a lo que


escuchaba en ese momento, estaba seguro de que su padre lo
defendería como siempre lo había hecho.

—¿Queeeé?, ¿qué has dicho?—.

Preguntó el muchacho con el terror reflejado en el rostro.


—Lo que escuchaste—. Respondió su padre. —Quiero que te
disculpes frente a Granger—.

Hermione, McGonagall y Severus tampoco dieron crédito a lo


que oyeron.

Dumbledore, por su parte miraba al padre y al hijo con


serenidad, como si de alguna forma esperara ese extraño
comportamiento.

—Pero padre yo… quiero decir… ella me atacó, casi me mata—


.

—¡Ya basta!—. Soltó el señor Malfoy con autoridad.

—¿Acaso no recuerdas que te dije que ahora todo sería


diferente?—. Hizo un gesto de fastidio y continuó.

—¿Qué ganaste con todo eso?—.

—Pero padre yo… lo sé, tienes razón, pero para mí es muy


difícil aceptar que todo ha cambiado, es difícil, yo no…—.

—Hazlo Draco—. Ordenó su padre.

—No es necesario, señor Malfoy—. Intervino Hermione con


benevolencia. —Si él no quiere hacerlo, que no lo haga, al fin y al
cabo yo también lo ataque, y… le pido… disculpas a usted por
eso…—.

El hombre la miró al fin, pero no con arrogancia, sino con un


aire paternal que a ella le sorprendió.

—No te preocupes Granger yo…—.

Pero una voz lo interrumpió.

—Lo… siento Granger—.

Dijo Draco con tristeza, pensando en las palabras de su padre.


—Yo no debí haber dicho eso—. Dijo esto último estirando la
palma de su mano derecha a la muchacha.

Ella la estrechó con aire indulgente.

—Yo te disculpo Malfoy—.

—Pero discúlpame tú también, ¿sí?—.

Dijo la chica con una leve sonrisa.

Draco también sonrió.

—Pues así está mejor—. Aprobó el señor Malfoy sonriendo por


primera vez y abrazando a ambos chicos para sorpresa de todos. —
Quiero que sepas algo hijo mío… cuando decides vivir en armonía,
todo se vuelve más fácil—.

—Te quitas un peso de encima—.

Luego miró a todos, les hizo una ligera reverencia con la mano
y se encamino de nuevo a la chimenea.

—No olvides eso hijo, créeme—.

Después se dirigió a Dumbledore.

—Nos vemos en octubre—.

Y desapareció en medio de unas llamas color esmeralda que lo


envolvieron.

—¡Maravilloso!—. Exclamó Dumbledore. —Tú padre sí que ha


cambiado mucho—. Luego se acarició la barba y agregó.

—Me parece muy bien que hayan hecho las paces, sin
embargo basándome en las normas del colegio—.

—Me temo que no puedo pasar por alto su falta, lo que


significa que deben ser castigados—.
Los dos muchachos tragaron saliva.

Estaban muy nerviosos.

—No se preocupen, no los expulsaré—.

Los tranquilizó Dumbledore interpretando sus gestos.

—Simplemente se les asignará un pequeño castigo—.

—Delegaré esa responsabilidad al profesor Snape, y la


profesora McGonagall, harán lo que ellos dispongan—.

Estos dos se pusieron a deliberar entre sí por un minuto que a


ambos chicos les parecieron horas y al final Severus con voz
pausada y su respectivo aire de suficiente habló: —Ambos ayudarán
al señor Filch a limpiar… sin magia… por un mes y además durante
este tiempo deberán cumplir sus labores como prefectos juntos…
para ver si aprenden a conocerse y respetarse mejor—.

Capitulo 6. La decepción de Hermione

Hermione les contó a Ginny, Harry, Ron, Luna y Neville lo


ocurrido y ellos se quedaron estupefactos.

Incluso Ron hizo el comentario de que el mundo debía estar


torciéndose o algo así, porque ya estaban pasando demasiadas cosas
raras. Luna lo increpó diciéndole que lo importante era que todas
esas cosas raras eran maravillosas, y todos los demás estuvieron de
acuerdo.

En los días que pasaron, el castigo se fue llevando a cabo tal


como habían dispuesto Severus y McGonagall.

Draco y Hermione ayudaban a Filch a limpiar cada rincón,


incluso las huellas de barro que dejaban los jugadores de Quidditch
cuando regresaban del entrenamiento.

Draco debía regresar y trapear.


Para hacer las rondas nocturnas que constaban de dos horas,
Draco y Hermione habían dispuesto hacerlas una hora en cada casa
comenzando por Gryffindor.

Lo mejor de todo era que durante el castigo efectivamente


estaba sucediendo lo que querían Severus y McGonagall, los chicos
tuvieron tiempo de conocerse mejor, incluso ya se llamaban por su
nombre de pila.

Hermione le contó a Draco como hacían en el mundo muggle


para arreglárselas sin magia.

De la tecnología, los teléfonos celulares.

Que recientemente habían sido adaptados para poder enviar y


recibir mensajes de texto.

Los televisores y las computadoras.

El chico estaba maravillado.

—¿En serio tienen todo eso?—.

—¿Y estás segura de que lo han creado sin magia?—. Preguntó


Draco dudoso.

—Es decir, no habrán tenido la ayuda de algún hechicero—.

Ella rió con el comentario.

—No, Draco, son muchos años de estudios para volverse


ingeniero o científico y crear todas esas cosas—.

—He visto muchos documentales de tecnología junto a mis


padres—.

—¡A propósito de tus padres!, ¿a qué se dedican ellos?—.

—Son dentistas—.

—¿Y eso en qué consiste?—. Preguntó el chico extrañado.


Hermione rió otra vez.

—Cuidan los dientes de las personas para que no sufran


daños, es decir, son como los sanadores de San Mungo, pero solo se
especializan en el cuidado de los dientes—.

—¡Vaya!—. Exclamó Draco.

—Dense prisa, ustedes dos—.

Bramó Filch desde afuera mientras la señora Norris entraba a


la habitación marcando sus patas llenas de barro en el inmaculado
piso.

—¡Esa maldita gata!—.

Expresó Draco apartándola desdeñosamente con el pie.

—No, Draco—. Lo increpó Hermione.

Mientras cargaba al animal y lo estrechaba contra ella.

—No la maldigas—.

—Yo sé que ella es muy molesta, ¿verdad señora?—. Dijo esto


último pegando su nariz a la de la gata.

(Draco hizo un gesto de asco).

—Pero no por eso nos vamos a enojar con ella—.

La chica tomó un paño, lo sumergió en agua y le limpió las


patas a la gata mientras Draco trapeaba el piso otra vez.

—Disculpa Hermione, es que ese Filch parece que disfruta


haciéndonos sufrir—. Dijo con rabia.

—Sí, bueno, él es así, pero qué podemos hacer—. Dijo la chica


encogiéndose de hombros. —Pero hay algo bueno en todo esto—.
—Sí, es cierto—. Agregó el rubio con una sonrisa. —Creo que
te refieres a que ahora somos amigos—.

—¿Podemos llamarnos así?—. Tanteó tímidamente.

—Pero claro, Draco—. Respondió ella riendo. —Y ya verás que


también te puedes hacer amigos de los demás—.

Dijo dándole un codazo.

—No lo sé—. Dijo él arrugando el entrecejo. —De Potter tal vez


porque demostró ser un buen chico al ayudar a mi familia el día de
su juicio—. Suspiró, levantó ambas cejas y exclamó.

—¡Oh Merlín!, nunca pensé que diría algo así, y en cuanto a


los demás… no sé si pueda ser amigos de ellos—.

—Pues yo creo que sí—. Agregó ella con sorna.

—Pues si pudiste hacerte amigo de una sangre sucia podrás


también hacerte amigo de los traidores de la sangre—.

Ambos rieron y él la abrazó cariñosamente.

—Lo intentaré—. Dijo Draco.

—Solo puedo prometerte eso, nada más—.

Cuando Hermione llegó a la sala común, por la noche.

Sus amigos la estaban increpando por su reciente amistad con


Malfoy.

—No logro entenderlos—. Dijo molesta. —Está mal si me peleo


con él y también lo está si nos hacemos amigos—.

—No es eso—.

Dijo Ron que parecía más molesto que los demás.

—Es sólo que ahora pasas demasiado tiempo con él—.


—¡Ay, Ron!, no seas tonto—. Dijo ella dándole con el codo en
las costillas. —Tú sabes que eso era porque debíamos cumplir un
castigo, pero hoy fue el último día—.

—¿En serio?—. Preguntó Ron emocionado.

—Sí, pero Draco y yo seguiremos siendo amigos y espero que


ustedes también se hagan sus amigos—.

—No lo creo—. Repuso Ron frunciendo de nuevo el entrecejo.

En la sala común de Slytherin la situación era la misma, los


amigos de Draco, especialmente Pansy.

Lo increpaban por su amistad con Hermione ya que él se los


había comentado.

—¿Por qué tienes que relacionarte con esa sangre sucia


Draco?, ¿acaso te han hechizado?, ¡reacciona!—. Dijo Pansy con
indignación—.

—Te prohíbo que la llames así, Pansy—.

—No quiero que la ofendas nunca más—.

La muchacha le lanzó una mirada asesina.

—¿Acaso escuché mal?, ¿tú la defiendes?—. Se acercó a él y le


tomo con ambas manos para obligarlo a mirarla. —Ella te gusta,
¿verdad?, es eso, ¡dímelo!—.

Él la tomó por las muñecas para quitársela de encima.

—Pansy, ¡por Merlín!, ¿cómo puedes decir eso?, por supuesto


que no me gusta Hermione, solo somos amigos, ¿acaso no puede
uno ser amigo de una chica que la gente piense que le gusta?—.

—Pero si hasta la llamas por su nombre—.

—Yo no pienso discutir hoy contigo—.


Dijo el chico que ya estaba harto.

Y se encamino a la habitación de los chicos dejando a Pansy


roja de ira.

Era viernes por la mañana, en el desayuno, una bandada de


lechuzas entró por las ventanas como siempre para llevarles el
correo.

Los gemelos estaban felices porque su madre les dijo en una


carta que el negocio estaba prosperando muchísimo ya que la gente
había hecho pedidos de forma masiva.

Ellos por su parte se dedicaron a enviarles los pedidos que les


habían hecho los alumnos de Hogwarts.

La señora Weasley les mandó además sendos pasteles en


forma de calderos a ellos, Ginny, Ron, Harry y Hermione.

Que ella misma y Lily habían preparado.

Hermione también recibió carta de sus padres donde le decían


que estaban emocionados porque muy pronto conocerían su colegio.

Lily le dijo a Harry en su carta que estaba muy emocionada


por lo del torneo.

Cuando todos dejaron de leer sus cartas.

Dumbledore se acercó al estrado para dirigirles unas palabras


así que abandonaron sus copas y cubiertos sobre la mesa para
prestarle toda la atención posible, pues el anciano se veía muy
emocionado y contento.

—Buenos días a ustedes, quiero anunciarles a todos que ya


hemos entrado oficialmente en el mes más esperado por todos,
oficialmente en el mes más esperado por todos, pues tendrán la
oportunidad de reunirse con sus preciados padres. Este evento
tendrá lugar dentro de dos semanas—.
—Es necesario que sepan que desde ya se están habilitando
varias habitaciones del castillo para que sean ocupadas por sus
padres, ustedes podrán quedarse allí con ellos si lo desean hasta
que termine el torneo que es en el mes de Enero, también quería que
supieran que ya he obtenido el permiso del ministerio para traer a
los padres Muggles al colegio, ¡ah!, necesito que sus hijos les digan
que los estaré esperando el siete de octubre en la estación de King’s
Cross pues yo mismo los traeré hasta aquí—.

Dumbledore terminó de hablar y los chicos y los profesores se


dedicaron a comer y a comentar sobre lo que el anciano acaba de
decir.

—Octubre siete, pero si eso es este Lunes—.

Dijo Dean Thomas después de darle una mordida a su


tostada. —Tendré que escribirles a mis padres para avisarles—.

—Yo también le avisaré a los míos—. Dijo Hermione. —¡Ah!, y


no hables con la boca llena, Dean, es de mala educación—.

Por la tarde. Después de sus clases, Harry, Ron y Hermione se


tumbaron bajo la fresca sombra del haya para descansar, un rato
después los gemelos se les unieron.

Estaban muy contentos llevando consigo una extensa hoja de


pergamino que Fred blandía en el aire.

—¿Qué es eso?—. Preguntó Ron.

—Es nuestro pedido—. Respondió Fred.

—Ya que Snape también está impartiendo Defensa Contra las


Artes Oscuras, parece que nadie quiere asistir a clases ya que lo que
más nos han pedido son los caramelos sangra narices y las pastillas
vomitivas—.

—Eso no está bien chicos—. Los respondió Hermione.


—¡Ay ya, Hermione!, ya te pareces a mi madre—. Apuntó Ron.

—Todavía no puedo creer que sea ella quien se está


encargando de todo—. Añadió George.

En ese momento Ginny pasó frente a ellos.

Les dedicó una sonrisa y siguió de largo, iba acompañada de


Dean Thomas.

Ella se recostaba de su brazo y él la abrazaba con cariño.

Harry no pudo evitar sentir una punzada de dolor en el


corazón y no entendió por qué, pero no le agradaba ver a Ginny en
semejante compañía.

—¡Vaya!, ¡Vaya!—. Exclamó Fred.

—Se ve que nuestra hermana no pierde el tiempo—.

Harry se volvió a otro lado para ignorar el comentario y en ese


momento vio a Draco que se acercaba.

—¡Ah!, ¡hola , Draco!—. Saludó Hermione. —Pensé que no


vendrías, ven siéntate aquí con nosotros—.

—¿Queee?—. Preguntó Ron incrédulo. —¿Tú lo invitaste?—.

—Sí, ¿algún problema con eso, Ronald?—.

Respondió Hermione con otra pregunta.

—No, es solo que…—.

Draco lo interrumpió.

—No, no hay ningún problema, Weasley, porque ahora mismo


me largo—. Dijo el rubio al ver la oposición de Ron, la cara de pocos
amigos de los gemelos y la indiferencia de Potter.
Hermione se levantó del piso, caminó hacia él y lo detuvo
tomándolo por el brazo.

—No, Draco, no te vayas—.

Harry se corrió hacia un lado para hacerle espacio junto a él.

—Malfoy, no seas tonto, ven y siéntate—. Dijo Harry tratando


de esbozar una sonrisa que no le salía pues todavía pensaba en lo
de Ginny.

Draco se sentó junto a Harry y los gemelos cambiaron de


semblante al ver que Draco no tenía malas intenciones.

Se acercaron a él y le ofrecieron su gama de productos.

Él se rió y les dijo que tal vez necesitaría algunos salta clases
para Historia de la magia.

Hermione lo riñó por el comentario.

Ron que todavía estaba molesto ni siquiera le dirigió la palabra


y en cambio se dedicaba a lanzarle furtivas miradas de odio, hasta
que el rubio se hartó y se decidió a enfrentarlo.

—¿Qué te sucede, Weasley?—. Inquirió con rabia.

—Nada—. Respondió éste de mala gana.

—Sucede que yo no me trago el cuento ese de que tú y tu


familia cambiaron, yo no soy como estos tontos que te rodean
ahora—.

El pelirrojo se levantó y se fue furioso, ignorando los llamados


de Harry y Hermione que parecía bastante afectada.

—Déjalo, Hermione, es solo una cabeza dura—. Le dijo George.

—¿De qué sirve haber cambiado?—. Se preguntó Draco en voz


alta. —Si de todas maneras nadie me cree—.
—Discúlpame Malfoy pero es que para los demás tampoco nos
ha sido fácil asimilar todo esto—. Dijo Harry.

—Sí, pero tú y Hermione sí me creyeron—. Dijo Draco.

—Bueno quizá otros requieran de más tiempo—.

Apuntó Hermione.

—O quizás yo deba alejarme de ustedes—. Añadió el rubio


incorporándose del suelo.

—No seas tan tarado como mi hermano—. Increpó Fred. —


Déjate de tonterías y quédate aquí, ya Ron lo entenderá—.

Draco volvió a sentarse.

—Sí, Draco, Fred tiene razón—. Apuntó Hermione mientras se


incorporaba de piso y se sacudía el pasto de la falda.

—Pero esperen aquí, voy a ver a donde se metió ese cabeza


hueca—.

Draco se quedó allí, charlando amenamente con los gemelos y


con Harry.

Mientras Hermione se fue tomando la misma dirección que


había tomado Ron anteriormente.

Caminó un largo trecho y llegó a los invernaderos.

A lo lejos diviso a Ron sentado en una de las banquetas, pero


no estaba solo, a su lado estaba Lavender Brown acariciándole el
cabello.

Hermione se detuvo en seco, al igual que Harry no supo por


qué, pero no le gustó ver a su amigo en semejante compañía.

Ron estaba sentado con los codos apoyados en las rodillas y la


cara apoyada en las manos, Lavender le acariciaba el cabello, luego
la chica tomó el rostro del pelirrojo y se fue acercando lentamente
hasta que la distancia desapareció por completo y los labios de
ambos se fusionaron, Hermione no tuvo fuerzas para continuar
observando de modo que salió corriendo en dirección contraria hasta
llegar nuevamente junto a sus amigos donde les dijo que iría a su
habitación, se disculpó con ellos alegando que no se sentía muy
bien.

—¿Estuvo llorando?—. Preguntó Draco.

Los gemelos se encogieron de hombros.

—A lo mejor Ron le dijo que no quería verla o algo así—. Dijo


Fred.

Draco miró a Harry.

—Potter, quiero decir, Harry, será mejor que la acompañes y


veas que le sucede—. Le pidió el rubio con preocupación.

Harry asintió y se fue hacia el castillo.

En los invernaderos, Ron reaccionó al fin, se vio a si mismo


siendo besado por Lavender y una voz interior le dijo que tenía que
quitársela de encima, que no era ella la chica con la que había
soñado, así que le tomó el rostro con delicadeza y echó el suyo hacia
atrás rompiendo el contacto.

—¿Qué sucede, Ron?—. Preguntó Lavender.

—Esto no debió pasar—. Respondió Ron.

—Pero ¿por qué?—. Volvió a inquirir la chica.

—Tú estás deprimido y yo solo te estoy consolando, además ¿a


quién engañas?, si sabes que te gustó—.
Ron refutó esas afirmaciones en su mene pero no se atrevía a
herir los sentimientos de ella, solo le dijo que aquello no había
estado bien.

En la sala común de Gryffindor.

Hermione se sintió aliviada cuando entró y no vio a nadie,


todos se encontraban a las orillas del lago negro.

La muchacha entonces se dejó caer frente a la chimenea con


el corazón destrozado, llorando desconsoladamente.

Hacía mucho tiempo que ella sentía algo por su amigo Ron,
pero no había querido aceptarlo.

Sin embargo allí estaba ella sufriendo por él y a él ni siquiera


le importaba. Tenía ganas de huir, de salir corriendo sin rumbo fijo.

En su mente permanecía viva la imagen de Ron junto a


Lavender, permitiendo que ella lo besara, ¿por qué le dolía tanto
aquella imagen?, se preguntó a sí misma.

La respuesta era simple, lo amaba, para su pesar lo amaba


mucho y no era correspondida.

El cuadro de la señora gorda se abrió y Harry entró en la sala


común. Hermione se volvió hacía él e impulsivamente lo abrazó, él la
estrechó fuertemente sabía que ella estaba sufriendo y que
necesitaba un abrazo pero ¿por qué?.

—Hermione, ¿qué sucede?—.

—¿Ron te dijo algo que te molestara?—.

Indagó Harry sentándose en el suelo junto a ella, frente a la


chimenea.

Ella decidió sincerarse con su amigo y le contó lo que vio en


los invernaderos y de cómo le había dolido en el alma aquella
imagen, le confesó que se sentía algo por Ron desde hace pero no
había estado segura hasta ese momento en que lo vio con Lavender.

—Sé que duele—. Confirmó su amigo abrazándola.

—Pero supongo que con el tiempo te sientes mejor, quizá uno


se acostumbra a sentir esto—.

—¿Por qué lo dices?—.

Le preguntó la castaña todavía gimoteando.

Él se separó de ella con delicadeza para mirarle el rostro y


entonces se confesó al igual que lo había hacho Hermione.

Le dijo que él también venía sintiendo algo por Ginny desde el


curso pasado y que verla junto a Dean Thomas era una tortura que
había tenido que soportar a diario.

—¡Oh Harry!, no sabía que sufrías por ella—.

Dijo Hermione sintiéndose más triste.

—Quisiera que todo fuera diferente—.

—Yo también—. Añadió Harry.

—Lo que más me duele—. Dijo ella mientras sollozaba.

—Es que está enojado con nosotros y sobre todo conmigo—.

—Ahora no podré tenerlo cerca de mí con la excusa de la


amistad—. Se agarró la cabeza con ambas manos.

—¡Dios!, ¿por qué tiene que ser tan cabeza dura?—.

—¿Acaso no podemos ser amigos de Draco?—.

—Ya entrará en razón—. La consoló Harry.


—No estará enojado por siempre—. En ese momento el cuadro
de la señora gorda se abrió nuevamente y un muy apenado Ron
entró a través de él, Harry y Hermione se incorporaron del suelo.

—¡Chicos!, los he buscado por casi todo el castillo, hasta fui a


la cabaña de Hagrid—. Dijo Ron.

Hermione trataba de ocultar el rostro, colocándose de espaldas


a él y Ron intuyendo lo que sucedía trató de disculparse.

—De verdad, chicos, yo sé que actué como un tonto pero es


que no puedo evitarlo—.

—Ese Malfoy nos ha molestado durante todo éste tiempo y


ahora viene pretendiendo que no ha pasado nada—.

—Ron, la gente se merece una segunda oportunidad—.

Reflexionó Harry.

—Lo sé, pero solo necesito tiempo—. Contestó el chico y luego


miró a Harry y a Hermione con arrepentimiento. —Sé que no debí
comportarme así, ¿me disculpan?—.

Harry sonrió y asintió, pero para la sorpresa de Ron, su amiga


salió corriendo escaleras arriba, en dirección a la habitación de las
chicas sin dirigirle la palabra, cuando llegó arriba se asomó por el
balcón y sin que Ron entendiera nada gritó: —¡Harry no se lo digas
por favor!—.

Ron se volvió instintivamente hacia él.

—¿Qué le pasa?, ¿qué es lo que no quiere que me digas?—.

Harry se encogió de hombros.

—Lo siento, no puedo—. Se excusó.

Capitulo 7. Llegan los padres


El lunes, durante el desayuno Dumbledore les anunció que no
tendrían clases porque ese sería el día de recibimiento de los padres,
los alumnos aplaudieron emocionados.

Ron continuó insistiéndole a Harry para que le contara lo que


Hermione quería ocultarle mientras este le huía a pesar de que el
pelirrojo le buscaba conversación y ya estaba comenzando a
relacionarse con Draco, pero para su desgracia Lavender Brown
decidió sentarse junto a él aquella mañana.

—¿Puedo sentarme junto a ti mi Ro Ro?—.

Él asintió de mala gana y a Fred se le atascaron varios copos


de maíz en la garganta mientras trataba de disimular la risa, George
le azotó ligeramente la espalda al tiempo que también reía.

La muchacha se pasó todo el desayuno acariciando el rojo


cabello de Ron y Hermione no pudo soportarlo.

Se levantó de su asiento y se encaminó hacia afuera, pasó


todo el día yendo de un lado a otro, no quería encontrarse con nadie,
se fue a la torre de astronomía pues quería estar sola.

Después cuando se cansó de la soledad se fue a visitar a


Hagrid, luego se encerró en su habitación y finalmente cuando ya el
crepúsculo comenzaba a acentuarse, se dirigió fuera del castillo y se
sentó frente al lago a llorar.

De pronto sintió que alguien la tomó por el hombro, era Draco


que decidió sentarse junto a ella para preguntarle qué le pasaba, ella
intentó mentir diciendo que no le sucedía nada, pero él, que era muy
persuasivo logró sacarle las palabras logrando así que Hermione le
contara lo que era el motivo de su tristeza.

Draco la abrazó y trató de consolarla.

—Quizá él solo está confundido Hermione—. Le dijo mientras


le acariciaba el cabello. —O tal vez ni siquiera sienta nada por ella—.
—Lo mismo me ha dicho Harry pero es que desde el viernes
siempre están juntos, ¿no viste lo que pasó en la mañana en el gran
comedor?—.

—Bueno, tú me dijiste que lo mismo pensaron él y Harry


cuando tú y yo cumplíamos el castigo, y ya ves, solo somos amigos—
.

—Pero Draco, él la besó—.

—Ya te lo dije, tal vez haya estado confundido y ahora se dio


cuenta de que realmente no siente nada por ella—.

—Pero en el gran comedor…—.

—Él no parecía muy a gusto que digamos—. La interrumpió


Draco.

Ella reflexionó en eso último que había dicho el rubio, en ese


momento Pansy pasó junto a ellos y les envió una mirada asesina.

—¿Y a ella qué le pasa ahora?—. Quiso saber Hermione.

—Nada—. Respondió Draco con una sonrisa triste. —Ella cree


que tú y yo tenemos un romance—.

—¿Queee?, ¡ay madre!—.

Exclamó alarmada y separándose abruptamente de él. —Pero


entonces tenemos que hacer algo al respecto—.

—Tú me dijiste que ustedes habían terminado—.

—Pero yo no sabía que era por eso, tengo que hablar con ella
para aclararle la situación—. Dijo la castaña incorporándose.

—No, Hermione, sería inútil, yo he intentado hablarle, pero


ella no quiere escucharme—.

—Pues, a mí sí me va a oír—.
Ella apenas había dado algunos pasos cuando Draco la tomó
por el brazo y la hizo retroceder atrayéndola hacia él.

—Gracias, pero tendrá que ser en otro momento—. Dijo.

Y señaló hacia las puertas dobles de robles del castillo.

Por donde salían centenares de alumnos.

Encabezados por Snape y McGonagall.

—Creo que ya es hora—.

Draco y Hermione se unieron a los demás alumnos que


estaban congregados frente a las escaleras de piedra del castillo.

Draco se unió a Crabbe y Goyle y los llevó a donde estaban


Hermione, Harry, Neville, los gemelos, Ginny, Luna y Ron.

Los gemelos estaban felices porque habían recibido pernmiso


de Dumbledore para hacer uso de todo su arsenal pirotécnico para
celebrar la llegada de sus padres, así que cuando vieron acercarse la
primera carreta lanzaron un petardo que al estalla en el cielo formó
las palabras “Bienvenidos a Hogwarts”.

Los padres de Neville estaban acompañados de Xenophilus


Lovegood.

El padre de Luna y los padres de Neville se bajaron de la


primera carreta y se reunieron con sus hijos.

Harry estiraba el cuello para ver si lograba divisar la roja


cabellera de su madre, también esperaba a Sirius, ya que había
recibido su libertad.

Cuando se acercó la segunda carreta, de ella bajaron Narcissa


y Lucius Malfoy, pero no venían solos, estaban acompañados por el
matrimonio Lestrange, que no quería perderse el torneo, y también
por los Parkinson.
Severus también estaba impaciente.

Estirando el cuello desmesuradamente.

Mientras Tonks, Remus y Moody.

Que habían sido asignados como Aurores protectores de


Hogwarts por el ministerio lo observaban todo junto a Harry.

—¡Deben ser ellos!—. Exclamó Tonks con alegría.

—Sin duda lo son—.

Agregó Hagrid, que en ese momento se había unido al grupo.

Efectivamente no había ninguna duda de que aquella era la


carreta que estaban esperando.

Pues desde lejos se escuchaban los eufóricos gritos de alegría


de Sirius Black que agitaba los brazos frenéticamente para saludar
mientras una bruja pelirroja rolliza, que sin duda debía ser Molly
Weasley hacía intentos frustrados por hacer que se sentara.

La carreta llegó al fin y los Weasley bajaron de ella seguidos


por Sirius que posteriormente ayudó a bajar a Lily.

Harry intentó acercarse a ellos pero una nube de periodistas


encabezados por la temible Rita Skeeter se abalanzó sobre los recién
llegados, ignoraron a los Weasley, pero se concentraron en Sirius y
Lily.

—¡Felicidades por su recién obtenida libertad, señor Black!—.


Dijo la bruja acompañada de su libreta y su pluma a vuela pluma. —
¿Qué se sintió haber estado encerrado por doce años injustamente?,
y usted señora Potter, ¡qué alegría tenerla por aquí!, ¡la madre del
elegido!—.

La bruja no sabía a quién dirigirse, quería obtener respuestas


de ambos.
—usted es la segunda persona que sobrevive a un ataque del
que no debe ser nombrado—.

—¿Qué se sintió haber perdido a su esposo?—.

—Y ¿cómo se siente ante la posibilidad de perder a su hijo


también?—.

Hagrid salió al rescate e interpuso su gigantesco cuerpo entre


los entrevistados y los flashes de las cámaras que disparaban una y
otra vez.

—¡Debería darle vergüenza, Skeeter!—. Refunfuñó Hagrid. —


Ahora hágase a un lado y déjenlos pasar—.

Así fue, la decepcionada periodista y su sequito de fotógrafos


se apartaron algo decepcionados, pero ya tendrían su oportunidad,
los Weasley pudieron así abrazar a sus hijos y Harry se lanzó a los
brazos de su madre, que lo cubrió de besos.

—¡Mi bebé!, ¿cómo estás?—. Lo saludó Lily.

Los gemelos rieron.

—Sí, ¡cómo está el bebé?—. Se burló George.

Al tiempo que Fred, Harry y Lily reían divertidos.

Pero Molly lo abrazó tan fuerte que casi lo asfixia.

—¡Oh, mi Georgi!—. Dijo con cariño.

—Es que para nosotras nuestros hijos siempre van a ser


bebés—. Luego le apretó cariñosamente la nariz y agregó. —Como
tú, el más pequeñito de mis gemelitos—.

Todos rieron, Sirius entonces estrechó a Harry contra su


pecho y Molly a Hermione.
Lupin, Moody y Tonks se unieron a los recién llegados y
también los saludaron.

Lily se dio cuenta de que Severus permanecía a lo lejos,


mirándola pero sin atreverse a acercarse, de modo que fue ella la
que tomó la iniciativa y se encaminó hacia él.

—¿Cómo estás, Sev?—. Lo saludó abrazándolo como siempre.

—Bien, gracias, espero que tú también, me alegra que al fin


hayas llegado—. Respondió él estremeciéndose por el contacto de la
pelirroja.

Hermione empezaba a impacientarse al ver que llegaban más y


más carretas y sus padres no estaban en ellas.

—¡Deben ser ellos!—. Exclamó el señor Weasley emocionado,


señalando a unas carretas que se acercaban.

—Sí, son ellos—. Confirmó Hermione alegremente al reconocer


a sus padres, que venían junto a Dumbledore y a los padres de Dean
Thomas.

—¡Que emocionante!, ¡muggles!—.

Exclamó nuevamente el señor Weasley al ver la carreta de


Dumbledore y también las que venían detrás que traía gente que
contemplaba todo con asombro.

La señora Weasley le dio con el codo en las costillas a su


esposo.

—¡Compórtate, Arthur!—.

—No los mires como si fueran fenómenos de circo—.

Dumbledore y los padres de los chicos bajaron de la carreta,


Hermione corrió a abrazar a los suyos.
—¿Cómo están?, mamá, papá me han hecho mucha falta,
¿qué les parece mi colegio?—.

—¡Es precioso hija!—. Exclamó su madre.

—Aunque en un principio solo veíamos ruinas aun y cuando el


profesor Dumbledore nos aseguraba que ese era el colegio y que no
podíamos verlo tal cual era por los encantamientos protectores que
poseía—.

Hermione rió con el comentario.

—Sí, es que está encantado para que los Muggles no puedan


verlo—. Explicó la chica.

—Sí el profesor Dumbledore nos explicó eso—. Añadió el padre


de Hermione. —Pero luego él sacó su varita, recitó algunas cosas y
¡Puff!—. Esbozó un gesto de sorpresa. —El castillo fue apareciendo
ante nosotros en todo su esplendor, nada de ruinas, es magnifico—.

Hermione vio al señor Weasley que le hacía múltiples señas


con los brazos para llamar su atención.

—¡Ah!, ¡mamá!, ¡papá!, vengan conmigo—. Dijo interpretando


muy bien las señas del señor Weasley mientras tomaba las manos
de sus padres y se acercaba a los pelirrojos.

—¿Cómo estás, Arthur?—. Saludó el padre de Hermione con


amabilidad mientras le estrechaba la mano.

—Muy bien, muy bien, William—. Dijo el mago devolviéndole el


saludo, luego miró a la madre de Hermione.

—Y tú, Anastasia, espero que estés bien—.

—Sí, gracias, es un placer volverte a ver—. Dijo ella también


estrechando su mano. —¡Oh, Molly allí estás!—. Exclamó al ver a la
bruja.
La señora Weasley sonrió amablemente y se encaminó hacia
Anastasia con los brazos abiertos.

—¡Oh, querida!, pero que gusto verte—. La saludó mientras la


abrazaba, luego añadió. —Disculpa si el imprudente de Arthur los
agobia con sus preguntas y sus comentarios—.

—¡Oh no!, para nada—. Respondió riendo.

—A William y a mí nos alaga que los Muggles les parezcamos


interesantes, incluso nosotros estamos extasiados con todo esto—.

Después de tantos abrazos y saludos, Dumbledore hizo pasar


a los padres y a los alumnos al gran comedor.

El cual habían hechizado previamente para hacerlo más


grande aún y le habían agregado más mesas. Los chicos se sentaron
junto a sus padres, Harry se sentó entre Sirius y Lily.

—Que felicidad poder estar aquí después de tantos años!,


¿verdad?—. Comentó Lily.

—Sí—. Respondió Sirius. —Y lo mejor de todos es que estoy


aquí como un hombre libre, lo que siempre quise—.

De repente una mano se posó en su hombro.

—¡Bienvenido, Canuto!—. Exclamó Lupin.

—¡Muchas gracias, amigo mío!—. Respondió Sirius. —Pero ve


y dile a Tonks que se una al banquete, siéntense junto a nosotros—.

—No podemos amigo—.

Contestó Lupin con algo de consternación. —Es que estamos


de servicio—.

—No se preocupen por eso—. Añadió Alastor que estaba detrás


de ellos y que venía con Tonks.
—Ya pensé en eso y he decidido darles el día libre para que
celebren, pero no se acostumbren—.

Añadió guiñándole el ojo bueno.

—Tú sí que eres un buen amigo, Ojo loco—. Dijo Lupin.

Lupin y Tonks, tomaron asiento junto a Lily.

—¡Ahh!, ¡qué tiempo aquellos!, ¿no es así Lunático?—.

Comentó Sirius con una sonrisa en los labios y una mirada


soñadora.

—En efecto, todo esto nos trae bellos recuerdos—.

—Sobre todo cuando nos divertíamos con Quejicus—. Añadió


Sirius señalando descaradamente la mesa de los profesores donde
Severus lo fulminaba con la mirada.

—¡Ahh, como extraño esos tiempos!—.

—¡Sirius!, ¡por Dios!—. Lo reprendió Lily. —Eso no es motivo


de risa, no deberías jactarte de eso y mucho menos frente a los
niños—.

—Bueno olvidando el absurdo comentario de Sirius, la verdad


es que en nuestra época pasamos momentos maravillosos aquí, ¿no
es así, cariño?—. Dijo la señora Weasley.

—Pues sí, ya que aquí fue donde te conocí—. Respondió su


esposo dándole un efímero beso.

Los gemelos y Ron esbozaron un gesto de asco y Hermione y


Ginny suspiraron.

—¿Todos ustedes estudiaron en este colegio?—.

Pregunto William con curiosidad.

—Así es, mi querido amigo muggle—. Asintió Sirius.


—Me gusta la manera como ustedes nos llaman—.

Dijo el señor Granger mientras todos reían alegremente

—¡Oh!, sí que han conservado una larga amistad—. Agregó la


señora Granger.

Dumbledore se subió al estrado.

Preparado para hablar mientras los flashes de las cámaras del


Profeta disparaban contra él una y otra vez.

—A los padres hechiceros que anteriormente estudiaron aquí


les doy la bienvenida nuevamente—. Habló el anciano.

—Y a los padres Muggles, les doy la bienvenida oficialmente al


colegio Hogwarts de magia y hechicería y les digo que espero que les
gusten nuestras instalaciones y que si tienen alguna inquietud o
curiosidad, como es normal, no duden en acudir a sus hijos, a mí, o
a algunos de los prefectos o profesores—.

Señaló la mesa detrás de él.

—También a los otros padres hechiceros pueden consultarles


lo que deseen, pues el fin de este torneo es sobre todo ayudarnos los
unos a los otros—.

—Afianzar los lazos de amistad y confianza entre nosotros, que


padres e hijos fortalezcan su relación, que surja la reconciliación y el
perdón entre los magos que hayan tenido sus diferencias—.

En esta parte del discurso Sirius y Severus entornaron los ojos


en señal de fastidio.

—Y si es posible—. Continuó Dumbledore.

—¿Por qué no?—.

—Intercambiar culturas entre la comunidad mágica y no


mágica—.
—Ya que debemos admitir que nos asombramos mutuamente
con nuestras habilidades—.

—Así pues, no me queda más que darles nuevamente la


bienvenida al torneo, que empieza oficialmente dentro de unos días,
por las tardes, después de clases, y anunciarles que ya los terrenos
del colegio están habilitados para las diferentes pruebas que
realizaremos en el torneo—.

Después de aquel emotivo discurso, el señor Filch.

Acompañado de los prefectos como Ron y Hermione, condujo a


los padres hacia las mazmorras del castillo que habían habilitado
para hospedarlos.

Hermione decidió quedarse a dormir con sus padres.

Harry con su madre, Draco también se quedó con los suyos, al


igual que Neville y Luna, pero los Weasley prefirieron dormir en su
sala común como siempre.

Capitulo 8. El sincero arrepentimiento de los Lestrange

Al día siguiente, los chicos se levantaron muy temprano para


asistir a sus respectivas clases, como de costumbres, los padres
mientras tanto se dedicaron a pasear por las instalaciones del
castillo.

El señor Weasley en compañía de su esposa y Sirius se dedicó


a mostrarles las instalaciones a los padres de Hermione. Pasearon
por la torre de astronomía, por las aulas, las mazmorras, los patios,
los invernaderos y hasta la cabaña de Hagrid.

Los Muggles estaban encantados con las cosas que veían y


sólo se llevaron un gran susto cuando Sirius intentó presentarles al
fantasma de la casa Gryffindor.

—Cada casa tiene su fantasma—.


—El de Gryffindor es Nick casi decapitado—.

Explicaba Sirius con aire de suficiencia mientras caminaban


por uno de los corredores, luego giró la cabeza en todas direcciones
y se dedicó a llamar al fantasma.

—¡Oye Nick!, ¿dónde estás?, soy tu viejo amigo Canuto—.

—Sirius, yo creo que deberíamos primero…—. Intentó hablar


la señora Weasley.

—¡Hey Nick!, ¿dónde te metiste?—.

Continuó llamándolo Sirius.

—¿Nick casi qué?—.

Preguntó la señora Granger muy extrañada.

—Nick casi decapitado—. Respondió el aludido apareciendo de


repente mientras desprendía parcialmente su cabeza medio
cercenada en una especie de dantesca reverencia.

—Aunque prefiero que me llamen Sir Nicholas, es un gusto


saludarla señora mía, ¿cómo estás Sirius?—.

La mujer gritó aterrorizada mientras se refugiaba en los brazos


de su marido que también temblaba.

—¿Es un… un… fantasma?—. Preguntó el padre de Hermione


con voz vacilante.

—Pues si lo soy—. Contestó Nick con orgullo. —¿Acaso no lo


sabían?—.

—Es normal que se asusten—. Respondió el señor Weasley.

Los padres de Hermione continuaban temblando al


contemplar la lúgubre figura que tenían frente a ellos y se volvieron
a escuchar sus gritos cuando Pevees, el polstergaist, pasó volando
sobre sus cabezas esbozando una maligna sonrisa y haciendo
pedorretas con la boca.

—¡Muggles asustados!, ¡muggles asustados!—. Canturreó.

—¡YA BASTA PEEVES!—. Gritó el fantasma. —O tendré que


llamar al barón sanguinario—.

—¡Ay madre!—. Exclamó nerviosa la madre de Hermione. —¿A


quién dice que llamará?—.

—Tranquilos, tranquilos no se alarmen—.

Trataba de tranquilizarlos Sirius. —Ninguno de los fantasmas


va a hacerles daño—.

—Así que son muggles ¿eh?—. Dijo Nick. —Ahora comprendo


su reacción—.

En ese momento Snape iba pasando acompañado de su amiga


Lily, y al ver a la pareja de Muggles abrazados y temblando mientras
contemplaban con horror al travieso duende que se alejaba
canturreando al tiempo que volaba sobre sus cabezas, quiso saber
qué pasaba.

—Tranquilos, tranquilos no se alarmen—.

Trataba de tranquilizarlos Sirius. —Ninguno de los fantasmas


va a hacerles daño—.

—Así que son muggles, ¿eh?—. Dijo Nick. —Ahora comprendo


su reacción—.

En ese momento Snape iba pasando acompañado de su amiga


Lily, y al ver a la pareja de muggles abrazados y temblando mientras
contemplaban con horror al travieso duende que se alejaba
canturreando al tiempo que volaba sobre sus cabezas, quiso saber
qué pasaba.
—Se asustaron al vernos a Pevees y a mí—. Respondió Nick
mirando a la pareja con extrañeza. —Mi buen amigo Sirius me los
presentó y al instante comenzaron a gritar, cre que nunca han visto
un fantasma—.

—Efectivamente, nunca han visto a un fantasma porque son


Muggles—. Afirmó Snape haciendo énfasis en ésta última palabra.

—Que inconsciente eres Black, ¿qué querías?, ¿matarlos de


un susto?—.

—Por supuesto que no quería que murieran del susto


Quejicus, pero supongo que eso será inevitable ahora que apareciste
tú con tu horrenda apariencia de Dementor—. Respondió Sirius con
un gesto de profundo desprecio.

—¡Ya basta!—.

Exclamó Lily alzando los brazos por encima de su cabeza. —Ya


me están hartando ustedes dos, ¿qué no les da vergüenza?—.

Luego se giró hacia los padres de Hermione que ya parecían


menos asustados, pero si más intrigados con la reciente discusión.

—No deben preocuparse por los fantasmas y en especial por


Nick, él no les hará ningún daño—.

—Desde luego mi querida Lily—.

Aseguró el fantasma dirigiéndoles una sonrisa.

—Discúlpenme si los impresioné saliendo de repente, pero es


que no tenía idea de que ustedes eran Muggles y entonces pensé que
ya estarían acostumbrados—. Se apresuró a excusarse.

—No se preocupe Sir… Nicholas—.

Dijo la señora Granger en un tono más amistoso. —Ya no le


tenemos miedos a usted, más bien disculpe nuestra ignorancia—.
—Descuiden—. Dijo el fantasma después de hacer una ligera
reverencia mucho más aceptable que la interior y se marchó.

—Lo mejor de Hogwarts es que en cada rincón te puedes


encontrar una sorpresa—. Añadió Lily.

—Ya lo creo que sí—. Contestó el señor Granger.

—Sí, pero también se puede encontrar uno con sorpresas


desagradables—. Musitó Sirius mirando descaradamente a Snape.

—¡Ah Severus!—.

—¿Ya conocías a los padres de Hermione Granger?—.

Preguntó el señor Weasley para evitar una nueva discusión.

—No—. Respondió Snape cortante.

—Sólo sabía que eran Muggles—.

—¡Ah bien!, en ese caso, ellos son William Granger y su esposa


Anastasia Granger—.

Luego se dirigió a la pareja. —Y éste es el profesor Severus


Snape, enseña pociones y defensa contra las artes oscuras—.

Severus levantó una ceja y con su característico aire arrogante


estrechó las manos de los Granger.

—Es un placer—. Dijo con su tono de voz pausado. —Y ahora


si me disculpan—. Hizo una ligera inclinación de cabeza a modo de
reverencia. —Debemos seguir—.

Severus se marcho y Lily lo siguió no sin antes dedicarles una


sonrisa simpática a sus amigos.

—Nos vemos en el almuerzo—. Dijo y se despidió con la mano.

En el patio de Hogwarts, cerca de los invernaderos la pareja


Longbottom paseaba alegremente, recordando los días en que eran
estudiantes. De pronto, toda su atención se concentró en otra pareja
que se acercaba a ellos. Estos dos, aunque físicamente permanecían
casi iguales, habían perdido todo esa arrogancia propia de su
estirpe, caminaban con paso firme, sin vacilaciones pero en sus
rostros había arrepentimiento, pesar y hasta dolor.

Eran Rodolphus y Bellatrix Lestrange que al quedar frente a la


pareja Longbottom se quedaron momentáneamente sin palabras.

Frank levantó una ceja, se puso por delante de su esposa para


protegerla y empuñó su varita preparándose para un ataque pero se
sorprendió muchísimo cuando advirtió que los Lestrange ni siquiera
se inmutaron, permanecieron allí, mirándolos con esos ojos tristes y
vacíos que alguna vez estuvieron cargados de odio y desprecio, hasta
que al fin Bellatrix rompió el silencio…

—Los estuvimos buscando por todos lados—. Dijo tratando de


evitar sus miradas.

—¿Ah sí?—. Preguntó el señor Longbotton. —¿Acaso quieren


continuar con lo que empezaron una vez?—.

—No se preocupen—. Dijo Bellatrix negando con la cabeza. —


No hemos venido a hacerles daño, no sé si habrán escuchado de
Rodolphus y yo fuimos absueltos por el Wizengamont…—.

—¿Y qué pretenden?, ¿qué los felicitemos?—.

Preguntó Alice con sarcasmo y saliendo al frente.

—No, no es eso—.

Respondió Rodolphus con sinceridad mientras negaba con la


cabeza. —Lo que mi esposa quiere decir es que…—.

—Déjamelo a mí cariño—. Pidió Bella tomándolo de la mano.


—Rodolphus y yo fuimos absueltos porque nos arrepentimos
profundamente—. Agregó ella mientras miraba al suelo, pues no se
atrevía a mirarlos al rostro.

—Nos condenaron todos estos años a vivir sin conciencia en


San Mungo y a perdernos la infancia de nuestro hijo Neville al cual
casi matan en el ministerio el curso pasado—.

—Y DESPUÉS VIENEN AQUÍ PRETENDIENDO QUE NO PASÓ


NADA—. Dijo Frank alterándose cada vez más al tiempo que subía la
voz y algunos alumnos y padres los miraban.

—¡Cálmate querido!, no vale la pena—.

Terció Alice sujetándolo por los hombros.

—Estamos conscientes de que nada que digamos podrá


reparar el daño que Bella, Barty y yo causamos en ustedes, pero aun
así nos gustaría que supieran que lo sentimos mucho—. Dijo
Rodolphus mientras acariciaba el rebelde y largo cabello de Bellatrix
que lloraba desconsoladamente.

—Sé que su arrepentimiento es sincero—. Habló Alice.

—Pues han pasado por estrictas pruebas ante los miembros


de Wizengamont pero aun así se nos hace muy difícil perdonarlos
por lo que hicieron—.

Bella que sentía un profundo dolor en su corazón con cada


palabra que salían de los labios de los Longbottom, los cuales le
hacían recordar inevitablemente esos fatídicos días en que era una
cruel mortífaga, las expresiones y los gritos de dolor de ellos
mientras su hijo pequeño lloraba en su cuna…

No lo soportó más y deshaciéndose de cualquier ápice de


orgullo, cayó de rodillas frente a la pareja implorando su perdón,
frente a la mirada atónita de Alice y Frank Longbottom, Rodolphus
imitó el gesto de su esposa.
—Por favor, sé que causamos mucho daño—. Suplicó Bellatrix.
—Pero ya hemos pagado nuestro castigo, muchos años en Azkabán
y este remordimiento de conciencia que no nos abandona—. Añadió
la mujer dándose ligeros golpecitos en la cabeza.

Al ver que ella era la mayor prueba de su arrepentimiento,


pues en otros tiempos los Lestrange jamás se habrían humillado
frente a un par de Aurores, los Longbottom sintieron compasión.
Alice tomó a Bellatrix por los hombros y la ayudó a levantarse,
Frank hizo lo mismo con Rodolphus.

—No sé si algún día podamos ser amigos—.

Dijo Frank con sinceridad pero sin dureza. —Pero al menos


trataremos de deshacernos del rencor—.

Alice en cambio parecía más conmovida, al tocar a Bellatrix


pudo sentir como temblaba, percibió tanto dolor en sus lágrimas
como en sus palabras al igual que en Rodolphus, así que llorando
también, abrazó a la ex mortífaga para indicarle sin palabras que le
había tocado el corazón.

—Sólo Dios sabe cuánto lo sentimos—.

Agregó Rodolphus mirando al cielo. —Luego tomó a su esposa


y se dispuso a marcharse pero la voz de Frank lo detuvo.

Frank no sonreía, pero sin duda los rasgos de su rostro se


habían relajado bastante y sus ojos estaban bastantes humedecidos.

—¡Lestrange!—. Lo llamó. —Solo dennos tiempo, es todo lo que


pedimos—.

Capitulo 9. Lily en el pensadero de Harry

Más tarde, los alumnos salieron de sus clases y ya sus padres


los esperaban en el gran comedor para que almorzaran juntos.
Los Granger le contaron a Hermione el incidente de Pevees y
Nick casi decapitado y ella se rió de la anécdota, ellos también
quisieron saber el porqué de la discrepancia entre Sirius y Severus,
ella les contó que era Sirius quien solía molestar a Snape desde su
época de estudiantes.

Harry era el único que no llegaba al gran comedor y en vista


de que Lily comenzó a preocuparse un poco, Ron se ofreció para
buscarlo, los demás esperaron en la mesa a que la comida
apareciera mágicamente en sus platos.

—¡Wow!, ¡es maravilloso!, me encanta cuando esto sucede—.


Exclamó la señora Granger divertida mientras observaba su recién
aparecida comida.

Ron recorrió los pasillos cercanos al gran comedor y no vio a


Harry, entonces, justo en ese momento recordó que el moreno había
dicho que después de clases tardaría un poco en llegar al gran
comedor y cuando Ron quiso saber qué haría, él no quiso revelarle
nada, además McGonagall les pidió que guardaran silencio y que se
concentraran en el hechizo.

Sin embargo, al final de la clases, el pelirrojo, como era tan


curioso, siguió a Harry y lo vio entrar en la sala de los menesteres,
pero justo en ese momento, a lo lejos, advirtió la voz de Hermione y
entonces olvidó por completo a Harry, pues se fue tras la castaña
tratando de llamar su atención.

Quería hablar con ella, pero la chica se escabulló entre un


mar de alumnos.

Ron, después de recordar aquello, se encaminó entonces hacia


la sala de los menesteres, pero al llegar, la puerta no estaba por
ninguna parte, así que pensó que realmente necesitaba entrar allí, al
instante las puertas dobles aparecieron frente a él.
Ron entró y buscó a su amigo con la mirada, pero no lo halló a
simple vista, después lo llamó, pero este no respondió, así que el
chico terminó pensando que ya Harry se había marchado de allí, tal
vez usando otro pasillo y por eso él no se lo había encontrado por el
camino.

—Ya debe estar en el comedor—. Pensó.

Pero cuando ya estaba a punto de tomar el camino de regreso,


un brillo especial, que advertía por el rabillo del ojo, llamó su
atención poderosamente.

Allí, a su izquierda, e iluminada por la tenue luz del sol que se


colaba por los cristales de una ventana, estaba una vasija de piedra
con unas extrañas inscripciones que descansaba sobre un pedestal
también de piedra y marcado con aquellas runas.

Ron avanzó hacia la vasija y se dio cuenta de que era un


pensadero, ¿pero por qué estaba allí?.

El muchacho avanzó directo hacia el pensadero y al llegar a él,


advirtió que había recuerdos en su interior.

Pues una sustancia plateada que no era ni líquida ni gaseosa


se arremolinaba en el interior.

Así que el chico, haciendo uso una vez más de su inexorable


curiosidad, sumergió el rostro dentro de la vasija.

En el gran comedor ya Harry estaba con los demás.

El almuerzo estaba por terminar y ahora era Ron el que no


aparecía.

—Pero, ¿dónde se habrá metido ese condenado muchacho?—.


Preguntó la señora Weasley.

—Pues tendrá que ir alguien a buscarlo—. Sugirió Ginny.


—No, porque si hacemos eso no vamos a terminar nunca—.
Bromeó Fred.

—Además no hace falta que lo hagamos—. Agregó Tonks. —


¡Miren, ahí viene!—.

Efectivamente el pelirrojo se acercaba a la mesa con cara de


consternación y tomó asiento al lado de su madre.

—¿Qué te pasa mi Ron?—. Le preguntó con cariño.

Todas las miradas estaban sobre él en ese momento.

—Sí, ¿qué le pasa al pequeño Ronnie?—. Bromeó su hermano


Fred.

—No me pasa nada—.

Respondió Ron sonriendo para que no notaran su cambio de


humor. —Es sólo que buscando a Harry llegué muy lejos y luego
temí perderme la comida—. Añadió mientras tomaba una pierna de
pollo.

Los demás que ya habían terminado de comer decidieron


esperar a que Ron terminara.

Y cuando lo hubo hecho, se encaminaron juntos hacia afuera.

Como los chicos tenían un par de horas libres, Harry, Sirius y


los demás decidieron pasar dicho tiempo en el estadio jugando al
Quidditch, así que el moreno fue por su escoba y Sirius tomó una
del colegio.

—¡Esperen un momento!—. Exclamó el señor Weasley en ese


momento. —Yo también quiero jugar, hace mucho que no lo hago,
pero me gustaría intentar—.

Frank Longbottom, que pasaba junto a su familia en ese


momento, escuchó al señor Weasley y también quiso unirse, el resto
decidió hacerles porras desde las gradas, incluso Ron que alegó
haber acabado de comer para no jugar, la verdad era que no se
sentía bien emocionalmente después de haber salido de la sala de
los menesteres.

—Harry sí que juega bien, ¿no es así?—. Le comentó Lily


orgullosamente a Ron, que estaba a su lado.

—Sí—. Contestó este mirando a Harry que volaba como un


torpedo en su Saeta de fuego y que en ese momento cumplía el rol
de cazador. —Aunque su verdadera posición es buscador—.

—Como James—. Musitó Lily orgullosa.

—Él estaría tan orgulloso de Harry como lo estoy yo—.

El silencio se hizo por un momento, pero luego Lily volvió a


hablar.

—No creo que mi hermana esté orgullosa de Harry, bueno no


lo sé. Me pregunto cómo habrá hecho él para arreglárselas todos
estos años viviendo en casa de mi hermana y su esposo—.

Ron tragó saliva.

—Es que ella odia la magia—.

—Y no puedo creer que haya aceptado a Harry en su casa así


como así—. Continuó Lily. —Cada vez que le pregunto cómo le fue
allí él me evade cambiándome el tema—.

Luego miró a Ron directamente a los ojos y añadió. —Pero a ti


y a Hermione seguro les habrá contado algo, ya que son sus mejores
amigos, ¿no es así?—.

Lily observó a Hermione que en ese momento les explicaba a


sus padres las reglas del juego.

El muchacho bajo la cabeza.


—¿Qué te pasa Ron?—. Le preguntó Lily.

—Te he estado observando y te noto un poco triste desde hace


rato—.

—Harry… los Dursley…—. Musitó Ron.

—Entonces ¿si sabes algo?—.

Preguntó ella con más interés aún.

Ron asintió.

—¡Por Merlín!—. Exclamó Lily. —¡Cuéntame!, ¿es acaso algo


malo?, no me sorprendería viniendo de mi hermana o Vernon—.

Ron habló al fin con fluidez-

—Está bien Lily—. Dijo con determinación. —Sé que Harry me


va a odiar por esto, pero tengo que hacerlo, creo que es justo que tú
sepas lo que él ha estado viviendo durante todos estos años allí en
casa de sus tíos—.

Ron tomó la mano de Lily y tiró de ella mientras comenzaban a


bajar por las gradas.

Los demás estaban tan absortos en el partido que observaban


que ni siquiera advirtieron que estos dos ya no estaban allí.

Mientras avanzaban hacia el castillo, Lily quiso saber a dónde


se dirigían exactamente y el chico le contó lo que había visto en la
sala de menesteres mientras buscaba a Harry.

—¿Pero qué recuerdos hay allí en ese pensadero?—. Preguntó


Lily mientras cruzaban las puertas de roble del castillo.

Ron no contestó.

—Acaso tienen algo que ver con Harry o conmigo?—.

Insistió la mujer.
El muchacho asintió.

Cuando llegaron al lugar, Ron se concentró nuevamente en


que necesitaba entrar y mostrarle esos recuerdos a Lily, así que la
puerta apareció ante ellos.

El chico la abrió y entró en la habitación seguido por Lily,


rezando para que el pensadero aun estuviese allí.

Y ciertamente sus plegarias fueron oídas, porque todavía la


vasija estaba en el mismo lugar, se acercaron a ella y entonces Ron
le habló nuevamente a Lily.

—Lily, yo sé que quizá Harry se moleste conmigo, pero—.

Suspiró y continuó hablando. —Cuando lo estaba buscando


recordé que yo la había seguido hasta aquí, quizá él necesitaba este
lugar y el pensadero para meditar, el caso es que cuando yo entré y
la sala estaba sola, le di un vistazo a la vasija—.

Había estado mirando al suelo, pero ahora subió la mirada


hasta encontrarse con la de Lily.

—Considero que tú también deberías mirar y darte cuenta de


la vida que Harry ha llevado en esa casa, él no quiso decirte nada
por no preocuparte—.

Lily tomó el pensadero con ambas manos y sin decir nada pero
llena de incertidumbre hundió su rostro en él. Inmediatamente fue
absorbida como por una aspiradora y enseguida apareció en lo que
parecía el primer recuerdo de su hijo.

Estaba solo, sentado en el piso, jugando con unos soldaditos


de plomo, tenía al parecer unos tres años de edad, cuando otro niño
que se veía mucho más grande que él aunque quizá tenía la misma
edad, le arrebató los juguetes de un tirón.
—Son míos—. Le dijo y luego le pegó fuertemente en la cabeza,
dejando al pequeño Harry llorando, al instante una mujer delgada,
de cuello excesivamente largo que Lily no tardó en reconocer como
su hermana apareció en la habitación sonriendo con malevolencia.

—Eso lo tienes bien merecido por querer tomar las cosas de mi


Duddley—. Le dijo con maldad.

Lily quiso acercarse a Harry y tomarlo entre sus brazos para


consolarlo, pero no pudo, solo era un recuerdo.

Luego apareció otro recuerdo donde Harry, que tenía al


parecer unos cinco años, corría y se trepaba rápidamente a un árbol
con el rostro crispado por el terror. Abajo un enorme perro de
dientes afilados le ladraba ferozmente al tiempo que los Dursley
reían divertidos.

También se paseo por otras dolorosas etapas de su vida, como


cuando llegaron sus cartas de Hogwarts y su tío Vernon las escondía
o las rompía, las veces que lo encerraron en la alacena que era su
único refugio y donde lo dejaban castigado sin cenar o le pasaban
algunas sobras de comida, como si él fuese un animal mientras
alegaba desesperadamente que no sabía cómo había hecho levitar
esto, o como había hecho que esto otro cambiara de color.

Lily vio también como en una ocasión Petunia le lanzaba a


Harry un plato de sobras rancias del día anterior a través de una
hendija que tenía la puerta de su nueva habitación (que antes había
sido el cuarto de trastes de Duddley) esta hendija estaba hecha
especialmente para eso.

Mientras el niño llorando en silencio para que no lo oyesen al


tiempo que compartía su escasa y vieja comida con su fiel lechuza
Hedwig, y llamaba a su madre.

—¡Mamá, mamá!—. Musitaba una y otra vez el pequeño Harry


mientras sollozaba. —¡Mamá, papá!, los necesito—.
Lily estaba ahogada por el llanto y la rabia, sentía que sus
venas hervían y no podía hacer nada para consolar a su hijo. El aire
comenzó a faltarle, no podía soportar más ver como había sufrido su
hijo durante su ausencia. Después sintió que la misma fuerza que la
había absorbido, ahora la expulsaba del pensadero.

Ron estaba lívido al ver la mezcla entre odio y dolor que había
reflejada en el rostro de Lily.

—Hay que guardar esto—. Dijo Ron para romper el silencio. —


Necesitamos un frasco—.

Inmediatamente un frasco con todo y su corcho apareció en la


mano derecha del pelirrojo.

—¡Ah, qué bien!, aquí hay uno—. Tomó los recuerdos con la
varita y los fue sacando del pensadero para colocarlos en el frasco.
—Quizá Harry olvidó que sus recuerdos están aquí—.

—Muchas gracias, Ron—. Dijo Lily hablando por primera vez


desde que vio los recuerdos. —No te sientas mal por lo que hiciste,
pues estuvo bien, me ha permitido estar consciente de lo que pasó
durante mi ausencia, fue horrible, horrible—. Expresó la pelirroja al
tiempo que sendas lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Ahora entiendo porque no quiso decirme nada, él quería


evitarme más dolor—.

—Pero aunque doliera era necesario que tú lo supieras—.


Agregó el pelirrojo con tristeza.

Lily entonces tomó al chico por los hombros y secándose las


lágrimas le dijo:

—Ve y llévale sus recuerdos a Harry, si él no quiere entender


las razones que tuviste para mostrármelos déjamelo a mí que yo más
tarde lo hago entrar en razón, ahora debo hacer algo—.
Ron no sabía a dónde iría la mujer, que se veía furiosa y
consternada a la vez.

—Pero ¿a dónde vas?—. Le preguntó.

—Voy por ahí—. Alcanzó a escuchar el muchacho.

Ron se unió nuevamente al grupo que regresaba del estadio de


Quidditch, pues los chicos tendrían clases, y cuando Ron le dio el
frasco con los recuerdos a Harry este quedó estupefacto.

—Pe… pero… ¿cómo?—. Titubeó Harry antes de recordar que


paradójicamente había dejado olvidado sus recuerdos en el
pensador, pues después de mirarlos se había quedado pensando en
ellos mientras salía lentamente de la sala de menesteres arrastrando
los pies.

Ron le explicó todo lo que había pasado, y al principio Harry


se puso furioso.

—¿Por qué lo hiciste Ronald Weasley?—. Le espetó con rabia


mientras subían a la habitación de los chicos para buscar sus libros
de Herbología.

—Harry, ella tenía derecho a saberlo—. Alegó Ron. —Aunque


comprendo que estés enojado—.

—De todos modos Lily me dijo que quería hablar contigo más
tarde—. Añadió el chico recordando su conversación con la madre
de Harry.

—¿Dónde está ella?—. Preguntó Harry.

—No lo sé—. Respondió su amigo.

—Pero estaba bastante afectada—.

—Ya me lo imagino—. Musitó Harry con el ceño fruncido.

—Harry, no lo hice con mala intención—.


—De verdad, te lo aseguro—.

Volvió a explicar el pelirrojo poniendo su empeño en conseguir


el perdón de su amigo, mientras bajaban nuevamente las escaleras
de los dormitorios para asistir a los invernaderos.

—Lo sé, amigo—.

Dijo Harry rodeándolo con un brazo mientras caminaban.

Capitulo 10. Lily se enfrenta a los Dursley

Lily iba furiosa, hasta que se detuvo en uno de los pasillos


desiertos de las mazmorras que conducían a las habitaciones de los
padres, pateó la pared con furia conforme en su mente aparecía la
carita triste de su hijo y las miradas de maldad de los Dursley.

—¡Me las van a pagar!—. Exclamó con amargura y retomó su


camino de nuevo. —Ha llegado la hora de enfrentarlos—.

Secaba con el dorso de su brazo las lágrimas que corrían por


su rostro, que tenía las facciones endurecidas y crispadas por la
indignación.

En ese momento Snape Salió de su despacho y la miró cuando


ella pasó junto a él, pero ella estaba tan enojada que ni siquiera
advirtió su presencia.

—¿Qué te pasa Lily?—.

Preguntó al ver el estado en que se encontraba la bruja.

Ella se detuvo más adelante y se giró hacia él.

—Estoy molesta Severus, estoy muy molesta—.

Respondió golpeando con el puño la pared, haciéndose daño.

Snape corrió hacia ella e inconscientemente le acarició la


mano lastimada.
—Pero ¿por qué?—. Volvió a inquirir el mago.

—Porque… porque—. En ese momento tuvo una idea. —Tengo


que salir de Hogwarts para aparecerme en casa de los Dursley—.
Dijo al tiempo que intentaba irse, pero Severus la tomó por un brazo
y la detuvo.

—¡Espera!, ¿Y qué vas a hacer allá?—.

—Lo que debí haber hecho desde que regresé—.

Respondió con rabia.

—Ir a hablar con ellos y que me expliquen por qué rayos


trataron a mi hijo como una basura—.

Ella trató de zafar su brazo pero él no se lo permitió.

—No, Lily, espera—.

—No intentes detenerme Severus, yo necesito ir allá—.

—Pero no irás sola, yo te acompaño—.

Espetó el mago tragando saliva.

Y recordando que en numerosas ocasiones, aunque por su


propio bien, también él mismo había hecho sentir mal a Harry ¿Lilu
se lo perdonaría?.

—Vamos a mi despacho, utilizaremos la red flu—.

Dijo mientras caminaba y la halaba del brazo.

—Pero Sev—.

—La casa de Petunia no está afiliada a la red—. Refutó ella.

—Lo sé, pero entraremos a mi casa—.

—En la calle de la Hilandera—. Alegó mientras soltaba al fin el


brazo de Lily para abrir la puerta de su despacho, le hizo una seña a
ella para que pasara y luego pasó él cerrando la puerta detrás de sí.
—Recuerda que mi casa está cerca de Private Drive, que es donde
está la casa donde vivías con tus padres, que a su vez está muy
cerca de la casa de tu hermana—.

A ella le pareció muy buena idea, de modo que aceptó, Severus


se disponía a tomar los polvos flu, pero Lily se le quedó mirando un
rato sin decir nada.

—¿Qué sucede?—. Preguntó él.

—No pretenderás ir así al mundo Muggle, ¿o sí?—.

—Debes quitarte la capa—. Añadió con una sonrisa, ya la furia


estaba desapareciendo.

Severus también sonrió, se quitó la capa negra y la colgó en


una percha, quedándose con su gabardina negra que siempre
llevaba debajo.

—Ahora sí—. Aprobó ella. —Vamos—.

Severus tomó los polvos y le cedió un poco a ella, que fue la


primera en entrar a la chimenea.

Cuando ella hubo desaparecido de la vista del mago también


él se introdujo en la chimenea.

Reuniéndose con su amiga unos segundo después en su casa


de la calle de la Hilandera.

Lily estaba de pie en el despacho de la casa de Severus,


sacudiéndose las cenizas de la ropa, él hizo lo mismo al salir.

—¡Vaya Sev!, ¡qué recuerdos tan lindos me trae este lugar!,


¿recuerdas cuando yo te venía a buscar a veces para jugar?—.

Él asintió tristemente.

—Pero a mí no me trae exactamente buenos recuerdos—.


Añadió mientras a su mente le llegaban las imágenes de su
padre golpeándolo.

—¡Oh Sev!—. Exclamó la mujer comprendiendo el comentario


de su amigo, se acercó a él y le acarició el cabello.

Él sintió de nuevo aquella sensación tan agradable al contacto


de ella, pero también tuvo la necesidad de escapar de ese momento,
no quería su lástima.

—¡Vamos Lily!—.

Dijo cortante al tiempo que esbozaba una tierna sonrisa.

Los dos salieron a la calle que Lily notó que se veía igual de
deprimente que unos años atrás.

Mientras caminaban por los senderos, rumbo a Private Drive,


Lily caminaba un poco más adelantada que Severus, pues tenía una
increpante necesidad de llegar.

Avanzaba con pasos grandes y rápidos, de repente al cruzar en


una esquina, Severus tuvo que tomarla abruptamente por la cintura
y atraerla hacia él para que no fuera atropellada por una bandada
de chicos que pasó rápidamente en bicicletas.

—¡Esos mocosos insolentes!—. Musitó Severus sin soltar a su


amiga, pues se sentía tan bien teniéndola tan cerca.

—¡Por Dios!—. Exclamó ella pálida por el susto. —Salieron de


repente—.

En vista de que él aún la tenía sujeta, ella giró su cabeza hacia


él para mirarlo y él también hizo lo mismo, con lo que sus rostros
quedaron muy cerca y Severus reaccionó al fin.

—¡Discúlpame!—. Dijo soltándola abruptamente.

Ella sonrió.
—No te preocupes, me salvaste el pellejo—.

Continuaron caminando por unos minutos hasta que al fin


divisaron un letrero de madera que decía: Private Drive.

Siguieron en dirección de una calle y Severus preguntó:

—¿Sabes cuál es la casa?—.

—Sí—. Respondió ella con firmeza. —Es el número cuatro—.

Conforme se acercaban a la casa, Lily sintió que toda la ira


que había disminuido de camino allí estaba regresando, recordó las
lágrimas en el rostro de Harry y eso la impulsó a seguir con más
ímpetu, pronto Severus tuvo que trotar para alcanzarla, hasta que
los dos se vieron frente al número cuatro de Private Drive.

Severus y Lily divisaron frente a la casa a un grupo de


muchachos que fumaban, pero ella reconoció entre ellos a Duddley,
pues lo había visto en el pensadero. La mujer se acercó al muchacho
mientras Severus veía a los demás con gesto de desaprobación.

—¡Busca a tu madre!—.

Le ordenó Lily a Duddley sin saludarlo siquiera

—¿Qué?, ¿quién es usted?—.

Respondió él con voz altanera mientras les hacía señas a los


demás para que se marcharan.

—Eso no es tu problema—. Respondió Lily mirando con rabia


al muchacho.

—Pues entonces no la llamo—. Resolvió Duddley.

—Llama a Petunia ahora mismo, ¡saco de estiércol!—. Espetó


Lily perdiendo la paciencia mientras sus ojos verdes parecían dos
llamas ardientes.
Duddley se enfureció y avanzó amenazadoramente hacía ella,
¿quién se creía ella?.

Pero Lily permaneció inmutable.

—A mí ninguna extraña estúpida me habla así—.

Soltó el muchacho. —¿Quién demonios es usted?—.

Severus avanzó también hacia el muchacho.

—¡Insolente!, ¿cómo te atreves?—.

Dijo tratando de alcanzarlo al tiempo que el chico retrocedía.

Lily lo detuvo del brazo y le pidió que se calmara, él obedeció.

—¿Y si te digo que no soy ninguna extraña y mucho menos


estúpida?—. Inquirió ella con sorna mientras levantaba una ceja.

Duddley pensó que a pesar de estar seguro de no haber visto


nunca a esa mujer, sus ojos le parecían muy familiares, pero ¿dónde
los había visto antes?.

—¿Quién demonios es usted y qué quiere?—. Volvió a inquirir


el muchacho, ahora más nervioso.

Lily sonrió malévolamente.

—Soy tu tía Lily, la madre de Harry Potter—. Dijo con lentitud


al tiempo que el chico palidecía.

—No… no es… cierto—. Titubeaba Duddley. —Esto debe ser


una broma—.

—Pues no, no es una broma—.

Confirmó Lily sin borrar su malévola sonrisa.

—Soy la tía Lily, ahora ve por mi hermana, que necesitamos


tener una larga conversación—.
El chico no sonrió, se quedó allí pasmado con una expresión
idiota, hasta que Lily lo hizo reaccionar.

—¡Boooo!—. Exclamó y el chico salió corriendo hacia adentro


de la casa.

Severus no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción


aunque fue muy lacónica.

Ella en cambió estaba absorta en sus propios pensamientos,


allí plantada frente a la puerta abierta de la casa sin atreverse a
entrar, esperando a que su hermana saliera a enfrentarla.

Hacía muchos años que no la veía, sin contar los que habían
pasado en San Mungo sin conciencia.

Antes de eso la actitud malsana de petunia había logrado que


Lily se apartara definitivamente, no podía negar que la extrañaba,
pero definitivamente no podría pasar por alto las barbaridades que
vio en el pensadero de Harry, tampoco podía concebir que su
hermana hubiese sido tan malvada con su hijito indefenso.

No tuvo que esperar demasiado tiempo.

Petunia salió a la calle, todavía llevaba puesto el delantal de


cocina.

Estaba pálida, tambaleándose y agarrándose de Duddley para


no caer. El muchacho señaló a Lily con un dedo tembloroso.

—Allí está mamá—. Dijo cuando al fin pudo hablar.

Petunia se tapó la boca con las manos y ahogo un grito ¿sus


ojos le estarían jugando una mala pasada?. No, no podía ser así
porque Duddley también la había visto.

—Sí, soy yo—. Dijo Lily para romper el silencio.

—Pe… ¿pero cómo?, tú estabas…—.


—¿Muerta?—. Respondió Lily con otra pregunta.

—No, la verdad es que jamás estuve muerta, estuve recluida


en San Mungo con una enfermedad que me hacía parecer muerta,
todo el mundo pensó que lo estaba hasta hace poco—.

Petunia recordó entonces el día en que aquellos magos


buscaron a su sobrino.

Ellos le dijeron que alguien que quería mucha a Harry y que


no veía desde hace mucho tiempo había vuelto, pero jamás se
imaginó que sería ella.

Repentinamente una oleada de terror la invadió al contemplar


los verdes y furibundos ojos de su hermana y al recordar el trato que
le había dado a Harry mientras estuvo en su casa.

Se sintió abrumada, ¿lo sabría Lily?.

—Pa… pasa—. Dijo Petunia ocultando las temblorosas manos


en los bolsillos del delantal.

Luego echó un vistazo en todas direcciones para comprobar


que no hubiese vecinos cerca para espiar.

—Él viene conmigo—. Dijo Lily señalando a Severus.

Petunia lo miró con desdén.

Su terror y estupor estaban disminuyendo.

—Debí suponer que tu amigo “el chico extraño” vendría


contigo—.

Severus hizo caso omiso del comentario de la mujer y se


adentró en la casa con Lily.

Mientras petunia y Duddley se apresuraban a alejarse de


ellos.
—Lily quiero que sepas que… ¡Dios! Esto es… no salgo de mi
asombro, ¿por qué no me avisaron antes de…?—.

—Mejor ¡cállate, Petunia!—. Soltó Lily de forma tajante. —No


he venido a escucharte, si no, a que me escuches aunque sea una
vez en tu miserable y patética vida—.

—Es que me sorprende mucho verte—. Respondió Petunia. —


No entiendo por qué le atacas cuando deberías más bien alegrarte de
verme, pese a que no nos llevamos bien en el pasado jamás deseé tu
muerte y no puedo negar que… hasta te extrañé—.

—Yo también te extrañé Petunia—.

—No nos llevábamos bien cuando éramos niñas, pero yo te


quise, y mucho—. Respondió Lily con lágrimas en los ojos, mientras
Severus y Duddley permanecían al margen de todo. —Nunca esperé
que me recibiera con los brazos abiertos, así como tampoco esperé
que trataras a Harry como a un hijo, pero jamás, escúchame bien,
JAMÁS pensé que lo tratarías como a una basura—.

—Pero Lily—. Intentó intervenir Petunia cayendo en la cuenta,


era lógico, al curarse de esa enfermedad que la hizo parecer muerta,
era lógico que Harry le hubiese contado cómo fue su vida en Private
Drive… pero ¿cómo es que hasta el momento no le había reclamado
nada?.

—¡CÁLLATE!—. Gritó Lily indignada.

—Baja la voz, por favor—.

Le suplicaba su hermana colocándose el dedo índice en los


labios. —Los vecinos nos van a escuchar—.

—Eso es lo único que te importa, ¿verdad?—. Dijo Lily. —EL


MALDITO “¿QUÉ DIRÁN?”—.

Severus la tomó por los hombros para que se serenara.


—¡Cálmate Lily!—.

—No, Severus, ya estoy harta—.

Luego miró de nuevo a su hermana y continuó descargando


toda su ira y su dolor a través de las palabras.

—Era sólo un bebé, Petunia—.

—Un bebé indefenso, cuando Dumbledore lo dejó frente a tu


puerta—. Lily avanzó hacia la escalera del fondo y Petunia retrocedió
temiendo que iba a atacarla.

—Y TÚ LO CONDENASTE A VIVIR AQUÍ EN ESTA MALDITA


ALACENA—. Gritó esto último golpeando fuertemente la puerta.

—Pero ¿cómo lo supiste?, ¿te lo dijo Harry?—.

—ESO NO IMPORTA—.

—Pero nunca le falto nada—. Alegó su hermana sin saber que


más decir.

—¿Ah sí?—.

—Sí—. Respondió Duddley hablando por primera vez. —Nunca


le faltó nada, siempre se quedaba con las cosas que yo ya no quería,
ropa, juguetes, cosas así—.

—Hasta el cuarto donde guardaba mis juguetes se lo di—.

Petunia le hacía señas para que se callara.

—SÓLO ERAN SOBRAS—. Gritó de nuevo Lily.

En ese momento un auto se estacionó frente a la casa.

—¡Es papá!—. Exclamó Duddley.

Salió corriendo hacia afuera a recibir a Vernon.


Que un momento después entró corriendo, sobresaltado por lo
que su hijo acababa de contarle y por los gritos de Lily que se oían
desde la calle contigua y que ya estaban empezando a alarmar a los
vecinos que salían de sus casas.

Severus levantó su varita ante el terror de Petunia, lanzó un


hechizo silenciador sobre la casa y la guardó nuevamente.

—Ya nadie podrá oír nada—. Dijo Snape.

Petunia se llevó una mano al pecho.

Y Vernon entró violentamente palideciendo al igual que su


familia, al ver a su cuñada que creía muerta hace muchos años.

—¿Qué…?—.

—¿Qué demonios significa todo esto?—. Preguntó tratando de


abrir desmesuradamente sus pequeñísimos ojos de cerdo.

—¿Qué estás haciendo tú aquí?—.

Miró a Snape, pero no le prestó demasiada atención, estaba


concentrado en Lily.

—Tú estás…—.

No pudo terminar la frase, se dejó caer presa del asombro


sobre un sillón de la sala.

—¿Tu diminuto cerebro no te permite asimilar que estoy viva


Vernon?—. Dijo Lily.

—Pero… pero…—. Titubeó pasando se asustada mirada de ella


a Severus.

Su esposa se apresuró a contarle lo más rápido que pudo toda


la historia que Lily le había contado sobre la catalepsia y su
permanencia en San Mungo.
—Entiendo—. Dijo Vernon, recuperando el color de su rostro
mientras se levantaba del sillón.

—Pero entonces, ¿por qué has venido hasta aquí, deberías


quedarte en tu mundo de bichos raros—.

Severus se mordía los labios para no intervenir, pues sabía


que Lily deseaba enfrentarse ella sola, aunque él estuviese presente.

—Pues, no—. Respondió la pelirroja con aplomo. —He venido a


que mi hermana me explique por qué trataron tan mal a mi hijo—.

—¿Mal?, ¿mal, dices?—. Inquirió Vernon.

—¿Qué lo hemos tratado mal?—.

—¿A ti te parece que haberle dado techo, ropa, educación y


comida fue tratarlo mal?—.

—De ti me podía imaginar el maltrato, porque al fin y al cabo


él no lleva tu sangre—. Contestó Lily con rabia. —Pero ella nunca
debió tratarlo así, pues lleva su misma sangre—.

—Pensé que no lo aceptarías como a un hijo sabiendo el odio


que me tenías, pero jamás me imaginé que lo odiarías a él también
Petunia—.

—Yo no lo odio, y a ti tampoco—. Contestó Petunia, que había


comenzado a llorar también.

—¿Y entonces por qué herías tanto mis sentimientos cuando


éramos niñas?, ¿por qué te molestabas en vez de alegrarte cuando
yo regresaba de Hogwarts?, ¿por qué me eludías?, ¿por qué?—.

—PORQUE ODIABA QUE TÚ TUVIERAS MAGIA Y YO NO—.

Gritó Petunia en un arrebato de sinceridad al verse acorralada


por tantas preguntas.
Vernon y Duddley la miraban con asombro, y Lily se giró para
ver a Severus, que se encogió de hombros.

—Te lo dije una vez, ¿no lo recuerdas?—. Dijo el mago.

—Pero Petunia—. Dijo Lily bajando la guardia.

—Yo no sabía que tú… es decir—.

—Recuerdo lo de la carta que le enviaste a Dumbledore, pero


pensé que después de eso terminarías aborreciendo en verdad la
magia y todo lo que tuviera que ver con ella—.

—Sí, yo también quería ser una bruja, Vernon—. Confirmó la


mujer viendo a su marido. —Aún después de ser rechazada por ser
una niña normal, me moría por ser una bruja, porque siempre te
ganaste a nuestros padres por eso—.

—Siempre eras la perfecta, la mejor, mis padres siempre la


quisieron más por su anormalidad—.

Resumió señalando a su hermana.

—Claro que no, Petunia—. Rebatió Lily. —Ellos no me amaban


por ser una bruja, me amaban por ser su hija, y de la misma forma
te amaban a ti—.

—Pues, cuando tú te ibas—.

—Ellos no hacían otra cosa que hablar de ti—.

—A mí también me hablaban de ti, Petunia, ellos te querían—.

—Y además podías hacer un montón de cosas maravillosas


que yo nunca fui capaz de hacer—.

—Ni con todo el esfuerzo del mundo—.

Continuaba sincerándose aún más.


—¡Petunia!—. Exclamó Vernon con sorpresa y miedo a la vez.
—¿En serio te gustan todas esas cosas raras?—.

—Ya no—. Contestó ella.

—Ahora odio la magia y todo lo que tiene que ver con ella—.

—Pero lo hubieses hablado conmigo—. Dijo Lily.

—Aunque no pudieras hacer magia, yo te hubiese mostrado


todas esas cosas maravillosas que están ocultas para el resto de los
Muggles que no están emparentados con magos—.

—Pero tú en cambio optaste por maltratarme a mí y después a


mi hijo—.

—Y sigues hablando de maltrato—. Espetó Vernon. —Después


que nos hicimos cargo de tu mocoso pese a su anormalidad, y por
supuesto que no lo íbamos a tratar como a Duddley, porque no se lo
merecía—.

—Agradece más bien que le dimos techo—.

—Lo vestimos y le matamos el hambre—.

Lily no pudo contenerse más y se abalanzó sobre Vernon,


quería golpearlo, hacerle pagar por todo lo que había hecho sufrir a
Harry, pero el hombre la tomó por las muñecas tan fuertemente que
le hacía daño, mientras ella esbozaba una mueca de dolor.

Snape se vio entonces, en la necesidad de intervenir.

—¡Suéltela!—. Le ordenó mirándolo con odio.

—¿Y quién rayos eres tú para venir a darme ordenes en mi


casa?, ¿Otro bicho raro como ella?—. Inquirió Vernon burlándose.

—Pues soy Severus Snape—.

—Y le ordeno que la suelte ahora mismo—.


—Pues muy bien, señor anormal—. Contestó el hombre.

—Si eso es lo que quiere—.

El hombre la empujó de forma despiadada haciendo que ella


perdiera el equilibrio y se cayera al piso.

Para la sorpresa de Lily, Petunia se apresuró a socorrerla.

—¿Estás bien?—. Le preguntó.

—¡Vernon!, no debiste hacer eso—.

Pero su corazón se detuvo en seco al igual que el de Duddley y


el de su marido, cuando vieron que Severus con la rabia reflejada en
el rostro y la mano temblorosa por la ira empuñó su varita y se
encaminó hacia el muggle. Snape no pensó en las consecuencias, si
no en que debía hacer pagar a ese bastardo muggle, que había
lastimado a Lily, a su Lily.

—¡Pagaras por eso malnacido!—. Exclamó Severus.

—¡Cruci…!—.

—¡Noooo!—. Gritó Lily, que ya se había incorporado del suelo.


—No lo hagas, no vale la pena ir a Azkabán por un cerdo como éste,
mejor vámonos—.

Él guardó de nuevo la varita, pero fulminó con la mirada a los


Dursley.

Petunia lloraba, Duddley estaba detrás de ella, escondiéndose


mientras los contemplaba con los ojos llenos de terror, y Vernon que
todavía tenía los ojos fuertemente cerrados y los brazos cubriendo
su cabeza.

—¿Estás bien Lily?—. Le preguntó su amigo.

Luego se dirigió de nuevo al hombre.


—Pídele disculpas si no quieres que te lance un maleficio—.

Y el cobarde no se hizo de rogar.

—Pe… perdóname Lily, por favor—. Gimoteó.

—¡Perdonados!—. Exclamó Lily antes de salir de la casa.

Severus sacó la varita nuevamente, y Lily pensó que tal vez


haría una locura, pero él nada más se limitó a quitar el hechizo que
había echado sobre la casa para que nadie oyese la conversación.

Cayó la tarde.

Y el sol completamente rojizo comenzó a esconderse detrás de


unas montañas lejanas.

Tomaron el camino de regreso a la Hilandera, pero no habían


dicho una palabra hasta que salieron de Private Drive.

Lily tomó a Severus de la mano. —¡Gracias Sev!—.

—Tu apoyo fue muy importante—.

Dijo y se lanzó a sus brazos.

Él la estrechó con ternura mientras le acariciaba el rojo


cabello, que con la rojiza luz del sol sobre él le daba un aspecto
angelical.

—Jamás habría permitido que te hicieran daño—. Contestó


estrechándola. —Ni ellos, ni nadie—.

Ella sonrió y continuaron el camino, pero había algo que le


oprimía el pecho a Snape, algo que no quería decirle, pero que sin
embargo pugnaba por salir de su boca, después de todo si era su…
amigo, él debía ser sincero con ella, aunque ella también lo odiara a
él y dejara de hablarle.
—Lily… yo sé que me vas a odiar por esto, pero…—. Comenzó
a hablar. —Yo también traté muy mal a tu hijo todos estos años, es
que…—.

Pero para su sorpresa, Lily solo rió.

—No seas tonto, eso ya lo sé—.

—Y ¿no me odias?—. Preguntó pasmado.

—No, porque Dumbledore me lo explicó todo, me dijo que todo


había sido un plan para engañar a Voldemort, y así ganar su
confianza—.

—¡Te felicito!, eres un gran actor—. Dijo esto último haciendo


una floritura con la mano a modo de reverencia.

Severus suspiró aliviado.

Aunque no le confesaría que en el fondo, la arrogancia de


Potter y su insolencia lo habían hecho maltratarlo en serio, como en
la ocasión en que le arrojó un tarro lleno de cucarachas muertas por
encontrarlo husmeando dentro de su pensadero después de una de
las clases de oclumancia.

—Además—. Continuó ella. —El trato que tú le diste no fue


nada comparado con el infierno que ellos le hicieron vivir—.

Mientras caminaban, Lily divisó a lo lejos, fuera del ruido de


los autos, un parque que tenía una colina donde había un gran
árbol, ella señaló en esa dirección.

—¡Mira Sev!, allí nos conocimos, ¿recuerdas?—.

Él asintió con una media sonrisa.

—¿También recuerdas cuando pedíamos dulces en Halloween


por todas estas casas?—. Dijo Lily paseando su dedo índice por todo
el lugar.
—Sí—. Respondió él. —Y también recuerdo que eras tú quien
obtenía más dulces, porque la gente encontraba tus disfraces más
encantadores, de princesa, de hada, de ángel…—.

—Pero es que tú te empeñabas siempre en disfrazarte de


momia, murciélago, vampiro y otras cosas aterradoras—.

Dijo ella mientras entraban ya en la calle de la Hilandera.

—Además, a la final tú terminabas robándote parte de mis


dulces—.

—Y entonces nos peleábamos a golpes—.

—Y yo siempre te ganaba—.

El hizo la parodia de que tenía un brazo lastimado y comenzó


a acariciárselo.

—Sí, ya recuerdo eso, sí que eras fuerte—.

Dijo mientras recordaba que en realidad siempre la dejaba


ganar.

—Aunque a veces yo optaba por los disfraces aterradores como


los tuyos, tú sabes, para variar un poco—. Añadió Lily riendo.

Cuando llegaron a la puerta de la casa de Severus, éste giró la


llave en la cerradura.

Pero se detuvo un momento con la mano en el pomo de la


puerta, y expresó: —Pero tú te veías hermosa hasta cuando usabas
esos disfraces—.

Ella se ruborizó un poco y después se hizo un silencio, que no


era incomodo, sino agradable, muy agradable, hasta que él repitió
casi en un susurro mientras la miraba fijamente:

—Tan hermosa…—.
Y continuaron mirándose, ella se sintió muy alagada, su amigo
le estaba haciendo un cumplido y ella sintió una corriente eléctrica
por todo su cuerpo. Se fijó muy bien en él y advirtió por primera vez
que era muy atractivo, era un sentimiento extraño, como si estuviese
contemplando a Snape por primera vez.

—Eres muy hermosa Lily—.

Volvió a decir él, pero ésta vez acariciándole la mejilla.

Ella permitió que él la acariciara.

Se sentía tan bien, esa corriente eléctrica que la recorría de


pies a cabeza se sentía tan agradable, sólo se había sentido así con
alguien más.

De pronto advirtió que Severus cerró sus ojos y se acercaba


cada vez más a su rostro, le agradaba, sí, pero en seguida el rostro
de James le llegó a la mente.

Sólo con él se había sentido así, de modo que haciéndose a un


lado tomó el pomo de la puerta y lo giró.

—Creo que ya debemos volver, Sev—.

Dijo trayéndolo dolorosamente a la realidad.

Ella no podía creer lo que acababa de pasar ¿acaso su amigo


se sentía atraído por ella?.

—Está oscureciendo—. Añadió fingiendo despreocupación, y


se metió en la casa.

Él se metió también, no sabía que decir, se sentía dolido, pero


aún así intentó hablar.

—Lily yo… discúlpame, yo no debí…—.

—¡Descuida Sev!—. Lo tranquilizó ella. —No te preocupes, no


ha pasado nada—.
Y ambos regresaron a Hogwarts haciendo de cuenta que nada
estuvo a punto de pasar entre ellos.

Al llegar a Hogwarts, Lily sentía que se había quitado un peso


de encima, pues había hablado con los Dursley y les había cantado
unas cuantas verdades.

—¿Cómo te sientes ahora?—.

Le preguntó Severus, yendo hacia la percha para tomar su


capa.

—Mucho mejor—. Respondió ella después de suspirar.

—Me siento aliviada—.

Lástima que él no pudiera decir lo mismo, estuvo tan cerca de


alcanzar su sueño, y ella se lo impidió, volvía a sentirse como en los
viejos tiempos, frustrado, pero ésta vez ella estaba de vuelta, viva, y
él no era el mismo de antes, él no estaba dispuesto a ocultarle sus
sentimientos como lo había hecho antes.

Ni a rendirse tan fácilmente,

Esta vez estaba dispuesto a luchar por ella y a revelarle en


cualquier momento y de alguna forma, todo lo que sentía.

Aunque por ahora ese momento tuviera que esperar, y aunque


ella lo rechazara, al menos él se sentiría más liviano.

Sin el agobio de esos sentimientos sin revelar queriendo salir


de su boca.

Más tarde, Lily estaba en la sala común de Gryffindor con los


otros padres y los chicos (la sala fue agrandada mediante un hechizo
para albergarlos a todos).

Ella les contó cómo había ido junto a Severus a enfrentar a los
Dursley.
—Yo tuve la desgracia de conocerlos—. Dijo el señor Weasley.
—Son despreciables—.

Lily asintió.

—¿Y cómo lo tomaron ellos mamá?—.

Preguntó Harry con curiosidad. —Quiero decir, tu regreso, y


tus reproches—.

Ella rió.

—Se asustaron mucho—.

—Supongo que creían que era un fantasma, o algo así—.

Todos rieron también.

—Jamás tendrás que volver con ellos Harry—.

Añadió Lily abrazando con cariño a su hijo.

—Mami está contigo y no te va a dejar nunca más—.

Harry la abrazó con fuerza y cerró sus ojos agradeciendo a


Dios por ese momento y por el milagro de tener a su madre con vida.

—¡Oh Dios mío!, cuanto soñé con este momento—.

Dijo la señora Weasley muy conmovida.

—Harry se lo merecía, siempre quise lo mejor para él—.

—Yo siempre lo amé como a mis otros hijos—.

—Sí, mamá—. Confirmó Harry mirando a los Weasley con una


sonrisa. —Ellos y Sirius fueron mi verdadera familia… yo también
los amo—.

El señor y la señora Weasley les brindaron una sonrisa y Lily


tomó las manos de ambos entre las suyas.
—Y yo también los amo a los dos y les estoy tan agradecida
por haber cuidado de mi Harry—.

Al otro lado de la sala, Hermione estaba sentada en un sofá en


medio de sus padres mientras les enseñaba la edición vespertina de
El Profeta y ellos se admiraban con las fotos que se movían.

De pronto, el teléfono celular de Anastasia Granger emitió un


sonido que hizo que toda la sala común girara para ver de dónde
venía el sonido.

—Tu teléfono está repicando mamá—.

Dijo Hermione señalando el aparato.

—Pero… pero yo pensé que aquí no tendría cobertura—.

Respondió Anastasia extrañada.

—Antes no había, pero ahora sí, porque el próximo semestre


habrá clases de tecnología Muggles para magos—. Contestó la chica.
—Así que unos técnicos Muggles que tienen parentesco con magos,
vinieron al castillo e instalaron una antena, el profesor Dumbledore
dijo que la excusa de que los aparatos muggles no funcionaban en
Hogwarts debido a la magia no era más que un invento de los
antiguos directores para evitar que los magos y brujas sangre limpia
se sentirían atraídos por el mundo de los muggles.

—¡Vaya!—. Exclamaron los señores Granger y ésta última se


apresuró a atender su llamada.

—¡Diga…!, ¡ah, cariño!, ¿cómo estás?—. Preguntó la mujer.

Luego tapó el celular y se dirigió a su esposo y a su hija.

—Es mi amiga Dorothy—. Dijo en susurro.

Toda la sala común contemplaba a la mujer hablando.

Mientras Hermione y William sonreían.


De pronto el señor Weasley no se pudo resistir y se encaminó
hacia la señora Granger, para contemplar más de cerca el extraño
aparato.

—¿Qué es?—. Preguntó extrañado.

La señora Granger, ya había dejado de hablar, por lo tanto


colgó la llamada y se dispuso a dar la explicación.

—Es un teléfono—. Respondió.

La señora Weasley también se había acercado, pero no para


reprender a su marido por su curiosidad, sino porque aquel aparato
también le había llamado poderosamente la atención.

Pronto la señora Granger se vio rodeada por todos los Weasley


y el resto de la sala común, incluso Harry y Lily.

—Pero no es como el que tenemos en casa—. Añadió la señora


Weasley. —¿Sabes?, en casa tenemos un teléfono, pero tiene un
cable, y no es tan pequeño—.

La señora Granger rió.

—Es porque éste es un teléfono móvil o celular—. Explicaba la


mujer adoptando la misma actitud de suficiencia de su hija.

—Lo puedes llevar a todos lados contigo, y además, ahora


puedes enviar mensajes de texto a las personas—.

—¿Cómo si fueras una lechuza?—.

Exclamó Ginny emocionada.

—¡Aja!—. Confirmó divertida la señora Granger.

—¡Wow!—. Exclamó toda la sala común.

—¡Sí que han cambiado!—. Expresó Lily. —Es que antes eran
mucho más grandes y solo servían para hacer y recibir llamadas—.
—Eran muy costosos y raros, solo podían tenerlo los muggles
ricos—.

—¿Ah sí?—. Preguntó Harry. —¡Que extraño—.

Después de mucho conversar.

Los padres bajaron a las mazmorras.

A sus respectivas habitaciones, para descansar, pues al día


siguiente tendrían clases y por la tarde comenzaría el gran torneo
que tanto habían esperado.

Capitulo 11. El torneo y la primera prueba

Por la mañana, los chicos asistieron como de costumbre a sus


clases, estaban muy emocionados porque al fin.

Por la tarde tendrían su tan anhelado torneo y podrían ver


todo lo que Dumbledore y el ministerio les tenían preparados, a ellos
y a sus padres.

Mientras estaban en clases de pociones.

Snape los hizo trabajar en parejas.

Y a Ron le tocó con Hermione, ocasión que él no desaprovechó,


por supuesto.

—Deberán elaborar Verita Serum—. Ordenó Snape.

—Las instrucciones están en el pizarrón—.

Hermione se apresuró a ir al armario de las especias para


buscar los ingredientes que necesitaban, y al regresar a su asiento
Ron la esperaba para hablar.

—¿Y bien?—. Comenzó el pelirrojo. —¿Puedo saber por qué me


ha estado evitando, señorita?—.

—Porque no quiero hablar contigo Ronald—.


Respondió la castaña mientras le agregaba agua al caldero.

—Pero, ¿por qué?—. Preguntó Ron.

—Si ya me disculpé con todos ustedes—.

—No es por eso Ronald—.

—Yo ya te perdoné tu falta de madurez—.

—Entonces, ¿por qué no quieres hablarme?—.

Snape pasó junto a Ron, y al ver que este estaba prestándole


más atención a su conversación que a su poción, le azotó la cabeza
con un ejemplar de “Mil hongos y hierbas mágicas” curso seis.

—¡Auchhh!—. Exclamó Ron acariciándose la parte posterior de


la cabeza.

—¡Lo ves!—. Dijo Hermione.

—Será mejor que hablemos en otra ocasión—.

Ron giró y miró a Snape.

Que en ese momento estaba de espaldas a ellos.

—¡Por Merlín!, ni siquiera está mirando hacia acá—.

—¡Ahora dime!, ¿por qué me evitas?—.

Dijo tomándole la mano, que en ese momento Hermione usaba


para revolver su caldero.

Pero en ese momento una lechuza hecha de pergamino


plegado se posó junto a su mesa, y al ver lo que contenía.

Hermione lamentó que no hubiese caído dentro del caldero


hirviendo.

Era una nota de Lavender.


Escrita con tinta roja, estaba adornada con corazones y decía:

“Mi querido Ron Ron, no he podido olvidarte ni un segundo, eres


tan lindo y tierno que no puedo dejar de pensar en ti, si algún día te
sientes triste y deprimido, yo siempre estaré allí para hacerte sentir
mejor”.

Con amor…

Lavender Brown.

Hermione y Ron se giraron casi por instinto y vieron cuando


Lavender le enviaba un beso con la mano a Ron, y éste le envió una
sonrisa tímida, casi de fastidio.

Hermione, en cambio, soltó un gruñido.

—No la soporto—. Dijo.

—¿En serio?, yo tampoco—.

Respondió Ron entornando los ojos.

Y colocando disimuladamente el trozo de pergamino dentro de


las llamas que yacían bajo el caldero.

—¿Ah, sí?—.

Preguntó Hermione en un susurro, pues Snape volvía a pasar


junto a sus asientos, esperó a que pasara y luego añadió: —Pero el
otro día parecía todo lo contrario—.

—¿A qué te refieres?—.

Inquirió Ron en el mismo tono de voz que ella.

—Nada en particular Ronald, ya déjame trabajar y más bien


pásame esa botella de allí—. Lo eludió la chica.

—No, en serio, ¿a qué te refieres exactamente cuando dices “el


otro día”?—. Volvió a insistir.
—Me refiero a que los vi—. Espetó con rabia.

—Los vi en los invernaderos—.

—Así que no te entiendo cuando dices que no la soportas—.

—Si en cambio rechazas la compañía de tus amigos para irte a


besuquear con ella—.

Ron palideció, pero luego reaccionó y decidió contarle lo que


realmente había pasado, que él estaba confundido y deprimido y por
eso había permitido que lavender lo besara, pero que ese beso no
significaba nada para él.

No sabía por qué.

Pero de pronto se sorprendió a si mismo teniendo una enorme


necesidad de aclararle todo a Hermione, ella parecía más calmada.

Al término de la clase.

Él se acercó a Lavender y muy sutilmente le volvió a recalcar


lo que ya le había dicho en los invernaderos.

Hermione observó todo desde lejos, y no pudo evitar sentirse


feliz y aliviada cuando vio que Lavender frunció el entrecejo para
luego marcharse molesta.

Ron notó que después de haberle dicho a Hermione lo que


habló con Lavender.

Ella cambió de actitud, incluso se le veía contenta y risueña.

Sin embargo él no quiso continuar asediando a su amiga con


preguntas, era evidente que la causa de su molestia era la supuesta
“amistad” que él tenía con Lavender y él no sabía porque, pero el
hecho de que ella se enojara por eso le agradaba.

Llegó tarde y con ella el momento más esperado por todos.


Los padres y los hijos se congregaron a las afueras del castillo
donde habían instalado un escenario.

En el cual estaban Dumbledore, Scrimgeour (el nuevo ministro


de magia), los profesores y Rita Skeeter, acompañada de su sequito
de fotógrafos.

Todos observaron una ladera que estaba más lejos desde


escenario, estaba dividida en carriles que habían sido numerados, a
los padres y a los hijos también se les había asignado un número.

De pronto Dumbledore apuntó a su garganta con su varita y


musitó: <<sonorus>> para hacer que su voz se proyectara a través
de todo el campo como si hablara con la ayuda de un micrófono.

—Bienvenidos todos a la primera prueba del torneo—. Saludó


Dumbledore.

—Ante todo debo explicarles en qué consiste y como llevarla a


cabo, observarla a cabo, observarán que la ladera está dividida en
carriles y que en cada uno de ellos hay un trineo, pues ustedes mis
queridos chicos deberán subir a él en compañía de uno de sus
padres y el otro deberá empujar el trineo con todas sus fuerzas,
aquellos que lleguen primero serán los ganadores, Rubeus Hagrid
que está al final de la ladera será nuestro juez—.

Todos aplaudieron emocionados.

—En vista de que son tantos—.

—Los dividiremos en grupos—. Continuó el anciano.

—En el primer grupo estará: la familia Malfoy—.

—La familia Granger, la familia Longbottom, la familia Potter,


la familia Lovegood y la familia Weasley—.

Dijo él mientras leía un pedazo de pergamino.


Luego alzó la vista y agregó encogiéndose de hombros.

—En caso de los Weasley—.

—Tendrán que escoger a uno de los hijos, por supuesto—.

Rita Skeeter y sus fotógrafos bajaron del escenario y también


los profesores.

Los padres estaban deliberando acerca de quienes deberían


subirse al trineo.

Los Weasley estaban emocionados, porque Percy, Bill y Charlie


también los acompañaban ese día, y a la final, determinaron que al
trineo se subirían la señora Weasley y Ginny, mientras que el señor
Weasley lo empujaría.

Por su parte.

Hermione y su madre subirían al trineo y el señor Granger lo


empujaría.

Alice Longbottom y Neville se subirían al suyo y Frank sería el


encargado de empujar.

En el caso de los Malfoy, Draco se subiría junto a Bellatrix,


pues Narcisa se ponía pálida de tan solo ver la pendiente, Lucius,
aunque con recelo, estuvo dispuesto a empujar el trineo.

Los Potter y los Lovegood eran las únicas familias que


necesitaban ayuda para empujar sus trineos.

De modo que Snape, haciendo un esfuerzo por prescindir de


su parquedad, al menos por un momento para colaborar con Lily, se
encaminó hacía el trineo donde estaban ella y Harry para ayudarlos,
pero Sirius corrió y se le adelantó, tomó el trineo con ambas manos
y le dedicó a Snape una sonrisa satírica…
—¡Oops!, lo siento, Quji… quiero decir, Snape, te gané—. Dijo
con sorna, al tiempo que Snape lo fulminaba con la mirada.

Harry no pudo evitar reírse.

—¡Gracias Sirius!—. Dijo el niño que vivió.

—No importa Sev, creo que aquí también necesitan ayuda—.

Añadió Lily señalando hacia su derecha, donde estaban los


Lovegood.

—Sí, profesor Snape—. Confirmó una dulce voz soñadora. —


Mi papi y yo necesitamos ayuda—. Añadió con una tierna sonrisa.

—Sí, ayúdalos a ellos—. Agregó Sirius.

Severus odió a Sirius en ese momento más que nunca.

Sin embargo se ubicó tras el trineo de los Lovegood.

Luna estaba contenta, y ella y Xenophilus le dedicaron una


sonrisa y una mirada perdida.

—De acuerdo—.

Musitó Severus arrastrando las palabras mientras colocaba


sus manos en el trineo.

—Será divertido, estoy segura—. Añadió Luna.

Como era su día libre.

Lupin y Tonks se unieron a la celebración, y junto a Alastor se


dedicaron a hacerles porras a Lily, Sirius y Harry.

Y se ubicaron junto al resto de los Weasley que vitoreaban y


aplaudían.

En el escenario, Dumbledore levantó la varita sobre su cabeza.


—Muy bien, espero que estén preparados, cuando cuente tres
y escuchen el sonido del cañón del señor Filch, será su señal para
avanzar—. Explicó el anciano.

—Papá, sujeta el trineo, debemos estar listos—. Dijo Draco con


nerviosismo.

—Espera un segundo—. Respondió Lucius.

—Ya estoy terminando de ponerme mis guantes—.

—Esto será divertido—. Expresaba Bella con voz infantil.

—¡Listo!—. Exclamó Lucius, y volvió a sujetar el trineo.

—¡Uno, dos, y tres!—. Exclamó Dumbledore.

Y entonces se escuchó el inconfundible cañonazo del señor


Filch. —¡Partidaaaaa!—.

Todos corrieron al empujar los trineos para proporcionarles


mayor velocidad.

De modo que los mismos avanzaron como proyectiles por la


empinada ladera. La señora Weasley y Ginny iban al frente, pero
luego se les adelantaron los Potter que rápidamente fueron dejados
atrás por los Malfoy.

—¡Aaaahhh!—. Gritaba Draco con el cabello erizado mientras


sentía el vértigo subirle por las costillas.

—¡Esto es lo máximo!—.

Bellatrix estaba encantada, riendo frenéticamente.

—¡ASÍ SE HACE!—. Gritaba Rodlphus desde arriba.

—¿Y si se matan?—. Preguntaba Narcisa nerviosa.

—No, cariño, eso no pasará—. La tranquilizó Lucius.


Luego se apretó los bíceps presuntuosamente al tiempo que
levantaba una ceja.

—Ellos van a ser los ganadores gracias a mi fuerza—.

—Así es cuñado—. Afirmo Rodolphus.

—¡QUE VIVAN LOS MALFOY!—. Gritó.

Gracias a que el césped estaba humedecido.

Los vehículos adquirieron más velocidad, los Longbottom iban


delante de los Weasley, pero un segundo más tarde, madre e hija los
dejaron atrás.

—¡Sujétate Ginny!—. Advirtió la señora Weasley detrás de su


hija, tenía los nudillos blancos de lo fuerte que se sujetaba.

—¡Tranquila mamá, todo está bajo control!—. La tranquilizaba


Ginny.

—¡VAMOS CHICAS!—. Gritaron los gemelos al unísono.

—Molly está aterrada, lo sé—. Le comentaba el señor Weasley


entre risas a Bill, Charlie y Ron.

—¡Mamáaaaa!—.

Gritó Hermione con el terror dibujado en el rostro ala tiempo


que sacaba los pies del trineo para tratar de frenarlo.

—Tranquila hija, no pasa nada—.

Trató de tranquilizarla su madre detrás de ella mientras la


abrazaba, en realidad Anastasia si estaba disfrutando el recorrido.

—¡Mete los pies!—.

—¡NO TENGAS MIEDO HERMIONE!—. Le gritó su padre desde


arriba, al intuir su reacción.
—¡Sujétate fuerte! Neville—. Le dijo Alice alegremente a su hijo
que lucía aterrorizado.

—¡Por las barbas de Merlín!—.

Exclamaba la abuelita de Neville. —Van muy rápido—.

—Tranquila mamá—. Dijo Frank.

—Recuerda que Alice es Auror—.

—Está acostumbrada a la velocidad, no va a dejar que nada


les pase—.

—Mamá. Creo que los vamos dejando atrás—. Comentó Harry


alegremente.

—Tal parece que sí Harry—. Confirmó Lily.

—Pero será mejor que mires hacia el frente—.

—¡VAMOS POTTER, VAMOS—.

Gritaba Sirius con ánimo, al ver que el trineo de Lily y Harry


les ganaba al de Bella y Draco.

Que segundos antes llevaban la delantera.

Snape no decía nada, pero una lacónica sonrisa comenzaba a


dibujarse en su cetrino rostro.

Lupin y Tonks también gritaban animados, Alastor en cambio


permanecía como Severus.

Justo en ese momento un trineo pasó con la velocidad de una


saeta de fuego junto a los Potter.

—¡Yupiiii!, creo que ganaremos—.

Gritaba Luna mientras la brisa le ondeaba el largo y rubio


cabello.
—Sí, cariño—. Confirmó Xenophilus. —¡GANAMOS!—.

Hagrid agitó una enorme bandera de Ravenclaw al tiempo que


elevaba por encima de su cabeza un cartel con el número seis.

El trineo de los Lovegood se detuvo por parte de magia al


llegar a la meta.

Lo siguieron los Potter, luego los Malfoy.

Las Weasley, los Longbottom y finalmente las Granger.

—Según nuestro querido juez Hagrid—.

Comenzó a hablar Dumbledore. —La familia número seis, ¡Los


Lovegood!—.

Un mar de aplausos y vítores se escuchó en todos lados.

—¡Ganamos papi!—. Expresó Luna emocionada.

—¡Felicidades!—. Exclamó Hagrid.

—Gracias—.

Contestó Xenophilus mientras él y su hija posaban para las


cámaras del profeta y Rita Skeeter se disponía a entrevistarlos.

—No puedo creer que los lunáticos nos hayan ganado—.

Expresó Bella con incredulidad.

—Ni yo tampoco, tía—. Respondió Draco.

—Creí que nunca íbamos a llegar a la meta—.

Dijo Hermione con el rostro pálido mientras su madre reía


divertida.

Lily y Harry estaban felicitando a los Lovegood por su triunfo.

—¿Estás bien hija?—.


Le preguntó la señora Weasley a Ginny mientras la tanteaba
por todos lados para ver si le encontraba algún hueso roto.

—No, mamá, estoy bien, en serio—.

—Estoy feliz por Luna—.

Soltó Neville maravillándose con la sonrisa de ella.

—Sí, que bueno—. Confirmó su madre.

—Pero ahora vamos a unirnos a los demás—.

Arriba, al escuchar el nombre de la familia ganadora.

Severus abrió desmesuradamente los ojos, al igual que Sirius,


que también estaba pasmado.

Éste se acercó con su típica sonrisa burlesca a Snape y lo


tomó por el brazo.

—¡Vaya Quejicus!—.

—Sí que tienes brazos fuertes, los hiciste ganar—.

—¡Suéltame Black!, ¡no seas ridículo!—.

Espetó éste mientras zafaba su brazo.

—¡Vamos hombre!, no te molestes, es la verdad—.

Agregó el señor Weasley.

—Sí, es sólo un cumplido—. Dijo George.

Como de costumbre, Severus los fulminó con la mirada.

Y se disponía a irse cuando de pronto se topó de frente con


Luna y su padre, que al igual que los demás, ya habían subido la
colina con la ayuda de escobas, para llegar más rápido.

—Gracias, profesor Snape—.


Dijo la chica con su mirada perdida.

Después lo abrazó cariñosamente.

Severus dudó al principio, y después tímidamente le devolvió


el gesto, pero sin sonreír.

—De nada señorita Lovegood—. Dijo en tono cortante.

—¡Felicidades Xenophilus!—.

—Gracias—. Respondió éste. —Me aseguraré de que tu valiosa


participación figure en las páginas del Quisquilloso—.

—Y ahora pases al escenario los ganadores, por favor—. Se le


escuchó decir a Dumbledore.

—¡Oh, sí, me disculpas!—. Se excusó Xenophilus.

Snape hizo un gesto de aprobación con la cabeza y Xenophilus


subió al escenario junto a Luna.

—Muy bien, quiero que sepan que su triunfo les concede 100
puntos a la casa de Revenclaw—. Anunció Dumbledore entre vítores
y aplausos, que sobre todo provenían de las Águilas.

—Ahora nos disponemos a disfrutar de la carrera del segundo


grupo—.

Los participantes de la carrera anterior se asomaron al borde


de la colina para ver lo que sucedía.

Y al final, la familia ganadora de la segunda parte, fueron los


Thomas, la familia de Dean Thomas.

Ginny corrió a su encuentro para felicitarlo cuando bajó del


escenario, luego de recibir 100 puntos para Gryffindor.

Y Harry no pudo ocultar su tristeza.

—¿Te pasa algo mi amor?—. Le preguntó Lily.


Harry negó con la cabeza, incapaz de decir algo.

—¡Ven Harry!—. Lo llamó Hermione al rescate.

—Draco nos está llamando—.

Ron y los gemelos se unieron a ellos.

Luna y Neville llegaron después.

—¿Qué sucede Draco?—. Le preguntó Ron.

Que ya lo había aceptado dentro de su círculo de amistades.

—Es Crabbe—.

—Me ha dicho que al parecer nos tienen una sorpresa—.

—Así es—. Confirmó Crabbe.

—Goyle y yo se lo oímos decir a McGonagall—.

—¿Ah, sí?, ¿Y de qué se trata?—. Inquirió Luna.

—Creo que no hace falta que lo digan—. Saltó Fred.

—Dumbledore va a hablar—.

—Quiero anunciarles que para amenizar ésta competencia he


traído una sorpresa para todos ustedes—. Dijo el viejo.

—Ellas son unas chicas que han cautivado al mundo mágico


con su música, han acaparado los record de ventas y siempre nos
han acompañado en nuestros bailes de navidad, ¡Ahora!, quiero que
se contagien de ese espíritu roncanrolero—.

—Porque hoy nos acompañan con su último éxito musical


¡“LAS BRUJAS DE MACBETH”!—.

Solo se escucharon vítores y aplausos. Los chicos comenzaron


a bailar y a aplaudir, luego los adultos se les unieron.
Los señores Weasley también bailaban.

Xenophilus y Luna también.

Tonks estaba más emocionada que los demás, pues ella era
una gran fanática de esta popular banda de rock.

Sacudía su hermoso cabello rosa chicle al ritmo de la música,


mientras que Lupin sólo la observaba, hasta que al fin éste se rindió
y se unió a la frenética danza. Sirius también saltaba y sacudía su
cabeza.

Severus, a lo lejos, miraba a los chicos y a los padres con


gesto de desaprobación.

Pero después Lily se fue junto a él para invitarlo a integrarse


al grupo.

—No, Lily, de verdad no lo soporto, son todos unos idiotas—.

Decía Severus resistiéndose a Lily que le halaba el brazo.

—¡Ay Sev!, ¡no seas aguafiestas!, solo nos estamos divirtiendo


un poco—. Protestaba Lily. —Sólo ¡relájate!—.

—Está bien, Lily—. Accedió él.

—Pero ni creas que voy a bailar, ya sabes que no me gusta—.

Al terminar la canción, la vocalista del grupo pidió a uno de


sus fanáticos que subiera al escenario, pues le daría la oportunidad
de cantar uno de sus éxitos.

—¡Querida!, es tu oportunidad—. Dijo Lupin con alegría.

—No lo sé—. Dijo ella con duda.

—¡Vamos no seas tonta!—. Le decía Ginny.

—Tú tienes una bella voz—.


—Está bien—. Accedió. —Gracias por el cumplido—.

La meta morfo maga subió al escenario en medio de los


aplausos de todos.

Y después de abrazar a sus ídolos, tomó el micrófono.

—Quiero dedicarle éste tema a mi esposo Remus—.

Expresó desde el escenario y se dedicó a cantar una balada


rock, su voz era muy hermosa y cantaba a quien la escuchara.

—Parece una veela—. Comentó Lupin.

—¡Que patético!—. Se burló Severus.

Molly y Arthur comenzaron a bailar al ritmo de la música.

Lupin sólo admiraba la voz de su esposa.

Los padres de Hermione y los Longbottom también bailaban.

Bellatrix rodeó el cuello de su esposo con los brazos, recostó la


cabeza en su hombro y se dispuso a bailar con él, Narcisa y Lucius
hicieron lo mismo.

Hermione le hizo una seña a Harry para que invitara a Ginny


a bailar, ya que estaba sola.

Y como éste no quiso por su timidez, entonces Hermione tomó


a Ginny por la mano y literalmente la empujó a los brazos de Harry.

—¡Vamos, bailen!—. Dijo la chica. —Hay que disfrutar—.

—¿Qué le pasa a Hermione?—. Preguntaba Ginny en brazos de


Harry.

—No lo sé, pero qué más da—.

Respondió este rodeando la cintura de la chica.


Neville bailaba con Luna y Hermione Observó que Draco no
bailaba, así que buscó a Pansy con la mirada y la encontró a unos
pocos pasos de ella.

La castaña tomó a Draco de la mano y le dijo algo al oído.

Entonces advirtieron que Pansy al verlos se ponía celosa de la


rabia.

Hermione rió y Pansy se desconcertó todavía más al ver que


ellos se dirigían hacia ella.

—No seas tonta Pansy—. Le dijo Hermione.

—Es sólo que los chicos están un poco tímidos hoy, así que he
tenido que buscarles parejas, aquí te dejo a Draco—.

Pansy sonrió y se abrazó a Draco.

Cuando Hermione regresaba, se topó de frente con Ron, que le


ofreció su mano.

—¿Deseas bailar Hermione?—.

Le preguntó con un poco de timidez.

—Sí—. Respondió ella en igual tono.

Fred observó que Lavender estaba sola.

Así que la invitó a bailar y George invitó a Parvati.

Severus y Lily, como no deseaban bailar, se alejaron de todos


para poder conversar con más tranquilidad.

Se fueron a la ladera donde se había realizado la competencia


anteriormente y que ahora le habían retirado los carriles y los
trineos.

—Sev, ¿recuerdas cuando teníamos once años?—.


—¿Y solíamos rodar por ésta misma ladera?—.

—Sí que era divertido—.

—Lo era—. Asintió Severus.

—Y también recuerdo cuando McGonagall nos vio—.

—Enseguida nos prohibió que hiciéramos eso, porque según


ella podíamos rompernos un brazo, o una pierna—.

—Pero eso nunca pasó, gracias a Dios—.

Dijo Lily mientras contemplaba la ladera.

—¿Sabes?, sigue siendo muy divertido—.

—A pesar de que ya no tengo once años—.

—Lo disfruté como nunca cuando me arrojé nuevamente por


esa ladera—.

Lily se puso de espaldas a la ladera mientras hablaba con


Severus.

—Y como el césped estaba húmedo fuimos tomando cada vez,


más velocidad—.

Continuó recordando ella al tiempo que hacía señas con las


manos.

De pronto, ella perdió el equilibrio y se fue hacia atrás, hacia


la ladera.

Severus trató de tomarla, pero también perdió el equilibrio.

Y ambos terminaron rodando por la larga pendiente.

Severus abrazó el cuerpo de Lily para protegerla.

Pero ninguno de los dos se hacía daño debido a que el césped


había sido previamente liberado de ramas y piedras.
Rodaron y rodaron hasta que llegaron al final de la pendiente
y Severus cayó sobre Lily, que estaba pálida, pero segundos después
comenzó a reír, quizá por el susto.

—¿Estás bien?—. Le preguntó Severus todavía sobre ella.

—Sí, no te preocupes—.

Respondió Lily con la respiración agitada.

—No me he roto nada, ¿y tú?—. Preguntó.

—Yo estoy bien—.

Respondió él, todavía sin molestarse en cambiar de posición.

De nuevo reinó el silencio, ese silencio que sólo era roto por la
romántica canción que entonaba Tonks a lo lejos.

Él estaba tan absorto en el momento, que no advirtió que su


rostro estaba muy cerca del de ella y que sus ojos estaban cerrados.

Estaba realmente disfrutando de ese momento maravilloso,


casi celestial, hasta que Lily comenzó a moverse debajo de él.

Al parecer quería levantarse, entonces abrió los ojos y advirtió


un flash de luz parpadeante que al parecer venía de un árbol, y los
envolvió por completo.

—¿Qué fue eso?—. Preguntó Lily mientras se incorporaba.

—No lo sé—.

Contestó Severus mientras la ayudaba a levantarse.

—Pero será mejor que regresemos con los demás, podría ser
uno de esos animales que cría Hagrid, y no querríamos toparnos con
ellos—.

Los dos se sacudieron la ropa, algo húmeda y con restos de


césped, y subieron la ladera para unirse a los demás que en ese
momento felicitaban a Tonks por su hermosa voz y su excelente
participación.

—¿Y a ustedes que les pasó?—. Inquirió Sirius al verlos a los


demás con la ropa un poco húmeda y manchada de césped.

—Nos caímos por la pendiente—. Respondió Lily.

—¿Están bien?—. Preguntó Molly preocupada.

Ambos asintieron.

—No sabía que aún tuvieran esa costumbre—. Bromeó Sirius.


—Si los ve McGonagall pone el grito al cielo, sobre todo por ti Snape,
que eres un profesor, y deberías poner el ejemplo—.

—¡Que chistoso eres, Black!—.

Contestó Snape con una sonrisa satírica.

Más tarde, todos regresaron a sus habitaciones.

O salas comunes a prepararse para bajar al gran comedor a


cenar, y después del banquete se fueron a dormir, pues estaban
cansados.

Capitulo 12. Escándalo en el profeta

A la mañana siguiente, los chicos y sus padres se levantaron


temprano, como de costumbre, se fueron al gran comedor.

Ese día Dumbledore se paró frente al estrado para hablar.

Lo que les sorprendió mucho a todos.

Porque si él tenía que decir algo, por lo general solía decirlo


durante la cena y no en el desayuno.

—¡Buenos días a todos!—. Saludó el anciano.

—Espero que hayan dormido bien—.


—Y sobre todo que hayan disfrutado en demasía del día de
ayer—.

(Al decir esto miró perspicazmente hacia la mesa de Gryffindor


y luego a la de profesores).

—¿Recuerdan cuando les dije que la finalidad de este torneo


era principalmente crear o afianzar los lazos de amistad entre
todos?, pues hoy nos daremos esa oportunidad—.

El gran comedor permanecía en silencio.

Aguardando el momento en que Dumbledore revelara cual


sería la nueva locura que les tendría preparada.

—Lo que quiero decir—. Explicó el anciano.

—Es que ya basta de separar las casas, a partir de hoy tienen


la oportunidad de sentarse en la mesa que deseen e invitar a sus
mesas a los amigos que deseen, sean de la casa que sea—.

El recinto se llenó de aplausos, pues muchos alumnos tenían


amigos en otras casas, como Luna Lovegood y su padre.

A quienes Harry llamó para que se sentaran junto a ellos en la


mesa de Gryffindor.

Muchos padres e hijos migraban de unas mesas a otras.

Pero Hermione estaba observando con aprensión que todo el


mundo evitaba a los Malfoy y a los Lestrange, que lucían bastante
deprimidos.

—Es inútil—. Se lamentó Narcisa con pesar. —Por mucho que


hubiésemos cambiado—.

—Para los demás seguiremos siendo los mismos de antes—.

—Sí, tendremos que resignarnos a que nos odien—. Confirmó


Bella mirando con dolor a la familia Longbottom.
Que evitaba su mirada.

—No importa—. Saltó Lucius.

—Nos tenemos los unos a los otros—.

Pero en ese momento una simpática voz los llamaba desde la


mesa de Gryffindor.

Era Arthur Weasley, que les hacía señas con la mano mientras
Sirius ponía los ojos en blanco.

—¿Por qué rayos tenías que llamarlos?—.

Preguntó Canuto con fastidio.

—No empieces, Sirius—. Lo reprendió el señor Weasley.

—Es cierto—. Confirmó Hermione. —Si el señor Weasley no los


llamaba, entonces, lo iba a hacer yo—.

—¡Mires!—. Exclamó Rodolphus con alegría.

—Es Arthur Weasley—.

—Nos está invitando a la mesa de Gryffindor—.

Hermione, los gemelos, Harry, Ginny, Luna, Ron y Neville


también les hacían señas alegremente con la mano.

—¡Hijo!, no creo que sea correcto…—. Trató de hablar Frank.

—Papá, solo van a desayunar con nosotros—. Alegó Neville. —


Por favor hagan a un lado su rencor al menos por hoy, para mí ha
sido terriblemente difícil, pero perdonar me ha hecho libre—.

Los Malfoy y los Lestrange ya se levantaban de sus asientos


para encaminarse a la mesa de Gryffindor.

—Me he fijado que la gente los evita—.

Comentó el señor Granger. —¿Por qué?—.


—Es que ellos solían ser mortífagos—. Explicó Lily.

—¡Dios mío!, ¿te refieres a los que odian a los Muggles?—.


Preguntó la señora Granger con nerviosismo mientras se cubría la
boca con las manos.

—No te preocupes Anastasia—. La tranquilizó la pelirroja.

—Ellos se han reivindicado—.

—Yo no estaría tan seguro de eso—. Refutó Sirius.

Lily le lanzó una mirada de desaprobación.

—¡Ay madre!—. Exclamó la madre de Hermione.

Los Malfoy y los Lestrange se acercaron tímidamente a la


mesa, pero al llegar los Weasley les ofrecieron amablemente unos
lugares junto a ellos.

—Vamos a ver si pasan la prueba—.

Le susurró el señor Weasley a su esposa en su oído.

—¡Bienvenidos amigos!—.

Los saludó el patriarca de los Weasley.

—Quisiera que conocieran a la familia Granger, los padres de


nuestra Hermione—. Añadió señalándolos.

—¿Muggles?, ¿verdad?—.

Preguntó Bellatrix con una débil sonrisa.

—Sí—. Confirmó Hermione en actitud defensiva.

—¿Algún problema con eso?—.

—No, no cariño, para nada—. Respondió Bella con cariño.

Luego les estrechó la mano amistosamente.


Narcisa, Draco y Rodolphus también lo hicieron, para sorpresa
de todos, Lucius se despojó de sus guantes de piel de dragón y les
dio un cariñoso apretón de manos.

—Es un enorme placer para mí, conocerlos—. Dijo al tiempo


que esbozaba una amistosa sonrisa.

—Será interesante descubrir sus costumbres—.

Añadió Narcisa con cariño.

—Lo mismo pensamos mi esposa y yo, señora Malfoy—. Dijo el


señor Granger.

—Los Muggles que de alguna u otra forma estamos vinculados


con la magia, encontramos a los hechiceros muy interesantes y
maravillosos—.

—¡Que amables!—. Añadió Lucius.

En ese momento…

Una bandada de lechuzas entró al gran comedor cargada,


como siempre, de paquetes, cartas, y cosas por el estilo.

La mayoría de ellas traían consigo la edición matutina de El


Profeta que dejaron caer sobre los platos de cereales.

Que yacían sobre las mesas.

Cada uno se dispuso a leer su ejemplar y quedaron pasmados


cuando vieron el título y la foto de la primera plana que mostraba a
Severus sobre Lily.

El rostro de Severus se acercaba cada vez más al de <Lily


aunque no llegaba a besarla.

La foto solo mostraba una y otra vez el momento en que él se


acercaba a su rostro.
Y sobre la foto, que ocupaba casi toda la página, había un
título que decía:

“Romance en el torneo”, ¿es Lily Potter una viuda alegre?.

Historia completa en la Pág.: 10

Todos los rostros pálidos se miraban unos a otros, sin saber


que decir, incluso en algunas mesas se percibían risas y alguno que
otro gesto de desaprobación.

—¿Pero qué es esto?—. Preguntó Lily confundida.

—Eso mismo quisiera saber yo, Lily—. Respondió Sirius con la


furia brotándole en cada palabra.

Harry aún no había visto el periódico, pero si los gestos de los


demás.

—¿Qué pasa?—. Preguntó el niño que vivió.

—No, no es nada—.

Respondió Ron enrollando su ejemplar, para que Harry no lo


viera.

—Y con el profesor Snape—.

Musitó Fred a su hermano gemelo en un tono apenas audible


que Harry pudo captar muy bien.

—Debe ser una trampa de esa mujer—. Saltó Molly. —Esa Rita
Skeeter es una arpía, una mentirosa…—.

—Sí, a nosotros nos consta—. Confirmó Hermione.

—¿Pero de que están hablando?—.

Preguntó nuevamente Harry arrebatándole el periódico a Ron.

Las miradas de todo el comedor.


Pasaban de la mesa de Gryffindor a la mesa de los profesores.

—¿Pero es verdad, o no?—.

Preguntó Bellatrix, señalando el periódico abierto en la página


10.

Harry desenrolló el ejemplar y abrió desmesuradamente los


ojos al contemplar la fotografía.

—Harry hijo yo…—. Trató de hablar Lily.

Pero Harry colocó la palma de su mano frente a ella para


indicarle que quería seguir leyendo, de modo que buscó la página 10
y empezó a leer en voz alta.

—La primera prueba del torneo entre padres e hijos se llevó a


cabo ayer satisfactoriamente—. Leyó el chico.

—“Las brujas de Macbeth” amenizaron el evento con su espíritu


rocanrolero, y la hermosa y melodiosa voz de una joven Auror le puso
el toque romántico al interpretar uno de los éxitos de la banda, al
parecer, esto conmovió mucho a varias parejitas, que se dedicaron a
bailar y a otra muy particular que decidió escaparse de todos para ir
a comerse a besos lejos del ruido y las demás personas—.

Al llegar a éste punto, el tono de voz de Harry denotaba toda la


ira que sentía, su ceño estaba fruncido y las manos le temblaban,
apenas podía sujetar el periódico.

—Nos referimos exactamente al profesor Severus Snape, que


enseña Pociones y Defensa Contra Las Artes Oscuras en Hogwarts, y
a la señora Lily Potter, o mejor dicho, Lily Evans, porque después de
lo ocurrido ayer, suponemos que ella preferirá usar su apellido de
soltera—.

—¡Harry ya basta!—. Suplicaba Lily con la voz quebrada.

—Eso no es cierto hijo—.


—Al parecer la madre del elegido ha elegido—.

—Valga la redundancia, a un nuevo compañero de vida—.

Harry subía todavía más el tono de voz.

—Pero nos preguntamos, ¿será esto correcto?, sabemos que su


esposo murió hace muchos años, pero ella se ha enterado hace muy
poco, ¿tan pronto lo olvido?, y peor aún, ¿le está dando un buen
ejemplo a su hijo?, ¿es el profesor Severus Snape un buen ejemplo
para sus alumnos?—.

—Es importante recalcar que en El profeta no juzgamos a nadie,


pero sin duda estamos de la mano de la moral y las buenas
costumbres, y definitivamente pensamos que existen lugares más
acordes para que una pareja se exprese todo su cariño, un lugar
donde nadie pueda descubrirlos—.

Harry arrojó con fuerza el periódico sobre la mesa e hizo volar


algunos platos y cubiertos, en vano trataban todos de calmarlo.

—Dime si esto es cierto mamá—. Espetó el elegido.

—Harry—.

—Las cosas no fueron como ella las narra en ese periódico—.


Trataba de explicar su madre.

—Ya sé que esa mujer es una arpía y una mentirosa—.

—Yo mismo he sido su víctima, ¿pero quieres explicarme lo de


la foto?—.

Sirius había permanecido callado hasta ahora reflexionando


acerca de cada palabra que Harry leyó y relacionándolas con el día
anterior en el que tenía el rostro colorado por la rabia.

—Ahora que lo recuerdo—. Dijo.

—Ayer ustedes estaban cubiertos de césped—.


—Y yo ya te expliqué que Severus y yo nos caímos por esa
ladera—. Dijo Lily con rabia.

En la mesa de los profesores, el cetrino rostro de Severus


había adquirido una pálida tonalidad y entonces comenzó a recordar
el día anterior, mientras estaba junto a Lily al final de la ladera, a
ambos les pareció percibir un flash de luz que provenía de un árbol
cercano, sin duda había sido la entrometida Skeeter y alguno de sus
fotógrafos, escondidos detrás de aquel árbol.

Pero las cavilaciones del mago fueron interrumpidas por


McGonagall.

—Será mejor que Lily y tú hagan uso de su derecho a réplica—


. Espetó la bruja. —Todos sabemos que esa Rita es una mentirosa,
aunque no sé qué hacían a solas, tan cerca del bosque…—.

—Minerva, por favor, será mejor que lo dejemos en paz—. Dijo


Dumbledore, al tiempo que le guiñaba un ojo al contrariado Severus.

—Yo no tengo nada que aclarar—. Espetó éste.

Lo que provocó que McGonagall apretara los labios en una


mueca de reprobación.

—¡Por Dios!, ya no sé qué pensar—. Dijo Harry sujetándose la


cabeza con ambas manos.

—¿Por qué estaban tan juntos?, tan cerca—.

—Lily dime la verdad—.

Lanzó Sirius levantándose de golpe, respirando con agitación y


señalando furiosamente hacia la mesa de los profesores.

—¿El maldito Quejicus te llevó allí a la fuerza?—.

—¡Cálmate Black!—. Exclamó Lucius. —Tiene que ser un mal


entendido—.
—¡Tú cállate mortífago—.

Espetó Sirius fulminándolo con la mirada.

—¡Sirius, no le hables así a mi esposo!—. Espetó Narcisa.

—Pues yo le hablo como quiera—.

—¡Deja la agresividad, Black!—. Volvió a intervenir Lucius.

—Yo no creo en ustedes—. Espetó Sirius.

—Pues, deberías—. Respondió Bellatrix.

—Porque nuestro arrepentimiento es sincero—.

—¿No me digas? Querida prima—. Se mofó Sirius.

—¡Miren quien lo dice!—.

—La psicópata mortífaga que casi me mata—.

—¡Ya basta Sirius!—.

Saltó Lily al tiempo que secaba sus lágrimas.

—Ya te lo he dicho millones de veces, Severus y yo rodamos


accidentalmente por la ladera y él cayó sobre mí, eso es todo—.

—Luego, Sev y yo advertimos un destello de luz, quizás fue allí


cuando esa mujer tomó la foto y se inventó esa absurda y estúpida
historia—.

—Ya querida, todos te creemos—. Dijo la señora Weasley al


tiempo que la abrazaba para consolarla.

—Sí, todos te creemos Lily—. Dijo Hermione.

—Yo conozco muy bien sus métodos, y tú también Harry—. Se


giró hacia el moreno, que comenzaba a calmarse.

—Ella es una animaga no registrada—.


—Se convierte en escarabajo y extrae información que luego
manipula a su modo—.

—De hecho, cuando estábamos en el cuarto curso ella inventó


que Harry y yo salíamos y más tarde dijo que yo engañaba a Harry
con Krum—.

Harry recordó esa historia y sonrió levemente.

—Es verdad—. Admitió el elegido. —Esa mujer acostumbraba


a inventar historias—.

—¡Vaya!, todavía recuerdo la carta que nos escribió Hermione


en ese entonces, estaba muy indignada—.

Agregó Anastasia Granger.

—¿Lo ves cariño?—.

Preguntó Lily, todavía con los ojos anegados en lágrimas.

—Esa mujer sólo sacó partido de ese momento para inventar


una historia que solo está en su mente—.

—¡Discúlpame mamá!—. Dijo Harry tímidamente.

—Yo no pensé mal de ti—.

—Es solo que en la foto, el profesor Snape luce algo…—.

—¿Embobado?—. Sirius completó la frase. —Yo tampoco dudé


de Lily, pero ese Quejicus quizá si tenía otras intenciones, después
de todo—.

—Sirius, por favor—. Lo reprendió Lily.

—Sev es el hermano que nunca tuve, él nunca se fijaría en mí


de ese modo—. Dijo recordando cuando regresaron de la Hilandera y
él estuvo a punto de besarla.
—Bueno, me he fijado que el profesor Snape siempre te mira—
. Soltó Ron en un arrebato de impertinencia.

—¡Ronald!—. Exclamó Hermione pisándole los pies por debajo


de la mesa.

—¡Auuchhh!, pero es cierto—.

—¡Como sea!—. Dijo Narcisa. —Suponiendo que Severus ame


a Lily, eso no significa que lo que está diciendo Rita Skeeter en el
periódico sea cierto, ellos no mantienen ningún romance, aunque si
lo tuvieran eso no le incumbiría a más nadie—.

—¡Exacto!—. Exclamó Bellatrix.

—Yo no quería inmiscuirme, pero eso es cierto, suponiendo


que Lily quisiera rehacer su vida al lado de Severus o de quien sea,
El profeta no es nadie para cuestionarla y nadie tendría porque
juzgarla—.

Harry y Sirius bajaron la cabeza, no les gustaba lo que estaba


diciendo Bella.

—Pero, como sabemos que no es verdad—.

Saltó Alice Longbottom.

—Entonces es necesario que les concedan un derecho a


réplica a ella y a Severus en El profeta para que refuten todo lo que
allí dice—.

—Será inútil—. Dijo Frank. —¿Qué no te das cuenta que son


ellos mismos, los del profeta los que inventaron todo?—.

—Es cierto—. Confirmó una voz soñadora. —No sería

Conveniente rebatir la historia en el profeta, pero ¿qué tal en


El Quisquilloso?—. Preguntó Xenophilus.
—El lunático tiene…—. Dijo Rodolphus. —Perdón, Xenophilus
tiene razón, él es el director del Quisquilloso—.

—Sí, no te preocupes Lily, si tú quieres hoy mismo te preparo


una entrevista—. Dijo el rubio con una voz enigmática y una mirada
perdida.

—¡Gracias Xenophilus!—. Dijo Lily. —Así lo haremos—.

—Muy bien, ya todo está arreglado—.

Dijo Harry después de suspirar.

—Sí, pero más le vale al Quejicus que respete la memoria de


mi buen amigo Cornamenta y se mantenga a varios kilómetros de
distancia de Lily, para que no hablen mal…—.

—¡Sirius!—. Exclamaron todos al unísono.

Cuando el desayuno terminó, los chicos se fueron a su clase,


que era Defensa Contra las Artes Oscuras.

Snape los agrupó nuevamente por parejas.

Y como Harry había quedado solo, el profesor practicó con él,


así que mientras aprendían a repeler hechizos y maldiciones el niño
que vivió no desaprovechó la oportunidad de lanzarle una maldición
de moco murciélago, que por fortuna Snape pudo desviar.

Pero cuando Severus estaba descuidado Harry aprovechó para


arrojarle un hechizo que hizo que se le pegaran las piernas, lo que
provocó que el profesor cayera al suelo.

—¿Qué sucede contigo Potter?—. Inquirió Snape furioso.

—¿Por qué me atacas a traición?—.

—¡Lo siento señor!—. Se disculpó Harry con sorna. —Como es


usted tan bueno con los hechizos, pensé que tal vez lo esquivaría—.
—Cinco puntos menos para Gryffindor—. Soltó Snape.

Cuando la clase terminó y todos los alumnos salían del aula,


Snape llamó a Harry.

Ron y Hermione permanecieron afuera para esperarlo.

—¡Dígame señor!—. Dijo Harry con sarcasmo.

—No solo le resta puntos a mi casa—.

—¿Va a castigarme también?—.

Severus esbozó su típica sonrisa sarcástica que Harry tanto


odiaba.

—No—. Respondió él chasqueando la lengua. —Yo solo quería


felicitarte por tener una madre tan hermosa—.

Harry muy indignado sacó su varita.

—¡Expelliarmus!—. Gritó Snape.

—No quiero verlo cerca de ella, ¿me escuchó?—. Espetó Harry


con ira.

—Pues será ella quien decidirá eso, hemos sido amigos desde
que éramos niños, y no vas a venir tú a interponerte en el camino—.

—Pues más le vale que se mantenga lejos de ella, ya vio lo que


apareció en El profeta—.

—Lo que apareció en El profeta no fue culpa nuestra, sino de


la maniática de Skeeter que no tiene suficiente con su patética vida,
así que tiene que meterse en la de los demás—.

Dijo Snape acercando su rostro amenazante al de Harry.

—¿A usted le guste mi madre, no es cierto?—.

—Eso no es tu problema Potter—.


—¡Solo respóndame!—.

—No tengo por qué responderte—.

—Es cierto, usted siente algo por ella, lo sabía—.

Afirmó el niño que vivió.

—Y si fuese así, ¿qué?—.

Respondió Snape con mirada desafiante. —Suponiendo que lo


que dices es cierto, ¿qué harías al respecto, Potter?—.

—Mantenerlo lejos de ella—. Respondió Harry con rabia.

—A mi padre no le gustaría que usted…—.

—Tu padre está muerto—. Lo interrumpió Snape de golpe.

Hubo un silencio incomodo, Severus miraba al muchacho, se


arrepintió de haber soltado aquellas palabras y quiso tragárselas.

Él en cambio miraba al suelo con el ceño fruncido, de pronto


se encaminó hacia la puerta, pero el profesor lo retuvo sujetándolo
del brazo.

—Lo que quise decir es que lamentablemente Potter ya no


está, pero Lily está viva y tiene derecho a sentirse como tal sin
sentirse culpable—.

—¡Cállese!—.

Gritó el niño que vivió zafando su brazo del agarre de Snape.


—¡No mencione a mi padre!—.

Harry salió por la puerta y Ron y Hermione quisieron saber


que le había pasado.

Él le contó lo sucedido mientras se encaminaban al aula de


encantamientos.
—Ya conoces a Snape—. Dijo Ron.

—Él solo quería molestarte—.

—Pero creo… que él tuvo… algo de razón… en lo que dijo—.

Agregó Hermione con voz vacilante.

Harry y Ron la miraron asombrados.

—¿Qué quieres decir con eso?—.

Preguntó Harry girando lentamente su rostro hacia ella.

—Pues que ella tiene derecho a ser feliz, Harry—. Respondió la


castaña hablando rápidamente. —Ella aún es joven y muy hermosa,
¿y si se enamorara de nuevo?, ¿no preferirías que sea de alguien a
quien ya conozcas?—.

—Hermione, mejor cambiemos de tema, ¿quieres?—.

Dijo Harry.

Ron estuvo de acuerdo con él.

Capitulo 13. ¿Un consultorio dentista en Hogwarts?

Más tarde, Snape buscó a Lily para hablar de lo publicado en


el profeta, pero él notó que ella le huía, si la veía por un pasillo ella
se devolvía para no tener que toparse con él.

Ella estaba molesta, pero no con él, sino con ese estúpido
periódico que había querido desprestigiarla a ella y a su amigo.

¿Cómo era posible que hubiesen inventado todo aquello?, pero


hubo un momento en que Lily ya no pudo seguir huyendo de él.

Porque ambos se toparon el uno con el otro al cruzar por una


esquina en un pasillo desierto.
Ella apenas lo saludo fríamente y trató de seguir su camino,
pero Snape la detuvo cuando ella apenas hubo dado unos cuantos
pasos.

—Lily, tenemos que hablar—. Dijo con un tono cortante.

—En otra ocasión será—. Respondió ella sin mirarlo.

—¿Por qué me has estado evitando?—. Preguntó él.

—No lo tomes a mal Severus—.

Respondió sin voltearse siquiera.

—Pero no quiero que nos sigan malinterpretando, acabo de


conceder una entrevista a Xenophilus para El Quisquilloso, allí
aclararé todo lo que sucedió ayer—.

—No tenías por qué hacer eso Lily—.

Respondió Snape poniéndose frente a ella para que lo mirara.

—No nos debe importar lo que opine la gente—.

—Ellos de todos modos van a hablar aunque sepan que esa


Skeeter es una farsante—.

—Como sea Severus—. Dijo ella ahora mirándolo a los ojos. —


Ya concedí la entrevista y no me arrepiento—.

—¿Por qué me llamas así?—. Preguntó él.

—¿Así como?—. Inquirió Lily.

—Severus—. Respondió él levantando una ceja.

Ella se encogió de hombros y levantó ambas cejas.

—Así te llamas, ¿no?—.

—¡Aja!—. Asintió el mago.


—Pero yo prefiero que me llames como siempre—.

—¡Ay Sev!, por favor…—.

—Así está mejor—. Añadió el profesor.

—¿Pero por qué estás molesta conmigo?—.

—Yo no estoy molesta contigo Sev, es sólo que…—.

—Ya no quieres que seamos amigos—. Snape terminó la frase.


—Nunca pensé que le darías tanta importancia al qué dirán, pero
está bien, me alejaré si eso es lo que quieres—.

Espetó antes de marcharse.

El tono de voz de Snape al hablar estaba cargado de tanta


decepción que hizo que Lily se sintiera culpable, así que lo llamó y
cuando él se volvió, instintivamente se arrojó a sus brazos.

—No quiero que te alejes Sev—. Dijo la pelirroja estrechándolo


fuertemente. —No quiero que te separes de mí nunca más, eres mi
amigo y te quiero mucho—.

Él se sentía encantado entre sus brazos.

Mientras le acariciaba el suave y rojo cabello, cerró sus ojos


disfrutando de ese momento, se sentía con fuerzas para revelar en
ese mismo instante lo que sentía su corazón, iba a decirle que la
amaba, pero apenas despegó sus labios para hablar, cuando las
palabras de Lily hicieron que él se tragara las suyas.

—Eres el hermano que nunca tuve—.

Él se despegó de ella por instinto.

—¿Qué pasa Sev?, tú… ¿no me quieres?—. Preguntó ella entre


extrañada y dolida.
—No, no es eso Lily—. Se apresuró a explicar él. —Es sólo que
quizás tengas algo de razón, no es bueno prestarle atención al qué
dirán, pero tampoco es bueno dar pie a murmuraciones—.

—Entonces, ¿si me quieres?—.

Volvió a preguntar ella tímidamente.

—Mucho—. Respondió él en un hilo de voz, ¿acaso no se daba


cuenta de que se moría por ella?.

—Pues entonces no seas tonto y ven aquí—.

Dijo ella atrayéndolo violentamente hacia sí.

Para volver a abrazarlo, era un abrazo tierno, muy fraternal.

En ese momento.

Pevees pasó volando por encima de sus cabezas, canturreando


para sacarlos de quicio.

—¡Severus Snape y Lily Pipipote son novios!, ¡sí, el Quejicus y


la Pipipote son novios!—.

—¡Ese maldito poltergaist!—.

Exclamó Snape fingiendo molestia.

Aunque en realidad se moría por que fuera cierto lo que decía


Pevees.

—¡Bahh!, ¡ya déjalo!, él no tiene remedio—.

Exclamó Lily haciendo un gesto de fastidio con la mano.

En la sala común de Gryffindor…

Arthur Weasley ya no soportaba un dolor de muela que lo


acosaba desde la mañana, tenía la mejilla un poco hinchada y
caminaba de un lado a otro con desesperación.
—Ve con la señora Pomfrey, querido—. Dijo la señora Weasley
caminando tras él.

—No lo sé Molly, me comenzó a doler después que mordí esa


tostada, estaba demasiado dura, pero quizás se me pase el dolor un
poco más tarde—.

De repente, después de un silencio tuvo una idea.

—¡Ya sé!—. Exclamó chasqueando sus dedos.

—¿Qué sabes?—. Inquirió la señora Weasley entrecerrando los


ojos.

—¡Los Granger!—. Volvió a exclamar.

—Ellos son dentistas, cuidan los dientes de la gente—.

—Pero Arthur… no creo que sea buena ide…—.

Pero antes de que su esposa terminara de hablar, ya el señor


Weasley se encontraba hablando con los Granger.

—No soportó el dolor—.

Explicó el patriarca de los Weasley acariciándose la mejilla


derecha. —Mordí una tostada y ahora me duele—.

—Siéntate aquí por favor—.

Pidió el señor Granger amablemente.

Señalando una butaca reclinable.

La señora Weasley se había acercado a ellos.

Y miraba con expectación.

—¡Abre la boca Arthur!—. Solicitó el padre de Hermione.

De inmediato sacó una linterna de bolsillo.


Que tenía la apariencia de un bolígrafo y alumbró con ella el
interior de la boca del señor Weasley.

Luego de un rápido análisis.

El doctor Granger retiró la linterna.

Y miró a su esposa encogiéndose de hombros.

—Es lo que me imaginaba—. Dijo éste.

—¿Qué es lo que te imaginabas?—.

Preguntaron los señores Weasley al unísono.

—Tu muela está partida—. Respondió el padre de Hermione.

—Será necesario extraer la pieza—. Añadió su esposa.

El señor Weasley palideció.

—Y en ese caso…—.

—¿No será mejor que vaya a ver a la señora Pomfrey?—.

Tanteó la señora Weasley.

—¿La enfermera del colegio?—. Preguntó William Granger.

La señora Weasley asintió.

—No, Molly, quiero que me atiendan ellos y a su modo—.

Decidió el señor Weasley mientras esbozaba una mueca de


dolor. —Sólo quiero que me alivien y después iré con Pomfrey para
ver si puede hacer que la muela crezca de nuevo—.

—¡Oh, por Dios, Arthur!—.

—Pero creo que tendrás que ir con la señora Pomfrey de una


vez—. Dijo la señora Granger. —Porque nosotros no contamos con el
equipo indicado—.
—Eso se puede solucionar—.

Expresó el señor Weasley levantando el índice. —¡Vamos a la


sala de los menesteres!—.

—¿Y qué hay allí?—. Inquirió el señor Granger extrañado.

—Todo lo que necesiten—. Respondió la señora Weasley. —


Pero, ¿le va a doler?, me refiero a cuando le remuevan la muela, ¿le
va a doler?—.

Ambos Granger negaron con la cabeza.

—Le administraremos anestesia y no sentirá dolor—.

Respondió el padre de Hermione riendo.

—Si es que hayamos anestesia allá donde mencionan—.

—¿Anastasia?—. Preguntó el señor Weasley extrañado.

—Anestesia—. Lo corrigió la madre de Hermione mientras reía.


—La anestesia es una especie de… ¿cómo explicarlo?... ¡poción!, sí—
.

—Creo que esa sería la palabra más indicada para que me


comprendan, es una especie de poción que le administramos a los
pacientes para suprimir el dolor—.

Los señores Weasley respiraron aliviados.

Un momento después…

Salieron por el retrato de la señora gorda, y llegaron al pasillo


donde se encontraba la sala de los menesteres.

—¿Dónde está?—. Preguntó el señor Granger.

—Muy bien, deben concentrarse en lo que realmente necesitan


que esté dentro de ésta sala—. Explicó la señora Weasley, ya que su
esposo estaba soportando una punzada de dolor.
—Solo así aparecerá la puerta frente a nosotros—.

Así lo hicieron, y por arte de magia, la inmensa puerta doble


de madera de roble apareció ante ellos abriéndose lentamente.

Los Granger estaban maravillados, allí dentro había una silla


odontológica con todo y lámpara.

Un par de batas de médico, guantes.

Y todo el equipo que necesitaban.

—¡Dios mío!, no dejo de sorprenderme con la magia—.

Exclamó la madre de Hermione recorriendo toda la sala con


los ojos.

—¡Es maravilloso!—. También exclamó su esposo.

—Con qué así es un consultorio de dentista ¿eh?—. Alcanzó a


decir el señor Weasley. —¡Mira Molly!—.

—Siéntate aquí Arthur—.

Pidió la señora Granger amablemente mientras le mostraba la


silla odontológica.

El señor Weasley obedeció, y su esposa observaba todo desde


lejos.

—¡Ven y acércate si quieres!—. Le dijo la señora Granger.

Ella se acercó y vio cuando el señor Granger preparaba la


anestesia y levantaba una jeringa.

—Esto te dolerá un poco porque sentirás un pinchazo—.

Explicaba el señor Granger.

—Pero al instante el dolor desaparecerá—.

—Y sentirás la mandíbula pesada—.


Añadió la madre de Hermione.

El señor Weasley asintió con la cabeza y abrió la boca.

Su esposa permanecía callada pero atenta, observando cada


movimiento.

—¿Sientes algo?—. Preguntó el señor Granger un momento


después presionándole la mejilla con los dedos enguantados.

—No, para nada—. Respondió el señor Weasley con dificultad


por la pesadez en su mejilla. —¡Molly!, parece magia, en serio, ya no
me duele—.

—Bueno aún no te han sacado nada—. Le recordó su esposa.

—Entonces vamos a proseguir—.

Dijo la señora Granger tomando unas pinzas.

La señora Weasley palideció y giró el rostro hacia otro lado, el


señor Granger le dio una palmadita cariñosa en el hombro al tiempo
que su esposa sin casi nasa de esfuerzo metía las pinzas dentro de
la boca del señor Weasley, apretaba la muela y la halaba hacia sí
extrayéndola de raíz. Después se dispuso a saturar mientras una
pequeña manguera que sostenía el señor Granger se encargaba de
succionar la sangre y la saliva del señor Weasley.

—¡Listo!—. Exclamó la señora Granger. —Ahora puedes ir con


la señora Pomfrey para que te haga crecer una nueva—.

—Sí que me encantaría ver eso—.

Dijo con una enorme sonrisa.

—Sí—. Confirmó el padre de Hermione.

—Además será bueno que te de algo para el dolor—.

—Pero si no me duele absolutamente nada—.


Dijo el señor Weasley, ya que podía hablar aunque sentía la
mandíbula extremadamente pesada.

—Ahora no, por el efecto de la anestesia, pero cuando se pase


el efecto comenzarás a sentir un poco de molestia—.

—¡Vaya!, son maravillosos—.

Dijo la señora Weasley maravillada. —De verdad admiro a los


Muggles—.

Después se fueron a la enfermería y ésta se enojó al saber que


no habían ido allí antes, aunque luego se extrañó y maravilló al ver
que la muela había sido extraída sin dolor alguno.

—¿Qué… que es eso que está donde debería estar la muela?—.


Preguntó la mujer mientras examinaba la boca de Arthus Weasley.

—¿Se refiere a los puntos?—. Inquirió el señor Granger.

—¿Puntos?—. Repitió la señora Pomfrey.

—Los muggles acostumbran a cerrar las heridas con puntos


de costura—. Explicó el señor Weasley admirado.

—Bueno… preferimos llamarlos “puntos de sutura”—. Añadió


la señora Granger. —Es nuestra única manera de cerrar heridas—.

—Comprendo—. Dijo la señora Pomfrey tomando su varita. —


No se ofendan pero… me temo que tendré que retirar esos fulanos…
“puntos”—.

—¡Oh!, podría venirse una hemorragia—.

Advirtió con preocupación el señor Granger. —No demasiada,


pero sí podría haber pérdida de sangre—.

—Descuide, sé cómo controlar eso—.


Respondió la enfermera sin poder admirarse también en el
trabajo de los muggles en materia de salud, tomó su varita y con un
sencillo encantamiento se deshizo tanto de la sutura como del ligero
sangrado mientras a su vez murmuraba cosas como:

“Aún así hubiesen venido primero conmigo”.

—¡Tomé!—. Exclamó después pasándole una pequeña botella


blanca al señor Weasley.

—¿Qué es?—. Preguntó el señor Granger.

—Sí, ¿qué es?—. Preguntó también el señor Weasley.

—Es una poción muy parecida a la “crecehuesos”—. Explicó la


señora Pomfrey. —Ésta hace crecer nuevamente los dientes—.

—Pero a diferencia de la “crecehuesoos” ésta actúa sin dolor—.

—Es muy utilizada en los partidos de Quiddith cuando alguno


de los jugadores ha perdido algún diente porque ha sido golpeado
fuertemente por una Bludger en el rostro—.

—¡Simplemente fantástico!—.

Exclamó encantado el señor Granger.

—¡Bébetela Arthur!—. Ordenó la señora Weasley.

Por la noche, ya a la hora de dormir, Snape ya se había puesto


el pijama y estaba acostado en su cama, pero no podía dormir.

Pensaba en Lily, en su cabeza se aglomeraba un montón de


preguntas que no podía responder, ¿por qué tenía que amarla de esa
manera?, ¿por qué no había dejado de amarla aun cuando supo que
era novia de James y que además se iba a casar con él?, ¿por qué no
pudo el tiempo destruir ese amor?, ¿por qué continuó amándola aun
cuando la creía muerta?.
Y peor aún, ¿por qué no podía él, simplemente amarla como a
una hermana?, después de todo, así lo veía ella, como al hermano
que nunca tuvo, así lo veía, como al hermano que nunca tuvo, ella lo
amaba, sí, pero como a un hermano, ¿por qué?.

¿Por qué?, ¿por qué?.

Pero en ese momento sus reflexiones fueron interrumpidas por


un ligero escozor en el antebrazo izquierdo.

Snape se levantó la manga del pijama y observó con horror


como su marca de mortífago se había oscurecido y se retorcía.

—¡Dios mío!—.

Exclamó y se apresuró a colocarse una bata sobre el pijama, el


profesor abrió la puerta de su cuarto y salió hacia su despacho.

Lo atravesó corriendo y abrió la puerta para salir al pasillo de


las mazmorras, su sorpresa se incrementó al ver que allí estaban
congregados los Malfoy y los Lestrange.

—¡Es una señal!—. Exclamaba Bellatrix en susurros.

—Él quiere atacar, lo sé—.

—¿Ustedes también?—. Preguntó Severus.

—Sí, profesor Snape—. Contestó Draco.

—Ya nos imaginábamos que usted también había recibido la


señal, ¿cree que debamos decirle a los demás?—.

—No, no lo creo, es mejor no alertar a nadie por los momentos,


pero sí creo que debemos decirle a Dumbledore—.

—Lo mismo pensé yo—. Añadió Lucius. —Pero no me explicó


cuándo va a atacar, y sobre todo, ¿cómo?, modestia aparte ya perdió
a varios de sus mejores mortífagos—.
—A varios, pero no a todos—. Lo corrigió Rodolphus.

—Aún le quedan muchos seguidores, y no olviden a Greyback,


Fenrir Greyback está reuniendo a un equipo de hombres lobos que
al parecer son tan o más salvajes que él—.

Narcissa abrazó a Draco instintivamente.

—¡No, Dios mío!, tengo miedo—. Expresó mientras abrazaba al


muchacho cada vez más fuerte y éste empezaba a perder el aire. —
No quiero que nada malo nos pase y mucho menos a mi niño—.

—Yo ya no soy un niño, mamá—.

Replicó Draco mientras trataba de zafarse, hasta que al fin lo


consiguió. —Tranquila mamá—.

—No nos va a pasar nada, te lo aseguro—. Dijo apiadándose


de su mamá mientras le acariciaba las temblorosas manos.

Lucius la abrazó para tranquilizarla, pues se había puesto a


llorar.

—Pero es que… es que… él debe estar furioso con nosotros por


lo que hicimos—. Gimoteaba Narcissa.

—Es lógico, lo traicionamos—. Saltó Bella. —Pero aun así juró


por mi varita que no me arrepiento—.

—De todos modos estaremos preparados—.

—Para cualquier cosa—.

Añadió Rodolphus abrazando a su esposa.

—De algo bueno nos sirvieron éstas marcas indelebles


después de todo, ¿no?—.

Comentó Severus esbozando una escueta sonrisa. —Al menos


nos advierte que él está tramando algo y nos mantienen alerta—.
—Sí, bueno—. Expresó Lucius con un gesto de resignación. —
Ustedes dos y Draco espérennos en una de las habitaciones—.

Ordenó señalando a las dos mujeres y a Draco.

—Rodolphus, Severus y yo iremos a hablar con el viejo, ¿de


acuerdo?—.

—Sí, cariño, será mejor así—.

Asintió Narcissa mientras rodeaba con sus brazos a su hijo y a


su hermana. —¿Lo esperamos en mi habitación o en la tuya?—. Le
preguntó a Bellatrix.

—¿Qué dices, Cissy?—. Inquirió Bella muy indignada.

—¿Quieres decir que nos quedemos aquí?—.

—Sin hacer nada, como unos cobardes?—.

—¡Bella, por favor!—. Trató de apaciguarla Rodolphus.

—Solo vamos a hablar con Dumbledore—.

—Es cierto tía, no van a tardar—.

Le dijo Draco mientras la halaba del brazo para hacerla entrar


en su habitación.

—Sí, Bella—. Apuntó Narcissa. —Será mejor que esperemos en


mi habitación—.

Capitulo 14. Un gran susto en la segunda prueba

El día siguiente era el día de la segunda prueba y como era


sábado, la realizarían en la mañana, después del desayuno.

En el gran comedor, nuevamente los miembros de las cuatro


casas se encontraban mezclados entre sí.

A excepción de los Longbotton.


Que aún permanecían en su propia mesa.

Esta vez fue la mesa de Slytherin la que se vio invadida por los
leones y un par de águilas.

(Luna y su padre) conversaban alegremente los unos con los


otros.

—A veces me pregunto, si yo fuese una bruja—.

—Y hubiese estudiado aquí, ¿en qué casa me habría puesto el


sombrero seleccionador?—. Comentó Anastasia Granger divertida.

—Yo también me hago la misma pregunta—. Dijo su esposo.

—Tal vez ambos estarían en Ravenclaw, porque hay que ser


muy inteligentes para aprender todo lo que saben, porque sin duda
ustedes saben lo que hacen—. Contestó el señor Weasley mientras
se daba ligeros golpecitos en la mejilla derecha.

—O quizá en Gryffindor—. Añadió la señora Weasley. —Porque


hay que ser muy valiente para soportar ver toda esa sangre—.

—Debe ser maravilloso ser un hechicero—. Comentó Williams


Granger.

De pronto Harry se llevó una mano a su frente, entretanto


esbozaba una mueca de dolor.

—¿Te… te duele la cicatriz, Harry?—. Preguntó Luna con algo


de temor.

—Sí, aunque no tanto como anoche—. Contestó este mientras


se acariciaba la frente.

—¡Ay madre!—. Exclamó Hermione nerviosa.

—Eso significa…—.
—¿Qué significa?—. Preguntó Lily con recelo. —Anoche lo noté
preocupado y además te removías mucho en la cama, quizás tenías
pesadillas—.

—Significa que podemos estar en peligro—.

Respondió Hermione.

Los Malfoy y los Lestrange se miraron los unos a los otros con
preocupación, pero habían prometido no decir nada, dejarían que
Dumbledore se encargara de alertarlos sin cundir el pánico entre
todos.

—Cuando Voldemort piensa atacar o está tramando algo, a mí


me duele la cicatriz y tengo pesadillas—. Explicó Harry.

Los demás se estremecieron cuando escucharon ese nombre.

—¡Ah!, ya lo recuerdo, McGonagall me lo dijo, pero lo había


olvidado—. Dijo Lily recordando la conversación que había tenido
con la profesora al llegar se San Mungo. —¡Dios mío!—.

—Pero, ¿qué soñaste anoche?—. Preguntó Sirius.

—Bueno, vi a Voldemort con un grupo de mortífagos que…—.

—Por favor no lo nombres, Harry—.

Se apresuró a decir el señor Weasley.

—De acuerdo—. Continuó el chico. —Lo vi a él junto a varios


mortífagos y también a Petegrew…—.

—¿Y no viste a ninguno de estos en el grupo de mortífagos que


rodeaban a Voldemort?—. Preguntó Sirius señalando con el índice
despiadadamente a los Lestrange y a los Malfoy.

—Ya me estoy hartando de tus estúpidos comentarios Sirius—


. Espetó Bellatrix molesta.
—Es cierto—. Confirmó Xenophilus. —Ahora, sigue contando
tu sueño hijo—.

Sirius guardó silencio.

Aunque permaneció con el seño fruncido.

y Harry continuó narrando.

—Estaban planeando atacar, pero el ataque no será pronto—.

—Ellos ni siquiera saben para cuando será. Él decía que debía


matarme antes de que yo a él, pues sabe que ya he acabado con casi
todos los Horrocruxes, solo faltan dos—.

—¡Shhh!—. Lo hizo callar Sirius.

—No deberías revelar esas cosas—.

—Es algo muy delicado—.

—Que cierto tipo de personas no deberían oír—.

—No, mi cielo, él no te va a hacer daño, no lo voy a permitir—.

Saltó Lily rodeando a su hijo con un brazo mientras intentaba


regular su respiración.

—Pero mamá, yo tengo que luchar, no se te olvide que soy el


elegido—. Respondió Harry haciéndole una seña a Sirius para que
guardara silencio, pues su comentario había irritado a los Lestrange
y a os Malfoy, que comenzaban a bufar con molestia.

—Y esta vez no lucharás solo—.

Añadió Lucius fulminando con la mirada a Sirius. —Ahora nos


tienes a nosotros de tu parte, y te aseguro Lily—.

Dijo ahora suavizando la mirada, dirigiéndose a la madre del


niño que vivió. —Que no permitiremos que algo malo le pase—.
Lily sonrió y se secó un par de lágrimas que humedecían sus
ojos, y entonces Dumbledore habló desde el atril.

—¡Buenos días a todos!—.

—Nada más quería hacerles unos anuncios muy especiales, no


quiero alarmar a nadie—.

—Pero todos sabemos que Voldemort anda suelto, es por ello


que hemos duplicado y reforzado la seguridad en el castillo, pero a
pesar de nos sentimos muy seguros aquí dentro—.

—Es necesario, absolutamente NECESARIO que permanezcan


dentro de los límites permitidos del castillo, no quiero verlos cerca
del bosque prohibido, sigan las reglas, cuídense mucho, pero sobre
todo, cuiden mucho a sus padres, me refiero a los que tienen padres
Muggles—.

Hermione apretó con fuerza las temblorosas manos de sus


padres.

—Repito—. Continuó el anciano.

—No quiero causar alarma, pero es necesario que los recuerde


que deben seguir las reglas y las medidas de seguridad, ya que para
nadie es un secreto que estamos en tiempos difíciles, sin embargo no
nos vamos a amargar por eso—.

—Al contrario, al mal tiempo, buena cara—.

Dijo el anciano director cambiando abruptamente el semblante


y el tono de voz, adoptando uno mucho más alegre.

—Por eso tenemos el torneo—.

—Cuya segunda prueba dará comienzo dentro de una hora,


los espero a todos en el lago negro, ¡ah!, y no olviden llevar su traje
de baño—.
Una hora más tarde.

Estaban ya todos los alumnos congregados junto a sus padres


alrededor del lago.

Todos vestían batas de baño, ya que debajo llevaban puesto


un traje de baño, temblaban porque hacía mucho frío.

El viento soplaba con fuerza y arrancaba las amarillentas


hojas de los árboles.

Sobre el lago había una plataforma de madera.

Donde se encontraba nuevamente Dumbledore, el Ministro de


Magia, los Profesores y los miembros de la prensa.

Lily advirtió que Rita Skeeter no estaba allí, así que la buscó
con la mirada por todas partes hasta que la halló acompañada de su
fiel fotógrafo, ella estaba muy enfrascada en su libreta. Los amigos
de Lily la vieron luego cuando ésta estaba discutiendo (aunque no a
los gritos) con la antipática y mentirosa periodista.

—Harry quiso acercarse pero Sirius se lo impidió.

—¡Déjala Harry!, ella necesita desahogarse—.

Dijo mientras ahogaba la risa.

—Es usted una descarada y una mentirosa—. Espetaba Lily


muy furiosa cruzando los brazos a la altura del pecho.

—Yo sólo mostré lo que vi, ese es mi trabajo—.

Alegó la reportera con exacerbado cinismo.

—¡Pero qué insolencia!—.

Exclamó Lucius, que estaba muy cerca de allí.

—Ya no pienso seguir perdiendo el tiempo con usted—.


—Es inútil—. Dijo Lily al tiempo que se alejaba de la reportera
junto a Lucius.

—¡Apresúrense!—. Los apuraba Xenophilus mientras les hacía


señas con la mano. —Dumbledore está a punto de explicar de qué se
trata la siguiente prueba—.

Efectivamente, Dumbledore se llevó la varita a su garganta y


exclamó:

—¡Sonorus!, me imagino que se estarán preguntando que les


tendrá preparado este viejo loco, ¿no es así?—. Habló Dumbledore
con su acostumbrada jovialidad. —Pues les explicaré de inmediato,
allí abajo—.

Señaló el lago. —Hay varias caracolas de cristal escondidas en


sitios estratégicos del lago, la tarea de los padres y de los hijos es
buscarlas y traerlas hasta aquí. No deben usar ningún embrujo para
ayudarse y mucho menos el encantamiento convocador, sólo déjense
llevar por su instinto. Les proporcionaremos branquialgas para que
sea más fácil la búsqueda, ya que no tendrán que subir a respirar,
no deben temerles a los Grindylows—.

—Ni a las sirenas, ni a los tritones—.

—Ni mucho menos, al calamar gigante—.

—Pues ya he hablado con ellos y no les harán daño—.

—Además hemos colocado un hechizo que los apaciguará en


caso de se tornen agresivos—.

—Con respecto a las caracolas, hay una para cada familia, la


familia que me entregue primero la suya, será la ganadora—.

—Al igual que la vez anterior—.

—Dividiremos a las familias en grupos—.


—Que quedarán exactamente igual—.

—Es decir, en el primer grupo estará—.

Sacó un trozo de pergamino, lo desenrolló y leyó.

—La familia Longbottom, Potter, Malfoy, Lovegood, Granger y


Weasley, de nuevo, los alumnos deberán participar en compañía de
uno solo de sus padres, así que deberán elegir, y al igual que la vez
anterior, en caso de las familias numerosas también deberán elegir
al hijo que participará, de modo que les daremos diez minutos para
que deliberen acerca de sus cualidades, para que elijan a los más
indicados—

Todos, después de aplaudir se juntaron para deliberar.

Hermione no quería elegir entre sus padres, así que fueron


estos los que en conjunto decidieron que el que debía participar era
el señor Granger.

Quien había ganado trofeos de natación en la secundaria.

—¿Qué son branquialgas?—.

Preguntó el hombre expectante, al recordar que Dumbledore


había dicho que se las proporcionaría a los participantes.

Hermione se lo explicó y él quedó encantado.

En el caso de los Longbottom.

Neville participaría con su padre, por supuesto Lily y Harry al


igual que Luna y Xenophilus no tenían a quien más elegir.

Los Malfoy decidieron que Draco participaría junto a Narcissa


que había sido una excelente nadadora en la adolescencia.

—Aún recuerdo los chapuzones que te dabas en el lago


cuando estudiábamos aquí cariño—. Recordó Lucius.
—Era la mejor—. Añadió Bella. —Recuerdo que nos ganaba a
todos cuando hacíamos competencias entre nosotros—.

—Van a hacer que me sonroje—. Dijo Narcissa. —A pesar de


ser muy miedosa, una de las pocas cosas a las que no le temo, es al
agua—.

Los Weasley por su parte, decidieron que participaría Fred en


compañía de Arthur.

—¿Ya están listos?—.

Preguntó Dumbledore desde la plataforma.

Las familias del primer grupo levantaron sus manos para


indicarle que ya estaban listas.

—Muy bien, entonces suban aquí—. Ordenó Dumbledore. —Se


les ha asignado el mismo número que en la prueba anterior, del uno
al seis—.

Cuando subieron todos a la plataforma, pese al frío y a la


gélida brisa, se despojaron de sus batas de baño, quedando sólo con
los trajes de baño, la piel se les ponía de gallina y temblaban.

Los ojos negros de Severus.

Sin que él se lo propusiera recorrieron la esbelta anatomía de


Lily, hasta que se detuvieron en esa cintura que tantas veces soñó
con rodear con sus brazos.

De pronto se sorprendió a sí mismo con la mirada perdida y la


boca ligeramente abierta como si hubiese ingerido Amortentia o algo
así, sacudió su cabeza y volvió a la normalidad.

La profesora McGonagall se acercó a los participantes con una


bandeja y les ofreció las branquialgas que ellos ingirieron y casi al
instante fueron presa de una grandiosa transformación.
William Granger estaba notablemente más estupefacto que los
demás al notar como sus manos y pies se palmeaban y en su cuello
aparecían braquias de pez.

Cuando todas las familias estuvieron listas, Dumbledore alzó


su varita y lanzó chispas rojas, indicándoles que ya era hora de
arrojarse al agua y los participantes lo agradecieron, ya que su
nueva apariencia lo requería.

—Yo quiego que ganen—. Dijo Fleur a su esposo Bill. —Pego si


me hubiesen elegido a mi tendgiamos una victoria seguga—.

La señora Weasley entornó los ojos y trató de no escuchar los


comentarios de su nuera.

—¡Vamos a ganar!—.

Gritaba Percy, para la sorpresa de los miembros de su familia.

—¡Viva!—. Exclamó Charlie.

—¡Bravoooo!, ¡arriba Weasley!—.

Exclamaba George en compañía de sus otros hermanos y su


madre. —¡Vamos Fred, papá pateen traseros!—.

—¡George!—. Lo reprendió la señora Weasley.

—Esa no es manera de animarlos—.

—Ya déjalo Molly—. Lo defendió Sirius al tiempo que chocaba


la palma con George. —Hay que divertirse, ¡vamos Potter!—.

A ellos se acercó Alice y su suegra con una gran bandera de


Gryffindor.

—¡A ganar Longbottom!—.

Gritaba Alice para aupar a su esposo y su hijo.


Tonks y Remus por fortuna habían sido asignados para cuidar
la competencia junto a otros Aurores, por lo tanto, podían observar
lo que sucedía y se dedicaron a vitorear a los Potter, Hagrid también
les hacía porras.

—¡Los Malfoy son los mejores!—.

Gritaba Rodolphus enarbolando la bandera de Slytherin.

—Es obvio que vamos a ganar—. Añadió Lucius con una ceja
levantada, era evidente que a pesar de haber cambiado su actitud,
aún conservaba ese toque de arrogancia característico de los Malfoy.

Debajo del agua…

Las familias se dedicaban a buscar lo encargado, buscaron


debajo de piedras y corales, y no conseguían nada.

Neville se llevó un buen susto cuando una horrible sirena le


sujetó el tobillo, pero ésta solo le sonrió simpáticamente y le guiñó
un ojo con picardía, Hermione le mostró a su padre a los famosos
Grindylows mientras buscaban entre unas algas, Luna escarbaba en
la arena del fondo del lago mientras su padre buscaba debajo de
unas piedras.

Harry y Lily estaban enfrascados en medio de un bosque de


algas donde les pareció haber visto un resplandor.

El señor Weasley y Fred examinaban dentro de un cofre que


había en el fondo del lago.

Después de buscar por todas partes, Draco advirtió un brillo


sospechoso debajo de uno de los tentáculos del calamar gigante que
dormía profundamente.

Narcissa se mordió el labio inferior.


Sin embargo permitió que su hijo se acercara al animal y
levantara con suma cautela el tentáculo que presionaba el preciado
objeto.

Al instante el calamar abrió los ojos y Narcissa ahogó un grito,


pero su reacción fue tan rápida que dejó atónito a Draco y al propio
calamar, que ni siquiera pensaba atacar.

La mujer le arrebató la caracola a su hijo y lo sostuvo por el


brazo mientras subía a la superficie como un bólido.

Al llegar allí ambos agitaron los brazos y Narcissa mantuvo en


alto el que sostenía la caracola.

—¡Bravoooo!—. Gritó Lucius cuando los vio emerger. —¡Así se


hace!—.

—Me parece que ya tenemos la familia ganadora—.

Dijo Dumbledore.

—Un aplauso para los Malfoy, sin embargo las otras familias
serán premiadas con puntos para sus casas, según el orden en el
que salgan—.

Inmediatamente después, emergieron los Weasley, que habían


encontrado su caracola dentro de una bota.

Luego subieron los Lovegood.

Que encontraron la suya debajo de una anemona.

Seguidamente subieron los Granger.

Que consiguieron el objeto dentro de una gran almeja que


Hermione vio previamente en un ejemplar de “Historia de Hogwarts”
en un capítulo titulado “El lago negro y sus sorpresas”.

Según el libro.
En el lago existían almejas gigantes que guardaban tesoros en
su interior y que accedían a concederlos solo si la persona colocaba
algo en su interior para suplantar lo que habían tomado, así que ella
colocó el reloj que su padre le ofreció y así lograron hacerse con el
preciado botín.

Los siguientes fueron los Longbottom.

Que hallaron su caracola en la cola de la sirena simpática.

Ésta accedió a ceder su concha sólo si Neville le daba un beso


en los labios.

Inducido por su risueño padre.

El muchacho hizo tripas corazón.

Y terminó por acceder tímidamente y a regañadientes.

Ya casi todos los participantes estaban en la plataforma de


madera, cubiertos con mantas tibias para deshacerse del frío, pero
los Potter aún no emergían.

Snape se asomaba cada vez más nervioso al borde de la


plataforma para ver si lograba verlos.

—Por qué no suben?—.

Preguntaba la señora Weasley angustiada.

—¿Será que tienen problemas allá abajo?—.

Inquirió Sirius nervioso.

—No, no lo creo—. Comentó Hagrid.

—Recuerden que Harry ya tiene experiencia con el lago—.

—Sí, es todo un hegoe—.

—Nunca olvidague que salvó a mi hegmanita Gabrielle—.


Añadió Fleur.

—¿Qué pasa con Lily y Harry?—.

Preguntó Lucius, que se acercaba en compañía de Rodolphus


y Bella.

—No sé, pero ya nos está preocupando—. Respondió Tonks.

Debajo del agua, en medio del bosque de algas, Lily divisó al


fin la caracola de cristal y en vista de que ya la tenían y que además
se les estaba pasando el efecto de las branquialgas.

Ella y Harry decidieron subir. La pelirroja le dio la caracola a


Harry y le hizo señas con las manos para que se adelantara, de
modo que él subió y al llegar a la superficie lo recibieron en medio de
vítores.

—Y aquí tenemos a los Potter—.

Expresó Dumbledore mientras Harry subía a la plataforma y


era recibido por el señor Weasley. —Pero un momento, ¿dónde está
Lily?—. Preguntó.

Harry miró hacia atrás.

Y comprobó que efectivamente su madre no estaba tras él.

El chico comenzó a desesperarse y quiso saltar de nuevo al


lago, pero Arthur y Fred se lo impidieron.

Abajo Lily luchaba con las algas que se habían enredado en su


cintura y sus tobillos apresándola y dejándola sin aire ya que se le
había pasado el efecto de las branquialgas.

No es que las algas quisieran atacarla, sino que ella se había


enredado accidentalmente entre ellas en la búsqueda de la caracola
y ahora le era imposible salir.

Hasta que terminó por perder la conciencia.


—¡Mamá!, ¡mamá!—. Gritaba una y otra vez Harry, ya que los
Weasley lo continuaban sujetando.

—¡Dios mío!, algo malo está pasando—. Exclamó Narcissa con


ambas manos en las mejillas.

Hagrid ya se estaba quitando las botas y el abrigo de piel de


topo para ir a rescatarla cuando todos vieron que Snape en un tris
ya se había despojado de su capa y sus botas, pasó junto a Harry y
los Weasley y sin pensarlo dos veces se arrojó al lago.

Rita Skeeter.

Que ya había subido a la plataforma.

Le hizo señas a su fotógrafo para que tomara fotos mientras


ella tomaba notas.

Los demás fotógrafos y periodistas hacían lo mismo.

—No se preocupen—. Dumbledore trataba de tranquilizar a la


multitud y sobre todo a Harry, que lloraba desconsoladamente. —El
profesor Snape la encontrará—.

Severus estaba desesperado.

Mientras nadaba miraba en todas direcciones para ver si la


hallaba.

Cuando anduvo un trecho el corazón le dio un vuelco dentro


del pecho, encontró a Lily inconsciente enredada entre las algas.

Snape sintió como la sangre se le helaba dentro de las venas y


a su mente le llegó la escena de ese fatídico día en que la encontró
tirada en el suelo creyéndola muerta.

—No, no puede ser, no otra vez—. Pensó.

El hombre hizo acopio de todo su valor.


Y se encaminó hacia ella, le colocó una mano en el cuello y
comprobó que aún tenía pulso aunque muy débil.

Debía actuar rápido, tenía que sacarla de allí lo antes posible,


de modo que sacó la varita del bolsillo de su gabardina y le arrojó un
hechizo no verbal a las algas para que liberaran a Lily.

Snape la tomó por la cintura y subió con ella a la superficie, el


público permaneció helado al ver que Lily estaba inconsciente.

—¡Por las barbas de Merlín!, ¡no Dios mío!—. Exclamó Molly al


tiempo que se abalanzaba a los brazos de Sirius.

—Lily, no por favor—. Suplicó Sirius con un hilo de voz.

Rodolphus, Bellatrix y Lucius estaban estupefactos.

—Ella tiene que estar bien mamá—.

Ron trataba de tranquilizar a su madre.

Ginny solo lloraba, al igual que Fleur.

—¡Oh por Dios!—. Exclamó Anastasia Granger.

George, Charlie y Percy se llevaban las manos a la cabeza.

Y Tonks, Lupin y Hagrid corrieron hacia la plataforma.

Severus depositó a Lily en el piso de madera de la tarima y


Harry se le arrojó encima a su madre inconsciente tratando de
hacerla reaccionar inútilmente.

—¡Mamá!, ¡mami por favor despiertaaaaa!—.

Gritó desesperado.

Hermione lloraba en brazos de su padre.

—¡Potter quítate!—. Le ordenó Snape con voz firme.

Aunque con un matiz de preocupación.


—NO—. Gritó Harry con intransigencia.

—Potter, por favor déjame esto a mí—. Volvió a insistir Snape


tratando de que su voz no se quebrara.

Fred y el señor Weasley lo alejaron y él no se resistió, no sabía


porque pero sentía que debía confiar en él, en Severus Snape, algo le
decía que debía darle un voto de confianza.

Snape volvió a tocarle el cuello a Lily y comprobó aliviado que


el pulso, aunque débil, aún seguía allí.

De modo que tomó la cabeza de la mujer, la colocó ligeramente


hacia atrás y le dio respiración boca a boca.

Con los nervios.

Nadie advirtió que el equipo de Skeeter continuaba tomando


fotos, mientras ella tomaba notas.

Severus continuó dándole respiración artificial, alternándola


con masajes cardiacos.

—¡Vamos Lily!—. Susurraba.

—¡No me hagas esto, vamos, reacciona!—.

Mientras él le daba masajes cardiacos el cuerpo de ella dio un


espasmo, abrió los ojos y comenzó a toser copiosamente mientras
brotaba agua de su boca.

—¡Gracias Dios mío!—.

Musitó Snape cerrando los ojos en señal de alivio.

—¡Mamá!—. Exclamó Harry con emoción mientras se acercaba


nuevamente a ella y la cubría de besos.

—¡Mami estás bien!, perdóname por dejarte allí abajo, yo no


sabía…—.
—¡Déjala respirar Potter!—. Ordenó Snape.

Ella lucia algo desorientada pero estaba bien.

—¿Qué pasó?—. Preguntó ella con un hilo de voz mientras


temblaba descontroladamente.

—Casi te mueres mamá—.

Respondió Harry mientras la ayudaba a levantarse. —Casi te


pierdo de nuevo—.

—Ella está bien, ha reaccionado—. Anunció Dumbledore con


una mezcla entre emoción y alivio. —Gracias al profesor Snape—.

Inmediatamente después se escucharon aplausos y vítores


para Snape, este permaneció inmutable, como siempre, mientras
temblaba a causa del intenso frío.

Pero por dentro la alegría se apoderaba de él, ella estaba bien,


él la había salvado, había salvado a Lily.

—¿Estás bien?—. Le preguntó el señor Weasley a Lily.

—Sí—. Respondió ella después de toser un par de veces más.


—No se preocupen, ya no llores Harry—. Le dijo a su hijo mientras le
secaba las lágrimas del rostro.

—¡Usted es un héroe profesor Snape!—. Exclamó Fred.

—Usted la salvó—.

—¿Es eso cierto Sev?—. Inquirió la pelirroja volteándose a su


amigo. —¿Tú me salvaste?—.

Él asintió ligeramente con la cabeza.

—¡Oh Sev!, ¡gracias!—. Exclamó ella arrojándose a sus brazos.


—¡Gracias por salvarme!—.

—¡Que viva el profesor Snape!—. Gritó Draco.


—¡Que viva!—. Exclamó la multitud.

—Muy bien, ahora debemos darle un poco de espacio—. Volvió


a hablar Dumbledore esta vez sin el encantamiento amplificador de
voz.

—Por favor Harry, acompaña a tu madre a la enfermería para


que descanse—.

—Mientras nosotros damos los resultados de la prueba—.

Lily se acercó a Dumbledore para decirle que de verdad estaba


bien y que solo deseaba ir a cambiarse de ropa, él accedió y dio los
resultados de la competencia que resultaron ser los siguientes:

Los Malfoy en primer lugar, lo que le otorgaba 250 puntos a la


casa de Salazar Slytherin.

Los Weasley en segundo lugar.

Otorgándole 50 puntos a Gryffindor.

Luego los Lovegood, que por estar en desventaja, al igual que


Slytherin por ser los únicos recibieron 100 puntos.

Los Granger obtuvieron 20 puntos.

Los Longbottom 10 y los Potter 5.

—Lo que deja a Slytherin en primer lugar de la competencia de


hoy con 250 puntos—. Concluyó Dumbledore.

—Revenclaw, en segundo lugar con 100 puntos y finalmente


Gryffindor con 85 puntos—.

—Eso no es justo—. Dijo Fred con el ceño fruncido.

—Papá y yo llegamos antes que los Lovegood—.

—Claro que es justo—.


—Los Malfoy y los Lovegood éramos los únicos de nuestras
casas, por lo tanto, debíamos recibir más puntuación—.

Explicó Luna con su vocecita soñadora.

—Luna tiene razón Fred—. Razonó Hermione.

Todos los participantes y Snape se fueron a cambiar de ropa


mientras los demás grupos ejecutaban su prueba.

Lily después se reunió con los otros, que la abrazaron, y Sirius


se tuvo que morder la lengua para tragar sus propias palabras
cuando Lupin dijo una y otra vez que Severus era un verdadero
héroe.

Más tarde estaban nuevamente congregados a las orillas del


lago para presenciar el show de Celestina Warbeck, que esta vez era
la encargada de amenizar la fiesta de la segunda prueba.

—Y con ustedes, la gran Celestina Warbeck—.

Anunciaba Dumbledore. —Celestina nos va a interpretar su


éxito “Un caldero de amor caliente e intenso”—.

—¡Pego que hogog!—. Exclamó Fleur.

—Pues ningún horror, señorita—. La corrigió Molly. —Esa es


la mejor cantante que existe, y esa canción la solíamos bailar tu
suegro y yo cuando éramos jóvenes—.

Todos los pasaron muy bien ese día, pese al gran susto que
vivieron.

Bailaron, se divirtieron y conversaron hasta que el crepúsculo


comenzó a teñir el cielo y entonces todos se retiraron a sus salas
comunes o habitaciones.

Antes de marcharse a la sala común de Gryffindor, Lily no


dejaba de agradecerle una y otra vez a Severus por haberla salvado y
éste no dejaba de reiterarle que habría dado su vida por ella de
haber sido necesario, después él se retiró a su habitación con un
gozo en el alma y una agradable sensación en sus labios.

Capitulo 15. Otro escándalo en el torneo

Al día siguiente, todos despertaron maravillados, pues a pesar


de que el día estaba nublado, igual que el día anterior, el ambiente
estaba alegre, incluso, Dumbledore había encantado el techo del
gran comedor para que reflejara un cielo azul y radiante, muy
diferente al de afuera.

Aquella vez, fue la mesa de Ravenclaw la que sirvió de


anfitriona a los padres e hijos de Slytherin y Gryffindor.

Se encontraban comentando los pormenores de la prueba


anterior, cuando de repente, entraron las acostumbradas bandadas
de lechuzas portadoras de noticias y regalos. La mesa de Ravenclaw
particularmente recibió la edición matutina del profeta y los gemelos
recibieron una carta proveniente de su tienda de bromas.

Cuando todos desplegaron el periódico…

Se quedaron estupefactos, en especial Lily.

Que se veía nuevamente a si misma tendida en el piso y a


Severus sobre ella con su boca unida a la suya bajo un titular que
decía:

“¡La pareja apasionada vuelve a protagonizar escándalo


en Hogwarts!”

—¡Estúpida Skeeter!—. Exclamó Lily furiosa.

—Esto es inconcebible—. Añadió Alice Longbottom.

Harry miró la foto y sintió que la sangre le hirvió dentro de las


venas, entonces echó un vistazo a la mesa de los profesores, y allí
estaba Severus Snape mirando el periódico mientras negaba con la
cabeza con estupefacción, sin embargo al niño que vivió le pareció
percibir una sonrisa en los labios del hombre.

—Esa mujer es toda una mentirosa, sin duda alguna—. Dijo


Harry. —¿Qué dijo esta vez?—.

—Pues, escuchen esto—.

Anunció Sirius al tiempo que aclaraba su garganta.

—El profesor Severus Snape y Lily Evans—.

—Mejor conocida como la madre del elegido volvieron a hacer


de las suyas durante la segunda prueba del torneo de padres e hijos
que se lleva a cabo en Hogwarts, escuela de magia y hechicería. La
pareja ya no se conforma con escaparse a lugares apartados para
darse calurosas y apasionadas pruebas de afecto, sino que ahora lo
hacen en presencia de todos—.

Sirius detuvo por un instante la lectura y lanzó un gruñido.

—Ayer mismo pudimos dar fe de ello—.

—Cuando el profesor Severus Snape—.

—(Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras)—.

—Decidió arriesgar su propia vida para salvar la de Lily Potter,


Evans o como se llame, que se tardaba demasiado en salir del lago
negro y cuando por fin lo hizo—.

—Este le dio un apasionado beso en frente de todo el colegio


para celebrar que ella estaba bien. Reiteramos que no estamos de
acuerdo con este tipo de escenas, ya que consideramos que es un
muy mal ejemplo para nuestros jóvenes—.

Cuando Sirius termino de leer, observo a Lily que estaba roja


de la ira y los labios blancos por la presión que ejercía al apretarlos.

—Mírale el lado bueno Lily—. Dijo Anastasia Granger.


—Todos vimos que fue lo que realmente sucedió, y por ende
todos los demás podrán apreciar que lo que ella dijo la otra vez
también era mentira—.

—Lo sé, pero eso sólo lo saben las personas que estuvieron
presentes allí ayer, los que no, deben estar pensando lo peor de mí—
. Repuso Lily.

—Pues…—.

—El que siquiera se atreva a hacerme el menor comentario


negativo sobre ti le daré su merecido—. Agregó Harry.

Mientras golpeaba la palma de su mano izquierda con el puño


derecho.

—No, cariño, no creo que sea necesario llegar a tanto—.

Respondió su madre.

—Pero es que esta mujer no tiene límites—. Dijo Narcissa con


indignación.

—Ya es demasiado—. Agregó la señora Weasley.

—¿Saben qué?—. Preguntó Lucius. —Creo que ya va siendo


hora de que ponga a esa mujer en su lugar, Severus es mi amigo y
ahora Lily también lo es, y no es justo que esa mentirosa trate de
calumniarlos—. Aspiró hondo y luego continuó.

—Escribiré al profeta y haré que la despidan, serviré de testigo


para refutar lo que dice—.

—¡No Lucius!—. Exclamó Lily.

—Te lo agradezco mucho, pero será mejor que no lo hagas, es


mejor dejar que todo caiga por su propio peso—.

—Sí, es mejor así—. Añadió Xenophilus.


—No olviden que soy el director del Quisquilloso y yo mismo
estoy preparando un reportaje bastante prometedor sobre Skeeter—.
Dijo mientras se frotaba las manos con malicia.

—No puedo esperar—. Añadió Sirius con emoción.

Fred y George se apresuraron a abrir la carta que les había


llegado y se alegraron al ver lo que decían.

—¡Qué maravilla!—. Exclamo Fred.

—Sí, esto es estupendo—. Los secundó George.

—¿De qué hablan?—. Inquirió su madre intrigada.

—Es una carta de la chica que dejaste como encargada de la


tienda—. Respondió el mayor de los gemelos. —Dice que las ventas
han prosperado muchísimo y que incluso Zonco ha hecho dos
pedidos masivos de orejas extensibles y de varitas falsas para surtir
su tienda—.

—¡Felicidades, chicos!—. Exclamó la señora Weasley.

—Sí que se han vuelto exitosos estos dos—. Comentó Ginny.

—Y pensar que mamá creía que acabarían haciendo fechorías


como Mundungus—. Añadió Ron entre risas.

—Pero ya ves que no, tonto—.

Dijo George azotándole la cabeza. —Somos empresarios—.

—Y muy exitosos, debo agregar—. Saltó Harry.

—¡Ah!, pero eso es gracias a ti, compañero—.

Aclaró Fred mientras levantaba su copa de jugo de calabaza.

—Así que quiero que brindemos por Harry, porque fue gracias
a él, ya que nos regaló el premio que ganó en el torneo de los tres
magos y así nació “Sortilegios Weasley”.
—¡Vaya!, eso sí que es un lindo gesto—.

Comentó Frank Longbottom.

—Harry siempre es muy bueno con todos, papá, y sobre todo


conmigo—. Dijo Neville.

—Sí, y es todo un héroe—. Soltó Ron.

—Estoy orgullosa de mi Harry—. Agregó Lily.

—¡Por Dios!, van a hacer que me sonroje—. Expresó Harry con


las mejillas ya coloradas.

—Tú también deberías sentirte orgulloso de ti mismo Harry—.


Añadió Narcissa.

—Y con respecto a ustedes—.

Dijo Lucius señalando a los gemelos con su bastón. —Ya veo


que son excelentes empresarios, así que si no les molesta, me
gustaría invertir en ustedes, ¿qué tal les parece abrir sucursales en
el extranjero, por ejemplo?—.

—Po… por Dios!—. Exclamó George. —Eso sería grandioso—.

—Nos encantaría poder hacer negocios con usted, señor


Malfoy—. Añadió Fred.

—Ya no puedo esperar a ver a los habitantes del resto del


planeta comprando nuestros productos—. Continuó George.

—¡Maravilloso!—. Dijo Lucius estrechándoles las manos. —Eso


merece otro brindis, me gustaría que todos ustedes vinieran a mi
casa en navidad—.

—Y así los gemelos y yo podríamos hablar de negocios—.

—¡Genial!—. Exclamaron los gemelos al unísono.

—Estaríamos encantados de recibirlos—. Añadió Narcissa.


Los Longbottom bajaron la mirada.

—Si quieren pueden asistir—. Añadió Bellatrix tímidamente.


—Rodolphus y yo nos iremos a otra parte para que ustedes puedan
asistir—.

—No, no hagan eso—. Expresó Alice.

—Tengo entendido que ustedes también viven ahí, así que no


pueden dejar de estar en su casa por nosotros, estaremos bien,
además ya hemos quedado en pasar la navidad con la madre de
Frank—.

—No se preocupen, de todos modos son bienvenidos a nuestra


casa—. Dijo Narcissa con una sonrisa.

—Todos están invitados, por supuesto ustedes también—.

Miró de frente a la familia Granger.

—¿En serio?—. Preguntó Anastasia emocionada.

—Desde luego—. Respondió Narcissa.

—Ustedes son muy amables—. Luego se volteo hacia Sirius. —


Y tú también primo—.

—No me importa cuántas veces nos acuses a Lucius, a Draco


y a mí de seguir siendo mortífagos, o a Bella y a Rodolphus, déjanos
demostrarte que hemos cambiado, danos esa oportunidad, después
de todo llevas mi sangre y la de Bella, deja tu actitud infantil y ven a
mi casa pasar la navidad ¿sí?—.

Sirius se levantó.

Y todo el mundo pensaba que iba a marcharse y a dejar a


Narcissa con la palabra en la boca, pero no fue así.

Caminó directamente hacia ella y le dio un fuerte abrazo.


—No tienes que demostrarme nada prima—.

—Ya nos han demostrado su arrepentimiento desde el mismo


momento en que brindaron información acerca de Voldemort y sus
planes, yo fui el tonto—.

—Es solo que me costó asimilar todo esto, ¡perdóname!—.

Luego se volteo hacia Bella.

Y la tomó por un brazo para exhortarla a que se levantara de


su asiento y cuando lo hubo hecho, también la abrazó.

—¡Perdóname tú también!—.

—Yo realmente quiero revivir esos días en que éramos niños y


nos reuníamos todos en la honorable casa de los Black—.

Dijo esto último exagerando un gesto teatral, luego estrechó la


mano de Draco, Lucius y Rodolphus.

—De verdad disculpen mi actitud, es solo que ha sido muy


difícil asimilar su cambio—.

El desayuno terminó felizmente y cada uno se dispuso a ir a


su sala común, era domingo y no habría clases, por la tarde, se
fueron a los jardines, donde Sirius deslumbró a los Granger con su
transformación, al tiempo que les explicaba que era un animago.

Tonks llegó luego.

Y les mostró sus dotes de metamorfomagia.

Capitulo 16. La tercera prueba y el primer beso

Octubre dio paso a Noviembre, mes que no hubo pruebas y los


padres sólo se dedicaron a compartir experiencias con sus hijos y
amigos, además realizaron excursiones a Hogsmeade, donde se
divirtieron un montón, y Hermione les explicó a sus padres que
aquel era un pueblo habitado únicamente por la comunidad mágica.
Cuando llegó diciembre, el clima se hizo aún más frío y aún
les quedaban quince días para que llegaran las vacaciones de
navidad, pero mientras tanto, tendrían que enfrentar la tercera
prueba del torneo de padres e hijos.

Después de catorce días…

Estaban todos concentrados, como siempre a las afueras del


imponente castillo, donde al igual que siempre.

Se imponía un escenario majestuoso.

En el cual estaban Dumbledore.

Los profesores y los periodistas.

No muy lejos del escenario había un grupo de hipogrifos, que


Hagrid había adiestrado previamente.

El anciano director apuntó una vez más a su garganta con la


varita, y comenzó a explicar cómo se llevaría a cabo la tercera
prueba.

—Bienvenidos de nuevo, esta es la tercera prueba del torneo


de padres e hijos—. Saludó el viejo. —Es mí deber recordarles que
los grupos quedan conformados al igual que las veces anteriores—.

—Esta vez deberán subir a esos hipógrifos y volar hasta el


pueblo de Hogsmeade, donde se les entregará un lirio mágico que ha
sido extraído del valle de las hadas en el bosque prohibido, y que las
hadas han encantado para que tenga la capacidad de concederle un
deseo a la familia que resulte ganadora, cuando lo obtengan deben
regresar hasta aquí, y entregármelo, como siempre, la familia que
llegue primero será la ganadora—.

Como de costumbre, todos respondieron con gran aplauso y


expresiones de júbilo.
Los Granger estaban estupefactos con las criaturas que
observaban a lo lejos.

Al tiempo que Hermione les recordaba su nombre.

—Se llaman hipogrifos—.

—Y son un hibrido entre caballo y águila—. Explicaba la chica


con su acostumbrado aire de suficiencia.

Hermione tenía sus reservas en cuanto a participar en la


prueba debido a que detestaba volar, pero su madre la persuadió al
respecto, ya que ella, a diferencia de su hija, adoraba las alturas y
los deportes extremos.

Su padre, William Granger también, pero decidió que esta vez


fuera su esposa la que acompañara a su hija.

Los Malfoy resolvieron que Lucius acompañaría a Draco.

Los Longbottom acordaron que Alice sería la que montaría al


animal junto a su hijo.

Por su parte los Weasley resolvieron que el señor Weasley iría


junto a Ron.

Y con respecto a los Potter y a los Lovegood, ellos no tenían


que hacer elección alguna.

Hagrid fue el encargado de darles las instrucciones antes de


subir a los animales.

—Esto será sencillo, sobre todo para los chicos, ya que los han
estudiado antes—. Dijo el semi gigante con una sonrisa que apenas
se advertía debajo de toda esa mata de pelos.

—Primero que todo, deben hacerles una reverencia y esperar a


que ellos correspondan el gesto, si lo hacen, quiere decir que les
permitirán montarlos, ¡ah! Y no olviden, ellos son muy sensibles a
los insultos, así que trátenlos con mucho cuidado—. Explicó Hagrid
mirando especialmente a Draco y a su padre.

Estos sólo rieron.

—¡Descuida Hagrid!, esta vez me portaré bien, lo prometo—.

Lo tranquilizó el muchacho levantando la palma derecha y


mantenía la otra a la vista para que notara que no cruzaba los
dedos.

—Yo también me portaré bien—.

Añadió Lucius imitando el gesto de su hijo.

—¡Eso es grandioso!—. Exclamó el buen Hagrid.

Las familias hicieron entonces lo que Hagrid les ordenó y al


poco rato ya estaban subidos a los lomos de los hipógrifos.

—Sosténganse con las piernas—.

Presiónenle las rodillas al cuerpo—.

—Y si sienten que se van a caer pueden sujetarse del cuello,


pero sin apretar demasiado—.

—Porque no les gusta, tampoco le arranquen las plumas—. El


guardabosque daba las últimas instrucciones.

—¿Todos listos por allá?—. Preguntó Dumbledore.

Hagrid levantó su pulgar en señal de aprobación y entonces


Dumbledore.

Luego de una cuenta regresiva.

Le pidió al señor Filch que hiciera sonar su cañón, el cual se


disparó cuando la cuenta iba por dos. Los hipógrifos despegaron las
patas del suelo y se dispusieron a surcar los aires.
—Mami, tengo miedo—. Dijo Hermione temblando mientras su
madre la sujetaba detrás de ella.

—Tranquila princesa—. Respondió Anastasia Granger.

—Confiemos en el buen Hicógrifo—.

—Hipógrifo—. La corrigió ella sin poder contenerse.

—¡Yupiiiiii!, esto sí que es divertido—. Exclamó Luna con gran


emoción.

—Adoro sentir el viento en el rostro—.

La secundó su padre con los brazos extendidos a cada lado.

—Siento que me voy a caer—. Gimoteó Neville.

—No te vas a caer Neville, yo estoy detrás de ti—.

Trató de tranquilizarlo su madre.

Junto a ellos pasó como un bólido el hipogrifo de los Malfoy.

—Draco, vamos en primer lugar—. Dijo Lucius emocionado


mientras miraba a los demás hipógrifos detrás del suyo.

—No, papá—. Lo corrigió Draco.

—Mira hacia adelante, allí van los Weasley—.

—¡Por las barbas de Merlín!—.

Expresó el señor Weasley alegremente. —Vamos encabezando


la carrera—.

—Sí, papá, esto es emocionante, aunque un poco aterrador—.


Contestó Ron mirando hacia abajo.

Pero justo en ese instante Buckbeak los dejó atrás, sobre su


lomo iban alegremente Harry y su mamá.
—¡Ya veo el pueblo!—. Exclamó el elegido con emoción.

—Sí, allá se ve la gente, parecen puntitos—. Dijo Lily.

Muy atrás de ellos.

Habían logrado colocarse en la misma posición de los Weasley


y los Longbottom, mientras detrás, venían los Granger, seguidos de
los Malfoy y finalmente los Lovegood.

En Hogsmeade, se encontraba Nymphadora Tonks y Remus


Lupin, junto a una gran cesta que contenía los lirios encantados,
sobre la cesta revoloteaban alegremente un par de hadas.

—¡Mira cariño!—. Exclamó la metamorfomaga. —Ya se acerca


el primero, ¡qué emoción!—.

—Sí, y creo que son Lily y Harry—.

Añadió Remus entrecerrando los ojos y colocando su mano por


encima de estos.

Efectivamente, Buckbeak posó sus cuatro patas en el piso y


entonces Tonks se apresuró a entregarle a Lily su lirio.

—¡Felicidades!, ustedes son los primeros—. Encomió la chica


con sinceridad.

—¡Gracias, Tonks!—. Respondió Lily.

—Creo que vamos a ganar—.

Añadió Harry visiblemente emocionado.

—Sí, pero deben darse prisa si quieren continuar siendo los


primeros—. Los apuró Remus.

Buckbeak retomó el camino de vuelta y se encontró con el


hipogrifo de los Longbottom, que ahora encabezaba a los demás.

Al llegar a Hogwarts, el colegio se llenó de gran júbilo.


Y aplausos al ver que el elegido y su madre eran los primeros
en llegar.

—Sabía que lo lograrían—. Expresó Sirius mientras ondeaba


una gran bandera de Gryffindor.

—¡Bravo!—. Vitoreaba Hagrid. —Aunque también debemos


reconocer la victoria de Buckbeak… ¡eh!, quiero decir Witherwings—.

—¡Oh, Hagrid!, descuida, ahora puedes llamarlo como quieras,


recuerda que ya no está huyendo del ministerio—. Dijo la señora
Weasley.

—Démosle un gran aplauso a la familia Potter—.

Exhortó Dumbledore.

Snape aplaudió con ímpetu, tratando de parecer inmutable


aunque no pudo evitar que se le escapara una sonrisa de felicidad.

Molly, Ginny y los gemelos subieron a felicitar a los ganadores


y Harry sintió que las piernas no lo sostenían, cuando Ginny lo besó
en la mejilla.

—¿Y qué van a desear?—. Preguntó la menor de los Weasley.

—Bueno, eso se lo dejaré a Harry—.

—Será mejor que él pida el deseo—. Contestó Lily.

—Me encantaría pedir que mi papá volviera—.

—Pero el profesor Dumbledore me ha dicho que no se puede


desear cosas así—. Respondió Harry apesadumbrado.

—No importa cariño—. Lo abrazó Lily. —Ya verás luego que se


te ocurre—. Añadió, sin sospechar siquiera que aquel lirio encantado
terminaría salvando la vida de alguien muy preciado.
—¡Felicidades familia Potter!—. Dijo una presumida voz detrás
de ellos.

—¿Qué rayos hace usted aquí señorita Skeeter?—. Preguntó


Harry molesto.

—Cubro el evento corazoncito—.

Contestó la periodista, tratando de ser cariñosa mientras le


pellizcaba las mejillas.

Harry se apartó para evitar el contacto.

—Usted es una descarada—. Espetó Lily.

—No debería estar aquí, ni trabajar para El Profeta después de


todas las mentiras que ha inventado—.

—¡Oh!, ¿qué yo he inventado mentiras?, eso no es cierto—.


Respondió la mujer fingiendo indignación.

—Sí, bueno, ya basta Skeeter—.

Respondió Snape detrás de ella.

—Será mejor que baje del escenario, no creo que ellos quieran
ofrecerle una entrevista—.

—¡Oh!, sí, sí, claro, vámonos—.

Se dirigió a su equipo de fotógrafos.

Que no dejaban de disparar el flash.

—Dejemos en paz a la nueva familia feliz—.

—¡Estúpida mujer!, ya verá—. Expresó Harry mientras sacaba


de su túnica la varita mágica.

—Tranquilo, Harry—.
Saltó Fred bajándole la mano que sostenía la varita, mientras
miraba a la mujer con suspicacia. —Ella solita recibirá su merecido,
ya lo creo que sí—.

George por su parte señalaba a Skeeter y levantaba el pulgar


haciéndole una señal de aprobación a Sirius, que le guiñaba un ojo
en señal de complicidad.

Pronto llegó el resto de los participantes y rodearon a Harry y


a su madre para felicitarlos.

El segundo grupo ya se preparaba para la segunda ronda y


Harry pudo apreciar contrariado.

Pero sin poder evitarlo, con felicidad.

Que Ginny no se acercaba a Dean para desearle suerte, y más


tarde su felicidad se incrementó cuando escuchó la respuesta que
Ginny le dio a la pregunta que hizo Luna, la cual parecía haber sido
robada de los pensamientos de Harry.

—¿Po qué ya casi no andas con Dean?—.

Preguntó la rubia ladeando su cabeza.

—Porque él y yo ya no salimos, decidimos terminar nuestra


relación—. Respondió la pelirroja.

Hermione le guiñó un ojo a Harry.

Luego, el niño que vivió observó que Xenophilus, Sirius y los


gemelos se reunían aparte mientras miraban en todas direcciones,
para comprobar que nadie escuchaba su conversación, de modo que
se encaminó hasta allá para ver que tramaban.

Pero al llegar se decepcionó.

Al comprobar que ya habían terminado.

—¿Qué hacen?—. Preguntó Harry.


—Ya lo verás ahijado—.

Respondió Sirius frotándose las manos.

—Skeeter se va a arrepentir de haber dicho tantas mentiras—.


Dijo George.

—¿Pero que van a hacer?—. Volvió a preguntar Harry.

—¡Shhhhh!—. Lo hizo callar Fred.

—Sólo síguenos y lo sabrás—.

—¿Y para qué llevas eso?—.

Inquirió nuevamente Harry mirando la cámara fotográfica


Muggle que pendía del cuello de Fred.

Mientras se ponían en marcha.

—Ya deja de hacer preguntas y camina—. Dijeron los gemelos


al mismo tiempo.

Sirius y Xenophilus iban al frente, y se detuvieron cuando


vieron a Skeeter cerca de los invernaderos.

Estaba muy absorta.

Escribiendo en su libreta mientras caminaba, de modo que no


reparó en la presencia de los que la seguían.

Todos consiguieron esconderse detrás de unas zarzas dentro


del invernadero y observaron que la mujer se ubicó atrás, muy lejos
de ellos.

De pronto colocó su libreta y su pluma sobre una de las mesas


que usaban los estudiantes y se dispuso a buscar en el interior de
los materos.

—¿Pero qué estará buscando?—. Se preguntó Fred.


—Ya lo sabremos—. Respondió Xenophilus. —¡Vamos Sirius,
ya es hora!—. Añadió mientras le daba un ligero codazo al animago.

Sirius tomó la oreja extensible y la colocó dentro de su boca


mientras tomaba la forma de un perro negro, luego salió sigiloso de
su escondite y se metió con cuidado debajo de una de las mesas que
estaban más cerca de la bruja, que parecía murmurar algo.

George sostuvo la otra oreja a la altura de su cara, para que


todos pudieran escuchar.

—¿Dónde demonios habrá escondido Dumbledore esos


malditos lirios?—.

Preguntó la bruja mientras removía en todos los materos.

—Si tan solo tuviera uno de esos—.

—Pudiera pedir lo que quisiera—.

—Quizá estén en otro invernadero—.

Se dijo después de suspirar profundamente.

—O quizá no hubiese podido hacer nada si los encontraba—.

Respondió Sirius saliendo de su escondite, había tomado de


nuevo su forma humana.

Y de nuevo se había guardado la oreja dentro del bolsillo de la


túnica.

—Con que eso era lo que buscaba ¡eh!—. Comentó Xenophilus


mientras tomaba notas en su libreta.

Fred comenzó a tomar fotos sin utilizar el flash.

—¿Para qué tomas fotos?—. Preguntó Harry.

—¡Shhhhh!—. Lo hizo callar George.


—Mejor observa—.

—¿Qué está haciendo usted aquí?—.

Preguntó la mujer abriendo mucho los ojos al tiempo que


retrocedía.

—Creo que debo aclararle algo mí querida Skeeter—.

Habló Sirius mientras avanzaba.

—Suponiendo que usted hubiese encontrado esos lirios—.

—No habría podido hacer nada—.

—Puesto a que ellos están encantados para cumplir los deseos


de un ganador—.

—¡Ah!, pues, en ese caso creo que debo irme—.

Dijo la mujer con un tono de voz nervioso mientras intentaba


salir, pero Sirius la tomó del brazo.

—No tan rápido, señorita Skeeter—.

Los gemelos, Xenophilus y Harry, que ya había comenzado a


entender el plan, trataban de ahogar la risa.

—¡Suéltame cretino!, quiero salir de aquí—.

Protestó la periodista, que ahora estaba aterrada. —No quiero


estar sola con un ex presidiario—.

—Un ex presidiario bastante atractivo debo añadir—.

Dijo Sirius tomándola por la cintura.

—¡Oh vamos, Skeeter!, para que finges—.

—Si yo sé que eras una de las chicas que se morían por mí en


nuestra época de estudiantes—.
—Está bien, no te voy a hacer esperar más—. Dijo Sirius.

—Mejor te voy a dar lo que tanto deseas—.

El animago besó a la mujer en los labios.

Mientras Fred tomaba fotos sin parar, y Harry, Xenophilus y


George ahogaban la risa.

—Eres un… un atrevido, un patán—.

Gritó la mujer histérica después que Sirius la soltó. —Ya verás


lo que escribiré sobre ti—.

—¿Qué?, ¿dirás que estás loca por mí y que además siempre


lo estuviste?—. Se burló Sirius.

La bruja soltó un gruñido y se fue del invernadero echando


chispas por su varita. Los demás salieron de su escondite, muertos
de la risa al tiempo que felicitaban a Sirius por su actuación.

—Ahora nada más falta editar El Quisquilloso—.

Dijo Xenophilus. —Debo preparar el reportaje y editarlo, que


buen traje conmigo la imprenta—.

Harry se encontraba más feliz que nunca.

Ginny había terminado su relación con Dean.

Y ahora conseguiría vengarse de Rita Skeeter.

Por la noche, después de la celebración de la tercera prueba,


cada quien se retiró a sus habitaciones, pues estaban cansados y
además al día siguiente viajarían a la mansión de los Malfoy para
pasar vacaciones.

Lily no podía dormir, de modo que se levantó y contempló a


Harry, que dormía profundamente. No había duda que era la viva
imagen de James y se estremeció con la sola idea de perderlo a él
también, lo beso en la frente, sobre la cicatriz y lo arropó con el
cobertor, luego tomó su varita.

—¡Lumus!—. Exclamó, y la punta de ésta se iluminó.

Caminó hacia el buró y sacó de allí el viejo álbum de fotos que


solía hojear cada vez que la melancolía se apoderaba de ella.

Lentamente se encaminó hacia afuera de la habitación y se


sentó en el piso del pasillo para ver su álbum mientras lo iluminaba
con su varita.

Las lágrimas le resbalaron por las mejillas.

Cuando observó una foto.

Donde ella y James bailaban en medio de un prado en otoño,


suspiró hondamente y no pudo evitar dejar escapar un sollozo.

Severus tampoco podía dormir y había decidido salir de su


habitación para dar un paseo por los pasillos de las mazmorras,
cuando abrió la puerta se encontró con Lily en el suelo llorando y
sintió un nudo en la garganta cuando escuchó lo que dijo…

Ella por su parte estaba tan absorta en su sufrimiento que no


advirtió la puerta al abrirse.

—¡James!—. Dijo sollozando Lily. —Te extraño mucho—.

Pero luego Severus advirtió algo que no se esperaba.

—¡Dios mío!, estoy tan confundida—. Dijo la pelirroja.

—Extraño mucho a James—.

—Pero estoy empezando a sentir cosas por…—.

Un ruido la sacó de su confesión hecha en monólogo.

Era Pevees que hizo una fuerte pedorreta al pasar.


—Eres igual a “Myrtle la llorona”—. Canturreó el polstergaist.
—“Lily Pipipote la llorona”—.

—¡Cállate estúpido!—. Espetó Lily entretanto se incorporaba y


se limpiaba las lágrimas.

La respuesta del duende fue otra fuerte pedorreta.

—¡Ya basta Pevees!—. Ordenó Snape interviniendo al fin.

—¡El Quejicus y la Pipipote son novios!—. Comenzó de nuevo a


importunar.

—¡Lárgate o tendré que llamar al barón sanguinario!—.

Lo amenazó el profesor.

—No, no, por favor—. Suplicó Pevees.

—¡No llames al barón, no lo hagas!—.

El polstergaist sucumbió ante las amenazas.

Y se marchó aterrado, Snape por su parte se acercó a Lily.

—¿Estás bien?—. Le preguntó rodeándola con un brazo.

—Sí, no te preocupes—. Respondió ella con aire triste.

—No podía dormir—.

—Así que salí al pasillo a ver unas viejas fotos—.

—Yo tampoco podía dormir—. Alegó Snape.

—¡Lumus máxima!—. Exclamó, y de la punta de su varita salió


una bola de luz que se suspendió en el techo y que iluminaba la
parte del pasillo en que se encontraban.

—Así es mejor—. Dijo el mago.

Lily miró su varita.


—¡Nox!—.

Exclamó y la luz que antes estaba en la punta desapareció por


completo.

—Te veo algo triste—. Comentó su amigo.

Ella intentó sonreír pero no pudo.

—No es nada—. Respondió.

—Sólo que a veces me gana la nostalgia—.

Allí estaban los dos, solos, él con el corazón palpitándole solo


por ella, se había sentido morir cuando la vio sufrir por James, pero
más tarde le escuchó decir a ella que estaba confundida, que estaba
comenzando a sentir cosas por alguien, pero ¿por quién?.

En ese momento apareció el estúpido duende y lo arruinó


todo, ¿quién sería esa persona por la que estaba empezando a sentir
algo?, tenía que ser de su círculo de amistades porque no había
tenido contacto con nadie más.

De pronto su sangre se heló, ¿acaso sería Black?, ¿Lily estaría


comenzando a sentir algo por Black?, ¿Lily estaría comenzando a
sentir algo por Black?, no pudo más, tendría que preguntárselo.

—¡Lily!—. La llamó.

—Dime Sev—. Respondió la pelirroja.

—Te quedaste callado mucho tiempo, ¿en qué pensabas?—.

—En ti, bueno, me refiero a que no pude evitar observarte de


vez en cuando, y me he dado cuenta de que ya has ido superando lo
de…—. Hizo una pausa en la que respiro hondo. —Potter—.

—Sí, bueno, es que todos son muy buenos conmigo—.

—Son divertidos y me han ayudado a superar mi tristeza—.


Respondió ella mirándolo con ternura.

—Sí, sí, ya lo imagino—.

Comentó él poniendo los ojos en blanco.

—Pero sobre todo te he visto junto a Black…—.

—Sí, es que él me hace recordar a James—.

—Ya sabes, era su mejor amigo—.

—¿Te gusta?—. Preguntó Snape dejándose de rodeos.

—¿Qué?, ¿a qué te refieres?—. Preguntó Lily extrañada.

—¿Te gusta Black?—.

Volvió a inquirir él, esperando con miedo la respuesta.

—Por supuesto que no—. Contestó Lily indignada.

Y Severus respiró aliviado.

—¿De dónde sacas semejante disparate?—.

De pronto, una luz de esperanza brilló en su corazón, es decir,


si ella no sentía nada por Black.

¿Acaso tendría él una mínima posibilidad?.

Tendría que averiguarlo, y él sabía exactamente cómo hacerlo,


ya no lo aguantaba más, tenía que confesarle todo lo que sentía por
ella, ese amor que lo hacía desvelarse cuando era un adolescente y
que ahora nuevamente le había quitado el sueño desde que sabía
que ella había vuelto.

Era precioso averiguar si ella sentía aunque fuese una mínima


parte de lo que él sentía por ella y de no ser así, al menos él habría
logrado sincerarse.

—No entiendo de dónde rayos sacaste ese disparate—.


Continuaba diciendo ella mientras reía.

—Él es sólo un buen amigo—.

Severus la tomó por la cintura y la atrajo hacia él.

—¿Qué haces Sev?—. Preguntó ella tratando de zafarse.

—¿Te has vuelto loco?—.

—Quizá—. Respondió él muy cerca de sus labios.

—Siempre he estado loco por ti Lily—.

—¿Cómo dices?—.

Preguntó ella sintiendo que una corriente eléctrica le recorría


todo el cuerpo, aunque luchaba por salir del agarre de Severus ella
sabía que quería quedarse allí en sus brazos.

Sólo quería escapar porque él la confundía, es decir, siempre


había sido su amigo, su confidente y su hermano, pero últimamente,
desde el día en que él intentó besarla, ella comenzó a sentir que algo
se movía en su estómago.

Era la misma sensación que únicamente había experimentado


junto a James.

Y ahora, al tenerlo tan cerca estaba empezando a sentir lo


mismo.

—¿De qué hablas?—.

Volvió a preguntar fingiéndose la desentendida.

—Te amo Lily—. Habló Snape al fin, confesándose.

—Te he amado desde el primer día en que te vi, desde que te


conocí, ya no puedo seguir ocultándolo más—.
Y al decir esto, acabó con la poca distancia que había entre
sus labios y la besó con ternura. Al principio ella tenía los ojos como
platos y trató de escapar. Pero poco a poco fue sucumbiendo ante
sus propios sentimientos y se dejó llevar.

Ya no luchaba por apartarlo, sino que permaneció quieta entre


sus brazos, mientras él se sentía bendecido al cumplir su sueño, sin
dar crédito a lo que sucedía, disfrutaba de la suavidad de los labios
de Lily acariciándolos con los suyos, deleitándose con su calor, luego
se separaron cuando la necesidad de aire fue apremiante.

—¡Ahora lo sé!—. Exclamó el mago con voz pausada mientras


acariciaba sus labios con la punta de los dedos.

—No te soy indiferente—.

—Yo… yo…—. Ella se había quedado sin palabras. —No debí


permitir… tú… tú no debiste…—. Titubeaba al tiempo que escapaba
de su mirada.

—No sé si debí, pero ya lo hice, y no me arrepiento—. Contestó


él mientras esbozaba una sonrisa que ella no pudo evitar pensar que
era hermosa.

—Yo… me… yo me voy—.

Dijo ella mientras recogía el álbum del piso.

—Nos vemos mañana—.

Se despidió y se metió rápidamente en la habitación.

Severus, por su parte también ingresó en la suya pero con una


sensación en los labios, aún más agradable que la anterior.

Se acostó de nuevo en su cama.

Y no pudo dejar de estremecerse al recordar el contacto de sus


labios con los de Lily.
La suavidad de su piel y la exquisitez de su perfume. Al cabo
de un rato se durmió todavía pensando en ella.

Capitulo 17. El escándalo de Skeeter y las vacaciones de navidad

Por la mañana, todas las familias se levantaron muy temprano


para empacar ya que tenían que irse de vacaciones de navidad. Así
lo hicieron, empacaron sus pertenencias y luego se fueron al gran
comedor.

En la mesa de Gryffindor volvían a desayunar.

También los Malfoy, Lestrange y los Lovegood como invitados.

Nuevamente una bandada de lechuzas entraron como de


costumbre para hacer sus entregas.

Mientras Harry, Sirius los gemelos y Xenophilus se reían y


frotaban las palmas con malicia.

—Vamos a ver que nos trae Skeeter esta vez—.

Anunció Lily con ironía mientras desenrollaba su ejemplar de


El Profeta que una lechuza dejó caer.

En realidad, ella estaba sumamente nerviosa y desenrolló el


periódico con dedos temblorosos, luego colocó de nuevo el ejemplar
sobre la mesa, mientras se dejaba llevar por sus pensamientos, se
estremeció con tan solo recordar lo que había sucedido la noche
anterior en el pasillo de las mazmorras.

¿Y si Skeeter de alguna manera se las había arreglado para


tomarles otra foto?. Esta vez sí sería verdad, no sería ningún invento
de la periodista, Severus realmente la había besado, y ella por su
parte lo había ¿disfrutado?, no, eso no podía ser posible, pensó,
¿estaría traicionando la memoria de James?, sin darse cuenta elevó
la vista hacia la mesa de los profesores.
Severus la estaba mirando, así que ella casi instintivamente
desvió la mirada de nuevo hacia su periódico y se asustó cuando vio
el apellido “Potter” en la primera página pero luego le volvió el alma
al cuerpo al comprobar que titular sólo decía:

“Los Potter ganan la tercera prueba del torneo entre


padres e hijos”.

Los gemelos y Harry no pudieron contener más la risa.

—¿Pero qué les pasa a ustedes tres?—.

Preguntó Neville extrañado.

—Desde hace rato están muy raros—.

—Es cierto—. Confirmó Draco.

—¿Qué se traen entre manos?—.

—Espero que no sea nada malo—.

Añadió Hermione con suspicacia.

—Si están tramando algo—.

—No entiendo porque no me invitaron—. Saltó Ron dolido.

—Fue muy rápido Ron—. Se excusó Harry mientras reía.

—Pero te aseguro que yo no lo planeé—.

—¿De qué hablas cariño?—.

Preguntó Lily empezando a preocuparse.

—Ya lo verás Lily—. Respondió Sirius frotándose las manos.

—¡Creo que ya es hora!—. Dijo Xenophilus mirándolos a todos


mientras colocaba sobre la mesa una revista.
—La edición de esta semana de El Quisquilloso ya está lista, yo
la edité desde aquí e imprimí el ejemplar, pero se lo envié a un buen
amigo que trabaja conmigo para que lo reprodujera y distribuyera—.

Luna alzó la vista por encima de las mesas y notó que todas
las personas además de El Profeta.

Leían El Quisquilloso con la mandíbula casi desencajada.

—¡Wow!, sí que has vendido muchos ejemplares esta semana


papá—. Comentó la rubia con entusiasmo.

—¡Ah!, eso es porque me encargué de promocionar muy bien


esta edición—. Respondió su padre. —¿No recuerdas que ayer, antes
de terminar la fiesta de la tercera prueba me subí al escenario y pedí
a todos que compraran El Quisquilloso porque verían allí algo que los
dejaría pasmados?—.

—¡Ah, sí!, lo recuerdo—. Dijo Luna mirando hacia el techo con


el índice tocando su mentón.

Todos miraban a Xenophilus con expectación mientras este


trataba de desatar la revista que estaba hecha un rollo. Un momento
después, cuando la desató, la desplegó y le mostró el titular a todos.

“La verdad sobre Skeeter”.

Y debajo de este había una foto que parecía tomada por una
cámara Muggle, pues no se movía.

En esta aparecía la periodista entre los brazos de Sirius Black


mientras él la besaba.

La reacción de todos fue muy chistosa, nadie dijo nada, solo


dejaron caer sus mandíbulas, en todo el comedor hubo un murmullo
colectivo.
Narcissa alzó la vista hacia la mesa de los profesores y allí
estaban Dumbledore con El Quisquilloso en la mano mientras reía y
se lo mostraba a Severus, él por su parte enarcó una ceja.

—¿Qué significa esto primo?—. Preguntó Narcissa.

—Tú y esa…—.

—Un momento, un momento mí querida prima—. Contestó el


animago. —Primero hay que leer el artículo—.

—Yo lo leo—.

Dijo Fred levantando la mano derecha por encima de su


cabeza al tiempo que con la otra apremiaba al señor Lovegood para
que le concediera la revista.

—Ya veo que era lo que se traían entre manos—. Saltó Ron.

Lily estaba igual de confundida pero al igual que los demás


también quería saber el contenido del artículo.

—¡Vamos, Fred, léelo!—. Lo exhorto la pelirroja.

—Sí, léelo—. Saltó Hermione con impaciencia.

—¡Cielos!, pensé que odiabas los chismes—. Comentó George


dándole un codazo a la castaña en las costillas.

—No me malinterpretes, George—. Respondió la aludida.

—Bien, ya dejen de quitarme el tiempo y más bien escuchen—.


Terció Fred y luego comenzó a leer. —Esta es la verdad sobre Rita
Skeeter—.

—La temida periodista que trabaja para el diario El Profeta—.

—Ella presume ser muy profesional y equilibrada—.

—Cuando realmente es todo lo contrario. En realidad, no es


que nos concentremos en perjudicar la carrera de la reportera, sino
más bien en desmentir muchos de sus artículos amarillistas y llenos
de malas intensiones, al tiempo que develamos, al estilo de ella
misma cuál es su verdadero comportamiento—.

El pelirrojo alzó la vista y comprobó que todos permanecían


atentos a sus palabras, así que continuó:

—La reportera, quien presume de moralista, y que ha escrito


una variedad de artículos falsos donde se pone en tela de juicio la
reputación y comportamiento del profesor Severus Snape y la señora
Lily Potter, no por el hecho de publicar lo de su presunta “Relación”,
ya que en el caso de que la misma resultara cierta, ambos estarían
en todo su derecho y eso solo sería asunto de ellos, sino porque
Skeeter describió un montón de situaciones que jamás, JAMÁS
sucedieron entre los antes mencionados—.

—No obstante, Skeeter no sólo se dedica a inventar mentiras


sobre los demás sino que ayer mismo, mientras se llevaba a cabo la
tercera prueba del torneo entre padres e hijos, el cual tiene lugar en
Hogwarts, la reportera entró a los invernaderos, con la intención de
adueñarse de uno de los lirios encantados que eran el premio para
los ganadores de la competencia, sin embargo, recibió un regalo
mucho mejor cuando se encontró con Sirius Black—.

—Sí, así es, Sirius Black—.

—El mago que fue acusado injustamente por el Ministerio, y


enviado a la prisión de Azkabán—.

—El caso es que ambos mantienen una relación, al parecer


desde que este salió de la prisión—.

—Y cada vez que tienen oportunidad se encuentran en los


invernaderos para demostrarse todo su cariño—.
—Decimos esto, basándonos en lo que nos contó la propia
Skeeter antes de irse furiosa sin darnos más detalles que los antes
expuestos—.

—Es importante recalcar que en El Quisquilloso—.

—No nos desvivimos por desacreditar a nadie, por el contrario,


respetamos las decisiones de cada quien—.

—Sin embargo nos preguntamos, ¿será esta la clase de moral


y buenas costumbres que profesa Skeeter?—.

—¿Es esto lo que ella llama un buen ejemplo?—.

—Nos parece que los invernaderos de Hogwarts no son el


mejor lugar para besuquearse, nos revela Xenophilus Lovegood para
El Quisquilloso—.

Cuando Fred terminó de leer el artículo una sonrisa comenzó


a enmarcar el rostro de Lily, pero se quedó sin palabras.

—Pe… pero primo, ¿eso es cierto?, ¿tú y esa Skeeter?, ¡por las
barbas de Merlín!—. Exclamó Bellatrix.

—¡Vaya!, ¡vaya!—. Exclamó Rodolphus. —No cabe duda de que


sigues siendo el mismo picaflor de siempre, no has cambiado nada—
.

Sirius, al igual que Lily, no podía hablar, pero era porque se


desternillaba de risa.

—¿Cómo se te ocurre andar con esa Skeeter, después de lo


que inventó sobre Lily?—. Preguntó Molly con el entre cejo fruncido.

—Yo creo que es una broma—. Opinó Frank Longbottom.

—¡Esperen!—. Dijo Sirius cuando al fin pudo hablar.

—Todavía hay más—.


—¡Queee!, ¿todavía hay más?—. Preguntó Lily incrédula.

—Mamá, tienes que escuchar el resto—.

Dijo Harry con lágrimas en los ojos por la risa.

—Así que esa Skeeter y tú se lo tenían muy bien guardadito


¿eh?—. Comentó Ron señalando a Sirius.

Mientras todos reían, Hermione era la única que permanecía


seria, con los ojos entrecerrados en señal de suspicacia.

—Yo continuó leyendo—. Dijo Xenophilus tomando el ejemplar


que Fred le entregó y pasando la página que acababa de leer el
muchacho.

—Por supuesto, nosotros intentamos conseguir una entrevista


con ambos implicados para conocer ambas versiones, pero solo el
señor Black no la concedió—.

—Ya que la señorita Skeeter se negó rotundamente. Sirius


Black nos reveló que efectivamente había ido a los invernaderos para
hablar con la señorita Skeeter, pero solo con la intención de aclarar
algunos puntos con la bruja—.

“Yo la fui a buscar allí, es cierto, pero era para aclarar las
cosas con ella, porque ya quería que me dejara en paz, siempre me
está acosando, desde nuestra época de estudiantes en Hogwarts”.

“Ella está obsesionada conmigo y una vez que salí de Azkabán,


es decir, ahora que puedo andar libremente, ella ha vuelto al asecho,
es sencillamente asfixiante”.

“Ya no la soporto, yo que vengo de Azkabán, francamente no


sé distinguir entre quien es peor, si es un Dementor o Skeeter”.

“Ella incluso me amenazó, me dijo que si yo no accedía a tener


una relación con ella, entonces inventaría una calumnia sobre mí, o
cualquiera de mis amigos”.
“Que a ella le creían porque es una periodista respetable, en
cambio a mí nadie me creería porque soy… bueno, un ex presidiario,
yo no accedí a su chantaje y ya ven lo que publicó en El Profeta
valiéndose de artimañas para manipular las fotos”.

“Ayer, cuando fui a buscarla para hablar con ella, se me lanzó


encima y antes de que pudiera evitarlo, me besó”—.

—“Creo que ella está mal y debería ir a ver a un sanador en


San Mungo para que le revisen la cabeza”—.

Esas fueron las palabras textuales de Sirius Black.

Para explicar, según él, cómo resultó ser una víctima más de
la terrible Skeeter.

Cuando Xenophilus Lovegood terminó de leer, Lucius Malfoy le


dio una palmada de felicitación en el hombro.

—¡Vaya hombre!, sí que has hecho una buena redacción, te


felicitó—.

—Y tú—. Dijo dirigiéndose a Sirius.

—Bueno si me permites hablarte—.

—Te diré que has hecho un buen trabajo inventando todo eso,
porque me imagino que no es cierto, ¿o sí?—.

—¡Gracias Malfoy!—. Musitó Sirius.

—Tienes razón, no es cierto, pero ella tampoco dijo la verdad—


.

Lily no podía evitar sonreír.

—No sé cómo rayos hicieron para conseguir esa foto y tampoco


sé si es correcto o no lo que hicieron—.
—Pero no puedo evitar sentirme aliviada sabiendo que ella
está recibiendo una cucharada de su propia medicina—. Comentó la
pelirroja.

—Claro que estuvo bien, mamá—. Saltó Harry.

—Ahora ella sabrá lo que se siente ser calumniado—.

Sirius les explicó a todos como habían obtenido la foto por un


plan que había ideado junto a Xenophilus y los gemelos, y al cual se
unió Harry después, todos rieron y estuvieron de acuerdo, bueno…
casi todos.

Porque, Hermione, la señora Weasley y Anastasia Granger,


como era de esperarse, no estuvieron de acuerdo.

—Eso no estuvo bien—. Los reprendía Hermione. —Me parece


que han caído tan bajo como ella, actuaron exactamente igual—.

—Yo opino lo mismo—. La secundó su madre.

—Solo han debido decir la verdad sobre ella, es decir que es


una mentirosa, o algo así, pero no has debido besarla para luego
inventar todo eso—. Dijo esto último dirigiéndose a Sirius.

—Pues, en ese caso no le habríamos dado su merecido—. Se


defendió Sirius.

—Es verdad, además, les apuesto lo que quieran a que esa


mujer jamás en su vida se le vuelve a ocurrir decir una mentira más
en sus artículos—. Observó el señor Weasley.

—¡Por Dios, Arthur!, yo tampoco estoy de acuerdo con lo que


hicieron—. Riñó su esposa.

—Bueno, parece que Dumbledore disfrutó el artículo tanto


como nosotros—.
Dijo Frank, señalando hacia el mago, que se desternillaba de
risa con la revista en la mano mientras se la mostraba a Severus, y
esta vez, también él no pudo evitar dejar escapar una sonrisa de
satisfacción.

Al rato, cuando se disponían a abandonar el gran comedor,


Rita Skeeter se apareció en el gran umbral de la inmensa puerta de
roble inglés.

Estaba furiosa, sus rasgos estaban bastantes endurecidos y


sus ojos despedían llamas, caminó hacia la mesa de Gryffindor, y
para el asombro de todos, les propinó sendas bofetadas a Sirius y a
Xenophilus.

—ESO LO TIENEN MERECIDO, POR MENTIROSOS—. Gritaba


la mujer histérica.

Luna se acercó detrás de ella, la tocó con un dedo para que se


volteara, y cuando lo hubo hecho, también le propinó una sonora
bofetada.

—¡Así se hace Lunita!—. La felicitó Bellatrix.

—¡Bella, por Dios!—. La reprendió Narcissa.

—Luna, cariño, ¡Cálmate!—.

Le suplicaba la señora Weasley al ver que las mejillas de la


chica estaban rojísimas y respiraba agitadamente debido a la furia.

—Pues, lo tenía merecido por mentirosa y atrevida—. Intervino


Ginny.

—Y eso, es para que jamás se le ocurra volver a tocar a mi


padre—. Dijo Luna utilizando un tono de voz autoritario que dejó
anonadado a todo el que la vio.

—¡Vaya!—. Exclamó Neville. —¡Cuando se enoja se ve aún más


bella!—.
—Y también, es para que aprenda a no decir mentiras, porque
la mentirosa aquí, es usted—. Continuó la rubia.

—Tú a mí no me tocas, mocosa insolente—. Espetó la mujer


mientras tomaba Luna con fuerza por el cabello.

—¡Suelte a mi hija!—.

Espetó Xenophilus usando el mismo tono intimidante de su


Luna.

La mujer la soltó ante la mirada de furia que Xenophilus


Lovegood le lanzó, pero continuó lanzando improperios.

—¿CÓMO FUERON CAPASES DE INVENTAR ALGO ASÍ?, ESO


ES MENTIRA, ESE CRETINO EXPRESIDIARIO QUE VEN ALLÍ—.
Dijo señalando a Sirius. —FUE ÉL QUIEN ME ACOSÓ Y AHORA
VIENE A INVENTAR TODAS ESAS ESTUPIDECES—.

—¿Pero qué dices, Skeeter?—.

Preguntó Sirius con aire de suficiencia. —Si todos aquí saben


que tú siempre has muerto por mí, pero estás ardida porque nunca
fuiste mi tipo, no te vengas a hacer la santa—.

Todos los que los conocían de esa época sabían que aquello
era verdad, cuando eran adolescentes, ella era una de las niñas que
se derretían por Sirius, y por eso rieron con el comentario desde las
distintas mesas del gran comedor.

—Eso es cierto—. Añadió Lucius. —¿Por qué no lo dejas en


paz de una vez?—.

—¡BLACK, ERES UN MALDITO IDIOTA!—.

Gritó Skeeter histérica.

—¡YA BASTA!—. Terció Lily usando el mismo tono de voz.


—Creo que usted no tiene absolutamente nada que reclamar
aquí, porque fue precisamente usted la que lo inició todo—.

En ese momento.

Entraron al gran comedor Nymphadora, Remus y Moody.

—¿Qué está pasando aquí?, ¿esta mujer ha venido a buscar


problemas?—. Preguntó Ojoloco.

El señor Weasley se acercó a los Aurores.

—Sí, ella ha venido a reclamar por lo de El Quisquilloso.

—Será mejor que la dejemos—.

—Para que esta situación se resuelva de una vez por todas—.


Alegó Tonks.

—No estoy seguro, querida—. Dudó Remus. —Nuestro deber


es sacarla de aquí—.

—Yo estoy de acuerdo con Nymphadora—. Refutó Moody. —


Será mejor que ella la ponga en su sitio—. (Se refería a Lily).

—¡TÚ CÁLLATE!—.

Le gritó Skeeter a Lily mientras a su alrededor, alumnos,


profesores y padres cuchicheaban entre sí.

—Ella es la que se hace la santa—. Dijo luego mirando a todo


el mundo mientras señalaba a Lily.

—Mucho cuidado con lo que vas a decir—. La amenazó Harry


mostrándole su varita.

—Pues, la verdad—. Continuó la bruja, ahora usando un tono


de voz meloso. —La verdad siempre duele, y la verdad, es que tu
mamita si tiene un romance con el profesor Snape—. Señaló la mesa
de profesores, Lily sentía que el corazón se le iba a salir por la boca
recordando el beso que Severus le había robado la noche anterior.

—Yo misma los vi el día se la primera prueba, se estaban


besuqueando al final de la ladera, como dos desvergonzados—.

—YA ME TIENES HARTA—.

Gritaba Lily llena de rabia e impotencia.

Y sin poder contenerse más, se abalanzó sobre la bruja.

—¡No, Lily!—. Gritaron Hermione, Molly, Anastasia, Ginny,


Luna, Narcissa y Alice al mismo tiempo.

—¡Dale su merecido, Lily!—. Gritaba Bella.

—¡Bellatrix, por Dios!—. Volvió a reprenderla Narcissa. —¡Lily,


no te rebajes!—.

Lily la sostenía por los cabellos mientras Harry y los Aurores


trataban de hacer que la soltara.

Severus salió corriendo desde la mesa de profesores.

Y McGonagall gritaba desesperada:

—¡Hagan algo!—.

—¡Expendió!—. Exclamó Skeeter, y Lily salió despedida hacia


atrás, pero no se hizo daño, porque Snape la sujetó antes de que
impactara contra el suelo.

Remus desarmó a Skeeter.

—¡Gracias Sev!—. Exclamó Lily.

—¿Estás bien?—. Le preguntó él.

Ella asintió, y entonces Snape se dirigió hacia la reportera, la


tomó por el brazo y la fulminó con su mirada intimidante.
—Escúcheme bien, no quiero verte jamás por aquí, no vuelvas
a buscar problemas, a inventar mentiras, y mucho menos a acosar a
nadie—. Espetó con rabia, soltándola abruptamente y sabiendo que
lo de Sirius también era una mentira, que sin embargo la hacía
rabiar muchísimo.

—Sí, vete—. Añadió Sirius. —Yo no te amo, entiéndelo de una


vez NO TE AMO—.

—¡Salga de aquí inmediatamente!—. Ordenó Moody tomándola


por el brazo.

—¡Suéltame!, yo puedo irme sola—.

Pero él no la soltó, sino que más bien Remus la tomó por el


otro brazo, y ambos la obligaron a salir del castillo en medio de los
gritos, maldiciones y patadas que soltaba la bruja.

—¡Adiós!—. Exclamó Tonks con sarcasmo mientras agitaba su


mano derecha. —¡Y no vuelvas por aquí, porque te sacaremos de la
misma manera!—.

Después del bochornoso incidente, todos se fueron a buscar


sus pertenencias para irse del castillo.

Lily dudó en despedirse de Severus.

Porque no quería enfrentarlo después de lo que habían vivido


hace unos instantes y también la noche anterior.

Pero después resolvió que no se despediría y que luego le


enviaría una lechuza para explicarle porque se había marchado tan
abruptamente.

Finalmente se despidieron de Dumbledore, y este les aconsejó


que se marcharan usando la red flu,

Ya que era el método más seguro, todos estuvieron de acuerdo


y al cabo de un rato más, estaban frente a una gran chimenea
ubicada en el despacho del anciano director de Hogwarts, uno a uno
fueron entrando allí.

Hermione quiso entrar después de sus padres para asegurarse


de que lo hicieran bien.

—Tu primero, mami—.

Le dijo la chica a su madre, tomando un poco de polvos flu de


una bolsita de piel de dragón que Dumbledore le ofrecía.

—Debes arrojar esto al fuego y decir en voz alta y entendible ¡A


la mansión Malfoy!, y eso es todo, aparecerás allá—.

Concluyó empujando a su madre a la chimenea, pero esta se


resistía.

—Pe… pero ¡mira cariño!, el fuego está encendido, me voy a


hacer daño—. Alegó la mujer con miedo.

—Las llamas no te harán daño Anastasia—. La tranquilizó Lily


mientras reía. —Cuando arrojes los polvos, las llamas se tornaran
verdes y se harán inofensivas—.

—Ya has visto como han pasado los demás y no les han hecho
daño, bueno da un poco de mareo al principio, sobre todo la primera
vez, pero nada más—.

La mujer cedió al fin, y luego que pasó lo hizo su esposo, su


hija, y el resto de las personas.

Pronto se encontraron todas las familias amigas en el gran


recibidor de la mansión Malfoy.

Allí estaban: los Potter, los Lestrange, los Lovegood.

Los Granger y Sirius Black.

Los adultos se quedaron conversando mientras tomaban el té,


y Draco acompañó a los chicos a conocer la casa y sus habitaciones.
—¡Vaya!—. Exclamó George en voz baja. —¡Mira esto, Fred!,
nuestra habitación aquí es más grande que nuestro departamento
en el callejón Diagon—.

—Pues, sí—. Confirmó este arrojándose a la cama.

—Me parece que nos daremos la gran vida—

—Aún me parece mentira que estemos aquí—. Comentó Ron.


—De verdad, Draco, jamás me imagine estar aquí en tu casa—.

—Ni yo tampoco me imaginé tenerlos aquí, nunca pensé que


llegáramos a ser tan buenos amigos, pero ya ves—.

—Yo menos me imaginé estando aquí—.

—Y mucho menos trayendo a mis padres—. Dijo Hermione. —


Después de que éramos tan enemigos—.

Draco rió y la abrazó cariñosamente.

—Eso quedó en el pasado Hermione—. Dijo el chico riendo.

Luego Draco esperó a que Ginny, Harry, Ron, Luna y los


gemelos se alejaran un poco, y entonces decidió indagar sobre un
tema que le venía rondando en la cabeza desde hacía mucho.

—Hermione… ¿qué has logrado con Weasley?, es decir, con


Ron—.

—¿A qué te refieres Draco?—.

Preguntó ella un poco extrañada.

—Quiero decir, ¿ya son novios?—.

Preguntó dejándose de rodeos.

—No, quizá es que no me quiere, ni siquiera le gusto, ya ves


cómo me esquiva—.
Él volvió a reír. —No seas tonta—. Dijo.

—Yo he visto cómo te miras, se nota que te ama, pero es solo


que… disculpa que te lo diga—.

—Pero él es un poco tonto, no sabe cómo expresarse, quizá es


un poco tímido para estas cosas—.

—¿Tú lo crees?—. Preguntó ella con los ojos húmedos. —Yo lo


amo Draco, pero soy muy tradicional y no quiero ser yo quien tome
la iniciativa, además tengo miedo de que me rechace—.

Draco enmudeció por un momento como si reflexionara, y casi


al instante chasqueó los dedos.

—¡Lo tengo!—. Exclamó repentinamente. —Hablaré con él—.

Hermione palideció.

—¡NO, DRACO!, ¿Estás loco?—.

—No seas tonta, yo no le voy a hablar de tus sentimientos,


sino de los de él, voy a averiguar que siente por ti y si realmente te
ama pues haré que se lance—.

—¿En serio?—. Preguntó la muchacha con entusiasmo.

—Por supuesto que sí, tú me ayudaste con Pansy, así que yo


te ayudare con Ron—.

Pasaron los días y la navidad estaba ya muy cerca, todos se


fueron de compras al callejón Diagon y los gemelos aprovecharon la
oportunidad de mostrarle la tienda a Lucius.

Mientras las mujeres hacían las compras.

El resto de los hombres se quedo conversando muy amenos en


“El Caldero Chorreante”.
Draco aprovechó de hablar con Ron y junto con Harry trató de
animarlo para que le declarara sus sentimientos a Hermione, Harry
también había confesado ante Draco y su mejor amigo lo que sentía
por Ginny, y Ron, contrario a lo que pensaba Harry, estuvo feliz por
esa noticia.

A partir de allí, Ron parecía mucho más animado a buscarle


conversación a Hermione, y ella, por información de Draco se había
enterado de que él realmente la amaba, y por ende, se había llenado
de una inmensa felicidad, por supuesto se lo comentó a Harry, y él
le comentó a ella acerca de sus sentimientos hacia Ginny, los cuales
ella ya sospechaba.

—Ginny ya no sale con Dean, es tu oportunidad, Harry—. Dijo


la chica.

Lo que Hermione no sabía.

Era que Ron también le había confesado a Harry lo que sentía


por ella, y los dos, ayudados y aconsejados por Draco.

Quedaron en que les declararían sus sentimientos a las chicas


en la cena de víspera de navidad.

Capitulo 17. El descubrimiento de Harry

Todos se encontraban en el interior de la mansión.

En el recibidor, conversando muy animados entre ellos.

Los chicos parecían sumamente contentos.

A excepción de Harry que se veían un poco contrariado, por su


parte Snape y Lily ya entraban en la mansión cuando los recibió
Lucius blandiendo una carta en la mano derecha.

—Ha llegado una carta de Dumbledore—. Anunció.


—Nos invita a regresar a Hogwarts antes de lo previsto para
asistir al baile de año nuevo—.

Lily aplaudía mientras daba saltitos de alegría.

—¡Genial!—. Exclamó.

Tomaron asiento junto a los demás.

—Bueno, evidentemente, ya la mayoría de nosotros tiene


pareja—. Dijo Bella mientras abrazaba a Rodolphus.

—Pero, ¿qué hay de ustedes?—.

Señaló a Lily, Snape, Xenophilus y Sirius.

—¿Con quién irán?—. Luego echó una rápida mirada a Luna y


los gemelos. —¿Y ustedes?—.

—Yo también tengo pareja—. Contestó Fred.

—Acabo de recibir su respuesta diciéndome que acepta ir


conmigo—.

—¿Y a quién te refieres cariño?—. Lo interrogó su madre.

—Es Parvati Patil—. Contestó el muchacho.

—Pues yo asistiré con Angelina Jhonson—. Contestó George


con un suspiro.

Luna, por su parte, miró a Bellatrix con una tierna sonrisa,


muy típica de ella.

—Acabo de recibir una invitación por parte de Neville


Longbottom—. Contestó la chica mostrándoles su carta. —Y mi papi
también ha invitado a una chica, y estamos seguros de que ella le
dirá que sí—. Dijo esto último con una mirada perdida, un tanto
enigmática, al igual que el tono de su voz.

Todos se giraron hacía Xenophilus casi por instinto.


—¿De veras?—. Preguntó Bella.

—¿De veras?—. Preguntó Bella.

—¡Ajá!, yo ya tengo pareja prácticamente—.

Contestó Xenophilus con el mismo tono y mirada de su hija.


—Acabo de escribirle para invitarla, y su lechuza no debe tardar en
llegar—.

—Y ¿podemos saber a quién has invitado?—. Indagó Remus.

—Desde luego—. Respondió Xenophilus.

—Es la profesora Vector—.

—Ya saben, la que enseña Aritmancia—.

—¡Wow!, muy linda—. Admitió Sirius.

—¿Y tú?, ¿con quién irás?—. Preguntó Rodolphus.

—Por favor, no nos salgas con que invitaste a Skeeter—.

Bromeó Lily mientras reía.

—Por supuesto que no, ella tendrá que resignarse—. Contestó


Sirius esbozando una exagerada mueca de terror al tiempo que los
demás se desternillaban de risa.

—Esta persona también me confirmó que iría conmigo—.

—Aunque debo confesar que pensé que me rechazaría—.

—¿Y por qué haría tal cosa?—. Inquirió Harry.

—¿Qué chica rechazaría a Sirius Black?—.

—Sabes que soy un ex convicto, Harry—.

Respondió su padrino con algo de tristeza en su tono de voz.

—¿Y eso que tiene que ver primo?—.


Habló Narcissa encogiéndose de hombros.

—Ya todo el mundo sabe que eres inocente—.

Él volvió a sonreír. —Tienes razón prima—. Respondió con un


tono mucho más alegre.

—¿Entonces nos dirás con quién irás al baile?—.

Indagó el señor Weasley.

Sirius afirmó con la cabeza.

—También enseña en Hogwarts—. Dijo.

—No nos digas que saldrás con Sibil Trelawney—.

Añadió Pansy con los ojos desmesuradamente abiertos


mientras reía, y los demás también.

—Esa sería una pareja muy bizarra—. Agregó Snape sin poder
contenerse, y añadió. —Aunque debo admitir que sería interesante
verlos juntos—.

—Ja, ja, ja, qué chistoso Queji… quiero decir, Snape!—.

Respondió Sirius.

Luego se dirigió a Pansy.

—¿Estás loca?, es decir, comprendería si ella sintiese algo por


mí, pero ella no es precisamente mi tipo—.

Pansy se encogió de hombros con una sonrisa sarcástica.

—¿Y entonces con quién saldrás?—.

Preguntó de nuevo la chica.

—Bien, bien—. Dijo Sirius con voz cansina.

—Les diré con quién iré—.


—Ella es tan hermosa, un poco misteriosa, eso sí—.

—Pero hermosa, no tenemos mucho en común pero…—.

—¡Que payaso!—. Volvió a exclamar Snape.

—¡Dilo de una vez!—.

Sirius puso los ojos en blanco.

—El tiempo que he estado en Hogwarts—.

—Me he dado la oportunidad de hablar con ella—.

—Me siento muy bien a su lado y con ella veo las estrellas, me
siento como en otro planeta…—.

—¡Sinistra!—. Exclamó Hermione.

—Creo que lo que intentas decirnos a todos, es que irás con


Sinistra, la que nos enseña Astronomía, ¿no es así?—.

—Correcto—. Confirmó el animago.

—Sinistra—. Pronunció su nombre en un suspiro.

—Con razón se veía tan molesta cuando vio tu foto en El


Quisquilloso—. Expresó Ron riendo.

—Tuve que explicarle todo—.

Respondió Sirius con las cejas alzadas.

—Bueno, solo quedan ustedes dos—.

Comentó la señora Weasley señalando a Snape y a Lily. —¿A


quién tienen pensado invitar?—.

Snape despegó los labios para hablar, pero Lily habló primero.

—No lo sé—. Respondió la pelirroja encogiéndose de hombros.


—Supongo que yo no iré—.
—Pero, ¿por qué no?—. Preguntó Tonks. —Deberías ir con…—
.

—A mí no me gustan las fiestas—. Comentó Snape.

—A mí no me gustan las fiestas—. Comentó Snape ahogando


el comentario de la metamorfomaga, pero casi como si adivinara lo
que ésta iba a decir, añadió: —pero si quieres, podríamos ir juntos—
. Concluyó mirando de reojo a Lily.

Harry se ahogó repentinamente con el jugo de calabaza que


bebía en ese momento mientras Draco le daba palmaditas en la
espalda.

—Quiero decir, como amigos—. Se apresuró a añadir.

—Todos pasarán que lo que decía El Profeta era cierto—. Saltó


Sirius.

—¿A mí qué rayos me importa lo que diga ese estúpido


pasquín?—. Espetó Snape molesto.

—¿Y bien?, ¿tú qué dices linda?—. Inquirió Tonks.

—Bueno yo… yo…—.

Lily no sabía que decir, todo la había tomado por sorpresa. —


Yo…—.

—Podrían ir ustedes dos, ¿por qué no?—.

Saltó la señora Weasley con tranquilidad.

—No lo sé Molly—. Dijo Lily.

—Si no quieres ir conmigo lo entenderé—.

Acotó Snape encogiéndose de hombros.

Seguro de que ella continuaría rechazándolo.


—Yo pienso que deberían ir juntos—.

Añadió Hermione al tiempo que Harry la fulminaba con la


mirada al tiempo que Harry la fulminaba con la mirada.

Luego la chica miró a su amigo de la misma manera y agregó


en un susurro. —No tiene de malo—.

—¡No seas tonta Lily!—. Espetó Bellatrix. —Manda al demonio


al que crea en las estupideces de Skeeter—. Les lanzó una mirada de
picardía y les guiño un ojo a Severus y a Lily. —Y además, en coso
de que ustedes quisieran estar juntos, no es asunto de nadie—.

—Pero no es así, Bella—.

Saltó Harry desde el otro lado de la sala.

—¡Vaya!, ¿estás celando a mami?—. Dijo la ex mortífaga.

—No es eso—. Dijo Harry con un tono un poco más relajado.

—¿Y bien?—. Volvió a indagar la mujer mirando directamente


a Lily.

Ésta sonrió.

—Está bien, tienen razón—.

Dijo haciendo un gesto de indiferencia con la mano.

—No hay nada de malo en que asista al baile con Sev—.

Agregó mientras lo abrazaba con un brazo.

Snape se ruborizó ligeramente.

—¿Y por qué te ruborizas Snape?, no es para tanto—.

—Sólo asistirás a un baile—. Enunció Remus mientras reía.

Tonks le dio con el codo en las costillas.


Pasaron los días posteriores a navidad y previos al año nuevo,
cuando el día tan esperado llegó, todos regresaron a Hogwarts de la
misma manera en que se habían retirado, y una vez en el despacho
de Dumbledore, este y McGonagall los recibieron con cariño.

—¡Bienvenidos nuevamente a Hogwarts!—.

Exclamó el anciano.

—¿Se encuentran bien?—.

Preguntó McGonagall ofreciéndole su mano a los Granger, que


lucían bastantes mareados.

—¡Oh sí!—.

Respondió William. —Es sólo que aún no nos acostumbramos


a este tipo de viajes—.

—¡Ah!, por supuesto, eso es muy natural—.

Añadió Dumbledore, luego miró a los Lupin. —¡Felicidades!, ya


Alastor me dijo la feliz noticia—.

—¡Gracias!—.

Contestó la feliz pareja mientras Minerva le acariciaba el


vientre aún plano a Tonks.

Por la tarde, todos se encontraban en sus habitaciones.

Preparándolo todo para la gran fiesta

Las mujeres buscaban los mejores accesorios para sus trajes y


también los mejores peinados.

Los hombres, por su parte, en la habitación de los Weasley


que era la más grande, sólo se encargaban de colocarse sus trajes y
comentar entre ellos cuan lindas se pondrían para ellos las mujeres.
Los chicos, a excepción de Harry, se arreglaban e su habitación de la
sala común, al igual que las chicas.

Snape por su parte permanecía solo en su habitación.

Cavilando acerca de lo mucho que había cambiado su vida en


los últimos meses.

Era cierto que Lily aún no lo amaba, pero le había confesado


que sentía algo por él, y además aunque dudó al principio (seguro
por causa de ese sentimiento de culpa que no la dejaba en paz).

Al final terminó aceptando su invitación al baile, el único


problema era que él no estaba seguro si en realidad quería bailar.

Jamás lo había intentando, bueno al menos no en público.

¿Tendría que practicar?. Se preguntó a sí mismo.

Y su respuesta, fue desde luego afirmativa, tenía que ponerse


a practicar en las pocas horas que le quedaban antes del baile.

Después de todo, no quería decepcionar al Lily, de modo que


buscó un gramófono y colocó un disco con los éxitos más recientes
de Celestina Warbeck.

Snape dudó al principio.

Sintiéndose ridículo al mover su cuerpo al son de la música.

Y la verdad era que no lo hacía nada mal, deslizaba sus pies,


moviendo ligeramente la cabeza.

Haciendo que su cabello se agitara y blandía los brazos en el


aire, descubriendo así que bailar era mucho más divertido de lo que
él se imaginaba.

Ya no se sentía ridículo, se sentía feliz nada más de imaginar


que más tarde estaría bailando junto a Lily.
Junto a su Lily, ahora tenía motivos para bailar, y ¿por qué
no?, hasta para sonreír, porque desde que descubrió que Lily estaba
viva, él también despertó de esa muerte en vida en la que estaba
sumergido.

Mientras tanto, en la habitación de Lily.

Ésta ya había adornado su cabello con un moño que resaltaba


su belleza. Se puso maquillaje, enfatizando el verde de sus ojos, pero
aún vestía una bata.

Ya que en ese momento estaba ayudando a Harry con su traje.


Le estaba ayudando a Harry con su traje.

Le estaba arreglando el lazo del cuello, cuando alguien llamó a


su puerta…

Harry fue a abrirla.

Y recibió muchos elogios por parte de Tonks, Anastasia, Bella,


Narcissa y Molly, que estaban paradas en el umbral.

Harry también elogió la apariencia de las damas y no mintió


ya que las mujeres lucían realmente hermosas.

—Mamá, voy con los chicos, nos vemos más tarde—.

Dijo Harry antes de marcharse, comprendiendo que a lo mejor


su madre y sus amigas necesitarían privacidad.

Harry no se equivocaba, pues las mujeres, después de cavilar


entre ellas.

Habían llegado a aquella habitación dispuestas a confirmar o


descartar sus sospechas.

Todas rodearon a Lily y la ayudaron a colocarse su hermoso


vestido largo, de color negro con encajes, que le sentaba bien.

Llevaba también unos guantes de satén rosa pálido.


Y una delicada gargantilla adornaría su cuello.

Cuando ya estuvo vestida y calzada, sus amigas se miraban


unas a otras, como decidiendo quien de ellas arrojaría la polémica
pregunta.

—¿Qué les pasa a ustedes?—. Preguntó Lily con suspicacia. —


¿Acaso no me sienta bien este vestido?—.

—¡Ah, no!, no es eso, se te ve estupendo—. Habló Anastasia


Granger—.

—Entonces, ¿qué quieren decirme que tanto les cuesta?—.

Volvió a preguntar Lily.

—Bien, ya basta de rodeos—. Dijo Bella, luego la miró con


suspicacia y preguntó. —¿Te gusta Severus?, ¿no es así?—.

Lily fingió indignación, pues se aterraba con la idea de que sus


amigas pensaran que Skeeter había tenido razón en todo momento y
además estaba James, siempre Jemes metido en su mente.

—Pero ¿qué dices Bellatrix?, ¡por Dios!—.

—¡Vamos Lily!, ¿qué habría de malo en ello?—.

Insistió de nuevo la mujer.

—Tía Bella tiene razón, Lily—. Intervino Tonks.

—Si él te gusta, sólo dilo, confía en nosotras—.

—Además, se nota que él está loco por ti—.

Añadió Narcissa con los brazos cruzados.

—Aunque trata de ocultarlo, siempre lo demuestra—.

—¿No recuerdas la vez que te salvó?—.

—Pero… pero… cualquiera me habría salvado y… él sólo…—.


—Nos hemos dado cuenta de cómo te mira, Lily—.

La interrumpió Anastasia.

—Por más que lo intenta, no lo puede ocultar—. Soltó Molly.

—¡Por Dios!, no me digas que no te has dado cuenta, Lily—.

Espetó Bellatrix. —Sólo dinos si te gusta, confía en nosotras, a


lo mejor podemos echarles una ayudita—. Agregó guiñándole un ojo.

—Pero lo que apareció en El Profeta sobre nosotros era pura


mentira de Skeeter—.

Se apresuró a añadir Lily con un tono de desesperación. —


Todo era mentira, Severus y yo nunca…—.

—Y no lo ponemos en duda—. Añadió Tonks. —Pero, ¿qué tal


si él siempre sí sintió algo por ti?, no olvides todo lo que te hemos
dicho, además Remus también me lo comentó—.

—¡Quéeeee!—. Exclamó Lily con los ojos fuera de sus orbitas.


—Pero… ¿él te dijo eso?—.

—Solo lo sospecha, al igual que nosotras—.

Respondió la metamorfomaga. —Nos hemos dado cuenta de


que él siempre hace lo posible por estar junto a ti, y no vemos nada
de malo en eso—.

Lily recordó los momentos que había pasado junto a su amigo,


el día que le salvó la vida.

El día en que la besó en el pasillo del castillo, y el día en que


ella misma le había dado un tímido y efímero pero satisfactorio beso
en los jardines de la mansión Malfoy.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al sentirse nuevamente


culpable, ¿qué pensaría Harry si descubriera que su madre estaba
comenzando a sentir algo por Severus Snape, el antiguo enemigo de
su padre?.

—Yo no lo amo, aún—. Dijo al fin entre sollozos. —Pero, lo


estoy empezando a ver de manera diferente, ya no lo veo como a un
hermano, sé que no puede ser, pero no puedo evitarlo—.

Molly la abrazó con ternura mientras las demás la rodearon.

—¡Cariño!—. Dijo la señora Weasley.

—¿Por qué piensas que no debe ser?, tú eres joven—.

—Y hermosa, además, eres libre, ¿si me entiendes?—.

Lily asintió con tristeza.

—Sé que James ya no está, y que hace mucho que se fue, pero
él perdió su vida para salvar la mía y la de Harry, y ahora yo… yo…
estoy sintiendo esto… y nada más y nada menos que por… Severus,
tú sabes que ellos no se caían bien—.

—Lily, querida—. La llamó Tonks.

Mirándola con una sonrisa de comprensión.

—Créeme que todas entendemos perfectamente tu posición,


para ti no ha sido nada fácil despertar después de tantos años y
descubrir que tu esposo ya no estaba—. Respiró profundo y siguió.

—Sin embargo—.

—La vida te está dando una segunda oportunidad—.

—No la desaproveches, no te aferres al dolor—.

—Si la vida te sonríe, sonríele tú también—.

—Conmovedora reflexión, es cierto—.

—Mi querida sobrina tiene razón—.


Confirmó Narcissa colocándole una mano en el hombro a Lily.
—Todos nos hemos dado cuenta de que Severus siente algo por ti, y
ya que tú nos confirmas que también estás sintiendo algo—.

—Pues sigue adelante—.

—Pero, ¿y Harry?, ¿qué hay de él?, estoy segura de que no lo


va a tomar de buena manera—.

—¡Dios!—. Exclamó Bella con fastidio tomándose el entrecejo


con el índice y pulgar de la mano derecha.

—Por eso es que no tengo hijos—. Tomó ambas manos de Lily


y la miró directamente a los ojos.

—Escúchame, Lily, tarde o temprano él tendrá que aceptarlo,


después de todo, es tu vida—.

—Es cierto, Lily—. Intervino Anastasia Granger.

—Al principio quizá sea un poco duro para él—.

—Pero después lo aceptará, ya verás—.

—¡Ojalá! Y sea cierto todo lo que me dicen—.

—Suena tan bien—. Contestó Lily secando sus lágrimas.

—Lo es, querida—. Soltó la señora Weasley sacándole el rostro


con un pañuelo. —Tú mereces ser feliz—.

Lily, después de oír hablar a sus amigas, se sintió mucho


mejor, sintió que un peso se le quitaba de encima.

Aunque todavía la imagen del rostro de Harry cuando Severus


la invitó al baile no se le borraba de la memoria.

Snape, en su despacho.

Todavía se hallaba ensayando pasos de baile.


Mientras, afuera, Dobby, el elfo doméstico.

Cargando un paquete sobre su cabeza, tocaba la puerta.

El Jazz de Celestina Warbeck no dejaba a Severus escuchar


las llamadas del pequeño elfo.

Mientras éste al ver que no obtenía respuesta se dispuso a


entrar.

Y cuando lo hizo, sus enormes ojos se agrandaron todavía más


al ver a Severus Snape deslizándose por la habitación, balanceando
los brazos al son de la música como si bailara con alguien.

De pronto, el profesor se giró y vio al elfo parado frente a él, de


modo que dejó de moverse casi por inercia y con la rapidez de un
rayo apagó el sonido del gramófono con la ayuda de su varita, de
modo que pudo escuchar con claridad lo que Dobby le dijo.

—Dobby no sabía que el profesor Snape bailara tan bien—.

Dijo el elfo con su vocecita chillona.

—¿Qué rayos haces aquí, Dobby?—.

Gruñó Snape molesto y avergonzado. —¿Cuánto tiempo llevas


ahí parado?—.

—Dobby ha estado aquí el tiempo suficiente como para darse


cuenta de su talento, señor—.

Contestó el elfo con una risita, luego le extendió el paquete


que llevaba y añadió:

—Pero en realidad, Dobby no ha venido a verlo bailar, señor,


sino a traerle esto—.

—¿Qué rayos es esto?—.

Inquirió Snape arrebatándole el paquete de las manos.


—Es su túnica señor, la túnica que usted le dio a Dobby para
que la planchara. Dobby la planchó y la dobló—.

—Está bien Dobby, puedes retirarte, gracias—. Dijo Snape en


un tono más calmado.

Llegó al fin la hora del baile.

Todos se encontraron en el pasillo de las mazmorras y cuando


Snape observó a Lily no pudo evitar recorrerla de arriba abajo con
embeleso, deteniéndose en su rostro, ese rostro que tanto amaba. La
encontró excesivamente hermosa y ella también lo encontró muy
atractivo, ya que se había arreglado de manera diferente.

Llevaba una túnica negra de gala que le sentaba de maravilla


y su cabello esta vez no lucía para nada grasoso, más bien se veía
suave y sedoso.

—¡Vaya!—. Exclamó Bella. —Sí que luces diferente, te ves muy


apuesto—.

—No te burles, Bella—. Espetó Snape.

Lily rió.

—¡No seas tonto!—. Dijo la pelirroja.

—Bella tiene razón, luces estupendamente—.

—Y tú me has dejado sin palabras—.

Contestó él mirándola de pies a cabeza con admiración.

—Te ves muy hermosa—.

—¡Gracias!—.

—Será mejor que nos demos prisa—. Saltó Sirius.

—Ya estoy impaciente por ver como luce Sinistra—.


Dijo esto último arrastrando las palabras.

Al tiempo que subía y bajaba las cejas con celeridad.

—Yo también quiero ver a Vector—.

Acotó Xenophilus Lovegood.

—De seguro luce tan hermosa como ustedes—.

Ellas esbozaron una sonrisa e inclinaron ligeramente la cabeza


en señal de reverencia.

Al cabo de un rato.

Ya se encontraban todos en el gran comedor, cada quien con


su pareja.

Habían retirado las mesas largas y las sillas para suplantarlas


por varias mesas redondas.

Harry, pese a sentirse muy feliz por ir del brazo de Ginny y de


poder llamarla oficialmente su novia.

No pudo evitar sentir que la rabia lo carcomía por dentro al ver


a su madre del brazo de Snape, de Severus Snape, el hombre a
quien más detestaba después de su tío Vernon.

El chico creía que Severus se había ganado ese odio a pulso


después de haberlo tratado tan injustamente durante todo el tiempo
que había permanecido en Hogwarts. Sabía que no había sido un
mortífago por convicción, pero no podía olvidar las veces que lo
había tratado con desprecio.

Cada quien, del brazo de su pareja, esperaba la entrada del


profesor Dumbledore.

Hasta que finalmente, las puertas dobles del gran comedor se


abrieron para darle paso al mejor mago de todos los tiempos en
compañía de la profesora McGonagall.
Ambos lucían radiantes, elegantes y muy felices.

Al final del comedor, donde antes estaba ubicada la mesa de


los profesores, ahora estaba una batería, dos guitarras, un piano,
un saxofón, un bajo y varios micrófonos.

El profesor Dumbledore y la profesora McGonagall se ubicaron


detrás de uno de los micrófonos.

—¡Bienvenidos al gran baile de año nuevo!—.

Saludó el anciano.

—Espero que hoy disfruten de éste día especial y maravilloso


en compañía de sus familiares y amigos más queridos—.

—Y sin más preámbulos—.

Añadió la profesora McGonagall.

—Recibimos con un fuerte aplauso a la más grande entre las


grandes de la música, con ustedes, Celestina Warbeck—. La mujer
hizo su entrada a través de las puertas de roble.

Saludando y haciéndole reverencias al público que la


ovacionaba. McGonagall y Dumbledore se hicieron a un lado y la
mujer tomó lugar detrás de un micrófono de base dispuesta a
animar la fiesta.

Todos estaban emocionados.

Sobre todo la señora Weasley, pero cuando Tonks quiso bailar


aquel jazz tan animado que comenzaba a sonar, Remus la detuvo.

—Debes tener cuidado, querida—. Le dijo.

—Recuerda tu estado, será mejor que te sientes—.

—Ya llevas mucho rato de pie—.

—¡Por Dios, Remus!, estoy embarazada, no enferma—.


Respondió ella entre risas. —¡Vamos a bailar!—.

—Sí, pero es que temo que… tú te caigas—.

Continuó objetando el hombre.

—Ya sabes, es que… tú eres… un poco…—.

—Torpe—. Tonks terminó la frese que a su marido le costaba


tanto pronunciar.

—No es eso cariño—. Dijo éste con voz melosa.

—Es sólo que no tienes muy buenos reflejos que digamos—.

—Tendré cuidado mi amor—.

Dijo ella después de robarle un tierno beso.

Sirius también bailaba con Sinistra, mientras le comentaba lo


hermosa que se veía esa noche, los demás hacían lo mismo.

Los gemelos estaban especialmente felices, porque su amigo


Lee Jordan también había sido invitado junto a sus padres, y en ese
momento se encontraba bailando con Lavender Brown.

Parvati y Angelina estaban que no cabían en sí mismas de


tanta felicidad, por su parte Dumbledore y McGonagall se fueron a
sentar a su mesa, pues esperaban a que Celestina tocara algo más
relajado para ellos poder bailar.

Severus miraba a Lily de reojo mientras ella contemplaba a las


demás parejas divirtiéndose.

La pelirroja sacudía ligeramente su cabeza, como sintiendo la


música, pero no se atrevía a invitarlo a bailar, porque sabía que él
rechazaría su oferta, sin embargo, se sorprendió muchísimo cuando
él carraspeó su garganta y haciendo acopio de todo su valor habló:

—Lily, ¿quieres bailar?—. Preguntó con voz dudosa.


—Me encantaría—. Contestó ella colocando su mano sobre la
que él le ofrecía. —Pero, ¿estás seguro?—.

—Bueno yo… no sé bailar, pero creo… que puedo intentarlo—.

En ese momento…

Dobby pasó junto a ellos portando una bandeja con pasteles


en forma de calderos.

—El profesor Snape miente—.

Espetó el elfo alzando su vocecilla para que ambos pudieran


oírlos.

—¿Qué has dicho, estúpido Elfo?—. Espetó Snape con rabia.

—¡Déjalo en paz, Sev!—. Exclamó Lily con una sonrisa, luego


se inclinó para quedar a la altura de Dobby.

—¿Qué quieres decir, Dobby?, ¿cómo es eso de que Severus


miente?—. Preguntó mientras entrecerraba los ojos con suspicacia.

—Dobby quiere decir que el profesor Snape sabe bailar bien,


estuvo bailando en su habitación, Dobby lo vi…—.

El elfo no pudo terminar de hablar porque Severus le tapó la


boca.

—¡Fuera de mi vista!—. Espetó con rabia.

El pobre elfo se fue corriendo asustado, y Lily se desternilló de


risa, mientras Severus se ruborizaba.

—¡Ay, Sev por Dios!, ¿qué tiene de malo que tú hayas estado
practicando?, ¡vamos a bailar!—.

Pero justo en ese momento se detuvo la música, la alborotada


y frenética canción había concluido.

Y ahora le daba paso a una melodía mucho más suave.


Y romántica, los dos se miraron con timidez, pensando que tal
vez esa melodía tan sutil sería aún más difícil, implicaría estar muy
juntos, pero, ¿acaso sería eso tan complicado?.

Lily miró a todos lados, esquivando la mirada de Severus.

Hasta que finalmente elevó los brazos y entrelazó las manos


por detrás de la nuca de él, por su parte, tampoco él se quedó atrás,
por instinto le sujetó la cintura con ambas manos.

Poco a poco se fueron dejando llevar por la música, hasta que


Lily, vencida por un impulso, apoyó la cabeza en el hombro de
Severus, él la estrechó aún más.

Harry estaba fascinado con Ginny.

Apenas podía creer la suerte que tenía.

Allí estaba él, abrazándola mientras giraban delicadamente


entre las demás parejas.

Él tenía los ojos cerrados, disfrutando de cada segundo que


pasaba junto a ella.

Mientras Ginny dejaba la cabeza descansar sobre el hombro


de Harry.

De pronto, el niño que vivió, abrió los ojos y lo que contempló,


le desagradó sobre manera… su mamá bailaba, a su parecer, muy,
muy cerca de Snape.

—¿Por qué tiene que estrecharla tanto?—.

Preguntó Harry, sacando a Ginny de su ensimismamiento.

—¿Qué dices?—. Preguntó la chica.

—¡Mira!—. Le señaló a Lily y a Snape.

—No entiendo por qué tienen que bailar tan juntos—.


Ginny rió, comprendiendo la actitud de Harry.

Pero decidió hacerse la desentendida.

—Harry, así se baila esto—. Contestó entornando los ojos.

—¿Acaso tú y yo no estamos bailando de la misma manera?—.

Harry no supo qué decir y solo se limitó a bufar, pero después


habló nuevamente. —Es distinto, Ginny, tú eres mi chica—.

—Y ellos solo son AMIGOS—.

Dijo él esta última palabra haciendo mucho énfasis en la


pronunciación.

—Como HERMANOS, yo no podría bailar de esa manera con


Hermione—.

Ella se limitó a sonreír y a volver a abrazarlo.

Al fin, esta melodía también terminó, y la banda de Celestina


comenzó a tocar nuevamente, una tonada más movida, un jazz muy
alegre, el mismo que, casualmente, Severus había utilizado para
ensayar en su despacho.

Cuando él hizo ademán de marcharse, Lily lo retuvo por un


brazo para hacerlo regresar.

—¿Adónde crees que vas?—.

Le preguntó sonriendo con malicia.

—Todavía me debes una pieza alegre—.

—Pero, Lily yo…—.

—¡Oh, vamos!, antes estabas dispuesto—. Replicó la pelirroja


entretanto comenzaba a moverse.
En ese momento, Dobby pasó nuevamente cerca de ellos, pero
esta vez portaba una bandeja que contenía whisky de fuego.

Snape tomó uno de los vasos.

Y rápidamente bebió todo su contenido.

Mientras Lily lo contemplaba con asombro.

—¡Rayos!—. Exclamó la mujer.

Snape se encogió de hombros. —Tenía que darme ánimos—.

Respondió en su defensa.

Posteriormente, a él no le quedó más remedio que empezar a


mover su cuerpo al ritmo de la música.

Imitando los movimientos que previamente había ensayado en


su despacho, al principio, ni siquiera sonreía, estaba muy tenso.

Pero paulatinamente fue relajándose.

Hasta que comenzó a disfrutar de la música.

La tensión desapareció de su rostro y en cambio esbozó una


sonrisa, esa sonrisa que tanto encantaba a Lily.

Pronto se vieron solos en la pista de baile.

Todas las demás parejas se habían hecho a un lado para


darles más espacio, se estaban robando el show.

Snape, sorprendiéndose de su propia habilidad, hacía girar a


Lily sobre su propio eje.

—Nunca pensé que Quejicus supiera bailar tan bien—.

Comentó Sirius mientras se acariciaba el mentón y subía una


ceja.

—¿Quejicus?, ¿por qué lo llamas así?—.


Preguntó Sinistra extrañada.

—Es una larga historia—. Respondió el animago.

Dumbledore contemplaba a la pareja.

Con un aire de satisfacción, no dijo nada, pero por dentro se


sentía feliz, sabía que Severus se merecía toda la alegría que estaba
sintiendo y mucho más.

—¡Son sencillamente geniales!—. Exclamó Bella.

—Solo míralos, amor—. Le comentó a su marido.

—Creo que esos dos se traen algo entre manos—.

Respondió Rodolphus mirándolos con suspicacia.

—Tal vez—. Respondió Bella con una sonrisa de satisfacción.

—Definitivamente Snape ha cambiado mucho—.

Comentó Fred. —Míralo como baila, y sonríe—.

—Quizá sea la madre de Harry la que le produce ese efecto—.


Soltó Angelina sin equivocarse en la conjetura.

El pelirrojo sonrió y hasta dejó escapar una risita, sin embargo


le dio ligeramente a su compañera con el codo en las costillas.

—Que Harry no te escuche decir eso—. Le aconsejó.

—Se pondrá furioso—.

Cuando la canción terminó y la pareja dejó de bailar, fueron


ovacionados por todos los presentes, incluyendo la propia Celestina,
posteriormente la cantante cedió el paso a una orquesta clásica que
ejecutaría un vals mientras ella y su banda descansaban.

Dumbledore y McGonagall aprovecharon la ocasión para bailar


en medio de otras parejas, el tiempo fue pasando, todos se divertían
a montón y ya ni siquiera se daban cuenta de que las horas habían
transcurrido.

Hasta que de pronto…

Albus Dumbledore se apoderó del micrófono nuevamente.

—¡Su atención por favor!—. Pidió el anciano.

—Es mi deber informarles que el año está llegando a su fin—.


Miró su reloj de bolsillo y volvió a hablar.

—Cuando escuchen la última de las doce campanadas del


gran reloj de la torre de astronomía, podrán darse el abrazo de año
nuevo—.

Se hizo un silencio casi espectral.

Todos aguardaban pacientemente a escuchar las campanadas


del reloj, hasta que al fin el aire se impregnó de aquel sonido grave y
vibrante. Todas las personas contaban en voz alta cada una de las
campanadas hasta que al llegar a la última se escuchó un alegre
“FELIZ AÑO NUEVO” que todos los presentes pronunciaron al
unísono, posteriormente se fueron dando el abrazo correspondiente
a la ocasión.

Más tarde, ya muy entrada la noche.

La fiesta ya había terminado.

Y todos se retiraron a sus habitaciones dispuestos a dormir,


estaban agotados y lo único que ansiaban era una cama caliente
donde poder descansar a gusto.

Severus y Lily se quedaron rezagados, comentando acerca de


lo mucho que habían disfrutado de la fiesta, así fueron bajando las
escaleras que conducían a las mazmorras.
Cuando llegaron al fin a la puerta de la habitación de Harry y
Lily, recordaban el momento en que Pevees le hizo un gesto obsceno
con la mano a McGonagall sólo porque ella no le permitió hacer una
de sus pedorretas en el micrófono, la pobre mujer casi se infarta,
abrió desmesuradamente los ojos y la boca y luego llamó a gritos al
barón sanguinario.

Que llegó un momento después y tomó al polstergaist por el


cuello para retirarlo de la fiesta.

—¿Quieres que te confiese algo?—. Preguntó Severus mientras


se detenían frente a la puerta de la habitación.

Ella asintió.

—Me he divertido como jamás en mi vida lo he hecho—. Dijo él


con sinceridad.

—Y créeme que lo digo literalmente, pero haber asistido a ese


baile contigo ha sido maravilloso, Lily, ¡gracias!—.

—No tienes nada qué agradecerme Sev—.

Contestó ella con cariño. —Yo también me divertí mucho—.

Se hizo el silencio.

Los dos se quedaron contemplándose mutuamente.

Severus tomó a Lily por la cintura y comenzó a atraerla hacia


él casi por instinto.

Al tiempo que cerraba los ojos y acercaba su rostro al de ella,


Lily por su parte se dejó llevar, esta vez ni siquiera intentó resistirse.

Notó casi con asombro que aquella corriente eléctrica que


recorría todo su cuerpo cada vez que él la abrazaba había
aumentado excesivamente, ya no pensaba en James ni en nadie
más, sólo en Severus y en lo mucho que anhelaba sus besos.
La poca distancia que quedaba entre sus labios se agotó por
fin, Severus rozó sus labios con amor, ella que tenía las manos a la
altura del pecho de él, terminó por rodearle el cuello con los brazos.

Entregándose cada vez más al deleite de aquel beso que había


surgido tan espontáneamente. Él la estrechó aún más contra sí, ella
comenzó a acariciarle el rostro y el cabello que le parecía tan suave y
agradable al tacto.

Estaban tan absortos, tan entregados el uno al otro, quien ni


siquiera advirtieron las voces y los pasos que se aproximaban…

Harry, Ron, Draco, Hermione, Luna, Neville, Ginny, Pansy, los


gemelos y Tonks se encaminaban a las mazmorras mientras reían y
bromeaban, de repente, la metamorfomaga contempló la escena e
instintivamente giró a Harry, que no se había dado cuenta de nada
porque venía riendo y bromeando con Ron, los demás ahogaron un
grito.

—¿Qué te pasa Tonks?—. Preguntó Harry riendo.

—¿Estás borracha?—.

El chico trató de voltearse, pero Tonks se lo impidió, y cuando


lo hubo logrado, todos sus amigos se aglomeraron frente a él para
obstaculizarle la visión.

—¿Qué rayos les pasa?—. Preguntó de nuevo en voz muy baja


imitando el tono de voz de los demás.

—No pasa nada, Harry—. Trató de tranquilizarlo Ron.

—¡Vamos a otro lugar!—.

—Sí, vamos a otro lugar Harry—. Intervino Draco.

—¡Aja!, y si quieren, yo los acompaño—.

Añadió Tonks poniéndose cada vez más nerviosa.


—Chicos, de verdad no entiendo qué les pasa, sólo quiero ir a
mi habitación, estoy cansado—.

—Si quieres puedes ir a la sala común—. Tanteó Hermione.

—Sí, allá estarás mejor—. Intervino Neville.

—¡Oigan, ya estoy harto!, sólo quiero ir a descansar—.

Dijo Harry al tiempo que apartaba a los gemelos de su camino,


encontrándose con lo que le ocultaban.

—¡MAMÁ!—. Gritó Harry furioso y lleno de asombro.

Los gemelos agitaron la mano derecha en señal de que un


buen lio se avecinaba.

Lily y Severus se separaron automáticamente.

Él miró al piso y ella esbozó una mueca de terror.

Tonks no supo qué hacer, su cabello comenzó a cambiar de


color como si fuera un camaleón enloquecido.

Producto de su nerviosismo.

—¡MALDITO SNAPE!, ¿Cómo se atreve a besar a mi madre?—.


Gritó Harry al tiempo que se encaminaba hacia él, sin importarle la
forma altanera y grosera en la que se dirigía a un profesor.

—¡Harry no!—.

Gritó Ginny al tiempo que intentaba sujetarlo con la ayuda de


Hermione pero el chico se zafó del agarre y se dispuso a seguir.

—Harry, yo puedo explicarte—. Dijo Lily con la voz quebrada.

Los gemelos y Draco lograron neutralizarlo.

—Harry, por favor cálmate—. Dijo Luna.

En un intento frustrado por hacer que se tranquilizara.


—LO VOY A HACER PEDAZOS—.

Gritó nuevamente el muchacho.

Al tiempo que hábilmente liberaba su brazo derecho.

Y desenfundaba su varita.

—¡Desmio!—.

Exclamó lanzando el hechizo contra Severus, pero a éste sólo


le bastó un ligero movimiento de su varita para bloquear el hechizo.

—¡Expelliarmus!—.

Exclamó Ron desarmando a Harry y poniendo la varita fuera


de su alcance.

—Lily no tuvo la culpa de nada, Potter—.

Comenzó a explicar el mago con su típico de voz calmado.

—Yo la besé—.

Esto pareció enfurecer aún más al muchacho que comenzó a


retorcerse con más ímpetu para tratar de conseguir su libertad.

Y poder darle una golpiza a Snape.

Lily no pudo retener más las lágrimas.

—Cálmate hijo, por favor, yo puedo explicarte lo que pasó—.

—Yo no necesito que me expliques nada mamá—.

Espetó Harry por primera vez dirigiéndose a su madre con un


tono de rabia que a ella la hirió profundamente, aunque no tanto
como las demás palabras que continuaron saliendo de la boca del
chico.

—¿Qué vas explicarme?—.


Preguntó Harry mientras las lágrimas resbalaban por sus
mejillas. —¿Vas a explicarme como le has sido infiel a la memoria de
mi padre?, y con él, ¡Por Dios!—.

—Potter, ella no le está siendo infiel a nadie—. Objetó Snape.

—CÁLLESE!—. Espetó Harry histérico.

Los múltiples gritos del muchacho habían hecho que todos los
padres salieran de sus habitaciones para ver lo que pasaba.

La señora Weasley corrió a abrazar a Lily, los demás intuyeron


lo que había pasado.

—¡LARGO DE AQUÍ—. Gritó Snape a los desconocidos.

—Esto no les incumbe—.

Todos se fueron, y sólo se quedaron sus amigos y los de Lily.

—Harry, no me digas eso—. Suplicó Lily entre sollozos.

—Yo amaba mucho a tu padre, pero él…—.

—Ya no quiero escucharte más, me has decepcionado—. Dijo


su hijo con la voz entrecortada.

Luego miró a sus opresores y en un tono de voz bajo.

Casi suplicante les dijo.

—¡Suéltenme!, sólo quiero salir de aquí—.

—Pero ¿a dónde irás?—. Le preguntó Draco.

—A la sala común—. Contestó él en un susurro. —Pero quiero


estar solo—.

—Creo que deberían dejarlo ir, Draco—. Sugirió Pansy.

Los chicos le obedecieron, y él echó a correr escaleras arriba


hasta perderse de vista.
Ginny intentó seguirlo, pero Hermione la sujetó por el brazo.

—Será mejor que lo dejes solo—. Dijo.

—¡Harry!, ¡Harry!—. Lily lo llamaba a gritos. —¡Dios mío, ¿qué


hice?, ¿cómo fui capaz?—. Se recriminaba entre sollozos.

—Él lo va a entender, Lily—. Trató de tranquilizarla Molly.

—No, es inútil—.

Dijo la pelirroja con la voz ahogada por el llanto.

—Él no me quiere, no quiere saber nada de mí—.

—Lo perdí de nuevo—.

—Harry está muy dolido—.

Habló Sirius con un tono de voz triste.

—Es inevitable pensar en James—.

Continuaba hablando, sin notar que sus palabras herían aún


más los sentimientos de Lily. —Eres un malnacido, Snape—.

Espetó mirándolo con desprecio.

—¡Ya basta, Sirius!—. Lo reprendió Bellatrix.

Snape ignoró el comentario de Sirius.

Lo único que le importaba, era Lily, sus sentimientos.

Sus lágrimas.

El dolor que debía estar sintiendo en ese momento.

—Lily, perdóname, yo…—. Intentó hablar, pero ella colocó una


mano frente a él para indicarle que se detuviera.

Que no quería continuar escuchándolo.

—No fue tu culpa, Sev—. Dijo sin siquiera mirarlo.


—Todo ha sido culpa mía, yo permití que pasara—.

—Y no debí hacerlo—.

Se colocó una mano en el rostro y se le escapó un sollozo.

—¿Adónde habrá ido Harry?—.

—No te preocupes, Lily—. La tranquilizó Draco.

—Él se fue a su sala común—.

La mujer acarició la rubia cabellera de Draco en señal de


agradecimiento e intentó ingresar en su habitación, pero Molly la
detuvo.

—Si quieres, yo puedo acompañarte—. Le dijo.

Lily la miró con el rostro bañado en lágrimas y negó la oferta.

—No, gracias Molly, necesito estar sola—. Dijo y se adentró en


la habitación cerrando la puerta detrás de sí.

—Pero, Lily…—. Severus intentó llamar su atención.

—Lily, por favor, tenemos que hablar—.

—¡Ya déjala en paz!, ¿qué no viste lo que provocaste?—. Volvió


a intervenir Sirius.

—¡Cállate, Black!, esto no es asunto tuyo—. Increpó Snape.

—Pues claro que lo es—. Refutó el animago.

—Se trata de mi ahijado, está sufriendo por tu culpa, y James


tampoco se merecía eso—.

Severus volvió a ignorarlo y se marchó directamente hacia su


habitación.

—¡Ya basta, Sirius!, no le agregues más leña al fuego—.


Espetó el señor Weasley con autoridad.

—Es cierto—. Añadió Lucius.

—Será mejor que no vayamos todos a la cama, y mañana ya


pensaremos qué hacer—. Le hizo una seña a Draco. —Ven, hijo—.

Draco obedeció y los demás también se marcharon junto a sus


padres.

Capitulo 18. La huida y la revelación

En la habitación de la sala común de Gryffindor, Harry daba


gracias a Dios por que los demás chicos se encontraran en las
mazmorras con sus padres, ya que él necesitaba estar solo. Estaba
sentimentalmente destrozado, durante lo último meses se había
dado cuenta de que Snape sentía algo por Lily. Era evidente, aunque
tratara de ocultarlo, su forma de mirarla, de tratarla, su insistencia
en permanecer siempre donde ella estaba; pero ahora se había dado
cuenta de que Lily también le correspondía.

¿Cómo fue capaz ella de hacer eso?, ¿no se daba cuenta de


que Snape era un bastardo que le había hecho la vida imposible a él
desde que llegó a Hogwarts?.

¿Dónde quedaba James en todo aquello?...

Es cierto, James estaba muerto.

Pero aún así Harry consideraba que su madre debía guardarle


fidelidad aun después de la muerte, sabía que desde algún lugar,
James estaba esperando a su esposa para unirse junto a ella algún
día, pero ella en cambio había preferido olvidarlo para andar con
Snape, con Severus Snape el enemigo de su padre.

Harry también sabía que a pesar de todo había sido James el


que maltrataba a Severus en el pasado, pero eso no le daba derecho
a desquitarse de esa manera.
—¿Por qué mamá?—. Se preguntaba Harry llorando mientras
golpeaba furiosamente la almohada. —¿Por qué permitiste que él te
conquistara?, Skeeter tenía razón.

De pronto el muchacho dejándose llevar por la ira tomó su


capa invisible, la envolvió haciendo un bulto y salió corriendo de la
habitación, bajó las escaleras rápidamente, salió como un torbellino
por el hueco del retrato.

Y abandonó la torre de Gryffindor, dirigiéndose al vestíbulo del


castillo.

—¿Adónde vas?—.

Le preguntó el señor Filch cuando Harry pasó violentamente


por su lado, saltando por encima de la señora Norris.

—¡Hey Potter, ¿hacia dónde vas?—.

Pero el conserje no obtuvo respuesta.

Así que volvió a interrogarlo mientras observaba como el chico,


valiéndose de un Alhojo mora abría las cerraduras de las pesadas
puertas de roble que lo conducirían al exterior del castillo.

—¡POTTER, VUELVE AQUÍ AHORA MISMO!—.

Gritó el señor Filch. —Esto te costará la expulsión—.

Pero el chico no, y en cambio continuó corriendo, pasó junto a


la cabaña de Hagrid y se encaminó directamente hacia el bosque
prohibido. Los aurores de guardia sólo vieron algo que se alejaba y
quisieron salir en su captura.

—Es Potter—. Dijo el señor Filch a uno de los Aurores.

—Por ahora no quiero alarmar al profesor Dumbledore, pero


será mejor que lo busquen, ese bosque es muy peligroso, pero sobre
todo en estos días—.
Los dos Aurores que se encontraban junto a Filch.

En ese momento salieron rápidamente en busca de Harry.

Se transformaron en un denso humo blanco.

Y volaron en dirección al bosque.

Harry se había colocado la capa invisible por encima, de modo


que a los Aurores les resultaba imposible encontrarlo, corrió y corrió
durante diez minutos hasta que un fuerte dolor en la frente lo hizo
detenerse.

Los Aurores, muy detrás de él, al ver que no lograban divisarlo


decidieron regresar al castillo y avisarle a los demás Aurores.

Y al Auror encargado de la guardia del castillo.

Es decir, Alastor.

Harry Potter, estaba tumbado boca arriba sobre el frío suelo


que no estaba completamente cubierto de nieve.

Debido a que las hojas de los árboles le dificultaban el acceso


a los copos.

Harry se quitó la capa con un solo movimiento de su mano


derecha, apenas podía abrir los ojos por el dolor de su frente, pero
se dio cuenta de que el alba comenzaba a despuntar.

Pues por encima de las copas de los árboles se percibía un


cielo teñido de azul oscuro; y alrededor de él podían apreciarse mejor
las formas de los árboles que tenía incluso más lejos, debido a que
todo se estaba tornando cada vez más claro.

Cuando el dolor comenzó a aminorarse, otra punzada surgió


de la cicatriz del muchacho. De repente el chico cayó en una especie
de trance, se desmayó, pero comenzó a percibir una visión:

Voldemort, hablaba con Colagusano y un gripo de mortífagos.


—El momento se acerca—. Dijo el mago con voz aterciopelada.
—El momento de cumplir la profecía está muy próximo, y ésta vez me
encargaré de que esa maldita mujer no lo arruine de nuevo, acabaré
con ella y con Potter—.

—¿Y qué piensa hacer con los traidores?—.

Pregunto Colagusano.

—A esos los reservaré para el final, te aseguro que cuando


termine con ellos me suplicaran que los mate—.

Voldemort sonrió con malicia.

Fenrir Greyback se acercó tímidamente al mago oscuro e


inclinó su cabeza ante él para reverenciarlo.

—¿Me dejará participar, señor?—.

Tanteó esperanzado al tiempo que la boca se le hacía agua.

—Tal vez mí querido cachorro—.

Respondió Voldemort con indiferencia.

—Pero en éste primer ataque me temo que no podrás saciar tu


hambre, recuerda que queremos atraer a Potter—.

—Que él mismo se entregue a mí, después podrás hacer lo que


quieras con los demás, eso sí, a los traidores me los dejas a mí—.

—Pero señor—. Intervino Colagusano nuevamente.

—¿Está usted seguro de que Potter se entregará?—.

—Por supuesto—. Contestó su amo. —Él es un sentimental, un


pobre tonto, no querrá que nadie salga herido—.

La visión se esfumó, pero Harry no tuvo fuerza para levantarse


del suelo, estaba pálido, frío y temblaba compulsivamente.
Los Aurores ya habían puesto a Alastor al tanto de todo, y éste
acudió a Dumbledore para contarle lo ocurrido. El anciano director
entonces conjuntamente con Alastor ordenó a un grupo de Aurores
que registraran cada palmo del bosque prohibido, en compañía de
Hagrid.

Ya que éste conocía aquel bosque como la palma de su mano.

El cielo ya estaba claro, y pese que aún era muy temprano.

Dumbledore no tardó en acudir a Severus para contarle la


noticia.

Severus por su parte le había contado lo ocurrido entre él y


Lily solo unas escasas horas antes y también le contó que la marca
del antebrazo izquierdo le escoció nuevamente.

—Ha sido culpa mía—. Se lamentó Snape apesadumbrado. —


Si a ese chico le pasa algo Lily no me lo va a perdonar—.

—No es culpa de nadie Severus—.

Refutó Dumbledore. —Además, no te preocupes, los Aurores y


Hagrid lo van a encontrar—.

Lily no había pegado los ojos en toda la noche.

Los tenía hinchados y la nariz roja de tanto llorar, cuando vio


que el firmamento ya estaba claro se quitó la pijama, se aseó y se
puso su ropa de diario, salió de la habitación dispuesta a ir a la sala
común de Gryffindor para tener una conversación con Harry, cerró
la puerta tras de sí y se colocó un abrigo, pues particularmente en
esa zona del castillo hacía mucho frío.

Pero una voz familiar la detuvo cuando ella ya tenía un pie


sobre la escalera que ascendía.

—¿Adónde vas Lily?—. Preguntó Snape con voz monocorde.


Ella se volteó hacia él.

Y notó que andaba con el profesor Dumbledore.

—Voy a la sala común a hablar con Harry—. Dijo dirigiéndose


a ambos hombres.

Snape y el profesor Dumbledore se miraron con preocupación.

—¿Sucede algo?—. Interrogó la mujer mientras se ponía sus


guantes.

Dumbledore se acercó a ella.

—Ya estoy enterado de lo que pasó a noche entre ustedes—.


Dijo con tranquilidad.

Ella se ruborizó.

—¡Oh por Dios!, Severus, ¿por qué le contaste?—.

—No te preocupes Lily, ni tampoco te desquites con Severus—.


Habló el anciano. —Ya yo estaba enterado de lo que él sentía por ti,
no olvides que soy muy hábil en la Legeremencia—.

Ella bajó la mirada, estaba ruborizada.

—El caso es que Potter no se quedó en la sala común—.

Añadió Snape con un matiz de nerviosismo en la voz, temiendo


la reacción de Lily. —Alastor le contó a Albus que Filch, el conserje
lo vio corriendo en dirección al bosque prohibido—.

El tinte rojo había abandonado las mejillas de Lily y ahora


lucía extremadamente pálida.

—¿Qué dijiste?, pero, ¿dónde… está ahora?—.

—Los Aurores lo están buscando en compañía de Hagrid—.

Apuntó Dumbledore.
—No te preocupes, ellos lo traerán de vuelta—.

—¿Pero por qué no, lo han encontrado aún?—.

Preguntó ella con el alma en vilo.

—Tampoco logro entender eso—. Añadió Snape.

—Si los Aurores lo vieron—.

—¿Por qué no lo siguieron enseguida?—.

Snape de pronto se quedó callado.

Como si en su mente hubiese encontrado repentinamente la


respuesta a esa pregunta.

—Veo que has llegado a la misma conclusión que yo—.

Soltó Dumbledore adivinando los pensamientos del mago.

—Es muy posible que haya usado la capa invisible y por eso
no puedan verlo, ¡vamos a mi despacho a esperarlo ahí!—.

—No—. Espetó Lily. —Yo prefiero ir a buscarlo también—.

—Pero hija, ya te dije que los Aurores se están encargando de


eso—. Objetó el director con paciencia.

En ese momento las puertas de otras dos habitaciones se


habían abierto, eran los Malfoy y los Lestrange.

Que se levantaban muy temprano y al ver al trío hablando en


el pasillo se sorprendieron.

—Profesor Dumbledore—. Lo llamó Rodolphus.

—Anoche volvimos a experimentar lo mismo de la vez


pasada—. Dijo prácticamente hablándole en clave.

—¿A qué te refieres Rodolphus?—. Preguntó Lily observando


como él se acariciaba el antebrazo izquierdo.
—No te voy a mentir Lily—. Respondió Rodolphus.

—De todos modos tú ya sabes que Bella, Severus, los Malfoy y


yo fuimos mortífagos—. Se levantó la manga de la túnica y mostró
su marca que se movía.

Lily ahogó un grito.

—¡Dios mío!—. Exclamó. —Eso significa que…—.

—Voldemort planea algo malo—.

Dumbledore terminó la oración.

—Ahora con más razón debo buscar a mi hijo, quizá esté en


peligro—. Dijo Lily con desesperación intentando subir las escaleras.

Severus logró sujetarla antes de que pusiera un pie en la


escalera.

—Tú no vas a ningún lado Lily—.

—Deja que los Aurores se encarguen de esto—.

—¡Suéltame Severus!—. Demandó Lily con desesperación.

—No puedo permitir que algo malo le suceda a mi hijo—.

—¿Pero qué sucede?—. Preguntó Draco.

—Harry está en su sala común, nada malo puede pasarle allí,


¿o sí?—. Esbozó una mueca de dolor y se acarició el antebrazo.

Dumbledore le contó lo de la huida de Harry, Lily entretanto


logró zafarse de Snape y corrió escaleras arriba.

Él la siguió y Dumbledore también.

—Lily, ¿A dónde vas?, espera—.

Gritó Lucius corriendo detrás de los demás.


—Lucius, Severus y yo iremos al bosque Lily—.

—No te preocupes—. Añadió Rodolphus.

—Draco, cariño, despierta a los demás—. Ordenó Narcissa. —


Bella y yo tenemos que ayudar a Lily—.

Lily corrió sin importarle que todos la siguieran.

Su único propósito era encontrar a Harry.

Cuando la bruja hubo llegado a las puertas de roble de la


entrada principal del castillo se detuvo en seco, vio cuando Hagrid
traía en brazos a Harry, el cual estaba pálido e inconsciente, los
demás alcanzaron a Lily y también se quedaron pasmados al ver lo
que la había puesto tan pálida.

—¡Harry!, mi niño—. Sollozó Lily corriendo hacia Hagrid.

—¿Cómo está?, ¿qué le pasó?—.

—No te preocupes, Lily—. La tranquilizó Hagrid. —Sólo se ha


desmayado, quizá por el esfuerzo, no sé porque se metió allí, pero lo
encontramos muy adentro del bosque, cerca de donde vivía Aragog,
es una suerte que no se haya encontrado a ningún monstruo por
allí—.

Dumbledore ratificó que su teoría y la de Snape acerca de


cómo Harry se había ocultado de los Aurores era cierta, ya que la
capa invisible estaba envuelta sobre el torso del muchacho.

—Mi niño, estás helado—. Comentó Lily mientras le frotaba a


Harry la mano izquierda que pendía en el aire.

—Hagrid, llévalo a la enfermería, por favor—.

Ordenó Dumbledore.

El semi gigante obedeció y Lily se fue tras él, sollozando.


—¡Gracias a Dios!, Harry está a salvo—.

—Pero debemos permanecer alertas, no podemos subestimar a


Voldemort—. Comentó Dumbledore.

Snape iba a encaminarse a la enfermería, pero Dumbledore lo


detuvo.

—Será mejor que los dejes hablar solos—.

Le aconsejó el anciano.

En la enfermería…

Hagrid había recostado a Harry en una de las camillas y salió


de la enfermería dejando al muchacho junto a su madre y la señora
Pomfrey, que en ese momento estaba destapando un frasco con un
olor fortísimo.

—¡Muchas gracias, Hagrid!—.

Dijo Lily antes que él abandonara la enfermería.

—No tienes por qué agradecerme Lily, Harry es mi amigo—.

La señora Pomfrey, acercó el frasco a la nariz de Harry y éste


reaccionó al instante.

Él no parecía recordar la visión que había tenido en el bosque,


miraba a todos lados, desorientado, tratando de reconocer el lugar
donde se encontraba.

—Estás en la enfermería, Potter—.

Dijo la señora Pomfrey, tu madre está aquí—.

Luego se dirigió a Lily.

—No se preocupe señora Potter, él estará bien—.

—Solo debe descansar un poco—.


La mujer se retiró dejándolos solos y Lily cubrió a su hijo con
el cobertor, él no dijo nada, únicamente se quitó los lentes para
limpiarlas con los guantes, pues estaban empañadas.

—¿No quieres hablarme Harry?—. Tanteó Lily haciendo acopio


de sus fuerzas para no llorar.

—Déjame solo—. Respondió sin mirarla.

Lily se sentó en la cama de él.

—Nunca vuelvas a asustarme así, Harry—. Espetó ella con voz


quebrada.

—Entiendo que estés dolido—.

—Pero, ¿por qué no me escuchas?—.

Harry la miró al fin, pero en sus ojos tan parecidos a los de


ella estaba el dolor reflejado y de pronto de sus labios salieron unas
palabras que Lily sintió como dagas en el corazón, sobre todo porque
venían cargadas de decepción.

—Skeeter tenía razón, después de todo—.

—Por supuesto que no, Harry, hijo—.

—Yo te aseguro que entre Severus y yo nunca hubo nada—.

Harry sonrió sarcásticamente.

—¿Y lo que yo vi que fue?, ¿una ilusión óptica?—.

—Te dije que yo puedo explicártelo—.

—Pero tú no me lo permites—.

—Y yo te dije que no quiero escucharte—.

—Pero vas a tener que escucharme jovencito—.


Espetó Lily utilizando con él, por primera vez en toda su vida,
un tono autoritario.

Harry cruzó los brazos y levantó ambas cejas.

—Está bien, ahora me gritas, y todo por la culpa de él—.

—Yo no te estoy gritando hijo—.

Respondió ella con voz cansina. —Seré franca contigo—.

Lily le contó a Harry toda la verdad, le dijo que entre ella y


Snape no había ocurrido nada pese a lo que Skeeter describía en El
Profeta, pero que él le había declarado su amor y ahora ella estaba
sintiendo algo por él.

Que no había querido admitirlo antes, precisamente porque


aún pensaba en James.

Harry la escuchó atentamente, analizando cada palabra que


ella decía, después bajó la cabeza.

Estaba avergonzado por su comportamiento, aún no soportaba


a Snape.

Y continuaba molestándole la idea de que amaba a su madre,


pero por otra parte, tenía que reconocer que ella tenía razón, habían
pasado ya muchos años de la muerte de James y ella tenía derecho
a rehacer su vida, entonces se sintió mal por haberla tratado de ese
modo cuando ella no se lo merecía.

La trató con dureza y estaba seguro de que la había lastimado,


lo veía en sus ojos y lo sentía en el tono de su voz, aunque aún era
demasiado pronto para asimilar aquella repentina relación.

—¿Cuánto tiempo llevan saliendo?—.

Preguntó el niño que vivió.


—Harry, Severus y yo no estamos saliendo, hijo—. Respondió
Lily con serenidad. —Él solo me declaró su amor, pero nada más—.

—Perdóname, mamá—. Dijo Harry en un hilo de voz mientras


subía ligeramente la mirada. —Yo no quise lastimarte, mami—.

Lily sintió que el alma le volvía al cuerpo al escuchar a su hijo


hablándole nuevamente en tono dulce, de modo que lo abrazó y lo
beso en la cabeza.

—No te preocupes hijo, yo hablaré con Severus, he sido una


tonta, no sé porque me dejé llevar por los sentimientos—.

—Yo no debí…—.

—¿Tú lo amas?—. Tanteó Harry.

Ella negó con la cabeza mirando hacia abajo.

—Dime la verdad, mami—. Insistió Harry tomándole la barbilla


con delicadeza y subiéndola para hacer que ella lo mirara.

—Bueno yo… estoy sintiendo cosas por él—.

Respondió con timidez.

—No sé si es amor, no estoy segura, pero lo que siento por él


se está volviendo muy fuerte—.

Harry inhaló profundamente y tragó saliva.

—Sólo dame tiempo para asimilarlo—.

Dijo acariciando a su madre.

Luego añadió con el ceño ligeramente fruncido.

—Solo no me gustaría verlos besándose, eso fue incómodo—.

Ella sonrió.

—¿Cómo te sientes mi niño?—. Preguntó.


—Bien mami, ya no estoy mareado—.

Respondió mientras la abrazaba.

De pronto recordó porque se había desmayado, es decir, el


dolor de la cicatriz y la visión, y decidió contársela a Lily.

—Debemos hablar con el profesor Dumbledore, Harry—.

Respondió ella. —A Severus, a los Lestrange y a los Malfoy, le


escocía la marca del brazo—.

—Es un llamado—. Analizó Harry.

—Voldemort llama de esa manera a sus mortífagos—.

—Aunque ellos hayan dejado de servirle—.

—Al tener la marca tenebrosa, ésta se manifiesta cada vez que


quiere reunirse con ellos, debo hablar con Dumbledore—.

Una hora más tarde, Harry se encontraba en el despacho de


Dumbledore.

—Efectivamente, esa fue una revelación, pero no sabemos si


es cierta—. Analizó el director después de escucharlo. —Recuerda lo
que pasó el año pasado con Sirius en el Ministerio—.

—Sí, Voldemort me engañó—. Recordó Harry. —Me hizo creer


que torturaba a Sirius—.

—Sin embargo—. Continuó el viejo. —No debemos descartar la


posibilidad de que sea cierta, debes cuidarte Harry, yo por mi parte
reforzaré aún más las medidas de seguridad, debo cuidarte y a tus
amigos, de ser cierta esa revelación, eso quiere decir que Voldemort
planea lastimar a alguno de tus amigos para presionarte—.

—Sí—. Confirmó el muchacho.


—Él planea hacerlo en un primer ataque, lo que significa que
habrá más que un ataque, pero yo no le voy a permitir que lastime a
nadie—.

—Habla con tus amigos para que se mantengan alerta—.

—Pero trata de que no cunda el pánico—.

—¡Señor!—. Lo llamó Harry.

—¿Continuaremos con el torneo?—.

Tanteó esperando una respuesta negativa.

—Por supuesto que sí, Harry—. Respondió Dumbledore.

—No podemos permitir que Voldemort nos intimide—.

—Solo debemos estar alertas—.

—Y doblar las medidas de seguridad—.

Más tarde, Harry se reunió con sus amigos y su madre en el


gran comedor para el desayuno.

—¿Cómo estás Harry?—.

Preguntó Sirius mientras corría a abrazarlo. —Me he enterado


de lo que pasó, y todo por ese…—.

—Mucho cuidado con lo que vas a decir Sirius—. Lo reprendió


la señora Weasley.

—Ya basta Sirius—. Agregó Harry.

—Yo fui un inmaduro, nadie tiene la culpa de esto—.

—Me alegra oírte hablar así Harry—. Dijo Hermione.

Como había la confianza suficiente entre todos.


Harry les contó de la conversación que había tenido con su
madre.

Y todos a excepción de Sirius estaban de acuerdo con que Lily


se enamorara de nuevo, pero, no de Snape, estuvieron de acuerdo.

Harry también les contó de la visión que estuvo en el bosque y


la conversación que tuvo con Dumbledore.

Y todos estuvieron de acuerdo con el director.

Snape, por su parte permanecía en la mesa de los profesores,


pero no probaba bocado.

Se sentía muy triste, aunque por fuera aparentara la misma


frialdad de siempre.

Al terminar el desayuno…

Todos se retiraron a sus salas comunes y Lily decidió quedarse


para hablar con Snape.

—Harry, hablaré con Severus—. Dijo Lily.

—Creo que debo aclarar la situación—.

—Mami—. La llamó Harry.

—Dime, cariño—. Respondió ella.

—No quiero interferir en tu vida, he sido un egoísta—.

—No te cohíbas por mí—. Habló con sabiduría y se marchó.

Ella sonrió, y esperó a Severus fuera del comedor.

—Tenemos que hablar, Sev—.

Dijo la pelirroja tomándolo por el brazo cuando él hubo salido.

—Estoy de acuerdo—. Respondió él.


—Pero no aquí, sino, en mi despacho—.

Los dos caminaron hacia las mazmorras.

Y entraron en el despacho de Snape.

—Lo siento Lily—. Se excusó él. —Sólo yo tengo la culpa, y lo


admito, yo te causé problemas—.

—Pero te juro que no fue mi intensión…—.

Ella lo calló colocando un dedo en sus labios.

—¡Tranquilo Sev!—. Exclamó con dulzura.

—Yo no te estoy echando la culpa de nada—.

—Pero Potter está molesto contigo por mi culp…—.

—Ya te dije que no es tu culpa—. Volvió a intervenir la mujer.


—Ya hablé con Harry y aclaramos las cosas—.

—Él solo está celoso y bueno…—.

—También en James, pero necesita tiempo, igual que yo—.

Ella le tomó las manos entre las suyas. —Ambos necesitamos


tiempo, yo para definir mis sentimientos, y él para asimilarlo todo—.

—Ya te lo he dicho antes, Lily—. Dijo Severus.

—Te daré todo el tiempo que necesites—.

Capitulo 19. Un cambio de imagen

Al día siguiente, todos estaban entre felices y melancólicos,


porque se acercaba el día de la cuarta y última prueba del torneo,
tan solo quedaba una semana para realizar la anhelada prueba.

Habían pasado muchas cosas desde que los padres llegaron a


Hogwarts.
Sobre todo Lily y Severus notaron los cambios.

Antes, simplemente eran buenos amigos, él ni siquiera tenía


esperanzas de conquistarla aunque no descartaba la posibilidad de
intentarlo.

Ahora, aunque su situación de amistad no había cambiado.

Ambos notaban que había una inexorable atracción que los


unía.

Severus como lo era Sirius.

Al menos, evitaba hacer comentarios negativos sobre él frente


a su madre, porque sabía que dichos comentarios la lastimarían.
Tenía que resignarse, aunque ya no los había visto besándose desde
el baile de año nuevo.

Sabía que su madre sentía una fuerte atracción por su adiado


profesor de Pociones y Defensa Contra Las Artes Oscuras.

Sin embargo, en una ocasión, no perdió la oportunidad de


contarle a ella todo lo que Snape lo había hecho sufrir, y ella a su
vez trató de explicarle en vano que todo había sido un truco para
engañar a Voldemort.

Harry le decía que eso era lo que Severus les había hecho
creer a ella y a Dumbledore, que quizá el amor que sentía por ella lo
había hecho arrepentirse, pero que aun así eso no borraba todo el
daño que le había causado en el pasado, Lily le restó importancia
porque sabía que en ese momento lo que hablaba por él eran sus
celos de hijo.

Snape por su parte había hablado con Lucius y con Rodolphus


sobre lo que había conversado con Lily anteriormente y estos le
aconsejaron que debía ir conquistándola poco a poco, pero que para
empezar, él debía hacer algo con su apariencia.
—No creo que a ella le importe mi apariencia—.

Contestó Snape secamente, casi ofendido.

—Pero de todos modos no te vendría mal un cambio—. Sugirió


Rodolphus.

—¿Y qué rayos hay de malo en mi apariencia?—.

Inquirió Snape mientras miraba su atuendo.

—Bueno—. Dijo Lucius.

—Con tu atuendo no hay nada de malo—.

—Más bien el color negro te aporta elegancia, y te sienta bien,


la capa te da distinción, pero…—. Enarcó una ceja y tomó entre sus
dedos un mechón de cabello de Severus.

—Esto no luce muy elegante que digamos—. Concluyó Lucius


frotando sus dedos mientras los miraba con repulsión

Snape apartó la cabeza con brusquedad.

—¿Y ahora qué tiene de malo mi cabello?—. Inquirió con rabia.

—Está grasoso, Severus—. Contestó Lucius mirándolo como si


le dijera “¿no es obvio?”.

—Eso no es elegante, ni sofisticado—. Concluyó limpiándose


los dedos en la ropa.

Snape esbozó una de sus sarcásticas sonrisas y le echó una


mirada de desprecio a la rubia melena de Lucius.

—Al menos el mío no tiene apariencia de mazorca—.

Se defendió él.

Rodolphus no pudo evitar reírse ante aquel comentario.

—Ni tampoco luce desastroso como el tuyo Rodolphus—.


Agregó mirando hacia la cabeza del aludido.

—Tranquilo hombre, no te estamos atacando—.

Respondió Rodolphus, todavía riendo.

Lucius lo fulminó con la mirada.

Luego observó a Snape y volvió a hablarle.

—Sólo te sugerimos que hagas algo con tu cabello para que


luzca mejor—. Dijo. —Quizá Lily note el cambio—.

—Ya les dije que ella no es superficial, a ella no le importan las


apariencias—. Increpó Snape con el ceño fruncido. —No es ese tipo
de mujer—.

—Lo sé—. Respondió Lucius enarcando una de las cejas.

—Pero aun así notará el cambio y quizá le guste—.

—¿Y qué crees que yo pueda hacer al respecto?—. Preguntó


Snape, ahora con un tono de duda.

—En eso podría ayudarte Bella—. Respondió Rodolphus.

—Ella sabe mucho de pociones cosméticas, que dudo mucho


que conozcas, incluso, con todo el conocimiento que tienes sobre
pociones—.

Severus suspiró y se encogió de hombros con resignación.

—Debo admitir que tienes razón—. Contestó.

—No sé mucho sobre la elaboración de esas pociones porque


nunca me interesaron, me parecieron absurdas—.

—También deberías hacer algo con tus dientes—.

Agregó Rodolphus rápidamente.

—¿Qué?—. Preguntó Snape. —¿A qué te refieres, Lestrange?—.


—Están muy amarillos—. Respondió éste.

Severus miró a Lucius y éste le devolvió la mirada mientras


asentía con la cabeza.

—Es cierto—. Agregó el rubio.

—Están amarillos, pero quizá eso se puede arreglar—.

—¿Y cómo?—.

Volvió a preguntar el hombre con el ceño fruncido.

—No existen pociones para corregir eso—.

—En ese caso—. Contestó Lucius colocándose el índice en el


mentón. —William o Anastasia Granger—.

—Los padres de Hermione Granger podrían ayudarte—.

—¿Por qué?—. Inquirió Snape con extrañeza. —¿De qué forma


me ayudarían?—.

—Ellos son… ¿cómo lo llaman los Muggles…?—.

Cavilaba Lucius.

—Son… ¡cielos!, tiene algo que ver con los dientes, los arreglan
a algo así—.

—¿Dentistas?—.

Tanteó Snape, al ser mestizo intuyó lo que Lucius quiso decir.

—¡Aja!—. Soltó Lucius. —Eso, ellos son dentistas—.

—Y al parecer muy buenos—.

—Porque a Arthur Weasley lo trataron de un problema que


tenía y quedó maravillado—. Señaló Rodolphus.
—Bueno, en ese caso preferiría que sea el señor Granger quien
me atienda—. Dijo Snape con voz calmada.

—Porque la señora Granger correría a llevarle el chisme a Lily,


aunque Bella también podría ir con el chisme a las demás—.

—¡Bah!, claro que no, ella es muy discreta—.

—Además, yo me encargaré de pedirle que guarde silencio—.


Dijo Rodolphus.

—Muy bien amigo mío, entonces todo ya está dicho—.

Concluyó Lucius. —Iré ahora mismo a hablar con William—.

—Y yo con Bella—, agregó Rodolphus.

Severus miró en todas direcciones, luego miró a sus amigos y


dijo: —Por favor, sean discretos—.

Más tarde…

Ya Bella y William estaban enterados de todo y estuvieron


dispuestos a ayudar al hombre.

Cuando Bella salió de su habitación arrastrando un baúl,


Molly, Lily, Anastasia y Narcissa la vieron.

Y quisieron invitarla al pueblo de Hogsmeade.

Junto a los hombres y los chicos.

Pues ya tenían fecha de excursión en el tablón de anuncios de


sus respectivas salas comunes, irían acompañados de un séquito de
aurores debido a la incertidumbre que se vivía frente a un posible
ataque de los mortífagos que todavía servían a Voldemort.

—¡Ah!, lo… siento chicas, pero creo que esta vez no podré
acompañarlas… es que… tengo cosas qué hacer—.

Respondió la mujer.
—¿Y a dónde vas con eso?—. Preguntó Lily.

—¿Yo?—. Respondió ella con otra pregunta mientras miraba


hacia todos lados.

Lily asintió sonriente.

—Yo, bueno… voy por ahí a…—.

—Eso parece un baúl de pociones, Slughorn tenía uno igual


donde guardaba las suyas—. Comentó Molly Weasley.

—¡Ah!, ¡eh!, sí, eso es… un baúl de pociones—.

Respondió Bella con una risita tonta.

—¿Y para dónde vas con eso?—.

Inquirió su hermana mientras hacia un gesto de indiferencia


con la mano. —No seas tonta Bella, y vámonos ya—.

—Nos iremos con Arthur, Sirius y los chicos—.

—Lupin está de servicio cuidando el castillo y Tonks irá con


nosotras para distraerse, está de licencia, porque en su estado no
puede enfrentarse a mortífagos ni nada parecido… ¡ah!, Lucius no
quiso ir, creo que está un poco indispuesto—.

—Ni tampoco William, aunque le insistí mucho—.

Intervino Anastasia Granger.

—Sev tampoco quiso ir—.

—Lo invité, y al igual que tú, me respondió que tenía cosas


que hacer—. Saltó Lily.

—¡Ah, sí!—.

Exclamó Bella como si de pronto hubiese sido iluminada por


una idea. —Precisamente a eso voy, a ver a Sever—.
—A ver a Severus para que me ayude a reconocer unas viejas
pociones que encontré en mi habitación—.

—¡Hummm!, comprendo—. Dijo Anastasia. —De todos modos,


cuando termines, ya sabes dónde estamos—.

—De acuerdo—. Asintió Bella retomando su camino hacia la


habitación de Severus, unas tres puertas más adelante.

Las demás se fueron a reunir con los chicos que las esperaban
al pie de la escalera de mármol donde abordaron entre todos, tres
carruajes. Había dos aurores en cada uno para resguardarlos.

Mientras tanto en Hogwarts…

Severus estaba nervioso en su habitación, Bella hizo salir a


William, Lucius y Rodolphus de allí, y les dijo que debían esperar
afuera y que más tarde verían el resultado final.

—Muy bien, siéntate aquí—.

Ordenó ella sentándolo con brusquedad en una silla frente a


un espejo, luego le colocó una capa encima de los hombros para que
no se manchara su ropa.

—Relájate y déjamelo todo a mí, ¿de acuerdo?—.

—Si me vas a dejar como tú—.

—Entonces, ya puedo salir corriendo—.

Comentó Snape mientras contemplaba con extrañeza la


exótica melena de su amiga.

Ella le azotó la cabeza con un trapo. —¡Que chistosito eres!—.

Exclamó y después se dispuso a sacar del baúl un peine y


unas tijeras.

—¿Pero qué vas a hacer?—.


Preguntó él con la respiración agitada al tiempo que se llevaba
las manos a la cabeza y se levantaba bruscamente del asiento.

—No me vas a cortar nada—.

—No seas estúpido, Severus—. Respondió ella mientras hacía


sonar las tijeras con una mirada maliciosa.

—Por eso es que mi primo no deja de llamarte “Quejicus”, eres


un llorón—. Agregó mientras reía.

—Claro que no, es solo que no quiero que me co…—.

—¡Ay ya!, siéntate y relájate, yo sé lo que hago—.

Dijo al tiempo que volvía a empujarlo sobre la silla.

Luego levantó la varita y lanzó un hechizo desvanecedor sobre


el espejo que al instante desapareció. —Así está mucho mejor—.

—No, Bella, ¿qué rayos…?—.

—¡Ya cállate!, y deja de gimotear—.

La mujer comenzó a peinarle el cabello con delicadeza.

Las manos de ella eran suaves, y la manera que ella tenía de


tomar cada mechón mientras cortaba delicadamente las puntas.

Hacía que él se relajara muchísimo, tenía los ojos cerrados y


ya no protestaba.

Cuando ella terminó de cortar, lo zarandeó un poco ya que al


parecer él se estaba quedando dormido.

Al principio se alarmó cuando abrió los ojos y vio sus cabellos


regados por el piso, inmediatamente se llevó las manos a la cabeza y
respiró aliviado al comprobar que su cabello aún conservaba casi el
mismo largo, a la altura del cuello, solo que ahora estaba dos dedos
más arriba.
Luego ella se dirigió nuevamente al baúl y extrajo de allí unos
frasquitos de vidrio, él tomaba cada frasco que ella iba soltando.

Y se lo llevaba a los ojos y a la ganchuda nariz para examinar


su contenido.

—Esto parece vinagre, un poco de limón y otro ingrediente que


no reconozco—. Comentó Severus después de olfatear.

—Garras de dragón en polvo—.

Respondió ella mientras comenzaba a aplicarle la poción. —Es


para eliminar la grasa—.

—Entiendo—.

Respondió él, relajándose de nuevo con los masajes que Bella


le daba en el cuero cabelludo.

—Hay que dejarlo allí por unos diez minutos—. Anunció Bella
al tiempo que le colocaba un gorro de baño en la cabeza.

—¡Por Dios Bellatrix!, con esto me veo ridículo—. Protestó él.

—Es para que acelere el proceso—. Alegó ella. —Si no quieres


el gorro, entonces será media hora—.

—No, está bien, usaré el estúpido gorro—. Asintió al fin.

Mientras pasaba el tiempo del tratamiento, y casi en contra de


su voluntad.

Bella le aplicó una mascarilla de pepino y algunos ingredientes


mágicos para aportarle lozanía y suavidad a la piel y después que
hubo pasado el tiempo necesario, le lavó el cabello y comenzó a
aplicarle un nuevo tratamiento en él.

—Esta poción está hecha a base de aceite de almendras con


esencia de rosas y un toque de limón—.
Volvió a comentar Snape mientras olía el segundo frasco.

—Sí, está bien, eso es—.

Confirmó Bella con un tono que denotaba impaciencia, luego


le arrebató el frasco de las manos. —Deme eso, señor sabelotodo en
pociones—.

Luego se lo aplicó en el cabello con el mismo procedimiento


anterior.

—Es para hidratar tu cabello y aportarle brillo, suavidad y una


exquisita fragancia, mientras el toque de limón evitará que le aceite
de almendras lo vuelva grasoso de nuevo—. Explicó ella.

Luego de pasados los diez minutos.

Ella le lavó el cabello nuevamente, lo llevó hasta la silla donde


estaba sentado anteriormente y comenzó a secarle el cabello mojado
con la ayuda de su varita de cuya punta salía un chorro de aire
caliente, cuando hubo terminado, decidió jugarle una broma.

—¡Por las barbas de Merlín!—. Exclamó con una expresión de


terror.

—¿Qué sucede?—. Preguntó él imitando la expresión de la


mujer e incorporándose abruptamente de la silla.

—Ahora eres rubio, tu cabello se tornó rubio—. Respondió ella


ahogando la risa que amenazaba con salir en cualquier momento.

—¡Por Dios, Bellatrix!—.

Exclamó horrorizado, ignorando por completo los mechones


negros que le caían al rostro, sacó su varita e hizo aparecer el espejo
nuevamente.
Ella se desternilló de risa y se dejó caer en la silla donde antes
estaba él y cuando el hombre contempló su imagen en el espejo,
suspiró aliviado y luego soltó un gruñido.

—¡Que infantil eres, Bella!—.

Exclamó Snape apartando por un momento la vista de su


propia imagen en el espejo, después volvió a posar la vista en su
imagen.

—¿Qué te parece?—. Preguntó ella cuando al fin pudo hablar.

—¡Vaya!, sí que hiciste un buen trabajo—.

Respondió él al tiempo que deslizaba los dedos por su cabello


lacio, extremadamente suave, sedoso, luminoso.

Y para nada grasoso. —De verdad, jamás en mi vida lo había


tenido así—.

Bella se acercó a él y le alborotó un poco el cabello con las


manos.

—Así le daremos un poco más de volumen—. Le dijo. —¡Ah!, y


tendrás que repetir este tratamiento, al menos una vez por mes—. Le
dijo Bella a Snape.

Luego la mujer abrió la puerta y llamó a su esposo, a William


y a Lucius para que contemplaran el resultado final.

Todos se quedaron maravillados al verlo.

—¡Vaya!, Bella—.

—Creo que tendrás que hacer eso conmigo también—.

Comentó Lucius.

Ella rió y asintió con la cabeza.


—¡Oye, Severus!, no olvides revolverlo un poco con la mano
cuando estés frente a ella, ya sabes que le encanta—.

Le aconsejó Rodolphus riendo y haciendo la parodia de que se


revolvía su propio cabello.

—Yo no soy Potter, ni pretendo serlo, Rodolphus—.

—No seas imbécil—.

—Bueno…—.

—De todas maneras no estaría de más que lo intentaras—.


Añadió Bella, también riendo.

—Sí que has hecho un trabajo excelente, de verdad que sí—.


Comentó William contemplando la reluciente y encantadora melena
del profesor de su hija. —Pero ahora debemos ir hacia la sala de los
menesteres para terminar el trabajo—.

—¿A la sala de los menesteres?—.

Preguntaron todos al unísono.

—Sí, allí—. Confirmó el Muggle.

—Fue allá donde atendía a Arthur junto a Anastasia—.

—Allí estaba todo lo que necesitaba y supongo que ésta vez no


será diferente—.

—Tienes razón—. Razonó Lucius. —Vamos allá, entonces—.

Se encaminaron hasta el séptimo piso del castillo.

Donde después de algo de concentración por parte del Muggle,


la anhelada puerta de doble hoja y madera de roble apareció frente a
todos.

—Les presentó lo que yo llamo un buen consultorio dentista—.


Habló William.
Todos contemplaban el lugar con estupefacción.

La silla odontológica, la escupidera junto a ella, las diversas


mangueras y pequeños taladros.

La enorme lámpara que estaba sobre la silla.

Un sofá.

Lo bastante grande para que pudieran esperar sentados a que


su amigo terminara de ser atendido. (Aunque nunca lo utilizaron),
una percha de la que pendía una bata blanca de médico y un gorro.

También había una mesa.

Donde se encontraban varios utensilios quirúrgicos, así como


también un par de guantes y un tapabocas.

Severus, que no había asistido a un consultorio dentista desde


que tenía nueve años, volvió a sentir aquel frió desagradable en el
estómago y el pulso comenzó a acelerársele.

—¡Ven aquí, Severus!—.

Lo exhortó William mostrándole la silla odontológica mientras


él se colocaba la bata blanca, el gorro, el tapaboca y los guantes.

Snape se resistió al principio.

—No, bueno, muchas gracias señor Granger, pero…—.

—William, solo llámame William, ¿De acuerdo?, hay confianza,


hombre—.

—Sí, bueno, William, muchas gracias por querer ayudarme—.

—Pero… yo creo que estoy bien así—. Dijo mirando con recelo
el pequeño aparato que William encendía en ese momento, aquel
ruido agudo y penetrante le erizaba los bellos de la piel.

—¡Oh, por Merlín!, Severus cómo vas a decir que estás bien—.
—Con esos dientes de maíz que tienes—.

Comentó Rodolphus al tiempo que lo empujaba hacía William.

—Vamos, recuéstate aquí—. William volvió a indicarle la silla.

—No pasa nada, tranquilo, colócate esto para que no arruines


el trabajo de Bellatrix—.

Dijo al tiempo que le pasaba un gorro quirúrgico.

Severus obedeció a regañadientes, y Bella, Lucius y Rodolphus


se ubicaron alrededor de la silla para apreciar el curioso trabajo
Muggle.

—Jamás en mi vida he visto esto, al fin veré que es lo que hace


un dentista—. Comentó Lucius con emoción.

—Y yo—. Acotó Bella. —Aunque debo confesar que toso eso da


miedo—. Señaló el instrumental dentista.

—Y si en el mundo mágico no tienen dentistas, ¿cómo es que


preservan sus dientes?—.

Inquirió William intrigado mientras revolvía con una paleta


una extraña mezcla blancuzca dentro de una pequeña vasija de
porcelana.

—Simple, con magia—. Respondió Lucius. —Usamos la magia


para limpiar los dientes, y si alguno no anda bien, pues vamos a San
Mungo, que es…—.

—El Hospital de Heridas y Enfermedades Mágicas—. Completó


William.

—¡Ah!, ya sabías de ese hospital—. Dijo Severus.

—¡Aja!, mi Hermione siempre nos mantiene al tanto de todo lo


de aquí, ella está encantada con el mundo mágico, y Anastasia y yo
también—.
—Créeme que nunca pensé decir esto, pero, a mí también me
están fascinado las cosas Muggles—. Dijo Lucius.

Luego esbozó una falsa mueca de terror y exclamó riendo.

—¡Oh, por Merlín!—.

—Me estoy transformando en Arthur Weasley—.

Todos rieron a excepción de Snape que permanecía impasible.

—¿Y bien?—. Continuó William. —Cuando están allá en San


Mungo con algún dolor de muelas, por ejemplo, ¿qué hacen allí?—.

—La extraen mediante un hechizo, y si en algún momento hay


dolor, solo hay que tomar alguna poción analgésica—.

Respondió Rodolphus.

—Sí, ya recuerdo, existen excelentes pociones—. Dijo William.


—Cuando Anastasia y yo le extrajimos la muela a Arthur Weasley, la
señora Pomfrey la hizo crecer de nuevo con una poción—.

—Sí, bueno…—.

—Es que las pociones siempre son la mejor solución—. Añadió


Snape intentando levantarse, pero varias manos lo recostaron de
nuevo.

—Aunque te recuerdo que tú mismo nos dijiste a Rodolphus y


a mí que no existían pociones para blanquear los dientes—. Replicó
Lucius.

Severus gruñó.

—Bueno, bueno, ahora vamos a comenzar, ¡a ver!—.

—Abre la boca lo más grande que puedas—.

Pidió el dentista mientras sostenía una pequeña vara de metal


con un círculo achatado en la punta que parecía un espejo.
—Pero… pero…—. Severus intentó protestar.

—Tranquilo, no te voy a hacer daño, en serio—.

—Solo quiero examinarte y luego aplicarte el tratamiento—. Lo


tranquilizó el médico.

Severus obedeció nuevamente y abrió su boca hasta el límite.

William introdujo el instrumento, el cual se asemejaba a un


espejo dentro de su cavidad bucal y se dispuso a examinar todas y
cada una de las piezas dentales.

Mientras el resto paseaba la vista de la boca de Severus a


William, que asentía repetidamente con aprobación.

—¡Hummm!, ¡vaya!, ¡vaya!, tienes unos dientes muy sanos—.

—Nada de caries, la magia sí que ha hecho un buen trabajo—.


Comentó William. —Ahora quiero que cierres tu boca—.

—Pero me muestras tus dientes—.

Severus volvió a obedecer.

—¡Wow!—.

—Si hasta tienes los dientes tan derechos como reglas—.

Volvió a exclamar William con admiración.

—De acuerdo, lo que vamos a hacer ahora es una limpieza—.

Tomó un pequeño aparato que tenía una punta de un material


abrasivo y que además soltaba chorros de agua y lo encendió.

Su sonido agudo y penetrante hizo que Severus intentara


nuevamente levantarse de su asiento, pero el médico dotado de una
extraordinaria paciencia lo detuvo nuevamente. —Ya te dije que no
voy a hacerte daño, sólo voy a limpiar, es todo—.
William colocó una manguera succionadora dentro de la
cavidad bucal de Severus y le pidió a Rodolphus que la sostuviera en
esa posición, sin dejar que se saliera.

El dentista comenzó a pasar aquel aparato por todos los


dientes del hombre, removiendo la placa dental.

En ocasiones, al pasar el aparato muy cerca de las encías le


producía un pequeño sangrado que la manguera se encargaba de
eliminar junto con la saliva y el agua.

Lucius, Bellatrix y Rodolphus miraban hacia otro lado.

Y Severus tenía los ojos fuertemente cerrados y de vez en


cuando se removía incomodo sobre la silla.

Cuando William hubo terminado con la limpieza.

Le pidió a Rodolphus que retirara la manguera.

Vertió un último chorro de agua en la cavidad bucal de


Severus, y luego le pidió que escupiera en la hortera que tenía
especialmente para eso, eliminando así los restos de sangre y placa
dental.

—¿Te dolió?—. Preguntó el médico.

—No—. Respondió Severus. —Pero sí me incomodó bastante—.

—Eso es natural—. Respondió William. —Ahora voy a proceder


a aplicarte el tratamiento blanqueador—. Dijo esto mientras vertía la
mezcla que había preparado anteriormente en un molde que tenía
forma de herradura, bueno más bien se asemejaba a la dentadura
humana, con su parte superior e inferior.

—¿Y qué es eso?—. Preguntó Severus mirando con repulsión


la viscosa pasta blancuzca.

—Es un blanqueador—. Respondió William.


—Abre la boca nuevamente y muerde esto—.

Severus hizo lo que se le pidió e inmediatamente una mueca


de asco se fue dibujando en su cetrino rostro.

—¡Oh, por Dios!—.

—No puede ser peor que el sabor de las pociones—. Comentó


Bella.

Severus asintió con la cabeza.

—La verdad es que tiene muy mal sabor—.

Respondió el dentista encogiéndose de hombros.

—Tendrás que morder eso por cinco minutos—.

Cuando el tiempo se venció, William retiró el molde de la boca


del pocionista y le pidió que escupiera nuevamente, luego tomó otro
aparato que al encenderlo despedía una luz violeta, pasó el aparato
por todos y cada uno de los dientes de Severus, por alrededor de
unos cinco minutos, mientras les explicaba a todos que aquello
intensificaba el efecto del tratamiento.

Cuando terminó, exclamó: —¡Listo!, ya pueden admirar sus


dientes blancos, rectos y sin placa dental, ¿qué tal?—.

—¡Wow!—.

Fue la respuesta de todos al contemplar con admiración la


reluciente y blanca dentadura de Snape.

Parecía modelo de un comercial de dentífricos.

—¿Se ven bien?—. Inquirió nervioso el hombre.

—Por supuesto que sí—. Respondió Lucius.

—Nunca pensé que los Muggles pudieran hacer eso—.


—¿Qué si se ven bien?—. Inquirió Bella.

—Se ven geniales, maravillosos, ¡wow!, yo quisiera algo así!—.

—Pero si tú ya te ves preciosa, cariño—. Comento Rodolphus


cariñosamente.

—Pero quiero verme así de genial—. Repitió Bella señalando a


Severus.

William consultó su reloj.

—Bueno, en vista de que los demás aún tardarán una hora en


llegar—.

—Todavía hay tiempo para una paciente más—.

Contestó él mirando a Bella y señalando la silla odontológica


de donde se levantaba Severus.

La mujer daba saltitos de alegría.

—¡Wow!, ¡por Merlín!, yo tampoco me imaginé jamás en mi


vida que diría esto, pero lo diré… amo a los Muggles—.

Mientras William repetía con Bella todo el proceso que le había


aplicado a Severus, éste se concentró en que necesitaba un espejo, y
casi al instante un espejo de cuerpo entero apareció detrás de él.

Cuando se giró para ver su propia imagen, se quitó el gorro e


inmediatamente aquellos perfumados mechones negros como el
azabache.

Brillantes como el diamante y suaves como la seda, cayeron


enmarcando su rostro, se llevó las manos hasta allí y palpó la suave
piel, fresca y lozana, y por último examino su recién blanqueados
dientes.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro, aunque se


apresuró a suprimirla, definitivamente estaba maravillado con los
resultados obtenidos. Desvió la atención del espejo y se dirigió a sus
amigos con un tono que jamás le habían escuchado en la voz, era un
tono amistoso, de agradecimiento.

—¡Muchas gracias a todos ustedes!—.

Bella, con la boca abierta desde la silla odontológica mientras


William hacía nuevamente su trabajo.

Elevó el pulgar en señal de aprobación.

—No hay de que Severus—. Respondió Lucius. —Tú sabes que


siempre contarás con nosotros.

—Sí, con todos nosotros—. Añadió William. —De verdad me


gustaría que te unieras más al grupo, fíjate, en un principio, cuando
llegamos al castillo, pese a su cambio de conducta—.

—Los Malfoy y los Lestrange permanecían al margen de los


Granger, los Potter, Lovegood y Weasley, pero ahora somos como
una sola familia, todos juntos—.

—No lo sé, yo…—.

—¡Vamos Severus!, William tiene razón—.

Respondió Rodolphus. —Puedes unirte a nosotros—.

—Claro, no veo por qué no—. Añadió Lucius.

—Es que me sentiría incómodo con Black haciéndome sacar


de mis casillas y el niño Potter siempre junto a Lily, haciendo lo
posible por incordiarme como si fuese un perro guardián—.

—Si realmente quieres conquistarla, deberás hacerle caso a


nuestro querido amigo William—. Dijo Lucius.

—Intégrate a nosotros, al principio Sirius también nos volvía


locos con sus estúpidos comentarios, pero luego fue cambiando de
actitud conforme fue comprobando que nuestro arrepentimiento era
sincero—.

—Quizá el hecho de ver a Lily, le recuerda a su amigo Potter y


por eso no puede concebir verla junto a nadie más y mucho menos
junto a ti, que eras el enemigo de James, pero ya verás que luego se
acostumbra a verla contigo—.

—Por otra parte, a Harry sólo hay que darle tiempo, trata de
ganártelo también a él y si no funciona, pues que él se aguante—.
Concluyó Lucius encogiéndose de hombros.

—Es cierto—. Salto Rodolphus.

—Además contarás con el apoyo de todos nosotros—.

Severus asintió y esbozó una débil sonrisa.

Media hora más tarde, los cinco esperaban junto al gran haya
de los jardines al grupo que estaba en Hogsmeade, y cinco minutos
después de haberse sentado en la hierba, los carruajes comenzaron
a arribar, Severus estaba nervioso y a la expectativa sobre lo que
pudiera pensar Lily con respecto a su apariencia.

—Aquí estamos—.

Gritó Bella emocionada al tiempo que agitaba los brazos para


llamar su atención.

—¡Allá están!—. Exclamó Ginny señalando a Bella. —Vamos—.

—Me pregunto qué estarían planeando—.

Dijo Lily mientras avanzaban en dirección al haya.

—No lo sé—. Respondió Sirius.

—Pero si viene de Quejicus, nada bueno ha de ser—.


—¡Sirius!, ¡por Dios!, no empieces—. Lo reprendió Lily dándole
con el codo en las costillas.

—¿Mis ojos me engañan o Snape está junto a ellos?—.

Preguntó Neville entrecerrando los ojos.

—Tus ojos están bien—. Respondió Luna con la inocencia que


la caracterizaba. —El profesor Snape está junto a los demás—.

—Eso es lo que me faltaba—. Soltó Harry con desdén.

—Que ahora quiera unirse a nosotros—.

—¡Harry!, prometiste que no serías un inmaduro—.

Increpó Hermione.

—¿Qué tiene de malo que él quiera integrarse?—.

En ese momento los gemelos pasaron junto a ellos.

—Él solo está molesto porque no quiere que Snape ronde a


Lily—. Soltó Fred con sorna.

—¡Cállate Fred!, o te juro que te rompo la…—.

—¡Harry!—. Volvió a increpar Hermione.

—Lo siento, Hermione—. Se disculpó. —Es solo que a veces los


chicos se ponen muy pesados con ese tema—.

—Pero Harry, Lily no…—.

—Ya sé que mi mamá no tiene nada con él, pero aunque lo


intento, no puedo hacerme a la idea de que pudieran tener una
relación amorosa, sé que ambos tienen derecho, pero es muy difícil
para mí, Hermione—.
Cuando llegaron al haya, todos se quedaron asombrados con
el evidente cambio de Snape. Sus cabellos relucientes al igual que
sus dientes y su piel lozana, lo hacían lucir más joven.

—¡Vaya!, ¿y tú que te hiciste Severus?—.

Comentó Xenophilus.

—Sí, te ves diferente—. Añadió Arthur.

—No me hice nada—. Respondió de mala gana.

—Sigo igual que siempre—.

—¡Oh Severus!, antes no podíamos decir nada, pero ahora si


podemos decirle—. Saltó Bella. —Y ¡miren!, yo también me hice un
cambio—. Dijo señalando sus dientes blancos y relucientes.

—Bella, por favor—. Increpó Snape.

—Severus se hizo un cambio de imagen, donde participamos


William y yo, él también me ayudo con mis dientes—.

—Con que eso era lo que planeaban ¡eh!—.

Concluyó Anastasia observando detenidamente la dentadura


de Bellatrix. —Sí, hiciste un gran trabajo, cariño—. Dijo dirigiéndose
a su esposo, luego observó a Severus que después de un momento
cerró su boca abruptamente, pero la mujer ya lo había alcanzado a
ver. —Definitivamente un buen trabajo—.

—¡Severus, luces de maravilla!—. Exclamó Narcissa.

—Por supuesto Cissy, yo tuve mucho que ver en eso—.

Intervino Bella con orgullo.

—¡Ahhh!, por eso llevabas el baúl de pociones y estabas tan


nerviosa—. Añadió Molly.

—No querías que descubriéramos tu plan—.


—En realidad fue idea de Lucius y Rodolphus—. Contestó la
mujer.

Tonks empujó ligeramente a Lily que no dejaba de mirar a


Snape.

—Se ve muy guapo, ¿no lo crees Lily?—. Dijo Tonks.

Lily asintió con la cabeza, se acercó a él con timidez.

Y lo contempló con admiración mientras él la contemplaba con


nerviosismo, ignorando las demás miradas.

—¡Qué bien te ves, Sev!—.

Exclamó Lily con una sonrisa franca. —Definitivamente, no sé


qué te hiciste, pero luces de maravilla—.

—¿En serio?—. Inquirió el aludido.

—¡Claro!, te ves estupendo—.

—Yo diría estúpido—. Saltó Sirius burlonamente.

—¡Cállate Black!—. Increpó Snape con tono impaciente.

—No porque tú aún luzcas como presidiario, yo voy a hacer lo


mismo, ¿verdad?—. Respondió con una sonrisa sarcástica.

Los gemelos no pudieron evitar reírse.

Y Harry, sintiéndose impotente apretó las manos en puño.

—¡Sev!, por favor—.

Riñó Lily pegándole débilmente en el brazo. —No le digas eso—


.

—Él empezó—. Se defendió el pocionista.

—¿Ya vas a empezar a quejarte, Quejicus?—. Soltó Sirius.


—¡Suficiente!—. Exclamó Snape sacando su varita.

—¡Expelliarmus!—. Gritó Lily. —¡Accio varita!—.

—No seas tan impulsivo—.

—¿Impulsivo?, lo he estado soportando demasiado—.

—Eso también es verdad, Sirius—.

Dijo Lily dirigiéndose al animago.

—Eres un tonto, Snape—. Gritó Sirius.

—Ten, pero no intentes ninguna tontería—.

Dijo la pelirroja devolviéndole la varita a Snape.

—Y tú, ya deja de ser tan infantil y compórtate, ya no tienes


quince años—. Dijo dirigiéndose a Sirius.

—Y yo tampoco los tengo, Black—.

Dijo Severus señalándolo de forma amenazadora con la varita.


—Ahora sé defenderme muy bien—.

Hubo un silencio que se estaba prolongando incómodamente.

—Yo opino igual que los demás—.

Intervino Draco para romper el silencio.

—Usted se ve muy bien—.

—¡Bienvenido al club de los chicos irresistibles!—.

Agregó riendo.

Entretanto Pansy le azotaba el brazo riendo divertida.

—¡Gracias Draco!—. Dijo Snape secamente.

—¡Felicidades por el cambio señor!—. Habló Luna.


—¡Gracias señorita Lovegood!—.

Respondió Snape sin sonreírle.

—¡Grandioso trabajo, Bella, señor Granger!, a la mayoría nos


gustó—. Dijo Ginny lanzándole una mirada de reojo a Sirius que en
ese momento se encontraba más alejado conversando con Arthur
Weasley.

—¿Y tú Hermione?, ¿qué opinas tú?—.

—Yo no noto ninguna diferencia—.

Respondió la muchacha riendo.

Snape no pudo evitar una escueta sonrisa al recordar que era


la misma respuesta que él le había dado a la chica cuando en el
cuarto curso.

Draco le hizo crecer los dientes incisivos accidentalmente.

—No, no es cierto, usted se ve muy bien señor—.

—¡Gracias señorita Granger!, se lo debo a su padre—.

—Y a Bellatrix—. Luego colocó una mano en su hombro.

—¡Ah!, y disculpe por aquella vez en cuarto curso cuando la


hice llorar con mi comentario cruel—.

—No importa—.

Respondió ella haciendo un gesto de indiferencia con la mano.


—Eso ya está olvidado—.

—¿De verdad?—. Inquirió Draco con una sonrisa.

—En serio, también te perdono a ti, tontito—.

Respondió la chica sacudiéndole el cabello cariñosamente.

—¿Y tú qué opinas Harry?—. Volvió a indagar Ginny.


El muchacho no se esperaba esa pregunta, de modo que lo
tomó por sorpresa, después se encogió de hombros y esbozó un
gesto de indiferencia.

—Normal—. Respondió indiferente sin siquiera mirarlo.

—¿Normal?—. Preguntaron los gemelos al unísono.

—¿Estás loco?, se ve genial—. Agregó Fred.

—Estupendo—. Añadió George.

—El cambio salta a la vista y es favorable—. Intervino Ron.

—Sí, bueno, luce bien—. Admitió finalmente Harry, aunque lo


hizo a regañadientes.

—Pero nadie es más hermoso que tú, mi sol—.

Añadió Lily abrazando cariñosamente a su hijo con fuerza,


mientras le hacía cosquillas.

Comprendiendo la actitud del muchacho. Ella sabía que él se


esforzaba por no sentir rencor hacia Snape, pero que en realidad le
estaba costando bastante, luego le guiñó un ojo a Severus.

—¡Ay! Mamá, ¡ya basta!—.

Exclamaba Harry riendo por las cosquillas.

Severus sonrió nuevamente de firma breve, aunque a veces le


desagradaba que Lily estuviera siempre pegado a Lily para evitar que
ellos tuviesen alguna oportunidad de conversar, en serio le agradaba
mucho ver a Lily feliz en su rol de madre.

Se veía tan hermosa protegiendo a su hijo, y a la vez se sentía


morir de felicidad porque el cambio había resultado todo un éxito, a
ella le había gustado, le había encantado y no sólo eso, también se
había enfrentado a Sirius, uno de sus preciados amigos por él.
Capitulo 20. Sortilegios WeasMalf Internacional

Luego de la reunión en el haya del lago todos se dispusieron a


entrar al castillo, a sus salas comunes, o a sus habitaciones para
descansar, pero antes de que Lily entrara a su habitación, le dio a
Severus una bolsa de papel con el emblema de Honey Dunkes, que
contenía varios pasteles de chocolates en forma de calderos, y que a
él tanto le gustaban.

Por la noche…

Durante la cena en el gran comedor.

Todos comentaban el cambio del profesor Snape.

Lucius le hizo señas a éste desde la mesa de Slytherin, que era


donde estaban cenando, para que se acercara a comer con ellos, él
negó con la cabeza, y todos intuyeron que era debido a la presencia
de Sirius y su actitud infantil, que él no quería ir hasta allá.

—Debes aprender a controlarte Sirius, ya no eres un niño—.


Lo reprendió Narcissa.

—Prima, yo no tengo la culpa de que él no quiera venir a cenar


con nosotros, él se lo pierde—. Respondió el animago encogiéndose
de hombros restándole importancia al hecho.

—Eso es cierto—. Confirmó Harry divertido.

—¡Harry!—. Le increpó Lily con un tono admonitorio, el cual


casi nunca empleaba con él.

—Bien, y hablando de otra cosa—. Dijo Lucius para cambiar el


polémico tema de conversación.

—¿Qué lograron ustedes dos en Hogsmeade?—. Le preguntó a


los gemelos.

—Hablamos con el dueño de Zonco—.


Respondió George alegremente.

—¿Y qué les dijo?—.

Volvió a interrogar el patriarca de los Malfoy.

—Está dispuesto a vender—. Contestó Fred.

—Y nosotros a comprar—. Añadió George.

—Ya tenemos el dinero—.

—¡Eso es grandioso!—. Exclamó Lucius. —Yo me encargaré de


financiar la mercancía, por lo que puedo ver ya tendremos nuestra
primera sucursal de “Sortilegios Weasley” en Hogsmeade—.

—Que ya suman dos en Gran Bretaña con la que está ubicada


en el callejón Diagon—.

—O “Sortilegios WeasMalf” como George y yo hemos decidido


llamarla de ahora en adelante—. Añadió Fred.

—Como te habrás dado cuenta—.

—Es una combinación de nuestros apellidos—.

—Suena realmente muy bien—. Analizó el rubio con emoción,


abriendo todavía más sus ojos grises.

—Me gusta, mañana mismo iremos a Hogsmeade a hablar de


negocios con el dueño de Zonco, por mi parte les puedo informar
que he conseguido tres tiendas fuera del país—.

—Para abrir más sucursales allá, como les prometí—.

—¡Wow!, qué bueno—. Exclamó George con entusiasmo.

—¿Y en cuales países?—.

—Nosotros también hemos conseguido una fuera del país—.

—Así ya sumamos seis entre todas—.


Calculó Fred con entusiasmo. —Y aún se nos están ocurriendo
más ideas para crear nuevos trucos—.

—¡Estupendo!—. Contestó Lucius. —Díganme ustedes primero


en qué país consiguieron el almacén que luego convertiremos en
tienda y después yo les contaré donde conseguí los demás—.

—Bueno, conseguimos un viejo local en Francia—.

—Que pertenecía a un tío de la tonta esposa de nuestro


hermano Bill—. Contestó Fred.

—¡Fred, por favor!—. Lo reprendió Hermione.

Los demás rieron.

—Él estuvo dispuesto a vender, y nosotros compramos—.

Continuó Fred.

Dándole unas palmaditas en el hombro a Hermione. —Bueno,


en realidad el convenio lo hizo nuestra querida cuñada—.

—Que es la que domina el idioma—.

—¿Y en qué lugar de Francia está ubicado el local?—. Indagó


Arthur.

—Está en París—. Contestó George.

—Hermosa ubicación—. Comentó Hermione. —¿Sabían que el


portal al mundo mágico de allá está en el arco del triunfo?—.

—Mis padres y yo lo visitamos—.

—Muy bello—. Recordó Anastasia.

—Me alegro mucho—. Dijo Lucius.

—Además, porque los Malfoy tenemos parientes allá—.


—Sí, pero ahora por favor dinos en que otros países tendremos
nuestras sucursales—. Quiso saber George con impaciencia.

—Sí, por favor—. Añadió Fred.

—Está bien—. Contestó Lucius.

Los demás esperaban atentamente a que revelara.

—Conseguí dos almacenes aquí en Europa—.

—Y uno en sur América, aún no he hecho las negociaciones


con los dueños, sólo sé que quieren que vender—.

—¡Oh vamos papá!, ya dinos donde es—.

Dijo Draco impaciente.

—Sí, ya díganos—. Soltó Ron.

—Los almacenes que conseguí aquí en Europa, están en Italia


y en España—.

—¡Wow!, eso es genial—.

—Nuestra empresa ya está creciendo bastante—. Se maravilló


Fred.

—¡Los felicito!—. Exclamó Arthur con orgullo. —Nunca pensé


que sus bromas los llevarían tan lejos—.

—Yo mucho menos—. Añadió Molly.

—Pero de verdad me alegra que estén teniendo tanto éxito—.

—Todo gracias a Harry en un principio—.

—Y ahora a nuestro querido socio y asesor financiero Lucius—


. Agradeció George.

—Van a hacer que nos ruboricemos—.


—¿No es así, señor Malfoy?—. Expuso Harry con una sonrisa.

Lucius asintió ya ruborizado.

—A mí también me alegra mucho por ustedes—.

—Pero quiero saber en qué país está la sucursal que tendrán


en sur América—. Espetó Ron con impaciencia y emoción.

—Bueno, bueno, tranquilos, ya lo revelaré—.

Contestó Lucius riendo.

—Tampoco he hecho las negociaciones con el dueño porque no


conozco el idioma, que es la misma razón por la cual aún no he
comprado el almacén de España, pero me he enterado de las ventas
de éstos porque lo anunciaban en El Profeta—.

—En su versión internacional—.

—Sí, pero ya dinos donde es—. Saltó Sirius.

Todos apoyaron al animago.

—Está en Venezuela—.

Reveló finalmente el patriarca de los Malfoy.

—¡Wow!, eso sí que está lejos—. Comentó Xenophilus.

—Así que pronto tendrán una franquicia en Venezuela—.

—Sur América—.

—¡Grandioso!—. Exclamaron los gemelos al unísono.

—¿Y en qué lugar de esos países están ubicados los


almacenes?—. Preguntó Bellatrix.

—En las capitales—. Contestó Lucius.


—Roma, Madrid, y Caracas, así es mejor, porque los lugares
más cosmopolitas atraen a más clientes—.

—Ahora sólo resta encontrar a un traductor para concretar las


negociaciones—. Comentó Luna.

—Bueno…—.

—Al menos ya tuvieron quien los ayudara con franceses—.


Espetó Sirius risueño.

Los Weasley pusieron los ojos en blanco.

Pero el resto rió divertido.

—Y tampoco hay problemas con Italia—.

—Porque, modestia aparte, los Malfoy hablamos muy bien el


italiano al igual que el francés—. Respondió Lucius levantando una
ceja.

—Parlo molto bene italiano—. Añadió Draco para confirmar lo


que su padre había dicho.

—¡Che Bello il mío figlio!. (¡Qué bello mi hijo!)—.

Exclamó Narcissa acariciando a su hijo mientras éste sonreía.

—¡Wow!—. Exclamaron todos al unísono con asombro.

—Y ¿quién los ayudará con el español?—. Intervino Ginny.

—Necesitan a alguien que los ayude a negociar en España y en


Venezuela—.

—Porque creo que en ese país sur americano también hablan


español—.

Lucius asintió encogiéndose de hombros.


—Tendremos que contratar a un traductor de español porque
no conozco a nadie que hable ese idioma—. Respondió el rubio. —Lo
he estado estudiando al igual que Draco, pero aún no lo hablamos
bien—.

—Claro que ya ustedes conocen a alguien que habla el idioma


perfectamente—. Saltó Anastasia.

—¿Ah, sí?—. Inquirió Lucius intrigado.

—Sí, es cierto—. Soltó Ron.

Como si de pronto hubiese recordado algo.

—Es Hermione, ella habla muy bien el español—.

Anastasia asintió.

—¿En serió?—. Preguntó Draco.

—Sí—. Respondió la chica con timidez.

—Y ¿por qué no nos lo habías contado?—. Saltó Pansy.

—Iba a decirlo justo hace un momento—. Alegó Hermione con


humildad.

—Sí, ella siempre presume que puede hablar francés—.

—Y español—. Dijo Ron riendo.

—¡Cállate Ronald!—.

Increpó Hermione ruborizándose, al tiempo que le daba con el


codo en las costillas.

—Entonces todo ya está arreglado—. Declaró Lucius.

—Mañana iremos a Hogsmeade para obtener nuestra segunda


tienda en el Reino Unido, y luego de la cuarta prueba del torneo nos
encargaremos del resto de las franquicias—.
—¡Esto merece un brindis!—.

Exclamó Fred elevando su vaso con jugo de calabaza.

Todos hicieron lo mismo mientras exclamaban: ¡por Sortilegios


WeasMalf!.

En la mesa de los profesores, las profesoras no le quitaban la


mirada de encima a Severus.

Y de vez en cuando le lanzaban una pícara sonrisa, esto ya lo


estaba sacando de quicio pero decidió ignorar a las colegas que lo
miraban con tanta insistencia, se concentraba en cortar su pastel de
carne como si fuese lo único que le importase en ese momento.

De pronto, la voz de McGonagall a su lado lo hizo destraerse


de su labor por un momento.

—¿Qué te hiciste Severus?—. Preguntó la mujer. —Te ves más


guapo—.

—Sólo fue… un pequeño cambio, nada más—. Contestó Snape


escuetamente. —Algunos detalles sin importancia—.

—Pero te sienta muy bien hijo, en serio—.

Volvió a elogiarlo cariñosamente la mujer.

—Eso es cierto—. Confirmó Dumbledore que estaba sentado al


otro lado de él. —Puede que solo sea un pequeño cambio, pero ya
traes de cabeza a algunas de ellas—.

Concluyó señalando con la cabeza a la señora Hooch

(Profesora de vuelo).

A Sybill Trelawney y hasta la señora Pomfrey que le sonreían


pícaramente mientras Trelawney se quitaba las enormes gafas y le
guiñaba un ojo.
—No les habrás dado Amortentia, ¿o sí?—. Bromeó el anciano.

El pobre Severus se atragantó con un pedazo de pastel de


carne en la garganta.

Mientras Minerva y Dumbledore le daban palmaditas en la


espalda.

—¡Albus por Dios!—. Lo reprendió McGonagall, pero no pudo


evitar reírse por la broma del anciano. —¿Estás bien Severus?—.

Él asintió con la cabeza mientras tocía y trataba de evitar las


miradas de preocupación de sus colegas admiradoras.

—¡Vaya!, antes ni te miraban y ahora no te quitan la mirada


de encima—. Terció Charity Burbage muerta de la risa. —El profesor
Dumbledore tiene razón, pero no las culpo, porque de verdad que te
ves más guapo—.

—No es para tanto, hijo—. Añadió Dumbledore riendo.

—Aunque debo anunciar que ahora tendrás que quitártelas a


sombrerazos—.

—No lo asustes—. Volvió a increpar McGonagall al tiempo que


la profesora de estudios muggles comenzó a reír con más ímpetu.

Snape miró nuevamente hacia las mujeres.

Y la de Runas Antiguas continuaban mirándolo.

Mientras pestañeaba coquetamente y le guiñaba uno de sus


bizcos ojos.

Severus se estremeció de horror y automáticamente desvió la


mirada.

—En serio—. Volvió a hablar el anciano, ahora mirando hacia


la mesa de Slytherin, donde alguien miraba a Severus.
—Pero deberías estar muy contento—.

—Porque también hay mujeres muy lindas que han notado tu


favorable cambio—.

—Yo no cambie para atraer mujeres Albus—. Increpó Severus


con sequedad.

—Aunque eso fue inevitable—.

Añadió el anciano mientras comía su postre y volvía a mirar a


la mesa de Slytherin, donde cierta pelirroja ya no miraba hacía allí.

Lily estaba tan contenta como los demás, reía y aplaudía


celebrando el creciente éxito de “Sortilegios WeasMalf”, pero de vez
en cuando no podía evitar lanzar furtivas miradas hacia la mesa de
profesores.

Donde en ocasiones se encontraba con los negros y profundos


ojos de Severus, de pronto, mientras ella se llevaba un vaso a los
labios para tomar un sorbo de jugo de calabaza.

Miró de soslayo hacia aquella mesa.

Pero sus ojos verdes parecían tener voluntad propia.

No querían apartarse de aquella imagen.

Así que giró su cabeza para apreciarlo completamente.

Ella percibió la imagen de Severus como en cámara lenta.

Después de terminar su plato.

Él sabiendo que ella lo observaba pero sin atreverse a mirarla


también, pasó sus dedos por su lacio cabello alborotándolo un poco,
lo que provocó que cayera desordenadamente pero con estilo sobre
su cetrino rostro, lo que le daba un aspecto rebelde y atractivo, muy
atractivo.
Bella también contempló aquella escena mientras reía en
silencio.

—¡Qué atractivo se veía!—. Pensó Lily.

—¡Wow qué guapo!, ¡qué!...—.

—¡Mami!—. La llamó Harry.

Ella se ahogó instantáneamente con el jugo que bebía y su hijo


se apresuró a darle palmaditas en la espalda.

—¿Estás bien?—. Preguntó el niño que vivió.

—Sí, hijo, estoy bien—. Contestó la pelirroja mientras tocía y


se ruborizaba. —¿Querías algo?—.

—Solo decirte que ya hemos terminado de cenar y que ya nos


vamos a retirar—.

—¡Ah!, está bien—. Respondió ella entretanto se levantaba de


su asiento.

Cuando ya todos abandonaban el gran comedor.

Lily miró nuevamente hacia la mesa de los profesores.

Él también la miró, la pelirroja se despidió de él con la mano y


Severus le devolvió el gesto.

Acompañado de una muy escueta sonrisa, con esa sonrisa de


comercial de dentífrico ¡qué sonrisa!. Pensó Lily.

Si antes la consideraba una sonrisa linda y afable.

Aunque pudiera apreciarla muy de vez en cuando.

Ahora le parecía más hermosa todavía.

Como aún era muy temprano para ir a dormir.


Resolvieron ir a pasar un rato agradable celebrando el éxito de
“Sortilegios WeasMalf” en alguna de las salas comunes.

Mientras salían del gran comedor, Draco sugirió que se llevase


a cabo en Slytherin, y todos estuvieron de acuerdo, aunque Sirius
estaba un poco receloso.

Lucius habló con Snape para solicitar el permiso para hacer


dicha reunión en la sala común de su casa y él lo concedió, Lucius
también lo invitó a unirse a la celebración.

Y para la sorpresa de todos.

Menos de Bella, William y Rodolphus, y el propio Lucius.

Él aceptó.

Mientras bajaban hacia la sala común de Slytherin.

(También había sido agrandada mediante un hechizo para


albergar a los padres y a los alumnos de aquella casa).

Luna y Hermione se acercaban con nerviosismo a sus padres


mientras contemplaban la hilera de serpientes de piedras que
adornaban el frío y lúgubre pasillo que conducía a la sala común.

Cuando llegaron, Pansy dio la contraseña y todos pudieron


entrar.

—Jamás en mi vida me imaginé entrando aquí—.

Comentó Sirius al entrar a la sala al tiempo que recorría con


los ojos cada rincón.

—Y yo menos, pero ¡que linda es!—. Se admiró Hermione.

El resto de los alumnos que residían en aquella sala, ahora se


encontraban con sus padres en las habitaciones de las mazmorras,
de modo que tendrían el recinto para ellos solos, escucharon buena
música y brindaron nuevamente, pero ésta vez con champaña de
dragón, luego los chicos se dispusieron a bailar junto a Sirius.

Mientras los demás conversaban o jugaban al ajedrez mágico,


las mujeres se encontraban conversando aparte.

—William y yo, sí que hicimos un buen trabajo con Severus—.

Comentó nuevamente Bella mientras miraba al profesor que


conversaba con Lucius, Rodolphus, Arthur y William.

—Eso no lo ponemos en duda—. Dijo Molly.

—De verdad se ve muy guapo, ya era hora de que se quitara


ese montón de grasa de ese matorral que ni siquiera podía llamarse
cabello—. Comentó Narcissa con una expresión de asco.

—¡Narcissa!—. Exclamó Lily con tono de amonestación.

—Antes estaba bien, solo que ahora se ve mejor—.

Narcissa se rió divertida, sabía que el comentario molestaría a


su amiga.

—¿Por qué no vas a conversar un rato con él?—.

Preguntó Anastasia colocándole una mano en el hombro.

—Yo… no… quiero molestarlo—. Respondió Lily.

—¿Molestarlo?—. Saltó Bellatrix. —¿Estás loca?, si seguro se


muere porque vayas a hablar con él y le sigas diciendo lo guapo que
se ve—.

—¡Por Dios Bella!, las cosas que dices—. Dijo Lily mientras se
ruborizaba y se le iluminaba la verde mirada.

—De todas formas ya él viene para acá—.

Espetó Molly tratando de ocultar la emoción.


Efectivamente Severus se acercó al grupo de mujeres, las
cuales fingieron hablar de otra cosa y de inmediato Anastasia dijo:

—Bella, Narcissa y Molly, ¿por qué no me enseñan a jugar


ajedrez mágico?—.

Las cuatro mujeres se fueron dejando a Lily en compañía de


Snape que no dudó en sacarle conversación.

—¿En serio me veo bien?—. Preguntó con voz pausada.

Ella sonrió y asintió con la cabeza.

—Por supuesto—. Respondió.

—Te sienta de maravilla ese cambio—.

Luego cerró los ojos y aspiró suavemente. —Huele rico, ¿eres


tú?—.

—¡Ah!, sí—. Respondió su amigo mirándola con embeleso. —


Es mi cabello, Bella lo perfumó—.

—Y parece suave—. Comentó ella. —¿Puedo tocarlo?—.

Él asintió y se inclinó hacia ella, Lily acarició el cabello de su


amigo mientras él cerraba los ojos relajado.

A ella le pareció tan suave.

Y tan agradable al tacto que le hubiese gustado quedarse así


por siempre, hacer que todos se desaparecieran de allí y continuar
acariciándolo por horas y horas, también deseó acariciarle el rostro
pero se contuvo.

—Me gusta mucho como te ves ahora, aunque antes también


me gustaba como te veías—. Dijo Lily ahora sujetando las manos de
su amigo.
A Severus se le iluminó la mirada y una de sus esporádicas
sonrisas se dibujó en su rostro de forma espontánea mientas un
tinte rosado aparecía en sus mejillas.

—¿De verdad?, ¿también te gustaba como me veía?—.

—¡Ajá!—. Respondió Lily.

—Aunque lo que me parece más lindo es lo que está aquí—.

Ella le puso una mano en el lado izquierdo del pecho. —Tienes


lindos sentimientos, aunque no te guste demostrarlos, al igual que
tu sonrisa—.

En ese momento la voz de Harry surgió entre ellos arruinando


el momento.

—Mami, ¿me concedes ésta pieza?—.

La invitó a bailar mientras estiraba su mano hacia ella y le


lanzaba a Severus una mirada de suficiencia.

Lily, muy contenta bailó con su hijo.

Mientras, Snape fulminaba al muchacho con la mirada.

Los demás también se habían unido al baile.

Y así fue transcurriendo la velada en la sala común de


Slytherin, hasta que alrededor de la media noche ya todos estaban
muy cansados y quisieron irse a dormir.

Pero la pobre Lily ya se había quedado dormida en el sofá


mientras los demás conversaban.

Severus, que estaba conversando con Lucius en ese momento,


se percató de que la pelirroja yacía dormida en el sofá.

Y quiso llevarla a su habitación, pero apenas le había tomado


una mano, cuando Harry se interpuso entre ambos.
—Yo puedo llevarla—. Dijo con determinación.

—Es mi madre—.

Lily abrió los ojos, se había despertado cuando Harry retiró su


mano de la de Snape y éste le envió al muchacho una mirada de
reproche, después todos regresaron a sus respectivas habitaciones
para descansar.

Capitulo 21. El secuestro en la cuarta prueba

El día siguiente fue muy exitoso, ya que Lucius y los gemelos


viajaron a Hogsmeade y lograron hacerse con la tienda de Zonko.

Lucius también envió una lechuza a Italia para comunicarse


con los dueños de la tienda que pensaban abrir allá.

Y Hermione también envió sendas lechuzas a Venezuela y


España para comenzar a hacer las negociaciones, y ese mismo día
recibieron las respuestas que tanto anhelaban, los dueños de todos
los almacenes estaban dispuestos a venderlos, por lo tanto llegaron
al acuerdo de que los comprarían después que pasara la cuarta y
última prueba.

Al fin llegó el día que todos esperaban con una mezcla entre
tristeza y alegría, alegría porque adoraban hacer esas pruebas.

Reencontrarse con los amigos o entablar nuevas amistades e


intercambiar conocimientos entre las comunidades mágicas y no
mágicas, y tristes porque luego los padres se marcharían.

Los Lestrange estaban particularmente tristes porque no


habían logrado un acercamiento con los Longbottom, estos siempre
eludían su compañía, les era muy difícil perdonar, más difícil de lo
que ellos mismos imaginaron.
Ese día, hacía mucho frío, a pesar de que ya la nieve se había
derretido, los arboles aún tenían las hojas cristalizadas por el hielo,
de modo que todos llevaban ropas muy abrigada.

Bill, Fleur, Percy y Charlie viajaron a Hogwarts para apoyar a


su familia y a sus amigos.

El escenario estaba como siempre, ubicado a las afueras del


castillo, y sobre éste estaba ubicado Dumbledore, acompañado de su
séquito de profesores y algunos periodistas de Corazón de Bruja y El
Profeta. Severus al verse acosado por las pícaras miradas de algunas
de sus colegas decidió bajar del escenario.

Y se reunió con su inseparable amigo Lily, y el resto de sus


amigos, pero al llegar abajo, Severus elevó la mirada al escenario y
allí estaba Trelawney giñándole un ojo al tiempo que le enviaba un
beso con la mano.

El profesor se estremeció de terror, y Sirius decidió molestarlo.

—¡Vaya!, ¡vaya!, Quejicus, sí que tienes lindas admiradoras,


¿no es así?—. Se burló el animago.

—¡Que chistoso eres, Black!—.

Respondió Snape con sarcasmo.

Los demás no pudieron evitar reír ante el comentario del


animago, incluso Lily reía a carcajadas.

—Yo no las culpo, es que te ves muy guapo—. Dijo la pelirroja


entre espasmos de risa.

El comentario, lejos de molestar a Severus, le agradó, ya que


su amiga le estaba diciendo una vez más lo guapo que se veía, pero
fingió estar molesto.

—Lily, por favor, eso no es gracioso—. Dijo


—Pero no huyas de ellas—. Saltó Lucius en medio de las risas.

Severus entornó los ojos, molesto.

Y entonces guardaron silencio, ya que Dumbledore se colocó la


varita en la garganta y mediante el hechizo Sonorus hizo que su voz
se proyectara alrededor de todo el lugar.

Todos estaban a la expectativa de cómo sería la cuarta prueba


del torneo y comenzaron a comentar entre ellos.

—Bienvenidos a la cuarta y última prueba del torneo de


padres e hijos—. Comenzó a saludar el anciano.

El sabio y solemne mago dijo un pequeño y emotivo discurso


acerca de las cosas que habían logrado en ese torneo, y de cómo a
los magos y brujas que habían estudiado allí en el pasado la
experiencia les había servido para rememorar viejos tiempos, y a los
Muggles les había servido para experimentar la vida que llevaban
sus hijos cuando no estaban junto a ellos, y después de sus sabias
palabras comenzó a dar las instrucciones de la prueba.

—Bien—. Dijo Dumbledore luego de aclararse la garganta. —


Esta vez el reto es encontrar y capturar un unicornio, como todos
sabemos, éstos animales son bastante difíciles de capturar, pero no
imposible, podría ser muy fácil si trabajamos en equipo y además
utilizamos los métodos más eficientes—.

—No quiero que les hagan daño, solo quiero que los capturen
y los lleven con Hagrid—.

—Hay tres unicornios desplegados en el bosque tenebroso,


aunque no están muy adentro, ya que no queremos poner en peligro
a nadie, allí también hay Aurores custodiando para la seguridad de
todos los presentes—.

—¡Dios mío!, ¡qué emocionante!—.


—Un unicornio, deben ser bellísimos—.

Exclamó Anastasia con entusiasmo.

—Sí, mami, son muy hermosos—. Respondió Hermione.

—Por ser la última prueba habrá algunos cambios—. Anunció


Dumbledore.

—Esta vez deberán participar ambos padres en compañía de


su hijo o hija, en caso de que uno de los padres no esté, entonces
podrán escoger a un amigo o familiar para que lo ayude a realizar la
prueba—.

Al decir esto el anciano le envió una mirada de complicidad a


Severus, éste también lo miró, pero con preocupación.

—Los grupos quedarán conformados igual que a las veces


anteriores, pero con un pequeño cambio, es decir, las seis familias
deberán agruparse en sub equipos de dos familias, lo que reducirá a
tres grupos que deberán buscar a tres unicornios, todo con el fin de
lograr un buen trabajo en equipo, como siempre el grupo que llegue
primero con su unicornio será el ganador—.

—Sin más que decir les concedo diez minutos para que
deliberen con cuales familias fusionaran la suya, ¡ah!, y les repito
que en caso de las familias numerosas deberán escoger solo a un
hijo, y en el caso de las familias donde falta alguno de los padres
deberán buscar a algún amigo o familiar que lo suplante—.

Todo el mundo comenzó a deliberar acerca de lo que harían,


mientras Severus miraba a Lily con recelo.

Luego miró hacia el escenario.

Y allí estaba Dumbledore haciéndole discretas señas con los


ojos para que se atreviera, Severus giró nuevamente la mirada hacia
Lily y Harry.
Y se aterró cuando vio que Sirius se acercaba, seguramente
para adelantarse y hacerle la propuesta que él quería hacerle, de
modo que antes de que Sirius se hubiese acercado un poco más, él
tomó la mano de su amiga y habló:

—Lily, ¿te… gustaría que… los ayudase?—. Preguntó con voz


insegura mientras Harry veía con ilusión a su padrino, quien se
acercaba.

—¿En serio?—. Preguntó Lily con entusiasmo.

—Si no quieren yo los entenderé—. Dijo Snape ignorando la


mirada iluminada de su amiga.

—Después de todo, Black es el padrino de Potter y bueno él…


me odia—.

—¡Sev!—. Lo llamó Lily, él posó sus profundos ojos negros en


los verdes de ella. —Por supuesto que quiero que participes junto a
nosotros—.

Sirius había llegado al fin donde se encontraban Lily, Severus


y Harry, dispuesto a hacerle la propuesta, justo cuando Lily tomó a
Harry por el brazo y le daba la noticia.

—Harry, mi cielo, participaremos junto a Sev—. Dijo la mujer


con entusiasmo.

—¿Queeeé?—. Fue la respuesta de Sirius y Harry al unísono.

—No te preocupes Lily, después de todo, Potter y tú son los


que deciden—. Soltó Snape.

—Pero mami, yo quería que Sirius nos ayudara—.

Objetó Harry. —Él es mi padrino—.

—Sí, Lily, me corresponde a mí—.

—No lo tomes a mal, Sirius—.


—Me gustaría mucho que tú también participaras—.

—Pero recuerda que ya nos ayudaste en la primera prueba y


ésta vez me gustaría darle la oportunidad a Sev—. Lily le lanzó a
Harry una mirada de súplica. —¡Vamos hijo!, hazlo por mí, ¿sí?—.

Harry dudó por unos segundos y después bajó la cabeza con


resignación.

—Está bien—. Dijo con voz cansina.

Lily sonrió radiante y besó a su hijo en la mejilla.

—Gracias mi cielo—.

Luego se dirigió a Sirius. —Sé que tú también lo entenderás,


¿verdad?—.

Sirius se encogió de hombros y entornó los ojos a modo de


respuesta.

Por su parte, Xenophilus y Luna decidieron que la profesora


Vector (Runas Antiguas), sería la encargada de ayudarlos.

Luego entre todas las familias se pusieron a deliberar como


quedarían conformados los tres grupos de dos familias, y a la final
decidieron que los Longbottom se unirían a los Lovegood, los Potter
con los Malfoy, y los Granger con los Weasley.

Cuando estuvieron listos, Dumbledore les asignó un número a


cada grupo, los Longbottom y los Lovegood obtuvieron el número
uno, los Potter y los Malfoy el número dos.

Y los Granger y los Weasley obtuvieron el número tres.

Después les pidió que pasaran con Hagrid, que éste les diera
las últimas instrucciones.

—Recuerden lo que les dijo el buen Dumbledore—.


Dijo Hagrid.

—No importa el método que utilicen para atraparlos siempre y


cuando no les hagan daño—.

—¿Podemos usar algún encantamiento?—. Preguntó Neville.

—Sí—. Respondió Hagrid.

—Lo que sea, que no los perjudique—.

Severus levantó la varita por encima de su cabeza y profirió un


hechizo convocador, ya que un pequeño frasco de vidrio, con tapa de
corcho vino del castillo y se posó en su mano derecha, él lo guardó
en uno de los bolsillos de su túnica.

—Es importante recalcar a los que lo saben y advertir a los


que no, que los unicornios se muestran mucho más hostiles con los
hombres que con las mujeres—.

—Por lo tanto, los caballeros y los chicos deberán ser aún más
cautelosos que las damas—. Concluyó el semi gigante. —Muy bien,
ya no me queda más que desearles muy buena suerte a todos—.
Luego le guiñó un ojo a Harry y dijo en un susurro. —Sobre todo a
ti—.

—¿Todos listos por allá, Hagrid?—. Preguntó Dumbledore.

Hagrid elevó su pulgar y asintió con la cabeza.

—en ese caso, ¡que comience la acción!—. Dijo el anciano con


alegría.

Los tres grupos conformados por las seis familias salieron en


dirección al bosque prohibido, los primeros en entrar fueron los
Granger y los Weasley, que habían decidido que George sería el hijo
que participaría ésta vez. Permanecían atentos a cada movimiento y
a cada sonido que escuchaban en el bosque prohibido conforme se
adentraban en él.
—¿DÓNDE ESTÁS UNICORNIO?—. Gritó George chasqueando
la lengua para atraer al animal.

—¡Cállate George!—. Lo reprendió Hermione.

—Así lo asustarás—.

—Sí, George, es mejor que hagamos el menor ruido posible—.


Dijo Molly.

—Ya quiero ver al unicornio—.

—Debe ser muy bello—. Saltó Anastasia.

—Sí, pero yo no estoy tan seguro de querer verlo y mucho


menos tratar de atraparlo—.

Comentó William recordando las palabras de advertencia del


director y Hagrid.

—¿Por qué lo dices, papi?—. Preguntó Hermione.

—Ya escuchaste lo que dijeron Hagrid y Dumbledore—.

Respondió su padre. —Esos animales son muy hostiles con los


hombres—.

—Eso es cierto—. Saltó Arthur.

—Pero ya encontraremos algún modo de atraparlo—.

—Quizá yo lo atrape—. Dijo George imitando la aguda voz de


una mujer y utilizando gestos muy femeninos, que hicieron reír a
todos.

—¡Oh, George!—. Exclamó Molly. —O quizá debería llamarte


¿Georgina?—.

Las risas se escucharon aún más fuerte y George carraspeó su


garganta y ésta vez adoptó unos gestos exageradamente masculinos,
casi de macho alfa.
—Mejor continuemos buscando al unicornio—. Dijo éste con
voz grave, aunque lo que dijo no sonó masculino en lo absoluto.

Encaminados hacia el este, se encontraban los Malfoy y los


Potter, caminando y deliberando acerca de qué hacer.

—Yo creo que si lo vemos—.

—Lo mejor es lanzarle un encantamiento aturdidor—. Propuso


Draco.

—No, cariño, recuerda que no debemos hacerle daño—. Dijo


Narcissa.

—Tu mami tiene razón, Draco—. Dijo Lily.

En ese momento un reflejo blanco pasó frente a ellos

—¿Vieron eso?—. Preguntó Harry muy alerta. —Creo que era


uno—.

—A mí también me pareció verlo—. Añadió Lucius.

De pronto, allí estaba el unicornio, justo detrás de un árbol de


tronco grueso, la luz del día se colaba por entre los árboles y le daba
justo en las blancas crines, haciendo que estas relucieran com si
irradiaran luz propia.

—Sí, allí está—. Confirmó Severus hablando en un tono de voz


muy bajo. —Debemos ser muy cautelosos—.

—¿Pero qué haremos?—. Preguntó Narcissa.

—¿Cómo lo vamos a atrapar?—.

Harry intentó acercarse, pero sus movimientos fueron muy


toscos, lo que provocó que le animal soltara una cornada al aire,
Narcissa ahogo un grito, pero Lily no pudo contenerse.

—¡Cuidado Harry!—. Dijo en voz alta.


Y el animal corrió y se perdió de vista.

Los Longbottom y los Lovegood también habían visto y luego


perdido de vista a su unicornio, Luna haciendo gala de su inocencia
logró acercarse al unicornio y hasta lo acarició.

—Pero ¿cómo vamos a llevarlo al castillo?—. Preguntó Neville


acercándose también, lo que provocó que el animal saliera corriendo
y lo perdieran de vista.

Otro unicornio, igual de bello y reluciente, apareció ante la


vista de la familia Granger y Weasley.

—¡Allí está!—. Exclamó Arthur en un muy bajo tono de voz, ya


que el animal estaba bastante cerca, detrás de unos arbustos.

—¡Dios mío!, ¡qué bello es!—.

Expresó Anastasia llena de admiración.

—¿Cómo se supone que lo atraparemos?—.

Inquirió George imitando el tono de su padre.

—¡Un momento!—. Exclamó Hermione.

—Una vez leí en “Animales mágicos y dónde encontrarlos” que


a los unicornios se les atrae con música—.

—Pero no tenemos una radio ni nada parecido—.

Dijo su padre.

—¿Podríamos cantar?—. Preguntó Molly. —¿Eso serviría?—.

Hermione asintió y comenzó a entonar el solemne himno de


Hogwarts.

—Hogwarts, Hogwarts mi querido Hogwarts, enséñanos magia


por favor—.
—¡Wow!, ¡que linda voz!—. Se admiró George.

El unicornio parecía contento y hasta se acercó a ellos.

William aunque estaba maravillado retrocedió un poco, estaba


temeroso, Hermione continuaba cantando y le hizo señas a Molly
para que cantara con ella, de pronto detuvo la canción y se giró
hacia atrás.

—¡Vamos mami!—.

—Yo te he enseñado nuestro himno, ¿recuerdas?—.

La mujer asintió.

Y comenzó a cantar junto a su hija y su amiga, el animal se


acercó hasta quedar al alcance de la chica.

Que no dudó en acariciarle las blancas y suaves crines.

—¿Y bien?, ¿cómo lo llevaremos al castillo?—. Inquirió William


retrocediendo cuando el unicornio pasó frente a él en compañía de
las damas.

—Yo supongo que tendrán que seguir cantando hasta que


lleguemos al castillo—. Dedujo Arthur.

Molly, sin dejar de cantar elevó el pulgar en señal de


afirmación y continuó su camino hacia el castillo, Arthur tomó a
George y a William por la mano para detenerlos.

—Será mejor que dejemos que avancen un poco más, lejos de


él estaremos más seguros—.

Las dos familias caminaron y caminaron a través del bosque


de vuelta al castillo, de vez en cuando percibían el destello blanco de
los Aurores que volaban por encima de los árboles, para protegerlos,
como ya habían cantado el himno de Hogwarts un par de veces y el
unicornio parecía hartarse, la señora Weasley optó por una canción
de Celestina Warbeck, que solo Hermione pudo entonar junto a ella.

Continuaron caminando hasta que divisaron la cabaña de


Hagrid, y a él junto a esta, los ladridos de Fang, el perro jabalinero,
llamaron su atención, entonces el semi gigante, al ver a las mujeres
avanzando hacia él con el animal, sonrió con ternura, levantó la
varita por encima de su cabeza y lanzó unas chispas rojas al aire

—¡Ya tenemos a los ganadores!—.

Se escuchó la voz de Dumbledore a lo lejos, al igual que la


algarabía del público.

Las mujeres dejaron de cantar y el animal se detuvo en seco.

—¿Hemos ganado?—. Preguntó Anastasia con emoción.

—Parece que sí—. Contestó Molly con una sonrisa.

—Hagrid, ¿somo…?—. Preguntó Hermione.

—Los primeros—. Respondió éste acercándose al unicornio


para acariciarlo, al parecer uno de los pocos hombres que podía
hacer eso. —Pero, ¿dónde está el resto de ustedes?—.

De pronto…

Los demás también emergieron del bosque quedando a la vista


de Hagrid.

—¡Ah!, buena estrategia—. Dijo éste cuando vio a los hombres


permanecer algo alejados. —¿Y cómo lo han atraído?—.

Preguntó dándose cuenta por primera vez de ese detalle.

—Con música—. Respondió Anastasia. —Sólo cantamos para


él—.

—¡Ah!, una muy buena idea—. Aprobó Hagrid.


—Apuesto a que se le ocurrió a mi Hermione—.

La aludida sonrió con timidez y se ruborizó un poco.

—Pues, por supuesto, ya sabes lo inteligente que es—. Añadió


Molly. —Gracias a ella ganado la competencia—.

Los hombres habían llegado al fin hasta donde se encontraban


las mujeres conversando con Hagrid, y cuando George escuchó la
última oración que pronunció su madre, se llenó de emoción.

—¡Yujuuuuu!, ¡GANAMOS!—. Gritó.

Lo que hizo que el unicornio, asustado, corriera de nuevo al


bosque.

Arthur y William lo vieron hasta que se perdió de vista.

—¡Qué más da!—. Expresó Arthur con indiferencia mientras se


encogía de hombros. —Ya ganamos—. Dijo ahora con entusiasmo.

—¡Viva los Weasley y los Granger!—.

Exclamó William con entusiasmo.

Luego las dos familias se acercaron al castillo donde las


recibieron en medio de una ovación.

—Los ganadores son el equipo número tres—.

Anunció Dumbledore.

—La familia Weasley y la familia Granger—.

El resto de los integrantes de la familia Weasley parecían


estallar de felicidad, aplaudían y gritaban al tiempo que ondeaban
una enorme bandera de Gryffindor.

Hasta Percy gritaba con entusiasmo, maravillado por el triunfo


de la familia.
En el bosque prohibido…

Los Malfoy y los Potter estaban nuevamente frente a su


unicornio.

—¿Cómo lo atraparemos?—. Preguntó Lucius en un susurro

—Creo saber cómo—. Respondió Severus mientras sacaba el


frasco de vidrio con tapa de corcho que había guardado en el bolsillo
de su gabardina. —Esto es filtro de muertos en vida, solo debemos
hallar una manera de dárselo—.

—Tal vez en la comida—. Sugirió Draco.

—Pero, ¿qué rayos comen?, supongo que no comerán pasto


como los caballos comunes—.

—Pues, supones bien—. Respondió Harry.

—Una vez mientras hacía mis deberes de “Cuidados de


criaturas mágicas” con Hermione, leímos que ellos se alimentan de
“Arthemía”, que es una flor mágica que se utiliza para elaborar…—.

—Amortentia—. Snape completó lo que Harry iba a decir. —Ya


suenas igual de sabelotodo que la señorita Granger—. Dijo con una
ceja alzada.

Harry entornó los ojos y Lily le hincó el codo en las costillas a


Severus.

—¿Y dónde vamos a conseguir esa condenada flor?—.

Preguntó Narcissa.

—¡Ya los sé!—. Exclamó Lily.

—Podemos usar el hechizo convocador, quizá funcione—.

Harry elevó su varita y estuvo a punto de proferir el hechizo


cuando Snape se le adelantó.
—¡Accio Arthemia!—.

Exclamó y un puñado de las exóticas flores acudieron a él.

—¡Bravo Severus!—. Exclamó Lucius. —Eres excelente—.

—Sí, ¡grandioso!—. Exclamó Harry con voz cansina al tiempo


que Severus derramaba el somnífero sobre las flores.

—Pero ahora, ¿cómo vamos a hacer que se las coma si ni


siquiera quiere acercarse?—.

—Yo tengo una idea—.

Dijo Narcissa tomando entre sus manos el puñado de flores


que Severus le entregó.

—¡Vamos Lily!, será mejor que nos acerquemos nosotras—.

Las dos mujeres se acercaron sigilosamente y aunque el


animal parecía receloso y un poco intranquilo al principio, luego fue
permitiendo que poco a poco llegaran hasta él, cuando estuvieron lo
bastante cerca, Narcissa pisó una rama la cual se quebró y emitió
un ruido seco que hizo que el animal se asustara y retrocediera
nuevamente, asustado, ya no permitía que se le acercaran más y
entonces dio un par de cornadas al aire, Lily tomó la mano libre de
Narcissa.

—Tran… tranquilo—. Susurró Narcissa con nerviosismo


mientras extendía las flores hacia él. —No… no te haremos… daña—
.

Harry recordó una de las clases de Hagrid.

—¡Lo tengo!—. Exclamó.

Los demás, a excepción de las mujeres.

Se voltearon para mirarlo. —Draco, ¿no recuerdas la clase de


cuidado de criaturas mágicas de cuarto?—.
—¿Con Grubbly – Plank, o con Hagrid?—. Preguntó el rubio.

—Con ambos—. Respondió Harry. —Recuerda que ambos nos


enseñaron el comportamiento de los unicornios, y dijeron que a ellos
les gustaba que les cantaran—.

—¡Por Merlín!—. Exclamó Lucius. —Yo no sé cantar, ¿alguno


aquí sabe?—. De pronto pareció recordar algo. —¡Ah!, Severus, tú si
sabes cantar muy bien—.

—¿En serio?—. Preguntó Lucius.

—Sí—. Respondió Lucius.

—Lo he escuchado un par de veces—.

—¡Gracias por el cumplido Lucius!—. Respondió Severus con


lentitud. —Pero no lo haré, además no creo que ese bicho quiera
escucharme—.

—Ni yo tampoco—. Soltó Harry con desdén.

—En ese caso…—.

Dijo Severus y comenzó a entonar “Un caldero de amor


caliente e intenso” de Celestina Warbeck.

Su voz era grave y hermosa, Lily sonrió y lo miró con dulzura


mientras se unía a la tonada. Narcissa lo miró un tanto sorprendida
por la voz melodiosa se Severus y también porque el unicornio le
permitía cantar, siendo él un hombre lo que se esperaba era que lo
rechazara, entonces, Narcissa también se unió al canto, sus voces se
acoplaban muy bien.

—¡Vaya!, creo que podrán fundar un grupo musical esos tres,


¿no es así?—. Dijo Lucius rodeando a los chicos con cada brazo.

—Sí que cantan bien—. Añadió Draco.


Harry no dijo nada, permaneció allí inmóvil y ceñudo, no
quería admitirlo, pero la voz de Severus lo había asombrado, jamás
se imaginó que cantara tan bien y entonces se odió a sí mismo por
haber hecho aquel comentario sobre el compartimiento de los
unicornios.

Las voces de Severus y las dos mujeres se acoplaban tan bien


y eran tan hermosas, que el animal parecía extasiado, tan extasiado
como Lucius y Draco, poco a poco se fue acercando al trío cantante,
hasta que empezó a comer de la mano de Narcissa, y cuando lo
hubo hecho.

Bastó solo unos segundos para que se desplomara inerte en el


suelo.

—¡Bravo!—.

Exclamó Draco, feliz de dejar de hablar en susurros. —¡Son


grandiosos!—.

—Es cierto—. Afirmó Lucius. —Pero ahora solo falta llevarlo al


castillo—.

—Eso es lo de menos—.

Dijo Harry apuntando al unicornio con la varita.

—¡Movilicorpus!—.

Exclamó y el animal se elevó unos centímetros del suelo como


si estuviese sujeto por cuerdas invisibles, parecía una marioneta. —
Así lo podremos llevar—.

—¡Qué inteligente eres mi sol!—. Exclamó Lily con admiración.

—Así llevamos al profesor Snape la vez que quedó inconsciente


en la casa de los gritos el día que conocí a Sirius—. Dijo Harry con
una sonrisa en los labios.
—Vale acotar que quedé inconsciente gracias a un fuerte
hechizo de desarme que tú mismo me lanzaste en compañía de
Weasley y Granger como siempre—.

Respondió Snape en tono de reproche.

—¿Es cierto eso, Harry?—. Preguntó Lily con sorpresa.

Harry asintió poniendo una cara de falsa ingenuidad.

—Yo desconocía sus intenciones—. Dijo a modo de defensa.

—Sí, está bien, pero ya vámonos—. Apremió Lucius. —Tal vez


si tenemos suerte seamos los primeros—.

Cuando llegaron frente a Hagrid, después de caminar un rato,


éste se asustó al ver al unicornio inconsciente y quiso saber que le
habían hecho.

—Es filtro de muertos en vida—.

—No le hará daño—. Lo tranquilizó Narcissa.

Draco quiso saber si eran los primeros, pero cuando Hagrid


elevó su varita para soltar las chispas rojas, se escuchó la voz de
Dumbledore.

—Y ya tenemos al tercer lugar, los Malfoy y los Potter—. Dijo el


anciano.

—¡Quéeee!—. Exclamó Lucius incrédulo.

—Eso quiere decir que…—.

—Sí, son los últimos—. Respondió Hagrid.

—Solo unos segundos antes de ustedes llegaron los Lovegood,


y los Longbottom, Luna simplemente llegó montando al unicornio
mientras los demás la seguían.

—¡Por las barbas de Merlín!—.


Exclamó Draco sin poder deshacerse de su asombro.

—Llegamos de últimos y detrás de los Longbottom—.

—Y los Lovegood—.

—Ellos también son excelentes competidores, Draco—.

Lo rebatió Harry. —Además eso quiere decir que los Granger y


los Weasley llegaron de primer lugar, y eso me alegra mucho—.

—Lo sé, pero nosotros llegamos de último—. Insistió Draco.

—¡Bah!, eso no importa Draco—. Dijo Lily. —Lo que importa es


competir y compartir las experiencias—.

Los últimos se acercaron al castillo junto a Hagrid y Fang, y la


multitud los recibió como a los demás.

En medio de vítores y aplausos.

—Si me hubiesen llevado a mí en lugar de a Quejicus, de


seguro hubiésemos llegado en primer lugar—. Protestó Sirius junto a
la profesora Sinistra, que le dio con el codo en las costillas para que
se callara. —¡Pobre Harry!—.

—¡Sirius!—. Lo llamó Lily.

—A Harry no le importaba ganar, sino participar, y además


déjame aclararte que Sev estuvo grandioso y aunque no lo creas,
Harry y él trabajaron en conjunto—. Dijo la pelirroja advirtiendo por
primera vez éste detalle.

Se inició el segundo y los demás turnos de la prueba con los


demás grupos y cuando el último de los grupos regresó del bosque.

Dumbledore hizo pasar a Las Brujas de Macbeth para que


nuevamente amenizaran la fiesta de despedida del torneo en la
cuarta prueba.
Todos estaban felices y melancólicos.

Bailaban, se reían y disfrutaban al máximo.

Hasta que de pronto algo en el cielo les llamó la atención a los


presentes, el pánico cundió entre todos.

La marca tenebrosa estaba nítida, moviéndose en medio de las


tumultuosas nubes grises.

Después hubo mucha confusión, varios rayos de luz blanca, o


mejor dicho, de lo que parecían nubes blancas estaban combatiendo
con lo que parecía humo negro.

La gente corría aterrorizada, eran los aurores que defendían el


castillo combatiendo a los mortífagos, estos no habían asesinado a
nadie todavía, pero utilizaban la marca tenebrosa como estandarte
para identificar a su amo.

A Harry le comenzó a doler la cicatriz con mucha intensidad.

Y a Bellatrix, Draco, Rodolphus, Severus y Lucius les estaban


escociendo la marca del antebrazo izquierdo.

—¡Dios mío, es una señal!—. Gritó Bellatrix nerviosa.

La banda dejó de tocar y las integrantes se miraban unas a


otras nerviosas, sin saber que sucedía, luego optaron por dejar sus
instrumentos en el suelo y sacar sus varitas para protegerse, los
Aurores encargados de custodiarlas, las rodearon.

—¡Es la marca tenebrosa!—. Exclamó Lily señalando la marca


que se movía amenazadoramente en el cielo. —Harry no te separes
de mí—. Dijo dirigiéndose a su hijo casi con lágrimas en los ojos.

Dumbledore al ver a la gente corriendo llena de pánico trató de


tranquilizarlos.
—Nuestros Aurores están aquí para defendernos—. Decía el
viejo inútilmente, de pronto, un rayo de luz roja pasó muy cerca de
su oreja izquierda e impactó en uno de los postes del escenario.

Dumbledore bajó de este y junto a McGonagall y los demás


profesores comenzaron a combatir a los intrusos.

—¿Qué sucede Hermione?—.

Preguntó Anastasia, muy confundida.

—Son mortífagos, mami—.

Respondió Hermione con voz trémula, tenía mucho miedo de


que les hicieran daño a sus padres. —Por favor permanezcan detrás
de mí—. Dijo ahora dirigiéndose a sus padres.

—De ninguna manera mi cielo—. Refutó éste. —Yo soy quien


debe protegerte a ti y a tu madre—. Contestó su padre.

—PAPÁ POR FAVOR HAZME CASO—.

Gritó Hermione llorando.

Los mortífagos estaban desperdigados por todo el lugar.

Lanzando hechizos a diestra y siniestra, mientras los Malfoy y


los Lestrange también tomaban la misma forma de humo negro para
confundirse entre ellos y combatirlos mejor, cuando Snape intentó
hacer lo mismo Lily lo tomó por el brazo y se lo impidió.

—No, Sev, no lo hagas, por favor—. Suplicó con voz quebrada.


—Podría ser peligroso, quizá los están buscando a ustedes—.

—Ella tiene razón—. Reconoció Harry bloqueando un hechizo


aturdidor que iba dirigido a él.

—Debemos ir a proteger a los Granger—. Propuso Arthur. —La


pobre Hermione no se va a dar abasto sola—.
Ron salió corriendo seguido de los demás hasta donde estaba
Hermione pálida.

Bloqueando habilidosamente varios hechizos aturdidores que


les lanzaban Rabastan y Avery.

Que en realidad trataban de acertarles a los pobres Muggles.

—¡Malditos Muggles!—. Gritaba Avery. —Debemos acabar con


esa escoria—.

—Pero ¿por qué nos odian tanto?—.

—¡Déjennos en paz, por favor!—.

Suplicaba Anastasia en medio del llanto.

—Porque existen, por eso los odiamos—. Respondió Rabastan.


—Apártate sangre sucia—. Le ordenó a Hermione.

Pero ésta se negó rotundamente y en cambio permanecía con


la varita fuertemente empuñada.

—Sí, hija apártate—.

Le ordenó William con voz fuerte, él había visto a los Weasley


que se acercaban y quiso ganar tiempo, luego acarició tiernamente a
su hija y le habló con dulzura.

—Por favor, obedece a papi mi brujita, no quiero que te hagan


daño—.

—No lo haré papá, yo los protegeré—.

—Así sea lo último que haga—.

Dijo Hermione ahogada por el llanto.

Con el nerviosismo ni siquiera había advertido a sus amigos,


que se acercaban.
—¡Oh por Merlín!, nos van a hacer llorar—. Se burló Avery.

—¡Reducto!—. Gritó Ron detrás de ellos.

Y en ese momento el hechizo impactó contra Avery.

—¡Inmobilus!—. Exclamó Arthur impactando sobre Rabastan.

Hermione abrazó a sus padres ahogada por el llanto y luego


abrazó a Ron muy fuertemente.

Tonks también trató de combatir, pero Remus se lo impidió.

—¡Ve adentro cariño!—. Le pidió con firmeza.

—Yo tengo que luchar, Remus—. Respondió desesperada.

—Soy una Auror, mi deber es protegerlos a todos—.

—¡Por Dios!, ¡estás embarazada!, ¿no entiendes eso?—.

Dijo Remus perdiendo la paciencia.

—No me lo perdonaría si te pasa algo a ti o al bebé—.

—No nos pasará nada Remus—.

Pero en ese momento un hechizo la golpeó en el brazo derecho,


abriéndole un corte y ella cayó en los brazos de su esposo.

—¡Tonks!—.

Exclamó Remus con desespero mientras la cargaba en sus


brazos y se encaminaba al interior del castillo. —Te lo dije cariño—.

—Estoy bien Remus, fue… sólo un rasguño—.

Dijo ella con la respiración entrecortada mientras la sangre le


resbalaba copiosamente por el brazo.

—¡Dios mío!, es Tonks—.


Exclamó Lily mirando con preocupación a la metamorfomaga
en los brazos de su esposo.

—¿Qué tiene?—.

Le preguntó a Remus cuando pasó junto a ella.

—Está herida en el brazo—. Respondió el licántropo.

—Déjame ver—. Ordenó Severus.

Ella estaba consciente pero muy débil por la pérdida de sangre


y en su brazo derecho había un corte profundo.

Severus tomó su varita y la deslizó por encima de la profunda


herida recitando el conjuro Vulnera Sanentum.

Haciendo que la herida se cerrara.

Y la hemorragia se detuviera, aunque ella aun estuviese débil.

—¡Gracias Snape!—. Expresó Remus. —La salvaste—.

—De nada—. Respondió éste.

—Estoy bien Remus, ya puedes bajarme—. Tanteó Tonks.

—¡Gracias Severus!—.

—De nada—.

Cuando Remus la bajo, ella se tambaleó un poco, a causa del


mareo.

—Aun estás muy débil Tonks—. Le advirtió Snape.

—No es conveniente que combatas en tu estado—.

—Es cierto, será mejor que te quedes dentro del castillo—.

Añadió Lily.

—Te lo dije amor, es lo mejor para ti—. Insistió Remus.


—De ninguna manera, yo soy una Auror—.

Perseveró la metamorfomaga de forma intransigente.

—Muy bien, ya perdí la paciencia—. Explotó Remus tomando


nuevamente en brazos a su esposa.

—Pero, ¿qué haces Remus?, ¡suéltame!—. Protestó la mujer.

—¡Hagrid!—.

Llamó Lupin al semi gigante que en ese momento pasó por su


lado arrastrando por el cuello a un mortífago desarmado.

—Por favor, llévate a Nymphadora a tu casa y enciérrala, en su


estado no puede luchar y está muy testaruda—.

Hagrid amarró al infeliz mortífago con un hechizo que hizo que


de su varita emergieran varias cuadras y luego tomó a la revoltosa
Tonks en sus brazos, ella se resistía y su cabello comenzó a tornarse
cada vez más rojo.

—Tú, ¡no vuelvas a llamarme Nymphadora!, y tú Hagrid no te


atrevas a hacerle caso—.

Protestó la mujer mientras trataba de soltarse.

—Será lo mejor—. Apoyó Snape.

—Ella está muy débil, luego tendrá que tomar una poción para
restablecerse, perdió mucha sangre—.

—Es por tu bien y el del bebé—. Dijo Hagrid.

—No queremos que les suceda nada malo—.

El semi gigante se encaminó a su casa con la metamorfomaga


y se encerró allí con ella, reteniendo la varita de la mujer.
Neville se encontraba con la varita en ristre lanzando hechizos
en medio de sus padres, que lo defendían a él y a los demás, estaban
luchando con un par de mortífagos.

De pronto un par de nubes negras se posaron a sus costados.

Tomando posteriormente la forma de Bellatrix y Rodolphus


Lestrange. Al principio los Longbottom se sintieron acorralados y
asustados hasta que escucharon las palabras que salieron de los
labios de Rodolphus.

—Cuentan con nosotros Longbottom—.

—¿Están bien?—. Preguntó Bellatrix.

La familia asintió con nerviosismo.

—Pero mira a quienes tenemos aquí—.

Dijo Dolohov con sorna.

—Los traidores Lestrange—. Afrimó Macnair.

—Seguro que al señor le dará mucho gusto verlos—.

De pronto verios hechizos volaron desde ambas partes hasta


que un hechizo que lanzó Neville, al fin impactó sobre Dolohov, este
furioso le arrojó la maldición Cruciatos.

Como ésta maldición no se puede bloquear.

Bellatrix se interpuso entre el hechizo y el muchacho.

Recibiéndola ella.

La mujer cayó al suelo retorciéndose de dolor.

—No puede ser—. Dijo Macnair con incredulidad.

—Has salvado a los Longbottom de la maldición que tú misma


le arrojaste una vez—.
Los Longbottom estaban atónitos.

Al igual que el propio Rodolphus.

—Sí, vamos a ver qué te parece otro de esos, ¡crucio!—.

Exclamó Dolohov con maldad.

Bella trató de no gritar, pero tenía el rostro surcado por las


lágrimas.

Mientras sentía una fortísima corriente eléctrica acompañada


de un fuego abrasador que le recorría el cuerpo muy dolorosamente.

—¡Maldito!, lo vas a pagar muy caro—.

Reaccionó al fin Rodolphus. —¡Crucio!—. Devolvió el hechizo.

Alice ayudó a Bella a incorporarse del piso mientras Frank


ayudaba a Rodolphus a combatir a los mortífagos.

—¿Te encuentras bien Bellatrix?—. Le preguntó Alice.

La mujer asintió débilmente mientras hacía un esfuerzo por


respirar, los Malfoy se unieron a la batalla y rápidamente lograron
desarmar a Dolohov y Macnair y éstos terminaron huyendo.

—¡Gracias por salvarme!—.

Expresó Neville con los ojos húmedos.

Bella le acarició el rostro y lo miró con ternura.

—No hay de que—. Respondió ella.

—Esto es algo que yo les debía a ustedes—.

Harry, Lily, Severus y Sirius también luchaban valientemente


lanzando hechizos hacia cualquier lugar donde vieran a un
mortífago, más de pronto, una voz femenina habló detrás de ellos.
—¡Allí están!—. Exclamó Alecto Carrow con voz chillona. —Allí
están el mocoso y su madre—.

Alecto se acercó a ellos en compañía de su hermano Avery que


ya se había recuperado del hechizo que le habían lanzado.

Lily, instintivamente se puso ante Harry.

Y éste trató de apartarla.

Severus y Sirius empuñaron sus varitas con más fuerza.

—Aléjese de mi hijo—. Advirtió Lily enardecida.

Parecía una leona dispuesta a defender a su cachorro con


uñas y dientes. —O no respondo—.

Alecto rió con fuerza.

—¿Estarías dispuesta a matar?—.

Preguntó con un tono sarcástico.

—¡Los hermanos Carrow!—. Exclamó Sirius al verlos.

—Los mismos, en persona—. Respondió Avery señalándose a


sí mismo y luego a su hermana.

Snape se interpuso entre los Carrow y los Potter.

Sirius también intentó protegerlos.

—¡Vaya!, pero si hasta intentas salvar a esta escoria maldito


traidor—. Espetó Avery. —Ya verás cuando acabe contigo—.

Dijo avanzando con su varita en ristre.

—¡NO!—. Gritaron Alecto y Lily al unísono.

—No quiero que le hagas daño Avery, él es mío, tú sabes que


yo lo amo—. Dijo Alecto con una expresión desquiciada.
—¿Qué?, ¿de qué está hablando ésta mujer?—.

Preguntó Sirius intrigado.

—¿También vuelves locas a las mortífagas?—.

—No es momento para bromas Sirius—. Dijo Lily preocupada.

—Esa mujer está loca, Black—. Respondió Severus. —Desde


hace tiempo que…—.

—SI, ESTOY LOCA—. Gritó Alecto.

—PERO LOCA DE AMOR POR TI, SIEMPRE TE HE AMADO,


PERO AHORA TÚ ANDAS CON ÉSTA MALDITA SANGRE SUCIA, LO
VI EN EL PROFETA—.

Harry sintió que la sangre le hervía dentro de las venas al


escuchar a la mujer refiriéndose a su madre en esos términos, de
modo que levantó su varita.

—¡Desmio!—. Exclamó y la mujer fue despedida hacia atrás.

Su hermano al ver lo que había pasado, también apuntó al


chico, pero Severus y Sirius desviaron el hechizo.

—Todo esto tiene un sentido Potter—.

Dijo Alecto con voz cansina mientras se incorporaba del suelo.


—El señor tenebroso quiere que vayas a verlo voluntariamente para
recibirte como te lo mereces—. Añadió luego con una risa maniática.

—¡NO!—. Gritó Lily poniéndose nuevamente frente a Harry. —


Jamás permitiré que le hagan daño, él no irá con ustedes—.

—No iré a ningún lado—. Afirmó el muchacho con voz firme.


—Y mucho menos con ustedes, si él quiere luchar que sea aquí en
Hogwarts, pero sólo él y yo, después de todo yo soy el elegido y
acabaré con él—.
—Tarde o temprano terminarás por entregarte tú solito,
Potter—. Dijo Avery. —Y será el señor quien acabe contigo—.

—Para llevárselo tendrán que enfrentarse a nosotros—. Espetó


Sirius con vehemencia.

—Él jamás se entregará—. Lo apoyó Snape.

—¡Cállate traidor!—. Soltó Avery. —Ya quisiera verte a ti y a


los otros traidores frente al señor—.

—Yo no le temo a nadie—.

Expresó Severus con solemnidad. —Jamás permitiremos que


se lleven al chico—.

A pesar de lo tenso de la situación.

Harry pudo sentir admiración por Snape al escuchar esas


palabras que salieron de su boca, sintió que él hablaba en serio, lo
estaba defendiendo, Severus Snape, el odioso profesor de Pociones y
Defensa Contra las Artes Oscuras, lo estaba defendiendo, le estaba
brindando protección.

El muchacho no pudo más que sentirse conmovido ante tal


acción.

—Pues ya veremos cómo cambias de opinión—. Refutó Avery


mirando a Harry con maldad. —¡Accio Lily!—.

Lily sintió que una fuerza magnética la arrastraba


inexorablemente hacia la pareja de mortífagos que rápidamente la
sujetaron cada uno de un brazo.

—¡MAMÁ!—. Gritó Harry. —¡SUÉLTENLA!—.

—¡Lily!—. Gritaron Sirius y Snape al mismo tiempo intentando


acercarse, pero Alecto apuntó a la pelirroja con su varita, al tiempo
que Avery la desarmaba.
—No intenten nada o la mato—. Amenazó la mortífaga.

—Mami yo…—.

—No, Harry, yo estaré bien, no te preocupes por mí—.

Suplicaba Lily. —Quédate dónde estás—.

—¡CÁLLATE MALDITA SANGRE SUCIA!—.

Gritó Alecto abofeteándola fuertemente.

—¡DÉJALA EN PAZ BASURA!—.

Gritó Snape tratando de zafarse del agarre de Sirius que lo


sujetaba con fuerza, Snape estaba lleno de pánico, no podía aceptar
el hecho de que Lily estuviese en peligro.

—Atrás o la mato—. Volvió a amenazar Alecto con una mirada


furibunda.

—¡Retrocedan!—.

Ordenó Avery mientras los apuntaba con la varita.

—¡Suéltame Black!—. Pidió Severus tratando de zafarse.

—Tranquilízate Snape o si no será peor—. Le suplicó Sirius.

—No te preocupes Sev, llévate a Harry—.

—No permitas que cometa la locura de entregarse—. Dijo Lily


con voz segura. —Harry te amo hijo, no se te olvide, mamá te ama—.

—¡Mamá!—. Exclamó Harry con voz quebrada y horrorizada.


—¡Suéltenla!, yo…—.

En ese momento Albus Dumbledore se acercó hasta ellos en


compañía de Remus y Alastor.

—¡Desmio!—. Gritó Remus, pero el hechizo se perdió en el aire


porque los mortífagos se convirtieron nuevamente en un humo negro
y se perdieron en medio del cielo nublado, llevándose a Lily con
ellos, el resto de los mortífagos también huyeron.

—No, no, ¡Dios mío!, ¡MAMÁ!—.

Gritó Harry inútilmente sintiéndose completamente impotente,


inútil y desvalido.

Sirius había soltado al fin a Severus.

Y éste estaba desesperado.

—¡Lily!—. Gritó.

De pronto, Severus recordó que él también poseía los poderes


de mortífago e intentó desmaterializarse para ir tras los Carrow y
rescatar a Lily.

Pero Albus Dumbledore pareció leerle el pensamiento.

—¡Petrificus totalus!—. Exclamó el anciano cuando ya Severus


comenzaba a desvanecerse en medio de un humo negro, el hombre
volvió a tornarse sólido, se volvió rígido y se desplomó en los brazos
de Harry y Sirius que se apresuraron a capturarlo antes de que
cayera al piso

Severus sintió una tremenda impotencia arder dentro de todo


su ser y en ese momento odió a Dumbledore, aunque sabía que lo
había hecho por su bien, el anciano había evitado que él rescatara a
Lily, a su Lily, allí, rígido como estaba no podía hacer nada, salvo
mirar con impotencia ese par de nubes negras que se perdían de
vista.

—¿Po qué hizo eso?—. Preguntó Sirius.

—Conozco a Severus—. Respondió Dumbledore.

—Él es muy impulsivo, sé que iba a ir tras ellos y créanme que


esa no es la mejor solución, no resolveríamos nada—.
Dijo esto último mirando directamente a Harry.

—PERO DEBEMOS HACER ALGO SEÑOR—. Gritó Harry con


desesperación. —SE LA LLEVARON—.

Sirius lo abrazó fuertemente mientras las lágrimas también


surcaban su propio rostro.

—Dumbledore tiene razón, Harry—. Dijo el animago.

El resto de los amigos de Harry llegó y se asustaron al verlo


llorando desesperado y a Severus rígido en el piso.

—¡Harry!—. Exclamó Ginny. —¿Qué pasó amor?—.

Harry se arrojó a sus brazos sin poder hablar.

—¿Qué paso?, ¿lo mataron?—. Preguntó Lucius con lágrimas


en los ojos mientras miraba a Snape.

—No, solo está petrificado—. Explicó Remus.

—Dumbledore tuvo que hacerlo para poder contenerlo, porque


si no iba a ir tras Lily—.

—¿Y dónde está ella?—.

Inquirió Xenophilus Lovegood con nerviosismo.

—Se la llevaron los malditos Carrow—. Respondió Alastor con


rabia.

—¡Oh no Dios mío!—. Exclamó Narcissa con horror.

—Ellos son muy…—. Iba a decir sanginarios pero cuando vio a


Harry se reservó el comentario.

—¡Tranquilo hijo!—.

Trató de tranquilizarlo la mujer. —Ya verás que rescataremos


a tu mami, te lo prometo—.
Cuando Ginny lo soltó.

Harry se abalanzó a los brazos de Narcissa, que lo estrecho


fuertemente.

—Todos vamos a cooperar, Harry, te lo prometo—. Dijo Draco.

—Es cierto Harry, todos estamos contigo—. Dijo Luna con su


voz tierna.

—Cuentas con todos nosotros Harry, no te dejaremos solo—.


Dijo Neville.

A pesar de la inmensa preocupación y la desesperación que


sentía en su interior.

Harry también se sentía apoyado y eso era muy importante, no


le importaba entregarse a cambio de la vida de su madre, después
de todo él estaba seguro de poder derrotar a Voldemort y jamás
estaría dispuesto a perder nuevamente a su madre.

Tonks llegó en ese momento en compañía de Hagrid.

Y al enterarse de lo ocurrido se sintió muy mal.

—¡Santo Dios!—.

—Y yo encerrada mientras aquí ocurría todo eso—.

—Tuvimos que encerrarte Tonks—.

—Era una imprudencia que pusieras en riesgo tu vida y la del


bebé—. Increpó su esposo.

—¿Tú pretendías luchar?—. Preguntó Alastor mirándola con


severidad.

—Sí, pero… yo no… podía quedarme de brazos cruzados—.


Trató de defenderse ella.

—Remus tiene razón eso fue una imprudencia—.


Volvió a regañarla Alastor.

—¡Dios mío Lily!—. Lloriqueó Hagrid.

—Tranquilo Hagrid, ella estará con nosotros pronto—. Trató de


tranquilizarlo Molly.

—¿Cómo están ustedes?—.

Preguntó Dumbledore a los Granger.

—¿Les hicieron algún daño?—.

—No, profesor Dumbledore, estamos bien, gracias a Dios, a los


Weasley y a nuestra brujita que es muy valiente—.

Respondió William pellizcando cariñosamente la nariz de su


hija.

—Me alegra, temí mucho por ustedes—.

—Y ¿cómo están los demás?—.

—Me refiero a los otros padres Muggles—.

Preguntó Dumbledore. —Bueno, y también a los magos—.

—Solo he visto heridos hasta ahora, ningún muerto gracias a


Dios—. Dijo Bella mientras tomaba la mano de Rodolphus.

—¡Santo Dios!—. Exclamó Anastasia arrojándose a los brazos


de su esposo.

Hermione volvió a abrazar a sus padres.

—No quiero perderla de nuevo—. Decía Harry mientras lloraba


desconsoladamente.

—No la perderás—. Le dijo Ron con seguridad.

—Todos tus amigos estamos contigo Harry—.


Hermione también abrazó a su amigo para transmitirle fuerza,
mientras Dumbledore se acercaba a Severus y como estaba seguro
de que éste no iría tras los mortífagos, pues ya no estaban a la vista,
decidió deshacer el encantamiento paralizante.

—¡Finite Incantatem!—. Exclamó Albus y al instante Severus


recuperó la movilidad.

—¿Por qué rayos hiciste eso?—. Preguntó con rabia.

—Tú sabes porque lo hice, hijo—. Respondió Dumbledore con


solemnidad. —Podría ser muy peligroso—.

—Yo podría morir por ella—.

—Eso no resolvería las cosas—. Refutó el anciano. —Además,


entiende que también la hubieses puesto en peligro a ella—.

Severus reflexionó sobre esto último.

Y al fin llegó a la conclusión de que el viejo tenía razón.

Y entonces se sintió terriblemente mal por haber odiado a


Dumbledore cuando lo hechizó.

Y en cambio lo embargó un sentimiento de agradecimiento.

—¡Perdóname Albus!—.

—Descuida hijo, ya pensaremos en algo—.

—Ella estará bien, no les conviene hacerle daño—.

Dijo el anciano, luego se dirigió a los demás.

—Por favor ayuden a los heridos, llévenlos adentro y veremos


cómo están—.

Capitulo 22. Harry pierde el control


En el castillo, los heridos fueron atendidos, aunque no hubo
muertes que lamentar ni lesiones de gravedad, Dumbledore no quiso
seguir corriendo riesgos, de modo que mandó a todos los alumnos y
a sus padres a sus respectivas habitaciones.

Severus lloraba desesperado en el despacho del anciano


director, tal como lo había hecho el día en que creyó que había
perdido a Lily para siempre.

—Tranquilízate hijo—. Trató de consolarlo el anciano.

—Debemos esperar a que Voldemort nos contacte, seguro que


lo hará—.

—Pero Alecto, esa maldita desquiciada va a…—.

—Yo pensé que a ella ya se le había pasado esa obsesión que


sentía por ti—.

—Pero tranquilo, ella no matará a Lily, Severus, simplemente


no le conviene—. Objetó el viejo.

—No lo sé— dijo mientras sollozaba.

Dumbledore, a pesar de que estaba seguro de lo que le decía a


Severus, no pudo evitar sentir compasión por él, ese hombre había
sufrido mucho, la vida lo había golpeado muchas veces, y ahora que
al fin parecía comenzar a experimentar la felicidad, aparecen los
planes de lord Voldemort de nuevo.

Dumbledore estrechó paternalmente a Severus entre sus


brazos.

—No quiero perderla de nuevo—.

Sollozaba Snape sin importarle sentirse débil.

Mientras Dumbledore le acariciaba la cabeza.


—No la perderás, estoy seguro de que no la va a matar, mira—
. Dijo luego de separarse de él para mirarlo a los ojos.

—Él no le hará daño entretanto Harry no se entregue, porque


lo que él realmente quiere es atacar a Harry para poder liquidarlo—.

—¿Estás seguro de eso Albus?—. Preguntó Snape.

—Completamente—. Respondió el hombre.

Albus le contó lo de la revelación que había tenido Harry


cuando huyó hacia el bosque prohibido.

Donde vio a Voldemort haciendo planes sobre ese ataque.

Él decía que en ese primer ataque quería hacer algo para que
Harry se entregara, y como evidentemente pudieron comprobar, se
llevaron a Lily, lo que significaba que Voldemort la mantendría con
vida, entretanto no tuviese al muchacho en su poder.

—Debemos planear muy bien lo que vamos a hacer cuando


Voldemort nos contacte—.

—Porque tampoco podemos permitir que Harry se entregue—.


Concluyó el anciano.

La enfermería estaba casi abarrotada y la señora Pomfrey no


se daba abasto, por lo que McGonagall tuvo que pedir ayuda a San
Mungo para que enviaran más sanadores.

Los cuales atendieron a los demás heridos en el gran comedor.

En la sala común de Gryffindor, Harry caminaba de un lado a


otro sin parar, estaba desesperado, los gemelos le pidieron que se
tranquilizara, pero él no podía, estaba muy nervioso, en un ataque
de impotencia y rabia golpeó una mesa que estaba junto a él.

Y la señora Weasley se sobresaltó pero no dijo nada.


No intervino, sabía que era mejor que Harry desahogara toda
su frustración.

—Harry, cálmate por Dios—. Le suplicó Ron. —No vas a lograr


nada poniéndote así—.

—No puedo Ron—. Contestó Harry pegándole un puñetazo a la


pared. —Ella es mi madre—.

—Y ahora está secuestrada por esos malditos—.

Molly no lo soportó más y lo estrechó entre sus brazos.

El muchacho lloró como un bebé entre los protectores brazos


de quien consideraba su segunda madre. Hermione y Ginny también
comenzaron a llorar abrazadas al verlo así tan abatido.

De pronto, Harry se sintió muy débil y se desvaneció, pero no


estaba inconsciente, comenzó a tener otra visión, mientras todos sus
amigos lo rodearon y Ginny trató de levantarlo.

Ron le pidió que lo dejaran así.

Ya que al parecer estaba teniendo una revelación.

Sus ojos estaban lánguidos y su rostro lívido.

Y ese era el aspecto que tenía cuando tenía sus visiones.

Harry observó con claridad a Voldemort que hablaba con los


Carrow diciéndole que aún no podía asesinar al muchacho porque le
faltaba un elemento.

Que era la famosa varita de sauco, la necesitaba para acabar


con él porque con la suya propia sabía que no lograría hacerle daño,
y sabía que alguien la tenía en su poder y que ese alguien era nada
más y nada menos que Albus Dumbledore.

De pronto, vio a su madre tirada en el suelo, atada, mientras


Voldemort le dirigía la maldición Cruciatos.
Provocando que ella gritara de dolor.

Antes de que él se marchara.

Alecto le preguntó si podía divertirse un rato con ella ya que


tenía que vengarse por ser quien ocupaba el amor de Severus.

—Ahora eres mi favorita, al igual que tu hermano—. Contestó el


mago con su voz aterciopelada. —No te negaré ese placer, pero solo te
pido que no la mates—.

—Porque la necesito con vida para atraer al mocoso—.

—Muchas gracias mi señor—.

Respondió la mortífaga besándole la mano.

—Por ahora no morirás—. Dijo Voldemort ahora dirigiéndose a


Lily que apenas se recuperaba del hechizo que él le había arrojado.
—Pero ya verás cuando tenga a tu hijo en mis manos, acabaré con él
frente a tus ojos—.

Luego se dirigió a Alecto.

—Quiero que sufra porque por su culpa tuve que pasar por todo
lo que pase, y no crean que me he olvidado de Severus—.

—Pero señor, yo lo am…—. Trató de objetar Alecto.

Pero él la dejó con la palabra en la boca.

—¡Vámonos Avery!—.

Dijo el mago oscuro y luego Salió del calabozo.

Harry abrió los ojos.

Su respiración era muy agitada y las lágrimas comenzaron a


brotar nuevamente de sus ojos.
—Le va a hacer daño—. Dijo mientras se incorporaba del suelo
con violencia.

—¿Qué dices Harry?—. Preguntó Ginny.

—¿Has tenido otra visión?—.

—Sí—. Respondió el muchacho mientras temblaba.

—Van a lastimarla, debo ir a ver a Dumbledore—.

—Pero Harry, recuerda lo de la última vez, te hizo creer que


torturaba a Sirius solo para que tú te acercaras a él—.

Objetó Hermione razonándolo todo.

—No puedo permitirme dudar Hermione, no voy a dejar que la


lastimen—. Dijo esto último y salió corriendo a través del hueco del
retrato para encaminarse al despacho del director.

Entretanto, en aquella lúgubre prisión.

Lily se encontraba tirada en el piso, con las manos atadas por


detrás de la espalda, estaba asustada, pero no lo demostró, también
estaba preocupada por su hijo y por Severus, pero permaneció allí,
inmutable, mirando a los ojos a su captora que la apuntaba con su
varita y la miraba con furia y maldad.

—Lástima que no pueda matarte sangre sucia—. Se lamentó la


psicópata mortífaga, que después que Bellatrix se hubo reivindicado,
tomó su lugar debido a su desquiciada actitud. —Pero aun así, vas a
pagar por haber arruinado los planes de mi señor y también por
haber tratado de robarme lo que es mío—.

—¿A qué te refieres?, ¿de qué me hablas?—. Inquirió Lily muy


confundida. —Yo no te he robado nada, apenas te conozco—.

—¡CÁLLATE MALDITA SANGRE SUCIA!—.


Gritó Alecto asestándole un furioso puñetazo en el rostro que
le lastimó la nariz.

Lily subió el rostro orgullosamente mientras la sangre emergía


fluidamente del interior de ambos orificios nasales.

—Intentaste robarme a Severus—. Respondió Alecto ahora


tomando furiosamente a Lily por los cabellos obligándola a echar la
cabeza hacia atrás. —Pero él es mío, escúchame bien, ¡ES MÍO!—.

Lily recordó el momento en que la secuestraron y Alecto había


gritado que amaba a Severus.

Sin embargo él aseguró que ella estaba loca.

Y de verdad lo estaba.

—Pero si él y yo…—. Intentó hablar Lily, pero un puñetazo al


estómago la dejó sin aire.

—No te atrevas a negarlo—. Espetó la mortífaga. —Yo los vi en


El Profeta, muy acaramelados, ¡maldita sea!, casi me muero de ira—.
Dijo esto último sujetándose la cabeza con ambas manos mientras
temblaba de rabia y sus ojos adquirían una expresión desquiciada.

—Pero eso… fue un… invento de Skeeter—.

Dijo Lily con dificultad cuando al fin pudo hablar. —¿Acaso…


no viste… el reportaje… del Quisquilloso?—.

—Yo no leo esa maldita porquería, me basta con El Profeta,


pero escúchame bien, Severus es mío, sólo mío—.

—¿Ah sí?—.

Preguntó Lily con ironía, tratando de sonreír mientras sentía el


sabor de su propia sangre, que en ese momento se le introducía por
la comisura de los labios.

—Pero él no es un objeto—.
—Y por lo tanto no le pertenece a nadie—.

—Además él no te ama—.

—¡CÁLLATE!—.

—Nunca te amo, no se puede obligar a alguien a sentir amor—


.

—Dije que TE CALLES—.

Volvió a gritar Alecto desaforadamente mientras las lágrimas


le corrían por el rostro, luego se acercó nuevamente a la indefensa
mujer, y cambió abruptamente su actitud amenazante por una
mucho más serena. Comenzó a hablarle en un tono de voz muy bajo,
casi en un susurro, lo que la hizo parecer aún más aterradora.

—Pero él te defendió en Hogwarts—.

—¿Cómo hiciste para conquistarlo?—.

Luego sonrió y le acarició el rojo cabello, a Lily le pareció una


sonrisa macabra. —Quizá es porque eres pelirroja—.

—Yo no lo he conquistado, él no me ama—.

Mintió Lily aterrada.

—No, ¿verdad?, él solo me ama a mí—. Afirmó Alecto mientras


caminaba por la habitación, de pronto se detuvo en seco. —Pero él te
ama, te defendió, ¿y si él prefiere a las pelirrojas?—.

—¿Debería cambiarme el color del cabello?—.

—Él no me ama por ser pelirroja—. Dijo Lily instintivamente.

Sin reparar en que se delataba.

Al darse cuenta, ya era demasiado tarde.

—Entonces, sí te ama—.
Afirmó Alecto acercándose peligrosamente a ella.

—¡Crucio!—. Exclamó y la pobre Lily gritaba al sentir un dolor


insoportable recorrer todo su cuerpo.

—Toma eso por haberte interpuesto entre Potter y el señor


tenebroso aquella noche—. Cuando el terrible dolor hubo pasado,
Lily sintió un fuerte golpe en el estómago.

—Toma esto por ser sangre sucia, y esto—. Le dio una patada
en la cabeza que le abrió un corte en la frente. —Por ser pelirroja—.

—¡BASTA!—. Gritó Lily con las pocas fuerzas que le quedaban.


—¡DÉJAME EN PAZ!—.

Estaba demasiado lastimada, el cuerpo le dolía en extremo y


no sabía por cuánto tiempo más soportaría aquella sesión de
tortura.

En Hogwarts…

Severus estaba en su despacho tratando de deliberar, si los


nervios se lo permitían, como tratar de salvar a Lily, mientras Harry
estaba en el despacho de Dumbledore, ya le había contado lo de su
revelación.

—Efectivamente yo la tengo Harry—.

Dijo el anciano mostrándole la varita de sauco.

—Y eso significa que Voldemort no te podrá hacer daño


mientras ésta esté en mi poder—.

—Pero señor, mi madre… ella está en peligro—.

—Tienes razón, debemos hacer algo al respecto—.

—Aunque no vayan a matarla—.


—No podemos permitir que la hagan sufrir, sin embargo debo
reconocer que la señorita Granger tiene razón en lo que te dijo, esa
visión podría tratarse de un engaño—.

—¿Y si no es así?, los minutos y las horas pasan y…—. Harry


volvió a sollozar sin poder controlarse.

—Ya hablé con todos los miembros de la orden Harry—.

Dijo el anciano acariciando al muchacho en la cabeza. —Están


investigando a donde podría haberla llevado Voldemort—.

Luego tomó la cabeza del chico con ambas manos y la subió


para mirarlo a los ojos. —Harry, cuando tuviste esa conexión con la
mente de Voldemort, ¿no viste donde la tenían?—.

El chico asintió.

—En un calabozo—. Respondió con voz trémula.

—Yo sé que lo he visto antes, pero no puedo recordar donde—.


Cerró los ojos apretando fuertemente los parpados. —Por más que lo
intento, no puedo recordarlo, ¡Dios mío ayúdame por favor!—.

—¡Tranquilízate Harry!—. Dijo el anciano. —No quiero que te


presiones—.

—Debo hacerlo—. Respondió Harry agitándose cada vez más,


su respiración era entrecortada y temblaba compulsivamente. —Van
a hacerle daño—.

En ese momento…

Alguien tocó la puerta del despacho del director.

—¡Adelante!—.

Exclamó Dumbledore tratando de sujetar a Harry que parecía


fuera de sí.
Minerva McGonagall entró y se conmovió al ver a Harry tan
alterado.

—¡Albus!, yo quería saber si habías sabido algo de Lily—.

—Harry tuvo una de sus visiones, Voldemort no matará a Lily


aún, pero no está del todo a salvo, la ha dejado a cargo de Alecto
Carrow—.

McGonagall palideció.

—Si pudiera recordar donde fue que vi ese lugar—.

Insistía Harry cerrando las manos fuertemente sobre sus


alborotados cabellos. —Sé que lo he visto en alguna parte—.

—Minerva por favor llama a Severus y dile que traiga algo para
calmarlo—. Demando el anciano. —¡Ah!, y no le menciones lo que te
he dicho sobre Lily, yo se lo explicaré a mi modo—. Sugirió.

—Harry, ¡cálmate!—.

Minerva salió por la puerta.

Y sólo un momento después regresó.

Trayendo consigo a Severus que también lucía preocupado y


tenía los ojos enrojecidos, traía consigo un pequeño frasco de vidrio
con tapa de corcho.

—¡Rápido!—. Ordenó Dumbledore haciéndole señas a Severus


para que se acercara, la profesora McGonagall se acercó también,
tenía una mano en el pecho y la otra en la mejilla derecha, al tiempo
que negaba con la cabeza.

Snape tomó al chico por la nuca para intentar obligarlo a


beber la poción, pero él se resistió empujándolo.

—No tomaré nada que me dé—. Alegó.


—Necesito recordar dónde está mi madre—.

—¿De qué habla el chico?—. Preguntó Snape confundido.

—Él tuvo una visión en la que vio a Lily—.

Contestó Dumbledore obviando el detalle de que ella estaba a


cargo de Alecto. —Pero no puede reconocer el lugar donde está—.

—¿Y no sería mejor dejarlo que se esfuerce un poco?, solo un


poco Albus—. Tanteó Severus.

—¡Por Dios!, sólo míralo—. Dijo el anciano señalando a Harry


que lloraba y golpeaba la mesa del escritorio con los puños hasta
hacerse daño en los nudillo (sangraba un poco).

—Tienes razón—. Reconoció apanado y cabizbajo.

Luego se dirigió a Harry. —¡Potter ven aquí!—.

Ordenó, pero él no le hacía caso.

—¡Mamá!—.

Harry la llamaba inútilmente a través de la ventana que daba


hacia los jardines, lugar dónde se llevaron a su madre.

—¿Dónde estás?, si pudiera recordar dónde está ese lugar—.

En ese momento alguien más llamó a la puerta y antes de que


Dumbledore preguntara quien era esa persona se anunció.

—Soy Hagrid—. Respondió detrás de la puerta. —Los chicos


me dijeron que Harry estaba con usted y quiero saber cómo está—.

Dumbledore se apresuró a abrir la puerta.

Y Hagrid se conmovió profundamente al ver el estado del


muchacho.

Dumbledore le quitó el frasco de las manos a Severus.


Lo olfateó y luego le preguntó en un susurro.

—¿Qué es?—.

—Filtro del sueño—. Respondió éste en el mismo tono.

—Harry, por favor debes tomarla, es por tu bien—.

Pidió Hagrid. —Los miembros de la orden ya están haciendo el


trabajo—.

—NO TOMARÉ NADA—. Gritó Harry aterrado.

—Sé que quieren mantenerme al margen de todo esto, pero no


es justo—.

—En ese caso creo que serás muy útil Hagrid—.

Dijo Dumbledore señalando a Harry con la cabeza. —Por favor


sujétalo—.

—No, Hagrid, por favor, no lo hagas—.

Suplicaba el muchacho.

Hagrid dudó ante la súplica de su amigo.

—Es por su bien—. Añadió la profesora McGonagall.

—Por favor, Hagrid, él está muy alterado—.

Hagrid al fin tomó al chico, le apresó los brazos por detrás de


la espalda con una sola de sus gigantescas manos mientras con la
otra le sujetaba la cabeza y lo obligaba a echarla hacia atrás.

—¡Suéltame Hagrid!, no quiero tomar nada—.

Lloriqueaba Harry tratando de zafarse inútilmente.

Snape se acercó a él con el frasco en la mano.

—¡Abre la boca, Potter!—. Ordenó.


Harry apretó los labios y negó con la cabeza, entonces Severus
optó por un método infalible.

Le apretó la nariz con los dedos cerrándole el paso del aire. Al


principio Harry se negó a abrir la boca, solo luchaba por liberarse.

Pero cuando la necesidad de oxigeno se hizo apremiante.

Despegó los labios y separó las mandíbulas, Snape entonces


aprovechó la ocasión para verterle una pequeña cantidad del
poderoso somnífero.

El muchacho tuvo un ligero espasmo y se atragantó con la


poción en la garganta.

Pero luego no le quedó más remedio que tragarla.

Severus retrocedió y Hagrid aún no soltaba su presa.

Aunque el muchacho cada vez se resistía menos debido a que


estaba perdiendo las fuerzas.

—¡Mamá!—. Exclamó Harry con un hilo de voz. —Mami te voy


a liberar—.

El chico terminó por desplomarse completamente y Hagrid lo


cargó en sus brazos para trasladarlo a su habitación en la torre de
Gryffindor.

Cuando el semi gigante entró por el hueco del retrato de la


señora gorda.

Ginny, al igual que sus padres, sus hermanos.

Y Hermione pensó que le había pasado algo malo.

Hagrid y la profesora McGonagall le revelaron lo sucedido y


cuando el semi gigante se hubo marchado.
La jefa de la casa de Gryffindor les reveló a los amigos de
Harry la visión que éste había tenido.

—Él estaba histérico—.

—Teme por Lily al igual que todos nosotros, pero estaba fuera
de sí y nosotros no podíamos permitir que él se presionara tanto a sí
mismo—. Dijo Minerva antes de marcharse.

Ginny se dejó caer en el sofá frente a la chimenea, llorando de


desesperación y de tristeza por Harry, sus padres se sentaron a cada
lado de ella para intentar consolarla.

En ese momento el retrato se abrió nuevamente y McGonagall


entró una vez más, pero ésta vez acompañada de Severus Snape, la
mujer lo dejó en el interior de la sala común y se marchó de nuevo,
todos los presentes lo miraron con asombro, ¿Severus Snape en la
sala común de Gryffindor?.

—¿Y tú qué haces aquí?—.

Preguntó Sirius saliendo de la habitación de los chicos, estaba


tan sorprendido como los demás.

—No he venido a pelear, Black—.

Respondió Snape escuetamente.

—Yo tampoco quiero pelear, Snape—.

Respondió el animago mientras bajaba por la escalera.

Severus recorrió con los ojos los rostros de los Weasley y de


los Granger que eran los únicos que estaban en la sala común,
además de Sirius y luego dijo bajando la mirada al suelo.

—He venido a ver a Potter—. Luego alzó la mirada a Sirius que


ya había llegado al último escalón. —Y no te atrevas a impedírmelo—
.
—Yo no pretendo hacer eso—. Respondió Sirius con un tono
serio que pocas veces se le había oído. —Sólo me extrañó verte aquí,
pero puedes pasar si quieres—. Dijo esto último haciéndose a un
lado para que él pudiera pasar.

—¡Gracias!—. Respondió Severus.

Y se dispuso a subir la escalera, pero cuando iba por la mitad


de la misma, Sirius lo llamó.

Y no por su apodo, como solía hacer siempre para molestarlo,


sino por su apellido.

—¡Snape!—.

El se giró lentamente hasta quedar frente a él.

Y Sirius con expresión triste despegó los labios para decir, por
primera vez, algo que lo sorprendió, así como conmovió a todos.

—Sé que la amas, quizá siempre lo supe—.

—Black yo…—.

—Déjame terminar—. Demandó Sirius.

—No es necesario que lo niegues, todos sabemos que a pesar


de lo que apareció en El Profeta es mentira, el amor que sientes por
ella es verdadero, aunque me cueste admitirlo porque ella era la
esposa de mi mejor amigo, pero también debo admitir que él ya no
está, y ella tiene derecho a estar con quien quiera—.

E éste punto de la conversación, Molly les dijo a los demás que


debían salir de la sala común, para darles más privacidad, aunque
ni Severus ni Sirius parecían darle importancia a la presencia de los
Weasley y los Granger.

—Hace apenas unas horas allá afuera, demostraste que la


amas, hasta el punto de querer dar la vida por ella—.
Sendas lágrimas se escaparon de los ojos de Severus.

Y recorrieron su cetrino rostro, él se apresuró a secarlas con la


manga de la túnica, pero Sirius también lloraba.

—La mereces—. Continuó el animago. —De verdad la mereces


Queji…—. Sacudió su cabeza y luego rectificó con una triste sonrisa.
—Quiero decir, Snape—.

—Severus—. Lo corrigió éste con la mano extendida hacia él.

Sirius subió las escaleras para llegar hasta él.

Y no sólo le estrechó la mano.

Sino que para sorpresa del mismo Severus.

Lo abrazó fuertemente.

—Entonces tendrás que llamarme Sirius—. Dijo éste cuando


se separaron, luego bajo la cabeza, apenado. —Pe… ¡perdóname!—.
Pronunció con un hilo de voz.

—En nombre de todos los merodeadores, y sobre todo de mi


amigo James y el mío propio, te… pido… perdón, sobre todo yo, fui
un idiota—.

Severus le dio unas ligeras palmaditas en el hombro, no podía


creer que estuviese escuchando aquello, pero luego reaccionó. Sirius
parecía honesto, no bromearía en una situación tan difícil para
todos, toda su vida se creyó incapaz de oír una disculpa de su otrora
agresor, sino también de perdonarlo a él y a sus amigos, habían sido
demasiadas las humillaciones y el maltrato, pero en ese preciso
instante en que oyó las sinceras disculpas, luego de contemplar ese
rostro visiblemente conmovido y lleno de lágrimas.

Pensó en su amiga Lily y su temperamento noble, de estar allí


ella lo hubiese alentado a otorgar el perdón y debía reconocer que
continuar albergándolo, ya no tenía sentido.
—Están perdonados Black… quiero decir… Sirius—.

Corrigió el hombre. —Todo quedó en el pasado—.

—No te preocupes Severus—.

Dijo Sirius mirándolo con comprensión.

—Lily volverá con nosotros—.

Severus asintió con la cabeza y emprendió de nuevo el camino


hacia la habitación de los chicos para ver a Harry.

Mientras Sirius abandonaba la sala común.

Snape entró al fin a la habitación, y reconoció de inmediato la


cama de Harry porque era la única que tenía las cortinas cerradas,
él las descorrió y allí estaba el chico profundamente dormido. La viva
imagen de James Potter a excepción de esa cicatriz en forma de rayo
que surcaba su frente y aquellos ojos verdes que en ese momento
estaban cerrados, tan parecidos a los de Lily, los ojos de su Lily, no
se podía engañar a sí mismo, la verdad era que apreciaba a aquel
muchacho.

Siempre lo quiso, desde que lo vio llorando en su cuna frente a


su madre inerte.

A pesar de que era el hijo del hombre que más había odiado en
su época de adolescente. Harry también era el hijo de Lily, la única
mujer que había amado en toda su vida y ahora se preguntaba si
volvería a verla con vida, se estremeció ante la posibilidad de que no
fuera así, de modo que desechó el pensamiento.

Severus se sentó al lado de Harry y le tomó la mano derecha


entre las suyas.

Le limpió la sangre que tenía en los nudillos.


Producto de la pequeña herida que se había hecho al golpear
el escritorio del director, luego con un movimiento de su varita hizo
que la herida desapareciera por completo.

Después le acarició el rebelde cabello.

Comprendía la actitud del muchacho, siempre lo comprendió,


pese a que le molestara, Harry se había criado sin su madre, y ahora
que la había encontrado quería tenerla solo para él, además pensaba
en su padre.

Eso era comprensible y además estaba viviendo esa etapa tan


difícil de la vida, la adolescencia, donde todo parece más difícil de lo
que en realidad es.

Recordó la crisis de nervios que le dio al chico por no tener a


su madre cerca, por saberla en peligro, y entonces se compadeció de
su dolor.

—No te preocupes Harry—. Dijo llamándolo por primera vez en


su vida por su nombre de pila.

—Pronto estarás con ella de nuevo, te lo prometo, no permitiré


que le suceda nada malo—.

Luego salió de la habitación, de la sala común.

Y se fue a reunir junto a los demás miembros de la orden en el


cuartel general, en el número doce de Grimmauld Place.

Para deliberar acerca de la mejor estrategia para dar con el


paradero de Voldemort y por ende el de Lily.

Mientras tanto ella yacía en su prisión, acostada boca abajo,


muerta de hambre y de dolor, porque en vista de que Alecto iba a
matarla a golpes y maldiciones torturadoras, su hermano Avery tuvo
que intervenir, ya que el señor había dicho muy claramente que
necesitaban a su rehén viva.
Lily yacía tirada en el suelo con el rostro ensangrentado por su
labio inferior partido al igual que su nariz rota, tenía hambre y la
embargaba un profundo sentimiento de desolación.

Pero aún así estaba feliz de que Harry permaneciera a salvo en


Hogwarts, pues nuevamente estaba dispuesta a dar la vida por él.

En ese momento alguien bajó unas escaleras y abrió las rejas


de la celda donde ella se encontraba.

Ella tenía los ojos cerrados, pero los abrió cuando sintió que le
lanzaron un plato con comida.

—Co… ¿Colagusano?—.

Inquirió con voz débil mientras se incorporaba con dificultad.

Él le dio la espalda y trató de huir, pero ella volvió a hablarle.

—Gus, sé que eres tú, dime… ¿por qué… lo hiciste?—.

—No sé de qué me hablas—. Mintió él para tratar de huir.

—¿Por qué nos traicionaste… a James y a mí… aquella


noche?, él era… tú amigo—.

—Por miedo—. Respondió éste al fin. —Tú no puedes imaginar


lo poderoso y malvado que es—.

—¿Te parece?—. Pregunto ella con ironía.

—Mírame y dime si… te parece que… no lo conozco—.

—Me condenó a vivir en San Mungo todos estos años…—.

—Sin James y… sin mi hijo—.

Él trató de ignorar lo que ella decía.

—Allí está tu comida—.

—No puedo comerla, estoy atada—. Respondió con pesar.


Él se encogió de hombros con indiferencia y abrió de nuevo las
rejas, pero cuando la hubo abierto sintió remordimiento o algo
parecido, de modo que se encaminó hasta ella y le desató las manos
para que pudiera alimentarse.

Él se quedó junto a ella mientras engullía su comida con


avidez, después volvió a atarla por más que ella le suplicó que no lo
hiciera.

—De todos modos no puedo escapar—. Alegó.

—Nadie puede aparecerse o desaparecerse aquí, Alecto me lo


dijo—.

—Tengo órdenes de atarte—. Dijo Petegrew con voz ronca sin


atreverse a mirarla, y sin más se marchó.

Dejándola allí, sola y lastimada, pero tranquila al saber que al


menos Harry estaba bien, aunque también la afligía el hecho de que
él estuviese sufriendo por ella, también pensó en Severus, en cómo
se debía estar sintiendo en ese momento.

Capitulo 23. El rescate

Era de madrugada, ya casi amanecía y los miembros de la


orden se encontraban en el número doce de Grimmauld Place.

A excepción de Molly que permaneció en la sala común de


Gryffindor para cuidar a los chicos y a los padres de Hermione, los
Malfoy y los Lestrange estaba en la sala común de Slytherin. Harry
por su parte mientras dormía, volvió a soñar con ese calabozo donde
mantenían cautiva a su madre, y de pronto despertó sobresaltado, la
había recordado, había recordado, lo había recordado, había
recordado a donde pertenecía ese calabozo.

—¡La mansión de los Malfoy!—.

Se dijo así mismo con la respiración muy agitada.


Recordó que cuando fueron a la mansión de los Malfoy en
navidad.

Draco le había mostrado a él y a los demás las instalaciones y


eso incluyó las mazmorras.

—Aquí era donde el señor tenebroso encerraba a sus víctimas


cuando nosotros le servíamos—. Dijo el rubio en aquella ocasión con
mucha tristeza y un deje de vergüenza.

—¡Lo sabía!—. Exclamó Harry.

—Sabía que había visto ese lugar antes—.

Tenía que rescatarla y de prisa, no sabía cuánto tiempo había


pasado desde el rapto, pero sabía que cada minuto que pasaba era
crucial.

Tenía que darse prisa y llegar hasta la mansión de los Malfoy.

Aunque sabía que obviamente no podía llegar por la puerta


principal.

De pronto, la frustración volvió a apoderarse de él ya que


recordó algo más que Draco le había dicho en aquella ocasión, nadie
puede aparecerse o desaparecerse en aquellos calabozos, y aunque
pudiera, él no sabía cómo hacerlo, luego pensó en otra opción, la red
flu, sólo que tenía que ser cauteloso.

Se bajó de su cama, tomó sus gafas y su varita que estaban en


su mesa de noche, se colocó los zapatos casi atropelladamente, y
buscó debajo del colchón donde había guardado su capa invisible.

Luego bajó las escaleras lo más rápido que pudo.

Pero sin hacer ruido.

No quería despertar a nadie; ya que tratarían de impedir que


él saliera de Hogwarts.
Una vez ubicado frente a la chimenea de la sala común.

Se echó la copa por encima de la cabeza.

Tomó un poco de polvos flu que había en una bolsita de piel


de dragón que estaba sobre una mesita junto a la chimenea.

Y se dispuso a entrar en ella.

Pero antes consideró una posibilidad.

—¿Y si hay alguien en el salón principal?—. Pensó sabiendo


que cuando se viajaba por la red flu.

Al llegar al destino se escuchaba un “puf” acompañado de una


llamarada de color esmeralda. —No importa—. Reflexionó otra vez.

—Llevo la capa invisible, ellos sabrán que alguien ha llegado,


pero no sabrán quien es—.

Harry arrojó entonces los polvos a la chimenea, cuyas llamas


rápidamente adquirieron aquella tonalidad esmeralda.

Él se apresuró a entrar exclamando:

—¡A la mansión Malfoy!—.

El muchacho sintió que todo se oscurecía y que él daba mil


vueltas, tenía los ojos cerrados para que no entraran cenizas, tosió
un par de veces, un poco mareado y a tientas salió de la chimenea,
aunque temeroso, abrió lentamente los ojos y jamás se sintió más
frustrado como en ese momento.

La sala común de Gryffindor estaba nuevamente frente a él, no


había viajado, aún estaba en el mismo lugar de partida.

No sabía que le sucedía a la chimenea.

Pensó que tal vez estaría averiada o peor aún.


Había sido bloqueada; pensó que tal vez si probaba con otras
funcionaría, así que con la capa puesta bajó a las mazmorras, a la
habitación que compartía con su madre allí.

Al intentar viajar en la chimenea de la habitación le sucedió lo


mismo, no había ninguna duda.

Las chimeneas habían sido bloqueadas por el ministerio de


magia después del reciente ataque.

Harry, más frustrado y decepcionado que nunca se quitó la


capa y se sentó en el piso a llorar ¿cómo rayos iba a rescatar a su
madre?, de repente, un leve “crack” lo hizo sobresaltarse y giró la
vista hacia donde había escuchado el sonido.

—Lo estuve buscando Harry Potter—. Dijo el recién llegado.

—¡Dobby!—. Exclamó Harry incorporándose del suelo.

Y secándose las lágrimas con la manga del suéter que llevaba


puesto. —¿Qué haces aquí?, a ésta hora deberías estar durmiendo—
.

—Ya está amaneciendo y a esta hora Dobby se va a las cocinas


a trabajar como los demás elfos, señor—.

Contestó él con voz chillona.

—Dobby estuvo buscando a Harry Potter en la habitación de la


sala común, pero Dobby no lo halló señor, por lo tanto Dobby pensó
que tal vez Harry Potter estaría aquí, Dobby solo quería ver a Harry
Potter y saber cómo estaba—. Harry asintió con la cabeza y le dedicó
una leve sonrisa, le conmovía la preocupación que sentía el elfo por
él.

—Ya ves Dobby—. Dijo Harry señalándose a sí mismo.

—Aquí estoy, pero no estoy bien, quería usarla, pero la red flu
está bloqueada—. Dijo Harry señalando la chimenea.
Dobby abrió todavía más sus ojos saltones.

—Pero Harry Potter no debería salir de Hogwarts, señor—. Dijo


el elfo usando un tono severo, poco habitual en él.

Harry volvió a sonreír con tristeza.

—¡Qué curioso!—. Exclamó

—¿Qué es curioso señor?—.

—Que hace algunos años tú mismo impediste que yo viniera


aquí al castillo, y ahora me dices que no debo salir de él—.

Reflexionó el niño que vivió.

—Eso es porque en aquella ocasión—.

—El peligro estaba en Hogwarts señor—.

Contestó Dobby mientras jugueteaba con unos calcetines que


usaba como rejeras para el frío. —Pero ahora es diferente señor, el
peligro está allá afuera señor, no debería salir—.

—Pero es que ya sé dónde está mi madre—. Alegó Harry. —Lo


sé y no puedo ir a buscarla—.

—¿Harry Potter ya sabe dónde está su madre?—.

Inquirió el elfo mirándolo con asombro.

—Harry Potter ya lo sabe y los miembros de la orden están en


el cuartel general investigando todavía—.

—¿Cómo lo sabes?—. Preguntó Harry, ¿cómo sabes que ellos


están allá?—.

—Porque Dobby escuchó que el profesor Dumbledore


convocaba a todos los miembros de la orden para que fueran al
cuartel, para hacer algo por la madre de Harry Potter, señor—.
—Debo ir a Grimmauld Place a avisar donde está mi madre—.
Dijo el chico con desespero. —Yo sé dónde está ella—.

En ese momento alguien entreabrió la puerta de la habitación


y estaba escuchando la conversación (aunque ni Harry, ni Dobby
advirtieron la llegada), luego Dobby tomó las manos del muchacho y
lo miró con tristeza.

—¿Dónde está su madre señor?—.

Harry le contó lo de la visión y el sueño que tuvo en el que no


podía reconocer el paradero de Lily, pero que luego logró recordar.

—Es uno de los calabozos de la mansión de los Malfoy—. Dijo


finalmente.

Dobby ahogó un grito.

—¿El señor Malfoy sabe que el – que – no – debe – ser –


nombrado está en su casa?—. Preguntó.

—No lo creo Dobby, pero ya sabes que Voldemort se adueña de


lo que quiere—.

Dobby se cubrió las puntiagudas orejas con las manos al


escuchar ese nombre.

—No puedo usar la red flu—.

Dijo el chico haciendo un gesto de impotencia con la mano. —


Y tampoco me puedo aparecer allá porque nadie puede hacerlo—.

—Draco me lo dijo, nadie, ningún mago puede aparecerse o


desaparecerse en esos calabozos, y aunque pudiera yo no sé cómo
hacerlo, aún no he hecho el examen de aparición—.

—Dobby reflexionaba sobre cada palabra que Harry decía y


casi para sí mismo y sin advertir que hablaba en voz alta dijo:

—Ningún mago puede hacerlo, pero los elfos sí—.


—¿Qué?, ¿qué has dicho Dobby?—.

—Los elfos si pueden hacerlo?—. De pronto Harry recordó que


Dobby había trabajado para los Malfoy.

Y por lo tanto conocía aquella casa muy bien.

Dobby pareció aterrado con lo que acababa de decir.

—Olvídelo señor, Dobby no sabe lo que dice—.

Trató de confundirlo. —Por favor olvide lo que Dobby dijo—.

A Harry se le iluminó la mirada y tomó al elfo de la mano.

—Por favor Dobby llevarme con ella—. Suplicó.

—Te lo ruego, es mi madre y debe estar sufriendo—.

—Dobby no puede señor—. Dijo el elfo evitando su verde


mirada. —Harry Potter no debe salir de Hogwarts y mucho menos
debe ir a donde se encuentra quien – usted – sabe - señor—.

Trató de zafar su diminuto y escuálido brazo del fuerte agarre


de Harry. —Por favor señor suelte a Dobby—.

—No lo haré—. Espetó Harry con determinación. —No podrás


salir de ésta habitación sin mí, no podrás desaparecer sin mí—.

El muchacho se agachó para quedar a la altura del elfo.

Le tomó el rostro con delicadeza y lo giró para que él lo mirara


a los ojos, Dobby advirtió que los ojos de Harry estaban enrojecidos
por el llanto y recordó aquella ocasión en que él lo liberó de la
esclavitud cuando trabajaba para la entonces malvada familia
Malfoy.

—Por favor Dobby—. Volvió a suplicar Harry. —Una vez perdí


a mi madre, no quiero perderla de nuevo, él quiere hacerle daño y
mientras los de la orden están apenas deliberando acerca de dónde
podría estar, las horas pasan y ella…—.

No pudo terminar de hablar porque un sollozo ahogó su voz.

—Está bien señor—. Asintió Dobby.

—Harry Potter ha sido muy bueno con Dobby—.

—Y Dobby no quiere que Harry Potter y su madre sufran,


señor, pero tampoco quiere que corran peligro por culpa de Dobby,
señor—.

—Ella es la que corre peligro mientras está allá, Dobby—. Dijo


Harry. —Solo entraremos allí y saldremos rápidamente con ella—.

—De acuerdo, pero Harry Potter debe decirle a Dobby cuál de


los calabozos es donde tienen a su madre, ¿qué tenía de particular
en que usted vio en sueños?, es que todos tienen una estatua—.

—Había una de Salazar Slytherin—. Respondió Harry.

—Me recordó la cámara secreta de Hogwarts—.

—Dobby sabe cuál es—. Contestó el elfo.

—Muy bien, Harry Potter debe prepararse para partir, debe


llevar su capa para protegerse—.

Harry sin soltar al elfo, se fue a recoger su capa que estaba en


el piso cerca de la chimenea.

Se la colocó y acto seguido desaparecieron en medio de un leve


“crack”.

Como ya había amanecido, en la sala común de Gryffindor la


señora Weasley se había levantado de su cama, se vistió, se lavó los
dientes y se fue a la habitación de los chicos, allí estaba Ron, Neville,
William, y a los gemelos que habían decidido dormir en aquella
habitación correspondiente al sexto curso, pero Harry no estaba allí,
angustiada los despertó a todos para saber si alguno de ellos lo
había visto salir de la habitación.

—No, mamá—. Respondió Fred. —No lo hemos visto desde que


nos acostamos anoche—.

—Él estaba profundamente dormido por la poción—.

—¡Ay, Dios mío!, ¿dónde está ese chico?—. Se preguntó Molly.

—¿Y si se fue a buscarla?—. Preguntó Neville.

—No lo creo—. Respondió Ron. —Él no sabe dónde está Lily—.

—Molly, ve a preguntarle a las chicas—. Dijo William. —Yo iré


a preguntarle a la profesora McGonagall—.

En la habitación de las chicas nadie sabía de Harry, nadie lo


había visto desde la noche anterior.

En la que Hagrid lo introdujo inconsciente en su habitación.


McGonagall, alarmada decidió enviar a un elfo domestico al cuartel
general para anunciarles a todos sobre la extraña desaparición de
Harry. Decidió usar a un elfo y no a una lechuza porque así era más
rápido, ya que los elfos pueden aparecerse y desaparecerse dentro y
fuera de Hogwarts.

En el calabozo…

Lily se había llevado un buen susto cuando Dobby apareció


repentinamente frente a ella, la mujer había dormido muy poco en
toda la noche atormentada por la preocupación y el dolor de las
heridas.

—¡Do… Dobby!—. Exclamó con voz apenas audible. —¿Cómo


has hecho… para llegar… hasta aquí?—.

—Señora, no he venido solo—. Respondió el elfo al tiempo que


Harry se quitaba la capa invisible.
Lily estaba muy sorprendida y aterrada al ver a su hijo allí
dentro, después de lo que le había dicho Voldemort.

Él quería matarlo frente a sus ojos.

—Harry no de… debiste venir—. Dijo ella en un susurro.

Colagusano estaba arriba de las escaleras “cuidándola”


aunque para la suerte de todos, estaba dormido.

Al principio, Harry no pudo hablar.

Tenía el alma hacha pedazos al ver a su madre en ese estado,


pero casi inmediatamente reaccionó, se encaminó hacia ella.

—Mami, ¿qué te hicieron?—. Preguntó con lágrimas en los ojos


mientras le acariciaba el cabello.

—No… te preocupes… mi cielo, si tú estás bien, yo lo estoy—.


Respondió. —Pero, ¿cómo fuiste capaz de venir?, es peligroso hijito—
. Dijo al tiempo que sendas lágrimas se escapaban de sus ojos.

En Grimmauld Place…

Dumbledore ya había recibido la noticia, y junto a los demás


miembros de la orden desapareció y apareció en Hogwarts usando al
elfo domestico como traslador.

Al llegar allí, todos estaban en el gran comedor, los Malfoy, los


Lestrange y los Lovegood ya estaban enterados de la desaparición de
Harry, Dumbledore quiso saber más detalles.

—No sé dónde está—. Contestó Molly llorando. —Es mi culpa,


debí haberme quedado con los chicos para vigilarlo—.

—No es tu culpa, mamá—. Contestó Ginny con voz trémula.

—No es culpa de nadie—. Añadió Arthur.

—No creo que haya salido del castillo—. Dijo Lucius.


—Debe estar en alguna parte, por aquí—.

Aseveró McGonagall.

—No lo sé—. Saltó Dumbledore. —Ayer insistía en esforzarse


por descubrir el paradero de su madre.

—¿Y si por fin lo recordó?—. Sugirió Neville.

—Eso sería tan maravilloso como terrible—. Respondió Snape.


—Podríamos rescatarla a ella, pero también podríamos perderlo a
él—.

—Si tan solo supiéramos donde está—. Añadió Xenophilus.

—Harry Potter se marchó con Dobby—.

Dijo una vocecita chillona, todos se giraron para verla.

—¿Qué dices Winky?—. Le preguntó Dumbledore a la elfina. —


¿A dónde han ido?—.

—Harry Potter descubrió donde está su madre, señor, y Dobby


lo ha llevado a buscarla, señor, Dobby no quería llevarlo, señor, pero
Harry Potter insistió, señor—.

En la celda…

Harry trató de limpiarle del rostro la sangre a su madre, pero


del corte que tenía en la frente comenzó a emanar más y ella esbozó
una mueca de dolor.

—¡Señor!—. Lo llamó Dobby halándolo por el borde del suéter


para llamar su atención.

—Dobby debe salir de aquí con Harry Potter y su madre—.

—Podrían asesinarnos, señor—.

—Espera un momento Dobby—.


Dijo Harry tratando de desatar su madre, pero el nudo estaba
muy apretado, tanto que el roce de las cuerdas había lacerado las
muñecas de la mujer. —Vine a rescatarte mami, no te preocupes—.

—Pero… será mejor que salgamos de aquí… Harry, no quiero


que te lastimen—.

—Pero quiero desatarte mami—.

—Esto te está lastimando mucho—. Alegó Harry.

—Señor, podrá desatarla en Hogwarts—.

Dijo Dobby nerviosamente, ya que estaba empezando a oír


ruido fuera del calabozo, escaleras arriba.

—Dobby… tiene razón, mi niño—. Dijo Lily con un hilo de voz.

Ella trató de incorporarse, y lo logró aunque estaba demasiado


débil como para sostenerse así por mucho tiempo.

Harry se apresuró a sostenerla y la alzó con cuidado, Dobby lo


sujetó por la pierna, que era lo único que alcanzaba del muchacho,
ya que tenía ambos brazos ocupados, sosteniendo a su débil madre,
y con otro débil “crack” desaparecieron de la prisión, justo cuando
Colagusano.

En compañía de Alecto se disponían a bajar las escaleras.

En el gran comedor…

Dumbledore no había terminado de interpelar a Winky, en


medio de las curiosas miradas de los amigos de Harry y del resto de
los alumnos y padres que ocupaban el gran comedor, cuando de
pronto un débil “crack” desvió la atención de todos hacia la entrada
de la gran sala.

Allí estaban Dobby, Harry y Lily en los brazos de su hijo.


—¡Lily!—. Exclamó Snape al verla y se apresuró a acercarse a
ella lo más rápido que le permitieron sus temblorosas piernas, los
demás lo siguieron.

—Está muy débil—. Dijo Harry bajándola con cuidado.

McGonagall mandó a los alumnos a que se sentaran.

Y continuaran con su desayuno, solo permanecieron juntó a


ellos, los amigos.

—¡Santo Dios!—. Exclamó McGonagall al verla en ese estado


tan deplorable. —Está herida—.

—¡Lily hija!—. Exclamó Dumbledore, luego miró a Harry. —¿y


tú como estás Harry?—. Preguntó preocupado.

—Yo estoy bien, pero ella… no lo está señor—.

Severus no podía creer lo que veía.

Lily estaba cubierta de moretones, estaba atada y tenía sangre


en el rostro, con ayuda de su varita la desató.

—Lily, pero ¿qué te han hecho querida?—.

Preguntó cariñosamente tomándola entre sus brazos.

Sin importarle que los demás estuvieran allí.

—Hay que llevarla a la enfermería—.

Dijo Sirius muy preocupado.

—Por fortuna ya ha sido despejada—.

—Porque ninguno de los heridos estaba grave—.

—¡Por Merlín!, mira como lo han dejado—. Le dijo Bella a su


hermana Narcissa. —Si el señ… quiero decir—. Hizo un esfuerzo y
luego con algo de dificultad pronunció: —Si Voldemort dejó a Lily a
cargo de Alecto Carrow, comprendo porque la pobre regresó en ese
estado, esa mujer me recuerda a mí misma cuando yo…—.

—Cuando yo…—. Rompió a llorar y su hermana la abrazó. —


Cuando yo era sí, un monstruo, una psicópata…—.

—Pero ya no eres así Bellatrix—.

Dijo la voz de Frank Longbottom acompañado de su esposa y


su hijo.

Bellatrix se sorprendió.

—¡Cissy!, ve con los demás a la enfermería—.

—Yo los alcanzó luego—.

Dijo Bella dirigiéndose a su hermana.

Narcissa obedeció, y se fue junto a los demás detrás de Snape,


Harry y Dumbledore rumbo a la enfermería, Rodolphus también iba
a ir, pero Frank lo detuvo por un brazo.

—Quédate tú también por favor—. Pidió. —Tenemos algo que


decirles a ambos—.

—Lo sentimos mucho, pero después del ataque de ayer, no


tuvimos tiempo de agradecerte lo que hiciste por nuestro hijo—. Dijo
Alice dirigiéndose a Bellatrix. Luego miró a Rodolphus.

—Y tú también luchaste valientemente—.

—Ya se los dije ayer—. Contestó Bella.

—Simplemente se lo debíamos a ustedes—.

—Pero lo que hiciste fue muy valiente—. Añadió Neville.

—Te interpusiste entre la maldición torturadora y yo—.

Bella le dio una sonrisa cariñosa y le acarició el rostro.


—No fue nada—. Dijo.

—Y tú también, eres todo un guerrero—.

Le dijo el chico a Rodolphus.

—Gracias hijo—. Dijo Rodolphus.

—Pero Bella tiene razón, simplemente fue nuestra manera de


demostrarles a ustedes que hemos cambiado realmente—.

—Perdónennos a todos por no haber confiado en ustedes


antes. Dijo Frank. —De verdad, ustedes y los Malfoy son unos
verdaderos héroes—.

—No tenemos nada que perdonarles pero, ¿eso quiere decir


que nos han perdonado ustedes?—. Tanteó Bellatrix.

—Por supuesto—. Respondió Alice. —Y no sólo eso, sino que


también queremos ser sus amigos—.

—Pues que así sea—. Dijo Rodolphus estrechándole la mano a


los Longbottom.

En la enfermería, la señora Pomfrey se empeñó en sacar a


todos de allí mientras, Harry y Severus estaban a cada lado de la
cama de Lily.

—Por favor profesor Snape, Potter—. Dijo la señora Pomfrey


señalando la puerta.

—Solo unos minutos—. Pidió Harry.

—Lily mírate cómo estás—. Dijo Snape con voz triste.

—¿Qué te hicieron?—.

—Maldición Cruciatus… entre otras cosas—.

Respondió ella con voz débil.


—Vol… Voldemort estaba molesto por haber salvado a Harry
aquella… noche—.

—Es un cobarde—.

Espetó Snape con rabia con el ceño fruncido, golpeando la


palma de su mano izquierda con su puño derecho.

—Pero no fue solo él… el que me torturó—. Añadió Lily.

—¿Qué otro cobarde se atrevió a lastimarte?—.

—¡Profesor Snape!—. Volvió a insistir la enfermera.

Dumbledore intentó interceder por ambos.

—Madame Pomfrey—.

—¿No podría usted dejarlos hablar un poco?—.

—Sólo unos minutos—.

—Está bien—. Accedió la mujer con voz cancina.

—Pero después que yo la haya atendido—.

—Ella está muy lastimada y necesita atención pronto—.

—Pero ¿cómo la ves Poppy?—.

Preguntó McGonagall preocupada.

—Está muy lastimada, pero se pondrá bien—.

Respondió la sanadora.

Snape, Harry y Dumbledore se quedaron en el pasillo junto a


McGonagall, los Malfoy, los Lovegood, los Granger, los Weasley, los
Longbottom y los Lestrange, que se unieron a ellos en ese momento.

—¿Cómo está ella?—. Preguntó Molly.


—Está muy lastimada, pero Poppy dice que se pondrá bien
gracias a Dios—. Dijo McGonagall.

—Y todo por culpa de esa desquiciada—. Dijo Narcissa.

—¿A quién te refieres?—. Preguntó Snape con curiosidad.

—Bueno, en vista de que Lily ya está de regreso podré decirte


de quien se trata, ¿o no?—. Narcissa preguntó esto último mirando a
Dumbledore.

El viejo asintió con la cabeza.

—En aquella revelación que tuvo Harry, él vio que el señor…


Voldemort dejó a Lily a cargo de Alecto—.

—Y por lo que pudimos comprobar, aun no se le ha pasado la


obsesión que tiene por ti—. Dijo Narcissa.

Harry asintió.

Severus golpeó la pared con el puño.

—esa maldita loca me las va a pagar—. Espetó con rabia. —Me


la va a pagar—.

Llegó Dobby les contó todo lo que había sucedido desde que se
apareció en la habitación de Harry.

—No puede ser—. Dijo Draco. —Está en nuestra casa—.

—Eso es una insolencia—. Espetó Lucius con una mezcla de


rabia y miedo.

—No podremos volver allí mientras él esté—. Dijo Narcissa con


terror.

—Debemos planear algo y pronto—. Añadió Bellatrix.

—Conociéndolo bien, debe estar planeando un nuevo ataque—


.
—Y yo acabaré con él—. Acotó Harry.

—Debemos resguardar muy bien la varita de sauco—. Acotó


Dumbledore.

Después de una hora...

La señora Pomfrey salió para anunciarles que ya le había


hecho desaparecer las heridas a Lily a base de díctamo.

Pero necesitaba descansar para reponerse, y para eso le había


suministrado una poción relajante que la había dejado soñolienta.

—Pero, ¿podemos verla?—. Tanteó Harry. —Usted dijo que…—


.

—Sí, Potter—. Respondió la mujer con una sonrisa.

—Pero sólo tú y el profesor Snape, y solo cinco minutos cada


uno, ¿de acuerdo?—.

Ambos asintieron satisfechos y la mujer se hizo a un lado para


que cualquiera de los dos entrara.

—Potter ve tú primero—. Dijo Severus siendo comprensivo.

—Gracias señor—. Respondió Harry asintiendo con la cabeza.

La señora Pomfrey se quedó con los demás afuera mientras


adentro Harry acariciaba a su madre y sollozaba al tiempo que ella
trataba de calmarlo.

—Perdóname mamá, todo esto es por mi culpa, porque él me


quiere a mí—. Dijo el niño que vivió. —Siempre termina lastimando
de alguna u otra forma a las personas que más amo—.

—No es tu culpa mi bebé—. Dijo Lily acariciándole el rebelde


cabello. —No te vuelvas… a decir… eso—. Su voz era débil.
—Te amo hijo… te amo más de lo que puedas imaginar y no
podrías soportar… perderte—.

—Yo también te amo mami, por eso fui a buscarte, yo tampoco


soportaría perderte de nuevo—.

—Porque una vez creí perderte—.

El chico comenzó a llorar nuevamente.

—No llores mi amor—. Dijo Lily sacándole las lágrimas.

—¡Mami!—. La llamó Harry.

—¿Sí, cariño?—.

—Lo siento—. Respondió él.

—Ya te dije que… no fue tu… culpa hijo—.

—Me refiero a lo de Snape—. Dijo Harry.

—Yo fui un egoísta… ayer, él demostró que te amaba mamá,


luchó valientemente y el profesor Dumbledore tuvo que petrificarlo
para que no saliera detrás de esos cobardes de…—.

Harry se contuvo el insulto que iba a decir y Lily sonrió.

—Estaba desesperado, lo vi muy preocupado mamá, él es muy


valiente y un gran hombre, sólo que no quería admitirlo—. Luego
miró su reloj de pulsera y exclamó. —¡Por cierto!, ya es su turno de
verte—.

—Está bien cariño… dile que pase, ¡ah!, me alegra mucho que
ahora pienses así de él, mi sol—.

El muchacho la besó en la frente y salió de la enfermería, al


estar afuera le pidió a Snape que entrara porque era su turno.

Cuando Snape entró, se sentó junto a Lily y le tomó la mano,


ella sonrió débilmente.
—Lamento tanto que hayas pasado por todo eso—. Dijo Snape
después de besarle la mano. —Pero cuando vea a esa desquiciada
me las va a pagar.

—¡No Severus!—. Respondió Lily tratando de incorporarse.

Él la tomó por los hombros y la obligó a recostarse de nuevo.

—No quiero que ella… te haga daño, está loca—.

—Ella está obsesionada conmigo desde hace tiempo—.

Respondió él poniendo cara de asco. —¿Cómo pudo pensar


que yo podía enamorarme de alguien como ella?, si antes no la
soportaba, ahora, después de lo que te hizo, la odio y la detesto—.

—Lo importante es que ya estoy aquí—. Respondió ella.

—Potter dijo que había tenido una conexión con la mente de


Voldemort, él jamás ha sido un buen oclumántico, pero eso le ha
servido para salvar la vida de la gente, bueno salvó a Arthur Weasley
el año pasado y ahora te ha salvado a ti, gracias a Dios—.

Ella asintió.

—Él vio cuando Voldemort te torturaba y cuando te dejaban a


cargo de esa maldita loca, de ese último detalle me acabo de enterar
hace poco, el caso es que el pobre chico estaba desesperado porque
no podía descifrar dónde estabas, hasta que recordó haber visto esa
celda en la casa de los Malfoy—.

—Eso nos lo contó Dobby el elfo doméstico—.

Severus también le contó que tuvieron que dopar a Harry para


que pudiera dormir tranquilamente.

Sin que se continuara presionando, ella se conmovió.


—Cuando estuve allí adentro pensé en todos ustedes—. Dijo
Lily. —Pero sobre todo en Harry y en ti, temí que les hicieran daño—
. Ella también besó la mano de él.

—Te amo Lily—. Espetó Severus. —Y no me cansaré de amarte


nunca, al contrario, cada día que pase te amaré más y más, no
puedo creer que esa basura se haya atrevido a lastimarte, Pomfrey
dice que fuiste victima de múltiples maldiciones Cruciatos y golpes,
pero te juro que va a pagar por lo que te hizo y…—.

Ella lo cayó colocándole el índice en los labios.

—Eso ya pasó Sev, no quiero que… ella te lastime—. Dijo ella


con voz soñolienta.

Él sonrió con sarcasmo.

—Esa pe… ella no se atreverá a lastimarme, pero yo voy a


tener que hacer un gran esfuerzo para no matarla—.

—No, no hablemos más de ella—. Dijo Lily.

—Solo quiero agradecerte por defenderme…—. Su voz era cada


vez más débil. —Te… te quiero tanto mi Sev, yo te… te… Amo…—.

Lily se quedó dormida, profundamente dormida.

Pero Severus estuvo escuchándola atentamente, ¿serían ideas


suyas o ella acababa de decirle que lo amaba?, quizá sería efecto del
somnífero, pero aun así sonó tan bien, que él no pudo evitar sentirse
feliz.

—Y yo a ti—. Dijo después de besarla en los labios.

Capitulo 24. La confesión de Lily es la mayor felicidad de


Severus

A la mañana siguiente, ya que la señora Pomfrey no le había


permitido a Severus cuidar a Lily durante toda la noche, alegando
que para eso estaba ella, éste se despertó casi al amanecer y se fue a
la enfermería para ver cómo estaba Lily.

Le había costado mucho conciliar el sueño.

Debido a que las últimas palabras que salieron de los labios


de ella antes de quedarse dormida habían hecho mella en él.

Ella había dicho que lo amaba, pero… ¿habría sido acaso por
efecto del somnífero o sería cierto?, eso no lo sabía, pero tenía que
averiguarlo aunque dudaba en preguntárselo directamente, ya que
no quería presionarla.

El hombre llegó a la enfermería cuando apenas unos tenues


rayos de luz rosa y violeta se vislumbraban en el lejano horizonte,
abrió cuidadosamente la puerta.

Se percató de que la puerta que conducía a la habitación de


madame Pomfrey estaba cerrada, estaría durmiendo aún, miró en
dirección a las camas y solo una persona ocupaba una de ellas, Lily,
ella estaba al fondo de la habitación; el mago se acercó a la cama y
trató de acariciar a la mujer que dormía, pero él se percató de que
ella parecía incómoda, se movía constantemente en la cama.

Fruncía el seño y de vez en vez se cubría el rostro con las


manos temblorosas.

—¡Déjalo en paz!, no mates a Severus, por favor—. Suplicaba


la mujer con voz trémula.

—No le hagas daño… no quiero que lo lastimes—.

Severus la miró con una mezcla entre sorpresa, compasión y


frustración, ella debía estar teniendo una pesadilla.

De modo que trató de despertarla.

Pero cuando apenas la hubo tocado.


Ella le lanzó inconscientemente un puñetazo que él pudo
esquivar por muy poco.

Luego ella comenzó a lanzar más y más puñetazos al vacío, él


tuvo que sujetarla de las muñecas y presionarlas contra el colchón
para inmovilizarla.

Y así evitar que le hiciera daño a él o a ella misma.

—¡Déjame en paz!, ¡suéltame!—. Ordenó la mujer alterándose


cada vez más. —No vas a hacerle daño ni a Severus ni a Harry—.

—¡Lily cálmate!, soy yo—.

Pidió Severus con voz firme, pero suave, sin soltarla. —Nadie
va a hacernos daño, ¡despierta!—.

Ella abrió los ojos lentamente, con la respiración entrecortada


y el corazón palpitándole violentamente dentro del pecho, Severus
la soltó al fin y ella impulsivamente lo atrajo hacia ella, lo abrazó y
se echó a llorar aliviada pero alterada todavía por el mal sueño.

—No pasa nada, Lily—. Trató de tranquilizarla él mientras la


estrechaba con delicadeza y acariciaba sus cabellos. —Ya estás aquí
conmigo y te prometo que nadie más va a hacerte daño—.

Ella se separó de él suavemente, se sentó en la cama y secó


sus lágrimas con la manga de la bata aunque, más y más de éstas
salían de sus verdes ojos.

—Solo fue una pesadilla—. Continuó Severus.

—Quizá el señor tenebroso también está estableciendo una


conexión contigo y al percatarse de ella—.

—La está utilizando para torturarte, pero no debes temer, él


no va a hacerte daño—.

—Yo no temo por mí, Severus, sino por…—.


—Tu hijo, ya lo sé, pero descuida, que ninguno de nosotros va
a permitir que el señor tenebroso se le acerque—.

—Yo lo sé, pero no puedo evitar sentir miedo, además también


tengo miedo por ti—.

—Yo sé cuidarme Lily, solo fue un sueño, no me ocurrirá nada


malo—. Luego se acercó un poco más a ella y habló en susurros. —
Yo soy el príncipe mestizo, ¿no lo recuerdas?—. dijo él recordándole
el libro con hechizos inventados por él y que ella misma le había
descubierto una vez, razón por la cual se puso furiosa (antes de la
discusión definitiva, donde cada quien tomó su camino).

Ella sonrió levemente, pero las lágrimas volvieron a resbalar


por sus mejillas.

—Eres un gran mago, lo sé—. Afirmó ella tomándole el rostro


con ambas manos y perdiéndose en esos profundos ojos negros que
le hacían recordar túneles sin salida.

—Pero tuve una pesadilla horrible donde Voldemort—.

Hizo una pausa al no poder reprimir un sollozo.

Y luego continuó.

—Mataba a Harry y a ti frente a mis ojos—.

—Eso no lo podría soportar, duele mucho perder lo que tanto


amas—.

Severus se quedó pensativo mientras la mujer rompía en


llanto de nuevo, sabía que ella se refería a la muerte de James, ella
sabía lo que era perder a alguien que tanto amaba porque lo había
perdido a él, pero de pronto sacudió su cabeza comprendiendo el
significado alternativo de aquellas palabras, en el sueño, Voldemort
lo asesinaba a él y a Harry, y ella había dicho que no lo soportaría.
Y luego soltó esa oración que para él tuvo tanto sentido y que
paradójicamente, a pesar de la carga de sufrimiento que contenía, a
él le había llegado al alma y lo había hecho feliz.

“Duele mucho perder lo que tanto amas” eso significaba que


ella lo amaba, ya no había dudas de ello.

Él le tomó la barbilla con delicadeza y le subió el rostro para


perderse en sus tristes ojos verdes.

Pese a su convicción, quiso indagar, pero Lily lo interrumpió,


provocándole una felicidad plena que lo acompañaría por siempre y
para SIEMPRE.

—Lily, ¿eso quiere decir que tú…?—.

—Quiero decir que te amo Severus, que eres muy importante


para mí, siempre lo has sido, pero ahora no imagino la vida sin ti—.
Dijo ella tomándole las manos. —Ahora lo sé, estoy segura de eso, te
amo y te amo mucho Severus—.

—¿De verdad, ¿estás segura?—. Preguntó él con el rostro


iluminado por la sonrisa más hermosa que Lily hubiese visto jamás

—Completamente mi cielo—.

Dijo ella, ahora sonriendo también.

—Entonces dilo una vez más, por favor—. Pidió Severus feliz,
pero incrédulo, manteniendo una sonrisa sincera atípica en él, pero
hermosa, definitivamente ahora tenía motivos para sonreír.

—Necesito oírlo otra vez, se escucha tan bien, es música para


mis oídos, no puedo creerlo—.

—No seas tonto—. Dijo ella ahora sonriendo también.

—Lo escucharas cuantas veces quieras, porque es cierto, te


amo y te amo muchísimo, Severus—.
—Y yo te amo aún más—. Contestó él. —Desde siempre Lily, y
lo haré para SIEMPRE—.

—Eso es lo que más me ha conmovido de ti—. Añadió ella. —


Tu perseverancia, eso me hizo amarte, eres tan valioso para mí y
jamás me cansaré de repetirte que te amo—.

—¿Ah sí?—. Preguntó él acercándose más a ella. —Entonces…


ahora demuéstramelo—.

Dijo en un susurro, muy cerca de su rostro, tenerla tan cerca


era demasiado tentador, sus labios pedían a gritos ser besados.

Ella sonrió una vez más, lo tomó por la nuca y lo atrajo hacia
ella para besarlo, ambos estaban flotando en una nube hasta que
una fingida y persistente tos detrás de ellos los sacó del efecto.

—¡Ehem!, ¡Ehem!—.

Ambos se separaron rápidamente y pudieron ver a la señora


Pomfrey con las manos en las caderas.

Tratando de esbozar una expresión de disgusto.

Aunque Lily no pasó desapercibida una efímera sonrisa que la


sanadora dejó escapar

—Usted no debería estar aquí tan temprano, profesor Snape—.


Lo reprendió la mujer. —Y mucho menos debería quitarle el aire a
mi paciente—.

Severus se ruborizó y bajó la cabeza ocultando su rostro entre


aquellas cortinas de cabello negro, ahora reluciente, suave y para
nada grasoso.

—Yo ya me siento bien madame Pomfrey—. Dijo la pelirroja al


tiempo que sacaba los vestigios de las lágrimas en la comisura de
sus ojos.
—Ya lo creo que sí—. Dijo la mujer alzando una caja mientras
le servía un poco de una poción revitalizante en un vaso.

Lily tomó el vaso, lo llevó a sus labios e hizo una mueca de


asco después de beber un sorbo, luego respiró profundo y continuó
bebiendo hasta vaciar por completo el contenido.

Lo mejor era obedecer a madame Pomfrey para salir de allí lo


antes posible, después colocó el vaso sobre la mesita de noche que
había junto a su cama y mirando a la sanadora con ojos suplicantes
tanteó: —¿Puedo irme ahora mismo?, de verdad me siento sana y
fuerte—.

—No lo creo, no necesito recordarle señora Pott…—.

Se reprimió al intentar pronunciar ese apellido después de lo


que había visto con sus propios ojos. —Señora Evans—.

—Sólo llámame Lily—.

Dijo ésta comprendiendo la incomodidad de la mujer.

—Bien, Lily, no necesito recordarle que usted llegó muy mal


herida a ésta enfermería y si ahora se siente bien—.

—Eso no quiere decir que lo esté, bueno, al menos no del todo,


necesita reposar más y reponer fuerzas—.

—¿Pero entonces cuando…?—. Intentó preguntar la madre del


niño que vivió.

—Hoy mismo—. Respondió madame Ponfrey comprendiendo


su impaciencia. —Pero deberá ser por la tarde para que descanse
mucho más—.

Lily, ahora estaba radiante de felicidad.

Ya no parecía que apenas momentos antes.


Había estado aterrada por culpa de Voldemort y de sus
artimañas. En ese momento alguien tocó la puerta y cuando la
señora Pomfrey dio su consentimiento, Harry entró en la habitación,
la sanadora colocó el vaso y la botella con la poción que le había
dado a Lily en una bandeja y se despidió para dejarlos solos.

El muchacho avanzó hacia ellos.

Y notó que Severus le sujetaba una mano a su madre, estos


dos al ver al chico, se apresuraron a soltarse, Harry rió ante el gesto
infantil.

—¡Buenos días señor!—. Saludó Harry con formalidad pero sin


frialdad.

—¡Buenos días Potter!—. Respondió éste de la misma manera.

—¿Cómo estás mami?—. La saludó al tiempo que la besaba en


la manera.

—Bien mi cielo, ¿y tú?, ¿cómo se siente mi bebé hoy?—.

Harry sonrió al ver a Snape ocultando su rostro entre sus


cortinas de cabello, el chico sospechó que estaba riendo, pero Harry
contrario a otros adolescentes; adoraba que su madre lo tratara de
esa forma tan melosa.

Después de todo se había perdido sus primeros años de vida


junto a ella y sus mimos.

—Estoy mucho mejor ahora que te veo tan bien, mamá—.

Respondió Harry. —Temí mucho por ti—.

—Pero ya ves, estoy bien gracias a mi pequeño héroe—.

Respondió ella.

Harry sonrió y luego giró hacia Snape.


—¡Profesor Snape!—. Lo llamó.

Éste alzó el rostro instintivamente, y al contemplar a Harry, ya


no vio el rostro de James, sino los mismos ojos verdes de Lily.

Cándidos y llenos de simpatía.

—¡Qué bueno que usted también esté aquí!—.

Comenzó a hablar el chico.

—Me ha ahorrado el trabajo de buscarlo en su despacho—.

—¿Querías… hablar conmigo Potter?—.

Harry asintió con la cabeza y bajó la mirada hacía sus dedos,


con los cuales jugueteaba en ese momento, mientras las palabras,
aunque con dificultad salían de su boca, Lily prefirió mantenerse al
margen, pero estaba feliz porque estaba casi segura de lo que Harry
estaba a punto de decirle a Severus.

—Yo… quería…—.

—Disculparme por mi comportamiento en la noche de año


nuevo y… por el que he tenido todos estos días—.

—Yo… he sido un tonto y…—.

—No hace falta que te disculpes Potter—.

—Yo comprendo perfectamente tu actitud, no ha sido fácil—.

—Por favor permítame continuar—.

Demandó el chico mirándolo nuevamente a los ojos. —Por


supuesto que no ha sido fácil, y para mí, mucho menos, pero he
comprendido que usted la ama, lo veo en sus ojos y lo noté en su
desesperación y en su dolor, que era tan fuerte como el mío—. Luego
se volvió hacia su madre y la contempló con comprensión. —Solo me
queda preguntarte algo a ti, ¿tú lo…?—.
—Lo amo—. Contestó Lily con firmeza.

Y ella pudo ver como Severus se alegraba al escuchar aquello


y sobre todo que ella lo dijera frente a su hijo.

—Lo amo con todo mi corazón Harry, y déjame decirte que eso
no resta ni una pizca del amor que siento por ti, ni el que sentí por
tu padre alguna vez—.

El muchacho asintió complacido.

Y posteriormente miro al profesor de pociones. —Y usted, ¿la


cuidará y la respetará?—.

Preguntó Harry con un tono autoritario que lo hacía parecer


un sargento.

—Por supuesto que lo haré Harry, daría mi vida por ella sin
dudarlo ni un segundo—.

Contestó Snape con una expresión solemne.

Al escuchar eso último Lily se estremeció.

Mientras Harry pensó que debía estar soñando o alucinando,


¿Severus Snape lo acababa de llamar por su nombre de pila?.

—Como lo escuchaste Harry—. Volvió a intervenir el mago. —


Si me lo permites, de ahora en adelante te llamaré así, aunque me
cueste un poco—.

Harry asintió con la cabeza y le devolvió la sonrisa que ésta


vez a diferencia de otras veces, no estaba plagada de sarcasmo ni
arrogancia.

—Pues en ese caso—.

El niño que vivió tomó la mano de su madre y la colocó sobre


la de Snape. —No me queda más que desearles felicidad y darles mi
bendición—.
Por la tarde, Lily estaba contenta porque había salido de la
enfermería, se fue a su habitación en las mazmorras.

Donde se reunió con sus amigas, ella no quiso decirles lo que


había hablado con Harry y Severus en la enfermería porque prefirió
reservar la noticia para la cena en el gran comedor, Severus y Harry,
por su parte hicieron lo mismo y actuaron como si nada hubiese
pasado.

Más tarde, cuando el sol se perdió completamente de vista en


el horizonte y le dio paso a la luna menguada junto a las estrellas,
Lily y Harry se reunieron con sus amigos en la mesa de Ravenclaw,
como siempre los Malfoy, los Weasley, los Granger, los Lestrange y
los Lovegood estaban allí, pero ésta vez los Longbottom también se
habían unido al grupo.

Cuando madre e hijo llegaron al umbral de la gran puerta de


roble, todos los ocupantes de las cuatro mesas, incluida Slytherin
comenzaron a aplaudir y a vitorear al elegido.

Harry y Lily agradecieron el gesto saludando con la mano y


haciendo ligeras reverencias hasta que ocuparon sus asientos en la
mesa de Ravenclaw. Dobby se apareció en el gran comedor y quiso
saludar a Lily, ésta se agachó hasta quedar a su altura y le dio un
beso y un abrazo.

—¡Muchas gracias Dobby!, eres un héroe—. Dijo ella mientras


el elfo se ruborizaba.

—¡VIVA DOBBY EL ELFO LIBRE!—. Gritó Harry.

—¡QUE VIVA!—. Fue la respuesta del gran comedor incluso de


los Malfoy y la mesa de los profesores al tiempo que le aplaudían.

Dobby comenzó a llorar muy conmovido por el bello gesto.

Y Lily lo acarició con cariño.


Entonces el elfo muy contento decidió regresar a las cocinas.

Luego Lily le hizo una seña a Severus con la mano para que se
acercara y para el asombro de todos los demás, menos de Harry,
éste aceptó gustoso, y no solo eso, sino que Harry le cedió su propio
lugar y se sentó al otro lado de su madre.

—¿Viste eso?—.

Le preguntó Fred a George dándole un leve codazo para llamar


su atención.

—Sí, pero no entiendo nada—. Contestó éste.

Una vez que Severus hubo ocupado su lugar, Dumbledore


ocupó el suyo en el estrado y se dispuso una vez más a compartir
algunas palabras con todos.

—¡Buenas noches!—. Saludó el hombre. —Primero que todo,


debemos agradecerle a Dios por haber permitido que Harry y Dobby
el elfo libre rescataran a nuestra querida Lily—.

—Pero también es necesario que les reitere una vez más que
continuamos estando en tiempos difíciles, mientras Voldemort esté
con vida no podremos respirar completamente aliviados, es por ello
que quería aconsejarles a los padres—.

—Y demás familiares de los alumnos que a pesar de que el


torneo llegó a su fin, se queden aquí en el castillo por su seguridad,
entretanto vuelve a la paz y la tranquilidad al mundo mágico y al
mundo muggle, ya que con todo el alboroto que Voldemort ha estado
causando se ha alterado nuestra clandestinidad—.

—Y ya muchos Muggles que no tienen nada que ver con los


magos, conocen nuestra existencia—.

—De corazón les digo que en ningún otro lugar estarán tan
seguros como dentro de los muros de éste castillo—.
Luego el anciano miró directamente a Harry y le dirigió sus
palabras.

—Harry, a ti te digo que cuentas con todo mi apoyo y el de


todo Hogwarts para que cumplas la profecía, no te preocupes al final
vencerás porque sabes que tú tienes algo que él no tiene—.

Harry asintió con una sonrisa, recordando que Dumbledore le


había dicho esas mismas palabras hace tiempo. Todos aplaudieron
el discurso del anciano y Lily abrazó a su hijo fuertemente mientras
lágrimas surcaban su rostro.

—No te preocupes mami, yo ganaré—.

Dijo él mientras le secaba las lágrimas.

La comida apareció en sus platos, las bebidas en sus copas y


vasos y los comensales se dispusieron a disfrutar del placer de aquel
delicioso banquete.

—¿A qué se refería Dumbledore cuando dijo que tú tenías algo


que Vol quiero decir, el – que – no – debe – ser nombrado no tiene?—
. Preguntó Ron con la boca llena de arenques ahumados.

Harry se ruborizó y miró a Hermione dándole luz verde para


que contestara la pregunta de su amigo, ya que ella la conocía.

—En primer lugar, no hables con la boca llena, Ronald—. Lo


reprendió Hermione. —En segundo lugar, no temas llamarlo por su
nombre, y en tercer lugar, el profesor Dumbledore se refiere a que
Harry puede amar y Voldemort no—.

—Eso es algo muy valioso que Harry tiene a su favor—.

—¡Awww!—. Exclamó Ginny enternecida sentada frente a él. —


Esa es una buena arma contra él ¿a que sí?—. Preguntó mientras le
enviaba un beso con la mano.

—¡Awww!—. Exclamaron los gemelos con mofa.


—¡Par de tontos!—. Exclamó Harry riendo.

—Tienes razón, Ginny—.

Añadió Luna con su tono despreocupado.

—El amor es un arma maravillosa contra el mal, ¿no es así,


Neville?—.

—Sí, lo es—.

Confirmó éste mientras le sujetaba la mano cariñosamente, y


sus padres los miraban encantados.

—¿No me digan que ustedes dos…?—. Inquirió Fred juntando


paralelamente sus dedos índices.

—Sí—. Confirmó Neville.

—El día de la última prueba del torneo le pedí que fuera mi


novia—.

—Y yo acepté gustosa—. Respondió Luna.

—Y yo también acepté gustoso—. Añadió Xenophilus.

—¡Que romántico!—. Exclamaron los gemelos al unísono al


tiempo que parpadeaban repetidas veces a modo de burla.

—Y el ambiente se va a poner aún más romántico—.

Dijo Draco imitando el gesto de los gemelos.

—Porque allí vienen Parvati y Lavender—.

Los gemelos palidecieron, pero cuando las chicas le dieron


sendos besos en las mejillas para saludarlos, y luego se sentaron a
su lado, el rostro se les puso del mismo color que su cabello.

—Y bien, ¿qué decían ustedes dos?—.

Intervino Arthur mientras todos reían.


—Y bien, ¿Qué decían ustedes dos?—.

Intervino Arthur mientras todos reían.

—Que no hay nada con el amor para combatir el mal, ¿no es


así carió?—. Dijo George mientras abrazaba a su novia sin dejarse
intimidar.

—Tienes razón hermano, nada como eso—.

Respondió Fred haciendo lo mismo.

Harry, Ron, Neville y Draco comenzaron a parpadear varias


veces y exclamaron con voz burlona al unísono:

—¡Ahhh!, ¡qué romántico!—. Ginny, Hermione, Luna y Pansy


también exclamaron al unísono con voz cansina: —¡Hombres!—.

Luego Harry miró a su madre y luego a Severus, enarcó una


ceja y dijo: —¿Y bien?—.

—¿Qué?—.

Preguntó Snape después de carraspear su garganta.

—¿No van a decir nada?—. Volvió a preguntar Harry.

—¿A qué te refieres?—. Inquirió Lily intuyendo la respuesta.

Harry la miró entrecerrando los ojos.

Mirándola con suspicacia y ella asintió con la cabeza mientras


el cetrino rostro de Severus se tornó muy, muy pálido.

—¿Qué quieren decir?—. Preguntó Bella también mirándolos


con suspicacia.

—Que Severus y yo… hemos decidido estar juntos—.

Respondió Lily.

—Lo amo tanto como él a mí, ahora estoy segura de eso—.


Ron y los gemelos se atragantaron con el jugo de calabazas
que se estaban bebiendo en ese momento, los demás comenzaron a
aplaudir.

—¡Felicidades!—.

Exclamó Hermione contentísima mientras miraba a Harry que


sonreía.

—Gracias Hermione—. Exclamó Lily.

—Hace una linda pareja—. Añadió Luna.

—Me alegro por ustedes—. Saltó Pansy.

—¡Qué bueno!—. Exclamó Parvati.

—¡Me alegra!—. Dijo Lavender.

—Nunca lo habría imaginado, pero me alegro por ustedes—.

Comentó Frank Longbottom.

—Sí, es maravilloso—. Añadió su esposa.

—¡Fantástico!—. Añadió Anastasia con alegría.

—Al fin algo bueno después de tanta angustia—.

—¡Qué bueno, amigos!—. Dijo William.

—Al fin te decidiste, Lily—. Exclamó Rodolphus.

—¡Oh Dios mío!, ¡qué felicidad!—. Expresó Molly con lágrimas


de alegría.

—¿Y no vas a ponerte a gritar histérico?—. Le preguntó Ron a


Harry cuando al fin pudo hablar.

Ginny le clavó el codo en las costillas a su hermano y Harry


negó con la cabeza.
—No tengo porque hacer eso Ron—. Respondió.

—Ya he comprendido que ellos se quieren—.

—¡Viva!—.

Exclamó Sirius levantando su vaso con jugo de calabaza. —


Brindemos por ellos entonces, por Lily y Queji… perdón Severus—.

—¡Bah!, dilo de una vez Canuto—. Respondió Severus ante la


mirada atónita de todos. —De todos modos es por cariño—.

—¡Por Lily y por Quejicus!—. Brindó el animago.

—¿Y no se van a dar un beso?—.

Preguntó Bella con decepción.

—Bella, ¡por Dios!—.

Exclamó Lily sonriendo al tiempo que abría mucho los ojos. —


Estamos en el gran comedor del castillo—.

—Lily tiene razón, Bellatrix—. Dijo Narcissa.

—¡Bah!, ¿y eso que tiene de malo?—. Dijo Lucius robándole un


efímero beso a su esposa.

—¡Uuuuuuhhh!—. Exclamaron todos, entretanto Narcissa se


ponía colorada y sonreía.

Draco más ruborizado aun, trató de esconderse bajo la mesa.

—Lucius tiene razón—. Respondió Arthur e imitó el gesto de


su amigo besando a Molly.

Los gemelos y Ron también imitaron el gesto de Draco.

Mientras Ginny miraba maravillada a sus padres.

Severus se encogió de hombros, miró a Harry y éste le hizo un


gesto afirmativo con la cabeza.
—Adelante, es su novia, puede besarla cuando quiera—.

Respondió. —Ésta vez prometo no huir—.

—Ni al bosque, ni a ningún otro lado—.

Todos rieron con el chiste de Severus, tal como lo hicieron sus


amigos con sus esposas, le dio un efímero beso en los labios a Lily
sintiéndose algo incómodo ante la mirada de los presentes.

Sin embargo al sentir el escueto contacto con los labios de ella


se sintió tan regocijado que olvidó la incomodidad de tener testigos.

Harry miró hacia otro lado, pero sonrió, y en la mesa de los


profesores, Albus Dumbledore estaba radiante de felicidad y sonreía
al igual que Hagrid, Minerva, Sinistra, Charity, Vector, Pomona y
Flitwick, entretanto Trelawney y la señora Hooch…

—¡Oye Quejicus!, me parece que has roto algunos corazones—.


Comentó Sirius señalando disimuladamente hacía las compungidas
mujeres.

En ese momento entraron Remus Lupin y Nymphadora Tonks.

También fueron invitados a ocupar un lugar en la mesa de


Ravenclaw y una vez que lo hicieron, todos se encargaron de darles
la reciente noticia.

—¡Los felicitó!—. Expresó Remus con efusividad.

—Me alegra muchísimo por ustedes—. Añadió Nymphadora.

—De verdad le agradezco a todos ustedes porque me ayudaron


a abrir los ojos—. Respondió Lily.

—Y yo les agradezco todavía más—. Añadió Severus. —Sin su


ayuda no podría tenerla a mi lado—.
Severus apenas podía creer lo que había cambiado su suerte
ese año, su vida antes triste y vacía, ahora se había convertido en
una maravilla, se sentía fuerte y lleno de vida.

Antes creía que la había perdido para siempre, cuando logró


recuperarla creyó que jamás lo amaría, cuando logró conquistarla,
pensó que Harry siempre estaría interponiéndose entre los dos y no
dejaría que ella lo amara, pero todo había cambiado, ella lo amaba y
todo el mundo lo sabía y no solo eso, ahora, era su novia y Harry lo
había aceptado, así como también había sido aceptado dentro del
grupo de amigos de Lily.

Ahora tenía motivos para sonreír, había sido por Dios, cada
día que pasaba se preguntaba si todo había sido un sueño y Lily
continuaba muerta.

Pero cuando salía de su habitación y de su despacho.

Se encontraba con que todo era realidad.

Una magnifica realidad.

Ese día en especial, Severus despertó muy contento y con una


agradable sensación de paz, había soñado que se encontraba dando
un paseo por los alrededores del lago negro junto a Lily, de pronto,
James salió de detrás del haya y los miró a los dos.

Severus miró instintivamente a Lily y ésta tenía lágrimas en


los ojos, abrió la boca para hablar, pero no pudo articular palabras,
Severus se esperaba que James sacara su varita y le arrojara a él
una maldición, pero no fue así.

Permaneció allí, impávido mirándolos alternativamente a él y a


Lily, ella al fin pudo hablar.

Pero lo que salió de su boca lo desconcertó al principio, pero


luego sintió una mezcla entre alivio por él y compasión por James.
—James… ¡perdóname!—. Decía Lily en medio del llanto. —Yo
creí que habías muerto y me sentí muy mal, te lo juro, me dolió
mucho perderte—.

James no dijo palabra alguna, solo miraba con atención y con


una extraña expresión de serenidad a la que había sido su esposa.

—Te amé mucho en verdad, pero yo no quiero mentirte, ahora


a Severus, no sé cómo pasó pero pasó—.

En ese momento…

Severus tuvo la imperiosa necesidad de hablar, y lo hizo.

—No fue culpa de ella, Potter—. Espetó

—Sé que te debo una explicación y hasta una disculpa—.

La mirada de James se desvió hacia él.

Y por primera vez despegó los labios y habló:

—Yo no los estoy culpando de nada—.

Dijo con voz impertérrita al igual que su semblante, tenía las


cejas enarcadas.

Y ese gestó le recordó mucho a Harry cuando le imponía algún


castigo.

—Lo sabemos—. Saltó Lily.

—Pero no puedo evitar sentirme mal—.

—No tienes porque—. Contestó James acariciándole la mejilla,


luego camino hacia Severus.

—Tú la mereces Quejicus—. Dijo sonriendo por primera vez.

—Siempre supe que la amabas—.


—Y por eso siempre traté de conquistarla, solo por molestarte,
pero luego yo también me enamoré de ella—.

—Y no descansé hasta tenerla conmigo, la amé mucho, a ella y


a mi hijo Harry, tanto que di mi vida por ellos, pero reconozco que el
amor que tú sientes y que sentiste por ella fue aún más grande, no
fue egoísta, sé por lo que tuviste que pasar cuando tenías que fingir
ante Voldemort, toda esa frustración que sentiste al no poder gritar
tu dolor como lo hubieras querido, toda la impotencia que sentiste al
verla inerte en el piso creyéndola muerta—.

—Todos esos años de sufrimiento y de soledad sumados a los


que viviste en tu infancia y juventud, yo también fui causante de tu
sufrimiento—.

En este punto James le colocó una mano en el hombro.

—Créeme Snape, soy yo quien te debe ésta explicación y una


disculpa, por todos esos años en que fui un inmaduro e insensible—
.

Luego James se acercó a Lily y la tomó de la mano.

Posteriormente tomó la mano de Severus y colocó la de Lily


sobre la suya.

—No se preocupen por mí, yo estoy bien—.

—Ahora me siento mucho mejor conmigo mismo—.

—Cuiden a Harry y díganle que lo amo—.

Después de estas palabras James desapareció.

Y Severus despertó, más tarde le mostró dicho sueño a Lily en


su pensadero y ella se sintió mucho mejor, más aliviada, James lo
había aceptado su relación con Severus Snape.

¿Qué más podía pedirle a la vida?.


También se lo contó a Harry.

Capitulo 25. Los recuerdos de Snape

En los días que sucedieron, las clases continuaron su curso


en Hogwarts, había una extraña calma.

Que lejos de tranquilizar, incomodaba a todos, era la especie


de calma que precedía a cualquier furiosa tormenta.

Los padres se sentían extraños en Hogwarts.

Ya que a esas alturas ya debían haber retornado a sus casas,


sin embargo se sentían seguros.

Porque fuera de los muros del castillo ocurrían desgracias casi


a diarios.

Cada mañana recibían un ejemplar de El Profeta donde leían


las atrocidades que cometían los mortífagos como presión para que
Harry se entregara.

Lo último que habían hecho, era secuestrar.

Torturar y asesinar a la profesora Charity Burbage.

Quien enseñaba Estudios Muggles en el colegio, los seguidores


de Voldemort la habían capturado en el callejón Diagon.

Según relataron varios testigos oculares del hecho.

Era muy difícil concentrarse en todas esas cosas y al mismo


tiempo en los estudios, pero los alumnos hacían lo posible por llevar
una vida normal. Harry pensaba en todo aquello con mucho dolor en
el corazón, ¿por qué las cosas tenían que ser de esa manera?.

Aquella mañana, era sábado y el elegido daba gracias a Dios


por no tener deberes, se levantó muy temprano, desayunó junto a su
madre y sus amigos en el gran comedor y posteriormente se marchó
al despacho de Albus Dumbledore.
Pues el día anterior había recibido una de sus invitaciones.

El muchacho se encaminó hacia el despacho con pasos firmes,


en su cabeza revoloteaban tantas cosas a la vez.

Las matanzas y atrocidades de Voldemort y sus mortífagos, los


horrocruxes que faltaban para destruirlo, la deuda que sentía que
Alecto Carrow tenía con él por haber torturado a su madre y por otro
lado estaba Snape, Severus Snape.

Últimamente le había tomado aprecio, se notaba que amaba a


su madre, aquello era evidente, además Lily le había contado lo del
sueño que él había tenido con James, pero aún así, Harry recordó
mientras se acercaba a la gárgola que estaba pegada a la pared del
fondo, todos los años en que Severus lo había tratado como a un
trapo viejo, ¿por qué lo habría hecho?.

—¡Píldoras acidas!—. Exclamó Harry frente a la gárgola y ésta


se hizo a un lado, revelando unas escaleras que ascendían.

El chico se subió a las escaleras, escuchó la gárgola colocarse


otra vez en su sitio.

Y mientras se dejaba llevar por el movimiento ascendente de la


escalera de caracol continuaba cavilando sobre Severus, ¿Por qué lo
había tratado tan mal durante todos estos años?, seguramente se
había dejado llevar por el odio que sentía hacia James, como él era
tan parecido a su padre.

Harry aporreó la puerta con nudillos mientras continuaba


cavilando sobre el tema, ni siquiera dejó de pensar en eso cuando
escuchó la serena voz de Dumbledore invitándolo a pasar. El chico
abrió la puerta y se internó en la habitación, Dumbledore estaba de
espaldas a Harry, frente a la percha donde yacía Fawkes, el fénix,
Albus lo alimentaba.

—¡Bienvenido Harry!—.
Exclamó el anciano girándose para darle el frente.

—Gracias profesor Dumbledore—. Respondió el muchacho.

—¡Vaya!, ¿todavía piensas en lo mismo muchacho?—.

Preguntó el viejo mirándolo fijamente a través de los cristales


de sus gafas de media luna.

—No es justo que continúes pensando que Severus era un mal


hombre cuando tu madre y yo te hemos repetido una y mil veces que
él lo hizo para aparentar frente a Voldemort—.

—Se me olvidaba que usted es muy hábil con…—.

—La Legeremencia—. Lo interrumpió el anciano. —Es normal


que aún tengas tus dudas respecto al comportamiento se Severus,
pese a que ya le has tomado aprecio—.

—Solo acepté su relación con mi madre, solo eso—.

Aclaró Harry. —Sé que la ama porque lo demostró el día de la


cuarta prueba, pero él me odiaba a mí, me odió durante todos estos
años, mi vida no fue fácil mientras viví con los Dursley, pero a pesar
de ser muy feliz aquí, él se encargaba de molestarme y de hacerme
rabiar—.

—La vida de Severus tampoco ha sido fácil, Harry—.

—Lo sé—. Contestó el chico.

—Yo sé que mi padre y sus amigos se encargaron de


molestarlo durante su adolescencia, pero al menos, se refugiaba en
sus amigos y cuando llegaba a su casa, de seguro era bien recibido,
en cambio yo no puedo decir lo mismo—.

—Y créame que no es mi intención auto compadecerme—.

El anciano esbozo una escueta sonrisa sarcástica ante el


comentario del muchacho, pero lo dejó continuar.
—Ya no tengo nada en contra de su relación con mi madre—.

—Pero de verdad me es muy difícil creer que él no me odiaba y


que solo me trataba de forma tan hostil por aparentar frente a
Voldemort. Ahora está arrepentido y lo sé, señor, pero no olvide que
al principio fue un mortífago por su propia voluntad—.

—Sabía que tenías todas esas inquietudes con respecto a


Severus, Harry, y por eso te he pedido que vinieras hasta aquí—.

Dijo el anciano mientras abría una vitrina de vidrio donde


tenía varios tubos de ensayos, identificados con una etiqueta, y que
tenían una sustancia blancuzca dentro.

—Porque no es justo que continúes pensando mal de él—.

—No pienso mal de él, señor—. Refutó el chico. —Créame que


lo respeto mucho, después de verlo luchar el día del ataque—.

—Sin embargo, continúas pensando que su desdén hacia ti,


durante todos estos años, era puro capricho—.

Dijo el director tomando uno de los frascos en particular.

Luego cerró la puerta de la vitrina tras de sí.

—No Harry, Severus no es un hombre de caprichos, sino de


sacrificios y te lo voy a demostrar—.

El hombre vertió el contenido de aquella probeta en el


pensadero y Harry pudo ver como aquella sustancia se arremolinaba
en el interior formando florituras mientras se preguntaba qué rayos
se traía Dumbledore ésta vez.

—Después de ti Harry—.

Dijo Dumbledore señalando el pensadero

—Pe… pero señor—.


—¿No iba a mostrarme algo sobre los Horrocruxes?—.

El director negó con la cabeza.

—Ya te he dicho que sospecho que uno de los Horrocruxes que


faltan puede ser Nagini la serpiente de Voldemort, pero es solo una
conjetura, aparte de eso no tengo más información por ahora, no sé
qué clase de objeto pueda ser el otro—. Dijo.

—Pero esto que voy a mostrarte a continuación también es


muy importante muchacho. Severus no sabe que yo tengo esto en mi
poder, lo obtuve el día de la cuarta prueba—.

—Él se quedó profundamente dormido gracias a una pizca del


mismo somnífero que te suministró, yo se lo di a él en una taza de
té, lo alteré con un poco de hidromiel y eso bastó para alterar el
sabor de la poción—.

El anciano rodeó el pensadero y a Harry mientras hablaba. —


Lo hice para tranquilizarlo, el pobre no podía dormir, luego lo llevé
mediante un hechizo a su habitación y observé que una lágrima se
escapaba de uno de sus ojos, de modo que la tomé con esto—.

Enarboló el recipiente. —Pero lo hice porque sabía que era la


única manera de convencerte de quien es él realmente—.

El hombre volvió a señalar el pensadero y Harry después de


asentir con la cabeza, obedeció.

Sumergió su rostro en aquella sustancia y luego sintió que


una fuerza magnética lo halaba en medio de unas brumas y formas
irregulares.

De pronto, la bruma se fue disipando y una calle de aspecto


deprimente fue apareciendo ante él.

El chico giró el rostro.

Y comprobó que Albus Dumbledore estaba junto a él.


Un pequeño niño de unos nueve años de edad, de piel cetrina
y ojos y cabellos negros como el ébano.

Jugaba con una pelota haciéndola rebotar mientras caminaba


y se acercaba a una casa desvencijada.

—¿Es él?—. Preguntó Harry intuyendo la respuesta.

—¡Aja!—. Confirmó Dumbledore. —Severus Snape el día que


conoció a tu madre, está regresando a su casa—.

La puerta de la casa se abrió y un hombre alto, corpulento y


con el cabello negro y grasiento salió furiosamente, tomó al niño de
los cabellos y lo atrajo violentamente hacia él, haciendo que el niño
esbozara una mueca de dolor.

—¡Suéltame papá!—. Chilló el pequeño.

—¿Dónde estabas maldito mocoso?—. Espetó el hombre furioso


mientras lo arrastraba al interior de la vivienda.

Harry y Dumbledore atravesaron la pared y observaron la


horrible escena, una mujer delgada y hermosa, con los mismos ojos
negros y profundos de Severus.

Con la nariz ensangrentada intentaba rescatar al pequeño.

—¡No Tobías por Dios!, ¡suéltalo!, le haces daño—. Decía con


desespero al tiempo que trataba de levantar los dedos del hombre
que se cerraban furiosamente sobre los cabellos del niño.

—¡Tú cállate maldita bruja!—. Gritó el hombre, luego se dirigió


al niño que lloraba.

—Te necesitaba para que compraras algo para mí—.

—Pero no estabas—. Dijo soltándolo al fin.

—No sirves para nada—.


—Eres un MALDITO ANORMAL IGUAL QUE ELLA—.

—UN ENGENDRO—.

A Harry todos aquellos insultos le sonaban familiares, ya que


sus tíos solían llamarlo de esa manera, sin embargo, jamás habían
utilizado tal violencia contra él.

La mujer abrazó al pequeño que temblaba entre sus brazos


mientras ella lo acariciaba y le besaba la coronilla.

—Ese hombre era… me disculpa profesor Dumbledore, pero


ese hombre era un bastardo—. Comentó Harry.

—Completamente de acuerdo contigo—. Respondió el anciano.

Luego, el recuerdo se desvaneció y le dio paso a un nuevo año.


Esta vez Severus se hallaba en compañía de Lily.

Los pequeños jugaban cerca de un lago, estaban persiguiendo


una ardilla, después se dejaron caer en la hierba exhaustos por el
esfuerzo.

Severus le contaba a ella todo lo referente al mundo mágico.

—¿Y tú has visto todo eso?—. Preguntó la pequeña pelirroja.

—¿Has visto a los Dementores, a los hipogrifos y a todas esas


criaturas?—.

—No, pero mi mami sí—.

—Y me ha contado sobre todo eso—.

—Y además, ya las veremos cuando vayamos a Hogwarts—.

Respondió Severus con aire de suficiencia.

—Ya no puedo esperar más—. Respondió la niña impaciente.

—Falta poco—. Saltó él.


En otro recuerdo, Severus era un adolescente que miraba a
Lily con ojos lánguidos y taciturnos mientras ésta conversaba con
sus amigas, no se atrevía a abordarla después de lo que había dicho.

Él había sido tan grosero y tan hiriente cuando ella sólo había
querido ayudarlo.

Luego observaron a un Severus Snape sumamente joven que


contemplaba a lo lejos a una pareja también muy joven que bailaba
al son de la música en medio de muchos invitados.

Eran Lily y James el día de su boda.

Ella se veía hermosa vestida de blanco, con mariposas reales


adornando su rojo cabello, estaba tan radiante, tan alegre, James la
besaba y la abrazaba, pero al mismo tiempo le complacía verla feliz
aunque fuera con él.

Después, pudieron ver a la misma pareja que salía del hospital


San Mungo de enfermedades y heridas mágicas, Lily traía a Harry en
sus brazos, era muy pequeño y estaba envuelto en pañales, la pareja
reía y se besaba.

En otro de los recuerdos se veía a Severus Snape llorando


desconsoladamente frente a un Albus Dumbledore mucho más joven
que el actual, lloraba por Lily, por haberla encontrado muerta en su
casa en el valle de Godric.

—Tú lo prometiste—. Decía el hombre entre sollozos. —Dijiste


que la salvarías Albus, ella y Potter confiaron en ti—.

—Al menos el bebé está a salvo Severus… tiene sus ojos—.

Alegaba el Dumbledore más joven.

Luego, en otro recuerdo, observaron cómo Severus mirando a


los ojos de Voldemort con aparente impavidez, relataba lo detestable
que era tener a Harry Potter en su presencia y no poder llevárselo
para entregárselo personalmente a él, a su señor.

—Debes tener paciencia hijo—. Le respondía el mago tenebroso


con su voz de serpiente. —Eres tan fiel, tan fiel, puedo verlo en tus
ojos, no me mientes—.

También vieron otro recuerdo donde solo estaban Voldemort,


Severus y Dumbledore, era del año anterior, después de la batalla
entre Dumbledore y Voldemort en el ministerio, en él, el anciano se
encontraba de camino a Hogwarts, cerca de la verja que rodeaba al
castillo, allí había logrado aparecerse. Severus abrió la puerta de las
verjas para socorrer al anciano que se veía bastante agotado tras la
batallo, de pronto, la oscura figura de lord Voldemort apareció ante
ellos.

—Severus, hijo—. Lo saludó Voldemort.

—No esperaba encontrarte aquí, tú no me traicionarás, ¿verdad


que no?—.

Severus le lanzó una furtiva mirada al anciano que jadeaba


por el esfuerzo de la aparición.

Y éste negó con la cabeza sin que Voldemort lo notara, no les


convenía que éste descubriera que también Severus lo traicionaba.

—No, señor, yo jamás lo traicionaría—.

—Ya no es necesario que sigas fingiendo con este viejo—. Dijo


Voldemort hablando como si Dumbledore no estuviese presente. —Él
ya sabe que tú me eres fiel, porque ¿lo eres verdad?—.

Volvió a inquirir el mago tenebroso.

—Nunca creía eso de ti Severus—.

Dijo Dumbledore fingiendo indignación.


—Pues ya ves, Albus—. Contestó Severus siguiéndole el juego.
—No todo es lo que parece—.

—Se atrevió a enfrentarme en el ministerio y no pude acabar


con él porque en ese momento llegaron los Aurores junto a Cornelius
Fuge, pero si no yo…—.

—No me derrotaste porque simplemente no pudiste conmigo


Tom—. Añadió Dumbledore ahogando su prepotente comentario.

—¡Maldito anciano!, me las pagarás—. Dijo alzando su varita.

Severus ni siquiera se inmuto ya que sabía que Dumbledore se


defendería muy bien, pero al parecer Voldemort se lo pensó mejor y
bajó su varita, aquella era una oportunidad perfecta para que
Severus le demostrara su lealtad.

—Hazlo tú Severus—. Espetó mirándolo fijamente y notando


como la impávida expresión de éste cambiaba a sorpresa. —¡Mátalo!,
demuéstrame que me eres fiel—.

A Severus le temblaban las manos mientras miraba a


Dumbledore que lucía sereno, debido a que había visto el resplandor
blanco de los Aurores que se acercaban.

—¡HAZLO YA SEVERUS!—. Gritó con fuerza.

Harry tenía la misma expresión de angustia que Snape.

A pesar de que el Dumbledore actual estaba allí junto a él.

—Señor, ¿eso pasó…?—.

—Mientras tú estabas con Sirius adentro del castillo, después


que viajaron con el traslador que les di—. Respondió el Dumbledore
junto a Harry. —Pero observa lo que pasó después—.

Severus empuñó su varita, pero no apuntó a Dumbledore con


ella sino al propio Voldemort.
—No lo haré—. Dijo con determinación.

—Él es el padre que nunca tuve—.

Harry notó como al Dumbledore actual se le humedecían los


ojos y se le ponía la piel de gallina al escuchar aquello nuevamente.

—Eso jamás lo olvidaré, Harry—. Dijo el anciano secándose las


lágrimas con la manga de su túnica.

—Tú también eres un traidor—.

Espetó Voldemort fulminándolo con la mirada. —Jamás pensé


que tú… pero ¿cómo?, si tú siempre me diste información correcta,
odiabas al muchacho, lo maltratabas, ibas a entregármelo—.

—Como dije antes—. Respondió Severus con voz pausada. —


No todo es lo que parece, jamás odié al muchacho, al contrario—.

Dumbledore siempre pensó que Severus habría querido decir


“lo quiero” pero se abstuvo el comentario a última hora.

—¿A sí?—. Preguntó el mago tenebroso. —Entonces eso quiere


decir que mordiste la mano que te dio de comer, tú eres lo que eres
gracias a mí—.

—No—. Refutó Severus. —Todo lo que soy hoy en día se lo debo


a éste hombre—.

En este momento los Aurores comenzaron a materializarse en


el lugar, rodeándolos tal como habían hecho en el ministerio.

En realidad habían llegado para hablar con Dumbledore y se


encontraron a su más anhelada presa allí, a Voldemort no le quedó
más remedio que huir desapareciéndose, no sin antes lanzar una
última amenaza.

—Me las vas a pagar Severus, tú y los demás traidores—.


Harry y Dumbledore sintieron que la misma fuerza magnética
que los había arrojado al pensadero ahora los expulsaba del mismo.
Acto seguido, el anciano volvió a recoger los recuerdo con su varita y
los introducía en el mismo frasco.

—¿Y bien?, ¿qué te pareció todo eso?—. Preguntó el anciano


mientras ponía al resguardo los recuerdos.

Harry estaba pálido, con los lentes empañados porque algunas


lágrimas se le habían escapado de los verdes ojos, la vida de Severus
Snape siempre había sido muy diferente a lo que él imaginó.

Harry siempre había creído que Severus disfrutaba haciéndolo


sufrir, que se regodeaba en su despacho mientras tomaba una
buena copa de whisky de fuego después de haberlo reprobado o
humillado frente a los demás, que era un insensible, una bestia sin
sentimientos que sólo podía sentir odio y desprecio, pero en cambio
era todo lo contrario, su vida no había sido ni la mitad de lo difícil
que había sido la de Harry.

Es decir, en Private Drive sus tíos y primo lo maltrataban.

Pero ni todo eso podía compararse con el infierno que vivió


Severus junto a su propio padre.

Severus había sufrido mucho viendo a Lily en brazos de


James, Harry recordó el agudo dolor en el pecho cada vez que veía a
Ginny junto a Dean Thomas, afortunadamente, Ginny había roto su
relación con él y ahora Harry podía considerarla suya.

En cambio Severus tuvo que soportar años de soledad y de


tristeza creyendo que Lily había muerto, y sin embargo, cuando al
fin había logrado tenerla a su lado, Harry se había interpuesto entre
ambos haciéndole la vida más difícil.

El niño que vivió se sintió un miserable.


Que había sido él la bestia sin sentimientos y que Severus era
todo un héroe.

Sintió ganas de abrazarlo y de pedirle perdón de rodillas.

—¡Vamos Harry!, te hice una pregunta—. Insistió Dumbledore.

—¡Ah!... ¡eh!, sí señor, discúlpeme—. Contestó el muchacho.

—Te has quedado sin palabras, ¿no es así?—.

—Eso fue sorprendente—. Estas palabras salieron por instinto


desde el corazón de Harry.

—Jamás pude imaginarme que él…—.

—No todo es lo que parece Harry—. Apuntó el anciano.

—Severus tiene mucha razón, no todo es lo que parece—.

—No debemos juzgar a las personas sin antes conocer se


pasado—.

El viejo guardó nuevamente la probeta dentro de la vitrina.

—¿Por qué crees que te he estado mostrando el pasado del


propio Voldemort desde el año pasado?—.

—Así es que has ido encontrando los Horrocruxes, también es


necesario estudiar el pasado de las personas para comprenderlas—.

—Aunque Voldemort no tiene justificación alguna—. Contestó


Harry.

—Tienes razón—. Dijo el viejo con una sonrisa. —Pero ahora


has encontrado el porqué del comportamiento de Severus—.

—Debo hablar con él—.


Dijo Harry dispuesto a salir del despacho, pero cuando apenas
hubo llegado a la puerta se detuvo abruptamente. —Lo… siento
señor, casi olvido que él no sabe que usted tiene esos recuerdos—.

Dumbledore rió despreocupadamente y éste gesto desconcertó


mucho a Harry.

—No te preocupes—. Dijo Albus con una sonrisa.

—Él no podía enterarse antes que tú los vieras—.

—Pero ya los viste—. Agregó encogiéndose de hombros.

—Él no va a matarme—.

Harry sonrió también y se dispuso a abandonar la habitación


para ir al despacho de Severus, bajó las escaleras, esperó impaciente
a que la gárgola se hiciera a un lado.

Y salió de allí corriendo en dirección a las mazmorras, cuando


llegó allí, tocó la puerta del despacho de Snape.

Pero no obtuvo respuesta.

Al subir al primer piso.

Pasó corriendo y tropezó con Hermione, casi la hace caer, pero


la sujeto de un brazo para evitarlo, luego le preguntó jadeando por el
esfuerzo donde estaba Snape, ella le respondió muy desconcertada,
que él estaba junto a Lily debajo del haya.

—¿Sucede algo malo Harry?—.

Preguntó la chica con preocupación.

—No te preocupes Hermione—.

Contestó el chico con una sonrisa.

—No sucede nada malo, solo quiero hablar con él—.


El chico se marchó corriendo, en la misma dirección que le
había indicado su amiga, y cuando llegó pudo ver a Lily sentada en
el césped, recostada del tronco del haya y a Severus recostado en el
piso con su cabeza descansando en el regazo de Lily, mientras ella le
acariciaba el cabello.

—¡Hola!—. Dijo Harry cuando hubo llegado.

Lily le sonreía.

—¡Hola mi cielo!—.

Respondió ella mientras Severus se incorporaba del suelo con


la rapidez de un rayo.

—¿Cómo estás Po… Harry?—. Lo saludó.

—Muy bien profesor Snape—.

Respondió el chico con una sonrisa y mucha simpatía.

—Necesito hablar con usted si no le importa claro está—.

—Por supuesto—. Respondió esté.

—Pero será mejor en mi despacho—.

—Mami, ¿no te importa que me lo lleve un rato?—.

—No mi amor—. Respondió ella.

—Llévatelo, pero lo quiero devuelta pronto—.

Bromeó ella mientras se alejaban en dirección al castillo.

Cuando Harry y Snape entraron en el despacho de éste último,


el muchacho le contó todo lo que había visto en el pensadero
mientras a Severus se le crispaban los labios por la rabia y su piel se
tornaba cada vez más y más pálida conforme las palabras salían de
los labios de Harry.
—¿Y con qué derecho Albus hizo eso?—. Espetó Severus.

—Ese viejo loco—.

—No es su culpa—. Lo defendió Harry.

—En realidad lo hizo porque sabía que era la única manera de


que yo entendiera el comportamiento que usted había tenido
conmigo—.

—¿Y bien?—. Dijo Severus con una ceja alzada (ya no había
razón para fingir la hostilidad, pero era Severus Snape, para él no
era fácil dar demostraciones de afecto, a menos que se tratara de
Lily, y no podía evitar que el sarcasmo saltara a flote).

—¿Qué esperas, que me eche a llorar por mi patética vida?—.

—Para nada—. Respondió Harry negando con su cabeza.

—Eso es lo que más admiro de usted, su fortaleza—.

—¿Me admiras Potter?, es decir, Harry, nunca creí vivir para


escuchar algo así—. Dijo Severus con los brazos cruzados.

—Pues sí—. Respondió el elegido. —Lo admiro—.

—Ese Albus es un entrometido—. Comentó. —Mira que venir a


hurgar en mis recuerdos, yo no quiero tu lastima ni la de nadie—.

—Ya le dije que lo admiro, yo no sentí lástima por usted sino


compasión y comprensión porque yo viví algo parecido aunque no
tan terrible, ahora que sé por lo que paso y todo lo que sufrió
quiero…—.

—Ya sé que estamos tratando de llevarnos bien Harry—.

—Pero esto que hicieron Albus y tú fue rebasar el límite—.

—Invadieron mi privacidad—. Espetó el mago ahora con una


mano en la cadera y la otra apoyada en la superficie de su escritorio.
—¿Qué pretendes?, ¿qué te abrace y nos echemos a llorar porque
compartimos casi las mismas penas?—.

—¡Qué bueno que ya descubriste que no te maltraté por


gusto!, pero lo vivido hay que dejarlo en el pasado—.

—Yo no pretendo llorar ni nada de eso, pero esto no estaría


mal—. Dijo Harry caminando hacia él y abrazándolo antes de darle
tiempo de reaccionar siquiera.

Severus estaba pasmado.

No podía creer que Harry lo estuviese abrazando.

Alzó los brazos sin saber qué hacer con ellos mientras las
palabras que salían de los labios de Harry, cargadas de sinceridad lo
envolvían y lo conmovían.

—Yo solo quería pedirle perdón por mi estúpido


comportamiento—. Dijo el chico aun abrazándolo —Sé que ya lo he
hecho antes, pero ahora quiero pedirle perdón por haber creído que
usted disfrutaba haciéndome sufrir, sin detenerme a pensar en el
infierno que vivía haciéndose pasar por el más fiel sirviente de
Voldemort—.

Severus reaccionó al fin, bajó los brazos y rodeó al muchacho


con ellos, siempre lo había querido, desde que lo vio indefenso en su
cunita, llorando con aquella herida en su frente mientras miraba “el
cadáver” de su mamá en el piso, solo por saber que era el hijo de la
mujer que amaba, lo quería y eso significaba tener que sufrir una
lucha interna cada vez que tenía que reprenderlo o humillarlo para
ganarse su odio, aunque claro, a veces el parecido con James y su
insolencia, lo ayudaban un poco.

—Yo no tengo nada que perdonarte Harry—. Dijo después de


separarse del muchacho. —Yo… también… te admiro por haberte
enfrentado a Voldemort numerosas veces y a tu edad—.
—No he tenido alternativa—. Contestó el chico.

—Y además siempre he recibido ayuda—.

—Yo también quiero que sepas que no pretendo ocupar el


lugar de tu padre, ese es un lugar sagrado y…—.

—Tiene razón, ese es un lugar sagrado que solo le pertenece a


él, pero usted puede ser un buen padrastro, lo más parecido a un
padre que se pueda tener—.

Harry caminó hacia la puerta, giró la perilla y antes de salir


del despacho dirigió un último comentario.

—Nunca me ha gustado la palabra padrastro, pero usted y yo


podemos llegar a ser muy buenos amigos, después de todo yo… yo…
lo quie… bueno yo…—.

—Yo también Harry—. Respondió Severus con una autentica


sonrisa simpática, intuyendo lo que el chico había querido decir.

Capitulo 26. La batalla

Al día siguiente, todos estaban alarmados en Hogwarts debido


a que Harry nuevamente estaba experimentando un dolor abrazador
en su cicatriz.

Al igual que los ex mortífagos que sentían que les escocía el


antebrazo izquierdo. Todos sus amigos estaban alarmados en el gran
comedor, cuyo techo reflejaba un cielo completamente nublado, de
un intenso color gris.

Aunque Harry no había tenido más sueños premonitorios con


Voldemort.

Aquel dolor abrazante en su frente era la prueba inexorable de


que le mago tenebroso se disponía a atacar y que su furia iba en
aumento.
—Tengo una horrible sensación—. Expresó Lily.

—Yo también—. Agregó Harry.

—¿Qué quieren decir?—. Inquirió Sirius.

—Es como si Voldemort estuviese muy cerca—.

—Como si el momento de cumplir la profecía fuese ahora


mismo—. Dijo Harry.

—¡Ay no!—. Exclamó Neville.

En ese momento entraron Remus, Nymphadora y Moody y


tomaron asiento junto a ellos en la mesa de Gryffindor, y mientras
desayunaban expresaron sus opiniones con respecto a lo que
sentían Lily y Harry.

—No creo que él se atreva a pisar Hogwarts—. Comentó Ginny.

—No seas ingenua pequeña Weasley—. Dijo Alastor. —Nunca


deben subestimar a Voldemort—. Dijo esto último recorriéndolos a
todos con su ojo mágico, mientras masticaba una rebanada de pan
tostado que había untado con mermelada de fresa.

—Pero Harry aun cuenta con la protección que Lily le


proporcionó con su sacrificio, ¿no es así?—. Preguntó Hermione.

—Pues, no, exactamente—.

Respondió Snape junto a Lily, todos se le quedaron mirando,


estaban callados esperando a que él continuara, pero luego Sirius
habló:

—¿No se supone que esa protección funciona hasta que Harry


cumpla los diecisiete años?—. Dijo el animago.

—Verán, efectivamente se creó una protección entre Lily y


Harry, pero una vez que ella regresó físicamente junto a él y él
abandonó la casa de los Dursley con la convicción de no volver
nunca más, dicha protección se rompió, Dumbledore me lo comentó
ayer e iba a decírtelo hoy Harry—.

—¡Dios mío!—. Exclamó Lily con miedo. —Pero si es necesario,


vuelvo a interponerme entre él y tú, no dejaré que toque uno solo de
tus cabellos—. Dijo esto último con determinación.

Severus y Harry la abrazaron protectoramente.

—Yo no quiero eso mami—. Dijo el muchacho aterrado ante la


sola idea de perder a su madre.

—Ya te lo dije una vez Lily—. Dijo Lucius. —Ésta vez cuentan
con nosotros, al ser ex mortífagos tenemos ventajas—.

—¡Gracias!—. Exclamó Lily.

—Sí—. Confirmó Narcissa. —Conocemos todos los métodos de


ataque del señor… de Vol… demort y sus mortífagos—.

—Podrían resultar de mucha utilidad—.

Comentó Alastor Moody.

—Pero no deben subestimarlo para nada—.

—Él es muy impredecible—.

—Sí, pero nosotros así como estamos ahora—.

—Juntos, somos invencibles—.

Dijo Nymphadora recorriéndolos con la mirada.

—Eso suena muy bien cariño—. Comentó Remus. —Pero ya lo


hemos discutido antes, tú no pelearás—.

Ella puso una cara de fastidio y resignación.

—De todos modos somos muchos los que estamos dispuestos


a combatirlo—. Añadió Frank Longbottom.
—¿Cuándo creen que atacará?—.

Preguntó William con cara de asustado.

—No lo sé—. Respondió Harry frotándose la frente.

—Pero siento que ha de ser muy pronto, puede ser dentro de


pocos días o mañana mismo, no lo sé con precisión—.

—Trata de cerrar tu mente Harry—. Ordenó Snape.

—No puedes permitir que Voldemort invada tus pensamientos


así como a veces tú invades los suyos—.

—Debemos estar preparados—. Dijo Molly.

Como era domingo y no tenían deberes, los chicos planeaban


ir a conversar debajo del haya.

Pero la lluvia comenzó a caer con mucha fuerza.

Así que tuvieron que conformarse con quedarse en su sala


común jugando al ajedrez mágico. Los gemelos habían bajado a las
cocinas y les solicitaron a los elfos que les subieran unas tazas de
chocolate.

Mientras Hermione los reprendía por sobrecargar de trabajo a


las pobres criaturas.

Harry los observaba a todos y cada uno con admiración, eran


sus amigos incondicionales.

Hermione siempre estuvo a su lado apoyándolo, abriéndole los


ojos cuando debía hacerlo, brindándole también su inteligencia.

También los padres de ella se habían convertido en buenos


amigos, eran muy simpáticos y amistosos, pese a no poder ayudarlo
con magia.
Siempre tenían un consejo para él y Harry había aprendido a
quererlos mucho.

Ron.

Desde que lo conoció le había parecido una buena persona.

Simpático y amable, siempre lo hacía reír.

Y era quien lo había instruido en cuanto a todo lo referente a


la magia en el mismo momento en que ambos se conocieron en el
tren de Hogwarts.

Su familia, los Weasley, se habían convertido también en la


familia de Harry, un apoyo incondicional en los momentos difíciles.

Ginny, su gran amor, Harry recordó la época en que aquella


pequeña pelirroja se ruborizaba con solo dirigirle la palabra, era tan
hermosa, y al igual que su familia siempre había sido incondicional
con él.

En aquella sala, también estaba Neville junto a sus padres,


aunque algunos consideraban al chico un tonto.

Harry lo consideraba muy valiente, después de todo él había


luchado audazmente en el ministerio de magia el año anterior junto
a Luna, esa gran chica enigmática.

Allí estaba ella jugueteando con el cabello de su padre, en la


sala común de Gryffindor con la venía de la profesora McGonagall,
ambos eran un poco bizarros, eso sí, pero eran incondicionales.

Valientes y muy inteligentes.

No en vano eran dignos Ravenclaw.

Remus y Nymphadora también ocupaban aquella sala.

Ella estaba recostada de una pared mientras su esposo le


acariciaba el vientre, Harry los contempló por largo rato, eran tan
importantes para él, Remus, además de haber sido su profesor de
Defensa contra las Artes Oscuras también había sido su amigo, y no
solo eso, también había sido el amigo de su padre.

Siempre dispuesto a ayudar a Harry.

A diferencia de Sirius, Remus no era impulsivo, sino reflexivo,


sin embargo si sentía que debía enfrentar algo lo hacía con aplomo,
utilizando todo su conocimiento.

Su personalidad le recordaba mucho a Hermione.

Tonks, en cambio era una aventurera por naturaleza.

Era arrebatada e impulsiva.

A Harry su personalidad le recordaba a la de Sirius.

Quizá porque eran parientes, ella era un poco torpe eso sí.

Pero muy valiente y una excelente Auror, ya que al adorar su


trabajo, se concentraba al máximo, para ella era muy importante
sentirse útil y librar al mundo de la crueldad de Voldemort y sus
seguidores.

Harry también pensó en Dumbledore, su sabiduría siempre lo


había guiado.

Sus palabras siempre estaban cargadas de comprensión y le


brindaban tanta seguridad, definitivamente siempre había sido su
apoyo invalorable para él, Dumbledore siempre sabía qué hacer y
qué decir.

McGonagall, a pesar de su rigidez.

Se había convertido en la madre de Harry mientras éste estaba


en Hogwarts, siempre protectora y siempre abnegada.

Los Malfoy y los Lestrange también estaban allí.


En la sala común.

El chico negó con la cabeza mientras sonreía, recordando los


días en que peleaba con Draco, que lo odiaba a él y a su familia.

Recordó la batalla del ministerio de magia, Bellatrix casi mata


a su padrino, y ahora estaba allí, ella, su marido y los Malfoy.

Dispuestos a ayudarlo a vencer a quien por mucho tiempo fue


su señor.

El niño que vivió giró el rostro hacia su derecha y pudo


observar, sentado frente a un tablero de ajedrez mágico con una taza
de chocolate en la mano mientras le hacia un jaque mate al señor
Weasley.

A Sirius, su padrino, su segundo padre, lo quería tanto, él se


sentía identificado con su espíritu aventurero, arrebatado y un tanto
infantil, era muy fuerte y valiente, siempre dispuesto a enfrentarse a
lo que fuera sin miedo alguno.

Harry desvió la mirada un instante y los vio, sentados en un


sofá, abrazados contemplando el fuego de la chimenea, estaban Lily
y Severus, ella tenía su cabeza recostada en el hombro de él, éste le
acariciaba el rojo cabello mientras en la otra mano sostenía una
copa de whisky de fuego.

El niño que vivió recordó esos años de pesadilla que vivió en


Private Drive junto a los Dursley.

Creyendo que su madre estaba muerta.

Pero no, allí estaba ella, más viva que nunca, la quería tanto,
sonrió al recordar la actitud infantil que había tomado con respecto
a su relación con Severus, y allí estaba él, su profesor de Pociones y
Defensa Contra las Artes Oscuras.
Su némesis durante todos esos años, el hombre a quien más
había detestado después de a Voldemort y a su tío Vernon.

Ese hombre había arriesgado su propio pellejo al hacerle creer


a Voldemort que le era fiel, todo por protegerlo a él, a Harry Potter,
ese hombre había sufrido lo mismo que él pero multiplicado por
cien, y sin embargo allí estaba, ahora con una expresión de plácida
felicidad en el rostro, mientras rodeaba con su brazo a la mujer que
amaba, la que había amado SIEMPRE.

A su Lily, la merecía, sin duda la merecía, pensó Harry y le dio


gracias a Dios de poder contar con todas aquellas personas que
tanto amaba, no quería que ellos se arriesgaran por él, pero ¿qué
más podía hacer?, así eran ellos, incondicionales y tercos.

Después de pasar una tranquila mañana en la sala común de


Gryffindor, todos se pasearon por el castillo para matar el tiempo de
aquella aburrida y lluviosa tarde de febrero, por la noche, todos se
encaminaron nuevamente a hasta el gran comedor para cenar, pero
cuando lo hicieron.

Aquel terrible dolor abrazador atormentó de nuevo a Harry,


mientras los ex mortífagos se acariciaban el antebrazo izquierdo
esbozando una mueca de dolor.

A través de los vitrales de las ventanas del gran comedor se


podían advertir varios resplandores blancos que formaban florituras
en el aire, sin duda eran Aurores.

Las puertas de robles del gran comedor se abrieron con gran


estrepito y Argus Filch irrumpió en el lugar con la señora Norris en
los brazos, gritando desesperado.

—¡MORTÍFAGOS!, ¡LOS MORTÍFAGOS QUIEREN ENTRAR AL


CASTILLO!—.

Todos los habitantes del castillo gritaron alarmados.


Entretanto desenfundaban sus varitas.

Algunos intentaron salir de allí.

Pero Dumbledore se los impidió cerrando las puertas con un


movimiento de su varita.

—Manténganse en sus lugares—. Ordenó con determinación y


un elevado tono de voz que hizo que todos obedecieran de inmediato.
—Comprendo que sientan miedo, pero tengo que decirles que ellos
no entraran en el castillo tan fácilmente—. Dijo el anciano tratando
de transmitirle confianza. —Desde el día de la cuarta prueba temí
que hubiese un nuevo ataque—.

—De modo que hace unos días, Severus, Minerva, Flitwick y


yo, colocamos un poderoso conjuro que actuará como barrera
impidiéndoles la entrada, aunque debo advertirles que no durará por
mucho tiempo—.

Las personas se miraban unas a otras con miedo a excepción


de la mesa de Gryffindor donde se encontraban Harry y sus amigos,
ellos estaban temerosos, sí, pero muy dispuestos a enfrentarse con
cualquier mortífagos para acabar con esa oleada de terror.

—¡Argus!—. Dumbledore llamó al conserje.

El cual avanzó hacia el estrado.

Sin embargo el anciano continuó hablando en voz alta para


que todos pudieran escuchar lo que tenía que decir.

—Tú irás junto con los padres Muggles a las mazmorras—.

—A una enorme habitación que hay allí y que una vez fue un
calabozo, quiero que se encierren allí—.

—Minerva le pondrá un encantamiento protector al lugar para


que nadie pueda entrar y hacerles daño—.
—No quiero arriesgarlos a ustedes—.

—Son demasiado vulnerables—.

Los padres de Hermione la abrazaron instintivamente.

Luego su madre con los ojos anegados en lágrimas habló:

—Vendrás con nosotros, ¿no es así?—.

La chica negó con la cabeza.

—Yo debo luchar, mami—. Respondió con la frente en alto con


un nudo en la garganta, conteniendo las ganas de llorar.

Pero su labio inferior que temblaba la delató, al igual que su


voz trémula.

—Todos nos hemos comprometidos a pelear, ésta no será una


batalla que solamente le pertenece a Harry, aunque él sea el elegido,
ésta será una batalla por nuestra libertad, porque solo acabando
con Voldemort y sus secuaces podremos andar libremente—.

—Sin preocuparnos de que nos maten—.

—Pero hija—. Objetó su padre.

—Entiende que no podremos estar tranquilos sin hacer nada


mientras tú y nuestros amigos están en peligro—.

—Entiende que nos pides demasiado, no queremos perderte—.

—No puedo prometerles que estaré bien, pero si les prometo


que me cuidaré—. Respondió la muchacha.

—Pero Hermione—.

Volvió a rebatir Anastasia, ésta vez prorrumpiendo en llanto al


ver que los padres Muggles se unían a una larga fila precedida por
McGonagall y Filch.
—No puedo dejarte aquí, no puedo, eres nuestra hija, nuestra
única hija y si te perdemos…—.

La mujer no pudo hablar más, estaba aterrada.

Hermione abrazó a sus padres con fuerza, mientras Minerva


ahora esperaba por ellos.

—Profesora McGonagall—.

—Por favor déjenos quedarnos con nuestra hija—.

Tanteó William.

—Ya escuchó al profesor Dumbledore, señor Granger—.

Dijo Minerva con una expresión de preocupación en el rostro.


—Es demasiado riesgoso que unos Muggles permanezcan aquí—.

—Sin resguardo, es por su bien—.

Molly se acercó a Anastasia y la rodeó con un brazo.

—No te preocupes—. Dijo.

—Ella estará bien, todos lo estaremos—.

—Sí—. Agregó Bellatrix. —Modestia aparte, somos los mejores


y no nos dejaremos vencer—.

Hizo una pausa para reflexionar un poco y luego continuó.

—Nunca pensé que diría esto, pero no dejaré que Voldemort se


salga con la suya, ya nos arruinó la vida una vez, sé que él nunca
me obligó a ser una mala persona, pero sí influyó muchísimo—.

—Ahora que hemos cambiado y nos damos cuenta de lo


estúpidos que fuimos y de lo equivocados que estábamos, estamos
dispuestos a utilizar todo lo que aprendimos de él en su contra—.
Añadió Rodolphus.
—Esa es una gran ventaja que tenemos sobre él—.

Espetó Lucius.

—No se preocupen Granger, Hermione estará bien y todos


nosotros también lo estaremos, les prometo que haremos todo lo que
esté en nuestras manos para obtener los mejores resultados—.

—Pero es que nos sentimos impotentes al no poder hacer


nada—. Dijo Anastasia.

Narcissa la abrazó.

—Lo sé—. Le dijo la bruja. —Pero créannos, que poniéndose a


salvo ya están ayudando bastante—.

—Narcissa tiene razón—. Dijo Minerva.

—Por favor síganme señores Granger—.

—¡Un momento!—.

Exclamó Remus haciendo que Minerva se detuviera.

—Dame tu varita Dora—. Le exigió a su esposa. —Dámela y ve


con Minerva, por favor—.

—Pero Remus—. Trató de objetar.

—Tonks, por favor, hazlo por el bebé—. Le dijo Lily.

Contrario a lo que todos esperaban.

Ella puso cara de angustia.

Desenfundó su varita y se la entregó a su esposo.

Él la recibió y la miró con ternura.

—Te la quitó porque te conozco, y sé que cuando estés


encerrada allá abajo podrías arrepentirte y querer salir de allí—. Le
dijo.
—Cuídate mucho Remus—.

Le dijo ella abalanzándose a sus brazos.

—Prométeme que te cuidarás—. Le solicitó después de


separarse de él tomándole el rostro entre sus manos.

—Recuerda que me tienes a mí, a nosotros—.

Dijo tocándose el vientre—.

A Narcissa se le humedecieron los ojos con aquella escena, al


igual que a Molly y a Hermione.

Y luego, tanto Tonks como los Granger siguieron a McGonagall


muy a su pesar, mientras Hermione los observaba partir con el
corazón destrozado al ver a sus padres tan asustados por ella y por
sus amigos, Ron la abrazó con fuerza y le dio un beso en los labios
para consolarla.

En ese momento…

Cuando Minerva, acompañada del squib y los Muggles abrió


las puertas del gran comedor para salir de allí.

Alastor y Kingsley irrumpieron para darles a todos una noticia


que los dejó estupefactos.

—Los mortífagos no vienen solos, el que no debe ser nombrado


los acompaña—. Dijo Kingsley.

—Lo hemos visto a través de la barra de protección—.

Añadió Alastor. —Y no solo eso, también viene acompañado de


un séquito de Dementores y otras criaturas horribles, como arañas
gigantes y troles—.

Harry se levantó abruptamente de la mesa.

—¡El momento ha llegado!—. Exclamó con la frente en alto.


Lily le sostuvo la mano con fuerza mientras la suya estaba fría
y temblaba.

—Harry, ven conmigo, por favor—. Ordenó Dumbledore.

Harry se soltó con delicadeza del agarre de Lily.

Y siguió al anciano hasta su oficina.

Lily estaba muy, muy pálida, Severus entendió su reacción, el


momento de cumplir la profecía había llegado y su único hijo estaba
en peligro, la abrazó con fuerza y ella trató de reprimir las lágrimas,
pero éstas se escaparon de sus ojos.

—No te preocupes Lily, todo estará bien—. Le dijo él después


de besarla efímeramente en los labios.

—Todos vamos afuera—. Pidió Kingsley.

—Necesitaremos ayuda—.

Así lo hicieron, salieron a los jardines del castillo.

Donde McGonagall, que ya había regresado de las mazmorras,


lanzó un poderoso conjuro sobre las estatuas ornamentales para
que resguardaran el colegio y a sus habitantes.

Entretanto Dumbledore y Harry charlaban en el despacho del


primero.

—Harry, al parecer el momento ha llegado—. Dijo el viejo con


seriedad.

Harry por primera vez se sintió nervioso.

—Pero señor, todavía me faltan dos horrocruxes y no tengo ni


idea de cuales puedan ser—.

—Te equivocas Harry—. Objetó el anciano.


—Tenemos una ligera idea, ¿no lo recuerdas?, tengo la teoría
de que tal vez Nagini, la serpiente de Voldemort puede ser uno de
ellos—.

—Pero no estamos seguros—. Respondió Harry.

—Además, suponiendo que estemos seguros de que ella es un


horrocrux, aún nos falta uno más—.

—Y no tengo idea de que pueda ser—.

Dumbledore se quedó callado por un momento, dentro de sí, él


tenía la respuesta, pero no le gustaba para nada.

Si su teoría resultaba ser cierta, si lograban acabar con el otro


horrocrux, Voldemort efectivamente perdería sus poderes, se volvería
mortal, pero Harry tendría que pagar un altísimo precio, su vida.

La profecía debía cumplirse aunque los resultados no fueran


los esperados, Dumbledore sabía que cuando algo estaba trazado en
el destino, era ineludible, pero prefirió no decirle nada a Harry, él
sabía que cuando las profecías se cumplían todo llevaba su curso
por sí solo, sin necesidad de que alguien más interviniera.

—¡Señor!—. Lo llamó Harry. —¿Le sucede algo?—.

Aquella expresión de miedo en el rostro de Dumbledore le heló


la sangre al muchacho, que jamás lo había visto así.

—¡Ah!, no, descuida hijo—. Trato de tranquilizarlo.

—No sucede nada malo, solo te traje hasta aquí para pedirte
que te dejes guiar por tu corazón, todos te estaremos ayudando, él
no podrá hacerte daño entretanto no tenga la varita de sauco—. Dijo
el hombre con un dejo de preocupación.

—¡Ah! La varita, una de las reliquias de la muerte—.

—Sí, Harry—. Confirmó el anciano.


—Y tú posees dos de ellas—.

—La capa de invisibilidad y la piedra de la resurrección que


estaba dentro de mi primera snitch—. Recitó el chico.

—¡Aja!—. Confirmó Dumbledore.

—Como te lo dije en una de nuestras clases privadas en las


que le echábamos un vistazo al pensadero—.

—Sin embargo, desde anoche no puedo encontrar la varita de


sauco—.

—¿La ha perdido señor?—. Inquirió Harry con nerviosismo.

—Sospecho que Severus la ha tomado—. Respondió el viejo.

—¿Y por qué lo haría?—. Inquirió Harry contrariado.

—Para protegerme—.

Respondió Albus. —Él sabe que Voldemort tratará de matarme


para arrebatármela, aunque para adueñarse de ella solo baste con
desarmarme—.

—Yo no quiero que nadie se arriesgue por mí—.

—Debo bajar y enfrentarme a él—.

—Iremos juntos Harry—.

Respondió el anciano colocándole una mano en su hombro.

Afuera, todos los alumnos, padres, profesores y miembros de


la Orden del Fénix y del E.D fundado por Harry el año anterior,
estaban resguardados bajo una cúpula luminosa que poco a poco se
iba desvaneciendo a manos de Voldemort y de sus mortífagos que
lanzaban rayos de luz desde sus varitas.

—¡Debemos estar preparados!—. Gritó Hagrid empuñando su


paraguas rosa.
—No bajen la guardia—.

Indicó Alastor rodeado de sus Aurores.

Harry y Dumbledore llegaron en el preciso momento en que la


barrera protectora se rompió.

Y un montón de nubes negras se confundían con el cielo


oscuro, aproximándose cada vez más al castillo.

Cientos de mortífagos se dispersaron arrojando hechizos por


todos lados, pero Voldemort no estaba a la vista.

Se había introducido en el castillo para buscar a Dumbledore


y arrebatarle la varita que necesitaba.

Harry llegó junto a su madre y Severus.

Que intentaban contener a dos mortífagos que les lanzaban


maldiciones, pronto Severus y Lily lo aturdieron.

De pronto, una chillona y conocida voz femenina se escuchó


detrás de ellos.

—¡Hola cariño!—. Dijo Alecto detrás de Severus mientras le


acariciaba la espalda.

Él se hizo a un lado para evitar el contacto, y al voltearse la


miró con asco.

—Aquí estoy mi amor—. Dijo la mujer con voz seductora. —Ya


no tienes que esperar por mí—.

La mujer avanzó hasta Severus e intentó besarlo, pero él la


sujetó de los brazos y luego la empujó con violencia, ella cayó al
suelo mientras Lily la miraba con una mezcla entre miedo y rabia.

—¡Aléjate de mí!—. Espetó Severus.

—¿Por qué me rechazas?—. Inquirió la mujer llorando.


—¿Acaso es por ésta maldita sangre sucia?—. Dijo señalando
a Lily.

Harry avanzó, empuñando su varita, pero su madre lo detuvo


tomándolo por un brazo.

—Jamás vuelvas a llamarla de esa forma—.

Dijo Severus amenazándola con su varita (la de sauco la tenía


bien resguardada dentro de su túnica).

—TE ODIO MALDITA SANGRE SUCIA—.

Grito la mortífaga con todas sus fuerzas.

—¡Crucio!—. Exclamó Severus furibundo mientras la bruja se


retorcía de dolor.

—Eso es por lo que le hiciste… ¿lo disfrutas?, ¡Crucio!—.

—¡Severus NO!—. Gritó Lily ante la angustia de la mujer, pero


Severus estaba muy molesto.

Recordaba el estado en que había llegado Lily después de que


la secuestraron.

—Todo lo que… hice, lo hice porque… te amo—.

Dijo Alecto mientras sollozaba.

—Compréndelo, estamos… hechos el uno para el otro—.

—No seas estúpida, por ti no podría sentir más que odio y


asco, en cambio a ella la amo desde siempre y siempre la amaré—.
Increpó Severus tomándola abruptamente por ambos brazos para
levantarla del piso.

En ese momento una maldición asesina venía directo hacia él


por un costado, pero él fue mucho más rápido y giró abruptamente,
utilizando a la mortífaga como escudo protector.
La mujer cayó muerta entre sus brazos y Severus colocó el
cadáver en el suelo aunque no dejaba de mirarla con rabia, quería
seguir haciéndola pagar por haberse atrevido a ofender y dañar a
Lily.

Ésta última corrió hacia él y le rodeó el cuello con los brazos.

—¿Estás bien mi amor?—. Preguntó tanteándolo para ver si no


estaba herido.

—Lo estoy, no te preocupes—. Respondió.

—¿Dónde está Harry?—. Preguntó Snape al percatarse de que


el chico ya no estaba junto a Lily.

Lily se giró y tampoco lo vio.

—¡Oh Dios mío!—. Exclamó ella angustiada.

—¡Espera aquí!—. Le dijo Severus. —Iré a buscarlo—.

—Ten cuidado cariño—. Le pidió ella después de besarlo en los


labios.

Capitulo 27. El lirio

En las mazmorras, todos los Muggles, Nymphadora y el squib


estaban muy nerviosos, escuchaban las explosiones y gritos que
venían desde el exterior, de pronto escucharon algunos pasos que se
acercaban.

—Debe ser alguien que viene a avisarnos como va todo allá


arriba—. Dijo Tonks con una sonrisa para tranquilizarlos.

Pero la sonrisa se le borró del rostro al comprobar quienes


habían llegado hasta aquella celda donde estaban resguardados.

Eran Amycus Carrow y Fenrir Greyback, éste último se lamia


los labios mientras los contemplaba a todos como si de un banquete
se tratara.
—¡Cielos!—.

—Me parece que esta noche te darás un gran banquete de


Muggles—. Dijo Amycus con malicia. —Espero que no te indigestes,
¡buen provecho!—.

—Gracias Amycus—.

Respondió Greyback con voz ronca mientras miraba a Tonks.

—Pero no solo tenemos Muggles aquí, mira, también está la


joven Auror—.

—¡La Metamorfomaga!—. Exclamó Amycus.

—Creo que te complacerá saber que he escuchado que está


embarazada, eso significa que con ella tendrás doble ración—.

Todo el lugar se impregnó con sus carcajadas, mientras Tonks


y los demás los miraban con odio y repulsión.

—Nunca podrán hacernos daño—. Habló Tonks. —No podrán


entrar aquí—.

—¿Qué rayos es eso?—.

Inquirió Anastasia con miedo mientras miraba los filosos


dientes del hombre lobo y sus facciones animales.

—Es un repulsivo hombre lobo—.

Respondió Nymphadora mirándolo con desdén.

Greyback chasqueó la lengua en señal de negación.

—No deberías hablar así—. Dijo con voz melosa. —Después de


todo, tu querido esposo también es uno de nosotros—.

—Pero él no es como tú—. Respondió la mujer con rabia.


—Quizá debería dejarla vivir para que vea crecer al
cachorrito—. Dijo Greyback dirigiéndose a su amigo, que rió con el
cruel comentario.

—Sí, mejor la dejamos vivir para que también vea el cadáver


de su esposo—.

—¿Qué dices estúpido?—. Preguntó Tonks con desespero. —


¿Dónde está Remus?—.

Los dos hombres sonrieron con malicia.

—Está muerto—. Respondió sin quitar su sonrisa. —Yo mismo


lo maté—.

—¡NOOOOO!—. Gritó Nymphadora cubriéndose el rostro con


las manos, William y Anastasia se pusieron cada uno a su lado para
consolarla. —Eso no puede ser cierto, dime que es mentira—. Decía
la mujer entre sollozos y sintiéndose impotente por no tener su
varita. —MALDITOS… ¿DÓNDE ESTÁ MI REMUS?—.

—Y ahora son ustedes los que morirán—.

Dijo Greyback avanzando mientras todos los habitantes de la


celda retrocedían hasta pegarse de la pared.

—No pueden entrar aquí—.

Dijo el señor Filch abrazando fuertemente a la señora Norris


junto a su pecho.

—Por supuesto que podemos—. Escupió Amycus.

—Aléjense de aquí—. Ordenó William abrazando a Tonks que


no dejaba de llorar.

—¿Y quién me lo va a impedir?, ¿tú?, un asqueroso Muggle—.

Dijo Amycus mirándolo de arriba abajo con todo el desdén que


pudo.
Y él en compañía del hombre lobo, terminaron con la poca
distancia que quedaba entre los protegidos y la reja, pero apenas la
tocaron, se escuchó una explosión.

Y ambos mortífagos se desintegraron en el aire.

—¡Es la protección!—. Susurró Argus Filch con alivio.

Pero Tonks no parecía aliviada sino desecha.

Continuaba llorando desesperadamente mientras Anastasia la


abrazaba con fuerza, no sabía que decirle.

En ese momento se escucharon nuevamente unos pasos


aproximándose y el ambiente volvió a llenarse de tensión, pero era
Hagrid que corría hacia ellos.

—¡NO LA TOQUES!—.

Gritó Anastasia cuando él puso su inmensa mano sobre la


reja, pero no ocurrió nada.

—¿Qué sucede?—. Preguntó contrariado el semi gigante.

—Es que hace un rato dos mortífagos la tocaron—.

—Y se desintegraron en el aire—.

Contestó la madre de Hermione.

—Es que éste hechizo los protege de personas que quieran


acercarse con malas intensiones—. Contestó el semi gigante. —Por
eso a mí no me hizo nada—. Luego miró a Tonks con aprensión que
hipaba recostada de una pared. —¿Qué le sucede a Tonks?—.

—Esos mortífagos le dijeron que Remus está muerto—.

Contestó William con tristeza.

—Eso no es cierto—. Contestó Hagrid indignado. —Remus está


allá afuera, lo acabo de dejar junto a Kingsley y Arthur, él me pidió
que los viniera a ver y a decirles que todo va bien, aunque no hemos
visto al que no debe ser nombrado, aún—.

Nymphadora dejó de llorar y se le iluminaron los ojos mientras


se acercaba a la reja y tomaba una de las inmensas manos de
Hagrid.

—¿Estás seguro Hagrid?, ¿no me estás mintiendo?—.

—Para nada—. Contestó él.

—Los que te mintieron fueron ese par de malnacidos—.

Dijo mirando los restos de túnicas negras esparcidas por el


piso que era lo único que quedaba de ellos.

—¿Y nuestra Hermione?—. Preguntó William esperanzado. —


¿Ella está bien?—.

—Sí, no se preocupen?—. Respondió Hagrid.

Arriba…

Harry, Ron y Hermione caminaban en todas direcciones


dentro del castillo, ya que les pareció haber vista a la serpiente
entrar allí, más de pronto, un agudo dolor en su frente le hizo saber
a Harry que Lord Voldemort estaba muy cerca.

De modo que se detuvieron frente a la escalera de mármol que


conducía a los pisos superiores, el mago tenebroso salió de detrás de
unas columnas.

Hermione ahogó un grito tapándose la boca con las manos.

—¡Buenas noches Harry Potter!—.

Lo saludó Voldemort con una ligera inclinación de cabeza. —


Aquí estamos frente a frente una vez más—.

—Y esta vez te venceré—.


Dijo Harry empuñando su varita, pero Voldemort sólo rió.

—La primera vez, me venciste porque la sangre sucia de tu


madre te salvó la vida—.

—Luego no pude hacerte daño porque continuaste con su


protección, pero ¿sabes que es lo que me detiene ahora Potter?—.

Preguntó con su escalofriante voz aterciopelada. Harry no


contestó.

—La varita de sauco, no la tengo, pero tú sabes dónde está—.

—Él no sabe—. Dijo Ron empuñando su varita.

—¡Calla!—. Ordenó el mago oscuro.

—Nadie la ha visto nunca—. Dijo Hermione.

—Solo forma parte de un libro para niños, no existe—.

—¡Calla tú también!—. Espetó fulminándola con aquellos ojos


de serpiente.

Harry le lanzaba furtivas miradas a la serpiente de Voldemort


que se enrollaba en una de las piernas de su amo mientras el niño
que vivió sostenía su varita en una de sus manos y en la otra
sostenía el sombrero de Godric Gryffindor.

—Sí que son insolentes tus amigos Harry, ¿y entonces?, ¿me


dirás por las buenas donde está la varita?, ¿o prefieres que te saque
a la fuerza la información?—.

Harry volvió a quedarse callado.

Concentrándose al máximo para activar la Oclumancia, pero


Voldemort hizo gala de toda su crueldad, unas pequeñas niñas de
primer curso que bajaban la escalera de mármol en ese momento,
gritaron de terror al verlo, y él pronunció la maldición asesina
mientras apuntaba a una de ellas y la pequeña cayó sin vida al piso.
Hermione gritó aterrorizada y el mago sólo sonreía satisfecho.

—Ya ves Potter, lo que provocaste—. Le dijo el mago.

Harry perdió la concentración y miró al mago con odio.

—¡ERES UN BASTARDO!—. Gritó Harry tratando de acercarse,


pero Ron y Hermione lo sujetaron.

—Gracias Harry por mostrarme quien tiene la varita—.

Dijo Voldemort sonriendo satisfecho al tiempo que miraba sus


verdes ojos. —Nos vemos más tarde cuando la tenga en mi poder—.

Al decir esto desapareció.

—¡Pobre chica!—. Exclamó Hermione llorando. —Esto no es


justo—.

—Esto es una pesadilla—. Dijo Ron.

—¡Snape!—. Musitó Harry. —Va a hacerle daño a Snape—.

—¿Qué dices?—. Inquirió Hermione.

—¿Entraste en su mente?, ¿viste que iba a hacer eso?—.

—Él entró en la mía—. Contestó el elegido.

—Y vio que el profesor Snape es quien tiene la varita en su


poder—.

—Pero si la tenía el profesor Dumbledore, ¿o no?—. Dijo Ron


con duda.

—Dumbledore sospecha que el profesor Snape la tomó para


protegerlo—. Dijo Harry con desespero. —Para adueñarte de ella solo
hace falta que la tomes por la fuerza o que desarmes a su dueño,
pero de seguro Voldemort intentará matarlo para hacerse con ella—.
—Debemos buscarlo, Harry—. Dijo Hermione.

Los tres chicos salieron corriendo hacia el exterior del


castillo y se sorprendieron al ver que algunos trozos de las torres
más imponentes de Hogwarts ya no existían, algunos cadáveres de
chicos que no eran sus amigos, pero que conocían de vista, estaban
esparcidos por el piso. Continuaron avanzando hasta encontrarse
con Bellatrix y Narcissa que fueron alcanzadas por dos hechizos
aturdidores de Dolohov y cuando éste se disponía a matarlas, un
rayo de luz verde le dio en el pecho y él cayó muerto.

Los tres chicos siguieron la trayectoria del rayo y vieron que


Alastor había sido el autor de aquella maldición. Bellatrix y Narcissa
le agradecieron al hombre y volvieron al combate. Luego vieron a los
gemelos y a Ginny, ella abrazó a Harry y lo besó.

—¿Dónde estabas?—. Preguntó. —Lily te está buscado como


loca por todos lados, está asustada—.

—Vimos a Voldemort—. Respondió Harry.

Ginny abrió los ojos como platos.

—No te preocupes estamos bien—. Contestó ante su reacción.


—¿Has visto al profesor Snape?—.

—No—. Respondió ella.

—No lo hemos visto desde hace rato—. Añadió George.

—Yo lo vi cuando estaba junto a ti y Lily—. Respondió Fred.

Harry besó a su novia antes de salir corriendo junto a Ron y


Hermione, más adelante vieron a Neville que cojeaba mientras Luna
lo ayudaba a caminar, le preguntaron por Severus y ninguno de los
dos sabía dónde estaba, luego le preguntaron a Xenophilus y éste
tampoco lo había visto, Sirius estaba más adelante batiéndose a
duelo con un mortífago que le había arrojado la maldición cruciatos.
—¡Expendio!—.

Exclamó Harry salvando a Sirius de otra tortura.

—¡Gracias ahijado!—.

Dijo Sirius mientras se incorporaba trabajosamente del piso.

Harry, Ron y Hermione lo ayudaron.

—¿Has visto al profesor Snape?—. Preguntó Ron.

Sirius negó con la cabeza.

Y ellos se pusieron en marcha nuevamente, y Sirius se quedó


desconcertado, en ese momento vieron a Draco junto a Lucius y Lily
que corrían en dirección a ellos.

Draco tenía la frente ensangrentada, pero estaba bien, Lucius


en cambio tenía un brazo fracturado.

—Harry, ¿estás bien mi cielo?—. Preguntó Lily.

—Sí, mamá—. Contestó el chico.

—¿Y ustedes?—.

Preguntó ella dirigiéndose a Ron y a Hermione.

—Estamos bien, gracias—. Respondieron ambos al unísono.

—Pero ustedes están heridos—. Dijo Hermione con expresión


de preocupación.

—Esto no es nada—.

Contestó Draco llevándose la mano a la cabeza. —Pero papá


tiene el brazo derecho fracturado y así no podrá continuar peleando,
lo llevo a la enfermería—.

—Dobby nos salvó la vida, mató al malnacido de Petegrew que


intentó asesinarnos—. Dijo Lucius.
—La señora Pomfrey arreglará mi brazo en un santiamén y
después podré continuar—.

—Nada de eso—. Espetó Harry.

—Ya usted ha luchado bastante—.

—Pero se lo prometí a tu madre—. Objetó el mago.

—Pero Harry tiene razón, Lucius—. Saltó Lily.

—Será mejor que descanses—.

Draco se encaminó junto a su padre rumbo al gran comedor


que era donde habían instalado la enfermería debido a la enorme
cantidad de heridos, pero cuando apenas habían dado unos pasos,
Harry hizo la pregunta que venían haciendo desde hace rato.

—Draco, ¿has visto al profesor Snape?—.

Preguntó con desespero.

—Ahora que lo mencionas él te fue a buscar—. Añadió Lily.

Draco señaló en dirección a los muelles donde atracaban los


botes de los alumnos de primer curso.

—Lo vi entrar allí—. Respondió.

—Estaba combatiendo a Rabastan—.

Los tres chicos, ahora en compañía de Lily se dirigieron al


lugar donde Draco les había indicado.

Cuando llegaron allí encontraron el cadáver de Rabastan


tirado en el piso, ellos se ocultaron detrás de un muro pues habían
escuchado la voz de Voldemort, al parecer hablaba con alguien.

—Está hablando con Snape—. Dijo Ron.

Lily intentó salir de su escondite, pero Harry la retuvo.


—Mordiste la mano que te dio de comer maldito traidor—.

Espetó el mago tenebroso mirándolo con maldad.

—No te traicioné porque nunca estuve de tu lado—. Respondió


Severus.

—¡CÁLLATE Y DAME LA VARITA!—. Gritó Voldemort.

—Yo no…—.

—No te atrevas a negarme que la tienes porque ya lo sé—.

Contestó Voldemort.

—Potter jamás ha sido un oclumántico, ¿no es así?—.

Severus se mantuvo impertérrito ante el comentario aunque le


sorprendió, pues se suponía que Harry no sabía que él había tomado
la varita, pero se dispuso a sostenerle la fría mirada a su ex amo.

—Supongo que ya sabes lo que te espera—.

Dijo el mago tenebroso.

—Te espera lo mismo que al resto de los traidores, pero tú eres


el más especial de todos porque tú eras mi favorito, mi más fiel
sirviente—.

—Todo era una farsa—. Espetó Severus.

En ese momento Nagini comenzó a proferir un montón de


silbidos que Harry comprendió muy bien.

—Espera un poco querida mía, ten un poco de paciencia—. Le


respondió Voldemort.

—¡Ay no!—. Susurró Harry.

—¿Qué dijo Harry?—.

Preguntaron, Ron, Lily y Hermione al unísono.


—Ella quiere atacarlo—. Respondió con un hilo de voz.

Lily intentó incorporarse de nuevo.

Pero ésta vez los tres chicos la detuvieron.

—No permitiré que le hagan daño—.

Dijo ella desesperada, pero hablando en susurros.

—Por favor mamá—. Dijo Harry con desesperación. —Él sabe


cuidarse, si sales, tú estarás en peligro—.

—¡Expelliarmus!—.

Exclamó Voldemort y ambas varitas de Severus.

La de sauco y la suya propia salieron como haladas por una


fuerza magnética hacia su mano.

—Ahora sí mi querida amiga, acaba con él—. Ordenó el mago.

La serpiente atacó a Severus despiadadamente.

Mientras Voldemort desaparecía nuevamente.

Mordía su cuello, sus brazos, su torso una y otra vez mientras


él intentaba en vano quitársela de encima.

Los tres chicos y Lily salieron de su escondite al fin y corrieron


para acercarse a Severus, pero la serpiente los miró con ira y soltó
un bufido amenazador antes de desaparecer como lo había hecho su
amo.

—¡Severus cariño!—.

Exclamó Lily con tristeza al verlo gravemente herido y tirado


en el piso.

—¡Ay madre!—.

Exclamó Hermione y se echó a llorar en los brazos de Ron.


Harry se agarró la cabeza con ambas manos, mientras
contemplaba aquella escena.

Su madre estaba de rodillas junto a Severus cubierto de


sangre, llorando desconsoladamente.

—Sev mi amor, mírame—.

Dijo Lily levantándole cuidadosamente la cabeza para


posicionarla en su regazo.

Harry se acercó y le sostuvo el cuello de donde manaba una


gran cantidad de sangre. Severus miró a Lily y luego a Harry.

—No hay duda—. Exclamó el hombre con un hilo de voz.

—Tienen los mismos ojos—. Luego se quedó mirando a Lily. —


Te amo—. Dijo.

—Y yo a ti cariño—.

Respondió la pelirroja llorando con desconsuelo. —Pero no me


dejes, por favor Sev, no puedo vivir sin ti, ya te lo dije… no me hagas
esto, te lo imploro—.

En ese momento la voz de Voldemort se escuchó en cada


rincón del castillo, en cada lugar, retumbaba haciendo eco.

—Harry Potter, mira todo lo que has causado por tu cobardía,


por no querer entregarte—. Siseó. —Les pido a mis leales seguidores
que se detengan porque voy a darte a ti y a tu bando una tregua para
que te entregues, te estaré esperando en el bosque prohibido—.

Aquella voz se perdió en el viento y Harry solo pudo pensar


una cosa, todo aquello estaba ocurriendo por su culpa.

Quizá Voldemort tenía razón y él había sido un cobarde.

Sin apartar la mano del cuello de Severus lo miró con tristeza.


—Estoy… agradecido… contigo Lily—.

Dijo Severus con voz débil y un poco ahogada.

De vez en cuando esbozaba una mueca de dolor.

—Po… amarme y… por haberme hecho feliz… durante éste


tiempo—.

—Severus por favor—. Suplicó Lily ahogada por el llanto.

Mientras le apartaba el cabello del rostro para besarlo.

—No te mueras mi amor, te amo demasiado… me duele tanto


verte así… ¡MALDITO VOLDEMORT!—.

—¡Calma Lily!—. Suplicó Snape agonizante al ver el dolor y la


desesperación en la pelirroja. —Me complace estar a tu lado, saber
que estás aquí… es suficiente para poder partir…—.

—Te vas a quedar conmigo Severus—.

—No volví para verte morir—.

Respondió ella con voz determinante aunque trémula, como si


ella misma tratara de convencerse de su propia aseveración.

—No me vas a dejar… por favor… ¡Resiste!, te lo ruego—.

A Harry se le escaparon varias lágrimas, se sentía impotente,


pero luego recordó algo.

—Hermione ¿tienes algo que pueda servirnos en tu bolso?—.

—Tengo una botella de díctamo—.

Respondió la castaña con voz llorosa.

—Dámelo por favor—.

Pidió extendiendo la mano libre hacia su amiga.


Hermione lo miró con aprensión y negó con la cabeza.

—No servirá de nada Harry—.

—Es veneno de una serpiente tenebrosa, no existe antídoto ni


cura para eso—. Contestó la chica con lágrimas en los ojos.

Ron lagrimeaba también sosteniendo a Hermione del hombro.

—Pero a papá lo curaron cuando esa maldita serpiente lo


atacó—. Respondió el pelirrojo.

—Sin embargo a tu padre lo trasladaron a tiempo Ron—.

Respondió Hermione mirando con tristeza a Lily y a Snape.

—Debemos llevarlo a San Mungo—.

—Pero bajo esta batalla las posibilidades son casi nulas—.

—¡Por Dios!, debe haber algo que se pueda hacer—.

Dijo con dolor. Sentía la calidez de la sangre de Severus en su


mano, se pulso cada vez más débil y hasta el dolor de Lily y el suyo
propio.

—Severus, te necesito a mi lado—. Continuaba diciendo Lily.

—Yo también te necesito—. Contestó él.

—A pesar de… no tenerte… durante tantos años… tu recuerdo


siempre estuvo… vivo en mi mente… ayudándome a vivir… mi vida
triste y vacía…—.

—Tú eras como una hermosa flor en el… desierto inclemente


de mi vida… siempre—.

A Harry se le iluminó el rostro, las palabras de Severus le


hicieron recordar algo muy importante, una flor… una flor, ¡Claro!.

—¡El lirio!—. Exclamó esperanzado.


—¿Qué lirio Harry?—. Preguntó Lily.

—El lirio mágico, mamá—. Volvió a repetir el chico.

—El que nos dieron cuando ganamos la tercera prueba, el que


puede cumplir cualquier deseo, el profesor Dumbledore me dijo que
es una extraña especie cultivada por las hadas del bosque, de las
cuales una de ellas es un conducto para canalizar una poderosa
magia—.

—Capaz de ejercer la voluntad de quien haya trabajado lo


suficiente como para ganarse el lirio—.

Lily recordó aquel lirio y también se le iluminó el rostro, Ron y


Hermione estaban un poco escépticos, sin embargo no se atrevieron
a contradecirlo.

Harry retiró la mano del cuello de Severus y la de Lily ocupó


su lugar, posteriormente, el muchacho se irguió, elevó su varita y
exclamó:

—¡Accio lirio!—.

Aquella flor acudió a las manos del chico inmediatamente.

Todos notaron con esperanzas que un hermoso brillo dorado


la cubría por completo.

—Deseo que el profesor Severus Snape se restablezca por


completo de sus heridas—. Dijo el muchacho lleno de esperanzas.

El brillo que cubría la flor se hizo aún más intenso, y para la


sorpresa y felicidad de todos, la hemorragia se detuvo, las heridas se
cerraron por completo y las pálidas mejillas del mago, al igual que
sus labios se tornaron rosadas nuevamente, Harry, Ron, Hermione y
Lily esbozaron una sonrisa de alegría.

Y Severus comenzó a incorporarse lentamente del piso, ahora


sintiéndose más fuerte y con una agradable sensación de bienestar.
—Estás bien cariño—. Dijo Lily abrazándolo con efusividad.

—Lo estoy gracias a Harry—. Dijo con una sonrisa franca.

Apenas asimilando lo que acababa de suceder. —Nunca se me


habría ocurrido esa idea—.

—Yo ya había olvidado que existía ese lirio—. Dijo Lily después
de besar a su hijo en la mejilla. —Gracias Harry—.

—No fue nada—. Contestó el chico secándose las lágrimas. —


Él ha hecho mucho más por mí—.

Severus miró también a Ron y a Hermione que también se


secaban las lágrimas.

—Nunca pensé que ustedes también me quisieran—. Dijo con


una sonrisa.

—Bueno… es que… es que…—. Titubeó Ron.

—¿A quién engañamos chicos?—. Preguntó Harry. —¡Vengan


aquí ya!—.

Dijo haciéndoles señas con la mano para que se acercaran, y


luego los tres chicos y Lily cubrieron a Severus en un abrazo grupal
que él correspondió gustoso y feliz por habérsele concedido una
nueva oportunidad.

Capitulo 28. El horrocrux humano

Hogwarts estaba irreconocible.

Muchas de sus importantes atalayas yacían esparcidas por el


piso, reducidas a un montón de escombros. Los hechizos que habían
estado volando por encima de las cabezas por fin se habían detenido
por orden de lord Voldemort.

Cuando Harry, Ron, Hermione, Lily y Severus salieron del


muelle dónde se encontraban.
Contemplaron el castillo casi en ruinas, los mortífagos habían
desaparecido, entonces recordaron las palabras de Voldemort.

Aquellas que flotaron en el aire y que parecían ser emitidas


por un altavoz. Él había dicho que esperaría a Harry en el bosque
prohibido, pero ¿iría?, ¿Harry Potter estaría dispuesto a ir?.

—Harry, ¿qué piensas hacer?—.

Preguntó Ron hablando por los demás.

—No irás a reunirte con él, ¿verdad?—.

—Por supuesto que no, Ronald—. Hermione respondió por su


amigo.

—Debo hablar con Dumbledore—. Fue la respuesta de Harry.

—Hijo, prométeme que no irás al bosque—. Pidió Lily aterrada


ante la idea. —Sería una locura, no ganarías nada—.

—Él no se detendrá, únicamente quiere que te entregues, ¡no


lo hagas Harry!—.

—No puedo prometerte nada, mami—.

—Recuerda que soy el elegido—. Respondió él con sinceridad.

Ella lo miró consternada y él la abrazó.

—Busquemos a Dumbledore—. Dijo el niño que vivió.

—Todo estará bien—.

Dijo Severus para que Lily no se preocupara.

Al llegar al gran comedor se sorprendieron muchísimo, estaba


lleno a reventar de una gran cantidad de heridos.

Y al costado izquierdo yacían varios cuerpos inertes cubiertos


por sabanas. Harry sintió mucho dolor con todo aquello, pero lo que
vio más adelante le heló todavía más la sangre. La familia Weasley
estaba congregada al fondo del comedor dónde antes había estado la
mesa de los profesores, rodeaban a alguien que estaba en el piso.
Ron se quedó paralizado cuando George salió corriendo y lo abrazó,
su rostro estaba surcado por las lágrimas y nadie nunca lo había
visto así, los demás se miraban atónitos.

—¿Qué sucede?—. Le preguntó Snape a George con asombro.

Pero cuando algunos se apartaron, dejaron al descubierto la


causa de tanto dolor, y entonces lo comprendió todo, el resto de los
Weasley estaba en el mismo estado que George, Bill, Fleur, Charles y
Percy también estaban allí, Ginny abrazó a Harry con fuerza, era la
primera vez que el chico la veía llorar.

Fred Weasley estaba acostado en el piso con una herida en la


cabeza. Molly estaba arrodillada a su lado mientras le acariciaba el
cabello. El chico estaba vivo, pero muy grave, la herida que tenía en
la cabeza amenazaba con quitarle la vida de un momento a otro,
respiraba con dificultad y su mirada era lánguida, Ron se acercó
corriendo a él, Hermione se arrojó instintivamente a los brazos de
Severus llorando mientras él la consolaba acariciándole el cabello,
Lily por su parte abrazó a Arthur sin saber qué decir.

—¡Hola Ron!—. Lo saludó su hermano Fred con un hilo de voz


y una débil sonrisa. —No llores, no seas tonto—.

—Fred, hermano, tienes que ponerte bien—. Dijo Ron.

George se acercó a su hermano gemelo.

—¿Por qué tuviste que separarte de mí?—. Le preguntó entre


sollozos. —Te pedí que te quedaras conmigo… y con el señor
Longbottom—.
—Pero es que… creí… que lo tenía… todo bajo control—.
Respondió su hermano que entrecerraba los ojos lentamente en ese
momento.

—Cuando surgió… es bombarda máxima que… destruyó… esa


pared y…—. Señaló la herida en su frente.

La respuesta de su hermano gemelo fue un fuerte sollozo.

—Cuida de… nuestra familia y… de las tiendas… cuando todo


esto acabe… serás multimillonario… no llores hermano, célebralo en
mi nombre—.

—¡No Fred!—. Dijeron Ron y George al unísono.

Los Lestrange, los Malfoy y los Lovegood llegaron en ese


momento, habían estado en las mazmorras poniendo al tanto de
todo a los Muggles, a Filch y a Nymphadora.

También estaban conmovidos con lo que veían sus ojos en ese


momento.

—Hijito, por favor, no te mueras—. Lloraba Molly. —Freddy mi


cielo, no te das cuenta de que me estás matando por dentro—.

—¡Dios!, esto no puede ser—.

Dijo Lucius Malfoy con impotencia.

—La señora Pomfrey dijo que no se puede hacer nada—. Dijo


Ginny gimoteando.

—Pero yo creo que aún se puede hacer algo—.

Dijo una voz solladora y masculina.

Era Xenophilus que miraba con detenimiento la éxotica flor


que Harry aun llevaba en la mano sin darse cuenta.

—¡El lirio!—. Exclamó Lily con sorpresa.


Harry notó que el lirio aún tenía aquel resplandor dorado.

—¿Es la flor que les dieron en el torneo?—. Preguntó Percy. —


¿La que cumple casi cualquier deseo?—.

George se incorporó del suelo rápidamente y tomó a Harry por


los hombros con desesperación.

—Harry, sé que es algo muy preciado, sé que es tu lirio y por


lo tanto, tu deseo, pero por favor, te lo ruego, haz algo por él, por
favor…—. Su voz se perdió en medio del llanto y Harry sintió que el
corazón se le partía en dos al no poder hacer nada.

—Pe… pero no creo que sirva—. Respondió con pesar. —Ya la


utilizamos—.

—Es que hace unos instantes… yo también estuve a punto


de… bueno, Harry la utilizó conmigo—. Explicó Snape.

George se llevó las manos a la cabeza.

En ese momento Albus Dumbledore llegó acompañado de


Minerva McGonagall y los Longbottom y luego de que le explicaran la
situación el anciano llegó a una maravillosa conclusión.

—Esperen un momento—. Dijo con sabiduría. —¿No se han


detenido a pensar porque la flor aún sigue brillando?—.

Todos negaron con la cabeza, mientras Fred se ponía cada vez


más pálido y se debilitaba en los brazos de su madre.

—La flor sólo deja de brillar cuando ya no tiene más deseo que
ofrecer—. Respondió el viejo.

—Pero señor, la flor ya fue utilizada—. Respondió Ron junto a


su hermano. —Harry salvó al profesor Snape.
—Quizá hubiese sido mejor que yo…—. Dijo Severus que bajó
la cabeza, estaba apenado, pero Lily le sostuvo la mano con fuerza
indicándole que ella estaba feliz de que él estuviera a su lado.

—Ni siquiera lo piense profesor—. Saltó Harry.

—Yo no me arrepiento de haber usado mi deseo en usted, es


sólo que quisiera tener una flor más para ayudar a Fred, o mejor
aún, docenas de ellas para haber salvado a todas estas personas—.
Señaló los cuerpos cubiertos por las sabanas.

—¿Pero quien dice que el lirio solo tenía un deseo?—. Volvió a


inquirir el anciano.

—Es cierto, ustedes eran dos competidores—. Reflexionó Luna


acertadamente. —Lily y tú—.

—Exactamente—. Asintió Dumbledore.

—El lirio estaba encantado para cumplir el deseo del ganador,


pero los ganadores fueron ustedes dos—.

—Por lo tanto aún le queda un deseo—. Afirmó Neville.

—El que le pertenece a Lily—. Saltó Bellatrix.

—¡Dios mío!—. Exclamó Lily complacida.

—Nunca lo habría imaginado—.

—Definitivamente ha sido una bendición para los Weasley


haber conocido a los Potter—. Dijo Arthur con admiración y lágrimas
en los ojos.

—Sin duda alguna, querido—.

Confirmó Molly mientras sostenía la cabeza de su hijo en su


regazo.
La pelirroja tomó el lirio que Harry le entregó con una enorme
sonrisa, se acercó al muchacho moribundo, que en ese momento
tenía los ojos cerrados y la respiración casi imperceptible, y comenzó
a expresar su voluntad.

—Deseo que Fred Weasley se restablezca por completo—.

—Recuperando su fuerza y vitalidad—. Dijo Lily sosteniendo la


flor por encima de la cabeza.

El brillo de la flor se intensificó aún más, hasta el punto que


encegueció a todos los presentes.

Luego fue perdiéndolo hasta quedar opaca de nuevo.

Y finalmente, quedó completamente marchita en la mano de


Lily, pero Fred se incorporó del suelo en ese mismo instante, sin un
rasguño.

La herida de la cabeza parecía que nunca había existido, su


respiración era completamente normal, aunque Molly casi lo asfixia
con un abrazo sofocante, mientras lo cubría de besos.

—¡Mi Freddy!—.

Exclamó la señora Weasley llorando de alegría.

El muchacho y su madre se levantaron del piso junto con Ron.

Y George se abalanzó a los brazos de su restablecido hermano


gemelo.

—¡Freddy!—. Exclamó llorando de alegría. —Estás bien—.

—Por supuesto—. Respondió éste.

—¿Y qué creías?, ¿qué te iba a dejar a ti y a Lucius solos con


las ganancias de “Sortilegios WeasMalf internacional”?—.

—Ni lo pienses—.
Luego abrazó a Lily.

—¡Gracias Lily!, papá tiene razón tú y Harry…—.

—De nada—. Respondió ésta con modestia.

—No fue nada, debes agradecerle al profesor Dumbledore que


fue el de la idea—.

—Pero fueron Harry y tú quienes entregaron sus deseos para


salvar vidas—. Alegó el viejo director.

Harry observaba como todos abrazaban a Fred.

Llenos de alegría y emoción, pero luego, giró su rostro hacia


atrás cuando escuchó el llanto de una mujer, y entonces vio que, a
través de las puertas abiertas del gran comedor, Hagrid llevaba el
cuerpo inconsciente de un niño de primer curso.

El pequeño tenía el brazo derecho cubierto de sangre, la


madre del niño lloraba desconsoladamente detrás de Hagrid.

—No, no puede ser—. Sollozaba. —La busqué por todos lados


y cuando lo hallé esta allí…—. Su voz se perdió en un sollozo.

Hagrid la depositó en una camilla que encontró libre.

Y la madre se sentó en una silla que encontró junto a él, al


tiempo que la señora Pomfrey corría hacía ella.

Cuando Hagrid se hubo acercado a Harry y a sus amigos,


todos quisieron saber que había pasado y quedaron asqueados con
lo que el semi gigante les relató.

—Fenrir Greyback atacó al pequeño, lo mordió en el brazo—.

—¿Pero cómo?—. Preguntó Draco.

—Él está muerto, Tonks nos lo dijo cuando bajamos a verla a


ella y a los demás—.
—Sí, yo llegué a la celda justo cuando él y el miserable de
Amycus acababan de morir—. Respondió Hagrid.

—Pero es que él atacó al niño antes de morir, sólo que el chico


había logrado escabullirse para resguardar su vida—.

—Pero quedó sumamente débil por la pérdida de sangre—.

—Su madre y yo lo acabamos de encontrar en el invernadero


tres—.

—¿Y cómo saben que fue Greyback el que lo atacó?—.

Preguntó Neville.

—Porque fue lo que musitó el pequeño cuando lo levanté del


suelo—. Respondió el hombre.

—Afortunadamente no hay luna llena esta noche—.

—Lo que significa que no habrá conversión alguna—.

Dijo Lupin. —Pero sin dudas habrá consecuencias—.

—Ni que lo digas—.

Confirmó Bill Weasley acariciándose el rostro, donde tenía una


cicatriz que le había dejado el propio Greyback hace tiempo, luego le
pasó una varita a Severus, ya que éste hace un momento les había
comentado la razón que tuvo Voldemort para atacarlo.

—Tome, para que no esté desarmado—.

—Tenemos una gran provisión gracias a Ollivander—.

Harry se sentía cada vez peor al ver que al gran comedor


ingresaron tres cadáveres de alumnos en compañía de sus padres,
que lloraban desconsolados, recordó las palabras de Voldemort, si
quería terminar con todo aquello tenía que entregarse y cumplir la
profecía, aunque aún le faltaban dos Horrocruxes por destruir.
Dumbledore lo contemplaba con fijeza.

Notando su preocupación, de modo que lo tomó con delicadeza


por el brazo y lo apartó discretamente de los demás.

Que continuaron concentrados en Fred.

Y comentando los terribles e implacables que habían sido los


mortífagos.

Dumbledore condujo al chico hacia su despacho y al llegar allí


el chico le hizo saber que a pesar de no haber acabado con los
Horrocruxes que faltaban sentía la necesidad de ir al bosque e
intentar acabar con Voldemort, entonces Dumbledore le reveló con
mucho pesar lo que sintió que debía decirle.

—Te traje hasta aquí para decirte algo muy importante


muchacho—. Dijo el anciano con la voz quebrada y lágrimas en los
ojos.

A Harry le sorprendió aquello, jamás había visto a Dumbledore


así.

—¿Qué sucede señor?—. Preguntó el elegido. —¿Qué es lo que


debo saber?—.

—Verás—. Comenzó el viejo señalándole una silla para que el


chico tomara asiento.

Luego se quitó las gafas de media luna y enjugó sus lágrimas.

—Cuando Lily se interpuso entre Voldemort y tú, la maldición


rebotó, eso lo sabes—.

—Correcto—. Confirmó Harry.

—Lo que no sabes, es que cuando la maldición reboto en él,


una parte de su alma se fragmentó, salió de él, y se aferró a lo unicó
vivo y consciente que encontró en ese momento—.
—¿YO?—. Preguntó Harry con asombro.

Dumbledore asintió con pesar.

—Una parte de Voldemort vive en mí—.

Musitó Harry sin poder creerlo. —Esto es aberrante—.

A Harry aquella afirmación lo llenó de asco y se estremeció al


pensar en eso, una parte de su enemigo.

De aquel asesino implacable residía en él.

—Es por eso que puedes hablar Pársel—.

Continuó Dumbledore.

—Es por eso que a veces te conectas con sus pensamientos y


sentimientos—.

Mientras escuchaba todas aquellas aseveraciones.

Harry reflexionaba hasta que decidió hablar.

—Señor, ¿Eso me convierte en Horrocrux?—. Tanteó.

El viejo asintió con tristeza.

—El Horrocrux que falta—. Dijo el muchacho en un susurro.


—Sólo quedamos la serpiente y yo, eso quiere decir que yo tendré
que… ¿por qué no lo había dicho antes señor?—.

—Porque debía decírtelo en el momento justo, el indicado—.

Respondió el anciano con los ojos nuevamente anegados en


lágrimas. —Cuando la profecía estuviese a punto de cumplirse, pero
como quisiera poder evitar que tú…—. Dijo Dumbledore haciendo un
gesto de impotencia con la mano.

Harry respiró profundo.


No se esperaba todo lo que Dumbledore acababa de revelarle,
pero de algo estaba seguro, ya no estaba dispuesto a permitir que
Voldemort continuara asesinando a más personas, y si la única
manera de terminar con él era que le entregara su vida, entonces así
iba a ser.

—No se aflija señor—. Dijo Harry incorporándose de la silla. —


Habrá algo bueno en todo esto, cuando Voldemort me mate, estaré
también acabando consigo mismo, será más vulnerable, de modo
que solo hará falta acabar con su maldita serpiente para que sea
totalmente mortal, y entonces cualquiera podrá acabar con él con
un simple hechizo.

—Te juro que quisiera ser yo quien este en tu lugar para


evitarte esto Harry, a ti y a Lily, porque ella va a sufrir mucho—.

Harry reparó por primera vez en este detalle, su madre, ella


sufriría mucho sin duda alguna, sabía que ella lo adoraba y que su
muerte le causaría un gran dolor, a todos sus amigos también, pero
especialmente a ella.

—Cuídela mucho, señor—.

Le pidió Harry con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Se


quitó las gafas y las limpió.

—Dígale que la amo y que deseo que sea feliz junto al profesor
Snape, que lo que estoy a punto de hacer es lo correcto y que nadie
podía evitarlo—.

Dumbledore lo atrajo hacia sí y lo estrechó con fuerza.

Ese muchacho se había convertido en el nieto que nunca tuvo.

—Aunque tengo una ligera sospecha—.

—Que es lo que me mantiene esperanzado—.

Soltó Dumbledore.
—Y le ruego a Dios que sea tal y como sospecho—.

—¿A qué se refiere?—.

Inquirió Harry separándose de él y mirándolo fijamente.

—Que tal vez tú… puedas volver, no lo sé—.

—Es sólo una hipótesis, pero algo me dice Harry—.

—Que tienes que ser tú quien termine el trabajo—. Respondió


el anciano.

—De hecho ayer soñé que lo vencías tú mismo, ¡por Merlín!, si


tan sólo fuese así—.

—Pues independientemente de que sea yo el que acabe con él


o no, yo debo debilitarlo—.

Dijo el chico y después de abrazar nuevamente al anciano.

Salió por la puerta del despacho.

Se fue por rincones más apartado.

Evitando encontrarse con Lily o con alguno de sus amigos.

Anduvo largo rato hasta que salió del castillo sin ser visto y se
encaminó hacia el bosque prohibido para acabar con el penúltimo
Horrocrux, él mismo. Pero cuando el chico pasó junto a la cabaña de
Hagrid, Fang el perro jabalinero lo delató, de modo que Hagrid salió
de la cabaña y lo vio.

—¿Qué haces aquí Hagrid?—. Preguntó el muchacho.

—¿No estabas en el gran comedor con los demás?—.

—Estaba, tú lo has dicho—. Respondió el semi gigante.

—Como hemos tenido ésta tregua, la he aprovechado para ver


mi casa y preparar un poco de té, ¿quieres un poco?—.
—No, gracias Hagrid, debo irme—.

—¿A dónde?—. Preguntó el hombre, pero luego se dio cuenta


de lo que el chico estaba a punto de hacer.

—¿No pensarás entregarte verdad?—.

—Hagrid, es necesario—. Respondió Harry con un hilo de voz.

—No seas estúpido Harry—. El hombre intentó hacerlo entrar


en razón. —No creas que por entregarte—.

—Él dejará de asesinar personas—.

Pero Harry estaba decidido y salió corriendo en dirección al


bosque, Hagrid lo persiguió intentando alcanzarlo, pero Harry era
mucho más ligero y por lo tanto mucho más rápido. El chico corrió y
corrió con Hagrid y Fang detrás de él, ignorando la voz desesperada
de su amigo que lo llamaba.

—Es necesario Hagrid—. Dijo mientras corría.

—Después lo entenderás—.

En las profundidades del bosque, Voldemort estaba al borde


de la histeria al ver que Harry aún no legaba, pensó que el chico se
había acobardado y que después de todo no era un héroe.

Y no estaba dispuesto a morir para detener los múltiples


asesinatos. El mago tenebroso estaba tan irascible que cuando uno
de sus mortífagos intentó hablarle.

Murió por causa de una poderosa maldición asesina que salió


de la varita de sauco.

En Hogwarts, todos estaban muy nerviosos buscando a Harry


con la mirada, ya que se habían dado cuenta de que no estaba en el
gran comedor.

—Yo lo vi junto al profesor Dumbledore—. Dijo Luna.


—Ha de estar con él aún—. Conjeturó Rodolphus.

—Allí viene el profesor Dumbledore—. Dijo Ron señalando con


el índice al viejo que se acercaba a ellos con apariencia lúgubre y los
ojos llorosos.

—¿Dónde está Harry?—. Preguntaron Lily y Molly al unísono.

Dumbledore bajó la cabeza, lo que hizo que Lily confirmara


sus sospechas. Ella sabía que su hijo era valiente y que tarde o
temprano terminaría asistiendo a la cita que le habían hecho, de
modo que con pasos vacilantes se acercó al anciano y lo tomó por
los hombros…

—Profesor Dumbledore, por favor míreme y dígame dónde está


mi hijo, se lo suplico—.

—Se fue al bosque Lily—. Respondió el anciano.

—Pero, ¿por qué Harry hizo eso?, ¿por qué no me obedeció?—.


Dijo Lily con impotencia.

—Porque está escrito, la profecía debe cumplirse—. Respondió


Dumbledore con voz ronca.

Lily soltó al director y se cubrió el rostro con las manos.

—¡Dios mío!, debo ir a buscarlo—.

Dijo la pelirroja con determinación tratando de salir.

Pero Dumbledore se lo impidió.

Dumbledore no tuvo fuerzas para revelarles que con seguridad


Harry moriría en ese bosque.

De modo que les dijo que les tocaba esperar.

—No, Harry, quiero estar con él—.


Lily estaba excesivamente nerviosa, su instinto maternal había
disparado las alarmas.

Harry continuaba corriendo por el bosque.

Ya con Fang pisándole los talones.

Cuando un numeroso grupo de mortífagos le cerraron el paso


y Harry se detuvo en seco.

—He venido a entregarme—.

Anunció el muchacho jadeando por el esfuerzo de la carrera.

—No Harry, ¡por Merlín!, no lo hagas—.

Suplicó su amigo detrás de él.

—Sujeten al gigante y al perro—.

Ordenó uno de los mortífagos.

Inmediatamente unas cinco voces exclamaron al unísono:

—¡Incárcero!—.

Y de inmediato un montón de cuerdas procedentes de las


varitas se enredaron en el corpulento cuerpo del semi gigante que
bramaba y pugnaba por conseguir su libertad.

Otro de los mortífagos recitó el mismo hechizo sobre el perro,


pero sólo lo sujetó por el cuello.

Harry en cambio, caminaba libremente, hasta que llegó frente


a Voldemort que lo miró con una sonrisa burlona.

—Al fin has llegado Potter—. Les dijo el mago tenebroso con su
voz sedosa.

—Señor—. Tanteó uno de los mortífagos temeroso.

—¿Qué hacemos con el hibrido?, ¿lo matamos?—.


Preguntó refiriéndose despectivamente a Hagrid.

—¡NO!—. Gritó Harry con desesperación. —Tenemos un trato,


Voldemort—.

El mago tenebroso sonrió socarronamente.

—¡No lo mates!—. Respondió.

—Déjalo presenciar el espectáculo—.

—¿El bien de todos dices?—.

Preguntó el mago oscuro con ironía. —¡Ah sí!, es que piensas


que todos estarán a salvo si me entregas tu vida, ¡qué iluso eres!, en
fin, esta vez no me voy a arriesgar a que venga tú asquerosa madre
impura y lo arruine de nuevo—.

—O cualquiera de tus repugnantes amigos—.

Miró al chico con desdén.

Y este cerró los ojos apretando fuertemente los parpados.

Esperaba sentir dolor, pero el dolor nunca llegó, ni siquiera


cuando escuchó la voz de Voldemort al proferir la maldición asesina,
solo sintió un frío desagradable recorrer su espina dorsal.

—¡Avada Kedavra!—.

Gritó Voldemort en medio del júbilo de sus mortífagos.

—¡NOOOOO!—. Gritó Hagrid cuando vio al chico desplomarse


en el suelo con un ruido sordo.

El chico efectivamente no se movía, estaba quieto y pálido, sus


ojos estaban cerrados.

Y los lentes se le habían corrido hasta la punta de la nariz,


pero ¿estaría realmente muerto?.
Capitulo 29. La victoria del elegido

Lily no dejaba de caminar de un lado a otro.

Estaba desesperada, quería tener a Harry cerca de sí.

A su lado, sabía que él era El Elegido y que tarde o temprano


tendría que luchar pero la profecía decía: “Uno de los dos debe morir
a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga
el otro con vida”.

¿Y si al que le tocaba morir era a Harry?, no había pensado en


eso, había estado tan segura hasta entonces de que el que vencería
sería su hijo, que no reparo en esa terrible posibilidad. Tanta espera
la volvía loca.

De pronto salió corriendo del gran comedor para dirigirse


hacia fuera del castillo, los demás salieron en tropel detrás de ella,
Severus logró alcanzarla evitando que fuera hacia el bosque.

—Por favor Lily ¡quédate aquí!—.

Le pidió en tono tranquilizador mientras la abrazaba con


fuerza.

—Sólo espero que esté bien—. Respondió ella llorando en sus


brazos. —Porque si él lastima a mi hijo… si él toca a mi bebé te juro
que lo mato yo misma usando mis propias manos—.

En el bosque…

Lord Voldemort se quedó atónito con lo que había pasado.

Contrario a lo que él esperaba.

Cuando le lanzó a Harry la maldición asesina.

En vez de sentirse más fuerte, había sentido que se debilitaba.


Una onda expansiva lo había despedido hacia atrás, de modo que
cayó al suelo, pero cuando se incorporó, se sintió vulnerable, miró
instintivamente sus manos y éstas temblaban, pero posteriormente
lo embargó un sentimiento de victoria increíble, haciendo que se
olvidara por completo del repentino debilitamiento.

Luego le echó una ojeada al chico, y allí estaba él, en la misma


posición, inerte, estaba muerto, no había duda alguna, de modo que
enarboló su varita.

Y desde la punta de ésta salieron múltiples chispas doradas


que parecían fuegos artificiales, así que lanzó un grito de júbilo al
cual se le unieron los demás mortífagos.

—¡Harry!—. Lloriqueaba Hagrid con desconsuelo.

—¿Qué te pareció eso?—.

Le preguntó lord Voldemort al deprimido semi gigante.

Mientras le daba golpecitos despectivamente con el pie al


cuerpo de Harry. —El niño que vivió, vino a morir—.

Todos los mortífagos rieron con el comentario, y el oscuro


mago siguió mofándose despiadadamente.

—Ahí está el héroe de ustedes, su elegido—.

Dijo señalando con desdén el cuerpo con la varita.

—Fue derrotado por Voldemort—.

Harry, por su parte abrió los ojos lentamente.

Esperaba encontrarse con la oscura visión del bosque, con sus


árboles torcidos.

Y aquel séquito de mortífagos junto a lord Voldemort.

Movió con lentitud una de sus manos.

Esperando sentir la textura de las hojas húmedas en el suelo


del bosque.
Pero en cambio notó que se encontraba en una superficie lisa
y que todo a su alrededor estaba inundado de una luz blanca muy
intensa, tan intensa que lo cegaba. Por instinto se llevó las manos a
los ojos que tenía entrecerrados y se fue levantando del piso con
lentitud, cuando estuvo de pie y sus ojos se hubieron adaptado a la
luz, se ajustó los lentes y entonces miró el lugar…

A primera impresión le pareció que no estaba en ningún sitio


en específico, pues no reconocía nada, estaba solo, y dicha soledad
se respiraba en el aire, no había ruido alguno, salvo el que emitían
sus pies a cada paso que daba. De pronto, tal como sise hubiese
recuperado de un encantamiento desmemorizante fue reconociendo
el lugar donde se encontraba.

Recorrió con los ojos cada detalle, algunas banquetas, carteles


y carritos para transportar equipaje.

El chico miró hacia su izquierda.

Y allí estaba lo que se esperaba encontrar, unos rieles.

Pero sobre estos no había ningún tren, no había duda alguna,


se encontraba en la estación King’s Cross. El joven se preguntó que
estaría haciendo allí, recordaba perfectamente lo que había sucedido
hacia unos minutos.

Había entregado su vida para que lord Voldemort.

Su peor enemigo acababa con ella en un instante.

Pero ¿por qué se encontraba en King’s Cross?, ¿acaso allí iban


los magos cuando sus vidas terminaban?, siempre había pensado
que todo el mundo, mago o muggle terminaba en otro lugar al morir,
tal vez un paraíso o un lugar de tormento según hubiese sido la vida
de la persona, pero jamás se imaginó que él terminaría en una
estación de trenes.

Luego, el chico advirtió un detalle.


Efectivamente él estaba solo.

No había absolutamente nadie con él.

Lo que significaba que tal vez ese no era el lugar a donde tenía
que llegar, tal vez tendría que abordar un tren o algo así, ¿pero cuál
tren?, allí no había nada.

Y además al estar en otra dimensión no sonaba razonable que


tuviese que abordar algo tan corpóreo como un tren.

El chico siguió avanzando sin rumbo fijo, sólo escuchando el


ruido de sus propios pasos.

Cuando de pronto algo llamó su atención.

Debajo de una de las banquetas de la estación había algo que


se movía lentamente, al menos esa fue la impresión que Harry tuvo
a simple vista. Se acercó todavía más y cuando hubo llegado hasta
ella, se agachó e inclinó la cabeza para mirar, pero lo que vio lo
sorprendió en demasía.

Una extraña criatura, muy pequeña, con la apariencia de un


bebé recién nacido muy feo y cubierto de sangre yacía allí, a Harry le
recordó el aspecto de las mandrágoras, el pequeño cuerpo se movía
con lentitud.

Y tenía una expresión de dolor en el grotesco rostro, parecía


moribundo; entonces una voz familiar habló detrás de Harry, era
una voz que sólo había oído en sueños y visiones, pero que le había
oído muchas veces, sin embargo ahora parecía más nítida.

Más cercana.

Subió la mirada enseguida.

Y comprobó lo que estaba pensando, era su padre.

James Potter, allí frente a él.


Harry se levantó deprisa y se arrojó a sus brazos.

Siempre había querido hacer aquello, lo estrechó con fuerza.

Disfrutando del momento y notó con satisfacción que su padre


lo estrechaba de la misma manera.

—Ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos por última
vez—. Dijo James cuando ambos se separaron para contemplarse el
rostro. —Apenas eras un bebé—.

—Te he extrañado tanto, papá—.

Dijo Harry con voz trémula, palpándolo, comprobando que era


totalmente corpóreo, disfrutando de su felicidad.

—Y yo a ti, hijo—. Respondió el hombre con ternura.

El chico volteó el rostro hacia la banqueta, su padre sonrió al


verla también.

—Es una parte de él—.

Explicó James adivinando lo que se estaría preguntando su


hijo en ese momento.

—Mataste una parte de él, ahora está más vulnerable—.

—Es decir, que sólo falta destruir un horrocrux para que


cualquiera acabe con él—. Reflexionó el joven.

—Cierto—. Respondió su padre. —Pero podrías ser tú mismo


si quisieras.

—¿Cómo dices?—. Preguntó Harry contrariado.

—Yo ya estoy…—.

—¿Muerto?—. Completó su padre con una sonrisa.


—No exactamente, es decir, él sólo acabó con la parte de su
alma que residía en ti, pero evidentemente el hechizo te transportó a
otra dimensión, sin embargo eres El Elegido para acabar con él, y
por lo tanto, a su vez, tú puedes elegir entre volver para terminar lo
que empezaste o seguirme dejando que otro termine el trabajo—.

Entonces Harry recordó las palabras que Dumbledore le dijo


en su despacho.

Él le había dicho prácticamente las mismas palabras.

Sospechaba que él tuviera la posibilidad de elegir regresar y


enfrentarse con lord Voldemort y acabar de una vez por todas con él.

Eso le dio gustó, pensar que podía evitar el sufrimiento de su


madre y demás seres queridos, pero luego pensó en su padre, en
que tal vez pudiera quedarse junto a él, después de todo no había
tenido la dicha de tenerlo cerca como lo había hecho con su madre
los últimos meses, era difícil, una difícil decisión. Por una parte,
quería regresar y darle su merecido a Voldemort, destruirlo y acabar
con su imperio anárquico y maléfico, estar con su madre y sus
amigos, pero por otra parte se le ofrecía la tentadora oportunidad de
estar junto a su padre, después de todo cualquiera podría liquidar a
Voldemort si acababan primero con Nagini.

—Es tu decisión, Harry—.

Intervino James adivinando sus pensamientos. —Pero sólo te


digo algo, yo siempre he estado junto a ti y siempre lo estaré, te he
brindado mi apoyo y mi comprensión—.

—Y lo seguiré haciendo sin importar lo que decidas, pero todos


confían en ti para que derrotes, eres su única salvación—.

—Cualquiera puede…—.

—Piensa en Lily, la devastaría tu pérdida—.


—Ahora que te encontró… además, ¿quién mejor que tú para
acabar con Voldemort de forma definitiva?—.

Aquellas palabras hicieron mella en el chico.

Era cierto, su padre tenía razón, todos confiaban en él.

La profecía decía muy claramente que ninguno de los dos


viviría si el otro sobrevivía y él era El Elegido, el elegido para acabar
con él, definitivamente debía regresar, esa era su decisión y se la
hizo saber a su padre el cual estuvo de acuerdo.

—Te apoyo Harry—. Le dijo.

—Acaba con él y libera a todos de su dominio, deja que él crea


que ha sido al revés—.

—Que fue él quien acabo contigo—.

—Y cuando encuentres el momento justo, cumple la profecía a


tu favor—.

—Así lo haré papá—. Contestó Harry emocionado y agradecido


de que su padre estuviera contento con su decisión, pero aún
faltaba saber si también estaba de acuerdo con que ahora él quisiera
también a Snape. —Papá yo… ¿sabes?, yo… es decir… Snape y yo
ahora somos buenos amigos y…—.

James rió ante la dificultad de Harry para expresar algo tan


simple.

—Lo sé, y me parece maravilloso—.

Respondió su padre para ayudarlo, luego le puso una mano en


el hombro. —Harry, yo fui un inmaduro cuando tenía más o menos
tu edad, ¿no recuerdas ese sueño que tuvo Snape?, yo me disculpé
con él a través de ese sueño—.

—Mamá me lo contó—. Puntualizó Harry.


—Así que no se trataba de sólo un sueño después de todo—.

—Correcto—. Respondió James.

—Snape ha sufrido mucho hijo y siempre amó a tu madre, yo


también la amé con sinceridad, pero eso fue después, al principio
fue puro capricho de merodeador conquistador—.

—El amor de él fue sincero y sacrificado desde el principio,


nunca tuvo malas intensiones con nadie, a pesar de que pareciera lo
contrario. Lily por su parte también ha sufrido mucho, me consta
que ha sufrido por mí, que ha llorado por mi ausencia, pero ya es
hora de que se dé una nueva oportunidad, está viva y quiero que
disfrute cada segundo de la vida junto a ti y los demás—.

A Harry se le escaparon algunas lágrimas y abrazó a su padre


nuevamente, después de despedirse estuvo listo para regresar.

Sintió que nuevamente se desvanecía, su cuerpo se hacía cada


vez más pesado y sus ojos volvían a cerrarse involuntariamente, el
chico sintió que ahora no estaba ni en el liso suelo de la estación de
King’s Cross, ni en el irregular y cubierto de hojas húmedas del
bosque, ésta vez estaba sobre unos brazos, unos fuertes brazos que
lo transportaban.

Entreabrió los ojos con cautela y pudo ver el enorme y peludo


rostro de Hagrid, el hombre miraba hacia el frente, tenía la mirada
perdida y se notaba que había llorado bastante.

Pues su nariz estaba muy enrojecida y sus ojos húmedos. El


muchacho se llenó de pena, pero no tenía otra opción que fingir y
aguardar el momento, tal como se lo había indicado su padre, no
tenía ni idea de a donde lo estaban conduciendo hasta que escuchó
la aterciopelada voz del mago tenebroso.
—Como voy a disfrutar cuando nosotros lleguemos a Hogwarts
y observen a su querido Elegido—. Dijo y después soltó una risotada
que espantó a una bandada de murciélagos.

Los cuales salieron volando con rapidez.

El chico sentía los espasmos que producía el semi gigante,


típicos de alguien cuando ha llorado en exceso.

Y aunque sintió muchísima pena por él, volvió a cerrar sus


ojos para continuar fingiendo su muerte.

En el patio central de Hogwarts…

La espera ya se estaba volviendo insoportable para todos, pero


en especial para Lily.

Los ocupantes del castillo salieron al patio central a esperar la


llegada del elegido.

Los chicos, amigos de Harry regresaron en ese momento de las


mazmorras, donde Hermione les había dado a todos los ocupantes
de la celda, un informe bastante detallado de lo que había sucedido
y les contó que ahora esperaban a Harry.

Sus padres quisieron retenerla nuevamente, pero ella trató de


tranquilizarlos diciéndoles que todo acabaría pronto.

En el patio principal del castillo, todo estaba tan callado, lleno


de escombros y suciedad, algunas distantes gotas de agua caían del
cielo, ahora teñido de un gris sumamente claro, casi blanco, clara
señal de que había amanecido, todo tenía un aspecto tan triste…

Ginny estaba sentada en el piso junto a Hermione.

Luna conversaba con su padre, Neville, por su parte se había


encontrado el sucio y raído sombrero de Godric Gryffindor en el
suelo, así que lo recogió y con sumo cuidado le removió el polvo con
la mano, Albus Dumbledore estaba muy callado, meditado lo que le
había estado diciendo a Harry en su despacho, McGonagall estaba
junto a él, como siempre, Sirius junto a Lily, y Severus no dejaba de
lanzar miradas en dirección al bosque.

—Algo me dice que Hagrid también se fue al bosque—. Soltó


Lupin de repente, junto a Bella, Molly, Rodolphus y Narcissa.

—¿Y por qué lo dices?—. Inquirió Molly.

—Porque hace mucho que no lo veo—. Respondió Remus. —Y


tampoco a Fang, su perro—.

—Espero que no esté en peligro—. Añadió Rodolphus.

Lily miraba hacia el bosque también, tratando de reprimir las


lágrimas que le producía la angustia, Severus, a su lado, le rodeó la
cintura con un brazo.

Y la atrajo hacia él para abrazarla en un intento por calmar su


impaciencia.

El lugar estaba repleto de Aurores y alumnos.

Padres y profesores que habían luchado valientemente para


restablecer el orden en el mundo mágico, esperaban al Elegido con
la misma impaciencia que sus amigos, los elfos también estaban allí,
Dobby se acercó a Lily y también trató de animarla diciéndole que
Harry Potter estaría bien, lo mismo que Kreacher que sorprendió a
todo el mundo luchando también en contra de los mortífagos.

—¡Dios mío!, allí está él—. Dijo Alice Longbottom señalando al


bosque.

Todas las personas ahogaron un grito.

Lord Voldemort le había ordenado a dos mortífagos que


rezagaran a Hagrid en el bosque, mientras él se acercaba al castillo
en compañía de los demás mortífagos.
Cuando Lily vio a Voldemort se llenó de terror, eso sólo podía
significar una cosa, la profecía se había cumplido a su favor.

Él había matado a Harry.

La mujer estaba más pálida que nunca.

Respiró profundo e intentó hablar, pero la voz no le salió.

—Aquí estoy de nuevo—.

Dijo Voldemort con su voz aterciopelada, acompañado de su


inseparable mascota, que en ese momento se enrollaba en una de
sus piernas.

—¿Dónde está Harry?—.

Preguntó Lily cuando al fin pudo hablar.

Pero Voldemort no le pudo contestar porque estaba mirando


pasmado a Severus junto a ella.

—¿Qué rayos estás haciendo tú aquí?—. Le preguntó. —Se


supone que…—.

—Me salvé—. Respondió Severus.

—O mejor dicho, me salvaron, pero ese no es el punto, Lily te


acaba de hacer una pregunta—.

—En fin, ya tendré tiempo de darte tú merecido a ti y al resto


de la escoria traidora—. Espetó el mago mirando con odio a los
Malfoy y a los Lestrange, aparentando indiferencia, pero sin salir
todavía de su asombro.

—¡Vamos Tom!—. Dijo el anciano.

—¿No puedes responder a una simple pregunta?—.

—No me llames así—.


Soltó Voldemort con furia, luego giró el rostro hacia atrás y
habló de nuevo. —Voy a darles lo que desean, ¡tráiganlos!—. Ordenó
a sus sirvientes.

—¿Ese no es Hagrid?—. Preguntó Bellatrix.

—Lo tenían ellos, ¡Dios mío!—.

—Y creo que trae a alguien consigo—.

—Sí, ese es él—. Confirmó Ginny incorporándose rápidamente


del piso con lágrimas en los ojos.

Hermione hizo lo mismo.

—¿A quién trae Hagrid, papá?—. Preguntó la pelirroja.

Arthur tenía los ojos húmedos y con voz trémula, respondió:

—Creo que es Harry—.

Lily miró a Severus con una expresión triste.

Efectivamente, Hagrid venía caminando hacia ellos.

Sus ataduras ya no aprisionaban sus brazos porque estos


cargaban a Harry, pero sí lo mantenían sujeto a la cintura.

Y dichas cuerdas eran sostenidas a su vez por dos mortífagos


ubicados a cada costado del semi gigante.

A su lado caminaba su perro Fang, ya sin ataduras.

—¡Harry Potter ha muerto!—. Soltó Voldemort con júbilo. —Su


elegido ya no existe—.

Los mortífagos aplaudieron y rieron.

—¡NOOOO!—. Gritó Ginny con angustia tratando de avanzar


hasta él pero su padre se lo impidió sujetándola. —¡Harry!, ¡Harry!—
.
Lily sintió como si le hubiese arrancado toda su vida en un
instante, un instante, un intenso dolor se apoderó de todos su ser,
sus ojos se inundaron con rapidez y sin miramientos intentó correr
hacia Hagrid que ya había llegado hasta el centro del patio, pero
Severus la sujetó con fuerza de la cintura para retenerla, le costaba
algo de trabajo porque ella se resistía demasiado.

—¡HARRY!—. Gritó tratando de liberarse.

—¡MI HIJO!, ¿QUÉ LE HICISTE A MI HIJO?—.

Le recriminó a Voldemort. —¡MALDITO!—.

Dumbledore, también con los ojos cubiertos de lágrimas.

Se acercó a Severus.

—¡Suéltala Severus!—.

Ordenó colocándole una mano en su hombro. —Déjala que se


acerque a su hijo—.

—¡Dios mío!—. Musitó Remus mirando el cuerpo de Harry que


Hagrid colocaba cuidadosamente en el piso.

—¡Mi ahijado!—. Dijo Sirius con un hilo de voz mientras caía


de rodillas. —Esto no puede ser cierto—.

—¡Harry!—.

Musitó Molly Weasley cubriéndose el rostro con las manos


mientras lloraba, Narcissa llorando también, la abrazó.

Severus soltó al fin a Lily y ésta se arrojó encima del cuerpo de


su hijo, llorando desconsoladamente, al tiempo que Voldemort reía
contemplando la escena.

—¡Harry, mi cielo!, ¡abre los ojos!—.

Decía Lily sujetando la cabeza de su pequeño.


Entretanto recordaba el día que nació.

—Mi niño, mami está aquí contigo—.

—Por favor Harry… no me hagas esto…—.

—Harry por favor me duele…—.

—Lily, yo traté… de impedirle que fuera allí—.

Dijo Hagrid ahogado por el llanto.

—No fue tú culpa Hagrid—.

Respondió Lily cerrando los ojos.

(Tenía la esperanza de que al abrirlos nuevamente comprobara


que todo se trataba de una horrenda pesadilla)

—Es mi culpa por haberlo perdido de vista…—.

—Harry, no me dejes sola… hijo por favor…—. Al abrir los ojos


de nuevo un par de lágrimas más bañaron sus mejillas.

Harry se sentía morir.

El dolor y el llanto de su madre le estaban rompiendo el


corazón.

También podía escuchar a Ginny que lloraba y se lamentaba,


eso lo llenaba de angustia.

Pero tenía que mantenerse estoico si quería que su plan diera


resultado.

—No puedo creer que… Harry haya muerto—.

Dijo Hermione abalanzándose a los brazos de Ron.

Que no dejaba de llorar.


Recordando el día que lo había conocido en la estación de
King’s Cross.

Lily miró a Voldemort con odio.

—¡ERES UNA MALDITA BESTIA!—.

Gritó, luego se concentró en su hijo nuevamente.

—¡Gracias por el cumplido!—. Dijo el mago oscuro con ironía.

Severus se sentía impotente al no poder hacer nada para


erradicar el dolor de Lily, se enjugó algunas lágrimas que se le
habían escapado al mirar aquella conmovedora escena. Lily con su
hijo en brazos llorando desconsoladamente mientras decía palabras
que a todos les rompían el corazón, de modo que se acercó a ella y
se hincó en el piso para quedar a su altura, le acarició el rostro con
ternura y ello lo miró con dolor, sus ojos verdes estaban invadidos
por la tristeza, su ropa estaba un poco rasgada, su cabello un poco
enmarañado, pero aun así no había perdido ni un ápice de la belleza
que la caracterizaba.

Él no sabía que decirle, de modo que sólo la acarició.

—Sev, mira a mi hijo—. Le dijo ahogada por el llanto.

—Está muerto… mi bebé está muerto…—.

—Ya dejémonos de dramas—.

Soltó Voldemort mirando la escena con desdén.

—O si no voy a llorar—. Hizo la parodia de que se limpiaba los


ojos. —Como sea, el caso es que he ganado yo—. Dijo señalándose a
sí mismo con la varita de sauco. —Y aunque no lo crean—.

—Voy a darles una oportunidad de salvar sus asquerosas y


patéticas vidas, si se unen a mí encontrarán la gloria—.

—ESO NUNCA—. Gritó Ginny.


—Niña estúpida, desde ahora en adelante deberías poner tu fé
sólo en mí—. Dijo Voldemort.

—Todos tendrán la oportunidad de unirse a mí—.

—Incluso me olvidaré de lo que hicieron ustedes—.

—Los Malfoy, los Lestrange y Tú, Severus, pero sólo si se unen


a mi bando en éste momento—.

Draco miró a sus padres con temor, ellos parecían vacilantes,


por un momento todo el mundo.

Los Aurores, los alumnos, los profesores y los padres.

Pensaron que ellos accederían, pero Lucius se irguió con toda


la altivez que caracterizaba a su estirpe y habló:

—Jamás—. Respondió alzando la nariz.

—Ya estuvimos de su lado una vez y yo terminé en Azkaban


con la conciencia sucia y un remordimiento de conciencia—.

—¡Que patético eres Lucius!—. Espetó.

—Pero no estarás hablando por el resto de tu familia, ¿o sí?—.

—En realidad, sí—.

Respondió Draco con la misma altivez y valentía que su padre.


—Ninguno de nosotros está dispuesto a pasarse a su lado—.

—Tal vez mi pequeña Bella—.

Tanteó Voldemort mirando a Bellatrix.

Quién sollozaba negando con la cabeza.

—¿Y tú Rodolphus?—. Éste también negó. —¡Qué horror!—.

—Miren en lo que los han convertido su parranda de amigos


sangre sucia—.
—Aurores, traidores a la sangre y lo que es peor MUGGLES—.

Hizo tanto énfasis en el asco al pronunciar ésta palabra que a


Hermione se le heló la sangre.

—Mis mortífagos más letales, sanguinarios e implacables—.

—Ahora están convertidos en unos llorones inútiles—.

—Nos avergüenza haber trabajado para usted—.

Lanzó Rodolphus.

—Y a ti ni siquiera te pregunto—. Dijo Voldemort dirigiéndose


a Severus entretanto lo miraba con desdén. —Como dije antes, los
que quieran unirse a mí, sólo tienen que dar un paso al frente—.

—Nadie se unirá a ti, Tom, acéptalo—.

Dijo Dumbledore con aire de suficiencia.

Pero en una fracción de segundo ocurrió algo que sorprendió a


todos, incluso al propio Voldemort, Neville Longbottom.

Aun sosteniendo el raído sombrero de Godric Gryffindor.

Avanzó en dirección al oscuro mago.

—¡Neville!, ¿pero qué haces hijo?—. Preguntó Alice con los ojos
desorbitados por el asombro. —No te dejes engañar—.

—¡Vuelve aquí Neville!—.

Le ordenó su padre con determinación.

—Yo no quiero entregarme—. Aclaró Neville volteándose para


mirarlos a todos. —Yo sólo quiero decir algo—. Se limpió la sangre y
las lágrimas del rostro con el dorso de su suéter. —Harry vivirá para
siempre en nuestra memoria, él no murió en vano, ninguno de los
que han muerto en ésta guerra han muerto en vano, en cambio
usted me da lástima—.
Dijo señalando a Voldemort, quien soltó una risotada a las que
se le unieron los mortífagos.

—¿Qué te doy lástima dices?—. Preguntó.

—Sólo mírate y dime quien es el que da lástima—.

—Usted—. Volvió a confirmar el chico.

—Porque usted si morirá en vano, sin conseguir lo que tanto


anhela, que es el dominio sobre todo lo que lo rodea—. Al decir esto,
el chico sacó la espada de Gryffindor del interior del sombrero.

Todo el mundo quedó estupefacto.

—Bien hecho Neville—. Le gritó Sirius.

Voldemort lo miró atónito.

Y entonces Harry aprovechó el momento para incorporarse del


suelo con la velocidad de un rayo, mientras su madre, Severus y el
resto lo miraban con asombro.

—¡Lo sabía!—. Exclamó Dumbledore con emoción mientras


empuñaba su varita.

—¡Harry!—. Dijeron Lily Severus al unísono.

—¡Dios mío!, ¡estás bien mi cielo!—. Dijo Lily con una inmensa
alegría.

En medio de la confusión.

Harry aprovechó para arrojarle repetidos hechizos a Voldemort


que no logró atinarle, Neville había intentado herirlo con la espada,
pero quedó igual de sorprendido al ver a Harry.

Los mortífagos que rodeaban a Voldemort fueron huyendo uno


a uno, dejándolo sólo, los amigos de Harry lo vitoreaban.

—¿ES QUE ACASO NADIE MUERE?, ¡MALDITA SEA!—.


Gritó Voldemort furioso.

—¡RÁPIDO, ADENTRO!—.

Gritó Dumbledore arrojando un hechizo protector en forma de


cúpula sobre todos.

Todos se adentraron en el gran comedor, pero una vez más


Harry no estaba a la vista de nadie, Lily se desesperó.

Estaba contenta de que su hijo estuviera vivo.

Pero ahora volvía a estar en peligro.

—Harry lo logrará, ahora estoy más segura que nunca—.

Le dijo McGonagall a Lily.

—Quédate tranquilo Sirius—. Dijo Dumbledore.

—Ya no hay duda alguna de que Harry acabará con él, estoy
muy de acuerdo con Minerva—.

—¡Dios mío!, no lo puedo creer—. Musitó Ginny con lágrimas


de alegría.

Con el alboroto, nadie había advertido que Ron, Hermione y


Neville no estaban con ellos, hasta que Luna lo advirtió.

—¿Dónde está Neville?—. Preguntó con su voz inocente. —No


lo veo—.

—Tampoco veo a Ron, ni a Hermione—. Agregó su padre.

—¡Ay Dios mío!—. Exclamó Molly.

—Debemos buscarlos, podrían estar en peligro—.

—No dejaremos que salgas, mamá—. Dijo Fred.

—Aquí estarás a salvo—. Añadió George.


—Ellos van a estar bien, mamá—. Dijo Charles.

—Debemos buscarlos—. Añadieron los Longbottom al unísono.

—Nadie saldrá de aquí, ¿de acuerdo?—. Espetó Alastor Moody


con vehemencia.

Por su parte, Ron y Hermione estaban huyendo de Nagini, la


serpiente de Voldemort, era muy rápida y había logrado acorralarlos,
abrió sus fauces al límite y se dispuso a atacar.

—Hermione, te amo—.

Se despidió Ron abrazándola con fuerza, sabiendo que ésta vez


ya no había lirios mágicos que los salvaran de la muerte.

—Y yo a ti, Ron—. Respondió ella con voz trémula.

Pero en ese preciso instante en que la serpiente se acercaba a


ellos, Neville le asestó un tajo en el cuello con la espada, y el animal
quedó completamente destruido, se desvaneció en el aire.

Entretanto, Voldemort detuvo la persecución porque se sintió


aún más débil, por primera vez se sintió completamente vulnerable,
sintió que había perdido la inmortalidad, sin embargo acorraló a
Harry, el chico le lanzó un hechizo aturdidor que por primera vez
notó que le hizo daño.

Corrió hacia el patio central.

Donde antes había fingido su muerte.

Y desde allí observó cuando Voldemort se recuperaba.

Y avanzaba hacia él.

—Ha llegado la hora muchacho—.

Dijo empuñando la varita de sauco.

—Ya estoy listo para acabar contigo—.


Respondió Harry con altivez empuñando también su varita.

—¡Avada Kedavra!—. Gritó Voldemort.

—¡Expelliarmus!—. Gritó Harry.

Tal como habían hecho unos años antes, las varitas de ambos
magos se conectaron en un Priori Incantatem, el chorro de luz verde
que despedía la varita de sauco, chocó en el aire con el chorro de luz
roja que despidió la de Harry, hasta que el hechizo de Harry fue
cobrando cada vez más fuerza, avanzando hacia su oponente cada
vez más debilitado, hasta que al fin lo impactó de lleno y la varita de
sauco saltó de su mano para caer en la de Harry.

Que la empuñó triunfante.

Ron, Neville y Hermione vieron lo que pasaba entre ambos


magos y salieron corriendo al gran comedor para avisarles a todos,
los cuales llegaron al patio central justo cuando lord Voldemort
volaba en mil pedazos, inmediatamente después se escuchó un grito
de júbilo colectivo.

—¡Que viva Harry Potter, el niño que vivió!—. Gritó Sirius con
entusiasmo.

—¡Que viva!—. Gritaron los demás.

Luego bajaron a las mazmorras para liberar a Nymphadora, el


señor Filch, los padres de Hermione y el resto de los Muggles, todos
estaban encantados con lo que acababa de pasar, Lily no dejaba de
besar y abrazar a su hijo.

Nymphadora hacia lo mismo con Remus.

Al igual que los padres de Hermione con ella.

Pese a la tristeza que reinaba en el castillo por la cantidad de


muertos que había.
También había alegría porque al fin lord Voldemort había sido
derrotado por Harry Potter.

Capitulo 30. La vida después de la guerra

Después de la ardua guerra.

Entre todos los magos y las brujas.

Se dispusieron a reconstruir el castillo con los hechizos.

Y mientras lo hacían, Harry destruyó la varita de sauco, que


ahora le pertenecía, Dumbledore estuvo de acuerdo con eso, y al
final arrojó al vacío de un puente los pedazos que Harry le entregó
en sus manos.

—Sabía que lo lograrías muchacho—. Le dijo.

—Siempre lo supe, desde que te tuve en mis brazos y te dejé


en casa de los Dursley aquella noche—.

Harry sonrió y le dio un fuerte abrazo.

En los días que sucedieron a la guerra, en Hogwarts se realizó


un evento en honor de los Aurores que habían fallecido en la batalla,
así como también el resto de los magos y brujas que también habían
dado sus vidas valientemente.

Los mortífagos que habían sobrevivido y huido.

Fueron capturados y enviados a la prisión de Azkaban.

Y las clases volvieron a retomar su curso en el castillo.

Los padres se fueron a sus casas.

Lily no regresó al valle de Godric.

Donde estaba su antigua casa porque el profesor Dumbledore


le había sugerido que se quedara en el castillo.
Para ayudar al profesor Flitwick, ya que ella era muy buena en
encantamientos, y él estaba fascinado de que ahora compartiera las
clases con quien había sido su mejor alumna.

Lily estaba maravillada con el rumbo que estaba tomando su


vida, ahora estaba comprometida con Severus, él le pidió que se
casara con él la noche después de la guerra en el gran comedor,
cuando todos estaban cenando y celebrando la victoria del Elegido,
aunque habían decidido que la boda sería al fin del curso para dar
tiempo de hacer los preparativos.

Los gemelos estaban maravillados.

Porque al fin y al cabo habían logrado hacerse con todos los


almacenes que habían pretendido, Hermione se había encargado de
hacer las negociaciones por correspondencia con los vendedores de
Venezuela y España.

Con lo que lograron su objetivo de expandir

“Sortilegios WeasMalf” fuera de Gran Bretaña, ese era un


motivo más para celebrar.

Cada fin de semana, Molly, Alice Longbottom, Nymphadora,


Bellatrix y Narcissa llegaban a Hogwarts para reunirse con Lily para
ir juntas a Hogsmeade.

O al callejón Diagon para comprar lo que necesitaban para la


boda, al final decidieron que mandarían a confeccionar el vestido en
el callejón Diagon.

En “Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones”.

—Quiero que sea algo sencillo—. Decía Lily.

—Nada extravagante—.

—Nada de eso—. Dijo Narcissa dirigiéndose a Madame Malkin.


—Yo se lo voy a regalar y tiene que ser el vestido perfecto, es la
madre del Elegido la que se casa, es la madre de Harry Potter—.

—¿En serio?—.

Preguntó la modista mirándola con admiración.

—Es un placer conocerla señora Pott… quiero decir señora…—


.

—Lily—. Corrigió la pelirroja. —Solo llámame Lily, a secas—.

—En fin, tiene que ser el vestido perfecto—. Añadió Bellatrix.

—Tiene que dejar atontado a todo el que la mire, sobre todo a


su futuro esposo—.

Lily rió ante el comentario.

—¡Por Dios!, ¿acaso no toman en cuenta que ya no soy una


jovencita y que además me caso por segunda vez?—.

—Tampoco eres una vieja—. Rebatió Molly.

—Y el hecho de que te cases por segunda vez—.

—No lo hace menos importante—.

—Lo sé pero…—.

—Nada de peros—. Saltó Anastasia. —¿Tiene algunos modelos


que mostrarnos?—.

La modista sacó un libro muy grande donde había fotografías


de brujas luciendo hermosos vestidos de novia mientras saludaban
con la mano, a Lily no le gustó ninguno y a sus amigas tampoco.

—¿Qué tal te parecería uno así?—. Dijo Tonks.

—¿Me permite?—. Le preguntó a la bruja modista señalando


una pluma y un pedazo de pergamino.
Tonks mojó la punta de la pluma en el tintero y comenzó a
dibujar en el pergamino el traje más hermoso que su imaginación le
permitió.

No era demasiado vaporoso en la falda pero si era lo suficiente


como para darle un aire de princesa.

Ceñido a la cintura y tenía muchos detalles que lo hacían ver


maravilloso.

—¡Sin duda alguna el vestido perfecto!—. Exclamó Lily al ver


al boceto.

—¿Entonces te gustó?—.

Preguntó la metamorfomaga con emoción.

—Me encantó—. Respondió Lily.

—Es bellísimo—. Se admiró Alice.

—Sí que tienes dotes de diseñadora—.

—Bueno, modestia aparte, yo diseñé y confeccioné mi vestido


de novia—.

—Es toda una artista nuestra sobrina, ¿no es así Cissy?—.

Comentó Bellatrix.

Madame Malkin le tomó las medidas a la pelirroja y cuando


terminaron, todas se encaminaron de nuevo a Hogwarts viajando
mediante la red flu por la chimenea de la tienda.

Las chicas:

Hermione, Pansy, Luna y Ginny, estaban emocionadas porque


ellas serían las damas de honor, en compañía de sus caballeros:

Ron, Draco, Neville y Harry.


Habían ordenado sus vestidos en la misma tienda que Lily y
no dejaban de hablar con emoción del gran día.

Severus por su parte, estaba demasiado emocionado aunque


desde luego no lo demostraba, no cabía dentro de sí mismo, su gran
sueño estaba a punto de hacerse realidad.

Dentro de unas pocas semanas se casaría con Lily, y entonces


ella sería suya para siempre.

Sentado frente al escritorio de su despacho, recapitulaba su


vida, hacía algunos meses atrás, su vida era gris, triste y vacía como
había sido siempre desde que creyó perderla, sin embargo ahora ella
estaba viva y no sólo eso.

Él había logrado conquistarla, se había ganado el respeto y la


admiración de Harry, así como también el de James, estaba seguro
de eso, después del sueño que tuvo y de lo que el propio Harry le
contó que vivió cuando llegó repentinamente a la estación de King’s
Cross.

—¡Adelante!—. Exclamó desde su asiento.

La puerta se abrió y Dobby el elfo domestico entró cargando


un gran paquete.

—Ha llegado lo que esperaba señor—. Dijo el elfo.

—Lo trajeron muchas lechuzas señor—.

—¿Dónde quiere que lo ponga señor?—.

—Déjalo ahí Dobby—. Dijo Snape muy sonriente señalando la


superficie de su escritorio.

Cuando el elfo estuvo a punto de irse, Severus lo llamó:

—¡Dobby!—.
El elfo se detuvo y pensó que tal vez Snape lo regañaría por
cualquier cosa que no le pareciera, pero se equivocó.

—Toma—. Le dijo Snape extendiendo una bufanda negra hacia


él. —Te la regaló, sé que te gustan mucho—.

—¡Gracias señor!—. Exclamó Dobby dando saltos de alegría.

—Es muy bonita señor, ¡gracias!—.

El elfo se marchó y Severus se dispuso a revisar su paquete,


era su traje de novio, no tenía ni idea de cómo sería, ya que él ni lo
había comprado, era Sirius quien se lo regalaba y se lo enviaba.

Cuando la caja estuvo abierta.

Severus enarcó una ceja contrariado, no es que no le gustara


el traje, en verdad era muy elegante y distinguido, pero ese color…

Sacó el traje de su caja, el pantalón era negro, al igual que el


corbatín, pero el saco y la camisa eran blancos.

—Voy a parecer una pieza de dómino—. Pensó.

De pronto advirtió un pedazo de pergamino al fondo de la caja,


era una nota de Sirius que decía:

Querido Quejicus:

Sólo quería decirte que espero que te guste tu traje,


escogí muy cuidadosamente el color para que te veas diferente
a como siempre te ves, sé que tal vez no te agrade, pero solo
pruébatelo y verás que lucirás encantador, claro no lucirás
más encantador y atractivo que yo ese día por supuesto,
aunque trataré de no opacarte, lo prometo.

Tu amigo Canuto.

—¡Ese pulgoso!—. Musitó Snape negando con la cabeza.


Luego se probó el traje y comprobó mirándose en el espejo de
cuerpo entero que tenía en su habitación que era cierto lo que Sirius
decía, el traje lucía maravilloso.

Aunque en realidad poco le importaba lo que llevase puesto.

Lo más importante era que se iba a casar con la mujer que


había amado desde que la conoció.

Y que además ella le correspondía. Sin embargo, tomó la varita


y sin más cambió el color de la chaqueta tornándolo negro.

Capitulo 31. Una grata sorpresa antes de la ceremonia

El día tan esperado por fin llegó, aquella tarde, todo el mundo
estaba emocionado con el gran evento.

Albus Dumbledore insistió mucho en que la boda se realizara


en Hogwarts.

Así que decoraron de manera extraordinaria los jardines del


colegio…

Había una alfombra roja muy larga que al final tenía un arco
decorado con enredaderas y flores.

Estaba coronado por un par de simpáticos querubines que les


guiñaban un ojo a todos los presentes.

Y había múltiples banquetas decoradas con flores y mariposas


reales, para los invitados.

La fiesta, después de la ceremonia se llevaría a cabo en el gran


comedor.

Que estaba decorado de manera imperiosa, ya que Narcissa


Malfoy y Bellatrix Lestrange fueron las encargadas de supervisar
cada detalle.
Los gemelos Weasley estaban particularmente felices porque
hacía una semana tuvieron su ceremonia de graduación y al fin
lograron terminar sus estudios mágicos, ahora ya podían dedicarse
por completo a la compañía Sortilegios WeasMalf internacional.

Lily estaba en su habitación de las mazmorras, terminando de


arreglarse, sus amigas: Narcissa, Molly, Anastasia Granger.

(Que junto a su esposo había vuelto al castillo para la boda).

Alice y Nymphadora cuidaban cada detalle del atuendo.

Mientras la metamorfomaga le ajustaba el corsé.

(Sin demasiado esfuerzo, ya que su cintura ya era bastante


estrecha) Molly le arreglaba la amplia falda del vestido color marfil,
Narcissa le colocaba un collar de esmeraldas que era su regalo de
bodas y que hacía juego con sus ojos.

Una bruja estilista, se encargaba de arreglar su cabello con la


varita. Después de mostrarle numerosas fotos con opciones. Lily se
decidió por llevar el cabello suelto.

La bruja le había elaborado hermosos bucles que la hacían


parecer una muñeca de porcelana y le colocó una diadema con una
piedra de esmeralda que era regalo de Bellatrix.

Quien en ese momento se encontraba con Severus en su


habitación, ajustándole el corbatín mientras éste protestaba.

Allí también estaban Lucius, Sirius, Remus y Rodolphus.

—Ya deje de protestar que te vez muy guapo—. Dijo Bellatrix.

—Es que me aprieta, Bella—.

Respondió Severus llevándose las manos al cuello.

—Me estás ahorcando—.


—No amigo, aún no has comenzado a asfixiarte—.

—Ya verás después de la boda—. Bromeó Rodolphus. —Luego


que te casas es cuando tu esposa comienza a asfixiarte—.

—¡Rodolphus!—. Increpó Bellatrix con tono de reproche. —Yo


nunca me he vuelto asfixiante, en realidad, ninguna mujer lo hace—
.

—No es cierto amor—. Dijo su marido mientras le guiñaba un


ojo a sus amigos aprovechando que ella no lo veía.

—¿Y qué me dices de Skeeter?—.

—Sí que me perseguía en mi época de estudiante—.

Saltó Sirius. —¡Por cierto!, no la habrán invitado, ¿o sí?—.

Todos rieron menos Snape.

—Bueno, no la invitamos, pero sabes que al Profeta nunca se


le escapa nada—. Respondió Severus mirándose en el espejo.

—¡Ay Dios!—. Exclamó Canuto.

—Yo no sé cómo pueden casarse y perder su libertad—.

—¿Y quién habló de perder su libertad?—. Preguntó Remus.

—Yo no perdí la mía al casarme con Tonks, al contrario, ahora


me siento diferente, me siento vivo, me siento…—.

—¡Ay ya!, ¡basta de cursilerías!—. Respondió Sirius.

—Sea como sea, yo no me dejo atrapar por nadie—.

—¿Ah sí?—. Preguntó Lucius.

—¿Y qué me dices de Sinistra?—.

—Parece que la profesora de astronomía te tuvo viendo


estrellas durante el torneo—.
—Bueno yo… es decir, ella…—. Titubeó el animago.

—¿Estás loco por ella no es así?—.

Inquirió Bella mientras cepillaba el cabello de Severus.

—¡Auchhh!, ¡me estás haciendo daño Bellatrix!—.

Chilló Severus.

—¡Quédate quieto!, y tú respóndeme—.

Soltó la chica ahora dirigiéndose a su primo.

—Sí que son obstinadas las mujeres Black, ¡eh?—.

Respondió Sirius.

—Ni que lo digas—. Añadió Lucius.

—Pero, ¡vamos, responde!—.

—Está bien, no sé cómo pasó, debió darme Amortentia o algo


así—.

Se escuchó un alboroto colectivo dónde todos rieron.

—¿Quién lo diría?, el conquistador ha sido conquistado—. Dijo


Remus.

Bellatrix le recogió el cabello a Severus en una coleta que lo


hacía lucir bastante interesante.

—Me siento raro, Bella—. Dijo él mirándose al espejo.

—¡Por Merlín!—. Exclamó Bellatrix. —Si te ves genial, ahora se


te ve el rostro al fin—.

Luego la mujer le colocó el saco sobre la camisa.

—No sé por qué le cambiaste el color al saco, blanco se veía


mejor, pareces un murciélago—.
—¡Ya cállate pulgoso!, así está mejor—. Se defendió Snape. —Y
ya vayan a alistarse que falta poco para la ceremonia y todos deben
estar listos… ¡ah! Y gracias de nuevo—.

—De nada—.

Respondió Sirius encogiéndose de hombros mientras sonreía.

Todos salieron de la habitación y del despacho, pero afuera se


encontraron con William, Arthur, Xenophilus y Frank.

Que ya estaban listos, llevaban hermosos trajes, Arthur estaba


particularmente emocionado por el nuevo “artilugio muggle” que su
amigo William le acababa de mostrar.

—¡Mira esto Severus!—.

Le dijo desde la puerta abierta del despacho.

—Es un aparato muggle que sirve para capturar recuerdos—.

—Y luego los ves cómo hacemos nosotros en el pensadero—.

William rió ante la explicación de Arthur.

—En realidad es una cámara de video—.

Explicó el Muggle levantando el aparato.

Severus enarcó una ceja.

—¡Vaya!, recuerdo que cuando era pequeño—.

—Y vivía en el mundo Muggle llegué a verlas—.

—Pero en ese entonces eran aún más grandes—.

—Y rudimentarias—.

—Sí que son creativos estos Muggles—. Dijo Rodolphus.


En los jardines ya estaban los chicos reunidos esperando a
sus parejas con impaciencia.

Más de pronto se quedaron boquiabiertos cuando vieron a las


chicas salir por las puertas de roble del castillo.

Ginny, Hermione, Luna y Pansy, todas ataviadas con vestidos


de color dorado, llevando consigo sendos ramos de lirios, la flor que
Lily había escogido cuidadosamente como símbolo de vida y de las
nuevas oportunidades.

Ya que con un lirio mágico Severus había logrado librarse de


la muerte.

Cada una de ellas se fue ubicando al lado de sus caballeros


correspondientes mientras ellos se quedaban sin palabras.

Los gemelos Weasley pasaron junto a ellos llevando consigo a


Angelina y Parvati del brazo muy sonrientes.

—Ya dejen de babear tontos—. Dijo Fred.

—Cierren la boca—. Añadió George.

—¡Payasos!—. Dijo Ro con el rostro tan rojo como su cabello.

De pronto, Harry advirtió algo muy, pero muy extraño.

Tanto así, que se frotó los ojos repetidas veces para asegurarse
de que no estaba teniendo visiones.

—¿Te sucede algo Harry?—. Preguntó Ginny algo preocupada.

—Harry no me digas que otra vez te duele la cicatriz—.

—Porque…—. Hermione habló muy rápido por el nerviosismo.

—No, no, nada de eso—. Dijo Harry sin ocultar la sorpresa del
rostro. —Miren eso, díganme que no estoy alucinando, ¿en realidad
son ellos?—. Preguntó señalando hacia el frente.
—En realidad creo que si son ellos—.

Respondió Ron con la misma cara de sorpresa.

Allí frente a ellos.

Con caras que reflejaban una mezcla entre asombro y miedo,


mientras contemplaban el castillo, estaban los Dursley, Dumbledore
los guiaba mientras ellos avanzaban, estaban vestidos de gala. Harry
recordó que Lily les había enviado una tarjeta de invitación, pero en
realidad lo había hecho por puro protocolo, ya que no esperaba que
ellos asistieran y mucho menos si la ceremonia se llevaba a cabo en
Hogwarts.

Dumbledore miró hacia dónde estaba el cortejo nupcial y se


encontró con la pasmada mirada de Harry.

—¡Oh, ahí está Harry!—.

Exclamó el anciano mirándolo con fijeza mientras lo señalaba


con el índice.

Los Dursley miraban instintivamente hacia donde él indicaba


y vieron a Harry.

Para él fue una sorpresa cuando vio a su tía Petunia sonreírle


y extender los brazos hacia él, Ginny se soltó del brazo de Harry y lo
empujó suavemente indicándole que debía ir.

—¡Vamos, Harry!—. Susurró la pelirroja.

El chico se acercó con temor.

En medio de las curiosas miradas de sus amigos.

Y de Dumbledore, al llegar hasta dónde estaba su tía, el chico


notó que ella tenía lagrimas en los ojos y sin miramientos lo estrechó
con ternura, al principio fue una sensación bastante extraña para él
pero después se fue acostumbrando al contacto, era la primera vez
que abrazaba a tía Petunia.

Cuando se separaron, Harry no salió de su asombro debido a


que Duddley y tío Vernon lo saludaron con un amistoso apretón de
manos, Duddley tenía una débil sonrisa.

Y su tío compuso en el rostro algo parecido.

Lo que si era evidente.

Era que los tres parecían muy avergonzados.

Ya que les costaba mirar al chico a los ojos.

—¡Vamos adentro!—. Propuso Dumbledore.

—Al gran comedor, para que puedan hablar con calma—.

—Así que éste es tu colegio—. Dijo Duddley mientras entraban


por las puertas de roble de la entrada.

Mirando todo con expectación.

—Al principio solo vimos ruinas, pero luego, él—.

Señaló a Dumbledore. —Con un movimiento de su varita—.

—Reveló lo que en realidad era—.

—Así es—.

Respondió Harry, todavía contrariado por la presencia de los


Dursley y su repentino cambio de actitud.

—Este es el colegio de bichos raros al que he asistido desde los


once años—.

—Harry—.

Dijo Dumbledore colocándole una mano en el hombro.


Mientras atravesaban las puertas del gran comedor.

—Recuerda que no está de más—.

—Darle una segunda oportunidad a la gente—.

—Cuando se muestra arrepentida—.

Luego, el anciano consultó su reloj de bolsillo. —¡Ah!, y ahora


debo irme a mi despacho para alistarme—.

—La ceremonia no debe tardar y yo soy el padrino—. Dijo esto


último sintiendo como crecía de orgullo y posteriormente se marchó,
dejando a Harry en compañía de los Dursley.

El chico les mostró una de las múltiple mesas redondas que


adornaban el salón, él eligió una de las tantas que había esparcidas
por el lugar, dónde antes estaba la gran mesa de Gryffindor.

—Aquí suele estar la mesa de mi casa—. Dijo.

—¿Casa?—. Preguntó tío Vernon.

Harry asintió.

—Sí, es que así les llamamos a lo que nos identifica—.

—En el colegio hay cuatro casas, cada una con su sala común,
son: Ravenclaw, Hufflepuff, Slytherin, y la mía, Gryffindor—. Explicó
el chico mientras tomaban asiento.

—Comprendo—.

Dijo Petunia asintiendo con la cabeza, posteriormente hubo un


silencio que empezó a tornarse incómodo.

Hasta que al fin ella decidió hacer la pregunta que tenía en la


punta de los labios. —¿Dónde está Lily?—.

—En si habitación, con sus amigas—. Respondió Harry. —De


verdad yo no pensé que ustedes iban a ven…—.
—¡Harry!—. Lo interrumpió su tía.

—Sabemos perfectamente que te debes estar preguntando que


estamos haciendo aquí, ¿verdad?—.

El chico asintió.

—Bien—. Continuó ella. —Pues, en primer lugar, estamos aquí


porque Lily nos envió una tarjeta de invitación—.

—Y también porque, después que recibí la visita de ella hace


meses, estuvimos reflexionando muchísimo, sobre todo, con respecto
al trato que te dimos mientras vivías en nuestra casa—.

Hizo una pausa en la que intentó sin éxito reprimir un sollozo,


y luego continuó mientras su esposo le sujetaba una mano para
darle fuerza.

—Sé, y sabemos todos, que no existe justificación alguna para


nosotros, pero aún así quisiera decirte que jamás te odié, ni a ti, ni a
mi hermana—.

—A ella solo le tenía envidia por todas esas cosas grandiosas


que ella podía lograr y yo no, me sentía desplazada por mis padres,
pero yo nunca debí actuar así con ella ni contigo, luego cuando me
enteré de que ese… ser la había asesinado… bueno creí que… fue
terrible, me dolió mucho—.

La mujer ya no pudo seguir hablando, de modo que continuó


su marido.

—Y fui el peor de todos, Harry—.

Dijo tío Vernon con voz ronca, a Harry le dio la impresión de


que tenía un nudo en la garganta. —Te traté como a un perro, pero
es que… bueno no lo justifica pero… yo nunca me la he llevado bien
con la ma… ma… ma… gia—.
—Ya puedes pronunciar la palabra con “m” papá—. Añadió
Duddley y a Harry le causo gracia, pero se contuvo.

—Sí, bueno—. Continuó el hombre. —Jamás me la he llevado


bien con la magia, es que siempre me han inspirado… bueno no me
gusta, es que… es difícil aceptar algo que siempre que has creído
que no existe, los demás pensarían que estoy chiflado—.

Harry se permitió reír esta vez.

—La última vez, me llevé un susto de muerte cuando vi a tu


madre—. Siguió tío Vernon. —Ella estaba furiosa por la manera en
que te habíamos tratado—.

—Y bueno después yo fui muy grosero con ella y la agredí, yo


no debí tratarla así, ni a ella ni a ti, yo debía protegerte muchacho—.

—Y yo, Harry—. Saltó Duddley.

—También fui una mala persona, te traté mal y sin tomar en


cuenta que eras el hermano que nunca tuve, nos criamos juntos y…
yo… bueno, yo te… en realidad siempre te he…—.

—Yo también—. Respondió Harry con una simpática sonrisa,


sabiendo perfectamente a lo que se refería Duddley.

—Yo también los he querido, después de todo, ustedes fueron


mi única familia biológica durante todos estos años y me recibieron
en su casa aun cuando han podido dejarme en un orfanato—.

—Tú nos protegiste Harry—. Dijo Petunia.

—Ya sabemos que tú destruiste a… bueno, a ese ser—.

—Estuvieron pasando cosas muy extrañas en Londres, bueno


en realidad en todo el Reino Unido y supimos que tenía que ver con
él, hubo asesinatos, secuestros—.

—Puentes que se rompieron extrañamente—.


—En fin, todo muy similar a los tiempos en que creímos que
tu madre había muerto—.

—Y luego recibimos esa visita en nuestra casa—.

—Ese tal Kingsley, que dijo que pertenecía a… la Orden…—.

—La Orden del Fénix creo, y también dijo que venía de tu


parte, y que nos pondría a salvo—.

—Mamá también intervino—. Respondió el chico. —Pero yo no


quería que supie…—.

—Es que yo lo supuse Harry—. Intervino su tía. —Lo imaginé,


se lo pregunté repetidas veces y al final, él solo me lo confirmó—.

—Sé que es muy difícil que nos perdones y entendemos si no


lo haces, pero aun así queremos decirte que… lo sentimos—. Dijo tío
Vernon.

—No se preocupen—. Dijo Harry con una sonrisa.

—Yo he aprendido mucho en todo esto—.

—He aprendido a perdonar—.

—Y a dar una segunda oportunidad—. Luego se unieron en un


abrazo colectivo.

—¿Harry te importaría que yo fuera a ver a…?—. Preguntó tía


Petunia.

—Yo te llevo—. Dijo el chico. —Ustedes dos pueden ir tomando


asientos, hay unas criaturas que…—.

Harry hizo una pausa para explicar su aspecto, para que ellos
no se impresionaran.

—No se asusten, ellos son inofensivos—.


—Se llaman elfos domésticos y están ahí para servirnos, ellos
les mostrarán sus lugares—.

Luego el chico y su tía bajaron a las mazmorras, en el camino


se encontraron con Snape que venía saliendo de su despacho con un
aspecto tan galante y fino que Petunia no lo reconoció al instante, él
en cambio sí lo hizo y la fulminó con la mirada.

Harry tuvo que explicarle lo de la nueva actitud que habían


tomado los Dursley, el hombre no dijo nada, se quedó pensativo,
luego se encogió de hombros y se encaminó hacia afuera.

—¡Profesor Snape!—. Lo llamó Harry. —Será mejor que espere


por ahí, porque mi madre necesita hablar algunas cosas con su
hermana—.

—Ya he esperado toda la vida Harry—.

Dijo el hombre con una sonrisa.

—¿Qué más da esperar un poco más?—. El hombre subió las


escaleras de las mazmorras.

Y se encaminó hacia el exterior del castillo.

Harry en cambio se dispuso a tocar la puerta de la habitación


que compartía con su madre.

Pero cuando iba a hacerlo, esta se abrió y todas las amigas de


Lily salieron del lugar.

—¡Qué guapo te ves muchacho!—. Exclamó Alice.

—¡Buenas tardes!—. Saludó a Petunia.

—Ella es mi tía Petunia—.

La presentó Harry, a ella y al resto de las mujeres.

—Es la única hermana de mi mamá—.


—Es un placer—. Dijeron todas al unísono.

Pero con los rostros llenos de contrariedad.

—El placer es mío—. Respondió Petunia.

—Bueno ¡eh!... será mejor que los esperamos allá afuera—.

Dijo Molly.

Harry abrió la puerta de la habitación, pero le pidió a su tía


que permaneciera afuera para darle una sorpresa a su madre, el
muchacho dejó la puerta entreabierta mientras se adentraba.

Admiró a su madre que en ese momento estaba mirando su


imagen en un espejo de cuerpo entero.

Se veía tan hermosa que parecía una veela.

—Te ves preciosa mami—.

Dijo el chico mirándola de arriba abajo.

—¡Harry!—. Exclamó ella volviéndose.

—Tú también te ves precioso mi cielo, ven con mamá—. Dijo


extendiéndole los brazos.

Ambos se estrecharon mutuamente y a ella se le escaparon


algunas lágrimas de los ojos que él secó con el dorso de su mano.

—Te amo hijo, y siempre te voy a amar, eso no lo pongas en


duda—. Le dijo ella.

—Yo lo sé mami—. Respondió él.

—Sé que no le darás todo tu amor a él—.

—Que también me prestarás atención a mí—. Bromeó el chico


mientras reía.

—Son amores totalmente distintos—.


—Nunca descuidaría a mi bebé—. Respondió ella arreglándole
el corbatín en el cuello y luego un pequeño lirio que tenía en el ojal
de su chaqueta.

—Mami, tienes una visita—. Soltó el muchacho.

—¿Ah sí?, ¿de quién se trata?—. Inquirió ella con curiosidad.

—Pasa tía Petunia—. Pidió Harry.

Y ante el asombro de Lily, Petunia entró en la habitación con


pasos vacilantes.

—Yo esperaré afuera—. Dijo el chico, y se marchó cerrando la


puerta tras de sí.

—Te ves muy linda, Lily—. Dijo la mujer.

—¡Dios mío, viniste!—. Exclamó Lily.

—No me perdería la boda de mi única hermana… bueno, otra


vez—. Dijo Petunia con pesar mientras miraba al suelo.

Lily se acercó a ella y le levantó la barbilla con delicadeza.

—Lily yo…—. La mujer intentó hablar, pero el llanto no se lo


permitió.

—No hace falta que me digas nada más—. Dijo Lily.

—Tú presencia aquí me lo dice todo—.

—Estoy muy feliz de que hayas venido—.

—Estoy muy arrepentida—. Dijo Petunia con la nariz y los ojos


enrojecidos al tiempo que sollozaba. —Todos estamos Lily… hemos
sido tan malos… perdónanos… por favor… Harry ya lo hizo—.

—Si Harry ya lo hizo no veo por qué yo no lo haría—.

Respondió Lily abrazando a su hermana con ternura.


—Además yo ya los perdoné desde aquel día en que descargué
mi furia con ustedes, discúlpame, pero me sentí aliviada después
que lo hice y después pude perdonarlos—.

—Bueno, ya basta de llanto—. Dijo Petunia.

—Te deseo la mayor de las felicidades—.

—Te quiero mucho, hermana—.

—Si te vieran nuestros padres estarían orgullosos—.

Luego sacó otro pañuelo y sacó las lágrimas de su hermana.

—¡Oh!, se corrió un poco el maquillaje—. Dijo Petunia.

—¿Cómo lo arreglo?—.

—No te preocupes—. Dijo Lily riendo simpáticamente mientras


sacaba su varita y la pasaba sobre su rostro.

El maquillaje quedó y su rostro limpio de lágrimas, Petunia


abrió sus ojos en señal de sorpresa, pero luego rió.

—¡Vaya!, eso sí que es sorprendente—.

—No logro acostumbrarme—.

—Lo harás, no te preocupes—. Respondió su hermana.

Haciendo el mismo encantamiento sobre el rostro de Petunia.

—Ya deberíamos salir Lily, todos te deben estar esperando—.

Las dos mujeres salieron de la habitación, Harry las esperaba


afuera, estaba discutiendo con Pevees.

—Harry Pipipote, eres un tonto—.

Canturreaba el polstergaist mientras le arrojaba tizas.

—¡Cállate idiota!—. Gritó el muchacho.


Petunia también gritó.

Pero de horror mientras Lily se desternillaba de risa, el duende


solo se acercó a la aterrorizada mujer.

Y le dedicó una fuerte pedorreta con la boca.

—¿Qué… qué rayos era eso?—.

Preguntó al tiempo que temblaba de forma incontrolada.

—Es un polstergaist—. Respondió Harry.

Lily no podía hablar por la risa.

—¿Cómo en las películas?—. Inquirió nuevamente su tía.

—Sí, así es—. Respondió Lily al fin.

—¡Ay, qué miedo!—. Exclamó Petunia.

—Él solo es un idiota—. Respondió Harry.

—Bueno, yo me voy adelantando para avisarles a todos que


ustedes ya están listos—.

Dijo Petunia y se alejó a pasos agigantados.

Al cabo de un rato, Petunia observó a Dumbledore.

Que conversaba con McGonagall en los jardines.

El primero vestía una elegante túnica añil.

Mientras su compañera vestía una de color esmeralda muy


elegante, Petunia se encaminó hacia el mago y le dijo que Lily ya
estaba lista.

El hombre se apresuró a tomar su lugar en el arco de flores


junto a Molly, que era la madrina.

Todos los invitados estaban en sus lugares.


Petunia divisó a su familia y tomó asiento junto a ellos.

Minerva, muy emocionada anunció la llegada de Lily.

—Allí viene la novia, se ve tan hermosa—.

Dijo la bruja con lágrimas en los ojos.

Severus que estaba conversando con Lucius.

Salió corriendo para esperarla en el lugar que le correspondía.

Las damas y los caballeros de honor del cortejo que estaban


conversando entre sí, se irguieron en sus lugares.

Ginny esperó adelante, ya que sería la dama guía y debería


estar delante de la novia.

Lily, muy sonriente, llegó al fin a la alfombra roja, en una de


las manos llevaba un hermoso ramo de lirios blancos y con la otra
sujetaba el brazo de su amadísimo hijo, quien sería el encargado de
entregársela a su futuro esposo, su querido Sev.

Capitulo 32. La boda

Severus estaba anonadado.

Tenía que hacer un enorme esfuerzo por contener las ganas


que tenía de salir corriendo para abrazar y besar a Lily, se veía tan
hermosa, no podía creerlo todavía.

Mientras sonaba la marcha nupcial que tocaba una orquesta y


los cientos de flashes de Quisquilloso, Corazón de Bruja y El Profeta
que iluminaban la escena, Severus pensaba que ese tal vez era un
hermoso sueño como los que había tenido numerosas veces.

¿Realmente se iba a casar con Lily o despertaría en cualquier


momento?, Dumbledore a su lado le dio una palmadita en el hombro
y le guiñó un ojo.
—Es cierto hijo—. Le dijo adivinando sus pensamientos. —Ella
será tu esposa dentro de poco—.

—Se ve tan linda—. Dijo la señora Weasley al lado del director.

Ginny caminaba orgullosa al ritmo de la orquesta.

Detrás de ella Ron, Hermione, Pansy, Draco, Luna y Neville


caminaban tomados del brazo. Los chicos hacían un esfuerzo por no
parecer nerviosos.

Mientras…

Los gemelos desde sus asientos no dejaban de burlarse, las


chicas por su parte se afirmaban al brazo de sus parejas imaginando
el día de sus propias bodas.

—¡Saluda a la cámara mi brujita!—. Dijo el señor Granger.

Sosteniendo su cámara filmadora.

Cuando Hermione y Ron pasaron por su lado.

—Es un pensadero muggle—.

Trató de explicarle Arthur a Percy y a Penélope Clearwater que


estaban sentados a su lado, luego se dirigió a Bill y Fleur. —¿No es
ingenioso?—.

Detrás del cortejo, muy sonrientes iban Harry y Lily.

Saludaban a los invitados haciendo ligeras reverencias con la


cabeza, al tiempo que se acercaban al arco de flores al final de la
alfombra roja.

—Siempre tuve la razón—.

Dijo la altiva voz de Rita Skeeter desde su asiento mientras su


pluma a vuela pluma se encargaba de apuntar todo y cuanto decía
la bruja.
—Esos dos se cansaron de desmentir mi historia y al final de
cuentas hoy se están casando—.

—¿Qué rayos hace usted aquí?—.

Inquirió Alastor Moody asesinándola con la mirada.

—¿No recuerda que no tiene permitida la entrada al colegio?—.

—Fui enviada por El Profeta—. Se defendió ella levantando la


nariz.

—¡Ya déjala Alastor!—. Dijo Nymphadora sosteniendo la mano


de Remus.

—Deja que la pobrecita disfrute de la ceremonia y que invente


una historia más, así podremos ver lo que dicen al día siguiente en
El Quisquilloso—.

—Sí, más le vale que no nos de motivos para escribir sobre


usted—. Dijo Xenophilus.

—Ya me muero de ganas por escribir sobre otro escándalo—.

—¡Atrevidos!—.

Exclamó la ofendida periodista alzando la nariz, giró la cabeza


y allí junto a Moody estaba Sirius sosteniendo la mano de Sinistra.

—No me mire tanto señorita Skeeter—.

Dijo el animago con sorna.

—Ahora menos que nunca le permitiré que me acose, pues ya


he encontrado a mi media naranja—.

Sinistra lo miró con una sonrisa.

Y recostó la cabeza en su hombro, entretanto Skeeter volvió a


fijar la mirada hacia el frente para ver el cortejo que ya llegaba al
fondo y se ubicaba a cada lado.
Harry y Lily llegaron frente a Snape.

El chico sosteniendo la mano de su madre miró al profesor a


los ojos.

—Profesor Snape—. Comenzó.

—Ella es un tesoro muy preciado para mí—.

—Es mi madre, mi amiga y mi todo—.

Molly y Hermione sollozaban desde sus lugares.

Hagrid y McGonagall también lloraban de alegría al igual que


Petunia, que tenía los ojos húmedos.

—Se la entrego porque estoy completamente seguro—.

—De que usted sabrá valorarla, amarla y respetarla—.

—Pero sobre todo porque usted la ha amado desde siempre—.

—Gracias por la confianza—.

Respondió Severus ahora sujetando la suave mano de Lily. —


Yo la recibo con orgullo y amor, prometiéndote que la haré la mujer
más feliz del mundo—.

Lily tomó del brazo a Severus, le dedicó una sonrisa y le


susurró al oído:

—Ya me haces feliz—. Luego giró su cabeza y miró a Harry.

—Te amo hijo—. Le dijo dedicándole una sonrisa.

—Y yo a ti, mami—.

Respondió el muchacho ahora tomando del brazo a Ginny.

El sol completamente teñido de rojo, comenzaba a esconderse


por detrás de una colina en el lejano horizonte, justo detrás del arco
de enredaderas y flores dónde estaban ubicados los novios, lo que le
daba un aire aún más romántico a la ocasión.

Un sacerdote mago, bajito y de cabello ralo.

Que estaba ubicado detrás de la pareja, se aclaró la garganta y


habló por primera vez.

—Buenas tardes a todos—. Dijo con voz grave.

—Estamos aquí reunidos para celebrar el matrimonio de esta


enamorada pareja—. El mago los miró a ambos.

—¿Están aquí por su propia voluntad?—.

—Por supuesto—. Respondió Lily.

—Absolutamente—. Contestó Snape.

—Siendo así—. Continuó el mago. —Pasaremos a los votos—.

Concentró su mirada en Lily.

—Lily Evans, ¿aceptas a este hombre, Severus Prince Snape


para amarlo, cuidarlo y respetarlo en la riqueza y en la pobresza, así
como también en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte
los separe?—.

—Sí, lo acepto—. Respondió ella mirándolo con una sonrisa,


mientras la suave brisa de verano hacia bailar sus bucles rojos como
el rubí.

—¿Y tú?, Severus Snape Prince, ¿aceptas a esta mujer—.

—Lily Evans, para amarla, cuidarla y respetarla, en la salud y


en la enfermedad hasta que la muerte los separe?—.

—Sí, la acepto con toda mi alma hasta más allá de la muerte—


. Respondió Severus sin dejar de mirarla, estaba embobado con su
imagen.
—Entonces los declaro unidos de por vida—. Dijo el mago.

Luego levantó su varita, apuntó a la pareja con ella, recitó un


hechizo.

Provocando que de la punta de esta emergiera una luz dorada.

Que en forma de hilo se fue enroscando alrededor de los recién


casados, envolviéndolos completamente.

Dejándolos uno frente al otro tan cerca, que cada uno percibía
la suave respiración del otro y los agitados latidos de sus corazones.

—¡Señoras y señores!—. Volvió a exclamar el mago.

—Les presento al señor y la señora Snape—. Luego la cuerda


de luz dorada desapareció dejándolos libres físicamente, pero unidos
de por vida.

—Señor Snape—. Dijo el mago. —Puede besar a su esposa—.

Severus no se hizo esperar, tomó a Lily por la cintura y la besó


con ternura.

Entretanto un sonrojado Harry aplaudía con una sonrisa.

Todos los invitados se levantaron de sus asientos aplaudiendo


y vitoreando a la pareja de recién casados.

Los querubines ornamentales que estaban sobre el arco de


enredaderas y flores alzaron el ovulo mientras les arrojaban flores a
la pareja, a los miembros del cortejo, a los padrinos y a los invitados,
al tiempo que Fawkes.

El fénix de Dumbledore entonaba una bellísima melodía que


atontaba a todos los presentes.

—¡Dios santo, qué ceremonia tan hermosa!—.

Exclamó tía Petunia secándose las lágrimas.


—Realmente bella—. Secundó su marido.

—¡Que vivan los novios!—. Gritó Sirius.

Los gemelos se levantaron de sus asientos mientras silbaban.

—¿A dónde van?—. Les preguntó Angelina.

George le dio un beso en los labios.

—Vamos a ofrecerles nuestro regalo—. Respondió el chico.

—¿Y de qué se trata?—. Preguntó Parvati enarcando una ceja


mientras miraba con suspicacia a Fred. —No será una travesura, ¿o
sí?—.

—Por supuesto que no, cariño—.

Respondió éste, luego le ofreció su brazo. —Si quieres ven con


nosotros—.

—Sí, preciosa—.

Añadió George ofreciéndole su brazo a Angelina. —Vengan con


nosotros y verán de que se trata—.

Mientras los novios emprendían el camino de regreso por la


alfombra roja.

Seguidos de los miembros del cortejo así como también Molly


que iba del brazo de Dumbledore, los gemelos acompañados por sus
novias, encendieron una gran cantidad de fuegos artificiales de su
invención, los cuales al estallar dejaban ver en el cielo, que ya
empezaba a oscurecer, las palabras “Felicidades señores Snape” y
al desvanecerse, las chispas convertidas en múltiples granos de
arroz caían sobre la pareja y las demás personas.

—¡Qué bello Sev, mira!—.

Dijo Lily señalando el cielo con entusiasmo.


Y con los ojos entrecerrados.

Para que los granos no los lastimaran

En el firmamento, ahora se veía reflejada la palabra “¡Qué


vivan los novios!”.

Dobby iba al frente de ellos, arrojando flores en el suelo.

Mientras los guiaba al gran comedor.

Todos ingresaron en el salón para ubicarse en el centro de


este, formando un corro entorno a Lily y Severus.

Los cuales comenzaron a bailar al ritmo de un bellísimo vals


vienés que tocaba la orquesta que antes estaba en los jardines, ella
recostó la cabeza en el hombro de él mientras él la sujetaba de la
cintura.

—Sí, es un sueño no quiero despertar, Lily—. Le susurró al


oído en tono de súplica.

—No es un sueño, tontito—. Le respondió ella sonriéndole. —


¿Cuántas veces tengo que decírtelo?, mañana cuando despiertes, yo
estaré a tu lado—.

Cuando la música cesó y comenzó a sonar un nuevo vals,


Harry bailó con su madre.

Ginny con Snape y Molly con Dumbledore, posteriormente se


intercambiaron las parejas. Lily bailó con Dumbledore, Snape con la
señora Weasley y Ginny con Harry nuevamente.

Era una velada maravillosa, todos estaban muy emocionados


con la fiesta, los invitados tomaron asiento en sus respectivas mesas
redondas y los novios se ubicaron en una mesa que estaba situada
donde normalmente estaba la mesa de los profesores.
—Tengo que admitirlo, la magia sí que es maravillosa—. Dijo
tío Vernon junto a su esposa y su hijo.

Mientras contemplaban con admiración como sus copas se


llenaban solas cuando se había acabado su contenido. —No puedo
creer que lo haya dicho—.

Añadió luego antes de soltar una carcajada.

—¡Hey!, vengan a sentarse aquí—.

Les gritó Arthur Weasley desde su mesa.

—¡Arthur!—. Lo reprendió Molly. —Quizá no quieran venir—.

Pero ella se equivocaba, porque los Dursley se dirigieron hasta


su mesa, muy sonrientes.

—Nos encantaría sentarnos junto a ustedes, pero es que creo


que no cabemos—.

Dijo tía Petunia con pesar al ver que todas las sillas estaban
ocupadas por la numerosa familia Weasley.

—¡Ah!, eso no es problema—. Dijo Fred sacando su varita.

Los Dursley retrocedieron instintivamente, pero luego rieron al


ver que el chico sólo hizo aparecer tres sillas más y además agrandó
la mesa. —Hacía falta un poco de magia—.

—Saluden a la cámara—.

Dijo Hermione sosteniendo la cámara filmadora de sus padres


frente a los novios, Lily y Severus saludaron con entusiasmo.

—¡Por las barbas de Merlín!—.

Exclamó Bellatrix con fascinación al tiempo que contemplaba


la pantalla del aparato. —Ven a ver esto Cissy, aquí se puede ver a
Severus y a Lily—.
—Y también tú—.

Dijo Hermione girando la cámara hacia la mujer.

—¿De verdad?—.

Preguntó ella con exaltación poniéndose nuevamente detrás de


la chica para admirar la pantalla.

Hermione rió.

—No, no—.

—Debes ponerte enfrente si quiere aparecer en pantalla—. Dijo


Hermione con voz risueña.

—Pero no veré mi imagen—. Contestó la mujer con voz melosa.


—Así no tiene caso—.

—Claro que la verás—. Objetó Hermione. —Verás tu imagen


cuando conectemos la cámara a un televisor—.

—¿Tele qué?—. Preguntó Bellatrix extrañada.

—Luego lo verás—. Respondió Hermione. —Ahora sostenla un


momento, ¡señora Malfoy!, salude a la cámara—.

Narcissa agitó la mano con nerviosismo frente a la lente de la


cámara.

Mientras Bellatrix completamente maravillada veía la imagen


de su hermana en la lente.

Desde su lugar en la mesa, a cada momento.

Severus se llevaba las manos a la cabeza.

Como si algo le molestara

—¿Qué te pasa cariño?—. Le preguntó Lily.


—Es esto que me aprieta—. Se quejó Snape quitándose la liga
que Bellatrix le había colocado en el cabello. —¡Que alivio!—.

—Así te vez mejor—.

Contestó Lily alborotándole un poco el cabello. —Te da un aire


más rebelde—.

Luego Molly tomó un micrófono mágico y anunció que ya era


hora de arrojar el ramo y que todas las mujeres solteronas debían
congregarse en el medio de la pista.

—Aquí es donde comienzan a volverse locas, amigo—.

Le comentó Ron a Harry.

—Eso no es cierto, Ronald—. Respondió Hermione ceñuda.

—Créeme que de verdad te amo Hermione—.

—Pero si logras tomar el ramo—.

—No pensarás que nos casemos el próximo año, ¿o sí?—.

—Claro que no, Ron—. Respondió ella.

—Aún tenemos que volver a cursar el séptimo año—.

Lily se colocó delante de las jovencitas.

Y algunas profesoras solteronas, dándoles la espalda mientras


todas, en voz alta hacían una cuenta regresiva al unísono, Skeeter
no quiso participar.

—Tres, dos, uno…—.

Lily arrojó el ramo que pasó por encima de las cabezas de las
chicas y de las profesoras.

Ginny lo rozó y estuvo a punto de agarrarlo, le pasó muy cerca


a la profesora Vector, y Sinistra lo veía casi en sus manos pero
sorprendentemente este dejó a las chicas muy atrás desplazándose
por los aires hasta caer en el regazo de la profesora McGonagall.

Que tenía los brazos cruzados y en ese momento conversaba


con la señora Pomfrey.

—¡Lo tomó la profesora McGonagall!—. Dijo Trelawney. —Tal


como lo vaticiné esta mañana—.

Todo el mundo la aplaudió.

Entretanto ella componía en su rostro una sonrisa mezclada


con un gesto de confusión.

Ya que ni siquiera se había planteado meterse en el grupo de


jovencitas y mujeres solteras para hacerse con el preciado trofeo.

Después de un rato, las favoritas de las fiestas de Hogwarts y


del mundo mágico aparecieron en escena, nada más y nada menos
que “Las Brujas de Macbeth”, los invitados bailaron con su música
y se divirtieron un montó, luego Lily se acercó a Nymphadora, que
lucía particularmente bellísima con una túnica de maternidad de
color rosa chicle, que combinaba a la perfección con su cabello.

La pelirroja le pidió que cantara con el grupo la misma


canción que había entonado el día de la primera prueba del torneo,
aquella balada rock que impregnaba el aire mientras ella caía por la
ladera con Severus.

La metamorfomaga, muy gustosa se levantó de su asiento.

Y fue a hablar con la vocalista de la popular banda quién muy


contenta decidió acceder a la petición de la chica, Nymphadora tomó
el micrófono y habló:

—Buenas noches a todos, primero que nada, quiero desearles


muchas felicidades y bendiciones a los novios—.
—Y también quiero anunciarles a todos que como regalo de
bodas, mi amiga Lily quiere dedicarle esta canción a su esposo, ya
que significa mucho para ella—.

—Severus, espero que recuerdes esta melodía—.

—Bueno, yo también quiero dedicársela a mi esposo, te amor


Remus—.

—Y yo a ti, preciosa—.

Respondió Remus mirándola con embeleso.

El salón se llenó de vítores y aplausos.

Entretanto la banda comenzaba a tocar.

La melodiosa y extremadamente encantadora voz de Tonks


emergía de su garganta dejando a todo el mundo con una sensación
agradable.

Severus, efectivamente reconoció la canción al instante.

De modo que le dedicó una sonrisa a Lily.

—¡Te amo Sev!—.

Dijo ella después de besarlo efímeramente en los labios.

—Y yo a ti Lily—.

—Ven aquí—. Dijo ella halándolo del brazo para llevarlo a la


pista de baile. —Aquella vez, el día de la primera prueba del torneo,
no quisiste bailar, así que tendrás que hacerlo ahora—.

Los dos bailaron en medio de la pista mientras eran rodeados


de múltiples parejas entre las cuales destacaba una en particular,
que sorprendió a todos, se trataba de Dumbledore y McGonagall.

Que parecían muy acaramelados, como si de pronto hubiesen


olvidado que estaban rodeados de gente.
Lily cantaba aquella canción en el oído de su esposo con una
voz tan hermosa que a él le recordaba el canto de una veela y no
pudo evitar hacer un comentario al respecto.

—Lily pareces una veela—. Dijo mirándola a los ojos.

Esos hermosos ojos verdes que hacían juego con su collar y su


diadema. —Y también cantas como una, ¿no será que acaso había
alguna en tu familia?—.

—Claro que no—. Respondió ella riendo. —Ya sabes que toda
mi familia es muggle—.

Cuando la chica dejó de cantar, todo el mundo le aplaudió con


entusiasmo.

—¡Que hermosa voz tienes Nymphadora!—. La felicitó Snape.

—Gracias por el cumplido Severus—.

—Pero acabas de arruinarlo al llamarme de esa forma—.

Respondió la chica con los brazos cruzados a la altura del


pecho, fingiendo estar molesta.

Él le sonrió, Remus se acercó a su esposa y la besó en los


labios.

Cuando se disponían a sentarse.

Bellatrix tomó el micrófono esta vez, pero no era para cantar,


carraspeó su garganta y se dispuso a hablar:

—Ha llegado uno de los momentos más importantes—.

Anunció la bruja.

Luego con la ayuda de su varita, hizo aparecer una silla en


medio del salón.

—Acérquense ustedes dos—. Les pidió a los novios—.


Los dos obedecieron.

Aunque Severus estaba un tanto nervioso por lo que pudiera


habérsele ocurrido a la loca de Bella.

—Ha llegado el momento en que el novio debe quitarle el


liguero de la pierna a la novia—. Anunció con una sonrisa maliciosa.

Lily enseguida rompió a reír al contemplar la expresión de


terror en el rostro de Severus.

—El novio debe arrojársela a los caballeros solteros—.

Continuó Bellatrix.

—¿Hacer Qué?, ¿te has vuelto loca?—. Preguntó el pocionista.

—Cariño, ¿nunca has ido a una boda?—.

Preguntó Lily entre risas.

Sabía que esa sería la reacción de Severus en cuanto Bellatrix


le hubo revelado a ella cuáles eran sus planes para la organización
de la boda.

—Sólo a la de Lucius y Narcissa, allí jamás se hizo tal locura—


. Respondió él con gesto adusto.

—Porque mi hermana es una aburrida, la boda de Rodolphus


y mía fue diferente, nuestros padres se escandalizaron un poco, pero
es porque eran retrógrados como tú, estas cosas se hacen desde un
tiempo para acá, no solo la novia arroja el ramo—.

—Espero ganarla yo—. Dijo Dumbledore mientras reía.

—¡Viejo sinvergüenza!—.

Exclamó Severus sin quitar la expresión hosca de su rostro.

—¿Qué esperan?, ¡vengan aquí!—.


Dijo Bella que llamaba a todos los chicos.

Y a los hombres solteros.

—¡Vamos Duddley!—. Le pidió Harry.

Y los dos se encaminaron al centro del salón para reunirse con


los demás.

—No puedo creer que Lily vaya a permitir eso—.

Dijo tía Petunia un poco escandalizada.

Tío Vernon en cambio estaba risueño.

—Eso se acostumbra en todas las bodas—. Dijo el hombre. —


Recuerdo que también lo hicimos en la nuestra—.

—Bueno… pero… fue una vergüenza—. Respondió ella con el


rostro colorado.

—Yo lo ganaré George—. Decía Fred.

Mientras intentaba ponerse en frente de su hermano gemelo.

—Tú lo ganarás papi—. Dijo una voz soñadora.

—Eso intentaré—.

Respondió Xenophilus usando el mismo tono que su hija.

—Si yo lo gano quiero una gran foto en El Profeta—. Le dijo el


rubio a su colega Skeeter.

—¡Vamos Draco, tú puedes!—. Lo alentó Lucius.

—Creo que yo tengo más ventajas que ustedes—. Dijo Hagrid


pavoneándose triunfante.

—Eso no es justo—. Dijo Charles Weasley. —Será mejor que te


ubiques detrás de nosotros por ser el más grande—.
—Sí, así es—. Confirmó Harry.

—Si te pones al frente es seguro que tú lo agarrarás—.

—Yo también tengo posibilidades, ya saben, soy buscador—.

Simplificó encogiéndose de hombros con una falsa expresión


de suficiencia.

—¡Están celosos porque son unos enanos!—.

Dijo el semi gigante ubicándose detrás de ellos.

—En ese caso el profesor Flitwick deberá ubicarse al frente—.


Dictaminó Bellatrix.

El profesor de encantamientos se rehusaba a participar, pero


Slughorn lo empujaba hacia dónde estaban todos.

—¡Anímate hombre!, qué tal si lo ganas tú y te casas—. Le dijo


muy animado.

Bellatrix sin dejar de reír volvió a lo suyo.

—¡Siéntate aquí Lily!—. Pidió Bellatrix.

Lily obedeció, no podía dejar de reírse al ver a Severus.

—Bella, por favor, ¿no podemos obviar esta parte?—. Preguntó


Snape con los dientes apretados para que nadie se diera cuenta de
sus protestas.

—Por supuesto que no—.

Espetó ella inflexible, se estaba divirtiendo de lo lindo al ver


como las mejillas de Snape adquirían un tono rosa.

—¡Vamos Snape anímate!—. Gritó la melenuda vocalista de las


Brujas de Macbeth.

—Todos estamos esperando—.


Añadió Dumbledore con las manos extendidas en el aire.

—¡Albus!—. Lo reprendió McGonagall.

—Ya estás muy viejo para meterte en esos jueguitos—.

—No seas aguafiestas Minerva—. Contestó el anciano.

—¡Vamos Quejicus!, no tenemos toda la noche—. Gritó Sirius.

Severus miró a Harry como esperando que él desaprobara el


hecho y lo salvara, pero el chico estaba sonriente con las manos
extendidas como los demás.

—¿Qué espera?—. Preguntó Bellatrix. —¡Quíteselo!—.

—¡Vamos Severus!—. Lo animaba Rodolphus.

Quién se había ubicado junto a su esposa.

—Pero tiene que ser con los dientes—.

—¡Rodolphus!—. Lo reprendió Severus.

—¡Oh vamos Sev!—. Dijo Lily tratando de no reírse.

—Metete debajo de mi falda y quítame el bendito liguero—.

—¿Qué dices?—. Preguntó Severus con el rostro coloradísimo.

—Es lógico que debajo de mi falda, yo llevo unos pantalones


cortos de encaje, así que no te de vergüenza—.

Susurró la pelirroja en su oreja.

Snape todavía con el rostro colorado, se arrodillo y levantó la


falda de ella.

Aquella situación le incomodaba.

Ya que se sentía un tanto expuesto, ansiaba estar a solas con


Lily.
Porque levantarle la falda a su esposa frente a todos los
invitados no le hacía ninguna gracia.

El hombre se dio cuenta que alrededor de su pierna derecha


estaba la cinta elástica adornada con encaje blanco que él estaba
buscando.

Con sumo cuidado la tomó con las dos manos.

Y la fue deslizando por la pierna de su esposa mientras sentía


una especie de corriente eléctrica recorrerlo por toda su espina
dorsal.

Finalmente sacó su cabeza de entre el armador, el tul, la seda


y el encaje, terminando de deslizar el liguero por el pie de ella.

Inmediatamente después se escuchó un alboroto colectivo.

—¡Arrójelo!—. Gritó Ron impaciente.

—Sí, por aquí—. Lo secundó George empujando a Fred.

—Primero debes darles la espalda—.

Indicó Bella mientras lo ubicaba en el lugar correcto. —Ahora


sí, vamos todos: tres dos, uno—. Todo el mundo se unió a la cuenta
regresiva. —¡Arrójalo!—.

Snape arrojó el liguero.

Que al igual que el ramo de lirios de Lily fue deslizándose por


el aire. Xenophilus casi lo atrapa.

Fred empujó a George para intentar alcanzarlo pero no lo logró


porque el preciado objeto fue a parar directamente a la mano de
Sirius Black, quién lo ciñó con fuerza y lo enarboló triunfante por
encima de su cabeza.

—¡Lo gané yo!—. Dijo emocionado.


Al tiempo que todos aplaudían. —Ahora tendré que ponérselo
a la profesora McGonagall que es la que ganó el ramo—.

—¡Sirius!—. Lo regañó la profesora con el ceño fruncido y las


mejillas coloradas mientras todos reían divertidos. —¡Que muchacho
tan atrevido!—.

La velada continuó transcurriendo muy divertida, hasta que


dejaron que Pevees bailara sobre la mesa de los novios después que
estos cortaran el pastel, los Granger les explicaron a los Dursley la
presencia de los cuatro fantasmas pertenecientes a las casas del
colegio para que estos no se impresionaran, algunos bailaban, otros,
como Ron, se dedicaban a engullir con avidez su trozo de pastel, el
resto conversaba.

—¿Quieres más pastel querido?—.

Le preguntó la profesora Vector a Xenophilus Lovegood.

Mientras le dirigía una cuchara a su boca.

—¡Qué linda pareja hacen!, ¿no es así?—. Le comentó Luna a


Neville. —Estoy muy feliz por papá—.

—Y yo también estoy muy feliz de ver a los míos sanos—.

—Y contentos—. Dijo Neville contemplando a sus padres que


bailaban. —Así como también estoy feliz de tenerte conmigo—.

Al otro lado del salón…

El vientre pronunciado de Tonks era la atracción.

—¡Que grande está tu vientre!—.

Comentó Narcissa acariciándole el protuberante abdomen a su


sobrina.

Cuando todos pensaban que ya no había más sorpresa.


Dumbledore tomó el micrófono mágico y después de decir un
emotivo discurso sobre el gran amor que se tenían los novios y como
habían logrado vencer los prejuicios.

La crueldad de Voldemort y hasta la muerte misma.

Se dispuso a hacer un anuncio que dejó a todos con la boca


abierta.

—El amor vence cualquier barrera, no conoce diferencias y no


se marchita con el tiempo—.

—Como bien lo saben los novios aquí presentes—.

Dijo el anciano. —Nadie está exento de sentirlo—.

—Todos podemos caer en sus garras, si no me creen miren a


nuestro querido Sirius—.

Todo el mundo se giró a ver al animago, que en ese momento


besaba tiernamente a Sinistra y ambos se separaron ruborizados al
notarse descubiertos.

—Todos podemos sentir amor sin importar lo joven o viejo que


seamos—.

—Es por eso que quiero anunciar públicamente, aprovechando


que el hidromiel me ha dado ánimos, que yo estoy perdidamente
enamorado de Minerva McGonagall—. La mujer abrió los ojos como
platos al escuchar aquella confesión.

Mientras todo el mundo la contemplaba con el mismo asombro


que ella miraba a Dumbledore.

—A algunos tal vez le sorprenda mi confesión—. Continuó el


mago. —A otros quizá, no—.
Dijo esta vez guiñándole un ojo a Severus. —Pero es la verdad
Minerva, este viejo loco siempre te ha amado y como estoy seguro de
que me correspondes me arriesgaré a pedirte esto—.

Hurgó en el interior de su túnica extrayendo una cajita de


color celeste, la cual al abrirla reveló un anillo precioso.

—¿Te quieres casar conmigo?—.

La bruja se acercó al mago con pasos vacilantes.

Y los ojos húmedos, las chicas lloraban de emoción.

—¡Vamos!, ¡respóndale!—. Gritó Hagrid emocionado.

Todos comenzaron a animarla.

Mientras ella tomaba el micrófono con voz temblorosa.

—Yo…—. Ella comenzó a hablar. —Yo… acepto Albus, creí que


nunca me lo ibas a pedir—.

Todos los invitados estallaron en aplausos.

Dumbledore le colocó el anillo en el dedo a su ahora prometida


y después le dio un efímero e inocente beso en los labios que la hizo
sonrojarse en extremo.

—¡Que lindos!—.

Exclamó Hermione secándose un par de lágrimas.

—¡Puaaajj!—. Exclamaron los gemelos, Harry y Ron esbozando


una mueca de asco.

—De todos modos eso se veía venir—. Dijo Fred.

La fiesta ya estaba llegando a su fin.


Por lo tanto, Severus y Lily decidieron escaparse un rato del
ruido y de la compañía de los invitados para darse furtivos besos en
una de las banquetas de los jardines.

—Te amo tanto mi Sev, estoy tan feliz de tenerte conmigo—.

—¿Quién lo diría?, tú y yo casados… nunca imaginé que mi


vida cambiaría tanto, amé profundamente a James y le agradezco lo
feliz que me hizo mientras estuvo conmigo—.

—Aprecié su cambio drástico, dejó de actuar como un idiota, y


fue por esa razón que me enamoré de él, incluso me confesó después
de casados que lamentaba haberte molestado tanto—.

—No te puedo negar que lo extraño, pero ahora…—.

—En el presente, te amo a ti Severus—.

—No sabes cuánto admiro, y aprecio tu capacidad de amarme


después de todos estos años creyéndome muerta—.

—Siempre—. Contestó Severus contemplándola absorto.

—Hace un año, aún creía que estabas muerta—.

—Y mi vida no tenía sentido, pero ahora es diferente, te amo


más que a mi vida—.

La pareja continuó besándose.

Sin advertir que alguien más presenciaba sus demostraciones


de cariño, hasta que una tos fingida los hizo separarse.

—¡Harry cariño!—. Dijo Lily sonrojándose.

—Harry disculpa yo…—. Intentó excusarse Severus.

—No tiene por qué disculparse señor—. Añadió Harry. —Ella


es su esposa y yo estoy muy feliz por eso—.
—Y tú ya no tienes por qué llamarme señor o profesor—. Dijo
Severus.

—Al menos mientras no estemos en clases puedes llamarme


por mi nombre—.

—Eso será extraño, pero lo intentaré—. Respondió el chico.

Luego le extendió los brazos a ambos. —Vengan aquí los dos—


.

Y así los tres se abrazaron como la familia que eran y que


continuarían siendo de allí en adelante.

Capitulo 33. El pequeño merodeador

Pasó un mes, las vacaciones de verano habían sido las mejores


para todo el mundo.

Severus y Lily decidieron que vivirían en la Hilandera mientras


no estuviesen en Hogwarts, la casa de Godric’s Hollow prefirieron
dejarla como estaba, ya que era considerada un monumento a lo
que había pasado aquella noche de Halloween, era la prueba de la
primera victoria sobre lord Voldemort.

Los recién casados decidieron visitar aquella casa antes de


viajar quince días a Francia por su luna de miel. Todo estaba tal
cual había quedado aquella noche, excepto por una inscripción que
decía:

“En este lugar, la noche del 31 de octubre de 1981, James


Potter perdió la vida. Durante años, se creyó que su esposa Lily había
muerto con él y que su hijo Harry”.

“Era el único sobreviviente a la maldición asesina. Sin embargo,


años más tarde, se encontró a la madre de Harry en el hospital de
San Mungo, ella y su hijo ahora comparten el título de sobrevivientes
a la maldición asesina. Esta casa, invisible para Muggles, permanece
en ruinas como monumento a los Potter y como recordatorio de la
violencia que destrozó a una familia”.

Lily no pudo evitar llorar al ver la casa y la inscripción, le trajo


muchos recuerdos de un pasado que ahora parecía más lejano que
nunca, un pasado donde estaba casada con James, y Harry era un
bebé. A duras penas lo escuchó decir “mamá” y “papá” poco antes de
cumplir el año de edad, pero nada más, no vivió con él la experiencia
de cuando se le cayó su primer diente y mucho menos lo ayudó a
esconderlo para que el hada de los dientes viniera por él, tampoco
vio llegar su carta de Hogwarts.

Pero al menos, aunque se perdió todos sus años de infancia,


podía pasar junto a él lo que les quedara de vida para recuperar el
tiempo perdido.

A Severus, aquella casa también le traía recuerdos.

Pero ninguno de ellos era agradable.

Allí era donde su Lily había formado una familia con James
Potter, y había sido allí donde la encontró aquel fatídico 31 de
octubre, cuando la creyó muerta, a partir de allí su vida había sido
miserable, triste y vacía, pero todo había cambiado.

El buen Dios había hecho gala de toda su misericordia y lo


había bendecido, era feliz.

De eso no había duda alguna, estaba casado con la mujer que


había amado toda la vida.

Mientras los recién casados Snape estuvieron en Francia.

Harry volvió a casa de sus tíos, los Dursley, en el número 4 de


Private Drive; el lugar que había sido su hogar durante toda su vida,
el lugar que antes representaba un infierno para él, pero ahora se
había convertido en un paraíso.
Lo que más le había llamado la atención cuando llegó allí.

Después de la boda de su madre, era que su tía Petunia había


colocado su foto entre los retratos familiares enmarcados en la sala,
ahora lo trataban con carió, con respeto, Duddley había dejado sus
malas amistades y había formado otras nuevas.

Para nada perjudiciales.

Las cuales les había presentado a Harry.

A mediados de agosto, Harry y todos sus amigos del colegio se


habían trasladado a la mansión de los Malfoy.

Ya que habían recibido una lechuza con la carta de Draco


invitándolos. Aquella tarde, todos estaban fascinados, porque ya
Lucius había mandado a instalar en la mansión todo el cableado que
necesitarían para abastecerse de energía eléctrica, había contratado
a los mismos técnicos que los instalaron en Hogwarts.

Para estrenar, los Granger les habían regalado a los Malfoy un


televisor que recibía la señal de los canales de Inglaterra y varios de
otros países, pues les instalaron una antena parabólica.

William también les regaló un reproductor de VHS en el cual


podrían ver el video de la boda de los Snape.

—¡Qué emoción!, al fin veremos cómo funciona el pensadero


Muggle—. Opinó Arthur Weasley con emoción.

—No es un pensadero Muggle—. Aclaró Anastasia Granger. —


Es un televisor, luego señaló el otro aparato que estaba más abajo.
—Y este de aquí es un reproductor de VHS—.

—¡Vaya!—.

—Sí que nos hace mucha falta unas clases con ustedes—.

Comentó Narcissa divertida.


Mirando con curiosidad los aparatos.

—Será la primera vez que vea algo así—.

Dijo la profesora Vector junto a Xenophilus Lovegood.

—Una vez yo vi un televisor—.

Comentó Xenophilus con la mirada perdida.

—En la vidriera de una tienda—.

—Era de verdad un aparato fascinante—.

—Y ¿cómo les fue en su luna de miel?—.

Preguntó Molly a Snape.

—Maravillosamente—. Respondió Lily. —¿verdad querido?—.

—Así es—. Confirmó Severus.

—Visitamos muchos lugares como: Los Campos Elíseos—.

—La torre Eiffel, Versalles, el museo de Louvre y por supuesto


cruzamos la barra del arco del triunfo para ir a la zona mágica—.

—¿Fueron a sortilegios WeasMalf de allá?—.

Preguntó Fred con expectación.

—Sí—. Respondió Lily. —Déjenme decirles que los felicito, es


maravilloso y sus productos se venden como pan caliente—.

—Sí, eso es lo mejor—. Respondió George.

—Cada mes recibimos un informe detallado—.

—Y nuestras ganancias se han incrementado—.

—Fue un muy buen negocio haber fundado esas franquicias—


. Añadió Lucius.
—¿Sabías que mis gemelitos nos compraron una casa nueva
Lily?—. Preguntó Molly con un rostro de felicidad.

—Sí, lo mencionaste en la carta que me enviaste—. Respondió


ella. —Fue un lindo gesto de su parte—.

—¡Oh vamos Lily!, harás que nos sonrojemos—. Soltó Fred.

Todos acomodaron en sillones, poltronas y sofás.

Cuando se empezó a percibir el video, los que jamás habían


visto algo parecido, lanzaron un grito de asombro.

—¡Wow!, mira Molly—.

—Soy yo—. Comentó el señor Weasley señalándose a sí mismo


en la pantalla. —Y allí estás tú Severus—.

—¡Ah!, eso fue cuando estaba terminando de arreglarme en el


despacho y llegaron ustedes—. Respondió Snape.

—Se aprecia cada detalle, cada color—.

Dijo la profesora Sinistra admirada.

—Sí, cariño—. Respondió Sirius. —Es maravilloso—.

—¡Miren!, allí está esa fracasada de Skeeter—.

Dijo Bellatrix contemplando la escena de la ceremonia, donde


se veía a la bruja dictándole algo a su pluma a vuela pluma.

—Por cierto, ¿alguno de ustedes leyó El Profeta que salió el día


siguiente de la boda?—. Preguntó Tonks.

—Por supuesto—. Respondió Alice Longbottom.

—Decía exactamente todo lo que vimos en la fiesta, esta vez no


le alteró nada—.

—No le convenía—. Respondió Xenophilus.


Al rato…

Sirius y los demás, a excepción de Severus, no pudieron parar


de reír.

—Esta… es… la mejor parte—.

Dijo el animago señalando la pantalla del televisor.

El momento en que Severus metió su cabeza debajo de la falda


de Lily para buscar el liguero. —Que… Quejicus estaba rojo como un
tomate—.

—¡Que chistoso!—.

Exclamó Severus serio con una ceja alzada.

Pero más tarde comenzó a reír también cuando en la pantalla


se vio a Sirius haciendo aquel comentario sobre colocarle el liguero a
McGonagall.

—Yo de veras pensé que Hagrid se quedaría con el ramo—.

Soltó Ron.

—Y yo pensé que tal vez Ginny se quedaría con el ramo—. Dijo


Luna. —Es que casi se lo vi en la mano—.

—Estuve a punto—. Añadió la chica. —Pero sólo lo rocé—.

—¿Y qué me dices de esta parte?—. Preguntó Hermione. —Fue


la más linda y sorprendente de todas—.

En la pantalla se veía a Dumbledore con una cajita en la


mano mientras le confesaba su amor a Minerva McGonagall.

—Fue muy especial ese momento—. Comentó Molly.

—Por cierto, ¿sabían que se casarán para navidad?—. Inquirió


Lily.
—¿En serio?—. Preguntaron todos al unísono.

—Sí, la profesora McGonagall me lo dijo en una carta—.

Respondió Lily.

—Y quiere que Bella, Narcissa, Alice, Anastasia, Tonks, Molly


y yo la ayudemos con los preparativos, pero insiste en que quiere
algo sencillo y…—. La mujer comenzó a reír. —Nada de lanzamiento
del liguero… sólo el ramo—.

—¡Puaaajj!, ¿te imaginas eso Harry?—. Dijo Ron.

Y todos comenzaron a reír.

Luego de ver el divertido video, los caballeros se dispusieron a


conversar en uno de los salones de la casa mientras Molly preparaba
un delicioso pastel de calabaza, los chicos entretanto conversaban
acerca de lo maravilloso que era poder andar libremente, sin temer
por sus vidas, ya que lord Voldemort había muerto.

Esta vez era definitivo.

—Y todo se lo debemos a Harry—. Dijo Draco.

—No es así, amigo—. Repuso el aludido.

—Todos ustedes colaboraron muchísimo—.

—Pero tú eras el elegido—. Argumentó Pansy.

—Sí, pero si no hubiese sido por toda la ayuda y el apoyo que


recibí de ustedes, no lo hubiese logrado—.

—¿Y qué me dicen de la hazaña de Neville?—.

Preguntó Draco mirándolo con admiración.

—Yo le tenía terror a esa serpiente, lo admito, cuando el señor


tene… cuando lord… Voldemort solía venir aquí—.
—Yo trataba de mantenerme lo más alejado posible de ese
animal, de modo que admiro mucho lo que hiciste Neville—.

—Bueno… gracias—. Respondió éste con timidez.

—En realidad sólo reaccioné con rabia—.

—Porque pensé que Harry estaba muerto y como él nos había


dicho que la serpiente probablemente era un horrocrux—.

—Quise intentarlo—.

—Ese fue el momento que yo aproveché para levantarme del


suelo y crear la confusión—. Explicó Harry.

—La verdadera Hazaña vino después—. Intervino Hermione.

—Cuando ese animal nos iba a matar a Ron y a mí, entonces


llegó Neville y le cortó la cabeza con la espada—.

—Fue muy valiente de su parte—.

Dijo Luna sujetándole la mano. —Estoy muy orgullosa de él—.

—Van a hacer que me sonroje—. Soltó el chico.

—Lo mejor de todos es que Voldemort murió—.

Dijo Fred sintiéndose raro al pronunciar ese nombre en voz


alta. —Y también que descubrí que… que…—.

—¿Qué?—. Preguntó George intrigado.

—Bueno descubrí que ustedes me… quieren—.

Respondió sonrojado.

—Como no te íbamos a querer si somos tu familia—. Espetó


Ginny abrazándolo.

—Y yo a ustedes—. Dijo Fred.


—Incluso Ron estaba preocupado por mí—.

—¡Por Dios Fred!—. Dijo Ron. —Eres mi hermano—.

—¡Oh Freddy!, fue horrible pensar que pudimos perderte—.

Expresó George con los ojos húmedos.

—¡Ahhhh!, ven aquí tonto—.

Dijo Fred rodeándolo con el brazo que tenía libre, pues con el
otro abrazaba todavía a su hermana.

—De verdad chicos, esto va sonar extraño y no lo repetiré, así


que escúchenlo bien—. Respiró profundo para luego continuar.

—Los amo, amo a mis padres, a todos mis hermanos—.

—Y a mis amigos, pero muy especialmente siempre le estaré


agradecido a Harry y a Lily… ¿por cierto donde está él?—.

—Aquí—. Respondió Harry detrás de él. Sosteniendo la cámara


de los Granger. —Ese fue un bonito discurso Fred—.

—Y ese fue un golpe bajo—. Respondió el pelirrojo.

Los demás chicos rieron.

En la cocina…

Ya las damas servían el pastel, no querían que participaran los


elfos domésticos porque aquel era su día libre, ya que ahora eran
empleados y no esclavos.

Molly estaba cortando las rebanadas con ayuda de su varita.

Lily preparaba el té, mientras Narcissa buscaba la vajilla.

Y Alice colocaba todo en varias bandejas.

Tonks estaba hablando con Bellatrix, Vector y Anastasia.


Cuando de pronto sintió una leve punzada en el vientre, no le
prestó atención y continuó hablando con sus amigas.

Pero al cabo de sólo unos segundos el dolor se intensificó y ya


no pudo seguir aguantándolo más.

La muchacha se encorvó llevándose las manos al vientre.

Mientras compuso una mueca de dolor.

—¿Qué te sucede Tonks?—.

Preguntó Anastasia tratando de ayudarla.

—Me… duele—. Respondió ella con voz entrecortada.

—Me duele mucho—.

—¡Dios mío!, debe ser el bebé—.

Exclamó Molly dejando el pastel sobre la mesa.

—¡Por Merlín!—. Exclamó Bellatrix.

—Debemos ir a San Mungo, rápido—. Apremió Alice.

—¡Ay Dios mío!, voy a avisarles a los demás—. Soltó Narcissa.

—¡Ay madre!—. Exclamó Anastasia.

—Yo voy a avisarles a los chicos—.

Narcissa y Anastasia corrieron a la velocidad que les permitían


sus piernas.

Mientras Molly, Alice, Vector, Sinistra y Bellatrix trataron de


conducir a Nymphadora hasta la sala principal de la mansión.

Narcissa llegó jadeando por el esfuerzo de la carrera.

Los hombres se asustaron al verla tan alterada.

—¿Qué sucede cariño?—. Preguntó Lucius.


—Es Nymphadora—. Respondió ella todavía agitada.

Remus al escuchar el nombre de su esposa.

Se levantó de su asiento abruptamente.

—Parece que ya va a tener al bebé, tiene mucho dolor—.

—¡Felicidades Lunático!—. Dijo Sirius con alegría.

—Sí, muchas felicidades—. Añadió Severus.

—Pero ahora debemos ir a San Mungo urgentemente—.

Todos salieron corriendo y se encontraron en la sala principal


de la casa con los chicos que ya habían sido avisados por Anastasia.
Tonks estaba recostada en uno de los sofás respirando agitadamente
con las manos por debajo del vientre, al ver a su esposo sonrió, pero
enseguida una mueca de dolor apareció en su rostro.

Su cabello cambiaba de color constantemente, lo que la hacía


parecer un adorno de navidad, las mujeres trataron de abanicarla.

—Dora, cariño, ¿cómo estás?, ¿te duele mucho?—.

Preguntó Lupin con semblante de preocupación mientras la


tomaba de la mano.

—No te preocupes cariño—.

—Ya está pasando un poco la contracción—. Respondió ella.

—Debemos irnos rápido—. Añadió Molly.

—Está bien, vamos a irnos por medio de aparición—. Propuso


Bellatrix.

—¿Ustedes hablan de desaparecerse así como así?—. Preguntó


William. —Pero nosotros no pode…—.

—No te preocupes papi—. Lo tranquilizó Hermione.


—Yo podría llevarlos a ustedes—.

—Creo que sería mejor que usaran la chimenea—.

Intervino Arthur Weasley.

—Me parece que es más seguro en caso de Muggles—.

—Incluso a Tonks me parece más prudente que la traslademos


mediante la red flu—. Opinó Vector.

—De acuerdo, los Granger y los Lupin, irán por la chimenea,


es bastante grande, así que cabrán juntos—.

Repasó Sinistra. —El resto, debemos tomarnos de las manos


para una aparición conjunta—.

Así lo hicieron, Hermione decidió ir con los demás y dejar a


sus padres en compañía de los Lupin.

Con los nervios, Remus tomó el bolso de Tonks.

Que tenían preparado desde hace días para aquella ocasión.

Tomó un poco de polvos flu.

Y abandonó la mansión en compañía de los Granger.

Al llegar al hospital todos los demás lo miraron extrañados.

Incluso los propios padres de Hermione.

—¿Qué pasa?—. Preguntó el licántropo.

—¿Dónde está Tonks?—. Preguntó Harry.

—¡Por las barbas de Merlín!—.

Exclamó Remus dándose una palmada en la frente.

—Se quedó en la mansión—.

—Eso es natural—. Dijo Lucius con una sonrisa.


—Recuerdo que el día que Draco nació—.

—Me puse tan nervioso que olvidé a Narcissa en Londres—.

—Estábamos en la casa de los Black—.

Remus se apresuró a buscar a su esposa, mientras Sirius iba


a registrarla en la admisión del hospital, unos segundos más tarde
ambos salieron por la chimenea sacudiéndose restos de ceniza de la
ropa. Nymphadora estaba muy sonriente.

Bromeando con el nerviosismo de su marido.

—¿Cómo te sientes?—. Le preguntó Alice Longbottom.

—Mejor—. Contestó la chica.

—Por ahora no tengo contracciones—.

En ese momento, llegaron dos sanadores con una camilla que


flotaba en el aire y subieron a la metamorfomaga sobre ella.

—¡Te amo!—. Le susurró Remus en su oído mientras sujetaba


su mano. —Te estaré esperando fuera de la sala de maternidad.

—Disculpe señor…—. Intervino uno de los sanadores.

—Lupin—. Contestó el hombre. —Remus Lupin—.

—Bien, señor Lupin—. Continuó el sanador.

—Sólo quería informarle que puede acompañar a su esposa en


el parto—.

—¡Qué bien cariño!—. Exclamó Tonks.

Pero luego comenzó a componer otra mueca de dolor.

—No lo sé… es que… tengo miedo de que el bebé sea…—.

—¡Oye Remus!—. Saltó Harry. —Recuerda que ya hablamos de


esto—.
—Sí—. Lo secundó Hermione.

—No necesariamente el bebé debe tener tu misma condición, y


si así lo fuera, no pasa nada, lo criarán con el mismo amor—.

—Pero no me lo va a perdonar—. Terció Remus.

—Si nace licántropo como yo, me va a odiar y…—.

—No, amor—. Respondió Tonks. —No te preocupes por eso, si


es un pequeño lobito… lo enseñaremos a vivir con eso—.

—Todo saldrá bien Lunático—.

Lo animó su mejor amigo colocándole una mano en el hombro.

—Aquí estamos todos para apoyarlos—. Dijo Ron.

Al fin, Remus accedió a acompañar a su esposa a la sala de


maternidad.

Los demás se fueron tras ellos, pero se quedaron esperándolos


fuera de la sala, algunos se sentaron en unas banquetas, otros sólo
conversaban, pero todos estaban a la expectativa de lo que pudiera
pasar allí tras esas puertas.

Los Granger se extrañaban al ver como frente a ellos llegaban


las emergencias más bizarras que jamás hubiesen visto en el mundo
Muggle.

Se trataba de personas con cabezas de animales o con plumas


o escamas cubriendo su piel.

—Alguna poción que les salió mal—. Explicó Severus.

—Hay que avisarles a Dumbledore y a McGonagall—.

Dijo Xenophilus.

—Tienes razón—. Dijo Vector.


—Ahora mismo voy a la lechucería del hospital—.

—También habría que avisarles a Alastor—.

—No nos lo perdonaría si no lo hacemos—. Terció Arthur.

—¡Hey!, no se olviden de mi hermana Andrómeda y de Ted, su


esposo—. Recordó Bellatrix de pronto.

—Déjame ir contigo Vector, para enviarles una lechuza—.

Adentro, en la sala de maternidad, Tonks era presa de dolores


más fuertes que le hacían saltar las lágrimas.

—No te preocupes carió, aquí estoy y no te voy a dejar sola—.


Dijo Remus sin soltar su mano.

A pesar de que ella lo apretaba fuertemente hasta hacerle un


poco de daño.

—Respire señora—.

Dijo un mago ubicado a los pies de la metamorfomaga.

—¡Vamos!, respire como le enseñé y cuando le diga que puje,


hágalo, ¿de acuerdo?—.

—Sí—. Respondió ella mientras con la otra mano empuñó las


sabanas con fuerza. —¡Ay, por Merlín!, me duele mucho—.

—Tranquila amor—. Dijo su esposo besándola en la frente.

Fuera de la sala…

Las mujeres, las que habían sido madres.

Comenzaron a comentar sus partos, poniendo a los hombres y


a los chicos aún más nerviosos.

—A veces—.

—La labor de parto puede ser muy tediosa y agotadora—.


Comentó Lily.

—Cuando mi Harry nació, tenía el cordón umbilical enrollado


en su pequeño cuello, me asusté mucho—.

—¿Te imaginas que te hubieses ahogado?—.

—Nos habríamos quedado sin elegido—. Bromeó Ron.

—Entonces habrían tenido a Neville—. Apuntó Harry.

—¿Qué no recuerdan que también él pudo ser el elegido?—.

—¡Qué bueno que no te ahogaste!—. Saltó Neville.

—Yo no habría podido jamás vencer a… quien tú sabes—.

—Ya no sigas Neville—. Dijo Hermione.

—TÚ también destruiste a VOLDEMORT al destruir a la


serpiente, eres un héroe—.

—Sí que lo eres—. Dijo su madre besándolo en la mejilla.

—¡Oh que lindo bebé!—. Dijo Fred mientras abrazaba a George


socarronamente,

—Todos mis partos fueron dolorosos—. Comentó Molly. —Pero


nada fue más agotador que el parto de los gemelos—.

—¡Vaya!, te dimos lata desde el principio—. Bromeó George.

—Pues sí, así es—. Contestó Molly.

—Pero sobre todo tú, jovencito—.

—¿Yo?—. Preguntó George.

—Sí, verán—. Comenzó a explicar su madre.

—Fred nació primero y aunque fue doloroso y agotador salió


sin mayor problema—.
—Pero George venía de pie—.

—Por lo que el sanador me hizo beber una poción repugnante


que lo hiciera cambiar de posición, pero nada ocurrió, de modo que
lanzar sobre mi vientre algunos encantamientos estimulantes—.

—Los cuales surtieron efecto y mi pequeño salió al fin de la


panza de mami—. Dijo esto último acariciándole la mejilla.

—¡Awww!—. Exclamaron Fred y Ron abrazados para burlarse


de George.

—¡Tontos!—. Exclamó éste.

—Mi Hermione también venía de pie—. Comentó Anastasia.

—¿Y cómo hizo el sanador para sacarla si los Muggles no usan


pociones o encantamientos?—. Preguntó Narcissa muy interesada.

—Muy sencillo—. Respondió Anastasia con naturalidad. —Me


practicaron una cesárea—.

—¿Una qué?—. Preguntó Lucius.

—Una cesárea—. Respondió la Muggle.

—Es decir, me abrieron el vientre con un bisturí y me sacaron


a mi bebé—.

Todos esbozaron una mueca de dolor instintivamente.

—¡Por Merlín!—.

—Supongo que usted ha debido de sufrir mucho—.

Comentó Draco.

—Menos mal que soy hombre y no soy Muggle—.

—No seas tonto, Draco—. Dijo Hermione entre risas. —Ese es


un procedimiento que se hace sin dolor alguno—.
—¿Ah sí?—.

Preguntó el joven rubio mirándola con escepticismo.

—Pero parece doloroso—.

Exclamó Pansy tomándose el abdomen con ambas manos.

—Pero no lo es—. Explicó la madre de Hermione. —Porque los


médicos utilizan un medicamento llamado anestesia que es… como
explicárselo de forma que puedan comprender… como una poción
que evita cualquier tipo de dolor—.

—¡Vaya!, sí, eso es cierto—. Intervino Arthur.

—Ahora recuerdo que ustedes me colocaron esa anastasia y


me arrancaron las muelas sin dolor alguno—.

—Anestesia—. Lo corrigió la madre de Hermione riendo.

—Sr están tardando mucho—. Comentó Sirius consultando su


reloj.

—No te preocupes Sirius—. Dijo Lily. —Así son estas cosas—.

—Allí vienen Albus y Minerva—.

Comentó Severus señalando al frente.

Unos segundos más tarde…

Alastor Moody y los padres de Tonks se unieron a ellos.

Mientras en la sala de maternidad…

Nymphadora respiraba agitadamente y tenía la frente perlada


por el sudor.

—¡Ya casi!—. Exclamó el sanador. —Ya puedo ver su cabeza—.

—Quiero ver—. Dijo Remus soltando la mano de su esposa por


un momento.
Él se acercó a donde estaba el sanador, pero cuando dirigió la
vista por entre las piernas de su esposa casi se desmayara, toda
aquella cantidad de sangre hizo que él se descompensara, se sintió
mareado y decidió regresar junto a Tonks para sostenerle la mano
con fuerza.

—Es una imagen bastante fuerte, ¿no es así?—. Comentó una


sanadora mientras le secaba a él el sudor de su frente.

—Algunos papás se desmayan—.

—Créame que estuve a punto de hacerlo—. Respondió él con


sinceridad.

—Falta muy poco señora Lupin—. Dijo el sanador. —¡Vamos,


puje!—. Tonks pujó con todas sus fuerzas.

E inmediatamente en el rostro del sanador se dibujó una


sonrisa de satisfacción, al tiempo que se escuchó el potente llanto de
un bebé.

—¡El milagro de la vida!—. Exclamó el sanador.

Contemplando con ternura al recién nacido, sendas lágrimas


de alegría surcaron el rostro de Remus y Nymphadora.

—¿Es un niño o una niña?—. Preguntó ella con entusiasmo.

—Es un niño—. Respondió el sanador. —Un muchacho fuerte


y saludable—. A Remus le palpitaba violentamente el corazón dentro
del pecho, quería acercarse, pero no se atrevía, estaba muy feliz,
pero nervioso a la vez, pues el momento decisivo habían llegado al
fin.

—¿Y cuál es su condición?—.

Preguntó con temor el nuevo padre.


—Usted sabe a qué me refiero, tomando en cuenta que soy un
licántropo—. El sanador miró a Remus y luego al bebé que tenía en
sus brazos e inmediatamente se le dibujó otra sonrisa en los labios.

—Pues, ¿no es evidente?—.

Respondió levantándose de su asiento y poniendo al bebé a la


vista, ya que antes no se veía porque él lo sostenía abajo.

El cabello del bebé cambió de color compulsivamente.

Al tiempo que su pequeña nariz crecía y volvía a su tamaño


normal.

—Es un lindo mata morfo mago—. Respondió al fin.

—¡Dios mío!, es como yo—.

Exclamó Tonks con mucha emoción.

Extendiendo los brazos hasta el sanador para que le entregara


su bebé.

—¿Lo ves cariño?, no tenías de que preocuparte—.

Remus respiró aliviado cuando contempló a su pequeño hijo.

Luego se infló de orgullo cuando la voz de la sanadora se oyó


nuevamente.

—¿Desea cortar el cordón umbilical?—.

—Bueno… nunca lo he hecho antes… yo…—.

—¡Anímese señor Lupin!—. Dijo el sanador. —Todos los padres


se ponen nerviosos, pero a la final lo hacen correctamente, además
yo le indicaré como debe hacerlo—.

El hombre accedió.
Y luego de cumplir con el encargo, contempló al bebé una vez
más.

—Ahora lo hace a cada rato porque acaba de nacer y está un


poco estresado—.

—Pero cuando se le pase el estrés comenzará a cambiar de


forma y color de cabello con menos frecuencia—. Explicó el hombre.

Luego, Remus rodeó a su esposa con un brazo y la besó con


ternura en los labios.

—Gracias por esta alegría que me has dado—. Le dijo.

—Gracias a ti también cariño—. Respondió ella.

En la sala de espera, todos estaban que se comían los codos


por la impaciencia.

—¿Por qué tardan tanto?—. Preguntó Andrómeda.

—En cualquier momento saldrán hermana, ten paciencia—.

Trató de tranquilizarla Narcissa.

De pronto, las puertas de la sala se maternidad se abrieron


abruptamente, y un sonriente Remus Lupin salió a dar la agradable
noticia.

—¡Ya soy padre!—. Exclamó con júbilo.

—¡Awww!—. Fue la respuesta de todos mientras aplaudían con


entusiasmo y le daban palmadas amistosas.

—¡Shhhhhh!—.

Exclamaron algunos cuadros que estaban colgados de las


paredes, ellos inmediatamente bajaron la voz.

—¿Es niño o niña?—. Preguntó Lily.


—Es niño—. Respondió el padre orgulloso. —Y es meta morfo
mago como su madre—.

—¿Y cómo se llamará?—. Preguntó Severus con expectación.

—Ted, como su abuelo—. Respondió el licántropo.

—Se llamará Ted Remus Lupin—.

—¡Santo Dios!—. Exclamó Ted agradecido. —¡Que Honor!—.

—¿Podemos pasar a verla?—. Indagó Bellatrix.

—Sí, pero no todos a la vez—.

Dos días después…

Todos se encontraban en la nueva madriguera.

Celebrando tantas cosas a la vez: el nacimiento del pequeño


Ted, (Nymphadora y Remus escogieron a Harry como su padrino).

El extraordinario y cada vez más creciente éxito de “Sortilegios


WeasMalf internacional”.

El compromiso de Dumbledore y McGonagall.

La proximidad del nuevo curso en Hogwarts y la maravillosa


unión entre Severus y Lily.

Estos dos, eran cada vez más felices.

Severus despertaba cada mañana junto a Lily.

Con una gran sonrisa en los labios, agradeciendo a Dios por


haberle concedido semejante dicha, él merecía ser muy feliz y lo era
en demasía.

Lily por su parte también se sentía enormemente bendecida


junto a Severus y su hijo, su vida era maravillosa, pues la compartía
con su gran amigo de toda la vida.
Siempre incondicional y que ahora se había convertido en su
gran amor, lo amaba tanto que no imaginaba la vida sin él, porque él
y Harry ahora eran su mundo. Muy atrás quedaron los días de odio
y sufrimiento, delante, solo quedaba un horizonte plagado de éxitos
y muchísima felicidad.

Fin

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