Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Por: Hermaire
Prefacio
Capitulo 1. El Despertar
—¿Ha despertado?—.
—Creo que hoy hemos sido bendecidos por Dios con estás
recuperaciones milagrosas—. Comentó una de las sanadoras que
rodeaba la cama de la mujer.
Todos asintieron.
—Eso es imposible—.
Ella asintió.
—¡Fantástico!—. Exclamó.
—¡Eso es maravilloso!—.
—¡San Mungo!—.
Capitulo 2. El Reencuentro
—¡Disculpe!—.
—¡Adelante!—.
—¡Tranquilo Sev!—.
—¡Siéntate querida!—.
—No puede ser, eso quiere decir que me perdí toda la infancia
de mi hijo, nunca vi sus primeros pasos ni tampoco escuché que me
llamara mamá cuando aprendió a hablar—. Dijo con voz llorosa.
—Ahora todo tiene sentido pero… aun hay algo que no encaja,
¿cómo me encontraron?, el director del hospital dice que él me
encontró vagando por ahí, pero luego escuché decir a una enfermera
que incluso hay una tumba donde supuestamente descansaban mis
restos y una estatua… no entiendo—.
—Dumbledore dice que tal vez el ministerio de ese entonces
pudiera haber deducido que Voldemort habría destruido tu cuerpo
al intentar proteger al bebé—.
—¡Dios!—.
Sirius la estrechó.
—Quizás tenga algo que ver con esa carta, ¿qué dice?, ¿es de
tu novia?, seguro te dejó y por eso lloras, ¿verdad?—. Se burló el
muchacho mientras trataba de arrebatarle la carta a Harry.
—¿Se… se lo llevan?—.
Inquirió Tía Petunia con nerviosismo. —¿Y por qué?, el verano
aún no termina—.
—¡Oh Albus!—.
—¡Bienvenido Harry!—.
Harry no se lo dijo.
Snape dio dos sutiles golpes que hicieron eco entre las paredes
de la escalera.
—Pasen adelante—.
—¡Mamá!—.
—Nunca pensé que viviría para ver algo así—. Musitó George
dirigiéndose a su hermano, al tiempo que ahogaba la risa.
Ginny los fulminó con la mirada, les hizo señas para que se
callaran y le dio un codazo a Ron, que también reía.
—Es este idiota de Black que todo el tiempo me importuna con
sus estúpidos comentarios—. Soltó Severus. —Estoy harto—.
—¡Vamos Severus!—.
—Si yo fuese Harry desde hace mucho les habría dado a esas
ratas su merecido—. Dijo George golpeándose la palma de la mano
con el puño.
—¡Ah!—.
Harry alzó una mano para golpearlo, pero luego se dio cuenta
de que no valía la pena, y entonces lo dejó caer al suelo.
—Él me contó que te dejó allí porque el hecho de que ella fuera
mi hermana te protegía, aunque debo confesarte que me sorprendió
mucho que ella te recibiera, es decir, ella me odiaba cuando éramos
niñas, pero le agradezco que te haya cuidado y recibido en su casa.
¡A propósito!, ¿cómo fueron todos estos años junto a ellos?, ¿cómo lo
tomaron cuando cumpliste los once y tuviste que ir a Hogwarts?—.
Londres
Comedor
—Yo tampoco sé que pensar, esa mujer era una de los más
fieles servidores de quien ustedes saben—. Agregó el señor Weasley
después de tomar un sorbo de jugo de calabaza helado.
—Bueno, Dumbledore me dijo que como miembro y jefe del
Wzengamont tuvo la oportunidad de interrogarla a ella, a su esposo
y a Lucius Malfoy el día de su vista, y que hasta se valió del uso de
la legeremancia para corroborar la veracidad de lo que decía—.
—¿Quién sabe?—.
—Curaciones milagrosas—.
—No puedo creer que tengamos que cerrar nuestra tienda por
regresar a Hogwarts—. Se quejó George con un dejo de tristeza.
—Se los dije—. Saltó Ron con una sonrisa en los labios.
—¿Es en serio?—.
Como los gemelos no tenían que comprar nada más que tinta
y pergamino.
—Por supuesto que sí—. Dijo Lupin. —De hecho son amigos
desde la infancia—.
—Bueno—.
—Yo sé que ellos tuvieron una discusión cuando estudiaban
en Hogwarts, pero no sabía que habían sido tan amigos antes,
incluso desde la infancia—. Dijo Harry.
Ron asintió.
Al entrar allí.
—Es que Fred y yo tenemos esta tienda gracias a él, pues nos
ayudó muchísimo—.
—Pues nos dio todo el dinero que ganó en el torneo de los tres
magos—. Agregó Fred. —Todo el dinero, no se quedó con nada—.
Harry rió.
Uno a uno, con cuidado para que no los vieran los Muggles,
cruzaron la barrera que conducía al andén nueve y tres cuartos y
despidieron a sus hijos.
—Aquí está—.
—Potter—.
Preguntó Harry.
—Lucharon valientemente—.
—¿Aritmancia?—.
Harry negó.
—QUÍTENMELA DE ENCIMA—.
—No es nada—.
—¿Dónde están?—.
—Y conmigo—.
—Pero… pero…—.
—Sí, pero aquella vez sólo le dio una bofetada, esta vez casi lo
mata—. Añadió entre risas.
—No creo que eso sea motivo de risa Ronald—. Riñó Ginny.
Luego miró a todos, les hizo una ligera reverencia con la mano
y se encamino de nuevo a la chimenea.
—Me parece muy bien que hayan hecho las paces, sin
embargo basándome en las normas del colegio—.
—Son dentistas—.
—No la maldigas—.
—No es eso—.
Draco lo interrumpió.
Él se rió y les dijo que tal vez necesitaría algunos salta clases
para Historia de la magia.
Apuntó Hermione.
Hacía mucho tiempo que ella sentía algo por su amigo Ron,
pero no había querido aceptarlo.
Reflexionó Harry.
—Pero yo no sabía que era por eso, tengo que hablar con ella
para aclararle la situación—. Dijo la castaña incorporándose.
—Pues, a mí sí me va a oír—.
Ella apenas había dado algunos pasos cuando Draco la tomó
por el brazo y la hizo retroceder atrayéndola hacia él.
—¡Compórtate, Arthur!—.
—¡Ya basta!—.
—¡Ah Severus!—.
—No, no es eso—.
Ron asintió.
Ron no contestó.
Insistió la mujer.
El muchacho asintió.
Lily tomó el pensadero con ambas manos y sin decir nada pero
llena de incertidumbre hundió su rostro en él. Inmediatamente fue
absorbida como por una aspiradora y enseguida apareció en lo que
parecía el primer recuerdo de su hijo.
Ron estaba lívido al ver la mezcla entre odio y dolor que había
reflejada en el rostro de Lily.
—¡Ah, qué bien!, aquí hay uno—. Tomó los recuerdos con la
varita y los fue sacando del pensadero para colocarlos en el frasco.
—Quizá Harry olvidó que sus recuerdos están aquí—.
—De todos modos Lily me dijo que quería hablar contigo más
tarde—. Añadió el chico recordando su conversación con la madre
de Harry.
—Pero Sev—.
Él asintió tristemente.
—¡Vamos Lily!—.
Los dos salieron a la calle que Lily notó que se veía igual de
deprimente que unos años atrás.
Ella sonrió.
—No te preocupes, me salvaste el pellejo—.
—¡Busca a tu madre!—.
Hacía muchos años que no la veía, sin contar los que habían
pasado en San Mungo sin conciencia.
—ESO NO IMPORTA—.
—¿Ah sí?—.
—¿Qué…?—.
—Tú estás…—.
—Ahora odio la magia y todo lo que tiene que ver con ella—.
—¡Cruci…!—.
Cayó la tarde.
—Y yo siempre te ganaba—.
—Tan hermosa…—.
Y continuaron mirándose, ella se sintió muy alagada, su amigo
le estaba haciendo un cumplido y ella sintió una corriente eléctrica
por todo su cuerpo. Se fijó muy bien en él y advirtió por primera vez
que era muy atractivo, era un sentimiento extraño, como si estuviese
contemplando a Snape por primera vez.
Ella les contó cómo había ido junto a Severus a enfrentar a los
Dursley.
—Yo tuve la desgracia de conocerlos—. Dijo el señor Weasley.
—Son despreciables—.
Lily asintió.
Ella rió.
—¡Sí que han cambiado!—. Expresó Lily. —Es que antes eran
mucho más grandes y solo servían para hacer y recibir llamadas—.
—Eran muy costosos y raros, solo podían tenerlo los muggles
ricos—.
Con amor…
Lavender Brown.
—¿Ah, sí?—.
Al término de la clase.
Por su parte.
—De acuerdo—.
—¡Esto es lo máximo!—.
—¡Mamáaaaa!—.
—Gracias—.
—¡Vaya Quejicus!—.
—¡Felicidades Xenophilus!—.
—Muy bien, quiero que sepan que su triunfo les concede 100
puntos a la casa de Revenclaw—. Anunció Dumbledore entre vítores
y aplausos, que sobre todo provenían de las Águilas.
—Es Crabbe—.
—Dumbledore va a hablar—.
Tonks estaba más emocionada que los demás, pues ella era
una gran fanática de esta popular banda de rock.
—Es sólo que los chicos están un poco tímidos hoy, así que he
tenido que buscarles parejas, aquí te dejo a Draco—.
—Sí, no te preocupes—.
De nuevo reinó el silencio, ese silencio que sólo era roto por la
romántica canción que entonaba Tonks a lo lejos.
—No lo sé—.
—Pero será mejor que regresemos con los demás, podría ser
uno de esos animales que cría Hagrid, y no querríamos toparnos con
ellos—.
Ambos asintieron.
Era Arthur Weasley, que les hacía señas con la mano mientras
Sirius ponía los ojos en blanco.
—¡Bienvenidos amigos!—.
—¿Muggles?, ¿verdad?—.
En ese momento…
—No, no es nada—.
—Debe ser una trampa de esa mujer—. Saltó Molly. —Esa Rita
Skeeter es una arpía, una mentirosa…—.
—Harry—.
—Pues será ella quien decidirá eso, hemos sido amigos desde
que éramos niños, y no vas a venir tú a interponerte en el camino—.
—¡Cállese!—.
Dijo Harry.
Ella estaba molesta, pero no con él, sino con ese estúpido
periódico que había querido desprestigiarla a ella y a su amigo.
En ese momento.
—Y en ese caso…—.
Un momento después…
—¡Simplemente fantástico!—.
—¡Dios mío!—.
Esta vez fue la mesa de Slytherin la que se vio invadida por los
leones y un par de águilas.
—Eso significa…—.
—¿Qué significa?—. Preguntó Lily con recelo. —Anoche lo noté
preocupado y además te removías mucho en la cama, quizás tenías
pesadillas—.
Respondió Hermione.
Los Malfoy y los Lestrange se miraron los unos a los otros con
preocupación, pero habían prometido no decir nada, dejarían que
Dumbledore se encargara de alertarlos sin cundir el pánico entre
todos.
Lily advirtió que Rita Skeeter no estaba allí, así que la buscó
con la mirada por todas partes hasta que la halló acompañada de su
fiel fotógrafo, ella estaba muy enfrascada en su libreta. Los amigos
de Lily la vieron luego cuando ésta estaba discutiendo (aunque no a
los gritos) con la antipática y mentirosa periodista.
—¡Vamos a ganar!—.
—Es obvio que vamos a ganar—. Añadió Lucius con una ceja
levantada, era evidente que a pesar de haber cambiado su actitud,
aún conservaba ese toque de arrogancia característico de los Malfoy.
Dijo Dumbledore.
—Un aplauso para los Malfoy, sin embargo las otras familias
serán premiadas con puntos para sus casas, según el orden en el
que salgan—.
Según el libro.
En el lago existían almejas gigantes que guardaban tesoros en
su interior y que accedían a concederlos solo si la persona colocaba
algo en su interior para suplantar lo que habían tomado, así que ella
colocó el reloj que su padre le ofreció y así lograron hacerse con el
preciado botín.
Rita Skeeter.
Gritó desesperado.
—Usted la salvó—.
Todos los pasaron muy bien ese día, pese al gran susto que
vivieron.
—Lo sé, pero eso sólo lo saben las personas que estuvieron
presentes allí ayer, los que no, deben estar pensando lo peor de mí—
. Repuso Lily.
—Pues…—.
Respondió su madre.
—Así que quiero que brindemos por Harry, porque fue gracias
a él, ya que nos regaló el premio que ganó en el torneo de los tres
magos y así nació “Sortilegios Weasley”.
—¡Vaya!, eso sí que es un lindo gesto—.
Sirius se levantó.
—¡Perdóname tú también!—.
—Esto será sencillo, sobre todo para los chicos, ya que los han
estudiado antes—. Dijo el semi gigante con una sonrisa que apenas
se advertía debajo de toda esa mata de pelos.
Exhortó Dumbledore.
—Será mejor que baje del escenario, no creo que ellos quieran
ofrecerle una entrevista—.
—Tranquilo, Harry—.
Saltó Fred bajándole la mano que sostenía la varita, mientras
miraba a la mujer con suspicacia. —Ella solita recibirá su merecido,
ya lo creo que sí—.
Lo amenazó el profesor.
—¡Lily!—. La llamó.
—¿Cómo dices?—.
Luna alzó la vista por encima de las mesas y notó que todas
las personas además de El Profeta.
Y debajo de este había una foto que parecía tomada por una
cámara Muggle, pues no se movía.
—Tú y esa…—.
—Yo lo leo—.
—Ya veo que era lo que se traían entre manos—. Saltó Ron.
—Pe… pero primo, ¿eso es cierto?, ¿tú y esa Skeeter?, ¡por las
barbas de Merlín!—. Exclamó Bellatrix.
“Yo la fui a buscar allí, es cierto, pero era para aclarar las
cosas con ella, porque ya quería que me dejara en paz, siempre me
está acosando, desde nuestra época de estudiantes en Hogwarts”.
Para explicar, según él, cómo resultó ser una víctima más de
la terrible Skeeter.
—Te diré que has hecho un buen trabajo inventando todo eso,
porque me imagino que no es cierto, ¿o sí?—.
—¡Suelte a mi hija!—.
Todos los que los conocían de esa época sabían que aquello
era verdad, cuando eran adolescentes, ella era una de las niñas que
se derretían por Sirius, y por eso rieron con el comentario desde las
distintas mesas del gran comedor.
En ese momento.
—¡TÚ CÁLLATE!—.
—¡Hagan algo!—.
—Ya has visto como han pasado los demás y no les han hecho
daño, bueno da un poco de mareo al principio, sobre todo la primera
vez, pero nada más—.
Hermione palideció.
—¡Genial!—. Exclamó.
—Esa sería una pareja muy bizarra—. Agregó Snape sin poder
contenerse, y añadió. —Aunque debo admitir que sería interesante
verlos juntos—.
Respondió Sirius.
—Me siento muy bien a su lado y con ella veo las estrellas, me
siento como en otro planeta…—.
Snape despegó los labios para hablar, pero Lily habló primero.
Ésta sonrió.
Exclamó el anciano.
—¡Oh sí!—.
—¡Gracias!—.
La interrumpió Anastasia.
—Sé que James ya no está, y que hace mucho que se fue, pero
él perdió su vida para salvar la mía y la de Harry, y ahora yo… yo…
estoy sintiendo esto… y nada más y nada menos que por… Severus,
tú sabes que ellos no se caían bien—.
—Sin embargo—.
Snape, en su despacho.
Lily rió.
—¡Gracias!—.
Al cabo de un rato.
Saludó el anciano.
En ese momento…
—¡Ay, Sev por Dios!, ¿qué tiene de malo que tú hayas estado
practicando?, ¡vamos a bailar!—.
Respondió en su defensa.
Ella asintió.
Se hizo el silencio.
—¿Estás borracha?—.
Producto de su nerviosismo.
—¡Harry no!—.
Y desenfundaba su varita.
—¡Desmio!—.
—¡Expelliarmus!—.
—Yo la besé—.
Los múltiples gritos del muchacho habían hecho que todos los
padres salieran de sus habitaciones para ver lo que pasaba.
—No, es inútil—.
Sus lágrimas.
—Y no debí hacerlo—.
—¿Adónde vas?—.
Es decir, Alastor.
Pregunto Colagusano.
Ella se ruborizó.
Apuntó Dumbledore.
—No te preocupes, ellos lo traerán de vuelta—.
—Es muy posible que haya usado la capa invisible y por eso
no puedan verlo, ¡vamos a mi despacho a esperarlo ahí!—.
Ordenó Dumbledore.
Le aconsejó el anciano.
En la enfermería…
—Pero tú no me lo permites—.
—Yo no debí…—.
Ella sonrió.
Al terminar el desayuno…
Harry le decía que eso era lo que Severus les había hecho
creer a ella y a Dumbledore, que quizá el amor que sentía por ella lo
había hecho arrepentirse, pero que aun así eso no borraba todo el
daño que le había causado en el pasado, Lily le restó importancia
porque sabía que en ese momento lo que hablaba por él eran sus
celos de hijo.
Se defendió él.
—¿Y cómo?—.
Cavilaba Lucius.
—Son… ¡cielos!, tiene algo que ver con los dientes, los arreglan
a algo así—.
—¿Dentistas?—.
Más tarde…
—¡Ah!, lo… siento chicas, pero creo que esta vez no podré
acompañarlas… es que… tengo cosas qué hacer—.
Respondió la mujer.
—¿Y a dónde vas con eso?—. Preguntó Lily.
—¡Ah, sí!—.
Las demás se fueron a reunir con los chicos que las esperaban
al pie de la escalera de mármol donde abordaron entre todos, tres
carruajes. Había dos aurores en cada uno para resguardarlos.
—Entiendo—.
—Hay que dejarlo allí por unos diez minutos—. Anunció Bella
al tiempo que le colocaba un gorro de baño en la cabeza.
—¡Vaya!, Bella—.
Comentó Lucius.
—Bueno…—.
Un sofá.
—Pero… yo creo que estoy bien así—. Dijo mirando con recelo
el pequeño aparato que William encendía en ese momento, aquel
ruido agudo y penetrante le erizaba los bellos de la piel.
—¡Oh, por Merlín!, Severus cómo vas a decir que estás bien—.
—Con esos dientes de maíz que tienes—.
Respondió Rodolphus.
—Sí, bueno…—.
Severus gruñó.
—¡Wow!—.
—¡Wow!—.
—Por otra parte, a Harry sólo hay que darle tiempo, trata de
ganártelo también a él y si no funciona, pues que él se aguante—.
Concluyó Lucius encogiéndose de hombros.
Media hora más tarde, los cinco esperaban junto al gran haya
de los jardines al grupo que estaba en Hogsmeade, y cinco minutos
después de haberse sentado en la hierba, los carruajes comenzaron
a arribar, Severus estaba nervioso y a la expectativa sobre lo que
pudiera pensar Lily con respecto a su apariencia.
—Aquí estamos—.
Increpó Hermione.
Comentó Xenophilus.
Agregó riendo.
—No importa—.
Por la noche…
Continuó Fred.
—Está en Venezuela—.
—Sur América—.
—Bueno…—.
Anastasia asintió.
—¡Cállate Ronald!—.
(Profesora de vuelo).
Él aceptó.
—¡Por Dios Bella!, las cosas que dices—. Dijo Lily mientras se
ruborizaba y se le iluminaba la verde mirada.
—Es mi madre—.
Al fin llegó el día que todos esperaban con una mezcla entre
tristeza y alegría, alegría porque adoraban hacer esas pruebas.
—No quiero que les hagan daño, solo quiero que los capturen
y los lleven con Hagrid—.
—Sin más que decir les concedo diez minutos para que
deliberen con cuales familias fusionaran la suya, ¡ah!, y les repito
que en caso de las familias numerosas deberán escoger solo a un
hijo, y en el caso de las familias donde falta alguno de los padres
deberán buscar a algún amigo o familiar que lo suplante—.
—Gracias mi cielo—.
Después les pidió que pasaran con Hagrid, que éste les diera
las últimas instrucciones.
—Por lo tanto, los caballeros y los chicos deberán ser aún más
cautelosos que las damas—. Concluyó el semi gigante. —Muy bien,
ya no me queda más que desearles muy buena suerte a todos—.
Luego le guiñó un ojo a Harry y dijo en un susurro. —Sobre todo a
ti—.
—Así lo asustarás—.
Dijo su padre.
—¡Vamos mami!—.
La mujer asintió.
De pronto…
Anunció Dumbledore.
Preguntó Narcissa.
—¡Bravo!—.
—Eso es lo de menos—.
—¡Movilicorpus!—.
—Y los Lovegood—.
—¡Tonks!—.
—¿Qué tiene?—.
—¡Gracias Severus!—.
—De nada—.
Añadió Lily.
—¡Hagrid!—.
—Ella está muy débil, luego tendrá que tomar una poción para
restablecerse, perdió mucha sangre—.
Recibiéndola ella.
—Mami yo…—.
—¡Retrocedan!—.
—¡Lily!—. Gritó.
—¡Tranquilo hijo!—.
—¡Santo Dios!—.
—¡Perdóname Albus!—.
Él decía que en ese primer ataque quería hacer algo para que
Harry se entregara, y como evidentemente pudieron comprobar, se
llevaron a Lily, lo que significaba que Voldemort la mantendría con
vida, entretanto no tuviese al muchacho en su poder.
—Quiero que sufra porque por su culpa tuve que pasar por todo
lo que pase, y no crean que me he olvidado de Severus—.
—¡Vámonos Avery!—.
Y de verdad lo estaba.
—¿Ah sí?—.
—Pero él no es un objeto—.
—Y por lo tanto no le pertenece a nadie—.
—Además él no te ama—.
—¡CÁLLATE!—.
—Entonces, sí te ama—.
Afirmó Alecto acercándose peligrosamente a ella.
—Toma esto por ser sangre sucia, y esto—. Le dio una patada
en la cabeza que le abrió un corte en la frente. —Por ser pelirroja—.
En Hogwarts…
El chico asintió.
En ese momento…
—¡Adelante!—.
McGonagall palideció.
—Minerva por favor llama a Severus y dile que traiga algo para
calmarlo—. Demando el anciano. —¡Ah!, y no le menciones lo que te
he dicho sobre Lily, yo se lo explicaré a mi modo—. Sugirió.
—Harry, ¡cálmate!—.
—¡Mamá!—.
—¿Qué es?—.
Suplicaba el muchacho.
—Teme por Lily al igual que todos nosotros, pero estaba fuera
de sí y nosotros no podíamos permitir que él se presionara tanto a sí
mismo—. Dijo Minerva antes de marcharse.
—¡Snape!—.
Y Sirius con expresión triste despegó los labios para decir, por
primera vez, algo que lo sorprendió, así como conmovió a todos.
—Black yo…—.
Lo abrazó fuertemente.
A pesar de que era el hijo del hombre que más había odiado en
su época de adolescente. Harry también era el hijo de Lily, la única
mujer que había amado en toda su vida y ahora se preguntaba si
volvería a verla con vida, se estremeció ante la posibilidad de que no
fuera así, de modo que desechó el pensamiento.
Ella tenía los ojos cerrados, pero los abrió cuando sintió que le
lanzaron un plato con comida.
—Co… ¿Colagusano?—.
—Aquí estoy, pero no estoy bien, quería usarla, pero la red flu
está bloqueada—. Dijo Harry señalando la chimenea.
Dobby abrió todavía más sus ojos saltones.
En el calabozo…
En Grimmauld Place…
Aseveró McGonagall.
En la celda…
En el gran comedor…
Bellatrix se sorprendió.
—¿Qué te hicieron?—.
—Es un cobarde—.
—Madame Pomfrey—.
Respondió la sanadora.
Harry asintió.
Llegó Dobby les contó todo lo que había sucedido desde que se
apareció en la habitación de Harry.
—¿Sí, cariño?—.
—Está bien cariño… dile que pase, ¡ah!, me alegra mucho que
ahora pienses así de él, mi sol—.
Ella asintió.
Ella había dicho que lo amaba, pero… ¿habría sido acaso por
efecto del somnífero o sería cierto?, eso no lo sabía, pero tenía que
averiguarlo aunque dudaba en preguntárselo directamente, ya que
no quería presionarla.
Pidió Severus con voz firme, pero suave, sin soltarla. —Nadie
va a hacernos daño, ¡despierta!—.
Y luego continuó.
—Completamente mi cielo—.
—Entonces dilo una vez más, por favor—. Pidió Severus feliz,
pero incrédulo, manteniendo una sonrisa sincera atípica en él, pero
hermosa, definitivamente ahora tenía motivos para sonreír.
Ella sonrió una vez más, lo tomó por la nuca y lo atrajo hacia
ella para besarlo, ambos estaban flotando en una nube hasta que
una fingida y persistente tos detrás de ellos los sacó del efecto.
—¡Ehem!, ¡Ehem!—.
Respondió ella.
—Yo… quería…—.
—Lo amo con todo mi corazón Harry, y déjame decirte que eso
no resta ni una pizca del amor que siento por ti, ni el que sentí por
tu padre alguna vez—.
—Por supuesto que lo haré Harry, daría mi vida por ella sin
dudarlo ni un segundo—.
Luego Lily le hizo una seña a Severus con la mano para que se
acercara y para el asombro de todos los demás, menos de Harry,
éste aceptó gustoso, y no solo eso, sino que Harry le cedió su propio
lugar y se sentó al otro lado de su madre.
—¿Viste eso?—.
—Pero también es necesario que les reitere una vez más que
continuamos estando en tiempos difíciles, mientras Voldemort esté
con vida no podremos respirar completamente aliviados, es por ello
que quería aconsejarles a los padres—.
—De corazón les digo que en ningún otro lugar estarán tan
seguros como dentro de los muros de éste castillo—.
Luego el anciano miró directamente a Harry y le dirigió sus
palabras.
—Sí, lo es—.
—¿Qué?—.
Respondió Lily.
—¡Felicidades!—.
—¡Viva!—.
Ahora tenía motivos para sonreír, había sido por Dios, cada
día que pasaba se preguntaba si todo había sido un sueño y Lily
continuaba muerta.
En ese momento…
—¡Bienvenido Harry!—.
Exclamó el anciano girándose para darle el frente.
—Después de ti Harry—.
—UN ENGENDRO—.
Él había sido tan grosero y tan hiriente cuando ella sólo había
querido ayudarlo.
—Él no va a matarme—.
Lily le sonreía.
—¡Hola mi cielo!—.
—¿Y bien?—. Dijo Severus con una ceja alzada (ya no había
razón para fingir la hostilidad, pero era Severus Snape, para él no
era fácil dar demostraciones de afecto, a menos que se tratara de
Lily, y no podía evitar que el sarcasmo saltara a flote).
Alzó los brazos sin saber qué hacer con ellos mientras las
palabras que salían de los labios de Harry, cargadas de sinceridad lo
envolvían y lo conmovían.
—Ya te lo dije una vez Lily—. Dijo Lucius. —Ésta vez cuentan
con nosotros, al ser ex mortífagos tenemos ventajas—.
Ron.
Quizá porque eran parientes, ella era un poco torpe eso sí.
Pero no, allí estaba ella, más viva que nunca, la quería tanto,
sonrió al recordar la actitud infantil que había tomado con respecto
a su relación con Severus, y allí estaba él, su profesor de Pociones y
Defensa Contra las Artes Oscuras.
Su némesis durante todos esos años, el hombre a quien más
había detestado después de a Voldemort y a su tío Vernon.
—A una enorme habitación que hay allí y que una vez fue un
calabozo, quiero que se encierren allí—.
—Pero Hermione—.
—Profesora McGonagall—.
Tanteó William.
Espetó Lucius.
Narcissa la abrazó.
—¡Un momento!—.
En ese momento…
—Necesitaremos ayuda—.
—No sucede nada malo, solo te traje hasta aquí para pedirte
que te dejes guiar por tu corazón, todos te estaremos ayudando, él
no podrá hacerte daño entretanto no tenga la varita de sauco—. Dijo
el hombre con un dejo de preocupación.
—Para protegerme—.
—Gracias Amycus—.
—¡NO LA TOQUES!—.
—Y se desintegraron en el aire—.
Arriba…
—¡Gracias ahijado!—.
—¿Y ustedes?—.
—Esto no es nada—.
—Yo no…—.
Contestó Voldemort.
—¡Expelliarmus!—.
—¡Severus cariño!—.
—¡Ay madre!—.
—Y yo a ti cariño—.
—¡Accio lirio!—.
—Yo ya había olvidado que existía ese lirio—. Dijo Lily después
de besar a su hijo en la mejilla. —Gracias Harry—.
—La flor sólo deja de brillar cuando ya no tiene más deseo que
ofrecer—. Respondió el viejo.
—¡Mi Freddy!—.
—Ni lo pienses—.
Luego abrazó a Lily.
Preguntó Neville.
Continuó Dumbledore.
—Dígale que la amo y que deseo que sea feliz junto al profesor
Snape, que lo que estoy a punto de hacer es lo correcto y que nadie
podía evitarlo—.
Soltó Dumbledore.
—Y le ruego a Dios que sea tal y como sospecho—.
Anduvo largo rato hasta que salió del castillo sin ser visto y se
encaminó hacia el bosque prohibido para acabar con el penúltimo
Horrocrux, él mismo. Pero cuando el chico pasó junto a la cabaña de
Hagrid, Fang el perro jabalinero lo delató, de modo que Hagrid salió
de la cabaña y lo vio.
—Después lo entenderás—.
—¡Incárcero!—.
—Al fin has llegado Potter—. Les dijo el mago tenebroso con su
voz sedosa.
—¡Avada Kedavra!—.
En el bosque…
Lo que significaba que tal vez ese no era el lugar a donde tenía
que llegar, tal vez tendría que abordar un tren o algo así, ¿pero cuál
tren?, allí no había nada.
Más cercana.
—Ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos por última
vez—. Dijo James cuando ambos se separaron para contemplarse el
rostro. —Apenas eras un bebé—.
—Yo ya estoy…—.
—Cualquiera puede…—.
Se acercó a Severus.
—¡Suéltala Severus!—.
—¡Harry!—.
Lanzó Rodolphus.
—¡Neville!, ¿pero qué haces hijo?—. Preguntó Alice con los ojos
desorbitados por el asombro. —No te dejes engañar—.
—¡Dios mío!, ¡estás bien mi cielo!—. Dijo Lily con una inmensa
alegría.
En medio de la confusión.
—¡RÁPIDO, ADENTRO!—.
—Ya no hay duda alguna de que Harry acabará con él, estoy
muy de acuerdo con Minerva—.
—Hermione, te amo—.
Tal como habían hecho unos años antes, las varitas de ambos
magos se conectaron en un Priori Incantatem, el chorro de luz verde
que despedía la varita de sauco, chocó en el aire con el chorro de luz
roja que despidió la de Harry, hasta que el hechizo de Harry fue
cobrando cada vez más fuerza, avanzando hacia su oponente cada
vez más debilitado, hasta que al fin lo impactó de lleno y la varita de
sauco saltó de su mano para caer en la de Harry.
—¡Que viva Harry Potter, el niño que vivió!—. Gritó Sirius con
entusiasmo.
—Nada extravagante—.
—¿En serio?—.
—Lo sé pero…—.
—¿Entonces te gustó?—.
Comentó Bellatrix.
Las chicas:
—¡Dobby!—.
El elfo se detuvo y pensó que tal vez Snape lo regañaría por
cualquier cosa que no le pareciera, pero se equivocó.
Querido Quejicus:
Tu amigo Canuto.
El día tan esperado por fin llegó, aquella tarde, todo el mundo
estaba emocionado con el gran evento.
Había una alfombra roja muy larga que al final tenía un arco
decorado con enredaderas y flores.
Chilló Severus.
Respondió Sirius.
—De nada—.
—Y rudimentarias—.
Tanto así, que se frotó los ojos repetidas veces para asegurarse
de que no estaba teniendo visiones.
—No, no, nada de eso—. Dijo Harry sin ocultar la sorpresa del
rostro. —Miren eso, díganme que no estoy alucinando, ¿en realidad
son ellos?—. Preguntó señalando hacia el frente.
—En realidad creo que si son ellos—.
—Así es—.
—Harry—.
Harry asintió.
—En el colegio hay cuatro casas, cada una con su sala común,
son: Ravenclaw, Hufflepuff, Slytherin, y la mía, Gryffindor—. Explicó
el chico mientras tomaban asiento.
—Comprendo—.
El chico asintió.
Harry hizo una pausa para explicar su aspecto, para que ellos
no se impresionaran.
Dijo Molly.
—¿Cómo lo arreglo?—.
Mientras…
—¡Atrevidos!—.
—Y yo a ti, mami—.
Dejándolos uno frente al otro tan cerca, que cada uno percibía
la suave respiración del otro y los agitados latidos de sus corazones.
—Sí, preciosa—.
Dijo tía Petunia con pesar al ver que todas las sillas estaban
ocupadas por la numerosa familia Weasley.
—Saluden a la cámara—.
—¿De verdad?—.
Hermione rió.
—No, no—.
Lily arrojó el ramo que pasó por encima de las cabezas de las
chicas y de las profesoras.
—Y yo a ti, preciosa—.
—Y yo a ti Lily—.
—Claro que no—. Respondió ella riendo. —Ya sabes que toda
mi familia es muggle—.
Anunció la bruja.
Continuó Bellatrix.
—¡Viejo sinvergüenza!—.
—Eso intentaré—.
—¡Que lindos!—.
Allí era donde su Lily había formado una familia con James
Potter, y había sido allí donde la encontró aquel fatídico 31 de
octubre, cuando la creyó muerta, a partir de allí su vida había sido
miserable, triste y vacía, pero todo había cambiado.
—¡Vaya!—.
—Sí que nos hace mucha falta unas clases con ustedes—.
—¡Que chistoso!—.
Soltó Ron.
Respondió Lily.
—Quise intentarlo—.
Respondió sonrojado.
Dijo Fred rodeándolo con el brazo que tenía libre, pues con el
otro abrazaba todavía a su hermana.
En la cocina…
Dijo Xenophilus.
—Respire señora—.
Fuera de la sala…
—A veces—.
—¡Por Merlín!—.
Comentó Draco.
El hombre accedió.
Y luego de cumplir con el encargo, contempló al bebé una vez
más.
—¡Shhhhhh!—.
Fin