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Plaza de Moros 2004 PDF
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TRABAJOS DE PREHISTORIA
61, n.o 2, 2004, pp. 155 a 166
URBANISMO
Fig. 4. Perfil de las escaleras de acceso a los torreones. Área I. Hab 1. 1999
interés para al análisis de las dinámicas que lleva- ba la construcción de espacios muy diferenciados,
ron a los pobladores del valle medio del Tajo de o por el contrario, quizá, interpretar estos espacios
unos hábitats abiertos, en llano, a los encastilla- como propios de células sociales cercanas a la fa-
mientos de muelas y espolones. milia nuclear. En este supuesto cada célula o fami-
Habría que interpretar que estos recintos amura- lia podría construir su propia estancia y el tramo de
llados se planean y conciben desde los asentamien- muralla que con ella se intercala, o bien la construc-
tos en llano, como un todo orgánico en respuesta a ción de la muralla repartirse entre todos los habitan-
unas necesidades que se nos escapan por el momen- tes del poblado.
to. Efectivamente, en la Mesa de Ocaña la mayoría Al igual que en el Area I, pero aquí con más ni-
de los recintos amurallado son ocupados ex novo tidez, se observa una posterior subdivisión de los
(Urbina 1997 y 2000), lo que implica que no sólo la espacios rectangulares, a la vez que se añaden otros
elección del emplazamiento –conjugando las varia- nuevos a modo de vestíbulos. Tal compartimenta-
bles del relieve con los intereses defensivos– fue ción se produjo respetando los antiguos módulos,
especialmente intencionada, sino que el diseño ur- por lo que la disposición urbanística general apenas
banístico general de estos espacios fue también varía, aunque se hace más compleja.
preconcebido. Más aún, es concebido mientras se Poco es lo que se conoce del urbanismo de
habita en otro lugar. los poblados de la Edad del Hierro en el Centro
No se trata de un sencillo esquema con la cons- de la Península, apenas fragmentos de estancias
trucción de una muralla perimetral a la que se van inconexos (Blasco y Alonso 1985; Gómez 1986;
adosando las casas que la utilizan como pared tra- Penedo 2001; Sierra 2002; Valiente 1994) (6). Se-
sera, el cerramiento de un espacio que se rellena gún los datos disponibles, la norma parece ser la
con módulos habitacionales más o menos estanda- irregularidad, con predominio de estancias cuadra-
rizados, ejemplos típicos de los primeros momen- das y poco cuidado en el trazado de ángulos rectos,
tos de la Edad del Hierro en los poblados de calle tendiendo a la planta compleja donde no es inusual
central del Bajo Ebro o lugares más cercanos como la existencia de muros adosados en lugar de pare-
El Ceremeño, en Guadalajara (Cerdeño y Juez des medianeras, como sucede, por ejemplo, en el
2002). El ejemplo de Plaza de Moros señala que Cerro de los Encaños, Cuenca, (Gómez 1986) o en
aquí la arquitectura presenta un diseño mucho más el Cerrón de Illescas, Toledo (Valiente 1994). Pero
complejo, con la elaboración de un plan urbanís- en general desconocemos la funcionalidad de la
tico que engloba, al menos, las estancias conti- mayoría de las áreas, así como la articulación entre
guas a la muralla perimetral (lo que representa un las mismas.
40% del espacio del poblado) y las propias cons- En Plaza de Moros constatamos la existencia de
trucciones defensivas. La muralla se construyó por dos áreas de funcionalidad diferenciada. En el Area
tramos probablemente al mismo tiempo que las I, al menos la estancia central ya comentada debe
estancias que se adosan a ella, e intercalan sus relacionarse con la vigilancia y defensa de los to-
muros, pero no se puede considerar a ésta una parte rreones que cierran el acceso al poblado. El Area II
de las paredes de las casas, pues su grosor de 1,2 presenta ciertos rasgos que permiten identificarla
m. y el tamaño de sus piedras es significativamente con espacios de carácter artesanal o ámbitos no
mayor al de las paredes más gruesas de cualquier específicos de vivienda. Uno de ellos es la ausen-
estancia. cia de huesos entre los restos exhumados (7), a la
Esta peculiaridad plantea numerosos interrogan- que hay que añadir la falta de hogares. Otro es la
tes a la hora de interpretar el proceso constructivo, existencia de unas cubetas de forma cónica practi-
ya que es necesario que la muralla se vaya constru- cadas bajo los suelos de cada habitación (H1, H2,
yendo por tramos al mismo tiempo que se levantan H3 y H9) y recubiertas con yeso, y habría que aña-
las distintas estancias. Pero estas estancias quedan
(6) Este panorama se verá enriquecido con la publicación
diferenciadas claramente, ya que entre un y otra no completa del barrio excavado en el poblado de La Gavia, Valle-
existen paredes medianeras, sino que se construyen cas, Madrid (Morín et al. e.p.).
dos muros adosados con una pequeña separación (7) Los escasos restos de huesos recuperadosos en el yaci-
miento provienen en su totalidad del Area I. El estudio de los
entre ellos (Area II, Hab. 1 y 2), algo que no suce- mismos ha sido realizado por Eva Orri y Jordi Nadal de Arqueo-
de en el Area I. Nos enfrentamos a la disyuntiva de cat/Serp. En total se han estudiado 108 fragmentos con estos re-
sultados globales: de un 72,22% de ovicápridos, un 13,88% de
plantear las obras de construcción del poblado bos taurus, un 8,33% de sus domesticus y un 5,55% de oryctola-
como un trabajo común que, sin embargo, implica- gus cuniculus.
dir aún la gran profusión de grandes recipientes do- vechando la abundancia de madera carbonizada en
cumentados en este área (8). el yacimiento, se realizaron dos análisis de C14.
En ambas áreas se constata la posterior adecua- Lamentablemente, los resultados de dichos análi-
ción de los espacios a la vida doméstica, con la sis presentan problemas para su adecuada inter-
construcción de un hogar en la habitación de acceso pretación (9), y por tanto hemos de basarnos en la
a las escaleras de los torreones en el Area I, y la cultura material para intentar acercarnos a la crono-
amortización de las cubetas y erección de algún logía del sitio.
hogar, en el Area II. Como es frecuente en un lugar relativamente
aislado, los objetos exhumados pertenecen en su
mayoría a una cultura material de carácter eminen-
CRONOLOGÍA temente local. Pocos esfuerzos se han realizado
para caracterizar este tipo de producciones, aunque
Uno de los aspectos de mayor interés de las ex- hace ya tiempo que E. Cuadrado apuntó una serie
cavaciones en Plaza de Moros, era obtener una cro- de datos en ese sentido (Cuadrado 1976-78).
nología absoluta que se pudiera extrapolar a los
recintos amurallados de la Mesa de Ocaña y el va- (9) Optamos por tanto, por no incluir en este trabajo los resul-
lle del Tajo. Así mismo, la obtención de unas fechas tados de esas primeras dataciones radiocarbónicas, realizadas por el
absolutas sería de gran valor para establecer los Laboratoire des Sciences du Climat et de l’Environnement del
CNRS, Paris. Queda pues pendiente la confirmación de estos datos,
primeros paralelos sobre los que construir la se- que por el momento abarcan fechas comprendidas entre los siglos
cuencia material de la zona. Es por ello que, apro- IV y II a. C, a la espera de nuevos análisis que permitan definir con
una mayor precisión la periodización del yacimiento. Estamos ade-
(8) En este sentido se ha iniciado una línea de análisis de los más a la espera de los primeros resultados sobre el arco paleomag-
fondos de los grandes recipientes encontrados en el área II, en nético de la Península Ibérica, para el que se extrajeron varias
colaboración con los laboratorios de Arqueocat S.L. muestras de los adobes quemados de las paredes de la H1, Área I.
Dos de las fíbulas en paradero desconocido son horizonte encuadrable cronológicamente entre la
ejemplares zoomorfos o de caballito, del tipo esque- mitad del siglo IV y el s.III a.C. Si pudiéramos
matizado de placa que propone González Zamora hacerla extensible al resto de yacimientos amura-
(1999:202), con una cronología del s. III a.C. De pie llados de la misma tipología de la Mesa de Ocaña,
vuelto tenemos 5 piezas, una en paradero descono- significaría que las propuestas realizadas ante-
cido, de pie vuelto libre, con remate, al parecer ser- riormente (Urbina 2000) son en esencia correctas.
pentiforme (grupo 2 de Cuadrado), con resorte muy La evolución del poblamiento de la II Edad del
simplificado retorcido hacia el interior, que haría Hierro en el Valle Medio del Tajo se iniciaría con
referencia a tipos antiguos de La Tène, con crono- los asentamientos en llano, a donde llegan las pri-
logías de primera mitad del s. IV a.C. meras cerámicas a torno y que también son el expo-
Del mismo momento, destacan otras dos fíbulas nente de los primeros poblados plenamente seden-
del Area II, tipo 2 de Cuadrado, o A3 de Argente, tarios en la zona. Se trata de asentamientos como
de La Tène Antigua 1C, con pie apoyado sobre el los correspondientes a las necrópolis de Las Espe-
arco. La última es del tipo I.1.6.2 de González Za- rillas, en Santa Cruz de la Zarza, (García Carrillo y
mora (1999:245) o 4-2a de Cuadrado, de pie vuel- Encinas 1987), o la recién excavada necrópolis del
to libre y una pieza, con remate periforme. Se le Cerro Colorado, en Villatobas, en la Mesa de Oca-
asigna una cronología de finales del IV comienzos ña, así como de otras más alejadas, como las prime-
del III a.C. ras fases de Palomar de Pintado en Villafranca de
La cronología que aporta el conjunto de fíbulas los Caballeros (Pereira et al. 2001) y Las Madrigue-
parece encuadrarse claramente en el siglo IV a.C., ras, en Carrascosa del Campo, Cuenca (Almagro
con algunos ejemplares algo posteriores, pero que 1969), o poblados como Hoyo de la Serna en Villa-
en ningún caso nos llevarían más allá de la mitad del rrubia de Santiago, o el yacimiento A de Arroyo
s. III a.C. (Urquijo y Urbina 2001). Estas fechas Culebro, en Leganés, Madrid (Penedo 2001).
están en consonancia con las aportadas por las pro- Estas cerámicas a torno expresarían la plas-
ducciones cerámicas de barniz rojo. mación de los influjos mediterráneos, llegados des-
También hoy en paradero desconocido, sabemos de Levante y Andalucía, que incidirían drástica-
de la existencia de una placa de cinturón de tipo mente en la economía indígena, ampliando su base
ibérico, con decoración de damasquinados de pla- de producción e introduciendo probablemente
ta, a base de círculos concéntricos. Para este tipo de nuevos cultivos y técnicas, que ampliarán en ge-
adornos, que se localizan en contextos variados, se neral la capacidad de generación y transformación
asignan cronologías que van desde el siglo IV al II de productos de estas sociedades (Fernández Nie-
a.C. con mayor abundancia en la 2ª mitad del IV to 1999).
a.C. (Cerdeño 1977). Posteriormente, y de forma paulatina, se van
Destacamos, así mismo, la aparición de dos frag- ocupando las márgenes de los respectivos valles,
mentos de braserillo de bronce, pertenecientes a dos creando nuevos asentamientos más reducidos, aún
recipientes distintos, correspondiendo respectiva- sin preocupaciones defensivas. Estos pequeños
mente a un trozo de asa y al soporte de un asa re- poblados, de marcado carácter agrícola, se docu-
matado en manos muy esquemáticas (siendo el mentan por ejemplo en emplazamientos como los
primero un hallazgo superficial en el Área I, y pro- de El Gredero, Arroyo del Taray o La Vega, en tor-
cediendo el segundo de la calle II, en el área II). Hay no al arroyo cuya cabecera domina al poblado de
que señalar que aunque es la primera vez que estas Villatobas, o Las Castellanas y Cerro Moro, en tor-
piezas se documentan en la región, no son extrañas no al arroyo cuya cabecera ocupa Fuente de la Cal-
en lugares tan dispares como Andalucía, Levante y zada, otro yacimiento en llanura en Santa Cruz de
estribaciones del Sistema Central, con amplias cro- la Zarza (Urbina 2000: 74), y serían a su vez la ex-
nologías (Cuadrado 1966, en García Cano et al. presión del incremento general de la producción o
2002). de los aprovechamientos del medio.
El siguiente paso en la evolución del poblamien-
to está reflejado en la emergencia de los recintos
CONCLUSIONES amurallados. Éstos, si bien suponen un cambio
drástico respecto a lo anterior (llegando probable-
Aunque descrita sucintamente, la cultura mate- mente muchos de ellos a sustituir a los primitivos
rial de Plaza de Moros es claramente propia de un núcleos centrales) son, en un principio, un reflejo
de la evolución de los poblados del llano, aunque en DÍES, E. y GIMENO, L. 1995: “El sistema defensivo de la
una nueva dirección. zona SE del yacimiento ibérico del Pico de los Ajos
Los datos del urbanismo de Plaza de Moros ana- (Yátova, Valencia)”. Saguntum 29 (I): 81-92.
lizados anteriormente, apuntan en la línea interpre- FERNÁNDEZ NIETO, F.J. 1999: “Economía de la coloni-
tativa que uno de nosotros indicó hace años (Urbi- zación fenicia y griega en la Península Ibérica”. En
na 2000:230ss), en el sentido de que estos recintos Estudios de economía antigua en la Península Ibérica.
Nuevas aportaciones.,Studia Historica, Historia Anti-
amurallados se proyectarían desde los núcleos de la
gua 17: 25-58.
llanura, en principio como estructuras de almace- FERNÁNDEZ RODRIGUEZ, M. 1987: “Cerámica de bar-
naje y de disuasión en donde guardar los exceden- niz rojo en la Meseta”. Archivo Español de Arqueolo-
tes: cereales, ganado, y ubicar las pequeñas indus- gía 60: 3-20.
trias de transformación cada vez más complejas y GARCIA CANO, J.M.; LILLO, CARPIO, P.A. y PAGE
abundantes. DEL POZO, V. 2002: Emeterio Cuadrado, Obra dis-
El recinto amurallado sería así concebido como persa. Murcia.
un espacio artesal-industrial y/o de refugio, que GARCÍA CARRILLO, A. y ENCINAS, M. 1987: “La ne-
deriva, quizá al tiempo que se generaliza el mode- crópolis de la Edad del Hierro de «Las Esperillas»,
lo, en un espacio habitado, en un poblado propia- Santa Cruz de la Zarza”. Carpetania I: 43-68.
mente dicho. Esta transformación es gradual y no – 1990: “Necrópolis de Las Esperillas, Santa Cruz de la
muy larga en el tiempo, a juzgar por la secuencia Zarza, Toledo”. I Congreso de Arqueología de la pro-
estratigráfica de Plaza de Moros (13). Este tipo de vincia de Toledo. Toledo: 259-274.
yacimientos parecen ser exclusivos un poco más GÓMEZ RUIZ, A. 1986: “El Cerro de los Encaños (Villar
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tarde, cuando desde finales del siglo III tengamos
nico 27: 266-339.
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