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ARTURO BLANCO PRINCIPIOS Y FUENTES DE LA TEOLOGÍA

mitido viva y oralmente en la Iglesia desde los Apóstoles con b) Valor singularísimo de los libros inspirados:
la asistencia del Espíritu Sant0 39• La palabra del Magisterio la S. Escritura, alma de la teología
no es revelación de Dios, pero goza de la asistencia divina
para reconocer lo que ha sido revelado por Dios. Lo que aca­ La Sagrada Escritura, {(inspirada por Dios y escrita de
bamos de· decir se refiere al Magisterio de la Iglesia en su una vez para siempre, nos transmite inmutablemente la pa­
acto más propio y específico, esto es, ~n cuanto define, juz­ labra del mismo Dios», dice el último Concili0 41 ; y añade: «en
ga e interpreta'la conformidad de una concreta doctrina con cuanto inspirada, es realmente palabra de Dios» 42. Estas pa­
la Revelación. Los documentos del Magisterio pueden verse labras,. que recogen la fe milenaria de la Iglesia, bastan p~a
también como testitnonios de la Tradición, y en ese caso de­ comprender la importancia del estudio de los libros sagra­
ben considerarse como los monumentos más importantes dos en esta ciencia y su particular autoridad a la hora de re:
de ésta: en' ese sentido sí forman parte del depósito, como conocer lo que Dios ha revelado, pues (corno todo lo que
los demás monumentos. afirman los hagiógrafos o autores inspirados, lo afirma el Es­
Cuanto llevamo~ dicho tiene importantes repercusiones píritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sóli­
metodológicas en teología, una especialmente: el es~udio de damente,Jielmente y sin error la verdad que Dios hizo con­
lo~ libros sagrados y de los monumentos de la Tradición ~ignar en dichos libros para salvación nuestra» 43. Para resu­
debe ir acompañado de la consulta a los documentos del Ma­ mir en uria consigna gráfica esta doctrina, el último Conci~
gisterio. Lo enseña expresamente el último Concilio: «la Sa­ lio desea: «(Sea el estudio de la Sagrada Página corno el.alma
grada Tradic~ón, ,la Sagrada Escritura y el Magisterio de la de la Sagrada Teología» 44. Comentemos, respetando los lími­
Iglesia, ,según. la sapientísima disposición de Dios, de tal t{!s inher:entes a toda analogía, lo que este símil sugiere.. ,
modo se conectan entre sí y. se asocian, que uno sin los otros : En primer lugar, indica que la S. Escritura es principio
no subsiste y todos a la vez, cada uno a su modo bajo la ac­ viVificante de la labor teológica, corno el alma lo es del cuer­
ción del únic9 Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la po. El alma da vida al cuerpo, organización, unidad. Es el
salvación de las almas» 40. principio de todas sus operaciones: nutrirse, moverse, sentir,
Expuestas ya las fuentes propiamente teológicas, pasa­ pensar. Es su forma. De modo semejante, el conocimiento
mos a considerar el valor que tienen. Hemos aludido a que de lá S. Escritura da vida al intento teológico, lo pone en
no todos los documentos y monumentos recogen y expre­ !parcha, lo orienta, configura, le da unidad y perspectiva. El
san con la misma categoria y fidelidad el testimonio divino; teólogo ha de mantenerse en íntimo y asiduo contacto con
por tanto, varia su valor normativo del trabajo teológico. En l~s ~bros sagrados, de modo que encuentre en ellos el con­
los siguientes apartados analizaremos la fuerza vinculante tenido y también la forma de sus discursos. Así, las expre­
para el teólogo de los libros sagrados, los monumentos de la siones, los conceptos y razonamientos bíblicos afluirán a su
Tradición y los documentos del Magisterio. "
'lbid., n. 21.

'.' 41
42 [bid., n. 24.

, 43.lbid., n. 11.

1M44 [bid, n. 24. Cfr Decr. Optatam totius, n. 16. La imagen fue propuesta
ya por León XllI en su Encíclica Providentissimus Deus, 18-XI-1893, Enchi-
ridian Biblicum (Documenta ecclesiastica S. Scripturam spectantia, aucto­
39 Cfr Consto Dogm. Dei Filius, cap. 3, DI. 1792; Const. Dogm. Dei Ver- ritate Pontificiae Cornmissionis de Re Biblica edita, Romae 1927), n. 114; y
bum, n.9.
por Benedicto XV en su Enciclica Spiritus Paraclitus, 1S-IX-1920, en Enchi-
40 Const. Dogm. Dei Verbum, n. 10.
ridíon Biblicum, cit., n. 483.

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exposición. Esto no elimina la necesidad de recurrir a con­ da en que pretende esa profundización. Ciertamente, existi·
ceptos y términos consagrados por el uso teológico y la en­ rán siempre cuestiones propias de los exegetas y biblistas;
señanza del Magisterio. Asegura sólo que se concede la de­ pero la Escritura no es un coto reservado a ellos. El teólogo
bida propiedad al lenguaje bíblico; en esa medida, garantiza que renunciara a conocerla bien y con profundidad, estaría
que la reflexión teológica no se aleja de su origen propio y por ello mismo renunciando a conocer bien y hondamente
la defiende de extravíos 4S • a Dios y sus designios. Así lo prueba el ejemplo de los gran­
En segundo lugar, esta analogía recuerda que la S. Es­ des teólogos de todas las épocas. que, junto a obrás de ela­
critura debe informar el trabajo teológico en su conjunto y borada reflexión, han legado también estupendos comenta­
en cada de una de sus partes, como el alma: informa todo el .rios bíblicos 47.
cuerpo y cada uno de sus miembros. Ciertamente, no estará
presente de igual manera en todos los desarrollos teológicos, ','
como tampoco el alma vivifica del mismo modo y según la e) 'Cómo identificar el testimonio de la Tradición a
totalidad de su eficacia cada elemento corporal, sino a cada través de sus monumentos "
uno según le corresponde por función y estructura;' pero,
respetando la concisión que cualquier trabajo'pidé para no Cualquier texto o frase de la S. Escritura es por sí solo
malgastar tiempo y energías, habrá que procurar un acer­ vinculante para la fe y para la profundización teológica.
camiento global a la Escritura, que no se contente con aso­ Esto, obviamente, no sucede con los téstimonios de la litur­
marse a unos pocos textos. Para que realmente el estudio gia y de los SS. Padres. Ningún monumento de la Tradición
esté informado por esa alma, es siempre dportuno un de­ por sí solo se presenta como expresión infalible de la pala­
sarrollo bíblico de los temas tratados, tanto en dogmática bra divina; por tanto, no vincula necesariamente al creyente
como en moral y liturgia. El Concilio Vaticano n así lo de­ ni al teólogo. La razón es que esos testimonios se deben a
sea cuando aconseja a propósito de los estudios eclesiásti­ personas singulares o grupos paIjiculares de cristianos. Y ~
cos de los candidatos al sacerdocio: «lníciense cuidadosa­ ningún fiel o grupo particular de fieles es "depositario infali­
mente en el método de la exégesis, examinen a fondo los ble de la Revelación. Sólo los Apóstoles fueron individual­
grandes temas de la divina revelación y recaben estímulo y mente constituidos como maestros infalibles d~l mensaje
alimento de, la lectura y meditación diaria de los Libros sa­ cristiano. .
grados. Dispóngase la enseñanza de la teología dogmática de En cambio, cuando los testimonios' contenidos en esos
manera que en primer lugar se propongan' los temas bí· monumentos son unánimes en señalar como revelada ?lna
blicos...»46. doctrina o una norma de conducta, tal universalconsenti-
El conocimiento profundo de la Escritura divina no pue­ miento es criterio suficien te para considerar dé fe lo que ates"::
de dejarse para los especialistas. Ha de poseerlo -en la me­ tigua. La razón está en que un consentimiento con esas ca­
dida de sus concretas posibilidades-:- quienquiera desee racterísticas es signo de la fe de la Iglesia, y el Pueblo de Dios
ahondar en su cultura teológica y, precisamente, en la medi­ en su conjunto sí es depositario infalible de la palabra divi­
45 Cfr Const. Dogm. Dei Verbum, nn. 23·25; Pío xn, Ene. Humani ge· 47 Para esta cuestión, se puede ver, p. ej., S. C¡PRIANI, La S. Scrittura,
neris, cit., Dz 2314. «anima della teologim, en Fedeltá e risveglio nel dogma, Ancora, Milano
,46 Decr. Optatam totius, n. 16. Más adelante, en ese mismo número, se 1967, pp. 40 ss.; E. HAMEL, L 'Escriture, ame de la Théologie, en «Gregaria·
dice. otro tanto respecto a la moral y la liturgia. num» 52 (1971) 511-535.

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