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TRASTORNO BIPOLAR

Por el Lic. DINO LOUP, psicólogo clínico.

En este mes me propuse informar sobre este trastorno porque últimamente escucho a menudo que
la gente usa de forma ligera el rótulo de “bipolar” para calificar a las contradicciones comunes de
otros, sin entender realmente el significado clínico de este término. El trastorno bipolar es un
trastorno del estado de ánimo (grave si no se hace tratamiento) en el cuál una persona manifiesta
cambios drásticos de humor, alternando episodios depresivos y de manía. En medio de éstos, puede
haber periodos largos en los que todo parece ir bien, llamados fase de eutimia (buen humor). No
obstante, algunos pacientes manifiestan lo que se llama ciclación rápida, en las que de un día para
otro pueden pasar de la normalidad a la manía y de la manía a la depresión de manera muy brusca.
La edad de inicio suele ser hacia finales de la adolescencia y principio de la edad adulta, y en casos
menos comunes en la infancia. Llegar al diagnóstico no es sencillo y es común que reciban un
diagnóstico incorrecto cuando no se tienen en cuenta todos los antecedentes del historial clínico.

EPISODIO MANIACO

Los episodios maníacos se caracterizan por una elevación anormal del humor sin necesidad de una
causa externa puntual, pudiendo llegar al extremo de la euforia. La duración mínima debe ser de una
semana (o menos si se necesita hospitalización). Empieza a manifestarse una sensación de energía
notablemente incrementada más un optimismo exagerado, lo que trae asociado un aumento en la
actividad cotidiana a niveles muy llamativos. El humor, la energía y la actividad están tan elevados
que el paciente duerme poco con la aceleración que experimenta, sin quejarse de fatiga. Asociado al
optimismo exagerado, la persona empieza a tener muchas ideas de grandeza, creyéndose con mucho
potencial para emprender enormes proyectos en los ámbitos de lo personal, familiar o de los
negocios. En estas condiciones pueden llegar a hacer negocios arriesgados con muchas
probabilidades de perder lejos. En lo social, la persona se vuelve muy habladora hasta la verborragia.
Es extrovertida y confianzuda al punto de desubicarse. Anda con saludos efusivos y a los grandes
abrazos con la gente. Considera como grandes amigos a gente con quienes no ha frecuentado
demasiado. No discrimina bien los límites entre la distancia social adecuada y la intimidad, llegando a
incomodar a los demás con sus comentarios y actitudes impertinentes. También el impulso sexual se
incrementa con riesgo de conductas promiscuas y/o acosadoras. Debido a su conducta acelerada e
imprudente suele tener roces con las personas del entorno. Se sorprende y se ofende con facilidad
cuando alguien le dice que algo anda mal en su conducta y pueden reaccionar con irritabilidad
desmedida cuando quieren ponerle límites a su conducta impetuosa. Anda de mal genio y con mal
juicio, mas puede estallar en ira por cuestiones insignificantes. No es necesario que se den todos los
signos y síntomas citados con anterioridad para diagnosticarlo, sino simplemente con cuatro o más
síntomas que acompañen al síntoma principal (estado de ánimo anormalmente elevado o eufórico)
ya se justifica sospechar el diagnóstico de episodio maniaco. También existe el llamado episodio
hipomaniaco que es una forma de manía menos grave, la persona anda con humor elevado o
irritable, mucha energía y muy activo, acelerado, etc., pero sin que su conducta sea un caos
inmanejable ni en extremo dramático, por lo tanto, el deterioro laboral, familiar y social no llegan a
ser tan graves como en la manía.

EPSODIO DEPRESIVO

Luego de la fase maniaca suele venir el bajón depresivo. En el episodio depresivo los síntomas deben
mantenerse constantes durante al menos dos semanas. La persona experimenta sentimientos
continuos de tristeza y abatimiento, mezclados con una sensible irritabilidad. La energía está
disminuida y pierde el interés por casi todas las cosas, incluyendo el cuidado de su propia apariencia.
La persona siente fatiga aún sin hacer esfuerzos importantes. La capacidad de sentir placer se
desvanece y ya no gusta hacer lo que antes disfrutaba, tal vez ni siquiera está motivado para el sexo.
Existen alteraciones importantes del sueño en los que se sufre de insomnio, o al contrario, dormir
demasiado. Le cuesta mucho levantarse y comenzar la jornada. Prefiere aislarse socialmente y si se le
diera la oportunidad, se la pasaría acostado o encerrado en una habitación. El apetito puede estar
alterado, como poco o come demasiado, con subidas o bajadas importantes de peso. Puede sentir
múltiples molestias corporales con quejas cambiantes, vagas o inespecíficas. La autoestima se
encuentra disminuida con pensamientos de inutilidad, culpa y autorreproche. Se queja de la vida, de
sí mismo y de los demás. Se siente impotente para salir adelante, abrumado por la desesperanza y
los pensamientos de ruina. La vida se convierte en una gran carga y las fantasías de muerte dan paso
a los pensamientos suicidas. Los pacientes con trastorno bipolar tienen hasta 30 veces más
probabilidades de quitarse la vida que la población general. No es necesario que se den todos los
signos y síntomas anteriores para llegar al diagnóstico, con tan sólo cinco o más de ellos se justifica
sospechar de episodio depresivo.

COMPLICACIONES FRECUENTES EN EL TRASTORNO BIPOLAR:

 Abuso de sustancias como alcohol, pastillas para dormir y otras drogas.


 Graves problemas de discordia matrimonial que pueden terminar en separación y divorcio.
 Deterioro familiar y social importante. Deterioro laboral y falta de realización profesional.
 Problemas financieros a causa de su incapacidad de producir, de deudas y/o negocios
frustrados. Grandes derroches de dinero en forma impulsiva.
 Tentativas suicidios e incluso suicidios consumados.

PRÓNOSTICO Y TRATAMIENTO

El trastorno bipolar es crónico, no se cura, sino que sólo se trata. Existen tratamientos eficaces para
este trastorno y si la persona se adhiere a éstos, puede mejorar muchísimo el estado de ánimo, el
funcionamiento social y familiar, e incluso puede darse una reinserción laboral efectiva. El
tratamiento de cabecera queda a cargo del psiquiatra mediante una medicación oportuna. La
psicoterapia se indica como complemento, siendo esencial la psicoeducación sobre la enfermedad,
terapia de pareja y familiar. La psicoterapia cognitivo conductual es otro pilar del tratamiento que ha
demostrado utilidad importante para el manejo de los episodios depresivos.

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