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Instrucciones

para (no siempre)


llegar a Cortázar
Juan Villoro

En 1975 llegué a Europa trabajando en las en el diálogo con los materiales; después de
bodegas del buquemotor Mérida. Viajaba con mucho pintar, sabrás lo que buscas.” El peregri-
Pablo Friedmann, mi mejor amigo, sin otra naje dio resultado; Pablo había visto a un
meta que el vagabundeo. Durante seis meses chamán de su tribu. Intoxicado de entusiasmo,
sobrevivimos bebiendo agua en cualquier me obligó a tomar un tren a París para visitar al
lavabo y durmiendo en los galpones de veinte chamán de la mía, Julio Cortázar. En este caso,
literas de los albergues juveniles. El propósito no teníamos otra carta de presentación que
oculto de esta errancia era encontrar un destino nuestra impertinencia.
para los años posteriores. En trances de con- No recuerdo cómo conseguí la dirección. El
templación mística en los museos, Pablo des- caso es que una tarde de viento subimos hasta un
cubrió su vocación pictórica (yo lo seguía por el tercer o cuarto piso. Había algo tautológico en esa
simple hecho de que allí había calefacción), y ascensión: fui a Europa con el deseo de agregarle
en los andenes de una estación perdida, los un capítulo a Rayuela y ahora subía peldaños para
túneles del metro y un lanchón habitado por encontrar al creador de la trama, la serie de co-
bellezas maravillosamente sucias, creí atisbar las rrespondencias que hacían posible ese azar.
historias de un libro que nunca escribí pero que Entonces un vecino colocó en su tornamesa
se abrió ante mí como un horizonte posible: Así hablaba Zaratustra, de Richard Strauss, el
incluso yo podía narrar algo. ampuloso delirio sinfónico que mi generación
Para certificar nuestras vocaciones, bus- conoció por 2001. Odisea del espacio. Al oir
camos el apoyo definitivo de un gurú. Pablo aquellos épicos timbales, supe que no estaba
consiguió que el director del Museo de Arte preparado para el encuentro. Como el protago-
Moderno de Amsterdam le diera una carta para nista de “El perseguidor” quise que ésa fuera la
Antoni Tàpies y visitamos su taller en música de pasado mañana, quise estar en un
Barcelona. Tàpies alentó al aprendiz de genio futuro en el que ya hubiera sobrevivido al rubor
con un lema autodidacta: “La verdad sólo surge de buscar a Cortázar.

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maron en un tribunal del idioma; sólo lo que
aparecía ahí estaba permitido.
Xavier me regaló Rayuela, con una dedicato-
ria tan larga como uno de los capítulos pres-
cindibles. Ahí hablaba del futuro, los viajes
reales e imaginarios que íbamos a hacer. No se
embarcó en el Mérida porque optó finalmente
por la medicina y consiguió un sitio en la
UNAM. El vagabundeo en Europa se convirtió
entonces en las cartas que le escribía a Xavier,
donde se intuían sombras salidas de otros cuen-
tos, jardines fumigados con venenos raros,
techos de cristal que comunican dos calles
como un falso cielo, estaciones del metro donde
la suerte propone citas subterráneas. Supongo
que aquellas cartas quedaban deliberadamente
inconclusas, en señal de que había apuestas
posibles, destinos difíciles de preveer que se
atarían como en los relatos que habíamos me-
Congelo la escena en esa puerta donde la morizado. La realidad fue más burda. Xavier
música y el remordimiento me llenan los oídos y Cara murió durante el terremoto de 1985,
regreso en tranvía a la preparatoria, a las tardes en mientras hacía guardia en el Hospital General.
que discutía a Cortázar con mi amigo Xavier En lo que a mí toca, nunca traspasé el
Cara. De 1973 a 1975, nuestra principal ocu- umbral de Cortázar. El escritor había ido a
pación fue enamorarnos de exiliadas chilenas. En algún congreso o a comprar Gitanes. Respiré
los ratos libres de esta extenuante y nunca re- con alivio afuera de su departamento.
compensada tarea, leíamos a Cortázar con un fer- Con los años, se padece una doble supersti-
vor disparatado. Sus cuentos y sus novelas eran ción hacia las lecturas de juventud. Por un lado,
para nosotros libros de autoayuda; queríamos ser deseamos mantenerlas intactas, no mancillar
los personajes, encontrar a La Maga, cruzar nuestra inocente fascinación con el vicio de la
puentes sobre el Sena, recorrer ámbitos cargados relectura. Pero también tememos que sean
de tabaco oscuro, en los que giraban sugerentes malísimas, que una actividad que tanto le debe
discos de jazz. Esta idolatría de la conducta (leer a la experiencia comenzara celebrando a nove-
tramas como manuales de comportamiento) listas de tercer orden.
poco a poco cedió su sitio a una apreciación más Dejé de releer a Cortázar como quien lucha
técnica. Xavier y yo dudábamos entre ser médi- contra una adicción, en busca de un camino
cos o escritores y el lenguaje de Cortázar, que que no significara poner mis pasos en sus hue-
mandaba a volar los signos de puntuación, avan- llas. Conservé en la memoria las atmósferas
zaba con ritmo sincopado y admitía por igual entre lo real y lo fantástico y la liberadora
referencias exquisitas que temas de cultura popu- voluntad de estilo. Quizá en busca de un reme-
lar, era el mejor estímulo para quedarnos dentro dio para una pasión extrema, me decepcioné
de la literatura. No sé a ciencia cierta cómo con el Cortázar tardío, el de las simplificaciones
empezó el juego pero Xavier y yo memorizamos políticas, la frágil invención de los cronopios
cuentos enteros de Cortázar. Uno recitaba una (aunque ahí, en esa estética tan Walt Disney,
frase, el otro debía decir la siguiente. Se trataba asomaban las insuperables instrucciones para
de un ejercicio fanático, autista. A la distancia, subir una escalera), la cursilería (desplegada no
me parece obvio y merecido que las exiliadas sólo en sus fatídicas letras de tango, sino en la
chilenas rechazaran al par de recitadores de frases solidaridad izquierdista que lo rescató del solip-
sueltas. Pese a lo ridículo del asunto, algo crista- sismo y el aislamiento en París, pero le sugirió
lizó en esa afición; Final del juego, Bestiario, Las títulos impresentables, como Nicaragua tan vio-
armas secretas, Todos los fuegos el fuego se transfor- lentamente dulce), la filosofía kitsch (de la tesis

8 L O S U N I V E R S I T A R I O S
N u e v a é p o c a
PARA LLEGAR A CORTÁZAR

del “lector hembra” en Rayuela al valor trascen- exprese la calidad espiritual del conocedor
dente de la masturbación y del coito anal en que sabe apropiárselo. En Rayuela, ese cenáculo
Libro de Manuel ), los juegos ñoños (Los auto- —ese mercado persa— de gustadores refinados
nautas de la cosmopista, Fantomas contra los vam- que consume anécdotas insólitas, lugares secre-
piros multinacionales). Necesitaba a un último tos, bebidas exóticas y música de jazz tiende a
Cortázar, desastroso y vencido por su propia asimilar la iniciación mística con un viaje en el
obra, para librarme de él. El parricidio que interior de las regiones inexploradas del mer-
Gombrowicz recomendó al zarpar de Argentina cado capitalista [...] En el Libro de Manuel ha
rumbo a Europa (“¡muchachos, maten a dado un peligroso paso hacia adelante haciendo
Borges!”) empezaba a cumplirse en una genera- del “hombre nuevo” el gustador a la vez más
ción de adictos a Final del juego. refinado y más completo. Esteta, sibarita, erotó-
Pero ciertos hábitos son inquebrantables; no mano, este hombre total antes que vivirlo todo
en balde, la lectura completa de Rayuela comien- —como querían los románticos— debe gus-
za con la frase: “Sí, pero quién nos curará del tarlo todo [...] Este discurso que busca ajustar el
fuego sordo...” Cortázar regresa como el fuego deseo a la lógica del valor de cambio predica, en
sordo. En 1986, José Agustín viajó a Argentina realidad, la liberación del deseo de consumir.”
y trajo Divertimento y El examen, dos novelas En febrero de 1994, cuando se cumplieron
que Cortázar no pudo publicar en su juventud diez años de la muerte de Cortázar, yo daba
y que le parecieron demasiado imperfectas para clases en la Universidad de Yale. Propuse una
editarlas en su madurez. Agustín me propuso mesa redonda y busqué el apoyo de una profe-
que comentáramos en televisión esas obras, sora argentina. El tema no le interesaba: “Es un
publicadas dos años después de la muerte del autor para adolescentes.” Una y otra vez he
autor: Divertimento, un tanteo humorístico con encontrado reparos semejantes en amigos
el surrealismo, y El Examen, donde una niebla argentinos: “Es demasiado jipi, demasiado
agobia a los protagonistas que deciden pasar la superficial, demasiado lírico.” Por momentos,
noche en vela, recorriendo las calles de Buenos siento que hablan de un Mark Twain o de un
Aires, como única preparación para un examen Salgari de los años sesenta. Me cuesta trabajo
del día siguiente. Novela de ideas y de época, El contradecir estos reparos, entre otras cosas
examen es también un caso de literatura fantás- porque sirvo para ejemplificarlos; no deseo
tica y una metáfora del peronismo en la cuerda perder la sorpresa esencial de haber leído a
de “Casa tomada”. Sólo un férreo sentido de la Cortázar buscando instrucciones para resolver
autocrítica explica que Cortázar se negara a el destino. De cualquier forma, sin entrar en las
publicar en vida El examen. Sin embargo, vale la tediosas taxonomías del especialista, me parece
pena anotar una paradoja: esta novela “cancela- obvia la maestría de sus mejores cuentos (“El
da” es muy superior a cuentos de la etapa final, otro cielo”, “Cartas de mamá”, “La puerta con-
como “Apocalipsis en Solentiname” o “Alguien denada”, “La autopista del Sur”, “Las babas del
que anda por ahí”. diablo”, “Después del almuerzo”, “Manuscrito
Con frecuencia, la posteridad de Cortázar hallado en un bolsillo”, “Verano”). En lo que
ha ido acompañada de una acusación: se trata toca a sus obras de largo aliento, ciertos pasajes
de un autor “fechado”, las copiosas referencias perdurarán por sí mismos, más allá de las nove-
culturales de Rayuela le dicen poco a los nuevos las que les sirven de pretextos: los edificios
lectores, su vanguardismo responde a cierta unidos por un tablón en Rayuela, la llegada al
coquetería de la moda. En el mejor texto críti- café en Los premios.
co acerca de Libro de Manuel, “El socialismo de En un texto marginal que narra su recorrido
los consumidores”, Ricardo Piglia ve el com- por Provenza mientras corrige las pruebas de
promiso social de Cortázar como la romanti- imprenta de Libro de Manuel, Cortázar se pro-
zación extrema de un individualista: “El pone ser un “Robinson deliberado”, alguien
personaje más representativo (habría que que busca una isla donde naufragar. Leí sus
escribir: el héroe) de Cortázar es siempre el libros con la intensidad de quien los confunde
exquisito, capaz de distinguir en la maraña de con la vida. Espero que los años pasen sin
mercancías el objeto único que en su rareza rescatarme de ese venturoso naufragio.

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