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Introducción

El miedo es posiblemente la experiencia emocional más universal que se da entre todos


los seres vivos, y efectivamente, trae consigo un importante componente de valor
adaptativo para la especie. En los seres humanos, esta emoción es experimentada en
todas las etapas de desarrollo; durante algunas de estas tenemos miedo a ciertas
cosas y a otras no. En la etapa infantil, debido al afán y deseo de exploración propio del
infante, es muy común que se experimenten numerosos miedos. La mayoría son
pasajeros; el miedo a la separación, a personas extrañas, a la oscuridad, a la escuela,
etc (Gutierrez y Moreno, 2011). Aunque, algunos miedos desaparecerán o incluso,
aparecerán otros, indiscutiblemente estos les ayudarán a enfrentarse de forma
adecuada a situaciones difíciles y amenazantes con las que se encontrarán a lo largo
de su crecimiento. No obstante, es importante establecer una diferencia entre los
miedos “normales” propios de la infancia, que remiten espontáneamente con el paso de
los años, de los miedos “patológicos” o fobias, que requieren tratamiento. Torres (2014).

De acuerdo con Taylor (1998) (citado de Chorot, Sandín y Valiente 2003) El miedo
puede consistir en una respuesta normal, razonable y apropiada ante un peligro
potencial. La fobia, en cambio, puede definirse como un miedo extremo, y por tanto
implica una consideración clínica del miedo (Sandín, 1999). Para que un miedo infantil
sea considerado como fóbico se requiere de dos condiciones: que resulte
desproporcionado a las demandas de la situación y que su elevada intensidad lo
convierta en un comportamiento desadaptativo. Bermejo, Méndez y Olivares (2001).

Aunque existe una intrínseca relación y gran similitud entre los términos anteriormente
descritos, efectivamente existen ciertas diferencias. Los miedos deben ser vistos como
entidades no clínicas, es decir, como condiciones que pueden ser consideradas como
relativamente normales, integradas en el desarrollo, y que desempeñan un valor
adaptativo y de supervivencia. Chorot, Sandín y Valiente (2003). De hecho, la
persistencia del miedo es fundamental para el diagnóstico de fobia específica en la
infancia.
La fobia específica hace parte (entre otras) de las manifestaciones clínicas de la
ansiedad. El DSM-V (American Psychiatric Association, 2013) la define como la
aparición de miedo o ansiedad intenso y persistente, prácticamente inmediata e
invariable respecto a un objeto o estímulo fóbico: Animal, situación específica, que se
evitan o Entorno natural, Sangre soportan a costa de intenso miedo- heridas-
inyecciones, etc. En los niños, el miedo o la ansiedad se puede expresar con llanto,
rabietas, quedarse paralizados o aferrarse.

Para la valoración de las fobias, existen una amplia gama de instrumentos, métodos y
técnicas, tales como la observación entrevistas estructuradas, escalas clínicas de
evaluación, instrumentos autoadministrados y medidas recogidas a partir de los padres.
Todas estas técnicas han permitido a lo largo del tiempo, proceso evaluativo adecuado.

Los estudios epidiemiológicos realizados sobre fobias específicas se muestran


contradictorios. Según estudios de Essau, Conralt y Petermann (1999) el porcentaje de
niñas que presentan miedos fóbicos es superior al de niños. A partir de los 11 años, hay
un descenso generalizado tanto en el número de miedos excesivos como en su
intensidad, hasta los 15 años, en que existe un nuevo aumento. Contrario a esto Sandin
(1997) (citado en Bermejo et. al. 201) encontró que las fobias específicas son más
comunes en las niñas, aunque manteniendo diferencias en la edad adulta. Aunque son
considerables los índices epidemiológicos respecto a las fobias en la infancia y
adolescencia, es imprescindible que se realice una detección e intervención temprana,
pues a través de éstas es posible evitar muchos inconvenientes en el desarrollo
emocional del infante y por consiguiente, el infante o adolescente podrá disfrutar de
una vida totalmente normal.

Consideraciones generales: fobias y ansiedades específicas

La ansiedad es una emoción normal que todas las personas experimentan, debido a
que forma parte de mecanismos básicos de supervivencia y es una respuesta a
situaciones del medio que nos resultan sorpresivas, nuevas o amenazantes. Es por
esta razón que al enfrentarse a situaciones que se perciben como peligrosas se tienen
reacciones como hormigueos en el estómago, tensión, taquicardia, sudoración, se
dilatan las pupilas entre otras, esto con el fin de poder enfrentarse a dicha situación. Sin
embargo estos procesos propios y naturales del ser humano en ocasiones se alteran
provocando una respuesta desadaptativa que produce disfunción en la vida cotidiana,
es decir un trastorno de ansiedad (Cárdenas, Feria, Palacios y De la peña, 2010).

La ansiedad ha sido definida como un estado emocional caracterizado por aprensión y


tensión, en pocas palabras la ansiedad supone un estado de ánimo negativo, una
preocupación respecto a peligros o amenazas futuras, o de poder controlarlas en el
caso de que realmente se produzca, donde se ven involucrados componentes
cognitivos y subjetivos, fisiológicos y conductuales clínica (Torres, Posada, Mejía,
Bareño, Sierra, Montoya y Agudelo, 2012).

El DSM-IV-TR clasifica a los trastornos de ansiedad específica de la siguiente manera:

1. Trastorno de ansiedad por separación (TAS): se presenta generalmente en niños


y adolescentes, se caracteriza por una ansiedad excesiva acerca de la separación de
las personas que tienen una fuerte relación con el como lo son la madre, el padre, el
cuidador o la pareja, este se compone además de un malestar físico que interfiere en el
adecuado funcionamiento del individuo en diferentes áreas importante de su vida como
la escuela. El deterioro es tan profundo que las personas llegan a ser incapaces de
estar solos sin la compañía de quien representa su figura de apego, además
manifiestan tener pesadillas con contenido catastrófico como la muerte, el secuestro o
accidentes graves y quejas somáticas. Este trastorno cuenta con una prevalencia del
0.6 al 6% (Cárdenas, Feria, Palacios y De la peña, 2010 y Torres et al., 2012).

2. Trastorno obsesivo compulsivo (TOC): Este tiene dos síntomas específicos las
obsesiones y compulsiones. La primera son pensamientos o imágenes involuntarias y
recurrentes que le ocasionan a la persona mucha ansiedad o malestar y las
compulsiones son comportamientos o actos repetitivos como rituales encaminados casi
siempre a disminuir la ansiedad provocada por las obsesiones, aunque pueden no estar
relacionadas. En la población general tienen una prevalencia de 1 a 3% (Cárdenas,
Feria, Palacios y De la peña, 2010).

3. Trastorno de pánico (TP): esta se caracteriza por la aparición súbita e inesperada


de crisis de angustia o pánico que producen el sujeto palpitaciones, sudoración,
temblores, sensación de atragantamiento, náuseas y miedo a morir o volverse loco.
Estos signos suelen tener una duración de una hora causando en la vida cotidiana del
niño o adolescente malestar o sufrimiento de que vuela a ocurrir.Este trastorno tiene
una prevalencia aproximada del 2% siendo más frecuente en mujeres (Cárdenas, Feria,
Palacios y De la peña, 2010).

4. Fobia específica (FE): consiste en un temor intenso y persistente, que es excesivo e


irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación
específicos. Por ejemplo miedo a volar, oscuridad, animales, sangre, entre otras. El
miedo a enfrentar estas situaciones es tan grave que las reacciones son excesivas e
incontrolables como los ataques de pánico ocasionando una alteración en la capacidad
de funcionar normalmente en su vida cotidiana (Torres et al., 2012). En la mayoría de
los casos el estímulo fóbico es evitado, si bien puede experimentarse, aunque con
sumo terror (González, 2005). Este trastorno tiene una prevalencia en la población
general del 10 al 11.3% (Cárdenas, Feria, Palacios y De la peña, 2010).

5. Fobia social (FS): es un desorden emocional en donde las personas experimentan


un temor intenso y persistente a los juicios y opiniones de los demás; les preocupa de
modo excesivo ser evaluadas negativamente por otros o ser el centro de atención en
cualquier lugar en público y no en privado. Esta tiene una prevalencia del 3 al 13%
(Cárdenas, Feria, Palacios y De la peña, 2010; Torres et al., 2012).

6. Trastorno por estrés post-traumático (TEPT): lo pueden sufrir los niños,


adolescentes o adultos después de haber experimentado o haber sido testigo de un
hecho traumático como: una accidente, un desastre natural, agresiones sexuales, entre
otros. Posteriormente del hecho traumático las situaciones similares o el pensar que
esto vuelva a pasar provoca en las personas una sensación de re-experimentación
desencadenando todos recuerdos que vivieron como si estuvieran pasando
nuevamente “flashbacks”, por lo cual intentan evitar persistentemente esos estímulos
teniendo así síntomas como irritabilidad o ataques de ira, dificultades para
concentrarse, hipervigilancia, sobrexaltación, entre otras como las pesadillas donde se
ven afectados los estados de sueño. Ese trastorno tiene una prevalencia aproximada
del 1% de la población general (Cárdenas, Feria, Palacios y De la peña, 2010 y Torres
et al., 2012).

Descripción clínica de las fobias

La fobia definida como un miedo irracional y persistente, tiene su primera descripción


en los papiros egipcios, luego hace su aparición en el contexto medico con el trabajo de
Celso y en su concepción actual aparece en el año de 1801 (Vilaltella, s.f.).

Cada vez que se hace alusión a este trastorno, se reconoce la presencia de


manifestaciones de ansiedad que es resultado de la exposición al estímulo fóbico
(González, 2005). Por lo tanto, se explica el por qué este trastorno se encuentra dentro
de la clasificación de los trastornos de ansiedad y que se considere la fobia como “un
patrón desadaptativo de respuesta de ansiedad (…) ante estímulos concretos que no
entrañan un peligro real” (Villanueva, 2009, 3).

De hecho, González (2005) dice que el diagnóstico es correcto si el comportamiento de


ansiedad anticipatoria con referente al estímulo fóbico provoca que las actividades
diarias, o las diferentes relaciones de los sujetos se vean afectadas e interfieran en sus
vidas significativamente.

Otros de los aspectos a tener en cuenta y que hacen parte del cuadro clínico de las
fobias tiene que ver con el tiempo de persistencia del trastorno en los menores de 18
años debe ser de al menos 6 meses para poder hacer el diagnostico. De igual forma
hay que tener en cuenta que este trastorno no puede confundirse con otro trastorno
especifico del Eje I.

Las fobias hacen que el sujeto experimente “un temor marcado, persistente y excesivo
o irracional” (González, 2005, 35) cuando se expone al estímulo fóbico o cuando
anticipa la aparición de este. Estas fobias también pueden provocar ciertas reacciones
fisiológicas más graves como perder el control, desmayarse, tener la sensación de
ahogamiento y angustiarse; sin embargo estos síntomas aparecen dependiendo el
grado de temor y de la exposición al estímulo fóbico.

Por otro lado Marks (1969, citado en Villanueva, 2009) refiere que la fobia tiene cuatro
componentes que la describen, entendiéndola como un tipo de miedo que es
despropocionado en comparación con la situación u objeto que la provoca; es irracional,
involuntario y evitativo. Sin embargo Pachelano et al (1984) añade a estas cuatro
características la de persistencia, debido a que se mantienen durante un periodo de
tiempo; también produce una respuesta desadaptativa y no corresponden a la edad o al
estado evolutivo del niño.

Cabe destacar la importancia de saber distinguir algunos síntomas que pueden


convertirse en el factor diferencial de otras manifestaciones clínicas como en la
esquizofrenia u otros trastornos psicóticos en los cuales hay presentes miedos pero en
ningún caso son excesivos o irracionales; en otros cuadros clínicos como en la
ansiedad y angustia de separación su inicio se puede confundir con la fobia (Vilaltella,
s.f.).

Clasificaciones más usuales

Además de las clasificaciones de las fobias otorgadas por manuales diagnósticos como
el DMS-V y el CIE-10, algunos autores arrojan una serie de clasificaciones alternativas
respecto a este trastorno.

De acuerdo con Canosa (2005) Las fobias se clasifican en distintas categorías según
su causa y mecansimo de evitación:

Crisis de angustia:

Se caracteriza por la aparición súbita de aprensión, miedo pavoroso o terror


acompañados con la sensación de muerte, miedo a morir.
La angustia se acompaña de un malestar psicológico y cambios biológicos:
 taquicardia
 sudoración
 temblores
 sensación de falta de aire
 expectativa de que algo malo va a ocurrir
 hormigueos, y extremidades “dormidas”, etc

De acuerdo con este autor, la angustia se caracteriza por ser un estado en el que no
puede permanecerse sino por momentos dado su carácter “insoportable”. Este carácter
es justamente lo que posibilita motorizar un verdadero cambio en el ser que permita
mitigar este malestar. El problema surge cuando la angustia genera un efecto
paralizante.

Miedo al miedo
El paciente se autoobserva y detecta cambios mínimos producidos en su actividad
fisiológica, interpretándolos como algo peligroso (un infarto, locura, perder el control...),
iniciándose así el circulo del pánico.

Canosa afirma que en la agorafobia, este miedo al miedo impide la exposición y


fomenta la evitación de situaciones.
La ansiedad no aparece solamente al exponerse a las situaciones evitadas o temidas,
sino, y sobre todo, al anticipar éstas. Sólo al pensar que debe ir a un sitio determinado,
el paciente empieza a sentir las sensaciones temidas, las interpreta como que puede
ocurrirle algo “peor”, y decide evitar la situación para evitar “lo peor” …un circulo
vicioso que cada vez lo debilita más.

Agorafobia:
Temor de estar en lugares públicos.
Síntomas asociados: miedo a salir solo o sola del hogar o alejarse demasiado; miedo a
lugares en donde escapar no sea posible o vergonzoso; miedo padecer ataques de
pánico en público y no poder huir o disponer de ayuda inmediata.
Fobia social:

Temor de ser expuesto a la observación y mirada en situaciones sociales. Se


desarrollan altos grados de ansiedad o vergüenza que pueden producir señales físicas
delatadoras como sudor, temblores, rubor, etc, que vuelven a estas personas más
inseguras y vulnerables. Esto conlleva a intentos posteriores de evitación de estas
situaciones. Esto provoca la negación de la necesidad de las personas de formar parte
de grupos humanos, de ser valorados, generándose fenómenos de baja estima.

Fobia simple o específica:

Temor extremo hacia un objeto en particular o una situación específica. Por ejemplo:
volar, altura, ciertos animales, sangre,etc.
Subtipos:
 Tipo animal: miedo a insectos o animales.
 Tipo ambiental.
 Tipo sangre-inyecciones.
 Tipo situacional: el miedo alude a situaciones concretas como ser vehículos,
ascensores, aviones, etc.
 Otros tipos: como atragantamiento, vómito o enfermarse.
En cuanto a las fobias específicas Kennedy (1965) (citado en Bermejo, Méndez y
Olivares (2001) distinguió dos tipos de fobia escolar basándose en las características
del problema y el ambiente familiar: La tipo I y la tipo II.
A) Fobia tipo I (Neurótica)

Características del problema:


- Se produce un solo episodio de fobia (el primero).
- Se inicia después de una interrupción en la escolaridad.
- Aparece de forma brusca.
- Es más frecuente en los primeros cursos escolares.
- El niño manifiesta preocupación por la muerte.

Características del ambiente familiar:


- El niño se preocupa por la salud de la madre.
- Existe una buena comunicación entre los padres.
- La adaptación psicológica de los padres es satisfactoria.
- El padre coopera en el hogar y en la educación de los hijos.
- Los padres cooperan con el terapeuta.

B) Fobia tipo II (Caracteriológica)

Características del problema:


- Se producen varios episodios de fobia.
- Se inicia en cualquier momento o día de la semana.
- Aparece de forma gradual.
- Es más frecuente en los últimos cursos escolares.
- El niño no manifiesta preocupación por la muerte.

Características del ambiente familiar:


- El niño no se preocupa por la salud de la madre.
- Existe una mala comunicación entre los padres.
- La madre desarrolla una trastorno de ansiedad y el padre uno de personalidad.
- El padre no coopera en el hogar ni en la educación de los hijos.
- Los padres no cooperan con el terapeuta.

Bermejo, Méndez y Olivares (2001) a partir de sus estudios han realizado estudios
sobre miedos escolares y ha aislado cuatro factores en los niveles educativos por
debajo de la enseñanza universitaria:

1) Miedo al fracaso escolar (miedo a un rendimiento académico pobre, como sacar


malas notas, y a sanciones de la autoridad escolar, como que sus padres sean
avisados por el personal del colegio).
2) Miedo al malestar físico (miedo a sufrir las molestias causadas por tener miedo en la
escuela, como dolor de estómago o de cabeza).
3) Ansiedad anticipatoria (miedo que se experimenta en los momentos previos a estar
en la escuela, como mientras se va de camino).
4) Miedo social (miedo a las actividades escolares realizadas en público, como leer en
voz alta o escribir en la pizarra).

Los factores 1, 2 y 3 son comunes en todas las fobias específicas. Como ya se ha


dicho, consisten en la experimentación de una ansiedad excesiva ante una situación
específica (factor 1), acompañada por miedo al malestar que le puede causar (factor 2)
y provocada por la presencia o anticipación del estímulo (factor 3). Este patrón puede
comprobarse en todas las fobias específicas, tengan o no relación con la escolar. Por
ejemplo, en la hematofobia, también observamos una reacción de ansiedad
excesiva ante una situación específica, la visión de la sangre (factor 1), acompañada
por miedo al malestar que puede producirle, desmayarse al verla (factor 2) y provocada
por la presencia o anticipación del estímulo, por ejemplo ante una extracción de sangre
(factor 3). Por lo tanto, el factor diferencial entre TAS y fobia escolar debe ser el factor
4. Si el rechazo a la escuela está producido por ansiedad de separación, debe
diagnosticarse un TAS. Sin embargo, si se observa que la causa principal es algún tipo
de ansiedad social, entonces debe diagnosticarse fobia escolar.
Epidemiologia

Las fobias especificas clínicamente significativas parecen estar presentes solo en el


3,5% de los jóvenes en la población y en el 15% de los pacientes ambulatorios
(González, 2005). en otros estudios se observó una prevalencia de 2%, 8% y hasta el
16% según diferentes autores, además su manifestación en los niños es de 5% en la
población general y 15% en la población clínica (Torres et al. 2012). La prevalencia de
los síntomas en la niñez es prácticamente idéntica en los dos sexos, pero a partir de la
adolescencia va incrementándose el porcentaje de niñas en relación al de niños, al
tiempo que la intensidad de estas fobias es más elevada en las niñas (Vilaltella, s.f.).

La frecuencia de la fobia social en niños es un poco más elevada y oscila entre 2,3-
9,3% según diversos autores (Vilaltella, s.f.), por otro lado la fobia social en estudios
realizados con escalas como Florence Psychiatric Interview (FPI) se muestra una
prevalencia del 6,5% con edad media en los 28,8 años y la aparición de los primeros
síntomas a los 15,5 años, además se muestra una mayor prevalencia en mujeres que
en hombres. En otros estudios se describe una prevalencia que oscila entre el 7% y el
14% de la población con edad entre 15 y 54 años (Torres et al. 2012).

Desarrollo de las fobias

Explicar la etiología de las fobias, depende de la visión con las que se le mire. De este
modo según la vertiente desde la que se investigue, se encontrará que cada una de
ellas (conductismo, psicoanálisis, cognitivismo, etc.) ha desarrollado diferentes
perspectivas que explican el origen y desarrollo de las fobias. Así, para el psicoanálisis
las fobias se deben a un resultado de un problema en la fase de Edipo; para el
conductismo el desarrollo de las fobias se debe a un procesos de condicionamiento
clásico; la biología por su parte afirma que todo se trata de un proceso en el que la
amígdala cerebral no regula la cantidad de catecolaminas, neurotransmisores
asociados al miedo, lo que termina superando el umbral y se produce el miedo intenso
a una situación u objeto determinado (Canosa, 2005).
Freud (1905, citado en Morató, 2010) describió la fobia a través del caso de un niño de
5 años llamado Juanito. Él tuvo un sueño donde su mamá se iba. Luego de este
episodio, a los pocos días estando de paseo con su niñera, Juanito presentó una crisis
de angustia, diciendo que querían que lo llevaran a casa con su madre, mientras lloraba
insistentemente. La día siguiente volvió a salir pero esta vez con su madre, durante el
paseo estaba asustado y al volver a casa le dijo a la madre que tenía miedo que un
caballo lo mordiera.

Al analizar esta información, Freud consideró que la crisis y la fobia era producto del
amor exagerado que el niño sentía por su madre y por consiguiente el conflicto
reprimido con su padre. Es decir, que en estos cuadros fóbicos el Yo se protege a
través de diferentes mecanismos de defensa en los que se encuentra el rechazo, pues
las pulsiones eróticas y las de muerte se deforman; cuando la pulsión prohibida se
transforma su contrario, esta se convierte en temor y se da la transformación en lo
contrario; y el desplazamiento mediante el cual el fin que tenía la pulsión se sustituye
por otro. Otros mecanismos relacionados con las fobias son la negación, la
racionalización y el aislamiento afectivo (Vilaltella, s.f.).

Entonces, según Cerda (2012) podríamos definir la fobia desde el psicoanálisis “como
un trastorno emociona caracterizado por el desplazamiento de la ansiedad sobre los
llamado estímulos fóbicos, lo cuales producen al sujeto un terror intenso e invencible”
(p. 1).

El enfoque del conductismo estudia las fobias desde las diversas teorías del
aprendizaje según el modelo de condicionamiento clásico. Estas teorías fueron el
resultado de un experimento llevado a cabo con un bebe de once meses, conocido
como el pequeño Albert. Al principio del experimento el niño no tenía ningún miedo
particular, es más, le gustaba jugar con las ratas de laboratorio, sin embargo este
mostraba respuestas de miedo cuando escuchaba el sonido fuerte de una barra
metálica. Watson y Rayner (1920, citados en González, 2005) lo relatan así:
“Justo cuando la mano derecha tocaba la rata (EC), la barra volvía a golpear (EI-
sonido fuerte). De nuevo el niño saltaba bruscamente, se inclinaba hacia
adelante y empezaba a lloriquear (RI)” (p. 70).

El experimento se siguió repitiendo de la misma forma, durante unas sesiones más, lo


que al final de una semana género que el niño terminara asociando los dos estímulos y
se provocará una intensa respuesta de miedo frente al ratón y la posterior
generalización de este miedo a todo animal que correspondiera a la imagen que el
pequeño Albert se había hecho del animal.

Este experimento genero gran impacto entre la comunidad internacional, porque se


había demostrado que se podía generar una fobia a través las condiciones ambientales
(Camacho, 2002), aunque si bien el experimento no se pudo replicar, muchos sostienen
que el modelo del condicionamiento clásico se queda corto para explicar cómo se
generan las fobias , si fue el principio para desarrollar otros modelos y teorías
explicativas en la cual el modelo de condicionamiento clásico es considerado como una
vía para la adquisición de los miedos y fobias (Mower, 1939; Dollard y Miller, 1950;
González, 2005).

Siguiendo otra línea, la del cognitivismo, la teoría del aprendizaje social o cognitivo
social de Bandura (1977) sugiere que la exposición indiscriminada de dos estímulos no
basta para explicar el desarrollo de un miedo irracional o una fobia, sino que más bien,
entran a mediar otros factores como aspectos motivacionales o cognitivos que puedan
mediar entre los estímulos para que afecte su respuesta.

De esta manera, la teoría plantea que existe lo que se denomina reciprocidad triádica,
en la cual entran a mediar los factores personales, la conducta y el medio ambiente o
entorno social. Según esta teoría el aprendizaje humano se da por dos procesos
básicos que son los cognitivos y el aprendizaje social por imitación y de la misma forma
se entiende por dos momentos: el de observación y de ejecución (Bandura, 1977;
Camacho, 2002).

Estos elementos del modelo de aprendizaje social podrían explicar el proceso de


ansiedad anticipatoria que precede al ataque de pánico que tiene lugar en las fobias.
Ademas, Bandura (1977) sostiene que en la mayoría de los casos las expectativas
surgidas antes las situaciones fóbicas se mantiene por accidentes ocasionales.

Si bien todos estos enfoques, teorías y perspectivas buscan generar modelos que
expliquen de la mejor forma las fobias desde su propuesta de estudio, todos están de
acuerdo que los fóbicos, ya sean estos niños o adultos, tienen miedo a las personas por
la incomprensión a su problemática a la que se enfrenta por las otras personas, lo que
determina que acaben limitando su vida social de manera que esta acción se termina
extrapolando a las demás esferas de vida del sujeto, tales como la familiar, académico,
laboral y desembocar otros posibles síndromes o trastornos como la depresión
(Canosa, 2005).

Consideraciones sobre la evaluación de las fobias (Técnicas, instrumentos,


momentos)

Para la evaluación de las fobias, se cuenta con una amplia gama de métodos, técnicas
e instrumentos que permiten una valoración adecuada del trastorno. No obstante, para
este caso diversos autores recomiendan la utilización de varios tipos de instrumentos
(evaluación multimétodo).

De acuerdo con Bados (2009) el proceso de evaluación, se debe iniciar con la


indagación y recopilación de información respecto al inicio, el curso y el contexto de los
síntomas, así como información relativa a los antecedentes del desarrollo, antecedentes
médicos, escolares y sociales del niño o del adolescente, y una historia psiquiátrica
familiar. Es esencial el examen del estado mental y una evaluación de la actividad en la
escuela.

Para la recolección de información se dispone de los siguientes métodos e


instrumentos: observación, entrevistas estructuradas, escalas clínicas de evaluación,
instrumentos autoadministrados y medidas recogidas a partir de los padres.
ENTREVISTA:

Entrevista para los Trastornos de Ansiedad: Brown, Dinardo y Barlow (1994).


evalúa los diferentes trastornos de ansiedad a un nivel no solamente diagnóstico,
Además, contiene secciones para evaluar los trastornos del estado de ánimo, la
hipocondría, el trastorno por somatización, el trastorno mixto de ansiedad-depresión y
los trastornos de abuso/dependencia de sustancias psicoactivas. La adaptación de esta
entrevista para niños y adolescentes es la Entrevista para los Trastornos de Ansiedad
en Niños (ADIS-C) de Silverman y Albano, (1996) (1996, citado en Sandín, 1997) y la
Evaluación Psiquiátrica para Niños y Adolescentes de Angold et al. (1995, citado en
Sandín, 1997).

En general, y al igual que con otros trastornos, con la entrevista clínica debe obtenerse
información sobre los siguientes aspectos: - Situaciones temidas y evitadas. -
Conductas problemáticas a nivel cognitivo (p.ej., expectativas de peligro), motor (p.ej.,
evitación, conductas defensivas), autónomo (p.ej., palpitaciones) y emocional (p.ej.,
miedo), incluyendo su intensidad, frecuencia y/o duración. - Condiciones que agravan o
reducen el problema (p.ej., movimientos bruscos del animal, tipo de avión).

CUESTIONARIOS Y AUTOINFORMES

 Cuestionarios generales de miedos

Inventario de Reconocimiento de Miedos III Consiste de una lista de 108 estímulos


(objetos, animales o situaciones) potencialmente ansiógenos. El paciente debe valorar
el grado de perturbación que le produce cada uno de ellos empleando una escala de 1
(en absoluto) a 5 (muchísimo).

Inventario Revisado de Exploración de Miedos para Niños: Consta de 80 elementos


en los que el niño (7-16 años) debe valorar según una escala de 1 a 3 (nada, algo,
mucho) el miedo que le da cada uno. Se han identificado cinco factores: miedo al
peligro y a la muerte, miedo al fracaso y a la crítica, miedo a lo desconocido, miedo a
animales y miedos médicos.
Inventario de Exploración de Miedos para Niños – II. Consta de 75 elementos que el
niño (7-18 años) debe valorar de 1 (no infunde miedo) a 3 (infunde mucho miedo).

Inventario de Exploración de Miedos para Niños-Hawai Los 84 ítems son valorados


de 1 a 3 según el miedo que producen.

Inventario de Miedos. Es un cuestionario en el que padres y/o profesores informan


sobre la intensidad de los miedos de niños de 4-9 años, aunque se ha aplicado hasta
los 14 años. Consta de 100 ítems en la versión revisada y la escala es
nada/algo/mucho (se puntúa de 0 a 2). Factores que pueden derivarse son: animales,
fenómenos naturales, daño físico y enfermedades, muerte, situaciones sociales, lugares
cerrados y miedos diversos.

Escalas de Respuesta ante Estímulos Fóbicos Evalúa la respuesta de miedo ante


una diversidad de situaciones. Consta de 46 ítems valorados de 1 a 4 según el grado
en que se está de acuerdo con ellos. Presenta cinco subescalas moderadamente
correlacionadas: sangre-inyecciones (10 ítems), daño corporal (8 ítems; incluye también
miedo a la enfermedad/muerte y miedo al ambiente natural), social (11 ítems), animal (8
ítems) y confinamiento físico (9 ítems).

Escala de Ansiedad Infantil de Spence Consta de 44 ítems, valorados según una


escala de frecuencia de 0 a 3, los cuales pretenden evaluar un amplio espectro de
síntomas de ansiedad.

 Cuestionarios específicos de miedos

Cuestionario de Claustrofobia Evalúa dos tipos de miedos claustrofóbicos: miedo a la


restricción de movimientos y miedo a ahogarse. Puede ser útil en diversas áreas:
claustrofobia, miedo a volar, accidentes de coche, procedimientos médicos que
impliquen inmovilización (p.ej., resonancia magnética).

Cuestionario de Acrofobia Consta de 40 ítems dirigidos a evaluar la ansiedad y la


evitación referidas a 20 situaciones diferentes relacionadas con las alturas. Cada una
de estas situaciones es valorada primero de 0 a 6 según la ansiedad que produce y
después de 0 a 2 según el grado en que se evita.
Escala de Expectativas de Peligro y Ansiedad para el Miedo a Volar Consta de 19
ítems distribuidos en dos subescalas. La primera (escala de expectativas de peligro)
evalúa la posibilidad de sufrir un daño físico al volar. La segunda (escala de
expectativas de ansiedad) evalúa las expectativas que se tienen de experimentar
síntomas físicos relacionados con la ansiedad.

Escala de Evitación de Conducir y Viajar en Coche Consta de 20 ítems valorados de


0 a 3 según la frecuencia con que se evitan determinadas situaciones relativas a
conducir y viajar en coche. Se han identificado cuatro factores: evitación del tráfico y de
las carreteras concurridas (7 ítems), evitación del mal tiempo y la oscuridad (5 ítems),
evitación de viajar en coche (7 ítems) y evitación general (7 ítems).

Cuestionario de Miedo a los Accidentes Sus 10 primeros ítems, con un formato SÍ-
NO, exploran la experiencia del accidente (p.ej., si se perdió el conocimiento) y las
reacciones de ansiedad que han permanecido tras el mismo.

Cuestionario de Mutilación Consta de 30 ítems que se contestan verdadero-falso y


mide en teoría miedo/asco a la SIH o a la mutilación.

Cuestionario de Evitación Médica Contiene 21 ítems valorados de 1 a 5 de acuerdo


con la extensión en que se evita el tratamiento médico debido al miedo a diversos
procedimientos u otras razones. Los tres factores identificados son evitación debida al
miedo a que se encuentre una enfermedad grave, al miedo a recibir inyecciones o
extracciones de sangre y a razones económicas o logísticas.

Escala Estado de Síntomas ante Sangre-Inyecciones Consta de 28 ítems que


evalúan las reacciones inmediatas producidas por situaciones de sangre, heridas o
inyecciones.

Inventario de Miedo Dental Consta de 20 ítems relacionados con la evitación de citas


con el dentista, reacciones físicas tenidas durante el trabajo dental y miedo suscitado
por diversos aspectos de la situación dental (p.ej., estar en la sala de espera, ver la
aguja anestésica, oír el taladro).
 Autoinformes referidos al miedo justo antes o durante una situación temida

Otros autoinformes más situacionales y menos retrospectivos evalúan distintos


aspectos del miedo que el paciente experimenta justo antes y/o durante la situación
temida, ya sea en la vida real o en un test conductual.

Termómetro de Miedo Se trata de una escala de 0 a 10 ó de 1 a 10 en la que el primer


número indica ausencia de miedo y el último, un miedo extremo. Con niños, pueden
emplearse escalas numéricas de tres o cinco valores o, en vez de números, líneas
horizontales o verticales para marcar en ellas, diagramas de barras de tamaño
creciente, una escala de grises, un termómetro dibujado con varios niveles
diferenciados por color o caras que expresan desde ausencia a miedo a miedo máximo

- Diferencial de Ansiedad A pretende evaluar el miedo situacional de una manera


menos directa y supuestamente menos susceptible a la falsificación que otras medidas

Técnica de Listado de Pensamientos La persona tiene que enumerar durante unos


pocos minutos los pensamientos que ha tenido justo antes, durante y después de la
situación temida y valorar ciertos aspectos de los mismos tales como su frecuencia,
creencia en ellos y si los considera positivos, negativos o neutrales.

 Autorregistros

Han sido poco empleados en el campo de las fobias específicas. Sin embargo, permiten
recoger información en el medio natural sobre las conductas de interés, sus
antecedentes y consecuentes. Un ejemplo para un niño con fobia a los perros Incluye
fecha y hora, lugar, personas presentes, evento precedente, conducta motora y
emocional, pensamientos y acciones/eventos posteriores. Podría añadirse duración de
la situación y nivel de ansiedad durante la misma. Craske y Tsao (1999) indican
también diversos aspectos que pueden registrarse. Algunos pacientes temen que el
autorregistro pueda aumentar sus miedos. Aunque esto puede ocurrir inicialmente, hay
que explicar al paciente que el efecto es temporal y que la ansiedad se reducirá si se
continúa con el autorregistro.
OBSERVACIÓN

Aunque la observación en situaciones naturales es teóricamente posible, suele ser poco


o nada factible en la práctica clínica debido a motivos económicos. Una alternativa es
que un familiar o amigo hagan de observador; por ejemplo, los padres de un niño con
fobia a la oscuridad podrían registrar el número de noches que duerme solo y sin luz.
Un ejemplo de observación objetiva en situaciones naturales (dentista) es la Escala de
Valoración del Perfil Conductual de Melamed: Consta de 27 conductas cuya
ocurrencia es registrada por un observador externo en intervalos de 3 minutos. Cuatro
de los ítems reflejan la conducta del niño al separarse de la madre (p.ej., llora), 21, la
conducta del niño durante la intervención dental (p.ej., rehúsa abrir la boca) y 2,
conductas del dentista (p.ej., usa restricción física). Cada conducta es ponderada por
un factor según el grado de perturbación que implica.

Escala de Observación de Conductas de Ansiedad durante la Hospitalización. Los


padres deben marcar la posible aparición de 17 conductas autónomas o motoras
(sudoración, llanto, quejas, agresión, etc.) en tres momentos diferentes: ingreso, antes
del quirófano y alta.

Los tests de evitación o aproximación conductual a la situación o estímulo temido


implican una observación en situaciones artificiales, por lo general. Se puede medir la
distancia (al animal temido, al sitio más alto que se es capaz de subir o al lugar más
lejos que se llega en coche), el tiempo que se permanece en la situación temida (lugar
cerrado, oscuridad, sitio alto, visión de una película de operaciones), la intensidad
tolerada del estímulo temido (nivel de ruido, velocidad de un ventilador en la fobia al
viento) o el número de actividades gradualmente más difíciles que se es capaz de hacer
total (se dan dos puntos) o parcialmente (se da un punto) (Méndez y Macià, 1994).

Capafons, Sosa, Viña y Avero (1997) han presentado un método de evaluación del
miedo a volar que podría convertirse en un tipo de observación bajo situaciones
análogas. En su versión original, el paciente comienza contestando un cuestionario de
ansiedad situacional que evalúa mediante pares de adjetivos cuatro aspectos referidos
a la situación en la que uno se encuentra: dificultad, cooperación, ansiedad y
motivación. Después se obtienen medidas fisiológicas (ritmo cardíaco y temperatura
dermal) mientras el cliente ve un vídeo de 30 minutos en el que aparecen todas las
situaciones relevantes de un viaje en avión.
Evaluación de las fobias y ansiedades especificas en niños y adolescentes.

Reacciones fisiologías Interfieren en la vida


Dependiendo del grado (como ataques de significativamente.
de temor y de pánico)
exposición al estímulo.

Ansiedad resultado de la Preocupación excesiva


anticipación o exposición Objeto o situación en de ser evaluadas
al estímulo. específico y concreto negativamente

Escrutinio publico

6.5% Fobias específicas Fobia social


3-13%

Menores de 18 años Miedo irracional,


Temor intenso y
persistente y
Al menos de 6 meses persistente
desproporcionado

Problema de la
fase de Edipo
TOC TEPT TP TAS Descripción clínica Psicoanálisis

Conductismo Condicionamiento
Enfoques clásico
Trastornos de ansiedad FOBIAS

Cognitivism
Aprendizaje
o social
Biología
Desequilibrio
amígdala cerebral
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