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Tutorías Derecho Civil II (Carlos Lasarte –Autor del manual y catedrático de la


asignatura–).

Objetivos de la asignatura: Saber expresar conceptos y tener un conocimiento general de la


asignatura. Se debe contestar con claridad a los enunciados.

Las preguntas más importantes, así como los artículos más destacados del CC de cada tema
los dará la tutora.

No hay cuadernillos ni informes de la tutoría. En cualquier caso la tutora pondrá una serie de
trabajos relacionados con los preguntas que acostumbran a aparecer en los exámenes.

1r parcial: Temas 1 al 20.

2n parcial: Temas 21 al 44

Exámenes: De 4 a 6 preguntas a responder en espacio tasado.

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TEMA 1. La obligación en general

El Dº de obligaciones –Libro IV CC– describe la relación obligatoria entre sujetos que ocupan
posiciones contrapuestas (dualidad de partes). En ese sentido resulta más correcto hablar de
relación obligatoria, que de obligación, ya que la idea de relación obligatoria se refiere en
principio, a la doble posición de las personas vinculadas por dicha relación. El derecho de
obligaciones es un derecho de cooperación social. Tiene una incidencia muy importante (se
reparte en dos bloques: – Derecho patrimonial; – Derechos reales). Así, solemos decir que el
Dº de obligaciones es la parte del Dº Civil dedicada al estudio de las relaciones jurídicas que
sirven de soporte al intercambio de bienes y servicios entre las personas.
El Dº de obligaciones exige del deudor obligado una determinada prestación, por tanto, ha de
existir alguien que realice la reclamación.
En sentido amplio, la expresión Dº de obligaciones comprende:
a) Obligaciones en general –1º parcial–.
b) Cuasicontratos –1º parcial–.
c) Responsabilidad Civil –1º parcial–.
d) Teoría general del contrato –2º parcial–.
e) La regulación de las diversas figuras contractuales –2º parcial–.

La regulación general de las obligaciones y contratos prevista en el CC es aplicable, en


general, al tráfico mercantil. El término obligación es utilizado en el lenguaje jurídico, para
describir situaciones muy variopintas. La tradición jurídica del Dº privado ha reservado la
calificación de obligación a aquellas situaciones en que la conducta del obligado es susceptible
de una valoración patrimonial concreta, si no se puede valorar, prefiere hablar de deber o deber
jurídico.
En esta línea, Lasarte prefiere guardar la palabra obligaciones para cuando estas puedan ser
cuantificadas económicamente. Por otro lado, utiliza la expresión deber jurídico para cuando
no se puede realizar la cuantificación (p.e., las obligaciones de un padre con respecto a sus
hijos).

Estructura general de la relación obligatoria


Como se ha visto, la relación obligatoria vincula como mínimo a 2 personas.
a) Los sujetos de la obligación –elementos–:
1. Acreedor. Desempeña el papel activo de la prestación, posee el Dº a exigir una
conducta determinada de la otra parte. Se le conoce también como sujeto
activo. Ostenta la titularidad del Dº de crédito, que podrá ejecutar, cuando y
como corresponda, frente al deudor.
2. Deudor. El sujeto pasivo, sobre el que descansa la obligación, la persona
vinculada por la relación obligatoria.
b) La prestación –objeto–. Es la conducta que el obligado debe realizar. Art. 1088 CC:
Toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa.
c) Dº de crédito. El poder de reclamar la prestación que tiene reconocido el acreedor.

Diferencia entre Derecho de crédito y los derechos reales: (PREGUNTA QUE


ACOSTUMBRA A SALIR EN EXÁMENES)
?? Ambos son derechos subjetivos, pero:
1. Los derechos de crédito:
a) Comportan un poder o facultad que se concede al acreedor de reclamar al
deudor el cumplimiento de la obligación, por tanto de eficacia relativa, pues
solo se pueden hacer valer frente al obligado.
b) Atienden fundamentalmente al intercambio de bienes y servicios. Se
caracterizan por su transitoriedad, se extinguirán en cuanto el deudor lleve
a cabo la ejecución de la prestación. No requieren por su transitoriedad
tanto requisitos de forma para su constitución, modificación o extinción.
c) Son susceptibles de ser poseídos, pero no se pueden usucapir.
2. Los derechos reales:
a) Conceden a su titular un poder o facultad concreta sobre una cosa
(eficacia general –erga omnes– ante toda la colectividad), con
independencia de quien sea el titular o poseedor actual.

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b) Llegar a ser propietario es lo fundamental, con exclusión de las demás


personas. Se caracterizan por ser permanentes. Esta tendencia a la
permanencia conlleva que se requieran mayores requisitos de forma para
constituirlos, modificarlos o extinguirlos.
c) Son susceptibles de ser poseídos, se pueden usucapir por el transcurso
del tiempo –también se puede utilizar la expresión prescripción adquisitiva–
.

Epígrafe sobre tesis doctrinales (lo siguiente sustituye a lo que dice el manual)
Actualmente se sigue la teoría integradora frente a la unilateralidad de perspectiva (art. 1911
CC: Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes
y futuros). La doctrina actual admite la existencia de elementos reparadores para supuestos
excepcionales como:
a) Casos de deuda sin responsabilidad.
b) Casos de responsabilidad sin deuda.
Lasarte se muestra a favor de la tesis integradora. Los elementos de deuda y responsabilidad
no se pueden separar salvo en los supuestos excepcionales referidos.

Obligaciones naturales (sale mucho en exámenes)


Hallan su origen en el Dº romano. Las obligaciones naturales no conceden acción alguna a su
titular para reclamarlas ni exigir su cumplimiento, aunque constituirían causa eficiente para
retener el pago en el caso de que este tenga lugar (soluti retentio).
La figura de la obligación natural no se recoge en nuestro CC. La mayoría de autores piensa
que a lo largo del CC se hallan supuestos en que dada la irreparabilidad de lo pagado. Debe
considerarse que el CC asume la noción de obligación natural. Supuestos:
?? El pago de intereses por el prestatario cuando no han sido convenidos.
?? El pago de las deudas derivadas de juegos ilícitos.
?? El pago de la deuda prescrita.
?? La prestación de alimentos por oficio de piedad (a un mendigo).
Desde ese aspecto doctrinal, la obligación natural debería ser considerada como un
deber natural. P.e.: En la justa causa, que permite excluir el carácter indebido del
pago –cuasicontrato–, quien por error paga algo que no debe tiene derecho a que se
le restituya, art. 1901 CC: Se presume que hubo error en el pago cuando se entregó
cosa que nunca se debió o que ya estaba pagada; pero aquél a quien se pida la
devolución puede probar que la entrega se hizo a título de liberalidad o por otra
causa justa.
En el ámbito de la jurisprudencia del TS, este propugna que cuando existan deberes
morales o compromisos de consciencia cuyo alcance patrimonial se haya notificado
a los beneficiarios, estos podrán oponer irreparabilidad de los pagos realizados –no
lo devolverán– y además, reclamar el cumplimiento de las promesas unilateralmente
emitidas por la persona afectada por aquellos deberes. En el manual hay 2
sentencias de interés, por ejemplo:
"Un señor abandona a su pareja de hecho, y se compromete a pasarle una pensión
(en formal verbal y en principio por escrito). Llega un momento que deja de pagar la
pensión. El TS dice que hasta que la persona fue recibiendo por escrito la voluntad
de la expareja se queda lo recibido por obligación natural; después de las cartas se
convierte en una obligación jurídica.

TEMA 2. Las fuentes de las obligaciones (esto suele caer en exámenes)

Las fuentes de las obligaciones se refieren en el art. 1089 CC: Las obligaciones nacen de la
ley, de los contratos y cuasi contratos, y de los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga
cualquier género de culpa o negligencia.
En cualquier caso es un artículo de contenido puramente enunciativo o descriptivo, situación
que pone de manifiesto las carencias del art. 1.089CC. P.e., relaciona algunas fuentes pero no
todas, por ejemplo. no relaciona la responsabilidad objetiva, que es fuente de obligación de
carácter jurisprudencial y no aparece en el art. 1089CC; o la propia voluntad unilateral de
cualquier sujeto de Dº; las obligaciones nacidas ex testamento determinadas por la autonomía
privada del testador; etc.

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Fuentes del artículo 1089 CC


a) Derivadas de la ley –ex lege–. Se entiende por la que emana del poder ejecutivo, así
como también la costumbre y los principios generales del Derecho (así lo considera la
mayoría de autores). Este tipo de obligaciones no se pueden presumir, han de ser –
principio de legalidad–.Art. 1.090 CC: Las obligaciones derivadas de la ley no se
presumen. Sólo son exigibles las expresamente determinadas en este Código o en
leyes especiales, y se regirán por los preceptos de la ley que las hubiera establecido; y,
en lo que ésta no hubiere previsto, por las disposiciones del presente libro. La expresa
determinación legislativa se completa con la regla de que las obligaciones legales no
pueden ser objeto de la prueba de presunciones (operativo en el CC hasta la
promulgación del LEC del 2000 que entra en vigor el 2001).
b) Los contratos. Ejercen un papel muy importante. Su finalidad fundamental es crear un
entramado de Derechos y Obligaciones entre las partes contratantes. Art. 1.091 CC:
Las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes
contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos. El TS en reiterada
jurisprudencia, resalta que la estricta obligatoriedad del clausulado contractual
corresponde al ámbito propio de la autonomía privada o libertad contractual.
c) Los cuasicontratos. Art. 1887 CC: Son cuasi contratos los hechos lícitos y puramente
voluntarios, de los que resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una
obligación recíproca entre los interesados. P.e., la gestión de negocios ajenos y el
cobro indebido. Aunque el art. 1.089 CC lo sistematice como fuente de obligaciones, no
se puede considerar como categoría autónoma.
d) La responsabilidad civil:
1. Las derivadas de los delitos y las faltas. Se regirán por las disposiciones del CP
(art. 1092 CC).
2. Las derivadas de A/O donde interviene culpa o negligencia. Art. 1093 CC: Las
que se deriven de actos u omisiones en que intervenga culpa o negligencia no
penadas por la ley, quedarán sometidas a las disposiciones del capítulo II del
título XVI de este libro.

La voluntad unilateral como fuente de obligaciones (pregunta que suele salir en los
exámenes)
En nuestro CC no se hace referencia a esta clase de fuente, todo y que las relaciones
unilaterales de voluntad suelen ser frecuentes en la práctica cotidiana –p.e., cuando
alguien que pierde un animal de compañía, hace promesa pública de recompensar a quién
le ayude a localizarlo–; por lo tanto se expresa una voluntad unilateral.
La tradición jurídica romanista negaba hasta comienzos del s. XX, que la voluntad unilateral
por sí misma pudiese generar obligación, en cambio el hecho que el BGB –código civil
alemán–, regulase la eficacia obligatoria de la promesa pública de recompensa significó un
cambio importante para la doctrina y jurisprudencia españolas. Actualmente la doctrina más
autorizada considera que las promesas públicas de recompensa deben ser consideradas
como originarias de obligaciones para el promitente (el que emite la declaración de
voluntad), en base a razones de justicia material, protección del tráfico y reforzamiento del
principio de buena fe (Lasarte comparte esta posición).

Requisitos que debe reunir la promesa pública de recompensa para generar obligaciones a
cargo del promitente:
1ª. La promesa ha de haber sido objeto de pública divulgación.
2ª. Se ha de dirigir a personas indeterminadas.

En cuanto a la cuestión de su revocación, se considera posible siempre y cuando la


revocación cumpla los mismos requisitos que se dan para su generación:
1ª Ha de haber sido objeto de pública divulgación.
2ª Siempre que ninguna persona haya obtenido resultado.
No cabrá indemnización por los posibles perjuicios que haya causado esa revocación.

Concursos con premio


La doctrina hace referencia a estas promesas de premio que van ligadas a la participación
de varias personas en llevar a cabo una actividad lícita –p.e., un concurso de novela–.

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Además de la realización de una actividad que produzca un resultado, es necesaria la


concurrencia o competencia entre varias personas. Estos concursos se suelen considerar
como una modalidad concreta de la promesa pública de recompensa. Aunque su
problemática es diferente y hay que atender a la misma de forma casuística, fijándonos
especialmente en las bases de cada convocatoria. Entre esta bases o reglas, constituye
una cláusula de estilo en la práctica, las de establecer que el concurso podrá ser declarado
desierto, no quedando el promitente ni siquiera vinculado a la entrega del premio.

TEMA 3. Los sujetos de la obligación (uno de los temas más importantes del 1r parcial.
Se estudian una serie de conceptos que por su importancia deberían quedar
consolidados para todo nuestra vida jurídica. De este tema seguro que cae una
pregunta)

Trata de las diferentes clases de obligaciones en relación a los sujetos que intervienen en las
mismas.
Esta es una de las formas en las cuales podemos clasificar a las diferentes obligaciones –la
más importante–.
Hay que partir de la base que las relaciones obligatorias vinculan como mínimo a dos
personas, que asumen posiciones jurídicas contrapuestas: una parte tiene derecho a percibir
una prestación determinada, ocupa el lado activo de la obligación –sujeto activo o acreedor–;
por otro lado, la parte que está obligada a realizar la prestación o conducta, cumpliendo aquello
que debe –sujeto pasivo o deudor–.
El principio de dualidad de partes no se ve afectado por la existencia de varios deudores en
una misma relación obligatoria, en todo caso, el problema será saber quien ha de cumplir la
prestación.
La multitud de supuestos de hecho, hace que las normas relativas al cumplimiento de las
obligaciones no sean siempre idénticas, existiendo varias clases de obligaciones establecidas
por el CC.
Lo más habitual, es que la titularidad activa y pasiva de la obligación o de la relación obligatoria
corresponda a un solo acreedor y un solo deudor respectivamente –pero no tiene que ser
siempre así–, se puede dar el caso que haya:
a) 1 acreedor vs n deudores
b) n acreedor vs 1 deudor.
c) n acreedores vs n deudores.

Este hecho obliga a plantearse la situación desde dos perspectivas diferenciadas:


1ª Caso de pluralidad de acreedores. Cualquier de ellos está legitimado a exigir el cumplimiento
íntegro de la obligación; o a reclamar individualmente la parte del crédito correspondiente.
2ª Caso de pluralidad de deudores. Cada uno de ellos puede estar obligado a cumplir parte de
la obligación; o también la integridad de la obligación.
Estos dos supuestos, que obligan a distinguir entre ambas formas de organización, comportan
la idea de las obligaciones mancomunadas y solidarias.

Obligación mancomunada o dividida


Obligaciones mancomunadas, divididas o parciarias son 3 términos sinónimos. La regla
general se establece en el Art. 1.138 CC: Si del texto de las obligaciones a que se refiere
el artículo anterior no resulta otra cosa, el crédito o la deuda se presumirán divididos en
tantas partes iguales como acreedores o deudores haya, reputándose créditos o deudas
distintos unos de otros.
Este artículo presume que la regla es la mancomunidad cuando no se diga otra cosa. En
la práctica se puede excepcionar –normalmente a solidarias–, pero la presunción en el CC
es la de la mancomunidad, entendida como parciarias o obligación dividida.
Pero sucede que la mancomunidad en esta materia tiene un significado opuesto al
entendido normalmente. P.e., en el caso de una libreta de crédito que se abre con firmas
mancomunadas para realizar operaciones se requerirán las firmas de todas las personas.
Para el CC mancomunidad significa división, cada deudor debe lo que debe; y cada
acreedor sólo puede reclamar lo que a él se le debe.
Por esos hay autores que para no liarse llaman a estas obligaciones parciarias (Díaz
Picazo) o divididas (Lasarte).

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Se habla de obligación mancomunada cuando:


a) Desde el punto de vista de la mancomunidad activa: significa que cada uno de
los acreedores sólo puede exigir del deudor la parte que le corresponda en el
crédito.
b) Desde el punto de vista de la mancomunidad pasiva: Cada uno de los diversos
deudores sólo esta obligado a cumplir la parte de la deuda que le corresponde.
También establece el artículo 1.138 CC el criterio general, que en el caso de obligaciones
mancomunadas el crédito se presumirá dividido en tantas partes iguales como acreedores
o deudores haya.
Esta presunción de igualdad es una regla supletoria que admite prueba en contrario –
presunción iuris tantum–, pues se puede probar que no todos los acreedores lo son por la
misma cantidad –punto de vista activo– o también que no todos los deudores deben la
misma cantidad –punto de vista pasivo–. Para los supuestos en que no se lograse probar la
cuota de participación de las personas implicadas –sea cual sea la relación jurídica–; el
hecho de establecer un criterio resolutorio –como la presunción de igualdad– evita disputas
o litigios que acostumbran a ser estériles, debido a la dificultad de prueba.

En nuestro CC existe la presunción legal de mancomunidad. El art. 1137 CC establece


que en caso de pluralidad de sujetos en la obligación, esta tendrá carácter mancomunado.
La concurrencia de dos o más acreedores o de dos o más deudores en una sola obligación
no implica que cada uno de aquellos tenga derecho a pedir, ni cada uno de éstos deba
prestar íntegramente, las cosas objeto de la misma. Sólo habrá lugar a esto cuando la
obligación expresamente lo determine, constituyéndose con el carácter de solidaria.
Este artículo está diciendo que cuando en una relación obligatoria haya varios sujetos no
significa que cada uno pueda actuar en nombre de los otros, sólo se podrá en el caso que
se constituya como solidaria, pues si no se dice nada se entiende como mancomunada.
En la práctica habitual, la presunción de la mancomunidad se excepciona mucho, pues a
los acreedores les interesa la obligación solidaria, que permite al acreedor pedir la
prestación de la obligación a cualquier de los deudores.
Para la jurisprudencia y en los casos de responsabilidad civil extracontractual, no hace falta
que conste expresamente el término solidaridad, sino que la obligación será solidaria si así
consta de la voluntad de las partes; porque así lo exija el interés jurídico protegido que se
está reclamando; o por que así se establezca por la propia naturaleza del contrato. La
jurisprudencia ha venido a mitigar esa obligatoriedad que exista la palabra solidaridad,
pues aunque no conste expresamente, cuando se puede deducir, p.e., del clausulado se
aplicará la solidaridad.
Las reglas de la mancomunidad son muy importantes, no sólo por su presunción de
legalidad –art. 1.137 CC–, sino también por sus relaciones internas, pues una vez el
acreedor solidario ha cobrado todo –tiene la obligación de repartir con los demás
acreedores lo que ha cobrado– o el deudor solidario ha pagado –tiene el derecho de
repercutir al resto de los deudores a cada uno su parte en el pago–, en este caso se
aplicará la regla de la mancomunidad. Por tanto, importante desde la doble perspectiva de:
a) Presunción de legalidad.
b) En las relaciones internas de obligaciones solidarias se aplican las reglas de la
mancomunidad.

Obligaciones solidarias
Pueden tener un origen legal o convencional. Al igual que ocurre en el caso de la
mancomunidad, a solidaridad puede darse tanto en la posición del acreedor como en la de
deudor:
a) Activa. Cualquiera de los acreedores podrá reclamar al deudor (o si se da el caso a
cualquier de los deudores) la prestación íntegra objeto de la prestación).
b) Pasiva. Caso de pluralidad de deudores, todos y cada uno de ellos quedan obligados a
cumplir íntegramente la obligación cuando sean compelidos para ello por el acreedor (o
alguno de los acreedores).
c) Mixta. Varios acreedores y varios deudores (la menos frecuente).
El cumplimiento de la obligación solidaria extiende la obligación, sea pasiva o activa. El art.
1.145.1 CC establece: El pago hecho por uno de los deudores solidarios extingue la obligación.
Pero la extinción no agota las consecuencias propias de la obligación solidaria, pues el
acreedor que ha cobrado íntegramente ha de repartir a los otros acreedores la parte que les

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corresponda, si no se dice nada se presume la igualdad pero se admite prueba en contrario.


Esto es lo que conocemos como solidaridad activa.
Al acreedor que ha cobrado se le conoce como accipiens. Los acreedores que no hayan
cobrado pueden ejercitar el Dº de regreso contra el accipiens, desde el momento en que el
accipiens haya cobrado y lo deberá hacer en su propio nombre y por la cuota o parte que le
corresponda, no se puede pedir la parte de uno de los demás. Esto significa que el crédito
dejar de ser solidario una vez es satisfecho, por tanto, a partir de ese instante, las relaciones
internas entre los acreedores encuentran fundamento en las reglas de la mancomunidad y no
en las de la solidaridad.
Pero la existencia de solidaridad comporta que cualquier actuación de cualquiera de los
acreedores solidarios sea determinante en la relación con el deudor. Así el art. 1.143.1 CC
establece: La novación, compensación, confusión o remisión de la deuda, hechas por
cualquiera de los acreedores solidarios o con cualquiera de los deudores de la misma clase,
extinguen la obligación sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 1.146. Asimismo, el art.
1.143.2 CC establece: El acreedor que haya ejecutado cualquiera de estos actos, así como el
que cobre la deuda, responderá a los demás de la parte que les corresponde en la obligación.
En atención a este último, encontramos que cuando alguno de los acreedores haya extinguido
la obligación solidaria por algunas de las causas referidas en el primer apartado del art. 1.1.43,
es responsable de atender la obligación antes los otros acreedores solidarios –las relaciones
internas–, que pasan a regirse por las reglas de la mancomunidad; habrá de responder frente a
los copartícipes de la parte correspondiente a cada uno de ellos.

Solidaridad pasiva (1 acreedor y varios deudores)


En el caso de pluralidad de deudores, las relaciones externas entre acreedor y deudores
solidarios significaran que el cumplimiento íntegro de la obligación por parte de cualquiera de
los deudores implicará la extinción de la relación obligatoria frente al acreedor o acreedores.
Mientras no se dé el cumplimiento íntegro, el acreedor está legitimado para reclamar el pago a
cualquiera de los deudores solidarios –esta facultad es conocida como el ius variandi–. Así lo
establece el art. 1.144 CC: ... Las reclamaciones entabladas contra uno no serán obstáculo
para las que posteriormente se dirijan contra los demás, mientras no resulte cobrada la deuda
por completo.
Este artículo permite la reclamación sucesiva sin que se considere abuso de derecho. El
deudor puede reclamar sucesivamente y simultáneamente hasta el cobro de la deuda.
Precisiones a estas consideraciones:
a) Esta libertad de actuación y de reclamación que tiene el acreedor puede quebrar en los
supuestos a los que hace referencia el art. 1.140 CC: La solidaridad podrá existir
aunque los acreedores y deudores no estén ligados del propio modo y por unos
mismos plazos y condiciones. P.e., Si mantenemos que hay varios deudores pero el
cumplimiento de la obligación de los mismos se ha sujetado a plazos diferentes,
"fulanito un plazo y menganito otro", aunque el cumplimiento de la obligación sea
solidario si aún no ha llegado el plazo de uno, no se puede ejecutar ninguna acción
para reclamar el cumplimiento de la obligación.
b) Cuando haya varias reclamaciones interpuestas de forma simultanea (sean judiciales o
extrajudiciales) si una de ellas prospera las demás han de cesar, pues se extingue la
obligación y el acreedor no puede aceptar un nuevo pago –pues sería un
enriquecimiento injusto–.

La relación interna entre los codeudores solidarios: el reembolso


La extinción de la obligación solidaria por pago no conlleva que la obligación pueda darse por
extinguida, pues el solvens de la obligación solidaria tendrá derecho a que los restantes
deudores solidarios le abonen o satisfagan la parte correspondiente.
Igual que antes, la extinción de estas obligaciones solidarias se puede dar por el pago o por
otras causas –novación, compensación, etc.–. Esto significará que en las relaciones internas el
solvens tendrá derecho a que los restantes deudores solidarios paguen su parte
correspondiente.
El solvens solo puede reclamar de sus codeudores la parte que ha cada uno corresponda con
los intereses del anticipo. Esta acción se conoce como acción de regreso o reembolso. Esta
acción no significa que la relación solidaria siga existiendo, lo que debe hacer el solvens es

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pedir lo que cada uno debía, por tanto, tanto en las relaciones internas como en las externas
desaparecerá el régimen propio de la solidaridad y, en consecuencia:
a) El solvens podrá reclamar a cada uno de sus codeudores la parte de la cuota que le
corresponda, pero no podrá dirigirse a uno en concreto para que le abone el conjunto de la
cuota de todos los deudores.
b) Por tanto, una vez satisfecho el acreedor, la obligación solidaria se convierte en
mancomunada, con la única diferencia que en caso que uno de los deudores sea
insolvente, los demás deberán de soportar a prorrata su parte.
La insolvencia no hace falta que se halle declarada judicialmente. Para que el deudor solvens
pueda cobrar, el CC le concede la posibilidad de subrogarse en la misma posición que el
acreedor; p.e., si este contaba con una hipoteca el solvens se podrá beneficiar de ella, excepto
en aquella parte que el propio deudor que ha pagado debe.
El deudor que ha pagado puede reclamar los intereses del anticipo, esto es una excepción a la
regla general, pues los intereses solo se pueden reclamar cuando se han convenido o cuando
el deudor incurre en mora. En este caso son por Ley, pues el CC dice que el solvens puede
reclamarlos. Las partes puedan establecer lo contrario.
En el caso de las obligaciones mancomunadas, la insolvencia de un deudor no afecta a los
demás deudores.

Preguntas de examen:
?? Diferencias entre obligaciones solidarias o mancomunadas
?? Clases de obligaciones solidarias
?? Clases de obligaciones mancomunadas
?? La acción de regreso

TEMA 4. El objeto de la obligación: la prestación (de este tema es posible que se


pregunte alguna clasificación o, a grandes rasgos las clasificaciones que se puedan
llevar a cabo)

Como ya hemos visto, la doctrina contemporánea identifica la prestación como la conducta


prometida por el obligado, sea cual sea su naturaleza, alcance y concreción.
La prestación ha de cumplir una serie de requisitos:
a) Lícita. Ha de ser conforme a los valores y principios del ordenamiento jurídico. Pero no
sólo se debe sujetar a la Ley, sino también al principio de autonomía de la voluntad de
las partes. Así establece el art. 1255 CC: Los contratantes pueden establecer los
pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que no sean
contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público.
b) Posible. Nadie puede considerarse vinculado a la realización de actos irrealizables (a
nadie se le puede obligar a entregar la Luna). Según el art. 1272 CC: No podrán ser
objeto de contrato las cosas o servicios imposibles. Cuando la imposibilidad sea
sobrevenida y por culpa del deudor la relación obligatoria subsistirá, en este caso no se
extinguirá, y el deudor habrá de responder mediante la correspondiente indemnización
de daños y perjuicios. Si por ejemplo, el deudor debía de entregar una cosa y por no
haber sido diligente aquella cosa se estropea no significa que la relación obligatoria
quede extinguida porque la cosa se haya estropeado, sino que se transforma. En este
caso, como el deudor no podrá cumplir con la entrega de la cosa, cumplirá entregando
la correspondiente indemnización por los daños y perjuicios que le haya causado al
acreedor.
c) Determinada o determinable. El deudor ha de saber a que queda obligado y el
acreedor que es lo que puede exigir. De lo contrario, resultaría necesario un nuevo
acuerdo entre las partes o la fijación de un elemento de la obligación cuya inexistencia
provoca su falta de nacimiento. Según el art. 1.273 CC: El objeto de todo contrato debe
ser una cosa determinada en cuanto a su especie. La indeterminación en la cantidad
no será obstáculo para la existencia del contrato, siempre que sea posible determinarla
sin necesidad de nuevo convenio entre los contratantes. A esto se le conoce como la
relatio –figura que consiste en que si bien un determinado negocio jurídico no estaba
determinado en todos sus elementos si que era determinable, ese elemento que faltaba
por determinar podía ser determinado mediante una serie de bases que se establecían

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en el momento constitutivo de la obligación. P.e., en una compraventa de ganado, en


vez de fijarse el precio por cabezas de ganado, se establece en función del precio por
cabeza que se establezca en una feria de ganado que se ha de celebrar en un lugar y
fecha determinado–. Estamos ante una operación de compraventa en la que están
determinados algunos elementos de la obligación y otros son determinables, sin
necesidad de tomar un nuevo acuerdo expreso.

La clasificación de las obligaciones. En principio, esta clasificación se va a considerar


conforme al objeto o al comportamiento en que consista la prestación debida por el deudor.
Esta clasificación es puramente didáctica, las obligaciones se pueden clasificar de varias
formas (la utilizada por nosotros será la realizada por Lasarte –recordar que no contempla las
obligaciones indivisibles ni las mancomunadas en mano común–).

A) Atendiendo a la conducta o prestación del deudor la obligación podrá ser:


Según el art. 1.088 CC, atendiendo a la conducta del deudor, las obligaciones se
clasifican en prestaciones de dar, hacer o no-hacer.
De dar o entregar. Pueden consistir a su vez varias obligaciones: P.e., entregar
una suma de dinero; entregar una cosa concreta; o entregar una cosa genérica –1
kg. de café–.
1º. Puede ser una obligación pecuniaria –entrega de suma de dinero–;
2º. Genéricas o fungibles. El género nunca perece y sería p.e., la obligación de
entregar un libro de vino; de fruta; un coche de una determinada marca; etc.; se
trata de obligaciones fácilmente sustituibles
3º. Específicas o infungibles. Aquellas que sólo se pueden cumplir estregando
la cosa específica no sustituible, p.e., la obligación de entregar un libro
dedicado; de una joya de diseño; etc. Sólo se pueden cumplir entregando la
cosa específica o concreta, por tanto, no son susceptibles de ejecución forzosa.
Reglas a tener en cuenta que se establecen en el CC:
1ª. El obligado a dar alguna cosa lo está también a conservarla con la diligencia
de un buen padre de familia (art. 1094 CC).
2ª. El acreedor tiene derecho a los frutos que pueda dar la cosa desde que
nace la obligación de entregarla, sin embargo no adquirirá el derecho real
sobre ella hasta que haya sido entregada (art. 1095 CC). Se está refiriendo a
que hay de distinguir entre el derecho a percibir los frutos con el derecho a ser
propietario de la cosa. Es decir, en nuestro ordenamiento –tributario del
derecho romano– para que se pueda ser propietario se sigue la teoría del título
y el modo, la traditio –la entrega de la cosa–, el título –p.e., en virtud de una
permuta o de una donación, de una compra, etc.–. Hay que tener claro que el
acreedor no será propietario de la cosa mientras no le haya sido entregada.
3ª. La obligación de dar cosa determinada comprende la de entregar todos sus
accesorios, aunque no hayan sido mencionados (art. 1097 CC). P.e., cuando
se adquiere un TV, se incluye el mando a distancia aunque no se haya
especificado.
Estas 3 reglas tienen un alcance dispositivo, no son de derecho necesario, por
tanto, las partes pueden disponer otra cosa, pero en principio si no se dice
nada han de tenerse en cuenta en relación a las obligaciones de dar o entregar
alguna cosa.
De hacer. Presupone el desarrollo de una actividad por parte del deudor. La actividad
puede venir requerida desde una doble perspectiva:
1. De medios. Desempeño de la actividad considerada en sí misma, sin
exigencia de un resultado concreto. En estas, la conducta del deudor
basta con que sea diligente. P.e., la conducta que llevan a cabo los
profesionales de la abogacía, siempre que haya sido diligente; en
materia médica –salvo en especialidades concretas como la cirugía
estética o ortodoncia que se consideran de resultado– se consideran
como de medios siempre que el médico actúe conforme a la lex artis.
2. De resultado. Consistente en el desempeño de una determinada
actividad dirigida a la obtención de un resultado concreto. Son
aquellas en que siempre que no se consiga el resultado, el deudor
deberá responder aunque haya sido diligente –caso comentado de

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los médicos en caso de cirugía estética o ortodoncia–. Una


obligación de resultado también puede ser a su vez personalísima.
P.e., la de un médico dedicado a la cirugía plástica, en el caso de
una persona que quisiera que la operara y que además se la hiciera
un cirujano en particular. Caso de no obtenerse el resultado por parte
del acreedor, la responsabilidad por incumplimiento pesa sobre el
deudor incumplidor aunque haya desplegado la actividad
correspondiente.
Otra clasificación de las obligaciones de hacer es aquella en que la obligación
puede encontrarse presidida por la especial consideración de la persona del
deudor (personalísimas) o ser indiferente (no-personalísimas):
1. Personalísimas. Aquellas que se hacen en atención a la persona del
deudor. P.e., un representante contrata a una cantante específica para
realizar un concierto –por tanto, no lo podrá realizar otra cantante–, no son
susceptibles de ejecución forzosa, pero si se puede responder por daños y
perjuicios.
2. No personalísimas . El cumplimiento de la obligación puede ser llevado a
cabo por persona diferente al deudor, sea a través de la iniciativa del
deudor o a través de la ejecución forzosa. P.e., imaginemos que la
obligación de hacer consiste en que se ha instalado por parte de un vecino
una obra no consentida y el resto de los vecinos interponen una demanda y
le obligan a deshacer la obra. Si el vecino no la quiere deshacer, lo que
puede hacer la parte actora –el resto de los vecinos– es pedir que se le
embargue una cierta cantidad de dinero para pagar a otra persona para
que elimina esa obra; por tanto, da igual quien elimine la obra si finalmente
se consigue su ejecución.
De no-hacer. Consisten en no desarrollar una determinada actividad. Por tanto,
imponer al deudor una conducta negativa. Pueden ser:
1. De carácter material. P.e., la obligación de no fumar en los
transportes públicos.
2. De carácter jurídico. P.e., el hecho de no poder arrendar un
inmueble durante un determinado plazo.
Las obligaciones de no-hacer, pueden tener un origen legal –establecido por
Ley– o convencional –establecidas por las partes–.

Otras clasificaciones:
a) Derivada de la propia naturaleza positiva o negativa de la prestación:
1. Positivas. Las obligaciones de dar o hacer alguna cosa.
2. Negativas. Las obligaciones de no-hacer alguna cosa.

En caso de incumplimiento, cuando la obligación en negativa, es procedente la


resolución del contrato; si la obligación es positiva la resolución del contrato solo se
podría reclamar en el caso de que la actividad pactada no fuera susceptible de
reanudación.
Por lo general, las obligaciones negativas estarán vigentes durante períodos de tiempo
de cierta entidad (duraderas y continuadas) y acostumbran a ser accesorias de una
obligación principal.
b) Derivada de la duración de la prestación comprometida por el deudor:
1. Transitorias. Se agotan o realizan en un acto único, sin vinculación posterior entre
deudor y acreedor. P.e., pagar un almuerzo. También se conocen como obligaciones
instantáneas.
2. Duraderas. De tracto continuado o sucesivo. Estas obligaciones presuponen una
cierta continuidad temporal en su realización. La relación entre acreedor y deudor se
prolonga en el tiempo. Se pueden distinguir a su vez varios tipos de obligaciones:
– Simples o propiamente dichas. La prestación del deudor es de tracto único, pero se
encuentra aplazada, por tanto, no es exigible hasta que llegue el plazo al cual se
encuentra sometidas –p.e., la obligación de dar una conferencia en una fecha
determinada–.
– Duraderas continuadas. La conducta del deudor debe mantenerse durante un cierto
tiempo, de manera prolongada y sin interrumpirse –sin solución de continuidad–.

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Las más características suelen ser las negativas –p.e., la conducta del arrendador
de perturbar al arrendatario en la posesión y disfrute del objeto arrendado–.
– Duraderas periódicas. El deudor debe satisfacer de forma regular prestaciones
parciales, previstas en la relación obligatoria. P.e., el abono de un alquiler cada
mes, el pago del agua, luz, gas, etc.
En relación a la transcendencia que puede tener la distinción entre obligaciones
transitorias y duraderas, se ha de decir que las transitorias es más fácil saber si se han
cumplido y si se ha hecho sin retraso y además estas obligaciones no han de ser
actualizadas por un posible cambio de circunstancias.

B) En atención a que la existencia de la obligación dependa o no de otra


Cuando no se depende de otra estaremos ante una obligación principal y cuando se depende
ante una obligación accesoria.
1. Principales. Su existencia no depende de ninguna obligación preexistente. La nulidad
de la principal comporta la nulidad de las accesorias que pudiesen existir. En nuestro
CC se mantiene la regla según la cual lo accesorio sigue a lo principal.
2. Accesorias. Surgen como complemento de otra obligación respecto a la cual se
encuentran subordinadas, y por tanto desaparecerán en caso de que la obligación
principal despliegue por si misma los efectos que le son propios o porque se extinga o
sea declarada nula. Suelen desempeñar una función de garantía del cumplimiento de
la obligación principal. P.e., la obligación del fiador o la obligación de los derechos
reales de garantía (prenda, hipoteca) y suelen ser delimitadoras de la obligación
principal (art. 1097 CC: La obligación de dar cosa determinada comprende la de
entregar todos sus accesorios, aunque no hayan sido mencionados –el ejemplo de la
TV y el mando–.). Generalmente las negativas –no hacer– suelen constituir una
obligación accesoria ––p.e., un acuerdo de exclusiva que liga a las partes, la obligación
accesoria sería decirle a una persona que mientras esté en una determinada empresa
no puede trabajar para otra, que será la que representa la obligación principal–, en el
momento en que no trabaje para la empresa principal, la obligación accesoria pierde
todo su sentido. Acostumbran a ser obligaciones negativas, en este caso, no llevar a
cabo una actividad para otras personas. Esto no impide que en otros casos no pueden
consistir en la realización de un dar o un hacer –obligaciones positivas–.
Otra clasificación, atendiendo a que el montante de la prestación de dar se encuentre
determinado o no numéricamente. Esta clasificación no se ofrece en ninguno de los
artículos del CC:
a) Líquidas. Cuando se conoce con exactitud la cantidad de cosas o unidades
monetarias debidas. Estas obligaciones se refieren generalmente a las
obligaciones de dar o entregar cosas y en concreto a las de carácter
pecuniario.
b) Ilíquidas. Son aquellas que se dan cuando se desconoce la cuantía exacta de
la prestación debida y en ese caso son inexigibles e inejecutables por ser
ilíquidas. P.e., el atropello de un peatón, si se ponen de acuerdo la víctima y la
compañía de seguros no hay ningún problema –indemnización pactada–, si no
hay acuerdo, se acudirá a los tribunales, no pudiéndose exigir el cumplimiento
hasta que no haya sentencia firme que declare la indemnización, por tanto,
mientras tanto es inexigible. En el momento que hay sentencia firme pasa a ser
líquida y exigible, y susceptible de ser ejecutada.
El TS ha mitigado el campo de actuación de las obligaciones líquidas, partiendo de
la base que pese a que no resulte expresado el montante exacto de la prestación
debida, la obligación es líquida si dicha cuantía precisa puede obtenerse mediante
simples operaciones aritméticas, así mismo, ha quebrado el principio de la
indivisibilidad del pago, al establecer el CC en su art. 1.169: (...) cuando la deuda
tuviere una parte líquida y otra ilíquida, podrá exigir el acreedor y hacer el deudor el
pago de la primera sin esperar a que se liquide la segunda.

C) Atendiendo a la naturaleza de la obligación


Las obligaciones pueden ser:
1. Divisibles. Las obligaciones de dar que se refieren a bienes fungibles, en especial el
dinero, también las obligaciones de hacer o llevar a cabo servicios fungibles o
substituibles –la realización de una obra por unidades métricas–. La divisibilidad o

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indivisibilidad de las obligaciones deriva de la naturaleza de la propia prestación. P.e.,


las obligaciones pecuniarias son divisibles por naturaleza –entregar 15.000 PTA–; sin
embargo, se ha de tener presente que la divisibilidad natural de la prestación no
permite el cumplimiento parcial de la obligación, el cual sólo será admitido cuando se
haya convenido expresamente con el acreedor, según establece el art. 1.169 CC: A
menos que el contrato expresamente lo autorice, no podrá compelerse al acreedor a
recibir parcialmente las prestaciones en que consista la obligación (...).
2. Indivisibles. (el ejemplo de las 15.000 PTA) El CC dice que el hecho que se pueda
aplazar el pago de la prestación no quiere decir que se tenga que hacer, el deudor ha
de cumplirlo totalmente a no ser que haya llegado a un acuerdo con el acreedor y éste
le permita cumplirlo divididamente o a plazos. Esto es lo que establece el art. 1169 CC:
A menos que el contrato expresamente lo autorice, no podrá compelerse al acreedor a
recibir parcialmente las prestaciones en que consista la obligación. Es decir si al
creedor se le debe una cantidad determinada, el deudor no puede obligarle a recibir
sólo una parte en pago aplazado de la totalidad. No obstante, como es una norma
dispositiva, la división de la prestación o pago aplazado será válido si hay común
acuerdo entre las partes.

En consecuencia, observamos que la mera divisibilidad natural de la prestación no conlleva


necesariamente la calificación de obligación divisible, sino que constituye un presupuesto
necesario de la posible divisibilidad convencional de la obligación de que se trate. Para que una
obligación pueda ser divisible, evidentemente, lo ha de permitir su naturaleza, pues si no es
así, no cabe acuerdo entre las partes, ya que esa obligación será siempre por su naturaleza
indivisible.
Por tanto, la indivisibilidad opera como un límite a la posibilidad de establecer una posible
divisibilidad de la obligación, o sea, si una obligación es indivisible nunca podrá ser divisible; en
cambio, y como es natural, si es divisible siempre podrá ser divisible.
El CC se preocupa especialmente de establecer las obligaciones que han de ser calificadas
como indivisibles, y lo hace en su art. 1.151 CC: Para los efectos de los artículos que preceden,
se reputarán indivisibles las obligaciones de dar cuerpos ciertos –no susceptible de
fraccionarse– y todas aquellas que no sean susceptibles de cumplimiento parcial.
Las obligaciones de hacer serán divisibles cuando tengan por objeto la prestación de un
número de días de trabajo, la ejecución de obras por unidades métricas, u otras cosas
análogas que por su naturaleza sean susceptibles de cumplimiento parcial. Serán indivisibles
las obligaciones de hacer que no sean susceptibles de cumplimiento parcial (p.e., cantar en el
estreno de una zarzuela).
En las obligaciones de no hacer, la divisibilidad o indivisibilidad se decidirá por el carácter de la
prestación en cada caso particular. Por lo general, serán indivisibles la mayor parte de estas
obligaciones de no-hacer

Esto que viene es lo más importante del tema.


Las obligaciones indivisibles con pluralidad de sujetos
Es decir, la obligación de entregar una cosa a un acreedor, pero hay varios deudores
obligados, o lo que es lo mismo: cuál de los deudores o de los acreedores ha de llevar a cabo o
puede exigir el cumplimiento de la prestación. P.e., en el caso de un cuadro que pertenece a
varias personas, por tanto, todos los deudores tienen la obligación de entregar ese cuadro.
Para Lasarte si la obligación indivisible se configura a su vez como solidaria no hay problema,
pues cada deudor puede cumplir totalmente por si mismo la prestación; pero si no es indivisible
han de cumplir todos a la vez, según establece el art. 1.139 CC: Si la división fuere imposible,
sólo perjudicarán al derecho de los acreedores los actos colectivos de éstos, y sólo podrá
hacerse efectiva la deuda procediendo contra todos los deudores. Si alguno de éstos resultare
insolvente, no estarán los demás obligados a suplir su falta.
El problema en este último caso es si por ejemplo, uno de los deudores no cumple. En este
caso se aplicarán las reglas de la mancomunidad, entendida como parciariedad o divisibilidad,
según lo establecido por el art. 1.150 CC: La obligación indivisible mancomunada se resuelve
en indemnizar daños y perjuicios desde que cualquiera de los deudores falta a su compromiso.
( ... ).
Por tanto, cuando la actuación conjunta no es posible, se produce un incumplimiento de esa
obligación, reconvertiéndose la obligación en una genérica relativa a indemnizar por daños y
perjuicios, y sigue el art. 1.150 CC: ( ... ) Los deudores que hubiesen estado dispuestos a

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cumplir los suyos, no contribuirán a la indemnización con más cantidad que la porción
correspondiente del precio de la cosa o del servicio en que consistiere la obligación.
En consecuencia, la obligación de indemnizar sólo tendrá sentido en relación al deudor
incumplidor.
Ejemplo:
4 deudores (A, B, C y D) tienen la obligación de entregar una cosa que vale 20 PTA a un
acreedor (X). La obligación, si no se indica nada en contrario, se presume por partes
iguales –mancomunada–, esto es, 5 PTA por cada uno de los deudores.
Uno de ellos (D) se niega a cumplir con su parte de la obligación, por tanto la obligación
se reconvierte la obligación original en una obligación genérica por daños y perjuicios.
Se declara la indemnización por daños y perjuicios conviniéndose que por ese concepto
se deberán 30 PTA.
A, B y C pagarán cada uno de ellos 5 PTA, mientras D pagará 35 PTA, pues a su parte
proporcional deberá sumar la indemnización por daños y perjuicios a la cual sólo él
deberá hacer frente, pues sólo él se ha negado a realizar la prestación original.

TEMA 5. La determinación o indeterminación relativa de la prestación


Toda prestación ha de cumplir una serie de características que son: ha de ser licita, posible,
determinada o determinable.
El CC regula la característica de la determinación en sede contractual –figuras contractuales–,
fuentes por excelencia de las obligaciones, por ello el art. 1273 CC establece: El objeto de todo
contrato debe ser una cosa determinada en cuanto a su especie. (...) .
Otros preceptos que regulan figuras contractuales establecen que también es posible que la
indeterminación inicial del objeto del contrato no sea ningún impedimento para que el mismo se
llegue a perfeccionar; siempre que en este propio contrato se contengan los criterios oportunos
para efectuar posteriormente la identificación del objeto del contrato, sin necesidad de un
nuevo acuerdo entre las partes contratantes, puesto que en ese caso no se podría hablar de
acuerdo contractual, pues se necesitaría un nuevo acuerdo (el ejemplo de la figura de la relatio
en el caso del precio de las cabezas de ganado –precio determinable–).
En conclusión, el requisito de la determinación de la prestación no es exigible desde el mismo
momento en que nace la obligación, sino que puede ser conocido inicialmente –prestación
determinada desde el inicio–, lo más habitual. Pero también puede ser conocido en un
momento posterior –prestación determinable–, la determinación se llevará a cabo antes de que
sea exigible conforme a una serie de normas, reglas o criterios contemplados en el propio título
constitutivo de la obligación. O sea, en el propio acuerdo habrá una cláusula que establezca
como se va a determinar el precio.
La idea fundamental radica en que la prestación será considerada determinable o susceptible
de determinación cuando su concreción no dependa de futuras actuaciones de las partes
vinculadas por la relación obligatoria. En otro caso, estaríamos frente a obligaciones
incompletas o irregularmente constituidas, que requerirían una redefinición del título constitutivo
de la obligación.

Obligaciones genéricas y obligaciones específicas


Las obligaciones genéricas y específicas son los supuestos más paradigmáticos o frecuentes
de la indeterminación relativa –o determinable– de la prestación. Una pregunta de examen
muy probable es la “Distinción que hay entre las obligaciones genéricas y las
específicas”.
Esta clasificación viene referida habitualmente a las obligaciones de dar o entregar alguna
cosa. El CC no utiliza estos conceptos como categoría sistemática pero en alguno de sus
artículos si que utiliza la expresión obligación genérica.

Obligaciones específicas. Se dan cuando la prestación del deudor se encuentra perfectamente


individualizada, con lo cual la entrega de una cosa diferente no va a satisfacer el interés del
acreedor. Ello se deduce del CC cuando establece que el deudor de una cosa no puede obligar
a su acreedor a que reciba una cosa diferente, aunque sea igual o con un mayor valor que la
debida. Es decir, el deudor no puede obligar al acreedor a que reciba una cosa diferente a la
que se había obligado ese deudor, aunque la cosa que pretenda dar el deudor sea de igual o
superior valor. Esto es una norma dispositiva–, por tanto, admite pacto en contrario de las
partes, por tanto si se pacta con el acreedor, éste podría llegar a recibir una cosa diferente a la

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debida. La norma debida se aplica supletoriamente a falta de acuerdo entre las partes. Si fuera
norma imperativa se debería aplicar puntualmente, no pudiendo las partes modificarla a través
de pacto entre ellas.

Obligaciones genéricas. Se dan cuando la obligación de dar o entregar una cosa viene
caracterizada por la relativa determinación de la prestación. Es decir, cuando hay una
obligación de dar una cosa la cual se encuentra referenciada únicamente por su referencia o
género; p.e.: 4 litros de aceite, 15 cajas de papel de ordenador, etc.; se cumplen, en el caso de
los 4 litros de aceite, entregándolos, con independencia de su calidad. Por tanto,
caracterizadas por la especie, tratándose habitualmente de cosas homogéneas.

El CC da a entender que esta clasificación entre obligaciones genéricas y específicas se refiere


únicamente a las obligaciones de dar, pero la doctrina y la jurisprudencia entienden que no
existe ninguna dificultad para aplicar estas categorías a las obligaciones de hacer; p.e., se
puede considerar una obligación de hacer específica aquellas obligaciones que eran
personalísimas o intuito persona, p.e., cuando se escogía a un médico en concreto para que
nos operase, por tanto no serviría cualquier otro. En ese caso se podría considerar específica,
pues solo se cumpliría la obligación si nos operase ese doctor. Sería genérica cuando nos
diera igual el médico que tuviera que operarnos.

Características principales de las obligaciones genéricas


a) Suelen recaer sobre cosas y servicios fungibles, pueden sustituirse por otros por ser entre
sí homogéneos o equivalentes y se contemplan en atención a unas características o
cualidades genéricas o similares (litros, quilos, etc.)
b) Suelen referirse a bienes muebles, pero también, en ocasiones a inmuebles (p.e., la
obligación de arrendar cualquier apartamento de una misma urbanización).
c) Se subdistinguen entre ordinarias o de género limitado (que se dan cuando el objeto de la
prestación no se determina sólo por su pertenencia al género, sino que lo acotamos, –p.e.:
la obligación de entregar 4 litros de aceite, sería de género limitado, si establecemos que
esos 4 litros deberían pertenecer a un tipo de oliva y con un prensado específico–). En las
de género limitado al concretarse más el género, es mayor la posibilidad de que la
obligación se pueda extinguir por desaparición de los bienes que son objeto de la
obligación. En consecuencia, en ese subtipo de obligación genérica no será de aplicación
la regla de que el género nunca perece –genus nunquam perit–. Las obligaciones de
género limitado suelen ser muy frecuentes en la práctica diaria.

En cuanto al régimen jurídico de las obligaciones genéricas, en relación a la calidad que ha


de tener la cosa genérica que ha de entregarse y la repercusión que sobre el cumplimiento de
la obligación constituida arroja la propia pérdida de la cosa. En este caso se ha estar en primer
lugar a lo que se prevea por las partes –principio de autonomía de la voluntad–. En principio,
fijarse en la calidad que han acordado las partes (art. 1255 CC: Los contratantes pueden
establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que no
sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público.)
Lo que sucede es que lo más normal es que las partes no establezcan nada, entonces, hemos
de acudir a la norma supletoria que se prevé en el art. 1167 CC: Cuando la obligación consista
en entregar una cosa indeterminada o genérica cuya calidad y circunstancias no se hubiesen
expresado, el acreedor no podrá exigirla de la calidad superior, ni el deudor entregarla de la
inferior. Esta norma procede del Dº romano justinianeo, de carácter salomónico, y se trata de la
regla de la calidad medida, que pretende ser equitativa. Esta regla es de una utilidad relativa, y
pretende equilibrar las respectivas pretensiones de recibir lo mejor por parte del acreedor y
entregar lo peor por parte del deudor.

La pérdida de la cosa y la regla genus nunquan perit


El otro problema fundamental que plantea la obligación genérica radica en las consecuencias
que sobre el cumplimiento de la obligación pueda arrojar la pérdida de la cosa. Consecuencias:
a) En las obligaciones específicas. La pérdida conlleva necesariamente la extinción de la
obligación (por imposibilidad de su cumplimiento), siempre y cuando la pérdida de la cosa
no sea debida a dolo, culpa o mora del deudor; si fuera una de esas tres circunstancias la
causa, entonces la obligación no se extinguiría, se transformaría en la obligación de abonar
una indemnización.

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b) En las obligaciones genéricas. En este caso la pérdida de la cosa no es en si mismo


significativa, porque puede ser sustituida fácilmente por otra del mismo género. Así, la
responsabilidad del deudor en las obligaciones genéricas se agrava, dado que las
prestaciones correspondientes pueden ser atendidas incluso en el caso de que
desaparecieran o perecieran todas las cosas genéricas de que inicialmente dispusiera el
propio deudor; porque es de aplicación la regla el género nunca perece. P.e., se deben
entregar 4 quilos de peras y se estropean, se puede cumplir perfectamente con otros 4
quilos de peras.
Pero en cualquier caso, habrá que proceder en algún momento a la individualización de la
prestación en las obligaciones genéricas. Esto es, concretar cual de las posibles cosas se
entrega o que servicio se realiza de entre los hipotéticamente posibles, pues el deudor
está obligado a realizar una prestación en exclusiva del conjunto de prestaciones
genéricas contempladas.
La doctrina conoce a este momento de determinación con los nombres de concentración,
concreción y especificación (esta es la más apropiada para Lasarte –mejor de cara al
examen–, ya que una vez individualizada la prestación, la obligación genérica deja de
serlo y asume el carácter propio de la obligación específica). Se ha de saber que una vez
especificada la prestación deja de ser operativa la regla el género nunca perece, pues si
se estropean, p.e, los 4 quilos de peras, se habrá extinguido la obligación. El problema,
por tanto, es cuando o en que momento se hará esta especificación; evidentemente al
acreedor le interesa que se haga lo más tarde posible –para que siga operativa la regla del
género nunca perece–, y al deudor todo lo contrario, pues cuanto antes deje de ser
operativa la regla del género nunca perece, antes se habrá extinguido la obligación y no
deberá de responder. El CC no dice nada al respecto a quien corresponde determinar la
fijación. Diversos autores consideran que cuando no hay nada establecido –no hay
acuerdo– la especificación correspondería efectuarla al deudor en base al principio del
favor debitoris –a favor del deudor–. Pero para Lasarte esto es muy discutible porque la
especificación requiere de la aprobación del acreedor, por tanto, por mucho que diga el
deudor, si el acreedor no da su conformidad no se habrá especificado nada en absoluto.
Por tanto, lo más correcto para la mayoría de autores –incluido Lasarte–, es afirmar que la
especificación no puede llevarse a cabo unilateralmente, ni por parte del deudor ni por
parte del acreedor, a no ser que ellos mismos así lo hubieran acordado. Por tanto, la
especificación se realizará generalmente en el momento del pago, puesto que al acreedor
le interesa que el deudor se halle sometido el mayor tiempo posible a la regla del género
nunca perece. Excepcionalmente puede pasar que la especificación se dé antes; porque
así lo hallan previsto las partes –de mutuo acuerdo–, o bien porque las plurales
prestaciones genéricas devengan todas ellas imposibles excepto una; este supuesto es
muy excepcional, pero no tanto en las obligaciones genéricas de género limitado. En las
obligaciones genéricas es muy raro que se destruyesen casi todas las materias excepto
una, con la que poder cumplir, situación que no es tan excepcional en las obligaciones
comentadas de género limitado.

Diferencia entre obligaciones específicas y genéricas respecto de la ejecución forzosa

En las obligaciones genéricas es posible la llamada ejecución in natura. Es decir, cuando el


deudor no cumple voluntariamente, se hará a su costa. El acreedor podrá obtener judicialmente
el mismo resultado que se había previsto en la obligación, pese a la ausencia de colaboración
del deudor. P.e., el deudor tenía la obligación genérica de entregar una serie de cajas de papel
de ordenador, y el deudor incumple. El acreedor interpone una demanda en el juzgado y gana
el pleito. La sentencia condena al deudor a entregar las cajas de papel de ordenador; se le
requiere para que cumpla la sentencia y el deudor tampoco lo hace. Por tanto se hará a su
costa, el acreedor pedirá el embargo al deudor del dinero suficiente para que por si mismo
pueda adquirir esas cajas de papel de ordenador. Es in natura, porque el acreedor quería
inicialmente unas cajas de papel de ordenador y con la ejecución in natura es lo que acaba
obteniendo. Por tanto, en las obligaciones genéricas es posible la ejecución forzosa del
cumplimiento in natura.

En las obligaciones específicas, cuando el deudor no colabora, no será posible el cumplimiento


in natura, y en consecuencia, una vez requerido el deudor en el caso que no cumpla la
prestación, la prestación se va a transformar en la obligación genérica de indemnizar por los

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daños y perjuicios causados. P.e., en el caso del doctor específico que queremos que nos
opere, por mucho que le obliguemos a operarnos, si no quiere, no podemos activar la ejecución
forzosa; pero si que podemos reclamar daños y perjuicios por el supuesto mal que nos haya
podido causar su decisión de no operarnos –daños morales, económicos, etc.–. Por tanto la
ejecución forzosa será mediante esa indemnización de daños y perjuicios.

En conclusión, en las obligaciones genéricas es posible el cumplimiento in natura; en las


obligaciones específicas no es posible el cumplimiento in natura, en consecuencia el deudor
que no cumple vendrá obligado a abonar una indemnización por los daños y perjuicios que
ocasione.

Las obligaciones cumulativas, alternativas y con cláusula facultativa (las suelen


preguntar en el examen)
En atención a la unidad o multiplicidad de prestaciones que se hallen previstas en la obligación
se pueden distinguir en:
a) Simples: la prestación es única; concretándose finalmente en un solo objeto o en un
comportamiento determinado. La conducta del deudor se debe dirigir a realizar
precisamente la prestación contemplada en el título constitutivo de la obligación.
b) Complejas: existe una multiplicidad de objetos o de comportamientos (2 ó más) en la
obligación.
En las complejas se subdistinguen entre obligaciones:
a) Complejas cumulativas. Se dan cuando la relación obligatoria tenga un contenido múltiple y
las diversas prestaciones previstas sean todas ellas exigibles. El deudor no habrá
cumplido, y por tanto, no se habrá liberado hasta que no haya ejecutado todas las
prestaciones previstas. Las cumulativas pueden combinar dentro de si prestaciones de dar;
de no-hacer, de hacer; o ser todas ellas del mismo tipo. P.e.: Las partes acuerdan en una
compraventa que el vendedor no sólo se obliga a entregar la cosa sino que también se
obliga a instalarla y también a dar un curso para explicar al usuario como funciona. En este
caso, el deudor no habrá dado cumplimiento a su obligación hasta que haya entregado la
cosa, la haya instalado y haya dado el curso o explicación sobre su funcionamiento –se
combinan una obligación de dar y dos de hacer–.
b) Complejas alternativas. Van unidas a la idea de una particular previsión más que a la idea
de acumulación de prestaciones distintas. El deudor cumplirá la obligación ejecutando
cualquiera de las prestaciones, art. 1131 CC: El obligado alternativamente a diversas
prestaciones debe cumplir por completo una de éstas. El acreedor no puede ser compelido
a recibir parte de una y parte de otra. Generalmente la elección de una entre las diversas
prestaciones alternativas queda reservada al deudor, pues normalmente la configuración
de una obligación como alternativa suele tener como causa la actitud previsora del deudor,
que pretende liberarse de la obligación una vez llegado el momento temporal del
cumplimiento. P.e.: El encargo de un menú, el dueño del bar –deudor– ha de ser previsor,
si encargamos pescado, nos debe decir un menú alternativo por si tuviera problemas de
abastecimiento de pescado –caso de mala mar–, en ese caso, por ejemplo, nos podría
ofrecer un menú con carne, por tanto, cumpliría entregando cualquiera de los dos menús.
Esto se acepta por el CC, cuando dice que “la elección corresponde al deudor a menos que
expresamente se hubiera concedido ese privilegio al acreedor” –norma dispositiva–. La
elección de la prestación se conoce técnicamente con el nombre de concentración por la
mayoría de autores, aunque el CC utiliza la palabra elección. Una vez realizada la elección
–llegamos al restaurante y nos dicen lo que ponen– la obligación deja de ser alternativa
desde que se notifica la elección a la otra parte.
La jurisprudencia precisa, además, que la obligación alternativa compleja se convierte en
tal caso en obligación simple, quedando obligado el deudor a realizar exactamente la
prestación seleccionada.
Por tanto, una vez elegida y notificada a la otra parte, el deudor quedará liberado de la
obligación cuando por causas que no le sean imputables, resulte imposible el
cumplimiento de la obligación seleccionada –en el momento de servir el menú entran a
robar–; en cambio, mientras la concentración no se haya llevado a cabo la posibilidad de
realizar alguna de las prestaciones resulta intranscendente para que el deudor quede
liberado, el cual habrá de cumplir llevando a cabo cualquiera de las otras prestaciones
posibles. Según las reglas que se establecen en los arts. 1.134 y ss del CC (estas reglas
hay que sabérselas):

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Concentración automática. Art. 1.134 CC: El deudor perderá el derecho de elección


cuando de las prestaciones a que alternativamente estuviese obligado, sólo una fuere
realizable. En definitiva, la desaparición de las diversas obligaciones convierte a la
obligación alternativa en una obligación simple.
Art. 1.135 CC: El acreedor tendrá derecho a la indemnización de daños y perjuicios
cuando por culpa del deudor hubieren desaparecido todas las cosas que
alternativamente fueron objeto de la obligación, o se hubiera hecho imposible el
cumplimiento de ésta.
La indemnización se fijará tomando por base el valor de la última cosa que hubiese
desaparecido, o el del servicio que últimamente se hubiera hecho imposible.
Art. 1.136 CC: Cuando la elección hubiere sido expresamente atribuida al acreedor, la
obligación cesará de ser alternativa desde el día en que aquélla hubiese sido notificada
al deudor.
Hasta entonces las responsabilidades del deudor se regirán por las siguientes reglas:
? ? 1.ª Si alguna de las cosas se hubiese perdido por caso fortuito, cumplirá
entregando la que el acreedor elija entre las restantes, o la que haya quedado, si
una sola subsistiera.
? ? 2.ª Si la pérdida de alguna de las cosas hubiese sobrevenido por culpa del deudor,
el acreedor podrá reclamar cualquiera de las que subsistan, o el precio de la que,
por culpa de aquél, hubiera desaparecido.
? ? 3.ª Si todas las cosas se hubiesen perdido por culpa del deudor, la elección del
acreedor recaerá sobre su precio.
Las mismas reglas se aplicarán a las obligaciones de hacer o de no hacer, en el caso
de que alguna o todas las prestaciones resultaren imposibles.

Obligaciones complejas con cláusula facultativa. Cuando hay una sola prestación prevista en el
título constitutivo de la obligación, pero el deudor cuenta con la posibilidad de llevar a cabo otra
diferente llegado el momento del pago. Esta categoría de obligaciones facultativas no se haya
regulada en el CC, pero se admiten por la jurisprudencia reiterada y constante del TS. Esta
posibilidad de cumplir de forma diferente sólo la puede elegir el deudor, la prestación debida
sólo es una. P.e.: Hay la obligación de entregar un cuadro, pero el vendedor se reserva el
derecho a desistir de esa entrega a cambio de una suma de dinero, siempre que haya acuerdo
con el acreedor. En realidad estamos ante una obligación principal simple a la cual se le añade
una cláusula accesoria, puesto que si la obligación principal deviene imposible por causas no
imputables al deudor –p.e., le roban el cuadro–, la obligación principal se extingue y con ella la
prestación facultativa, pues era accesoria de la primera; y en nuestro ordenamiento rige la regla
que establece que lo accesorio sigue a lo principal.

Diferencias entre obligaciones alternativas y facultativas


a) Alternativas. Se debe una prestación aun no individualizada entre varias prestaciones
contempladas en el título constitutivo de la obligación.
b) Facultativas. Se debe una prestación única.

TEMA 6. Las deudas u obligaciones pecuniarias (alguna vez se ha preguntado algo en


los exámenes –todo y que no es de las preguntas que más se repiten–)
Son aquellas que consisten en la entrega de una determinada suma de dinero. Concepto que
proviene del Dº romano y en épocas medievales se identificaba el valor del dinero con el valor
del metal con el que se efectuaban las monedas. Actualmente las monedas han pasado a
representar las fracciones más bajas del dinero en curso, asumiendo una posición más
importante el papel moneda de curso legal y forzoso. Las obligaciones pecuniarias tienen en el
dinero el medio de cambio y pago y nadie puede exigir su conversión en metálico. Estas
obligaciones se tratan por separado, destacando su falta de sistemática legislativa, estando
presentes prácticamente en todas las relaciones contractuales cuyo objeto por parte de las
partes consiste en obtener una suma de dinero –préstamo, compraventa, etc.–. También en los
casos de responsabilidad extracontractual que acaban reparándose con la entrega de una
indemnización pecuniaria –p.e., un atropello resarcido con una indemnización por daños y
perjuicios–. También sucede con la indemnización de daños y perjuicios subsiguiente a
cualquier tipo de incumplimiento de las obligaciones, que se determinarán mediante la fijación
de una concreta suma de dinero –el ejemplo de las obligaciones específicas cuando el médico

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elegido no quiere operar y tiene que pagar una indemnización por los daños y perjuicios
causados–. Por tanto, el origen de las obligaciones pecuniarias puede ser contractual y
extracontractual.
Desde el punto de vista normativo, el dinero es fundamentalmente el medio de pago
jurídicamente reconocido; y desde el punto de vista económico es el medio de pago por
excelencia.
A título de comentario, exponer que la introducción de la moneda única europea en sustitución
de la PTA no ha influido en la vigencia de las relaciones obligatorias preexistentes y pendientes
de cumplimiento.
Dentro de las deudas pecuniarias se han de distinguir las llamadas deudas monetarias: estas
son obligaciones específicas, que requieren el exacto cumplimiento y, además, en ellas nos
encontraremos con bienes infungibles, que son aquellos bienes que no son sustituibles. P.e.,
en el caso de los coleccionistas, una o varias monedas no serían deudas pecuniarias, sino
deudas monetarias, sólo se cumpliría la obligación entregando aquella moneda específica e
infungible (que no se puede sustituir). En cambio, las deudas pecuniarias son la constitución
del dinero en curso como valor de cambio con curso legal.

Características de las obligaciones pecuniarias


Cuando el dinero es considerado como una unidad de valor, estaremos ante verdaderas
obligaciones pecuniarias. El dinero, para el Dº privado, se trata de un bien mueble; fungible
(fácilmente sustituible) y productivo (genera frutos civiles –los intereses–).
La obligación pecuniaria es el supuesto de obligación genérica por excelencia, se puede aplicar
la máxima el género nunca perece.
Cuando la obligación tenga por objeto la entrega de una determinada cantidad de dinero, el
único requisito es que este sea de curso legal; sirviendo como medio general y liberatorio del
pago.
La indemnización por incumplimiento de la obligación pecuniaria consistirá, salvo pacto en
contrario, en el pago de intereses.

Distinción entre deudas de dinero y deudas de valor


La doctrina actualmente diferencia entre las llamadas deudas de dinero y deudas de valor.
a) Las deudas de dinero consisten en la predeterminación de una suma concreta de dinero,
por tanto, deudas líquidas.
b) Las deudas de valor serán ilíquidas, o sea, cuando el montante concreto se desconoce en
el momento constitutivo de la obligación (p.e., las obligaciones derivadas de la
responsabilidad civil extracontractual –el caso de un atropello donde no se sabrá la
indemnización hasta que no haya sentencia firme–), por tanto, se fijan a posteriori. Desde
el preciso momento en que la deuda de valor sea objeto de fijación convencional, se
transformará automáticamente en deuda de dinero, por tanto, líquida y exigible.

El principio nominalista y sus correcciones


Principio no recogido en el CC. Es fruto de la doctrina y la jurisprudencia, y consiste en la
devolución de otro tanto de la misma especie y calidad. En consecuencia, el deudor cumplirá
entregando el valor nominal o importe exacto de unidades monetarias que se hubiesen
contemplado en el título constitutivo de la obligación. Esto facilita la seguridad del tráfico,
necesaria para el intercambio de bienes y servicios; pero a su vez, esta posición es criticable,
por no tener en cuenta la inflación y por tanto, será injusto para el acreedor. Así, surgen las
llamadas cláusulas de estabilización o de actualización del valor nominal. Estas cláusulas
garantizan el justo equilibro entre las prestaciones en todas las relaciones obligatorias
onerosas y de carácter duradero. Estas cláusulas son previsiones contractuales en base a las
cuales las partes contratantes acuerdan que el importe nominal de la obligación pecuniaria se
actualizará, llegado el momento del cumplimiento, conforme al valor de un conjunto de bienes
que se toma como referencia en el momento constitutivo de la obligación, o con referencia a
unos índices estadísticos de mayor objetividad y a la vez independientes a la voluntad de las
partes –p.e., el alquiler de un bien inmueble que se actualiza en función del IPC–.

Tipos de cláusulas contractuales de estabilización:


En principio, las partes son libres para fijar el criterio actualizador que más les convenga a sus
propios intereses, por tanto, sino infinitas, si que resultan de lo más variado o variopinto. Las
más conocidas a nivel jurisprudencial y doctrinal son:

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1. Cláusulas de valor en especie. Se actualizan conforme al valor de un bien o conjunto de


bienes que se toman como referencia (p.e., el precio del barril de petróleo Brent).
2. Cláusulas de valor oro, plata u otro metal precioso. El requisito es que tenga una cotización
oficial.
3. Cláusulas de moneda extranjera. Se toma como referencia la cotización oficial de cualquier
moneda diferente a la de curso legal en España (generalmente el dólar).
4. Cláusulas de escala móvil o de índices variables. P.e., el IPC que facilita el INE.
Actualmente, las cláusulas 3 y 4 son las más seguras y a la vez las más utilizadas por las
partes en las relaciones duraderas que son de tracto sucesivo.
La validez de estas cláusulas esta fuera de toda duda, al considerarse más acorde y justo en
las relaciones duraderas y de tracto sucesivo, la fijación de un precio variable en proporción de
unos determinados índices, con la finalidad de conseguir una cierta estabilidad en el valor real
del importe nominal con el que se identifican las deudas pecuniarias.
La jurisprudencia, desde su perspectiva más realista y atenta a los problemas de justicia
material, admite y consagra la validez de las cláusulas correctoras del nominalismo.

Los intereses y la obligación de intereses


Tal como se ha dicho, el dinero es un bien productivo en cuanto genera o puede generar
intereses. Los intereses son frutos civiles, art. 355 CC: Son frutos civiles el alquiler de los
edificios, el precio del arrendamiento de tierras y el importe de las rentas perpetuas, vitalicias u
otras análogas. Pero la obligación de abonar intereses no es una derivación automática de las
obligaciones pecuniarias, sino que se configura como una obligación accesoria que
generalmente requiere uno de los 2 supuestos siguientes:
a) Que el pago de intereses se halla pactado convencionalmente –ya que si nos rigiésemos
por lo que establece el CC, el préstamo, en sus orígenes, era gratuito, pues se pensaba
que se dejaba el dinero en un plano de ayuda, de amistad–.
b) Que el deudor de la obligación pecuniaria se halle constituido en mora. La mora significa el
retraso en el pago de la obligación. El retraso sólo será posible en relación a las
obligaciones líquidas (conocemos la cantidad exacta que se debe), si es ilíquida, el deudor
nunca podrá incurrir en mora.
Según el art. 1.108 CC, los intereses serán los convenidos, y a falta de convenio prevaldrá el
interés legal. Los intereses convenidos suelen ser superiores al interés legal. Los convenidos,
serán válidos y lícitos siempre y cuando no se caiga en la usura –casos en que los convenidos
son muy superiores al interés legal–. Para frenar la usura se han dictado varias leyes; en
España la ley de 23-7-1908 todavía vigente. Esta Ley considera nulos por usureros aquellos
préstamos y demás obligaciones pecuniarias cuyo interés fuese notablemente superior al
normal del dinero y manifiestamente desproporcionado. Actualmente, según jurisprudencia del
TS, sólo pueden considerarse usurarios los tipos superiores al 30 o al 40% anual, con
independencia de los plazos en que se fije el tipo de interés.

Anatocismo
Son los intereses de los intereses, es un término de origen griego. La cuestión que plantea el
anatocismo es saber si los intereses vencidos generan a su vez el interés fijado para la
obligación pecuniaria (sea convencional o legalmente establecida). El CC se muestra muy
permisivo con el anatocismo, tanto a nivel convencional –pactado por las partes– como a nivel
legal –en caso de reclamación judicial –el art. 1109.1 CC establece: Los intereses vencidos
devengan el interés legal desde que son judicialmente reclamados, aunque la obligación haya
guardado silencio sobre este punto–. Esto hace presuponer que también será posible en los
casos en que se pacta convencionalmente. Esta permisividad del CC choca con la
imposibilidad de reclamar los intereses de los intereses por vía legal, situación que la
jurisprudencia del TS se encarga de reconducir hacia la aceptación de las 2 vías.

Interés legal (sólo es importante lo que vendrá a continuación, lo que dice el resto del
manual tiene escaso o nulo interés)
Es el tipo o tasa de interés establecido por la Ley. A partir de la publicación de la Ley 24/84
sobre modificación del tipo de interés legal del dinero, se abandona el hacer coincidir el interés
legal con el interés básico establecido por el Banco de España; sistema propio de la época
franquista. Siendo fijando a partir de ese momento el interés legal del dinero por las leyes de
presupuestos del Estado (leyes temporales de vigencia anual).

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TEMA 7. El cumplimiento de las obligaciones

El cumplimiento o pago en general

El cumplimiento en general
Concepto.
Una deuda se entenderá pagada cuando se hubiese entregado la cosa o hecho la prestación
debida. Cumplimiento y pago son términos sinónimos, aunque el CC y la práctica jurídica
suelen utilizar habitualmente el concepto de pago. El art. 1156 CC recoge el pago como una de
las formas de extinción de las obligaciones.

El pago como acto debido: la naturaleza jurídica del pago


El pago es un acto debido, por tanto, no es un ni hecho jurídico –natural o humano– (el hecho
jurídico es aquel que tiene lugar sin que intervenga la voluntad del hombre –p.e., hechos
causados por la propia naturaleza-); ni un negocio jurídico (las partes no sólo están de acuerdo
en llegar a un acuerdo, sino que además prevén las consecuencias que puede tener el
acuerdo). En el acto jurídico la prestación depende de la voluntad del obligado, pero el mismo
no controla las consecuencias jurídicas (p.e., el caso de la responsabilidad extracontractual –
conducir un vehículo implica un riesgo–, pero no desea causar unos daños).

Los sujetos del cumplimiento


Como conocemos, toda obligación requiere la presencia de como mínimo 2 partes –dualidad
de partes– (acreedor y deudor); donde el acreedor puede exigir el cumplimiento de la
obligación al deudor. El acreedor será el sujeto activo; el deudor será el sujeto pasivo, desde la
perspectiva de la obligación.
Esta terminología se torna confusa cuando se considera la obligación en el momento de su
cumplimiento, pues en ese momento quien debe realizar la actividad es el deudor, por tanto,
será el sujeto activo del cumplimiento y además sujetos pasivo de la obligación.
Para delimitar y obviar esta confusión se utilizan los términos latinos:
a) Solvens. Para referirnos a quien realiza el pago, cuando hay más de un deudor.
b) Accipiens. Para referirnos a quien es receptor del cumplimiento cuando hay más de un
acreedor.
Esto no es óbice para que en el momento del cumplimiento aparezcan terceras personas, en
principio, extrañas a la obligación que pueden asumir tanto el papel de deudor como el de
acreedor, como (ATENCIÓN: LA PREGUNTA PAGO DEL TERCERO Y PAGO AL TERCERO
LO ACOSTUMBRAN A PONER EN EXÁMENES):
1. Pago del tercero. Es una persona diferente del deudor quien realiza la acción debida.
El art. 1.148 CC establece la regla general: Puede hacer el pago cualquier persona,
tenga o no interés en el cumplimiento de la obligación, ya lo conozca y lo apruebe el
deudor, o que lo ignore.
Según la postura que adopte el verdadero deudor, las consecuencias a la hora de que
el que haya pagado pueda recuperar la parte que haya adelantado serán diferentes, en
función que el deudor lo haya aprobado, consentido, se haya opuesto o lo haya
ignorado.
En aquellas obligaciones donde no es posible la intervención de un tercero o persona
extraña que no pueda cumplir –p.e., en las obligaciones personalísimas–,
encontraremos excepciones a la regla general.
El pago del tercero cumple una función que pretende satisfacer los intereses del
acreedor y una vez ese interés se haya cumplido, el deudor habrá de reponer al
solvens –tercero que ha pagado– aquella cantidad. Es en estos momentos cuando
tendrá relevancia la postura mantenida por el deudor:
– Cuando el solvens ha intervenido con la aprobación del deudor, el solvens se
subrogará en la posición del acreedor, manteniendo las mismas garantías para el
cobro del crédito que ese acreedor ostentaba –p.e., si se garantizaba la deuda por
una hipoteca, el solvens seguirá beneficiándose de ese Dº de garantía–.
– Cuando el deudor haya ignorado o se hubiera opuesto al pago del tercero, el CC
solamente le otorga al solvens un Dº de crédito para que pueda reclamar al deudor
aquello en que le hubiera sido útil el pago. Según la doctrina, estaríamos ante una
acción de reembolso o reintegro, y a diferencia del caso anterior, aquí la relación

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obligatoria preexistente se debe considerar extinguida, generando el pago del


tercero una nueva relación obligatoria.
2. Pago al tercero. El papel de acreedor –receptor de la prestación– lo asume una
persona diferente.
Estos casos son bastante inusuales, y cuando se dan es debido a que se hace
entrega de objetos a personas cercanas al acreedor para que se lo haga llega a él.
Esta figura se recoge en el art. 1.163.2 CC, que establece que también será válido el
pago hecho a un tercero en cuanto se hubiera convertido en utilidad del acreedor.
En consecuencia, el pago al tercero no es un verdadero cumplimiento, sino que
carece de eficacia obligatoria para el deudor, pero cuando a través del tercero el
acreedor llega a percibir la prestación, el pago habrá sido útil y válido. P.e.: Al
devolver un libro a la biblioteca, el que lo tomó en préstamo le dice a un tercero que lo
devuelva por él. Si el tercero lleva el libro, cumplirá quien lo tomó en préstamo; si el
tercero no lo lleva, el que lo tomó en préstamo seguirá respondiendo.

Reglas de capacidad en relación con el pago


a) Capacidad del solvens. Es la persona que lleva a cabo generalmente el pago. El art. 1.160
CC establece que en las obligaciones de dar no es válido el pago hecho por quien no tiene
la libre disposición de la cosa. Si el pago es en dinero no cabe repetición en contra al
acreedor que lo ha gastado de buena fe. Esta regulación expresa para las obligaciones de
dar no permite una interpretación a sensu contrario para las restantes obligaciones en el
sentido que no se exige requisito alguno para el pago –la doctrina mayoritaria exige una
cierta capacidad natural–.
b) Capacidad del accipiens. Es la persona destinataria del pago. Sólo las personas con
capacidad para administrar sus bienes pueden recibir el pago plena eficacia solutoria; pero
la falta de la misma no excluye en sí misma la validez y eficacia solutoria frente a la
persona incapacitada si se convierte en algo de su utilidad. Por tanto, la validez del pago
no exige como presupuesto ineludible una especial situación de capacidad en el accipiens
si el cumplimiento realizado redunda en su beneficio.

La recepción de la prestación
El pago se puede hacer bien al acreedor aparente o al tercero, tratándose de 2 supuestos
distintos. La norma general suele ser que acreedor y accipiens –persona que recibe el dinero–
suelen coincidir. No obstante, es frecuente el pago al acreedor aparente, figura regulada en el
art. 1.164 CC: El pago hecho de buena fe al que estuviere en posesión del crédito liberará al
deudor.
El pago tendrá una eficacia liberadora siempre que concurran los requisitos siguientes:
1. Que el deudor lleve a cabo el cumplimiento de buena fe, actuando con la diligencia de un
buen padre de familia.
2. Que el accipiens actúe objetivamente como si fuese el verdadero acreedor, bien porque se
encuentre en posesión del crédito –p.e., poseer un resguardo, o un talón al portador–, o
bien porque el acreedor aparente se encuentre en una situación que normalmente
corresponde al verdadero acreedor –p.e., en un bar, pagamos la consumición a quien se
encuentra tras la barra, o sea, al camarero, como mínimo en apariencia. Si éste no era el
camarero, sino alguien ajeno al negocio, el legislador entiende que el que ha realizado el
pago ha cumplido y queda liberador de su obligación, pues ha hecho el pago al acreedor
aparente–.

Requisitos del cumplimiento: la exactitud de la prestación


El cumplimiento consiste en la exacta realización de la prestación o conducta debida. El
acreedor ha de verse satisfecho mediante la realización exacta de la prestación. Los requisitos
son:
a) La identidad de la prestación. Regulada en el art. 1.166 CC: 1. El deudor de una cosa no
puede obligar a su acreedor a que reciba otra diferente, aun cuando fuere de igual o mayor
valor que la debida. Tampoco en las obligaciones de hacer podrá ser sustituido un hecho
por otro contra la voluntad del acreedor.
La doctrina dice que a pesar de la omisión, este artículo también sería aplicable respecto a
las obligaciones de no-hacer. La identidad de la prestación favorece tanto al deudor como
al acreedor, pues permite que conozcan el desenlace normal de la realización obligatoria.
El acreedor que se resista a recibir la prestación diferente –aunque sea de valor o cantidad

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superior– no puede ser constituido en mora creditoris, ni cabrá el pago mediante


consignación. No obstante, esto se trata de una norma dispositiva, si el acreedor se
conforma no hay ningún problema. La identidad de la prestación alcanza tanto los
aspectos principales de la prestación, como incluso las cuestiones de orden secundario o
accesorio.
Cuando el deudor le ofrece al acreedor la identidad exacta de la cosa hablada, y el
acreedor se niega a recibirla, se dice que el acreedor incurre en mora creditoris.
b) La integridad de la prestación. Supone la total y completa ejecución de la prestación
contemplada. Se regula en el art. 1.157 CC: No se entenderá pagada una deuda sino
cuando completamente se hubiese entregado la cosa o hecho la prestación en que la
obligación consistía. La integridad se relaciona fuertemente con la identidad, dado que es
evidente que si la prestación ofrecida por el deudor no es la misma contemplada en el título
constitutivo de la obligación, se estaría conculcando el requisito de la integridad. En las
obligaciones de dar la entrega íntegra se encuentra referida tanto a la cosa adeudada
como a sus frutos o accesorios. En las obligaciones pecuniarias que generen intereses, la
prestación debe alcanzar al principal adeudada y a los intereses vencidos. La integridad
excluye en principio que el pago se pueda realizar de forma fraccionada, aunque el objeto
de la prestación sea por su naturaleza divisible (p.e., la entrega de una suma de dinero)
c) La indivisibilidad de la prestación. Consiste en una concreción del requisito de la integridad,
por ello, el acreedor, puede legítimamente rehusar un pago parcial o fraccionado. Otra cosa
es que decida aceptarlo, pues se trata de una norma dispositiva.
Esta regla de la indivisibilidad acepta varias excepciones, puesto que puede ser excluida
convencionalmente (por acuerdo de las partes, ya sea en el propio título constitutivo de la
obligación o por la naturaleza de la relación obligatoria; p.e., lo que establece el art. 1.592
CC: El que se obliga a hacer una obra por piezas o por medida, puede exigir del dueño
que la reciba por partes y que la pague en proporción. Se presume aprobada y recibida la
parte satisfecha.) Este mismo que establece el art. 1.592 CC ocurre con los contratos de
suministro, que lo normal es que se vayan abonando mediante pagos fraccionados –todo y
que no se impide el pago en unidad de acto–.
En otras ocasiones es la propia Ley la que excepciona el requisito de la indivisibilidad,
permitiendo el fraccionamiento o división de la prestación.

Momento temporal del cumplimiento


Hace referencia a aquel momento en que se han de ejecutar aquellas prestaciones a las que
viene obligado el deudor.
Este momento temporal de cumplimiento tiene una gran importancia, pues a partir del mismo el
deudor puede ser constituido en mora y verá gravada su responsabilidad; entre otras cosas por
generarse intereses. Este momento temporal puede también determinar que sea el acreedor el
que se constituya en mora, cuando sin razón rechaza el cumplimiento idóneo que le había
ofrecido el deudor (mora creditoris) y si es el deudor el que se retrasa en el cumplimiento, será
éste es el que incurra en mora (mora del deudor).

Exigibilidad de las obligaciones


En referencia a cuando llega el momento temporal de su cumplimiento y a como pueden ser
exigidas:
a) Exigibilidad de las obligaciones puras. No están sometidas ni a condición, ni a término ni a
modo, que son elementos accidentales de los negocios jurídicos. La obligación en este
caso ha de cumplirse en el momento en que se halla previsto en el título constitutivo; o bien
desde el nacimiento de la obligación, –p.e., en el caso de la responsabilidad civil
extracontractual–. La regla general que se establece en el CC, es que las obligaciones
puras deben cumplirse de forma inmediata una vez se hayan originado –nacido–. Para las
obligaciones mercantiles, la regla es su exigibilidad a los 10 días después de contraídas.
b) Exigibilidad de las obligaciones sometidas a condición suspensiva o a un término inicial. En
este caso mientras no se produce el suceso o llegue el día señalado como término, la
obligación no será exigible ni ha de ser cumplida, por tanto no ha de ser cumplida.
c) Exigibilidad de las obligaciones sometidas a término esencial. Este caso se da cuando la
fijación de una fecha para el cumplimiento de una obligación es absolutamente
determinante. El término puede ser establecido por las partes o derivarse de la propia
naturaleza de la obligación, en consecuencia la obligación debe cumplirse en ese momento
concreto; si no se hiciera así supondría un incumplimiento total –p.e., se encarga a un

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fotógrafo realizar las fotos de una fiesta, si el fotógrafo no se presenta el día de la fiesta su
presencia no sirve para nada–. Estos elementos accidentales son requisitos de eficacia, no
de validez, o sea, hasta que no se cumple la condición suspensiva el negocio jurídico no
produciría ningún efecto; a diferencia de los elementos esenciales: consentimiento, objeto,
causa y excepcionalmente la forma. A los accidentales se les considera como tal, porque
no es obligatorio que tengan lugar, a no ser que las partes sometan el negocio jurídico al
cumplimiento de un elemento accidental, entonces se convierte ese elemento en esencial,
pues el negocio jurídico no tendría ningún efecto hasta que se cumpliera esa condición.
d) Exigibilidad de las obligaciones sometidas a plazo a voluntad del deudor. P.e., un préstamo
en que la devolución del dinero prestado no se somete a una fecha determinada. En este
caso el art. 1.128 CC establece: Si la obligación no señalare plazo, pero de su naturaleza y
circunstancias se dedujere que ha querido concederse al deudor, los Tribunales fijarán la
duración de aquél. Los tribunales deberán tener en cuenta para la fijación todas las
circunstancias que concurran.

Vencimiento anticipado de las obligaciones aplazadas


Aunque la obligación haya sido objeto de aplazamiento, el hecho que la actitud del deudor
ponga en peligro la satisfacción del interés del acreedor puede comportar la anticipación del
vencimiento de la obligación aplazada.
Según el art. 1.129 CC: Perderá el deudor todo derecho a utilizar el plazo:
1.º Cuando, después de contraída la obligación, resulte insolvente, salvo que garantice la
deuda. “La insolvencia a la que se refiere el artículo no está limitada a la simple variación
patrimonial del deudor; aunque al acreedor le conste que ese deudor que en principio
tenía muchísima patrimonio y ahora tenga menos, no significa que el acreedor pueda
pedir el vencimiento, la insolvencia ha de ser sustancial. También es cierto que no hay
una necesidad de que se halle el deudor en una situación concursal. Tampoco la simple
falta de liquidez puede identificarse con la situación de insolvencia. Insolvencia se
identifica con una imposibilidad de pago y patrimonio, aunque no fuera declarada
judicialmente.
2.º Cuando no otorgue al acreedor las garantías a que estuviere comprometido. Referida
a una relación obligatoria cualquiera, existente y válida que se ve completada con la
constitución de las garantías previstas y acordadas por las partes o impuestas por
resolución judicial. La falta de constitución de las garantías implica un verdadero
incumplimiento parcial de la obligación constituida, que acaba afectando a la relación
obligatoria en su conjunto. P.e., en el caso que el deudor hubiera predicho que como
prueba del cumplimiento de su obligación entregaría en prenda una determinada cosa
mueble. Caso que no se lleve a cabo esa garantía, el acreedor puede pedir el
vencimiento anticipado de la obligación.
3.º Cuando por actos propios hubiese disminuido aquellas garantías después de
establecidas, y cuando por caso fortuito desaparecieran, a menos que sean
inmediatamente sustituidas por otras nuevas e igualmente seguras. En el caso de la
disminución, cuando se debe a actos propios del deudor que supongan una actuación
fraudulenta respecto a las expectativas del acreedor, este puede reclamar la caducidad
del plazo, salvo que el deudor renueve las garantías. En el caso de la desaparición de
las garantías, puede ser referida tanto a una desaparición completa como parcial. De la
desaparición responderá siempre el deudor, aunque tuviera su origen de manera fortuita,
por tanto, sin responsabilidad del deudor en su desaparición; esto es una manifestación
más que el principio del favor debitoris no es más que un recurso retórico que tiene una
escasa operatividad real (aun estando ante una desaparición por causa fortuita, el CC
opta por fortalecer las expectativas de cobro del acreedor).
Estos 3 supuestos están presididos por la idea de cautela. El vencimiento anticipado de la
obligación conlleva la inmediata exigibilidad del cumplimento por parte del acreedor.

Cumplimiento anticipado de las obligaciones aplazadas


Aun habiéndose fijado un plazo, es factible que el cumplimiento tenga lugar antes de que dicho
plazo se agote o llegue a término.
El cumplimiento por parte del deudor antes de agotarse el plazo puede darse:
a) Por iniciativa del acreedor. Este reclama el pago antes de su vencimiento.
b) Por iniciativa del deudor. Este cumple voluntariamente antes de tiempo –p.e., una
hipoteca–, aún sabiendo que lo puede hacer con posterioridad.

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c) Mediante acuerdo entre acreedor y deudor. P.e., previniendo en el título constitutivo de la


obligación de un préstamo; permitiéndose al prestatario la devolución del dinero
anticipadamente con el correspondiente descuento de intereses.
La posibilidad de cumplimiento anticipado está excluida terminantemente en los casos de
término esencial, ya que si se da cumplimiento extemporáneo, tanto si es rebasado como si es
anticipado, no satisface el interés del acreedor y constituye un incumplimiento propio y
definitivo.
En cualquier de estos supuestos, el cumplimiento o pago anticipado es perfectamente válido y
cumple sus efectos propios de extinción de la relación obligatoria y no se podrá repetir. Esto
significa que no se puede solicitar la devolución de lo pagado. P.e., si el deudor se confunde y
paga antes de tiempo, no podrá solicitar la devolución de lo pagado. En este supuesto sólo
tendrá derecho a reclamar del acreedor los intereses o frutos que hubiera percibido de la cosa
si la hubiera percibido más tarde. Esto lo regula el art. 1.126.2 CC: Si el que pagó ignoraba
cuando lo hizo, la existencia del plazo, tendrá derecho a reclamar del acreedor los intereses o
los frutos que éste hubiese percibido de la cosa; y es lo que en Dº romano se llamaba inter
usurium.
También la irrepetibilidad del cumplimiento anticipado se mantiene en el caso de que el solvens
en el momento de pagar, desconozca por error la existencia del plazo. La diferencia es que en
este supuesto, el deudor tendrá derecho a reclamar del deudor los intereses o frutos que el
acreedor hubiera percibido de la cosa. Esto es lo que en Dº romano se llamaba inter usurium.
Presupuestos de esta figura:
a) Que el crédito no sea remunerado, pues si se trata de un crédito con interés, el pago
anticipado no requeriría descuento, sino la cesación del devengo de interés.
b) Que la anticipación voluntaria del cumplimiento sea causa del error.

Lugar del cumplimiento


El lugar de cumplimiento de las obligaciones tiene mucha importancia a nivel práctico, por ello
es muy aconsejable preverlo expresamente en el título donde se constituye la obligación. Así,
solamente con un alcance dispositivo se establece en el CC algunos supuestos previsores en
relación a normas particulares para cuando las partes no han previsto nada al respecto. En
esta línea, el art. 1171 CC establece: 1. El pago deberá ejecutarse en el lugar que hubiese
designado la obligación. No habiéndose expresado y tratándose de entregar una cosa
determinada, deberá hacerse el pago donde ésta existía en el momento de constituirse la
obligación. En cualquier otro caso, el lugar del pago será el del domicilio del deudor.
Esto es un reflejo del principio del favor debitoris, consistente en facilitar al máximo el
cumplimiento al deudor. Por tanto, la regla general es que el lugar del cumplimiento será el que
se ha designado en la obligación, lo que las partes hubiesen establecido en el título constitutivo
de forma expresa o así se deduzca de forma tácita de la naturaleza circunstancial y
condiciones de la relación obligatoria. P.e., cuando se avisa para que se arregle un
electrodoméstico, no se queda, pero la regla general es que vengan a repararlo, sólo cuando
sea algo muy serio se lo llevarán; el sitio donde esté ubicado el electrodoméstico será el lugar
del cumplimiento. No obstante esto, la jurisprudencia del TS ha reiterado el carácter preferente
del lugar que hubiese designado la obligación, otorgando un valor meramente supletorio a la
regla del domicilio del deudor (criterio que hace suyo Lasarte).
Finalmente encontramos las dos reglas supletorias de carácter general incluidas en el art.
1.171 CC:
a) Afectando una exclusivamente a las obligaciones de dar –con numerosas excepciones–
b) La otra referida al domicilio del deudor –basada en la regla del favor debitoris–.
La doctrina dice que la del domicilio del deudor ha de ser referida a la población o ciudad en la
que el deudor habite de forma fija y permanente, con lo cual, tampoco ayuda mucho para saber
el lugar exacto del cumplimiento, pues dentro de la población se debería saber el lugar exacto;
en principio y siguiendo lo establecido en la LEC –no en el CC– sería el domicilio que figure en
el padrón o el lugar donde esté prestando su actividad laboral –a efecto de citaciones–.

TEMA 8. La imputación del pago. Formas especiales del cumplimiento (lo relativo a las
formas es extraño que no caiga en algún examen)
Las formas especiales del cumplimiento son la dación en pago y la cesión de bienes para pago.

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La imputación y recibo del pago


La multiplicidad de deudas a cargo del deudor puede dar lugar a equívocos en caso de que el
solvens no indique en el momento de realizar el pago a cual de las deudas ha de imputarse el
mismo. Para que se de esa equivocidad se requiere la concurrencia de los 3 requisitos
siguientes:
1. Que un deudor lo sea por varios conceptos o tenga varias deudas con respecto a un solo
acreedor.
2. Que todas las deudas sean homogéneas –de una misma especie o naturaleza; p.e.: que
todas fueran obligaciones genéricas y por antonomasia cuando se esté frente a varias
obligaciones pecuniarias–.
3. Que las obligaciones se encuentren vencidas y en consecuencia todas ellas sean
exigibles.
Un ejemplo donde se dan los 3 requisitos: Un deudor que tiene con el mismo acreedor 3
deudas, consistentes en el pago de 5 PTA –por una reparación–, 10 PTA –por un alquiler– y
15 PTA –por la venta de una cosa–. Como se observa se cumplen los 3 requisitos: más de
una deuda con el mismo acreedor; deudas homogéneas y todas vencidas, por tanto
exigibles.

Llegado el momento del cumplimiento de la obligación, imputación significa señalar la deuda


respecto a la cual se tuviese que aplicar la prestación que realice el deudor. Así, en el supuesto
que el deudor entregue al acreedor una determinada suma de dinero, deberemos saber o
poder decidir, a cual de las deudas se imputa el pago realizado por el deudor. Esta imputación
podrá ser convencional –lo que las partes decidan– y de imputación legal –cuando tanto
deudor como acreedor se abstienen de realizar la imputación del pago–. En este caso de
imputación legal, el CC establece unas reglas de interpretación. El CC parte de la base que la
imputación de pagos consiste en una materia reservada en principio a la autonomía privada,
por tanto, serán las partes las que determinarán a que deuda se debe referir el pago que se ha
llevado a cabo. Pero cuando deudor o el acreedor no efectúen esta imputación del pago
entrarán en juego las reglas de imputación legal que establece el art. 1.174 CC.

Reglas de interpretación de la imputación


a) Atribución del pago por el deudor (establecida por el art. 1.172 CC). Es cuando la
imputación del pago la realiza el deudor. El deudor cuando haga el pago podrá declarar a
cual de las deudas debe aplicarse el mismo. Esta facultad de atribución es otra
manifestación del principio del favor debitoris. Así, cuando el deudor haga la imputación, el
acreedor quedará vinculado por esa atribución. Esta imputación no requiere ninguna forma
especial, sólo la manifestación del deudor en el momento del pago. En cualquier caso,
conviene tener presente que los principios de identidad, integridad e indivisibilidad del pago
continúan vigentes. Además, y de acuerdo con el art. 1.173 CC si la deuda produce interés,
no podrá estimarse hecho el pago por cuenta del capital mientras no estén cubiertos los
intereses.
b) Imputación del pago por el acreedor: el recibo del pago
Se llevará acabo cuando el acreedor entregue un recibo al deudor, que contenga la aplicación
del pago, siempre que el deudor no efectúe ninguna protesta; así, se exige en este caso la
conformidad del deudor. Es importante tener en cuenta lo que establece el art. 1.110 CC: 1. El
recibo del capital por el acreedor, sin reserva alguna respecto a los intereses, extingue la
obligación del deudor en cuanto a éstos. 2. El recibo del último plazo de un débito, cuando el
acreedor tampoco hiciere reservas, extinguirá la obligación en cuanto a los plazos anteriores.
Un ejemplo: el inquilino que ha dejado de pagar el alquiler y luego nos paga un recibo. Hemos
de dejar claro a que mes de los impagados lo vamos a imputar –generalmente al primer recibo
pendiente–, pues si no lo hiciéramos, se entendería que con ese pago se cubrirían todos los
recibos impagados, por tanto, se podría declarar extinguida la obligación de pagar los recibos
anteriores. Este mismo ejemplo y en las mismas condiciones sería de aplicación al tema de los
intereses sobre un principal –si no se hace reserva de los intereses al recibir una cantidad, se
extinguen–.
A pesar que el CC no lo establece expresamente, el acreedor está obligado a entregar el recibo
del pago. Si que existen otras leyes que hacen referencia a esta obligatoriedad, como: la Ley
de Consumidores y Usuarios, y la Ley de condiciones generales de la contratación. Por tanto,
todo acreedor está obligado a entregar un recibo del pago que se ha llevado a cabo.

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Como hemos visto, al deudor le bastaba con manifestar su voluntad de atribuir la prestación
que había hecho a una de las deudas que tenía pendientes, sin que fuera necesario contar con
el visto bueno del acreedor; mientras que cuando la imputación la efectúa el acreedor mediante
la entrega del recibo correspondiente, este debe ser admitido sin reservas por el deudor. Por
tanto, en último término también será el deudor quien decide.

Reglas de imputación de carácter subsidiario: la imputación legal


Cuando no se halla llevado a cabo la imputación ni por parte del deudor ni por parte del
acreedor, tendremos que acudir a las reglas de imputación legal, que en consecuencia son de
carácter subsidiario. En este caso, según el CC, se establecen las siguientes reglas, recogidas
en el art. 1.174 CC apartados 1 y 2 respectivamente:
a) Se habrá de entender satisfecha, en primer lugar, la deuda que resulta más onerosa para
el deudor. La mayor onerosidad vendrá determinada por el tipo de interés de las diversas
deudas y por la existencia de garantías reales realizables por vía ejecutiva. En opinión de
la jurisprudencia, las deudas garantizadas deben estimarse más onerosas que las que
carezcan de garantía, siendo de mayor onerosidad las garantías reales que las garantías
personales. P.e: si un mismo deudor tiene varias deudas y una le genera un interés del 2%
y la otra uno del 5%, es lógico que si efectúa un pago lo impute a la que le genera los
intereses más altos, porque es la que le está perjudicando más.
b) Cuando las diferentes deudas fuesen de igual naturaleza y gravamen, el pago se imputará
a todas a prorrata. P.e., si todas tienen el mismo interés, el pago se aplicará por partes
iguales. El del prorrateo es el último criterio de imputación legal y consiste en el reparto
proporcional del pago realizado, generando una excepción al principio de la indivisibilidad
del pago que establece el CC.
A nivel general, saber que los criterios de la onerosidad y del prorrateo no se excluyen, sino
que se pueden aplicar conjuntamente cuando existan varias deudas y algunas de ellas sean
más onerosas que las restantes pero iguales entre sí. P.e.: 4 deudas, donde 2 se pagan a un
interés del 2% y las otras 2 se pagan a un interés del 5%; en este caso, tendríamos que
imputar el pago a prorrata a las 2 del 5%.

Formas especiales del cumplimiento (sobre este epígrafe es raro que no salga alguna
pregunta en el examen)
La regla general en caso de cumplimiento suele ser que llegado el momento del cumplimiento y
el deudor no cumpla voluntariamente la prestación debida se llegue a una solución
consensuada. En estos casos, el acreedor puede decidir conceder más tiempo al deudor para
que pague o pueda reclamar judicialmente la cantidad que le deben, pero hay que tener en
cuenta la práctica judicial –lentitud, costes, etc.– y también tener presente que eso puede dañar
la buena imagen o prestigio del deudor. La otra alternativa que le queda al acreedor es acordar
sustituir la prestación que le deben por otra, aunque ello no estuviese previsto en el momento
constitutivo de la obligación –si se hubiese previsto estaríamos ante una prestación facultativa–
, mediante la dación en pago o la cesión de bienes para pago.
Vemos que la sustitución de la prestación requiere obligatoriamente el acuerdo entre el
acreedor y el deudor, porque sino es así, las condiciones establecidas al constituirse la
obligación no podrían alterarse. Este acuerdo renovado se puede plantear de 2 formas
diferentes, que son la dación en pago o la cesión de bienes para pago o pago por cesión de
bienes. Es importante no confundirlas y es muy importante tener claro las semejanzas y
diferencias entre ellas, pues es una pregunta que acostumbra a aparecer.
Similitudes: las dos son formas especiales del cumplimiento y pueden tener lugar cuando así lo
hayan acordado el acreedor y el deudor en el momento del pago, no en el momento de
constituirse la obligación.
a) Dación en pago. El deudor con el consentimiento del acreedor va a efectuar una prestación
diferente a la originaria, pero que extinguirá la obligación. La dación en pago representa
una quiebra al requisito de la identidad del pago. Nuestro CC no regula la dación en pago
de forma expresa y sistemática, pero utiliza esta expresión en varios artículos. En
consecuencia, la dación en pago es en nuestro ordenamiento lícita y posible, y además
muy frecuente en la práctica. De la jurisprudencia recaída sobre la materia, la doctrina ha
deducido los requisitos para que una relación obligatoria pueda entenderse cumplida
mediante el recurso a la dación en pago:

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1. El acuerdo entre las partes. Cuando se pretende dar por extinguida la obligación
preexistente, sin dar origen a una nueva relación obligatoria, sustituyendo la prestación
inicial por otra de diferente, que excluirá la novación.
2. La transmisión o entrega simultánea del objeto de la nueva prestación. Si el deudor sólo
se comprometiera a ella, se estaría frente a un supuesto de novación y no propiamente de
dación en pago.
Ejemplo de dación en pago: Debemos una cantidad y no podemos pagar, pero tenemos
un vehículo y lo ofrecemos al acreedor como pago de la deuda. Si al acreedor le interesa
representa que el deudor le da en pago el vehículo y así queda saldada la obligación
preexistente, no originándose una nueva obligación –cumple entregando otra cosa–.
Es interesante conocer que no habría ningún inconveniente en que la nueva prestación
consistiera en una obligación diferente a la de dar o entregar una cosa; p.e., en prestar
algún servicio: no puedo pagar pero a cambio te arreglo gratuitamente durante un tiempo
el jardín de tu casa.
En principio cuando la dación consiste en la entrega de una cosa, serán de aplicación las
reglas relativas al saneamiento por evicción que el CC regula en sede de la
compraventa. El saneamiento por evicción significa que el deudor responde por las
posibles cargas y gravámenes que pueda contener el bien que entrega.
La doctrina y la jurisprudencia contemporáneas subrayan el carácter extintivo del
acuerdo de dación que, aún teniendo naturaleza negocial, no alcanza la calificación de
contrato propiamente dicho.
b) Cesión de bienes para pago o pago por cesión de bienes. También llamada pago por
cesión de bienes. El deudor asegura el cumplimiento de la obligación originaria con la
entrega de bienes al acreedor, para que este los enajene y posteriormente apliquen lo
obtenido por la venta al pago de la obligación originaria. En el ejemplo que se puso del
vehículo que se entregaba en lugar de la cantidad, podríamos decirle al acreedor que
tomara el coche y lo vendiera para hacer frente al pago de la deuda con lo que sacara por
su venta. El deudor se limita a transferir al acreedor la posesión y administración de sus
bienes o algunos de sus bienes para que el acreedor los liquide y aplique el precio que
obtenga al pago de los créditos. En consecuencia, la cesión no conlleva de forma
automática la extinción de la obligación originaria. La cesión no equivale a cumplimiento,
sino que sólo lo facilita, dejando en manos de los acreedores el cobro de sus propios
créditos; por ello se denomina cesión de bienes para pago, pues el deudor no transmite la
propiedad de los bienes cedidos al acreedor, sino que solo les apodera para que los
vendan y los conviertan en dinero líquido. Cuando el dinero obtenido por la venta del bien
supere el montante de los créditos, el acreedor se cobrará la deuda y restituirá el dinero
restante al deudor cedente de esos bienes. En cambio, cuando el dinero líquido
conseguido no sea suficiente como para saldar los créditos que tenía el deudor con el
acreedor, el deudor lo seguirá siendo por la cantidad restante. El art. 1.175 CC establece:
El deudor puede ceder sus bienes a los acreedores en pago de sus deudas. Esta cesión,
salvo pacto en contrario, sólo libera a aquél de responsabilidad por el importe líquido de los
bienes cedidos. Los convenios que sobre el efecto de la cesión se celebren entre el deudor
y sus acreedores se ajustarán a las disposiciones del título VII de este libro y a lo que
establece la Ley de Enjuiciamiento Civil. La cesión de bienes puede ser judicial y
convencional o extrajudicial, siendo su régimen jurídico diferente:
1. Cesión de bienes judicial. Constituye un apartado de los llamados procedimientos
concursales y se haya sometida a una serie de reglas imperativas, que sólo
encuentran su fundamento en los supuestos de quiebra, suspensión de pago,
concurso de acreedores, etc.
2. Cesión de bienes convencional o extrajudicial. Se halla sometida a las reglas de la
autonomía de la voluntad, y sólo supletoriamente regulada por las normas generales
de la contratación o del Dº de obligaciones. Cabe que el deudor acuerde con un sólo
acreedor o con varios el llevar a cabo la cesión, y en este último caso no podrá
realizar la cesión en fraude de acreedores (p.e., alterando las preferencias de cobro).
Por esto, el TS ha requerido que la cesión extrajudicial se realice con la aprobación
de la totalidad de los acreedores.

Diferencia esencial entre la dación de pago (conocida como pro soluto) y cesión de bienes
para pago (conocida como pro solvendo). Ambas figuras son muy frecuentes y en la dación se
transmite la titularidad del bien –se entrega al acreedor– y en la cesión de bienes no, pues

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luego se tendrá que liquidar. En la dación la obligación preexistente se extingue y no surge una
nueva, y en la cesión dependerá de si la cantidad líquida es suficiente para saldar la deuda, y
en el caso que haya sobrante se devolverá al cedente; cuando no sea suficiente, el deudor lo
seguirá siendo por la diferencia. En la dación, aunque el valor del objeto que se dé sea inferior
o superior a la cantidad debida será indiferente y se entenderá extinguida la relación obligatoria
de todas maneras, y no se tendrán que compensar entre ellos.

La mora del acreedor: el ofrecimiento de pago y la consignación (epígrafe que puede ser
objeto de pregunta en el examen)
La mora del acreedor o mora creditoris es cuando el deudor está predispuesto a cumplir, a
efectuar el cumplimiento y el acreedor sin motivo alguno se niega a recibirlo. En este caso, se
está ante un perjuicio al deudor, puesto que sigue vinculado por la deuda, y si p.e., hubiera
prestado unas garantías, continuarán vinculadas esas garantías. El legislador, consciente de
esto, prevé un mecanismo para que el deudor se pueda liberar de su obligación a pesar de la
falta de colaboración del acreedor.
El art. 1.176.1 CC recoge esta figura diciendo que si el acreedor a quien se hiciese el
ofrecimiento del pago se negase sin razón a admitirlo, el deudor quedará libre de
responsabilidad mediante la consignación de la cosa debida. Por tanto, este artículo nos está
indicando todos los datos necesarios para utilizar la figura de la consignación; que conduce a 2
conclusiones fundamentales:
a) La mora del acreedor no requiere una conducta del mismo que tenga que ser
necesariamente culposa, pues basta simplemente que el acreedor se niegue sin motivo a
recibir el pago.
b) La mora del acreedor no precisa que éste sea requerido por el deudor, sino que es
suficiente que se le haga un ofrecimiento del pago.
Por tanto, la mora del acreedor es objetivamente inaceptable, porque implica un perjuicio para
el deudor y además es contraria a los intereses generales del tráfico económico.
En consecuencia, el ordenamiento jurídico prevé como mecanismo sustitutivo del pago, la
consignación, que permite al deudor liberarse de la obligación, pese a la falta de colaboración
del acreedor. Este mecanismo consiste en que el deudor ponga a disposición de la Autoridad
Judicial las cosas debidas, acreditando su voluntad de cumplir lo debido y la resistencia del
acreedor a recibir la prestación.
Por otro lado, vemos que para poder consignar, en la mayoría de los casos, a la consignación
judicial se la debe preceder de un ofrecimiento de pago al acreedor. La Ley no dice como se
debe hacer el ofrecimiento, pero si se quiere consignar es necesario llevarlo a cabo, y será a
través de aquellos medios que dejen constancia del ofrecimiento realizado. P.e.:
a) Ir a un notario (acta notarial).
b) Enviar un telegrama.
c) Enviar un Burofax (se ponen de moda con la aprobación de la nueva LAU).
d) O acompañarse por testigos.
Si se enviara una carta justificada no serviría, pues lo único que acreditaría es que se ha
enviado una carta, pero nada referente al contenido de la misma (el destinatario puede decir
que sí que ha recibo una carta, pero que no se decía nada en la misma de requerimiento al
pago).

Requisitos que ha de cumplir el ofrecimiento (además de ser fehaciente para poder probarlo)

a) Ha de ser incondicional, sin reservas o condiciones.


b) Se debe dirigir a la persona del acreedor o a quien lo representa para recibir la prestación
en su nombre.
c) El ofrecimiento se ha de hacer en el momento oportuno y en el lugar establecido para el
pago.
d) La prestación que se ofrece ha de ser íntegra e idéntica a la que constituye el objeto de la
obligación, incluidos los accesorios.

El ofrecimiento de pago además de operar como presupuesto de la consignación, genera una


serie de consecuencias para el acreedor constituido en mora:
a) El retraso en el cumplimiento no hace nacer la moral del deudor.
b) En caso de obligaciones pecuniarias cesa la generación de intereses.

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c) MUY IMPORTANTE. La imposibilidad sobrevenida de la prestación, sin culpa del deudor –


p.e., se produce una inundación y se estropea la cosa a entregar– sólo perjudicará al
acreedor, el cual se quedará sin poder obtener la cosa y además deberá pagar el precio de
la misma. Por tanto, el acreedor deberá seguir cumpliendo con sus obligaciones, mientras
que el deudor, si por caso fortuito pierde la cosa, no deberá responder. Esta figura es
conocida como la mora accipiendis.
d) El acreedor moroso deberá abonar todos los gatos derivados de la conservación y custodia
de la cosa debida.

Supuestos excepcionales a la REGLA GENERAL del ofrecimiento previo, en los que se


permite la consignación directa
La regla decae en los casos en que no se ha efectuado el previo ofrecimiento de pago y están
regulados en el CC como numerus apertus, a título de ejemplo, pues la jurisprudencia los ha
ido ampliando. Ejemplos:
1. Cuando el acreedor se encuentre en una situación de ausencia o falta de capacidad (dos
situaciones diferentes). Estas situaciones se deben entender como meras situaciones de
hecho –una persona que se haya perdido–, pero no una persona que haya sido declarada
ausente judicialmente, pues tendrá un representante legal al que se le podrá hacer el
ofrecimiento.
2. Cuando se desconozca la persona del acreedor o cuando varías personas pretendan
cobrar o cuando el acreedor se niega a presentar un recibo.
En cualquier caso, la consignación por sí sola producirá el mismo efecto que si se hubiese visto
precedida del ofrecimiento de pago.

Requisitos de la consignación
1. Debe ser anunciada previamente a las personas que están interesadas en el cumplimiento
de la obligación. Esta comunicación previa no será exigible en los supuestos de
consignación directa.
2. Ha de ajustarse la consignación a la normativa que regula los requisitos del pago (idéntico,
íntegro e indivisible).
3. Una vez ha sido admitida judicialmente, se debe notificar posteriormente a los interesados.

Efectos de la consignación
1. El más importante es que libera al deudor del cumplimiento de la obligación, incluso se le
puede exigir al juez que le dicte una resolución conforme a llevado a cabo el cumplimiento.
2. Todos los gastos generados por la consignación van a ser a cargo del acreedor.

Prestaciones que son susceptibles de consignación


En principio, existía una postura que consideraba que sólo los bienes muebles podían ser
objeto de consignación, pero actualmente, se entiende de forma amplia por la doctrina
mayoritaria, que cabría tanto para los bienes muebles como para los inmuebles. La práctica
cotidiana, muestra que la consignación es largamente utilizada respeto de las obligaciones
pecuniarias, y generalmente se utiliza en materias de arrendamientos urbanos, donde el
propietario intenta llevar al inquilino de forma premeditada al desahucio, no cobrando
intencionadamente una serie de recibos para luego reclamarlos todos de una vez. Para evitarlo
el inquilino debe enviar por giro telegráfico el importe del recibo y si es devuelto, ha de
proceder a consignar, avisando previamente al propietario de la consignación prevista.

TEMA 9. El incumplimiento de las obligaciones (también importante)


Habrá incumplimiento de la obligación tanto en el caso de que el deudor no lleve a cabo la
ejecución de la prestación, cuanto en el caso de que la prestación no se adecue a lo pactado.
Este concepto de ejecución inexacta lleva a la doctrina a una clasificación del incumplimiento
en:
a) Incumplimiento propio o absoluto. Supuestos que no permiten una ejecución futura de la
prestación.
b) Incumplimiento impropio o relativo. Cumplimientos defectuosos, parciales o
extemporáneos, pero que permitirían con posterioridad el cumplimiento exacto de la
obligación.
Otros autores ofrecen la clasificación siguiente:

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a) Cumplimiento total. Falta absoluta de cumplimiento o incumplimiento total.


b) Cumplimiento defectuoso e inexacto.

El CC presume que cualquier contravención de la relación obligatoria, en principio, será por


causa imputable al deudor y este mismo deberá indemnizar la falta de cumplimiento con la
correspondiente indemnización de daños y perjuicios al acreedor que se halle insatisfecho.
Esta indemnización, en cuanto a su concreción, se encomendará a Jueces y Tribunales. Esto
se establece en el art. 1.101 CC: Quedan sujetos a la indemnización de los daños y perjuicios
causados los que en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o
morosidad, y los que de cualquier modo contravinieren al tenor de aquéllas.

La responsabilidad del deudor


El deudor será responsable siempre y cuando haya un incumplimiento y este incumplimiento
puede darse por: culpa, dolo o mora del deudor.
Sin embargo, habrá unos casos en los que el deudor incumplirá pero no será responsable, y
esto se recoge en el art. 1.105 CC: Fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y
de los en que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no
hubieran podido preverse o, que, previstos, fueran inevitables. En principio, el CC en este
artículo se está refiriendo al caso fortuito y a la fuerza mayor y deberemos entenderlos
inicialmente como conceptos sinónimos.

El caso fortuito y la fuerza mayor como causas de exoneración para el deudor


El CC exonera de responsabilidad al deudor en aquellos casos en que la falta de cumplimiento
se deba a la existencia de un caso fortuito o de un supuesto de fuerza mayor. La prueba del
caso fortuito y de la fuerza mayor recaerá sobre el deudor, recaerá sobre el deudor, quien
deberá probar el acaecimiento de los mismos. Esto se basa en el artículo 1.214 CC; que
después ha sido derogado por la nueva LEC, que pretende ser ley procesal única. La nueva
LEC establece que el que alega un hecho es el que tiene que probarlo, con lo cual si un deudor
dice que no es responsable pues se halla ante un caso de fuerza mayor, será el deudor el que
lo deba de probar.
Hay algunos casos en que la responsabilidad del deudor se va a mantener a pesar de que
haya un caso fortuito o un supuesto de fuerza mayor. Estos supuestos o casos serán:
a) Cuando la Ley expresamente así lo establezca (en la práctica en pocos casos se establece
expresamente).
b) Cuando expresamente lo declare la obligación. Por tanto, ante una norma dispositiva,
donde las partes pueden establecer o acordar que se va a responder aunque se hallen
ante el caso fortuito o la fuerza mayor.
Hemos de recordar que esta falta de responsabilidad por fuerza mayor o caso fortuito no será
de aplicación cuando haya culpa, dolo o mora del deudor y tampoco cuando estemos ante
obligaciones genéricas; y esto es así porque rige la regla de que el género nunca perece.

La responsabilidad del deudor por incumplimiento que se le impute


La causa de incumplimiento del deudor puede ser imputable al dolo (no querer cumplir) , la
negligencia (la culpa) o a la morosidad (retraso en el cumplimiento). Estos son los modos de
incumplimiento legal.
Cuando no se haya cumplido se va a presumir (cabe prueba en contrario –iuris tantum–) que el
incumplimiento se debe a culpa del deudor y no por caso fortuito.
a) Negligencia. También llamada culpa. Caracterizada por la involuntariedad de la conducta.
Según el art. 1.104.1 CC: La culpa o negligencia del deudor consiste en la omisión de
aquella diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las
circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. Por tanto, podemos decir que será la
falta u omisión de diligencia. Antes se distinguían los grados de culpabilidad –sobre todo en
el Dº romano– en lata, leve y levísima. Actualmente, el legislador prescinde de un concepto
genérico de culpa y prefiere objetivarla en atención a las circunstancias del hecho concreto.
Pero ocurre, que el art. 1.104.2 CC establece: Cuando la obligación no exprese la
diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondería a un
buen padre de familia. Este artículo establece un sistema abstracto, al contrario de lo
establecido en el apartado 1 del mismo artículo. Esto lleva a que serán los tribunales los
que tengan que determinar caso por caso. No obstante, la postura mayoritaria cree que el
segundo de los apartados de este artículo sólo puede utilizarse con carácter subsidiario.

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Este incumplimiento por culpa o negligencia se puede dar tanto en las obligaciones de dar,
como en relación a las obligaciones de hacer.
b) Dolo. El concepto de dolo civil sería equivalente al dolo penal, por tanto, deben concurrir el
elemento intelectual y el elemento volitivo. Se caracteriza por el hecho de ser consciente de
que se va a incumplir. En el dolo civil no es preciso que el deudor tenga intención de dañar
al acreedor, sino que basta que el deudor sea consciente de su incumplimiento, por tanto,
es indiferente que se hubiera planteado hacerle un perjuicio al acreedor. La actuación
dolosa del deudor en el momento del cumplimiento de las obligaciones se considera por el
ordenamiento de mayor gravedad que la actuación culposa, y esto hace que el CC prohiba:
1. Que los tribunales puedan moderar la responsabilidad por dolo (cuando se permite en
el caso de la culpa).
2. Que el acreedor renuncie anticipadamente a exigir la responsabilidad derivada del
dolo; la renuncia del acreedor a solicitar esa responsabilidad por dolo sería nula, o se
tendría por no realizada o irrelevante. El dolo es lo contrario a la actuación por buena
fe.
Así, se puede concluir, que el CC utiliza dos nociones de dolo:
– Como vicio del consentimiento en la celebración del contrato.
– Como conducta del deudor reacio al cumplimiento.
c) La mora del deudor. El siguiente epígrafe.

La mora del deudor


Significa el retraso en el cumplimiento por parte del deudor, en el momento temporal prefijado.
La mora no puede tener lugar en aquellas obligaciones sometidas a término o plazo esencial,
puesto que el mero retraso equivale a incumplimiento y, por tanto, el cumplimiento tardío no se
puede utilizar, no sería válido. La mora no es incompatible con la culpa o el dolo, más bien la
contrario. Si el incumplimiento fuese originado por el caso fortuito o fuerza mayor y no fuera
imputable al deudor, éste no podrá ser constituido en mora. Para que un deudor incurra en
mora, la regla general es que el acreedor deba requerir al deudor el pago, sea judicial o
extrajudicialmente. Como la carga de la prueba la tiene el acreedor, si bien la ley no exige
forma determinado, es aconsejable que el requerimiento se realice de forma fehaciente. Ya sea
por vía notarial, burofax o telegrama, etc.
Hay unos casos excepcionales, conocidos como mora automática, en particular la mora en las
obligaciones recíprocas: El deudor incurrirá en mora, aunque no se haya procedido al
requerimiento previo en los casos:
a) Cuando la obligación o la ley lo declare así expresamente;
b) Cuando de su naturaleza i circunstancias resulte que la designación de la época en que
había de entregarse la cosa fue motivo determinante para establecer la obligación. El
ejemplo típico: Cuando se encarga un vestido de invierno y nos lo dan a finales de
temporada; se incurre en mora pues es incorrecta la entrega a final de la temporada de
invierno.

Efectos de la mora
El principal es que por un lado, se van a generar intereses en concepto de indemnización por
daños y perjuicios, que deberá asumir el deudor; y por otro lado son los efectos que genera la
llamada perpetua obligationis, que significa que cuando el deudor esté constituido en mora va a
responder aún en los casos en que la cosa se hubiera perdido o no se hubiera llevado a cabo
por fuerza mayor o caso fortuito, puesto que no lo libera del cumplimiento.

Concepto de moratoria
La moratoria significa conceder un nuevo plazo para el cumplimiento al deudor. Pueden ser, en
atención a su origen:
a) Convencional. Las partes lo establecen –esto es lo más frecuente–.
b) Legal. Establecidas en disposiciones legales. Son las menos frecuentes y se deben a la
aparición de hecho que suponen o implican una transcendencia social elevada. Aquellas
que a veces dicta el gobierno en casos de extraordinaria necesidad. P.e., la marea negra
provocada por el Prestige.

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La exigencia de la responsabilidad
El acreedor insatisfecho demanda al deudor y recurre a los tribunales. El tribunal dicta una
sentencia que da la razón al acreedor; sentencia que cuando es firme puede producir o generar
dos consecuencias:
1. Que el deudor cumpla voluntariamente la sentencia.
2. Que el deudor siga diciendo que no cumple. El acreedor vuelve a solicitar la intervención
judicial, y esto da lugar a la ejecución forzosa del cumplimiento de la obligación. Este es el
último paso que da el acreedor para ver satisfecho su interés de cobrar.
La ejecución forzosa puede tener lugar de 2 maneras:
a) Ejecución forzosa específica (cumplimiento in natura). Consiste en obtener el mismo
resultado que se estaba reclamando –recordemos el ejemplo de las cajas de papel, el
dinero embargado sirve para comprar las cajas de papel–. Por tanto, lo prefijado en el título
constitutivo de la obligación.
b) Ejecución forzosa genérica (cumplimiento por equivalente pecuniario). No contemplada por
el CC, por tanto lo que se dice deriva de la LEC.
Supuestos, sobre todo en el caso de las obligaciones específicas, que aunque haya sentencia,
si el deudor se niega a cumplir, no se le podrá obligar a cumplir, ni hacerlo a su costa. P.e., si
contratamos a un cantante en particular para una actuación, y este se niega a actuar, por
mucho que lo obliguemos, no cantará si no quiere, ni podremos contratar a alguien que cante
en su persona. Del ejemplo observamos que no será un cumplimiento idéntico, en estos casos
se ha de proceder a la transformación: se responderá con una suma de dinero, fijada en
sustitución de la prestación debida, equivalente al valor patrimonial de la prestación no
ejecutada.

La indemnización de daños y perjuicios


Será siempre de carácter pecuniario, y consistirá en la suma de dinero que el deudor
incumplidor ha de entregar al acreedor para resarcirle de los daños y perjuicios causados por el
incumplimiento (sea del tipo que sea).
Todo y que la indemnización se acostumbra a presentar en aquellos supuestos en que no ha
sido posible el cumplimiento in natura; debemos tener presente que en alguna obligación
donde se consigue el cumplimiento in natura, aparte de conseguir ese comportamiento idóneo,
se considera que se han generado daños y perjuicios, también se puede pedir indemnización
por daños y perjuicios. Como también en los casos de resolución del contrato.

Componentes de la indemnización
La traducción a dinero del incumplimiento debe valorar dos componentes:
a) El daño emergente. El daño o pérdida sufrido por el acreedor, es el daño que se ve. P.e.,
en un atropello serán las lesiones sufridas.
b) El lucro cesante. La ganancia que deja de obtener el acreedor por consecuencia del
incumplimiento –el ejemplo del atropello–. P.e., la falta de recursos que se pudiese producir
porque la persona no puede acudir al trabajo –el caso de un representante o viajante–.

Tema 10. La extinción de las obligaciones (generalmente preguntan una causa de


extinción en el examen. En la práctica es habitual que una semana pregunten una causa
de extinción y la otra pregunten una forma de garantía)
Las causas de extinción genéricas o generales se hallan recogidas en el art. 1.156 CC y son:
a) El pago o cumplimiento (esta será la más importante y se le dedica un tema específico).
b) La pérdida de la cosa debida o imposibilidad sobrevenida de la prestación.
c) La condonación.
d) La confusión de los derechos.
e) La compensación.
f) La novación.
Esto no obsta a que haya unas causas particulares de extinción, que pueden ser: el
fallecimiento del deudor en el supuesto de las obligaciones personalísimas; o aquellas
obligaciones que se podían someter a un elemento accidental, como podía ser una condición
resolutoria, que significa que en esos casos, los negocios jurídicos producían efectos siempre y
cuando no se cumpliera esa condición.

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La pérdida de la cosa debida o la imposibilidad sobrevenida de la prestación


Se da tanto en obligaciones de dar como de hacer. Esa imposibilidad ha de ser sobrevenida y
no se debe dar en el momento de constitución de la obligación, pues sino estaría viciado de
inicio y en consecuencia sería nula por falta de objeto. La imposibilidad puede tener un origen
jurídico o físico (da igual que el cuadro que debe entregarse desaparezca por un incendio o
que le sea robado al deudor), además, en cuanto a la imposibilidad, ha de ser objetiva y
referida al objeto de la relación obligatoria. Se excepcionarían de la regla de la objetividad las
obligaciones de hacer cuando las circunstancias y condiciones del deudor forman parte del
contenido de la relación obligatoria (el futbolista que pierde una pierna en un accidente de
circulación).
También se debe de tener en cuenta que, la imposibilidad puede ser sobrevenida total o
parcial.
a) Total. Absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación.
b) Parcial. El CC no señala las consecuencias ante una imposibilidad parcial, y en principio
sería que con respeto a la parte que se puede seguir cumplimiento se sigue estando
obligado.
En cuanto a la eficacia extintiva de esta pérdida o imposibilidad, el CC dice que sólo tendrá
eficacia extintiva siempre y cuando no sea culpa del deudor –no la haya ocasionado o
producido él mismo–. Además del advenimiento sobrevenido es necesario que se dé:
– Imposibilidad sobrevenida no imputable al deudor.
– Imposibilidad sobrevenida producida con anterioridad a la posible constitución en mora del
deudor.
– Si se trata de cosas de dar, que la cosa sea específica, ya que para las cosas genéricas
rige el principio de que el género nunca perece, puede ser sustituida por otra del mismo
género.
– Que la cosa específica no proceda de delito o falta, pues este caso no se eximirá el
deudor del pago de su precio.

La condonación o remisión de la deuda


Perdonar una deuda. La facultad de perdonar una deuda la tiene exclusivamente el acreedor, y
esto a llevado a algunos autores ha considerarlo como un acto unilateral. Pero esto no es así,
pues si bien la iniciativa la tiene el acreedor, el acto necesita del acuerdo del deudor –aunque
pueda parecer extraño, el deudor se puede negar a recibir el perdón–. Por esto, estaríamos
ante un acto bilateral. El perdón es un acto realizado a título gratuito –sin contraprestación–,
por tanto, equivale a una donación. Se podrá renunciar a los derechos que una persona tiene
siempre y cuando estos no sean contrarios al interés público ni se perjudique a terceros.

Clases de condonación:
a) Expresa. Según el CC deberá ajustarse a las formas de la donación.
b) Tácita. Deducida de cualquier actuación o hecho concluyente del acreedor.
c) Presunta. Se trata de un supuesto especial. P.e., un deudor le ha dado a un acreedor en
garantía una cosa mueble; cuando la cosa mueble vuelve a estar en posesión del deudor,
se entiende que la deuda ha sido cumplida o perdonada.

Efectos de la condonación
El perdón extingue la obligación, dada la renuncia del acreedor a ejercer su derecho de crédito.
Caso de condonación parcial se continuará respondiendo por el resto de la deuda que no se ha
condonado.

La confusión
Cuando coinciden en una misma persona las condiciones de acreedor y deudor. P.e., Un
inquilino que no pagaba la renta; el propietario pone a la venta el inmueble, y el inquilino en
ejercicio del derecho de tanteo pasa a ser el propietario. En este caso, pasará a ser acreedor
de la deuda que el mismo tenía. En este caso la deuda se extingue por confusión de derechos,
pues en la misma figura recaen la persona del acreedor y del deudor.
Esto mismo pasa en el tema de las herencias que, salvo que sean a beneficio de inventario, se
heredan tanto los beneficios como las deudas. En cambio, si la herencia se hace a beneficio de
inventario, primero se ha de liquidar la deuda y si queda un remanente se heredará. Si no se
hereda en esta forma, habrá una confusión de derechos, al coincidir la figura del acreedor y del

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deudor. Esto puede pasar en el caso de las obligaciones solidarias. Por tanto, la confusión
puede tener lugar inter vivos o mortis causa.
En cuanto a su régimen jurídico:
1. Aún habiendo confusión de deudor o acreedor, no se dará en caso de patrimonios
separados por disposición legal (el ejemplo de la herencia a beneficio de inventario).
2. Caso de existir obligaciones accesorias, la extinción de la principal por confusión provoca la
extinción de las accesorias (al revés no sería posible).
3. Caso de pluralidad de acreedores o deudores, y darse confusión parcial, se deberán aplicar
las reglas propias de las obligaciones mancomunadas y solidarias. En este último supuesto,
la confusión sólo extingue la deuda mancomunada en la porción correspondiente al
acreedor o deudor en quien concurran los dos conceptos.

La compensación
Jurídicamente, se habla de compensar como equivalente de indemnizar o resarcir el daño o los
perjuicios inferidos a cualquier persona. No obstante, en Dº privado compensación equivale a:
la total o parcial extinción de 2 deudas homogéneas cuando sus titulares sean mutua y
recíprocamente acreedor y deudor.
Una persona debe quince y la otra debe siete. Se compensan las deudas y una de ellas pasa a
deber ocho.
Para que se pueda proceder a la compensación se han de dar una serie de requisitos:
a) Que cada una de las partes que pretendan realizar la compensación estén obligados de
forma principal. Debe haber una reciprocidad, asumiendo posiciones por derecho propio.
b) Que ambas deudas sean de dinero o en el caso de cosas fungibles, que fueran de la
misma especie y de la misma calidad cuando se hubiera designado. Sino se hubiera
designado calidad rige la regla de la calidad media.
c) Que las dos deudas estén vencidas. Si p.e., una de las dos estuviera sometida a plazo y
este no hubiera llegado, no se podría compensar.
d) Que ambas deudas sean líquidas y exigibles.
e) Que no haya sobre ninguna de las deudas retención o contienda promovida por terceras
personas y hubiera sido comunicado al deudor.
La compensación operará respecto de cualquiera de los tipos de obligaciones, aunque en la
práctica será básicamente en las obligaciones pecuniarias, siendo relativamente inadecuadas
para las restantes obligaciones.

Excepcionalmente, el CC prohibe la compensación en dos 2 supuestos:


a) Cuando alguna de las deudas proviene del depósito de las obligaciones del depósito o del
comodatario –el comodato es el préstamo de uso–.
b) En el caso de la obligación de alimentos a título gratuito.

Efectos de la compensación
La extinción o liquidación de las deudas recíprocamente homogéneas. La compensación podrá
ser total (las cantidades coinciden exactamente) o parcial (las cantidades resultan desiguales o
sólo se extingue el crédito menor hasta donde ambos concurran y subsiste el mayor por la
diferencia resultante.
Tiene eficacia automática, sin requerir declaración o actuación complementaria alguna de las
partes de la relación obligatoria.

La compensación voluntaria o convencional y la compensación judicial


a) Compensación voluntaria o convencional. Cuando tiene lugar la extinción de 2 obligaciones
recíprocas a consecuencia del acuerdo de las partes (aunque no se den los requisitos
establecidos en el art. 1.196 CC). P.e.: Se realiza un alquiler y se establece un precio al
efecto, pero como se tiene en cuenta que se han de hacer muchas obras, se ofrece al
arrendatario que las haga él, y como compensación se conviene que durante un número de
meses esté exento de abonar el alquiler mensual. Este tipo de compensación se admitirá
cuando se compruebe que las partes así lo han acordado; ya que no es exigible teniendo
en cuenta los requisitos que establece la Ley.
b) Compensación judicial. Establecida por sentencia, que completa los requisitos que sin ella
no se daban para que entrase en juego la compensación legal. Es solicitada por parte, y
carece de efectos retroactivos, no produciendo daño alguno al resto de los acreedores –
caso que los hubiese–.

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La novación
Novación se refiere, inicialmente, a renovación o modificación de algo. El CC en unos artículos
la conoce como modificativa (no supone la extinción de la obligación existente), o extintiva (la
novación de una obligación en este caso supone la extinción de la preexistente y la generación
de una nueva obligación). La novación modificativa es la que ha adquirido peso en la práctica
jurídica ordinaria y se le dedicará el tema siguiente (número 11).

Extintiva
En el Dº romano sólo se admitía la novación extintiva. Puede recaer sobre aspectos subjetivos
u objetivos de la relación obligatoria:
a) Subjetiva: se produce la sustitución del acreedor o del deudor por una persona diferente,
con intención novatoria, por tanto, extinguiendo la relación obligatoria originaria.
b) Objetiva: Puede afectar tanto al objeto de la relación obligatoria como a los demás
aspectos de la misma que no incidan sobre las personas del acreedor y el deudor.

Requisitos de la novación extintiva


Para que tenga lugar un supuesto de novación extintiva se requiere:
1. Que la voluntad o intención novatoria de los sujetos de la obligación no deje lugar a
dudas. Recogido en el art. 1.204 CC: Para que una obligación quede extinguida por
otra que la sustituya, es preciso que así se declare terminantemente, o que la antigua y
la nueva sean de todo punto incompatibles.
2. Que la voluntad novatoria sea común a ambos sujetos de la obligación (presupone la
novación el acuerdo y la capacidad contractual de ambos).
3. Que la obligación originaria sea válida.

Efectos de la novación extintiva


Su efecto fundamental es la extinción de la obligación originaria, y también de las posibles
obligaciones accesorias de la primera. Solamente en el caso que haya algún tercero implicado
en la relación obligatoria, el efecto extintivo no comportaría necesariamente la extinción de la
obligación accesoria.
Vincularán la extinción a las partes, pero el art. 1.207 CC establece: Cuando la obligación
principal se extinga por efecto de la novación, sólo podrán subsistir las obligaciones accesorias
en cuanto aprovechen a terceros que no hubiesen prestado su consentimiento. Por tanto, en el
caso que haya una obligación accesoria y beneficie a terceras personas no se extingue, y, si en
cambio las puede perjudicar si queda extinguida por la novación.

Tema 11. Los diferentes tipos de modificaciones


La posibilidad de introducir alteraciones y modificaciones en la relación obligatoria sin que
suponga su extinción. De hecho, estamos hablando de novación modificativa (no se extingue la
obligación). Dos tipos:
a) Modificaciones objetivas (por exclusión, las que no se refieren a cambios en los sujetos de la
obligación): afectan tanto a aspectos circunstanciales (ampliar el plazo para cumplir una
obligación) como al objeto de la obligación (2.000 sillas en vez de 200), y requieren el
consentimiento de los sujetos de la obligación
b) Modificaciones de carácter subjetivo. Cambio de acreedor o deudor. Suscitan bastantes
problemas.

Los cambios de acreedor: la transmisión de créditos


La modificación subjetiva puede referirse:
a) Transmisión de deuda o cambio de deudor. Admitida con bastante recelo por parte del Dº,
ya que el interés del acreedor podría verse burlado con facilidad (p.e., la sustitución por un
insolvente), si el cambio se pudiese realizar sin el consentimiento del acreedor.
b) Transmisión de crédito o cambio de acreedor. No se puede realizar sin el consentimiento
del deudor. Tiene dos formas:
1. Cesión del crédito.
2. Subrogación del crédito.

La cesión del crédito.

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Idea general: la cesión como facultad del acreedor


La transmisibilidad de los derechos de crédito constituye un principio fundamental del Dº
Patrimonial que establece el Art. 1.112 CC: todos los derechos adquiridos en virtud de una
obligación son transmisibles con sujeción a las leyes, si no se hubiere pactado lo contrario.
La cesión de crédito es una facultad del acreedor que puede ejercitarla con independencia de
la voluntad del deudor. El CC. Lo contempla como un capítulo más del contrato de
compraventa, aunque también cabe en los legados o en una donación.

Créditos intransmisibles.
3 supuestos:
a) Puede excluirse si se hubiese pactado lo contrario (por tanto, el art. 1.112 CC es norma
dispositiva).
b) Son intransmisibles los derechos personalísimos, derivados de una relación obligatoria
cualquiera –p.e., el derecho a la pensión de viudedad–.
c) No pueden cederse créditos a ciertas categorías de personas que tengan una especial
relación con el eventual cedente o ciertas funciones públicas en relación con el crédito de que
se trate.

Régimen normativo de la cesión de crédito.


Da lugar a la aparición de 3 sujeto diferentes:
a) Cedente. Acreedor originario.
b) Cesionario. Nuevo acreedor.
c) Deudor cedido. Cuando se da el caso que permanece el mismo deudor.

Relación entre cedente y cesionario.


Salvo los supuestos de intransmisibilidad, el acreedor puede disponer libremente de su
derecho en favor del cesionario. La validez depende únicamente de que lleven a cabo un
negocio cualquiera.
En general rige la libertad de forma contractual para realizar la cesión. Excepciones: p.e., la
cesión de crédito hipotecario, que deberá constar en escritura pública, y además es objeto de
inscripción en el Registro de la Propiedad.

Relación entre el deudor y el cesionario.


El mero consentimiento hace que la cesión sea valida y eficaz, el deudor no puede
considerarse vinculado al cesionario (nuevo acreedor), hasta que llegue a tener conocimiento
de la cesión. El art. 1.527 CC establece que si el deudor paga antes de tener conocimiento
quedará libre de la obligación.
Esto no supone que la perfección de la cesión requiera la notificación al deudor; aunque es
conveniente para el cesionario, para evitar el pago indebido al acreedor cedente. Esta
determinación también la avala el TS en jurisprudencia constante.
En la práctica, lo más frecuente es documentar la cesión con intervención del deudor, que
queda vinculado en exclusiva con el cesionario y así se evita el posible pago indebido al
acreedor cedente.

Posibilidad y efectos de oponer a la cesión por parte del deudor:


a) Cuando no ha tenido conocimiento de la cesión: Puede oponer al cesionario la
compensación de créditos que tuviera frente al cedente con anterioridad a la cesión o
incluso los posteriores hasta que hubiese tenido conocimiento de la misma.
b) Cuando haya conocido pero se haya opuesto a ella: Solo puede oponer la compensación de
créditos que tuviera frente al cedente con anterioridad al conocimiento de la cesión.
c) Cuando haya consentido: el deudor cedido no puede oponer al cesionario compensación
de crédito alguno que pudiera tener frente al cedente.

Responsabilidad del cedente frente al cesionario.


El CC establece en 2 títulos diferentes la responsabilidad del cedente según el tipo de cesión
realizada. Tipos de cesión:
1. Cesión gratuita. El cedente (donante), no incurre en responsabilidad ninguna, aún en el
caso de que el crédito no fuera susceptible de cobro. El donante no tiene que garantizar ni

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la bondad del crédito ni la solvencia del deudor (bonitas nominis) ni tan siquiera la
existencia y validez del crédito (veritas nominis).
2. Cesión a título oneroso. El CC distingue entre vendedor de buena y de mala fe:
a) Cedente de mala fe. Quien transmite conscientemente un crédito que sabe prescrito o
conoce la posible insolvencia futura del deudor y enajena los créditos que tiene contra
él. El cedente de mala fe responderá de todos los gastos ocasionados y de los daños y
perjuicios ocasionados al cesionario.
b) Cedente de buena fe. Sólo responderá de la existencia y legitimidad del crédito al
tiempo de la venta o cesión, pero no de la solvencia del deudor. Esta responsabilidad
del cedente de buena fe se puede graduar como:
– Atenuada. Cuando cede el crédito como de dudoso cobro.
– Agravada. Respondiendo de la solvencia del deudor cuando:
1) La agravación de responsabilidad se haya pactado expresamente.
2) La insolvencia del deudor fuese anterior a la cesión del crédito y pública.
En cualquier caso, la responsabilidad del cedente de buena fe quedará limitada al
precio recibido y a los gastos realizados por el cesionario.

Efectos de la cesión.
Puesto que la cesión de crédito es una simple novación modificativa, la obligación originaria
continúa existiendo en su estado primitivo. El cesionario se encuentra en la misma posición en
que estaba el cedente y contará con las mismas garantías y derechos accesorios inherentes al
crédito originario.
Dado que el CC no se refiere al importe nominal del crédito cedido, el cesionario puede
reclamar el importe íntegro del crédito aunque lo haya adquirido a título oneroso por un precio
menor.

La subrogación del crédito y el pago con subrogación –el pago por un tercero–
Subrogarse significa suceder a otra persona en una determinada situación jurídica. El pago del
tercero comporta la subrogación del solvens en la posición del acreedor.
La diferencia con la cesión es que atiende a la satisfacción de un interés del subrogado por
recuperar (en vía de regreso) un desembolso patrimonial que ha efectuado al acreedor
satisfecho. En nuestro CC la subrogación por pago puede ser:
a) Subrogación convencional. Tiene su origen en el convenio o pacto entre las partes
intervinientes.
b) Subrogación legal. Tiene su origen en una disposición legal expresa.

Subrogación convencional
Se da en los supuestos de pago de un tercero conocido por el deudor, en que además el
solvens y el acreedor llegan a ese acuerdo. Para que tenga lugar se requiere:
a) Que se establezca con claridad el efecto subrogatorio, ya que este no puede presumirse
fuera de los casos expresamente mencionados en el CC.
b) Que el solvens haya realizado el cumplimiento de la obligación con conocimiento del
deudor, pues si la situación no es esa, las consecuencias serán diferentes a la subrogación
convencional:
1) En caso de ignorancia u oposición del deudor no hay subrogación, sino derecho al
reintegro o reembolso.
2) Si hay conocimiento y además consentimiento del deudor tendrá derecho el
solvens (el que ha realizado el pago) a la subrogación legal.

Subrogación legal (supuestos del art. 1.210 CC)


1. Un acreedor paga a otro acreedor preferente. De clara prescripción hipotecaria; está
pensado para aquellos supuestos en el que el 2º (o sucesivo) acreedor hipotecario
satisface el crédito del titular de la 1ª hipoteca, en evitación de la ejecución de ésta y de
que el bien salga a subasta.
2. Un tercero, no interesado en la obligación paga con la aprobación del deudor. La
aprobación podrá ser expresa o tácita.
3. El pago lo realiza alguien interesado en el cumplimiento de la obligación. Supondría otorgar
la subrogación a quien siendo codeudor o fiador del deudor principal lleva a cabo el
cumplimiento de la obligación.

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El caso particular del art. 1.211 CC


Es un supuesto excepcional de subrogación, donde el deudor podrá hacer la subrogación sin
consentimiento del acreedor, cuando para pagar la deuda haya tomado prestado el dinero por
escritura pública, haciendo constar en ella su propósito, y expresando en la carta de pago la
procedencia de la cantidad pagada.
El nuevo prestamista se subroga en la posición del acreedor originario, siendo intranscendente
la voluntad de éste. P.e., en el caso de los préstamos hipotecarios de condición más favorable
para el deudor, donde este subroga la hipoteca a otro banco –menor tipo de interés– sin el
consentimiento del banco acreedor.

Efectos del pago con subrogación


Son los mismos que en el caso de la cesión de créditos: el mantenimiento del crédito tal y
como se encontraba en el patrimonio del acreedor. La subrogación transmite el crédito con los
derechos que pudiera tener anexos. Se podrá producir una subrogación parcial si el acreedor
hubiese aceptado un pago parcial.

Los cambios de deudor: la transmisión de deudas


La transmisión de deudas es el fenómeno contrapuesto a la transmisión de crédito. En la
transmisión de deudas el nuevo deudor ocupará la posición del deudor primitivo. Será
fundamental que la sustitución del deudor originario se lleve a cabo con consentimiento del
acreedor para que éste pueda liberarse del cumplimiento de la obligación, que corresponderá a
partir de ese momento al nuevo deudor. No se requiere en este tipo de transmisión el
consentimiento del deudor. El CC no regula expresamente la transmisión de deudas a título
singular; paga la opinión mayoritaria, la transmisión de deudas consiste en la liberación del
deudor primitivo y la aparición de un nuevo deudor. No obstante, se presentan otros supuestos
conocidos como asunción cumulativa de deuda, donde un nuevo deudor asume juntamente
con el primitivo la deuda, por lo que hay una subsistencia de dos obligaciones idénticas en
régimen de solidaridad, pero con una única y similar causa.

Formas de la transmisión de deuda.


Tal como se ha comentado, el CC no prescribe expresamente el tema de la transmisión de
deudas, pero la doctrina y la jurisprudencia suelen afirmar que el cambio de deudor puede
llevarse a cabo mediante dos formas:
1) La expromisión: Consiste en el pacto o acuerdo entre el acreedor y un tercero (nuevo
deudor), que se sitúa como sujeto pasivo de la relación obligatoria, liberando de la
obligación correspondiente al deudor primitivo. Presupone consentimiento por parte del
acreedor.
2) La delegación: El cambio de deudor tiene lugar a consecuencia de un acuerdo entre el
deudor primitivo y el nuevo deudor, que se coloca en posición de sujeto pasivo de la
relación obligatoria, liberando de la misma al deudor originario. La delegación también
requiere el consentimiento del acreedor.

Efectos de la transmisión de deuda


Dependen de la opción que tomen las partes y por el entendimiento que de ella haga el
interprete (en último término el juez).
El cambio de deudor puede plantearse como una novación modificativa y en otros casos como
una novación extintiva. Aún en el caso de novación modificativa por cambio del deudor, la
conservación de las garantías y las obligaciones accesorias de la principal no son
necesariamente la regla general, pues sólo podrán subsistir las obligaciones accesorias en
cuanto aprovechen a terceros que no hubiesen prestado su consentimiento. Es decir, pervivirán
si los terceros han prestado consentimiento a la alteración de la relación obligatoria o, sin el
mismo, cuando las obligaciones accesorias les resulten beneficiosas.

La cesión del contrato


Nos referimos a la transmisión de la posición contractual que una persona ocupa en un
determinado contrato (p.e., el comprador de un piso en construcción cede su posición
contractual como comprador a otra persona.).

Requisitos para que se pueda dar la cesión del contrato:

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a) Que se trate de contratos bilaterales, cuyas prestaciones recíprocas no hayan sido


totalmente ejecutadas.
b) Que la otra parte del contrato (contratante cedido) acceda o consienta la cesión (para el TS
el consentimiento es requisito determinante para la eficacia de la cesión).
Como regla general, la cesión del contrato conlleva la liberación del cedente, no quedando
obligado respecto del contratante cedido a partir de ese momento.

Tema 12. Las garantías del crédito (probable que caiga en examen alguna pregunta
sobre este tema)
Las garantías generales
La obligación es promesa de una conducta por parte del deudor que, llegado el caso, puede
cumplirse o no (el refrán: “lo prometido es deuda”). Ante la eventualidad del incumplimiento, es
natural que el acreedor acuda a toda suerte de procedimientos y mecanismos para
garantizarse o asegurarse la satisfacción de su derecho de crédito. Dicha búsqueda, se ha
plasmado tanto en disposiciones legales específicas, como en la regla general de admisión de
la autonomía privada consagrada en el art. 1.255 CC que comporta que las partes de la
relación obligatoria pueden agregar al derecho de crédito medios complementarios que
aseguren el cumplimiento y/o penalicen su incumplimiento.
La expresión, garantías del crédito es utilizada como cualquier medio por el cual el acreedor
puede asegurarse el cumplimiento de la obligación o agravar la responsabilidad del deudor en
el supuesto de incumplimiento. De acuerdo con su origen las garantías pueden clasificarse
como legales o, por el contrario, convencionales. La propia ley concede al acreedor la
posibilidad de reclamar la intervención judicial para que declare sus derechos y proceda a
ejecutar lo juzgado a través de la denominada ejecución forzosa.

Clasificación de los diversos medios de garantía


La inexistencia de noción legal alguna acerca de la idea de garantía y, sobre todo, de un
régimen normativo común a todas las instituciones y figuras que, en términos doctrinales
pueden encuadrarse en el concepto teórico de garantía hace que resulte difícil, encuadrar
sistemáticamente el conjunto de medidas que garantizan y protegen el derecho de crédito.

Clasificación atendiendo a su valor didáctico


1) Medios generales de protección, defensa y garantía de los créditos:
A) Responsabilidad patrimonial universal del deudor ( art. 1.911 CC).
B) Ejecución forzosa:
a) En forma específica.
b) En forma genérica.
2) Medios específicos de garantía dirigidos al reforzamiento o aseguramiento del derecho de
crédito:
A) Garantías personales: fianza, aval, etc.
B) Derechos reales de garantía: prenda, hipoteca, etc.
C) Otorgamiento de carácter preferente o privilegiado a los créditos.
D) Derecho de retención.
E) Cláusula penal.
F) Arras.
3) Medios específicos de mantenimiento de la integridad del patrimonio del deudor:
A) Acción subrogatoria (no confundirla con la subrogación en el crédito, pues son temas
diferentes).
B) Acción directa.
C) Acción pauliana.

El derecho de retención
El derecho de retención es un mecanismo coactivo que trata de inducir al deudor de una
obligación al cumplimiento de la misma en favor del acreedor (p.e., el rótulo de un
establecimiento que reza: “no podrán ser retirados los artículos sin abonar íntegramente la
reparación).
El derecho de retención no es un derecho subjetivo autónomo, sino una facultad que
legalmente se atribuye en ciertos casos al acreedor, para conservar bajo su poder y posesión
una cosa que está obligado a restituir a quien se la entregó, mientras que éste no cumpla con
su deuda. Facultad que es inseparable del derecho de crédito, no pudiendo transmitirse ni

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enajenarse aisladamente del crédito que asegura. Así el derecho de retención no garantiza una
especial responsabilidad del deudor en caso de incumplimiento, sino que consiste en una
medida disuasoria del eventual incumplimiento. A nivel doctrinal se indica que el derecho de
retención es una garantía primaria o primitiva y se trataría como un residuo del tomarse la
justicia por su mano (aforismo que reprueban la mayoría de ordenamientos modernos).
Sin embargo, su eficacia disuasoria es innegable y, por tanto, su aplicación práctica es
frecuente y reiterada.

Supuestos legales
Como se dijo, no es el derecho de retención una facultad atribuida al acreedor legalmente (sólo
en ciertos casos), ni tampoco el CC lo regula de manera unitaria y sistemática, ni establece
como una facultad generalmente reconocida al acreedor de la relación obligatoria, sino de
forma casuística, esto es, en casos concretos y particulares.
Los supuestos fundamentales contemplados en el CC:
a) La retención de la cosa mueble o inmueble por el poseedor de buena fe mientras no sean
abonados los gastos necesario, el precio de adquisición o la cantidad prestada al
transmitente de la posesión.
b) La retención de la cosa usufructuada (mueble o inmueble) en favor del usufructuario
cuando éste haya atendido a la realización de reparaciones extraordinarias.
c) El derecho de retención otorgado a quien haya ejecutado una obra en cosa mueble
mientras no le sea abonada.
d) La facultad de retener, correspondiente a mandatarios y depositarios en tanto no se les
abone cuanto se les deba a causa del mandato o depósito.
e) El derecho de retención otorgado al acreedor pignoraticio, extensible a la hipótesis de que
el deudor contraiga una segunda deuda antes de haber pagado la primera.
Estos supuestos no son los únicos posibles, pues existen otros, basados en normas de otras
instituciones (no CC) en cuyo régimen jurídico el derecho de retención es un componente más.
Debe quedar claro, que debido a la inexistencia de una regulación general, el CC excluye la
analogía en relación con el derecho de retención.

Origen
Pese a que su formulación típica sea de origen legal, no está excluido del ámbito de la
autonomía privada, como cláusula o estipulación concreta de un contrato.
Dicha conclusión se extrae de la regla general establecida en el art.1.255 CC, sobre la
inexistencia de norma concreta alguna sobre la cuestión y dada la falta de regulación unitaria
de la figura.

Efectos
Por su inexacta regulación es difícil sistematizar sus efectos, pero la consecuencia fundamental
que puede predicarse con carácter general del derecho de retención estriba en dilatar la
entrega, restitución o devolución de una cosa, mientras quien tiene derecho a reclamar no
cumpla con la obligación que le atañe. En cuanto a su eficacia, si su origen es convencional no
se le debería atribuir eficacia erga omnes (salvo en los casos en que los terceros hubiesen
podido conocer la existencia de la retención). si su origen es legal no hay una respuesta
general, pues se estará a lo establecido en la regulación específica.
El derecho real de prenda conlleva la retención de la cosa pignorada y además, en caso de
incumplimiento, la posibilidad de que el acreedor proceda a la realización del valor de la cosa.
El retentor, no puede satisfacerse promoviendo directamente la enajenación de la cosa
retenida. Por tanto, en el caso que el deudor no cumpla, el retentor no dispone de otra vía que
no sea la de actuar judicialmente.

La cláusula penal o pena convencional


Siendo el aspecto del establecimiento de los daños y perjuicios un tema complicado, los
contratantes más experimentos salvan este escollo estableciendo una estipulación o cláusula
que les libera de la prueba de los daños sufridos (p.e., en el caso de una obra, donde se
estipula una indemnización por cada día de retraso en la entrega). El CC la regula en el art.
1.152 y siguientes.
Nuestro ordenamiento admite una triple finalidad a la cláusula penal:
a) Función liquidatoria. Sustitutiva de la indemnización de daños y perjuicios establecida por
el propio Código.

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b) Función liberatoria.
c) Función penal. De pena cumulativa.
Según nuestro Código Civil la estipulación que tiene por objeto el establecimiento de una
cláusula penal desempeña con carácter general un papel garantista del cumplimiento de la
obligación.

Sistematización de la cláusula penal

La pena sustitutiva o compensatoria


La función característica y propia de la cláusula penal estriba en ser una previsión negocial
sustitutiva de la indemnización de daños y perjuicios para el supuesto de incumplimiento
definitivo de la obligación. Por tanto, hablamos de pena sustitutiva o pena compensatoria
cuando las partes valoran anticipadamente los posibles daños y perjuicios que el
incumplimiento de la obligación puede acarrear al acreedor.
Siendo la función propia de la cláusula penal:
a) Disuadir al deudor del posible incumplimiento.
b) Que el acreedor, en caso de incumplimiento efectivo y dado que reclama ya el
cumplimiento, se vea suficientemente resarcido sin tener que probar los daños sufridos.
Para el legislador, la pena sustitutiva constituye la regla dispositiva general en la materia, salvo
pacto en contrario.

La pena cumulativa
Supuestos en que el acreedor, una vez incumplida la obligación reclama simultáneamente la
pena fijada por las partes y además el cumplimiento de la obligación. Se habla de pena
cumulativa en cuanto la reclamación del acreedor acumula, adiciona o agrega la pena y el
cumplimiento.
Requiere el Código que la naturaleza cumulativa de la cláusula penal “haya sido claramente
otorgada”. No siendo necesario que la pena cumulativa se haya establecido expresamente,
pues en muchos casos se puede deducir de la propia obligación principal, pero en caso de que
el carácter cumulativo no se desprenda claramente de la relación obligatoria, existiendo duda al
respecto, primará el carácter sustitutivo de la cláusula penal.
Un subtipo particular de la pena cumulativa de especial interés es la pena moratoria,
frecuentísima en el tráfico cotidiano, sobre todo en los contratos de obra. Suele consistir en la
fijación de un tanto alzado por períodos temporales de demora que se fija como valoración
anticipada de los daños ocasionados por el retraso y que es exigible, por principio, junto con el
cumplimiento de la obligación.

La multa penitencial
También conocida como multa de arrepentimiento. La fijación de la pena en este caso
desempeña una función contraria a la finalidad propia de la cláusula penal, pues en vez de
estimular o incitar al cumplimiento de la obligación, la multa penitencial permite al deudor
liberarse de la obligación constituida mediante el abono de la pena o multa establecida.
La multa penitencial constituye un supuesto concreto de obligación con cláusula facultativa que
técnicamente hablando no agrava la responsabilidad del deudor en caso de incumplimiento,
sino que le permite dejara de cumplir la obligación principal o garantizada, sustituyéndola por la
prestación de la pena.

La moderación judicial de la pena


En la mayoría de los supuestos se da cuando el incumplimiento no ha sido total, y siempre que
las partes no hubiesen previsto esta circunstancia en el contrato. En conclusión, la facultad de
moderación judicial queda excluida de pleno en los casos de incumplimiento total.

La cláusula penal como obligación accesoria y subsidiaria


Dado que la cláusula penal sólo tiene sentido como garantía complementaria del cumplimiento
de la obligación principal, su característica fundamental es que ha de ser obligación accesoria
cuando:
a) Su subsistencia depende de la validez de la obligación principal.
b) La extinción de la obligación principal o su imposibilidad de cumplimiento por causa no
imputables al deudor comporta igualmente la extinción de la cláusula penal.

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c) La cláusula penal seguirá la suerte del crédito o de la deuda propios de la obligación


principal en caso de novación meramente modificativa.
La cláusula penal también es una obligación subsidiaria, en tanto sólo es exigible por el
acreedor en caso de incumplimiento de la obligación principal. Si la principal es cumplida, la
cláusula penal se extingue automáticamente.
En la práctica, .la pena será exigible sólo cuando el incumplimiento sea imputable al deudor,
que no deberá soportar, en su línea máxima, los casos fortuitos o de fuerza mayor.

Las arras o señal (es la parte más importante del tema)


La celebración de ciertos contratos se ha solicitado acompañar de la entrega de una cantidad
de dinero conocida históricamente con el nombre de arras y sustituida en tiempos más
recientes por el término señal.

Arras confirmatorias.
En determinadas ocasiones, la existencia de las arras equivale a la entrega de una cantidad de
dinero a modo de señal o parte del precio con objeto de reforzar la existencia del contrato o a
constituir un principio de ejecución del mismo. En tales casos se habla de arras confirmatorias
(papel probatorio de la celebración de un determinado contrato). Nuestro CC no se ocupa en
absoluto de ellas, quizás por el hecho que habían sido recogidas previamente en el Código de
Comercio.
Su existencia no altera la dinámica natural de las relaciones contractuales; pues en caso de
cumplimiento operarán como cantidad a cuenta del precio. En caso de incumplimiento,
seguirán desempeñando el papel de cantidad a cuenta en relación con el precio o con la
indemnización por daños y perjuicios.
Las arras confirmatorias desempeñan una función diversa de la cláusula penal (su función
sustitutoria, sirve como valoración anticipada de los daños causados), pues las arras
confirmatorias no excluyen la necesaria fijación de la indemnización y, por consiguiente,
constituyen un mero anticipo de ésta.

Arras penitenciales
De utilización normalmente en sede de compraventa, pero se puede utilizar en otro tipo de
negocios.
Las arras penitenciales (art. 1.454CC) consisten en la entrega de una cantidad de dinero por
uno de los contratantes, pero en el entendido de que cualquiera de las partes contratantes
puede desistirse del contrato celebrado, perdiendo las arras el que las haya entregado o
devolviendo el doble de las mismas el que las haya recibido. Dado que permiten a las partes
desistir del contrato, también son denominadas arras de desistimiento.
Las arras penitenciales no representan estímulo alguno para el cumplimiento de la obligación
correspondiente, ni constituyen garantía alguna contra el incumplimiento. Todo lo contrario,
pues pueden identificarse con el precio de la posibilidad de desistimiento del contrato
celebrado.

Arras penales
Desempeñan una función estrictamente penal en el caso de que la entrega dineraria realizada
tenga por objeto definir un quantum indemnizatorio que, establecido para el caso de
incumplimiento del contrato retendrá quien las haya recibido. El CC no las regula, pero doctrina
y jurisprudencia consideran que pueden nacer de la autonomía contractual. Son posiblemente
las de mayor indefinición, pues en toda su medida depende del pacto establecido por las
partes.
Se requiere, que esté excluido el pacto de desestimiento y que, en consecuencia, las partes
puedan reclamar el cumplimiento de las respectivas obligaciones; siendo por el contrario
discutible la operatividad de la suma entregada en relación con el cumplimiento y el
incumplimiento. En caso de cumplimiento desempeñan el mismo papel que las confirmatorias
(parte del precio). Caso de incumplimiento operan de forma similar a la cláusula penal
sustitutiva, discutiéndose si son el techo máximo de la indemnización.

Rasgos comunes y primacía de las arras confirmatorias


La importancia práctica de las arras en la contratación es innegable y de alguna forman se
encuentran tipificadas socialmente, de tal manera que pueden señalarse una serie de rasgos
comunes, aplicables con carácter general, necesarios de las arras:

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1) La dación o entrega de las cantidades en que consisten las arras se considera efectiva en
todos los supuestos de arras.
2) La entrega de las arras debe tener lugar en el momento de celebración del contrato.
3) Generalmente, se indica que las arras tienen siempre origen voluntario. Para Lasarte,
relativamente cierto, pues otras disposiciones legales consideran a las arras o la señal
como requisitos inexcusables de otros contratos o actos jurídicos, aunque utilizan
denominaciones distintas (p.e., la fianza).
Dejando siempre a salvo la libertad de las partes para su establecimiento y configuración, los
tipos de arras antes considerados no tienen una importancia práctica pareja, ni son
contemplados por la jurisprudencia desde un prisma igualitario. Las arras penales son las más
raras y escasas.
Pese a que la diferencia entre las arras confirmatorias y las penitenciales resulte clara en
teoría, en la realidad de los casos conocidos por los Tribunales la cuestión dista de ser clara.
Por lo general, el TS se pronuncia a favor del juego de las arras confirmatorias, considerando
que la calificación de arras penitenciales ha de ser objeto de interpretación estricta o restrictiva,
para su aplicación se requiere que, “por voluntad de las partes, claramente constatada, se
establezcan las arras”.

Tema 13. La protección del crédito

La protección general del derecho de crédito


El derecho de crédito atribuye al acreedor, como titular, el poder de exigir del deudor la
observancia de un determinado comportamiento. Para que el poder sea real, sin depender de
la voluntad y conducta del deudor es necesario que el acreedor disponga de medidas para
obligar al deudor.
Las medidas pueden ser diversas, pero básicamente se dividen en:
a) Medidas generales. De configuración legal, acompañan a todos los derechos de crédito (se
fundamentan, básicamente, en el art. 1.911 CC).
b) Medidas específicas. Refuerzan a las generales y pueden tener su origen en la Ley o en la
voluntad de las partes.

La responsabilidad patrimonial universal y sus caracteres


Regulada en el art. 1.911 CC, que dispone que el deudor responderá del cumplimiento de las
obligaciones con sus bienes presentes y futuros (de ahí su carácter universal).

Caracteres (en relación con el referido artículo)

Responsabilidad general
Opera en todas las obligaciones, asegurando su cumplimiento y siendo un medio general de
protección del derecho de crédito. Mientras el incumplimiento no se produzca, la
responsabilidad patrimonial universal queda en mera potencialidad; producido el
incumplimiento y concurriendo todos sus presupuestos, la responsabilidad patrimonial puede
comenzar a actuar efectivamente.

Responsabilidad derivada del incumplimiento


La responsabilidad patrimonial universal es una consecuencia que se produce como efecto del
incumplimiento de la obligación y que recae sobre el deudor. En cualquier caso no es la única
medida de la cual dispone el acreedor, pues ante el incumplimiento de la obligación el acreedor
puede estar asistido de diferentes medios de protección y defensa de su interés (ejecución de
la deuda, derecho de retención, etc.).

Responsabilidad personal
El deudor responde con todos sus bienes, presentes y futuros. Por tanto, el objeto de la
responsabilidad es el patrimonio del deudor.
La responsabilidad patrimonial universal es calificada como responsabilidad personal, para
diferenciarla de la responsabilidad real, término con el cual se designan supuestos de
responsabilidad de bienes específicos, con independencia de la persona que sea su titular. Y el
punto de referencia que permite determinar el conjunto de bienes que quedan afectos a la
responsabilidad patrimonial universal es la persona responsable; por tanto, se somete a esa

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responsabilidad el patrimonio de ese sujeto, y no una serie de bienes específicos con


independencia de quién sea su titular.

Responsabilidad exclusivamente patrimonial


La responsabilidad patrimonial universal, además de personal es patrimonial. Por patrimonial
se entiende el objeto sobre el cual recae la responsabilidad, que no es otro que el patrimonio
del deudor. Cuando alguien asume una deuda se limita a comprometer los elementos de valor
patrimonial con que cuente, sin que en ningún caso la propia persona o los valores de la
personalidad del deudor (dignidad, libertad, etc.), queden comprometidos jurídicamente, ni aun
en la hipótesis de que la obligación se incumpla. No se menciona la posibilidad de que la
persona del deudor quede sometida a la acción de responsabilidad, porque esa posibilidad no
se admite en nuestro Derecho (p.e., la prisión por deudas).

Responsabilidad universal
La universalidad sirve para precisar que es todo el patrimonio del deudor el que potencialmente
se puede encontrar afecto a hacer frente a las responsabilidades en que incurra su titular. Si el
deudor debe responder por una cuantía que no puede ser cubierta por sus actuales bienes, no
por eso se extingue su responsabilidad, sino que ésta perdura en la medida de lo insatisfecho.
Además, la universalidad se refiere a que cualquier elemento del patrimonio del deudor puede
ser agredido por los acreedores en la exigencia de esa responsabilidad. Cuando nos referimos
a todo el patrimonio del deudor se debe hacer bajo una perspectiva de proporcionalidad, pues
sería desproporcionado que, por una deuda de exiguo valor, se pudiera ejecutar todo el
patrimonio del deudor; por tanto, serán objeto de embargo, los bienes suficientes para cubrir la
cantidad. Además, la ley determina que los bienes imprescindibles para la supervivencia del
deudor serán inembargables (mínimo inembargable).
En cuanto al hecho de que puede ser objeto de la responsabilidad cualquier objeto del
patrimonio del deudor, funcionan en nuestro Ordenamiento los llamados beneficio de orden y
beneficio de excusión real. De acuerdo con estos, la ley clasifica los posibles bienes
integrantes en diferentes categorías, atendiendo a su más fácil realizabilidad y menor
importancia para su titular, disponiendo que sean agredidos primeros los más fácilmente
realizables y menos importantes o imprescindibles.

Régimen básico de la responsabilidad patrimonial universal y sus caracteres

Presupuestos de responsabilidad
En la fase inicial del iter de la relación obligatoria, la responsabilidad patrimonial universal se
encuentra en fase de potencialidad.
Será necesario la concurrencia de un conjunto de requisitos para que sea exigible la
responsabilidad patrimonial:
a) Preexistencia de una obligación. De carácter elemental. Si no se debe no se responde. La
obligación puede ser frente de un contrato, Ley, cuasicontrato o acto ilícito (fuentes de las
obligaciones). Pero, cuando la obligación nace de un acto ilícito puede haber confusión con
la responsabilidad civil extracontractual, pues de lo que realmente nace es la obligación de
reparar el daño causado y dependiendo de esta obligación, se encuentra presente la
responsabilidad patrimonial universal.
b) Es preciso que la obligación haya sido incumplida; y además el incumplimiento sea
imputable al deudor.
c) El incumplimiento debe haber producido daño y este debe ser reparado.
La concurrencia de todos estos requisitos o elementos, supone que el deudor queda obligado a
reparar el perjuicio provocado al acreedor como consecuencia del incumplimiento.
El acreedor podrá solicitar el cumplimiento por el método de la ejecución forzosa específica o
que la reparación sea in natura.
Cuando la obligación de reparar se refiere a cuestión dineraria, los acreedores –según lo
legalmente establecido– podrán utilizar la vía de apremio.

Cuantía de la responsabilidad
La regla elemental es que se responde en la cuantía del montante de la obligación a
indemnizar. Solamente podrán ejecutarse bienes suficientes para cubrir la responsabilidad, la
suma a cubrir mediante la ejecución forzosa dineraria o genérica en la que se determine al
cifrar el monto de la indemnización.

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Efectividad de la responsabilidad
La efectividad de la responsabilidad patrimonial universal implica el concurso de la autoridad
judicial. Los acreedores carecen del poder de agredir directamente el patrimonio del deudor, no
pudiendo adoptar más medidas de fuerza que las autorizadas por el ordenamiento,
coincidiendo con la llamada vía de apremio.

Fases del procedimiento de apremio:


a) Consiste en aislar los bienes concretos del patrimonio del deudor.. Para asegurarlos se
puede utilizar el depósito del bien, la retención del pago, la administración judicial (bienes
productivos), etc.. Si los bienes están registrados, es conveniente anotar la acción en el
registro, pues esto impide que la enajenación a terceros del bien embargado lo ponga fuera
del alcance de los acreedores del deudor, al quedar excluida la buena fe del tercero; quien
consultando el registro, puede fácilmente tener conocimiento de la traba que pesa sobre el
bien en cuestión.
b) Consiste en convertir los bienes embargados en dinero, normalmente y hasta la
promulgación de la LEC 1/2000 por venta en pública subasta, de la cual podían hacerse
convocatorias, cada vez con el precio más bajo. Con la nueva LEC aparecen otras vías de
realización de los bienes:
1. Convenio entre las partes e interesados con aprobación del Tribunal y de acuerdo en lo
previsto por la propia LEC.
2. Realización del bien por persona o entidad especializada. Se trata del encargo de la
venta del bien a un tercero. También se requiere comparecencia ante el Juez. La
enajenación podrá ser por venta directa o por subasta privada (tiene lugar fuera de la
sede del Juzgado).
3. Por subasta judicial. Se da cuando los interesados no acuden a las otras dos formas de
enajenación. En la LEC 1/2000 se elimina la repetición de hasta 3 convocatorias.

Introducción a las acciones subrogatoria, directa y pauliana


El deudor responde con todo su patrimonio; por tanto, la acreedor no le interesa que el mismo
se vea perjudicado o disminuido (ya sea porque el deudor no ejercita los derechos que le
corresponden frente a posibles deudores –el caso del deudor pasivo–; o bien, por enajenación
del mismo, ya sea título oneroso o gratuito– con la finalidad de burlar el derecho de crédito
correspondiente –el caso del deudor activo–).

La acción subrogatoria o indirecta (posible pregunta de examen)

El acreedor tiene derecho a reclamar en nombre del deudor los bienes o derechos que éste
último se niega a ejercitar –caso del deudor pasivo–. Constituye una facultad legal del acreedor
que le permite ejecutar derechos del deudor en su beneficio, cuando no tenga otro medio de
hacer efectivo su derecho de crédito (regulada en el art. 1.111 CC, que tiene carácter
subsidiario).
Según el CC el acreedor no podrá ejercitar la acción subrogatoria sino a acreditado
previamente la insuficiencia de los bienes del acreedor, aunque el TS ha reconocido al
acreedor la posibilidad de ejercitar la acción y acreditar la insuficiencia de manera simultánea.
La acción subrogatoria no es un supuesto de subrogación, pues el acreedor actúa en nombre
propio. El art. 1.111 CC excluye de la acción los derechos inherentes a la persona del deudor
(los conocidos como derechos personalísimos).

Ejercicio y efectos
El acreedor, al ejercitar la acción subrogatoria de forma satisfactoria no puede cobrarse
directamente su derecho de crédito, sino que lo obtenido mediante el ejercicio de la acción
habrá de considerarse integrado en el patrimonio del deudor, beneficiando a todos los
acreedores por igual, con la excepción de que alguno de ellos ostente derecho preferente

La acción directa
El acreedor puede dirigirse directamente contra el deudor de su deudor para evitar la pasividad
de éste último –caso de actitud pasiva del deudor–. En este supuesto, lo obtenido no ha de
pasar por el patrimonio del deudor intermedio.

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Supuestos y efectos
La Ley no atribuye la acción directa al acreedor con carácter general, sino en algunos
supuestos concretos:
El ejemplo paradigmático: la posibilidad de dirigirse directamente contra el asegurador,
que se le concede a la víctima de un accidente automovilístico.
La acción directa es más ventajosa para el acreedor que la acción subrogatoria, sobre todo
porque favorece de forma inmediata a quien la ejercita, sin beneficiar a los restantes
acreedores del deudor aunque tengan créditos preferentes.

La acción pauliana o revocatoria (Muy importante, la suelen preguntar)


Tiene por finalidad que los bienes o derechos transmitidos a terceros se reintegren al
patrimonio del deudor. Por tanto, su finalidad es privar de eficacia a los actos de enajenación
fraudulentos realizados por el deudor. Es de carácter subsidiario, por tanto, el acreedor sólo la
podrá ejecutar cuando no cuente con otro medio de satisfacer su derecho de crédito.
Se requiere para su acción, además de la actuación fraudulenta, que el deudor tenga
conocimiento del perjuicio que supone su realización para los acreedores.
Dado la dificultad de probar la conducta fraudulenta, el art. 1.297 CC establece dos
presunciones:
a) Bienes enajenados a título gratuito.
b) Enajenaciones a título oneroso realizadas por personas sobre las que ha recaído sentencia
condenatoria o expedido mandamiento por embargo de bienes.
La acción para pedir la rescisión dura 4 años. Este plazo será en este caso de caducidad, y se
computará a partir del día de la enajenación fraudulenta.

Efectos
El tercero adquiriente puede ser de buena o mala fe:
a) De buena fe. Desconoce la intención o ánimo fraudulento del deudor. La transmisión no
puede ser revocada o rescindida, quedando limitada la eficacia de la acción pauliana a la
obligación de indemnizar que recaerá sobre la persona del deudor fraudulento.
b) De mala fe. El tercero puede haber sido partícipe de fraude. La posición del adquirente no
será protegida, quedará obligado –ante una rescisión– a devolver lo adquirido o en último
término a indemnizar a los acreedores.

Tema 14. La concurrencia y prelación de créditos

La concurrencia de créditos y la par creditorum (Saber a nivel teórico la primera parte,


no hace falta conocer profundamente las causas de preferencia y orden de prelación de
los diferentes tipos de créditos)

El principio de la par conditio creditorum


Aunque no lo indique el CC, todos los acreedores de un mismo deudor tienen igual derecho a
ver satisfecho su crédito. Por tanto, en caso de ejecución sobre el patrimonio del deudor, si la
titularidad de los créditos no pueden satisfacerse íntegramente, debería realizarse un reparto
proporcional entre todos ellos y en caso de insolvencia esta debe ser compartida a prorrata de
sus respectivos créditos.
Pero esto sólo es un principio, una regla general, que choca frontalmente con los principios del
Derecho patrimonial y con la diversificación entre los derechos reales de garantía y los simples
derechos de crédito. Así, todo sistema legal se aboca a establecer una graduación, ante la
eventualidad que el patrimonio del deudor sea insuficiente para hacer frente a todos los
créditos que pesan sobre él (el CC establece la concurrencia o prelación de créditos en los
artículos 1.921 y siguientes).

Causas de preferencia y ordena de prelación

Causas de preferencia
a) Preferencia privilegiaria. Créditos que disponen de un privilegio. Este privilegio constituye
una cualidad especial del crédito que se atribuye legalmente (antaño podía ser personal,
pero esto desaparece por aplicación del principio de igualdad).

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b) Preferencia real. La más utilizada en la actualidad. Deriva de la existencia de garantías


reales (hipoteca, prenda). Por tanto, preferencia no atribuida por Ley, sino del derecho real
de garantía que asegura el crédito.
c) Preferencia documental. Aquellos créditos que consten en escritura pública o hayan sido
reconocidos en sentencia firme.
d) Créditos comunes o no-preferentes. El resto de créditos no comprendidos en los anteriores.

La inexistencia de un concepto legal de privilegio: la preferencia como categoría


El esquema anterior no es el aceptado comúnmente, pues se sigue hablando de créditos
privilegiados para referirse a la verdadera categoría general, que se encuentra representada
por los créditos preferentes. Esto es criticable por el profesor Lasarte por:
– Se asienta en una aceptación acrítica e indiscriminada de categorías históricas
abandonadas conscientemente por los legisladores del pasado siglo.
– Por el contrario, la noción de privilegio es un concepto meramente descriptivo de
ciertas opciones legales históricas, que si bien han sobrevivido en los textos legislativos
actuales, no tienen un fundamento común ni un régimen jurídico propio.
Por lo tanto, la existencia de créditos preferentes es una pura decisión del legislador, una
opción de política legislativa que depende del equilibrio de los intereses en juego y no de
pretendidos preconceptos supranormativos pertenecientes al pasado, por muy acreditados que
se hayan encontrado históricamente.

Orden de prelación
Lo realiza el CC de una forma casuística, utilizando los siguientes criterios generales:
a) La causa de la preferencia. Los de origen documental serán siempre de peor grado que los
preferentes que tienen su origen en privilegios o garantías reales. Entre estos 2 últimos, el
CC otorga la prelación de forma indistintamente (en función del supuesto concreto).
b) La generalidad o especialidad del crédito preferente. Estos grupos se identifican como:
1. Créditos preferentes de carácter especial. Afectan de forma especial a un determinado
bien (mueble o inmueble).
2. Créditos preferentes de carácter general. Inciden de manera general sobre el
patrimonio restante del deudor.
c) La antigüedad. En caso de concurrencia dentro de un mismo grupo, de diversos créditos
preferentes, el CC otorga prelación al más antiguo de ellos (principio de prioridad
temporal).

Referencia a los procedimientos concursales


La condición preferente del crédito (judicialmente hablando) podrá hacerla valer el acreedor,
tanto en un procedimiento singular de ejecución (a través de la llamada tercería de mejor
derecho), como en los juicios universales de concurso o quiebra. Estos últimos son
procedimientos judiciales de ejecución colectiva que tienen por objeto la enajenación de todos
los bienes del deudor insolvente, para distribuir el producto líquido obtenido entre sus
acreedores, de acuerdo con las reglas de prelación estudiadas.
Sustancialmente, el concurso de acreedores (regulado por el Código Civil) y la quiebra
(contemplada por el CCom) son procedimientos idénticos, legalmente diversificados por
razones históricas en atención a que el deudor insolvente sea o no comerciante (éste es
tratado con mayor rigor que el deudor común sometido a concursos). La relevancia practica de
uno y otro procedimiento no comparables:
a) La quiebra es un procedimiento cotidiano y sumamente conocido.
b) El concurso de acreedores constituye una pieza de museo (en la memoria anual del CGPJ
de cualquiera de los últimos años puede comprobarse la practica inexistencia real de
supuestos de concursos de acreedores).

Los créditos preferentes especiales de carácter mobiliario (somero estudio)

Enumeración de supuestos
La determinación casuística de tal grupo de créditos preferentes viene dada en el artículo 1922
CC: "Con relación a determinados bienes muebles del deudor, gozan de preferencia":
1º Los créditos por construcción, reparación, conservación o precio de venta de bienes
muebles que estén en poder del deudor, hasta donde alcance el valor de los mismos.

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Aquí se agrupan dos tipos de crédito, los procedentes de contrato de obra u otros similares y
los originados por venta de bienes muebles a plazos o con precio aplazado. En estos casos "se
requiere que los bienes muebles estén en poder del deudor", es decir, que no hubiesen pasado
a ser propiedad de un tercero por cualquier motivo.
2º Los garantizados con prenda que se halle en poder del acreedor, sobre la cosa empeñada y
hasta donde alcance su valor.
En este caso la preferencia se admite incluso cuando el bien mueble pignorado (por voluntad
de las partes o decisión judicial), se encuentre en posesión de un tercero como mero
depositario.
3º Los garantizados con fianza de efectos o valores, constituida en establecimiento público o
mercantil, sobre la fianza y por el valor de los efectos de la misma.
Pese a que CC hable de fianza se trata de evidente e indiscutiblemente de un crédito
pignoraticio
4º Los créditos por transporte, sobre los efectos transportados, por el precio del mismo, gasto y
derechos de conducción y conservación, hasta la entrega y durante treinta días después de
ésta.
El CC, es obvio que exige que los bienes muebles transportados se encuentren en manos del
propio transportista o de quien reciba la mercancía. Y el Código comercio establece el pago al
transportista por el consignatario en un plazo de 24 horas y en caso de retardo éste podrá
exigir la venta judicial de los bienes en cantidad suficiente para cubrir el precio del transporte y
los gastos.
5º Los de hospedaje, sobre los muebles del deudor existentes en la posada.
Debe considerarse que una vez que se encuentre fuera del establecimiento hostelero la
afección debe considerarse decaída.
6º Los créditos por semillas y gastos de cultivo y recolección anticipados al deudor, sobre los
frutos de la cosecha para que sirvieron.
Aquí afecta a toda adquisición relacionada con todos los productos necesarios para la
actividad, si bien queda excluido los créditos derivados del trabajo de peones y cuadrilla
7º. Los créditos por alquileres y rentas de un año, sobre los bienes muebles del arrendatario
existentes en la finca arrendada y sobre los frutos de la misma.
Si los bienes muebles sobre que recae la preferencia hubieren sido sustraídos, el acreedor
podrá reclamarlos de quien los tuviese, dentro del término de treinta días contados desde que
ocurrió la sustracción.
Se refiere tanto a las fincas urbanas como rústicas por el quantum máximo de las rentas de un
año. Este límite encuentra su razón de ser en que se presume que el arrendador diligente
reclamará las rentas adeudadas antes de transcurrir dicho plazo temporal.

Orden interno de preferencia o prelación para el cobro


El artículo 1922, sólo es una enunciación de los créditos preferentes especiales, sin carácter
jerárquico alguno, el orden interno de prelación de los créditos preferentes de este grupo lo
establece el Art. 1926:
Los créditos que gozan de preferencia con relación a determinados bienes muebles, excluyen a
todos los demás hasta donde alcance el valor del mueble a que la preferencia se refiere.
Si concurren dos o más respecto a determinados muebles, se observarán, en cuanto a la
prelación para su pago, las reglas siguientes:
1. El crédito pignoraticio excluye a los demás hasta donde alcance el valor de la cosa dada en
prenda.
2. En el caso de fianza, si estuviere ésta legítimamente constituida a favor de más de un
acreedor, la prelación entre ellos se determinará por el orden de fechas de la prestación de
la garantía.
3. Los créditos por anticipo de semillas, gastos de cultivo y recolección, serán preferidos a los
de alquileres y rentas sobre los frutos de la cosecha para que aquellos sirvieron.
4. En los demás casos el precio de los muebles se distribuirá a prorrata entre los créditos que
gocen de especial preferencia con relación a los mismos.

Los créditos preferentes especiales de carácter inmobiliario (somero estudio)

Enumeración de supuestos
Los supuestos los enumera el CC en el Art. 1923: "Con relación a determinados bienes
inmuebles y derechos reales del deudor, gozan de preferencia:

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1º Los créditos a favor del Estado, sobre los bienes de los contribuyentes, por el importe de la
última anualidad, vencida y no pagada, de los impuestos que graviten sobre ellos."
La vigencia de este número es hoy día dudosa y en todo caso muy relativa. El código plantea
que la contribución territorial rústica y urbana otorga al Estado una indiscutible posición de
supremacía en orden a la preferencia en el cobro, calificando tales créditos como preferentes
especiales; por el contrario, los créditos derivados de los impuestos establecidos a favor de las
provincias y los municipios serán simplemente "créditos preferentes generales."
2º Los créditos de los aseguradores, sobre los bienes asegurados, por los premios del seguro
de dos años; y, si fuere el seguro mutuo, por los dos últimos dividendos que se hubiesen
repartido.
El carácter preferente de los créditos de los aseguradores tiene una raigambre histórica. La
razón de ser de semejante preferencia hoy en día comienza a ser discutida ya que se trata de
entidades que realizan un negocio nada aleatorio.
3º Los créditos hipotecarios y los refaccionarios, anotados e inscritos en el Registro de la
propiedad, sobre los bienes hipotecados o que hubiesen sido objeto de la refacción.
El carácter preferente de los créditos hipotecarios nace de la constitución de la hipoteca,
garantía real que afecta especialmente sobre los bienes en que recae y que se encuentra
gobernada por la Ley Hipotecaria.
4º Los créditos preventivamente anotados en el Registro de la propiedad, en virtud de
mandamiento judicial, por embargos, secuestros o ejecución de sentencias, sobre los bienes
anotados, y sólo en cuanto a créditos posteriores.
Ej. Un acreedor, tras identificar e individualizar bienes inmuebles del deudor que se encuentran
libres, consigue trabarlo y a través del consiguiente mandamiento judicial logra anotarlo en el
folio registral de la finca, lo que hace de información para cualquier interesado del embargo.
En general, prevaldrán los créditos anotados respecto de cualesquiera otros créditos originados
con posterioridad a la fecha de la propia anotación de embargo
5º Los refaccionarios no anotados ni inscritos, sobre los inmuebles a que la refacción se
refiera, y sólo respecto a otros créditos distintos de los expresados en los cuatro números
anteriores.
En el caso de los créditos refaccionarios que no hayan sido anotados ni registrados, dichos
créditos ocuparán en el último escalón o grado de los créditos de preferencia especial.

Orden interno de preferencia o prelación para el cobro


El artículo 1923 que los enuncia establece tendencialmente el orden jerárquico de prelación en
caso de concurrencia con créditos no anotados ni escritos. Y los no contenidos en este caso,
se regulan por el artículo 1927
Art. 1927: "Los créditos que gozan de preferencia con relación a determinados bienes
inmuebles o derechos reales, excluyen a todos los demás por su importe hasta donde alcance
el valor del inmueble o derecho real a que la preferencia se refiera.
Si concurrieren dos o más créditos respecto a determinados inmuebles o derechos reales, se
observarán, en cuanto a su respectiva prelación, las reglas siguientes:
1º Serán preferidos, por su orden, los expresados en los números 1. y 2. del artículo 1923 a los
comprendidos en los demás números del mismo.
2º. Los hipotecarios y refaccionarios, anotados o inscritos, que se expresan en el número 3.
del citado artículo 1923 y los comprendidos en el número 4. del mismo, gozarán de
prelación entre sí por el orden de antigüedad de las respectivas inscripciones o
anotaciones en el Registro de la propiedad.
3º Los refaccionarios no anotados ni inscritos en el Registro a que se refiere el número 5.
del artículo 1923, gozarán de prelación entre sí por el orden inverso de su antigüedad.
Siendo un resumen de los citados artículos:
1. Créditos a favor de las Administraciones Tributarias.
2. Créditos a favor de los aseguradores
3. Créditos hipotecarios, refaccionarios y preventivamente anotados, conforma a la
antigüedad del respectivo asiento.
4. Créditos refaccionarios sin constancia registral, gozarán de prelación entre sí por el orden
inverso a su antigüedad.

Consecuencias del efectivo ejercicio de los créditos preferentes especiales (somero


estudio)

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Los créditos preferentes de carácter especial afectan a un determinado bien que, una vez
ejecutado, sirva para pagar a sus titulares conforme a las reglas apenas vistas.

Superioridad del producto líquido


Art. 1.928.1º indica que el importe restante "se acumulará a los bienes libres del deudor tuviere
para el pago de los demás créditos; preferentes generales y comunes.

Satisfacción parcial del crédito preferente


En caso de satisfacción parcial del crédito preferente, éste obviamente no puede subsistir como
especial.
Pese a que el Código hable de naturaleza, salvo en el caso de créditos a favor de las
Haciendas públicas, lo más probable es que el crédito restante habrá de considerarse,
necesariamente, como escriturado o, n su caso, como común.

Los créditos preferentes generales (somero estudio)


Una vez hechos efectivos los créditos preferentes especiales ( art. 1929) el restante patrimonio
del deudor en su conjunto sirve para satisfacer los denominados créditos preferentes
generales.
Se pagarán según la jerarquía establecida en el art. 1924": Con relación a los demás bienes
muebles e inmuebles del deudor, gozan de preferencia:
1º Los créditos a favor de la provincia o del Municipio, por los impuestos de la última anualidad
vencida y no pagada, no comprendidos en el art. 1923 números 1º.
2º Los devengados:
A) Por los gastos de justicia y de administración del concurso en interés común de los
acreedores, hechos con la debida autorización o aprobación.
B) Por los funerales del deudor, según el uso del lugar, y también los de su mujer y
los de sus hijos constituidos bajo su patria potestad, si no tuviesen bienes propios.
C) Por gastos de la última enfermedad de las mismas personas, causados en el último
año, contando hasta el día del fallecimiento.
D) Por los salarios y sueldos de los trabajadores por cuenta ajena y del servicio
doméstico correspondiente al último año.
E) Por las cuotas correspondientes a los regímenes obligatorios de subsidios, seguros
sociales y mutualismo laboral por el mismo periodo de tiempo que señala el
apartado anterior, siempre que no tengan reconocida la mayor preferencia con
arreglo al artículo precedente.
F) Por anticipaciones hechas al deudor, para sí y su familia constituidos bajo su
autoridad, en comestibles, vestido o calzado, en el mismo periodo de tiempo.
G) Por pensiones alimenticias durante el juicio de concurso, a nos ser que se funden
en un título de mera liberalidad.
3º Los créditos que sin privilegio especial consten:
A) En escritura pública
B) Por sentencia firme, si hubiesen sido objeto de litigio.
Estos créditos tendrán preferencia entre sí por el orden de antigüedad de las fechas de
las escrituras y de las sentencias.
Conforme a lo dicho con anterioridad, todos los créditos enumerados bajo los números
1º y 2º del artículo transcrito son, técnicamente hablando, privilegios. Al contrario, los
créditos escriturados o quirografiados del número 3º son supuestos de preferencia
documental, no de privilegio (como, con grave error afirmó la STS de 10 de noviembre
de 1977 y, siguiéndola, algunas posteriores).
Los créditos privilegiados de los dos primeros números del artículo 1.924 se pagarán
por el mismo orden con que los enuncia dicha norma, excluyéndose unos a otros.
Igualmente resultan excluyentes los créditos escriturarios, según la (mayor) antigüedad
de sus fechas.

Tema 15. Los cuasicontratos y el enriquecimiento injusto (resumido a nivel conceptual)

La categoría de los cuasicontratos


El título XVI del Libro IV del Código Civil, bajo la rúbrica general «De las obligaciones que se
contraen sin convenio», regula los cuasicontratos y la responsabilidad civil extracontractual.
Esta regulación tiene por objeto la regulación de las obligaciones ex lege.

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Según el art. 1.887 CC son cuasicontratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los
que resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los
interesados. Además, los cuasicontratos son fuente de las obligaciones.
El CC identifica como cuasicontratos a la gestión de negocios ajenos y al cobro de lo indebido.
La pretendida categoría es fruto de un error histórico (Señalada en STS de 21 de junio de
1945). La doctrina se pronuncia en contra de que ésta categoría sea fuente de las obligaciones
(afirmación que sí se contiene en el art. 1.089) por carecer de fundamento alguno.

La cuestión de los cuasicontratos atípicos


Dos sentencias del TS (de 8 de enero de 1909 y 21 de diciembre de 1945), originaron el
problema, pues, además de los supuestos de gestión de negocios ajenos y de cobro de lo
indebido, permite que puedan calificarse como cuasicontratos atípicos otros casos distintos a
los legalmente reseñados, al entender que cabía hablar de cuasicontratos innominados en
determinados supuestos que exigían una solución en equidad que era similar a la que se
hubiera derivado de su conceptuación como cuasicontratos. A partir de entonces fue aceptada
por algún autor comenzando entonces la polémica sobre este particular.
Actualmente, la doctrina considera que se trata de un problema mal planteado, pues la justicia
material requerida por algunos supuestos que escapan a las previsiones legales propias de la
gestión de negocios ajenos y del cobro de lo indebido, no debe buscarse mediante el recurso a
la categoría de los cuasicontratos atípicos, sino haciendo valer en su caso el enriquecimiento
injusto, pues al ser éste principio general del Dº, es operativo en relación con cualquier
supuesto.

La gestión de negocios ajenos sin mandato


Los ordenamientos jurídicos de base romanista (a diferencia, p.e., de los sajones) ofrecen una
regulación propia de los supuestos de intervención de una persona en los negocios ajenos sin
autorización ni mandato alguno de su titular. El art. 1.888 CC presupone su existencia cuando
se encarga voluntariamente de la agencia o administración de los negocios de otro, sin
mandato de éste. Así, la gestión de negocios ajenos se dará en los casos en que una persona,
mediante una intervención de carácter voluntario y sin autorización alguna del interesado,
asume la carga de adoptar decisiones respecto de los asuntos de otro. Al que interviene sin
mandato se le conoce como gestor, y al interesado dueño, sin que tenga el sentido de
propietario (dominus). El dominus es el titular o el interesado en las cuestiones que puede
asumir el gestor.

Características más relevantes de la gestión de negocios ajenos


1. Actuación voluntaria del gestor. El gestor actúa por iniciativa propia, considerando que la
situación fáctica existente justifica su intervención en la esfera ajena.
2. Actuación espontánea del gestor. El gestor actúa sin mandato, por propia iniciativa. No
hace ninguna referencia el Código a la posible oposición del dominus a la actividad
gestora, sin embargo, la gestión de negocios ajenos excluye cualquier supuesto en el que
el titular de los asuntos excluye la intervención ajena. También se excluyen la posibilidad
de gestión en el caso de que los asuntos del dominus requieran su actuación personal y
aquellos en que los asuntos del dominus, atendiendo a la propia naturaleza de los mismos,
requieran su actuación personal.
3. Actuación lícita. Es necesario que la actuación del gestor consista en actos de licitud
indiscutible.
4. Actuación útil. La gestión debe ser de utilidad para el dominus.
5. Actuación desinteresada. Se presupone el carácter altruista y, por tanto, debe encontrarse
privada de interés alguno por parte del gestor. Dicho desinterés no conlleva que el gestor
haya de soportar los gastos o pérdidas que pueda generarle la gestión, pues nada autoriza
a pensar que el gestor debe actuar con ánimo de liberalidad.

Régimen normativo básico


El gestor, una vez iniciada la gestión, se encuentra vinculado por su propia decisión, y deberá
observar una conducta acorde con los intereses del dominus. Éste no despliega papel alguno
en el comienzo de la gestión, sin embargo, una vez concluida –o iniciada la gestión– puede
quedar obligado a compensar o indemnizar al gestor de los gastos suplidos o de las pérdidas
sufridas.

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En la gestión de negocios ajenos, con pluralidad de gestores, el artículo 1.890.2 impone de


forma taxativa la responsabilidad solidaria: Norma que contrasta precisamente con la paralela
prevista para el mandato (art. 1.723) según la cual la responsabilidad de dos o más
mandatarios, aunque hayan sido instituidos simultáneamente, no es solidaria, si no se ha
expresado así.
La razón de ésta diferencia de régimen de responsabilidad se funda en el hecho de que las
obligaciones de los gestores nacen ex lege, mientras que en el caso del contrato de mandato
cabe la libertad contractual.

Obligaciones del gestor


Desde el momento en que el gestor se introduce en la esfera ajena, nacen una serie de
obligaciones a las que queda vinculado por disposición de la ley:
a) Continuidad de la gestión. El gestor está obligado a continuar la gestión hasta su
finalización o a requerir que se le sustituya si tuviera ese poder de decisión (lo sustituirá el
dominus).
b) El deber de diligencia. La regla general establece que el gestor oficioso debe desempeñar
su encargo con toda la diligencia de un buen padre de familia. La infracción de la regla
general sobre el deber de diligencia determinará que el gestor deba indemnizar los
perjuicios que por su culpa o negligencia se irroguen al dueño de los bienes o negocios que
gestione, dejando al arbitrio de los Tribunales la posibilidad de moderar dicha
indemnización según las circunstancias del caso.
El gestor sólo será responsable cuando los daños irrogados al dominus procedan de su
actuación negligente. Este régimen de responsabilidad puede verse agravado, llegando hasta
establecer la responsabilidad del gestor por caso fortuito en los supuestos siguientes:
– Cuando el gestor lleve a cabo operaciones arriesgadas que el dueño no tuviese
costumbre de hacer.
– Cuando el gestor posponga el interés del dominus al lucro o provecho propio.
c) La responsabilidad por delegación. El art. 1890 CC contempla la posibilidad de que el
gestor delegue en otra persona la ejecución de todos o algunos de los deberes de su
cargo. Cabrá tanto la delegación total como la parcial de las actividades propias del gestor
oficioso. En todo caso, el gestor responderá de los actos del delegado, sin perjuicio de la
obligación directa de éste para con el propietario del negocio. O sea, el gestor no queda
exonerado de responsabilidad; tampoco el delegado, pues el Código otorga al dominus
acción directa contra él.

Obligaciones del dominus


Los gastos y las pérdidas sufridas por el gestor pueden verse resarcidos a cargo del dominus
que se ha beneficiado de la gestión. Con esta idea el CC declara obligado al dominus en los
supuestos siguientes:
a) La ratificación. La ratificación de la gestión por parte del dueño del negocio produce los
efectos del mandato expreso. Puede realizarla el dominus de forma expresa o tácita.
Supone la conversión del cuasicontrato en un auténtico mandato, por lo cual la
normativa aplicable será la establecida por el Código para tal institución. Esta
remisión supone que el gestor-mandatario solamente responde en los supuestos
de dolo y culpa, eximiéndolo para los supuestos de caso fortuito.
b) La gestión útil o provechosa. Aunque no se hubiese ratificado expresamente la gestión
ajena, el dueño de bienes o negocios que aproveche las ventajas de la misma será
responsable. Para algunos autores un supuesto de ratificación tácita, sin embargo, dicha
pretendida simetría es dudosa. Así, basta con el aprovechamiento por el dominus de la
gestión realizada para que éste quede obligado.
c) La gestión precautoria. Tiene por fundamento la evitación de un daño inminente y
manifiesto. La objetividad viene dada ahora porque la iniciativa del gestor encuentre su
fundamento en la evitación de algún mal inminente y manifiesto (sin relevancia el
aprovechamiento positivo del dominus sobre la gestión). Los requisitos que tratan de
objetivar la oportunidad de intervención del gestor son:
1. El carácter manifiesto del mal requiere la existencia de circunstancias que justifiquen la
intervención gestora de cualquier persona.
2. La inminencia del perjuicio, ya que su dilación supondría el efectivo acaecimiento
perjudicial o dañino para el dominus.
Los requisitos que tratan de objetivar la oportunidad de intervención del gestor son:

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– El carácter manifiesto del mal requiere la existencia de circunstancias que justifiquen la


intervención gestoría de cualquier persona.
– La inminencia del perjuicio, ya que su dilación supondría el efectivo acaecimiento
perjudicial o dañino para el dominus.
d) La igualdad de efectos. Tanto la gestión útil como la gestión precautoria originan los
mismos efectos: el dominus ha de considerarse responsable de las obligaciones contraídas
por el gestor; ha de indemnizar a éste de los gastos necesarios y útiles que hubiese hecho
y ha de afrontar los perjuicios que el gestor haya sufrido en el desempeño de su cargo.
Estas obligaciones que soporta el dominus –en los casos de gestión útil y precautoria–
coinciden con el contenido de la relación obligatoria nacida del mandato expreso, con las
lógicas variaciones institucionales.
e) ¿Retribución del gestor? Aunque en el Proyecto de 1851 del Código se vetaba
expresamente la retribución del gestor, la doctrina ha pretendido cambiar ésta prohibición,
hasta afirmar que la vigente redacción del Código no prohibiría la retribución del gestor.
Ésta postura ha sido defendida por la doctrina (profesor LACRUZ) propugnando la
aplicación e interpretación extensiva del artículo 1.711CC para que el gestor pueda
devengar honorarios o ser retribuido cuando la gestión consista en servicios profesionales
(p.e. servicios médicos), aunque la gestión no sea expresamente ratificada por el dominus.
El gestor que por su dedicación a los negocios ajenos hubiera sufrido menoscabos en su
propio sueldo y así lo acreditara estaría reclamando un perjuicio sufrido a causa de la gestión,
pretensión que encuentra fundamento en el espíritu del artículo 1.893 CC. No así en el
supuesto de reclamación de honorarios médicos, que estaría presidida por la cobditia de ganar,
excluye el animus aliena negotia gerendi (así lo entiende el TS).

Supuestos especiales de gestión


El art. 1.894 CC contempla y regula –de forma superflua para Lasarte– dos casos especiales
de gestión de negocios ajenos, atendiendo al hecho de que el gestor satisface los gastos
alimenticios o los gastos funerarios de una persona, para establecer quién debe responder de
ellos frente al gestor. Cabe hablar, pues, de gestión alimenticia y gestión funeraria,
respectivamente.

El cobro o pago de lo indebido


La sección 2ª del capítulo dedicado a los cuasicontratos (arts. 1.895 a 1.901) tiene por objeto la
regulación del cobro de lo indebido. En una 1ª aproximación se entiende el hecho como cuando
se recibe alguna cosa que no había derecho a cobrar, y que por error había sido
indebidamente entregada; surge la obligación de restituirla.
Hablar de pago de lo indebido o cobro de lo indebido resulta intrascendente, pues es una mera
cuestión de perspectiva de un mismo acto jurídico; que en lo sustancial consiste en que
alguien, por incurrir en error, paga algo que no debía; o más de lo que debía; o a quien no
debía.
El deber de restituir la prestación indebidamente recibida constituye una genuina e indiscutible
obligación en sentido técnico; porque lo establece el art. 1.895 CC y porque reúne todos los
requisitos propios de las obligaciones.
En los supuestos de hecho del pago de lo indebido deben darse 3 requisitos:
a) La realización del pago con animus solvendi. La obligación que genera el pago de lo
indebido no está limitada a la obligación de dar –entregar una cosa específica y
determinada–, sino que puede consistir en cualquier otra prestación, siempre y cuando se
lleve a cabo con ánimo solutorio, entendiendo por error el solvens –el que paga– que
mediante su ejecución cumple una obligación (a la postre inexistente).
b) La inexistencia de obligación: el indebitum. Inexistencia en razón con el pago realizado, de
vínculo obligatorio alguno entre solvens y accipiens –inexistencia de deuda–. Se distingue
entre el indebitum ex re y el indebitum ex persona.
1. Indebitum ex re. En sentido objetivo para poner de manifiesto que el pago realizado es
indebido por no existir nadie que tuviera derecho a reclamar efectivamente el pago
realizado o por no tener obligación alguna el solvens de llevar a cabo la prestación
ejecutada (p.e., en el caso de las deudas extinguidas). La regla de restitución propia
del pago de lo indebido tiene excepciones de importancia en supuestos en los que
verdaderamente la base fáctica del caso supondría su tendencial aplicación (p.e., en
las obligaciones aplazadas, el pago indebido, por cumplimiento anticipado, excluye la
acción de repetición –art. 1.126 CC–). Ha sido discutido si las obligaciones prescritas

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representan un supuesto de indebitum ex re. Parece que no, pues la obligación


prescrita puede ser reclamada por el acreedor (aunque ejercite su derecho de crédito
de forma extemporánea), porque la prescripción sólo tiene operatividad si es alegada u
opuesta por el beneficiado por ella. En consecuencia, la falta de alegación de la
prescripción ganada por parte del deudor debe interpretarse como una renuncia,
aunque tácita, a la misma. En efecto, dicha conclusión parece concorde con lo
dispuesto en el artículo 1.935.2: «Entiéndese tácitamente renunciada la prescripción
cuando la renuncia resulta de actos que hacen suponer el abandono del derecho
adquirido.».
2. Indebitum ex persona. La obligación correspondiente al pago existe y es cierta, pero
recibe quien no es acreedor o lleva a cabo la prestación quien no es deudor. La regla
general en el caso de que el accipiens no sea el verdadero acreedor es la natural en
caso de pago de lo indebido: el acreedor habrá de restituir lo recibido indebidamente,
pues dado que no hay liberación del deudor, éste debe disponer de la posibilidad de
repetir lo pagado.
Si el accipiens es el verdadero acreedor pero el pago o cumplimiento ha sido realizado
por quien no es su deudor, éste último podrá exigir la restitución excepto en el caso de
que el pago haya extinguido la obligación del verdadero deudor, pues en este supuesto
debe primar el interés satisfactorio del acreedor. La extinción de la relación obligatoria
existente entre los verdaderos acreedor y deudor no excluye el posible ejercicio de la
acción de enriquecimiento del solvens frente al deudor beneficiado por su actuación.
c) El error del solvens. El CC exige para la calificación de pago de lo indebido que el solvens
haya intervenido por error, por equivocación –art. 1-895–. Además, el art. 1.900 CC impone
al propio solvens la prueba de error en el pago; exigencia en la que en más de una ocasión
hace una insistencia especial la jurisprudencia..

La obligación de restitución
La consecuencia fundamental del pago de lo indebido es que el accipiens tiene la obligación de
restituir. El alcance y extensión objetiva de la obligación de restitución depende de la buena o
mala fe del accipiens. Hay que tener presente que la obligación de restitución desaparece
cuando el de buena fe lleva a cabo cualquiera de los actos siguientes:
1. Inutilización del título correspondiente al derecho de crédito.
2. Dejar transcurrir el plazo de prescripción sin reclamar el crédito (por entenderlo ya
pagado).
3. Abandono de las prendas.
4. Cancelación de las garantías de su derecho.
En cualquier caso, el error del solvens no debe conllevar el perjuicio del acreedor de buena fe,
que conforme a las reglas generales de diligencia y del comportamiento honesto, una vez que
entiende haber cobrado realiza actos liberatorios de su deudor.

La restitución del accipiens de buena fe


Su alcance se regula en el art. 1.897 CC, que establece la obligación de restitución para el
accipiens de una cosa cierta y determinada –específica–. El accipiens ha de devolver la cosa o
su valor de enajenación. En caso de pérdida de la cosa o de haberse deteriorado, sólo habrá
de indemnizar en el caso de que haya obtenido enriquecimiento efectivo. Para el supuesto de
que la cosa consista en un bien genérico, se impone la conclusión de que el accipiens habrá de
restituir el tantundem.

La restitución del accipiens de mala fe


Se regula en el art. 1.896 CC. En caso de mala fe del accipiens, su responsabilidad por pérdida
o deterioro de la cosa que debe restituir se ve agravada. Así, si la prestación consistió en
dinero, al principal habrán de añadirse los correspondientes intereses legales; y si la cosa
(genérica o específica) era fructífera, junto con aquélla habrá de entregar tanto los frutos
generados cuanto los que, en condiciones normales, se hubieran debido producir. El art. 1.896
CC impone al accipiens las siguientes obligaciones:
1) Los menoscabos que haya sufrido la cosa por cualquier causa, incluido el caso fortuito
(salvo que el suceso inevitable hubiera tenido el mismo resultado encontrándose las cosas
en posesión del solvens).
2) Los perjuicios que se irrogaren al solvens hasta que la recobre –el instante que vuelva la
cosa a posesión del solvens–.

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La aplicación de las normas sobre la liquidación del estado posesorio


Hasta ahora nos hemos enfrentado a los casos de los posibles menoscabos, deterioros o frutos
de la cosa sobre la que recae la prestación del pago de lo indebido, pero:
¿Qué pasa con los hipotéticos gastos que en relación con la cosa haya llevada a cabo el
accipiens durante el período en que se encuentre poseyéndola?
Esta pregunta la responde el art. 1.898 CC, que deja la solución con los mismos criterios que
se utilizan en el título de la posesión. El criterio fundamental sigue siendo el de la buena y mala
fe, distinguiéndose entre:
a) Gastos necesarios. Su ejecución va ligada a la propia conservación de la cosa o a la
obtención de su natural rendimiento. El art. 453 afirma que «los gastos necesarios se abo-
nan a todo poseedor» (tanto de buena como de mala fe). Sin embargo, hay que tener en
cuenta que sólo el poseedor de buena fe tiene derecho de retención, es decir, el derecho a
seguir poseyendo material, efectiva y legítimamente la cosa, mientras no se le satisfagan
tales gastos.
b) Gastos útiles o mejoras. Según se deduce del art. 453.2 CC, las mejoras que han supuesto
un incremento del valor de la cosa. El poseedor de buena fe tiene el derecho de retención
para que se le reintegre el importe de los gastos, mientras para el poseedor de mala fe, no
establece nada el Código. Entiende la doctrina que no se le debe restituir el importe de los
gastos de mejora.
c) Gastos suntuarios. El CC se refiere a los de puro lujo o recreo (art. 454) o de mejoras de
lujo y recreo (art. 455). Son gastos provocados sólo por el afán de lujo, sin que supongan
aumentar el rendimiento económico de la cosa fructífera a que benefician o el valor de las
cosas no fructíferas. Los gastos suntuarios no son abonables al poseedor de mala fe, ni
tampoco al poseedor de buena fe. El CC no considera razonable que el sucesor de la
posesión quede vinculado al lujo del poseedor anterior y encima que se le haya de pagar.
El CC opta por permitir que el poseedor que ha efectuado gastos de carácter suntuario
pueda llevarse los adornos y ornamentos añadidos a la cosa principal, pero, tanto en el
caso de posesión de mala fe como de buena fe, para que el poseedor pueda retirar los
adornos serán necesarios dos requisitos:
1. Que la cosa principal no sufra deterioro por la separación de los adornos u ornamentos
que en su día se le incorporaron.
2. Que el sucesor en la posesión no prefiera quedarse con los adornos incorporados
abonando:
– El importe de lo gastado en su día en caso de poseedor de buena fe.
– El valor que tengan en el momento de entrar en la posesión en caso de poseedor
de mala fe.

El enriquecimiento injusto

Antecedentes
El sistema romano clásico perfiló una serie de acciones tendentes a procurar que, en ningún
caso, se produjeran situaciones de enriquecimiento patrimonial que se encontraran privadas de
causa y fundamento. Tales acciones recibieron el nombre de condictio (condictiones). Una de
tales acciones fue la condictio sine causa, llamada posteriormente condictio sine causa
generalis. En las Partidas aparecía expresamente la previsión de que “ninguno debe
enriquecerse torticeramente con daño de otro. Llegado el momento de la codificación no se
reguló específicamente en el Code Civil ni en los siguientes Códigos, y posteriormente la
doctrina de los correspondientes países debatió sobre la existencia o no de la prohibición del
enriquecimiento injusto. Hoy en día la doctrina se pronuncia en favor de la existencia de una
regla jurídica o de un principio general del Derecho que prohibe el enriquecimiento injusto; a la
que ha contribuido decisivamente la jurisprudencia del TS.
Desde el punto de vista doctrinal, la tesis favorable a la existencia de una regla excluyente del
enriquecimiento injusto se ha visto fortalecida por el hecho de que las codificaciones más
recientes, que no siguen los patrones del Código Civil francés, han regulado expresamente la
prohibición del enriquecimiento injusto. Así lo hizo el BGB y diversos Códigos europeos (suizo,
italiano de 1942, portugués vigente, etc.).
En nuestro país, con ocasión de la reforma del Titulo preliminar del CC 1973/74, ha sido
recibido legalmente en el art. 10.9 aunque sólo sea para fijar la norma aplicable en los
conflictos de Derecho internacional privado. En el enriquecimiento sin causa se aplicará la ley

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en virtud de la cual se produjo la transferencia de valor patrimonial en favor del enriquecido. Se


deduce que el enriquecimiento injusto, por disposición legal, es fuentes de las obligaciones.

Fundamento de la prohibición del enriquecimiento injusto


El fundamento de la obligación dimanante del enriquecimiento injusto ha sido muy discutido en
la doctrina. En el fondo, la jurisprudencia del TS parece cimentarse sobre todo en razones de
equidad, pero ya que la equidad requiere en nuestro sistema una norma expresa y habilitante
en cada caso, la mayor parte de las sentencias suelen argumentar trayendo a colación la idea
de principio general del Derecho.
La quiebra o ruptura de la noción de equidad que subyace en la aplicación del principio general
del Derecho no deja de ser una noción imprecisa, de difícil determinación concreta hasta que la
tarea continuada de la Sala 1ª del TS ha terminado por perfilar, tras un siglo de jurisprudencia,
los presupuestos de la vigencia del principio. Antes conviene subrayar que la aplicación de la
doctrina del enriquecimiento injusto excluye cualquier consideración de tipo culpabilista, pues
no se funda en la culpa, ni en el dolo, ni en la realización de acto ilícito alguno por parte del
obligado a responder frente al empobrecido. Es más ni siquiera se asienta en el posible error
de alguno de lo interesados.
Sencillamente se trata de ofrecer una solución a supuestos repugnantes para la idea de justicia
atendiendo a datos puramente objetivos (las ventajas o desventajas patrimoniales identificadas
comúnmente bajo los términos de «enriquecimiento» y «empobrecimiento»). La consideración
de elementos culpabilistas no desempeña, pues, función alguna en relación con la figura.
Tampoco la existencia de un acto ilícito, sea generador de responsabilidad contractual
propiamente dicha o de una agravación de la responsabilidad contractual de cualquiera de las
partes, pues en tales casos basta (y sobra) con el propio régimen normativo de la
responsabilidad civil o del contrato para atender a los desequilibrios producidos.
La doctrina, por su parte, una vez admitido el principio general, pone de manifiesto que la
obligación de resarcimiento del que se ha enriquecido torticeramente a costa de otro constituye
el fundamento último de numerosas disposiciones del Código Civil.

Merece una especial atención, la opinión e interpretación que del art. 1901 CC hace el profesor
Lacruz (compartida por Lasarte), que entiende que dicho artículo contiene el entronque
normativo de la acción general de enriquecimiento. Propone Lacruz la división en 2 partes del
art. 1.901 CC:
1ª. Establece la presunción de error (en relación inmediata con el pago de lo indebido).
2ª. Relativa a la firmeza de determinados desplazamientos patrimoniales.
En conclusión: Cualquier prestación hecha sin causa alguna que la justifique (absolutamente
indebida), puede ser reclamada por quien la realizó, por cuanto lo prestado sólo puede ser
conservado por el accipiens mediando liberalidad u otra causa justa.

Presupuestos
De la abundante jurisprudencia se extraen los siguientes requisitos:
a) El enriquecimiento. La noción de enriquecimiento puede identificarse con cualquier acto o
hecho que genera un incremento patrimonial para el enriquecido, por tanto, un aumento del
valor de su patrimonio.
b) La inexistencia de causa. Se trata de que no exista hecho, acto o situación alguna que
justifique el desplazamiento patrimonial; una razón de ser que, además de ser lícita, lo
justifique.
c) El empobrecimiento. La noción de empobrecimiento representa la contrafigura del
enriquecimiento antes analizado. Se trata de que el enriquecimiento injusto se produzca
precisamente a costa del patrimonio del favorecido. Es decir que debe haber una relación
causal: «El empobrecimiento de una de las partes y el enriquecimiento de la otra deben
encontrarse estrechamente interconectados o ser entre sí interdependientes, como la
jurisprudencia exige reiteradamente».

Efectos del enriquecimiento injusto


Las consecuencias propias de las situaciones de enriquecimiento injusto radican en procurar el
reequilibrio patrimonial de los sujetos afectos por las situaciones de enriquecimiento sin causa.
El empobrecido, demandante, reclamará al enriquecido o los bienes que se hayan podido
incorporar a su patrimonio o una cifra dineraria.

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En relación con la cuantía de dicha reclamación cabe extraer de la jurisprudencia que el


ejercicio de la acción de enriquecimiento injusto tiene por objeto reclamar el beneficio
efectivamente conseguido por el enriquecido que, al propio tiempo, guarde correlación o
correspondencia con el empobrecimiento del demandante.
La obligación de restituir, en el caso de pluralidad de deudores, ha de configurarse como
solidaria conforme a la línea jurisprudencial, al no caber pacto sobre el particular en las
obligaciones ex lege.

Características de la acción de enriquecimiento


La acción de enriquecimiento es una acción personal. Por tanto, en cuanto no se encuentra
regulada especialmente, en relación con la prescripción debe entenderse que rige el plazo
general de los quince años previsto en el articulo 1.964.
La acción tiene carácter subsidiario, en el sentido que la obligación de restituir que pesa sobre
el enriquecido sólo podrá reclamarse por esta vía si no existe otra posible pretensión
autónoma. Sin embargo, cabe ejercitar conjuntamente la acción reivindicatoria sobre una cosa
y al mismo tiempo la acción de enriquecimiento por haberse producido un desplazamiento
patrimonial complementario sin causa.

Tema 16. La responsabilidad extracontractual (Es posible que de este tema entre alguna
pregunta en el examen)

Los actos ilícitos como fuentes de obligaciones


Las fuentes de las obligaciones no sólo se deriva de los contratos, si no que nacen también a
consecuencia de ciertos actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier tipo de culpa
o negligencia, según el art. 1.089 CC.
Conforme a ello, cualquier acto ilícito que ocasione o depare un daño cualquiera a otro sujeto
de Dº debe conllevar el nacimiento de la consiguiente obligación de reparar o indemnizar dicho
daño.
Para quienes otorgan mayor relevancia al Dº romano utilizan indistintamente los términos
responsabilidad extracontractual y responsabilidad aquiliana (por su procedencia de la Lex
Aquilia –que consagra por 1ª vez la reclamación por el propietario del daño inferior a cosas de
su propiedad–).

Responsabilidad contractual y responsabilidad extra contractual


Surge el concepto de la responsabilidad desde el sentido común: Quien ocasiona daño a una
persona o a su patrimonio de forma injustificada debe pagar por ellos.
1. Responsabilidad contractual. La que dimana del incumplimiento del contrato. El
Ordenamiento jurídico pone a disposición del contratante defraudado toda una serie de
medios y mecanismos para conseguir la debida indemnización a cargo del contratante
incumplidor (por tanto, hablamos de personas que se encontraban relacionadas entre sí).
2. Responsabilidad extracontractual. La responsabilidad deriva de la realización de un acto
ilícito que causa daño a otra persona. En principio, las personas interesadas en la
responsabilidad extracontractual son extrañas entre sí, no tienen por qué conocerse ni
haberse relacionado nunca (por lo general el supuesto más común).
La separación entre responsabilidad contractual y extracontractual despliega su importancia en
el momento del génesis de la obligación, siendo intranscendente con posterioridad.

Responsabilidad civil y Responsabilidad penal


En numerosas ocasiones se utiliza el término responsabilidad civil para referirse a
responsabilidad extracontractual, por el mero hecho de contraponerle a la responsabilidad
penal. La razón es que los actos ilícitos pueden ser de carácter civil o de naturaleza penal.
Estos últimos son considerados delitos y faltas en atención a su gravedad y serán
contemplados en el Código Penal, dejando aparte que la responsabilidad extracontractual o
civil puede ser accesoria a la responsabilidad penal propiamente dicha.
Establece el artículo 1092 que "las obligaciones civiles que nazca de los delitos o faltas se
regirán por las disposiciones del Código Penal", disponiendo el siguiente artículo que la
responsabilidad extracontractual derivada de los actos y omisiones en que intervenga culpa o
negligencia no penadas en la ley es decir, los actos ilícitos civiles se contemplarán en el código
civil.

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Fundamento y sistemas de responsabilidad extracontractual


La nota característica básica de la relación extracontractual radica en la producción de un daño
que debe ser objeto de reparación, sin que se requiera la existencia de vínculo obligatorio o
relación jurídica alguna entre el autor del daño y la víctima del mismo. Por tanto, la obligación
de reparar no surge del incumplimiento de una obligación previamente existente, sino del mero
hecho de haberse producido un daño.
El art. 1.902CC establece la obligación a reparar el daño causado y vehicula un sistema de
responsabilidad subjetiva, en el que la responsabilidad civil, una vez producido el daño, se
deriva directamente de la culpa en que haya incurrido el autor de la acción u omisión del ilícito
civil –serán requisitos necesarios que el resultado sea dañoso para un tercero, así como la
acción u omisión culposa–. Esta es la regla general, pero otras disposiciones normativas
establecen un sistema de responsabilidad objetiva, en el que, la obligación de resarcimiento se
genera simplemente por la relación de causalidad entre la acción u omisión del agente y el
daño producido, independientemente de todo elemento de intencionalidad o falta de diligencia
del agente (aun sin culpa), para que el responsable hubiera de indemnizar a la víctima.
Actualmente, la responsabilidad objetiva constituye la regla general, y esto se debe,
sencillamente, a que en la sociedad actual, importa más la naturaleza reparadora del sujeto
responsable de los daños causados.

Tema 17. La responsabilidad subjetiva o culposa por hechos propios (Es posible que de
este tema entre alguna pregunta en el examen)
Este capítulo se desarrolla a partir de la glosa del art. 1.902CC, que condena a la reparación
del daño a todo aquel que provoque daños a otro, pero sólo y cuando haya intervenido culpa o
negligencia.

Los presupuestos de carácter objetivo

La acción u omisión dañosa


La responsabilidad extracontractual presupone la existencia de una acción u omisión de una
persona. Es indiferente a efectos de generar la responsabilidad si la falta se realiza por medio
de un hecho activo –consciente y voluntario– o por una simple abstención –involuntario–.

La ilicitud o antijuridicidad
Para que la acción u omisión produzca obligación de reparar el daño es necesario que sea
ilícita o antijurídica –contraria a Derecho–, en principio, todo acto u omisión que cause daño
otro, se presume que es antijurídico, y sólo dejará de serlo cuando concurre a favor de sujeto
responsable alguna de las causas que excluyen la antijuridicidad, quedando exonerado de
responsabilidad el sujeto actuante, estas causas sería en las siguientes: Los casos de legítima
defensa o estado de necesidad, el consentimiento o la culpa de la víctima y el correcto ejercicio
de un derecho. De hecho, son las causas de justificación que establece el CP en su art. 20.4,
20.5 y 20.7, teniendo en cuenta la concurrencia de sus respectivos requisitos.
Con respecto al daño, el Código y la jurisprudencia reiterada exige la existencia y prueba del
daño para la indemnización de daños y perjuicios. El daño debe ser ante todo real, cierto y
existente. El daño moral es indemnizable siempre que sea real y demostrado.

El presupuesto subjetivo: la culpa o negligencia


Para que haya obligación de reparar el daño causado, es preciso que éste sea atribuible al
agente, bien sea por que éste tuviera intención de causar el daño; bien sea por que pudiendo y
debiendo preverlo no previó las consecuencias dañosas diamantes de su conducta por
negligencia inexcusable.

Requisitos básicos de la culpabilidad en el comportamiento dañoso


a) La imputabilidad al autor del daño. La acción u omisión ha de ser atribuible a una
determinada persona –la obligada a reparar el daño causado–. El autor ha de ser
imputable, o sea, ha de disponer de consciencia subjetiva del alcance de sus propios actos.
Así, las personas inimputables no pueden ser culpables. Por tanto, se puede concluir, de
acuerdo con el CP vigente, que los < 18 años o aquellos que sufran anomalías o
alteraciones psíquicas persistentes –incluso transitorias– están exentos de responsabilidad
criminal.

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b) El carácter doloso o culposo de la conducta. La consideración del legislador sobre la noción


de culpa se aproxima a la idea coloquial del mismo. Esto es, la existencia de una conducta
descuidada o poco cuidadosa debe ser sancionada tanto en el caso de que genere el
incumplimiento de una obligación contractual como en el supuesto de que origine un daño
(éste hará nacer la responsabilidad extracontractual). Para el tema de la responsabilidad
extracontractual no tiene interés alguno la graduación de la culpa.

La prueba de la culpa
Es una característica de la responsabilidad extracontractual la prueba de la culpa. La
jurisprudencia dejó claro desde tiempo atrás que el actor ha de probar la culpabilidad del
demandado. No obstante, se ha producido un giro y el TS ha terminado por establecer que sea
el sujeto supuestamente responsable quien haya de acreditar haber actuado sin culpa.

El presupuesto causal: la relación de causalidad


Entre la acción u omisión del agente y el daño diferido a la víctima debe existir un nexo causal,
una relación de causa a efecto que se conoce con el nombre de relación de causalidad.
En la práctica, la relación de causalidad origina numerosos problemas, sobre todo en los
supuestos en que concurren causas en producir el daño final. La doctrina (penalista y civilista)
ha propuesto algunas teorías de las cuales destacan:
a) Teoría de la equivalencia de las condiciones. A través de la fórmula de la conditio sine qua
non se establece que sólo se tendrán en cuenta aquellas circunstancias cuya concurrencia
ha sido determinante en el resultado dañoso.
b) Teoría de la causa adecuada. La causa origen del daño sólo puede determinarse
atendiendo a la adecuación entre la causa y el daño.
c) Teoría de la causa próxima. Necesidad que entre el daño y las diversas causas de
proximidad, de forma tal que las posibles causas de origen remoto deber ser desechadas.
d) Teoría de la causa eficiente. Comporta la exclusión de las causas menos próximas.

La relación de causalidad desde la perspectiva jurisprudencial


El TS, consciente de las diversas perspectivas de interés respecto de la relación de causalidad,
las considera desde una posición meramente instrumental, atendiendo ante todo a un
planteamiento realista de los supuestos litigiosos y procurando lograr la debida justicia material
de los casos sometidos a su conocimiento.

El caso fortuito y la relación de causalidad


En más de una ocasión, ha tenido oportunidad el Tribunal Supremo de señalar que la
presencia en cualquier supuesto de hecho de un caso fortuito determina la inexistencia de
responsabilidad extracontractual que causa el daño por falta de la correspondiente relación de
causalidad. En la práctica, sin embargo, no es extraño que lo pretendido en casos fortuitos
alegados por los litigantes (rotura de máquinas, lluvias torrenciales convenidas, etcétera)
suelen ser eventos previsibles que no habrían originado daño alguno a terceros en caso de que
el sujeto responsable hubiera demostrado la debida diligencia.

Tema 18. La responsabilidad indirecta o por hecho ajeno (Es posible que de este tema
entre alguna pregunta en el examen)

El carácter subjetivo de la responsabilidad por hecho ajeno


Se habla de responsabilidad por hecho ajeno o responsabilidad indirecta cuando la persona
que origina el daño y quién ha de responder frente al perjudicado no son coincidentes. La
responsabilidad indirecta se fundamenta en una presunción de culpa de las personas que,
teniendo facultad de elección o de guarda sobre otras, actúan descuidadamente, permitiendo o
dando ocasión a que estas últimas dañen a terceros. Por ello, cuando se regula en el art.
1.903CC, ya se prevé que cuando quienes hayan de responder por otro prueben que
emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño, se excluye la
existencia de responsabilidad para ellos.

Los supuestos de responsabilidad por hecho ajeno


El art. 1.903CC relaciona con carácter exhaustivo –de hecho, la opinión mayoritaria coincide en
que no existen otros supuestos fuera de los que enuncia el CC–. Los supuestos de

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responsabilidad por hecho o acto ajeno pueden conllevar que la exigencia de responsabilidad
civil recaiga sobre las siguientes personas siguientes:
a) Los padres. Por los daños causados por los hijos que se encuentren bajo su guarda.
b) Los tutores. Por los daños causados por los menores o incapacitados que estén bajo su
autoridad y con quienes convivan.
c) Los comerciantes o empresarios. Por los daños causados por sus empleados o
dependientes.
d) Los educadores o los titulares de determinados centros docentes.
e) El Estado cuando obra por mediación de un agente especial.

No obstante, Lasarte opina, en clara oposición a la doctrina mayoritaria, pues considera que el
criterio de esta es de clara insostenibilidad si se atiende a razones de justicia material. En esta
línea también se pronuncia en los últimos tiempos el TS, que ha declarado reiteradamente que
el art. 1.903CC tiene un carácter meramente enunciativo. Así, y desde esta perspectiva, serán
posibles otros supuestos de responsabilidad por hecho ajeno, que conlleva que exista entre el
responsable y el agente del daño una relación de subordinación o de particular custodia o
vigilancia.

La responsabilidad de padres o tutores


Como hemos visto, el art. 1.903CC cita en dos párrafos estos dos agentes como responsables
de los daños causados por sus hijos –padres– o por los menores o incapacitados bajo su
autoridad –tutores–. El Código Civil dispone que la responsabilidad cesara cuando las
personas responsables prueben que emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia
para prevenir el daño, estableciéndose una presunción iuris tantum, de culpa, que admite
prueba en contrario, con la consiguiente exoneración de responsabilidad para padres y tutores.
Sin embargo, el Tribunal Supremo en los últimos años establece un rigor extraordinario
respecto de la responsabilidad de padres y tutores y, en particular, respecto de la prueba de la
conducta diligente de éstos excluyente de la responsabilidad. Este criterio jurisprudencial ha
llevado a una situación en que ya no cabe hablar de responsabilidad por culpa, sino de una
responsabilidad de carácter objetivo o por riesgo. P.e.: El hecho que un tutor tenga prohibido a
su pupilo ir de caza no conlleva la irresponsabilidad del tutor por el accidente fortuito producido
al disparársele al menor la escopeta.
Este criterio jurisprudencia tan riguroso ha sido criticado por la doctrina, que ha llegado al
extremo de considerar a padres y tutores como una mera compañía de seguros que cubra los
actos de sus hijos o pupilos. En cualquier caso, también se debe tener presente que aún
partiendo de una posición de máxima rigurosidad por el TS, esto no quiere decir, ni mucho
menos, que sus decisiones no se asienten en indiscutibles razones de justicia material.

La responsabilidad del empresario


Lo son por los daños que puedan ocasionar sus empleados –interpretación amplia de todo
aquel sometido jerárquicamente a los primeros–. Pudiendo repercutir –derecho de repetición–
el empresario en sus empleados, la cantidad que hubiese satisfecho.
La responsabilidad del empresario se caracteriza por ser directa, pues no requiere una
demanda simultánea contra el empleado que causa el daño y también se caracteriza por
encontrar fundamento en la culpa in vigilando del propio empresario, al tener a su cargo la
organización y gestión del ámbito natural de su actividad empresarial.
Requisitos que se han de dar –de forma concurrente–, para que la posible exigencia de
responsabilidad al empresario sea efectiva:
a) La relación de dependencia. El causante del daño debe encontrarse respecto del
empresario en una situación de subordinación, y además, la actuación del dependiente
debe responder a las órdenes o instrucciones dadas por el empresario.
b) La actuación del dependiente en la esfera de actuación de la empresa. Supone que los
actos dañosos de los dependientes sólo generarían responsabilidad del empresario cuando
puedan considerarse inherentes al desempeño de las funciones o gestiones
encomendadas dentro del ámbito empresarial correspondiente.
No obstante, actualmente, y también por motivo de la jurisprudencia del TS, esta lectura del art.
1.903 CC quedaría desfasada, pues la responsabilidad del empresario responde más a la
doctrina del riesgo.

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La responsabilidad de los titulares de centros docentes de enseñanza no superior


Según el artículo 1903 las personas y entidades que sean titulares de un centro docente de
enseñanza no superior responderán por los daños y perjuicios que causen sus alumnos
menores de edad durante los periodos de tiempo en que los mismos se hallen bajo el control o
vigilancia del profesorado del centro, desarrollando actividades escolares o extraescolares y
complementarios. La expresión debe ser entendida en sentido amplio, quedando referida, a
cualquier institución u organización que se dedique a la formación, enseñanza y aprendizaje de
menores de edad, con independencia de la actividad concreto desarrollada.
Esta sujeción de los profesores-educadores fue largamente discutida y finalmente se ha
producido una modificación, tanto en el CP como en el CC, que varia el régimen de la
responsabilidad, a fin de establecer que quien responda de los daños ocasionados por sus
alumnos sean las personas o entidades titulares de los centros, que son quienes deben
adoptar las correspondientes medidas de organización.
En cualquier caso, los titulares de los centros podrán exigir de los profesores las cantidades
satisfechas, si hubiesen incurrido en dolo o culpa grave en el ejercicio de sus funciones que
fuesen causa del daño. La conducta activa u omisiva del profesor será lo que determinará la
responsabilidad del mismo en el caso de haber podido ser un obstáculo a la realización del
acto ilícito del menor, sino hubiera intervenido dolo o culpa grave del profesor.

La responsabilidad del Estado cuando obra mediante agente especial


El hecho de descansar la responsabilidad en la figura del agente especial, excluía el caso en
que el daño hubiese sido causado por el funcionario a quien propiamente corresponda la
gestión. Se entiende que el Estado actúa en la comunidad de dos formas bien diversas:
1ª. A través de sus funcionarios, integrados pues en el organigrama administrativo, que
actuarían en sentido puramente instrumental. En tal caso debe suponerse que el responsable
es el propio Estado.
2ª. Mediante un agente especial, sin vinculación orgánica o administrativa con la estructura
estatal, coyunturalmente designado para el desempeño de un mandato o encargo concreto. En
tal caso el código establece que nace la responsabilidad del Estado por hecho ajeno.

Tema 19. La responsabilidad objetiva o sin culpa (Es posible que de este tema entre
alguna pregunta en el examen)

Supuestos de responsabilidad objetiva en el código civil


Tal como hemos visto, el principio general sobre el cual actúa el art. 1.902CC es la presencia
de culpa en la conducta activa u omisiva que genera la responsabilidad extracontractual. Todo
y esto, en el propio CC existen supuestos en que la responsabilidad extracontractual nace y se
genera aunque el que sea responsable final no haya incurrido en culpa o negligencia alguna.
Esto sucede en los casos siguientes:
a) Daños causados por animales. Según el artículo 1905, el poseedor de un animal, o el que
se sirve de él, es responsable de los perjuicios que pueda causar aunque se le escape o
extravíe. La tenencia de un animal justifica por sí misma que su poseedor o usuario ha de
afrontar, en términos objetivos, la reparación de los daños que eventualmente pudiera
causar. La responsabilidad sólo vendrá excluida en el caso de que el daño producido
provienen de fuerza mayor –aquí de particular insignificancia– o de culpa del que lo
hubiese sufrido. Hay que tener presente el nuevo régimen impuesto por Ley específica, que
regula la tenencia de animales potencialmente peligrosos –Ley que no deroga ni modifica
lo previsto en el CC–.
b) Caída de árboles. El artículo 1908 establece que responderán los propietarios de los
daños causados por la caída de árboles colocados en sitios de tránsito, cuando no sea
ocasionada por fuerza mayor. Este precepto debe ponerse en conexión con el artículo 390
que establece la obligación para el dueño del árbol de adoptar las medidas oportunas
cuando amenaza de caerse de modo que pueda causar perjuicios a una finca ajena o a los
transeúntes por una vía pública o particular.
La responsabilidad extracontractual sólo desaparece en el caso de que los daños se
hayan originado por una causa de fuerza mayor. Esto es como consecuencia de un
terremoto, por ejemplo, y no por cualquier otro motivo insuperable para el interesado. La
responsabilidad extracontractual se declara automáticamente a cargo del propietario del
árbol.

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c) Los objetos arrojados o caídos. El artículo 1910 establece que el cabeza de familia que
habita una casa o parte de ella es responsable de los daños causados por las cosas que se
arrojen o caigan de la misma.
La víctima del daño, una vez acreditada la relación de causalidad, puede reclamar
directamente al cabeza de familia la reparación del daño causado. Todo y que la expresión
cabeza de familia se encuentra hoy en día desfasada, es válida, pues por ella hemos de
entender habitante de la casa.

Principales supuestos de responsabilidad objetiva en el Derecho español


Supuestos en los que, fundándose en la llamada doctrina del riesgo nuestra legislación se
pronuncia a favor de la objetiva opción de la responsabilidad, haciendo abstracción de la
posible o inexistente actuación culposa del sujeto responsable.
a) Navegación aérea. La razón de indemnizar tiene su base objetiva en el accidente, incluso
en el fortuito, y aun cuando el transportista, operador o sus empleados justifiquen que
obraron con la debida diligencia. Únicamente si se prueba que el daño es el resultado de
una acción u omisión del perjudicado, en la que exista dolo o culpa grave, cabrá la
exoneración de responsabilidad.
b) Circulación de vehículos de motor. Nace la obligación de indemnizar en todo caso, aunque
no exista culpa del conductor; el cual queda exonerado sólo cuando el hecho fuese debido
exclusivamente a culpa del perjudicado o a fuerza mayor extraña a la conducción o
funcionamiento del vehículo.
c) Energía nuclear. La responsabilidad extracontractual es puramente objetiva, excluyendo
ese solo el caso de culpa o negligencia exclusiva del perjudicado.
d) Caza. La legislación vigente establece que todo cazador estará obligado a indemnizar por
los daños que causare con motivo del ejercicio de la caza, excepto cuando el hecho fuese
debido únicamente a culpa o negligencia del perjudicado o fuerza mayor. En la caza con
armas, sino consta el autor del daño a las personas, responderán solidariamente todos los
miembros de la partida de caza.
e) Resarcimiento por el Estado a las víctimas del terrorismo. La responsabilidad de Estado
por los daños ocasionados por actos terroristas tiene una historia reciente, pero está
caracterizada por una sucesión continua de normas reguladoras, declarándose
responsable el Estado de forma total y absolutamente objetiva esto es, haya o no
negligencia o descuido de los servicios públicos de seguridad del estado, de los daños y
perjuicios que se causaren a las personas a consecuencia de los delitos cometidos por
personas integradas en grupos o bandas organizadas y armadas y sus conexiones.
f) Defensa y protección de los consumidores y usuarios: la responsabilidad del fabricante. El
fabricante responde por los daños y perjuicios demostrados que el consumo de bienes o la
utilización de bienes o servicios lo irroguen a los consumidores o usuarios, salvo que los
daños o perjuicios estén causados por su culpa exclusiva o por las personas de las que
deba responder civilmente. No serán responsables si prueban:
1. Que no habían puesto en circulación el producto.
2. Que se pueda presumir que el defecto no existía en momento en que se puso en
circulación de producto.
3. Que el producto no había sido fabricado para la venta o cualquier otra forma de
distribución con finalidad económica.
4. Que el defecto se debió a que el producto fue elaborado conforme a normas
imperativos existentes.
5. Que el estado de los conocimientos físicos y técnicos existentes en el momento de la
puesta circulación no permitía apreciar la existencia del defecto.

La responsabilidad del Estado y de las administraciones públicas


Como vimos de la redacción originaria del art. 1.903.5CC, el Estado sólo respondía cuando
actuaba a través de un agente especial, no siendo responsable de los hechos causados por
sus funcionarios y personal dependiente. Por tanto, se podría concluir que la regla general era
la irresponsabilidad del Estado.
Sin embargo, se produce a mediados del s.XX una relectura del precepto que lleva a la
consideración de que el Estado también incurría en responsabilidad cuando actuaba a través
de sus funcionarios y personal dependiente.
Pero es con el advenimiento del sistema democrático que el tema sufre una profunda
modificación, pues ya la CE78, en su art. 9, garantiza la responsabilidad de los poderes

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públicos, que por encontrarse sometidos a la Ley –al igual que los ciudadanos–, deben
responder civilmente de los daños que pudieran ocasionar a terceros.
El hecho que supone la estructuración del Estado autonómico y el incremento de las AAPP con
la creación de las CCAA no ha significado que el sistema de responsabilidad de todas las
AAPP sea una cuestión reservada a la competencia legislativa exclusiva del Estado. Esto se
pone de manifiesto con la Ley 30/92, que regula entre otros temas, la responsabilidad de las
AAPP y de sus autoridades y demás personal a su servicio.

Administración de justicia y responsabilidad del Estado


La CE78 además de apuntar la responsabilidad de las AAPP, contempla de forma particular la
responsabilidad civil dimanante de posibles daños causados por la Administración de Justicia.
Dispone la Constitución Española que los daños causados por error judicial así como los que
sean consecuencia del funcionamiento anormal de la administración de justicia darán derecho
a una indemnización a cargo del Estado. No obstante, la responsabilidad del Estado en esta
materia no ha sido posible hasta la promulgación de la LOPJ. De conformidad con la LOPJ, los
daños originados por las actuaciones u omisiones judiciales pueden dar lugar a dos diferentes
tipos de responsabilidad:
1. Responsabilidad civil propia y personal de los jueces y magistrados. Dimanante de los
daños y perjuicios que causaren cuando en el desempeño de sus funciones incurriesen en
dolo o culpa –esta última entendida como grave, por influencia de la lectura del art. 296
LOPJ–.
2. Responsabilidad objetiva del Estado. Contemplada también en la LOPJ para el caso de los
daños causados en cualesquiera bienes de derechos por error judicial, así como los que
sean consecuencia del funcionamiento anormal de la administración de justicia que darán a
todos los perjudicados el derecho a una indemnización a cargo del Estado, salvo en los
casos de fuerza mayor. Se excluye la obligación de indemnizar a cargo del Estado en caso
de que el error judicial o el anormal funcionamiento de los servicios tuviera por causa la
conducta dolosa o culposa del perjudicado.
En cuanto a las nociones de error judicial y funcionamiento anormal de la Administración de
Justicia, son de difícil concreción, aunque tienen un diferente campo de aplicación:
a) El error judicial se circunscribe a la actividad jurisdiccional o a la decisión judicial.
b) El funcionamiento anormal se extiende a las actividades no jurisdiccionales de los
Juzgados y Tribunales que pueden resultar dañosas para los litigantes (destrucción de
autos, desaparición de objetos en depósito o cantidades de consignación, etc.).

Tema 20. La reparación del daño causado (posible que salga alguna pregunta en el
examen)

La reparación del daño es la consecuencia fundamental de la responsabilidad extracontractual


–art.1.902 CC–. Dicha obligación, a cargo del responsable, tiene por objeto dejar indemne en la
medida de lo posible a la víctima o al perjudicado. La reparación, por supuesto, puede llevarse
a cabo mediante la simple conformidad de las partes interesadas, mediante un convenio de
naturaleza extrajudicial plenamente lícito y válido. En caso de falta de acuerdo entre
responsable y víctima, será necesario recurrir a la vía judicial, exigiendo la víctima el
cumplimiento de la obligación –ya nacida–, de indemnizar los daños y perjuicios, conforme a
las reglas generales del incumplimiento de las obligaciones.

Reparación específica y pecuniaria


Tanto si es por convenio como por pleito, la indemnización de la víctima puede requerir la
reparación específica o in natura, o bien la reparación pecuniaria, o bien ambas conjuntamente.
Por falta de indicación expresa en el CC, será el propio perjudicado el que habrá de plantear la
forma de reparación que considere idónea para quedar indemne.
La presencia simultánea de los dos tipos de responsabilidad es sumamente frecuente, y no es
de extrañar que la reparación específica es absolutamente inidónea para indemnizar el lucro
cesante, que como ya hemos visto, en numerosas ocasiones tiene mayor trascendencia que el
propio daño emergente. Choca con este supuesto, el hecho que la Ley 30/92, pese a su
modernidad, plantea la reparación con un carácter puramente pecuniario o por la entrega de
bienes en especie –la compensación–. Pero es obvio que el interesado podrá exigir de la
Administración responsable la reparación específica cuando así le interese. El CP establece
que la responsabilidad comprende:

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a) La restitución.
b) La reparación del daño.
c) La indemnización de perjuicios materiales y morales.
Además, el CP establece la reparación del daño podrá consistir en obligaciones de dar, hacer o
de no hacer que el juez o tribunal establezca atendiendo a la naturaleza del daño y a las
condiciones personales y patrimoniales del culpable, determinando si han de ser cumplidas por
el mismo o pueden ser ejecutadas a su costa.
En cuanto a la cuantía de la indemnización y sus topes, por sus especiales características, nos
referiremos a los establecidos en la circulación de vehículos a motor.
De hecho, en este tipo de indemnización es común que ante casos idénticos o de sumo
parecido, unos Jueces sean sumamente alegres cuando fijan la cuantía y otros excesivamente
parcos.
Este hecho provoca el debate sobre la fijación de topes indemnizatorios, alegando que de esta
forma se conseguiría una mayor agilidad e inmediatez en la resolución de las controversias, así
como el incremento de acuerdos transaccionales entre víctima y responsable.

Pluralidad de responsables: el carácter solidario de la obligación extracontractual


En caso de que la responsabilidad extracontractual recaiga sobre más de dos personas en
virtud de un mismo acto ilícito, se plantea el problema de saber como el perjudicado por dicho
acto debe reclamar la reparación del daño, en concreto:
a) Simultánea o sucesivamente a cada uno de los responsables; a prorrata, cuando esta se
hubiera convenido judicialmente así.
b) A cualquiera de ellos en su totalidad, a conveniencia del perjudicado, en el bien entendido
que a posteriori los responsables ya ajustarán cuentas.
De hecho, la cuestión estriba en atribuir a la obligación extracontractual un carácter
mancomunado o solidario (siendo esta última opción más cómoda y operativa para la víctima
del acto ilícito). Sobre este particular no hay en el CC precepto alguno que aclare la situación,
siendo actualmente un hecho constatado que la mayoría de autores, así como una reiterada
jurisprudencia, se pronuncian a favor del carácter solidario –por regla general– de la obligación
extracontractual.

Prescripción de la acción
Según establece el Código, la acción para exigir la responsabilidad civil por las obligaciones
derivadas de la culpa o negligencia de que se trata en el art. 1.902 CC –desde que lo supo el
agraviado– prescribe por el transcurso de 1 año; y por extensión se puede aplicar el mismo
criterio para todas las obligaciones extracontractuales reguladas por el Código Civil. Dicho
plazo no es aplicable de forma indiscriminada a otros supuestos de responsabilidad civil
regulados por disposiciones legales específicas, como por ejemplo: la ley de navegación aérea
–lo reduce a seis meses–; la ley de energía nuclear –lo amplía a diez o veinte años–; etcétera.
No obstante, es una evidencia que el plazo de 1 año constituye el parámetro natural de
referencia en la materia.
Llegado la situación del caso en que una regulación legal concreta de un supuesto de
responsabilidad civil no prevea el plazo de prescripción, este acaecerá transcurrido 1 año
desde que pudo ejercitarse la acción. Únicamente se presenta la excepción de los casos de
supuestos de responsabilidad civil dimanante de delito, donde de forma recurrente y
reiteradísima, el TS ha consagrado la aplicación del plazo general de 15 años establecido en el
art. 1.964CC.
En cuanto al cómputo del plazo, la regla general del art. 1.968.2CC lo establece desde el
mismo momento en que lo supo el agraviado. Esta regulación será de difícil aplicación en el
caso de delitos continuados –en particular casos de lesiones corporales–, donde la difícil
determinación médica hace que el plazo de prescripción no comience a computarse hasta el
momento en que resulta factible determinar con certidumbre el alcance de la indemnización. La
jurisprudencia establece acertadamente que el dies a quo para el cómputo del plazo
prescriptivo ha de ser el referido al momento en que se conozcan de modo definitivo las
consecuencias del quebranto sufrido, de acuerdo con el alta médica.

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