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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”

UNIVERSIDAD NACIONAL
DE UCAYALI
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA DE DERECHO

ASIGNATURA : FILOSOFÍA

OBJETO DE ESTUDIO : FILOSOFÍA DE SÓCRATES

ESTUDIANTES :
 MATO SARAVIA DIEGO
 MOLINA PEREZ PAULO
 NACIMENTO SAAVEDRA FLAVIO
 PERALTA SALDAÑA GIANELLA
 PORTOCARRERO VASQUEZ MARICIELO

DOCENTE :

CICLO : II SECCIÓN : B

PUCALLPA – PERÚ
Sócrates (469-399 a.n.e.)

Filósofo idealista de la Grecia antigua, adversario del materialismo, de las ciencias


naturales y del ateísmo. El círculo aristocrático agrupado alrededor de Sócrates era
el centro de la lucha ideológica y política contra la democracia de Atenas. Sócrates
no dejó ninguna obra escrita, pero su doctrina se había difundido ampliamente y
llegó hasta nosotros gracias a los escritos de Platón, Jenofonte y Aristófanes. Según
Sócrates, el objeto de la filosofía es el de enseñar la virtud. A este efecto, es preciso
conocer previamente las normas éticas generales, el bien universal, pues la virtud
y el conocimiento no forman más que una unidad. El conocimiento de sí, fuente de
la virtud, comienza por la duda. “Sólo sé que no sé nada”, repetía Sócrates.
El método socrático tiene por objeto el descubrimiento de la “verdad” por medio
de las disensiones. Proponiendo preguntas a sus interlocutores, Sócrates los
llevaba a reconocer su ignorancia (“ironía”), después a adquirir conciencia de la
virtud, o dicho de otro modo, ayudaba al pensamiento a “dar a luz” (“mayéutica”). La
noción general del bien estaba determinada por la confrontación de una serie de
casos particulares (“inducción”). Este método, que es coronado por la división de
los conceptos en géneros y especies (“definición”), fue una de las fuentes de la
dialéctica idealista del discípulo de Sócrates, Platón.

Sócrates repudiaba el conocimiento de la naturaleza y consideraba que el hombre


no puede acceder a él. La estructura del mundo, la naturaleza física de las cosas,
son incognoscibles: solamente podemos conocernos a nosotros mismos, Sócrates
expresó esta manera de concebir el objeto del conocimiento mediante la fórmula:
“Conócete a ti mismo”. El objetivo supremo del saber no es de carácter teórico, sino
práctico: el arte de vivir. El conocimiento, según Sócrates, es el pensamiento, el
concepto sobre lo general. Los conceptos se ponen de manifiesto por medio de la
definición, y se generalizan mediante la inducción. El propio Sócrates dio ejemplos
de definición y generalización de conceptos éticos (por ejemplo, de la virtud, de la
justicia).
El descubrimiento de las contradicciones permite desechar el conocimiento
aparente, y la inquietud en que ello sume al entendimiento, estimula a pensar en
busca de la verdad auténtica. Sócrates comparaba sus métodos de investigación
con el “arte de la comadrona”; su método de preguntas que presupone una actitud
crítica frente a las afirmaciones dogmáticas, ha recibido el nombre de “ironía”
socrática. La ética de Sócrates es racionalista: a juicio de Sócrates, las malas
acciones se deben únicamente a la ignorancia y no hay nadie que sea malo por su
propia voluntad.

Los sofistas y Sócrates


A mediados del siglo V a.C Atenas está en la cumbre de su vida artística: Ictinus y
Calícrates diseñan y construyen el Partenón. Sócrates presenta Antígona y Edipo
Rey. Atenas, además, ha llegado al máximo de su democracia: se gobierna a sí
misma en asamblea de todos sus ciudadanos varones adultos; cualquiera puede
ser electo para cualquier posición; hay puestos públicos a los que no se llega por
elección sino por sorteo. A cargo de todos está el gobierno de la ciudad. ¿Qué
habilidades hacen falta para participar exitosamente en la vida pública? ¿Cómo se
triunfa en política? Estos son los temas que ahora interesan. Estas son las
preguntas para las que se quieren respuestas. Por ese tiempo habían aparecido
unos personajes que decían tener esas respuestas: Los sofistas.

La palabra sophistes significaba maestro en sabiduría. Como tales se


presentaban estos personajes que andaban de lugar en lugar, participaban en la
política y cobraban por sus lecciones. Sabían o simulaban saber de todo:
astronomía, geometría, aritmética, fonética, música, pintura. Enseñaban
la areté requerida para estar a la altura de las nuevas circunstancias sociales y
políticas (recordemos que la palabra areté , traducida generalmente por virtud, no
tenía entonces las connotaciones morales que nuestra palabra virtud tiene; era más
"lo que es propio de", o la capacidad para hacer algo bien -como en castellano "ser
un virtuoso" del piano).
La primera exigencia de esa areté era el dominio de las palabras para ser capaz
de persuadir a otros. "Poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más
débiles", dice Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar
y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El
arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que
habla.

Sócrates
No le interesaron las preguntas sobre la physis que habían interesado
primordialmente a Anaxágoras y a los filósofos anteriores porque su preocupación
era la conducta degradada de sus conciudadanos; en consecuencia, enfocó su
curiosidad intelectual en el ser humano y en su capacidad de conocer la verdad.
Contemporáneo de los sofistas, muchos creyeron que era un sofista más, pero era
exactamente lo contrario. Nunca intervino en la política. No pronunciaba discursos.
No escribió nada. Según él, nunca fue maestro de nadie. Simplemente se dedicaba
a conversar con quien quería conversar con él; creía que la sabiduría se adquiere
en el intercambio vivo de la conversación, haciéndose preguntas y buscando juntos
respuestas. Así y sólo así enseñó a pensar, a buscar la verdad y a saber que es
posible alcanzarla. A diferencia de los sofistas, no cobraba por sus enseñanzas.
"Esta labor fue para la inteligencia humana de una importancia tan considerable,
que uno no se extraña al ver a Sócrates dedicarse a ella como cumpliendo un
mandato recibido del cielo. Se echaba de ver en él, no solamente un alto poder de
contemplación filosófica (Aulo Gelio y Platón cuentan de él que a veces pasaba días
y noches inmóvil absorto en la meditación), sino también, como él mismo lo decía,
algo de ‘demoníaco’ o de inspirado, un fervor alado, un vigor libre y mesurado, y
aun quizás a veces, un instinto interior y superior que parecen revelar una cierta
asistencia extraoardinaria…"(Jacques Maritain, Introducción a la Filosofía, Buenos
Aires: Club de Lectores, p. 51).
La areté es conocimiento
Como los sofistas, hablaba sobre la areté, pero mientras los sofistas decían que no
podemos conocer nada, Sócrates enseñaba que la areté era conocimiento, e
incluso tenía que ver un tipo de conocimientos que todos/as poseemos ya siempre,
aunque quizás lo hemos olvidado. Si el zapatero quería ser buen zapatero (tener
la areté del zapatero) debía conocer primero qué es un zapato, para qué se usa,
cuál es su fin, el propósito que tiene el hombre cuando lo usa; conocido esto, hay
que pensar qué forma debe tener el zapato y de qué materiales debe estar hecho;
conocido esto, hay que pensar cuál es el mejor método de fabricarlo, qué
habilidades hay que desarrollar para hacerlo bien. Cuando se tienen todos estos
conocimientos y se han conseguido las habilidades requeridas, se tiene la areté del
zapatero. Hoy decimos que tal persona "entiende de zapatería" o "entiende de
electricidad" y lo que está en nuestras mentes es lo que estaba en la de Sócrates
cuando enseñaba que la areté era conocimiento. Con el ejemplo de los oficios útiles
y cotidianos enseñaba que la areté de cualquier actividad o posición comienza
por conocer su fin, su propósito.
Ahora bien, si se trata de la areté de todo hombre –de la que pretendían ser
maestros los sofistas– Sócrates insistía que había que comenzar por el
conocimiento del fin o propósito del hombre –no como general o político o
panadero– sino simplemente como hombre, e invitaba a los que conversaban con
él a pensar juntos cuál es el objeto del ser humano.
Sócrates no contestó él mismo a esa pregunta, pero su gran mérito estriba en haber
hecho que los hombres se la hicieran y en motivarlos a tratar de responderla en la
creencia de que era posible darle respuesta. Platón no sólo escribió las enseñanzas
de su maestro sino las hizo avanzar por cuenta propia. Tan convencido estaba
Sócrates de que la areté era conocimiento que le parecía evidente que si los
hombres llegaban a entender qué era el bien o lo justo escogerían el bien y lo
justo. Esto es lo que se conoce como intelectualismo moral. Nadie escogería
conscientemente el mal. Los que escogen el mal lo hacen por ignorancia. Si un
panadero hace mal pan es porque no sabe hacer pan y no porque quiere hacer mal
pan.
El método para alcanzar la verdad
El primer paso era reconocer la propia ignorancia. Repetía en sus conversaciones
que no sabía nada, pero que era más sabio que los demás porque estaba
consciente de su ignorancia mientras los otros creían saber. Quien cree saber no
se esfuerza en buscar la verdad. El primer paso hacia la verdad es barrer de la
mente los prejuicios, las ideas incompletas, los errores que generalmente llenan
las cabezas de la gente y no dan lugar a la verdad. Hecha la limpieza, el camino
queda abierto.

¿Cómo se avanza ahora? De lo particular a lo universal. Si se está hablando de


justicia y se quiere saber qué es justicia, la primera etapa de la averiguación consiste
en recoger ejemplos de casos particulares en los que los presentes concuerdan
en afirmar que allí se obró con justicia. La segunda etapa es examinar estos casos
particulares, compararlos entre sí, ver sus diferencias, ver sus cosas comunes,
hasta ir dando con la cualidad –común a todos– que nos hace afirmar que en cada
uno de esos casos hubo justicia. Esa cualidad común es la esencia de la justicia,
su definición. Ha sido abstraída de los casos particulares por la mente humana y
gracias a un poder que sólo la mente humana posee.

En los Diálogos de Platón tenemos abundantes ejemplos de cómo Sócrates se valía


de este método para ir dando con la esencia de otras virtudes.

Aristóteles afirma en su Metafísica: "Dos cosas hay que atribuir con justicia a
Sócrates: el argumento inductivo y la definición general." La palabra griega
"inducir" dice "guiar hacia". El pensamiento inductivo guía a la mente de los casos
particulares a la definición común.

Así, buscando la verdad moral y siendo exigente con sus procedimientos, Sócrates
inicia la filosofía del conocimiento: el objeto del filosofar es también el saber mismo.
Tratar de asegurar que se está dando con la verdad.
En resumen, Sócrates fue un personaje perteneciente al ámbito cultural de los
sofistas pero los combatió enérgicamente. Con ellos comparte su interés por el ser
humano, por las cuestiones morales y políticas y por la vinculación de éstas al
problema del lenguaje. De ellos se distingue, fundamentalmente, en cuatro
aspectos:
1. El modo de enseñar. No cobra por sus enseñanzas, ni lo hace en lugares
cerrados sino que aprovecha los mercados, las casas de los amigos, el gimnasio,
el ágora o cualquier lugar donde haya gente que quiera escucharlo. No enseña sólo
a las elites sino a todo el que lo desea, aunque preferentemente a los jóvenes.
2. Adopta un método totalmente opuesto. A diferencia de los sofistas no empleará
un discurso grandilocuente (la retórica), ni intentará seducir a las multitudes para
hacerles cambiar de opinión o de intención de voto. El único método válido para
Sócrates es el diálogo (la dialéctica), la pregunta y la respuesta con la intención de
que sea su interlocutor el que llegue a la verdad por sí mismo.
3. La finalidad de su enseñanza. Su interés no se halla en hacer carrera política,
conseguir el éxito o la fama sino en indagar en aquellos temas que interesan a todos
los seres humanos como por ejemplo, qué es la justicia, el bien o la virtud.
4. Su pensamiento. Aporta en los temas políticos y morales unas soluciones
diferentes. Es anti relativista y defiende la teoría que se denomina intelectualismo
moral.
Mayéutica

La mayéutica de Sócrates es una técnica o método de construcción de conceptos,


este método fue difundido y creado por Sócrates el cual ayuda a crear ideas, a
concretar el trabajo de concepción de ideas con el alumbramiento del conocimiento,
cuya meta es la verdad fundada en la razón. Se le denomina Mayéutica o Método
Mayéutico a esta práctica que en griego se denomina “partera” puesto que ayuda a
“parir” ideas, a pesar de que en el lenguaje filosófico se traduce como el arte de
alumbrar espíritus.

Sócrates es llamado el anti-maestro debido a que él, enseñaba en base a lo que las
demás personas sabían, la mayéutica es el punto en el que la misma persona
descubre la verdad por si solo; es por ello el significado de “parto” al concebir una
realidad que prácticamente Sócrates solo ayudo a llegar.

Los momentos básicos de este método son:

 La ironía, la cual presenta una serie de preguntas al interlocutor para confundirlo,


hacerlo caer en la contradicción y hacerlo reconocer su ignorancia.
 Después de aceptada su ignorancia, el locutor hace descubrir al interlocutor las
verdades que llevan en sí sus respuestas, para invitarlo a pensar racionalmente y
que genere los conceptos universales propios de la filosofía.
La Mayéutica consiste esencialmente en emplear el diálogo para llegar al
conocimiento. Aunque Sócrates nunca sistematizó la mayéutica, seguramente es
correcto destacar las siguientes fases en este método:

 en un primer momento se plantea una cuestión que, en el caso del uso


que Sócrates hizo de este método, podía expresarse con preguntas del
siguiente tipo ¿qué es la virtud?, ¿qué es la ciencia?, ¿en qué consiste la
belleza?;
 en un segundo momento el interlocutor da una respuesta, respuesta
inmediatamente discutida o rebatida por el maestro;
 a continuación se sigue una discusión sobre el tema que sume al
interlocutor en confusión; este momento de confusión e incomodidad por
no ver claro algo que antes del diálogo se creía saber perfectamente es
condición necesaria para el aprendizaje, y Sócrates lo identifica con los
dolores que siente la parturienta antes de dar a luz;
 tras este momento de confusión, la intención del método mayéutico es
elevarse progresivamente a definiciones cada vez más generales y
precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la ciencia, la virtud);

 la discusión concluiría cuando el alumno, gracias a la ayuda del maestro,


consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la
realidad que se investiga (aunque en muchos diálogos de Platón no se
alcanza este ideal y la discusión queda abierta e inconclusa).
En síntesis, la Mayéutica Socrática consiste en saber interrogar y a cada respuesta
contraponerle una nueva pregunta que de ser posible debe de ser tan fría y cruel
que se pierda cualquier sentimiento, intentar con preguntas e interponer otras a las
respuestas dadas hasta encontrar una respuesta verdadera que haya superado e
integrado la verdad parcial de todas las anteriores, si se logra llegar a ello el proceso
de la mayéutica estará completo.
En síntesis, la Mayéutica Socrática consiste en saber interrogar y a cada
respuesta contraponerle una nueva pregunta que de ser posible debe de ser tan fría
y cruel que se pierda cualquier sentimiento, intentar con preguntas e interponer otras
a las respuestas dadas hasta encontrar una respuesta verdadera que haya
superado e integrado la verdad parcial de todas las anteriores, si se logra llegar a
ello el proceso de la mayéutica estará completo.

Sin embargo puede existir un fracaso o un éxito de este proceso, estos se pueden
definir de esta manera:

Éxito: Sucede cuando el interlocutor vierte todo su conocimiento y el locutor se


abstrae de sus preconceptos, prejuicios y experiencias.

Fracaso: Sucede cuando el interlocutor se reúsa a verter conocimientos y el locutor


tiene que verse en la necesidad de aportarlos el mismo cuando estaba tratando de
que el interlocutor descubra por si sola la verdad, esto se considera el fracaso de la
técnica ya que imposibilita la contribución de conocimiento del interlocutor.

La frase “solo sé que no sé nada” únicamente tiene sentido en este contexto:


Sócrates se presenta como ignorante con respecto al tema de reflexión, porque su
función no es la de hallar él mismo la verdad sino la de contribuir a que el interlocutor
la encuentre.
El antirrelativismo socrático.

Sócrates, como muchos otros atenienses, no estaba de acuerdo con el relativismo


de los valores que tanto había seducido a una parte de la juventud porque este
relativismo, que parecía llevar a la conclusión de que todo estaba permitido,
amenazaba de muerte su ciudad, uno de sus sueños más preciados: "Estoy
orgulloso de ser humano y no animal, y de ser ateniense y no ser bárbaro",
confesará.

Su obsesión era eliminar el relativismo de valores que invadía Atenas. El relativismo


es fruto de la diversidad de opiniones que da derecho a creer a todos que su parecer
vale igual o más que el del resto. Si no existe ninguna verdad absoluta, ¿cómo
discutir si las leyes de la ciudad son justas o injustas si no tenemos antes una idea
clara de la justicia en sí? Los seres humanos no podrán ser justos, virtuosos o felices
si ignoran qué quieren decir éstas palabras. La ciudad ha perdido los papeles y se
hace preciso volver a mirar la brújula que nos encamina hacia valores válidos para
todos, universales, e incluso, eternos como los dioses. La primera labor que se
habrá de proponer será la búsqueda de la correcta definición de estos conceptos,
una definición que sea universal y válida para todos. Es necesario encontrar un
punto de referencia, la piedra de toque que fundamente no las opiniones personales
sino la verdad. Sócrates cree que esta piedra de toque es la razón humana. La
claridad intelectual, aquello que la razón ve claro, ha de ser común a toda la especie
humana (racionalismo socrático)
El intelectualismo moral.

La moral socrática es intelectualista, es decir, se alcanza la virtud a través de un


proceso de clarificación racional, mediante el cual se encuentra la verdad en el
interior de nosotros mismos, o bien haciendo un buen uso de la razón, o bien con la
ayuda del diálogo (mayéutica) para ir de las cosas conocidas a las verdades
absolutas.

El ser humano virtuoso deja de actuar ciegamente y pasa a actuar por sabiduría.
"Quien piensa correctamente, actúa correctamente, luego la ignorancia es el mal"
El que obra mal no es malo ni peca, es ignorante, ignora el bien, por lo tanto "Nadie
obra mal a sabiendas" (voluntariamente).

Una vez descubierta la verdad ya no se puede dejar de desear el llevarla a la


práctica porque lo contrario significaría violentar nuestra propia conciencia e ir en
contra de nuestros intereses como seres racionales.

La virtud, el obrar bien, no es otra cosa que saber lo que es el bien, lo que es la
justicia, la libertad, las leyes, etc. Porque una vez ves claro qué es cada una de esas
cosas es tanta la fuerza que tienen estas verdades que todos las querrán alcanzar
(El conocimiento nos lleva a la virtud, a ser virtuosos).

En definitiva, "ser bueno" equivale a "saber": "No hay seres humanos malos, sino
simplemente ignorantes". Cuando el hombre conoce el bien no puede sino hacerlo.
Esta es la tesis que defiende con el optimismo antropológico que le caracteriza.

Resumiendo, a través del conocimiento llegamos a la virtud y a través de esta


llegamos a la felicidad. (Esto es el intelectualismo moral).
Fuentes

 Artículo sobre la filosofía de la mayéutica, escrito por:


Jesús Fernando Peña Román
 Filosofía. Escrito Por: Roberto León Santander.
 Arte y Ciencia del Coaching. Escrito Por: Leonardo Ravier. Editorial Dunken.
 Sócrates y el arte de la fuga. Escrito Por: Malena Lasala. Editorial Biblos.

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