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CAPÍTULO

Iridología
Dra. Paloma Gómez (Valencia, España)

Generalidades
Introducción
“Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está en
la luz, pero cuando está enfermo, tu cuerpo está en tinieblas.”
(Parábola de La Lámpara, Lucas 11, 33-36)

El examen del iris, realizado por un médico capacitado, es una manera


bastante fiable de diagnosticar el origen de los síntomas de muchos
cuadros patológicos. Ésto se debe a la estrecha conexión que existe
entre el iris y los centros nerviosos del cuerpo.

El iris está inervado por el nervio ciliar corto del quinto par craneal
y por el nervio ciliar largo del sistema nervioso simpático. Esta es la
razón de la relación del iris, por un lado, con el ganglio cervical del
simpático, y por otro, con el ganglio oftálmico del parasimpático. El
diagnóstico por el iris es una ciencia basada en que cualquier altera-
ción del organismo llega y se registra en el ojo por vía nerviosa, pues
en el iris existe una enorme cantidad de filamentos nerviosos interre-
lacionados con el nervio óptico, el tálamo y la columna vertebral que
reciben impresiones de todo el cuerpo por medio del gran sistema
neuro-vegetativo-glandular. Esto hace que al iris le sea fácil “regis-
trar” las impresiones nerviosas de todos los órganos: todas las partes
del cuerpo están representadas en el iris y se encuentran localizadas
en zonas bien definidas, conformando un auténtico mapa.

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La iridología constituye así una herramienta de diagnóstico muy
­eficaz mediante la cual puede averiguarse no solo el origen de la
­dolencia actual del paciente, sino también la constitución y resis­tencia
del organismo, la debilidad congénita y las partes del cuerpo más pre-
dispuestas a la enfermedad.

Histórico
El descubridor, un tanto fortuito, de esta forma de diagnóstico fue
el húngaro Ignaz von Peczely quien, en el año 1836, a la edad de
diez años y mientras jugaba con un mochuelo, pudo observar que al
­animal, al romperse una pata en sus esfuerzos por huir, le apareció
una raya negra en la zona media inferior del iris, hasta ese momento
claro y limpio.

Afortunadamente, este niño dotado de un gran sentido de la observa-


ción, fue siguiendo el proceso de curación de la fractura y su inciden-
cia en el ojo comprobando que, a medida que el animal se iba curando,
la mancha aclaraba su color hasta desaparecer totalmente cuando el
restablecimiento fue completo. Durante los siguientes años, Peczely
observó el iris de centenares de personas, lo que le permitió ir elabo-
rando los primeros gráficos de las manchas iridianas y su correspon-
dencia con las enfermedades o lesiones corporales.

En la edad adulta, Peczely empezó a estudiar medicina y pasó a ser


interno en las salas del hospital de la facultad. Ahí tuvo oportunidad
de ir constatando sus teorías, comprobando las marcas que dejaba la
enfermedad antes y después de ser curada en multitud de pacientes
aquejados de las más variadas dolencias.

Lo acertado de sus diagnósticos hizo que su fama se extendiera por


toda Hungría, posibilitando la publicación de sus diagramas del ojo
(>Figura 1), una representación completa del iris indicadora de las
alteraciones orgánicas. Con ello, sentó los conceptos de lo que sería
una nueva ciencia, la iridodiagnosis.

Según su propia definición en su primer tratado sobre este método:


“la iridología es la ciencia que revela los desórdenes funcionales del
cuerpo humano por alteraciones del tejido iridial, consistentes en cír-
culos concéntricos, oscurecimientos, nubecillas y decoloraciones”.

2 Iridología
TOPOGRAFÍA Ojo i
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Figura 1: Topografía iridiana del Dr. Peczely


(Ferrandiz 1981, publicada con el amable permiso de Ediciones Cedel)

El primer discípulo de Peczely fue el doctor Emil Schlegel, el cual


publicó dos obras sobre el diagnóstico de las enfermedades por el
iris, basándose en su dilatada experiencia clínica. Varios científicos en
Alemania, Austria y Suiza siguieron investigando las observaciones
de Peczely, y posteriormente en toda Europa diferentes médicos se
fueron dedicando al estudio y perfeccionamiento de esta forma de
diagnóstico.

La primera publicación sobre iridología escrita en inglés fue del ­doctor


Henry Land, un alemán que emigró a América a principios del siglo
XX, y se tituló: “La Diagnosis por el ojo”, editada en 1904. Su discí-
pulo el doctor Henry Lindlahr publicó otro tratado de iridodiagnosis
en 1917, que contribuyó a difundir esta forma de diagnóstico en Esta-
dos Unidos y tuvo una gran repercusión.

En 1923 el doctor León Vannier publicó en Francia un tratado sobre


“El Diagnóstico de las enfermedades por los ojos”, donde señalaba ya
algunas diferencias con los gráficos de Peczely y que fue el origen de la
escuela francesa de iridología, de gran predicamento en la actualidad.
En España el primer tratado sobre iridodiagnóstico fue escrito por
el doctor A. Vander en 1920, y posteriormente el afamado doctor
Eduardo Alfonso también publicó acerca del diagnóstico por el iris
durante las décadas siguientes.

Iridología 3
La iridología actual se basa sobre todo en los aportes realizados en los
años 60 y 70 del pasado siglo por los prestigiosos doctores Bernard
Jensen y V.L. Ferrándiz, cuyas obras han tenido una gran repercusión
en todo el mundo y se siguen reeditando con gran éxito en nues-
tros días. En concreto la obra cumbre del doctor español Ferrándiz,
­“Iridodiagnosis”, es la que recomiendo a cualquier médico que quiera
iniciarse en esta técnica de diagnóstico, por su rigurosidad científica.

Fundamentos de iridología: topografía del iris y modificación del


iris en la enfermedad
Cuando un médico experimentado examina el iris de un paciente, le
es posible recoger importantes datos fundamentales para la anam­
nesis, diagnóstico, pronóstico y prescripción del tratamiento.

Normalmente el examen del iris se realiza con luz eléctrica, lo que


permite dirigir el proyector de luz directamente al ojo. Una vez bien
iluminado el iris, con una lupa o lente de aumento se procederá a una
detallada inspección, en la que se buscarán datos patológicos, obser-
vando el color, la contextura, las manchas, lagunas o criptas existentes
en el tejido iridiano. Mediante esta observación minuciosa es posible
determinar el órgano o la lesión que origina el trastorno y su inciden-
cia morbosa sobre otras partes del organismo, a la vez que la correcta
interpretación de los síntomas indicados por el paciente.

Como ya se ha dicho, la iridología estudia los desórdenes patoló­


gicos y funcionales del organismo, así como la calidad de sus tejidos,
­sangre y linfa y el estado en que se encuentra cada uno de sus órganos.
También revela los depósitos de drogas acumulados en los tejidos, así
como la herencia y deficiencias en la nutrición. Una de las grandes
ventajas de esta forma de diagnosticar es que las deficiencias orgáni-
cas se pueden detectar en el iris antes de que se manifiesten, haciendo
posible prevenir la enfermedad.

La constitución de un individuo es la base sobre la que se cimenta la


resistencia del organismo. El iris perfectamente sano o ideal es aquel
que no presenta impurezas, es uniforme, y nada interrumpe el natural
curso radiado de sus fibras. Cuanto más signos, marcas, manchas o
irregularidades presente un iris, peor es la constitución.

Para determinar la topografía del iris, primero hay que estudiar y


confeccionar el mapa iridológico, que consiste en una representa-

4 Iridología
ción gráfica de las áreas del iris donde se halla reflejado cada órgano,
­sistema o zona del cuerpo humano. En el centro de este mapa está
la pupila, a partir de la cual se pueden delimitar en el iris siete zonas
concéntricas (>Figura 2):

1. Área estomacal.
2. Zona intestinal.
3. Glándulas suprarrenales, área cardiaca, riñones y páncreas.
4. Pulmones y bronquios, glándulas pineal y pituitaria.
5. Cerebro y órganos reproductores.
6. Bazo, tiroides, hígado, sistema linfático y pequeñas glándulas.
7. Área de la piel, sistema circulatorio, músculos y nervios motores y
sensitivos.

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Figura 2: Mapa iridológico


(Ferrandiz 1981, publicada con el amable permiso de Ediciones Cedel)

En presencia de una enfermedad, el color normal del iris cambia.


En virtud de la alteración de sus estructuras y de las anormali­dades
de ­circulación o inervación causadas por el estado patológico, el
­pigmento del epitelio posterior se traslada por medio de la circula-
ción capilar, depositándose en la capa superficial del iris y oscurecién-
dola en parte o en su totalidad.

Para poder interpretar correctamente estas manchas hay que tener


en cuenta que la mayoría de las enfermedades no se suelen producir

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de repente, sino que se van estableciendo poco a poco, pasando en
su evolución por distintos estadios. Así pues, se pueden distinguir
cuatro grados patológicos claramente determinados por signos bien
característicos:

• Predisposición heredada o congénita: Se manifiesta por un oscure-


cimiento difuso en las zonas correspondientes a ciertos órganos.
• Inflamación aguda: Se manifiesta en el iris por medio de líneas,
bandas o nubes blancas o amarillentas.
• Estado crónico: Se refleja por medio de líneas, manchas o bandas
de color marrón oscuro en las zonas de los órganos afectados.
• Estado destructivo: Coincide con el final de enfermedades de mal
pronóstico y produce en el iris signos y puntos de color negruzco.

Hay que advertir que a veces el iris no refleja con fidelidad la impor-
tancia de una inflamación o lesión orgánica; esto podría deberse a que
exista en ese paciente una deficiencia en la transmisión nerviosa.

Las numerosas gradaciones de color de las manchas del iris y de sus


diversas contexturas son extremadamente difíciles de describir o
­representar gráficamente. Es necesario habituarse a observar el iris de
animales y de personas sanas de diversas edades y estudiar minucio-
samente las sutiles variaciones entre los iris más o menos normales y
los que presentan signos patológicos.

Ejemplo práctico
Se trata de una mujer de 40 años, ejecutiva de ventas de una gran
multinacional, que presenta un alto grado de estrés derivado, por una
parte, de su cargo (con viajes y reuniones incesantes) y, por otra parte,
de los problemas con su hijo adolescente con el que tiene que lidiar
sola porque está divorciada.

Acude a mi consulta en enero de 2014 por un cuadro de rosácea que


padece desde hace varios años y que se ha agravado en los últimos
meses, afectando sobre todo a su barbilla. Refiere además que ocasio-
nalmente padece insomnio, cefaleas y problemas digestivos, achacan-
do estos últimos al hecho de haber estado tomando muchos antibió-
ticos durante el último año.

6 Iridología
Como se sabe, la rosácea es una enfermedad crónica inflamatoria de
la piel que tiende a ser progresiva y que, al no ser tratada de forma
adecuada, empeora con el tiempo. En muchos casos es cíclica, dando
síntomas durante semanas o meses y luego remitiendo, para volver a
iniciarse de nuevo. Ésto es lo que le ha ocurrido a esta paciente du-
rante los últimos cinco años. En un principio fue diagnosticada de
alergia, luego de eczema, pero finalmente un dermatólogo le hizo una
biopsia cutánea y le dio el diagnóstico definitivo de rosácea. Desde
entonces los tratamientos han ido encaminados a controlar y reducir
los signos y síntomas, que en este caso incluían:

• Enrojecimiento facial.
• Protuberancias pequeñas y rojas en barbilla.
• Pequeños vasos sanguíneos visibles en mejillas y barbilla (telan-
giectasias).
• Sensación de ardor o arenosa en los ojos (rosácea ocular).

La rosácea suele aparecer en las siguientes fases:

• Pre-rosácea.
• Rosácea vascular.
• Rosácea inflamatoria.

En esta paciente la rosácea ya había alcanzado la fase inflamatoria, sobre


todo en la zona del mentón. Además aproximadamente una de cada dos
personas con rosácea inflamatoria desarrolla también rosácea ocular,
que en esta paciente se manifestaba por una sensación de ardor en los
ojos, “como arenosa” según sus propias palabras. Los distintos especia-
listas a los que había acudido le habían prescrito diferentes antibióticos,
tanto tópicos como sistémicos, con los que no se consiguió una mejoría.
La paciente, harta de tantos antibióticos, a los que achaca sus crecientes
molestias digestivas, y en vista además de que su rosácea sigue empeo-
rando, acude a mi consulta para probar alternativas terapéuticas.

Lo primero que hago, tras la anamnesis, es llevar a cabo un detallado


análisis de sus iris, que son de color castaño. En la iridodiagnosis se
siguen dos métodos: el examen directo y el examen por fotografía. Yo
prefiero utilizar el examen directo mediante una buena lupa con luz
que me permite examinar, sector por sector, todo el iris en un tiempo
relativamente breve.

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Como ya se ha expuesto, la iridología divide el iris en zonas, vincu-
lando cada zona con determinados órganos y procesos, aceptando
que toda alteración en la zona del iris es un indicio de una pertur-
bación en el órgano con el que la zona se relaciona. Para realizar mi
diagnóstico suelo basarme en el mapa del iris elaborado por el doctor
Jensen (>Figura 3).

Figura 3: Topografía iridiana del Dr. Jensen


(iris izquierdo - arriba / iris derecho - abajo)
(Ferrandiz 1981, publicada con elamable permiso de Ediciones Cedel)

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El examen se efectúa a partir del blanco del ojo, que es el que sumi-
nistra la primera base para calificar los signos que puedan detectarse
en las demás zonas.

• Signos en el blanco del ojo: El blanco del ojo indica la situación a


nivel local de la circulación y la renovación celular. La superficie
debe ser lisa, clara, suave, lustrosa y tersa. En este caso existe una
marcada congestión causada por la rosácea ocular y que apunta ade-
más a una insuficiencia circulatoria periférica.

• Contextura: Es el factor más importante para reconocer la calidad


del iris y se refiere al grado de regularidad y solidez que presenta el
tejido iridiano y que se refleja en la trama fibrosa. En esta ­paciente
es “normal”, lo que significa que el tejido del estroma (la capa
­superficial) está bien desarrollado, y la colocación de las fibras es
ordenada y perfecta. La contextura del tejido iridiano es el reflejo
de la contextura orgánica total del individuo, dando idea del grado
de vitalidad y tono general del sistema orgánico. En este caso la
primera impresión acerca de la constitución general de la paciente
es positiva, pues las fibras de su tejido iridial se ven rectas, lisas y
compactas. Esto indica que el cuadro patológico que padece no es
tanto hereditario sino debido a circunstancias ambientales.

• Signos iridianos específicos: Llama la atención a simple vista un s­ igno


oscuro que nace en la zona nerviosa (corona) y que se alarga en sen-
tido inverso, indicando que el desorden nervioso que representa va
agravándose, puesto que atraviesa la zona de la circulación de la s­ angre
y de la linfa y llega hasta la de la piel. Más aún, si continúa ­hacia una
región donde se encuentra una localización de órgano (en este caso
afecta a las zonas del intestino y estómago) mostrará el origen de la
afección. En este caso en concreto, queda claro que la afección orgá-
nica de la piel tiene un origen nervioso, que también está ocasionan-
do una alteración digestiva. También se observa una coloración ama-
rillenta alrededor de la pupila, que indica una inflamación crónica del
aparato digestivo. Ésta suele estar provocada por el gluten de la dieta
y aparece también después de haber ingerido antibióticos durante un
tiempo prolongado. Se observan además líneas o surcos radiales que
suben desde la zona digestiva hacia el área del cerebro, indicando que
hay dolores de cabeza crónicos por intoxicación intestinal. Si el esta-
do de la piel es bueno, su área o anillo del iris aparece limpio, pero,
si como en este caso, la actividad cutánea está perturbada y la piel se

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halla irritada y enervada, aparece un ­anillo ­exterior sucio, oscuro, que
abarca toda la periferia del iris y que i­ndica la inflamación dérmica
provocada por la rosácea.

• Signos en relieve: El signo detectado es claramente un signo “en


­relieve” o inflamatorio, el cual se presenta en forma de reguero más
largo que ancho, comenzando cerca del borde de la corona nerviosa y
dirigiéndose hacia el borde externo del iris, adentrándose en la zona
de la piel. Su tonalidad es más oscura que la del resto del iris y, como
se ha comentado, está en relieve. Los signos inflamatorios tienen a
menudo la forma de un triángulo en el que la punta está dirigida hacia
la pupila y la base hacia el borde externo del iris. En este caso es lo
bastante grueso como para ser visto en el ojo a simple vista, sin apara-
tos.

• Cadena linfática: En esta paciente aparece también señalada la


­cadena blanca o rosario linfático (manchas blancuzcas) (>Figura 4).
El área donde se produce este signo corresponde al círculo linfá­
tico, el círculo número 6 de la figura 2. Este rosario linfático indica
la sobrecarga existente en la circulación linfática a nivel subcutáneo
y se debe a la inflamación crónica de la piel que persiste desde hace
años.

Figura 4: Representación del rosario linfático


(Ferrandiz 1981, publicada con el amable permiso de Ediciones Cedel)

• Anillos nerviosos: Los anillos nerviosos aparecen como ligeras


­depresiones en la superficie del iris. Puede haber dos, tres y ­hasta
cinco o seis anillos concéntricos abarcando un sector pequeño.
Cuando forman círculos completos, normalmente los pacientes se
quejan de crisis nerviosas de tipo general. Si sólo abarcan secto-
res, se hallan en relación con el órgano en que están implantados.
El color varía de blanco a pardo, según el grado de cronicidad y

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dependiendo del tipo de alimentación del paciente. En este caso,
los ­anillos son blancos, producidos por el ácido fosfórico, pues la
paciente come principalmente huevos, pescado y pan blanco (las
carnes y legumbres provocan anillos oscuros). Si vemos un ­anillo
blanco en una determinada área, es indicio de la existencia de un
­estado inflamatorio o irritativo. En esta paciente se observa un
­anillo blanco en la zona del bajo vientre y pelvis, coincidiendo con
su comentario de que sufre cólicos. Otro anillo está próximo al área
gastrointestinal, siendo un signo de problemas digestivos. Otro
anillo blanco se sitúa en el área irídica del cerebro, indicando estrés
crónico, irritabilidad e insomnio.

• Corona simpática: A continuación de la zona intestinal se encuen-


tra la corona irradiada, que se corresponde con el sistema nervioso
simpático (>Figura 5). En el diagrama del iris se presenta en f­ orma
de líneas en zigzag alrededor de la zona intestinal. Este área de la
corona simpática, que refleja el sistema neuroglandular y la circula-
ción central, es la única zona del iris que se ve tanto en la salud como
en la enfermedad. Esta corona se observa más o ­menos alejada de la
pupila según el estado del aparato gastrointestinal y su irregulari-
dad o desviación hacia el área donde se encuentra un determinado
órgano indica que la enfermedad se relaciona con d ­ icho órgano. En
este caso en concreto, la corona se desvía hacia el área del peritoneo
o bajo vientre, indicando dilatación y flacidez intestinal, retención,
estreñimiento, flatulencia y sensación de plenitud abdominal, lo
cual coincide con los síntomas relatados por la ­paciente. Cuando
esta corona se presenta desigual, como en este caso, revela la exis-
tencia de sectores dilatados y zonas espasmó­dicas dentro del intes-
tino e indica una marcada desarmonía entre los nervios simpáticos
y parasimpáticos.

Figura 5: Representación de la corona simpática


(Ferrandiz 1981, publicada con el amable permiso de Ediciones Cedel)

Iridología 11
La propuesta terapéutica que realizo a la paciente tras el examen de sus
iris (las diversas analíticas sanguíneas que me aporta no revelan nada
en particular y todos los parámetros se hallan dentro de la normali-
dad) se basa en mi experiencia de que un manejo eficaz de la r­ osácea
requiere de una combinación de tratamientos tópicos, orales y ciertos
cambios dietéticos y de estilo de vida.

Así pues, le recomiendo a la paciente eliminar el gluten de su ­dieta


para evitar la perpetuación del cuadro inflamatorio, y le receto la
­fórmula de microinmunoterapia MISEN (1 cápsula/día) enfocada a
la normalización del sistema inmune en situaciones de estrés. ­Además
le prescribo, entre otros, por un lado la toma de un producto pro-
biótico (3 cápsulas/día) para restablecer su flora intestinal (algo cru-
cial e imprescindible para curar una rosácea), y Astaxantina de 5 mg
(3 cápsulas/día) para disminuir la inflamación dérmica y reforzar la
microcirculación. A nivel tópico recomiendo la aplicación de ácido
silícico coloidal, con el fin de reparar la barrera cutánea, y un colirio a
base de extractos de plantas y ácido hialurónico para descongestionar
la conjuntiva.

Mediante este tratamiento durante varios meses se ha podido mejorar


de forma notable el estado de la paciente, tanto a nivel clínico como
en sus signos iridianos. Así pues, la rosácea ha remitido prácticamente
- solo persiste un leve enrojecimiento en el mentón - y las molestias
digestivas y las cefaleas han desaparecido. En el examen del iris se
puede observar un aclaramiento de los signos oscuros que se veían
en ambos iris afectando a la zona de la piel y una desaparición casi
completa de la coloración amarillenta que rodeaba la pupila y de los
anillos nerviosos.

En la última visita, la paciente presenta una remisión total de su sin-


tomatología y sus iris presentan un aspecto completamente normal.

Conclusión
La iridodiagnosis puede ser muy útil para determinar el verdadero
origen de un cuadro clínico, que en este caso aparentemente era de
origen cutáneo, pero que encubría un profundo desequilibrio inmu-
nitario y linfático, y que gracias a la administración de la fórmula
­MISEN pudo ser corregido para que el resto de la terapia pudiera
ejercer su efecto reparador a nivel dérmico.

12 Iridología
Determinar los órganos implicados en cada síndrome es muy útil
para elegir el tratamiento verdaderamente adaptado a la enfermedad
que padece el paciente y en esto la iridología es una herramienta que
en manos expertas resulta de gran ayuda.

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