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Texto N3 Ana Mónica Gonzales Fasani “Ana de Mendoza, Teresa de Ávila y Gaspar de Quiroga.

Amistad y política en tiempos de Felipe II”

En la sociedad del Antiguo Régimen las acciones colectivas, las luchas por el poder, las dinámicas
sociales y políticas se articulaban siguiendo una red de relaciones privilegiadas. Hombres y
mujeres se vinculaban unos a otros lazos personales, principalmente por los vínculos de familia y
parentesco, de linaje y de clan, de amistad. Estos lazos vinculaban a unas personas con otras
formando una trama grupal.

Las redes de relaciones eran un elemento fundamental del capital social que los poderosos podían
movilizar en su favor. La conquista o el mantenimiento del poder era a menudo objeto de
rivalidades entre las grandes familias de los poderosos apoyados por sus redes de parientes,
amigos y clientes.

La corte fue centro de una compleja pulsión interna en la que diferentes grupos de poder
luchaban por imponer sus candidatos.

Las complejas relaciones de Ana de Mendoza y Teresa de Jesús

Ana de Mendoza y de la Cerda (princesa de Éboli) nació en 1540 en Cifuentes, Guadalajara,


heredera de uno de los linajes más poderosos de España, fue casada con Ruy Gómez de Silva, 25
años mayor que ella, ministro de suma confianza de Felipe II, nombrado príncipe de Éboli e 1559.
Adquirió la villa de Pastrana, en 1561.

Teresa de Jesús era en aquel momento una religiosa muy conocida, iniciadora de la descalcez de la
orden carmeliana y con un hondo sentido misionero. En el siglo XVI en el ámbito concreto de la
península ibérica, fue una centuria clave en cuanto a las experiencias carismáticas.
Teresa según la definición de Gabriela Zarri, puede ser considerada una “santa viva”. Había
alcanzado una comunicación íntima y directa con Dios y una identificación con Cristo que se
expresaba corporalmente mediante ayunos, estigmas, arrobos, tres signos físicos de validez en la
época. Muchos quisieron conocerla, fue ganándose el reconocimiento social, la fama y el respeto
generalizado, llego a relacionarse con las esferas más altas del poder político y religioso.
Las grandes familias y los títulos más poderosos protagonizaron directamente la fundación y el
patronazgo de uno o más conventos, los que eran emplazados en los lugares más importantes de
los dominios señoriales respectivos. La vinculación “fundaciones conventuales-señores-señoríos”
tiene muchos contenidos analíticos: económicos, sociales, culturales, religiosos y políticos.

En los conventos, tanto masculinos como femeninos, fueron un medio de hacer presentes y
recordar visiblemente la autoridad señorial y ensalzar públicamente la identidad, poder y
patrocino. Los escudos heráldicos y las armas de los fundadores se colocaban en los lugares más
notorios de las iglesias o edificios.
La fundación de un convento contribuía a legitimar el poder señorial en la medida que podía
convertirse en expresión del carácter vicarial y de delegado de Dios que los tratadistas atribuían a
los poderosos y en particular a los señores vasallos. Contribuyeron a cimentar la autoridad
señorial, exhibir el poder de las familias nobles y a hacer gala de su generosidad y magnanimidad.
Felipe II ante los caprichos que estaba realizando la princesa en el convento de monjas de Pastrana
decidió intervenir directamente con el envió del Prior Pedro de Atocha.
Gaspar de Quiroga y la Monarquía Hispánica

El linaje de los Quiroga tuvo su origen en tierras gallegas y se remonta al siglo XI. Siempre
vinculados al orden de San Juan y a la Corona, en el siglo XV se los ubicaba en Ávila, en Madrigal de
las Altas Torres.
Los Quiroga apoyaron desde el inicio el proyecto de los Reyes Católicos y la reforma religiosa que
impulsaron Fernando e Isabel. Se vincularon a la Orden de San Agustín y a la vía de reforma
presentada por esta, que adscribía a una espiritualidad inclinada a la mística. Manteniendo buenas
relaciones con agustinos, carmelitas y Teresa de Jesús.

Una vez concluidos sus estudios ocupó la catedra de Vísperas de Leyes, actuó como oidor de la
Cancillería de Valladolid y se labro una buena reputación como hombre de las leyes. Continuo su
carrera ascendente, en 1545 tomo posesión de una canonjía de la catedral toledana.

Como hombre influyente lideraba el grupo cortesano conocido como los ebolistas

Una decisión comprometida

Desde el inicio las relaciones entre Ana de Mendoza y Teresa de Jesús fueron conflictivas. Cuando
la monja Ávila llego a pastrana acababa de escribir su escrito de vida, obra en la que detiene la
mirada sobre sí misma. Enterada la princesa, le pide a su esposo que interceda por ella para leerlo.
A los pocos días andaba en manos de las criadas, burlándose de ella. Cuando las monjas
abandonaron Pastrana recayeron sobre Teresa de Jesús acusaciones de comulgar con teorías
alumbradas. Ana de Mendoza esperaba que la inquisición cayera sobre Ávila. Sin embargo, los
informes inquisitoriales fueron favorables, Quiroga y Ávila ya se conocían de Toledo, donde ella le
había dado una copia autografiada de su libro.

Conclusiones

Una de las características del reinado de Felipe II fue la existencia de grupos de poder que dentro
de la Corte misma luchaban por imponer sus candidatos. Los más poderosos Ruy Gómez de Silva,
príncipe de Éboli y por Fernando Álvarez Toledo, duque de Alba.

En los primeros años de gobierno de Felipe II el predominio del grupo elbolisa fue indiscutible. La
cercanía de Quiroga a Diego de Espinosa y a don Ruy Gómez le permitió desplegar actividades
vinculadas a la política de la corte, era arzobispo de Toledo e inquisidor General. La culminación de
su ascendente carrera fue con su provisión como cardenal de Santa Balbina en 1578.

La llegada del pontificio Gregorio XIII represento el fortalecimiento de los papistas un grupo
proveniente del partido ebolista, formado por letrados relacionados con Roma. A esta facción
dirigida por Antonio Pérez y la princesa de Éboli se vinculó Gaspar de Quiroga, el periodo
comprendido entre 1573 y 1579 Quiroga se convirtió en el “gran patrón cortesano”.

Por diferentes motivos se relacionó con dos mujeres figuras estelares de su tiempo: Ana de
Mendoza (princesa de Éboli) y teresa de Ávila. Quiroga decidió distanciarse de la princesa y
favorecer a la monja en el fallo del tribunal de la inquisición. Su resolución primo la conveniencia
de apoyar el proyecto teresiano coincidente con el de la monarquía por sobre el de una mujer que,
aunque antigua aliada, había perdido la confianza del rey.

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