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DEGENERACIÓN
ricardo°CO5awüb^ s
Núm. Cías ¿ 3T Z. - i
Núm. Autor i z n m m i
Núm. A d o . \3 ? 0/ _
Procedené

Fecha
Clasificó
Catalogó ü' —

DEGENERACIÓN
EN PREPARACION
Tfadueeión de

p i c o n a s sñiicnERórí Y GARCÍA
BOURDEAU
e o n u n E p í l o g o del autor.
«El problema de la vida». E n s a y o de S o c i o l o g í a ge-
neral.

FÉRÉ

«Sensación y movimiento.»

LANGE
TOMO PRIMERO

«Historia del materialismo.»


FIN DESIGL0.-EL MISTI6ISM©

099883

l l i L L ^

MADRID
LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ II SAENZ DE JUBERA, HERMANOS
Carrera de S<"1 Jerónimo, 2. \\ Campomanes, 10.
MADRID.—Imprenta de A. Marzo, calle de las Pozas, 12. 1 9 O 2
MAX NORDAU

FONDO
Apremios del tiempo y necesidades editoriales me han
RICARDO COVABBUB1AS
obligado á hacer acaso con algún apresuramiento, que
pudiera excusar no pocos descuidos inevitables, la traduc-
ción de esta famosa obra de Max Nordau. Emprendí este
trabajo con verdadero amor y entusiasmo, sin que m e
arredraran las dificultades enormes de la tarea, y creo ha-
ber sido fiel intérprete de la obra original, tan rica, abun-
E s PROPIEDAD
dante y variada en estudios de psicología y patología
mental, en investigaciones de psiquiatría.-^n-erítiea-lit-e--
raria y estética, en sana doctrina jilosófica. En cuánto lo
consiente la'éstructura de nuestra lengua castellana—qui-
zás demasiado indigente para expresar con todos sus ma-
tices el mundo amplísimo de ideas y sentimientos que re-
mueve Nordau en DEGENERACIÓN, al estudiar á la luz de
la ciencia psiquiátrica y con el método de investigación
positivista, las manifestaciones estéticas y literarias de un
complejo estado de alma contemporáneo, delicado y sutil,
producto de los excesos patológicos de una civilización
refinada y complicada en sumo g r a d o — h e procurado s e -
guir paso á paso, no apartarme de la letra misma, del
desarrollo que da Nordau á su tesis complicadísima y en
«BUOTECA
cierto modo atrevida, pero expuesta con método seguro
. 3' claridad que nada deja que desear.
Es Nordau un profundo pensador, un hombre de cien-
cia y de estudio, gran conocedor de la vida y de los hom-
bres, de una cultura inmensa, que habla y escribe con tal
elevación de ideas, con acento tan convencido y tan sin-
cero, con sentido tan profundo de la realidad de las cosas,
S e h a dicho de N o r d a u que es uno de los"que en Europa
que s e d u c e y encanta aun antes de c o n v e n c e r . S u crítica
enarbolan con más brío la b a n d e r a de una r e g e n e r a c i ó n
inexorable, cruel, pero e x a c t a y precisa, de nuestras ins-
moral por la C i e n c i a ; refiriéndose á él, d e c í a h a c e algún
tituciones sociales, los altos vuelos de su pensamiento, el
tiempo el infortunado Maldonado en un artículo de perió-
análisis minucioso y s a g a z de los c a r a c t e r e s y t e m p e r a -
dico: «Es un S h i v a científico que posee la virtud destruc-
mentos, son de un alemán concienzudo y r e f l e x i v o , de un
tora de la crítica en un grado profundo. S i es cierto que
espíritu del Norte frío y observador; pero la brillantez de
nada h a y más sugestivo para las almas nobles que los do-
su estilo, sobrio y sonoro, límpido y transparente como el
lores gloriosos de los g r a n d e s c e r e b r o s , y entre ellos el
cristal, r e l a m p a g u e a n t e como un dardo de f u e g o , h e n -
dolor pura y refinadamente intelectual, que es el dolor
chido de pasión, vibrante de entusiasmo, es de un meri-
estético por e x c e l e n c i a , y bien puede decirse que en la
dional, de los cuales tiene en g r a n parte Nordau el tipo
aristocracia y jerarquía del sufrimiento, el rey de los do-
físico, con su fisionomía e x p r e s i v a , sus ojos negros, muy
lores; cuán simpático este hombre que h a contemplado,
g r a n d e s y m u y abiertos, en que brilla la inteligencia y
con el fardo de tristeza con que esto abruma al espíritu,
que p a r e c e n escudriñar hasta lo más h o n d o , ojcs de clí-
la angustia y la mentira humanas, y h a ido á buscar la
n i c o } ' de pensador que a d i v i n a n , profundizan y dise
e s e n c i a de su obra en la a g i t a c i ó n palpitante y á v e c e s
c a n ; su barba abundantísima que blanquea; su nariz
sangrienta de la v i d a . . . » S u libro Las Mentiras ha sido
r e c t a , aguileña, que imprime á su fisonomía el r a s g o
calificado de sombrío en e x t r e m o , cuando posee toda la
dominante de la virilidad y la fuerza, aliadas con algo de
obligada c i r c u n s p e c c i ó n científica. Mas las g r a n d e s ideas
espiritual y soñador en la mirada, reveladora de un cora-
vivas, las que están e n la conciencia de todos, pocos son
zón ardiente y apasionado que h a debido sufrir rudos em-
los que se a t r e v e n , como N o r d a u , á proclamarlas. ¡Con
bates en la vida. Es un tipo hermoso de atleta intelectual
qué brío arremete contra la cobardía del bien y de la v e r -
con su a n c h a y poderosa frente, por la que se diría que
dad, la hipocresía, la mentira, el escepticismo moral, que
se v e n cruzar los r e l á m p a g o s del g e n i o ; con su mirada,
aun á la j u v e n t u d ha c o n t a g i a d o , la contradicción entre
en que p a r e c e destellar la vitalidad a l e g r e de una confor-
lo que pensamos y lo que h a c e m o s y decimos, el que no
tante esperanza, una mirada que, usando la magnífica
encarne en la g e n e r a l i d a d el espíritu valiente por quien
hipérbole del poeta, con su f u e g o aniquila cuanto una
interroga nuestro Q u e v e d o ! Este libro de Las Mentiras
v e z h a mirado.
convencionales de nuestra Civilización, que es seguramente
F u é para mí un día augusto, un día d e fiesta inolvida- el más conocido, con DEGENERACIÓN, de la obra conside-
ble aquel en que le oí por v e z primera, pendiente de sus rable de Nordau \ es la crítica más demoledora y más
labios, hablar de la sociedad, de los convencionalismos,
de la naturaleza, de los g r a n d e s sentimientos que agitan 1 ©bras de M a x N o r d a u :
las almas contemporáneas, de las ideas modernas, del PARIS, Studien u. Bilder aus dem wahren Milliardenlanden. (Es-
p o r v e n i r de la humanidad, exponiendo conceptos tan pro- tudios y retratos del verdadero país de los millones). Leipzig, 1878
fundos y elevados, c o n frases tan propias y tan e x a c t a s , (2 t. de 320 350 ps.).
S E I F E N B L A S E N , Federzeichnungen u. Geschichten. (Burbujas de
c o n elocuencia natural y sin artificio, que e x p r e s a el p e n - jabón. Narraciones y dibujos á pluma). Leipzig, 1879. (.1 t. de 100
samiento con un vigor y una precisión i m p o n d e r a b l e s . — páginas).
rZT!f organización social en que vivimos, que no
« s p o n d e a nuestra concepción racional del m u n d ^ y que valerosos de reformador y de innovador del p r o g r e s o , r e -
subsiste solo por la i g n o r a n c i a de las masas y p o r l a c o - vela también Nordau delicadezas exquisitas de artista
de los espíritus cultos. Este pensamiento honda- amante de la naturaleza, hondamente amante, sin liris-
mente revolucionario, en el sentido creador de la palabra mos empalagosos. N a d a h a y más hermoso que los cuadros
palpita en todas las obras de Nordau, del cual puede d e - q u e pinta Nordau del campo en la preciosa novela El Mal
cirse que es uno de esos hombres en c u y o s dominios inte- del Siglo, cuadros en que domina un purísimo e n c a n t o de
lectuales jamás se pone el sol; j u n t o con esos arranques la naturaleza, que es un sentimiento casi religioso en la
poesía alemana, r e v e l a d o r de la profunda idealidad del
— * * Alham- genio alemán, encanto m á g i c o que canta al sol v e n c e d o r
(parís bajola del largo y sombrío invierno del Norte, enseñoreándose
jubiloso de la T i e r r a , u f a n o como el r e c i é n c a s a d o que
toma posesión d e una adorada esposa.
— d e ios
En otra de sus novelas, Drohnenschlacht (Matanza de
los Zánganos), pinta N o r d a u la ruina que aniquila á las
S C H H F T ? N y E N T I 0 N Q c L I ; E N L U E G E N D E R KULTURMEN=:
tra c S I d 6 n , P F g ' , - ? 8 4 - ( L a s , M e n t i r a s convencionales de nues- castas contemporáneas de los parásitos que v i v e n sin tra-
a^e se hatf h^rh Existe una traducción castellana, anónima, de la
que se han hecho vanas ediciones). ' b a j a r , e n t r e g á n d o s e á la e s p e c u l a c i ó n y al a g i o de la ri-
P A R A D O X E . (Paradojas). Leipzig, 1885. queza, merced á la irracional y defectuosa o r g a n i z a c i ó n
social, y de todo el libro surge una radiante visión de un
s s s s a ; g&r E N m <Tra- estado más justo en que, muertas las castas parasitarias,
c o S S ^ 1 ^ * P ^ t t es- un viento puro y n u n c a g o z a d o acariciará el mundo y la
a l e g r í a de esas madres, santas mujeres marchitas por el
i E 1
D ¿!,^ N , K H E I T , tíES J A H M U N D E R T S . Leipzig, , 8 8 ,
sufrimiento, que en la pobreza crían sus hijos para escla-
S Z y gLI)0' n0VeU' ,rad °cida al castellan0 Nicolás Sal-
vos del r i c o en el taller y de la tiranía en el ejército, e x -
halará sus g r i t o s h a c i a el cielo bendiciendo los p e c h o s
B r e X S ' ( S ™ ' C °media ^ SentÍmÍento ' DOrela >'
enflaquecidos que habían amamantado hombres libres.
S E E L E N A N A L Y S E N . (Análisis de almas, novela). Berlín rSns
*
p ™ « N G . ( D e g e n e r a n ) . Berlín. . 8 , 3 . ( A 380 + ¿ ó « *

C o n el mismo v i g o r analítico con que h a h e c h o la d i -


TeSfo). ffi,™ LIEBEN - <E' * amar.
sección social en Las Mentiras, h a c e Nordau la d i s e c c i ó n
línfí!9fUGEL' S 'ha'"t"L <La <•= <*Ü0„. Teatro). Ber- literaria en DEGENERACIÓN. L a distinción entre el g e n i o
sano y el genio d e s e q u i l i b r a d o — e l « d e g e n e r a d o s u p e -
r i o r » — e s capital. « L a existencia del primero, d i c e Mal-
|tol)OCTOR K O H N . ScHvsfid. (El Doctor Kohn. Teatro). Ber- donado, es incontestable: basta para probarla un S ó f o c l e s
en la edad clásica, y entre los modernos el C e s a r A u g u s -
to de la poesía, Gcethe, que por el áureo y espléndido
Arit <La ^ "
equilibrio de su genio r e c u e r d a á Homero. P e r o incontes-
table también el segundo tipo, que ha hecho decir con
soriales malos conductores, de centros i e percepción ob-
tusos, de aberración de los instintos por deseo de impre-
I I a d X v T e X d U S Í V Í S t a : < < e l g e n Í ° e s u n a neurosis».
A l lado de Velazquez tan «sano» {las palabras entre co- siones suficientemente fuertes y de gran predominio de
Una
KoZ 7 JrrK COm° dice t e i i b l e ironía
C O n SU las sensaciones orgánicas sobre las representaciones».
Estudia de manera magistral, con absoluta precisión cien-
fiebre de | b e r a , que es un Velázquez
tífica, apoyándose siempre en hechos de experiencia, en
c n t e J I T 6 3 P O í b ! e ' 6 n 6 S t a S ^ v a n a d a s líneas, es- resultados comprobados, en autoridades científicas indis-
critas al correr de la pluma, con el apremio urgente del cutibles, la psicología del misticismo y del egotismo, ca-
e ^ p o y lo escaso del espacio, expresar siquiefa la má racterizado. el primero por el estado de espíritu, el pensa-
S T f T ^ l a m C r a l6CtUrade una <*« como miento nebuloso, «en el cual se forman las ideas con ayu-
Dec iE n ER ación. Es la autopsia acabada y completa de to- da de apercepciones que engañan á la conciencia y la
defraudan al modo de los fuegos fatuos, en el cual cree •
ouesto" e ° n a S e S f Í C a S J 1ÍterarÍaS ^ la ^
uno percibir, entre fenómenos claramente vistos y som-
puesto en boga, es el grito de alerta dado á las clases su-
periores, ricas é ilustradas de una sociedad sedienta de bras ambiguas é informes, relaciones imposibles de se-
cam bio y que se deja arrastrar por el espejismo engañador guir»; el segundo por la inadaptación á la vida y a las
de las predicaciones de literatos dementes, de degenera- formas sociales que deriva de la exageración del propio
dos, algunos de los cuales, como lo establece Nordau es- «yo» y le h a c e imposible la comprensión del fenómeno
an altamente dotados y poseen una inteligencia superior del mundo, convirtiéndole en un ser antisocial, en un
y condiciones excepcionales de potencia poética v de re- loco moral.
finamiento artístico.
Cuanto dice Nordau de los Prerafaelitas y de los
^ El cuadro en que Nordau pinta en el capítulo Cre- Simbolistas tiene exacta aplicación á la juventud literaria
Pusculo délos Pueblos los estados de alma de los que se española; la debilidad de espíritu innata ó adquirida y la
han llamado «los diez mil superiores», sugiere al espí- ignorancia la predisponen fatalmente al misticismo; la
ritu la inquietud sombría de un terror de agotamiento, de exageración monstruosa de su « y o » , de su amor propio,
agonía de una sociedad entera, de todo un período de la su imposibilidad de atención, la convierten en egotista.
historia que llega á su fin. Halla en el curso de su lar J Nuestra vida intelectual, empobrecida y estrecha, no
y dolorosa emigración á través del hospital de histéricos puede producir más que afiliados á esos bandos y camari-
y degenerados en que han convertido á las grandes ciu- llas literarias de que habla Nordau. En realidad, nuestros
dades la minoría de las gentes ricas que monopolizan la literatos, en su' inmensa mayoría, no han acertado aún
distinción y dan el tono de la vida social, como manifes- á salir de los limbos del romanticismo; están acostumbra-
taciones fundamentales de la perturbación intelectual de dos, por vicios de educación y de carácter, que vienen á
nuestros contemporáneos: el misticismo, «que es la ex- ser el distintivo de la raza, á lecturas ligeras y aun frivo-
presión de la inaptitud para la atención, para el pensa- las, que no exigen intensidad de atención, ni insistente
miento claro y p a r a l a inspección de las emociones, y tiene repetición, ni exactitud en los conceptos, ni riguroso en-
por causa el debilitamiento de los centros cerebrales su- lace en el razonamiento, ni fijeza en la memoria de una
periores» ; el egotismo, «que es un efecto de nervios sen- serie de términos y de relaciones, y creen saberlo todo
sueñan con Ibsen, repiten las frases «profundas» de
Nietszche, adoran á Tolstoï, glorifican á W a g n e r ; pero todo
esto permanece en estado pasivo, no se traduce en obras
c e ^ ¡ r j z ^ j ^ ^ x estéticas ni literarias, despunta acaso en artículos de pe-
riódico, en f rases pronunciadas en torno de la mesa de
íc ion,T27: rfter aIgo de verdad-y n°
fiados en la ñ e c a inspiración de intuición soñolien-
café, en excentricidades de conducta y de vida, como di-
ce Nordau. Son espíritus profundamente atávicos, ena-
í i o sque
mios T r p ra s4a n q ud /e ti , t e dr aa tdoos s son ,os
hambriento¡ . r¡ bohe- morados de la Edad Media, como los prerafaelitas y sim-
trashumantes y á políticos sin ideas, conciencia ni v r bolistas; pero cuando se trata de exteriorizar esas emo-
ciones interiores de sus almas, no logran apenas más que
S ^ S l ^ r T determinación, escribir una pretenciosa y ridicula lista de manjares de
yy fii^idas un yantar medioeval, en un banquete literario.
fijarlas yv retenerlas
retp0
^ ¡después
T * * con
* ° ° * yS U firraeza
7 1 n d neS
exactitud en
a memoria Y eso que es ley ineludible en el estudTo de El misticismo, el egotismo literario y artístico son, se- '
toda ciencia, es de observancia también indispensable guramente, aberraciones enfermizas de una civilización
para hacer una vida raciona!. Quien no tiene id ! c r elevada, depurada, producida por condiciones de vida
y precisas, obra sin norma - ni concierto, vive como un maravillosamente desarrollada, llena de refinamientos de- '
licados. Á ese grado de evolución no parece que hayamos
llegado todavía; aletargado durante siglos enteros el pen-
samiento en España, petrificado él espíritu nacional por
el sombrío dominio del fanatismo religioso, la intolerancia
Pero en España, la degeneración y la histeria de la
que ha marcado á f u e g o el carácter colectivo, no ha per-
• época cuyas manifestaciones estéticas y literaril seÍala
mitido libertarse al pensamiento de la dependencia y d e
w í f c r impla°able S e g U " d a d ^ -strla N ! la falta de originalidad; procedemos de árabes y de g o -
dau en DEGENERACIÓN, no se muestran en este terreno dos, llevamos en la sangre la herencia de la raza, la
smo en casos aislados y , en realidad, insignificantes
grandeza de nuestros hechos ha podido nutrir una l e y e n -
Nuestra vida mtelectual civilizada es muy reducida- es un
da engañosa; pero un largo hábito de sumisión engendra
mero reflejo, una imitación, un plagio sin grandeza de las
almas de lacayos; el pasado nos ahoga, la tradición en-
c o m e n t e s europeas que la moda y el . « i L o nos impo-
carnó en nuestras visceras, ha modelado nuestros c e r e -
nen, h a y jóvenes literatos que se reputan á sí mismos por
bros, la degeneración por atrofia sume en la bestialidad á
genios desconocidos, que aspiran al d e C n d e n f e m ^
la plebe. ¡Esa es la hermosa obra que ha realizado el e s -
diabolismo, al estetismo, al simbolismo, y admiran con
píritu religioso en España!
L e g a d o de épocas pasadas, de sociedades profunda-
Baudeiaire, a W i l d e y 4 Huysmans, pero ni siquiera lo-
mente religiosas é idealistas, y a agonizantes, por fortuna,
gran imitarles. También ellos creen representar el porve-
y rodeadas del prestigio irracional y , por ende, arraigado
" 2 ; r P ° r ^ " n d o , anarquistas, proclaman la
en el ignorante, de todo lo tradicional y heredado, la li-
so rama del « y o „ arremeten c mira los «viejos mol-
teratura poética tiene en España infinidad de adeptos y
des», tienen en sus almas de creyentes rebeldías de ateo
multitud de adoradores que desahogan los sentimientos
líricos de su corazón y dan rienda suelta á los extravíos tura, bufones, bajos aduladores, cortejo de los jefes admi-
de su fantasía, rugen y lloran, cantan y maldicen, entre rados por la muchedumbre de los snobs: el hipócrita, el
himnos á Dios y descalabros del sentido común entre escritor venal que tan pronto adula como desata sus iras
místicas plegarias é insulsas desvergüenzas declamadas y destila su veneno. T o d a esa pandilla de aficionados y
pomposamente ó aulladas con cinismo ante una muche- gigolos estéticos llevan su merecido; Nordau les impone
dumbre de idiotas que sólo aplauden lo que les halaga y el más terrible de los castigos: la verdad. Siente una pro-
solo admiran lo que no comprenden. A b u n d a en nuestra funda piedad hacia el enfermo degenerado, hacia el mís-
tico y el egotista por debilidad de atención, por enferme-
juventud literaria el tipo de mancebo lírico que canta al dad de la voluntad, por aberraciones nerviosas; pero es
amor, se extasía ante lo bello, invoca la fantasía, profesa implacable contra esa cuadrilla de tunantes, de hombres
un soberano desprecio por la prosa de la vida, y envuelto profundamente corrompidos, esclavos de sus apetitos y de
en los nimbos de oro de la ilusión, oda tras soneto, elegía sus pasiones, incapaces de resistir á sus inclinaciones vi-
tras p o e m a , vomitando versos, derramando armonías ciosas ni de, reprimir y enfrenar su vuelo, que ignoran las
vive fuera del mundo de la realidad, sin comprenderlo ni pasiones generosas que alientan en los nobles corazones;
apreciarlo, agitándose en el vacío de su inspiración, inte- cínicos, atrevidos, con una filosofía especial que parece
rrumpiendo con los acentos de su estro y las pulsaciones seductora, con el sentimiento de lo bello artístico mons-
de su lira, el trabajo útil y fecundo de los hombres sanos truosamente exagerado, llevando, como dice Goethe, el
que se esfuerzan por ensanchar los horizontes del cono- día en su pensamiento, mientras que la noche reina en su
cimiento y por descubrir verdades científicas. corazón.
. L a s t e n d e n c i a s estéticas de los degenerados, que cons- Acusarán á Nordau de exageración culpable y aun de
tituyen uno de los síntomas más sombríos de la histeria injusticia y error muchos espíritus timoratos que, llevan-
de las clases superiores en los países de civilización más do al extremo la necesidad de las verdades ve'.adas, no
adelantada, han dado por resultado apreciable en Espa- puedan siquiera soportar la luz apagada crepuscular,
ña a simple vista, una mezcla híbrida de idealismos inde- cuando menos contemplar la luz cruda del pleno día.
terminados y vagos, propios de la adolescencia candorosa Pero ¿vuelve acaso el rostro el cirujano cuando se en-
con egotismos estrechos y groseros indicios de decrepi- cuentra con la gangrena? Nordau, en presencia de los es-
tud, y como remate de su obra en la vida social, la nota tragos que causa la degeneración antisocial de los espí-
femenina, ficticia, hipócrita, sin energías; en la literatu- ritus enfermos que la humanidad parece adoptar como
ra,. un romanticismo vergonzante, junto con el desenfre- guías estéticos, trata de atajar las corrupciones sociales
no de la procacidad; una literatura que no hiere, sino de una época que deberá expiarlas cruelmente .acaso,
arana; no pinta, sino esboza; no tiene alientos varoniles mostrando en toda su desnudez lo hondo del mal, lo inmi-
sino suspira; no sabe rugir embravecida, se agita con im^ nente del contagio, procurando combatirle con decisión y
potente coraje. energía. Nada más contundente, más hermosamente sano
Nordau la emprende valientemente contra todos esos que la refutación implacable que hace Nordau de esa fra-
adeptos de las «nuevas tendencias estéticas». Fustiga se necia y estúpida, inventada por los jesuítas, que es
con dureza á todos esos parásitos del arte y de la litera- artículo de fe para todos los degenerados estetizantes y
hueros: «la bancarrota de la ciencia»,. A u n q u e sólo fuera
por eso, por la esperanza con que reconforta á los espíri-
tus sanos, á los que quieren salvarse del naufragio que
amenaza las más preciadas conquistas de la civilización y
de la cultura, por la valentía con que arranca el antifaz
e n g a n a d o r d e «modernismo» con que disfrazan los lite- DEDICATORIA-PRÓLOGO
ratos del decadentismo sus tendencias reaccionarias, por
el vigor indomable con que proclama la necesidad del
combate leal, á cara descubierta, con que arremete con-
tra la ignorancia y la mala fe, merece Nordau la adhesión AI Sr. Profesor César Lombroso
entusiasta de los hombres amantes del progreso, que ve-
rán siempre en DEGENERACIÓN, no sólo un hermoso libro EN TURÍN
rebosante de bellezas de pensamiento y de estilo, sino
una buena, una excelente obra necesaria de saneamiento
moral, de verdad luminosa. Querido y honorado Maestro:
Dedico á usted este libro para .reconocer así, alta y
NICOLÁS SALMERÓN Y GARCÍA claramente y con satisfacción grande, que sin los trabajos
de usted nunca hubiera podido ser escrito.
L a noción de la degeneración, primeramente intro-
ducida por Morel en la ciencia, desarrollada luego por
usted, con verdadero genio, se ha mostrado y a en poder
de usted, extremadamente fecunda en las direcciones más
diversas; ha difundido usted sobre numerosos capítulos
obscuros de la psiquiatría, del derecho criminal, de la po-
lítica y de la sociología, verdaderas oleadas de luz que
únicamente no han visto los que se tapan los ojospor ob-
cecación ó los que tienen la vista demasiado obtusa para
sacar provecho de una claridad cualquiera que sea.
P e r o hay un vasto é importante dominio al cual ni us-
ted ni sus discípulos han llevado todavía, hasta ahora, la
luz del método por usted seguido: el dominio del arte y
de la literatura.
Los degenerados no son siempre criminales, prostituí-
dos, anarquistas ó locos declarados; son muchas v e c e s es-
critores y artistas. P e r o estos últimos presentan los mis-
mos rasgos i n t e l e c t u a l e s — y las más de las v e c e s también
>
hueros: «la bancarrota de la ciencia»,. A u n q u e sólo fuera
por eso, por la esperanza con que reconforta á los espíri-
tus sanos, á los que quieren salvarse del naufragio que
amenaza las más preciadas conquistas de la civilización y
de la cultura, por la valentía con que arranca el antifaz
e n g a n a d o r d e «modernismo» con que disfrazan los lite- DEDICATORIA-PRÓLOGO
ratos del decadentismo sus tendencias reaccionarias, por
el vigor indomable con que proclama la necesidad del
combate leal, á cara descubierta, con que arremete con-
tra la ignorancia y la mala fe, merece Nordau la adhesión AI Sr. Profesor César Lombroso
entusiasta de los hombres amantes del progreso, que ve-
rán siempre en DEGENERACIÓN, no sólo un hermoso libro EN TURÍN
rebosante de bellezas de pensamiento y de estilo, sino
una buena, una excelente obra necesaria de saneamiento
moral, de verdad luminosa. Querido y honorado Maestro:
Dedico á usted este libro para .reconocer así, alta y
NICOLÁS SALMERÓN Y GARCÍA claramente y con satisfacción grande, que sin los trabajos
de usted nunca hubiera podido ser escrito.
L a noción de la degeneración, primeramente intro-
ducida por Morel en la ciencia, desarrollada luego por
usted, con verdadero genio, se ha mostrado y a en poder
de usted, extremadamente fecunda en las direcciones más
diversas; ha difundido usted sobre numerosos capítulos
obscuros de la psiquiatría, del derecho criminal, de la po-
lítica y de la sociología, verdaderas oleadas de luz que
únicamente no han visto los que se tapan los ojospor ob-
cecación ó los que tienen la vista demasiado obtusa para
sacar provecho de una claridad cualquiera que sea.
P e r o hay un vasto é importante dominio al cual ni us-
ted ni sus discípulos han llevado todavía, hasta ahora, la
luz del método por usted seguido: el dominio del arte y
de la literatura.
Los degenerados no son siempre criminales, prostituí-
dos, anarquistas ó locos declarados; son muchas v e c e s es-
critores y artistas. P e r o estos últimos presentan los mis-
mos rasgos i n t e l e c t u a l e s — y las más de las v e c e s también
>
somáticos— que los miembros de la misma familia antro- A s í pues, este libro es un ensayo de crítica realmen-
pológica que satisfacen sus instintos malsanos con el pu- te científica, que no j u z g a una obra según las emociones
ñal del asesino ó la bomba del dinamitero, en v e z de sa- que despierta, emociones muy contingentes, caprichosas
tisfacerlos con la pluma y el pincel. y variables, según el temperamento y la disposición de
Algunos de estos degenerados de la literatura, de la espíritu de cada lector, sino según los elementos psico-
música y de la pintura han obtenido en estos últimos fisiológicos que la han dado n a c i m i e n t o ; — y trata al mismo
años una boga extraordinaria y numerosos admiradores tiempo de llenar un vacío que existe todavía en el podero-
les exaltan como si fueran los creadores de un arte nue- so sistema de usted.
vo, los heraldos de los siglos por venir. En cuanto á las consecuencias que tendrá para mí la
No se trata aquí de un fenómeno indiferente. L o s li- niciativa que tomo, no m e cabe la menor duda acerca de
bros y las obras de arte ejercen sobre las masas una po- ello; no se corre hoy riesgo alguno por atacar á la Iglesia,
derosa sugestión; en ellos es en donde una época deter- porque y a no tiene hogueras á su disposición; no es tam-
minada v a á buscar su ideal de moral y de belleza. Si son poco muy peligroso escribir contra los gobernantes y los
absurdos y antisociales, ejercen una influencia perturba- gobiernos, porque todo lo más á que uno se expone es á
dora y corruptora sobre las miras de toda una generación; ser encarcelado y se tiene como compensación la aureola
ésta, singularmente la juventud impresionable y fácil de del martirio; pero es, en cambio, expuesto á peligros el
entusiasmarse por todo lo que es extraño y parece nuevo, destino del que tiene la audacia de señalar las modas es-
debe pues, ser advertida é ilustrada acerca de la natura- téticas como siendo formas de descomposición intelec-
leza real de las creaciones ciegamente admiradas. No lo tual. El escritor ó el artista señalado jamás perdona que se
hace así la crítica ordinaria: una cultura exclusivamente haya reconocido en él á un demente, ó á un charla-
literario-estética es, á mayor abundamiento, la peor pre- tán; la crítica de palabrería subjetiva se enfurece porque
paración que pueda imaginarse para reconocer con preci- se le pruebe lo superficial é incompetente que es, ó de qué
sión el carácter patológico de las obras de degenerados; manera cobarde se deja llevar con la corriente; y hasta el
el retórico que hace frases expone con más ó menos atrac- público mismo se irrita porque se le obligue á v e r que va
tivo, hinchazón ó ingenio, las impresiones subjetivas que marcando el paso detrás de locos, de sacamuelas y de sal-
recibe de las obras criticadas, pero es incapaz de j u z g a r timbanquis, como si fueran profetas. A h o r a bien: los gra-
si estas obras son los productos de un cerebro enfermo, y fómanos y sus guardias de corps críticos dominan sobre
de qu¿ naturaleza es la perturbación de espíritu que en una parte de la prensa, y poseen en ella el instrumento de
ellas se revela. tortura que les permite someter á tormento, hasta el fin
de su vida, á la moda india, al importuno agua-fiestas.
Ahora bien: me he propuesto examinar las tenden-
cias á la moda, en el arte y la literatura, ateniéndome Pero el peligro al cual se expone ,no puede impedir á
todo lo posible al método de usted, y probar que tienen un hombre hacer lo que ha reconocido como un deber
su fuente en la degeneración de sus autores y que los suyo; cuando uno ha encontrado una verdad científica se
que las admiran se entusiasman con las manifestaciones la debe á la humanidad, y no se tiene el derecho de re-
de la locura moral, de la imbecilidad y de la demencia husar el dársela; ni aun siquiera puede hacerse esto, del
más ó menos caracterizadas. propio modo que la mujer no puede voluntariamente
impedirse á sí misma dar á luz el fruto maduro de sus en-
trañas.
Sin pretender ni por asomo, compararme á usted,
que es una de las más soberbias apariciones intelectuales
del siglo, me atrevo sin .embargo, á tomar como ejemplo
la sonriente serenidad con la cual usted sigue su camino,
sin inquietarse de que le desconozcan, de los insultos ni
de la ininteligencia.
T e n g a usted la bondad, querido y honorado Maestro,
de conservar su benevolencia á su agradecido y afectí-
simo,

MAX NORDAU

LIBRO PRIMERO

F I N D E S I O L O

1 Fin de Siécle, en francés en el original. (Nota.del traductor.)


I
• '

C R E P Ú S C U L O DE L O S P U E B L O S

El carácter común de numerosas manifestaciones con-


temporáneas, así como la, disposición de espíritu funda-
mental que en ellas se revela, se resume en el término fin
de siglo l. Sabemos de antiguo que la expresión de una
idea se toma de ordinario de la lengua del pueblo que
primero h a concebido esta idea; la lingüística al servicio
de la historia de la civilización ha utilizado en todo tiem-
po esta ley para obtener por medio del origen de las r a -
dicales ó raíces, indicios y datos acerca de la patria de
los primeros inventos y acerca de la marcha del des-
arrollo de las diversas razas humanas. Fin de siccle es
francés, porque Francia es la primera que ha tenido con-
ciencia del estado de espíritu que así se denomina; el
vocablo ha volado á través de ambos mundos y ha encon-
trado acogida en todas las lenguas cultas; esa es la prue-
ba de que, respondía á una necesidad. El estado «fin de
siglo» de los espíritus se encuentra hoy en todas partes;
pero no es en muchos casos, sino la imitación de una
moda extranjera que se considera como distinguida, y no
tiene nada de orgánico; en su país de origen es donde se
presenta de la manera más auténtica, y París es el sifio
designado para observarlo en sus manifestaciones va-
riadas.

1 En francés en el original (N. del T . )


Q u e la palabra en sí misma sea de todo punto inepta,
es cosa que parece inútil demostrar; tan sólo el cerebro Mas por estúpida que pueda ser la frase « fin de siglo »,
de un niño ó de un salvaje ha podido concebir la grosera el estado de espíritu que está destinada á definir existe de
idea que el siglo es una especie de ser vivo nacido á la hecho en los grupos directores; la disposición de alma
manera de un animal ó de un hombre, que recorre todas actual es extrañamente confusa, hecha á la vez de agita-
las fases de la existencia: infancia, juventud, edad madu- ción febril y de triste desfallecimiento, de temor a lo
ra, luego e n v e j e c e y languidece poco á poco, para morir porvenir y de alegría desesperada que se resigna; la sen-
á la expiración de los cien años, después de haber sufrido sación dominante es la de un hundimiento, la de una e x -
en los últimos diez años todos los males de una lasti- tinción. «Fin de siglo» es una confesióny al mismo tiempo
mosa senectud. Semejante antropomorfismo ó zoomor- un lamento: el antiguo mito del Norte encerraba el dogma
fismo pueril ni siquiera reflexiona que la división arbi- espantoso del Crepúsculo de los Dioses; en nuestros días
traria del Tiempo, que va marchando con paso eterna- suro-e en los espíritus escogidos la sombría inquietud de
mente igual, no es la misma para todos los hombres civi- un Crepúsculo de los Pueblos en el cual todos los soles y
lizados, y que en el momento en que el siglo x i x de la todas las estrellas se extinguen poco á poco, y en el cual
Era Cristiana así personificado se aproxima, según se en medio de la naturaleza moribunda, los hombres pere-
afirma, á su muerte en medio del más profundo agota- cen con todas sus instituciones y sus creaciones.
miento, el siglo xiv del mundo mahometano brinca ale- No es ésta la primera v e z que en el curso de la histo-
gremente como un chiquillo de diez años, y el quincua- ria el terror del fin del mundo se ha apoderado de los es-
gésimo -séptimo siglo de los judíos, llegado á los cincuen- píritus; al acercarse el año mil, un sentimiento semejan-
ta y dos años, asciende con seguro paso á la cima de su te se apoderó de los pueblos cristianos; pero el terror qui-
desarrollo. N a c e cada día en nuestro globo una genera- liástico difiere esencialmente de las emociones «fin de si-
ción de ciento treinta mil seres humanos para la cual el glo ». L a desesperación de los hombres, al llegar el pri-
mundo comienza ese día, y el nuevo ciudadano del uni- mer milenario de la Era Cristiana, provenía del senti-
verso no está ni más decrépito ni más fresco porque h a y a miento de la plenitud y de la alegría de la vida; sentían
venido á la vida en 1900, en medio de la agonía del si- los hombres circular impetuosamente la savia por todos
glo xix, ó porque haya visto la luz en 1901, el día del na- sus miembros, tenían conciencia de una capacidad de g o -
cimiento del siglo x x . Pero es una costumbre del espíritu zar no debilitada en modo alguno, y les parecía espantoso
humano proyectar hacia afuera sus propios estados de sucumbir con el universo todo, cuando todavía quedaban
alma; esta costumbre cándidamente egoísta explica que tantas copas que vaciar, tantos labios que besar, y cuando
los franceses atribuyan al siglo su propia senilidad y ha- se encontraban en plena fuerza para gozar de las unas y
blen de «fin de siglo» cuando, con verdadera justicia, de los otros. N a d a hay de semejante en la impresión «fin
deberían decir « fin de raza » 1 . de siglo »; no tiene nada de común tampoco con la melan-

mil superiores»; la población de los campos, «na parte de los obre-


1 Este trozo ha sido mal comprendido: se ha creído leer en él que ros y de la burguesía, están sanos. Designo tan sólo á los neos ha-
todos los franceses eran unos degenerados y que su raza estaba en bitantes de las grandes ciudades, á los que se intitulan á s í mismos
vías de perecer. L o s últimos párrafos de este capítulo atestiguan sin «la sociedad », cuya descomposición establezco; ellos son los que
embargo de manera bien clara que tan sólo me refiero á «los diez han encontrado el «fin de siglo» y á ellos asimismo se aplica el « Un
de raza ».
eolia crepuscular que se apodera de un Fausto que, y a L a palabra de moda está sellada por esa vaguedad que
viejo, al pasar en revista la obra de su vida, se siente pri- la hace apta para indicar todas las cosas conscientes á
mero orgulloso por lo que ha realizado; luego, conside- medias y poco claras que se agitan en los espíritus. D e l
rando lo que ha dejado por acabar, se siente presa del propio modo que las palabras «libertad, ideal, progreso»,
violento deseo de verlo terminado, y despertándose en que parecen expresar nociones y son sencillamente sono-
medio de la noche, por la inquietud que le aguijonea, ex- ridades, «fin de siglo», como ellas, nada dice por sí mis-
clama en su sobresalto: «lo que he pensado, quiero apresu- ma y recibe una significación variable según el círculo
rarme á realizarlo». L a disposición «fin de siglo» es com- de ideas de aquellos que la emplean.
pletamente distinta:.es la impotente desesperación de un El medio más seguro de saber lo que se entiende por
enfermo crónico que en medio de la naturaleza exube- «fin de siglo» es pasar en revista una serie de casos en
rante y eterna, se siente morir poco á poco; la envidia del que esta expresión ha sido empleada; los que vamos á ci-
libertino viejo y rico que contempla una joven pareja de tar aquí están entresacados de los periódicos y de los li-
amantes perderse en un bosquecillo discreto; la confusión bros franceses de los dos últimos años i :
de agotados y de impotentes que huyendo de una peste
de Florencia, se refugiasen en un jardín encantado para U n rey abdica, abandona su país y se instala en París.
vivir allí los diez días de un décameron, y se torturasen en S e ha reservado al abdicar determinados derechos políti-
vano á fin de arrancar una embriaguez más á la hora cos. Un día pierde mucho dinero en el j u e g o y se encuen-
insegura. Los que hayan leído Un nido de hidalgos, de tra muy apurado; se le ocurre entonces establecer con el
T o u r g u e n e f f , recordarán el final de esta noble obra: el gobierno de su país un contrato según los términos del
protagonista, L a v r e t z k y , regresa, y a en las lindes de la cual renuncia para siempre, mediante una suma de un mi-
v e j e z , á la casa en la cual, de joven, ha vivido su novela llón de francos, á todos los títulos, situaciones oficiales y
de amor; nada ha cambiado: las flores embalsaman el privilegios que todavía c o n s e r v a b a . — R e y «fin de siglo».
jardín, los pájaros trinan alegremente en los altos árbo- U n obispo procesado ante los tribunales por ofensas
les en que han depositado sus nidos, traviesos chiquillos al ministro de Cultos de su país, h a c e distribuir á los pe-
retozan bulliciosamente sobre el fresco césped. Sólo L a - riodistas, en el- curso de los debates judiciales, por los
vretzky ha envejecido y contempla apesadumbrado y co- canónigos que le acompañan, su defensa impresa por an-
mo olvidado en un rincón, el cuadro de aquella naturaleza ticipado y tirada á profusión. Después de su condena á
que prosigue alegremente su existencia sin cuidarse en una multa, organiza una suscripción pública que le pro-
modo alguno de que la idolatrada Lisa haya desaparecido duce diez v e c e s la suma de la multa; publica enton-
ni de que L a v r e t z k y vuelva entonces quebrantado y can- ces un tomo reclamo en que inserta todas las cartas de
sado de la vida. El que Lavretzky llegue á comprender
que en medio de aquella naturaleza eternamente joven, 1 Una comedia en cuatro actos de MM. H. Micard y F. de Jou-
venot, Fin de siglo, representada en París en 1890, no aporta apenas
eternamente floreciente, sólo él no tiene un mañana; el
ningún dato bajo el punto de vista del sentido que atribuyen los
grito de agonía de A l v i n g : «¡El sol! ¡el sol! » en Los Apa- franceses á esta expresión, porque no trataban los autores de repre-
recidos de I b s e n — h e ahí la verdadera disposición « fin sentar un estado de alma de los contemporáneos, sino sencillamen-
d e siglo» en nuestros contemporáneos. te de poner á su comedia un titulo que creían de naturaleza á atraer
al público.
fel.c, ación que le han sido dirigidas; emprende un viaje
circular por la región, se exhibe en todas las catedrales á — ¡ P u e s si es delicioso! Es guapo, joven, elegante, ¿y
¡a muchedumbre curiosa por ver á la celebridad del día por eso te afliges?
y no deja de aprovechar la ocasión para hacer circular la — S í ; pero no tiene nada y no es nada, y mis padres
bandeja de c u e s t a c i ó n . - O b i s p o «fin de siglo » quieren que me case con el barón que es obeso, calvo y
feo, pero muy rico.
Después de la ejecución de Pranzini en la guillotina
llevan a la sala de autopsias el cuerpo del asesino. El jefe — ¡ P u e s , bueno! Cásate tranquilamente con el barón y
de la policía de seguridad arranca del cadáver un gran hazle la presentación de Raúl, ¡valiente tonta!—Señoritas
pedazo de piel, la hace curtir y luego transformar en pe- «fin de siglo».
tacas y carteras para él y para algunos amigos suyos -
funcionario «fin de siglo». Estos retazos de muestra h a c e n comprender el sentido
que se atribuye á la,expresión en su país de origen. Los
Un americano celebra sus bodas en una fábrica de
insulsos copiadores alemanes de las modas parisienses
gas, uego sube con su mujer en un globo que les espera
y realiza _e viaje de novios en las n u b e s . - M a t r i m o n i o que emplean «fin de siglo» casi exclusivamente en el sen-
« fin de siglo ». tido de « picaresco » y « obsceno », hacen uso de la frase
equivocadamente, á causa de su grosera ignorancia, del
U n agregado de embajada chino publica con su nom-
propio modo que una generación antes, han rebajado por
bre libros ingeniosos escritos en francés; negocia con
desconocimiento de su verdadera significación, la expre-
unas casas de banca con motivo de un fuerte empréstito
sión demi-monde, atribuyéndole el sentido de «mujer de
de su gobierno y hace que le anticipen sumas importantes
la v i d a » , siendo así que Alejandro Dumas, el creador de
a cuenta del negocio en trámites. Pasado algún tiempo se
la palabra, ha querido designar con ella personas en c u y a
descubre que los libros los ha escrito su secretario francés
vida existe un punto negro y que por esta razón están ex-
y que el chino agregado de embajada ha dado el timo á
cluidas del medio social al cual pertenecen por el naci-
los banqueros—Diplomático « fin de siglo »>
miento, la educación ó la posición, pero en la actitud de
Un alumno del cuarto año del bachillerato pasa con un las cuales no se revela, por lo menos á los ojos del que
compañero suyo por delante de la cárcel en que su padre
no está iniciado en el asunto, que están rechazadas por
un rico banquero, h a estado recluido varias veces por
su casta.
bancarrota fraudulenta, malversación de fondos y otros
crímenes fructuosos. Señala el edificio á su amigo y dice Á primera vista, un rey que .vende sus derechos de
sonnendose: « A h í tienes el liceo de p a p á » . - H i j o « fin de soberano por un cheque ó letra de cambio considerable
siglo ». parece que tiene poca semejanza con unos recién casados
que hacen en globo su viaje de novios, y la relación en-
Dos amigas de colegio, de buena familia, charlan en- tre un barnum episcopal y una señorita bien educada que
tre ellas. Una de ellas lanza un suspiro.
aconseja á su amiga un matrimonio de interés mitigado
— ¿ Q u é tienes?—pregunta la otra.
por un amigo de la casa, no se reconoce así de buenas á
— U n a pena muy grande.
primeras. Y sin embargo, todos estos casos «fin de siglo»
—¿Cuál?
tienen un rasgo común: el desprecio de las conveniencias
— A m o á Raúl y él también me ama.
y de la moral tradicionales.
T a l es la concepción que hay en el fondo de la expre-
sión «fin de siglo»: el despego práctico de la discipli- que ha de venir, sin presentir de qué lado ello vendrá ni
na transmitida que teóricamente subsiste todavía; para el lo que ello será; en medio del caos de las ideas, se espera
libertino significa el encenagamiento completo en el vicio, que el arte suministrará indicios acerca del orden que ha
el desenfreno de la bestia en el hombre; para el frío egoís- de suceder á la confusión; el poeta, el músico han de
ta, el menosprecio de toda consideración hacia sus se- anunciar ó adivinar, cuando menos hacer que se presien-
mejantes, el derrumbamiento de todas las barreras que ta, dentro de cuáles formas la civilización continuará su
cierran el paso á la brutal ambición del oro y á la avidez desarrollo. ¿Qué es lo que mañana será moral, será bello?;
de los placeres; para el despreciador del mundo, la impú- ¿qué se sabrá mañana?, ¿en qué se creerá?, ¿por qué se en-
dica desnudez de los instintos y móviles bajos que anta- tusiasmarán los hombres?, ¿cómo se gozará? Tales son las
ño se acostumbraba, si no á suprimir virtuosamente, cuan- preguntas formuladas por las mil voces de la muchedum-
do menos á disimular hipócritamente; para el creyente, su bre, y allí donde un payaso abre una tienda y afirma tener
emancipación del dogma, la negación del mundo supra- una respuesta, donde un loco ó un guasón comienza de
sensible, la adopción del más bajo fenomenismo; para el pronto á profetizar en verso ó en prosa, con notas ó con
delicado, deseoso de experimentar vibraciones nerviosas colores, ó pretende ejercer su arte de un modo distinto
estéticas, la desaparición del ideal en el arte y la impo- al de sus predecesores y sus émulos, la gente acude en
tencia de éste para provocar todavía sensaciones con a y u - tropel hacia él, ó busca en sus producciones como en los
da de las antiguas formas; pero para todos, el fin de un oráculos de la Pitonisa, la adivinación de un sentido; se
orden de cosas que durante una larga serie de siglos, ha trata de interpretarlas y cuanto más obscuras, insignifi-
satisfecho á la lógica, domado la perversidad y hecho ma- cantes, son, tanto más parecen á los ojos de los infelices
durar lo bello en todas las artes. papanatas hambrientos de revelaciones, encerrar en ellas
lo por venir, tanto más ávidamente, apasionadamente, se
Un período de la historia toca manifiestamente á su las comenta.
término y otro período se anuncia. Todas las tradiciones
T a l es el aspecto que ofrece á la roja luz del Crepúscu-
empiezan á desgarrarse, y no parece que el mañana lleve
lo de los Pueblos, el torbellino humano. L a s nubes fantás-
trazas de ser la continuación del hoy: lo que existe vacila
ticas llamean en el cielo con la hermosa rutilación sinies-
y se derrumba, y se le deja caer en ruinas porque los hom
tra que, después de la erupción del Krakatoa, fué obser-
bres están hartos de ello y no creen su conservación digna
vada durante varios años; por la tierra se arrastran som-
de un esfuerzo; las ideas que hasta lo presente han domi-
bras cada v e z más densas que envuelven los fenómenos
nado en los espíritus están muertas ó son expulsadas
en una obscuridad misteriosa, destruyendo todas las c e r -
como reyes destronados; sucesores legítimos y usurpado-
tidumbres y dejando el campo libre á todos los presenti-
res se disputan la herencia. Mientras tanto, el interregno
mientos. Las formas pierden sus contornos y se disuelven
existe con todos sus horrores: confusión de los poderes,
en remolinos de nieblas; un día se acaba, la noche se. ex-
perplejidad de la muchedumbre privada de sus jefes, des-
tiende;" los viejos la ven llegar con angustia porque rece-
potismo de los fuertes, surgimiento de falsos profetas,
lan no ser testigos de su fin; algunos j ó v e n e s , en corto
nacimiento de dominaciones parciales pasajeras y por
número, sienten en todas sus venas y en todos sus ner-
ende tanto más tiránicas. S e acecha con impaciencia lo
vios su fuerza vital y se alegran por anticipado de la sa-
t a r y á edificar; pero esta minoría tiene el don de ocu-
lida del sol. Los sueños que llenan las horas de obscuri-
p a r t o d a la superficie visible de la sociedad, del propio
dad hasta la aurora del nuevo día son, para aquéllos, re-
modo que una muy pequeña cantidad de aceite es capaz
cuerdos desolados, para éstos, esperanzas soberbias, y la
de cubrir dilatadas extensiones del mar: se compone en
forma sensible de estos sueños son las producciones artís-
gran parte de gentes ricas y distinguidas ó de fanáticos;
ticas del tiempo que atravesamos.
aquéllas dan el tono á todos los fátuos, imbéciles y pobres
A l llegar aquí hay que prevenir un equívoco posible. de espíritu; éstos impresionan á los débiles y á las gentes
L a gran mayoría de las clases medias é inferiores no es que no piensan por sí mismos, é intimidan á los miedosos.
naturalmente «fin de siglo»; la disposición de alma ac- Todos los snous fingen tener los mismos gustos que la
tual remueve, sin duda, los pueblos hasta en sus últimas minoría exclusivista que haciendo rancho aparte, pasa
profundidades y suscita aun en el hombre más obscuro, con actitudes de profundo menosprecio ante todo lo que
más rudimentario, un extraño sentimiento de mareo y de hasta ahora ha sido reputado como bello; y así es como
embriaguez nerviosa; pero este estado de más ó menos la humanidad civilizada entera parece convertida á la es-
ligero mareo psíquico, no excita en él los deseos de mu- tética del Crepúsculo de los Pueblos.
jeres en cinta y no se expresa en .nuevas necesidades es-
téticas. El filisteo 1 y el proletario, cuando no se saben ob-
servados por la mirada burlona de un hombre á la moda y
pueden entregarse libremente á sus inclinaciones, conti-
núan encontrando una satisfacción pura en las viejas y
aun muy viejas formas del arte y de la literatura; prefie-
ren las novelas de M. Jorge Ohnet á todos los simbolis-
tas, y Cavalliera rusticana de Mascagni á todas las obras
de los discípulos de Ricardo W a g n e r y á las del mis-
mo W a g n e r ; se divierten soberanamente con las farsas
clownescas y con las coplas que berrean en los cafés
de cante, y bostezan ó se irritan con los dramas de Ib-
sen; se paran con un placer real y vivo ante los cromos
que reproducen los cuadritos de Munich que representan
escenas de cervecerías y de tabernas rústicas, y pasan
sin mirarlos siquiera por delante de los pintores del aire
libre. U n a ínfima minoría tan sólo halla un placer sin-
cero en las nuevas tendencias y las anuncia con convic-
ción como siendo las solas que se justifican, las solas
que conducen á lo porvenir, las solas destinadas á g u s -

1 Hombre vulgar, prosaico, incrustado en la rutina.—Véase la


nota de mi traducción de La Psico-Fisiología del Genio y del Ta-
lento, del autor de este libro. Madrid, 1901 (N. del T,)
luche ó felpa, está evidentemente imitado de la montera de
los toreros españoles que durante la Exposición Universal
de 1889 han lucido su destreza en París y sugerido á las
modistas toda clase de motivos; aquélla otra planta sobre
II sus cabellos la boina de terciopelo verde y roja de los es-
colares de la Edad Media. El traje continúa lo estrambó-
tico del peinado y de los sombreros; aquí, una mante-
SÍNTOMAS leta que baja hasta la cintura, hendida por un lado,
cruzada sobre el pecho á modo de colgadura y orlada
en los bordes con bolitas de seda cuyo meneo incesante
Mezclémonos con la muchedumbre en las plazas ele-
es capaz de hipnotizar ó de poner en fuga en un mo-
gantes de las grandes ciudades europeas, en los paseos
mento á un espectador nervioso; allí, un peplum g r i e -
de los balnearios á la moda, en las soirées de las gentes
go cuyo nombre se ha hecho tan familiar al. sastre como
ricas, y examinemos los tipos que encontramos.
á un respetable filólogo; al lado del monumental traje al-
Entre las mujeres, la una lleva el cabello liso y des-
midonado de Catalina de Médicis y del alto corpiño aco-
bordando hacia atrás como la Magdalena Doni de Ra-
razado de María Estuardo, las blancas vestiduras flotan-
fael en los Oficios de Florencia; la otra, un peinado alto,
tes de los ángeles de la Anunciación en las pinturas de
ahuecado sobre la frente al modo de Julia, hija de T i t o ,
Memling, y en completo contraste con todo esto, una ca-
ó de Plotina, esposa de Trajano, en los bustos del Lou-
ricatura del traje masculino: levita de paño ceñida, con
vre; una tercera, cortado el cabello casi á rape por delan-
solapas muy abiertas^ chaleco, pechera de camisa almi-
te, con largas ondas en las sienes y en la nuca, rizado y
donada, cuello pequeño y recto y corbata. Como forma
blando á la moda del siglo xv, como está representado
predominante se nota en la mayoría, que no quiere po-
por Gentile, Bellini, Botticelli y Mantegna, sobre las c a b e -
nerse en evidencia y se contenta con un término medio
zas de pajes y de j ó v e n e s caballeros. Muchas de ellas
exento de fantasía, un rococo atormentado de líneas obli-
llevan el pelo teñido, y de tal manera que sorprende
cuas que desconciertan, con volantes, rodetes, abulta-
por su rebeldía contra la ley de la harmonía orgánica y
mientos y hundimientos incomprensibles, plegados sin
producen el efecto de una disonancia buscada que ha de
principio razonable ni fin justificado, en los cuales nau-
encontrar su resolución en la polifonía superior del con-
fragan todos los contornos de la forma humana y que
junto del tocado. U n a morena de ojos negros chasquea á
hacen parecerse el cuerpo femenino tan pronto á un ani-
la naturaleza poniendo á su rostro de tez mate un marco de
mal del Apocalipsis, tan pronto á una butaca, á un tríp-
pintura de rojo cobrizo ó de amarillo de oro; una hermo-
tico ó á cualquier otro objeto de aparato y ornamen-
sa de ojos azules, de tez de leche y de rosas, aumenta la
tación.
blancura de sus mejillas por una orla de cabellos artifi-
Los niños de las madres de tal modo emperifolladas
cialmente color de ala de cuervo; ésta cubre su cabeza
v a n andando al lado de ellas como encarnaciones de una
con un ancho y pesado fieltro. que con el ala levan-
de las aberraciones más intolerables que jamás hayan po-
tada por detrás y sus adornos de gruesas bolas de ^sí-
dido engendrarse en la imaginación enferma de una in-
feliz solterona; son las imágenes encarnadas en criaturas, El carácter común de todos estos seres consiste en no
vivas, de la insoportable inglesa Ka te G r e e n a w a y , con- dar su verdadera naturaleza, sino en querer representar
denada por el celibato á renunciar á los goces materna- alo-o que no son; no se contentan con mostrar su forma-
les, y cuyo amor hacia los niños, ahogado y degenerado ción natural ni con realzarla mediante artificios permiti-
por consiguiente en una forma contra naturaleza, trata de dos adaptados á su tipo sentido con exactitud, smo que
hallar su satisfacción en dibujos horriblemente amanera- tratan de encarnar un modelo cualquiera del arte que
dos que muestran á los niños bajo los disfraces más ri- no tiene ningún parecido con su propio esquema y con
dículos y deshonran sencillamente la infancia sagrada. frecuencia le está violentamente opuesto, y muy a me-
U n muchachuelo está envuelto de pies á cabeza en la nudo no imitan un modelo tan sólo, sino varios modelos
bata roja de un verdugo de la Edad Media; una chiquilla á la v e z , que rabian de verse juntos. D e esa manera se
de cuatro años lleva un sombrero de los llamados cabriolé observan cabezas sostenidas sobre hombros de los cuales
como el que usaban sus bisabuelas y arrastra en la cola no parecen ser continuación; atavíos cuyas diferentes
un largo manto de corte de un matiz chillón; otra rapa- piezas son incoherentes como un traje de ensueño, aso-
cilla que apenas si puede sostenerse sobre sus pierne- ciaciones de colores que parecen haber sido compuestas
citas, está revestida con el traje de cola, de talle corto, en la obscuridad. S e tiene la impresión de asistir a una
con falda larga, cintura alta y mangas abullonadas de las mascarada á la cual cada uno h a concurrido con un dis-
damas del primer Imperio. fraz y una cabeza de fantasía; en múltiples ocasiones co-
Los hombres completan el cuadro. S i n duda por te- mo el día del barnizado en el Salón del Campo de Marte
mor á la risa de los filisteos ó por un resto de buen gusto, en París, ó en la apertura de la Exposición de cuadros de
su traje permanece preservado contra los absurdos más la Academia Real de Londres, esta impresión puede acen-
increíbles, y aparte del frac rojo con botones de metal tuarse tan siniestramente que se cree uno caminar en-
y del calzón corto y medias de seda por los cuales algunos tre larvas juntadas al azar en un saladero de carne fa-
idiotas de los que gastan monóculo y gardenia tratan de buloso que muestra cuerpos despedazados: cabezas, tron-
parecerse á los artistas de los teatros de monos de otros cos, miembros, tal como se han encontrado á mano, y
tiempos, pocas cosas se advierte en ellos que se apar- que el ajustador ha ido luego revistiendo sin prestar en
ten del tipo dominante del traje masculino de nuestra ello la menor atención, con los primeros vestidos con que
época. P e r o en materia de compostura de las cabezas, la h a tropezado procedentes de todas las épocas de la histo-
fantasía ejerce tanto más libremente su capricho: éste ria v de todas las partes del mundo. Cada individuo aspi-
muestra los bucles cortos y la barba rizada en dos puntas ra de un modo visible á llamar violentamente la atención
de Lucio Vero, aquél, la cabeza afeitada en medio por p o r u ñ a singularidad cualquiera de contorno, de actitud,
una ancha raya y á los lados los cabellos más largos y el de corte, de color, y á fijarla imperiosamente; quiere ejer-
bigote poco poblado, erizado como el de los gatos, de un cer una fuerte excitación nerviosa, agradable o desagra-
kakemono japonés; su vecino, la perilla de Enrique IV; dable, poco importa; su idea fija es producir efecto á toda
otro cualquiera, el bigote fiero de un lansquenete de
costa. , ,
F . Brun ó de Callot, ó la enérgica barba cerrada de los
Sigamos á sus moradas á estos seres de tal manera dis-
guardias cívicos de la Ronda nocturna de Rembrandt.
frazados; éstas son á la v e z decoraciones de teatro y ües-
2
vanes tiendas d e p r e n d e r í a y museos. El despacho del
ña tejiendo su tela, un manojo de cardos de metal, etc.,
dueño de la casa es una sala gótica con corazas, escu-
de atraer indiscretamente la m : rada; en un ángulo se
dos y estandartes clavados en las paredes, ó bien un es-
alza una especie de templo á un Buda acurrucado ó er-
caparate de bazar oriental con tapices kurdos, cofres
guido. El tocador de la señora de la casa participa de la
de beduinos, narghilés circasianos y cajas de laca in-
capilla y del harén: la mesilla del tocador está concebida
dias; al lado del espejo de la chimenea, unas caretas
y decorada á manera de altar; un reclinatorio garantiza
japonesas hacen muecas atroces ó estrafalarias; entre las
la piedad de la habitante del cuarto y un ancho diván
ventanas hay trofeos erizados de espadas, puñales, mazas
con almohadones desordenados parece tranquilizar res-
de armas y viejos pistolones de chispa; el día filtra su luz
pecto á la severidad de esta piedad. L a s paredes del co-
a través de vidrieras de iglesia que representan santos
medor están adornadas con todos los artículos de un al-
demacrados en adoración extática; las paredes del salón
macén de porcelana: una preciosa vajilla de plata está ex-
tienen tapices de los Gobelinos, apolillados, de los cuales
puesta en un viejo aparador rústico, y sobre la mesa flo-
un sol de dos siglos ó quizás sencillamente un hábil
recen orquídeas aristocráticas, mientras que soberbios
baño químico, ha comido los colores, ó bien papeles
centros de mesa de plata brillan entre los platos y botijas
de Morris sobre los cuales pájaros exóticos cruzan I b e -
de loza campestres. L a luz difundida por la noche en es-
ramente por el ramaje locamente entretejido, y en donde
tas habitaciones por altas lámparas, está á la v e z amorti-
grandes flores lascivas coquetean con mariposas vanido-
guada y teñida por pantallas rojizas, amarillas, verdes, de
sas. Entre las butacas y los pufs, tales como nuestros
forma excéntrica, con frecuencia bordadas con encajes
contemporáneos dados á la molicie los conocen y los exi-
negros; las personas imminadas de esta manera semejan
gen, hay asientos del Renacimiento cuyo fondo de ma-
tan pronto estar bañadas en una niebia pintorreada y
dera, en forma de concha marina ó de corazón, solicitaría
transparente, tan pronto envueltas por una claridad colo-
a lo sumo el dorso endurecido de rudos héroes de torneos
reada, mientras que hábiles penumbras velan misteriosa-
Una silla de manos dorada y pintada, sorprende puesta
mente los ángulos y el fondo y artificiosas combinaciones
entre unos armarios de Boule, y una mesita china estra-
de colores acicalan los muebles y los bibelots con una ori-
falaria, al lado de un escritorio de dama incrustado de
ginalidad que no tienen á la luz natural; en cuanto á las
un rococo atractivo; encima de todas las mesas y en' to-
personas, se complacen por su parte, en adoptar pos-
das las vitrinas están expuestas antigüedades grandes y
turas estudiadas que les permiten hacer que crucen por
pequeñas, generalmente de una inautenticidad o- a r anti-
sus rostros efectos de luz á la Rembrandt ó á la Schal-
zada, ó bien productos de las artes secundarias: una figu-
cken. Todo en estas viviendas trata de excitar y de tras-
rilla de T a n a g r a al lado de una caja de j a d e con calados,
tornar los nervios: la incoherencia y la oposición de to-
una placa de Limoges próxima á una jarra de cobre per-
dos los objetos, la constante contradicción entre sus for-
sa de cuello largo, una cajita de bombones entre un libro
mas y sus usos, lo estrambótico de la mayor parte de ellos,
de misa con encuademación de marfil recortada en los
todo tiende á provocar la estupefacción; es preciso evitar
bordes y unas despabiladeras de cobre cincelado Sobre
que en ellas se sienta la calma que se experimenta ante un
caballetes envueltos en terciopelo hay cuadros cuyo
conjunto que la mirada abarca fácilmente, la satisfacción
marco trata por una extravagancia cualquiera: una ara-
que mece el espíritu cuando se penetra uno bien de todos
los detalles de lo que le rodea. Los que entran en esta
mansión no han de adormecerse, sino que han de vibrar;
¿La buena sociedad gusta, pues, del derroche de colores
cuando el dueño de la casa recorre estos cuartos envuel-
atrevidamente revolucionarios? Sí; pero no exclusivamen-
to en un blanco sayal de fraile, siguiendo el ejemplo de
te; puesto que, después de pararse ante Besnard, cumple
Balzac, ó en el manto rojo de un j e f e de bandidos de
con un éxtasis tan marcado, ó aún más marcado, sus de-
opereta, imitando á M. Juan Richepin, expresa sencilla-
vociones ante el Puvis de Chavannes, de colores pálidos y
mente la confesión de que sobre ese tablado ha de apa-
apagados, como obtenidos con ayuda de una lechada de
r e c e r lógicamente un polichinela. Todo se halla reunido
cal semitransparente; ante el Carrière, inundado por un
al azar de un modo heterogéneo, sin tener en vista una
vapor enigmático, como penetrado por una nube de in-
unidad cualquiera: un estilo histórico bien determinado
cienso; ante elRoll, vibrante en medio de una suave luz
se le tiene por rancio y de una pesadez provinciana, y
argentada. El violeta de los discípulos de Manet, sumer-
en cuanto á un estilo propio, la época no lo ha produci-
giendo uniformemente toda la creación visible en una luz
do todavía. L a única tentativa para encaminarse hacia
de cuento de hadas; los arcaístas con sus medios tonos ó
este objeto puede acaso encontrarse en los muebles de
mejor dicho los espectros de colores olvidados, aventados,
M. Carabin, expuestos en el Salón del Campo de Marte
como resucitados de una antigua tumba; esa paleta « hoja
de París; pero aquéllas barandillas de escalera, sobre las
de otoño», « marfil viejo », amarillo vaporoso, púrpura
cuales bajan dando volteretas furias desnudas y hechiza-
apagado, atraen, en suma, más miradas entusiastas que
das, aquellas bibliotecas, de las cuales forman el zócalo y
la opulenta sinfonía del grupo de Besnard. Aquello que
una pilastra cabezas cortadas de asesinos, hasta aquella
el cuadro representa parece dejar indiferentes á los es-
mesa que ofrece el aspecto de un libro gigantesco abierto
pectadores escogidos; únicamente las gentes del campo v
y llevado por gnomos, constituyen un estilo propio para
las costureras, público fiel y agradecido de los cromos, se
febricitantes ó condenados; si el director general del in-
interesan por «la anécdota»; y no obstante, los visitantes
fierno del Dante tiene un salón de recepción, seguramen- •
escogidos se paran de preferencia, en sus paseos artísti-
te tendrá que estar guarnecido con muebles semejantes:
cos, ante « Cada cual su quimera » de M. Henri Martín,
las creaciones de M. Carabin no son un mueblaje, sino
en cuyo lienzo unas formas humanas borrosas que se des-
una pesadilla.
lizan por un caldo amarillo hacen toda clase de cosas in-
Hemos visto cómo la buena sociedad se viste y se ins- comprensibles que una explicación profunda tendría pri-
' tala. Examinemos ahora cómo se divierte, en dónde bus- mero que ayudar á comprender; ante El Cristo y la mujer
ca sus excitaciones y sus distracciones. En el Salón de adúltera, de M. Jean Béraud, donde en un comedor pa-
Pintura se agrupa con ligeros gritos de admiración, no risién, en medio de la concurrencia de frac, ante una dama
más altos de lo que conviene, alrededor de las mujeres de en traje de baile, un Cristo auténtico, vestido á lo orien-
M. Besnard, que tienen cabellos de color verde de prado, tal y con una aureola á la manera ortodoxa, se entrega á
rostros amarillo de azufre ó rojo de llama, brazos salpica- una pantomima de una escena del Evangelio; ó ante los
dos de violeta y de rosa, y que' están vestidas con una borrachos y bravucones de las afueras parisienses de
fosforescente nube azulada que afecta la forma, justo lo M. Rafaelli, de un dibujo intenso, pero pintados con agua
suficiente para que pueda reconocerse, de bata de casa. fangosa y arcilla diluida. Cuando se n a v e g a á través
de una exposición de pintura siguiendo la estela de la
sociedad elegante, se nota invariablemente que ésta pone otros, simultáneamente sobre el auditor hasta hacerle
los ojos en blanco y junta las manos ante cuadros que ha- caer en el estado nervioso de un hombre que se esfuerza
cen prorrumpir en carcajadas á las gentes ordinarias ó en vano por comprender las palabras entre el murmullo
hacen salir á sus rostros esa expresión de enfado peculiar confuso de una docena de voces que le hablan. El tema,
á las gentes que se creen mixtificadas, y que la sociedad aunque tenga al principio un contorno claramente pro-
escogida se apresura á pasar encogiéndose de hombros ó nunciado, ha de irse haciendo cada v e z más indeciso, per-
cruzando entre ellos miradas burlonas, por delante de derse insensiblemente cada v e z más y fundirse pronto en
las obras ante las cuales estacionan los demás con un una niebla en la cual la fantasía puede ver, como en las
placer agradecido. nubes nocturnas que atraviesan veloces el espacio, todas
En la Opera y en los salones de conciertos, las formas las formas que se le antojen; la onda sonora ha de desli-
estadizas de la antigua melodía dejan frío al auditorio; la zarse sin bordes ni objeto fáciles de reconocer en series
transparencia del trabajo temático de los maestros clási- de trioletes infinitos, subiendo y bajando cromáticamente,
cos, su observación concienzuda de las leyes d e l contra- y ha de hacer aparecer á veces ante la vista del auditor
punto, se consideran como vulgarotas y aburridas. Oyen- arrebatado por ella y buscando ansiosamente la tierra,
do una « coda » final que cae seductoramente, concluye una ribera lejana que no tarda en convertirse en un mi-
de una manera clara, en un punto de órgano justo y ar- raje que huye. L a música tiene que prometer constante-
mónico, la g e n t e bosteza; los aplausos y las palmas se mente, pero no ha de cumplir nunca; ha de hacer como
dirigen al Tristán é Isolda de W a g n e r y singularmente á si quisiera contar un gran secreto, y callarse ó divagar
su místico Par sifal, á la música de iglesia del Ensueño de antes de haber pronunciado la palabra esperada con pal-
M. Bruneau, á las sinfonías de César Franck. L a música pitaciones; el auditor busca en el salón de conciertos es-
destinada á gustar tiene que ó bien fingir el recogimien- tados de alma á lo Tántalo, y lo abandona con el profun-
to religioso, ó desconcertar por su forma; el auditor mu- do agotamiento nervioso de la joven pareja amorosa que
sical tiene la costumbre de desarrollar involuntariamente en la cita nocturna, ha tratado de cambiar caricias, du-
un poco en pensamiento cada motivo que se presenta en rante horas enteras, á través de una ventana de estrechas
un trozo de música; ahora bien, la manera cómo el com- rejas.
positor conduce el motivo ha de ser distinta absolutamen- Los libros que divierten ó edifican al público que va-
te de este desarrollo anticipado; es preciso que no se p u e - mos describiendo difunden un curioso perfume, en el
d a adivinarla; allí donde se espera un intervalo consonan- cual se pueden distinguir el incienso, el agua de Lubin y
te, ha de resultar uno disonante; cuando se espera oir la el basurero, con predominio alternativo del uno ó del otro
frase llevada en cadencia final plausible hasta su término de estos olores; las simples exhalaciones de cloacas no
natural, es necesario que quede cortada bruscamente en bastan y a ; la poesía fangosa de M. Zola y de sus discí-
medio del compás; los modos y las claves han de cambiar pulos en inmundicia literaria se ha quedado atrás y no
súbitamente; en la orquesta, una ardiente polifonía ha de puede en adelante dirigirse sino á capas sociales y á
llamar la atención hacia cuatro ó cinco lados á la vez; pueblos atrasados; la clase que forma la vanguardia de la
instrumentos aislados ó grupos de instrumentos han de civilización se tapa las narices ante las letrinas del natu-
desencadenarse sin consideración los unos hacia los ralismo no atenuado, y no se inclina sobre él con simpa-
tía y curiosidad á menos que si una hábil canalización
dilettanti del amor que han perdido la cuenta de sus
ha llevado á ellas también algún perfume de tocador y
amantes; señores comm il faut encuentran « muy distin-
de sacristía. L a sensualidad desnuda se considera como
guidos » los refranes vulgares y las coplas carceleras de
vulgar y no se admite sino cuando se presenta bajo la
Jules Jouy, de Bruant, de Mac N a b y de Xanrof, á causa
forma de vicio contra naturaleza y de degeneración.
de la « tibia simpatía que circula » (las palabras entre
Libros que tratan sencillamente de las relaciones entre el
comillas son una fórmula); y hombres de mundo que sólo
hombre y la mujer, aun sin velo alguno, parecen en ab-
creen en el baccarat y en la Bolsa van en peregrinación
soluto de una moralidad ñoña; la titilación elegante co-
al misterio de la Pasión representado por los labriegos de
mienza tan sólo allí donde termina la sexualidad normal;
Oberammergau, y se enjugan las lágrimas leyendo las
Priapo ha llegado á 'ser el símbolo de la virtud; el vicio
invocaciones de M. Paul Verlaine á la Santa V i r g e n .
busca sus encarnaciones en Sodoma y en Lesbos, en el
Exposiciones artísticas, conciertos, teatros y libros
castillo del señor de Barba A z u l y en la alcoba de criada
por muy extraordinarios que fuesen, no bastan sin em-
de la Justina del « divino » marqués de Sade. L a primera
bargo para las necesidades estéticas de la sociedad ele-
condición del libro que quiere ponerse de moda ha de
gante. Esta busca satisfacciones ignoradas, e x i g e excita-
ser ante todo, la obscuridad; lo que se comprende es
ciones más fuertes y espera encontrarlas en las exhibi-
trivial y bueno únicamente para el populacho; el libro
ciones en las cuales diferentes artes se esfuerzan por
ha de pregonar, además, un cierto tono de unción, pero
obrar simultáneamente sobre todos los sentidos por medio
no demasiado importuno, de predicador, y hacer que su-
de combinaciones nuevas; poetas y artistas se atormentan
cedan á las escenas lúbricas explosiones deshechas en
sin cesar en vano para satisfacer este instinto. Un pintor
llanto de amor hacia todos los humildes 3' los dolientes,
que desde luego s e ha preocupado mucho menos de nue-
ó bien transportes inflamados de ferviente creencia en
vas impresiones que por el viejo excelente reclamo,
•Dios. Gustan mucho los cuentos de aparecidos, pero pre-
muestra de noche, en un salón pro r undamente crepuscu-
sentados bajo un disfraz científico, como hipnotismo, te-
lar, un cuadro suyo que representa medianamente á Mo-
lepatía, sonambulismo; los títeres en que compadres de
zart moribundo componiendo su Requiem, mientras que
aspecto candoroso, pero ladinos, hacen balbucear como
un rayo de luz eléctrica que ciega, hábilmente enfocado,
niños pequeños ó como imbéciles á las figuras anticuadas
cae sobre el cuadro, y una orquesta invisible toca suave-
de las baladas; las novelas esotéricas, en fin, en las cua-
mente el Requiem; un músico va más allá: llevando al e x -
les el autor da á entender que podría decir mucho acerca
tremo una idea de B a y r e u t h , organiza un concierto en una
de la magia, la cábala, el fakirismo, la astrología y otras
sala sumida en una noche completa y recrea de este
ciencias blancas y negras, por poco que lo quisiera. L a
modo á aquellos de los auditores á los cuales una vecin-
gente se embriaga con las sucesiones nebulosas de pala-
dad felizmente escogida o r rece la ocasión de aumentar
bras de las poesías simbólicas; Ibsen destrona á Gcethe; se
agradablemente en la obscuridad las. emociones musica-
coloca á Mseterlinck en la misma fila que á Shakespeare;
les con emociones de otro género. El poeta Haraucourt
críticos alemanes y aun franceses declaran á Federico
hace que Sarah Bernhardt declame en la escena una pa-
Niétzsche el primer escritor alemán de la presente épo-
ráfrasis del Evangelio escrita en vigorosos versos, mien-
ca; la Sonata de Kreutzer, de Tolsto'f, es la Biblia de las
tras que una música discreta acompaña como en los anti-
guos melodramas, á la actriz, tocando una «melodía sin
fin». Los zapadores, los que v a n e n las avanzadas, se
dirigen también al sentido olfactivo, injustamente me-
nospreciado hasta aquí en las bellas artes, y le invitan á
tomar parte en los deleites estéticos; en el teatro instalan
un vaporizador que lanza perfumes sobre los espectado- I I I
res; en la escena, un actor declama una poesía de forma
aproximadamente dramática; en cada estancia, cada acto,
cada escena, cualquiera que sea el nombre que se quiera DIAGNÓSTICO
dar á la cosa, domina una vocal distinta; en cada una de
aquéllas el teatro está alumbrado por una luz diferente;
en cada una, la orquesta toca un trozo de distinta factura
Las manifestaciones descritas en el capítulo prece-
y el vaporizador envía otro perfume diferente. L a idea de
dente tienen forzosamente que saltar á la vista de todos
este acompañamiento del verso por el perfume ha sido
y cada uno, hasta del filisteo más obtuso. P e r o éste las
propuesta medio en broma por Ernesto Eckstein hace y a
considera como una moda y nada más, y las frases co-
algunos años; se ha realizado en París con una seriedad
rrientes: capricho, 'excentricidad, afectación de lo nuevo,
religiosa. Los innovadores van al cuarto de los niños y se
instinto de imitación, le parecen una explicación sufi-
apoderan del teatro Guignol para representar en él, con
ciente. El hombre que tiene pretensiones de ingenio-
destino á los adultos, comedias que dentro de una nota
so, al cual su educación exclusivamente estética no per-
artificialmente inocente, revelan ó esconden un sentido
mite comprender el encadenamiento de las cosas ni pene-
con pretensiones de profundo, y para hacer desfilar las
trar su verdadera significación, se engaña neciamente á
sombras chinescas que perfeccionan con notable talento
sí mismo y engaña á los demás con respecto de su igno-
é ingeniosidad; figuras graciosamente dibujadas y colo-
rancia, valiéndose de frases sonoras y habla enfáticamen-
readas se mueven sobre fondos con sorpresas luminosas,
te de una « investigación inquieta de un ideal nuevo por
y estos cuadros animados hacen visible el curso de las
el alma moderna », de unas « vibraciones más ricas del
ideas de una poesía recitada con esta ocasión por el autor,
sistema nervioso refinado de los contemporáneos », de
de cuya poesía un piano trata también de hacer sensible
unas «sensaciones ignoradas del hombre escogido». P e r o
para el oído el sentimiento fundamental. Y para disfrutar
el médico, singularmente el que se ha dedicado al estudio
de estas exhibiciones, la « sociedad » se agolpa en un
especial de las enfermedades nerviosas y mentales, reco-
circo de arrabal, en el sotabanco de una casa de vecin-
noce al primer golpe de vista en la disposición de espíritu
dad, en una tienda de ropavejero ó en una taberna fantás-
« fin de siglo », en las tendencias de la poesía y del arte
tica, cuyas representaciones reúnen en una sala común,
contemporáneos, en la manera de ser de los creadores de
en la cual se bebe c e r v e z a , á los parroquianos mugrien-
obras místicas, simbólicas, « decadentes », y en la actitud
tos ordinarios y á las marquesas vaporosas y etéreas.
de sus admiradores, en las inclinaciones é instintos estéti-
cos del público á la moda, el síndroma de dos estados pa-
tológicos bien definidos que conoce perfectamente: la de
guos melodramas, á la actriz, tocando una «melodía sin
fin». Los zapadores, los que v a n e n las avanzadas, se
dirigen también al sentido olfactivo, injustamente me-
nospreciado hasta aquí en las bellas artes, y le invitan á
tomar parte en los deleites estéticos; en el teatro instalan
un vaporizador que lanza perfumes sobre los espectado- I I I
res; en la escena, un actor declama una poesía de forma
aproximadamente dramática; en cada estancia, cada acto,
cada escena, cualquiera que sea el nombre que se quiera DIAGNÓSTICO
dar á la cosa, domina una vocal distinta; en cada una de
aquéllas el teatro está alumbrado por una luz diferente;
en cada una, la orquesta toca un trozo de distinta factura
Las manifestaciones descritas en el capítulo prece-
y el vaporizador envía otro perfume diferente. L a idea de
dente tienen forzosamente que saltar á la vista de todos
este acompañamiento del verso por el perfume ha sido
y cada uno, hasta del filisteo más obtuso. P e r o éste las
propuesta medio en broma por Ernesto Eckstein hace y a
considera como una moda y nada más, y las frases co-
algunos años; se ha realizado en París con una seriedad
rrientes: capricho, 'excentricidad, afectación de lo nuevo,
religiosa. Los innovadores van al cuarto de los niños y se
instinto de imitación, le parecen una explicación sufi-
apoderan del teatro Guignol para representar en él, con
ciente. El hombre que tiene pretensiones de ingenio-
destino á los adultos, comedias que dentro de una nota
so, al cual su educación exclusivamente estética no per-
artificialmente inocente, revelan ó esconden un sentido
mite comprender el encadenamiento de las cosas ni pene-
con pretensiones de profundo, y para hacer desfilar las
trar su verdadera significación, se engaña neciamente á
sombras chinescas que perfeccionan con notable talento
sí mismo y engaña á los demás con respecto de su igno-
é ingeniosidad; figuras graciosamente dibujadas y colo-
rancia, valiéndose de frases sonoras y habla enfáticamen-
readas se mueven sobre fondos con sorpresas luminosas,
te de una « investigación inquieta de un ideal nuevo por
y estos cuadros animados hacen visible el curso de las
el alma moderna », de unas « vibraciones más ricas del
ideas de una poesía recitada con esta ocasión por el autor,
sistema nervioso refinado de los contemporáneos », de
de cuya poesía un piano trata también de hacer sensible
unas «sensaciones ignoradas del hombre escogido». P e r o
para el oído el sentimiento fundamental. Y para disfrutar
el médico, singularmente el que se ha dedicado al estudio
de estas exhibiciones, la « sociedad » se agolpa en un
especial de las enfermedades nerviosas y mentales, reco-
circo de arrabal, en el sotabanco de una casa de vecin-
noce al primer golpe de vista en la disposición de espíritu
dad, en una tienda de ropavejero ó en una taberna fantás-
« fin de siglo », en las tendencias de la poesía y del arte
tica, cuyas representaciones reúnen en una sala común,
contemporáneos, en la manera de ser de los creadores de
en la cual se bebe c e r v e z a , á los parroquianos mugrien-
obras místicas, simbólicas, « decadentes », y en la actitud
tos ordinarios y á las marquesas vaporosas y etéreas.
de sus admiradores, en las inclinaciones é instintos estéti-
cos del público á la moda, el síndroma de dos estados pa-
tológicos bien definidos que conoce perfectamente: la de
detenido en su persona se encuentra además amenazado
generación y la histeria, cuyos grados inferiores llevan el en las de sus descendientes ».
nombre de neurastenia. Estas dos condiciones del orga-
Cuando, bajo la influencia de agentes nocivos de to-
nismo difieren en sí mismas la una de la otra, pero tienen
das clases, un organismo está debilitado, sus descen-
ciertos rasgos comunes; se presentan también con fre-
dientes no son semejantes al tipo sano, normal y evolu-
cuencia la una al lado de la otra, de tal suerte que es más
tivo de la especie, sino que forman una nueva subvarie-
fácil observarlas en sus formas mixtas que cada una ais-
dad que posee como todas las demás, la facultad de le-
ladamente.
gar á sus propios descendientes, en un grado que va
L a noción de la degeneración que domina hoy toda aumentando cada v e z más, sus desviaciones de la norma,
la ciencia de la psiquiatría ha sido por primera vez pre- en este caso patológicas: detenciones de desarrollo, defor-
cisamente concebida y definida por Morel. En su obra ca- midades y vicios. L o que distingue á la degeneración de
pital citada con frecuencia, pero desgraciadamente muy la formación de nuevas especies, ó filogenia, es que la
poco leída 1 , este excelente alienista, célebre un mo- variedad patológica no dura y no se reproduce como la
mento en Alemania aun fuera de su profesión 2 , da de lo que está sana, sino que felizmente no tarda en ser ata-
que entiende por « degeneración » la explicación siguien- cada de esterilidad y muere" al cabo de algunas g e n e r a -
te: « L a idea más clara que podamos formarnos de la de- ciones, con frecuencia aun antes de haber llegado á los
generación de la especie humana consiste en represen- más bajos grados de la degradación orgánica 1 .
tárnosla como una desviación en fermiza de un tipo primi-
L a degeneración se revela en el hombre por ciertos
tivo. Esta desviación, por sencilla que se la suponga en
signos somáticos que se llaman « e s t i g m a s » , palabra
su origen, encierra no obstante elementos de transinisi-
poco feliz, puesto que parte de la idea falsa que la de-
bilidad de tal naturaleza, que aquel que lleva el germen
generación es necesariamente la consecuencia de una
se va volviendo cada vez más incapaz de cumplir su fun-
falta, y su señal un castigo. Estos «estigmas» son las de-
ción en la humanidad y que el progreso intelectual y a
formidades, las formaciones múltiples y las detenciones de
desarrollo: en primera línea la asimetría, es decir el des-
1 Tratado de las degeneraciones físicas, intelectuales y morales de arrollo desigual de los dos mitades del rostro y del crá-
la espeeie humana y de las causas que producen estas variedades en-
neo; luego, las imperfecciones de la oreja que llama la
fermizas, por el Dr. B. A . Morel. París, 1857, pág. 5.
2 El conde Chorinsky había, por instigación de su querida atención por su magnitud deforme ó se aparta de la ca-
Ebergenyi, envenenado á su mujer, una antigua cómica; el asesino beza en forma de asa y cuyo lóbulo falta ó es adherente,
era un epiléptico y un «degenerado» en el sentido de Morel. L a
no teniendo orlado el reborde (helix); después, el estra-
familia llamó á éste que estaba en Normandía, á Munich, á fin de
que declarase ante los jurados que habían de juzgar al acusado, la bismo, el pico de liebre en el labio, las irregularidades en
irresponsabilidad de éste. Irritó esto de una manera significativa á la forma y posición de los dientes, el corte ojival ó llano
Chorinsky, y el ministerio fiscal por su parte, contradijo resuelta-
de la bóveda del paladar, los dedos soldados entre ellos ó
mente las aseveraciones del alienista francés, apoyándose en las
opiniones de los más eminentes psiquiatras de Munich. Chorinsky superabundantes (sun = y polidactylia), etc. Morel enu-
fué declarado culpable-, pero poco después de su condena se le de- mera en su libro los signos anatómicos de degeneración,
claró la locura y murió unos pocos meses más tarde en la demen-
cia más profunda, justificando todos los pronósticos del alienista
francés que había demostrado en lengua alemana, ante jurados 1 Morel, ob. cit., pág. 683.
alemanes, la insuficiencia del saber de sus compañeros de Munich.
cuya lista ha sido notablemente aumentada por los obser- Se ha encontrado para designar á éstos numerosas *
vadores posteriores á él; Lombroso, singularmente, ha apelaciones: Maudsley y Ball los llaman «habitantes de
enriquecido de un modo considerable el conocimiento de las fronteras», es decir de las regiones limítrofes entre
los « estigmas » \ pero no los atribuye más que al tipo la razón intacta y la locura declarada; Magnan los nombra
de «criminal-nato», restricción que, precisamente des- «degenerados superiores», y Lombroso habla de «matoi-
de el punto de vista científico del maestro italiano, no deos» (de la palabra italiana matto, loco), y de «grafóma-
puede justificarse, puesto que los « criminales-natos » no nos», designando con esta palabra los locos á medias que
son otra cosa sino una subdivisión de los degenerados. experimentan la necesidad de escribir. A despecho de la '
F é r é expresa esto muy claramente al decir: «El vicio, el multiplicidad de estas denominaciones, se trata de una es-
crimen y la locura no están separados sino por las pre- pecie única de individuos que manifiestan su parentesco
ocupaciones sociales» 2 . por la semejanza de su fisonomía intelectual.
Habría un medio seguro de probar que no es arbitra- L a desigualdad que hemos observado en el desarrollo
ria, que no es una humorada sin fundamento, sino que es físico de los degenerados, la encontramos también en su
un hecho la afirmación que los autores de todos los movi- desarrollo intelectual. La asimetría del rostro y del cráneo
mientos «fin de siglo» en arte y en literatura son unos de halla en cierto modo su correspondiente psndant en sus
generados: consistiría en examinar cuidadosamente su per- facultades; las unas están completamente marchitadas,
sona física y su árbol genealógico. Encontraríamos indu- las otras patológicamente exageradas; lo que falta á casi
dablemente próximos parientes degenerados de casi todos todos los degenerados es el sentido de la moralidad y del
ellos y uno ó varios estigmas que no dejan lugar á duda derecho: para ellos no existe ninguna l e y , ninguna consi-
acerca del diagnóstico « degeneración »; es verdad que deración social, ningún pudor; cometen con la mayor
con frecuencia no se atrevería nadie, por respeto humano, tranquilidad y la más viva satisfacción crímenes y delitos,
á publicar el resultado de tal examen y que de este modo por satisfacer un instinto, una inclinación, un capricho
sólo se convencería el mismo que pudiera realizarlo. momentáneos, y no comprenden que haya quienes puedan
A l lado de los estigmas físicos, la ciencia ha encon- por ello escandalizarse. Cuando este fenómeno se mues-
trado también estigmas intelectuales que caracterizan la tra en un alto grado, se habla de «locura moral», la
degeneración de un modo tan seguro como aquéllos, « moral insanity » de Pritchard y de Maudsley 1 ; pero hay
y estos últimos aparecen claramente en todas las mani- también grados inferiores en que el degenerado, sin ha-
festaciones vitales, singularmente en todas las obras de cer quizá por sí mismo nada que le h a g a incurrir en las
los degenerados, hasta el punto de que no es necesario leyes penales, justifica en teoría el crimen, trata de de-
medir el cráneo de un escritor ó ver el lóbulo de la oreja mostrar con una abundante fraseología pseudo-filosófica
de un pintor, para reconocer que pertenece á la clase de que «bien» y «mal», virtud y vicio, son distinciones arbi-
los degenerados. trarias, se entusiasma con los criminales y sus actos, des-

1 El Hombre criminal (criminal nato, loco moral, epiléptico),


traducción francesa de Regniery Bournet. París, 1887, págs. 142 y
1 Léase, sobre todo, acerca de este asunto: Krafft-Ebing, La
siguientes. cetrina de la locura moral, 1 8 7 1 ; — H . Maudsley, Crimen y locura,
2 La familia neuropática. Archivos de Neurología, 1884, n ú - Biblioteca científica internacional;—y Ch. Féré, Degeneración y
meros 19 y 20. criminalidad, Biblioteca filosófica contemporánea, París 1888.
* cubre pretendidas bellezas en las cosas más abyectas
y más repulsivas, y procura despertar la simpatía y la cionadamente débil; un verso ó una línea en prosa ordi-
«comprensión)) hacia todas las bestialidades. L a s dos raí- narios le producen escalofríos por la espalda, estatuas y
ces psicológicas de la locura moral en todos los grados de •cuadros indiferentes le sumen en el arrobamiento, y la
desarrollo son en primer término un egoísmo monstruo- música muy especialmente, aun insípida y de poco mé-
so 1 , luego la impulsividad 2 , es decir la imposibilidad rito, provoca en él la más violenta emoción l . S e siente
de resistir á no importa qué impulsión repentina, y estas muy orgulloso por ser un instrumento que vibra tan
dos cosas forman también los principales estigmas inte- intensamente, y se vanagloria por sentir todo su ser
lectuales de los degenerados. Tendré ocasión de demos- interior devastado, toda su alma sacudida, y por gozar
trar, en los capítulos siguientes, por qué causas orgánicas, hasta la punta de los dedos con la voluptuosidad de lo
por consecuencia de qué singularidades de su cerebro y bello, allí donde el filisteo permanece completamente frío;
de su sistema nervioso, los degenerados tienen que ser su excitabilidad se le antoja una superioridad; cree po-
egoístas é impulsivos. En esta introdución he querido li- seer una comprensión especial que les falta á los demás
mitarme á caracterizar el estigma mismo. mortales y desprecia de buena gana al vulgo cuyos sen-
tidos están embotados y cerrados. No sospecha el desgra-
Otro estigma intelectual de los degenerados es su emo-
ciado que se enorgullece de una enfermedad y se vana-
tividad. Morel ha llegado hasta pretender hacer de este
gloria de un trastorno intelectual; y ciertos críticos ñoños
atributo su señal distintiva capital, pero sin razón, á mi
que por temor de ser acusados de incomprensión, h a c e n
juicio 3 , puesto que se da también en la misma medida
esfuerzos desesperados para experimentar, ante no im-
en los histéricos y hasta se encuentra en personas abso-
porta qué obra huera ó ridicula, las emociones de un
lutamente sanas que una causa pasajera, enfermedad,
degenerado, ó celebran con expresiones exuberantes las
agotamiento, fuerte sacudimiento moral, ha debilitado
bellezas que el degenerado afirma encontrar en ella, imi-
transitoriamente. En todo caso, es un fenómeno que rara
tan inconscientemente uno de los estigmas de la semi-
vez falta en el degenerado; ríe hasta saltársele las lágri-
locura.
mas ó llora copiosamente por una excitación despropor-
A l lado de la locura moral y de la emotividad, se ob-
1 T. Roubinovitch, Histeria masculina y degeneración. París, serva en el degenerado un estado de adinamia 3' de aba-
1890, pág. 62: «La sociedad que le rodea (al degenerado) es com- timiento intelectuales que reviste, según las circunstan-
pletamente extranjera para él, y no conoce ni se interesa más que
cias, la forma del pesimismo, de un temor v a g o hacia
por sí mismo».
Legrain, Del delirio en los degenerados. París, 1886, pág. 10: «iLl todos los seres humanos y hacia todo el fenómeno del mun-
enfermo es... el juguete de sus pasiones, es arrastrado por sus instin- do, ó bien el tedio de sí mismo. «Estos enfermos, dice
tos, no tiene más que una preocupación, la de satisfacer sus apeti-
Morel, tienen una necesidad continua de... quejarse, so-
tos». Pág. 27: «Son egoístas, orgullosos, vanidosos, infatuados de sí
mismos». . llozar, repetir las mismas preguntas y las mismas pala-
2 Henri Colin, Ensayo acerca del estado mental de los histéricos. bras, con la monotonía más desesperante. T i e n e n concep-
París, 1890, pág. 59: «Dos grandes hechos dominan toda la exis-
ciones delirantes de ruina, de condenación, de temores
tencia del degenerado hereditario, la obsesión y la impulsión, a m -
bas irresistibles».
3 Morel, Del delirio emotivo. Archivos generales, serie 6. a , vol. 7,
págs. 385 y 530. Véase también Roubinovitch, op. cit, página 53.
1 Roubinovitch, op. cit., pág. 68: « La música le emociona
vivamente».
asusta la acción, desprovisto de voluntad, que no sospe-
imaginarios» l . « E l tedio que no me abandona », dice un
cha que su incapacidad para la acción es una consecuen-
enfermo de esta clase cuya historia nos cuenta Roubino-
cia de sus máculas cerebrales hereditarias, se presume
vitch, « es el tedio de mí mismo » 2 . « Entre los estigmas,
falsamente que es por una libre determinación por lo que
morales, añade este autor, hay aún que notar los temores
menosprecia la acción y se complace en la inactividad; y
indefinibles que los degenerados presentan á veces, por
para justificarse á sus propios ojos, se erige una filosofía
tener que mirar, oler ó tocar un objeto cualquiera » 3.
de renunciación, de alejamiento del mundo y de menos-
Y más lejos menciona su « miedo inconsciente de todo
precio hacíalos hombres, pretende haberse convencido de
el mundo » 4. En este cuadro de melancólico deprimido,
la excelencia del quietismo, se califica con orgullo de
sombrío, desesperado de sí mismo y del mundo entero,
budista y celebra con giros poéticamente elocuentes el
torturado por el temor de lo desconocido y al que amena-
nirvana como el más elevado y el más digno ideal del es
zan peligros vagos, pero terribles, reconocemos rasgo por
píritu humano. Los degenerados y los alienados forman
rasgo al hombre del Crepúsculo de los Pueblos y la dis-
el público predestinado de Schopenhauer y de Eduardo
posición de espíritu «fin de siglo» descrita en el primer
de Hartmann, y les basta conocer el budismo para con-
capítulo.
vertirse en seguida.
C o n el abatimiento característico del degenerado se
A la incapacidad para obrar se liga la afición al en-
junta, por regla general, una aversión hacia toda acción
sueño vano; el degenerado no es capaz de dirigir largo
que puede llegar hasta el horror de obrar y la impotencia
rato, ni aun por un instante, su atención sobre un punto,
de querer (abulia). A h o r a bien; es una especialidad del
ni tampoco de penetrar claramente, de ordenar, de elabo-
espíritu humano conocida del psicólogo, que la ley de la
rar en apercepciones y juicios las impresiones del mundo
causalidad, rigiendo el pensamiento todo, asigna motivos
exterior que sus sentidos, de función defectuosa, llevan á
racionales á todas sus propias decisiones; y a Spinosa ha
su conciencia distraída. L e es fácil y más cómodo dejar
expresado esto de un modo feliz: « Si una piedra lanzada
que sus centros cerebrales produzcan imágenes semicla-
por la mano de un hombre pudiera p e n s a r — d i c e , — s e ima-
ras, nebulosamente fiúidas, embriones de pensamientos
ginaría de seguro que cruza el espacio porque quiere ha-
apenas formados; sumirse en la perpetua embriaguez de
cerlo» . Muchos estados de alma y actos de los cuales lle-
fantasmas que se pierden de vista, sin objeto ni fin, y no
gamos á ser conscientes son la consecuencia de causas de
tiene casi nunca la fuerza de inhibir las asociaciones de
las cuales no tenemos conciencia; en este caso inventa-
ideas y las sucesiones de imágenes caprichosas por regla
mos después, a posteriori, motivos que satisfacen nuestra
general puramente automáticas, ni de introducir una dis-
necesidad psíquica de clara causalidad y nos persuadi-
ciplina en el confuso tumulto de sus apercepciones fugiti-
mos sin trabajo á nosotros mismos que de ese modo y a
vas. L o contrario es lo que le sucede: se alegra de su ima-
los hemos realmente explicado. El degenerado al cual
ginación que opone al prosaísmo del filisteo y se consagra
con predilección á toda clase de ocupaciones libres que
1 Morel, Del delirio panofóbico de los enajenados quejumbrosos
permiten á su espíritu la vagancia ilimitada, mientras que
Anales médico-psicológicos, 1871.
2 Roubinovitch, op. cit., pág. 28. no puede sujetarse á las funciones burguesas reguladas
3 Id. Ibid., pág. 37. que exigen atención y una constante consideración de la
4 Roubinovitch, op. cit., pág. 66.
realidad. Llama á esto « una disposición para el ideal », se revolucionarios y anarquistas 1 . El degenerado es inca-
atribuye inclinaciones estéticas irresistibles y se califica paz de adaptarse á condiciones dadas, incapacidad carac-
arrogantemente de artista L terística de las variedades patológicas de toda especie y
seguramente uno de los principales motivos de su pronta
Señalemos brevemente algunas singularidades que
desaparición; se rebela pues, contra estados de cosas y
con frecuencia se hacen constar en el degenerado; está
maneras de ver que tienen necesariamente que serle im-
torturado por la duda; pregunta la razón de todos los f e -
portunos, aunque no fuera sino porque le imponen el de-
nómenos, especialmente de aquellos cuyas causas últimas
ber de ejercer el dominio de sí mismo, de lo cual es inca-
nos son absolutamente inaccesibles, y se siente desgra-
paz á causa de la debilidad orgánica de su voluntad. Asi
ciado cuando sus investigaciones y sus meditaciones no
es como se apresta á mejorar el mundo é imagina para la
llegan, como es natural, á ningún resultado 2 . P r o v e e
felicidad del género humano proyectos que se distinguen
continuamente de n u e v o s reclutas al ejército de los meta-
sin excepción, tanto como por su ardiente amor al prójimo
físicos creadores de nuevos sistemas, de los profundos
y su sinceridad con frecuencia conmovedora, por lo ab-
explicadores del enigma del mundo, de los buscadores de
surdo y su monstruosa ignorancia de todas las realidades
la piedra filosofal, de la cuadratura del círculo 'y del mo-
de la vida.
vimiento perpetuo 3 , y estos tres últimos obj,etos, espe-
cialmente, le atraen con tanta fuerza, que la oficina del Un estigma capital del degenerado, en fin, que he re-
privilegio de invención de Washington, por ejemplo, se servado para lo último, es el misticismo. «De todas las
v e obligada á tener siempre una provisión, de respuestas maniíestaciones delirantes propias de los hereditarios—
impresas para las innumerables peticiones de privilegios dice M. Henri Colín—no hay ninguna, á ¡nuestro juicio,
relativas á la solución de estos fantásticos problemas. más patognomónica que el delirio místico ó, sin llegar
Después de las investigaciones de Lombroso, será tam- hasta el delirio, las preocupaciones religiosas místicas, la
bién difícil negar que la degeneración constituye igual- devoción exagerada, etc.» 2 . No quiero multiplicar aquí
mente el fondo de los escritos y de los actos de muchos los testimonios y las citas; en los capítulos siguientes,
en que se tratará del arte y de la poesía mística del día,
tendré ocasión de mostrar al lector que entre estas ten-
dencias y la exaltación religiosa que se observa en casi
1 Charcot, Lecciones del martes en la Salpetriére. Policlínica. P a -
todos los degenerados y alienados hereditarios, no hay
rís 1890, 2.a parte, pág. 392: «El uno es saltimbanqui: se llama á sí
mismo artista. L a verdad es que su arte consiste en hacer «el hom- diferencia.
bre salvaje» en las casetas de feria». He enumerado los rasgos más salientes que caracteri-
2 Legrain, op. cit., pág. 73. «Los enfermos están constante-
zan el estado mental del degenerado. El lector puede aho-
mente obsesionados por una porción de preguntas que se agolpan
á sus espíritus, preguntas á las cuales no pueden responder, y c o n -
siguientemente á esta impotencia interviene un sufrimiento moral
' Lombroso, La fisonomía de los anarquistas. Nouyelle Revue.
que no puede expresarse. La duda abarca toda clase de temas: m e -
15 Mayo 1891, pág. 227: « T i e n e n con mucha frecuencia estos es-
tafísica, teología, etc.»
tigmas de degeneración que son comunes á los criminales y a
3 Magnan, Consideraciones sobre la locura de los hereditarios ó los locos, puesto que son unos anormales, unos hereditarios.» Vease
degenerados. Progreso medical, 1886, pág. i . n o . A propósito de una
también Pazzi ed anomali, del mismo autor. Turín, 1884.
historia de enfermo: «Tuvo también la idea de buscar la piedra
filosofal y hacer oro».
2 Henri Colin, op. cit. pág. 154-
un loco- hay genios sanos que desbordan de fuerza cuyo
ra j u z g a r por s, m 1 S mo si el diagnóstico «degeneración» a t ó t priv legio consiste precisamente en que una de sus
es o no aplicable á los promovedores de las nuevas ten- facultades intelectuales está extraordinariamente desarro-
dencias estéticas. Q u e no sé vaya á creer, por lo demás nada sin que las demás queden más acá del termino m e -
que degeneración sea sinónimo de falta de talento: casi J l S a s m o modo, naturalmente, todo loco no es un ge-
todos los observadores que han examinado muchos deo- e - nio' y la mayor parte de los locos son más bien si se h a c e
nerados establecen expresamente lo contrario, o No hay abstraeión de los imbéciles de diferentes grados, lastimo-
que olvidar dice L e g r a i n - q u e el degenerado puede ser samente estúpidos é incapaces. P e r o , en casos numerosos
un genio; un espíritu mal equilibrado es susceptible de las el «degenerado superior» de Magnan, del mismo modo
mas altas concepciones, al paso que paralelamente se ha- que presenta aquí y allí una estatura gigantesca o un des-
llan en el mismo espíritu mezquindades, pequeñeces que T o l l o excesivo de ciertas partes, posee un talento singu-
parecen tanto más manifiestas cuanto que tienen su asiento larmente desarrollado, á expensas, bien es cierto, de las
al iado de las cualidades más brillantes » i. Esta reserva otras facultades que están completa ó parcialmente mar-
a encontraremos en todos los autores que han suminis- chitadas Esto es lo que permite al hombre competente
trado contribuciones á la historia natural de los d e g e n e - 2 H i r , al primer golpe de vista, el genio sano del
rados. « P u e d e n - d i c e R o u b i n o v i t c h - a l c a n z a r un des- degenerado altamente ó aun muy altamente dotado que
arrollo considerable desde el punto de vista intelectual- se despoje á aquél de la facultad especial por la cual es
pero desde el punto de vista moral su existencia está com- L genio y siempre continuará siendo todavía un hombre
pletamente desequilibrada; un degenerado... empleará capaz, á menudo de una inteligencia y de una habihdad
sus brillantes facultades, lo mismo para servir una gran superiores, moral, apto para discernir, que s a b r a e n toda,
causa que para satisfacer las inclinaciones más vicio- partes llenar su sitio en nuestro engranaje social, que se
sas » . Lombroso ha citado toda una lista numerosa de pruebe la misma experiencia con el degenerado y solo se
genios incontestables que no menos incontestablemente tendrá un criminal ó un loco que la humanidad sana no
eran matoideos, grafómanos ó locos declarados 3 y u n sa- puede emplear en nada. S i Gcelhe no hubiera en su vida
bio francés, Laségue, ha podido emitir esta idea que se ha escrito un solo verso, no hubiera por eso dejado de „ser
hecho corriente: «el genio es una neurosis». Esta asevera- un hombre de excelente trato, de buenos principios, un
ción era imprudente, puesto que permitía á los charlatanes fino conocedor del arte, un coleccionador de exquisito
ignorantes hablar, con apariencias de razón, de e x a g e r a - gusto, un observador sagaz de la naturaleza; que se re-
ción, y burlarse de los neuro-patologistas y alienistas que
v e n un loco en todo individuo que se permite ser otra cosa
ser algo más que el contribuyente normal más ordinario'
mas impersonal. L a ciencia no afirma que todo genio es

' Legrain, op. cit., pág. n .


( Roubinovitch, op. cit. pág. 33

Fr C o ^ S f l Ií0m!'re oí gmi°> S u c c i ó n francesa por


ramente radical de las otras facultades».
P iÉ
M ssD e
Z r l T v3ríS¿ l 8 8 9 " 7 é a S e t a m b i é n especialmente
t , lheinsamty 0f genms, Londres, 1891.
un loco- hay genios sanos que desbordan de fuerza cuyo
ra j u z g a r por s, m 1 S mo si el diagnóstico «degeneración» I v o privilegio consiste precisamente en que una de sus
es o no aplicable á los promovedores de las nuevas ten- facultades intelectuales está extraordinariamente desarro-
dencias estéticas. Q u e no sé vaya á creer, por lo demás nada sin que las demás queden más acá del termino m e -
que degeneración sea sinónimo de falta de talento: casi J l S a s m o modo, naturalmente, todo loco no es un ge-
todos los observadores que han examinado muchos deo- e - nio' y la mayor parte de los locos son más bien si se h a c e
nerados establecen expresamente lo contrario. «No ha V abstraeión de los imbéciles de diferentes grados, lastimo-
que olvidar dice L e g r a i n - q u e el degenerado puede ser samente estúpidos é incapaces. P e r o , en casos numerosos
un genio; un espíritu mal equilibrado es susceptible de las el «degenerado superior» de Magnan, del mismo modo
mas altas concepciones, al paso que paralelamente se ha- que presenta aquí y allí una estatura gigantesca o un des-
llan en el mismo espíritu mezquindades, pequeñeces que T o l l o excesivo de ciertas partes, posee un talento singu-
parecen tanto más manifiestas cuanto que tienen su asiento larmente desarrollado, á expensas, bien es cierto de las
al iado de las cualidades más brillantes » i. Esta reserva otras facultades que están completa ó parcialmente mar-
a encontraremos en todos los autores que han suminis- chitadas Esto es lo que permite al hombre competente
trado contribuciones á la historia natural de los d e g e n e - 2 H i r , al primer golpe de vista, el genio sano del
rados. « P u e d e n - d i c e R o u b i n o v i t c h - a l c a n z a r un des- degenerado altamente ó aun muy altamente dotado que
arrollo considerable desde el punto de vista intelectual- se despoje á aquél de la facultad especial por la cual es
pero desde el punto de vista moral su existencia está com- L genio y siempre continuará siendo todavía un hombre
pletamente desequilibrada; un degenerado... empleará capaz, á menudo de una inteligencia y de una habihdad
sus brillantes facultades, lo mismo para servir una gran superiores, moral, apto para discernir, que s a b r a e n toda,
causa que para satisfacer las inclinaciones más vicio- partes llenar su sitio en nuestro engranaje social, que se
sas »> . Lombroso ha citado toda una lista numerosa de pruebe la misma experiencia con el degenerado y solo se
genios incontestables que no menos incontestablemente tendrá un criminal ó un loco que la humanidad sana no
eran matoideos, grafómanos ó locos declarados 3 y u n sa- puede emplear en nada. S i G a * h e no hubiera en su vida
bio francés, Laségue, ha podido emitir esta idea que se ha escrito un solo verso, no hubiera por eso dejado de „ser
hecho c o m e n t e : «el genio es una neurosis». Esta asevera- un hombre de excelente trato, de buenos principios, un
ción era imprudente, puesto que permitía á los charlatanes fino conocedor del arte, un coleccionador de exquisito
ignorantes hablar, con apariencias de razón, de e x a g e r a - gusto, un observador sagaz de la naturaleza; que se re-
ción, y burlarse de los neuro-patologistas y alienistas que
ven un loco en todo individuo que se permite ser otra cosa
ser algo más que el contribuyente normal más ordinario'
mas impersonal. L a ciencia no afirma que todo genio es

' Legrain, op. cit., pág. n .


( Roubinovitch, op. cit. pág. 33

Fr C o ^ S f l Ií0m!'re oí gmi°> S u c c i ó n francesa por


ramente radical de las otras facultades».
P ÉsZ r l T v3ríS¿ l 8 8 9 " 7 é a S e t a m b i é n especialmente
iNlsD et, lheinsamty 0f genms, Londres, 1891.
presente cualquiera, por ejemplo, i un Schopenhauer que
no hubiera sido el autor de libros asombrosos, y n o t e n ! escribe Legrain: la debilidad del juicio y el desigual des-
dría frente a si más que un original repulsivo al eual sus arrollo d é l a s facultades intelectuales... L a s concepciones
eos umbres tendrían que excluir de toda sociedad hon ad a no son nunca elevadas, el débil es incapaz de tener gran-
y al eual su del.no de la persecución .designaba para ser- des pensamientos, ideas fecundas; este hecho contrasta
encerrado en el manicomio. L a f a l t a de armonía, el d e f e t o singularmente con el desarrollo exagerado de sus f a c u l -
de equilibrio, el lado singularmente inútil y no s a t i s f a g o tades de imaginación » « S i son pintores, se lee en
n o hasta de la facultad para reconocer que" hay en f d e - Lombroso, la cualidad predominante en ellos será el colo-
generado de genio, saltan á la vista de todo observador rido, serán los accesorios decorativos; si son poetas, ten-
sano que no s e deje influir por la admiración ruidola de drán una rima abundantísima, la forma brillante, serán á
críticos que son ellos mismos degenerados, y le p e r m i t í ! veces decadentes » 2 .
ran en toda ocas.ón no confundir al matoideo con e l A s í son por dentro los mejor dotados de los que, en
arte y en literatura, encuentran los nuevos caminos y los
humanMedXT10naÍ " n ° ^ — v o s caminos á la
humanidad y la conduce á más altos desarrollos. No parti que discípulos entusiastas aclaman cómo guías hacia la
cipo de la opinión de Lombroso que afirma que l o f d e - tierra prometida del porvenir; entre ellos predominan los
generados de genio constituyen una f u e r z a ' p r o p u l s ^ degenerados ó matoideos. A la muchedumbre, por lo con-
- del progreso humano seducen y ciegan, ejercen d e s ! trario, que les admira y jura por su nombre, que imita las
g r a n a d a m e n t e también con frecuencia" una Í c c i ó n p r o - modas que ellos han imaginado y se complace en las ra-
funda pero que es siempre nefasta; si no se advierte en rezas descritas en el precedente capítulo, se aplica ante
segu.da, no deja de notarse más tarde; si los c o n t e m p o r ^ todo el segundo de los diagnósticos más arriba estableci-
neos no llegan á hacerlo constar, el historiador de la c ! dos: en ella se trata principalmente de histeria y de n e u -
rastenia.
humanidad° 6 0 8 6 9 3 . U t e r i < ™ - ^ i g e n también / L
Por razones que pondremos en claro en el capítulo si-
" " " P o r . c a ™ propios que han encontrado por
i mismos, hacia nuevos objetivos, pero estos objetivo, guiente, la histeria ha sido hasta aquí menos estudiada e n
Alemania que en Francia que es el país donde se han
ffáSr 0 d e r r t O S ; SOn g u i a s « los p a n t o ^ c o m o
ocupado de ella más seriamente; lo que acerca de ella
lo son los fuegos fatuos, ó de la perdición, como el caza
dor de ratones de Hameln. Su infecundidad siniestra esM sabemos, lo debemos casi exclusivamente á los maestros
« P ™ n t e puesta d e r e l i e v e p o r l o s o t e L S g J t franceses: los grandes tratados de A x e n f e l d 3 , de R i -
- d i c e Tarabaud estrafalarios, originales, desequilibra, cher 4 y singularmente de Gilíes de la Tourette 5 , resu-

1 Legrain, op. cit., págs. 24 y 26.


fehVenc q U e ; ° 8011 pero tienen una in- 2 Lombroso, Nuevas investigaciones de psiquiatría y antropología
teligencia improductiva » • . Un carácter común Ies u n e , crimiíial, París, 1892, pág. 74.
3 Axenfeld, Délas neurosis, 2. a edición, revisada y completada
por el Dr. Huchard, París 1879.
l Mouvelle Revue, 15 Julio 1891. 4 Paul Richer, Estudios clínicos sobre la histerio-epilepsia ó gran-
de histeria, París 1891.
^ * d ^ a c i ó n mental y /, 5 Gilíes de la Tourette, Tratado clínico y terapéutico de la histe-
ria.; París, 1891.
men de un modo completo nuestro conocimiento actual
sigue todas las inspiraciones de los escritores y de los ar-
de esta enfermedad, y en ellos habré de apoyarme al
tistas 1 ; cuando ve un cuadro, quiere parecerse á los
enumerar los rasgos característicos de la histeria.
personajes" en la actitud y el traje; si lee un libro, se apro-
En los h i s t é r i c o s — y no hay que creer que se encuen-
pia ciegamente las ideas que hay en él, toma como mo-
tran exclusivamente, ni aun siquiera en mayor número en
delos á los protagonistas de las novelas que está leyendo
el sexo femenino, sino que se encuentran entre los hombres
en el momento, y se identifica con el carácter de las p e r - .
tan frecuente, y quizás más frecuentemente aun que en-
sonas qüe se agitan ante sus ojos en la escena.
tre las mujeres 1 — 1 en los histéricos, como en los degenera-
A la emotividad y á la facilidad de sugestión se añade
dos, lo que resalta ante todo es una emotividad extra-
un amor de sí mismo que no se observa nunca en tal medi-
ordinaria. «Es seguramente más bien la impresionabilidad
da, ni muchísimo menos, en las gentes sanas. S u propio
extremada de los centros psíquicos—dice M. Henri Colin
«yo» aparece gigantesco á la vista interior del histérico y
— l o que constituye el carácter fundamental de los histé-
llena tan por completo su horizonte intelectual, que le
ricos... Los histéricos son ante todo unos sensitivos » 2 .
esconde todo el resto del universo; ni siquiera soporta que
E s t a primera propiedad engendra otra no menos nota-
los demás no se ocupen de él; quiere tener tanta impor-
ble é importante: la excesiva facilidad con la cual pueden
tancia para los demás como la que tiene para sí mismo:
ser sometidos á la sugestión 3 ; los antiguos observado-
«una necesidad incesante persigue y domina al histérico:
res han hablado en todas ocasiones de la costumbre ilimi-
la de hacer que las gentes que le rodean se ocupen de su
tada de la mentira en los histéricos, hasta se han indig-
persona » 2 . U n medio de satisfacer esta necesidad con-
nado contra ella y han hecho de ella la señal por excelen-
siste en imaginar sucesos que le hacen interesante; de
cia de su condición mental. En esto han cometido un
aquí las aventuras extraordinarias que con frecuencia
error; el histérico no miente conscientemente; cree en la
ocupan á la policía y llenan los sucesos de los periódicos;
verdad de sus fantasías las más locas; la movilidad enfer-
el histérico se v e asaltado en plena calle, aun las de más
miza de su espíritu, la excitabilidad exagerada de su ima-
transito, por hombres desconocidos; es despojado, maltra-
ginación, llevan á su conciencia toda clase de apercep-
tado, arrastrado hasta un barrio pérdido y abandonado
ciones extrañas y absurdas; se sugiere á sí mismo que
allí como muerto; se levanta penosamente y va á contár-
estas apercepciones descansan sobre percepciones reales
selo á la policía; puede enseñar sobre su cuerpo las heri-
cree en la verdad de sus locas fantasías hasta que una
das que ha recibido y precisa todos los detalles; y no hay
sugestión nueva, sea propia, sea emanada de otra perso-
en todo el relato una sola palabra de verdad: todo ha sido
na, haya expulsado á la precedente. U n a consecuencia de
soñado é imaginado, y él mismo se ha inferido las heri-
la disposición del histérico á la sugestión, es su manía
das con el fin de convertirse por un momento en el centro
irresistible de la imitación 4 y el apresuramiento con que
de la atención pública. En los grados menos importantes
de la histeria, esta necesidad de llamar la atención reviste
1 Paul Michaut, Contribución al estudio de las manifestaciones formas más inocentes: se manifiesta por excentridades de
de la histeria en el hombre\ París 1890.
2 Henri Colin, op. cit., pág. 14.
Gilíes de la Tourette, op. cit., pág. 548 y passim. 1 Gilíes de la Tourette, op. cit., pág. 493.
4 Henri Colin, op. cit., págs. 15 y 16. 2 Gilíes de la Tourette, op. cit., pág. 303.
traje y de conducta: « otros histéricos adoran los colores
puede sencillamente pasar ante una pacotilla cualquiera
llamativos, los objetos excéntricos, gustan de atraer las
sin sentir la necesidad de adquirirla.
miradas, de hacer que se hable de ellos »
L a manera singular de ciertos pintores, impresionistas,
No es necesario, creo, hacer notar especialmente al
puntillistas ó mosaístas, temblones ó parpadeantes, colo-
lector hasta qué punto responde este retrato clínico del
ristas rabiosos, tintoreros en gris ó en pálido, será para
histérico á la. descripción de las singularidades «fin de
nosotros inmediatamente comprensible, si tenemos pre-
siglo», y cómo hallamos en él todos los rasgos que nos ha
sentes en el espíritu las investigaciones de la escuela de
dado á conocer la observación de los fenómenos d é l a
Charcot acerca de los trastornos visuales de los degene-
época, especialmente la rabia por imitar, en el aspecto e x -
rados y de los histéricos. Los pintores que aseguran que
terior, en el vestido, la actitud, el corte del cabello y de la
son sinceros y que reproducen la Naturaleza tal como
barba, las figuras de cuadros antiguos y modernos, y el es-
ellos la ven, dicen á menudo la verdad; el degenerado
fuerzo febril por llamar la atención, mediante no importa
que padece nystagmo ó temblor del globo ocular, divisa-
qué rarezas, y por hacer hablar de uno. El examen de los
rá, con efecto, el mundo como algo trémulo, instable, sin
degenerados y de los histéricos declarados, cuyo estado
contornos fijos; y si es un pintor concienzudo, pintará cua-
h a hecho necesario el tratamiento médico, nos da también
dros que recordarán la manera cómo los dibujantes de
la clave de los detalles secundarios de las modas del día;
las Fliegende Blaetter 1 de Munich representan un perro
el furor por coleccionar de los contemporáneos, el haci-
.mojado que se sacude vigorosamente, y que no suscitarán
miento en las casas de una colección de cachivaches sin
una idea cómica únicamente porque el observador atento
objeto que no se convierten ni en más útiles ni en más
leerá en ellos el esfuerzo desesperado por reproducir
bonitos porque se les bautice con el nombre suave de bi-
plenamente una impresión que, con los medios de arte
belots, se nos revelan bajo una nueva luz, cuando sabemos
creados por los hombres que poseen una vista normal, no
que Magnan ha notado en los degenerados un instinto
puede ser reproducida con absoluta precisión.
irresistible de adquirir baratijas inútiles. Este instinto es
Casi en todos los histéricos existe la anestesia de una
tan pronunciado y tan especial, que Magnan lo declara
parte de la retina *. P o r regla general, los sitios insen-
un estigma de degeneración, y ha creado para designarlo
sibles son continuos y ocupan la mitad exterior de dicha
el nombre de « oniomanía » ó locura de comprar.
membrana; en estos casos, el campo visual se halla más ó
No debe confundírsele con el placer de comprar, propio menos restringido y aparece al histérico no tal como al
de los enfermos en el primer grado de la parálisis general; hombre normal—como un círculo—sino como un cuadro
las compras de estos últimos son una consecuencia de su limitado por una línea de caprichosos ángulos entrantes y
manía de grandezas; hacen grandes adquisiciones porque salientes. Pero á v e c e s los sitios anestésicos no son con-
se creen archimillonarios. El oniómano, por lo contrario, tinuos y se encuentran diseminados en forma de islotes
no compra masas considerables de un solo y mismo obje- sobre toda la retina; entonces el enfermo tendrá en su
to, como el paralítico general, y el precio no le es in-
diferente como á este último; lo que le ocurre es que no
1 Hojas sueltas.—(N. del T.)
"2 Dr. Emilio Berger, Las enfermedades de los ojos en sus rela-
Legrain, op. cit., pág. 30. ciones con la patología general. París 1892, págs. 1 2 9 7 siguientes.
campo visual toda especie de vacíos ó manchas negras de
rabie sobre la naturaleza y la intensidad de las impulsio-
un efecto curioso, y si pinta lo que v e , se inclinará á co-
nes que éste envía á l o s nervios motores l ; ciertas sen-
locar los unos cerca de los otros, puntos ó manchas más ó
saciones tienen una acción depresiva é inhibidora sobre
menos gruesos, no ligados los unos con los otros, ó liga-
los movimientos; otras, por lo contrario, hacen que éstos
dos de un modo imperfecto. La insensibilidad no necesita
sean más vigorosos, más rápidos y más intensos: son dina:
ser completa; puede existir tan sólo con respecto de cier-
mógenas ó productoras de fuerza; y como quiera que á la
tos colores ó de todos los colores; si el histérico ha perdido
dinamogenia ó producción de fuerza va siempre ligado un
totalmente el sentimiento de los colores (acromatopsia),
sentimiento de placer, todo ser vivo experimenta la nece-
v e todo uniformemente gris, pero percibe las diferencias
sidad de buscar sensaciones dinamógenas y de evitar las
de g r a d o de claridad; la imagen del mundo se presenta
sensaciones inhibidoras y depresivas.
pues ante él como un agua fuerte ó un dibujo al lápiz-
Ahora bien; el rojo es notablemente dinamògeno: «Así,
plomo, en el cual el efecto de los colores ausentes está
—refiere Binet, describiendo una experiencia intentada
reemplazado por la graduación de luz, por la m a y o r ó
con una histérica que padecía de insensibilidad de una de
menor profundidad y por el vigor de los espacios blancos
las mitades del cuerpo—ponemos en la mano derecha,
y negros. Pintores que sean insensibles á los colores e x -
anestesiada, de Amelia Cl... un dinamómetro...; la mano
perimentarán naturalmente predilección por la pintura
señala por término medio la cifra 12. Si hacemos contem-
pálida, y un público que padezca del mismo mal no en-
plar en este momento á la enferma un disco rojo, en se-
contrará nada de chocante en unos cuadros discromáti
guida la cifra de la presión inconsciente... se duplica *...»
eos; pero si al lado de la lechada de cal de un P u v i s de
S e comprende pues, que pintores histéricos se sumerjan
Chavannes, que apaga uniformemente los colores, el ama-
con toda su alma en el rojo, y que espectadores histéricos
rillo, el azul y el rojo rabiosos de un Besnard, tienen
experimenten un placer especial á la vista de cuadros que
también sus fanáticos, esto depende igualmente de una
obran sobre ellos de una manera dinamògena y suscitan
causa que la clínica nos revela: « E l amarillo y el azul,
en ellos sensaciones agradables.
colores periféricos, es decir percibidos por el borde ex-
tremo de la retina—nos enseña Gilíes de la T o u r e t t e — Si el rojo es dinamògeno, el violeta, por lo contrario,
seguirán siendo percibidos hasta el último límite: son es inhibidor y depresivo 3 . No es en modo alguno por
con efecto... los dos colores c u y a sensación en la ambliopía casualidad por lo que el violeta ha sido adoptado por v a -
histérica se conserva por más tiempo; pero... en ciertos rios pueblos como color exclusivo del luto, y por nosotros
enfermos, y hasta con frecuencia, es el rojo y no el azul como color de alivio de luto; la vista de este color ejerce
el que desaparece el último » l . una acción deprimente y el sentimiento de disgusto que
suscita responde al abatimiento de un alma en duelo. Es
El rojo ofrece aún otra singularidad que explica la gran
predilección de los histéricos por él. Las experiencias
1 Alfred Binet, Investigaciones sobre las alteraciones de la con-
ciencia en los histéricos— Revue Philosophique, 1889, 27. 0 volumen.
han establecido que las impresiones llevadas al cerebro 2 Alfred Binet, loe. cit., pág. 150.
por los nervios sensitivos ejercen una influencia conside- 3 Ch. Féré, Sensación y movimiento.—Revue Philosophique, 1886.
" Véase también del mismo autor: Sensación y movimento, París 1887;
Degeneración y criminalidad, París 1888, y La Energía y la Veloci-
Tratado clínico y terapéutico de la histeria, pág. 339. dad de los movimientos voluntarios.—Revue philosophique, 1890.
fácil de comprender que histéricos y neurasténicos, al dera y una música turca, es una prueba completa de falta
pintar, tendrán tendencia á extender por decirlo así so- de personalidad, es decir de talento. S i los movimien-
bre sus cuadros, un color que responde á su estado de tos intelectuales, aún sanos y fecundos, de una época,
fatiga y de agotamiento. son por regla general clasificados en grandes divisio-
Así es como nacen las pinturas violetas de Manet y de nes que reciben un nombre especial, los historiadores de
su escuela, que no derivan de un aspecto realmente obser- la civilización ó de la literatura son los que, a posteriori,
vado en la Naturaleza, sino de una visión interior, de un abarcan con la vista el cuadro de conjunto de dicha épo-
estado nervioso. Cuando pedazos enteros de pared de los ca y establecen para su propia comodidad, secciones y
salones contemporáneos y de las Exposiciones parecen clases, con el fin de entenderse ellos mismos más fácil-
uniformemente velados de medio luto, esta predilección mente á través de la diversidad de los fenómenos. P e r o
por el violeta demuestra sencillamente la debilidad ner- estas divisiones son casi siempre arbitrarias y artificiales;
viosa de los pintores. los espíritus independientes (no se trata aquí de los sim-
ples imitadores), que un buen crítico reúne en un grupo,
Ha}- todavía otro fenómeno característico en alto g r a -
permitirán acaso que se les reconozca una determinada
do de la degeneración de los unos y de la histeria de
semejanza; pero por regla general, será el resultado de
los otros: es la formación de grupos ó de escuelas cerra-
influencias exteriores y no de un real parentesco íntimo.
das, aisladas intratablemente de las escuelas vecinas, que
Nadie puede sustraerse completamente á las influencias
se observa actualmente en el arte y la literatura. Artistas
•ambientes; y bajo la impresión de los sucesos, los mismos
ó escritores sanos, cuyo espíritu se encuentra en un esta-
para todos los contemporáneos, del propio modo que bajo
do de equilibrio normal, no pensarían nunca en formar
la de las orientaciones científicas reinantes en un momen-
una asociación que se puede, según á cada cual le plazca,
to dado, determinados rasgos que las fechan en cierto
llamar secta ó pandilla; en redactar un catecismo, en
modo se desarrollan en todas las obras de una época. Pero
ligarse á dogmas estéticos determinados, ni en romper lan-
los mismos hombres que andando el tiempo, se encuen-
zas en pro de éstos con la intolerancia fanática de inqui-
tran reunidos en el libro de la Historia tan naturalmente
sidores españoles. Si hay una actividad humana que tenga
que parecen formar una familia, han seguido en la vida,
que ser individual, es á no dudarlo la actividad artística;
lejos los unos de los otros, su camino especial y no han
el verdadero talento es siempre personal; lo que da en sus
podido siquiera sospechar que un día llegaría en que se les
creaciones, es él mismo, sus propias miras y sus senti-
juntase bajo una denominación común. Ocurre precisa-
mientos, y no los dogmas aprendidos de no importa cuál
mente lo contrario cuando escritores ó artistas se reúnen
apóstol estético; obedece á su impulsión' creadora, no á
á sabiendas y á caso hecho y fundan una escuela estética
una fórmula teórica predicada por el fundador de una
•como se funda una casa de banca: con un título para
nueva capilla artística ó literaria; desarrolla su obra en la
el cual reivindicarían de buena g a n a la protección de la
forma que es para él orgánicamente necesaria y no en la
ley, con estatutos, capital social, etc. P u e d e ser esto una
que un j e f e de secta declara exigida por la moda del día.
especulación ordinaria, pero en general, es una enferme-
El solo hecho que un escritor ó un artista se deje juramentar
dad; la inclinación á formar grupos que se revela en todos
para la defensa de una consigna dada, en un «ismo» cual-
los degenerados y los histéricos, puede revestir diferentes
quiera, y corra con gritos de alborozo detrás de una ban-
4
formas: en los criminales, conduce á la reunión de cuadri- Los débiles de espíritu ó los desequilibrados, en contacto
llas, como lo hace constar Lombroso expresamente 1 ; en con un delirante, quedan inmediatamente subyugados por
los dementes declarados, á la «locura de dos», en la cual el poder de sus ideas patológicas y se convierten á ellas
uno de los enfermos impone por completo su delirio á su en seguida; es posible á veces curarles de estos delirios
compañero; en los histéricos, á esas vivas amistades que transmitidos, separándoles de los que los han provocado;
hacen repetir á Charcot en múltiples circunstancias: «Los pero con frecuencia también el trastorno mental sobrevi-
nerviosos se buscan entre ellos » 2 ; en los escritores, en ve á la misma separación.
fin, al establecimiento de escuelas. T a l es la historia natural de las escuelas estéticas. U n
L a base orgánica común de estas diferentes formas de degenerado proclama, bajo el efecto de una obsesión, un
un solo y mismo fenómeno, de la « locura de dos », de la dogma literario cualquiera: el realismo, la pornografía, el
asociación de los nerviosos, de la formación de escuelas misticismo, el simbolismo, el diabolismo; lo proclama con
estéticas y de la fundación de cuadrillas de criminales, e s una elocuencia violenta y penetrante, con sobrexcitación,
en la parte activa, en los j e f e s é instigadores: el predomi- con una falta de consideraciones furibunda. Otros dege-
nio de obsesiones; en los que siguen, en los discípulos, la nerados, histéricos, neurasténicos, se reúnen en torno
parte sometida: la debilidad de voluntad y la sugestibili- suyo, reciben el nuevo dogma de sus labios y consagran
dad patológica 3. El hombre portador de una obsesión es su vida entera desde aquel instante á propagarlo.
un incomparable apóstol; no ha}' convicción razonable En este caso, todos los interesados son de buena fe: el
obtenida por un trabajo normal del pensamiento, que sea fundador lo mismo que los discípulos; obran como tienen
susceptible de apoderarse de un espíritu tan por completo que obrar, dado el estado enfermizo de su cerebro y de su
como se apodera un delirio, de someter tan tiránicamente sistema nervioso. Pero este cuadro perfectamente claro
toda su actividad, ni de impulsar tan irresistiblemente á l a s desde el punto de vista clínico, no tarda generalmente en
palabras y á los actos. Contra el loco y el semi-loco deli- embrollarse en cuanto el apóstol de un delirio y sus secua-
rante resbala toda demostración de lo absurdo de sus. ces llegan á atraer sobre ellos una atención más general;
apercepciones; no hay contradicción, burla ni menosprecio entonces el apóstol ve acudir á él una porción de gentes
que le alteren; la opinión de la mayoría le es indiferente; que y a no v a n de buena fe, que saben perfectamente re-
los hechos que no se adaptan á su gusto, los ignora ó los conocer el lado insensato del nuevo dogma, pero no obs-
interpreta de tal manera que parecen apoyar su delirio; tante lo aceptan porque esperan ganar reputación y dine-
los obstáculos no le asustan, porque contra el poder de su ro, en su cualidad de miembros de la nueva secta. Hay en
delirio hasta su mismo instinto de conservación es inca- todo pueblo cuyo arte y literatura están desarrollados,
paz de luchar, y en virtud de la misma razón está dispues- numerosos eunucos intelectuales que no son capaces de
to con mucha frecuencia á llegar por él hasta el martirio. engendrar una obra v i v a , pero logran imitar á la perfec-
ción el gesto de la procreación; estos mutilados forman
1 Lombroso, El Hombre criminal, págs. 519 y siguientes.
desgraciadamente la gran mayoría de las escritores y de
2 Charcot, Lecciones del martes, passim.
3 Legrain, op. cit., pág. 173: « En la .predisposición al delirio, los artistas de pro°esión y su bullente masa parasitaria
por una parte, en la debilidad intelectual _que le acompaña, por ahoga con demasiada frecuencia el talento verdadero y
otra, hay que buscar la explicación real de los casos de «locura de
espontáneo. Ahora bien, éstos son los que se apresuran á
dos». Véase también Régis, La locura de dos, París 1880.
formar la escolta literaria de cada nueva tendencia que pa- ner durante algún tiempo éxitos ruidosos, esto se explica
r e c e ponerse de moda; son naturalmente siempre los más por singularidades del público, y con especialidad por su
modernos de todos, puesto que ningún mandato de origi- histeria. Hemos visto que la sugestibilidad excesiva es la
nalidad, ninguna conciencia artística, les impiden imitar señal característica de los histéricos; este mismo poder de
constantemente con el mismo celo de artesanos, y desfi- la obsesión por el cual el degenerado recluta imitadores,
gurándolo, el modelo más reciente. Hábiles para asimilar- agrupa también alrededor suyo partidarios; si se asegura
se las exterioridades, plagiarios é imitadores determina- al histérico, á voces y sin cansarse, que una obra es her-
dos, se apresuran á reunirse en torno de toda manifesta- mosa, profunda, llena de porvenir, acaba por creerlo;
ción original, y a sea enfermiza ó sana, y se ponen sin pér- cree en todo lo que le es sugerido de un modo suficiente-
dida de tiempo á fabricar adulteraciones; son hoy simbolis- m e n t e penetrante; cuando la joven vaquera Bernadette
tas, como eran ayer realistas ó pornógrafos; escriben con vió aparecérsele la Santa Virgen en la gruta de Lourdes,
la misma facilidad obras de misterios, si de ellas esperan no solamente todas las beatas y los hombres histéricos de
renombre y buena venta, que ensartan en un periquete los alrededores que acudieron al milagro creyeron que la
romances de caballería andante y cuentos de bandidos, na- chiquilla alucinada había realmente visto la aparición,
rraciones de aventuras, tragedias romanas é idilios cam- sino que todos creyeron v e r con sus propios ojos á la
pestres, cuando la demanda de los críticos de periódicos Santa Virgen. M. Edmundo de Goncourt refiere el hecho
y del público parece dirigirse de un modo marcado á una siguiente, relativo á la guerra de 1870: « Pero el despa-
de estas mercancías. Estos prácticos del oficio que, esta- cho que anuncia la derrota del príncipe de Prusia y la
blezcámoslo de nuevo, forman la gran mayoría de los tra- captura de 25.ooo prisioneros, ese despacho, se dice,
bajadores intelectuales y por consiguiente también de los fijado en el interior de la Bolsa (de París), ese despacho
miembros de las sectas á la moda en el arte y la literatura, que me declaran haber leído gentes, mezclado con las
están por lo demás, completamente sanos desde el pun- cuales lo busco en el interior del edificio, ese despacho
to de vista intelectual, aunque en un grado muy bajo de que—por una extraña alucinación—hay gentes que creen
desarrollo, y quien los examinara, podría fácilmente poner ver, diciéndome, extendiendo un dedo indicador: « ¡Mire
en duda, en lo qije concierne á los fieles de las nuevas usted, ahí está, ahí! «... y señalándome en el fondo una
doctrinas, la exactitud del diagnóstico « d e g e n e r a c i ó n » . pared en la cual no hay n a d a — e s e cartel no puedo descu-
S e ha de tener por consiguiente, alguna prudencia en brirlo; lo busco y lo rebusco en vano por todos los rinco
el estudio é informe del diagnóstico y distinguir en todo nes de la Bolsa» S e podrían citar á docenas estos ejem-
momento á los promovedores sinceros de la ralea de plos de ilusiones de los sentidos sugeridas á una muche-
especuladores que los imitan, al fundador de la religión dumbre excitada. Los histéricos se dejan pues, sin más
y sus apóstoles, de la plebe que se preocupa no del S e r - formalidades, convencer de la magnificencia de urna obra,
món de la montaña, sino de la Pesca milagrosa y de la y hasta encuentran en ella después, bellezas del orden
Multiplicación de los panes. más elevado en las cuales á su autor y á sus trompeteros
de la fama ni siquiera se les ha ocurrido pensar. Una vez
Hemos mostrado cómo nacen las escuelas: son el fruto
d é l a degeneración de los creadores y de sus imitadores 1 Diario de los Goncourt, liltima serie, tomo I, 1870-1871,
convencidos. Pero que puedan ponerse á la moda, obte- París, 1890; pág. 10.
la secta suficientemente constituida para tener, además
de su fundador y de los sacerdotes de su templo, los sa-
cristanes asalariados y los monaguillos, otra comunidad
más, procesiones con estandartes y cánticos y campanas
retumbantes, se juntan entonces á ella otros creyentes,
además de los histéricos que se han dejado sugerir la IV
nueva f e . Mozalbetes sin discernimiento que buscan to-
davía su camino, van allí donde ven correr á la muche-
dumbre y la siguen sin vacilación porque creen que mar- ETIOLOGÍA
cha por el buen sendero; majaderos que á nada temen
tanto como á que les consideren atrasados, se agregan á
ella con rugidos de vivas destinados á convencerles á Hemos puesto de relieve que las tendencias y modas
ellos mismos de que ellos también v a n bailando delante literarias y artísticas « fin de siglo », así como la facili-
del más nuevo triunfador", de la flamante celebridad; vie- dad de que el público las adopte, son el efecto de enfer-
jos gastados que tienen el temor pueril de que se descubra medades, y hemos podido establecer que estas enferme-
su edad, concurren asiduamente al nuevo templo y mez- dades son la degeneración y la histeria. Tenemos ahora
clan sus v o c e s cascadas al canto de los fieles porque es- que investigar cómo han nacido estas enfermedades de la
peran que viéndoles en un grupo en que predomina la época y por qué se presentan con tan extraordinaria fre-
g e n t e joven, s e l e s creerá también j ó v e n e s á ellos. cuencia precisamente en nuestro tiempo.
Así es como se establece una agrupación en forma Morel, el gran escrutador de la degeneración, reduce
alrededor de un infeliz degenerado. El fatuo á la moda, ésta en el fondo á la intoxicación l . U n a generación que
el gigolo estético, mira por encima del hombro del toma regularmente, aun sin exceso, estupefaccientes y
histérico al cual ha sido sugerida la admiración; el intri- excitantes bajo no importa qué forma (bebidas fermenta-
g a n t e va pisando los talones del vejete que finge ser jo- das, tabaco, opio, haschisch, arsénico), que come cosas
ven, y entre todos ellos se agolpa la juventud curiosa de corrompidas (centeno tizonado, maíz podrido), que ab-
la calle que tiene que ir, sea donde fuere, allí donde «pasa sorbe venenos orgánicos (fiebre palúdica, sífilis, tuber-
algo». Y como quiera que esta muchedumbre está im- culosis, bocio), engendra descendientes degenerados que,
pulsada por la enfermedad, la avaricia de la ganancia y si permanecen expuestos á las mismas influencias, des-
la vanidad, mete mucho más ruido que un número mucho cienden rápidamente á los grados más bajos de la dege-
más considerable de hombres sanos que disfrutan tran- neración, al idiotismo, al nanismo, etc. Q u e la intoxi-
quilamente y sin segunda intención egoísta de las obras cación de los pueblos civilizados continúa y aumenta en
de los talentos que tienen buena salud; estos últimos, con la mayor proporción, la estadística lo revela perfecta-
efecto, no se creen obligados á ir alborotando y gritando mente: el consumo del tabaco ha aumentado en Francia
por las calles su- apreciación y sus gustos, y no amenazan de 0,8 kilogramos por habitante en 1841, á 1,9 id. en
con aplastar á ios transeúntes inocentes que no quieren
asociarse á sus aclamaciones ensordecedoras. Tratado de las degeneraciones, passim.
la secta suficientemente constituida para tener, además
de su fundador y de los sacerdotes de su templo, los sa-
cristanes asalariados y los monaguillos, otra comunidad
más, procesiones con estandartes y cánticos y campanas
retumbantes, se juntan entonces á ella otros creyentes,
además de los histéricos que se han dejado sugerir la IV
nueva f e . Mozalbetes sin discernimiento que buscan to-
davía su camino, van allí donde ven correr á la muche-
dumbre y la siguen sin vacilación porque creen que mar- ETIOLOGÍA
cha por el buen sendero; majaderos que á nada temen
tanto como á que les consideren atrasados, se agregan á
ella con rugidos de vivas destinados á convencerles á Hemos puesto de relieve que las tendencias y modas
ellos mismos de que ellos también v a n bailando delante literarias y artísticas « fin de siglo », así como la facili-
del más nuevo triunfador", de la flamante celebridad; vie- dad de que el público las adopte, son el efecto de enfer-
jos gastados que tienen el temor pueril de que se descubra medades, y hemos podido establecer que estas enferme-
su edad, concurren asiduamente al nuevo templo y mez- dades son la degeneración y la histeria. Tenemos ahora
clan sus v o c e s cascadas al canto de los fieles porque es- que investigar cómo han nacido estas enfermedades de la
peran que viéndoles en un grupo en que predomina la época y por qué se presentan con tan extraordinaria fre-
g e n t e joven, s e l e s creerá también j ó v e n e s á ellos. cuencia precisamente en nuestro tiempo.
Así es como se establece una agrupación en forma Morel, el gran escrutador de la degeneración, reduce
alrededor de un infeliz degenerado. El fatuo á la moda, ésta en el fondo á la intoxicación U n a generación que
el gigolo estético, mira por encima del hombro del toma regularmente, aun sin exceso, estupefaccientes y
histérico al cual ha sido sugerida la admiración; el intri- excitantes bajo no importa qué forma (bebidas fermenta-
g a n t e va pisando los talones del vejete que finge ser jo- das, tabaco, opio, haschisch, arsénico), que come cosas
ven, y entre todos ellos se agolpa la juventud curiosa de corrompidas (centeno tizonado, maíz podrido), que ab-
la calle que tiene que ir, sea donde fuere, allí donde «pasa sorbe venenos orgánicos (fiebre palúdica, sífilis, tuber-
algo». Y como quiera que esta muchedumbre está im- culosis, bocio), engendra descendientes degenerados que,
pulsada por la enfermedad, la avaricia de la ganancia y si permanecen expuestos á las mismas influencias, des-
la vanidad, mete mucho más ruido que un número mucho cienden rápidamente á los grados más bajos de la dege-
más considerable de hombres sanos que disfrutan tran- neración, al idiotismo, al nanismo, etc. Q u e la intoxi-
quilamente y sin segunda intención egoísta de las obras cación de los pueblos civilizados continúa y aumenta en
de los talentos que tienen buena salud; estos últimos, con la mayor proporción, la estadística lo revela perfecta-
efecto, no se creen obligados á ir alborotando y gritando mente: el consumo del tabaco ha aumentado en Francia
por las calles su- apreciación y sus gustos, y no amenazan de 0,8 kilogramos por habitante en 1841, á 1,9 id. en
con aplastar á ios transeúntes inocentes que no quieren
asociarse á sus aclamaciones ensordecedoras. Tratado de las degeneraciones, passim.
1890 tenemos en Inglaterra las cifras correspondien-
refinado, está continuamente expuesto á influencias d e s -
tes de i 3 y 26 o n z a s 2 , en Alemania la de 0,8 y i , 5
favorables que menguan su fuerza vital, mucho más allá
kilogramos. El uso del alcohol durante el mismo tiempo
de la medida inevitable; aspira un aire sobrecargado de
se ha elevado en Alemania de 5,45 cuartillo (1844) á 6,86
detritus orgánicos, come alimentos averiados, contamina-
ídem (1867); en Inglaterra, de 2,01 litros á 2,64 id.; en
dos, falsificados, se encuentra en un estado perpetuo de
Francia, de i,33 litros á 4 id. 3. El aumento del consumo
sobreexcitación nerviosa, y puede comparársele sin e x a -
del opio y del haschisch es aún más considerable, p e r o
geración al habitante de una región pantanosa. El efec-
no tenemos que ocuparnos de ello porque sólo padecen
to de la gran ciudad sobre el organismo humano ofrece la
sus consecuencias los pueblos orientales que no represen-
mayor analogía con el de las marennas y lagunas de Ita-
tan ningún papel en el movimiento intelectual de la raza
lia, y su población es víctima de la misma fatalidad de
blanca. A estas influencias nocivas se añade aún otra que
degeneración y de destrucción que las víctimas de la ma-
Morel no ha conocido ó no ha tenido en cuenta: la vida
laria. L a mortalidad en la gran ciudad es de más de una
en las grandes ciudades; el habitante de una gran c i u -
cuarta parte superior á la media del pueblo entero; es el
dad, aun el más rico, el que vive rodeado del lujo más
doble de la del campo abierto; aunque en realidad debiera
* .Comunicación personal del excelente estadístico Mr. Toseob ser menor, puesto que en la gran ciudad predominan las
Korosi, jefe de la Oficina de Estadística de Budapest edades más vigorosas, en que la mortalidad es mucho más
Discurso del canciller del Echiquier, Tribunal del fisco, Gos-
pequeña que en la infancia y en la v e j e z Y hasta los
chen en la Cámara de los Comunes, 11 Abril 1892.
3 J. Vavasseur, en el Economista Francés de 1890.—Véase tam- niños de las grandes ciudades que no mueren en edad
bién el Boletín de Estadística para 1891. Las cifras no son seguras temprana, sufren la detención de desarrollo característica
puesto que resultan diferentes según cada uno de los estadísticos
notada por Morel en la población de las regiones palú-
á los que me he dirigido. T a n sólo el hecho del aumento del uso
del alcohol resulta con certeza de todas las publicaciones consulta- dicas 2 ; se desarrollan bastante normalmente hasta los
das. Además del alcohol, se consumía en bebidas fermentadas, por catorce ó quince años, hasta esa edad son despiertos, aun
cabeza de habitante, según Mr. Joseph Kórósi: (el « galón » corres-
á veces brillantemente dotados y prometen maravillas;
ponde a 4 litros y medio):
Gran Bretaña. VINO CERVEZA Y CIDRA luego, de pronto se produce una detención, el espíritu se
apaga, la facilidad de comprensión se pierde, y el mucha-
o, 2 galones 26 galones.
cho que ayer aún era un estudiante modelo, se convierte
I00O-1000 0,4 — 27 en un haragán obtuso que hay que pilotear con la mayor
Francia dificultad á través de los exámenes. A estas modificacio-
1840-1842 23
nes intelectuales corresponden modificaciones físicas: el
1870-1872 25 I, _
crecimiento de los huesos largos es excesivamente lento
Frusia.

*f39 » 13,48 cuartillos. 1 En Francia, la mortalidad general ha sido, de T886 á 1890,


» 17,92. - de 22,21 por 1.000. Pero en París se ha elevado á 23,4, en Marse-
Imperio alemánIgS lla, á 34,8, en todas las ciudades de más de 100.000 habitantes á
una media de 28,31; en todas las localidades de menos de 5.000
F habitantes, á 21,74. La Medicina Moderna, año 1891.
1 8Á8Í9'-L1 8
K9' 0' *
» 81,7 litros.
_
9 0 ; 3 2 Tratado de las degeneraciones, págs. 614 y 615.
ó cesa por completo; la piernas se quedan cortas, las ca- se debe en parte á las mismas causas que la degenera-
deras conservan una forma femenina, otros ciertos órga- ción; hay además una causa mucho más general todavía
nos no se desarrollan más, y el ser entero ofrece una ex- que el crecimiento de las grandes ciudades, causa que no
traña y repugnante mezcla de inacabado y de marchito \ basta quizá por sí sola para producir la degeneración,
A h o r a bien: sabemos en qué proporciones el número de pero que es de seguro plenamente suficiente para produ-
los habitantes de las grandes ciudades ha aumentado du- cir la histeria y la neurastenia: esta causa es la fatiga
rante la última generación 2 ; h o y , una parte incompa- de la generación actual. Que la histeria sea en realidad
rablemente más grande del pueblo que hace cincuenta una consecuencia de la fatiga, es lo que F é r é ha demos-
años, está sometida á las influencias destructoras de la trado con experiencias probantes; en una comunicación
g r a n ciudad; el número de las víctimas de ésta es por á la Sociedad de Biología de París, este distinguidísimo
esta razón, proporcionalmente más considerable que an- sabio se expresa de este modo: « He observado recien-
taño, y aumenta continuamente. C o n el crecimiento de temente un cierto número de hechos que ponen en e v i -
las grandes ciudades, aumenta paralelamente el número dencia la analogía que existe entre la fatiga y la condi-
de degenerados de todas clases, de criminales, de locos ción permanente de los histéricos; sabemos que en los
y de « degenerados superiores » de Magnan, y es natu- histéricos la simetría de los movimientos se manifiesta de
ral que estos últimos representen en la vida intelectual un una manera muy característica en numerosas circunstan-
papel cada día más en apariencia, que se esfuercen por cias. He notado que en las personas normales esta misma
introducir en el arte y la literatura cada vez más elemen- simetría de los movimientos se presenta también bajo la
tos de locura. influencia de la fatiga; un fenómeno que se muestra bien
El enorme aumento de la histeria, en nuestra época, señalado en los grandes histéricos, es aquella excitabili-
dad especial que hace que se v e a , bajo la influencia de ex-
1 Brouardel, La Semana Médica, París, 1887, pág. 254.—En citaciones periféricas ó de representaciones mentales, a
este estudio verdaderamente notable, el profesor parisién dice
entre otras cosas: «¿En qué se convierten andando el tiempo estos
la energía de los movimientos voluntarios sufrir modifica-
jóvenes parisienses? Incapaces de realizar un largo y concienzudo ciones rápidas y transitorias coexistentes con modifica-
trabajo, descuellan de ordinario en las cosas artísticas; si son pin- ciones paralelas de la sensibilidad y de las funciones de
tores, manejan mejor el color que el dibujo; si son poetas, el cin-
celado del verso asegura su éxito, más que el vigor del pensamien- nutrición. Esta excitabilidad puede ser igualmente pues-
to».—Nótese la analogía con la observación de Lombroso citada ta en evidencia en la fatiga... L a fatiga constituye una
más arriba. verdadera histeria experimental momentánea; establece
- Las 26 ciudades alemanas que hoy tienen más de 100.000
una transición entre los estados que llamamos normales y
habitantes, contaban todas juntas, en 1891, 6 millones, y en 1835,
1.400.000.—Las 31 ciudades inglesas de esta categoría, 10.870.000 los estados diversos comprendidos bajo el nombre de his-
en 1891; 4.590.000 en 1835.—Las 11 ciudades francesas en el mis- teria. S e puede convertir en histérico á u n individuo nor-
mo caso, 4.180.000 en 1891, 1.710.000 en 1836.—Hav que adver-
mal, fatigándole... Todos estos agentes (provocadores_ de
tir que cerca de una tercera parte de estas 68 ciudades no tenían
aún, en 1840, ioo.'ooo habitantes.—Hoy habitan en las grandes la histeria) pueden ser reducidos, desde el punto de vista
ciudades en Alemania, en Francia y en Inglaterra, 21.050.000 in- de su papel patogénico, á un processus fisiológico único:
dividuos, mientras que en 1840, 4.800.000 tan sólo se encontraban
la fatiga, la depresión de los fenómenos vitales »
en estas condiciones de existencia (Comunicación de Mr. Joseph
Korosi).
1 FÉRÉ, La Semana Médica, 1890, pág. 192.
Esta causa que, según Féré, transforma individuos ra de aceite. Encuentra por fin, su alojamiento y quisiera
sanos en histéricos—la f a t i g a — l a humanidad civilizada encender luz; como todavía no existen las cerillas, se v e
toda ella está sometida á su influjo desde hace medio reducido á golpearse las uñas con el pedernal de chispa,
siglo. T o d a s sus condiciones vitales han sufrido en este hasta que logra por fin encender la vela de sebo; espera
espacio de tiempo una revolución de la que no hay ejem- una carta, pero no ha llegado y no puede recibirla hasta
plo en la historia universal; la humanidad no ofrece un ¿entro de algunos días, porque el correo no funciona mas
solo siglo en que las invenciones que penetran tan pro- que dos v e c e s por semana entre Francfort y Leipzig... .
fundamente, tan tiránicamente en la vida de todo indi- Pero es inútil remontarse hasta el año 1822 escogido
viduo se amontonen como en el nuestro. El descubrimien- por el profesor Hofmann; fijémonos para la comparación
to de América, la Reforma, han excitado sin duda po- con lo presente, en el año de 1840; no tomamos arbitra-
derosamente á los espíritus y destruido ciertamente tam- riamente este año; es aproximadamente el momento en
bién el equilibrio de millares de cerebros poco resisten- que nació la generación que ha asistido á la irrupción de
tes; pero esto no ha cambiado la existencia material de los nuevos descubrimientos en todos los órdenes de ideas
los hombres; las gentes se levantaban y acostaban, co- y de hechos, y ha sufrido por sí misma las transformacio-
mían y bebían, se vestían, se divertían, pasaban los'días nes que aquéllos llevan consigo. Esta generación reina y
y los años como siempre se había hecho. En nuestro gobierna hoy; en todas partes da el tono, y tiene por hijos
tiempo, por lo contrario, el vapor y la electricidad han é hijas á la juventud europea y americana, en la cual las
revuelto de arriba abajo las costumbres de existencia de nuevas tendencias estéticas encuentran sus partidarios
todo miembro de los pueblos civilizados, hasta del peque- fanáticos. Comparemos ahora cómo pasaban las cosas en
ño burgués más obtuso y más limitado, que era completa- 1840 y medio siglo después en el mundo civilizado .
mente innaccesible á los pensamientos motores del tiem- En 1840 había en Europa 3.ooo kilómetros de caminos
po presente. de hierro; en 1890 hay 218.000 kilómetros; la cifra de via-
En una conferencia excepcionalmente notable dada jeros ascendía en 1840 en Alemania, Francia e Inglate-
por el profesor A . W . de Hofmann en el Congreso de los rra, á 2 millones y medio; en 1891 asciende a 614 mi-
naturalistas alemanes de Brema, en 1890, trazó el confe- llones. En Alemania, cada habitante recibía en 1840, «o
renciante al terminar, una breve descripción de la vida cartas; en 1888, 200; en 1840, el correo distribuía en
de un habitante de ciudad en 1822. Nos muestra un natu-
ralista que llega por aquella época en coche correo desde 1 Véase" además de la conferencia de Hofmann, el excelente
Brema á Leipzig; el viaje ha durado cuatro días y cua- libro (en alemán) del Dr. Otto Báhr: Una ciudad alemana hace se-
t r 0 noches, y el viajero está naturalmente molido; sus senta años, 2.a edición; Leipzig, 1891. llamadas al
2 Para no hacer demasiado pesadas las notas y llamadas al
amigos le reciben y él quisiera tomar un refresco; pero no pie de las páginas, indico aquí que las cifras siguientes estánUmna-
das en parte de comunicaciones de Mr. Joseph Korosi, en parte de
hay aún en L e i p z i g cerveza de Munich; después de per-
un notable estudio de M. Charles [ " T ^ .
manecer un rato en compañía de sus colegas, se pone en vue Scientifique, años 1891 Y 9*), Y en p a r t e m á s pequema.depubh
busca de su posada; no es una cosa fácil, porque en las caciones especiales, como el Anuario de la Pr™«>^zcCte te
calles reina una obscuridad egipcia, interrumpida tan etc. Para determinadas cifras nos hemos también aprovechado de
las publicaciones de Mulhall y del discurso en el Reichstag de
sólo á largos trechos por la llama humeante de una lám-
Mr. de Stephan, 4 Febrero 1892.
Francia, 94 millones de cartas; en Inglaterra, 277 millo- epidemia de hambre en Rusia, con un motín en Espa-
nes; en 1881, 595 millones en la primera y 1.299 e n I a ña y con una Exposición universal en América del Norte.
segunda. Los envíos de cartas de todos los países reuni- U n a cocinera recibe y expide más cartas que antano un
dos, excepción hecha del movimiento interior de cada profesor de facultad, y un modesto tendero viaja más, ve
país tomado aparte, se elevaban en 1840, á 92 millones; en m á s países y pueblos que en otros tiempos un principe
1889, á 2.759millones. En Alemania se publicaban en 184^ reinante.
3o5 periódicos; en 1891, 6.800; en Francia, 776 y 5.182; Ahora bien: todas esas actividades, aun las mas sen-
en Inglaterra (1846) 551 y 2.255. L a librería alemana pro- cillas, están ligadas á un esfuerzo del sistema nervioso,
ducía en 1840, 1.100 libros nuevos; en 1891, 18.700. El á un gasto de materia. Cada línea que leemos o escribi-
comercio de exportación y de importación del universo mos, cada rostro humano que vemos, cada conversa-
tenía en 1840, un valor de 35.000 millones de francos; en ción á que nos entregamos, cada escenario que percibimos
1889, un valor de 92.000 millones. Los barcos que en 1840 por la ventanilla del tren corriendo á todo vapor, pone
entraron en los puertos reunidos de la Gran Bretaña con- en actividad nuestros nervios y nuestro cerebro. A u n las
tenían 9 millones y medio de toneladas, y en 1890, 74 pequeñas sacudidas del tren no percibidas por la con-
millones y medio; todos los navios mercantes británicos ciencia, los rumores perpetuos y los cuadros vanados de
medían en 1840, 3.200.000 toneladas; en 1890,9.688.000. las calles de una gran ciudad, nuestra impaciencia por
Reflexionemos ahora acerca del modo cómo se originan conocer la continuación de tales ó cuales sucesos, la
estas cifras formidables: las 18.700 publicaciones nuevas de espera del periódico, del cartero, de las visitas, todo esto
librería, los 6.800 periódicos de Alemania, piden ser leí- cuesta trabajo á nuestro cerebro. Desde hace cincuenta
dos, aunque muchos de unas y otros lo piden en vano; los años, la noblación de Europa no h a duplicado; la suma de
2.759 millones de cartas han de ser escritas; el movimien- su trabajo h a llegado á ser diez v e c e s mayor, y hasta en
to comercial más grande, los numerosos viajes, el tráfico parte cincuenta v e c e s más; cada uno de los hombres
marítimo más intenso, implican una actividad proporcio- civilizados suministra pues hoy de cinco á veinticinco
nalmente más considerable en cada individuo. El último veces más trabajo del que necesitaba emplear hace m e -
habitante de una aldea tiene hoy un horizonte geográ- dio siglo.
fico más amplio, más numerosos intereses intelectuales y A este enorme aumento de gasto orgánico no corres-
más complicados que el primer ministro de un pequeño ponde ni puede corresponder un aumento igual de renta
Estado y aun de un Estado del término medio de hace orgánica. L o s europeos comen hoy un poco más y un poco
un siglo; leyendo no más que un periódico, aunque se meior que h a c e cincuenta años, pero de ningún modo,
trate de la más anodina hoja de campanario local, parti- ni con mucho, en proporción del exceso de fatiga que
cipa, no como si interviniese ni decidiera, sin duda, pero actualmente les es impuesto; y aun cuando tuvieran de
con un interés de curiosidad y de receptividad, de mil s o b r a l o s a l i m e n t o s m á s escogidos, de nada les s e r v i r í a ,
sucesos que ocurren en todos los puntos del globo, y se puesto que serían incapaces de digerirlos; nuestro esto-
preocupa simultáneamente con el resultado de una revo- mago no puede ir tan deprisa como nuestro cerebro y
lución en Chile, con una guerra de matorrales en el D a - nuestro sistema nervioso; éste e x i g e mucho mas de lo
homey, con una matanza en la China del Norte, con una que aquél puede dar; sucede pues, l o q u e sucede siem-
PIN DE SIGLO

pre cuando á g r a n d e s gastos corresponden pequeñas ren-


tas: se consumen primero las economías y l u e g o lleo-a la científicamente; y estos síntomas ciertos y no equívocos
bancarrota. de agotamiento son m u y propios para ilustrar á los p r o f a -
L a humanidad civilizada se vió de improviso sorpren- nos que pudieran c r e e r á primera vista que el especialis-
dida por sus n u e v o s descubrimientos y sus n u e v o s pro- ta achaca arbitrariamente al estado de f a t i g a de la huma-
i i nidad civilizada las tendencias á la moda en el arte y la
gresos; no le quedó tiempo para adaptarse á la condicio-
nes de vida n u e v a . S a b e m o s que nuestros ó r g a n o s ad- literatura.
quieren por el e j e r c i c i o una capacidad funcional c a d a H a llegado á ser- un lugar común hablar del incremen-
v e z más g r a n d e , q u e se desarrollan por su propia activi- to constante de los crímenes, de la locura y de los suici-
dad y p u e d e n responder á e x i g e n c i a s por decirlo así ili- dios. En 1840, e n Prusia, de 100.000 personas en la edad
mitadas; sólo que á una condición: es que se h a g a esto de la responsabilidad criminal, había 7 1 4 condenados e n
poco á poco, que se l e s d e j e tiempo; si han de suminis- justicia; en 1888, 1.102 (Comunicación epistolar de la Ofi-
trar sin transición un múltiplo de la tarea ordinaria, no cina de Estadística prusiana). E n i865, entre 10.000 euro-
tardan en quedar completamente paralizados. No se ha'de- peos se producían 63 suicidios; en i883, 109, y después el
j a d o tiempo á nuestros padres; de un día al otro por decir- número ha aumentado todavía considerablemente. E n los
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lo así, sin preparación, con una instantaneidad mortífera últimos veinte años, se h a descubierto y dado nombre á
han tenido que cambiar la marcha cómodamente lenta un cierto número de n u e v a s e n f e r m e d a d e s n e r v i o s a s *; y
¡j|ll¡;i
\vmm
: i ¡ i
de la existencia anterior por la carrera d e s e n f r e n a d a no v a y a á imaginarse que h a y a n existido siempre, p e r o
p de la v i d a moderna, y ni su corazón ni sus pulmones que han pasado inadvertidas. S i hubieran h e c h o su a p a -
• II 'illllrllí''
Umm pudieron resistir. S ó l o los más fuertes pudieron s e g u i r la
carrera, y en la p r o g r e s i ó n más rápida no perdieron
rición en alguna parte, no es dudoso que se las h u b i e r a
reconocido, puesto q u e aun cuando las teorías reinantes
aliento; pero los menos vigorosos no tardaron en ir ca- en medicina en las d i v e r s a s épocas eran erróneas, h a ha-
c a y e n d o á d e r e c h a y á izquierda, y llenan h o y con sus bido siempre médicos p e r s p i c a c e s y atentos que han sabido
cuerpos los fosos de la vida del progreso. observar; si pues no se advirtieron las nuevas e n f e r m e d a -
Hablando sin metáfora, la estadística indica en qué des nerviosas, es que antes de ahora no se presentaban. Y
medida la suma de trabajo de la humanidad civilizada ha son exclusivamente una c o n s e c u e n c i a de las condiciones
aumentado desde h a c e medio siglo; ésta última no era de existencia actuales de la humanidad civilizada; v a r i a s
del todo c a p a z de soportar este esfuerzo más grande; le afecciones del sistema nervioso llevan y a una apelación
h a fatigado y agotado y este agotamiento y esta f a t i g a se que implica que son una consecuencia inmediata de influen-
manifiestan en la primera g e n e r a c i ó n bajo forma de his- cias de la c i v i l i z a c i ó n moderna: los nombres de railway-
teria adquirida; en la s e g u n d a , de histerismo hereditario. spine (médula e s p i n a l — c a m i n o de hierro)y de railway-brain
(cerebro—camino de hierro), que los patólogos ingleses y
L a s n u e v a s escuelas estéticas y su é x i t o son una for-
americanos han dado á ciertos estados de estos órganos,
ma de histeria en m a s a ; pero están lejos de ser la única.
muestran que les r e c o n o c e n por causa las conmociones
L a e n f e r m e d a d de la época se manifiesta todavía por mu-
chos otros fenómenos que p u e d e n ser medidos y conta-
dos, es d e c i r que son susceptibles de ser consignados 1 V.—G. André, Las nuevas enfermedades nerviosas, París,
1892.
nervios son las víctimas de la civilización; corazón y sis-
que el viajero experimenta perpetua ó accidentalmente en
tema nervioso son los primeros que se destrozan por el
el v a g ó n . E l notable aumento del consumo de narcóticos
exceso de trabajo. Sir James añade en su discurso:
y de estimulantes, que más arriba h a sido demostrado con
«Hombres y mujeres e n v e j e c e n antes de la edad normal;
cifras, tiene igualmente su origen incontestable en el
la v e j e z se anticipa en el v i g o r de la virilidad...; las muer-
agotamiento de los contemporáneos; hay en esto un de-
tes causadas únicamente por v e j e z se encuentran ahora
sastroso círculo vicioso de acciones recíprocas: el que bebe
ocurridas entre la edad de cuarenta y cinco y c i n c u e n t a y
(y verosímilmente también el q u e fuma), e n g e n d r a hijos
c i n c o años...» M. C r i t c h e t t (un eminente oculista) dice:
debilitados, hereditariamente fatigados ó degenerados, y
«Mi propia experiencia, que abarca al presente un cuarto
éstos b e b e n y f u m a n á su v e z porque están fatigados, as-
de siglo, me lleva á creer que hombres y mujeres acuden
piran á una excitación, á un instante de ficticio senti-
ahora al auxilio de las g a f a s en un período de su vida me-
miento de vigor ó al sosiego de su excitabilidad doloro-
nos avanzado que en el que acostumbraban nuestros ante-
sa, y luego después, no pueden resistir contra su cos-
pasados...; este término medio es ahora h a c i a los c u a -
tumbre cuando han reconocido que ésta aumenta á la
renta y cinco años». L o s dentistas atestiguan que los dien-
larga tanto su agotamiento como su excitabilidad 1 .
tes se e c h a n á perder y caen m á s pronto que antaño; el
Numerosos observadores establecen que la g e n e r a c i ó n
Dr. L i e v i n g a s e g u r a que la c a l v i c i e precoz es «sobre todo
actual e n v e j e c e mucho más pronto que las g e n e r a c i o n e s
propia de g e n t e s de temperamento nervioso y de espíritu
anteriores. E n su discurso de apertura del semestre de
activo, pero de salud g e n e r a l débil». B a s t a con pasar en
invierno del año 1891 en la F a c u l t a d de Medicina de la
revista el círculo de los amigos de uno y de los conocidos,
Universidad de Victoria, sir James C r i c h t o n - B r o w n e pa-
para advertir que comienzan á salir canas mucho antes
tentiza este efecto del g é n e r o de vida actual sobre los con-
que en otros tiempos; la mayor parte de los hombres y de
t e m p o r á n e o s 2 . D e s d e íBSg á i863 han muerto en Ingla-
las mujeres descubren h o y sus primeras canas al cumplir
terra de enfermedades del corazón, 92.181 personas; de
los treinta años y aún mucho más j ó v e n e s : antaño las c a -
1884 á 88, han muerto 224.102. L a s e n f e r m e d a d e s n e r -
nas eran la compañía de los c i n c u e n t a años.
viosas han arrebatado de 1864 al 68, 196.000 personas; de
1^84 á 88, 200.558. L a diferencia de cifras sería mucho Todos los síntomas enumerados son c o n s e c u e n c i a s de
más demostrativa aún, si sir James hubiera escogido, para estados de fatiga y de agotamiento, y éstos á su v e z son
compararlo con el p r e s e n t e , un período más lejano, pues- el efecto de la civilización contemporánea, del v é r t i g o y
to que en i865 la alta presión bajo la cual trabajaban los del torbellino de nuestra v i d a furiosa, del número prodi-
ingleses e r a y a casi tan fuerte como en i885. L o s muertos giosamente aumentado de sensaciones y de reacciones or-
que h a n causado las enfermedades del corazón y de los gánicas, es decir de percepciones, de juicios y de impre-
siones motrices que se agolpan hoy en una unidad de
tiempo dada. A esta c a u s a g e n e r a l de los fenómenos pa-
1 Legrain, Op. cit., pág. 251: «Los bebedores son unos dege- . tológicos contemporáneos, se añade además en F r a n c i a
11 erados ° Y pág. 258 (después de cuatro historias de enfermos que
una causa especial; en virtud de las espantosas pérdidas
sirven de apoyo á esta observación que las resume): «Así pues, en
la base de todas las formas del alcoholismo, encontramos la dege- de sangre que el cuerpo nacional francés había sufrido
neración mental». durante los veinte ¡anos de g u e r r a s napoleónicas, en v i r -
2 Revue scientifique, año 1892, tomo 49, págs. 168 y siguientes.
tud de las violentas conmociones morales á las cuales ha- Creo haber probado mi tesis. En el mundo civilizado
bía estado sometido en los días de la gran Revolución y reina incontestablemente una disposición de espíritu cre-
durante la epopeya imperial, se encontró especialmente puscular que se expresa, entre otras cosas, por toda clase
mal preparado para resistir el asalto de los grandes des- de modas estéticas extrañas. Todas estas nuevas tenden-
cubrimientos del siglo y fué por ellos más rudamente sa- cias, el realismo ó naturalismo, el decadentismo, el neo-
cudido que los otros pueblos más robustos y más capaces misticismo y sus subdivisiones, son manifestaciones de
de resistencia. Sobre este pueblo cuyos nervios estaban degeneración y de histeria, idénticas á los estigmas inte-
y a debilitados y predestinados á los trastornos morbosos, lectuales de éstas clínicamente observados é incontesta-
vino luego á caer la espantosa catástrofe de 1870; se había blemente establecidos; y la degeneración y la histeria por
creído, con una satisfacción de sí mismo rayana casi en la su parte son las consecuencias de un desgaste orgánico
locura de las grandezas, ser el primer pueblo del mundo exagerado, sufrido por los pueblos á consecuencia del
y se vió de repente humillado y aplastado. Todas sus aumento gigantesco del trabajo que hay que suministrar
convicciones se hundieron bruscamente; cada uno de los y del notable crecimiento de las grandes ciudades.
franceses individualmente sufrió reveses de fortuna, per- Guiado por esta cadena sólidamente enclavada de las
dió á individuos de su familia y se sintió personalmente causas y de los efectos, cualquier hombre accesible á la
herido en sus concepciones más preciadas, incluso acaso lógica reconocerá que comete un craso error, al v e r en las
en su honor; el pueblo entero c a y ó en el estado de un escuelas estéticas surgidas desde hace algunos años los
hombre que un golpe aplastante del destino hiere de re- porta-estandartes de un tiempo nuevo; no indican con el
pente en sus bienes, su situación, su familia, su consi- gesto el porvenir, sino que extienden la mano hacia el pa-
deración, su estima de sí mismo; millares de seres per- sado; su palabra no es una profecía extática, sino el bal-
dieron la razón; llegó hasta observarse en París una v e r - buceo y la chochez disparatados de enfermos de espíritu,
dadera epidemia de enfermedades mentales para desig- y lo que los profanos toman como explosión de fuerza j u -
nar las cuales se encontró un nombre especial: la locura venil superabundante y turbulento deseo de procreación,
obsidional; y aun aquellos que no perdieron directamen- no son de hecho sino los espasmos y las convulsiones del
te la razón, vieron su sistema nervioso alterarse de una agotamiento.
manera duradera. Esto explica que en Francia la histeria No hay que dejarse deslumhrar por ciertas palabras á
y la neurastenia sean tan frecuentes y se manifiesten modo de consigna que con frecuencia se reproducen en
con formas tan variadas y que se haya podido estudiarlas las obras de estos se-dicentes innovadores. Hablan de so-
en este país más exactamente que en ninguna otra parte; cialismo, de emancipación intelectual, etc., y de este
pero esto explica también que precisamente en Francia modo tienen las apariencias de estar penetrados de las
era donde debían tener origen las modas más delirantes ideas y tendencias del tiempo presente; pero esto no es
e n arte y en literatura, y que en ella precisamente se más que vana apariencia. L a s palabras á la moda están
tuviera por primera vez suficientemente conciencia del intercaladas aquí y allí en la obra sin tener en ella sus
agotamiento enfermizo de que hemos hablado, para bus- raíces, las tendencias de la época se manifiestan en ella
car una palabra especial que lo designase y para encon- solamente como un revoque exterior. Es un fenómeno ob-
trar la denominación de « fin de siglo ». servado en todo delirio, que recibe su coloración espe-
cial del grado de cultura del enfermo y de las ideas do-
minantes de la época en la cual vive: el católico, presa de
la locura.de las grandezas, se cree ser el papa; el judío,
ser el Mesías; el alemán, el emperador ó un feld-mariscal;
el francés, el presidente de la República. En la locura de
la persecución, el enfermo acusaba en otros tiempos á la
maldad y las artimañas de los brujos y Hechiceros; hoy
se queja de que sus enemigos imaginarios lanzan contra
él corrientes eléctricas en sus nervios y le atormentan con
el magnetismo. Los degenerados disparatan hoy sin ton
ni son_acerca del socialismo y . del darwinismo porque estas
palabras, y en el caso más favorable, también las ideas á
que se refieren, les son familiares; las obras que se inti-
LIBRO II
tulan socialistas y librepensadoras de degenerados favo-
recen tan poco el desarrollo de la sociedad hacia formas
económicas más equitativas y hacia modos de ver más r a -
zonables acerca del mecanismo del mundo, como las que-
jas y las descripciones de un individuo que padece de- E li M I S T I C I S M O
lirio de persecución y hace responsable á la electricidad
de sus sensaciones desagradables, contribuyen al conoci-
miento de esta fuerza. Esas obras confusas ó pedestre-
mente charlatanescas, que tienen la pretensión de apor-
tar soluciones á los graves problemas de nuestro tiempo ó
cuando menos de prepararlas, hasta constituyen un obs-
táculo y una parada, porque trastornan las cabezas débi-
les ó incultas, les sugieren falsas ideas y las hacen más
difícilmente accesibles ó aun cerradas por completo á
enseñanzas racionales.

El lector se encuentra ahora y a colocado en los di-


versos puntos de vista desde donde puede contemplar las
nuevas tendencias estéticas bajo su verdadera luz y su
verdadera forma. Será la tarea de los libros siguientes de-
mostrar el carácter patológico de cada una de estas
tendencias é investigar con qué clase especial de delirios
degenerativos ó de procesos psíquicos histéricos, dichas
tendencias tienen parentesco ó están identificadas.
I

PSICOLOGÍA DEL MISTICISMO

Y a hemos visto que el misticismo es uno de los sínto-


mas principales de la degeneración; se presenta de una
manera tan general á consecuencia de ésta, que será difí-
cil encontrar observación clínica de degenerados en que
no esté consignado. Citar aquí autoridades es casi tan in-
útil como hacerlo en apoyo de la afirmación de que en la
fiebre tifoidea se observa una elevación de temperatura;
reproduzcamos pues tan sólo esta observación consigna-
da por Legrain: «Las ideas místicas deben ser puestas en
el balance de la locura de los degenerados; hay dos esta-
dos en los cuales se observan: son el delirio epiléptico y
el delirio histérico» l . A l mencionar Federoff el delirio
religioso y el éxtasis entre los fenómenos que acompañan
al ataque histérico, los declara especiales de la mujer, y
comete en esto un error, puesto que son por lo menos tan
frecuentes en los histéricos y degenerados varones como
en las enfermas del sexo femenino 2 .
¿Qué se debe entender por esta expresión un poco
vaga: misticismo? Esta palabra designa un estado de alma
en el cual se cree percibir ó presentir relaciones ignora-,
das é inexplicables entre los fenómenos, en el cual se re-
conocen en las cosas indicaciones de misterios y se les
considera como símbolos mediante los cuales algún poder

1 Legrain, Op. cit., pág. 266.


2 Citado por J. Roubinovitch, Histeria masculina y Degenera-
ción, pág. 18.
obscuro trata de revelar ó por lo menos de hacer que se eso natural; el niño le sigue y esto le sorprende; otra vez,
sospechen toda clase de cosas maravillosas que se esfuer- en fin, ve á una mujer sentada sobre un poyo de piedra y
z a uno por adivinar, las más de las v e c e s en vano. Este se pregunta á sí mismo qué es lo que querrá decir aque-
estado de alma va siempre ligado á fuertes emociones que llo» H En los casos extremados, esta manera de ver en-
la conciencia concibe como un efecto de sus presenti- fermiza se eleva hasta la alucinación, que por regla gene-
mientos; pero, por lo contrario, estas emociones los pre- ral afecta al oído, pero puede también interesar la vista y
ceden y constituyen la causa de los presentimientos que los demás sentidos; en aste caso, el místico no se limita
de ellas reciben su tendencia y su colorido especiales. á sospechar ó á adivinar, en los fenómenos y detrás de
Todos los fenómenos del mundo y de la vida se pre- ellos, algún misterio, sino que o y e y v e materialmente co-
sentan al místico de otro modo que al hombre sano. L a sas que no existen para los seres sanos.
más sencilla palabra pronunciada en presencia del místico La observación psiquiátrica se contenta con describir
le parece una alusión á algo recóndito; en los movimien- este estado de espíritu y con establecer su existencia en
tos más ordinarios y más naturales v e secretas adverten- los degenerados y los histéricos; pero esto no basta. Que-
cias; todas las cosas tienen para él profundos arcanos, remos nosotros saber también de qué manera el cerebro
arrojan vastas sombras sobre los dominios próximos y e n - degenerado ó agotado llega á caer en el misticismo; para
vían lejanas raíces hasta en las capas abismales más pro- comprender cómo suceden las cosas, tenemos que remon-
fundas. Toda representación que surge en su espíri- tarnos á algunos hechos simples de la vida psíquica 2 .
tu muestra con el dedo en silencio, pero con una mi- El pensamiento consciente es una función de la corte-
rada y un gesto que dicen muchas cosas, otras repre- za cerebral, tejido compuesto de innumerables células
sentaciones claras ó vagas, y le proporciona ocasión nerviosas ligadas las unas á las otras por las fibras ner-
para asociar apercepciones entre las cuales los demás no viosas; á este tejido vienen á parar los nervios de la perife-
encuentran ninguna relación. Por consecuencia de esta ria del cuerpo y de los órganos interiores. Si se excita uno
singularidad de espíritu, el místico vive como si estu- de estos nervios (el nervio óptico por un rayo luminoso, un
viera rodeado por máscaras inquietantes, detrás de las nervio cutáneo por un contacto, un nervio orgánico por
cuales aparecen ojos enigmáticos, y que contempla con una transformación química interna, etc.), propaga su exci-
un terror constante, porque nunca está seguro de reco- tación hasta la célula nerviosa de la corteza cerebral en la
nocer las formas que se agolpan en torno suyo bajo el cual desemboca; esta célula sufre por ende transformacio-
disfraz. «Las cosas no son lo que parecen», tal es la afir- nes químicas que en el estado sano del organismo, están
mación característica que oímos con frecuencia salir de en proporción directa de la fuerza de excitación. L a cé-
los labios del místico; en la observación de un degenera- lula nerviosa directamente alcanzada por la excitación del
do de la clínica de Magnan, leemos: «Un niño le pide que
le dé de beber en la fuente W a l l a c e '; á él no le parece
1 Legrain, Op. cit., pág. 200.
2 El psicólogo de profesión leerá acaso con alguna impacien-
cia estos detalles que son para él tan familiares; pero no son su-
perfluos para los lectores, aun muy cultos, y desgraciadamente
1 Fuentes públicas de París que tienen el chorro de agua de-
tan numerosos, que nunca se han preocupado de conocer las leyes
masiado alto para que puedan alcanzar los niños. (N. del T.)
de la actividad cerebral.
nervio periférico comunica por su parte la excitación re- A las propiedades fundamentales de la célula nerviosa
cibida á todas las células próximas á las cuales está ligada pertenece además junto con la facultad de responder á
por trayectos fibrosos; el fenómeno se extiende en todas una excitación por una acción química, otra facultad: la
las direcciones como una onda circular producida por un de conservar la imagen de la cantidad y de la calidad de
objeto lanzado al agua, y se disipa poco á poco, lo mismo esta excitación. Para expresar la cosa en términos popu-
en absoluto que la onda dicha: más rápida ó más lenta- lares, diremos que la célula es capaz de recordar sus im-
mente, recorriendo una extensión más ó menos grande, presiones. Si en un momento dado una excitación n u e v a ,
según que la excitación que la ha ocasionado h a y a sido aunque débil, la hiere, suscita á la v e z en ella la imagen
más fuerte ó más débil. de excitaciones semejantes que la han herido anterior-
Toda excitación que llega á un sitio de la corteza ce- mente, y esta imagen recordada refuerza la nueva excita-
rebral tiene por consecuencia en este sitio una afluencia ción y la h a c e m á s p r e c i s a , m á s c o m p r e n s i b l e p a r a l a c ó n -
de sangre que lleva allí materias nutritivas í . L a célula
ciencia. Si la célula no tuviera memoria, la conciencia se-
cerebral descompone estas materias y convierte en otras
ría eternamente impotente para interpretar sus impresio-
formas de fuerza, la fuerza almacenada en ellas: estas for-
nes y no llegaría nunca á formarse una representación del
mas son las apercepciones y las impulsiones motoras 2 .
mundo exterior; las excitaciones inmediatas individuales
Cómo una descomposición de materias se transforma en
podrían, es cierto, ser percibidas, pero quedarían sin co-
apercepciones, cómo un hecho químico deviene concien-
hesión y desprovistas de sentido, siendo insuficientes para
cia, esto es lo que nadie sabe; pero lo que está fuera de
conducir, por sí solas, al conocimiento, sin la cooperación
duda, es que á la descomposición de materias en las cé-
de impresiones precedentes. L a primera condición de una
lulas cerebrales excitadas, están ligadas apercepciones
actividad cerebral normal es pues la memoria.
conscientes s .
L a excitación que hiere á una célula cerebral da lu-
1 Los ensayos y observaciones de Mosso sobre la superficie gar, como hemos visto, á una propagación de esta excita-
cerebral puesta al descubierto por la operación de la trepanación, ción á las células próximas, á una onda de excitación que
han establecido este hecho. Véase su estudio acerca del Miedo, pas-
sim. Traducción francesa, segunda edición, París 1892.
se extiende en todos los sentidos. Como quiera que toda ex-
2 Los ensayos de Ferrier le han llevado, es cierto, á negar que citación está ligada al nacimiento de apercepciones cons-
una excitación que hiere la corteza de los lóbulos frontales pueda cientes, esto significa que cada excitación llama á la con-
tener como consecuencia movimientos. El caso no obstante no es
ciencia un gran número de apercepciones,}' no sólo las que
tan sencillo como le parece á Ferrier: una parte de la energía que
la excitación periférica deja libre en la célula del cerebro anterior se relacionan con la causa exterior inmediata de la exci-
se transforma seguramente en impulsiones motoras, aun cuando tación percibida, sino también las que no han sido susci-
la excitación directa de esta parte del encéfalo no produzca con-
tracciones musculares. Pero no es aquí el lugar de defender este
tadas sino porque las células que las elaboran están si-
punto contra Ferrier. tuadas por azar en la proximidad de la célula ó del grupo
3 L a hipótesis de que la descomposición de las combinacio- de células á las que ha llegado inmediatamente la excita-
nes orgánicas en las células cerebrales está ligada á la conciencia, ción exterior. L a onda excitadora, es, como cualquiera
que la síntesis de estas combinaciones lo está al reposo, al sueño y
al ser inconsciente, procede de A . Herzen. T o d o lo que sabemos otro movimiento de onda, más fuerte en su punto de parti-
acerca de la naturaleza química de las excreciones durante el sueño da, luego va debilitándose en los límites en que su perife-
y la vigilia, confirma la exactitud de esta hipótesis.
ria se ensancha, hasta que concluye por perderse en lo
imperceptible; esto explica que las apercepciones cuyo vez primera desde una célula á otra; toda excitación que J
substratum anatómico está situado en la proximidad inme- hiere á una célula se extenderá en la dirección de la me-
diata de las células en primer término afectadas por la e x - nor resistencia, y. esta menor resistencia le es opuesta
citación, son las más vivas; que las nacidas en las células por las vías nerviosas que y a antes ha recorrido. Asi se
más alejadas tienen un poco menos de precisión y que esta forman para la propagación de una onda de excitación,
precisión decrece cada vez más, hasta que la conciencia un camino determinado, un hábito de marcha; siempre
acaba y a por no percibirlas y caen, para emplear la expre- son las mismas células nerviosas las que se envían reci-
sión científica, por debajo de los umbrales de la concien- procamente sus excitaciones, una apercepción suscita
cia. No es pues solamente en la célula hacia la cual es siempre el mismo cortejo de apercepciones y se presenta
llevada inmediatamente, sino también en una porción in- siempre acompañada por éstas en la conciencia. Este he-
numerable de otras células próximas á ella y ligadas á cho se llama asociación de ideas.
ella, donde toda excitación suscita la actividad acompa- No es ni lo arbitrario ni el azar lo que determina a cua-
ñada de apercepción. A s í es como nacen simultáneamen- les otras células una célula excitada envía rutinariamen-
te ó, para hablar con más exactitud, en una sucesión de te su excitación, ni cuáles apercepciones companeras
una rapidez imposible de medir, "millares de apercepcio- una apercepción suscitada lleva con ella á la conciencia.
nes de una precisión regularmente decreciente, y como El encadenamiento de las apercepciones está por lo con-
millares de excitaciones orgánicas . externas é internas trario sometido á leyes que W u n d t , especialmente, ha
hieren sin cesar el cerebro, millares de ondas excitadoras
resumido con acierto.
recorren continuamente el cerebro, cruzándose y compe-
Ouienquiera que no h a nacido sordo y ciego, como
netrándose de la manera más diversa y suscitando á su
la infortuhada Laura Bridgman que citan todos los psicó-
paso millones de apercepciones que surgen, se obscure-
logos, no se sentirá nunca herido por una sola excitación
cen y desaparecen. A esto hace alusión Gcethe cuando
periférica, sino siempre por muchas á la vez. Todo fenó-
pinta en términos tan magníficos cómo
meno del mundo exterior tiene, por regla general, no una
sola cualidad, sino varias, y como lo que llamamos cuali-
...Un golpe de pedal pone en movimiento millares de hilos. dad es la causa presunta de una excitación sensorial
Las lanzaderas resbalan como flechas á un lado y á otro.
Los hilos se deslizan sin ser vistos; dada quiere esto decir que los fenómenos se dirigen or-
Cada golpe anuda millares de entrecruzamientos. dinariamente á varios sentidos á la vez, que son a la vez
vistos, oídos, sentidos, y á la v e z vistos con grados di-
L a facultad del recuerdo no es propia de la célula ner- versos de luz y de colorido, oídos con timbres diferentes,
viosa solamente, sino también de la fibra nerviosa que etc. Los fenómenos poco numerosos que no tienen mas
no es más que una modificación de aquella y que conser- que una sola cualidad, y por consiguiente no excitan
va la memoria de la excitación que ha conducido, como más que un solo s e n t i d o - e l trueno por ejemplo que es so-
la conserva la célula de la que ha transformado en aper- lamente oído, si bien con muchas g r a d u a c i o n e s - s e pre-
cepción y en movimiento. L a fibra nerviosa es más fácil- sentan también acompañados por otros fenómenos: asi,
mente recorrida por una excitación que y a ha conducido con el trueno, para ceñirnos á este ejemplo, se presenta
una vez, que por una excitación que ha de transmitir por siempre un cielo cargado de nubes, relámpagos y lluvia.
Nuestro cerebro está pues, habituado á recibir á la vez, lor suscita en ellos la sensación del color complementa-
producidas por cada fenómeno varias excitaciones que en rio, así, en el agotamiento de una célula cerebral por la
parte emanan de. las diferentes cualidades del fenómeno elaboración de una apercepción, parece cómo que la
mismo, y en parte de los fenómenos que se presentan de apercepción opuesta es arrastrada hasta la conciencia.
ordinario al mismo tiempo que el primero; basta ahora Q u e esta interpretación sea ó no exacta, el hecho en sí
que una sola de estas excitaciones hiera el cerebro para mismo está establecido por el «doble sentido contrario de
suscitar también en él las otras excitaciones del mismo las raíces primitivas» encontrado por K. A b e l 1 . El
grupo, gracias á la asociación habitual de las imágenes contraste es la tercera causa de asociación de las ideas.
conservadas. L a simultaneidad de las impresiones es por
Muchos fenómenos se presentan en el mismo espacio
consiguiente una causa de asociación de ideas.
colateralmente ó sucesivamente, y asociamos la idea de un
U n a sola y misma cualidad pertenece á muchos fenó- sitio determinado á objetos á los cuales sirve ordinaria-
menos: hay toda una serie de cosas que son azules, re- mente de marco. Simultaneidad, semejanza, contraste y
dondas, lisas; la posesión común de una cualidad implica aparición en el mismo espacio son por consecuencia, se-
una semejanza que es tanto mayor, cuanto más numero- gún W u n d t , las cuatro condiciones á las cuales los f e -
sas son las cualidades comunes; pero cada una de las nómenos están ligados en nuestra conciencia por la aso-
cualidades forma parte de un grupo de cualidades ordi- ciación de las ideas. James Sully ha creído deber añadir
nariamente asociadas y puede, por el mecanismo de la una quinta condición: el hecho que hay apercepciones
simultaneidad, suscitar la imagen conservada de este que tienen su raíz en una misma emoción 2 . Pero en
grupo. A consecuencia de la semejanza, las imágenes todos los ejemplos citados por el eminente psicólogo in-
conservadas ó recuerdos de todos los grupos á los cuales glés, se puede demostrar fácilmente la existencia de una
es común la cualidad que crea su semejanza, podrán ser ó de varias de las leyes de W u n d t .
suscitadas; el color azul por ejemplo, es una cualidad
Para que un organismo pueda mantenerse, tiene que
que pertenece á la v e z al cielo sereno, á la centaura, al
ser capaz de utilizar en su provecho las fuerzas naturales
mar, á determinados ojos, á múltiples uniformes militares;
y de garantizarse contra los agentes nocivos de todo gé-
la percepción del azul suscitará el recuerdo de varias
nero. No puede hacerlo si no tiene conocimiento de estos
cosas ó de muchas cosas azules que no tienen otra rela-
agentes nocivos y de las fuerzas naturales que debe uti-
ción entre ellas más que este color que les es común. L a
lizar, y puede hacerlo tanto mejor y más seguramente,
semejanza es por consiguiente una segunda causa de la
cuánto este conocimiento es más completo. En el orga-
asociación de las ideas.
nismo superiormente diferenciado, el cerebro y el siste-
Es una especialidad de la célula cerebral, que con ma nervioso tienen la misión de adquirir el conocimiento
una apercepción elabora siempre también al mismo tiem- del mundo exterior y de emplearlo en ventaja del orga-
po la contraria de ésta. L o que percibimos como con- nismo; el cumplimiento de su trabajo se le hace posible
trario no es verosímilmente, en su forma primitiva
y la más simple, sino la conciencia de la cesación de ' Karl Abel, Sobre el doble sentido contrario de las raíces pri-
una apercepción determinada; del mismo modo que el mitivas (en alemán). Leipzig, 1884.
2 James Sully, Las Ilusiones de los sentidos y del espíritu. Se-
agotamiento de los nervios visuales por efecto de un co- g«nda edición. París, I88q.
Ü 6
la formación de un juicio exacto. Vemos ahora qué enor-
al cerebro mediante la memoria, y el mecanismo por el me ventaja la asociación de ideas confiere al organismo
cual la memoria se pone al servicio del conocimiento es la en la lucha por la existencia, y qué inmenso progreso en
asociación de ideas; puesto que es claro que un cerebro el desarrollo del cerebro y de sus funciones significa esta
en el cual una única percepción suscita, por el efecto d e adquisición.
la asociación de ideas, toda una serie de apercepciones No obstante, esto no es exacto sino con una restric-
coherentes, reconocerá, comprenderá y juzgará mucho ción: la asociación de ideas por sí misma no - facilita al
más pronto que otro en el cual no existiera asociación de cerebro su tarea de conocer y de j u z g a r , ni más ni menos
ideas; este último, por consiguiente, no formaría sino que lo hace la tumultuosa aparición de imágenes conser-
ideas que tuviesen por contenido las percepciones senso- vadas en la proximidad del centro de excitación. L a s
riales inmediatas y las apercepciones que nacen en las apercepciones que la asociación de ideas llama á la con-
células que el azar de la proximidad ha colocado en el ciencia'están, es cierto, con el fenómeno que ha enviado
círculo de una onda de excitación. A l cerebro que traba- una excitación al cerebro y ha sido percibido por éste,
j a con asociación de ideas, la percepción de un rayo lu- en una relación un poco más estrecha que las que surgen
minoso, de una nota, le basta para formar instantánea- en el círculo geométrico de la onda de excitación; pero
mente la apercepción del objeto del cual emana esta esta relación misma es tan ligera que no presta ningún
excitación sensorial y de sus relaciones en el tiempo y en auxilio útil á la interpretación del fenómeno. No debemos
el espacio, para unir estas apercepciones en ideas y de olvidar que todas nuestras percepciones, apercepciones é
estas ideas abstraer un juicio. A l cerebro sin asociación ideas están, mediante la asociación de ideas, ligadas las
de ideas, la percepción dicha daría únicamente la aper- unas con las otras de más lejos ó de más cerca; como en
cepción de que se encuentra ante él algo que es lumino- el ejemplo más arriba citado, la percepción de lo azul evoca
so ó sonoro; al mismo tiempo se suscitarían apercepcio- las apercepciones del cielo, del mar, de unos ojos azules,
nes que no tendrían nada de común con este objeto claro de un uniforme, etc., así cada una de estas apercepciones
ó sonoro; no podría pues formarse ninguna representa- suscitará á su vez las ideas que, según la ley de W u n d t ,
ción del objeto excitador del sentido, sino que tendría están asociadas á ellas: el cielo, la representación de es-
primero que adquirir toda una serie de otras impresiones trellas, de nubes, de lluvia; el mar, la de barcos, de via-
de varios sentidos ó de todos los sentidos, para conocer jes, de países extranjeros, de peces, de perlas, etc.; los
las diferentes cualidades del objeto del eual una sola ojos azules, la de un rostro de mujer, del amor y de to-
nota ó un solo color ha sido percibido al principio, y para das sus emociones, etc. En suma, esta única percepción
reunirías en una apercepción única. A u n en este caso, el puede, por el mecanismo de la asociación de ideas, sus-
cerebro sólo sabría cómo está constituido el objeto, es citar poco más ó menos todas las apercepciones que h e -
decir lo que el cerebro tiene inmediatamente delante de mos formado en todo tiempo y el objeto azul que tenemos
él, pero de ningún modo cómo este objeto se conduce efectivamente ante los ojos y que percibimos, no es ni
con relación á las demás oosas, dónde y cuándo ha sido más claramente comprendido ni mejor explicado por este
y a percibido, por cuáles fenómenos estaba acompaña- tumulto de representaciones que no se relacionan inme-
do, etc.; el conocimiento así adquirido del objeto sería diatamente con él.
por consiguiente todavía completamente inutilizable para
Luego, para que la asociación de ideas cumpla su fun-
cié, sino una porción más ó menos grande de esta super-
ción en la actividad cerebral y se conduzca como adqui
ficie, es decir todo un gran número de puntos diferente-
sición útil del organismo, h a de intervenir una cosa: la
mente coloreados y diferentemente iluminados; además,
atención. Esta es la que pone orden en el caos de las re-
le oímos acaso, quizá también le tocamos y percibimos
presentaciones suscitadas por la asociación de ideas y la
en todo caso, fuera de él mismo, algo de lo que le rodea,
que les hace servir para el conocimiento y el juicio.
de sus relaciones en el espacio. A s í se origina en nues-
¿Qué es la atención? T. Ribot dice que «es un mono-
tro cerebro toda una suma de centros de excitaciones que
ideismo intelectual con adaptación espontánea ó artificial
obran simultáneamente de la manera descrita más arriba;
del individuo» l . D e otro modo dicho, la atención es la
en la conciencia surge una serie de apercepciones pri-
facultad que tiene el cerebro de suprimir una parte de las
mitivas que son más fuertes, es decir más claras que las
imágenes conservadas ó recuerdos que, por la asociación
representaciones asociadas, suscitadas á consecuencia de
de ideas ó la onda de excitación, llegan á la conciencia á
ellas, y estas representaciones más claras son precisa-
cada excitación de una célula cerebral ó de un grupo de
mente las causadas por el hombre que está ante nues-
células, y de no dejar subsistir sino otra parte: los re-
tra vista; son en cierto modo los puntos más luminosos
cuerdos que se refieren á la causa excitadora, el objeto
entre otros menos brillantes. Estos puntos más luminosos
que acaba de ser percibido.
predominan necesariamente en la conciencia sobre los
¿Ouién hace esta selección entre las imágenes con- menos luminosos; llenan la conciencia, que los reúne en
servadas? L a misma excitación que pone en acción las un juicio, puesto que lo que llamamos juicio no es, en
células cerebrales; las células más fuertemente excitadas último análisis, otra cosa que la aparición simultánea en
son naturalmente las que tienen relación inmediata con la conciencia de un número de apercepciones y de repre-
los nervios periféricos que llevan la excitación; un poco sentaciones que ponemos en relación las unas con las
más débil es y a la excitación de las células á las cuales otras, sencillamente porque tenemos conciencia de ellas
la célula primitivamente excitada envía su excitación por al mismo tiempo. E l predominio que las apercepciones
la vía nerviosa habitual; todavía más débil la de las célu- más claras obtienen en la conciencia sobre las más obs-
las que, por el mismo mecanismo, reciben su excitación de curas, las apercepciones primitivas sobre las representa-
la célula excitada en segundo lugar. En consecuencia, la ciones llevadas á continuación de ellas, las permite, con
apercepción más viva será la que suscita la percepción ayuda de la voluntad, influir durante cierto tiempo en
inmediata; un poco más débil y a será la representación favor suyo sobre toda la actividad cerebral, es decir su-
que suscita la primera apercepción por la asociación de primir las representaciones más débiles—las llevadas á
ideas; más débil aún la que lleva por su parte la repre- continuación de las apercepciones primitivas—combatir
sentación asociada. Sabemos además que un fenómeno las que no se dejan relacionar con ellas, reforzar otras
no, ejerce nunca una excitación única, sino varias excita- que las refuerzan á su vez y que, en medio de la incesan-
ciones á la vez; si vemos, por ejemplo, á un hombre ante te aparición y desaparición de las apercepciones que se
nosotros, no percibimos tan sólo un punto de su superfi- rechazan las unas á las otras, les aseguran alguna dura-
ción; y en fin, arrastrarlas en su círculo de excitación, ó
T . Ribot, Psicología de la atención. París, 2.a edición, 1893. comenzar tan sólo á suscitarlas. L a intervención de la
le permite sólo poner á su servicio, mientras dura su rei-
voluntad en esta lucha por la existencia de las apercep- nado, á las células cerebrales, sino al organismo entero,
ciones, me la represento de este modo: la voluntad envía y no 'sólo reforzarse »con ayuda de representaciones que
á los músculos de las arterias cerebrales impulsiones mo- evoca por la asociación de ideas, sino también buscar nue-
toras (probablemente inconscientes); de aquí que los v a - vas impresiones sensoriales y apartar otras, á fin de obte-
sos sanguíneos áe ensanchan ó se estrechan según sea ner por medio de las unas nuevas excitaciones favorables
necesario, y la afluencia de la sangre es más ó menos á su existencia, nuevas apercepciones primitivas, y de
abundante L a s células que no reciben sangre han de excluir por el apartamiento de las otras, las excitaciones
cesar en su trabajo; las que reciben una gran cantidad que amenazan su existencia. V e o , por ejemplo, en la
pueden por lo contrario funcionar más vigorosamente. calle á un transeúnte que por una razón cualquiera es ca-
L a voluntad que bajo la impulsión de un grupo de aper- paz de excitar mi atención; la atención suprime inmedia-
cepciones temporalmente predominantes, preside á esta tamente todas las demás apercepciones que estaban to-
distribución de la sangre, semeja pues á un criado ocu- davía en mi conciencia, y deja sólo subsistir las que tie-
pado constantemente en una habitación á encender, se- nen al transeúnte por objeto. Para reforzar estas apercep-
g ú n las órdenes de su amo, aquí la llama del gas, allí á ciones, le sigo con los ojos, es decir que los músculos
abrir más la llave, allá á bajar la luz ó á apagarla, de tal ciliares, los músculos oculares y luego los músculos del
suerte que tal rincón de la habitación está alternativa- cuello, quizá también los del tronco y de las piernas,, re-
mente bien alumbrado, medio á obscuras ó-,en la som- ciben impulsiones motoras que no tienen otro objeto sino
bra 2 . El predominio de un grupo de apercepciones no procurarme, en cuanto al objeto de mi atención, siempre
nuevas impresiones sensoriales por las cuales las aper-
cepciones que le conciernen se refuerzan y se aumentan
' Es posible que no se trate de un ensanchamiento activo de
continuamente. L a s demás personas que durante este
los vasos sanguíneos/sino solamente de un estrechamiento; se ha
negado en estos últimos tiempos (entre otros el doctor Morat, La tiempo surgen en mi campo visual, no me fijo en ellas;
Semana Médica, 1892, pág. 112) que haya nervios que dilaten los los sonidos que llegan á mi oído no me hacen distraerme,
vasos. Pero en los dos casos el efecto sería el mismo; puesto que
quizá ni siquiera los oigo si mi atención es bastante fuer-
por el estrechamiento de los vasos de algunas partes del cerebro, la
sangre lanzada sería empujada á las otras partes y éstas experimen- te* los oiría por lo contrario al instante, si procediesen
tarían una más fuerte afluencia de sangre, absolutamente como si del transeúnte ó se refiriesen á él. Esta es la «adaptación
los vasos de esta parte se hubieran activamente ensanchado.
del organismo entero á una idea predominante» de que
2 Cuando yo escribía estas líneas, estaba convencido que la
teoría psicológica de la atención que está expuesta, nadie la había habla M. Ribot; ésta es la que nos da el conocimiento
encontrado más que yo. Pero después de la publicación de este vo- exacto del mundo exterior; sin ella este conocimiento se-
lumen he leído la obra de Alfredo Lehmann, La Hipnosis y los es- ría mucho más difícil de obtener y no pasaría de ser
tados normales que se relacionan co?i ella, Leipzig, 1890, y he encon-
trado (pág. 27), con poca diferencia, palabra por palabra mi teoría. mucho más incompleto. Esta adaptación durará hasta que
Lehmann la ha publicado pues dos años antes que yo, lo cual re- las células portadoras d é l a s ideas predominantes se fati-
conozco aquí lealmente. El hecho que hayamos coincidido en este guen, y entonces tendrán necesariamente que ceder su
punto, con independencia el uno del otro, atestiguaría que la hi-
pótesis de las acciones reflejas vaso-motoras es plausible. Wundt predominio á otros grupos de células, y éstos á su v e z
(Hip?iotismo y Sugestión, París, 1893; págs. 42-47) critica, es cierto, adquirirán el poder de adaptar el organismo á sus objetos.
el trabajo de Lehmann, pero parece admitir esta hipótesis, que es
también la mía; por lo menos no eleva contra ella ninguna objeción.
Así pues, sólo por la atención, como lo hemos visto,
plena luz y la precisión, ó bien, si no lo puede hacer, la
es por lo que la facultad de asociación de ideas llega á
extingue por completo. L a conciencia del hombre sano,
ser una cualidad provechosa al organismo, y la atención
dotado de voluntad enérgica y por ende capaz de aten-
no es otra cosa sino la facultad que posee la voluntad de
ción, s e m e j a á una habitación vivamente iluminada en la
determinar en la conciencia el acto de encender, el g r a -
cual la vista percibe claramente todos los objetos, en
do de claridad, la duración y la extinción de las repre-
donde todos los contornos son vistos con precisión y en
sentaciones. Cuanto más fuerte es la voluntad, tanto más
donde por ninguna parte flotan sombras indecisas.
completamente podemos adaptar nuestro organismo á una
La atención tiene así pues como premisa una volun-
apercepción dada, tanto más podemos procurarnos im-
tad firme, y ésta, á su v e z , es propia de un cerebro nor-
presiones sensoriales que sirvan para hacerlas más cla-
malmente construido y no fatigado. El degenerado, cuyo
ras, atraer, por la asociación de ideas recuerdos que las
cerebro y sistema nervioso se caracterizan por detencio-
completen y las rectifiquen, tanto más resueltamente su-
nes de desarrollo ó anomalías congenitales, el histérico,
primir las apercepciones que las perturban ó son extrañas
en el cual hemos reconocido á un agotado, carecen en
á ellas; en una palabra, tanto más será extenso y e x a c -
absoluto de voluntad ó no la poseen sino en un grado
to nuestro conocimiento de los fenómenos y de su verda-
disminuido. L a consecuencia de la debilidad ó de la falta
dera relación.
de voluntad es la incapacidad de atención. Alejandro
La civilización, la supremacía sobre las fuerzas de la
Starr ha publicado veintitrés casos de lesiones ó afeccio-
naturaleza, son únicamente el resultado de la atención;
nes de los lóbulos frontales del cerebro en los cuales era
todos los errores, todas las supersticiones, consecuencia
«imposible (á los enfermos) fijar su atención» \ y
de su ausencia; las falsas ideas acerca de la relación de
M. Ribot advierte: «El hombre fatigado por una larga mar-
los fenómenos se originan en la observación defectuosa
cha..., el convaleciente que sale de una g r a v e enferme-
de éstos y una observación más exacta las rectifica. Aho-
dad, en una palabra, todos los debilitados, son incapaces
ra bien; observar no es otra cosa sino llevar intencional-
de atención... Esta impotencia coincide, en suma, con
mente al cerebro impresiones sensoriales determinadas y
todas las formas de agotamiento » 2 .
elevar por ende un grupo de apercepciones á una tal
La actividad cerebral de los degenerados y de los
fuerza y claridad, que pueda adquirir en la conciencia el
histéricos, no vigilada ni guiada por la atención, es ca-
predominio, suscitar por la asociación de ideas los r e -
prichosa, desprovista de plan y de objeto; las representa-
cuerdos que les son adecuados, suprimir los que son in-
ciones son llamadas á la conciencia por el juego de aso-
conciliables con ellas. L a observación, que es la base de
ciación de ideas ilimitadas y pueden flotar en ella con
todos los progresos, es pues la adaptación, mediante la
toda libertad; se encienden y se extinguen automática-
atención, de los órganos de los sentidos y de sus centros
mente, y la voluntad no interviene para reforzarlas ó su-
de percepción, á una apercepción ó á un grupo de aper-
primirlas. A l lado una de otra, surgen representaciones
cepciones predominantes en la conciencia.
El estado de atención no deja subsistir en la concien-
cia ninguna obscuridad; puesto que, ó bien la voluntad
1 Brain, Enero'1886. Citado por T . Ribot, Psicología de la
atención, pág. 68.
refuerza toda apercepción que venga á surgir hasta la 2 T . Ribot, op, cit., págs. 106 y 110.
que son extrañas la una para la otra ó se e x c l u y e n mù- Lo contrario acontece en el degenerado y el agotado
tuamente; como están contenidas en la conciencia simul- que padecen debilidad de voluntad y defecto de atención;
táneamente y con la misma intensidad poco más ó menos, las representaciones—fronterizas desdibujadas, apenas
la conciencia, conforme á la ley de su actividad, las reúne
posibles de reconocer, son percibidas al mismo tiempo
en una idea que, necesariamente, es absurda y no . puede
que las apercepciones centrales bien iluminadas; el juicio
expresar las relaciones reales de los fenómenos.
se convierte en vacilante y fugitivo como las brumas que
La falta ó la debilidad de atención conduce pues en
disipa el viento de la mañana; la conciencia que apercibe
primer lugar, á formar falsos juicios sobre el universo,
las representaciones-fronterizas espectralmente transpa-
sobre las cualidades de las cosas y sus relaciones entre
rentes, informes, trata en vano de penetrarlas y las inter-
ellas. L a conciencia obtiene una imagen desfigurada y
preta ¡in seguridad, como se atribuye á los contornos de
v a g a del mundo exterior; pero hay una segunda conse-
las nubes semejanzas con las cosas ó los seres. Los que,
cuencia: el curso caótico de las excitaciones á lo largo de
en una noche obscura, han tratado de distinguir los obje-
las vías de la asociación de ideas y de los tejidos anató-
tos en el lejano horizonte, pueden formarse una idea del
micos próximos suscita la actividad de grupos celulares
cuadro que ofrece el mundo intelectual de un debilitado.
próximos, más alejados y muy alejados, que quedan aban-
Ved, allí, aquella masa sombría: ¿qué es? ¿un árbol? ¿un
donados á sí mismos y no trabajan sino por tanto tiempo,
molino? ¿un bandolero? ¿una fiera?; ¿hay que huir? ¿hay que
tan vigorosamente ó tan débilmente, como tienen que
correr á su encuentro? L a imposibilidad de distinguir el
trabajar para responder al grado de intensidad de la ex-
objeto que más bien se sospecha que se divisa, llena de
• citación que les ha herido. S e originan en la conciencia
turbación y de angustia. Ese es también el estado de
apercepciones claras, más obscuras y muy obscuras, que
alma del débil de voluntad frente á sus representaciones-
desaparecen al cabo de algún tiempo, sin haber sido ilu-
fronterizas; cree v e r en ellas cien cosas á la vez, y pone
minadas más allá de sus grados primitivos de claridad;
todas las formas que se figura distinguir en relación con
las apercepciones claras dan en verdad una idea, pero no
la apercepción principal que las ha provocado; pero tiene
puede ser ni por un instante una idea fija y clara, por-
perfectamente la impresión que esta relación es inconce-
que con las apercepciones claras que la componen se mez-
bible é inexplicable; reúne apercepciones de una idea
clan otras que la conciencia no percibe sino indistintamen-
que está en contradicción con todas las experiencias, a la
te ó no percibe y a en absoluto. Tales apercepciones semi-
cual tiene no obstante que conceder el mismo valor que
obscuras surgen también en el hombre sano por debajo de
á todas sus demás ideas y á sus demás juicios, porque se
los umbrales de la conciencia; pero la atención interviene
origina del mismo modo que éstos. Y si quiere darse
en seguida para iluminarlas completamente ó para supri-
cuenta á sí mismo de lo que contiene su juicio, de que
mirlas; éstos á modo de acordes harmónicos que acompa-
apercepciones particulares se compone, echa de v e r que
ñan á toda ideano pueden pues falsear la nota fundamen-
estas apercepciones no son en realidad tales, sino som-
tal; los espectros de ideas que surgen no son capaces de
bras imposibles de conocer de apercepciones á las cuales
ejercer influjo sobre el pensamiento porque la atención ó
trata en vano de dar un nombre. Este estado de espíritu
bien los ilumina vivamente el semblante, ó bien los hunde
en el cual se esfuerza uno por v e r y en el que cree v e r ,
en el subterráneo de lo ine "insciente.
pero en el que no v e ; en el cual se han de formar ideas
con ayuda de apercepciones que engañan y j u e g a n con como otro enfermo del mismo: « me ha procurado usted
la conciencia al modo de los fuegos fátuos ó de los vapo- una velada inmutable » 1 .
res que se ciernen sobre los pantanos; en el cual se ima- El lector ó el auditor sano, que tiene confianza en su
gina uno percibir entre fenómenos claros y precisos y propio juicio y examina las cosas con plena claridad é in-
sombras ambiguas é informes relaciones que es imposi- dependencia, reconoce naturalmente en seguida que las
ble s e g u i r — e s t e estado de espíritu es lo que se llama el expresiones místícas están desprovistas de sentido y no
misticismo. reflejan sino el pensamiento confuso del místico. P e r o la
A l pensamiento nebuloso del místico corresponde su mayoría de los hombres no tienen ni confianza en sí mis-
manera indecisa de expresarse. L a palabra, aun la más mos ni capacidad de juicio y no pueden desprenderse de
abstracta, corresponde á una representación concreta ó á la inclinación natural que se tiene de enlazar cada pa-
una noción formada por las cualidades comunes á diferen- labra á un sentido. A h o r a bien; como las palabras del mís-
tes representaciones semejantes, que continúa á reve- tico no tienen por sí mismas ó por su yuxtaposición,
lar su origen concreto. Para lo que se cree v e r cómo á ningún sentido determinado, se les da uno arbitrariamen-
través de una neblina, sin forma susceptible de ser reco- ' te y se hace entrar en ellas un sentido misterioso. D e esta
nocida, ninguna lengua tiene palabra; pero el místico, él, manera, el efecto del modo de expresión místico sobre
tiene en su conciencia semejantes representaciones es- las gentes que es fácil dejar asombradas, es extraordina-
pectrales sin contornos y sin otras cualidades, y emplea riamente fuerte; les h a c e pensar, como dicen, es decir que
para expresarlas, ó bien palabras conocidas á las cuales les permite entregarse á todos los ensueños posibles, lo
da un sentido completamente distinto del sentido familiar cual es mucho más cómodo, y por consiguiente más agra-
para todos, ó siente la insuficiencia del vocabulario crea- dable, que seguir penosamente apercepciones é ideas de
do por las gentes sanas y se forja palabras nuevas, espe- contornos firmemente dibujados que no permiten ni di-
ciales, enteramente incomprensibles para cualquiera otro,
y de las cuales él sólo conoce el sentido nebulosamente
caótico, ó en fin, incorpora las diferentes interpretacio- > Legrain, op. cit., p. 1 S 6 . - E n el capítulo que tratará de los neo-
místicos franceses, reuniré un ramillete de semejantes asociaciones
nes que da á sus representaciones informes en otras tan-
de expresiones incoherentes ó que se excluyen las unas a Jas otras y
tas palabras, y produce entonces esas yuxtaposiciones que que tienen completa analogía con la manera de hablar de los locos
dejan estupefacto, de expresiones que se e x c l u y e n las declarados citados por Legrain. Reproduzcamos t a n s ó l o a q u í u n
trozo de la Novela rusa (París, 1888). del vizconde E . M. de V o g u é ,
unas á las otras, que no pueden razonablemente estar uni
en el cual este escritor místico caracteriza por modo excedente, in-
das de ningún modo y que son tan características del mís- conscientemente y sin quererlo, pero al mismo tiempo alaba la ne-
tico. Habla entonces, como los místicos alemanes de los bulosidad y el vacío del estilo místico. «Tienen un rasgo común (de-
siglos x v n y XVIII, del («fuego frío», del infierno y de la terminados escritores rusos)...: el arte de suscitar con una linea, una
palabra, resonancias infinitas, series de sentimientos y de ideas...
«luz obscura» de Satán, ó bien dice, como el degenerado Las palabras que se leen en aquel papel, parece que no están es-
de la 28a observación de Legrain, que «Dios se le aparece critas en longitud, sino en profundidad; arrastran en pos de ellas
bajo la forma de sombras luminosas» ó bien observa, sordas repercusiones que van á perderse no se sabe adónde» F. 215).
Y p. 227: «Ven las cosas y las figuras en el día gris de la alborada;
los contornos, poco fijos, acaban en un algo posible confuso y n e -
1 Legrain, op. cit., pág. 177. buloso». '
gresiones ni salirse fuera de la realidad K E l modo de lo contrario pura obscuridad; h a c e parecer las cosas pro-
expresión del místico transporta el espíritu de estas gen- fundas valiéndose de los mismos medios que la noche:
tes en el estado de actividad intelectual determinado por haciendo que no se divisen sus contornos. El místico di-
la sola asociación de ideas sin freno, peculiar del místico; suelve el diseño fijo de los fenómenos, extiende un velo
suscita también en ellas las representaciones-fronterizas sobre ellos y los envuelve en un vapor azul; enturbia lo
ambiguas é imposibles de expresar, y les procura el pre- que es claro y vuelve opaco lo que es transparente, como
sentimiento de las relaciones las más extrañas, las más im- la tinta de la jibia enturbia las aguas del Océano. Aquellos
posibles de las cosas entre ellas. El místico parece «pro- pues, que ven el mundo á través de los ojos del místico,
fundo» por esta razón á todos los imbéciles, y este epíte- sumen la mirada en una masa negra ondulante en la cual
to, gracias al sentido que h a tomado en sus labios,-ha lle- pueden hallar todo lo que quieran, aunque en realidad
g a d o á ser casi ofensivo. Realmente profundos son sólo nada perciben, y precisamente porque nada perciben. P a r a
los espíritus excepcionalmente vigorosos que pueden so- los imbéciles, todo lo que es claro, firmemente trazado, y
meter su actividad intelectual á la disciplina de una aten- que no admite por esta razón más que una sola interpreta-
ción singularmente poderosa; espíritus de esta índole son ción, es vulgar y pedestre; consideran como profundo todo
capaces de utilizar la asociación de ideas de la manera más lo que no tiene ningún sentido y puede, por consiguiente,
perfecta, de dar la mayor claridad y la mayor penetra- recibir todas las interpretaciones imaginables; el analisis
ción á todas las representaciones que aquélla lleva á la matemático es para ellos pedestre, la teología y la meta-
conciencia, de suprimirlas segura y rápidamente si no se física son profundas; pedestre es el derecho romano, pro-
concuerdan entre ellas, de crearse nuevas impresiones fundas son la L l a v e de los sueños y las profecías de Nos-
sensoriales si son necesarias para hacer todavía más vivas tradamus. Las figuras que aparecen la noche de San Sil-
y más precisas las ideas y juicios que justamente predo- vestre en el plomo fundido en que las gentes sencillas
minan en ellos; tales espíritus obtienen de este modo un pretenden leer el porvenir, serían los símbolos exactos de
cuadro del mundo de una incomparable luminosidad, y
descubren entre los fenómenos relaciones reales que per su profundidad. . .
El contenido del pensamiento místico está determina-
manecen necesariamente ocultas para una atención más
nado por el carácter y el grado de cultura del degenera-
débil. Esta profundidad real de los espíritus extraordina-
do y del histérico. No se ha de olvidar nunca, con efecto,
riamente vigorosos es claridad toda ella; disipa las som-
que el cerebro patológicamente alterado ó agotado es
bras de los rincones ocultos é ilumina los abismos con sus
sencillamente un medio de cultura sembrado por la educa-
rayos de luz. La profundidad aparente del místico es por
ción, la instrucción, las impresiones y las experiencias de
la vida, etc. Los granos de siembra no nacen en el, reci-
Es cierto que él (lo bello) no tiene nunca tantos atractivos ben tan sólo en él y mediante él sus detenciones de des-
para nosotros como cuando lo leemos atentamente en una lengua arrollo, sus encantamientos, deformaciones y retonos
que sólo entendemos á medias El equívoco, la incertidumbre%s locos especiales. El naturalista que pierde la facultad de la
decir la flexibilidad de las palabras, es una de sus grandes ventajas
y es lo que permite hacer un uso exacto de ellas (!!)». Joubert, ci- atención, se convierte en un «filósofo de la naturaleza» o
tado por Charles Morice, La Literatura de ahora. París, 1880 p á - en un inventor del espacio de cuatro dimensiones, como
gina 171. ,
el infortunado Zoellner; el hombre grosero é ignorante
aire, sino que también tenemos representacionés se-
de las bajas capas populares cae en la superstición más
cundarias de naturaleza ansiosa, presentimientos de peli-
salvaje; el místico educado religiosamente y nutrido de
gros de clase desconocida, reminiscencias melancólicas,
dogmas refiere sus representaciones nebulosas á las co-
etc.; es decir representaciones de fenómenos que ordi-
sas de la fe y las interpreta como revelaciones sobre la
nariamente detienen ó entorpecen la respiración. En el
naturaleza de la Santísima Trinidad ó sobre la vida antes
sueño también las excitaciones orgánicas ejercen esta
del nacimiento y despues de la muerte; el ingeniero pre-
influencia sobre la corteza cerebral, y á ellas debemos
sa del misticismo se extenúa buscando invenciones im-
los sueños somáticos, es decir los que se refieren á la
posibles, cree estar sobre la pista de la solución del pro-
actividad de los órganos que se encuentran precisamente
blema del movimiento continuo, imagina comunicaciones
en un estado anormal.
entre la tierra y los astros, pozos que conducen al núcleo in-
candescente de nuestro globo, etc.; el astrónomo se con- Ahora bien: sabemos que ciertos centros nerviosos
vierte en astrólogo, el químico en alquimista y buscador orgánicos, singularmente los centros sexuales en la me-
de la piedra filosofal, el matemático trabaja en la demos- dula espinal y la medula oblonga, están en los dege-
tración de la cuadratura del círculo ó en el descubrimien- nerados frecuentemente mal formados ó patológicamen-
to de un sistema en el cual la idea del progreso se ex- te sobreexcitados. L a s excitaciones que de ellos par-
presa por un cálculo integral y la guerra de 1870 por una ten suscitan por consiguiente, en el cerebro de un
ecuación. degenerado de esta clase, apercepciones en relaciones
íntimas ó lejanas con la sexualidad, y estas apercepcio-
Como más arriba lo hemos explicado, la corteza cere-
nes son duraderas, porque duraderos igualmente son
bral recibe sus excitaciones no sólo de los nervios perifé-
los estados de excitación que las ocasionan. En la con-
ricos, sino también de las profundidades del organismo,
ciencia de un degenerado semejante subsisten pues
de los nervios, de los órganos y de los centros nerviosos
constantemente, al lado de las otras apercepciones que
de la medula espinal y del gran simpático. Cada estado
suscitan las "excitaciones mudables del mundo exte-
de excitación en estos centros, influye sobre las células
rior, apercepciones del dominio de la sexualidad, y el
cerebrales y suscita en ellas apercepciones más ó menos
degenerado liga á cada impresión que recibe de los se-
claras que se relacionan necesariamente con la actividad
res y de las cosas, ideas eróticas. D e este modo llega
de los centros de los cuales emana la excitación. Unos
á sospechar relaciones misteriosas entre todos los fenó-
cuantos ejemplos harán esto perfectamente claro para los
menos posibles de la realidad, entre un tren del camino
profanos: si el organismo experimenta la necesidad del
de hierro, el título de un periódico, un piano, etc., y la
alimento, es decir si sentimos hambre, no solamente te
mujer, y experimenta, á consecuencia de vistas, de pala-
nemos conciencia en general de un deseo obscuro de
bras, de olores que no producen esta impresión sobre
alimento, sino que también se originan en nuestro espí-
ningún hombre sano, excitaciones de naturaleza erótica
ritu representaciones determinadas de manjares, de me-
que relaciona con propiedades desconocidas de estas vis-
sas puestas con todos los accesorios obligados en las co-
tas, de estas palabras, de estos olores. Ocurre así que el
midas. S i por una razón cualquiera, quizás á causa de
misticismo tiene, en la mayor parte de los casos, un tinte
una enfermedad del corazón ó de los pulmones, no po-
erótico perfectamente. claro, y el místico, al interpretar
demos respirar á gusto, no sólo sentimos una ansia de
7
sus representaciones—fronterizas obscuras, tiene constan- este trastorno ocasiona anomalías de la vida intelectual
temente tendencia á atribuirlas un sentido erótico; la mez- acerca de las cuales trataré extensamente en el libro si-
cla de espiritualidad y de sensualismo, de fervor religioso guiente. En fin, en v e z de obtusión, puede haber hiper-ex-
y amoroso que caracteriza al pensamiento místico, ha sal- citabilidad, y ésta puede ser propia de todo el sistema
tado á la vista hasta de los observadores que no compren nervioso y del cerebro ó tan sólo de algunas porciones
den de qué manera se produce. de éste; la hiper-excitabilidad general produce esas natu-
El misticismo que he estudiado hasta aquí es la inca- ralezas enfermizamente sensitivas que deducen de los fe-
pacidad, basada sobre una debilidad de voluntad c o n g é - nómenos más indiferentes las impresiones más asombrosas,
"nita ó adquirida, para dirigir mediante la atención la oyen los «sollozos del crepúsculo», se estremecen al con-
acción de la asociación de ideas, para atraer dentro del tacto de una flor, distinguen en el murmullo de la brisa
círculo luminoso central de la conciencia á las represen- espantosas profecías y terribles amenazas, etc. L a hi-
taciones-fronteras nebulosas, y para suprimir las aper- per-excitabilidad de algunos grupos de células de la corte-
cepciones incompatibles con las que fijan legítimamente la za cerebral da lugar á otros fenómenos; en la porción del
atención. Pero hay también otra forma de misticismo, que cerebro sacudido, sea por una excitación periférica ó por
tiene por causa no y a una atención defectuosa, sino una una excitación de proximidad, por una impresión senso-
anomalía de la excitabilidad del cerebro y del sistema rial ó por una asociación de ideas, la actividad celular,
nervioso. en este caso, no se efectúa proporcionalmente á la inten-
En el organismo sano, los nervios sensitivos conducen sidad de la excitación, sino que es más fuerte y más du-
al cerebro las impresiones del mundo exterior con toda radera de lo que justifica la excitación que la ocasiona;
su fuerza, y la excitación de la célula cerebral está en re- el grupo de células sacudido no v u e l v e al reposo sino
lación directa con la intensidad de la excitación que le difícilmente ó no vuelve de ningún modo; absorbe grandes
ha sido llevada. D e otro modo se conduce un organismo cantidades de materias nutritivas para disociarlas y se las
degenerado ó agotado; en éste, el cerebro puede haber quita á las otras porciones del cerebro; trabaja como un
perdido su excitabilidad normal; es obtuso, y las excita- mecanismo que una mano torpe h a puesto en marcha y
ciones que hasta él llegan no le sacuden sino débil- que y a no es capaz de parar. Si puede compararse la
mente; un cerebro semejante no consigue nunca elaborar actividad normal de las células del cerebro á una combus-
apercepciones claramente limitadas; piensa siempre de tión tranquila, hay que. ver en la actividad del grupo ce-
una manera fantástica y v a g a . Pero no es necesario des- lular morbosamente hiper-excitable una explosión, y una
cribir largamente las singularidades de su funcionamien-
to, puesto que un cerebro obtuso existe raramente en el 1 Gerardo de Nerval, El Sueño y la Vida, París, 1868, pá-
degenerado superior y no representa ningún papel en li- gina 53: «Todo en la naturaleza revestía aspectos nuevos, y voces
teratura y en arte; el que posee un cerebro difícilmente secretas salían de la planta, del árbol, de los animales, de los más
humildes insectos, para advertirme y animarme. El lenguaje de mis
excitable, tiene rara vez la idea de pintar ó de hacer ver- compañeros tenía giros misteriosos cuyo sentido yo comprendía,
sos; no cuenta más que como público predestinado y agra- hasta los objetos sin forma y sin vida se prestaban á los cálculos
de mi espíritu». Nos encontramos aquí de todo punto con esa «com-
decido del místico creador. L a excitabilidad insuficiente
prensión de lo misterioso» que es una de las fantasías más ordina-
puede además ser un atributo de los nervios sensitivos; rias de los enajenados.
explosión que une la duración á la violencia; al recibir, en el místico ordinario. A l éxtasis v a n ligadas emociones
una excitación, se inflama en seguida en la conciencia excesivamente fuertes en las cuales la más ardiente vo-
una apercepción ó una serie de apercepciones, de nocio- luptuosidad se mezcla con el dolor; estas emociones acom-
nes y de ideas que la iluminan con la claridad de un in- pañan á cada actividad violenta y desmesurada de las c é -
cendio y exceden en brillo á todas las demás apercep- lulas nerviosas, á cada desagregación excesiva, semejante
ciones. á una explosión, de la materia nutritiva nerviosa. L a sen-
Según el grado de hiper-excitabilidad morbosa de al- sación de voluptuosidad es un ejemplo de estos fenómenos
gunas porciones del cerebro, el predominio de las aper- que acompañan á desagregaciones extraordinarias en la
cepciones elaboradas por ellas es también más ó .menos célula nerviosa; en el hombre sano, los centros sexuales
exclusivo é invencible. En los grados moderados se origi- son los únicos que, conforme á su función, están diferen-
nan las obsesiones, que la conciencia reconoce como en- ciados, organizados de tal suerte que no ejercen una ac-
fermizas; no excluyen una actividad cerebral sana; al lado tividad uniforme y constante; pero emplean la mayor
de ellas se suscitan y se extinguen apercepciones norma- parte del tiempo en descansar por completo y almacenar
les y la conciencia se acostumbra á tratar las obsesiones si- grandes cantidades de materias nutritivas para desagre-
multáneamente presentes, en cierto modo como si fueran garlas en seguida de pronto, de una manera en cierto
cuerpos extraños y á excluirlas de sus ideas y de sus jui- modo explosiva. T o d o centro nervioso que trabajase de
cios. En un grado más elevado, la obsesión se convierte esta suerte nos procuraría sensaciones de voluptuosidad,
en idea fija; las porciones hiper-excitables del cerebro es- pero precisamente no hay en el hombre sano, aparte de
tablecen sus apercepciones con tal vigor que llenan con los centros sexuales, otro ninguno que tenga que tra-
ellas la conciencia, y ésta no puede y a distinguirlas de bajar de ese modo para responder á los fines del or-
las que son una consecuencia °de las impresiones senso- ganismo. En el degenerado, por lo contrario, algunos
riales y reflejan exactamente la cualidad y la intensidad centros cerebrales morbosamente sobreexcitados traba-
de éstas; nos encontramos entonces frente á las alucina- jan de esa manera, y los arrobamientos que acompañan
ciones y á los delirios. En el grado más alto, en fin, se á su actividad explosiva son más poderosos que las sen-
produce el éxtasis, que M. Ribot llama «la forma aguda saciones de voluptuosidad, en la medida en que los cen-
de la tendencia á la unidad de la conciencia»; en el éxta- tros cerebrales son más sensibles que los centros raquí-
sis la porción cerebral excitada trabaja con tal violencia, deos subalternos, y más obtusos. L o s grandes extáticos,
que suprime la actividad de todo el resto del cerebro; el una Santa Teresa, un Mahoma, un Ignacio de L o y o -
extático es completamente insensible á las excitaciones la, son absolutamente dignos de fe, cuando aseguran que
exteriores; no hay ninguna apercepción, ninguna reunión las voluptuosidades que acompañan á sus éxtasis no pue-
de apercepciones en nociones y de nociones en ideas y j u i - den compararse á nada terrenal y son casi superiores
cios; una sola apercepción ó un solo grupo de apercep- á las fuerzas de un mortal. Esta observación prueba
ciones llena la conciencia; estas apercepciones son de la que tienen también conciencia del dolor agudo que acom-
más grande precisión y claridad; la conciencia está como paña á la desagregación en las células cerebrales sobre-
inundada por una deslumbrante luz de mediodía; ocurre excitadas, y que un análisis atento discierne en toda sen-
pues, aquí, exactamente lo contrario de lo que se observa sación voluptuosa muy fuerte. L a circunstancia de que la
sola sensación orgánica normal que nos es conocida, que son por consiguiente nebulosas é indistintas, hasta el
tenga semejanza con las sensaciones del éxtasis es la p u n t o á veces que un imbécil al cual se pregunta
sensación de la voluptuosidad, explica que los extáticos p e n t e e n m e d i o d e s u ensueño en
liguen por la asociación de ideas representaciones eró- en estado de indicar lo que en aquel momento se encuen
ticas a sus apercepciones extáticas; interpretan el éxta- tra en su conciencia. Todos los observadores establecen
sis mismo como una especie de acto de amor suprate- míe el degenerado superior es con frecuencia «original,
rrestre, como una unión de especie elevada y pura hasta brülantt^espiritual», que es incapaz, es ^ e activi-
lo indecible con Dios ó la V i r g e n Santa. Esta tercería de dades que reclaman la atención y la disc plma de si
Dios y de los santos es la consecuencia natural de una mismo pero que tiene pronunciadas inclinaciones artisti-
educación religiosa que engendra el hábito de considerar m s estes singularidades son imputables á la acción
las cosas inexplicables como siendo sobrenaturales y desordenada de la asociación de ideas.
de establecer una relación entre ellas y las representa- Que se recuerde cómo trabaja el cerebro incapaz de
ciones de la religión. atención: una percepción suscita una
Ahora y a hemos visto que el misticismo deriva de la llama á la conciencia otras mil representaciones asociadas.
incapacidad de refrenar la asociación de ideas por la El espíritu sano suprime las apercepciones o representa-
atención, y que esta incapacidad es la consecuencia de la ciones contradictorias ó que no se concuerdan razonable-
debilidad de la voluntad, mientras que el éxtasis es el mente con la primera apercepción; el imbécil no puede
efecto de una hiper-excitabilidad enfermiza de algunos hacerlo. L a simple consonancia determina el curso de su
centros cerebrales. P e r o la incapacidad de atención pro- pensamiento; oye una palabra y experimenta la necesidad
duce todavía, además del misticismo, otras singularidades de repetirla una v e z ó varias veces: ecolalia; o bien dicha
del pensamiento que nos contentaremos con mencionar palabra evoca en su conciencia palabras semejantes ana-
rápidamente. En los grados más bajos de la degeneración logas á ella tan sólo por el sonido, no por el sentido , y
en el idiotismo, la atención falta en absoluto; ninguna
excitación es capaz de producirla, y no hay ningún medio 1 U n degenerado imbécil, cuya historia nos refiere d doctor
exterior que pueda producir una excitación en un cerebro
de idiota y resucitar en su conciencia apercepciones de-
terminadas. En la degeneración menos completa—la im-
b e c i l i d a d - l a atención es posible, pero excesivamente

gassasEssls
débil y fugitiva; en serie ascendente se encuentra en el
imbécil primero la fuga de ideas, es decir la impotencia
para fijar las representaciones que se llaman automática-
mente las unas á las otras á la conciencia según las leyes
de la asociación de ideas, y para reunirías en una idea ó (Leipzig 1890) l l a m o s 'desde
veces como prototipo de la enana a e uu 1 1 1 1
¿ palabras
juicio; luego, el fantasear, que es otra forma de lafu<r a
de ideas, pero se distingue de ella en que las representa
ciones de que se compone están débilmente elaboradas
en este caso piensa y habla en una serie de rimas abso- que el profano califica de «modo de expresión original»
lutamente incoherentes; ó bien las palabras tienen, ade- y que procuran á su autor el renombre de «brillante» en
más de la consonancia, alguna analogía muy remota v de
su conversación ó en sus escritos.
significación muy débil, y entonces se produce el j ¿ e g o
El Dr. Sollier cita algunos ejemplos característicos del
de palabras ó retruécano. El profano se inclina á calificar
modo de expresión «original» de imbéciles Uno de
de ingenioso al imbécil que rima y hace juegos de pala-
ellos decía á un compañero: «Te pareces á un caramelo
bras, sin pensar que esta manera de ligar las representa-
que está en nodriza». Otro formulaba en estos términos la
ciones según el sonido de las palabras defrauda el objeto
idea que su amigo le hacía reir de tal modo que no podía
del pensamiento, puesto que en v e z de conducir al cono-
contener la saliva: «Me haces babear copas de sombrero».
cimiento de la verdadera relación de los fenómenos, aleja
El apareamiento de palabras que por su sentido son inco-
de él. No es con bromas de mal género como se ha faci-
herentes ó muy poco coherentes, es por regla general
litado nunca el descubrimiento de una verdad, y los que
una prueba de imbecilidad, aunque con harta frecuencia
han podido intentar conversar seriamente con un imbé-
asombre y haga reir. El género de ingenio que en París
cil que se las da de ingenioso, han reconocido la imposi-
se llama blague (guasa) ó ingenio del boulevard es, a los
bilidad de sujetarle á una serie de ideas, de obtener de
ojos del psicólogo, una imbecilidad; y se comprende f á -
él una conclusión lógica, de hacerle comprender un hecho
cilmente que este ingenio pueda aliarse con las tendencias
ó una relación de causalidad. Cuando el encadenamiento
artísticas. Todas las profesiones que reclaman el conoci-
de las apercepciones se verifica no sólo según las impre-
miento de la realidad y la adaptación á ésta, suponen la
siones del oído, no según la mera consonancia, sino tam-
atención; pero el imbécil carece de atención y es por
bién según las demás leyes de la asociación de las ideas,
consecuencia inapto para las profesiones serias; determi-
se originan entonces esas yuxtaposiciones de palabras
nadas ocupaciones artísticas, singularmente las de genero
subordinado, son por lo contrario conciliables con la
ffen)», pág 4. «Toda educación verdadera es plástica (Jede rechte
asociación de ideas desenfrenada, con el fantasear y
« C r e a d o r a ' y P ° r consiguiente artís-

tica» pág 8. «Rembrandt no era solamente un artista protestante hasta con la f u g a de pensamientos, porque tan solo re-
sino también un protestante artista», pág. 14. «Su hoja de cien ñori- claman una muy débil adaptación á la realidad y t i e n e n ,
nes por sí sola (Hundertguldenblatt) podría ya servir como una gran
por esta razón, una gran fuerza de atracción para el im-
rZ Í S ^ T á n <<Werba de mÜ floriness Tausendgüidenkraut, bécil.
contra tantos males», pág. 23. «El Cristo y Rembrandt tienen en
esto algo de común, que aquél honra la pobreza religiosa, éste la Entre el pensamiento y el movimiento exista un parale-
pobreza (Armsehgkeit) a r t í s t i c a - l a felicidad de los pobres (Selizkeit
der Armen)», pág. 25, etc. lismo exacto que se explica por este hecho, que la elabo-
e/e,rm0 ¿el d0Ct°^ Ph- Charlin confusión mental pri- ración de apercepciones no es otra cosa sino una modifica-
mitiva, Anales médico-psicológicos, cuarto año, núm. 2, pág. 228) dice- ción de la elaboración de las impulsiones motrices. Los
«Enrique cuarto se necesitan cuatro, tres, d o s / u n o , y uño en
fenómenos motores hacen sensible al profano, de la m a -
todas partes de todo crudo, ¡ah!... estoy de aplomo; estoy al peso
y á la medida.» («Aplomo» llama á «plomo» que evoca la idea de nera más clara, el mecanismo de la actividad pensante; a
«peso» que evoca la asociación ordinaria «y medidas».) Mesures
trois epiciers, pourriture (una rima); ó sea: «medidas, tres especieros
podredumbre» - « ^ / / « « / , boyan(> b t¡ b r U l a n H ( r i m J » Dr. Pablo Sollier, Psicologia del Idiota y del Imbécil, Pa-
vistas de sentido); ó sea «Brillante, boyante, boyante brillante »
rís, 1890, pág. 153.
la asociación de ideas corresponde la asociación automáti-
ca de las contracciones musculares; á la atención, la coor-
dinación. D e l mismo modo que en la ausencia de la aten-
ción no puede nacer ninguna idea razonable, así, con la
falta de coordinación, no puede originarse ningún movi- IX
miento útil; al idiotismo del cerebro hay que asimilar la
parálisis, á la obsesión y á la idea fija el tic de movimiento
(estremecimiento involuntario); las bromas del imbécil LOS PRERAFAELITAS
son como estocadas al aire; las ideas y los juicios de los
cerebros sanos como una esgrima cuidadosamente calcu-
lada en vista de la defensa y del ataque. El misticismo halla El misticismo es el estado ordinario de los hombres, y
su imagen en los movimientos sin objeto y sin fuerza, con en ningún modo una disposición extraordinaria de sus es-
frecuencia sencillamente esbozados, del temblor senil y píritus. U n cerebro vigoroso que elabora cada apercep-
paralítico, y el éxtasis constituye con relación á un cen- ción con plena claridad, una voluntad firme que para la
tro cerebral el mismo estado que un espasmo tónico con- atención, tan difícil de fijar, son dotes raras; para fantasear
tinuo y violento con relación á un músculo ó á un grupo v soñar, para dejar vagabundear la imaginación capri-
de músculos. chosa por los meandros de la asociación de ideas, es pre-
ciso un esfuerzo menor; y este estado de alma es por
esta razón, preferido con mucho al penoso trabajo de la
observación y del juicio razonables. Así es como la con-
ciencia de los hombres está llena por una multitud inmen-
sa de sombras de pensamientos ambiguos, y por regla ge-
neral, no v e n muy claramente más que los fenómenos dia-
riamente renovados de su vida personal la más estrecha,
y entre éstos, ante todo los que son el objeto de sus ne-
cesidades inmediatas.
El lenguaje, este gran auxiliar del desarrollo del pen-
" Sarniento humano, no es un beneficio que no tenga su
lado malo; lleva á la conciencia de la m a y o r parte de
los hombres incomparablemente más obscuridad que
claridad; enriquece su memoria con sonidos, no con imá-
genes precisas de la realidad. L a palabra, escrita o ha-
blaba, excita un sentido, la vista ó el oído, y desprende
una actividad del cerebro, es cierto; suscita siempre una
apercepción, como una serie de notas musicales también
la suscita; una palabra desconocida, una palabra estram-
la asociación de ideas corresponde la asociación automáti-
ca de las contracciones musculares; á la atención, la coor-
dinación. D e l mismo modo que en la ausencia de la aten-
ción no puede nacer ninguna idea razonable, así, con la
falta de coordinación, no puede originarse ningún movi- IX
miento útil; al idiotismo del cerebro hay que asimilar la
parálisis, á la obsesión y á la idea fija el tic de movimiento
(estremecimiento involuntario); las bromas del imbécil LOS PRERAFAELITAS
son como estocadas al aire; las ideas y los juicios de los
cerebros sanos como una esgrima cuidadosamente calcu-
lada en vista de la defensa y del ataque. El misticismo halla El misticismo es el estado ordinario de los hombres, y
su imagen en los movimientos sin objeto y sin fuerza, con en ningún modo una disposición extraordinaria de sus es-
frecuencia sencillamente esbozados, del temblor senil y píritus. U n cerebro vigoroso que elabora cada apercep-
paralítico, y el éxtasis constituye con relación á un cen- ción con plena claridad, una voluntad firme que para la
tro cerebral el mismo estado que un espasmo tónico con- atención, tan difícil de fijar, son dotes raras; para fantasear
tinuo y violento con relación á un músculo ó á un grupo v soñar, para dejar vagabundear la imaginación capri-
de músculos. chosa por los meandros de la asociación de ideas, es pre-
ciso un esfuerzo menor; y este estado de alma es por
esta razón, preferido con mucho al penoso trabajo de la
observación y del juicio razonables. Así es como la con-
ciencia de los hombres está llena por una multitud inmen-
sa de sombras de pensamientos ambiguos, y por regla ge-
neral, no v e n muy claramente más que los fenómenos dia-
riamente renovados de su vida personal la más estrecha,
y entre éstos, ante todo los que son el objeto de sus ne-
cesidades inmediatas.
El lenguaje, este gran auxiliar del desarrollo del pen-
" Sarniento humano, no es un beneficio que no tenga su
lado malo; lleva á la conciencia de la m a y o r parte de
los hombres incomparablemente más obscuridad que
claridad; enriquece su memoria con sonidos, no con imá-
genes precisas de la realidad. L a palabra, escrita o ha-
blaba, excita un sentido, la vista ó el oído, y desprende
una actividad del cerebro, es cierto; suscita siempre una
apercepción, como una serie de notas musicales también
la suscita; una palabra desconocida, una palabra estram-
de error, puesto que lo que el h o m b r e sabe realmente no
es lo que h a oído y leído y repite, sino tan sólo lo que di-
botica, un nombre propio, una tocata rascada en un violi-
rectamente h a experimentado y atentamente o b s e r v a d o ,
n u c h o , h a c e n pensar también, pero en a l g o indetermina-
y cuando quiere e m a n c i p a r s e d e los errores á que le con-
do, ó absurdo, ó arbitrario. E s un trabajo absolutamente
duce la palabra, no tiene otro medio sino el de aumentar
perdido q u e r e r dar á un individuo, por medio de lapalabra }
su fondo de a p e r c e p c i o n e s plenamente válidas por medio
n u e v a s apercepciones y nociones y e n s a n c h a r el c í r c u -
de percepciones propias y d e u n a observación atenta. Y
lo de su conocimiento lúcido; la palabra no p u e d e e v o c a r
como n u n c a e s el hombre capaz de este e s f u e r z o sino
n u n c a más que las r e p r e s e n t a c i o n e s que el individuo y a
hasta u n cierto límite, cada cuabestá condenado á t r a b a -
p o s e e , y en último análisis, cada cual no t r a b a j a sino con
j a r en su c o n c i e n c i a á la v e z con a p e r c e p c i o n e s directas
el fondo de a p e r c e p c i o n e s que h a adquirido por una o b -
y con palabras. E l edificio de ideas constituido con ele-
servación personal atenta del mundo. N o se p u e d e sin
mentos de una solidez tan desigual r e c u e r d a esas iglesias
e m b a r g o renunciar á las e x c i t a c i o n e s que nos p r o c u r a el
g ó t i c a s c u y o s pedazos ruinosos embadurnaban en otros
l e n g u a j e ; el deseo de penetrar sin vacíos el conjunto del
tiempos estúpidos albañiles con una cola de hollín y de
m u n d o f e n o m e n a l es irresistible, pero la posibilidad de
queso, á la cual daban, con la a y u d a del e n y e s a d o , la
a p e r c e p c i o n e s personales es restringida aun en el caso
a p a r i e n c i a de la p i e d r a ; la f a c h a d a se presenta irrepro-
más favorable; lo que no h e m o s e x p e r i m e n t a d o por nos-
chable á la vista, pero m u c h a s partes de ella no resistirían
otros mismos, h a c e m o s que otros nos lo digan, los muertos
ni un momento un c h o q u e vigoroso de la crítica.
y los vivos; la palabra h a de substituir para nosotros á las
impresiones sensoriales inmediatas; es, en fin de cuentas, Muchas interpretaciones e r r ó n e a s de los fenómenos
por sí misma también una impresión sensoria), y nuestra naturales, la mayor parte de las falsas hipótesis científicas,
c o n c i e n c i a está acostumbrada á asimilar esta impresión á todas las religiones y los sistemas metafísicos se h a n origi-
las demás, á c o n c e d e r el mismo valor á la a p e r c e p c i ó n nado así: y e s que los hombres h a n entremezclado en sus
que suscita la palabra que á las a p e r c e p c i o n e s que hemos ideas y en sus j u i c i o s , al lado de a p e r c e p c i o n e s emanadas
obtenido por la cooperación simultánea de todos los sen- de una p e r c e p c i ó n inmediata, otras a p e r c e p c i o n e s provo-
tidos, por la inspección visual y el tacto de todas las co- cadas por palabras, á las cuales h a n concedido igual valor.
sas, el cambio de sitio y el alzamiento e n peso, el examen Ó las palabras habían sido inventadas por místicos y no
por el oído y el olfato, del objeto mismo. P e r o esta asimi- indicaban desde su origen sino el estado vertiginoso de un
lación d e ' v a l o r es un vicio d e razonamiento; es en todos c e r e b r o enfermo y débil, ó b i e n e x p r e s a b a n al principio
los casos falsa, si la palabra ha de h a c e r más que e v o c a r una a p e r c e p c i ó n determinada y e x a c t a ; pero su sentido
en la c o n c i e n c i a el r e c u e r d o de una apercepción adquirida verdadero no s e había nunca manifestado á los que las
por una percepción propia, ó el de una noción compuesta repetían y había sido arbitrariamente falseado por ellos,
de a p e r c e p c i o n e s s e m e j a n t e s . T o d o s cometemos, no obs- mal interpretado ó confundido.
tante, esta falta de razonamiento; olvidamos que el len- L a debilidad de espíritu innata ó adquirida y la igno-
g u a j e h a sido formado por la e s p e c i e únicamente como rancia conducen al mismo objeto: el misticismo. E l c e r e -
m e d i o de entenderse entre sí los individuos y de comuni- bro del ignorante elabora apercepciones nebulosas, por-
c a c i ó n de emociones, q u e es una función social, no una que está excitado no por el f e n ó m e n o mismo, sino sola-
f u e n t e de conocimiento. E n verdad, es más bien una fuente
mente por una palabra, y porque esta excitación no es los más simples y cuyas relaciones son las más fácilmente
bastante fuerte para impulsar á las células cerebrales á visibles, y le lleva á asignarlos como causa una de las
un trabajo más vigoroso; y el cerebro del agotado y del apercepciones nebulosas imposibles de comprender que flo-
degenerado elabora apercepciones del mismo género tan y ondulan en su conciencia.
porque no es capaz de responder á una excitación con una Esta característica del místico no se aplica tan por
actividad vigorosa. A s í es como la ignorancia es una de-
completo en la historia del arte y de la poesía de este si-
bilidad de espíritu artificial, y como, por lo contrario la
glo 1 á ningún otro grupo de hombres como á los auto-
debilidad de espíritu es la inaptitud orgánica natural para
res y continuadores del «movimiento prerafaelita» en
el saber.
Inglaterra. Podemos suponernos la historia de este movi-
En una parte cualquiera de su horizonte intelectual miento, por lo menos en sus rasgos esenciales, y a conoci-
cada uno de nosotros es pues místico. D e todos los f e ' da, y no recordaremos aquí sino los principales. T r e s
nomenos que no ha observado uno por sí mismo, se forma pintores, Dante Gabriel Rosseti, Holman Hunt y Millais,
cada cual apercepciones vaporosas y vacilantes; pero se formaron en 1848 una asociación que se llamó Prera-
distinguirá sin embargo fácilmente al hombre sano del pliaelüic Brotherhood (Fraternidad prerafaelítica); y a for-
que merece la designación de místico; h a y para juzgarlos mado el grupo, se juntaron á él los pintores F. G. Stephens
a ambos un criterio seguro: el hombre sano es capaz de y James Collinson así como el escultor Thomas W o o l n e r .
sacar de sus percepciones inmediatas apercepciones de Expusieron en Londres, en la primavera de 1849, una
contornos precisos y de penetrar sus verdaderas relacio- serie de cuadros y de estatuas que llevaban todos, ade-
nes; el místico, por lo contrario, mezcla sus representa- más de la firma del autor, la inscripción común P . R. B .
ciones-fronterizas, ambiguas y brumosas, hasta con sus El resultado fué aterrador; el público, al cual fanáticos
apercepciones inmediatas, que por ende son confusas y histéricos no habían todavía impuesto tiránicamente la f e
obscurecidas. El mismo labriego más supersticioso tiene en la belleza de estas obras y que no estaba todavía bajo
apercepciones seguras de su trabajo del campo, de la ali- el imperio de la moda inventada por los snobs estéticos, y
mentación de su ganado y de la vigilancia de su mojón- que consiste en ver en la admiración hacia éstas una se-
puede ser que crea en la bruja de la lluvia, porque no' ñal de distinción y de afiliación en un círculo estrecho y
sabe cómo la lluvia se produce, pero no espera ni por un exclusivo de patricios del gusto, el público, decimos, fué
momento que los ángeles vengan á hacer en lugar suyo á ellas sin prevención y las halló incomprensibles y gro-
el trabajo de labranza; hace quizá que bendigan su campo tescas; excitó su vista una risa inextinguible en las g e n -
porque ignora las verdaderas condiciones de la p r o s p e r é tes de buen humor y cólera en los quisquillosos, que se
dad ó del menoscabo de su cosecha, pero á pesar de su incomodan cuando creen que se quieren burlar de ellos.
confianza en un favor sobrenatural, no omitirá nunca ha- L a «Fraternidad» no renovó su tentativa; la exposición
cer la siembra. En el místico propiamente dicho, por lo P. R. B . no se repitió; la asociación misma se rompió, y
contrario, como lo incomprensible es lo informe, penetra é sus miembros no añadieron ya más á sus nombres las le-
invade todas las apercepcibnes, aun las de su experiencia tras de alistamiento; no formaron y a una reunión cerrada
diana; su falta de atención le hace incapaz de darse cuen-
ta del verdadero encadenamiento de los fenómenos aun 1 El xix.
en la cual se recibía á las gentes con todas las formalida- líos de" oro y pajes con tocas de plumas, es cosa que se
des de rúbrica, sino tan sólo, un círculo libre de amigos explica por los modelos que flotaban, inconscientemente
que tenían comunes tendencias, sin cesar transformado acaso, ante el espíritu de los prerafaelitas.
por continuas entradas y salidas. A s í es como se juntaron Los movimientos en arte y en literatura no surgen de
á ellos Burne Jones y Madox Browne, á quienes se consi- repente ni por generación espontánea; tienen antepasa-
dera igualmente como prerafaelitas, aunque no hayan dos de los cuales descienden por una filiación natural. El
pertenecido al P . R . B. primitivo. Más tarde la definición prerafaelismo es un nieto del romantismo alemán y un
se extendió de los artistas á ios poetas, y se cuentan entre hijo del romantismo francés; pero en sus peregrinaciones
los prerafaelitas literarios, además de Dante Gabriel á través del mundo, el romantismo, bajo la influencia de
Rosetti, que no tardó en trocar el pincel por la pluma, á las disposiciones variables de las épocas y la del carácter
Algernon-Charles Swinburne y á William Morris. particular de los diferentes pueblos, h a sufrido alteracio-
¿Cuáles son las ideas—fuerzas y los objetivos del mo- nes tales, que apenas si un ligero aspecto de familia re-
vimiento prerafaelita? U n crítico anglo alemán de valía, cuerda al antepasado alemán en el retoño inglés.
Franz Hiiffer, cree contestar á esta pregunta, al decir: El romantismo alemán era en su principio una reac-
«Quisiera llamar á este movimiento: el renacimiento del ción contra el espíritu de los enciclopedistas franceses
modo de sentimiento medioeval» A p a r t e de que estas que habían dominado sin disputa en el siglo x v i i i . S u s
palabras nada significan, puesto que por «el modo de sen- críticas de los viejos errores, sus nuevos sistemas, que
timiento medioeval» cada cual puede entender lo que le querían explicar los enigmas del mundo y de la naturale-
parezca, la alusión á la Edad Media señala solamente el za humana, habían al principio seducido y casi embriaga-
fenómeno más exterior del prerafaelismo y no toca para do. No podían sin embargo satisfacer de un modo durade-
nada á su esencia íntima. ro, puesto que cometían en dos direcciones un error de
Es exacto que los prerafaelitas revelan en la imagen bulto; interpretaban el mundo fenomenal con un conoci-
ó en las palabras cierta predilección, por otra parte no ex- miento insuficiente de los hechos y consideraban al hom-
clusiva, por la Edad Media; pero la Edad Media de sus bre como un ser razonable; orgullosos de su pensar rigu-
poemas y de sus cuadros no es la Edad Media de la his- rosamente lógico, matemático, no veían que era un méto-
toria; es una Edad Media fabulosa, una simple designa- do de conocimiento, pero no el conocimiento mismo. El
ción de lo que está colocado fuera del tiempo y del espa- aparato lógico es una máquina que puede elaborar no más
cio, una época y un país de fantasía en los cuales se puede que la materia que en él se ha puesto; si no se alimen-
transportar cómodamente todas las figuras y acciones no ta la máquina, gira ésta en el vacío, h a c e ruido, pero no
reales. Que los prerafaelitas atribuyan á su mundo extra- produce nada. El estado de la ciencia en el siglo x v u i no
terrestre algunos rasgos que pueden recordar de lejos la permitía á los enciclopedistas poner útilmente en actividad
Edad Media, que en dicho mundo evolucionen reinas y su aparato lógico; pero no lo advirtieron y construyeron,
caballeros, doncellas que llevan coronas sobre sus cabe- inconscientemente temerarios, con ayuda de sus débiles
medios, un sistema que dieron con satisfacción como
siendo la fiel imagen del universo. N o tardó naturalmente
1 Poems by Dante-Gabriel Rossetti. Witha memoir of the autor,
by Franz Hüffer. Leipzig, 1873, pág. VIII. en descubrirse que los encicbpedistas, tan ufanos de su ra-
8
zón, se engañaban, ellos y sus discípulos; se descubrieron
vasto dominio.de las necesidades orgánicas y de los ins-
hechos que contradecían sus explicaciones prematuras y
tintos hereditarios que Eduardo de Hartmann llama «lo
hubo toda una serie de fenómenos que el sistema no te-
insconciente», permaneció oculto á los racionalistas y no
nía en cuenta para nada, que no alcanzaba á cubrir como
vieron sino el estrecho círculo de la vida psíquica que
ocurre con un manto demasiado corto y que burlonamente
alumbra la pequeña lámpara de la conciencia. Una poesía
asomaban por todos los bordes. Entonces se maltrató á
que representaba al hombre según los modos de ver de
puntapiés la filosofía de los enciclopedistas y se cometió,
esta psicología insuficiente, tenía que ser falsa hasta lo
con respecto á ella la falta que ella misma había cometido:
ridículo; no tenía sitio para las pasiones y las locuras; no
se confundió el método de la crítica racional con los resal-
veía en el mundo más que fórmulas lógicas andando en
tados que había producido entre las manos de los enciclo-
dos pies y ecuaciones matemáticas con la cabeza empol-
pedistas. Porque éstos, con insuficiente conocimiento de
vada y con trajes bordados. El sentimiento natural se
los hechos, daban de la naturaleza una explicación falsa y
vengó de esta aberración artística, alzándose en rebeldía
arbitraria, los sedientos de saber exclamaron, desengaña-
y no admitiendo más que lo inconsciente, el instinto he-
dos, que la crítica racional era en sí misma un falso mé-
reditario y los apetitos orgánicos, sin más preocuparse
todo, que el pensamiento lógico no conducía á nada, q u e
de la razón ni de la voluntad, que sin embargo existen
las explicaciones de la filosofía de emancipación eran tan
también.
indemostradas é indemostrables como las de la religión y
El misticismo que se rebeló contra el empleo del mé-
de la metafísica, que eran tan sólo menos bellas, más frías
todo racionalista en la interpretación del mundo, el mo-
y más estrechas; las g e n t e s se precipitaron con fervor
vimiento de asalto y de irrupción que se amotinó contra
en todas las profundidades de la fe y de la superstición,
el mismo empleo con respecto á la vida psíquica del hom-
en donde, sin duda alguna, no crecía el árbol de la cien-
bre. fueron la cosecha preparatoria del romantismo, que
cia, pero en donde hermosos mirajes cautivaban la vista
no es sino la reunión y la exageración de estos dos movi-
y en donde murmuraban las fuentes perfumadas y calien-
mientos de rebeldía. Que el romantismo h a y a revestido
tes de todas las emociones.
la forma del entusiasmo por la Edad Media, no era sino el
Y aún más que el error de su filosofía, fué nefasta la efecto de los sucesos y de la disposición de espíritu del
falsa psicología de los enciclopedistas. Creyeron que los tiempo, puesto que los comienzos del romantismo coinci-
pensamientos y las acciones del hombre están determina- den con el rebajamiento más profundo de Alemania, y
dos por la razón, por las l e y e s de la lógica, y no sospecha- el dolor causado á los jóvenes talentos por la vergüenza de
ron de ningún modo que la verdadera fuerza motora de la dominación extranjera dió á todo el conjunto de sus
sus ideas y de sus actos son las emociones, esas excita^ ideas un colorido patriótico. En la Edad Media, A l e -
ciones elaboradas en las profundidades de los órganos in- m a n i a había tenido un brillante período de fuerza y de
teriores, cuyo origen se sustrae á la conciencia y que ha- florecimiento intelectual; aquellos siglos á la vez ilustra-
cen de repente irrupción en ésta como una horda de sak- dos por el poderío de los emperadores universales de la
vajes, sin decir de dónde vienen, ni plegarse á ningún casa de Hohenstaufen, la magnificencia de la poesía amo-
reglamento de policía del pensamiento civilizado, y exi- rosa de corte y la grandeza de las iglesias góticas, te-
gen imperiosamente que se les dé alojamiento: todo el nían necesariamente que atraer á los espíritus ansiosos de
salir violentamente y con repugnancia de un presente in-
telectualmente prosaico, políticamente humillante. Para culto de los santos. «Nuestro servicio divino no es t a i -
sustraerse á Napoleón, se refugiaban en Federico Barba- escribe Enrique de K l e i s t - t a n sólo se dirige á la razón;
rroja, volviendo los ojos á W a l t h e r v o n . d e r V o g e l w e i d e , pero una fiesta católica se dirige á todos los sentidos».
se desquitaban de su horror h a c i a Yoltaire. Los imitadores Incontestablemente, el simbolismo profundamente obscu-
extranjeros de los románticos alemanes no saben que ro del catolicismo, la exterioridad toda de sus gestos hie-
cuando hacen, en. su huida de la realidad, una parada en ráticos, de los misterios del altar, de la magnificencia de
la Edad Media, tienen como guía de viaje al patriotismo sus vestiduras sacerdotales, de sus objetos y obras de arte
alemán. litúrgicos, de su subyugación de los sentidos por el trueno
del óro-ano, las nubes del incienso y las custodias relucien-
El lado patriótico del romantismo fué por lo demás
tes todo esto excita más apercepciones nebulosas y con-
solamente acentuado por los talentos más sanos de esta
fusas que el frío protestantismo. L a conversión al catoli-
tendencia; en los o^iros, ésta se reveló con plena claridad
cismo de los Federico S c h l e g e l , A d a m Müller, Zacarías
como lo que es: una manifestación de la degeneración.
W e r n e r el conde Stolberg, es sencillamente lógica, ab-
Los hermanos S c h l e g e l dieron, en su revista el Atheneum,
solutamente como el lector que ha seguido nuestras e x -
este programa del romantismo: «El comienzo de toda poe-
plicaciones sobre la psicología del misticismo, comprende-
sía es suspender de nuevo la marcha y las leyes de la ra-
rá que en dichos románticos, una sensualidad con tre-
zón pensante racionalmente y sumirnos otra vez en el
m e n d a llevada hasta el celo erótico acompaña a los
hermoso extravío de la fantasía, en el caos primitivo de
la naturaleza humana... El soberano gusto del poeta no transportes de devoción.
soporta ninguna ley por encima de él». Este es e x a c - Una generación después que en Alemania apareció en
tamente el modo de pensar y de hablar del débil de espí- Francia el romantismo. Este retraso es fácil de explicar
ritu, del imbécil que es incapaz de seguir con su ac- históricamente. E n las tormentas de la Revolución y de las
tividad cerebral, observándolos y comprendiéndolos, los o-uerras napoleónicas los espíritus directores del pueblo
fenómenos del mundo, y que, con la satisfacción de sí francés no encontraron tiempo para replegarse en si mis-
mismo propia de los imbéciles, presenta su defecto como mos; no tenían ocio bastante para examinar la filosofía de
si fuera una cualidad, declara su pensar confuso, domi- sus enciclopedistas, para encontrarla insuficiente, recha-
nado por la asociación de ideas no refrenada, como el zarla y alzarse contra ella; gastaban toda su fuerza en las
solo justo y recomendable y se ufana por aquello mismo rudas y grandiosas hazañas musculares de la guerra, y no
de que se lamenta el hombre sano. sentían apenas la necesidad de las emociones que procu-
ran el arte y la poesía; esta necesidad estaba completa-
A l lado de la asociación de ideas desordenada, se ob-
mente satisfecha por las emociones infinitamente mas
serva también en la mayor parte de los románticos el
fuertes del amor propio y de la desesperación excitadas
.compañero natural de esta debilidad cerebral, el misticis-
por victorias gloriosas y por desastres de fin del mundo.
mo. L o que les sedujo, al pensar en la Edad Media, no
Solamente en la época de sueño relativo que siguió a W a -
fué la grandeza y el poderío del imperio alemán, la abun-
terloó, fué cuando las inclinaciones estéticas recobraron
dancia y la belleza de la vida alemana en aquellos tiem-
sus derechos, y las mismas causas produjeron entonces los
pos, sino el catolicismo con su fe en los milagros y su
mismos resultados que en Alemania; la juventud de talen-
to, también en Francia, levantó el estandarte de la rebel- •sas estéticas se anteponían á las cosas útiles, lo fantástico
día contra las tendencias estéticas y filosóficas reinantes; triunfaba sobre lo racional, y en el cual el crimen mismo
quería que la fantasía echase á rodar la razón y le pusiera era bello, puesto que el asesinato se realizaba con puna-
el pie sobre la garganta, y proclamó el derecho marcial de Ies cincelados y damasquinados, y el veneno era presen-
la pasión contra el procedimiento circunspecto de la dis- tado en copas ilustradas por Benvenuto Cellmi.
ciplina y de la moral. Iniciada en cierta medida en el rao Los románticos franceses emplean la irrealidad de las
vimiento alemán por Mme. de Staël y por A . - W . de escenas que representan y de los trajes principalmente
Schlegel, los cuales, la una ejercía acción p e r s o n a l sobre para poder dotar con entera libertad á sus héroes c o n
los franceses que la rodeaban, y el otro no había tardado todas las cualidades, exageradas hasta lo monstruoso,
en ser traducido al francés, la juventud de talento se que el francés, aún no agriado por el dolor de la de-
adhirió, medio inconscientemente acaso, á este movi- rrota admiraba en el hombre. Así es como aprendemos a
miento. Entre las diferentes fuerzas motrices que entran conocer, por los héroes de Víctor H u g o , Alejandro Du-
en el romantismo alemán, las del patriotismo y del cato- mas Teófilo Gautier, Alfredo d 2 Musset, el ideal mascu-
licismo místico no tuvieron acción sobre el espíritu fran- lino'v femenino francés. L a s especulaciones filosóficas a
cés, que no tomó de aquél sino su predilección por lo le- lo Fausto ó los monólogos á lo Hamlet, no son lo propio
jano en el tiempo y en el espacio y por la anarquía mo- de esos héroes; hablan sin cansarse, con antítesis y frases
ral é intelectual. ino-eniosas deslumbrantes; se baten uno contra diez,
El romantismo francés no era ni medioeval ni piadoso; aman como Hércules durante la noche tespidiana, y su
eligió más bien domicilio en el Renacimiento, cuando quería vida entera no es sino una continua embriaguez de com-
alejarse de la realidad en el tiempo, y en Oriente ó en los bates, de voluptuosidades, de vicios, de perfumes y de es-
países fabulosos, cuando quería alejarse de ella en el es- plendores; una especie de locura de grandezas con ideas
pacio. En Víctor H u g o , al lado tan sólo de los Burgraves, de gladiador romano, de D o n j u á n y de Monte-Cristo; una
c u y a acción se desarrolla en el siglo x m , están todos los loca disipación de tesoros inagotables de fuerza física, de
demás dramas, Cromwell, Maria 'Pudor,Lucrecia Borgia, aleo-ría y de oro. Estos candorosos ideales humanos tienen
Angelo, Ruy-Blas, Hernani, Marión Deforme, El Rey se por'fuerza que llevar jubones ó capas españolas y hablar
divierte, que se desarrollan en los siglos x v i y x v i i ; y á el lenguaje de los tiempos desconocidos, puesto que este
su única novela de la Edad Media, Nuestra Señora de Pa- exuberancia muscular no podría enfundarse dentro de
risse puede oponer todas las demás, desde Han de Islan- nuestro frac de etiqueta ceñido, y que la conversación de
dia, que tiene por escenario una Thulé de ensueño, hasta los salones parisienses no permite las franquezas de estas
los Miserables que suceden en un París apocalíptico y
almas vueltas de adentro afuera.
Noventa y Tres, historia de la Revolución para uso de los En Inglaterra, los destinos del romantismo han sido
fumadores de haschisch. L a inclinación del romantismo exactamente lo opuesto de los que ha tenido en Francia.
francés por el Renacimiento es natural; fué aquel el tiem- Si los franceses habían sobre todo y aun exclusivamente
po df las grandes pasiones y de los grandes crímenes, de tomado del romantismo alemán, como modelos, la emigra-
los palacios de mármol, de los trajes relucientes de oro y ción fuera de la realidad y la proclamación del derecho
de las fiestas embriagadoras; el tiempo en el cual las co- soberano de la pasión, los ingleses desarrollaron de aquel
no menos exclusivamente los elementos católico-místi-
glo VII, la sed ardiente de explicarse el fenómeno del
cos. Para ellos la Edad Media tenía un poderoso atracti-
mundo devoraba á los anglo-sajones. A h o r a b i e n : esta
vo, por esto sólo que era la época de la fe infantil, de la
hermosa y noble ansia de saber se ha convertido á la v e z
embriaguez de los simples de espíritu en el comercio per-
en la fuerza y en la debilidad de los ingleses; les condujo
sonal con la Santísima Trinidad, la V i r g e n Santa y todos,
al desarrollo paralelo de las ciencias naturales y de la
los santos tutelares.
teología. Los sabios aportaron hechos adquiridos por una
Comercio, industria y civilización nunca habían esta-
penosa observación; los teólogos, sistemas compuestos de
do en parte alguna tan desarrollados como en Inglaterra*
nociones arbitrarias; pero unos y otros elevaron la pre-
en ninguna parte se había trabajado tanto, en' ninguna
tensión de explicar la esencia de las cosas, y el pueblo les
parte se había vivido en condiciones tan artificiales. El
quedó profundamente agradecido á los unos y á los otros;
estado de degeneración y de agotamiento que observa-
á los teólogos todavía más que á los sabios, porque
mos hoy en todos los países civilizados, como consecuen-
aquéllos podían enseñar más abundantemente y con más
cia de este exceso de fatiga, tenía por este motivo que
aplomo que éstos; la inclinación de los hombres á conce-
manifestarse en Inglaterra antes que en cualquiera otra
der el mismo valor á las palabras que á los hechos y á las
parte y se manifiesta efectivamente con una violencia
afirmaciones que á las pruebas, da siempre al teólogo y
creciente á partir de 1830 y de 1840. P e r o la emotividad,
al metafísico una ventaja enorme sobre el observador. L a
de degeneración y de agotamiento debía revestir allí, for-
sed de saber de los ingleses ha producido á la v e z la filo-
zosamente, por consecuencia de las particularidades del
sofía de inducción y el espiritismo; la humanidad le debe
pueblo inglés, un matiz religioso.
á lord Bacon, H a r v e y , Newton, L o c k e , Darwin, Jhon
El pueblo anglo-sajón es por su naturaleza un pueblo Stuart Mili, pero también á B u n y a n , B e r k e l e y , Milton,
sano y de espíritu sólido, y posee por esto mismo en los puritanos, los cuákeros, y todos los visionarios reli-
alto grado la necesidad de conocimiento propia al hom- giosos, apocalípticos y médiums de este siglo. Del propio
bre normal vigoroso. En todo tiempo ha investigado el modo que ningún pueblo ha hecho tanto en favor de sus
«porqué» y el «cómo» de los fenómenos, y atestiguado naturalistas ni los ha honrado tanto, ningún pueblo tampo-
un reconocimiento y un interés apasionados á los que le co ha buscado en la f e sobre todo la enseñanza, con tanta
han prometido informarle a c e r c a de este asunto. Todos sinceridad y devoción como el pueblo inglés. E l esfuerzo
los escritores que se han ocupado de los comienzos de la por conseguir el conocimiento es pues la fuente princi-
formación del alma inglesa, G . F r e i t a g y H. Taine, p o r pal de la religiosidad inglesa; h a y que añadir á esto que
ejemplo, citan el discurso profundo de un j e f e inglés sobre las clases dominantes no dieron nunca el ejemplo de la
^ lo que precede y lo que sigue á la vida del hombre, dis- indiferencia en materia de fe, sino que hicieron sistemá-
* curso que nos ha sido conservado por Beda en su narra- ticamente de la religiosidad un sello de distinción social,
ción de la conversión del rey Edwin al cristianismo en oposición con Francia, en donde la nobleza del si-
A t e s t i g u a este discurso que desde el comienzo del s i - glo XVIII hizo del volterianismo el sello distintivo de una
condición social superior. El desarrollo histórico condujo
1 Gustavo Freitag, Cuadros del pasado alemán, t. I- La
Edad Media. Leipzig, 1872, pág. 2 6 6 . — H . Taine, Historia de la li- en Inglaterra á dos resultados que se e x c l u y e n en la apa-
teratura inglesa. París, 1866, segunda edición, t. I, pág. 46. riencia el uno al otro: á la dominación de casta y á la l i -
bertad personal; la casta, que está en posesión de la ri- el prefijo «pre» evoca ideas de cosas antiguas, lejanas,
queza y del poder, desea naturalmente defender su situa- apenas perceptibles, misteriosamente nebulosas. L a pala-
ción; no puede, teniendo en cuenta el carácter rígida- bra « prerafaelitas » hace resonar por asociación de ideas,
mente independiente del pueblo inglés, recurrir á la fuer- como otras tantas notas armónicas, las nociones «preada-
z a material; ha cultivado pues siempre los medios coer- mitas» », «prehistórico», etc.; en suma, todo lo que
citivos morales que la p e r m i t e n mantener en la sumisión abre perspectivas inmensas sobre lo desconocido crepus-
y la obediencia á las clases inferiores, y entre estos me- cular y permite al espíritu un vagabundeo de fantasía
dios, la religión es con m u c h o el más eficaz. por lo que está fuera del tiempo y en los países fabulosos.
A s í es cómo se explica la fe de los ingleses y al mis- Pero si los prerafaelitas han encontrado su ideal artísti-
mo tiempo el carácter religioso de su degeneración inte- co realizado precisamente en los pintores del «quattro-
lectual. El primer efecto de la degeneración y de la his- cento», lo deben á John Ruskin.
teria epidémicas fué el movimiento de Oxford, hacia Ruskin es uno de los espíritus más confusos y más
1840; W i s e m a n sorbió el seso á las gentes de cabeza poco falsos y uno de los más poderosos estilistas de este siglo.
firme; Newman se convirtió al catolicismo; Puse}' revistió Puso al servicio de ideas completamente delirantes el
á toda la alta Iglesia anglicana con las vestiduras romanas; salvaje encarnizamiento del fanático desequilibrado de
el espiritismo no tardó en tomar cartas en el asunto, y es espíritu y el profundo sentimiento del «emotivo» de Mo-
característico que todos los médiums empleaban una fra- rel. Su estado de alma es el de los primeros grandes
seología teológica y hacían revelaciones acerca del pa- inquisidores españoles: es un Torquemada de la estética;
raíso y del infierno; las asambleas de «revival» de 187$ y le gustaría quemar vivos al crítico que no participa de sus
el «Ejército de Salvación» actual son la continuación di • modos de v e r ó al filisteo obtuso que pasa sin recogimien-
recta del movimiento de Oxford, aunque inficionado y to ante las obras de arte; pero como las hogueras no las
corrompido como conviene al grado de cultura más bajo tiene á mano, se desata por lo menos rabiosamente en
de sus miembros. En materia de arte, el entusiasmo reli- palabras y aniquila metafóricamente á los heréticos con
gioso de los ingleses degenerados é histéricos buscó su !a injuria y la maldición; á su humor colérico intratable
expresión en el prerafaelismo. junta un gran conocimiento de todos los detalles de la
Una definición exacta del sentido de esta palabra no historia del arte; si habla de las formas de las nubes, re-
es posible, puesto que h a sido inventada por místicos y produce las nubes de sesenta ú ochenta cuadros esparci-
participa, con todos los neologismos debidos á imbéciles dos á través de todas las colecciones de Europa y , nótese
y á dementes, de la propiedad de ser v a g a y equívoca. bien, ha hecho esto en los años 1840 y siguientes, cuan-
Los primeros miembros de la «Fraternidad» creyeron des- do aún no se conocían las fotografías sacadas de las obras
cubrir en los artistas de los siglos x i v y x v , en los pre- maestras del arte, que hacen hoy tan Cómodo el estudio
cursores de los grandes genios de las escuelas de Umbría, comparado. Esta acumulación de hechos, esta erudición
milanesa y veneciana, espíritus unificados con los suyos
propios; tomaron durante algún tiempo como modelo su 1 No es esta una afirmación arbitraria. En una de las más fa-
manera de pintar y crearon la designación «prerafaeli- mosas poesías de Dante-Gabriel Rossetti, Edén boioer, de la cual
ta » que debió complacerles extraordinariamente, porque hablaremos más adelante, se trata precisamente de la Lihth preada-
mita.
de con frecuencia emocionar el corazón más eficazmente
que un símbolo refinado, y que examinamos cuadros en
minuciosa le conquistaron el espíritu inglés; explican la
su cualidad de obras maestras, con menos devoción y más
influencia poderosa que ha ejercido sobre el sentimiento
curiosidad... L o que busca y adora siempre el que llama-
artístico del mundo anglo-sajón y sobre sus ideas teóricas
mos conocedor, es al hombre y su fatuidad, al hombre y
de lo bello. El positivismo lúcido del inglés reclama in-
sus mañas, al hombre y sus invenciones, al hombre mi-
dicaciones exactas, medidas, cifras; que se le dé todo
serable, lastimoso, mezquino, egoísta. Entre cascos de
esto y se encuentra contento no critica los puntos de
vidrio y montones de estiércol, entre granujas ebrios y
partida; el inglés acepta un delirio cuando se presenta
hermosas señoras arrugadas, á través de todos los espec-
con notas al final de las páginas, y queda conquistado por
táculos de la crápula y de la corrupción, seguimos al ar-
una charlatanería cualquiera acompañada con cuadros
tista que se lanza á ellos con alborozo y regocijo, no para
estadísticos. Constituye de todo punto un rasgo inglés el
recoger una enseñanza sana, no para sentirnos emocio-
que Milton, al describir el infierno y sus habitantes, se
nados por la piedad ó para brincar de indignación, sino
muestre tan detallado y concienzudo como un agrimensor
para observar la destreza del pincel y saborear el cente-
y un naturalista, y el que Bunyan refiera el Viaje del Pe-
lleo del color... L a pintura no es otra cosa sino un noble
regrino hacia el reino místico de la redención, valiéndose
y expresivo lenguaje, inapreciable como transmisor de
del método de las narraciones de viaje más plásticas,
ideas, pero en sí mismo y por sí solo absolutamente
como un capitán Cook ó un Burton; Ruskin posee en
nulo... No es la manera como las cosas están representa-
sumo grado esta singularidad inglesa de lo exacto en lo
das ó dichas, sino lo que representan y dicen, lo que de-
absurdo, de las medidas y los números en el delirio de la
termina finalmente la grandeza del pintor ó-del escritor...
fiebre.
Los esfuerzos primitivos de Cimabua y del Giotto son los
En 1843, casi al mismo tiempo que la explosión del
mensajes inflamados de una predicción anunciada por los
gran movimiento «catolizante», Ruskin comenzó á publi-
labios balbucientes de niños pequeños... El cuadro que.
car los estudios de arte sobreexcitados que fueron más
encierra más ideas y las más nobles, por torpemente
adelante reunidos bajo el título de Modern Painters (Pin-
que puedan estar expresadas, es más grande y mejor que
tores modernos). Era entonces un j o v e n teólogo, y en ca-
el que contiene menos ideas y menos nobles, por muy
lidad de tal abordó la contemplación de las obras de arte;
bien que estén representadas... Cuanto más insuficientes
la vieja escolástica quería hacer de la filosofía la « criada
parecen los medios con relación al objeto, tanto más po-
de la teología»; el misticismo de Ruskin se proponía el
derosa será la impresión de la fuerza artística»
mismo objeto con respecto al arte; la pintura y la escul-
tura debían ser una forma del servicio divino, ó no de- Estas frases fueron decisivas para la dirección de los
bían de ser; la obra de arte valía tan sólo por la idea jóvenes ingleses que, hacia 1843, unían tendencias artís-
trascendental que quería expresar, por el fervor que la ticas al misticismo de los. degenerados y de los histéricos;
inspiraba y se revelaba en ella, y no por la perfección de encerraban la estética de los primeros prerafaelitas. Sm-
la forma.
Esta manera de ser le ha llevado á afirmaciones de 1 John Ruskin, Modern Painters. edición americana, t. I, pági-
las cuales quiero citar aquí algunas de las más caracte- nas 21 y siguientes.
rísticas: «Me p a r e c e — d i c e — q u e un grosero símbolo pue-
tieron éstos la impresión de que Ruskin había claramente que expresa un pensamiento religioso. Ruskin no ve ó
expresado lo que fermentaba obscuramente en ellos; ese quiere ignorar que los sentimientos de placer suscitados
era el ideal artístico que ellos presentían; la forma, indi- por la contemplación de un cuadro son directamente pro-
ferente, el pensamiento, todo; tanto más" torpe la ejecu- ducidos no por la idea que éste encierra, sino por su for-
ción, tanto más profundo el efecto; el fervor religioso, ma sensorial; la pintura suscita con sus medios, color y
único objeto digno de una obra de arte. Recorrían la his- dibujo (éste consiste en tomar y en reproducir exacta-
toria del arte en busca de los tipos á los cuales se aplica- mente gradaciones de luz), primeramente, una impresión
ban las teorías de Ruskin aceptadas por ellos con entu- agradable meramente á los sentidos, hermosos colores
siasmo y encontraban lo que buscaban en los «primiti- aislados y armonías de tonos felizmente combinados; da
vos)) italianos, en cuadros de los cuales es extraordinaria- en segundo lugar la ilusión de la realidad, y á la vez,
mente rica la Galería Nacional de Londres. Allí tenían, el placer de grado superior y más intelectual que consis-
como objeto de imitación modelos acabados; debían con- te en hacer que se reconozcan los objetos representados
sagrarse á aquellos Cimabua, Giotto, Fra A n g é l i c o , á y que se comprenda la intención del artista; hace, por
aquellos Botticelli y Filippo Lippi; allí estaban esos cua- fin, ver los objetos con los ojos del artista y descubrir en
dros mal dibujados, en su origen y a pobremente pintados, ellos rasgos particulares ó colectivos que el espectador
ó perdido el color por la acción de los siglos, los unos no artista no h a podido hasta entonces distinguir por sí
amarillentos, los otros mugrientos: representaban, con mismo. El pintor, pues, no ejerce acción con los medios
inexperencias de aprendices, escenas de la Pasión de de su arte sino en tanto que excita agradablemente el
Cristo, de la vida de la Virgen Santa ó de la L e y e n d a do sentido de los colores, que da al espíritu la ilusión de la
rada, ó bien encarnaban infantiles concepciones del in- realidad y al mismo tiempo la conciencia de que es una
fierno y del paraíso, en las cuales se expresaba un senti- ilusión, y que por su percepción más profunda y más in-
miento de fe intensa y de devoción emocionada; eran fá- tensa abre al espectador las riquezas ocultas del objeto.
ciles de imitar, puesto que, para pintar en el estilo de los Si, además de esto, el asunto, la «anécdota» del cuadro
«primitivos», el dibujo incorrecto, la ausencia del senti- produce efecto sobre el espectador, y a no se trata del
miento de color, la impotencia artística general, se con- mérito del pintor como tal, sino del de la inteligencia no
vertían en cualidades; v ofrecían un contraste suficiente- exclusivamente pictórica, que ha escogido el asunto y lo
temente violento con respecto á las exigencias del gusto ha entregado, para que sea representado, á las facultades
de la época, para satisfacer la inclinación á la oposición, pictóricas propiamente dichas. L a impresión ejercida por
á la páradoja, á la negación, á la singularidad, que es, la anécdota no es producida por los medios de la pintura;
y a lo hemos visto, lo peculiar del imbécil. no tiene como razón el placer causado al espectador por
En sí misma, la teoría de Ruskin lleva el sello del de- el color, la ilusión de la realidad, la mejor comprensión del
lirio; desconoce los principios primordiales de la estética objeto, sino una inclinación cualquiera preexistente, un
y confunde, con la inconsciencia de un niño que se di- recuerdo, una percepción. U n cuadro pictórico, la Mona
vierte atolondradamente, los límites de las diferentes ar- Lisa del Leonardo, transporta de admiración á todos los
tes. No admite en las bellas artes más que la idea; el que tienen ojos suficientemente educados; un cuadro
cuadro no ha de tener más que el valor de un símbolo anecdótico que no se distinga á la v e z por cualidades pu-
ramente pictóricas, deja fríos á todos aquellos para quie- hacer seis mil años antes de que él viniera al mundo
nes la anécdota por sí misma es indiferente, es decir á los escribas de T e b a s .
aquellos á quienes sería indiferente si no les fuera pre- Los prerafaelitas fueron más allá que Ruskin, del
sentada por los medios propios de la pintura, sino senci- cual habían tomado todas sus ideas directoras. Entendie-
llamente contada, por ejemplo. Un icono ruso conmue- ron mal su equivocación; había dicho tan sólo que la de-
ve al mujik y deja frío al aficionado occidental; un cuadro fectuosidad de la forma podía ser rescatada por la fuerza
que represente una victoria del ejército francés sobre las y el noble sentimiento del artista; pero, ellos, establecie-
tropas prusianas conmovería y seduciría á los filisteos ron directamente en principio que el artista, para expre-
franceses, aunque estuviera pintado en el estilo de las es- sar un noble sentimiento y el fervor, tenía que ser defec-
tampas de Epinal. tuoso en la forma. Incapaces, como todos los débiles de
Hay, seguramente, una pintura que no se propone espíritu, de observar y de darse claramente cuenta de los
fijar y evocar en el espectador las impresiones del sentido hechos, no supieron discernir las verdaderas causas del
visual y las emociones directamente excitadas por ellas, e f e c t o ejercido sobre ellos por los ((primitivos». Los cua-
sino que se propone expresar ideas, y en la cual él cua- dros de éstos les conmovían y les emocionaban; lo que
dro no tiene que ejercer acción por sí mismo, por su pro- ante todo los distinguía de los cuadros de los demás pin-
pia perfección artística, sino por su contenido intelec- tores que les dejaban indiferentes, era su tiesura torpe á
tual; sólo que esta pintura tiene un nombre especial: se más no poder; vieron pues del modo más natural en esta
llama la escritiíra; sus signos, que han de tener no y a un torpe rigidez la fuente de su emoción, é imitaron con
valor pictórico, sino únicamente el valor de símbolos en mucho trabajo y conciencia el mal dibujo de los «primi-
los cuales hacemos abstración de la forma para no fijar- tivos».
nos sino en la significación, sus signos, los llamamos le- Seguramente, sí, la torpeza de los «primitivos» es con-
tras; y el arte que se sirve de estos símbolos para la ex- movedora. Pero ¿porqué? Porque aquellos Cimabua y
presión de procesus intelectuales no es la pintura, sino aquellos Giotto eran sinceros. Querían aproximarse á la
la poesía. En su origen, es cierto, el cuadro era un medio naturaleza y libertarse del y u g o de la tradición de la es-
de hacer sensibles las ideas, y su valor estético venía en cuela bizantina, que había llegado á ser por completo in-
segundo término, después de su valor como transmisor de fiel á la verdad; luchaban con los esfuerzos más violentos
nociones; por otra parte, hoy todavía las impresiones es- contra los malos hábitos de la vista y de la mano que los
téticas tienen hasta en nuestra escritura un papel discre- maestros de las corporaciones les habían impuesto, y el
to, y dejando á un lado todo contenido, un hermoso tipo espectáculo de semejante lucha, como el de todo vio-
de letra produce un efecto más agradable que una escri- lento desarrollo de fuerzas de la personalidad que quie-
tura fea. P e r o y a en los comienzos de su desarrollo, la re romper cadenas de no importa qué naturaleza y
pintura que sólo tenía que satisfacer necesidades estéti- emancipar su « y o » , este espectáculo es el más atrac-
cas, se separó de la escritura que sirve para hacer sensi- tivo que sea posible observar. T o d a la diferencia entre
bles las ideas; la pintura engendró el jeroglífico, la escri- los «primitivos» y los prerafaelitas es que aquéllos te-
tura demótica, la letra; y le estaba reservado á Ruskin nían que comenzar por inventar el dibujo y la pintura
querer súprimir una distinción que habían y a sabido exactos, mientras que éstos querían olvidarlos; y esta es la
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razón por la cual allí donde los primeros seducen, los tro cualquiera, ó á otro período de la historia del
segundos tienen que repeler. E s el contraste existente
arte.
entre el balbuceo de un niño y la tartamudez de un viejo
No hay que esperar del pensamiento místico ni lógica
chocho, entre lo infantil y lo pueril; pero este regreso á
ni unidad. Es conforme á su naturaleza moverse dentro
los comienzos, esta afectación de sencillez, este j u e g o de
de eternas contradicciones. En un pasaje, Ruskin dice:
niño chiquitín en las palabras y en las actitudes, son fenó-
«El mal está en que el pintor tiene el atrevimiento de
menos frecuentes en los débiles de espíritu, y los encon-
cambiar las obras de Dios según se le antoja, de arrojar su
traremos de nuevo con frecuencia en los poetas místicos.
propia sombra sobre todo lo que ve. T o d a modificación
D e conformidad con la doctrina de su maestro teórico
de los rasgos de la Naturaleza tiene su origen ó en la
Ruskin, el decaimiento del arte comienza, en sentir de los
impotencia ó en un ciego descaro» l . L u e g o , el pintor
prerafaelitas, con Rafael. L a s razones son obvias: imitar
ha de reproducir el objeto como lo ve y no permitirse la
á Cimabua y á Giotto es cosa relativamente fácil; para
más ligera variación con respecto á él. Y algunas páginas
imitar á Rafael tiene uno que poder por sí mismo dibujar
más adelante, el mismo Ruskin dice: «Hay una forma ideal
y pintar á la perfección, y esto es lo que eran incapaces
para cada planta, cada flor, cada árbol; hacia esta forma
de hacer los primeros miembros de la ((Fraternidad».
es hacia lo que aspira á llegar todo individuo de la especie
Además, Rafael vivía en el más hermoso período del Re-
si está libre de la influencia del azar ó de la enferme-
nacimiento; la aurora del pensamiento nuevo irradia en
dad» 2 . Y reconocer y reproducir esta forma ideal, con-
su existencia y en sus obras; en su libertad de espíritu de
tinúa, es la gran misión del pintor.
«cincuecentista» emancipado, no se limitaba á pintar te-
Apenas si es necesario demostrar que una de estas
mas religiosos, sino también asuntos mitológicos é históri-
aseveraciones destruye por completo la otra. L a «forma
cos—los místicos dicen: asuntos profanos—; sus cuadros no
ideal» á la cual aspira cada objeto, el pintor no la v e en-
hacen solamente llamamiento al fervor religioso, sino tam-
frente de él con los ojos del cuerpo; la transporta én el
bién al sentido de la belleza; no se limitan á servir exclu-
objeto en virtud de una opinión preconcebida. Pero tiene
sivamente á Dios; por consiguiente, sirven al diablo, dice
que habérselas con formas individuales que, «por azar ó
Ruskin y repiten sus discípulos, y son por ende merecedo-
por enfermedad», se apartan de la forma ideal.
res de que se les condene; era, en fin, conforme á l a ten-
Para reducirlas por medio del pincel á su forma ideai
dencia de contradicción y de negación de lo notorio que
tiene que cambiar lo que está dado por la Naturaleza.
domina toda la intelectualidad de los imbéciles, que de-
Ruskin exige que lo haga, pero dice al mismo tiempo que
clarasen falso precisamente aquel de los dogmas de la his-
toda modificación es «impotencia é indolencia, ó un ciego
toria del arte que se había considerado siempre como el
descaro». Naturalmente, una tan solo de estas afirmacio-
más incontestable. Todo el mundo, desde hace tres siglos
nes que se excluyen mutuamente, puede ser verdad; lo
venía diciendo: «Rafael es el punto culminante de la pin-
es, indudablemente, la primera; la «forma ideal» es una-
tura»; á esto respondieron los prerafaelitas: «Rafael se-
suposición y no una percepción. L a distinción de lo esen-
ñala el punto en que la pintura decayó más bajo»; y así
ocurrió que en la designación que se atribuyeron hi-
cieron precisamente alusión á Rafael y no á otro maes-
1 Ruskin, op. cit, pág. 24.
2 Ruskin, ibidy pág. 26.
' Vili"
lili
cial con respecto á lo a c c i d e n t a l en el objeto es abstrac-
(¡Kffm ción, trabajo del intelecto, no del ojo ni del sentimiento la conciencia (por asociación de ideas ó percepción) y
Vi?; artístico; ahora bien, la pintura tiene por o b j e t o , s e g ú n deja solamente subsistir un grupo dominante de ellas. E n
su e s e n c i a , lo visible y no lo c o n j e t u r a b l e , lo real y nó lo él acto de la visión, la atención suprime una parte de los
posible y lo verosímil, lo concreto y no lo abstracto. Q u i - objetos del campo visual para distinguir con claridad
Wm sólo la p a r t e e n que la mirada se fija e n un momento
tar del f e n ó m e n o ciertos r a s g o s como no esenciales y a c -
cidentales y c o n s e r v a r los otros como esenciales y n e c e - dado. Mirar es v e r claramente un objeto .y no tener en
sarios, es r e d u c i r el fenómeno á un esquema; pero la m i - cuenta los demás; el pintor tiene que mirar, si quiere h a -
sión del arte no es formar esquemas, sino individualizar; cernos comprender claramente cuál objeto le h a cautiva-
en primer l u g a r , porque el esquema tiene por premisa do v lo que el cuadro h a de mostrarnos; si no se fija, al
una representación de la ley que determina el objeto, que mirarlo, en un punto determinado del campo visual, pero
esta r e p r e s e n t a c i ó n puede ser errónea, que cambia á la sí presenta uniformemente el campo v i s u a l entero, no
v e z que las teorías científicas reinantes, y que el pintor no podemos adivinar lo que quería decirnos y hacia que ob-
r e p r o d u c e teorías científicas mudables, sino impresiones jeto d e s e a b a atraer nuestra a t e n c i ó n . S e m e j a n t e pintura
sensoriales; l u e g o después, porque el esquema suscita un es asimilable al hablar i n c o h e r e n t e del imbécil, que char-
trabajo de pensamiento y no una emoción, y que la tarea la se°"ún se v a presentando la asociación de las ideas,
ffi del arte consiste en suscitar emociones. pasando de un tema á otro y él mismo no sabe á dónde v a a
m A los prerafaelitas, no obstante, no se les alcanzaba
parar, como tampoco puede h a c e r l o comprender á los de-
más. S e trata entonces de u n disparatar en pintura, de la
n i n g u n a de estas contradicciones,, y o b e d e c i e r o n c i e g a -
ecolalia por medio del pincel.
«i¡(!;¡; mente todas las consignas de R u s k i n . E s q u e m a t i z a r o n la
forma humana, pero reproduj eron fielmente todos los ac- P e r o precisamente esta m a n e r a de pintar h a ejercido
•: cesorios y no tuvieron «el atrevimiento, la impotencia ó influencia sobre el arte contemporáneo; es la contribución
ilSií la insolencia» de cambiar en ella cosa alguna. P i n t a r o n p r e r a f a e i i t a al d e s a r r o l l o d e é s t e . T a m b i é n l o s p i n t o r e s no
con la más penosa exactitud el paisaje que servía de místicos aprendieron á mirar e x a c t a m e n t e los accesorios y
m a r c o á sus personajes y los objetos que les rodeaban; el á reproducirlos c o n c i e n z u d a m e n t e , evitando sin e m b a r g o
botánico p u e d e determinar cada g r a m í n e a , c a d a flor; el incurrir en el error de sus modelos, que era suprimir la

¡II
te
ebanista, r e c o n o c e r la juntura y la moldura de cada esca-
bel, la esencia de la madera, el barniz de los muebles; y
unidad de su obra, llenando los últimos planos más a l e j a -
dos con naturalezas muertas p e n o s a m e n t e y con propiedad
l,¡ esta precisión c o n c i e n z u d a es, añadámoslo nosotros, la pintadas. L o s trozos de c é s p e d , las flores y los frutos, re-
misma absolutamente en el primer plano que en el plano producidos con una exactitud de botánico; las rocas, los
más a l e j a d o , en el cual, con arreglo á las l e y e s de la ópti- terrenos y las formaciones montañosas g e o l ó g i c a m e n t e
c a , apenas si las cosas debieran ser todavía perceptibles. exactas; los dibujos perfectamente precisos de tapices y
de tapicerías que hallamos en los cuadros m o d e r n o s - I o s
Esta r e p r o d u c c i ó n uniformemente clara de todos los
debemos á R u s k i n y á los prerafaelitas.
objetos de un c a m p o visual es la expresión pictórica de la
L o s místicos éstos se imaginaban ser parientes intelec-
inaptitud para la atención. En el acto de pensar, la a t e n -
tuales de los «primitivos» porque pintaban, como éstos,
ción suprime una parte de las a p e r c e p c i o n e s que l l e g a n á
cuadros religiosos. P e r o era una ilusión; Cimabua, G i o t t o ,
Fra Angélico, no eran místicos, ó, más exactamente, perte- blo de la Edad Media, que no sabía leer, consideraba los
necían a la clase de místicos por ignorancia, no por debi- cuadros de iglesia. El poeta libertino hacía que su madre,
lidad de espíritu orgánica. El pintor de la Edad Media que al dirigirse á la Virgen santa, se expresara en estos tér-
representaba una escena religiosa estaba persuadido de minos: «Soy una mujer pobre y anciana que nada se y
que pintaba alguna cosa absolutamente verdadera* una que no leo una letra; en el convento (de que soy feligresa)
anunciación, una resurrección, una asunción, un episodio veo un paraíso pintado donde hay harpas y luces, y un
de la vida de los santos, una escena de la existencia en infierno donde queman á los condenados; éste me pro
el paraíso ó en el infierno, poseían á sus ojos el mismo ca- duce miedo, aquél alegría y regocijo. Déjame que me
rácter indiscutible de realidad que una orgía en una ta- alegre, diosa suprema, cuya ayuda deben implorar to-
berna de militarotes ó un banquete suntuoso en un pala- dos los pecadores; lléname de fe, sin falsía ni pereza; en
cio señorial; era realista al pintar las cosas suprasensi- esta fe quiero vivir y morir». Con esta fe simple, una ma-
bles; le habían contado la leyenda religiosa como si fuera nera de pintar mística hubiera sido incompatible. El pin-
un hecho material, estaba penetrado de su realidad literal tor evitaba también todo lo que es flotante, misterioso; no
y la reproducía como habría presentado cualquiera otra pintaba ensueños ni disposiciones de espíritu nebulosas,
historia verdadera. El espectador se acercaba al cuadro sino documentos positivos; tenía que convencer y podía
con las mismas convicciones, la obra de arte religiosa era hacerlo, puesto que él mismo estaba convencido.
una Biblia de los Pobres; tenía para el hombre de la Edad De un modo muy distinto procedieron los preraíaeli-
Media la misma significación que, para nuestros contem- tas- no pintaron modos de ver sobriamente concebidos,
poráneos, tienen las ilustraciones de las obras de etnogra- sino emociones; introdujeron, por consiguiente, en sus
fía y de ciencias físicas y naturales. Su misión era contar cuadros, alusiones misteriosas y símbolos obscuros que
y ensenar, y por esta razón tenía que ser exacta. Conoce- nada tenían que ver con la reproducción de la reahdad vi-
mos por la estrofa conmovedora de Villon 1 cómo e l p u e - sible Ouisiera citar un solo ejemplo: LaSombra déla muer-
te de Holman Hunt. En este cuadro, el Cristo se mantiene
I 1 Ballade que Villon fait a la requeste de sa mère pour prier
en una actitud de oración oriental, con los brazos abier-
Notre Dame (Balada que hace Villon á petición de su madre part
rezar á Nuestra S e n o r a ) . - O b r a s completas de François Villon nue tos, y la sombra de su cuerpo cayendo sobre el suelo pre-
va edición por P. L. Jacob, bibliófilo. Biblioteca Elzevirianà Pa- senta la forma de una cruz. Tenemos aquí un ejemplo
rís, 1854, págs. 105-107.
instructivo de los procedimientos de pensamiento místi-
Femme je suis povrette et ancienne,
Ne riens ne sçay; oncques lettre ne leuz; cos; Holman Hunt se representa al Cristo en oración; por
Au monstier voy (dont suis parroissienne) la asociación de ideas se suscita al mismo tiempo en el la
Paradis painct, où sont harpes et luz,
Et ung enfer où damnez sont boulluz:
representación de la futura muerte de Cristo en la Cruz;
L'ung mefaict paout, l'autre, joye et liesse, quiere hacer visible por los medios de la pintura esta aso-
La joye avoirfais-moy (haulte deesse), ciación de ideas, y hace entonces que el Cristo vivo pro-
A qui pécheurs doivent tous recourir,
Comblez de foy, sans faincte ne paresse;
yecte una sombra en forma de cruz, es decir predice el
En ceste foy, je vueil vivre et mèkrir. destino del Salvador, como si algún poder misterioso in-
Es característico que el prerafaelita Rossttti haya precisamen- concebible hubiera dirigido su cuerpo hacia los rayos del
te traducido esta composición de Villon (Bis mothers service to our sol de tal modo que un milagroso anuncio de su destino
Lady, Poems, pág. 180).
debiera aparecer inscrito sobre el suelo. L a invención es
Entre ellos, el más conocido es Dante-Gabriel Rossetti,
de todo punto absurda; hubiera sido por parte del Cristo
hijo, nacido en Inglaterra, de un carhonaro italiano comen-
un j u e g o pueril dibujar por anticipado con su sombra so-
tador del Dante. Su padre le puso al n a c e r el nombre del
bre el suelo, y a fuera por broma, y a fuera por jactancia
gran poeta, y este nombre expresivo fué para Rossetti una
su sacrificio sublime; la imagen producida por la sombra
sugestión duradera que ha experimentado y de la cual,
no hubiera tenido tampoco ningún objeto, puesto que nin-
aunque quizá sólo de un modo semi-consciente, se ha dado
g ú n contemporáneo del Cristo hubiera comprendido la sig-
cuenta 4; es el ejemplo más instructivo d é l a afirmación con
nificación de una c r u z de sombra, antes de que el Cristo
frecuencia recordada de Balzac, relativa á la influencia-
hubiera sufrido la muerte en la cruz. Pero en la concien-
determinante de un nombre sobre el desarrollo y los des-
cia de Holman Hunt, la emoción ha suscitado simultánea-
tinos del que lo lleva. Todo el sentimiento poético de Ros-
mente la imagen del Cristo orando v la de la cruz y
setti tiene su raíz en el Dante; su concepción del mundo
refiere no importa cómo la una á la otra ambas ideas sin
es un plagio confuso de la del Florentino; en todas sus
cuidarse de su relación racional. Si un «primitivo» hubie-
representaciones entra un recuerdo borroso ó claro de la
r a tenido que pintar la misma idea, el Cristo en oración
Divina Comedia ó de la Vida nueva.
penetrado por el presentimiento de su próximo sacrificio'
El análisis de uno de sus poemas más célebres, The
nos hubiera mostrado en el cuadro un Cristo realista en
blessed Damozel (La Doncella bendita) va á hacernos
oración, y , en un rincón, una crucifixión igualmente rea-
comprender ya este parasitismo sobre el cuerpo del D a n -
lista, pero no hubiera nunca tratado de fundir en una sola
te, y a algunas singularidades características del trabajo
por medio de un lazo nebuloso, estas dos escenas dife-
de un cerebro místico. He aquí la primera estrofa: «La
rentes. T a l es la diferencia entre la pintura religiosa de
doncella bendita se inclinaba hacia afuera sobre la baran-
creyentes robustos y sanos y la de degenerados emotivos.
dilla dorada del cielo; sus ojos eran más profundos que la
Andando el tiempo, los prerafaelitas han prescindido
profundidad de las aguas que calma la n o c h e . Tenía tres
de muchas de sus e x t r a v a g a n c i a s del principio. Millais y
lirios en la mano, y las estrellas sobre sus cabellos eran
Holman Hunt no afectan y a el mal dibujo á caso hecho y
en número de siete». Todo este cuadro de la m u j e r ado-
no imitan y a puerilmente el balbuceo de Giotto. No han
rada arrebatada por la muerte, que desde lo alto del em-
conservado de las ideas directoras de la escuela más que
píreo, concebido como si fuera un palacio, en su esplendor
la reproducción cuidadosa de lo accesorio y la pintura de
paradisíaco, baja la mirada hacia él, es un reflejo del Pa-
ideas. U n crítico benévolo, Mr.Edouard Rod, dice de ellos:
raíso del Dante (canto III), en que la V i r g e n bienaven-
«Eran literatos, y su pintura es literatura» E s t e juicio
turada habla al poeta desde el seno de la luna; hasta e n -
sigue aplicándose á dicha escuela; algunos de los prime-
contramos ciertos detalles, por ejemplo las aguas p r o f u n -
ros prerafaelitas lo han comprendido; han reconocido á
das y tranquilas (... ver per acque nüide e tranquille Non si
tiempo que se han equivocado en su vocación y han de-
profonde, che ifondi sien per si...). L o s « lirios en la mano»,
j a d o una pintura que era, en verdad, una escritura de
los ha tomado Rossetti de los cuadros d e los «primitivos»,
ideas, por la escritura real y verdadera.
pero también en esto hallamos un ligero eco del saludo

1888,^ág's^ Rod'Estudl0SsobreelSlgl° XIX - París yLaus^a, 1 Rossetti. Poems, pág. 277.


matinal del Purgatorio (canto X X X ) : Manibus o date lilia además posee la propiedad de excitar emociones en todo
plenis. Llama Rossetti á su bien amada con el nombre an_ hombre sano; las emociones suscitadas, en fin, se relacio-
glo-normando «damozel», con lo cual hace artificialmente nan con el objeto del poema.
v a g a la figura precisa de una joven doncella, y extiende Un ejemplo hará esto perfectamente claro. Uhland
así un velo sobre la imagen que, sin esto, sería clara; la canta en estos términos en El Elogio de la Primavera:
palabra «doncella» no haría pensar más que en una
muchacha y en ninguna otra-cosa; la expresión «damo- «Verdor de los sembrados, perfume de las violetas,
Trinos de alondras, cantos de mirlos,
zel», por lo contrario, suscita en el lector inglés ideas obs-
Lluvia de sol, brisa suave,
curas de damas feudales sobre viejas tapicerías descolori-
A l cantar tales palabras,
das, de altivos caballeros normandos cubiertos de arma-
¿Hay necesidad de añadir otras cosas
duras, de algo remoto, excesivamente viejo, medio olvi-
Para celebrarte, día de primavera?»
dado; «damozel» transporta á la bien amada contemporá-
nea en las misteriosas profundidades de la Edad Media y Cada palabra de los tres primeros versos encierra una
la espiritualiza en una figura maravillosa de balada; dicha representación de cosas; cada una de estas palabras sus-
palabra por sí sola e v o c a todas las disposiciones crepus- cita en un hombre que siente naturalmente, sentimientos
culares que el conjunto de los poetas y escritores román- alegres. Estos sentimientos reunidos traen la disposición
ticos han depositado como un sedimento en el alma de los de espíritu que el despertar de la primavera crea en el
lectores contemporáneos. En la mano de la «damozel» alma, y ese es precisamente el Objeto que se proponía el
pone Rossetti tres lirios, en torno de su cabeza entrelaza poeta. Si, por el contrario, Rossetti desliza los números
siete estrellas; naturalmente, estos números no son for- «tres» y «siete» en la descripción de su «damozel», estos
tuitos; desde los tiempos más remotos se les considera números no significan por sí mismos absolutamente nada;
misteriosos y sagrados; las cifras «tres-) y «siete» hacen no suscitarán la menor emoción en un lector sano de espí-
alusión á algo ignorado y profundo que el lector sumido ritu que no crea en los números místicos; pero, aun en e l
en turbación podrá esforzarse por adivinar. lector degenerado é histérico sobre el cual lo cabalístico
hace impresión, las emociones provocadas por los números
Que no se diga que mi crítica de los medios por los
sagrados no se relacionarán con el objeto del poema la
cuales Rossetti trata de expresar su propio estado de alma
aparición de la bien amada muerta—sino que evocarán
soñador y comunicarlo al lector, se dirige á todo lirismo y
á lo sumo una disposición de espíritu general que quizá
á la poesía en general, y que condeno á ésta cuando re-
pueda beneficiar de lejos á la «damozel».
presento á aquél como una emanación de la debilidad
mística. Es seguramente una especialidad de toda poesía Pero continuemos el análisis del poema. L e parece á
emplear palabras que, al lado de las representaciones sen- la doncella bendita que sólo h a c e un día que está entre
cillas que encierran, han de suscitar también emociones las coristas de Dios; pará los que ella ha dejado en la tie-
y hacerlas resonar en la conciencia; pero el procedimien- rra este solo día ha durado realmente diez años. «Para el
to de un poeta sano difiere en absoluto del de un débil de uno, ha sido diez años de años» ( T o one, it is ten years of
espíritu místico; la palabra llena de resonancias que el years). Esta cronología es puramente mística; no significa
primero emplea tiene por sí misma un sentido racional, y • nada; acaso Rossetti se imagina que h a y una unidad su-
perior en la cual el año propiamente dicho es como un tación de un baño en común reviste una forma precisa.
día con relación á un año, y que por consiguiente 365 La compañía de la sensualidad nunca falta en el ensueño
años constituirían una especie de año de un orden más místico.
elevado; pero de la misma manera que Rossetti no se for- «Los dos iremos en busca de los bosquecillos donde
ma esta idea sino imcompleta y vagamente, está también está la Señora María con sus cinco doncellas de honor,
lejos de expresarla de un modo tan fácil de comprender cuyos nombres son cinco suaves sinfonías: Cecilia, G e r -
como la expresamos aquí. trudis, Magdalena, Margarita y Rosalía ».
«Se apoyaba (la « damozel») sobre la muralla de la mo- Esta enumeración de cinco nombres de mujeres forma
rada de Dios; edificada por Dios sobre el vacío profundo, dos versos. Semejantes versos compuestos solamente de
que no es otra cosa sino el comienzo del espacio; tan alta nombres son característicos en el místico; aquí la palabra
que, mirando hacia abajo, apenas si ella podía ver el sol. deja de ser el símbolo de una apercepción ó de una no-
La casa está situada en el cielo, más allá de las olas del ción determinada y cae en el sonido sin significación
éter, como un puente. A b a j o , los flujos y reflujos del día que no tiene otro objeto más que suscitar por la asocia-
y de la noche rizan el vacío con la llama y la obscuridad ción de ideas toda clase de emociones agradables. En este
hasta en las últimas profundidades, allí por donde nuestra caso, los cinco nombres de mujeres suscitan las apercep-
tierra cruza como un gusano fantástico; en torno de ella ciones que se deslizan vagorosamente de cinco hermosas
hablaban amantes que, reunidos de nuevo entre aclama- doncellas; Rosalía, además, la de rosa y lirios, y los dos
ciones de amor inmortal, se repetían por siempre el uno versos producen la impresión de un cuento fabuloso en
al otro sus nuevos nombres que les embelesaban. Y las al- el cual, en un jardín encantador se pasean por todos la-
mas que subían hacia Dios pasaban al lado de ella como dos, entre lirios y rosas, bellas vírgenes sonrosadas y
llamas esbeltas... Desde su fortaleza del cielo veía al tiem- blancas, de talle esbelto.
po vibrar salvajemente, como una pulsación, á través de La doncella bendita continúa describriéndose á sí mis-
los mundos». ma el cuadro de la reunión con el bien amado, y luego
leemos esto: « A p o y ó sus brazos sobre la barandilla dora-
Abandono al lector el cuidado de representarse los de-
da, dejó caer su rostro entre sus manos y lloró; y o oí sus
talles todos de esta descripción y de reunidos en un cua-
sollozos ».
dro de conjunto. S i , á pesar de esfuerzos concienzudos
no lo logra, le bastará con decirse á sí mismo sencilla- No se comprenden estas lágrimas. L a doncella bendita
mente que no tiene él la culpa, sino Rossetti. vive, después de su muerte, en el colmo de la más grande
felicidad, en un palacio de oro, en presencia de Dios y de
L a «damozel» empieza á hablar; quisiera que el bien
la Santa Virgen. ¿Qué es lo que entonces la atormenta?
amado hubiera y a ido á su lado, puesto que irá: «Cuando
¿que su amado no esté aún a l lado suyo?; diez años de los
en torno de su cabeza se ciña la aureola, y esté vestido de
hombres mortales son para ella como un día; aunque le
blanco, le cogeré de la mano é iré con él á las fuentes
fuera concedido á su amado alcanzar una edad muy avan-
profundas de la luz. Nos sumergiremos allí como en un
zada, todo lo más que tendría que esperar para verle llegar
torrente y nos bañaremos juntos en presencia de Dios».
á su lado serían cinco ó seis días de los suyos, y al cabo de
Hay que advertir cómo aquí, en medio de un estilo
este espacio de tiempo bien mínimo florecería para los
transcendentalmente desprovisto de sentido, la represen-
dos la felicidad eterna. No puede pues comprenderse por teología dogmática. Dante conocía el sistema de su con-
qué se aflige y derrama lágrimas; no se explica sino por el temporáneo Tomás de Aquino (tenía nueve años cuando
pensar confuso del poeta místico, que se representa una murió el doctor angélico) y estaba penetrado de él; á los
vida dichosa después de la muerte, pero al mismo tiempo primeros lectores del Infierno, el poema debió parecerles
aparecen vagamente en su conciencia obscuras imágenes por lo menos tan fundado sobre los hechos y tan convin-
de aniquilamiento de la personalidad y de separación de- cente, como al público de hoy la Historia de la Creación de
finitiva por la muerte, y estas imágenes provocan las emo- Hasckel. Los siglos futuros verán quizás, y aun verosímil-
ciones dolorosas que acompañan ordinariamente á las mente, sueños poéticos en nuestras ideas de un átomo
ideas de muerte, de corrupción, de renunciación á todos que no es probablemente sino «un centro de fuerza», de
los que se ama; llega así el poeta á concluir un himno en- la posición de los átomos en la molécula de u n a asociación
tusiasta á la inmortalidad con lágrimas que no tienen sen- orgánica, del éter y de sus vibraciones, de la misma ma-
tido sino en tanto que no se cree en la supervivencia des- nera que nosotros los vemos en las ideas de la Edad Media
pués de la muerte. Hay por otra parte en el poema otras relativas á la morada de las almas después de la muerte;
contradicciones que muestran que Rossetti no ha formado pero no se tendrá por esto derecho para calificar de mís-
una sola de sus representaciones con la suficiente preci- ticos á un Helmholtz ó á un William Thompson porque
sión para que excluya representaciones opuestas, incom- trabajan apoyándose en nociones bajo las cuales ellos mis-
patibles con ella; así e s c o m o en un pasaje, los muertos mos, desde ahora, no pueden y a representarse nada que
v a n vestidos de blanco y adornados con una aureola, se sea preciso. Del propio modo no se debe tampoco califi-
presentan por parejas y se dirigen tiernas palabras; hay car al Dante de místico, á la manera de un Rossetti, que
pues que figurárselos con una semejanza humana; en saca su «Doncella bendita» no del conocimiento científico
otro sitio, por lo contrario, las almas se convierten en «es- de su tiempo, sino de una bruma de ideas embrionarias no
beltas llamas» que se deslizan furtivamente por delante desarrolladas, en pugna constante las unas con las otras.
de la doncella. Cada imagen del poema que queremos Dante seguía con la mirada penetrante del observador las
examinar de sangre fría se volatiliza infaliblemente de realidades de este mundo y transportó esta imagen hasta
esta manera en lo tenebroso y lo informe. en su infierno; Rossetti no es capaz de comprender lo
real, ni tan sólo de verlo, porque es incapaz de la aten-
En la Divina Comedia, cuyo eco susurrante resuena en
ción que para eso se necesita; y como siente esta debili-
el alma de Rossetti, no encontramos nada semejante; y es
dad, se persuade á sí mismo, conforme á la costumbre hu-
que el Dante, como los pintores primitivos, era místico
mana, que no quiere aquello que, en realidad, no puede.
por ignorancia, no por debilidad de espíritu degeneres-
«¿Qué me importa», decía una vez, «que la tierra gire
cente. L a materia primera de su pensamiento, el material
alrededor del sol, ó el sol alrededor de la tierra?» Eso
de los hechos que elaboraba, todo ello era falso, pero su
no se le importa, porque es incapaz de comprenderlo.
empleo por el espíritu del poeta era seguro y lógico; to-
das sus representaciones son claras, están bien dispuestas, No nos es naturalmente posible examinar todas las
libres de contradicciones íntimas; su infierno, su purgato- poesías de Rossetti tan á fondo como The blessed Damozel;
rio, su paraíso, los construyó con la ciencia de su tiempo,
1 Ed. Rod., op. di., pág. 67.
que tomaba exclusivamente su noción del mundo de la
pero tampoco es necesario, puesto que en todas ellas en- quiera. Notemos sencillamente de paso la estupidez de
contraríamos la misma mezcla de lo trascendental y de esta idea. L a primera estrofa está así concebida:
la voluptuosidad, el mismo pensamiento flotante, las mis-
mas asociaciones absurdas de ideas que se excluyen las «Heavénborn Helen, Spartas queen,
(O Troy town!)
unas á las otras. Hay no obstante que indicar todavía
Had tivo breasts of heavenly sheen,
ciertas singularidades del poeta, porque caracterizan el
The sun and the moon of the hearts desire:
trabajo cerebral de los degenerados imbéciles.
All loves lordship lay between.
Ante todo, nos llama la atención su predilección por (O Troy's doion,
el refrán y el estribillo. El refrán es un excelente medio Tall Troys on fire!)
para revelar un estado de alma en el cual predomina una
Helen knelt at Venus shrine
fuerte emoción; es natural, por ejemplo, que al amante
(O Troy town!)
que sueña con su bien amada, le asedie sin cesar, en me-
Saying: « A little gift is mine,
dio de las demás ideas que de v e z en cuando se imponen
A little gift for a hearts desire.
á él, el pensamiento de dicha bien amada; es igualmente
Hear me speack and make me a sign ».
comprensible, para citar otro ejemplo, que el desgracia- (O Troy's down,
do atormentado por deseos de suicidio no pueda des- Tall Troy's• on fire!) 1
terrar de su espíritu una «flor del alma condenada» que
h a y a divisado en el curso de un paseo nocturno y cuya Y de este modo se repite constantemente á través de
representación responde á la disposición de su alma. •catorce estrofas, después del primer verso: « ¡oh ciudad de
(Véase la composición de Enrique Heine: «En la plazoleta Troya!»; en el tercer verso, este final: «deseo del cora-
están enterrados los que perecieron por el suicidio...», en zón», y después del cuarto verso, este otro: «¡®h, Troya
la cual el verso «la flor del alma condenada», se repite al está arrasada, la sublime T r o y a está ardiendo!» Es fácil
final de las dos estrofas con un acento terriblemente sig- ver lo que quiere Rossetti; se renueva en él el procedi-
nificativo.) Pero los estribillos de Rossetti difieren de este miento de pensar que hemos notado en el cuadro de Hol-
refrán natural y comprensible; nada tienen que ver con man Liunt, la Sombra de la muerte. Como la idea de Hele-
la emoción ó la acción de la poesía; parecen como extra-' na en Esparta lleva á Rossetti por la asociación de ideas á
ños en medio del círculo de sus ideas; tienen, en una pa- la de los destinos ulteriores de T r o y a , así el lector, que
labra, el carácter de una obsesión que el enfermo no puede está viendo todavía en Esparta á la joven reina embria-
suprimir, aunque reconozca que no tiene ninguna relación gada por su propia belleza, ha de tener al mismo tiempo
razonable con el contenido de su conciencia en un mo- presente en el espíritu el cuadro de las consecuencias trá-
mento dado. La poesía titulada Troy town, narra cómo 1 Poems,, pág. 16. Traducción: «Helena hija del cielo, reina
Helena, mucho antes de haber sido raptada por Paris, se de Esparta—¡oh ciudad de Troya!—tenía dos senos de un celeste
prosterna en el templo de V e n u s en Esparta y transpor- esplendor, sol y luna del deseo del corazón; toda la magnificencia
del amor residía entre ellos—¡oh, Troya está arrasada, la sublime
tada por la magnificencia de su propio cuerpo, suplica con
Troya está ardiendo!—Helena se prosternó ante el altar de V e n u s —
fervor á la diosa que la entregue en presente á un hom- ¡oh, ciudad de Troya!—y dijo: Un pequeño don es mío, un pequeño
bre sediento de amor, v e n g a de donde viniera y sea quien don para un deseo del corazón. ¡Oyeme hablar y hazme una señal!
—¡oh, Troya está arrasada, la sublime Troya está ardiendo!»
g i c a s remotas de su sed de amor. No obstante, no trata wed?n—«¿Tan mojada viene á l a boda?» (Stratton water.)
Rossetti de unir razonablemente estos dos círculos de El sonido wed ha llamado al sonido wet. En el poema titi-
ideas, sino que continúa repitiendo para sus adentros, con lado My sister's sleep, leemos en un trozo en que se trata
intervalos, á la manera monótona de una letanía, las mis- de la luna: «The hollow halo it was in—Was like an icy
mas invocaciones misteriosas á T r o y a , mientras refiere la crystal cup.»—«El círculo hueco en el cual estaba la luna
escena del tfemplo de V e n u s en Esparta. Sollier nota esta parecía una copa de cristal helado.» Es«manifiestamente
singularidad en los débiles de espíritu: «Interponen pala- absurdo designar con el epíteto «hueco» una cosa plana
bras que no tienen ninguna relación con el asunto»; y como el halo de la luna; el adjetivo y el substantivo se
más adelante: «En el idiota..., la repetición machacona se excluyen razonablemente el uno al otro, pero la asonancia
convierte en un verdadero tic ó resabio de la expresión» l . ha juntado «hollow» á «/zafó». A estos versos pueden asi-
milarse también estos otros: «Yet both were OURS but
En otro poema muy célebre, Edén bower 2 , que trata
HOURS will come and go.» (A new years burden), y « FOR-
de la Lilith preadamita, de su amante la serpiente del.
GOT IT NOT, nay, but G O T IT N O T . » (Beauty).
Edén y de su venganza contra A d á n , hallamos alternati-
vamente, después del primer verso de las cuarenta y nueve Varias de las poesías de Rossetti son yuxtaposiciones
estrofas, estas palabras á guisa de letanía: a-Édeñ bower s de palabras absolutamente incoherentes, y éstos dispara-
inflower» y « A n d o the bower andthehour». Entiéndase tes son los que naturalmente parecen más profundos á los
bien que entre estas palabras, absolutamente desprovistas lectores místicos. Quisiera citar tan sólo un ejemplo: la
de sentido por sí mismas: «La cuna de verdura del Edén segunda estrofa de The song of the bower, dice: «]\li cora-
está en flor», «¡Y oh la cuna de verdura y la hora!», y la zón, si vuela hacia tu cuna de verdor, ¿qué encontrará
estrofa que interrumpen, no hay la más pequeña relación. quien le reconozca?; allí ha de caer como una flor herida
L a palabras «Edén bower's in flower», « Ando the bower por la lluvia de la tormenta, roja en su interior desgarrado
and thehour», están allí colocadas sin consideración nin- y obscurecida por la lluvia. ¡Ah!, y sin embargo, ¿qué
guna á su significación, sencillamente con arreglo á su abrigo se tiende aun sobre él, cuáles aguas reflejan aun
consonancia. Es un sorprendente ejemplo de pura eco- sus hojas desgarradas? T u alma es la sombra que no se
lalia. aparta de su alrededor, para amarle, y las lágrimas son
su espejo profundamente enclavado en tu corazón» 1 .
Esta singularidad del lenguaje de los idiotas y de los
dementes—la ecolalia—la hallamos con frecuencia en L a singularidad de semejantes sartas de palabras
Rossetti; h e aquí algunas muestras: «So wet she comes to consiste en que cada palabra tiene por sí misma un sen-

1 Sollier, Psicología del Idiota y del Imbécil, pág. 184. C o m p a -


1 Poems, pág. 247.
rar también con Lombroso, Genio y locura (edición alemana), pá- ... My heart, when it flies to thy bower,
gina 233: «Los grafómanos tienen aun otra inclinación que les es Wat does it find there that knows it againr
común con los locos propiamente dichos; les gusta repetir con fre- There it mut droop like a shower-beaten flower,
cuencia la misma palabra y á veces hacerla reaparecer más de cien Red at the rent core and dark with the rain.
veces en la misma hoja. E n un capítulo escrito por Passanante, se Ah! yet wat shelter is still shed above it—,
encuentra cerca de ciento treinta veces la palabra riprovate (re- Waht waters still image its leaves torn apartr
probad). » Thy soul is the shade that clings round it to love it
2 Poems, pág. 31. And tears are its mirror deep down in thy heart.
tido emocional (como corazón, verdor, huir, caer, flor,
queens chamber). «Tres doncellas en la cámara de la rema.
desgarrado, sombra, amar, lágrimas, etc.), y que se siguen
La boca de la reina era extraordinariamente bella. Dijo
en un ritmo que m e c e y con rimas que halagan el oído.
una palabra de la madre de Dios, mientras que los peines
Suscitan por consiguiente fácilmente en el lector emo-
arreglaban sus cabellos: María, que eres poderosa, lléva-
tivo é inatento una emoción general, como lo hace tam-
nos á presencia de tu hijo .—Mary that is ofmight, Bring
bién una serie de notas musicales en el tono menor, y el
us to thy sons sjiigt.» Aquí encontramos el misticismo del
lector se imagina que comprende la estrofa, mientras que
fondo unido al modo de expresión que afecta lo arcáico y
de hecho interpreta únicamente su propia emoción según
lo aniñado del verdadero prerafaelismo. Sobre este mo-
su grado de cultura, su carácter y sus reminiscencias de
delo está también calcado The. masque of queen Bersabe,
lecturas.
que imita con sus indicaciones de j u e g o escénico en latín
Además de Dante-Gabriel Rossetti, se colocan ordina-
y su estilo de teatro de muñecos, un «milagro» d é l a
riamente entre los poetas prerafaelitas á Swinburne y á
Edad Media, y que á su vez se ha convertido en el mo-
Morris. Pero la semejanza de estos dos poetas con el j e f e
delo de muchos poemas franceses en los cuales no se hace
de la escuela es sin embargo remota. Swinburne es un
ya más que balbucear y tartamudear, y en los cuales,
«degenerado superior» en el sentido de Magnan, mientras
como en los dormitorios de los niños, no parece sino que
que Rossetti debe ser colocado entre los «imbéciles» de
en cierto modo se arrastran las gentes á cuatro patas.
Sollier. Swinburne no es tan emotivo como Rossetti, pero
está intelectualmente á un nivel mucho más elevado que Swinburne sigue las huellas de Baudelaire, cuando en
éste; sus ideas son falsas y con frecuencia delirantes, pero Anactoria trata de contraer su rostro en una mueca demo-
sin embargo tiene ideas, y son claras y coherentes; es niaca y h a c e que una mujer diga á otra mujer que la ha
místico, pero su misticismo tiene más del carácter del per- inspirado un amor contra naturaleza: «Quisiera que mi
verso y del criminal que del paradisiaco y del devoto; es amor tuviera el poder de matarte; estoy harta de verte
el primer representante del «diabolismo» de Baudelaire vivir y quisiera en verdad poseerte muerta; quisiera que
en la literatura inglesa; se explica esto por el hecho que la tierra tuviera tu cuerpo como fruto que se come y que
junto con la influencia de Rossetti h a experimentado espe- ninguna boca, sino sólo algún gusano, te encontrara dulce.
cialmente la de Baudelaire. Como todos los degenerados, Ouisiera imaginar crueles maneras de aplastarte, inven-
es extraordinariamente accesible á la sugestión, y ha imi- ciones violentas y un exceso de tortura... ¡Oh, si me atre-
tado sucesivamente, consciente ó inconscientemente, á viera á aniquilarte, aplastándote de amor, y morir, morir
todos los poetas importantes á los que ha echado la vista por tu dolor y por mis delicias y mezclarme á tu sangre y
encima; ha sido, al igual que de Rossetti y de Baudelaire, fundirme en ti!» O bien cuando maldice y blasfema, como
un eco de Teófilo Gautier y de Víctor Hugo, y puede se- en Before dawn: «Del pudor quisiera decir: ¿qué es?; de
guirse paso á paso en sus poesías el curso de sus lecturas. la virtud: nada tenemos que v e r con ella; del pecado:
queremos entregarnos á él, y y a no es el pecado».
Absolutamente en la manera de Rossetti está escrito,
U n p o e m a h a y que merece un análisis más extenso,
por ejemplo, Christmas carol íTliree Damsels inthe
porque contiene incontestablemente en germen el futuro
' Algernon-Carlos Swinburne, Poems and Ballads. Londres, «simbolismo» y constituye un ejemplo instructivo de esta
Chatto y Windus, 1889, pág. 247.
forma del misticismo. Dicho poema lleva el título de «La-
Hija del Rey ». Es una especie de balada que cuenta, e n ^OS simbólicos pintan el contraste entre el destino bri-
catorce estrofas de cuatro versos, la historia fantástica de llante de la escogida y el triste destino de las desdeñadas:
diez hijas de rey una de las cuales, preferida á las otras «Un viento ligero en el agua del m o l i n o ; — U n a corona de
n u e v e , está magníficamente vestida, come manjares deli- púrpura para la hija del r e y . U n a lluvia l i g e r a en el a g u a
ciosos, duerme en blando lecho y es cortejada por un her- del m o l i n o ; — U n l e c h o de paja amarilla para las demás.
moso príncipe, mientras que sus hermanas permanecen Un lecho de oro para la hija del r e y . L a lluvia c a e e n el
abandonadas; e n v e z , no obstante, de encontrar la felici- -agua del molino;—Un peine de conchas amarillas para las
dad al lado del príncipe, llega á ser profundamente des- demás. U n peine de oro para la hija del r e y . . . V i e n t o y
graciada, hasta el punto que desea la muerte. E l primero granizo en el agua del m o l i n o ; — U n cinturón de y e r b a
y el tercer verso de cada estrofa narran la historia; el se- para todas las demás. U n rico cinturón para l a hija del
g u n d o verso habla de un arroyuelo de un molino fabuloso rey. L a nieve cae en el a g u a del molino;—Nueve besos
que se presenta en la balada sin saber cómo, y que refleja para todas las demás. Cien v e c e s más para la hija del r e y . »
de continúo simbólicamente, por una influencia miste- L a hija del r e y p a r e c e , pues ser muy feliz y digna de en-
riosa, la marcha de la acción mediante todo g é n e r o de vidia con relación á sus nueve hermanas, pero sólo en
modificaciones que se realizan e n él; y el cuarto verso apariencia, puesto que de repente el poema cambia de
encierra una invocación en forma de letanía que se re- tono: «Barcas rotas en el a g u a del molino;—Presentes do-
fiere también paralelamente á las diferentes fases de la rados para todas las demás. Dolor de. corazón para la hija
historia. «Eramos diez j ó v e n e s doncellas en el trigo, v e r - del r e y . C a v a d una fosa para mi hermoso cuerpo. Lluvia
de», así comienza la poesía; «pequeñas, hojas rojas e n el que gotea en el agua del m o l i n o , — Y acostad á mi h e r -
a g u a del molino; j ó v e n e s más hermosas no nacieron j a - mano á mi lado. P e n a de infierno para la hija del r e y . »
más; ¡manzanas de oro para la hija del r e y ! Eramos diez L a causa de este cambio de destino, la deja el poeta de
j ó v e n e s doncellas al lado del surtidor de una fuente; pa- intento en la obscuridad; quizás quiere darnos á entender
jaritos blancos en el a g u a del molino; j ó v e n e s más encan- que el hijo del r e y no es un pretendiente legítimo, sino el
tadoras nunca fueron pretendidas en matrimonio; anillos hermano de la hija del r e y , y que la princesa escogida
de metal rojo para la hija del r e y . » En las estrofas siguien- muere de v e r g ü e n z a por estas relaciones incestuosas. Res-
tes se describen las e x c e l e n t e s cualidades de cada una de pondería esto á la niñería diabólica de Swinburne; no
las diez princesas, y los versos intermediarios simbólicos quiero sin embargo pararme á considerar este aspecto
dicen: «Granos de trigo en el a g u a del molino;—Pan blanco del poema, sino su simbolismo.
y pan moreno para la hija del rey. Bellas plantas verdes Es una cosa perfectamente fundada bajo el punto d e
e n el a g u a del m o l i n o ; — V i n o blanco y vino tinto para la vista psicológico, establecer una relación subjetiva entre
hija del r e y . Bellas cañas endebles en el agua del mo- nuestros diversos estados de alma y los fenómenos, v e r en
l i n o ; — P a s t e l de miel para la hija del r e y . Fiores caídas en el mundo exterior un reflejo de nuestras disposiciones de
el agua del molino;—Guantes dorados para la hija del r e y . espíritu. Si el mundo exterior tiene un colorido emocional
Frutos caídos en el a g u a del molino;—Mangas doradas claramente marcado, suscita en nosotros la disposición de
p a r a l a hija del r e y . » E n esto llega el j o v e n príncipe; espíritu que le corresponde; y si, por lo contrario, estamos
e s c o g e á la princesa y desdeña á las otras nueve; los v e r - bajo el imperio de una disposición de espíritu claramente
marcada, notamos'en el mundo exterior, de conformidad cuando el poeta canta de este modo, lleva consigo una
con el mecanismo de la atención, solamente los fenóme- disposición de espíritu pensativamente melancólica; de-
nos que guardan correspondencia con nuestra disposición plora lo fugitivo de la vida humana, la inconstancia de los
de espíritu, la sostienen y la refuerzan, y no advertimos, sentimientos, la desaparición de los seres amados que cru-
ni siquiera percibimos los fenómenos contradictorios. Una zan como sombras ante nuestro espíritu. En este estado
sombría garganta de montaña encima de la cual está sus- de alma mira el mar en c u y a orilla está sentado, y no dis-
pendido un cielo cargado de nubes, nos pone tristes; se tingue más que los fenómenos que concuerdan con sus
trata aquí de una de las formas de influencia que el mundo emociones y les dan cuerpo: el soplo del viento que huye,
exterior ejerce sobre nuestra disposición de espíritu. la aparición repentina y la desaparición de las gaviotas,
Pero si por una razón cualquiera estamos y a tristes, por las olas que se precipitan contra la costa escarpada sin
todas partes encontramos en nuestro horizonte imágenes- dejar huella de su paso. Estos rasgos del cuadro del mar
que entristecen: en la calle de una g r a n ciudad, chiqui- se convierten en símbolos de lo que pasa en el alma del
llos andrajosos muriéndose de hambre, caballejos de co- poeta, y este simbolismo es sano y está fundado en las
ches de alquiler flacuchos y horriblemente despellejados, leyes de nuestro pensamiento.
una mendiga ciega; en los bosques, un ramaje marchito
D e una especie muy diferente es el simbolismo de
y podrido, hongos venenosos, caracoles viscosos, etc. Si
Swinburne; no hace expresar por el mundo exterior una
estamos alegres, vemos en absoluto los mismos cuadros,
disposición de espíritu, sino que le hace contar una na-
pero no nos fijamos en ellos; por el contrario, nos fijamos
rración; cambia dicho mundo de aspecto según el carác-
al lado de ellos: en la calle, en un acompañamiento
ter del hecho que se desarrolla en él; acompaña como una
de boda, en una fresca muchacha que lleva al brazo un
orquesta todos los hechos que suceden en un sitio deter-
cesto de cerezas, en carteles alegremente abigarrados,
minado. Y a no es aquí la naturaleza la blanca muralla en
en. un tipo gordiflón con el sombrero encasquetado hasta
la cual se proyectan, como en un j u e g o de sombras chi-
el pescuezo; en los bosques, en pájaros que vuelan velo-
nescas, las imágenes abigarradas de nuestra alma, sino un
ces, en mariposas que revolotean, en pequeñas anémonas
ser vivo y pensante que sigue una culpable novela de
blancas, etc. Esta es la otra forma de dicha influencia.
amor con el mismo interés sostenido que el mismo poeta,
Los poetas emplean con perfecto derecho una y otra forma.
y que, al igual del poeta, expresa con ayuda de sus pro-
Cuando Enrique Heine canta:
pios medios, su contento, su alegría, su tristeza con mo-
tivo de los diferentes capítulos de la narración. Esa es
L a piedra rúnica avanza hacia el mar;
una idea puramente delirante; corresponde en arte y en
allí permanezco con mis sueños.
poesía á la alucinación en la locura; es una forma de
El viento silba, las gaviotas lanzan su chillido,
misticismo que encontramos en todos los degenerados.
las olas van y vienen y lanzan espuma.
Del mismo modo que en Swinburne, el agua del mo-
He amado á muchas bellas jóvenes lino arrastra «pequeñas hojas rojas » y aun, lo cual es un
y á muchos buenos compañeros.— poco más raro, «pajaritos blancos» cuando todo marcha
—¿A dónde han ido?—El viento silba,
bien, y que por lo contrario es azotada por la nieve y el
las olas lanzan espuma y van y vienen,
granizo y balancea «barcas rotas » cuando las cosas to-
man un mal giro; así en el Assommoir de Zola, corre por á veces en una ecolalia pi onunciada, por ejemplo en esta
el arroyuelo de una tintorería agua rosada ó amarilla de estrofa de la Earthly Paradise:
oro los días de alegría, y agua negra ó gris cuando los
destinos de Gervasia y de Lantier se vuelven trágicamen- Of Margaret sitting glorious the re
In glory of gold and glory of hair
te sombríos; y en Los Aparecidos de Ibsen, llueve á to-
And glory of glorious face most fair,
rrentes cuando Mme. A l v i n g y su hijo son presas de su
profundo pesar, y el sol aparece radiante cuando la ca-
en la cual, glory y glorious están repetidos cinco veces
tástrofe se produce. Ibseh va de este modo más lejos que
en tres versos. S u emotividad ha hecho de él, en los últi-
los demás en este simbolísimo alucinatorio, puesto que, en
mos tiempos, el adepto de un socialismo nebuloso prin-
él, la naturaleza actora no tiene solamente su parte de inte-
palmente compuesto de piedad y de amor al prójimo, y
rés, sino aun de burla maliciosa; no acompaña sólo expresi-
que produce una impresión bastante extraña, cuando se
vamente á los fenómenos, sino que hasta se nfofa de ellos.
ve que se expresa en el lenguaje de las viejas baladas.
Mucho más sano intelectualmente que Rossetti y Swin- Los prerafaelitas han ejercido una gran influencia
burne es William Morris, cuya oscilación fuera del equi- sobre la generación de los poetas ingleses que han sur-
librio no se revela por el misticismo, sino por la falta de gido desde hace veinte años. Todos los histéricos y los
originalidad y el instinto exagerado de imitación. Su degenerados han cantado, siguiendo á Rossetti, á la «da-
afectación consiste e n j u g a r á la Edad Media; se llama á mozel» y á la Santa Virgen; siguiendo á Swinburne, han
sí mismo un discípulo de C h a u c e r 1 ; copia también ino- exaltado los deseos contra naturaleza, el crimen, el infier-
centemente estrofas enteras del Dante, por ejemplo el epi- no y el diablo; en pos de Morris, han chapurreado la len-
sodio tan conocido de Francesca di Rimini del canto v gua arcaica adoptando el tono de los bardos escandinavos
del Infierno, cuando canta en Guenevere: «A estos her- y á la manera de los « Cuentos de Canterbury »; y si toda
mosos jardines vino Lancelot paseándose. Es verdad. El la poesía inglesa no es hoy sin mitigación prerafaelita, lo
beso que juntó nuestros labios, en aquel encuentro en debe únicamente al azar feliz de haber poseído simultánea-
aquel día de primavera, me atrevo apenas á hablar de la mente con los prerafaelitas, un poeta tan sano como
felicidad de aquel recuerdo». Morris se persuade que es un Tennyson. Los honores oficiales que le fueron conce-
trovador del siglo x u i ó x i v ; se toma el trabajo de consi- didos como «poeta laureado», los éxitos sin ejemplo que
derar las cosas y de expresarlas en la lengua que habría obtuvo entre los lectores, le designaron á la imitación por
empleado si hubiera sido realmente un contemporáneo de lo menos de una porción de ambiciosillos y plagiarios; y
Chaucer. Aparte esta ventriloquia poética por la cual tra- así es cómo al lado del coro de los místicos que llevan li-
ta de modificar el sonido de su voz de manera que parez- rios en la mano, hemos podido oir también á otros canto-
ca resonar desde lejos en nuestros oídos, no se observan res callejeros repitiendo de preferencia los versos del poe-
en él muchas señales de degeneración. Sin embargo, cae ta de los Idilios del Rey.
1 William Morris, Poems, (edición Tauchnitz), pág. 169. En la fase ulterior de su desarrollo, el prerafaelismo
And if it hap that vino á parar en Inglaterra, en el «estetismo», y en Fran-
My m áster Geoffroy Chaucer thou do meet,
cia, en el «simbolismo». Tendremos que ocuparnos más á
Then speack the words:
O Master, o thou great of heart and tongue, etc. fondo de estas dos tendencias.
Neurosis, y Edmundo Haraucourt, que actualmente ocu-
pa un puesto en la primera línea de los místicos franceses.
Se llamaban á sí mismos los «hidrópatas», palabra absolu-
tamente desprovista de sentido, originada manifiestamen-
te por una reminiscencia obscura de las dos palabras «hi-
III droterapia» y «neurópatas», y que con la v a g u e d a d que
caracteriza el pensamiento místico de los débiles de espí-
ritu, debía sin duda no expresar más que la idea gene-
LOS SIMBOLISTAS ral de gentes cuya salud no es satisfactoria, que se sien-
ten maluchos y enfermos y están sometidos á un trata-
miento médico en todo caso, el nombre que ellos mis-
El fenómeno que hemos observado en los prerafae- mos escogieron implica la v a g a conciencia y la confesión
litas se renueva e n - l o s simbolistas franceses. Vemos á de un estado de conmoción nerviosa. El grupo poseía
cierto número de j ó v e n e s reunirse para fundar á sabien- también un periodiquín hebdomedario, Lutecia, que mu-
das é intencionadamente una escuela que toma un nom- rió al cabo de algunos números.
bre especial, pero que á despecho de un sin fin de char- Hacia 1884, la sociedad abandonó su establecimiento
latanerías obscuras y de tentativas ulteriores de mixtifi- ordinario y levantó su tienda de campaña en el «café
cación, no tiene principios ningunos artísticos comunes, Francisco 1 » , boulevard Saint-Michel. Este café ha llega-
ningún objetivo estético claro, y no persigue sino un ob- do á una alta celebridad: fué la cuna del simbolismo;
j e t o no confesado, aunque fácilmente se echa de ver,—el continúa siendo el templo de unos cuantos jóvenes ambi-
de meter ruido por el mundo, atraer por la extravagancia ciosos que esperan obtener, alistándose bajo el estandar-
la atención sobre ella, y llegar de este modo á la gloria y te de la escuela simbólica, los medros que no pueden
al g o c e , á la satisfacción de todos los apetitos yde todas esperar de su talento; es también la Kaaba hacia la cual
las vanidades de que estaba llena hasta los bordes el alma acuden en peregrinación todos los imbéciles exóticos que
devorada por la envidia de estos filibusteros del éxito. han oído hablar de la nueva tendencia parisiense y quie-
Hacia 1880 había, en el Barrio Latino, un grupo de ren ser iniciados en sus arcanos y misterios. A l g u n o s de
ambiciosos, poco más ó menos de la misma edad, que se los «hidrópatas» no emigraron con los demás; otros recién
congregaban todas las noches en el sótano de un café del venidos ocuparon su sitio: Juan Moreas, Laurent T a i l h a -
quai (muelle) Saint-Michel; allí bebían bocks de cerveza, de, Carlos Mor ice, etc. Abandonaron también el antiguo
fumaban y hacían chistes y retruécanos hasta muy avan- nombre y se les conoció por un momento bajo el de «de-
zada la noche y aun hasta la madrugada, se desataban cadentes». Este nombre les había sido dado por un crí-
en abominaciones contra los escritores reputados y que tico, con una idea de burla; pero del mismo modo que
ganaban dinero, y ensalzaban sus propios talentos, des- los Mendigos de los Países Bajos se adornaron con alti-
conocidos todavía en el mundo. Los que en primer tér-
1 L a historia de los comienzos de este grupo ha sido escrita
mino llevaban la voz cantante eran Emilio Goudeau,
por uno de sus miembros, Matías Mohrardt. Véanse Los Simbólicos,
charlatán del cual no se conocen más que algunos Nouvelle Revue del 15 de Febrero de 1892, pág. 765.
versos satíricos tontos, Mauricio Rollinat, el autor de las
va fiereza con el nombre destinado á ultrajarlos y á ri- con r e g o c i j a d o asombro los nombres de S c h o p e n h a u e r ,
diculizarlos, así estos literatos enarbolaron en sus som- Darwin, T a i n e , R e n á n , S h e l l e y , Gcethe, sirviendo d e
breros, como si f u e r a una señal de rebeldía contra la rótulo á raspaduras informes y e x t r a ñ a s , á barreduras de
critica, la injuria que se les había lanzado al rostro. Pron- migajas no digeridas, á frases no comprendidas audazmen-
to, no obstante, los contertulios del «Francisco i . ° » se te mutiladas, y á f r a g m e n t o s de ideas arrancadas al a z a r
cansaron de su nombre, y Moreas halló para designarlos y apropiadas sin escrúpulo. E s t a ignorancia de los sim-
el termino de «simbolistas», con el cual fueron universal- bolistas y esta j a c t a n c i a pueril de un fingido saber, las
mente c o n o c i d o s — m i e n t r a s que un insignificante grupo ha confesado francamente uno de ellos. «En doctrina r e -
especial que se separó de los simbolistas continuó lle- ligiosa y filosófica, dice M. C h a r l e s Morice, muy pocos
vando la apelación de «decadentes». de estos j ó v e n e s tienen informes precisos; pero de los
L o s «simbolistas» son un ejemplo notable de la forma- términos del culto c o n s e r v a n hermosos v o c a b l o s como
ción de bandos en la cual hemos visto una de las espe- custodia, copón, etc.; a l g u n o s c o n s e r v a n de S p e n c e r , de
cialidades de los d e g e n e r a d o s . Reunían á la v e z todos los Mili, de S h o p e n h a u e r (sic), de Comte, de D a r w i n , a l g u n a
signos característicos de los d e g e n e r a d o s y de los débi- q u e ' otra terminología; raros son los que saben á fondo
les de espíritu: la vanidad sin límites y la opinión exage- aquello de que tratan, los que no b u s c a n h a c e r ostenta-
rada de su propio mérito, la fuerte emotividad, el pensa- ción y g a l a de un hablar sin otro mérito que una vani-
miento confuso é incoherente, la charlería (la «logorroea» dad de sílabas» D e j o naturalmente á M. C h a r l e s
de la psiquiatría), la inaptitud completa para el trabajo Morice la responsabilidad de la falta de sentido del g i r o
serio y continuado. Varios de ellos eran bachilleres, otros
de la frase final.
nada; eran todos de una i g n o r a n c i a profunda, y como no L o s contertulios del « F r a n c i s c o i . ° » se iban á la una
eran c a p a c e s por debilidad de voluntad, por imposibilidad de la tarde al c a f é y p e r m a n e c í a n allí hasta la hora de co-
de a t e n c i ó n , de aprender n i n g u n a cosa sistemáticamente, mer; inmediatamente después volvían al c a f é y no aban-
se persuadieron, c o n a r r e g l o á una ley psicológica muy donaban su cuartel g e n e r a l hasta m u c h o después de m e -
conocida, que despreciaban todo saber positivo y no con- dia noche. N i n g u n o de los simbolistas, naturalmente,
sideraban como dignos del hombre más que el fantasear tenía ocupación clasificada; del mismo modo que son
y la adivinación, «la intuición». A l g u n o s de ellos, como inaptos para el estudio metódico, estos d e g e n e r a d o s lo
Moreas y G u a i t a , que después se h a convertido en «ma- eran y lo son también para el cumplimiento de un deber
go», leían sin método toda clase de libros con que trope- regular; cuando esta insuficiencia orgánica se presenta
zaban sus ojos en los cajones de los libreros de viejo de en un hombre de las c l a s e s bajas, se h a c e v a g a b u n d o e n
los muelles, y llevaban á los compañeros, con giros de una mujer de la misma c l a s e , la conduce á la prostitu-
l e n g u a j e grandílocuos y misteriosos, los frutos de sus lec- ción; en los miembros de las clases superiores, adopta la
turas así engullidas; los auditores se imaginaban luego forma de la charlatanería artística y literaria. El espíritu
que se entregaban á un estudio penoso, cuando lo qSe popular alemán r e v e l a una profunda s o s p e c h a de la r e l a -
hacían era adquirir de esta manera el revoltillo de erudi-
ción que ponían l u e g o á la muestra en sus artículos y fo- 1 Charles Morice, La Literatura de ahora, París, 1889; pági-
lletos, y en el cual el l e c t o r sano de espíritu encuentra
na 274.
EL MISTICISMO

ción real de las cosas al aplicar á estos desocupados e s -


téticos el nombre de «ladrones de días» (Tagedieb), desbordante que quisiera hacer más cosas, y más g r a n -
puesto que el robo de profesión y la inclinación irresisti- des, que el trabajo del ordenanza de oficina y del sereno.
ble á la ociosidad charlatana, atareada y llena de impor- Á despecho, aparte de esto, de su imbecilidad y de
tancia derivan de la misma fuente: la debilidad nativa su amor de sí mismo, el desocupado que afecta aparien-
del cerebro. cias de artista no puede disimular que su manera de ser
Sin duda, los bebedores de bocks de los cafés no tie- está en contradicción con las leyes sobre las cuales des-
nen conciencia de su enfermedad intelectual; encuentran cansan la estructura de la sociedad y la civilización, y
para su incapacidad para someterse á una disciplina y experimenta la necesidad de justificarse á sus propios
consagrar á un trabajo cualquiera una concentración y ojos. L o hace atribuyendo una alta importancia á las fan-
una atención sostenidas, nombres amables y designacio- tasías y á las hablillas en las cuales consume su tiempo,
nes decorativas. Llaman á esto: «naturaleza artística» importancia destinada á suscitar en él la ilusión que estas
«ansiedad genial de volar libremente », «transporte má¡ fantasías y estas hablillas tienen el mismo valor que las
allá de la atmósfera densa y baja de la trivialidad»; se más serias actividades, que hasta son superiores á éstas.
burlan del vulgar filisteo que cumple mecánicamente, como «En el fondo, y bien mirado, dice M. Stephane Mallarmé,
la muía de la noria, un trabajo regular, y desprecian á el mundo se ha hecho para venir á parar á un hermoso
los tenderos de espíritu estrecho que e x i g e n que un libro» l . M. Charles Morice lamenta con emoción que
hombre ejerza un oficio burgués bien definido ó posea el espíritu artístico se vea en «la obligación de interrum-
un título oficialmente reconocido, y manifiestan, por lo pirse entre dos hemistiquios, para ir... á cumplir un pe-
contrario, una profunda desconfianza hacia las artes que ríodo de veintiocho días de instrucción militar»... «Las
no dan de comer. Glorifican á las gentes errantes que agitaciones de la calle, prosigue, el rechinamiento de la
vagabundean líricamente, dan sablazos sin escrúpulos y máquina gubernamental—periódicos, elecciones, cambios
presentan como siendo su ideal al hombre que se acuesta de ministerio—no ha metido nunca tanto ruido; la auto-
al raso, se lava en el rocío, duerme bajo las flores y se cracia turbulenta y ruidosa del comercio ha suprimido,
viste en el mismo establecimiento que el lirio de los cam- en las preocupaciones públicas, la preocupación de la
pos de que habla el Evangelio. L a Canción de los hara- Belleza, y la industria ha matado lo que la política dejara
pientos, de M. Jean Richepín, es la expresión más típica de subsistir de silencio» 2 . En efecto, ¿qué son todas esas
esta concepción de la vida, de la cual las Canciones de un insignificancias: comercio, industria, política, administra-
compañero errante y los Cantos (Lieds) del Ministril, ción, enfrente de la enorme importancia de un alejan-
de Rodolfo Baumbach, nos ofrecen en la literatura alema- drino?
na un ejemplo análogo, aunque menos pronunciado. El Los disparates de los simbolistas no se perdieron por
Pegaso bajo el yugo de Schiller, también parece ser d é l a completo en la atmósfera de los cafés á que concurrían, •
misma cuerda que éstos menospreciadores de la labor co- como el humo de sus cigarrillos y de sus pipas. Una par-
tidiana exigida por la sociedad; pero no más que en apa- te de ellos se estableció y se lanzó á la publicidad en la
riencia, sin embargo, puesto que nuestro gran poeta no
1 Jules Huret, Informe acerca de la evolución literaria. París,
adopta el partido del perezoso impotente, sino de la fuerza
1891, pág. 65.
2 Charles Morice, op. cit., pág. 271.
Revista independiente, la Revista Contemporánea y otras Así es como los peores y los más despreciables rasgos de
compilaciones caducas que servían de órganos á la mesa carácter de los redactores, de los críticos, de los escrito-
redonda del «Francisco i . ° » . Estos periodiquines y los li- res ávidos de éxitos y de los lectores de periódicos, con-
bros publicados por los simbolistas permanecieron al currieron á dar á conocer, y hasta en parte, á hacer céle- ^
principio inadvertidos fuera del café mencionado; luego bres los nombres de los contertulios del «Francisco i . ° » ,
ocurrió que cronistas de periódicos del boulevard, en las y á despertar en el magín de muchos imbéciles de ambos
manos de los cuales cayeron estos escritos por casualidad, mundos la convicción de que la tendencia de aquéllos do-
los consagraron, á falta de otros asuntos, artículos, pero mina en la literatura del tiempo presente y encierra en
encaminados únicamente á burlarse de ellos. Eso era pre- ella todos los gérmenes del porvenir. Este triunfo del
cisamente lo que pedían los simbolistas; poco se les impor- simbolismo significa la victoria del bando sobre el indi-
taba la burla ó el elogio, con tal que las gentes hablasen viduo; demuestra la superioiidad del ataque sobre la de-
de ellos; se encontraron y a montados á caballo y no tar- fensa, y la eficacia del seguro mutuo de reclamo, aun con-
daron en revelarse como incomparables jinetes de circo; tando únicamente con las aptitudes más mezquinas.
se esforzaron por encontrar acceso en los grandes perió- Por diferentes entre sí que puedan ser, las obras de los
dicos, y en cuanto uno de ellos conseguía, como el herre- simbolistas tienen entre ellas dos caracteres comunes:
ro de JüterboCk en el cuento conocido, lanzar la gorra á son obscuras, á menudo hasta ser incomprensibles, y son
través de la puerta imprudentemente entornada de una devotas. Después de cuanto llevamos dicho acerca de las
redacción, introducía enseguida la cabeza y el cuerpo, se singularidades del pensamiento místico, su obscuridad no
apoderaba de la plaza y la transformaba, en un periquete, podrá extrañar á nadie; en cuanto á su piedad, ha alcan-
en una fortaleza del partido simbolista. Todo favorecía zado una importancia que obliga á examinarla de cerca.
esta táctica: el escepticismo y la indiferencia de deter- A l salir á luz en los últimos años toda una serie de
minados redactores parisienses absolutamente empeder- misterios, episodios de la Pasión, leyendas de santos y
•mm nidos, que no tomaban nada en serio, incapaces de un cantatas; cuando los unos después de los otros, una doce-
entusiasmo ó de una aversión y que no conocían más que na, dos docenas de los nuevos poetas y escritores hicie-
este sólo principio en los negocios: meter ruido, desper- ron en sus primeras poesías, novelas y artículos, ardientes
tar la curiosidad, anticiparse á los otros en lo nuevo, lo profesiones de fe religiosa, invocaron á la Santa V i r g e n ,
« asombroso » (épatant); la falta de crítica y la bobalicone- hablaron extáticamente del sacrificio de la misa y se
ría del público que repite sin más ni más todo lo que el prosternaron en fervientes rezos, entonces los reacciona-
periódico divulga con tono de importancia; la cobardía rios, que tienen un interés de partido en hacer creer en
la baja adulación de críticos que, encontrándose en- un retroceso de la humanidad civilizada á las tinieblas
frente de un grupo organizado y numeroso de jóvenes intelectuales del pasado, exclamaron: «¡Vedlo! L a j u v e n -
que no se paraban ante ningún escrúpulo, tenían miedo tud, la esperanza y el porvenir del pueblo francés, se
de sus puños cerrados y de sus miradas amenazadoras y aparta de la ciencia; la emancipación ha hecho banca-
llpli no se atrevían á meterse con ellos; la ruin astucia de rrota, las almas se abren de nuevo á la religión y la
los intrigantes que esperaban hacer un buen negocio si Iglesia católica cumple de nuevo su oficio sublime de
especulaban con el alza de las acciones del simbolismo. institutriz, de consoladora y de guía de la humanidad
civilizada». S e designa demostrativamente la tendencia
simbólica con el n o m b r e de « n e o - c a t ó l i c a » , y algunos simbolistas, denuncia casi en cada una de las páginas de su
críticos v e n en su aparición y sus é x i t o s la prueba de que libro La Literatura de ahora, á la ciencia, á causa de sus di-
el libre pensamiento está vencido por la fe. «El golpe de ferentes grandes pecados: «Es deplorable que nuestros s a -
vista más superficial s o b r e el estado del mundo, escribe bios no h a y a n comprendido, dice con su l e n g u a j e apoca-
M. E d o u a r d Rod, nos e n s e ñ a que en todos los dominios líptico, que al vulgarizar la c i e n c i a la descomponían (?),
nos hallamos en plena r e a c c i ó n » . Y más a d e l a n t e : «Yo que confiar á las memorias inferiores los principios, es ex-
creo en la reacción, en todos los sentidos que esta palabra ponerlos á las incertidumbres de interpretaciones sin auto-
e n c i e r r a ; pero ¿hasta dónde llegará esta r e a c c i ó n ? ; e s e ridad, de erróneos comentarios, de heterodoxas hipótesis;
es el s e c r e t o del mañana» puesto que es letra muerta, el V e r b o encerrado e n los
L o s alborozados heraldos de la nueva r e a c c i ó n pre- libros y los libros mismos pueden p e r e c e r — p e r o la c o -
guntan la causa de e s t e movimiento y hallan con extraña rriente que determinan, el soplo emanado de ellos l e s
unanimidad esta respuesta: los espíritus los mejores y sobrevive—y ¿qué h a c e r si han soplado sobre la t e m p e s -
los más cultos vuelven á la f e , porque han descubierto tad y desencadenado (!) las tinieblas? A h o r a bien: t a l e s
que la ciencia les h a engañado, que no ha cumplido lo el resultado m á s claro de todo e s t e fárrago de vulgariza-
que les había prometido. «El h o m b r e de e s t e siglo, dice ción... ¿No tocamos aquí (á propósito de la moral de las
M. Melchor de V o g ü é , h a adquirido en sí mismo una con- Fábulas de L a F o n t a i n e ) á la resultante natural de todo un
fianza muy e x c u s a b l e . . . E l mecanismo r a c i o n a l del mundo siglo de investigación psicológica, que fué una b u e n a edu-
se h a revelado á él por fin... E n la e x p l i c a c i ó n de las cosas cación de la razón, pero cuyos resultados objetivos é in-
se eliminó... todo el orden d i v i n o . . . P o r otra parte, ¿para mediatos no podían s e r m á s que la fatiga, la r e p u g n a n c i a '
qué investigar causas dudosas, cuando el funcionamiento misma y hasta la desesperación de razonar?... No ha
del universo y del hombre había llegado á ser tan claro mucho, la c i e n c i a h a b í a borrado la palabra: misterio; ha-
para el físico, para el fisiólogo?... E l menor defecto de bía, con el mismo trazo, tachado las palabras: belleza,
Dios e r a el de ser inútil; espíritus cultivados lo afirmaron, verdad, alegría, humanidad... E l misticismo h a recupe-
y todos los mediocres quedaron persuadidos; el siglo XVIII rado de la c i e n c i a intrusa y acaparadora no sólo todo lo
h a b í a inaugurado el culto de la R a z ó n : por un momento que aquélla le había sustraído, sino aun también quizá
se vivió e n la embriaguez de este milenario; luego des- alguna cosa de la propia parte de la c i e n c i a . L a r e a c c i ó n
pués vino la eterna desilusión, la ruina periódica de todo contra las n e g a c i o n e s insolentes y desoladoras de la lite-
lo que el hombre edifica sobre lo hueco de su razón... ratura científica... se h a producido... por medio de una
T u v o que confesarse á sí mismo q u e m á s allá del círculo imprevista restauración poética del catolicismo 1 » .
de las verdades conquistadas, r e a p a r e c í a el abismo de Otro g r a f ó m a n o , el autor del libro imbécil Rembrandt
i g n o r a n c i a , siempre t a n vasto, tan irritante» 2 . educador, disparata poco m á s ó menos del mismo modo:
M. Charles Morice, el teorizante y el filósofo de los «El interés por la ciencia, dice, y especialmente por la
ciencia de la naturaleza a n t e s tan popular, disminuye
actualmente en los amplios círculos de las g e n t e s a l e m a -
1 J u l c Huret, op. cit., pág. 14.
2 Vizconde E. M. de Vogüé, op. cit., págs. xix y ss.
1 Charles Morice, op. cit., págs. 5, 103, 177.
de verdad. Pretender que las gentes se apartan de la
ñas de buen tono... Estamos en cierto modo sobresatura-
ciencia porque el método «empírico», es decir el método
dos de inducción; tenemos sed de síntesis; los días de la
científico de la observación y del registro de los hechos,
objetividad se inclinan de nuevo hacia su fin, y la subje-
ha sufrido un naufragio, esto es ó una mentira conscien-
tividad llama, en desquite, á la puerta» í .
te, ó irresponsabilidad intelectual. U n espíritu sano y leal
M. Edouard Rod dice: «El siglo va transcurriendo sin debe casi avergonzarse por tener que probar esta propo-
cumplir todas sus promesas»; y unas cuantas líneas más sición. L a ciencia ha dado en los últimos períodos d e c e -
adelante habla otra v e z de «este siglo envejecido y des- nales, merced al análisis espectral, datos acerca de la na-
engañado» 2 . turaleza de los astros más lejanos, acerca de su composi-
En un escrito de poca extensión que ha llegado á ción material, su grado de calor, la rapidez y la dirección
ser una especie de evangelio de los imbéciles y de los de sus movimientos; ha establecido la unidad de todas las
idiotas, el autor, M. Paul Desjardins, se entrega á ata- formas de la fuerza y hecho muy verosímil la unidad de
ques continuos contra el «empirismo llamado cientí- la materia; está sobre la pista de la formación y del des-
fico», habla de los «negativos», entre los cuales coloca á arrollo de los elementos químicos, y nos ha enseñado á
los « empiristas ó mecanistas absorbidos en su única aten- comprender la construcción de las composiciones orgá-
ción hacia las fuerzas físicas y fatales », y proclama muy nicas, de una estructura tan complicada; nos muestra las
alto su propósito «de invalidar el valor del método em- relaciones de los átomos en la molécula y la posición de la
pírico» 3. molécula en el espacio; ha arrojado una luz sorprendente
Hasta un pensador serio, M. Fr. Paulhan, llega, en su sobre las condiciones de acción de la electricidad y ha
estudio acerca de las causas del neo-misticismo francés, puesto esta fuerza al servicio del hombre; ha renovado la
á la conclusión que la ciencia exacta se ha mostrado im- geología y la paleontología y puesto en claro el encade-
potente para satisfacer las necesidades de la humanidad. namiento de las formas de la vida animal y v e g e t a l ; h a
«Nos sentimos, dice, rodeados por un inmenso desconoci- creado la biología y la embriología, y por el descubrimien-
do en el cual pedimos por lo menos que se nos reserve to y el estudio de los microbios, ha puesto de relieve de
acceso. El evolucionismo, como el positivismo, ha ce- una manera penetrante algunos de los misterios más in-
rrado el paso... Por todas estas razones, el evolucionismo quietantes de la eterna transformación, de la enferme-
tenía, si bien dejando grandes ideas, que mostrarse im- dad, de la muerte; ha encontrado ó perfeccionado méto-
potente para bastar por sí solo á la dirección de los es- dos que, como la cronofotografía, la fotografía instantá-
píritus» ''. nea, etc., permiten descomponer y registrar fenómenos
Por abrumadora que pueda parecer esta unanimidad no directamente observables para los sentidos humanos y
de espíritus sólidos y dignos de estima y de grafómanos que prometen ser de los más fecundos bajo el punto de
imbéciles, no encierra sin embargo la más pequeña chispa ' vista del conocimiento de la naturaleza. ¡Y enfrente de
tan magníficos, de tan grandiosos resultados, cuya enu-
1 Rembrandt educador. Leipzig 1890, pág. 2. meración podría extenderse al doble ó al triple, hay gen-
2 Edouard Rod, Las Ideas morales del tiempo presente, París tes que se atreven á hablar de un naufragio de la ciencia
18Q2, pág. 66.
y de la impotencia del método «empírico»!
3 Paul Desjardins, El deber presente. París 1992, págs. 5, 8, 39.
4 Fr. Paulhan, El nuevo misticismo1 París 1891, pág. 120»
¡La ciencia no habría cumplido lo que ha prometido!
cualquiera, por ligero y poco preciso que sea, lo que
¿Cuándo ha prometido nunca otra cosa que observar leal-
probaría entonces que ese algo no puede ser incognosci-
mente y atentamente los fenómenos, y en lo posible, de-
ble, puesto que lo conocemos efectivamente, y nada en
terminar las condiciones en las cuales se producen' ¿Y no
e s t e caso justificaría la afirmación a priori que nuestro
ha cumplido esta promesa? ¿No la está cumpliendo de
conocimiento actual del objeto por escaso que sea, no se
continuo? El que ha esperado de ella que de la noche á l a
ensanchará ni se profundizará jamás; ó bien no tenemos
manana explique todo el mecanismo del universo como
ninguna idea, ni aun la más ligera, de lo incognoscible
un prestidigitador explica sus tramoyas que pretende ser
del filósofo, y en este caso no puede existir para nosotros;
maravillosas, no tiene ninguna idea de la misión real de la
toda la noción descansa sobre la nada, y la palabra es una
ciencia. L a ciencia no se permite ningún salto, ningún
creación ociosa de la fantasía que se echa á volar. P o d e -
vuelo; avanza paso á paso, tiende lentamente y paciente-
mos decir otro tanto del Ignorabimus; es lo contrario de
mente un puente sólido sobre lo desconocido, y no puede
la ciencia; no es la conclusión lógica de premisas bien
lanzar un arco nuevo sobre el abismo antes de haber
fundadas, no es el resultado de la observación, sino una
asentado un nuevo pilar en la profundidad y haberle ele-
profecía mística. Nadie tiene el derecho de dar como sien-
vado hasta la altura deseada.
do hechos, indicios acerca del porvenir; la ciencia puede
Mientras tanto, la ciencia no habla de la causa prime-
indicarlo que sabe hoy; puede también designar exacta-
ra de los fenómenos, cuando todavía tiene por estudiar un
mente lo que no sabe; pero decir lo que sabrá ó no sabrá
número tan grande de causas próximas. Bastantes repre-
un día, eso no es su función.
sentantes de los más eminentes de la ciencia llegan hasta
A buen seguro, el que exige de la ciencia que respon-
a declarar que la causa primera no será nunca el objeto
da imperturbable y audazmente á todas las preguntas de
de la investigación científica y la llaman, con Heriberto
los espíritus ociosos ó inquietos, será necesariamente des-
Spencer, «lo incognoscible.), ó prorrumpen, con D u Bois-
engañado por ella, puesto que ni quiere ni puede satisfa-
Reymond, en el desalentado: ¡Ignorabimus! Pero ambos
cer sus exigencias. L a teología, la metafísica, tienen na-
en esta ocasión, proceden de una manera completamente
turalmente un papel más fácil; inventan un cuento cual-
anti-cientifica, y prueban sencillamente que hasta pensa-
quiera y lo lanzan al público con una seriedad atolondra-
dores claros como Spencer y sabios prudentes como Du
da; si hay quienes no quieren creerles bajo palabra, insul-
Bois-Reymond, se encuentran todavía bajo el y u a 0 de
tan y amenazan al cliente indisciplinado, pero no pueden
la fantasía teológica. L a ciencia no puede hablar de un
probarle nada, no pueden obligarle á tomar como dinero
incognoscible sea el que quiera, puesto que esto presu-
contante y sonante sus pamplinas y cuentos de vieja. L a
pondría que se halla en estado de determinar exactamen-
teología y la metafísica no pueden nunca ser puestas en
te los límites de lo cognoscible, lo cual no puede hacer
apuro; nada les cuesta añadir más palabras á sus pala-
dado que cada nuevo descubrimiento los lleva más allá'
bras, juntar á una afirmación arbitraria otra afirmación,
la hipótesis de un incognoscible implica además la ad-
amontonar un dogma sobre otro dogma. El espíritu serio
misión del hecho que hay algo que no podemos conocer;
y sano, ávido de conocimiento real, no tendrá nunca la
ahora bien: ó tenemos, para poder afirmar seriamente la
ocurrencia de pedir que se lo proporcione á la metafísica
existencia de este algo, que tener de él un conocimiento
ó á la teología; á éstas se dirige solamente el cerebro de
niño cuyo deseo de saber ó más bien la curiosidad queda
plenamente satisfecha por el tono suavemente adormece- foidea con ayuda de un filtro Chamberland; que dando
dor de un cuento de nodriza. negligentemente una vuelta á una llave, inunda su cuar-
to de l u z eléctrica; que, valiéndose del teléfono, conversa
L a ciencia no entra en rivalidad con la teología y la
más allá de los mares con un ser q u e r i d o - e l simbo-
metafísica. Cuando éstas afirman que pueden explicar el
lista debe todo eso á esa ciencia que, á creerle á él, ha
fenómeno cósmico, la ciencia muestra que estas preten-
hecho bancarrota, y no á la teología á la cual afirma que
didas explicaciones son pura charlatanería; en cuanto á
ella, la ciencia se guarda naturalmente de substituir á un quiere volver de nuevo.
absurdo demostrado otro absurdo; dice modestamente: «he Exigir de la ciencia que no dé solamente aclaraciones
aquí un hecho, he aquí una hipótesis, he aquí una suposi- reales, aunque limitadas, y no ofrezca solamente bene-
ción; sólo un embaucador da más de lo que tiene». S i esto ficios palpables, sino que resuelva h o y , al instante, todos
no les basta á los neo-católicos, no tienen más que sen- los enigmas, que haga al hombre onmisciente, feliz, bue-
tarse y buscar por sí mismos nuevos hechos que les ayu- no—eso es absurdo. Semejante exigencia, la teología y
darán á aclarar las tinieblas angustiosas del fenómeno la metafísica nunca la han satisfecho: es sencillamente la
cósmico. Sería esa una prueba de verdadera sed de saber; forma intelectual de esa loca presunción que en el terre-
en la mesa de la ciencia hay sitio para todos, y cada uno no material se manifiesta por la sed de goces y el odio
de los que se asocian á las observaciones comunes es el del trabajo. El hombre sin posición social fija que aspira a
bienvenido. Pero esta idea no se les ocurre ni siquiera en disfrutar del C h a m p a g n e y de las mujeres, al ocio y a los
sueños á esos pobres de espíritu que repiten como papa- honores, y que acusa al orden social porque no da satisfac-
g a y o s lo de «la bancarrota de la ciencia». ¡ C h a r l a r e s ción á sus desordenados apetitos es hermano del simbolis-
de tal modo más fácil y cómodo que buscar y en- ta que reclama la verdad y rechaza á la ciencia porque esta
contrar! no le presenta á aquélla sobre una bandeja de oro. Uno y
otro revelan la misma inaptitud para penetrarse de la
Sí, es verdad; la ciencia no cuenta nada de una vida
realidad del universo y para comprender que no es posi-
después de la muerte, de conciertos de arpas en el P a -
ble alcanzar, sin trabajo físico, la fortuna, y sin esfuerzo
raíso, ni de la transformación de congrios y chochas his-
intelectual, la verdad. El hombre honrado que arranca
téricas en ángeles vestidos de blanco, con alas irisadas.
penosamente sus dones á la naturaleza; el sabio laborioso
S e contenta, á fuer de infinitamente más llana y prosai-
que abre, con el sudor de su frente, las fuentes del cono-
ca, con suavizar la existencia terreste del hombre; dismi-
cimiento, inspiran el respeto y una calurosa simpatía; no
nuye el término medio de la mortalidad y prolonga la vida
se puede, por lo contrario, sentir más que desprecio ha-
del individuo que no la contrarresta con sus propias locu-
cia los desocupados descontentos que esperan la riqueza
ras anti-higiénicas, suprimiendo las causas de enferme-
de un número de la lotería ó de la herencia de un tío, y
dades reconocidas; crea nuevas comodidades y facilita la
el conocimiento, de una revelación que ha de venir á ilu-
lucha contra las fuerzas destructoras de la naturaleza. El
minarlos sin ningún esfuerzo por su parte, en su cafe
simbolista que después de una intervención quirúrgica se
habitual, en el momento en que están ocupados en apu-
ve preservado por la asepsia de la supuración, de la gan-
rar sus bocks.
grena y de la muerte; que se protege contra la fiebre ti-
Los infelices majaderos que insultan á la ciencia la
aparta de ella por esta razón, no resiste ni un momento
echan también en cara el haber destruido el ideal y pri-
á la crítica; es una afirmación puramente sin ton ni son;
vado á la vida de su valor. Este reproche no es menos
este punto de partida del neo-catolicismo es absurdo,
estúpido que la imputación de bancarrota. No puede ha-
aunque los mismos simbolistas asegurasen una y cien v e -
ber ideal más alto que el acrecentamiento del conoci-
ces que la repugnancia hacia la ciencia era lo que les h a -
miento. ¿Qué leyenda de los santos es tan hermosa como
bía convertido en místicos. Las alegaciones que hasta un
la vida de un sabio que pasa su existencia encorvado so-
espíritu sano da sobre los móviles reales de sus acciones
bre su microscopio, casi sin necesidades físicas, conocido
no deben ser utilizadas sino con la más prudente crítica;
y estimado de pocas gentes, trabajando únicamente para
las que presenta un degenerado son absolutamente inuti-
satisfacción de su conciencia, sin otra ambición que la
lizables, puesto que en él las impulsiones de acción y de
de establecer acaso un solo nuevo hecho por pequeño que
pensamiento provienen de lo inconsciente, y la concien-
sea que un sucesor más feliz utilizará para una brillante
cia inventa después á posteriori, para las ideas y los actos
síntesis y engastará como una piedra de talla en un mo-
de los cuales ignórala real procedencia, razones especiosas
numento de la ciencia de la naturaleza? ¿Qué cuento re-
y hasta cierto punto plausibles. En todos los libros que
ligioso ha inflamado más sublimes mártires en el despre-
tratan de la sugestión, se citan casos correspondientes al
cio de la muerte, que un Gehlen, que sucumbe envenenado
caso típico de Charcot: se sume á una histérica en el sue-
al preparar el hidrógeno arsenioso descubierto por él; que
ño hipnótico y se la sugiere que al despertarse ha de dar
un Crocé-Spinelli, que encuentra la muerte en el globo
de puñaladas á uno de los médicos presentes; se la des-
que subió demasiado rápidamente, mientras él observaba
pierta, c o g e el puñal y se precipita sobre la víctima desig-
la presión atmosférica, por no mencionar á un Erenberg
nada; la arrancan el arma y la preguntan por qué quiere
que el trabajo de toda su existencia acabó por dejar cie-
matar al médico; la enferma responde sin vacilar: «porque
g o , á un Hyrtl, cuyas preparaciones anatómicas al subli-
me h a causado perjuicios»; nótese bien que le veía por
mado corrosivo casi le destruyeron la vista, á los médicos
primera v e z en su vida. Esta enferma sentía, estando
que se inoculan enfermedades mortales, á la legión casi
despierta, la necesidad de matar al médico; su conciencia
incalculable de los viajeros que se lanzan á los descubri-
no tenía ninguna idea de que esta necesidad le había sido
mientos en el Polo Norte y en el interior de los continen-
sugerida en el estado hipnótico. Q u e no se mata nunca
tes negros? Y un Arquímedes ¿no ha encontrado real-
sin motivo, es cosa que sabe la conciencia; obligada á
mente valor á la vida, cuando conjuraba así á los militaro-
encontrar el móvil de la tentativa de muerte, la concien-
tes de Marcellus: «No destruyáis mis círculos?» La verda-
cia acude inmediatamente al único razonable en el caso
dera y sana poesía, por su parte, ha reconocido siempre
dado y se imagina que ha llegado á la idea de cometer
esto, y sus figuras más ideales no son un hombre devoto
una muerte para v e n g a r s e de un perjuicio sufrido.
mascullando rezos con labios que babean, y contemplan-
do, con la mirada convulsa, una visión alucinatoria sino L a hipótesis de M. Paul Janet sobre la doble persona-
un Prometeo y un Fausto que luchan por la ciencia, es lidad ofrece una explicación de este fenómeno de la vida
decir por el conocimiento exacto de la naturaleza. psíquica: «Todo hombre, dice, presenta dos personalida-
des: una consciente y otra inconsciente; en el hombre
L a afirmación de que la ciencia no ha cumplido lo
normal son iguales, completas las dos, equilibradas; en el
que ha prometido y que la g e n e r a c i ó n ascendente se
histérico son desiguales, desequilibradas; una de las dos
no molesta á nadie; en cuanto á la libertad, es desagra-
personalidades, la primera generalmente, es incompleta,
dable para las clases superiores, que se quejan mucho de
la otra permanece perfecta » » . L a personalidad conscien-
la soberanía del pueblo y del sufragio universal; pero so-
te tiene la misión ingrata de inventar motivos para los ac-
portan, sin embargo, sin demasiada molestia una situación
tos de la inconsciente; es como en el conocido j u e g o en
atenuada, después de todo, por una administración curia-
que una persona hace los gestos mientras que otra dice
lesca, la tutela policiaca, el militarismo y la gendarmería y
las palabras correspondientes. En el degenerado desequi-
en la cual el populacho está todavía atado bastante corto.
librado la conciencia asume el papel de una madre un tan-
Pero la igualdad es para la clase poseedora una abomina-
to simiana que sabe encontrar excusas para las estúpidas
ción insoportable; es la única conquista de la gran R e v o -
y malignas travesuras de un niño mal criado; la persona-
lución que haya sobrevivido á todas las transformaciones
lidad inconsciente comete locuras y malas acciones, y la
ulteriores del régimen político, y h a y a quedado viva en
consciente, que asiste á ello impotente y no puede impedir-
el pueblo francés. Porque de la fraternidad, el francés no
las, trata de atenuarlas con toda clase de pretextos.
sabe gran cosa; su libertad, y a lo hemos dicho, tiene con
La causa del movimiento neo-católico no es pues que frecuencia por símbolo una mordaza; pero la igualdad
la juventud tenga que reprochar nada á la ciencia ó que - la posee efectivamente y está firmemente adherido á
jarse de ella en modo alguno. MM. de V o g ü é , Rod, Des- ella; el último de los vagabundos, el rufián de las gran-
jardins, Paulhan, que asignan semejante base al misticis- des ciudades, el trapero y el mozo de cuadra se creen v a -
mo de los simbolistas, le atribuyen arbitrariamente un ori- ler tanto como el aristócrata de sangre azul, y se lo dicen
g e n que no tiene; su misticismo es exclusivamente imputa- sin rodeos en su misma cara, cuantas veces se presenta
ble al estado de degeneración de los inventores de dicha la ocasión. Los motivos del fanatismo igualitario de los
tendencia; el neo-catolicismo tiene su.raíz en la emotividad franceses no son especialmente nobles; no resulta de un
y el misticismo, estos dos estigmas los más frecuentes y sentimiento de altiva virilidad ni de una afirmación de su
los más característicos de los degenerados. propio valer, sino de una baja envidia y de una intoleran-
Q u e también en Francia, en el país de Voltaire, el mis- cia malsana. ¡Nada tiene que sobresalir del nivel! ¡Nada
ticismo de los degenerados haya revestido frecuentemente ha de ser mejor, más bello ó tan sólo colocado más alto
la forma del fervor religioso, es cosa que puede, á prime-- que la vulgaridad del termino medio! A h o r a bien; en con-
ra vista, parecer extraña; pero el examen de las condicio- tra de este prurito de igualitarismo, se rebelan con una
nes políticas y sociales del pueblo francés, durante los úl- violencia apasionada las clases superiores, y ante todo las
timos períodos decenales hará fácilmente comprender este que la gran Revolución ha elevado á la cima.
hecho.
Los nietos de los siervos rurales que saquearon y des-
L a gran Revolución proclamó tres ideales:'Libertad,
truyeron los castillos señoriales, degollaron cobardemen-
Igualdad y Fraternidad. La fraternidad es una palabra ino-
te á sus habitantes y se apoderaron de sus tierras; los des-
cente que no tiene significación real, y por consiguiente
cendientes de los tenderos y de los zapateros remendones
1 Paul Janet, La Histeria y el Hipnotismo, según la teoría de de las ciudades que se enriquecieron gracias á la política
¡a doble personalidad. Revista científica, 1888, primer volumen, pá- de las plazuelas y de los clubs, á la especulación sobre los
gina 616.
bienes nacionales y los asignados, como también á los
fraudes en los suministros militares, no quieren que se Al hacer esto, alejó de ella á los espíritus más inteligen-
les confunda con la muchedumbre; quieren formar un Es- tes, más vigorosos y más cultivados, y empujó al socialis-
tado privilegiado; quieren que se les reconozca como una mo á muchos j ó v e n e s que, siendo radicales en materia de
casta superior. Buscaron con este objeto una señal distin- pensamiento filosófico, pero conservadores bajo el punto
tiva que hiciera v e r inmediatamente en ellos á los miem- de vista económico y poco apasionados por la igualdad, se
bros de lo más florido de la sociedad y la encontraron en hubieran convertido en una fuerza protectora de una bur-
el clericalismo. guesía librepensadora. El socialismo, con efecto, al lado
S e comprende esta preferencia. L a muchedumbre, so- de sus doctrinas económicas radicales y de sus teorías
bre todo las de las ciudades, es en Francia absolutamente igualitarias imposibles, representa la emancipación del
incrédula, y la vieja nobleza histórica que en el siglo XVIII pensamiento.
se engreía de su irreligión, h a salido muy piadosa del Pero no nos toca j u z g a r aquí si el mimetismo religioso
cataclismo de 1789, porque comprendió ó sospechó la re- de la burguesía francesa, destinado á hacerla semejante á
lación íntima entre las ideas y símbolos antiguos de la fe, la nobleza histórica, ejercerá ó no la acción protectora es-
la realeza y la nobleza feudal. Por su clericalismo, los ad- perada; establezco sencillamente el hecho de este mime-
venedizos establecían pues á la v e z un contraste entre tismo. T i e n e por resultante que todos los ricos advenedi-
ellos y la muchedumbre de la cual querían separarse, y zos que se las echan de grandes señores envían á sus
una semejanza con la casta en el seno de la cual ardían hijos á las escuelas de jesuítas. Ser educado por los jesuí-
en deseos de deslizarse ó de hacer irrupción. tas es una señal de casta, casi como formar parte del Jo-
L a experiencia enseña que el instinto de conservación key Club. Los antiguos alumnos de los jesuítas forman una
es con frecuencia el peor consejero en las situaciones pe- francmasonería negra que protege con celo á sus patroci-
ligrosas; el hombre que no sabe nadar y que se cae al nados en todas las carreras; los casa con muchachas ri-
agua, levanta involuntariamente los brazos, lo cual tiene cas, acude en su ayuda en las situaciones escabrosas,
por resultado que la cabeza se hunde y que se ahoga, oculta sus faltas, echa tierra á los escándalos, etc. Ahora
mientras que mantendría la boca y la nariz fuera del agua bien; los jesuítas son los que en estos últimos años han
si dejara tranquilament j los brazos y las manos debajo tomado á empeño inculcar su propia manera de pensar á
de ella;, el mal jinete que no se siente seguro de sí mis- la juventud dorada de F r a n c i a q u e les ha sido confiada.
mo sube ordinariamente las piernas y se cae infalible- Los jóvenes estos llevaron á las escuelas católicas un ce-
mente, mientras que conservaría verosímilmente el equi- rebro hereditariamente defectuoso é inclinando por con-
librio si las mantuviera extendidas. D e este modo, la bur- siguiente al misticismo, y las escuelas de que se trata no
guesía francesa, que sabe perfectamente que ella es quien tardaron en dar al pensamiento místico de los jóvenes de-
se ha apoderado de los frutos de la g r a n Revolución y ha generados el color religioso. No consignamos una hipóte-
enviado á paseo con las manos vacías al cuarto estado sis arbitraria, sino un hecho: M. Charles Morice, el teori-
que la hizo él sólo, ha escogido, al tomar el clericalismo zante estético y el filósofo de los simbolistas, ha'recibido,
como tradición social, el peor de los medios para mante- según atestiguan sus amigos, su educación en los cole-
nerse en posesión de los bienes y privilegios mal adqui- gios de jesuítas '; así como MM. Luis L e Cardcnnel; En-
ridos y para sustraerse al igualitarismo contra naturaleza. 1 Morhardt, ol>. cit., pág. 769.
rique de Regnier y otros. Los jesuítas han encontrado la
frase de la «bancarrota de la ciencia», y sus alumnos la todos y resultados, la muchedumbre nunca ha sabido
repiten como papagayos, porque encierra una explicación nada; en un momento dado, la ciencia ha estado á la moda;
plausible de su fantasear religioso, cuyas verdaderas ra- por aquel tiempo los periódicos escribían diariamente:
zones orgánicas no conocen, y que por otra parte no «Vivimos en una época científica»; las noticias del día da-
comprenderían aun en el caso que las conocieran. «Vuel- ban cuenta de los viajes y de los matrimonios de los sa-
vo á la fe porque la ciencia no me satisface», esa es una bios, las novelas de folletín hacían ingeniosas alusiones á
cosa que se puede decir; hasta tiene buen tono, puesto que Darwin, los inventores de bastones elegantes y de perfu-
deja sospechar la sed de la verdad y la noble preocupa- mes bautizaban á sus productos «perfume de evolución»,
ción por los grandes problemas. Por el contrario, difícil- ó «juncos de selección», y las gentes que presumían sin
mente nadie confesará esto: «Me siento apasionado por la fundamento de cultura tomaban en serio su papel de fan-
Santísima Trinidad y la Santa V i r g e n , porque soy un de- farrones del progreso y de la emancipación intelectual.
generado y mi cerebro es incapaz de atención y de pen- Hoy los círculos sociales que dan el tono de la moda y
sar con claridad». los periódicos que tratan de serles agradables, decretan
Q u e el argumento de los jesuítas, tal como lo expo- que y a no es la ciencia, sino la fe lo que constituye el
nen MM. de V o g ü é , Rod y otros, haya podido encon- chic; inmediatamente las noticias de las publicaciones del
trar también crédito fuera de los círculos eclesiásticos y boulevard se consagran á contar anécdotas picantes a c e r -
de los jóvenes degenerados, hasta el punto que hoy se ca de los predicadores, en los folletines se cita la Imita-
oyé repetir á los espíritus semi-cultos: «la ciencia está ción de Jesucristo, los inventores se presentan con ricos re-
vencida; á la religión pertenece el porvenir», es cosa es- clinatorios y recomendables rosarios, y el filisteo siente
trechamente ligada á las idiosincrasias de la muchedum- con profunda unción la flor maravillosa de la fe germinar
bre. Esta no se remonta nunca á los hechos, sino que re- y abrirse en su corazón. En cuanto á sus adeptos reales,
pite las frases hechas que ha oido decir; si tuviera en la ciencia no ha perdido ni uno sólo; en desquite, es na-
cuenta los hechos, sabría que el número de las Facultades tural que la plebe de los salones, para la cual nunca ha
de ciencias, de los profesores y de los discípulos, de las sido más que una cuestión de moda, le vuelva la espalda,
revistas y libros, de los suscriptores y lectores, de los labo- obedeciendo el más mínimo mandato de un sastre ó de una
ratorios, de las sociedades científicas y de las comunica- modista.
ciones á las Academias, aumenta de año en año. Puede H e ahí por lo que se refiere al neo-catolicismo que se
probarse con cifras que la ciencia, lejos de perder terreno quiere presentar, sea por razones de partido, sea por ig-
lo va ganando continuamente; pero á la muchedumbre no norancia y por snobismo, como un movimiento intelectual
se le importan estadísticas precisas; deja tranquilamente serio de la época.
que unos cuantos periódicos escritos principalmente para Mas el simbolismo no pretende ser solamente una vuel-
que los lean miembros de círculos y rameras doradas y en ta á la fe, sino también una nueva teoría del arte y de la
los cuales los alumnos de las escuelas católicas han halla- poesía. Examinemos pues igualmente este lado de su
do acceso, la sugieran la idea de que la ciencia retrocede esencia.
ante la religión. D e la ciencia misma, de sus premisas, mé- Si queremos ante todo saber lo que los simbolistas
se representan con el nombre de símbolo y^de simbolis-
rao, t r o p e z a m o s c o n l a s m i s m a s d i f i c u l t a d e s q u e cuando-
p a r n a s i a n o s y l a m a y o r p a r t e d e los r o m á n t i c o s c a r e c í a n
s e h a t r a t a d o d e d e t e r m i n a r e l v e r d a d e r o s e n t i d o de p r e -
d e símbolos e n c i e r t o s e n t i d o . . . D e a h í e l e r r o r d e l c o l o r
rafaelismo, y e s t o p o r la m i s m a r a z ó n , y e s q u e los i n -
local e n l a h i s t o r i a , e l m i t o empequeñecido por una falsa
ventores de estas denominaciones han pensado en cien
interpretación filosófica, el pensamiento sin a p e r c e p c i ó n
c o s a s d i f e r e n t e s , c o n t r a d i c t o r i a s e n t r e sí y p o c o c l a r a s , ó.
de l a s a n a l o g í a s , e l s e n t i m i e n t o r e t i r a d o de la a n é c d o t a » .
bien no han pensado en nada absolutamente. U n inge-
O i g a m o s á a l g u n o s p o e t a s de s e g u n d a fila del g r u p o :
nioso y hábil periodista, M. J u l e s Huret, h a h e c h o un in-
«El a r t e , d i c e M. P a u l A d a m , y o lo d e f i n i r í a : l a i n s c r i p -
f o r m e a c e r c a del n u e v o m o v i m i e n t o l i t e r a r i o e n F r a n c i a ,
c i ó n de un d o g m a e n u n s í m b o l o ; e s u n m e d i o p a r a h a c e r
y h a o b t e n i d o de sus p r i n c i p a l e s r e p r e s e n t a n t e s d a t o s que
p r e v a l e c e r un s i s t e m a y d a r v e r d a d e s á l u z » . M. R e m y
nos dan á c o n o c e r suficientemente el sentido que atribu-
4 e Gourmont confiesa lealmente: « E n cuanto á descubrir
y e n ó p r e t e n d e n a t r i b u i r á l a s e x p r e s i o n e s d e su p r o g r a -
la s e c r e t a s i g n i f i c a c i ó n d e e s t e v o c a b l o ( l a p a l a b r a simbo-
ma 1 . Voy á r e p r o d u c i r a q u í a l g u n a s de e s t a s d e c l a r a -
listasj, y o no s a b r í a h a c e r l o : n o soy n i t e o r i z a n t e n i a d i -
c i o n e s . L o q u e e s e l s i m b o l i s m o n o nos lo e n s e ñ a r á n , n a -
vino». M. S a i n t P o l - R o u x el-Magnífico pronuncia esta pro-
turalmente; pero nos permitirán penetrar en el pensa-
funda a d v e r t e n c i a : « Q u e s e t e n g a c u i d a d o ; e l s i m b o l i s m o
m i e n t o d e los s i m b o l i s t a s .
e x a s p e r a d o v i e n e á p a r a r e n el n o m b r i l i s m o y e n el e p i -
M . S t é p h a n e M a l l a r m é , e l j e f e del r e b a ñ o s i m b o l i s t a d é m i c o m e c a n i s m o . . . E s t e simbolismo t i e n e a l g o d e p a r o -
m e n o s discutido p o r los a d e p t o s , s e e x p r e s a e n e s t o s t é r - dia del m i s t i c i s m o . . . El simbolismo exclusivo es anormal
minos: «Nombrar un objeto es suprimir l a s t r e s c u a r t a s e n n u e s t r o siglo c o n s i d e r a b l e de c o m b a t i v a actividad.
p a r t e s del g o c e del p o e m a , q u e c o n s i s t e e n la a l e g r í a de Consideremos pues e s t e a r t e d e t r a n s i c i ó n c o m o u n a in-
a d i v i n a r p o c o á p o c o ; sugerirlo, h e a h í el i d e a l s o ñ a d o . E l geniosa j u g a r r e t a contra el naturalismo, y también c o m o
p e r f e c t o e m p l e o de e s t e m i s t e r i o e s lo q u e c o n s t i t u y e el un p r o d r o m o de la p o e s í a de m a ñ a n a » .
s í m b o l o ; e v o c a r p o c o á p o c o u n o b j e t o p a r a m o s t r a r un
D e los t e o r i z a n t e s y de l o s filósofos del g r u p o , d e b e -
e s t a d o de a l m a , ó i n v e r s a m e n t e , e s c o g e r un o b j e t o y des-
mos e s p e r a r i n f o r m e s m á s c o m p l e t o s s o b r e sus m e d i o s y
p r e n d e r d e él u n e s t a d o de» a l m a p o r m e d i o de u n a s e r i e
sus o b j e t i v o s . M . C h a r l e s M o r i c e n o s e n s e ñ a , c o n e f e c t o :
de descifraciones».
« E n c u a n t o a l símbolo, e s l a m e z c l a d e l o s o b j e t o s q u e
S i el lector no c o m p r e n d e p o r l a simple l e c t u r a e s t e han suscitado nuestro sentimiento, y d e nuestra alma, en
e n c a d e n a m i e n t o de p a l a b r a s o b s c u r a s , n o t i e n e p a r a q u é una ficción. E l m e d i o e s la s u g e s t i ó n ; se t r a t a d e d a r á
detenerse á descifrar el e n i g m a ; y o traduciré m á s ade- las g e n t e s el r e c u e r d o d e a l g u n a c o s a q u e n u n c a han
l a n t e el b a l b u c e o d e e s t e p o b r e de e s p í r i t u e n e l l e n g u a j e v i s t o » . Y M. G u s t a v o K h a n d i c e : « P a r a mí p e r s o n a l m e n -
c o r r i e n t e de los h o m b r e s sanos. te, el a r t e simbólico sería inscribir en un ciclo de o b r a s ,
M . P a u l V e r l a i n e , otro g r a n s a c e r d o t e d e la s e c t a , d a en lo p o s i b l e , t o d a s las m o d i f i c a c i o n e s y v a r i a c i o n e s inte^
la contestación que transcribo: « Y o soy q u i e n , e n i 8 8 5 , l e c t u a l e s de u n p o e t a , e n a m o r a d o de u n o b j e t o determi-
h e reclamado para nosotros el n o m b r e de simbolistas. L o s nado p o r é l » .
S e h a n e n c o n t r a d o y a e n A l e m a n i a u n o s c u a n t o s im-
1 Jules Huret, Informe acerca de la evolución literaria, Pa- béciles é idiotas, algunos histéricos y grafómanos, que
rís, 1891.
p r e t e n d e n c o m p r e n d e r e s t a c h a r l a y la r e p i t e n á su v e z
EL MISTICISMO

como papagayos en conferencias, artículos de periódicos


mo, se encara de esta manera con sus discípulos, en un
y libros. El filisteo alemán, al cual se ha predicado desde
momento de sinceridad: «Son patanes que llevan cada
tiempo inmemorial el desprecio de la «vulgaridad» es
cual su estandarte en el que h a y escrito: /Reclamo/».
decir del buen sentido, y la admiración de la «profundi-
M. Henri de Regnier piensa con indulgencia: «Ellos (los
dad», es decir, por regla general, del hervor impotente
simbolistas) experimentan la necesidad de alinearse bajo
de cerebros mucilaginosos y gelatinosos incapaces de pen-
una enseña común para luchar juntos más eficazmente
sar, se vuelve visiblemente inquieto y comienza á pre-
contra los satisfechos». M. Emilio Zola habla de ellos
guntarse si detrás de estas sartas de palabras absoluta-
como de una «bandada de tiburones que, no pudiendo co-
mente desprovistas de sentido, no se oculta sin embaro-o
mérsenos á nosotros, se comen los unos á ios otros». M. Jo-
alguna cosa. En Francia no han caído en el lazo tendido
seph Caraguel denomina la literatura simbolista «una
por infelices majaderos y por farsantes de sangre fría y
literatura de gemidos de recién nacido, de balbuceo, de
as gentes han reconocido el simbolismo como lo que és-
vaguedad en el espíritu; una literatura de antes de los
locura o charlatanismo. Encontraremos estas calificacio-
bufones cantores del Soudan». Edmundo Haraucourt echa
nes en labios de representantes autorizados de todas las
de ver claramente el objetivo que se proponen los simbo-
tendencias literarias.
listas: «Hay un partido de descontentos y de gentes que
«Los simbolistas, exclama M. Jules Lemaítre, eso n o
tienen prisa. ¡Es un boulangismo literario!; ¡hav que vivir!
existe... No saben ellos mismos lo que son ni lo que quie-
Quieren ocupar un sitio, ser notorios, ó notables; golpean
ren; es alguna cosa que está ahí, debajo de tierra, que se
el tambor, que no es ni siquiera un bombo... He ahí su ver-
menea, que bulle, pero que no sale á rás del suelo, ¿com-
dadero símbolo: « Fardo urgente». ¡Todo el mundo toma el
prendéis? Cuando, con gran trabajo, han producido alguna
rápido. Destino: la gloria!» M. Pierre Quillard afirma «que
cosa, quieren edificar alrededor fórmulas y teorías, pero
no hay escuela simbolista y que con este nombre se ha
como no tienen el género de inteligencia que hace falta
reunido arbitrariamente á poetas del más positivo talento
para eso, no lo logran... Son unos guasones, con una par-
y á puros imbéciles». M. Gabriel Vicaire trata «sus... pro-
te de sinceridad, lo concedo, pero guasones». M. Josephin
clamas de puras bromas de colegiales». M. Laurent Tail-
Peladan los trata de «curiosos pirotécnicos de métrica y
hade en fin, uno de los principales simbolistas, descubre
léxica (los cuales) se agrupan para abrirse camino y se
el secreto: «No atribuí nunca á estos j u e g o s otro valor
apellidan estrafalariamente para darse á conocer». M Tu-
que el de una diversión pasajera; ensayamos sobre la in-
les Bois es mucho más enérgico: «Gestos incoherentes
teligencia complaciente de algunos debutantes literarios
clamores b a l b u c i e n t e s - e s o s son los decadentes simbohsl
la mixtificación de las vocales coloreadas, del amor teba-
tas... Cacofonía de salvajes que hubieran hojeado una
no, del schopenhauerismo y de otras cuantas cuchufletas,
gramática inglesa y un léxico de viejas palabras caídas
las cuales más tarde se han abierto camino por el mundo».
en desuso Si alguna v e z supieron alguna cosa', afectan
Hasta en Alemania, y a lo hemos dicho.
olvidarla. Vagos, incorrectos, obscuros, tienen la seriedad
de los augures... Vosotros, simbolistas decadentes, nos Pero injuriar no es explicar, y si hay el derecho de
mixtiftcais con una sintaxis rimbombante y pueril» El poner, con toda energía, en el sitio que les corresponde
mismo Paul Verlaine, uno de los inventores del simbolis- á charlatanes conscientes que, al modo de los sacamue-
las, hacen en las ferias el papel del hombre salvaje para
sacar los cuartos á los papanatas, la cólera y la burla, tra-
por objeto comunicar un pensamiento determinado,. sino
tándose de imbéciles sinceros, no están en su l u g a r . ' S o n
que tiene que ser sencillamente el pálido reflejo de su
enfermos ó inválidos que, como tales, no merecen más que
crepúsculo intelectual. Esto es lo que quiere decir M. S t é -
piedad; sin duda hay que poner al desnudo el mal que les
phane Mallarmé al expresarse en estos términos: «Nom-
aqueja; sólo que, desde Piael, los tratamientos rigurosos
brar un objeto es suprimir las tres cuartas partes del
están abolidos hasta en los asilos de dementes.
goce... Sugerirlo, he ahí el ideal soñado».
Los simbolistas, en tanto que degenerados é imbéciles
El pensamiento de un cerebro sano tiene, además, un
sinceros, no pueden pensar sino de una manera mística
curso regulado por las leyes de la lógica y la inspección
es decir vaga. L o inconsciente es en ellos más fuerte que
de la atención; toma por contenido un objeto determi-
lo consciente, la actividad de los nervios orgánicos predo-
nado, lo labra y le da forma y lo agota. El hombre sano
mina sobre la de la corteza cerebral gris, sus emociones
puede contar lo que piensa, y su narración tiene un prin-
son dueñas de sus apercepciones. Cuando gentes de esta
cipio y un fin; el imbécil místico, por lo contrario, piensa
clase tienen el instinto poético y artístico, quieren natu-
únicamente con arreglo á las leyes mecánicas de la aso-
ralmente expresar su propio estado de espíritu. No pue-
ciación de ideas, sin atención á un hilo conductor; tiene
den emplear palabras precisas de significación clara, por-
una f u g a de ideas; no puede nunca indicar exactamente
que no encuentran en su propia conciencia apercepciones
en qué piensa, no puede más que designar la emoción que
claramente dibujadas y unívocas que puedan ser compren-
domina momentáneamente en su conciencia; no puede
didas dentro de semejante palabras; escogen por consi-
más que decir en general: « Estoy triste », « estoy alegre »,
guiente palabras vagas interpretables á capricho, por-
«estoy enternecido», «tengo miedo»; su pensamiento está
que responden mejor á sus apercepciones que son de
lleno de apercepciones nebulosas, fugitivas y flotantes
la misma naturaleza. Cuanto más indecisa y más obscura
que reciben su colorido de la emoción reinante, del mis-
es una palabra, tanto mejor se presta á las necesidades
mo modo que el humo que sale de un cráter reviste el
del imbécil, y esto, como sabemos, va tan lejos en el de-
brillo de la llama que hierve en el fondo del abismo vol-
mente, que halla para su apercepción que ha llegacío á
cánico. Si escribe poesías, no desarrollará pues nunca
ser en absoluto informe palabras nuevas que no son ya
una serie lógica de ideas, sino que tratará de representar,
solamente obscuras, sino que no tienen ningún sentido.
con palabras obscuras de un colorido emocional determi-
Y a hemos visto que para los degenerados típicos lo real
nado, una emoción, una «disposición de espíritu». Por es-
no tiene ninguna significación; me basta con recordar so-
to, lo que él aprecia en las obras poéticas, no es una narra-
lamente las observaciones anteriormente citadas de Ros-
ción clara, la exposición de una idea determinada, sino
setti, Charles Morice, etc., sobre este punto. El lenguaje
tan sólo el reflejo de una disposición de espíritu que sus-
claro sirve para Ja comunicación de lo real; no tiene por
cita en él otra, no necesariamente la misma. Los degene-
consiguiente ningún valor para el degenerado, el cual no
rados se dan perfectamente cuenta de esta diferencia en-
estima más que el lenguaje que no le obliga á seguir con
tre una obra que expresa un trabajo vigoroso de pensa-
atención el pensamiento del que habla, sino que le per-
miento y otra en que flota sencillamente una fuga de ideas
mite entregarse libremente al vagabundeo de sus propias
con tinte emocional, y buscan de intento una expresión
fantasías, del mismo modo que su propio lenguaje no tiene
distintiva para el género de poesía que sólo ellos pueden
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comprender. En Francia pues, han encontrado para de- hasta del observador absolutamente ajeno á la ciencia.
s a n a r l o la palabra simbolismo. P o r faltas de sentido que Si examinamos el retrato del poeta por Eugenio C a -
parezcan las explicaciones dadas por los mismos simbo- rrière 1 , c u y a fotografía precede al tomo de las poesías
listas de su santo y seña, el psicólogo distingue sin em- escogidas del autor, y singularmente el retrato expuesto
bargo claramente en su balbuceo y tartamudez que en 1892 por M. Aman-Jean en el Salón del Campo de
por un símbolo, entienden una palabra ó una serie de pa- Marte, notamos al primer golpe de vista la pronunciada
labras que expresan no un hecho del mundo exterior ó asimetría del cráneo que Lombroso ha señalado en los
del pensamiento consciente, sino una apercepción cre- degenerados 2 , y la fisonomía mongoloidea, caracteriza-
puscu ar que admite interpretaciones diversas y no obli- da por los pómulos salientes, los ojos oblicuos que miran
ga al lector á pensar, sino que le permite soñar, es decir de través y la barba rala, que el mismo sabio considera
que transmite « disposiciones de espíritu » ó emociones va como un estigma de degeneración 3 .
gas, y no procesos intelectuales.
La vida de Verlaine está envuelta en el misterio, pero
El gran poeta de los simbolistas, su modelo admirado se sabe sin embargo por sus propias confesiones, que ha
aquel del cual han recibido, según su confesión unánime' estado dos años en la cárcel. En la poesía titulada: Escrito
a mas fuerte impulsión, es Pablo Verlaine. En este hom- en 1875 5 refiere extensamente, y no sólo sin avergon-
bre encontramos reunidos, de un modo asombrosamente zarse, sino con un abandono alegre y aun ufano, como un
completo, todos los estigmas físicos é intelectuales de la verdadero criminal de profesión 3 :
degeneración, y á ningún escritor, que yo sepa, pue-
den aplicarse tan á la letra rasgo por rasgo como á él, á «He habitado no ha mucho el mejor de los castillos
sus exterioridades somáticas, á la historia de su vida á En el más delicado país de agua corriente y de ribazos:
su pensamiento, á su mundo de ideas y á su lenguaje es- Cuatro torres se erguían sobre la fachada de otras tantas alas,
pecial, las descripciones que los clínicos hacen de los de- Y yo he por largo tiempo habitado en una de ellas. . . .
generados. M. Jules Huret describe así la figura exterior Un cuarto bien cerrado, una mesa, una silla,
de Verlaine: «Su cabeza de ángel malo envejecido, de Un lecho estricto, lo preciso para poder dormir á gusto...
Tal fué el lote de mi destino durante los largos meses que allí p a s é . . .
barba inculta y escasa, de nariz brusca (?); sus cejas es-
. . .Era feliz con aquella vida,
pesas y erizadas como las aristas de espiga que encubren
Agradeciendo bienes que nadie, seguramente, envidia».
una mirada verde y profunda; su cráneo enorme y oblon-
g o completamente denudado, atormentado por chichones
enigmáticos, eligen en esta fisonomía la aparente y cho-
' Paul Verlaine, Poesías escogidas, París, 1891.
cante contradicción de un ascetismo testarudoy de apeti- 2 Lombroso, El hombre criminal, págs. 169, 181.
tos ciclópeos» i. Como resalta en estas expresiones ridicu- 3 Lombroso, El hombre criminal, pág. 226.
lamente afectadas y en parte completamente absurdas, la
irregularidad del cráneo de Verlaine, lo que M. Huret
3 Traduzco literalmente los versos que siguen y los demás
que contiene la obra, pues que se trata de ejemplos por los cuales
llama los «chichones enigmáticos», ha saltado á la vista el autor pone de relieve y refuerza su argumentación. Para dar idea
de la belleza de algunos trozos poéticos, singularmente de Ver-
laine, sería necesario una traducción literaria y , por ende, comple-
' J u l e s Huret, op. cit., pág. 65. tamente libre. (N. del T.j
alma con que un hombre sano realiza acciones indiferen-
En las estrofas que tienen por título Un cuento dice
esto: tes ó virtuosas; después que los ha perpetrado está abso-
lutamente satisfecho de sí mismo, mientras que el impul-
« . . . Este gran pecador tuvo una conducta sivo conserva la plena conciencia de la abyección de su
L o c a , hasta el punto de llegar á ser demasiado torpe,
acto, lucha desesperadamente contra su instinto hasta
Y de hacer que los Tribunales i n t e r v i n i e s e n - ^ l a s consecuencias! que y a no puede resistirlo, y experimenta después del
Y ¿le veis en el más estrecho de los encierros? acto la más terrible desesperación y un gran arrepenti-
¡Celdas! ¡Prisiones humanitarias! Hay que callar miento. Unicamente un «impulsivo» habla de sí mismo
Vuestro horror empalagoso y ese progreso de hipocresía. . . » con tono de recriminación, como del Unico Perverso (pá-
gina 71), ó encuentra las notas contritas de los primeros
S e h a sabido después que hubo una forma de ero-
tismo en el fondo de la condena de Verlaine, lo cual no sonetos de Sabiduría'.
puede sorprender, puesto que el carácter especial de su «¡Hombres durosl ¡Vida atroz y fea de aquí abajo!
degeneración es un erotismo locamente ardiente. Sueña ¡Ah! que á lo menos, lejos de los besos y de los combates,
de continuo con la lujuria, y su espíritu está sin cesar re- Alguna cosa permanezca aún sobre la montaña,
bosando en imágenes lascivas. No tengo en modo alguno Alguna cosa del corazón de niño y sutil,
el propósito de citar aquí trozos en los cuales se mani- ¡Bondad, respeto! puesto ¿qué es lo que nos acompaña,
fiesta el repugnante estado de alma de este desgraciado Y en verdad, cuando la muerte llegará, ¿qué queda? . . .
esclavo de sus sentidos enfermizamente excitados; me
Cierra los ojos, pobre alma, y vuelve en tí en seguida:
contentaré con señalar á los lectores que deseen estas in-
Una de las peores tentaciones. Luego lo infame. . .
dicaciones las poesías tituladas Las Conchas, Prostituta y
¿Si la vieja locura estuviera todavía en camino? . . .
Auburn i.
¿Va á haber que matar otra vez estos recuerdos?
No es el erotismo su especialidad única; Verlaine es ¡Un asalto furioso, el supremo, sin duda!
también un dipsómano y , como era de esperar en un de- ¡Oh, ve á rezar para aplacar la tormenta, ve á rezar! . . .
generado, un dipsómano paroxístico q u e , al despertar de Hacia la Edad Media, enorme y delicada (?),
su embriaguez, siente apoderarse de él un profundo asco Sería necesario que mi corazón al pairo navegase,
del veneno alcohólico y de sí mismo, y habla ( e n la pri- Lejos de nuestros días de espíritu carnal y de carne triste. . . .
mera composición de La buena Canción) de los «brebajes
Y que allí yo tuviese parte
execrados»; pero, en la primera ocasión, sucumbe de
en la cosa vital,.
nuevo á la tentación. Y que yo fuese un santo, actos buenos, pensamientos rectos,
No existe sin embargo locura moral en Verlaine. Alta teología y sólida moral,
Peca por un instinto irresistible; es un «impulsivo». Lo Guiado por la locura única de la Cruz,
que distingue estas dos formas de degeneración es que el Sobre tus alas de piedra, ¡oh, loca Catedral!»
loco moral no considera sus crímenes como algo malo ni
Como lo muestran estos ejemplos, el compañero ordi-
pernicioso, que los comete con la misma tranquilidad de
nario del erotismo enfermizo, el fervor religioso, no está
Paul Verlaine, op. cit., págs. 72, 315, 317. tampoco ausente de las obras de Verlaine. Este fervor
reviste por lo demás, en muchas otras poesías una expre- Por Ella hay que amar á nuestros enemigos;
sión mucho más precisa; me limitaré á citar estrofas ca- Por Ella he consagrado este sacrificio,
racterísticas entresacadas de otras dos poesías de SabÁ Y la dulzura de corazón y el celo en el servicio,
auna A l rezarla yo, Ella los ha permitido.

«¡Oh, Dios mío, me habéis herido de amor, Y como yo era débil y todavía un mal hombre,
Y la herida esta aún vibrante, De manos cobardes, los ojos deslumhrados en los caminos,
¡Oh, Dios mío, me habéis herido de amor! Ella besó mis ojos y me juntó las manos,
y me enseñó las palabras con las cuales se adora».
¡Oh, Dios mío, vuestro temor me ha tocado,
Y la quemadura la tengo aquí, que truena, (?)' Las cuerdas que Verlaine toca aquí son muy conoci-
(Obsérvense estas expresiones y estas repeticiones constantes.) das en la clínica psiquiátrica. Hay que poner al lado de
¡Uh, Dios mío, vuestro temor me ha tocado! estos desahogos la descripción que hace Legrain de uno
^ ¡Oh, Dios mío, he conocido que todo es vil, de sus enfermos: «De continuo son Dios, la Virgen, una
Y vuestra gloria en mí se ha instalado, prima suya, quienes aparecen en sus discursos» (se trata
¡Oh, Dios mío, he conocido que todo es vil! de una manía hereditaria padecida por un cobrador de
ómnibus). «Ideas místicas vienen á completar la escena;
Ahogad mi alma en los raudales de vuestro vino;
Fundid mi vida con el pan de vuestra mesa; habla de Dios, del cielo, hace la señal de la cruz, se per-
Ahogad mi alma en los raudales de vuestro'vino. signa, se arrodilla, dice que sigue la ley del Cristo» (el
objeto de la observación es un jornalero); «el diablo quie-
H e aquí mi sangre que no he vertido
He aquí mi carne indignada por el sufrimiento,
re tentarme, pero veo á Dios que me protege; es preciso
H e aquí mi sangre que no he vertido». que oréis por mí, he pedido á Dios que bendiga á todo el
mundo, etc.» l .
S i g u e la enumeración extática de todas las partes del L a perpetua alternativa de disposiciones opuestas en
" cuerpo que ofrece á Dios en sacrificio, y luego el poema Verlaine, esta manera regular de pasar súbitamente del
acaba de este modo:
celo bestial á la devoción extática y del pecado al arrepen-
«Conocéis todo esto, todo esto, timiento, han llamado la atención hasta de observadores
que soy más pobre que nadie. que no conocen la significación de este fenómeno. «Es,
Conocéis todo esto, todo esto. dice M. Anatole France, tan pronto creyente como ateo,
Pero lo que yo tengo, Dios mío, yo os lo doy». ortodoxo é impío» 2 . Sí, Verlaine es todo eso, pero ¿por
qué? Sencillamente porque es un «circular». Por este tér-
. Á la Santa Vir g e n el poeta se dirige en estos tér- mino no muy feliz que ha imaginado la psiquiatría fran-
minos:
cesa, se designa á los dementes en los cuales los estados
«Ya no quiero amar más que á mi madre María. de excitación y depresión se suceden regularmente. A l
• Todos los demás amores son de puro precepto,
período de excitación corresponden las impulsiones irre-
Necesarios como son, mi Madre solamente
Podrá inflamarlos en los corazones que la han adorado.
Legrain, Del delirio en los degenerados, págs. 135, 140, 164.
Paul Verlaine, op. cit., págs. 175, 178. 2 Jules Huret, op, cit., pág. 287.
LOS SIMBOLISTAS

sistibles hacia el crimen y los discursos blasfematorios,


El sabio, indignado, les arenga;
al período de postración los accesos de contrición y de
El tonto tiene lástima de esos locos temerarios;
piedad. El «circular» pertenece á la peor especie de los
L o s chicos al pasar sacan la lengua
degenerados; es «borracho, obsceno, malvado y ladrón»
Y las muchachas se burlan de ellos.
es además incapaz de toda ocupación regular pro-
longada, puesto que es evidente que en el estado de de- En todos los dementes y los imbéciles hallamos la
presión no puede cumplir ningún trabajo que exija vigor convicción de que las gentes razonables que los juzgan
y atención. El «circular» está condenado por la naturale- por lo que valen, son «tontos».
za de su enfermedad, si no pertenece á una familia rica,
á ser vagabundo ó ladrón; no hay sitio para él en la so- ... En sus pupilas
Ríe y llora—fastidioso—
ciedad normal. Verlaine ha sido toda su vida un v a s a -
El amor de las cosas eternas,
bundo; se ha arrastrado en Francia por todos los caminos
De los viejos muertos y de los antiguos Dioses!
y carreteras, pero también ha andado errante por Bélgi-
ca y por Inglaterra; desde que salió de la cárcel reside — I d , pues, vagabundos sin treguas,
Errad, funestos y malditos,
de ordinario en París, pero no tiene domicilio, y hace que
A lo largo de los abismos y de los arenales,
le asistan en los hospitales con pretexto de dolores reu-
B a j o los ojos cerrados de los paraísos!
máticos que por otra parte ha podido adquirir facilísi-
mamente en sus noches pasadas al raso. L a administra- L a naturaleza al hombre se junta
ción hace la vista gorda y le concede la subsistencia y el Para castigar como es preciso
L a orgullosa melancolía
cubierto por consideración á su talento poético. D e con-
Que os hace marchar con la frente erguida.
formidad cen la tendencia del espíritu humano que trata
de ensalzar aquello que no tiene remedio, Verlaine se En otra poesía (Otro), exclama dirigiéndose á sus ca-
persuade á sí mismo que su vagancia, que le es impuesta maradas predilectos:
por su vicio orgánico, es un estado lleno de gloria y dig-
no de envidia; lo ensalza como algo bello, artístico y su- Vamos, hermanos, buenos muchachos, ladrones,
blime y contempla á los vagabundos con miradas llenas Apreciables vagabundos,
de ternura. Hablando de ellos, dice (Grotescos): Rateros en flor,
Queridos míos, buenos amigos,
Fumemos filosóficamente,
Sus piernas por toda montura, Paseémonos
Por todo bien el oro de sus miradas, Tranquilamente:
Por el camino de las aventuras No hacer nada es agradable.
Van andrajosos y huraños.
Del mismo modo que el vagabundo se siente atraído
hacia los vagabundos, el loco se siente atraído hacia los
1 E. Marandón de Montyel, De la Criminalidad y de la De locos. Verlaine siente una admiración sin límites por el
generación. Archivos de la Antropología criminal, Mayo 1892, pági-
rey Luis II de Baviera, ese desgraciado demente cuya
na 287.
razón se había y a por completo extinguido mucho antes
13
Un rítmico sábado, rítmico, extremadamente
de su muerte, y en el cual los más horrorosos instintos
Rítmico
de inmundos animales de la especie más inferior habían
únicamente sobrevivido á la destrucción de las funciones En Serenata, las dos primeras estrofas se repiten pa-
humanas del cerebro. Verlaine le dirige este himno: labra por palabra formando la cuarta y octava estrofa; de
la misma manera en Arias olvidadas, VII T :
Rey, el solo verdadero Rey de este siglo, Salud, Majestad,
Que quisisteis morir vengando á vuestra razón En el interminable
De las cosas de la política, y del delirio Fastidio de la llanura,
De esta Ciencia intrusa en la casa, La nieve incierta
Reluce como arena.
De esta Ciencia asesina de la Oración,
Y del Canto y del Arte y de toda la Lira, El cielo es de cobre
Y simplemente y lleno de orgullo floreciente Sin fulgor alguno;
Matasteis al morir, ¡Salud, Rey, bravo, Majestad! Creeríase ver vivir
Y morir la luna.
Fuisteis un poeta, un soldado, el solo Rey
De este siglo Como nubarrones
Flotan grises los robles
Y el mártir de la Razón según la Fe. . . .
De los bosques próximos
Entre el vaho húmedo.
Dos cosas llaman la atención en el lenguaje de Ver-
laine: en primer lugar, la frecuencia con que se repite la El cielo es de cobre
misma palabra, el mismo giro, este «machaqueo» en el Sin fulgor alguno;
Creeríase ver vivir
cual hemos visto un síntoma de debilidad intelectual.
Y morir la luna.
Casi en todas sus poesías se repiten varias veces,
sin cambio ninguno, los mismos versos y los mismos Corneja asmática,
hemistiquios, y en lugar de una rima con frecuencia Y vosotros, lobos enflaquecidos,
vuelve á aparecer sencillamente la misma palabra. Si Por este cierzo desapacible,
quisiera citar todos los ejemplos de este género, necesi- ¿Qué es, pues, lo que os sucede?

taría transcribir poco más ó menos todas las poesías del En el interminable
autor: me limitaré, pues, á dar algunos ejemplos. . Fastidio de la llanura,
En el Crepúsculo de la Tarde mística, se repite dos La nieve incierta
Reluce como arena.
veces sin necesidad orgánica, este verso: «El recuerdo
con el crepúsculo», y este otro: «Dalia, lirio, tulipán, y
Caballitos de madera comienza así:
renúnculo». En Paseo Sentimental, el adjetivo, «lívido»
persigue al poeta á la manera de una obsesión ú «ono- Girad, girad, caballitos de madera,
matomania », y lo aplica á los nenúfares y á las ondas Girad cien vueltas, girad mil vueltas,
(«¡ondas lívidas! »). L a Noche del Walpúrgis clásico, co- Girad á menudo y girad siempre,
Girad, girád al son de los óboes.
mienza así:
En una poesía realmente preciosa de Sabiduría, ha-
sustantivos y de adjetivos absolutamente incoherentes que
llamos esto :
se llaman recíprocamente unos á otros por una asociación
¡El cielo está por encima del tejado, de ideas flotantes sin consideración al sentido, ó por una
Tan azul, tan tranquilo! semejanza de sonido. Y a hemps encontrado algunos ejem-
Un árbol, por encima del tejado, plos en las citas anteriores: se ha tratado de la «Edad
Columpia süs ramas; Media enorme y delicada» y de la «quemadura... que
La campana, en el cielo que se ve, truena»; Verlaine habla también de'pies que «se deslizan
Dulcemente tañe; con un puro y amplio movimiento », de un afecto « estre-
U n pájaro, sobre el árbol que se vé,
cho y vasto», de un «paisaje lento», de «zumo flojo», de
Canta su duelo.
«perfumedorado», de «garbo sucinto», etc. L o s simbo-
En «las, flores de las gentes, las flores innumerables de listas admiran esta manifestación de la imbecilidad, lla-
los campos» (Amor) champs—campos—y gens—gentes, mándola « la investigación del epíteto raro y precioso ».
tienen poco más ó menos la misma asonancia'; aquí el ma- Verlaine tiene claramente conciencia de lo vago de sü
chaqueo imbécil de sonidos semejantes inspira al poeta pensamiento, y en una poesía muy notable desde el punto
un j u e g o de palabras inepto. He aquí ahora una estrofa de vista psicológico, Arte poético, en que trata de dar una
de Pierrot chiquillo 1 : teoría de su lirismo, eleva la nebulosidad á la altura de
« Ce n'est fas Pierrot en herbe un principio y de un método:
Non plvs que Pierrot en gerbe,
Música antes que nada;
C'est Pierrot, Pierrot, Pierrot.
Y para esto prefiere al Impar (?)
Pierrot gamin, Pierrot gosse,
Más vago y más soluble en el aire,
Le cerneau hors de la cosse,
Sin nada en él que pese ó que sea afectado.
C'est Pierrot, Pierrot, Pierrot/»
(Pese y pose del original francés están yuxtapuestos
Estas son, en realidad, palabras como las que emplea,
únicamente á causa de su semejanza de sonidos).
u n a nodriza hablando á una criaturita de pecho; no se tra-
ta con ellas de buscar un sentido, sino sencillamente de Es preciso también que no vayas
canturrear al niño sonidos que le agradan. L a estrofa final A escoger las palabras sin algún error:
Nada más preciado que la canción gris
de otra poesía, Manos, indica una suspensión completa
En que lo Indeciso á lo Preciso se junta.
del pensamiento, un refunfuño maquinal atontado:
Son hermosos ojos detrás de los velos,
|Ah! si son manos de ensueño, Es la luz clara temblorosa del medio día,
Tanto mejor, ó tanto peor,—ó tanto mejor. Es, a través de un cielo de otoño tibio,
L a segunda especialidad del lenguaje de Verlaine es El azul desbarajuste de las claras estrellas!
el otro síntoma de la debilidad intelectual: la reunión de
Porque queremos todavía el Matiz,
No el Color, no más que el Matiz!
1 El autor deja sin traducir estos versos porque su traducción ¡Oh! sólo el matiz desposa
no tiene sentido alguno y es innecesaria de todo punto.—(N. del T.)
El ensueño al ensueño y la flauta á la bocina!
Esta estrofa es un puro delirio; opone en un contraste Otras composiciones: Antes que te vayas... (P. 99) y
el «matiz» al «color», como si éste no estuviera contenido Llora en mi corazón (P. 116), tienen que ser considera-
en aquél; la idea que probablemente flotaba en el pobre ce- das como verdaderas perlas de la poesía lírica francesa.
rebro de Verlaine, pero que no ha podido llevar del todo Y es que los recursos de un soñador pronunciadamen-
á término, es que á los colores puros y fijos prefiere los te emotivo é inapto para pensar bastan para la poesía que
colores apagados y mixtos que están en el límite de dife- sólo expresa disposiciones generales del alma; pero ese
rentes colores.) es el límite que le está implacablemente asignado. No
perdamos de vista lo que es la «disposición de alma».
Huye desde lejos de la Punta asesina (?)
Esta frase indica un estado en el cual la conciencia, á
Del espíritu cruel y de la Risa impura,
consecuencia de excitaciones orgánicas que no puede
Que hacen llorar á los ojos del Azul,
Y de todo ese ajo de inferior cocina (?)
percibir directamente, está llena de representaciones
uniformes que son más ó menos claramente elaboradas y
No trato ni por pienso de negar que, en manos de se refieren todas sin excepción á esas excitaciones or-
Verlaine, este método poético no da á veces resultados gánicas inaccesibles á la conciencia. El simple enfila-
de extraordinaria belleza; hay en la literatura francesa miento de palabras que designan estas representacio-
pocas poesías comparables á la Canción de otoño, cuyo nes asociadas que tienen sus raíces en lo inconsciente,
encanto melancólico se explaya en versos ricamente ri- expresa la disposición de alma y puede suscitarla en
mados y rebosantes de armonía: otro; no es necesaria una idea fundamental, una expo-
sición progresiva que desarrolle dicho estado de alma.
Los sollozos prolongados Poesías de esta índole, le resultan á veces á Verlai-
De los violines ne extraordinariamente bien hechas. Pero allí donde
Del otoño
una concepción determinada, un sentimiento cuyo mo-
Hieren mi corazón
tivo es claro para la conciencia, un hecho circunscri-
Con una languidez
Monótona.
to con precisión en el tiempo y en el espacio, han de
ser transmitidos poéticamente, la poética del débil
Completamente sofocado emotivo es completamente impotente. En el poeta de
k Y pálido, cuando espíritu sano y vigoroso, la disposición general misma
Suena la hora,
sea cualquiera, va ligada á imágenes precisas y no es una
Me acuerdo
simple ondulación de brumas fosadas diáfanas. El degene-
De los días pasados
Y lloro.
rado emotivo no creará jamás poesías como Todas las ci-
mas están tranquilas, El Pescador, Lleno de gozo y de
Y me dejo llevar tristeza, de Gcethe; pero, por otra parte, las más maravi-
Por el viento malo llosas poesías de Gcethe que reflejan disposiciones gene-
Que me arrastra rales, no son tan completamente inmateriales, tan suspi-
A un lado y á otro
radas, como tres ó cuatro de las mejores poesías de un
Semejante á la
Verlaine.
Hoja muerta.
Tenemos ahora frente á nosotros la figura perfecta-
hecho mismo que esta obra sea aún desconocida... pare-
mente clara del j e f e más famoso de los simbolistas Ve-
cería prohibir que se uniese el nombre de M. Mallarmé á
mos un espantos > degenerado de cráneo asimétrico y de
los nombres de los que han producido libros. D e j o zum-
rostro mongoloideo, un vagabundo impulsivo y un dipsó-
bar sin contestarla á l a ' c r í t i c a vulgar, y observo que,
mano que ha sufrido pena de prisión á causa de un ex-
sin habernos dado «libros», M. Mallarmé es famoso. Fama,
travio erótico, un soñador emotivo, débil de espíritu que
naturalmente, que no se ha labrado sin excitar en los
mcha dolosamente contra sus malos instintos y halla en
periódicos chicos y grandes, risas, las de la estupidez; sin
su angustia á veces acentos de lamentos conmovedores
ofrecer á la tontería pública y privada, oficial y majestuo-
un místico por c u y a conciencia brumosa cruzan repre-
sa ó bien oficiosa y menesterosa, la ocasión que le ha fal-
sentaciones de Dios y de los santos, v un poeta dis-
tado tiempo para aprovechar, de poner en evidencia sus
paratado cuyo lenguaje incoherente, las expresiones sin
procederes infames que irrita la próxima aparición de
significación y las imágenes abigarradas revelan la au-
una nueva maravilla... Las gentes, á pesar del horror que
sencia de toda idea precisa en el espíritu. Hay en los
.sienten por la belleza y sobre todo por la novedad en
asilos de dementes muchos enfermos c u y a ruina intelec-
la belleza, han comprendido á pesar suyo poco á poco,
tual no es tan profunda é incurable como la de este «cir-
el prestigio de una autoridad legítima; les ha dado á ellos
cular» irresponsable, al cual, por su desgracia, se le deja
mismos ¡y aun á ellos! v e r g ü e n z a de sus risas ineptas, y
pasear en libertad, y que únicamente han podido conde-
ante este hombre que esas risas no arrancaban á la se
nar, por sus delitos epilépticos, j u e c e s ignorantes.
renidad de su silencio meditativo, han cesado las ri-
Un segundo j e f e de los simbolistas, del cual nadie sas, sufriendo á su vez el divino contagio del silencio.
pone en duda la autoridad, es M. Stéphane Mallarmé. Es Hasta para el común de las gentes, este hombre que no
el más curioso fenómeno de la vida intelectual de la Fran- publicaba libros de arte personal y que sin embargo to-
cia contemporánea. Aunque actualmente ha pasado dos designaban como «un poeta», ha llegado á ser como
y a de los cincuenta años, no ha producido casi nada; la simbólica figura del poeta, con efecto, que trata de
lo poco que de él se conoce e s , además, según la acercarse lo más posible á lo Absoluto... P o r su silencio
opinión de sus admiradores más determinados, cosa indi- ha significado que... no podía realizar la obra de arte to-
ferente, y no obstante pasa por ser un muy gran poeta, y davía inaudita que quiere llevar á cabo. Esta abstención
su completa esterilidad, la ausencia absoluta de toda obra de este modo motivada, y aunque debiera la vida rebelde
que pudiera mostrar y que acreditara sus facultades poé- negarse á secundar el esfuerzo, nuestro respeto, y más
ticas, son precisamente ensalzadas como su mayor mérito aun que nuestro respeto, únicamente nuestra veneración
y como la prueba más notable de su importancia intelec- hacia el poeta, puede responderle dignamente» L
tual. A l lector sano de espíritu le parecerá esto tan fabu-
El grafómano Charles Morice, de cuyo estilo estrafa-
loso, que exigirá con harta razón la prueba de lo que
lario y embarullado da exacta idea la cita precedente, ad-
anticipo; ahora bien: M. Charles Morice dice de Mallar-
mite que Mallarmé creará quizá, sin embargo, todavía su
mé: «De la obra de un poeta, como lo ha dicho él mismo,
«obra de arte inaudita». Pero el mismo M. Mallarmé pone
excluido de toda participación en las ostentaciones de be-
lleza oficiales, no me incumbe divulgar los secretos. El
Charles Morice, La Literahira de ahora, págs. 238-240.
en duda toda razón de ser de una esperanza de este gé-
todo el mundo se disputaba con furor la posesión del más
nero: «El delicioso Mallarmé, refiere M. Paul Hervieu,
insignificante papelucho de la Bolsa, ocurrió que unos
me decía un día... que no comprendía que un autor pu-
cuantos compadres hábiles invitaron por medio de la pren-
blicase sus obras. Semejante acto se le antojaba una im
sa al público á suscribir las acciones de una sociedad cuyo
decencia, una perversión, como ese vicio que se llama el
objeto tenía que permanecer secreto; hubo, con efecto,
exhibicionismo; y , por lo demás, nadie habrá sido tan dis-
gentes que confiaron su dinero á estos desahogados v i v i -
creto de su alma como este incomparable pensador»
dores, y los cronistas de las crisis de la City no pueden lle-
Así, este «incomparable pensador... es completamente
gar á comprender esto. L o incomprensible se reproduce
discreto de su alma». U n día, justifica su silencio por una
en París. Unos cuantos individuos e x i g e n una admiración
especie de temor pudibundo de la publicidad; otra vez,
sin límites hacia un poeta cuyas obras continúan siendo
porque «no puede aún realizar la obra que quiere llevar
su secreto, y continuarán siéndolo sin duda, y otros cuan-
á cabo»; dos argumentos dicho sea de paso que se con-
tos le rinden fiel y humildemente la admiración exigida.
tradicen recíprocamente. Se acerca al ocaso de su vida y
Los hechiceros de los negros del Senegal ofrecen á la v e -
no ha publicado todavía, fuera de algunos folletitos,
neración de los indígenas cestos ó calabazas dentro de las
tales como Los Dioses de la Grecia y La Tarde de un
cuales les aseguran que hay encerrado un poderoso feti-
Fauno, y algunos versos y reseñas de libros y obras de
che; en realidad, no contienen nada; pero los negros con-
teatro, dispersos por las revistas—todo ello formando ape-
templan los recipientes vacíos con un temor religioso y
nas un tomo poco nutrido—más que algunas traduccio-
les rinden, á ellos y á sus poseedores, honores divinos-
nes del inglés y algunos libros escolares (M. Mallarmé
De una manera absolutamente semejante, el vacio Ma-
es profesor de inglés en un liceo de París), y se le admira
llarmé es el fetiche de los simbolistas, que están por lo
como un gran poeta, como el Poeta, el solo, el exclusivo, y '
demás muy por debajo de los negros del Senegal, bajo el
se abruma con tocias las expresiones de desprecio que se
punto de vista intelectual.
presentan á la imaginación de un demente enfurecido, á
los «majaderos», á los «tontos», que se ríen de él. ¿No es Por sus pláticas orales es por lo que Mallarmé ha lle-
ese uno de los prodigios de nuestros días? Lessing pone en gado á esta situación de calabaza adorada de rodillas.
labios de Conti en Emilia Galotti, esta frase: «Si Rafael Reúne en su casa, una vez por semana, á poetas y escri-
hubiera por desgracia nacido sin manos, hubiera sido el tores en ciernes, y desarrolla ante ellos teorías de arte.
genio más grande de la pintura.» Tenemos en M. Mallar- Habla como escriben MM. Morice y Khan; ensarta palabras
mé un hombre que es venerado como un gran poeta, aun- obscuras y maravillosas que dejan á sus discípulos tan
que haya «nacido desgraciadamente sin manos», aunque confusos como «si tuvieran en la cabeza una rueda de
no produce, aunque no ejerce su pretendido arte. En Lon- molino» (véase Fausto), de suerte que -alen de casa de
dres, en una época de agio financiero exuberante, cuando Mallarmé como ebrios y con la impresión de haber reci-
bido revelaciones incomprensibles, pero sobrehumana?.
1 Jules Huret, op. cit., pág. 23.—Después que estas .líneas han Si hay algo de comprensible en el flujo de palabras incc-
sido escritas, M. Mallarmé se ha decidido á publicar en un tomo herentes de Mallarmé, sería acaso su admiración por los
su obra poética. Lejos de contradecir lo que arriba se afirma, esta prerafcelitas; él es quien ha hecho .que los simbolistas
publicación es la mejor justificación de lo dicho.
se fijen en esta escuela y los ha impulsado á imitarlos; los
místicos franceses han recibido, por conducto de Mallar- dote de esta doctrina secreta y ha cumplido los servicios
mé, el «medio-evalismo» y el neo-catolicismo de sus de su culto con la seriedad requerida. Luego, un día, ab-
modelos ingleses. Hay que añadir aún, para ser completo, juró de repente la religión fundada por él mismo, declaró
que se notan en Mallarmé «orejas largas y puntiagudas que el «simbolismo» no había sido nunca más que una
de sátiro» ». R. Hartman Frigerio 3 y Lombroso 4 han de- broma destinada á llevar á remolque á los bobalicones,
terminado, después de Darwin, que fué el primero que y que la verdadera salvación de la poesía se encontraba
hizo hincapié en el Carácter simiano de esta singularidad, en el «romanismo». Por e s t a palabra pretende entender
la significación atávica y degenerativa de los pabellones la vuelta al lenguaje, á la forma de verso y á la manera
de la oreja desmesuradamente largos y puntiagudos,y han de sentir de los poetas franceses al salir de la Edad Media
demostrado que se encuentran sobre todo frecuentemen- y en la época del Renacimiento; pero se haría bien en se-
te en los criminales y los locos. guir con prudencia sus explicaciones, y a que pudiera ser
El tercero entre los espíritus directores de los simbo- que dentro de dos ó tres años descubriera también su
listas es M. Jean Moreas, un G r i e g o que escribe versos «romanismo» como una guasa de cervecería, como lo ha
f-anceses, y que á los treinta y seis años cumplidos (sus hecho con el « simbolismo».
amigos pretenden, pero probablemente por malicia de L a a p a r i c i ó n d e El Peregrino apasionado, e n 1891, fué
compañeros, que se rejuvenece considerablemente) ha celebrada por los simbolistas como un suceso á partir del
producido én todo y por todo tres libritos muy cortos cual comenzaba una era nueva para la poesía. Organiza-
de composiciones en verso, de ciento á ciento veinte pá- ron en honor de Moreas un banquete en el cual, á los
ginas á lo sumo cada uno y que tienen 'estos títulos: Las postres, le adoraron como al libertador que rompía las
Sirtes, Las Cantinelas y El Peregrino apasionado. Eviden- viejas formas y las viejas ideas, como al Salvador que traía
temente, lo extenso del volumen no significa nada, si éste el reinado de Dios de la verdadera poesía. Y los mismos
es excepcionalmente notable; pero cuando un hombre literatos que se habían sentado c">n él á la mesa, que le ha-
charla como un papagayo años enteros, en interminables bían dirigido alocuciones exaltadas ó habían aplaudido las
sesiones de café, sobre la renovación de la poesía y la re- que se habían pronunciado, le cubrieron, pocas semanas
velación de un arte del porvenir, y ai final presenta después, de sarcasmos y de desprecios. «¿Y Juan Moreas?
como resultado de sus esfuerzos destinados á conmover ¿Simbolista? »—exclama Charles V i g n i e r — « ¿ L o es por sus
el mundo, tres folletitos de versos puer.les, la insigni- ideas? ¡no hay más que oirle cómo se ríe! ¡Sus ideas! no
ficancia material de la producción se convierte también, le pesarán mucho las ideas á Juan Moreas.» « ¡Moreas!—
en este caso-, en un rasgo ridículo. ' dice Adrien R e n a c l e — n o s hemos reído de él, todos y
. t o r e a s es uno de los que han encontrado la palabra siempre; ¡eso es lo que le h a encaramado á la gloria!»
« simbolismo». Durante algunos años ha sido el gran sacer- René Ghil llama al Peregrino apasionado «versos de ale-
luya escritos por un gramático», y Gustavo K h a n pronun-
1 Jules Huret, op. át., pág. 55
2 R. Hartmann, El Gorila (en alemán), Leipzi^ 1881 ná- cia este juicio: «Moreas no tiene talento... Nunca ha he-
gma 34. '1 cho nada bueno; tiene su j e r g a especial» K Estos juicios
3 Dr. L. Frigerio, La Oreja externa. Estudio de antropología
criminal, Lyon, 1888, págs. 32 y 40.
4 Lombroso, El Hombre criminal, pág. 239.
1 Jules Huret, op. cit., págs. 102, 106, 401.
permiten reconocer todo lo que hay de huero y de menti-
Era (tienes que recordarlo de fijo), era en los más
roso, en el fondo, en el movimiento simbólico que, fuera
hermosos días de tu adolescencia.»
de Francia, imbéciles y especuladores en sensación se
obstinan en presentar como un movimiento serio, mientras Y esta charla disparatada prosigue así durante ocho
que sus inventores franceses se desgañitan hasta extin- estrofas, y en cada línea hallamos los signos característi-
ción de voz en persuadir á las gentes que han querido cos del lenguaje de los débiles, tal como los pone de relie-
sencillamente mixtificar á los filisteos y procurarse de paso ve Sollier en su Psicología del Idiota y del Imbécil: el ma-
á ellos mismos un reclamo monumental. , chaqueo de las mismas expresiones, la incoherencia de
Después de estos juicios de sus hermanos del Parnaso ensueño del discurso y la intercalación de palabras que
simbólico, no necesitaría ocuparme más de Moreas. Quiero, no tienen ninguna relación con el asunto.
sin embargo, dar algunas muestras de su Peregrino apa- Citemos todavía dos breves canciones
sionado, á fin de que el lector pueda formarse idea del
«¡Los chorlitos en los cañaverales!
grado de reblandecimiento del cerebro que se revela en
(¿Habría que hablaros de ellos,
esos versos.
D e los chorlitos en los cañaverales?)
H e aquí cómo empieza la primera poesía de la colec- Oh, tú, linda Hadá de las aguas.
ción, Agnés t :
¡El porquero y los marranosl
(Habría que hablaros de ellos,
«Había arcos por donde pasaban escoltas
Del porquero y los marranos?)
Con estandartes de luto y de hierro
Oh, tú, linda Hada de las aguas.
Lazado (!), potentados de todas clases
— H a b í a — e n la ciudad á la orilla del mar. ¡Mi corazón preso en tus redes!
Las plazas estaban negras y bien empedradas, y las puertas, (¿Habría que hablaros de él,
Del lado del Este y del Oeste, altas; y como en invierno De mi corazón en tus redes?)
El bosque, se deterioraban las salas del palacio, y los pórticos, Oh, tú, linda Hada de las aguas.
Y las columnatas del mirador.
Han pisado sobre las flores en la orilla del camino,
Era (tienes que recordarlo de fijo), era en Jos más Y el viento de otoño las sacude tan fuerte, además.
hermosos días de tu adolescencia. El coche correo ha derribado la vieja cruz en la orilla del camino;
En la ciudad á orillas del mar, la capa y la daga pesadas Estaba en verdad tan podrida, además.
De piedras amarillas, y sobre tu sombrero plumas de loros;
El idiota (ya sabes) ha muerto en la orilla del camino,
Venías, platicando con tales sandeces,
Y nadie le llorará, además.»
Venías entre tus dos lacayos
T a n hinchados y tan bobos—en verdad, unos farolones— L a astuta artimaña, con ayuda d é l a cual Moreas quiere
A la c u i d a r e n la orilla del mar venías y andabas errante engendrar en estos versos, por la evocación de los tres
Entre viejos hombretones que trabajaban en los faluchos, cuadros asociados de flores pisoteadas y zarandeadas por
A lo largo del malecón y de los muelles.
el viento, de una cruz derribada y carcomida y de un

El Peregrino apasionado, París, 1891, pág. 3.


El Peregrino apasionado, págs. 21 v 23.
idiota cuya muerte nadie deplora, una disposición de Gustavo K h a n , uno de los teorizantes y filósofos del
alma desolada, hace de esta composición un modelo de simbolismo, canta de este modo en su Noche en la Lauda:
poesía con ínfulas de profundas intenciones para uso de
las casas de orates. «De tus hermosos ojos la paz desciende como una gran noche
Y pedazos de tiendas de campaña lentos descienden como piedras
Allí donde el autor del Peregrino apasionado no re-
[preciosas en sus gemas
sulta completamente tonto, pone en evidencia una hin- Tejidos de rayos lejanos y de lunas desconocidas.»
chazón oratoria que recuerda las producciones más infe-
riores de nuestro Hofmann de Hofmannswaldau. T a n sólo Los parís de tentes lentes que «descienden» constitu-
un ejemplo de este género \ y habremos terminado con yen un guirigay loco y absolutamente incomprensible,
Jean Moreas: pero cuyo origen puede explicarse; las palabras que com-
«Tengo tal sed ¡oh amor mío! de tu boca, ponen la frase forman una pura ecolalia; es una sarta
Que bebería en ella con mis besos la corriente desviada
de sonidos similares que se llaman el uno al otro como
Del Strymon, el Araxis y el Tanais feroz ecos. (La psiquiatría llama á esta manera de hablar «ver-
Y los cien meandros que riegan Pitanea, bigeración».)
Y el Hermus que toma su fuente donde'el sol se pone, Charles Vignier, el «discípulo preferido de Verlaine»,
Y todas las claras fuentes en que abunda Gaza, dice á su querida:
Sin que mi sed se aplacara.»
«Allá abajo está demasiado lejos,
Detrás de los j e f e s Verlaine, Mallarmé y Moreas se
Pobre libélula
agolpa la turba de los simbolistas insignificantes, cada
B^státe en tu rincón
uno de los cuales, á la verdad, se considera á sí mismo Y toma pildoras...»
como el solo gran poeta de la pandilla, pero á los cuales
su mama de grandezas no ha dado todavía derechos sufi- (Libellule y pillulesj:
cientes para que las gentes se ocupen especialmente de «Sé Edmundo About
ellos. Les habremos hecho toda la justicia que les es debi- Y de humor corriente,
da, caracterizando la naturaleza de su espíritu con la cita Sé un morabito
de algunos de sus versos. Julio Laforgue, que «es como el Del Jardín de Plantas.»

eSia073611?^611^011' SÍn° 6n la literatura»> Y he aquí otro de sus poemas:

«¡Ah, qué cotidiana es la vida!» «En una copa de Thulé,


En la cual viene á palidecer la gracia de la hora,
Y en su poema Pan y la Syrinx, hallamos «versos» como Duerme el senil y doliente engaño
los siguientes:
Del último ensueño adulado.
«¡Oh iyrinx! Ved y comprended la Tierra y la maravilla de esta Pero cabellos de plata hilada
,n, ,, ml , [mañana y la circulación de la vida. Forman un velo á la que llora,
l O M u d W y yo aquí! ¡Oh tú! ¡Oh yo! ¡Todo está en Todo!» En una copa de Thulé
1 El Peregrino apasionado, pág. 48. En donde se ha extinguido la gracia de la hora.
14
Y no se sabe qué jubileo
Celebra un arpa menor, (E.t en le lourd venir grandi lent stridtde, et
Que el altivo fantasma roza 2 itille qui n'alentisse d'air qui dure, et!
Con un ligero dedo como un huso!... Grandie, erratile et multiple d éveils, stride
En una copa de Thulé.» Mixte, plainte et splendeur! la plénitude aride)

et vers les grands pétales d'agitations


Estos versos recuerdan tan completamente el género Lors évanouissait un vol ardent qui stride...
en que á v e c e s hacen ensayos en Alemania los estudian- (des saltigrades doux n' iront plus vers les mers...)»
tes de buen humor y que conocemos con el nombre de
«despropósito florido», que á pesar de las afirmaciones Hay que reconocer una cosa: todos los simbolistas des-
solemnes de críticos franceses, estoy convencido de que pliegan un talento asombroso en la invención de los títulos
su autor ha querido echarlo á broma. S i esta suposición de sus obras; el libro en sí mismo puede no ser más que
fuera exacta, en ese caso los versos citados, naturalmen- literatura de manicomios, el título es siempre notable.
te, no caracterizarían el estado mental de M. Vignier, sino Hemos visto que Moreas ha dado el nombre de Sirtes á
el de sus lectores, admiradores y críticos. una de sus colecciones de versos; lo mismo hubiera po-
Louis Dumour interpela de este modo al N e v a : dido tilularla «el Polo Norte», «la Marmota» ó «Abd-el-
Kader», puesto que éstas palabras tienen tanta relación
«¡Poderosa, magnífica, ilustre, grave, noble reina! como la de Sirtes con el contenido del folletito; pero
¡Oh Tsaritsa (sicl) de hielo y de fastos! Soberana! no puede negarse que sobre este nombre geográfico se
Matrona hierática y solemne y venerada!... ciernen un deslumbramiento de sol africano y un reflejo
T ú que me haces soñar, tú que me desconciertas, más pálido de antigüedad clásica hechos de encargo para
¡Y tú, sobre todo, á quien yo amo, Esmalte, Belleza, Poema, Mujer. agradar á los lectores histéricos. Eduardo Dubus, titula
Neva! yo evoco tu espectáculo y el himno de tu alma!» sus poesías Cuando los violines se han ido; Luis Dumour,
Hastíos; Gustavo K h a n , Los Palacios nómadas; Maurice
Y René Ghil, uno de los simbolistas nombrados con du Plessis, La Piel de Marsyas; Ernest Raynaud, Carnes
más frecuencia (es el j e f e de una escuela apellidada « evo- profanas y El Signo; Henri de Regnier, Sitios y Episodios;
lutiva-instrumentista », que profesa á la vez una filosofía y Arthur Rimbaud, Las Iluminaciones; Albert k Saint Paul,
una teoría de arte), arranca de su lira los sonidos siguien- La Banda de Iris; Viélé-Griffin, Ancceus, y Charles Vig-
tes, que yo tengo que citar en francés, primero, porque nier, Centón.
perdería su ritmo en la traducción, y , además, porque yo En cuanto á la prosa de los simbolistas, y a he dado al-
no puedo esperar que el lector crea ni en la honradez de gunas muestras. Quisiera tan sólo citar todavía unos cuan-
la traducción en alemán, ni en mi seriedad: tos trozos de un libro que los simbolistas encomian como
una de sus más vigorosas manifestaciones intelectuales:
'« Ouis! ouis aux núes haut et núes oü La Literatura de ahora, de Charles Morice. Es una especie
Tirent-ils d'aile inmense qui vire... de revista de todo el desarrollo literario, hasta nuestros
Et quand vide días, una crítica rápida de los libros y de los autores más
Et vers les grandspétales dans l'air plus aride— recientes, y una especie de programa de la literatura del
porvenir. Este libro es uno de los más asombrosos que
existen en l e n g u a alguna; tiene m u c h a semejanza con comprensible e s t e galimatías sin igual, no lo pongo en
Rembrandt educador, ese libro alemán del cual y a hemos duda ni por un momento; descubren, como todos los místi-
hablado; pero el de Morice todavía d e j a atrás á este últi- cos, un sentido en cada sonido, es decir que se persuaden
mo por la completa falta de sentido de sus yuxtaposicio- ellos y persuaden á los demás que las a p e r c e p c i o n e s nebu-
nes de palabras. Es un monumento de pura «grafomanía», losas que el sonido suscita en su c e r e b r o por la asociación
y ni O c t a v i o D e l e p i e r r e en su Literatura de los Locos, ni de ideas, son el sentido de ese sonido. P e r o los que e x i g e n
P h lomneste ( G u s t a v o Brunet) en sus Locos literarios, de las palabras que sirvan de v e h í c u l o s á ideas determi-
citan ejemplos de una más completa confusión mental que nadas, reconocerán, en presencia de esta serie de desati-
la que se encuentra en cada p á g i n a del libro de Morice nos que el autor no pensaba en nada, aunque f a n t a s e a b a
E n t r e g a m o s á la apreciación del lector la siguiente profe- acerca de muchas cosas al escribir lo que a n t e c e d e . «La
sión de f e del autor: «Aunque en este libro que sólo se religión es, para M. Charles Morice, la f u e n t e del arte, (y)
ocupa de e s t é t i c a - s ó l o que de estética fundada sobre la por esencia el arte es religioso» (P. 56), afirmación que ha
m e t a f í s i c a — m e proponga en lo posible abstenerme de me- tomado de Ruskín, pero sin citarlo. «Nuestros sabios,
r a m e n t e filosofar, es necesario dar una aproximada defi- nuestros pensadores,... las c a b e z a s de luz del siglo x i x »
nición de una palabra que será empleada más de una v e z son «Edgard P o ¿ , C a r l y l e , Herbert S p e n c e r , D a r w i n , A u -
y que, en el sentido principal en que aquí se toma, no es gusto Comte, Claudio B e r n a r d , Berthelot» (P. 57). Ed-
i n d e f i n i b l e . — D i o s e s la causa primera y universal, el fin gard P o " , al lado de H e r b e r t S p e n c e r , de D a r w i n y de
ultimo y universal, el lugar de los espíritus, el punto d e Claudio Bernard: ¡nunca habían aún bailado las ideas en
intersección en que dos paralelas se encontrarían, el aca- un cerebro desequilibrado, una zarabanda más loca!
bamiento de nuestras veleidades, la p e r f e c c i ó n corres- Y semejante libro, que caracterizan suficientemente
pondiente á los esplendores de n u e tros ensueños, la a b s - los pasajes citados, ha}' críticos en F r a n c i a , absolutamente
tracción hasta de lo concreto, el Ideal no visto ni oído y como sucede con Rembrandt educador en A l e m a n i a , que
sin e m b a r g o cierto de nuestras postulaciones h a c i a la B e - lo han declarado «extraño, pero interesante y sugestivo».
lleza en la V e r d a d . Dios, es por e x c e l e n c i a L A «palabra Un pobre- ente d e g e n e r a d o que g a r r a p a t e a de un modo
p r o p i a » , — l a palabra propia, es decir ese verbo ignorado tan lamentable, y un lector imbécil que lee semejante sar-
y cierto del cual todo escritor tiene la noción incontesta- ta de desatinos y los s i g u e ' como nubes que pasan, m e -
ble, pero indiscernible, ese objeto evidente y oculto que recen sencillamente que se les t e n g a lástima; pero ¿qué
n u n c a alcanzará y al cual se a c e r c a lo más posible. En palabra de desprecio sería bastante fuerte para lanzarla
estética, por decirlo así, práctica, es la atmósfera de ale- contra unos botarates sanos de espíritu que, por no e n e -
g r í a donde se e x p l a y a el espíritu victorioso por haber re- mistarse con nadie, ó por darse tonos de poseer una
d u c i d o el irreductible Misterio á los Símbolos que no pe- comprensión especial, ó por fingir la equidad y la b e n e -
recerán» volencia aun hacia aquel de todos cuyos modos de ver no
participan, a s e g u r a n descubrir en libros de esta índole
Que haya teólogos que e n c u e n t r e n perfectamente
«muchas v e r d a d e s , g r a n ingenio al lado de e x t r a v a g a n -
1 Charles Morice, op. cit., pág. 30, nota. cias caprichosas, un calor ideal y f r e c u e n t e s r e l á m p a g o s
de ideas?»
L o s inventores del simbolismo, como hemos visto, no
viemo, de Goethe, en el Ciclo del mar del Norte, de E n -
se representan nada bajo esta palabra. Como no persiguen
rique Heine, etc., modelos acabados de versos libres;
conscientemente una tendencia artística determinada, no
arreglamos las rimas como nos place, hacemos seguir unas
es tampoco posible demostrarles que esa tendencia es
á otras las rimas masculinas y femeninas como nos p a r e c e ,
falsa. El caso es diferente tratándose de algunos de sus
no nos encadenamos á la ley s e v e r a de las antigua m é -
discípulos que se h a n adherido á ellos en parte por afán
trica clásica, sino que dejamos alternar en la marcha
de reclamo, en parte porque creían, en la lucha de los
cadenciosa de nuestro verso, con arreglo á nuestro senti-
campos literarios, ponerse del lado de los más fuertes y
miento de la harmonía, el anapesto con el iambo ó el es-
de los más s e g u r o s de la victoria; en parte sencillamente
pondeo. L a s poesías inglesa, italiana, eslava han reali-
también por majadería imitativa de las modas nuevas y
zado los mismos progresos, y si los poetas franceses son
como c o n s e c u e n c i a de la a c c i ó n que e j e r c e sobre los es-
los únicos que se han quedado r e z a g a d o s y e x p e r i m e n t a n
píritus sin crítica toda novedad que mete ruido. Menos
por fin la n e c e s i d a d de arrojar su vieja peluca e n m a r a ñ a -
débiles que los j e f e s , han sentido la necesidad de dar á la
da y comida por los g u s a n o s , eso es una cosa p e r f e c t a -
palabra «simbolismo» un determinado sentido, y han es-
mente razonable; pero se p o n e n francamente en ridículo
tabjecido de h e c h o algunas tesis que les guían, según
á los ojos de todos los que no son franceses, al gritar á
afirman, en sus trabajos. Estas tesis son bastante claras
voces que su laboriosa carrera á la pata coja detrás de
para que se pueda entablar su discusión.
las demás poesías, m u y adelantadas á la suya, es una aper-
L o s simbolistas reclaman una m a y o r libertad en el ma-
tura inaudita de n u e v a s vías, un a v a n c e entusiastamente
n e j ó del v e r s o francés; se insurreccionan impetuosamente
ideal en la aurora del porvenir.
contra el antiguo alejandrino con cesura en el medio y
Otra e x i g e n c i a estética de los simbolistas, es que el
terminación necesaria de la frase al final, contra la prohi-
verso provoque por su sola sonoridad, con independencia
bición del hiato, la ley de la alternativa r e g u l a r de las
de todo sentido, una emoción buscada; la palabra no h a
rimas masculinas y femeninas; emplean en son de reto
de obrar por la idea que encierra, sino e n calidad de s o -
el «verso libre» de longitud y de ritmo arbitrarios y la
nido; el l e n g u a j e se h a de convertir en música. Es una
rima que no es pura. E l e x t r a n j e r o no puede h a c e r más
cosa característica que muchos simbolistas han dado á sus
que sonreírse al v e r los g e s t o s f e r o c e s de los combatien-
libros títulos á propósito para suscitar ideas musicales; h a -
tes; se trata de una g u e r r a de colegiales contra un libro
llamos Las Gamas, de Stuart Merrill; Las Cantinelas, de
detestado que rompen solemnemente en mil pedazos, pi-
Juan Moreas; Campanas en la noche, de A d o l f o Rétté; Ro-
sotean y queman; toda esta pelea con motivo de la proso-
mances sin palabras, de P a b l o V e r l a i n e , etc. P e r o esta
dia y de la rima es por decirlo así un asunto e x c l u s i v a -
idea de emplear el l e n g u a j e para la obtención de efectos
m e n t e f r a n c é s que no tiene importancia n i n g u n a desde el
puramente musicales, es un delirio místico. Hemos visto
punto de vista de la literatura universal. Nosotros, los
que los prerafaelitas reclaman de las bellas artes que no
alemanes, poseemos y a desde h a c e mucho tiempo todo lo
representen lo concreto plásticamente ú ópticamente, sino
que los poetas f r a n c e s e s se aprestan á obtener acudiendo
que e x p r e s e n lo abstracto, es decir simulen simplemente
á las b a r r i c a d a s y á la matanza en las calles; tenemos en
e l Prometeo, el Canto de Mahoma; e l Viaje al Harz en in-
1 Y también la española en gran parte.—('TV. del T.)
el papel de la escritura alfabética; análogamente los sim-
minan las vocales; las primeras e x i g e n al hablar una ma-
bolistas cambian de sitio todos los límites naturales de las
yor gimnasia de todos los músculos e n j u e g o ; su pronun-
artes y asignan á la palabra una misión que sólo pertene-
ciación se considera por consiguiente más difícil, y pare-
ce á la nota musical; pero mientras aquéllos pretenden
cen menos agradables á los oídos del extranjero que las
elevar las bellas artes á un rango más elevado de lo que
lenguas ricas en vocales. Pero esto no tiene nada que v e r
les conviene, éstos rebajan considerablemente á la pala-
con el lado musical; ¿dónde está el efecto sonoro de la
bra. En sus principios, el sonido es musical; no expresa
palabra, cuando se murmura entre dientes ó no es visi-
una apercepción determinada, sino una emoción general
ble sino bajo la forma de imagen escrita? Y , sin embargo,
del animal; el grillo toca el vioh'n; el ruiseñor lanza trinos,
puede, en ambos Casos, suscitar absolutamente las mismas
cuando uno y otro están excitados sexualmente; el oso
emociones que si, llena de sonoridad, llegara á la con-
gruñe cuando entra en furor combativo; el león ruge de
ciencia por el oído. ¡Que se trate, pues, de h a c e r leer á
alegría al despadazar una presa viva, etc. Según la medi-
alguien en alta voz una serie, por muy hábilmente que
da en que el cerebro se desarrolla en la serie animal y en
esté escogida, de palabras de una l e n g u a que le es com-
que la vida intelectual llega á ser más rica, así se perfec-
pletamente desconocida y de producir en él por el sólo
cionan y se diferencian también los medios de expresión
efecto sonoro, una emoción determinada! Siempre resul-
vocales, y llegan á ser capaces de hacer perceptibles no
tará que esto es imposible; es el sentido de la palabra, no
sólo emociones generales y simples, sino grupos de aper-
su sonido, lo que determina su valor; el sonido no es, en
cepciones más estrecha y más precisamente limitadas, y
sí mismo, ni bello ni feo; llega á ser lo uno ó lo otro por
hasta, si las observaciones del profesor Garner sobre el
la voz que lo emite; feo es hasta el primer monólogo de
lenguaje de los monos son exactas, apercepciones aisladas
la Ifigenia de Gcethe saliendo de la garganta de un bo -
casi puede decirse exclusivas. En fin: el sonido, como me-
rracho; pronunciado con una voz llena, caliente y agra-
dio de expresión de los hechos psíquicos, alcanza su per-
dable, el mismo lenguaje hotentote, como y o he podido
fección más alta en el lenguaje cultivado, gramaticalmen-
comprobar, tiene un sonido muy bonito.
te articulado, puesto que en este caso puede seguir exac-
tamente el trabajo de ideas del cerebro y hacerle objeti- Todavía más insensato es el delirio de una subdivisión
vamente perceptible en todos sus detalles los más delica- de los simbolistas, los «instrumentistas» que tienen por
dos. Reducir la palabra henchida de ideas al sonido emo- jefe á M. René Ghil. Ligan con el sonido una sensación
cional, es querer renunciar á todos los resultados de la de color determinado y exigen que la palabra no suscite
evolución orgánica y rebajar al hombre, dichoso por po- tan sólo una emoción musical, sino que produzca al mismo
seer el lenguaje, al nivel del grillo que canta ó de la rana tiempo un efecto estético como armonía de colores. Esta
que grazna; y claro está, los esfuerzos de los simbo- locura tiene su origen en un soneto muy citado de M. Ar-
listas conducen á un disparatar desprovisto de sentido, turo Rimbaud, Las Vocales, cuyo primer verso dice:
pero en ningún modo á la música de palabras buscada, «A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul.»
puesto que ésta sencillamente no existe. Ninguna palabra
humana de no importa qué lengua es musical en sí mis- M. Charles Morice atestigua expresamente (lo cual no
ma; unas lenguas tienen más consonantes, en otras do- pondrá en duda por lo demás ningún hombre de espíritu
sano) que Rimbaud quería darse el gusto de emplear una
de esas estúpidas bromas habituales á los imbéciles y á establecida; el libro más completo publicado hasta ahora
los idiotas K P e r o algunos de sus compañeros tomaron sobre este asunto, el del oculista francés S u á r e z de Men-
implacablemente el soneto al pie de la letra, y dedujeron doza resume todas las observaciones relativas á este
de él una teoría de arte. R e n é G h i l da, en su Tratado del pretendido fenómeno y c r e e poder definirlo del modo si-
Verbo, los valores cromáticos no sólo de las v o c a l e s ais- guiente: «Es una facultad de asociación de los sonidos y
ladas, sino también de los instrumentos musicales. «Ha- de los colores, mediante la cual toda p e r c e p c i ó n acústica
ciendo constar las soberanías, las arpas son blancas; y objetiva de una intensidad suficiente, ó aun su simple
azules los violines ablandados á menudo por una fosfores- evocación mental, puede suscitar y h a c e r que aparezca,
cencia destinada á sobreexcitar los paroxismos. (Espero tratándose de ciertas personas, una i m a g e n luminosa ó
que el lector aprecie en su valor estas yuxtaposiciones de no, constante para la misma letra, el mismo timbre de voz
palabras.) «En la plenitud de las ovaciones, los cobres ó de instrumento, la misma intensidad ó la misma altura
son rojos y las flautas amarillas, y modulan lo ingenuo de sonido». Suárez acierta probablemente cuando dice:
asombrándose del fulgor de los labios; y sordina de la tie- «Los fenómenos de seudo-fotestesia dependen tan pronto
rra y de las c a r n e s , síntesis simplemente de los solos ins- de una asociación de ideas, que datan de la j u v e n t u d . . . ,
trumentos simples, los órganos n e g r o s por completo gi- tan pronto de un trabajo cerebral ó psíquico especial c u y a
motean...» Otro simbolista que tiene numerosos admira- naturaleza íntima se sustrae á nosotros y que tendría
dores, M. Francis P o i c t e v i n , nos enseña, en Ultimos sue- cierta analogía con la ilusión... y con la alucinación».
ños, á conocer los sentimientos que responden á los colo- Para mí, no es dudoso que la audición coloreada es siem-
res: «El azul v a — s i n más p a s i ó n — d e l amor á la muer- pre una consecuencia de asociación de ideas c u y o s orí-
te, ó más bien, es de e x t r e m i d a d perdida. D e l azul turquí g e n e s p e r m a n e c e n necesariamente obscuros, porque el
al azul añil, pasamos desde las púdicas influencias á las enlace de ciertas representaciones coloreadas con ciertas
devastaciones finales». sensaciones acústicas estriba g e n e r a l m e n t e en percep-
L o s «comprensivos» se dieron, naturalmente, cita en ciones por completo f u g i t i v a s de la primera edad, que
seguida para s e g u i r esta corriente, y establecieron una " no eran bastante fuertes para despertar la atención, y h a n
teoría pretendida científica de la audición coloreada. En quedado por este motivo desconocidas por la conciencia.
muchas personas, los sonidos se reputan suscitar sensa- Que se trate de asociaciones meramente individuales,
ciones de color; s e g ú n unos, se trataría en este caso del traídas por el azar de la asociación de ideas, y no de co-
p r i v i l e g i o especial de las naturalezas nerviosas, de una nexiones orgánicas establecidas sobre comunicaciones
organización e x c e p c i o n a l m e n t e d e l i c a d a ; s e g ú n otros, nerviosas anormales determinadas, es lo que h a c e y a m u y
esta disposición estribaría en una comunicación accidental verosímil el h e c h o que cada auditor de los colores asigna
anormal de los centros óptico y acústico con el cerebro un color diferente á las v o c a l e s y á los instrumentos mu-
por medio de fibras nerviosas; esta explicación anatómica sicales. H e m o s visto que, s e g ú n R e n é Ghil, la flauta es
es absolutamente arbitraria, y ningún hecho la justifica.
P e r o la audición coloreada misma, no está en modo alguno
1 Doctor F. Suárez de Mendoza. La Audición de los colores:
estudio acerca de las falsas sensaciones secundarias fisiológicas, Pa-
Charles Morice, op. cit., pág. 321. rís 1892.
»

los fenómenos. Líneas y tonos «duros» y «blandos», voces


amarilla; para L . Hoffmann, que cita Gcethe en su Teoría
-a suaves », son expresiones frecuentes que estriban en la
de los colores, es encarnado bermellón; Arturo Rimbaud
transposición de las percepciones de un sentido á las im-
dice que la A es negra; personas mencionadas por Suárez
presiones de otro; en muchos casos esta manera de ex-
oían esta vocal azul, etc.
presarse puede ser atribuida sin duda alguna á una pere-
L a relación entre el mundo exterior y el ser vivo es al
za del espíritu, que halla más cómodo designar la percep-
principio muy simple. En la naturaleza se verifican conti-
ción de un sentido por medio de una palabra familiar,
nuamente movimientos, y el protoplasma de la célula viva
aunque tomada del dominio de otro sentido, que crear una
percibe estos movimientos; á la unidad de causa respon-
palabra propia para la percepción particular. P e r o aun
de una unidad de efecto; los animales inferiores no apren-
esta adopción de semejante palabra por comodidad no es
den nada del mundo exterior, sino que alguna cosa cambia
posible ni comprensible si no se admite que el espíritu per-
en él, y quizá también que este cambio es fuerte ó débil,
cibe, entre las impresiones de los diferentes sentidos, de-
brusco ó lento; reciben impresiones diferentes cuantitati-
terminadas semejanzas á veces explicables por la asocia-
vamente, pero no cualitativamente. Sabemos, por ejem-
ción de ideas consciente ó inconsciente, pero con mayor
plo, que el sifón del folado (pholas dactylus), que á cada
frecuencia absolutamente inexplicables objetivamente. A
excitación se contrae más ó menos enérgica y rápidamen-
llegar aquí, sólo queda esta hipótesis, que la conciencia
te,- es sensible á todas las impresiones exteriores, luz, rui-
en sus adentros más profundos, hace de nuevo abstracción
do, contacto, olores, etc. Dicho molusco, pues, ve, oye,
de la diferenciación de los fenómenos por los diferentes
palpa, huele con dicha sola parte del cuerpo; su manga ó
sentidos, de este perfeccionamiento obtenido muy tarde
sifón le sirve á la v e z de ojo, oído, nariz, dedos, etc. En los
en el desarrollo orgánico, y trata sencillamente todavía
animales superiores, el protoplasma se diferencia; se for-
á las impresiones, lo mismo que sean llevadas por uno
man nervios, ganglios, un cerebro, órganos dé los senti-
ú otro sentido, como materiales no diferenciados en vista
dos; ahora bien, los movimientos en la naturaleza son per-
del conocimiento del mundo exterior. A s í se concibe que
cibidos diferentemente; los sentidos diferenciados tradu-
el espíritu confunda las percepciones de los diferentes
cen la unidad del fenómeno en la diversidad de la percep-
sentidos, y transporte la una á la otra; Binet ha estableci-
ción, pero hasta en el cerebro más altamente diferencia-
do en excelentes ensayos esta «transposición de las sen-
do queda todavía como un muy lejano y muy obscuro re-
saciones» en las personas histéricas Una enferma c u y a
cuerdo de que la causa que excita á los diferentes senti-
piel era completamente insensible en la mitad del cuerpo
dos es un mismo y solo movimiento, y dicho cerebro for-
no notaba nada si se la pinchaba con un alfiler sin que ella
ma apercepciones y nociones que serían incomprensibles
lo viera, pero en el momento mismo en que la pinchaban
si nosotros no pudiéramos admitir la vaga intuición de la
surgía en su conciencia la imagen de un punto negro (de
unidad originaria de la esencia de todas las percepciones.
un punto claro tratándose de otros enfermos). L a concien-
Hablamos de sonidos «elevados» y «profundos», y atri-
buímos de este modo á las ondas sonoras relaciones en el
espacio que no pueden tener; hablamos igualmente de co- Alfred Binet, Investigaciones sobre las alteraciones de la con-
lorido del sonido, y á la inversa, de tonalidad de los colores, ciencia en los histéricos, «Revista Filosófica», 1889, tomo X X V I I ,
página 165.
y confundimos así las propiedades acústicas y ópticas de
cia transportaba de este modo una impresión de los ner- lio Zola era patológico, y en su evolución ulterior se ha
vios cutáneos que, como tal, no había sido percibida, á convertido, en poder de los imitadores, en vulgar y verda-
una impresión de la retina, del nervio óptico. deramente criminal, como lo demostraremos más adelan-
En todo caso, cuando la conciencia renuncia á las ven- te. El simbolismo es, no obstante, la cosa menos á propó-
tajas de las percepciones diferenciadas del fenómeno y sito para vencer al naturalismo, puesto que es todavía
confunde negligentemente las relaciones de los diferentes más patológico que éste, y en materia de arte, el diablo
sentidos, da con ello una prueba de actividad cerebral en- no puede ser expulsado por Belzebú.
fermiza y debilitada. Es volver hacia atrás hasta los prin- En fin, se afirma además que el simbolismo significa
cipios del desarrollo orgánico; es caer desde la altura de «la inscripción de un símbolo en una persona». Expresa-
la perfección humana hasta el bajo nivel del folado. Ele- da en un estilo no místico, esta definición quiere decir
var á la altura de un principio de arte el enlace recíproco, que en las poesías de los simbolistas cada figura humana
la transposición, la confusión de las percepciones del oído no debe tan sólo significar su individualidad propia y su
y de la vista; pretender ver lo porvenir en ese principio, destino contingente, sino representar un tipo humano g e -
es proclamar como si fuera un progreso el retroceso de neralizado y encarnar una ley biológica general. Ahora
la conciencia humana á la de la ostra. bien, esta cualidad no es sólo el patrimonio de las poesías
E s por otra parte una vieja observación clínica, que simbolistas, sino de todas las poesías; ningún verdadero
la caducidad intelectual va acompañada por un misticis- poeta ha experimentado nunca la necesidad de ocuparse
mo de colores. U n enfermo de L e g r a i n «se empeñaba en de un hecho anecdótico absolutamente sin ejemplo ante-
distinguir el bien del mal por la distinción de los colores, rior y que no se haya producido más que una sola vez, ó
subiendo del blanco al negro; cuando leía, las palabras te- de un ser monstruoso que no tenga su semejante en' la
nían un sentido oculto que él comprendía » 1 . Lombroso humanidad. L o que hace fijarse al poeta, en los hombres
cita «originales» que, «como W i g m a n , hacían confeccio- y en sus destinos, es precisamente su conexión con la
nar para imprimir sus obras papel adornado con varios humanidad entera y con las leyes generales de la vida
colores en una misma página... Filón imprimió con un co- humana; cuanto más visible es en el destino del individuo
lor diferente cada página del libro que compuso » 2 . Barbey la acción de las leyes generales, tanto más el hombre in-
d'Aurevilly, que los simbolistas honran como á un precur- dividual encarna aquello que vive en todos los hombres,
sor, escribía epístolas en que cada letra de una palabra y tanto más uno y otro son atractivos para el poeta. No
llevaba tinta de diferente color. L a mayor parte de los hay en toda la literatura de la humanidad una sola obra
alienistas conocen por experiencia casos análogos. reconocida como notable que no sea en este sentido sim-
L o s simbolistas menos irresponsables explican su mo- bólica, y cuyos personajes, sus pasiones y sus destinos
vimiento como «una reacción contra el naturalismo». A no tengan una significación típica que excede con mucho
buen seguro, una reacción de este género era justificada de su caso particular. Es pues una necia pretensión de
y necesaria; el naturalismo en sus principios, con efecto, los simbolistas reivindicar esta cuaiidad para las solas
mientras se halló encarnado en MM. de Goncourt y Emi- obras de su tendencia; prueban, por otra parte, que no
comprenden poco ni mucho su propia fórmula, puesto
1 Legrain, op. cit., pág. 62.
2 Lombroso, Genio y locura, pág. 233. que estos mismos teorizantes de la escuela, que reclaman
de la poesía que sea «un símbolo inscrito en un hom-
bre», declaran al mismo tiempo que únicamente «el caso
raro, único», merece llamar la atención del poeta—es
decir el caso que no significa nada más que él mismo, que
es, por consiguiente, lo contrario de un símbolo l .
' Hemos, pues, visto ahora que el simbolismo, lo mismo
IV
que el prerafaelismo inglés del cual ha tomado algunas
de sus consignas y de sus sentimientos, no es otra cosa EL TOLSTOISMO
sino una forma del misticismo de los degenerados débiles
y emotivos. Las tentativas de algunos adeptos del movi-
miento para introducir un sentido en el balbuceo de sus El conde León Tolstoï ha llegado á ser en estos últi-
jefes y atribuir á este movimiento una especie de progra- mos años uno de los escritores más citados y probable-
ma, no resisten ni por un momento á la crítica, pero se mente también más leídos del universo. Cada una de sus
afirman como desvarios grafómanos sin el más mínimo palabras evoca un eco en todos los pueblos civilizados; no
fundamento de verdad y de buen sentido. U n joven escri- puede negarse la fuerte acción que ejerce sobre los con-
tor francés, no seguramente hostil á innovaciones razona- temporáneos, pero no es una acción artística. P o r ahora
bles, M. Hugues L e Roux, caracteriza con mucha exacti- al menos no se le imita todavía; no se ha formado en tor-
tud kl grupo de los simbolistas al decir de ellos: «Ridícu- no suyo escuela ninguna al modo de las escuelas prera-
los anquilosados, insoportables los unos á los otros, viven faelita y simbolista; los escritos muy numerosos y a que
sin que el público los comprenda, varios de ellos sin que tratan de Tolstoï son explicativos ó críticos, no son crea-
los comprendan sus amigos, algunos sin comprenderse ciones poéticas modeladas sobre las suyas. L a influencia
ellos mismos. Poetas ó prosistas, sus procedimientos son que ejerce sobre la manera de pensar y de sentir contem-
idénticos: no más asunto ni más sentido, sino yuxtaposi- poránea es una influencia moral que se dirige infinita-
ciones, palabras deslumbrantes, musicales (?), enganches mente más á la g r a n masa de los lectores que al círculo
de rimas prodigiosas, totales de colores y de sonidos im- restringido de los ambiciosos literarios que buscan un j e f e .
previstos, balanceos, choques, alucinaciones y sugestio- No es pues una teoría estética, sino una concepción del
nes provocadas » 2 . mundo lo que se puede definir con el nombre de tois-
* S é a m e p e r m i t i d o r e c o r d a r c o n este m o t i v o q u e desde 1885,
toísmo.
es d e c i r antes de la p u b l i c a c i ó n del p r e t e n d i d o p r o g r a m a simbolis- Para demostrar que el tolstoísmo es una aberración
ta e s t a b l e c í a vo esta tesis e n mis Paradojas (edición popular, s e -
crnnrh narte o á g a « ) , que el p o e t a d e b í a « decir á la m a y o r í a de intelectual, una forma de degeneración, es necesario exa-
s u T l e c t o r e s el p r o f u n d o ¡Tat tLrn así! (¡Esto es lo que tú eres!) del minar críticamente primero á Tolstoï mismo, luego el pú-
s a b i o indio », y « p o d e r repetir al h o m b r e s a n o n o r m a l m e n t e desa- blico que siente entusiasmo por sus ideas.
r r o l l a d o s i g u i e n d o el e j e m p l o del viejo R o m a n o : « ¡ T u eres q m e n es
el p r o t a g o n i s t a d e la f á b u l a ! »; en otros términos, q u e la poesía debe Tolstoï es á la v e z poeta y filósofo, teniendo esta últi-
ser « s i m b ó l i c a » en este s e n t i d o que muestra h o m b r e s , destino^ ma cualidad en su sentido más amplio, es decir por igual
sentimientos y l e y e s vitales g e n e r a l e s . .
como teólogo, moralista y sociólogo. Como creador de
2 H u g u e s L e R o u x , Retratos de cera, P a r í s 1 8 9 1 , págs. 129 y 130
obras de imaginación ocupa un sitio muy elevado, aunque
15
de la poesía que sea «un símbolo inscrito en un hom-
bre», declaran al mismo tiempo que únicamente «el caso
raro, único», merece llamar la atención del poeta—es
decir el caso que no significa nada más que él mismo, que
es, por consiguiente, lo contrario de un símbolo l .
' Hemos, pues, visto ahora que el simbolismo, lo mismo
IV
que el prerafaelismo inglés del cual ha tomado algunas
de sus consignas y de sus sentimientos, no es otra cosa EL TOLSTOISMO
sino una forma del misticismo de los degenerados débiles
y emotivos. Las tentativas de algunos adeptos del movi-
miento para introducir un sentido en el balbuceo de sus El conde León Tolstoï ha llegado á ser en estos últi-
jefes y atribuir á este movimiento una especie de progra- mos años uno de los escritores más citados y probable-
ma, no resisten ni por un momento á la crítica, pero se mente también más leídos del universo. Cada una de sus
afirman como desvarios grafómanos sin el más mínimo palabras evoca un eco en todos los pueblos civilizados; no
fundamento de verdad y de buen sentido. U n joven escri- puede negarse la fuerte acción que ejerce sobre los con-
tor francés, no seguramente hostil á innovaciones razona- temporáneos, pero no es una acción artística. P o r ahora
bles, M. Hugues L e Roux, caracteriza con mucha exacti- al menos no se le imita todavía; no se ha formado en tor-
tud kl grupo de los simbolistas al decir de ellos: «Ridícu- no suyo escuela ninguna al modo de las escuelas prera-
los anquilosados, insoportables los unos á los otros, viven faelita y simbolista; los escritos muy numerosos y a que
sin que el público los comprenda, varios de ellos sin que tratan de Tolstoï son explicativos ó críticos, no son crea-
los comprendan sus amigos, algunos sin comprenderse ciones poéticas modeladas sobre las suyas. L a influencia
ellos mismos. Poetas ó prosistas, sus procedimientos son que ejerce sobre la manera de pensar y de sentir contem-
idénticos: no más asunto ni más sentido, sino yuxtaposi- poránea es una influencia moral que se dirige infinita-
ciones, palabras deslumbrantes, musicales (?), enganches mente más á la g r a n masa de los lectores que al círculo
de rimas prodigiosas, totales de colores y de sonidos im- restringido de los ambiciosos literarios que buscan un j e f e .
previstos, balanceos, choques, alucinaciones y sugestio- No es pues una teoría estética, sino una concepción del
nes provocadas » '2. mundo lo que se puede definir con el nombre de tois-
* S é a m e p e r m i t i d o r e c o r d a r c o n este m o t i v o q u e desde 1885,
toísmo.
es d e c i r antes de la p u b l i c a c i ó n del p r e t e n d i d o p r o g r a m a simbolis- Para demostrar que el tolstoísmo es una aberración
ta e s t a b l e c í a vo esta tesis e n mis Paradojas (edición popular, s e -
crnnrh narte n á g a « ) , que el p o e t a d e b í a « decir á la m a y o r í a de intelectual, una forma de degeneración, es necesario exa-
s u T l e c t o r e s el p r o f u n d o ¡Tat tLrn así! (¡Esto es lo que tú eres!) del minar críticamente primero á Tolstoï mismo, luego el pú-
s a b i o indio », y « p o d e r repetir al h o m b r e s a n o n o r m a l m e n t e desa- blico que siente entusiasmo por sus ideas.
r r o l l a d o s i g u i e n d o el e j e m p l o del viejo R o m a n o : « ¡ T u eres q m e n es
el p r o t a g o n i s t a d e la f á b u l a ! »; en otros términos q u e la poesía debe Tolstoï es á la v e z poeta y filósofo, teniendo esta últi-
ser « s i m b ó l i c a » en este s e n t i d o que muestra h o m b r e s , d e s t m o ^ ma cualidad en su sentido más amplio, es decir por igual
sentimientos y l e y e s vitales g e n e r a l e s . .
como teólogo, moralista y sociólogo. Como creador de
2 H u g u e s L e R o u x , Retratos de cera, P a r í s 1 8 9 1 , págs. 129 y 130
obras de imaginación ocupa un sitio muy elevado, aunque
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no a l c a n c e la valía de su compatriota T o u r g u e n e f f , al cual M. de V o g u é v e las cosas con notable exactitud, pero
p a r e c e actualmente haber dejado atrás en la estima de la no sabe interpretarlas; ha caracterizado claramente aun-
muchedumbre. Tolsto'í no posee la ponderación artística que sin saberlo, el método con el cual un d e g e n e r a d o
soberbia de T o u r g u e n e f f , en el cual n u n c a se encuentra místico considera el mundo y d e s c r i b e su fenómeno. S a -
una palabra d e sobra, n u n c a h a y p e s a d e z ni digresiones, bemos que lo que constituye la especialidad del p e n s a -
y el cual, auténtico y grandioso creador d e hombres, se miento místico es la falta de a t e n c i ó n ; ésta es la que, en
cierne al modo de un P r o m e t e o por encima de sus figuras, medio del caos de los fenómenos, los e s c o g e y los agrupa
á las cuales d a alientos de vida. L o s mismos admiradores de manera que resalte claramente una idea predominante
más afectos á Tolsto'í admiten que es prolijo, se pierde en en el espíritu del observador. S i la atención falta, el c u a -
los detalles, y no siempre sabe e n medio de su fárrago dro del mundo se presenta al o b s e r v a d o r como una s u c e -
realzar con g u s t o s e g u r o lo esencial y sacrificar lo que no sión monótona de cuadros enigmáticos^ que a p a r e c e n y
es indispensable. M. de V o g u é dice, hablando de La desaparecen sin conexión y p e r m a n e c e n absolutamente
Guerra y la Paz: «¿El título de n o v e l a , c o n v i e n e en reali- inexpresivos para la conciencia. Este h e c h o primordial de
dad á esta obra complicada?... E l hilo m u y sencillo y la vida psíquica debe el lector tenerlo siempre presente
m u y endeble de la acción n o v e l e s c a sirve para enlazar en el espíritu. El hombre atento se encuentra activo fren-
capítulos de historia, de política, de filosofía, amontona- te al universo, el hombre inatento es pasivo; aquél lo re-
dos y revueltos en esta poligrafía del mundo ruso... Hay gula según un plan que h a elaborado en su espíritu éste
que ganarse el p l a c e r como en las ascensiones de monta- soporta el tumulto de sus impresiones sin intentar orga-
ña: el camino es á v e c e s ingrato y penoso, se pierde uno, nizarías separarlas y reunirías. H a y la misma diferencia
es preciso un esfuerzo y un trabajo... L o s espíritus apasio- entre ellos que en la reproducción del mundo por un buen
nados por la historia no serán severos p a r a aquella con- pintor ó por una placa fotográfica: el cuadro suprime d e -
fusión inextricable de personajes, para aquella sucesión terminados detalles y pone otros de r e l i e v e , de suerte que
de incidentes triviales que o b s t r u y e n la acción. ¿Opina- permite al instante reconocer sea a l g ú n acto ó e s p e c t á -
r á n lo mismo los que 110 b u s c a n en la ficción novelesca culo exterior, sea alguna emoción interior del pintor- la
más que un entretenimiento? A éstos, Tolsto'í los descon- fotografía refleja indistintamente el fenómeno entero con
cierta e n todas sus costumbres. E s t e analista minucioso todos.sus detalles, de suerte que no toma significación al-
ignora ó d e s p r e c i a la primera o p e r a c i ó n del análisis, tan guna a menos que el observador aplique la a t e n c i ó n que
natural al genio francés; queremos nosotros que el novelis- la placa sensible no h a podido e j e r c e r . Notemos por otra
ta e s c o j a , que separe un personaje, un h e c h o , del caos de parte que la fotografía misma no es tampoco una repro-
los seres y de las cosas, á fin de estudiar aisladamente el ducción fiel de la realidad, puesto que la placa sensible
objeto escogido. E l R u s o , dominado por el sentimiento de solo lo es para determinados colores: reproduce el azul y
la d e p e n d e n c i a universal, n o se d e c i d e á romper los mil el v i o l e n , y no experimenta del rojo y del amarillo sino
lazos que ligan á un hombre, á una a c c i ó n , á un pensa- una débil impresión ó una impresión nula. A la sensibili-
miento, con la m a r c h a total del mundo » 1 . dad de la placa química corresponde la emotividad del
degenerado; también éste h a c e una selección en el fenó-
1 Vizconde E. M. de Vogué, La Novela rusa, París 1888, pági- meno, no s e g ú n la ley de la atención consciente, sino s e -
nas 293 y siguientes.
g ú n el instinto de la emotividad inconsciente; percibe lo
brumas del nihilismo, está dotado de una lucidez y de una
que concuerda con sus emociones; lo que no concuerda
penetración sin iguales para el estudio científico de los
con ellas no existe para él. A s í es cómo se origina el mé-
fenómenos de la vida; tiene la visión clara, pronta, ana-
todo de trabajo señalado por M. de V o g u é en las novelas
lítica de todo lo que alienta sobre la tierra... S e diría el
de Tolstoï: los detalles son uniformemente percibidos y
espíritu de un químico inglés en el alma. de un budista
colocados en el mismo plano, no con arreglo á su impor-
indio; que se encargue quien quiera de explicar este ex-
tancia respecto de la idea fundamental, sino según su re-
traño maridaje; el que lo consiga explicará toda Rusia...
lación con la emoción del poeta. No h a y , por lo demás,
De estos fenómenos que le ofrecen un terreno tan seguro
idea fundamental, ó apenas si existe; el lector tiene que
cuando los estudia aisladamente, quiere conocer las rela-
empezar por ponerla en l a novela, como la pondría en la
ciones generales, quieré remontarse á las leyes que las
misma naturaleza, en un paisaje, en una muchedumbre,
rigen, á las causas inaccesibles. Entonces, su vista tan
en la serie de los sucesos históricos.
clara se obscurece, el intrépido explorador pierde pie, cae
L a novela se ha escrito únicamente porque el poeta en el abismo de las contradicciones filosóficas; en sí mis-
ha experimentado fuertes emociones, aumentadas por mo, en torno suyo, no siente más que la nada y la noche» 1 .
ciertos rasgos del cuadro del mundo que se desenvolvía
M. de V o g u é desea una explicación de este «extraño
ante sus ojos. A s í es como la novela de Tolstoï semeja á
maridaje» de la claridad más grande en la percepción de
la pintura de los prerafaelitas: una abundancia de deta-
los detalles, y de la incapacidad completa para compren-
lles maravillosamente exactos \ una idea fundamental
der las relaciones de los unos con los otros. Esta explica-
místicamente v a g a y apenas p e r c e p t i b l e 2 , una.profun-
ción ahora y a la poseen mis lectores. E l pensamiento
da y fuerte emoción 3 . Esto es lo que siente claramente
místico, el pensamiento sin atención del emotivo, lleva á
también M. de V o g u é , pero de nuevo sin poder expli-
su conciencia imágenes aisladas que púeden ser muy pre-
cárselo. «Por una singular y frecuente contradicción,
cisas, cuando se relacionan con su emoción; pero dicho
dice, este espíritu inquieto, flotante, bañado en las
pensamiento no es capaz de enlazar razonablemente las
unas á las otras estas imágenes'aisladas, porque carece
1 Véase en La Guerra y la Paz (Obras completas de León Tols-
toï, traducidas al alemán con permiso del autor, por Rafael Lowen- para esto de la atención necesaria.
feld, Berlín, 1892, tomos V á VIII): las conversaciones de los solda- Así pues, por grandiosas cualidades que posean las
dos,' primera parte, pág. ¡252;: la escena de las avanzadas, págs. 314
obras de imaginación de Tolstoi no es á ellas á quienes
y siguientes; la descripción de las tropas en marcha, pág. 332; la
muerte del conde Besoukhow, págs. 1 4 2 - 1 4 5 ; l a c a z a d e m o n t e ' s e " debe su reputación universal y su acción sobre los con-
gunda parte, págs. 383-407. temporáneos. Las gentes estaban de acuerdo para ver en
2 En la misma obra: los pensamientos dei príncipe Andrei
sus novelas producciones notables, pero durante largos
herido, primera parte,. pág. 516; la conversación del conde Pedro
con el francmasón y martinista Basdjejew, segunda parte, págs. 106- años ni La Guerra y la Paz, ni Ana Karenine, ni las narra-
114 y siguientes. ciones cortas, tuvieron muchos lectores fuera de Rusia y
3 Ibidem: la aventura de la princesa María con su preten- la crítica no rendía su tributo de admiración al autor de
diente, primera parte, págs. 410 423; e l P a r t 0 d e l a P"ncesita, se-
gunda parte, págs. 58-65; todos los pasajes en que el conde Rostow esas obras sino con alguna reserva. En Alemania, Franz
ve al czar Alejandro, ó aquellos en los cuales el autor habla de Na-
poleón I, etc. 1 V . de E. M. de V o g u é op., cit., pág. 282.
Bornmüller decía todavía de Tolstoï en 1882, en su Diccio- universo, de sus relaciones con la humanidad y del obje-
nario biográfico de los escritores del tiempo actual: « Posee to de su vida, una idea que se desprende de todas sus
un talento literario no ordinario, pero insuficientemente obras, pero que ha desarrollado también sistemáticamen-
acabado desde el punto de vista artístico é influido por de- te en varios escritos teóricos, especialmente en Mi Con-
terminados modos de ver estrechos sobre la vida y sobre fesión, Mi Religión, Breve Exposición del Evangelio y Mi
el espíritu de la historia». T a l era hace aun unos cuantos Vida. Dicha idea es poco complicada y es fácil resumirla
años, la opinión de las personas bastante escasas fuera en unas cuantas palabras: el individuo no es nada y la es-
de los Rusos, que conocían á Tolstoï. pecie es todo; el individuo vive para hacer el bien á sus
L a Sonata de Kreutzer, publicada en 1889, llevó por semejantes; pensar é investigar, ese es el gran mal; la
primera v e z el nombre de Tolstoï hasta los límites de la ciencia es la perdición, la fe es la salvación.
civilización; esta breve narración fué la primera que se Cómo ha llegado á este resultado lo cuenta Tolstoí en
tradujo á todas las lenguas, publicada por cientos de miles Mi Confesión-. «Perdí en edad temprana la fe. V i v í duran-
de ejemplares, y leída con una v i v a emoción por millones te algún tiempo, como todos los demás, de las vanidades de
de personas. A partir de este momento, la opinión pública la vida. Escribí libros y enseñé, como los demás, lo que
de los pueblos occidentales colocó á Tolstoï en la primera yo no sabía. Después la esfinge comenzó á perseguirme
línea de los escritores vivos; su nombre estuvo en todas las cada v e z con más crueldad: adivina mi enigma ó te devoro.
bocas, el interés general no sólo se volvió hacia sus narra- La ciencia no me ba explicado nada; á mi eterna pregun-
ciones anteriores, que habían permanecido ignoradas du- ta, la única que significa alguna cosa: ¿cuál es el objeto
rante largos años, sino también hacia su persona y su de mi vida?—la ciencia me dió respuestas que me traían
destino, y llegó á ser en el ocaso de su vida, por decirlo otras enseñanzas que eran para mí indiferentes. L a cien-
así de la noche á la mañana, lo que es hoy sin disputa: cia me dijo tan sólo: la vida es un mal desprovisto de sen-
una de las principales figuras representativas del siglo en tido. Quise matarme. En fin, tuve la idea de examinar
sus postrimerías. L a Sonata de Kreutzer, no obstante, no cómo v i v e la inmensa mayoría de los hombres, no aque-
alcanza el nivel poético de la mayor parte de sus obras lla que, como nosotros, las pretendidas clases superiores,
anteriores; una gloria adquirida de repente, no y a por La se entregan á la reflexión y al estudio, sino aquella que
Guerra y la Paz, Los Cosacos, Ana Karénine, etc., sino trabaja y sufre, y que sin embargo goza de tranquilidad
mucho después de la publicación de estas abundantes y tiene ideas precisas sobre el objeto de la vida. Com-
creaciones, por la Sonata de Kreutzer, no puede, pues, es- prendí que se debe vivir como esta muchedumbre, volver
tribar única ó principalmente en los méritos estéticos. La á su fe sencilla ».
historia de esta gloria demuestra de este modo que no es Si se examina seriamente esta marcha de ideas, se re-
el « poeta » Tolstoï la verdadera la causa del tolstoísmo. D e conoce en seguida que es absurda. Plantear a s i l a cuestión:
hecho es sobre todo, y quizá únicamente, al «filósofo» «¿cuál es el objeto de mi vida?», es plantearla de -una ma-
Tolstoï á quien es imputable esta tendencia de espíritu. nera defectuosa y superficial; es presuponer implícita-
El filósofo tiene pues una importancia más grande que el mente la idea de finalidad en la naturaleza, presuposición
poeta, bajo el punto de vista de nuestro estudio. sóbrela cual el espíritu verdaderamente ávido de verdad y
Tolstoï se ha formado, de la posición del hombre en el de conocimiento tiene precisamente que ejercer su crítica'
P a r a preguntar: «¿Cuál es el objeto de nuestra vida?», si ha concebido un plan del universo, dicho plan es se-
tenemos que admitir ante todo que nuestra vida tiene un guramente perfecto, todas sus partes son armónicas, el
objeto determinado, y como nuestra vida no es sino un objeto al cual es empleado cada colaborador, el más pe-
fenómeno especial en la vida general de la naturaleza, en queño como el más grande, es el mejor que se pueda ima-
la evolución de nuestra tierra, de nuestro sistema solar, ginar y el hombre puede en toda quietud y en toda segu-
de todos los sistemas solares, esta hipótesis encierra esta ridad vivir conforme á sus fuerzas y á sus instintos depo-
otra: que la vida general de la naturaleza tiene un objeto sitados en él por Dios, dado que en todos los casos el
determinado. Esta hipótesis, á su vez, presupone necesa- hombre cumple, colaborando en el divino plan cósmico
riamente la existencia, en el universo, de un espíritu desconocido para él, una alta y digna misión.
consciente, previsor y director. ¿Qué es, con efecto, un S i , por lo contrario, no se cree en un Dios, no se pue-
objeto? El efecto querido, colocado en el porvenir, de de tampoco formar la idea de finalidad, puesto que en
fuerzas activas en el presente. El objeto ejerce sobre es- este caso el objeto futuro, que no puede existir más que
tas fuerzas una influencia en cuanto les traza una direc- como idea en una conciencia, no tiene, dado que falta una
ción; es por consiguiente él mismo una fuerza. Pero conciencia universal, ningún sitio en que pueda existir y
dicho objeto no puede existir objetivamente, en el tiempo no puede haber para él sitio ninguno en la naturaleza. Y
y en el espacio, puesto que entonces dejaría de ser un si no hay finalidad, no se puede tampoco preguntar!
objeto futuro, se convertiría en una causa presente, es «¿Cuál es el objeto de mi vida?» En este caso la vida no
decir en una fuerza más que clasificar en el mecanismo tiene un objeto predeterminado, no tiene más que causas.
general de las fuerzas naturales, y el suelo se sustraería, No tenemos, pues, para qué ocuparnos más que de éstas,
faltaría base material para toda especulación relativa á la por lo menos de las más próximas, accesibles á nuestro
finalidad. Pero si no es objetivamente, si no existe en el examen, puesto que las causas lejanas y especialmente las
tiempo y el espacio, tiene, para que todavía podamos causas últimas se sustraen por el momento totalmente á
representárnoslo, que existir en alguna parte virtualmen- nuestro conocimiento. Nuestra pregunta entonces debe
te, como idea, plan y propósito; ahora bien, lo que encie- ser: «¿Por qué causa vivimos?», y la respuesta no es difí-
rra dentro de sí un propósito, una idea, un plan, lo llama- cil. Vivimos porque estamos, como toda la naturaleza cog-
mos conciencia; y una conciencia que elabora un plan del noscible, bajo la ley general de la causalidad. Esta es una
universo y emplea conscientemente las fuerzas de la na- ley mecánica que no exige ningún plan preestablecido ni
turaleza en su realización, es sinónimo de Dios. Ahora ningún propósito, por consiguiente tampoco ninguna
bien; si se cree en un Dios, se pierde inmediatamente el conciencia universal. En virtud de esta l e y , los fenóme-
derecho de hacer esta pregunta: «¿Cuál es el objeto de nos del presente tienen su raíz en lo pasado, no en lo por-
mi vida?», puesto que entonces es una arrogante preten- venir: vivimos porque somos engendrados por nuestros
sión, una tentativa del hombre débil y pequeño para mi- padres, porque hemos recibido de ellos una cantidad de-
rar á Dios por encima del hombro, espiar su plan, le- terminada de fuerza que nos permite resistir durante un
vantarse, erguirse hasta la altura de la omniscencia; tiempo dado á las fuerzas disolventes de la naturaleza que
pero es también inútil dicha pregunta, puesto que no po- obran sobre nosotros. C ó m o se da la forma propia á nues-
demos imaginarnos un Dios sin la suprema sabiduría, y tra vida, esto resulta de los efectos recíprocos constantes
de nuestras fuerzas orgánicas heredadas y de las influen-
Bismark decía en cierta ocasión: « Y o no sé por qué ten-
cias exteriores. Considerada objetivamente, nuestra vida
dría que soportar todos los fastidios de la existencia, si no
es, pues, la resultante necesaria de la actividad regular de
creyera en Dios y en una vida futura», demostraba sen-
las fuerzas naturales mecánicas; subjetivamente implica
cillamente que no tenía más que un conocimiento insufi-
una determinada cantidad de alegrías y de dolores; senti-
ciente de los progresos del pensamiento humano desde
mos, como alegrías, la satisfacción de nuestros instintos
Hamlet, que se hacía poco más ó menos la misma pregun-
orgánicos; como dolores, su aspiración vana á esta satis-
ta; soporta las contrariedades de la vida porque puede
facción. En el organismo sano que posee un alto grado de
soportarlas 3' por todo el tiempo que puede hacerlo, y r e -
adaptabilidad, se desarrollan solamente los instintos cuya
chaza infaliblemente la existencia desde el momento en
satisfacción es posible, cuando menos hasta un cierto pun-
que su fuerza no es y a suficiente para soportarlas. H e
to, y no va acompañada de consecuencias perjudiciales
aquí por qué el incrédulo vive y permanece alegre, por
para él individuo; en su existencia, por consiguiente, las
todo el tiempo que las satisfacciones predominan en su
alegrías prevalecen de una manera decidida sobre los
vida; y he aquí por qué el creyente, por su parte, rechaza
dolores y siente la vida no como un mal, sino como un
la existencia, como vemos que sucede á cada instante,
g r a n bien. En el organismo desequilibrado existen instin-
cuando advierte de un modo incontestable que el balance
tos degenerados que no pueden ser satisfechos, ó c u y a
de su vida se cifra por un déficit de satisfacciones. El argu-
satisfacción perjudica al individuo ó le destruye; ó bien el
mento de la fe tiene incontestablemente, en el espíritu del
organismo degenerado es demasiado débil ó demasiado
creyente—como, por otra parte, el argumento del deber
torpe para satisfacer aun los instintos legítimos; en su
y del honor, en el espíritu del incrédulo—una fuerza per-
existencia, necesariamente, predominan entonces los do-
suasiva, y debe ser inscrita en el haber en las cuentas de la
lores y siente la vida como un mal. Mi interpretación del
vida. Sin embargo, no tiene también más que un valor li-
enigma de la vida es pariente cercana de la interpretación
mitado y no puede sino equilibrar su equivalente de su-
eudemónica conocida, pero está fundada sobre una base
frimientos, y nada más.
biológica, y no metafísica. Explica el optimismo y el pesi-
mismo del modo más sencillo, como fuerza vital suficiente D e estas consideraciones resulta que la terrible pre-
ó insuficiente, como adaptabilidad existente ó que falta, gunta: «¿Cuál es el objeto de mi vida?» que ha empujado
como salud ó enfermedad. L a observación imparcial de la casi á Tolsto'i al suicidio, podía ser resuelta, sin dificultad,
vida demuestra que la humanidad entera ocupa conscien- de una manera satisfactoria. El creyente que admite que
te ó inconscientemente el mismo punto de vista filosófico. su vida debe tener un objeto, vivirá conforme á sus in-
Los hombres viven de buen grado, y más bien tranquila- clinaciones y á sus fuerzas, y se dirá asimismo que de
mente alegres que tristes, por tanto tiempo cuanto la esta manera cumple correctamente la parte de trabajo que
existencia les ofrece satisfacciones. ¿Son los sufrimientos le es asignada en el universo, aun sin conocer los objeti-
más fuertes que el sentimiento de placer que aporta la vos últimos de éste, absolutamente como un soldado cum-
satisfacción del primero y más importante de todos los ins- ple de buen grado su deber en el punto del campo de
tintos orgánicos: el instinto vital ó de la conservación?— batalla en que está colocado, sin tener la más mínima sos-
no vacilan entonces en matarse. Cuando el príncipe de pecha de la marcha general de la batalla ni de la impor-
tancia que tenga ésta para el resultado de la campaña
entera. El incrédulo que está convencido de que su vida ría « v i v e tranquila y teniendo ideas precisas acerca del
es un caso particular de la vida universal de la naturaleza, objeto» porque come sobre todo patatas, ó habita en só-
que su personalidad ha salido á luz á la existencia como tanos, ó se baña rarísimamente.
un efecto normal y necesario de las fuerzas orgánicas Tolsto'í ha visto perfectamente que la mayoría no par-
eternas, sabe también con toda exactitud no sólo por qué, ticipa de su pesimismo y está contenta de vivir, pero este
sino para qué vive; vive porque la vida, y por todo el hecho lo ha interpretado á la manera mística. E n lugar de
tiempo que la vida, es para él una fuente de satisfaccio- reconocer que el optimismo de la muchedumbre es senci-
nes, es decir de alegría y de felicidad. llamente una manifestación de su fuerza vital, Tolsto'í lo
atribuye á su fe, y busca por ende él mismo en la fe acla-
Tolstoi, con sus esfuerzos desesperados, ¿ha encontra-
raciones acerca del objeto de su propia existencia. «Fui
do otra contestación? No. L a s luces que no le aportaron
llevado al cristianismo», refiere en otra de sus obras, «no
sus reflexiones y sus estudios, las encontró, como hemos
por los estudios teológicos ó las investigaciones históri-
visto en el pasaje citado más arriba de Mi Confesión, en
cas, sino por esta circunstancia: que á la edad de cincuen-
el seno de «la inmensa mayoría de los hombres... que tra-
ta años, habiéndome preguntado á mí mismo y habiendo
baja y sufre, y que sin embargo, está tranquila y tiene
preguntado á los sabios que tenía cerca de mí, qué
ideas precisas sobre el objeto de la vida». «Compren-
significación tenía mi « y o » y mi vida, obtuve esta con-
dí, añade, que se debe vivir como esta muchedumbre,
testación: « T ú eres un encadenamiento fortuito de pe-
volver á su fe sencilla ». L a frase final es arbitraria; es un
queñas partes; la vida no tiene ninguna significación; la
salto de ideas místico. «La muchedumbre vive tranquila
vida es en sí misma un mal». Entonces me entregué á la
y teniendo ideas precisas sobre el objeto de la vida»,
desesperación y quise matarme. P e r o acordándome que
no porque tenga una « fe sencilla», sino porque está sana|
en otro tiempo, en mi niñez, en la época en que creía, la
porque está contenta de sentirse vivir, porque á cada fun-
vida había tenido para mí un sentido, y que los hombres
ción orgánica, á cada ejercicio de sus fuerzas, en todo
creyentes que me rodean — y c u y a mayo»- parte no ha
momento, la vida le procura satisfacciones. L a « f e senci
sido corrompida por la riqueza — llevan una verdadera
lia» es un fenómeno accidental que acompaña á este op-
vida, dudé de la exactitud de la contestación que había
timismo natural. Sin duda, la mayoría de los iletrados en
recibido de los sabios que tenía á mi alcance, y me esfor-
el pueblo, que representa la parte sana de la humanidad
cé por comprender la respuesta que da el cristianismo á
y por esta razón se siente dichosa de vivir, recibe en su
los hombres que llevan una verdadera vida »
juventud una enseñanza religiosa y no rectifica sino rara-
mente, más tarde, por sus propias reflexiones, los errores La respuesta de que se trata, la encontró « en los Evan-
que le han sido inculcados por función del Estado; pero gelios, esta fuente de luz». «Esto, continúa, me era com-
su creencia semi-inconsciente es una secuela de su po- pletamente indiferente: ¿Jesucristo era Dios ó no Dios; el
breza y de su ignorancia, como sus malos vestidos, su Espíritu Santo emanaba de éste ó de aquél? No tenía tam-
alimentación insuficiente y su habitación insalubre. Decir
que la mayoría «vive tranquila y teniendo ideas precisas 1 León Tolstoí, Breve exposición del Evangelio, traducido del
acerca del objeto », porque tiene una «fe sencÜla», es una ruso (en alemán), por Paul Lauterbach, Leipzig. Biblioteca univer-
cosa tan lógica como decir, por ejemplo, que esta mayo- sal de Reclam, pág. 13.
• \
poco necesidad ninguna de saber cuándo ó por quién
saber: que el Evangelio es una luz. P e r o y a conocemos
habían sido escritos e l ' Evangelio ó una parábola cual-
esta particularidad de los místicos, que consiste en apoyar
quiera, y si podían ser atribuidos al Cristo ó no. L o que
todas sus conclusiones sobre las premisas más absurdas,
me importaba era esa luz que desde hace ochocientos
en fingir el menosprecio de la realidad y en oponerse al
años ha iluminado é ilumina al mundo; en cuanto á nom-
examen razonable de sus puntos de partida. Me limito á
brar la fuente de esta luz, á conocer su composición, á
recordar la frase de Rossetti: « ¡Qué me importa que el
saber quién la ha encendido, todo esto me tenía absolu-
sol gire alrededor de la tierra ó la tierra alrededor del
tamente sin cuidado ».
sol!», y la aseveración de M. Mallarmé: « El mundo se ha
Apreciemos esta marcha de ideas de un espíritu mís- hecho par^ venir á parar á un hermoso libro».
tico: el Evangelio es la fuente de la verdad, pero no im-
D e qué manera Tolstoí arregla el Evangelio á • fin de
porta en modo alguno saber sí el Evangelio es una reve-
deducir dé: él las aclaraciones reclamadas, puede verlo el
lación de Dios ó una obra humana, si encierra la tradición
lector en su Breve Exposición. No se preocupa en lo más
no alterada de los destinos del Cristo ó si h a sido redac-
mínimo'del texto sagrado, sino que hace entrar en él lo
tado, siglos después de su muerte, valiéndose de un fondo
que se le pasa por el magin. El Evangelio tan fantástica-
de leyendas obscurecidas ó desfiguradas. ¡Tolstoí no deja
mente transformado por él y que ofrece poco más ó me-
de ser el primero en sentir que comete con esto una gra-
nos tanta'semejanza con los escritos cr.nónicos, como la
v e falta de razonamiento; pero se engaña á sí mismo, á la
que ofrecen los Fragmentos fisiognómicos «sacados de
manera ordinaria de los místicos, empleando una compa-
su propia cabeza» por «el regocijado maestrillo de escue-
ración y presumiéndose sin fundamento que su imagen es
la María W u z d'Auenthal», de Juan Pablo, con la obra de
la pura realidad; llama, en efecto, al Evangelio una luz y
Lavater que lleva el mismo título, enseña lo que sigue á
exclama que no importa saber qué nombre se ha de dar á
Tolstoí, sobre la significación de la vida: «Los hombres
la luz ni de qué está compuesta. Esto es exacto si se trata
se imaginan que son seres especiales, cada cual libre de
de una luz verdadera y material; pero el E v a n g e l i o es
vivir según su voluntad; pero es una ilusión. L a sola
una luz tan sólo por metáfora, y no puede evidentemente
vida verdadera es la que reconoce la voluntad del Padre
ser comparado á una luz sino en el caso de encerrar la
como origen de la vida. Esta unidad de la vida es reve-
verdad; si encierra la verdad, es cosa que no puede ser
lada por mi doctrina, que representa la vida, no como
reconocida sino á consecuencia de una exégesis; si esta
retoños que brotan aislados, sino como un árbol único so-
éxégesis demuestra que es una obra humana y tan sólo
bre el cual crecen todos los retoños. A q u é l que v i v e en
se compone de leyendas no probadas, no sería natural-
la voluntad del Padre como un retoño sobre el árbol,
mente el Evangelio un foco de verdad; no se podría y a
aquél solo es el que v i v e ; pero el que quiere vivir á vo-
compararlo á la luz, y la altanera imagen con ayuda de la
luntad suya como un retoño arrancado, aquél muere»
cual Tolstoí pretende responder á quien le interroga sobre
Más arriba ha dicho y a que Dios es el « origen universal
la fuente de la luz, se disiparía en humo. A s í pues, llaman-
infinito» 3' es sinónimo de «Espíritu». Si este pasaje tiene
do al Evangelio una luz y negando la necesidad de exa-
un sentido, no puede ser más que éste: la naturaleza ente-
minar sus fuentes, Tolstoí a c e i t a lisa y llanamente como
demostrado lo que precisamente está por demostrar, á
1 León Tolstoí Op. cit., pág. 172.
ra no es más que un solo ser v i v o ; cada ser vivo en par- to, sino necesario, puesto que es determinado causal-
ticular, por consiguiente también cada hombre, es una mente.
parte de la vida universal, y esta vida universal es Dios. La concepción del mundo de Tolsto'í, el fruto del tra-
Pero no es Tolsto'í quien ha inventado esta doctrina; lleva bajo de reflexión desesperado de toda su vida, no es
un nombre en la historia de la filosofía: se llama el pan- pues más que niebla, incomprensión de sus propias pre-
teísmo; es presentida por el budhismo y aun por el h y l o - guntas y respuestas y palabrería huera. N o resulta mucho
zoísmo, y está desarrollada por Spinoza; pero no está se- más favorecida su moral, á la cual el mismo Tolsto'í confie-
guramente contenida en el Evangelio y constituye la re una importancia mucho mayor que á su filosofía. L a re-
negación determinada del cristianismo. Este, con efec- sume en cinco mandamientos, de los cuales el más impor-
to, á cualquiera interpretación racionalista y á cualquiera tante es el cuarto: «No oponerse al mal, soportar la in-
tortura que se sometan sus escritos sagrados, no puede justicia y hacer más de lo que piden los hombres; por
nunca renunciar á la doctrina del Dios personal y de la consiguiente, no j u z g a r y no dejar que se juzgue... V e n -
naturaleza divina del Cristo, sin quedar vacío de todo su garse no enseña más que á v e n g a r s e » Su admirador
contenido religioso, de todos sus órganos vitales esen- M. de V o g u é expresa en esta forma la doctrina moral de
ciales y sin dejar de ser una f e . Tolsto'í: «No resistáis al mal,... no juzguéis,... no m a t é i s . —
A s í vemos que TolstoY, en su investigación de la ex- Luego pues, no más tribunales, ni ejércitos, ni prisiones,
plicación del enigma de la vida, cree haber ido á parar ni represalias públicas ó privadas. Ni guerras ni senten-
á la f e cristiana de la muchedumbre y ha llegado de he- cias de justicia. L a ley del mundo es la lucha por la exis-
cho á lo contrario de la fe cristiana de la muchedumbre, tencia, la ley del Cristo es el sacrificio de la propia exis-
al panteísmo. L a respuesta de los « sabios» que él es, que tencia por les demás» 2 .
el hombre es, «un encadenamiento fortuito de pequeñas ¿Es aún necesario demostrar la completa falta de razón
partes, y que la vida no tiene ninguna significación», le de esta doctrina moral? Salta claramente á los ojos de
ha «casi impulsado al suicidio»; por lo contrario, se halla todo espíritu sano; si el asesino no tuviera y a en adelante
perfectamente tranquilo al poder hacer constar que «la que temer al patíbulo, ni el ladrón á la cárcel, el asesinato
verdadera vida... no es la vida pasada ó" futura, sino la y el robo no tardarían en convertirse en los oficios más
vida presente, lo que ocupa á cada uno en el minuto generalizados, puesto que es mucho más cómodo escamo-
actual»; niega expresamente en Mi Religión la resurrec- tear el pan y a cocido y las botas y a hechas, que reventar-
ción del cuerpo y la individualidad del alma y no advierte se á trabajar en los campos y en el taller. Si la sociedad
que la doctrina que le satisface plenamente es en absoluto dejara de arreglárselas de modo que el crimen fuera una
la misma que la de los « sabios » que le han « casi impulsa- empresa peligrosa, ¿qué es lo que contendría á los malva-
do al suicidio ». Puesto que si la vida no es más que el dos,—puesto que también existen, según Tolsto'i mismo,
instante presente no puede tener ningún objeto, dado que —para entregarse á sus peores instintos, y qué es lo que
éste nos muestra un porvenir; y si el cuerpo no resucita contendría hasta á la gran masa de los indiferentes que no
y si el alma no tiene existencia individuadlos «sabios»
tienen en absoluto razón en llamar al hombre « un enca- 1 León Tolsto'i, Breve Exposición del Evangelio, pág. 60.
denamiento de pequeñas partes», no, ciertamente, fortui- 2 Vizconde E. M. de Vogué, Op. cit., pág/333.
EL TOLSTOISMO

tienen inclinación decidida ni por el bien ni por el mal, por sus semejantes; es el deber de éstos y también su ins-
para no imitar el ejemplo de los criminales? A buen seguro tinto natural; pero hacer dádivas á un hombre capaz de
que no seria la doctrina de Tolsto'i, según la cual «la ver- trabajar es, en toda circunstancia, una falta y un engaño
dadera vida es la vida presente». L a primera función de la á sí mismo; si el hombre capaz de trabajar no encuentra
sociedad, aquella para la cual los hombres aislados se han trabajo, esto depende manifiestamente de un defecto de
formado al principio en una sociedad, es la defensa de sus las instituciones económicas de la sociedad, y cada cual
miembros contra los enfermos que padecen de impulsio- tiene el deber de colaborar seriamente en la supresión de
nes homicidas y contra los parásitos que—siendo desvia- este defecto, y de no facilitar su mantenimiento, calman-
ciones igualmente patológicas del tipo normal—no pueden do por un tiempo determinado, por medio de una dádiva
vivir sino del trabajo de los demás y violentan sin vacilar, á la víctima de estas condiciones defectuosas; la limosna
para saciar sus apetitos, á todo ser humano que encuen- no tiene otro objeto, en este caso, que aturdir la concien-
tran en su camino. Los individuos de instintos anti-sociales cia del que da y proporcionarle una excusa para- sus-
no tardarían en formar la maj'oría, si los individuos sanos traerse al deber que le incumbe de curar los males reco-
no los combatiesen 3* no les creasen condiciones desfavo- nocidos del orden social. Pero si el hombre capaz de
rables para la existencia; pero que se les deje llegar á ser trabajar detesta el trabajo, la limosna entonces le corrom-
los más fuertes, y la sociedad, y en breve la humanidad pe por completo y mata en él definitivamente el deseo de
misma, serían necesariamente condenadas sin remisión poner en acción sus fuerzas, que es lo único que mantie-
á la ruina. ne al organismo sano y moral. Así es como la limosna
Además del principio negativo de que no debe uno hecha á un hombre en estado de trabajar, degrada tanto
oponerse al mal, la moral de Tolsto'i tiene también un prin- al que la recibe como al que la otorga y envenena el sen-
cipio positivo: se debe amar á todos los hombres, sacrifi- timiento del deber y la moralidad de uno y de otro.
carlo todo por ellos, hasta la propia vida, hacerles bien Pero, mirando las cosas dé más cerca, el amor al pró-
cuando se puede. «Es necesario comprender que cuando jimo que se manifiesta por la limosna ó aun por el reparto
el hombre hace un bien, no h a c e sino aquello á lo que está fraternal, no es tal amor en realidad. El amor, bajo su for-
obligado, aquello que no puede dejar de hacer... Cuando ma más sencilla y más primitiva (no hablo aquí del amor
sacrifica su vida carnal por el bien, no hace nada que me- sexual, sino de la simpatía general hacia otro ser vivo, que
r e z c a que se le agradezca ni que se le recompense... Sólo ni siquiera necesita ser un ser humano), es un instinto
aquellos v i v e n que I.acen el bien» (Breve Exposición del egoísta que busca únicamente su propia satisfacción, y no
Evangelio). «No es la limosna lo que es eficaz, sino el re- la del ser amado; en un grado superior de desarrollo, por
parto fraternal. El que tiene dos. mantos debe dar uno al lo contrario, se propone principalmente, ó hasta exclusi-
que no tiene». (¿Qué se debe hacer?/ Esta distinción entre vamente, la felicidad del ser amado y se olvida de sí mis-
la limosna 3' el reparto no puede ser sostenida con serie- mo. El hombre sano que no tiene instintos anti-sociales
dad; todo don que un hombre obtiene de otro sin trabajo, ama la sociedad de los demás hombres; evita pues casi
sin reciprocidad, es una limosna y esa es una cosa pro- inconscientemente los actos que apartarían de él á sus
fundamente inmoral. El enfermo, el anciano, el inválido semejantes y hace lo que, sin costarle esfuerzos dema-
que no pueden trabajar, deben ser mantenidos y cuidados siado grandes, es suficientemente agradable á sus seme-
jantes para atraerlos hacia él. L a representación de sufri-
mientos, aun de los que no son los suyos propios, provoca su casa, por.admiración hacia su talento elevado y por
en el hombre sano un dolor más ó menos fuerte, según el piedad hacia su pobreza y su abandono, á un violinista,—
grado de excitabilidad de su cerebro; cuanto más viva es un bohemio enfermo. Como el infortunado artista es un
la representación del sufrimiento, más violento es el sen- bebedor, Delessow le encierra, en cierto modo, en su do-
timiento de dolor que la acompaña'; así como las apercep- micilio, le coloca bajo la vigilancia de su criado S a -
ciones provocadas por las impresiones sensoriales directas char, y le niega toda ciase de bebidas alcohólicas. El pri-
son las más vivas, los sufrimientos que ve uno con sus pro- mer día, A l b e r t o — e l artista—se somete, pero está depri-
pios ojos le procuran también el dolor más agudo, y á fin mido y de mal humor; el segundo día lanza y a á su bien-
de sustraerse á él, hace esfuerzos proporcionados para que hechor «miradas rencorosas».—«Parecía temer á D e -
el dolor ajeno cese, á v e c e s sencillamente no más que para lessow, un violento terror se dibujaba en su semblante cada
no tener que verlo. Este grado de amor al prójimo es, co- vez que sus miradas se encontraban... No respondía á las
mo lo hemos dicho, puro amor de sí mismo, puesto que no preguntas que se le hacían.» El tercer día, en fin, Alberto
se propone otro objeto qué evitarse á sí mismo el dolor y se subleva contra la sujeción á la cual se cree sometido.
aumentar sus propios sentimientos de placer. P o r lo con- «¡No tiene usted el derecho de obligarme á permanecer
trario, el amor al prójimo que Tolsto'í quiere evidentemen- aquí! »—exclama. «Mi pasaporte está en regla, no le he
te predicar, pretende ser desinteresado; se propone la dis- robado á usted nada, puede usted registrarme; iré á que-
minución del sufrimiento y el aumento de la felicidad de jarme al delegado de policía.» El criado Sachar trata de
los demás; no puede, pues, ser y a ejercido por instinto, calmarle. Alberto se enfurece cada v e z más y «grita de
puesto que exige un conocimiento exacto de las condicio- repente á grandes voces: ¡La guardia!» Delessow le deja
nes de existencia, de los sentimientos y deseos ajenos, y la marcharse, y Alberto « se va sin decir adiós y refunfu-
obtención de este conocimiento supone observación, re- ñando entre dientes palabras ininteligibles ».
flexión y juicio. S e ha de pesar seriamente lo que en rea- Delessow ha recogido á Alberto porque el aspecto del
lidad conviene á su semejante y redunda verdaderamente artista, enfermizo, paliducho, tiritando de frío en el in-
en sú bien; se ha de salir por completo de sus propias vierno ruso, insuficientemente vestido, era doloroso para
costumbres é ideas y esforzarse por identificarse, meterse él. Cuando le vió en su casa, resguardado del frío, ante
en el pellejo del hombre á quien se quiere hacer bien; hay una mesa ricamente puesta, envuelto en una hermosa bata
que v e r con los ojos de este hombre, sentir con su alma, y suya, Delessow se mostró contento y satisfecho de sí mis-
no con los propios oíos y con la propia alma, el beneficio mo. ¿Pero estaba también contento Alberto? Tolsto'í nos
que uno se propone conferirle. ¿Obra así Tolsto'í?; las asegura que Alberto se sintió mucho más desgraciado en
obras suyas en que muestra en acción su pretendido amor su nueva situación que lo era antes; tan desgraciado, que
al prójimo, atestiguan absolutamente lo contrario. tardó poco en no poderla soportar más, y que se sustrajo
En el cuento titulado Alberto 1, Delessow r e c o g e en á ella con un transporte de furor. Y ahora, ¿á quién ha
proporcionado un bien Delessow?¿A él mismo, ó á Alberto?
En este cuento, se trata de un hombre de espíritu en-
'. León Tolsto'í, Obras completas, traducción alemana, tomo II;
Novelitaiy Cuentos, primera parte. fermo, y á un hombre de este género se tiene á veces, con
efecto, que imponer por la fuerza un beneficio que él no
puede comprender ni sentir como tal—haciendo .esto, El príncipe lleva al cantante al hotel distinguido.
por de contado, de una manera más lógica, más perseve- La servidumbre lanza miradas hostiles y despreciativas
rante y más prudente que la que emplea Delessow; pero al vagabundo miserablemente vestido, aunque se pre-
en otra historia del mismo volumen, El Diario del príncipe senta en compañía del huésped príncipe. Les indican
Nechljudow, se muestra aún con mucha mayor viveza y «la sala de la izquierda reservada para el pueblo». El
sin ninguna excusa lo absurdo de un amor al prójimo que cantante se siente muy confuso y desearía estar á mil le-
no se preocupa de las necesidades reales del prójimo. guas de allí; pero no revela nada en su semblante. El prín-
El príncipe Nechljudow ha oído, en una magnífica no- cipe manda que traigan Champagne; el cantante bebe sin
che de Julio, delante del «Hotel Suizo» de Lucerna, á un verdadero gusto y sin confianza. Cuenta su vida, y dice
cantante callejero, cuyos cantos le han emocionado y de pronto: « Y a sé lo que quiere usted; emborracharme
agradado profundamente; el cantante es un infeliz ente para ver lo que haré.» Los visajes burlones y descarados
jorobado, mal vestido y tiene aspecto, famélico. A todos délos criados irritan á Nechljudow, que bruscamente hace
los balcones del suntuoso hotel se habían asomado, con entrar á su invitado en el elegante comedor de la derecha,
sus esposas, unos ricos ingleses que habían mostrado un destinado á los clientes distinguidos. Quiere que le sir-
vivo placer oyendo las canciones del infeliz contrahecho; van allí, y nada más que allí. Los ingleses que se encon-
p e r o cuando éste, quitándose el sombrero, había solicita- traban en la sala, la abandonaron indignados, los mozos
do una pequeña recompensa, nadie le había echado el más se quedan estupefactos, pero no se atreven á oponerse á
ligero óbolo. La indignación de Nechljudow es extraordi- los deseos del príncipe ruso irritado; « el cantante ponía
naria; se siente irritado en extremo porque « el cantante una cara lastimosamente asustada y me suplicó, sin com-
ha tenido que solicitar por tres v e c e s una caridad, y nadie prender evidentemente por qué estaba y o irritado ni lo
l e ha dado la más mínima cosa, y hasta la mayoría de los que yo quería, que le dejara marcharse cuanto antes».
huéspedes se han reído de él». L e parece esto «un suceso El hombrecillo estaba sentado, « medio muerto, casi des-
que los historiadores de nuestro tiempo deben inscribir en fallecido», a l i a d o del príncipe, y se estimó dichoso cuan-
letras dé fuego inextinguibles en el libro de la historia». do, por fin, Nechljudow le permitió marcharse.
No quiere, por su parte, ser cómplice de este crimen inau-
Adviértase de qué manera tan incomprensiblemente
dito; echa á correr detrás del pobre diablo, le alcanza y
absurda, el príncipe Nechljudow se conduce desde el prin-
le propone ir á beber juntos una botella de vino. E l can-
cipio basta el fin. Invita al cantante á beber una botella
tante acepta. «Hay cerca de aquí un cafetín», dice; «po-
de vino, aunque debiera decirse, si tenía la menor chispa
demos entrar en él; un café sin pretensiones, modesto»,
de buen sentido, que una cena caliente, ó mejor aún, una
añade. «Estapalabra «modesto», hizo nacer involuntaria-
moneda de veinte reales, sería mucho más necesaria y
mente en mí», cuenta Nechljudow en su libro de memo-
útil al pobre diablo que una botella de vino. El cantante
rias, «la idea de no ir á un modesto café, sino al «Hotel
propone que entren en una modesta taberna, donde estará
Suizo», donde estaban las gentes que le habían oído can-
á su gusto. El príncipe no presta la menor atención á este
tar. A u n q u e el jorobado se n e g ó varias veces, con una ti-
deseo natural y razonable, sino que arrastra al desgraciado
midez conmovida, á ir al «Hotel Suizo », demasiado dis-
á un hotel distinguido en el cual, con su miserable ves-
tinguido, decía, y o persistí en mi idea.»
tido, bajo el fuego cruzado de las miradas insolentes y
burlonas de los mozos, se encuentra excesivamente mo-
eterna obscuridad de los pasajes subterráneos, y sueña
lesto. Poco le importa al príncipe; manda traer Cham-
acaso, con lágrimas en los ojos, en introducir en ellos la
pagne, al cual no está acostumbrado el cantante y que le
luz eléctrica. Puesto que él, que ve, sufriría atrozmente en
agrada tan poco, que llega á imaginarse que su noble an-
las condiciones de existencia de un topo, piensa que dicho
fitrión quiere hacerle una j u g a r r e t a — v e r l e borracho.
animal merece naturalmente también una gran compasión,
Nechljudow comienza á disputarse con los mozos, penetra
bien que sea ciego por naturaleza y no tenga por consi-
en la sala más rica del hotel, hace huir á los demás hués-
guiente por qué echar de menos la luz. Cuenta una anéc-
pedes que no quieren cenar con el cantante callejero, y
dota que en un día de invierno, un niño vertió agua calien-
no se cuida, en todo este tiempo, de los sentimientos de su
te en el aquarium de la sala de su casa, porque los pececi-
invitado, que está sobre ascuas, deseando que se lo trague
tos dorados debían tener mucho frío, y se habla á menudo,
la tierra, y que no recobra la respiración hasta que su te-
en los periódicos festivos, de sociedades de beneficiencia
rrible bienhechor le deja escaparse de sus garras.
que envían trajes de abrigo de invierno á los negros del
¿Ha practicado Nechljudow el amor al prójimo? No; Ecuador. Este es el amor al prójimo de Tolsto'i en acción.
no ha hecho nada agradable para el cantante; lo ha ator-
Un punto especial de su doctrina moral es la mortifi-
mentado, se ha dado satisfacción á sí mismo, y eso es todo.
cación de la carne; todo comercio con la mujer es á sus
Ha querido vengarse de los ingleses de corazón duro, con-
ojos una inmoralidad, el matrimonio es tan impuro come
tra los cuales estaba furioso, y lo ha hecho á expensas del
el amancebamiento más libre. L a Sonata de Kreutzer es la
pobre diablo. Considera como un suceso inaudito que los
afirmación más completa y al mismo tiempo la más céle-
ricos ingleses no hayan dado nada al cantante; pero su
bre de estos principios. El matador por celos, Pozdnys-
procedimiento con respecto á éste es peor todavía. L a
cheff, dice: «Nada hay de agradable en la luna de miel;
execrable tacañería de los ingleses quizás ha entristecido
al contrario, es una molestia continua, una vergüenza, un
al cantor durante un cuarto de hora; la hospitalidad ab-
humor sombrío, y por encima de todo, un aburrimiento,
surda de Nechljudow le ha torturado una hora entera. El
un aburrimiento espantoso. No puedo comparar esta si-
príncipe no se ha tomado por un solo momento el trabajo
tuación sino á la de un adolescente que quiere acostum-
d e examinar lo que sería agradable y útil al pobre diablo;
brarse á fumar: le dan ganas de vomitar, se traga la sa-
no ha pensado más que en sus propias emociones, en su
l i v a y finge, á pesar de todo, experimentar un gran placer!
cólera, en su descontento. Este filántropo de corazón
Si el cigarro ha de procurarle g o c e s , ha de ser más tarde,
tierno, és.un peligroso y criminal egoísta.
como en el matrimonio; antes de disfrutar de él, los espo-
El amor al prójimo, desprovisto de discernimiento, del sos tienen primero que acostumbrarse al vicio.
místico emotivo falla necesariamente su objeto, porque
— «¿Cómo al vicio? (le objeta su interlocutor). Pero
no tiene por punto de partida el conocimiento de las ver-
está usted hablando de una cosa natural, de un instinto.»
daderas necesidades del semejante. El místico practica
— «¡Una cosa natural! ¡Un instinto! D e ninguna ma-
un antropomorfismo sentimental; traslada sin vacilar su
nera. He llegado, permítame usted que se lo diga, á la
propia manera de sentir á otros seres que sienten de un
convicción contraria, y estimo yo, hombre corrompido y
modo completamente distinto al suyo; es capaz de compa-
licencioso, que es una cosa contra naturaleza... Es un acto
d e c e r amargamente á los topos condenados á vivir en la
absolutamente contra naturaleza, por lo que se refiere á
toda muchacha pura, lo mismo exactamente que si se tra- voluntad del Padre que el hombre encuentre placer por
tara de un niño» el goce de los encantos femeninos...» Y en la Novela del
Más adelante, Pozdnyscheff desarrolla la teoría deli- Matrimonio expone igualmente que el hombre y la mujer,
rante siguiente de la ley de la vida: «El objeto del hom- aun si se casan por amor, tienen en el matrimonio que
bre, como de la humanidad entera, es la felicidad, y para convertirse en enemigos y que es absolutamente inútil in-
alcanzarla les ha sido dada una ley que deben seguir. Esta tentar una cultura duradera de los sentimientos primitivos 1 .
le}' consiste en la unión de los seres que componen la hu- Sería perder el tiempo refutar una teoría que insulta
manidad. L a s pasiones solas impiden esta unión, y por á todas las experiencias, á todás las observaciones de la
encima de todas, la más fuerte, la peor, el amor sensual, naturaleza, á todas las instituciones, y á todas las leyés
la voluptuosidad. Cuando se h a y a reprimido las pasiones, desarrolladas históricamente, y que tiene conscientemente
y á la vez que todas, el amor sensual, la unión existirá por objeto aniquilar la humanidad. L a idea de combatirla
entonces, y la humanidad, cumplido y a su objeto, no ten- con celo no podría ocurrírsele sino á hombres que tam-
drá y a más razón de existir.» Y sus últimas palabras son: bién tuvieran el espíritu más ó menos perturbado; para
« Es preciso penetrarse bien del sentido exacto del Evan- los cerebros sanos basta con resumirla claramente; se re-
gelio, según San Mateo, v. 28; es preciso comprender bien conoce en seguida que dicha teoría no es otra cosa más
que esta frase: «Quien quiera que mira á una mujer con que pura locura. >.
»codicia ha cometido y a el adulterio», se refiere también
Para Tolsto'i, el gran enemigo es la ciencia; no se can-
á la hermana y no tan sólo á la mujer ajena, sino también
sa en Mi Confesión de acusarla y de burlarse de ella. S e -
y sobre todo á la mujer propia» 2 .
gún Tolsto'i, la ciencia no sirve al pueblo, sino á los go-
Tolsto'i, en quien como en todo degenerado superior biernos y á los capitalistas; se ocupa de cosas tan ociosas
viven dos hombres, de los cuales el uno nota y j u z g a los y vanas como el examen del protoplasma y el análisis es-
absurdos del otro, tiene aún en la Sonata de Kreutzer el pectral, pero no ha pensado nunca todavía en nada útil,
sentimiento claro de la locura de su teoría y pone en la- por ejemplo, «en la mejor manera de fabricar un hacha
bios del pregonero de ésta, P o z d n y s c h e f f , que « él está con mango, en el medio de hacer una buena sierra, pan
considerado como loco» 3 . Pero en su Breve Exposición del bueno; qué clase de harina conviene mejor para el pan,
Evangelio, en la cual Tolsto'i habla en su propio nombre, cómo hay que preparar la levadura, edificar el horno y
desarrolla la misma doctrina, aunque con un poco más de calentarlo; cuáles bebidas y alimentos son los más sanos,
reserva. « La tentación de pecar contra el segundo man- cuáles son las setas comestibles, etc., etc.» T i e n e desgra-
damiento proviene de que creemos que la mujer ha sido cia en los ejemplos que pone, notémoslo de paso, puesto
creada para el placer carnal, y que cuando se deja á una que de todos los asuntos que enumera se ocupan hasta los
mujer y se toma á otra, se tiene más placer. P a r a no su- principiantes en estudios de higiene y de mecánica. D e
cumbir á la tentación, es preciso recordar que no es la conformidad con su naturaleza de poeta, ha sentido la ne-
cesidad de encarnar también en una obra artística sus
1 León Tolsto'i, Sonata de Kreutzer. Traducida del ruso por modos de ver acerca de la ciencia y así lo ha h e c h o en la
E. Halperine-Kaminsky. Colección de autores célebres, pág. 72.
2 Sonata de Kreutzer, págs. 248-249. 1 León Tolsto'i, La Novela del Matrimonio. Traducida del ruso
3 Idem, ibidem, pág. 119. por Miguel Delines. «Colección de autores célebres.»
Tolstoi coinciden en este punto en el mismo delirio. ,
comedia titulada Los Frutos de la Educación. ¿De quién se
El camino de la felicidad es para Tolsto'í el alejamien-
burla? D e unos pobres imbéciles que creen en los apare-
to de la ciencia, la abdicación de la razón y la vuelta á la
cidos y van, llenos de angustia mortal, á la caza de mi-
vida natural, es decir á la agricultura. « Es preciso aban-
crobios; el espiritismo y las opiniones de las gentes de
donar la ciudad, despedir al pueblo de las fábricas, esta-
buen tono ignorantes acerca de los microbios infecciosos,
blecerse en el campo, trabajar con las manos; el objeto de
opiniones sacadas de las gacetillas mal comprendidas de
todo hombre debe ser satisfacer por sí solo todas sus ne-
los periódicos políticos, son para Tolsto'í la ciencia, ¡y con-
c e s i d a d e s » . (¿Qué se debe hacer?)
tra esto es contra lo que'él lanza los dardos dé su sátira!
¡De qué modo lo razonable y lo absurdo se mezclan
La ciencia verdadera no tiene necesidad de que se la
extrañamente en este programa económico! Los males
defienda contra ataques de este género. Y a he demostra-.
que llevan consigo el desarraigo del pueblo de la mater-
do, al apreciar los cargos que los simbolistas neo-católicos
nal tierra que nos alimenta, y la cultura artificial de un
y sus protectores críticos aducen contra la ciencia exacta,
proletariado industrial de las grandes ciudades, los ha
que todas esas frases son ó pueriles ó de mala fe. La im-
reconocido Tolsto'í con exactitud; es verdad también que
putación de mala fe no estaría en su lugar refiriéndose á
la agricultura podría ocupar sana y útilmente á muchos
Tolsto'í; cree lo que dice, pero sus quejas y sus burlas son,
más hombres de los que ocupa actualmente si el suelo
en todo caso, niñerías. Habla de la ciencia como un ciego
fuera la propiedad de la colectividad y si cada uno no dis-
habla de los colores; no tiene visiblemente ninguna sos-
pusiera de otra porción, y tan sólo como parte mientras
pecha de la naturaleza de la ciencia, de su misión, de sus
viviera, que la que pudiese cultivar con esmero. Pero ¿es
métodos ni de los objetos en que se ocupa. S e parece á
preciso para esto destruir la industria? ¿No equivaldría á
Bouvard y P é c u c h e t , los dos idiotas de Flaubert, que, ig-
destruir la civilización misma? El amor racional al prójimo
norantes por completo, desprovistos de maestros y de
y la equidad, ¿no tienen más bien como misión mantener
guías, hojean al azar una porción de libros, se imaginan
cuidadosamente la división del trabajo, este resultado n e .
haber adquirido, entreteniéndose de este modo, un saber
cesario y ventajoso de una larga evolución; pero trans-
positivo, tratan de emplearlo con la inocencia de un croo-
formando por medio de un mejor orden económico al obre-
boy amaestrado, cometen, naturalmente, tremendas ma-
ro industrial, de galeote de las fábricas condenado á la
jaderías una después de otra, y acaban por creerse auto-
miseria y á la enfermedad, como lo es hoy, en un libre pro-
rizados para insultar á la ciencia y declararla una estupi-
ductor de bienes disfrutando por sí mismo de los frutos de
dez y un engaño. Flaubert, al tratar de este modo á
su trabajo y no pasando fatigas sino en la medida compa-
Bouvard y á P é c u c h e t , se vengaba de la tontería de sus
tible con su salud y sus derechos á la vida? Pero en vano
propias tentativas para conqúistar la ciencia, como un te-
buscaremos en Tolsto'í la más ligera alusión á semejante
niente conquista á una cantante de cgfé concierto; Tols-
solución; se contenta con el entusiasmo estéril por la vida
to'í ha descargado su cólera sobre la ciencia, esa belleza
del campó, que todavía bello en Horacio, es y a ridículo é
orgullosa y gazmoña que nadie puede hacer suya sino
impacientante en Rousseau, y repite como un papagayo
mediante serios y largos servicios desinteresados, dibu-
en pos del gran declamador ginebrino, presa del delirio de
jando sobre las paredes los imbéciles de sus Frutos de la
las persecuciones, que no podía imponer sus gustos á su
Educación. El degenerado Flaubert y el degenerado
antojo sino á un siglo sentimental como el suyo, las fra- lucha contra la naturaleza, de buen grado diría en el ser-
ses hueras sobre la inutilidad de la civilización. ¡Volver á vicio obligatorio universal contra ella, del cual sólo los
la naturaleza! No es posible condensar en menos palabras inválidos podrían ser eximidos.
más tonterías: la naturaleza es en nuestro planeta el ene- Hemos visto ahora, una por una, las ideas que reunidas
migo que tenemos que combatir, ante el cual no tenemos constituyen el tolstoísmo. Como filosofía, explica el mundo
el derecho de dejar las armas. Para conservar nuestra vida y la vida valiéndose de unas cuantas paráfrasis absurdas
tenemos que crear condiciones artificiales complicadas ó contradictorias de versículos de la Biblia mal compren-
hasta lo infinito; cubrir nuestro cuerpo, construir un abri- didos con propósito deliberado. Como doctrina moral,
g o sobre nuestras cabezas, hacer acopio de provisiones prescribe la renunciación á la resistencia contra él vicio y
para los meses numerosos durante los cuales la naturaleza el crimen, el reparto de los bienes y el aniquilamiento de
nos niega todo alimento. No hay más que una extensión la humanidad por una completa continencia. Como doc-
muy pequeña de nuestro planeta en la cual el hombre trina social y económica, predica la inutilidad de la cien-
puede vivir sin esfuerzos, sin inventos y sin artes, como cia, la salvación por el embrutecimiento, la renunciación
el animal en el bosque y el pez en el agua; son algunas islas á los productos de la industria, y la agricultura obligato-
del Océano Pacífico; allí, con efecto, en una primavera ria sin indicar, no obstante, dónde el labrador tomaría el
eterna, no tiene necesidad el hombre ni de vestidos ni de campo necesario. L o que hay de curioso en este sistema
albergue, ó á lo sumo de algunas hojas de palmera para es que no advierte su propia superfluidad; si se compren-
ponerse al abrigo de una lluvia momentánea; alli encuen- diese á sí mismo, se limitaría á este solo punto: la conti-
tra en toda estación su alimentación siempre dispuesta en nencia, puesto que es claro que es inútil devanarse los
el cocotero, el árbol del pan, el bananero, en algunos ani- sesos acerca del objeto y del contenido de la vida huma-
males domésticos, algunos pescados y conchas marinas; na, sobre el crimen y el amor al prójimo, y singularmente
ninguna fiera amenaza la seguridad del hombre ni le obli- sobre la vida en el campo ó en la ciudad, si por conse-
g a á desplegar vigor y á desafiar á la muerte. ¿Pero cuán- cuencia de continencia la humanidad debiera acabar con
tos hombres puede mantener este paraíso terrestre? Quizás la generación actual.
la centésima parte de la humanidad actual; las otras noven-
M. Edouard Rod niega que Tolsto'i sea un místico. « El
ta y nueve partes no tienen más que escoger entre sucum-
misticismo, en efecto, como la palabra lo indica (?) ha
bir ó colonizar estas regiones de nuestro planeta en las
sido siempre una doctrina trascendental. Los místicos,
cuales la mesa no está puesta ni la cama voluptuosa está
sobre todo los místicos cristianos, han sacrificado siempre
hecha, sino en la cual hay que procurarse artificialmente
la vida presente á la vida futura... A h o r a bien, lo que re-
y penosamente todo cuanto la vida exige para su con-
salta, por el contrario, para un espíritu no prevenido, en
servación. El «regreso á la naturaleza» en los grados de
los libros de Tolsto'i, es la ausencia casi completa de toda
latitud en que vivimos significa el regreso á la muerte por
metafísica, es la indiferencia en que le dejan lo que se
el hambre y el frío, el despedazamiento por los lobos y los
llama los problemas del más allá» l .
osos; no es en el imposible «regreso á la naturaleza»
donde hay que buscar el tratamiento curativo de la mise-
1 Edouard R o d , Zas Ideas morales del tiempo presente. Pa-
ria humana, sino en la organización racional de nuestra rís, 1892, pág. 241.
Este crítico no sabe, evidentemente, lo que es el mis- cidad de admirar las. grandes cosas; está quizás en un
ticismo. Restringe de un modo inadmisible el sentido de error al no suponer esta capacidad'también en los demás;
esta palabra, si la aplica únicamente al examen de los lo que precisamente habría que probar es que lo que él
« problemas del más allá»; si fuera menos superficial re- admira merece realmente la calificación de grandes cosas;
conocería que el fantasear religioso no es sino un caso pero su afirmación es la sola prueba que aduce en favor
particular de un estado de espíritu general y que el misti- de este punto tan importante. Dice estar exento de pre-
cismo es toda obscuridad é incoherencia enfermizas de juicios; puede concedérsele que esté exento de prejuicios,
pensamiento acompañadas de emotividad, por consiguien- pero está, desgraciadamente, también exento de los cono-
te aquéllas también que tienen por fruto el sistema á la cimientos preliminares que únicamente autorizan para
v e z materialista, panteísta, cristiano, ascético, idólatra de formarse y exponer con aplomo una opinión sobre fenó-
Rousseau y comunista de TolstoT. nómenos psicológicos que llaman la. atención á título de
Rafael Lcewenfeld, al cual debemos la primera traduc- excepcionales del mismo profano. Si poseyera estos cono-
ción alemana completa de las obras de Tolsto'i, ha com- cimientos preliminares, sabría, por ejemplo, que Tolsto'i,
puesto también una biografía muy apreciable del escritor que ha de «mostrar el camino á los que vienen», no es
ruso, en la cual, no obstante, se cree obligado, no sólo á sino un ejemplar—tipo de un género de hombres que ha
tomar apasionadamenfe la defensa de su héroe, sino tam- tenido representantes en todas las épocas. Lombroso cita,
bién á asegurar por anticipado su desprecio profundo, entre otros á un tal Knudsen, un loco que vivía hacia 1680
hacia los críticos posibles de éste. «La incomprensión, en el S l e s w i g y «sostenía que no había Dios ni infierno;
dice, los llama (á los «fenómenos originales» de la espe- que los sacerdotes y los j u e c e s eran inútiles y perjudicia-
cie de Tolsto'i) originales y raros; no puede soportar que les y que el matrimonio era una inmoralidad; que el hom-
haya un hombre más grande que todos los demás y cuya bre dejaba de ser por completo á su muerte; que cada
cabeza sobresalga sobre todas las demás. El hombre exen- cual debía dejarse guiar por sus luces interiores, etc. » l .
to de prejuicios que ha recibido el don de la facultad de A h í tenemos las partes esenciales de las ideas de Tols-
admirar las grandes cosas, ve en esta originalidad la ma- to'i sobre el mundo y de su doctrina moral; pero á K n u d -
nifestación de Una fuerza extraordinaria que sobrepuja á sen le ha faltado tanto para «mostrar el camino á los que
la potencia de la época y muestra el camino á los que vie- vienen», que no se l e cita más que en los libros consa-
nen después» 1 Es quizás atrevido acusar de este modo grados á las enfermedades mentales, y como un caso ins-
de «incomprensión» á todos aquellos que no participan de tructivo de locura.
la opinión de uno; el que j u z g a tan soberanamente habrá L a verdad es que todas las singularidades intelectua-
de soportar que se le responda que se hace culpable de les de Tolsto'i pueden ser reducidas á los estigmas mejor
incomprensión quien aborda sin la preparación más ele- conocidos y con mayor frecuencia observados de la dege-
mental el j u z g a r un fenómeno que exige, para ser com- neración superior. Refiere de sí mismo: «El escepticismo
prendido, mucho más que algún saber estético-literario.y me arrojó por algún tiempo á un estado rayano en la lo-
sensaciones personales. Lcewenfeld se alaba de su capa- cura. Tenía la idea de que fuera de mí nadie ni nada exis-

1 Rafael Lcewenfeld, León N. Tolsto'i, su vida, sus obras, sus


Lombroso, Genio y locura, pág. 2 56, nota.
ideas, primera parte, Berlín, 1892, prefacio, pág. j .
tía en el universo entero; que los objetos no son los obje- qué» por claro, por definitivo que sea, no puede nunca
tos, sino representaciones que no aparecen más que si yo reducir al silencio á un «porqué» mecánico impulsivo
dirijo sobre ellas mi atención, y que estas representacio- que proviene de lo inconsciente.
nes desaparecen en cuanto dejo de pensar en ellas... T u v e U n a forma especial de la manía de la duda es el pru-
horas en que bajo la influencia de esta idea fija, llegué á rito de contradecir y la tendencia á hacer afirmaciones
un grado tal de confusión intelectual, que me volvía á ve- estrambóticas que varios clínicos, Sollier entre otros, no-
ces bruscamente del lado opuesto con la esperanza de ser tan como uno de los estigmas de la degeneración Dicha
sorprendido, allí donde y o no estaba, por la nada» x . Y en forma se encuentra fuertemente pronunciada en Tolstoï
Mi Confesión, dice expresamente: «sentía que no estaba en ciertos momentos. «En su esfuerzo hacia la indepen-
completamente sano, desde el punto de vista intelectual» 2 . dencia, dice Lcewenfeld, Tolstoï rebasó á v e c e s los lími-
L o que sentía era exacto; padecía la manía escéptica ó de tes del buen gusto, combatiendo la tradición, únicamente
la duda que se observa en muchos degenerados superio- porque era la tradición. Así es como... llamó á Shakes-
res. K o w a l e s w k i declara que la manía de la duda es exclu- peare un escritorzuelo como hay tantos, y sostuvo que la
sivamente una psicosis degenerativa 3. Griesinger refiere admiración... hacia el el gran Inglés no tenía, á decir ver-
el caso de un enfermo que no cesaba de devanarse los dad, otra causa que la costumbre de repetir maquinal-
sesos pensando sobre las ideas de lo bello, del ser, etc., y mente las opiniones de los deiñás» '2.
se extendía en preguntas sin fin sobre estos temas; sólo
L o que encuentran las gentes más conmovedor y más
que Griesinger estaba poco al corriente de los fenómenos
digno de admiración en Tolstoï es su ilimitado amor al
de degeneración y consideraba, por consiguiente, el caso
prójimo. Que en sus premisas y sus manifestaciones, di-
citado como « poco conocido » 4. Lombroso menciona en la
cho amor, tal como Tolstoï lo comprende sea absurdo, y a
enumeración de los signos de sus locos de g e n i o : «Casi
lo he demostrado más arriba; pero queda todavía que pro-
todos se sienten dolorosamente perseguidos por dudas re-
bar que es igualmente un estigma de degeneración.
ligiosas que excitan el espíritu y obsesionan como un
Tourgueneff, ese espíritu claro y sano, sin conocer las
crimen la conciencia temerosa y el corazón enfermo» 3.
experiencias de los alienistas, siguiendo tan sólo su senti-
No es, pues, la noble ansia del conocimiento lo que obliga
miento natural, ha llamado «en son de burla», dice Lce-
á Tolsto'f á ocuparse incesantemente de los problemas re-
wenfeld, «al amor ardiente de Tolstoï hacia el pueblo
lativos al objeto y á la significación de la vida, sino la en-
oprimido», un amor «histérico» 3 . Esto lo volveremos á
fermedad degenerativa de la manía de la duda, que es es-
encontrar en muchos degenerados; « en oposición al débil
téril porque ninguna respuesta, ninguna aclaración, pue-
egoísta», nos enseña Legrain, «pongamos al débil bueno
den satisfacerla. C a e de su peso, con efecto, que un «por
hasta la exageración, filántropo, que se desvela por erigir
mil sistemas absurdos en vista de la felicidad de la huma-
nidad». Y más adelante: «Impregnado en su amor hacia
1 R. Lcewenfeld, op. cit., pág. 39.
2 R . Lcewenfeld, op. cit., pág. 276.
3 The Journal of mental science, Enero 1888.
4 Griesinger, Sobre un estado psicopático poco conocido. Archivos 1 Sollier, Psicología del Idiota y del Imbécil.
de psiquiatría (en alemán), primer tomo. 2 R . Lcewenfeld, op. cit., pág. 100.
5 Lombroso, Genio y locura, pág. 324. ;1 Id., ibid., pág. 47.
la humanidad, el enfermo débil aborda sin vacilar la cues-
tión social por sus lados más áridos y la resuelve imper- cial hacia ella. El lazo común que une estos efectos opues-
turbablemente por una serie de invenciones grotescas » tos de un solo y mismo estado orgánico, es la continua
Esta filantropía falta de razón, no guiada por el juicio, preocupación por la mujer, la continua obsesión de la
que Tourgueneff, con un presentimiento exacto, pero una conciencia por representaciones del dominio de la sexua-
designación falsa, calificaba de «"histérica», no es otra lidad K
cosa sino una de las formas dé aquella emotividad que, En la vida intelectual del hombre sano, la mujer dista
en sentir de Morel, constituye el carácter fundamental mucho de tener la preponderancia que tiene en la vida del
de la degeneración. El hecho que durante la última ham- degenerado. L a relación fisiológica del hombre con la mu-
bre en Rusia, Tolsto'i ha tenido la suerte de poder des- jer es la del deseo periódico de la posesión de ésta, y la
plegar una actividad de las más eficaces y de las más ab- de la indiferencia cuando el estado de deseo no existe. El
negadas para el alivio de la situación angustiosa d e . sus hombre normal no experimenta nunca aversión, y aun
compatriotas, no puede hacer cambiar en nada este diag- menos hostilidad violenta con respecto á la mujer en g e -
nóstico. El caso era sencillo; la situación angustiosa de neral; cuando la desea, la ama; cuando su excitación eró-
sus semejantes se presentaba bajo la forma más primitiva: tica está calmada, permanece con respecto á ella frío y
la falta de alimento; la filantropía podía igualmente mani- ajeno, pero sin repugnancia ni temor. Es verdad que el
festarse bajo su forma más primitiva: la distribución de hombre, si no hubiera tenido en cuenta más que sus n e c e -
alimentos y ropas. No era necesario en esta coyuntura, sidades y sus inclinaciones fisiológicas puramente subje-
un vigor especial de juicio, una inteligencia profunda dé- tivas, no hubiera nunca inventado el matrimonio, la unión
las necesidades de sus semejantes, y si las disposiciones duradera con la mujer. No es esta, con efecto, una insti-
adoptadas tución sexual, sino social; no descansa sobre los instintos
por Tolstoi para socorrer á los desgraciados orgánicos del individuo, sino sobre las necesidades de la
han sido más eficaces que las de las autoridades, esto colectividad; depende del orden económico existente y de
prueba sencillamente el atolondramiento y la incapacidad las concepciones reinantes del Estado, de su misión y de
de estas últimas. sus relaciones con respecto al individuo, y cambia de for-
Del mismo modo, la posición de Tolsto'í con relación ma con éstos. El hombre p u e d e — ó debiera á lo m e n o s —
á la mujer, que ha de permanecer incomprensible para escoger por amor para esposa á una mujer determinada;
un espíritu sano, se hará fácilmente inteligible á la luz de pero lo que, una v e z su elección hecha y su objeto alcan-
la experiencia clínica. Y a hemos repetido aquí en varias, zado, le retiene en el matrimonio, no es y a el amor fisio-
ocasiones, que la emotividad de los degenerados tiene
por regla general un tinte erótico, porque los centros 1 N o tengo el propósito, en un libro destinado ante todo al lec-
sexuales están en ellos patológicamente alterados. L a ex- tor en general, de pararme á considerar este punto escabroso.
citabilidad anormal de estas partes del sistema nervioso Los que quieran tener más detalles sobre el erotismo enfermizo de
los degenerados, no tienen más que leer las obras de Pablo Moreau
puede del mismo modo tener por consecuencia una incli- (de Tours), Sobre las aberraciones del sentido genésico, 2.a edición,
nación especial por la mujer, como una aversión espe- París 1883, y de Krafft-Ebing Psycopatía sexualis, Stuttgart 1886.
Los trabajos análogos de Westphal (Archivos de psiquiatría, 1870 y
1 Legrain, Del delirio en los degenerados, págs. 28, 195. 1876), de Charcoty deMagnan (Archivos de neurología, 1882), etc.,
no son en modo alguno accesibles para los profauos.
lógico, sino una mezcla complicada de hábito, de recono^ del borracho, la pasión violenta de la bebida y la repug-
cimiento, de amistad asexual, de comodidad, el deseo de nancia, el horror que siente hacia ella l . El espíritu del
procurarse ventajas económicas (en el número de las cua- erotómano es el teatro de luchas semejantes, pero proba-
les hay que contar un interior bien arreglado, la represen- blemente todavía más intensas; conducen á v e c e s al des-
tación mundana, etc.), la idea del deber hacia sus hijos y graciado que no ve otro medio de sustraerse á sus obse-
el Estado, y también más ó menos la imitación maquinal siones sexuales, hasta la auto-mutilación. Es sabido que
de una costumbre general. P e r o sentimientos tales como hay en Rusia una secta entera de degenerados, los skoptzi,
l o s q u e s o n d e s c r i t o s e n la Sonata de Kreutzer y en La que practican sistemáticamente la mutilación como el
Novela del Matrimonio, jamás los experimenta el hombre solo procedimiento eficaz para sustraerse al diablo y lle-
normal con respecto á su mujer, ni aun si ha dejado de gar á ser bienaventurados. Pozdnischeff, en la Sonata de
amarla en el sentido biológico de la palabra. Kreutzer, es un skopetz sin saberlo, y la moral sexual en-
D e una manera muy diferente se presentan estas con- señada por Tolstoï en esta narración y en sus escritos
diciones en el degenerado. Está completamente dominado teóricos es la expresión literaria de la psico-patía sexual
por la actividad enfermiza de sus centros sexuales; la idea de los skoptzi.
de la mujer tiene en él el poder de una obsesión; se da El inmenso talento literario de Tolstoï tiene, sin duda
cuenta de que no puede resistir á las excitaciones que alguna, parte e n el éxito universal de sus obras, pero no
parten de la mujer, que es el esclavo indefenso de ésta, la mayor parte. Como lo hemos visto, con efecto, al prin-
y que estaría pronto, á una mirada y á una señal suya, á cipio de este capítulo, no son sus creaciones más notables
cometer todas las locuras y todos los crímenes. V e , pues desde el punto de vista artístico, las obras de sus mejores
necesariamente, en la mujer, una fuerza de la naturaleza años, sino sus trabajos místicos posteriores, los que le h a n
siniestra y omnipotente, que ofrece á la vez la más refina- conquistado á sus fieles. Esta acción se explica por razo-
da voluptuosidad y e j e r c e una acción destructora, y tiem- nes no estéticas, sino patológicas. Tolstoï hubiera pasado
bla ante este poder al cual se halla entregado sin defensa. inadvertido como un Kundsen cualquiera del siglo x v n ,
S i después vienen á añadirse á esto las aberraciones que si sus ensueños de místico degenerado no hubieran encon-
casi nunca faltan; si comete realmente*por culpa de la mu- trado á los contemporáneos preparados para aceptarlos; la
j e r , actos que él mismo condena y por los cuales tiene histeria de agotamiento tan extendida era el terreno in-
que despreciarse á sí mismo, ó bien si la mujer, sin nece- dispensable sobre e l cual únicamente podía prosperar el
sidad de que el hombre llegue hasta realizar esos actos, tolstoísmo.
despierta en él impulsiones é ideas c u y a a b y e c c i ó n ó per- Q u e el nacimiento y la difusión del tolstoísmo no sean
versidad le horrorizan, entonces el horror que le inspira imputables al valor intrínseco de los escritos de Tolstoï,
la mujer se convertirá, en los momentos de agotamiento sino al estado de alma de sus lectores, es cosa que resal-
en que la reflexión es más fuerte que el instinto, en repug- ta con toda claridad de la diferencia de las partes de su
nancia ó en odio furioso. El degenerado erotómano se
conduce, con respecto á la mujer, como el dipsomano con
respecto á la bebida alcohólica; Magnan ha trazado un 1 Véase Magnan, Lecciones clínicas sobre la dipsomanía, dadas
cuadro terrible de las luchas que entablan, en el espíritu en el asilo Santa Ana. Recopiladas y publicadas por el Dr. Marcel
Briand. París 1884.
sistema que han producido impresión en los diferentes sopa á los proletarios y en la lectura ó en la contempla-
países. Y es que, en cada pueblo, sólo despiertan eco ción apasionadas de novelas y dramas sentimentales to-
aquellas notas que están al diapasón del sistema nervioso
mados de la pretendida vida del obrero de las grandes
de dicho pueblo.
ciudades, v e n naturalmente en el comunismo mendicante
En Inglaterra, la moral sexual de Tolstoï fué lo que de Tolsto'f, que ultraja todas las leyes económicas y mo-
tuvo mayor éxito, puesto que en dicho país las condicio- rales, la expresión del amor—muy platónico—que sienten
nes económicas condenan al celibato á una masa espan- hacia los desheredados; y en los medios sociales en los
tosa de muchachas, precisamente de las clases cultivadas; cuales el racionalismo anodino, retrasado por lo menos en
estas infelices criaturas han de hallar pues naturalmen- cien años, del Sr. d ' E g i d y , ha podido hacer sensación y
te inapreciables consuelos en su vida solitaria y sin ob- su primer escrito provocar cerca de cien respuestas, ad-
jeto, para calmar su cruel exclusión de sus funciones na- h e s i o n e s y c o m e n t a r i o s , la Breve Exposición del Evangelio
turales, en una doctrina que exalta la castidad como la de Tolsto'f, con su negación de la naturaleza divina del
más alta dignidad y el más sublime destino del hombre y Cristo y de una existencia después de la muerte, con sus
anatematiza con una sombría cólera el matrimonio como efusiones extravagantes de un amor sin objeto, de santi-
siendo una espantosa depravación. Por esta razón la So- ficación personal incomprensible y de moralidad palabre-
nata de Kreutzer ha llegado á ser el libro de edificación ra, y singularmente con su asombrosa interpretación de
por excelencia de todas las solteronas de Inglaterra. los pasajes más claros de las Escrituras, tenía que consti-
En Francia, lo que se aprecia especialmente en el tuir un suceso extraordinario. Todos los adeptos del señor
tolstoísmo es que arroja á la calle á la ciencia, despoja á d'Egidy son secuaces predestinados de Tolsto'f, y todos los
k inteligencia de todos sus empleos y dignidades, predica admiradores de Tolsto'i cometen una falta de lógica al no
la vuelta á la f e del carbonero y no estima felices más que entrar en el nuevo Ejército de Salvación del Sr. d ' E g i d y .
á los pobres de espíritu. Esto es llevar el agua al molino
P o r el timbre particular del eco que el tolstoísmo h a
de los neo-católicos, y esos mismos místicos por intención
despertado en los diferentes países, se ha convertido en
política ó por degeneración, que edifican uns. catedral al
un instrumento que, mejor q u é ninguna otra forma de de-
piadoso simbolismo, erigen también á Tolstoï uno de los
generación en la literatura contemporánea, puede servir
altares mayores de su iglesia.
para determinar, medir y comparar el género y grado de
En Alemania se encuentra, en suma, poco entusiasmo degeneración y de histeria en las naciones civilizadas en
por la moral de abstinencia de la Sonata de Kreutzer y las cuales se observa el fenómeno del Crepúsculo de los
por la reacción intelectual de Mi Confesión, Mi Religión Pueblos.
y Los Frutos déla Educación; por el contrario, los fieles
alemanes de Tolstoï adoptan como dogma su v a g o socia-
lismo y su filantropía enfermiza. Todos los cerebros bru-
mosos de nuestro pueblo que experimentan, no y a por
sobria convicción científica, sino por emotividad histérica,
inclinación hacia un socialismo dulzón y blanducho que
viene á parar, sobre todo, en la distribución de bonos de
nerismo. Es la contribución alemana al misticismo moder-
no y sobrepuja con mucho á todo lo que han aportado
juntos todos los demás pueblos; porque Alemania es po-
derosa en todo, en el mal como en el bien, y la enormi-
dad de su fuerza elemental se manifiesta de una manera
V abrumadora en sus acciones degenerativas, lo mismo que
en sus acciones evolutivas.
Ricardo W a g n e r está sobrecargado por sí solo de una
EL C U L T O DE R I C A R D O WAGNER
mayor cantidad de degeneración que todos los degenera-
dos juntos que hemos visto hasta aquí. Los estigmas de este
estado morboso se encuentran reunidos en él sin que fal-
Hemos visto en un capítulo precedente que todo el
te uno solo y con su más rica expansión. Presenta en su
movimiento místico de la época tiene su raíz en el roman-
constitución de espíritu general el delirio de las persecu-
tismo, es decir que parte en su origen de Alemania. El
ciones, la locura de grandezas y el misticismo; en sus
romantismo alemán se transformó, en Inglaterra, en pre-
instintos, la filantropía v a g a , el anarquismo, el prurito de
rafaelismo; éste engendró en Francia, con lo que le que-
rebeldía y de contradicción; en sus escritos, todos los c a -
daba de fuerza fecundante, los productos informes del
racteres de la grafomanía, es decir la incoherencia, la
simbolismo y del neo-catolicismo, y esta parei'a de herma-
fuga de ideas y la inclinación á los retruécanos sandios,
nos siameses contrajo con el tolstoísmo un matrimonio de
y, como fondo de su ser, la emotividad característica de
saltimbanquis, á la manera de los que se efectúan entre
tinte á la v e z erotómana y religiosa.
un lisiado mendigo de plazuela y un fenómeno de tendu-
En cuanto al delirio de la persecución de W a g n e r , po-
cho de feria. Mientras que los descendientes del emigra-
seemos el testimonio de su último biógrafo y amigo, Fer-
d o — q u e , al emprender su éxodo de la patria alemana, lle-
nando Prasger, que refiere q u e , durante largos años,
vaba y a dentro, de sí todos los gérmenes de las extumes-
W a g n e r estuvo firmemente persuadido de que los judíos
cencias y deformaciones u l t e r i o r e s , — cambiados hasta
se habían coligado contra él para impedir la representa-
haberse vuelto desconocidos, crecían en los diferentes
ción de sus óperas, delirio que le inspiró su furioso anti-
países y se preparaban á regresar de nuevo á la antigua
semitismo. S u locura de grandezas es de tal modo conoci-
patria para tratar de reanudar sus relaciones de familia
da por sus escritos, sus conversaciones y toda su conduc-
con los parientes que se habían quedado allí, Alemania
ta, que basta con que la señalemos; conviene confesar,
engendró un nuevo fenómeno que, á la verdad, no pudo
por otra parte, que los procederes lunáticos de las gentes
ser sacado adelante sino con mucho trabajo, y no fué ob-
que le rodeaban no contribuyeron poco á aumentarla.
j e t o , durante largos años, más que de poca atención y es-
Hasta un equilibrio mucho más estable que el que reina-
tima; pero dicho fenómeno acabó, no obstante, por cons j
ba en el espíritu de W a g n e r , hubiera sido infaliblemente
tituir sobre la gran feria de los locos del tiempo presente
destruido por la repugnante idolatría que tenía su foco en
una fuerza de atracción incomparablemente más poderosa
Bayreuth. L a s Bayreuther Blcetter (Gacetas de Bayreuth)
q u e todos sus rivales. Este fenómeno es el Ricardo-Wag-
son un fenómeno sin precedente; por mi parte, al menos,
no c o n o z c o otro ejemplo de periódico fundado e x c l u s i v a - no se le ocurrirá nunca volver á escribir por segunda y
mente en vista de la deificación de un hombre en vida, y por tercera v e z su libro enteramente ó parcialmente e n
en cada número del cual, durante largos años, los sacer- términos m u y poco diferentes, a u n en el caso de que r e -
dotes encargados del culto del dios del templo le h a y a n , conociera más adelante que no había logrado encontrar
con el fanatismo salvaje de derviches aullando y bai- la forma a d e c u a d a . E l g r a f ó m a n o de c e r e b r o confuso, por
lando, quemado incienso, ofrecido g e n u f l e x i o n e s y pros- lo contrario, no puede r e c o n o c e r en su libro una v e z t e r -
ternaciones, é inmolado á sus adversarios á g u i s a de sa- minado, la expresión satisfactoria de sus ideas, y estará
crificios. siempre b a j o la tentación de v o l v e r á comenzar de n u e v o
un trabajo que no tiene esperanza de concluir, puesto
Q u e r e m o s examinar de c e r c a al g r a f ó m a n o W a g n e r .
que h a de consistir en dar á nociones informes una for-
sus Escritos y Poemas completos forman diez abultados to-
ma literaria fija.
mos, y entre las 4.500 páginas poco más ó menos de que
constan, se encontraría con dificultad una sola que no llene L a i d e a f u n d a m e n t a l d e La Obra del arte del porvenir

de asombro al lector crítico por una idea absurda ó una es ésta: la primera en el tiempo como en importancia de
expresión imposible. E n t r e sus obras en p r o s a — n o s ocu- las artes, h a sido el baile; la esencia v e r d a d e r a del baile
paremos más adelante de las obras en v e r s o — l a principal es el ritmo y éste se h a desarrollado en la música; la mú-
es seguramente la que l l e v a por título La Obra del arte sica, compuesta del ritmo y del sonido, h a elevado ( W a g -
del porvenir L a s i d e a s — s i p u e d e n llamarse así las ner d i c e : condensado) su elemento fonético al l e n g u a j e ,
sombras flotantes de a p e r c e p c i o n e s de un d e g e n e r a d o y producido la poesía; la formación más elevada de la p o e -
m í s t i c o - e m o t i v o — e x p r e s a d a s en este escrito, h a n ocupado sía es el drama, que se h a asociado, en vista de la cons-
á W a g n e r toda su vida y han sido vueltas á exponer en trucción de la e s c e n a , con la arquitectura, y para la imita-
veinte ocasiones por él mismo bajo formas siempre nue- ción del marco de las acciones humanas, del paisaje, con
v a s . Opera y Drama, El Judaismo en la música, Sobre el la pintura; la escultura , en fin, no es otra cosa sino la fija-
Estado y la Religión, Sobre el Destino déla Opera, Reli- ción del cómico en una forma muerta é inmóvil, \r el arte
gión y Arte, no son otra cosa más que paráfrasis y ampli- del cómico no es sino la v e r d a d e r a escultura v i v a , anima-
ficaciones de determinados p a s a j e s de La Obra del arte del da y flúida. A s í se a g r u p a n todas las artes alrededor del
porvenir. Esta repetición infatigable de una sola y misma drama, y éste debiera normalmente reunirlos; actualmen-
serie de ideas es y a , por sí sola, característica en alto te, sin e m b a r g o , se presentan aislados, con g r a n detrimen-
grado. El escritor claro y el c e r e b r o sano que se siente im- to de cada arte en particular y del arte en g e n e r a l . Este
pulsado á decir alguna cosa, se expresará de una v e z por alejamiento y este aislamiento recíprocos de las diferentes
todas tan precisamente y tan v i g o r o s a m e n t e como le sea artes c o n s t i t u y e n un estado contra naturaleza y una c a u -
posible y se quedará después satisfecho. P u e d e ser que sa de d e c a d e n c i a , y la misión de los verdaderos artistas ha
v u e l v a á ocuparse del mismo asunto para aclarar falsas de ser v o l v e r á encontrar el contacto natural y necesario.
interpretaciones, r e c h a z a r ataques y llenar l a g u n a s ; pero L a penetración y la fusión mutuas de todas las artes e n
un arte único darían la v e r d a d e r a obra de arte. L a obra
1 Ricardo Wagner, La Obra del arte delporvenir, Leipzig, 1850. de arte del porvenir es, pues, un drama con música y baile
(La numeración de las páginas que indicamos, á propósito de que se desarrolla en un paisaje pintado, tiene por marco
nuestras citas de este escrito, se refiere á esta edición.)
una creación magistral del arte arquitectónico puesto al la catedral de Colonia la arquitectura produce su efecto
servicio de la poesía musical, y está representado por có- sin que un drama sea en ella representado; el acompaña-
micos que son, hablando con propiedad, escultores, pero miento de música no añadiría nada á la belleza ni á la
realizan sus inspiraciones plásticas por medio de su pro- profundidad de Fausto y de Hamlet; la poesía lírica de
pio cuerpo. Gosthe y la Divina comedia no necesitan, como marco y
Así es como W a g n e r ha arreglado para su uso el des- plano de fondo, un paisaje pintado; el «Moisés» de Mi-
arrollo del arte. S u sistema provoca la crítica en todas sus guel Angel, produce con dificultad más profunda impre-
partes. L a filiación histórica de las artes que W a g n e r sión si cantan ó bailan en torno suyo, y la Sinfonía pas-
trata de establecer es falsa; si puede admitirse las relacio- toral de Beethoven no e x i g e , para ejercer plenamente su
nes primitivas del canto, del baile y de la poesía, el des- encanto, ir acompañada de palabras. Schopenhauer, al
arrollo de la arquitectura, de la pintura y de la escultura cual W a g n e r ha admirado como al más grande pensador
es seguramente independiente de la poesía en su forma de todos los tiempos, se expresa muy claramente acerca
dramática. Es una verdad que el teatro emplea todas las de este punto. «La gran ópera, dice, no es, hablando con
artes; pero es una de esas verdades que de tal modo se propiedad, un producto del sentido artístico puro, sino
c a e n de su peso, que no hay necesidad de enunciarla más bien de la idea un poco bárbara del aumento del g o c e
y sobre todo con fachas de profeta inspirado y con los estético por la acumulación de los medios, la simultanei-
grandes gestos hieráticos de un anunciador de revela- dad de impresiones por completo diferentes y el acrecen-
ciones sorprendentes. Cada cual sabe por experiencia tamiento del efecto por la multiplicación de la masa y de
que la escena está en un edificio, que en ella se mues- las f u e r z a s actoras; mientras que, por el contrario, la mú-
tran decoraciones pintadas que representan paisajes ó sica, en su calidad de la más poderosa de todas las artes,
edificios y que en ella se habla, se canta, se baila, y se basta por sí sola para llenar por completo el espíritu
representa mímicamente. W a g n e r mismo siente en sus que se ha abierto á ella; y aun sus más altas produccio-
adentros que se pone en ridículo esforzándose por ex- nes, para ser comprendidas y saboreadas como conviene,
poner este hecho de trivial experiencia con tono de reclaman el espíritu entero, sin división y sin distracción,
oráculo, con un lujo enorme de énfasis y de exaltación; á fin de que se entregue á ellas y se sumerja en ellas,
por esta razón lo e x a g e r a hasta lo absurdo. No se limita para penetrar á fondo su lenguaje tan increíblemente ín-
á hacer constar que en el drama—más exactamente en timo. En lugar de esto, se ataca al espíritu, mientras
la ópera, ó el drama musical como W a g n e r prefiere lla- dura una música de ópera tan elevadamente complica-
marle—diferentes artes ejercen su acción á la vez; sino da,, al mismo tiempo por la vista, por medio de la pompa
que afirma que cada arte aislado no alcanza sino por esta más abigarrada, de los cuadros más fantásticos y de las
acción de conjunto á su más elevada potencia de ex- impresiones de luz y de colores las más vivas; además
presión y que las artes aisladas han de renunciar y re- de esto, la fábula de la composición ocupa todavía el es-
nunciarán cada cual á su independencia como á un extra- píritu... Estrictamente, pues, se podría llamar á la ópe-
vío contra naturaleza, para no existir sino como colabo- ra una invención anti-musical en provecho de espíritus
radores del drama musical. no musicales, en los cuales la música ha de ser introdu-
cida como contrabando por un intermediario que le es
L a primera afirmación es, cuando menos, dudosa. En
extraño, es decir poco más ó menos como acompaña-
rotundamente de delirante l . El desarrollo natural va
miento de una anodina historia de amor largamente di-
siempre de la unidad á la diversidad, y no al revés; el
luida y de sus insulsos aderezos poéticos, puesto que el
progreso consiste en la diferenciación, es decir en la
texto de una ópera no soporta siquiera una poesía ceñida
trans-ormación de partes primitivamente semejantes en*»
al asunto, llena de alma y de ideas» l . Esto es una re-
órganos especiales de naturaleza diferente y de funciones
probación absoluta de la idea de W a g n e r del drama mu-?
autónomas y no en ia vuelta de los seres diferenciados y
sical como obra de arte universal del porvenir. Podría
de una rica originalidad á una arcaica gelatina sin fisio -
parecer, en verdad, que ciertas experiencias recientes de
' nomía. Las artes no han nacido fortuitamente; su diferen-
la psico-física viniesen en ayuda de la teoría de W a g n e r
ciación es la consecuencia de una necesidad orgánica;
relativa al recíproco refuerzo de los efectos simultáneos
una vez llegadas á la independencia, y a no renuncian
de las diferentes artes; Carlos F é r é ha demostrado que se
jamás á ella, Pueden degenerar, hasta pueden morir, pero
oye mejor si la vista está excitada al mismo tiempo por
no pueden y a reducirse al estado del germen que ha sido
un color agradable (dinamògeno) 2 . Pero, en primer lu-
su punto de partida; no obstante, el esfuerzo para volver
gar, este fenómeno puede interpretarse de este modo: la
á los comienzos es una especialidad de la degeneración
impresión visual aumenta la fuerza del oído, no como tal,
y está fundado en lo más profundo de su "esencia. El d e l
no en tanto que simple excitación sensorial, sino solamente
generado mismo está en camino de descender de la altura
por su naturaleza dinamògena, y estimula todo el sistema
del desarrollo orgánico alcanzado por nuestra especie; su
nervioso en general á una actividad más viva; en segundo
cerebro defectuoso es inapto para el último y el más de-
término, se trata únicamente, en las experiencias de Féré,
licado trabajo del pensamiento; por esta razón se siente
de simples percepciones de los sentidos, mientras que el
llevado á facilitarse este trabajo, á simplificar la variedad
drama musical ha de suscitar una actividad cerebral más
elevada, engendrar apercepciones é ideas al lado de emo-
ciones inmediatas; en este caso, cada una de las artes La Obra del arte del porvenir, pág. 169.—«Sólo cuando el de-
obrando de concierto producirá, por consecuencia de la seo del escultor artístico ha penetrado en el alma del bailarín, del
intérprete mímico, del que canta y habla, es cuando este;deseo puede
dispersión fatal de la atención sobre ella, una sensación
considerarse como verdaderamente satisfecho. Sólo cuando el arte
más débil que si obrase por sí sola sobre los sentidos y escultural no exista ya, seguirá otra tendencia que no sea la de r e -
el espíritu. presentar cuerpos humanos, ó cuando haya pasado, en calidad de
escultura, en la arquitectura, cuando la soledad rígida de este hom-
L a segunda afirmación de W a g n e r , que el desarrollo bre único tallado en la piedra, se haya disipado en la multiplicidad
infinitamente corriente de los verdaderos hombres vivos... sólo y
natural de cada arte le conduce necesariamente á la re-
únicamente entonces, existirá la verdadera plástica». Y p. 182:
nuncia de su independencia y á su fusión con las demás «Lo que la pintura se esfuerza conscientemente por alcanzar, lo al-
artes, contradice tan violentamente todas las experiencias canza de la manera más perfecta... cuando abandona el lienzo y la
cal para subir sobre la escena trágica... Pero la pintura de paisaje
y todas las leyes de la evolución que se la puede calificar
llegará á ser como la última y más acabada conclusión de todas las
bellas artes, el alma propiamente dicha y vivificante de la arqui-
tectura; nos enseñará también á organizar la escena para la obra
1 Arturo Schopenhauer, Parergay Paralipomena, Pequeños escri- de arte dramático del porvenir, en la cual, siendo ella misma viva,
tos filosóficos, Leipzig, 1888, t. II, pág. 465. representará el caliente fondo de la naturaleza para uso del hombre
2 Carlos Féré, Sensación y Movimiento, París, 1.887. vivo y no ya imitado».
de los fenómenos y á hacerlos de este modo más suma- como su cerebro místico no era capaz de apoderarse cla-
rios, á reducir todas las cosas vivas 3' muertas á escalones ramente de las diversas partes de esta idea ceñida y de
más bajos 3' de existencia más antigua, á fin de hacerlos ordenarlos paralelamente, se confundió en lo absurdo de
más cómodamente accesibles á su inteligencia. Hemos una «actividad del cerebro sin.actividad del corazón», de
visto que los simbolistas franceses quieren, con su audi- un «parentesco de la inteligencia con el cuerpo entero,
ción de los colores, degradar al hombre hasta la percep- por medio del corazón, etc.», y acabó por fin en ese puro
ción sensorial no diferenciada d é l a folada ó de la ostra. La desatino de llamar al sonido el «órgano del corazón».
fusión de las bellas artes de W a g n e r , forma el pehdant Quiere expresar la idea sencillísima que la música no
de dicha chifladura; su «obra de arte del porvenir» es puede comunicar apercepciones y juicios determinados,
la obra de arte de un pasado remoto; lo que él considera sino tan sólo sentimientos de naturaleza general, é ima-
como evolución, es regresión, un retroceso al estado de gina con este objeto el galimatías siguiente (P. 88): «No
cosas de los hombres primitivos, y hasta de los tiempos puede (la música)... nunca llevar por sí sola al hombrn
en que todavía no existían los hombres. sensorial y moralmente determinado á la representacióe
Mucho más extraordinario todavía que la idea funda- distintiva exactamente perceptible; es, en su crecimiento
mental del libro, es su lenguaje. Q u e se aprecien, por ejem- infinito, siempre sentimiento y nada más que sentimiento;
plo, las notas siguientes acerca del arte musical (P. 68): se manifiesta á continuación del hecho moral, no como
«El mar separa 3' pone en comunicación las tierras; así el hecho mismo; puede yuxtaponer sentimientos y disposi-
arte musical separa y pone en comunicación los dos polos ciones de alma, pero no desarrollar, según las necesida-
extremos del arte humano: el baile y la poesía. Es el co- des, una disposición del otro (?); le falta la voluntad mo-
razón del hombre; la sangre que toma de él su circula- ral (!).»
ción da á la carne vuelta al exterior su caliente color Que el lector profundice este otro trozo (P. i5g): «Sólo
vivo; pero nutre con una fuerza elástica ondulante, álos en la medida exacta en que la mujer, de una feminidad
nervios del cerebro que aspiran en lo interior».—«Sin la completa, ha desarrollado también, en su amorpor el hom-
actividad del corazón, la actividad del cerebro no pasaría bre y por su absorción en su ser, el elemento masculino de
de ser sencillamente una maniobra de habilidad me- su feminidad y lo ha por completo acabado en sí misma
cánica, la actividad de los miembros exteriores, un proce- con el elemento puramente femenino, dicho de otro modo
dimiento igualmente mecánico y privado de sentimiento». en la medida en que la mujer no es sólo la querida del
— « P o r el corazón, la inteligencia se siente emparentada hombre, sino también su amiga, puede y a el hombre en-
con el cuerpo entero, y el simple hombre sensual se eleva contrar en el amor de la mujer una plena satisfacción.»
á la actividad intelectual».—«El órgano del corazón es el
Los admiradores de W a g n e r afirman que ellos com-
sonido, su lenguaje artísticamente consciente, el arte mu-
prenden esta sarta de palabras embutidas al azar las unas
sical ». La idea que en todo esto preocupaba á W a g n e r ,
en las otras; hasta las encuentran notablemente claras.
era una comparación, 3'a completamente absurda por sí
Esto no debe extrañarnos: los lectores que por debilidad
misma, entre el papel de la música como medio de expre-
de espíritu ó por distracción ordinaria son incapaces de
sión de los sentimientos, y el papel de la sangre como
atención, comprenden siempre todo; no hay para ellos ni
vehículo de las materias nutritivas del organismo. Pero
obscuridad ni absurdo; y es que buscan en las palabras,
sobre las cuales se desliza superficialmente su m i r a d a consiguiente el artista del porvenir? S i n duda alguna, el
distraída, no la idea del autor, sino u n reflejo de sus propias poeta; pero ¿quién será el poeta? Incontestablemente el
fantasías errantes. Aquellos que han observado con mira intérprete. ¿Quién á s u v e z s e r á e l intérprete? Necesaria-
das de simpatías lo que ocurre en las nursery (habitacio- mente la asociación de todos los artistas». S i todo esto
nes de los niños pequeños), h a n tenido ocasión de asistir tiene algún sentido, no puede ser más que éste: que en lo
á este espectáculo f r e c u e n t e : c o g e un niño un libro ó un porvenir el pueblo compondrá y representará en común
papel impreso, se lo pone ante los ojos, las más de las sus dramas; y W a g n e r atestigua que realmente tal era s u ;
v e c e s del r e v é s , y comienza c o n un aspecto m u y serio á punto de vista, y e n d o en estos términos contra la objeción
leer en voz alta, á v e c e s el cuento que su mamá le ha supuesta por él, á saber: que el creador de la obra de arte
referido la noche antes para dormirle, ó bien, más á me- del porvenir tendría por consecuencia que •ser el popula-
nudo, las ideas que cruzan por su mente infantil en aquel cho. (P. 225): «Pensad que este populacho no es en modo
mismo momento. Esta es, poco más ó menos, la manera alguno un producto normal de la verdadera naturaleza
cómo las gastan los bienaventurados lectores que lo com- humana, sino más b i e n el resultado artificial de vuestra
prenden todo; no leen lo que d i c e n los libros, sino lo que civilización anti-natural; que todos los vicios y todas las
ponen ellos, y , con efecto, para los procedimientos y re- abominaciones que os r e p u g n a n en este populacho, no
sultados de este g é n e r o de actividad intelectual, importa son sino los gritos desesperados de la lucha que la v e r -
poco que el autor h a y a en realidad pensado y d i c h o esto dadera naturaleza humana entabla contra su cruel opre-
ó lo de más allá. sor, la civilización moderna». Q u e se ponga ahora frente
L a incoherencia del pensamiento de W a g n e r , deter- á estas aserciones el siguiente pasaje de la obra que se
minada por las e x c i t a c i o n e s del momento, sé manifiesta titula ¿Qué es lo que es alemán?: « Q u e del seno del pueblo
por sus perpetuas contradicciones. En una ocasión de- alemán h a y a n salido Gcethe y Schiller, Mozart y B e e t h o -
clara (P. 187): «El objeto supremo del hombre, es el ob- ven, esto l l e v a con d e m a s i a d a facilidad al g r a n número
j e t o artístico; el objeto artístico supremo es el drama» y de los mediocres á imaginarse que estos grandes espíritus
poco después, en una nota de la página 194, exclama: forman de d e r e c h o parte de su número, y á h a c e r creer á
«Esas pobres g e n t e s entienden y v e n todo de buena g a n a , la masa del pueblo, con una satisfacción d e m a g ó g i c a , que
e x c e p t o a l hombre real, no desfigurado que permanece ella misma es quien es Gcethe y S c h i l l e r , Mozart y B e e - .
como e n c a r g a d o de dar aviso á la conclusión de sus en- t h o v e n '.» ¿Pero quién le ha persuadido semejante cosa,
s u e ñ o s . Pero precisamente este hombre es el que ahora de- sino el mismo W a g n e r , que la declara, á ella, á la masa
bemos colocar en primera línea.)) Claro está que esta afir- del pueblo, el «artista del porvenir?» Y precisamente esta
mación es diametralmente opuesta á la otra. El hombre locura que, al h a c e r la reflexión citada aprecia el mismo
«artístico», «dramático», no es el hombre «real», y el W a g n e r como tal, h a h e c h o una g r a n impresión sobre la
que considera como siendo su tarea ocuparse del hombre muchedumbre; h a tomado á la letra lo que W a g n e r la h a
real no verá jamás e n el arte « el objeto supremo del hom- repetido á saciedad «con una satisfacción d e m a g ó g i c a » ;
bre » ni considerará sus «ensueños» como su más noble
función.
1 Ricardo Wagner, Escritos y Poemas completos. Leipzig, 1883,
En un p a s a j e dice (P. 206): «¿Quién será pues por
t. X, pág. 68.
se ha imaginado de veras ser el «artista del porvenir» ¡y reformador; este último se indigna solamente contra los
hemos visto formarse en varias partes de Alemania 'so- males reales, y forma para remediarlos proyectos razo-
ciedades que querían construir un teatro del porvenir y nables que pueden estar adelantados con relación á su
representar ellas mismas obras del porvenir! Y en estas tiempo, suponer una humanidad mejor y más sabia que
sociedades no participaban tan sólo estudiantes ó jóvenes ' la que existe, pero que se sostienen siempre con argu-
«horteras») para los cuales una cierta inclinación á repre- mentos lógicos. El degenerado, por lo contrario, escoge
sentar comedias es una enfermedad de crecimiento, v los entre las instituciones de la civilización, ó aquellas que
cuales se imaginan de buen grado que sirven al «ideal» » no tienen importancia ó las que precisamente son muy
cuando gesticulan y declaman con una vanidad pueril útiles, para rebelarse contra ellas; su cólera se dirige
ataviados con trajes grotescos, ante sus parientes y sus contra objetos ridiculamente insignificantes ó se desata
conocidos emocionados, y que les admiran; no; viejos contra el vacío; no piensa por otra parte seriamente en una
tenderos, sin un pelo en el cráneo, con una barriga abul- mejora, ó bien abriga proyectos de felicidad universal
tada, abandonaban su tranquilo j u e g o de baraja y hasta cuyo absurdo es para tirar de espaldas. Su disposición de
su intangible vaso de cerveza de por la mañana, para pre- espíritu fundamental es un furor persistente hacia todo y
pararse con unción á sus hazañas dramáticas. Desde la hacia todos, furor que se traduce en palabras virulentas,
circunstancia memorable en que Quince, Snug, Bottom, amenazas salvajes y rabia de destrucción propia de las
' S n o u t y Starveling (en El Sueño de una noche de fieras. W a g n e r es una buena muestra de esta especie;
veranóte Shakespeare), estudiaron juntos la «muy la- quisiera aniquilar «la civilización política y criminal»,
mentable comedia y la muerte muy cruel de Priamo y de como él dice. Pero ¿en qué se manifiestan para él la co-
U s b e » el mundo no había visto nunca semejante espec- rrupción de la sociedad y el carácter insostenible de todos
táculo. Los disparates de W a g n e r habían sorbido el seso los estados de cosas? En que se representan óperas com-
a los tenderos sentimentales y á los mozos de almacén puestas con arietas juguetonas y en que se representan
entusiastas, y los provincianos y filisteos á los cuales ha- pantomimas de baile. ¿Y cómo ha de llegar la humanidad
bía llegado su buena nueva, se pusieron, á la letra, en á la salvación? ¡Representando el drama musical del por-
disposición de continuar, juntando todas sus fuerzas, á venir! Espero que no se reclamará de mí la crítica de se-
Goethe y Schiller, Mozart y Beethoven. mejante proyecto de panacea.
En el pasaje citado en que W a g n e r glorifica, emplean- W a g n e r es anarquista declarado. Desarrolla con toda
do la manera más trasnochada de Juan [acobo Rousseau claridad la doctrina de esta secta en La Obra de arte del
al populacho, en que habla d é l a «civilización anti-natu' porvenir (pág. 217): « Todos los hombres tienen solamente
ral», y llama á la «civilización moderna» el «cruel opre- " una necesidad común...: es la necesidad de vivir y de ser
sor de la naturaleza humana», W a g n e r revela ese estado felices. En esto se encuentra el lazo natural de todos los
de espíritu que los degenerados comparten con los refor- hombres... Las necesidades particulares, tales cómo se
madores iluminados, los c r i m i n a l e s - n a t o s con los mártires manifiestan y crecen según el tiempo, el lugar y el indivi-
del progreso humano: el descontento profundo y devora- duo, pueden solas, en el estado razonable de la humanidad
dor del estado de cosas existente; este descontento, á la futura, suministrar la base de las asociaciones particula-
verdad, es de otra naturaleza en el degenerado que en el res... Estas asociaciones cambiarán, tomarán otra forma,
se disolverán y se reconstituirán s e g ú n que las necesida-
des mismas Cambiarán y r e a p a r e c e r á n » l . No se le oculta ladamente, como para mostrar á las otras su bella forma en
que este «estado razonable de la humanidad futura» no plena independencia, desasiéndose del abrazo y tocando
podrá ser traído más que por la violencia (pág. 228): «La nada más que con la punta extrema de los dedos las ma-
necesidad ha de empujarnos á nosotros también, á través nos de las otras; ahora, una de ellas, seducida al v e r
del Mar Rojo, si queremos, purificados de nuestra ver- la doble forma de sus dos hermanas vigorosamente en-
g ü e n z a , alcanzar la tierra prometida. No nos ahogaremos trelazadas, inclinándose h a c i a ellas; luego, dos de ellas,
en sus ondas; sólo es peligroso para los faraones de este transportadas por el encanto de la una, saludándola ' c o n
mundo, que y a una vez... perecieron en ellas con todos actitud de sumisión, para unirse en fin todas, fundidas
sus b i e n e s , — l o s faraones arrogantes y orgullosos que ha- en una, p e c h o contra p e c h o , miembros contra miembros,
bían olvidado que en otros tiempos un pobre hijo de pas- en un ardiente beso de amor, en una sola forma volup-
tor les había preservado por sus sabios consejos, á ellos tuosamente v i v a . — H e ahí el amor y la vida, la alegría y el
y á su país, de la muerte por h a m b r e » . matrimonio del arte, etc.», (hay en alemán, Das Lieben
A l lado de la acritud anarquista, otra emoción domina und Leben, Frenen und Freién, j u e g o s de palabras c a r a c -
toda la vida intelectual consciente é inconsciente de terísticos). A q u í W a g n e r p i e r d e visiblemente el hilo de
W a g n e r : la emoción sexual; ha sido toda su vida un su demostración, no se ocupa y a más de lo que quería de-
erótico (en el sentido de la psiquiatría), y todas sus ideas cir y se detiene gozándose con l á . i m a g e n de tres d o n c e -
g i r a n en torno de la mujer. L a s impresiones más triviales llas que bailan, i m a g e n q u e se ha presentado ante su vista
y más alejadas del dominio sexual despiertan infaliblemen- interior, y sigue con una concupiscencia lasciva los contor-
te en su conciencia lujuriosos cuadros de c a r á c t e r erótico, nos de sus formas y sus movimientos excitantes.
7 el t r a y e c t o de la asociación de ideas automática está L a sensualidad d e s v e r g o n z a d a que campa en sus poe-
en él siempre dirigido hacia e s e polo de su pensamiento- mas dramáticos ha llamado la atención de todos sus críti-
L é a s e , bajo este punto de vista, este p a s a j e de La Obra di cos. Hanslick habla de la «sensualidad bestial » del Oro
arte del porvenir (pág. 44), en el cual trata de exponer del Rhin, y dice de Sigfredo: «Los acentos exaltados de
las relaciones recíprocas de las artes del baile, de la mú- una sensualidad insaciable y ardiente hasta lo extremo,
sica y de la poesía: « A l contemplar esta h e c h i c e r a ronda esos estertores del celo, esos g e m i d o s , esos gritos y esos
de las musas las más auténticas y las más nobles, del desmayos tan a f e c c i o n a d o s por W a g n e r , producen una im-
hombre artístico (?) se nos p r e s e n t a n ahora las tres g r a - presión r e p u g n a n t e . El texto de estas escenas de amor
ciosamente enlazadas hasta la nuca en los brazos l a u n a llega á ser á v e c e s , en su e x u b e r a n c i a , un puro contra-
de la otra; l u e g o , tan pronto ésta, tan pronto aquélla, ais- sentido J.» Léase en el primer acto de La Walkyria 2 , en
la escena entre S i g m u n d o y S i e g l i n d a , las indicaciones de
juego e s c é n i c o : «Interrumpiendo ardientemente», -«se
Nótese la analogía de este pasaje con este otro, entresacado
apodera de ella con un ardor abrasador», «en un dulce
de la Apoteosis del teatro deBayieuth (1882) (Escritosy Poemas com-
pletos, t. X , pág 384): Esto (la segura ejecución de todos los hechos
sobre, enema, debajo, detrás y delante de la escena) es el resultado Eduardo Hanslick, Estaciones musicales. Berlín, 1880, pági-
de la anarquía, en cuanto cada cual hace lo que quiere, es decir lo nas 220 y 243.
que es bueno. 2 Ricardo Wagner, Escritos y Poemas completos, t. VI, págs. * v
siguientes. v 0 ó 3
transporte», «ella se suspende arrebatada á , s u cuello» degenerados, que en el transporte sexual se convierten
«mirándose con pasión», «fuera de sí», «en el colmo de la en bestias feroces K W a g n e r padece de la «locura eróti-
embriaguez», etc. A l final está escrito: «Telón rápido» ca», que hace de las naturalezas groseras asesinos por
y no han faltado críticos ligeros que hayan empleado lujuria, é inspira á los degenerados superiores obras ta-
este rasgo de ingenio fácil: «esto es muy necesario». les c o m o La Walkyria, Sigfredo, Tristán é Isolda.
Las lamentaciones, los gritos ahogados y los furores amo- No sólo el fondo de sus escritos, sino que y a la forma
rosos de Tristán é Isolda, todo el segundo acto de Parsi- exterior de éstos muestra en W a g n e r un grafómano. Ha
fal, entre el héroe y las muchachas-flores; luego entre el podido ver el lector en nuestras citas á qué abuso de pa-
mismo y Kundry, en el jardín encantado de Klingsor, labras subrayadas se entrega W a g n e r ; á veces h a c e com-
pueden añadirse dignamente á estos otros pasajes. Es poner mitades de páginas con letras separadas, cuyo fe-
cosa que haCe verdaderamente gran honor á la moralidad nómeno es expresamente notado por Lombroso en los
del pueblo alemán que las óperas de W a g n e r ha}-an po- grafómanos 2 y que se explica suficientemente por la par-
dido ser representadas públicamente sin provocar el más ticularidad que con frecuencia hemos aquí expuesto del
profundo escándalo. ¡Cuán inocentes deben ser las muje- pensamiento místico. Ninguna forma de lenguaje que el
res y las muchachas que se hallan en estado de contem- degenerado místico puede dar á sus espectros de pensa-
plar estas composiciones dramáticas sin ruborizarse hasta miento llega á satisfacerle; tiene siempre la conciencia de
la raíz del pelo ni, de vergüenza, refugiarse bajo tierra! que las frases que escribe no expresan los hechos confu-
¡Cuán inocentes son también los padres y los maridos que sos que se verifican en su cerebro, y como tiene que deses-
permiten á sus mujeres y á sus hijas que asistan á estas perar de poder traducirlos por palabras, trata, valiéndose
representaciones de escenas de lupanar! Evidentemente,- de puntos de exclamación, de puntos suspensivos, de
los espectadores alemanes de los dramas de W a g n e r no blancos en el texto, de hacer entrar místicamente en lo
v e n ningún mal en las acciones y en las actitudes de sus
figuras; no parecen sospechar cuáles sentimientos los ex-
citan ni cuáles propósitos determinan sus palabras, sus he-
1 En un libro sobre la degeneración no es posible evitar por
completo el teireno del erotismo, que encierra precisamente los
chos y gestos, y esto explica el candor tranquilo con el fenómenos más característicos y que más llaman la atención rela-
cual asisten á escenas dramáticas en las cuales, en un pú- tivos á este asunto. Pero me detengo, por principio, lo menos posi-
ble sobre este punto y quiero, por esta razón, limitarme á indicar,
blico menos ingenuo, nadie se atrevería á levantar la vis-
en cuanto á la característica de la locura erótica de Wagner, un
ta y mirar á su vecino ni podría soportar las miradas de trabajo clínico, el del Dr. Paul Aubry: Observación de uxoricidio y
los demás. de libericidio seguidos del suicidio del asesino. Archivos de la antropo-
logía criminal, t. VII, pág. 326. « Esta afección (la locura erótica),
L a excitación nerviosa reviste siempre en la pintura dice Aubry, se caracteriza por un furor de goce inconcebible en el
que de ella hace W a g n e r la forma de una locura furiosa. momento de la cópula». Y en una neta añadida al informe de Au-
bry sobre el asesinato que el loco erótico—un profesor de mate-
Los amantes se conducen en sus dramas como gatos ra- máticas de liceo—había cometido sobre su mujer y sus hijas, se
biosos que se revuelven, en medio de éxtasis y espasmos, lee: «Su mujer, que no se recataba para hablar á todus de cosas que
sobre una raíz de valeriana. Reflejan esas figuras el esta- de ordinario se guardan en el mayor secreto, decía que su marido
se ponía como furioso durante el acío sexual». V . también Ball, La
do intelectual del poeta, que es bien conocido de los locura erótica, París, 1891, pág. 127.
especialistas; es una forma del sadismo; es el amor délos 2 Lombroso, Genio y locura, pág. 229.
que escribe más cosas que las que las palabras pueden mósfera de convicciones y de prácticas de fe cristianas
decir. protestantes, los sentimientos y las ideas que transformó
Otra especialidad de los grafómanos (y de los imbéci- más tarde tan extrañamente en su espíritu degenerado.
ciles), la inclinación irresistible á los j u e g o s de palabras, Este fenómeno en virtud del cual continúan subsistiendo,
está desarrollada en alto grado en W a g n e r . Veamos algu- en medio de las dudas y de las negaciones ulteriores, las
n o s e j e m p l o s e n t r e s a c a d o s d e La Obra de arte del porvenir concepciones cristianas adquiridas en la infancia y que
(pág. 56): «Asi el arte musical adquiere por el sonido, obran como un fermento siempre activo, alteran sin-
convertido en lenguaje... su más alta satisfacción al mis- gularmente todo el pensamiento y sufren ellas mismas
m o t i e m p o q u e su a l t u r a m á s s a t i s f a c t o r i a » . (Ihre HÖCHS- numerosas desagregaciones y deformaciones; este fenó-
TE BEFRIEDIGUNG zugleich mit ihrer BEFRIEDIGENSTEN meno podemos observarlo con frecuencia en los cerebros
ERHÖHUNG), (pág. 91): «Como-un segundo Prometeo, que confusos; lo encontraremos, por ejemplo, también en lb-
formaba hombres con arcilla (aus THON), Beethoven había sen. En el fondo de todos los poemas y escritos teóricos
tratado de formarlos con el sonido (aus TON). NO es, sin de W a g n e r se encuentra un sedimiento más ó menos
embargo, de arcilla ó de sonido (aus THON oder TON), sino denso de doctrinas desfiguradas deh catecismo, y en sus
de las dos cosas á la v e z de lo que el hombre, imagen de cuadros más lujuriosos apuntan, bajo' los colores emba-
Zeus dispensador de la vida, debía ser formado». Pon- durnados y chillones, extraños rasgos apenas aparentes,
gamos especialmente de relieve este pasaje asombroso que revelan que dichos cuadros han sido brutalmente
(pág. io3): «Si la moda ó el uso nos permitiera volver á estampados sobre un fondo pálido de reminiscencias
adquirir la sola y verdadera manera de escribir y de ha- evangélicas.
blar: Tichten por Dichten (componer en verso), obtendría- Una idea, ó más exactamente una palabra, se ha
mos en los nombres reunidos de las tres artes primitivas, arraigado muy especialmente en el fondo de su espíritu
baile, música y poesía (Tanz, Ton und, TichtkunstJ, una y le ha perseguido toda su vida como una verdadera ob-
imagen sensual agradablemente característica de la esen- sesión: la-palabra «redención». No tiene, sin duda, esta
cia de estas tres hermanas trinitarias, es decir una alite- palabra en W a g n e r el valor que posee en el lenguaje de
ración perfecta... Esta paronomasia sería especialmente la teología; para los teólogos, la «redención», esta idea
característica también por la situación que la poesía central de toda la doctrina cristiana, significa el acto su-
(Tichtkunst) ocuparía en ella; como último miembro de la' blime de un amor sobrehumano que espontáneamente
rima, la poesía transformaría verdaderamente la alitera- toma sobre sí el sufrimiento más grande y lo soporta ale-
ción en rima, etc.» gremente, con el fin de libertar del poder del mal á los
hombres, cuyas propias fuerzas no bastan para alcanzar
Llegamos ahora al misticismo de W a g n e r , que im-
este objeto. Comprendida de este modo, la redención tia-
pregna sus obras y ha llegado á ser una de las causas
ne tres premisas; hay en primer lugar que admitir el dua-
principales de su acción sobre los contemporáneos, por lo
lismo en la naturaleza, que la religión zenda de los persas
menos íuera de Alemania. A u n q u e completamente irre-
ha desarrollado con toda claridad, la existencia de un
ligioso y entregándose á ataques frecuentes contra las
principio original del mal y del bien, entre los cuales la
religiones positivas, sus doctrinas y sus sacerdotes, Wag-
humanidad se halla colocada y que se disputan el poder
ner ha conservado vivos, de una niñez pasada en una at-
sobre ella; en segundo lugar, el redimido ha de estar
desagradablemente superficiales, es cierto: « W a g n e r ,
exento de falta consciente y cometida voluntariamente,
dice, no ha meditado sobre cosa alguna tanto como sobre
ha de ser la víctima de fuerzas poderosas en sumo grado
la redención» (aseveración falsa á todas luces por otra
á las cuales es incapaz de vencer; en tercer lugar, en fin,
parte, puesto que el desvarío de W a g n e r sobre este
el redentor, para que su acto sea verdaderamente un acto
tema no es seguramente el resultado de la meditación,
de salvación y adquiera la fuerza redentora, ha de sa-
sino un eco místico de sus emociones de niño); «su ópera
crificarse espontáneamente cumpliendo una misión cla-
es la ópera de la redención; h a y siempre alguien en sus
ramente reconocida y aceptada voluntariamente. S e ha
dramas que quiere ser redimido: unas veces un buen hom-
manifestado á veces, es cierto, la tendencia de Considerar
bre, otras una buena mujer... ¿Quién nos ha enseñado,
la redención como una gracia que puede llegar á ser el
sino W a g n e r , que la inocencia redime de preferencia á
patrimonio no sólo de las víctimas, sino también de los
pecadores interesantes? (el caso Tanliauser). ¿O que el
pecadores; la Iglesia, sin embargo, ha reconocido siempre
propio Judío Errante es redimido y se convierte en seden-
la inmoralidad de semejante concepción y ha enseñado
tario al casarse? (el caso de El Buque Fanntasma). ¿O que
expresamente que el culpable, para obtener la redención,
viejas comadres ligeras de cascos y corrompidas prefieren
ha de trabajar activamente por sí mismo, por medio del
ser redimidas por castos jovenzuelos? (el caso Kundry).
arrepentimiento y d é l a expiación, y ' n o esperarla pasi-
¿O que á las hermosas doncellas les gusta sobre todo ser
vamente como una merced completamente inmerecida.
redimidas por un caballero andante que es wagneriano?
Esta redención teológica no es la redención en el sen- (el caso de Los Maestros Cantores). ¿O que mujeres casa-
tido de W a g n e r ; la de éste no tiene un sentido bien claro das se dejan también de buen grado redimir por un c a -
y sirve tan solo para designar algo bello y grande que no ballero andante? (el caso de Isolda). ¿O que el buen Dios
indica de otro modo. L a palabra ha hecho evidentemen- misericordioso, después de haberse comprometido moral-
te al principio, una profunda impresión sobre su imagina- mente de todas las maneras, es redimido por un libre-
ción, y W a g n e r se ha servido después de ella poco más pensador y un hombre inmoral? (el caso de los Nibelun •
ó menos como si se tratase de un acorde menor (digamos gos). ¡Admirad especialmente esta última profundidad de
la-do-mi), el cual tampoco significa nada preciso, pero espíritu!, ¿la comprendéis?; por lo que á mí toca me g u a r -
suscita no obstante una emoción y puebla la conciencia do muy bien de comprenderla » 1 .
de representaciones flotantes. En las obras de W a g n e r hay L a obra de W a g n e r que puede realmente llamarse la
siempre alguien que es «redimido »; si (en La Obra de arte « ópera de la redendión » es Parsifal. En ella estamos en
del porvenir) la pintura deja de pintar cuadros y no crea situación de penetrar el pensamiento de W a g n e r en su
más que decoraciones de teatro, esto es su «redención»; vagabundeo más incoherente. Dos personajes son redi-
del mismo modo, la música que acompaña las palabras de midos en Parsifal, el rey Amfortas y Kundry; el rey se ha
un poema es una música «redimida»; el hombre es «redi- dejado seducir por los encantos de Kundry 3' ha pecado
mido» si ama á una mujer, y el pueblo es «redimido» si en sus brazos; para castigarle, la lanza mágica que le ha
representa dramas;, el eje de todos los dramas de W a g n e r sido confiada le es arrebatada y es herido con esta arma
es también la «redención». Federico N i e t z s c h e h a nota-
do y a esto y se ha burlado de ello valiéndose de bromas 1 Federico Nietzsche, El caso Wagner, Leipzig 1887.
sagrada; la herida abierta sangra continuamente y le pro- bargo lo ha inspirado. Amfortas necesita ser redimido á
duce terribles dolores; nada puede curar la herida sino consecuencia de su propia flaqueza y de su falta, no á
la misma lanza que la ha hecho, pero esta lanza sólo « el consecuencia de una fatalidad invencible, y es redimido
puro inocente sabio por compasión » puede arrancársela al sin haber hecho para ello otra cosa que gemir y lamen-
perverso brujo Kiingsor. En otros tiempos, cuando era tarse. L a salvación que espera, y que finalmente obtiene,
muchacha, Kundry ha visto al Salvador subiendo su cal- tiene su origen completamente fuera de su voluntad y de
vario y se ha reído de él; para su castigo, tiene que vivir su conciencia; él no tiene ninguna parte en su obtención,
eternamente, aspirar en vano á la muerte, seducir en pe- otro la adquiere para él y se la ofrece como una merced;
cado á todos los hombres que se acerquen á ella; no pue- la redención es algo puramente exterior, un feliz hallaz-
de ser redimida de la maldición sino en el caso en que un go fortuito, no el premio de un esfuerzo moral interior.
hombre resista á sus insinuantes coqueterías; un hombre Aún más monstruosas son las condiciones de la redención
la ha resistido de hecho, el brujo Kiingsor; sin embargo, de Kundry; no sólo no le es dado trabajar ella misma por
su resistencia victoriosa no la ha redimido, como hubiera su salvación, sino que ha de emplear toda su fuerza de
debido suceder; ¿por qué?, W a g n e r no se para á explicar voluntad en hacer imposible su propia salvación, puesto
esto ni por la más mínima palabra. El que aporta la re- que su redención depende de esto: que sea desdeñada
dención á los dos malditos es Parsifal. El «puro inocente» por un hombre, y la tarea á la cual ha sido condenada es
no tiene la menor idea de que está destinado á redimir á precisamente la de desplegar todo el poder de seducción
Amfortas y á Kundry y no sufre, en el cumplimiento del de la belleza y todo el poder del amor apasionado para
acto de salvación, ni daños especiales, ni se expone á atraerse al hombre; ha de impedir por todos los medios al
ningún peligro serio. Es verdad que tiene, cuando pene- hombre destinado á ser su redentor que llegue á serlo;
tra en el jardín encantado de Kiingsor, que andar á esto- si el hombre sucumbe ante sus encantos, la redención
cadas con los caballeros del brujo, pero ésta escaramuza queda fallida sin que sea culpa suya, aunque por su pro-
es más bien un placer que una molestia para Parsifal, pia acción; si resiste á la tentación, ella obtiene la reden-
puesto que es mucho más diestro que sus adversarios, y ción sin mérito por su parte, porque la obtiene á pesar de
que al cabo de un asalto en el cual los v e n c e sin dificul su esfuerzo opuesto. Es imposible elucubrar una situación
tad, los pone en fuga cubiertos de sangre. Parsifal resis- á la vez más absurda y más inmoral. El redentor Parsifal,
te, ha}' que reconocerlo, á la belleza de Kundry, y esto es en fin, es desde el comienzo hasta el fin una reencarna-
meritorio, pero no constituye apenas un acto de inmola- ción mística de «Juan en la prosperidad», el conocido pro-
ción de sí mismo; obtiéne, sin haberse tomado ningún tra- tagonista de un cuento popular alemán; todo le sale á
bajo, la lanza milagrosa; Kiingsor la blande contra él para pedir de boca, como á éste, sin que haga nada para ello;
matarle, pero el arma «se cierne encima de su cabeza» se va de paseo á matar á un cisne y encuentra el Graal y
y Parsifal no tiene más que alargar la mano para apode- la corona real; su papel de redentor no es para él un sa-
rarse de ella cómodamente y cumplir en seguida su mi- crificio personal, sino una prebenda; es un envidiable car-
sión. go honorífico al cual le ha llamado el favor del cielo; mer-
ced á qué poderosa recomendación, eso no lo dice W a g -
Cada rasgo de este drama místico está en contraste
ner. Pero, examinándolo de más cerca, todavía se descu-
directo con la idea cristiana de redención qúe sin em-
19
bren cosas peores; Parsifal, el «puro inocente», es senci-
llamente un precipitado de recuerdos confusos de la cris- ataúd, y reclama con tono impetuoso que el Graal le sea
tología. W a g n e r , del cual se apoderan violentamente los mostrado para que su vida se prolongue: «¿Habré de con-
elementos poéticos de la historia de la vida 3' de los su- templar otra v e z el Graal y vivir?», pregunta con angus-
frimientos del Salvador, ha experimentado la ardiente tia, y como no recibe respuesta inmediata, se lamenta:
necesidad de exteriorizar sus impresiones y sus emocio- «¿He de morir sin que me acompañe el Salvador?» S u
nes, y ha creado Parsifal, al cual asigna algunas de las hijo Amfortas vacila, el anciano entonces da órdenes-
escenas más conmovedoras del Evangelio, y el cual se ha «¡Descubrid el Graal!» «¡La bendición!» Y cuando han
convertido bajo la pluma de W a g n e r , en parte quizá sin obedecido sus órdenes exclama con alegría: «¡Oh, san-
él saberlo, en una caricatura á la v e z necia y frivola de tas delicias! ¡Cómo nos saluda hoy el Señor radiosamen-
Jesucristo. L a tentación del Salvador en el desierto se ha te!» Más tarde Amfortas ha descuidado por algún tiempo
transformado en el drama místico, en tentación de Parsi- descubrir el Graal, y Titurel ha tenido que morir; Amfor-
fal por Kuncby; la escena en la casa del fariseo, en que tas se desespera: « ¡Padre mío, bendito entre los héroes!...
la pecadora unta con los óleos los pies del Salvador, está ¡Yo que quería morir yo sólo, es á ti á quien he dado la
reproducida á la letra; Kundry lava y olea los pies de Par- muerte!» D e todo esto resulta indudablemente que todos
sifal, que seca con sus cabellos sueltos, y el «puro inocen- estos personajes v e n en la vida, aunque sea en la vida de
te» remeda las palabras del Cristo: « Tus pecados te serán sombra y vacío de un ser tendido y a en el ataúd, un bien
perdonados», con esta exclamación: « Y o cumplo así m excesivamente precioso, y en la muerte una amarga des-
primer deber: toma el bautismo y cree en el redentor». gracia. ¡ Y esto ocurre en el mismo drama en que Kundry
Q u e al habituado ordinario del teatro no le choque esta sufre la vida eterna como una espantosa maldición, y aspi-
aplicación abusiva de la leyenda del Cristo, que aún en- ra apasionadamente á la muerte como al bien por exce-
cuentre en los fragmentos desfigurados del Evangelio al- lencia! ¿Puede imaginarse contradicción más ridicula? El
gunas de las emociones que éste pueda en otros tiempos episodio de Titurel es, por si algo faltaba, la negación de
haber excitado en él, es cosa que se concibe. L o que es in- todas las premisas del Parsifal, cimentado sobre la idea
comprensible es que los creyentes serios, y más especial- religiosa de la persistencia de la personalidad después de
mente los celadores fanáticos déla fe, no hayan nunca sen- la muerte. ¿Cómo puede la muerte asustar al hombre que
tido qué profanación de sus ideas las más sagradas, comete está persuadido de que los goces del paraíso lé esperan?
W a g n e r adornando á su Parsifal con los rasgos del Cristo. Nos encontramos aquí frente á la misma falta de auto-
comprensión de sus propias hipótesis que y a nos ha cho-
Pongamos aún de relieve uno de los detalles absurdos
cado en Dante-Gabriel Rossetti y en Tolstoi. Pero ésta es
de Parsifal; al viejo Titurel le ha llegado su hora en el
precisamente la especialidad del pensamiento patológica-
destino terrestre de la muerte, pero, por la gracia del Sal-
mente místico; reúne representaciones que se excluyen
vador, continúa "viviendo en la tumba; la vista del Graal
las unas á las otras, se sustrae á la ley de la lógica y pone
renueva siempre por algún tiempo su fuerza vital desfalle-
juntos sin andarse en rodeos, detalles que se queda uno
cida. Titurel parece conceder un gran valor á esta triste
pasmado de v e r así reunidos. En el místico por ignoran-
existencia de muerto que vive: -< V i v o en la tumba por la
cia, por pereza de pensamiento, por imitación, no obser-
gracia del Salvador», exclama alegremente desde su
vamos este fenómeno; puede tomar una representación
saborean con violentas emociones el cuerpo del Cristo y
absurda por punto de partida de una serie de ideas,, pero su sangre redentora y cómo los fenómenos supra-terres-
la representación misma se desenvuelve razonable y ló- tres, la irradiación purpurada del Graal, el lento descenso
gicamente y no tolera una grosera contradicción entre de una paloma (en la escena final), etc., hacen en cierto
sus miembros. modo palpables la presencia real del Cristo y la naturaleza
Del mismo modo que la cristología ha inspirado á divina de la Cena. Del mismo modo que W a g n e r h a toma-
W a g n e r la figura de Parsifal, la eucaristía le ha inspira- do de la Iglesia su inspiración para las escenas del Graal y
do la escena más conmovedora del drama, la de las aga- ha vulgarizado la liturgia empleándola en su propio uso,
pas de los caballeros del Graal; es el traslado á la escena á la manera de la Biblia Pauperum, así también los e s -
de la misa católica, añadiendo heréticamente un rasgo pectadores encuentran de nuevo en el teatro de W a g n e r
protestante: la participación de la comunidad á la comu- la catedral y la gran misa y llevan al drama todas las emo-
nión bajo las dos especies. El descubrimiento del Graal ciones que las ceremonias de iglesia han dejado en sus
corresponde á la elevación de la custodia; los oficiantes re- almas. El sacerdote real, bajo sus vestidos de oficiante; el
visten la forma de los coros de mozos y de adolescentes. recuerdo de sus gestos, de la campanilla y de las g e n u -
E n los cantos alternados y en las acciones de Amfortas se flexiones de los que sirven la misa, del vapor azul y
encuentran semejanzas con las cuatro partes de la misa: del perfume del incienso, de los bramidos del órgano y
los caballeros del Graal salmodian una especie de Introi- del j u e g o abigarrado de los rayos solares á través de los
tos venido á menos; la larga lamentación de Amfortas: cristales de colores de la iglesia, son en el alma del pú-
«¡No; no lo descubráis! ¡Oh! ¡Pensar que nadie, nadie blico los colaboradores de W a g n e r ; y no es su arte lo que
c o n c i b e esta tortura!, etc.», puede ser considerada como mece al público en un arrobamiento místico, sino la dis-
un Confíteor; los mozos cantan el ofertorio («¡Tomad mi posición fundamental que dos mil años de sentimiento
sangre en nombre de nuestro amor!», etc.). Amfortas pro- cristiano han inculcado en la inmensa mayoría de los hom-
cede á la consagración; todos toman parte en la comunión, bres de raza blanca.
y hasta hay como una reminiscencia parodiada del Ite,
Misticismo y erotismo, y a lo sabemos, van siempre
missa est, en la exclamación de Gurnemanz: «¡Sal, por ahí,
juntos, especialmente en los degenerados c u y a emotivi-
hacia tu camino!» L o que desde Constantino el Grande,
dad tiene principalmente su origen en un estado de exci-
lo que desde la elevación del cristianismo al rango de reli-
tación enfermiza de los centros sexuales. L a imaginación
g i ó n de Estado, ningún poeta ha osado, W a g n e r lo ha he-
de W a g n e r está incesantemente ocupada por la mujer;
cho: de la acción tan incomparablemente rica en emocio-
pero no v e jamás las relaciones de ésta con el hombre
nes del sacrificio de la misa ha sacado efectos de teatro;
bajo la forma del amor sano y natural, que es un benefi-
ha sentido profundamente el simbolismo de la Cena, la
cio y una satisfacción para los dos amantes. D e l mismo
cual ha provocado en él una fuerte emoción mística y ha
modo que á todos los eróticos e n f e r m o s — y a hemos nota-
sentido la necesidad de revestir con una forma dramática el
do esto en Verlaine y T o l s t o i — l a mujer se ofrece á sus
hecho simbólico, de revivir por los sentidos en todos los
ojos como una terrible fuerza de la naturaleza, de la cual
detalles y de una manera completa, lo que en el sacrificio
el hombre es la víctima temblorosa é impotente; la mujer
de la misa está solamente indicado, condensado y espiri-
que él conoce es la horrible Astarté de los semitas, la es-
tualizado. W a g n e r quería ver y sentir cómo los elegidos
pantosa devoradora de hombres Kali B h a g a w a t i de los
Indios, una visión apocalíptica de risueña voluptuosidad Tannhauser, como en Parsifal, trata del tema de la lucha
asesina, de eterna perdición y de tormento infernal, en del hombre contra la corruptora, de la mosca c o n t r a í a
una encarnación diabólicamente bella. N i n g ú n problema araña, y atestigua de este modo que durante treinta y
poético ha conmovido á W a g n e r más profundamente que tres años, desde su juventud hasta su vejez, este asunto
el de las relaciones entre el hombre y la embriagadora no ha dejado de estar presente á su espíritu. En Tan-
destructora; ha abordado este problema por todos lados y nhauser se trata de la hermosa diablilla, la misma V e n u s ,
le ha dado las diferentes soluciones que responden á sus que adorna con guirnaldas al héroe y con la cual éste
instintos y á sus concepciones morales. C o n frecuencia el tiene que luchar á la desesperada por la salvación de su
hombre sucumbe á la seductora; pero W a g n e r se rebela alma; la piadosa y casta Isabel, criatura de ensueño te-
contra esta debilidad, de la cual él mismo tiene concien- jida de claros reflejos de luna, de oración y de canto, lle-
cia profunda é íntima, y en sus obras principales atribuye ga á ser su «redentora». En Parsifal, la hermosa diabli-
al hombre una resistencia desesperada y finalmente vic- lla se llama Kundry, y el héroe no se sustrae al peligro
toriosa. No es, sin embargo, por su propia fuerza por lo con el cual Kundry amenaza á su alma, sino porque es «el
que el hombre se arranca al encanto paralizador de la puro inocente» y se encuentra en estado de gracia.
mujer; tiene que venir en su ayuda un socorro sobrenatu- En La Walkyria la imaginación de W a g n e r se aban-
ral; llega, lo más á menudo, de una virgen pura y abne- dona sin freno á la pasión; en ella se representa al hombre
gada que forma oposición con la esfinge de cuerpo suave en celo que se deja llevar salvaje y locamente por sus
de mujer y con garras de león. En virtud de la ley psico- deseos, sin consideración á las leyes de la sociedad y sin
lógica del contraste, W a g n e r imagina, como oposición de tratar de oponer un dique á la impetuosidad furiosa de
la mujer horrible que él siente en el fondo de su ser ínti- sus instintos. Siegmundo v e á Sieglinda y no tiene más
mo, una mujer angelical que es toda amor, toda sacrificio, que una idea: poseerla. En vano v e que es la mujer de
toda piedad celeste; una mujer que nada pide y da todo; otro; en vano la reconoce como su propia hermana: nada
una mujer que mece, acaricia y cura; una mujer, en una de esto le para un instante, estas consideraciones son co-
palabra, á la cual aspira con todas sus fuerzas un desgra- mo una pluma ante la tempestad; expía al día siguiente
ciado que, devorado por las llamas, se agita horriblemente con la muerte su noche de amor; porque en W a g n e r el
entre los brazos de f u e g o de Belit. Las Isabel, Elsa, Sen- amor es siempre una fatalidad y en torno de su lecho vo-
ta, Gutruna de W a g n e r , son manifestaciones excesiva- luptuoso se elevan siempre las llamas del infierno. Y co-
mente instructivas del misticismo erótico, en las cuales mo no ha mostrado en la misma Sieglinda las imágenes
trata de tomar forma la idea semi-inconsciente de que la de matanza y de aniquilamiento que la idea de la mujer
salvación del degenerado loco de erotismo reside en la evoca en é l , las personifica aparte en las W a l k y r i a s : su
pureza, la continencia ó la posesión de una mujer que no aparición en el drama es para W a g n e r una necesidad
tuviera individualidad, deseos, derechos de ninguna cla- psicológica; los rasgos que son inseparables en su espí-
se, y que por estos motivos no pudiera nunca llegar á ser ritu, de la concepción de la mujer y que reúne de ordi-
peligrosa para el hombre. nario en una figura única, los ha separado en este drama
y elevado á la altura de tipos independientes. V e n u s ,
En uno de sus primeros poemas, como en el último, en Kundry, son una seductora y una destructora en una sola
persona; en La Walkyria, Sieglinda es tan sólo la seduc-
echar una mirada profunda en el mundo de las ideas de
tora; en cuanto á la destructor», toma las proporciones de
un degenerado eróticamente emotivo; revelan los estados
toda una horda de espantosas amazonas, que beben la
de alma cambiantes de una sensualidad implacable, de la
sangre de los combatientes, se gozan en el espectáculo de
rebeldía del sentimiento de moralidad contra la tiranía de
los golpes mortales y galopan lanzando aullidos de ale-
los deseos, de la derrota del ser moral y de su arrepenti-
gría salvaje sobre la llanura cubierta de cadáveres.
miento desesperado. W a g n e r era, y a lo hemos dicho, un
Siegfriedo, El Crepúsculo de los Dioses, Tristán é Isol- admirador de Schopenhauer y de su filosofía; se persua-
da, son exactas repeticiones de la idea que constituye el día, á sí mismo, como su maestro, de que la vida es una
fondo de La Walkyria. S e trata siempre de la personifica- desgracia; el no ser, la salvación y la felicidad; el amor,
ción dramática de la misma obsesión de los horrores del en tanto que incitación siempre activa al mantenimiento
amor. Sigfredo v e á Brunhilda en medio del círculo de de la especie y á la continuación de la vida, con todos
fuego que la rodea y ambos se arrojan en seguida, rabio- los dolores que la acompañan, tenía que parecerle la
sos de amor, en los brazos el uno de la otra; pero Sigfre- fuente de todo mal; y la suprema sabiduría y moralidad,
do tiene que expiar su felicidad con la pérdida de la vida, por lo contrario, tenía que parecerle la resistencia victo-
y cae bajo el acero de Hagen. L a simple muerte de Sig- riosa á esta incitación, la virginidad, la esterilidad, la ne-
fredo no basta á la fantasía de W a g n e r , como consecuen- gación de la voluntad de perpetuar la especie. Y mien-
cia inevitable del amor; el destino tiene que mostrarse tras que su inteligencia le sujetaba á estos modos de ver,
más terrible. La misma ciudad de los A s e s arde en llamas, sus instintos le atraían irresistiblemente hacia la mujer y
y el esclavo del amor arrastra, al perecer, á todos los dio- le constreñían durante toda su vida á hacer todo lo que
ses del cielo en su propia perdición; Tristán é Isolda es el insultaba á sus convicciones y condenaba su doctrina.
eco de esta tragedia de la pasión; aquí también hallamos Este desacuerdo entre su filosofía y sus inclinaciones or-
el completo aniquilamiento del sentimiento del deber y de gánicas es la tragedia íntima de su vida intelectual, y sus
a dominación de sí mismo por el desbordamiento del poemas forman un todo único que cuenta las fases del
amor, lo mismo en Tristán que en Isolda, y aquí también combate interior. V e á la mujer, se pierde en seguida y
hallamos la muerte como fin natural del amor. Para expli- naufraga por completo en sus encantos (Siegmundo y
car su idea mística fundamental, que el amor es una fata- Sieglinda, Sigfredo y Brunhilda, Tristán é Isolda). Esto
lidad siniestra con la cual un destino inaccesible hiere al es un pecado grave, que h a de ser expiado; sólo la muer-
pobre mortal incapaz de defensa, W a g n e r recurre á un te es un castigo suficiente (escenas finales de La Walky-
medio pueril: introduce en sus poemas filtros mágicos, ria, d e El Crepiisculo de los Dioses, d e Tristán é Isolda).
tan pronto para explicar el nacimiento de la misma pa- P e r o el pecador tiene una excusa débil y tímida: «No he
sión y caracterizar su naturaleza sobrehumana, como en podido resistir; he sido la víctima de poderes sobrehu-
Tristán é Isolda, tan pronto para arrancar toda la vida mános; mi seductora era de raza divina» (Sieglinda,
moral del héroe á la autoridad de su voluntad y mostrar Brunhilda); «filtros mágicos me han privado de la r a z ó n »
en él un juguete de las fuerzas supra-terrestres, como en (Tristán, Sigfredo en sus relaciones con Gutruna). ¡Cuán
El Crepúsculo de los Dioses. hermoso sería si fuera uno bastante fuerte para dominar
D e este modo los poemas de W a g n e r nos permiten en sí mismo el monstruo devorador de la concupiscencia!
¡Qué altiva y radiosa figura sería el hombre que pusiera degenerado, por lo contrario, nada puede hacer con la vida.
su pie sobre la cabeza del demonio mujer! (Tannhauser, Permanece ante ella ciego y sordo, es un extranjero
Parsifal). ¡Y cuánto, por otra parte, sería bella y adora- entre los hombres sanos; carece de los órganos para com-
ble una mujer que, en vez de encender en el hombre el prenderla, hasta ni siquiera para percibirla. Trabajar
.fuego infernal de la pasión, le ayudara, por lo contrario, con arreglo al modelo no está en sus fuerzas; no puede
á ahogarlo; que no exigiera del hombre la rebeldía con- sino copiar los dibujos existentes y colorearlos después
tra la razón, el deber y el honor, sino que fuera para él subjetivamente con sus propias emociones; no ve la vida
un ejemplo de renunciación y de disciplina de sí mismo; sino cuando está puesta sobre el papel, si la tiene ante sus
que, en lugar de subyugar al hombre, se despojara, como ojos, negro sobre blanco. Mientras que el poeta sano se-
esclava ámorosa, de su propia naturaleza para fundirse meja á la planta clorofiliana que penetra en el suelo y se
en la suya; en una palabra, una mujer que hiciera que su procura por el honrado trabajo de sus raíces las materias,
falta de defensa no fuera un peligro para el hombre, por- nutritivas con las cuales construye sus flores y sus frutos,
que ella misma estaría completamente desarmada! (Isa- el degenerado tiene la naturaleza de la planta parásita
be!, Elsa, Senta, Gutruna). L a creación de estas figuras que no puede vivir sino á expensas de un huésped y se
de mujeres es una especie de De Pro fundís del voluptuo- nutre exclusivamente de los j u g o s que éste elabora. H a y
so amedrentado, que siente el aguijón de la carne é im- parásitos modestos y parásitos soberbios; su serie va des-
plora una ayuda que le proteja contra él mismo. de el liquen insignificante hasta ' la maravillosa raflesia,
Como todos los degenerados, W a g n e r es completa-, cuya flor de un metro de anchura ilumina, en la salvaje
mente estéril, en tanto que poeta, aunque haya escrito magnificencia de su rojo sanguinolento, los bosques som-
una larga serie de obras dramáticas. L a fuerza creadora bríos de Sumatra. Los poemas de W a g n e r tienen en sí
capaz ele reproducir el espectáculo de la vida general mismos algo del olor de carroña y de la belleza espantosa
normal, le está negada á W a g n e r ; saca el fondo emocio- de esta planta de rapiña y de putrefacción; con la sola ex-
nal de sus dramas, de sus propias emociones místico-eró- cepción de los Maestros cantores, todos ellos están como
ticas, y los hechos exteriores que forman su armazón, son ingertados sobre los scegur islandeses, sobre las epopeyas
los simples resultados de sus lecturas, reminiscencias de de Gottfried de Estrasburgo, de Wolfram de Eschenbach
libros que han producido sobre él impresión. Esta es la y del cantor de la g u e r r a de la W a r t b u r g del manuscrito
gran diferencia entre el poeta sano y el degenerado de Manesse, como sobre otros tantos troncos de árboles
que siente con arreglo á los demás; aquél es capaz de «su- medio muertos y de ellos toman su fuerza. Tannhauser,
mergirse en plena vida humana », según la frase de Gcethe, la t e t r a l o g í a d e l o s Nibelungos, Tristán é Isolda, Parsi-
d e penetrarla viva y de hacerla entrar, palpitante y alen- fal y Lohengrin están enteramente formados de las mate-
tando, en un poema que llegará á ser de este modo un pe- rias que la vieja literatura ha proporcionado á W a g n e r ; ha
dazo de vida espontánea; ó bien de moldear sobre ella tomado Rienzi de la historia libresca y el Buque Fantas-
con un arte que la idealiza, de suprimir sus rasgos acceso- ma de la tradición popular cien veces utilizada. D e las le-
rios fortuitos, de poner de relieve lo esencial, y de mos- yendas populares, la del Judío Errante es la que ha hecho
trar así de una manera convincente, detrás del fenómeno sobre él, á consecuencia de su lado místico, la más profun-
enigmáticamente desconcertante, la ley que le rige. El da impresión; la ha puesto en acción una vez en el Buque
Fantasma, otra vez la ha traducido rasgo por rasgo al f e - vistas de sentido, lOS grandes poetas reivindican también
menino en la persona de Kundry, no sin entretejer al- para ellos el privilegio que tiene el cuclillo de depositar el
gunas reminiscencias de la l e y e n d a de Herodias en huevo en un nido ajeno; pero el pájaro que sale de este
esta vuelta al revés. Todo esto son zurcidos y diletan- huevo, es de tal modo más grande, más hermoso y más
tismo. W a g n e r se hace ilusiones, sin duda inconsciente- fuerte que los habitantes primitivos del nido, que estos
mente, acerca de su incapacidad de formar seres hu- últimos son implacablemente arrojados de él y que el re-
manos, al no representar hombres, sino dioses y semi- cién venido queda siendo el solo poseedor. H a y , sin duda,
dioses, demonios y espectros cuyas acciones se explican por parte del g r a n poeta que pone su vino nuevo en odres
no por móviles humanos, sino por destinos misteriosos, viejos, un poco de pereza, de pobreza de invención, un
maldiciones y profecías, fuerzas fatales y mágicas. L o cálculo no muy noble sobre emociones persistentes en el
que se agita en las obras de W a g n e r no es la vida, sino lector; pero no se puede, sin embargo, guardarle rencor
las apariciones, los sábados de brujas ó el ensueño; es un por esta pequeña mezquindad porque pone, después de
trapero que ha comprado de segunda mano los viejos tra- todo, tanto de su propia cosecha. Figurémonos el Fausto
j e s de los cuentos y hace con ellos, á veces no sin destre- privado de todos sus elementos tomados del viejo libreto
z a , nuevos vestidos en los cuales se reconocen, extraña- popular y quedará casi todo; queda todo el hombre se-
mente entremezclados y zurcidos los unos con los otros, diento de saber y poniéndose en su busca, toda la lucha
los girones de las viejas telas de reyes y los fragmentos entre los bajos instintos ávidos de g o c e y la moralidad su-
de las armaduras incrustadas de damasco/Pero estos tra- perior dichosa por el renunciamiento; en suma, precisa-
j e s de disfraz no sirven de vestido á ningún ser de carne y mente todo lo que hace de la obra uno de los más sober-
hueso; sus movimientos aparentes son únicamente produ- bios poemas de la humanidad; si, por el contrario, se priva
cidos por la mano de W a g n e r , que se ha introducido en á los viejos muñecos wagnerianos de sus armaduras y sus
los jubones y en las mangas vacias, detrás de las colas brocados, no queda nada, ó á lo sumo, un poco de aire y
ondulantes y largas faldas colgantes y se ha agitado epi- un olor de moho. Espíritus asimiladores han experimentado
lépticamente para despertar en el espectador la impre- cien v e c e s la tentación de traducir Fausto á la moderna;
sión de una reanimación espectral de esta especie de ro- la empresa es de un éxito tan seguro, que es superflua;
pero anticuado. Fausto de frac no sería otra cosa que el Fausto en perso-
na y en ningún modo modificado del mismo Goethe. ¡Pero
Sin duda, genios sanos se han dirigido también á la tra-
representémonos Lohengrin, Siegmundo, Tristán, Parsi-
dición popular ó á la historia, como Gcethe con Fausto y
fal, como contemporáneos! No se podría siquiera utilizar-
Torcuato Taso. Pero ¡qué diferencia entre la manera con
los para la parodia, á pesar de la bufonería del Tannhau-
la cual el poeta sano y el poeta degenerado tratan la ma-
ser h e c h a por el viejo poeta vienés N e s t r o y .
teria y a existente que les es dada! Para el primero, es un
jarro que llena de vida fresca y verdadera, de suerte que W a g n e r se anunciaba como un fanfarrón con motivo
el contenido nuevo llegue á ser lo esencial; para el segun- de la obra de arte del porvenir y sus adeptos le aclama-
do, por lo contrario, la envoltura es y permanece siendo maban como el artista del porvenir; ¡él, el artista del
la cosa principal, y su parte personal consiste, á lo sumo, porvenir! Es un eco temblón y cascado del pasado más
en atiborrarla con la hojarasca menuda de frases despro- remoto; su camino nos vuelve á desiertos que toda vida
ha abandonado desde h a c e mucho tiempo; W a g n e r es la luz lunar en la cabaña de Hunding; la cabalgata de las nue-
última seta viviente sobre el estercolero del romantismo. v e W a l k y r i a s sobre el campo de batalla; Brunhilda dentro
Ese «moderno» es el heredero empobrecido de un T i e c k , del círculo de fuego; la escena final del Crepúsculo de los
de un L a Motte-Fouqué; y aún más, triste es decirlo, de un Dioses en la cual Brunhilda se lanza á caballo y se pre-
Juan Federico Kind. S u patria intelectual es la Gaceta de cipita sobre la hoguera, mientras que H a g e n se arroja al
la Tarde de Dresde; toma su subsistencia del legado de Rhin desbordante y que en el cielo llamea el reflejo del in-
los poemas de la Edad Media y se muere de hambre cuan- cendio del palacio de los dioses; las agapas de los caba-
do la letra de giro del siglo X I I I no llega. lleros en el castillo del Graal; los funerales de Titurel y
Unicamente el asunto de los poemas wagnerianos la curación de Amfortas;—son otros tantos cuadros que
merece un examen serio; en cuanto á la forma, está no tienen hasta aquí sus pares en el arte. Este don de in-
por debajo de toda crítica. S e ha hecho notar y se h a vención de espectáculos incomparablemente grandiosos,
mostrado con tanta frecuencia, hasta en los detalles, lo ha hecho llamar á W a g n e r por Nietzsche un « comedian-
ridículo de su estilo, su trivialidad, la torpeza de sus ver- te». L a palabra esta no significa nada y en tanto que pue-
sos, su impotencia completa para revestir sus sensaciones da tener un dejo de menosprecio, es injusta. W a g n e r no
y sus ideas con palabras no más que suficientes, que pue- es un «comediante», sino un hombre nacido para ser pin-
do ahorrarme el trabajo de detenerme en estos puntos; tor; si hubiera sido un genio sano dotado de equilibrio in-
pero una facultad que forma necesariaménte parte de las telectual, pintor hubiera sido seguramente; su contempla-
dotes dramáticas no puede serle negada: la de la imagi- ción interior le hubiera puesto á la fuerza el pincel en la
nación pintoresca; está en él desarrollada hasta tocar en mano y le hubiera obligado á realizarla en el lienzo, por
lo genial. El dramaturgo W a g n e r es en realidad un pin- medio del color. Leonardo de Vinci tenía ese mismo don,
tor de historia en absoluto de primer orden. Nietzsche que hizo de él el más grande pintor que el mundo haya
(en el Casó Wagner) quiere acaso indicar esto, cuando conocido hasta aquí, y al mismo tiempo un inventor y un
le llama de paso, sin pararse por lo demás en esta im- organizador incomparable de fiestas, cortejos, triunfos y es-
portante comprobación, á la vez que «magnetizador» y pectáculos alegóricos y conquistó por esta cualidad, quizá
«coleccionador de baratijas», un «pintor de frescos». Esto aún más que por la de pintor, la admiración de sus protec-
último lo es W a g n e r en un grado que todavía no ha al- tores coronados, Ludovico el Moro, Isabel de A r a g ó n , Cé-
canzado ningún otro autor dramático de ninguna literatu- sar Borgia, Carlos VIII,. L u i s XII, Francisco i.° P e r o
ra. Cada acción se encarna para W a g n e r en una serie de W a g n e r , como se observa en todos los degenerados, no
cuadros de los más grandiosos, que cuando están com- vió claramente dentro de su propio ser; no comprendió sus
puestos, tales como W a g n e r los ha visto en sus adentros, impulsiones naturales; quizás también, con el sentimiento
tienen que trastornar y embelesar al espectador. La recep- de una profunda debilidad orgánica, tuvo miedo del peno-
ción de los huéspedes en el salón de la W a r t b o u r g ; la so trabajo del dibujo y de la pintura, y su instinto, de con-
aparición y la marcha de Lohengrin en la barca remolca- formidad con la ley del esfuerzo menor, se volvió hacia e l
da por un cisne; los recreos de las tres hijas del Rhin en teatro, en el cual sus visiones interiores eran encarnadas
las aguas del río; el desfile de los dioses sobre el puente por otros, los pintores decoradores, los maquinistas, los
del arco iris hacia la villa de los A s e s ; la irrupción de la intérpretes, sin que él tuviera necesidad de poner sus
fuerzas en tensión. Sus cuadros tienen incontestablemen- que « se ha observado que la aptitud musical se ha mani-
te una parte muy grande en el efecto de sus dramas; se festado casi involuntariamente y de una manera inespe-
les admira sin preguntarse si son traídos por la marcha rada en muchos individuos que padecían hipocondría y
razonable del drama; aunque sean completamente absur- manía y hasta locura real» Cita, entre otros casos: un
dos como parte de una acción, se justifican artísticamente matemático que padecía melancolía y que improvisaba al
por su propia belleza, que hace de ellos manifestaciones piano; una mujer presa de la locura de las grandezas que
estéticas independientes; en el enorme aumento por los «cantaba muy hermosas arias, improvisando al piano, á
medios escénicos, las seducciones pintorescas son per- la vez, dos motivos diferentes»; un enfermo que «encon-
ceptibles hasta para los ojos de los más groseros filisteos, traba melodías nuevas muy hermosas, etc.», y añade que
mientras que, de otro modo, carecerían éstos de sentidos las personas que padecen de locura de grandezas y de
para apreciarlas. parálisis general sobrepujan á los otros dementes en ta-
lento musical, «y esto por el mismo motivo de donde pro- 1
Hablo en último término del W a g n e r músico, más
cede su aptitud especial para la pintura»: su violenta
considerable en apariencia que el escritor, el poeta dra-
excitación cerebral.
mático y el pintor de frescos, porque este trabajo ha de
procurarnos la prueba de la degeneración de W a g n e r y W a g n e r músico, ha sido rudamente atacado precisa-
ésta es mucho más sensible en los escritos que en la mú- mente por los músicos. El mismo lo comprueba: «Dos
sica, en la cual ciertos estigmas de degeneración no se amigos (Fernando Hiller y Roberto Schumann) creían
notan y. otros se presentan directamente como cualida- haber descubierto en un momento que y o no tenía gran-
des. L a incoherencia que las gentes atentas advierten des dotes para la música, y por esta razón mi éxito les
á primera vista en la palabra no se manifiesta en la mú- parecía fundado en los textos que yo mismo escribía» 2.
sica sino cuando es excesiva; lo absurdo, las contra- En otros términos, es siempre la vieja canción: los músi-
dicciones, lo disparatado se ponen apenas de manifiesto cos le consideraban como un poeta y los poetas como un
en la música porque ésta no tiene que expresar una ide a músico. Es naturalmente cómodo explicar ulteriormente,
precisa, y la emotividad en ella no tiene nada de enfer- cuando y a W a g n e r tenía en su abono sus triunfos, los
mizo, puesto que la emoción es su esencia misma. juicios decisivos de hombres que eran á la v e z artistas,
músicos eminentes y sinceros amigos de W a g n e r , por
Sabemos, por lo demás, que un gran talento musical
esta consideración que la tendencia de éste era demasia-
es compatible con un estado de degeneración muy avan-
do nueva para poder ser inmediatamente apreciada ó tan
zado, hasta con la locura, la demencia y el idiotismo de-
siquiera comprendida por ellos. P e r o esta interpretación
clarados. Sollier dice: «El instinto de imitación nos lleva
es precisamente poco exacta con relación á Schumann,
á hablar de ciertas aptitudes que se manifiestan con bas-
amigo de todas las innovaciones, y al cual los atrevimien
tante frecuencia en los idiotas y en los imbéciles con una
tos, aun diferentes de los suyos, atraían más bien que
gran intensidad... S e encuentran, sobre todo, para la mú-
chocaban. Todavía hoy, Rubinstein hace muchas reser-
sica... A u n q u e esto pueda parecer desagradable para los
músicos, tiende á demostrar que la música es la menos
intelectual de todas las artes» x . Lombroso hace notar 1 Lombroso, Genio y locura, págs. 214 y siguientes.
2 Ricardo Wagner, Escrito*,y Poemas completos, t. X, pág. 222.
1 Sollier, op. cit., pág. xoi.
vas acerca de la música de W a g n e r 1 , y entre los crí-
das; el «leitmotivo» , al cual debía lógicamente venir á
ticos musicales serios de la época presente, que han sido
parar «la música de programa» definitivamente enterra-
testigos del nacimiento, del desarrollo y del triunfo del
da, es una serie de notas que ha de expresar una idea
culto de W a g n e r , Hanslick permaneció durante mucho
determinada, y se presenta en la orquesta cuando el com-
tiempo recalcitrante, pero al fin, frente al fanatismo om-
positor tiene la intención de recordar al auditor la idea
nipotente de los histéricos wagnerianos, arrió el estandar-
correspondiente. Por el «leitmotivo», W a g n e r transforma
te, lo cual no era muy valeroso. L o que Nietzsche, en el
la música en un lenguaje seco; la orquesta que se lanza
Caso Wagner, dice contra W a g n e r músico, no tiene im-
de un «leitmotivo» á otro, no traduce y a emociones g e -
portancia, en atención á que el folleto de abjuración es
nerales, sino que tiene la pretensión de dirigirse á la me-
tan locamente delirante como el folleto de deificación
moria, á la inteligencia y comunicarles apercepciones
(Wagner en Bayreuth), escrito doce años antes.
claramente limitadas. W a g n e r reúne unas cuantas notas
A despecho de los juicios desfavorables de muchos en una figura musical que, por regla general, ni siquiera
colegas suyos, W a g n e r es incontestablemente un músico es muy precisa ni original, y hace con el auditor el arre-
eminentemente dotado. Este juicio expresado sin frenesí glo siguiente: «Esta figura significa un combate, esta otra
parecerá seguramente grotesco á sus fanáticos que le un dragón, esta tercera una espada, etc.» Si el auditor
colocan por encima de Beethoven; pero un investiga- no acepta este convenio, los «leitmotivos» pierden toda
dor serio de la verdad no tiene por qué preocuparse de su significación, puesto que no hay nada en ellos que
las impresiones que provoca en esas gentes. W a g n e r ha obligue á comprender el sentido que les es arbitraria-
encontrado, con más frecuencia, por otra parte, en los mente atribuido, y ni siquiera pueden tener en sí mismos
primeros tiempos que después, muy hermosos trozos de nada semejante, porque los medios de imitación de la
música de los cuales un buen número deben ser conside- música se limitan normalmente á los fenómenos pura-
rados como perlas de la literatura musical, y disfrutarán mente acústicos y á lo sumo á aquellos fenómenos ópticos
sin duda por largo tiempo de la estima hasta de las gen- que ordinariamente van acompañados por sonoridades.
tes serias y razonables. Pero el músico W a g n e r tuvo toda La música puede, imitando el trueno, expresar la noción
su vida frente á él un enemigo que le impidió violenta- de tempestad; imitando los sonidos de la trompeta, e x -
mente desplegar todas sus dotes artísticas, y este enemi- presar la de ejército, y esto de modo que el auditor pueda
go fué el teorizante musical W a g n e r . apenas conservar duda alguna acerca de la significación
En su confusión de grafómano, ha elucubrado algunas de l a j séries de sonidos correspondientes. Por lo contra-
doctrinas que representan otros tantos delirios estéticos. rio, le está absolutamente negado á la música expresar,
Las más importantes son sus dogmas del leitmotivo y de sin equívoco, con los medios de que dispone, el mundo
la «melodía sin fin»; no hay sin duda quien no sepa hoy de lo visible ó de lo tangible, y con m a y o r razón, el del
lo que W a g n e r entiende por el primero: la expresión ha pensamiento abstracto. Los «leitmotivos» son pues á lo
tomado carta de naturaleza en todas las lenguas civiliza- sumo, fríos símbolos que, como las letras de la escritura, no
dicen nada por sí mismos, y transm 'ten no más q u e al ini-
ciado y al que los sabe leer una aj ercepción dada.
1 Rubinstein, Músicos modernos. Traducido del ruso por Miguel
Defines. París 1892.
Volvemos á encontrar en este p.mto el fenómeno que
repetidas v e c e s hemos indicado como característico de la
manera de pensar de los degenerados: la manera incons- hace invisible», sino que reemplaza estas excelentes pa-
ciente y sónambulesca como se lanzan más allá de los lí- labras por una serie de notas, de las cuales nadie, si no
mites más seguros de los diferentes dominios artísticos, tiene la clave, adivinará el sentido. ¿Es necesario insistir
suprimen la diferenciación de las artes obtenidas por una más aún sobre la completa locura de esta confusión de
larga evolución histórica 3' hacen regresar á éstas al esta- todos los medios de expresión, de este desconocimiento
do que pueden haber tenido en la época de las habitacio- de lo que es posible á cada arte?
nes lacustres y aun de los más antiguos habitantes de las W a g n e r tiene la ambición de imitar á los estudiantes
cavernas. Hemos visto que los prerafaelitas reducen el bromistas que enseñan á sus perros á decir: «papá».
cuadro á una escritura que no ha de obrar y a más por sus Quiere ejecutar este j u e g o de habilidad: hacer decir á la
cualidades pictóricas sino que ha de expresar un pensa- música los nombres de « Schulze » y de « Mtiller »; la par-
miento abstracto, y que los simbolistas hacen de la pala- titura debe, en caso de necesidad, poder reemplazar el
bra el transmisor convencional de una idea, una armonía almanaque-guía de señas. El lenguaje no le basta á W a g -
musical con ayuda de la cual intentan despertar, no una ner; se crea un volapuk para su uso particular, y preten-
idea, sino un efecto de sonoridad. D e un modo semejante, de que sus auditores se lo aprendan; no se admite á nadie
W a g n e r quiere despojar á la música de su esencia propia, si no se compromete á estudiar con ahincó; los que no se
v de transmisora de emoción, convertirla en transmisora han asimilado el vocabulario del volapuk wagneriano no
de cogitación. El disfraz mediante el cambio recíproco de pueden comprender sus óperas; inútil e s , i m p o n e r s e el
trajes es de este modo completo; los pintores se produ- viaje á Bayreuth, si no se puede hablar corrientemente
cen como escritores, los poetas se conducen como sinfo- de «leitmotiv©». ¡Y cuán lastimoso es, al fin y al cabo, el
nistas y el músico representa el papel de poeta. Los pre- resultado de este esfuerzo delirante! Enrique de W o l z o -
rafaelitas que quieren redactar un apotegma religioso no gen, que ha escrito la Guía temática de la tetralogía de
se sirven para esto de la escritura, que no deja desear los Nibelungos, no encuentra entre todos más que noventa
nada en cuanto á la comodidad y empleando la cual serían «leitmotivos» en estas cuatro obras enormes; ¡una len-
seguramente comprendidos, sino que se lanzan en la labor gua de noventa palabras, por obscuras y ampulosas que
de una pintura detallada y que les cuesta un tiempo con- sean, tales como « m o t i v o d e Sigmundo fatigado», «moti-
siderable, y la cual, á pesar de todo su lujo de figuras, vo de la manía de venganza», «motivo de la subyugación,
está muy lejos de hablar tan claramente á la inteligencia etcétera!» C o n la ayuda de semejante vocabulario no se
como lo haría una sola línea de un escrito razonable. Los podría siquiera cambiar una idea acerca del tiempo que
simbolistas que quieren suscitar, una emoción musical no hace con un habitante de la Tierra de F u e g o ; una página
componen una melodía, sino que enfilan palabras preten- del léxico de Sanders encierra más medios de expresión
didas musicales, si bien desprovistas de sentido, que pue- que todo el diccionario de W o l z o g e n consagrado al len-
den provocar quizá la alegría ó el enojo, pero no la emo- g u a j e de «leitmotivos » de W a g n e r . No r e g í s t r a l a his-
ción que se buscaba. Cuando W a g n e r quiere expresar la toria del arte aberración más asombrosa que esta locura
idea de «gigante», «enano», «casco que h a c e invisible», del «leitmotivo »; expresar ideas no es la tarea de la mú-
no dice sencillamente «gigante», «enano», «casco que sica; el lenguaje se encarga de ello hasta donde puede
desearse; cuando la palabra va acompañada por el canto
ó por la orquesta, no es en vista de hacerla más clara, sino
mente limitados. T a n poco como el fantasear errabundo
para reforzarla por la intervención de la emoción. L a mú-
de ideas nebulosas á medio formar permite el modelado
sica es una especie de caja armónica, en la cual la palabra
de frases de esta especie, tan poco asimismo el movimien
ha de suscitar algo como un eco del infinito; pero seme-
to flotante de emociones sordamente confusas conduce á
jante eco de presentimiento y de misterio no se despren-
la formación de una melodía. Las emociones, del mismo
de de «leitmotivos» fríamente acoplados uno al otro, que
modo, pueden ser más ó menos claras; pueden mostrar un
vuelven á aparecer con arreglo á un esquema mecánico,
estado caótico y un estado ordenado; en el primer caso se
como por el trabajo de un concienzudo burócrata.
y e r g u e n como figuras fáciles de reconocer y vigorosa-
L o mismo que con el «leitmotivo» sucede con «la me- mente iluminadas por la atención en la conciencia que
lodía infinita»; el segundo precepto de W a g n e r es un pro- penetra su naturaleza y su propósito; en el segundo caso
ducto del pensamiento degenerado, un misticismo musi- son para la conciencia un enigma inquietante, y no las
cal; es la forma con la cual se manifiesta en música la percibe sino como excitación-general, como una especie
inaptitud para la atención. En pintura la atención lleva á de temblor y de sordo ruido subterráneo de causa y de
la composición; su ausencia, á tratar de un modo unifor- dirección desconocidas. ¿Son las emociones comprensi-
memente fotográfico todo el campo visual, como en los bles? querrán entonces expresarse en la forma más expre-
prerafaelitas; en poesía, la atención tiene por resultado sivay más fácil de comprender que sea posible, ¿son, por lo
la claridad de ideas, el curso lógico de la exposición, la contrario, un estado duradero general sin causa determi-
supresión de lo que no tiene importancia y el poner de nada ni objeto apreciable? su exteriorización por la ayuda
relieve lo que es esencial; su ausencia lleva consigo el de los sonidos será tan v a g a y tan nebulosa como ellas
desvarío, como sucede con los grafómanos y una proliji- mismas. S e puede decir: la melodía es un esfuerzo de la
dad penosa por consecuencia de fijarse sin selección en música para decir alguna cosa precisa; es claro que una
todas las percepciones, como enTolstoí; en música, en fin, emoción no consciente de sus motivos y de sus objetos, no
se expresa por formas fijas, es decir por melodías limita- iluminada por la atención, no elevará su expresión musi-
das; su ausencia, por lo contrario, está señalada por la cal hasta la melodía, justamente porque no tiene nada
disolución de la forma, los límites borrosos, es decir por preciso que decir.
la melodía infinita, como en W a g n e r . Este paralelismo no
es un j u e g o arbitrario del espíritu, sino el cuadro exacto L a melodía cerrada es una conquista tardía de la mú-
de los procesos paralelos en la conciencia de los diferen- sica que ésta no ha logrado sino al cabo de una larga
tes grupcs de degenerados; procesos que producen en las evolución. En sus principios históricos—y mucho más
diferentes artes, de conformidad con sus medios y sus ob- aún, prehistóricos—el arte musical no la conocía. En su
jetivos especiales, fenómenos diferentes. origen la música sale del canto y del ruido rítmico (es
decir repetido á intervalos iguales ó regulares) del pie
Recordemos lo qué es la melodía. Es una agrupación
que golpea el suelo, del grito, de las palmadas que le
regular de notas en una serie de sonidos superiormente
acompañan, y el canto no es otra cosa sino la palabra ele-
expresivos. La melodía es en la música, lo que es en el
vándose por consecuencia de una excitación de los ner-
l e n g u a j e la frase sólidamente edificada, que expone cla-
vios y moviéndose por intervalos más separados. No quie-
ramente una idea, que tiene un comienzo y un fin neta-
ro dar de la literatura numerosísima hasta perderse de
vista, relativa á este asunto tratado hasta la trivialidad,
pues la forma más antigua de la música; es el punto de
más que una cita: Herbert Spencer dice en su trabajo co-
desarrollo que ha alcanzado el arte musical entre los sal-
nocido Sobre el
vajes, los antiguos griegos, los pueblos actuales del E x -
origen y la función de la Música'. «Toda
tremo Oriente. L a «melodía infinita» de W a g n e r , no es
música comienza por ser v o c a l . . . Los cantos que acom-
otra cosa sino un recitado ricamente armonizado y mo-
pañan los bailes de los salvajes son muy monótonos, y
vido; pero es recitado. El nombre puesto por W a g n e r á
por consecuencia de esta monotonía, se aproximan más
su pretendida invención no debe engañarnos; en los la-
al lenguaje ordinario que los cantos de los hombres ci-
bios del degenerado, la palabra no tiene nunca el sen-
vilizados. .. Las poesías primitivas de los griegos, que no
tido que le atribuye el lenguaje ordinario. A s í es como
hay que olvidarlo eran leyendas sagradas traducidas al
W a g n e r llama con toda tranquilidad «melodía», valiéndo-
lenguaje figurado rítmico suscitado por los sentimientos
se de un epíteto distintivo, á una forma que es de hecho
fuertes, no eran habladas, sino salmodiadas; las mismas in-
la negación y la supresión de la melodía. H a c e de la «me-
fluencias que h a c e n poética á la palabra hicieron musica-
lodía sin fin» un progreso de la música, cuando es el re-
les á los sonidos y á la cadencia; esta salmodia no era lo
troceso de ésta á su antiguo punto de partida; aquí, otra
que llamamos el canto, pero se acercaba mucho á nuestro
vez, se renueva en W a g n e r lo que hemos con tanta fre-
recitado y era todavía mucho más sencilla que éste, si se
cuencia hecho notar en los anteriores capítulos: que los
han de deducir conclusiones del hecho que la antigua lira
degenerados consideran, por una extraña ilusión de óp-
g r i e g a , que no tenía más que cuatro cuerdas, se maneja-
tica, sü atavismo, su retroceso enfermizo á grados de des-
ba al unísono de la voz, la cual por consiguiente no se
arrollo excesivamente remotos y completamente inferio-
extendía más que á cuatro notas. Q u e el recitado—más
res, como una ascensión hacia el porvenir.
allá del cual, sea dicho de paso, los chinos y los indios no
parecen haberse elevado n u n c a — s e h a y a naturalmente W a g n e r fué conducido á su teoría de la melodía infini-
originado en las modulaciones y en las cadencias de un ta por su poca aptitud para encontrar melodías limitadas,
fuerte sentimiento, es cosa de que todavía hoy tenemos es decir verdaderas melodías; su flojedad en materia de
pruebas vivas. Un fuerte sentimiento actualmente toda- creación melódica ha saltado á la vista de todos los mú-
vía se explaya de esta manera; á los que han oído en sicos imparciales. En su juventud no era tan pronunciada
alguna ocasión predicar á un cuákero en una asamblea de y h a c r e a d o (en Tannhauser, Lohengrin, El Buque Fan-

correligionarios (no toman la palabra sino bajo la influen- tasma) algunas melodías magníficas; con la edad, esta
cia de una emoción) les habrá llamado la atención los vena se fué empobreciendo cada v e z más, y á medida que
sonidos completamente insólitos, semejantes á una salmo- el torrente da la invención melódica se secaba en él,
dia ahogada, de su alocución 1 ». acentuaba con más obcecación y rudeza su teoría de la
El recitado, que no es. sino una palabra intensiva y no melodía infinita. Es la eterna repetición del método cono-
permite reconocer ninguna forma melódica cerrada, es cido, que consiste en elucubrar ulteriormente una teoría
destinada á dar apariencias de argumento racional en
abono de aquello que se hace por una necesidad orgánica
1 Herbert Spencer. The origine and function of Music. The
Humbold Library of popular science literature. New York. J. Fitz- inconsciente. N o siendo W a g n e r c a p a z de diferenciar por
gerald C°, and, 1.1, págs. 548, 550. una característica puramente musical los diferentes per-
sonajes de sus óperas, imaginó el « leitmotivo» sin- tes que un arte dado sea incapaz de salvar, de suerte que'
tiendo una gran dificultad, sobre todo al avanzar en edad, un genio extraordinario diga la última palabra de este
para crear verdaderas melodías, estableció la necesidad arte, y que después de él no sea posible ningún progreso;
de la «melodía infinita». pero, en este caso el ambicioso debe decir c o n humildad:
Todas sus demás chifladuras de teoría musical se ex- « Sé que no puedo ir más allá que el maestro supremo de
plican también por el sentimiento claro de insuficiencias mi arte; me contento, pues, con trabajar como epígono ó
d e t e r m i n a d a s . E n La Obra de arte del porvenir a b r u m a al imitador á la sombra de su grandeza, y me sentiré satis-
contrapunto y á sus partidarios, esos fastidiosos pedan- fecho si mi obra expresa algunas especialidades de mi per-
tuelos que rebajan el arte más vivo á una matemática de- sonalidad». No debe, en cambio, afirmar con arrogancia:
secada y muerta, con una burla que quiere ser mordaz y «Pretender luchar con el vuelo de águila del coloso, no
que tan sólo h a c e el efecto de un eco de las injurias de tiene ningún sentido; el progreso no reside y a desde
su maestro Schopenhauer dirigidas á los profesores de ahora sino en mi aleteo de murciélago».
filosofía alemanes. ¿Porqué?; porque en su calidad de Y esto es exactamente lo que h a c e W a g n e r ; al no es-
místico incapaz de atención y condenado al fantasear in- tar especialmente dotado para la música instrumental
forme, tenía que sentirse insoportablemente molestado pura, como lo prueban suficientemente sus raros trabajos
por la disciplina severa y las reglas ciertas de la ciencia sinfónicos, decreta con tono de infalibilidad: «La música
del contrapunto, que es la sola que ha dado una gramática instrumental se acabó con Beethoven; pretender espigar
á la lengua musical balbuciente y hecho de ella un digno en este campo y a por completo esquilmado, es una abe-
medio de expresión de las emociones de hombres civili- rración; el porvenir de la música estriba en el acompa-
zados. W a g n e r declara que la música instrumental pura ñamiento de la palabra y el camino de este porvenir, y o
ha acabado con Beethoven, que ningún progreso es posi- soy quien os lo indica ».
ble después de éste, que la « declamación musical » es el Con lo dicho, W a g n e r trueca sencillamente en virtud
único camino en el cual el arte musical puede todavía su pobreza, y de su debilidad se h a c e un título de gloria.
desarrollarse. Pudiera ser que, muerto Beethoven, la mú- La sinfonía es la diferenciación más alta del arte musical;
sica instrumental no realice progresos durante largos en ella es donde la música se ha despojado lo más com-
años ó durante siglos; era un genio musical tan inmenso, pletamente posible de su parentesco primitivo con la pa-
que es, con efecto, difícil figurarse cómo podrá ser sobre- labra y alcanzado la más grande independencia. L a sin-
pujado, ó tan sólo alcanzado. Leonardo de Vinci, Shakes- fonía es, pues, lo más musical que puede producir la
peare, Cervantes, Goethe, producen una impresión seme- música; desconocerla es desconocer la música como arte
jante; y con efecto, estos genios no han sido hasta hoy independiente y diferenciado; colocar por encima de ella
sobrepujados. También puede imaginarse que haya lírni- la música de acompañamiento de la palabra, es a s i g n a r á
la criada un rango más elevado que á la señora; no se le
1 Eduardo Hanslick, Op. cit., pág. 233: «No distinguiéndose los ocurrirá á ningún compositor, realmente músico de sen-
personajes del drama musical por el carácter de sus melodías can-
tadas, como en la antigua ópera (Don Juan y Leporello, Doña Ana timiento y de pensamiento, buscar para expresar lo que
y Zerline, Max y Gaspard), sino pareciéndose los unos á los otros se agita en su alma, palabras en v e z de temas musicales;
por el énfasis fisionòmico de sus palabras, Wagner trata de reem-
si, con efecto, esa idea le pasa por las mientes, probará
plazar esta característica por los « leitmotivos » en la orquesta ».
esto de común, qúe son pinturas; no constituyen una
precisamente que en su esencia íntima, es poeta ó escri- emoción interior brotando del alma en forma de sonidos»
tor y no músico. No valdría alegar contra la justicia de sino la visión psíquica de unos ojos de pintor genial, vi-
esta tesis los coros de la novena sinfonía; en ese caso, sión que W a g n e r , con su poder gigantesco, pero una gi-
B e e t h o v e n fué dominado por una emoción tan fuerte y gantesca aberración, se esfuerza por fijar en sonidos,
tan unívoca, que el carácter más general y más equívoco en lugar de fijarla en líneas y colores. S e encariña con
de la expresión musical pura, no pudo bastarle y tuvo for- sonidos ó ruidos naturales que imita directamente ó de los
zosamente que llamar en su ayuda á la palabra. En la le- cuales suscita la representación por la asociación de ideas
yenda bíblica, de un sentido tan profundo, el mismo asno y reproduce el murmullo de las olas, el susurro de las ci-
de Balaam adquiere la palabra cuando tiene algo concre- mas de los árboles y el canto de los pájaros del bosque,
to que decir; la emoción que llega á ser claramente cons- acústicos por sí mismos, ó por un paralelismo acústico,
ciente de su contenido y de su objetivo, deja de ser una los fenómenos ópticos de los movimientos del baile de
simple emoción y se transforma en apercepción, en idea formas femeninas lujuriosas, del galope de los caballos
y en juicio, los cuales no se expresan en música, sino en resoplando salvajemente, de las llamas que saltan y cre-
lenguaje articulado. Si, después de esto, W a g n e r pusiera pitan, etc. Estas creaciones no han nacido de emociones
en principio la música de acompañamiento de la palabra internas, sino que han sido provocadas por las impresio-
por encima de la música instrumental pura, y esto no nes exteriores sensoriales; no son la manifestación de un
como medio de expresión de las ideas—puesto que bajo sentimiento, sino un reflejo, es decir por consiguiente
este aspecto no puede haber diversidad de opinión—sino algo esencialmente óptico. Compararía de buen grado la
como forma musical propiamente dicha, esto probaría música de W a g n e r , en sus páginas más inspiradas, al vue-
sencillamente que en el fondo íntimo de su naturaleza, en lo de los peces voladores: es un espectáculo asombroso y
virtud de su disposición orgánica, no ha sido un músico, brillante y , sin embargo, algo innatural, un extravío del
sino una mezcla confusa de poeta balbuciente y de pintor elemento «atural en un elemento extraño, y, ante todo,
perezoso, juntando con todo esto un acompañamiento de algo absolutamente estéril que no puede servir de ejemplo
gamelang javanés. T a l es el caso de la mayor parte de los ni á los peces ni á los pájaros normales.
degenerados superiores, con esta diferencia, que los frag- W a g n e r mismo ha sentido con mucha claridad que no
mentos constitutivos de su talento híbrido, extrañamente se puede cimentar ninguna otra coSa sobre el fondo de sus
entremezclados, no son tan fuertes ni tan grandes como pinturas musicales; se lamenta, con efecto, con motivo de
en W a g n e r . las tentativas de músicos que hubieran de buena gana
Los trozos de música más notables de W a g n e r , el del fundado una escuela wagneriana, de que «jóvenes com-
monte de Venus, el mi-bemol-sol-si-bemol del « W i g a l a - positores se toman un ímprobo trabaio para imitarle de'
W e i a » ciento treinta y seis veces repetido de las Hijas una manera poco razonable » 1 .
del Rhin, la cabalgata de las Walkyrias, el encanto del Este pretendido músico del porvenir es pues de todo
fuego, la vida del bosque, el idilio de Sigfredo, el milagro punto, como nos lo ha mostrado un examen atento, el mú-
del Viernes Santo—trozos magníficos á justo título admi- 1 Sobre la aplicación de la música al drama, Escritos y poemas
rados—muestran precisamente todo lo que hay de anti- completos, t. X , pág. 242.
musical en el genio de W a g n e r . Todos estos trozos tienen
sico de un pasado muy remoto; todos los rasgos de su ta- des de la vida nerviosa del tiempo presente. Su destino
lento indican el camino, no hacia los tiempos futuros, terrestre semeja al de esas plantas estrambóticas del
sino hacia los tiempos perdidos y a en lo pasado. Es no Oriente, las rosas de Jérico (.anastatica, asteriscos) que, de
más que un atavismo su «leitmotivo» que rebaja la mú- un pardo borroso, coriáceas y desecadas, ruedan al empu-
sica á un símbolo fonético convencional; atavismo, su me- je de todos los vientos, hasta que, encontrando un suelo
lodía sin fin que reduce la forma estadiza al recitado v a g o favorable, toman raíz y se abren en flores dichosas. Hasta
de los salvajes; atavismo, su subordinación de la música el ocaso de su vida, la existencia de W a g n e r no ha sido
instrumental altamente diferenciada, al dramá musical sino lucha y amargura, y sus fanfarronadas no tuvieron
que mezcla todavía la música y la poesia y no permite lle- otro eco más que las risas, no sólo de las gentes razona-
gar á su plena independencia á ninguna de las dos for- bles, sino, desgraciadamente, también de los tontos. Sólo
mas; atavismo también su singularidad de no hacer can- después de haber pasado con mucho de los cincuenta,
tar casi nunca en la escena más que á una sola persona y fué cuando comenzó W a g n e r á conocer la embriaguez de
evitar los trozos armonizados para varias voces. En tanto la gioria universal, y en los diez últimos años de su vida
que individualidad, W a g n e r ocupará un sitio considerable estaba y a colocado entre los semi-dioses. En resumen: el
en la historia de la música; en tanto que iniciador que mundo, en el intervalo, había madurado para él, W a g -
haya desarrollado y h e c h o progresar su arte, no ocupará n e r — , y para la casa de Orates. W a g n e r había tenido la
ninguno, ó á lo más uno muy pequeño. T o d o lo que ta- suerte de durar hasta que la degeneración y la histeria
lentos musicales sanos pueden, en efecto, aprender de generales estuvieron suficientemente adelantadas para su-
W a g n e r , es, en la ópera, á mantener el canto y el acom- ministrar á sus teorías y á su arte un rico suelo nutritivo.
pañamiento estrictamente unidos á la palabra, á declamar El fenómeno notado y explicado aquí repetidas veces,
de una manera verdadera y característica y á sugerir á la que los dementes se atraen los unos á los otros, como á las
imaginación, por el efecto orquestal, apercepciones pic- limaduras de hierro el imán, llama especialmente la aten-
tóricas. Pero y o no me atrevo á decidir si este último ción en la vida de Ricardo W a g n e r . Su primera g r a n pro-
punto ha de ser aún considerado como una expansión ó tectora ha sido la princesa de Metternich, hija d e l ' conde
bien y a como una ruptura de los límites naturales del arte Sandor, ese original tan conocido, cuyas propias excentri-
musical, y los discípulos de W a g n e r tendrán, en todo cidades han sido la comidilla de la crónica de la corte na-
caso, para no extraviarse, que no emplear sino con mu- A poleónica. Otro de sus celosos partidarios que se entusias-
cha prudencia su rica paleta musical. mó por W a g n e r y le protegió, fué Francisco Listz, que y a
he caracterizado en otro sitio (véanse mis Cartas parisien-
L a poderosa acción de W a g n e r sobre sus contempo-
ses escogidas, segunda edición, Leipzig, 1889, pág. 172), y
ráneos no se explica ni por sus talentos de escritor y de
con referencia al cual me contentaré, por esta razón, con
músico, ni por ninguna cualidad personal, á no ser acaso
hacer notar aquí que ofrecía una gran semejanza con
por esa «perseverancia obcecada en una sola y misma
W a g n e r ; era escritor (sus obras que comprenden seis to-
idea fundamental» que Lombroso indica como uno de los
mos abultados, ocupan un sitio de honor en la literatura
carácteres de los grafómanos sino por las especialida-
de los grafómanos), compositor, erotómano y místico,
todo esto, es cierto, en un grado incomparablemente in-
1 Lombroso, Genio y Locura, pág. 225.
ferior al de W a g n e r , al cual no sobrepujaba sino por su ta- adquirieron importancia para la historia de la civiliza-
lento extraordinario de pianista. W a g n e r sentía apasiona- ción; no solamente porque Luis II ofreció á W a g n e r los
da admiración hacia todos los grafómanos que caían en medios de realizar sus sueños artísticos los más suntuo-
sus manos; por ejemplo hacia ese A. Gleizés, que Lom- sos y los más audaces, sino sobre todo porque puso el bri-
broso coloca expresamente entre los locos 1 y acerca del llo de su corona al servicio de la tendencia wagneriana;
cual W a g n e r se expresa en términos de un entusiasmo ¡consideremos, en efecto, cuán profundamente monárquica
exuberante 2 , y se rodeaba además de una corte de gra- es la inmensa mayoría del pueblo alemán, con qué tem-
fómanos verdaderamente escogidos, entre los cuales cita- blor de rodillas respetuoso el bebedor de bocks saluda la
remos: F e d e r i c o Nietzsche, c u y a locura hizo necesario su carroza de corte, aun vacía; qué látidos de corazón de
encierro en un asilo de dementes; Enrique de W o l z o g e n , delicioso entusiasmo la vista de un príncipe provoca en la
c u y a Simbólica poética del sonido hubiera podido ser es- señorita de buena familia! ¡Y aquí un rey de verdad, y
crita por los más exquisitos « simbolistas» ó «instrumen- además un rey admirablemente hermoso, j o v e n , rodeado
tistas» franceses ;<; Enrique Porgés, E. de Hagen, etc. Pero de una leyenda, c u y a locura pasaba entonces por ser á
las relaciones más importantes de este género, fueron las los ojos de todas las almas sentimentales un «idealismo»
que le unían con el desdichado rey Luis II; W a g n e r halló sublime, hacía gala de un entusiasmo sin límites por un
en él el alma que necesitaba, en él encontró la plena artista y renovaba en una medida-mucho mayor las rela-
comprensión de sus doctrinas y de sus creaciones. Puede ciones de Carlos Augusto con Gcethe! A partir de este mo-
afirmarse que Luis de B a v i e r a es quien ha creado el culto mento, W a g n e r tenía naturalmente que convertirse en el
de W a g n e r ; sólo cuando el rey llegó á ser el protector ídolo de todos los corazones «lealistas». Las gentes esta-
declarado del músico, fué cuando éste y sus tendencias ban orgullosas por participar de los gustos del rey
«ideal», la música de W a g n e r se convirtió en una músi-
ca real bávara con corona y blasón, mientras llegaba á ser
1 Lombroso, Genio y Locura, pág. 226. más tarde una música imperial alemana; á la cabeza del
2 «El autor recomienda aquí expresamente al lector que acuda
movimiento wagneriano marcha, como era lógico, un
al libro titulado: Thalysis ó la Salvación de la humanidad de A . Glei-
zés... Sin un conocimiento exacto de los resultados consignados en rey demente.
: este libro, de las investigaciones tan precisas que parecen haber
absorbido la vida entera de uno de los más simpáticos y de los más
Luis II podía poner á la moda á W a g n e r en el pueblo
profundos franceses, podría ser difícil obtener la atención... para alemán entero (con excepción, no obstante, de los bávaros
• la regeneración de la raza humana ».Ricardo Wagner, Religión y - que se sublevaban contra las prodigalidades de su rey);
! Arte, Escritos y Poemas completos, t. X, pág. 307, nota.
pero la prosternación de humildes súbditos no hubiera
« El llamamiento seductor de Alberico álas ondinas ostenta el
duro y mordaz sonido N, que responde tan excelentemente á toda podido por sí sola engendrar un fanatismo wagneriano.
i su manera de ser como á la fuerza negativa del drama, del mismo Para que la simple moda wagneriana se elevara hasta el
modo que forma el contraste más acusado con la Mf suave de los
fanatismo, aún tenía otro elemento que tomar cartas en el
espíritus de las aguas. Cuando en seguida se apresta á trepar por el
: lado de las muchachas, las aliteraciones Gl y Schl, aliadas con a asunto: la histeria de la época.
ligera y deslizante F señalan drásticamente el resbalón sobre la Dicha histeria no está todavía extendida en Alemania
roca resbaladiza. Woglinde le grita, por decirlo así: ¡Dios te asista,
cuando estornuda, empleando esta aliteración tan apropiada: 1 r en el grado en que lo está en Francia y en Inglaterra,
(Fr)i>. Citado por Hanslick,,Estacio?ies musicales, pág. 255. pero no deja tampoco de existir, y desde h a c e un cuarto
21
de siglo, g a n a terreno de día en día. Alemania ha sido
preservada por más tiempo que los pueblos del Oeste, por ciencia; pero no dejan por eso de ser percibidos por los
el más débil desarrollo de la gran industria y por la falta sentidos y sus centros cerebrales, y no dejan por eso me-
de grandes ciudades propiamente dichas. Pero en la úl- nos sus huellas en el sistema nervioso. Si el soldado no
tima generación, estos dos beneficios se han extendido echa de ver en el momento mismo el profundo sacudi -
superabundantemente en Alemania; dos grandes guerras miento y aun la desorganización que sufre, nada prueba
han hecho lo que faltaba, para hacer el sistema nervioso esto tampoco. L a «histeria traumática», la «medula espi-
del pueblo alemán accesible á las influencias perniciosas nal de los caminos de hierro» (railway-spine), las enfer-
de las grandes ciudades y de las fábricas. medades nerviosas consecutivas á un choque moral, no se
Los efectos de la guerra sobre los nervios de los que manifiestan, por su parte, sino algunos meses después de
han tomado parte en ellas no han sido todavía estudiados suceso que las ha ocasionado.
sistemáticamente, y sin embargo sería un trabajo muy Creo que no puede ponerse en duda que cada gran
útil y . m u y necesario. L a ciencia sabe qué desórdenes una guerra es una causa de histeria de las masas, y que el ma-
sola fuerte emoción moral, un peligro de muerte repen- yor núm^-o de los soldados traen de una campaña, aun-
tino, por ejemplo, produce en el hombre; ha anotado cien- que completamente sin darse cuenta de ello, una vida ner-
tos y miles de casos en que personas salvadas de un nau- viosa un poco desarreglada. Esta afirmación, es cierto, se
fragio, que han asistido al incendio de un navio ó á un aplica menos al vencedor que al vencido, puesto que el
accidente de camino de hierro, amenazados por un ase- triunfo es uno de los goces más altos que pueda experi-
sino, etc., ó han perdido la razón, ó han sido atacadas de mentar un cerebro humano, y que la acción dinamògena
enfermedades nerviosas graves y largas, con frecuencia de este g o c e es lo que mejor puede contrarrestar las in-
incurables. En tiempo de guerra, muchos cientos de miles fluencias destructoras de las impresiones de la guerra.
de hombres están expuestos á la v e z á todas estas impre- Pero le costará trabajo contrarrestarlas del todo, y el
siones terribles; durante meses enteros crueles mutilacio- vencedor, por su parte, deja sobre el campo de batalla y
nes ó una muerte brusca les amenazan á cada paso; tie- en el vivac una buena porción de fuerza nerviosa y de
nen con frecuencia ante sus ojos el espectáculo de la de- salud moral.
vastación, del incendio, de las más horribles heridas y de L a «brutalización de las masas» después de cada
espantosos montones de cadáveres; al mismo tiempo se guerra, ha llegado á ser un lugar común. Esta expresión
e x i g e enormemente de sus fuerzas; tienen que andar hasta procede de la observación que á consecuencia de una cam-
que caen rendidos, y no pueden contar ni con una alimen- paña la manera de ser del pueblo se hace más brusca y
tación ni con un sueño suficientes. ¿Y estos cientos de más grosera, y que la estadística registra un mayor nú-
miles de hombres no sufrirían el efecto que uno sólo de mero de actos de violencia. El hecho es exacto, pero su
estos sucesos, acaecidos en número incalculable durante interpretación es superficial. Si el soldado de vuelta á su
la guerra, p u e d e — e s t á probado—traer consigo? Que no hogar es más propenso á la cólera y llega hasta armarse
se nos venga con que el soldado, en campaña, está em- con el cuchillo, no es porque la guerra le haya hecho ser
botado contra los horrores que le rodean; esto significa más brutal, sino porque le ha hecho más irrítable; ahora
sencillamente que cesan de excitar la atención de su con- toen: esta irritabilidad aumentada no es sino una de las
formas de la debilidad nerviosa.
masiado duramente con las necesidades de la vida, para
Baio la influencia de las dos grandes guerras, aña- que nos quedase poco ni mucho que dar á un lujo cual-
diendo á ella el desarrollo de la gran industria y el creci- quiera, y las clases directoras de nuestro pueblo, profun-
miento de las grandes ciudades, la histeria, pues desde damente romanizadas, esclavas de la moda francesa, ha-
1870 ha ganado considerablemente terreno en el pueblo bían llegado á ser tan extranjeras para las masas, que du-
alemán v no tardaremos en alcanzar la delantera poco rante dos siglos no pudieron éstas tener la parte más mí-
envidiable que los ingleses y los franceses habían tomado nima en la cultura, el gusto, las satisfacciones estéticas
sobre nosotros en esta dirección. Solamente que toda his- de las clasés superiores separadas de ellas por un abismo
teria, como toda locura, como toda enfermedad, recibe infranquéable. Así, pues, el pueblo alemán, en su gran
de la naturaleza del enfermo su aspecto particu ar; el mayoría, no interesándose por el arte y preocupándose
arado de cultura, el carácter, las inclinaciones y los há- poco de ello, la histeria alemana no podía ser tampoco una
bitos del desequilibrado, dan al desequilibrio su color es- histeria artística y estética.
pecial. Entre los ingleses, propensos siempre a la devo- Adoptó otras formas, en parte abominables, en parte
ción la degeneración y la histeria tenían que revestir un innobles, en parte ridiculas; la histeria alemana se mani-
tinte' místico-religioso; entre los franceses, con su buen fiesta por el antisemitismo, la forma más peligrosa de la
gusto tan desarrollado y su pasión tan genera izada por locura de las persecuciones, en la cual el individuo que se
todas las actividades artísticas, era natural que la histeria cree perseguido Se convierte en un perseguidor salvaje
tomara una dirección artística y condujera á las extrava- y capaz de todos los crímenes (el « perseguido-persegui-
gancia^ qué y a conocemos, en la pintura, la literatura y dor» de los alienistas franceses) '. El histérico alemán se
Ta música. Nosotros, los alemanes, no somos por lo ge- ocupa ansiosamente, á la manera de los hipocondríacos y
neral ni muy devotos ni muy ilustrados en lo que se re- de los hemorroidarios, de su preciosa salud; sus delirios
fiere á la estética; nuestra comprensión por lo bello en el giran en torno de sus transpiraciones y de sus funciones
arte se expresa las más de las veces p o r estas alvinas; se apasiona fanáticamente por la camiseta de fra-
estúpidas: «¡Muy bonito!; ¡delicioso!», que la se-
c o n e s nela de Jceger y por la harina de puches que muelen por
de buena familia chilla con indiferencia, con una
ñ o r i t a sí mismos los vegetarianos; siente una violenta emoción
voz aguda y destemplada, y poniendo los ojos en blanco ante l a s aspersiones de agua fría y las carreras con los
ante el aspecto de un perrito de aguas trasquilado de un pies descalzos sobre la hierba húmeda, que Kneipp tanto
modo extravagante,.ó ante la V i r g e n de Ho bem de mu- ha preconizado. A la v e z , el alemán se excita en un amor
seo de Darmstadt, y por el gruñido de satisfacción con e l enfermizo hacia los animales (la «zoofilia» d é M a g n a n ) , á
cual el buen burgués, mientras o y e la música de un orfeón, causa de los sufrimientos de la rana utilizada en las in-
mete las narices en su vaso de cerveza. No es que el sen- vestigaciones fisiológicas, y como nota fundamental de
tido de lo bello nos falte por naturaleza; creo, por lo con- toda esta locura antisemítica,, vegetariana, anti-viviseccio-
trario que allá en nuestros adentros lo poseemos en ma- nista, Jcegerolatra y Kneippófila, apunta un chauvinismo
yor grado que los demás pueblos; pero este sentido, por
circunstancias desfavorables, no ha podido alcanzar su - 1 Legrand du Saulle llama al perseguidor que se cree perse-
guido «perseguido activo». Véase su libro fundamental: El delirio
completo desarrollo; desde la guerra de Treinta anos he-
de las persecuciones, París, 18.71, pág. 194-
mos sido demasiado pobres, hemos tenido que luchar de
teutón melagómano, contra el cual en vano nos ha puesto
en guardia el noble emperador Federico. Todas pstas di- más que en las regiones cálidas, a c o n s e j ó , sin vacilar,
versas perturbaciones aparecen en g e n e r a l simultánea- «dirigir una emigración racional de los pueblos hacia la
mente, y de diez v e c e s n u e v e , no se equivocará el que península de la A m é r i c a del Sur, que, s e g ú n se afirma, es
t e n g a al adepto de Jceger por un patriotero, al entusiasta la sola en estado, g r a c i a s á su productividad de todo pun-
d e K n e i p p por un fanático del pan de harina de avena y to superabundante, de alimentar la población actual de
al defensor de la rana, ávido de la sangre de los profeso- todas las partes del mundo» Blandió su espada caballe-
res, por un anti-semita. resca contra los fisiólogos que se entregan á experiencias
sobre los cuerpos de los animales 2 ; no se sintió poseído
L a histeria de W a g n e r revistió, por lo q u e ' á ella es-
de entusiasmo por la lana, porque él personalmente pre-
pecialmente se refiere, todas las formas de la histeria ale-
fería la seda, y esta es la única laguna en este cuadro, por
mana; podía decir de sí mismo, modificando ligeramente
lo demás tan completo. W a g n e r no ha sido testigo de la
el Homo sum de T e r e n c i o : « S o y un desequilibrado y nin-
g r a n d e z a del venerable cura K n e i p p ; sin eso hubiera tam-
g u n a perturbación intelectual me es e x t r a n j e r a . » Podía,
bién encontrado verosímilmente palabras profundas para
como antisemita, dar cruz y r a y a al pastor Steecker '; ma-
ensalzar la sublimidad incomparablemente alemana de los
nejaba la fraseología patriotera con una maestría inimi-
pies mojados y para el poder redentor de las rociaduras de
table '-. ¿No ha llegado hasta hacer c r e e r á su capilla de
la rodilla.
histéricos hipnotizados que eran figuras esencialmente
alemanas los héroes de sus dramas, esos franceses, bra- Cuando, pues, la amistad n o v e l e s c a del rey L u i s de
vantinos, islandeses y noruegos, esas mujeres de la Pales- B a v i e r a hacia W a g n e r hubo, por fin, dado á éste el pres-
tina, todos esos seres fabulosos que había ido á buscar en tigio necesario y atraído hacia él la atención general de
las poesías provenzales y las de los trovadores, en la S a g a A l e m a n i a ; cuando el pueblo alemán hubo aprendido á co-
del Norte, en el E v a n g e l i o , y los c u a l e s — a p a r t e de Tan- nocer á W a g n e r con sus singularidades, todos los místicos
nhauser y los Maestros Cantores—no tienen una sola gota del asesinato ritual judío, de las camisas de lana, del ali-
d e sangre alemana en las venas, una sola fibra alemana mento v e g e t a l y de las curas simpáticas, le tuvieron que
e n su cuerpo? D e la misma manera es como un charlatán saludar con gritos de alborozo, puesto que era la personi-
hipnotizador hacía creer á sus víctimas, en las represen- ficación d e todas sus obsesiones. E n cuanto á su música,
taciones públicas, que estaban comiendo melocotones, la aceptaban sencillamente por añadidura; la inmensa
cuando no eran más qi,ie patatas crudas. W a g n e r se hizo mayoría de sus fanáticos no comprendían de ella absolu-
defensor del vegetarismo, y como el fruto necesario para tamente nada; las emociones que les hacían experimentar
nutrir al pueblo de este modo no existe e n abundancia las obraS de su ídolo no provenían ni de los cantantes ni
de la orquesta, sino en parte de la belleza pintoresca de
los cuadros escénicos, y en parte mayor, de los delirios
1 Ricardo Wagner. El Judaismo en la música. Escritos y Poemas
completos, t. V, pág. 83. Aclaraciones sobre el Judaismo en la música,
tomo VIII, pág. 299. 1 Ricardo Wagner. Religión y Arte. Escritos y Poemas comple-
2 Idem. Arte alemán y Política alemana. Escritos y poemas com- tos, t. X , página 311.
pletos, t. VIII, pág. 39; ¿Qué es lo que es alemán?, t. X, pág. 51 y 2 Idem. Carta abierta á Mr. Ernesto de Weber, autor del escrito:
passim. « Las Cámaras de tortura de la ciejuia ». Escritos y Poemas completos,
tomo X, pág. 251.

í
especiales que aportaban al teatro con sus personas y de La música de W a g n e r inició á los histéricos alemanes
los cuales honraban en W a g n e r al verbo y al campeón. en los misterios deliciosos del kef turco. En vano se em-
No llego, sin embargo, hasta pretender que única- peña Nietzsche en .burlarse á este propósito, con su estú-
mente el chauvinismo del s k a t 1 y el idealismo heroico de pido retruécano « Sursum-Buni, bum » y sus observaciones
las curas naturales, del arroz con frutas, del lema .«fuera sobre el adolescente alemán en busca de los «presenti-
los judíos» y de la camiseta de franela, era lo que hacía mientos»; no puede negarse que una porción de los fieles
latir más aprisa, en una emoción deliciosa, los corazones de W a g n e r , la que aportaba al teatro un misticismo en-
de los fieles de W a g n e r en la audición de su música. Di- fermizo, encontraba en él satisfacción, no habiendo nada
cha música era seguramente también de naturaleza pro- tan propio para evocar « presentimientos », es decir-ideas-
pia á encantar á histéricos; sus ruidosos efectos de or- frontera, ambiguas y evaporadas, como una música en-
questa producían en ellos estados histéricos—en el hos- gendrada ella misma en sombras de ideas.
pital de la Salpetriere, de París, producen frecuentemente En cuanto á las mujeres histéricas, W a g n e r las atrajo
la hipnosis golpeando de repente sobre un g o n g o — y la á su causa ante todo no sólo por el erotismo lascivo de
índole informe de la melodía sin fin respondía por com- su música, sino también por su manera de presentar las
pleto al fantasear errabundo de su propio pensamiento. relaciones del hombre con respecto á la mujer. Nada se-
Una melodía clara suscita y e x i g e la atención y se opone duce tanto á una mujer novelesca como la irresistibilidad
por consiguiente á la fuga de ideas de degenerados de demoniaca en la mujer y la temblorosa adoración de su
cerebro débil; un recitado que se vierte sin comienzo ni poder sobrenatural por el hombre. Volviendo del revés la
fin, no reclama, por lo contrario, ningún esfuerzo, de es- frase de Federico Guillermo I, que exclamaba con ira:
píritu, puesto que la mayor parte de los auditores no se «¡No quiero que me temáis, sino que me améis!»; las mu-
ocupan en absoluto, ó tan sólo jjor muy poco tiempo, del jeres de este género preferirían gritar al hombre: «¡No has
j u e g o al escondite de los «leitmotivos »; se puede pues, de- de amarme, sino caer á mis pies, en el polvo, lleno de es-
jarse mecer y llevar por la corriente y se sale á flote como panto y de terror!» L a señora Venus, Brunhilda, Isolda y
se quiere, sin recuerdo especial, tan sólo con el senti- Kundry, han conquistado á W a g n e r la admiración de
miento voluptuoso de haber tomado un excitante baño ti- las mujeres, mucho más que Isabel, Eisa, Senta y Gu-
bio de sonoridades. L a relación de la melodía sin fin á la truna.
melodía propiamente dicha, es la de los arabescos capri- Después que W a g n e r hubo conquistado Alemania y
chosos, mil veces repetidos y que no representan nada que la fe ferviente en él se hubo convertido en el primer
preciso, de una decoración mural morisca, con un cuadro artículo del catecismo patriótico alemán, el extranjero,
de género ó de historia, y el oriental sabe ya hace mucho por su parte, no pudo por mucho tiempo, sustraerse á su
tiempo hasta' qué punto la vista de sus arabescos es fa- culto. L a admiración de un gran pueblo tiene un poder
vorable para el kef, ese estado de ensueño en el cual la de persuasión extraordinario; llega hasta imponer, con
inteligencia está amodorrada y en el cual sólo la loca de una sugestión irresistible, sus aberraciones á los demás
la casa gobierna en señora absoluta en el cerebro. pueblos. W a g n e r ha sido uno de los principales vencedo-
res de las guerras alemanas; para él es para quien han
sido obtenidas las victorias de Sadowa y de Sedán; el
1 Juego de cartas muy en boga entre los teutomanos. (N. del T.)
y esta idea les colocaba necesariamente en una tan agra-
mundo tenía, quisiéralo ó no, que tomar posición frente al dable y tan benévola disposición de espíritu, que estima-
hombre que Alemania declaraba su compositor nacional. ron dicha música infinitamente más hermosa de lo que la
W a g n e r realizó su marcha triunfal alrededor del globo, cu- hubieran apreciado si no hubieran tenido que ahogar an-
bierto por la bandera imperial alemana; los enemigos de tes en ellos mismos instintos triviales y bajos, y que for-
Alemania eran también sus enemigos, y esto obligó aun tificar, por lo contrario, pensamientos elevados, amplios y
á aquellos alemanes que habían permanecido fríos hacia distinguidos. L a s emociones que debieron á la satisfación
élj á tomar su defensa frente al extranjero. Y o mismo ten- de sí mismos, las atribuyeron luego, por error, á la mú-
g o que arrepentirme de mi culpa; y o también he combati- sica de W a g n e r .
do en defensa de W a g n e r , con la palabra y con la pluma,
También la circunstancia de que no podía oirse más
contra los franceses; lo he defendido también contra los
que en Bayreuth, la música de W a g n e r auténtica y no
mozos de pastelería que en París silbaban Loliengrin.
diluida, tuvo una gran importancia en la estima que se la
¿Cómo sustraerse á semejante deber? Hamlet atraviesa
concedio. Si se hubiera representado en cualquier teatro,
con su espada la tapicería, á sabiendas que hay detrás un
si hubiera sido posible asistir sin trabajos ni complicacio-
hombre; hay que arrojarse resueltamente sobre él, cuando
nes á una representación de W a g n e r como á una repre-
se es el hijo ó el hermano de Polonio. W a g n e r t e n í a l a
sentación del Trovador* no hubiera adquirido W a g n e r en
suerte de representar con respecto de los Hamlets fran-
el extranjero su público precisamente el más fervoroso.
ceses el papel de la tapicería que da pretexto para dirigir
Para conocer el W a g n e r auténtico, había que hacer el
la espada contra Alemania-Polonio; y esto prescribía im-
v i a j e á Bayreuth y no se podía hacer sino á largos inter-
placablemente á todo alemán la actitud que debía adop-
valos y en épocas determinadas; había que preocuparse
tar en la cuestión W a g n e r .
con mucha anticipación del sitio en el teatro y del aloja-
A l celo de los alemanes, se añadieron además en el miento; era una peregrinación que exigía mucho dinero
extranjero toda clase de cosas que favorecieron el triunfo y mucho tiempo, y en la cual la plebe por consiguiente
de W a g n e r . Una minoría, compuesta en parte de natura- no podía tomar parte. La excursión á Bayreuth llegó así
lezas verdaderamente independientes y noblemente exen- á ser el privilegio de las gentes ricas y distinguidas y s e
tas de prejuicios, pero en parte también de degenerados consideró por los snobs de ambos mundos como un g r a n
movidos por la manía de contradicción, tomó la defensa mérito social haber asistido á las representaciones de
de W a g n e r , precisamente porque había sido furiosamente W a g n e r en Bayreuth; podía uno vanagloriarse de este
y ciegamente atacado por la mayoría patriotera, presa viaje, y podía por ello darse tono; y a no pertenecía á la
del odio nacional. «Es inepto, exclamó esta minoría, muchedumbre, sino á lo escogido; ¡era uno un hadji! Y
condenar á un artista porque es alemán; el arte no tiene los sabios orientales conocen tan bien la vanidad especial
patria; no hay que j u z g a r la música de W a g n e r teniendo de los hadjis que uno de sus proverbios dice que hay que
presentes los recuerdos de la Alsacia-Lorena». Este modo mirar con prevención al hombre piadoso que ha ido tres
de ver es tan razonable y tan noble que aquellos que lo veces á la Meca.
expresaron se han debido sentir satisfechos y ufanos; se
Fué pues una señal de aristocratismo haber hecho el
decían á sí mismos, oyendo la música de W a g n e r : «Va-
v i a j e á Bayreuth, y una señal de distinción intelectual el
lemos más y somos más inteligentes que los patrioteros >»
apreciar á W a g n e r á pesar de su nacionalidad. El prejui-
cio favorable para él estaba creado, y una vez que las
gentes iban á W a g n e r con estas A p o s i c i o n e s , no había
ninguna razón para que no ejerciera su acción sobre los
VI
histéricos extranjeros como sobre los de Alemania. Par-
sifal, sobre todo, debía completamente subyugar á los
neo-católicos franceses y á los místicos anglo-americanos
LAS PARODIAS DEL MISTICISMO
alistados bajo la bandera del Ejército de Salvación; y es • •

también sobre todo con esta ópera con la que W a g n e r


triunfa en el espíritu de sus admiradores no alemanes; oír
L a s formas artísticas y poéticas del misticismo que
la música de Parsifal ha llegado á ser el acto religioso de
hemos estudiado hasta aquí, pueden inspirar acaso dudas
todos aquellos que quieren recibir la comunión bajo la
á los espíritus superficiales ó insuficientemente informa-
forma musical. dos en cuanto á-su fuente en la degeneración, y presen-
Tales son los motivos que explican que W a g n e r h a y a tarse como manifestaciones de un talento real y fecundo.
primero conquistado Alemania y luego el mundo. La ca- Pero al lado de ellas se manifiestan otras en las cuales se
rencia de juicio en la masa qtie, en la salmodia, recita expresa un estado de alma que h a c e , sin embargo, á las
las antífonas; la imitación de los músicos sin originalidad trentes pararse en firme y deja perplejo aun al lector más
que veían el éxito de W a g n e r y se colgaban de los faldo- crédulo v más accesible á la sugestión de la palabra impresa
nes de su levita como los niños que quieren que los lleve v al charlatanismo que se pone en evidencia con audacia;
uno consigo, todo esto hizo lo que faltaba para poner el "se publican libros y se "afirman doctrinas en las cuales e
universo á los pies de W a g n e r . D e todos los extravíos del mismo profano nota el profundo decaimiento intelectual
tiempo presente, el wagnerismo, el más extendido, es de sus autores. Uno pretende poder iniciar al lector en la
también el más serio. El teatro de Bayreuth, las Gacetas macria y poder él mismo hacer sortilegios; otro da una
de Bayreuth, la Revista Wagneriana de París, son monu- forma poética á delirios bien caracterizados y clasificados
mentos duraderos que permitirán al porvenir asombrado por la medicina mental; tal otro escribe libros que recuer-
medir toda la extensión y toda la profundidad de la de- dan el modo de pensar y de sentir de niños pequeños ó
generación y de la histeria de nuestro tiempo.
de idiotas. Una gran parte de las obras á las que me re-
fiero al decir esto, justificaría sin más formas de proceso
que se pusiera en tutela á sus autores; como, no obstante,
á pesar de la locura visible de estas obras, los «com-
prensivos»» y a conocidos se obstinan en descubrir en e as
«fé porvenir», «nuevas excitaciones nerviosas» y belle-
zas de clase misteriosa, y en presentarlas á los papanatas
boquiabiertos como revelaciones del genio, no es super-
fluo consagrarles un breve examen.
apreciar á W a g n e r á pesar de su nacionalidad. El prejui-
cio favorable para él estaba creado, y una vez que las
gentes iban á W a g n e r con estas A p o s i c i o n e s , no había
ninguna razón para que no ejerciera su acción sobre los
VI
histéricos extranjeros como sobre los de Alemania. Par-
sifal, sobre todo, debía completamente subyugar á los
neo-católicos franceses y á los místicos anglo-americanos
LAS PARODIAS DEL MISTICISMO
alistados bajo la bandera del Ejército de Salvación; y es • •

también sobre todo con esta ópera con la que W a g n e r


triunfa en el espíritu de sus admiradores no alemanes; oír
L a s formas artísticas y poéticas del misticismo que
la música de Parsifal ha llegado á ser el acto religioso de
hemos estudiado hasta aquí, pueden inspirar acaso dudas
todos aquellos que quieren recibir la comunión bajo la
á los espíritus superficiales ó insuficientemente informa-
forma musical. dos en cuanto á-su fuente en la degeneración, y presen-
Tales son los motivos que explican que W a g n e r h a y a tarse como manifestaciones de un talento real y fecundo.
primero conquistado Alemania y luego el mundo. La ca- Pero al lado de ellas se manifiestan otras en las cuales se
rencia de juicio en la masa qtie, en la salmodia, recita expresa un estado de alma que h a c e , sin embargo, á las
las antífonas; la imitación de los músicos sin originalidad trentes pararse en firme y deja perplejo aun al lector más
que veían el éxito de W a g n e r y se colgaban de los faldo- crédulo v más accesible á la sugestión de la palabra impresa
nes de su levita como los niños que quieren que los lleve v al charlatanismo que se pone en evidencia con audacia;
uno consigo, todo esto hizo lo que faltaba para poner el "se publican libros y se "afirman doctrinas en las cuales e
universo á los pies de W a g n e r . D e todos los extravíos del mismo profano nota el profundo decaimiento intelectual
tiempo presente, el wagnerismo, el más extendido, es de sus autores. Uno pretende poder iniciar al lector en la
también el más serio. El teatro de Bayreuth, las Gacetas macria y poder él mismo hacer sortilegios; otro da una
de Bayreuth, l a Revista Wagneriana de París, son monu- forma poética á delirios bien caracterizados y clasificados
mentos duraderos que permitirán al porvenir asombrado por la medicina mental; tal otro escribe libros que recuer-
medir toda la extensión y toda la profundidad de la de- dan el modo de pensar y de sentir de niños pequeños ó
generación y de la histeria de nuestro tiempo.
de idiotas. Una gran parte de las obras á las que me re-
fiero al decir esto, justificaría sin más formas de proceso
que se pusiera en tutela á sus autores; como, no obstante,
á pesar de la locura visible de estas obras, los «com-
prensivos» y a conocidos se obstinan en descubrir en e as
«fé porvenir», « n u e v a s excitaciones nerviosas» y belle-
zas de clase misteriosa, y en presentarlas á los papanatas
boquiabiertos como revelaciones del genio, no es super-
fiuo consagrarles un breve examen.
sobrenatural de otro modo que bajo la forma de símbolo;
U n a porción no muy grande de misticismo lleva á la
á lo sumo si, en Enrique de Kleist y en Justino Kerner,
fe, una más grande necesariamente á la superstición, y
adquiere una cierta importancia, y los lectores sanos no
cuanto más el pensamiento es confuso y está desequilibra-
consideran esto como una ventaja para los dramas del
do, tanto más insensata será la naturaleza de la supersti-
autor infortunado de La Batalla de Hermann y para La
ción. En Inglaterra y en América, ésta toma de ordinario la
Vidente de Prevorst, del poeta de Suabia. Por otra parte,
forma del espiritismo y de la fundación de sectas; histéri-
conviene observar que el elemento espectral ha valido
cos y desequilibrados reciben inspiraciones divinas y se
precisamente á estos dos escritores, en estos.últimos tiem-
echan á predicar ó á predecir, ó bien conjuran á los espí-
pos, en la opinión de los degenerados y de los histéricos
ritus y a n d a n en trato con los muertos; los cuentos de apa-
alemanes, como un renuevo de juventud y de favor. Maxi-
recidos comienzan á ocupar un sitio considerable en la li-
miliano P e r t y , que vino evidentemente antes de tiempo,
teratura de ficción de Inglaterra y á representar en los
no encontró por parte de la generación todavía insuficien-
periódicos de ese país el papel de llenar los huecos que
temente embrutecida que precedió á la nuestra, con sus
antes correspondía en los periódicos del continente á la
voluminosos tomos sobre las apariciones de los espíritus,
serpiente de mar y al buque fantasma. S e ha formado una
sino una atención rara y más bien burlona; y entre los con-
sociedad que no tiene otro objeto sino coleccionar cuen-
temporáneos, no hay apenas más qué el barón Carlos du
tos de aparecidos para poner en claro su realidad, y hasta
Prel que se haya hecho una especialidad del mundo de los
de sabios de renombre se ha apoderado el vértigo" sobre-
fantasmas en sus escritos teóricos y en sus novelas. B i e n
natural y llevan su condescendencia hasta servir de g a -
mirado, nuestras obras dramáticas y narrativas no abun-
rantía á las aberraciones más estúpidas.
dan todavía en duendes y fantasmas, sino apenas lo bas-
También en Alemania ha tenido acceso el espiritismo,
tante para poner carne de gallina á una colegiala, y en
pero, en suma, hasta ahora ha conquistado poco terreno'
los escritores eminentes del extranjero conocidos en A l e -
Puede que haya en las grandes ciudades algunas pequeñas
mania, en Tourgueneff, por ejemplo, no son tampoco los
sociedades espiritistas; la expresión inglesa Émice se l j
cuentos de apariciones los que atraen al lector alemán.
hecho tan familiar para algunos desequilibrados que la han
traducido en alemán por trans, imaginándose verosímil- Los escasos videntes que tenemos por ahora en
mente, con la etimología,popular, que significaba «más Alemania tratan también, como es natural, de dar á su
alia», mientras que es en realidad la palabra inglesa que perturbación de espíritu un barniz científico, 3' se apo-
designa el «éxtasis», es decir el estado en el cual tiene y a n para esto en la autoridad de algunos profesores de
que encontrarse, con arreglo á la hipótesis de los espiri- matemáticas 3' de ciencias naturales, quienes, al decir de
tistas, el médium que entra en comunicación con el mun- ellos, están completamente de acuerdo con ellos, ó por lo
do de los espíritus; pero el espiritismo ha ejercido aún menos se inclinan en parte á ellos. Pero no cuentan en
poca influencia sobre nuestra literatura. .Abstracción he- suma más que con el único Zoellner, que ofrece sencilla-
cha de los últimos románticos caídos en infancia, singular- mante la triste prueba de que el profesorado no preserva
mente de los autores de tragedias que se fundan sobre la de la locura, y pueden acaso invocar aún notas de ocasión
idea de la «fatalidad» (Schicksalstragcedien), pocos escri- de Helmholtz 3? de otros matemáticos sobre las dimensio-
tores se han atrevido á introducir en sus creaciones lo nes n (un número cualquiera), que de propósito ó por
debilidad de espíritu místico han comprendido mal. El
muertos; una revista mensual, La Iniciación, expone con
matemático puede, en un problema analítico, poner en
tono profundo y prodigando los tecnicismos filosóficos y
lugar de una, dos ó tres dimensiones, dimensiones n,
científicos, la doctrina esotérica de las maravillas de lo
sin que esta substitución cambie en nada la ley del proble-
ultra-terrestre; una revista que no sale más que cada dos
ma ni sus derivaciones regulares; pero no le pasa por las
meses, Los Anales de las ciencias psíquicas, se titula « C o -
mientes representarse á sí mismo bajo la expresión geo-
lección de observaciones y de experiencias ». A l lado de
métrica «enésima dimensión» alguna cosa que esté dada
estas dos revistas, las más importantes, existe aún toda una
en el espacio y susceptible de ser experimentada por los
serie de otras de semejante tendencia y todas ellas están
sentidos. Cuando Zoellner, con el ejemplo conocido de
muy difundidas; trabajos absolutamente especiales sobre
la vuelta del r e v é s de la rodaja de cauchú que, porque no
el hipnotismo y la sugestión tienen múltiples ediciones, y
es posible más que en la tercera dimensión, tenía que
ha llegado á ser una especulación fructífera para los mé-
parecer absolutamente inimaginable y sobrenatural á un
dicos desocupados, que se inquietan poco por la opinión
ser bi-dimensional, cree facilitar la comprensión de la for-
de sus colegas, el recopilar sobre este tema manuales des-
mación de un nudo en un anillo cerrado como una acción
provistos, es cierto, de todo valor científico, pero que los
que ha de ejecutarse en la cuarta dimensión, ofrece sen-
profanos compran como si fueran pan bendito. Aparte
cillamente un ejemplo más de la tendencia conocida del
raras excepciones, las novelas en Francia no tienen y a
místico á hacerse ilusiones él mismo y á engañar á los
salida; pero libros sobre fenómenos obscuros de la vida
demás, con palabras que parezcan significar alguna cosa
nerviosa se venden brillantemente, hasta tal punto que
y que un imbécil también de ordinario está convencido
editores hábiles dan á los autores desesperanzados el con-
de que comprende, pero que en realidad no expresan nin-
sejo siguiente: «Déjese usted por ahora de novelas y es-
guna idea y no son, por consiguiente, sino vanos sonidos
criba sobre el magnetismo ».
desprovistos de significación.
A l g u n o s de los libros publicados en estos últimos años
Francia es la que está en vías de llegar á ser la tierra
en Francia sobre la magia se ligan directamente á los
prometida de la creencia en las apariciones. Los compa-
fenómenos del hipnotismo y de la sugestión: por ejemplo,
triotas de Voltaire han ganado y a la delantera á los devo-
Los estados profundos de la hipnosis, de A . de Rochas, y
tos anglo-sajones en lo que respecta á lo sobrenatural. No
Rasgos de luz, «investigaciones físicas dedicadas á los
me refiero al decir esto á las clases populares inferiores
incrédulos y á los egoístas» de C . A . de Bodisco. Varios
en las cuales La Llave de los Sueños nunca ha dejado de
observadores han deducido de esto que los trabajos y des-
ser, junto con el Almanaque y á v e c e s el Parroquial, el
cubrimientos de la escuela de Charcot han dado la impul-
único libro de la casa; ni á las bellas damas que en todo
sión á todo ese movimiento; el hipnotismo, dicen sus parti-
tiempo han asegurado á las sonámbulas y á las echado-
darios, ha arrojado la luz sobre tantos hechos asombrosos
ras de cartas brillantes ingresos, sino tan sólo á los repre-
que no se puede y a continuar por más tiempo á poner en
sentantes varones de las clases ilustradas. H a y docenas
duda la exactitud de ciertas tradiciones, creencias popu-
de sociedades espiritistas que cuentan millares de miem-
lares y cuentos antiguos que hasta aquí se consideraban
bros; en muchos salones de la mejor sociedad (mejor
como invenciones de la superstición: posesión, hechizos,
también en el sentido de la más ilustrada) evocan á los
doble vista, curación por la imposición de las manos, pro-
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fecías, comercio espiritual á la distancia más grande sin y o r parte de las veces tenemos que contentarnos con de-
intervención de la palabra, han sido objeto de una nueva terminarlos de una manera segura y con conocer sus con-
interpretación y han tenido que ser reconocidos como po- diciones inmediatas. Tampoco está averiguado que la
sibles. ¿Qué hay más natural, pues, que espíritus de equi- nueva ciencia haya agotado su objeto y llegado á su lí-
librio poco firme é insuficientemente preparados desde el mite; pero sea cualquiera lo desconocido y lo sorpren-
punto de vista científico, hayan llegado á ser accesibles dente que pueda dar á conocer, no es dudoso para el es-
á lo maravilloso que se habían negado á creer mientras píritu sano que se tratará siempre de cosas naturales y
l o consideraban bueno únicamente para cuentos de ni- que las le} 7 es elementales de la física, de la química y de
ñera, al verlo presentarse con el traje de la ciencia y al la biología no pueden ser conmovidas por estos descubri-
encontrarse, por el hecho de creer en él, en compañía de mientos.
la sociedad más escogida? S i , pues, ahora tantas gentes interpretan los fenóme-
Por muy plausible que parezca este modo de ver, no nos de la hipnosis como sobrenaturales y abrigan la es-
deja de ser menos falso; coloca el arado delante de la peranza que el conjuro de los espíritus de los muertos,
yunta; confunde la causa con el efecto. Ningún hombre los viajes aéreos sobre el manto mágico de Fausto, la
completamente sano de espíritu ha sido conducido por omnisciencia, etc., no tardarán mucho en ser artes tan
las experiencias de la nueva ciencia hipnótica á la creen- corrientes como la escritura y la lectura, no son los des-
cia en lo maravilloso. En otros tiempos, no se había fijado cubrimientos de la ciencia los que les han conducido á
la atención en los fenómenos obscuros, ó habían de pro- esta ilusión, sino que la ilusión existente se considera
pósito cerrado los ojos ante ellos, porque no se les podía feliz por poder darse como ciencia. Lejos de ocultarse,
adaptar á los sistemas reinantes y se les consideraba por como en otros tiempos, esa ilusión se presenta en la
este motivo como pamplinas ó engaños. Desde hace doce calle del brazo de profesores y académicos; M. Paulhan
años, la ciencia oficial toma conocimiento de ellos y los ha comprendido esto perfectamente: «No es simplemente
tiene en cuenta en las Facultades y Academias; no se le el amor por el hecho positivo, dice, lo que ha arrastrado
ocurre sin embargo ni por un momento, considerarlos á los espíritus; ha habido seguramente una especie de
como sobrenaturales ni sospechar detrás de ellos la a c - desquite del amor por lo maravilloso, de deseos en otros
ción de fuerzas ultra-terrestres, sino que se les clasifica tiempos satisfechos y que, comprimidos en la actualidad,
junto con todos los demás fenómenos naturales accesibles dormitaban no confesados en estado latente. L a magia,
á la observación de los sentidos y determinados por las la brujería, la astrología, la adivinación, todas estas anti
l e y e s generales de la naturaleza. Nuestro conocimiento guas creencias corresponden á una necesidad de la na-
h a ensanchado sencillamente su marco y aceptado un or- turaleza humana, la de poder obrar fácilmente sobre el
den de hechos que antes habían quedado fuera de él; mundo exterior y sobre el mundo social, la de tener, por
muchas acciones de la hipnosis son explicadas de un medios relativamente cómodos, los conocimientos reque-
modo más ó menos satisfactorio; otras no lo son de modo ridos para que esta acción sea posible y fecunda 1 ». La
alguno; pero un espíritu serio y sano no concede á esto superstición, brotando con tanta impetuosidad no tiene,
g r a n importancia, puesto que sabe que no se va lejos en
la pretendida explicación de los fenómenos y que la ma- 1 Fr. Paulhan, El nuevo-misticismo, París, 1891, pág. 104.
en modo alguno, su fuente en las investigaciones hipno- :: la alquimia, etc., y al cual un viejo erudito, no desprovis-
lógicas, sino que sencillamente se lanza en el canal abier- to de mérito, Adolfo Franck, del Instituto, ha tenido la
to por éstas. Y a hemos hecho notar aquí repetidas veces imprudencia de juntar un largo prefacio elogioso, proba-
que los desequilibrados adaptan siempre sus delirios á las blemente sin haber siquiera abierto el libro. Estanislao de
ideas reinantes y se apoderan con predilección, para ex- Guaita, que los adeptos reverencian tímidamente como el
plicarlos, de los más recientes descubrimientos d é l a cien- maestro por excelencia en materia de arte mágico y como
cia; todavía estaban muy lejos los físicos de ocuparse de arehi-hechicero, publica dos tratados: En los tímbrales del
magnetismo y de electricidad, cuando ya los enfermos Misterio y La Serpiente del Génesis, de una profundidad
que padecían delirio de persecuciones referían de un obscura al lado de la cual Nicolás Flamel, el gran alqui-
modo ordinario sus s e n s a c i o n e s desagradables y sus aluci- mista que ningún mortal ha comprendido nunca, parece
naciones á corrientes eléctricas ó á chispas que sus per- claro y transparente como el cristal. Ernesto Bosc se li-
seguidores lanzaban sobre ellos á través de las paredes, mita á la doctrina de la brujería de los antiguos egipcios;
los techos y los pisos; y en nuestros días, los degenerados s u libro: Isis descubierta ó la Egiptología sagrada, tiene
fueron igualmente los primeros en apropiarse los resulta- como subtítulo: «Jeroglíficos, papyrus, libros herméticos,
dos de las investigaciones hipnológicas y en emplearlos religión, mitos, símbolos, psicología, filosofía, moral, artes
como pruebas « científicas » de la realidad de los espíritus, sagradas, misterios, iniciación, música». Nehor tiene
de los ángeles y de los demonios. Pero la fe en lo maravi- igualmente su especialidad; del propio modo que Bosc
lloso, ya la tenían antes los degenerados; es uno de sus descubre los misterios egipcios, Nehor revela los miste-
rasgos característicos \ y no son las observaciones de los rios asirio-babilonios; Los Magos y El Secreto mágicotal
hipnólogos de las escuelas de París y de Nancy, las que es el título del modesto folleto en el cual nos inicia á las
la han creado. brujerías más profundas de los mobeds ó templarios cal-
Si hubiera necesidad de otra prueba en apoyo de esta deos.
afirmación, se la encontraría en este hecho que la mayor
Si no me extiendo más largamente acerca de estos li-
parte de los «ocultistas», como ellos mismos se llaman,
bros, que han encontrado lectores y admiradores, es que
evitan, en sus tratados de las artes mágicas y de las cien-
no estoy convencido de que sean serios; sus autores leen
cias maravillosas, apoyarse sobre los resultados de los
y traducen tan de corrido textos egipcios, hebreos y asi-
ensayos hipnológicos, y sin ningún pretexto de moder-
rios que ningún orientalista de profesión ha descifrado to-
nismo, sin ninguna concesión á la honrada ciencia, retro-
davía; citan tan frecuente y tan abundantemente, libros
ceden directamente á las más antiguas tradiciones. Papus
que no se encuentran en ninguna biblioteca del mundo,
(seudónimo del Dr. Encausse) escribe un Tratado metódi-
dan con un aspecto tan intrépido instrucciones minucio-
co de ciencia oculta, enorme volumen en 8.° de i.o5o pági-
sas para despertar á los muertos, mantener la juventud
nas con 400 figuras, que introduce al lector en la kábala,
eterna, ponerse en relación con los habitantes de Sirio,
la magia, la necromancia y la quiromancia, la astrología,
profetizar más allá de todos los límites de tiempo y de es-
pacio, que no puede uno dejar de sentir la impresión de
1 Legrain, op. cit. pág. 175. «La necesidad de lo maravilloso es que se han propuesto burlarse á sangre fría del lector.
casi fatal en estos débiles de espíritu.» Uno tan solo de todos estos maestros en hechizos es
seguramente de buena fe, y como es á la vez, con mucho, llama á las personas á las cuales las dirige ó «magnífi-
el más considerable de todos ellos bajo el punto de vista cas» ó upares» y á veces también «muy querido adelfo»
intelectual, quiero ocuparme algo á fondo de él. S e trata ó «sinoedo»; no les dice « S e ñ o r » sino «Vuestra S e ñ o -
de M. Josephin Peladan. S e ha atribuido á sí mismo el títu- ría »; el principio dice: «Salud, luz y victoria en Jesu-
lo real asirio de « Sar », con el cual es generalmente conoci- cristo, el sólo Dios, y en Pedro, el sólo rey »; ó bien: Ad
do; sólo los poderes públicos no le dan este título, pero es Rosam per Crucem, ad Crucem per Rosam, in eá, in eis
que éstos no reconocen en Francia ninguna nobleza. P e - geminatus resurgam », lo cual es al mismo tiempo el lema
ladan afirma que desciende de los antiguos magos y que po- de la orden de la Cruz-Rosa; al final se lee de ordinario:
see todos los legados intelectuales de Zoroastro, dePitágo- Amen. Non nobis, Domine, non nobis, sed nominis tui
ras y de Orfeo; es además el heredero directo de los Tem- glorice solee. Escribe el nombre de su orden con una cruz
plarios y de los Caballeros de la Cruz-rosa y ha fundido en intercalada en el medio, de este modo: Rosa f Cruz; cali-
una las dos órdenes que ha hecho revivir bajo la nueva fica sus novelas de « ethopeas », á él mismo de « ethopoe-
forma de «orden de la Cruz Rosa ». Viste arcáicamenté un ta», á sus dramas de «wagnerias» y el resumen de su
jubón de raso azul ó negro; sujeta su cabellera y su barba contenido de «eumolpeas».
negras maravillosamente abundantes á las formas en uso Cada uno de sus libros está adornado con una gran
entre los Asirios; emplea un gran tipo de escritura recta cantidad de imágenes simbólicas; la que se reproduce
que recuerda, hastá no poder casi distinguirlos, la de la con más frecuencia es una viñeta mostrando sobre una
Edad Media; escribe de preferencia con tinta roja ó ama- columna una forma acurrucada, con cabeza de mujer ex-
rilla y en el ángulo de su papel de cartas hay dibujada, halando llamas y con pecho de mujer, garras de león y la
como marca distintiva de su dignidad, una corona real parte trasera de una avispa ó de una libélula terminando
asiría con los tres relieves serpentinos abiertos por delante; en un apéndice semejante á una cola de pescado. L a obra
tiene por armas el símbolo de su orden: sobre un es- misma va siempre precedida de algunos prefacios, in-
cudo dividido de negro y de plata, un cáliz de oro y enci- troducciones é invocaciones, y con frecuencia seguida
ma una rosa púrpura con dos alas desplegadas y cimen- también de páginas del mismo género. Tomo como e j e m -
tada por una cruz latina de negro de blasón; 1 el escudo plo el libro titulado: Cómo se llega á ser Mago l . Después
está coronado por una diadema con tres pentagramas á del doble título adornado con un gran número de imáge-
guisa de puntas. M. Peladan ha nombrado toda una serie nes simbólicas (toros alados asirios, la rosa-cruz mística,
de comendadores y de dignatarios de su orden (grandes etc.), viene una larga dedicatoria « al conde Antonio de
priores, arcontas, estetas), que cuenta además los postu- la Rochefoucauld, gran prior del Templo, arconta de
lantes y gramáticos ó alumnos; posee un traje especial de la Rosa f Cruz »; luego hay en latín una «oración de
g r a n maestre y de S a r (Alejandro Seón ha hecho su r e - Santo Tomás de Aquino, muy propia para premunir al
trato de cuerpo entero, vestido con este traje) y un com- lector contra los errores posibles de este libro»; luego
positor que forma parte de las órdenes ha compuesto un «elénctico » que encierra una especie de profesión de
para su uso un himno que ha de ser tocado á su entra-
da en las circunstancias solemnes. Emplea fórmulas ex- 1 Sar Mérodack J. Peladan. Anfiteatro de las ciencias muertas,
Cómo se llega á ser Mago. Etica. Con un retrato pintoresco graba-
traordinarias: califica sus cartas de ((mandamientos»;
do. por G. Poirel, París, 1892.
fe católica; después de esto una invocación « á l o s antepa- tilo en el mal; Corysa, la verdadera doncella; L a Nina,
sados » en el estilo de las oraciones caldeas; en fin, una. andrógina, peor ó mejor; Gynandro; Dominicales, perver-
larga alocución «al j o v e n contemporáneo», sólo después sos conscientes, carácter de irremediabilidad resultante
de lo cual comienza el libro propiamente dicho. de una teoría estética especiosa para cada vicio, que mata
A la cabeza de cada capítulo se encuentran nueve fór- la noción y por tanto la conversión. Cada novela tiene
mulas misteriosas. Citemos dos ejemplos de ellas: «I. E l un Merodack, es decir un principio órfico abstracto en-
Neófito. Nombre divino: Jud (la letra hebraica que lleva frente de un enigma ideal.
este nombre). Sacramento: Bautismo. Virtud: Fe. Don: «II. Curiosa. Fenomenismo clínico colectivo parisién.
Temor de Dios. Bienaventuranza: P o b r e z a de espíritu. Etica. Nebo; voluntad sentimental sistemática. Erótica:
Obra: Instruir. A n g e l : Micael. Arcano: La unidad. Plane- Paula apasionada de prisma andrógino. El gran horror, la
ta: Samas.—II. L a Sociedad. Nombre divino: El-lah (en ca- Bestia de dos espaldas, en el Gynandro (IX) se metamor-
racteres hebraicos inexactamente transcritos por cierto, fosea en depravaciones unisexuales. Curiosa, es do de to-
puesto que se ha de leer efectivamente. Jah-el). S a c r a - dos los días y todo el mundo del instinto; el Gynandro, la
mento: Confirmación. Virtud: Esperanza. D o n : Piedad. media noche gcethica y lo excepcional, etc.»
Bienaventuranza: Mansedumbre. Obra: Aconsejar. A n -
No creo ni por un momento que esta « concordancia »
gel: Gabriel. Arcano: El Binario. Planeta: Sin».
sea de naturaleza á dar ni siquiera la más ligera idea del
En cuanto al resto del inmenso volumen, creo inútil h a - contenido de las novelas de M. Peladan. Quiero, pues,
cer citas; está en completa conformidad con estos títulos decir algo sobre éstas en lenguaje no mágico.
de capítulos. S e mueven todas en estos tres círculos de ideas que se
Las novelas ó «Ethopeas» de M'. Peladan, de las cua- penetran y se entrecruzan diversamente los unos con los
les se han publicado hasta ahora nueve, pero que el autor otros: el supremo objeto intelectual del hombre es oir la
ha de alargar hasta catorce, están ordenadas por grupos música de Ricardo W a g n e r y apreciarla completamente;
de siete, el número místico. M. Peladan h a llegado hasta el más alto desarrollo de la moralidad consiste en renun-
establecer un «esquema de concordancia» 1 que tiene la ciar á la sexualidad y en transformarse en un ser híbrido
pretensión de resumir sus principales ideas directoras. bisexual (andrógino y ginandro); el hombre supérior pue-
Oigamos de qué manera explica sus obras: de abandonar su cuerpo y volver á él á voluntad, cer-
«Primer septenario.—I. El Vicio supremo. Diátesis, nirse en el espacio en calidad de « ser astral» y subyugar
moral y mental de la decadencia latina. Merodack, cima á su voluntad todo el poder sobrenatural del mundo de
dé voluntad consciente, tipo de entidad absoluta; Alta,, los espíritus, así los buenos como los malos.
prototipo del monje en contacto con el mundo; Courtenay, En cada novela se presenta, por consiguiente, un pro
hombre-destino insuficiente, hechizado por el hecho con- tagonista que reúne los signos distintivos de los dos se-
sumado social; L . d'Este, la extrema altivez, el gran es- xos y combate con horror los instintos sexuales vulgares,
toca ó disfruta de la música de W a g n e r , vive por sí mis-
mo una escena cualquiera del teatro wagneriano y conju-
1 Josephin Peladan, La decadencia latina, Ethopea IX: El Gy-
nandro. Cubierta de Seón, agua-fuerte de Desboutins, París 1891,. ra á los espíritus ó tiene que rechazar sus ataques.
página xvii. A l escrutar los orígenes de todas estas ideas delirantes
nos daremos cuenta sin dificultad de cómo se han origi- esto que ser descendiente de un Beladan bíblico. El flujo
nado. L e y e n d o la Biblia, M. Peladan tropezó con el nom- de palabras desprovisto de sentido de los escolásticos de
bre del rey de Babilonia, Merodak Beladan; la semejanza la Edad Media le seduce, porque se unen constantemen-
de sonido entre «Beladan» y «Peladan» incitó á su fanta- te en un « pensamiento analógico », es decir porque sigue
sía á establecer relaciones entre, él mismo y e l rey de B a - exclusivamenté el hilo de la asociación de ideas provoca-
bilonia de la Biblia, 3' una vez nacida esta idea, encontró das por la» semejanzas más secundarias, más exteriores.
en el corte de su propia fisonomía, en el color de sus c a - S e deja dominar con la mayor facilidad por toda suges-
bellos y la forma de su barba semejanzas con las cabezas tión artística; si 03'e las óperas de W a g n e r se cree ser un
de los reyes de Asiría representadas sobre las chapas de personaje wagneriano; si está leyendo narraciones de los
alabastro del palacio de Nínive. Pudo así fácilmente ocu- templarios y délos de la Rosa-Cruz, se convierte en el gran
rrírsele la idea que era, acaso, un descendiente de Bela- maestre del Templo y de todas las demás órdenes secretas.
dan ó de otros re37es asirios, ó por lo menos que sería una Tiene la emotividad sexual especial de los degenerados
cosa mu3" curiosa si lo fuera; continuó ahondando en este superiores, y ésta le inspira una extraña figura fabulosa
pensamiento hasta que un día tomó resueltamente el títu- que, á la v e z casta y concupiscente, encarna de una ma-
lo de « sar », 3' claro está que si descendía de los reyes de nera asombrosamente demostrativa los combates secretos
Babilonia podía también ser un heredero de la sabiduría que se traban en su conciencia entre los instintos enfer-
de los Magos; empezó, por consiguiente, á proclamar las mizamente exacerbados y el juicio que reconoce el peli-
doctrinas esotéricas de la magia. g r o que llevan consigo.
A estas fantasías se juntaron luego las impresiones que ¿Cree M. Peladan en la realidad de sus representa-
recibió, en una peregrinación á B a y r e u t h , 03'endo Tris- ciones ilusorias? Dicho de otro modo, ¿se toma en serio á
tan, y sobre todo Parsifal. S e dió por completo su imagi- sí mismo? L a respuesta á esta pregunta no es tan sencilla
nación á soñar en la leyenda del Graal; se v i ó á él mismo como muchos lo suponen quizás; los dos seres que encie-
convertido en caballero del Graal y creó su orden de la rra el espíritu de cada hombre son presas, en las natura-
Rosa-Cruz, que está enteramente compuesta de reminis- lezas como la de M. Peladan, de un extraño conflicto. L o
cencias del Parsifal. Su invención del ser híbrido ase- inconsciente, en M. Peladan, se funde completamente
xual atestigua que su imaginación está vivamente preocu- con el papel de «sar», mago, caballero del Graal, gran
pada por representaciones que tienen un carácter g e n é - maestre del orden, etc., que ha inventado; la conciencia
sico, y trata inconscientemente de idealizar « instintos se- sabe que todo esto es absurdo, pero encuentra en ello un
xuales contrarios». placer artístico y deja que lo inconsciente obre á su anto-
L a vida psíquica de M. Peladan permite seguir en un jo. D e un modo análogo, es como las niñas en sus juegos
ejemplo excesivamente claro los caminos del pensamien- acarician ó. castigan á las muñecas y las tratan como si
to místico. Está absolutamente dominado por la asociación fuera un ser vivo, sin dejar de ver perfectamente en el
de ideas. Una asonancia fortuita evoca en él una serie de fondo que sólo tienen ante sus ojos un objeto de cuero ó
ideas que le lleva irresistiblemente á proclamarse rey asi- de porcelana.'
rio y mago, sin que su atención se halle en estado de re- El discernimiento de M. Peladan no tiene imperio so-
presentarle q u é pueda uno llamarse Peladan sin tener por bre su impulsión inconsciente^ no está en su poder renun-
adelante ser bastante familiares al lector para que baste
ciar al papel de un «sar» ó de un mago, ó bien no
con señalarlos.
presentarse como g r a n maestre de una orden; no se pue-
Siente en sus adentros instintos criminales (El Fan-
de privar de volver de continuo á su absurdo «andrógi-
tasma del Crimen):
no». Todos estos extravíos, lo mismo que la invención de
El mal pensamiento llega á mi a l m a — E n todas partes, á todas
neologismos y la predilección por los símbolos, los títulos
horas, en lo más recio de mi trabajo—Escucho á pesar mío las n o -
largamente detallados y los prefacios, que se encajan los
tas infernales—Que vibran en mi corazón, al cual viene á llamar
unos en los otros, tan característicos de los degenerados
S a t á n ; — Y aunque tenga en horror las viles saturnales—Cuya som-
superiores, provienen de las profundidades de sus dispo- bra sólo bastó para indignarme,—Escucho, á pesar mío, las notas
siciones orgánicas y se sustraen á la acción de sus centros infernales...—El fantasma del crimen á través de mi r a z ó n — D a
más elevados. En su parte consciente, la actividad cere- vueltas (en mi cráneo)...—El asesinato, la violación, el robo, el p a -
bral de M. Peladan es rica y bella;, hay en sus novelas rricidio—Cruzan por mi mente como un feroz relámpago...
páginas que pueden colocarse entre las más magníficas
que hayan salido de una pluma contemporánea; su ideal El espectáculo de la muerte y de la putrefacción tiene
moral es elevado y noble; persigue con un odio ardiente para él una gran fuerza de atracción; se mantiene de la
todo lo que es bajo y vulgar, el egoísmo, la falsedad, la podredumbre, su deleite es la enfermedad. Veamos ejem-
sed de g o c e s bajo todas sus formas, y sus personajes son plos entresacados de diferentes poesías:
almas absolutamente altivas que no se ocupan más que Mi espectral adorada, herida por la muerte,—Jugaba pues ante
de los intereses más dignos, de preferencia artísticos, mi vista, lívida y violácea...—¡Huesuda desnudez, casta en su fla-
á la verdad, de la humanidad. Es profundamente lamenta- queza!—¡Belleza de tísica tan triste como ardiente!...—A su lado
ble que la invasión de ideas místicas enfermizas suma en un ataúd...—Abría sus fauces oblongas con a v i d e z — Y parecía l l a -
una esterilidad completa su talento poco ordinario. marla...
(La Amante macabra.)
A muy grande distancia por debajo de M. Peladan,
hallamos á M. Mauricio Rollinat, que debemos citar, sin ¡Señorita Esqueleto!—Así es como yo la llamaba:—¡Era tan
embargo, primero porque señala de una manera muy ins- delgaducha!-—Escupiendo una g o t i t a — D e sangre apenas carmesí...
tructiva una forma determinada de degeneración mística, — ¡ E r a tan delgaducha!...—Su tisis era completa;...—Su rostro ver-
y después porque todos los histéricos franceses y muchos decillo...—Una noche en la barra de la v e n t a n a — V i n o á ahorcarse
aquí.—¡Horror! un cordelillo—Decapitaba sin p i e d a d — A la seño-
histéricos extranjeros le reputan como uñ gran poeta.
rita Ésqueleto:—¡Era tan delgaducha!
En sus poesías, que con un conocimiento característi-
(La Señorita Esqueleto.)
co de sí mismo titula Las Neurosis pone al descubierto
todos los estigmas de degeneración que deben y a en Para arrancar á la muerta bella como un á n g e l — A los atroces
besos del g u s a n o , — L a hice embalsamar dentro de una caja extra-
ñ a . — F u é durante una noche de invierno.—Sacaron de aquel cuer-
po helado, tieso y lívido,—Sus pobres órganos d i f u n t o s , — Y en
1 Mauricio Rollinat, Las Neurosis (Las A l m a s . — L o s Sudarios.—
aquel vientre abierto, sangrando y vacío—Vertieron perfumes un-
L o s R e f u g i o s . — L o s Espectros.—Las Tinieblas), con un retrato del
autor por F. Desmoulin, París 1883. L T ña segunda colección de poe- tuosos...
sías publicada por Rollinat en 1891, El Abismo, no es menos ca- (La Muerta embalsamada.)
racterística. *•
Carne, cejas, cabellos, mi ataúd y mi sudario,—Todo lo ha de- y noche sus claridades sepulcrales—Sobre sus libros marchitos lle-
vorado la tumba; su tarea acabó...—Mi cráneo ha notado su dismi- nos de sombra y de secretos.—Me extremecía cada vez que allí
n u c i ó n , — Y , residuo de muerto que se escama y se desmenuza,— penetraba:—Me sentía, entre brumas y estertores,—Atraido por
Acabo por echar de menos la putrefacción,—Y el tiempo en que los brazos de los trece sillones pálidos—Y escrutado por los ojos
el gusano no estaba á dieta... de los trece grandes retratos...
{El mal Muerto.)
(La Biblioteca.)
Esta perversión del g u s t o se observa con bastante fre- E n la laguna llena de rencor—Que pringa y atraviesa sus me-
c u e n c i a e n l o s d e m e n t e s ; -inspira s e n c i l l a m e n t e á M . Ro- dias,—Se oye llamar en voz muy b a j a — P o r varias voces que se
llinat versos que d a n náuseas; h a y otros á quienes lleva confunden en una.—Encuentra un muerto de centinela—Que hace
hasta la ávida absorción de excreciones humanas y , bajo girar su pupila m a t e — Y mueve su putrefacción—Con un resorte
s u s f o r m a s p e o r e s , a l a m o r c o n los c a d á v e r e s ( n e c r o f i l i a ) . de autómata.—Muestro á sus ojos consternados—Fuegos en las
casas desiertas;—Y en los parques abandonados—.Parterres de
U n a v i o l e n t a e x c i t a c i ó n e r o t ó m a n a se e x p r e s a e n u n a
rosas verdes...—Y la vieja cruz de los calvarios—De lejos le llama
' s e r i e d e p o e s í a s d e l v o l u m e n (Las Lujurias), que no sólo
y le maldice,—Replegando sus brazos severos,—Que yergue y que
e x a l c a n la s e n s u a l i d a d más desenfrenada, sino también
agita.
t o d a s l a s a b e r r a c i o n e s d e la p s i c o p a t í a s e x u a l .
(El Miedo.)
L o q u e m á s l l a m a la a t e n c i ó n , sin e m b a r g o , s o n las
sensaciones de terror v a g o que asaltan y llenan por c o m - N o q u i e r o m u l t i p l i c a r e s t a s m u e s t r a s h a s t a la sacie-
pleto el espíritu del autor. T o d o le inspira angustia, to- dad, y m e c o n t e n t a r é sólo con citar los títulos de a l g u n a s
dos los espectáculos d e la naturaleza le p a r e c e n encerrar de sus poesías: El Enterrado vivo, El Soliloquio de
un espantoso misterio; espera de continuo, temblando, Troppmann, El Verdugo monómano, El Montruo, El Loco,
alguna cosa desconocida, pero espantosa. La Cefalalgia, La Enfermedad, La Rabiosa, Los Ojos

« Me estremezco siempre al aspecto singular—De cierta botina muertos, El Abismo, Las Lágrimas, La Angustia, Las
ó de cierto zapato.—Sí (]que para burlaros os encojáis de hom- Agonías lentas, El Sepelio, El Ataúd, El loque á muerto,
bros.!);—Me estremezco: y de pronto, pensando en el pie que calzan, La Putrefacción, El Rondó del Guillotinado, etc.
— M e pregunto: «¿Es mecánico ó vivo?»... Todas estas poesías son los productos de un delirio
(El Maníaco.) q u e s e o b s e r v a f r e c u e n t e m e n t e e n los d e g e n e r a d o s . Dos-

Mi cuarto se parece á mi alma...—Cortinas pesadas y muy an- tojewski, que, como es sabido, estaba atacado de e n a j e -
tiguas—Se crispan sobre el lecho profundo;—Largos insectos fan- n a c i ó n m e n t a l , lo h a p a d e c i d o t a m b i é n . « E n c u a n t o lle-
tásticos—Bailan y se arrastran por el techo.—Cuando en el péndulo g a b a el crepúsculo»,.dice hablando d e sí mismo, «caía
suena la hora,—Hace un ruido alarmante;—Cada vibración ondula por grados en este estado de alma que se apodera de mí
— Y se prolonga extrañamente...—Muebles, cuadros, flores, hasta t a n á m e n u d o , p o r la n o c h e , d e s d e q u e e s t o y e n f e r m o , y
libros,—Todo huele á infierno y á v e n e n o , — Y como un paño, el que llamaré pavor místico. Es u n miedo abrumador de
horror que me ama—Envuelve esta prisión... algo q u e n o p u e d o definir ni c o n c e b i r , q u e no e x i s t e e n
(El Cuarto.) el o r d e n de las cosas, p e r o q u e quizás v a á r e a l i z a r s e d e
Ella (la biblioteca) hacía pensar en los viejísimos bosques.— pronto, e n este mismo momento, apareciendo é irguién-
Trece lámparas de hierro, oblongas y espectrales,—Esparcían día dose ante mí, como un h e c h o inexorable, horrible, de-
f o r m e » (Humillados y Ofendidos p á g . 55 ')• L e g r a i n cita He aquí la primera poesía de la colección:
un degenerado loco c u y a locura comenzó «por sensacio-
¡Oh invernadero en medio de los bosques!—¡Y vuestras puertas
nes de angustia, por temores imaginarios» 2 . El profesor
por siempre cerradas!—Y todo lo que hay bajo vuestra cúpula;—
Kowalewski, indica como grados de las perturbaciones
Y bajo mi alma en vuestras analogías!—Los pensamientos de una
intelectuales de la degeneración, en primer lugar la neu- princesa hambrienta,—El aburrimiento de un marino en el de-
rastenia, en segundo lugar las obsesiones y los sentimien- s i e r t o — U n a música de cobre en las ventanas de los incurables.—
tos de angustia enfermizos ;i. L e g r a n d du Saulle 4 y Mo- ¡Id á los ángulos más t i b i o s ! - S e diría una mujer desmayada en un
r e l 5 describen este estado de temor v a g o no fundado, y día de s i e g a , - H a y postillones en el patio del hospicio;—A lo lejos,
forman para designarle la palabra poco acertada de « pa- pasa un cazador de dantas que es ahora enfermero.—¡Examinad al
ño fobia». Magnan lo llama más exactamente «anxioma- reflejo de la luna!-¡(Oh! nada hay que esté en su s i t i o . ) - S e diría
una loca ante sus j u e c e s , - U n navio de guefra á velas desplegadas
nía», locura angustiosa, y lo considera como un estigma
sobre un canal,—Pájaros nocturnos sobre lirios,—El toque á muer-
muy ordinario de la degeneración. L a locura angustiosa
to hacia el medio día—(¡Allá lejos, bajo esas c a m p a n a s ! ) - U n a eta-
es un error de la conciencia que está llena de representa-
pa de enfermos en la p r a d e r a , - U n olor de éter en un día de sol.
ciones de terror y coloca la causa en el mundo exterior, —¡Dios mío! Dios mío! ¡cuándo tendremos la lluvia,—Y la nieve y
mientras que en realidad son producidas por procesos pa- el viento en el invernadero!
tológicos que se verifican en la intimidad de los órganos;
el enfermo se siente oprimido é inquieto, é imputa á lo? Estas sucesiones de palabras idiotas son interesantes
fenómenos que le rodean un aspecto amenazador y sinies- desde el punto de vista psicológico, porque permiten reco-
tro para explicarse á sí mismo su terror c u y a causa no nocer con una claridad instructiva lo que pasa en un c e -
encuentra, porque tiene sus raíces en lo inconsciente. rebro que desvaría; la conciencia no elabora y a una idea
fundamental ó central; las representaciones surgen tales
Si hemos visto en Mauricio Rollinat al poeta de la an-
como la asociación de ideas puramente mecánica las evo-
xiomanía, vamos á ver en otro escritor cuyo nombre en
ca. No existe atención que trate de poner orden en el tu-
estos dos últimos años se ha extendido á lo lejos, en el
multo de las imágenes que van y vienen, de separar las
belga Mauricio- Maeterlinck, un ejemplo del misticismo
que no se relacionan razonablemente entre ellas, de su-
caído por completo en infancia é idiotamente incoherente.
primir las que se contradicen, y de unir lógicamente en
Donde su estado de espíritu se revela de la manera más
una serie unitaria las que son aparejadas.
característica es en sus poesías 6 . Entresaquemos algunas
Veamos todavía, en estas poesías, algunos ejemplos de
citas.
una serie de ideas exclusivamente dominada por la aso-
1 Citado por el vizconde E. M. de Vogué. La Novela rusa, pá ciación de ideas l i b r e - d e toda inspección. He aquí una
gina 222, nota. p o e s í a titulada Campanas de cristal:
~ Legrain, op. cit., pág. 246.
The Journal of mental science, Enero, 1888. ¡Oh campanas de cristal!—¡Extrañas plantas por siempre al
4 Legrand du Saulle, El delirio de las persecuciones, París, 1871,
abrigo!—Mientras que el viento agita mis sentidos hacia afuera -
pág. 512.
5 Morel, Del delirio panofóbico de los enajenados quejumbrosos. ¡Todo un valle del alma por siempre inmóvil!—¡Y la tibieza cerca-
Anales médico-psicológicos, 1891, tomo I-, pág. 322. da hacia medio día!—¡Y las imágenes entrevistas á flor de! vidrio!
6 Mauricio Mreterlinck, Invernaderos (Serres) calientes. Nueva - N o levantéis nunca n i n g u n a ! - H a n puesto varias de ellas sobre
edición, Bruselas, 1890. antiguos claros de luna,—Examinad á través de sus r a m a j e s : - H a y

23
acaso un v a g a b u n d o sobre el trono,—Tienen la idea de que los frían b a j o un p u e n t e v e n e n o s o ; - P o d a b a n los á r b o l e s a l r e d e d o r d e
corsarios a c e c h a n e n el e s t a n q u e , — Y q u e seres antidiluvianos van la prisión,—¡Llevaban medicamentos una tarde de J u n i o , — Y co-
á invadir las c i u d a d e s . — L a s han puesto sobre antiguas nieves,— m i d a s d e e n f e r m o s se extendían á todos los horizontes.-¡Alma
L a s han puesto sobre viejas l l u v i a s , — ( ¡ T e n e d piedad de la atmós- m í a ! — ¡ Y la tristeza d e t o d o esto, ¡alma m í a ! y la tristeza de todo
fera e n c l a v a d a ! ) — O i g o celebrar una fiesta en u n domingo de ham- esto!

b r e — H a y u n a a m b u l a n c i a en m e d i o d e la c a s a , — Y t o d a s las hijas
del rey v a g a n errantes u n día de dieta á través de las p r a d e r a s . —
No habría nada más fácil que enjaretar, tomando
¡ E x a m i n a d sobre t o d o las del h o r i z o n t e ! — C u b r e n c o n c u i d a d o m u y
como modelo estas «poesías», otras composiciones poéti-
remotas tempestades.—¡Oh! debe haber en algún sitio una enorme cas que hasta sobrepujarían á las de- M<§erlinck, la si-
flota sobre una l a g u n a ! — Y creo que los cisnes han empollado guiente que se nos ocurre, por ejemplo. ¡Oh, flores!:
c u e r v o s ! — ( S e entrevé apenas á través d e ' l a ligera humedad.)—Una
¡Y g i m e n tan pesadamente b a j o esos antiquísimos i m p u e s t o s ! —
virgen riega con agua caliente los helechos;—Un tropel de ni-
U n a s a l v a d e r a c o n t r a la c u a l e l o e r r o l a d r a e n M a y o , — Y el extra-
ñ a s o b s e r v a al e r m i t a ñ o e n s u c e l d a . — ¡ M i s h e r m a n a s están dormi-
ñ o sobre de cartas del n e g r o que n o h a d o r m i d o . - U n a a b u e l a q u e
das en el f o n d o d e una gruta venenosa!—Esperad á la luna y al
comería n a r a n j a s . - ¡ Y no podría escribid-Marineros en globo
i n v i e r n o , — S o b r e e s a s c a m p a n a s e s p a r c i d a s al fin s o b r e e l h i e l o ,
pero ¡azules! ¡ a z u l e s ! - S o b r e el puente aquel cocodrilo,-Y el
agente de policía con los carrillos inflados-Hace señales ¡silen-
H e aquí otra poesía, Alma:
c i o s o ! - ¡ O h ! d o s s o l d a d o s e n e l e s t a b l o , - ¡ Y la navaja de afeitar
¡Mi a l m a ! — ¡ O h mi alma verdaderamente demasiado al abrigo!—
e s t á m e l l a d a ! - P e r o n o les h a c a í d o el p r e m i o g o r d o , - Y s o b r e la
¡Y esos rebaños d e deseos e n un i n v e r n a d e r o , — E s p e r a n d o u n a tem-
lámpara h a y m a n c h a s d e tinta, e t c .
pestad sobre las p r a d e r a s ! — V a m o s h a c i a los más enfermos:—Tie-
nen extrañas e x h a l a c i o n e s . — E n medio de ellos atravieso un cam- P e r o ¿para qué parodiar á Masterlinck? Su género no
p o d e b a t a l l a c o n m i m a d r e . — E n t i e r r a n á un h e r m a n o d e a r m a s al admite parodia ninguna, en atención á que llega y a has-
medio día,—Mientras que los centinelas van á comer.—Vamos ta los límites extremos del idiotismo, y no es tampoco
también hacia los más débiles:—Tienen extraños sudores;—He muy digno por parte de un espíritu sano burlarse de un
aquí una novia e n f e r m a , — U n a traición el domingo—Y niños pe infeliz ente idiota.
q u e ñ o s en la p r i s i ó n . — ( Y m á s lejos, á través del v a p o r ) , — ¿ E s una Algunas poesías de Meeteriinck están sencillamente
a g o n i z a n t e á la p u e r t a d e u n a c o c i n a ? — ¿ O u n a h e r m a n a mondan- compuestas de asonancias, puestas las unas junto á las
d o l e g u m b r e s a l p i e d e l l e c h o d e u n i n c u r a b l e ? — V a m o s , e n fin, h a -
otras, sin consideración al sentido y á la significación,
cia los m á s tristes:—(En último lugar, puesto que tienen venenos).
como, por ejemplo, la breve poesía titulada Fastidio:
— ¡ O h mis labios a c e p t a n el b e s o d e un h e r i d o ! — T o d a s las gran-
d e s d a m a s h a n m u e r t o d e h a m b r e , este v e r a n o en las torres de mi L o s p a v o s reales perezosos, los p a v o s reales b l a n c o s han huido,
a l m a ! — ¡ H e a q u í el a m a n e c e r q u e e n t r a e n l a fiesta!—Veo con los — L o s pavos reales blancos h a n huido el fastidio del despertar;—

o j o s m e d i o cerrados u n a ovejas á lo largo de los muelles—Y hay V e o á los pavos reales blancos, á los pavos reales de hoy,—Los

u n v e l o e n las v e n t a n a s del h o s p i t a l ! — ¡ H a y u n l a r g o c a m i n o de mi p a v o s reales q u e se h a n i d o d u r a n t e m i s u e ñ o , — L o s p a v o s ' reales

corazón á mi alma!—¡Y todos los centinelas han muerto en su perezosos, los p a v o s reales de h o y - L l e g a r indolentes al e s t a n q u e

p u e s t o ! — H a habido un día una humilde fiesta en los arrabales de sin s o l ; — O i g o á l o s p a v o s r e a l e s blancos, á los p a v o s reales del
fastidio — E s p e r a r indolentes los tiempos sin sol.
mi a l m a — S e g a b a n la cicuta un d o m i n g o por la m a ñ a n a ; — Y todas
las vírgenes del c o n v e n t o m i r a b a n el paso de los barcos—Sobre Fácilmente se explica la elección de estas palabras:
e l c a n a l , e n u n d í a d e a y u n o y d e s o l . — M i e n t r a s q u e l o s c i s n e s su- encierran casi todas ellas la vocal nasal francesa a j » , , ó
acaso un v a g a b u n d o sobre el trono,—Tienen la idea de que los f r í a n b a j o un p u e n t e v e n e n o s o ; - P o d a b a n los á r b o l e s a l r e d e d o r d e
corsarios a c e c h a n e n el e s t a n q u e , — Y q u e seres antidiluvianos van la prisión,—¡Llevaban medicamentos una tarde de J u n i o , — Y co-
á invadir las c i u d a d e s . — L a s han puesto sobre antiguas nieves,— m i d a s d e e n f e r m o s se extendían á todos los horizontes.-¡Alma
L a s han puesto sobre viejas l l u v i a s , — ( ¡ T e n e d piedad de la atmós- m í a ! — ¡ Y l a tristeza d e t o d o esto, ¡alma m í a ! y la tristeza de todo
f e r a e n c l a v a d a ! ) — O i g o c e l e b r a r u n a fiesta e n u n d o m i n g o d e h a m - esto!

b r e — H a y u n a a m b u l a n c i a en m e d i o d e la c a s a , — Y t o d a s las hijas
del rey v a g a n errantes u n d í a de dieta á través de las p r a d e r a s . —
No habría nada más fácil que enjaretar, tomando
¡ E x a m i n a d sobre t o d o las del h o r i z o n t e ! — C u b r e n c o n c u i d a d o m u y como modelo estas «poesías», otras composiciones poéti-
remotas tempestades.—¡Oh! debe haber en algún sitio una enorme cas que hasta sobrepujarían á las de- M<§erlinck, la si-
flota sobre una l a g u n a ! — Y creo que los cisnes han empollado guiente que se nos ocurre, por ejemplo. ¡Oh, flores!:
c u e r v o s ! — ( S e entrevé apenas á través d e ' l a ligera humedad.)—Una
¡ Y g i m e n tan pesadamente b a j o esos antiquísimos i m p u e s t o s ! —
virgen riega con agua caliente los helechos;—Un tropel d e ni-
U n a s a l v a d e r a c o n t r a la c u a l e l oerro l a d r a e n M a y o , — Y el e x t r a -
ñ a s o b s e r v a al e r m i t a ñ o e n s u c e l d a . — ¡ M i s h e r m a n a s e s t á n dormi-
ñ o sobre de cartas del n e g r o que n o h a d o r m i d o . - U n a a b u e l a q u e
das en el f o n d o d e una gruta venenosa!—Esperad á la luna y al
comería n a r a n j a s . - ¡ Y no podría escribiri-Marineros en globo
i n v i e r n o , — S o b r e e s a s c a m p a n a s e s p a r c i d a s al fin s o b r e e l h i e l o ,
pero ¡azules! ¡ a z u l e s ! - S o b r e el puente aquel cocodrilo,-Y el
agente de policía con los carrillos inflados-Hace señales ¡silen-
H e aquí otra poesía, Alma:
c i o s o ! - ¡ O h ! d o s s o l d a d o s e n el e s t a b l o , - ¡ Y la navaja de afeitar
¡Mi a l m a ! — ¡ O h mi a l m a v e r d a d e r a m e n t e demasiado al abrigo!—
e s t á m e l l a d a ! - P e r o n o l e s h a c a í d o el p r e m i o g o r d o , - Y s o b r e la
¡ Y esos rebaños d e deseos e n un i n v e r n a d e r o , — E s p e r a n d o u n a tem-
lámpara h a y m a n c h a s d e tinta, e t c .
pestad sobre las p r a d e r a s ! — V a m o s h a c i a los más enfermos:—Tie-
nen extrañas e x h a l a c i o n e s . — E n medio de ellos atravieso un cam- P e r o ¿para qué parodiar á Maeterlinck? Su género no
p o d e b a t a l l a c o n m i m a d r e . — E n t i e r r a n á un h e r m a n o d e a r m a s a l admite parodia ninguna, en atención á que llega y a has-
medio día,—Mientras que los centinelas van á comer.—Vamos ta los límites extremos del idiotismo, y no es tampoco
también hacia los más débiles:—Tienen extraños sudores;—He muy digno por parte de un espíritu sano burlarse de un
aquí una novia e n f e r m a , — U n a traición el d o m i n g o — Y niños pe infeliz ente idiota.
q u e ñ o s en la p r i s i ó n . — ( Y m á s lejos, á través del v a p o r ) , — ¿ E s una Algunas poesías de Masteriinck están sencillamente
a g o n i z a n t e á la p u e r t a d e u n a c o c i n a ? — ¿ O u n a h e r m a n a mondan- compuestas de asonancias, puestas las unas junto á las
d o l e g u m b r e s a l p i e d e l l e c h o d e u n i n c u r a b l e ? — V a m o s , e n fin, ha- otras, sin consideración al sentido y á la significación,
cia los más tristes:—(En último lugar, puesto que tienen venenos).
como, por ejemplo, la breve poesía titulada Fastidio:
— ¡ O h mis labios a c e p t a n el b e s o d e un h e r i d o ! — T o d a s las gran-
d e s d a m a s h a n m u e r t o d e h a m b r e , este v e r a n o en las torres de mi L o s p a v o s reales perezosos, los p a v o s reales b l a n c o s han huido,
a l m a ! — ¡ H e a q u í el a m a n e c e r q u e e n t r a e n l a fiesta!—Veo con los — L o s pavos reales b l a n c o s h a n huido el fastidio del despertar;—
o j o s m e d i o cerrados u n a ovejas á lo largo de los muelles—Y hay V e o á los pavos reales blancos, á los pavos reales de hoy,—Los

u n v e l o e n l a s v e n t a n a s d e l h o s p i t a l ! — ¡ H a y u n l a r g o c a m i n o d e mi p a v o s reales q u e se h a n i d o d u r a n t e m i s u e ñ o , — L o s p a v o s ' reales

corazón á mi alma!—¡Y todos los centinelas han muerto en su perezosos, los p a v o s reales de h o y - L l e g a r indolentes al e s t a n q u e

p u e s t o ! — H a h a b i d o u n d í a u n a h u m i l d e fiesta e n los arrabales de sin s o l ; — O i g o á l o s p a v o s r e a l e s b l a n c o s , á los p a v o s reales del

mi a l m a — S e g a b a n la cicuta un d o m i n g o por la m a ñ a n a ; — Y todas fastidio — E s p e r a r indolentes los tiempos sin sol.

las vírgenes del c o n v e n t o m i r a b a n el paso de los barcos—Sobre Fácilmente se explica la elección de estas palabras:
e l c a n a l , e n u n d í a d e a y u n o y d e s o l . — M i e n t r a s q u e l o s c i s n e s su- encierran casi todas ellas la vocal nasal francesa « j«,> ó
«an» ó «aon» ( e n f r a n c é s paon, ñonclulant, blctnc... cit~ incontestablemente en la imaginación á consecuencia de
teindre indolents... l'étang sans soleil, etc.). Es un caso la lectura de las pueriles baladas de los prerafaelitas, en-
de la forma de ecolalia que no es rara en los dementes; tre las cuales hemos reproducido, como muestra, en un
tal enfermo dice, por ejemplo (en alemán): Mann kann capítulo anterior la de Swinburne; hospitales, canales,
dann ran Mann wann Clan Bann Schwan Hahn, y sigue princesas, tales son los cuadros que se renuevan constan-
mascullando con monotonía esta retahila hasta que se temente, con la obcecación de obsesiones y los solos que
cansa ó hasta que una palabra pronunciada ante él se con- permiten apercibir algunos contornos un poco fijos, en
vierta en punto de partida de una nueva serie de rimas. medio del caos nebuloso del galimatías de Maeterlinck.
L e y e n d o con alguna atención las poesías de Master- Algunas de las poesías de Maeterlinck están escritas
linck, pronto se echa de v e r que las imágenes confusas en la forma poética tradicional; otras, por lo contrario, no
que se suceden revueltas y confundidas, como en un sue- tienen ni medida ni rima 3' consisten en renglones de
ño, están tomadas de un círculo muy restringido de re- prosa de longitud arbitrariamente variable, no á la mane-
presentaciones que encierran una emoción, sea general ra de las poesías libres de Gcethe ó de los Lieder del mar
para todo el mundo, sea especial únicamente para él. del Norte de Enrique Heine, que vogan con un mo-
«Extraño», «viejo», «lejano», son los adjetivos que repi- vimiento rítmico firmemente acusado, sino tan sordas, tan
te de continuo; todos ellos tienen de común que indican traqueteadas y cojas como una enumeración de inventario.
algo v a g o , difícil de reconocer, apartado hasta el hori- Dichas poesías son una imitación servil de las jaculato-
zante extremo, y responde por ende al nebuloso pensar rias de W a l t Whitmann, ese americano loco hacia el cual
místico. Otro adjetivo que hace soñar á Maeterlinck es Mgeterlinck, conformemente á la ley de atracción mutua
«lento»; también produce el mismo efecto sobre los sim- de los dementes entre ellos, tenía necesariamente, que
bolistas franceses, que por esta razón, gustan mucho de sentir simpatía.
él; lo asocian manifiestamente á la representación de los Quisiera hacer aquí algunas observaciones acerca de
movimientos del sacerdote que lee su misal, y evoca en W a l t Whitmann, que es igualmente uno de los ídolos á
ellos las emociones de la f e mística; revelan sin darse los cuales los degenerados 3' los histéricos de ambos mun-
cuenta dicha asociación de ideas, al emplear á menu- dos erigen altares desde hace algún tiempo. Lombroso le ,
do «lento» al lado de «hierático». Mseterlinck sueña ade- coloca expresamente entre los «genios locos» Locó,
más de continuo con hospitales, con sus enfermos y con
todo lo que forma parte de aquéllos (religiosas, medica-
1 Lombroso, Genio y locura, pág. 322: «Walt Whitmann, el poe-
ta de los anglo-americanos modernos y con toda seguridad un g e -
mentos, operaciones quirúrgicas, vendajes, etc.); con ca- nio loco, era tipógrafo, profesor, soldado, ebanista, y durante a l -
nales cubiertos de barcos y de cisnes y con princesas. Los gún tiempo también burócrata, el más extraño de los oficios para
hospitales, así como los canales que constituyen un rasgo un poeta». Lombroso indica con razón este cambio frecuente de
carrera como una de las señales características de la perturbación
del paisaje belga, están quizás ligados á las primeras im- de espíritu. Un admirador francés de Whitmann, Gabriel Sarrasin
presiones de su infancia y producen en él, por esta razón, {El renacimiento de la poesía inglesa, 1798-1889, París, 1889, p á g i -
emociones. Pero las princesas encerradas en.torres, que na 270, nota), a-tenúa en los térmihos siguientes esta prueba de ins-
tabilidad y de debilidad de voluntad orgánicas: «Esta facilidad
padecen hambre, vagando á la aventura, chapoteando á americana para pasar de un oficio á otro choca con nuestras viejas
través de los charcos y pantanos, etc., sé le han quedado preocupaciones de Europa y nuestra arraigada veneración por las
W a l t Whitmann lo estaba sin duda alguna; pero ¿qué bía creído, yo ignoraba que hubiese en mí tanta infinita
fuese un genio? Eso seria difícil de probar. Era un v a g a - bondad... El que reniega de mí no me produce ningún
bundo y un infame libertino, y sus poesías contienen ex- pesar; aquel ó aquella que me reconoce será bendito y
plosiones de erotomanía como apenas si se encuentra otro me bendecirá». Padece de locura mística y exclama:
ejemplo de igual impudor ingenuo en la literatura que « T e n g o el sentimiento de todo, soy todo y creo en todo.
lleve un nombre de autor debe precisamente su repu- Creo que el materialismo es verdad y que verdad también
tación á esas poesías bestialmente sensuales que han co- es el espiritualismo; no rechazo nada». Y en otro pasaje
menzado por atraer sobre él la atención de todos los in- aún más característico: « ¡Santa spirita! (sic). Soplo,
decentes americanos. P a d e c e locura moral y es incapaz vida, más allá de la luz, más ligero que la luz, más
de distinguir entre el bien y el mal, la virtud y el vicio. allá de las llamas del infierno, alegre, saltando lige-
« T a l es la profunda doctrina de 'la impresionabilidad», ramente por encima del infierno, más allá del paraíso,
dice en un pasaje: «ni preferencias ni exclusión. El perfumado no más que con mi perfume, comprendiendo
negro de crespa cabellera, el salteador de caminos, el toda vida sobre la tierra, alcanzando y comprendiendo á
enfermo, el ignorante, de nadie se r e n i e g a . » . Y en otro Dios, comprendiendo al Salvador y á Satán, penetrándo-
sitio declara que « ama con el mismo amor al asesino y al lo todo (puesto que ¿qué sería todo, qué sería Dios sin mí?),
ladrón, que al hombre piadoso y bueno ». Un americano esencia de las formas, vida de las entidades reales, vida
que disparata, W . D . O ' C o n n o r , le ha llamado por esta del gran globo redondo del sol y de las estrellas y del hom-
razón the good grey Poet (el buen viejo poeta). P e r o sabe- bre, y o , el alma universal... » En sus poesías patrióticas
mos que esta « bondad », que es en realidad obtusión mo- adula á esa corrompida democracia adinerada ameri-
ral y sensiblería enfermiza, acompaña frecuentemente á cana que compra el sufragio, soborna á los funciona-
la degeneración y se manifiesta hasta en los más crueles rios y abusa del poder, y se arrastra ante la petulan-
asesinos, en Ravachol, por ejemplo. W a l t Whitmann pa- cia 3'anqui la más arrogante. En sus poesías guerre-
dece de locura de las grandezas y dice de sí mismo: « Des- ras, las célebres Drum Taps (Redobles de tambor),
de este instante, decreto que mi ser está emancipado de lo que se nota sobre todo, es el baturrillo fanfarrón
todas las barreras y límites: voy adonde quiero, amo in- y el énfasis huero; sus trozos puramente líricos con sus
discutido y absoluto de mí mismo. Respiro profundamente ¡oh! y sus ¡ah! extáticos, sus frases dulzonas de flores,
en el espacio. Míos son el Este y el Oeste; míos el Norte praderas, primavera y sol, recuerdan los versos más ári-
y el Sur; soy más grande y mejor de lo que y o mismo ha- dos, más dulzones }7 más endebluchos de nuestro viejo
Gessner, felizmente enterrado y olvidado. Como hombre,
W a l t Whitmann ofrece una semejanza sorprendente con
carreras jerárquicas, burocráticas y rutinarias. P e r m a n e c e m o s en
Paul Verlaine, con el cual participaba de todos los estig-
este respecto, c o m o en tantos otros, esencialmente estrechos y n o
l l e g a m o s á c o m p r e n d e r q u e la v a r i e d a d d e las aptitudes d a al hom- mas de degeneración, del género de destino, y cosa asom -
b r e un valor social m u c h o m á s grande.» E s t e es d e t o d o punto el brosa, hasta de la anquilosis reumática. Como poeta, ha
p r o c e d i m i e n t o d e l c h a r l a t á n e s t é t i c o q u e e n c u e n t r a p a r a c a d a he-
c h o q u e n o c o m p r e n d e frases m u y bonitas c o n a y u d a d e las cua-.
renunciado á la estrofa adoptada, por ser demasiado difí-
l e s lo e x p l i c a y j u s t i f i c a f o d o á su p r o p i a s a t i s f a c c i ó n . cil; á la medida y á la rima, por ser demasiado dificulto-
1 W a l t W h i t m a n n , Leaves of Grass. A new edition. Glasgow, sas; ha dado carrera á su fuga de ideas emotivas con excla-
1884.
mariones histéricas á las cuales la definición de «prosa bolistas, titula la lista de sus personajes, son los siguien-
que se ha vuelto loca» conviene muchísimo mejor que á tes: Hjalmar, rey de una parte de Holanda; Marcellus, rey
los apreciables hexámetros regulares de Klopstock. El pa- de otra parte de Holanda; el príncipe Hjalmar, hijo del
ralelismo de los salmos y el estilo eruptivo de Jeremías rey Hjalmar; el pequeño Alian, hijo de la reina A n a ;
parecen haberle, sin é. saberlo, servido de modelos. He- A n g u s , amigo del príncipe Hjalmar; Stefano y V a n o x , ofi-
mos tenido en el siglo anterior (el x v i n ) las Paramytias ciales de Marcellus ; A n a , reina de la Jutlandia; G o d e l i v a ,
de Herder y la insoportable «prosa poética» de Gessner mujer del rey Marcellus; la princesa Maleina, hija de Mar-
y a mencionado; no ha tardado mucho nuestro gusto sano cellus y de Godeliva; la princesa Uglvana, hija de la rei-
en hacernos reconocer todo lo que hay de poco artístico y na Ana. A estos se añaden todos los muñecos articulados
de retrógrado en ese estilo informe desde hace un siglo y las figurillas de cartón conocidas, entresacadas de los
esa aberración del gusto no ha encontrado entre nosotros rincones más polvorientos de los viejos desvanes románti-
un solo imitador. Los admiradores histéricos de W a l t cos: un loco, tres pobres, dos viejos labriegos, señores--
Whitmann elogian, por lo contrario, en él como «lo por- peregrinos, un lisiado amputado de las dos piernas, men-
venir » este retroceso á una moda rancia, y v e n una in- digos, vagabundos, una vieja, siete beatas (¡el número
vención de genio en lo que no es más que la incapacidad místico!), etc.
de un trabajo metódico. No obstante, es de interés seña-
Hay que notar los nombres, que Mseterlinck da á sus
lar que dos personalidades tan diferentes como Ricardo
figuras; en su calidad de Flamenco, sabe perfectamente
W a g n e r y W a l t Whitmann han llegado, en terrenos dis-
que Hjalmar no es un nombre holandés, sino escandina-
tintos, bajo la coacción de los mismos motivos, al mismo
vo, y que A n g u s es un nombré escocés. Pero comete esta
objetivo: aquél á la «melodía infinita», que no es 3'a una
confusión de propósito deliberado, para borrar de nuevo
melodía; éste, á versos que no son y a versos; uno y otro
los contornos precisos con los cuales parece limitar á sus
por consecuencia de su impotencia para someter su pen-
personajes al calificarlos de «reyes de Holanda» para
samiento caprichosamente vacilante al y u g o de esas re-
despegarlos de nuevo del suelo firme sobre el cual aparen-
glas que rigen la melodía «finita», como también el ver-
ta colocarlos, para suprimir las coordenadas que les asig-
so lírico provisto de medida y de rima.
nan un sitio determinado en el espacio y en el tiempo;
A s í pues, Maeterlinck ha imitado servilmente en sus tienen que ir vestidos, tener nombres y ocupar un rango
poesías al loco W a l t W h i t m a n n , exagerando todavía sus humano, y no ser sin embargo al mismo tiempo más que
absurdos. A d e m á s de las poesías señaladas, ha escrito sombras y nubes.
también cosas que no hay más remedio que llamar dra- El rey Hjalmar llega con el príncipe Hjalmar al casti-
mas, puesto que están vaciadas en forma de diálogo. El llo del rey Marcellus, á fin de pedir para el príncipe la
más conocido de estos dramas es La princesa Maleina 1. mano de la princesa Maleina; los dos jóvenes se ven por
Las dramatis personce, como el autor, fiel en esto al primera v e z y sólo durante unos momentos, pero se ena-
uso romántico-místico d é l o s prerafaelitas y de las sim- moran en seguida el uno del otro. En el banquete en ho-
nor del rey surge una disputa, acerca de la cual nada se
1 Mauricio Masterlinck, La princesa Maleina, 10.a (!) edición, nos dice; el rey Hjalmar, gravemente ofendido, jura v e n -
Bruselas, 1890. garse y abandona encolerizado el castillo. En el entre-
acto Hjalmar lleva la guerra al reino de Marcellus, le mata Maleina pone obstáculo á esta cita, diciendo á U g l y a n a
á él y á su mujer Godeliva y arrasa su castillo y su ciu- que se viste y se adorna suntuosamente, que el príncipe
dad. L a princesa Maleina y su nodriza han sido, con mo- Hjalmar se ha ido al bosque y no vendrá; luego después,
tivo de la g u e r r a — c ó m o , por qué y por quién, nadie nos va ella misma al parque y se da conocer á Hjalmar, que
lo dice—enmuradas en una cámara abovedada en una llega puntualmente. Hjalmar la lleva á presencia de
torre; pero la nodriza consigue, al cabo de tres días de su padre, que la saluda como á su nuera futura, y y a no
trabajo, arrancar con sus uñas una piedra de la muralla y v u e l v e más á tratarse de los esponsales de Hjalmar con
las dos mujeres huyen lejos de allí. U g l y a n a . L a reina A n a resuelve deshacerse de la que le
Como Maleina ama á Hjalmar y no puede olvidarlo, estorba; afecta, con respecto á ella, amistad, y la asigna
emprenden el camino hacia el castillo de su padre; allí, una hermosa habitación en el castillo; luego, durante la
v a n mal las cosas; allí v i v e la reina A n a de la Jutlandia noche, obliga al r e y , que resiste mucho tiempo, á pené-
que, arrojada del trono por sus súbditos, ha encontrado al trar con ella en la cámara de Maleina, á la cual pasa un
lado del rey Hjalmar, con su hija adulta U g l y a n a y su lazo al pescuezo y la extrangula. Este acto va acompaña-
hijo pequeño Alian (aquí también un danés ha recibido do de signos y de prodigios: una ventana se abre brusca-
sistemáticamente un nombre escocés) una acogida hospi- mente empujada por una ráfaga de viento, un cometa
talaria. L a reina A n a ha sorbido el seso al anciano Hjal- aparece en el cielo, un ala del castillo se hunde, un bos-
mar; se ha hecho su querida, le domina por completo y le que se incendia, un cisne cae muerto, herido por una
perturba en cuerpo y en alma. Quiere que el hijo de Hjal- mano invisible, etc.
mar se case con su hija. Hjalmar está desesperado por A l día siguiente, por la mañana, descubren el cadáver
las flaquezas de su padre; execra á su madre política de de la princesa Maleina. El rey Hjalmar, que la noche del
la mano izquierda y se estremece al pensar en su matri- asesinato ha privado del último resto de s u razón, descu-
monio con Uglyana. C r e e que Malenia h a encontrado la bre el secreto del crimen; entonces, el príncipe Hjalmar
muerte á la vez que sus padres, durante la guerra, pero da de puñaladas á la reina Ana y se hunde en seguida el
sin embargo no puede olvidarla. puñal en el pecho. Después de lo cual, el drama conclu-
Maleina, mientras tanto, ha atravesado con su nodriza y e de este modo:
una especie de bosque encantado y de aldea incompren-
sible, donde tiene una serie de encuentros y de conver- La Nodriza.—¡Venid, mi i n f o r t u n a d o s e ñ o r !
El Rey.—¡Dios mío, D i o s mío!; a h o r a ella espera en l o s m u e -
saciones extrañas con mendigos, vagabundos, labriegos,
lles del infierno.
y viejas, y llega al castillo de Hjalmar donde nadie la co
La Nodriza.—¡Venid! ¡Venid!
noce, pero en donde sin embargo no tarda en conver
El Rey.—¿Hay alguien aquí que tenga miedo de la maldición
tirse en dama de honor de la princesa U g l y a n a .
d e los muertos?
En esto una noche, el príncipe Hjalmar se decide á en- Angus.—Sí, señor; yo...
tablar relaciones con U g l y a n a , y le da con este objeto El Rey.—Pues bien; cerrad los ojos entonces y vámo-
una cita nocturna en el parque del castillo; no una cita nos.
secreta, sino en cierto modo oficial, una cita de espon- La Nodriza.—¡Sí, sí! ¡ V e n i d ! ¡ V e n i d !
sales consentida por su padre y por la madre de ella. Fl Rey.—¡Voy, v o y ! ¡ O h , oh! ¡ Q u é solo v o y á estar a h o r a ! — ¡ Y
heme aquí en la desgracia hasta los ojos! ¡A los setenta y siete
Stéfano.—Por la altura de la luna deben s e r l a s doce.
a ñ o s ? ¿ P e r o d ó n d e estáis? Vanox.—Me p a r e c e que v a á l l o v e r » .
La Nodriza.—¡Aquí, aquí! Compárese con la primera escena del Hamlet:
El Rey.—i N o me guardaréis r e n c o r ? — V a m o s á a l m o r z a r ; ¿ha- « U n terrado delante del castillo. (Francisco está de
brá e n s a l a d a ? — Q u i s i e r a un p o c o de ensalada... centinela, Bernardo sale á su encuentro) . . .
La Nodriza.—Sí, sí; h a b r á e n s a l a d a . Francisco.—Llegáis á la hora justa.
El Rey.—No sé p o r q u é e s t o y un p o c o triste hoy.—¡Dios mío, Bernardo.—Acaban de dar las doce. . .
Dios mío! ¡Qué aspecto tan d e s g r a c i a d o tienen los muertos!... (Sale Francisco.—Hace un frío p i c a n t e y estoy transido
con la nodriza.) . , ha,sta.el tuétano ».
Angus.— ¡Otra n o c h e como ésta, y n o s volveremos canos del
S e podría de este modo referirlo todo, escena por
todo. (Salen lodos, excepto las siete beatas que entonan el MISERERE,
e s c e n a , palabra por palabra, si la cosa valiera ese traba-
transportando los cadáveres sobre el lecho; las camparías dejan de to-
jo, á a l g ú n p a s a j e de S h a k e s p e a r e que h a servido de
car; se oyen afuera los ruiseñores; un gallo salta sobre la barandilla
modelo.
de la ventana y canta.')
Hallamos s u c e s i v a m e n t e en La Princesa Maleina, la
descripción de la terrible n o c h e de tempestad de Jidio
C u a n d o uno comienza á leer este drama se queda pa-
César (acto i.°, e s c e n a III); el episodio del Rey Lear, en
rado y se p r e g u n t a á sí mismo: ¿Por qué me p a r e c e todo
el castillo de A l b a n y (acto l.°, e s c e n a V I : «Lear.—No
esto tan conocido? ¿Qué es lo que esto me r e c u e r d a ? — A l
quiero esperar el almuerzo ni un momento más. V e y
cabo de algunas páginas, la claridad se h a c e de pronto:
tráemelo...»); la e s c e n a nocturna de Macbeth, en la cual
¡todo esto es una e s p e c i e de c e n t ó n de S h a k e s p e a r e !
lady Macbeth insta á su esposo para que cometa el
Una por una las figuras, las escenas, cada expresión a l g o
asesinato; el triple «¡oh!, ¡oh!, ¡oh! » de O t e l o , que en la
esencial! El rey Hjalmar e s un compuesto del rey L e a r y
obra de Masterlinck lanza la reina A n a ; las conversacio-
de Macbeth: del r e y L e a r por su locura y por la m a n e r a
nes de Hamlet con Horacio, etc. L a muerte de la prince-
cómo se manifiesta, de M a c b e t h por su participación en
sa Maleina ha sido inspirada á la v e z por el recuerdo de
el asesinato de la princesa Maleina; la reina A n a es u n
D e s d é m o n a y el de la p r i n c e s a Cordelia que f u é a h o r c a -
>zurcido de lady M a c b e t h y de la reina Gertrudis; el prín-
da. T o d o ello está, á la v e r d a d , revuelto de la inanera
cipe Hjalmar es sin duda a l g u n a Hamlet, con sus dis-
más alocada y á menudo desfigurado hasta ser difícil de
cursos obscuros, sus profundas alusiones y su lucha in-
reconocer, ó bien tomado del r e v é s ; pero, sin e m b a r g o ,
terior entre sus d e b e r e s de hijo y la moralidad; la nodriza
con un poco de a t e n c i ó n se reconoce perfectamente.
e s la de Julieta, A n g u s es Horacio, V a n o x y Stéfano son
R o s e n k r a n z y Guldenstern, con aleaciones de Marcellus Imagínese el lector á un niño, en la edad e n que ape-
y de Bernardo (en Hamlet), y todas las. figuras a c c e s o - nas si puede aún s e g u i r la c o n v e r s a c i ó n de personas m a y o -
rias: el loco, el médico, los cortesanos, etc., tienen la fiso- res, y en c u y a presencia h u b i e r a n representado ó leído
nomía de las figuras shakesperic.nas. Hamlet, El Rey Lear, Macbeth, Romeo y Julieta, Ricar-
do II, y el cual, de v u e l t a en el c u a r t o de sus hermanitos
El drama empieza del modo siguiente:
y hermanitas pequeñas,J.es contara á su modo lo que había
«Los jardines del c a s t i l l o . — ( E n t r a n Stéfano y Vanox.)
oído. Así es cómo se tendrá una idea e x a c t a de La Prin-
Vanox.—¿Qué hora es?
cesa Maleina. Masterlinck se ha atiborrado el estómago Malema.—¡Sí, señor!
Marcellus. «¡Sí, señor!» ¡Ah, demonios de las tempestades!
de Shakespeare y devuelve los pedazos sin digerir, pero
¡Lo confiesa cínicamente y se atreve á gritármelo sin pudor! ¡ N o
transformados de una manera repugnante, y con un co-
ha visto á H j a l m a r más que una vez, durante una sola tarde, y ahí
mienzo de descomposición pútrida. Esta imagen no es
l a t e n é i s a b r a s a d a c o m o el i n f i e r n o 1
muy apetitosa, pero es la sola que puede dar una idea
Godeliva.—¡ Señor!...
clara del procesus intelectual que se produce cuando de- Marcellus— ¡ C a l l a d ! « ¡ S í , señor! » ¡Y no tiene quince años to.
generados hacen l o q u e ellos llaman «crear»; leen con davía! ¡Ah, es c o s a p a r a m a t a r l a a h o r a mismo!
avidez, reciben, por consecuencia de su emotividad, una Godeliva.—¡Señor!
impresión muy fuerte que les persigue con el p o d é / de La Nodriza.—¿Pero es que no puede amar como otra cual-
una obsesión y no recobran la tranquilidad mientras no quiera? ¿Va vuestra m a j e s t a d á p o n e r l a d e b a j o d e un fanal? ¿Es esa
han devuelto, parodiándolo por lo demás lastimosamen- razón para gritar á v o c e s contra u n a niña? ¡ N o h a hecho n a d a m a l o !

te, lo que han leído. Sus obras semejan dé ese modo á Marcellus.—¡Ah, n o ha hecha nada m a l o ! — Y lo primero, cá-

esas monedas de los Bárbaros, que imitan los modelos llese usted; y p r o b a b l e m e n t e es á c a u s a de sus i n s t i g a c i o n e s d e e n -
trometedora...
romanos y griegos, pero que sin embargo revelan que
Godeliva.—¡Señor!
sus confeccionadores no podían leer y no comprendían
La. Nodriza.—¡Entremetedora!, ¡yo e n t r e m e t e d o r a !
las letras y los símbolos que torpemente copiaban.
Marcellus.—¡Me d e j a r é i s h a b l a r , e n fin! ¡ M a r c h á o s ! ¡Marcháos
La Princesa Maleina de Meeterlinck, es una antología las dos! ¡Oh, y a sé p e r f e c t a m e n t e q u e estáis de acuerdo, y que de
shakesperiana para uso de niños ó de habitantes de la h o y m á s l a e r a d e las i n t r i g a s e s t á a b i e r t a ; pero, esperad!... Malei-
Tierra de F u e g o . Las figuras del gran inglés se han con- n a , h a y q u e ser r a z o n a b l e . , ¿ M e p r o m e t e s s e r r a z o n a b l e ?
vertido en papeles para los artistas del teatro de pa- Maleina.—Sí, señor.
rodia; todavía recuerdan aproximadamente las actitudes Marcellus.—¡Ah! ¡Ves! ¿pues e n t o n c e s n o pensarás más en ese
y los movimientos de las personas que imitan, pero no matrimonio?

tienen sesos humanos en la cabeza, y no pueden decir dos Maleina.—Sí.

palabras coherentes y sensatas. He aquí algunos ejem- Marcellus.—i Sí?—¿Es decir que vas á olvidar á Hjalmar?
Maleina.—No.
plos de la conversación de los personajes de M<eterlinck.
Marcellus. — ¿ T o d a v í a no renuncias á Hjalmar?
El rey Marcellus trata (acto i . ° , escena II) de disuadir
Maleina.—No.
á la princesa Maleina de su amor hacia Hjalmar,y la h a - Marcellus.—¿Y si y o t e o b l i g o á q u é r e n u n c i e s ? ¿y si te encie-
bla de este modo: r r o ? ¿y si t e s e p a r o p a r a s i e m p r e d e tu Hjalmar con su c a r i t a d e
d o n c e l l a ? — ¿ Q u é d i c e s ? — ( M a l e i n a llora.) ¡ A h , es a s í ! — ¡ M á r c h a t e ;

Marcellus—Y bien, Maleina. y ya veremos! ¡Márchate!

Maleina.— ¿Señor?
H e aquí ahora la escena del segundo acto en que Ma-
Marcellus.—i N o comprendes?
leina y Hjalmar se encuentran en el parque sombrío del
Maleina.—Qué, Señor?
castillo.
Marcellus.—Me. prometes olvidar á Hjalmar?

Maleina.—¡Señor!... Hjalmar.—¡Venid!...
Marcellus.—¿Qué dices?—¿Amas aún á Hjalmar? Maleina.—Todavía no.
Y después de otras cuantas frases por el mismo es-
Hjalmar.—¡Uglyan a, Uglyana! (La abraza; eu este 'momento el
tilo:
surtidor de agua, agitado por el viento, se tuerce y viene á caer sobre,
ellos.)
Hjalmar.—±En qué pensáis?
Maleina.—¡Oh! ¿qué h a b é i s h e c h o ?
Maleina.—Estoy triste.
Hjalmar.—¡Es el s u r t i d o r !
Hjahnar. ¿ E s t á i s triste? ¿ E n q u é p e n s á i s , U g l y a n a ?
Maleina.—¡Oh, oh!
Maleina. — P i e n s o en la princesa Maleina.
Hjalmar.—Es el viento.
Hjalmar.—¿Cómo? ¿ Q u é decís?
Maleina.—¡Tengo miedo!
Maleina.—Pienso en la princesa Maleina.
Hjalmar.—No penseis más en esto; vámonos más lejos. No
Hjahnar.—¿Conocéis á la princesa Maleina?
p e n s e m o s m á s en eso. ¡ A h , ah, ah! E s t o y m o j a d o d e arriba abajo.
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina— H a y aquí alguien que llora.
Hjalmar. —¿Qué?
Hjalmar.—¿Alguien que llora aquí?
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina— ¡Tengo miedo!
Hjalmar.—¿No sois U g l y a n a ?
Hjalmar.—:Pero n o oís q u e es el viento?
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina.—¿Pero q u é es l o q u e son t o d o s esos ojos encima dé Hjalmar.—¡Sois la p r i n c e s a M a l e i n a ! ¡Sois l a p r i n c e s a M a l e i n a !
los árboles? ¡ P e r o si h a m u e r t o !
Hjalmar.—¿Pero, en dónde? ¡Oh, son los b u h o s que han vuelto! Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
V o y á e c h a r l o s d e a h í . (Los arroja puñados de tierra.) ¡Fuera! ¡Fuera!
Maleina.—Hay uno que no quiere marcharse. ¿Hase visto nunca, en no imp.orta qué obra poética de
Hjalmar.—¿ D ó n d e está? ambos mundos, idiotas más completos? Esos «¡ah!» y esos-
Maleina— S o b r e el s a u c e l l o r ó n . « ¡oh!»; esa manera de no comprender ni una palabra de
Hjalmar.—¡ Fuera! las observaciones más sencillas; esa repetición cuádruple
Maleina — N o se va.
ó quíntuple de las mismas expresiones estúpidas, dan un
Hjalmar.—¡Fuera! ¡Fuera! (Le arroja tierra.)
cuadro clínico de los más fieles de un incurable cretinis-
Maleina.—¡Oh, habéis arrojado tierra sobre mí!
mo. Y esos son precisamente los pasajes que más elogian
Hjalmar.—¿Os h e a r r o j a d o tierra?
los admiradores de Meeterlinck; en su opinión, todo ello
Maleina.—Sí, ha caido sobre mí.
está hecho con un objeto profundamente artístico. Un l e c -
Hjalmar. — ¡ , 0 h , mi p o b r e U g l y a n a !
Maleina. - ¡Tengo miedo?
tor sano no creerá ni una sílaba; los personajes estúpidos
Hjalmar.—¿Tenéis m i e d o á mi l a d o ? de Meeterlinck no dicen nada, porque nada tienen que
Maleina.—Hay ahí l l a m a s entre los árboles. decir; su creador no ha podido ponerles una sola idea en
Hjalmar.—No es nada;-son relámpagos; ha hecho mucho sus cráneos vacíos, porque él mismo rio tiene ni una sola.
calor hoy. No soriseres humanos que piensan y hablan los que se
Maleina.—\Tengo m i e d o ! ¡Oh! ¿ Q u é es lo que r e m u e v e l a tierra
agitan en su drama, sino renacuajos y babosas considera-
en t o r n o nuestro?
blemente más estúpidas que las pulgas sabias que énse-
Hjalmar.—No es n a d a ; es un t o p o , u n p o b r e c i t o t o p o que está
ñan en las ferias.
trabajando.
( l E l t o p o d e Tlandet! S a l u d e m o s á este c o n o c i d o . ) Por otra parte, no todo es fantasía seudo-shakespeá-
Maleina.—\Tengo miedo!... riana en La princesa Maleina. Las «siete beatas», por
24
ejemplo, pertenecen á Masterlinck; es una invención que súbitamente sin proferir una sola palabra; los c i e g o s , á
d e j a estupefacto; no cesa un momento de vérselas evolu- lo primero, no se enteran de nada; por fin, empiezan á
cionar en una fila loca, una detrás de otra, á través del dra- inquietarse, v a n á tientas en torno suyo y encuentran el
ma, deslizarse como serpientes, salmodiando cánticos, á c a d á v e r y a frío; establecen, valiéndose de preguntas r e -
través de todos los cuartos y corredores del castillo, en el cíprocas, que el difunto era su g u í a , y se quedan enton-
patio, el parque, el bosque, dando vueltas de improviso c e s aguardando, sumidos en la más terrible desesperación,
en medio de'las escenas, entrando al galope en la escena, la muerte de hambre y de frío, puesto que esta linda his-
saliendo po¿r el lado opuesto, sin que se comprenda jamás toria se desarrolla en medio de una isla s a l v a j e , situada allá
de dónde v i e n e n , adónde van, porqué andan por el tea- en las alturas e n el Norte; entre el bosque y el asilo hay
tro; son una obsesión v i v a que se m e z c l a sin que se pueda u n río que es imposible atravesar sin pasar por un puente
impedirlo en todos los incidentes del drama. Hallamos, á que los ciegos no p u e d e n encontrar, faltós de un g u í a que
mayor abundamiento, aquí todos los tics y resabios inte- v e a . Q u e en el asilo, donde h a y t a m b i é n — e x p r e s a m e n t e
lectuales que hemos, observado en Invernaderos (Serres) se m e n c i o n a — h e r m a n a s de la caridad, no se note el largo
calientes. L a misma princesa Maleina es la encarnación de retraso de todos los ciegos y no se envíe á alguien en su
as princesas hambrientas,- enfermas, errantes por las pra- busca, es cosa que ni Mseterlink, ni ninguno de sus cie-
deras que aparecen e n las poesías de Maeterlinck, y tienen g o s inconsolables, admiten como posible. S u p o n g o que el
sin duda alguna, por madre á La Hija del Rey de la balada lector no espera que y o pierda el tiempo e n demostrar lo
de Swinburne. T a m b i é n los canales representan su papel absurdo del punto de partida de estos dos dramas, ni que
(P. 27: « ¡ Y su mirada!... ¡se sentía uno de r e p e n t e como después de estas muestras, cuente y diseque también otros
si estuviera en un canal de a g u a fresca! » (P. 1 i-o: « Hemos dos dramas del autor, Las siete Princesas (¡sieté! ¡natural-
ido á ver los molinos de viento á lo largo del canal»), y mente!) y Pelléas y Melisandro.
de enfermos y de enfermedad se habla casi en cada pági-
La Intrusa ha sido traducida en muchas lenguas y r e -
na. (P. 110: «Ana.—Yo también h e estado enferma. El
presentada en varias ciudades: en V i e n a , se han reído de
Rey. T o d o el mundo está enfermo al l l e g a r aquí. Hjalmar•
semejante estupidez; en París y en Londres, han meneado
— H a y muchos enfermos en la aldea»).
la cabeza; en C o p e n h a g u e , un público de apreciadores de
A d e m á s de La princesa Maleina, Mceterlinck ha escrito la poesía del «porvenir», ha sido conmovido, seducido,
algunos otros dramas. U n o de ellos, La Intrusa, trata de entusiasmado. A h í tenemos una acogida tan característica
este asunto: la muerte penetra h a c i a media noche, en una como el drama mismo, de la histeria de la época.
casa d nde se encuentra una mujer g r a v é m e n t e enferma,
E s también excesivamente curiosa é instructiva la his-
atraviesa el jardín, dejando oir sus pasos, corta primero
toria de la celebridad de Meeterlinck. Este deplorable in-
con su g u a d a ñ a unas cuantas matas de y e r b a delante de
válido intelectual v e g e t a b a hacía años en un rincón en
la c a s a , como por v í a de ejercicio, llama luego á la puer-
G a n t e , sin que ni aun los simbolistas belgas, que dan to-
ta, la e c h a abajo porque no la quieren abrir, y se apo-
davía cruz y r a y a á los simbolistas franceses, le prestaran
dera de su víctima. En el otro drama, Los Ciegos, se nos
la más ligera atención; en cuanto al gran público, nadie
muestra á unos cuantos acogidos de un asilo de ciegos con-
sospechaba la existencia de Mceterlinck. He. aquí que un
ducidos á un bosque por un v i e j o sacerdote. Este muere
día cualquiera, en 1890, sus escritos c a y e r o n por casuali-
dad en manos del excelente novelista francés Octavio No tardó en encontrarse por todas partes apóstoles que
Mirbeau. Los leyó, y fuera que quisiera bromearse con se encargaron de anunciar, explicar, ensalzar al nuevo
todo aparato de sus contemporáneos, fuera que obedeciese maestro. Entre los agigolos» de la crítica que tienen á
á alguna impulsión enfermiza, publicó en El Fígaro un orgullo adoptar los primeros, y hasta si les apuran pre-
artículo de una exuberancia inaudita, en^el cual presen- sentir—ya se trate del color y de la forma de las corbatas
taba á Meeteríinck como el poeta más radioso, más subli- ó de las manifestaciones literarias—las modas más fla-
me, más emocionante que los tres últimos siglos hubiesen mantes, la moda de mañana, entre estos «gigolos » críti-
producido, y le asignaba un sitio al lado y hasta por en- cos se empeñó una verdadera lucha de emulación por ver
cima de Shakespeare. Y entonces el mundo fué testigo de quién superaría á quién en la deificación de Mseterlinck,
uno de los ejemplos de sugestión más extraordinarios y dando este resultado: que desde la sugestión de Mirbeau
más probantes. Los cien mil lectores ricos é ilustrados á se han publicado diez ediciones de La princesa Máleina,
los cuales se dirige El Fígaro, adoptaron inmediatamente y que Los Ciegos y La Intrusa han sido representados en
la manera de v e r que les había imperiosamente impuesto varias partes.
Mirbeau; vieron en seguida á Masterlinck con los ojos de Conocemos ahora las diferentes formas bajo las cuales
Mirbeau; encontraron en él todas las bellezas que Mirbeau el misticismo de la degeneración se manifiesta en la lite-
afirmaba encontrar. F u é la repetición rasgo por rasgo del ratura contemporánea. L a magia de un Guaita y de un
cuento de Andersen, relativo á los trajes invisibles del Papus, la androginia de un Peladan, la anxiomanía de un
rey; no existían tales trajes, pero toda la corte los veía; Rollinat, la chochez idiota de un Mseterlinck, pueden ser
los unos se imaginaban ver realmente aquellos soberbios consideradas como sus aberraciones culminantes. No pue-
trajes ausentes; los otros no los veían, pero se frotaban do por lo menos imaginarme que fuese posible al misti-
los ojos hásta que llegaban por lo menos á dudar si los cismo sobrepujar, ni aun del espesor de un cabello, estos
veían ó no; otros, en fin, no lograban hacerse ilusiones á puntos extremos, sin que los histéricos, los papanatas y
sí mismos, pero no se atrevían á contradecir á los demás. los snobs de modernismo, un poco capaces todavía de
Así es cómo por la gracia de Mirbeau, Masterlinck se con- discernimiento, reconociesen ellos mismos en ese misti-
virtió en un periquete en un gran poeta, un poeta del cismo una profunda y completa caída en las tinieblas in-
«porvenir». Mirbeau había dado también citas que podían telectuales.
bastar á un lector no histérico, no irresistiblemente entre-
gado á la sugestión, para ver en Mgeterlinck lo que era
realmente: un plagiario débil de espíritu; pero precisa-
mente dichas citas arrancaron al público del Fígaro
gritos de admiración, dado que Mirbeau las había indi-
FIN DEL TOMO PRIMERO
cado como bellezas de prinjer orden, y sabemos y a que
una afirmación imperiosa basta para hacer que los hipno-
tizados coman patatas crudas creyendo comer naranjas,
ó para convencerles de que ellos mismos son perros ó
cualesquiera otros cuadrúpedos.
INDieE DEL TOM© PRIMER©

Páginas.

Max Nordau v
Dedicatoria-Prólogo del autor.. XVII

LIBRO PRIMERO
FIN D E SIGLO

I.—Crepúsculo de los Pueblos 3


II.—Síntomas 14
III.—Diagnóstic o 27
I V . —Etiología 55

LIBRO SEGUNDO
EL MISTICISMO

I.—Psicología del Misticismo 73


I I . — L o s Prerafaelitas 107
III. — L o s Simbolistas 156
I V . — E l Tolstoismo 225
V . — E l Culto de Ricardo Wagner 266
V I . — L a s Parodias del Misticismo 333

Fe de Erratas 377
Erratas que se han advertido en el tomo primero
Página. Linea. Dice. Léase.

104 nota Tausendgíiidenkraut Tausendguldenkraut


I IO nota Witha Whith a
3 27 33 percepción
8
155 y9 prin-palmente principahnente
185 35 de intento de instinto
iqr hota (2) pág. 287 pág. 8
200 - 7 dolosamente dolorosamente
2x6 31 de la rana que grazna de la rana que canta
339 20 y 21 se presenta en la calle se presenta con orgullo
en la calle
352 nota (5) tomo I tomo //'

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