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Nordau Max Degeneracion PDF
Nordau Max Degeneracion PDF
m
DEGENERACIÓN
ricardo°CO5awüb^ s
Núm. Cías ¿ 3T Z. - i
Núm. Autor i z n m m i
Núm. A d o . \3 ? 0/ _
Procedené
Fecha
Clasificó
Catalogó ü' —
DEGENERACIÓN
EN PREPARACION
Tfadueeión de
p i c o n a s sñiicnERórí Y GARCÍA
BOURDEAU
e o n u n E p í l o g o del autor.
«El problema de la vida». E n s a y o de S o c i o l o g í a ge-
neral.
FÉRÉ
«Sensación y movimiento.»
LANGE
TOMO PRIMERO
099883
l l i L L ^
MADRID
LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ II SAENZ DE JUBERA, HERMANOS
Carrera de S<"1 Jerónimo, 2. \\ Campomanes, 10.
MADRID.—Imprenta de A. Marzo, calle de las Pozas, 12. 1 9 O 2
MAX NORDAU
FONDO
Apremios del tiempo y necesidades editoriales me han
RICARDO COVABBUB1AS
obligado á hacer acaso con algún apresuramiento, que
pudiera excusar no pocos descuidos inevitables, la traduc-
ción de esta famosa obra de Max Nordau. Emprendí este
trabajo con verdadero amor y entusiasmo, sin que m e
arredraran las dificultades enormes de la tarea, y creo ha-
ber sido fiel intérprete de la obra original, tan rica, abun-
E s PROPIEDAD
dante y variada en estudios de psicología y patología
mental, en investigaciones de psiquiatría.-^n-erítiea-lit-e--
raria y estética, en sana doctrina jilosófica. En cuánto lo
consiente la'éstructura de nuestra lengua castellana—qui-
zás demasiado indigente para expresar con todos sus ma-
tices el mundo amplísimo de ideas y sentimientos que re-
mueve Nordau en DEGENERACIÓN, al estudiar á la luz de
la ciencia psiquiátrica y con el método de investigación
positivista, las manifestaciones estéticas y literarias de un
complejo estado de alma contemporáneo, delicado y sutil,
producto de los excesos patológicos de una civilización
refinada y complicada en sumo g r a d o — h e procurado s e -
guir paso á paso, no apartarme de la letra misma, del
desarrollo que da Nordau á su tesis complicadísima y en
«BUOTECA
cierto modo atrevida, pero expuesta con método seguro
. 3' claridad que nada deja que desear.
Es Nordau un profundo pensador, un hombre de cien-
cia y de estudio, gran conocedor de la vida y de los hom-
bres, de una cultura inmensa, que habla y escribe con tal
elevación de ideas, con acento tan convencido y tan sin-
cero, con sentido tan profundo de la realidad de las cosas,
S e h a dicho de N o r d a u que es uno de los"que en Europa
que s e d u c e y encanta aun antes de c o n v e n c e r . S u crítica
enarbolan con más brío la b a n d e r a de una r e g e n e r a c i ó n
inexorable, cruel, pero e x a c t a y precisa, de nuestras ins-
moral por la C i e n c i a ; refiriéndose á él, d e c í a h a c e algún
tituciones sociales, los altos vuelos de su pensamiento, el
tiempo el infortunado Maldonado en un artículo de perió-
análisis minucioso y s a g a z de los c a r a c t e r e s y t e m p e r a -
dico: «Es un S h i v a científico que posee la virtud destruc-
mentos, son de un alemán concienzudo y r e f l e x i v o , de un
tora de la crítica en un grado profundo. S i es cierto que
espíritu del Norte frío y observador; pero la brillantez de
nada h a y más sugestivo para las almas nobles que los do-
su estilo, sobrio y sonoro, límpido y transparente como el
lores gloriosos de los g r a n d e s c e r e b r o s , y entre ellos el
cristal, r e l a m p a g u e a n t e como un dardo de f u e g o , h e n -
dolor pura y refinadamente intelectual, que es el dolor
chido de pasión, vibrante de entusiasmo, es de un meri-
estético por e x c e l e n c i a , y bien puede decirse que en la
dional, de los cuales tiene en g r a n parte Nordau el tipo
aristocracia y jerarquía del sufrimiento, el rey de los do-
físico, con su fisionomía e x p r e s i v a , sus ojos negros, muy
lores; cuán simpático este hombre que h a contemplado,
g r a n d e s y m u y abiertos, en que brilla la inteligencia y
con el fardo de tristeza con que esto abruma al espíritu,
que p a r e c e n escudriñar hasta lo más h o n d o , ojcs de clí-
la angustia y la mentira humanas, y h a ido á buscar la
n i c o } ' de pensador que a d i v i n a n , profundizan y dise
e s e n c i a de su obra en la a g i t a c i ó n palpitante y á v e c e s
c a n ; su barba abundantísima que blanquea; su nariz
sangrienta de la v i d a . . . » S u libro Las Mentiras ha sido
r e c t a , aguileña, que imprime á su fisonomía el r a s g o
calificado de sombrío en e x t r e m o , cuando posee toda la
dominante de la virilidad y la fuerza, aliadas con algo de
obligada c i r c u n s p e c c i ó n científica. Mas las g r a n d e s ideas
espiritual y soñador en la mirada, reveladora de un cora-
vivas, las que están e n la conciencia de todos, pocos son
zón ardiente y apasionado que h a debido sufrir rudos em-
los que se a t r e v e n , como N o r d a u , á proclamarlas. ¡Con
bates en la vida. Es un tipo hermoso de atleta intelectual
qué brío arremete contra la cobardía del bien y de la v e r -
con su a n c h a y poderosa frente, por la que se diría que
dad, la hipocresía, la mentira, el escepticismo moral, que
se v e n cruzar los r e l á m p a g o s del g e n i o ; con su mirada,
aun á la j u v e n t u d ha c o n t a g i a d o , la contradicción entre
en que p a r e c e destellar la vitalidad a l e g r e de una confor-
lo que pensamos y lo que h a c e m o s y decimos, el que no
tante esperanza, una mirada que, usando la magnífica
encarne en la g e n e r a l i d a d el espíritu valiente por quien
hipérbole del poeta, con su f u e g o aniquila cuanto una
interroga nuestro Q u e v e d o ! Este libro de Las Mentiras
v e z h a mirado.
convencionales de nuestra Civilización, que es seguramente
F u é para mí un día augusto, un día d e fiesta inolvida- el más conocido, con DEGENERACIÓN, de la obra conside-
ble aquel en que le oí por v e z primera, pendiente de sus rable de Nordau \ es la crítica más demoledora y más
labios, hablar de la sociedad, de los convencionalismos,
de la naturaleza, de los g r a n d e s sentimientos que agitan 1 ©bras de M a x N o r d a u :
las almas contemporáneas, de las ideas modernas, del PARIS, Studien u. Bilder aus dem wahren Milliardenlanden. (Es-
p o r v e n i r de la humanidad, exponiendo conceptos tan pro- tudios y retratos del verdadero país de los millones). Leipzig, 1878
fundos y elevados, c o n frases tan propias y tan e x a c t a s , (2 t. de 320 350 ps.).
S E I F E N B L A S E N , Federzeichnungen u. Geschichten. (Burbujas de
c o n elocuencia natural y sin artificio, que e x p r e s a el p e n - jabón. Narraciones y dibujos á pluma). Leipzig, 1879. (.1 t. de 100
samiento con un vigor y una precisión i m p o n d e r a b l e s . — páginas).
rZT!f organización social en que vivimos, que no
« s p o n d e a nuestra concepción racional del m u n d ^ y que valerosos de reformador y de innovador del p r o g r e s o , r e -
subsiste solo por la i g n o r a n c i a de las masas y p o r l a c o - vela también Nordau delicadezas exquisitas de artista
de los espíritus cultos. Este pensamiento honda- amante de la naturaleza, hondamente amante, sin liris-
mente revolucionario, en el sentido creador de la palabra mos empalagosos. N a d a h a y más hermoso que los cuadros
palpita en todas las obras de Nordau, del cual puede d e - q u e pinta Nordau del campo en la preciosa novela El Mal
cirse que es uno de esos hombres en c u y o s dominios inte- del Siglo, cuadros en que domina un purísimo e n c a n t o de
lectuales jamás se pone el sol; j u n t o con esos arranques la naturaleza, que es un sentimiento casi religioso en la
poesía alemana, r e v e l a d o r de la profunda idealidad del
— * * Alham- genio alemán, encanto m á g i c o que canta al sol v e n c e d o r
(parís bajola del largo y sombrío invierno del Norte, enseñoreándose
jubiloso de la T i e r r a , u f a n o como el r e c i é n c a s a d o que
toma posesión d e una adorada esposa.
— d e ios
En otra de sus novelas, Drohnenschlacht (Matanza de
los Zánganos), pinta N o r d a u la ruina que aniquila á las
S C H H F T ? N y E N T I 0 N Q c L I ; E N L U E G E N D E R KULTURMEN=:
tra c S I d 6 n , P F g ' , - ? 8 4 - ( L a s , M e n t i r a s convencionales de nues- castas contemporáneas de los parásitos que v i v e n sin tra-
a^e se hatf h^rh Existe una traducción castellana, anónima, de la
que se han hecho vanas ediciones). ' b a j a r , e n t r e g á n d o s e á la e s p e c u l a c i ó n y al a g i o de la ri-
P A R A D O X E . (Paradojas). Leipzig, 1885. queza, merced á la irracional y defectuosa o r g a n i z a c i ó n
social, y de todo el libro surge una radiante visión de un
s s s s a ; g&r E N m <Tra- estado más justo en que, muertas las castas parasitarias,
c o S S ^ 1 ^ * P ^ t t es- un viento puro y n u n c a g o z a d o acariciará el mundo y la
a l e g r í a de esas madres, santas mujeres marchitas por el
i E 1
D ¿!,^ N , K H E I T , tíES J A H M U N D E R T S . Leipzig, , 8 8 ,
sufrimiento, que en la pobreza crían sus hijos para escla-
S Z y gLI)0' n0VeU' ,rad °cida al castellan0 Nicolás Sal-
vos del r i c o en el taller y de la tiranía en el ejército, e x -
halará sus g r i t o s h a c i a el cielo bendiciendo los p e c h o s
B r e X S ' ( S ™ ' C °media ^ SentÍmÍento ' DOrela >'
enflaquecidos que habían amamantado hombres libres.
S E E L E N A N A L Y S E N . (Análisis de almas, novela). Berlín rSns
*
p ™ « N G . ( D e g e n e r a n ) . Berlín. . 8 , 3 . ( A 380 + ¿ ó « *
MAX NORDAU
LIBRO PRIMERO
F I N D E S I O L O
C R E P Ú S C U L O DE L O S P U E B L O S
gassasEssls
débil y fugitiva; en serie ascendente se encuentra en el
imbécil primero la fuga de ideas, es decir la impotencia
para fijar las representaciones que se llaman automática-
mente las unas á las otras á la conciencia según las leyes
de la asociación de ideas, y para reunirías en una idea ó (Leipzig 1890) l l a m o s 'desde
veces como prototipo de la enana a e uu 1 1 1 1
¿ palabras
juicio; luego, el fantasear, que es otra forma de lafu<r a
de ideas, pero se distingue de ella en que las representa
ciones de que se compone están débilmente elaboradas
en este caso piensa y habla en una serie de rimas abso- que el profano califica de «modo de expresión original»
lutamente incoherentes; ó bien las palabras tienen, ade- y que procuran á su autor el renombre de «brillante» en
más de la consonancia, alguna analogía muy remota v de
su conversación ó en sus escritos.
significación muy débil, y entonces se produce el j ¿ e g o
El Dr. Sollier cita algunos ejemplos característicos del
de palabras ó retruécano. El profano se inclina á calificar
modo de expresión «original» de imbéciles Uno de
de ingenioso al imbécil que rima y hace juegos de pala-
ellos decía á un compañero: «Te pareces á un caramelo
bras, sin pensar que esta manera de ligar las representa-
que está en nodriza». Otro formulaba en estos términos la
ciones según el sonido de las palabras defrauda el objeto
idea que su amigo le hacía reir de tal modo que no podía
del pensamiento, puesto que en v e z de conducir al cono-
contener la saliva: «Me haces babear copas de sombrero».
cimiento de la verdadera relación de los fenómenos, aleja
El apareamiento de palabras que por su sentido son inco-
de él. No es con bromas de mal género como se ha faci-
herentes ó muy poco coherentes, es por regla general
litado nunca el descubrimiento de una verdad, y los que
una prueba de imbecilidad, aunque con harta frecuencia
han podido intentar conversar seriamente con un imbé-
asombre y haga reir. El género de ingenio que en París
cil que se las da de ingenioso, han reconocido la imposi-
se llama blague (guasa) ó ingenio del boulevard es, a los
bilidad de sujetarle á una serie de ideas, de obtener de
ojos del psicólogo, una imbecilidad; y se comprende f á -
él una conclusión lógica, de hacerle comprender un hecho
cilmente que este ingenio pueda aliarse con las tendencias
ó una relación de causalidad. Cuando el encadenamiento
artísticas. Todas las profesiones que reclaman el conoci-
de las apercepciones se verifica no sólo según las impre-
miento de la realidad y la adaptación á ésta, suponen la
siones del oído, no según la mera consonancia, sino tam-
atención; pero el imbécil carece de atención y es por
bién según las demás leyes de la asociación de las ideas,
consecuencia inapto para las profesiones serias; determi-
se originan entonces esas yuxtaposiciones de palabras
nadas ocupaciones artísticas, singularmente las de genero
subordinado, son por lo contrario conciliables con la
ffen)», pág 4. «Toda educación verdadera es plástica (Jede rechte
asociación de ideas desenfrenada, con el fantasear y
« C r e a d o r a ' y P ° r consiguiente artís-
tica» pág 8. «Rembrandt no era solamente un artista protestante hasta con la f u g a de pensamientos, porque tan solo re-
sino también un protestante artista», pág. 14. «Su hoja de cien ñori- claman una muy débil adaptación á la realidad y t i e n e n ,
nes por sí sola (Hundertguldenblatt) podría ya servir como una gran
por esta razón, una gran fuerza de atracción para el im-
rZ Í S ^ T á n <<Werba de mÜ floriness Tausendgüidenkraut, bécil.
contra tantos males», pág. 23. «El Cristo y Rembrandt tienen en
esto algo de común, que aquél honra la pobreza religiosa, éste la Entre el pensamiento y el movimiento exista un parale-
pobreza (Armsehgkeit) a r t í s t i c a - l a felicidad de los pobres (Selizkeit
der Armen)», pág. 25, etc. lismo exacto que se explica por este hecho, que la elabo-
e/e,rm0 ¿el d0Ct°^ Ph- Charlin confusión mental pri- ración de apercepciones no es otra cosa sino una modifica-
mitiva, Anales médico-psicológicos, cuarto año, núm. 2, pág. 228) dice- ción de la elaboración de las impulsiones motrices. Los
«Enrique cuarto se necesitan cuatro, tres, d o s / u n o , y uño en
fenómenos motores hacen sensible al profano, de la m a -
todas partes de todo crudo, ¡ah!... estoy de aplomo; estoy al peso
y á la medida.» («Aplomo» llama á «plomo» que evoca la idea de nera más clara, el mecanismo de la actividad pensante; a
«peso» que evoca la asociación ordinaria «y medidas».) Mesures
trois epiciers, pourriture (una rima); ó sea: «medidas, tres especieros
podredumbre» - « ^ / / « « / , boyan(> b t¡ b r U l a n H ( r i m J » Dr. Pablo Sollier, Psicologia del Idiota y del Imbécil, Pa-
vistas de sentido); ó sea «Brillante, boyante, boyante brillante »
rís, 1890, pág. 153.
la asociación de ideas corresponde la asociación automáti-
ca de las contracciones musculares; á la atención, la coor-
dinación. D e l mismo modo que en la ausencia de la aten-
ción no puede nacer ninguna idea razonable, así, con la
falta de coordinación, no puede originarse ningún movi- IX
miento útil; al idiotismo del cerebro hay que asimilar la
parálisis, á la obsesión y á la idea fija el tic de movimiento
(estremecimiento involuntario); las bromas del imbécil LOS PRERAFAELITAS
son como estocadas al aire; las ideas y los juicios de los
cerebros sanos como una esgrima cuidadosamente calcu-
lada en vista de la defensa y del ataque. El misticismo halla El misticismo es el estado ordinario de los hombres, y
su imagen en los movimientos sin objeto y sin fuerza, con en ningún modo una disposición extraordinaria de sus es-
frecuencia sencillamente esbozados, del temblor senil y píritus. U n cerebro vigoroso que elabora cada apercep-
paralítico, y el éxtasis constituye con relación á un cen- ción con plena claridad, una voluntad firme que para la
tro cerebral el mismo estado que un espasmo tónico con- atención, tan difícil de fijar, son dotes raras; para fantasear
tinuo y violento con relación á un músculo ó á un grupo v soñar, para dejar vagabundear la imaginación capri-
de músculos. chosa por los meandros de la asociación de ideas, es pre-
ciso un esfuerzo menor; y este estado de alma es por
esta razón, preferido con mucho al penoso trabajo de la
observación y del juicio razonables. Así es como la con-
ciencia de los hombres está llena por una multitud inmen-
sa de sombras de pensamientos ambiguos, y por regla ge-
neral, no v e n muy claramente más que los fenómenos dia-
riamente renovados de su vida personal la más estrecha,
y entre éstos, ante todo los que son el objeto de sus ne-
cesidades inmediatas.
El lenguaje, este gran auxiliar del desarrollo del pen-
" Sarniento humano, no es un beneficio que no tenga su
lado malo; lleva á la conciencia de la m a y o r parte de
los hombres incomparablemente más obscuridad que
claridad; enriquece su memoria con sonidos, no con imá-
genes precisas de la realidad. L a palabra, escrita o ha-
blaba, excita un sentido, la vista ó el oído, y desprende
una actividad del cerebro, es cierto; suscita siempre una
apercepción, como una serie de notas musicales también
la suscita; una palabra desconocida, una palabra estram-
la asociación de ideas corresponde la asociación automáti-
ca de las contracciones musculares; á la atención, la coor-
dinación. D e l mismo modo que en la ausencia de la aten-
ción no puede nacer ninguna idea razonable, así, con la
falta de coordinación, no puede originarse ningún movi- IX
miento útil; al idiotismo del cerebro hay que asimilar la
parálisis, á la obsesión y á la idea fija el tic de movimiento
(estremecimiento involuntario); las bromas del imbécil LOS PRERAFAELITAS
son como estocadas al aire; las ideas y los juicios de los
cerebros sanos como una esgrima cuidadosamente calcu-
lada en vista de la defensa y del ataque. El misticismo halla El misticismo es el estado ordinario de los hombres, y
su imagen en los movimientos sin objeto y sin fuerza, con en ningún modo una disposición extraordinaria de sus es-
frecuencia sencillamente esbozados, del temblor senil y píritus. U n cerebro vigoroso que elabora cada apercep-
paralítico, y el éxtasis constituye con relación á un cen- ción con plena claridad, una voluntad firme que para la
tro cerebral el mismo estado que un espasmo tónico con- atención, tan difícil de fijar, son dotes raras; para fantasear
tinuo y violento con relación á un músculo ó á un grupo v soñar, para dejar vagabundear la imaginación capri-
de músculos. chosa por los meandros de la asociación de ideas, es pre-
ciso un esfuerzo menor; y este estado de alma es por
esta razón, preferido con mucho al penoso trabajo de la
observación y del juicio razonables. Así es como la con-
ciencia de los hombres está llena por una multitud inmen-
sa de sombras de pensamientos ambiguos, y por regla ge-
neral, no v e n muy claramente más que los fenómenos dia-
riamente renovados de su vida personal la más estrecha,
y entre éstos, ante todo los que son el objeto de sus ne-
cesidades inmediatas.
El lenguaje, este gran auxiliar del desarrollo del pen-
" Sarniento humano, no es un beneficio que no tenga su
lado malo; lleva á la conciencia de la m a y o r parte de
los hombres incomparablemente más obscuridad que
claridad; enriquece su memoria con sonidos, no con imá-
genes precisas de la realidad. L a palabra, escrita o ha-
blaba, excita un sentido, la vista ó el oído, y desprende
una actividad del cerebro, es cierto; suscita siempre una
apercepción, como una serie de notas musicales también
la suscita; una palabra desconocida, una palabra estram-
de error, puesto que lo que el h o m b r e sabe realmente no
es lo que h a oído y leído y repite, sino tan sólo lo que di-
botica, un nombre propio, una tocata rascada en un violi-
rectamente h a experimentado y atentamente o b s e r v a d o ,
n u c h o , h a c e n pensar también, pero en a l g o indetermina-
y cuando quiere e m a n c i p a r s e d e los errores á que le con-
do, ó absurdo, ó arbitrario. E s un trabajo absolutamente
duce la palabra, no tiene otro medio sino el de aumentar
perdido q u e r e r dar á un individuo, por medio de lapalabra }
su fondo de a p e r c e p c i o n e s plenamente válidas por medio
n u e v a s apercepciones y nociones y e n s a n c h a r el c í r c u -
de percepciones propias y d e u n a observación atenta. Y
lo de su conocimiento lúcido; la palabra no p u e d e e v o c a r
como n u n c a e s el hombre capaz de este e s f u e r z o sino
n u n c a más que las r e p r e s e n t a c i o n e s que el individuo y a
hasta u n cierto límite, cada cuabestá condenado á t r a b a -
p o s e e , y en último análisis, cada cual no t r a b a j a sino con
j a r en su c o n c i e n c i a á la v e z con a p e r c e p c i o n e s directas
el fondo de a p e r c e p c i o n e s que h a adquirido por una o b -
y con palabras. E l edificio de ideas constituido con ele-
servación personal atenta del mundo. N o se p u e d e sin
mentos de una solidez tan desigual r e c u e r d a esas iglesias
e m b a r g o renunciar á las e x c i t a c i o n e s que nos p r o c u r a el
g ó t i c a s c u y o s pedazos ruinosos embadurnaban en otros
l e n g u a j e ; el deseo de penetrar sin vacíos el conjunto del
tiempos estúpidos albañiles con una cola de hollín y de
m u n d o f e n o m e n a l es irresistible, pero la posibilidad de
queso, á la cual daban, con la a y u d a del e n y e s a d o , la
a p e r c e p c i o n e s personales es restringida aun en el caso
a p a r i e n c i a de la p i e d r a ; la f a c h a d a se presenta irrepro-
más favorable; lo que no h e m o s e x p e r i m e n t a d o por nos-
chable á la vista, pero m u c h a s partes de ella no resistirían
otros mismos, h a c e m o s que otros nos lo digan, los muertos
ni un momento un c h o q u e vigoroso de la crítica.
y los vivos; la palabra h a de substituir para nosotros á las
impresiones sensoriales inmediatas; es, en fin de cuentas, Muchas interpretaciones e r r ó n e a s de los fenómenos
por sí misma también una impresión sensoria), y nuestra naturales, la mayor parte de las falsas hipótesis científicas,
c o n c i e n c i a está acostumbrada á asimilar esta impresión á todas las religiones y los sistemas metafísicos se h a n origi-
las demás, á c o n c e d e r el mismo valor á la a p e r c e p c i ó n nado así: y e s que los hombres h a n entremezclado en sus
que suscita la palabra que á las a p e r c e p c i o n e s que hemos ideas y en sus j u i c i o s , al lado de a p e r c e p c i o n e s emanadas
obtenido por la cooperación simultánea de todos los sen- de una p e r c e p c i ó n inmediata, otras a p e r c e p c i o n e s provo-
tidos, por la inspección visual y el tacto de todas las co- cadas por palabras, á las cuales h a n concedido igual valor.
sas, el cambio de sitio y el alzamiento e n peso, el examen Ó las palabras habían sido inventadas por místicos y no
por el oído y el olfato, del objeto mismo. P e r o esta asimi- indicaban desde su origen sino el estado vertiginoso de un
lación d e ' v a l o r es un vicio d e razonamiento; es en todos c e r e b r o enfermo y débil, ó b i e n e x p r e s a b a n al principio
los casos falsa, si la palabra ha de h a c e r más que e v o c a r una a p e r c e p c i ó n determinada y e x a c t a ; pero su sentido
en la c o n c i e n c i a el r e c u e r d o de una apercepción adquirida verdadero no s e había nunca manifestado á los que las
por una percepción propia, ó el de una noción compuesta repetían y había sido arbitrariamente falseado por ellos,
de a p e r c e p c i o n e s s e m e j a n t e s . T o d o s cometemos, no obs- mal interpretado ó confundido.
tante, esta falta de razonamiento; olvidamos que el len- L a debilidad de espíritu innata ó adquirida y la igno-
g u a j e h a sido formado por la e s p e c i e únicamente como rancia conducen al mismo objeto: el misticismo. E l c e r e -
m e d i o de entenderse entre sí los individuos y de comuni- bro del ignorante elabora apercepciones nebulosas, por-
c a c i ó n de emociones, q u e es una función social, no una que está excitado no por el f e n ó m e n o mismo, sino sola-
f u e n t e de conocimiento. E n verdad, es más bien una fuente
mente por una palabra, y porque esta excitación no es los más simples y cuyas relaciones son las más fácilmente
bastante fuerte para impulsar á las células cerebrales á visibles, y le lleva á asignarlos como causa una de las
un trabajo más vigoroso; y el cerebro del agotado y del apercepciones nebulosas imposibles de comprender que flo-
degenerado elabora apercepciones del mismo género tan y ondulan en su conciencia.
porque no es capaz de responder á una excitación con una Esta característica del místico no se aplica tan por
actividad vigorosa. A s í es como la ignorancia es una de-
completo en la historia del arte y de la poesía de este si-
bilidad de espíritu artificial, y como, por lo contrario la
glo 1 á ningún otro grupo de hombres como á los auto-
debilidad de espíritu es la inaptitud orgánica natural para
res y continuadores del «movimiento prerafaelita» en
el saber.
Inglaterra. Podemos suponernos la historia de este movi-
En una parte cualquiera de su horizonte intelectual miento, por lo menos en sus rasgos esenciales, y a conoci-
cada uno de nosotros es pues místico. D e todos los f e ' da, y no recordaremos aquí sino los principales. T r e s
nomenos que no ha observado uno por sí mismo, se forma pintores, Dante Gabriel Rosseti, Holman Hunt y Millais,
cada cual apercepciones vaporosas y vacilantes; pero se formaron en 1848 una asociación que se llamó Prera-
distinguirá sin embargo fácilmente al hombre sano del pliaelüic Brotherhood (Fraternidad prerafaelítica); y a for-
que merece la designación de místico; h a y para juzgarlos mado el grupo, se juntaron á él los pintores F. G. Stephens
a ambos un criterio seguro: el hombre sano es capaz de y James Collinson así como el escultor Thomas W o o l n e r .
sacar de sus percepciones inmediatas apercepciones de Expusieron en Londres, en la primavera de 1849, una
contornos precisos y de penetrar sus verdaderas relacio- serie de cuadros y de estatuas que llevaban todos, ade-
nes; el místico, por lo contrario, mezcla sus representa- más de la firma del autor, la inscripción común P . R. B .
ciones-fronterizas, ambiguas y brumosas, hasta con sus El resultado fué aterrador; el público, al cual fanáticos
apercepciones inmediatas, que por ende son confusas y histéricos no habían todavía impuesto tiránicamente la f e
obscurecidas. El mismo labriego más supersticioso tiene en la belleza de estas obras y que no estaba todavía bajo
apercepciones seguras de su trabajo del campo, de la ali- el imperio de la moda inventada por los snobs estéticos, y
mentación de su ganado y de la vigilancia de su mojón- que consiste en ver en la admiración hacia éstas una se-
puede ser que crea en la bruja de la lluvia, porque no' ñal de distinción y de afiliación en un círculo estrecho y
sabe cómo la lluvia se produce, pero no espera ni por un exclusivo de patricios del gusto, el público, decimos, fué
momento que los ángeles vengan á hacer en lugar suyo á ellas sin prevención y las halló incomprensibles y gro-
el trabajo de labranza; hace quizá que bendigan su campo tescas; excitó su vista una risa inextinguible en las g e n -
porque ignora las verdaderas condiciones de la p r o s p e r é tes de buen humor y cólera en los quisquillosos, que se
dad ó del menoscabo de su cosecha, pero á pesar de su incomodan cuando creen que se quieren burlar de ellos.
confianza en un favor sobrenatural, no omitirá nunca ha- L a «Fraternidad» no renovó su tentativa; la exposición
cer la siembra. En el místico propiamente dicho, por lo P. R. B . no se repitió; la asociación misma se rompió, y
contrario, como lo incomprensible es lo informe, penetra é sus miembros no añadieron ya más á sus nombres las le-
invade todas las apercepcibnes, aun las de su experiencia tras de alistamiento; no formaron y a una reunión cerrada
diana; su falta de atención le hace incapaz de darse cuen-
ta del verdadero encadenamiento de los fenómenos aun 1 El xix.
en la cual se recibía á las gentes con todas las formalida- líos de" oro y pajes con tocas de plumas, es cosa que se
des de rúbrica, sino tan sólo, un círculo libre de amigos explica por los modelos que flotaban, inconscientemente
que tenían comunes tendencias, sin cesar transformado acaso, ante el espíritu de los prerafaelitas.
por continuas entradas y salidas. A s í es como se juntaron Los movimientos en arte y en literatura no surgen de
á ellos Burne Jones y Madox Browne, á quienes se consi- repente ni por generación espontánea; tienen antepasa-
dera igualmente como prerafaelitas, aunque no hayan dos de los cuales descienden por una filiación natural. El
pertenecido al P . R . B. primitivo. Más tarde la definición prerafaelismo es un nieto del romantismo alemán y un
se extendió de los artistas á ios poetas, y se cuentan entre hijo del romantismo francés; pero en sus peregrinaciones
los prerafaelitas literarios, además de Dante Gabriel á través del mundo, el romantismo, bajo la influencia de
Rosetti, que no tardó en trocar el pincel por la pluma, á las disposiciones variables de las épocas y la del carácter
Algernon-Charles Swinburne y á William Morris. particular de los diferentes pueblos, h a sufrido alteracio-
¿Cuáles son las ideas—fuerzas y los objetivos del mo- nes tales, que apenas si un ligero aspecto de familia re-
vimiento prerafaelita? U n crítico anglo alemán de valía, cuerda al antepasado alemán en el retoño inglés.
Franz Hiiffer, cree contestar á esta pregunta, al decir: El romantismo alemán era en su principio una reac-
«Quisiera llamar á este movimiento: el renacimiento del ción contra el espíritu de los enciclopedistas franceses
modo de sentimiento medioeval» A p a r t e de que estas que habían dominado sin disputa en el siglo x v i i i . S u s
palabras nada significan, puesto que por «el modo de sen- críticas de los viejos errores, sus nuevos sistemas, que
timiento medioeval» cada cual puede entender lo que le querían explicar los enigmas del mundo y de la naturale-
parezca, la alusión á la Edad Media señala solamente el za humana, habían al principio seducido y casi embriaga-
fenómeno más exterior del prerafaelismo y no toca para do. No podían sin embargo satisfacer de un modo durade-
nada á su esencia íntima. ro, puesto que cometían en dos direcciones un error de
Es exacto que los prerafaelitas revelan en la imagen bulto; interpretaban el mundo fenomenal con un conoci-
ó en las palabras cierta predilección, por otra parte no ex- miento insuficiente de los hechos y consideraban al hom-
clusiva, por la Edad Media; pero la Edad Media de sus bre como un ser razonable; orgullosos de su pensar rigu-
poemas y de sus cuadros no es la Edad Media de la his- rosamente lógico, matemático, no veían que era un méto-
toria; es una Edad Media fabulosa, una simple designa- do de conocimiento, pero no el conocimiento mismo. El
ción de lo que está colocado fuera del tiempo y del espa- aparato lógico es una máquina que puede elaborar no más
cio, una época y un país de fantasía en los cuales se puede que la materia que en él se ha puesto; si no se alimen-
transportar cómodamente todas las figuras y acciones no ta la máquina, gira ésta en el vacío, h a c e ruido, pero no
reales. Que los prerafaelitas atribuyan á su mundo extra- produce nada. El estado de la ciencia en el siglo x v u i no
terrestre algunos rasgos que pueden recordar de lejos la permitía á los enciclopedistas poner útilmente en actividad
Edad Media, que en dicho mundo evolucionen reinas y su aparato lógico; pero no lo advirtieron y construyeron,
caballeros, doncellas que llevan coronas sobre sus cabe- inconscientemente temerarios, con ayuda de sus débiles
medios, un sistema que dieron con satisfacción como
siendo la fiel imagen del universo. N o tardó naturalmente
1 Poems by Dante-Gabriel Rossetti. Witha memoir of the autor,
by Franz Hüffer. Leipzig, 1873, pág. VIII. en descubrirse que los encicbpedistas, tan ufanos de su ra-
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zón, se engañaban, ellos y sus discípulos; se descubrieron
vasto dominio.de las necesidades orgánicas y de los ins-
hechos que contradecían sus explicaciones prematuras y
tintos hereditarios que Eduardo de Hartmann llama «lo
hubo toda una serie de fenómenos que el sistema no te-
insconciente», permaneció oculto á los racionalistas y no
nía en cuenta para nada, que no alcanzaba á cubrir como
vieron sino el estrecho círculo de la vida psíquica que
ocurre con un manto demasiado corto y que burlonamente
alumbra la pequeña lámpara de la conciencia. Una poesía
asomaban por todos los bordes. Entonces se maltrató á
que representaba al hombre según los modos de ver de
puntapiés la filosofía de los enciclopedistas y se cometió,
esta psicología insuficiente, tenía que ser falsa hasta lo
con respecto á ella la falta que ella misma había cometido:
ridículo; no tenía sitio para las pasiones y las locuras; no
se confundió el método de la crítica racional con los resal-
veía en el mundo más que fórmulas lógicas andando en
tados que había producido entre las manos de los enciclo-
dos pies y ecuaciones matemáticas con la cabeza empol-
pedistas. Porque éstos, con insuficiente conocimiento de
vada y con trajes bordados. El sentimiento natural se
los hechos, daban de la naturaleza una explicación falsa y
vengó de esta aberración artística, alzándose en rebeldía
arbitraria, los sedientos de saber exclamaron, desengaña-
y no admitiendo más que lo inconsciente, el instinto he-
dos, que la crítica racional era en sí misma un falso mé-
reditario y los apetitos orgánicos, sin más preocuparse
todo, que el pensamiento lógico no conducía á nada, q u e
de la razón ni de la voluntad, que sin embargo existen
las explicaciones de la filosofía de emancipación eran tan
también.
indemostradas é indemostrables como las de la religión y
El misticismo que se rebeló contra el empleo del mé-
de la metafísica, que eran tan sólo menos bellas, más frías
todo racionalista en la interpretación del mundo, el mo-
y más estrechas; las g e n t e s se precipitaron con fervor
vimiento de asalto y de irrupción que se amotinó contra
en todas las profundidades de la fe y de la superstición,
el mismo empleo con respecto á la vida psíquica del hom-
en donde, sin duda alguna, no crecía el árbol de la cien-
bre. fueron la cosecha preparatoria del romantismo, que
cia, pero en donde hermosos mirajes cautivaban la vista
no es sino la reunión y la exageración de estos dos movi-
y en donde murmuraban las fuentes perfumadas y calien-
mientos de rebeldía. Que el romantismo h a y a revestido
tes de todas las emociones.
la forma del entusiasmo por la Edad Media, no era sino el
Y aún más que el error de su filosofía, fué nefasta la efecto de los sucesos y de la disposición de espíritu del
falsa psicología de los enciclopedistas. Creyeron que los tiempo, puesto que los comienzos del romantismo coinci-
pensamientos y las acciones del hombre están determina- den con el rebajamiento más profundo de Alemania, y
dos por la razón, por las l e y e s de la lógica, y no sospecha- el dolor causado á los jóvenes talentos por la vergüenza de
ron de ningún modo que la verdadera fuerza motora de la dominación extranjera dió á todo el conjunto de sus
sus ideas y de sus actos son las emociones, esas excita^ ideas un colorido patriótico. En la Edad Media, A l e -
ciones elaboradas en las profundidades de los órganos in- m a n i a había tenido un brillante período de fuerza y de
teriores, cuyo origen se sustrae á la conciencia y que ha- florecimiento intelectual; aquellos siglos á la vez ilustra-
cen de repente irrupción en ésta como una horda de sak- dos por el poderío de los emperadores universales de la
vajes, sin decir de dónde vienen, ni plegarse á ningún casa de Hohenstaufen, la magnificencia de la poesía amo-
reglamento de policía del pensamiento civilizado, y exi- rosa de corte y la grandeza de las iglesias góticas, te-
gen imperiosamente que se les dé alojamiento: todo el nían necesariamente que atraer á los espíritus ansiosos de
salir violentamente y con repugnancia de un presente in-
telectualmente prosaico, políticamente humillante. Para culto de los santos. «Nuestro servicio divino no es t a i -
sustraerse á Napoleón, se refugiaban en Federico Barba- escribe Enrique de K l e i s t - t a n sólo se dirige á la razón;
rroja, volviendo los ojos á W a l t h e r v o n . d e r V o g e l w e i d e , pero una fiesta católica se dirige á todos los sentidos».
se desquitaban de su horror h a c i a Yoltaire. Los imitadores Incontestablemente, el simbolismo profundamente obscu-
extranjeros de los románticos alemanes no saben que ro del catolicismo, la exterioridad toda de sus gestos hie-
cuando hacen, en. su huida de la realidad, una parada en ráticos, de los misterios del altar, de la magnificencia de
la Edad Media, tienen como guía de viaje al patriotismo sus vestiduras sacerdotales, de sus objetos y obras de arte
alemán. litúrgicos, de su subyugación de los sentidos por el trueno
del óro-ano, las nubes del incienso y las custodias relucien-
El lado patriótico del romantismo fué por lo demás
tes todo esto excita más apercepciones nebulosas y con-
solamente acentuado por los talentos más sanos de esta
fusas que el frío protestantismo. L a conversión al catoli-
tendencia; en los o^iros, ésta se reveló con plena claridad
cismo de los Federico S c h l e g e l , A d a m Müller, Zacarías
como lo que es: una manifestación de la degeneración.
W e r n e r el conde Stolberg, es sencillamente lógica, ab-
Los hermanos S c h l e g e l dieron, en su revista el Atheneum,
solutamente como el lector que ha seguido nuestras e x -
este programa del romantismo: «El comienzo de toda poe-
plicaciones sobre la psicología del misticismo, comprende-
sía es suspender de nuevo la marcha y las leyes de la ra-
rá que en dichos románticos, una sensualidad con tre-
zón pensante racionalmente y sumirnos otra vez en el
m e n d a llevada hasta el celo erótico acompaña a los
hermoso extravío de la fantasía, en el caos primitivo de
la naturaleza humana... El soberano gusto del poeta no transportes de devoción.
soporta ninguna ley por encima de él». Este es e x a c - Una generación después que en Alemania apareció en
tamente el modo de pensar y de hablar del débil de espí- Francia el romantismo. Este retraso es fácil de explicar
ritu, del imbécil que es incapaz de seguir con su ac- históricamente. E n las tormentas de la Revolución y de las
tividad cerebral, observándolos y comprendiéndolos, los o-uerras napoleónicas los espíritus directores del pueblo
fenómenos del mundo, y que, con la satisfacción de sí francés no encontraron tiempo para replegarse en si mis-
mismo propia de los imbéciles, presenta su defecto como mos; no tenían ocio bastante para examinar la filosofía de
si fuera una cualidad, declara su pensar confuso, domi- sus enciclopedistas, para encontrarla insuficiente, recha-
nado por la asociación de ideas no refrenada, como el zarla y alzarse contra ella; gastaban toda su fuerza en las
solo justo y recomendable y se ufana por aquello mismo rudas y grandiosas hazañas musculares de la guerra, y no
de que se lamenta el hombre sano. sentían apenas la necesidad de las emociones que procu-
ran el arte y la poesía; esta necesidad estaba completa-
A l lado de la asociación de ideas desordenada, se ob-
mente satisfecha por las emociones infinitamente mas
serva también en la mayor parte de los románticos el
fuertes del amor propio y de la desesperación excitadas
.compañero natural de esta debilidad cerebral, el misticis-
por victorias gloriosas y por desastres de fin del mundo.
mo. L o que les sedujo, al pensar en la Edad Media, no
Solamente en la época de sueño relativo que siguió a W a -
fué la grandeza y el poderío del imperio alemán, la abun-
terloó, fué cuando las inclinaciones estéticas recobraron
dancia y la belleza de la vida alemana en aquellos tiem-
sus derechos, y las mismas causas produjeron entonces los
pos, sino el catolicismo con su fe en los milagros y su
mismos resultados que en Alemania; la juventud de talen-
to, también en Francia, levantó el estandarte de la rebel- •sas estéticas se anteponían á las cosas útiles, lo fantástico
día contra las tendencias estéticas y filosóficas reinantes; triunfaba sobre lo racional, y en el cual el crimen mismo
quería que la fantasía echase á rodar la razón y le pusiera era bello, puesto que el asesinato se realizaba con puna-
el pie sobre la garganta, y proclamó el derecho marcial de Ies cincelados y damasquinados, y el veneno era presen-
la pasión contra el procedimiento circunspecto de la dis- tado en copas ilustradas por Benvenuto Cellmi.
ciplina y de la moral. Iniciada en cierta medida en el rao Los románticos franceses emplean la irrealidad de las
vimiento alemán por Mme. de Staël y por A . - W . de escenas que representan y de los trajes principalmente
Schlegel, los cuales, la una ejercía acción p e r s o n a l sobre para poder dotar con entera libertad á sus héroes c o n
los franceses que la rodeaban, y el otro no había tardado todas las cualidades, exageradas hasta lo monstruoso,
en ser traducido al francés, la juventud de talento se que el francés, aún no agriado por el dolor de la de-
adhirió, medio inconscientemente acaso, á este movi- rrota admiraba en el hombre. Así es como aprendemos a
miento. Entre las diferentes fuerzas motrices que entran conocer, por los héroes de Víctor H u g o , Alejandro Du-
en el romantismo alemán, las del patriotismo y del cato- mas Teófilo Gautier, Alfredo d 2 Musset, el ideal mascu-
licismo místico no tuvieron acción sobre el espíritu fran- lino'v femenino francés. L a s especulaciones filosóficas a
cés, que no tomó de aquél sino su predilección por lo le- lo Fausto ó los monólogos á lo Hamlet, no son lo propio
jano en el tiempo y en el espacio y por la anarquía mo- de esos héroes; hablan sin cansarse, con antítesis y frases
ral é intelectual. ino-eniosas deslumbrantes; se baten uno contra diez,
El romantismo francés no era ni medioeval ni piadoso; aman como Hércules durante la noche tespidiana, y su
eligió más bien domicilio en el Renacimiento, cuando quería vida entera no es sino una continua embriaguez de com-
alejarse de la realidad en el tiempo, y en Oriente ó en los bates, de voluptuosidades, de vicios, de perfumes y de es-
países fabulosos, cuando quería alejarse de ella en el es- plendores; una especie de locura de grandezas con ideas
pacio. En Víctor H u g o , al lado tan sólo de los Burgraves, de gladiador romano, de D o n j u á n y de Monte-Cristo; una
c u y a acción se desarrolla en el siglo x m , están todos los loca disipación de tesoros inagotables de fuerza física, de
demás dramas, Cromwell, Maria 'Pudor,Lucrecia Borgia, aleo-ría y de oro. Estos candorosos ideales humanos tienen
Angelo, Ruy-Blas, Hernani, Marión Deforme, El Rey se por'fuerza que llevar jubones ó capas españolas y hablar
divierte, que se desarrollan en los siglos x v i y x v i i ; y á el lenguaje de los tiempos desconocidos, puesto que este
su única novela de la Edad Media, Nuestra Señora de Pa- exuberancia muscular no podría enfundarse dentro de
risse puede oponer todas las demás, desde Han de Islan- nuestro frac de etiqueta ceñido, y que la conversación de
dia, que tiene por escenario una Thulé de ensueño, hasta los salones parisienses no permite las franquezas de estas
los Miserables que suceden en un París apocalíptico y
almas vueltas de adentro afuera.
Noventa y Tres, historia de la Revolución para uso de los En Inglaterra, los destinos del romantismo han sido
fumadores de haschisch. L a inclinación del romantismo exactamente lo opuesto de los que ha tenido en Francia.
francés por el Renacimiento es natural; fué aquel el tiem- Si los franceses habían sobre todo y aun exclusivamente
po df las grandes pasiones y de los grandes crímenes, de tomado del romantismo alemán, como modelos, la emigra-
los palacios de mármol, de los trajes relucientes de oro y ción fuera de la realidad y la proclamación del derecho
de las fiestas embriagadoras; el tiempo en el cual las co- soberano de la pasión, los ingleses desarrollaron de aquel
no menos exclusivamente los elementos católico-místi-
glo VII, la sed ardiente de explicarse el fenómeno del
cos. Para ellos la Edad Media tenía un poderoso atracti-
mundo devoraba á los anglo-sajones. A h o r a b i e n : esta
vo, por esto sólo que era la época de la fe infantil, de la
hermosa y noble ansia de saber se ha convertido á la v e z
embriaguez de los simples de espíritu en el comercio per-
en la fuerza y en la debilidad de los ingleses; les condujo
sonal con la Santísima Trinidad, la V i r g e n Santa y todos,
al desarrollo paralelo de las ciencias naturales y de la
los santos tutelares.
teología. Los sabios aportaron hechos adquiridos por una
Comercio, industria y civilización nunca habían esta-
penosa observación; los teólogos, sistemas compuestos de
do en parte alguna tan desarrollados como en Inglaterra*
nociones arbitrarias; pero unos y otros elevaron la pre-
en ninguna parte se había trabajado tanto, en' ninguna
tensión de explicar la esencia de las cosas, y el pueblo les
parte se había vivido en condiciones tan artificiales. El
quedó profundamente agradecido á los unos y á los otros;
estado de degeneración y de agotamiento que observa-
á los teólogos todavía más que á los sabios, porque
mos hoy en todos los países civilizados, como consecuen-
aquéllos podían enseñar más abundantemente y con más
cia de este exceso de fatiga, tenía por este motivo que
aplomo que éstos; la inclinación de los hombres á conce-
manifestarse en Inglaterra antes que en cualquiera otra
der el mismo valor á las palabras que á los hechos y á las
parte y se manifiesta efectivamente con una violencia
afirmaciones que á las pruebas, da siempre al teólogo y
creciente á partir de 1830 y de 1840. P e r o la emotividad,
al metafísico una ventaja enorme sobre el observador. L a
de degeneración y de agotamiento debía revestir allí, for-
sed de saber de los ingleses ha producido á la v e z la filo-
zosamente, por consecuencia de las particularidades del
sofía de inducción y el espiritismo; la humanidad le debe
pueblo inglés, un matiz religioso.
á lord Bacon, H a r v e y , Newton, L o c k e , Darwin, Jhon
El pueblo anglo-sajón es por su naturaleza un pueblo Stuart Mili, pero también á B u n y a n , B e r k e l e y , Milton,
sano y de espíritu sólido, y posee por esto mismo en los puritanos, los cuákeros, y todos los visionarios reli-
alto grado la necesidad de conocimiento propia al hom- giosos, apocalípticos y médiums de este siglo. Del propio
bre normal vigoroso. En todo tiempo ha investigado el modo que ningún pueblo ha hecho tanto en favor de sus
«porqué» y el «cómo» de los fenómenos, y atestiguado naturalistas ni los ha honrado tanto, ningún pueblo tampo-
un reconocimiento y un interés apasionados á los que le co ha buscado en la f e sobre todo la enseñanza, con tanta
han prometido informarle a c e r c a de este asunto. Todos sinceridad y devoción como el pueblo inglés. E l esfuerzo
los escritores que se han ocupado de los comienzos de la por conseguir el conocimiento es pues la fuente princi-
formación del alma inglesa, G . F r e i t a g y H. Taine, p o r pal de la religiosidad inglesa; h a y que añadir á esto que
ejemplo, citan el discurso profundo de un j e f e inglés sobre las clases dominantes no dieron nunca el ejemplo de la
^ lo que precede y lo que sigue á la vida del hombre, dis- indiferencia en materia de fe, sino que hicieron sistemá-
* curso que nos ha sido conservado por Beda en su narra- ticamente de la religiosidad un sello de distinción social,
ción de la conversión del rey Edwin al cristianismo en oposición con Francia, en donde la nobleza del si-
A t e s t i g u a este discurso que desde el comienzo del s i - glo XVIII hizo del volterianismo el sello distintivo de una
condición social superior. El desarrollo histórico condujo
1 Gustavo Freitag, Cuadros del pasado alemán, t. I- La
Edad Media. Leipzig, 1872, pág. 2 6 6 . — H . Taine, Historia de la li- en Inglaterra á dos resultados que se e x c l u y e n en la apa-
teratura inglesa. París, 1866, segunda edición, t. I, pág. 46. riencia el uno al otro: á la dominación de casta y á la l i -
bertad personal; la casta, que está en posesión de la ri- el prefijo «pre» evoca ideas de cosas antiguas, lejanas,
queza y del poder, desea naturalmente defender su situa- apenas perceptibles, misteriosamente nebulosas. L a pala-
ción; no puede, teniendo en cuenta el carácter rígida- bra « prerafaelitas » hace resonar por asociación de ideas,
mente independiente del pueblo inglés, recurrir á la fuer- como otras tantas notas armónicas, las nociones «preada-
z a material; ha cultivado pues siempre los medios coer- mitas» », «prehistórico», etc.; en suma, todo lo que
citivos morales que la p e r m i t e n mantener en la sumisión abre perspectivas inmensas sobre lo desconocido crepus-
y la obediencia á las clases inferiores, y entre estos me- cular y permite al espíritu un vagabundeo de fantasía
dios, la religión es con m u c h o el más eficaz. por lo que está fuera del tiempo y en los países fabulosos.
A s í es cómo se explica la fe de los ingleses y al mis- Pero si los prerafaelitas han encontrado su ideal artísti-
mo tiempo el carácter religioso de su degeneración inte- co realizado precisamente en los pintores del «quattro-
lectual. El primer efecto de la degeneración y de la his- cento», lo deben á John Ruskin.
teria epidémicas fué el movimiento de Oxford, hacia Ruskin es uno de los espíritus más confusos y más
1840; W i s e m a n sorbió el seso á las gentes de cabeza poco falsos y uno de los más poderosos estilistas de este siglo.
firme; Newman se convirtió al catolicismo; Puse}' revistió Puso al servicio de ideas completamente delirantes el
á toda la alta Iglesia anglicana con las vestiduras romanas; salvaje encarnizamiento del fanático desequilibrado de
el espiritismo no tardó en tomar cartas en el asunto, y es espíritu y el profundo sentimiento del «emotivo» de Mo-
característico que todos los médiums empleaban una fra- rel. Su estado de alma es el de los primeros grandes
seología teológica y hacían revelaciones acerca del pa- inquisidores españoles: es un Torquemada de la estética;
raíso y del infierno; las asambleas de «revival» de 187$ y le gustaría quemar vivos al crítico que no participa de sus
el «Ejército de Salvación» actual son la continuación di • modos de v e r ó al filisteo obtuso que pasa sin recogimien-
recta del movimiento de Oxford, aunque inficionado y to ante las obras de arte; pero como las hogueras no las
corrompido como conviene al grado de cultura más bajo tiene á mano, se desata por lo menos rabiosamente en
de sus miembros. En materia de arte, el entusiasmo reli- palabras y aniquila metafóricamente á los heréticos con
gioso de los ingleses degenerados é histéricos buscó su !a injuria y la maldición; á su humor colérico intratable
expresión en el prerafaelismo. junta un gran conocimiento de todos los detalles de la
Una definición exacta del sentido de esta palabra no historia del arte; si habla de las formas de las nubes, re-
es posible, puesto que h a sido inventada por místicos y produce las nubes de sesenta ú ochenta cuadros esparci-
participa, con todos los neologismos debidos á imbéciles dos á través de todas las colecciones de Europa y , nótese
y á dementes, de la propiedad de ser v a g a y equívoca. bien, ha hecho esto en los años 1840 y siguientes, cuan-
Los primeros miembros de la «Fraternidad» creyeron des- do aún no se conocían las fotografías sacadas de las obras
cubrir en los artistas de los siglos x i v y x v , en los pre- maestras del arte, que hacen hoy tan Cómodo el estudio
cursores de los grandes genios de las escuelas de Umbría, comparado. Esta acumulación de hechos, esta erudición
milanesa y veneciana, espíritus unificados con los suyos
propios; tomaron durante algún tiempo como modelo su 1 No es esta una afirmación arbitraria. En una de las más fa-
manera de pintar y crearon la designación «prerafaeli- mosas poesías de Dante-Gabriel Rossetti, Edén boioer, de la cual
ta » que debió complacerles extraordinariamente, porque hablaremos más adelante, se trata precisamente de la Lihth preada-
mita.
de con frecuencia emocionar el corazón más eficazmente
que un símbolo refinado, y que examinamos cuadros en
minuciosa le conquistaron el espíritu inglés; explican la
su cualidad de obras maestras, con menos devoción y más
influencia poderosa que ha ejercido sobre el sentimiento
curiosidad... L o que busca y adora siempre el que llama-
artístico del mundo anglo-sajón y sobre sus ideas teóricas
mos conocedor, es al hombre y su fatuidad, al hombre y
de lo bello. El positivismo lúcido del inglés reclama in-
sus mañas, al hombre y sus invenciones, al hombre mi-
dicaciones exactas, medidas, cifras; que se le dé todo
serable, lastimoso, mezquino, egoísta. Entre cascos de
esto y se encuentra contento no critica los puntos de
vidrio y montones de estiércol, entre granujas ebrios y
partida; el inglés acepta un delirio cuando se presenta
hermosas señoras arrugadas, á través de todos los espec-
con notas al final de las páginas, y queda conquistado por
táculos de la crápula y de la corrupción, seguimos al ar-
una charlatanería cualquiera acompañada con cuadros
tista que se lanza á ellos con alborozo y regocijo, no para
estadísticos. Constituye de todo punto un rasgo inglés el
recoger una enseñanza sana, no para sentirnos emocio-
que Milton, al describir el infierno y sus habitantes, se
nados por la piedad ó para brincar de indignación, sino
muestre tan detallado y concienzudo como un agrimensor
para observar la destreza del pincel y saborear el cente-
y un naturalista, y el que Bunyan refiera el Viaje del Pe-
lleo del color... L a pintura no es otra cosa sino un noble
regrino hacia el reino místico de la redención, valiéndose
y expresivo lenguaje, inapreciable como transmisor de
del método de las narraciones de viaje más plásticas,
ideas, pero en sí mismo y por sí solo absolutamente
como un capitán Cook ó un Burton; Ruskin posee en
nulo... No es la manera como las cosas están representa-
sumo grado esta singularidad inglesa de lo exacto en lo
das ó dichas, sino lo que representan y dicen, lo que de-
absurdo, de las medidas y los números en el delirio de la
termina finalmente la grandeza del pintor ó-del escritor...
fiebre.
Los esfuerzos primitivos de Cimabua y del Giotto son los
En 1843, casi al mismo tiempo que la explosión del
mensajes inflamados de una predicción anunciada por los
gran movimiento «catolizante», Ruskin comenzó á publi-
labios balbucientes de niños pequeños... El cuadro que.
car los estudios de arte sobreexcitados que fueron más
encierra más ideas y las más nobles, por torpemente
adelante reunidos bajo el título de Modern Painters (Pin-
que puedan estar expresadas, es más grande y mejor que
tores modernos). Era entonces un j o v e n teólogo, y en ca-
el que contiene menos ideas y menos nobles, por muy
lidad de tal abordó la contemplación de las obras de arte;
bien que estén representadas... Cuanto más insuficientes
la vieja escolástica quería hacer de la filosofía la « criada
parecen los medios con relación al objeto, tanto más po-
de la teología»; el misticismo de Ruskin se proponía el
derosa será la impresión de la fuerza artística»
mismo objeto con respecto al arte; la pintura y la escul-
tura debían ser una forma del servicio divino, ó no de- Estas frases fueron decisivas para la dirección de los
bían de ser; la obra de arte valía tan sólo por la idea jóvenes ingleses que, hacia 1843, unían tendencias artís-
trascendental que quería expresar, por el fervor que la ticas al misticismo de los. degenerados y de los histéricos;
inspiraba y se revelaba en ella, y no por la perfección de encerraban la estética de los primeros prerafaelitas. Sm-
la forma.
Esta manera de ser le ha llevado á afirmaciones de 1 John Ruskin, Modern Painters. edición americana, t. I, pági-
las cuales quiero citar aquí algunas de las más caracte- nas 21 y siguientes.
rísticas: «Me p a r e c e — d i c e — q u e un grosero símbolo pue-
tieron éstos la impresión de que Ruskin había claramente que expresa un pensamiento religioso. Ruskin no ve ó
expresado lo que fermentaba obscuramente en ellos; ese quiere ignorar que los sentimientos de placer suscitados
era el ideal artístico que ellos presentían; la forma, indi- por la contemplación de un cuadro son directamente pro-
ferente, el pensamiento, todo; tanto más" torpe la ejecu- ducidos no por la idea que éste encierra, sino por su for-
ción, tanto más profundo el efecto; el fervor religioso, ma sensorial; la pintura suscita con sus medios, color y
único objeto digno de una obra de arte. Recorrían la his- dibujo (éste consiste en tomar y en reproducir exacta-
toria del arte en busca de los tipos á los cuales se aplica- mente gradaciones de luz), primeramente, una impresión
ban las teorías de Ruskin aceptadas por ellos con entu- agradable meramente á los sentidos, hermosos colores
siasmo y encontraban lo que buscaban en los «primiti- aislados y armonías de tonos felizmente combinados; da
vos)) italianos, en cuadros de los cuales es extraordinaria- en segundo lugar la ilusión de la realidad, y á la vez,
mente rica la Galería Nacional de Londres. Allí tenían, el placer de grado superior y más intelectual que consis-
como objeto de imitación modelos acabados; debían con- te en hacer que se reconozcan los objetos representados
sagrarse á aquellos Cimabua, Giotto, Fra A n g é l i c o , á y que se comprenda la intención del artista; hace, por
aquellos Botticelli y Filippo Lippi; allí estaban esos cua- fin, ver los objetos con los ojos del artista y descubrir en
dros mal dibujados, en su origen y a pobremente pintados, ellos rasgos particulares ó colectivos que el espectador
ó perdido el color por la acción de los siglos, los unos no artista no h a podido hasta entonces distinguir por sí
amarillentos, los otros mugrientos: representaban, con mismo. El pintor, pues, no ejerce acción con los medios
inexperencias de aprendices, escenas de la Pasión de de su arte sino en tanto que excita agradablemente el
Cristo, de la vida de la Virgen Santa ó de la L e y e n d a do sentido de los colores, que da al espíritu la ilusión de la
rada, ó bien encarnaban infantiles concepciones del in- realidad y al mismo tiempo la conciencia de que es una
fierno y del paraíso, en las cuales se expresaba un senti- ilusión, y que por su percepción más profunda y más in-
miento de fe intensa y de devoción emocionada; eran fá- tensa abre al espectador las riquezas ocultas del objeto.
ciles de imitar, puesto que, para pintar en el estilo de los Si, además de esto, el asunto, la «anécdota» del cuadro
«primitivos», el dibujo incorrecto, la ausencia del senti- produce efecto sobre el espectador, y a no se trata del
miento de color, la impotencia artística general, se con- mérito del pintor como tal, sino del de la inteligencia no
vertían en cualidades; v ofrecían un contraste suficiente- exclusivamente pictórica, que ha escogido el asunto y lo
temente violento con respecto á las exigencias del gusto ha entregado, para que sea representado, á las facultades
de la época, para satisfacer la inclinación á la oposición, pictóricas propiamente dichas. L a impresión ejercida por
á la páradoja, á la negación, á la singularidad, que es, la anécdota no es producida por los medios de la pintura;
y a lo hemos visto, lo peculiar del imbécil. no tiene como razón el placer causado al espectador por
En sí misma, la teoría de Ruskin lleva el sello del de- el color, la ilusión de la realidad, la mejor comprensión del
lirio; desconoce los principios primordiales de la estética objeto, sino una inclinación cualquiera preexistente, un
y confunde, con la inconsciencia de un niño que se di- recuerdo, una percepción. U n cuadro pictórico, la Mona
vierte atolondradamente, los límites de las diferentes ar- Lisa del Leonardo, transporta de admiración á todos los
tes. No admite en las bellas artes más que la idea; el que tienen ojos suficientemente educados; un cuadro
cuadro no ha de tener más que el valor de un símbolo anecdótico que no se distinga á la v e z por cualidades pu-
ramente pictóricas, deja fríos á todos aquellos para quie- hacer seis mil años antes de que él viniera al mundo
nes la anécdota por sí misma es indiferente, es decir á los escribas de T e b a s .
aquellos á quienes sería indiferente si no les fuera pre- Los prerafaelitas fueron más allá que Ruskin, del
sentada por los medios propios de la pintura, sino senci- cual habían tomado todas sus ideas directoras. Entendie-
llamente contada, por ejemplo. Un icono ruso conmue- ron mal su equivocación; había dicho tan sólo que la de-
ve al mujik y deja frío al aficionado occidental; un cuadro fectuosidad de la forma podía ser rescatada por la fuerza
que represente una victoria del ejército francés sobre las y el noble sentimiento del artista; pero, ellos, establecie-
tropas prusianas conmovería y seduciría á los filisteos ron directamente en principio que el artista, para expre-
franceses, aunque estuviera pintado en el estilo de las es- sar un noble sentimiento y el fervor, tenía que ser defec-
tampas de Epinal. tuoso en la forma. Incapaces, como todos los débiles de
Hay, seguramente, una pintura que no se propone espíritu, de observar y de darse claramente cuenta de los
fijar y evocar en el espectador las impresiones del sentido hechos, no supieron discernir las verdaderas causas del
visual y las emociones directamente excitadas por ellas, e f e c t o ejercido sobre ellos por los ((primitivos». Los cua-
sino que se propone expresar ideas, y en la cual él cua- dros de éstos les conmovían y les emocionaban; lo que
dro no tiene que ejercer acción por sí mismo, por su pro- ante todo los distinguía de los cuadros de los demás pin-
pia perfección artística, sino por su contenido intelec- tores que les dejaban indiferentes, era su tiesura torpe á
tual; sólo que esta pintura tiene un nombre especial: se más no poder; vieron pues del modo más natural en esta
llama la escritiíra; sus signos, que han de tener no y a un torpe rigidez la fuente de su emoción, é imitaron con
valor pictórico, sino únicamente el valor de símbolos en mucho trabajo y conciencia el mal dibujo de los «primi-
los cuales hacemos abstración de la forma para no fijar- tivos».
nos sino en la significación, sus signos, los llamamos le- Seguramente, sí, la torpeza de los «primitivos» es con-
tras; y el arte que se sirve de estos símbolos para la ex- movedora. Pero ¿porqué? Porque aquellos Cimabua y
presión de procesus intelectuales no es la pintura, sino aquellos Giotto eran sinceros. Querían aproximarse á la
la poesía. En su origen, es cierto, el cuadro era un medio naturaleza y libertarse del y u g o de la tradición de la es-
de hacer sensibles las ideas, y su valor estético venía en cuela bizantina, que había llegado á ser por completo in-
segundo término, después de su valor como transmisor de fiel á la verdad; luchaban con los esfuerzos más violentos
nociones; por otra parte, hoy todavía las impresiones es- contra los malos hábitos de la vista y de la mano que los
téticas tienen hasta en nuestra escritura un papel discre- maestros de las corporaciones les habían impuesto, y el
to, y dejando á un lado todo contenido, un hermoso tipo espectáculo de semejante lucha, como el de todo vio-
de letra produce un efecto más agradable que una escri- lento desarrollo de fuerzas de la personalidad que quie-
tura fea. P e r o y a en los comienzos de su desarrollo, la re romper cadenas de no importa qué naturaleza y
pintura que sólo tenía que satisfacer necesidades estéti- emancipar su « y o » , este espectáculo es el más atrac-
cas, se separó de la escritura que sirve para hacer sensi- tivo que sea posible observar. T o d a la diferencia entre
bles las ideas; la pintura engendró el jeroglífico, la escri- los «primitivos» y los prerafaelitas es que aquéllos te-
tura demótica, la letra; y le estaba reservado á Ruskin nían que comenzar por inventar el dibujo y la pintura
querer súprimir una distinción que habían y a sabido exactos, mientras que éstos querían olvidarlos; y esta es la
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razón por la cual allí donde los primeros seducen, los tro cualquiera, ó á otro período de la historia del
segundos tienen que repeler. E s el contraste existente
arte.
entre el balbuceo de un niño y la tartamudez de un viejo
No hay que esperar del pensamiento místico ni lógica
chocho, entre lo infantil y lo pueril; pero este regreso á
ni unidad. Es conforme á su naturaleza moverse dentro
los comienzos, esta afectación de sencillez, este j u e g o de
de eternas contradicciones. En un pasaje, Ruskin dice:
niño chiquitín en las palabras y en las actitudes, son fenó-
«El mal está en que el pintor tiene el atrevimiento de
menos frecuentes en los débiles de espíritu, y los encon-
cambiar las obras de Dios según se le antoja, de arrojar su
traremos de nuevo con frecuencia en los poetas místicos.
propia sombra sobre todo lo que ve. T o d a modificación
D e conformidad con la doctrina de su maestro teórico
de los rasgos de la Naturaleza tiene su origen ó en la
Ruskin, el decaimiento del arte comienza, en sentir de los
impotencia ó en un ciego descaro» l . L u e g o , el pintor
prerafaelitas, con Rafael. L a s razones son obvias: imitar
ha de reproducir el objeto como lo ve y no permitirse la
á Cimabua y á Giotto es cosa relativamente fácil; para
más ligera variación con respecto á él. Y algunas páginas
imitar á Rafael tiene uno que poder por sí mismo dibujar
más adelante, el mismo Ruskin dice: «Hay una forma ideal
y pintar á la perfección, y esto es lo que eran incapaces
para cada planta, cada flor, cada árbol; hacia esta forma
de hacer los primeros miembros de la ((Fraternidad».
es hacia lo que aspira á llegar todo individuo de la especie
Además, Rafael vivía en el más hermoso período del Re-
si está libre de la influencia del azar ó de la enferme-
nacimiento; la aurora del pensamiento nuevo irradia en
dad» 2 . Y reconocer y reproducir esta forma ideal, con-
su existencia y en sus obras; en su libertad de espíritu de
tinúa, es la gran misión del pintor.
«cincuecentista» emancipado, no se limitaba á pintar te-
Apenas si es necesario demostrar que una de estas
mas religiosos, sino también asuntos mitológicos é históri-
aseveraciones destruye por completo la otra. L a «forma
cos—los místicos dicen: asuntos profanos—; sus cuadros no
ideal» á la cual aspira cada objeto, el pintor no la v e en-
hacen solamente llamamiento al fervor religioso, sino tam-
frente de él con los ojos del cuerpo; la transporta én el
bién al sentido de la belleza; no se limitan á servir exclu-
objeto en virtud de una opinión preconcebida. Pero tiene
sivamente á Dios; por consiguiente, sirven al diablo, dice
que habérselas con formas individuales que, «por azar ó
Ruskin y repiten sus discípulos, y son por ende merecedo-
por enfermedad», se apartan de la forma ideal.
res de que se les condene; era, en fin, conforme á l a ten-
Para reducirlas por medio del pincel á su forma ideai
dencia de contradicción y de negación de lo notorio que
tiene que cambiar lo que está dado por la Naturaleza.
domina toda la intelectualidad de los imbéciles, que de-
Ruskin exige que lo haga, pero dice al mismo tiempo que
clarasen falso precisamente aquel de los dogmas de la his-
toda modificación es «impotencia é indolencia, ó un ciego
toria del arte que se había considerado siempre como el
descaro». Naturalmente, una tan solo de estas afirmacio-
más incontestable. Todo el mundo, desde hace tres siglos
nes que se excluyen mutuamente, puede ser verdad; lo
venía diciendo: «Rafael es el punto culminante de la pin-
es, indudablemente, la primera; la «forma ideal» es una-
tura»; á esto respondieron los prerafaelitas: «Rafael se-
suposición y no una percepción. L a distinción de lo esen-
ñala el punto en que la pintura decayó más bajo»; y así
ocurrió que en la designación que se atribuyeron hi-
cieron precisamente alusión á Rafael y no á otro maes-
1 Ruskin, op. cit, pág. 24.
2 Ruskin, ibidy pág. 26.
' Vili"
lili
cial con respecto á lo a c c i d e n t a l en el objeto es abstrac-
(¡Kffm ción, trabajo del intelecto, no del ojo ni del sentimiento la conciencia (por asociación de ideas ó percepción) y
Vi?; artístico; ahora bien, la pintura tiene por o b j e t o , s e g ú n deja solamente subsistir un grupo dominante de ellas. E n
su e s e n c i a , lo visible y no lo c o n j e t u r a b l e , lo real y nó lo él acto de la visión, la atención suprime una parte de los
posible y lo verosímil, lo concreto y no lo abstracto. Q u i - objetos del campo visual para distinguir con claridad
Wm sólo la p a r t e e n que la mirada se fija e n un momento
tar del f e n ó m e n o ciertos r a s g o s como no esenciales y a c -
cidentales y c o n s e r v a r los otros como esenciales y n e c e - dado. Mirar es v e r claramente un objeto .y no tener en
sarios, es r e d u c i r el fenómeno á un esquema; pero la m i - cuenta los demás; el pintor tiene que mirar, si quiere h a -
sión del arte no es formar esquemas, sino individualizar; cernos comprender claramente cuál objeto le h a cautiva-
en primer l u g a r , porque el esquema tiene por premisa do v lo que el cuadro h a de mostrarnos; si no se fija, al
una representación de la ley que determina el objeto, que mirarlo, en un punto determinado del campo visual, pero
esta r e p r e s e n t a c i ó n puede ser errónea, que cambia á la sí presenta uniformemente el campo v i s u a l entero, no
v e z que las teorías científicas reinantes, y que el pintor no podemos adivinar lo que quería decirnos y hacia que ob-
r e p r o d u c e teorías científicas mudables, sino impresiones jeto d e s e a b a atraer nuestra a t e n c i ó n . S e m e j a n t e pintura
sensoriales; l u e g o después, porque el esquema suscita un es asimilable al hablar i n c o h e r e n t e del imbécil, que char-
trabajo de pensamiento y no una emoción, y que la tarea la se°"ún se v a presentando la asociación de las ideas,
ffi del arte consiste en suscitar emociones. pasando de un tema á otro y él mismo no sabe á dónde v a a
m A los prerafaelitas, no obstante, no se les alcanzaba
parar, como tampoco puede h a c e r l o comprender á los de-
más. S e trata entonces de u n disparatar en pintura, de la
n i n g u n a de estas contradicciones,, y o b e d e c i e r o n c i e g a -
ecolalia por medio del pincel.
«i¡(!;¡; mente todas las consignas de R u s k i n . E s q u e m a t i z a r o n la
forma humana, pero reproduj eron fielmente todos los ac- P e r o precisamente esta m a n e r a de pintar h a ejercido
•: cesorios y no tuvieron «el atrevimiento, la impotencia ó influencia sobre el arte contemporáneo; es la contribución
ilSií la insolencia» de cambiar en ella cosa alguna. P i n t a r o n p r e r a f a e i i t a al d e s a r r o l l o d e é s t e . T a m b i é n l o s p i n t o r e s no
con la más penosa exactitud el paisaje que servía de místicos aprendieron á mirar e x a c t a m e n t e los accesorios y
m a r c o á sus personajes y los objetos que les rodeaban; el á reproducirlos c o n c i e n z u d a m e n t e , evitando sin e m b a r g o
botánico p u e d e determinar cada g r a m í n e a , c a d a flor; el incurrir en el error de sus modelos, que era suprimir la
¡II
te
ebanista, r e c o n o c e r la juntura y la moldura de cada esca-
bel, la esencia de la madera, el barniz de los muebles; y
unidad de su obra, llenando los últimos planos más a l e j a -
dos con naturalezas muertas p e n o s a m e n t e y con propiedad
l,¡ esta precisión c o n c i e n z u d a es, añadámoslo nosotros, la pintadas. L o s trozos de c é s p e d , las flores y los frutos, re-
misma absolutamente en el primer plano que en el plano producidos con una exactitud de botánico; las rocas, los
más a l e j a d o , en el cual, con arreglo á las l e y e s de la ópti- terrenos y las formaciones montañosas g e o l ó g i c a m e n t e
c a , apenas si las cosas debieran ser todavía perceptibles. exactas; los dibujos perfectamente precisos de tapices y
de tapicerías que hallamos en los cuadros m o d e r n o s - I o s
Esta r e p r o d u c c i ó n uniformemente clara de todos los
debemos á R u s k i n y á los prerafaelitas.
objetos de un c a m p o visual es la expresión pictórica de la
L o s místicos éstos se imaginaban ser parientes intelec-
inaptitud para la atención. En el acto de pensar, la a t e n -
tuales de los «primitivos» porque pintaban, como éstos,
ción suprime una parte de las a p e r c e p c i o n e s que l l e g a n á
cuadros religiosos. P e r o era una ilusión; Cimabua, G i o t t o ,
Fra Angélico, no eran místicos, ó, más exactamente, perte- blo de la Edad Media, que no sabía leer, consideraba los
necían a la clase de místicos por ignorancia, no por debi- cuadros de iglesia. El poeta libertino hacía que su madre,
lidad de espíritu orgánica. El pintor de la Edad Media que al dirigirse á la Virgen santa, se expresara en estos tér-
representaba una escena religiosa estaba persuadido de minos: «Soy una mujer pobre y anciana que nada se y
que pintaba alguna cosa absolutamente verdadera* una que no leo una letra; en el convento (de que soy feligresa)
anunciación, una resurrección, una asunción, un episodio veo un paraíso pintado donde hay harpas y luces, y un
de la vida de los santos, una escena de la existencia en infierno donde queman á los condenados; éste me pro
el paraíso ó en el infierno, poseían á sus ojos el mismo ca- duce miedo, aquél alegría y regocijo. Déjame que me
rácter indiscutible de realidad que una orgía en una ta- alegre, diosa suprema, cuya ayuda deben implorar to-
berna de militarotes ó un banquete suntuoso en un pala- dos los pecadores; lléname de fe, sin falsía ni pereza; en
cio señorial; era realista al pintar las cosas suprasensi- esta fe quiero vivir y morir». Con esta fe simple, una ma-
bles; le habían contado la leyenda religiosa como si fuera nera de pintar mística hubiera sido incompatible. El pin-
un hecho material, estaba penetrado de su realidad literal tor evitaba también todo lo que es flotante, misterioso; no
y la reproducía como habría presentado cualquiera otra pintaba ensueños ni disposiciones de espíritu nebulosas,
historia verdadera. El espectador se acercaba al cuadro sino documentos positivos; tenía que convencer y podía
con las mismas convicciones, la obra de arte religiosa era hacerlo, puesto que él mismo estaba convencido.
una Biblia de los Pobres; tenía para el hombre de la Edad De un modo muy distinto procedieron los preraíaeli-
Media la misma significación que, para nuestros contem- tas- no pintaron modos de ver sobriamente concebidos,
poráneos, tienen las ilustraciones de las obras de etnogra- sino emociones; introdujeron, por consiguiente, en sus
fía y de ciencias físicas y naturales. Su misión era contar cuadros, alusiones misteriosas y símbolos obscuros que
y ensenar, y por esta razón tenía que ser exacta. Conoce- nada tenían que ver con la reproducción de la reahdad vi-
mos por la estrofa conmovedora de Villon 1 cómo e l p u e - sible Ouisiera citar un solo ejemplo: LaSombra déla muer-
te de Holman Hunt. En este cuadro, el Cristo se mantiene
I 1 Ballade que Villon fait a la requeste de sa mère pour prier
en una actitud de oración oriental, con los brazos abier-
Notre Dame (Balada que hace Villon á petición de su madre part
rezar á Nuestra S e n o r a ) . - O b r a s completas de François Villon nue tos, y la sombra de su cuerpo cayendo sobre el suelo pre-
va edición por P. L. Jacob, bibliófilo. Biblioteca Elzevirianà Pa- senta la forma de una cruz. Tenemos aquí un ejemplo
rís, 1854, págs. 105-107.
instructivo de los procedimientos de pensamiento místi-
Femme je suis povrette et ancienne,
Ne riens ne sçay; oncques lettre ne leuz; cos; Holman Hunt se representa al Cristo en oración; por
Au monstier voy (dont suis parroissienne) la asociación de ideas se suscita al mismo tiempo en el la
Paradis painct, où sont harpes et luz,
Et ung enfer où damnez sont boulluz:
representación de la futura muerte de Cristo en la Cruz;
L'ung mefaict paout, l'autre, joye et liesse, quiere hacer visible por los medios de la pintura esta aso-
La joye avoirfais-moy (haulte deesse), ciación de ideas, y hace entonces que el Cristo vivo pro-
A qui pécheurs doivent tous recourir,
Comblez de foy, sans faincte ne paresse;
yecte una sombra en forma de cruz, es decir predice el
En ceste foy, je vueil vivre et mèkrir. destino del Salvador, como si algún poder misterioso in-
Es característico que el prerafaelita Rossttti haya precisamen- concebible hubiera dirigido su cuerpo hacia los rayos del
te traducido esta composición de Villon (Bis mothers service to our sol de tal modo que un milagroso anuncio de su destino
Lady, Poems, pág. 180).
debiera aparecer inscrito sobre el suelo. L a invención es
Entre ellos, el más conocido es Dante-Gabriel Rossetti,
de todo punto absurda; hubiera sido por parte del Cristo
hijo, nacido en Inglaterra, de un carhonaro italiano comen-
un j u e g o pueril dibujar por anticipado con su sombra so-
tador del Dante. Su padre le puso al n a c e r el nombre del
bre el suelo, y a fuera por broma, y a fuera por jactancia
gran poeta, y este nombre expresivo fué para Rossetti una
su sacrificio sublime; la imagen producida por la sombra
sugestión duradera que ha experimentado y de la cual,
no hubiera tenido tampoco ningún objeto, puesto que nin-
aunque quizá sólo de un modo semi-consciente, se ha dado
g ú n contemporáneo del Cristo hubiera comprendido la sig-
cuenta 4; es el ejemplo más instructivo d é l a afirmación con
nificación de una c r u z de sombra, antes de que el Cristo
frecuencia recordada de Balzac, relativa á la influencia-
hubiera sufrido la muerte en la cruz. Pero en la concien-
determinante de un nombre sobre el desarrollo y los des-
cia de Holman Hunt, la emoción ha suscitado simultánea-
tinos del que lo lleva. Todo el sentimiento poético de Ros-
mente la imagen del Cristo orando v la de la cruz y
setti tiene su raíz en el Dante; su concepción del mundo
refiere no importa cómo la una á la otra ambas ideas sin
es un plagio confuso de la del Florentino; en todas sus
cuidarse de su relación racional. Si un «primitivo» hubie-
representaciones entra un recuerdo borroso ó claro de la
r a tenido que pintar la misma idea, el Cristo en oración
Divina Comedia ó de la Vida nueva.
penetrado por el presentimiento de su próximo sacrificio'
El análisis de uno de sus poemas más célebres, The
nos hubiera mostrado en el cuadro un Cristo realista en
blessed Damozel (La Doncella bendita) va á hacernos
oración, y , en un rincón, una crucifixión igualmente rea-
comprender ya este parasitismo sobre el cuerpo del D a n -
lista, pero no hubiera nunca tratado de fundir en una sola
te, y a algunas singularidades características del trabajo
por medio de un lazo nebuloso, estas dos escenas dife-
de un cerebro místico. He aquí la primera estrofa: «La
rentes. T a l es la diferencia entre la pintura religiosa de
doncella bendita se inclinaba hacia afuera sobre la baran-
creyentes robustos y sanos y la de degenerados emotivos.
dilla dorada del cielo; sus ojos eran más profundos que la
Andando el tiempo, los prerafaelitas han prescindido
profundidad de las aguas que calma la n o c h e . Tenía tres
de muchas de sus e x t r a v a g a n c i a s del principio. Millais y
lirios en la mano, y las estrellas sobre sus cabellos eran
Holman Hunt no afectan y a el mal dibujo á caso hecho y
en número de siete». Todo este cuadro de la m u j e r ado-
no imitan y a puerilmente el balbuceo de Giotto. No han
rada arrebatada por la muerte, que desde lo alto del em-
conservado de las ideas directoras de la escuela más que
píreo, concebido como si fuera un palacio, en su esplendor
la reproducción cuidadosa de lo accesorio y la pintura de
paradisíaco, baja la mirada hacia él, es un reflejo del Pa-
ideas. U n crítico benévolo, Mr.Edouard Rod, dice de ellos:
raíso del Dante (canto III), en que la V i r g e n bienaven-
«Eran literatos, y su pintura es literatura» E s t e juicio
turada habla al poeta desde el seno de la luna; hasta e n -
sigue aplicándose á dicha escuela; algunos de los prime-
contramos ciertos detalles, por ejemplo las aguas p r o f u n -
ros prerafaelitas lo han comprendido; han reconocido á
das y tranquilas (... ver per acque nüide e tranquille Non si
tiempo que se han equivocado en su vocación y han de-
profonde, che ifondi sien per si...). L o s « lirios en la mano»,
j a d o una pintura que era, en verdad, una escritura de
los ha tomado Rossetti de los cuadros d e los «primitivos»,
ideas, por la escritura real y verdadera.
pero también en esto hallamos un ligero eco del saludo
comprender. En Francia pues, han encontrado para de- hasta del observador absolutamente ajeno á la ciencia.
s a n a r l o la palabra simbolismo. P o r faltas de sentido que Si examinamos el retrato del poeta por Eugenio C a -
parezcan las explicaciones dadas por los mismos simbo- rrière 1 , c u y a fotografía precede al tomo de las poesías
listas de su santo y seña, el psicólogo distingue sin em- escogidas del autor, y singularmente el retrato expuesto
bargo claramente en su balbuceo y tartamudez que en 1892 por M. Aman-Jean en el Salón del Campo de
por un símbolo, entienden una palabra ó una serie de pa- Marte, notamos al primer golpe de vista la pronunciada
labras que expresan no un hecho del mundo exterior ó asimetría del cráneo que Lombroso ha señalado en los
del pensamiento consciente, sino una apercepción cre- degenerados 2 , y la fisonomía mongoloidea, caracteriza-
puscu ar que admite interpretaciones diversas y no obli- da por los pómulos salientes, los ojos oblicuos que miran
ga al lector á pensar, sino que le permite soñar, es decir de través y la barba rala, que el mismo sabio considera
que transmite « disposiciones de espíritu » ó emociones va como un estigma de degeneración 3 .
gas, y no procesos intelectuales.
La vida de Verlaine está envuelta en el misterio, pero
El gran poeta de los simbolistas, su modelo admirado se sabe sin embargo por sus propias confesiones, que ha
aquel del cual han recibido, según su confesión unánime' estado dos años en la cárcel. En la poesía titulada: Escrito
a mas fuerte impulsión, es Pablo Verlaine. En este hom- en 1875 5 refiere extensamente, y no sólo sin avergon-
bre encontramos reunidos, de un modo asombrosamente zarse, sino con un abandono alegre y aun ufano, como un
completo, todos los estigmas físicos é intelectuales de la verdadero criminal de profesión 3 :
degeneración, y á ningún escritor, que yo sepa, pue-
den aplicarse tan á la letra rasgo por rasgo como á él, á «He habitado no ha mucho el mejor de los castillos
sus exterioridades somáticas, á la historia de su vida á En el más delicado país de agua corriente y de ribazos:
su pensamiento, á su mundo de ideas y á su lenguaje es- Cuatro torres se erguían sobre la fachada de otras tantas alas,
pecial, las descripciones que los clínicos hacen de los de- Y yo he por largo tiempo habitado en una de ellas. . . .
generados. M. Jules Huret describe así la figura exterior Un cuarto bien cerrado, una mesa, una silla,
de Verlaine: «Su cabeza de ángel malo envejecido, de Un lecho estricto, lo preciso para poder dormir á gusto...
Tal fué el lote de mi destino durante los largos meses que allí p a s é . . .
barba inculta y escasa, de nariz brusca (?); sus cejas es-
. . .Era feliz con aquella vida,
pesas y erizadas como las aristas de espiga que encubren
Agradeciendo bienes que nadie, seguramente, envidia».
una mirada verde y profunda; su cráneo enorme y oblon-
g o completamente denudado, atormentado por chichones
enigmáticos, eligen en esta fisonomía la aparente y cho-
' Paul Verlaine, Poesías escogidas, París, 1891.
cante contradicción de un ascetismo testarudoy de apeti- 2 Lombroso, El hombre criminal, págs. 169, 181.
tos ciclópeos» i. Como resalta en estas expresiones ridicu- 3 Lombroso, El hombre criminal, pág. 226.
lamente afectadas y en parte completamente absurdas, la
irregularidad del cráneo de Verlaine, lo que M. Huret
3 Traduzco literalmente los versos que siguen y los demás
que contiene la obra, pues que se trata de ejemplos por los cuales
llama los «chichones enigmáticos», ha saltado á la vista el autor pone de relieve y refuerza su argumentación. Para dar idea
de la belleza de algunos trozos poéticos, singularmente de Ver-
laine, sería necesario una traducción literaria y , por ende, comple-
' J u l e s Huret, op. cit., pág. 65. tamente libre. (N. del T.j
alma con que un hombre sano realiza acciones indiferen-
En las estrofas que tienen por título Un cuento dice
esto: tes ó virtuosas; después que los ha perpetrado está abso-
lutamente satisfecho de sí mismo, mientras que el impul-
« . . . Este gran pecador tuvo una conducta sivo conserva la plena conciencia de la abyección de su
L o c a , hasta el punto de llegar á ser demasiado torpe,
acto, lucha desesperadamente contra su instinto hasta
Y de hacer que los Tribunales i n t e r v i n i e s e n - ^ l a s consecuencias! que y a no puede resistirlo, y experimenta después del
Y ¿le veis en el más estrecho de los encierros? acto la más terrible desesperación y un gran arrepenti-
¡Celdas! ¡Prisiones humanitarias! Hay que callar miento. Unicamente un «impulsivo» habla de sí mismo
Vuestro horror empalagoso y ese progreso de hipocresía. . . » con tono de recriminación, como del Unico Perverso (pá-
gina 71), ó encuentra las notas contritas de los primeros
S e h a sabido después que hubo una forma de ero-
tismo en el fondo de la condena de Verlaine, lo cual no sonetos de Sabiduría'.
puede sorprender, puesto que el carácter especial de su «¡Hombres durosl ¡Vida atroz y fea de aquí abajo!
degeneración es un erotismo locamente ardiente. Sueña ¡Ah! que á lo menos, lejos de los besos y de los combates,
de continuo con la lujuria, y su espíritu está sin cesar re- Alguna cosa permanezca aún sobre la montaña,
bosando en imágenes lascivas. No tengo en modo alguno Alguna cosa del corazón de niño y sutil,
el propósito de citar aquí trozos en los cuales se mani- ¡Bondad, respeto! puesto ¿qué es lo que nos acompaña,
fiesta el repugnante estado de alma de este desgraciado Y en verdad, cuando la muerte llegará, ¿qué queda? . . .
esclavo de sus sentidos enfermizamente excitados; me
Cierra los ojos, pobre alma, y vuelve en tí en seguida:
contentaré con señalar á los lectores que deseen estas in-
Una de las peores tentaciones. Luego lo infame. . .
dicaciones las poesías tituladas Las Conchas, Prostituta y
¿Si la vieja locura estuviera todavía en camino? . . .
Auburn i.
¿Va á haber que matar otra vez estos recuerdos?
No es el erotismo su especialidad única; Verlaine es ¡Un asalto furioso, el supremo, sin duda!
también un dipsómano y , como era de esperar en un de- ¡Oh, ve á rezar para aplacar la tormenta, ve á rezar! . . .
generado, un dipsómano paroxístico q u e , al despertar de Hacia la Edad Media, enorme y delicada (?),
su embriaguez, siente apoderarse de él un profundo asco Sería necesario que mi corazón al pairo navegase,
del veneno alcohólico y de sí mismo, y habla ( e n la pri- Lejos de nuestros días de espíritu carnal y de carne triste. . . .
mera composición de La buena Canción) de los «brebajes
Y que allí yo tuviese parte
execrados»; pero, en la primera ocasión, sucumbe de
en la cosa vital,.
nuevo á la tentación. Y que yo fuese un santo, actos buenos, pensamientos rectos,
No existe sin embargo locura moral en Verlaine. Alta teología y sólida moral,
Peca por un instinto irresistible; es un «impulsivo». Lo Guiado por la locura única de la Cruz,
que distingue estas dos formas de degeneración es que el Sobre tus alas de piedra, ¡oh, loca Catedral!»
loco moral no considera sus crímenes como algo malo ni
Como lo muestran estos ejemplos, el compañero ordi-
pernicioso, que los comete con la misma tranquilidad de
nario del erotismo enfermizo, el fervor religioso, no está
Paul Verlaine, op. cit., págs. 72, 315, 317. tampoco ausente de las obras de Verlaine. Este fervor
reviste por lo demás, en muchas otras poesías una expre- Por Ella hay que amar á nuestros enemigos;
sión mucho más precisa; me limitaré á citar estrofas ca- Por Ella he consagrado este sacrificio,
racterísticas entresacadas de otras dos poesías de SabÁ Y la dulzura de corazón y el celo en el servicio,
auna A l rezarla yo, Ella los ha permitido.
«¡Oh, Dios mío, me habéis herido de amor, Y como yo era débil y todavía un mal hombre,
Y la herida esta aún vibrante, De manos cobardes, los ojos deslumhrados en los caminos,
¡Oh, Dios mío, me habéis herido de amor! Ella besó mis ojos y me juntó las manos,
y me enseñó las palabras con las cuales se adora».
¡Oh, Dios mío, vuestro temor me ha tocado,
Y la quemadura la tengo aquí, que truena, (?)' Las cuerdas que Verlaine toca aquí son muy conoci-
(Obsérvense estas expresiones y estas repeticiones constantes.) das en la clínica psiquiátrica. Hay que poner al lado de
¡Uh, Dios mío, vuestro temor me ha tocado! estos desahogos la descripción que hace Legrain de uno
^ ¡Oh, Dios mío, he conocido que todo es vil, de sus enfermos: «De continuo son Dios, la Virgen, una
Y vuestra gloria en mí se ha instalado, prima suya, quienes aparecen en sus discursos» (se trata
¡Oh, Dios mío, he conocido que todo es vil! de una manía hereditaria padecida por un cobrador de
ómnibus). «Ideas místicas vienen á completar la escena;
Ahogad mi alma en los raudales de vuestro vino;
Fundid mi vida con el pan de vuestra mesa; habla de Dios, del cielo, hace la señal de la cruz, se per-
Ahogad mi alma en los raudales de vuestro'vino. signa, se arrodilla, dice que sigue la ley del Cristo» (el
objeto de la observación es un jornalero); «el diablo quie-
H e aquí mi sangre que no he vertido
He aquí mi carne indignada por el sufrimiento,
re tentarme, pero veo á Dios que me protege; es preciso
H e aquí mi sangre que no he vertido». que oréis por mí, he pedido á Dios que bendiga á todo el
mundo, etc.» l .
S i g u e la enumeración extática de todas las partes del L a perpetua alternativa de disposiciones opuestas en
" cuerpo que ofrece á Dios en sacrificio, y luego el poema Verlaine, esta manera regular de pasar súbitamente del
acaba de este modo:
celo bestial á la devoción extática y del pecado al arrepen-
«Conocéis todo esto, todo esto, timiento, han llamado la atención hasta de observadores
que soy más pobre que nadie. que no conocen la significación de este fenómeno. «Es,
Conocéis todo esto, todo esto. dice M. Anatole France, tan pronto creyente como ateo,
Pero lo que yo tengo, Dios mío, yo os lo doy». ortodoxo é impío» 2 . Sí, Verlaine es todo eso, pero ¿por
qué? Sencillamente porque es un «circular». Por este tér-
. Á la Santa Vir g e n el poeta se dirige en estos tér- mino no muy feliz que ha imaginado la psiquiatría fran-
minos:
cesa, se designa á los dementes en los cuales los estados
«Ya no quiero amar más que á mi madre María. de excitación y depresión se suceden regularmente. A l
• Todos los demás amores son de puro precepto,
período de excitación corresponden las impulsiones irre-
Necesarios como son, mi Madre solamente
Podrá inflamarlos en los corazones que la han adorado.
Legrain, Del delirio en los degenerados, págs. 135, 140, 164.
Paul Verlaine, op. cit., págs. 175, 178. 2 Jules Huret, op, cit., pág. 287.
LOS SIMBOLISTAS
taría transcribir poco más ó menos todas las poesías del En el interminable
autor: me limitaré, pues, á dar algunos ejemplos. . Fastidio de la llanura,
En el Crepúsculo de la Tarde mística, se repite dos La nieve incierta
Reluce como arena.
veces sin necesidad orgánica, este verso: «El recuerdo
con el crepúsculo», y este otro: «Dalia, lirio, tulipán, y
Caballitos de madera comienza así:
renúnculo». En Paseo Sentimental, el adjetivo, «lívido»
persigue al poeta á la manera de una obsesión ú «ono- Girad, girad, caballitos de madera,
matomania », y lo aplica á los nenúfares y á las ondas Girad cien vueltas, girad mil vueltas,
(«¡ondas lívidas! »). L a Noche del Walpúrgis clásico, co- Girad á menudo y girad siempre,
Girad, girád al son de los óboes.
mienza así:
En una poesía realmente preciosa de Sabiduría, ha-
sustantivos y de adjetivos absolutamente incoherentes que
llamos esto :
se llaman recíprocamente unos á otros por una asociación
¡El cielo está por encima del tejado, de ideas flotantes sin consideración al sentido, ó por una
Tan azul, tan tranquilo! semejanza de sonido. Y a hemps encontrado algunos ejem-
Un árbol, por encima del tejado, plos en las citas anteriores: se ha tratado de la «Edad
Columpia süs ramas; Media enorme y delicada» y de la «quemadura... que
La campana, en el cielo que se ve, truena»; Verlaine habla también de'pies que «se deslizan
Dulcemente tañe; con un puro y amplio movimiento », de un afecto « estre-
U n pájaro, sobre el árbol que se vé,
cho y vasto», de un «paisaje lento», de «zumo flojo», de
Canta su duelo.
«perfumedorado», de «garbo sucinto», etc. L o s simbo-
En «las, flores de las gentes, las flores innumerables de listas admiran esta manifestación de la imbecilidad, lla-
los campos» (Amor) champs—campos—y gens—gentes, mándola « la investigación del epíteto raro y precioso ».
tienen poco más ó menos la misma asonancia'; aquí el ma- Verlaine tiene claramente conciencia de lo vago de sü
chaqueo imbécil de sonidos semejantes inspira al poeta pensamiento, y en una poesía muy notable desde el punto
un j u e g o de palabras inepto. He aquí ahora una estrofa de vista psicológico, Arte poético, en que trata de dar una
de Pierrot chiquillo 1 : teoría de su lirismo, eleva la nebulosidad á la altura de
« Ce n'est fas Pierrot en herbe un principio y de un método:
Non plvs que Pierrot en gerbe,
Música antes que nada;
C'est Pierrot, Pierrot, Pierrot.
Y para esto prefiere al Impar (?)
Pierrot gamin, Pierrot gosse,
Más vago y más soluble en el aire,
Le cerneau hors de la cosse,
Sin nada en él que pese ó que sea afectado.
C'est Pierrot, Pierrot, Pierrot/»
(Pese y pose del original francés están yuxtapuestos
Estas son, en realidad, palabras como las que emplea,
únicamente á causa de su semejanza de sonidos).
u n a nodriza hablando á una criaturita de pecho; no se tra-
ta con ellas de buscar un sentido, sino sencillamente de Es preciso también que no vayas
canturrear al niño sonidos que le agradan. L a estrofa final A escoger las palabras sin algún error:
Nada más preciado que la canción gris
de otra poesía, Manos, indica una suspensión completa
En que lo Indeciso á lo Preciso se junta.
del pensamiento, un refunfuño maquinal atontado:
Son hermosos ojos detrás de los velos,
|Ah! si son manos de ensueño, Es la luz clara temblorosa del medio día,
Tanto mejor, ó tanto peor,—ó tanto mejor. Es, a través de un cielo de otoño tibio,
L a segunda especialidad del lenguaje de Verlaine es El azul desbarajuste de las claras estrellas!
el otro síntoma de la debilidad intelectual: la reunión de
Porque queremos todavía el Matiz,
No el Color, no más que el Matiz!
1 El autor deja sin traducir estos versos porque su traducción ¡Oh! sólo el matiz desposa
no tiene sentido alguno y es innecesaria de todo punto.—(N. del T.)
El ensueño al ensueño y la flauta á la bocina!
Esta estrofa es un puro delirio; opone en un contraste Otras composiciones: Antes que te vayas... (P. 99) y
el «matiz» al «color», como si éste no estuviera contenido Llora en mi corazón (P. 116), tienen que ser considera-
en aquél; la idea que probablemente flotaba en el pobre ce- das como verdaderas perlas de la poesía lírica francesa.
rebro de Verlaine, pero que no ha podido llevar del todo Y es que los recursos de un soñador pronunciadamen-
á término, es que á los colores puros y fijos prefiere los te emotivo é inapto para pensar bastan para la poesía que
colores apagados y mixtos que están en el límite de dife- sólo expresa disposiciones generales del alma; pero ese
rentes colores.) es el límite que le está implacablemente asignado. No
perdamos de vista lo que es la «disposición de alma».
Huye desde lejos de la Punta asesina (?)
Esta frase indica un estado en el cual la conciencia, á
Del espíritu cruel y de la Risa impura,
consecuencia de excitaciones orgánicas que no puede
Que hacen llorar á los ojos del Azul,
Y de todo ese ajo de inferior cocina (?)
percibir directamente, está llena de representaciones
uniformes que son más ó menos claramente elaboradas y
No trato ni por pienso de negar que, en manos de se refieren todas sin excepción á esas excitaciones or-
Verlaine, este método poético no da á veces resultados gánicas inaccesibles á la conciencia. El simple enfila-
de extraordinaria belleza; hay en la literatura francesa miento de palabras que designan estas representacio-
pocas poesías comparables á la Canción de otoño, cuyo nes asociadas que tienen sus raíces en lo inconsciente,
encanto melancólico se explaya en versos ricamente ri- expresa la disposición de alma y puede suscitarla en
mados y rebosantes de armonía: otro; no es necesaria una idea fundamental, una expo-
sición progresiva que desarrolle dicho estado de alma.
Los sollozos prolongados Poesías de esta índole, le resultan á veces á Verlai-
De los violines ne extraordinariamente bien hechas. Pero allí donde
Del otoño
una concepción determinada, un sentimiento cuyo mo-
Hieren mi corazón
tivo es claro para la conciencia, un hecho circunscri-
Con una languidez
Monótona.
to con precisión en el tiempo y en el espacio, han de
ser transmitidos poéticamente, la poética del débil
Completamente sofocado emotivo es completamente impotente. En el poeta de
k Y pálido, cuando espíritu sano y vigoroso, la disposición general misma
Suena la hora,
sea cualquiera, va ligada á imágenes precisas y no es una
Me acuerdo
simple ondulación de brumas fosadas diáfanas. El degene-
De los días pasados
Y lloro.
rado emotivo no creará jamás poesías como Todas las ci-
mas están tranquilas, El Pescador, Lleno de gozo y de
Y me dejo llevar tristeza, de Gcethe; pero, por otra parte, las más maravi-
Por el viento malo llosas poesías de Gcethe que reflejan disposiciones gene-
Que me arrastra rales, no son tan completamente inmateriales, tan suspi-
A un lado y á otro
radas, como tres ó cuatro de las mejores poesías de un
Semejante á la
Verlaine.
Hoja muerta.
Tenemos ahora frente á nosotros la figura perfecta-
hecho mismo que esta obra sea aún desconocida... pare-
mente clara del j e f e más famoso de los simbolistas Ve-
cería prohibir que se uniese el nombre de M. Mallarmé á
mos un espantos > degenerado de cráneo asimétrico y de
los nombres de los que han producido libros. D e j o zum-
rostro mongoloideo, un vagabundo impulsivo y un dipsó-
bar sin contestarla á l a ' c r í t i c a vulgar, y observo que,
mano que ha sufrido pena de prisión á causa de un ex-
sin habernos dado «libros», M. Mallarmé es famoso. Fama,
travio erótico, un soñador emotivo, débil de espíritu que
naturalmente, que no se ha labrado sin excitar en los
mcha dolosamente contra sus malos instintos y halla en
periódicos chicos y grandes, risas, las de la estupidez; sin
su angustia á veces acentos de lamentos conmovedores
ofrecer á la tontería pública y privada, oficial y majestuo-
un místico por c u y a conciencia brumosa cruzan repre-
sa ó bien oficiosa y menesterosa, la ocasión que le ha fal-
sentaciones de Dios y de los santos, v un poeta dis-
tado tiempo para aprovechar, de poner en evidencia sus
paratado cuyo lenguaje incoherente, las expresiones sin
procederes infames que irrita la próxima aparición de
significación y las imágenes abigarradas revelan la au-
una nueva maravilla... Las gentes, á pesar del horror que
sencia de toda idea precisa en el espíritu. Hay en los
.sienten por la belleza y sobre todo por la novedad en
asilos de dementes muchos enfermos c u y a ruina intelec-
la belleza, han comprendido á pesar suyo poco á poco,
tual no es tan profunda é incurable como la de este «cir-
el prestigio de una autoridad legítima; les ha dado á ellos
cular» irresponsable, al cual, por su desgracia, se le deja
mismos ¡y aun á ellos! v e r g ü e n z a de sus risas ineptas, y
pasear en libertad, y que únicamente han podido conde-
ante este hombre que esas risas no arrancaban á la se
nar, por sus delitos epilépticos, j u e c e s ignorantes.
renidad de su silencio meditativo, han cesado las ri-
Un segundo j e f e de los simbolistas, del cual nadie sas, sufriendo á su vez el divino contagio del silencio.
pone en duda la autoridad, es M. Stéphane Mallarmé. Es Hasta para el común de las gentes, este hombre que no
el más curioso fenómeno de la vida intelectual de la Fran- publicaba libros de arte personal y que sin embargo to-
cia contemporánea. Aunque actualmente ha pasado dos designaban como «un poeta», ha llegado á ser como
y a de los cincuenta años, no ha producido casi nada; la simbólica figura del poeta, con efecto, que trata de
lo poco que de él se conoce e s , además, según la acercarse lo más posible á lo Absoluto... P o r su silencio
opinión de sus admiradores más determinados, cosa indi- ha significado que... no podía realizar la obra de arte to-
ferente, y no obstante pasa por ser un muy gran poeta, y davía inaudita que quiere llevar á cabo. Esta abstención
su completa esterilidad, la ausencia absoluta de toda obra de este modo motivada, y aunque debiera la vida rebelde
que pudiera mostrar y que acreditara sus facultades poé- negarse á secundar el esfuerzo, nuestro respeto, y más
ticas, son precisamente ensalzadas como su mayor mérito aun que nuestro respeto, únicamente nuestra veneración
y como la prueba más notable de su importancia intelec- hacia el poeta, puede responderle dignamente» L
tual. A l lector sano de espíritu le parecerá esto tan fabu-
El grafómano Charles Morice, de cuyo estilo estrafa-
loso, que exigirá con harta razón la prueba de lo que
lario y embarullado da exacta idea la cita precedente, ad-
anticipo; ahora bien: M. Charles Morice dice de Mallar-
mite que Mallarmé creará quizá, sin embargo, todavía su
mé: «De la obra de un poeta, como lo ha dicho él mismo,
«obra de arte inaudita». Pero el mismo M. Mallarmé pone
excluido de toda participación en las ostentaciones de be-
lleza oficiales, no me incumbe divulgar los secretos. El
Charles Morice, La Literahira de ahora, págs. 238-240.
en duda toda razón de ser de una esperanza de este gé-
todo el mundo se disputaba con furor la posesión del más
nero: «El delicioso Mallarmé, refiere M. Paul Hervieu,
insignificante papelucho de la Bolsa, ocurrió que unos
me decía un día... que no comprendía que un autor pu-
cuantos compadres hábiles invitaron por medio de la pren-
blicase sus obras. Semejante acto se le antojaba una im
sa al público á suscribir las acciones de una sociedad cuyo
decencia, una perversión, como ese vicio que se llama el
objeto tenía que permanecer secreto; hubo, con efecto,
exhibicionismo; y , por lo demás, nadie habrá sido tan dis-
gentes que confiaron su dinero á estos desahogados v i v i -
creto de su alma como este incomparable pensador»
dores, y los cronistas de las crisis de la City no pueden lle-
Así, este «incomparable pensador... es completamente
gar á comprender esto. L o incomprensible se reproduce
discreto de su alma». U n día, justifica su silencio por una
en París. Unos cuantos individuos e x i g e n una admiración
especie de temor pudibundo de la publicidad; otra vez,
sin límites hacia un poeta cuyas obras continúan siendo
porque «no puede aún realizar la obra que quiere llevar
su secreto, y continuarán siéndolo sin duda, y otros cuan-
á cabo»; dos argumentos dicho sea de paso que se con-
tos le rinden fiel y humildemente la admiración exigida.
tradicen recíprocamente. Se acerca al ocaso de su vida y
Los hechiceros de los negros del Senegal ofrecen á la v e -
no ha publicado todavía, fuera de algunos folletitos,
neración de los indígenas cestos ó calabazas dentro de las
tales como Los Dioses de la Grecia y La Tarde de un
cuales les aseguran que hay encerrado un poderoso feti-
Fauno, y algunos versos y reseñas de libros y obras de
che; en realidad, no contienen nada; pero los negros con-
teatro, dispersos por las revistas—todo ello formando ape-
templan los recipientes vacíos con un temor religioso y
nas un tomo poco nutrido—más que algunas traduccio-
les rinden, á ellos y á sus poseedores, honores divinos-
nes del inglés y algunos libros escolares (M. Mallarmé
De una manera absolutamente semejante, el vacio Ma-
es profesor de inglés en un liceo de París), y se le admira
llarmé es el fetiche de los simbolistas, que están por lo
como un gran poeta, como el Poeta, el solo, el exclusivo, y '
demás muy por debajo de los negros del Senegal, bajo el
se abruma con tocias las expresiones de desprecio que se
punto de vista intelectual.
presentan á la imaginación de un demente enfurecido, á
los «majaderos», á los «tontos», que se ríen de él. ¿No es Por sus pláticas orales es por lo que Mallarmé ha lle-
ese uno de los prodigios de nuestros días? Lessing pone en gado á esta situación de calabaza adorada de rodillas.
labios de Conti en Emilia Galotti, esta frase: «Si Rafael Reúne en su casa, una vez por semana, á poetas y escri-
hubiera por desgracia nacido sin manos, hubiera sido el tores en ciernes, y desarrolla ante ellos teorías de arte.
genio más grande de la pintura.» Tenemos en M. Mallar- Habla como escriben MM. Morice y Khan; ensarta palabras
mé un hombre que es venerado como un gran poeta, aun- obscuras y maravillosas que dejan á sus discípulos tan
que haya «nacido desgraciadamente sin manos», aunque confusos como «si tuvieran en la cabeza una rueda de
no produce, aunque no ejerce su pretendido arte. En Lon- molino» (véase Fausto), de suerte que -alen de casa de
dres, en una época de agio financiero exuberante, cuando Mallarmé como ebrios y con la impresión de haber reci-
bido revelaciones incomprensibles, pero sobrehumana?.
1 Jules Huret, op. cit., pág. 23.—Después que estas .líneas han Si hay algo de comprensible en el flujo de palabras incc-
sido escritas, M. Mallarmé se ha decidido á publicar en un tomo herentes de Mallarmé, sería acaso su admiración por los
su obra poética. Lejos de contradecir lo que arriba se afirma, esta prerafcelitas; él es quien ha hecho .que los simbolistas
publicación es la mejor justificación de lo dicho.
se fijen en esta escuela y los ha impulsado á imitarlos; los
místicos franceses han recibido, por conducto de Mallar- dote de esta doctrina secreta y ha cumplido los servicios
mé, el «medio-evalismo» y el neo-catolicismo de sus de su culto con la seriedad requerida. Luego, un día, ab-
modelos ingleses. Hay que añadir aún, para ser completo, juró de repente la religión fundada por él mismo, declaró
que se notan en Mallarmé «orejas largas y puntiagudas que el «simbolismo» no había sido nunca más que una
de sátiro» ». R. Hartman Frigerio 3 y Lombroso 4 han de- broma destinada á llevar á remolque á los bobalicones,
terminado, después de Darwin, que fué el primero que y que la verdadera salvación de la poesía se encontraba
hizo hincapié en el Carácter simiano de esta singularidad, en el «romanismo». Por e s t a palabra pretende entender
la significación atávica y degenerativa de los pabellones la vuelta al lenguaje, á la forma de verso y á la manera
de la oreja desmesuradamente largos y puntiagudos,y han de sentir de los poetas franceses al salir de la Edad Media
demostrado que se encuentran sobre todo frecuentemen- y en la época del Renacimiento; pero se haría bien en se-
te en los criminales y los locos. guir con prudencia sus explicaciones, y a que pudiera ser
El tercero entre los espíritus directores de los simbo- que dentro de dos ó tres años descubriera también su
listas es M. Jean Moreas, un G r i e g o que escribe versos «romanismo» como una guasa de cervecería, como lo ha
f-anceses, y que á los treinta y seis años cumplidos (sus hecho con el « simbolismo».
amigos pretenden, pero probablemente por malicia de L a a p a r i c i ó n d e El Peregrino apasionado, e n 1891, fué
compañeros, que se rejuvenece considerablemente) ha celebrada por los simbolistas como un suceso á partir del
producido én todo y por todo tres libritos muy cortos cual comenzaba una era nueva para la poesía. Organiza-
de composiciones en verso, de ciento á ciento veinte pá- ron en honor de Moreas un banquete en el cual, á los
ginas á lo sumo cada uno y que tienen 'estos títulos: Las postres, le adoraron como al libertador que rompía las
Sirtes, Las Cantinelas y El Peregrino apasionado. Eviden- viejas formas y las viejas ideas, como al Salvador que traía
temente, lo extenso del volumen no significa nada, si éste el reinado de Dios de la verdadera poesía. Y los mismos
es excepcionalmente notable; pero cuando un hombre literatos que se habían sentado c">n él á la mesa, que le ha-
charla como un papagayo años enteros, en interminables bían dirigido alocuciones exaltadas ó habían aplaudido las
sesiones de café, sobre la renovación de la poesía y la re- que se habían pronunciado, le cubrieron, pocas semanas
velación de un arte del porvenir, y ai final presenta después, de sarcasmos y de desprecios. «¿Y Juan Moreas?
como resultado de sus esfuerzos destinados á conmover ¿Simbolista? »—exclama Charles V i g n i e r — « ¿ L o es por sus
el mundo, tres folletitos de versos puer.les, la insigni- ideas? ¡no hay más que oirle cómo se ríe! ¡Sus ideas! no
ficancia material de la producción se convierte también, le pesarán mucho las ideas á Juan Moreas.» « ¡Moreas!—
en este caso-, en un rasgo ridículo. ' dice Adrien R e n a c l e — n o s hemos reído de él, todos y
. t o r e a s es uno de los que han encontrado la palabra siempre; ¡eso es lo que le h a encaramado á la gloria!»
« simbolismo». Durante algunos años ha sido el gran sacer- René Ghil llama al Peregrino apasionado «versos de ale-
luya escritos por un gramático», y Gustavo K h a n pronun-
1 Jules Huret, op. át., pág. 55
2 R. Hartmann, El Gorila (en alemán), Leipzi^ 1881 ná- cia este juicio: «Moreas no tiene talento... Nunca ha he-
gma 34. '1 cho nada bueno; tiene su j e r g a especial» K Estos juicios
3 Dr. L. Frigerio, La Oreja externa. Estudio de antropología
criminal, Lyon, 1888, págs. 32 y 40.
4 Lombroso, El Hombre criminal, pág. 239.
1 Jules Huret, op. cit., págs. 102, 106, 401.
permiten reconocer todo lo que hay de huero y de menti-
Era (tienes que recordarlo de fijo), era en los más
roso, en el fondo, en el movimiento simbólico que, fuera
hermosos días de tu adolescencia.»
de Francia, imbéciles y especuladores en sensación se
obstinan en presentar como un movimiento serio, mientras Y esta charla disparatada prosigue así durante ocho
que sus inventores franceses se desgañitan hasta extin- estrofas, y en cada línea hallamos los signos característi-
ción de voz en persuadir á las gentes que han querido cos del lenguaje de los débiles, tal como los pone de relie-
sencillamente mixtificar á los filisteos y procurarse de paso ve Sollier en su Psicología del Idiota y del Imbécil: el ma-
á ellos mismos un reclamo monumental. , chaqueo de las mismas expresiones, la incoherencia de
Después de estos juicios de sus hermanos del Parnaso ensueño del discurso y la intercalación de palabras que
simbólico, no necesitaría ocuparme más de Moreas. Quiero, no tienen ninguna relación con el asunto.
sin embargo, dar algunas muestras de su Peregrino apa- Citemos todavía dos breves canciones
sionado, á fin de que el lector pueda formarse idea del
«¡Los chorlitos en los cañaverales!
grado de reblandecimiento del cerebro que se revela en
(¿Habría que hablaros de ellos,
esos versos.
D e los chorlitos en los cañaverales?)
H e aquí cómo empieza la primera poesía de la colec- Oh, tú, linda Hadá de las aguas.
ción, Agnés t :
¡El porquero y los marranosl
(Habría que hablaros de ellos,
«Había arcos por donde pasaban escoltas
Del porquero y los marranos?)
Con estandartes de luto y de hierro
Oh, tú, linda Hada de las aguas.
Lazado (!), potentados de todas clases
— H a b í a — e n la ciudad á la orilla del mar. ¡Mi corazón preso en tus redes!
Las plazas estaban negras y bien empedradas, y las puertas, (¿Habría que hablaros de él,
Del lado del Este y del Oeste, altas; y como en invierno De mi corazón en tus redes?)
El bosque, se deterioraban las salas del palacio, y los pórticos, Oh, tú, linda Hada de las aguas.
Y las columnatas del mirador.
Han pisado sobre las flores en la orilla del camino,
Era (tienes que recordarlo de fijo), era en Jos más Y el viento de otoño las sacude tan fuerte, además.
hermosos días de tu adolescencia. El coche correo ha derribado la vieja cruz en la orilla del camino;
En la ciudad á orillas del mar, la capa y la daga pesadas Estaba en verdad tan podrida, además.
De piedras amarillas, y sobre tu sombrero plumas de loros;
El idiota (ya sabes) ha muerto en la orilla del camino,
Venías, platicando con tales sandeces,
Y nadie le llorará, además.»
Venías entre tus dos lacayos
T a n hinchados y tan bobos—en verdad, unos farolones— L a astuta artimaña, con ayuda d é l a cual Moreas quiere
A la c u i d a r e n la orilla del mar venías y andabas errante engendrar en estos versos, por la evocación de los tres
Entre viejos hombretones que trabajaban en los faluchos, cuadros asociados de flores pisoteadas y zarandeadas por
A lo largo del malecón y de los muelles.
el viento, de una cruz derribada y carcomida y de un
tienen inclinación decidida ni por el bien ni por el mal, por sus semejantes; es el deber de éstos y también su ins-
para no imitar el ejemplo de los criminales? A buen seguro tinto natural; pero hacer dádivas á un hombre capaz de
que no seria la doctrina de Tolsto'i, según la cual «la ver- trabajar es, en toda circunstancia, una falta y un engaño
dadera vida es la vida presente». L a primera función de la á sí mismo; si el hombre capaz de trabajar no encuentra
sociedad, aquella para la cual los hombres aislados se han trabajo, esto depende manifiestamente de un defecto de
formado al principio en una sociedad, es la defensa de sus las instituciones económicas de la sociedad, y cada cual
miembros contra los enfermos que padecen de impulsio- tiene el deber de colaborar seriamente en la supresión de
nes homicidas y contra los parásitos que—siendo desvia- este defecto, y de no facilitar su mantenimiento, calman-
ciones igualmente patológicas del tipo normal—no pueden do por un tiempo determinado, por medio de una dádiva
vivir sino del trabajo de los demás y violentan sin vacilar, á la víctima de estas condiciones defectuosas; la limosna
para saciar sus apetitos, á todo ser humano que encuen- no tiene otro objeto, en este caso, que aturdir la concien-
tran en su camino. Los individuos de instintos anti-sociales cia del que da y proporcionarle una excusa para- sus-
no tardarían en formar la maj'oría, si los individuos sanos traerse al deber que le incumbe de curar los males reco-
no los combatiesen 3* no les creasen condiciones desfavo- nocidos del orden social. Pero si el hombre capaz de
rables para la existencia; pero que se les deje llegar á ser trabajar detesta el trabajo, la limosna entonces le corrom-
los más fuertes, y la sociedad, y en breve la humanidad pe por completo y mata en él definitivamente el deseo de
misma, serían necesariamente condenadas sin remisión poner en acción sus fuerzas, que es lo único que mantie-
á la ruina. ne al organismo sano y moral. Así es como la limosna
Además del principio negativo de que no debe uno hecha á un hombre en estado de trabajar, degrada tanto
oponerse al mal, la moral de Tolsto'i tiene también un prin- al que la recibe como al que la otorga y envenena el sen-
cipio positivo: se debe amar á todos los hombres, sacrifi- timiento del deber y la moralidad de uno y de otro.
carlo todo por ellos, hasta la propia vida, hacerles bien Pero, mirando las cosas dé más cerca, el amor al pró-
cuando se puede. «Es necesario comprender que cuando jimo que se manifiesta por la limosna ó aun por el reparto
el hombre hace un bien, no h a c e sino aquello á lo que está fraternal, no es tal amor en realidad. El amor, bajo su for-
obligado, aquello que no puede dejar de hacer... Cuando ma más sencilla y más primitiva (no hablo aquí del amor
sacrifica su vida carnal por el bien, no hace nada que me- sexual, sino de la simpatía general hacia otro ser vivo, que
r e z c a que se le agradezca ni que se le recompense... Sólo ni siquiera necesita ser un ser humano), es un instinto
aquellos v i v e n que I.acen el bien» (Breve Exposición del egoísta que busca únicamente su propia satisfacción, y no
Evangelio). «No es la limosna lo que es eficaz, sino el re- la del ser amado; en un grado superior de desarrollo, por
parto fraternal. El que tiene dos. mantos debe dar uno al lo contrario, se propone principalmente, ó hasta exclusi-
que no tiene». (¿Qué se debe hacer?/ Esta distinción entre vamente, la felicidad del ser amado y se olvida de sí mis-
la limosna 3' el reparto no puede ser sostenida con serie- mo. El hombre sano que no tiene instintos anti-sociales
dad; todo don que un hombre obtiene de otro sin trabajo, ama la sociedad de los demás hombres; evita pues casi
sin reciprocidad, es una limosna y esa es una cosa pro- inconscientemente los actos que apartarían de él á sus
fundamente inmoral. El enfermo, el anciano, el inválido semejantes y hace lo que, sin costarle esfuerzos dema-
que no pueden trabajar, deben ser mantenidos y cuidados siado grandes, es suficientemente agradable á sus seme-
jantes para atraerlos hacia él. L a representación de sufri-
mientos, aun de los que no son los suyos propios, provoca su casa, por.admiración hacia su talento elevado y por
en el hombre sano un dolor más ó menos fuerte, según el piedad hacia su pobreza y su abandono, á un violinista,—
grado de excitabilidad de su cerebro; cuanto más viva es un bohemio enfermo. Como el infortunado artista es un
la representación del sufrimiento, más violento es el sen- bebedor, Delessow le encierra, en cierto modo, en su do-
timiento de dolor que la acompaña'; así como las apercep- micilio, le coloca bajo la vigilancia de su criado S a -
ciones provocadas por las impresiones sensoriales directas char, y le niega toda ciase de bebidas alcohólicas. El pri-
son las más vivas, los sufrimientos que ve uno con sus pro- mer día, A l b e r t o — e l artista—se somete, pero está depri-
pios ojos le procuran también el dolor más agudo, y á fin mido y de mal humor; el segundo día lanza y a á su bien-
de sustraerse á él, hace esfuerzos proporcionados para que hechor «miradas rencorosas».—«Parecía temer á D e -
el dolor ajeno cese, á v e c e s sencillamente no más que para lessow, un violento terror se dibujaba en su semblante cada
no tener que verlo. Este grado de amor al prójimo es, co- vez que sus miradas se encontraban... No respondía á las
mo lo hemos dicho, puro amor de sí mismo, puesto que no preguntas que se le hacían.» El tercer día, en fin, Alberto
se propone otro objeto qué evitarse á sí mismo el dolor y se subleva contra la sujeción á la cual se cree sometido.
aumentar sus propios sentimientos de placer. P o r lo con- «¡No tiene usted el derecho de obligarme á permanecer
trario, el amor al prójimo que Tolsto'í quiere evidentemen- aquí! »—exclama. «Mi pasaporte está en regla, no le he
te predicar, pretende ser desinteresado; se propone la dis- robado á usted nada, puede usted registrarme; iré á que-
minución del sufrimiento y el aumento de la felicidad de jarme al delegado de policía.» El criado Sachar trata de
los demás; no puede, pues, ser y a ejercido por instinto, calmarle. Alberto se enfurece cada v e z más y «grita de
puesto que exige un conocimiento exacto de las condicio- repente á grandes voces: ¡La guardia!» Delessow le deja
nes de existencia, de los sentimientos y deseos ajenos, y la marcharse, y Alberto « se va sin decir adiós y refunfu-
obtención de este conocimiento supone observación, re- ñando entre dientes palabras ininteligibles ».
flexión y juicio. S e ha de pesar seriamente lo que en rea- Delessow ha recogido á Alberto porque el aspecto del
lidad conviene á su semejante y redunda verdaderamente artista, enfermizo, paliducho, tiritando de frío en el in-
en sú bien; se ha de salir por completo de sus propias vierno ruso, insuficientemente vestido, era doloroso para
costumbres é ideas y esforzarse por identificarse, meterse él. Cuando le vió en su casa, resguardado del frío, ante
en el pellejo del hombre á quien se quiere hacer bien; hay una mesa ricamente puesta, envuelto en una hermosa bata
que v e r con los ojos de este hombre, sentir con su alma, y suya, Delessow se mostró contento y satisfecho de sí mis-
no con los propios oíos y con la propia alma, el beneficio mo. ¿Pero estaba también contento Alberto? Tolsto'í nos
que uno se propone conferirle. ¿Obra así Tolsto'í?; las asegura que Alberto se sintió mucho más desgraciado en
obras suyas en que muestra en acción su pretendido amor su nueva situación que lo era antes; tan desgraciado, que
al prójimo, atestiguan absolutamente lo contrario. tardó poco en no poderla soportar más, y que se sustrajo
En el cuento titulado Alberto 1, Delessow r e c o g e en á ella con un transporte de furor. Y ahora, ¿á quién ha
proporcionado un bien Delessow?¿A él mismo, ó á Alberto?
En este cuento, se trata de un hombre de espíritu en-
'. León Tolsto'í, Obras completas, traducción alemana, tomo II;
Novelitaiy Cuentos, primera parte. fermo, y á un hombre de este género se tiene á veces, con
efecto, que imponer por la fuerza un beneficio que él no
puede comprender ni sentir como tal—haciendo .esto, El príncipe lleva al cantante al hotel distinguido.
por de contado, de una manera más lógica, más perseve- La servidumbre lanza miradas hostiles y despreciativas
rante y más prudente que la que emplea Delessow; pero al vagabundo miserablemente vestido, aunque se pre-
en otra historia del mismo volumen, El Diario del príncipe senta en compañía del huésped príncipe. Les indican
Nechljudow, se muestra aún con mucha mayor viveza y «la sala de la izquierda reservada para el pueblo». El
sin ninguna excusa lo absurdo de un amor al prójimo que cantante se siente muy confuso y desearía estar á mil le-
no se preocupa de las necesidades reales del prójimo. guas de allí; pero no revela nada en su semblante. El prín-
El príncipe Nechljudow ha oído, en una magnífica no- cipe manda que traigan Champagne; el cantante bebe sin
che de Julio, delante del «Hotel Suizo» de Lucerna, á un verdadero gusto y sin confianza. Cuenta su vida, y dice
cantante callejero, cuyos cantos le han emocionado y de pronto: « Y a sé lo que quiere usted; emborracharme
agradado profundamente; el cantante es un infeliz ente para ver lo que haré.» Los visajes burlones y descarados
jorobado, mal vestido y tiene aspecto, famélico. A todos délos criados irritan á Nechljudow, que bruscamente hace
los balcones del suntuoso hotel se habían asomado, con entrar á su invitado en el elegante comedor de la derecha,
sus esposas, unos ricos ingleses que habían mostrado un destinado á los clientes distinguidos. Quiere que le sir-
vivo placer oyendo las canciones del infeliz contrahecho; van allí, y nada más que allí. Los ingleses que se encon-
p e r o cuando éste, quitándose el sombrero, había solicita- traban en la sala, la abandonaron indignados, los mozos
do una pequeña recompensa, nadie le había echado el más se quedan estupefactos, pero no se atreven á oponerse á
ligero óbolo. La indignación de Nechljudow es extraordi- los deseos del príncipe ruso irritado; « el cantante ponía
naria; se siente irritado en extremo porque « el cantante una cara lastimosamente asustada y me suplicó, sin com-
ha tenido que solicitar por tres v e c e s una caridad, y nadie prender evidentemente por qué estaba y o irritado ni lo
l e ha dado la más mínima cosa, y hasta la mayoría de los que yo quería, que le dejara marcharse cuanto antes».
huéspedes se han reído de él». L e parece esto «un suceso El hombrecillo estaba sentado, « medio muerto, casi des-
que los historiadores de nuestro tiempo deben inscribir en fallecido», a l i a d o del príncipe, y se estimó dichoso cuan-
letras dé fuego inextinguibles en el libro de la historia». do, por fin, Nechljudow le permitió marcharse.
No quiere, por su parte, ser cómplice de este crimen inau-
Adviértase de qué manera tan incomprensiblemente
dito; echa á correr detrás del pobre diablo, le alcanza y
absurda, el príncipe Nechljudow se conduce desde el prin-
le propone ir á beber juntos una botella de vino. E l can-
cipio basta el fin. Invita al cantante á beber una botella
tante acepta. «Hay cerca de aquí un cafetín», dice; «po-
de vino, aunque debiera decirse, si tenía la menor chispa
demos entrar en él; un café sin pretensiones, modesto»,
de buen sentido, que una cena caliente, ó mejor aún, una
añade. «Estapalabra «modesto», hizo nacer involuntaria-
moneda de veinte reales, sería mucho más necesaria y
mente en mí», cuenta Nechljudow en su libro de memo-
útil al pobre diablo que una botella de vino. El cantante
rias, «la idea de no ir á un modesto café, sino al «Hotel
propone que entren en una modesta taberna, donde estará
Suizo», donde estaban las gentes que le habían oído can-
á su gusto. El príncipe no presta la menor atención á este
tar. A u n q u e el jorobado se n e g ó varias veces, con una ti-
deseo natural y razonable, sino que arrastra al desgraciado
midez conmovida, á ir al «Hotel Suizo », demasiado dis-
á un hotel distinguido en el cual, con su miserable ves-
tinguido, decía, y o persistí en mi idea.»
tido, bajo el fuego cruzado de las miradas insolentes y
burlonas de los mozos, se encuentra excesivamente mo-
eterna obscuridad de los pasajes subterráneos, y sueña
lesto. Poco le importa al príncipe; manda traer Cham-
acaso, con lágrimas en los ojos, en introducir en ellos la
pagne, al cual no está acostumbrado el cantante y que le
luz eléctrica. Puesto que él, que ve, sufriría atrozmente en
agrada tan poco, que llega á imaginarse que su noble an-
las condiciones de existencia de un topo, piensa que dicho
fitrión quiere hacerle una j u g a r r e t a — v e r l e borracho.
animal merece naturalmente también una gran compasión,
Nechljudow comienza á disputarse con los mozos, penetra
bien que sea ciego por naturaleza y no tenga por consi-
en la sala más rica del hotel, hace huir á los demás hués-
guiente por qué echar de menos la luz. Cuenta una anéc-
pedes que no quieren cenar con el cantante callejero, y
dota que en un día de invierno, un niño vertió agua calien-
no se cuida, en todo este tiempo, de los sentimientos de su
te en el aquarium de la sala de su casa, porque los pececi-
invitado, que está sobre ascuas, deseando que se lo trague
tos dorados debían tener mucho frío, y se habla á menudo,
la tierra, y que no recobra la respiración hasta que su te-
en los periódicos festivos, de sociedades de beneficiencia
rrible bienhechor le deja escaparse de sus garras.
que envían trajes de abrigo de invierno á los negros del
¿Ha practicado Nechljudow el amor al prójimo? No; Ecuador. Este es el amor al prójimo de Tolsto'i en acción.
no ha hecho nada agradable para el cantante; lo ha ator-
Un punto especial de su doctrina moral es la mortifi-
mentado, se ha dado satisfacción á sí mismo, y eso es todo.
cación de la carne; todo comercio con la mujer es á sus
Ha querido vengarse de los ingleses de corazón duro, con-
ojos una inmoralidad, el matrimonio es tan impuro come
tra los cuales estaba furioso, y lo ha hecho á expensas del
el amancebamiento más libre. L a Sonata de Kreutzer es la
pobre diablo. Considera como un suceso inaudito que los
afirmación más completa y al mismo tiempo la más céle-
ricos ingleses no hayan dado nada al cantante; pero su
bre de estos principios. El matador por celos, Pozdnys-
procedimiento con respecto á éste es peor todavía. L a
cheff, dice: «Nada hay de agradable en la luna de miel;
execrable tacañería de los ingleses quizás ha entristecido
al contrario, es una molestia continua, una vergüenza, un
al cantor durante un cuarto de hora; la hospitalidad ab-
humor sombrío, y por encima de todo, un aburrimiento,
surda de Nechljudow le ha torturado una hora entera. El
un aburrimiento espantoso. No puedo comparar esta si-
príncipe no se ha tomado por un solo momento el trabajo
tuación sino á la de un adolescente que quiere acostum-
d e examinar lo que sería agradable y útil al pobre diablo;
brarse á fumar: le dan ganas de vomitar, se traga la sa-
no ha pensado más que en sus propias emociones, en su
l i v a y finge, á pesar de todo, experimentar un gran placer!
cólera, en su descontento. Este filántropo de corazón
Si el cigarro ha de procurarle g o c e s , ha de ser más tarde,
tierno, és.un peligroso y criminal egoísta.
como en el matrimonio; antes de disfrutar de él, los espo-
El amor al prójimo, desprovisto de discernimiento, del sos tienen primero que acostumbrarse al vicio.
místico emotivo falla necesariamente su objeto, porque
— «¿Cómo al vicio? (le objeta su interlocutor). Pero
no tiene por punto de partida el conocimiento de las ver-
está usted hablando de una cosa natural, de un instinto.»
daderas necesidades del semejante. El místico practica
— «¡Una cosa natural! ¡Un instinto! D e ninguna ma-
un antropomorfismo sentimental; traslada sin vacilar su
nera. He llegado, permítame usted que se lo diga, á la
propia manera de sentir á otros seres que sienten de un
convicción contraria, y estimo yo, hombre corrompido y
modo completamente distinto al suyo; es capaz de compa-
licencioso, que es una cosa contra naturaleza... Es un acto
d e c e r amargamente á los topos condenados á vivir en la
absolutamente contra naturaleza, por lo que se refiere á
toda muchacha pura, lo mismo exactamente que si se tra- voluntad del Padre que el hombre encuentre placer por
tara de un niño» el goce de los encantos femeninos...» Y en la Novela del
Más adelante, Pozdnyscheff desarrolla la teoría deli- Matrimonio expone igualmente que el hombre y la mujer,
rante siguiente de la ley de la vida: «El objeto del hom- aun si se casan por amor, tienen en el matrimonio que
bre, como de la humanidad entera, es la felicidad, y para convertirse en enemigos y que es absolutamente inútil in-
alcanzarla les ha sido dada una ley que deben seguir. Esta tentar una cultura duradera de los sentimientos primitivos 1 .
le}' consiste en la unión de los seres que componen la hu- Sería perder el tiempo refutar una teoría que insulta
manidad. L a s pasiones solas impiden esta unión, y por á todas las experiencias, á todás las observaciones de la
encima de todas, la más fuerte, la peor, el amor sensual, naturaleza, á todas las instituciones, y á todas las leyés
la voluptuosidad. Cuando se h a y a reprimido las pasiones, desarrolladas históricamente, y que tiene conscientemente
y á la vez que todas, el amor sensual, la unión existirá por objeto aniquilar la humanidad. L a idea de combatirla
entonces, y la humanidad, cumplido y a su objeto, no ten- con celo no podría ocurrírsele sino á hombres que tam-
drá y a más razón de existir.» Y sus últimas palabras son: bién tuvieran el espíritu más ó menos perturbado; para
« Es preciso penetrarse bien del sentido exacto del Evan- los cerebros sanos basta con resumirla claramente; se re-
gelio, según San Mateo, v. 28; es preciso comprender bien conoce en seguida que dicha teoría no es otra cosa más
que esta frase: «Quien quiera que mira á una mujer con que pura locura. >.
»codicia ha cometido y a el adulterio», se refiere también
Para Tolsto'i, el gran enemigo es la ciencia; no se can-
á la hermana y no tan sólo á la mujer ajena, sino también
sa en Mi Confesión de acusarla y de burlarse de ella. S e -
y sobre todo á la mujer propia» 2 .
gún Tolsto'i, la ciencia no sirve al pueblo, sino á los go-
Tolsto'i, en quien como en todo degenerado superior biernos y á los capitalistas; se ocupa de cosas tan ociosas
viven dos hombres, de los cuales el uno nota y j u z g a los y vanas como el examen del protoplasma y el análisis es-
absurdos del otro, tiene aún en la Sonata de Kreutzer el pectral, pero no ha pensado nunca todavía en nada útil,
sentimiento claro de la locura de su teoría y pone en la- por ejemplo, «en la mejor manera de fabricar un hacha
bios del pregonero de ésta, P o z d n y s c h e f f , que « él está con mango, en el medio de hacer una buena sierra, pan
considerado como loco» 3 . Pero en su Breve Exposición del bueno; qué clase de harina conviene mejor para el pan,
Evangelio, en la cual Tolsto'i habla en su propio nombre, cómo hay que preparar la levadura, edificar el horno y
desarrolla la misma doctrina, aunque con un poco más de calentarlo; cuáles bebidas y alimentos son los más sanos,
reserva. « La tentación de pecar contra el segundo man- cuáles son las setas comestibles, etc., etc.» T i e n e desgra-
damiento proviene de que creemos que la mujer ha sido cia en los ejemplos que pone, notémoslo de paso, puesto
creada para el placer carnal, y que cuando se deja á una que de todos los asuntos que enumera se ocupan hasta los
mujer y se toma á otra, se tiene más placer. P a r a no su- principiantes en estudios de higiene y de mecánica. D e
cumbir á la tentación, es preciso recordar que no es la conformidad con su naturaleza de poeta, ha sentido la ne-
cesidad de encarnar también en una obra artística sus
1 León Tolsto'i, Sonata de Kreutzer. Traducida del ruso por modos de ver acerca de la ciencia y así lo ha h e c h o en la
E. Halperine-Kaminsky. Colección de autores célebres, pág. 72.
2 Sonata de Kreutzer, págs. 248-249. 1 León Tolsto'i, La Novela del Matrimonio. Traducida del ruso
3 Idem, ibidem, pág. 119. por Miguel Delines. «Colección de autores célebres.»
Tolstoi coinciden en este punto en el mismo delirio. ,
comedia titulada Los Frutos de la Educación. ¿De quién se
El camino de la felicidad es para Tolsto'í el alejamien-
burla? D e unos pobres imbéciles que creen en los apare-
to de la ciencia, la abdicación de la razón y la vuelta á la
cidos y van, llenos de angustia mortal, á la caza de mi-
vida natural, es decir á la agricultura. « Es preciso aban-
crobios; el espiritismo y las opiniones de las gentes de
donar la ciudad, despedir al pueblo de las fábricas, esta-
buen tono ignorantes acerca de los microbios infecciosos,
blecerse en el campo, trabajar con las manos; el objeto de
opiniones sacadas de las gacetillas mal comprendidas de
todo hombre debe ser satisfacer por sí solo todas sus ne-
los periódicos políticos, son para Tolsto'í la ciencia, ¡y con-
c e s i d a d e s » . (¿Qué se debe hacer?)
tra esto es contra lo que'él lanza los dardos dé su sátira!
¡De qué modo lo razonable y lo absurdo se mezclan
La ciencia verdadera no tiene necesidad de que se la
extrañamente en este programa económico! Los males
defienda contra ataques de este género. Y a he demostra-.
que llevan consigo el desarraigo del pueblo de la mater-
do, al apreciar los cargos que los simbolistas neo-católicos
nal tierra que nos alimenta, y la cultura artificial de un
y sus protectores críticos aducen contra la ciencia exacta,
proletariado industrial de las grandes ciudades, los ha
que todas esas frases son ó pueriles ó de mala fe. La im-
reconocido Tolsto'í con exactitud; es verdad también que
putación de mala fe no estaría en su lugar refiriéndose á
la agricultura podría ocupar sana y útilmente á muchos
Tolsto'í; cree lo que dice, pero sus quejas y sus burlas son,
más hombres de los que ocupa actualmente si el suelo
en todo caso, niñerías. Habla de la ciencia como un ciego
fuera la propiedad de la colectividad y si cada uno no dis-
habla de los colores; no tiene visiblemente ninguna sos-
pusiera de otra porción, y tan sólo como parte mientras
pecha de la naturaleza de la ciencia, de su misión, de sus
viviera, que la que pudiese cultivar con esmero. Pero ¿es
métodos ni de los objetos en que se ocupa. S e parece á
preciso para esto destruir la industria? ¿No equivaldría á
Bouvard y P é c u c h e t , los dos idiotas de Flaubert, que, ig-
destruir la civilización misma? El amor racional al prójimo
norantes por completo, desprovistos de maestros y de
y la equidad, ¿no tienen más bien como misión mantener
guías, hojean al azar una porción de libros, se imaginan
cuidadosamente la división del trabajo, este resultado n e .
haber adquirido, entreteniéndose de este modo, un saber
cesario y ventajoso de una larga evolución; pero trans-
positivo, tratan de emplearlo con la inocencia de un croo-
formando por medio de un mejor orden económico al obre-
boy amaestrado, cometen, naturalmente, tremendas ma-
ro industrial, de galeote de las fábricas condenado á la
jaderías una después de otra, y acaban por creerse auto-
miseria y á la enfermedad, como lo es hoy, en un libre pro-
rizados para insultar á la ciencia y declararla una estupi-
ductor de bienes disfrutando por sí mismo de los frutos de
dez y un engaño. Flaubert, al tratar de este modo á
su trabajo y no pasando fatigas sino en la medida compa-
Bouvard y á P é c u c h e t , se vengaba de la tontería de sus
tible con su salud y sus derechos á la vida? Pero en vano
propias tentativas para conqúistar la ciencia, como un te-
buscaremos en Tolsto'í la más ligera alusión á semejante
niente conquista á una cantante de cgfé concierto; Tols-
solución; se contenta con el entusiasmo estéril por la vida
to'í ha descargado su cólera sobre la ciencia, esa belleza
del campó, que todavía bello en Horacio, es y a ridículo é
orgullosa y gazmoña que nadie puede hacer suya sino
impacientante en Rousseau, y repite como un papagayo
mediante serios y largos servicios desinteresados, dibu-
en pos del gran declamador ginebrino, presa del delirio de
jando sobre las paredes los imbéciles de sus Frutos de la
las persecuciones, que no podía imponer sus gustos á su
Educación. El degenerado Flaubert y el degenerado
antojo sino á un siglo sentimental como el suyo, las fra- lucha contra la naturaleza, de buen grado diría en el ser-
ses hueras sobre la inutilidad de la civilización. ¡Volver á vicio obligatorio universal contra ella, del cual sólo los
la naturaleza! No es posible condensar en menos palabras inválidos podrían ser eximidos.
más tonterías: la naturaleza es en nuestro planeta el ene- Hemos visto ahora, una por una, las ideas que reunidas
migo que tenemos que combatir, ante el cual no tenemos constituyen el tolstoísmo. Como filosofía, explica el mundo
el derecho de dejar las armas. Para conservar nuestra vida y la vida valiéndose de unas cuantas paráfrasis absurdas
tenemos que crear condiciones artificiales complicadas ó contradictorias de versículos de la Biblia mal compren-
hasta lo infinito; cubrir nuestro cuerpo, construir un abri- didos con propósito deliberado. Como doctrina moral,
g o sobre nuestras cabezas, hacer acopio de provisiones prescribe la renunciación á la resistencia contra él vicio y
para los meses numerosos durante los cuales la naturaleza el crimen, el reparto de los bienes y el aniquilamiento de
nos niega todo alimento. No hay más que una extensión la humanidad por una completa continencia. Como doc-
muy pequeña de nuestro planeta en la cual el hombre trina social y económica, predica la inutilidad de la cien-
puede vivir sin esfuerzos, sin inventos y sin artes, como cia, la salvación por el embrutecimiento, la renunciación
el animal en el bosque y el pez en el agua; son algunas islas á los productos de la industria, y la agricultura obligato-
del Océano Pacífico; allí, con efecto, en una primavera ria sin indicar, no obstante, dónde el labrador tomaría el
eterna, no tiene necesidad el hombre ni de vestidos ni de campo necesario. L o que hay de curioso en este sistema
albergue, ó á lo sumo de algunas hojas de palmera para es que no advierte su propia superfluidad; si se compren-
ponerse al abrigo de una lluvia momentánea; alli encuen- diese á sí mismo, se limitaría á este solo punto: la conti-
tra en toda estación su alimentación siempre dispuesta en nencia, puesto que es claro que es inútil devanarse los
el cocotero, el árbol del pan, el bananero, en algunos ani- sesos acerca del objeto y del contenido de la vida huma-
males domésticos, algunos pescados y conchas marinas; na, sobre el crimen y el amor al prójimo, y singularmente
ninguna fiera amenaza la seguridad del hombre ni le obli- sobre la vida en el campo ó en la ciudad, si por conse-
g a á desplegar vigor y á desafiar á la muerte. ¿Pero cuán- cuencia de continencia la humanidad debiera acabar con
tos hombres puede mantener este paraíso terrestre? Quizás la generación actual.
la centésima parte de la humanidad actual; las otras noven-
M. Edouard Rod niega que Tolsto'i sea un místico. « El
ta y nueve partes no tienen más que escoger entre sucum-
misticismo, en efecto, como la palabra lo indica (?) ha
bir ó colonizar estas regiones de nuestro planeta en las
sido siempre una doctrina trascendental. Los místicos,
cuales la mesa no está puesta ni la cama voluptuosa está
sobre todo los místicos cristianos, han sacrificado siempre
hecha, sino en la cual hay que procurarse artificialmente
la vida presente á la vida futura... A h o r a bien, lo que re-
y penosamente todo cuanto la vida exige para su con-
salta, por el contrario, para un espíritu no prevenido, en
servación. El «regreso á la naturaleza» en los grados de
los libros de Tolsto'i, es la ausencia casi completa de toda
latitud en que vivimos significa el regreso á la muerte por
metafísica, es la indiferencia en que le dejan lo que se
el hambre y el frío, el despedazamiento por los lobos y los
llama los problemas del más allá» l .
osos; no es en el imposible «regreso á la naturaleza»
donde hay que buscar el tratamiento curativo de la mise-
1 Edouard R o d , Zas Ideas morales del tiempo presente. Pa-
ria humana, sino en la organización racional de nuestra rís, 1892, pág. 241.
Este crítico no sabe, evidentemente, lo que es el mis- cidad de admirar las. grandes cosas; está quizás en un
ticismo. Restringe de un modo inadmisible el sentido de error al no suponer esta capacidad'también en los demás;
esta palabra, si la aplica únicamente al examen de los lo que precisamente habría que probar es que lo que él
« problemas del más allá»; si fuera menos superficial re- admira merece realmente la calificación de grandes cosas;
conocería que el fantasear religioso no es sino un caso pero su afirmación es la sola prueba que aduce en favor
particular de un estado de espíritu general y que el misti- de este punto tan importante. Dice estar exento de pre-
cismo es toda obscuridad é incoherencia enfermizas de juicios; puede concedérsele que esté exento de prejuicios,
pensamiento acompañadas de emotividad, por consiguien- pero está, desgraciadamente, también exento de los cono-
te aquéllas también que tienen por fruto el sistema á la cimientos preliminares que únicamente autorizan para
v e z materialista, panteísta, cristiano, ascético, idólatra de formarse y exponer con aplomo una opinión sobre fenó-
Rousseau y comunista de TolstoT. nómenos psicológicos que llaman la. atención á título de
Rafael Lcewenfeld, al cual debemos la primera traduc- excepcionales del mismo profano. Si poseyera estos cono-
ción alemana completa de las obras de Tolsto'i, ha com- cimientos preliminares, sabría, por ejemplo, que Tolsto'i,
puesto también una biografía muy apreciable del escritor que ha de «mostrar el camino á los que vienen», no es
ruso, en la cual, no obstante, se cree obligado, no sólo á sino un ejemplar—tipo de un género de hombres que ha
tomar apasionadamenfe la defensa de su héroe, sino tam- tenido representantes en todas las épocas. Lombroso cita,
bién á asegurar por anticipado su desprecio profundo, entre otros á un tal Knudsen, un loco que vivía hacia 1680
hacia los críticos posibles de éste. «La incomprensión, en el S l e s w i g y «sostenía que no había Dios ni infierno;
dice, los llama (á los «fenómenos originales» de la espe- que los sacerdotes y los j u e c e s eran inútiles y perjudicia-
cie de Tolsto'i) originales y raros; no puede soportar que les y que el matrimonio era una inmoralidad; que el hom-
haya un hombre más grande que todos los demás y cuya bre dejaba de ser por completo á su muerte; que cada
cabeza sobresalga sobre todas las demás. El hombre exen- cual debía dejarse guiar por sus luces interiores, etc. » l .
to de prejuicios que ha recibido el don de la facultad de A h í tenemos las partes esenciales de las ideas de Tols-
admirar las grandes cosas, ve en esta originalidad la ma- to'i sobre el mundo y de su doctrina moral; pero á K n u d -
nifestación de Una fuerza extraordinaria que sobrepuja á sen le ha faltado tanto para «mostrar el camino á los que
la potencia de la época y muestra el camino á los que vie- vienen», que no se l e cita más que en los libros consa-
nen después» 1 Es quizás atrevido acusar de este modo grados á las enfermedades mentales, y como un caso ins-
de «incomprensión» á todos aquellos que no participan de tructivo de locura.
la opinión de uno; el que j u z g a tan soberanamente habrá L a verdad es que todas las singularidades intelectua-
de soportar que se le responda que se hace culpable de les de Tolsto'i pueden ser reducidas á los estigmas mejor
incomprensión quien aborda sin la preparación más ele- conocidos y con mayor frecuencia observados de la dege-
mental el j u z g a r un fenómeno que exige, para ser com- neración superior. Refiere de sí mismo: «El escepticismo
prendido, mucho más que algún saber estético-literario.y me arrojó por algún tiempo á un estado rayano en la lo-
sensaciones personales. Lcewenfeld se alaba de su capa- cura. Tenía la idea de que fuera de mí nadie ni nada exis-
de asombro al lector crítico por una idea absurda ó una es ésta: la primera en el tiempo como en importancia de
expresión imposible. E n t r e sus obras en p r o s a — n o s ocu- las artes, h a sido el baile; la esencia v e r d a d e r a del baile
paremos más adelante de las obras en v e r s o — l a principal es el ritmo y éste se h a desarrollado en la música; la mú-
es seguramente la que l l e v a por título La Obra del arte sica, compuesta del ritmo y del sonido, h a elevado ( W a g -
del porvenir L a s i d e a s — s i p u e d e n llamarse así las ner d i c e : condensado) su elemento fonético al l e n g u a j e ,
sombras flotantes de a p e r c e p c i o n e s de un d e g e n e r a d o y producido la poesía; la formación más elevada de la p o e -
m í s t i c o - e m o t i v o — e x p r e s a d a s en este escrito, h a n ocupado sía es el drama, que se h a asociado, en vista de la cons-
á W a g n e r toda su vida y han sido vueltas á exponer en trucción de la e s c e n a , con la arquitectura, y para la imita-
veinte ocasiones por él mismo bajo formas siempre nue- ción del marco de las acciones humanas, del paisaje, con
v a s . Opera y Drama, El Judaismo en la música, Sobre el la pintura; la escultura , en fin, no es otra cosa sino la fija-
Estado y la Religión, Sobre el Destino déla Opera, Reli- ción del cómico en una forma muerta é inmóvil, \r el arte
gión y Arte, no son otra cosa más que paráfrasis y ampli- del cómico no es sino la v e r d a d e r a escultura v i v a , anima-
ficaciones de determinados p a s a j e s de La Obra del arte del da y flúida. A s í se a g r u p a n todas las artes alrededor del
porvenir. Esta repetición infatigable de una sola y misma drama, y éste debiera normalmente reunirlos; actualmen-
serie de ideas es y a , por sí sola, característica en alto te, sin e m b a r g o , se presentan aislados, con g r a n detrimen-
grado. El escritor claro y el c e r e b r o sano que se siente im- to de cada arte en particular y del arte en g e n e r a l . Este
pulsado á decir alguna cosa, se expresará de una v e z por alejamiento y este aislamiento recíprocos de las diferentes
todas tan precisamente y tan v i g o r o s a m e n t e como le sea artes c o n s t i t u y e n un estado contra naturaleza y una c a u -
posible y se quedará después satisfecho. P u e d e ser que sa de d e c a d e n c i a , y la misión de los verdaderos artistas ha
v u e l v a á ocuparse del mismo asunto para aclarar falsas de ser v o l v e r á encontrar el contacto natural y necesario.
interpretaciones, r e c h a z a r ataques y llenar l a g u n a s ; pero L a penetración y la fusión mutuas de todas las artes e n
un arte único darían la v e r d a d e r a obra de arte. L a obra
1 Ricardo Wagner, La Obra del arte delporvenir, Leipzig, 1850. de arte del porvenir es, pues, un drama con música y baile
(La numeración de las páginas que indicamos, á propósito de que se desarrolla en un paisaje pintado, tiene por marco
nuestras citas de este escrito, se refiere á esta edición.)
una creación magistral del arte arquitectónico puesto al la catedral de Colonia la arquitectura produce su efecto
servicio de la poesía musical, y está representado por có- sin que un drama sea en ella representado; el acompaña-
micos que son, hablando con propiedad, escultores, pero miento de música no añadiría nada á la belleza ni á la
realizan sus inspiraciones plásticas por medio de su pro- profundidad de Fausto y de Hamlet; la poesía lírica de
pio cuerpo. Gosthe y la Divina comedia no necesitan, como marco y
Así es como W a g n e r ha arreglado para su uso el des- plano de fondo, un paisaje pintado; el «Moisés» de Mi-
arrollo del arte. S u sistema provoca la crítica en todas sus guel Angel, produce con dificultad más profunda impre-
partes. L a filiación histórica de las artes que W a g n e r sión si cantan ó bailan en torno suyo, y la Sinfonía pas-
trata de establecer es falsa; si puede admitirse las relacio- toral de Beethoven no e x i g e , para ejercer plenamente su
nes primitivas del canto, del baile y de la poesía, el des- encanto, ir acompañada de palabras. Schopenhauer, al
arrollo de la arquitectura, de la pintura y de la escultura cual W a g n e r ha admirado como al más grande pensador
es seguramente independiente de la poesía en su forma de todos los tiempos, se expresa muy claramente acerca
dramática. Es una verdad que el teatro emplea todas las de este punto. «La gran ópera, dice, no es, hablando con
artes; pero es una de esas verdades que de tal modo se propiedad, un producto del sentido artístico puro, sino
c a e n de su peso, que no hay necesidad de enunciarla más bien de la idea un poco bárbara del aumento del g o c e
y sobre todo con fachas de profeta inspirado y con los estético por la acumulación de los medios, la simultanei-
grandes gestos hieráticos de un anunciador de revela- dad de impresiones por completo diferentes y el acrecen-
ciones sorprendentes. Cada cual sabe por experiencia tamiento del efecto por la multiplicación de la masa y de
que la escena está en un edificio, que en ella se mues- las f u e r z a s actoras; mientras que, por el contrario, la mú-
tran decoraciones pintadas que representan paisajes ó sica, en su calidad de la más poderosa de todas las artes,
edificios y que en ella se habla, se canta, se baila, y se basta por sí sola para llenar por completo el espíritu
representa mímicamente. W a g n e r mismo siente en sus que se ha abierto á ella; y aun sus más altas produccio-
adentros que se pone en ridículo esforzándose por ex- nes, para ser comprendidas y saboreadas como conviene,
poner este hecho de trivial experiencia con tono de reclaman el espíritu entero, sin división y sin distracción,
oráculo, con un lujo enorme de énfasis y de exaltación; á fin de que se entregue á ellas y se sumerja en ellas,
por esta razón lo e x a g e r a hasta lo absurdo. No se limita para penetrar á fondo su lenguaje tan increíblemente ín-
á hacer constar que en el drama—más exactamente en timo. En lugar de esto, se ataca al espíritu, mientras
la ópera, ó el drama musical como W a g n e r prefiere lla- dura una música de ópera tan elevadamente complica-
marle—diferentes artes ejercen su acción á la vez; sino da,, al mismo tiempo por la vista, por medio de la pompa
que afirma que cada arte aislado no alcanza sino por esta más abigarrada, de los cuadros más fantásticos y de las
acción de conjunto á su más elevada potencia de ex- impresiones de luz y de colores las más vivas; además
presión y que las artes aisladas han de renunciar y re- de esto, la fábula de la composición ocupa todavía el es-
nunciarán cada cual á su independencia como á un extra- píritu... Estrictamente, pues, se podría llamar á la ópe-
vío contra naturaleza, para no existir sino como colabo- ra una invención anti-musical en provecho de espíritus
radores del drama musical. no musicales, en los cuales la música ha de ser introdu-
cida como contrabando por un intermediario que le es
L a primera afirmación es, cuando menos, dudosa. En
extraño, es decir poco más ó menos como acompaña-
rotundamente de delirante l . El desarrollo natural va
miento de una anodina historia de amor largamente di-
siempre de la unidad á la diversidad, y no al revés; el
luida y de sus insulsos aderezos poéticos, puesto que el
progreso consiste en la diferenciación, es decir en la
texto de una ópera no soporta siquiera una poesía ceñida
trans-ormación de partes primitivamente semejantes en*»
al asunto, llena de alma y de ideas» l . Esto es una re-
órganos especiales de naturaleza diferente y de funciones
probación absoluta de la idea de W a g n e r del drama mu-?
autónomas y no en ia vuelta de los seres diferenciados y
sical como obra de arte universal del porvenir. Podría
de una rica originalidad á una arcaica gelatina sin fisio -
parecer, en verdad, que ciertas experiencias recientes de
' nomía. Las artes no han nacido fortuitamente; su diferen-
la psico-física viniesen en ayuda de la teoría de W a g n e r
ciación es la consecuencia de una necesidad orgánica;
relativa al recíproco refuerzo de los efectos simultáneos
una vez llegadas á la independencia, y a no renuncian
de las diferentes artes; Carlos F é r é ha demostrado que se
jamás á ella, Pueden degenerar, hasta pueden morir, pero
oye mejor si la vista está excitada al mismo tiempo por
no pueden y a reducirse al estado del germen que ha sido
un color agradable (dinamògeno) 2 . Pero, en primer lu-
su punto de partida; no obstante, el esfuerzo para volver
gar, este fenómeno puede interpretarse de este modo: la
á los comienzos es una especialidad de la degeneración
impresión visual aumenta la fuerza del oído, no como tal,
y está fundado en lo más profundo de su "esencia. El d e l
no en tanto que simple excitación sensorial, sino solamente
generado mismo está en camino de descender de la altura
por su naturaleza dinamògena, y estimula todo el sistema
del desarrollo orgánico alcanzado por nuestra especie; su
nervioso en general á una actividad más viva; en segundo
cerebro defectuoso es inapto para el último y el más de-
término, se trata únicamente, en las experiencias de Féré,
licado trabajo del pensamiento; por esta razón se siente
de simples percepciones de los sentidos, mientras que el
llevado á facilitarse este trabajo, á simplificar la variedad
drama musical ha de suscitar una actividad cerebral más
elevada, engendrar apercepciones é ideas al lado de emo-
ciones inmediatas; en este caso, cada una de las artes La Obra del arte del porvenir, pág. 169.—«Sólo cuando el de-
obrando de concierto producirá, por consecuencia de la seo del escultor artístico ha penetrado en el alma del bailarín, del
intérprete mímico, del que canta y habla, es cuando este;deseo puede
dispersión fatal de la atención sobre ella, una sensación
considerarse como verdaderamente satisfecho. Sólo cuando el arte
más débil que si obrase por sí sola sobre los sentidos y escultural no exista ya, seguirá otra tendencia que no sea la de r e -
el espíritu. presentar cuerpos humanos, ó cuando haya pasado, en calidad de
escultura, en la arquitectura, cuando la soledad rígida de este hom-
L a segunda afirmación de W a g n e r , que el desarrollo bre único tallado en la piedra, se haya disipado en la multiplicidad
infinitamente corriente de los verdaderos hombres vivos... sólo y
natural de cada arte le conduce necesariamente á la re-
únicamente entonces, existirá la verdadera plástica». Y p. 182:
nuncia de su independencia y á su fusión con las demás «Lo que la pintura se esfuerza conscientemente por alcanzar, lo al-
artes, contradice tan violentamente todas las experiencias canza de la manera más perfecta... cuando abandona el lienzo y la
cal para subir sobre la escena trágica... Pero la pintura de paisaje
y todas las leyes de la evolución que se la puede calificar
llegará á ser como la última y más acabada conclusión de todas las
bellas artes, el alma propiamente dicha y vivificante de la arqui-
tectura; nos enseñará también á organizar la escena para la obra
1 Arturo Schopenhauer, Parergay Paralipomena, Pequeños escri- de arte dramático del porvenir, en la cual, siendo ella misma viva,
tos filosóficos, Leipzig, 1888, t. II, pág. 465. representará el caliente fondo de la naturaleza para uso del hombre
2 Carlos Féré, Sensación y Movimiento, París, 1.887. vivo y no ya imitado».
de los fenómenos y á hacerlos de este modo más suma- como su cerebro místico no era capaz de apoderarse cla-
rios, á reducir todas las cosas vivas 3' muertas á escalones ramente de las diversas partes de esta idea ceñida y de
más bajos 3' de existencia más antigua, á fin de hacerlos ordenarlos paralelamente, se confundió en lo absurdo de
más cómodamente accesibles á su inteligencia. Hemos una «actividad del cerebro sin.actividad del corazón», de
visto que los simbolistas franceses quieren, con su audi- un «parentesco de la inteligencia con el cuerpo entero,
ción de los colores, degradar al hombre hasta la percep- por medio del corazón, etc.», y acabó por fin en ese puro
ción sensorial no diferenciada d é l a folada ó de la ostra. La desatino de llamar al sonido el «órgano del corazón».
fusión de las bellas artes de W a g n e r , forma el pehdant Quiere expresar la idea sencillísima que la música no
de dicha chifladura; su «obra de arte del porvenir» es puede comunicar apercepciones y juicios determinados,
la obra de arte de un pasado remoto; lo que él considera sino tan sólo sentimientos de naturaleza general, é ima-
como evolución, es regresión, un retroceso al estado de gina con este objeto el galimatías siguiente (P. 88): «No
cosas de los hombres primitivos, y hasta de los tiempos puede (la música)... nunca llevar por sí sola al hombrn
en que todavía no existían los hombres. sensorial y moralmente determinado á la representacióe
Mucho más extraordinario todavía que la idea funda- distintiva exactamente perceptible; es, en su crecimiento
mental del libro, es su lenguaje. Q u e se aprecien, por ejem- infinito, siempre sentimiento y nada más que sentimiento;
plo, las notas siguientes acerca del arte musical (P. 68): se manifiesta á continuación del hecho moral, no como
«El mar separa 3' pone en comunicación las tierras; así el hecho mismo; puede yuxtaponer sentimientos y disposi-
arte musical separa y pone en comunicación los dos polos ciones de alma, pero no desarrollar, según las necesida-
extremos del arte humano: el baile y la poesía. Es el co- des, una disposición del otro (?); le falta la voluntad mo-
razón del hombre; la sangre que toma de él su circula- ral (!).»
ción da á la carne vuelta al exterior su caliente color Que el lector profundice este otro trozo (P. i5g): «Sólo
vivo; pero nutre con una fuerza elástica ondulante, álos en la medida exacta en que la mujer, de una feminidad
nervios del cerebro que aspiran en lo interior».—«Sin la completa, ha desarrollado también, en su amorpor el hom-
actividad del corazón, la actividad del cerebro no pasaría bre y por su absorción en su ser, el elemento masculino de
de ser sencillamente una maniobra de habilidad me- su feminidad y lo ha por completo acabado en sí misma
cánica, la actividad de los miembros exteriores, un proce- con el elemento puramente femenino, dicho de otro modo
dimiento igualmente mecánico y privado de sentimiento». en la medida en que la mujer no es sólo la querida del
— « P o r el corazón, la inteligencia se siente emparentada hombre, sino también su amiga, puede y a el hombre en-
con el cuerpo entero, y el simple hombre sensual se eleva contrar en el amor de la mujer una plena satisfacción.»
á la actividad intelectual».—«El órgano del corazón es el
Los admiradores de W a g n e r afirman que ellos com-
sonido, su lenguaje artísticamente consciente, el arte mu-
prenden esta sarta de palabras embutidas al azar las unas
sical ». La idea que en todo esto preocupaba á W a g n e r ,
en las otras; hasta las encuentran notablemente claras.
era una comparación, 3'a completamente absurda por sí
Esto no debe extrañarnos: los lectores que por debilidad
misma, entre el papel de la música como medio de expre-
de espíritu ó por distracción ordinaria son incapaces de
sión de los sentimientos, y el papel de la sangre como
atención, comprenden siempre todo; no hay para ellos ni
vehículo de las materias nutritivas del organismo. Pero
obscuridad ni absurdo; y es que buscan en las palabras,
sobre las cuales se desliza superficialmente su m i r a d a consiguiente el artista del porvenir? S i n duda alguna, el
distraída, no la idea del autor, sino u n reflejo de sus propias poeta; pero ¿quién será el poeta? Incontestablemente el
fantasías errantes. Aquellos que han observado con mira intérprete. ¿Quién á s u v e z s e r á e l intérprete? Necesaria-
das de simpatías lo que ocurre en las nursery (habitacio- mente la asociación de todos los artistas». S i todo esto
nes de los niños pequeños), h a n tenido ocasión de asistir tiene algún sentido, no puede ser más que éste: que en lo
á este espectáculo f r e c u e n t e : c o g e un niño un libro ó un porvenir el pueblo compondrá y representará en común
papel impreso, se lo pone ante los ojos, las más de las sus dramas; y W a g n e r atestigua que realmente tal era s u ;
v e c e s del r e v é s , y comienza c o n un aspecto m u y serio á punto de vista, y e n d o en estos términos contra la objeción
leer en voz alta, á v e c e s el cuento que su mamá le ha supuesta por él, á saber: que el creador de la obra de arte
referido la noche antes para dormirle, ó bien, más á me- del porvenir tendría por consecuencia que •ser el popula-
nudo, las ideas que cruzan por su mente infantil en aquel cho. (P. 225): «Pensad que este populacho no es en modo
mismo momento. Esta es, poco más ó menos, la manera alguno un producto normal de la verdadera naturaleza
cómo las gastan los bienaventurados lectores que lo com- humana, sino más b i e n el resultado artificial de vuestra
prenden todo; no leen lo que d i c e n los libros, sino lo que civilización anti-natural; que todos los vicios y todas las
ponen ellos, y , con efecto, para los procedimientos y re- abominaciones que os r e p u g n a n en este populacho, no
sultados de este g é n e r o de actividad intelectual, importa son sino los gritos desesperados de la lucha que la v e r -
poco que el autor h a y a en realidad pensado y d i c h o esto dadera naturaleza humana entabla contra su cruel opre-
ó lo de más allá. sor, la civilización moderna». Q u e se ponga ahora frente
L a incoherencia del pensamiento de W a g n e r , deter- á estas aserciones el siguiente pasaje de la obra que se
minada por las e x c i t a c i o n e s del momento, sé manifiesta titula ¿Qué es lo que es alemán?: « Q u e del seno del pueblo
por sus perpetuas contradicciones. En una ocasión de- alemán h a y a n salido Gcethe y Schiller, Mozart y B e e t h o -
clara (P. 187): «El objeto supremo del hombre, es el ob- ven, esto l l e v a con d e m a s i a d a facilidad al g r a n número
j e t o artístico; el objeto artístico supremo es el drama» y de los mediocres á imaginarse que estos grandes espíritus
poco después, en una nota de la página 194, exclama: forman de d e r e c h o parte de su número, y á h a c e r creer á
«Esas pobres g e n t e s entienden y v e n todo de buena g a n a , la masa del pueblo, con una satisfacción d e m a g ó g i c a , que
e x c e p t o a l hombre real, no desfigurado que permanece ella misma es quien es Gcethe y S c h i l l e r , Mozart y B e e - .
como e n c a r g a d o de dar aviso á la conclusión de sus en- t h o v e n '.» ¿Pero quién le ha persuadido semejante cosa,
s u e ñ o s . Pero precisamente este hombre es el que ahora de- sino el mismo W a g n e r , que la declara, á ella, á la masa
bemos colocar en primera línea.)) Claro está que esta afir- del pueblo, el «artista del porvenir?» Y precisamente esta
mación es diametralmente opuesta á la otra. El hombre locura que, al h a c e r la reflexión citada aprecia el mismo
«artístico», «dramático», no es el hombre «real», y el W a g n e r como tal, h a h e c h o una g r a n impresión sobre la
que considera como siendo su tarea ocuparse del hombre muchedumbre; h a tomado á la letra lo que W a g n e r la h a
real no verá jamás e n el arte « el objeto supremo del hom- repetido á saciedad «con una satisfacción d e m a g ó g i c a » ;
bre » ni considerará sus «ensueños» como su más noble
función.
1 Ricardo Wagner, Escritos y Poemas completos. Leipzig, 1883,
En un p a s a j e dice (P. 206): «¿Quién será pues por
t. X, pág. 68.
se ha imaginado de veras ser el «artista del porvenir» ¡y reformador; este último se indigna solamente contra los
hemos visto formarse en varias partes de Alemania 'so- males reales, y forma para remediarlos proyectos razo-
ciedades que querían construir un teatro del porvenir y nables que pueden estar adelantados con relación á su
representar ellas mismas obras del porvenir! Y en estas tiempo, suponer una humanidad mejor y más sabia que
sociedades no participaban tan sólo estudiantes ó jóvenes ' la que existe, pero que se sostienen siempre con argu-
«horteras») para los cuales una cierta inclinación á repre- mentos lógicos. El degenerado, por lo contrario, escoge
sentar comedias es una enfermedad de crecimiento, v los entre las instituciones de la civilización, ó aquellas que
cuales se imaginan de buen grado que sirven al «ideal» » no tienen importancia ó las que precisamente son muy
cuando gesticulan y declaman con una vanidad pueril útiles, para rebelarse contra ellas; su cólera se dirige
ataviados con trajes grotescos, ante sus parientes y sus contra objetos ridiculamente insignificantes ó se desata
conocidos emocionados, y que les admiran; no; viejos contra el vacío; no piensa por otra parte seriamente en una
tenderos, sin un pelo en el cráneo, con una barriga abul- mejora, ó bien abriga proyectos de felicidad universal
tada, abandonaban su tranquilo j u e g o de baraja y hasta cuyo absurdo es para tirar de espaldas. Su disposición de
su intangible vaso de cerveza de por la mañana, para pre- espíritu fundamental es un furor persistente hacia todo y
pararse con unción á sus hazañas dramáticas. Desde la hacia todos, furor que se traduce en palabras virulentas,
circunstancia memorable en que Quince, Snug, Bottom, amenazas salvajes y rabia de destrucción propia de las
' S n o u t y Starveling (en El Sueño de una noche de fieras. W a g n e r es una buena muestra de esta especie;
veranóte Shakespeare), estudiaron juntos la «muy la- quisiera aniquilar «la civilización política y criminal»,
mentable comedia y la muerte muy cruel de Priamo y de como él dice. Pero ¿en qué se manifiestan para él la co-
U s b e » el mundo no había visto nunca semejante espec- rrupción de la sociedad y el carácter insostenible de todos
táculo. Los disparates de W a g n e r habían sorbido el seso los estados de cosas? En que se representan óperas com-
a los tenderos sentimentales y á los mozos de almacén puestas con arietas juguetonas y en que se representan
entusiastas, y los provincianos y filisteos á los cuales ha- pantomimas de baile. ¿Y cómo ha de llegar la humanidad
bía llegado su buena nueva, se pusieron, á la letra, en á la salvación? ¡Representando el drama musical del por-
disposición de continuar, juntando todas sus fuerzas, á venir! Espero que no se reclamará de mí la crítica de se-
Goethe y Schiller, Mozart y Beethoven. mejante proyecto de panacea.
En el pasaje citado en que W a g n e r glorifica, emplean- W a g n e r es anarquista declarado. Desarrolla con toda
do la manera más trasnochada de Juan [acobo Rousseau claridad la doctrina de esta secta en La Obra de arte del
al populacho, en que habla d é l a «civilización anti-natu' porvenir (pág. 217): « Todos los hombres tienen solamente
ral», y llama á la «civilización moderna» el «cruel opre- " una necesidad común...: es la necesidad de vivir y de ser
sor de la naturaleza humana», W a g n e r revela ese estado felices. En esto se encuentra el lazo natural de todos los
de espíritu que los degenerados comparten con los refor- hombres... Las necesidades particulares, tales cómo se
madores iluminados, los c r i m i n a l e s - n a t o s con los mártires manifiestan y crecen según el tiempo, el lugar y el indivi-
del progreso humano: el descontento profundo y devora- duo, pueden solas, en el estado razonable de la humanidad
dor del estado de cosas existente; este descontento, á la futura, suministrar la base de las asociaciones particula-
verdad, es de otra naturaleza en el degenerado que en el res... Estas asociaciones cambiarán, tomarán otra forma,
se disolverán y se reconstituirán s e g ú n que las necesida-
des mismas Cambiarán y r e a p a r e c e r á n » l . No se le oculta ladamente, como para mostrar á las otras su bella forma en
que este «estado razonable de la humanidad futura» no plena independencia, desasiéndose del abrazo y tocando
podrá ser traído más que por la violencia (pág. 228): «La nada más que con la punta extrema de los dedos las ma-
necesidad ha de empujarnos á nosotros también, á través nos de las otras; ahora, una de ellas, seducida al v e r
del Mar Rojo, si queremos, purificados de nuestra ver- la doble forma de sus dos hermanas vigorosamente en-
g ü e n z a , alcanzar la tierra prometida. No nos ahogaremos trelazadas, inclinándose h a c i a ellas; luego, dos de ellas,
en sus ondas; sólo es peligroso para los faraones de este transportadas por el encanto de la una, saludándola ' c o n
mundo, que y a una vez... perecieron en ellas con todos actitud de sumisión, para unirse en fin todas, fundidas
sus b i e n e s , — l o s faraones arrogantes y orgullosos que ha- en una, p e c h o contra p e c h o , miembros contra miembros,
bían olvidado que en otros tiempos un pobre hijo de pas- en un ardiente beso de amor, en una sola forma volup-
tor les había preservado por sus sabios consejos, á ellos tuosamente v i v a . — H e ahí el amor y la vida, la alegría y el
y á su país, de la muerte por h a m b r e » . matrimonio del arte, etc.», (hay en alemán, Das Lieben
A l lado de la acritud anarquista, otra emoción domina und Leben, Frenen und Freién, j u e g o s de palabras c a r a c -
toda la vida intelectual consciente é inconsciente de terísticos). A q u í W a g n e r p i e r d e visiblemente el hilo de
W a g n e r : la emoción sexual; ha sido toda su vida un su demostración, no se ocupa y a más de lo que quería de-
erótico (en el sentido de la psiquiatría), y todas sus ideas cir y se detiene gozándose con l á . i m a g e n de tres d o n c e -
g i r a n en torno de la mujer. L a s impresiones más triviales llas que bailan, i m a g e n q u e se ha presentado ante su vista
y más alejadas del dominio sexual despiertan infaliblemen- interior, y sigue con una concupiscencia lasciva los contor-
te en su conciencia lujuriosos cuadros de c a r á c t e r erótico, nos de sus formas y sus movimientos excitantes.
7 el t r a y e c t o de la asociación de ideas automática está L a sensualidad d e s v e r g o n z a d a que campa en sus poe-
en él siempre dirigido hacia e s e polo de su pensamiento- mas dramáticos ha llamado la atención de todos sus críti-
L é a s e , bajo este punto de vista, este p a s a j e de La Obra di cos. Hanslick habla de la «sensualidad bestial » del Oro
arte del porvenir (pág. 44), en el cual trata de exponer del Rhin, y dice de Sigfredo: «Los acentos exaltados de
las relaciones recíprocas de las artes del baile, de la mú- una sensualidad insaciable y ardiente hasta lo extremo,
sica y de la poesía: « A l contemplar esta h e c h i c e r a ronda esos estertores del celo, esos g e m i d o s , esos gritos y esos
de las musas las más auténticas y las más nobles, del desmayos tan a f e c c i o n a d o s por W a g n e r , producen una im-
hombre artístico (?) se nos p r e s e n t a n ahora las tres g r a - presión r e p u g n a n t e . El texto de estas escenas de amor
ciosamente enlazadas hasta la nuca en los brazos l a u n a llega á ser á v e c e s , en su e x u b e r a n c i a , un puro contra-
de la otra; l u e g o , tan pronto ésta, tan pronto aquélla, ais- sentido J.» Léase en el primer acto de La Walkyria 2 , en
la escena entre S i g m u n d o y S i e g l i n d a , las indicaciones de
juego e s c é n i c o : «Interrumpiendo ardientemente», -«se
Nótese la analogía de este pasaje con este otro, entresacado
apodera de ella con un ardor abrasador», «en un dulce
de la Apoteosis del teatro deBayieuth (1882) (Escritosy Poemas com-
pletos, t. X , pág 384): Esto (la segura ejecución de todos los hechos
sobre, enema, debajo, detrás y delante de la escena) es el resultado Eduardo Hanslick, Estaciones musicales. Berlín, 1880, pági-
de la anarquía, en cuanto cada cual hace lo que quiere, es decir lo nas 220 y 243.
que es bueno. 2 Ricardo Wagner, Escritos y Poemas completos, t. VI, págs. * v
siguientes. v 0 ó 3
transporte», «ella se suspende arrebatada á , s u cuello» degenerados, que en el transporte sexual se convierten
«mirándose con pasión», «fuera de sí», «en el colmo de la en bestias feroces K W a g n e r padece de la «locura eróti-
embriaguez», etc. A l final está escrito: «Telón rápido» ca», que hace de las naturalezas groseras asesinos por
y no han faltado críticos ligeros que hayan empleado lujuria, é inspira á los degenerados superiores obras ta-
este rasgo de ingenio fácil: «esto es muy necesario». les c o m o La Walkyria, Sigfredo, Tristán é Isolda.
Las lamentaciones, los gritos ahogados y los furores amo- No sólo el fondo de sus escritos, sino que y a la forma
rosos de Tristán é Isolda, todo el segundo acto de Parsi- exterior de éstos muestra en W a g n e r un grafómano. Ha
fal, entre el héroe y las muchachas-flores; luego entre el podido ver el lector en nuestras citas á qué abuso de pa-
mismo y Kundry, en el jardín encantado de Klingsor, labras subrayadas se entrega W a g n e r ; á veces h a c e com-
pueden añadirse dignamente á estos otros pasajes. Es poner mitades de páginas con letras separadas, cuyo fe-
cosa que haCe verdaderamente gran honor á la moralidad nómeno es expresamente notado por Lombroso en los
del pueblo alemán que las óperas de W a g n e r ha}-an po- grafómanos 2 y que se explica suficientemente por la par-
dido ser representadas públicamente sin provocar el más ticularidad que con frecuencia hemos aquí expuesto del
profundo escándalo. ¡Cuán inocentes deben ser las muje- pensamiento místico. Ninguna forma de lenguaje que el
res y las muchachas que se hallan en estado de contem- degenerado místico puede dar á sus espectros de pensa-
plar estas composiciones dramáticas sin ruborizarse hasta miento llega á satisfacerle; tiene siempre la conciencia de
la raíz del pelo ni, de vergüenza, refugiarse bajo tierra! que las frases que escribe no expresan los hechos confu-
¡Cuán inocentes son también los padres y los maridos que sos que se verifican en su cerebro, y como tiene que deses-
permiten á sus mujeres y á sus hijas que asistan á estas perar de poder traducirlos por palabras, trata, valiéndose
representaciones de escenas de lupanar! Evidentemente,- de puntos de exclamación, de puntos suspensivos, de
los espectadores alemanes de los dramas de W a g n e r no blancos en el texto, de hacer entrar místicamente en lo
v e n ningún mal en las acciones y en las actitudes de sus
figuras; no parecen sospechar cuáles sentimientos los ex-
citan ni cuáles propósitos determinan sus palabras, sus he-
1 En un libro sobre la degeneración no es posible evitar por
completo el teireno del erotismo, que encierra precisamente los
chos y gestos, y esto explica el candor tranquilo con el fenómenos más característicos y que más llaman la atención rela-
cual asisten á escenas dramáticas en las cuales, en un pú- tivos á este asunto. Pero me detengo, por principio, lo menos posi-
ble sobre este punto y quiero, por esta razón, limitarme á indicar,
blico menos ingenuo, nadie se atrevería á levantar la vis-
en cuanto á la característica de la locura erótica de Wagner, un
ta y mirar á su vecino ni podría soportar las miradas de trabajo clínico, el del Dr. Paul Aubry: Observación de uxoricidio y
los demás. de libericidio seguidos del suicidio del asesino. Archivos de la antropo-
logía criminal, t. VII, pág. 326. « Esta afección (la locura erótica),
L a excitación nerviosa reviste siempre en la pintura dice Aubry, se caracteriza por un furor de goce inconcebible en el
que de ella hace W a g n e r la forma de una locura furiosa. momento de la cópula». Y en una neta añadida al informe de Au-
bry sobre el asesinato que el loco erótico—un profesor de mate-
Los amantes se conducen en sus dramas como gatos ra- máticas de liceo—había cometido sobre su mujer y sus hijas, se
biosos que se revuelven, en medio de éxtasis y espasmos, lee: «Su mujer, que no se recataba para hablar á todus de cosas que
sobre una raíz de valeriana. Reflejan esas figuras el esta- de ordinario se guardan en el mayor secreto, decía que su marido
se ponía como furioso durante el acío sexual». V . también Ball, La
do intelectual del poeta, que es bien conocido de los locura erótica, París, 1891, pág. 127.
especialistas; es una forma del sadismo; es el amor délos 2 Lombroso, Genio y locura, pág. 229.
que escribe más cosas que las que las palabras pueden mósfera de convicciones y de prácticas de fe cristianas
decir. protestantes, los sentimientos y las ideas que transformó
Otra especialidad de los grafómanos (y de los imbéci- más tarde tan extrañamente en su espíritu degenerado.
ciles), la inclinación irresistible á los j u e g o s de palabras, Este fenómeno en virtud del cual continúan subsistiendo,
está desarrollada en alto grado en W a g n e r . Veamos algu- en medio de las dudas y de las negaciones ulteriores, las
n o s e j e m p l o s e n t r e s a c a d o s d e La Obra de arte del porvenir concepciones cristianas adquiridas en la infancia y que
(pág. 56): «Asi el arte musical adquiere por el sonido, obran como un fermento siempre activo, alteran sin-
convertido en lenguaje... su más alta satisfacción al mis- gularmente todo el pensamiento y sufren ellas mismas
m o t i e m p o q u e su a l t u r a m á s s a t i s f a c t o r i a » . (Ihre HÖCHS- numerosas desagregaciones y deformaciones; este fenó-
TE BEFRIEDIGUNG zugleich mit ihrer BEFRIEDIGENSTEN meno podemos observarlo con frecuencia en los cerebros
ERHÖHUNG), (pág. 91): «Como-un segundo Prometeo, que confusos; lo encontraremos, por ejemplo, también en lb-
formaba hombres con arcilla (aus THON), Beethoven había sen. En el fondo de todos los poemas y escritos teóricos
tratado de formarlos con el sonido (aus TON). NO es, sin de W a g n e r se encuentra un sedimiento más ó menos
embargo, de arcilla ó de sonido (aus THON oder TON), sino denso de doctrinas desfiguradas deh catecismo, y en sus
de las dos cosas á la v e z de lo que el hombre, imagen de cuadros más lujuriosos apuntan, bajo' los colores emba-
Zeus dispensador de la vida, debía ser formado». Pon- durnados y chillones, extraños rasgos apenas aparentes,
gamos especialmente de relieve este pasaje asombroso que revelan que dichos cuadros han sido brutalmente
(pág. io3): «Si la moda ó el uso nos permitiera volver á estampados sobre un fondo pálido de reminiscencias
adquirir la sola y verdadera manera de escribir y de ha- evangélicas.
blar: Tichten por Dichten (componer en verso), obtendría- Una idea, ó más exactamente una palabra, se ha
mos en los nombres reunidos de las tres artes primitivas, arraigado muy especialmente en el fondo de su espíritu
baile, música y poesía (Tanz, Ton und, TichtkunstJ, una y le ha perseguido toda su vida como una verdadera ob-
imagen sensual agradablemente característica de la esen- sesión: la-palabra «redención». No tiene, sin duda, esta
cia de estas tres hermanas trinitarias, es decir una alite- palabra en W a g n e r el valor que posee en el lenguaje de
ración perfecta... Esta paronomasia sería especialmente la teología; para los teólogos, la «redención», esta idea
característica también por la situación que la poesía central de toda la doctrina cristiana, significa el acto su-
(Tichtkunst) ocuparía en ella; como último miembro de la' blime de un amor sobrehumano que espontáneamente
rima, la poesía transformaría verdaderamente la alitera- toma sobre sí el sufrimiento más grande y lo soporta ale-
ción en rima, etc.» gremente, con el fin de libertar del poder del mal á los
hombres, cuyas propias fuerzas no bastan para alcanzar
Llegamos ahora al misticismo de W a g n e r , que im-
este objeto. Comprendida de este modo, la redención tia-
pregna sus obras y ha llegado á ser una de las causas
ne tres premisas; hay en primer lugar que admitir el dua-
principales de su acción sobre los contemporáneos, por lo
lismo en la naturaleza, que la religión zenda de los persas
menos íuera de Alemania. A u n q u e completamente irre-
ha desarrollado con toda claridad, la existencia de un
ligioso y entregándose á ataques frecuentes contra las
principio original del mal y del bien, entre los cuales la
religiones positivas, sus doctrinas y sus sacerdotes, Wag-
humanidad se halla colocada y que se disputan el poder
ner ha conservado vivos, de una niñez pasada en una at-
sobre ella; en segundo lugar, el redimido ha de estar
desagradablemente superficiales, es cierto: « W a g n e r ,
exento de falta consciente y cometida voluntariamente,
dice, no ha meditado sobre cosa alguna tanto como sobre
ha de ser la víctima de fuerzas poderosas en sumo grado
la redención» (aseveración falsa á todas luces por otra
á las cuales es incapaz de vencer; en tercer lugar, en fin,
parte, puesto que el desvarío de W a g n e r sobre este
el redentor, para que su acto sea verdaderamente un acto
tema no es seguramente el resultado de la meditación,
de salvación y adquiera la fuerza redentora, ha de sa-
sino un eco místico de sus emociones de niño); «su ópera
crificarse espontáneamente cumpliendo una misión cla-
es la ópera de la redención; h a y siempre alguien en sus
ramente reconocida y aceptada voluntariamente. S e ha
dramas que quiere ser redimido: unas veces un buen hom-
manifestado á veces, es cierto, la tendencia de Considerar
bre, otras una buena mujer... ¿Quién nos ha enseñado,
la redención como una gracia que puede llegar á ser el
sino W a g n e r , que la inocencia redime de preferencia á
patrimonio no sólo de las víctimas, sino también de los
pecadores interesantes? (el caso Tanliauser). ¿O que el
pecadores; la Iglesia, sin embargo, ha reconocido siempre
propio Judío Errante es redimido y se convierte en seden-
la inmoralidad de semejante concepción y ha enseñado
tario al casarse? (el caso de El Buque Fanntasma). ¿O que
expresamente que el culpable, para obtener la redención,
viejas comadres ligeras de cascos y corrompidas prefieren
ha de trabajar activamente por sí mismo, por medio del
ser redimidas por castos jovenzuelos? (el caso Kundry).
arrepentimiento y d é l a expiación, y ' n o esperarla pasi-
¿O que á las hermosas doncellas les gusta sobre todo ser
vamente como una merced completamente inmerecida.
redimidas por un caballero andante que es wagneriano?
Esta redención teológica no es la redención en el sen- (el caso de Los Maestros Cantores). ¿O que mujeres casa-
tido de W a g n e r ; la de éste no tiene un sentido bien claro das se dejan también de buen grado redimir por un c a -
y sirve tan solo para designar algo bello y grande que no ballero andante? (el caso de Isolda). ¿O que el buen Dios
indica de otro modo. L a palabra ha hecho evidentemen- misericordioso, después de haberse comprometido moral-
te al principio, una profunda impresión sobre su imagina- mente de todas las maneras, es redimido por un libre-
ción, y W a g n e r se ha servido después de ella poco más pensador y un hombre inmoral? (el caso de los Nibelun •
ó menos como si se tratase de un acorde menor (digamos gos). ¡Admirad especialmente esta última profundidad de
la-do-mi), el cual tampoco significa nada preciso, pero espíritu!, ¿la comprendéis?; por lo que á mí toca me g u a r -
suscita no obstante una emoción y puebla la conciencia do muy bien de comprenderla » 1 .
de representaciones flotantes. En las obras de W a g n e r hay L a obra de W a g n e r que puede realmente llamarse la
siempre alguien que es «redimido »; si (en La Obra de arte « ópera de la redendión » es Parsifal. En ella estamos en
del porvenir) la pintura deja de pintar cuadros y no crea situación de penetrar el pensamiento de W a g n e r en su
más que decoraciones de teatro, esto es su «redención»; vagabundeo más incoherente. Dos personajes son redi-
del mismo modo, la música que acompaña las palabras de midos en Parsifal, el rey Amfortas y Kundry; el rey se ha
un poema es una música «redimida»; el hombre es «redi- dejado seducir por los encantos de Kundry 3' ha pecado
mido» si ama á una mujer, y el pueblo es «redimido» si en sus brazos; para castigarle, la lanza mágica que le ha
representa dramas;, el eje de todos los dramas de W a g n e r sido confiada le es arrebatada y es herido con esta arma
es también la «redención». Federico N i e t z s c h e h a nota-
do y a esto y se ha burlado de ello valiéndose de bromas 1 Federico Nietzsche, El caso Wagner, Leipzig 1887.
sagrada; la herida abierta sangra continuamente y le pro- bargo lo ha inspirado. Amfortas necesita ser redimido á
duce terribles dolores; nada puede curar la herida sino consecuencia de su propia flaqueza y de su falta, no á
la misma lanza que la ha hecho, pero esta lanza sólo « el consecuencia de una fatalidad invencible, y es redimido
puro inocente sabio por compasión » puede arrancársela al sin haber hecho para ello otra cosa que gemir y lamen-
perverso brujo Kiingsor. En otros tiempos, cuando era tarse. L a salvación que espera, y que finalmente obtiene,
muchacha, Kundry ha visto al Salvador subiendo su cal- tiene su origen completamente fuera de su voluntad y de
vario y se ha reído de él; para su castigo, tiene que vivir su conciencia; él no tiene ninguna parte en su obtención,
eternamente, aspirar en vano á la muerte, seducir en pe- otro la adquiere para él y se la ofrece como una merced;
cado á todos los hombres que se acerquen á ella; no pue- la redención es algo puramente exterior, un feliz hallaz-
de ser redimida de la maldición sino en el caso en que un go fortuito, no el premio de un esfuerzo moral interior.
hombre resista á sus insinuantes coqueterías; un hombre Aún más monstruosas son las condiciones de la redención
la ha resistido de hecho, el brujo Kiingsor; sin embargo, de Kundry; no sólo no le es dado trabajar ella misma por
su resistencia victoriosa no la ha redimido, como hubiera su salvación, sino que ha de emplear toda su fuerza de
debido suceder; ¿por qué?, W a g n e r no se para á explicar voluntad en hacer imposible su propia salvación, puesto
esto ni por la más mínima palabra. El que aporta la re- que su redención depende de esto: que sea desdeñada
dención á los dos malditos es Parsifal. El «puro inocente» por un hombre, y la tarea á la cual ha sido condenada es
no tiene la menor idea de que está destinado á redimir á precisamente la de desplegar todo el poder de seducción
Amfortas y á Kundry y no sufre, en el cumplimiento del de la belleza y todo el poder del amor apasionado para
acto de salvación, ni daños especiales, ni se expone á atraerse al hombre; ha de impedir por todos los medios al
ningún peligro serio. Es verdad que tiene, cuando pene- hombre destinado á ser su redentor que llegue á serlo;
tra en el jardín encantado de Kiingsor, que andar á esto- si el hombre sucumbe ante sus encantos, la redención
cadas con los caballeros del brujo, pero ésta escaramuza queda fallida sin que sea culpa suya, aunque por su pro-
es más bien un placer que una molestia para Parsifal, pia acción; si resiste á la tentación, ella obtiene la reden-
puesto que es mucho más diestro que sus adversarios, y ción sin mérito por su parte, porque la obtiene á pesar de
que al cabo de un asalto en el cual los v e n c e sin dificul su esfuerzo opuesto. Es imposible elucubrar una situación
tad, los pone en fuga cubiertos de sangre. Parsifal resis- á la vez más absurda y más inmoral. El redentor Parsifal,
te, ha}' que reconocerlo, á la belleza de Kundry, y esto es en fin, es desde el comienzo hasta el fin una reencarna-
meritorio, pero no constituye apenas un acto de inmola- ción mística de «Juan en la prosperidad», el conocido pro-
ción de sí mismo; obtiéne, sin haberse tomado ningún tra- tagonista de un cuento popular alemán; todo le sale á
bajo, la lanza milagrosa; Kiingsor la blande contra él para pedir de boca, como á éste, sin que haga nada para ello;
matarle, pero el arma «se cierne encima de su cabeza» se va de paseo á matar á un cisne y encuentra el Graal y
y Parsifal no tiene más que alargar la mano para apode- la corona real; su papel de redentor no es para él un sa-
rarse de ella cómodamente y cumplir en seguida su mi- crificio personal, sino una prebenda; es un envidiable car-
sión. go honorífico al cual le ha llamado el favor del cielo; mer-
ced á qué poderosa recomendación, eso no lo dice W a g -
Cada rasgo de este drama místico está en contraste
ner. Pero, examinándolo de más cerca, todavía se descu-
directo con la idea cristiana de redención qúe sin em-
19
bren cosas peores; Parsifal, el «puro inocente», es senci-
llamente un precipitado de recuerdos confusos de la cris- ataúd, y reclama con tono impetuoso que el Graal le sea
tología. W a g n e r , del cual se apoderan violentamente los mostrado para que su vida se prolongue: «¿Habré de con-
elementos poéticos de la historia de la vida 3' de los su- templar otra v e z el Graal y vivir?», pregunta con angus-
frimientos del Salvador, ha experimentado la ardiente tia, y como no recibe respuesta inmediata, se lamenta:
necesidad de exteriorizar sus impresiones y sus emocio- «¿He de morir sin que me acompañe el Salvador?» S u
nes, y ha creado Parsifal, al cual asigna algunas de las hijo Amfortas vacila, el anciano entonces da órdenes-
escenas más conmovedoras del Evangelio, y el cual se ha «¡Descubrid el Graal!» «¡La bendición!» Y cuando han
convertido bajo la pluma de W a g n e r , en parte quizá sin obedecido sus órdenes exclama con alegría: «¡Oh, san-
él saberlo, en una caricatura á la v e z necia y frivola de tas delicias! ¡Cómo nos saluda hoy el Señor radiosamen-
Jesucristo. L a tentación del Salvador en el desierto se ha te!» Más tarde Amfortas ha descuidado por algún tiempo
transformado en el drama místico, en tentación de Parsi- descubrir el Graal, y Titurel ha tenido que morir; Amfor-
fal por Kuncby; la escena en la casa del fariseo, en que tas se desespera: « ¡Padre mío, bendito entre los héroes!...
la pecadora unta con los óleos los pies del Salvador, está ¡Yo que quería morir yo sólo, es á ti á quien he dado la
reproducida á la letra; Kundry lava y olea los pies de Par- muerte!» D e todo esto resulta indudablemente que todos
sifal, que seca con sus cabellos sueltos, y el «puro inocen- estos personajes v e n en la vida, aunque sea en la vida de
te» remeda las palabras del Cristo: « Tus pecados te serán sombra y vacío de un ser tendido y a en el ataúd, un bien
perdonados», con esta exclamación: « Y o cumplo así m excesivamente precioso, y en la muerte una amarga des-
primer deber: toma el bautismo y cree en el redentor». gracia. ¡ Y esto ocurre en el mismo drama en que Kundry
Q u e al habituado ordinario del teatro no le choque esta sufre la vida eterna como una espantosa maldición, y aspi-
aplicación abusiva de la leyenda del Cristo, que aún en- ra apasionadamente á la muerte como al bien por exce-
cuentre en los fragmentos desfigurados del Evangelio al- lencia! ¿Puede imaginarse contradicción más ridicula? El
gunas de las emociones que éste pueda en otros tiempos episodio de Titurel es, por si algo faltaba, la negación de
haber excitado en él, es cosa que se concibe. L o que es in- todas las premisas del Parsifal, cimentado sobre la idea
comprensible es que los creyentes serios, y más especial- religiosa de la persistencia de la personalidad después de
mente los celadores fanáticos déla fe, no hayan nunca sen- la muerte. ¿Cómo puede la muerte asustar al hombre que
tido qué profanación de sus ideas las más sagradas, comete está persuadido de que los goces del paraíso lé esperan?
W a g n e r adornando á su Parsifal con los rasgos del Cristo. Nos encontramos aquí frente á la misma falta de auto-
comprensión de sus propias hipótesis que y a nos ha cho-
Pongamos aún de relieve uno de los detalles absurdos
cado en Dante-Gabriel Rossetti y en Tolstoi. Pero ésta es
de Parsifal; al viejo Titurel le ha llegado su hora en el
precisamente la especialidad del pensamiento patológica-
destino terrestre de la muerte, pero, por la gracia del Sal-
mente místico; reúne representaciones que se excluyen
vador, continúa "viviendo en la tumba; la vista del Graal
las unas á las otras, se sustrae á la ley de la lógica y pone
renueva siempre por algún tiempo su fuerza vital desfalle-
juntos sin andarse en rodeos, detalles que se queda uno
cida. Titurel parece conceder un gran valor á esta triste
pasmado de v e r así reunidos. En el místico por ignoran-
existencia de muerto que vive: -< V i v o en la tumba por la
cia, por pereza de pensamiento, por imitación, no obser-
gracia del Salvador», exclama alegremente desde su
vamos este fenómeno; puede tomar una representación
saborean con violentas emociones el cuerpo del Cristo y
absurda por punto de partida de una serie de ideas,, pero su sangre redentora y cómo los fenómenos supra-terres-
la representación misma se desenvuelve razonable y ló- tres, la irradiación purpurada del Graal, el lento descenso
gicamente y no tolera una grosera contradicción entre de una paloma (en la escena final), etc., hacen en cierto
sus miembros. modo palpables la presencia real del Cristo y la naturaleza
Del mismo modo que la cristología ha inspirado á divina de la Cena. Del mismo modo que W a g n e r h a toma-
W a g n e r la figura de Parsifal, la eucaristía le ha inspira- do de la Iglesia su inspiración para las escenas del Graal y
do la escena más conmovedora del drama, la de las aga- ha vulgarizado la liturgia empleándola en su propio uso,
pas de los caballeros del Graal; es el traslado á la escena á la manera de la Biblia Pauperum, así también los e s -
de la misa católica, añadiendo heréticamente un rasgo pectadores encuentran de nuevo en el teatro de W a g n e r
protestante: la participación de la comunidad á la comu- la catedral y la gran misa y llevan al drama todas las emo-
nión bajo las dos especies. El descubrimiento del Graal ciones que las ceremonias de iglesia han dejado en sus
corresponde á la elevación de la custodia; los oficiantes re- almas. El sacerdote real, bajo sus vestidos de oficiante; el
visten la forma de los coros de mozos y de adolescentes. recuerdo de sus gestos, de la campanilla y de las g e n u -
E n los cantos alternados y en las acciones de Amfortas se flexiones de los que sirven la misa, del vapor azul y
encuentran semejanzas con las cuatro partes de la misa: del perfume del incienso, de los bramidos del órgano y
los caballeros del Graal salmodian una especie de Introi- del j u e g o abigarrado de los rayos solares á través de los
tos venido á menos; la larga lamentación de Amfortas: cristales de colores de la iglesia, son en el alma del pú-
«¡No; no lo descubráis! ¡Oh! ¡Pensar que nadie, nadie blico los colaboradores de W a g n e r ; y no es su arte lo que
c o n c i b e esta tortura!, etc.», puede ser considerada como mece al público en un arrobamiento místico, sino la dis-
un Confíteor; los mozos cantan el ofertorio («¡Tomad mi posición fundamental que dos mil años de sentimiento
sangre en nombre de nuestro amor!», etc.). Amfortas pro- cristiano han inculcado en la inmensa mayoría de los hom-
cede á la consagración; todos toman parte en la comunión, bres de raza blanca.
y hasta hay como una reminiscencia parodiada del Ite,
Misticismo y erotismo, y a lo sabemos, van siempre
missa est, en la exclamación de Gurnemanz: «¡Sal, por ahí,
juntos, especialmente en los degenerados c u y a emotivi-
hacia tu camino!» L o que desde Constantino el Grande,
dad tiene principalmente su origen en un estado de exci-
lo que desde la elevación del cristianismo al rango de reli-
tación enfermiza de los centros sexuales. L a imaginación
g i ó n de Estado, ningún poeta ha osado, W a g n e r lo ha he-
de W a g n e r está incesantemente ocupada por la mujer;
cho: de la acción tan incomparablemente rica en emocio-
pero no v e jamás las relaciones de ésta con el hombre
nes del sacrificio de la misa ha sacado efectos de teatro;
bajo la forma del amor sano y natural, que es un benefi-
ha sentido profundamente el simbolismo de la Cena, la
cio y una satisfacción para los dos amantes. D e l mismo
cual ha provocado en él una fuerte emoción mística y ha
modo que á todos los eróticos e n f e r m o s — y a hemos nota-
sentido la necesidad de revestir con una forma dramática el
do esto en Verlaine y T o l s t o i — l a mujer se ofrece á sus
hecho simbólico, de revivir por los sentidos en todos los
ojos como una terrible fuerza de la naturaleza, de la cual
detalles y de una manera completa, lo que en el sacrificio
el hombre es la víctima temblorosa é impotente; la mujer
de la misa está solamente indicado, condensado y espiri-
que él conoce es la horrible Astarté de los semitas, la es-
tualizado. W a g n e r quería ver y sentir cómo los elegidos
pantosa devoradora de hombres Kali B h a g a w a t i de los
Indios, una visión apocalíptica de risueña voluptuosidad Tannhauser, como en Parsifal, trata del tema de la lucha
asesina, de eterna perdición y de tormento infernal, en del hombre contra la corruptora, de la mosca c o n t r a í a
una encarnación diabólicamente bella. N i n g ú n problema araña, y atestigua de este modo que durante treinta y
poético ha conmovido á W a g n e r más profundamente que tres años, desde su juventud hasta su vejez, este asunto
el de las relaciones entre el hombre y la embriagadora no ha dejado de estar presente á su espíritu. En Tan-
destructora; ha abordado este problema por todos lados y nhauser se trata de la hermosa diablilla, la misma V e n u s ,
le ha dado las diferentes soluciones que responden á sus que adorna con guirnaldas al héroe y con la cual éste
instintos y á sus concepciones morales. C o n frecuencia el tiene que luchar á la desesperada por la salvación de su
hombre sucumbe á la seductora; pero W a g n e r se rebela alma; la piadosa y casta Isabel, criatura de ensueño te-
contra esta debilidad, de la cual él mismo tiene concien- jida de claros reflejos de luna, de oración y de canto, lle-
cia profunda é íntima, y en sus obras principales atribuye ga á ser su «redentora». En Parsifal, la hermosa diabli-
al hombre una resistencia desesperada y finalmente vic- lla se llama Kundry, y el héroe no se sustrae al peligro
toriosa. No es, sin embargo, por su propia fuerza por lo con el cual Kundry amenaza á su alma, sino porque es «el
que el hombre se arranca al encanto paralizador de la puro inocente» y se encuentra en estado de gracia.
mujer; tiene que venir en su ayuda un socorro sobrenatu- En La Walkyria la imaginación de W a g n e r se aban-
ral; llega, lo más á menudo, de una virgen pura y abne- dona sin freno á la pasión; en ella se representa al hombre
gada que forma oposición con la esfinge de cuerpo suave en celo que se deja llevar salvaje y locamente por sus
de mujer y con garras de león. En virtud de la ley psico- deseos, sin consideración á las leyes de la sociedad y sin
lógica del contraste, W a g n e r imagina, como oposición de tratar de oponer un dique á la impetuosidad furiosa de
la mujer horrible que él siente en el fondo de su ser ínti- sus instintos. Siegmundo v e á Sieglinda y no tiene más
mo, una mujer angelical que es toda amor, toda sacrificio, que una idea: poseerla. En vano v e que es la mujer de
toda piedad celeste; una mujer que nada pide y da todo; otro; en vano la reconoce como su propia hermana: nada
una mujer que mece, acaricia y cura; una mujer, en una de esto le para un instante, estas consideraciones son co-
palabra, á la cual aspira con todas sus fuerzas un desgra- mo una pluma ante la tempestad; expía al día siguiente
ciado que, devorado por las llamas, se agita horriblemente con la muerte su noche de amor; porque en W a g n e r el
entre los brazos de f u e g o de Belit. Las Isabel, Elsa, Sen- amor es siempre una fatalidad y en torno de su lecho vo-
ta, Gutruna de W a g n e r , son manifestaciones excesiva- luptuoso se elevan siempre las llamas del infierno. Y co-
mente instructivas del misticismo erótico, en las cuales mo no ha mostrado en la misma Sieglinda las imágenes
trata de tomar forma la idea semi-inconsciente de que la de matanza y de aniquilamiento que la idea de la mujer
salvación del degenerado loco de erotismo reside en la evoca en é l , las personifica aparte en las W a l k y r i a s : su
pureza, la continencia ó la posesión de una mujer que no aparición en el drama es para W a g n e r una necesidad
tuviera individualidad, deseos, derechos de ninguna cla- psicológica; los rasgos que son inseparables en su espí-
se, y que por estos motivos no pudiera nunca llegar á ser ritu, de la concepción de la mujer y que reúne de ordi-
peligrosa para el hombre. nario en una figura única, los ha separado en este drama
y elevado á la altura de tipos independientes. V e n u s ,
En uno de sus primeros poemas, como en el último, en Kundry, son una seductora y una destructora en una sola
persona; en La Walkyria, Sieglinda es tan sólo la seduc-
echar una mirada profunda en el mundo de las ideas de
tora; en cuanto á la destructor», toma las proporciones de
un degenerado eróticamente emotivo; revelan los estados
toda una horda de espantosas amazonas, que beben la
de alma cambiantes de una sensualidad implacable, de la
sangre de los combatientes, se gozan en el espectáculo de
rebeldía del sentimiento de moralidad contra la tiranía de
los golpes mortales y galopan lanzando aullidos de ale-
los deseos, de la derrota del ser moral y de su arrepenti-
gría salvaje sobre la llanura cubierta de cadáveres.
miento desesperado. W a g n e r era, y a lo hemos dicho, un
Siegfriedo, El Crepúsculo de los Dioses, Tristán é Isol- admirador de Schopenhauer y de su filosofía; se persua-
da, son exactas repeticiones de la idea que constituye el día, á sí mismo, como su maestro, de que la vida es una
fondo de La Walkyria. S e trata siempre de la personifica- desgracia; el no ser, la salvación y la felicidad; el amor,
ción dramática de la misma obsesión de los horrores del en tanto que incitación siempre activa al mantenimiento
amor. Sigfredo v e á Brunhilda en medio del círculo de de la especie y á la continuación de la vida, con todos
fuego que la rodea y ambos se arrojan en seguida, rabio- los dolores que la acompañan, tenía que parecerle la
sos de amor, en los brazos el uno de la otra; pero Sigfre- fuente de todo mal; y la suprema sabiduría y moralidad,
do tiene que expiar su felicidad con la pérdida de la vida, por lo contrario, tenía que parecerle la resistencia victo-
y cae bajo el acero de Hagen. L a simple muerte de Sig- riosa á esta incitación, la virginidad, la esterilidad, la ne-
fredo no basta á la fantasía de W a g n e r , como consecuen- gación de la voluntad de perpetuar la especie. Y mien-
cia inevitable del amor; el destino tiene que mostrarse tras que su inteligencia le sujetaba á estos modos de ver,
más terrible. La misma ciudad de los A s e s arde en llamas, sus instintos le atraían irresistiblemente hacia la mujer y
y el esclavo del amor arrastra, al perecer, á todos los dio- le constreñían durante toda su vida á hacer todo lo que
ses del cielo en su propia perdición; Tristán é Isolda es el insultaba á sus convicciones y condenaba su doctrina.
eco de esta tragedia de la pasión; aquí también hallamos Este desacuerdo entre su filosofía y sus inclinaciones or-
el completo aniquilamiento del sentimiento del deber y de gánicas es la tragedia íntima de su vida intelectual, y sus
a dominación de sí mismo por el desbordamiento del poemas forman un todo único que cuenta las fases del
amor, lo mismo en Tristán que en Isolda, y aquí también combate interior. V e á la mujer, se pierde en seguida y
hallamos la muerte como fin natural del amor. Para expli- naufraga por completo en sus encantos (Siegmundo y
car su idea mística fundamental, que el amor es una fata- Sieglinda, Sigfredo y Brunhilda, Tristán é Isolda). Esto
lidad siniestra con la cual un destino inaccesible hiere al es un pecado grave, que h a de ser expiado; sólo la muer-
pobre mortal incapaz de defensa, W a g n e r recurre á un te es un castigo suficiente (escenas finales de La Walky-
medio pueril: introduce en sus poemas filtros mágicos, ria, d e El Crepiisculo de los Dioses, d e Tristán é Isolda).
tan pronto para explicar el nacimiento de la misma pa- P e r o el pecador tiene una excusa débil y tímida: «No he
sión y caracterizar su naturaleza sobrehumana, como en podido resistir; he sido la víctima de poderes sobrehu-
Tristán é Isolda, tan pronto para arrancar toda la vida mános; mi seductora era de raza divina» (Sieglinda,
moral del héroe á la autoridad de su voluntad y mostrar Brunhilda); «filtros mágicos me han privado de la r a z ó n »
en él un juguete de las fuerzas supra-terrestres, como en (Tristán, Sigfredo en sus relaciones con Gutruna). ¡Cuán
El Crepúsculo de los Dioses. hermoso sería si fuera uno bastante fuerte para dominar
D e este modo los poemas de W a g n e r nos permiten en sí mismo el monstruo devorador de la concupiscencia!
¡Qué altiva y radiosa figura sería el hombre que pusiera degenerado, por lo contrario, nada puede hacer con la vida.
su pie sobre la cabeza del demonio mujer! (Tannhauser, Permanece ante ella ciego y sordo, es un extranjero
Parsifal). ¡Y cuánto, por otra parte, sería bella y adora- entre los hombres sanos; carece de los órganos para com-
ble una mujer que, en vez de encender en el hombre el prenderla, hasta ni siquiera para percibirla. Trabajar
.fuego infernal de la pasión, le ayudara, por lo contrario, con arreglo al modelo no está en sus fuerzas; no puede
á ahogarlo; que no exigiera del hombre la rebeldía con- sino copiar los dibujos existentes y colorearlos después
tra la razón, el deber y el honor, sino que fuera para él subjetivamente con sus propias emociones; no ve la vida
un ejemplo de renunciación y de disciplina de sí mismo; sino cuando está puesta sobre el papel, si la tiene ante sus
que, en lugar de subyugar al hombre, se despojara, como ojos, negro sobre blanco. Mientras que el poeta sano se-
esclava ámorosa, de su propia naturaleza para fundirse meja á la planta clorofiliana que penetra en el suelo y se
en la suya; en una palabra, una mujer que hiciera que su procura por el honrado trabajo de sus raíces las materias,
falta de defensa no fuera un peligro para el hombre, por- nutritivas con las cuales construye sus flores y sus frutos,
que ella misma estaría completamente desarmada! (Isa- el degenerado tiene la naturaleza de la planta parásita
be!, Elsa, Senta, Gutruna). L a creación de estas figuras que no puede vivir sino á expensas de un huésped y se
de mujeres es una especie de De Pro fundís del voluptuo- nutre exclusivamente de los j u g o s que éste elabora. H a y
so amedrentado, que siente el aguijón de la carne é im- parásitos modestos y parásitos soberbios; su serie va des-
plora una ayuda que le proteja contra él mismo. de el liquen insignificante hasta ' la maravillosa raflesia,
Como todos los degenerados, W a g n e r es completa-, cuya flor de un metro de anchura ilumina, en la salvaje
mente estéril, en tanto que poeta, aunque haya escrito magnificencia de su rojo sanguinolento, los bosques som-
una larga serie de obras dramáticas. L a fuerza creadora bríos de Sumatra. Los poemas de W a g n e r tienen en sí
capaz ele reproducir el espectáculo de la vida general mismos algo del olor de carroña y de la belleza espantosa
normal, le está negada á W a g n e r ; saca el fondo emocio- de esta planta de rapiña y de putrefacción; con la sola ex-
nal de sus dramas, de sus propias emociones místico-eró- cepción de los Maestros cantores, todos ellos están como
ticas, y los hechos exteriores que forman su armazón, son ingertados sobre los scegur islandeses, sobre las epopeyas
los simples resultados de sus lecturas, reminiscencias de de Gottfried de Estrasburgo, de Wolfram de Eschenbach
libros que han producido sobre él impresión. Esta es la y del cantor de la g u e r r a de la W a r t b u r g del manuscrito
gran diferencia entre el poeta sano y el degenerado de Manesse, como sobre otros tantos troncos de árboles
que siente con arreglo á los demás; aquél es capaz de «su- medio muertos y de ellos toman su fuerza. Tannhauser,
mergirse en plena vida humana », según la frase de Gcethe, la t e t r a l o g í a d e l o s Nibelungos, Tristán é Isolda, Parsi-
d e penetrarla viva y de hacerla entrar, palpitante y alen- fal y Lohengrin están enteramente formados de las mate-
tando, en un poema que llegará á ser de este modo un pe- rias que la vieja literatura ha proporcionado á W a g n e r ; ha
dazo de vida espontánea; ó bien de moldear sobre ella tomado Rienzi de la historia libresca y el Buque Fantas-
con un arte que la idealiza, de suprimir sus rasgos acceso- ma de la tradición popular cien veces utilizada. D e las le-
rios fortuitos, de poner de relieve lo esencial, y de mos- yendas populares, la del Judío Errante es la que ha hecho
trar así de una manera convincente, detrás del fenómeno sobre él, á consecuencia de su lado místico, la más profun-
enigmáticamente desconcertante, la ley que le rige. El da impresión; la ha puesto en acción una vez en el Buque
Fantasma, otra vez la ha traducido rasgo por rasgo al f e - vistas de sentido, lOS grandes poetas reivindican también
menino en la persona de Kundry, no sin entretejer al- para ellos el privilegio que tiene el cuclillo de depositar el
gunas reminiscencias de la l e y e n d a de Herodias en huevo en un nido ajeno; pero el pájaro que sale de este
esta vuelta al revés. Todo esto son zurcidos y diletan- huevo, es de tal modo más grande, más hermoso y más
tismo. W a g n e r se hace ilusiones, sin duda inconsciente- fuerte que los habitantes primitivos del nido, que estos
mente, acerca de su incapacidad de formar seres hu- últimos son implacablemente arrojados de él y que el re-
manos, al no representar hombres, sino dioses y semi- cién venido queda siendo el solo poseedor. H a y , sin duda,
dioses, demonios y espectros cuyas acciones se explican por parte del g r a n poeta que pone su vino nuevo en odres
no por móviles humanos, sino por destinos misteriosos, viejos, un poco de pereza, de pobreza de invención, un
maldiciones y profecías, fuerzas fatales y mágicas. L o cálculo no muy noble sobre emociones persistentes en el
que se agita en las obras de W a g n e r no es la vida, sino lector; pero no se puede, sin embargo, guardarle rencor
las apariciones, los sábados de brujas ó el ensueño; es un por esta pequeña mezquindad porque pone, después de
trapero que ha comprado de segunda mano los viejos tra- todo, tanto de su propia cosecha. Figurémonos el Fausto
j e s de los cuentos y hace con ellos, á veces no sin destre- privado de todos sus elementos tomados del viejo libreto
z a , nuevos vestidos en los cuales se reconocen, extraña- popular y quedará casi todo; queda todo el hombre se-
mente entremezclados y zurcidos los unos con los otros, diento de saber y poniéndose en su busca, toda la lucha
los girones de las viejas telas de reyes y los fragmentos entre los bajos instintos ávidos de g o c e y la moralidad su-
de las armaduras incrustadas de damasco/Pero estos tra- perior dichosa por el renunciamiento; en suma, precisa-
j e s de disfraz no sirven de vestido á ningún ser de carne y mente todo lo que hace de la obra uno de los más sober-
hueso; sus movimientos aparentes son únicamente produ- bios poemas de la humanidad; si, por el contrario, se priva
cidos por la mano de W a g n e r , que se ha introducido en á los viejos muñecos wagnerianos de sus armaduras y sus
los jubones y en las mangas vacias, detrás de las colas brocados, no queda nada, ó á lo sumo, un poco de aire y
ondulantes y largas faldas colgantes y se ha agitado epi- un olor de moho. Espíritus asimiladores han experimentado
lépticamente para despertar en el espectador la impre- cien v e c e s la tentación de traducir Fausto á la moderna;
sión de una reanimación espectral de esta especie de ro- la empresa es de un éxito tan seguro, que es superflua;
pero anticuado. Fausto de frac no sería otra cosa que el Fausto en perso-
na y en ningún modo modificado del mismo Goethe. ¡Pero
Sin duda, genios sanos se han dirigido también á la tra-
representémonos Lohengrin, Siegmundo, Tristán, Parsi-
dición popular ó á la historia, como Gcethe con Fausto y
fal, como contemporáneos! No se podría siquiera utilizar-
Torcuato Taso. Pero ¡qué diferencia entre la manera con
los para la parodia, á pesar de la bufonería del Tannhau-
la cual el poeta sano y el poeta degenerado tratan la ma-
ser h e c h a por el viejo poeta vienés N e s t r o y .
teria y a existente que les es dada! Para el primero, es un
jarro que llena de vida fresca y verdadera, de suerte que W a g n e r se anunciaba como un fanfarrón con motivo
el contenido nuevo llegue á ser lo esencial; para el segun- de la obra de arte del porvenir y sus adeptos le aclama-
do, por lo contrario, la envoltura es y permanece siendo maban como el artista del porvenir; ¡él, el artista del
la cosa principal, y su parte personal consiste, á lo sumo, porvenir! Es un eco temblón y cascado del pasado más
en atiborrarla con la hojarasca menuda de frases despro- remoto; su camino nos vuelve á desiertos que toda vida
ha abandonado desde h a c e mucho tiempo; W a g n e r es la luz lunar en la cabaña de Hunding; la cabalgata de las nue-
última seta viviente sobre el estercolero del romantismo. v e W a l k y r i a s sobre el campo de batalla; Brunhilda dentro
Ese «moderno» es el heredero empobrecido de un T i e c k , del círculo de fuego; la escena final del Crepúsculo de los
de un L a Motte-Fouqué; y aún más, triste es decirlo, de un Dioses en la cual Brunhilda se lanza á caballo y se pre-
Juan Federico Kind. S u patria intelectual es la Gaceta de cipita sobre la hoguera, mientras que H a g e n se arroja al
la Tarde de Dresde; toma su subsistencia del legado de Rhin desbordante y que en el cielo llamea el reflejo del in-
los poemas de la Edad Media y se muere de hambre cuan- cendio del palacio de los dioses; las agapas de los caba-
do la letra de giro del siglo X I I I no llega. lleros en el castillo del Graal; los funerales de Titurel y
Unicamente el asunto de los poemas wagnerianos la curación de Amfortas;—son otros tantos cuadros que
merece un examen serio; en cuanto á la forma, está no tienen hasta aquí sus pares en el arte. Este don de in-
por debajo de toda crítica. S e ha hecho notar y se h a vención de espectáculos incomparablemente grandiosos,
mostrado con tanta frecuencia, hasta en los detalles, lo ha hecho llamar á W a g n e r por Nietzsche un « comedian-
ridículo de su estilo, su trivialidad, la torpeza de sus ver- te». L a palabra esta no significa nada y en tanto que pue-
sos, su impotencia completa para revestir sus sensaciones da tener un dejo de menosprecio, es injusta. W a g n e r no
y sus ideas con palabras no más que suficientes, que pue- es un «comediante», sino un hombre nacido para ser pin-
do ahorrarme el trabajo de detenerme en estos puntos; tor; si hubiera sido un genio sano dotado de equilibrio in-
pero una facultad que forma necesariaménte parte de las telectual, pintor hubiera sido seguramente; su contempla-
dotes dramáticas no puede serle negada: la de la imagi- ción interior le hubiera puesto á la fuerza el pincel en la
nación pintoresca; está en él desarrollada hasta tocar en mano y le hubiera obligado á realizarla en el lienzo, por
lo genial. El dramaturgo W a g n e r es en realidad un pin- medio del color. Leonardo de Vinci tenía ese mismo don,
tor de historia en absoluto de primer orden. Nietzsche que hizo de él el más grande pintor que el mundo haya
(en el Casó Wagner) quiere acaso indicar esto, cuando conocido hasta aquí, y al mismo tiempo un inventor y un
le llama de paso, sin pararse por lo demás en esta im- organizador incomparable de fiestas, cortejos, triunfos y es-
portante comprobación, á la vez que «magnetizador» y pectáculos alegóricos y conquistó por esta cualidad, quizá
«coleccionador de baratijas», un «pintor de frescos». Esto aún más que por la de pintor, la admiración de sus protec-
último lo es W a g n e r en un grado que todavía no ha al- tores coronados, Ludovico el Moro, Isabel de A r a g ó n , Cé-
canzado ningún otro autor dramático de ninguna literatu- sar Borgia, Carlos VIII,. L u i s XII, Francisco i.° P e r o
ra. Cada acción se encarna para W a g n e r en una serie de W a g n e r , como se observa en todos los degenerados, no
cuadros de los más grandiosos, que cuando están com- vió claramente dentro de su propio ser; no comprendió sus
puestos, tales como W a g n e r los ha visto en sus adentros, impulsiones naturales; quizás también, con el sentimiento
tienen que trastornar y embelesar al espectador. La recep- de una profunda debilidad orgánica, tuvo miedo del peno-
ción de los huéspedes en el salón de la W a r t b o u r g ; la so trabajo del dibujo y de la pintura, y su instinto, de con-
aparición y la marcha de Lohengrin en la barca remolca- formidad con la ley del esfuerzo menor, se volvió hacia e l
da por un cisne; los recreos de las tres hijas del Rhin en teatro, en el cual sus visiones interiores eran encarnadas
las aguas del río; el desfile de los dioses sobre el puente por otros, los pintores decoradores, los maquinistas, los
del arco iris hacia la villa de los A s e s ; la irrupción de la intérpretes, sin que él tuviera necesidad de poner sus
fuerzas en tensión. Sus cuadros tienen incontestablemen- que « se ha observado que la aptitud musical se ha mani-
te una parte muy grande en el efecto de sus dramas; se festado casi involuntariamente y de una manera inespe-
les admira sin preguntarse si son traídos por la marcha rada en muchos individuos que padecían hipocondría y
razonable del drama; aunque sean completamente absur- manía y hasta locura real» Cita, entre otros casos: un
dos como parte de una acción, se justifican artísticamente matemático que padecía melancolía y que improvisaba al
por su propia belleza, que hace de ellos manifestaciones piano; una mujer presa de la locura de las grandezas que
estéticas independientes; en el enorme aumento por los «cantaba muy hermosas arias, improvisando al piano, á
medios escénicos, las seducciones pintorescas son per- la vez, dos motivos diferentes»; un enfermo que «encon-
ceptibles hasta para los ojos de los más groseros filisteos, traba melodías nuevas muy hermosas, etc.», y añade que
mientras que, de otro modo, carecerían éstos de sentidos las personas que padecen de locura de grandezas y de
para apreciarlas. parálisis general sobrepujan á los otros dementes en ta-
lento musical, «y esto por el mismo motivo de donde pro- 1
Hablo en último término del W a g n e r músico, más
cede su aptitud especial para la pintura»: su violenta
considerable en apariencia que el escritor, el poeta dra-
excitación cerebral.
mático y el pintor de frescos, porque este trabajo ha de
procurarnos la prueba de la degeneración de W a g n e r y W a g n e r músico, ha sido rudamente atacado precisa-
ésta es mucho más sensible en los escritos que en la mú- mente por los músicos. El mismo lo comprueba: «Dos
sica, en la cual ciertos estigmas de degeneración no se amigos (Fernando Hiller y Roberto Schumann) creían
notan y. otros se presentan directamente como cualida- haber descubierto en un momento que y o no tenía gran-
des. L a incoherencia que las gentes atentas advierten des dotes para la música, y por esta razón mi éxito les
á primera vista en la palabra no se manifiesta en la mú- parecía fundado en los textos que yo mismo escribía» 2.
sica sino cuando es excesiva; lo absurdo, las contra- En otros términos, es siempre la vieja canción: los músi-
dicciones, lo disparatado se ponen apenas de manifiesto cos le consideraban como un poeta y los poetas como un
en la música porque ésta no tiene que expresar una ide a músico. Es naturalmente cómodo explicar ulteriormente,
precisa, y la emotividad en ella no tiene nada de enfer- cuando y a W a g n e r tenía en su abono sus triunfos, los
mizo, puesto que la emoción es su esencia misma. juicios decisivos de hombres que eran á la v e z artistas,
músicos eminentes y sinceros amigos de W a g n e r , por
Sabemos, por lo demás, que un gran talento musical
esta consideración que la tendencia de éste era demasia-
es compatible con un estado de degeneración muy avan-
do nueva para poder ser inmediatamente apreciada ó tan
zado, hasta con la locura, la demencia y el idiotismo de-
siquiera comprendida por ellos. P e r o esta interpretación
clarados. Sollier dice: «El instinto de imitación nos lleva
es precisamente poco exacta con relación á Schumann,
á hablar de ciertas aptitudes que se manifiestan con bas-
amigo de todas las innovaciones, y al cual los atrevimien
tante frecuencia en los idiotas y en los imbéciles con una
tos, aun diferentes de los suyos, atraían más bien que
gran intensidad... S e encuentran, sobre todo, para la mú-
chocaban. Todavía hoy, Rubinstein hace muchas reser-
sica... A u n q u e esto pueda parecer desagradable para los
músicos, tiende á demostrar que la música es la menos
intelectual de todas las artes» x . Lombroso hace notar 1 Lombroso, Genio y locura, págs. 214 y siguientes.
2 Ricardo Wagner, Escrito*,y Poemas completos, t. X, pág. 222.
1 Sollier, op. cit., pág. xoi.
vas acerca de la música de W a g n e r 1 , y entre los crí-
das; el «leitmotivo» , al cual debía lógicamente venir á
ticos musicales serios de la época presente, que han sido
parar «la música de programa» definitivamente enterra-
testigos del nacimiento, del desarrollo y del triunfo del
da, es una serie de notas que ha de expresar una idea
culto de W a g n e r , Hanslick permaneció durante mucho
determinada, y se presenta en la orquesta cuando el com-
tiempo recalcitrante, pero al fin, frente al fanatismo om-
positor tiene la intención de recordar al auditor la idea
nipotente de los histéricos wagnerianos, arrió el estandar-
correspondiente. Por el «leitmotivo», W a g n e r transforma
te, lo cual no era muy valeroso. L o que Nietzsche, en el
la música en un lenguaje seco; la orquesta que se lanza
Caso Wagner, dice contra W a g n e r músico, no tiene im-
de un «leitmotivo» á otro, no traduce y a emociones g e -
portancia, en atención á que el folleto de abjuración es
nerales, sino que tiene la pretensión de dirigirse á la me-
tan locamente delirante como el folleto de deificación
moria, á la inteligencia y comunicarles apercepciones
(Wagner en Bayreuth), escrito doce años antes.
claramente limitadas. W a g n e r reúne unas cuantas notas
A despecho de los juicios desfavorables de muchos en una figura musical que, por regla general, ni siquiera
colegas suyos, W a g n e r es incontestablemente un músico es muy precisa ni original, y hace con el auditor el arre-
eminentemente dotado. Este juicio expresado sin frenesí glo siguiente: «Esta figura significa un combate, esta otra
parecerá seguramente grotesco á sus fanáticos que le un dragón, esta tercera una espada, etc.» Si el auditor
colocan por encima de Beethoven; pero un investiga- no acepta este convenio, los «leitmotivos» pierden toda
dor serio de la verdad no tiene por qué preocuparse de su significación, puesto que no hay nada en ellos que
las impresiones que provoca en esas gentes. W a g n e r ha obligue á comprender el sentido que les es arbitraria-
encontrado, con más frecuencia, por otra parte, en los mente atribuido, y ni siquiera pueden tener en sí mismos
primeros tiempos que después, muy hermosos trozos de nada semejante, porque los medios de imitación de la
música de los cuales un buen número deben ser conside- música se limitan normalmente á los fenómenos pura-
rados como perlas de la literatura musical, y disfrutarán mente acústicos y á lo sumo á aquellos fenómenos ópticos
sin duda por largo tiempo de la estima hasta de las gen- que ordinariamente van acompañados por sonoridades.
tes serias y razonables. Pero el músico W a g n e r tuvo toda La música puede, imitando el trueno, expresar la noción
su vida frente á él un enemigo que le impidió violenta- de tempestad; imitando los sonidos de la trompeta, e x -
mente desplegar todas sus dotes artísticas, y este enemi- presar la de ejército, y esto de modo que el auditor pueda
go fué el teorizante musical W a g n e r . apenas conservar duda alguna acerca de la significación
En su confusión de grafómano, ha elucubrado algunas de l a j séries de sonidos correspondientes. Por lo contra-
doctrinas que representan otros tantos delirios estéticos. rio, le está absolutamente negado á la música expresar,
Las más importantes son sus dogmas del leitmotivo y de sin equívoco, con los medios de que dispone, el mundo
la «melodía sin fin»; no hay sin duda quien no sepa hoy de lo visible ó de lo tangible, y con m a y o r razón, el del
lo que W a g n e r entiende por el primero: la expresión ha pensamiento abstracto. Los «leitmotivos» son pues á lo
tomado carta de naturaleza en todas las lenguas civiliza- sumo, fríos símbolos que, como las letras de la escritura, no
dicen nada por sí mismos, y transm 'ten no más q u e al ini-
ciado y al que los sabe leer una aj ercepción dada.
1 Rubinstein, Músicos modernos. Traducido del ruso por Miguel
Defines. París 1892.
Volvemos á encontrar en este p.mto el fenómeno que
repetidas v e c e s hemos indicado como característico de la
manera de pensar de los degenerados: la manera incons- hace invisible», sino que reemplaza estas excelentes pa-
ciente y sónambulesca como se lanzan más allá de los lí- labras por una serie de notas, de las cuales nadie, si no
mites más seguros de los diferentes dominios artísticos, tiene la clave, adivinará el sentido. ¿Es necesario insistir
suprimen la diferenciación de las artes obtenidas por una más aún sobre la completa locura de esta confusión de
larga evolución histórica 3' hacen regresar á éstas al esta- todos los medios de expresión, de este desconocimiento
do que pueden haber tenido en la época de las habitacio- de lo que es posible á cada arte?
nes lacustres y aun de los más antiguos habitantes de las W a g n e r tiene la ambición de imitar á los estudiantes
cavernas. Hemos visto que los prerafaelitas reducen el bromistas que enseñan á sus perros á decir: «papá».
cuadro á una escritura que no ha de obrar y a más por sus Quiere ejecutar este j u e g o de habilidad: hacer decir á la
cualidades pictóricas sino que ha de expresar un pensa- música los nombres de « Schulze » y de « Mtiller »; la par-
miento abstracto, y que los simbolistas hacen de la pala- titura debe, en caso de necesidad, poder reemplazar el
bra el transmisor convencional de una idea, una armonía almanaque-guía de señas. El lenguaje no le basta á W a g -
musical con ayuda de la cual intentan despertar, no una ner; se crea un volapuk para su uso particular, y preten-
idea, sino un efecto de sonoridad. D e un modo semejante, de que sus auditores se lo aprendan; no se admite á nadie
W a g n e r quiere despojar á la música de su esencia propia, si no se compromete á estudiar con ahincó; los que no se
v de transmisora de emoción, convertirla en transmisora han asimilado el vocabulario del volapuk wagneriano no
de cogitación. El disfraz mediante el cambio recíproco de pueden comprender sus óperas; inútil e s , i m p o n e r s e el
trajes es de este modo completo; los pintores se produ- viaje á Bayreuth, si no se puede hablar corrientemente
cen como escritores, los poetas se conducen como sinfo- de «leitmotiv©». ¡Y cuán lastimoso es, al fin y al cabo, el
nistas y el músico representa el papel de poeta. Los pre- resultado de este esfuerzo delirante! Enrique de W o l z o -
rafaelitas que quieren redactar un apotegma religioso no gen, que ha escrito la Guía temática de la tetralogía de
se sirven para esto de la escritura, que no deja desear los Nibelungos, no encuentra entre todos más que noventa
nada en cuanto á la comodidad y empleando la cual serían «leitmotivos» en estas cuatro obras enormes; ¡una len-
seguramente comprendidos, sino que se lanzan en la labor gua de noventa palabras, por obscuras y ampulosas que
de una pintura detallada y que les cuesta un tiempo con- sean, tales como « m o t i v o d e Sigmundo fatigado», «moti-
siderable, y la cual, á pesar de todo su lujo de figuras, vo de la manía de venganza», «motivo de la subyugación,
está muy lejos de hablar tan claramente á la inteligencia etcétera!» C o n la ayuda de semejante vocabulario no se
como lo haría una sola línea de un escrito razonable. Los podría siquiera cambiar una idea acerca del tiempo que
simbolistas que quieren suscitar, una emoción musical no hace con un habitante de la Tierra de F u e g o ; una página
componen una melodía, sino que enfilan palabras preten- del léxico de Sanders encierra más medios de expresión
didas musicales, si bien desprovistas de sentido, que pue- que todo el diccionario de W o l z o g e n consagrado al len-
den provocar quizá la alegría ó el enojo, pero no la emo- g u a j e de «leitmotivos » de W a g n e r . No r e g í s t r a l a his-
ción que se buscaba. Cuando W a g n e r quiere expresar la toria del arte aberración más asombrosa que esta locura
idea de «gigante», «enano», «casco que h a c e invisible», del «leitmotivo »; expresar ideas no es la tarea de la mú-
no dice sencillamente «gigante», «enano», «casco que sica; el lenguaje se encarga de ello hasta donde puede
desearse; cuando la palabra va acompañada por el canto
ó por la orquesta, no es en vista de hacerla más clara, sino
mente limitados. T a n poco como el fantasear errabundo
para reforzarla por la intervención de la emoción. L a mú-
de ideas nebulosas á medio formar permite el modelado
sica es una especie de caja armónica, en la cual la palabra
de frases de esta especie, tan poco asimismo el movimien
ha de suscitar algo como un eco del infinito; pero seme-
to flotante de emociones sordamente confusas conduce á
jante eco de presentimiento y de misterio no se despren-
la formación de una melodía. Las emociones, del mismo
de de «leitmotivos» fríamente acoplados uno al otro, que
modo, pueden ser más ó menos claras; pueden mostrar un
vuelven á aparecer con arreglo á un esquema mecánico,
estado caótico y un estado ordenado; en el primer caso se
como por el trabajo de un concienzudo burócrata.
y e r g u e n como figuras fáciles de reconocer y vigorosa-
L o mismo que con el «leitmotivo» sucede con «la me- mente iluminadas por la atención en la conciencia que
lodía infinita»; el segundo precepto de W a g n e r es un pro- penetra su naturaleza y su propósito; en el segundo caso
ducto del pensamiento degenerado, un misticismo musi- son para la conciencia un enigma inquietante, y no las
cal; es la forma con la cual se manifiesta en música la percibe sino como excitación-general, como una especie
inaptitud para la atención. En pintura la atención lleva á de temblor y de sordo ruido subterráneo de causa y de
la composición; su ausencia, á tratar de un modo unifor- dirección desconocidas. ¿Son las emociones comprensi-
memente fotográfico todo el campo visual, como en los bles? querrán entonces expresarse en la forma más expre-
prerafaelitas; en poesía, la atención tiene por resultado sivay más fácil de comprender que sea posible, ¿son, por lo
la claridad de ideas, el curso lógico de la exposición, la contrario, un estado duradero general sin causa determi-
supresión de lo que no tiene importancia y el poner de nada ni objeto apreciable? su exteriorización por la ayuda
relieve lo que es esencial; su ausencia lleva consigo el de los sonidos será tan v a g a y tan nebulosa como ellas
desvarío, como sucede con los grafómanos y una proliji- mismas. S e puede decir: la melodía es un esfuerzo de la
dad penosa por consecuencia de fijarse sin selección en música para decir alguna cosa precisa; es claro que una
todas las percepciones, como enTolstoí; en música, en fin, emoción no consciente de sus motivos y de sus objetos, no
se expresa por formas fijas, es decir por melodías limita- iluminada por la atención, no elevará su expresión musi-
das; su ausencia, por lo contrario, está señalada por la cal hasta la melodía, justamente porque no tiene nada
disolución de la forma, los límites borrosos, es decir por preciso que decir.
la melodía infinita, como en W a g n e r . Este paralelismo no
es un j u e g o arbitrario del espíritu, sino el cuadro exacto L a melodía cerrada es una conquista tardía de la mú-
de los procesos paralelos en la conciencia de los diferen- sica que ésta no ha logrado sino al cabo de una larga
tes grupcs de degenerados; procesos que producen en las evolución. En sus principios históricos—y mucho más
diferentes artes, de conformidad con sus medios y sus ob- aún, prehistóricos—el arte musical no la conocía. En su
jetivos especiales, fenómenos diferentes. origen la música sale del canto y del ruido rítmico (es
decir repetido á intervalos iguales ó regulares) del pie
Recordemos lo qué es la melodía. Es una agrupación
que golpea el suelo, del grito, de las palmadas que le
regular de notas en una serie de sonidos superiormente
acompañan, y el canto no es otra cosa sino la palabra ele-
expresivos. La melodía es en la música, lo que es en el
vándose por consecuencia de una excitación de los ner-
l e n g u a j e la frase sólidamente edificada, que expone cla-
vios y moviéndose por intervalos más separados. No quie-
ramente una idea, que tiene un comienzo y un fin neta-
ro dar de la literatura numerosísima hasta perderse de
vista, relativa á este asunto tratado hasta la trivialidad,
pues la forma más antigua de la música; es el punto de
más que una cita: Herbert Spencer dice en su trabajo co-
desarrollo que ha alcanzado el arte musical entre los sal-
nocido Sobre el
vajes, los antiguos griegos, los pueblos actuales del E x -
origen y la función de la Música'. «Toda
tremo Oriente. L a «melodía infinita» de W a g n e r , no es
música comienza por ser v o c a l . . . Los cantos que acom-
otra cosa sino un recitado ricamente armonizado y mo-
pañan los bailes de los salvajes son muy monótonos, y
vido; pero es recitado. El nombre puesto por W a g n e r á
por consecuencia de esta monotonía, se aproximan más
su pretendida invención no debe engañarnos; en los la-
al lenguaje ordinario que los cantos de los hombres ci-
bios del degenerado, la palabra no tiene nunca el sen-
vilizados. .. Las poesías primitivas de los griegos, que no
tido que le atribuye el lenguaje ordinario. A s í es como
hay que olvidarlo eran leyendas sagradas traducidas al
W a g n e r llama con toda tranquilidad «melodía», valiéndo-
lenguaje figurado rítmico suscitado por los sentimientos
se de un epíteto distintivo, á una forma que es de hecho
fuertes, no eran habladas, sino salmodiadas; las mismas in-
la negación y la supresión de la melodía. H a c e de la «me-
fluencias que h a c e n poética á la palabra hicieron musica-
lodía sin fin» un progreso de la música, cuando es el re-
les á los sonidos y á la cadencia; esta salmodia no era lo
troceso de ésta á su antiguo punto de partida; aquí, otra
que llamamos el canto, pero se acercaba mucho á nuestro
vez, se renueva en W a g n e r lo que hemos con tanta fre-
recitado y era todavía mucho más sencilla que éste, si se
cuencia hecho notar en los anteriores capítulos: que los
han de deducir conclusiones del hecho que la antigua lira
degenerados consideran, por una extraña ilusión de óp-
g r i e g a , que no tenía más que cuatro cuerdas, se maneja-
tica, sü atavismo, su retroceso enfermizo á grados de des-
ba al unísono de la voz, la cual por consiguiente no se
arrollo excesivamente remotos y completamente inferio-
extendía más que á cuatro notas. Q u e el recitado—más
res, como una ascensión hacia el porvenir.
allá del cual, sea dicho de paso, los chinos y los indios no
parecen haberse elevado n u n c a — s e h a y a naturalmente W a g n e r fué conducido á su teoría de la melodía infini-
originado en las modulaciones y en las cadencias de un ta por su poca aptitud para encontrar melodías limitadas,
fuerte sentimiento, es cosa de que todavía hoy tenemos es decir verdaderas melodías; su flojedad en materia de
pruebas vivas. Un fuerte sentimiento actualmente toda- creación melódica ha saltado á la vista de todos los mú-
vía se explaya de esta manera; á los que han oído en sicos imparciales. En su juventud no era tan pronunciada
alguna ocasión predicar á un cuákero en una asamblea de y h a c r e a d o (en Tannhauser, Lohengrin, El Buque Fan-
correligionarios (no toman la palabra sino bajo la influen- tasma) algunas melodías magníficas; con la edad, esta
cia de una emoción) les habrá llamado la atención los vena se fué empobreciendo cada v e z más, y á medida que
sonidos completamente insólitos, semejantes á una salmo- el torrente da la invención melódica se secaba en él,
dia ahogada, de su alocución 1 ». acentuaba con más obcecación y rudeza su teoría de la
El recitado, que no es. sino una palabra intensiva y no melodía infinita. Es la eterna repetición del método cono-
permite reconocer ninguna forma melódica cerrada, es cido, que consiste en elucubrar ulteriormente una teoría
destinada á dar apariencias de argumento racional en
abono de aquello que se hace por una necesidad orgánica
1 Herbert Spencer. The origine and function of Music. The
Humbold Library of popular science literature. New York. J. Fitz- inconsciente. N o siendo W a g n e r c a p a z de diferenciar por
gerald C°, and, 1.1, págs. 548, 550. una característica puramente musical los diferentes per-
sonajes de sus óperas, imaginó el « leitmotivo» sin- tes que un arte dado sea incapaz de salvar, de suerte que'
tiendo una gran dificultad, sobre todo al avanzar en edad, un genio extraordinario diga la última palabra de este
para crear verdaderas melodías, estableció la necesidad arte, y que después de él no sea posible ningún progreso;
de la «melodía infinita». pero, en este caso el ambicioso debe decir c o n humildad:
Todas sus demás chifladuras de teoría musical se ex- « Sé que no puedo ir más allá que el maestro supremo de
plican también por el sentimiento claro de insuficiencias mi arte; me contento, pues, con trabajar como epígono ó
d e t e r m i n a d a s . E n La Obra de arte del porvenir a b r u m a al imitador á la sombra de su grandeza, y me sentiré satis-
contrapunto y á sus partidarios, esos fastidiosos pedan- fecho si mi obra expresa algunas especialidades de mi per-
tuelos que rebajan el arte más vivo á una matemática de- sonalidad». No debe, en cambio, afirmar con arrogancia:
secada y muerta, con una burla que quiere ser mordaz y «Pretender luchar con el vuelo de águila del coloso, no
que tan sólo h a c e el efecto de un eco de las injurias de tiene ningún sentido; el progreso no reside y a desde
su maestro Schopenhauer dirigidas á los profesores de ahora sino en mi aleteo de murciélago».
filosofía alemanes. ¿Porqué?; porque en su calidad de Y esto es exactamente lo que h a c e W a g n e r ; al no es-
místico incapaz de atención y condenado al fantasear in- tar especialmente dotado para la música instrumental
forme, tenía que sentirse insoportablemente molestado pura, como lo prueban suficientemente sus raros trabajos
por la disciplina severa y las reglas ciertas de la ciencia sinfónicos, decreta con tono de infalibilidad: «La música
del contrapunto, que es la sola que ha dado una gramática instrumental se acabó con Beethoven; pretender espigar
á la lengua musical balbuciente y hecho de ella un digno en este campo y a por completo esquilmado, es una abe-
medio de expresión de las emociones de hombres civili- rración; el porvenir de la música estriba en el acompa-
zados. W a g n e r declara que la música instrumental pura ñamiento de la palabra y el camino de este porvenir, y o
ha acabado con Beethoven, que ningún progreso es posi- soy quien os lo indica ».
ble después de éste, que la « declamación musical » es el Con lo dicho, W a g n e r trueca sencillamente en virtud
único camino en el cual el arte musical puede todavía su pobreza, y de su debilidad se h a c e un título de gloria.
desarrollarse. Pudiera ser que, muerto Beethoven, la mú- La sinfonía es la diferenciación más alta del arte musical;
sica instrumental no realice progresos durante largos en ella es donde la música se ha despojado lo más com-
años ó durante siglos; era un genio musical tan inmenso, pletamente posible de su parentesco primitivo con la pa-
que es, con efecto, difícil figurarse cómo podrá ser sobre- labra y alcanzado la más grande independencia. L a sin-
pujado, ó tan sólo alcanzado. Leonardo de Vinci, Shakes- fonía es, pues, lo más musical que puede producir la
peare, Cervantes, Goethe, producen una impresión seme- música; desconocerla es desconocer la música como arte
jante; y con efecto, estos genios no han sido hasta hoy independiente y diferenciado; colocar por encima de ella
sobrepujados. También puede imaginarse que haya lírni- la música de acompañamiento de la palabra, es a s i g n a r á
la criada un rango más elevado que á la señora; no se le
1 Eduardo Hanslick, Op. cit., pág. 233: «No distinguiéndose los ocurrirá á ningún compositor, realmente músico de sen-
personajes del drama musical por el carácter de sus melodías can-
tadas, como en la antigua ópera (Don Juan y Leporello, Doña Ana timiento y de pensamiento, buscar para expresar lo que
y Zerline, Max y Gaspard), sino pareciéndose los unos á los otros se agita en su alma, palabras en v e z de temas musicales;
por el énfasis fisionòmico de sus palabras, Wagner trata de reem-
si, con efecto, esa idea le pasa por las mientes, probará
plazar esta característica por los « leitmotivos » en la orquesta ».
esto de común, qúe son pinturas; no constituyen una
precisamente que en su esencia íntima, es poeta ó escri- emoción interior brotando del alma en forma de sonidos»
tor y no músico. No valdría alegar contra la justicia de sino la visión psíquica de unos ojos de pintor genial, vi-
esta tesis los coros de la novena sinfonía; en ese caso, sión que W a g n e r , con su poder gigantesco, pero una gi-
B e e t h o v e n fué dominado por una emoción tan fuerte y gantesca aberración, se esfuerza por fijar en sonidos,
tan unívoca, que el carácter más general y más equívoco en lugar de fijarla en líneas y colores. S e encariña con
de la expresión musical pura, no pudo bastarle y tuvo for- sonidos ó ruidos naturales que imita directamente ó de los
zosamente que llamar en su ayuda á la palabra. En la le- cuales suscita la representación por la asociación de ideas
yenda bíblica, de un sentido tan profundo, el mismo asno y reproduce el murmullo de las olas, el susurro de las ci-
de Balaam adquiere la palabra cuando tiene algo concre- mas de los árboles y el canto de los pájaros del bosque,
to que decir; la emoción que llega á ser claramente cons- acústicos por sí mismos, ó por un paralelismo acústico,
ciente de su contenido y de su objetivo, deja de ser una los fenómenos ópticos de los movimientos del baile de
simple emoción y se transforma en apercepción, en idea formas femeninas lujuriosas, del galope de los caballos
y en juicio, los cuales no se expresan en música, sino en resoplando salvajemente, de las llamas que saltan y cre-
lenguaje articulado. Si, después de esto, W a g n e r pusiera pitan, etc. Estas creaciones no han nacido de emociones
en principio la música de acompañamiento de la palabra internas, sino que han sido provocadas por las impresio-
por encima de la música instrumental pura, y esto no nes exteriores sensoriales; no son la manifestación de un
como medio de expresión de las ideas—puesto que bajo sentimiento, sino un reflejo, es decir por consiguiente
este aspecto no puede haber diversidad de opinión—sino algo esencialmente óptico. Compararía de buen grado la
como forma musical propiamente dicha, esto probaría música de W a g n e r , en sus páginas más inspiradas, al vue-
sencillamente que en el fondo íntimo de su naturaleza, en lo de los peces voladores: es un espectáculo asombroso y
virtud de su disposición orgánica, no ha sido un músico, brillante y , sin embargo, algo innatural, un extravío del
sino una mezcla confusa de poeta balbuciente y de pintor elemento «atural en un elemento extraño, y, ante todo,
perezoso, juntando con todo esto un acompañamiento de algo absolutamente estéril que no puede servir de ejemplo
gamelang javanés. T a l es el caso de la mayor parte de los ni á los peces ni á los pájaros normales.
degenerados superiores, con esta diferencia, que los frag- W a g n e r mismo ha sentido con mucha claridad que no
mentos constitutivos de su talento híbrido, extrañamente se puede cimentar ninguna otra coSa sobre el fondo de sus
entremezclados, no son tan fuertes ni tan grandes como pinturas musicales; se lamenta, con efecto, con motivo de
en W a g n e r . las tentativas de músicos que hubieran de buena gana
Los trozos de música más notables de W a g n e r , el del fundado una escuela wagneriana, de que «jóvenes com-
monte de Venus, el mi-bemol-sol-si-bemol del « W i g a l a - positores se toman un ímprobo trabaio para imitarle de'
W e i a » ciento treinta y seis veces repetido de las Hijas una manera poco razonable » 1 .
del Rhin, la cabalgata de las Walkyrias, el encanto del Este pretendido músico del porvenir es pues de todo
fuego, la vida del bosque, el idilio de Sigfredo, el milagro punto, como nos lo ha mostrado un examen atento, el mú-
del Viernes Santo—trozos magníficos á justo título admi- 1 Sobre la aplicación de la música al drama, Escritos y poemas
rados—muestran precisamente todo lo que hay de anti- completos, t. X , pág. 242.
musical en el genio de W a g n e r . Todos estos trozos tienen
sico de un pasado muy remoto; todos los rasgos de su ta- des de la vida nerviosa del tiempo presente. Su destino
lento indican el camino, no hacia los tiempos futuros, terrestre semeja al de esas plantas estrambóticas del
sino hacia los tiempos perdidos y a en lo pasado. Es no Oriente, las rosas de Jérico (.anastatica, asteriscos) que, de
más que un atavismo su «leitmotivo» que rebaja la mú- un pardo borroso, coriáceas y desecadas, ruedan al empu-
sica á un símbolo fonético convencional; atavismo, su me- je de todos los vientos, hasta que, encontrando un suelo
lodía sin fin que reduce la forma estadiza al recitado v a g o favorable, toman raíz y se abren en flores dichosas. Hasta
de los salvajes; atavismo, su subordinación de la música el ocaso de su vida, la existencia de W a g n e r no ha sido
instrumental altamente diferenciada, al dramá musical sino lucha y amargura, y sus fanfarronadas no tuvieron
que mezcla todavía la música y la poesia y no permite lle- otro eco más que las risas, no sólo de las gentes razona-
gar á su plena independencia á ninguna de las dos for- bles, sino, desgraciadamente, también de los tontos. Sólo
mas; atavismo también su singularidad de no hacer can- después de haber pasado con mucho de los cincuenta,
tar casi nunca en la escena más que á una sola persona y fué cuando comenzó W a g n e r á conocer la embriaguez de
evitar los trozos armonizados para varias voces. En tanto la gioria universal, y en los diez últimos años de su vida
que individualidad, W a g n e r ocupará un sitio considerable estaba y a colocado entre los semi-dioses. En resumen: el
en la historia de la música; en tanto que iniciador que mundo, en el intervalo, había madurado para él, W a g -
haya desarrollado y h e c h o progresar su arte, no ocupará n e r — , y para la casa de Orates. W a g n e r había tenido la
ninguno, ó á lo más uno muy pequeño. T o d o lo que ta- suerte de durar hasta que la degeneración y la histeria
lentos musicales sanos pueden, en efecto, aprender de generales estuvieron suficientemente adelantadas para su-
W a g n e r , es, en la ópera, á mantener el canto y el acom- ministrar á sus teorías y á su arte un rico suelo nutritivo.
pañamiento estrictamente unidos á la palabra, á declamar El fenómeno notado y explicado aquí repetidas veces,
de una manera verdadera y característica y á sugerir á la que los dementes se atraen los unos á los otros, como á las
imaginación, por el efecto orquestal, apercepciones pic- limaduras de hierro el imán, llama especialmente la aten-
tóricas. Pero y o no me atrevo á decidir si este último ción en la vida de Ricardo W a g n e r . Su primera g r a n pro-
punto ha de ser aún considerado como una expansión ó tectora ha sido la princesa de Metternich, hija d e l ' conde
bien y a como una ruptura de los límites naturales del arte Sandor, ese original tan conocido, cuyas propias excentri-
musical, y los discípulos de W a g n e r tendrán, en todo cidades han sido la comidilla de la crónica de la corte na-
caso, para no extraviarse, que no emplear sino con mu- A poleónica. Otro de sus celosos partidarios que se entusias-
cha prudencia su rica paleta musical. mó por W a g n e r y le protegió, fué Francisco Listz, que y a
he caracterizado en otro sitio (véanse mis Cartas parisien-
L a poderosa acción de W a g n e r sobre sus contempo-
ses escogidas, segunda edición, Leipzig, 1889, pág. 172), y
ráneos no se explica ni por sus talentos de escritor y de
con referencia al cual me contentaré, por esta razón, con
músico, ni por ninguna cualidad personal, á no ser acaso
hacer notar aquí que ofrecía una gran semejanza con
por esa «perseverancia obcecada en una sola y misma
W a g n e r ; era escritor (sus obras que comprenden seis to-
idea fundamental» que Lombroso indica como uno de los
mos abultados, ocupan un sitio de honor en la literatura
carácteres de los grafómanos sino por las especialida-
de los grafómanos), compositor, erotómano y místico,
todo esto, es cierto, en un grado incomparablemente in-
1 Lombroso, Genio y Locura, pág. 225.
ferior al de W a g n e r , al cual no sobrepujaba sino por su ta- adquirieron importancia para la historia de la civiliza-
lento extraordinario de pianista. W a g n e r sentía apasiona- ción; no solamente porque Luis II ofreció á W a g n e r los
da admiración hacia todos los grafómanos que caían en medios de realizar sus sueños artísticos los más suntuo-
sus manos; por ejemplo hacia ese A. Gleizés, que Lom- sos y los más audaces, sino sobre todo porque puso el bri-
broso coloca expresamente entre los locos 1 y acerca del llo de su corona al servicio de la tendencia wagneriana;
cual W a g n e r se expresa en términos de un entusiasmo ¡consideremos, en efecto, cuán profundamente monárquica
exuberante 2 , y se rodeaba además de una corte de gra- es la inmensa mayoría del pueblo alemán, con qué tem-
fómanos verdaderamente escogidos, entre los cuales cita- blor de rodillas respetuoso el bebedor de bocks saluda la
remos: F e d e r i c o Nietzsche, c u y a locura hizo necesario su carroza de corte, aun vacía; qué látidos de corazón de
encierro en un asilo de dementes; Enrique de W o l z o g e n , delicioso entusiasmo la vista de un príncipe provoca en la
c u y a Simbólica poética del sonido hubiera podido ser es- señorita de buena familia! ¡Y aquí un rey de verdad, y
crita por los más exquisitos « simbolistas» ó «instrumen- además un rey admirablemente hermoso, j o v e n , rodeado
tistas» franceses ;<; Enrique Porgés, E. de Hagen, etc. Pero de una leyenda, c u y a locura pasaba entonces por ser á
las relaciones más importantes de este género, fueron las los ojos de todas las almas sentimentales un «idealismo»
que le unían con el desdichado rey Luis II; W a g n e r halló sublime, hacía gala de un entusiasmo sin límites por un
en él el alma que necesitaba, en él encontró la plena artista y renovaba en una medida-mucho mayor las rela-
comprensión de sus doctrinas y de sus creaciones. Puede ciones de Carlos Augusto con Gcethe! A partir de este mo-
afirmarse que Luis de B a v i e r a es quien ha creado el culto mento, W a g n e r tenía naturalmente que convertirse en el
de W a g n e r ; sólo cuando el rey llegó á ser el protector ídolo de todos los corazones «lealistas». Las gentes esta-
declarado del músico, fué cuando éste y sus tendencias ban orgullosas por participar de los gustos del rey
«ideal», la música de W a g n e r se convirtió en una músi-
ca real bávara con corona y blasón, mientras llegaba á ser
1 Lombroso, Genio y Locura, pág. 226. más tarde una música imperial alemana; á la cabeza del
2 «El autor recomienda aquí expresamente al lector que acuda
movimiento wagneriano marcha, como era lógico, un
al libro titulado: Thalysis ó la Salvación de la humanidad de A . Glei-
zés... Sin un conocimiento exacto de los resultados consignados en rey demente.
: este libro, de las investigaciones tan precisas que parecen haber
absorbido la vida entera de uno de los más simpáticos y de los más
Luis II podía poner á la moda á W a g n e r en el pueblo
profundos franceses, podría ser difícil obtener la atención... para alemán entero (con excepción, no obstante, de los bávaros
• la regeneración de la raza humana ».Ricardo Wagner, Religión y - que se sublevaban contra las prodigalidades de su rey);
! Arte, Escritos y Poemas completos, t. X, pág. 307, nota.
pero la prosternación de humildes súbditos no hubiera
« El llamamiento seductor de Alberico álas ondinas ostenta el
duro y mordaz sonido N, que responde tan excelentemente á toda podido por sí sola engendrar un fanatismo wagneriano.
i su manera de ser como á la fuerza negativa del drama, del mismo Para que la simple moda wagneriana se elevara hasta el
modo que forma el contraste más acusado con la Mf suave de los
fanatismo, aún tenía otro elemento que tomar cartas en el
espíritus de las aguas. Cuando en seguida se apresta á trepar por el
: lado de las muchachas, las aliteraciones Gl y Schl, aliadas con a asunto: la histeria de la época.
ligera y deslizante F señalan drásticamente el resbalón sobre la Dicha histeria no está todavía extendida en Alemania
roca resbaladiza. Woglinde le grita, por decirlo así: ¡Dios te asista,
cuando estornuda, empleando esta aliteración tan apropiada: 1 r en el grado en que lo está en Francia y en Inglaterra,
(Fr)i>. Citado por Hanslick,,Estacio?ies musicales, pág. 255. pero no deja tampoco de existir, y desde h a c e un cuarto
21
de siglo, g a n a terreno de día en día. Alemania ha sido
preservada por más tiempo que los pueblos del Oeste, por ciencia; pero no dejan por eso de ser percibidos por los
el más débil desarrollo de la gran industria y por la falta sentidos y sus centros cerebrales, y no dejan por eso me-
de grandes ciudades propiamente dichas. Pero en la úl- nos sus huellas en el sistema nervioso. Si el soldado no
tima generación, estos dos beneficios se han extendido echa de ver en el momento mismo el profundo sacudi -
superabundantemente en Alemania; dos grandes guerras miento y aun la desorganización que sufre, nada prueba
han hecho lo que faltaba, para hacer el sistema nervioso esto tampoco. L a «histeria traumática», la «medula espi-
del pueblo alemán accesible á las influencias perniciosas nal de los caminos de hierro» (railway-spine), las enfer-
de las grandes ciudades y de las fábricas. medades nerviosas consecutivas á un choque moral, no se
Los efectos de la guerra sobre los nervios de los que manifiestan, por su parte, sino algunos meses después de
han tomado parte en ellas no han sido todavía estudiados suceso que las ha ocasionado.
sistemáticamente, y sin embargo sería un trabajo muy Creo que no puede ponerse en duda que cada gran
útil y . m u y necesario. L a ciencia sabe qué desórdenes una guerra es una causa de histeria de las masas, y que el ma-
sola fuerte emoción moral, un peligro de muerte repen- yor núm^-o de los soldados traen de una campaña, aun-
tino, por ejemplo, produce en el hombre; ha anotado cien- que completamente sin darse cuenta de ello, una vida ner-
tos y miles de casos en que personas salvadas de un nau- viosa un poco desarreglada. Esta afirmación, es cierto, se
fragio, que han asistido al incendio de un navio ó á un aplica menos al vencedor que al vencido, puesto que el
accidente de camino de hierro, amenazados por un ase- triunfo es uno de los goces más altos que pueda experi-
sino, etc., ó han perdido la razón, ó han sido atacadas de mentar un cerebro humano, y que la acción dinamògena
enfermedades nerviosas graves y largas, con frecuencia de este g o c e es lo que mejor puede contrarrestar las in-
incurables. En tiempo de guerra, muchos cientos de miles fluencias destructoras de las impresiones de la guerra.
de hombres están expuestos á la v e z á todas estas impre- Pero le costará trabajo contrarrestarlas del todo, y el
siones terribles; durante meses enteros crueles mutilacio- vencedor, por su parte, deja sobre el campo de batalla y
nes ó una muerte brusca les amenazan á cada paso; tie- en el vivac una buena porción de fuerza nerviosa y de
nen con frecuencia ante sus ojos el espectáculo de la de- salud moral.
vastación, del incendio, de las más horribles heridas y de L a «brutalización de las masas» después de cada
espantosos montones de cadáveres; al mismo tiempo se guerra, ha llegado á ser un lugar común. Esta expresión
e x i g e enormemente de sus fuerzas; tienen que andar hasta procede de la observación que á consecuencia de una cam-
que caen rendidos, y no pueden contar ni con una alimen- paña la manera de ser del pueblo se hace más brusca y
tación ni con un sueño suficientes. ¿Y estos cientos de más grosera, y que la estadística registra un mayor nú-
miles de hombres no sufrirían el efecto que uno sólo de mero de actos de violencia. El hecho es exacto, pero su
estos sucesos, acaecidos en número incalculable durante interpretación es superficial. Si el soldado de vuelta á su
la guerra, p u e d e — e s t á probado—traer consigo? Que no hogar es más propenso á la cólera y llega hasta armarse
se nos venga con que el soldado, en campaña, está em- con el cuchillo, no es porque la guerra le haya hecho ser
botado contra los horrores que le rodean; esto significa más brutal, sino porque le ha hecho más irrítable; ahora
sencillamente que cesan de excitar la atención de su con- toen: esta irritabilidad aumentada no es sino una de las
formas de la debilidad nerviosa.
masiado duramente con las necesidades de la vida, para
Baio la influencia de las dos grandes guerras, aña- que nos quedase poco ni mucho que dar á un lujo cual-
diendo á ella el desarrollo de la gran industria y el creci- quiera, y las clases directoras de nuestro pueblo, profun-
miento de las grandes ciudades, la histeria, pues desde damente romanizadas, esclavas de la moda francesa, ha-
1870 ha ganado considerablemente terreno en el pueblo bían llegado á ser tan extranjeras para las masas, que du-
alemán v no tardaremos en alcanzar la delantera poco rante dos siglos no pudieron éstas tener la parte más mí-
envidiable que los ingleses y los franceses habían tomado nima en la cultura, el gusto, las satisfacciones estéticas
sobre nosotros en esta dirección. Solamente que toda his- de las clasés superiores separadas de ellas por un abismo
teria, como toda locura, como toda enfermedad, recibe infranquéable. Así, pues, el pueblo alemán, en su gran
de la naturaleza del enfermo su aspecto particu ar; el mayoría, no interesándose por el arte y preocupándose
arado de cultura, el carácter, las inclinaciones y los há- poco de ello, la histeria alemana no podía ser tampoco una
bitos del desequilibrado, dan al desequilibrio su color es- histeria artística y estética.
pecial. Entre los ingleses, propensos siempre a la devo- Adoptó otras formas, en parte abominables, en parte
ción la degeneración y la histeria tenían que revestir un innobles, en parte ridiculas; la histeria alemana se mani-
tinte' místico-religioso; entre los franceses, con su buen fiesta por el antisemitismo, la forma más peligrosa de la
gusto tan desarrollado y su pasión tan genera izada por locura de las persecuciones, en la cual el individuo que se
todas las actividades artísticas, era natural que la histeria cree perseguido Se convierte en un perseguidor salvaje
tomara una dirección artística y condujera á las extrava- y capaz de todos los crímenes (el « perseguido-persegui-
gancia^ qué y a conocemos, en la pintura, la literatura y dor» de los alienistas franceses) '. El histérico alemán se
Ta música. Nosotros, los alemanes, no somos por lo ge- ocupa ansiosamente, á la manera de los hipocondríacos y
neral ni muy devotos ni muy ilustrados en lo que se re- de los hemorroidarios, de su preciosa salud; sus delirios
fiere á la estética; nuestra comprensión por lo bello en el giran en torno de sus transpiraciones y de sus funciones
arte se expresa las más de las veces p o r estas alvinas; se apasiona fanáticamente por la camiseta de fra-
estúpidas: «¡Muy bonito!; ¡delicioso!», que la se-
c o n e s nela de Jceger y por la harina de puches que muelen por
de buena familia chilla con indiferencia, con una
ñ o r i t a sí mismos los vegetarianos; siente una violenta emoción
voz aguda y destemplada, y poniendo los ojos en blanco ante l a s aspersiones de agua fría y las carreras con los
ante el aspecto de un perrito de aguas trasquilado de un pies descalzos sobre la hierba húmeda, que Kneipp tanto
modo extravagante,.ó ante la V i r g e n de Ho bem de mu- ha preconizado. A la v e z , el alemán se excita en un amor
seo de Darmstadt, y por el gruñido de satisfacción con e l enfermizo hacia los animales (la «zoofilia» d é M a g n a n ) , á
cual el buen burgués, mientras o y e la música de un orfeón, causa de los sufrimientos de la rana utilizada en las in-
mete las narices en su vaso de cerveza. No es que el sen- vestigaciones fisiológicas, y como nota fundamental de
tido de lo bello nos falte por naturaleza; creo, por lo con- toda esta locura antisemítica,, vegetariana, anti-viviseccio-
trario que allá en nuestros adentros lo poseemos en ma- nista, Jcegerolatra y Kneippófila, apunta un chauvinismo
yor grado que los demás pueblos; pero este sentido, por
circunstancias desfavorables, no ha podido alcanzar su - 1 Legrand du Saulle llama al perseguidor que se cree perse-
guido «perseguido activo». Véase su libro fundamental: El delirio
completo desarrollo; desde la guerra de Treinta anos he-
de las persecuciones, París, 18.71, pág. 194-
mos sido demasiado pobres, hemos tenido que luchar de
teutón melagómano, contra el cual en vano nos ha puesto
en guardia el noble emperador Federico. Todas pstas di- más que en las regiones cálidas, a c o n s e j ó , sin vacilar,
versas perturbaciones aparecen en g e n e r a l simultánea- «dirigir una emigración racional de los pueblos hacia la
mente, y de diez v e c e s n u e v e , no se equivocará el que península de la A m é r i c a del Sur, que, s e g ú n se afirma, es
t e n g a al adepto de Jceger por un patriotero, al entusiasta la sola en estado, g r a c i a s á su productividad de todo pun-
d e K n e i p p por un fanático del pan de harina de avena y to superabundante, de alimentar la población actual de
al defensor de la rana, ávido de la sangre de los profeso- todas las partes del mundo» Blandió su espada caballe-
res, por un anti-semita. resca contra los fisiólogos que se entregan á experiencias
sobre los cuerpos de los animales 2 ; no se sintió poseído
L a histeria de W a g n e r revistió, por lo q u e ' á ella es-
de entusiasmo por la lana, porque él personalmente pre-
pecialmente se refiere, todas las formas de la histeria ale-
fería la seda, y esta es la única laguna en este cuadro, por
mana; podía decir de sí mismo, modificando ligeramente
lo demás tan completo. W a g n e r no ha sido testigo de la
el Homo sum de T e r e n c i o : « S o y un desequilibrado y nin-
g r a n d e z a del venerable cura K n e i p p ; sin eso hubiera tam-
g u n a perturbación intelectual me es e x t r a n j e r a . » Podía,
bién encontrado verosímilmente palabras profundas para
como antisemita, dar cruz y r a y a al pastor Steecker '; ma-
ensalzar la sublimidad incomparablemente alemana de los
nejaba la fraseología patriotera con una maestría inimi-
pies mojados y para el poder redentor de las rociaduras de
table '-. ¿No ha llegado hasta hacer c r e e r á su capilla de
la rodilla.
histéricos hipnotizados que eran figuras esencialmente
alemanas los héroes de sus dramas, esos franceses, bra- Cuando, pues, la amistad n o v e l e s c a del rey L u i s de
vantinos, islandeses y noruegos, esas mujeres de la Pales- B a v i e r a hacia W a g n e r hubo, por fin, dado á éste el pres-
tina, todos esos seres fabulosos que había ido á buscar en tigio necesario y atraído hacia él la atención general de
las poesías provenzales y las de los trovadores, en la S a g a A l e m a n i a ; cuando el pueblo alemán hubo aprendido á co-
del Norte, en el E v a n g e l i o , y los c u a l e s — a p a r t e de Tan- nocer á W a g n e r con sus singularidades, todos los místicos
nhauser y los Maestros Cantores—no tienen una sola gota del asesinato ritual judío, de las camisas de lana, del ali-
d e sangre alemana en las venas, una sola fibra alemana mento v e g e t a l y de las curas simpáticas, le tuvieron que
e n su cuerpo? D e la misma manera es como un charlatán saludar con gritos de alborozo, puesto que era la personi-
hipnotizador hacía creer á sus víctimas, en las represen- ficación d e todas sus obsesiones. E n cuanto á su música,
taciones públicas, que estaban comiendo melocotones, la aceptaban sencillamente por añadidura; la inmensa
cuando no eran más qi,ie patatas crudas. W a g n e r se hizo mayoría de sus fanáticos no comprendían de ella absolu-
defensor del vegetarismo, y como el fruto necesario para tamente nada; las emociones que les hacían experimentar
nutrir al pueblo de este modo no existe e n abundancia las obraS de su ídolo no provenían ni de los cantantes ni
de la orquesta, sino en parte de la belleza pintoresca de
los cuadros escénicos, y en parte mayor, de los delirios
1 Ricardo Wagner. El Judaismo en la música. Escritos y Poemas
completos, t. V, pág. 83. Aclaraciones sobre el Judaismo en la música,
tomo VIII, pág. 299. 1 Ricardo Wagner. Religión y Arte. Escritos y Poemas comple-
2 Idem. Arte alemán y Política alemana. Escritos y poemas com- tos, t. X , página 311.
pletos, t. VIII, pág. 39; ¿Qué es lo que es alemán?, t. X, pág. 51 y 2 Idem. Carta abierta á Mr. Ernesto de Weber, autor del escrito:
passim. « Las Cámaras de tortura de la ciejuia ». Escritos y Poemas completos,
tomo X, pág. 251.
í
especiales que aportaban al teatro con sus personas y de La música de W a g n e r inició á los histéricos alemanes
los cuales honraban en W a g n e r al verbo y al campeón. en los misterios deliciosos del kef turco. En vano se em-
No llego, sin embargo, hasta pretender que única- peña Nietzsche en .burlarse á este propósito, con su estú-
mente el chauvinismo del s k a t 1 y el idealismo heroico de pido retruécano « Sursum-Buni, bum » y sus observaciones
las curas naturales, del arroz con frutas, del lema .«fuera sobre el adolescente alemán en busca de los «presenti-
los judíos» y de la camiseta de franela, era lo que hacía mientos»; no puede negarse que una porción de los fieles
latir más aprisa, en una emoción deliciosa, los corazones de W a g n e r , la que aportaba al teatro un misticismo en-
de los fieles de W a g n e r en la audición de su música. Di- fermizo, encontraba en él satisfacción, no habiendo nada
cha música era seguramente también de naturaleza pro- tan propio para evocar « presentimientos », es decir-ideas-
pia á encantar á histéricos; sus ruidosos efectos de or- frontera, ambiguas y evaporadas, como una música en-
questa producían en ellos estados histéricos—en el hos- gendrada ella misma en sombras de ideas.
pital de la Salpetriere, de París, producen frecuentemente En cuanto á las mujeres histéricas, W a g n e r las atrajo
la hipnosis golpeando de repente sobre un g o n g o — y la á su causa ante todo no sólo por el erotismo lascivo de
índole informe de la melodía sin fin respondía por com- su música, sino también por su manera de presentar las
pleto al fantasear errabundo de su propio pensamiento. relaciones del hombre con respecto á la mujer. Nada se-
Una melodía clara suscita y e x i g e la atención y se opone duce tanto á una mujer novelesca como la irresistibilidad
por consiguiente á la fuga de ideas de degenerados de demoniaca en la mujer y la temblorosa adoración de su
cerebro débil; un recitado que se vierte sin comienzo ni poder sobrenatural por el hombre. Volviendo del revés la
fin, no reclama, por lo contrario, ningún esfuerzo, de es- frase de Federico Guillermo I, que exclamaba con ira:
píritu, puesto que la mayor parte de los auditores no se «¡No quiero que me temáis, sino que me améis!»; las mu-
ocupan en absoluto, ó tan sólo jjor muy poco tiempo, del jeres de este género preferirían gritar al hombre: «¡No has
j u e g o al escondite de los «leitmotivos »; se puede pues, de- de amarme, sino caer á mis pies, en el polvo, lleno de es-
jarse mecer y llevar por la corriente y se sale á flote como panto y de terror!» L a señora Venus, Brunhilda, Isolda y
se quiere, sin recuerdo especial, tan sólo con el senti- Kundry, han conquistado á W a g n e r la admiración de
miento voluptuoso de haber tomado un excitante baño ti- las mujeres, mucho más que Isabel, Eisa, Senta y Gu-
bio de sonoridades. L a relación de la melodía sin fin á la truna.
melodía propiamente dicha, es la de los arabescos capri- Después que W a g n e r hubo conquistado Alemania y
chosos, mil veces repetidos y que no representan nada que la fe ferviente en él se hubo convertido en el primer
preciso, de una decoración mural morisca, con un cuadro artículo del catecismo patriótico alemán, el extranjero,
de género ó de historia, y el oriental sabe ya hace mucho por su parte, no pudo por mucho tiempo, sustraerse á su
tiempo hasta' qué punto la vista de sus arabescos es fa- culto. L a admiración de un gran pueblo tiene un poder
vorable para el kef, ese estado de ensueño en el cual la de persuasión extraordinario; llega hasta imponer, con
inteligencia está amodorrada y en el cual sólo la loca de una sugestión irresistible, sus aberraciones á los demás
la casa gobierna en señora absoluta en el cerebro. pueblos. W a g n e r ha sido uno de los principales vencedo-
res de las guerras alemanas; para él es para quien han
sido obtenidas las victorias de Sadowa y de Sedán; el
1 Juego de cartas muy en boga entre los teutomanos. (N. del T.)
y esta idea les colocaba necesariamente en una tan agra-
mundo tenía, quisiéralo ó no, que tomar posición frente al dable y tan benévola disposición de espíritu, que estima-
hombre que Alemania declaraba su compositor nacional. ron dicha música infinitamente más hermosa de lo que la
W a g n e r realizó su marcha triunfal alrededor del globo, cu- hubieran apreciado si no hubieran tenido que ahogar an-
bierto por la bandera imperial alemana; los enemigos de tes en ellos mismos instintos triviales y bajos, y que for-
Alemania eran también sus enemigos, y esto obligó aun tificar, por lo contrario, pensamientos elevados, amplios y
á aquellos alemanes que habían permanecido fríos hacia distinguidos. L a s emociones que debieron á la satisfación
élj á tomar su defensa frente al extranjero. Y o mismo ten- de sí mismos, las atribuyeron luego, por error, á la mú-
g o que arrepentirme de mi culpa; y o también he combati- sica de W a g n e r .
do en defensa de W a g n e r , con la palabra y con la pluma,
También la circunstancia de que no podía oirse más
contra los franceses; lo he defendido también contra los
que en Bayreuth, la música de W a g n e r auténtica y no
mozos de pastelería que en París silbaban Loliengrin.
diluida, tuvo una gran importancia en la estima que se la
¿Cómo sustraerse á semejante deber? Hamlet atraviesa
concedio. Si se hubiera representado en cualquier teatro,
con su espada la tapicería, á sabiendas que hay detrás un
si hubiera sido posible asistir sin trabajos ni complicacio-
hombre; hay que arrojarse resueltamente sobre él, cuando
nes á una representación de W a g n e r como á una repre-
se es el hijo ó el hermano de Polonio. W a g n e r t e n í a l a
sentación del Trovador* no hubiera adquirido W a g n e r en
suerte de representar con respecto de los Hamlets fran-
el extranjero su público precisamente el más fervoroso.
ceses el papel de la tapicería que da pretexto para dirigir
Para conocer el W a g n e r auténtico, había que hacer el
la espada contra Alemania-Polonio; y esto prescribía im-
v i a j e á Bayreuth y no se podía hacer sino á largos inter-
placablemente á todo alemán la actitud que debía adop-
valos y en épocas determinadas; había que preocuparse
tar en la cuestión W a g n e r .
con mucha anticipación del sitio en el teatro y del aloja-
A l celo de los alemanes, se añadieron además en el miento; era una peregrinación que exigía mucho dinero
extranjero toda clase de cosas que favorecieron el triunfo y mucho tiempo, y en la cual la plebe por consiguiente
de W a g n e r . Una minoría, compuesta en parte de natura- no podía tomar parte. La excursión á Bayreuth llegó así
lezas verdaderamente independientes y noblemente exen- á ser el privilegio de las gentes ricas y distinguidas y s e
tas de prejuicios, pero en parte también de degenerados consideró por los snobs de ambos mundos como un g r a n
movidos por la manía de contradicción, tomó la defensa mérito social haber asistido á las representaciones de
de W a g n e r , precisamente porque había sido furiosamente W a g n e r en Bayreuth; podía uno vanagloriarse de este
y ciegamente atacado por la mayoría patriotera, presa viaje, y podía por ello darse tono; y a no pertenecía á la
del odio nacional. «Es inepto, exclamó esta minoría, muchedumbre, sino á lo escogido; ¡era uno un hadji! Y
condenar á un artista porque es alemán; el arte no tiene los sabios orientales conocen tan bien la vanidad especial
patria; no hay que j u z g a r la música de W a g n e r teniendo de los hadjis que uno de sus proverbios dice que hay que
presentes los recuerdos de la Alsacia-Lorena». Este modo mirar con prevención al hombre piadoso que ha ido tres
de ver es tan razonable y tan noble que aquellos que lo veces á la Meca.
expresaron se han debido sentir satisfechos y ufanos; se
Fué pues una señal de aristocratismo haber hecho el
decían á sí mismos, oyendo la música de W a g n e r : «Va-
v i a j e á Bayreuth, y una señal de distinción intelectual el
lemos más y somos más inteligentes que los patrioteros >»
apreciar á W a g n e r á pesar de su nacionalidad. El prejui-
cio favorable para él estaba creado, y una vez que las
gentes iban á W a g n e r con estas A p o s i c i o n e s , no había
ninguna razón para que no ejerciera su acción sobre los
VI
histéricos extranjeros como sobre los de Alemania. Par-
sifal, sobre todo, debía completamente subyugar á los
neo-católicos franceses y á los místicos anglo-americanos
LAS PARODIAS DEL MISTICISMO
alistados bajo la bandera del Ejército de Salvación; y es • •
« Me estremezco siempre al aspecto singular—De cierta botina muertos, El Abismo, Las Lágrimas, La Angustia, Las
ó de cierto zapato.—Sí (]que para burlaros os encojáis de hom- Agonías lentas, El Sepelio, El Ataúd, El loque á muerto,
bros.!);—Me estremezco: y de pronto, pensando en el pie que calzan, La Putrefacción, El Rondó del Guillotinado, etc.
— M e pregunto: «¿Es mecánico ó vivo?»... Todas estas poesías son los productos de un delirio
(El Maníaco.) q u e s e o b s e r v a f r e c u e n t e m e n t e e n los d e g e n e r a d o s . Dos-
Mi cuarto se parece á mi alma...—Cortinas pesadas y muy an- tojewski, que, como es sabido, estaba atacado de e n a j e -
tiguas—Se crispan sobre el lecho profundo;—Largos insectos fan- n a c i ó n m e n t a l , lo h a p a d e c i d o t a m b i é n . « E n c u a n t o lle-
tásticos—Bailan y se arrastran por el techo.—Cuando en el péndulo g a b a el crepúsculo»,.dice hablando d e sí mismo, «caía
suena la hora,—Hace un ruido alarmante;—Cada vibración ondula por grados en este estado de alma que se apodera de mí
— Y se prolonga extrañamente...—Muebles, cuadros, flores, hasta t a n á m e n u d o , p o r la n o c h e , d e s d e q u e e s t o y e n f e r m o , y
libros,—Todo huele á infierno y á v e n e n o , — Y como un paño, el que llamaré pavor místico. Es u n miedo abrumador de
horror que me ama—Envuelve esta prisión... algo q u e n o p u e d o definir ni c o n c e b i r , q u e no e x i s t e e n
(El Cuarto.) el o r d e n de las cosas, p e r o q u e quizás v a á r e a l i z a r s e d e
Ella (la biblioteca) hacía pensar en los viejísimos bosques.— pronto, e n este mismo momento, apareciendo é irguién-
Trece lámparas de hierro, oblongas y espectrales,—Esparcían día dose ante mí, como un h e c h o inexorable, horrible, de-
f o r m e » (Humillados y Ofendidos p á g . 55 ')• L e g r a i n cita He aquí la primera poesía de la colección:
un degenerado loco c u y a locura comenzó «por sensacio-
¡Oh invernadero en medio de los bosques!—¡Y vuestras puertas
nes de angustia, por temores imaginarios» 2 . El profesor
por siempre cerradas!—Y todo lo que hay bajo vuestra cúpula;—
Kowalewski, indica como grados de las perturbaciones
Y bajo mi alma en vuestras analogías!—Los pensamientos de una
intelectuales de la degeneración, en primer lugar la neu- princesa hambrienta,—El aburrimiento de un marino en el de-
rastenia, en segundo lugar las obsesiones y los sentimien- s i e r t o — U n a música de cobre en las ventanas de los incurables.—
tos de angustia enfermizos ;i. L e g r a n d du Saulle 4 y Mo- ¡Id á los ángulos más t i b i o s ! - S e diría una mujer desmayada en un
r e l 5 describen este estado de temor v a g o no fundado, y día de s i e g a , - H a y postillones en el patio del hospicio;—A lo lejos,
forman para designarle la palabra poco acertada de « pa- pasa un cazador de dantas que es ahora enfermero.—¡Examinad al
ño fobia». Magnan lo llama más exactamente «anxioma- reflejo de la luna!-¡(Oh! nada hay que esté en su s i t i o . ) - S e diría
una loca ante sus j u e c e s , - U n navio de guefra á velas desplegadas
nía», locura angustiosa, y lo considera como un estigma
sobre un canal,—Pájaros nocturnos sobre lirios,—El toque á muer-
muy ordinario de la degeneración. L a locura angustiosa
to hacia el medio día—(¡Allá lejos, bajo esas c a m p a n a s ! ) - U n a eta-
es un error de la conciencia que está llena de representa-
pa de enfermos en la p r a d e r a , - U n olor de éter en un día de sol.
ciones de terror y coloca la causa en el mundo exterior, —¡Dios mío! Dios mío! ¡cuándo tendremos la lluvia,—Y la nieve y
mientras que en realidad son producidas por procesos pa- el viento en el invernadero!
tológicos que se verifican en la intimidad de los órganos;
el enfermo se siente oprimido é inquieto, é imputa á lo? Estas sucesiones de palabras idiotas son interesantes
fenómenos que le rodean un aspecto amenazador y sinies- desde el punto de vista psicológico, porque permiten reco-
tro para explicarse á sí mismo su terror c u y a causa no nocer con una claridad instructiva lo que pasa en un c e -
encuentra, porque tiene sus raíces en lo inconsciente. rebro que desvaría; la conciencia no elabora y a una idea
fundamental ó central; las representaciones surgen tales
Si hemos visto en Mauricio Rollinat al poeta de la an-
como la asociación de ideas puramente mecánica las evo-
xiomanía, vamos á ver en otro escritor cuyo nombre en
ca. No existe atención que trate de poner orden en el tu-
estos dos últimos años se ha extendido á lo lejos, en el
multo de las imágenes que van y vienen, de separar las
belga Mauricio- Maeterlinck, un ejemplo del misticismo
que no se relacionan razonablemente entre ellas, de su-
caído por completo en infancia é idiotamente incoherente.
primir las que se contradicen, y de unir lógicamente en
Donde su estado de espíritu se revela de la manera más
una serie unitaria las que son aparejadas.
característica es en sus poesías 6 . Entresaquemos algunas
Veamos todavía, en estas poesías, algunos ejemplos de
citas.
una serie de ideas exclusivamente dominada por la aso-
1 Citado por el vizconde E. M. de Vogué. La Novela rusa, pá ciación de ideas l i b r e - d e toda inspección. He aquí una
gina 222, nota. p o e s í a titulada Campanas de cristal:
~ Legrain, op. cit., pág. 246.
The Journal of mental science, Enero, 1888. ¡Oh campanas de cristal!—¡Extrañas plantas por siempre al
4 Legrand du Saulle, El delirio de las persecuciones, París, 1871,
abrigo!—Mientras que el viento agita mis sentidos hacia afuera -
pág. 512.
5 Morel, Del delirio panofóbico de los enajenados quejumbrosos. ¡Todo un valle del alma por siempre inmóvil!—¡Y la tibieza cerca-
Anales médico-psicológicos, 1891, tomo I-, pág. 322. da hacia medio día!—¡Y las imágenes entrevistas á flor de! vidrio!
6 Mauricio Mreterlinck, Invernaderos (Serres) calientes. Nueva - N o levantéis nunca n i n g u n a ! - H a n puesto varias de ellas sobre
edición, Bruselas, 1890. antiguos claros de luna,—Examinad á través de sus r a m a j e s : - H a y
23
acaso un v a g a b u n d o sobre el trono,—Tienen la idea de que los frían b a j o un p u e n t e v e n e n o s o ; - P o d a b a n los á r b o l e s a l r e d e d o r d e
corsarios a c e c h a n e n el e s t a n q u e , — Y q u e seres antidiluvianos van la prisión,—¡Llevaban medicamentos una tarde de J u n i o , — Y co-
á invadir las c i u d a d e s . — L a s han puesto sobre antiguas nieves,— m i d a s d e e n f e r m o s se extendían á todos los horizontes.-¡Alma
L a s han puesto sobre viejas l l u v i a s , — ( ¡ T e n e d piedad de la atmós- m í a ! — ¡ Y la tristeza d e t o d o esto, ¡alma m í a ! y la tristeza de todo
fera e n c l a v a d a ! ) — O i g o celebrar una fiesta en u n domingo de ham- esto!
b r e — H a y u n a a m b u l a n c i a en m e d i o d e la c a s a , — Y t o d a s las hijas
del rey v a g a n errantes u n día de dieta á través de las p r a d e r a s . —
No habría nada más fácil que enjaretar, tomando
¡ E x a m i n a d sobre t o d o las del h o r i z o n t e ! — C u b r e n c o n c u i d a d o m u y
como modelo estas «poesías», otras composiciones poéti-
remotas tempestades.—¡Oh! debe haber en algún sitio una enorme cas que hasta sobrepujarían á las de- M<§erlinck, la si-
flota sobre una l a g u n a ! — Y creo que los cisnes han empollado guiente que se nos ocurre, por ejemplo. ¡Oh, flores!:
c u e r v o s ! — ( S e entrevé apenas á través d e ' l a ligera humedad.)—Una
¡Y g i m e n tan pesadamente b a j o esos antiquísimos i m p u e s t o s ! —
virgen riega con agua caliente los helechos;—Un tropel de ni-
U n a s a l v a d e r a c o n t r a la c u a l e l o e r r o l a d r a e n M a y o , — Y el extra-
ñ a s o b s e r v a al e r m i t a ñ o e n s u c e l d a . — ¡ M i s h e r m a n a s están dormi-
ñ o sobre de cartas del n e g r o que n o h a d o r m i d o . - U n a a b u e l a q u e
das en el f o n d o d e una gruta venenosa!—Esperad á la luna y al
comería n a r a n j a s . - ¡ Y no podría escribid-Marineros en globo
i n v i e r n o , — S o b r e e s a s c a m p a n a s e s p a r c i d a s al fin s o b r e e l h i e l o ,
pero ¡azules! ¡ a z u l e s ! - S o b r e el puente aquel cocodrilo,-Y el
agente de policía con los carrillos inflados-Hace señales ¡silen-
H e aquí otra poesía, Alma:
c i o s o ! - ¡ O h ! d o s s o l d a d o s e n e l e s t a b l o , - ¡ Y la navaja de afeitar
¡Mi a l m a ! — ¡ O h mi alma verdaderamente demasiado al abrigo!—
e s t á m e l l a d a ! - P e r o n o les h a c a í d o el p r e m i o g o r d o , - Y s o b r e la
¡Y esos rebaños d e deseos e n un i n v e r n a d e r o , — E s p e r a n d o u n a tem-
lámpara h a y m a n c h a s d e tinta, e t c .
pestad sobre las p r a d e r a s ! — V a m o s h a c i a los más enfermos:—Tie-
nen extrañas e x h a l a c i o n e s . — E n medio de ellos atravieso un cam- P e r o ¿para qué parodiar á Masterlinck? Su género no
p o d e b a t a l l a c o n m i m a d r e . — E n t i e r r a n á un h e r m a n o d e a r m a s al admite parodia ninguna, en atención á que llega y a has-
medio día,—Mientras que los centinelas van á comer.—Vamos ta los límites extremos del idiotismo, y no es tampoco
también hacia los más débiles:—Tienen extraños sudores;—He muy digno por parte de un espíritu sano burlarse de un
aquí una novia e n f e r m a , — U n a traición el domingo—Y niños pe infeliz ente idiota.
q u e ñ o s en la p r i s i ó n . — ( Y m á s lejos, á través del v a p o r ) , — ¿ E s una Algunas poesías de Meeteriinck están sencillamente
a g o n i z a n t e á la p u e r t a d e u n a c o c i n a ? — ¿ O u n a h e r m a n a mondan- compuestas de asonancias, puestas las unas junto á las
d o l e g u m b r e s a l p i e d e l l e c h o d e u n i n c u r a b l e ? — V a m o s , e n fin, h a -
otras, sin consideración al sentido y á la significación,
cia los m á s tristes:—(En último lugar, puesto que tienen venenos).
como, por ejemplo, la breve poesía titulada Fastidio:
— ¡ O h mis labios a c e p t a n el b e s o d e un h e r i d o ! — T o d a s las gran-
d e s d a m a s h a n m u e r t o d e h a m b r e , este v e r a n o en las torres de mi L o s p a v o s reales perezosos, los p a v o s reales b l a n c o s han huido,
a l m a ! — ¡ H e a q u í el a m a n e c e r q u e e n t r a e n l a fiesta!—Veo con los — L o s pavos reales blancos h a n huido el fastidio del despertar;—
o j o s m e d i o cerrados u n a ovejas á lo largo de los muelles—Y hay V e o á los pavos reales blancos, á los pavos reales de hoy,—Los
corazón á mi alma!—¡Y todos los centinelas han muerto en su perezosos, los p a v o s reales de h o y - L l e g a r indolentes al e s t a n q u e
p u e s t o ! — H a habido un día una humilde fiesta en los arrabales de sin s o l ; — O i g o á l o s p a v o s r e a l e s blancos, á los p a v o s reales del
fastidio — E s p e r a r indolentes los tiempos sin sol.
mi a l m a — S e g a b a n la cicuta un d o m i n g o por la m a ñ a n a ; — Y todas
las vírgenes del c o n v e n t o m i r a b a n el paso de los barcos—Sobre Fácilmente se explica la elección de estas palabras:
e l c a n a l , e n u n d í a d e a y u n o y d e s o l . — M i e n t r a s q u e l o s c i s n e s su- encierran casi todas ellas la vocal nasal francesa a j » , , ó
acaso un v a g a b u n d o sobre el trono,—Tienen la idea de que los f r í a n b a j o un p u e n t e v e n e n o s o ; - P o d a b a n los á r b o l e s a l r e d e d o r d e
corsarios a c e c h a n e n el e s t a n q u e , — Y q u e seres antidiluvianos van la prisión,—¡Llevaban medicamentos una tarde de J u n i o , — Y co-
á invadir las c i u d a d e s . — L a s han puesto sobre antiguas nieves,— m i d a s d e e n f e r m o s se extendían á todos los horizontes.-¡Alma
L a s han puesto sobre viejas l l u v i a s , — ( ¡ T e n e d piedad de la atmós- m í a ! — ¡ Y l a tristeza d e t o d o esto, ¡alma m í a ! y la tristeza de todo
f e r a e n c l a v a d a ! ) — O i g o c e l e b r a r u n a fiesta e n u n d o m i n g o d e h a m - esto!
b r e — H a y u n a a m b u l a n c i a en m e d i o d e la c a s a , — Y t o d a s las hijas
del rey v a g a n errantes u n d í a de dieta á través de las p r a d e r a s . —
No habría nada más fácil que enjaretar, tomando
¡ E x a m i n a d sobre t o d o las del h o r i z o n t e ! — C u b r e n c o n c u i d a d o m u y como modelo estas «poesías», otras composiciones poéti-
remotas tempestades.—¡Oh! debe haber en algún sitio una enorme cas que hasta sobrepujarían á las de- M<§erlinck, la si-
flota sobre una l a g u n a ! — Y creo que los cisnes han empollado guiente que se nos ocurre, por ejemplo. ¡Oh, flores!:
c u e r v o s ! — ( S e entrevé apenas á través d e ' l a ligera humedad.)—Una
¡ Y g i m e n tan pesadamente b a j o esos antiquísimos i m p u e s t o s ! —
virgen riega con agua caliente los helechos;—Un tropel d e ni-
U n a s a l v a d e r a c o n t r a la c u a l e l oerro l a d r a e n M a y o , — Y el e x t r a -
ñ a s o b s e r v a al e r m i t a ñ o e n s u c e l d a . — ¡ M i s h e r m a n a s e s t á n dormi-
ñ o sobre de cartas del n e g r o que n o h a d o r m i d o . - U n a a b u e l a q u e
das en el f o n d o d e una gruta venenosa!—Esperad á la luna y al
comería n a r a n j a s . - ¡ Y no podría escribiri-Marineros en globo
i n v i e r n o , — S o b r e e s a s c a m p a n a s e s p a r c i d a s al fin s o b r e e l h i e l o ,
pero ¡azules! ¡ a z u l e s ! - S o b r e el puente aquel cocodrilo,-Y el
agente de policía con los carrillos inflados-Hace señales ¡silen-
H e aquí otra poesía, Alma:
c i o s o ! - ¡ O h ! d o s s o l d a d o s e n el e s t a b l o , - ¡ Y la navaja de afeitar
¡Mi a l m a ! — ¡ O h mi a l m a v e r d a d e r a m e n t e demasiado al abrigo!—
e s t á m e l l a d a ! - P e r o n o l e s h a c a í d o el p r e m i o g o r d o , - Y s o b r e la
¡ Y esos rebaños d e deseos e n un i n v e r n a d e r o , — E s p e r a n d o u n a tem-
lámpara h a y m a n c h a s d e tinta, e t c .
pestad sobre las p r a d e r a s ! — V a m o s h a c i a los más enfermos:—Tie-
nen extrañas e x h a l a c i o n e s . — E n medio de ellos atravieso un cam- P e r o ¿para qué parodiar á Maeterlinck? Su género no
p o d e b a t a l l a c o n m i m a d r e . — E n t i e r r a n á un h e r m a n o d e a r m a s a l admite parodia ninguna, en atención á que llega y a has-
medio día,—Mientras que los centinelas van á comer.—Vamos ta los límites extremos del idiotismo, y no es tampoco
también hacia los más débiles:—Tienen extraños sudores;—He muy digno por parte de un espíritu sano burlarse de un
aquí una novia e n f e r m a , — U n a traición el d o m i n g o — Y niños pe infeliz ente idiota.
q u e ñ o s en la p r i s i ó n . — ( Y m á s lejos, á través del v a p o r ) , — ¿ E s una Algunas poesías de Masteriinck están sencillamente
a g o n i z a n t e á la p u e r t a d e u n a c o c i n a ? — ¿ O u n a h e r m a n a mondan- compuestas de asonancias, puestas las unas junto á las
d o l e g u m b r e s a l p i e d e l l e c h o d e u n i n c u r a b l e ? — V a m o s , e n fin, ha- otras, sin consideración al sentido y á la significación,
cia los más tristes:—(En último lugar, puesto que tienen venenos).
como, por ejemplo, la breve poesía titulada Fastidio:
— ¡ O h mis labios a c e p t a n el b e s o d e un h e r i d o ! — T o d a s las gran-
d e s d a m a s h a n m u e r t o d e h a m b r e , este v e r a n o en las torres de mi L o s p a v o s reales perezosos, los p a v o s reales b l a n c o s han huido,
a l m a ! — ¡ H e a q u í el a m a n e c e r q u e e n t r a e n l a fiesta!—Veo con los — L o s pavos reales b l a n c o s h a n huido el fastidio del despertar;—
o j o s m e d i o cerrados u n a ovejas á lo largo de los muelles—Y hay V e o á los pavos reales blancos, á los pavos reales de hoy,—Los
corazón á mi alma!—¡Y todos los centinelas han muerto en su perezosos, los p a v o s reales de h o y - L l e g a r indolentes al e s t a n q u e
las vírgenes del c o n v e n t o m i r a b a n el paso de los barcos—Sobre Fácilmente se explica la elección de estas palabras:
e l c a n a l , e n u n d í a d e a y u n o y d e s o l . — M i e n t r a s q u e l o s c i s n e s su- encierran casi todas ellas la vocal nasal francesa « j«,> ó
«an» ó «aon» ( e n f r a n c é s paon, ñonclulant, blctnc... cit~ incontestablemente en la imaginación á consecuencia de
teindre indolents... l'étang sans soleil, etc.). Es un caso la lectura de las pueriles baladas de los prerafaelitas, en-
de la forma de ecolalia que no es rara en los dementes; tre las cuales hemos reproducido, como muestra, en un
tal enfermo dice, por ejemplo (en alemán): Mann kann capítulo anterior la de Swinburne; hospitales, canales,
dann ran Mann wann Clan Bann Schwan Hahn, y sigue princesas, tales son los cuadros que se renuevan constan-
mascullando con monotonía esta retahila hasta que se temente, con la obcecación de obsesiones y los solos que
cansa ó hasta que una palabra pronunciada ante él se con- permiten apercibir algunos contornos un poco fijos, en
vierta en punto de partida de una nueva serie de rimas. medio del caos nebuloso del galimatías de Maeterlinck.
L e y e n d o con alguna atención las poesías de Master- Algunas de las poesías de Maeterlinck están escritas
linck, pronto se echa de v e r que las imágenes confusas en la forma poética tradicional; otras, por lo contrario, no
que se suceden revueltas y confundidas, como en un sue- tienen ni medida ni rima 3' consisten en renglones de
ño, están tomadas de un círculo muy restringido de re- prosa de longitud arbitrariamente variable, no á la mane-
presentaciones que encierran una emoción, sea general ra de las poesías libres de Gcethe ó de los Lieder del mar
para todo el mundo, sea especial únicamente para él. del Norte de Enrique Heine, que vogan con un mo-
«Extraño», «viejo», «lejano», son los adjetivos que repi- vimiento rítmico firmemente acusado, sino tan sordas, tan
te de continuo; todos ellos tienen de común que indican traqueteadas y cojas como una enumeración de inventario.
algo v a g o , difícil de reconocer, apartado hasta el hori- Dichas poesías son una imitación servil de las jaculato-
zante extremo, y responde por ende al nebuloso pensar rias de W a l t Whitmann, ese americano loco hacia el cual
místico. Otro adjetivo que hace soñar á Maeterlinck es Mgeterlinck, conformemente á la ley de atracción mutua
«lento»; también produce el mismo efecto sobre los sim- de los dementes entre ellos, tenía necesariamente, que
bolistas franceses, que por esta razón, gustan mucho de sentir simpatía.
él; lo asocian manifiestamente á la representación de los Quisiera hacer aquí algunas observaciones acerca de
movimientos del sacerdote que lee su misal, y evoca en W a l t Whitmann, que es igualmente uno de los ídolos á
ellos las emociones de la f e mística; revelan sin darse los cuales los degenerados 3' los histéricos de ambos mun-
cuenta dicha asociación de ideas, al emplear á menu- dos erigen altares desde hace algún tiempo. Lombroso le ,
do «lento» al lado de «hierático». Mseterlinck sueña ade- coloca expresamente entre los «genios locos» Locó,
más de continuo con hospitales, con sus enfermos y con
todo lo que forma parte de aquéllos (religiosas, medica-
1 Lombroso, Genio y locura, pág. 322: «Walt Whitmann, el poe-
ta de los anglo-americanos modernos y con toda seguridad un g e -
mentos, operaciones quirúrgicas, vendajes, etc.); con ca- nio loco, era tipógrafo, profesor, soldado, ebanista, y durante a l -
nales cubiertos de barcos y de cisnes y con princesas. Los gún tiempo también burócrata, el más extraño de los oficios para
hospitales, así como los canales que constituyen un rasgo un poeta». Lombroso indica con razón este cambio frecuente de
carrera como una de las señales características de la perturbación
del paisaje belga, están quizás ligados á las primeras im- de espíritu. Un admirador francés de Whitmann, Gabriel Sarrasin
presiones de su infancia y producen en él, por esta razón, {El renacimiento de la poesía inglesa, 1798-1889, París, 1889, p á g i -
emociones. Pero las princesas encerradas en.torres, que na 270, nota), a-tenúa en los térmihos siguientes esta prueba de ins-
tabilidad y de debilidad de voluntad orgánicas: «Esta facilidad
padecen hambre, vagando á la aventura, chapoteando á americana para pasar de un oficio á otro choca con nuestras viejas
través de los charcos y pantanos, etc., sé le han quedado preocupaciones de Europa y nuestra arraigada veneración por las
W a l t Whitmann lo estaba sin duda alguna; pero ¿qué bía creído, yo ignoraba que hubiese en mí tanta infinita
fuese un genio? Eso seria difícil de probar. Era un v a g a - bondad... El que reniega de mí no me produce ningún
bundo y un infame libertino, y sus poesías contienen ex- pesar; aquel ó aquella que me reconoce será bendito y
plosiones de erotomanía como apenas si se encuentra otro me bendecirá». Padece de locura mística y exclama:
ejemplo de igual impudor ingenuo en la literatura que « T e n g o el sentimiento de todo, soy todo y creo en todo.
lleve un nombre de autor debe precisamente su repu- Creo que el materialismo es verdad y que verdad también
tación á esas poesías bestialmente sensuales que han co- es el espiritualismo; no rechazo nada». Y en otro pasaje
menzado por atraer sobre él la atención de todos los in- aún más característico: « ¡Santa spirita! (sic). Soplo,
decentes americanos. P a d e c e locura moral y es incapaz vida, más allá de la luz, más ligero que la luz, más
de distinguir entre el bien y el mal, la virtud y el vicio. allá de las llamas del infierno, alegre, saltando lige-
« T a l es la profunda doctrina de 'la impresionabilidad», ramente por encima del infierno, más allá del paraíso,
dice en un pasaje: «ni preferencias ni exclusión. El perfumado no más que con mi perfume, comprendiendo
negro de crespa cabellera, el salteador de caminos, el toda vida sobre la tierra, alcanzando y comprendiendo á
enfermo, el ignorante, de nadie se r e n i e g a . » . Y en otro Dios, comprendiendo al Salvador y á Satán, penetrándo-
sitio declara que « ama con el mismo amor al asesino y al lo todo (puesto que ¿qué sería todo, qué sería Dios sin mí?),
ladrón, que al hombre piadoso y bueno ». Un americano esencia de las formas, vida de las entidades reales, vida
que disparata, W . D . O ' C o n n o r , le ha llamado por esta del gran globo redondo del sol y de las estrellas y del hom-
razón the good grey Poet (el buen viejo poeta). P e r o sabe- bre, y o , el alma universal... » En sus poesías patrióticas
mos que esta « bondad », que es en realidad obtusión mo- adula á esa corrompida democracia adinerada ameri-
ral y sensiblería enfermiza, acompaña frecuentemente á cana que compra el sufragio, soborna á los funciona-
la degeneración y se manifiesta hasta en los más crueles rios y abusa del poder, y se arrastra ante la petulan-
asesinos, en Ravachol, por ejemplo. W a l t Whitmann pa- cia 3'anqui la más arrogante. En sus poesías guerre-
dece de locura de las grandezas y dice de sí mismo: « Des- ras, las célebres Drum Taps (Redobles de tambor),
de este instante, decreto que mi ser está emancipado de lo que se nota sobre todo, es el baturrillo fanfarrón
todas las barreras y límites: voy adonde quiero, amo in- y el énfasis huero; sus trozos puramente líricos con sus
discutido y absoluto de mí mismo. Respiro profundamente ¡oh! y sus ¡ah! extáticos, sus frases dulzonas de flores,
en el espacio. Míos son el Este y el Oeste; míos el Norte praderas, primavera y sol, recuerdan los versos más ári-
y el Sur; soy más grande y mejor de lo que y o mismo ha- dos, más dulzones }7 más endebluchos de nuestro viejo
Gessner, felizmente enterrado y olvidado. Como hombre,
W a l t Whitmann ofrece una semejanza sorprendente con
carreras jerárquicas, burocráticas y rutinarias. P e r m a n e c e m o s en
Paul Verlaine, con el cual participaba de todos los estig-
este respecto, c o m o en tantos otros, esencialmente estrechos y n o
l l e g a m o s á c o m p r e n d e r q u e la v a r i e d a d d e las aptitudes d a al hom- mas de degeneración, del género de destino, y cosa asom -
b r e un valor social m u c h o m á s grande.» E s t e es d e t o d o punto el brosa, hasta de la anquilosis reumática. Como poeta, ha
p r o c e d i m i e n t o d e l c h a r l a t á n e s t é t i c o q u e e n c u e n t r a p a r a c a d a he-
c h o q u e n o c o m p r e n d e frases m u y bonitas c o n a y u d a d e las cua-.
renunciado á la estrofa adoptada, por ser demasiado difí-
l e s lo e x p l i c a y j u s t i f i c a f o d o á su p r o p i a s a t i s f a c c i ó n . cil; á la medida y á la rima, por ser demasiado dificulto-
1 W a l t W h i t m a n n , Leaves of Grass. A new edition. Glasgow, sas; ha dado carrera á su fuga de ideas emotivas con excla-
1884.
mariones histéricas á las cuales la definición de «prosa bolistas, titula la lista de sus personajes, son los siguien-
que se ha vuelto loca» conviene muchísimo mejor que á tes: Hjalmar, rey de una parte de Holanda; Marcellus, rey
los apreciables hexámetros regulares de Klopstock. El pa- de otra parte de Holanda; el príncipe Hjalmar, hijo del
ralelismo de los salmos y el estilo eruptivo de Jeremías rey Hjalmar; el pequeño Alian, hijo de la reina A n a ;
parecen haberle, sin é. saberlo, servido de modelos. He- A n g u s , amigo del príncipe Hjalmar; Stefano y V a n o x , ofi-
mos tenido en el siglo anterior (el x v i n ) las Paramytias ciales de Marcellus ; A n a , reina de la Jutlandia; G o d e l i v a ,
de Herder y la insoportable «prosa poética» de Gessner mujer del rey Marcellus; la princesa Maleina, hija de Mar-
y a mencionado; no ha tardado mucho nuestro gusto sano cellus y de Godeliva; la princesa Uglvana, hija de la rei-
en hacernos reconocer todo lo que hay de poco artístico y na Ana. A estos se añaden todos los muñecos articulados
de retrógrado en ese estilo informe desde hace un siglo y las figurillas de cartón conocidas, entresacadas de los
esa aberración del gusto no ha encontrado entre nosotros rincones más polvorientos de los viejos desvanes románti-
un solo imitador. Los admiradores histéricos de W a l t cos: un loco, tres pobres, dos viejos labriegos, señores--
Whitmann elogian, por lo contrario, en él como «lo por- peregrinos, un lisiado amputado de las dos piernas, men-
venir » este retroceso á una moda rancia, y v e n una in- digos, vagabundos, una vieja, siete beatas (¡el número
vención de genio en lo que no es más que la incapacidad místico!), etc.
de un trabajo metódico. No obstante, es de interés seña-
Hay que notar los nombres, que Mseterlinck da á sus
lar que dos personalidades tan diferentes como Ricardo
figuras; en su calidad de Flamenco, sabe perfectamente
W a g n e r y W a l t Whitmann han llegado, en terrenos dis-
que Hjalmar no es un nombre holandés, sino escandina-
tintos, bajo la coacción de los mismos motivos, al mismo
vo, y que A n g u s es un nombré escocés. Pero comete esta
objetivo: aquél á la «melodía infinita», que no es 3'a una
confusión de propósito deliberado, para borrar de nuevo
melodía; éste, á versos que no son y a versos; uno y otro
los contornos precisos con los cuales parece limitar á sus
por consecuencia de su impotencia para someter su pen-
personajes al calificarlos de «reyes de Holanda» para
samiento caprichosamente vacilante al y u g o de esas re-
despegarlos de nuevo del suelo firme sobre el cual aparen-
glas que rigen la melodía «finita», como también el ver-
ta colocarlos, para suprimir las coordenadas que les asig-
so lírico provisto de medida y de rima.
nan un sitio determinado en el espacio y en el tiempo;
A s í pues, Maeterlinck ha imitado servilmente en sus tienen que ir vestidos, tener nombres y ocupar un rango
poesías al loco W a l t W h i t m a n n , exagerando todavía sus humano, y no ser sin embargo al mismo tiempo más que
absurdos. A d e m á s de las poesías señaladas, ha escrito sombras y nubes.
también cosas que no hay más remedio que llamar dra- El rey Hjalmar llega con el príncipe Hjalmar al casti-
mas, puesto que están vaciadas en forma de diálogo. El llo del rey Marcellus, á fin de pedir para el príncipe la
más conocido de estos dramas es La princesa Maleina 1. mano de la princesa Maleina; los dos jóvenes se ven por
Las dramatis personce, como el autor, fiel en esto al primera v e z y sólo durante unos momentos, pero se ena-
uso romántico-místico d é l o s prerafaelitas y de las sim- moran en seguida el uno del otro. En el banquete en ho-
nor del rey surge una disputa, acerca de la cual nada se
1 Mauricio Masterlinck, La princesa Maleina, 10.a (!) edición, nos dice; el rey Hjalmar, gravemente ofendido, jura v e n -
Bruselas, 1890. garse y abandona encolerizado el castillo. En el entre-
acto Hjalmar lleva la guerra al reino de Marcellus, le mata Maleina pone obstáculo á esta cita, diciendo á U g l y a n a
á él y á su mujer Godeliva y arrasa su castillo y su ciu- que se viste y se adorna suntuosamente, que el príncipe
dad. L a princesa Maleina y su nodriza han sido, con mo- Hjalmar se ha ido al bosque y no vendrá; luego después,
tivo de la g u e r r a — c ó m o , por qué y por quién, nadie nos va ella misma al parque y se da conocer á Hjalmar, que
lo dice—enmuradas en una cámara abovedada en una llega puntualmente. Hjalmar la lleva á presencia de
torre; pero la nodriza consigue, al cabo de tres días de su padre, que la saluda como á su nuera futura, y y a no
trabajo, arrancar con sus uñas una piedra de la muralla y v u e l v e más á tratarse de los esponsales de Hjalmar con
las dos mujeres huyen lejos de allí. U g l y a n a . L a reina A n a resuelve deshacerse de la que le
Como Maleina ama á Hjalmar y no puede olvidarlo, estorba; afecta, con respecto á ella, amistad, y la asigna
emprenden el camino hacia el castillo de su padre; allí, una hermosa habitación en el castillo; luego, durante la
v a n mal las cosas; allí v i v e la reina A n a de la Jutlandia noche, obliga al r e y , que resiste mucho tiempo, á pené-
que, arrojada del trono por sus súbditos, ha encontrado al trar con ella en la cámara de Maleina, á la cual pasa un
lado del rey Hjalmar, con su hija adulta U g l y a n a y su lazo al pescuezo y la extrangula. Este acto va acompaña-
hijo pequeño Alian (aquí también un danés ha recibido do de signos y de prodigios: una ventana se abre brusca-
sistemáticamente un nombre escocés) una acogida hospi- mente empujada por una ráfaga de viento, un cometa
talaria. L a reina A n a ha sorbido el seso al anciano Hjal- aparece en el cielo, un ala del castillo se hunde, un bos-
mar; se ha hecho su querida, le domina por completo y le que se incendia, un cisne cae muerto, herido por una
perturba en cuerpo y en alma. Quiere que el hijo de Hjal- mano invisible, etc.
mar se case con su hija. Hjalmar está desesperado por A l día siguiente, por la mañana, descubren el cadáver
las flaquezas de su padre; execra á su madre política de de la princesa Maleina. El rey Hjalmar, que la noche del
la mano izquierda y se estremece al pensar en su matri- asesinato ha privado del último resto de s u razón, descu-
monio con Uglyana. C r e e que Malenia h a encontrado la bre el secreto del crimen; entonces, el príncipe Hjalmar
muerte á la vez que sus padres, durante la guerra, pero da de puñaladas á la reina Ana y se hunde en seguida el
sin embargo no puede olvidarla. puñal en el pecho. Después de lo cual, el drama conclu-
Maleina, mientras tanto, ha atravesado con su nodriza y e de este modo:
una especie de bosque encantado y de aldea incompren-
sible, donde tiene una serie de encuentros y de conver- La Nodriza.—¡Venid, mi i n f o r t u n a d o s e ñ o r !
El Rey.—¡Dios mío, D i o s mío!; a h o r a ella espera en l o s m u e -
saciones extrañas con mendigos, vagabundos, labriegos,
lles del infierno.
y viejas, y llega al castillo de Hjalmar donde nadie la co
La Nodriza.—¡Venid! ¡Venid!
noce, pero en donde sin embargo no tarda en conver
El Rey.—¿Hay alguien aquí que tenga miedo de la maldición
tirse en dama de honor de la princesa U g l y a n a .
d e los muertos?
En esto una noche, el príncipe Hjalmar se decide á en- Angus.—Sí, señor; yo...
tablar relaciones con U g l y a n a , y le da con este objeto El Rey.—Pues bien; cerrad los ojos entonces y vámo-
una cita nocturna en el parque del castillo; no una cita nos.
secreta, sino en cierto modo oficial, una cita de espon- La Nodriza.—¡Sí, sí! ¡ V e n i d ! ¡ V e n i d !
sales consentida por su padre y por la madre de ella. Fl Rey.—¡Voy, v o y ! ¡ O h , oh! ¡ Q u é solo v o y á estar a h o r a ! — ¡ Y
heme aquí en la desgracia hasta los ojos! ¡A los setenta y siete
Stéfano.—Por la altura de la luna deben s e r l a s doce.
a ñ o s ? ¿ P e r o d ó n d e estáis? Vanox.—Me p a r e c e que v a á l l o v e r » .
La Nodriza.—¡Aquí, aquí! Compárese con la primera escena del Hamlet:
El Rey.—i N o me guardaréis r e n c o r ? — V a m o s á a l m o r z a r ; ¿ha- « U n terrado delante del castillo. (Francisco está de
brá e n s a l a d a ? — Q u i s i e r a un p o c o de ensalada... centinela, Bernardo sale á su encuentro) . . .
La Nodriza.—Sí, sí; h a b r á e n s a l a d a . Francisco.—Llegáis á la hora justa.
El Rey.—No sé p o r q u é e s t o y un p o c o triste hoy.—¡Dios mío, Bernardo.—Acaban de dar las doce. . .
Dios mío! ¡Qué aspecto tan d e s g r a c i a d o tienen los muertos!... (Sale Francisco.—Hace un frío p i c a n t e y estoy transido
con la nodriza.) . , ha,sta.el tuétano ».
Angus.— ¡Otra n o c h e como ésta, y n o s volveremos canos del
S e podría de este modo referirlo todo, escena por
todo. (Salen lodos, excepto las siete beatas que entonan el MISERERE,
e s c e n a , palabra por palabra, si la cosa valiera ese traba-
transportando los cadáveres sobre el lecho; las camparías dejan de to-
jo, á a l g ú n p a s a j e de S h a k e s p e a r e que h a servido de
car; se oyen afuera los ruiseñores; un gallo salta sobre la barandilla
modelo.
de la ventana y canta.')
Hallamos s u c e s i v a m e n t e en La Princesa Maleina, la
descripción de la terrible n o c h e de tempestad de Jidio
C u a n d o uno comienza á leer este drama se queda pa-
César (acto i.°, e s c e n a III); el episodio del Rey Lear, en
rado y se p r e g u n t a á sí mismo: ¿Por qué me p a r e c e todo
el castillo de A l b a n y (acto l.°, e s c e n a V I : «Lear.—No
esto tan conocido? ¿Qué es lo que esto me r e c u e r d a ? — A l
quiero esperar el almuerzo ni un momento más. V e y
cabo de algunas páginas, la claridad se h a c e de pronto:
tráemelo...»); la e s c e n a nocturna de Macbeth, en la cual
¡todo esto es una e s p e c i e de c e n t ó n de S h a k e s p e a r e !
lady Macbeth insta á su esposo para que cometa el
Una por una las figuras, las escenas, cada expresión a l g o
asesinato; el triple «¡oh!, ¡oh!, ¡oh! » de O t e l o , que en la
esencial! El rey Hjalmar e s un compuesto del rey L e a r y
obra de Masterlinck lanza la reina A n a ; las conversacio-
de Macbeth: del r e y L e a r por su locura y por la m a n e r a
nes de Hamlet con Horacio, etc. L a muerte de la prince-
cómo se manifiesta, de M a c b e t h por su participación en
sa Maleina ha sido inspirada á la v e z por el recuerdo de
el asesinato de la princesa Maleina; la reina A n a es u n
D e s d é m o n a y el de la p r i n c e s a Cordelia que f u é a h o r c a -
>zurcido de lady M a c b e t h y de la reina Gertrudis; el prín-
da. T o d o ello está, á la v e r d a d , revuelto de la inanera
cipe Hjalmar es sin duda a l g u n a Hamlet, con sus dis-
más alocada y á menudo desfigurado hasta ser difícil de
cursos obscuros, sus profundas alusiones y su lucha in-
reconocer, ó bien tomado del r e v é s ; pero, sin e m b a r g o ,
terior entre sus d e b e r e s de hijo y la moralidad; la nodriza
con un poco de a t e n c i ó n se reconoce perfectamente.
e s la de Julieta, A n g u s es Horacio, V a n o x y Stéfano son
R o s e n k r a n z y Guldenstern, con aleaciones de Marcellus Imagínese el lector á un niño, en la edad e n que ape-
y de Bernardo (en Hamlet), y todas las. figuras a c c e s o - nas si puede aún s e g u i r la c o n v e r s a c i ó n de personas m a y o -
rias: el loco, el médico, los cortesanos, etc., tienen la fiso- res, y en c u y a presencia h u b i e r a n representado ó leído
nomía de las figuras shakesperic.nas. Hamlet, El Rey Lear, Macbeth, Romeo y Julieta, Ricar-
do II, y el cual, de v u e l t a en el c u a r t o de sus hermanitos
El drama empieza del modo siguiente:
y hermanitas pequeñas,J.es contara á su modo lo que había
«Los jardines del c a s t i l l o . — ( E n t r a n Stéfano y Vanox.)
oído. Así es cómo se tendrá una idea e x a c t a de La Prin-
Vanox.—¿Qué hora es?
cesa Maleina. Masterlinck se ha atiborrado el estómago Malema.—¡Sí, señor!
Marcellus. «¡Sí, señor!» ¡Ah, demonios de las tempestades!
de Shakespeare y devuelve los pedazos sin digerir, pero
¡Lo confiesa cínicamente y se atreve á gritármelo sin pudor! ¡ N o
transformados de una manera repugnante, y con un co-
ha visto á H j a l m a r más que una vez, durante una sola tarde, y ahí
mienzo de descomposición pútrida. Esta imagen no es
l a t e n é i s a b r a s a d a c o m o el i n f i e r n o 1
muy apetitosa, pero es la sola que puede dar una idea
Godeliva.—¡ Señor!...
clara del procesus intelectual que se produce cuando de- Marcellus— ¡ C a l l a d ! « ¡ S í , señor! » ¡Y no tiene quince años to.
generados hacen l o q u e ellos llaman «crear»; leen con davía! ¡Ah, es c o s a p a r a m a t a r l a a h o r a mismo!
avidez, reciben, por consecuencia de su emotividad, una Godeliva.—¡Señor!
impresión muy fuerte que les persigue con el p o d é / de La Nodriza.—¿Pero es que no puede amar como otra cual-
una obsesión y no recobran la tranquilidad mientras no quiera? ¿Va vuestra m a j e s t a d á p o n e r l a d e b a j o d e un fanal? ¿Es esa
han devuelto, parodiándolo por lo demás lastimosamen- razón para gritar á v o c e s contra u n a niña? ¡ N o h a hecho n a d a m a l o !
te, lo que han leído. Sus obras semejan dé ese modo á Marcellus.—¡Ah, n o ha hecha nada m a l o ! — Y lo primero, cá-
esas monedas de los Bárbaros, que imitan los modelos llese usted; y p r o b a b l e m e n t e es á c a u s a de sus i n s t i g a c i o n e s d e e n -
trometedora...
romanos y griegos, pero que sin embargo revelan que
Godeliva.—¡Señor!
sus confeccionadores no podían leer y no comprendían
La. Nodriza.—¡Entremetedora!, ¡yo e n t r e m e t e d o r a !
las letras y los símbolos que torpemente copiaban.
Marcellus.—¡Me d e j a r é i s h a b l a r , e n fin! ¡ M a r c h á o s ! ¡Marcháos
La Princesa Maleina de Meeterlinck, es una antología las dos! ¡Oh, y a sé p e r f e c t a m e n t e q u e estáis de acuerdo, y que de
shakesperiana para uso de niños ó de habitantes de la h o y m á s l a e r a d e las i n t r i g a s e s t á a b i e r t a ; pero, esperad!... Malei-
Tierra de F u e g o . Las figuras del gran inglés se han con- n a , h a y q u e ser r a z o n a b l e . , ¿ M e p r o m e t e s s e r r a z o n a b l e ?
vertido en papeles para los artistas del teatro de pa- Maleina.—Sí, señor.
rodia; todavía recuerdan aproximadamente las actitudes Marcellus.—¡Ah! ¡Ves! ¿pues e n t o n c e s n o pensarás más en ese
y los movimientos de las personas que imitan, pero no matrimonio?
palabras coherentes y sensatas. He aquí algunos ejem- Marcellus.—i Sí?—¿Es decir que vas á olvidar á Hjalmar?
Maleina.—No.
plos de la conversación de los personajes de M<eterlinck.
Marcellus. — ¿ T o d a v í a no renuncias á Hjalmar?
El rey Marcellus trata (acto i . ° , escena II) de disuadir
Maleina.—No.
á la princesa Maleina de su amor hacia Hjalmar,y la h a - Marcellus.—¿Y si y o t e o b l i g o á q u é r e n u n c i e s ? ¿y si te encie-
bla de este modo: r r o ? ¿y si t e s e p a r o p a r a s i e m p r e d e tu Hjalmar con su c a r i t a d e
d o n c e l l a ? — ¿ Q u é d i c e s ? — ( M a l e i n a llora.) ¡ A h , es a s í ! — ¡ M á r c h a t e ;
Maleina.— ¿Señor?
H e aquí ahora la escena del segundo acto en que Ma-
Marcellus.—i N o comprendes?
leina y Hjalmar se encuentran en el parque sombrío del
Maleina.—Qué, Señor?
castillo.
Marcellus.—Me. prometes olvidar á Hjalmar?
Maleina.—¡Señor!... Hjalmar.—¡Venid!...
Marcellus.—¿Qué dices?—¿Amas aún á Hjalmar? Maleina.—Todavía no.
Y después de otras cuantas frases por el mismo es-
Hjalmar.—¡Uglyan a, Uglyana! (La abraza; eu este 'momento el
tilo:
surtidor de agua, agitado por el viento, se tuerce y viene á caer sobre,
ellos.)
Hjalmar.—±En qué pensáis?
Maleina.—¡Oh! ¿qué h a b é i s h e c h o ?
Maleina.—Estoy triste.
Hjalmar.—¡Es el s u r t i d o r !
Hjahnar. ¿ E s t á i s triste? ¿ E n q u é p e n s á i s , U g l y a n a ?
Maleina.—¡Oh, oh!
Maleina. — P i e n s o en la princesa Maleina.
Hjalmar.—Es el viento.
Hjalmar.—¿Cómo? ¿ Q u é decís?
Maleina.—¡Tengo miedo!
Maleina.—Pienso en la princesa Maleina.
Hjalmar.—No penseis más en esto; vámonos más lejos. No
Hjahnar.—¿Conocéis á la princesa Maleina?
p e n s e m o s m á s en eso. ¡ A h , ah, ah! E s t o y m o j a d o d e arriba abajo.
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina— H a y aquí alguien que llora.
Hjalmar. —¿Qué?
Hjalmar.—¿Alguien que llora aquí?
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina— ¡Tengo miedo!
Hjalmar.—¿No sois U g l y a n a ?
Hjalmar.—:Pero n o oís q u e es el viento?
Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
Maleina.—¿Pero q u é es l o q u e son t o d o s esos ojos encima dé Hjalmar.—¡Sois la p r i n c e s a M a l e i n a ! ¡Sois l a p r i n c e s a M a l e i n a !
los árboles? ¡ P e r o si h a m u e r t o !
Hjalmar.—¿Pero, en dónde? ¡Oh, son los b u h o s que han vuelto! Maleina.—Yo soy la princesa Maleina.
V o y á e c h a r l o s d e a h í . (Los arroja puñados de tierra.) ¡Fuera! ¡Fuera!
Maleina.—Hay uno que no quiere marcharse. ¿Hase visto nunca, en no imp.orta qué obra poética de
Hjalmar.—¿ D ó n d e está? ambos mundos, idiotas más completos? Esos «¡ah!» y esos-
Maleina— S o b r e el s a u c e l l o r ó n . « ¡oh!»; esa manera de no comprender ni una palabra de
Hjalmar.—¡ Fuera! las observaciones más sencillas; esa repetición cuádruple
Maleina — N o se va.
ó quíntuple de las mismas expresiones estúpidas, dan un
Hjalmar.—¡Fuera! ¡Fuera! (Le arroja tierra.)
cuadro clínico de los más fieles de un incurable cretinis-
Maleina.—¡Oh, habéis arrojado tierra sobre mí!
mo. Y esos son precisamente los pasajes que más elogian
Hjalmar.—¿Os h e a r r o j a d o tierra?
los admiradores de Meeterlinck; en su opinión, todo ello
Maleina.—Sí, ha caido sobre mí.
está hecho con un objeto profundamente artístico. Un l e c -
Hjalmar. — ¡ , 0 h , mi p o b r e U g l y a n a !
Maleina. - ¡Tengo miedo?
tor sano no creerá ni una sílaba; los personajes estúpidos
Hjalmar.—¿Tenéis m i e d o á mi l a d o ? de Meeterlinck no dicen nada, porque nada tienen que
Maleina.—Hay ahí l l a m a s entre los árboles. decir; su creador no ha podido ponerles una sola idea en
Hjalmar.—No es nada;-son relámpagos; ha hecho mucho sus cráneos vacíos, porque él mismo rio tiene ni una sola.
calor hoy. No soriseres humanos que piensan y hablan los que se
Maleina.—\Tengo m i e d o ! ¡Oh! ¿ Q u é es lo que r e m u e v e l a tierra
agitan en su drama, sino renacuajos y babosas considera-
en t o r n o nuestro?
blemente más estúpidas que las pulgas sabias que énse-
Hjalmar.—No es n a d a ; es un t o p o , u n p o b r e c i t o t o p o que está
ñan en las ferias.
trabajando.
( l E l t o p o d e Tlandet! S a l u d e m o s á este c o n o c i d o . ) Por otra parte, no todo es fantasía seudo-shakespeá-
Maleina.—\Tengo miedo!... riana en La princesa Maleina. Las «siete beatas», por
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ejemplo, pertenecen á Masterlinck; es una invención que súbitamente sin proferir una sola palabra; los c i e g o s , á
d e j a estupefacto; no cesa un momento de vérselas evolu- lo primero, no se enteran de nada; por fin, empiezan á
cionar en una fila loca, una detrás de otra, á través del dra- inquietarse, v a n á tientas en torno suyo y encuentran el
ma, deslizarse como serpientes, salmodiando cánticos, á c a d á v e r y a frío; establecen, valiéndose de preguntas r e -
través de todos los cuartos y corredores del castillo, en el cíprocas, que el difunto era su g u í a , y se quedan enton-
patio, el parque, el bosque, dando vueltas de improviso c e s aguardando, sumidos en la más terrible desesperación,
en medio de'las escenas, entrando al galope en la escena, la muerte de hambre y de frío, puesto que esta linda his-
saliendo po¿r el lado opuesto, sin que se comprenda jamás toria se desarrolla en medio de una isla s a l v a j e , situada allá
de dónde v i e n e n , adónde van, porqué andan por el tea- en las alturas e n el Norte; entre el bosque y el asilo hay
tro; son una obsesión v i v a que se m e z c l a sin que se pueda u n río que es imposible atravesar sin pasar por un puente
impedirlo en todos los incidentes del drama. Hallamos, á que los ciegos no p u e d e n encontrar, faltós de un g u í a que
mayor abundamiento, aquí todos los tics y resabios inte- v e a . Q u e en el asilo, donde h a y t a m b i é n — e x p r e s a m e n t e
lectuales que hemos, observado en Invernaderos (Serres) se m e n c i o n a — h e r m a n a s de la caridad, no se note el largo
calientes. L a misma princesa Maleina es la encarnación de retraso de todos los ciegos y no se envíe á alguien en su
as princesas hambrientas,- enfermas, errantes por las pra- busca, es cosa que ni Mseterlink, ni ninguno de sus cie-
deras que aparecen e n las poesías de Maeterlinck, y tienen g o s inconsolables, admiten como posible. S u p o n g o que el
sin duda alguna, por madre á La Hija del Rey de la balada lector no espera que y o pierda el tiempo e n demostrar lo
de Swinburne. T a m b i é n los canales representan su papel absurdo del punto de partida de estos dos dramas, ni que
(P. 27: « ¡ Y su mirada!... ¡se sentía uno de r e p e n t e como después de estas muestras, cuente y diseque también otros
si estuviera en un canal de a g u a fresca! » (P. 1 i-o: « Hemos dos dramas del autor, Las siete Princesas (¡sieté! ¡natural-
ido á ver los molinos de viento á lo largo del canal»), y mente!) y Pelléas y Melisandro.
de enfermos y de enfermedad se habla casi en cada pági-
La Intrusa ha sido traducida en muchas lenguas y r e -
na. (P. 110: «Ana.—Yo también h e estado enferma. El
presentada en varias ciudades: en V i e n a , se han reído de
Rey. T o d o el mundo está enfermo al l l e g a r aquí. Hjalmar•
semejante estupidez; en París y en Londres, han meneado
— H a y muchos enfermos en la aldea»).
la cabeza; en C o p e n h a g u e , un público de apreciadores de
A d e m á s de La princesa Maleina, Mceterlinck ha escrito la poesía del «porvenir», ha sido conmovido, seducido,
algunos otros dramas. U n o de ellos, La Intrusa, trata de entusiasmado. A h í tenemos una acogida tan característica
este asunto: la muerte penetra h a c i a media noche, en una como el drama mismo, de la histeria de la época.
casa d nde se encuentra una mujer g r a v é m e n t e enferma,
E s también excesivamente curiosa é instructiva la his-
atraviesa el jardín, dejando oir sus pasos, corta primero
toria de la celebridad de Meeterlinck. Este deplorable in-
con su g u a d a ñ a unas cuantas matas de y e r b a delante de
válido intelectual v e g e t a b a hacía años en un rincón en
la c a s a , como por v í a de ejercicio, llama luego á la puer-
G a n t e , sin que ni aun los simbolistas belgas, que dan to-
ta, la e c h a abajo porque no la quieren abrir, y se apo-
davía cruz y r a y a á los simbolistas franceses, le prestaran
dera de su víctima. En el otro drama, Los Ciegos, se nos
la más ligera atención; en cuanto al gran público, nadie
muestra á unos cuantos acogidos de un asilo de ciegos con-
sospechaba la existencia de Mceterlinck. He. aquí que un
ducidos á un bosque por un v i e j o sacerdote. Este muere
día cualquiera, en 1890, sus escritos c a y e r o n por casuali-
dad en manos del excelente novelista francés Octavio No tardó en encontrarse por todas partes apóstoles que
Mirbeau. Los leyó, y fuera que quisiera bromearse con se encargaron de anunciar, explicar, ensalzar al nuevo
todo aparato de sus contemporáneos, fuera que obedeciese maestro. Entre los agigolos» de la crítica que tienen á
á alguna impulsión enfermiza, publicó en El Fígaro un orgullo adoptar los primeros, y hasta si les apuran pre-
artículo de una exuberancia inaudita, en^el cual presen- sentir—ya se trate del color y de la forma de las corbatas
taba á Meeteríinck como el poeta más radioso, más subli- ó de las manifestaciones literarias—las modas más fla-
me, más emocionante que los tres últimos siglos hubiesen mantes, la moda de mañana, entre estos «gigolos » críti-
producido, y le asignaba un sitio al lado y hasta por en- cos se empeñó una verdadera lucha de emulación por ver
cima de Shakespeare. Y entonces el mundo fué testigo de quién superaría á quién en la deificación de Mseterlinck,
uno de los ejemplos de sugestión más extraordinarios y dando este resultado: que desde la sugestión de Mirbeau
más probantes. Los cien mil lectores ricos é ilustrados á se han publicado diez ediciones de La princesa Máleina,
los cuales se dirige El Fígaro, adoptaron inmediatamente y que Los Ciegos y La Intrusa han sido representados en
la manera de v e r que les había imperiosamente impuesto varias partes.
Mirbeau; vieron en seguida á Masterlinck con los ojos de Conocemos ahora las diferentes formas bajo las cuales
Mirbeau; encontraron en él todas las bellezas que Mirbeau el misticismo de la degeneración se manifiesta en la lite-
afirmaba encontrar. F u é la repetición rasgo por rasgo del ratura contemporánea. L a magia de un Guaita y de un
cuento de Andersen, relativo á los trajes invisibles del Papus, la androginia de un Peladan, la anxiomanía de un
rey; no existían tales trajes, pero toda la corte los veía; Rollinat, la chochez idiota de un Mseterlinck, pueden ser
los unos se imaginaban ver realmente aquellos soberbios consideradas como sus aberraciones culminantes. No pue-
trajes ausentes; los otros no los veían, pero se frotaban do por lo menos imaginarme que fuese posible al misti-
los ojos hásta que llegaban por lo menos á dudar si los cismo sobrepujar, ni aun del espesor de un cabello, estos
veían ó no; otros, en fin, no lograban hacerse ilusiones á puntos extremos, sin que los histéricos, los papanatas y
sí mismos, pero no se atrevían á contradecir á los demás. los snobs de modernismo, un poco capaces todavía de
Así es cómo por la gracia de Mirbeau, Masterlinck se con- discernimiento, reconociesen ellos mismos en ese misti-
virtió en un periquete en un gran poeta, un poeta del cismo una profunda y completa caída en las tinieblas in-
«porvenir». Mirbeau había dado también citas que podían telectuales.
bastar á un lector no histérico, no irresistiblemente entre-
gado á la sugestión, para ver en Mgeterlinck lo que era
realmente: un plagiario débil de espíritu; pero precisa-
mente dichas citas arrancaron al público del Fígaro
gritos de admiración, dado que Mirbeau las había indi-
FIN DEL TOMO PRIMERO
cado como bellezas de prinjer orden, y sabemos y a que
una afirmación imperiosa basta para hacer que los hipno-
tizados coman patatas crudas creyendo comer naranjas,
ó para convencerles de que ellos mismos son perros ó
cualesquiera otros cuadrúpedos.
INDieE DEL TOM© PRIMER©
Páginas.
Max Nordau v
Dedicatoria-Prólogo del autor.. XVII
LIBRO PRIMERO
FIN D E SIGLO
LIBRO SEGUNDO
EL MISTICISMO
Fe de Erratas 377
Erratas que se han advertido en el tomo primero
Página. Linea. Dice. Léase.