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C l á s ic o s d e B o l s i l l o

D F ed o r

Diario
d ein
Escritor
Selección, prólogo y notas:
D a v id Land esm an

longseller
F ed o r D ostoïevski

Prólogo
La mayoría de los lectores de las famosas
novelas de Fedor Dostoievski muy probable­
mente desconocen su inmensa obra periodísti­
ca, desarrollada a lo largo de toda su vida en
Traducción: Mario Alarcón
Tapa: Javier Saboredo distintas revistas rusas, y de su amplísima co­
Corrección: Delia N. Arrizabalaga rrespondencia con familiares, editores y amigos.
Diagramación: Prema

ER R E P A R S.A. En 1874, a beneficio de las víctimas de


Avenida San Juan 960 - (1147) Buenos Aires una hambruna en la región de Samara, se
República Argentina
Tel.: 4300-0549 - 4300-5142 editó la primera versión de D iario de un escri­
Fax: (5411) 4307-9541 - (5411) 4300-0951 tor, que en sus más de mil páginas incluía
Internet: www.errepar.com
E-mai 1: 1ibros@errepar.com todos los trabajos de no ficción publicados
por Dostoievski hasta entonces.
ISB N 950-739-854-6

Queda hecho el depósito que marca la ley 11723 Los textos que integran el conjunto de
Impreso y hecho en la Argentina
esta obra abarcan una increíble variedad de
Printed in Argentina
temas: desde comentarios sobre pintura y lite­
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño
ratura hasta el análisis meticuloso de la co­
de la tapa, puede ser reproducida, almacenada o
transmitida de manera alguna ni por ningún medio, yuntura política, de los aguafuertes a la cróni­
ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación
ca policial, de la observación social a la auto­
o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
biografía más pura, de las concepciones mo­
Esta edición se terminó de imprimir en los talleres de Errepar,
rales al debate con lectores complacidos o in­
en Buenos Aires, República Argentina,
en el mes de abril de 2000. dignados por las columnas del autor.

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F ed o r D osto ïevski P r ó lo g o

En ellos, Dostoievski da rienda suelta a su mí me acosan los acreedores; amenazan con


pluma torrentosa, que lo hace capaz de escri­ encarcelarme".
bir miles de líneas a partir de un comentario o
de una mera observación en la calle. Uno de
los mayores atractivos reside en que nos per­ Vida y Obra
mite apreciar la labor de un gran periodista, tra­
bajando contra reloj y contra censura, día tras Dostoievski nació en 1821, en Moscú. El
día, en publicaciones periódicas de la época. trabajo de su padre, médico militar, lo llevó a
Además, podemos apreciar el "método" del conocer desde muy temprano a las "pobres
Dostoievski escritor, el laboratorio de su narra­ gentes" cuyas existencias miserables y sin
tiva, la construcción del edificio literario con sentido darían vida a los personajes de todos
cimientos anclados en hechos de la realidad y sus libros. Su propia infancia fue bastante des­
en la propia vida del autor. graciada, debido al carácter de su padre, un
hombre que distintos biógrafos han calificado
No es muy diferente la labor del Dos­ de: insociable, duro, irascible, insolente, ava­
toievski periodista a la del Dostoievski escri­ ro y alcohólico.
tor, en cuanto a disponibilidad de recursos de
dinero y tiempo, siempre escasos. Además de En el manuscrito de su novela El adoles-
los vaivenes políticos de la época que afecta­ cente, refiriéndose a sí mismo dice: "H ay
ron directamente al autor. niños que desde la infancia reflexionan ya
sobre su familia, que desde la infancia se
En una carta dirigida a un amigo en 1866, sienten humillados por el cuadro que les ofre-
el autor se refiere a las condiciones en las que t e su padre..."
está escribiendo una de sus obras mayores,
Crim en 7 castigo: "...sólo podría hacerlo si Su madre, de un carácter exactamente
opuesto, murió cuando Dostoievski tenía sólo
tuviese el necesario sosiego espiritual. Pero a

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F edor . D osto ïevski P r ó lo g o

dieciséis años. Su recuerdo le inspiró los ide­ y posterior condena a cuatro años de cárcel y
ales éticos y morales que lo acompañarían cumplimiento de! servicio militar en Siberia.
durante toda su vida. Al quedar viudo, la Iodo el horror de las prisiones zaristas apare­
degradación y crueldad del padre del escritor cerá como nunca antes, en su novela Apuntes
fueron en aumento. Estos factores, sumados a tle la casa de los muertos, publicada en 1860,
la atracción incontrolable que sentía por las [ j o c o s años después de su liberación definiti­
jóvenes campesinas, le atrajeron el odio de va. Causó conmoción en el pueblo ruso y lo
los trabajadores de sus tierras, que lo asesina­ devolvió a! primer plano de la literatura. Estos
ron en 1839. Apuntes..., como casi todas sus grandes nove­
las, fueron publicados en revistas, por entre-
En estos años, Dostoievski estudiaba inge­
gas.
niería, sin demasiado entusiasmo, y se entre­
gaba de lleno a la lectura de autores como En la década de 1860, Dostoievski em­
Gogol, Pushkin, Víctor Hugo, Balzac y Flau- prendió el primero de sus muchos viajes al
bert, entre otros grandes escritores. exterior, editó sus propias revistas, sufrió las
muertes de su primera esposa y su amado her­
Con su primera novela, Pobres gentes, con­
mano, y mantuvo constante y desigual lucha
cluida a los 23 años, obtuvo un temprano y
i «mira la pobreza y las deudas. En ese lapso,
resonante éxito de público y crítica. Un relato
elaboró una de las más extraordinarias nove­
autobiográfico de este triunfo puede leerse en
las de todos los tiempos: Crim en y castigo.
el artículo de esta edición del D iario (págs.
142-143). A dicha obra le siguieron E l doble, Más adelante, después de un desarrollo po-
Noches blancas y varios relatos. Pero su labor litic o que lo fue enfrentando paulatinamente a
literaria se vio interrumpida por los vaivenes las ideas revolucionarias que había abrazado
políticos. Al influjo de las ideas florecientes en su juventud, Dostoievski escribió otra de sus
en esos años, Dostoievski integró un círculo de mayores novelas, Los hermanos Karam azov
socialistas utópicos, lo que provocó su arresto ( 1879-1880), notable resumen de su labor cre­

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F ed o r D osto ïevski P ró lo g o

adora, en la que se despliegan todas las ideas se vio más y más influido por el Evangelio y
políticas, éticas y sociales del autor. una visión apocalíptica de las cosas. El autor
estaba convencido de que el fin del siglo XIX
Afectado por graves problemas de salud, estaría marcado por una tremenda catástrofe
el alcoholismo, dramas amorosos en cantidad de toda Europa, de la que sólo se salvaría Ru­
y su pasión por el juego, recién en sus últimos sia, por haber conservado la palabra inco­
años pudo disfrutar de cierta paz mientras rrupta de Cristo.
crecía el reconocimiento por su obra.
Dostoievski, en su condición de periodis­
Dostoievski murió el 28 de enero de 1881. ta, nunca se limitó al registro objetivo de la
Sus restos fueron despedidos por una multi­ (calidad, ni tuvo intención alguna de que así
tud, que ya lo había consagrado como uno de hiera. Era un hombre con un idealismo pro-
los mayores escritores rusos. tundo, casi platónico, que perseguía la con-
i roción de ciertas Ideas (con mayúscula) en

Diario de un escritor los más insignificantes hechos cotidianos. Es


en estas circunstancias presuntamente meno-
El D iario de un escritor se alimenta de ie% donde el autor encuentra campo para
una época histórica de transición, entre inten­ blindar su mensaje pedagógico y no pierde
tos revolucionarios más o menos fallidos y el •>portunidad de emitir su opinión, sin descui­
nacimiento de los grandes medios de comu­ dar la ubicación de todo hecho en un contex­
nicación, vía óptima para que un pensador to histórico y social.
como Dostoievski, modelo del intelectual I I periodismo de Dostoievski, como gran
comprometido con su tiempo, transmitiera ¡'.ule del de su época, es un periodismo mili-
sus ¡deas a miles de compatriotas. i.mte, "una tribuna de doctrina", en la cual el
Hablar de ideas en Dostoievski es hablar > ' riba asume gozoso la tarea de educar y alec-
11< >ii.ii a los lectores, que cada vez son más.
de su sistema filosófico que, progresivamente,

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F ed o r D osto ïevski P ró lo g o

Por otra parte, este D iario nos muestra a ginas es el que nos entrega el perfil del Dos-
Dostoievski actuando directamente sobre la toievski polemista, con sus colegas, sus críti-
experiencia cotidiana, lo que nos permite c os y con sus lectores. El trabajo periodístico
acercarnos mucho más al hombre que está nunca es del todo limpio. El circuito se inte­
detrás de tantas obras fundamentales de la gra con el autor que opina, el lector que defe-
literatura universal. Aunque, eso sí, este acer­ iK'stra y el autor que vuelve a plantear su po­
camiento no carece de riesgos. El lector fasci­ sición, más seguro que antes. Como si espe­
nado con la profundidad ambigua y enigmá­ tara generar reacciones que lo motiven a ex­
tica de sus novelas, conoce muy bien la duda poner más ideas en el mismo sentido, con
y el dilema que visten a sus personajes, para nuevos y variados argumentos, de una posi-
quienes no hay nada enteramente definitivo o t ión casi siempre inamovible.
verdadero. Y, en este D iario, se verá sin duda
sorprendido por las posturas tan tajantes y
absolutas. El Dostoievski periodista, persona­
Sobre esta edición
je favorito y principal del Dostoievski escritor,
Para este libro, hemos elegido textos cuyo
no duda. Mira, cuenta, saca conclusiones,
mensaje y calidad perduran en el tiempo, más
opina y dice qué está bien y qué está mal. allá de coyunturas y premuras propias de toda
Si tanta certeza puede resultar chocante o .i( tividad periodística o de un incesante inter-
pretenciosa, estos D iarios sin embargo mere­ i ambio epistolar. Encontraremos aquí el peíi-
gro de los malentendidos sobre la palabra es-
cen ser leídos en su contexto, a fin de disfrutar
i rita en " A l g o p e r s o n a l " , tres aguafuertes
de las dotes del autor para sacar oro de histo­
fjnnplares en " C u a d r it o s " , el pensamiento
rias minúsculas, gozar de su prosa extraordi­
sobre el destino de los artistas noveles en " A
naria, admirarse con su capacidad de observar
i’Kt íp ó s it o d e u n a e x p o s i c i ó n " , la indignación
el mundo y convertir los hechos en relato.
ante el drama de los chicos de la calle en "El
Otro aspecto de sumo interés en estas pá­ n in o , con C r is t o , a n t e el á r b o l d e N a v id a d ".

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F ed o r D osto ïevski

También un minucioso muestrario de los per­


sonajes que podemos encontrar al viajar en
barco o en tren, en " C u a d r it o s d e V ia je ", así
como un notable modelo de crónica policial-
judicial en " E l p r o c e s o a K o r n il o v a ". Una muy
divertida reflexión en " A l g o a c e r c a d e l o s a b o ­
c a d o s " , algunas ¡deas sobre el talento, en el

texto homónimo; la referencia autobiográfica


en "El n a c im ie n t o d e u n e s c r it o r " y un reve­
rencial comentario acerca de Don Quijote.
Además, intercalamos varios de los agudos
" P e n s a m ie n t o s a n o t a d o s " , inéditos al momen­ I
to de su muerte, y cuyo tono es acorde con el
resto de los textos que integran este volumen.
D ia rio de un ¿Escritor
En la segunda parte de este libro, inclui­
mos fragmentos de algunas de las miles de
cartas que Dostoievski escribió a parientes y
editores, amigos y enemigos, en las que
puede apreciarse como pocas veces cómo
trabajaba y cómo sufría el escritor durante la
creación de sus obras maestras.

— David Landesman

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Algo Personal o873)

En este artículo, Dostoievski crea un cóc­


tel alucinante compuesto de literatos enfren­
tados y desterrados, la historia de un extraño
i tiento sobre un fu n cio n ario que vive dentro
de un cocodrilo y una advertencia sobre las
¡ t¡(morías caprichosas.

Más de una vez me han instado a escribir


mis memorias literarias. No sé; quizás escri-
lncndolas me erigiría un monumento de glo-
n.i. I’ero es triste recordar; a mí, en general,
no me gustan los recuerdos. Pero algunos epi-
■ »dios de mi carrera literaria suelen represen-
i.use en mi imaginación con fidelidad extra-
•udinaria, no obstante lo débil del recuerdo.
I le aquí, por ejemplo, una anécdota:
F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal

Una vez, cierta mañana de primavera, fui de pasada, unas palabras muy encendidas,
a visitar a! difunto Yegor Petróvich Kovalevski. dedicándome también una alusión en unos
A él le gustaba mucho mi novela Crim en y versos, quizá los mejores que haya escrito.
castigo, que por aquel entonces se estaba Añadiré que, por su facha y sus costumbres,
publicando en E l M ensajero Ruso. Me habló nadie parecía menos que él un poeta y, por si
con caluroso elogio de ella y me citó unas fuera poco, de los que sufren. Sin embargo,
palabras, muy estimadas para mí, de una per­ era uno de los más apasionados, sombríos y
sona cuyo nombre no recuerdo. En aquel ins­ sufrientes de nuestros poetas.
tante entraron en la sala, uno después de otro,
— Mire: nosotros lo hemos atacado a us­
dos directores de periódicos. Uno de estos
periódicos llegó luego a tener un número de ted — me dijo (es decir, en su periódico, a
propósito de Crim en y castigo).
suscriptores como ninguno lo tuvo aquí nunca;
pero entonces estaba en sus comienzos. El — Lo sé — le respondí.
otro, por el contrario, ejercía un influjo nota­
ble en la literatura y la opinión. Pues bien: — ¿Y sabe usted por qué?
con el director de este periódico pasamos a
— Probablemente, por cuestión de princi­
otra habitación y nos quedamos solos.
pios.
Sin mencionar su nombre, diré únicamen­
— Por Chernischevski.
te que mi primer encuentro con él en la vida
fue sumamente afectuoso, dejándome eterno Yo me quedé estupefacto.
recuerdo. Puede que a él también le suceda
lo mismo. Luego tuvimos muchas divergen­ — N. N., el autor de esa crítica — prosiguió
cias. Al volver yo de Siberia, nos vimos ya •■
I director— , me dijo así: "Su novela es buena;
muy rara vez; pero en cierta ocasión me dijo, pero, como en una obra, hace dos años, no
tuvo reparo en meterse con los pobres depor­

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F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal

tados y caricaturizarlos, pues ahora voy yo a veces no me acordaba, otras no tenía tiempo.
meterme con su novela". A todo esto, esa bajeza que me atribuían se
quedó grabada en la memoria de algunas per­
— ¿De modo que todo se debe a ese estú­
sonas como un hecho indudable, corrió por
pido chisme a propósito de E l cocodrilo?
las revistas literarias, trascendió al público y
— exclamé, después de recapacitar un
me ocasionó más de un disgusto. Ahora llegó
momento— . Pero ¿es que usted también se ha
i-l momento de decir acerca de eso aunque
creído eso? ¿Ha leído usted esa novelita mía
sólo sean unas palabras, tanto más cuanto
E l cocodrilo? que ahora es oportuno; y, aunque no pueda
— No, no la he leído. ■iducir pruebas, refutar una calumnia es tam­
bién en alto grado probatorio. Con mi largo
— Pues sepa usted que todo eso es una silencio e indolencia he parecido, hasta aho-
mentira, la mentira más vil que puede conce­ u , confirmarla.
birse. Porque se necesita tener todo el talento y
toda la intuición poética para leer en esa nove­ Conocí a Nikolai Gravrilovich Chernis-
la, entre renglones, semejante alegoría cívica, <hevski en el año cincuenta y nueve, el pri­
y, además, contra Chernischevski. ¡Si usted mero de mi regreso de Siberia, no recuerdo
supiera qué interpretación tan estúpida! Pero, a donde ni cómo. Después nos vimos alguna
pesar de todo, ¡nunca me perdonaré no haber que otra vez, no con frecuencia, y hablamos,
protestado hace dos años contra esa infame pero muy poco. Aunque siempre, eso sí, nos
calumnia, cuando empezó a difundirse! dábamos la mano. Herzen me dijo que Cher-
ms< hevski le había producido pésima impre­
Esa conversación mía con el editor de un sión, es decir, su facha y sus modales. A mí, la
periódico hace ya tiempo desaparecido tuvo t.K ha y ¡os modales de Chernischevski me
lugar hace siete años, y hasta ahora yo no he lesultaron simpáticos.
protestado contra la referida calumnia: unas

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F ed or D osto ïevski A lg o P erso n a l

Una mañana encontré en la puerta de mi lostase como el hecho aislado, estúpido, de


cuarto, en el tirador, una de las proclamas personas con las que no se tiene nada que
más notables de cuantas se publicaban por ver. Allí abrumaba un hecho: el nivel de cul­
entonces, y eso que eran bastantes. Se titula­ tura, de ilustración y de cierta comprensión
ba: "A la joven generación." No podía conce­ do la realidad sofocaba terriblemente. No
birse nada más estúpido. Su texto resultaba obstante llevar yo ya tres años viviendo en
desconcertante, en la forma más ridicula que l'otersburgo y de observar otros fenómenos, la
sus autores hubieran podido idear. ¡Como proclama que hallé aquella mañana me dejó
para matarlos! Yo me llevé un disgusto horri­ atónito, me pareció como una inesperada
ble y estuve triste todo aquel día. Todo esto M velación: ¡nunca hasta ese día pude supo­
era aún tan nuevo, que hasta habría sido difí­ ner tal vacuidad! Al atardecer se me ocurrió la
cil descubrir a aquellas gentes. Difícil, por­ idea de ir a buscar datos a la casa de
que no se podía creer que debajo de todo ese « hernischevski. Nunca hasta entonces había
alboroto se escondiese tal insignificancia. puesto ni pensado poner los pies en su casa,
lo mismo que a él le pasaba conmigo.
Pues bien: yo, que hacía ya mucho tiem­
po que no estaba de acuerdo ni con esa gente Recuerdo que eran las cinco de la tarde,
ni con la tendencia del movimiento, me llevé t tallé a Nikolai Gravrilovich enteramente
un gran disgusto y casi me abochorné de su solo, pues no estaban ni siquiera las criadas;
torpeza. "¿Por qué harán las cosas de una •alió a abrirme él en persona. Me recibió con
manera tan estúpida?". ¿Qué me importaba a extraordinario alborozo y me condujo a su
mí, después de todo? Y, sin embargo, lamen­ despacho.
taba su fiasco. De los que repartían aquellas
proclamas no conocía a ninguno ni los co­ El tomó la proclama como algo desde
nozco hasta hoy; pero, por eso mismo, me todo punto conocido y la leyó. Eran sólo diez
apenaba el que ese fenómeno no se me mani- lineas.

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F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal

— Bueno; ¿y qué? — preguntó con leve — Puede que no surta efecto. Además,
sonrisa. fs.is manifestaciones son ineludibles como
l)i'< hos secundarios.
— ¿Es posible que sean tan estúpidos y tan
ridículos? ¿No se les puede contener y evitar -Y, sin embargo, a todo y a todos nos
esta bajeza? perjudican.

Con mucha ponderación y gravedad me En aquel instante llamó a la puerta otro


respondió: r ilante, no recuerdo quién. Yo me retiré.
( unsidero un deber mencionar que le hablé
— Pero ¿usted supone que yo me solidari­
sinceramente a Chernischevski, y no dudé por
zo con ellos, y me cree capaz de haber cola­
un momento, como tampoco dudo ahora, de
borado en la redacción de esta hoja?
que no fuese solidario con los repartidores de
— ¡Cómo iba a suponerlo! — le contesté. Aquellas proclamas. Me pareció que a Nikolai
Ni siquiera considero necesario asegurárselo 1 ii.ivrilovich no le había desagradado mi visi­

a usted. Pero, de todos modos, hay que con­ to; unos días después me lo confirmó así él
tenerlos, sea como fuere. Su palabra pesa mismo, yendo a visitarme a mi casa. Perma-
mucho en su ánimo y, sin duda, temen su opi­ ilcc ió conmigo una hora, y confieso que po-
i ,i*. veces he visto hombre más amable y cor­
nión.
dial, tanto, que me chocó que pudieran decir
— Yo no conozco a ninguno de ellos. de el que tenía un carácter huraño e insocia­
ble. Comprendí de sobra que deseaba tratar
— También estoy seguro de que así es.
( onmigo y recuerdo que eso me halagaba.
Pero es que no hace falta conocerlos ni hablar
I uego de eso fui yo a verlo a su casa y él me
personalmente con ellos. Basta que usted
pagó otra vez la visita. Poco después, las cir-
tenga frases condenatorias para su conducta,
i (instancias me obligaron a trasladarme a
en algún sitio, y que llegue a sus oídos.

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F edor . D osto ïevski A lg o P erso nal

Moscú, donde estuve nueve meses. De modo nucamente convencido de sus grandes aptitu­
que la naciente amistad quedó truncada. des, de una cultura a medias, se considera
Aquel invierno lo detuvieron y deportaron. poco menos que un genio; pasa en su minis-
Nadie pudo saber nunca por qué; yo tampoco. teiio por el hombre más inútil del mundo, y a
i ,ula paso lo están ofendiendo con la general
Año y medio más tarde se me ocurrió desatención. Para desquitarse de eso, tiraniza
escribir un cuento fantástico, algo así como ,i su débil amigo, que lo odia pero lo aguanta
una imitación de La nariz, de Gogol. Nunca por esta enamorado en secreto de su mujer.
había yo, hasta entonces, probado fortuna en I n el Pasaje, en tanto esa damisela, jovencita
el género fantástico. Fue aquella una travesu­ . bonita se entretiene mirando un mono que
ra literaria, solamente para hacer reír. Ideé, se exhibe a la par que el cocodrilo, su genial
efectivamente, unas cuantas situaciones có­ •nnsorte hostiga al reptil, que hasta entonces
micas, que luego se me antojó desarrollar. estuvo muy quietito y tumbado como un tron-
Aunque no valga la pena, contaré el argu­ - hasta que, de pronto, abre las fauces y se
mento, para que se vea lo que después saca­ engulle, todo entero, al funcionario. No tarda
ron de él. Por aquel tiempo, un alemán exhi­ en averiguarse que el gran hombre no ha
bía un cocodrilo en el Pasaje, a tanto la entra­ padecido daño alguno; por el contrario, con
da. Un funcionario petersburgués, en vísperas la to/udez que le caracteriza, anuncia desde
de emprender un viaje al extranjero, va al ■I interior del cocodrilo que se encuentra allí
Pasaje, en unión de su joven esposa y de un muy bien. Su mujer y el amigo van a ver a sus
amigo inseparable, a ver el cocodrilo. El refe­ Superiores, para tratar su liberación. A este fin,
rido funcionario es hombre de clase media, • estima imprescindible matar al cocodrilo y
pero de esos que tienen algún dinero; joven itii arle de su seno al gran hombre; pero para
todavía, pero comido de amor propio; ante í si i hay que indemnizar al alemán dueño del
todo, un imbécil, como aquel inolvidable ma­ teptil. I ste, al principio, hace manifestaciones
yor Kovález, que había perdido la nariz. Có-

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F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal

do. Insiste para que su mujer organice unas


de disgusto y desesperación ante la perspecti­
veladas, y a esas veladas lo lleven a él dentro
va de que su cocodrilo vaya a morirse por
del cocodrilo metido en un cajón. Está seguro
haberse tragado al funcionario entero; pero a!
de que a las referidas veladas asistirán todo
punto comprende que el engullido miembro
Petersburgo y todos los dignatarios del Estado,
de la burocracia petersburguesa, que conti­
con objeto de ver el nuevo fenómeno. Con lo
núa en el reino de los vivos, puede ser para él
que está convencido de salir ganando. "Les
un éxito, en lo sucesivo, ante los públicos de
cantaré las verdades, les daré consejos a los
Europa. Pide por el cocodrilo una suma enor­
políticos y luciré mi ingenio delante del
me y, además, el grado de coronel del ejérci­
ministro", dice, teniéndose ya por hombre del
to ruso. De modo que los superiores del fun­
Dtro mundo y con derecho a dar consejos y
cionario se ven en un aprieto bastante grande,
dictar fallos. A la prudente, pero venenosa
pues es el primer caso de esa índole en que
pregunta del amigo: "Pero ¿y si a consecuen-
entiende el ministerio, y no tiene precedentes.
i ia de algún proceso, que es de esperar, te
Sospechan también si no se habrá metido el
vieses envuelto en complicaciones imprevis-
propio funcionario en las fauces del cocodri­
tas?", responde el gran hombre que ya ha
lo por efecto de alguna tendencia prohibida,
pensado en ello, pero que con todas sus fuer-
liberal. A todo esto, su esposa empieza a caer
, m s se opondrá a ese fenómeno, muy posible
en la cuenta de que su situación, parecida a
según las leyes de la naturaleza. Su mujer, sin
la de una viuda, no está exenta de interés. El
embargo, se niega a organizar veladas con
engullido funcionario le explica entre tanto a
ese objeto, no obstante agradarle la idea.
su amigo que prefiere, sin ningún tipo de
’ ¿Cómo voy a hacer que me lleven a casa a
duda, continuar dentro del cocodrilo a reinte­
mi marido en una caja?", dice. Además, cada
grarse al servicio, porque ahora, sin hacer
v e / se encuentra más a gusto en aquella situa-
nada, llama la atención de todo el mundo,
i ion de casi viuda. Está de moda; despierta
cosa que de otra manera nunca habría logra­
interés general. El jefe de su marido va a verla

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F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal

y juega con ella a las cartas... He aquí la pri­ ría, la historia del deportado Chernischevski,
mera parte de ese cuento jocoso... No termi­ y que usted ha querido ponerlo en ridículo".
na. Algún día lo remataré, aunque ya se me Y aunque me asombré bastante, no sentí gran
ha olvidado, y tendría que volver a leerlo para inquietud. ¡Cuántas suposiciones no se hacen
recordarlo. por el estilo! Aquella me pareció una opinión
suelta y afectada, incapaz de hallar crédito, y
Véase ahora lo que de aquí sacaron. No estimé desde todo punto de vista, innecesario
bien apareció el referido cuento en la revista protestar. Nunca me lo perdonaré, porque esa
La Epoca, cuando de pronto, La Voz, en su opinión se abrió paso.
folletín, salió con una observación extraña.
No la recuerdo literalmente, y habría que Yo, por lo demás, sigo estando convencido
revolver mucho para comprobarlo; pero la de que en eso no medió la calumnia, porque
idea venía a ser esta, poco más o menos: "En ¿con qué motivo? Yo no he reñido con ningún
vano, el autor de E l cocodrilo emprende ese compañero de letras, por lo menos, en serio.
rumbo, que no ha de reportarle honra ni pro­ Ahora, en este instante, hablo por segunda vez
vecho", etc. Luego, algunas frases nebulosas y de mí mismo en veintisiete años de actuación
casuísticas. Yo leí aquello de una ojeada, sin literaria. Allí no hubo más que ceguera, cegue-
comprenderlo; sólo vi que respiraba hiel, ig­ i.i malhumorada, quisquillosa, anidada en al­
norando la causa. Aquel nebuloso ataque del gún cerebro tendencioso. Estoy seguro de que
referido folletín no podía, naturalmente, per­ {■si' talento aún persiste en su error y cree que
judicarme; quienes lo leyeran se quedarían yo quise burlarme del desventurado Chernis-
también en ayunas, lo mismo que yo. Pero de i licvski. Así como también lo estoy de que
pronto, una semana después, N. N. S. me di­ serían inútiles cuantas explicaciones le diera
jo: "¿No sabe usted lo que creen? Pues están para hacerle cambiar de opinión. Pero no
convencidos de que Cocodrilo es una alego­ importa: es una cabeza muy sesuda.

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F edor D osto ïevski A lg o P erso nal

¡En qué consistía la alegoría! Sí, desde lue­ versos que ustedes mismos me indiquen, que
go... el cocodrilo representaba a Siberia...; el aquello es una alegoría de la guerra francopru-
aturdido y engreído funcionario..., a Chernis- siana o un libelo contra el actor Gorbúnov; es
chevski. Se lo engulle el cocodrilo y sigue abri­ decir, lo que quieran, lo que manden. Re-
gando la ilusión de darle lecciones a todo el ' uerden ustedes cómo antaño, a fines del año
mundo. El amigo sin carácter, sobre el que ejer­ ' uarenta, el censor examinaba todos los ma­
ce despotismo..., todos los amigos que tenía nuscritos, pues no había renglón ni tilde donde
aquí Chernischevski. La bonita, pero necia mu­ no creyera ver alguna alusión a algo. Mejor
jer del funcionario, tan lisonjeada por su sitúa-, sería aducir algo de toda mi vida como prueba
ción de casi viuda... pues... Pero ¡esto es ya tan de que soy un malvado y despiadado libelista
puerco, que no quiero mancharme y proseguir y que de mí pueden esperarse esas cosas.
la explicación de la alegoría! (Y, sin embargo,
esta halló crédito, y precisamente lo halló por Precisamente, esa precipitación y ligereza
esta última alusión: tengo de ello pruebas irre- en sacar conclusiones indemostradas atesti­
gua, por el contrario, cierta ruindad de alma
bati les.)
do los mismos acusadores, la grosería e inhu­
Es decir, supusieron que yo, que también manidad de sus ¡deas. En este particular, ni las
había sido deportado y presidiario, me ale­ mas ingenuas suposiciones son disculpables.
graba de la deportación de otro desdichado; y ¡< ómo! También se puede ser ingenuamente
no sólo eso, sino que tomaba de ahí pie para ruin.
escribir una historia chistosa. Pero ¿dónde
estaba la prueba? En la alegoría. Pero denme ¿Es posible que yo le profesase a Cher-
lo que quieran: Las memorias ele un loco, la ñisc hevski un odio personal? Para prevenir tal
Ocla a Dios, los versos de Fet, lo que quieran, im ulpación, ya referí antes nuestro breve y
y yo les demostraré, con sólo los diez primeros <mdial trato. Dirán que eso no importa y que
yo le odiaba en secreto. Pero que digan las

30 31
F edor D osto ïevski A lg o P erso nal

razones de ese odio, si es que pueden aducir­ mente. De su descollante talento nadie dudó
las. No había ninguna. Por otra parte, estoy nunca. Sólo se hablaba en nuestro artículo de
seguro de que el propio Chernischevski con­ las peculiaridades y desviaciones de ese talen­
firmaría la exactitud de mi relato referente a 3 to; pero la misma seriedad con que estaba
nuestro conocimiento, si alguien se lo leyese. esc rito atestigua también el aprecio de nuestro
¡Y ojalá permitiera Dios que pudiera hacerlo! i utico por las dotes del autor estudiado. Ahora
Con tanto fervor se lo deseo, como piedad i onvengan en una cosa: de haberle tenido yo
tuve y tengo de su desgracia. lidio a Chernischevski por cuestión de ideas,
no habría permitido la publicación en mi
Pero ¿odiar por cuestión de ideas, es posi­
M'vista de un artículo en el que hablaba de él
ble? ■i > 1 1 el debido respeto, porque el director de La
¡Cómo! Pero ¡si Chernischevski no mej ¡ poca era yo.
ofendió nunca con sus ideas! ¡Se puede esti-. Siento mucho haber tenido que hablar
mar mucho a una persona y discrepar radi­
■ la vez de mí. He ahí lo que se llama escribir
calmente con ella en cuanto a sus ideas!
evocaciones literarias; nunca las escribo. La­
Aquí, por lo demás, puedo hablar con algún mento mucho haberlo empachado al lector;
fundamento y aducir alguna prueba. En uno pero escribo un diario, un diario — hasta cier-
de los últimos números de La Epoca que, por i'»punto— de mis impresiones personales, y al
entonces suspendió su publicación, apareció
re« ordar, no ha mucho, una impresión litera-
un gran artículo crítico acerca de la célebre ii.i, hubo de ocurrírseme impensadamente y
novela de Chernischevski ¿Q ué hacer? Era un poi asociación de ¡deas esta otra anécdota, ol-
artículo notable, salido de pluma conocida. \ ¡dada, de mi olvidado Cocodrilo.
¿Y qué? Pues en él se le rindió el debido tri­
buto al talento de Chernischevski. De su no­
vela especialmente se hablaba muy calurosa­ O

32 33
Cuadrítos o873)
Yo
En estos ‘aguafuertes’' petersburgueses,
Con completo realismo, buscar en el I )<>stoievski da una clase m agistral sobre el ti­
hombre a l hombre. Este es un rasgo abso­ po de observación que caracteriza a todo
lutamente ruso, y en este sentido soy ya gran escritor. A p a rtir de situaciones y escenas
naturalm ente pueblo (pues mi orientación rutinarias, construye relatos, descripciones y
responde a la hondura del espíritu cristia­ personajes de categoría superior.
no delpueblo), no obstante ser desconocido
para el actual pueblo ruso... En elfuturo ya
me conocerá. Me llam an psicólogo. Eso no 1
es exacto. Sólo soy un realista en el sentido
superior, es decir, muestro todas las hondu­ Verano, polvo y calor, calor y polvo. Se
ras del alm a hum ana. hace cuesta arriba quedarse en la ciudad. To­
dos emigran. Dentro de unos días habrá que
(de Pensam ientos anotados) leerse los originales acumulados en la redac-
i ion... Pero dejemos los originales para des­
pués, aunque hay que decir de ellos. Ansio
aire, libertad, y en vez de eso, tienes que estar
nquí solo, dando vueltas sin rumbo por calles
y paseos, llenos de arena y yeso, y te sientes
tomo ofendido.^Sabido es que la mitad del_

35
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS

dolor se nos pasa en cuanto tenemos alguien hay, sin embargo, margen para la alegría; no
a quien echarle la culpa, siendo lo más triste has hecho más que atravesar la mitad del
que no haya a quien culparj peligroso paso, y más adelante te aguardan
más peligro y plena incertidumbre. Giras rápi­
Por unos días he estado cruzando la ave­ da e inquieta la mirada en torno, y a toda
nida Pevski Prospek, de la parte del sol a la de prisa evalúas el modo de deslizarte ante la
la sombra. Sabido es que uno atraviesa la cgunda fila de coches que se agolpan por la
Pevski Prospek con precaución para que no lo parte del puente Anichkov. Pero sientes que
atropellen. Te adelantas, miras bien a un lado ni siquiera tienes tiempo para pensarlo y, ade­
y a otro, aguardas un instante antes de lan­ más, hay que contar con esa infernal niebla;
zarte por el peligroso camino, y esperas a que sólo se oyen ruidos de cascos y gritos, pero no
se aclaren un poco las dos o tres filas de co­ ‘.o ve nada. Cuando he aquí que, de pronto,
ches que, unos tras otros, desfilan. En invier­ ■• perciben de entre la niebla rápidos, fre-
no, dos o tres días antes de Navidad, por i tientes, cada vez más próximos, unos ruidos
ejemplo, es sumamente interesante cruzar; se ttrmendos, muy parecidos al alboroto que
corre un gran riesgo, sobre todo cuando una armarían seis o siete hombres que con sendos
niebla blanca y glacial se cierne sobre la po­ palos estuviesen machacando coles en una
blación desde el amanecer, de modo que no i liba. ¿Adonde ir? ¿Atrás o adelante? ¿Tendré
ves a nadie a tres pasos de distancia. tiempo o no lo tendré? Y gracias que no te
moviste; de entre la niebla, a la distancia de
He aquí que te escurres, como Dios te da
u n único paso, se destaca el hocico húmedo
a entender, por delante de la primera fila de
de un corcel que alienta echando vaharadas,
coches que se aglomeran por la parte del
y que corre con la misma velocidad que el
puente Politsesi, y celebras no tenerles, ya
lien correo; espuma en la boca, alargados los
miedo; relinchos, cascabeleos y vozarrones
lomos, y las patas vigorosas, rojas, midiendo
de conductores quedan a tu espalda; pero no

36 37
F ed or D osto ïevski CUADRITOS
acompasada y uniformemente el suelo. Un pronto, despertando de mi ensimismamiento,
momento, un grito desesperado del cochero, me detuve, pasmado, en la mitad; no había
y todo desapareció y pasó al vuelo de una por allí nadie, ni un solo coche. El lugar esta­
niebla a otra: el ruido de los cascos y los gri­ ba desierto, de modo que podías detenerte
tos, todo volvió a desvanecerse como una allí y ponerte a discurrir con un amigo acerca
visión. Verdaderamente, como una visión fie la literatura rusa. A tal punto no había ries-
petersburguesa. Te santiguas, y, casi des­ jfu. Aquello resultaba hasta ofensivo. ¿Cuándo
preciando ya aquella segunda fila de coches i f vio tal cosa?
que tanto te asustara hace un momento, llegas
a la anhelada acera, temblando todavía de la Polvo y calor, olores sorprendentes, el pa­
emoción, y cosa rara, sintiendo al mismo vimento echando lumbre y casas en obras,
tiempo, sin saber por qué, cierta satisfacción, i .ula vez se reforman más las fachadas en
y no precisamente por haber vencido el peli­ M i d e n a la novedad, al chic, a lo característi-

gro, sino por haberlo corrido. Satisfacción I o Me maravilla esta arquitectura de nuestro
retrógrada, no lo discuto y, además, en estos lifmpo. Y, en general, la arquitectura de Pe-
términos, enteramente inútil, tanto más cuan­ Jirsburgo es toda ella sumamente característi-
to que, por el contrario, habría que protestar n y original y.siempre me causó impresión,
y no experimentar satisfacción, porque el pfet ¡sámente por expresar toda su falta de
caballo no tiene nada de liberal, sino que .»meter y de personalidad, en todo el tiempo
recuerda a los húsares o a los tenderos que se i'!'’ hace que existe.)De característico en sen­
divierten y, por tanto, la desigualdad, el po­ tido estricto, de particular, puede que no ten­
der, la tiranía, etc. Lo sé y no lo discuto; pero ia más que esas casuchas de madera, al­
ahora lo que quiero es terminar. Pues bien: ienando con edificios enormes, y eso en las
hace unos días, con las precauciones propias dilles más lujosas, y que chocan al verlas,
del invierno, atravesé la Pevski Prospek, y de u> 1 1 montones de leña, al lado de marmóreos
pal.u ios. En lo que se refiere a los palacios,

38 _____________ _ 39
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS

son ellos los que más delatan precisamente la ¡jjtho, los palacios de algunas de nuestras
falta de una idea característica, todo lo nega­ familias nobles, sobre todo de los últimos
tivo del período petersburgués, desde el prin­ ■pmpos. Ahí ya se nota el estilo de los pala-
cipio hasta el fin. En este sentido, no hay ciu­ fu >. italianos o el estilo francés, no entera­
dad que iguale a Petersburgo; en el terreno d m e puro, de antes de la Revolución. Pero
arquitectónico es el reflejo de todas las arqui­ ||li <-n esos palacios venecianos o romanos,
tecturas del mundo, de todos los períodos y flan pasado su vida generaciones enteras de
modas; todo lo fue copiando por turno y todo fctlguos linajes, unas tras otras, al correr de
lo hizo suyo. En estos edificios, lo mismo que jpg ii',los. Mientras que nuestros palacios sólo
en un libro, vas leyendo todas las ¡deas, regu­ p la n (Je la época del segundo Imperio, aun-
lar o súbitamente llegadas aquí de Europa, y ■tip parecen tener pretensiones de seculares;
que gradualmente nos fueron dominando e ijt m.r.iado recio y firme parecía entonces el
invadiendo. Ahí tienes la impersonal arqui­ mi-mn-n, que ya se resentía de cansancio, y
tectura de todas las iglesias del pasado siglo, P«i la forma de estos palacios se trasluce la fe
y ahí tienes también la época del Rena­ Én íM; también el siglo se disponía a morir.
cimiento y el tipo, rebuscado como por un B h lo esto sucedía, sin embargo, en vísperas
tono arquitectónico en el pasado Imperio, del (j. la guerra de Crimea, y también, por tanto,
antiguo estilo bizantino. Y mira luego algunos de la emancipación de los campesinos. A mí
edificios de hospitales, institutos y hasta pala­ m ilará mucha pena si alguna vez, en algu-
cios de los diez primeros años de este siglo, ñ di- estos palacios, leo la muestra de algún
según el estilo de la época de Napoleón I, P§ü,luíante con jardín de recreos o de algún
enorme, seudocolosal y tedioso hasta lo fioM ti.incés para viajeros. Finalmente, ahí
increíble, algo ideado y fraguado entonces Mi ií. . la arquitectura de nuestras enormes
adrede para expresar la grandeza de la nueva ■odas ( ontemporáneas, que delata ya espíri­
era, y de la inaudita distancia, que aspiraba a tu piartico, norteamericanismo: centenares
lo infinito. Mira luego las casas o, mejor i habitaciones, enorme empresa industrial;

40 41
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS

l'Hc'rsburgo se está mejor, más sofocado, más


inmediatamente se ve que también nosotros
ti i'.ir. Paseas, esparces la vista, solo, solito... Y
tenemos ferrocarril, y que de pronto nos
es preferible al aire fresco de los jardines
hemos vuelto prácticos. Pero ahora, ahora...
•1 ‘ iecreo petersburgueses. Además, en la ciu-
En verdad que no sabes cómo definir nuestra
il.iiI descubres de pronto cantidad de jardines
arquitectura actual. Es ese un revoltijo llevado
lili donde menos lo esperas. Casi a cada paso
a cabo, por lo demás, conscientemente, del
|f encuentras ahora, en la puerta de cualquier
presente momento. Muchedumbre de casas
* a veces puesto allí con yeso y ladrillos,
inmensamente altas (altas, sobre todo) para
iste letrero: "Paso al jardín del restaurante".
alquilar, construidas, según dicen, de muros
Allí, en el patio, delante de un viejo pabellón,
muy delgados y con mucha tacañería en todo;
| H nenta años antes cercado por una empali­
con fachadas de una arquitectura desconcer­
óla, un espacio de diez pasos de largo por
tante.
i ¡tu o de ancho. "Ese es ahora el jardín del
Por lo demás, yo no soy ningún folletinis- - .(.turante", dirás. ¿Por qué Petersburgo esta-
ta petersburgués, y no era mi intención hablar (< mas triste los domingos que los días de tra-
de nada de esto. Empecé por los originales de I mjui’ ¿Será por el vodka? ¿Por los borrachos?
la redacción y luego me pasé a otro asunto.
A mí, el griterío de la gente que trabaja no
Ole molesta, y ahora que me he quedado en
Pitorsburgo, estoy ya acostumbrado a ella, y
2 ffe'i que antes me ponía furioso. Los días de
li s i a andan por las calles los borrachos en
Polvo y calor. Dicen que para los que se
p in, lilla, atropellan y empujan a la gente, no
quedan en Petersburgo, hay abiertos algunos
fei" maldad, sino porque un borracho no tiene
jardines y establecimientos de recreo donde
ni i remedio que atropellar y empujar; des-
pueden respirar aire fresco. No sé si se podrá
I • - 1 1 ■an en voz alta, delante de los niños y
allí respirar, pues nunca estuve en ellos. En

42 43
J
F ed o r D o sto ïevski CUADRITOS

señoras, a cuyo lado pasan, no por insolencia, fiill.i de seis artesanos borrachos, y de pronto
sino porque el borracho no puede emplear Rit* i onvencí de que se pueden expresar todos
más que ese feo lenguaje. Lenguaje es preci­ Bh pensamientos, sensaciones y hasta hondos
samente, y todo un lenguaje, de lo que pude jiiit tos con sólo ese sustantivo que, por aña­
convencerme no hace mucho; lenguaje opor­ didura, no tiene nada de complejo. He ahí,
tuno y original, el más propio, no ya para un {luí ejemplo, a uno de esos sujetos que lo pro­
borracho sino hasta para quien sólo empieza nuncia de un modo enérgico y tajante para
a estar achispado, de modo que no tiene más apresar su negativa, rotunda, respecto de
remedio que manifestarse en tales casos, y si alg«>acerca de lo cual acaban de hablar. Otro
no lo hubiera habría que inventarlo. No se i« replica con ese mismo sustantivo, pero ya
crea que hablo en broma. Juzguen ustedes • h tono y sentido muy diversos, precisamente
mismos: sabido es que en la borrachera el pri­ remendó en duda la justicia de la negación
mer síntoma es que se traba la lengua, y las flrl primero. Un tercero se indigna de pronto
ideas y sensaciones se multiplican por diez pjntra el negador, irrumpe violentamente en
aunque no sea un borracho como una cuba. fi diálogo y le suelta el mismo sustantivo,
Así que se impuso el hallar un lenguaje que fe(h> ya en son de amenaza e insulto. Vuelve
pudiera satisfacer esos dos estados contradic­ lmonees a terciar el segundo interlocutor,
torios. Ese lenguaje hace siglos que se encon­ indignado con el tercero, con el ofensor, y lo
tró y se adoptó en toda Rusia. Es, sencilla­ inieipela diciéndole: "Vamos, hombre, ¿por
mente, el nombre de un sustantivo que no Mu«1 te metes en nuestra conversación?
registran los diccionarios oficiales, de manera i| i unos hablando tranquilamente y de pron-
que todo ese lenguaje se compone de un solo !t ‘..iltas y te pones a insultar a Filka!". Y he
vocablo debidamente pronunciado. itjii! que todo eso viene a decirse con ese
■tUmo vocablo prohibido, con la misma
Pero un domingo, ya de noche, me ocu­ ^nom inación sencilla de un objeto, sin más
rrió andar algunos pasos al lado de una pan- iíiít.miento acaso que el de alzar la mano y

44 45
F ed o r D ostoïevski CUADRITOS

tomar al otro por el hombro. Pero hete aquí i medio de la pandilla), no han andado diez
que, de pronto, un cuarto interlocutor, el más busos y ya han repetido seis veces esa palabri­
joven de la partida, que hasta allí no despegó ta! ¡Qué vergüenza! ¿No se abochornan?"
los labios, buscando probablemente la solu­
ción de la primera discrepancia que dio lugar lodos, de pronto, se me quedaron miran­
a la disputa, entusiasmado, alzando los bra­ do, como quien presencia algo inesperado, y
zos, grita: " ¡Eureka! — piensas. ¿Encontré?". r ■ii«Jaron silencio un instante; yo creí que
Pues no hay tal eureka ni tal encontré, sinoj me iban a insultar, pero no me insultaron, y
que repite exactamente ese mismo sustantivo sí»l<> el más joven, después de alejarse diez
que no figura en los diccionarios, esa misma Im'.<>s, se volvió a mí de pronto y me gritó, sin
palabra, una nada más, pero con entusiasmo, Helonerse:
con un grito de fruición, al parecer, demasia­ l’ero ¡tú también lo comprendes siete veces,
do intensa, pues al sexto amigóte, el mayor y I Utindo nos has llevado la cuenta hasta seis!
de gesto agrio, no le hace g racia y en un san­
tiamén le disipa el entusiasmo al muchacho, Sonó una carcajada general, y los compadres
repitiéndole, con malhumorada y admonito- •■'iieron su camino, sin ocuparse más de mí.
ria voz de bajo, pues ese mismo sustantivo
que está prohibido emplear delante de seño­
ras, con el que, por lo demás, expresa clara y
exactamente: "¿Para qué te entrometes en la 3
conversación? ¡Cierra el pico!". Y así, sin pro­
No, yo no hablo de esos borrachos ni son
ferir otra palabra, repitiendo ese vocablo
píos los que me infunden esa especial triste-
favorito seis veces, por turno, se comprendie­
la los domingos. Hace poco que con gran
ron perfectamente. Es un hecho del que he
liumbro descubrí que hay en Petersburgo
sido testigo. "¡Por favor — les grité yo de pron­
límpesinos, artesanos y obreros completa­
to, sin venir a cuento (me hallaba, en el mismo

46 47
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS

mente abstemios, que no beben ni los domin­ nías triste de todo esto es que, según parece,
gos; y no fue esto lo que más me sorprendió, piensan con toda seriedad que con esos paseos
sino el que fueran más de lo que yo supiera. >■proporcionan un indudable placer domini-
Bueno; pues para que se vea, a mí me da más tl. Pero ¿quieren ustedes decirme qué placer
tristeza mirar a esos que a los borrachos, y no puede haber en pasear por esas calles anchas,
porque mi inspiran piedad, que tampoco hay i il( inadas, polvorientas, hasta después de
razones para tenérsela, sino porque se me puesto el sol? Pues eso, para ellos, es el paraí-
viene a la cabeza no sé qué idea extraña. §n; sobre gustos, no hay nada escrito.

Los domingos, al anochecer (los días de Con mucha frecuencia llevan niños. Tó­
trabajo no se los ve), hay muchos individuos elos ellos, según he tenido ocasión de obser-
1 1 , en su mayor parte son siempre pequeñi-
de esos que están trabajando toda la semana]
y los domingos se van de paseo, perfecta-^ Jps, y apenas si pueden andar solos. ¿Será por
mente frescos, por esas calles. Salen precisa-i »■so por lo que se desgracian tantos niños que
n o llegan a mayores? Me fijo entre el gentío
mente a pasear. No hacen otra cosa sino dai
>-i i un artesano con un niño, solos, sin más
vueltas en torno a sus propias casas o ir a
hacer una visita con toda la familia. Caminan i< ompañamiento. El va vestido de día de fies-
despacito y con caras la mar de serias, cual s to: sobretodo alemán, gastado por las costu-
i . is , con los botones caídos y el cuello muy
no fueran de paseo; hablan apenas unos con
otros, sobre todo los maridos con las mujeres, gr.isiento; pantalones ocasionales de tercera
pero no dejan de ir "endomingados". Vister mano, pero lo mejor recosidos posible; cami-
6 , 1 y corbata, sombrero de copa, muy usado;
ropas malas y viejas, las mujeres, de colores
pero todos van muy aseados y Iimpitos, c o i t k usurada la barba. Parece algo así como cerra­
j e r o o tipógrafo. La expresión de su rostro es
de domingo, puede que ex profeso. Los hay
que visten en traje nacional ruso; pero otros =?<Insta, pensativa, dura, casi mala. Lleva al
visten a la alemana y se afeitan las barbas. Lo hene de la mano, y el pequeño le sigue, tam­

48 49
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS

baleándose. Es una criatura de dos años y itiflió en la cabeza que tísica. Del pequeño
pico, muy enclenque, muy blanquecino, pero huérfano (su padre pasa toda la semana tra­
viste un caftancito, botitas, con una cinta roja illando en el taller) cuida, por lo pronto,
y una pluma de pavo real en el sombrero. Está plguna vecina vieja del sótano, donde ellos
el chico cansado; su padre le dijo algo, simJ tienen alquilado un cuartucho, puede que un
plemente decirle, pero pareció gritarle. Eli Verdadero rincón. Ahora, en domingo, el viu-
niño se aquietó. Pero cinco pasos más allá] ;i!<>, con el niño, se va andando hasta lejos, a
volvió el padre a agacharse, levantó con mu V**r a algún pariente único que le quede, pro-
cho cuidado al niño y lo tomó en brazos. E Ioíblemente a su cuñada, con la que antes no
niño, acostumbrado y confiado, se deje 19 trataba mucho, y que está casada con al-
levantar, le echó la diestra al cuello, y con , 1 1 1 1 suboficial de galones y vive irremisible­
infantil asombro se me quedó mirando. "¡Ca­ mente en algún caserón oficial, pero también
ramba!, ¿por qué voy detrás de ellos y los t’h los sótanos, aunque aparte. La cuñada pue­
miro de ese modo?". Yo le guiñé un ojo y le de que llore a la difunta, pero no mucho; el
sonreí; pero él frunció el ceño y se agarró ' indo, seguro, tampoco suspirará demasiado
todavía con más fuerzas al cuello de su padre. durante la visita; pero estará todo el tiempo
Por lo que se ve, son muy amigos. hosco, hablará poco y a duras penas sacará la
i onversación sobre algún tema práctico, es­
Me gusta, vagando por las calles, fijarme
pecial, pero no insistirá mucho. Prepararán,
en algunos transeúntes enteramente descono­
naturalmente, el sam ovar, y tomarán un bo-
cidos, estudiar sus fisonomías y tratar de adi­
i .ido con una taza de té. El niño, todo el tiem­
vinar qué son, cómo viven, en qué se ocupan
po estará sentadito en un banco en un rincón,
y qué es lo que en aquel momento les intere­
■iiisco y enfurruñado. Ni su tía ni su marido
sa. Aquel artesano, con el niño, me hizo pen­
pondrán en él gran atención; pero le darán,
sar que no haría más que un mes que la mujer
eso sí, leche y bol lito, y en ese momento el
se le había muerto, y no sé por qué se me
dueño de la casa, el suboficial, que hasta

50 51
F ed o r D o sto ïevski C u ad rito s

entonces no reparó en él, le hará algo así A decir verdad, también los días de traba-
como una caricia, pero con mucho descuido jn se ven muchos chicos por las calles; pero
y torpeza, de lo que se reirá (él solo, desde tas domingos al anochecer, hay diez veces
luego), mientras el viudo, por el contrario, más. Y qué flaquitos todos, qué anémicos, y
precisamente en ese instante, mirará severo, qué caritas tan ariscas muestran, sobre todo
sin saber por qué, al chico, después de lo cual aquellos que todavía van en brazos. En cuan­
este querrá enseguida hacer una necesidad, y to <1 los que ya andan solos, todos son chue-
su padre, sin gritos y con cara seria, se lo lle­ ■os, y todos, al andar, se tambalean a este y el
vará por un momento fuera de la sala. Se des­ «tro lado. Casi todos, por lo demás, van muy
pedirán también grave y dignamente, de la biün vestiditos. Pero ¡Dios mío!, al niño le
misma manera como conversaron, guardando cu urre lo que a las flores, lo que a las hojas
todas las fórmulas de la cortesía y el decoro. que le brotan al árbol en primavera: necesita
El padre tomará de la mano al niño y ambos tire, luz, libertad, comidas a tiempo, y he
se volverán a casa. A la mañana siguiente, el aquí que, en vez de todo eso, lo que aquí
padre se irá al taller y el chico se quedará con llene es un sótano que huele a coles, y hiede
la vieja. i- iriblemente por las noches, mal alimento,
( ucarachas y pulgas, humedad, paredes cho-
Y así, anda que te anda, vas imaginándoteífeando, y en el patio, polvo y yeso.
todos esos cuadritos para distraerte. Nada de
eso tiene sentido ni "nada instructivo se puede Pero la gente ama a sus pálidos y flacos
sacar de ahí". Eso también me lleva los domin­ ninitos. Vean allí a una nena de tres años, boni­
gos, durante el verano, a lo largo de las polvo­ ta, que con un traje ligero corre hacia su madre,
rientas y adustas calles petersburguesas. ¿No l.t cual está sentada en la puerta, rodeada de
habéis reparado en que Petersburgo tiene calles Vecinas que acudieron de toda la casa para
adustas? ¡Pues a mí me parece que es la ciudad ■I ule a la lengua. La madre charla, pero no
más adusta que puede haber en el mundo! pierde de vista a la niña, que está jugando a

52 53
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
diez pasos de distancia. La nena se agacha a
que iba a visitarla, y suponiendo que la
tomar algo, quizás una piedrita, e imprudente­
i Inca conocería el camino, la soltó de la ma­
mente se pisa la faldita y no acierta a incorpo­
ní i y corrió al encuentro de la amigo; pero la
rarse, aunque lo intenta un par de veces, hasta
Mf-na, al encontrarse sola, se asustó y empezó
que me dirige rápida y curiosa mirada; prueba
1 llorar, corriendo así detrás de la madre.
a levantarse, cae y se echa a llorar. La madre se
apresta a correr en su ayuda, pero yo me ade­ Un transeúnte, de pelo cano y enteramen­
lanto a levantarla. Aún tiene lágrimas en los te desconocido, un artesano con barba, detu-
ojos, y de pronto va y se arroja, un poco asus­ i) en el camino a la mujer desconocida que
tada y presa de pueril turbación, en brazos de í oiría hacia él, y la tomó de un brazo:
la madre. Me acerco, y cortésmente me entero
de la edad de la niña; muy fina, pero con —¿Por qué corre de ese modo? Su niña la
mucha reserva, me contesta la madre. Le digo =HMie, llorando. Eso no puede ser, se va a
que yo también tengo una nena así; pero mis gsustar.
palabras quedan sin contestación. "Serás todo
La mujer fue a replicarle algo, pero no lo
lo bueno que quieras — parece decirme en
hi/o, y se quedó pensativa; sin pizca de enojo
silencio la madre— ; pero si tuvieras en tu casa p impaciencia, tomó de la mano a la niña,
algo parecido, no estarías aquí." Todo el parlo­
■|ui' ya la había alcanzado, y continuó más
teo de antes había cesado, y todas aquellas
i(i'.(‘gadamente en dirección a su amiga. El
comadres parecían pensar eso mismo. Yo me
artesano se quedó mirándolo todo hasta lo
llevé la mano al sombrero y seguí mi camino.
Último y luego siguió su camino.
He ahí otra niña que en una populosa bo­
Cuentos baladíes, muy baladíes, que
cacalle se soltó de ¡a mano de la madre. A li.r.la da remordimiento de conciencia ano­
decir verdad, la mujer hubo de ver de pronto,
tados en un diario. En lo sucesivo procuraré
a unos quince pasos de distancia, a una ami- leí más formal.

54 55
1 Propósito de una Exposición o873)

Después de asistir a la Exposición Uni-

Cultura
ivfsal de Viena, donde solían presentarse
itd ¡dros de los mejores pintores contemporá­
neos, Dostoievski reflexiona sobre el desarrollo
— j ¿Cuántos hombres hay que no pien­ tlf tos jóvenes artistas.
san, sino que viven de ideas que otros les
dan ya hechas? Pero aq u í no sólo se vive
de ideas hechas, sino hasta de dolor Yo les tengo miedo a las tesis cuando se
morieran de un artista joven, sobre todo en
|t»'. comienzos de su carrera. Y, ¿qué creen
(de Pensam ientos anotados)
ustedes que es precisamente lo que temo?
N t s que no logre el fin de la tesis. ¿Es que
Muestras personas cultas no se han percatado
iiid.ivía de lo que puede pasar en los corazo-
ur‘. (> inteligencias de nuestros escritores y
gílistas jóvenes? ¡Qué revoltijo de ideas y sen­
timientos preconcebidos! Bajo la presión de
la '.(><iedad, el joven poeta sofoca en su alma
|U natural anhelo de explayarse en formas sin-
iylares; teme que condenen su ociosa curio-

57
F edor D o sto ïevski

sidad; reprime, contiene esas formas que


brotan del fondo de su alma; les niega des
rrollo y atención y se saca de adentro, enl
espasmos, el tema que a la sociedad le gust
que es grato a la opinión liberal y social. Peí
¡qué error tan horriblemente candoroso
ingenuo, qué error tan craso!,Uno de los m
burdos errores consiste en que la denurfci
del vicio y la incitación al odio y la vengan/
se estima como el único camino posible par
la consecución del fin; Por lo demás, aun e
ese angosto camino, cabría desarrollar u
gran talento y no hundirse en los comienz
de la carrera; bastaría con acordarse más
menudo de la regla áurea de que la palabr
que se dice... es de plata, y la que se calla.,
de oro. Hay talentos muy notables, que pr
metían mucho, pero a los cuales corroyó d
tal modo la tendencia que acabó por vestirlo
de uniforme.

58
Cuadritos de Viaje o874)

los viajes en tren o en barco tienen sus


Cultura y vida m unicularidades y sus personajes. En este
BVíi iilo, Dostoïevski los registra sin piedad,
{H a y ciertas cosas, cosas vivas, que es rigor casi entomológico. Vale la pena
muy d ifíc il com prender p o r exceso de cul­ ttjih t iar, una vez más, la profundidad de su
tu ra. La cultura excesiva no siempre es mu,i<la y su capacidad de construir historias
cultura verdadera o justa. La verdadera ¡i i'iir tir de elementos que a la m ayoría le
cultura no sólo no es enemiga de la vida, fu i-,11 tan inadvertidos.
sino que está siempre de acuerdo con ella,
ofreciéndole nuevas revelaciones que des­
cubre en la misma vida.¡ í tu el tren
(de Pensam ientos anotados) Me refiero a los viajes en ferrocarril o en
íajt'M De los viajes antiguos, de los viajes en
: Ihíilk'ría, según le oí hace poco a un cam-
plno, ya nosotros, habitantes de la capital,
É hemos olvidado por completo. Pero tam-
j#n i*n ellos pueden encontrarse muchas
=|fi rtl.ides que no responden a! antiguo or-
! ■! tic cosas. Yo, por lo menos, he oído con­

61
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE V/A/E

tar muchas cosas curiosas a ese respecto, sin $¥ indudable tortura, cosa que no sucede en
faltar los bandidos; pero como en estos no ■f(<- alguna del extranjero, precisamente
acabo de creer, me propongo casi todos lol ■»N|ue allí todo el mundo se conoce y ense-
años hacer un viaje por el corazón del paisJ se acomoda a su sitio. En cambio, aquí,
siguiendo los antiguos caminos, para mi p<ii = ■ uno no intervenga el conductor o alguien
ticular edificación y enseñanza. Pero hastj nos guíe, no acertamos a valernos ni a
ahora, siempre hemos echado mano del trenj ■fontrar nuestro sitio, fuere donde fuere,
Muque llevemos el billete en la mano. No
¡Ea!, ya estamos en el coche. Los rusel pablo únicamente de las disputas que surgen
inteligentes, al mostrarse en público y con fet'! los asientos. Si se les ocurre preguntarle
fundirse con la masa, resultan siempre curio Mh>> imprescindible al vecino, lo hacen en el
sos para el observador entendido, sobre todc ■no más tímido y apocado, cual si se aven-
en los viajes. Aquí, en los trenes, la gente s( ■fasen a un enorme peligro. El interrogado,
encierra en sí misma, adusta, siendo sobre to piino es natural, se asusta en el acto y los
do característicos en este sentido los primero! ■iia con una inquietud nerviosa extraordina-
momentos del viaje. Se diría que los pasajero l i i y aunque conteste con no menor timidez
están llenos de animosidad recíproca, que n< V ¡Itocamiento que el interpelante, ambos, no
se sienten a sus anchas; se miran unos a otro! f*l i.inte su mutuo susto, continúan durante
con la curiosidad más recelosa, mezclad; ■rgo rato sintiendo una inquietud originalísi-
irremisiblemente de hostilidad, pugnando a fp i "¡No vayamos a tener problemas!"
mismo tiempo por dar a entender que no si
fijan unos en otros ni quieren fijarse. I I segundo período por el que atraviesan
finos que van de viaje, es decir, ese
lir- i i i s o s
Entre los viajeros de las clases intelectua ai i iodo en que empiezan a entablarse las
les, los primeros momentos son de confusión fcinversaciones, sobreviene siempre muy
y para muchos representan muchos instante ■finito, luego de pasado ese primer período

62 63
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE

de observarse y mirarse en silencio. No a c ia !■•>>nto descuella un talento genial que, con su


tan a empezar a hablar; pero luego se suelt.ii jemplo, arrastra a todos los demás, desde el
de forma que a veces pierdes la paciencia iumero al último. Surge inopinadamente un
¿Qué hacer? El extremo: he ahí nuestra caracj tenor que, en medio del tenso silencio y la
terística. La culpa de eso la tiene tambirr ■n ,pación casi convulsiva generales, recio y
nuestra torpeza; digan lo que digan, entrj f¡n que nadie lo invite, ni siquiera valiéndose
nosotros escasean horriblemente los talentos !■ ningún pretexto, es más, sin pizca de esos
de cualquier clase que fueren, abundando e ""Iro s — tan indispensables, según nuestra
cambio, la mar de lo que se llama la aura •Itii'.i de lo que debe hacer un gentlem ancuan-
m edianía. La tal medianía es algo cobarde ■§ de pronto se encuentra entre gente desco-
impersonal y, al mismo tiempo, insolente niK ida— , sin ninguno de esos ruines rodeos
■"violento.tTeme hablar por no comprometerse introducen en la conversación las más
exaltarse y expandirse; las personas de talen Vulgares expresiones, y que desde la emanci­
to, porque consideran todo paso indepen pa« ión de los siervos tienen tan arraigados
diente como indigno de su inteligencia, y la si}1 ,tinos de nuestros señoritos, cual si estuvie-
que no lo tienen, por orgullo.! El viajero rusa §‘>¡i resentidos por ello, sino todo lo contrario:
en ese primer cuarto de hora, padece hasta c i 'ni el aire del más rancio caballero sale con-
extremo de sentir desasosiego y acoger co t unióles a todos en general, y a ninguno en
alborozo el instante en que alguien, por fin c uticular, nada menos que su propia biogra­
se decide a romper el hielo e iniciar algo po fía, con la completa y desconfiada estupefac-
el estilo de una conversación general. En e i i*’n de los presentes. Al principio, incluso se
tren, ese romperse el hielo suele producirse a/oran y se miran con ojos interrogantes; aun­
de un modo bastante chistoso, pero siempre que, en medio de todo, les tranquiliza pensar
distinto que en el barco (luego explicaré po <ju<', "en todo caso, no son ellos los que
qué). A veces, sobre esa general medianía, de hablan, sino él". Semejante relación, salpica-

64 65
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

da de detalles íntimos y a veces hasta porten! Jtiü lectifica si están equivocados e inmediata­
tosos, puede prolongarse media hora, un,J mente les da la razón, por poca que tengan,
hora, cuanto quieran. ■tro tanto al rectificarlos como al darles la
■ ?o n les proporciona un placer indudable,
Poco a poco todos empiezan a sentir el
que sientes con todo tu ser a cada ins-
mágico influjo del talento; sienten precisa«
(pntr, sin acertar a comprender cómo hace
mente que no se dan por ofendidos, por m á l
B()uel hombre para conducirse tan bien. Si,
que lo deseen. A todos les choca, en primer \
■ni ejemplo, le objetan, enseguida, aunque
término, que el hablador no trate de halagar . 1
iñl. i un minuto antes hubiera dicho lo contra­
nadie ni de buscarle la gracia, al modo d i
rio, les hará ver que decía precisamente eso
cualquier charlatán sin talento, y habla única­
ffilsmo que habían creído necesario hacerle
mente porque nadie puede tener oculto su
polar, estando completamente de acuerdo
tesoro. "Escuchen ustedes si quieren, y si no,
lo que es a mí me da lo mismo, pues sólo id ■fin tu opinión, de modo que quedas satisfe-
hago por entretenerles." He aquí lo que pare­ B id sin que él haya perdido ni pizca de su
ce decir, pero no dice siquiera eso, pues todos pl'Miluta independencia. Tan complacido
se sienten enteramente a sus anchas, siendo Predas a veces después de alguna triunfante
así que (no podía ser de otro modo), cuando MÍi|i t ión que te pones a mirar al público con
empezó a hablar todos parecieron sentirse Ij .ure de una persona que celebra su santo,
personalmente ofendidos. Poco a poco va en­ no obstante todo tu talento, de puro halaga-
valentonándose, hasta el punto de que le inte­ lío*, ¡Oh!, aquel hombre lo ha visto todo, lo
rrumpen, le hacen preguntas, le piden porme­ ■be todo, ha estado en todas partes, no hay
nores; todo eso, naturalmente, con la mayor | i ..i que no visite, y anoche mismo se despi­
circunspección. El caballero, con mucha de­ dieron todos de él. Hace treinta años tuvo una
ferencia, aunque sin el menor indicio de li­ i ntievista con un célebre ministro del reinado
sonja, los escucha y les contesta en el acto, interior, y luego con el general gobernador

66 67
F ed or D osto ïevski CüADRITOS DE VlAJE

B., al que fue a quejarse de un pariente suyo! ¡fíimstros en Consejo, y hasta mucho mejor
el mismo que no hace mucho se distinguió 1| ■■ ellos. Aquí, una donosa anécdota refe-
con sus Memorias, y el general fue y le ofre­ pnit' a los chistes que sobre el particular hizo
ció un puro. Pero como aquel, no lo fumo p, lodos sonríen y muestran la mar de interés,
nunca. Desde luego que tiene sus cincuenta |oM|ue la anécdota es muy semejante a la
añitos, así que puede recordar también a B.j ■nlad. Un coronel de Ingenieros le susurra a
pero la noche antes acompañó al famoso ban­ *e vecino al oído que no hace mucho le con-
dido F., que acaba de huir al extranjero, y jfáton la misma anécdota, y sería raro que no
aquel, en el momento de separarse, fue y le ■irse cierta, con lo que sube un punto el cré­
reveló sus íntimos secretos, de modo que es el dito del narrador. Con G. ha viajado miles de
único en toda Rusia que sabe su historia con ■ h es en el tren; pero no para ahí la cosa, sino
detalles. Mientras se trató de B., todos perma­ fjlie coloca aquí otra anécdota que nadie
necieron tranquilos, tanto más cuanto que la ■noce, porque anda en medio cierto perso­
cosa no pasó de un puro; pero al nombrar a naje, el cual quiere ponerle coto a todo. El tal
F., hasta los oyentes más serios pusieron aten­ m so n aje ha dicho que no se meterá en nada,
ción especial, inclinándose un poquito hacia lir o hasta cierto punto, y como ambos lo ha
el narrador y escuchándolo con avidez, sin ■basado, sin duda que el personaje se mete-
pizca de envidia por haber sido amigo del 11 mismo se halló presente y lo vio todo, y
famoso bandido y ellos no. ■ímó como testigo en el registro de la esta-
I ion. Se reconciliarán, naturalmente. De los
Por lo demás, si ustedes no quieren creer­ p*?m>s de caza y de ciertos perros habla nues-
lo, no lo crean; hasta salta a la vista que e tfo caballero, cual si toda su vida no se hubie-
narrador no tiene interés alguno en que le f í ocupado en otra cosa. Desde luego que al
crean; pero del proyecto de impuestos sobre final todos comprenden, como dos y dos son
el consumo está enterado a fondo y sabe pyalro, que nuestro hombre no viajó en la
cuanto acerca de ello hablaron anteayer los villa con G., ni escribió cosa alguna en el

68 69
F ed or D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

registro, ni fumó ningún puro mano a mano ni ni sastre, pero ya no lo tuviese. Alto, seco,
con B., ni tuvo nunca perros de caza, ni sos­ asta flaco; tiene un aire que no parece
tuvo relaciones de ninguna clase con l«| unesponder a su edad; mira derecho; tiene
Consejo de ministros; pero, no obstante, hastí n i traza audaz y de dignidad inquebranta-
el especialista comprende que aquel hombri |t; ni pizca de arrogancia, sino todo lo con­
lo sabe todo y hasta bastante bien, de modo fio : una gran benevolencia con todo el
que no es comprometido escucharlo. Pero no unido, pero sin almíbar. Una barbita en
lo escuchan por lo que diga, sino por gusto unta, canosa, no del todo napoleónica, pero
Es notable, por lo demás, que en las divaga |l más noble corte. En general, modales irre-
dones de ese sabelotodo haya ciertas lagu f0 ( hables, y aquí los modales van de capa
ñas: apenas habla de la cuestión escolar, di aid.t. Fuma muy poco, y es posible que
las universidades, del clasicismo y el realis ail.i. Ningún equipaje; un ligero saquito, o
mo, ni de literatura, cual si no tuviese ll jffci por el estilo, comprado quién sabe cuán-
menor idea de esos temas. Te preguntas quiér 0 t>n el extranjero, pero ya muy gastado, y se
podrá ser, y no hallas la respuesta. Sabes, sí f abó. La cosa es que, de pronto, de un modo
que es hombre de talento, pero no puede nucamente inopinado, el caballero va y
adivinar su especialidad. Aunque, desde ■aparece, y hasta en la más insignificante
luego, presientes que aquel tipo, como tod( ilación, donde nadie baja. Al irse él, alguno
tipo acusado, ha de tener irremisiblemente su * los que con más atención lo escucharon y
especialidad, y si lo ignoras, es tan sólo po sintieron en voz alta a sus palabras, sale
no conocer al tipo. Lo que sobre todo des ji icndo sentenciosamente que "no ha hecho
concierta es su traza; viste con holgura, y n( Hs que soltar mentiras". Naturalmente,
hay duda de que su traje se lo ha hecho ur unca faltan dos así que todo lo contrastaron
buen sastre; si es verano, irá infaliblemente d( discutieron, en tanto hablaba; ni otros dos
verano; pero todo lo que lleva puesto tient tic, al contrario, desde el primer momento se
cierto aire de vejez, cual si hubiera tenido ur ¡■ion por ofendidos, y si callaron y no le

70 71
F ed o r D o s t o e v s k i CUADRITOS DE VlAJE

Ya he escrito y publicado una vez, que{ d


objetaron al embustero fue únicamente dea
perotó de viajar agradable y alegremente en
puro indignados. Ahora protestan acalorados, I
¡ nen consiste, sobre todo, "en el arte de
El público ríe. Alguien que hasta allí permane«
!* jai mentir a la gente y tragarse lo más posi-
ció discretamente silencioso, con visible cono-i
l.t .-sas mentiras, que entonces también a uno
cimiento del asunto, declara que ese es un
|i I'jan mentir de buen grado si se rinde a la
"tipo especial, de la antigua nobleza, un
|( litación; de donde se deriva, como ven, una
decente vividor de la gente gorda; propietario J
maja recíproca'j Aquí diré que sigo siendo_
pero de poco pelo; un haragán que vive .1
■% la misma opinión, y que esa afirmación no
expensas de su pobre madre; que tiene, en¡
jp luce ni remotamente en tono humorístico,
efecto, buenas relaciones y toda su vida no
■ñu <on toda seriedad. Por lo que se refiere
hizo otra cosa que pulular en torno a esa gente!
Kpec ialmente al mentir y en los trenes, dije
un tipo sumamente útil en la vida social, sobran
fcmhión que no lo tengo por ningún vicio,
todo en esos pueblos de Dios, adonde a ve c e l
■ni 1 por el contrario, por una tendencia natu-
gusta de echar un vistazo". Con esta ¡nesperal
da afirmación se muestran todos súbitamente! f ,¡ de nuestra nacional "bonachonería". Entre
de acuerdo, cesan las discusiones, pero ya s J I|)é i 1 11 os apenas si hay embusteros de mala
rompió el hielo y se entabló la conversaciórfl K f n c ió n , sino que, por el contrario, todos los
general. Hasta sin necesidad de eso, todos s J ln=.i . embusteros son buena gente. No digo,
sienten ya como en su casa, y de pronto sien-j ,4 11 1 demás, que sean santos.
ten una gran libertad. Pero todo, gracias al No por ello deja de chocarme a veces, y
talento. Por lo demás, si siquiera la gente nej §Mt trenes mismos, cierta ansia recién sen-
mintiera acerca de los llamados escándalos! lid 1 1 le conversaciones serias, ansias de maes-
fortuitos y algunas cosas inevitables e ¡nesperal jn t*n todos los temas sociales y políticos
das, a veces harto enojosas, y, por desdicha! | m „nubles. Y surgen los maestros. Ya escribí
harto frecuentes, aún se podría viajar en nuesj
■mbién de ellos; pero lo que más me sor­
tros trenes. Claro que con precauciones.

72
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

prende es que en el número de esos indiv í h i no haya entendido bien a su maestro o


dúos tan ávidos de aprender, predominan l< I jh entendiera totalmente al revés, y que, ya en
mujeres, y no las de pelo corto, me atrevo ■ti ' .isa, habrán de salvarla su instinto de
asegurárselo. Díganme ustedes: ¿dónde vei Hñ.tdie y de esposa y el buen sentido, tan
ahora una señorita o señora sin su libro en I ■deroso en la mujer rusa desde tiempos
mano, en el tren y hasta en la calle? Pued línmt 'moriales. Pero, a pesar de todo, hay que
que yo exagere; pero, de todos modos, so 1 * ii que se difunda la cultura, sólo que una
muchas las que llevan libros, y no vaya a ero lulfura sólida y verdadera, y no sacada de
erse que novelas, sino libros de pedagogía fli.ilquier libraco y, además, profesada en un
ciencias naturales: ¡con decir que hasta leen >JÉ» he del tren. Así, las ¡deas más plausibles
Tácito en traducciones! En resumidas cuen fj-H-dcn convertirse en algo lamentable.
tas: que hay mucha avidez y emulación
< )tra cosa buena que tienen nuestros via­
pero... pero todo esto es aún poco. Nada má
je <*s que — prescindiendo de diversos
fácil que, por ejemplo, inculcarles las idea
H pos— puedes ir de incógnito todo el cami­
que uno quiera a discípulas así, sobre tod
n í ' en silencio y sin hablar con nadie, si no lo
cuando se tiene elocuencia. Una mujer pro
■ fio a s . Los curas son los que a veces empie-
fundamente religiosa asiente de pronto, e
I fíin a preguntarle a uno "quién es usted,
nuestras barbas, a conclusiones casi ateas
Pero en ese terreno de la pedagogía, ¡cuánta
I (donde va, con qué objeto y qué esperanzas
IÍpiic". Pero, por lo demás, también ese tipo
cosas no les inculcan y cuántas no están dis
Simpático parece ir desapareciendo. En cam-
puestas a aceptarlo! Escalofríos le dan a un
i l i n c l u s o en ese estilo, de aquel tiempo a
ante la ¡dea de que al volver a su casa, ense
i .i parte, uno tiene encuentros inesperados
guida empezará a inculcarles a sus hijos y
t omo para no dar crédito a los propios ojos.
su marido lo que a ella le han enseñado. L
único que algo la tranquiliza es pensar qu

75
F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE

2. En el Barco
Juno naturalísimo, mientras que en el barco lo
Itvanta, sin querer, hasta una arrogancia into-
|t i able, únicamente por no ser menos que los
En los barcos se entabla conversación de
• más. Todo el quid de eso se cifra en que allí
otro modo que en el tren. Las razones de ello
Hay más espacio donde acomodarse y más
son naturales, empezando porque allí el pú­
lif'inpo para esparcirse que en el tren, o sea
blico es más selecto. Me refiero, desde luego
que, como ya dije, hay una causa natural. Allí
al público de primera, al público de popa. El
ñu se va tan apretado como en el tren, no se
de segunda, el de proa, ni siquiera es público,
r.ia tan expuesto a convertirse en pandilla ni
sino sencillamente el pasaje. Allí va la gente
humilde; allí es donde se ven sacos y maletas, (t* ve tan al vuelo, ni sujeto a tantos requisi-
apretujones y oscuridades; ese es el lugar de !(>■,, a las molestias de los crios que se des­
las viudas y los huérfanos; allí las madres dan pintan o lloran; allí no te ves obligado a mos-
el pecho a sus crios; allí se encuentran esos lt.ti tus instintos de un modo tan natural y
viejitos que viven de una pensión, curas tras­ (pirmiante, sino que, lejos de eso, todo
ladados, partidas enteras de trabajadores, la ¡t( uerda a una casa seria; al poner el pie
servidumbre del barco, las cocinas. El público sobre cubierta, tienes la sensación de ser un
de popa ignora siempre en todas partes al de invitado. Y, sin embargo, estás obligado a
proa, no teniendo de él ninguna ¡dea. Puede ituo o seis horas de promiscuidad, a veces
que parezca extraña esa opinión de que el un día entero, e infaliblemente sabes que han
público de primera es siempre más selecto .!■ llegar hasta el fin juntos y de trabar cono-
que el de la clase correspondiente en el tren. i ¡miento con tus compañeros de viaje. Las
En realidad, sin duda, no hay tal cosa y, ade­ i ñoras van siempre mejor vestidas que en el
más, todo ese público, en cuanto se vuelve a ift-n; tus hijos, por poco que los estimes, I le­
su casa y deja el barco, inmediatamente, en al t trajecitos de verano de lo más lindos.
sus nidos familiares, baja el diapasón hasta un • m i lo que allí también uno suele tropezarse

76 77
F edor D o sto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

con paquetes y padres de familia que parecen . so está todo el quid. Desde luego que, como
estar verdaderamente en su casa, y algunos los pasajeros no se conozcan de antemano, es
llevan sus chicos de la mano, ostentando con­ mucho más difícil romper el hielo que en el
decoraciones por si acaso; pero eso sólo lo tren. La conversación general es rara en el
hacen esos tipos inferiores de verdaderos via­ barco. Los sufrimientos inherentes a la tensión
jeros, que toman las cosas plebeyamente en nerviosa, sobre todo en los primeros momen­
serio. Esos tales no tienen ¡deas elevadas, sino tos, son más considerables que en el tren. Si
tan sólo un vivo instinto de propia conserva- , ríes algo observador, seguro te chocará lo
ción. El verdadero público inmediatamente se puedan fingir en un cuarto de hora esas
desentiende de esos individuos lamentables, damas elegantes y sus honorables maridos,
aunque se le siente al lado, y ellos mismos i ierto que donde más ocurre esto es en las
comprenden enseguida cuál es su verdadero Excursiones de recreo, por decirlo así, vera­
puesto; y aunque ocupan la ubicación que niegas, en esas excursiones que duran de dos
han pagado, ante los demás permanecen en­ si seis horas. Allí todo es ficción: los modales,
cogidos y tímidos. las bellas actitudes; cada cual parece estarse
mirando a cada instante en el espejo. Frases
En resumidas cuentas: que el espacio y el
luí lonas y recalcadas, de lo más antinatural y
tiempo alteran de un modo radical las condi­
antipático; un modo imposible de pronunciar
ciones. Allí ni el talento puede ponerse de
la s palabras, como no las pronunciaría quien
buenas a primeras a referir su biografía, sino
it» estime un poco; todo eso se da allí más,
que tiene que buscar otro camino. Es posible
iPgún parece, que en el teatro. Padres y ma-
que no tenga el menor éxito. Allí casi no
tli.’s de familia (es decir, en tanto no se gene­
puede darse el caso de entablar conversación,
raliza la conversación) se esfuerzan por ha-
por la pura imprescindibilidad del viaje.
tii.ti entre sí de un modo antinaturalmente
Sobre todo, el tono del diálogo tiene que ser
reí 1 0 , pugnando por demostrar con todo em-
enteramente distinto, propio de un salón, y en

78 79
CUADRITOS DE VlAJE
F edor D osto ïevski
tanto más cuanto que no son ellos solos los
peño que están ahí absolutamente como en
que tienen chicos y desazones, sino todo el
su casa; pero luego, enseguida, avergonza­
mundo, aun allí mismo en el buque. Pero tan
dos, se rectifican; se ponen a hablar de cosas
sencilla idea no se les ocurre, y hasta, según
enteramente estúpidas, que no pegan ni re-]
parece, la tienen por indigna de ellos. Lejos de
motamente con aquella ocasión y aquel lugar,
eso, todo grupo familiar propende, aun con
dirigiéndose a veces el marido a su mujer
»-nVidia, a tomar todo otro grupo analogo por
como un caballero desconocido a una señora
ily’O, en primer lugar, un grado superior a el, y
a quien no conoce, en algún salón. De pron­
luego, por algo perteneciente a un mundo
to, y sin motivo alguno, cortan la conversa­
ppecial, como el del ballet, y en modo algu­
ción y, en general, hablan a los saltos, miran
no por seres humanos que pueden tener, co­
nerviosos e inquietos a los vecinos; atienden
mo ellos... casa, hijos, niñeras, el bolso vacio,
las mutuas respuestas con recelo, y hasta con
¡ i r . Tal idea les resultaría h a s t a ofensiva, eno-
susto, y no es raro que unos se avergüencen
josa; vendría a defraudar la ilusión.
de otros. Si sucede (es decir, si la necesidad
los obliga) que se ponen a hablar entre sí de En los buques, en el número de quienes
algo más pertinente a la ocasión, y de aquello . mpiezan primero a hablar alto, puede con­
que un marido necesita hablar con su mujer tai se a las institutrices, claro que con los ni­
en los comienzos de un viaje, de algo casero, ños y en francés. Las institutrices de las fami­
por ejemplo, de los chicos, de si tose lias de clase media están, en su mayoría, cor-
Mischenka y aquí hace frío o de si Sonechkaj t,iilas por el mismo patrón: todas jovencitas,
se arremanga demasiado la falda..., se turban! todas recién salidas del colegio, todas feas,
y enseguida se ponen a cuchichear, no sea aero sin serlo de remate; todas vestidas de
que alguien los oiga, aunque lo que digan no oscuro, con el talle muy estirado, pugnando
tenga nada de inconveniente, sino todo lo por enseñar el piecito; todas orgullosamente
contrario, revele la plena estima de sí propio,

81
80
F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

modestas, pero con el aspecto más desen­ i on una voz mimosa, que excluye, sin embar­
vuelto, indicio de suprema inocencia, consa­ go, la posibilidad de que la joven se haga la
gradas todas ellas con el mayor fanatismo a menor ilusión sobre ningún derecho a más
sus deberes, sin que les falte nunca en las familiaridad, le hace una advertencia, por lo
manos el librito inglés o francés de buena lec­ (¡lie debe llamar a la niñera, mirando, al decir
tura, con frecuencia un relato de viaje. Miren P'.lo, tranquila e imperiosamente, en su entor­
a esa que tiene esa nena de dos años en bra­ ilo, en busca de la ama ausente. Su europeo
zos y llama, sin bajar la vista, con severidad marido llega, incluso, a iniciar un movimien­
no exenta de cariño, a la hermanita de la to en ese mismo sentido, cual si fuera a correr
niña, que tiene ya seis y está jugando ahi !iii busca del ama; pero luego lo piensa mejor
(sombrerito de paja, traje blanco corto con n i ontinúa en su sitio, muy satisfecho, al pare-
encajes y encantadores zapatitos infantiles). í ei, de haber rectificado su primera idea. Por
Viera, venez id , e irremisiblemente el clásico jp que parece, está en ascuas con su consor­
venez ici, y cargado irremisiblemente el acen-j te y, al mismo tiempo, lo toma todo muy a
to en el zí. La madre, una mujer gruesa y de hit i ho. La institutriz se da prisa a tranquilizar,
familia sumamente distinguida (ahí tienen a |jt.i lo que a ella respecta, a la encopetada
su marido, un señor de aspecto europeo, aun­ p.-inta, asegurándole a voz en cuello que quie-
que de propietario rural, de no pequeña esta­ : j, mucho a N ina (besándola al mismo tiempo
tura, más bien gordo que flaco, con pelo algo; 1 1 id pasión). Luego otro gritito en francés a

canoso y barba rubia, aunque larga, de cortej it-ia, con el mismo ici y ¡qué cariño cente­
indudablemente parisino, y un sombrero! llea en los ojos de la leal muchacha aun para
blanco de castor); la madre observa el 1« i ulpable Viera! Por fin acude Viera, saltan­
momento en que la institutriz, al tomar en do y disculpándose con voz mimosa (una
brazos a Nina, se toma un trabajo de más, (tiña de seis o siete años, ¡un ángel todavía, y
que no está dentro de lo convenido, y para ya '..tbe mentir!)
indicarle que no lo encuentra bien, en el acto,!

82 83
F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE

El barco hace un paseo de seis horas y l,i mniite en su salsa; ya se ha puesto su gorra
excursión resulta casi de recreo. Vuelvo a fifi mànica de viaje, a cuadros, de una forma
repetirlo: sin duda que dos o tres días de viaje, ^ tupida, y lo ha hecho así con toda inten-
allá por el Volga, por ejemplo, o de Cronstad ( ion, para alardear de independencia; cuanto
a Ostende, harían lo suyo; la necesidad ahu«j pu ños, tal se nos antoja a nosotros. Pero, a
yentaría el salón, se desvanecería el ballet, y í ambio de esta perplejidad, tenemos ahí una
los instintos vergonzantemente disimulados jinorita muy mona y un coronel de Ingenie-
saldrían fuera del modo más franco, hasta ale*i tos; una madre ya de alguna edad, con tres
grándose de poder estallar. Pero de tres díasa ¡ hijas muy elegantes, pertenecientes a la socie-
seis horas hay mucha diferencia, y en nuestrol ll „1 entre mediana y elevada de las familias
buque todo se mantuvo primoroso, desde el I i i.-isburguesas de generales, jóvenes proba-
principio al fin. Nos embarcamos a las diez de* N- mente instruidas y que ya deben de haber
la mañana de un magnífico día de junio, en un i Mito mundo. Hay dos calvos: un sujeto flaco
y un oficial de Caballería de un conocido
amplio y plácido lago. La parte de proa d ell
■gimiento; pero este se mantiene en cierto
barco va atestada de pasajeros; pero ese es un
■tlvo aislamiento y guarda un silencio arro­
revoltijo del que no queremos saber; aquí, ya
nziti-, sin duda por creer que no se halla en
lo dije, está uno en su salón. Aunque hay tam- j
E ambiente, lo que, al parecer, nos gusta a
bién aquí gente de esa que siempre, en todasl
l i 1'>•. Pero quien más llama la atención es un
partes, nos plantea un problema, de modo q u el
g iu lia n o . Se trata, por lo demás, de una
no sabemos qué hacer: por ejemplo, cierto!
doctor alemán, con su familia, compuesta de j | . Irncia de aspecto muy bonachón, con
Mai a y medio uniforme. Todos saben ense-
la mujer y tres señoritas a las que será difícil§
g. ni la que es el decano de los funcionarios y,
conseguirles novio en Rusia.
p* «i así decirlo, el patrón del gobierno, llegan-
Con ninguna de esas criaturas rigen nues-1 ai’ . 1 afirmar algunos, que ahora va de visita
tras leyes. El viejo doctor se encuentra entera-l ti, inspección. Lo más probable es que venga

84 85
F ed or D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

acompañando a su mujer y a su familia fea, es un señor de la más alta sociedad, que


algún lugar cercano, donde tendrán su resl | i derrochado mucho dinero en su vida, y
dencia veraniega. Su mujer es una dama mui fe-,ios últimos años anduvo viajando mucho
guapa, de treinta y seis o treinta y siete añoiji ■(ir el extranjero. Va incluso un tanto descui­
ostenta el ilustre apellido de S. (que todos co­ dado en el vestir, y muestra todo el aspecto de
nocen en el barco) y viaja en compañía de su! un particular, pero con el empaque de un
cuatro hijitas (la mayor de diez años) y una Efeprochable m ilord ruso y hasta sin mezcla
institutriz suiza, y provocando la indignación n peluquero francés, lo que representa una
de algunas de las señoras presentes, se con­ .,tiva rareza en un verdadero inglés ruso.
duce al estilo de la clase media, aunque res ||m acompañan en el vapor dos criados, lleva
pinga la nariz de un modo intolerable. Viste ■ onsigo un perro setter de extraordinaria be-
como en día de trabajo, según es moda ahor.i ■é/a. El perro anda sobre la cubierta, y, dese-
entre las madres de familia; recalca a media iüo de hacer amistad con nosotros, mete el
voz una de las hijas del general, mirando con PtK ico entre las rodillas del público sentado,
ojos de envidia el exquisito corte del modes fe rra n d o tumo, visiblemente. Y aunque re-
to vestido de la señora del alto funcionaric itilia algo molesto, nadie se enoja, y algunos
Atrae también la atención de un modo nota^ . , ia tratan de acariciar al animalito; pero,
ble, y hasta excesivo, un caballero alto, secc tjt,,le luego, con aire de entendidos, que sa­
muy canoso, de unos cincuenta y seis o cin* lten apreciar el valor de un perro de precio, y
cuenta y siete años, que se ha sentado desen« pniiana pueden tener otro seííer igual. Pero el
fadadamente, de espaldas a todos, en una de w r u recibe las caricias con indiferencia, co-
las airosas sillitas del vapor, y mira por li ffii i un verdadero aristócrata, y no permanece
borda correr el agua. Nadie ignora que ea MUt lio tiempo con el hocico en las rodillas
Fulano de Tal, que fue gentilhombre del soj i|t nadie y, aunque mueve la cola, lo hace
berano difunto y un hombre muy elegante en íjfnplemente por cortesía mundana, con indi-
su tiempo. Y aunque no se sabe lo que ahora Ife n c ia y frialdad. Por lo visto, el m ilord no

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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

conoce aquí a nadie; pero, a juzgar por su mucho y desea saber pormenores. El m ilord
cara adusta y agria, no está tampoco para los conoce, y afablemente deslizó dos o tres
buscar amigos, y no por cuestión de princi­ pares de palabras por entre sus dientes posti­
pios, sino sencillamente porque no los echa zos, por lo demás, sin mirar al general ni
de menos. Para el patrón del gobierno mues­ saber a quién hablaba, si a él o al reportero de
tra una indiferencia absoluta, indiferencia que segundo grado. El general, con impaciencia
tampoco responde a principios. Pero ya se ve sincera, se apoya en el respaldo de la silla y
que de un momento a otro han de entablar .iguarda. Pero el milord promete poco, y de
conversación. El dignatario va y viene en torno pronto calla y olvida lo que estaba diciendo.
a la sil lita del gentilhombre, y hace todo lo Por lo menos pone cara de eso. El vivaracho
posible por hablarle. No obstante estar casa­ ■.('ñor de segundo grado tiembla por él, desean­
do con una S., parece, en virtud de rectitud do impedir que hable. Considera su deber
innata, reconocerse inferior en bastantes gra­ sagrado ser quien presente uno a otro a aque­
dos al milord, aunque claro que sin el menor llos dos encumbrados caballeros.
detrimento de su dignidad: trata de resolver
Es de notar que esos caballeros de segun­
ahora este último problema. De pronto, se
do grado se encuentren a menudo en los via­
atraviesa un señor de segundo grado, y por su
mediación ya han cambiado, casualmente, jes, sobre todo alrededor de los proceres, y
dignatario y milord, unas cuantas palabritas [eso por la simple razón de que allí no los
sin presentación previa. De pretexto ha servi­ i pueden echar. Pero, si no los echan, es por­
do la noticia, comunicada por el señor de que resultan muy útiles, claro que cuando se
segundo grado, y referente a cierto goberna­ | hallan en ciertas condiciones propicias. El
dor vecino, también conocido aristócrata, nuestro, por ejemplo, llevaba hasta su conde-
que en el extranjero, adonde iba a tomar ba­ [ i oración al cuello, y, aunque iba de paisano,
ños con su familia, hubo de romperse una I vestía, sin embargo, de un modo algo oficial,
pierna en el tren. Nuestro general se afecta i Así que resultaba en cierto modo decente.

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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

Aquel señorito se conducía delante de un sólo podría acercarse a los interlocutores,


viejo procer de forma que parecía decir con .¡no también terciar en el diálogo, pues hasta
sólo su aspecto: "Mire usted: yo soy de segun­ tiene cierto derecho a ello; los generales con
do grado, no pretendo codearme con usted. A los generales, y Europa con Europa. Ni tam­
mí usted no puede ofenderme, Excelencia, poco podría él hablar peor que otros, del
mientras que yo sí puedo distraerle, conside­ gobernador lesionado que se rompió una
rándome, incluso, feliz con que usted me pierna en el extranjero. Hasta piensa en aca­
mire de arriba abajo, que hasta la tumba riciar al setter y empezar por ahí; pero ya que
sabré ocupar mi puesto". Sin duda que estos tiene la mano tendida, la retira y, de pronto,
caballeros van buscando su provecho; pero le asalta el invencible antojo de darle un pun-
su tipo puro procede sin fin de lucro, única­ lapié al perro. Poco a poco va adoptando un
mente movidos de cierta inspiración burocrá­ aire solitario y ofendido; por un momento se
tica y, en ese caso, tales señores son útiles y aleja y va a contemplar la brillante superficie
sinceramente amables e ingenuos, hasta el del lago. Su mujer, no se le escapa, lo está
punto de desaparecer en ellos el lacayo y pro­ mirando con ironía cáustica. En vista de eso
ducirse de por sí el lucro como un hecho y su 1 1 0 puede contenerse y vuelve al lugar del

ineludible consecuencia. coloquio, y va y viene en torno a los interlo­


cutores como alma en pena. ¡Y si esa alma
Todos los de cubierta prestaron extraordi­ inocente fuera capaz de odiar a alguien, odia­
naria atención al incipiente coloquio de ría en aquel instante al señor de segundo
aquellos dos altos personajes, y no porque í>rado, lo aborrecería con todas sus fuerzas,
quisieran tomar también parte en él, que eso pues si no hubiese estado allí aquel sujeto no
habría sido demasiado, sino tan sólo ver y oír. habría ocurrido lo que sucedió!
Algunos hasta daban vueltas por allí, siendo
el que más se desvivía el europeo marido de __¡Telegrafiaron desde allá! — recalcó el
la distinguida señora. El cual siente que no flaco milord, siguiendo con la vista al setter y

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F ed or D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

respondiendo apenas al general— , y yo, en el una gran perplejidad.


primer momento, figúrese usted, me quedé
estupefacto. — Delgaditos, y las tierras son de su mujer,
una Garunina.
— ¿Es quizás pariente suyo? — estuvo a
punto de preguntar al general, pero se contu­ — ¡Ah! — exclama el general. Por lo visto,
vo y aguardó. le satisface que sea una Garunina. Ahora
( omprende.
— Y figúrese, la familia en Karlsbad, y tele­
grafió... — repite con incoherencia el milord, Muy buen hombre — exclama con vehe­
recalcando lo de telegrafió. mencia— . Lo conocía, es decir, precisamente
esperaba conocerlo aquí. ¡Hombre nobilísimo!
Su excelencia aún sigue aguardando, aun­
que su cara revela una gran impaciencia. Pero — ¡Muy buen hombre, Excelencia, muy
el milord, de pronto, cierra el pico y se olvida buen hombre! ¡Eso es, usted lo ha calificado
del diálogo. ilcfinitivamente: muy buen hombre! — inter­
vino el caballero de segundo grado, con calor
— Pero, según creo, tiene su posesión prin­ y entusiasmo no fingido resplandeciendo en
cipal en el gobierno de Tversk, ¿no? — se de­ •us ojos. Mira con desdén a los demás pasa­
cide, por último, a preguntar el general, con je r o s y se siente incomparablemente superior
cierta vergüenza y recelo. . 1 todos ellos.

— Dos, dos delgaditos: Yarkov y Aristarj. Eso acaba ya con la paciencia del señor
Hermanos. Aristarj se encuentra ahora en Be- europeo, que merodea en torno al diálogo.
sarabia. Yarkov se rompió una pierna y Aris­ ¡Ay, fue cosa de la fatalidad!
tarj se encuentra en Besarabia.
La fatalidad consistió aquí en que su mu-
El general levanta la frente y es preso de jei, la dama distinguida, allá en sus tiempos

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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE

de soltera, era amiga de la esposa del digna­ nio. La dama distinguida no quería, por lo
tario, que por su casa se llamaba S. La dama visto, enterarse de que ya no tenía siervos ni
distinguida se consideraba también, con mo­ dinero. Pero lo que más rabia le daba era que
tivo de su alcurnia, realmente superior a su llevaban allí ya cuatro meses sin lograr
marido. Al poner antes el pie sobre cubierta, encontrarse con nadie. Aquel encuentro con
ya sabía ella que también la otra sacaría pasa­ l,i generala habría sido el primero. "¡Y de todo
je, y contaba con encontrársela. Pero, ¡ay!, tenía la culpa aquel hombre que no era
que ambas señoras no se encontraron, y des­ nadie!"
de el primer momento, a la primera mirada,
__¡De qué sirve que use esa barbita a la
se hizo evidente que no podían encontrarse.
europea, si no tiene empleo, ni influencia, ni
¡Y todo por culpa de aquel hombre que no
relaciones! ¡Nunca supo buscarse nada, ni
era nadie!
,iquiera casarse supo! ¡Y cómo pude aceptar­
Pero aquel hombre que no era nadie lo por marido! ¡Me fascinó con la barbita!
sabía, por su parte, de sobra, los tácitos pen­
El afortunado esposo sabe de sobra que
samientos de su mujer, que demasiado tiem­
eso es lo que piensa de él la dama distingui­
po había tenido de calárselos en sus siete
da, y en aquel instante crítico. Ella no le ha
años de matrimonio. Y, sin embargo, también
manifestado su deseo de encontrarse con la
él había nacido en Arcadia. Allí, en aquel
peñérala; pero él sabe muy bien que, como
mismo gobierno, había poseído hasta sete­
no le proporcione ese encuentro, se lo repro-
cientas almas. Después que las emanciparon,
. hará toda la vida. Además, él tiene empeño
el matrimonio se fue a pasar esos siete años
en demostrarle que es hombre capaz de
en el extranjero. Y helos aquí que ahora regre­
hablar con generales rusos. Que no es un
saban a la patria, donde llevaban ya cuatro
■ualquiera, corno ella se imagina, sino un
meses comiéndose los restos de su patrimo­

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F ed or D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E
hombre de valía. ¡Ay, el afán de que su mujer si Hita del milord no reparó en que este tenía
haya de reconocer su valor espontáneamente- su bastón sobre el banquito y que el bastón ha
constituye, en realidad, el principal objeto di' resbalado y está a punto de rodar. Se aparta
aquella vida frustrada, y hasta todo su objeto aprisa, cae el bastón, y milord, malhumorado,
desde que se casó! Cómo fue así, sería muy se agacha a recogerlo. En aquel instante se
largo de contar; pero así fue y a eso se redujo oye un grito horrible: es el setter, al que nues-
todo. Y helo que ahora, de pronto, da un paso iro hombre, al desviarse, le ha pisado una
y va a plantarse delante del milord. pata. El setter aúlla de un modo insufrible, es-
— Yo..., general..., yo también he estado lúpido; m ilord revuelve todo el cuerpo en la
en Karlsbad, y figúrese, general, yo también .illa e increpa al caballero:
sufrí allí una lesión en una pierna... ¿Hablaba — Le ruego encarecidamente que deje en
usted de Aristarj Yakovlevich? — añade, diri­ I paz a mi perro.
giéndose de pronto al m ilord, por no poder¡
resistir al general. — No he sido yo. Ha sido él mismo
murmura nuestro héroe, deseando escapar.
El general levanta la cabeza y se qued.i
mirando con cierto asombro al recién llega­ — ¡No puede usted figurarse cuánto me
do, y le tiembla todo el cuerpo. Pero el milord hace sufrir ese hombre tan imbécil! — suena
ni siquiera alza la frente y, sin embargo^ dntrás de él la voz de su mujer, hablándole al
¡horror!, alarga el brazo, y el señor europeo <»ido a la institutriz;|pero, más bien que oírla,'
comprende claramente que el milord, apO'd i I" que hace es presentirla con todo su ser. Y
yando con fuerza su mano en su pierna, lo hasta es posible que su mujer no haya dicho
aparta de su lado. Da un respingo, baja la ri,(daj
vista, y comprende la causa de inmediato: <il|
¡Pero eso es igual! No sólo está decidido
colocarse aturdidamente entre el banco y l.i
[ i .ilravesar la cubierta, sino a meterse en cual-

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F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E

quier sitio en la proa y esconderse allí. Y, hecho amigo de la generala. Había olvidado
según parece, así lo hace. Por lo menos, en que era, por su casa, una S., y no cayó tam­
toda la hora restante de viaje no se le vuelve poco en la cuenta. Ahora, de pronto, la
a ver. recuerda cuando era una señorita de dieciséis
años. La generala lo trata con cierta altivez e
Después del incidente, el dignatario no indiferencia; aunque en el fondo no hay tal
puede contenerse y se dirige a su camarote, cosa. Apenas si lo mira, pero m ilo rd cada vez
donde, por indicación del capitán, tiene ya se vuelve más amable; se anima, en verdad, y
preparada una partidita de cartas. Todos cono­ habla con voz chillona. En cambio, se esme­
cen el lado flaco de Su Excelencia. El caballe­ ra para contar (claro que en francés) anécdo­
ro de segundo grado ya lo ha arreglado todo y tas encantadoras y esmaltar la conversación
buscado jugadores, según lo que permiten las de verdaderas agudezas. ¡Y cómo domina el
circunstancias; son estos: un funcionario, i hismorreo! La generala sonríe cada vez más.
empleado en las obras de un ferrocarril próxi­
mo, y que goza de un sueldo monstruosamen­ El prestigio de una mujer hermosa influye
te considerable, y algo amigo ya de Su Exce­ lo indecible en milord, que cada vez acerca
lencia; y el coronel de Ingenieros que se ha más su silla, y acaba por derretirse y reírse de
prestado a ser de la partida. El tal ingeniero se un modo raro. Pero eso no lo puede soportar
conduce con adustez fde puro celoso de su ya la pobre y distinguida dama. Comienza a
dignidad), pero juega bien. El empleado de sufrir un tic y se retira a su camarote en com­
ferrocarriles es algo vulgar, pero no sabe con­ pañía de la institutriz y de Nina. Salen a relu-
tenerse; el señor de segundo grado, que es el •ir los paños mojados, se oyen quejidos. La
cuarto, se porta con corrección. El general está institutriz comprende que aquella es una
muy contento. mañana perdida y se pone de mal humor. No
quiere hablar, acomoda a Viera en una silla y
En cuanto a milord, entre tanto, se ha fila toma un libro que, por lo demás, no lee.

98 99
F edor . D ostoievskj CUADRITOS DE VlAJE

"Es la primera vez que le sucede en estos mucha prisa, y el cielo no se ha de ir de ahí.
tres meses — piensa, mirándola a los ojos, la
El cielo es cosa casera, el cielo es cosa
dolida dama— . ¡Debería hablar, sí señor,
lonta, mientras que la vida pasa... ¿Cómo no
debería! ¡Debería distraerme, compadecer­
ir al campo?
me; para eso es la institutriz: para mirar por
una, aunque la culpa de todo la tiene ese
mequetrefe!". Y sigue mirando, con ojos de O
rencor, a través de la muchacha. Ella tampo­
co quiere hablarle, por orgullo. La muchacha,
en tanto, piensa en el recién dejado
Petersburgo, en las patillas de su primo, en un
oficial amigo suyo, en dos estudiantes. Piensa
en la única sociedad donde pueden reunirse
las estudiantes y los estudiantes, y a la que la
han invitado.

"¡Allá ella si está enojada! — sentencia


definitivamente— . Veré de continuar aquí un
mes más, y si no termino de acostumbrarme,
me vuelvo a Petersburgo. ¡Qué diablos!"

Pero he aquí que, por fin, el vapor llega a


puerto, y todos se lanzan a la salida, cual
huyendo de un ambiente viciado. ¡Qué día tan
tibio, qué cielo tan radiante y magnífico! ¡Pero
no miremos el cielo, que tenemos prisa! Prisa,

100 101
BNíño, con Cristo,
ante elArbol de Navidad o876)
Evolución del niño
Dos balas cuelgan sobre la infancia, En registro de “crómica social”, el autor
una roja y otra azul, y eso p ara acelerar reflexiona sobre la explotación y la fa lta de des­
el desarrollo, p ara despertar elpensam ien­ tino de los ch icos de la calle, dram a que parece
to. ¡C u al si pretendiese su p rim irá la natu­ no variar pese a l tiempo y a las fronteras.
raleza! A sí se an u la la impresión de arm o­
n ía del todo en la naturaleza. Pasarán su O
vida buscando el detalle, la arista, la p a r­
ticu larid ad en ese todo.
Los niños son una cosa rara: se desviven
(efe Pensam ientos anotados) ■uñando y pensando. Antes de Navidad, y
luego ya en Nochebuena, solía yo encontrar­
me regularmente, en determinada esquina de
la ciudad, a un niñito que seguramente no
tendría más de, pongamos, siete años. A pesar
tlfl frío tan horrible que hacía, iba vestido
i asi de verano; pero en torno al cuello lleva-
i>a atado un trapo viejo; alguien se lo ponía
untes de echarlo a la calle.

103
F ed o r D osto ïevski E l N iñ o , c o n C r is t o ..

Salía con sus manecitas, que así suena la ren, "el sábado, al terminar en las fábricas,
palabra técnica con que se designa el pedir empiezan ya a celebrar el domingo y hasta el
limosna. Esa expresión la han inventado los miércoles no vuelven al trabajo". Allí beben
propios niños. De chiquillos como el de que ron ellos también sus famélicas y vapuleadas
hablo hay una muchedumbre, le corren a uno dádivas, y también lloriquean, en demanda
detrás en todas partes y siempre salmodiando del pecho materno, sus hambrientos crios.
alguna retahila aprendida de memoria; pero Aguardiente, y suciedad, y libertinaje; pero,
aquel no gimoteaba, y en cierto modo habla­ sobre todo, aguardiente, es lo que allí puede
ba de una manera ¡nocente y desusada, y sus encontrarse. Con las copecas recogidas de li­
ojos me miraban confianzudos: debía ser un mosna envían inmediatamente al muchacho
novato. A preguntas mías, me contestó que , 1 la taberna más próxima para que les traiga

tenía una hermana, la cual estaba enferma y más aguardiente. Por broma también, a él le
sin trabajo. Puede que me dijera la verdad, ri han aguardiente en la boca, y se retuercen
pues sólo más tarde supe que chicos como tli' risa al ver que al chico le falta la respira-
esos son innumerables; los echan al arroyo a ■ion, y le flaquean las piernas, y casi se ahoga
pedir, aunque haga el frío más cruel, y cuan­ de aquella impresión, que le hace perder el
do no recogen nada que llevar a casa los oído y la vista.
zurran, naturalmente. Si el muchacho ha lo­
Cuando el chico ya es mayor, lo envían a
grado reunir un par de copecas1, se vuelve
una fábrica; pero todo cuanto gana tiene que
enseguida a su tugurio con las manecitas en­
llevarlo también adonde aquellos sujetos gas-
tumecidas, y allí se emborracha a su costa
im el dinero en aguardiente. Incluso antes de
una partida de esos individuos que, como di-
entrar en la fábrica se han convertido esos
c lucos en unos pequeños delincuentes. Re-
1 Monedas de Rusia equivalentes a la centésima parte turen la ciudad entera y conocen los más
de un rublo. ¿¡versos rincones, cuevas, cobertizos y porta-

104 105
S ilííG .
F ed o r D o sto ïevski 'Æ

les donde se puede pasar la noche sin ser


visto. Un chico de esos estuvo durmiendo
varias noches en una portería, metido en una
cuba de madera, sin que lo descubriera el
W:
portero. En primer lugar, son ladronzuelos. El
robo viene a ser para ellos una pasión, hasta
para los que no pasan de los ocho años, y no
pocas veces, sin darse ellos cuenta de lo
delictivo de su conducta. En resumen: se acos­
tumbran a soportarlo todo... hambre, frío, gol­
pes, sólo por una cosa: por su libertad, y no ¡5*
p&
tardan en emanciparse de quienes los esquil­
man para echarse a vagabundear por su pro­
pia cuenta, por su propio impulso y por su
propio placer. Muchos de esos chicos vaga­
>
bundos no saben nada, o poco menos, del r
país en que viven ni de la nación a que per­
tenecen, ni si existe un Dios y un zar. Hasta se
cuentan tantos infortunios acerca de ellos qur
cuesta trabajo creerlo y, sin embargo, todo

esto son hechos positivos...
B Proceso a Komíbva

En otra de sus poco conocidas facetas,


Dostoievski realiza una detallada crónica del
insólito proceso a una m ujer em barazada

Padres e hijos i/iie arrojó a su hijastra por la ventana. Toma


posición respecto del caso y alerta sobre los
peligros de la “dulce espera”.
I Padres e hijos... Los parientes no cono­
cen a los parientes.]

(ele Pensam ientos anotados)


i. Sencitb pero raro d 876)
El 15 de octubre, los Tribunales fallaron
en el proceso de esa madrastra que hace seis
meses, en mayo, arrojó por la ventana, desde
ini cuarto piso, a su hijastra, una nena de seis
iños que, no sé por qué milagro, no se hizo
|ld a en la caída y salió de ella viva y sana,
(•„i madrastra, la campesina Yekaterina Korni-
|ova, de veinte años, se había casado con un
viudo que, según sus declaraciones, siempre
li estaba riñendo, no la dejaba ir a ver a sus

109
F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

parientes ni recibirlos en su casa, siempre I** m i embarazo), yo escribí en mi D iario (por lo

estaba poniendo como ejemplo a su difunta, demás, de pasada y a la ligera, criticando la


etc. En una palabra: "que llegó la cosa a un rutina y los procedimientos rutinarios de
punto en que dejó de amarle", y para vengar-1 nuestros abogados) las siguientes palabras: "Y
se de él resolvió tirar por la ventana a esa §m> es lo que desconcierta, pues efectivamen­
nena, hija de aquella, su primera mujer. En te la acción de este monstruo de madrastra
resumidas cuentas: la historia — quitando l.i fpsulta ya harto extraña, y puede que requie-
milagrosa salvación de la niña— no puede sor i.i un examen minucioso y atento, que hasta
más clara y sencilla. Desde este punto de vista, |n xIría conducir a aliviarle la pena a la proce-
es decir, desde el de la sencillez, consideraron .ula". He ahí lo que escribía entonces. Ahora
también la cosa los jueces, y también del ligan con atención los hechos. En primer
modo más sencillo condenaron a Yekaterina lugar, la procesada se declaró culpable, y eso
Kornilova, "que al consumar su delito tenía í iaíz de cometido el crimen, denunciándose
más de diecisiete años y menos de veinte, a I sí misma. Declaró entonces, en la comisa-
dos años y ocho meses de trabajos forzados, ■la, que ya el día antes pensaba acabar con la
cumplidos los cuales se quedará para siempic ; hijastra, a la que había cobrado odio por la
en Siberia". Y, sin embargo, pese a toda esa rabia que le tenía al marido, cuya presencia le
sencillez y claridad, hay en todo eso algo que j impidió llevar a cabo su designio aquella
no se ha dilucidado bien. La procesada (una i fu H he.
mujer bastante agraciada), al comparecer ante
Al día siguiente, no bien se hubo ido
sus jueces, se hallaba en el último mes d<*
I q u e l a su trabajo, fue y abrió la ventana, pu-
embarazo, de modo que en la sala no faltaba
a un lado una maceta con flores que había
nunca una comadrona. Todavía en mayo, al
lobre el alféizar, y le mandó a la niña que se
cometer su crimen (y cuando, por consiguienj
iiibiese a la ventana y mirase hacia abajo. La
te, se hallaba la acusada en el cuarto mes dc!
Mina, naturalmente, trepó a la ventana, quizás

110 111
F ed or D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

hasta con gusto, pensando ver Dios sabe qué licia, incomprensión de lo que en un juicio
al pie de aquella; pero no bien se hubo subi­ resulta principal, y que consiste en definir el
do, puesta de rodillas en el alféizar y mirado inal con toda la claridad posible, denunciarlo
hacia abajo, cuando la madrastra fue y le dio y calificarlo de tal mal delante de todo el
un empujón por detrás, y la niña voló por los mundo. Que luego todo eso de aliviar la suer-
aires. La delincuente se quedó mirando caer a te del delincuente, de afanarse por su absolu-
la criaturita (según ella misma ha declarado), ( ión, etc., son ya otras cuestiones muy hondas
luego cerró la ventana, se vistió, cerró la y enormes, pero enteramente distintas del
puerta y se fue a la comisaría a denunciar lo hecho del juicio y que se relacionan con otro
sucedido. ■ispecto de la vida social, aspecto que dista
mucho de estar aún definido y formulado
Tales son los hechos. ¿Hay algo más sen­
entre nosotros, de modo que todavía no
cillo? Y, sin embargo, hay en ellos algo de fan­
hemos dicho sobre el particular la primera
tástico, ¿verdad? Han inculpado a nuestros
palabra. Y cuando se confunden ambas ideas
jurados, y no pocas veces, por algunas abso­
■listintas, en los Tribunales, resulta una mezcla
luciones de procesados, efectivamente increí
extraña. Resulta que el delito no se aprecia
bles. En ocasiones hasta se subleva el sentido
como tal delito, antes al contrario, se le dice
moral de las personas imparciales. Com-pren-
a la sociedad, y por boca de los jueces mis­
demos que es lícito compadecer al de
mos, que no hay crimen alguno sino sólo
lincuente; pero no llamar bien al mal en asun
enfermedades debidas a la anormal constitu-
to tan grave como un proceso. Sin embargo,
. ión de la sociedad, idea exacta hasta lo
hubo absoluciones casi por este estilo, es
decir, que casi llamaban bien al mal, o por lo pernal en algunos casos particulares y en cier­
menos, les faltaba poco. Se manifestó tam ta categoría de fenómenos, pero desde todo
bién cierto falso sentimentalismo o incom­ punto de vista errónea, en general, pues hay
prensión del principio fundamental de la jus •H-itos rasgos que es imposible pasar por alto,

112 113
F ed o r D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

ya que entonces despojaríamos al hombre, lo hasta habría habido un motivo legítimo a más
privaríamos de toda personalidad y vida, no poder para absolver a la procesada: su
equiparándolo a una brizna de hierba que se embarazo.
deja llevar del primer viento que sopla; en
No hay quien ignore que la mujer, en la
una palabra: proclamaríamos una nueva
época de su embarazo (y más si es primeriza),
naturaleza humana, descubierta por alguna
suele estar expuesta a ciertos extraños influjos
nueva ciencia. Pero esta ciencia no existe, ni
e impresiones, que obran de un modo fantásti-
siquiera parece que vaya a existir jamás. De
<o sobre su espíritu. Esos influjos toman a
modo que todos esos piadosos veredictos del
veces — aunque, desde luego, muy raramen-
Jurado, en los que a veces se niega el delito
¡(>
— formas insólitas, anormales, casi absurdas.
claramente probado y confirmado por la
plena confesión del delincuente, "no es cul Pero ¿qué importa que sólo ocurra así en
pable, no lo hizo, no mató", todos esos fallos rasos muy raros, esto es, que se trate de mani-
benignos (salvo ciertos casos en que, efecti­ lestaciones extraordinarias? En el caso presen­
vamente, están justificados) asombran a la te habría sido muy sobrada esa consideración
gente y la mueven a burla y perplejidad. Pues para los llamados a decidir el destino de una
bien: ahora, al leer la condena de la campesi ■i ¡atura humana. El doctor Nikitin, que reco­
na Yekaterina Kornilova (dos años y ocho noció a la procesada (después de cometido el
meses de presidio), se me ocurrió de pronto delito), declaró que, a juicio suyo, Kornilova
pensar: "Ahora era cuando hubieran debido i onsumó su delito con entera conciencia de
absolver, ahora era cuando debían haber !<>que hacía, aunque admitiendo, sin embar­
dicho: No hubo delito, no mató, no la arrojó go, que pudiera estar bajo el efecto de la irri­
por la ventana". Por lo demás, no apelaré a tación nerviosa y la obsesión. Pero, en primer
las generalidades ni al sufrimiento para desa­ lugar, ¿qué puede significar en este caso la
rrollar mi idea. Simplemente me parece que palabra conciencia? Inconscientemente, rara

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E l P ro ceso a K ornilova
F ed o r D osto ïevski
mundo decidió entonces, incluso los médi­
vez hace nadie nada como no sea en estado
cos, que se trataba de un fenómeno pasajero,
de locura, de fiebre, de delirio. ¿Quizá no
i onsecuencia del embarazo. Pero ella, no
saben, por lo menos los médicos, que cabe
obstante, robaba conscientemente y dándose
hacer algo de un modo totalmente conscien­
i lienta cabal de lo que hacía. Conservaba
te y que, sin embargo, no nos sea imputable?
plena conciencia, sólo que no podía resistir la
Y, si no, reparen en los locos: la mayoría de
lentación. Hay que suponer que la ciencia
sus actos de locura los realizan con plena
médica no puede hoy mismo decir nada ter­
conciencia, y los recuerdan; más aún: le dan
minante respecto de esos fenómenos. ¿En vir-
a usted cuenta detallada de ellos, los defien­
lud de qué leyes se producen en el espíritu
den, discuten con usted, y a veces, haciendo
humano semejantes trastornos, tales influjos e
gala de una lógica que a uno lo deja estupe­
imposiciones, tales demencias sin locura, y
facto. Cierto que no soy médico, pero re­
(¡ué significan y qué papel desempeña en
cuerdo que, siendo niño, oí hablar de una se­
csllos la conciencia? Pero basta con que se
ñora de Moscú que siempre que estaba emba­
estime indiscutible el hecho de que la mujer,
razada, y en ciertos períodos de su embarazo,
ilurante el embarazo, se halla expuesta a raros
sentía una inusitada e irreprimible pasión por
Influjos. ¿Y qué importa tampoco el que se­
el robo. Robaba objetos y dinero a los amigos
mejantes fenómenos se produzcan raras ve­
que iba a visitar, y robaba también en las tien­
res? Para la conciencia del juez es suficiente,
das adonde entraba a comprar algo. Luego,
en esos casos, la consideración de que pue­
sus familiares devolvían esos objetos y el di
den darse. Supongamos que nos contestan:
ñero a sus dueños. Y, sin embargo, no era po­
'l’ero es que no le dio por robar, como a aque­
bre ni mucho menos, y poseía cultura, y per­
lla señora, ni se le ocurrió nada extraordinario,
tenecía a la buena sociedad; luego que pasa­
ano que, ai revés, hizo precisamente lo que
ban esos días de tan extraña pasión no se le
piocedía, es decir, que intentó vengarse, sen­
hubiera ocurrido robar cosa alguna. Todo el

117
116
F edor . D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

cillamente, del marido odiado matando a la ¿Y qué importa que puedan incurrir en un
hija de su primera mujer, con la que siempre error?¿Mejor es equivocarse en la clemencia
la estaba abochornando". Pero como quieran: que en la severidad, tanto más cuanto que
aunque sea comprensible, no es, sin embar­ aquí no habría habido medio de comprobarlo,^
go, tan sencillo; por más lógico que eso fuere,
La procesada había sido la primera en
convendrán en que, de no estar ella embara­
declararse culpable; se confesó tal a raíz del
zada, no habría habido tal lógica. Voy a decir­
delito y volvió a repetir su confesión medio
les lo que habría habido: al quedarse ella sola
año después, en la Audiencia. De modo que
con su hijastra, llena de amarga irritación
irá a Siberia, considerándose culpable en lo
contra el marido, se habría dicho: "Voy a tirar
profundo de su alma. Y así morirá, arrepin­
a la niña por la ventana para vengarme de él".
tiéndose en el postrer instante y dando por
Lo hubiera pensado, pero no lo hubiese
perdida su alma; y no se le ocurrirá pensar
hecho. Habría pecado mentalmente, pero no
■|iie ningún mal influjo se apoderó de ella es-
de hecho. Mientras que, embarazada como
lando embarazada, siendo así que él tuvo
estaba, lo pensó y lo hizo. En ambos casos la
toda la culpa de todo y que, de no hallarse en
lógica es la misma, aunque la diferencia es
tal estado, no habría habido delito...
grande.
No; de dos errores, mucho más vale elegir
Por lo menos, los jurados, al absolver a la
al error en la clemencia. Luego se duerme más
procesada, podrían haber alegado: "Aunque
a pierna suelta. Pero ¿qué estoy diciendo? El
esos morbosos impulsos sean raros, a pesar de
hombre ocupado no se acuerda de la alcoba;
todo, se dan. ¿Y quién sabe si en este caso no
el profesional tiene cien asuntos semejantes, y
se trata también de uno de esos efectos?". He
duerme como un lirón cuando se acuesta ren-
ahí la consideración. Por lo menos en este
i lulo. Eso otro le sucede al hombre ocioso, que
caso, todo el mundo se habría explicado la
iólo una vez al año se tropieza con un asunto
clemencia y no quedaría lugar a discusiones.

118 119
F ed or D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

así, y ese es el que tiene mucho tiempo libre Así se ha de proceder en la vida. Hasta
para pensar. Se preocupa por esas cosas, de pienso que todas esas cosas que nos parecen
puro no hacer nada. En resumen: que el ocio muy extraordinarias, en realidad se producen
es la madre de todos los vicios. del modo más vulgar y prosaico y hasta inde-
( oroso. Porque, efectivamente, miren ustedes:
Y a propósito: en la Audiencia tenían a
«■se Kornilov vuelve ahora a quedarse viudo
mano la comadrona, y fíjense ustedes, al con­
pues la deportación a Siberia de su mujer trae
denar a la procesada condenaron juntamente
consigo la anulación del matrimonio. Y su
con ella a su hijo, a un nonato. ¿No es verdad
mujer — que ya no será su mujer— dará a luz
que es cosa rara? Supongamos que no lo es;
dentro de unos días un hijo (porque segura­
pero, a pesar de todo, habrán de reconocer
mente alumbrará antes de ponerse en cami­
que lo parece. Porque, efectivamente, aun
no), y entre tanto estará hospitalizada en la
antes de nacer, ya lo han condenado a ir a Si­
i-nfermería de la prisión, adonde la habrán
beria con su madre, que es la llamada a darle
itasladado a estos efectos. Apuesto cualquier
el alimento. Pero si va con su madre, queda
i osa a que Kornilov irá a visitarla allí, del
privado de padre; y si se arreglan las cosas,
modo más prosaico, y quién sabe si llevando
merced a algún expediente, de forma que se
i ir la mano a esa misma nena que la otra arra­
quede aquí con su padre (no sé si podrá con­
lo por la ventana. Y ambos cónyuges se pon­
seguirse), perderá entonces a su madre. Es
drán a hablar de las cosas más sencillas y vul­
decir, antes de nacer ya se ve privado de fami­
gares, del frío horrible que allí hace y de las
lia; eso, por lo pronto. Luego, cuando sea
Iotas de abrigo que ha de llevar para el viaje.
mayorcito, se enterará de lo de su madre.
V es posible que se sientan más unidos que
Aunque no haya que preocuparse de lo que
nunca ahora que los van a separar, mientras
pase entonces, sino considerar sencillamente
que antes no hacían más que reñir. Y acaso no
las cosas. Considerarlas sencillamente y ahu­
ge dirijan el uno al otro ni una sola palabra de
yentar toda fantasmagoría.

120 121
F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

reproche, limitándose a lamentar la conden.i habría pasado en este caso en Europa? ¡Qué
y a compadecerse mutuamente. Esa misma pasión, qué venganza, y todo con qué digni­
niña que lanzó por la ventana, seguramente dad! ¡Ea!, ande usted e intente describir este
se escapará de su padre todos los días "para ir asunto en una novelita, con todos sus porme­
a ver a la mámenka y llevarle boíl ¡tos". nores, empezando por la muchacha casada
"Tome usted, mámenka. Pápascha le mandó ( on un viudo y siguiendo por la niña arrojada
a usted té y azúcar, y mañana vendrá a verla." ; por la ventana en el momento en que miraba
Lo más trágico será que se echarán a llorar I hacia abajo y la madrastra pensaba: "¿La
cuando llegue la hora de despedirse, junto al I uro?", y la tiró... Hasta llegar al instante en
estribo del coche, y en la estación, entre la ijiie compareció ante la Audiencia, con la
segunda y la tercera campanada, y también se { omadrona al lado, para terminar con los últi­
echará a llorar la nena, con la boca hasta las mos adioses y reverencias. Y todavía nos
orejas, al verlos, y ellos, seguramente, se salen con aquello de: "Yo querría escribir,
harán los dos, por turno, sendas reverencias pero no hay tema". Puede que esto resultara
hasta los pies. "Perdona, Katerina, no me il¡-,o mejor que todos esos poemas y novelas
guardes rencor." Y ella a él: "Perdóname tam- j nuestros en que aparecen héroes de vida
bién tú, Vasili Ivánovich (o como se llame);! noble y altos sentimientos. Miren ustedes, no
soy culpable para contigo y mi culpa es muy ■ omprendo dónde tienen los ojos nuestros
grande". Y en este momento el niñito de novelistas; porque ahí tienen un asunto, ahí
pecho, que estará presente, ya se lo lleve el la, podrían describir con todos sus detalles una
ya se vaya a quedar con el padre, se echará . 1 tardad real. Aunque, después de todo, olvido
llorar también. Nada, que con nuestro pueblo Una antigua re g lad o está la cosa en el argu­
no valen poemas, ¿verdad? Es el pueblo más mento, sino en saberlo ver; si se lo sabe ver,
prosaico del mundo, hasta un punto que da se lo encuentra; si no, pues como si fueran

lástima. Porque, díganme ustedes: ¿qué no I ■lagos, no encontrarán ningún temaj ¡Oh, el

123
F edor . D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

modo de ver es lo principal; lo que para unos [ por la ventana de un cuarto piso a la calle,
es un poema, para otros es una molestia! I produciéndose entonces el casi milagro de
que la chica no se estrellara ni se hiciera el
Pero ¿no podrían ahora suavizar algo la | menor daño; no tardó tampoco en volver en
condena de Kornilova? ¿No habría forma de sí y se encuentra en la actualidad, viva y sana.
hacerlo? En verdad que ahí ha podido habei ! sa feroz acción de la joven madrastra fue
error... ¡Vaya, parece que lo ha habido! irompañada de tal aturdimiento y rareza en
I todos sus demás actos que, involuntariamen­

2. Excarcelación de la procesada Komíbva


te, hacían pensar si no estaría en su sano jui-
[ i ¡o al hacer aquello. ¿No se encontraría bajo
(1876) la acción de una afección propia de su estado
ile embarazo? Al despertarse aquella mañana,
El 22 de abril de este año, en estos Tri­ I luego de haberse ido ya el marido al trabajo,
bunales territoriales, se revisó el proceso de la fue y despertó a la chica; luego la vistió, la
acusada Kornilova, con nuevos jueces y nue­ ■ alzó y le dio el café; después abrió la venta­
vos jurados. El anterior fallo, pronunciado el na y arrojó por ella a la niña. Sin siquiera
pasado año, fue anulado por el Senado, pot I mirar hacia abajo, para ver qué habría sido de
insuficiencia de peritos médicos. Es posible I,. ( natura, cerró la ventana, se vistió y fue a
que la mayoría de mis lectores se acuerde aún I la ( omisaría. Allí declaró lo ocurrido, contes­
de ese proceso. La joven madrastra (que a la tando a las preguntas de un modo grosero y
sazón era menor de edad), estando embara I raro. Cuando horas después le anunciaron
zada; por rabia contra el marido, que siempre I | iie la chica vivía, sin mostrar alegría ni con-

la andaba reprendiendo en nombre de su di­ f «i ai ¡edad y con la mayor indiferencia y sangre


funta, y después de un violento altercado con i lua y como pensativa, hizo notar: "¡Q ué dura
él, fue y arrojó a su hijastra, niña de seis años, I *s!". Luego, en el transcurso de casi un mes y

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F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova

medio, en las dos cárceles por las que hubo da lodo con sinceridad y buena fe. Es un simple
pasar, siguió mostrándose malhumorada, gro* i ampesino, aunque vista a la alemana, lea
sera, taciturna. Y de golpe y porrazo ocurrió libros y cobre treinta rublos de sueldo al mes.
que todos los otros cuatro meses, hasta el i Jotable fue, además, la elección de los peri­
momento de dar a luz, y todo el restante tiem­ to s . Se designaron seis doctores, todos cono-
po, durante y después del primer juicio, la ■idos y célebres en Medicina, y de ellos die­
superiora de la sección femenina de la prisión ron sendos informes cinco; tres manifestaron,
no acababa de elogiarla; se había manifestado m el menor titubeo, que el estado morboso
con un carácter nuevo, mansa, afectuosa, sin inherente al embarazo pudo influir en la con­
ceño. En resumen: que el anterior veredicto ha finación del delito en el caso presente. El
sido anulado, habiéndose dictado otro el 22 doctor Forinskii fue el único que discrepó de
de abril, absolviendo a Kornilova. esa opinión; pero, por suerte, no es psiquiatra,
y su dictamen no tuvo trascendencia. El últi­
Estuve presente en la vista de la causa y
m o en declarar fue nuestro famoso psiquiatra
saqué de allí muchas impresiones. La audien­
i íiukov, el cual estuvo hablando cerca de una
cia duró el doble de tiempo que la vez ante
hora, contestando a preguntas del fiscal y del
rior. La composición del nuevo jurado era
presidente de la Sala. Difícil imaginar com­
muy notable. Llamaron a declarar a una nueva
prensión más sutil del alma humana y de sus
testigo: la directora de la sección femenina da
••.lados morbosos. Sorprendieron también al
la cárcel. Su declaración, tocante al carácter
publico la riqueza y diversidad de sus observa-
de Kornilova, fue de mucho peso y favorable
>i o n e s , sumamente curiosas, reunidas en el
para la procesada. También fue muy impor­
transcurso de muchos años. Por lo que a mí se
tante la declaración del marido de aquella,
ffliere, escuché algunas de las manifestaciones
con extraordinaria probidad no ocultó nada,
tli-I perito, con vivo entusiasmo. Su dictamen
ni los disgustos que le dio ni las ofensas qut»
fue plenamente favorable a la procesada; firme
le infirió a su mujer, a la que disculpó. Dijo

126 127
E l P ro ceso a K ornilova
F ed or D o sto ïevski
vida de la lección sufrida y la evidencia del
y demostrativamente sentó la conclusión del
dedo de Dios en todo este mundo..., que se
estado, indudablemente morboso, a juicio su­
manifestó ya desde la milagrosa salvación de
yo, en que se encontraba el espíritu de la pro
la niña.
cesada al cometer su espantoso crimen.

Paró la cosa en que el fiscal mismo, pese O


a su terrible discurso, retiró su acusación da
premeditación, es decir, la más grave de ta l
das. El defensor de la procesada, señor Lustig,
refutó también muy hábilmente varias acus.H
ciones, y redujo a cero la principal, o sea el
supuesto odio que de antiguo le tenía la ma
drastra a su ahijada, demostrando con todl
claridad que se trataba de un simple chismo*
rreo. Luego, después de un largo discurso del
presidente, los jurados se retiraron a deliber.n.
En menos de un cuarto de hora redactaron un
veredicto absolutorio que produjo casi entu­
siasmo en el numeroso público. Muchos s í
santiguaron; otros se felicitaron mutuamente,
estrechándose las manos. El marido de la abl
suelta se la llevó a su casa aquella misma no­
che, ya a eso de las once, y ella, feliz, volvió
a entrar en su hogar. Al cabo de casi un año
de ausencia, con la impresión para toda su

129
128
Algo acerca de ¡os abogados a 876)
E l autor opina sobre los abogados en rela­
ción a un muy resonante caso ju d ic ia l de la
i poca, en el cual se debatía el grado de cu l­
Las injurias de mis enemigos pabilidad de un sujeto que m altrataba bru­
talmente a su h ija de siete años.
Estando prohibido hacer las necesida­
des en el arroyo, a sí como el pasear des­ O
nudo por las calles, ¿por qué no p rohibir
también esto?... Se trata también de una
necesidad física , nociva y vulgar. E l Por lo demás, en particular de los aboga­
M inisterio público debería de por sí actu ar dos, sólo dos palabras. No he hecho sino
tomar la pluma y ya tiemblo. Me ruborizo de
contra ese atentado a la decencia.
antemano por la ingenuidad de mis interroga-
(de Pensam ientos anotados) i iones e hipótesis. Porque sería harto ingenuo
< ¡nocente el que me pusiese ahora a encare-
i er lo provechosa y simpática que es la insti­
tución de la abogacía. Ahí tenemos a un hom­
bre que cometió un delito y no entiende de
leyes; está dispuesto a confesar ya su crimen,
■uando interviene el abogado y le demuestra
que no sólo está en su derecho, sino que
hasta es un santo. Le muestra las leyes, le en­
seña esta u otra sentencia que, de pronto le

131
F edor . D o sto ïevski A lg o acerca de lo s A bo ca d o s

imprime a la cosa otro cariz, y termina sacan­ revista, inadvertidamente, por no haberla mi­
do de su aprieto al desventurado. ¡Cosa sim­ rado (cosa que a cualquiera le ocurre), dejé
patiquísima! Supongamos que pudieran obje­ insertar una noticia que no podía publicarse
tarnos, diciendo que eso es hasta cierto punto sino con permiso del señor ministro de la Cor­
inmoral. Pero ante vosotros tenéis ahora a un te. Y he aquí que de buenas a primeras me no­
pobre hombre inocente, ya inocentísimo, tifican que estoy procesado. Yo no quería de­
aunque había tantas pruebas contra él y el fis­ fenderme; no se me ocultaba mi delito: había
cal ¡as había esgrimido de modo que, según I.litado a la ley, sin que jurídicam ente pudie-
parece, lo hubiera podido perder por una ia haber discusión alguna. Pero los mismos
culpa ajena. El hombre que digo es un igno- ( jueces me designaron un abogado (persona
rante, no sabe jota de leyes y se limita a mur- ] que no me era del todo desconocida y con la
murar: "N o sé nada de nada", tanto, que j que había tenido ocasión de encontrarme an­
acaba finalmente por poner de mal humor a j tes en cierta Sociedad). Y él hubo de explicar­
jueces y jurados. Pero surge el abogado que me que no sólo era yo culpable de nada, sino
ha echado los dientes estudiando leyes, . que había obrado en pleno derecho, estando
muestra el artículo número tanto del Código, ] él decidido a apoyarme con todas sus fuerzas.
señala la sentencia tal o cual del departamen­ Yo lo escuché, naturalmente, con satisfacción;
to de casación del Juzgado, hace un lío al fis­ pero al comparecer en juicio experimenté una
cal y he aquí a nuestro hombre. No, eso es i impresión totalmente inopinada: vi y oí cómo
útil. ¿Qué sería aquí del ¡nocente si no hubie-1 hablaba mi abogado, y la idea de que yo, que
ra abogados? era perfectamente culpable, me hubiera con-
verlido de pronto en inocente, se me antojó
Todo esto, lo repito, son consideraciones I lan chistosa y, al mismo tiempo, tan interesan­
ingenuas y que carecen de toda novedad, i te que, lo confieso, aquella media hora que allí
Pero, a pesar de todo, es muy agradable eso I pasé la cuento como la más alegre de mi vida,
de tener abogados. Yo mismo experimente I hiendo lo malo que no fuera yo jurisperito y no
esa sensación cierta vez que, dirigiendo una ' pudiera comprender que era del todo inocen­

132 133
F ed or D osto ïevski A lg o acerca de lo s A bo ca d o s
------------------------ ------------- --------------------------
te. Desde luego que salí condenado; los jue­ los Tribunales, que si se encargaron de defen­
ces tratan con severidad a los literatos; tuve der a su cliente fue únicamente por estar con­
que pagar veinticinco rublos y debí pasar, en­ vencidos de su inocencia. Al escuchar tales
cima, dos días en prisión donde, por cierto, juramentos, siempre, siempre resuena en nues­
estuve muy bien y hasta con utilidad, ya que tro ánimo esta sospecha repelente: "¡Y si min­
hice algunas amistades. tiera y se hubiese encargado de la defensa por
I el dinero!". Y, en efecto, muchas veces resulta
Es en grado sumo admirable que el aboga­
| después que esos procesados, defendidos con
do emplee su trabajo y su talento en la defensa
tanto fervor, aparecen plena e indiscutiblemen-
de los desgraciados: es entonces un amigo de
| te culpables. No sé si aquí se darán casos de
la Humanidad. Pero ustedes abrigan la idea de
[ ahogados que, queriendo mantener hasta el fin
que, a sabiendas, define y justifica al culpable,
. 1 1 papel de estar convencidos de la inocencia
más aún: que aunque quisiera, no podría hacer
i de sus clientes, se hayan desmayado al escu-
otra cosa. Me dicen que los jueces no pueden
■liar el veredicto condenatorio del Jurado.
privar de defensa a ningún delincuente, y que
el abogado honrado siempre, en tales casos, se En verdad, enseguida se recuerda el refrán
conserva honrado, porque siempre encuentra y I popular: "El abogado es una conciencia de
define el verdadero grado de culpabilidad de alquiler"; pero, sobre todo, ocurre la estúpida
su cliente, sólo que no permite que le impon­ paradoja de que^el abogado no puede nunca
gan un castigo excesivo, etcétera. Así es, aun­ obrar en relación con su conciencia, viéndo-
que tal suposición se asemeje no poco al más I le obligado a traicionarla aunque no quiera.
desaforado idealismo. A mí me parece que aj I I s un hombre condenado a no tener concien-
abogado le es, a pesar de todo, tan difícil evi­ I i ia.jFinalmente, lo importante y serio en todo_
tar la falsedad y conservar incólumes su honor r <“.lo es que posición tan triste parece impues-
y su conciencia, como a todo hombre alcanzai I ia por alguien o por algo, hasta el punto de no
el Paraíso. Porque ya hemos tenido ocasión de I i onsiderarse ya una propensión, sino algo
oír a los abogados jurar, o poco menos, ante | enteramente normal.

134 135
B Talento o876)

A l reflexionar sobre el talento, Dostoievski


intenta encontrar la respuesta a un d ifícil y
l ien to interrogante: ¿el talento dom ina a l hom­

Riqueza bre o el hombre domina a l talento?

\ La riqueza es un robustecimiento del


individuo, una liberación m ecánica y espi­
O
ritu al y, en consecuencia, un desprendi­
miento del individuo respecto del lodo a ¿Qué es el talento? El talento es, ante
iodo, una cosa muy útil. El literato de talento
(de Pensam ientos anotados)
*s capaz de expresarse bien allí donde otro se
expresaría mal. Dices que, en primer término,
hace falta una dirección, y después el talento.
Conforme; yo no me proponía referirme al
Irte, sino tan sólo a algunas propiedades del
i ilento, generalmente hablando. Las propie­
dades del talento, generalmente hablando,
son muy diversas y, a veces, sencillamente
insoportables. En primer lugar, "talento obli­
ga"..., ¿a qué, por ejemplo? Pues, a veces, a

137
F edor D osto ïevski E l Ta len to

las cosas más feas. Aquí surge una cuestión contar con que cuando la tal agudeza no
insoluble: ye s el talento el que domina ,il sucede espontáneamente, es preciso idearla.
hombre o el hombre quien domina su talen­
Me dirán que con tales exigencias se hace
to? A mí, según las observaciones que he podi­
imposible la vida. Y es verdad. Pero conven­
do hacer sobre los talentos, vivos o muertos,
drán conmigo también en que raro es el talen­
se me antoja muy difícil que el hombre pued.i
to que no presenta ese achaque, casi innoble,
dominar su talento, siendo este el que, por e]
(|ue siempre influye en el hombre más despe­
contrario, gobierna a su poseedojj y, por así
lado.
decirlo, le tira de la manga (sí, así como
suena), arrastrándolo a gran distancia del ver­
dadero camino. En no sé qué pasaje de Gogol, O
un embustero se pone a contar no sé qué, y
quizá dijera verdad; pero intercalaba talos
pormenores en el relato, que no era posible
que lo fuera. Cito esto únicamente a modo do
símil, aunque hay talentos especialmente
fraudulentos. El novelista Thackeray, descri­
biendo un hombre de mundo, embustero y
chistoso, de la buena sociedad y que se trata­
ba con lores, dice que al salir de una reunión
gustaba dejar detrás de sí un reguero de risas;
es decir que se reservaba la gracia mejor para
el final, con objeto de suscitar la risa. Esa
misma preocupación puede acabar por ha­
cerle perder toda seriedad a un hombre. Sin

138 139
El Nacimiento de un Escritor o877)

Dostoievski relata aq u í los recuerdos de su


exitosa in iciació n como escritor, la alegría in-
■iim parable que vivió después de p ro d u cir su
A mis críticos ¡ ’l im era obra y, lo que es mejor, alcan z ar el
triunfo con ella.
No persigo honores n i los acepto, y no
es en verdad mi intención treparme a las
O
estrellas p ara orientarm e.

(de Pensam ientos anotados)


A los hombres nos suele ocurrir una cosa
muy particular. Nekrásov1 y yo nos habremos
Vi'.lo apenas en la vida. Habremos tenido
nuestras discrepancias, pero una vez nos su-
1 t <lió algo que yo nunca he podido olvidar.

En aquel tiempo (¡hace ya treinta años!)

i l’oeta ruso apenas mayor que Dostoievski, ya consa­


grado cuando este comenzó a escribir. Autor de Los
últimos cantos, entre otras obras.

141
F ed or D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n Es c r it o r

ocurrió algo tan juvenil, lozano y bueno, una vi a Nekrásov un momento y le estreché la
de esas cosas que en el corazón de los intere­ i mano. Yo estaba abrumado por el atrevimien­
sados perdura indeleblemente. Teníamos to de haberle llevado mi obra y me fui de allí
entonces poco más de veinte años. Vivía yo lo más pronto que pude, casi sin haber cruza­
en Petersburgo y hacía un año que había pre­ do palabra alguna con Nekrásov. Apenas con­
sentado mi dimisión a mi puesto de ingenie taba con el éxito, pues aquel partido de Los
ro, sin saber por qué, teniendo delante el más Inales Patrios2, como le llamaban, me daba
vago e incierto porvenir. Era en mayo del año mucho miedo. A Bielinski lo había leído un
cuarenta y cinco. A comienzos del invierno par de años antes, con deleite, mas se me
me había puesto, de pronto, a escribir mi nol antojaba gruñón y terrible, y... "se burlará de
vela Pobres gentes, mi primera obra, pues mis Pobres gentes", pensaba. Pero sólo a ra­
hasta entonces no había escrito nada. Ter­ tos, pues lo había escrito con pasión, casi con
minado mi trabajo, no sabía qué hacer con ét lágrimas. "¿Iría a resultar ahora que todo eso,
ni a quién ofrecérselo. Relaciones literarias no todas aquellas horas que yo pasé, pluma en
tenía ninguna, quitando, a lo sumo, a D. V ristre, escribiendo la novela, era realmente
Grigórovich, el cual tampoco había escrito mentira, fantasía, falso sentimiento?". Así pen-
nada todavía, salvo un breve boceto, Gaiteras ■ iba yo, naturalmente, sólo a ratos, pues la
petersburgueses, que se publicó en un alma«] desconfianza y la duda estaban siempre al
naque. Creo que estaba entonces en víspera! I #<echo. La noche del día en que dejé allí mi
de trasladarse al campo con su familia, y vivía manuscrito fui a ver a un antiguo camarada,
aún por algún tiempo con Nekrásov. Una ve/ que vivía muy lejos; nos pasamos toda la no-
que vino a verme, me dijo: "Lléveme usted su
manuscrito (aún no lo había leído); Nekrásov 1 ' Periódico donde publicaban los literatos jóvenes más
piensa editar el año que viene una recopila­ exitosos de la época, como el propio Nekrásov y
i.imbién el influyente crítico Bielinski, el más vetera­
ción; se lo enseñaré". Le llevé el manuscrito!
no y conocido del grupo.

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F ed o r D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n E s c r it o r

che hablando de Alm as muertas, de Gogol, y ion, ya sin interrupción, toda la noche, hasta
leimos ese libro, por enésima vez. En aquel ¡ la alborada, en voz alta y relevándose mutua­
tiempo, eso era frecuente entre los jóvenes: en mente cuando se cansaban. "Le tocó a él leer
cuanto se reunían dos o tres, alguno no tarda­ lo de la muerte del estudiante — me contó
ba en proponer: "¿Quieren ustedes que lea­ después Grigórovich, cuando nos quedamos
mos algo de Gogol, señores?", y, efectivamen I ‘.oíos— , y al llegar a ese punto en que el
te, se ponían a leerlo y así se pasaban la noche padre va corriendo detrás del coche fúnebre
entera. Había antaño muchos, muchísimos dd hijo, noto que a Nekrásov le tiembla la
jóvenes que parecían penetrados de alguna I voz una, dos veces, y de pronto no puede
cosa y como si esperasen algo. Las cuatro eran I contenerse y da una palmada sobre el manus-
cuando volvía a casa, las cuatro de una noche • rito. '¡Ah, qué hombre!'. Se refería a usted; y
blanca, casi tan clara como el día. así transcurrió toda la noche. Luego que ter­
minamos la lectura, de común acuerdo, deci-
Hacía un tiempo extraordinariamente ca<] I i limos venir a buscarle a usted:|jQué impor­
luroso, y al entrar en casa no me acosté, sino ta que esté durmiendo? Lo despertaremos,
que abrí la ventana y me senté allí. De pron i! sto vale más que el sueño!"UTiempo des-_
to, suena la campanilla, con no poco asonn piiés, cuando ya llegué a conocer a Nekrásov,
bro de mi parte. Pero enseguida irrumpen en I lecordaba con asombro aquellas horas; es por
el cuarto Grigórovich y Nekrásov, se me echan | naturaleza un hombre reconcentrado, casi
encima, me abrazan con verdadero entusiasJ ■ receloso, cauto, muy poco comunicativo. Tal,
mo, y poco faltó para que ambos se echasen I por lo menos, me ha parecido siempre, y a
a llorar. Aquella noche habían recogido m| juzgar por eso, aquel instante de nuestro pri-
manuscrito y empezado a leerlo, para ver d i i tncr conocimiento debió de ser en verdad el
qué se trataba. "Bastará con leer diez líneas." ¡ ai rebato de un sentimiento hondísimo,
Pero, después de haber leído las diez líneas, t siuvieron conmigo cerca de media hora, y en
resolvieron continuar leyendo, y así siguie

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F ed o r D o sto ïevski E l N a c im ie n t o de u n E s c r it o r

aquella media hora hablamos Dios sabe d i cosas pensaba yo en aquel instante. ¡Cómo
cuántas cosas, entendiéndonos a media pala« iba a poder dormir!
bra, expresándonos más por exclamaciones
que por frases, al vuelo; hablamos también (li­ Nekrásov le llevó el manuscrito aquel
la poesía, de la verdad y de la situación da mismo día a Bielinski. Sentía por él un respe­
entonces, y ni qué decir tiene que de Gogol, to sin límites; toda su vida le había tenido más
citamos partes de su Inspector y de las Almas cariño que a nadie. Por aquel tiempo no
muertas; pero el tema principal fue Bielinski, había escrito aún Nekrásov nada de la impor­
"Hoy mismo le llevo su manuscrito, y ya veri tancia de lo que luego, de pronto, al año si­
usted...; es un hombre...; ¡si usted supiera que guiente, escribió. Según mis noticias, Ne-
clase de hombre es! ¡ Ya lo conocerá usted, y krásov había llegado a Petersburgo a los die-
podrá ver por sí mismo qué alma la suya!"- . ( iséis años, enteramente solo. Y desde los die-
decía Nekrásov, que tenía puestas ambas «iséis años, o poco menos, escribía. En rela-
manos sobre mis hombros y me zarandeaba, 1 ión a su conocimiento con Bielinski, no sé

lleno de excitación— . Pero, bueno, ahora, . 1 mucho; pero Bielinski le tomó desde el prin-
dormir; acuéstese usted, que nos vamos; pei<> ( ipio gran aprecio e influyó no poco en la
mañana no deje de ir temprano a vernos." orientación de toda su obra. Seguramente que
¡Cómo hubiera podido yo dormir después d«- habría habido entre ellos, no obstante los po-
todo aquello! ¡Qué alegría, qué triunfo! Ante 1 os años de Nekrásov y la diferencia de eda­
todo, recuerdo todavía que lo que más esti­ des, momentos y palabras de esas que influ­
maba yo era el sentimiento. "Otros tendrán ye n en nosotros y nos unen para toda la vida
éxitos, los pondrán por las nubes, acudirán , 1 i on lazo indisoluble.
felicitarlos; pero a mí esos han venido a verme
con lágrimas en los ojos, a las cuatro de la — ¡Ha aparecido un nuevo Gogol!—
madrugada, y a despertarme, porque eso va lo exclamó Nekrásov, alto, al entrar con mis
más que el sueño... ¡Ah, y qué gusto!". Tales Pobres gentes en casa de Bielinski.
_ _

147
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— A ustedes les brotan los Gogoles com>> saba decirme. Rompió a hablar con exaltación
las setas — observó Bielinski en tono severo,! y echando fuego por los ojos: "Pero ¿compren­
pero tomó el manuscrito. de usted mismo — repitió varias veces, según
su costumbre de hablar a saltos— lo que ha
Cuando Nekrásov volvió por allí aquella escrito usted?" (Gritaba siempre de aquel
noche, lo recibió Bielinski sencillamente emú modo cuando le dominaba un sentimiento
donado: ¡ nérgico.) "Sólo con su instinto inmediato, só­
lo como artista, ha podido usted escribir eso;
— ¡Tráigamelo usted, tráigamelo usted
poro ¿ha podido usted abarcar también con la
enseguida!
razón toda la terrible verdad que nos denun-
Así que me llevaron a su casa (era ya d ■¡a? No es posible que usted, con sus veinte
tercer día). Recuerdo que al primer golpe d i años, lo comprenda. Ese desdichado funcio­
vista me chocó mucho su figura, aquella na­ nario que usted nos pinta ha llegado al extre­
riz, aquella frente; no sé por qué me había mo por efecto del continuo servicio; se ha
imaginado de otro modo a aquel crítico terri­ encontrado, por fin, en el caso de no atrever­
ble, tremendo. Me recibió con un gesto d i se a considerarse infeliz por pura sumisión, y
enorme seriedad y reserva. "Bueno, quizá sea la más leve queja se le antoja cosa de libre­
esto lo propio del caso", pensé; pero no había pensamiento, eso es, ni siquiera osa creerse
pasado, me parece, un minuto, cuanto ya lo­ ron derecho a sentirse infeliz; y cuando un
do había cambiado. Aquella seriedad no era buen hombre, su general, le da aquellos cien
la premeditada reserva de un personaje céle­ rublos, queda deshecho, anonadado de asom­
bre, de un gran crítico que recibe a un novel bro de que un hombre como aquel, Vuestra
de veintidós años, sino que respondía, por asi Excelencia, no Su Excelencia, sino Vuestra
decirlo, al respeto que le inspiraban los sentí Excelencia, como él dice, haya podido com­
mientas que anhelaba comunicarme lo más padecerse de su humilde persona. ¡Y aquel
pronto posible, las graves palabras que pen­

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F ed or D osto ïevski E l N a c im ie n t o de u n E s cr it o r

botón que se le cae, al momento de besarle la cielo claro, el día radiante, la gente que pasa-
mano al general, ya no es piedad lo que ins lia, y sentí plenamente, con todo mi ser, que
pira ese desdichado, sino horror, horror! en mi vida había surgido un instante solemne,
¡Precisamente en esa gratitud se cifra todo ('I un cambio para siempre; que algo nuevo
espanto! ¡Es una tragedia! ¡Usted ha llegado había empezado, pero algo que ni en mis más
aquí al meollo del asunto! Nosotros, publicis­ fogosos sueños me hubiese atrevido a imagi­
tas y críticos, no hacemos más que desvelar­ nar. (Y eso que entonces yo era un soñador
nos por expresar eso con palabras; pero usté tremendo.) "¿Sería verdad que yo era tan
des los artistas, de un solo trazo, resaltan pal­ grande?", pensaba, avergonzado, en una
pablemente la esencia misma de la cosa, ele suerte de tímido éxtasis. ¡Oh! No se rían uste­
modo que parece poder tocársela con la ma­ des; luego no he vuelto a pensar nunca que
no, y aun el lector menos avezado a pensar fuera grande; pero entonces, ¿quién podía
todo, lo comprende enseguida. ¡Tal es el se­ soportar aquello?" ¡Oh, ya me haré digno de
creto del arte, tal es la verdad del arte! ¡Aquí esos elogios! Pero ¡qué hombres esos, qué
está el artista al servicio de la verdad! ¡A usted hombres! Sí, son hombres. Quiero merecer
se le ha revelado la verdad, como a artista esas alabanzas; me esforzaré para ser un
que es; ha venido al mundo con ese don; hombre tan extraordinario como ellos; seré
aprecie usted ese don debidamente, séale fiel, fiel, ¡Oh, y qué atolondrado soy aún, y si
y llegará a ser un gran artista!" Hielinski supiese lo inútil y torpe que soy! Y
todavía dice la gente que esos literatos son
Todo eso me dijo entonces. Todo eso les ■■oberbios, vanidosos y fatuos. Aunque, des­
dijo también después, hablando de mí, a otros pués de todo, es verdad que sólo esos hom­
muchos que todavía viven y pueden atesti­ bres son los que hay en Rusia, los que pesan.
guarlo. Me separé de él, encantado. Me detu I stán realmente solos, pero tienen a su lado la "
ve en la esquina de su casa, contemplé el verdad; y esta y el bien triunfarán siempre]

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F ed o r D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n E s c r it o r

sobre el vicio y la maldad. Así que triunfare la m aldad acabó con ellos.
mos. ¡Oh, por ellos, con ellos! Desde las mudas paredes,
don reproche me m iran los retratos de los
Todo esto pensé entonces. Recuerdo aquel muertos.
instante con la mayor claridad. Y nunca he
podido olvidarlo. Fue el instante más em­ Terrible aquí esa frase: con reproche.
briagador de toda mi vida. Cuando se me ve }\ uimos leales, lo fuimos de veras? Allá que lo
nía al pensamiento en los presidios de Siberi.i, tesuelva cada cual según su juicio y concien-
se me levantaba nuevamente el espíritu. Aun eia. Pero lean esas apasionadas canciones, y
ahora pienso en él con fruición. Y he aquí que quiera Dios que de nuevo se reanime nuestro
hace poco, al cabo de treinta años, se me h.i amado y apasionado poeta. Poeta apasionado
vuelto a representar ese instante, en tanto me hasta el dolor...
hallaba a la cabecera de Nekrásov. Me parecía
que volvía a vivirlo de nuevo. Le recordé el
O
episodio a la ligera, diciéndole únicamenle
que en otro tiempo habíamos vivido algo en
común, y pude comprobar que me había
entendido. Verdaderamente, ya lo sabía yo. Al
salir del presidio, él me había indicado un.i
poesía suya, diciéndome: "Esto lo hice enton-
““ces por usted". |Y, no obstante, hemos estado
toda la vida separados. En su lecho de enfermo
pensará ahora en sus amigos muertos!,

Sin term inar quedan sus cantos.


A traición sucum bieron en la flo r de su edad.

152 153
La Mentira se salva de la Mentira
(1877)
(Acerca de “Don Quijote”)
Veneración Con pasión y desmesura, Dostoievski trans­
mite la conmoción que le provocó la lectura de
I )on Quijote y las ideas y sensaciones que la
l La altu ra de u n alm a puede medirse en
novela de Cavantes sembraron en él.
parte, sin más, fijándose en basta qué g ra­
do es capaz de inclinarse, y ante quién,
con veneración (o devoción O

(de Pensam ientos anotados)


Don Q uijote es un gran libro; es del
número de los eternos, de esos con que sólo
de tarde en tarde se ve gratificada la Hu­
manidad. Y observaciones análogas respecto
de lo más profundo de nuestra humana natu­
raleza se hallan en ese libro, en cada página.
Ya el solo hecho de que Sancho, esa encarna­
ción de la sana razón, de la prudencia y la
áurea medianía, se consagrase a ser amigo y

155
F ed o r D osto ïevski L a M en tir a se salva d e la M en tira

compañero de aventuras del más loco de lol ble misterio del hombre y de la humanidad en
hombres, él precisamente y no ningún otro, <-t 1 él contenido: que la belleza suprema del
notable. Se pasa todo el tiempo engañándolo i hombre, su pureza mayor, su castidad, su
como un niño y, no obstante, está plenamen lealtad, su valor todo y, finalmente, su talento
te convencido del gran talento de su amo; se I más grande, se consumen hartas veces, por
conmueve hasta lo patético ante su grandeva I desgracia, sin haber reportado a la Huma­
de alma, cree a pies juntiIlas en todos los fan<| nidad provecho alguno, convirtiéndose en un
tásticos sueños del caballero, y ni una sola I objeto de irrisión, sólo por faltarle al hombre
vez pone en duda que aquel habrá de con» j <on tan ricos dones agraciado, un don supre­
quistar algún día una ínsula para regalársela,« mo: el genio necesario para dominar la rique­
¡Cuán de desear sería que nuestros jóvenes I za y poder de esas dotes, gobernarlas y diri­
conociesen esa gran obra! No sé lo que ahoia girlas — esto es lo principal— , no por fantásti-
pasará en las escuelas, con la Literatura; pero t os caminos de locura, sino por la senda
recta, empleándolos en el bien de la Huma­
sí sé que ese libro, el más grande y triste <l<*j
nidad. Pero, desgraciadamente, son tan po­
cuantos libros ha creado el genio de los hom
tos, tan poquísimos los genios concedidos a
bres, levantaría el alma de más de un joven
L razas y pueblos que, con frecuencia, esta­
con el poder de una gran idea, sembraría en
mos obligados a presenciar esa ironía del
su corazón la semilla de grandes problemas y l
I festino: que la actuación del más noble y fer­
apartaría su espíritu de la sempiterna adora J
iente filántropo sea blanco de burlas y
ción del estúpido ideal de la medianía, del I
Imtiradas, por no atinar en la hora decisiva
orondo amor propio y la vulgar sabiduría I
ton el verdadero sentido de las cosas y no
práctica.
encontrar una palabra nueva. Pero este espec­
Ese libro, el más triste de todos, no olvi- I táculo del desperdicio de fuerzas más grandes
dará el hombre llevarlo consigo el día del , nobles puede, efectivamente, inducir a de­
Juicio Final. Y denunciará el más hondo, terri ■ sesperación a más de un amigo de los hom­

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F ed o r D osto ïevski L a M en tira se salva d e la M en tira

bres, moviéndole, no a risa, sino a llanto <n /Cómo habrían podido demostrar su heroís­
diente, emponzoñando para .siempre con la mo esos caballeros magníficos si no se hubie­
duda su hasta entonces crédulo corazón. sen visto en trances tales, si no hubiesen teni­
do gigantes y hechiceros malignos y envidio­
Por lo demás, sólo he querido aludir .1 sos de su grandeza? El ideal del caballero
uno solo de los rasgos característicos de Don andante es tan alto, tan bello y útil, y de modo
Quijote, a una de las observaciones incont.o tal se ha apoderado del corazón de Don Q ui­
bles que Cervantes ha hecho sobre el corazón jote, que se le hace ya imposible renunciar a
del hombre y expuesto de forma magistral. la creencia incondicional en él, pues eso
El hombre fantástico, persuadido hasta la equivaldría a traicionar el deber y traicionar
locura de la más fantástica ilusión que puedií i-l amor a Dulcinea y a la Humanidad. Pero
1 uando, al fin, renunció a todo; cuando se
imaginarse, se ve de pronto asaltado por ll
duda que amenaza dar al traste con toda su i uró de su locura y se convirtió en un hombre
fe. Y es notable que lo que motiva esa dudl listo, no tardó en irse de este mundo, plácida­
no sea la incongruencia de su locura nacien mente y con triste sonrisa en los labios, con­
te, ni la descripción de aquellos caballeros solando todavía al lloroso Sancho y amando
que corrían aventuras por el bien de la Hu ,il mundo con la gran fuerza de aquel amor
manidad, ni el desatino de los sortilegios d i que en su santo corazón se encerrara, y vien­
los magos, que refieren esos libros tan fidtA do, sin embargo, que no hacía ya falta alguna
en la Tierra. No, lo que le desconcertaba era,
dignos, sino algo completamente secundario,
lo que bruscamente suscita su duda. El hom­ sencillamente, una consideración en todo
bre fantástico siente de pronto el ansia de rem punto exacta, en todo punto matemática: la
lismo. No le desconcierta el hecho de quy de que por más poderoso que un caballero
súbitamente queden tropas enteras encanta ^ luese, espada en ristre, a descargar mando­
das. ¡Oh, eso no le inspira la menor dudal bles a diestro y siniestro, había de serle, con

158 159
F ed o r D osto ïevski L a M en tira se salva de la M en tira

todo, imposible vencer a un ejército de ( mi leñar de veces? Supongamos que te has enca-
mil hombres, en el espacio de unas po< a l liñado con un sueño, una ilusión, una idea,
horas, y aunque fuese en un día y, además, na una convicción o un hecho externo que hizo
dejando con vida a ningún enemigo. Pero ¡nil mella en tu ánimo, o finalmente, con una
se dice, no obstante, en esos libros fided i* mujer que te encantó. Con toda el alma te
nos! ¿Se tratará de una mentira? Pero ¡si c a i onsagras al objeto de tu amor. Pero, no obs­
fuera mentira, todo lo demás lo sería también! tante estar tan enamorados, pese a toda tu
¿Cómo salvar la verdad? Y he aquí que enlonj reguera, si hay en ese objeto de tu amor una
ces, para salvar la verdad, idea él otra ¡lusiórM mentira, una excelencia, algo que tú mismo
dos, tres veces más fantástica, ingenua y dr, exageraste y le descubriste en tu primer arre­
paratada que la primera: imagina cien mil bato de pasión, únicamente para hacer de eso
hombres hechizados, con cuerpos de molii’. tu ídolo y postrarte ante él, a pesar de todo, en
co, que la aguda espada del caballero puede secreto, no dejas de sentir cierto escozor; la
traspasar con facilidad y rapidez diez v e c fl duda te atosiga, importuna tu razón, se pasea
mayores de las que consentirían cuerpos di|< por tu alma, y no te consiente que vivas tran­
hombres corrientes. De esta suerte/Cjueda quilo con tu sueño amado. Pues bien: ¿no
satisfecho el realismo, salvada la verdad, y éj recuerdas, no te lo confiesas a ti mismo en tu
puede seguir creyendo tranquilamente en la interior? ¿Qué fue entonces lo que de pronto
ilusión primera y máxima, y todo esto gracias te sirvió de consuelo? ¿No fuiste y fraguaste
a la ilusión segunda, mucho más absurda un nuevo ensueño, una nueva patraña, acaso
todavía, concebida por él sencillamente para horriblemente vulgar, pero en la que te diste
salvar el realismo de la primera^ prisa a poner tu fe sólo por haber disipado tu
primera duda?
Recojámonos ahora en nosotros mismos yl
examinémonos: ¿no nos ha ocurrido a cadai
uno de nosotros, otro tanto en la vida, un cem

160 161
L a s (Saetas de Üostoievski
(relacionadas con sus obras)
L a s C a r ta s ..

Antes, durante y después de la p u b lica­


ción de sus obras, Fedor Dostoievski escribió
miles de cartas a parientes, amigos y editores.
En ellas cuenta el proceso de creación de sus
mayores trabajos, entre la conciencia de ser el
mejor y sus eternas dudas sobre su capaci­
dad, con los fantasm as de la m iseria y la en­
ferm edad rondándolo siempre. En el viaje in ­
quietante que proponen estas cartas puede
leerse tam bién la d ifícil relación del autor con
los editores, el dinero, los lectores y el éxito.

SOBRE CRIMEN Y CASTIGO


i SU HERMANO M1JA1L

Semipalatinsk, 31 de mayo de 1858

La ¡dea fundamental de mi novela es muy


leliz; la figura del protagonista, nueva y nunca
llevada al libro. Se trata, sin embargo, de una
ligura muy frecuente hoy en la vida real en
Kusia (según infiero de los movimientos e ideas
nuevos, que a todos dominan), y estoy seguro

165
F edor . D osto ïevski L a s C a rta s ...

de que a mi regreso, lograré enriquecer la no monstruosidades y pruebas de mal gusto; si


vela con nuevas observaciones. No hay que hubiera trabajado más, le habría salido mejor,
precipitarse, amigo mío, sino procurar hacen lú, sin duda, confundes la inspiración, la pri­
algo bueno. Tú me escribes que yo soy muy mera momentánea aparición de una imagen o
vanidoso y quiero destacarme ahora con algn un impulso en el alma del artista (cosa que
na obra de mérito sobresaliente, y que por eso .iempre ocurre), con el trabajo. Yo empiezo
estoy empollando pacientemente, incubando por escribir cada escena según se me ocurre en
esa obra descollante. Supongamos que se.i el primer momento, y me recreo mucho con
cierto; pero como yo tengo por ahora el pro ella; pero luego me estoy trabajándola por
pósito de dejar a un lado las novelas, y sólo tra­ espacio de meses y hasta de un año. Me dejo
bajo en dos novelas cortas1 que no pasarán d i entusiasmar por ella varias veces (pues me
medianas, no hay que hablar de que empollo j-usta la escena), y tacho aquí, y pongo allá; y,
¿De dónde sacas tú que al primer intento se c réeme, la escena siempre sale ganando. Sólo
pueda pintar un cuadro? ¿Cuándo has adquiri que hay que tener inspiración. Sin inspiración,
do esa convicción? Créeme a mí; para todo se naturalmente, no se puede hacer nada.
requiere trabajo, una labor gigantesca. Ten l.i
seguridad de que cualquier poema gracioso y
ligero de Puschkin nos parece ahora a nosotros
tan gracioso y ligero precisamente por lo mu
cho que lo trabajó y corrigió el poeta. Esa es l.i
verdad. Gogol tardó ocho años en escribir su , I SU HERMANO M IJA IL
Almas muertas. Todo lo que sale de un tirón
está todavía verde. Dicen que en los manuscri Semipalatinsk, 9 de mayo de 1859
tos de Shakespeare no se advierten tachaduras.
Pues por eso, precisamente, presenta tales Tú me escribes siempre noticias por el esti­
lo de esas de que a Conchárov le han dado por
1 La Ahina de Stepanchikovo y til sueño del tío.

166 167
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

sajero Ruso? Llevo ya escribiéndola dos sema­


su novela siete mil rublos y que Kátcov2 le ha
nas, aquí en Wiesbaden, y estoy a punto de ter­
pagado a Turguéniev cuatro mil rublos por Ni
do de nobles, o sea cuatrocientos rublos por plie minarla. Me quedan todavía dos semanas de tra­
bajo; acaso más. Pero, de todos modos, puedo
go. (He leído, por fin, la novela de Turguéniev. Es
asegurarle terminantemente que la novela esta­
magnífica.) Amigo mío, de sobra sé que yo no
escribo tan bien como Turguéniev; pero la dife­ rá lista dentro de un mes, y podrá usted tenerla
rencia, realmente, no es tan grande, y espero, en su poder dentro de ese plazo, sin falta.
con el tiempo, escribir tan bien como él. ¿Por Hasta donde yo puedo juzgar, esa novela
qué, estando tan apurado, me avengo a cobrar no desentona en modo alguno con la tenden­
cien rublos por pliego, mientras que Turguéniev, cia de su revista; antes por el contrario. Es un
que posee dos mil siervos, cobra cuatrocientos ('studio psicológico de un crimen. Epoca, la
rublos? Pues por eso mismo de que soy pobre y actual, este mismo año. Un joven de clase
tengo que trabajar a toda velocidad y por el inedia que, expulsado de la Universidad, se
dinero; así que todo lo echo a perder. encuentra en la mayor miseria. El sufre el influ­
jo de algunas raras, prematuras ideas que flotan
en el aire, y por efecto de su ligereza y la
inconsistencia de sus ideas, resuelve salir por
una vez, de su vida de apuros. A este fin, deci­
de matar a una vieja, viuda de un consejero,
A M IJAIL NIKIFO RO VICH KATKOV prestamista de dinero. La vieja es tonta, sorda,
enferma, avara. Es mala y destruye una vida
(Borrador, 1865) humana, pues esquilma a una hermana más jo­
ven, que le sirve de criada. "Nada vale... ¿Para
Estimadísimo M ija il Nikifórovich: ¿Podría qué vive? ¿Le es útil a alguien?". Estas pregun­
yo contar con publicar mi novelita en su Men­ tas y otras semejantes desconciertan al joven,
el cual decide matarla y robarle, con la idea de
2 Editor del periódico El Mensajero Ruso.

í~ 6 8
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F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ...

hacer feliz a su madre, que vive en la provin lógico del crimen. El asesino se estrella contra
cia; librar a su hermana, que está de ama de problemas insolubles, inopinados; extraños
llaves con unos terratenientes, del humillante sentimientos le torturan el corazón. La verdad
asedio del cabeza de dicha familia y de las de Dios y la ley de los hombres triunfan por fin,
indecentes proposiciones a que estará expues y el hombre termina por comprender que debe
ta toda su vida; terminar él sus estudios en l.i denunciarse él mismo. Se ve obligado a ello
Universidad y marcharse al extranjero, para sei para expiar su crimen en Siberia, y de este
allí toda su vida una persona correcta, seria, modo, cuando menos, poder luego reintegrarse
que cumpla sus deberes para con la Huma­ al mundo de los hombres.
nidad, con lo que, naturalmente, expiará su El sentimiento de ser extraño, de estar di­
culpa, sobre todo habida cuenta de que el vorciado de toda la Humanidad, que experi­
hecho de suprimir a una vieja estúpida, mala y menta a raíz de cometer su crimen, lo tortura
enferma, que no sabe siquiera para qué está en de manera indecible. Triunfan la ley de la
este mundo y que quizás estaba llamada , 1 Naturaleza, la ley de los hombres... Y el crimi­
morir de muerte natural dentro de un mes, no nal decide sufrir todos los martirios con tal de
constituye propiamente un crimen. expiar su culpa. Me cuesta mucho trabajo
Aunque tales crímenes son muy difíciles de exponerle a usted con toda claridad mis pensa­
consumar, y huellas e indicios salen con facili mientos.
dad a la superficie, estando además el asesino En mi novela se encuentra, además, una
expuesto al albur de la casualidad que puede .ilusión a la idea de que el castigo jurídico de
delatarlo, logra nuestro hombre, en virtud de los delincuentes asusta e intimida a estos mu-
esa misma casualidad, llevar a rápido y feliz tér­ i ho menos de lo que el legislador imagina, lo
mino su designio. Transcurre luego alrededor que se debe, en parte, a la razón de que e! pro­
de un mes, hasta que llega la catástrofe. No hay pio malhechor, de por sí, pide ya moralmente
quien sospeche de él ni puede haberlo. Y aquí un castigo.
empieza a desarrollarse todo el proceso psíco- He tenido hartas ocasiones de observar

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F ed o r D osto ïevski L a s C a r ia s ..
este fenómeno aun en hombres totalmente de­ prisa y tenerlas terminadas en un plazo fijo.
gradados, y con frecuencia, en forma muy pri­ Aunque, después de todo, he escrito esas cosas
mitiva. Pero yo quería representarlo en el ejem­ sin prisa y con mucho fuego. Así que procura­
plo de una personalidad altamente desarrolla­ ré, aunque haya de escribir esta obra para mí
da, de la nueva generación, para hacer resaltai solo, escribirla lo mejor que pueda.
de un modo más claro y comprensible mi idea.
Ciertos casos, de un pasado muy reciente, me*
han convencido de que el argumento de mi
libro no tiene nada de excéntrico, pues el deta­
lle de que el criminal sea un joven culto tiene
su fundamento. El año pasado me contaron da 1M IJA IL NIKIFO RO VICH
un estudiante de Moscú que, expulsado de la
(Borrador desde Petersburgo)
Universidad a raíz de los sucesos que allí ocu­
rrieron, decidió matar al correo y robar la pos­
ta. También en nuestros días leemos muchos Estim adísim o M ija il N ikiforovich: Habien­
ejemplos de ese trastorno moral que conduce . 1 do recibido su contestación a la carta que le
los actos más crueles. En una palabra: estoy escribí desde el extranjero, me creía ya autori­
convencido de que la actualidad, cuando zado para suponer que la aceptación de mi
menos en parte, dará la razón a mi obra. novela para E l Mensajero Ruso era cosa hecha,
Ni que decir tiene que, en la precedente por lo que me apliqué con todo entusiasmo a
descripción del argumento de mi novela falla la labor.
aún el argumento mismo; pero creo que sera Pero como me he dedicado exclusivamen­
muy interesante, aunque respecto de su ejecu­ te al trabajo referido, no pudiendo poner mano
ción artística no soy el llamado a juzgarlo. Con en ningún otro y, además, no tengo dinero ni
demasiada frecuencia he escrito yo cosas nadie a quien pedírselo, para poder vivir mien-
malas, muy malas, por la necesidad de darme lias termino la obra, estoy hecho, de momento,

173
F ed or D osto ïevski L a s C a rta s ...

lo que se dice un mendigo. Perdone usted que ción! Mucho tiempo hace ya que hubiera podi­
le cuente estas intimidades. Ya sabía yo que er.i do enviarle las cuatro partes de que consta la
usted una bella persona, pero nunca hasta novela, listas ya para mandarlas a imprenta.
ahora tuve el gusto de conocerlo a fondo. Me Todo lo tengo planificado, hasta el menor deta­
dirijo a usted de escritor a escritor, y le ruego lle, si todas esas circunstancias que le digo no
que tome cuenta de mi situación. No soy yo me lo hubiesen impedido, estando todavía por
solo en el mundo, sino que tengo a mi cargo la terminar la segunda parte.
familia de mi difunto hermano, que se hall.i Además, ni siquiera tengo la certeza positi­
también en la mayor miseria. Además hay otras va de que mi novela vaya a publicarse en su
obligaciones sagradas que no puedo desaten revista, pues en todo caso no se me ha dicho
der. Sin contar con el menor recurso, siempre* nada respecto de la fecha en que haya de
obligado a esquilmar los bienes de mis amigos empezar a publicarse. En tan insufrible situa­
con continuos ataques a su bolsa, a correr de ción, me dirijo a usted con el ruego siguiente:
acá para allá tres días enteros para conseguir Le suplico que me ayude. Por haberme
un rublo prestado, tengo todavía que realizar i onsagrado exclusivamente al trabajo destina­
un trabajo serio, y me hallo expuesto a indeci­ do a su revista he tenido que renunciar a cual­
bles torturas morales; me gusta el trabajo en quier otro que pudiera proporcionarme recur­
que ahora me ocupo, tengo cifradas en él sos, así que hasta he empeñado mi ropa. Por
muchas ilusiones, pero me veré obligado i todo lo cual le ruego a usted que me facilite mil
dejarlo descansar, a perder un tiempo precioso rublos adelantados. Como ya tengo recibidos
y andar de acá para allá siempre hostigado. de usted trescientos, sólo le pido en realidad
Usted es también escritor, usted cultiva las setecientos. De esos setecientos, ruego a usted
bellas letras, de modo que me comprenderá. ¡Y que me envíe a mí cuatrocientos cincuenta, y
cómo, en tal situación, me he de aplicar a un doscientos cincuenta a U. F. Basúnov, al que
trabajo que de suyo es algo poético y requiere, adeudo esa cantidad.
por tanto, sosiego espiritual y cierta inspira

174 175
F ed or D osto ïevski L a s C a rta s ..

ofrecimiento de pagarles en cinco años. Pero


con los demás, aún no estoy en regla.
al BARON Puede usted figurarse si estaré intranquilo;
a l e k s a n d r y e g o r o v ic it w r a n g e l eso me destroza cabeza y corazón, y llevo
muchos días sin poder hacer nada. ¡Anda y
18 de febrero de 18(>(> ponte a escribir en esas condiciones! A veces
es desde todo punto, imposible. Por eso, me es
también difícil tener un momento libre para
...En primer lugar, trabajo como un forza-i
charlar con los viejos amigos. ¡Y, además, la
do. Estoy escribiendo esa novela para /1
enfermedad! Al principio, a raíz de mi regreso,
Mensajero Ruso, una gran novela, en seis par­
me hizo sufrir mucho la epilepsia; se habría
tes. A fines de noviembre ya tenía mucho escri
dicho que quería desquitarse de los tres meses
to y terminado; pero lo quemé todo, ahora
que me había dejado en paz. Pero ahora,
puedo confesarlo. No me gustaba. Se me había
desde hace un mes, me atormentan las hemo­
ocurrido una nueva forma, un nuevo plan, y lo
rroides. Usted, probablemente, no tiene la
empecé todo de nuevo. Trabajo día y noche, y
menor idea de esa enfermedad ni de lo que son
la tarea me rinde muy poco.
sus ataques. Yo llevo ya tres años que se han
Según mis cálculos, tengo que enviarle
propuesto atormentarme dos veces al año: en
mensualmente a E l Mensajero Ruso seis pliegos,
lebrero y en marzo. Y figúrese usted: catorce
Es terrible, y sólo podría hacerlo si tuviese el
días (!) sin poder tomar la pluma, sentado en un
necesario sosiego espiritual. Una novela es una
diván. Ahora, durante los últimos catorce días,
obra poética, y se necesita tranquilidad de espi
tendré que escribir cinco pliegos. ¡Y tener que
ritu y fantasía para darle altura. Pero a mí me
estar acostado, cuando se está orgánicamente
acosan los acreedores; amenazan con encarce­
sano, sólo porque no puede uno mantenerse en
larme. Hasta hoy no me ha sido posible enten­
pie ni sentado, pues inmediatamente que se
derme con ellos, y no sé realmente si lo lograré, levanta del diván le entran los retortijones!...
aunque muchos son razonables y aceptan mi Hace dos semanas se publicó la primera

176 177
F edor . D o sto ïevski L a s C a rta s ..

parte de mi novela, en el número de enero de son de otro parecer y hasta ven en él indicios de
E l Mensajero Ruso. Me refiero a Crimen y cas­ nihilismo. Liubímov me ha manifestado defini­
tigo. Ya he oído algunos juicios halagador« ', tivamente que debo rehacer el capítulo. Transi­
acerca de ella. Se dicen allí, cosas atrevidas y gí, y el rehacer ahora ese largo capítulo me ha
nuevas. t ostado el mismo trabajo que hacer otros tres,
pero ya lo rehice y lo entregué. Por desdicha,
no he podido volver a ver desde entonces a
I iubímov, y no sé si han quedado contentos de
mi refundición o si hay que modificar más el
capítulo. Así ocurrió con otro capítulo. Liubí­
A ALEKSANDR PETRO VICH M ILIUKO V
mov me dijo que había tachado mucho, aun­
Moscú, junio de 186(> que no me importó, pues había suprimido un
pasaje que no tenía nada esencial.
Liubimov, director de E l Mensajero Ruso, no No sé qué pasará ahora, pero las discre­
quiere publicar uno de los cuatro capítulos que pancias de opinión que por culpa de esta nove­
tiene en su poder, y Kátkov confirma su deci­ la han surgido entre la Dirección y yo empie­
sión3. He tenido una charla con ambos, pero zan a molestarme.
siguen en sus trece. Sobre el capítulo de refe­
rencia, nada puedo decir. Lo escribí con verda­
dera inspiración, pero puede que me saliera
mal; sólo que sus remilgos no son por el valor
literario de aquel, sino por la moral. En este sen
tido, yo tengo razón; el capítulo no contiene A N.U. LIU BIM O V
nada inmoral, sino todo lo contrario; pero ellos 8 de julio de 1866
3 Se refiere al capítulo IX de la Segunda Parte de
Crimen y castigo, donde Sonia y Raskolnikov leen el
M i estimadísimo N ikolai Aleksiéyevich: Me
Evangelio.

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F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

he retrasado en un día; pero, en cambio, ha A N.U. LIIJB IM O V


reescrito mucho; esta vez creo que habré dado
Petersburgo, 9 de diciembre de 1866
en el clavo.
El bien y el mal están muy separados y es
totalmente imposible mezclarlos y emplearlos
a la inversa. He hecho también las enmiendas Le escribí a usted, diciéndole que en este
que usted me indicó y creo que con creces. A mismo mes le mandaría la tercera parte de
Crimen y castigo, pero no antes del día 15, si la
propósito, le agradezco a usted el haberme da­
Dirección lo deseaba.
do ocasión de volver a repasar el manuscrito
En este caso, sólo podría darle algunos
Puedo afirmar resueltamente que yo mismo,
capítulos de unas proporciones no superiores a
por mi parte, lo hubiera corregido.
dos y medio o tres pliegos. Si usted me escribe
Ahora tengo que pedirle un gran favor: ¡poi
diciéndome que los envíe, lo haré. Pero yo qui­
Cristo, deje usted todo lo demás tal y como es­
siera saber si no podríamos seguir este plan:
tá! Yo he hecho todo cuanto usted ha querido; incluir en el número de octubre una adver­
todo está deslindado, definido y claro. La lec­ tencia anunciándole al público que, el final de
tura del Evangelio tiene ahora otro color. En Crimen y castigo saldrá este año, sin falta, y
una palabra: ¡déjeme que confíe en usted; to­ darlo en los números de noviembre y diciem­
me usted bajo su protección mi pobre poema, bre. Le digo esto, única y exclusivamente, por­
mi buen Nikolai Aleksiéyevich! que de este modo sería incomparablemente
El cuarto capítulo se lo enviaré en seguida, mayor la impresión que la novela le haría al
pero no antes del miércoles. Si fuera posible, lo público; perdone usted esta vanidad de autor y
tendría usted el martes. Pongo todo mi empeño no la tome a risa, pues en verdad es perdona­
en no perder tiempo. ble. Podrá no tener éxito mi novela; pero a mí,
que soy quien la escribe, se me debe perdonar,
Muy rendidamente suyo. — ya que hasta lo necesito— , que me prometa
F. Dostoievski un triunfo. De otra suerte, no habría escritor

180 181
F ed or D o sto ïevski L a s C a rta s ..

que tomase la pluma. En una palabra: que qm una vez más que lea usted la copia del contia-
siera poder conducir mi novela de modo qua lo de edición de Crim en y castigo, por la que
hiciese una impresión nueva y diese tanto qna se enterará a fondo de todo. Ahora voy a decir­
hablar como al principio. le lo siguiente: el no haber usted encontrado a
De no ser por eso, no me atrevería a moles, Stellovskii por siete veces es señal de que se ha
tar a la Dirección, por lo que aguardo la deci* dado cuenta del objeto de sus visitas, y estoy
sión de usted. Lo que usted diga, eso haré. En« seguro de que no quiere dar el dinero; pero, al
tretanto, trabajo sin parar. Para salvarme, he esl lin y al cabo, no tendrá más remedio que
crito en menos de un mes diez pliegos de un.i pagar, porque ¿qué otro recurso le queda? Pero
intensa novela4 para el editor Stellovskii. Pero ¿cuándo lo hará? Probablemente, le será venta­
¡qué diferencia de un trabajo a otro!... joso aplazar el pago indefinidamente, y apela­
rá a todos los medios. Por eso no se debe pro-
I ceder contra él directamente; a mi carta (que
usted le entregó) no me ha contestado. De
modo que usted se ha tomado un trabajo inú­
til, y yo me quedo sin cobrar. Por esto le acon­
sejo lo siguiente: sin renunciar a los derechos
A APOLLON NIKOLAYEVICH M AIKO V de los poderes que le he conferido para cobrar
esa cantidad, cosa que especialmente le ruego,
Dresde, 7 de enero de 1871
pues él debe saber que se ha encargado del
asunto una persona decente y un hombre influ­
yente en el medio literario (eso les mete miedo
Queridísim o Apollan Nikoláyeuicb: Recibo a esos sujetos), asesórese con un abogado
su cartita y celebro mucho que haya recib ido experto, pues no ha de haber ningún proceso
una citación referente a mis asuntos. Le ruego serio sin un abogado que sepa cómo se puede
sacar el dinero, qué medios de coacción pue­
den emplearse y cómo se puede echar mano
4 Se refiere a El jugador.

182 183
F ed or D o sto ïevski L a s C a rta s ..

de la Policía; un hombre, en suma, que esté al SOBRE EL IDIOTA


tanto de todas esas cosas prácticas. Esos hom­
bres abundan mucho en Petersburgo. Aquí se A APO LLO N NIKO LAYEVICH M AIKO V
necesita un picapleitos listo. Claro que no h.i
de ponernos una minuta muy elevada. Pero Ginebra, 16 de agosto de 1867
como se trata de un asunto seguro, puede co­
brarnos barato. Cuando ese abogadito lo hay,«
puesto en el trance de pagar o apechugar con Ya comprenderá usted el fundamento de
un proceso, pudiendo salir condenado al pago todas mis esperanzas; claro que todo esto sólo
de una multa convenida, creo que se apresura­ podrá cuajar y dar sus frutos con una condi­
rá a soltar la plata. Así que hay que llevar las ción: que mi novela me salga bien. Por eso de­
cosas de un modo, por decirlo así, policíaco, bo poner todo empeño en la tarea. ¡Ay, amigo
para que en seguida se percate de que tiene mío, cuánto, pero cuánto me pesa haberme
que vérselas con un picapleitos de cuidado. De entregado hace tres años a esas locas ilusiones
eso, naturalmente, usted no se puede encargar, i de que podría pagar todas esas deudas y haber
por lo que convendría que buscase un repre. firmado tantos pagarés! ¿De dónde saco yo
sentante. Pero yo le ruego muy encarecida | ahora la energía y vitalidad necesarias? La ex­
mente que no deje en su mano la suprema di­ periencia ha demostrado que puedo alcanzar
rección de este asunto. un éxito; pero ¿a condición de qué? Pues a
El abogado que digo deberá proceder en I condición únicamente de que gusten todas mis
nombre de usted; mas el dinero lo ha de reci­ obras y despierten el máximo interés del públi­
bir usted en propia mano y no confiárselo ,i co; de lo contrario, todos mis castillos se de­
nadie. Se lo ruego encarecidamente... rrumban. Pero ¿es eso posible? ¿Está sometido
a algún cálculo?

185
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

difícil que todo, especialmente hoy. Todos los


a su s o b r in a
poetas, no sólo de Rusia, sino también de fuera
SOFIA ALEKSANDROVNA 1VANOVJM1ROV
de Rusia, que han intentado la representación
Ginebra, 1 de enero de 1868 de la belleza positiva no lograron su empeño,_
pues era infinitamente difícil.¿Lo bello es el
ideal; pero el ideal, tanto aquí como en el resto
De mi trabajo depende toda mi suerte. No de la Europa civilizada, ya no existe.^
sólo le he tomado adelantado a E l Mensajero
Ruso cuatro mil quinientos rublos, sino que tam­ Sólo quería decir que de cuantas figuras be­
bién le he prometido a la Dirección, bajo pala­ llas hay en la literatura, la de Don Quijote se me
bra de honor y en todas mis cartas vuelvo a antoja la más perfecta. Pero Don Quijote sólo es
repetírselo, que escribiré realmente la novela. bello por ser al mismo tiempo ridículo. También
Pero pocos momentos antes de enviar el ma los Pickwicks de Dickens (se trata de una obra
nuscrito a la revista tuve que romperlo en su mucho más floja que el Quijote, pero también
mayor parte, pues ya no me gustaba¿(cuando a poderosa) son grotescos, y eso es precisamente
uno no le satisface su trabajo, no es posible que lo que les confiere su gran valor. El lector expe­
..esté bien).\ He destruido la mayor parte del rimenta piedad y simpatía por el hombre bueno
burlado e inconsciente de su bondad. El secreto
manuscrito. Pero de esa novela y del pago de mi
del humor se cifra precisamente en el arte de
deuda dependen toda mi vida y todo mi porve­
inspirarle al lector simpatía. Yo no he encontra­
nir. Hará tres semanas pensé otra novela y me
do nada semejante, nada positivo, y por eso
puse a escribir día y noche. La idea de la nove­
temo tener que apechugar con un posible fiasco.
la es una ¡dea antigua y que siempre me sedujo,
Detalles aislados puede que me salgan bien;
pero es tan difícil que hasta aquí no me atreví a
pero me temo que la novela resulte aburrida.
desarrollarla; y si ahora me he decidido a ello ha
Tendrá que ser muy larga. La primera parte la
sido por lo desesperado de mi situación. La idea
escribí en veintitrés días, y ya la envié. Esa pri­
fundamental es la representación de un hombre
mera parte no producía efecto. Es, naturalmen­
verdaderamente perfecto y bello. Y esto es más

187
186
F edor . D osto ievski L a s C a rta s ..

te, un simple proemio; tiene de bueno que no atormentado. ¿Sabe usted lo que es eso de
compromete en modo alguno el resto de la crear? ¡No, usted, gracias a Dios, no lo sabe!
obra; pero no explica nada ni plantea ningún Por encargo y a tanto la línea, no creo que
problema. Lo único que deseo es que despierte usted haya escrito nunca ni experimentado,
algún interés en el lector, para que lea la segun­ por consiguiente, ese infernal suplicio. Al to­
da parte. Esta segunda parte la empiezo hoy y la marle yo tanto dinero adelantado a E l Mensa­
tendré terminada dentro de cuatro semanas jero Ruso (¡un horror!: cuatro mil quinientos
(siempre he trabajado muy de prisa), y creo que rublos), me hacía la ilusión de que a principios
resultará más fuerte e importante que la prime­ de año la musa no me dejaría en la estacada,
ra. Pero, querida amiga, ¡haga usted votos por sino que me encandilarían las ideas poéticas y
que obtenga algún éxito! La novela se titula lil así me mantendrían hasta el final del año, con
idiota y va dedicada a usted, Sofía Aleksándrovna lo que yo podría salir de todos mis apuros.
Ivánov. Yo, querida amiga, pido al cielo que el Tenía tantas más esperanzas de que así fuese,
libro tenga tanto éxito que sea digno de esa dedi­ cuanto que en mi cabeza y en mi corazón em­
catoria. Pero yo no soy quién para juzgar mi tra­ pezaban a apuntar gérmenes de ideas artísticas
bajo, y menos todavía con lo excitado que estoy... y a dominar mis sensaciones. Pero la cosa se
quedó en ciernes, mientras que lo que yo nece­
sito es una verdadera encarnación, que siem­
pre surge inesperada y súbita, de suerte que
momentos antes no habríamos podido sospe-
charla;^sólo cuando en nuestro interior ha cu a "
A APO LLO N NIKO LAYEVICH M AIKO V jado un cuadro completo es cuando podemos
pasar a tratar de darle forma artística. Sólo en
Ginebra, 12 de enero de 1868 ese caso se puede contar, sin miedo a equivo­
carse, con un éxito^Nada; que todo el verano^
y todo el otoño me los pasé discurriendo toda
Ha sido, pues, así: he trabajado y me he suerte de ideas (algunas muy interesantes); pe­

188 189
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

ro cierta experiencia me hizo sentir la falacia <


> El plan, en general, lo tengo bien trazado;
la dificultad, cuando no la poca fuerza, de vislumbro detalles que me seducen mucho y
muchas ideas. Hasta que, por fin, opté por un.) mantienen en mí el fuego. Pero ¿y el todo? ¿Y
de ellas, me puse a trabajar, y ya llevaba mu­ el héroe? Pues el conjunto se condensa para mí
cho escrito cuando, el pasado 4 de diciembre, en la figura del héroe, que así han venido las
cosas. Tengo que delinear bien esa figura. ¿O
fui y mandé todo al diablo y rompí el manus­
me irá brotando de la pluma? Figúrese usted
crito. Le aseguro a usted que la novela habría
qué cosas tan horribles se han ido presentando
podido pasar; pero a mí me perturbaba, preci­
de suyo; ahora, además del héroe, ha surgido
samente por ser solamente mediana y no posi
una heroína, así que ya son dos figuras princi­
tivamente buena.
pales. Y, además de esos héroes hay ya otros
Ya hacía mucho tiempo que se me había
dos caracteres sumamente importantes, dos ca­
ocurrido una idea; pero me arredraba la de
si protagonistas (figuras secundarias, que he de
hacer de ella una novela, pues el argumento es
describir con mucha exactitud, hay una mu­
bastante difícil, y no estoy yo preparado para
chedumbre; tenga usted en cuenta que la no­
tocarlo, pese a ser tentador y gustarme mucho.
vela ha de tener ocho partes). De esos cuatro
Esa idea es la de presentar a un hombre com­
héroes, hay dos que los veo muy bien; uno de
pletamente bueno. A mi juicio, no hay nada
ellos aún no tiene forma, y el cuarto, el princi­
más difícil que eso, sobre todo en los tiempos
pal, el verdadero héroe, todavía está muy con­
que corren. Claro que usted estará de acuerdo
fuso. Quizá lo tenga muy metido en lo hondo,
conmigo. Esa idea se me ocurrió ya antes en pero es terriblemente difícil; sea como fuere,
cierta forma artística, pero incompleta y no cua­ yo debía haber dispuesto de doble tiempo para
jada y total, como yo quería. Sólo mi desespera­
ponerme a escribir. _
da situación ha podido obligarme a echar mano La primera parte, a mi juicio, resulta floja.
de una idea todavía verde. Yo me arriesgaba Pero creo que aún hay una salvación, porque
como en la ruleta. ¡Puede que mientras escribo no hay nada comprometido, y en las partes
me vaya saliendo! ¡Eso es imperdonable! sucesivas podría arreglarlo todo satisfactoria­

190 191
L a s C a rta s ..
F ed o r D osto ievski
la. Por lo demás, nadie puede ser juez de sí
mente (¡oh, si me saliese bien!). La primtM.i
mismo, sobre todo cuando está excitado. Puede
parte es, en realidad, una simple introducción.
que tampoco la primera parte sea mala del todo.
Sólo hace falta una cosa: que siquiera despin
El no haber desarrollado en ella el carácter
te el interés por lo que sigue; pero sobre este
principal cae dentro de las líneas generales del
punto yo no puedo aventurar ningún juicio,
argumento. Por eso espero su opinión con an­
Sólo tengo un lector: mi esposa. A ella le gusl.i
mucho, pero en mis cosas no es juez. siosa impaciencia.
En la segunda parte tendrá que quedar tod<>
definitivamente arreglado (pero durante mucho
tiempo no se podrá decir nada). Hay allí una
escena (una escena fundamental); mas ¿cómo
saldrá? Aunque en el boceto me ha salido muy A A PO LLO N N IK O IA YEV IC H M A IK O V
bien. Todo, pues, queda fiado al porvenir; pero
Ginebra, 18 de febrero de 1868
espero de usted un juicio severo. La segunda
parte será la decisiva; es la más difícil. Escrí­
bame también su opinión sobre la primera
parte (aunque sinceramente sé que es mala, He estado todo en suspenso, con mi cere­
igual escríbame usted). Le ruego además que bro y todas mis facultades puestas en la segun­
me diga, en cuanto salga E l Mensajero Ruso, si da parte de mi novela, a la que ya terminé. No
publica mi novela. Tengo todavía un miedo quería estropearla definitivamente..., pues todo
horrible por si la habré enviado demasiado depende del éxito. Ahora¿ya no aspiro al éxito,
tarde. Me es absolutamente preciso que salg.i sino tan sólo a evitar un fiasco definitivo^en las_
en enero. Así que, por el amor de Dios, escrí partes siguientes podré enmendarme aún, pues
bame usted aunque sólo sean dos líneas. la novela será larga. Por último, envié también
Al enviarle a Kátkov la primera parte, le es­ la segunda parte (me he retrasado mucho pero
cribí también sobre la novela lo mismo, más o creo que todavía llegará a tiempo). ¿Qué voy a
menos, que a usted. La novela se titula E l idio-

193
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F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

decirle a usted? No puedo juzgarme a mí A APOLLON NIKOLAYEVICH M AIKO V


mismo, pues he perdido ya todo criterio.
Bevey, 4 de junio de 1868
Estoy satisfecho del final de la segunda
parte. Me agrada a mí, pero ¿qué les parecerá
a los lectores? Con lo demás me ocurre lo que
con la primera parte: lo encuentro flojo. A lo Y, sin embargo, no puedo emprender cosa
más que aspiro es a que el lector no se aburra alguna hasta terminar la novela. Pero luego,
mucho... Más no pido. sea como fuere, volveré a Rusia. Para terminar
Querido amigo: Usted prometió enviarme la novela tengo que estar sentado diariamente,
su opinión en cuanto hubiese leído la primera por lo menos ocho horas a la mesa de escribir.
parte. Así que todos los días voy al correo; pero Mi deuda con Kátkov la tengo ya medio
no hay allí ninguna carta suya, y eso que usted cancelada. También liquidaré lo que queda.
seguro que recibió E l Mensajero Ruso. De Escríbame usted, amigo mío; escríbame, por el
donde yo saco la conclusión de que la novela amor de Dios. En los cuatro capítulos que leerá
es floja y usted, en su delicadeza, encuentra usted en el número de junio describo algunos
desagradable y penoso decirme la verdad en tipos de los más extremistas, de la moderna
mi cara, y por eso difiere el escribirme. Pero juventud positivista. Me consta que los he des­
esa verdad es precisamente lo que yo necesito. crito bien (pues los conozco por experiencia;
¡Estoy muy ansioso por oír el juicio de alguien! nadie, hasta aquí, los había estudiado ni obser­
Lo contrario es, sencillamente, un suplicio. vado); pero sé también que todos van a poner­
se hechos unas furias y a decir: "Absurdo, inge­
nuo, estúpido y falso".

194 195
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ...

/I N IKOLA I N IKOLA YE V IO I S I RAJO V A SU SOBRINA


SOFIA ALEKSANDROVNA ¡VANOVJM IROV
Florencia, 11 de diciembre de 1868
Florencia, 6 de febrero de 1869

Me he decidido a tenerlo todo listo para el


número de diciembre, así la cuarta parte como No estoy satisfecho con mi obra, pues no
el final, pero a condición de que el referido nú­ digo en ella ni la centésima parte de lo que
mero se retrase un poco. Tendré que escribir hubiera querido decir. Muchas cosas están lan­
todo en cuatro semanas, a contar desde hoy. zadas allí aprisa y de cualquier modo; otras re­
He comprendido de pronto que estoy en sultan muy deslucidas o, en general, fallidas.
condiciones de hacerlo así, sin detrimento de la Pero no me hago ningún reproche y sigo aman­
novela, a lo cual contribuye el que todo lo que do hoy mismo esas malogradas ideas.
queda lo tengo más o menos planeado y me sé Tampoco, desde el punto de vista del pú­
de memoria hasta la última palabra. Si E l idiota blico, el libro resulta de gran efecto; así que la
tiene lectores, quizá les sorprenda a estos lo ines­ segunda edición, si llega a hacerse, me produ­
perado de su final. Sólo después de recapacitar cirá tan poco, que apenas tendré con ello para
un poco reconocerán que no podía acabar de empezar. De Petersburgo me escriben con toda
otro modo. En general, puede decirse que este franqueza que E l Idiota presenta muchos de­
final es de los logrados, como final, se entiende. fectos y que, en general, ha merecido juicios
No hablo del valor de la novela en sí; pero cuan­ desfavorables; pero que todos cuantos leen el
do la haya terminado le escribiré a usted, como libro lo han seguido con vivo interés. Eso era
amigo, un día u otro, lo que de ella pienso. todo cuanto yo quería.
Respecto de sus defectos, ni a mí mismo se
me escapan. Tan enfadado estoy conmigo mis­
mo por eso, que de buena gana habría escrito
una crítica del libro. Strájov me enviará pronto

196 Í97 ~
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ...

su opinión sobre E l idiota; ya sé que no es del los demás califican de casi fantástico y excén­
trico constituye para mí muchas veces lo más
bando de mis partidarios.
Por esta razón, la vida en el extranjero se característico de la realidad.
La cotidianeidad de los fenómenos y un mo­
me hace cada día más insufrible. Debe saber
do convenido de considerarlos no es, a mi juicio,
usted que para poder regresar a Rusia necesito
realismo, sino todo lo contrario. ¡En cualquier
disponer de seis mil, o por lo menos cinco mil
periódico hallará usted relatos de los sucesos más
rublos. Yo contaba con el éxito de E l idiota. Si
reales y al mismo tiempo más extraordinarios! A
hubiese sido tan grande como el de Crim en y
nuestros escritores todo eso les parece fantástico;
castigo, tendría esos cinco mil rublos. Ahora
no entienden una palabra, pues precisamente
toda mi esperanza tengo que ponerla en el por­
son realidad, son hechos. Pero ¿quién va a fijar­
venir. Sabe Dios cuándo podré volver. Pero no
se en ellos, a iluminarlos y escribirlos? Son cosas
tengo más remedio que volver a Rusia.
de todos los días y todas las horas, y en modo
alguno excepciones.
¡Qué estrechez y pequenez en el modo de
considerar y penetrar la realidad! Y siempre lo
mismo, lo mismo. Así dejamos que toda la realidad
nos pase por delante de los ojos, sin verla. ¿Quién
A NIKO LAI NIKOLAYEVICH STRAJOV
va a fijarse en los sucesos y a ahondar en ellos? Del
Florencia, 10 de marzo de 1869 cuento de Turguéniev no quiero hablar... El diablo
sabrá lo que ha querido decir. ¿ Conque mi idiota
no es realidad y de la más cotidiana? Sí; precisa­
mente ahora deben darse tales caracteres en nues­
Estos últimos tiempos, mes y medio, estuve
tras capas sociales divorciadas del terruño, en esas
muy ocupado con la terminación de E l idiota.
clases sociales que efectivamente se nos antojan
Escríbame usted su opinión, según me prome­
fantásticas. Pero ¿para qué hablar de eso? Hay
tió; la aguardo con ansia. Yo tengo mis ideas
mucho en la novela escrito a toda velocidad y
propias sobre la creación en arte, y aquello que

198 199
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

fiasco y además ocurrió algo que yo no había


mucho malogrado; pero también hay en ella
previsto: como tuve que vivir tanto tiempo
mucho logrado. Defiendo, no mi novela, sino
lejos de Rusia, perdí el don de escribir regular­
mi idea...
mente; así que no podía ya contar con una
nueva obra (las dificultades son más bien de
índole material que espiritual, pues mientras
viva en el extranjero no puedo formar juicio
personal alguno sobre los más vulgares sucesos
A SU HERMANA VIERA YA SU SOBRINA
de la actualidad).
SOE1A ALEKSANDROVNA 1VANOVJM1ROV Aunque E l idiota haya sido un fiasco,
Dresde, 7 de mayo de 1870 muchos editores querrían comprarme los dere­
chos para una nueva edición; me han ofrecido,
relativamente, mucho: mil quinientos a dos mil
Con lo único que yo puedo contar es con rublos...
mis trabajos literarios. Ya hace tres años, al salir
de Rusia, me hacía las mismas ilusiones. Había
publicado entonces una novela con mucho
éxito y se comprende, por tanto, que tuviese la
esperanza de escribir otra novela que permitie­
se pagar en un año a todos mis acreedores.
SOBRE DEMONIOS
Pero como pagué a tres de ellos, por aquella
época, siete mil rublos de un golpe, los otros A APOLLON NIKO LAYEVICHM AIKO V
cayeron sobre mí: ¿por qué había yo pagado a
Dresde, 19 de diciembre de 1869
aquellos tres y no a todos? Me citaron a juicio,
y yo me di prisa a venirme, con la ilusión de
escribir en un año otra novela y pagar a todos. Pero después, dentro de tres días, me pon­
Pero tal ilusión resultó vana. Mi novela fue un dré a trabajar en la novela destinada a E l

200
F ed or D osto ïevski L a s C a rta s ..

Mensajero Ruso. Pero no vaya usted a creerse Me costará trabajo darle salida en dicha
que yo hago buñuelos; por feo y antipático qiu* época; pero si no lo consigo es igual. Espero
pueda parecer lo que escriba, la idea de la ganar con esa novela tanto dinero como con
novela y su elaboración son para mí, pobre Crim en y castigo, por lo menos. Así que tengo
autor, más preciadas que todo en el mundo. el propósito de poner a fin de año todos mis
¡Este no es ningún buñuelo, sino la ¡dea mál asuntos en regla y volver a Rusia. Sólo que el
querida y más rancia! Naturalmente que I" tema es demasiado candente. Pero basta. Mis
echaré a perder; pero ¡qué hacerle!... interminables cartas van a acabar con usted...

A N IKO LAI NIKO LAYEVICH STRAJOV


A APO LLO N NIKO LAYEVICH M AIKO V
Dresde, 24 de marzo de 1870
Dresde, 12 de febrero de 1870
También yo tengo cifradas grandes espe­
Vuelven a darme los ataques, después do ranzas en la novela que ahora estoy escribien­
una larga pausa, y a estorbarme mi trabajo. So do para E l Mensajero Ruso. Me refiero, no a la
me ha ocurrido una ¡dea grande; no hablo d# parte artística, sino a la tendencia; quiero
la ejecución, sino de la idea en sí. Se trata tie expresar ciertas ¡deas, aunque se vaya a pique
algo por el estilo de Crim en y castigo, peto todo lo artístico. Las ¡deas que se han ido acu­
mucho más aproximado a la realidad y atinen­ mulando en mi cabeza y en mi corazón recla­
te a la cuestión más principal de nuestra época man salida. Aunque sólo resulte un panfleto,
Lo tendré terminado para el otoño; no ando diré allí todo lo que tengo en el alma. Confío
con precipitación. en el éxito. Aunque ¿quién se pone a trabajar
sin esperanzas de éxito?

202 203
F ed or D osto ïevski L a s C a rta s ..

A SU SOBRINA A SU SOBRINA
SOFIA ALEKSANDROVNA IVANO VJM IROV SOFIA ALEKSANDROVNA 1VANOVJMIROV

Dresde, 17 de agosto de 1870


Dresde, 7 de mayo de 1870

Si usted supiera, Sónechka, cuánto cuesta


He elaborado ya el plan de una nueva no­
ser escritor, es decir, ¡cargar con la suerte del
vela cuyo éxito considero totalmente seguro;
escritor! Mire usted: yo estoy seguro de que si
pero no puedo decidirme a escribir aquí, por lo
dispusiese para escribir una novela, de dos a
que tendré que dejarlo para más adelante. Por
tres años — lujo que pueden permitirse Tur-
el momento, estoy escribiendo una historia
guéniev, Gonchárov y Tolstoi— me saldría una
muy rara para E l Mensajero Ruso, al que ya le
cobré un anticipo. obra de la que se hablaría aún pasado un siglo.
¿Sabe usted, mi querida Sónechka, lo que No es jactancia: consulte usted su conciencia y
me escribe sobre mi nueva novela, aquí com­ los recuerdos que tiene de mí y dígame si algu­
puesta? Se admira usted de que pueda yo com- na vez me he alabado. La idea de la novela es
prometerme a escribir obras de esa índole en tan buena y tan principal que ante ella me
un plazo determinado. Pues todavía más difíc iI quito el sombrero. Pero ¿qué va a salir de ahí?
es el trabajo que ahora estoy haciendo para l l Desde ahora ya puedo decirlo: en ocho o nue­
Mensajero Ruso. Tengo que meter en veinticin ve meses habré terminado la novela, echándo­
co pliegos un asunto que, cuando menos, re lo a perder todo. Una obra así requiere, por lo
queriría cincuenta; pero tengo que avenirme I menos, dos o tres años. (Será, además, muy
eso, porque en tanto esté en el extranjero, no larga). Puede que algunos detalles y algunos
puedo escribir otra cosa. personajes aislados no me salgan mal, pero
sólo en boceto. Muchas cosas quedarán a me­
dio hacer, y otras resultarán demasiado proli­
jas. Será imposible que pueda poner muchas

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F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

bellezas en la obra, pues la inspiración depen­ A M IJA IL NIKIFO RO Ví CH KATKO V


de en muchos sentidos del tiempo que se tiene Dresde, 8 de octubre de 1870
para el trabajo. Y, sin embargo, yo no suelto la
pluma. ¡Es horrible, viene a ser igual que un sui­
cidio consciente! Pero no es eso lo principal, Estim ado y adm irado M ija il Nikifórovicb:
sino que todas mis cuentas se han venido abajo. I Hoy envío a E l Mensajero Ruso sólo la prime­
A principios de año yo tenía la firme esperanz.i ra mitad de la primera parte de mi novela
Demonios, pero en seguida remitiré también la
de poderle enviar para el 1 de agosto parte con­
otra mitad. La novela constará en total de tres
siderable de la novela a E l Mensajero Ruso, y de
partes, cada una de las cuales tendrá de diez a
este modo mejorar mi situación. Pero ¿qué voy
doce pliegos. De ahora en adelante, no habra
a hacer ahora? Al menos hasta principios de
ya más retrasos en los envíos.
septiembre no podré enviarle a la revista una
I Caso de que no vaya usted a mandar mi
cantidad, y pequeña, de original (yo quería
novela a impresión hasta el año próximo, no
mandarle mucho, a fin de tener algún motivo
estará de más que le exponga en unas palabras
para pedirles dinero) y en esas condiciones mi­
el argumento de la novela. Entre los sucesos
da empacho pedirles ningún anticipo; la prime­
descollantes que han podido influir en mi na­
ra de las cinco partes que comprenderá la obr.i
rración ha de incluirse el célebre asesinato de
sólo hará siete pliegos; ¿cómo pedirles algo? Asi
I Ivánov por Nescháyev, en Moscú. Me apresuro
que todas mis cuentas se han venido abajo y no
| a declarar que no sé de Nescháyev ni de
sé, de momento, cómo voy a vivir. ¡Y en esta
i Ivánov ni de todo ese sonado suceso, mas que
disposición de ánimo, tome usted la pluma y
i lo que publicaron los periódicos. Pero aun su­
póngase a trabajar!...
poniendo que estuviese mejor informado, nun­
ca se me hubiera ocurrido hacer una simple

El glosa. Mi fantasía puede muy bien apartarse


del hecho real, y mi Piotr Verjovenskii no se

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F ed or D o sto ïevski L a s C a r ta s ...

parecerá en nada a Nescháyev; más bien creo prendiese esta figura. Y más aún sentiría oír el
que mi espíritu, sobrecogido por el suceso, ha reproche de que está tirado de los pelos, pues
concebido, mediante la fuerza de la fantasía, yo lo he pintado con el alma. Cierto que tales
una persona y un tipo adecuados a esa fecho caracteres se dan rara vez en tan típica perfec­
ría. No deja de ser provechoso pintar un tipo ción, pero es, no obstante, un carácter ruso (de
así; pero no fue sólo lo que a mí me sedujo. cierta clase social). No vaya usted a formar jui­
Creo que los ejemplares de esa lamentable cio, estimado Mijai! Nikifórovich, hasta haber
variedad humana no son digno objeto del arte. leído la novela de cabo a rabo. Me dice el cora­
Con gran sorpresa mía, ese personaje se me zón que ese personaje me va a salir muy bien.
antoja medio grotesco porque, aunque aparez­ No entraré ahora en detalles, pues temo no ser
ca en el primer plano de la acción, no es bien exacto. Sólo le diré una cosa: que todo ese per­
mirado, sino algo secundario dentro del radio sonaje lo describiré mediante sus actos y no
de acción de otra personalidad que, efectiva­ apelando a disquisiciones, !o que hace esperar
mente, debe considerarse como el verdadero que resulte una personalidad, una pieza.
protagonista de la obra. Se me resistió mucho tiempo el comienzo
Este otro personaje de la novela (Nikolai de la novela. Me ocurrió lo que hasta aquí no
Stavroguin) es también un personaje siniestro, me había sucedido nunca, y fue que dejé por
un malvado. Yo lo tengo por una figura trágica, unas semanas el principio y me puse a escribir
aunque muchos, al leer la obra, exclamarán: el final. Temo también que ese primer capítulo
"Pero ¿qué clase de hombre es este?". Yo me he no tenga toda la vida que hubiera podido
aplicado a la elaboración artística de esa per­ tener... En los cinco pliegos y medio que le
sonalidad porque hace mucho tiempo tenía acompaño, apenas si había espacio para expo­
ganas de describirla. ner el enredo; pero tanto este como la acción
A mi juicio, es tan rusa como típicamente toda se descubrirán y ensancharán de una vez.
humana. Sentiría, por el público, que no com­ Usted puede estar tranquilo: es evidente que
F e d o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

mi novela tendrá interés, y creo que como ha que acabé dándome a mí mismo palabra de no
quedado ahora, todavía hará más efecto. leer ni escribir, ni fijar siquiera en nada la vista
Pero no todos los personajes van a ser hasta haber terminado lo que había emprendi­
siniestros. También habrá en el libro figuras lu­ do. ¡Y estoy empezando! Cierto que tengo ya
minosas. Me temo, en general, no estar yo a la mucho escrito de la mitad de la novela, y aún
podré aprovechar fragmentos aislados de lo
altura de muchas cosas.
que taché. Pero, al fin y al cabo, estoy en el pri­
Quisiera, por ejemplo, llevar por primera
mer capítulo. Esta es mala señal; mas yo haré
vez al arte toda una serie de figuras que, hasta
todo lo posible para arreglarlo. Dicen que el
ahora, apenas han hallado representación lite­
tono y el estilo de una novela deben salir es­
raria. Como ideal de esa clase de personajes
pontáneos. Eso es cierto; pero a veces desento­
presento yo a Tijón Sadonskii, un eremita que1
nas y tienes que volver a templarte. En una pala­
se ha acogido al claustro. Tendré algún rato al
bra, que nunca nada me dio tanto que hacer
héroe de mi novela conversando con él, frente
a frente. Me tiemblan las carnes; nunca intenté como esta cosa.
En los comienzos de la labor, a fines del
nada parecido; pero conozco bien ese mundo.
año pasado, tenía yo ya por hecha la novela y
la miraba por encima del hombro. Pero luego
me entró verdadero entusiasmo, le tomé cariño
a la tarea y me puse a escribir a todo trapo,
tachando casi todo lo que llevaba escrito. Pero
A NICOLAIN1KOLAYEVICH STRAJOV en el verano sucedió otra cosa, y fue que sur­
Dresde, 9 de octubre de 1870 gió en la novela un nuevo personaje con
humos de ser nada menos que el verdadero
protagonista de la obra, de suerte que el otro
No le he escrito a usted antes porque estoy protagonista, el primero (figura muy interesan­
atareado con mi novela. Iba tan mal el trabajo te, pero no digno de ser llamado un héroe),
y yo tenía que alterar lo escrito tantas veces hubo de ser relegado a segundo término. Me

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F ed o r D o sto ïevski L a s C a rta s ..

entusiasmé tanto con este nuevo héroe que A APO LLO N NIKO LAYEVICH M A IKO V
también me puse en seguida a arreglar todo lo Dresde, 9 de octubre de 1870
que llevaba escrito. Y ahora que he enviado ya
a la redacción de E l M ensajero Ruso el co­
mienzo de la novela, me acomete de repente He echado sobre mí un trabajo superior a
un nuevo temor: el de no estar a la altura del mis fuerzas. He empezado a escribir una gran
tema elegido. Y sin embargo yo no introduzco novela (una novela de tendencia, cosa para mí
de buenas a primeras a mis personajes en la totalmente inusitada); al principio creía muy
obra. De antemano les tengo asignado su papel fácil despacharla. Pero he tenido que variar
en el programa de la novela (tengo un progra­ más de diez veces mi plan, y he acabado por
ma que comprende varios pliegos, donde ya reconocer que el tema era de los que obligan,
está anotada toda la acción, aunque sin el diá­ por lo que le he tomado tirria a la novela. La
logo ni las explicaciones). Por lo cual espero primera parte la escribí con grandes apuros y la
que el protagonista me salga bien y hasta resul­ envié. Creo que esa primera parte me ha salido
te una figura enteramente nueva y original; muy floja y de poco efecto.
espero y temo al mismo tiempo. Por la lectura de esa primera parte, no po­
Ya es, realmente, hora de que escriba yo, drá adivinar el lector adonde voy a parar ni
por fin, algo serio. A lo mejor se me deshace cómo ha de continuar desarrollándose la ac­
todo en el aire, cual pompa de jabón. Pero, sea ción. En E l Mensajero Ruso le han hecho,
como fuese, tengo que escribir; con esas refor­ desde el principio, una acogida sumamente
mas he perdido la mar de tiempo, y escrito, en benévola. La novela se titula Demonios (esos
resumidas cuentas, muy poco... mismos demonios de que ya le escribí a usted)
y lleva un lema sacado del Evangelio.

213
F ed o r D osto ïevski L a s C a rta s ..

to el vuelo y hago algo regular. Escribo a la


A SU SOBRINA
buena de Dios, tal es mi actual divisa.
SOFIA ALEKSANDROVNA 1VANOVJM IROV

Dresde, marzo de 1871

Me encuentro en estos instantes en un apu­


ro horrible: trabajo día y noche, y a pesar de
eso adelanto muy poco, tanto, que estoy retra­ SOBRE EL ADOLESCENTE
sado con E l Mensajero Ruso. Y, sin embargo,
tengo puesto en este trabajo toda mi esperan­ A SU ESPOSA, ANNA GRIGO RIEVNA
za." Me han enviado ya setecientos rublos y
prometido mil más para junio. Con esos mil Ems, 5 de julio de 1874
podré regresar a Rusia. Así que debo trabajar
mucho; y, sin embargo, se lo repito, no puedo El aburrimiento de mi vida aquí se me hace
escribir una línea lejos de mi tierra. insufrible. Aunque ya me he puesto a trabajar
en la novela (¡oh dolor!, que aún estoy en el
boceto, y este se me resiste), no sé cómo voy a
librarme del tedio.
Anya,/jni trabajo va muy lentamente y el
plan me da mucho que hacer. ¡Exceso de plan!
A N IKO LAI NIKO LAYEVICH STRAJO V
Ese es el mayor defecto^ Al repasarlo todo, he._
Dresde, 18 de mayo de 1871 visto que he reunido allí materia para cuatro
novelas. Según Strájov, ese fue siempre mi de­
fecto. Pero ya no tengo tiempo. Aunque quizás
O echo a perder la novela (lo que sería un aún pueda corregirme. Lo principal es el plan;
dolor, y ya he empezado a flaquear), o remon­ luego, el trabajo es fácil. Anya, palomita, mi

214 215
L a s Ca r t a s ..
F ed o r D osto ïevski
cómo voy a escribir nada. De todos modos,
labor principal tiene que estar despachada en
tendré que estar aquí todavía cuatro semanas.
todo caso para el otoño... Y ¿qué voy a hacer aquí yo solo, sin ti? Y, sobre
todo, que no tengo nada pensado, ni siquiera
ultimado el plan en todas sus partes. Después
de cuatro (o acaso sólo tres) semanas, cuando
salga de aquí, me será totalmente imposible,
Ems, 26 de julio de 1874 desde ahora lo veo, escribir nada; en Pe-
tersburgo tendré que andar de acá para allá,
En casa trabajo asiduamente en el boceto, buscando cuarto, y apenas tendré tiempo para
pero no acierto a escribir nada. Teniendo ya el estar con vosotros, pues enseguida deberemos
plan, todo el trabajo irá como sobre ruedas. ¡Si ponernos en camino. ¿Cómo voy a trabajar
siquiera me saliese un plan logrado! Pero ¿será entonces? Siempre pensamientos tristes y
así? Quisiera escribir algo extraordinario. La dudas, siempre solo conmigo mismo... Y para
sola idea de que la revista Los Anales Patrios colmo me honra con su visita un ataque, ¡adiós
pueda tacharme algunas cosas casi me parali­ todo trabajo! ¡ Oh, cómo me molesta sólo pen­
za la mano; pero de esto no se puede hablar en sarlo y, sin embargo casi seguramente será así!
Sin haber escrito algo de la novela, no puedo
una carta...
volver allá. El 22 ó 23 no tengo más remedio
que empezar a poner en limpio el borrador y
tener listo el plan, pues de lo contrario, no
podré enviar nada a Los Anales Patrios.

Ems, 7 de junio de 1875

Todavía no he empezado el trabajo. No sé

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216
F ed or D osto ïevski L a s C a rta s ..

SOBRE LOS HERMANOS KARAMAZOV /I YURIEV


11 de junio de 1879

A V .V .M IJA ILO V
En cuanto a mi novela, le diré toda la ver­
15 de marzo de 1878 dad. La pensé y me puse a escribirla; pero aún
dista mucho de estar terminada; sólo está em­
Tengo pensada y pronto empezaré una pezada. Siempre me ocurre lo mismo; empiezo
novela, en la cual, entre otras cosas, figurarán una novela larga a mediados del año y estoy
muchos niños y, para más datos, de pocos ocupado en ella hasta mediados del año si­
años: de siete a quince. Las observaciones de guiente.
un hombre como usted serán preciosas para
mí. Escríbame, pues, cuanto sepa de los niños:
anécdotas, costumbres, réplicas, frases, rasgos
característicos, circunstancias familiares, cre­
encias, delincuencia e inocencia, nacimiento y
A AKSAKO V
educación, etc., etc.; en una palabra: cuanto
usted sepa. 28 de agosto de 1880

Estoy terminando los Karamazov..., y llega


a su fin un trabajo que me ha llevado tres años,
entre pensarlo, coordinarlo y escribirlo...

220 221
F ed o r D osto ïevski I nd ice

A L ¡ U B IM O V

(Con el envío de las últimas páginas del manus­ 3


P r ó l o g o ........................................................................
crito.)
I. D ia rio de un Escritor
8 de noviembre de 1880
A lgo Personal .........................................................
15
35
C uadritos ................................................................
¡Ea! Ya terminé mi labor. He trabajado en A Propósito de una E x p o s ic ió n ........................... 57
ella tres años...
C uadritos d e V i a j e ..................................................61
El Niño, co n Cristo ante
el A rbol de N a v i d a d .............................................
El Proceso a K o r n i l o v a ........................................109
A lgo a cerca de los abogados ........................... 1^1
137
El Talento ..............................................................
El N a cim ie n to de un Escritor ........................... 1^1
La M e n tira se salva de la M e n t i r a ....................155

Pensamientos anotados
Y o ...............................................................................
.......... 56
C ultura .................................................... ^

7
C ultura y vid a .........................................................
1 Q2
E v o lu ció n del n i ñ o ...............................................
, .. ....... 108
Padres e hijos ...............................
• 1
Las injurias de mis enem igos ...........................

223
222
In d ice _________________

Riqueza................................................... ^ 6
A mis críticos............................................ 1
Veneración . . ........................................... ^ 4

II. Las C artas de D o sto ie vski


(relacionadas con sus obras)
Sobre Crimen y Castigo............................. 165
Sobre El Id io ta ...........................................185
Sobre Demonios.........................................201
Sobre El Adolescente ................................. 215
Sobre Los Hermanos Karam azov............... 220

224

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