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D F ed o r
Diario
d ein
Escritor
Selección, prólogo y notas:
D a v id Land esm an
longseller
F ed o r D ostoïevski
Prólogo
La mayoría de los lectores de las famosas
novelas de Fedor Dostoievski muy probable
mente desconocen su inmensa obra periodísti
ca, desarrollada a lo largo de toda su vida en
Traducción: Mario Alarcón
Tapa: Javier Saboredo distintas revistas rusas, y de su amplísima co
Corrección: Delia N. Arrizabalaga rrespondencia con familiares, editores y amigos.
Diagramación: Prema
Queda hecho el depósito que marca la ley 11723 Los textos que integran el conjunto de
Impreso y hecho en la Argentina
esta obra abarcan una increíble variedad de
Printed in Argentina
temas: desde comentarios sobre pintura y lite
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño
ratura hasta el análisis meticuloso de la co
de la tapa, puede ser reproducida, almacenada o
transmitida de manera alguna ni por ningún medio, yuntura política, de los aguafuertes a la cróni
ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación
ca policial, de la observación social a la auto
o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
biografía más pura, de las concepciones mo
Esta edición se terminó de imprimir en los talleres de Errepar,
rales al debate con lectores complacidos o in
en Buenos Aires, República Argentina,
en el mes de abril de 2000. dignados por las columnas del autor.
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F ed o r D osto ïevski P r ó lo g o
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F edor . D osto ïevski P r ó lo g o
dieciséis años. Su recuerdo le inspiró los ide y posterior condena a cuatro años de cárcel y
ales éticos y morales que lo acompañarían cumplimiento de! servicio militar en Siberia.
durante toda su vida. Al quedar viudo, la Iodo el horror de las prisiones zaristas apare
degradación y crueldad del padre del escritor cerá como nunca antes, en su novela Apuntes
fueron en aumento. Estos factores, sumados a tle la casa de los muertos, publicada en 1860,
la atracción incontrolable que sentía por las [ j o c o s años después de su liberación definiti
jóvenes campesinas, le atrajeron el odio de va. Causó conmoción en el pueblo ruso y lo
los trabajadores de sus tierras, que lo asesina devolvió a! primer plano de la literatura. Estos
ron en 1839. Apuntes..., como casi todas sus grandes nove
las, fueron publicados en revistas, por entre-
En estos años, Dostoievski estudiaba inge
gas.
niería, sin demasiado entusiasmo, y se entre
gaba de lleno a la lectura de autores como En la década de 1860, Dostoievski em
Gogol, Pushkin, Víctor Hugo, Balzac y Flau- prendió el primero de sus muchos viajes al
bert, entre otros grandes escritores. exterior, editó sus propias revistas, sufrió las
muertes de su primera esposa y su amado her
Con su primera novela, Pobres gentes, con
mano, y mantuvo constante y desigual lucha
cluida a los 23 años, obtuvo un temprano y
i «mira la pobreza y las deudas. En ese lapso,
resonante éxito de público y crítica. Un relato
elaboró una de las más extraordinarias nove
autobiográfico de este triunfo puede leerse en
las de todos los tiempos: Crim en y castigo.
el artículo de esta edición del D iario (págs.
142-143). A dicha obra le siguieron E l doble, Más adelante, después de un desarrollo po-
Noches blancas y varios relatos. Pero su labor litic o que lo fue enfrentando paulatinamente a
literaria se vio interrumpida por los vaivenes las ideas revolucionarias que había abrazado
políticos. Al influjo de las ideas florecientes en su juventud, Dostoievski escribió otra de sus
en esos años, Dostoievski integró un círculo de mayores novelas, Los hermanos Karam azov
socialistas utópicos, lo que provocó su arresto ( 1879-1880), notable resumen de su labor cre
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adora, en la que se despliegan todas las ideas se vio más y más influido por el Evangelio y
políticas, éticas y sociales del autor. una visión apocalíptica de las cosas. El autor
estaba convencido de que el fin del siglo XIX
Afectado por graves problemas de salud, estaría marcado por una tremenda catástrofe
el alcoholismo, dramas amorosos en cantidad de toda Europa, de la que sólo se salvaría Ru
y su pasión por el juego, recién en sus últimos sia, por haber conservado la palabra inco
años pudo disfrutar de cierta paz mientras rrupta de Cristo.
crecía el reconocimiento por su obra.
Dostoievski, en su condición de periodis
Dostoievski murió el 28 de enero de 1881. ta, nunca se limitó al registro objetivo de la
Sus restos fueron despedidos por una multi (calidad, ni tuvo intención alguna de que así
tud, que ya lo había consagrado como uno de hiera. Era un hombre con un idealismo pro-
los mayores escritores rusos. tundo, casi platónico, que perseguía la con-
i roción de ciertas Ideas (con mayúscula) en
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Por otra parte, este D iario nos muestra a ginas es el que nos entrega el perfil del Dos-
Dostoievski actuando directamente sobre la toievski polemista, con sus colegas, sus críti-
experiencia cotidiana, lo que nos permite c os y con sus lectores. El trabajo periodístico
acercarnos mucho más al hombre que está nunca es del todo limpio. El circuito se inte
detrás de tantas obras fundamentales de la gra con el autor que opina, el lector que defe-
literatura universal. Aunque, eso sí, este acer iK'stra y el autor que vuelve a plantear su po
camiento no carece de riesgos. El lector fasci sición, más seguro que antes. Como si espe
nado con la profundidad ambigua y enigmá tara generar reacciones que lo motiven a ex
tica de sus novelas, conoce muy bien la duda poner más ideas en el mismo sentido, con
y el dilema que visten a sus personajes, para nuevos y variados argumentos, de una posi-
quienes no hay nada enteramente definitivo o t ión casi siempre inamovible.
verdadero. Y, en este D iario, se verá sin duda
sorprendido por las posturas tan tajantes y
absolutas. El Dostoievski periodista, persona
Sobre esta edición
je favorito y principal del Dostoievski escritor,
Para este libro, hemos elegido textos cuyo
no duda. Mira, cuenta, saca conclusiones,
mensaje y calidad perduran en el tiempo, más
opina y dice qué está bien y qué está mal. allá de coyunturas y premuras propias de toda
Si tanta certeza puede resultar chocante o .i( tividad periodística o de un incesante inter-
pretenciosa, estos D iarios sin embargo mere i ambio epistolar. Encontraremos aquí el peíi-
gro de los malentendidos sobre la palabra es-
cen ser leídos en su contexto, a fin de disfrutar
i rita en " A l g o p e r s o n a l " , tres aguafuertes
de las dotes del autor para sacar oro de histo
fjnnplares en " C u a d r it o s " , el pensamiento
rias minúsculas, gozar de su prosa extraordi
sobre el destino de los artistas noveles en " A
naria, admirarse con su capacidad de observar
i’Kt íp ó s it o d e u n a e x p o s i c i ó n " , la indignación
el mundo y convertir los hechos en relato.
ante el drama de los chicos de la calle en "El
Otro aspecto de sumo interés en estas pá n in o , con C r is t o , a n t e el á r b o l d e N a v id a d ".
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F ed o r D osto ïevski
— David Landesman
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Algo Personal o873)
Una vez, cierta mañana de primavera, fui de pasada, unas palabras muy encendidas,
a visitar a! difunto Yegor Petróvich Kovalevski. dedicándome también una alusión en unos
A él le gustaba mucho mi novela Crim en y versos, quizá los mejores que haya escrito.
castigo, que por aquel entonces se estaba Añadiré que, por su facha y sus costumbres,
publicando en E l M ensajero Ruso. Me habló nadie parecía menos que él un poeta y, por si
con caluroso elogio de ella y me citó unas fuera poco, de los que sufren. Sin embargo,
palabras, muy estimadas para mí, de una per era uno de los más apasionados, sombríos y
sona cuyo nombre no recuerdo. En aquel ins sufrientes de nuestros poetas.
tante entraron en la sala, uno después de otro,
— Mire: nosotros lo hemos atacado a us
dos directores de periódicos. Uno de estos
periódicos llegó luego a tener un número de ted — me dijo (es decir, en su periódico, a
propósito de Crim en y castigo).
suscriptores como ninguno lo tuvo aquí nunca;
pero entonces estaba en sus comienzos. El — Lo sé — le respondí.
otro, por el contrario, ejercía un influjo nota
ble en la literatura y la opinión. Pues bien: — ¿Y sabe usted por qué?
con el director de este periódico pasamos a
— Probablemente, por cuestión de princi
otra habitación y nos quedamos solos.
pios.
Sin mencionar su nombre, diré únicamen
— Por Chernischevski.
te que mi primer encuentro con él en la vida
fue sumamente afectuoso, dejándome eterno Yo me quedé estupefacto.
recuerdo. Puede que a él también le suceda
lo mismo. Luego tuvimos muchas divergen — N. N., el autor de esa crítica — prosiguió
cias. Al volver yo de Siberia, nos vimos ya •■
I director— , me dijo así: "Su novela es buena;
muy rara vez; pero en cierta ocasión me dijo, pero, como en una obra, hace dos años, no
tuvo reparo en meterse con los pobres depor
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F ed o r D osto ïevski A lg o P erso nal
tados y caricaturizarlos, pues ahora voy yo a veces no me acordaba, otras no tenía tiempo.
meterme con su novela". A todo esto, esa bajeza que me atribuían se
quedó grabada en la memoria de algunas per
— ¿De modo que todo se debe a ese estú
sonas como un hecho indudable, corrió por
pido chisme a propósito de E l cocodrilo?
las revistas literarias, trascendió al público y
— exclamé, después de recapacitar un
me ocasionó más de un disgusto. Ahora llegó
momento— . Pero ¿es que usted también se ha
i-l momento de decir acerca de eso aunque
creído eso? ¿Ha leído usted esa novelita mía
sólo sean unas palabras, tanto más cuanto
E l cocodrilo? que ahora es oportuno; y, aunque no pueda
— No, no la he leído. ■iducir pruebas, refutar una calumnia es tam
bién en alto grado probatorio. Con mi largo
— Pues sepa usted que todo eso es una silencio e indolencia he parecido, hasta aho-
mentira, la mentira más vil que puede conce u , confirmarla.
birse. Porque se necesita tener todo el talento y
toda la intuición poética para leer en esa nove Conocí a Nikolai Gravrilovich Chernis-
la, entre renglones, semejante alegoría cívica, <hevski en el año cincuenta y nueve, el pri
y, además, contra Chernischevski. ¡Si usted mero de mi regreso de Siberia, no recuerdo
supiera qué interpretación tan estúpida! Pero, a donde ni cómo. Después nos vimos alguna
pesar de todo, ¡nunca me perdonaré no haber que otra vez, no con frecuencia, y hablamos,
protestado hace dos años contra esa infame pero muy poco. Aunque siempre, eso sí, nos
calumnia, cuando empezó a difundirse! dábamos la mano. Herzen me dijo que Cher-
ms< hevski le había producido pésima impre
Esa conversación mía con el editor de un sión, es decir, su facha y sus modales. A mí, la
periódico hace ya tiempo desaparecido tuvo t.K ha y ¡os modales de Chernischevski me
lugar hace siete años, y hasta ahora yo no he lesultaron simpáticos.
protestado contra la referida calumnia: unas
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— Bueno; ¿y qué? — preguntó con leve — Puede que no surta efecto. Además,
sonrisa. fs.is manifestaciones son ineludibles como
l)i'< hos secundarios.
— ¿Es posible que sean tan estúpidos y tan
ridículos? ¿No se les puede contener y evitar -Y, sin embargo, a todo y a todos nos
esta bajeza? perjudican.
a usted. Pero, de todos modos, hay que con to; unos días después me lo confirmó así él
tenerlos, sea como fuere. Su palabra pesa mismo, yendo a visitarme a mi casa. Perma-
mucho en su ánimo y, sin duda, temen su opi ilcc ió conmigo una hora, y confieso que po-
i ,i*. veces he visto hombre más amable y cor
nión.
dial, tanto, que me chocó que pudieran decir
— Yo no conozco a ninguno de ellos. de el que tenía un carácter huraño e insocia
ble. Comprendí de sobra que deseaba tratar
— También estoy seguro de que así es.
( onmigo y recuerdo que eso me halagaba.
Pero es que no hace falta conocerlos ni hablar
I uego de eso fui yo a verlo a su casa y él me
personalmente con ellos. Basta que usted
pagó otra vez la visita. Poco después, las cir-
tenga frases condenatorias para su conducta,
i (instancias me obligaron a trasladarme a
en algún sitio, y que llegue a sus oídos.
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Moscú, donde estuve nueve meses. De modo nucamente convencido de sus grandes aptitu
que la naciente amistad quedó truncada. des, de una cultura a medias, se considera
Aquel invierno lo detuvieron y deportaron. poco menos que un genio; pasa en su minis-
Nadie pudo saber nunca por qué; yo tampoco. teiio por el hombre más inútil del mundo, y a
i ,ula paso lo están ofendiendo con la general
Año y medio más tarde se me ocurrió desatención. Para desquitarse de eso, tiraniza
escribir un cuento fantástico, algo así como ,i su débil amigo, que lo odia pero lo aguanta
una imitación de La nariz, de Gogol. Nunca por esta enamorado en secreto de su mujer.
había yo, hasta entonces, probado fortuna en I n el Pasaje, en tanto esa damisela, jovencita
el género fantástico. Fue aquella una travesu . bonita se entretiene mirando un mono que
ra literaria, solamente para hacer reír. Ideé, se exhibe a la par que el cocodrilo, su genial
efectivamente, unas cuantas situaciones có •nnsorte hostiga al reptil, que hasta entonces
micas, que luego se me antojó desarrollar. estuvo muy quietito y tumbado como un tron-
Aunque no valga la pena, contaré el argu - hasta que, de pronto, abre las fauces y se
mento, para que se vea lo que después saca engulle, todo entero, al funcionario. No tarda
ron de él. Por aquel tiempo, un alemán exhi en averiguarse que el gran hombre no ha
bía un cocodrilo en el Pasaje, a tanto la entra padecido daño alguno; por el contrario, con
da. Un funcionario petersburgués, en vísperas la to/udez que le caracteriza, anuncia desde
de emprender un viaje al extranjero, va al ■I interior del cocodrilo que se encuentra allí
Pasaje, en unión de su joven esposa y de un muy bien. Su mujer y el amigo van a ver a sus
amigo inseparable, a ver el cocodrilo. El refe Superiores, para tratar su liberación. A este fin,
rido funcionario es hombre de clase media, • estima imprescindible matar al cocodrilo y
pero de esos que tienen algún dinero; joven itii arle de su seno al gran hombre; pero para
todavía, pero comido de amor propio; ante í si i hay que indemnizar al alemán dueño del
todo, un imbécil, como aquel inolvidable ma teptil. I ste, al principio, hace manifestaciones
yor Kovález, que había perdido la nariz. Có-
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y juega con ella a las cartas... He aquí la pri ría, la historia del deportado Chernischevski,
mera parte de ese cuento jocoso... No termi y que usted ha querido ponerlo en ridículo".
na. Algún día lo remataré, aunque ya se me Y aunque me asombré bastante, no sentí gran
ha olvidado, y tendría que volver a leerlo para inquietud. ¡Cuántas suposiciones no se hacen
recordarlo. por el estilo! Aquella me pareció una opinión
suelta y afectada, incapaz de hallar crédito, y
Véase ahora lo que de aquí sacaron. No estimé desde todo punto de vista, innecesario
bien apareció el referido cuento en la revista protestar. Nunca me lo perdonaré, porque esa
La Epoca, cuando de pronto, La Voz, en su opinión se abrió paso.
folletín, salió con una observación extraña.
No la recuerdo literalmente, y habría que Yo, por lo demás, sigo estando convencido
revolver mucho para comprobarlo; pero la de que en eso no medió la calumnia, porque
idea venía a ser esta, poco más o menos: "En ¿con qué motivo? Yo no he reñido con ningún
vano, el autor de E l cocodrilo emprende ese compañero de letras, por lo menos, en serio.
rumbo, que no ha de reportarle honra ni pro Ahora, en este instante, hablo por segunda vez
vecho", etc. Luego, algunas frases nebulosas y de mí mismo en veintisiete años de actuación
casuísticas. Yo leí aquello de una ojeada, sin literaria. Allí no hubo más que ceguera, cegue-
comprenderlo; sólo vi que respiraba hiel, ig i.i malhumorada, quisquillosa, anidada en al
norando la causa. Aquel nebuloso ataque del gún cerebro tendencioso. Estoy seguro de que
referido folletín no podía, naturalmente, per {■si' talento aún persiste en su error y cree que
judicarme; quienes lo leyeran se quedarían yo quise burlarme del desventurado Chernis-
también en ayunas, lo mismo que yo. Pero de i licvski. Así como también lo estoy de que
pronto, una semana después, N. N. S. me di serían inútiles cuantas explicaciones le diera
jo: "¿No sabe usted lo que creen? Pues están para hacerle cambiar de opinión. Pero no
convencidos de que Cocodrilo es una alego importa: es una cabeza muy sesuda.
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¡En qué consistía la alegoría! Sí, desde lue versos que ustedes mismos me indiquen, que
go... el cocodrilo representaba a Siberia...; el aquello es una alegoría de la guerra francopru-
aturdido y engreído funcionario..., a Chernis- siana o un libelo contra el actor Gorbúnov; es
chevski. Se lo engulle el cocodrilo y sigue abri decir, lo que quieran, lo que manden. Re-
gando la ilusión de darle lecciones a todo el ' uerden ustedes cómo antaño, a fines del año
mundo. El amigo sin carácter, sobre el que ejer ' uarenta, el censor examinaba todos los ma
ce despotismo..., todos los amigos que tenía nuscritos, pues no había renglón ni tilde donde
aquí Chernischevski. La bonita, pero necia mu no creyera ver alguna alusión a algo. Mejor
jer del funcionario, tan lisonjeada por su sitúa-, sería aducir algo de toda mi vida como prueba
ción de casi viuda... pues... Pero ¡esto es ya tan de que soy un malvado y despiadado libelista
puerco, que no quiero mancharme y proseguir y que de mí pueden esperarse esas cosas.
la explicación de la alegoría! (Y, sin embargo,
esta halló crédito, y precisamente lo halló por Precisamente, esa precipitación y ligereza
esta última alusión: tengo de ello pruebas irre- en sacar conclusiones indemostradas atesti
gua, por el contrario, cierta ruindad de alma
bati les.)
do los mismos acusadores, la grosería e inhu
Es decir, supusieron que yo, que también manidad de sus ¡deas. En este particular, ni las
había sido deportado y presidiario, me ale mas ingenuas suposiciones son disculpables.
graba de la deportación de otro desdichado; y ¡< ómo! También se puede ser ingenuamente
no sólo eso, sino que tomaba de ahí pie para ruin.
escribir una historia chistosa. Pero ¿dónde
estaba la prueba? En la alegoría. Pero denme ¿Es posible que yo le profesase a Cher-
lo que quieran: Las memorias ele un loco, la ñisc hevski un odio personal? Para prevenir tal
Ocla a Dios, los versos de Fet, lo que quieran, im ulpación, ya referí antes nuestro breve y
y yo les demostraré, con sólo los diez primeros <mdial trato. Dirán que eso no importa y que
yo le odiaba en secreto. Pero que digan las
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F edor D osto ïevski A lg o P erso nal
razones de ese odio, si es que pueden aducir mente. De su descollante talento nadie dudó
las. No había ninguna. Por otra parte, estoy nunca. Sólo se hablaba en nuestro artículo de
seguro de que el propio Chernischevski con las peculiaridades y desviaciones de ese talen
firmaría la exactitud de mi relato referente a 3 to; pero la misma seriedad con que estaba
nuestro conocimiento, si alguien se lo leyese. esc rito atestigua también el aprecio de nuestro
¡Y ojalá permitiera Dios que pudiera hacerlo! i utico por las dotes del autor estudiado. Ahora
Con tanto fervor se lo deseo, como piedad i onvengan en una cosa: de haberle tenido yo
tuve y tengo de su desgracia. lidio a Chernischevski por cuestión de ideas,
no habría permitido la publicación en mi
Pero ¿odiar por cuestión de ideas, es posi
M'vista de un artículo en el que hablaba de él
ble? ■i > 1 1 el debido respeto, porque el director de La
¡Cómo! Pero ¡si Chernischevski no mej ¡ poca era yo.
ofendió nunca con sus ideas! ¡Se puede esti-. Siento mucho haber tenido que hablar
mar mucho a una persona y discrepar radi
■ la vez de mí. He ahí lo que se llama escribir
calmente con ella en cuanto a sus ideas!
evocaciones literarias; nunca las escribo. La
Aquí, por lo demás, puedo hablar con algún mento mucho haberlo empachado al lector;
fundamento y aducir alguna prueba. En uno pero escribo un diario, un diario — hasta cier-
de los últimos números de La Epoca que, por i'»punto— de mis impresiones personales, y al
entonces suspendió su publicación, apareció
re« ordar, no ha mucho, una impresión litera-
un gran artículo crítico acerca de la célebre ii.i, hubo de ocurrírseme impensadamente y
novela de Chernischevski ¿Q ué hacer? Era un poi asociación de ¡deas esta otra anécdota, ol-
artículo notable, salido de pluma conocida. \ ¡dada, de mi olvidado Cocodrilo.
¿Y qué? Pues en él se le rindió el debido tri
buto al talento de Chernischevski. De su no
vela especialmente se hablaba muy calurosa O
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Cuadrítos o873)
Yo
En estos ‘aguafuertes’' petersburgueses,
Con completo realismo, buscar en el I )<>stoievski da una clase m agistral sobre el ti
hombre a l hombre. Este es un rasgo abso po de observación que caracteriza a todo
lutamente ruso, y en este sentido soy ya gran escritor. A p a rtir de situaciones y escenas
naturalm ente pueblo (pues mi orientación rutinarias, construye relatos, descripciones y
responde a la hondura del espíritu cristia personajes de categoría superior.
no delpueblo), no obstante ser desconocido
para el actual pueblo ruso... En elfuturo ya
me conocerá. Me llam an psicólogo. Eso no 1
es exacto. Sólo soy un realista en el sentido
superior, es decir, muestro todas las hondu Verano, polvo y calor, calor y polvo. Se
ras del alm a hum ana. hace cuesta arriba quedarse en la ciudad. To
dos emigran. Dentro de unos días habrá que
(de Pensam ientos anotados) leerse los originales acumulados en la redac-
i ion... Pero dejemos los originales para des
pués, aunque hay que decir de ellos. Ansio
aire, libertad, y en vez de eso, tienes que estar
nquí solo, dando vueltas sin rumbo por calles
y paseos, llenos de arena y yeso, y te sientes
tomo ofendido.^Sabido es que la mitad del_
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
dolor se nos pasa en cuanto tenemos alguien hay, sin embargo, margen para la alegría; no
a quien echarle la culpa, siendo lo más triste has hecho más que atravesar la mitad del
que no haya a quien culparj peligroso paso, y más adelante te aguardan
más peligro y plena incertidumbre. Giras rápi
Por unos días he estado cruzando la ave da e inquieta la mirada en torno, y a toda
nida Pevski Prospek, de la parte del sol a la de prisa evalúas el modo de deslizarte ante la
la sombra. Sabido es que uno atraviesa la cgunda fila de coches que se agolpan por la
Pevski Prospek con precaución para que no lo parte del puente Anichkov. Pero sientes que
atropellen. Te adelantas, miras bien a un lado ni siquiera tienes tiempo para pensarlo y, ade
y a otro, aguardas un instante antes de lan más, hay que contar con esa infernal niebla;
zarte por el peligroso camino, y esperas a que sólo se oyen ruidos de cascos y gritos, pero no
se aclaren un poco las dos o tres filas de co ‘.o ve nada. Cuando he aquí que, de pronto,
ches que, unos tras otros, desfilan. En invier ■• perciben de entre la niebla rápidos, fre-
no, dos o tres días antes de Navidad, por i tientes, cada vez más próximos, unos ruidos
ejemplo, es sumamente interesante cruzar; se ttrmendos, muy parecidos al alboroto que
corre un gran riesgo, sobre todo cuando una armarían seis o siete hombres que con sendos
niebla blanca y glacial se cierne sobre la po palos estuviesen machacando coles en una
blación desde el amanecer, de modo que no i liba. ¿Adonde ir? ¿Atrás o adelante? ¿Tendré
ves a nadie a tres pasos de distancia. tiempo o no lo tendré? Y gracias que no te
moviste; de entre la niebla, a la distancia de
He aquí que te escurres, como Dios te da
u n único paso, se destaca el hocico húmedo
a entender, por delante de la primera fila de
de un corcel que alienta echando vaharadas,
coches que se aglomeran por la parte del
y que corre con la misma velocidad que el
puente Politsesi, y celebras no tenerles, ya
lien correo; espuma en la boca, alargados los
miedo; relinchos, cascabeleos y vozarrones
lomos, y las patas vigorosas, rojas, midiendo
de conductores quedan a tu espalda; pero no
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F ed or D osto ïevski CUADRITOS
acompasada y uniformemente el suelo. Un pronto, despertando de mi ensimismamiento,
momento, un grito desesperado del cochero, me detuve, pasmado, en la mitad; no había
y todo desapareció y pasó al vuelo de una por allí nadie, ni un solo coche. El lugar esta
niebla a otra: el ruido de los cascos y los gri ba desierto, de modo que podías detenerte
tos, todo volvió a desvanecerse como una allí y ponerte a discurrir con un amigo acerca
visión. Verdaderamente, como una visión fie la literatura rusa. A tal punto no había ries-
petersburguesa. Te santiguas, y, casi des jfu. Aquello resultaba hasta ofensivo. ¿Cuándo
preciando ya aquella segunda fila de coches i f vio tal cosa?
que tanto te asustara hace un momento, llegas
a la anhelada acera, temblando todavía de la Polvo y calor, olores sorprendentes, el pa
emoción, y cosa rara, sintiendo al mismo vimento echando lumbre y casas en obras,
tiempo, sin saber por qué, cierta satisfacción, i .ula vez se reforman más las fachadas en
y no precisamente por haber vencido el peli M i d e n a la novedad, al chic, a lo característi-
gro, sino por haberlo corrido. Satisfacción I o Me maravilla esta arquitectura de nuestro
retrógrada, no lo discuto y, además, en estos lifmpo. Y, en general, la arquitectura de Pe-
términos, enteramente inútil, tanto más cuan Jirsburgo es toda ella sumamente característi-
to que, por el contrario, habría que protestar n y original y.siempre me causó impresión,
y no experimentar satisfacción, porque el pfet ¡sámente por expresar toda su falta de
caballo no tiene nada de liberal, sino que .»meter y de personalidad, en todo el tiempo
recuerda a los húsares o a los tenderos que se i'!'’ hace que existe.)De característico en sen
divierten y, por tanto, la desigualdad, el po tido estricto, de particular, puede que no ten
der, la tiranía, etc. Lo sé y no lo discuto; pero ia más que esas casuchas de madera, al
ahora lo que quiero es terminar. Pues bien: ienando con edificios enormes, y eso en las
hace unos días, con las precauciones propias dilles más lujosas, y que chocan al verlas,
del invierno, atravesé la Pevski Prospek, y de u> 1 1 montones de leña, al lado de marmóreos
pal.u ios. En lo que se refiere a los palacios,
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
son ellos los que más delatan precisamente la ¡jjtho, los palacios de algunas de nuestras
falta de una idea característica, todo lo nega familias nobles, sobre todo de los últimos
tivo del período petersburgués, desde el prin ■pmpos. Ahí ya se nota el estilo de los pala-
cipio hasta el fin. En este sentido, no hay ciu fu >. italianos o el estilo francés, no entera
dad que iguale a Petersburgo; en el terreno d m e puro, de antes de la Revolución. Pero
arquitectónico es el reflejo de todas las arqui ||li <-n esos palacios venecianos o romanos,
tecturas del mundo, de todos los períodos y flan pasado su vida generaciones enteras de
modas; todo lo fue copiando por turno y todo fctlguos linajes, unas tras otras, al correr de
lo hizo suyo. En estos edificios, lo mismo que jpg ii',los. Mientras que nuestros palacios sólo
en un libro, vas leyendo todas las ¡deas, regu p la n (Je la época del segundo Imperio, aun-
lar o súbitamente llegadas aquí de Europa, y ■tip parecen tener pretensiones de seculares;
que gradualmente nos fueron dominando e ijt m.r.iado recio y firme parecía entonces el
invadiendo. Ahí tienes la impersonal arqui mi-mn-n, que ya se resentía de cansancio, y
tectura de todas las iglesias del pasado siglo, P«i la forma de estos palacios se trasluce la fe
y ahí tienes también la época del Rena Én íM; también el siglo se disponía a morir.
cimiento y el tipo, rebuscado como por un B h lo esto sucedía, sin embargo, en vísperas
tono arquitectónico en el pasado Imperio, del (j. la guerra de Crimea, y también, por tanto,
antiguo estilo bizantino. Y mira luego algunos de la emancipación de los campesinos. A mí
edificios de hospitales, institutos y hasta pala m ilará mucha pena si alguna vez, en algu-
cios de los diez primeros años de este siglo, ñ di- estos palacios, leo la muestra de algún
según el estilo de la época de Napoleón I, P§ü,luíante con jardín de recreos o de algún
enorme, seudocolosal y tedioso hasta lo fioM ti.incés para viajeros. Finalmente, ahí
increíble, algo ideado y fraguado entonces Mi ií. . la arquitectura de nuestras enormes
adrede para expresar la grandeza de la nueva ■odas ( ontemporáneas, que delata ya espíri
era, y de la inaudita distancia, que aspiraba a tu piartico, norteamericanismo: centenares
lo infinito. Mira luego las casas o, mejor i habitaciones, enorme empresa industrial;
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
42 43
J
F ed o r D o sto ïevski CUADRITOS
señoras, a cuyo lado pasan, no por insolencia, fiill.i de seis artesanos borrachos, y de pronto
sino porque el borracho no puede emplear Rit* i onvencí de que se pueden expresar todos
más que ese feo lenguaje. Lenguaje es preci Bh pensamientos, sensaciones y hasta hondos
samente, y todo un lenguaje, de lo que pude jiiit tos con sólo ese sustantivo que, por aña
convencerme no hace mucho; lenguaje opor didura, no tiene nada de complejo. He ahí,
tuno y original, el más propio, no ya para un {luí ejemplo, a uno de esos sujetos que lo pro
borracho sino hasta para quien sólo empieza nuncia de un modo enérgico y tajante para
a estar achispado, de modo que no tiene más apresar su negativa, rotunda, respecto de
remedio que manifestarse en tales casos, y si alg«>acerca de lo cual acaban de hablar. Otro
no lo hubiera habría que inventarlo. No se i« replica con ese mismo sustantivo, pero ya
crea que hablo en broma. Juzguen ustedes • h tono y sentido muy diversos, precisamente
mismos: sabido es que en la borrachera el pri remendó en duda la justicia de la negación
mer síntoma es que se traba la lengua, y las flrl primero. Un tercero se indigna de pronto
ideas y sensaciones se multiplican por diez pjntra el negador, irrumpe violentamente en
aunque no sea un borracho como una cuba. fi diálogo y le suelta el mismo sustantivo,
Así que se impuso el hallar un lenguaje que fe(h> ya en son de amenaza e insulto. Vuelve
pudiera satisfacer esos dos estados contradic lmonees a terciar el segundo interlocutor,
torios. Ese lenguaje hace siglos que se encon indignado con el tercero, con el ofensor, y lo
tró y se adoptó en toda Rusia. Es, sencilla inieipela diciéndole: "Vamos, hombre, ¿por
mente, el nombre de un sustantivo que no Mu«1 te metes en nuestra conversación?
registran los diccionarios oficiales, de manera i| i unos hablando tranquilamente y de pron-
que todo ese lenguaje se compone de un solo !t ‘..iltas y te pones a insultar a Filka!". Y he
vocablo debidamente pronunciado. itjii! que todo eso viene a decirse con ese
■tUmo vocablo prohibido, con la misma
Pero un domingo, ya de noche, me ocu ^nom inación sencilla de un objeto, sin más
rrió andar algunos pasos al lado de una pan- iíiít.miento acaso que el de alzar la mano y
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F ed o r D ostoïevski CUADRITOS
tomar al otro por el hombro. Pero hete aquí i medio de la pandilla), no han andado diez
que, de pronto, un cuarto interlocutor, el más busos y ya han repetido seis veces esa palabri
joven de la partida, que hasta allí no despegó ta! ¡Qué vergüenza! ¿No se abochornan?"
los labios, buscando probablemente la solu
ción de la primera discrepancia que dio lugar lodos, de pronto, se me quedaron miran
a la disputa, entusiasmado, alzando los bra do, como quien presencia algo inesperado, y
zos, grita: " ¡Eureka! — piensas. ¿Encontré?". r ■ii«Jaron silencio un instante; yo creí que
Pues no hay tal eureka ni tal encontré, sinoj me iban a insultar, pero no me insultaron, y
que repite exactamente ese mismo sustantivo sí»l<> el más joven, después de alejarse diez
que no figura en los diccionarios, esa misma Im'.<>s, se volvió a mí de pronto y me gritó, sin
palabra, una nada más, pero con entusiasmo, Helonerse:
con un grito de fruición, al parecer, demasia l’ero ¡tú también lo comprendes siete veces,
do intensa, pues al sexto amigóte, el mayor y I Utindo nos has llevado la cuenta hasta seis!
de gesto agrio, no le hace g racia y en un san
tiamén le disipa el entusiasmo al muchacho, Sonó una carcajada general, y los compadres
repitiéndole, con malhumorada y admonito- •■'iieron su camino, sin ocuparse más de mí.
ria voz de bajo, pues ese mismo sustantivo
que está prohibido emplear delante de seño
ras, con el que, por lo demás, expresa clara y
exactamente: "¿Para qué te entrometes en la 3
conversación? ¡Cierra el pico!". Y así, sin pro
No, yo no hablo de esos borrachos ni son
ferir otra palabra, repitiendo ese vocablo
píos los que me infunden esa especial triste-
favorito seis veces, por turno, se comprendie
la los domingos. Hace poco que con gran
ron perfectamente. Es un hecho del que he
liumbro descubrí que hay en Petersburgo
sido testigo. "¡Por favor — les grité yo de pron
límpesinos, artesanos y obreros completa
to, sin venir a cuento (me hallaba, en el mismo
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
mente abstemios, que no beben ni los domin nías triste de todo esto es que, según parece,
gos; y no fue esto lo que más me sorprendió, piensan con toda seriedad que con esos paseos
sino el que fueran más de lo que yo supiera. >■proporcionan un indudable placer domini-
Bueno; pues para que se vea, a mí me da más tl. Pero ¿quieren ustedes decirme qué placer
tristeza mirar a esos que a los borrachos, y no puede haber en pasear por esas calles anchas,
porque mi inspiran piedad, que tampoco hay i il( inadas, polvorientas, hasta después de
razones para tenérsela, sino porque se me puesto el sol? Pues eso, para ellos, es el paraí-
viene a la cabeza no sé qué idea extraña. §n; sobre gustos, no hay nada escrito.
Los domingos, al anochecer (los días de Con mucha frecuencia llevan niños. Tó
trabajo no se los ve), hay muchos individuos elos ellos, según he tenido ocasión de obser-
1 1 , en su mayor parte son siempre pequeñi-
de esos que están trabajando toda la semana]
y los domingos se van de paseo, perfecta-^ Jps, y apenas si pueden andar solos. ¿Será por
mente frescos, por esas calles. Salen precisa-i »■so por lo que se desgracian tantos niños que
n o llegan a mayores? Me fijo entre el gentío
mente a pasear. No hacen otra cosa sino dai
>-i i un artesano con un niño, solos, sin más
vueltas en torno a sus propias casas o ir a
hacer una visita con toda la familia. Caminan i< ompañamiento. El va vestido de día de fies-
despacito y con caras la mar de serias, cual s to: sobretodo alemán, gastado por las costu-
i . is , con los botones caídos y el cuello muy
no fueran de paseo; hablan apenas unos con
otros, sobre todo los maridos con las mujeres, gr.isiento; pantalones ocasionales de tercera
pero no dejan de ir "endomingados". Vister mano, pero lo mejor recosidos posible; cami-
6 , 1 y corbata, sombrero de copa, muy usado;
ropas malas y viejas, las mujeres, de colores
pero todos van muy aseados y Iimpitos, c o i t k usurada la barba. Parece algo así como cerra
j e r o o tipógrafo. La expresión de su rostro es
de domingo, puede que ex profeso. Los hay
que visten en traje nacional ruso; pero otros =?<Insta, pensativa, dura, casi mala. Lleva al
visten a la alemana y se afeitan las barbas. Lo hene de la mano, y el pequeño le sigue, tam
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
baleándose. Es una criatura de dos años y itiflió en la cabeza que tísica. Del pequeño
pico, muy enclenque, muy blanquecino, pero huérfano (su padre pasa toda la semana tra
viste un caftancito, botitas, con una cinta roja illando en el taller) cuida, por lo pronto,
y una pluma de pavo real en el sombrero. Está plguna vecina vieja del sótano, donde ellos
el chico cansado; su padre le dijo algo, simJ tienen alquilado un cuartucho, puede que un
plemente decirle, pero pareció gritarle. Eli Verdadero rincón. Ahora, en domingo, el viu-
niño se aquietó. Pero cinco pasos más allá] ;i!<>, con el niño, se va andando hasta lejos, a
volvió el padre a agacharse, levantó con mu V**r a algún pariente único que le quede, pro-
cho cuidado al niño y lo tomó en brazos. E Ioíblemente a su cuñada, con la que antes no
niño, acostumbrado y confiado, se deje 19 trataba mucho, y que está casada con al-
levantar, le echó la diestra al cuello, y con , 1 1 1 1 suboficial de galones y vive irremisible
infantil asombro se me quedó mirando. "¡Ca mente en algún caserón oficial, pero también
ramba!, ¿por qué voy detrás de ellos y los t’h los sótanos, aunque aparte. La cuñada pue
miro de ese modo?". Yo le guiñé un ojo y le de que llore a la difunta, pero no mucho; el
sonreí; pero él frunció el ceño y se agarró ' indo, seguro, tampoco suspirará demasiado
todavía con más fuerzas al cuello de su padre. durante la visita; pero estará todo el tiempo
Por lo que se ve, son muy amigos. hosco, hablará poco y a duras penas sacará la
i onversación sobre algún tema práctico, es
Me gusta, vagando por las calles, fijarme
pecial, pero no insistirá mucho. Prepararán,
en algunos transeúntes enteramente descono
naturalmente, el sam ovar, y tomarán un bo-
cidos, estudiar sus fisonomías y tratar de adi
i .ido con una taza de té. El niño, todo el tiem
vinar qué son, cómo viven, en qué se ocupan
po estará sentadito en un banco en un rincón,
y qué es lo que en aquel momento les intere
■iiisco y enfurruñado. Ni su tía ni su marido
sa. Aquel artesano, con el niño, me hizo pen
pondrán en él gran atención; pero le darán,
sar que no haría más que un mes que la mujer
eso sí, leche y bol lito, y en ese momento el
se le había muerto, y no sé por qué se me
dueño de la casa, el suboficial, que hasta
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F ed o r D o sto ïevski C u ad rito s
entonces no reparó en él, le hará algo así A decir verdad, también los días de traba-
como una caricia, pero con mucho descuido jn se ven muchos chicos por las calles; pero
y torpeza, de lo que se reirá (él solo, desde tas domingos al anochecer, hay diez veces
luego), mientras el viudo, por el contrario, más. Y qué flaquitos todos, qué anémicos, y
precisamente en ese instante, mirará severo, qué caritas tan ariscas muestran, sobre todo
sin saber por qué, al chico, después de lo cual aquellos que todavía van en brazos. En cuan
este querrá enseguida hacer una necesidad, y to <1 los que ya andan solos, todos son chue-
su padre, sin gritos y con cara seria, se lo lle ■os, y todos, al andar, se tambalean a este y el
vará por un momento fuera de la sala. Se des «tro lado. Casi todos, por lo demás, van muy
pedirán también grave y dignamente, de la biün vestiditos. Pero ¡Dios mío!, al niño le
misma manera como conversaron, guardando cu urre lo que a las flores, lo que a las hojas
todas las fórmulas de la cortesía y el decoro. que le brotan al árbol en primavera: necesita
El padre tomará de la mano al niño y ambos tire, luz, libertad, comidas a tiempo, y he
se volverán a casa. A la mañana siguiente, el aquí que, en vez de todo eso, lo que aquí
padre se irá al taller y el chico se quedará con llene es un sótano que huele a coles, y hiede
la vieja. i- iriblemente por las noches, mal alimento,
( ucarachas y pulgas, humedad, paredes cho-
Y así, anda que te anda, vas imaginándoteífeando, y en el patio, polvo y yeso.
todos esos cuadritos para distraerte. Nada de
eso tiene sentido ni "nada instructivo se puede Pero la gente ama a sus pálidos y flacos
sacar de ahí". Eso también me lleva los domin ninitos. Vean allí a una nena de tres años, boni
gos, durante el verano, a lo largo de las polvo ta, que con un traje ligero corre hacia su madre,
rientas y adustas calles petersburguesas. ¿No l.t cual está sentada en la puerta, rodeada de
habéis reparado en que Petersburgo tiene calles Vecinas que acudieron de toda la casa para
adustas? ¡Pues a mí me parece que es la ciudad ■I ule a la lengua. La madre charla, pero no
más adusta que puede haber en el mundo! pierde de vista a la niña, que está jugando a
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS
diez pasos de distancia. La nena se agacha a
que iba a visitarla, y suponiendo que la
tomar algo, quizás una piedrita, e imprudente
i Inca conocería el camino, la soltó de la ma
mente se pisa la faldita y no acierta a incorpo
ní i y corrió al encuentro de la amigo; pero la
rarse, aunque lo intenta un par de veces, hasta
Mf-na, al encontrarse sola, se asustó y empezó
que me dirige rápida y curiosa mirada; prueba
1 llorar, corriendo así detrás de la madre.
a levantarse, cae y se echa a llorar. La madre se
apresta a correr en su ayuda, pero yo me ade Un transeúnte, de pelo cano y enteramen
lanto a levantarla. Aún tiene lágrimas en los te desconocido, un artesano con barba, detu-
ojos, y de pronto va y se arroja, un poco asus i) en el camino a la mujer desconocida que
tada y presa de pueril turbación, en brazos de í oiría hacia él, y la tomó de un brazo:
la madre. Me acerco, y cortésmente me entero
de la edad de la niña; muy fina, pero con —¿Por qué corre de ese modo? Su niña la
mucha reserva, me contesta la madre. Le digo =HMie, llorando. Eso no puede ser, se va a
que yo también tengo una nena así; pero mis gsustar.
palabras quedan sin contestación. "Serás todo
La mujer fue a replicarle algo, pero no lo
lo bueno que quieras — parece decirme en
hi/o, y se quedó pensativa; sin pizca de enojo
silencio la madre— ; pero si tuvieras en tu casa p impaciencia, tomó de la mano a la niña,
algo parecido, no estarías aquí." Todo el parlo
■|ui' ya la había alcanzado, y continuó más
teo de antes había cesado, y todas aquellas
i(i'.(‘gadamente en dirección a su amiga. El
comadres parecían pensar eso mismo. Yo me
artesano se quedó mirándolo todo hasta lo
llevé la mano al sombrero y seguí mi camino.
Último y luego siguió su camino.
He ahí otra niña que en una populosa bo
Cuentos baladíes, muy baladíes, que
cacalle se soltó de ¡a mano de la madre. A li.r.la da remordimiento de conciencia ano
decir verdad, la mujer hubo de ver de pronto,
tados en un diario. En lo sucesivo procuraré
a unos quince pasos de distancia, a una ami- leí más formal.
54 55
1 Propósito de una Exposición o873)
Cultura
ivfsal de Viena, donde solían presentarse
itd ¡dros de los mejores pintores contemporá
neos, Dostoievski reflexiona sobre el desarrollo
— j ¿Cuántos hombres hay que no pien tlf tos jóvenes artistas.
san, sino que viven de ideas que otros les
dan ya hechas? Pero aq u í no sólo se vive
de ideas hechas, sino hasta de dolor Yo les tengo miedo a las tesis cuando se
morieran de un artista joven, sobre todo en
|t»'. comienzos de su carrera. Y, ¿qué creen
(de Pensam ientos anotados)
ustedes que es precisamente lo que temo?
N t s que no logre el fin de la tesis. ¿Es que
Muestras personas cultas no se han percatado
iiid.ivía de lo que puede pasar en los corazo-
ur‘. (> inteligencias de nuestros escritores y
gílistas jóvenes? ¡Qué revoltijo de ideas y sen
timientos preconcebidos! Bajo la presión de
la '.(><iedad, el joven poeta sofoca en su alma
|U natural anhelo de explayarse en formas sin-
iylares; teme que condenen su ociosa curio-
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F edor D o sto ïevski
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Cuadritos de Viaje o874)
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE V/A/E
tar muchas cosas curiosas a ese respecto, sin $¥ indudable tortura, cosa que no sucede en
faltar los bandidos; pero como en estos no ■f(<- alguna del extranjero, precisamente
acabo de creer, me propongo casi todos lol ■»N|ue allí todo el mundo se conoce y ense-
años hacer un viaje por el corazón del paisJ se acomoda a su sitio. En cambio, aquí,
siguiendo los antiguos caminos, para mi p<ii = ■ uno no intervenga el conductor o alguien
ticular edificación y enseñanza. Pero hastj nos guíe, no acertamos a valernos ni a
ahora, siempre hemos echado mano del trenj ■fontrar nuestro sitio, fuere donde fuere,
Muque llevemos el billete en la mano. No
¡Ea!, ya estamos en el coche. Los rusel pablo únicamente de las disputas que surgen
inteligentes, al mostrarse en público y con fet'! los asientos. Si se les ocurre preguntarle
fundirse con la masa, resultan siempre curio Mh>> imprescindible al vecino, lo hacen en el
sos para el observador entendido, sobre todc ■no más tímido y apocado, cual si se aven-
en los viajes. Aquí, en los trenes, la gente s( ■fasen a un enorme peligro. El interrogado,
encierra en sí misma, adusta, siendo sobre to piino es natural, se asusta en el acto y los
do característicos en este sentido los primero! ■iia con una inquietud nerviosa extraordina-
momentos del viaje. Se diría que los pasajero l i i y aunque conteste con no menor timidez
están llenos de animosidad recíproca, que n< V ¡Itocamiento que el interpelante, ambos, no
se sienten a sus anchas; se miran unos a otro! f*l i.inte su mutuo susto, continúan durante
con la curiosidad más recelosa, mezclad; ■rgo rato sintiendo una inquietud originalísi-
irremisiblemente de hostilidad, pugnando a fp i "¡No vayamos a tener problemas!"
mismo tiempo por dar a entender que no si
fijan unos en otros ni quieren fijarse. I I segundo período por el que atraviesan
finos que van de viaje, es decir, ese
lir- i i i s o s
Entre los viajeros de las clases intelectua ai i iodo en que empiezan a entablarse las
les, los primeros momentos son de confusión fcinversaciones, sobreviene siempre muy
y para muchos representan muchos instante ■finito, luego de pasado ese primer período
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E
da de detalles íntimos y a veces hasta porten! Jtiü lectifica si están equivocados e inmediata
tosos, puede prolongarse media hora, un,J mente les da la razón, por poca que tengan,
hora, cuanto quieran. ■tro tanto al rectificarlos como al darles la
■ ?o n les proporciona un placer indudable,
Poco a poco todos empiezan a sentir el
que sientes con todo tu ser a cada ins-
mágico influjo del talento; sienten precisa«
(pntr, sin acertar a comprender cómo hace
mente que no se dan por ofendidos, por m á l
B()uel hombre para conducirse tan bien. Si,
que lo deseen. A todos les choca, en primer \
■ni ejemplo, le objetan, enseguida, aunque
término, que el hablador no trate de halagar . 1
iñl. i un minuto antes hubiera dicho lo contra
nadie ni de buscarle la gracia, al modo d i
rio, les hará ver que decía precisamente eso
cualquier charlatán sin talento, y habla única
ffilsmo que habían creído necesario hacerle
mente porque nadie puede tener oculto su
polar, estando completamente de acuerdo
tesoro. "Escuchen ustedes si quieren, y si no,
lo que es a mí me da lo mismo, pues sólo id ■fin tu opinión, de modo que quedas satisfe-
hago por entretenerles." He aquí lo que pare B id sin que él haya perdido ni pizca de su
ce decir, pero no dice siquiera eso, pues todos pl'Miluta independencia. Tan complacido
se sienten enteramente a sus anchas, siendo Predas a veces después de alguna triunfante
así que (no podía ser de otro modo), cuando MÍi|i t ión que te pones a mirar al público con
empezó a hablar todos parecieron sentirse Ij .ure de una persona que celebra su santo,
personalmente ofendidos. Poco a poco va en no obstante todo tu talento, de puro halaga-
valentonándose, hasta el punto de que le inte lío*, ¡Oh!, aquel hombre lo ha visto todo, lo
rrumpen, le hacen preguntas, le piden porme ■be todo, ha estado en todas partes, no hay
nores; todo eso, naturalmente, con la mayor | i ..i que no visite, y anoche mismo se despi
circunspección. El caballero, con mucha de dieron todos de él. Hace treinta años tuvo una
ferencia, aunque sin el menor indicio de li i ntievista con un célebre ministro del reinado
sonja, los escucha y les contesta en el acto, interior, y luego con el general gobernador
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F ed or D osto ïevski CüADRITOS DE VlAJE
B., al que fue a quejarse de un pariente suyo! ¡fíimstros en Consejo, y hasta mucho mejor
el mismo que no hace mucho se distinguió 1| ■■ ellos. Aquí, una donosa anécdota refe-
con sus Memorias, y el general fue y le ofre pnit' a los chistes que sobre el particular hizo
ció un puro. Pero como aquel, no lo fumo p, lodos sonríen y muestran la mar de interés,
nunca. Desde luego que tiene sus cincuenta |oM|ue la anécdota es muy semejante a la
añitos, así que puede recordar también a B.j ■nlad. Un coronel de Ingenieros le susurra a
pero la noche antes acompañó al famoso ban *e vecino al oído que no hace mucho le con-
dido F., que acaba de huir al extranjero, y jfáton la misma anécdota, y sería raro que no
aquel, en el momento de separarse, fue y le ■irse cierta, con lo que sube un punto el cré
reveló sus íntimos secretos, de modo que es el dito del narrador. Con G. ha viajado miles de
único en toda Rusia que sabe su historia con ■ h es en el tren; pero no para ahí la cosa, sino
detalles. Mientras se trató de B., todos perma fjlie coloca aquí otra anécdota que nadie
necieron tranquilos, tanto más cuanto que la ■noce, porque anda en medio cierto perso
cosa no pasó de un puro; pero al nombrar a naje, el cual quiere ponerle coto a todo. El tal
F., hasta los oyentes más serios pusieron aten m so n aje ha dicho que no se meterá en nada,
ción especial, inclinándose un poquito hacia lir o hasta cierto punto, y como ambos lo ha
el narrador y escuchándolo con avidez, sin ■basado, sin duda que el personaje se mete-
pizca de envidia por haber sido amigo del 11 mismo se halló presente y lo vio todo, y
famoso bandido y ellos no. ■ímó como testigo en el registro de la esta-
I ion. Se reconciliarán, naturalmente. De los
Por lo demás, si ustedes no quieren creer p*?m>s de caza y de ciertos perros habla nues-
lo, no lo crean; hasta salta a la vista que e tfo caballero, cual si toda su vida no se hubie-
narrador no tiene interés alguno en que le f í ocupado en otra cosa. Desde luego que al
crean; pero del proyecto de impuestos sobre final todos comprenden, como dos y dos son
el consumo está enterado a fondo y sabe pyalro, que nuestro hombre no viajó en la
cuanto acerca de ello hablaron anteayer los villa con G., ni escribió cosa alguna en el
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registro, ni fumó ningún puro mano a mano ni ni sastre, pero ya no lo tuviese. Alto, seco,
con B., ni tuvo nunca perros de caza, ni sos asta flaco; tiene un aire que no parece
tuvo relaciones de ninguna clase con l«| unesponder a su edad; mira derecho; tiene
Consejo de ministros; pero, no obstante, hastí n i traza audaz y de dignidad inquebranta-
el especialista comprende que aquel hombri |t; ni pizca de arrogancia, sino todo lo con
lo sabe todo y hasta bastante bien, de modo fio : una gran benevolencia con todo el
que no es comprometido escucharlo. Pero no unido, pero sin almíbar. Una barbita en
lo escuchan por lo que diga, sino por gusto unta, canosa, no del todo napoleónica, pero
Es notable, por lo demás, que en las divaga |l más noble corte. En general, modales irre-
dones de ese sabelotodo haya ciertas lagu f0 ( hables, y aquí los modales van de capa
ñas: apenas habla de la cuestión escolar, di aid.t. Fuma muy poco, y es posible que
las universidades, del clasicismo y el realis ail.i. Ningún equipaje; un ligero saquito, o
mo, ni de literatura, cual si no tuviese ll jffci por el estilo, comprado quién sabe cuán-
menor idea de esos temas. Te preguntas quiér 0 t>n el extranjero, pero ya muy gastado, y se
podrá ser, y no hallas la respuesta. Sabes, sí f abó. La cosa es que, de pronto, de un modo
que es hombre de talento, pero no puede nucamente inopinado, el caballero va y
adivinar su especialidad. Aunque, desde ■aparece, y hasta en la más insignificante
luego, presientes que aquel tipo, como tod( ilación, donde nadie baja. Al irse él, alguno
tipo acusado, ha de tener irremisiblemente su * los que con más atención lo escucharon y
especialidad, y si lo ignoras, es tan sólo po sintieron en voz alta a sus palabras, sale
no conocer al tipo. Lo que sobre todo des ji icndo sentenciosamente que "no ha hecho
concierta es su traza; viste con holgura, y n( Hs que soltar mentiras". Naturalmente,
hay duda de que su traje se lo ha hecho ur unca faltan dos así que todo lo contrastaron
buen sastre; si es verano, irá infaliblemente d( discutieron, en tanto hablaba; ni otros dos
verano; pero todo lo que lleva puesto tient tic, al contrario, desde el primer momento se
cierto aire de vejez, cual si hubiera tenido ur ¡■ion por ofendidos, y si callaron y no le
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F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE
2. En el Barco
Juno naturalísimo, mientras que en el barco lo
Itvanta, sin querer, hasta una arrogancia into-
|t i able, únicamente por no ser menos que los
En los barcos se entabla conversación de
• más. Todo el quid de eso se cifra en que allí
otro modo que en el tren. Las razones de ello
Hay más espacio donde acomodarse y más
son naturales, empezando porque allí el pú
lif'inpo para esparcirse que en el tren, o sea
blico es más selecto. Me refiero, desde luego
que, como ya dije, hay una causa natural. Allí
al público de primera, al público de popa. El
ñu se va tan apretado como en el tren, no se
de segunda, el de proa, ni siquiera es público,
r.ia tan expuesto a convertirse en pandilla ni
sino sencillamente el pasaje. Allí va la gente
humilde; allí es donde se ven sacos y maletas, (t* ve tan al vuelo, ni sujeto a tantos requisi-
apretujones y oscuridades; ese es el lugar de !(>■,, a las molestias de los crios que se des
las viudas y los huérfanos; allí las madres dan pintan o lloran; allí no te ves obligado a mos-
el pecho a sus crios; allí se encuentran esos lt.ti tus instintos de un modo tan natural y
viejitos que viven de una pensión, curas tras (pirmiante, sino que, lejos de eso, todo
ladados, partidas enteras de trabajadores, la ¡t( uerda a una casa seria; al poner el pie
servidumbre del barco, las cocinas. El público sobre cubierta, tienes la sensación de ser un
de popa ignora siempre en todas partes al de invitado. Y, sin embargo, estás obligado a
proa, no teniendo de él ninguna ¡dea. Puede ituo o seis horas de promiscuidad, a veces
que parezca extraña esa opinión de que el un día entero, e infaliblemente sabes que han
público de primera es siempre más selecto .!■ llegar hasta el fin juntos y de trabar cono-
que el de la clase correspondiente en el tren. i ¡miento con tus compañeros de viaje. Las
En realidad, sin duda, no hay tal cosa y, ade i ñoras van siempre mejor vestidas que en el
más, todo ese público, en cuanto se vuelve a ift-n; tus hijos, por poco que los estimes, I le
su casa y deja el barco, inmediatamente, en al t trajecitos de verano de lo más lindos.
sus nidos familiares, baja el diapasón hasta un • m i lo que allí también uno suele tropezarse
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F edor D o sto ïevski CUADRITOS DE VlA/E
con paquetes y padres de familia que parecen . so está todo el quid. Desde luego que, como
estar verdaderamente en su casa, y algunos los pasajeros no se conozcan de antemano, es
llevan sus chicos de la mano, ostentando con mucho más difícil romper el hielo que en el
decoraciones por si acaso; pero eso sólo lo tren. La conversación general es rara en el
hacen esos tipos inferiores de verdaderos via barco. Los sufrimientos inherentes a la tensión
jeros, que toman las cosas plebeyamente en nerviosa, sobre todo en los primeros momen
serio. Esos tales no tienen ¡deas elevadas, sino tos, son más considerables que en el tren. Si
tan sólo un vivo instinto de propia conserva- , ríes algo observador, seguro te chocará lo
ción. El verdadero público inmediatamente se puedan fingir en un cuarto de hora esas
desentiende de esos individuos lamentables, damas elegantes y sus honorables maridos,
aunque se le siente al lado, y ellos mismos i ierto que donde más ocurre esto es en las
comprenden enseguida cuál es su verdadero Excursiones de recreo, por decirlo así, vera
puesto; y aunque ocupan la ubicación que niegas, en esas excursiones que duran de dos
han pagado, ante los demás permanecen en si seis horas. Allí todo es ficción: los modales,
cogidos y tímidos. las bellas actitudes; cada cual parece estarse
mirando a cada instante en el espejo. Frases
En resumidas cuentas: que el espacio y el
luí lonas y recalcadas, de lo más antinatural y
tiempo alteran de un modo radical las condi
antipático; un modo imposible de pronunciar
ciones. Allí ni el talento puede ponerse de
la s palabras, como no las pronunciaría quien
buenas a primeras a referir su biografía, sino
it» estime un poco; todo eso se da allí más,
que tiene que buscar otro camino. Es posible
iPgún parece, que en el teatro. Padres y ma-
que no tenga el menor éxito. Allí casi no
tli.’s de familia (es decir, en tanto no se gene
puede darse el caso de entablar conversación,
raliza la conversación) se esfuerzan por ha-
por la pura imprescindibilidad del viaje.
tii.ti entre sí de un modo antinaturalmente
Sobre todo, el tono del diálogo tiene que ser
reí 1 0 , pugnando por demostrar con todo em-
enteramente distinto, propio de un salón, y en
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CUADRITOS DE VlAJE
F edor D osto ïevski
tanto más cuanto que no son ellos solos los
peño que están ahí absolutamente como en
que tienen chicos y desazones, sino todo el
su casa; pero luego, enseguida, avergonza
mundo, aun allí mismo en el buque. Pero tan
dos, se rectifican; se ponen a hablar de cosas
sencilla idea no se les ocurre, y hasta, según
enteramente estúpidas, que no pegan ni re-]
parece, la tienen por indigna de ellos. Lejos de
motamente con aquella ocasión y aquel lugar,
eso, todo grupo familiar propende, aun con
dirigiéndose a veces el marido a su mujer
»-nVidia, a tomar todo otro grupo analogo por
como un caballero desconocido a una señora
ily’O, en primer lugar, un grado superior a el, y
a quien no conoce, en algún salón. De pron
luego, por algo perteneciente a un mundo
to, y sin motivo alguno, cortan la conversa
ppecial, como el del ballet, y en modo algu
ción y, en general, hablan a los saltos, miran
no por seres humanos que pueden tener, co
nerviosos e inquietos a los vecinos; atienden
mo ellos... casa, hijos, niñeras, el bolso vacio,
las mutuas respuestas con recelo, y hasta con
¡ i r . Tal idea les resultaría h a s t a ofensiva, eno-
susto, y no es raro que unos se avergüencen
josa; vendría a defraudar la ilusión.
de otros. Si sucede (es decir, si la necesidad
los obliga) que se ponen a hablar entre sí de En los buques, en el número de quienes
algo más pertinente a la ocasión, y de aquello . mpiezan primero a hablar alto, puede con
que un marido necesita hablar con su mujer tai se a las institutrices, claro que con los ni
en los comienzos de un viaje, de algo casero, ños y en francés. Las institutrices de las fami
por ejemplo, de los chicos, de si tose lias de clase media están, en su mayoría, cor-
Mischenka y aquí hace frío o de si Sonechkaj t,iilas por el mismo patrón: todas jovencitas,
se arremanga demasiado la falda..., se turban! todas recién salidas del colegio, todas feas,
y enseguida se ponen a cuchichear, no sea aero sin serlo de remate; todas vestidas de
que alguien los oiga, aunque lo que digan no oscuro, con el talle muy estirado, pugnando
tenga nada de inconveniente, sino todo lo por enseñar el piecito; todas orgullosamente
contrario, revele la plena estima de sí propio,
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F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E
modestas, pero con el aspecto más desen i on una voz mimosa, que excluye, sin embar
vuelto, indicio de suprema inocencia, consa go, la posibilidad de que la joven se haga la
gradas todas ellas con el mayor fanatismo a menor ilusión sobre ningún derecho a más
sus deberes, sin que les falte nunca en las familiaridad, le hace una advertencia, por lo
manos el librito inglés o francés de buena lec (¡lie debe llamar a la niñera, mirando, al decir
tura, con frecuencia un relato de viaje. Miren P'.lo, tranquila e imperiosamente, en su entor
a esa que tiene esa nena de dos años en bra ilo, en busca de la ama ausente. Su europeo
zos y llama, sin bajar la vista, con severidad marido llega, incluso, a iniciar un movimien
no exenta de cariño, a la hermanita de la to en ese mismo sentido, cual si fuera a correr
niña, que tiene ya seis y está jugando ahi !iii busca del ama; pero luego lo piensa mejor
(sombrerito de paja, traje blanco corto con n i ontinúa en su sitio, muy satisfecho, al pare-
encajes y encantadores zapatitos infantiles). í ei, de haber rectificado su primera idea. Por
Viera, venez id , e irremisiblemente el clásico jp que parece, está en ascuas con su consor
venez ici, y cargado irremisiblemente el acen-j te y, al mismo tiempo, lo toma todo muy a
to en el zí. La madre, una mujer gruesa y de hit i ho. La institutriz se da prisa a tranquilizar,
familia sumamente distinguida (ahí tienen a |jt.i lo que a ella respecta, a la encopetada
su marido, un señor de aspecto europeo, aun p.-inta, asegurándole a voz en cuello que quie-
que de propietario rural, de no pequeña esta : j, mucho a N ina (besándola al mismo tiempo
tura, más bien gordo que flaco, con pelo algo; 1 1 id pasión). Luego otro gritito en francés a
canoso y barba rubia, aunque larga, de cortej it-ia, con el mismo ici y ¡qué cariño cente
indudablemente parisino, y un sombrero! llea en los ojos de la leal muchacha aun para
blanco de castor); la madre observa el 1« i ulpable Viera! Por fin acude Viera, saltan
momento en que la institutriz, al tomar en do y disculpándose con voz mimosa (una
brazos a Nina, se toma un trabajo de más, (tiña de seis o siete años, ¡un ángel todavía, y
que no está dentro de lo convenido, y para ya '..tbe mentir!)
indicarle que no lo encuentra bien, en el acto,!
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F ed o r D osto ïevski CUADRITOS DE VlAJE
El barco hace un paseo de seis horas y l,i mniite en su salsa; ya se ha puesto su gorra
excursión resulta casi de recreo. Vuelvo a fifi mànica de viaje, a cuadros, de una forma
repetirlo: sin duda que dos o tres días de viaje, ^ tupida, y lo ha hecho así con toda inten-
allá por el Volga, por ejemplo, o de Cronstad ( ion, para alardear de independencia; cuanto
a Ostende, harían lo suyo; la necesidad ahu«j pu ños, tal se nos antoja a nosotros. Pero, a
yentaría el salón, se desvanecería el ballet, y í ambio de esta perplejidad, tenemos ahí una
los instintos vergonzantemente disimulados jinorita muy mona y un coronel de Ingenie-
saldrían fuera del modo más franco, hasta ale*i tos; una madre ya de alguna edad, con tres
grándose de poder estallar. Pero de tres díasa ¡ hijas muy elegantes, pertenecientes a la socie-
seis horas hay mucha diferencia, y en nuestrol ll „1 entre mediana y elevada de las familias
buque todo se mantuvo primoroso, desde el I i i.-isburguesas de generales, jóvenes proba-
principio al fin. Nos embarcamos a las diez de* N- mente instruidas y que ya deben de haber
la mañana de un magnífico día de junio, en un i Mito mundo. Hay dos calvos: un sujeto flaco
y un oficial de Caballería de un conocido
amplio y plácido lago. La parte de proa d ell
■gimiento; pero este se mantiene en cierto
barco va atestada de pasajeros; pero ese es un
■tlvo aislamiento y guarda un silencio arro
revoltijo del que no queremos saber; aquí, ya
nziti-, sin duda por creer que no se halla en
lo dije, está uno en su salón. Aunque hay tam- j
E ambiente, lo que, al parecer, nos gusta a
bién aquí gente de esa que siempre, en todasl
l i 1'>•. Pero quien más llama la atención es un
partes, nos plantea un problema, de modo q u el
g iu lia n o . Se trata, por lo demás, de una
no sabemos qué hacer: por ejemplo, cierto!
doctor alemán, con su familia, compuesta de j | . Irncia de aspecto muy bonachón, con
Mai a y medio uniforme. Todos saben ense-
la mujer y tres señoritas a las que será difícil§
g. ni la que es el decano de los funcionarios y,
conseguirles novio en Rusia.
p* «i así decirlo, el patrón del gobierno, llegan-
Con ninguna de esas criaturas rigen nues-1 ai’ . 1 afirmar algunos, que ahora va de visita
tras leyes. El viejo doctor se encuentra entera-l ti, inspección. Lo más probable es que venga
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conoce aquí a nadie; pero, a juzgar por su mucho y desea saber pormenores. El m ilord
cara adusta y agria, no está tampoco para los conoce, y afablemente deslizó dos o tres
buscar amigos, y no por cuestión de princi pares de palabras por entre sus dientes posti
pios, sino sencillamente porque no los echa zos, por lo demás, sin mirar al general ni
de menos. Para el patrón del gobierno mues saber a quién hablaba, si a él o al reportero de
tra una indiferencia absoluta, indiferencia que segundo grado. El general, con impaciencia
tampoco responde a principios. Pero ya se ve sincera, se apoya en el respaldo de la silla y
que de un momento a otro han de entablar .iguarda. Pero el milord promete poco, y de
conversación. El dignatario va y viene en torno pronto calla y olvida lo que estaba diciendo.
a la sil lita del gentilhombre, y hace todo lo Por lo menos pone cara de eso. El vivaracho
posible por hablarle. No obstante estar casa ■.('ñor de segundo grado tiembla por él, desean
do con una S., parece, en virtud de rectitud do impedir que hable. Considera su deber
innata, reconocerse inferior en bastantes gra sagrado ser quien presente uno a otro a aque
dos al milord, aunque claro que sin el menor llos dos encumbrados caballeros.
detrimento de su dignidad: trata de resolver
Es de notar que esos caballeros de segun
ahora este último problema. De pronto, se
do grado se encuentren a menudo en los via
atraviesa un señor de segundo grado, y por su
mediación ya han cambiado, casualmente, jes, sobre todo alrededor de los proceres, y
dignatario y milord, unas cuantas palabritas [eso por la simple razón de que allí no los
sin presentación previa. De pretexto ha servi i pueden echar. Pero, si no los echan, es por
do la noticia, comunicada por el señor de que resultan muy útiles, claro que cuando se
segundo grado, y referente a cierto goberna | hallan en ciertas condiciones propicias. El
dor vecino, también conocido aristócrata, nuestro, por ejemplo, llevaba hasta su conde-
que en el extranjero, adonde iba a tomar ba [ i oración al cuello, y, aunque iba de paisano,
ños con su familia, hubo de romperse una I vestía, sin embargo, de un modo algo oficial,
pierna en el tren. Nuestro general se afecta i Así que resultaba en cierto modo decente.
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— Dos, dos delgaditos: Yarkov y Aristarj. Eso acaba ya con la paciencia del señor
Hermanos. Aristarj se encuentra ahora en Be- europeo, que merodea en torno al diálogo.
sarabia. Yarkov se rompió una pierna y Aris ¡Ay, fue cosa de la fatalidad!
tarj se encuentra en Besarabia.
La fatalidad consistió aquí en que su mu-
El general levanta la frente y es preso de jei, la dama distinguida, allá en sus tiempos
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de soltera, era amiga de la esposa del digna nio. La dama distinguida no quería, por lo
tario, que por su casa se llamaba S. La dama visto, enterarse de que ya no tenía siervos ni
distinguida se consideraba también, con mo dinero. Pero lo que más rabia le daba era que
tivo de su alcurnia, realmente superior a su llevaban allí ya cuatro meses sin lograr
marido. Al poner antes el pie sobre cubierta, encontrarse con nadie. Aquel encuentro con
ya sabía ella que también la otra sacaría pasa l,i generala habría sido el primero. "¡Y de todo
je, y contaba con encontrársela. Pero, ¡ay!, tenía la culpa aquel hombre que no era
que ambas señoras no se encontraron, y des nadie!"
de el primer momento, a la primera mirada,
__¡De qué sirve que use esa barbita a la
se hizo evidente que no podían encontrarse.
europea, si no tiene empleo, ni influencia, ni
¡Y todo por culpa de aquel hombre que no
relaciones! ¡Nunca supo buscarse nada, ni
era nadie!
,iquiera casarse supo! ¡Y cómo pude aceptar
Pero aquel hombre que no era nadie lo por marido! ¡Me fascinó con la barbita!
sabía, por su parte, de sobra, los tácitos pen
El afortunado esposo sabe de sobra que
samientos de su mujer, que demasiado tiem
eso es lo que piensa de él la dama distingui
po había tenido de calárselos en sus siete
da, y en aquel instante crítico. Ella no le ha
años de matrimonio. Y, sin embargo, también
manifestado su deseo de encontrarse con la
él había nacido en Arcadia. Allí, en aquel
peñérala; pero él sabe muy bien que, como
mismo gobierno, había poseído hasta sete
no le proporcione ese encuentro, se lo repro-
cientas almas. Después que las emanciparon,
. hará toda la vida. Además, él tiene empeño
el matrimonio se fue a pasar esos siete años
en demostrarle que es hombre capaz de
en el extranjero. Y helos aquí que ahora regre
hablar con generales rusos. Que no es un
saban a la patria, donde llevaban ya cuatro
■ualquiera, corno ella se imagina, sino un
meses comiéndose los restos de su patrimo
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hombre de valía. ¡Ay, el afán de que su mujer si Hita del milord no reparó en que este tenía
haya de reconocer su valor espontáneamente- su bastón sobre el banquito y que el bastón ha
constituye, en realidad, el principal objeto di' resbalado y está a punto de rodar. Se aparta
aquella vida frustrada, y hasta todo su objeto aprisa, cae el bastón, y milord, malhumorado,
desde que se casó! Cómo fue así, sería muy se agacha a recogerlo. En aquel instante se
largo de contar; pero así fue y a eso se redujo oye un grito horrible: es el setter, al que nues-
todo. Y helo que ahora, de pronto, da un paso iro hombre, al desviarse, le ha pisado una
y va a plantarse delante del milord. pata. El setter aúlla de un modo insufrible, es-
— Yo..., general..., yo también he estado lúpido; m ilord revuelve todo el cuerpo en la
en Karlsbad, y figúrese, general, yo también .illa e increpa al caballero:
sufrí allí una lesión en una pierna... ¿Hablaba — Le ruego encarecidamente que deje en
usted de Aristarj Yakovlevich? — añade, diri I paz a mi perro.
giéndose de pronto al m ilord, por no poder¡
resistir al general. — No he sido yo. Ha sido él mismo
murmura nuestro héroe, deseando escapar.
El general levanta la cabeza y se qued.i
mirando con cierto asombro al recién llega — ¡No puede usted figurarse cuánto me
do, y le tiembla todo el cuerpo. Pero el milord hace sufrir ese hombre tan imbécil! — suena
ni siquiera alza la frente y, sin embargo^ dntrás de él la voz de su mujer, hablándole al
¡horror!, alarga el brazo, y el señor europeo <»ido a la institutriz;|pero, más bien que oírla,'
comprende claramente que el milord, apO'd i I" que hace es presentirla con todo su ser. Y
yando con fuerza su mano en su pierna, lo hasta es posible que su mujer no haya dicho
aparta de su lado. Da un respingo, baja la ri,(daj
vista, y comprende la causa de inmediato: <il|
¡Pero eso es igual! No sólo está decidido
colocarse aturdidamente entre el banco y l.i
[ i .ilravesar la cubierta, sino a meterse en cual-
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F edor . D osto ïevski CUADRITOS DE VlA/E
quier sitio en la proa y esconderse allí. Y, hecho amigo de la generala. Había olvidado
según parece, así lo hace. Por lo menos, en que era, por su casa, una S., y no cayó tam
toda la hora restante de viaje no se le vuelve poco en la cuenta. Ahora, de pronto, la
a ver. recuerda cuando era una señorita de dieciséis
años. La generala lo trata con cierta altivez e
Después del incidente, el dignatario no indiferencia; aunque en el fondo no hay tal
puede contenerse y se dirige a su camarote, cosa. Apenas si lo mira, pero m ilo rd cada vez
donde, por indicación del capitán, tiene ya se vuelve más amable; se anima, en verdad, y
preparada una partidita de cartas. Todos cono habla con voz chillona. En cambio, se esme
cen el lado flaco de Su Excelencia. El caballe ra para contar (claro que en francés) anécdo
ro de segundo grado ya lo ha arreglado todo y tas encantadoras y esmaltar la conversación
buscado jugadores, según lo que permiten las de verdaderas agudezas. ¡Y cómo domina el
circunstancias; son estos: un funcionario, i hismorreo! La generala sonríe cada vez más.
empleado en las obras de un ferrocarril próxi
mo, y que goza de un sueldo monstruosamen El prestigio de una mujer hermosa influye
te considerable, y algo amigo ya de Su Exce lo indecible en milord, que cada vez acerca
lencia; y el coronel de Ingenieros que se ha más su silla, y acaba por derretirse y reírse de
prestado a ser de la partida. El tal ingeniero se un modo raro. Pero eso no lo puede soportar
conduce con adustez fde puro celoso de su ya la pobre y distinguida dama. Comienza a
dignidad), pero juega bien. El empleado de sufrir un tic y se retira a su camarote en com
ferrocarriles es algo vulgar, pero no sabe con pañía de la institutriz y de Nina. Salen a relu-
tenerse; el señor de segundo grado, que es el •ir los paños mojados, se oyen quejidos. La
cuarto, se porta con corrección. El general está institutriz comprende que aquella es una
muy contento. mañana perdida y se pone de mal humor. No
quiere hablar, acomoda a Viera en una silla y
En cuanto a milord, entre tanto, se ha fila toma un libro que, por lo demás, no lee.
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F edor . D ostoievskj CUADRITOS DE VlAJE
"Es la primera vez que le sucede en estos mucha prisa, y el cielo no se ha de ir de ahí.
tres meses — piensa, mirándola a los ojos, la
El cielo es cosa casera, el cielo es cosa
dolida dama— . ¡Debería hablar, sí señor,
lonta, mientras que la vida pasa... ¿Cómo no
debería! ¡Debería distraerme, compadecer
ir al campo?
me; para eso es la institutriz: para mirar por
una, aunque la culpa de todo la tiene ese
mequetrefe!". Y sigue mirando, con ojos de O
rencor, a través de la muchacha. Ella tampo
co quiere hablarle, por orgullo. La muchacha,
en tanto, piensa en el recién dejado
Petersburgo, en las patillas de su primo, en un
oficial amigo suyo, en dos estudiantes. Piensa
en la única sociedad donde pueden reunirse
las estudiantes y los estudiantes, y a la que la
han invitado.
100 101
BNíño, con Cristo,
ante elArbol de Navidad o876)
Evolución del niño
Dos balas cuelgan sobre la infancia, En registro de “crómica social”, el autor
una roja y otra azul, y eso p ara acelerar reflexiona sobre la explotación y la fa lta de des
el desarrollo, p ara despertar elpensam ien tino de los ch icos de la calle, dram a que parece
to. ¡C u al si pretendiese su p rim irá la natu no variar pese a l tiempo y a las fronteras.
raleza! A sí se an u la la impresión de arm o
n ía del todo en la naturaleza. Pasarán su O
vida buscando el detalle, la arista, la p a r
ticu larid ad en ese todo.
Los niños son una cosa rara: se desviven
(efe Pensam ientos anotados) ■uñando y pensando. Antes de Navidad, y
luego ya en Nochebuena, solía yo encontrar
me regularmente, en determinada esquina de
la ciudad, a un niñito que seguramente no
tendría más de, pongamos, siete años. A pesar
tlfl frío tan horrible que hacía, iba vestido
i asi de verano; pero en torno al cuello lleva-
i>a atado un trapo viejo; alguien se lo ponía
untes de echarlo a la calle.
103
F ed o r D osto ïevski E l N iñ o , c o n C r is t o ..
Salía con sus manecitas, que así suena la ren, "el sábado, al terminar en las fábricas,
palabra técnica con que se designa el pedir empiezan ya a celebrar el domingo y hasta el
limosna. Esa expresión la han inventado los miércoles no vuelven al trabajo". Allí beben
propios niños. De chiquillos como el de que ron ellos también sus famélicas y vapuleadas
hablo hay una muchedumbre, le corren a uno dádivas, y también lloriquean, en demanda
detrás en todas partes y siempre salmodiando del pecho materno, sus hambrientos crios.
alguna retahila aprendida de memoria; pero Aguardiente, y suciedad, y libertinaje; pero,
aquel no gimoteaba, y en cierto modo habla sobre todo, aguardiente, es lo que allí puede
ba de una manera ¡nocente y desusada, y sus encontrarse. Con las copecas recogidas de li
ojos me miraban confianzudos: debía ser un mosna envían inmediatamente al muchacho
novato. A preguntas mías, me contestó que , 1 la taberna más próxima para que les traiga
tenía una hermana, la cual estaba enferma y más aguardiente. Por broma también, a él le
sin trabajo. Puede que me dijera la verdad, ri han aguardiente en la boca, y se retuercen
pues sólo más tarde supe que chicos como tli' risa al ver que al chico le falta la respira-
esos son innumerables; los echan al arroyo a ■ion, y le flaquean las piernas, y casi se ahoga
pedir, aunque haga el frío más cruel, y cuan de aquella impresión, que le hace perder el
do no recogen nada que llevar a casa los oído y la vista.
zurran, naturalmente. Si el muchacho ha lo
Cuando el chico ya es mayor, lo envían a
grado reunir un par de copecas1, se vuelve
una fábrica; pero todo cuanto gana tiene que
enseguida a su tugurio con las manecitas en
llevarlo también adonde aquellos sujetos gas-
tumecidas, y allí se emborracha a su costa
im el dinero en aguardiente. Incluso antes de
una partida de esos individuos que, como di-
entrar en la fábrica se han convertido esos
c lucos en unos pequeños delincuentes. Re-
1 Monedas de Rusia equivalentes a la centésima parte turen la ciudad entera y conocen los más
de un rublo. ¿¡versos rincones, cuevas, cobertizos y porta-
104 105
S ilííG .
F ed o r D o sto ïevski 'Æ
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F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
110 111
F ed or D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
hasta con gusto, pensando ver Dios sabe qué licia, incomprensión de lo que en un juicio
al pie de aquella; pero no bien se hubo subi resulta principal, y que consiste en definir el
do, puesta de rodillas en el alféizar y mirado inal con toda la claridad posible, denunciarlo
hacia abajo, cuando la madrastra fue y le dio y calificarlo de tal mal delante de todo el
un empujón por detrás, y la niña voló por los mundo. Que luego todo eso de aliviar la suer-
aires. La delincuente se quedó mirando caer a te del delincuente, de afanarse por su absolu-
la criaturita (según ella misma ha declarado), ( ión, etc., son ya otras cuestiones muy hondas
luego cerró la ventana, se vistió, cerró la y enormes, pero enteramente distintas del
puerta y se fue a la comisaría a denunciar lo hecho del juicio y que se relacionan con otro
sucedido. ■ispecto de la vida social, aspecto que dista
mucho de estar aún definido y formulado
Tales son los hechos. ¿Hay algo más sen
entre nosotros, de modo que todavía no
cillo? Y, sin embargo, hay en ellos algo de fan
hemos dicho sobre el particular la primera
tástico, ¿verdad? Han inculpado a nuestros
palabra. Y cuando se confunden ambas ideas
jurados, y no pocas veces, por algunas abso
■listintas, en los Tribunales, resulta una mezcla
luciones de procesados, efectivamente increí
extraña. Resulta que el delito no se aprecia
bles. En ocasiones hasta se subleva el sentido
como tal delito, antes al contrario, se le dice
moral de las personas imparciales. Com-pren-
a la sociedad, y por boca de los jueces mis
demos que es lícito compadecer al de
mos, que no hay crimen alguno sino sólo
lincuente; pero no llamar bien al mal en asun
enfermedades debidas a la anormal constitu-
to tan grave como un proceso. Sin embargo,
. ión de la sociedad, idea exacta hasta lo
hubo absoluciones casi por este estilo, es
decir, que casi llamaban bien al mal, o por lo pernal en algunos casos particulares y en cier
menos, les faltaba poco. Se manifestó tam ta categoría de fenómenos, pero desde todo
bién cierto falso sentimentalismo o incom punto de vista errónea, en general, pues hay
prensión del principio fundamental de la jus •H-itos rasgos que es imposible pasar por alto,
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F ed o r D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
ya que entonces despojaríamos al hombre, lo hasta habría habido un motivo legítimo a más
privaríamos de toda personalidad y vida, no poder para absolver a la procesada: su
equiparándolo a una brizna de hierba que se embarazo.
deja llevar del primer viento que sopla; en
No hay quien ignore que la mujer, en la
una palabra: proclamaríamos una nueva
época de su embarazo (y más si es primeriza),
naturaleza humana, descubierta por alguna
suele estar expuesta a ciertos extraños influjos
nueva ciencia. Pero esta ciencia no existe, ni
e impresiones, que obran de un modo fantásti-
siquiera parece que vaya a existir jamás. De
<o sobre su espíritu. Esos influjos toman a
modo que todos esos piadosos veredictos del
veces — aunque, desde luego, muy raramen-
Jurado, en los que a veces se niega el delito
¡(>
— formas insólitas, anormales, casi absurdas.
claramente probado y confirmado por la
plena confesión del delincuente, "no es cul Pero ¿qué importa que sólo ocurra así en
pable, no lo hizo, no mató", todos esos fallos rasos muy raros, esto es, que se trate de mani-
benignos (salvo ciertos casos en que, efecti lestaciones extraordinarias? En el caso presen
vamente, están justificados) asombran a la te habría sido muy sobrada esa consideración
gente y la mueven a burla y perplejidad. Pues para los llamados a decidir el destino de una
bien: ahora, al leer la condena de la campesi ■i ¡atura humana. El doctor Nikitin, que reco
na Yekaterina Kornilova (dos años y ocho noció a la procesada (después de cometido el
meses de presidio), se me ocurrió de pronto delito), declaró que, a juicio suyo, Kornilova
pensar: "Ahora era cuando hubieran debido i onsumó su delito con entera conciencia de
absolver, ahora era cuando debían haber !<>que hacía, aunque admitiendo, sin embar
dicho: No hubo delito, no mató, no la arrojó go, que pudiera estar bajo el efecto de la irri
por la ventana". Por lo demás, no apelaré a tación nerviosa y la obsesión. Pero, en primer
las generalidades ni al sufrimiento para desa lugar, ¿qué puede significar en este caso la
rrollar mi idea. Simplemente me parece que palabra conciencia? Inconscientemente, rara
114 115
E l P ro ceso a K ornilova
F ed o r D osto ïevski
mundo decidió entonces, incluso los médi
vez hace nadie nada como no sea en estado
cos, que se trataba de un fenómeno pasajero,
de locura, de fiebre, de delirio. ¿Quizá no
i onsecuencia del embarazo. Pero ella, no
saben, por lo menos los médicos, que cabe
obstante, robaba conscientemente y dándose
hacer algo de un modo totalmente conscien
i lienta cabal de lo que hacía. Conservaba
te y que, sin embargo, no nos sea imputable?
plena conciencia, sólo que no podía resistir la
Y, si no, reparen en los locos: la mayoría de
lentación. Hay que suponer que la ciencia
sus actos de locura los realizan con plena
médica no puede hoy mismo decir nada ter
conciencia, y los recuerdan; más aún: le dan
minante respecto de esos fenómenos. ¿En vir-
a usted cuenta detallada de ellos, los defien
lud de qué leyes se producen en el espíritu
den, discuten con usted, y a veces, haciendo
humano semejantes trastornos, tales influjos e
gala de una lógica que a uno lo deja estupe
imposiciones, tales demencias sin locura, y
facto. Cierto que no soy médico, pero re
(¡ué significan y qué papel desempeña en
cuerdo que, siendo niño, oí hablar de una se
csllos la conciencia? Pero basta con que se
ñora de Moscú que siempre que estaba emba
estime indiscutible el hecho de que la mujer,
razada, y en ciertos períodos de su embarazo,
ilurante el embarazo, se halla expuesta a raros
sentía una inusitada e irreprimible pasión por
Influjos. ¿Y qué importa tampoco el que se
el robo. Robaba objetos y dinero a los amigos
mejantes fenómenos se produzcan raras ve
que iba a visitar, y robaba también en las tien
res? Para la conciencia del juez es suficiente,
das adonde entraba a comprar algo. Luego,
en esos casos, la consideración de que pue
sus familiares devolvían esos objetos y el di
den darse. Supongamos que nos contestan:
ñero a sus dueños. Y, sin embargo, no era po
'l’ero es que no le dio por robar, como a aque
bre ni mucho menos, y poseía cultura, y per
lla señora, ni se le ocurrió nada extraordinario,
tenecía a la buena sociedad; luego que pasa
ano que, ai revés, hizo precisamente lo que
ban esos días de tan extraña pasión no se le
piocedía, es decir, que intentó vengarse, sen
hubiera ocurrido robar cosa alguna. Todo el
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F edor . D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
cillamente, del marido odiado matando a la ¿Y qué importa que puedan incurrir en un
hija de su primera mujer, con la que siempre error?¿Mejor es equivocarse en la clemencia
la estaba abochornando". Pero como quieran: que en la severidad, tanto más cuanto que
aunque sea comprensible, no es, sin embar aquí no habría habido medio de comprobarlo,^
go, tan sencillo; por más lógico que eso fuere,
La procesada había sido la primera en
convendrán en que, de no estar ella embara
declararse culpable; se confesó tal a raíz del
zada, no habría habido tal lógica. Voy a decir
delito y volvió a repetir su confesión medio
les lo que habría habido: al quedarse ella sola
año después, en la Audiencia. De modo que
con su hijastra, llena de amarga irritación
irá a Siberia, considerándose culpable en lo
contra el marido, se habría dicho: "Voy a tirar
profundo de su alma. Y así morirá, arrepin
a la niña por la ventana para vengarme de él".
tiéndose en el postrer instante y dando por
Lo hubiera pensado, pero no lo hubiese
perdida su alma; y no se le ocurrirá pensar
hecho. Habría pecado mentalmente, pero no
■|iie ningún mal influjo se apoderó de ella es-
de hecho. Mientras que, embarazada como
lando embarazada, siendo así que él tuvo
estaba, lo pensó y lo hizo. En ambos casos la
toda la culpa de todo y que, de no hallarse en
lógica es la misma, aunque la diferencia es
tal estado, no habría habido delito...
grande.
No; de dos errores, mucho más vale elegir
Por lo menos, los jurados, al absolver a la
al error en la clemencia. Luego se duerme más
procesada, podrían haber alegado: "Aunque
a pierna suelta. Pero ¿qué estoy diciendo? El
esos morbosos impulsos sean raros, a pesar de
hombre ocupado no se acuerda de la alcoba;
todo, se dan. ¿Y quién sabe si en este caso no
el profesional tiene cien asuntos semejantes, y
se trata también de uno de esos efectos?". He
duerme como un lirón cuando se acuesta ren-
ahí la consideración. Por lo menos en este
i lulo. Eso otro le sucede al hombre ocioso, que
caso, todo el mundo se habría explicado la
iólo una vez al año se tropieza con un asunto
clemencia y no quedaría lugar a discusiones.
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F ed or D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
así, y ese es el que tiene mucho tiempo libre Así se ha de proceder en la vida. Hasta
para pensar. Se preocupa por esas cosas, de pienso que todas esas cosas que nos parecen
puro no hacer nada. En resumen: que el ocio muy extraordinarias, en realidad se producen
es la madre de todos los vicios. del modo más vulgar y prosaico y hasta inde-
( oroso. Porque, efectivamente, miren ustedes:
Y a propósito: en la Audiencia tenían a
«■se Kornilov vuelve ahora a quedarse viudo
mano la comadrona, y fíjense ustedes, al con
pues la deportación a Siberia de su mujer trae
denar a la procesada condenaron juntamente
consigo la anulación del matrimonio. Y su
con ella a su hijo, a un nonato. ¿No es verdad
mujer — que ya no será su mujer— dará a luz
que es cosa rara? Supongamos que no lo es;
dentro de unos días un hijo (porque segura
pero, a pesar de todo, habrán de reconocer
mente alumbrará antes de ponerse en cami
que lo parece. Porque, efectivamente, aun
no), y entre tanto estará hospitalizada en la
antes de nacer, ya lo han condenado a ir a Si
i-nfermería de la prisión, adonde la habrán
beria con su madre, que es la llamada a darle
itasladado a estos efectos. Apuesto cualquier
el alimento. Pero si va con su madre, queda
i osa a que Kornilov irá a visitarla allí, del
privado de padre; y si se arreglan las cosas,
modo más prosaico, y quién sabe si llevando
merced a algún expediente, de forma que se
i ir la mano a esa misma nena que la otra arra
quede aquí con su padre (no sé si podrá con
lo por la ventana. Y ambos cónyuges se pon
seguirse), perderá entonces a su madre. Es
drán a hablar de las cosas más sencillas y vul
decir, antes de nacer ya se ve privado de fami
gares, del frío horrible que allí hace y de las
lia; eso, por lo pronto. Luego, cuando sea
Iotas de abrigo que ha de llevar para el viaje.
mayorcito, se enterará de lo de su madre.
V es posible que se sientan más unidos que
Aunque no haya que preocuparse de lo que
nunca ahora que los van a separar, mientras
pase entonces, sino considerar sencillamente
que antes no hacían más que reñir. Y acaso no
las cosas. Considerarlas sencillamente y ahu
ge dirijan el uno al otro ni una sola palabra de
yentar toda fantasmagoría.
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F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
reproche, limitándose a lamentar la conden.i habría pasado en este caso en Europa? ¡Qué
y a compadecerse mutuamente. Esa misma pasión, qué venganza, y todo con qué digni
niña que lanzó por la ventana, seguramente dad! ¡Ea!, ande usted e intente describir este
se escapará de su padre todos los días "para ir asunto en una novelita, con todos sus porme
a ver a la mámenka y llevarle boíl ¡tos". nores, empezando por la muchacha casada
"Tome usted, mámenka. Pápascha le mandó ( on un viudo y siguiendo por la niña arrojada
a usted té y azúcar, y mañana vendrá a verla." ; por la ventana en el momento en que miraba
Lo más trágico será que se echarán a llorar I hacia abajo y la madrastra pensaba: "¿La
cuando llegue la hora de despedirse, junto al I uro?", y la tiró... Hasta llegar al instante en
estribo del coche, y en la estación, entre la ijiie compareció ante la Audiencia, con la
segunda y la tercera campanada, y también se { omadrona al lado, para terminar con los últi
echará a llorar la nena, con la boca hasta las mos adioses y reverencias. Y todavía nos
orejas, al verlos, y ellos, seguramente, se salen con aquello de: "Yo querría escribir,
harán los dos, por turno, sendas reverencias pero no hay tema". Puede que esto resultara
hasta los pies. "Perdona, Katerina, no me il¡-,o mejor que todos esos poemas y novelas
guardes rencor." Y ella a él: "Perdóname tam- j nuestros en que aparecen héroes de vida
bién tú, Vasili Ivánovich (o como se llame);! noble y altos sentimientos. Miren ustedes, no
soy culpable para contigo y mi culpa es muy ■ omprendo dónde tienen los ojos nuestros
grande". Y en este momento el niñito de novelistas; porque ahí tienen un asunto, ahí
pecho, que estará presente, ya se lo lleve el la, podrían describir con todos sus detalles una
ya se vaya a quedar con el padre, se echará . 1 tardad real. Aunque, después de todo, olvido
llorar también. Nada, que con nuestro pueblo Una antigua re g lad o está la cosa en el argu
no valen poemas, ¿verdad? Es el pueblo más mento, sino en saberlo ver; si se lo sabe ver,
prosaico del mundo, hasta un punto que da se lo encuentra; si no, pues como si fueran
lástima. Porque, díganme ustedes: ¿qué no I ■lagos, no encontrarán ningún temaj ¡Oh, el
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F edor . D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
modo de ver es lo principal; lo que para unos [ por la ventana de un cuarto piso a la calle,
es un poema, para otros es una molestia! I produciéndose entonces el casi milagro de
que la chica no se estrellara ni se hiciera el
Pero ¿no podrían ahora suavizar algo la | menor daño; no tardó tampoco en volver en
condena de Kornilova? ¿No habría forma de sí y se encuentra en la actualidad, viva y sana.
hacerlo? En verdad que ahí ha podido habei ! sa feroz acción de la joven madrastra fue
error... ¡Vaya, parece que lo ha habido! irompañada de tal aturdimiento y rareza en
I todos sus demás actos que, involuntariamen
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F edor D osto ïevski E l P ro ceso a K ornilova
medio, en las dos cárceles por las que hubo da lodo con sinceridad y buena fe. Es un simple
pasar, siguió mostrándose malhumorada, gro* i ampesino, aunque vista a la alemana, lea
sera, taciturna. Y de golpe y porrazo ocurrió libros y cobre treinta rublos de sueldo al mes.
que todos los otros cuatro meses, hasta el i Jotable fue, además, la elección de los peri
momento de dar a luz, y todo el restante tiem to s . Se designaron seis doctores, todos cono-
po, durante y después del primer juicio, la ■idos y célebres en Medicina, y de ellos die
superiora de la sección femenina de la prisión ron sendos informes cinco; tres manifestaron,
no acababa de elogiarla; se había manifestado m el menor titubeo, que el estado morboso
con un carácter nuevo, mansa, afectuosa, sin inherente al embarazo pudo influir en la con
ceño. En resumen: que el anterior veredicto ha finación del delito en el caso presente. El
sido anulado, habiéndose dictado otro el 22 doctor Forinskii fue el único que discrepó de
de abril, absolviendo a Kornilova. esa opinión; pero, por suerte, no es psiquiatra,
y su dictamen no tuvo trascendencia. El últi
Estuve presente en la vista de la causa y
m o en declarar fue nuestro famoso psiquiatra
saqué de allí muchas impresiones. La audien
i íiukov, el cual estuvo hablando cerca de una
cia duró el doble de tiempo que la vez ante
hora, contestando a preguntas del fiscal y del
rior. La composición del nuevo jurado era
presidente de la Sala. Difícil imaginar com
muy notable. Llamaron a declarar a una nueva
prensión más sutil del alma humana y de sus
testigo: la directora de la sección femenina da
••.lados morbosos. Sorprendieron también al
la cárcel. Su declaración, tocante al carácter
publico la riqueza y diversidad de sus observa-
de Kornilova, fue de mucho peso y favorable
>i o n e s , sumamente curiosas, reunidas en el
para la procesada. También fue muy impor
transcurso de muchos años. Por lo que a mí se
tante la declaración del marido de aquella,
ffliere, escuché algunas de las manifestaciones
con extraordinaria probidad no ocultó nada,
tli-I perito, con vivo entusiasmo. Su dictamen
ni los disgustos que le dio ni las ofensas qut»
fue plenamente favorable a la procesada; firme
le infirió a su mujer, a la que disculpó. Dijo
126 127
E l P ro ceso a K ornilova
F ed or D o sto ïevski
vida de la lección sufrida y la evidencia del
y demostrativamente sentó la conclusión del
dedo de Dios en todo este mundo..., que se
estado, indudablemente morboso, a juicio su
manifestó ya desde la milagrosa salvación de
yo, en que se encontraba el espíritu de la pro
la niña.
cesada al cometer su espantoso crimen.
129
128
Algo acerca de ¡os abogados a 876)
E l autor opina sobre los abogados en rela
ción a un muy resonante caso ju d ic ia l de la
i poca, en el cual se debatía el grado de cu l
Las injurias de mis enemigos pabilidad de un sujeto que m altrataba bru
talmente a su h ija de siete años.
Estando prohibido hacer las necesida
des en el arroyo, a sí como el pasear des O
nudo por las calles, ¿por qué no p rohibir
también esto?... Se trata también de una
necesidad física , nociva y vulgar. E l Por lo demás, en particular de los aboga
M inisterio público debería de por sí actu ar dos, sólo dos palabras. No he hecho sino
tomar la pluma y ya tiemblo. Me ruborizo de
contra ese atentado a la decencia.
antemano por la ingenuidad de mis interroga-
(de Pensam ientos anotados) i iones e hipótesis. Porque sería harto ingenuo
< ¡nocente el que me pusiese ahora a encare-
i er lo provechosa y simpática que es la insti
tución de la abogacía. Ahí tenemos a un hom
bre que cometió un delito y no entiende de
leyes; está dispuesto a confesar ya su crimen,
■uando interviene el abogado y le demuestra
que no sólo está en su derecho, sino que
hasta es un santo. Le muestra las leyes, le en
seña esta u otra sentencia que, de pronto le
131
F edor . D o sto ïevski A lg o acerca de lo s A bo ca d o s
imprime a la cosa otro cariz, y termina sacan revista, inadvertidamente, por no haberla mi
do de su aprieto al desventurado. ¡Cosa sim rado (cosa que a cualquiera le ocurre), dejé
patiquísima! Supongamos que pudieran obje insertar una noticia que no podía publicarse
tarnos, diciendo que eso es hasta cierto punto sino con permiso del señor ministro de la Cor
inmoral. Pero ante vosotros tenéis ahora a un te. Y he aquí que de buenas a primeras me no
pobre hombre inocente, ya inocentísimo, tifican que estoy procesado. Yo no quería de
aunque había tantas pruebas contra él y el fis fenderme; no se me ocultaba mi delito: había
cal ¡as había esgrimido de modo que, según I.litado a la ley, sin que jurídicam ente pudie-
parece, lo hubiera podido perder por una ia haber discusión alguna. Pero los mismos
culpa ajena. El hombre que digo es un igno- ( jueces me designaron un abogado (persona
rante, no sabe jota de leyes y se limita a mur- ] que no me era del todo desconocida y con la
murar: "N o sé nada de nada", tanto, que j que había tenido ocasión de encontrarme an
acaba finalmente por poner de mal humor a j tes en cierta Sociedad). Y él hubo de explicar
jueces y jurados. Pero surge el abogado que me que no sólo era yo culpable de nada, sino
ha echado los dientes estudiando leyes, . que había obrado en pleno derecho, estando
muestra el artículo número tanto del Código, ] él decidido a apoyarme con todas sus fuerzas.
señala la sentencia tal o cual del departamen Yo lo escuché, naturalmente, con satisfacción;
to de casación del Juzgado, hace un lío al fis pero al comparecer en juicio experimenté una
cal y he aquí a nuestro hombre. No, eso es i impresión totalmente inopinada: vi y oí cómo
útil. ¿Qué sería aquí del ¡nocente si no hubie-1 hablaba mi abogado, y la idea de que yo, que
ra abogados? era perfectamente culpable, me hubiera con-
verlido de pronto en inocente, se me antojó
Todo esto, lo repito, son consideraciones I lan chistosa y, al mismo tiempo, tan interesan
ingenuas y que carecen de toda novedad, i te que, lo confieso, aquella media hora que allí
Pero, a pesar de todo, es muy agradable eso I pasé la cuento como la más alegre de mi vida,
de tener abogados. Yo mismo experimente I hiendo lo malo que no fuera yo jurisperito y no
esa sensación cierta vez que, dirigiendo una ' pudiera comprender que era del todo inocen
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F ed or D osto ïevski A lg o acerca de lo s A bo ca d o s
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te. Desde luego que salí condenado; los jue los Tribunales, que si se encargaron de defen
ces tratan con severidad a los literatos; tuve der a su cliente fue únicamente por estar con
que pagar veinticinco rublos y debí pasar, en vencidos de su inocencia. Al escuchar tales
cima, dos días en prisión donde, por cierto, juramentos, siempre, siempre resuena en nues
estuve muy bien y hasta con utilidad, ya que tro ánimo esta sospecha repelente: "¡Y si min
hice algunas amistades. tiera y se hubiese encargado de la defensa por
I el dinero!". Y, en efecto, muchas veces resulta
Es en grado sumo admirable que el aboga
| después que esos procesados, defendidos con
do emplee su trabajo y su talento en la defensa
tanto fervor, aparecen plena e indiscutiblemen-
de los desgraciados: es entonces un amigo de
| te culpables. No sé si aquí se darán casos de
la Humanidad. Pero ustedes abrigan la idea de
[ ahogados que, queriendo mantener hasta el fin
que, a sabiendas, define y justifica al culpable,
. 1 1 papel de estar convencidos de la inocencia
más aún: que aunque quisiera, no podría hacer
i de sus clientes, se hayan desmayado al escu-
otra cosa. Me dicen que los jueces no pueden
■liar el veredicto condenatorio del Jurado.
privar de defensa a ningún delincuente, y que
el abogado honrado siempre, en tales casos, se En verdad, enseguida se recuerda el refrán
conserva honrado, porque siempre encuentra y I popular: "El abogado es una conciencia de
define el verdadero grado de culpabilidad de alquiler"; pero, sobre todo, ocurre la estúpida
su cliente, sólo que no permite que le impon paradoja de que^el abogado no puede nunca
gan un castigo excesivo, etcétera. Así es, aun obrar en relación con su conciencia, viéndo-
que tal suposición se asemeje no poco al más I le obligado a traicionarla aunque no quiera.
desaforado idealismo. A mí me parece que aj I I s un hombre condenado a no tener concien-
abogado le es, a pesar de todo, tan difícil evi I i ia.jFinalmente, lo importante y serio en todo_
tar la falsedad y conservar incólumes su honor r <“.lo es que posición tan triste parece impues-
y su conciencia, como a todo hombre alcanzai I ia por alguien o por algo, hasta el punto de no
el Paraíso. Porque ya hemos tenido ocasión de I i onsiderarse ya una propensión, sino algo
oír a los abogados jurar, o poco menos, ante | enteramente normal.
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B Talento o876)
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F edor D osto ïevski E l Ta len to
las cosas más feas. Aquí surge una cuestión contar con que cuando la tal agudeza no
insoluble: ye s el talento el que domina ,il sucede espontáneamente, es preciso idearla.
hombre o el hombre quien domina su talen
Me dirán que con tales exigencias se hace
to? A mí, según las observaciones que he podi
imposible la vida. Y es verdad. Pero conven
do hacer sobre los talentos, vivos o muertos,
drán conmigo también en que raro es el talen
se me antoja muy difícil que el hombre pued.i
to que no presenta ese achaque, casi innoble,
dominar su talento, siendo este el que, por e]
(|ue siempre influye en el hombre más despe
contrario, gobierna a su poseedojj y, por así
lado.
decirlo, le tira de la manga (sí, así como
suena), arrastrándolo a gran distancia del ver
dadero camino. En no sé qué pasaje de Gogol, O
un embustero se pone a contar no sé qué, y
quizá dijera verdad; pero intercalaba talos
pormenores en el relato, que no era posible
que lo fuera. Cito esto únicamente a modo do
símil, aunque hay talentos especialmente
fraudulentos. El novelista Thackeray, descri
biendo un hombre de mundo, embustero y
chistoso, de la buena sociedad y que se trata
ba con lores, dice que al salir de una reunión
gustaba dejar detrás de sí un reguero de risas;
es decir que se reservaba la gracia mejor para
el final, con objeto de suscitar la risa. Esa
misma preocupación puede acabar por ha
cerle perder toda seriedad a un hombre. Sin
138 139
El Nacimiento de un Escritor o877)
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F ed or D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n Es c r it o r
ocurrió algo tan juvenil, lozano y bueno, una vi a Nekrásov un momento y le estreché la
de esas cosas que en el corazón de los intere i mano. Yo estaba abrumado por el atrevimien
sados perdura indeleblemente. Teníamos to de haberle llevado mi obra y me fui de allí
entonces poco más de veinte años. Vivía yo lo más pronto que pude, casi sin haber cruza
en Petersburgo y hacía un año que había pre do palabra alguna con Nekrásov. Apenas con
sentado mi dimisión a mi puesto de ingenie taba con el éxito, pues aquel partido de Los
ro, sin saber por qué, teniendo delante el más Inales Patrios2, como le llamaban, me daba
vago e incierto porvenir. Era en mayo del año mucho miedo. A Bielinski lo había leído un
cuarenta y cinco. A comienzos del invierno par de años antes, con deleite, mas se me
me había puesto, de pronto, a escribir mi nol antojaba gruñón y terrible, y... "se burlará de
vela Pobres gentes, mi primera obra, pues mis Pobres gentes", pensaba. Pero sólo a ra
hasta entonces no había escrito nada. Ter tos, pues lo había escrito con pasión, casi con
minado mi trabajo, no sabía qué hacer con ét lágrimas. "¿Iría a resultar ahora que todo eso,
ni a quién ofrecérselo. Relaciones literarias no todas aquellas horas que yo pasé, pluma en
tenía ninguna, quitando, a lo sumo, a D. V ristre, escribiendo la novela, era realmente
Grigórovich, el cual tampoco había escrito mentira, fantasía, falso sentimiento?". Así pen-
nada todavía, salvo un breve boceto, Gaiteras ■ iba yo, naturalmente, sólo a ratos, pues la
petersburgueses, que se publicó en un alma«] desconfianza y la duda estaban siempre al
naque. Creo que estaba entonces en víspera! I #<echo. La noche del día en que dejé allí mi
de trasladarse al campo con su familia, y vivía manuscrito fui a ver a un antiguo camarada,
aún por algún tiempo con Nekrásov. Una ve/ que vivía muy lejos; nos pasamos toda la no-
que vino a verme, me dijo: "Lléveme usted su
manuscrito (aún no lo había leído); Nekrásov 1 ' Periódico donde publicaban los literatos jóvenes más
piensa editar el año que viene una recopila exitosos de la época, como el propio Nekrásov y
i.imbién el influyente crítico Bielinski, el más vetera
ción; se lo enseñaré". Le llevé el manuscrito!
no y conocido del grupo.
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F ed o r D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n E s c r it o r
che hablando de Alm as muertas, de Gogol, y ion, ya sin interrupción, toda la noche, hasta
leimos ese libro, por enésima vez. En aquel ¡ la alborada, en voz alta y relevándose mutua
tiempo, eso era frecuente entre los jóvenes: en mente cuando se cansaban. "Le tocó a él leer
cuanto se reunían dos o tres, alguno no tarda lo de la muerte del estudiante — me contó
ba en proponer: "¿Quieren ustedes que lea después Grigórovich, cuando nos quedamos
mos algo de Gogol, señores?", y, efectivamen I ‘.oíos— , y al llegar a ese punto en que el
te, se ponían a leerlo y así se pasaban la noche padre va corriendo detrás del coche fúnebre
entera. Había antaño muchos, muchísimos dd hijo, noto que a Nekrásov le tiembla la
jóvenes que parecían penetrados de alguna I voz una, dos veces, y de pronto no puede
cosa y como si esperasen algo. Las cuatro eran I contenerse y da una palmada sobre el manus-
cuando volvía a casa, las cuatro de una noche • rito. '¡Ah, qué hombre!'. Se refería a usted; y
blanca, casi tan clara como el día. así transcurrió toda la noche. Luego que ter
minamos la lectura, de común acuerdo, deci-
Hacía un tiempo extraordinariamente ca<] I i limos venir a buscarle a usted:|jQué impor
luroso, y al entrar en casa no me acosté, sino ta que esté durmiendo? Lo despertaremos,
que abrí la ventana y me senté allí. De pron i! sto vale más que el sueño!"UTiempo des-_
to, suena la campanilla, con no poco asonn piiés, cuando ya llegué a conocer a Nekrásov,
bro de mi parte. Pero enseguida irrumpen en I lecordaba con asombro aquellas horas; es por
el cuarto Grigórovich y Nekrásov, se me echan | naturaleza un hombre reconcentrado, casi
encima, me abrazan con verdadero entusiasJ ■ receloso, cauto, muy poco comunicativo. Tal,
mo, y poco faltó para que ambos se echasen I por lo menos, me ha parecido siempre, y a
a llorar. Aquella noche habían recogido m| juzgar por eso, aquel instante de nuestro pri-
manuscrito y empezado a leerlo, para ver d i i tncr conocimiento debió de ser en verdad el
qué se trataba. "Bastará con leer diez líneas." ¡ ai rebato de un sentimiento hondísimo,
Pero, después de haber leído las diez líneas, t siuvieron conmigo cerca de media hora, y en
resolvieron continuar leyendo, y así siguie
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aquella media hora hablamos Dios sabe d i cosas pensaba yo en aquel instante. ¡Cómo
cuántas cosas, entendiéndonos a media pala« iba a poder dormir!
bra, expresándonos más por exclamaciones
que por frases, al vuelo; hablamos también (li Nekrásov le llevó el manuscrito aquel
la poesía, de la verdad y de la situación da mismo día a Bielinski. Sentía por él un respe
entonces, y ni qué decir tiene que de Gogol, to sin límites; toda su vida le había tenido más
citamos partes de su Inspector y de las Almas cariño que a nadie. Por aquel tiempo no
muertas; pero el tema principal fue Bielinski, había escrito aún Nekrásov nada de la impor
"Hoy mismo le llevo su manuscrito, y ya veri tancia de lo que luego, de pronto, al año si
usted...; es un hombre...; ¡si usted supiera que guiente, escribió. Según mis noticias, Ne-
clase de hombre es! ¡ Ya lo conocerá usted, y krásov había llegado a Petersburgo a los die-
podrá ver por sí mismo qué alma la suya!"- . ( iséis años, enteramente solo. Y desde los die-
decía Nekrásov, que tenía puestas ambas «iséis años, o poco menos, escribía. En rela-
manos sobre mis hombros y me zarandeaba, 1 ión a su conocimiento con Bielinski, no sé
lleno de excitación— . Pero, bueno, ahora, . 1 mucho; pero Bielinski le tomó desde el prin-
dormir; acuéstese usted, que nos vamos; pei<> ( ipio gran aprecio e influyó no poco en la
mañana no deje de ir temprano a vernos." orientación de toda su obra. Seguramente que
¡Cómo hubiera podido yo dormir después d«- habría habido entre ellos, no obstante los po-
todo aquello! ¡Qué alegría, qué triunfo! Ante 1 os años de Nekrásov y la diferencia de eda
todo, recuerdo todavía que lo que más esti des, momentos y palabras de esas que influ
maba yo era el sentimiento. "Otros tendrán ye n en nosotros y nos unen para toda la vida
éxitos, los pondrán por las nubes, acudirán , 1 i on lazo indisoluble.
felicitarlos; pero a mí esos han venido a verme
con lágrimas en los ojos, a las cuatro de la — ¡Ha aparecido un nuevo Gogol!—
madrugada, y a despertarme, porque eso va lo exclamó Nekrásov, alto, al entrar con mis
más que el sueño... ¡Ah, y qué gusto!". Tales Pobres gentes en casa de Bielinski.
_ _
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— A ustedes les brotan los Gogoles com>> saba decirme. Rompió a hablar con exaltación
las setas — observó Bielinski en tono severo,! y echando fuego por los ojos: "Pero ¿compren
pero tomó el manuscrito. de usted mismo — repitió varias veces, según
su costumbre de hablar a saltos— lo que ha
Cuando Nekrásov volvió por allí aquella escrito usted?" (Gritaba siempre de aquel
noche, lo recibió Bielinski sencillamente emú modo cuando le dominaba un sentimiento
donado: ¡ nérgico.) "Sólo con su instinto inmediato, só
lo como artista, ha podido usted escribir eso;
— ¡Tráigamelo usted, tráigamelo usted
poro ¿ha podido usted abarcar también con la
enseguida!
razón toda la terrible verdad que nos denun-
Así que me llevaron a su casa (era ya d ■¡a? No es posible que usted, con sus veinte
tercer día). Recuerdo que al primer golpe d i años, lo comprenda. Ese desdichado funcio
vista me chocó mucho su figura, aquella na nario que usted nos pinta ha llegado al extre
riz, aquella frente; no sé por qué me había mo por efecto del continuo servicio; se ha
imaginado de otro modo a aquel crítico terri encontrado, por fin, en el caso de no atrever
ble, tremendo. Me recibió con un gesto d i se a considerarse infeliz por pura sumisión, y
enorme seriedad y reserva. "Bueno, quizá sea la más leve queja se le antoja cosa de libre
esto lo propio del caso", pensé; pero no había pensamiento, eso es, ni siquiera osa creerse
pasado, me parece, un minuto, cuanto ya lo ron derecho a sentirse infeliz; y cuando un
do había cambiado. Aquella seriedad no era buen hombre, su general, le da aquellos cien
la premeditada reserva de un personaje céle rublos, queda deshecho, anonadado de asom
bre, de un gran crítico que recibe a un novel bro de que un hombre como aquel, Vuestra
de veintidós años, sino que respondía, por asi Excelencia, no Su Excelencia, sino Vuestra
decirlo, al respeto que le inspiraban los sentí Excelencia, como él dice, haya podido com
mientas que anhelaba comunicarme lo más padecerse de su humilde persona. ¡Y aquel
pronto posible, las graves palabras que pen
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botón que se le cae, al momento de besarle la cielo claro, el día radiante, la gente que pasa-
mano al general, ya no es piedad lo que ins lia, y sentí plenamente, con todo mi ser, que
pira ese desdichado, sino horror, horror! en mi vida había surgido un instante solemne,
¡Precisamente en esa gratitud se cifra todo ('I un cambio para siempre; que algo nuevo
espanto! ¡Es una tragedia! ¡Usted ha llegado había empezado, pero algo que ni en mis más
aquí al meollo del asunto! Nosotros, publicis fogosos sueños me hubiese atrevido a imagi
tas y críticos, no hacemos más que desvelar nar. (Y eso que entonces yo era un soñador
nos por expresar eso con palabras; pero usté tremendo.) "¿Sería verdad que yo era tan
des los artistas, de un solo trazo, resaltan pal grande?", pensaba, avergonzado, en una
pablemente la esencia misma de la cosa, ele suerte de tímido éxtasis. ¡Oh! No se rían uste
modo que parece poder tocársela con la ma des; luego no he vuelto a pensar nunca que
no, y aun el lector menos avezado a pensar fuera grande; pero entonces, ¿quién podía
todo, lo comprende enseguida. ¡Tal es el se soportar aquello?" ¡Oh, ya me haré digno de
creto del arte, tal es la verdad del arte! ¡Aquí esos elogios! Pero ¡qué hombres esos, qué
está el artista al servicio de la verdad! ¡A usted hombres! Sí, son hombres. Quiero merecer
se le ha revelado la verdad, como a artista esas alabanzas; me esforzaré para ser un
que es; ha venido al mundo con ese don; hombre tan extraordinario como ellos; seré
aprecie usted ese don debidamente, séale fiel, fiel, ¡Oh, y qué atolondrado soy aún, y si
y llegará a ser un gran artista!" Hielinski supiese lo inútil y torpe que soy! Y
todavía dice la gente que esos literatos son
Todo eso me dijo entonces. Todo eso les ■■oberbios, vanidosos y fatuos. Aunque, des
dijo también después, hablando de mí, a otros pués de todo, es verdad que sólo esos hom
muchos que todavía viven y pueden atesti bres son los que hay en Rusia, los que pesan.
guarlo. Me separé de él, encantado. Me detu I stán realmente solos, pero tienen a su lado la "
ve en la esquina de su casa, contemplé el verdad; y esta y el bien triunfarán siempre]
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F ed o r D osto ïevski E l N a c im ie n t o d e u n E s c r it o r
sobre el vicio y la maldad. Así que triunfare la m aldad acabó con ellos.
mos. ¡Oh, por ellos, con ellos! Desde las mudas paredes,
don reproche me m iran los retratos de los
Todo esto pensé entonces. Recuerdo aquel muertos.
instante con la mayor claridad. Y nunca he
podido olvidarlo. Fue el instante más em Terrible aquí esa frase: con reproche.
briagador de toda mi vida. Cuando se me ve }\ uimos leales, lo fuimos de veras? Allá que lo
nía al pensamiento en los presidios de Siberi.i, tesuelva cada cual según su juicio y concien-
se me levantaba nuevamente el espíritu. Aun eia. Pero lean esas apasionadas canciones, y
ahora pienso en él con fruición. Y he aquí que quiera Dios que de nuevo se reanime nuestro
hace poco, al cabo de treinta años, se me h.i amado y apasionado poeta. Poeta apasionado
vuelto a representar ese instante, en tanto me hasta el dolor...
hallaba a la cabecera de Nekrásov. Me parecía
que volvía a vivirlo de nuevo. Le recordé el
O
episodio a la ligera, diciéndole únicamenle
que en otro tiempo habíamos vivido algo en
común, y pude comprobar que me había
entendido. Verdaderamente, ya lo sabía yo. Al
salir del presidio, él me había indicado un.i
poesía suya, diciéndome: "Esto lo hice enton-
““ces por usted". |Y, no obstante, hemos estado
toda la vida separados. En su lecho de enfermo
pensará ahora en sus amigos muertos!,
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La Mentira se salva de la Mentira
(1877)
(Acerca de “Don Quijote”)
Veneración Con pasión y desmesura, Dostoievski trans
mite la conmoción que le provocó la lectura de
I )on Quijote y las ideas y sensaciones que la
l La altu ra de u n alm a puede medirse en
novela de Cavantes sembraron en él.
parte, sin más, fijándose en basta qué g ra
do es capaz de inclinarse, y ante quién,
con veneración (o devoción O
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F ed o r D osto ïevski L a M en tir a se salva d e la M en tira
compañero de aventuras del más loco de lol ble misterio del hombre y de la humanidad en
hombres, él precisamente y no ningún otro, <-t 1 él contenido: que la belleza suprema del
notable. Se pasa todo el tiempo engañándolo i hombre, su pureza mayor, su castidad, su
como un niño y, no obstante, está plenamen lealtad, su valor todo y, finalmente, su talento
te convencido del gran talento de su amo; se I más grande, se consumen hartas veces, por
conmueve hasta lo patético ante su grandeva I desgracia, sin haber reportado a la Huma
de alma, cree a pies juntiIlas en todos los fan<| nidad provecho alguno, convirtiéndose en un
tásticos sueños del caballero, y ni una sola I objeto de irrisión, sólo por faltarle al hombre
vez pone en duda que aquel habrá de con» j <on tan ricos dones agraciado, un don supre
quistar algún día una ínsula para regalársela,« mo: el genio necesario para dominar la rique
¡Cuán de desear sería que nuestros jóvenes I za y poder de esas dotes, gobernarlas y diri
conociesen esa gran obra! No sé lo que ahoia girlas — esto es lo principal— , no por fantásti-
pasará en las escuelas, con la Literatura; pero t os caminos de locura, sino por la senda
recta, empleándolos en el bien de la Huma
sí sé que ese libro, el más grande y triste <l<*j
nidad. Pero, desgraciadamente, son tan po
cuantos libros ha creado el genio de los hom
tos, tan poquísimos los genios concedidos a
bres, levantaría el alma de más de un joven
L razas y pueblos que, con frecuencia, esta
con el poder de una gran idea, sembraría en
mos obligados a presenciar esa ironía del
su corazón la semilla de grandes problemas y l
I festino: que la actuación del más noble y fer
apartaría su espíritu de la sempiterna adora J
iente filántropo sea blanco de burlas y
ción del estúpido ideal de la medianía, del I
Imtiradas, por no atinar en la hora decisiva
orondo amor propio y la vulgar sabiduría I
ton el verdadero sentido de las cosas y no
práctica.
encontrar una palabra nueva. Pero este espec
Ese libro, el más triste de todos, no olvi- I táculo del desperdicio de fuerzas más grandes
dará el hombre llevarlo consigo el día del , nobles puede, efectivamente, inducir a de
Juicio Final. Y denunciará el más hondo, terri ■ sesperación a más de un amigo de los hom
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F ed o r D osto ïevski L a M en tira se salva d e la M en tira
bres, moviéndole, no a risa, sino a llanto <n /Cómo habrían podido demostrar su heroís
diente, emponzoñando para .siempre con la mo esos caballeros magníficos si no se hubie
duda su hasta entonces crédulo corazón. sen visto en trances tales, si no hubiesen teni
do gigantes y hechiceros malignos y envidio
Por lo demás, sólo he querido aludir .1 sos de su grandeza? El ideal del caballero
uno solo de los rasgos característicos de Don andante es tan alto, tan bello y útil, y de modo
Quijote, a una de las observaciones incont.o tal se ha apoderado del corazón de Don Q ui
bles que Cervantes ha hecho sobre el corazón jote, que se le hace ya imposible renunciar a
del hombre y expuesto de forma magistral. la creencia incondicional en él, pues eso
El hombre fantástico, persuadido hasta la equivaldría a traicionar el deber y traicionar
locura de la más fantástica ilusión que puedií i-l amor a Dulcinea y a la Humanidad. Pero
1 uando, al fin, renunció a todo; cuando se
imaginarse, se ve de pronto asaltado por ll
duda que amenaza dar al traste con toda su i uró de su locura y se convirtió en un hombre
fe. Y es notable que lo que motiva esa dudl listo, no tardó en irse de este mundo, plácida
no sea la incongruencia de su locura nacien mente y con triste sonrisa en los labios, con
te, ni la descripción de aquellos caballeros solando todavía al lloroso Sancho y amando
que corrían aventuras por el bien de la Hu ,il mundo con la gran fuerza de aquel amor
manidad, ni el desatino de los sortilegios d i que en su santo corazón se encerrara, y vien
los magos, que refieren esos libros tan fidtA do, sin embargo, que no hacía ya falta alguna
en la Tierra. No, lo que le desconcertaba era,
dignos, sino algo completamente secundario,
lo que bruscamente suscita su duda. El hom sencillamente, una consideración en todo
bre fantástico siente de pronto el ansia de rem punto exacta, en todo punto matemática: la
lismo. No le desconcierta el hecho de quy de que por más poderoso que un caballero
súbitamente queden tropas enteras encanta ^ luese, espada en ristre, a descargar mando
das. ¡Oh, eso no le inspira la menor dudal bles a diestro y siniestro, había de serle, con
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todo, imposible vencer a un ejército de ( mi leñar de veces? Supongamos que te has enca-
mil hombres, en el espacio de unas po< a l liñado con un sueño, una ilusión, una idea,
horas, y aunque fuese en un día y, además, na una convicción o un hecho externo que hizo
dejando con vida a ningún enemigo. Pero ¡nil mella en tu ánimo, o finalmente, con una
se dice, no obstante, en esos libros fided i* mujer que te encantó. Con toda el alma te
nos! ¿Se tratará de una mentira? Pero ¡si c a i onsagras al objeto de tu amor. Pero, no obs
fuera mentira, todo lo demás lo sería también! tante estar tan enamorados, pese a toda tu
¿Cómo salvar la verdad? Y he aquí que enlonj reguera, si hay en ese objeto de tu amor una
ces, para salvar la verdad, idea él otra ¡lusiórM mentira, una excelencia, algo que tú mismo
dos, tres veces más fantástica, ingenua y dr, exageraste y le descubriste en tu primer arre
paratada que la primera: imagina cien mil bato de pasión, únicamente para hacer de eso
hombres hechizados, con cuerpos de molii’. tu ídolo y postrarte ante él, a pesar de todo, en
co, que la aguda espada del caballero puede secreto, no dejas de sentir cierto escozor; la
traspasar con facilidad y rapidez diez v e c fl duda te atosiga, importuna tu razón, se pasea
mayores de las que consentirían cuerpos di|< por tu alma, y no te consiente que vivas tran
hombres corrientes. De esta suerte/Cjueda quilo con tu sueño amado. Pues bien: ¿no
satisfecho el realismo, salvada la verdad, y éj recuerdas, no te lo confiesas a ti mismo en tu
puede seguir creyendo tranquilamente en la interior? ¿Qué fue entonces lo que de pronto
ilusión primera y máxima, y todo esto gracias te sirvió de consuelo? ¿No fuiste y fraguaste
a la ilusión segunda, mucho más absurda un nuevo ensueño, una nueva patraña, acaso
todavía, concebida por él sencillamente para horriblemente vulgar, pero en la que te diste
salvar el realismo de la primera^ prisa a poner tu fe sólo por haber disipado tu
primera duda?
Recojámonos ahora en nosotros mismos yl
examinémonos: ¿no nos ha ocurrido a cadai
uno de nosotros, otro tanto en la vida, un cem
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L a s (Saetas de Üostoievski
(relacionadas con sus obras)
L a s C a r ta s ..
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hacer feliz a su madre, que vive en la provin lógico del crimen. El asesino se estrella contra
cia; librar a su hermana, que está de ama de problemas insolubles, inopinados; extraños
llaves con unos terratenientes, del humillante sentimientos le torturan el corazón. La verdad
asedio del cabeza de dicha familia y de las de Dios y la ley de los hombres triunfan por fin,
indecentes proposiciones a que estará expues y el hombre termina por comprender que debe
ta toda su vida; terminar él sus estudios en l.i denunciarse él mismo. Se ve obligado a ello
Universidad y marcharse al extranjero, para sei para expiar su crimen en Siberia, y de este
allí toda su vida una persona correcta, seria, modo, cuando menos, poder luego reintegrarse
que cumpla sus deberes para con la Huma al mundo de los hombres.
nidad, con lo que, naturalmente, expiará su El sentimiento de ser extraño, de estar di
culpa, sobre todo habida cuenta de que el vorciado de toda la Humanidad, que experi
hecho de suprimir a una vieja estúpida, mala y menta a raíz de cometer su crimen, lo tortura
enferma, que no sabe siquiera para qué está en de manera indecible. Triunfan la ley de la
este mundo y que quizás estaba llamada , 1 Naturaleza, la ley de los hombres... Y el crimi
morir de muerte natural dentro de un mes, no nal decide sufrir todos los martirios con tal de
constituye propiamente un crimen. expiar su culpa. Me cuesta mucho trabajo
Aunque tales crímenes son muy difíciles de exponerle a usted con toda claridad mis pensa
consumar, y huellas e indicios salen con facili mientos.
dad a la superficie, estando además el asesino En mi novela se encuentra, además, una
expuesto al albur de la casualidad que puede .ilusión a la idea de que el castigo jurídico de
delatarlo, logra nuestro hombre, en virtud de los delincuentes asusta e intimida a estos mu-
esa misma casualidad, llevar a rápido y feliz tér i ho menos de lo que el legislador imagina, lo
mino su designio. Transcurre luego alrededor que se debe, en parte, a la razón de que e! pro
de un mes, hasta que llega la catástrofe. No hay pio malhechor, de por sí, pide ya moralmente
quien sospeche de él ni puede haberlo. Y aquí un castigo.
empieza a desarrollarse todo el proceso psíco- He tenido hartas ocasiones de observar
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este fenómeno aun en hombres totalmente de prisa y tenerlas terminadas en un plazo fijo.
gradados, y con frecuencia, en forma muy pri Aunque, después de todo, he escrito esas cosas
mitiva. Pero yo quería representarlo en el ejem sin prisa y con mucho fuego. Así que procura
plo de una personalidad altamente desarrolla ré, aunque haya de escribir esta obra para mí
da, de la nueva generación, para hacer resaltai solo, escribirla lo mejor que pueda.
de un modo más claro y comprensible mi idea.
Ciertos casos, de un pasado muy reciente, me*
han convencido de que el argumento de mi
libro no tiene nada de excéntrico, pues el deta
lle de que el criminal sea un joven culto tiene
su fundamento. El año pasado me contaron da 1M IJA IL NIKIFO RO VICH
un estudiante de Moscú que, expulsado de la
(Borrador desde Petersburgo)
Universidad a raíz de los sucesos que allí ocu
rrieron, decidió matar al correo y robar la pos
ta. También en nuestros días leemos muchos Estim adísim o M ija il N ikiforovich: Habien
ejemplos de ese trastorno moral que conduce . 1 do recibido su contestación a la carta que le
los actos más crueles. En una palabra: estoy escribí desde el extranjero, me creía ya autori
convencido de que la actualidad, cuando zado para suponer que la aceptación de mi
menos en parte, dará la razón a mi obra. novela para E l Mensajero Ruso era cosa hecha,
Ni que decir tiene que, en la precedente por lo que me apliqué con todo entusiasmo a
descripción del argumento de mi novela falla la labor.
aún el argumento mismo; pero creo que sera Pero como me he dedicado exclusivamen
muy interesante, aunque respecto de su ejecu te al trabajo referido, no pudiendo poner mano
ción artística no soy el llamado a juzgarlo. Con en ningún otro y, además, no tengo dinero ni
demasiada frecuencia he escrito yo cosas nadie a quien pedírselo, para poder vivir mien-
malas, muy malas, por la necesidad de darme lias termino la obra, estoy hecho, de momento,
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lo que se dice un mendigo. Perdone usted que ción! Mucho tiempo hace ya que hubiera podi
le cuente estas intimidades. Ya sabía yo que er.i do enviarle las cuatro partes de que consta la
usted una bella persona, pero nunca hasta novela, listas ya para mandarlas a imprenta.
ahora tuve el gusto de conocerlo a fondo. Me Todo lo tengo planificado, hasta el menor deta
dirijo a usted de escritor a escritor, y le ruego lle, si todas esas circunstancias que le digo no
que tome cuenta de mi situación. No soy yo me lo hubiesen impedido, estando todavía por
solo en el mundo, sino que tengo a mi cargo la terminar la segunda parte.
familia de mi difunto hermano, que se hall.i Además, ni siquiera tengo la certeza positi
también en la mayor miseria. Además hay otras va de que mi novela vaya a publicarse en su
obligaciones sagradas que no puedo desaten revista, pues en todo caso no se me ha dicho
der. Sin contar con el menor recurso, siempre* nada respecto de la fecha en que haya de
obligado a esquilmar los bienes de mis amigos empezar a publicarse. En tan insufrible situa
con continuos ataques a su bolsa, a correr de ción, me dirijo a usted con el ruego siguiente:
acá para allá tres días enteros para conseguir Le suplico que me ayude. Por haberme
un rublo prestado, tengo todavía que realizar i onsagrado exclusivamente al trabajo destina
un trabajo serio, y me hallo expuesto a indeci do a su revista he tenido que renunciar a cual
bles torturas morales; me gusta el trabajo en quier otro que pudiera proporcionarme recur
que ahora me ocupo, tengo cifradas en él sos, así que hasta he empeñado mi ropa. Por
muchas ilusiones, pero me veré obligado i todo lo cual le ruego a usted que me facilite mil
dejarlo descansar, a perder un tiempo precioso rublos adelantados. Como ya tengo recibidos
y andar de acá para allá siempre hostigado. de usted trescientos, sólo le pido en realidad
Usted es también escritor, usted cultiva las setecientos. De esos setecientos, ruego a usted
bellas letras, de modo que me comprenderá. ¡Y que me envíe a mí cuatrocientos cincuenta, y
cómo, en tal situación, me he de aplicar a un doscientos cincuenta a U. F. Basúnov, al que
trabajo que de suyo es algo poético y requiere, adeudo esa cantidad.
por tanto, sosiego espiritual y cierta inspira
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parte de mi novela, en el número de enero de son de otro parecer y hasta ven en él indicios de
E l Mensajero Ruso. Me refiero a Crimen y cas nihilismo. Liubímov me ha manifestado defini
tigo. Ya he oído algunos juicios halagador« ', tivamente que debo rehacer el capítulo. Transi
acerca de ella. Se dicen allí, cosas atrevidas y gí, y el rehacer ahora ese largo capítulo me ha
nuevas. t ostado el mismo trabajo que hacer otros tres,
pero ya lo rehice y lo entregué. Por desdicha,
no he podido volver a ver desde entonces a
I iubímov, y no sé si han quedado contentos de
mi refundición o si hay que modificar más el
capítulo. Así ocurrió con otro capítulo. Liubí
A ALEKSANDR PETRO VICH M ILIUKO V
mov me dijo que había tachado mucho, aun
Moscú, junio de 186(> que no me importó, pues había suprimido un
pasaje que no tenía nada esencial.
Liubimov, director de E l Mensajero Ruso, no No sé qué pasará ahora, pero las discre
quiere publicar uno de los cuatro capítulos que pancias de opinión que por culpa de esta nove
tiene en su poder, y Kátkov confirma su deci la han surgido entre la Dirección y yo empie
sión3. He tenido una charla con ambos, pero zan a molestarme.
siguen en sus trece. Sobre el capítulo de refe
rencia, nada puedo decir. Lo escribí con verda
dera inspiración, pero puede que me saliera
mal; sólo que sus remilgos no son por el valor
literario de aquel, sino por la moral. En este sen
tido, yo tengo razón; el capítulo no contiene A N.U. LIU BIM O V
nada inmoral, sino todo lo contrario; pero ellos 8 de julio de 1866
3 Se refiere al capítulo IX de la Segunda Parte de
Crimen y castigo, donde Sonia y Raskolnikov leen el
M i estimadísimo N ikolai Aleksiéyevich: Me
Evangelio.
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que tomase la pluma. En una palabra: que qm una vez más que lea usted la copia del contia-
siera poder conducir mi novela de modo qua lo de edición de Crim en y castigo, por la que
hiciese una impresión nueva y diese tanto qna se enterará a fondo de todo. Ahora voy a decir
hablar como al principio. le lo siguiente: el no haber usted encontrado a
De no ser por eso, no me atrevería a moles, Stellovskii por siete veces es señal de que se ha
tar a la Dirección, por lo que aguardo la deci* dado cuenta del objeto de sus visitas, y estoy
sión de usted. Lo que usted diga, eso haré. En« seguro de que no quiere dar el dinero; pero, al
tretanto, trabajo sin parar. Para salvarme, he esl lin y al cabo, no tendrá más remedio que
crito en menos de un mes diez pliegos de un.i pagar, porque ¿qué otro recurso le queda? Pero
intensa novela4 para el editor Stellovskii. Pero ¿cuándo lo hará? Probablemente, le será venta
¡qué diferencia de un trabajo a otro!... joso aplazar el pago indefinidamente, y apela
rá a todos los medios. Por eso no se debe pro-
I ceder contra él directamente; a mi carta (que
usted le entregó) no me ha contestado. De
modo que usted se ha tomado un trabajo inú
til, y yo me quedo sin cobrar. Por esto le acon
sejo lo siguiente: sin renunciar a los derechos
A APOLLON NIKOLAYEVICH M AIKO V de los poderes que le he conferido para cobrar
esa cantidad, cosa que especialmente le ruego,
Dresde, 7 de enero de 1871
pues él debe saber que se ha encargado del
asunto una persona decente y un hombre influ
yente en el medio literario (eso les mete miedo
Queridísim o Apollan Nikoláyeuicb: Recibo a esos sujetos), asesórese con un abogado
su cartita y celebro mucho que haya recib ido experto, pues no ha de haber ningún proceso
una citación referente a mis asuntos. Le ruego serio sin un abogado que sepa cómo se puede
sacar el dinero, qué medios de coacción pue
den emplearse y cómo se puede echar mano
4 Se refiere a El jugador.
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te, un simple proemio; tiene de bueno que no atormentado. ¿Sabe usted lo que es eso de
compromete en modo alguno el resto de la crear? ¡No, usted, gracias a Dios, no lo sabe!
obra; pero no explica nada ni plantea ningún Por encargo y a tanto la línea, no creo que
problema. Lo único que deseo es que despierte usted haya escrito nunca ni experimentado,
algún interés en el lector, para que lea la segun por consiguiente, ese infernal suplicio. Al to
da parte. Esta segunda parte la empiezo hoy y la marle yo tanto dinero adelantado a E l Mensa
tendré terminada dentro de cuatro semanas jero Ruso (¡un horror!: cuatro mil quinientos
(siempre he trabajado muy de prisa), y creo que rublos), me hacía la ilusión de que a principios
resultará más fuerte e importante que la prime de año la musa no me dejaría en la estacada,
ra. Pero, querida amiga, ¡haga usted votos por sino que me encandilarían las ideas poéticas y
que obtenga algún éxito! La novela se titula lil así me mantendrían hasta el final del año, con
idiota y va dedicada a usted, Sofía Aleksándrovna lo que yo podría salir de todos mis apuros.
Ivánov. Yo, querida amiga, pido al cielo que el Tenía tantas más esperanzas de que así fuese,
libro tenga tanto éxito que sea digno de esa dedi cuanto que en mi cabeza y en mi corazón em
catoria. Pero yo no soy quién para juzgar mi tra pezaban a apuntar gérmenes de ideas artísticas
bajo, y menos todavía con lo excitado que estoy... y a dominar mis sensaciones. Pero la cosa se
quedó en ciernes, mientras que lo que yo nece
sito es una verdadera encarnación, que siem
pre surge inesperada y súbita, de suerte que
momentos antes no habríamos podido sospe-
charla;^sólo cuando en nuestro interior ha cu a "
A APO LLO N NIKO LAYEVICH M AIKO V jado un cuadro completo es cuando podemos
pasar a tratar de darle forma artística. Sólo en
Ginebra, 12 de enero de 1868 ese caso se puede contar, sin miedo a equivo
carse, con un éxito^Nada; que todo el verano^
y todo el otoño me los pasé discurriendo toda
Ha sido, pues, así: he trabajado y me he suerte de ideas (algunas muy interesantes); pe
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la. Por lo demás, nadie puede ser juez de sí
mente (¡oh, si me saliese bien!). La primtM.i
mismo, sobre todo cuando está excitado. Puede
parte es, en realidad, una simple introducción.
que tampoco la primera parte sea mala del todo.
Sólo hace falta una cosa: que siquiera despin
El no haber desarrollado en ella el carácter
te el interés por lo que sigue; pero sobre este
principal cae dentro de las líneas generales del
punto yo no puedo aventurar ningún juicio,
argumento. Por eso espero su opinión con an
Sólo tengo un lector: mi esposa. A ella le gusl.i
mucho, pero en mis cosas no es juez. siosa impaciencia.
En la segunda parte tendrá que quedar tod<>
definitivamente arreglado (pero durante mucho
tiempo no se podrá decir nada). Hay allí una
escena (una escena fundamental); mas ¿cómo
saldrá? Aunque en el boceto me ha salido muy A A PO LLO N N IK O IA YEV IC H M A IK O V
bien. Todo, pues, queda fiado al porvenir; pero
Ginebra, 18 de febrero de 1868
espero de usted un juicio severo. La segunda
parte será la decisiva; es la más difícil. Escrí
bame también su opinión sobre la primera
parte (aunque sinceramente sé que es mala, He estado todo en suspenso, con mi cere
igual escríbame usted). Le ruego además que bro y todas mis facultades puestas en la segun
me diga, en cuanto salga E l Mensajero Ruso, si da parte de mi novela, a la que ya terminé. No
publica mi novela. Tengo todavía un miedo quería estropearla definitivamente..., pues todo
horrible por si la habré enviado demasiado depende del éxito. Ahora¿ya no aspiro al éxito,
tarde. Me es absolutamente preciso que salg.i sino tan sólo a evitar un fiasco definitivo^en las_
en enero. Así que, por el amor de Dios, escrí partes siguientes podré enmendarme aún, pues
bame usted aunque sólo sean dos líneas. la novela será larga. Por último, envié también
Al enviarle a Kátkov la primera parte, le es la segunda parte (me he retrasado mucho pero
cribí también sobre la novela lo mismo, más o creo que todavía llegará a tiempo). ¿Qué voy a
menos, que a usted. La novela se titula E l idio-
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su opinión sobre E l idiota; ya sé que no es del los demás califican de casi fantástico y excén
trico constituye para mí muchas veces lo más
bando de mis partidarios.
Por esta razón, la vida en el extranjero se característico de la realidad.
La cotidianeidad de los fenómenos y un mo
me hace cada día más insufrible. Debe saber
do convenido de considerarlos no es, a mi juicio,
usted que para poder regresar a Rusia necesito
realismo, sino todo lo contrario. ¡En cualquier
disponer de seis mil, o por lo menos cinco mil
periódico hallará usted relatos de los sucesos más
rublos. Yo contaba con el éxito de E l idiota. Si
reales y al mismo tiempo más extraordinarios! A
hubiese sido tan grande como el de Crim en y
nuestros escritores todo eso les parece fantástico;
castigo, tendría esos cinco mil rublos. Ahora
no entienden una palabra, pues precisamente
toda mi esperanza tengo que ponerla en el por
son realidad, son hechos. Pero ¿quién va a fijar
venir. Sabe Dios cuándo podré volver. Pero no
se en ellos, a iluminarlos y escribirlos? Son cosas
tengo más remedio que volver a Rusia.
de todos los días y todas las horas, y en modo
alguno excepciones.
¡Qué estrechez y pequenez en el modo de
considerar y penetrar la realidad! Y siempre lo
mismo, lo mismo. Así dejamos que toda la realidad
nos pase por delante de los ojos, sin verla. ¿Quién
A NIKO LAI NIKOLAYEVICH STRAJOV
va a fijarse en los sucesos y a ahondar en ellos? Del
Florencia, 10 de marzo de 1869 cuento de Turguéniev no quiero hablar... El diablo
sabrá lo que ha querido decir. ¿ Conque mi idiota
no es realidad y de la más cotidiana? Sí; precisa
mente ahora deben darse tales caracteres en nues
Estos últimos tiempos, mes y medio, estuve
tras capas sociales divorciadas del terruño, en esas
muy ocupado con la terminación de E l idiota.
clases sociales que efectivamente se nos antojan
Escríbame usted su opinión, según me prome
fantásticas. Pero ¿para qué hablar de eso? Hay
tió; la aguardo con ansia. Yo tengo mis ideas
mucho en la novela escrito a toda velocidad y
propias sobre la creación en arte, y aquello que
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Mensajero Ruso. Pero no vaya usted a creerse Me costará trabajo darle salida en dicha
que yo hago buñuelos; por feo y antipático qiu* época; pero si no lo consigo es igual. Espero
pueda parecer lo que escriba, la idea de la ganar con esa novela tanto dinero como con
novela y su elaboración son para mí, pobre Crim en y castigo, por lo menos. Así que tengo
autor, más preciadas que todo en el mundo. el propósito de poner a fin de año todos mis
¡Este no es ningún buñuelo, sino la ¡dea mál asuntos en regla y volver a Rusia. Sólo que el
querida y más rancia! Naturalmente que I" tema es demasiado candente. Pero basta. Mis
echaré a perder; pero ¡qué hacerle!... interminables cartas van a acabar con usted...
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A SU SOBRINA A SU SOBRINA
SOFIA ALEKSANDROVNA IVANO VJM IROV SOFIA ALEKSANDROVNA 1VANOVJMIROV
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parecerá en nada a Nescháyev; más bien creo prendiese esta figura. Y más aún sentiría oír el
que mi espíritu, sobrecogido por el suceso, ha reproche de que está tirado de los pelos, pues
concebido, mediante la fuerza de la fantasía, yo lo he pintado con el alma. Cierto que tales
una persona y un tipo adecuados a esa fecho caracteres se dan rara vez en tan típica perfec
ría. No deja de ser provechoso pintar un tipo ción, pero es, no obstante, un carácter ruso (de
así; pero no fue sólo lo que a mí me sedujo. cierta clase social). No vaya usted a formar jui
Creo que los ejemplares de esa lamentable cio, estimado Mijai! Nikifórovich, hasta haber
variedad humana no son digno objeto del arte. leído la novela de cabo a rabo. Me dice el cora
Con gran sorpresa mía, ese personaje se me zón que ese personaje me va a salir muy bien.
antoja medio grotesco porque, aunque aparez No entraré ahora en detalles, pues temo no ser
ca en el primer plano de la acción, no es bien exacto. Sólo le diré una cosa: que todo ese per
mirado, sino algo secundario dentro del radio sonaje lo describiré mediante sus actos y no
de acción de otra personalidad que, efectiva apelando a disquisiciones, !o que hace esperar
mente, debe considerarse como el verdadero que resulte una personalidad, una pieza.
protagonista de la obra. Se me resistió mucho tiempo el comienzo
Este otro personaje de la novela (Nikolai de la novela. Me ocurrió lo que hasta aquí no
Stavroguin) es también un personaje siniestro, me había sucedido nunca, y fue que dejé por
un malvado. Yo lo tengo por una figura trágica, unas semanas el principio y me puse a escribir
aunque muchos, al leer la obra, exclamarán: el final. Temo también que ese primer capítulo
"Pero ¿qué clase de hombre es este?". Yo me he no tenga toda la vida que hubiera podido
aplicado a la elaboración artística de esa per tener... En los cinco pliegos y medio que le
sonalidad porque hace mucho tiempo tenía acompaño, apenas si había espacio para expo
ganas de describirla. ner el enredo; pero tanto este como la acción
A mi juicio, es tan rusa como típicamente toda se descubrirán y ensancharán de una vez.
humana. Sentiría, por el público, que no com Usted puede estar tranquilo: es evidente que
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mi novela tendrá interés, y creo que como ha que acabé dándome a mí mismo palabra de no
quedado ahora, todavía hará más efecto. leer ni escribir, ni fijar siquiera en nada la vista
Pero no todos los personajes van a ser hasta haber terminado lo que había emprendi
siniestros. También habrá en el libro figuras lu do. ¡Y estoy empezando! Cierto que tengo ya
minosas. Me temo, en general, no estar yo a la mucho escrito de la mitad de la novela, y aún
podré aprovechar fragmentos aislados de lo
altura de muchas cosas.
que taché. Pero, al fin y al cabo, estoy en el pri
Quisiera, por ejemplo, llevar por primera
mer capítulo. Esta es mala señal; mas yo haré
vez al arte toda una serie de figuras que, hasta
todo lo posible para arreglarlo. Dicen que el
ahora, apenas han hallado representación lite
tono y el estilo de una novela deben salir es
raria. Como ideal de esa clase de personajes
pontáneos. Eso es cierto; pero a veces desento
presento yo a Tijón Sadonskii, un eremita que1
nas y tienes que volver a templarte. En una pala
se ha acogido al claustro. Tendré algún rato al
bra, que nunca nada me dio tanto que hacer
héroe de mi novela conversando con él, frente
a frente. Me tiemblan las carnes; nunca intenté como esta cosa.
En los comienzos de la labor, a fines del
nada parecido; pero conozco bien ese mundo.
año pasado, tenía yo ya por hecha la novela y
la miraba por encima del hombro. Pero luego
me entró verdadero entusiasmo, le tomé cariño
a la tarea y me puse a escribir a todo trapo,
tachando casi todo lo que llevaba escrito. Pero
A NICOLAIN1KOLAYEVICH STRAJOV en el verano sucedió otra cosa, y fue que sur
Dresde, 9 de octubre de 1870 gió en la novela un nuevo personaje con
humos de ser nada menos que el verdadero
protagonista de la obra, de suerte que el otro
No le he escrito a usted antes porque estoy protagonista, el primero (figura muy interesan
atareado con mi novela. Iba tan mal el trabajo te, pero no digno de ser llamado un héroe),
y yo tenía que alterar lo escrito tantas veces hubo de ser relegado a segundo término. Me
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entusiasmé tanto con este nuevo héroe que A APO LLO N NIKO LAYEVICH M A IKO V
también me puse en seguida a arreglar todo lo Dresde, 9 de octubre de 1870
que llevaba escrito. Y ahora que he enviado ya
a la redacción de E l M ensajero Ruso el co
mienzo de la novela, me acomete de repente He echado sobre mí un trabajo superior a
un nuevo temor: el de no estar a la altura del mis fuerzas. He empezado a escribir una gran
tema elegido. Y sin embargo yo no introduzco novela (una novela de tendencia, cosa para mí
de buenas a primeras a mis personajes en la totalmente inusitada); al principio creía muy
obra. De antemano les tengo asignado su papel fácil despacharla. Pero he tenido que variar
en el programa de la novela (tengo un progra más de diez veces mi plan, y he acabado por
ma que comprende varios pliegos, donde ya reconocer que el tema era de los que obligan,
está anotada toda la acción, aunque sin el diá por lo que le he tomado tirria a la novela. La
logo ni las explicaciones). Por lo cual espero primera parte la escribí con grandes apuros y la
que el protagonista me salga bien y hasta resul envié. Creo que esa primera parte me ha salido
te una figura enteramente nueva y original; muy floja y de poco efecto.
espero y temo al mismo tiempo. Por la lectura de esa primera parte, no po
Ya es, realmente, hora de que escriba yo, drá adivinar el lector adonde voy a parar ni
por fin, algo serio. A lo mejor se me deshace cómo ha de continuar desarrollándose la ac
todo en el aire, cual pompa de jabón. Pero, sea ción. En E l Mensajero Ruso le han hecho,
como fuese, tengo que escribir; con esas refor desde el principio, una acogida sumamente
mas he perdido la mar de tiempo, y escrito, en benévola. La novela se titula Demonios (esos
resumidas cuentas, muy poco... mismos demonios de que ya le escribí a usted)
y lleva un lema sacado del Evangelio.
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L a s Ca r t a s ..
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cómo voy a escribir nada. De todos modos,
labor principal tiene que estar despachada en
tendré que estar aquí todavía cuatro semanas.
todo caso para el otoño... Y ¿qué voy a hacer aquí yo solo, sin ti? Y, sobre
todo, que no tengo nada pensado, ni siquiera
ultimado el plan en todas sus partes. Después
de cuatro (o acaso sólo tres) semanas, cuando
salga de aquí, me será totalmente imposible,
Ems, 26 de julio de 1874 desde ahora lo veo, escribir nada; en Pe-
tersburgo tendré que andar de acá para allá,
En casa trabajo asiduamente en el boceto, buscando cuarto, y apenas tendré tiempo para
pero no acierto a escribir nada. Teniendo ya el estar con vosotros, pues enseguida deberemos
plan, todo el trabajo irá como sobre ruedas. ¡Si ponernos en camino. ¿Cómo voy a trabajar
siquiera me saliese un plan logrado! Pero ¿será entonces? Siempre pensamientos tristes y
así? Quisiera escribir algo extraordinario. La dudas, siempre solo conmigo mismo... Y para
sola idea de que la revista Los Anales Patrios colmo me honra con su visita un ataque, ¡adiós
pueda tacharme algunas cosas casi me parali todo trabajo! ¡ Oh, cómo me molesta sólo pen
za la mano; pero de esto no se puede hablar en sarlo y, sin embargo casi seguramente será así!
Sin haber escrito algo de la novela, no puedo
una carta...
volver allá. El 22 ó 23 no tengo más remedio
que empezar a poner en limpio el borrador y
tener listo el plan, pues de lo contrario, no
podré enviar nada a Los Anales Patrios.
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A V .V .M IJA ILO V
En cuanto a mi novela, le diré toda la ver
15 de marzo de 1878 dad. La pensé y me puse a escribirla; pero aún
dista mucho de estar terminada; sólo está em
Tengo pensada y pronto empezaré una pezada. Siempre me ocurre lo mismo; empiezo
novela, en la cual, entre otras cosas, figurarán una novela larga a mediados del año y estoy
muchos niños y, para más datos, de pocos ocupado en ella hasta mediados del año si
años: de siete a quince. Las observaciones de guiente.
un hombre como usted serán preciosas para
mí. Escríbame, pues, cuanto sepa de los niños:
anécdotas, costumbres, réplicas, frases, rasgos
característicos, circunstancias familiares, cre
encias, delincuencia e inocencia, nacimiento y
A AKSAKO V
educación, etc., etc.; en una palabra: cuanto
usted sepa. 28 de agosto de 1880
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A L ¡ U B IM O V
Pensamientos anotados
Y o ...............................................................................
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C ultura .................................................... ^
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C ultura y vid a .........................................................
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E v o lu ció n del n i ñ o ...............................................
, .. ....... 108
Padres e hijos ...............................
• 1
Las injurias de mis enem igos ...........................
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In d ice _________________
Riqueza................................................... ^ 6
A mis críticos............................................ 1
Veneración . . ........................................... ^ 4
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