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Amén

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo,


Padre compasivo y Dios de todo consuelo,
que nos consuela en cualquier tribulación,
para que nosotros, en virtud de consuelo que
recibimos de Dios,
podamos consolar a los que pasan cualquier
tribulación.
(2Cor 1,3-7)

Considerar los verdaderos efectos de la resurrección.


Mirar el oficio de consolar que trae el Señor.
(EE 223-224)

Ejercicios
EE8-8.0
Amén

"¡He visto al Señor!"


Jn 20, 11-18
· Preparación.
· Imagina: Mª Magdalena buscando a su Señor en la noche, la tumba vacía, el huerto, el encuentro
con aquel a quien ama...
· Petición: "Señor, dame la gracia de alegrarme y gozar intensamente por tanta vida y gozo como
nos regalas en tu Resurrección". (EE 221).
>>> “Mirar el oficio de consolar que Cristo trae, y comparando cómo unos amigos suelen
consolar a otros” (EE 224)
1. "Todavía estaba oscuro" (v. 1)
Ella va buscando como la amada del cantar de los cantares: "¿Habéis visto a mi Amado?" (Ct 3,2). Le
busca, "muy temprano, cuando todavía estaba oscuro", desorientada y en tinieblas, no sabe dónde
encontrarlo. Pero, no puede dejar de amarle, ni liberarse de Él y olvidarlo... y tampoco quiere
hacerlo. Juan sitúa el recorrido de María al amanecer, para simbolizar que en María hay una
búsqueda ardiente y amorosa de la Luz, de la Vida, de Aquel en quien encontró el centro y sentido
de su vida.
En el ritmo del tiempo, no hay amanecer sin anochecer, ¿qué me dice Magdalena?, ¿qué está
anocheciendo-amaneciendo en mi vida y misión?
2. "Mujer, ¿por qué lloras?" (vv. 11-15)
María en su llanto, nos enseña a dejar brotar nuestros sentimientos de angustia, de soledad... sin
censura. Aprendamos a "mirar dentro" a enfrentarnos a nuestros miedos, necesidades... y
acogernos frágiles y heridos.
Las lágrimas nos liberan del sufrimiento oculto y nos curan: "cuando soy débil, soy fuerte".
Ante el llanto de la mujer, una pregunta: “¿por qué lloras?". Se la formulan los ángeles desde dentro
del sepulcro, y le permite expresar su dolor...(Jn 20, 13).
Jesús, que está contemplando desde atrás a María se le acerca de puntillas para preguntarle: “¿por
qué lloras?". Con ello parece indicarle que si quiere encontrar la Vida ha de "mirar fuera", al jardín
lugar de nueva vida. Ella, que no le reconoce le formula su deseo (Jn 20, 15)
3. "Jesús le dijo: ¡María!" (v. 16)
María pasa de ser llamada "mujer", a tener un nombre: ¡María!, o lo que es lo mismo: ¡si supieras
cuánto te amo! Hay diálogos y palabras que son creadoras de la persona, como hay otros que son
destructoras. Jesús al pronunciar su nombre es como si la dijera: "eres alguien que me tienes a tu
lado, no temas".
4. "Jesús le dijo: ¡Suéltame... Pero ve y diles a mis hermanos" (v. 17)
La escena en el huerto recoge el sentimiento más íntimo de amor entre un hombre y una mujer.
Ahora, el "no me toques" no es desprecio hacia María. Jesús invita a Magdalena a estar con Él, pero
de otro modo. Al indicarle: "Yo voy a mi Padre", "No me toques", lo que Jesús le dice es: "Me
considerarías demasiado pequeño e insignificante si me quisieras para ti sola".
La fuerza del amor del Resucitado es invitación a María a liberar todo ese amor que ya le ha sido
dado. El "ve y diles a mis hermanos", es ve y reúne a la comunidad, podéis volver a creer en lo que
el Señor nos enseñó de Dios: que es nuestro Padre-Madre, está junto a nosotros/as, que de nuevo
le pertenecemos para siempre y que quiere ser nuestro Dios y que toda persona sea mi hermano y
hermana.
"ENTONCES FUE MARÍA Y CONTÓ A LOS DISCÍPULOS QUE HABÍA VISTO AL SEÑOR"
· Coloquio · Padre nuestro · Examen de oración

Ejercicios
EE8-8.1
Amén

“¿No nos ardía el corazón?”


Lc 24, 13–35
· Preparación
· Composición de lugar: El resucitado ha reconciliado al mundo consigo. Por eso nos proporciona el
don de la reconciliación. En Emaús contamos con un relato particularmente bello para abrirnos a ese
don.
· Petición: pido al Señor que trae la consolación que me ayude a ver mi historia, el dolor que me
persigue y el dolor que he infligido, con su misma mirada. Le pido que ese dolor sea para mí lugar de
reconciliación.
1. “Aquel mismo día iban dos discípulos camino de Emaús...” (v.13).
Estos dos discípulos huyen de Jerusalén –con miedo o frustrados– en un intento de escapar del
sufrimiento. Pero ese acontecimiento terrible y doloroso de la muerte de Jesús les persigue, no se
pueden desentender de él. Les duelen muchas cosas: haber apostado mal en la vida, por un perdedor;
haber abandonado un amigo; ver correr por los suelos su prestigio; percatarse de que las autoridades
judías no admitirán ningún cambio en la vida de la gente; haber dejado atrás un hilo de esperanza en
la vida; percatarse de que la vida de los pobres no tiene futuro; sentir que la historia de Jesús no era
de Dios, porque alcanzó la ignominia y no la gloria...
Muchas veces nosotros también tratamos de escapar del dolor sufrido, o del dolor causado. No
sabemos a dónde vamos. Y el viaje no surte efecto. Los recuerdos y las pesadillas vuelven una y otra
vez, intensos e incontrolados.
>>> Con los discípulos camino de Emaús recuerdo cuáles son esas fuentes de dolor de mi vida, donde
resuena el fracaso, la humillación, el límite, el cansancio.
2. “Jesús les alcanzó y se puso a caminar con ellos” (v.15).
Jesús se pone al lado, nos muestra un camino de acompañamiento a quien sufre, sin ir por delante. E
igualmente nos invita a acompañar, hablar, escuchar la historia e interpelar sólo cuando sea necesario.
Todos necesitamos de un ambiente donde poder dejar reposar nuestras heridas, un ámbito humano
donde poder hacerlo. Los cristianos hemos sido iniciados en el arte de crear espacios seguros –de
densidad comunitaria, de densidad sagrada– donde nuestro propio relato pueda ser narrado y
acogido.
>>> Puedo recordar algún momento en que alguien haya sabido hacer así conmigo: acompañarme,
escucharme, respetarme... y repaso qué sentí, qué sabor me dejó aquello. Y agradezco aquel
momento vivido.
3. “–Lo de Jesús Nazareno...” (v.19–24).
Dan vueltas una y otra vez sobre un acontecimiento que no encaja. Es más, no lo cuentan bien. Han
puesto su esperanza en una expectativa falsa: “nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador
de Israel”. Expectativas que, puesto que no son satisfechas, rompen por dentro e impiden que aflore
un nuevo sentido.
>>> Yo también tengo historias personales de dolor que aún son lugar de tropiezo, no lugar de gracia.
Se las presento al caminante anónimo para que él me las pueda narrar desde la fe y la esperanza.

· Coloquio: hablo con Jesús, pidiéndole que me enseñe a leer bien mi propia historia, como él la lee.
Pidiéndole la gracia de que me permita ver todo “hecho para bien de los que lo aman” (Rm 8, 28),
para que no caiga en la desesperación, en el odio (hacia mí o hacia los otros) o en el cinismo, para que
las heridas sean lugar para la gracia (“sus heridas nos han curado”).
· Padre nuestro · Examen de la oración.

Ejercicios
EE8-8.2
Amén

“¿Me amas?”
Jn 21, 15-19

· Preparación

· Me imagino dialogando con Jesús al final de esta experiencia. Vamos paseando solos, recorriendo
juntos la experiencia de mi vida y de estos Ejercicios. Jesús me pregunta si de verdad le amo.

· Petición: Señor que sepa ser agradecido, que sepa reconocer todo lo que has hecho por mí en mi
vida y en estos días. Que este agradecimiento me lleve a "en todo amar y servir".

1.- El diálogo entre Jesús y Pedro: amor y misión.


- Jesús pregunta a Pedro sobre el amor. Es la pregunta fundamental, la que mide la hondura
humana. Como dice San Juan de La Cruz: "al final de nuestra vida se nos examinará del
amor"...
- Jesús me pregunta a mí: "¿me quieres más que éstos?". Me amas por encima de tus proyectos,
de tus preferencias, de tus...
- Jesús le pregunta a Pedro tres veces, recordando las tres veces que Pedro le había negado.
¿Cuántas veces me podría preguntar a mí...?
- Pedro se entristece porque le recuerda su infidelidad a la persona que más ha amado en su
vida: Jesús...
- Pedro le abre el corazón a Jesús: Señor: "Tú sabes todo, Tú sabes que te quiero". Este es el
corazón de Pedro: un corazón que ama apasionadamente pero que es a la vez frágil, porque
en cualquier momento puede fallar...

2.- Revive lo que Dios ha hecho por ti.


- Ve recorriendo tu vida y mira las huellas de Dios en ella: el don de la misma vida, la salud, tu
familia, el mundo, tus amigos, la naturaleza, el mar... la fe, la comunidad de Jesús, los
sacramentos...
- Recorre esta experiencia de Ejercicios: has sentido el amor de Dios, has visto tu propio pecado
y, a la vez, el abrazo del Padre, tantas y tantas experiencias...
- Al final de estos Ejercicios agradece lo visto y vivido estos días.

3.- “Apacienta mis ovejas... sígueme” (v. 19).


Así como Pedro recibe la misión de Jesús, revive la misión que has experimentado en estos
ejercicios de vivir desde el seguimiento de Jesús: sanando, acogiendo, reconciliando con talante
comunitario y solidario.
· Coloquio
· Padre nuestro
· Examen de la oración

Ejercicios
EE8-8.3

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